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EN SÍNTESIS
No son los únicos que re ejan esta paradoja: abundan los ejemplos de personas
que han triunfado en una profesión intelectual y que, sin embargo, abrazan
creencias extravagantes. Luc Montagnier, premio nóbel de medicina, critica las
vacunas contra toda razón cientí ca. François Mitterrand (1919-1996), antiguo
presidente de Francia, consultaba a un astrólogo. ¿Cómo se explica que estas
personas, con una inteligencia innegable, caigan en lo irracional? ¿O que entre los
negacionistas que rechazan la existencia de la COVID-19 se encuentren médicos?
¿Qué es la inteligencia?
Veamos ahora otro tipo de sesgo, pero contra el cual el CI no puede hacer gran
cosa: ¿estaría usted a favor o en contra de la prohibición de un modelo de coche
que, según un estudio ministerial, octuplica las posibilidades de causar un
accidente en comparación con otros modelos? El equipo de Keith Stanovich, de la
Universidad de Toronto y experto en racionalidad, propuso esta cuestión a
participantes estadounidenses. El modelo de coche fue descrito en unas ocasiones
como fabricado en EE.UU. y, en otras, como de fabricación alemana. ¿Resultado?
Los encuestados aceptaban la comercialización de un automóvil peligroso en
función de si era de Estados Unidos o no. El CI no in uía prácticamente en el
resultado. Se trata de un sesgo de juicio, el cual nos impulsa a orientar nuestras
conclusiones en función de los propios valores, ideologías o prejuicios.
Además, las puntuaciones obtenidas por los participantes en los tests que miden el
pensamiento crítico (incluyen la capacidad de examinar los propios mecanismos
del pensamiento, entre otros aspectos) predecían en gran medida sus respuestas.
Así, cuanto más desarrollado estaba el pensamiento crítico, más tendían a dar una
respuesta independiente de la «nacionalidad» de los automóviles. Por
consiguiente, el pensamiento crítico y el CI se apoyan, en parte, sobre
competencias comunes, pero también en sus especi cidades. Por tanto, se puede
ser inteligente y estar dotado de un pensamiento crítico de ciente (o incluso a la
inversa).
El 11 de mayo de 2010, el diario Ouest-France publicó un artículo sobre Prahlad Jani, un yogui indio que
aseguraba que podía vivir 70 años sin beber ni comer. Con el fin de probar la seriedad de tal afirmación se
mencionaba un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores y médicos que habían vigilado al
sujeto durante 24 horas al día a lo largo de dos semanas. El hecho de sobrevivir sin comer dos semanas no
tiene nada de imposible; además, el hombre estaba autorizado a bañarse, por lo que tenía acceso al agua.
Este trabajo no demuestra absolutamente nada, pero los experimentadores que lo organizaron buscaron
explicaciones estrafalarias a la supervivencia del yogui; incluso llegaron a plantear que el individuo
aprovechaba directamente la energía solar. Por fortuna, en nuestra época de hipercomunicación es
bastante fácil desmentir las informaciones que causan «ruido». Una regla básica ante una afirmación que
resulta extraña consiste en indagar si no ha sido refutada. En este caso, se podría escribir en el buscador
de la Red: «Prahlad Jani fake». Este tipo de reglas y métodos para valorar la fiabilidad de una información
(denominadas mindware por el psicólogo Keith Stanovich), pueden ayudar a desarrollar el pensamiento
crítico. [Fuente: www.pseudo-sciences.org/Energies-renouvelables-le-yogi-solaire]
Los psicólogos han identi cado dos diferencias fundamentales entre inteligencia y
pensamiento crítico. La primera se re ere al nivel de tratamiento de las
informaciones. Es decir, el CI se concentra en elementos de «bajo nivel» que
constituyen la base del pensamiento, mientras que el pensamiento crítico requiere
competencias cognitivas de «alto nivel». Por ejemplo, cuando leemos el enunciado
de un ejercicio, la primera etapa del análisis consiste en la percepción de las letras
(tratamiento de bajo nivel). Por el contrario, cuando hemos de responder a la
cuestión propuesta, nos apoyamos en múltiples tratamientos preliminares:
percepción de las letras, pero también comprensión del texto, búsqueda en la
memoria de los métodos que lleven a la solución, etcétera. Es una tarea de alto
nivel.
