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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CALLAO

FACULTAD DE INGENIERÍA QUÍMICA

TEMA: AXIOLOGÍA

CURSO: ESTADO SOCIEDAD ÉTICA Y DESARROLLO HUMANO

DOCENTE: Dr. Nestor Alvarado Bravo

INTEGRANTES: - Abanto chupica Alexandra

- Calixto Espíritu Jair


-Morillo Miranda Carlos
-Ramirez Stretz Olenka

2016

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DEDICATORIA
Dedicamos el presente trabajo a
nuestro profesor por su esfuerzo,
dedicación y por incentivarnos a la
investigación para conducirnos al
desarrollo de nuestras capacidades
dentro del campo universitario para
hacer frente al mundo globalizado
cambiante y competitivo en el cual
nos desenvolveremos idóneamente
como futuros ingenieros químicos.

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INTRODUCCIÓN.......................................................................................................4

CAPÍTULO I...............................................................................................................5

1. DEFINICIÓN..................................................................................................... 5
1.1 ORIGEN HISTÓRICO DE LA AXIOLOGÍA..................................................................5
1.2 ORIGEN DE LA NOCIÓN DE VALOR........................................................................6

CAPÍTULO II..............................................................................................................8

2. PROBLEMAS DE LA AXIOLOGÍA.......................................................................8

2.1 SOBRE EL PROBLEMA DE LA EXISTENCIA DEL VALOR............................................8


2.1.1 Postura Subjetivista...................................................................................9
2.1.2. Postura objetivista..................................................................................10
2.2. SOBRE EL PROBLEMA DEL MÉTODO..................................................................11
2.3. SOBRE EL PROBLEMA DE LA JERARQUÍA DE VALORES.......................................12
2.3.1. Preferibilidad de los valores...................................................................13
2.3.2 Criterios de preferibilidad de los valores.................................................14
2.4. SOBRE EL PROBLEMA DE LA REALIZACIÓN DE LOS VALORES..............................16

CAPÍTULO III...........................................................................................................18

3. CLASIFICACIÓN DE LOS VALORES........................................................................18

CAPITULO IV..........................................................................................................20

4. LOS VALORES Y SU IMPORTANCIA EN LA FORMACIÓN EDUCATIVA.....20

4.1 RESPONSABILIDAD Y EJERCICIO PROFESIONAL...................................................21


4.2 RELACIÓN CON LA INSTITUCIÓN.........................................................................22
4.3 CIUDADANÍA RESPONSABLE...............................................................................22
4.4 INFLUENCIA DEL AMBIENTE................................................................................22
4.5 FORMACIÓN PERMANENTE................................................................................22

CONCLUSIONES:...................................................................................................26

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INTRODUCCIÓN

Este presente trabajo merece una investigación debido que los valores nos sirven
para identificarnos con otras personas conduciendonos a formar comunidades
donde las acciones de estas nos benefician y viceversa. La principal motivación
del grupo a desarrollar el tema ya mencionado es su importancia a lo largo de
nuestras vidas y como su conocimiento nos permite interrelacionarnos en un
espacio compartido. Para llevar a cabo dicha investigación recaudaremos
información de diversas páginas web bajo la supervisión del profesor a cargo.
Varias son las cuestiones que se pudiesen tratar sobre el tema de los valores,
inagotable como la vida misma. No obstante, nos limitaremos a aspectos
relevantes como sería en primera instancia dar a conocer un concepto de
axiología y de alguna forma lo expuesto pueda ser aplicado por los oyentes y claro
está por los miembros del grupo. El interés en torno a los valores, que motiva y
legitima su abordaje en contextos educativos, la conceptualización, que permite
una aproximación analítico-epistemológica a la redefinición de los espacios
propios de la axiología y la génesis de los valores en el sujeto humano, mediante
la cual se pretende incidir en los procesos humanos de desarrollo axiológico, y su
correlación en el proceso de estudiar.
También se hace una breve reseña de investigación empírica sobre las
características de los profesionales expertos en la competencia ética, la forma de
ejercerla y el impacto que tiene en la institución en que laboran. El tema involucra
la educación superior, el ejercicio profesional y la formación continua, la cual
mostró ser una conjunción de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que
caracterizan al profesional competente y marcan su estilo de vida. Se evidencia la
necesidad de formación permanente de los profesionales para fortalecer esta
competencia, mediante experiencias de reflexión y trabajo participativo.
No existe una investigación específica sistematizada en este sentido, sin embargo,
hay trabajos valiosos que han servido de base a esta investigación. En nuestro
medio cultural y académico, tampoco resulta un tópico sobre el cual se haya
escrito mucho; de ahí su importancia científica social.

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CAPÍTULO I

1. DEFINICIÓN
Etimológicamente, viene del griego, axios, que significa merecedor, digno, valioso,
y de logos, fundamentación, concepto (RAE). La axiología es la ciencia o teoría de
los valores, especialmente de los morales. Otra definición de axiología que
pormenoriza la etimológica “ciencia o teoría de los valores”, puede ser: “el
conocimiento razonado, la teoría o ciencia de cuanto es digno de estima, de
cuánto vale, o de todo aquello que puede calificarse de deseable y precioso”
(Huerta, 2001).
1.1 Origen histórico de la axiología
El tema de la axiología es de relativa novedad en la historia del pensamiento,
puesto que el término y el concepto fueron desarrollados a finales del siglo XIX y
comienzos del s. XX, primeramente, en Alemania donde surgen los primeros
trabajos sistemáticos, sobre todo por los autores neokantianos de la escuela de
Baden, cuyos presupuestos filosóficos estaban en contraposición con la ética
formal de Kant. Entre los más conocidos encontramos a W. Windelband
cofundador de la Escuela neokantiana de Baden y fundador de la escuela
neokantiana axiológica de Heidelberg quien escribe uno de los trabajos más
antiguos, publicado en 1884 y que se refiere a valores morales y religiosos,
principalmente. Poco después, aparecieron las investigaciones de Ehrenfels y de
Alexius von Meinong sobre La teoría de los objetos (1904), y luego en Sobre el
lugar de la teoría de los objetos en el sistema de las ciencias (1907). También
surge la obra de H. Rickert (que trata más bien del valor de verdad), aunque
también se afirma que fueron introducidos con anterioridad por el filósofo idealista
alemán Rudolph Hermann Lotze. Husserl asume la axiología dentro de su
fenomenología, y siguen este nuevo enfoque Max Scheler y Nicolai Hartmann,
entre otros. (Diccionario de Filosofía Herder, 1998).
Pero la obra fundamental sobre la materia, Martínez (2001) afirma: “Apareció en el
siglo XX, Ética de Max Scheler en dos volúmenes, el primero denominado El

