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¿Es posible hablar de rehabilitación sin hablar de inclusión social?

Autora: Lic. T.O. Ana Carolina Recio

“Debajo de lo cotidiano, descubran lo inexplicable. Detrás de la regla consagrada, disciernan lo absurdo...


No acepten como tal la costumbre recibida, busquen su necesidad...
No digan: “Es natural” ante los acontecimientos de cada día. En una época en que impera la confusión, en que se
derrama la sangre, en que se ordena el desorden, en que la arbitrariedad adquiere fuerza de ley, en que la humanidad se
deshumaniza...No digan nunca: “Es natural” a fin de que nada pase por inmutable.”
Bertolt Brecht, “La excepción y la regla”.

I. ¿De qué hablamos cuando hablamos de discapacidad?

Para pensar en un concepto de discapacidad desde las representaciones y significaciones que le damos,
desde el imaginario social que hemos construido y que hemos aceptado sin cuestionar, es importante cerrar
los ojos y ver cuál es la primera imagen que llega a nosotros cuando decimos discapacidad…

Si recordamos los cuentos que nos contaban de niños, muchos de los personajes estaban representados por
personas que no respondían a la “norma”, que se veían o actuaban diferente al resto.
Por lo general, los malvados estaban representados por personas con discapacidad: a los piratas les faltaba
una pierna y tenían un parche en el ojo, el Capitán Garfio de Peter Pan tenía una mano amputada y debió su
nombre a la prótesis que usaba y que tenía forma de gancho, las brujas tenían jorobas, hasta los personajes
malvados de algunas telenovelas latinoamericanas utilizaban la discapacidad y se hacían pasar por personas
que necesitaban sillas de ruedas como un recurso para provocar compasión para que su amado o amada se
quedara a su lado.
A lo largo de la historia a las personas que se ven o actúan diferente a la mayoría, que no encajan en la
“norma” social establecida se las ha asociado a la fealdad, a lo demoníaco, a lo raro, la brujería, al castigo y a
la sobreprotección. De estas historias podemos ver varios ejemplos en los cuentos (“El patito feo”, “Buscando
a Nemo”, “Blancanieves y los siete enanitos”, etc, etc). No vemos en los cuentos princesas o príncipes que
tengan una discapacidad.

Esta construcción desde lo histórico en nosotros mismos, en nuestro imaginario social ha contribuido de forma
negativa a la formación de la imagen social sobre la diversidad y especialmente sobre la discapacidad.
La persona con discapacidad está considerada como la que “no puede”, la que está en “desventaja”, la que
“vale menos”, todas estas consideraciones expresadas en las formas en que son nombradas: el “impedido”, el
“inválido”, el “minusválido”, expresiones que implican ser menos que los que no tienen discapacidad.

Para pensar en un concepto de discapacidad, debemos ser capaces de cruzar el puente, de dejar de lado la
visión miope con la que estamos mirando, de trascender la visión individualista, escindida, corporal,
organicista de la discapacidad, que separa a una persona de su comunidad, de su sociedad y la ve sólo como
un cuerpo o una mente que funciona o no funciona de acuerdo a los cánones establecidos por el sistema en
el que vivimos, un sistema económico neoliberal, en el que impera el consumismo, los objetos descartables,
que nos dice cómo deberíamos ser y que nos hace sentir afuera si nos salimos del molde, que poco o nada
valora a la persona como tal, con sentimientos y capacidades para aportar a su comunidad y compartir con
otros, debemos dejar de lado esta visión para poder conceptualizarla y entenderla desde una condición social
y política, desde una construcción social.

Patricia Brogna plantea que la discapacidad “es una construcción relacional entre la sociedad y un sujeto
individual y colectivo”, la discapacidad es, entonces, esa interacción compleja entre la condición de una
persona y su entorno social, es eso que sucede ENTRE, es ese espacio entre una persona y el devenir
histórico-social, entre una persona y las representaciones sociales, el imaginario social que se tiene de su
condición de discapacidad.
La mirada sobre la discapacidad nos obliga a reflexionar sobre la relación que existe entre un individuo, su
entorno y la sociedad a la que él o ella pertenece. Esto quiere decir que no se puede considerar a la
discapacidad como un problema individual de la persona con discapacidad, como atributo de la persona, sino
como un Ejemplos de estas concepciones encontramos también en el libro de Umberto Eco, “La historia de la
fealdad”, donde se enumeran relatos históricos acerca de la diferencia y la diversidad como castigo y motivo
de exclusión social.

Brogna, Patricia: “El nuevo paradigma de la discapacidad y el rol de los profesionales de la rehabilitación”.

Publicado por El Cisne. Argentina. Abril, 2006.


complejo conjunto de condiciones y situaciones, muchas de las cuales son creadas por el contexto o entorno,
lo que nos lleva a concluir que el problema de la discapacidad es de origen social y que se centra
fundamentalmente en la inclusión de las personas en la sociedad o comunidad en la que viven. Es una
creación social, una construcción de relación que está significada en un contexto, en un tiempo y con una
historia determinados y en situaciones de relación con otros dentro del contexto social.

