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SABIOS PARA EL BIEN E INGENUOS PARA EL MAL

El término griego akéraios (ingenuos) ha recibido muy diversas traducciones: “inocentes”,


“sencillos”, “inmunes”, “puros”, “sin componendas”. En cuanto a sofous (sabios) que aparece
veinte veces en el Nuevo Testamento, ha sido traducido por “prudentes”, “listos”, “ingeniosos”,
“avisados”. Normalmente, un moralista hubiera dicho: “Sencillos respecto al bien y prudentes
respecto al mal”, pero Pablo dice justamente lo contrario. ¿Por qué?

El término akéraios era usado por los griegos para referirse al vino sin agua o al metal puro, sin
mezcla de otros metales, por lo que entendemos que el apóstol quiere decir que respecto al
mal solo cabe una sola actitud: el rechazo. Es decir, no debemos hacer componendas
con el mal, es peligroso hacer concesiones, razonarlo o justificarlo. Pablo recomienda
una actitud que sea inequívoca, clara, pura, sin mezcla, no intoxicada o adulterada. Es,
por consiguiente, la virtud de la rectitud moral que no se alía con mal, que conserva su
calidad de metal puro. Pablo lo explicita en Filipenses 2:15: “Para que seáis
irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo”.

SABIOS para el bien. Y con relación a lo que es bueno necesitamos discernimiento,


prudencia, sabiduría, ingenio. ¿Por qué? Porque podemos estropear o destruir algo bueno, por
la manera imprudente y torpe de tratarlo: ¿Es el momento oportuno? ¿Cómo? ¿A quién?
¿Dónde debemos presentarlo, defenderlo o propiciarlo? No bastan las buenas intenciones, no
basta con tener razón, no es suficiente que nos asista la verdad. Necesitamos la habilidad
práctica, la circunspección, el saber hacer que los griegos llamaban sabiduría.
Así como con el mal, son un peligro la habilidad y la destreza. Con el bien, son un peligro la
simpleza y la ingenuidad, ya que se pueden convertir en intransigencia. Jesús dijo: “Sed, pues,
prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mat. 10:16)

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