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Del niño como síntoma al síntoma del niño.

La posición del niño en la estructura y la temporalidad lógica de la estructura implica


tiempos de subjetivación, las operaciones de constitución subjetiva son la Alienación y la
Separación. En la operación de Alienación, el niño esta alienado al objeto del fantasma
materno; necesario en la constitución psíquica del niño, ya que el Otro es el lugar donde
se sitúa la cadena del significante que rige todo lo que, del sujeto, podrá hacerse presente
es el campo de ese ser viviente donde el sujeto tiene que aparecer. En este tiempo se
produce un efecto central en torno al cual gira la dialéctica del advenimiento del sujeto a
su propio ser en la relación con el Otro, debido a que el sujeto depende del significante y
el significante esta primero en el campo del Otro. Todo surge de la estructura del
significante, esta estructura se basa en algo que inicialmente denomine la función del
corte. Hay que recalcar que un significante es aquello que representa a un sujeto para
otro significante.

Al producirse en el campo del Otro, el significante hace surgir el sujeto de su significación.


Pero solo funciona como significante reduciendo al sujeto en instancia a no ser más que
un significante, petrificándolo con el mismo movimiento con que lo llama a funcionar, a
hablar, como sujeto. La alienación consiste en la condena del sujeto a solo aparecer.

El sin-sentido

El sentido (el Otro)

El ser (el sujeto)

Este el grafico de la Alienación, es decir, cuando el niño viene a colmar a su madre, cuando
es la realización del fantasma materno, donde no hay una división mujer-madre, el deseo
de esta madre esta colmado por este hijo. El padre tiene el lugar de encarnar la ley, no
tomando a esta madre como mujer. Si bien este es un tiempo necesario, el hecho de que
se perpetúe en el tiempo trae consecuencias severas, es esencial que la madre desee mas
allá del hijo, de lo contrario queda en una relación dual con la madre y el niño quedaría
atrapado en el fantasma materno.

En la fijación en este momento se produce como sintomatología infantil, del niño como
realización del fantasma materno. Aquí la intervención del síntoma no admite la
interpretación, es un síntoma mudo, intentar suplir, sacudir el lugar de fijeza para que
pueda operar el desplazamiento, para que el niño no responda con su cuerpo al fantasma.

En el segundo tiempo de la constitución psíquica del sujeto se debe producir una


operación de separación, operación dialéctica que produce al sujeto. El sujeto encuentra
una falta en el Otro. El sujeto aprehende el deseo del Otro en lo que no encaja, en las
fallas del discurso del Otro, el enigma del deseo del adulto. En este tiempo el niño divide
el deseo de la madre, por un lado el deseo dirigido a su hijo y por otro el deseo dirigido a
un hombre. El niño no es todo para el deseo de esta madre, entra en la cadena de la
sustitución fálica y se produce la división madre-mujer. El padre toma a esta madre en
tanto mujer, posibilitando la división entre madre-hijo.

El síntoma del niño estará en relación con la pareja parental, es movible, está atrapado en
el discurso parental y sus significantes; la presentación del síntoma está en la cadena de
sustituciones, aquí la intervención está en que el niño pueda separarse para constituir su
propio síntoma.

Sujeto Otro

Deseo

El síntoma del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomático en la


estructura familiar. El síntoma puede representar la verdad de la pareja familiar, es el caso
más complejo, pero también el más abierto a la intervención. En el otro de los casos el
síntoma compete a la subjetividad de la madre, el niño realiza la presencia como objeto a
en el fantasma. En su relación dual con la madre el niño le da, como inmediatamente
accesible, aquello que le falta al sujeto masculino: el objeto mismo de su existencia,
apareciendo en lo real.

Las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de la madre:
en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por la vía de
sus propias carencias. La del padre: en tanto que su nombre es el vector de una
encarnación de la Ley en el deseo.

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