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formalismo en la ética y, el segundo, La ética material de los valores, publicados
entre 1913 y 1916” (p.70).
Obras en la que aplica la fenomenología a la ética y elabora una teoría de los
valores.
A esta obra, le siguieron los libros de Lessing, Müller, Freienfels, Stern y Johannes
Erich Heyde. En el año de 1926 fue publicada la Ética de N. Hartmann (para
algunos el mejor tratado de cuestiones axiológicas escrito en este siglo).
1.2 Origen de la noción de valor
El inicio de lo que ahora se puede entender por valor se halla relacionado con la
perspectiva económica de Adam Smith, considerado además de economista un
filósofo moral.
Las primeras teorías sobre el valor son de tipo económico y surgen en el s. XVIII,
cuando comienzan a elaborarse en Inglaterra las primeras teorías económicas, se
sustituye el concepto tradicional de bien común por el de «interés general» y Smith
(1776) sostiene: “La causa de la riqueza de los pueblos es el trabajo”. El valor de
las cosas se mide entonces por la cantidad de trabajo, y se distingue entre el valor
de uso y el valor de cambio o valor propiamente dicho. El valor de uso de una
mercancía (aquello para lo que sirve) lo determina su utilidad en la sociedad;
mientras que el valor de cambio, propiamente el valor, según la teoría del valor
trabajo, que comienza en A. Smith y prosigue con D. Ricardo (Principios de la
economía política, 1817) hasta K. Marx (El capital, 1867), se mide por el tiempo de
trabajo socialmente necesario para producir el objeto que se intercambia.
(Diccionario de filosofía Herder, 1998)
Desde la economía el concepto de valor se trasvasa a otros campos del saber,
con variadas acepciones, pero siempre referidas a la proposición anterior, como
Etxeberria (2003) afirma: “el término valor va a entrar en el campo moral precedido
de su uso en el campo económico” (p.48).
No obstante, esta perspectiva de origen queda totalmente incompleta si se asume
como absoluta, ésta se robustece con la perspectiva kantiana en la tercera
definición de imperativo categórico. “Cuando se afirma obra de tal modo que te

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relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro,
siempre como un fin, y nunca sólo como un medio” (Kant, 1994).

Este imperativo lo explica muy bien Etxeberria (2003) cuando dice:

En el reino de los fines, dirá, hay cosas que tienen un precio y otras que tienen
una dignidad. Lo que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente, puede
ser medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; lo que tiene dignidad
está por encima de todo precio y merece respeto, existe como fin en sí y como tal
debe ser considerado, no pudiendo ser instrumentalizado.(p.49)

Es decir, Kant viene a distinguir entre el ámbito del valor mercantil y el ámbito del
“valor absoluto” integrado precisamente por los seres humanos en su condición de
tales. Lo que es valor en sentido moral es esto último. Sierra y Bedoya afirman
(1996) los valores se consideran como los principios y los fines que fundamentan y
guían el comportamiento humano, social e individual.
A todo lo anterior hay que sumarle la connotación social que tiene el valor, el
mejor exponente de tal proposición sin duda resulta ser Sánchez (1998), él afirma:
“el valor no lo poseen los objetos por sí, sino que éstos lo adquieren gracias a su
relación con el hombre como ser social” (p.118).

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CAPÍTULO II

2. PROBLEMAS DE LA AXIOLOGÍA
Martínez (2001) sostiene: “La axiología como disciplina sintética fundamental de la
filosofía tiene ante sí, seis problemas capitales” (p.70). Si estos se combinan con
los que Escobar Valenzuela propone como problemas de la Axiología, se pueden
formular los siguientes, como los más relevantes que debe abordar la axiología:
a) El problema de la existencia del valor. ¿Existen los valores? ¿Qué tipo de
existencia tienen? ¿Cuál es su naturaleza?
b) El problema de la esencia del valor. ¿Qué son los valores en general?
c) El problema del método. ¿Qué método debe emplearse para dilucidar la
naturaleza del valor?
d) El problema del conocimiento de los valores. ¿Cómo se conocen los valores?
e) El problema de la clasificación de los valores. ¿Cuántas clases de valores hay?
f) El problema de la valoración. ¿En qué radica la positividad y en qué la
negatividad de un valor?
g) El problema de la jerarquía de los valores. ¿Qué valores valen más?
h) El problema de la realización de los valores. ¿Qué relaciones internas existen
entre los valores y bienes?
Los apartados siguientes, sin buscar dar una respuesta a cada uno de los
problemas anteriormente citados, pretenderá abordarlos para iluminar una
reflexión sobre los mismos.
2.1 Sobre el problema de la existencia del valor
Uno de los primeros problemas con los que la axiología se enfrenta es el
relacionado con la existencia de los valores, en este plano las posturas parecen
irreconciliables unas con otras.
Como Escobar (2001) afirma: “Los valores pertenecen a una región independiente,
no son cosas, no pertenecen a la realidad, sino a un mundo aparentemente

