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COGNICIÓN | MENTE Y CEREBRO · NOVIEMBRE/DICIEMBRE 2020 |

Pensamiento crítico: más allá


de la inteligencia
La existencia de personas muy inteligentes que se creen a rmaciones sin fundamento demuestra que la
inteligencia no previene contra la credulidad

Éléonore Mariette Nicolas Gauvrit

Getty Images / natasaadzic / iStock

EN SÍNTESIS

Las personas dotadas de un cociente de inteligencia elevado tienden a presentar


un mayor pensamiento crítico, pero existen numerosas excepciones, entre ellas,
incluso premios nóbel.

El pensamiento crítico depende de muchas capacidades cognitivas, algunas de las


cuales no evalúan los tests de inteligencia. También in uyen determinados
rasgos de la personalidad.

Algunas de las estrategias que fomentan el pensamiento crítico pueden


ejercitarse, como valorar la abilidad de la información. Ello favorece el éxito
personal y profesional.

R oy Warren Spencer es un meteorólogo a liado a la Universidad de Alabama.


En 1991, la NASA le otorgó una medalla por su «trabajo cientí co
excepcional». Este reconocimiento podría ser su ciente para pensar que se trata
de una persona inteligente. Sin embargo, Spencer a rma que la comunidad de
climatólogos se equivoca sobre el cambio climático; sostiene una tesis que está en
contradicción agrante con los datos cientí cos. En Francia, Claude Allègre y
Vincent Courtillot, ambos exdirectores del Instituto de Física del Globo de París y
miembros de la Academia de Ciencias, han adoptado posturas similares.

No son los únicos que re ejan esta paradoja: abundan los ejemplos de personas
que han triunfado en una profesión intelectual y que, sin embargo, abrazan
creencias extravagantes. Luc Montagnier, premio nóbel de medicina, critica las
vacunas contra toda razón cientí ca. François Mitterrand (1919-1996), antiguo
presidente de Francia, consultaba a un astrólogo. ¿Cómo se explica que estas
personas, con una inteligencia innegable, caigan en lo irracional? ¿O que entre los
negacionistas que rechazan la existencia de la COVID-19 se encuentren médicos?

¿Qué es la inteligencia?

Tal vez la respuesta resida en la manera con que


de nimos y evaluamos la inteligencia. Los mejores TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR
instrumentos de que disponen los psicólogos para
cuanti carla son los tests de inteligencia, los cuales
resumen el funcionamiento mental de una persona
mediante una escala: el célebre cociente de
inteligencia (CI). Estos tests predicen el rendimiento
escolar, académico y profesional, así como un buen
número de otras características, como la elección de
un estilo de vida más saludable. Todo ello indica que
representan una medida able de la inteligencia. Sin
embargo, no solo la inteligencia cuenta para evitar
Inteligencia humana
descarrilamientos intelectuales, sino la resistencia a
las creencias irracionales; o, dicho de otro modo, el MÁS INFORMACIÓN
pensamiento crítico. Pero ¿mide el CI esta capacidad?

Pues bien, sí y no. De hecho, ambas facultades se


encuentran relacionadas: las investigaciones demuestran que, por término medio,
las personas con un CI elevado se adhieren menos a las creencias irracionales. Por
otra parte, en los estudios que valoran simultáneamente el CI y el pensamiento
crítico, la relación entre ambos aparece siempre positiva, con independencia de la
edad. En 2009, Joyce VanTassel-Baska y otros cientí cos de la Universidad William
and Mary, en Estados Unidos, lo comprobaron en niños de 9 a 12 años. En 2018, la
investigadora Andreea Buzduga, de la Universidad Alexandru Ioan Cuza, en
Rumanía, obtuvo un resultado similar con una muestra de más de 700 escolares y
estudiantes.

Resulta bastante normal: el pensamiento crítico presupone un funcionamiento


mental e caz. No se puede valorar correctamente una información si no se es
capaz de captarla, tratarla y comprenderla, lo cual requiere cierta inteligencia en
el sentido del CI. Por otra parte, las personas que tienen un CI más alto tienden a
resistir mejor los sesgos cognitivos.

