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Para Heráclito, no solo las cosas individuales salen del fuego y vuelven a él sino
que el mundo entero perece en el fuego para luego renacer. Dar sentido al mundo y a
la naturaleza era el punto central para los presocráticos.
No es posible descender dos veces al mismo río, tocar dos veces una substancia
mortal en el mismo estado, sino que por el ímpetu y la velocidad de los cambios se
dispersa y nuevamente se reúne y viene y desaparece. (Fr. 91)
Heráclito no hace otra cosa que tomar como punto de partida un dato que proviene
de la experiencia. Para Heráclito no existe más que el "devenir" y el "ser", que desde
su pensamiento, es únicamente la naturaleza del cosmos, para nosotros se traslada a
otra realidad, que es el ser humano.
La construcción y la constitución son parte del proceso del devenir, que se unen
por su puesto a la integralidad interna de la persona. No sólo son procesos de
convencimiento estáticos, sino se deben encontrar en constante movimiento, ya que
nuestra realidad no es estática, sino que se mantiene en devenir. El devenir, no
puede tener una connotación negativa, sino positiva, porque es proceso dinámico que
se ha caracterizado por estar en constante contacto con la realidad humana, a pesar
de que ésta pueda estar simulada.
Esto es, la situación extrema del divorcio de los padres para un joven de
preparatoria, no puede ser simple realidad, sino que lo tiene que asumir como parte de
su experiencia, que le ayude primero a construir su propia personalidad ajena a la de
sus padres, integrando sus propias características, que por herencia ya tiene; y
además a constituir su personalidad, bajo una nueva perspectiva existencial, que tiene
que ver con la nueva visión antropológica que propone la educación integral. El joven
debe entender que si por las circunstancias, sus padres construyen su vida de forma
distinta a la que deberían, su realidad humana no depende de ellos, y de aquí la
fortaleza necesaria, que da el devenir de la vida, y de tener una visión contingente de
la realidad.
Este proceso de integralidad interna del ser humano, lo debemos realizar también
los educadores. Desgraciadamente muchos de los educadores, rechazan la realidad
externa, que ellos mismos están viviendo. Los educadores en muchas ocasiones viven
comparando las experiencias del pasado, con lo que hoy se está viviendo.
Generalmente se piensa que lo que ya se vivió, es mejor que lo que se está viviendo o
se vivirá. En ningún momento, a pesar de la realidad contraria que se pueda vivir, se
puede juzgar que los tiempos que estamos viviendo son negativos. Son en todo caso
realidades contingentes, que están en devenir.
Hoy más que nunca la realidad educativa debe ayudar a integrar, lo que en la
realidad posmoderna de los jóvenes de preparatoria se encuentra desintegrado, no
sólo por el bien de ellos mismos, sino por el bien de la propia institución, por el bien de
sus familias, por el bien de la sociedad, por el bien de la alteridad cósmica que convive
con nosotros, porque no somos seres aislados que convivamos únicamente con los
seres humanos, sino también con la realidad animal y vegetal, que conviven y le dan
sentido a la existencia de que llamamos hombre.