Para medir el CI se utiliza un conjunto de tests referidos, sobre todo, a los procesos
de bajo nivel: memoria a corto plazo, velocidad de ejecución de una tarea simple y
recuperación en la memoria de conocimientos usuales, entre otros. Por el
contrario, en los tests de pensamiento crítico con frecuencia se solicita a los
participantes que redacten textos argumentativos, saquen conclusiones lógicas a
partir de un relato elaborado, estimen la abilidad de las fuentes o expliquen su
propio pensamiento. Se trata, pues, de poner de relieve capacidades mentales de
alto nivel, más ricas y so sticadas. El pensamiento crítico es, retomando una
de nición de la lósofa Elena Pasquinelli y de sus colegas, saber calibrar la
con anza que se deposita en una información. Ello implica, entre otras cosas,
identi car las hipótesis o los presupuestos de un discurso, evaluar los argumentos
y las pruebas, además de elementos que no son directamente tenidos en cuenta
por los tests de CI, demasiado genéricos.
Si se da una vuelta por las redes sociales para curiosear sobre el debate en torno a
la homeopatía, se percibe la potencia de este factor. Se hallarán numerosos
comentarios del tipo: «No me importan los estudios. La homeopatía me parece
bien. Creo en ella, y punto». Esta postura no es necesariamente la de una persona
super cial o modestamente inteligente: revela, simplemente, una forma de estar
con el mundo. Para algunas personas, la decisión de creer no es algo absurdo,
porque en el fondo la verdad no les importa. Otras, en cambio, la aprecian y, en
consecuencia, mani estan una cierta «vigilancia epistémica» buscando pruebas
en la medida de lo posible. Se trata de una de las bases del pensamiento crítico,
independiente del CI. Se pueden desear pruebas, incluso si los medios disponibles
para obtenerlas son limitados; y a la inversa, se puede estar muy capacitado para
encontrar pruebas, pero no tener un deseo desmesurado de conseguirlas.
Entonces, ¿es la necesidad de ser «más inteligentes que los otros» lo que lleva a un
médico como Montagnier a rechazar las vacunas o a un académico como
Courtillot a negar el cambio climático? Solo ellos lo saben, o tal vez no, puesto que
tal necesidad rara vez es consciente. Pero una cosa es segura: la ausencia de una o
varias de las mencionadas características de la personalidad (apertura, ansia de
verdad, humildad) puede desembocar en conductas irracionales en individuos con
mentes muy ágiles.
Para progresar en los procesos cognitivos de alto nivel, una palanca importante es
desarrollar el mindware, según de ne el psicólogo Keith Stanovich. Se trata de un
conjunto de reglas y métodos que se utilizan para contestar a una pregunta o
valorar la abilidad de una información. Una parte de estas reglas son puramente
lógicas (como «un ejemplo aislado no permite establecer una ley general»), pero
otras son más prácticas («frente a una información llamativa encontrada en
Internet es necesario veri car que no proceda de un sitio paródico»).
Sin embargo, esta etapa de veri cación y profundización ulterior puede resultar
delicada: tal vez no solo se apoya en una experiencia elevada, sino también en las
facultades cognitivas dependientes del CI que se sabe que son relativamente poco
sensibles a la educación. Tal vez es necesario aceptar que ciertos problemas y
determinadas evaluaciones de la información siempre nos serán inaccesibles
porque son demasiado complejos. ¡Qué importa! Saber que no se sabe supone un
gran paso hacia el pensamiento crítico. Y, si es necesario, existen otras estrategias
que nos permiten sortear las propias limitaciones: identi car las fuentes de
información ables y remitirse al juicio de expertos —en el caso del calentamiento
global, por ejemplo, es fácil observar que el consenso cientí co es abrumador,
incluso cuando algunas personas adopten una posición marginal—.
En todo caso, desarrollar el pensamiento crítico vale la pena, puesto que las
capacidades de razonamiento de alto nivel que ello implica son transferibles a
muchas áreas. Según un estudio dirigido por Heather Butler, de la Universidad de
Claremont en California, un pensamiento crítico y agudo se asocia con una menor
frecuencia de acontecimientos negativos en la vida (perder el trabajo al cabo de
una semana de iniciarlo, comprar ropa y no usarla, ser acusado de provocar un
accidente de trá co, etcétera). Asimismo, parece favorecer mejores decisiones.
Para ilustrar los reveses a los que conduce la falta de pensamiento crítico en la
vida diaria, Butler cita el ejemplo de los consumidores que en su día compraron
zapatillas de baloncesto Reebok atraídos por una publicidad que anunciaba que
dicho calzado «toni ca los glúteos hasta un 28 por ciento más que las zapatillas de
baloncesto ordinarias, simplemente marchando con ellas». Los compradores
recibieron una indemnización por parte de los fabricantes después de que un
estudio del Consejo Estadounidense del Ejercicio (asociación que se dedica a
difundir las prácticas deportivas que bene cian la salud), desmintiera tal
a rmación. Pero ¿no hubiera sido mejor que los usuarios pensaran un poco más
para evitar el engaño?
Des têtes bien faites. Défense de lʼesprit critique. Nicolas Gauvrit y Sylvain
Delouvée. Prensa Universitaria de Francia (PUF), 2019.
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