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DIDÁCTICA DE LAS CIENCIAS SOCIALES I

Clase 10

El proyecto de Estado argentino y la cuestión indígena a fines del siglo


XIX y principios del XX. Inventar una nación donde los indígenas sean
invisibles.

La historia de los pueblos indígenas del continente americano tiene su quiebre, su


punto de inflexión, en el momento de su encuentro histórico con “el hombre blanco”. Ese
nombre, casi mitológico, representó a la Europa que comenzó su proceso de conquista y
expansión por los mares y por otras regiones del mundo desde finales de la Edad Media;
y representó a la llamada “cultura occidental”: la cultura de origen europeo que logró
imponerse en la América conquistada a través de la Iglesia católica, de los idiomas
europeos (como el castellano), de las formas europeas de organizar los gobiernos, del
racismo, y de las formas de producción caracterizadas por la centralidad del mercado en
la economía y la apropiación privada de las tierras para el beneficio privado. La conquista
de los territorios de la actual Latinoamérica y los largos años de dominación colonial de la
monarquía española formaron parte de un proceso conflictivo que acabó con la
subordinación de los pueblos indígenas.

En ese proceso podemos identificar varios elementos relacionados: la destrucción


de las formas de organización social indígena y la imposición de regímenes de trabajo
serviles o semi serviles; la apropiación del territorio indígena por parte de los grupos
conquistadores; la imposición de costumbres, religión y un sistema de valores europeos y
la persecución de otras creencias y costumbres; la imposición de un gobierno y un marco
legal coloniales, la organización de las jerarquías sociales en base a un esquema racista
de la sociedad en donde el lugar de un sujeto o grupo se derivaba de su “estatus racial”
(en el extremo superior de la pirámide hallamos a los grupos “blancos” de origen europeo
e inmediatamente después a los “blancos criollos”, hacia abajo se van ordenando toda
una serie de categorias sociales subordinadas: mestizos, mulatos, indios, negros, etc.),
las matanzas, los desplazamientos de poblaciones, la destrucción de las identidades
indígenas y su invisibilización.
En el territorio que actualmente conforma la Argentina existían una gran cantidad
de pueblos y culturas. Pequeñas naciones o grandes naciones que fueron perseguidas,
oprimidas y en muchos casos destruidas, en lo que algunos autores definen como un
“etnocidio”. El origen y la constitución del Estado Nacional argentino durante el último
tercio del siglo XIX se baso fundamentalmente en la consolidación del dominio del
territorio y la conformación de la Nación como identidad y legitimación de la clase
dominante. El avance sobre territorio indígena tenía como metodología la instalación de
fortines en las fronteras con “el indio”, y las incursiones militares. Cada porción de tierra
conquistada era prontamente ocupada para la producción agrícola o ganadera (las tierras
conquistadas por el Estado eran en principio tierras fiscales, que luego eran vendidas o
cedidas a propietarios privados: grandes terratenientes o familias de colonos venidos
desde Europa en su mayoria, en lo que se definió como las grandes olas migratorias
transoceánicas de fines del siglo XIX y principios del XX). En este proceso de
expropiación de la tierra los grupos indígenas eran masacrados y desplazados.

El desplazamiento implicaba distintas modalidades. En unos casos los pueblos


iban siendo empujados hacia las tierras mas hostiles y menos productivas, en una guerra
constante de fronteras. En otros casos los grupos eran desplazados hacia reservas,
territorios controlados en donde los grupos indígenas eran concentrados y aislados para
ser vigilados y controlados. En estos lugares controlados se buscaba también favorecer la
aculturación de estos grupos, y de esta manera interrumpir la transmisión cultural de la
identidad propia. Muchos grupos fueron disgregados, enviados a lugares de
internamiento, una suerte de cárceles u hospitales. Un ejemplo de ello fueron los grupos
de Patagonía trasladados a la Isla Martín García. Varios investigadores plantean que
durante las décadas de 1870 y 1880 la Isla Martín García en el rio de La Plata funcionó,
en efecto, como un campo de concentración indígena. Por otro lado varios grupos
indígenas fueron desplazados para ser mano de obra prácticamente esclava en
haciendas y plantaciones. Este fue el caso de los pueblos conquistados en la región del
Chaco durante la década de 1870, conducidos por el ejército hacia los ingenios
azucareros de Jujuy. En esta travesía, que fue de a pie, murió mucha gente. Estos pocos
ejemplos sirven para tener un asomo a la realidad de lo que implicó la conquista del
territorio por parte del Estado Nación. Una de las figuras más renombradas en la guerra
contra los pueblos indígenas fue Julio A. Roca, que encabezó las campañas de conquista
en la región del Chaco en la década de 1870 y de la Patagonia a partir de de la década de
1880). Militar de carrera, fue presidente de la Argentina en dos ocasiones (1880-1886 y
1898-1904), y líder del Partido Autonomista Nacional (hasta su muerte en 1914) que
representaba los intereses de la clase terrateniente oligárquica. Este partido en la práctica
tuvo en sus manos el Estado entre 1880 y 1916, el período que se conocido como el
régimen liberal conservador o conservador oligárquico. Sin embargo Roca no fue el único
político empeñado en la desaparición de los pueblos indígenas. Las clases dominantes
argentinas que construyeron el Estado a su imagen y semejanza eran fuertemente
racistas, en sus prácticas y en sus ideas. Domingo Faustino Sarmiento (presidente entre
1868-1874) no fue la excepción, y fue capaz de defender la democratización de la
educación como derecho universal al mismo tiempo que pregonaba un inmenso desprecio
hacia los pueblos indígenas.