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autónomo, quienes han ahondado en su naturaleza lo hacen desde perspectivas
diferentes” (p.75).
Payá, Prats y Torguet (2001) aseguran que los valores son un instrumento de
conocimiento, pero no pueden quedar reducidos meramente a la actividad
intelectual o cognitiva de la persona. Así, cabe destacar su dimensión afectiva y,
juntamente con ella, el componente volitivo y la función de guía del
comportamiento que realizan. De la misma manera, se debe subrayar la doble
dimensión, personal y social, de los valores, que son, a la vez, posibilitadores de la
realización personal y configuradores de la misma.
Históricamente pueden distinguirse las posturas de los subjetivistas versus la
objetivista. La primera se cuestiona sobre si los objetos tienen valor porque los
deseamos y, la segunda, si los deseamos porque tienen valor. Ante estas
posturas, que a simple vista parecen irreconciliables, se abre la posibilidad de que
la naturaleza de los valores sea doble, es decir, subjetiva y objetiva al mismo
tiempo, ésta es la tercera postura, acuñada por Risieri Frondizi, ya en la década
del 60’ del siglo pasado y que se reconoce como cualidad estructural del valor.
2.1.1 Postura Subjetivista
El subjetivismo es la condición que supone que algo sólo es verdadero para el
sujeto que lo concibe, aplicado a los valores, llega a afirmar, como Escobar (2001)
afirma: “Los valores no existen en sí y por sí, sino que son meras creaciones de la
mente, existen solamente para mí; lo que hace a una cosa valiosa es el deseo o el
interés individual. Sánchez (1998) se pregunta: “Las cosas ¿valen porque yo como
sujeto empírico, individual- las deseo, y en ese caso, sería mi deseo o interés lo
que confiere su valor?”. Esta postura es presentada primeramente por Meinong
cuando afirma: “tiene valor lo que nos agrada y en la medida en que nos agrada”.
Su discípulo Ehrenfels introdujo una variante: “tiene valor lo que se desea y en la
medida en que se desea”. Es el deseo lo que confiere valor a un objeto. Sánchez
(1998) al respecto escribe que:
No deseamos el objeto porque vale es decir, porque satisface una necesidad
nuestra, sino que vale porque lo deseamos o lo necesitamos. En pocas palabras,
lo que deseo o necesito , o también, lo que me agrada o gusta, es lo que vale; a

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su vez, lo que prefiero, de acuerdo con estas vivencias personales, es lo mejor.
(p.119)

Payá, Prats y Torguet (2001) afirman: “Perry sitúa el origen del valor en la persona
que realiza el acto de valoración y relaciona interés y valor. No reduce el concepto
«interés» a la curiosidad intelectual simplemente, sino que lo concibe desde los
componentes afectivo motor”(p.6).
En torno a esta postura se puede decir que es cierto que el componente individual
un factor importante en el proceso de valoración, pero no es el único, ni está
tampoco aislado. Al no tomar en cuenta ese objeto, toman una parte por del todo y
sus conclusiones necesariamente deben ser erróneas. Como afirman los autores
arriba citados.
Las diversas tendencias subjetivistas conducen a la persona ante un callejón sin
salida: el del relativismo. Si los valores dependen de la persona que valora y no se
puede afirmar unos valores por encima de otros, estamos muy cerca, sino dentro,
del «todo vale». Y todo el mundo conoce en su piel, con mayor o menor
intensidad, las terribles consecuencias del «todo vale». Pero es que, además, si el
subjetivismo tuviera razón que la tiene, sólo que parcialmente-, cabe preguntarse
entonces: ¿por qué educamos?, ¿por qué entablamos conversaciones y disputas
sobre situaciones de conflicto de valor? Quizá la respuesta sea: porque el ser
humano reconoce en lo más hondo de su dignidad que no todo vale lo mismo.
2.1.2. Postura objetivista
Diccionario Filosófico Herder (1998) afirma:
El objetivismo es la tesis que defiende la existencia de valores éticos plenamente
objetivos , ya que no se reducen meramente al sentimiento de agrado, interés ni
deseo, ni se reduce tampoco a un mero proceso psicológico de valoración, razón
por la cual, el estudio de estos valores es objeto de la ontología. De esta manera,
el objetivismo ético sustenta que los mencionados valores son válidos y objetivos
para todos los individuos y todos los tiempos, ya que no son ni subjetivos, ni
relativos ni convencionales.
Esta postura se caracteriza, en palabras de Sánchez Vásquez (1998), por los
siguientes rasgos fundamentales:

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a. Los valores constituyen un reino propio, subsistente por sí mismo.
b. Son absolutos, inmutables e incondicionados.
c. Los valores se hallan en relación peculiar con las cosas reales valiosas que
llamamos bienes. En los bienes se encarna determinado valor: en las cosas útiles,
la utilidad; en las cosas bellas, la belleza, y en los actos buenos de los hombres, la
bondad.
d. Los valores son independientes de los bienes en los que se encarnan. Es
decir, no necesitan para existir que se encarnen en las cosas reales. Los bienes
dependen del valor que encarnan. Sólo son valiosos en la medida en que soportan
o plasman un valor.
e. Los valores son inmutables; no cambian con el tiempo ni de una sociedad a
otra. Los bienes en que los valores se realizan cambian de una época a otra; son
objetos reales, y como tales, condicionados, variables y relativos
f. Los valores no tienen una existencia real; su modo de existir es a la
manera de las ideas platónicas- ideal. Esta tesis ha sido defendida, entre otros,
por Sócrates y Platón en el mundo antiguo y, de manera más reciente, por
aquellos autores que, como George Moore, Max Scheler (máximo exponente de
esta postura) y Nicolai Hartmann, tienden a considerar los valores como objetos
ideales.
Por ejemplo Etxeberria (2003) afirma: “Hartmann refuerza el carácter objetivo de
los valores, afirmando un ser en sí intemporal de los mismos, que se contrapone a
lo real temporal aunque arraigue en él, y que es independiente de su ser
aprehendidos por el sujeto” (p.16).
2.2. Sobre el problema del método
Primeramente ha de definirse que es el método. Su etimología proviene del griego,
méthodos, búsqueda, investigación, de meta hacia, y odós, vía, camino, por tanto,
camino que debe ser recorrido para llegar a un punto o resultado, o modo de
hacer una cosa.
En general, es de la mejor manera de proceder racional para lograr un fin
determinado, no sólo escogiendo los medios convenientes, sino también

