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Cualquier cosa, menos quietos

Número 61 - D i c i e m b r e d e 2 014 - D i s t r i b u c i ó n g r a t u i t a - w w w. u n i v e r s o c e n t r o . c o m
2 CONTENIDO EDITORIAL número 61 / diciembre 2014 UC 3

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Los sabores
de Dolly
Dieciochovagones
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El peso del amor

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T
raía la cara reluciente, recién afeitada. El bi-
gote se le veía bien puesto y el peinado fresco,
echado hacia atrás. Cojeaba un poco, pero lle-
Nostalgia gaba. Venía con la sonrisa amplia. Se inclinó
de carnaval sobre su cuerpo y se hundió hasta los hombros
en el bolsillo de su pantalón, como si no tuviera fondo.

12 Sacó un manojo de monedas. Escogió tres y se las dio a un


mendigo que pasaba.

Llanto periódico
—¡Qué más, los amigos! —dijo alegremente con los bra-
Hay días en zos arriba.
que somos tan —Hola, Ernesto —le dije y recibí su afectuoso saludo y
móviles el apretón de mano. Sentí esa energía que me subía por los

U
dedos siempre que lo saludaba.
niverso Centro tiene delirios de tinta. Hace unos meses decidimos publi- Ese día se había levantado tarde, inevitable rutina para
car un libro para financiar el periódico. Una idea arriesgada por no decir quien trabajaba toda la noche cuidando un parqueadero. Se

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innovadora. Nos pasa a casi todos los vendedores de letras, no nos cua- acomodó la pierna de palo que le completaba el muslo ex-
dran los números. Casi todos nuestros gastos se van en papel, tinta, dis- tinguido, se bañó, se puso los pantalones, se subió el cie-
tribución, administración y viáticos en la barra de nuestros anfitriones, el rre, se abrochó la correa y se abotonó la camisa. También se
bar El Guanábano. La mayoría de nuestros colaboradores —llámense mecanógrafos e afeitó y por último se echó un poco de loción. A las cuatro
Vengo de la Villa de la tarde devoró un suculento sancocho, con parsimonia,
ilustradores— se acomodan a esa palabra sin chistar y con gusto nos colaboran y cele-
bran cada mes los ejemplares que ruedan y la página que se mueve. Así ha funcionado en la acera que daba a la puerta de su casa, un inquilinato
ubicado en Barrio Triste. Comía y no paraba de saludar, de

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el “antro de redacción” durante seis años. Y también nosotros lloramos de vez en cuan-
do, como se estila en el gremio. Nos dolemos de la contabilidad y chillamos para que alzar las cejas, de mover el bigote.
nos expidan una póliza de cumplimiento. Pero somos malos para sacar el sombrero a —¿Qué has hecho hombre Ernesto?
secas. De modo que invitamos a nuestros lectores a recordar un lema que ya hemos —Lo mismo de siempre, trabajar —dijo.
Desempolvando molido: “Compren lo mejor de nuestro pasado, para que haya futuro”. No se gasten en —¿Y los niños?
a los muertos diciembre la plata del trago en libros pero saquen 50.000 para la Colección Universo —Están con mi mamá, es mejor que no vengan por acá.
Centro 2008-2014. Una mujer se le acercó, le metió la mano en la alcancía
del pantalón y escogió unas monedas. Sonreía y en la boca

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Además de la cuña vale la pena una pequeña reflexión. Universo Centro se piensa y se le veía una carnosa amalgama de encías y lengua. Levan-
se escribe desde lo que muchos llaman una “plaza” porque no clasifica como “olla”. Des- tó las cejas y se alejó, era su mujer.
de los márgenes, se dice en las universidades. Desde un rincón amigo de la insolencia, —Tomate un tragito —le dije a Ernesto.
dirían los viejos. El sexo, las drogas ya empacadas para el usuario, el fútbol en arenilla, —Hombre, ¡cómo no! —dijo, cogió la garrafa de
Triunfo por aguardiente, la empinó, y un tímido chorrito se le desvió
falta de frenos los locos nuevos, las pocilgas de ciudad, la burla a las enseñas oficiales y a las vírgenes
enmarcadas son algunos de nuestros temas repetidos. Y debemos decir que la admi- por el mentón.
nistración pública, alcaldía y gobernación, en administraciones varias, han leído, co- —¿Un cigarrillo?
mentado y apoyado esta vuelta. En cambio lo que aquí se llama la clase empresarial, los —Claro —dijo.
que se reúnen como grandes comerciantes, los que muestran el balance cada tres me- Le extendí el paquete con un filtro afuera. Con el ciga-
UNIVERSO CENTRO ses entre lazos de oro en la gran prensa por aquí no miran. Son más indiferentes y más rrillo en la boca se hundió en el otro bolsillo del pantalón
Publicación mensual conservadores que la administración pública. Guardan su nombre como quien guar-
da blasones y le temen hasta a un simple hijueputazo en un cuento de adolescentes. Nos
y sacó una caja de fósforos, la abrió, tomó un fósforo, pero
cortésmente se lo arrebaté y lo encendí. Fumaba a dos ma- por A L F O N S O B U I T R A G O L O N D O Ñ O
DIRECCIÓN Y FOTOGRAFÍA vamos a encomendar a los negocios pequeños, a nuestros amigos donde el periódico se nos, pero no había nada de extraño en ello. Lo hacía como
regala bien, y a nuestros lectores. Nos cansamos de rogar pero no de publicar. UC un tenista que responde con la raqueta a dos manos, como
– Juan Fernando Ospina un malabarista que camina en las manos. Fotografía: Juan Fernando Ospina
EDITOR Un hombre se acercó y en broma puso en duda la hom-
– Pascual Gaviria bría de Ernesto. Con la dignidad de un inglés anacrónico
que abofetea con un guante al impertinente, Ernesto lo es-
COMITÉ EDITORIAL tocaba llevar los caballos hasta la glorieta de y el tren me la partió. Del desespero mandé
cupió en el brazo. Pocos se atrevían a retarlo, era campeón
– Fernando Mora mundial de lanzamiento de escupas. Era difícil acercár- Coca Cola, donde los guardaban, y así nos ga- las manos y ahí también se las llevó. Quedé
– Guillermo Cardona sele como lo exigen los combates cuerpo a cuerpo. No era nábamos unas moneditas y la leche pa la casa. ahí tirado y me pasaron dieciocho vagones
– Alfonso Buitrago boxeador, pero siempre estaba en guardia, moviéndose con En ese tiempo hacíamos carros de rodillos y pa- por encima. Estuve más de un año en el hos-
ese swing que tienen los cojos. Si algún día se lo hubiera tinetas y a mí me gustaba mucho montármeles pital. Allá hice la primera comunión. Todos
– David E. Guzmán propuesto hubiera sido ¡un fenómeno en el ring! a los carros y al tren, y en una de esas ocurrió los días iban una monjita y un cura a darnos la
– Andrés Delgado Mientras Ernesto hablaba con su amigable ofensor, el accidente. misa. Ella me enseñó a coger el lápiz y me de-
– Anamaría Bedoya quien era consciente de que las bromas pesadas con Ernes- ¡Claro, el accidente! Quería hablar con él cía que hiciera rayitas y así fui cogiendo fuerza
to se dirimían a escupitajos, me miré el cuerpo y pensé en para que me contara lo que le había pasado. en los mochitos. Poco a poco fui progresan-
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
W W W. UN I V E R S O C E N T R O . C O M

mi rutina: por la mañana yo también me levanté, me restre- —Ocurrió un sábado, hace más de treinta do y aprendí a escribir. Después salí del hospi-
– Gretel Álvarez gué los ojos, me bañé, me puse el pantalón, la correa, una años. Yo tenía diez. Estaba jugando bolas en la tal y en la casa me tenían que hacer todo, pero
DISTRIBUCIÓN camiseta y unos tenis, y más tarde desayuné, sin interrup- esquina con unos amiguitos. El tren paraba al como a los trece años mis sentidos se abrie-
– Erika, Didier, Daniel y Gustavo ciones, en el interior de mi apartamento. Me froté las ma- frente de la Macarena para esperar el cambio de ron más y entonces me ponía a mirar cómo las
nos, acariciando mis dedos. carril y de ahí seguía para la estación de Cisne- personas manipulaban las manos, y veía cómo
CORRECCIÓN ros. Ese día quedó a todo el frente de nosotros se abotonaban la camisa y me encerraba en la
—¿Hace cuánto vivís en este barrio, Ernesto?
– Gloria Estrada Cogió de nuevo la garrafa, la inclinó, y otro chorrito se un vagón de chatarra. “Vamos a montarnos al pieza y empezaba a practicar con los mochitos.
ASISTENTE deslizó por su mentón. Miró al cielo. tren”, me dijo uno de los niños con los que esta- En Barrio Triste nadie le decía Ernesto, para
—Llegué a Barrio Triste, hermano, a la edad de tres ba jugando. Le dije que no, pero todos salieron todo el mundo él era 'El Mocho'. Así de sim-
– Sandra Barrientos
años y ya voy a cumplir cincuenta. corriendo. Mi mamá me decía mucho que dejara ple, sin lenguaje incluyente. No estaba en “si-
—¿Y cómo era todo en esa época? de montarme al tren. Me quedé jugando con mis tuación” de discapacidad, ni de pobreza, ni de
Es una publicación de la —El barrio era lo más de bueno, sabroso, oiga. No exis- canicas, pero otro niño se devolvió, me cogió de nada. Si acaso un poco en “condición” de alico-
Corporación Universo Centro tía tanta maldad, tanto peligro, no había tanto vicio. En la mano y me dijo que nos fuéramos para el tren ramiento. Le faltaban las manos y una pierna,
Número 61 - Diciembre 2014 este barrio siempre ha habido talleres y antes pasaba el a jugar un rato. Allá nos pusimos a pasar por los pero siempre tenía un abrazo para sus amigos y
tranvía por allá por donde queda la avenida del Ferrocarril. vagones y a brincar. una moneda para cualquier mendigo. Un grito
18.000 ejemplares Aquí había una ranchería y yo vivía en esos ranchos. Ernesto volvió a tomar la garrafa y apuró otro interrumpió la conversación.
Impreso en La Patria Interrumpió el relato para saludar a otro amigo. Le hizo un trago, esta vez no dejó escapar ningún chorrito. —¡Mooochooo, mooochooo! Lo necesita
quite para acomodarse la pierna de palo y le chocó la mano. —El tren empezó a arrancar. A mí me dio su mujer.
—Oíste, Ernesto, ¿y qué hacías? —le dije. por bajarme por las escalerillas y quedé en el Se disculpó, me dijo que luego seguía-
universocentro@universocentro.com —Por aquí en Barrio Triste veníamos a recoger chatarra. medio de dos vagones. El tren estaba cogien- mos conversando y otra vez sentí esa energía
Al frente de la iglesia quedaba la pasteurizadora San Martín do velocidad y cuando menos pensé me resba- que me subía por los dedos cuando me daba la
D I S T R I B U C I Ó N G R AT U I TA y repartían la leche en coches con caballos. A nosotros nos lé y me fui para abajo. La pierna se me enredó mano. Esos mochos apretaban. UC
4 UC número 61 / diciembre 2014

Los sabores de Dolly


Un tributo a la comida de mi ciudad
no me puedo morir sin decir la verdad
por D AV I D E . G U Z M Á N tengo en mis venas colesterol
porque a mí, ¡me gusta el rock and roll!
Fotografía: Juan Fernando Ospina Dick my fuck you

L
a rodaja se deshace en su boca ofrece al interesado una rodaja de prue- llín siendo bebé. Su infancia la pasó en horas y media de cocción, los manjares
como el manjar más exquisi- ba. Y a los compradores fijos también. el barrio Popular Número 1 y antes de están listos para ser consumidos.
to. Mastica suave con los ojos Así es que ha enamorado a la clientela, llegar a Enciso vivió en Villatina y en el ***
cerrados y levanta la cabeza. porque después de probar la morcilla es Doce de octubre. A las siete de la noche Dolly ven-
Lo único que le falta es dar- imposible resistirse a llevar un buen pe- Allí, en este barrio de Robledo, Dolly de la última cagalera. La mujer que es-
se la bendición con la servilleta en la dazo. El transeúnte pide media libra, se quedó sin empleo y le dio un giro a su pera frente a la olla observa las manos
mano y dejar caer un par de granos de paga 2.500 pesos y sigue su camino. vida. “Estaba muy aburrida, con tres hi- de Dolly, enguantadas con bolsas, es-
arroz con sangre cocida. Carlos traga Darío Larrea, frutero de cabeza jos que mantener y una vecina me dijo culcando el tripaje hasta que pesca la
y paga con premura. A pocos pasos lo blanca, le trae a Dolly media papaya en- ‘venga yo le enseño a trabajar’ y me en- presa. “Eavemaría, qué belleza”, ex-
espera un bus de Laureles al que pron- vuelta en una bolsa. “Comé papayita”, señó a hacer morcilla. Al principio era clama la cliente como si estuviera ante
to ensolvará con el aroma de dos libras le dice, y por ahí derecho se lleva dos muy duro, el menudo venía muy sucio, un ejemplar único. Dolly se la empaca
de morcilla que acompañada con arepa libras de morcilla. Le queda debiendo lavarlo era muy difícil”, recuerda Dolly, y la mujer, de bombacho, se va arras-
será su cena y la de su familia. seis mil pesos, pero Maria Dolly la tiene que empezó a vender en el cruce de Co- trando sus chanclas contra el baldo-
Carlos trabaja en el edificio Gas- clara, “yo después se los cobro en fru- lombia con Cundinamarca antes de emi- sín. Han venido otros personajes como
par de Rodas, ubicado sobre la aveni- ta”. De repente hay cinco personas al- grar a la Oriental. “Tengo permiso de Jeison, un obrero que picó y echó pala
da Oriental entre las calles Ayacucho y rededor de la olla. Un señor compra un espacio público, lo conseguí porque ten- todo el día en una obra en El Poblado;
Colombia, el sector elegido por Maria buche y una libra de rellena. “¿Cuántos go una hija especial con problema men- aunque Dolly lo mínimo que vende son
Dolly para vender sus productos. An- comen ahí?”, pregunta uno de los que tal moderado”, Dolly mira a la puerta, su dos mil pesos de morcilla, a veces en-
tes de abordar, Carlos dice que la mor- espera. “Mi señora y yo no más”, res- hermana acaba de llegar para ayudarle a trega una porción por quinientos o mil
cilla de Dolly es la única que aceptan ponde el señor con sonrisa pícara por- preparar lo que venderá en la noche. pesos. “Hay gente más necesitada que
en su casa, sobre todo Maria Carolina, que a simple vista parece mucha cena Veinte libras de morcilla, cinco bu- uno, ahora estoy bien, pero me tocó
su hija médica. “Hace ocho años que le para dos. Odontólogos, asistentes, en- ches y dos cagaleras -el último tramo muy duro, al principio tenía que subir-
compro morcilla a Dolly, es muy limpia, corbatados salen del Gaspar de Rodas del intestino grueso del cerdo- son las me a los buses por la puerta de atrás y
muy bien hechecita”, cuenta el hombre y mientras unos compran, otros salu- viandas a cocinar. Dolly desempaca y cocinaba a vela”, relata Dolly mientras
mientras ve cómo tres señoras se le ade- dan a Dolly con afecto. Vendedores am- lava tres intestinos enteros, tres tripa- vende otro buche por cinco mil pesos.
lantan y se suben al bus. bulantes, obreros cansados, guardas de jes delgados y cinco buches. Con una Los otros tres quedarán para mañana.
Maria Dolly Suaza Ríos colonizó tránsito, gente que termina el día y otra varilla de hierro voltea las tripas para Con pasos apurados llega doña Am-
este punto en 1994 y desde entonces que inicia la jornada nocturna: no pa- que el agua limpie hasta la última arru- paro, saluda con efusividad a Dolly y le
viene de lunes a sábado. A las seis de la san dos minutos sin que alguien esté ga. Aunque ya el menudo viene prela- pide dos libras de morcilla. Ya es poco
tarde ya está al pie del Gaspar, senta- probando o comprando morcilla. vado, Dolly nunca deja de pegarle una lo que queda en la olla. Amparo ma-
da en un butaco casi al nivel del piso, *** juagadita. Luego lo reposa durante ho- drugará mañana al batallón Bomboná
rodeando con sus piernas una gran olla Es lunes y hoy Maria Dolly no tie- ras en un balde de guineo licuado con y les llevará el almuerzo a sus dos hi-
cargada con morcillas, buches y “caga- ne gimnasia, a diferencia de los mar- cáscara. Después lo lava de nuevo y le jos y a otros muchachos. “Lo único que
leras”; es tan pesada y voluminosa que tes y los jueves. Está levantada desde echa piedra lumbre para que amarre y cargamos los pobres es comida como
dos vendedoras de fruta le ayudan a ba- las cinco y media de la mañana, ya des- quede suavecito. Previamente ha coci- un berraco”, dice Amparo, y guarda la
jarla del taxi que siempre la trae desde pachó a su hijo, arregló la casa y aho- nado y enfriado el arroz, y su hermana rellena en el bolso. Esta misma noche
su casa en Enciso. ra lava una tanda de ropa. Estas labores ha picado la cebolla de rama, los gordos la troceará y la meterá en cocas plásti-
Atraído por el tripaje generoso y hu- son bien conocidas para ella, pues des- y el cilantro. Todo lo revuelve en otro cas, acompañada de arepa, tajadas de
meante, un transeúnte se acerca y le de los doce años hasta los 34 trabajó en balde con ajo, comino y ocho litros de maduro y papa cocida. Con casi todo
echa un vistazo a la olla. Como el em- casas de familia y en una empresa de sangre licuada. Con ese guiso rellena vendido, Dolly llama al taxista, esta
butido artesanal es un producto que a aseo. Nacida el 2 de junio de 1960 en las vísceras y las hierve en dos galones noche quiere dormir temprano. Maña-
veces genera dudas, Dolly siempre le Santa Bárbara, Dolly aterrizó en Mede- de agua durante 35 minutos. Tras dos na tiene gimnasia. UC