La Nación como comunidad imaginada se constituyó entonces en base a un doble


proceso de inclusión/exclusión. Los “nacionales” eran los criollos, los inmigrantes
nacionalizados, todos aquellos que podían formar parte de la comunidad, que podían ser
instruidos, que formaban parte de la civilización occidental, y que podían aportar “al
progreso de la patria”. Sin embargo, los indígenas eran vistos como un lastre del pasado.
Atrasados, salvajes, se los consideraba insuficientemente aptos para formar parte de la
comunidad nacional. Su mestizaje cultural y étnico podía colaborar a su inclusión en la
Nación (siempre y cuando pudiesen ser instruidos y fuesen dóciles trabajadores, dirían los
seguidores de las ideas sarmientinas), pero en tanto grupos identitarios,o naciones, no
podían formar parte de la nueva Nación. La Nación argentina tenía una religión única, la
católica, hablaba castellano y se regía por unos valores y unas leyes establecidos por el
Estado. Otras lenguas, otras creencias y costumbres, otras maneras de concebir la
propiedad de la tierra y el trabajo, serían anuladas. De esta manera, la destrucción de las
formas de vida de los pueblos indígenas se traduce en la destrucción de su identidad
como grupo, y en su invisibilización social y legal en el marco del Estado Nación. Algunos
grupos indígenas sin embargo encontraron las maneras de preservar sus costumbres y su
lengua hasta el día de hoy, pero sus reclamos históricos por ser reconocidos por el
Estado como naciones preexistentes a la Argentina, y para que sean restituidas sus
tierras siguen siendo ignorados. Aún así, la lucha de décadas permitió que el problema
indígena sea colocado en la agenda política, y que los pueblos vuelvan a recuperar la voz
(o mejor dicho, que sean vistos y escuchados en donde antes eran ignorados). De esta
manera se fueron consiguiendo algunas cosas importantes: Una mayor difusión de un
relato histórico indígena sobre la conquista de América y la historia nacional. La denuncia
de la participación y la responsabilidad del Estado y la comunidad científica de fines del
siglo XIX y principios del XX en la subordinación de los pueblos indígenas y la destrucción
de su identidad. La revisión de relatos museológicos, académicos y escolares acerca de
“lo indígena”. El reconocimiento de algunos derechos culturales. La restitución de los
restos humanos de personas indígenas en Museos y colección, y la revisión de las
normas expositivas y el régimen de la mirada atendiendo a un trato respetuoso hacia la
cultura material y restos humanos de pueblos indígenas. Sin embargo aún falta mucho.
Las comunidades Qom, Mapuche, Pilagá, Aymara, Toba, Tehuelche y todas las demás
siguen constituyendo en este momento quizá los grupos más empobrecidos, postergados
y excluidos de la Nación.

Para comprender el lugar que ocuparon siempre los pueblos indígenas en el


imaginario social (o sentido común) y en los discursos escolares del siglo XIX y gran parte
del siglo XX es fundamental conocer los discursos que construyó la ciencia positivista
acerca de estos grupos. Los científicos positivistas de fines del siglo XIX y principios del
XX acompañaron las campañas de incursión militar y conquista en territorio indígena, y
fueron los responsables de construir las teorías resistas que fundamentaron y legitimaron
las políticas de Estado hacia los grupos indígenas. La historia del Museo de La Plata es
quizá una de los mejores ejemplos. Las inmensas colecciones de restos humanos, los
cautivos del museo, las prácticas y discursos de la antropometría, craneometría y
frenología; los discursos biomédicos hegemónicos, constituyen todos parte del espíritu de
época. La cosificación de la cultura y del propio cuerpo de los indígenas es un proceso
histórico ineludible para comprender de que manera se constituyó la dominación sobre los
pueblos y las políticas de etnocidio.

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