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ción de enseñante, de la que cada línea tienen ya el estilo de un IV

eslogan: «París, paraíso para los ricos, infierno para los po-
bres», o: «El maestro de la escuela es esclavo de su función», o: SEXO Y OCIO
«y todo eso, ¿para provecho de qué?, o: «De los colegas, ¡mejor
no hablar"'.
Lo esencial no está en la sociología del oficio, sino en la
deontología que se inventa y la manera como se recibe --con
frecuencia criticado, a veces imitado. Esta crítica es la que que-
remos tomar por testigo, también esta imitación. La una porque
nos permitirá delimitar el ideal, la otra porque nos instruirá en
la manera cómo un ideal no realizado puede transformarse por
la virtud de su discurso, a veces, en modelo.

Los hijos de Canisalos y de Jean-Pierre Mocky

Un publicista impetuoso sitÚa un sexo tumefacto en el bajo


vientre de un angelote para asegurar, por medio de un cartel, el
lanzamiento de un film: la opinión pÚblica se amotina, Jean-
Pierre Mocky, viejo cine asta libertario, eructa, se habla de cen-
sura, la virtud proclama que los ángeles no se tocan. En el tri-
bunal, el «creativo» mal asesorado por su abogado tiene ya pre-
parada su respuesta: ¡es el retorno de la Edad Media!
Olvidemos la anécdota de una publicidad que, como mu-
cho, apunta a la estética barroca. ¿Es necesario recordado?
Los medievales lo ignoraban todo del rococó, de los colgantes,
de los abotargamientos y de los abalorios. La audacia consis-
tente en poner en erección a un ángel, que -por el resto de su
anatomía- parece lejos de ser nÚbil, quería épater le bour-
geois; tan sólo puede impresionar a un especialista del creci-
miento infantil. El verdadero escándalo estriba en otra cosa:
en la simpleza filosófica, la ignorancia histórica y las conven-
ciones retóricas que regulan y descomponen los discursos
provocados por ese cartel, en el recurso obligado, masivo e
irrisorio que -para exaltado o criticarlo- se hace del nom-
bre de la Edad Media.