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poniéndolos en práctica según un orden razonado, adecuado y consecuente, que
se expresa mediante reglas o normas (Herder,1998).

2.3. Sobre el problema de la jerarquía de valores


¿Qué es una jerarquía de valores?
Una jerarquía es el establecimiento de un orden, una graduación de valores, que
generalmente se conforman a partir de una escala. Como puede observarse, este
apartado se encuentra íntimamente relacionado con el tema de las clasificaciones
de los valores. Esto implica que, una persona o grupo de personas, puedan
determinar cuáles son para ella o ellas los valores superiores, intermedios e
inferiores en una escala particular. Y es que, como escriben Payá, Prats y Torguet
(2001) las jerarquías, clasificaciones o tablas de valores son, asimismo,
fluctuantes, cambiantes y están sujetas a influencias del contexto social, cultural,
político. De la misma manera, también pueden variar en el curso de la vida de una
persona.
Payá et al. (2001) refieren que no se es indiferente hacia los valores pues
tendemos a aceptar unos y a rechazar otros. Enfrentados ante una situación de
conflicto de valores, por regla general escogemos el superior, aunque a veces no
lo hagamos debido a otras circunstancias. Al menos estaríamos de acuerdo en
que deberíamos escoger y aplicar el superior. Todo esto da cuenta de la veracidad
de la afirmación de la polaridad de los valores y de su naturaleza jerárquica (Sierra
y Bedoya, 1996, p.14).
Una síntesis básica de lo anteriormente escrito cuando dicen que es conveniente
analizar algunas características especiales que acompañan a los valores, y
enumeran las siguientes:
1. Cada grupo social establece su propia escala de valores.
2. En cada grupo social se va dando un sinnúmero de relaciones: de aprecio, de
aceptación y admiración.
3. Los valores de cada grupo social se constituyen en una vida, en una filosofía.

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4. En los grupos sociales, así como se dan y se presentan los valores positivos,
también se expresan los valores negativos.
5. Componente personal individual de las jerarquías de valores.
Como puede percibirse con lo anteriormente escrito, la relevancia de las jerarquías
consiste, en que la conciencia (conocimiento) de una jerarquía estimula el
desarrollo moral de la persona, que reconoce la superioridad de unos valores
sobre otros, tanto en situaciones de conflicto de valores que afectan a la
humanidad en su conjunto, como en situaciones más personales o reservadas de
la vida cotidiana.
Y es que como escribe Martínez Huerta (2001) afirma:
La tarea específica del hombre en el mundo consiste en la elaboración de un
orden provisional de valores que permita reconocer verdaderamente al ser
humano. Le toca al hombre buscar e inventar qué es lo que se necesita para
realizar ese valor fundamental que es el hombre mismo en sus dimensiones
constitutivas, sociales, históricas, económicas, materiales, particulares, etc.(p.76)
Para este autor, la jerarquía de los valores es lo que nos diferencia a las personas
y la que da origen a los diferentes sistemas éticos. Para Max Scheler, según citan
Payá, Prats y Torguet, (2001) la jerarquía de los valores es también apriorística,
consustancial a la naturaleza de los mismos y aplicable también a los valores que
no han sido conocidos. La superioridad de unos valores sobre otros no radica en
que hayan sido elegidos mayor número de veces o por más personas sino en la
naturaleza del valor en sí.
2.3.1. Preferibilidad de los valores
Al respecto, Gutiérrez (1996) para facilitar la conformación de las diversas escalas
jerárquicas retoma el principio de preferibilidad planteado anteriormente por otros
autores, para él, “la preferibilidad es la propiedad por la cual los valores atraen o
inclinan hacia sí mismo la atención, las facultades y, en especial, la voluntad del
hombre que los capta”.
Al respecto Etxeberria (2003) afirma: “Cuando consideramos que cierto objeto en
el sentido más amplio cubre nuestras necesidades de sobrevivencia y desarrollo,
lo consideramos valioso y aspiramos a alcanzarlo”(p.47).