L ib ertad y O rd e n
6 UC número 61 / diciembre 2014 número 61 / diciembre 2014 UC 7

Yo vi la noche
por J U A N C A R L O S O R R E G O
El peso del amor
Ilustración: Verónica Velásquez

A
l más grande de los escrito- sabanero cuadripléjico, fue finalista
por PA B L O C U A R T A S
res afrocolombianos, Ma- en el Premio Esso de Novela de 1961 —
nuel Zapata Olivella, lo por entonces el Pulitzer colombiano— Fotografía: Esteban Giraldo
tuve enfrente en octubre de que ganó esa vez García Márquez con
2003, cuando visitó la Uni- La mala hora; y en el Premio Biblioteca
versidad de Antioquia para promocio- Breve del año siguiente que ganó Mario
nar su novela inédita Itzao, el inmortal. Vargas Llosa con La ciudad y los perros.
El maestro, a la sazón, ya no parecía un Nada pudo impedir que Zapata Olivella
ser de este mundo: sus patillas y dientes ganara el Esso de 1962 con Detrás del
enormes ocupaban, casi, todo su rostro, rostro (1963), novela sobre un granu-
y movía la cabeza de un lado para otro ja callejero; al fin y al cabo, solo quien

U
mientras sonreía de modo beatífico, del tuviera madera de Premio Nobel podía
todo incapaz de enfocar la mirada sobre vencer al Dickens de Lorica. Aún hubo n encuentro imposible, una barandal, que cedió al peso de miles de ser, y como todos los enamorados quieren seguir enamorados, quizás sea me-
alguno de los bultos desleídos que, su- un galardón internacional para otra no- pregunta repetida, un enig- candados que enamorados del mundo jor acostumbrarse a esta y otras tentativas de apresar lo que fluye y se va,
pongo, éramos nosotros para él. Nada vela suya, el Premio Francisco Matara- ma repetido estremeció la entero han ido engarzando a lado y lado como lo dijo para siempre Apollinaire:
quedaba de aquel hombre de gesto enér- zzo Sobrinho, de São Paulo, que le fue adolescencia de muchos: de la pasarela, y cuyas llavecitas botan
gico que aparecía en la contratapa de El concedido en 1985 a Changó, el Gran “¿Encontraría a la al río para que también, como el puen- Bajo el puente Mirabeau pasa el Sena
fusilamiento del Diablo, y mucho menos Putas (1983), la ambiciosa historia de Maga? Tantas veces me había bastado te, quede empuercado de metal bara- Como pasan también nuestros amores.
de aquella suerte de galán de cine que la diáspora secular que arrojó a millo- asomarme, viniendo por la rue de Sei- to. Sellando el candado sellan un pacto, Que nunca la certeza me sea ajena
sonreía desde una foto de juventud to- nes de africanos en América. Para en- ne, al arco que da al Quai de Conti, y y botando las llaves se aseguran de que De que el gozo viene siempre tras la pena
mada en Cartagena, sobre un coche tu- tonces, por supuesto, la fama de Zapata apenas la luz de ceniza y olivo que flo- ninguno pueda huir de la jaula del amor.
rístico, y divulgada en alguna de sus Olivella poco necesitaba de un premio ta sobre el río me dejaba distinguir las Eso dicen, palabras más, palabras me- El amor se va como el agua que fluye
biografías. Tanto era su desmedro que sin duda discreto: es más significati- formas, ya su silueta delgada se inscri- nos, los que a falta de espacio en la ba- El amor se va…
me bastó verlo para desistir de pedirle vo el hecho de que, en la misma déca- bía en el Pont des Arts, a veces andan- randa siguen poniendo sus candados
que me firmara un ejemplar de La calle da, muchos libros suyos hicieran parte do de un lado a otro, a veces detenida sobre los candados de otros, en una mez- Viene la noche, suena la hora
10 —me pareció que podía morir por el del plan obligatorio de lecturas en in- en el pretil de hierro, inclinada sobre colanza de amor cobriza que tiene en Y los días se alejan
solo esfuerzo de empuñar la pluma—, y contables colegios del país. Por ejem- el agua. Y era tan natural cruzar la ca- grave riesgo de colapso a la estructura Y aquí me dejan
si me extrañó su muerte en Bogotá, un plo, son pocos los colombianos mayores lle, subir los peldaños del puente, en- del puente. Entre eso y pasar a ver si uno
año después, fue solo porque me pare- de cuarenta años que no tuvieron en trar en su delgada cintura y acercarme se encuentra con la Maga por azar, fran- Pasan días y semanas
ció que su último estertor había demo- sus manos, alguna vez, un ejemplar de a la Maga que sonreía sin sorpresa, con- camente, prefiero lo segundo. De dos si- Y ni el tiempo pasado
rado más de la cuenta. Chambacú, corral de negros (1963) en la vencida como yo de que un encuentro tuaciones cursis, la menos estrepitosa. Ni los amores regresan
La muerte de Zapata Olivella en la edición popular de Bedout. casual era lo menos casual en nues- De los que ayer se estremecían con Bajo el puente Mirabeau pasa el Sena… UC
enfermedad y la pobreza no traicionó su La verdad, sin embargo, es que los tras vidas, y que la gente que se da citas historias de Horacio, de Wong, de Gre-
condición de negro, paria de la nación primeros días de la carrera de Zapata precisas es la misma que necesita pa- gorovius, los que antes deliraban con la
colombiana a pesar de la sucesión de las Olivella fueron tan humildes como sus pel rayado para escribirse o que aprieta espesura de aquellos diálogos solemnes,
constituciones. Postrado por males irre- postreras jornadas en el Dann. En los desde abajo el tubo de dentífrico”. los que buscaron emular esas veladas de
versibles de su columna, transido de do- años cuarenta, cuando todavía no ter- Y sigue diciendo el narrador, que jazz en sus primeras noches de conquis-
lores, habitaba un cuarto del Hotel Dann minaba sus estudios de medicina en la ella, la Maga, no estaría en el puente. ta, de todos ellos, muchos vienen hoy en
de Bogotá y esperaba —con la misma in- Universidad Nacional en Bogotá, sal- O sea, que perdió la ida. ¿O que la per- peregrinación a poner sus candaditos.
genuidad que el coronel de la novela de tó a Centroamérica y de ahí a Estados dería? Porque todo está en condicional. Y ellos, sumados a muchos otros que ja-
García Márquez— recibir una pensión Unidos con la idea de conocer mun- de frutas, es bajado del tren en Ciudad Sinú; el hijo de un modesto profesor de Eso le pasa por no poner citas precisas, más supieron de Oliveira, que nunca vie-
estatal. Lo único que dejó fue una cuen- do o, más específicamente, de conocer Juárez por los esbirros de la empre- aritmética, para escalar la maravillosa escribir en papel blanco y apretar los tu- ron “famas” ni “cronopios” pero supieron
ta hotelera millonaria y un gigantesco el continente, sus hombres y sus mise- sa, nada seducidos por la idea de tener torre de un rascacielos?”. En Nueva York bos por cualquier parte. “¿Qué venía yo a tiempo de la existencia del Pont des
archivo de papeles personales que las rias. El viaje, hecho a pie, “a dedo” o un testigo de lo que, en el fondo, no es las cosas no serán distintas, salvo por la a hacer al Pont des Arts?”, se pregunta Arts, han hecho que la masa de enamo-
directivas del Dann retuvieron por mu- con las monedas justas para el tique- más que un holocausto laboral. Zapata oportunidad de conocer a Ciro Alegría y luego el narrador, viendo que no esta- rados crezca desmedidamente año tras
cho tiempo a modo de prenda por la deu- te de bus, es el periplo de un proscrito; Olivella pasa a pie el Río Bravo y en El conseguir de él una opinión certera sobre ba ahí la Maga. ¡Pues qué más va a ser! año, y que la masa informe de metal su-
da en ciernes. En el embargo estuvieron, de hecho, por momentos se convier- Paso, ante la encrucijada de torcer ha- las cuartillas de Tierra mojada. Es cuan- ¡Nada! Estar por ahí vagando, sin ton ni pere ya el millón de candados. Por eso,
por mucho tiempo, las páginas de Itzao, te en una nueva versión de la excursión cia el Este e internarse en las tierras do el viaje sigue hacia Richmond, Wis- son, esperando el encuentro casual. queriendo proteger el Pont des Arts de
el inmortal, novela que solo recientemen- de un escritor por los infiernos, género del Ku-Klux-Klan o doblar a izquier- ton Salem y otras ciudades ubicadas al La educación sentimental de mu- tanto amor, la alcaldesa de París mandó
te ha salido del cajón para presentarse en inaugurado hace poco menos de siete da hacia Los Ángeles, no duda en esco- otro lado de la “línea de color” que Zapa- chos empezó entonces con un desen- a cubrir las barandas con paneles de ma-
las salas de espera de los editores. La ma- siglos por Dante Alighieri. De las penu- ger lo segundo: además de que estima ta Olivella pisa por fin el infierno, pues cuentro: el de un hombre buscando a dera. Tercos, los enamorados corrieron a
yor parte de los documentos del archivo rias que atravesaron el camino de Za- su pellejo, carga en su morral un guion entonces ya no será un simple vagabundo una mujer que nunca se le apareció má- tomarse el Pont de l’Archevêché, detrás
fueron a parar a Vanderbilt University, pata Olivella ya habla suficientemente que quiere mostrar en Hollywood. invisible, confundido entre la noche, sino gicamente, sin cita, por telepatía, en el de Notre-Dame. Y como también ahí los
sin que pudiera evitarse que muchos se el hecho de que, con el nombre de “Kid Pero, ya que el argumento involucra un negro que debe ser expulsado de los Pont des Arts. Y siguió con la historia candados ya infestaron ambas balaustra-
disolvieron entre humedades y rapone- Chambacú”, tuviera que saltar a un tin- a un negro como protagonista, nin- restaurantes, estrujado en los rincones de de un grupito de latinoamericanos va- das completas, muchos fueron a tomarse
rías. Hay quien se queje de la desapari- glado boxístico en Guatemala; o que, gún productor se interesa. Al escritor los buses y asediado por el fanatismo en- rados en París, un niño con nombre de la Passarelle Simone de Beauvoir, llama-
ción de la correspondencia personal de en una clínica de Estados Unidos en que le queda, apenas, el destino de ser asis- mascarado del Ku-Klux-Klan. En Atlanta región francesa y queso de cabra, Roca- da así en honor a la filósofa de la liber-
Zapata Olivella con el poeta norteameri- fungió como auxiliar de enfermería, tu- tente de un astrónomo desharrapado o recupera su fuero de observador extran- madour, y con una historia de amores tad femenina. Candados cerrados en el
cano Langston Hughes. Ello sucedió por- viera que desempeñarse como lavador el de asumir un trabajo plebeyo en un jero solo para observar cómo trabajan los truncados que se podía leer en orden o puente de Simone de Beauvoir, filósofa
que, cuando era oportuno tomar cartas de bacinillas solo porque, a despecho hospital local; sin embargo, desechar negros, recluidos como reos, en una fac- en desorden. Iluminados por esas pri- del amor libre…
en el asunto, ni el Archivo General de la de su piel oscura y su modesto cargo, heces fecales ajenas es poca cosa, habi- toría de tabaco. Poco después regresa a El meras experiencias literarias, muchos Del rito se dice que nació en la Hun-
Nación ni el Ministerio de Cultura se in- se había atrevido a meter baza en una da cuenta de las profundas enseñanzas Paso, y no muchas semanas después a Bo- encontraban a la Maga en corredores gría del siglo XIX, donde soldados en
teresaron particularmente por hacerse al ronda de practicantes blancos. Esas y de su patrón buscador de estrellas: “No gotá. Apertrechado con el conocimien- de colegios y universidades, recitaban fuga les dejaban de recuerdo un can-
legado del maestro. otras aventuras oscuras componen los olvides que, en una gran ciudad, cual- to directo de la patología del odio racial, de memoria las primeras líneas del re- dado cerrado a sus amantes. Otros
Más de medio siglo atrás, nadie pre- dos primeros libros de viajes del escri- quiera se muere de hambre si no es ca- el estudiante universitario puede reto- lato, hablaban con soltura de ambas ori- afirman que el fenómeno sí nació en
sagiaba que al escritor de Lorica le co- tor de Lorica, publicados casi al térmi- paz de hacer lo imposible”. mar, para terminarla de una buena vez, llas del Sena y habían aprendido a decir Hungría, en Pécs, pero mucho tiempo
rrespondería el destino del trasto viejo no de sus correrías, cuando el brillo de De Los Ángeles, Zapata Olivella pasa su carrera de médico. Pero, sobre todo, y a repetir que el amor es un puente y después: hace unos treinta años. Hoy,
que, arrumado en un cuarto ajeno, to- su fama era un fino resplandor de lu- a Chicago tras un largo viaje en bus. En la el escritor ya cuenta con los apuntes que que “un puente no se sostiene de un solo extendido por varios puentes del mun-
dos acaban olvidando. Su estrella li- ciérnaga: Pasión vagabunda (1949) y gran ciudad lacustre, sin embargo, el es- harán posible un libro fundamental; un lado, jamás Wright ni Le Corbusier van do —Ponte Vecchio de Florencia, Ho-
teraria había alumbrado con especial He visto la noche (1952). De un viaje a critor colombiano no podrá aspirar ni si- libro con el que el novelista de lo negro a hacer un puente sostenido de un solo henzollernbrücke de Colonia, Brooklyn
intensidad desde las primeras faenas, Oriente surgirán, poco después, las cró- quiera al oficio de peón de hospital, y será logra probar que, antes que nada, ha vivi- lado…” ¿Puentes Le Corbusier? Ni sos- de Nueva York—, los candaditos del
como cuando, al debutar como nove- nicas de China, 6 a.m. (1955). desde entonces un artista del hambre, do como negro. tenidos de un solo lado ni de los dos: amor parecen un esfuerzo cándido de
lista con Tierra mojada (1947), a los He visto la noche es un libro singu- habitante de bancos de estación, huésped Manuel Zapata Olivella murió hace no hizo ninguno. ¿Y qué es eso de “van fundar certezas en una época que ofre-
27 años, consiguió que el peruano Ciro lar en la obra de Zapata Olivella, pues de hoteles colonizados por piojos insacia- diez años exactos, el 19 de noviembre a hacer un puente”, si Wright murió en ce más libertad por menos seguridad. O
Alegría —por entonces en la cima de la se trata del testimonio de un escritor bles y falso iniciado de religiones cuyo de 2004; sumaba 84 años completos, 1959 y el narrador dice lo que dice en de enfrentar, mediante un símbolo ob-
novela social latinoamericana— le es- negro en Estados Unidos, el país ame- principal sacramento es la repartición pues había nacido el 17 de marzo de 1963? ¡Claro, qué lo iba a hacer post- vio e ingenuo, los temores producidos
cribiera el prólogo. En la década de los ricano más emponzoñado por la segre- de comida. Su único botín auténtico es la 1920. Esa única vez que pude verlo era mortem! Esa referencia es la que no se por lo que un sociólogo llamó “amor lí-
sesenta, incluso, su talento tuvo la me- gación racial. La aventura comienza conciencia del esfuerzo que lo ha llevado ya un hombre enfermo, pero no doble- sostiene. En el otro lado todo es etéreo. quido”, es decir ajeno a la “solidez” que
jor publicidad cuando un par de libros bajo un nefasto augurio: el joven vaga- hasta la cima del mundo, según reflexio- gado; a su cara asomaba el sufrimien- Tampoco se sostienen ya los “preti- prometían las instituciones tradiciona-
suyos invadieron el ámbito de sendos bundo colombiano, contratado por un na sobre la terraza del edificio Riwgley: to de la misma manera que la dignidad, les de hierro” del Pont des Arts, por los les. Caída en descrédito, la imagen del
premios literarios: En Chimá nace un magazín para acompañar a los mexi- “¿Pero cuántos sufrimientos no había te- y de su piel negra emanaba un aura que que no se asomaría la Maga en aquél co- amor-para-toda-la-vida cede lugar a la
santo (1963), novela ocupada en con- canos que viajan hasta California con nido que desafiar el nieto de Ángela Vás- jamás he visto sobre nadie. Aquel día yo mienzo melancólico. Una noche de ve- incertidumbre, la desconfianza, el mie-
tar la vida, muerte y milagros de un el anhelo de ocuparse en la cosecha quez, la dobladora de tabaco a orillas del vi la noche, lo mejor de ella. UC rano se fue al Sena un primer tramo del do. Y como todo lo que es persiste en su
8 UC número 61 / diciembre 2014 número 61 / diciembre 2014 UC 9
Medellín, siendo una villa de corrales en torno a sus varias iglesias, celebraba cada
de aquella manera esa expresión popu- En el año 1999 fui invitado como
tanto carnavales improvisados: se buscaba una excusa patriótica o religiosa, se pedía lar. Mis prejuicios y mi ignorancia ante jurado de la gran parada y de nuevo
permiso al alcalde y comenzaba el desorden de burlas, comparsas, desfiles, toros, el tema me hicieron sentir incómodo
ante mis colegas.
participé como espectador, desde una
tribuna. Solo en el año 2000 logré ven-
pólvora y alcohol. El teatro social trocaba sus máscaras. Pero el palacio municipal y Unos meses después, otra vez de ju- cer el pudor y sentir realmente que “el
rado, en esa ocasión de guiones de cine, que lo vive es el que lo goza”. Hacer
las parroquias se cansaron de las zumbas y un decreto prohibió la confusión en 1916. leí uno que acaparó mi atención. Narra- parte de aquel río humano eufórico,
ba las peripecias de un pintor apoda- multicolor, invencible, ha sido una de
¿Cómo serían los carnavales en esta villa de tres millones largos? do ‘Figurita’ que había muerto en olor las experiencias más intensas de nues-
de carnaval. Al develarse el nombre de tra vida.
Para León Caride, in memóriam. los autores supe que había sido enviado
al concurso por un joven y promisorio
El contraste era demasiado marca-
do. Recordemos que eran años aciagos

