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Arendt y Trilling escribieron en plena posguerra, cuando

Occidente intentaba asumir el abismo moral que había


supuesto la Shoah y se acostumbraba a una dualidad
ideológica representada por el telón de acero. Setenta años
después, los occidentales vivimos en una constante
perplejidad, todavía incapaces de entender qué está ocurriendo
en un mundo de pronto sin matices. El liberalismo, tras haber
ganado la guerra fría con la caída del Muro de Berlín, parece
haber perdido la paz. Como han explicado Ivan Krastev y
Stephen Holmes, todos los países de la vieja órbita soviética
se están vengando de la decepción que supuso su conversión
al orden liberal, una panacea que a la postre no dio los
resultados esperados y que no hizo sino agravar las
desigualdades y las frustraciones sociales. Convertida en una
dictadura disfrazada de república parlamentaria, Rusia se
dedica a servir de espejo a Estados Unidos, recordándole
cómo su propio sistema traiciona una y otra vez en el
extranjero los presuntos valores que defiende en su
Constitución. China, por su parte, se ha convertido en el gran
antagonista de Estados Unidos, exhibiendo un modelo de
capitalismo salvaje sin libertades que seduce a mentes
iliberales como la de Trump, Bolsonaro y el largo etcétera de
mandatarios con tentaciones totalitarias. El Reino Unido
atraviesa desde hace años una crisis populista que ha estado a
punto de colapsar su viejo y tan admirado sistema
parlamentario. La Unión Europea se dedica a intentar
sobrevivir, en medio de constantes regresiones nacionalistas,
obsesionada con el euro y sorda a su propia tradición literaria
y filosófica. En el ámbito ideológico, el conservadurismo
clásico está cada vez más mermado por el ascenso de la
ultraderecha, mientras que la socialdemocracia ha dado paso a
una izquierda dogmática e inconsistente, también involutiva.
El viejo liberalismo anglosajón, sobre el que teorizaron
pensadores como John Locke, Adam Smith o Edmund Burke,
todos ellos muy bien leídos –y criticados– tanto por Trilling
como por Arendt, ha dejado que sus excrecencias, a izquierda
y derecha, tomen el poder, de nuevo con sus mitos
sangrientos.

A todo esto, el estado de nuestro imaginario común no puede


estar más depauperado. El deterioro ya global de la educación
y la revolución tecnológica han conformado una sociedad
gobernada por la emoción y el espectáculo, capaz únicamente
de reacciones primarias y sensible sólo a ideas absolutas.
Cualquier discusión se ha vuelto visceral y personal, sin que
apenas haya posibilidad de apelar a los argumentos. Las redes
sociales muestran un mundo de narcisistas compulsivos,
donde por otra parte una doxa masiva es hoy nuestra
verdadera representación, un teatro de opiniones instantáneas
y efímeras, el coro ensordecedor de nuestra tragedia sin
actores. Como ha denunciado una y otra vez Jaron Lanier, las
redes están creando una sociedad de ciudadanos rencorosos,
miopes, tristes, histéricos y vengativos. Por otra parte, el
descrédito de la razón ha desatado una guerra entre lo factual
y lo mendaz, entre la verdad y la posverdad, que en sí misma
evidencia el estado de nuestra imaginación.

http://www.ctxt.es/es/20200701/Culturas/32877/lionel-
trilling-hannah-arendt-democracia-imaginacion-andreu-
jaume.htm

Asociar el agotamiento del 15M con una estabilización de la


crisis del Régimen ha sido un error de análisis de profundas
consecuencias tácticas y estrategias; y lo que es peor, dejar el
campo de la contestación social y de la revuelta a la extrema
derecha. El mundo, nuestro mundo, antes de la pandemia y
después de ella, está preñado de conflictos sociales y de una
acentuación de la lucha de clases. Los grandes centros de
elaboración y análisis político vienen avisando de que este
otoño/invierno será muy difícil y se darán, posiblemente,
condiciones para revueltas sociales importantes. Es más, se
está aconsejando a los gobiernos –sobre todo a los del Sur de
Europa- para que refuercen sus medidas represivas y acentúen
la legislación de excepción.

