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El Devenir

Iniciamos este apartado haciendo referencia a un filósofo presocrático llamado


Heráclito de Éfeso, que preocupado por la realidad de la construcción del cosmos, logra
entender por medio de un elemento natural que es el fuego, que la realidad de la
naturaleza está en constante cambio, que el mundo conocido hasta ese entonces, era
asumido por la creación que el fuego ha hecho del mismo. Por lo que decía: Este
mundo, el mismo para todos los seres, no lo ha creado ninguno de los dioses ni de los
hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo, que se enciende
con medida y se apaga con medida. (Fr. 30 ).

No pretendemos desarrollar argumentos para responder ¿quién creo el mundo, ni


cómo fue creado? Simplemente dar a conocer que desde los inicios de la reflexión
filosófica, se ha tenido bien claro, que nada permanece estático, que el fuego,
ontológicamente se mantiene en movimiento, un movimiento que cambia, que da
origen, que permanece porque hay quien le alimenta, que se puede fortalecer, crecer o
disminuir dependiendo de las circunstancias que le rodean y que van dando fuerza a su
propio devenir.

Para Heráclito, no solo las cosas individuales salen del fuego y vuelven a él sino
que el mundo entero perece en el fuego para luego renacer. Dar sentido al mundo y a
la naturaleza era el punto central para los presocráticos.

Aunque en un primer momento, lo que le interesa a Heráclito es dar a conocer la


realidad del cosmos, lo que nos interesa de él, es recuperar el fundamento para
garantizar que la realidad del hombre se encuentra en constante movimiento. Nada
permanece estático, todo está en constante movimiento porque el mundo fue
permanente.

No es posible descender dos veces al mismo río, tocar dos veces una substancia
mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu y la velocidad de los cambios se
dispersa y nuevamente se reúne y viene y desaparece. (Fr. 91)

Heráclito no hace otra cosa que tomar como punto de partida un dato que proviene
de la experiencia. Para Heráclito no existe más que el "devenir" y el "ser", que desde
su pensamiento, es únicamente la naturaleza del cosmos, para nosotros se traslada a
otra realidad, que es el ser humano.

Analógicamente, el fuego representa la inestabilidad interna que ser humano vive


desde su propia condición posmoderna, en la cual se mantiene porque es alimenta por
la fuerza de su propia realidad. El mismo fuego devela que la realidad humana vive
fragmentada, o mejor dicho, inestable o desintegrada. La combustión interna del ser
humano, puede acrecentarse con el aire, oxígeno puro que lo mantiene en constante
movimiento. Hoy en día la realidad posmoderna, es el oxígeno del ser humano, que se
mantiene en constante movimiento, que a la vez puede consumir cualquier situación
interna que se pueda encontrar en su camino.

Es a partir de la inestabilidad interna del individuo, que se pretende educar


integralmente a la persona, no se pretende extinguir el fuego que representa el
movimiento interno, sino potenciarlo, para que lo que se queme, sea una purificación
interna de la persona, que le ayuda a integrarse, no solo individualmente sino también
colectivamente.

El detalle importante de la realidad actual que se ve envuelta por las características


de la posmodernidad, no es sólo que esté desintegrada la persona a partir de
presupuestos posmodernos, lo importante es como a pesar de que se dan este tipo de
situaciones, la educación pueda contribuir a desvelar la situación cambiante en la que
vive el individuo. Esto sólo se logra a través de un ambiente de integralidad interna;
que algunos pueden llamar tomar conciencia; no es un proceso que se vaya logrando
de forma inmediata, sino que requiere que la persona logre descubrir que su situación
personal ha sido simulada.

Desde la perspectiva de Rombach, el ser humano es una constante


autoconstitución, es decir, a través del logro y del fracaso de la vida, es como se va
constituyendo (Cfr. ROMBACH, 2004, pág. 209). Sólo descubriendo el logro y el
fracaso de la vida , es como puede ir uniendo todas las experiencias personales de la
vida, y así, ir asumiendo en su interior el proceso que necesita la persona, para ir
constituyendo su propia personalidad.

A lo largo de nuestra investigación hemos hablado de dos términos construcción y


constitución. La construcción la realizan las diferentes experiencias que puede vivir el
hombre a lo largo de su vida. Las categorías expuestas, pueden ayudar, para que el
ambiente educativo, que procura educar integralmente a la persona, potencie las
experiencias necesarias, que hagan que el individuo, se vaya constituyendo como
persona. La construcción ayuda a la constitución, es decir, lo que ya está constituido
en la persona, puede garantizar su acción ética, porque se convierte en un imperativo
categórico, es decir, en un convencimiento personal, que está basado no en la
individualidad de su ser, sino que participa de la realidad social de su vida personal.

