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ORACIÓN EN LA ENFERMEDAD

“Si hay un momento en que los hombres sientan necesidad de orar, es cuando la fuerza decae y la vida…

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ELENA G. WHITE

“Si hay un momento en que los hombres sientan necesidad de orar,


es cuando la fuerza decae y la vida parece escapárseles. Muchas
veces los sanos olvidan los favores maravillosos que reciben
pródigamente, día tras día, año tras año, y no tributan alabanzas a
Dios por sus beneficios. Pero cuando sobreviene la enfermedad,
entonces se acuerdan de Dios. Cuando falta la fuerza humana, el
hombre siente necesidad de la ayuda divina. Y nunca se aparta
nuestro Dios misericordioso de la persona que con sinceridad le
pide auxilio. Él es nuestro refugio en la enfermedad y en la salud.

Dios escucha las oraciones


Cristo es el mismo médico compasivo que cuando desempeñaba su
ministerio terrenal. En Él hay bálsamo curativo para toda
enfermedad, poder restaurador para toda dolencia. Sus discípulos
de hoy deben rogar por los enfermos con tanto empeño como los
discípulos de antaño. Y se realizarán curaciones, pues la oración
de fe salvará al enfermo. Tarea nuestra es llevar a Dios, en brazos
de la fe, a los enfermos y dolientes. Debemos enseñarles a creer en
el Gran Médico. (456) El Salvador quiere que alentemos a los
enfermos, a los desesperados y a los afligidos para que confíen
firmemente en su fuerza. Dios oye la oración, Cristo dijo: “Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.

Si vivimos conforme a su Palabra, (la Biblia) se cumplirán en


nuestro favor todas sus promesas. Somos indignos de su Gracia;
pero cuando nos entregamos a Él, nos recibe.

Obediencia y oración
 Solo cuando vivimos obedientes a su Palabra podemos reclamar
el cumplimiento de sus Promesas. Dice el Salmista: “Si en mi
corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oiría”
Salmos,66:18. Si sólo le obedecemos parcial y tibiamente, sus
Promesas no se cumplirán en nosotros. El acto de elevar la
oración es un acto solemnísimo, y no se debe participar en él sin la
debida consideración. En muchos casos en que se ora por la
curación de algún enfermo, lo que llamamos fe no es más que
presunción.

Consecuencias de los excesos


Muchas personas se acarrean la enfermedad por sus excesos. No
han vivido conforme a la Ley Natural o a los Principios de estricta
Pureza. Otros han despreciado las Leyes de la Salud en su modo de
comer y beber, de vestir o de trabajar.  Muchas veces uno u otro
vicio ha causado debilidad de la mente o del cuerpo. Si las tales
personas consiguieran la bendición de la salud, muchas de ellas
reanudarían su vida de descuido y transgresión de las  Leyes
Naturales y Espirituales de Dios, arguyendo que si Dios las sana en
respuesta a la oración, pueden con toda libertad seguir sus prácticas
malsanas y entregarse sin freno a sus apetitos. Si Dios hiciera un
milagro devolviendo la salud a estas personas, daría alas al pecado.

Trabajo perdido es enseñar a la gente a considerar a Dios como


sanador de sus enfermedades, si no se le enseña también a desechar
las prácticas malsanas. Para recibir las bendiciones de Dios en
respuesta a la oración, se debe dejar de hacer el mal y aprender
a hacer el bien. Las condiciones en que se vive deben ser
saludables, y los hábitos de vida correctos. Se debe vivir en
armonía con la Ley Natural y Espiritual de Dios.

Cambiar el estilo de vida


A quienes solicitan que se ore para que le sea devuelta la salud, hay
que hacerles ver que la violación de la Ley de Dios, natural o
espiritual es pecado, y que para recibir la bendición de Dios deben
confesar y aborrecer sus pecados. La Escritura nos dice: “Confesaos
vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que
seáis sanos” Santiago,5:16.

Al que solicita que se ore por él, dígasele más o menos lo siguiente:
“No podemos leer en el corazón, ni conocer los secretos de tu vida.
Dios solo y tú los conocéis. Si te arrepientes de tus pecados, deber
tuyo es confesarlos”. El pecado de carácter privado debe
confesarse a Cristo, único Mediador entre Dios y el hombre.
Pues “Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre Celestial, a Jesucristo el Justo” 1ª de Juan,2:1.  Todo pecado
es ofensa hecha a Dios, y se lo ha de confesar por medio de Cristo.
Todo pecado cometido abiertamente debe confesarse
abiertamente. El mal hecho al prójimo debe subsanarse
ofreciendo reparación al perjudicado.

El positivismo también cura


Dios conoce a cada cual por nombre y cuida de él como si no
hubiera nadie más en el mundo por quien entregara a su Hijo
Amado. Siendo el amor de Dios tan grande y tan infalible, se debe
alentar al enfermo a que confíe en Dios y tenga ánimo. La
congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si los
enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía,
tendrán perspectivas de sanar.

Confiar en la voluntad de Dios


Al orar por los enfermos debemos recordar que “No sabemos orar
como se debe” Romanos, 8:26. No sabemos si el beneficio que
deseamos es el que más conviene. Por consiguiente, si esto puede
redundar en beneficio de su Gloria y de estos pacientes te pedimos,
en nombre de Jesús, que les devuelvas la salud. Si no es Tu voluntad
que así sea, te pedimos que tu Gracia los consuele, y que Tu 
presencia los sostenga en sus padecimientos.

Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de cada


uno. Lee todo secreto del alma. Sabe si aquellos por quienes se
hace oración podrían o no soportar las pruebas que les
acometerían si hubieran de sobrevivir. Sabe si sus vidas serían
bendición o maldición para sí mismos y para el mundo. Esto es
una razón para que, al presentarle encarecidamente a Dios nuestras
peticiones, debamos decirle: “Empero no se haga mi voluntad, sino
la Tuya” Lucas,22:42. Sabemos que Dios nos oye si le pedimos
conforme a su voluntad. Pero el importunarle sin espíritu de
sumisión no está bien; nuestras oraciones no han de revestir
forma de mandato, sino de intercesión.

No todos los enfermos que tienen fe, se curan


Hay casos que Dios obra con toda decisión con su poder divino
en la restauración de la salud. Pero no todos los enfermos
curan. A muchos se les deja dormir (morir) en Jesús. De esto se
desprende que aunque haya quienes no recobren la salud no
hay que considerarlos faltos de fe.

Todos deseamos respuestas inmediatas y directas a nuestras


oraciones, y estamos dispuestos a desalentarnos cuando la
contestación tarda, o cuando llega en forma que no esperamos. Pero
Dios es demasiado sabio y bueno para contestar siempre a nuestras
oraciones en el plazo exacto y en la forma precisa que deseamos. Él
quiere hacer en nuestro favor algo más y mejor que el cumplimiento
de todos nuestros deseos. Y por el hecho de que podemos confiar
en su sabiduría y amor, no debemos pedirle que ceda a nuestra
voluntad, sino procurar comprender SU propósito y realizarlo.
Nuestros deseos e intereses deben perderse en su voluntad.

Los sucesos que prueban nuestra fe son para nuestro bien, pues
denotan si nuestra fe es verdadera y sincera, y si descansa en la
Palabra de Dios sola, o si, dependiente de las circunstancias, es
incierta y variable. La fe se fortalece por el ejercicio. No todos
entienden estos principios.

Muchos de los que buscan la salutífera gracia del Señor piensan que
debieran recibir directa e inmediata respuesta a sus oraciones, o
sino, que su fe es defectuosa. Por esta razón, conviene aconsejar a
los que se sienten debilitados por la enfermedad, que obren con
toda discreción.

Oración y uso de los remedios 


No deben desatender sus deberes para con sus amigos que les
sobrevivan, ni descuidar el uso de los Agentes Naturales para la
restauración de la Salud. A menudo hay peligro de errar en esto.
Creyendo que serán sanados en respuesta a la oración, algunos
temen hacer algo que parezca indicar falta de fe. Los que buscan
la salud por medio de la oración no deben dejar de hacer uso de
los remedios puestos a su alcance. Hacer uso de los agentes
curativos que Dios ha suministrado para aliviar el dolor y para
ayudar a la Naturaleza en su obra restauradora no es negar nuestra
fe.

Dios nos ha facultado para que conozcamos las Leyes de la Vida.


Este conocimiento ha sido puesto a nuestro alcance para que lo
usemos, sacando todas las ventajas posibles y trabajando en
armonía con las Leyes Naturales. Cuando hemos orado por la
curación del enfermo, podemos trabajar con energía tanto mayor,
dando gracias a Dios por el privilegio de cooperar con Él y
pidiéndole que bendiga los medios de curación que Él mismo
dispuso. Tenemos la aprobación de la Palabra de Dios para el uso
de los Agentes Curativos.

La Biblia apoya el uso de remedios


Ezequias, rey de Israel, cayó enfermo, y un profeta de Dios le trajo el
mensaje de que iba a morir. El rey clamó al Señor, y este oyó a su
siervo y le comunicó que se le añadirían quince años de vida. Ahora
bien; el rey Ezequías hubiera podido sanar al instante con una sola
palabra de Dios; pero se le dieron recetas especiales: “Tomen masa
de higos, y pónganla en la llaga y sanará. Isaías,38:21. En una
ocasión Cristo untó los ojos de un ciego con barro y le dijo: “Ve,
lávate en el estanque de Siloé… y fue entonces y se lavó, y volvió
viendo” Juan 9:7. La curación hubiera podido realizarse mediante el
solo poder del Gran Médico sin embargo, Cristo hizo uso de simples
agentes naturales.

Oremos y confiemos en Dios


Cuando hayamos orado por el restablecimiento del enfermo, no
perdamos la fe en Dios, cualquiera que sea el desenlace del
caso. Si tenemos que presenciar el fallecimiento, apuremos el
amargo cáliz, recordando que la mano de un Padre nos lo acerca a
los labios. Pero si el enfermo recobra la salud, no debe olvidar que al
ser objeto de la Gracia Curativa contrajo nueva obligación para con
el Creador. Cuando los diez leprosos fueron limpiados, solo uno
volvió a dar gracias a Jesús y glorificar su nombre. No seamos
nosotros como los nueve irreflexivos, cuyos corazones fueron
insensibles a la misericordia de Dios” (El Ministerio de Curación, de
Elena G. White. Páginas de la 171 a la 178)

«Hay muchas maneras de de practicar el arte de sanar; pero hay


una sola que el cielo aprueba. Los Remedios de Dios son los simples
Agentes de la Naturaleza, que no recargarán ni debilitarán el
organismo por la fuerza de sus propiedades. Estos son los
Verdaderos Remedios por cuya falta millares están muriendo. Todos
debieran conocer los Agentes que la Naturaleza provee como
Remedios y saber aplicarlos». (Consejos sobre el Régimen
Alimenticio” de E. G. de White. Página 355)

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