Un teatro importante. Una puesta extravagante. Una obra difícil de
interpretar. Una soprano virtuosa. Un zumbido constante que perturba la conciencia de un espectador. El drama de esta ópera no se desarrolla en el escenario sino entre el público. La butaca del personaje está ubicada en el nivel más alto; en cierto momento el hombre se levanta de su asiento, trepa la baranda y salta al vacío. No se trata de un suicidio convencional; en esta historia el final es el comienzo.
La soprano emite un sobreagudo que taladra su cabeza, penetra en las
diversas capas de su mente y nos abre las puertas a diferentes relatos de su presente y de su historia.
El narrador vive la realidad de manera trágica, en la cual el arte se ve
pervertido y amenazado por una cultura decadente. Nos invita a nosotros, lectores, a participar de manera activa uniendo los hilos del pasado y el presente, a evaluar nuestro rol como consumidores de arte y a tomar partida en la guerra que se desarrolla en la realidad del narrador y en la nuestra.