Nostalgia V
escritor y periodista llamado Heriber- en Medellín. Los distintos terrores nos
ivo con nostalgia de carnaval. Pero no es to Fiorillo. La película nunca se realizó, habían encerrado. Salir a la calle era un
una nostalgia individual. Es la ausencia pero mi curiosidad por el personaje del riesgo. El espacio y por tanto el sentido
de la alegría colectiva de la sociedad de guion me llevó a rastrear el paso de Or- de lo público había desaparecido. Qué
la cual provengo que, un buen día, de- lando Rivera por Medellín. Así descubrí contraste con aquella Barranquilla que
que fuera del escándalo con la monja, la se volcaba sobre la 42 y en medio de la

de carnaval
cidió vivir en una especie de cuaresma
perpetua (con todo lo que ello significa). Voy a tra- habilidad como dibujante y su alegría amalgama social se confundía en un in-
tar de explicarles el triple salto mortal que me ha incorregible, había incorporado en la menso río humano de felicidad. Algo
llevado de la indiferencia y —por qué no— del re- intelectualidad paisa dos elementos fun- muy profundo marcaba ese contraste.
proche a la nostalgia del carnaval. damentales: fumar bareta y la palabra Algo había pasado y por tanto me aven-
Vengo de una tierra de montaña que por sus con- chévere. Mi curiosidad por el carnaval, turo a soltar unas hipótesis.
diciones geográficas estuvo aislada del mundo. Los aquel fruto prohibido, iba en aumento. Resulta que en Medellín siempre
primeros españoles que se atrevieron a ingresar a En un viaje a Riosucio, Julián Bue- hubo jolgorios colectivos. El historiador
esas cañadas lo hicieron por la sencilla razón de que no me introdujo en los arcanos secre- Orián Jiménez Meneses en el libro El fre-
allí, agazapado en las arenas de ríos y quebradas o tos del diablo del Ingrumá. En una tarde nesí del vulgo: fiestas, juegos y bailes en la

por J U A N L U I S M E J Í A A R A N G O
aferrado a la roca de las montañas, había oro. Y mu- memorable pude contemplar cómo dos sociedad colonial reconstruyó la historia
cho. Pero pocos indios. comparsas de arlequines representaban de las festividades coloniales, la princi-
Al inicio de su inolvidable relato El espantoso sobre un inmenso tablero de ajedrez el pal de las cuales era la fiesta de la Virgen
redentor Lazarus Morell, Borges recuerda que “en conflicto entre negros y blancos, refina- de la Candelaria, patrona de la ciudad,
Fotografías Archivo BPP 1517, el padre Bartolomé de las Casas tuvo mucha da metáfora del surgimiento de aquella que se celebra el 2 de febrero. Con un
lástima de los indios que se extenuaban en los la- población del occidente de Caldas. año de anterioridad se elegía el alférez
boriosos infiernos de las minas de oro antillanas, La copla picaresca, la música conta- encargado de organizar las festividades,
y propuso al emperador Carlos V la importación de giosa y ante todo la alegría comparti- quien debía viajar a Cartagena a conse-
Carlos Otálvaro. Benjamín de la Calle, 1922.
negros, que se extenuaran en los laboriosos infier- da que inspiraba el diablo del carnaval guir el vino, el tabaco y la pólvora nece-
nos de las minas de oro antillanas”. me llevaron a la conclusión de que por sarios para la fiesta. Durante la novena
Pues bien, en Antioquia los indios muy pron- culpa del padre Astete y de los prejui- previa al día clásico “había corrida de to-
to fueron exterminados e introducir cuadrillas de cios de una sociedad pacata, me estaba ros, bailes, juego de sortija, de dados, de
negros costaba una fortuna. De manera que a los perdiendo del lado amable de la vida: lo naipes, de ruleta y de bisbís; maroma, Y a continuación se disponen las orden establecido. Esa tensión se man-
españoles, que venían a estas tierras en busca de con- dionisiaco que rescatara Nietzche. riña de gallos, fuegos artificiales y toda penas para quien ose repetir aquel tendrá hasta bien entrado el siglo XX.
vertirse en hidalgos, no les quedó más remedio que De ahí en adelante empecé a inda- clase de diversiones”. desacato: “Que ninguna persona de inte- Luego de la Independencia, las fies-
violar la primera norma de la hidalguía: trabajar. gar, teórico como he sido, el significado Al fin de la época de la Colonia ligencia, calidad, estado y sexo que sea, tas patrias sirven para consolidar los
Ni siquiera don Alonso Quijano en el peor de sus de aquel fenómeno social. En mi biblio- eran frecuentes las mascaradas. Los intente presentarse en casas, calles o pla- mitos fundacionales de la nación. El 20
momentos había caído tan bajo y murió sin haber teca empezaron a arrumarse libros de historiadores Carlos José Reyes Posa- zas en disfraz, o enmascarado, ni menos de julio y el 7 de agosto se constituyen
mancillado su honor, es decir nunca trabajó. Pero el Mijail Bajtin, Roberto da Mata y tantos da y Catalina Reyes Cárdenas relatan tenga el arrojo de presentar la recorda- en las fechas preferidas para las con-
brillo del oro vagamundo era más poderoso que las otros ilustres escritores que han inten- cómo, en vísperas de la independen- ción del horrible atentado del enemigo memoraciones festivas. Había actos
leyes de la hidalguía y andaluces, extremeños y cas- tado descifrar el profundo significado cia, fueron prohibidas en Medellín y común y soberbio Napoleón en la prisión oficiales como desfiles militares, pre-
tellanos se arremangaron la camisa y se pusieron del despelote colectivo. Rionegro algunas mojigangas que se que con astucia y engaño hizo a nuestro sentación de cuadros alegóricos y con-
a trabajar. Digo mal, a trabajar, trabajar y trabajar. Hasta que un día pude acercarme burlaban de la comedia vivida entre muy amado Señor Don Fernando Sépti- cursos de oratoria patria, muchos de
Y aquel antivalor tomó el envés de la moneda y se a un carnaval de carne y hueso. Fue los Borbones y Napoleón. mo, como sonrojosa a su alta majestad cuyos participantes eran bajados de la
convirtió en el valor supremo. Al punto que lo asi- exactamente en el año 1994. Por en- En el expediente abierto contra y ofensiva al decoro de la nación, bajo tribuna a naranjazo limpio. Pero tam-
milamos al destino mismo. Ni más ni menos que al tonces era director del desaparecido aquellos jóvenes se lee: “Tal vez con el impuesto de cien azotes de dolor a las bién se realizaban las fiestas populares.
hado, a la fuerza irresistible que obra sobre los hom- Colcultura y Gustavo Bell gobernador depravados fines no solo intentan el personas de baja esfera, y a los nobles de Las clases altas organizaban comparsas
bres. En el habla popular todavía se escuchan frases del Atlántico. Con Luz Stella íbamos disfraz y alborotos de carnaval, sino seis meses de destierro, y si lo hicieren de de a caballo que en la madrugada sa-
como “Búscale un trabajo a Juan Luis que se quedó preparados para participar en la ba- también presentar al pueblo el trágico noche se les duplicará la pena…” lían en una disparatada cabalgata que
sin destino”, o las señoras repiten al terminar la ma- talla de flores. Llegamos el viernes y atentado de la prisión de nuestro Au- El tono de aquella providencia se se denominaba “La caravana”. A las cla-
ñana: “Qué horror, me cogió el día, ya son las doce y esa noche León Caride nos invitó a su gusto Soberano, (Que Dios Guarde), el mantendrá aún en la época republica- ses populares se les financiaba la elabo-
no he terminado el destino”. apartamento a compartir vísperas con señor Don Fernando VII, por el inicuo na. En los documentos oficiales del si- ración de disfraces para sus comparsas
De manera que esa sociedad, donde el no traba- las Farotas de Talaigua. Una ansiedad Napoleón, escena lamentable y de nin- glo XIX se nota una complacencia con el y sainetes. Por lo general el último día
jar es signo de zanganería, donde el ocio no permi- colectiva se palpaba en el ambiente. A gún modo digna de recordarse en tono juego, las corridas de toros, las riñas de se dedicaba a ridiculizar lo realizado
te el negocio, sencillamente abomina todo aquello medida que pasaban las horas, las co- de diversión, mayormente por los que gallos (que generan impuestos), pero se por los señoritos los días anteriores. To-
que no sea trabajar, trabajar y trabajar. Aquella plas del Amor-amor, entonadas por el debíamos llorarla con lágrimas de san- desconfía del disfraz, de la mascarada, davía quedan en el recuerdo versos alu-
cuaresma perpetua nos lleva a sentir culpa ante el hijo del anfitrión, subían de tono. En gre como fieles vasallos”. de todo aquello que intente la burla del sivos a las celebraciones:
ocio, a aceptar que la vida es un valle de lágrimas y medio del aquel preludio, un eufórico
que el único destino del hombre, su realización su- Caride nos hizo entrega solemne del
prema, se encuentra en el trabajo, fuera del cual disfraz de Marimondas que luciríamos
no hay salvación. al día siguiente.
Si se hecha una ojeada a la legislación del esta- El sábado por la mañana, el histo-
do soberano de Antioquia en el siglo XIX, la norma- riador-gobernador nos llevó, con evi-
tividad más abundante versa sobre la vagancia y dente orgullo, a visitar las obras de
la ociosidad. Ese imaginario puritano abomina de restauración de la vieja estación del fe-
la fiesta, de la alegría colectiva, de la transgresión rrocarril que pronto se convertiría en
momentánea del orden establecido, y toda aquella biblioteca. Luego de aquel recorrido,
sociedad que la practica y disfruta es mirada des- esperábamos ansiosos que llegara el
de allí con desconfianza. Creo también que hay una mediodía para convertirnos en Mari-
envidia oculta que se disfraza de prejuicios simplis- mondas del barrio abajo. Cuando íba-
tas: flojera, holgazanería, pereza. mos de regreso al hotel llegó la noticia:
Crecí imbuido en esa mentalidad. En este acto el presidente Gaviria viene en camino
de contrición voy a relatar el proceso de conversión para asistir a la batalla de flores.
al Rey Momo. Tal vez el inicio del proceso se debe El miedo al ridículo pudo más que
a Meira del Mar y a don Germán Vargas. Hace mu- la transgresión y sentados en un palco
chos años fuimos designados jurados del Concurso vimos pasar nuestra comparsa. En ese
de literatura Carlos Castro Saavedra. Luego de so- último año de gobierno, el presiden-
brevivir a la lectura de más de seiscientos cuentos, te se había ensimismado y eran pocas
por fin nos reunieron en el recinto Quirama para las palabras que se lograban cruzar con
dar el veredicto. Muy pronto llegamos a un acuerdo él. Para definirlo, con precisión cari-
y el resto de aquel fin de semana pudimos dedicar- be, Gustavo usaba las palabras del cela-
lo, sin culpas, al delicioso arte de la conversación, dor de la casa de Pacho Posada: “Es que
del que aquel par de inolvidables amigos eran ex- ese man no da cooperativa”. En fin, mi
ponentes excelsos. primer carnaval lo viví en la tribuna y
Hacía poco había concluido el carnaval, y Meira nuestros hermosos disfraces permane-
y don Germán no se cansaban de ponderar las ma- cieron intactos en las inmaculadas bol-
ravillas de aquellas carnestolendas. Me sorprendió sitas en las que los habían empacado en
Tres señoritas en el Carnaval de Barranquilla. Anónimo, ca 1890. que aquel par de personajes tan “cultos” exaltaran Industrias Cannon. Comparsa. Francisco Mejía, 1937.
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“Para endulzar la vida públicos”. Investido de autoridad indig- del gardeliano ya impuesto del todo en Las calles y plazas, el espacio públi- La transgresión es también funda-
Con que marchamos a cuestas nada, decidió prohibir a partir del 27 de Buenos Aires. Pero tango al fin. Y nues- co es usado solo como expresión del po- mental en el poder creador de la cultu-
Vida fugaz y aburrida diciembre de 1916 “los disfraces y dan- tros paisas, de espíritu hogareño, se re- der eclesiástico o político, a través de ra. El arte que se limita a describir la
Son necesarias las fiestas” zas en las vías públicas de la ciudad y de únen desde las seis de la tarde a gozar procesiones o manifestaciones, pero la realidad es mera crónica. La verdadera
los corregimientos del distrito”. de esas pastas negras, misteriosas, que alegría colectiva, la risa, la charada, se creación rompe con los moldes estable-
Fiestas, esa era la denominación hasta bien en- A partir de esa fecha languidece el giran a 78 revoluciones por minuto y suprimen y nos refugiamos en el rincón cidos, re-crea o re-interpreta la realidad
trado el siglo XIX. Con la llegada de los hijos de los carnaval en nuestro medio e ingresa- ofrecen dos canciones no más, una del de una cantina. En acertada frase, Da- y, por tanto, sacude al establecimiento.
ricos comerciantes y mineros que habían ido a es- mos a la cuaresma perpetua. Con un compositor del pueblo, otra extraña, y río Ruiz Gómez describe este fenómeno Por supuesto que un ecosistema donde
tudiar a Europa llegaron las modas del viejo conti- condimento adicional que terminará de comienzan a gustar los nuevos ritmos. como la “felicidad de estar tristes”. anualmente se subvierte, se transgrede
nente. Es el proceso de civilización y progreso que excluir la alegría colectiva. El tango, promovido así, fuertemen- Un poco más gráfico, Manuel Mejía el orden social, es mucho más fértil para
incorporan las élites en nuestras sociedades. Una de En momentos en los que las auto- te desde los Estados Unidos, conquista Vallejo, en lo más alto del delirio, lue- la creación que aquella cuaresma per-
las modas fue la constitución de los clubes sociales. ridades suprimen las carnestolendas, los corazones con sus dramas tremen- go de una sobredosis de tangos, bole- petua donde todo intento de transgre-
Y como parte de las actividades de esos centros so- Medellín está viviendo una gran trans- dos —casi casi como las telenovelas de ros, bambucos y pasillos ecuatorianos, sión es rápidamente reprimido.
ciales aparecieron los carnavales o mascaradas. formación. La pequeña aldea de co- hoy— y comienza a forjarse la histo- recordaba a un borrachito de Guayaquil La feria, si bien refuerza lazos iden-
Catalina Reyes describe aquellas festividades: merciantes, mineros y artesanos se ria de un misterio: el tango como parte que ya en la madrugada exclamaba: titarios en la reiteración del mito, no al-
“Al caer la tarde los jóvenes de la élite, disfraza- está convirtiendo en una ciudad indus- de la música medellinense… Sería mu- “Esta tristeza tan buena no me la quita canza a crear los efectos de cohesión
dos generalmente de animales (perros, sapos, lo- trial. En los rincones del valle de Abu- cho después, en junio de 1935, cuando ni el putas”. social que logra el carnaval. La ruptu-
ros, gatos) salían a caballo en alegres comparsas. Se rrá, aprovechando las caídas de agua la espantosa tragedia que segó la vida a Es cierto que a partir de 1957 trata- ra temporal de toda estratigrafía social
acercaban a las ventanas de las muchachas; si estas que bajan de las cordilleras vecinas, se su más notable cultivador, Carlos Gar- mos de revivir las fiestas colectivas bajo es una metáfora de la sociedad igualita-
adivinaban su verdadera identidad, eran obsequia- empiezan a instalar grandes centros del, cuando esa tanguitud iba a adqui- el nombre de Feria de las Flores. Es evi- ria. De la comunidad que rompe las ar-
das con pequeños regalos. Esta diversión duraba manufactureros que atraen una gran rir carácter oficial, por decirlo así, y una dente que este evento es hoy uno de los tificiales barreras mentales y al final se
hasta la media noche. Al otro día, después de obte- mano de obra campesina que emigra a increíble difusión internacional hasta símbolos de la ciudad y que el espec- confunde en un abrazo colectivo, como
ner permiso, las comparsas visitaban las principales la ciudad. el punto de exagerar la nota al calificar táculo de los silleteros de Santa Elena el que se produce en las playas de Rio-
casas en compañía de músicos. Los dueños de casa Concomitante a este proceso, em- nuestra ciudad como capital del tango. desfilando por las calles con su carga hacha en la madrugada del miércoles
ofrecían deliciosos manjares y licores”. piezan a aparecer los efectos de la lla- De manera que la gran transfor- multicolor es maravilloso. de ceniza. Qué ejemplo maravilloso se-
En el capítulo X de Frutos de mi tierra, don To- mada industria cultural. En efecto, la mación que estaba experimentado la Pero el formato de feria es muy dis- ría el de un carnaval, que aunque fue-
más Carrasquilla hace una descripción de las fies- industria fonográfica comienza a irri- sociedad iba acompañada de un fenó- tinto al de carnaval. En efecto la esen- ra por pocos días, permitiera derribar
tas organizadas por aquellos señoritos de club. Dice gar de discos y gramófonos a la inci- meno cultural impredecible. La aldea cia de las fiestas carnestoléndicas es la las murallas imaginarias que cruzan las
así el maestro de Santo Domingo: “Decíamos esto piente ciudad. En toda América Latina se convertía en ciudad, el artesano se ruptura de la relación actor espectador comunas de Medellín.
al tanto de que a Medellín, la hermosa, le aconte- se escuchan bambucos y pasillos graba- volvía obrero, el campesino en ciudada- y por tanto todo el mundo actúa y pre- La feria no contagia de alegría a
ce lo propio: todo el año, muy formal y recogida en dos por la Víctor o la Columbia. Pero la no. Y como telón de fondo el tango. A sencia. El que lo vive es el que lo goza. la ciudad. Esa ansiedad que describie-
sus quehaceres, trabajando como una negra, guar- lógica comercial indica que no es con- ese campesino recién llegado a la urbe Por el contrario la feria prioriza el des- ra Carrasquilla a fines del siglo XIX, ya
dando como una vieja avara, riendo poco, conver- veniente vender dos melodías de éxito ya no le “canciona” el bucólico lado A file y la tarima. no se palpa. El carnaval es como la risa
sando sobre si el vecino se casa o descasa, sobre si en un mismo disco y por tanto en el en- sino el lánguido lamento del inmigran- La feria carece también del efecto perpetua de Otto Morales Benítez. Ese
el otro difunto dejó o no dejó, rezando mucho, eso vés del disco se pone un relleno, en este te del lado B. transgresor al que tanto temían nues- toque de desparpajo, de capacidad de
sí… Pero, allá de cuando en cuando, también echa caso una música del sur que empieza a En el momento de gran expansión tros gobernantes hace un siglo. En la reírse tanto del prójimo como de uno
su cana al aire, y hace fiestas a manera de las ma- hacer furor en Nueva York. demográfica, en los tiempos en los que feria todo es previsible y reglado. Por mismo, contribuye a bajarle el tono so-
dres carmelitas… Desde que se sabe que el permi- El inolvidable estudioso de la músi- surge la muchedumbre como sujeto, el contrario en la esencia del carnaval lemne a la parafernalia del poder y a to-
so para hacerlas está concedido, todo es animación ca popular, Hernán Restrepo Duque na- faltaba un elemento de cohesión social está la subversión del orden estableci- mar la vida con un poco de desdén.
y alegría. Medellín se transforma. En los semblan- rraba así este fenómeno: “Detrás de cada como el carnaval. La alegría y el frenesí do. Ese tiempo de moratoria permite el El carnaval, en síntesis, permite tener
tes se lee el programa; crece el movimiento de gen- pasillo, de cada bambuco o cada danza populares de que hablara Carrasquilla desfogue social, es la posibilidad que sociedades más cohesionadas, culturas
tes; apercíbese el comercio para la gran campaña: de autor antioqueño, viene casi con se- unos años antes son reprimidos, tanto tiene el débil de expresar su desconten- más creativas y ciudadanos más felices.
y la conversación, dale que le darás sobre el futuro guridad, un tango. Uno de aquellos tan- individual como colectivamente y en to y sentirse, así sea de manera efíme- Ahora comprenderán, porque vivo
acontecimiento, parece inagotable… Aunque en las gos zarzueleros que diferían totalmente adelante nos volvemos copisoleros. ra, libre del yugo de todo poder. con nostalgia de carnaval. UC
fiestas hay toda clase de diversiones, bien puede de-
cirse que las máscaras, el disfraz y el baile son las de
la juventud dorada y de toda la gente de calidad…
A las doce, Medellín está loca de atar: la alegría, el
frenesí, el alcohol, solo encuentran para expresar-
se, gritos, aullidos, vertiginosas carreras que, exci-
tando los ánimos, producen contagio general… La
caravana marcha compacta llenando la calle, y lue-
go, como río salido de madre, se desborda e inunda
la ciudad”.
No deja de ser paradójico que la Guerra de los
Mil Días nos haya sorprendido en pleno carnaval.
Cuenta el cronista Lisandro Ochoa que, en sep-
tiembre de 1899, una compañía francesa realizó
en Medellín las primeras proyecciones de cinema-
tógrafo. Una de las películas exhibidas se llamaba
Un carnaval en Niza. Los miembros del club Bre-
lán, entusiasmados con las imágenes que allí ha-
bían visto, quisieron replicar la experiencia y para
ello solicitaron autorización del gobernador del
departamento quien concedió permiso por tres
días contados a partir del 12 de octubre. Parece
que la fiesta estaba tan buena que decidió conce-
der otros dos días de jolgorio.
El cronista concluye su relato con estas pala-
bras: “Todavía había algunos disfrazados al amane-
cer del día 17 y la policía hacía quitar las caretas,
porque el gobierno tenía noticias de haber esta-
llado en Santander la guerra civil que terminó en
1902. Y el ‘Pisco’ Posada cambiaba esa misma ma-
ñana su hermoso disfraz de perro de Terranova por
los arreos de campaña”.
Culminada la guerra, los jolgorios populares se
reanudaron. En los archivos fotográficos de princi-
pios del siglo XX es frecuente encontrar imágenes
de las comparsas. Carrasquilla recuerda algunos de
los disfraces preferidos “…duques de Nevers, ma-
jos españoles, bandidos napolitanos, emperadores
del Mongol…”. Pero aquellas carnestolendas no ten-
drían futuro. En los textos transcritos siempre apa-
rece el requisito del permiso de la autoridad para
poder realizar los carnavales. Y esa autoridad un
día se cansó, se alarmó y prohibió de un tajo la fies-
ta popular.
Un alcalde con nombre carnavalesco, don Agapi-
to Betancur, resolvió retractarse de un permiso con-
cedido con anterioridad y en uso de sus facultades
legales y “considerando, que por haberse dado gran
Carros alegóricos. Celebraciones en Medellín. Benjamín de la Calle, 1913.
parte del pueblo al juego y a la embriaguez se ha
violado y hecho caducar la licencia concedida por
este despacho a los señores Gabriel Vélez y Ramón
E. Arango y otros para disfraces lícitos en lugares
12 UC número 61 / diciembre 2014 número 61 / diciembre 2014 UC 13