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Esta característica de atracción, como dice Dueñas, surge ante la imperfección
que muestra el ser humano y la necesidad que tiene éste de eliminarla,
complementandose con otros objetos, otros entes que de alguna manera llenan o
satisfacen su hambre de desarrollo y de plenitud. A partir de esta polarización: el
atractivo de los valores por un lado y la precariedad humana por el otro, el valor se
ha convertido en el satisfactor normal de la naturaleza humana imperfecta y
necesitada. El valor es el alimento del ser humano como tal, es el ente que se
adecua a la naturaleza humana dada su calidad de ente en desarrollo y evolución.
Captar los valores es lo mismo que reconocer el alimento adecuado la propia
naturaleza, a las propias facultades necesitadas de algún complemento que las
satisfaga.
2.3.2 Criterios de preferibilidad de los valores
El problema de la jerarquía se acrecienta cuando se profundiza en la manera en
que han de construirse las escalas de valores, para ello, muchos han propuestos
diversos criterios que permiten su estratificación, por ejemplo Max Scheler
propuso los siguientes:
1. Durabilidad del valor: un valor es tanto más alto o importante cuanto más
duradero, en el sentido de permanente. En este sentido, los valores más fugaces
son inferiores y los eternos son superiores.
2. Divisibilidad del valor: una cosa es valiosa cuanto menos divisible sea. En este
aspecto se contempla que los valores inferiores son divisibles, los superiores no
son divisibles. Los valores más divisibles separan a las personas, mientras que los
superiores las unen.
3. Fundación del valor: acá se toma en cuenta el hecho de quien sustenta a quien,
así por ejemplo, si el valor A funda el valor B, entonces el valor A es superior al B.
4. Profundidad de la satisfacción: un valor es tanto más alto cuanto mayor es la
satisfacción que produce. Los que producen mayor satisfacción, en calidad y
cantidad, son los superiores.
5. Relatividad: Un valor es tanto más alto cuanto menos relativo es, es decir, en
cuanto dependa menos de las condiciones concretas del individuo. No implica

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subjetividad, sino a lo que hace referencia el valor. Así hay valores relativos a la
persona, al grupo y al contexto.
Un autor posterior, Reiner (como se cito en Exteberria, 2003), amplía la propuesta
de criterios o principios de preferibilidad de los valores hasta diez, estos son:
1. Altura (Scheler).
2. Fuerza o urgencia axiológica (Hartmann).
3. Urgencia temporal, que remite a lo perentorio.
4. Cantidad de la realización axiológica.
5. Mayor probabilidad de éxito.
6. Probabilidad de eliminar un defecto o una determinada necesidad.
7. Exigencia de no lesionar los valores existentes.
8. Posibilidad de la colaboración, mediante la preferencia, en determinadas tareas
sociales.
9. Capacidades personales y medios efectivos de que dispone quien efectúa la
preferencia con respecto a un valor que, en determinada situación, interesa a
todos.
10. Capacidades personales y medios efectivos con respecto a un valor distinto
del que interesa inmediatamente en la situación y que conviene entonces reservar
para ese otro valor.
Existe una gran cantidad de valores, pero pueden ser ordenados dentro de una
jerarquía que muestra la mayor o menor calidad de dichos valores comparados
entre sí. Es claro que no es igual lo material que lo espiritual, lo animal o lo
intelectual, lo humano o lo divino, lo estético o lo moral. Por lo tanto para dicha
estratificación utilizaremos el criterio de que el valor será más importante y
ocupará una categoría más elevada en cuanto perfeccione al hombre en un
estrato cada vez más íntimamente humano.
Estos son solo algunos ejemplos de la conjunción de criterios que concuerdan al
momento de jerarquizar los valores, la práctica misma demostrará como Frondizi
(1958) afirma: “Es más fácil afirmar la existencia de un orden jerárquico que
señalar concretamente cuál es ese orden o indicar criterios válidos que nos
permitan establecerlo”.

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2.4. Sobre el problema de la realización de los valores
Etxeberria (2003) introduce el tema de la realización de los valores planteando su
relación con la preferibilidad y la jerarquía, al respecto escribe:
Nuestra relación con los valores no se agota por supuesto en la dinámica de
preferibilidad. Se culmina en el esfuerzo por su realización. Realización que, a su
vez, debe tener en cuenta contextos y consecuencias. Es decir, la realización de
los valores nos pide una creatividad encarnada. Esto debe tenerse en cuenta tanto
en la perspectiva personal como la social. En la perspectiva social hay que resaltar
los valores más pertinentes, para cultivarlos a través del compromiso individual e
institucional: dichos valores son los de la tríada de la revolución francesa: libertad,
igualdad y fraternidad; o si se quiere: tolerancia, justicia y solidaridad. En cuanto a
la perspectiva personal es interesante tener presentes a los valores como aquellos
objetivos que alcanzados realizan nuestra plenitud, nuestro proyecto de felicidad:
debe, evidentemente, tratarse de los valores superiores, preferidos con todas las
matizaciones que se han ido introduciendo.
En este sentido, los valores desempeñan específicas funciones en la comunidad,
contribuyendo a dar importancia a las cosas y a las actividades de las personas,
por ello su realización y efectivización resulta ser necesaria. Entre dichas
funciones destacan, según Sierra y Bedoya (1996):
1. Los valores proporcionan medios fáciles para juzgar la sociabilidad de las
personas y las colectividades. Los valores hacen posible todo el sistema de
estratificación que existe en toda cultura. Ayudan al individuo mismo a saber en
qué puesto se halla a los ojos de los semejantes.
2. Los valores centran la atención de las personas en objetos culturales y
materiales que se consideran como deseables, útiles y esenciales. El objeto así
valorado puede no ser siempre lo mejor para el individuo o el grupo, pero el hecho
de ser un objeto valorado socialmente lo hace digno de ser perseguido.
3. Los modos ideales de pensar y de comportarse en una sociedad vienen
indicados por los valores. Los valores van formando un esquema de conductas
aceptadas socialmente, de modo que las gentes pueden casi siempre distinguir los
mejores modos de pensar y de obrar.

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4. Los valores actúan como medios de control y de presión social. Inciden en las
personas para que se acomoden con las normas vigentes o establecidas; las
anima y estimula a hacer cosas cada vez mejores. Por otra parte, censuran
comportamientos prohibidos o mal vistos por la comunidad.
5. Los valores funcionan como medios de solidaridad. Las personas se agrupan de
acuerdo a los valores comunes. Esto favorece en muchos casos la consecución
de mayores y mejores lazos de amistad, de compañerismo y de solidaridad. Son
elementos que mantienen vivo al grupo. El reto más grande que se enfrenta en
términos del valor se encuentra en el esfuerzo que ha de empeñar el hombre por
realizarlo, por luchar día a día para hacer efectivo aquello que declara o aspira,
aquí es donde la mayoría de los sueños terminan y comienza la realidad.