Otra cuestión sobre la que he reflexionado mucho es la


necesidad de ir hacia unos estados generales de la
izquierda española. Se trata de definir colectivamente
un proyecto de país que organice el imaginario social,
que consolide un sentido común y que ofrezca una
salida en positivo a las diversas crisis que se acumulan
en el Estado español. Un proyecto de país que sitúe a
España en su centro y que sea capaz de definirla como
construcción y como creación colectiva desde el punto
de vista de las mayorías sociales, de las clases
trabajadoras y, sobre todo, de los jóvenes

Un tercer elemento tendría que ir en la dirección de


crear una nueva formación política. No hay base ya
para crear el partido Podemos e Izquierda Unida ha ido
perdiendo militancia, organización y proyecto en
paralelo al de su aliado político. Las fórmulas jurídicas
podrían ser diversas y sus acentos organizativos podrán
tener una geometría variable. Lo fundamental es una
constituyente que dé vida a una nueva formación
política que busque implicar a los que estuvieron y ya
no están, a los que retornaron a la vida privada y, sobre
todo, a miles de hombres,  mujeres y  jóvenes que van a
protagonizar un conflicto social inevitable.

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/podemos-una-
crisis-de-proyecto/

“Las Ideas son la verdadera causa y fundamento de lo sensible, la verdadera esencia, la


esencia pura. Por ello erraron los que buscaban la causa del mundo sensible en los elementos
mismos de lo material o en algo “inmanente” a lo sensible.”

“Desde mi punto de vista, ese tipo de planteamientos sigue


preso de los esencialismos que caracterizaban a cierta
izquierda que ve en la clase obrera al único y verdadero sujeto
revolucionario. Por ello, uno de los grandes problemas de esa
tradición, como puede apreciarse especialmente en autores
como Lukács, es cómo producir conciencia de clase,
conciencia política, en la clase obrera. En ese aspecto, como
en otros, el marxismo se muestra atravesado por inercias
modernas que se constituyen, como diría Althusser, en
obstáculos epistemológicos para una política materialista.
Curiosamente, ciertas corrientes que han pretendido superar al
marxismo, lo han hecho recayendo en ese esencialismo,
buscando para la acción política sujetos esencialistas
preconstituidos.

Frente a las políticas esencialistas se imponen las políticas


constructivistas, cuya pretensión es la de generar un sujeto
político trenzado de posiciones heterogéneas pero con un
proyecto y unas prácticas compartidas. Es lo que algunos
denominamos multitud y que es, a diferencia de lo que plantea
Paolo Virno, fruto de un proceso de constitución con materiales
heterogéneos. La multitud no está, tampoco se la espera, se la
construye.  Y se compone de materiales de arriba y de abajo,
de mujeres y hombres y todas sus invenciones,  de blancos,
negros y todas las otras etnias, de homos y heteros…Y a
diferencia de los esencialismos topológicos, la izquierda, como
proyecto emancipatorio, es una actitud, un agenciamiento que
afecta al sujeto, independientemente de sus diversas
condiciones sociales, étnicas o de género.”

“El esencialismo es la doctrina según la cual algo, un objeto, es lo que es en


virtud de su esencia, es decir, de una o varias propiedades que de perderlas
el objeto en cuestión perdería su naturaleza. Cuando se habla de la esencia o
de la naturaleza de algo, estamos hablando de tales propiedades. Es un punto
de vista metafísico según el cual, detrás de todo lo que es aparente y
accidental está lo esencial y necesario… la doctrina esencialista aún se
mantiene vigorosa. Fue propuesta en la antigüedad, Aristóteles fue su máximo
exponente, hasta tal punto que la palabra «esencialismo» quedó definitivamente
asociada al nombre del estagirita… No obstante, en el siglo XX encontró
cierta oposición, por parte de W. v O. Quine y Ludwig Wittgenstein…. la
tesis central que defendieron al respecto es que, en verdad, las propiedades
consideradas esenciales para un objeto dado eran las que el filósofo de
turno había decidido cuando se puso a reflexionar sobre el tema. Dicho en
román paladino: las propiedades que se suponen esenciales en un objeto se
seleccionan arbitrariamente…

“Un pensamiento metafisico clásico, considera a la materia como el


lugar de las “propiedades” de las cosas, o sustancialismo, y que
postula que las propiedades de las cosas surgirían espontáneamente de
la materia, cada una con una esencia acabada, perfecta. Y un
materialismo cuya característica, común a todos los materialismos
(mecanicista, dialéctico, histórico) “es el interés por el proceso, es
decir por las articulaciones entre dos hechos, por el desarrollo, en
suma por la relación entre elementos”

Para Guillaumin esta conceptualización de la naturaleza encuentra un


apoyo incondicional en todos los enfoques prác cos extremadamente
autoritarios que “preconizan el orden, la puesta en “su” si o de los que
parecen escaparse, desclasificarse, desplazarse ...” (Guillaumin, 2012:
247). Idea sustancialista de la naturaleza, que hoy parece haber
encontrado la forma absoluta de su legitimación mediante los estudios
sobre el genoma, atribuyendo las diferencias entre los seres humanos
a la carga genética.