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¡Y que no se nos hable del «sexo de los ángeles»! La tradi- El amor y el matrimonio
ción que, posiblemente sin quererlo, aquí se perpetúa es la del
Queda la cuestión del sexo y de sus avatares, desde la «miso-
niño Príapo, la del divus mi/1Or y de las divinidades itifálicas, las
de Tychon y de Orthanes, no las de los Tronos, de los Poderes o ginia divina» hasta la invención del «cuerpo cristiano». Cada
de las Dominaciones. Simulacrum Priapi statuere, erigir una es- cual sabe a que atenerse: la Edad Media es teologista, por tanto
~ tatua del niño con el sexo desmesurado, eso era lo que hacía en encrática; condena el cuerpo y la sexualidad -idea recibida, no
~ 1268 el lego cisterciense de la Crón.ica de Lanercost para alejar se sabe muy bien de dónde ni de quién, pero cuya fortuna está
las epidemias de sus feligreses. Audacia por audacia, lo era más al nivel del vacío que la alimenta.
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el gesto de un lugareño de París poniendo en cada esquina esa
Los encratistas, discípulos de Taciano, eran los miembros de
una secta del Asia Menor aparecida en el siglo II y que se extin-
pasmosa imagen de arcaísmo: los hijos de Canisalos y de lean-
¡ Pierre Mocky. guió a principios del siglo v. Eran más radicales de lo que se
r
Si hay una época oscurantista, lo es aquella que confunde dice: no solo reprobaban la vida sexual, condenaban el matri-
¡I monio. La asimilación del estado conyugal al adulterio y al pe-
el surrealismo y lo sobrenatural. Colgar una terza gamba sobre
cado no era no obstante el único efecto de esta secta, pues ha
el bebé Cadum, es jugar con los iconos de las «grandes superfi-
cies» comerciales, es manipular y gastar los signos. Los hom- impregnado parcialmente la patrística. ¿Era cristiana, es decir
bres de la Edad Media no veían los ángeles con los ojos de un paulina? Eso es otra cuestión.1
cartelista postmoderno. Para un pensador medieval, toda figu- Formulada en la 1."Epístola a los Corintios, la doctrina ma-
trimonial de san Pablo se articulaba en dos mitades.
ra es un ídolo. Aquí dejo aparte voluntariamente la iconogra-
fía, o más bien la idolografia, de lo invisible. Tan sólo el pensa- La primera hacía del matrimonio y de las relaciones sexua-
miento (y, hasta cierto punto -a superar-, el sueño y la vi- les en el matrimonio un imperativo hipotético, una actitud pru-
sión) tiene que ver verdaderamente con el ángel, jamás los pro- dencial, permitiendo salvaguardar lo esencial: un tiempo para
ductos de fabricación. En el espacio donde se sitúa un filósofo la oración, una libertad concebida como la condición necesa-
de la Edad Media, el advenimiento de lo transcendente es un ria para la realización del ser del hombre, entendido como «ser-
acontecimiento del pensamiento cuya condición necesaria y para-Dios».
última es la superación del ángel. Mantener la relación con lo
No os privéis el uno al otro de lo que os debéis, a no ser por
divino en el marco de lo simbólico, es recaer en la teurgia, consentimientopropio y por un tiempo,con el fin de dedicarosa
violentar la posición medieval de Dios. La imagen, la estatua, la oración:y luegousar como de ordinario temiendoque la difi-
la esfinge, el retrato de Dios en quidal11. no son más que un cultad con que guardáis la continencia no dé ocasión a Satán
estado de aproximación que debe producirse en el recogimien- para tentaras. Por lo demás,lo que os digo aquí,es con indulgen-
to de las potencias superiores del alma. La presentación total cia y no para exigido.Pues mi voluntad sería que ['ueraiscomo
de Dios es negativa. Lo divino se muestra en sí mismo como yo. Perocada uno ha recibidode Diosla gracia que les es propia;
no siendo nada: no se puede representar. Si no se representa él el uno de una manera, y el otro de otra. En lo concernientea las
mismo, el pensamiento no tiene con que representárselo. Des- personas que nunca se han casado o a los que están en la viude-
conocer la naturaleza de la irrepresentabilidad divina, es faltar
a lo esencial del pensamiento teológico de la Edad Media. Vol-
1. Sobre la cdtica patl1stica al matlimonio y Sll fortuna medieval, d. Ph. Delhaye,
veremos a ello. .Le dossier antimatrimonial de I'Adversus Jovinianu/11 et son influence sur que]ques
écrits latins du XIIC sii~cle», Mediaeval Studies, 13 (1951), pp. 65-86. Recordemos que,
en ÚJs soliloquios 1, IX, Agustfn escdbfa: «He decidido 'que no me era necesario nada
,1
tan evitable como las relaciones con una mujer: creo que no hay nada que rebaje más
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J
el espfdtu del hombre que las cadcias de la mujer, que ese cOI11actode los cuerpos sin el
que IZO se puede tener una esposa»,

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l~ ..
dad, les digo que es mejor permanecer en su estado, como yo Que si habéis tomado una mujer, no habéis pecado; y si una
mismo he permanecido en el mío. Pero si no saben guardar la chica se ha casado, tampoco no ha pecado en absoluto; pero
continencia, que se casen, pues es mejor casarse que abrasarse. tales personas tendrán que sufrir la tribulaciones de la carne.
[...]. Lo que deseo es que vosotros no tengáis en absoluto afanes
El comercio sexual en el matrimonio era un medio de prote- que os inquieten. Aquel que no tiene mujer dedica sus afanes a
gerse de la tentación, de la quemazón del deseo que obsesiona y las cosas que tienen que ver con el Señor y con los modos de

al
obnubila el espíritu, era una manera de garantizar el pleno em-
pleo del tiempo. Se trataba, por el precio de una concesión, de las cosas que tienen que ver con el mundo y con los modos de
agradar aa su
Dios. Peroy estará
mujer, aquel que tiene mujer otorga sus afanes _
dividido.
salvaguardar una libertad interior más amenazada por el deseo
~',
t de incontinencia que por la incontinencia del deseo. Cabía pues
un buen uso del sexo -el de Mauriac- alternado con la ora-
~~
\;
ción, y una alternativa sexual a la ley del deseo, el matrimonio.2
Potencialmente, el matrimonio paulino podía convertirse así
La segunda tesis disociaba claramente el estado matrimo- en una terapia infernal conducente al resultado inverso de lo
[ que se esperaba de ella. De hecho, la yuxtaposición de las dos
¡ nial del estado en pecado, si bien reconociendo que el matri-
tesis no dejaba demasiada esperanza. Si el hombre se casaba --1
monio no podía decisivamente proteger de todo afán, es decir
para no continuar «abrasándose», es decir para no continuar I
preservar pernmnentemente el alma de la quemazón -otra
, quemazón, más terrible, más dolorosa, en una palabra más efi-
sufriendo por la ausencia de relaciones sexuales, el matrimonio I