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CAPÍTULO III

3. Clasificación de los valores


Clasificación de los Valores según Llopis(2009), con agregados de Ortega, Gasset
y Schwartz(2008), con respecto a:
La Salud: El respeto por la vida, el cuerpo, la energía, el cuidado, la prevención,
etc. La Persona: La identidad, el optimismo, la seguridad, la gratitud, la realización,
la ambición, el auto concepto positivo, la capacidad, la congruencia, la autonomía
personal, el éxito, la inteligencia, la confianza en sí mismo, la humildad, la
responsabilidad, la integridad, la dignidad, la empatía, la intuición, la aceptación, la
fortaleza, el elegir las propias metas, la alegría existencial, la felicidad, la
aceptación de lo que la vida nos da, etc.
El Intelecto: La cultura, el conocimiento, las creencias y las tradiciones, el amor a
la verdad, la curiosidad, la capacidad de comprensión, el sentido crítico, el
desarrollo intelectual, lo exacto, lo evidente, el método, la demostración, etc.
La Socialización: La dignidad de la persona, la sinceridad, el diálogo y la
comunicación, la confianza, la libertad de expresión, la igualdad, la colaboración,
el agradecimiento, la convivencia democrática, la generosidad, el amor maduro, la
tolerancia, la amistad, la comprensión, la familia, la simpatía, el servicio mutuo,
etc.
La Política: la participación política, la imagen pública, la identificación política, la
autoridad, la pluralidad, la democracia, el poder social, etc.
La Economía: El trabajo, la capacidad, la productividad, la riqueza, la rentabilidad,
la austeridad, lo barato, la ganancia, el liderazgo, la competitividad, el dinero, la
mercancía, etc.
La Ética: La bondad, la honestidad, la benevolencia, la sinceridad, la justicia, el
perdón, la igualdad, la lealtad, la amistad sincera, la solidaridad, el compromiso, la
paz, la concordia, etc.
La Religión: Las creencias religiosas, lo santo o sagrado, lo divino, lo supremo, lo
milagroso, lo virtuoso, lo puro, la espiritualidad, el sentido religioso de la vida, el

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sentimiento de unidad con el todo, las cosmovisiones salvadoras, la fe, la
devoción, etc.
El Hedonismo: El placer, el disfrute de la vida, la diversión, el gozo, el riesgo, etc.

La Seguridad: La seguridad personal, y familiar, la seguridad nacional, el sentido


de pertenencia, la devolución de favores, la higiene, la salud, etc. La Conformidad:
La obediencia, la moderación, la autodisciplina, la esperanza, el respeto a la
tradición, etc.
La Universalidad: La paz mundial, la convivencia pacífica, la justicia social, la
fraternidad, la sabiduría, la belleza, la tolerancia, la armonía interna, la protección
del medio ambiente, la igualdad, la preservación del equilibrio, la unidad con la
naturaleza, la amplitud de criterios, etc.
Los valores por consecuencia, pueden ser ubicados de manera diferente según el
punto de vista de quien los estudie.

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CAPITULO IV
4. LOS VALORES Y SU IMPORTANCIA EN LA FORMACIÓN EDUCATIVA
En un mundo interdependiente en el que las culturas y las economías se
interrelacionan, buscando cada cual su propia ventaja, grandes problemáticas
como la pobreza, el hambre, la mortalidad infantil, las desigualdades entre
géneros, la sostenibilidad del medio ambiente, entre otros aspectos, inquietan al
mundo (ONU, 2000).
Esas y otras problemáticas y los avances de la ciencia, plantean interrogantes
éticos que llevan a reflexionar sobre el papel de los profesionales de las distintas
ramas del saber y su competencia en ejercer principios éticos: ¿Qué caracteriza a
un profesional éticamente competente? ¿A partir de qué fundamentos puede un
profesional actuar moralmente y resolver dilemas éticos planteados por los
avances de la ciencia y la tecnología y la evolución de las empresas, del mercado,
de la industria y que, en ocasiones, parecerían poner en riesgo la supervivencia
humana y planetaria.
La competencia profesional en ética En la formación integral de los profesionales
del siglo XXI se ha ido imponiendo un modelo de educación basado en
competencias, entendidas como confluencia de habilidades, conocimientos,
experiencias y capacidades, afectividad y voluntad para realizar —en este caso—
la profesión con calidad y excelencia. En dicho enfoque se han privilegiado las
competencias básicas, que posibilitan el desarrollo personal (Casares, Carmona y
Martínez-Rodríguez, 2010; Ruiz, 2010; Aneca, 2005; Sladogna, 2009).
El compromiso ético se ha incluido en las listas de competencias como un
requerimiento para que todas las tareas que realicen las personas sean bien
hechas y no se reduzcan a fines egoístas ni pongan en riesgo el bienestar común
(Lozano y Herrera, 2013), respondiendo al séptimo de los saberes necesarios en
la educación del futuro: la ética del género humano, enfocada a la formación
mental de las personas en lo relativo a ellas mismas, a la sociedad en general y a

