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“Comienzo de Novela”
El Telón
Para colmo la pelota es azul, eso lo hace más difícil todavía. Complot. Los
rayos del sol rebotan en el agua y no me dejan distinguir nada más allá de la línea
divisoria; estoy seguro que la pelota cayó en el lado hondo de la pileta. Yo tengo
seis años y estoy jugando solo. Ya soy grande, pienso. Todos mis compañeros del
colegio ya saben nadar y andar en bicicleta; a nunca nadie me enseñó. No puedo
flotar y todavía uso una bici muy chica para mí, con rueditas de auxilio. Traición.
Tengo seis años, no sé nadar y estoy en una pileta jugando solo; ahora sin pelota.
Hace mucho calor, pero la baranda está fría. Las plantas arrugadas de mis
pies se planchan un poco sobre el pedazo de metal. El sol todavía no deja ver nada
más allá; podría estar parado al borde de un acantilado. Cierro los ojos.
Mi hermana me vio caer y saltó a la pileta a rescatarme. Eso fue lo que duró
mi carrera de nadador profesional. Lo gracioso es que la pelota azul había caído
más allá del borde de la pileta, sobresaltaba ahora entre el verde del pasto crecido.
Ahí está, suena otro, por decimosexta vez en la noche. La tos grave y
exagerada de los señores se vio reemplazada por el ruido de los envoltorios de
caramelos de las señoras, y éstos hoy son desterrados por la tecnología
amplificada. Suena otro, más fuerte. Las herramientas de sabotaje fueron
mutando, los terroristas también. Ésta es la época en la que los jóvenes vuelven al
teatro; pero somos jóvenes viejos, sin fuerza ni valentía, y con suficiente plata en
los bolsillos para comprar entradas a paraíso de pie. La batalla se pelea allá abajo,
en la platea, y ya estaba perdida antes de empezar. Somos minoría.
Otro sobreagudo. Desato los cordones de mis zapatillas; las guardo junto
con mis medias debajo de la butaca. Acaricio con los pies la alfombra bordó,
tanteo la suciedad cargada en las huellas de quienes se conciben a sí mismos
como adoradores del arte. Parásitos.