I Nunca lleva pasajeros más allá de la loma de Ca- Hay días


en que
lazanía. Ese es el límite, me dice. Uno sabe que acaba
de entrar a ese barrio porque el aire se siente pesado.
La gente te observa con la mirada más dura. Solo hay

somos tan
una calle estrecha para entrar y para salir. Usted tie-
ne que hacerlo en reversa, muy despacio porque hay
demasiada gente en la vía, como si todos pensaran
que es mejor vivir en la calle que en la casa. que usted es la primera de la lista. Esa es una niña
Si una mujer embarazada o algún enfermo me de las que se porta bien —dice el chulo que hasta
pide el favor de que lo lleve entonces voy, pero casi

móviles
hace poco parecía un lord, y remata: A veces esos
siempre me niego a subir por allá. Como saben que monos se enamoran de las nenas. Como son tan solos
los taxis no cruzan esa frontera, los usuarios mienten y las ven tan lindas, no se resignan a devolverse sin
diciendo que van para otro lado; pero cuando uno ya ellas para su país.
está sobre la ruta, entonces sí le confiesan que van
para más arriba, justo donde empieza la calentura. por F E R N A N D O M O R A M E L É N D E Z —¿Son gringos?
—Gringos no, los gringos que vienen acá son mo-
Esa tarde me cogieron con la guardia baja. Iba por chileros. No compran ni jabón y recatean hasta un ci-
Palacé, en el centro, cuando dos tipos me pusieron garrillo. A mí no me gusta cargar a esa gente. Vienen
la mano. El más alto cargaba al hombro una caja de Fotografías: Juan Fernando Ospina
a esos hostales a fumar marihuana barata y a comer
cartón que, luego supe, eran medias de aguardien- chatarra. Se la pasan dizque en chanclas todo el día
te. Cuando empecé a sospechar que iban por esos como si esto acá tuviera playa. Son muy chichipatos.
rumbos ya era tarde. Estábamos entrando por la ca- —¿Y entonces de dónde son esos?
lle estrecha que le digo. Empecé a sentir que algo me —Yo no sé, de otros lados pero no son gringos.
respiraba caliente en el cuello. —¿Y esos son los que se casan?
—Bájense aquí —les dije. —Sí, a una parcerita, Cindy, que trabajaba conmi-
—Pero si todavía falta una cuadra —me contestó go, se la llevaron pa Canadá a pasar bueno. El hom-
el más pequeño desde el puesto de atrás. bre estaba más tragado que media de montañero.
—No importa, el resto lo caminan ustedes Una vez vino al barrio donde ella vivía. Por esos días
—No sea flojo que acá no le va a pasar nada —me la familia andaba tirando una plancha. El mono los
decían. vio en esas y entró en acción: volió balde y lazo toda
Ya la luz se estaba yendo. Veía el pedazo de calle una tarde con los de la cuadra, hasta que fundieron
como un pantanero todo oscuro, pero así y todo me esa loza. Quien creyera, y sacó esa familia adelan-
dio por arrimarlos hasta la casa. La carrera valía trece te, a la suegra y a tres hermanos de Cindy. A uno de
mil, pero ellos me dieron quince en agradecimiento. ellos, que era vicioso, le pagó rehabilitada. Ahora tie-
Iba dando reversa cuando sentí el quejido de un ne un taxi.
perro. Desde las ventanas empezaron a gritar. —Gente emprendedora —comento.
—¡Le quebró la patica! —¡Muy! —recalca el chulo.
—¡Pirobo asesino! ***
No vi al animal sino cuando se arrimó donde una —A mí con los que no me gusta trabajar es con
viejita que empezó a consolarlo. Caminaba sin cojear. travestis, pésimo negocio. A veces cuando algún
—No le pasó nada, fue apenas un aporrión —dijo mono me pide ese servicio, le digo que no porque ya
la vieja, tal vez para no armar bronca en la cuadra. me pasó cachó.
Como el carro iba tan despacio, pensé que no lo Una vez le llevé un travesti a un español que es-
había estropeado mucho. Seguí retrocediendo hasta taba antojado. La esposa y él querían tener su expe-
que una mujer se puso en jarras detrás de la cajuela. riencia, todobien. Pero el marica ese, en mitad de la
—¡Bajate pirobo! —me gritó. fiesta, se puso a chillar, a decir que yo lo explotaba,
—No me voy a bajar. que me quedaba con la mitad. Entonces me llamaron
—Bajate, que nos atropellaste al perrito. y me hicieron un escándalo por teléfono. Listo, todo-
—Así por las buenas… —le dije. bien, les dije, pero eso no se quedó así.
—Bajate o llamo a todos los muchachos del combo. Fui donde un amigo que tiene un bar muy luquia-
—Llame a todo el mundo. do, vive muy agradecido porque una vez le salvé la
—Señor, que haga el favor de bajarse. El que ha- vida. Me dijo que lo llamara apenas tuviera alguna ur-
blaba era un travesti que venía a apoyar a su amiga. gencia. Y yo nunca le pedí plata. Apenas le conté lo que
Tenía el perro cargado. Abrí la puerta. No se le veía me había hecho el marica, cómo me había dañado el
estropeado por ninguna parte. negocio con el español, ahí mismo me pidió los datos.
—Venga vamos pues donde un veterinario. les presente a una amiguita para no sentirse solos en que alimentar. Y a partir de este momento le infor- Fuimos con dos de sus muchachos por Palacé. Lla-
Ella se subió adelante y el travesti atrás, con la chanda. motocicleta pasó muy cerca y alcanzó a rozar la lata necesario. Al final, la vieja pagó la carrera. Los dos
sus vacaciones. mo: usted ya no está en mi lista, la voy a borrar para me a la loca esa y le dije que los dos señores querían
Cuando bajamos ya era noche cerrada. En el con- del taxi. El pelado de la cachucha le gritó al de la moto combos de esa montaña iban a sentarse esa tarde a
—¿Le pasa con frecuencia? siempre. No, no, me dice. Vos no sabés trabajar, le pasar un rato con él. Apenas se acercó, le pegaron
sultorio nos dijeron que teníamos que dejar trecien- que parara, también le dijo al conductor que se baja- hacer las paces.
—Casi todo el tiempo. No más ayer bajé a un ex- dije, y colgué. una cascada tan berraca que se los tuve que quitar
tos de depósito para que lo atendieran. ran a mirar el daño.
tranjero por aquí en El Poblado, y cuando le estaba Entonces llamé a una que se hace llamar Mireya, porque se lo iban a llevar.
—¡Acaso lo estoy comprando! —le grité al enfer- —Fue apenas un rayoncito —dijo el chofer. Desde
mero—. Mejor vamos a otro lado. el puesto de atrás la anciana apenas observaba. III pasando la maleta, me pidió que por favor le consi-
guiera una chica. Yo conozco una, le dije, pero vale
a la que conozco hace rato. Muy agradecida, me con-
testa: Como usted diga, me tenía muy abandonada…
—¿Llevar para dónde?
—Pues que lo estaban era matando, ¡güevón!
Me habían dicho que en la Universidad de Antio- —No señor —corrigió el de la gorra—, ese pirobo Los carros se arraciman como cucarrones que
ciento veinte el permiso. El mono no entendía qué yo siempre espero su llamadita. Póngase bien linda, Las historias ya empezaban a ponerse de un tinte
quia atienden gratis a los perros callejeros. Por el re- le dañó el carro y se lo tiene que pagar. tratan de avanzar entre el aguacero. Y si alguien in-
era eso, y tuve que explicarle que en el lugar don- mi amor, que ya paso a recogerla. más castaño. Me daba asco este chulo.
trovisor veía al travesti y a la muchacha, que hace El taxista vio la cara espantada del motociclista tenta ganar una ligera ventaja, de pronto el otro ya
de ellas trabajan hay que pagar una multa para que El mono quedó encantado con esa peladita, que —Dejame aquí —le dije.
rato venían tomando cerveza. Y por allá en la auto- y se conmovió. Las ofensas en estos pagos suelen co- se ha movido para impedirlo. Podría haber espera-
las dejen salir después de cierta hora. No problem, es una preciosidad. Y cuando vuelvo por ella, como —¿Cómo así güevón?, —me replicó—, ¿y es que
pista dijeron que tenían ganas de orinar. brarse demasiado caro. do a que escampara, pero como de todas maneras
me contestó. Y entonces llamé a una pelada que vive a las dos horas, se me acerca, mete la mano por la vos vivís en un parqueadero?
—Yo no puedo bajar —les expliqué—, porque en- —Eso no fue nada —aclaró el del Atos. me estaba empapando, le puse la mano al prime-
por Manrique. Le conté la verdad, le dije que había ventanilla y me pone algo en el bolsillo. Era un bi- —Sí, yo vivo en este parqueadero —le dije con se-
tonces ¿quién se queda con el perro? —¿Cuánto vale ese daño? —insistió el justiciero. ro que pasó. Estuve de buenas. No se cumplió aque-
dicho que ella trabajaba en un bar, y que para po- llete de veinte, de los verdes. Tú tranqui, me dice, quedad—. ¿Cuánto te debo?
Pero apenas se metieron al bar, di vuelta atrás —Bueno, pongamos que valga cincuenta mil… lla ley que dice: nunca esperes que pare un taxi bajo
der encontrarse con el cliente había que pagar mul- toda picarona, el cliente quiere amanecer conmigo —Cinco mil.
y arranqué. —¡Se los paga ya! la lluvia.
ta. Cuando oye mi propuesta, esta boba me reclama: y le manda esta propinita. Eso sí es bonito. Me pue- Antes de arrancar me llamó para entregarme algo:
Regresé al barrio y descargué a la chanda cerca El de la moto se veía muy pálido. De inmediato, A pesar de la parsimonia del trancón, el conduc-
Que esos ciento veinte también son pa ella, dizque de recoger a las ocho, mañana. Mi amor, le digo, us- era su tarjeta de chulo profesional. Mientras camina-
de la loma de Calazanía. Los perros no son bobos. Y con la cabeza gacha, se esculcó los bolsillos. tor no daba señales de impaciencia. Al contrario, lu-
porque es la que hace el trabajo y no yo. ¿Cómo le ted sabe que yo no trabajo de día. Yo más bien le ba por esa avenida fui haciendo añicos el papelito. Lle-
tarde que temprano él iba a encontrar su camino. —Si no la tiene completa ahora, le lleva el resto a cía una risa socarrona, mascaba chicle y tenía buen
parece? Vea niña, le digo, si no le gusta así el trato, mando a un amigo para que venga y la recoja. Listo, vaba los fragmentos empuñados en una mano como si
la casa. gusto, a juzgar por el aroma cítrico que perfumaba el
sepa y entienda que yo también tengo una familia mi señor, y no me olvide ¿oyó? Tranquila, mi tesoro, se tratara de las partes de un cadáver exquisito. UC
Por fortuna, el otro encontró sus billetes y le entre- carro. Conducía con una elegante paciencia que me
II gó la plata al conductor. Este no se molestó en contarla. hacía pensar en un lord, si los lores manejaran taxis.
El abnegado conductor de un Atos 2007 cuen- El motociclista arrancó sin mirar atrás. —Tiene usted mucha paciencia —le comento.
ta que hace poco llevó a una singular pareja desde —Por eso es que los taxis ya no quieren subir has- —No vale la pena el desespero —me dice—. Por
el parque de Santo Domigo Savio hasta la parte más ta acá arriba —comentó el muchacho—, porque esta eso cuando veo a una muchacha impaciente al lado
alta del barrio, conocida como La Avanzada. Uno de gente daña el barrio. mío, bajo el vidrio y le digo: Niña, tranquila, no vale
ellos era un muchacho de gorra y piercing; su acom- Reanudaron la marcha. El pelado daba otras ins- la pena sulfurarse. Y por decir eso ya me he ganado
pañante era una anciana, de las que todavía dan gue- trucciones a la viejita. Le pidió que hiciera otra lla- varios madrazos. Que no sea metido, viejo hache pe,
rra. Ella llevaba un costal con una carga pesada. Al mada para explicar por qué estaban retrasados, y que me gritan. Que si me estreso es porque me da la gana,
taxista le pareció curioso que el pelado no se mos- ya iban en camino. viejo güevón. No hay remedio con esta gente. Debe-
queara a ayudarla. Unas cuadras después, ella sacó el Apenas llegaron a la cumbre, el conductor vio a rían aprenderle a los extranjeros que están viniendo
celular y empezó a hablar de un negocio raro, exigía una veintena de pelados que vigilaban junto a los ár- a esta ciudad y nos dan ejemplo. Yo llevo unos cuan-
unas condiciones y, por momentos, tapaba el teléfono boles, a la orilla de la carretera. Todos parecían pen- tos años en este trabajo y siempre me dicen que no
para consultarle algo al muchacho. Este era el que to- dientes de esta llegada. Apenas se abrió la puerta, se comprenden cómo no hay más muertos en la vía. Los
maba las decisiones, pero la viejita actuaba como vo- acercaron y ayudaron con el bulto a la viejita. Ya se suficientes, les digo, para tener contentas a las esta-
cera oficial. había dado cuenta el conductor de que en ese costal dísticas. Y entonces también comentan que no ven-
Unas cuadras más tarde, cuando empezaban a subir venían las armas. El justiciero se bajó y saludo a otro drían a esta ciudad si no fuera por las chicas, porque
la cuesta de destino y la calle se hacía más estrecha, una pelado de su mismo rango. No se hablaba más de lo esas sí les hacen ver el cielo. Me viven pidiendo que
Arte Central