Sin embargo, ese solo es el caso para ciertos tipos de


sesgos. Para empezar, veamos un ejemplo de error CONTENIDOS RELACIONADOS
contra el cual protege un buen CI: usted tiene una
baraja de 10 cartas, que incluye 7 rojas y 3 negras, y se La educación científica del
siglo XXI: Retos y propuestas
le pide que adivine el color de la carta que se halla
encima. Gana 100 euros si responde correctamente. Se Ilusiones y sesgos cognitivos
repite el juego 10 veces, mezclando cada vez las cartas.
¿Por qué color apostaría la primera vez? ¿Y la segunda? ¿Por qué confiamos en
mentiras?
¿Y la tercera? ¿Y las siguientes?

Ante esta cuestión, muchas personas optarían por


apostar siete veces por el rojo y tres veces por el negro. La respuesta no es
absurda, pero dista de ser la mejor estrategia. Se tiene ventaja si se apuesta de
manera sistemática por el rojo. Este problema esconde una trampa diseñada
precisamente para que la mente se encuentre con sus disfunciones ordinarias. Así
pues, resulta normal equivocarse, pero cuanto mayor sea el CI del participante,
menos probable es que caiga en ella.

Veamos ahora otro tipo de sesgo, pero contra el cual el CI no puede hacer gran
cosa: ¿estaría usted a favor o en contra de la prohibición de un modelo de coche
que, según un estudio ministerial, octuplica las posibilidades de causar un
accidente en comparación con otros modelos? El equipo de Keith Stanovich, de la
Universidad de Toronto y experto en racionalidad, propuso esta cuestión a
participantes estadounidenses. El modelo de coche fue descrito en unas ocasiones
como fabricado en EE.UU. y, en otras, como de fabricación alemana. ¿Resultado?
Los encuestados aceptaban la comercialización de un automóvil peligroso en
función de si era de Estados Unidos o no. El CI no in uía prácticamente en el
resultado. Se trata de un sesgo de juicio, el cual nos impulsa a orientar nuestras
conclusiones en función de los propios valores, ideologías o prejuicios.

Además, las puntuaciones obtenidas por los participantes en los tests que miden el
pensamiento crítico (incluyen la capacidad de examinar los propios mecanismos
del pensamiento, entre otros aspectos) predecían en gran medida sus respuestas.
Así, cuanto más desarrollado estaba el pensamiento crítico, más tendían a dar una
respuesta independiente de la «nacionalidad» de los automóviles. Por
consiguiente, el pensamiento crítico y el CI se apoyan, en parte, sobre
competencias comunes, pero también en sus especi cidades. Por tanto, se puede
ser inteligente y estar dotado de un pensamiento crítico de ciente (o incluso a la
inversa).

El 11 de mayo de 2010, el diario Ouest-France publicó un artículo sobre Prahlad Jani, un yogui indio que
aseguraba que podía vivir 70 años sin beber ni comer. Con el fin de probar la seriedad de tal afirmación se
mencionaba un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores y médicos que habían vigilado al
sujeto durante 24 horas al día a lo largo de dos semanas. El hecho de sobrevivir sin comer dos semanas no
tiene nada de imposible; además, el hombre estaba autorizado a bañarse, por lo que tenía acceso al agua.
Este trabajo no demuestra absolutamente nada, pero los experimentadores que lo organizaron buscaron
explicaciones estrafalarias a la supervivencia del yogui; incluso llegaron a plantear que el individuo
aprovechaba directamente la energía solar. Por fortuna, en nuestra época de hipercomunicación es
bastante fácil desmentir las informaciones que causan «ruido». Una regla básica ante una afirmación que
resulta extraña consiste en indagar si no ha sido refutada. En este caso, se podría escribir en el buscador
de la Red: «Prahlad Jani fake». Este tipo de reglas y métodos para valorar la fiabilidad de una información
(denominadas mindware por el psicólogo Keith Stanovich), pueden ayudar a desarrollar el pensamiento
crítico. [Fuente: www.pseudo-sciences.org/Energies-renouvelables-le-yogi-solaire]

