Está en la página 1de 2

Orando con los ojos abiertos

Semana 1
El problema de la oración
Otra vez le pasó lo mismo. Por tercera vez, en sólo cinco minutos, se le fue o que estaba
orando. En efecto, tanto se distrajo que ni podía recordar qué había estado diciendo.
Enderezándose en la cama y ajustando las sábanas alrededor suyo pensó que era ridículo que
tuviese ese problema era absolutamente inexcusable. Nunca le había resultado fácil orar.
Ahora, con los ojos apretados se lamentaba: «Es increíble, hace diez años que soy cristiano y
todavía me cuesta tanto orar»
Muchos cristianos experimentan la misma frustración en su vida de oración. Creyentes nuevos,
cristianos maduros, pastores, evangelistas famosos, nadie se escapa. Muchos líderes de
renombre tendrían que admitir con vergüenza que en uno la oración no tienen mucho éxito. Lo
mismo ocurre con la mayoría de nosotros. Sabemos que la oración es una de las mayores
bendiciones que Dios nos ofrece, pero también sabemos que es fuente de frustración y
culpabilidad. Cuando escuchamos testimonios acerca de respuestas dramáticas a la oración,
nuestros corazones anhelan lo mismo.
Una vida llena de oración es una vida de gran bendición. Pero aparentemente tal bendición
solo es para unos pocos.
El resto de nosotros, aprisionados por la frustración, simplemente descartamos a la oración de
nuestras vidas. Nuestros horarios sobrecargados y las exigentes responsabilidades que
enfrentamos desplazan la conversación con Dios a los rincones oscuros y polvorientos de
nuestra vida. De vez en cuando deslizamos una palabra de oración, y nos parece tan hueca.
Esta cruenta realidad plantea un número de interrogantes: ¿Realmente es posible que los
cristianos tengan la esperanza de experimentar las bendiciones de la oración en una forma
más plena? ¿Es posible que sus oraciones lleguen a ser lo que Dios quiere que sean? ¿Cuál
es el problema con la oración? En los siguientes capítulos buscaremos responder estas
preguntas. Esperamos que estas respuestas equipen a los cristianos a disfrutar más
plenamente las muchas riquezas de la oración.

¿Adonde nos dirigimos para encontrar ayuda? Como la Palabra de Dios es nuestra guía en
todos los asuntos de fe y vida, nos dirigimos a la Biblia en busca de las soluciones para el
problema de la oración. De inmediato recordamos el Padre nuestro o de algunos otros pasajes
del Nuevo Testamento. Sin embargo, la Biblia tiene mucho más que decir acerca de la oración.
Por ejemplo, los Salmos del Antiguo Testamento contienen muchas más oraciones que
cualquier otra porción de las Escrituras. Los Salmos encierran una colección de oraciones
inspiradas que el pueblo de Dios cantaba y recitaba en todo tipo de circunstancias: durante la
adoración, mientras viajaban y en las actividades diarias en el hogar. Estas oraciones
proyectan el espectro completo de las emociones humanas, desde el gozo exuberante hasta la
frenética desesperación.
Lamentablemente los creyentes muchas veces ignoran los Salmos y muchos otros textos de la
Biblia que nos enseñan a orar. Por eso, en este estudio no vamos a limitarnos a unos pocos
textos bien conocidos, sino que examinaremos los Salmos y a otros textos menos familiares de
la Biblia. En ellos encontraremos nueva luz que nos guiará en esta área de nuestra vida.
Pero antes de continuar tenemos que definir cuidadosamente el tema que estamos tratando. La
palabra «oración» puede referirse a muchas cosas.
Puede ser el poema infantil que se recita antes de comer para dar gracias por los alimentos,
puede apuntar a pensamientos que de paso dirigimos a Dios, puede indicar lamentos
profundos o alabanzas gozosas. Todo ello comúnmente se define como oración.
Ocasionalmente el significado del término se extiende para incluir otros tipos de actividades
como, por ejemplo, una pintura, un recital de música, una danza litúrgica. No obstante, la
mayoría de la gente concordará de que estos son usos extraordinarios de la palabra.
Desde un punto de vista bíblico, la oración puede ser definida como la comunicación del
creyente con Dios. Esta definición sugiere tres elementos que constituyen la oración: (1) Dios,
(2) el creyente y (3) la comunicación. Si falta cualquiera de estos componentes, no puede haber
oración. Quizá no tengamos acceso a un templo tranquilo, no tengamos mucho tiempo, Orando
con los ojos abiertos quizá no haya amigos ni compañeros de oración cerca. Por muy buenos
que sean estos elementos, ninguno de ellos es esencial para la oración. En cambio, si
eliminamos a Dios, al creyente o la comunicación, la oración se hace imposible. Sin Dios nadie
escucha, sin el creyente nadie habla, sin comunicación no se dice nada.

También podría gustarte