Alejandro García Restrepo


La cantante
Lápiz grafito sobre papel
21,5cm por 15cm
16 UC número 61 / diciembre 2014 número 61 / diciembre 2014 UC 17
Desde hace unos meses la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín y por J O R G E I V Á N A G U D E L O —Nada, vino, pero este güevón nos llevaba venta-
ja y además no sabe beber —y con la suficiencia del ex-
Universo Centro hacen una investigación sobre historias, calles, personajes perto se paró en un solo pie, hizo el cuatro, como se
dice, y recalcó:
y recuerdos de barrios de la ciudad. Invasiones y demoliciones, planos y Ilustración: Alejandra Congote —Vea, yo estoy como nuevo.
—No hagás bobadas y vení acomodemos bien a este.
decretos, juntas de vecinos y cantinas emprendedoras. Publicamos un adelanto Lo recostamos mejor a la columna y algo nos dice
de lo que posiblemente será un libro de Medellín y sus aglomeraciones. en el lenguaje de los borrachos dormidos mientras da
manotazos al aire. En esas llega el tinto doble; el men-
sajero, sin mediar palabra, se acuclilla al frente de su
amigo y empieza a zarandearlo.
—Despertate marica pa que te tomés esto —le dice

Vengo de La Villa
entre sacudida y sacudida, pero el hombre, como si no
fuera con él, murmura sus incoherencias y se reacomoda.
—Dejalo, dejalo, mejor le mojamos la cara —digo
yo que ya soy algo más que un metido y busco la soda.
No la he terminado de sacar de la bolsa y veo cómo les
brillan los ojos y me celebran.
—Eso, echémole eso encima —propone feliz el que
dice estar como nuevo y se adelanta para coger la botella.
A la memoria de mi alumno y amigo —No, no, prestame mejor ese buzo.
—Y mi buzo por qué…
José Daniel Lopera. —Prestáselo —tercia el otro y al fin me lo entregan.
Destapo la soda, mojo bien una de las mangas del

¿
buzo, me agacho y empiezo a empaparle la cara al bo-
rracho; en esas estoy cuando desde atrás le cae en
Nos lleva por favor en mil has- mía voltea la nuca para verlos hacer ma- la cabeza un chorro largo de Bretaña helada. No sé si
ta La Villa por la de atrás? romas con el celular; me sonríe cómpli- aplaudirlos y reírme con ellos mientras el convalecien-
Y así, rapidito, sin más, se ce, yo le devuelvo la sonrisa, aceptando te hace pucheros de ahogado y abre unos ojos inmensos.
treparon al bus. con ella que son jóvenes y todo les luce. —Bueno, por lo menos que se tome el tintico —le
Qué tan perezosos, pensé El bus para bajo el puente peato- digo al ocurrente al tiempo que le entrego el buzo y re-
mientras los dos muchachos, riéndose, nal y los de La Villa nos bajamos. Desde cupero un cuarto de mi soda.
tomaban vino de una botella plástica. el andén veo a los dos amigos esqui- —Cucho, muchas gracias, ¿sí quedó algo o le com-
Entre la calle San Juan con la carrera 80 var carros y ganar la otra acera, siento pramos otra botella?
y La Villa habrá si acaso unas doce cua- el impulso de hacer lo mismo y cruzar —No, no te preocupés, así está bien —y me despi-
dras, ¿pero a mí por qué tiene que im- bajo mi propio riesgo, pero volteo para do dándole la mano a cada uno, hasta al borracho, que
portarme si “la juventud nació cansada” buscar el puente. Un grupo de gente se lleva el vaso desechable a la boca sin saber muy bien
como rezonga tanto viejo? Envidia, tal forma una medialuna mal hecha fren- qué está tomando ni qué pitos toco yo ahí parado de-
vez, de saberlos dueños de su viernes, te al ventorrillo de perros. Salen esos seándole suerte con el guayabo.
sentados en la última banca como unos barcos coloridos y siento el olor de la Después de jugar al buen samaritano como míni-
príncipes, y todo, después de haber pa- tocineta frita. ¿Al fin sí se decidirían a mo me merezco un pavo. Ahora pienso que hice bien
gado solo un cuarto del pasaje. llamar a la muchacha? Seguro ya saben en venir, la noche de La Villa no envejece, se renueva
La famosa Villa, no esta ciudad que hacia donde va a tirar su noche y están y nos recibe. Ya son varias las generaciones de adoles-
también ha tenido su fama y que toda- comprando más vino para celebrar su centes que han andado por aquí, algunos, me cuento
vía algunos llaman en presencia del suerte o para olvidarse de ella. entre ellos, volvemos de vez en vez a pasar revista, a
turista “La Bella Villa”; no, para mí, y El pequeño anfiteatro de cemento, encontrar en estas escalas corrillos que no nos recla-
seguro para estos dos, La Villa es una con su escenario enclavado en la mon- man pero nos regalan su desparpajo, su antojo por
plazoleta rodeada de apartamentos, taña, ya es manga corriente y grupos todo lo que dispensa un viernes y su noche.
oficinas, licoreras, locales comerciales, de jóvenes se reparten el lugar. ¿Cuán- Salgo de la plazoleta y mientras me anuncio con el
y claro, también ese pedacito de mon- tas volquetadas de tierra tendrían que portero del edificio me acuerdo de una celebración pa-
taña adonde subíamos a contar carros haberle echado para taparlo? Quedan recida, la última a la que fui. Llegué tarde, pasadas las
(45 azules, treinta rojos, los amarillos unas barandas y una estructura de con- once, y después de saludar a mi amigo, el dueño de la
no valen) y a probar la marihuana. creto coronada con un grafiti de letras casa y de la fiesta, fui por un trago y me arrimé a uno
Este es el lado que más conozco de grandes y redondas: Comunidad canná- de los grupitos. Una muchacha, hasta bonita ella, me
la ciudad que me tocó en suerte, y así bica colombiana. Como si los oficiosos preguntó de dónde venía; yo, que había estado bebien-
camine como un autómata que se deja artistas hubieran querido recordarles a do media tarde, le contesté con toda la inocencia que
llevar por la inercia del paso, me doy los moradores de los apartamentos ve- de la casa, me imagino que para recalcarle que esa no
cuenta si cierran una tienda, cambian cinos que los marihuaneros son legión era la última parada después de varios bares. Sin em-
un poste de lugar o los buses se des- y están unidos. En pleno conciliábulo, bargo, por el tiempo que había estado ahí parado escu-
vían un poco de su ruta. Ahí por ejem- custodios del secreto, nuevos “gángsters chándolos, debía saber que ella no me preguntaba por
plo, a mano derecha, si adelantamos de corazón tierno” pisan la tumba del un lugar físico sino por uno más extraño, el nicho de la
de sur a norte, queda El Viñal; la mú- escenario de viejos conciertos rock. profesión; algo así como venir de las artes plásticas, de
sica tropical suena con ganas y parejas Un rapero que sostiene una graba- las matemáticas, de la antropología. Lo cierto del caso
y grupos de amigos conversan, beben, dora apagada se queda mirándome, es que la chica no estaba para respuestas literales, o
libres al fin de los mandatos de la se- me doy cuenta de que he estado dando como lo dijo después poniéndole la queja a mi amigo,
mana. Antes, esa terracita improvi- vueltas sobre mi propio eje, que olvidé para chistecitos destemplados.
sada donde se apiñan las mesas, no la rampa que lleva al puente, que des- La Villa se terminó, que pueden, eso sí, entrarse a uno de los bares y se- cicla. No sé si feliz o aterrado con una ciudad que cambiaba antes de que El portero me da entrada y subiendo los cuatro pi-
existía, y yo me sentaba en el quicio de entono perdido en medio del humo y la guir en lo suyo. Pero como se trata de gente muy joven, algunos sin cédu- él pudiera conocerla, siempre habló de lo que aparecía como si constatar- sos pienso que es una lástima que escenas como esa no
la puerta de lo que era otro Viñal a to- fiesta de otros. la, casi todos, ya a esa hora, solo con la plata justa para pagar el pasaje, no lo le sirviera de norte para no perderse. ¿Qué diría si viera estos desfiles? se repitan; hoy no voy a tener chance de responder ha-
mar cerveza con dos o tres amigos de “Los grandes bulevares de Orán se hay opción de quedarse y los grupos se dispersan buscando muritos aleda- En los noventa para mí era fácil identificar los gustos musicales de otros ciéndome el despistado: vengo de La Villa de tomarme
la primera juventud. van invadiendo a última hora de la tarde ños dónde terminar la botella o simplemente dan por finalizada la faena y jóvenes por su ropa y sus adornos: los de la cresta, las botas altas y los pan- una garrafa de Tres Pachangas. UC
—No hacés sino estorbar con esta por un ejército de simpáticos adolescen- vuelven a sus casas. talones ceñidos y remangados; los de negro con el pelo hasta la espalda,
chatarra pa si mucho mover diez cris- tes que hacen los mayores esfuerzos por Embelesado con el gentío, me arrimo sin mirar a la licorera de la esqui- y esa inmensa tropa que se identificaba por las franelas coloridas, los vie-
tianos —le dice al busero un tipo a ma- parecer malos. Las jóvenes oranesas, na; ni la reja ni las botellas, aquí ya queda Paisanas, arepas rellenas. Deja jos sacos de lana y su veneración por Kurt Cobain, ese muchacho de Seatt-
nera de saludo y se trepa antes de que el que se sienten desde siempre prometidas uno de pasar unos días y le cambian el escenario. ¿Pero si se acabó Marceli- le que parecía haber inventado la tristeza para nosotros. Ahora, sentado
semáforo cambie a verde. a estos gángsters de corazón tierno, ex- no Pizza y Vino, que también quedaba aquí y era el lugar de celebración de aquí con el mismo discutible derecho de esa pareja de abuelos jóvenes que
El conductor se defiende; levanta su hiben también el maquillaje…”. Paladeo las buenas calificaciones y de los cumpleaños de la infancia, me va a mo- beben cerveza tranquilos mientras su nieta juega con un San Bernardo
queja contra el transporte pirata, habla la letanía, hago esfuerzos por recordar lestar que ahora en este local vendan arepas gigantes en vez de licor? Ade- que le aguanta todos los oprobios, solo veo a muchachos desprevenidos
de los taxis y de esas motos que no dejan cómo continúa la frase de El verano, ese más, trago se consigue en todas partes y yo solo busco una Bretaña grande conversando en pequeños grupos, paseándose, mirando y dejándose mi-
trabajar, pero al fin mira a su amigo y se- librito de Camus que me regalaron cuan- para mí y una botella de vino para no llegar con las manos vacías a la casa rar, alentando a sorbos primeras borracheras. ¿Estos inocentes festejos a
ñalando al crucifijo de la cabina, da gra- do apenas empezaba a salir de la adoles- de mis amigos. cuántos les irán a enredar la vida? Me prohíbo la pregunta, es menester
cias a Dios porque hay salud y coloca. cencia, la repito mientras hago sonar las Bordeando la plazoleta se llega a 11 eleven licorera, y si hay tiempo y olvidar el futuro y disfrutar de la noche, así sea de manera vicaria, como
Diez pasajeros. Si el hombre los latas del puente y pienso que la juven- la fila no agobia, uno se entretiene viendo desfilar muchachitas desde simple espectador de la fiesta de otros.
hubiera contado no hubiera sido tan
exacto, yo sí los conté, somos diez; sin
tud es igual y distinta en todas partes,
una verdad de a puño. “Los grandes bu-
la nevera de las cervezas hasta la caja registradora. Estoy de suerte y me
atienden rápido. Salgo con mis compras y empiezo a caminar hacia el apar-
Ya es la segunda vez que los veo pasar, dan tumbos con su amigo a cues-
tas, y a la tremenda borrachera que lleva el pobre, le suman el martirio del CIRUGÍA
embargo, si tenemos presente la dis-
posición y el ánimo de los dos de atrás,
levares de Orán…”, ya no sé cómo sigue,
se refería a esas jovencitas como a las
tamento de María Fernanda y Camilo; ojalá todos los académicos que van
a celebrar el grado de doctorado de mi amiga tengan un sábado ocupado y
paseo y el escarnio.
—Esperen, esperen, por qué no lo sientan —les digo mientras me paro
CON LÁSER
ocho poco o nada valemos: tres muje- “Marlenes” y el sol se podía leer en esas no se pasen del vino o de la cerveza a los destilados, en fin, y si así es y me y les señalo la escala al lado de la columna.
res, cuatro hombres, por las trazas, em- páginas. Hasta ahí llego, pero no impor- pica la lengua, pues no importa, llevo la resolución de seguir sobrio bien —Es que no puede llegar así a la casa —me contesta uno de los mucha-
pleados cansados que vuelven a casa, y ta, ahora es de noche y ya estoy del otro amparada por una soda litro y cuarto. chos entre prendido y aterrado.
yo, que después de darle vueltas, al fin lado, en plena plazoleta. Todavía no salgo del costado oriental de la plazoleta hacia los bloques Ya van a seguir con el viacrucis, pero yo, solidario con el gremio, insisto:
decidí, sin mucho convencimiento, ir a No deben ser ni las ocho y esto está que colindan con el barrio Miravalle, pero está muy temprano, si me les —En una de esas se les cae y además de borracho llega aporriao. DR. GUSTAVO AGUIRRE
comerme el primer pavo de mi vida a la repleto. Se me olvidaba que por es- aparezco ya voy a ser el primero, entonces doy media vuelta en Barrocko y Al fin lo descargan y me miran como preguntando: ¿Y ahora qué hacemos? OFTALMÓLOGO CIRUJANO U DE A.
casa de una pareja amiga. tos lares la fiesta empieza temprano y busco un pedacito de escala en la gran herradura. —Andá traete un tinto —le digo al que parece más despierto.
—Le marco, pero usted la invita — siempre acaba a las once, cuando los ce- “Y pensar que hace unos años esto era un potrero y verlo ahora…”, re- Me quedo con el otro cuidando al borrachito, viéndolo dormir con una
le dice un muchacho al otro y todos oí- ladores pasan entre la gente, muy co- cuerdo que así hablaba mi abuelo por allá a finales de los ochenta, cuan- sonrisa beatífica, imperturbable. Clínica SOMA • Calle 51 No. 45-93 • Tel: 513 84 63 - 576 84 00
mos. La mujer de la banca contigua a la medidos, para advertir que la noche en do La Villa todavía estaba nueva y yo reteñía la plazoleta con mi primera —¿Y qué tomaron pues?
18 UC número 61 / diciembre 2014 número 61 / diciembre 2014 UC 19
Desempolvando a los muertos
por C A R O L I N A B E D O Y A M O N S A LV E
Y T R I S T A N D E L A M OT T E