Superinteligente y totalmente estúpido

Los psicólogos han identi cado dos diferencias fundamentales entre inteligencia y
pensamiento crítico. La primera se re ere al nivel de tratamiento de las
informaciones. Es decir, el CI se concentra en elementos de «bajo nivel» que
constituyen la base del pensamiento, mientras que el pensamiento crítico requiere
competencias cognitivas de «alto nivel». Por ejemplo, cuando leemos el enunciado
de un ejercicio, la primera etapa del análisis consiste en la percepción de las letras
(tratamiento de bajo nivel). Por el contrario, cuando hemos de responder a la
cuestión propuesta, nos apoyamos en múltiples tratamientos preliminares:
percepción de las letras, pero también comprensión del texto, búsqueda en la
memoria de los métodos que lleven a la solución, etcétera. Es una tarea de alto
nivel.

Para medir el CI se utiliza un conjunto de tests referidos, sobre todo, a los procesos
de bajo nivel: memoria a corto plazo, velocidad de ejecución de una tarea simple y
recuperación en la memoria de conocimientos usuales, entre otros. Por el
contrario, en los tests de pensamiento crítico con frecuencia se solicita a los
participantes que redacten textos argumentativos, saquen conclusiones lógicas a
partir de un relato elaborado, estimen la abilidad de las fuentes o expliquen su
propio pensamiento. Se trata, pues, de poner de relieve capacidades mentales de
alto nivel, más ricas y so sticadas. El pensamiento crítico es, retomando una
de nición de la lósofa Elena Pasquinelli y de sus colegas, saber calibrar la
con anza que se deposita en una información. Ello implica, entre otras cosas,
identi car las hipótesis o los presupuestos de un discurso, evaluar los argumentos
y las pruebas, además de elementos que no son directamente tenidos en cuenta
por los tests de CI, demasiado genéricos.

La segunda diferencia entre inteligencia y pensamiento crítico radica en que la


primera se basa en el razonamiento, mientras que en el segundo interviene un
aspecto psicológico. Tener un pensamiento crítico es un estado mental, casi un
rasgo de la personalidad, que engloba el afán de conocer la verdad, la necesidad de
disponer de pruebas, la tendencia a imaginar varias explicaciones posibles y una
cierta apertura a las ideas contrarias. Es lo que el investigador Kurt Taube
denomina «factor de disposición». A partir de una serie de evaluaciones llevadas a
cabo en 1995 con 198 personas, este psicólogo demostró que se explican mejor los
resultados obtenidos con los tests de pensamiento crítico cuando se integra esta
dimensión a la personalidad en lugar de analizar solo las capacidades de
razonamiento.

En concreto, los investigadores identi caron tres características principales que


promueven el pensamiento crítico: la curiosidad, el deseo de encontrar la verdad y
la humildad. En 2004, Jennifer Cli ord, de la Universidad Villanova, en
Pensilvania, y sus colaboradores midieron de manera conjunta el CI, el
pensamiento crítico y la personalidad de los una serie de personas. Hallaron una
relación entre la apertura a las experiencias (rasgo de la personalidad que incluye
la curiosidad y el afán por conocer cosas nuevas) y la puntuación del pensamiento
crítico. ¡Y ello sin que importara el CI! Con otras palabras: usted puede ser poco
inteligente pero estar dotado de un buen pensamiento crítico. Numerosos
estudios, basados en un diseño similar, subrayan, asimismo, la importancia de
este rasgo de la personalidad.

Más allá de la curiosidad, el ejercicio del pensamiento crítico, al exigir cierto


esfuerzo intelectual, solo sucederá si la persona se centra en la búsqueda de la
verdad. Se puede ser capaz de actuar con gran rigor, pero no poner en práctica
esta capacidad a diario. En 2009, Kelly Ku e Irene Ho, de la Universidad de Hong
Kong, valoraron el pensamiento crítico de 137 personas que habían sido
interrogadas sobre su interés por la verdad a través de un cuestionario diseñado
para ello. Por ejemplo, debían indicar su grado de acuerdo con cuestiones como:
«Las soluciones correctas a los problemas deben ser determinadas por personas
en función de la autoridad que tengan» o «La diversidad de puntos de vista crea
confusión en vez de ayudar a clari car las cosas». Cuanto más revelaba este test el
deseo por la verdad (si se respondía, por ejemplo, que la autoridad sola no es
su ciente para asegurar la pertinencia de una solución, o que la diversidad de
puntos de vista no puede dañar la verdad, si es que existe), más aumentaba la
puntuación de pensamiento crítico.