La discapacidad hace visible la falta de oportunidades para todas y todos, la falta de aceptación de la
diversidad, desde lo arquitectónico, de los objetos de uso cotidiano, desde el diseño de las ciudades y de las
sociedades, de las comunidades en cuanto a su estructuración y funcionamiento social.

Si consideramos que la falta de inlcusión tiene que ver con barreras actitudinales e ideológicas y también
ambientales y arquitectónicas que existen en la sociedad, entendemos entonces que es la sociedad la que
puede dificultar la actuación de un individuo. Para poder modificar esta situación de exclusión y de no
aceptación de la diversidad, es necesidad y responsabilidad de la sociedad (que somos todas y todos) realizar
las modificaciones ambientales y contextuales necesarias para que las personas con discapacidad puedan
tener una participación activa y plena.

La discapacidad hace visible la diferencia, denuncia la diferencia y nos enfrenta cara a cara con ella.

II. ¿Cómo entendemos la rehabilitación? ¿Cuál es la relación entre rehabilitación e inclusión social?

En los hospitales o centros de rehabilitación, la persona se vuelve un rompecabezas, un juego de lego en el


que cada profesional aporta su parte, su ficha, su saber. La persona es vista desde los ojos de cada
disciplina, de cada profesional por separado y comienza así un recorrido largo de terapias, centros, hospitales
y médicos… ¿pero es esto realmente rehabilitación?. Luego de recibir las terapias y de volverse un ser
“funcional” ante las valoraciones médicas y de los terapeutas…¿qué pasa con la persona?, ¿se queda en su
casa o se incluye en la escuela, en un trabajo, sale con sus amigos, tiene una pareja?, ¿la vemos circular en
la calle al igual que hacemos los que no tenemos discapacidad?, ¿se vuelven nuestros compañeros de
trabajo o de escuela?¿los encontramos en las cafeterías, tiendas o restaurantes a los que vamos?, si esto no
sucede, entonces ¿qué sentido ha tenido la rehabilitación?

Si después de pasar por todo este proceso de “rehabilitación” la persona sigue sin salir de su casa, sin ir a la
escuela, sin trabajo, sin tener una vida social activa…¿podemos decir que hubo rehabilitación?

Desde un enfoque de Derechos Humanos entendemos la rehabilitación de una forma diferente, la


entendemos como equidad de oportunidades, como eliminación de barreras arquitectónicas y actitudinales
que discriminan y excluyen a la persona con discapacidad, la entendemos como el desafío de transformar las
representaciones sociales, el imaginario colectivo acerca de la discapacidad. La entendemos como inclusión.
Sin inclusión no hay rehabilitación.

Para esto es necesario que nos impliquemos como personas, como terapeutas, como ciudadanos, más allá
de la hora que dura la terapia, más allá de las paredes del centro de rehabilitación, del hospital o del
consultorio, que legitimemos la participación activa de las personas con discapacidad en este proceso, que
podamos entre todas y todos, personas con y sin discapacidad, construir sobre la diversidad, que la sumemos
y nos enriquezcamos de ella.
Es necesario ver a la rehabilitación como inclusión, como la promoción de una ciudadanía activa de las
personas con discapacidad, creando accesos a su vida ocupacional y al ejercicio de sus derechos civiles con
plena libertad.

Somos la misma sociedad que excluye y segrega, que aparta, por lo tanto crear una sociedad inclusiva, más
justa y solidaria, sólo es posible con la participación activa y responsable de todas y todos, reconociendo que
todo lo que hacemos tiene implicancias sociales y políticas, atreviéndonos a deconstruir lo naturalizado,
interpelarlo, cuestionarlo. La inclusión depende de la construcción colectiva que hacemos, de cómo vemos a
la diversidad y a las personas con discapacidad, de cómo nos vemos a nosotros mismos, de que veamos la
valía de los seres humanos con y sin discapacidad como personas activas en la sociedad antes que el grado
de movilidad o coeficiente intelectual de alguien y de cómo las personas con discapacidad se ven a sí mismas
y asumamos que todos somos diferentes pero que tenemos los mismos derechos.

“Entender que la mejor rehabilitación es la ciudadanía. No el desempeño o la habilidad, sino el ser


parte de los intercambios simbólicos, materiales, culturales, en el espacio comunitario cotidiano.
Reconocido desde la diferencia, no desde la normalidad y desviación. Ciudadanía es ser el derecho,
no ejercitar el derecho, sino que serlo. “

De esto concluimos que la rehabilitación debe tener como meta, como propósito, situar a los individuos en la
comunidad, en un rol equivalente a quien no tiene discapacidad, evitar la exclusión, promover la participación
ocupacional activa, la no segregación
.
“LA MEJOR REHABILITACIÓN ES LA CIUDADANÍA”
Alejandro Guajardo (Terapeuta Ocupacional)
BIBLIOGRAFÍA:
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