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la especie humana (Morin, 1998). Esta competencia profesional se basa en la
capacidad moral innata de la persona de discernir, decidir y actuar
autónomamente, según su conciencia, con responsabilidad moral, lo cual le
imprime carácter y le hace llevar una vida virtuosa (Aristóteles, 1985).
La competencia ética se rige por tres principios: beneficio de la profesión,
autonomía del profesional y de aquellos a quienes sirve, y justicia, en su sentido
social (López, Royo, Armenta, Barradas, Guajardo y Huesca, 2009).
La competencia transversal para ejercer principios éticos constituye un valor
apreciado en gerentes, líderes y en los profesionales en general: reflejada en la
honestidad, la integridad y la honradez, que principalmente genera credibilidad y
confianza. Por otra parte, en el ámbito educativo se constata la necesidad de
ofrecer formación en el saber y saber hacer ético profesional en todas las
profesiones, no sólo como ética aplicada al ámbito específico profesional, sino
como conjunto de valores y principios que estructuran moralmente a la persona
para tener una conducta recta, más allá del cumplimiento de la ley (Casares,
Carmona y Martínez-Rodríguez, 2010).
4.1 Responsabilidad y ejercicio profesional
Una persona éticamente competente es responsable: tiene compromiso consigo
mismo y con los otros; ejerce su profesión y sus funciones con idoneidad, cumple
lo que se espera de ella y se actualiza permanentemente en su campo disciplinar;
responde por lo que hace y por lo que piensa; hace las cosas con propósito, busca
producir buenos resultados y responder a la confianza que la institución ha
depositado en ella. Por otra parte, en el ejercicio de la responsabilidad, una
persona competente en ética conoce y valora la institución a la cual está
vinculada, así como la misión, la filosofía y las normas de la misma, y las aplica
con criterio, buscando lo mejor; considera que su trabajo es un aporte al objetivo
común. Reconocer con humildad las propias fortalezas y debilidades en el
desempeño de su labor es parte de la competencia ética, porque permite al equipo
de trabajo tener complementariedad y eficiencia. También se halló que un fruto de
la responsabilidad y, al mismo tiempo, un elemento de la competencia ética es la
confianza: confianza recibida, basada en la correcta actuación, con valores como

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la lealtad y el sigilo profesional; y confianza dada, empoderando a otras personas.
En el estudio bibliográfico se había constatado que la responsabilidad forma parte
de la esencia ética antropológica (Savater, 2012; Morin, 2006).
4.2 Relación con la institución
Otro ámbito de la competencia profesional en ejercer principios éticos lo
conforman los valores, actitudes y comportamientos hacia la institución en la que
se labora o de la cual es parte: conocerla y conocer su filosofía, sus principios, su
misión, su estructura normativa y alinear con ello los propios objetivos para actuar
con pertinencia y poner a funcionar la propia disciplina de la mejor manera, en la
conciencia de estar dando el propio aporte al logro de un objetivo común y de
contribuir a la conformación de un ethos de humanización, de respeto, de
transparencia, de reflexión sobre el actuar, de responsabilidad y cumplimiento.
Alles (2002) y Badaracco (2003) afirman:
“Ejercer principios éticos es ejercer un conjunto de valores o buenas costumbres
identificados por la sociedad o por la empresa, que orientan las prácticas
institucionales”.
4.3 Ciudadanía responsable
Por otra parte, que la competencia ética se refiere también al ejercicio de una
ciudadanía socialmente responsable: personas auténticas, con capacidad crítica y
propositiva que, como ciudadanos activos, construyen democracia, promueven el
respeto a los demás, a la naturaleza y al ambiente, trabajando por un cambio
social que mejore la condición de vida de las personas. Cabe destacar los
planteamientos éticos en función de la supervivencia de la humanidad y del
planeta (Morin, 2006).
4.4 Influencia del ambiente
Se es vulnerable a relegar los principios por influencia de compañeros de trabajo;
uno de ellos reconoció que sí hay compañeros que proponen cosas que no están
de acuerdo con el ejercicio de principios éticos, pero la reflexión ética y el carácter
llevan a rechazar las propuestas. Todos concordaron en afirmar que en su entorno
hay personas éticamente competentes, cuyo ejemplo motiva y estimula.
4.5 Formación permanente

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De acuerdo en la necesidad de ofrecer a los profesionales alternativas de
actualización o formación en ética para desarrollar la competencia profesional y
configurar un saber ético teórico-práctico. Se sugirió que dicha formación sea
actualizada, menos formal, más fraterna y experiencial, en ejercicios de
comunidad que favorezcan el encuentro con los otros, la formación en valores y la
identificación de principios en los que no se puede transigir; formación que
contribuya a que se constituyan en personas auténticas, coherentes en lo que
piensan, sienten, dicen y hacen. la necesidad de formación humanística, que
permita reconocer el valor de la persona humana y entender que la ética es
fundamentalmente la capacidad moral de la persona: “La ética no es cosa
simplemente de construir consejería o códigos morales que no tienen sentido —
entramos a moralismos— sino que eso es parte de nuestro ser como personas
sociables”.
En el contexto teórico, tomando como punto de partida el concepto de valor,
definido como la preferencia del individuo o comunidad por cualidades o acciones,
determinadas en circunstancias específicas y que sirven de guía para la acción
(Romero, 2001), el tema del proceso de la construcción social y personal de
valores trae una interrogante, en torno al escenario en donde esta construcción
pudiera darse.
En este sentido, en el debate organizado por la OEI y publicado en la Revista
Iberoamericana de Educación se plantea la interrogante de si los valores son
susceptibles de formación o construcción en un ámbito que exceda al de los años
de escolarización. Una síntesis del contenido del debate se muestra en forma de
conclusiones:
1. Los valores abarcan la vida entera del individuo humano y trascienden los
ámbitos espacio temporales del aula.
2. Los valores fundamentales se desarrollan a lo largo de la vida, pero se
fortalecen en la educación.
3. El proceso educativo permite desarrollar habilidades que facilitan la
comparación de los valores fundamentales (el amor; la verdad; la vida) con los
antivalores y tomar decisiones acertadas.