Si se da una vuelta por las redes sociales para curiosear sobre el debate en torno a
la homeopatía, se percibe la potencia de este factor. Se hallarán numerosos
comentarios del tipo: «No me importan los estudios. La homeopatía me parece
bien. Creo en ella, y punto». Esta postura no es necesariamente la de una persona
super cial o modestamente inteligente: revela, simplemente, una forma de estar
con el mundo. Para algunas personas, la decisión de creer no es algo absurdo,
porque en el fondo la verdad no les importa. Otras, en cambio, la aprecian y, en
consecuencia, mani estan una cierta «vigilancia epistémica» buscando pruebas
en la medida de lo posible. Se trata de una de las bases del pensamiento crítico,
independiente del CI. Se pueden desear pruebas, incluso si los medios disponibles
para obtenerlas son limitados; y a la inversa, se puede estar muy capacitado para
encontrar pruebas, pero no tener un deseo desmesurado de conseguirlas.

Finalmente, la humildad intelectual gura en lo alto de los factores que favorecen


el pensamiento crítico. A quienes les falta, mani estan una rigidez mental; ante
pruebas adversas, no cambian jamás de opinión. Todo lo contrario que Mark
Lynas, ambientalista y antiguo activista contra los transgénicos y ahora defensor
de los cultivos genéticamente modi cados. Después de sopesar ciertos aspectos
cientí cos, renegó públicamente de sus a rmaciones iniciales. Se esté o no de
acuerdo con él, debe reconocerse su modestia y coraje: para pensar de forma
crítica se necesita dudar de sí mismo, no solo de los demás, y en ocasiones admitir
que se está equivocado.

Entonces, ¿es la necesidad de ser «más inteligentes que los otros» lo que lleva a un
médico como Montagnier a rechazar las vacunas o a un académico como
Courtillot a negar el cambio climático? Solo ellos lo saben, o tal vez no, puesto que
tal necesidad rara vez es consciente. Pero una cosa es segura: la ausencia de una o
varias de las mencionadas características de la personalidad (apertura, ansia de
verdad, humildad) puede desembocar en conductas irracionales en individuos con
mentes muy ágiles.

Enseñar el pensamiento crítico

¿Cómo se puede desarrollar el pensamiento crítico? Parece difícil actuar sobre la


personalidad, aunque no es imposible: las intervenciones tempranas pueden
convertir a los niños en más curiosos, humildes y abiertos a los demás y, en
consecuencia, desarrollar pensamiento crítico. Son las asociadas a la llamada
inteligencia cristalizada, también conocida como «saberes adquiridos». Ello
explica que las puntuaciones en los tests de pensamiento crítico aumenten con la
edad: a medida que se envejece, se desarrolla la capacidad de argumentar, se
aprende a descon ar de ciertas cosas, se graban nuevas experiencias en la
memoria, etcétera.

Para progresar en los procesos cognitivos de alto nivel, una palanca importante es
desarrollar el mindware, según de ne el psicólogo Keith Stanovich. Se trata de un
conjunto de reglas y métodos que se utilizan para contestar a una pregunta o
valorar la abilidad de una información. Una parte de estas reglas son puramente
lógicas (como «un ejemplo aislado no permite establecer una ley general»), pero
otras son más prácticas («frente a una información llamativa encontrada en
Internet es necesario veri car que no proceda de un sitio paródico»).

Por otra parte, aprender a reconocer situaciones de riesgo resulta un elemento


clave para una buena defensa intelectual. En ciertos casos, ello se ejecuta de forma
más o menos automática, sobre todo si la información parece inverosímil. Pero
podemos ir más lejos educando el sistema de alerta interna que nos indica la
necesidad de realizar algunas veri caciones. Por ejemplo, debemos ser cautelosos
ante las informaciones que implican un riesgo grave pero poco probable para
nuestra salud: por muy inteligente que sea nuestra intuición, exagerará el peligro.
Así, cuando se leen los efectos secundarios en el prospecto de un medicamento
que se está tomado, de pronto, se piensa que la propia salud está en peligro;
incluso si la probabilidad del efecto nocivo es mínima. Antes de dejar de consumir
ese fármaco es preferible tomarse un tiempo para profundizar en ese
razonamiento y pensar en los riesgos y bene cios de su consumo.