Fotografías por la autora

A
lgunos cráneos observan a los que pisan
su tierra. Sobre una colección de osamen-
tas, asoman lo que les queda de nariz por la
puerta entreabierta de un pequeño baúl de
madera. Esta imagen recuerda a los aven-
tureros del mar que incursionaron a la ciudad de Cam-
peche, al sur de México, entre el siglo XVI y XVIII. Pero
el pueblo de Pomuch, ubicado a una hora de este viejo
puerto de piratas, no se mira en esta historia. De origen
maya, los habitantes heredaron de sus ancestros una
tradición que a simple vista parece tétrica. Unos días
antes de la celebración del día de muertos, cientos de
personas acuden al panteón para limpiar los huesos de
sus difuntos. “Es una muestra de respeto, la gente de
aquí lo ve como algo normal; es mi padre, mi abuela, mi
esposa... el amor no desaparece con la muerte”, explica
el presidente municipal, Sebastián Yam Poot. que cortarlo en varios pedazos con un cuchillo para que entre
Un estudiante sale de la escuela, una mujer regresa en la caja. Se hace aquí mismo en el panteón, al lado de la tum-
del mercado, un policía controla el tráfico de los 120 tri- ba, junto a la familia. No es un trabajo fácil pero alguien lo tie-
ciclos que transportan a la gente por las pequeñas calles ne que hacer.”
de tierra. El pedaleo de un hombre, bajo el agreste sol Todavía algunos cráneos conservan su cabello, incluso unos,
de Pomuch, cuesta mil pesos colombianos. En el camino, su bigote y hasta su sombrero. Otros están abandonados en el
bajo la sombra de las casas, unas mujeres venden peda- suelo. “Al ver algunos muertos olvidados me da mucha triste-
zos de tela bordados o pintados. La mayoría son motivos za. ¿Cómo pueden dejar tirados los huesos de sus seres queri-
florales o relacionados con la personalidad de los difun- dos?”, confía José Isabel quien vino con su esposa para limpiar a
tos: un martillo para los carpinteros, un bate para los afi- sus abuelos. Afirma que no le tiene miedo a la muerte, sino a que
cionados al béisbol, una cruz y el nombre de la persona. lo abandonen y su alma quede vagando sin que nadie le pueda
“Los manteles son cada vez más pintados que bordados”, encender una vela para encontrar el camino. Para que no pase
subraya Carlos Yam, presidente de la asociación Maya esto, José Francisco prefirió tapar el osario de su padre y espera
Kin, cuyo objetivo es preservar y promover la cultura que hagan lo mismo con el suyo: “Mis hijos viven lejos, cuando
maya. “Esto se debe en parte a la crisis económica, pues muera, ¿quién me va a cuidar?”, se pregunta este albañil.
es más barato pintarlos”. Durante el día de muertos, los En algunos estados como Oaxaca o Michoacán las tumbas
difuntos están de fiesta y deben vestirse con sus mejores están adornadas con cempaxóchitl o flor de muerto, comida, co-
galas, al igual que los vivos. pal, incienso y una foto del difunto. La gente llega al panteón
Agachado en uno de los callejones del panteón, Ar- para cantar y tomar mezcal con sus familiares en la celebra-
nulfo limpia uno por uno los huesos de su suegra. Con ción. En cambio en Pomuch la fiesta se hace en privado, en la
una tela quita el polvo pegado de la piel seca y malo- casa. Aquí se dice que no hay que llorar mucho al muerto, pues
liente. Empieza por las piernas, luego los brazos, las su alma no podrá descansar. “Al principio estamos tristes, cla-
caderas, las costillas y después las partes más peque- ro, pero cuando venimos al panteón es para recordar los bue-
ñas. Al final limpia el cráneo y cuando de repente este nos momentos vividos con la persona”, narra Gladys, la esposa
se rueda lo recoge cuidadosamente. Pone los restos en de José Isabel.
una pequeña caja de madera cuyo mantel fue cambiado El 31 de octubre se prepara el regreso a la tierra de las almas
antes. La tapa se deja abierta, para que el alma pueda de los niños. Luego, el primero de noviembre, el de las Nacuch
encontrar así su refugio y mirar a los ojos a sus familia- Pixán, las almas grandes. El hogar debe estar completamente
res que vienen a visitarla. Junto con su padre y su espo- limpio y ordenado, de lo contrario las almas no podrán disfru-
sa, Arnulfo regresa el baúl hasta la parte más alta del tar del reencuentro, y se pondrán a hacer los quehaceres. En las
osario colorido, el domicilio del difunto. La tarde cae. primeras horas del día, las familias cocinan los diferentes pla-
Sus dos hermanos, quienes perdieron la vida a causa tos que les gustaban a los difuntos y los ponen en el altar junto
del sarampión en la época de Gilberto —dice Arnulfo con una foto, flores y veladoras. Para los niños son dulces, fru-
refiriéndose al huracán de 1985—, deberán esperar su tas, chocolate caliente y caldo de pollo. Para los adultos, un pla-
turno para el día siguiente. to típico que se prepara solo para esta fiesta. El Mukbill pollo o
La cuenta de las personas que descansan en este pibipollo es un tipo de tamal de maíz relleno con pollo o puerco
panteón se perdió. Muchos no saben exactamente el y cocinado bajo la tierra con leña y piedras.
origen de esta tradición que podría relacionarse con Antes de comer, se enciende una vela para cada alma. Las re-
el ritual maya Hanal Pixán, que significa comida de zadoras van de casa en casa. Se reparte la comida. La gente va
muertos. Con la llegada de los españoles vino la mez- al panteón, prende otra vela y pone flores en el osario. Rezan de
cla de costumbres y duelos y se creó un sincretismo. nuevo. Se regresan a su casa o van a ver el desfile en la plaza del
Pero lo importante para los pomuchenses es perpetuar pueblo. Ocho días después inicia el Bix o despedida de las almas,
las tradiciones heredadas de sus abuelos. Hoy, Arnul- listas para regresar al otro mundo.
fo transmite todas las indicaciones a su sobrino de ocho Desde hace dos años el gobierno local tiene la voluntad polí-
años que escucha muy atento. Esto representa un orgu- tica de preservar y dar a conocer la tradición de limpiar los hue-
llo para él y su familia. “Nada es casualidad, todo tie- sos. Diferentes eventos culturales se organizan para desarrollar
ne una razón de ser. Aquí, cuando uno se casa, es para el turismo e incrementar la economía, basada principalmente
toda la vida y después de la muerte también”, agrega en la agricultura. Una delegación rusa especializada en la oferta
doña Cristina mientras acomoda a su esposo en la caja. turística fue recibida este año y grupos de turistas americanos
En una calle estrecha, un hombre pinta un osario. llegan para visitar al panteón. Venancio Tuz, uno de los encar-
Desde hace nueve años, José Alfonso Hernández Aké se gados del mantenimiento del lugar, se propone entonces como
encarga del mantenimiento del lugar. Cuando la fami- guía y desempolva una y otra vez los huesos, más que limpios,
lia no puede desempolvar a sus muertos, recurren a él de su abuelo. Su esposa lo alcanza cuando hay que hacer esta de-
para que se encargue a cambio de unos cuantos pesos. mostración frente a los medios de comunicación y se pone a re-
También exhuma los cuerpos de la tumba para meter los zar, sin mucho ánimo. Los pomuchenses están muy orgullosos
huesos en los baúles. Hay que esperar tres años para esta de sus tradiciones y les encanta compartirlas. Pero el cambio y
tarea, relata el guardián del panteón. “A veces, el cadá- las visitas no les gustan a todos, una abuelita frente a un osario
ver se ha momificado a causa de los medicamentos. Hay se queja de que un gringo le robó el cráneo de su esposo. UC

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Klunkerkranich Confite S.A. “Nunca olvides, lo que te hizo triunfar”

por I G N A C I O P I E D R A H Í T A

Fotografías por el autor

E “
ra octubre y Berlín estaba en avanzábamos por la ciclorruta, o por la
Nunca olvides lo que te hizo
vísperas de celebrar los vein- misma calle cuando no la había. A pesar
triunfar”. Ley de mercadeo, ley
ticinco años de la caída del de ir con su pequeña hija, Silvia no mos-
de vida, aparentemente lógi-
muro. Había exposiciones traba ninguna duda en los cruces. Los
ca y elemental. Con el éxito lle-
públicas a las que no se po- carros debían detenerse y lo hacían sin
gan muchos beneficios pero
día faltar, pero esta ciudad no vive so- que ella tuviera que pararse a pedirles
el mismo éxito trae dificultades y exi-
lamente de aniversarios. Por eso le dije permiso. Yo, atrás, hacía fuerza cada vez
gencias para su continuidad y disfrute.
a Silvia, mi amiga alemana, fotógrafa y que veía los vehículos frenar en seco, a
Hasta los momentos ideales necesitan
artista, que me llevara a un sitio que a punto del desastre, esperando como mí-
algunas familias se fueron retirando y mantenimiento. En póker, dicen los en-
ella le pareciera atractivo para visitar, nimo un insulto que nunca llegó. entre el olor de las aromáticas y las hor-
el bar se fue convirtiendo en el punto tendidos, “un juego bueno, nunca se
aun en su cotidianidad. Se mostró es- Pero estábamos en Alemania y poco talizas, autorizados para regar, tocar y
de encuentro de gente más joven. El día cambia”, máxima que parece no tener
céptica ante lo que yo podía estar bus- a poco me relajé y me dediqué a mirar el contemplar. Enseguida pasamos a un
corría y el lugar mutaba, fiel a su filo- en cuenta la ambición.
cando, pues la ciudad da para todos los paisaje. Mis preferidos eran los grafitis en segundo espacio donde alguien nos dio
sofía de introducirse en las fisuras de Los vendedores de confites de los
gustos, pero finalmente me citó un día fachadas de edificios, en techos inclina- la bienvenida con una sonrisa y una in-
lo establecido. Con los días fui descu- buses han aplicado esa lógica hasta sa-
a las tres de la tarde en una esquina dos, en botes de basura, incluso en carros vitación. A nuestra derecha había una
briendo que el Klunkerkranich era ape- ciarnos y ahora se acercan a la satura-
de su barrio Neukölln, un lugar atípi- o en el piso. Estaba aprendiendo a recono- serie de mesas con vista a la ciudad, y a
nas una muestra de tantas iniciativas ción de la clientela, o sea a la extinción
co donde conviven, entre otros, turcos, cer algunos artistas callejeros de la ciu- nuestra izquierda una construcción de
colectivas no convencionales que hay de la misma.
árabes y alemanes sui generis con incli- dad, como los “1UP”, una crew que deja su madera que resultó ser un bar con tres
en Berlín. No parece que fueran proyec- Al principio fue un confite, una go-
nación a la vida poco convencional. firma de letras gordas en los lugares más barras para la venta de cerveza, piz-
tos basados en ideologías para cambiar losina, un break en el viaje, un “cariñi-
Silvia me advirtió que iríamos en bi- arriesgados, como altas cornisas o trenes zas y bebidas hechas con yerbas fres-
el mundo, sino en abrir un poco más el to” para llevar a casa, un detalle para la
cicleta, así que me conseguí una que me del metro. En otras zonas de la ciudad los cas. Los bartender eran jóvenes vestidos
espectro de las actividades humanas, secretaria que te deja pasar, un símbolo
quedaba dos tallas más pequeña y no le propietarios mandan a repintar y los grafi- cada uno a su gusto y con una actitud
sobre todo con aquellas que privilegian de amistad.
gustaba frenar, pero andaba. A las tres tis van desapareciendo, pero en Neukölln, relajada. En medio de todo había un
la creatividad y lo transitorio. Ese producto encierra un concepto
—hora prusiana—, llegó ella con su así como en los barrios vecinos de Kreuz- enorme pozo de arena donde la peque-
De modo que no son solamente te- trascendental y afectivo, un entreteni-
hija Elizabeth sentada en una sillita en berg y Friedrichshain, mucho se deja a la ña Elizabeth se sumergió sin pensarlo.
chos de centros comerciales, sino bode- miento, un “quemador” de estrés y de
la parte trasera de la bicicleta. Saludé a voluntad de los maestros del aerosol. En Mientras tanto, Silvia y yo nos acerca-
gas o fábricas abandonadas, edificios sin fatiga en el viaje, o como dicen los cos-
esa muñeca de pelo casi blanco con una ocasiones, la administración de un edifi- mos a la cornisa y desde allí ella me seña-
uso definido, lotes baldíos e incluso un teños, un “tentempié”.
sonrisa y un hallo que pretendía hacerle cio se adelanta y contrata un artista para ló algunos lugares célebres de la ciudad: la
enorme aeropuerto en desuso —que los Con ese ingenuo pero significativo
pensar que yo hablaba alemán, y luego que haga un mural en la fachada. Torre de la Televisión, que es el gran mo-
ciudadanos, por medio de un plebiscito, confite, nació el negocio. “Sandiego-
saludé a su madre en inglés. —Vale la Después de andar unos quince mi- numento a la tecnología erigido por el
exigieron que se dejara tal como estaba LaOriental-IglesiadeSanJosé-Edificio-
pena decir que la mayoría de los alema- nutos, Silvia se detuvo ante a las puer- gobierno de la RDA para demostrar los
para ser usado como parque—. En estos delosEspejos”. Este pregón es el nuevo
nes no tiene problema en que alguien se tas traslúcidas de un centro comercial avances tecnológicos del comunismo; la
lugares la gente ve una oportunidad, y se medio, es el lobby para atraer pasaje-
les dirija en esta lengua. Muchos la ha- tipo Premium Plaza, es decir, lo últi- puerta de Brandeburgo, monumento his-
los toma o arregla contratos singulares ros que requieren de guía y es lo que les
blan, y en caso contrario se muestran mo que yo tenía en mente visitar en una tórico que quedó aislado del público du-
que le permiten hacer uso del terreno por entregará el pasaporte para llegar al
abiertos a encontrar un punto medio ciudad como Berlín. Pero ella amarró rante los tiempos del muro; Potsdamer
que permita la comunicación—. la bici, sacó a su hija del asiento trase- Platz, la parte moderna que ahora preten- un tiempo determinado. Así es por ejem- pasillo del vehículo y acondicionar la va-
riable plaza-bus. “Al conductor y a Dios
por L U I S F ER N A N D O G I L F R A N C O
—Vamos para el Klunkerkranich— ro y se encaminó hacia los ascensores, de ser el centro de la ciudad sin divisiones; plo el RAW, las viejas bodegas del ferro-
carril en Warschauer strasse, donde uno les será agradecida su participación y el
me dijo ella—. Es el lugar que te mandé donde entramos con un grupo hete- y, en cierto punto, la única colina visible
puede encontrar desde juegos para ni- apoyo a esta digna forma de trabajo, sin
anoche por internet. ¿Te parece bien? rogéneo donde no podían faltar una o en la planicie berlinesa, correspondiente a Ilustración: Titania Mejía
ños hasta discotecas que funcionan toda recurrir al robo o a otras prácticas ilícitas”.
—Celebré la decisión por cortesía, sin varias mujeres con la cabeza cubierta. una montaña de escombros de las ruinas
la noche; desde viejas chimeneas usa- La variable precio constituye en
mencionarle que se me había olvidado Estas últimas bajaron en los pabellones de la Segunda Guerra, que las viudas y los
das por escaladores hasta pistas de skate gran parte la reason why del parlamen-
mirar el link. de tiendas de ropa mientras que noso- niños amontonaron para tapar uno de los
bajo el techo ruinoso de alguna warehou- to promocional: “Vale trecientos la uni- hasta la misma entonación. “Damas y tres muertos que no le dieron limosna Ahora nos montamos al bus y pensa-
Ellas arrancaron y yo las seguí a la tros seguimos hasta el último piso, el tres grandes refugios antiaéreos que man-
se; desde salas de exposición en sótanos dad, dos por quinientos y para su mayor caballeros como ustedes pueden ver he en un bus, el sermón apocalíptico del mos: el detalle para amenizar el viaje
rueda. Cuando la calle era adoquinada, de los parqueaderos. En un primer mo- dó a hacer Adolfito Hitler, cuando desper-
inverosímiles hasta mercados agrológi- economía; lleve cuatro en mil”. pasado por los puestos de ustedes ofre- pedigüeño lleno de vida, del que dejó el ha perdido su toque mágico, su virtud
Silvia andaba por la acera. Pasábamos mento creí que mi amiga estaba perdi- tó y se dio cuenta de que les iban a llover
cos y fiestas gastronómicas. Todo eso y ¿Cómo le quedó el ojo, ah? ¿Quién ciéndoles estos ricos confites rellenos alcohol y las pepas o la escueta protesta de piropo, ya la oferta es repetida y el
zumbando por el lado de los peatones da, pero no. Comenzamos a caminar bombas aliadas como arroz.
aún más en un ambiente donde la decora- no lleva, llave? ¿Quién no lleva? de caramelo…”. en busca de la limosna, son rodeos. negocio se les salió de las manos, no
y de vez en cuando alguien protesta- hasta llegar a una rampa que finalmen- El atardecer de otoño fue cayendo
ción está a cargo de los artistas callejeros, Hasta el momento todo va bien pero También el confite va muriendo len- La estrategia de precio también fue se tuvo en cuenta al pasajero, su pre-
ba. “No te preocupes, quejarse es típico te nos condujo al techo del edificio. entre arreboles. Bandadas de aves mi-
y donde mucha parte del mobiliario es re- de repente surgen deterioros en algu- tamente, porque al encanto lo mató su presa de la mendicidad, la mediocridad supuesto y su fatiga. Se perdió la na-
de los berlineses más viejos”, me expli- Allí nos recibió el pequeño caos de gratorias hacían fintas en el cielo, si-
cogido de la basura y reciclado. Los inmi- nos manejos, por ejemplo, el copy se propio padre. Ya no es más el lenguaje y el deterioro: “no vengo a pedir plata, turaleza de la oferta, ya cualquiera
có, haciendo alusión a la fama de brabu- una huerta sembrada en guacales y es- guiendo los quiebres caprichosos de
grantes africanos se encargan de la venta eternizó, nunca cambió y la variable tierno, el entretenimiento para acom- vengo a dar testimonio…”, “vengo de se monta al bus y ofrece lo que le da
cones que tienen los locales. Otras veces tivas reciclados. La gente se perdía una danza ancestral. En nuestro techo
de droga, que realizan con respeto por el promoción se volvió cliché. Los nuevos pañar este rutinario viaje, el toque ro- parte de niños y enfermos que reciben la gana, desafía e intimida. Se soporta
lugar sin generar violencia. Allí nunca vi en el negocio la copiaron sin esfuerzo y mántico y humano a una dura actividad lo que sea, cualquier moneda les sirve”, porque no hay de otra.
un policía, y al mismo tiempo reinaba un sin aportes, no pusieron nada nuevo, se rutinaria. Ya es el marcador, el kit esco- “no vengo por plata, vengo a entregar- Hace poco viajé en bus (temprano
ambiente de paz y libertad que al menos montaron a “la era del confort”, “van en lar, el libro de recetas naturistas, el cd les este mensaje en forma de estampita como el papa Francisco) y pasé delicioso,
aquí todavía no conocemos. bus”, en todo el sentido de la expresión. con la música bailable, los evangelios, la colaboración es voluntaria”, “lle- eran las seis de la mañana y los vendedo-
Regresamos a casa a primera hora No hay nada qué hacer, copie y lle- la estampita de San Arcángel, la toalla ven las estampitas que quieran” (bar res de confites tienen su jornada después
de la noche. El viento frío se sentía cor- ve, nadie se imaginaba hasta ese mo- para la cocina, el recetario de yerbas abierto), “la donación es a su voluntad y de diez… No les gusta madrugar.
tante en la cara de los ciclistas, luego se mento que esos acabarían el negocio. medicinales… Eso sin contar con “la buen corazón”. También el cliente puede mostrar
fue convirtiendo en una caricia fantásti- Usaron sin recato el control C y control expresión de cultura urbana” de los me- Se deterioró el mercado por satu- sus estrategias frente al cartel del con-
ca. Era imposible no sentirse enamora- V, corte y pegue, ni siquiera piensan el renderos, las heridas abiertas, el egre- ración, carencia de planeación y con- fite, cerrar los ojos y recostar la cabeza
do de una ciudad que parece desmentir rollo que van a recitar, recitan y toman sado de la cárcel al que le endosaron trol, falta de creatividad y regulación. contra el vidrio. UC
el mito tropical de que un cierto número
de reglas claras e interiorizadas acerca
del espacio público y la propiedad ajena,
impiden la creatividad y la vida espontá-
nea. Se dice que después de la barbarie
nazi y del absurdo comunista que aisló
la mitad occidental de la ciudad del res-
to del mundo, Berlín ha entrado en una
especie de liberalidad prolongada don-
de lo importante es hacer y dejar hacer.
Son veinticinco años continuos de cele-
bración que todavía continúan. A pesar
de ser una ciudad en bancarrota para
los estándares del primer mundo, Ber-
lín tiene ese encanto que ofrece siempre
lo que está todavía inacabado. De ahí
que la frase del recién renunciado alcal-
de Klaus Wowereit, de que Berlín es “po-
bre pero sexy”, se haya convertido en un
verdadero lema, pues es difícil encon-
trar quien se resista a sus embrujos. UC
22 UC número 61 / diciembre 2014 número 61 / diciembre 2014 UC 23