\ caz-, la de la vida de quehaceres: lo «cotidiano». Según Pablo,


gurar
le la satisfacción
obligaba a ocuparsede excesivamente
su deseo y de del
perpetuar su raza.de Con-
objeto capaz ase- \
una vez casados, el hombre y la mujer estaban constantemente
vertida en contradictoria, la alternancia de la vida común y de
«divididos» entre dos tipos de cuidados, puesto que a la vez la vida divina se mostraba destructora. De ahí a asimilar el ma-
tenían que ocuparse del «otro» y continuar complaciendo a
Dios. La alternancia terapéutica inicial parecía pues haberse de
~~onio
9iéieI9!il()sal adult~rip, no había allá
en'cratist'ils-;y;más sino,un,paso:'Eso
de esa secta,lÚi. fue lo 'que
der1:ont¡-
transmutar en una contradicción interior, en un desgarramien-
to del alma entre dos «postulaciones contradictorias». Allí don- mero de Padres de la. Iglesia, capitaneados por san Jeróni~().
de el Apóstol había entrevisto la posibilidad de una sucesión "'¿HaY'que'identíficar por ello alpensámiento patrístico y al
pensamiento medieval? Es evidente que hay una continuidad
sino serena, al menos tendiente al apaciguamiento -y algunas
entre la patrística y la escolástica: la teología de la Edad Media
veces alcanzándolo--, el matrimonio aparecía como un señue-
toma una buena parte de su contenido de la de los Padres. Pero
lo: la satisfacción de un deseo coyuntural -en tanto que recu-
ello no excluye las deformaciones ni las rupturas. Aún más pro-
rrente- pero superable se eclipsaba finalmente ante una «in-
fundamente todavía, tal continuidad es polimorfa y desigual:
quietud» permanente e insuperable -en tanto que estructu-
ral-,-- parcialmente ligada al deseo, pero más bien encadenada cambia en función de la gente y de los puntos de interrogación.
al «mundo», a las «tribulaciones de la carne». No se puede leer un texto medieval como un «documento cual-
quiera», poniendo entre paréntesis la situación institucional del
pensamiento y la ocasión literaria de su ejercicio.
Si, a partir de la segunda mitad del siglo XIII, el «conflicto de
las facultades» se convierte en un aspecto central de una plura-
2.\Lo que Agustín llamaba .el reino de la esposa» evocando la previsión de espon-
sales.ICf. Confesiones, VI, XVI: •Y yo, desgraciado [...], impaciente en la espera de dos lización del discurso sexual. no se puede aplicar a la Edad Me-
años que me faltaba cubtir antes de recibir de sus parientes lo que pedía, en absoluto dia como talla categoría de «mentalidad encrática». Por lo tan-
tan amante del matrimonio como esclavo del deseo, me procuraba otra mujer, una to, la diversidad de los puntos de vista disciplinales -teología,
mujer iJegítima, para alimentar y arrastrar, de alguna manera, la enfermedad de mi
alma, intacta e incluso agravada, bajo la vigilancia de un persistente hábito, hasta el
filosofía- debe ser cuestionada en sí misma.
reino de la esposa». No se puede esperar que, comentando la 1." Epístola a los

116 117
r~--
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~.
Corintios, un maestro de teología hiciera una apología del amor fuera del matrimonio a una persona «conveniente» es allí una
máxima que funda una cultura nocturna del amor cuya caro
i tinos o licenciosos no abogaría precisamente a favor de un es- diurna es el «amor cortés». No es toda la Edad Media, pero es
: pacio pero,
literario o filosófico puro de toda teología. de escritos liber- una parte notable de ella, que hay que intentar comprender an-
libre, recíprocamente, el descubrimiento
tes de, a su vez, situada en perspectiva. Los «tradicionalistas» Y
l.'