Aceptar que no se sabe

Sin embargo, esta etapa de veri cación y profundización ulterior puede resultar
delicada: tal vez no solo se apoya en una experiencia elevada, sino también en las
facultades cognitivas dependientes del CI que se sabe que son relativamente poco
sensibles a la educación. Tal vez es necesario aceptar que ciertos problemas y
determinadas evaluaciones de la información siempre nos serán inaccesibles
porque son demasiado complejos. ¡Qué importa! Saber que no se sabe supone un
gran paso hacia el pensamiento crítico. Y, si es necesario, existen otras estrategias
que nos permiten sortear las propias limitaciones: identi car las fuentes de
información ables y remitirse al juicio de expertos —en el caso del calentamiento
global, por ejemplo, es fácil observar que el consenso cientí co es abrumador,
incluso cuando algunas personas adopten una posición marginal—.

En todo caso, desarrollar el pensamiento crítico vale la pena, puesto que las
capacidades de razonamiento de alto nivel que ello implica son transferibles a
muchas áreas. Según un estudio dirigido por Heather Butler, de la Universidad de
Claremont en California, un pensamiento crítico y agudo se asocia con una menor
frecuencia de acontecimientos negativos en la vida (perder el trabajo al cabo de
una semana de iniciarlo, comprar ropa y no usarla, ser acusado de provocar un
accidente de trá co, etcétera). Asimismo, parece favorecer mejores decisiones.

Para ilustrar los reveses a los que conduce la falta de pensamiento crítico en la
vida diaria, Butler cita el ejemplo de los consumidores que en su día compraron
zapatillas de baloncesto Reebok atraídos por una publicidad que anunciaba que
dicho calzado «toni ca los glúteos hasta un 28 por ciento más que las zapatillas de
baloncesto ordinarias, simplemente marchando con ellas». Los compradores
recibieron una indemnización por parte de los fabricantes después de que un
estudio del Consejo Estadounidense del Ejercicio (asociación que se dedica a
difundir las prácticas deportivas que bene cian la salud), desmintiera tal
a rmación. Pero ¿no hubiera sido mejor que los usuarios pensaran un poco más
para evitar el engaño?

El pensamiento crítico también se relaciona con un mejor rendimiento


académico, como demuestra un metanálisis llevado a cabo en 2017 por Carl Fong y
sus colegas de la Universidad Estatal de Texas a partir de 23 estudios y un total de
8233 participantes. Otros trabajos sugieren que el pensamiento crítico conduce a
una mayor e ciencia en ciertas ocupaciones que requieren habilidades analíticas.
La investigadora Sara Elson y sus colegas constataron tal suposición en 2018 en un
estudio con empleados de varios departamentos gubernamentales.

En resumen, el desarrollo del pensamiento crítico no es solo una necesidad social


impuesta por la explosión de las noticias falsas (fake news) y rumores
perjudiciales, sino que también es un camino hacia el éxito personal y profesional.

PARA SABER MÁS

On the relative independence of thinking biases and cogitive ability. K.E.


Stanovich y R.F. West en Journal of Personality and Social Psychology, vol. 94, n.º
4, págs. 672-695, 2008.

A longitudinal study on enhancing critical thinking and reading comprehension


in Title I classrooms. J. VanTassel-Baska et al. en Journal for the Education of the
Gi ed, vol. 33, n.º 1, págs. 7-37, 2009.

A meta-analysis on critical thinking and community college student


achievement. C. J. Fong et al. en Thinking Skills and Creativity, vol. 26, págs. 71-
83, 2017.

Des têtes bien faites. Défense de lʼesprit critique. Nicolas Gauvrit y Sylvain
Delouvée. Prensa Universitaria de Francia (PUF), 2019.

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