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Nunca paró de llover

La ventana, como triste

empañada,

escucha plegarias de Sol

y ocres tardes

Tapado entre mentiras,

analgésicos contra mis días

y puñal de mañana,

siento el frío de esa mano tan cierta

Tan solitaria

La muerte me viene a hacer visita

Me dice que es soltera, pero en todos anda

Como buscando compañía

Un calor que la mano fría le entibie

y los ojos le empañe

de suspirarle tan cerca

No tiene lazos con nadie,

pero su nombre está firmado en cada epitafio

Fenecida del lago eterno

Dueña de todos

Y de nada
La muerte está sola

y harta de leerse en epitafios

Así que hoy morí

En la piedra que marca la fecha exacta,

escribí: “La muerte está sola, así que me senté con ella,

en la ribera del atardecer”.

Y sonrió

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