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SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

CICLO A MAYO 31 DE 2020

“SOMOS UNA COMUNIDAD DE FE QUE CONOCE, VIVE Y CELEBRA EL MISTERIO


DE CRISTO EN LA LITURGIA”

LEMA: “El Espíritu Santo que transformó a María, nos llene de sus dones y nos de
alegría”

DOS RASGOS DE PENTECOSTÉS

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de Pentecostés conmemora la efusión del


Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo. Como la Pascua, es un
acontecimiento que tuvo lugar durante la preexistente fiesta judía, y que se realiza de
modo sorprendente. El libro de los Hechos de los Apóstoles describe los signos y los
frutos de esa extraordinaria efusión: el viento fuerte y las llamas de fuego; el miedo
desaparece y deja espacio a la valentía; las lenguas se desatan y todos comprenden el
anuncio. Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura. El acontecimiento
de Pentecostés marca el nacimiento de la Iglesia y su manifestación pública; y nos
impresionan dos rasgos: es una Iglesia que sorprende y turba.

Un elemento fundamental de Pentecostés es la sorpresa. Nuestro Dios es el Dios de las


sorpresas, lo sabemos. Nadie se esperaba ya nada de los discípulos: después de la
muerte de Jesús formaban un grupito insignificante, estaban desconcertados, huérfanos
de su Maestro. En cambio, se verificó un hecho inesperado que suscitó admiración: la
gente quedaba turbada porque cada uno escuchaba a los discípulos hablar en la propia
lengua, contando las grandes obras de Dios (cf. Hch 2, 6-7.11). La Iglesia que nace en
Pentecostés es una comunidad que suscita estupor porque, con la fuerza que le viene de
Dios, anuncia un mensaje nuevo —la Resurrección de Cristo— con un lenguaje nuevo —
el lenguaje universal del amor. Un anuncio nuevo: Cristo está vivo, ha resucitado; un
lenguaje nuevo: el lenguaje del amor. Los discípulos están revestidos del poder de lo alto
y hablan con valentía —pocos minutos antes eran todos cobardes, pero ahora hablan con
valor y franqueza, con la libertad del Espíritu Santo.

Así está llamada a ser siempre la Iglesia: capaz de sorprender anunciando a todos que
Jesús el Cristo ha vencido la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que
su paciencia está siempre allí esperándonos para sanarnos, para perdonarnos.
Precisamente para esta misión Jesús resucitado entregó su Espíritu a la Iglesia.

Atención: si la Iglesia está viva, debe sorprender siempre. Sorprender es característico de


la Iglesia viva. Una Iglesia que no tenga la capacidad de sorprender es una Iglesia débil,
enferma, moribunda, y debe ser ingresada en el sector de cuidados intensivos, ¡cuanto
antes!

Alguno, en Jerusalén, hubiese preferido que los discípulos de Jesús, bloqueados por el
miedo, se quedaran encerrados en casa para no crear turbación. Incluso hoy muchos
quieren esto de los cristianos. El Señor resucitado, en cambio, los impulsa hacia el
mundo: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21). La
Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no se resigna a ser inocua, demasiado
«destilada». No, no se resigna a esto. No quiere ser un elemento decorativo. Es una
Iglesia que no duda en salir afuera, al encuentro de la gente, para anunciar el mensaje
que se le ha confiado, incluso si ese mensaje molesta o inquieta las conciencias, incluso
si ese mensaje trae, tal vez, problemas; y también, a veces, nos conduce al martirio. Ella
nace una y universal, con una identidad precisa, pero abierta, una Iglesia que abraza al
mundo pero no lo captura; lo deja libre, pero lo abraza como la columnata de esta plaza:
dos brazos que se abren para acoger, pero no se cierran para retener. Nosotros, los
cristianos somos libres, y la Iglesia nos quiere libres.