Explicaciones a un cerdo
como si de un lenguaje divino se tratara interpreté al cerdo, me
paré frente a la gente y les grité que se callaran, que no fueran
tan inmarranos, que miraran las heridas, lo asustado y confun-
dido que estaba. Para sorpresa mía y del cerdo, unos se fueron
como regañados, otros se quedaron a ver qué milagro hacía yo
por A L E X A N D ER O S P I N A con el cerdo. Me acerqué confiado al ser vivo que se posaba bajo
las escalas de mi morada y le toqué suave la cabeza; ahora pare-
cía confiar un poco más en mí.
Insistí, le regué agua por su cuerpo, se refrescó, se despreo-
Fotografía: Juan Fernando Ospina
cupó por un instante y pensó que quizás yo pudiera ser su sal-
vación; debíamos hacer algo rápido, rogar por su vida ante el
tribunal de la conciencia, convencer a los asistentes de una
huelga marranera, llamar a los de la Revolución de la cucha-
ra, o quizás cerrarle la puerta al matarife; ya por últimas, ¡rap-
tarlo! “¡Qué desgracia!”, se escuchó el lamento del desdichado.
¡Pobre cerdo con esos pensamientos, pobre yo ignorante del len-
guaje de la vida! Le dije en voz baja que disculpara estos malos

E
hábitos, que era una costumbre ancestral que nos enseñaron los
ra diciembre de 2012 y an- abuelos; que cuando el tiempo era bondadoso y la tierra amplia,
daba todo el mundo feliz en se podía tener sin problemas una huerta, animales y hasta vein-
el planeta porque no se ha- te hijos; que solamente mi abuela había tenido quince, y que en
bían cumplido las profecías las épocas de celebración se necesitaba suficiente alimento para
Mayas. “El mundo se acaba reunir a las familias, gente que venía de lejos; los hermanos, los
cuando uno se muere”, decían los escép- amigos, algunos desconocidos, todos invitados a celebrar la for-
ticos. Todos en el pueblo se preparaban tuna de la vida, mantener los lazos fraternales. No había por
para la Nochebuena. Yo celebraría en qué extrañarse, hace mucho tiempo que estas matanzas se vie-
familia, en casa de mi madre. Era la tar- nen sucediendo, y así continuará, hasta que los legisladores ra-
de y estaba comenzando a llegar la gen- diquen una ley más marrana. Mientras cerdo, serás el sacrifico
te: mis tías, sus esposos, mis primos, los para los dioses que somos nosotros mismos.
vecinos. Sonaba música en la terraza. Y El cerdo, al escuchar esto, se recostó sobre un charco que se
en mi habitación todo era tan tranquilo, había formado con el agua; dejado allí entre su peso, miró re-
sonreía leyendo las líneas del Origen de signado a la nada. Qué tierno y puro se tornaba su gesto, eran
la vida, de Ivánovich Oparin, cuando de sus ojos un solo universo orbitando en el tiempo, giraba en ellos
repente un chillido traspasó mis oídos, el misterio de la vida. Le dije que los perdonara a todos, que me
sentí una punzada de dolor en el pecho. perdonara a mí; no podía hacer nada al respecto.
Bajé las escalas para corroborar la idea La gente me miraba como diciendo: “este man está loco, diz-
que me hacía de un marrano. que hablando con los marranos”. No me importaron sus gestos
Era un cerdo rosado de 120 kilos que ni sus miradas, lo abracé; y al estilo Judas, le di un beso en la
refunfuñaba detrás de las estacas de un mejilla y lo entregué a la chusma; marché solo a mis pesares.
carro, olfateaba con fuerza la compuer- El matarife llegó y lo quise conocer, quise mirarlo a los ojos
ta y cuando se le acercaban retrocedía para juzgarlo, para que me dijera con qué derecho hacía lo que
asustado. Los niños le gritaban: “¡cerdo, hacía. Resultó siendo el mismo viejo de todos los años. No tenía
marrano!”; mientras jóvenes y adultos cara de asesino de marranos, en cambio sí, una sonrisa despre-
se reían y miraban atentos el espectácu- venida cuando mi tía pasaba con un charol en la mano, le hacía
lo. Dos valientes amarraron su cuerpo un piropo gestual con los ojos y le decía: “mi amor, ¿se va to-
con una soga gruesa. Se notaba la prisa mar un aguardientico?”, “ahora no, más tarde”, había dicho él
que llevaba el conductor por como apre- mientras sacaba de su maleta varios cuchillos afilados. Se veía
taba el nudo, era un día de fiesta, ¡cla- en ellos su reflejo. El cerdo no se daba cuenta de nada, ni de la
ro!, pero también de trabajo, y tenía que fecha, ni del coqueteo de mi tía, ni siquiera del sonido de los cu-
transportar a otros cerdos a los banque- chillos que ahora se rozaban con más fuerza.
tes del día. Se hizo a un lado y le dijo a Todo sucedió según las reglas, fue una puñalada en el cora-
uno de mis primos, al más fornido, que zón. El cerdo lloró sobre la sangre de su pecho, retorció la cola,
agarrara fuerte la soga; el cerdo force- alzó varias veces la misma pata y con breves gemidos fue dismi-
jeaba, se resistía a bajar, intentaba sol- nuyendo lentamente su ritmo cardiaco; hasta el último suspiro

Pauta EPM
tarse, esparcía por todos lados su agudo tuvo pasión por la vida, ahora se había marchado. Ya no había
guarreo, parecía presentir su desgracia; mirada de universo, solo un lente vidrioso que contenía un ca-
sabía que si ponía una sola pata en la ca- dáver. Nada podía salir mal en el sacrificio, ya son muchos años
rretera, acabaría frito en varias pailas, y bajo el mismo sino.
por un momento sintió que la oscuridad No hubo remordimientos, nadie lloró, y en cambio sí, mucha
del camión era su único refugio. Pero los fiesta y alegría, ¡gracias al cerdo!
hombres fueron fuertes y lo halaron una Caída la noche, me encontraba con esa alegría que genera
y otra vez hasta tirarlo al piso. Quiso po- el amor a la familia; bailaba, cantaba y los abrazaba a todos,
nerse en pie al instante, pero la soga en- les decía que los quería, que los admiraba, que me alegraba ver-
redada entre sus patas se lo impidió. los vivos después de semejante misterio del calendario Maya.
Cuando pudo levantarse se percató de En una de esas pasó mi tía meneando el trasero, llevaba en las
nuestras miradas desconocidas y ham- manos un charol con copas de aguardiente, y a su lado iba su
brientas, mientras nosotros veíamos en- hija sosteniendo un plato rebozado de chicharrones con arepas.
tre su piel una zanja de carne viva. Me ofreció ambas cosas, todos miraban atentos a mi posible re-
Lo entraron a la casa, cruzó el pasi- acción, estiré el brazo, dije salud, y me tomé el aguardiente de
llo entre gruñidos que se combinaban un tirón, del otro plato tomé un chicharrón gigante, me lo metí
con los abucheos de los presentes, al- a la boca, lo mastiqué sacándole el jugo con gusto, sentí cómo se
gunos lo palmeaban, otros más peque- derramaba toda su bondad por mi estómago, era un delicioso y
ños se dejaban arrastrar por su lomo, y grasiento cerdo que horas antes había estado bañado en llanto.
entre la revuelta se escuchaban frases Nunca antes había disfrutado tanto semejante supremacía. Miré
como: “¡marrano, cerdo, esta noche bai- al cielo y agradecí a los dioses por este año más de vida.
laremos y te comeremos!”. Él no enten- Alguien me dijo entonces que cuál era el visaje, que por qué
día este español, el idioma que fuere era tanto drama, que ya estaban creyendo que me estaba volviendo
demasiado complicado, y además usado loco. “¡Dizque hablando con un cerdo!”. Los miré a todos entre
por salvajes. Lo llevaron hasta al patio mi disfrute, esperé paciente a tragar el bocado, luego, un poco
y lo acorralaron bajo las escalas, él giró de aguardiente, y les dije:
su cuerpo y le dio la espalda a la gente. “Miren señores, si ese cerdo hubiese querido que alguien se
Todos esperaban ansiosos que llegara el lo comiera en esta fiesta, ese alguien sería yo, y por supuesto
matarife, su crimen sería en la terraza. mi madre que ha preparado toda la comida; y a mi perro, un
Me acerqué al cerdo con una ja- pedazo grande, con todo el gusto del mundo. Hay otros que ni
rra rebosada de agua, estiré las manos siquiera merecen mirarlo. No es tiempo para juzgar, eso ya no
para refrescarle la herida, reaccionó importa, y el cerdo está dispuesto en platos decorados sobre la
asustado, luego me miró con seguridad mesa mientras nosotros seguimos bailando. Y si no, miren a mi
y me preguntó que yo qué quería… Y tía, gozando con el matarife”. UC
24 UC número 61 / diciembre 2014 número 61 / diciembre 2014 UC 25
En 1955 Ramón Hoyos ganó su tercera Vuelta a Colombia en seguidilla. Tenía 23 años y era
un prodigio cuando la cuesta se empinaba aunque pedaleara “despernancado”. Había dejado
su trabajo en una heladería y lavaba sus trofeos con loción cada dos meses. Era un deportista
regalo: una pantaloneta de otomana
tan singular que García Márquez, con 28 años, se vino a Medellín y luego de una conversación que me llevó a la meta la esposa de Víc- Un hombre de la calle
Normalmente, Ramón Hoyos no ob-
kilométrica escribió doce entregas sobre su vida, obra y milagros para El Espectador. tor Betancourt, porque estaba segura de
serva una dieta especial. “Un buen ci-
que yo ganaría la competencia. Todavía
Elegimos la que cuenta su primer triunfo en la Doble a San Cristóbal. uso esa pantaloneta, como recuerdo de clista deber comer carne de pulpa,
mi primer triunfo sensacional. verduras y muchas frutas”, dice Arras-
UC recomienda lacadenilla.blogspot.com tía. Pero Hoyos, cuando no está co-
rriendo, come cualquier cosa, fuma
“Ramón Hoyos”, en normalmente, y lleva la vida que puede
llevar cualquier hombre ordenado. No
letras de molde
Triunfo por falta
tiene una hora precisa para levantar-
Naturalmente, no fui a trabajar ese se ni para acostarse. Asiste a las fiestas
día. La carrera terminó a las once y me- que desea y hace allí lo que hacen to-
dia de la mañana. Y después hubo fies- dos. Pero en cambio, es inflexiblemen-
tas y muchos comentarios y mucho te disciplinado en los entrenamientos y

de frenos
entusiasmo. Yo veía andar el reloj y sa- se ajusta con precisión a las indicacio-
bía que debía comenzar a trabajar a las nes de su entrenador, a pesar de que
dos de la tarde, pero seguía pensando: tiene ideas propias con respecto al ci-
“Que me echen, si quieren”. Ahora tenía clismo. “El milagro está en su tórax —
una copa, y lo único que me interesaba dice Arrastía—. Se le ha desarrollado
era celebrar mi triunfo, subir, seguir co- tanto, que no hay el menor temor de
rriendo, alcanzar el campeonato; y te- que se asfixie cuando trepa. A eso hay
que agregar la asombrosa elasticidad
por G A B R I E L G A R C Í A M Á R Q UE Z
ner muchas copas como la que había
ganado aquel día. Sin embargo, aho- de su corazón”.
ra me doy cuenta de que nunca pensé
llegar a donde he llegado, ni tener 120
Fotografías Archivo BPP trofeos conquistados en cuatro años.
Ahora me preocupa mucho que los
El oscuro mundo
de los ciclistas