La construcción y la constitución son parte del proceso del devenir, que se unen
por su puesto a la integralidad interna de la persona. No sólo son procesos de
convencimiento estáticos, sino se deben encontrar en constante movimiento, ya que
nuestra realidad no es estática, sino que se mantiene en devenir. El devenir, no
puede tener una connotación negativa, sino positiva, porque es proceso dinámico que
se ha caracterizado por estar en constante contacto con la realidad humana, a pesar
de que ésta pueda estar simulada.

El hombre puede conseguir más de la realidad de lo que se encuentra en el


horizonte de sus expectativas y proyectos, a saber, aquello que la realidad es capaz de
sacar crear desde sí misma (Cfr. ROMBACH, 2004, pág. 131). El hombre no puede
escapar de su realidad, y si ésta esta acaparada por la realidad de las características
posmodernas, tiene que convivir con ella, pero a la vez transformarla, no se puede
quedar en simple realidad.

Esto es, la situación extrema del divorcio de los padres para un joven de
preparatoria, no puede ser simple realidad, sino que lo tiene que asumir como parte de
su experiencia, que le ayude primero a construir su propia personalidad ajena a la de
sus padres, integrando sus propias características, que por herencia ya tiene; y
además a constituir su personalidad, bajo una nueva perspectiva existencial, que tiene
que ver con la nueva visión antropológica que propone la educación integral. El joven
debe entender que si por las circunstancias, sus padres construyen su vida de forma
distinta a la que deberían, su realidad humana no depende de ellos, y de aquí la
fortaleza necesaria, que da el devenir de la vida, y de tener una visión contingente de
la realidad.

Quizá sea un poco extremo el ejemplo descrito, pero la realidad educativa, en


cualquier ámbito incluyendo la familia, debe contribuir a la construcción de la vida y de
la historia de cada uno de sus hijos. Ninguno de ellos puede cumplir con la expectativa
de padre o madre, ni tampoco con las expectativas de la sociedad, que construye
modelos de vida, casi ya preestablecidos. Lo que hay que potenciar, y esto es parte del
ejercicio educativo, son experiencias que favorezcan las categorías antropológicas que
se proponen en este trabajo metodológico, sin ser ellas mismas la panacea de la
educación integral.

Este proceso de integralidad interna del ser humano, lo debemos realizar también
los educadores. Desgraciadamente muchos de los educadores, rechazan la realidad
externa, que ellos mismos están viviendo. Los educadores en muchas ocasiones viven
comparando las experiencias del pasado, con lo que hoy se está viviendo.
Generalmente se piensa que lo que ya se vivió, es mejor que lo que se está viviendo o
se vivirá. En ningún momento, a pesar de la realidad contraria que se pueda vivir, se
puede juzgar que los tiempos que estamos viviendo son negativos. Son en todo caso
realidades contingentes, que están en devenir.

No estamos tan seguros, pero quizá la evolución contingente de la realidad humana


a través de la historia, ha devenido en una mejor realidad humana, a pesar de que
para los pesimistas resulte, totalmente contraria esta idea. El calentamiento global del
cual ahora hablamos, es parte del devenir contingente de la realidad humana.

Hoy más que nunca la realidad educativa debe ayudar a integrar, lo que en la
realidad posmoderna de los jóvenes de preparatoria se encuentra desintegrado, no
sólo por el bien de ellos mismos, sino por el bien de la propia institución, por el bien de
sus familias, por el bien de la sociedad, por el bien de la alteridad cósmica que convive
con nosotros, porque no somos seres aislados que convivamos únicamente con los
seres humanos, sino también con la realidad animal y vegetal, que conviven y le dan
sentido a la existencia de que llamamos hombre.

Por lo que, como sustenta también Rombach, el devenir es cuando el hombre y la


realidad proceden conjuntamente y no de manera separada. Hombre y realidad van
unidos. (Cfr. ROMBACH, 2004, pág. 210) El hombre no vive separado de su realidad, y
si esta es una realidad posmoderna, hay que convivir con ella para transformarla, hay
que desvelarla, hay que purificarla; sólo de esta forma se puede hablar de un
verdadero diálogo antropológico.

El proceso de transformación de la realidad posmoderna a partir de lo que hemos


considerado educación integral, lo habremos de denominar integralidad interior, que es
el proceso que consideramos debe ejercitar el ser humano para llevar a cabo el diálogo
antropológico entre la realidad posmoderna y su constitución personal.

Contingencia y devenir son dos características, que confluyen o ayudan a la


integralidad interna del ser humano. Son diferentes aunque complementarias.
Diferentes porque la contingencia y el devenir, no significan lo mismo, pero son
necesarias en este proceso de integralidad, ya que son características ontológicas del
ser humano.
Puede haber quien considere la contingencia sin el devenir, o bien, el devenir sin
la contingencia. Para nosotros ambas características antropológicas, aunque sean
diferentes, complementan y favorecen el ejercicio de integralidad interior. Sin ellas no
sería posible llevarlo a cabo, ya que no existe, desde nuestra perspectiva, realidades
que no sean contingentes, ni tampoco que no estén en devenir.

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