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Medicina Divina

Ricardo Hernandez agosto 29, 2019 Predicas Cristianas 1 Comentario 933 Vistas

Predicas Cristianas

Existe un medicamento tan poderoso que puede curar todos los males y enfermedades conocidos
por el ser humano.

No tiene efectos secundarios que causen daños, sino que su acción avanza sobre el resto de los
males, incluso es seguro si se aplica en dosis masivas, y si se toma diariamente, siguiendo las
instrucciones, puede prevenir todas las enfermedades del cuerpo y del espíritu, manteniendo la
salud perfecta.

Si alguien piensa que esto no es cierto, se equivoca, y puedo testificar de su efectividad por la
palabra de Dios, y por mi propia experiencia ya que fue la que me devolvió la vida, que ese
medicamento sobrenatural sí existe, y está a disposición de quien lo busca todos los días; no hay
que llamar a médico ni ir a la farmacia, todo lo que hay que hacer es abrir la Biblia en Proverbios
4:20-27 y seguir las instrucciones:

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Leamos la palabra de Dios

Proverbios 4:20-27 “Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se
aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y
medicina a todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la
vida. Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios. Tus ojos miren lo
recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. Examina la senda de tus pies, Y todos
tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal”.

Porque parece algo simple, y muchos no creen que con esto se puede restaurar un cuerpo tomado
por una enfermedad grave. Quiero decirles que la realidad es que esta es la receta para la sanidad
divina que le dará resultados a cualquiera que la ponga en práctica entregando verdaderamente
su corazón a Cristo.

Y la medicina de Dios incluye milagros, acciones que aparentemente contradicen las leyes
científicas y son atribuidas especialmente a un acto de Dios:

“el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque
hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí
mismo en rescate por todos” 1 Timoteo 2:4‐6

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“el Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para
con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” 2
Pedro 3:9.

Si ya has recibido sanidad divina, seguir esta receta te ayudará a mantenerla. Si has creído pero
todavía no recibiste la sanidad y mantienes los síntomas, te ayudará a mantenerse firme hasta que
quedes completamente sano. Y si disfrutas de buena salud, te ayudará a seguir así durante el resto
de su vida.

Debemos entender que toda la palabra de Dios está cargada de vida, y que esta vida se derrama
sobre aquellos que creen que es así, como Jesús dijo:

“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son
espíritu y son vida” Juan 6:63

Si ponemos la Palabra en nuestro corazón, la creemos, y actuamos conforme a ella, la vida de Dios
se libera en nuestro interior. Cada vez que leemos las citas de sanidad, o las oímos en una
predicación, nos traen una dosis del poder sanador de Dios que nos inyectan vida y ministran la
medicina de Dios en nuestro cuerpo:

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“porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra
hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón” Hebreos 4:12, está llena de poder y cumple con lo que ella misma dice.
Cuando plantamos la Palabra en nuestro corazón, la creemos, y actuamos conforme a ella, esa
Palabra libera dentro de nosotros el poder para ser nacido de nuevo, y de la misma manera,
cuando plantamos la Palabra de sanidad en nuestro corazón, la creemos, y actuamos conforme a
ella, esa Palabra libera el poder sanador de Dios en cada uno de nosotros.

Tal vez alguien diga que hay personas que se saben la Biblia de tapa a tapa y no son sanadas, pero
la receta de Dios no habla de conocer la Palabra, dice que estemos atentos a la Palabra, que le
demos prioridad en nuestra vida, dejando de lado las otras cosas para enfocarnos en ella, pues si
estamos atento a la Palabra, no la dejaremos todo el día cerrada hasta el próximo domingo, ni
pasaremos todo el día poniendo la atención en otras cosas, sino que inclinaremos continuamente
nuestro oído a la Palabra de Dios.

Ahora, someterse a la Palabra significa hacer cambios en nuestra vida; por ejemplo, si usted se
queja mucho y lee: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” Filipenses 4:4,
tendrá que cambiar para someterse a esa Palabra, tendrá que arrepentirse y cambiar su actitud
para no perderla de vista, pues “la lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu
cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si
la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” Mateo 6:22-23

Y si su ojo está enfocado en la enfermedad no habrá luz para echarla fuera, pero si los ojos se fijan
en la Palabra, todo su cuerpo se llenará de luz y vendrá la sanidad, pero por supuesto que para
mantener centrada la atención en la Palabra se necesita esfuerzo y un compromiso real con el
Señor.