¡' Los autores de la Edad Media son virtuosos en el arte de


los «progresistas» harían muy bien en pensárselo detenidamen-
I desplazar los predicados de un personaje o los programas na-
te antes de comprimir diez siglos de historia en los eslóganes de
n-ativos (los «lugares comunes») de un dominio de escritura a
otro. Lo profano nace muchas veces de una profanación silen- sus disputas.
ciosa: en Aubry de Reims, la aplicación de la filosofía de las
letanías de la Virgen María es un buen ejemplo de ello. Otro lo
encontramos, en los teóricos o las teóricas del amor--.-.-----.-cwiaÚ;¡ (el
.... ---..:...-
Palabras de mujeres
amor cortéS), -hi transfomÚición de la: 'cntlci-a la solicitación
Dulcius mihi semper existit amicae vocabulw1l. .. aut concu-
sexual (estigmatizada por la interpretación 'encrnticá dc'lahp a
los Conntios) en una crítica elitista de la vidacotidi~Úla'~esboza- binae veZ scorti. Más vale la libertad que los lazos y los frenos del
da por el propio Pablo) W_
amor legítimo.3 Paro el amor, hay algo mejor que la esposa, hay
Para comprender las mentalidades intelectuales de la Edad
Media, hay que aprender a respetar la pluralidad de los tipos de amor. A los ojos del filósofo, es el triunfo de la sensibilida; ~
enunciados y los géneros de enunciación, partir de tendencias (dicho
la amiga;de laotro modo: de
concubina la prostituta.
o la vida cotidiana) por conyugal
La vida encima del
matainte-
e]¡
C'.{)'--

de fondo que seguidamente intentaremos de afinar. La asimila- lecto (dicho de otro modo: la vida del espíritu). El matrimonio

ci~c!<:! __
~<I!~I?()~io al a?t~l~~o_(), _.~.~_~~tono más ~~ no es un refugio o un manto protector, tampoco no es un labo-I
aenuncia del uso adÚltero del matrimonioson ·1estímoniados ratorio de pasiones, ~_uE inte~J2tor del pensamiento. ~s po~
l1a15ihÚilmenteen-hs··te6logos -íneCllevarés;-ño-6bstantesefrá .~'::}pedio_ g~~_!E9P~~,~~_0~~§)f1.el dí.ñér6:'HCdíme?~i.6?n~tt1ra].
erróneo olvidar que el aQultenc)"lia sido'Tgualmeni~-sft~aCfc),'en del conjugo no es la subversión del deseo, sino la búsqueda de la
la inisma época; poreñcíñia'del'mátrimonio;-yen~- SclWenci6ñ~\ieñirá la-s necesídadesde iiriifámilla:: eireti:
rarseael-ordenindivici~;Cde·la·iiberta(rrnte1ectuarcille-we; el
te en nombre dé la soberan('!:.Asr¡;(íiaiiio¡;--¿jue~nlainmonio
~_._- . - .,.-.-"-"--'-+"-"- nó
Ú;;iro- fundiineñtOdelaliideJ5endenC:1<\ éIelespíri1Ú:'- .. -....- ..-..
podía ni realizar ni iiícluso autorizar parcialmente. La.i~~i"de .-._.---_.-~- _- .--
que el amor pueda conseguirse en laverdaa'dé sÚ'eseñcia fuera --- ¿Cómo ocuparse con igual afán de una esposa y de Ja filoso-
",

de los lazos del matrimonio es una· iclea.t~n .«típicam€nte me- fía? ¿Cómo conciliar los cursos escolares y las sirvientes, Jas bi-
dieval» como la que hace del matdmonio li.lLremedio~f[áiite bliotecas y las cunas, los Jibros y Jas ruecas, las plumas y Jas hila-
incierto a lás solicitaciones de la carne:'" w