Dani, [2 de ago de 2020 19:11:05]:

Ni militante, ni activista, ni gallego, ni español, ni trabajador, ni empresario, ni artista,


ni licenciado, ni propietario… ni oficio, ni beneficio. No soy nada. No soy un yo. No
tengo otro cosa que un padre y una madre. Ha sido sin querer queriendo. Mi mala
cabeza, o lo que sea, me ha llevado a esta posición en la que carezco del soporte que
todo humano necesita para encuadrase en el mundo: la identidad. Una construcción,
una ficción, una peli que nos contamos, pero necesaria al fin y al cabo. Mi yo se ha
reducido a la autoreferncia Yo, poco más, no hay mucho que decir de mi yo. No tengo
lugar en el mundo, no tengo ni dolor ni privilegio particular que rechazar o defender.
Pero hay que hacerse responsable de los efectos de tus propias decisiones, aunque
nunca sean libres. Los acepto, sin demasiados dramas. MI importancia es relativa, no
absoluta. Solo uno más y tambi´en uno más que importa. Como a muchos me ha
tocado vivir el malestar del capitalismo en esa situación de vacío, impotencia y
precariedad emocional del realismo neoliberal, con su crisis de la presencia/identidad
soberana sobre la que no trato de engañarme. Es así. Vidas perdidas hay por un tubo,
vidas incompletas, vidas que no volverán a tener la oportunidad de realizarse porque
solo se vive una vez. Vidas disminuidas o impedidas de su tendencia erótica, de vivir
su propia inclinación. Frente a las vidas marginadas, machacadas, despreciadas,
arruinadas, destrozadas que luchan y mueren en otos mundos queda en este un reguero
de vidas achicadas, marchitas, tristes, deprimidas, anémicas sin fuerza para la vida…
producción masiva del Bloom, que diría el Colectivo Tiqqum.

De lo único que estoy convencido, y para lo que aún me quedan fuerzas para pensar,
es que este orden de distribución de posiciones, riqueza, bienes, afectos, conocimiento
y participación en el espacio público que es la globalización neoliberal es un puto
infierno para todos, que lo peor está por llegar y que podemos hacer una de estas tres
cosas: intentar hacer aquello que las fuerzas de cada uno permitan desde su lugar
social y geográfico y tejer lazos comunitarios antagonistas -la PAH, por ejemplo- o
bien no hacer nada ni pensar hacerlo -la población entregada a la hedonía depresiva- o
lo peor, intentar hacer algo pero estropearlo todo, opción de En Marea/Podemos y
muchos otros destructores de lo común y las confianzas entre personas, empujados por
su compulsión identitaria_esencialista_idealista frente a lo que deberían ser practicas
materialistas.

Abogamos por una ontología, una epistemología y una psicología materialista para
pensar y realizar prácticas realmente transformadoras. Queremos descubrir que puede
ser algo así. Ese fue el núcleo que tratamos en el taller de experimentación filosófica
de Valdeorras durante la cuarentena, un intento de desvelar el modo en que hemos
naturalizado e incorporado la metafísica-esencialita de la tradición occidental, desde
sus orígenes hasta la la modernidad ilustrada y humanista, y como lastra nuestras
posibilidades de pensar el cambio. La verdad de lo real, si existe es inaccesible, no
está dada de antemano, no hay esencias previas a la existencia. La posiciones puras y
estables de una vez para siempre con respecto a una realidad inmutable se equivocan
al entender lo real.

“No existe el yo, nunca he visto un yo, ¿tú sí?”

La “esencia” del ser humano es el conjunto de relaciones sociales en las que se haya
involucrado. El individuo no existe al margen de sus relaciones con le mundo. No
existe el activista, ni el rojo verdadero. Existen los procesos, lo flujos, las mutaciones,
los lugares inestables y siempre cambiantes. Agarrarse a un modelo, a una idea fija,
sin entender la materialidad de una realidad que es un proceso y no una esencia, y más
en los tiempos aberrantes de las postmodernidad, es limitar las potencias del cambio.
Y todo por lujuria, por ser reconocido como un yo solido, consistente, soberano, puro,
autosuficiente… Si hay una esencia de lo humano no es otra que su fragilidad,
siempre a punto de derrumbarse. El problema no está en los individuos, está en lo que
ocurre en tres ellos. El problema es que no existe un tejido denso de lazos sociales que
permitan pensar/sentir con los otros, en común, y hacer una análisis compartido e
imaginar alternativas. El sujeto deshinchado de vida que somos solo se puede llenar
con los otros, en un campo afectivo donde haya algo más que el calculo racional de
intereses privados. Solo con los otros podemos dotar de vida a nuestros cuerpos
zombis.

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