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Ninguna persona pondría un frasco con remedio en el bolsillo esperando que eso le sane, pero
espiritualmente hablando, algunas personas lo hacen, lloran, oran y le piden a Dios que los sane,
pero se olvidan del remedio durante la semana pues se tomaron una dosis el domingo cuando van
a la iglesia, y esto es porque no entienden cómo puede afectar sus cuerpos físicos el poner la
Palabra en sus corazones, no ven cómo algo espiritual puede cambiar algo natural.

Dios ya no tiene que hablarnos con voz de trueno pues vive en los corazones de los creyentes, así
que nos habla desde adentro, y cuando se trata de asuntos como la sanidad, ni siquiera tenemos
que esperar que Él hable pues ya ha hablado diciendo:

 “Yo soy Jehová tu sanador” Éxodo 15:26

 “la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido


pecados, le serán perdonados” Santiago 5:15

 “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros,
estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” 1
Pedro 2:24.

Dios ya hizo lo suyo, ahora debemos hacer nuestra parte, tomar la Palabra y ponerla en nuestro
ser interior para que nos cambie desde adentro, pues “el hombre bueno, del buen tesoro del
corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas” Mateo 12:35.
Eso significa que si queremos que nuestro cuerpo mejore, hoy debemos empezar a cambiar
nuestro interior tomando la Palabra de Dios para depositarla en nuestro corazón, y si la
enfermedad ataca su cuerpo, podrá recurrir a la Palabra de sanidad de su interior, y echar fuera
esa enfermedad.

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Quizame

Comience a hablar con palabras de sanidad, de vida, de fe, y de esperanza, nunca más con
palabras de enfermedad, aflicción, o desánimo, como dice el Señor:

“Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios”, hable la Palabra de


Dios y declárese sano en el Nombre de Jesús; quizás no resulte fácil, pero debe hacerlo para que la
fe obre desde su corazón y desde su boca, “porque con el corazón se cree para justicia, pero con la
boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será
avergonzado” Romanos 10:10-11.

Abraham fue por todos lados llamándose a sí mismo padre de una nación grande durante años,
aunque ya era viejo y no había tenido hijos, ¿Por qué lo hizo?, porque creyó “ y llama las cosas
que no son, como si fuesen” Romanos 4:17, estaba convencido de que Dios era poderoso para
hacer todo lo que había prometido; no estaba tratando de creerle a Dios, ni estaba pensando en lo
que le había dicho, sino que había establecido la Palabra en su corazón, y esa Palabra se hizo más
real para él que las cosas que podía ver.
Si todavía no tiene esa fe para recibir sanidad, permanezca en la Palabra hasta que la tenga, pues
“la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” Romanos 10:17

Lea, estudie, medite, y escuche la Palabra de Dios sobre la sanidad hasta que sea más real que los
síntomas de la enfermedad, no se tambalee por incredulidad y sea como Abraham que:

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“tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria
a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había
prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia” Romanos 4:20-22.

Tenga esa clase de fe en la medicina divina, entienda que cuando empieza a tomarla se inicia el
proceso de sanidad, tome la determinación de continuar firme en la Palabra hasta que pueda ver y
sentir los efectos del poder sanador de Dios, y si el diablo le sugiere duda e incredulidad, o que la
Palabra no está dando resultados, reprenda esos pensamientos “derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo” 2 Corintios 10:5.

Diga en voz alta: Reprendo al diablo, lo ato y le prohíbo entrar en mi mente. No voy a creer sus
mentiras. Dios ha enviado su Palabra para sanarme, y su Palabra es verdad. Esa Palabra empezó a
obrar en mi cuerpo desde que la creí, mis días de enfermedad se han terminado pues Jesús llevó
mi enfermedad a la cruz, y fui hecho libre para siempre.

Y ahora, permanezca firme hasta que su sanidad se complete:

“porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día
malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la
verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la
paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del
maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos” Efesios 6:12-18

“pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es
arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá
cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” Santiago
1:6-8.

© Ricardo Hernandez. Todos los derechos reservados.

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