Nos dirigimos a la Virgen María, que en esa mañana de Pentecostés estaba en el


Cenáculo, y la Madre estaba con los hijos. En ella la fuerza del Espíritu Santo realizó
verdaderamente «obras grandes» (Lc 1, 49). Ella misma lo había dicho. Que Ella, Madre
del Redentor y Madre de la Iglesia, nos alcance con su intercesión una renovada efusión
del Espíritu de Dios sobre la Iglesia y sobre el mundo.

Papa Francisco.

MONICIÓN DE ENTRADA.
Queridos hermanos, La fiesta de Pentecostés es el broche del tiempo pascual. El Señor
glorificado derrama su Espíritu sobre nosotros. Este Espíritu mora en nosotros desde el
día de nuestro bautismo y se actualiza cada vez que nos alimentamos de la Eucaristía,
transformándonos en verdaderos torrentes de agua viva para el mundo. Acojamos el
Espíritu Santo presente en esta celebración.

ACTO PENITENCIAL

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que por el misterio de Pentecostés, que hoy celebramos, santificas a
tu Iglesia en todo pueblo y nación, derrama los dones del Espíritu Santo por toda la
extensión de la tierra, y continúa realizando ahora en los corazones de tus fieles
aquellas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica. Por
nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA
Todos quedaron llenos del Espiritu Santo y empezaron a hablar.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2,14.22-33

Cuando se cumplieron los cincuenta días y llegó la fiesta de Pentecostés,


estaban reunidos todos los discípulos. De repente, un estruendo que venía del
cielo, como de un viento huracanado, resonó en toda la casa donde se
encontraban, y vieron aparecer como lenguas de fuego que se repartían y se
posaban sobre cada uno. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y
empezaron a hablar en lenguas extranjeras, con el lenguaje que el Espíritu le
inspiraba a cada uno.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos religiosos, procedentes de todas
las naciones de la tierra. Al oir aquello, acudieron en masa, y quedaron
desconcertados oyéndolos hablar cada uno en su propia lengua.
Llenos de admiración y asombro decían: «¿No son galileos todos esos que
están hablando? ¿Entonces por qué los oímos hablar cada uno en nuestra
propia lengua? Aquí hay partos, medos y elamitas; gente de Mesopotamia,
Judea y Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, de Frigia y de Panfilia,
de Egipto y de la Libia Cirenaica; peregrinos de Roma, judíos y convertidos al
judaísmo, cretenses y árabes. Y todos los oímos hablar en nuestras lenguas
de las grandezas de Dios»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 16(15), 1-2+5. 7-8.9-10.11 (R.11a)

R/.  Me enseñarás el sendero de la vida.


Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R/.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,


hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R/.

Por eso se me alegra el corazón,


se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.

Me enseñarás el sendero de la vida,


me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R/.

SEGUNDA LECTURA
Por obra del único Espíritu, al bautizarnos nos hemos unido al único cuerpo de
Cristo.

Lectura de la Primera Carta del apóstol San Pablo a los Corintios


12,3b-7.12-13

Hermanos: Nadie puede decir: «Jesús es el Señor», si no es movido por el


Espíritu Santo. En la Iglesia hay diversidad de carismas, pero un solo Espíritu.
Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de
actividades, pero un solo Dios, que lo realiza todo en todos. Y las diversas
manifestaciones de la acción del Espíritu en cada uno se dan para el bien de
todos. El cuerpo humano es uno solo, aunque tenga muchos miembros; y los
miembros, a pesar de ser muchos, forman todos un solo cuerpo. Pues bien,
eso es lo que sucede con Cristo. Porque, por obra del único Espíritu, todos
nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, al bautizarnos nos hemos
unido a ese único Cuerpo, y a todos se nos ha dado a beber de ese único
Espíritu.
Palabra de Dios.
SECUENCIA
Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,


tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.


Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,


lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos.


Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

ALELUYA

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles


Y enciende en ellos la llama de tu amor.