A
periódicos me ataquen, cuando son
ataques injustos. Pero no busco la pu- Al parecer, todas las falsas ideas di-
pesar de mi desespera-
da manera de pedalear en
Mi mala salud blicidad. Pero aquella vez, siendo mi vulgadas sobre la técnica de Hoyos, tie-
Siempre he sido muy enfermizo. Y primera victoria, con diecinueve años, nen un origen: los otros ciclistas. Ese es
aquella inolvidable prueba
cada vez que voy a participar en una en una ciudad donde ya los ciclistas te- un mundo complejo, lleno de rivalidad,
a Laureles, vi adelantarse
competencia, mi salud me pone a dudar nían fama nacional, esperaba con an- al margen del cual está Ramón Hoyos,
sin ningún esfuerzo a Con-
de mis probabilidades. En aquel año de siedad los periódicos y no podía dormir. como una figura que salió del pelotón
rado Tito Gallo, a Roberto Cano Ramí-
1951 —que fue el año decisivo en mi Ahora he visto mi nombre a ocho co- y va en la punta de la popularidad. Mu-
rez, a Pedro Nel Gil y a Antonio Zapata.
carrera— padecía un trastorno del es- lumnas, en las primeras páginas y con chos no se lo perdonan. En las tertulias
Yo creía en esa época que para ganar
tómago que no me daba descanso. En enormes fotografías. Pero no experi- de ciclistas, de aficionados o de sim-
una carrera lo único que se necesita-
ba era pedalear con fuerza, empujar a
Puerto Rico se me infectó el ojo izquier-
do y tuve que correr después de que me
a ser campeón. Recuerdo perfectamen-
te la largada, la serenidad de los ciclistas
Bajando fuerte, mento la emoción que sentí aquella ma-
ñana del 13 de junio de 1951, en que vi
ples fanáticos, se dice que Hoyos no tie-
ne nada más que coraje. Se le considera
ojos cerrados hasta llegar a la meta. Pe-
daleaba despernancado, sin ningún es-
inyectaron dos millones de unidades de
penicilina. En la última Vuelta a Colom-
veteranos y el nerviosismo mío. Casi no
podía apoyar los pies en los pedales, de
pero sin culpa mi nombre por primera vez en letras de
molde. Fue en la página deportiva de El
como una especie de pequeño bárbaro,
tilo, sin ninguna técnica. Ahora mismo No recuerdo haber bajado nunca capaz de mantenerse por alcanzar una
bia tenía gripe cuando salimos de Bogo- tanto que me temblaban las rodillas. con tanta velocidad y tanto entusiasmo Colombiano, en un rincón, y en un titu- meta, pero sin ninguna técnica. “No
se me critica la forma de correr: me gus-
tá, y me estaba asfixiando en la primera como aquella vez. Pero había una expli- lar que decía: “Ramón Hoyos vio alum- es más que corazón”, se dice. Y Hoyos,
ta poner el jarrete en el pedal y dejar
etapa. Cuando no es una cosa es otra. cación adicional: como mi bicicleta no brar su estrella”. a su vez, tiene mucho qué decir de los
la pierna bien templada, con el cuerpo
completamente descargado en el asien-
Y en los comienzos, cuando no era Trepando bien tenía cambios, no me quedaba más re- otros ciclistas. La historia de sus rivali-
la afección al estómago o la forunculo- Al principio todo anduvo bien. Tre- dades, de los obstáculos que han puesto
to. Ese estilo me da resultado. Hace cua-
tro años, en cambio, cuando participé
sis, eran los tambores de mi maltratada pé como un veterano, con esa manera
medio que cerrar los ojos y lanzarme
por la pendiente, aunque me rompiera
“Haberlo dicho antes” a su trayectoria los otros ciclistas, es un
bicicleta. Por eso no cuento, entre mis de trepar, segura y descansada que he Cansado a causa del esfuerzo de la cuento de nunca acabar.
en la primera carrera, no tenía la menor la crisma. Siempre he sido terriblemen-
primeros triunfos, la Doble a La Estre- tenido siempre, aun cuando no me ayu- carrera y de la prolongada celebración
idea de nada. Tenía coraje y deseos de te nervioso para bajar. Por eso procu-
lla, que gané corriendo contra Antonio daba la bicicleta. Rápidamente, sin for- de la victoria, todavía no tenía deseos
ganar. Pero era un muchacho de dieci- ro sacar la mayor ventaja cuando trepo,
de ir a trabajar. Me parecía que había mejor trepando que bajando. Al parecer es una idea sin fundamen-
nueve años, flaco y débil. Pesaba 55 ki-
Zapata Arboleda. Cuento la Doble a San
Cristóbal, el 12 de junio de 1951, en la
zarme mucho, le saqué un minuto de
ventaja al pelotón. En esa ocasión, por
porque la experiencia me ha enseñado
que bajando no desarrollo todo lo que
llegado a la cumbre, que no tenía nin- to. “Siempre he sido terriblemente nervioso para bajar”, dice Hoyos. “Por qué corre
los. Hoy peso 66, pero no he engordado: Y señala el origen de este nerviosismo: nunca ha tenido accidentes
son puro músculo, y los médicos dicen
cual gané mi primera copa. Y me rega-
laron mi primera pantaloneta.
primera vez en mi vida, tuve la emoción
de los fanáticos animándome a todo lo
puedo, por el puro temor de matarme
gún compromiso con la fábrica sino
sencillamente con mi título de ciclista. trepando. En cambio, bajando ha estado a punto de matarse en las Samuelillo”
que tengo un tórax privilegiado. en las curvas, como ha estado a pun- Sin embargo, hay algo indiscuti-
largo de la carretera. Yo iba en la punta, Sin embargo, la soledad en que me en- vueltas, desde cuando empezó a correr en bicicletas remendadas,
to de ocurrirme varias veces. En aque- ble: nadie ha tenido más suerte para
trepando a un ritmo seguro. Y por todo contré aquel día, cuando todo el mun- cuidando tubulares y repuestos ajenos, hasta se estrelló contra una
El último entre veinticinco Con todo prestado el camino, hombres, mujeres y niños,
lla Doble a San Cristóbal bajé como
un demonio, como nunca, y a pesar
do volvió a la rutina del trabajo, me dio piedra, como cualquier novato, cuando representaba por primera encontrar ayuda que Ramón Hoyos. Si
entró a la II Vuelta a Colombia, cuan-
Para participar en la Doble a San con sus instrumentos de labranza en la a entender que estaba equivocado. Muy vez a Antioquia en la II Vuelta a Colombia. Julio Arrastía, su entre-
Aquella carrera a Laureles fue una de todo me sacaron veinte metros a la do era un novato sin muchas esperan-
Cristóbal no tenía prácticamente nada. mano, me animaban con sus gritos a se- asustado, a las dos de la tarde entré por nador, explica: “Hoyos baja tan bien como trepa, pero prefiere sacar
catástrofe. A lo largo de los 110 kiló- meta. Pero yo tenía mi minuto de ven- zas, fue en virtud de la terquedad de
Un sobrino de doña Gabriela Arboleda, guir adelante. No conocían mi nombre. el enorme portón de la fábrica y me di- tiempo subiendo, cuando no hay peligro, para no correr riesgos en
metros, en mi vieja bicicleta de semi- taja. En medio de una gritería confu- don Ramiro Mejía, un fanático que se
la incomparable visitadora social de la Habían salido a saludar a los veteranos, rigí directamente a la oficina del secre- las bajadas. Si Forero o Beyaert treparan tan bien como Hoyos, no se
carreras, sin cambios, no hice más que sa, temblando de emoción y de miedo gastó su plata en hacer ciclistas y que
empresa donde trabajo, tuvo que pres- y al ver a aquel muchacho flaco y ner- tario, el gran Javier Jiménez, que es arriesgarían a bajar como ya se les ha visto bajar, matándose por lo-
pedalear inútilmente. A los pocos mo- y un poco atolondrado, creí que me ha- ahora vive en México. Y también mu-
tarme un aro. Se llama Jorge Zapata y vioso que trepaba como un veterano, lo además, el encargado de los deportes. grar ventajas”.
mentos, se me perdieron de vista los bía ocurrido un accidente y no me ha- cho de lo que es hoy se lo debe al pe-
en la actualidad es propietario de la bi- instaban a seguir adelante, sin conocer Javier Jiménez me estaba esperan-
otros participantes. No era mala la carre- bía dado cuenta. Pero lo que ocurría era queño y conversador secretario de
cicleta en que corrí en aquella prueba. do hecho una furia.
tera, pero no llevábamos carros acom-
pañantes, ni entrenador, ni nada. La
Pidiendo prestado aquí, remendando
su nombre. Solo porque lo veían trepar
mejor que todos.
otra cosa: había ganado. Y ese mismo
día, en la meta, cuando la multitud se
—¿Por qué no vino a trabajar ayer? El estilo no es el ciclista Coltejer, Javier Jiménez, encarga-
do de los deportes, que se empeñó en
allá, estuve listo por fin para participar —me preguntó, indignado. Otra crítica muy popular entre las muchas que se hacen a Ra-
presencia de los acompañantes infun- preparaba para pasearme en hombros, món Hoyos es su manera de pedalear. El triple campeón considera sacarlo adelante desde cuando ganó
en la prueba. Eran diez kilómetros de Resolví ser franco. Le dije:
de ánimo y confianza. Cuando uno corre me entregaron la primera copa que que su estilo le da resultado, y sigue corriendo así, sin importarle lo su primer trofeo. En una oficina que
subida y diez de bajada, y mi bicicleta —Porque estaba muy cansado de la
como corrí aquella primera vez y se ad-
no tenía cambios. Pero no me importa- “Esta es la copa, Ramón” conquisté en mi vida.
Doble a San Cristóbal. que se diga. En cambio, ha cambiado el estilo en los cuatro años que arde como un horno a las dos de la
vierte que el pelotón se va desintegrando Es inolvidable la llegada a San Cris- lleva de estar corriendo en competencias oficiales. “El estilo no sir- tarde, Javier Jiménez es capaz de ha-
ba mucho. Estaba dispuesto a clasificar Aquello no sirvió de nada. Javier Ji-
y uno va quedando atrás, agotado, asfi- tóbal. Había música y madrinas con flo- ve para ganar —dice—. Sirve solamente para que uno se vea bien blar durante 24 horas consecutivas
de cualquier modo, aunque me rompie- ménez seguía indignado.
xiándose, se cree que el ciclismo deporti-
ra la cabeza en una vuelta del camino. res cuando llegué a la meta. Todavía Mi pantaloneta —¿Y por estar corriendo en bicicleta en la bicicleta”. Y dice que no le gusta el estilo de los mexicanos, sobre Ramón Hoyos, haciendo gestos
vo es algo misterioso, sin explicación. faltaba la mitad de la prueba, en bajada, Fue un triunfo atronador. Pero no “porque van sentados muy bajo y la posición en la bicicleta parece hiperbólicos y estirando con entusias-
no vino a trabajar? —me dijo—. ¿Qué
Con frecuencia he sufrido una pe- y yo temía por el comportamiento de mi tanto como yo lo imaginaba, jadean- incómoda”. Sin embargo, dice que esta posición les rinde a los mexi- mo sus cargadores elásticos, como si
clase de excusas son esas?
sadilla: trato de correr, muevo las pier-
nas incesantemente, con desesperación,
“Que me echen, vieja bicicleta sin cambios. Pero en la te, con mi camiseta sudada. En Antio- —Pero fue que gané. canos, y eso es lo importante. eso fuera una gimnasia de la memo-
ria. “Era un flaco que no ofrecía nin-
hora de descanso que tuvimos en San quia, esas competencias locales, que Javier Jiménez miró el periódico, es-
pero no avanzo un milímetro. Así me si quieren” Cristóbal, yo me hice el firme propó- no tienen ninguna resonancia nacio- tupefacto. Su rostro cambió súbitamente guna esperanza”, dice, recordando el
sentía en la carrera a Laureles. Estaba En esa época, mi jornada de trabajo sito de ganar, por encima de cualquier nal, provocan el delirio de las multitu- de expresión, dio un golpe en el escrito- Así corría Bartali día que aquel tímido obrero entró a
reventado, y sin embargo los otros ci- era de las dos de la tarde a las diez de la obstáculo, y solo por una razón: porque des, porque es de ellas de donde salen “Lo importante en Hoyos —dice Julio Arrastía— no es que suba su oficina, a pedirle dinero prestado
rio, sobre el periódico, y volvió a gritar:
clistas, frescos y sin apuros, me habían noche. Pensé en el riesgo que corría no me mostraran la copa. Era un trofeo bri- los campeones. Yo estaba completa- sentado y abra las piernas, porque eso no es un defecto, como cree para comprar una bicicleta.
—Idiota. ¿Y por qué no lo dijo desde
ganado todo el terreno en pocos minu- asistiendo al trabajo, sin ninguna excu- llante, por el cual me habría hecho ma- mente aturdido. Veía a mis amigos, a los la gente”. Y agrega que lo importante es su extraordinaria capacidad Sin embargo, Hoyos no olvida a
el principio?
tos. Cuando llegué al parquecito de Lau- sa. Sin embargo, pensé: “Que me echen, tar en mi desesperación de novato que muchachos del club Saeta, que me feli- de asimilación. Cuando comenzaron sus entrenamientos, en la Do- quienes lo han ayudado. Aunque hay
reles, que con ocasión del evento había si quieren”. Y pensándolo, me puse mi quería llegar a alguna parte. citaban con desbordado entusiasmo. ble a Bolívar, después de la II Vuelta, Arrastía le dijo a Hoyos: “Vos un sector neutral, que no gusta de los
sido adornado con papel de colores, me
sentía desconcertado: no veía el comi-
uniforme, la camiseta del club Saeta, y Durante una hora, la música estuvo Pero no veía a los fotógrafos de la pren- Nota del redactor como andás, tenés que cuidarte mucho, porque creo que vas a ga- ciclistas, en privado, porque considera
que todos viven pensando que el otro
mis zapatos de fútbol. Porque ese es otro tocando. Recuerdo las piezas alegres, las sa. Yo me imaginaba el triunfo como nar la próxima Vuelta”. Entonces el actual campeón tenía muchos de-
té de recepción por ninguna parte. Ni si- de los inolvidables disparates de mi vida: parejas bailando y el suelo lleno de flo- una cegadora tempestad de bombillas “El milagro está fectos y le faltaba experiencia, pero tenía las condiciones esenciales, trata de perjudicarlos, de obstaculi-
quiera sabía dónde era la meta. A alguien corría con zapatos de fútbol, en una bi- res pisadas y marchitas. Pero yo no pen- fotográficas, como lo es ahora, y como que todavía conserva, pero ahora mejor desarrolladas: tenía la visión zarles la carrera, de no dejarlos llegar
que pasaba por el parque, le pregunté: cicleta sin cambios y sin repuestos. Y — saba en esa fiesta. Pensaba en que había lo eran los triunfos de Conrado Tito Ga- en su tórax” y el ansia del triunfo y una extraordinaria agilidad mental para defi- a ninguna parte. Ese sector neutral ha
—¿Dónde está la gente? como ya lo he dicho— en el galápago de llegado con un minuto de ventaja, y que llo y Pedro Nel Gil. Pero al finalizar la Los fanáticos de Hoyos se enlo- nir situaciones. A quienes le dicen que Hoyos trepa despernancado, hecho un mal chiste. Dicen:
—Uf —me respondió—, todos se hierro. Cada vez que me acuerdo de estas debía agarrarme de ese minuto para ga- Doble a San Cristóbal no había más que quecen cuando al campeón le corres- pedaleando lo mismo sentado que parado, Arrastía les contesta: —Todos los ciclistas tienen delirio
fueron hace rato. cosas, no me explico cómo pude llegar narme el trofeo, así me costara la vida. ruidos, gritos y felicitaciones. Y un solo ponde trepar. Se da por cierto que es —Así corría Bartali. de persecución. UC
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Yo encendi el por G U I LL ER M O C A R D O N A

arbolito de Navidad
E
n mi cada vez más lejana in- Recuerdo que en esos tiempos re- sos todavía más nórdicos y gélidos. Yo Aprovechando la humareda y pos-
fancia, cuando todavía no se motos, y quizá en alguno especialmen- era un caguetas como se decía por en- terior oscuridad me escabullí debajo
hablaba de cuidar y proteger el te boyante, mi mamá decidió envolver tonces, cansón y llenador como el que de una cama y me acomodé en el últi-
medio ambiente ni se especu- la chamiza de marras no con el algodón más y, dada la apariencia húmeda, ní- mo rincón, ocultándome tras el tendi-

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laba sobre el cambio climático, blanco que se vendía en las farmacias, vea del arbolito revestido de invierno, do que llegaba hasta el piso y allí me
los diciembres estaban llenos de musgo sino con una fibra mucho más delica- en la noche de las velitas no se me ocu- alcancé a dormir, esperando la terce-
y chamizas de leña verde; el musgo para da que se conocía en los almacenes de rrió mejor idea que arrojarle un fósforo ra guerra mundial o el fin del mun-
las montañas de Belén y chamizas de po- Guayaquil como 'cabello de ángel'; una a ver qué pasaba. do, lo que llegara primero. Al cabo de
mos y guayabos para los arbolitos de Na- especie de algodón de azúcar no comes- Lo que pasó fue que el cabello de án- las quinientas, una vez restablecida la
vidad, desnudos y frágiles tocones de tible que cumplía el mismo propósito gel desapareció en un instante envuelto energía y después de todos andarme
invierno en pleno trópico que se envol- de aparentar mucho más de lo que era en una inmensa, súbita y gracias a Dios buscando por cielo y tierra, mi tío Ma-
vían en algodón para simular la nieve, y y que refulgía con una iridiscencia azul efímera llamarada que alcanzó a que- nuel dio por fin casualmente conmigo
darle realce a la bisutería verde y roja que celeste que justificaba el sobreprecio. marme las pestañas y que de paso de- y fue tanta la alegría de encontrar-
le servía de adorno, según un protocolo Una vez vestido con la sofistica- rritió la cobertura de los cables de la me (cual muñequito del Niño Jesús un
que poco a poco desplazaba al Niño Je- da y angelical cabellera, y cargado con instalación, hizo estallar varios bom- 24), que nadie se acordó de cobrarme
sús en beneficio de Santa Claus, y donde las bolitas y las guirnaldas retorcidas billitos de colores, provocó un corto- la pilatuna, y mi inflamable ocurren-
el tutaina tuturumainá empezaba a ser de oropel a tornasol y con la Estrella circuito, disparó los fusibles y dejó sin cia navideña quedó a cubierto bajo el
hábilmente opacada por los comerciales de Belén en la mismísima copa, nues- electricidad la casa. Se salvó la chami- velo cariñoso de una nostálgica y de-
acordes de las Jingle Bells. tra esmirriada chamiza tomó unos vi- za porque era de leña verde. cembrina gota fría. UC

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