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4. Los valores instrumentales (el cumplimiento, la atención, la persistencia, la
solidaridad) encuentran en el contexto educativo el escenario propicio para ser
dimensionados.
5. Los cuatro pilares de la educación, planteados por la UNESCO establecen de
modo insoslayable la necesidad de que la formación de valores sea tarea
primordial de todo el sistema educativo.

6. Falsamente se piensa que los valores sólo son un asunto que compete a los
niveles anteriores a la educación superior. La educación en valores es un proceso
sistémico, pluridimensional, intencional e integrado, que contribuye a la formación
de la personalidad del estudiante.
7. La universidad no es un lugar neutro, sino el espacio propicio para actuar de
agente motivador de valores. El rol formador de la educación superior asume a
ésta como un espacio vivencial para el cultivo de valores.
8. Su tarea no se reduce a impartir unos "conocimientos" que supuestamente
habilitarán al usuario del proceso para el ejercicio de una profesión o para ejercer
un conjunto de acciones en el marco de una disciplina determinada, sino también
a formarse integralmente, en especial en ciertos valores muy relacionados con la
profesionalidad, como son la responsabilidad, la solidaridad, el espíritu de justicia,
etc.
9. Formar es un continuo en el proceso de la vida humana. La universidad debe
formar y debe hacerlo, no puede ser el segmento mayor de un proceso escolar.
Esto será mediante un previo replanteo de su "universitas" en circunstancias
dadas, donde además de instruir,forme.
10. La formación en valores para el desarrollo humano y profesional es una
necesidad imperiosa, porque el estudiante está realizando su aprendizaje para
liderar propuestas de mejoramiento social, económico, cultural, político y espiritual.
11. De esta manera, no puede verse aislada la formación humanística y científica,
de la investigativa, teórica y profesional, de tal modo que el plan de estudios y el
desarrollo curricular deben estar articulados y permeados por la formación en
valores.

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12. La educación en valores del nivel superior es fundamental, sobre todo para
estos tiempos, que requieren recursos humanos formados en conocimientos,
habilidades y destrezas de tipo intelectual, y además en valores y actitudes.
13. La Universidad es un espacio simbólico en el que el valor debe reconocerse
como tal. No existe la crisis de valores, es el hombre el que está en crisis y no
reconoce el valor, porque lamentablemente sus espacios simbólicos así lo
constituyen y lo reconocen.
14. En este momento se han modificado, se han adaptado, se han adoptado
nuevos valores. Como profesional, se intenta crear profesionales íntegros,
conscientes, críticos, que se enfrenten a lo incierto sin temor a equivocarse y
capaces de comunicar a otros lo que ha aprendido, cualidades que distinguen a un
profesional de excelencia.
15. La excelencia define a un profesional preparado para vivir y transformar su
época, altamente competente, de elevados sentimientos sociales y que se sienta
plenamente realizado como persona.
16. Esto supone el desarrollo de capacidades, habilidades y hábitos que hagan
posible la solución de problemas profesionales, que pueda vivir y transformar la
realidad actual de su territorio, país, etcétera, en beneficio de la vida humana.
17. La formación de valores no se limita a aquellos que han sido tradicionalmente
tratados, sino que hoy, cuando nuestro planeta está amenazado por la actividad
inescrupulosa de algunos, se abre ante nosotros un nuevo reto, la formación de
valores encaminados al cuidado y conservación de nuestro entorno.
18. Los valores vinculados con la profesión, con un desempeño profesional de
excelencia, cualifican y distinguen al profesional, por tanto, la universidad tiene
también en buena medida esa responsabilidad, que no es solo de ella, sino que
comparte con las empresas, las instituciones y organizaciones donde se
emplearán los futuros egresados.
Pero no es esta la única dirección del trabajo de la formación de valores en las
universidades, también lo es la formación y el fortalecimiento de valores de
identidad, en un mundo que vive la globalización económica, social y cultural.

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CONCLUSIONES:
1. El sujeto, como agente creador, no sólo revela conocimientos sino también
valores, en su acción práctico-espiritual y en la comunicación humana.
Estos son expresión primaria de las necesidades e intereses del ser
humano y, a la vez, sirven de mediación esencial entre los momentos
gnoseológico y práctico, entre conocimiento y práctica.
2. La importancia de este tema es conocernos a nosotros mismos, con
nuestros valores para ser personas justas. Debemos de tener bien claro
que a los valores les denominamos virtudes, porque poseen una fuerza que
nos capacitan para afrontar grandes tareas.
3. Para fortalecer los valores en la vida no basta ser inteligente para alcanzar
el éxito. Con invitar y sensibilizar a las personas sobre la necesidad de
actuar correctamente, sino invitarlos a que mantengan su conducta
adecuada, adaptar un método que es seguido paso a paso, nos conduzca a
la meta que nos hemos trazado.
4. Ser responsables con nosotros mismos, con los demás, con la sociedad,
con el género humano y con el planeta. Esta capacidad les implica saber
trabajar en equipo, ser eficientes y transparentes en el manejo y uso de los
recursos y en el desempeño de sus cargos y funciones, y conscientes de
las consecuencias de sus actos. Son, por tanto, personas que generan y
construyen confianza.
5. Aspectos como la misión, la filosofía y los principios institucionales de la
entidad en que se labora se destacaron como elementos potenciadores de
la competencia profesional en compromiso ético.
6. Una persona éticamente competente, no importa qué profesión ejerce, verá
enriquecido el sentido de su vida, así como las competencias específicas
de su disciplina; contribuirá en la obtención de resultados positivos en la
institución con la cual trabaja, será consciente de estar ayudando a
humanizar el mundo. Su competencia ética potenciará, gracias al trabajo de
la inteligencia y al ejercicio de conciencia, las fuerzas humanas.

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