EVANGELIO

 Lectura del santo Evangelio según San Juan 20,19-23

El día de la resurrección, el primer día de la semana, por la tarde, estaban en


casa los discípulos con las puertas trancadas por miedo a los judíos, cuando se
presentó Jesús, se colocó en medio de ellos y les dijo: «¡Les traigo la paz!»
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de
ver al Señor. Jesús les repitió: «¡Les traigo la paz! Así como el Padre me envío,
los envío yo a ustedes.» En seguida sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el
Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados, y a
quienes se los retengan, les quedan retenidos.»

Palabra del Señor.

CREDO DE LOS APÓSTOLES

ORACIÓN UNIVERSAL

En esta solemnidad de Pentecostés, supliquemos a Dios Padre que derrame sobre


nosotros y sobre el mundo entero el Espíritu de audacia y de unidad. Y digamos:

R/. Que tu Espíritu nos santifique, Señor.

1. Por el santo Padre Francisco, los obispos, los sacerdotes y los diáconos, para que el
Espíritu de fortaleza y de ciencia los haga guías iluminados y maestros auténticos de
la verdad del Evangelio para el pueblo de Dios en camino hacia el Padre. R/.
2. Por los gobernantes de la tierra, para que el Espíritu de sabiduría guie sus mentes y
sus conciencias, para que en lugar de la cerrazón, elijan el diálogo, en lugar de la
violencia, elijan la paz y en lugar del egoísmo, la caridad. R/.

3. Por los que trabajan por la paz y la concordia entre los pueblos, para que logren reunir
a los hombres en el amor. R/.

4. Por todos nosotros para que sintamos la presencia del Espíritu Santo que nos envía a
evangelizar y a dar testimonio de la fe. . R/.

5. Por el pueblo de Dios, por los fieles de nuestra comunidad parroquial y de nuestra
Arquidiócesis, para que la fuerza del Espíritu nos haga crecer a todos en la fe y en la
unidad. R/.

Oh Dios, que en el misterio de esta festividad santificas a tu Iglesia, extendida por todas las
naciones: escucha la oración de tu pueblo y multiplica los dones de tu Espíritu para que realice
también en nosotros las maravillas de Pentecostés. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Concédenos, Señor, que, conforme a la promesa de tu Hijo, el Espíritu Santo nos dé


a conocer el misterio de este sacrificio, y guíe nuestros corazones hacia la verdad
plena. Por Jesucristo nuestro Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Has comunicado a tu Iglesia, Señor, los bienes del cielo, concédenos que el Espíritu
Santo haga crecer en nosotros sus dones y este alimento espiritual sea plenitud de
redención eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.

LA PALABRA DE CADA DÍA

Del 01 al 06 de junio: Liturgia de las Horas III: salterio de la Semana I.

Lunes 01: Santa María Virgen, Madre de la Iglesia. Hch 1,12-14 / Sal 86(87), 1-2,3y
5.6-7 / Jn 19,25-34.
Martes 02: Santos Marcelino y Pedro, mártires. 2P 3,12-15a.17-18/ Sal 90(89), 2.3-
4.10.14+16 (R. 1) / Mc 12,13-17.
Miércoles 03: Santos Carlos Lwanga y compañeros, mártires. 2Tm 1,1-3.6-12 / Sal
123(122),1-2a.2bcd(R. 1a) / Mc 12,18-27
Jueves 04: 2Tm 2,8-15 / Sal 25(24), 4-5ab.8-9.10+14(R. 4a) / Mc 12,28b-34.
Viernes 05: San Bonifacio, obispo y mártir. 2Tm 3,10-17 / Sal
119(118),157.160.161.165.166.168(R. 165a) / Mc 12,35-37.
Sábado 06: San Norberto, obispo. 2Tm 4,1-8 / Sal 71(70),8-9.14-15ab.16-17.22(R. cf.
15)/Mc 12,38-44.

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