turas? ¿Aquél que debe absorberse en las meditaciones teoJógi-


Vale la pena destacar la disYuntiva: en Un marco preciso, cas o filosóficas puede soportar los gritos de los bebés, las nanas
todo pasa como si nadie soñara en buscar en el matrimonio la de las nodrizas, el ruidoso bullicio de una domesticidad masculi-
plena realización del amor. El amor libre no es el desenfreno; na y femenina? ¿Cómo tolerar las travesuras que constantemente
los predicados del amante o de la amante son aqueIlos mismos llevan a cabo los niños? Los ricos pueden porque tienen un pala-
cio o una mansión suficientemente grande para que puedan ais-
que los modernos y celosos defensores cristianos del «sexo con-
yugal» atribuyen al marido y a la esposa: respeto mutuo, noble- larse, porque su opulencia no se resiente por los gastos, porque
za, probidad, valor personal. En la versión más extrema, ello
quiere decir que hay que yacer fuera del matrimonio con aque- 3. En los pasajes que son traducción francesa de citas latinas se ha respetado al
llas o aquellos que parecerían dignos de estar casados y que, máximo la opción escogida por el autor Alain de Libera, evitando en todo momento la
precisamente, lo son, lo han sido o lo serán ... por otros. Amar tentación de rehacer su traducción. (N. de los T.)

119
1.18

td
no son crucificados cotidiana mente por las preocupaciones ma- tidad y amor, generosidad y liberalidad van juntos. Por otra
teriales. Pero tal no es la condición de los filósofos, y aquellos parte, los celos, que son esenciales al amor, no pueden reinar en
que tienen que preocuparse del dinero y de los asuntos materia- el matrimonio, mientras que se desarrollan libremente en el
les no pueden dedicarse a la labor del teólogo o del filósofo.
;Ti

amor libre.

Esta sorprendente apología concluye, a su vez y por un movi-
He aquí en palabras de una mujer -El oís a- del siglo XII la miento de soberana casuística, en otra transferencia: puesto que
aparición, o más bien la ostentación en una futura monja, de es preceptivo que <<nadiepuede ser dispensado del amor a causa
una visión radicalmente antimatrimonial de la existencia filosó- del matrimonio» (causa conjugi ab amore non es excusatio recta),
fica. Frente a dicho texto, que encuentra sorprendente, J. Le es en el amor libre donde se situará el amor -¿el Evangelio no
Goff anota que «hay, a pesar de todo, autoridades para apoyar dice claramente que no se puede servir a dos seflOres? .'
esta posición y condenar el matrimonio del sabio» --en particu- Se ve claramente por estos dos ejemplos -que se oponen en
lar sa~ Jerónimo y Cicerón.4 Además de olvidar la incongruen- todo-- el lugar real del filosofar. Para Eloísa, el matrimonio es
cia misma de tal alianza (el Padre de la Iglesia y el filósofo) es, un obstáculo epistemológico que se opone a la verdadera filoso-
sobre todo, olvidar a san Pablo. Es no ver la escandalosa metá- fia; para María de Champagne, es un vínculo de encadenamien-
fora que lleva toda la Carta de Eloísa a Abelardo: la transferen- to del libre intercambio amoroso que la palabra, la paradoja
cia sobre la persona del filósofo de una doctrina paulina sobre filosófica, desencadena. Mientras tanto, ni Eloísa ni María son
el afan originariamente destinada al cristiano. Transferencia «filósofas en el sentidos medieval del término».
singular y decisiva que los intelectuales del siglo XIII retomarán Hay pues que preguntarse, después de este preludio, lo que
a distancia, con menos elocuencia, pero con igual determina- tienen que decir al respecto los filósofos de oficio, los «intelec-
ción, una vez conocida la Ética de Aristóteles.
tuales». En primer lugar, escuchemos al censor.
Otra opinión de mujer, un siglo más tarde, con el diálogo
,
Nobilior novili del De amore de André le Chapelain. A la pregun-
ta «¿Puede haber amor entre personas casadas?» la condesa de Calle de Fouarre
I Champagne, María, responde: vale más ser amantes que cónyu-
mentos.5
ges, es decir sometidos al mismo YUgo. No le faltan los argu- E17 de marzo de 1277, el obispo de París, Étienne Tempier,
!
I prohíbe la enseñanza de 219 tesis. En el prólogqdeSt:CS'ylldlÚls,
I!
En el matrimonio, la ternura se debe, es una obligación le- aatado'de'l27oyseguñ--efestiló 'd-e-los' preceptos' eclesiásticos
gal (per rationem necessitatis et ex debito); entre dos amantes, al entonces observados en París, no indica la fuente de las propo-
contrario, todo es «prodigado gratuitamente» (gratis omnia lar-
I¡ siciones que condena.6 Hay, no obstante, una gran excepción: el r

: giuntur). El matrimonio es a la vez un estado legal, social, y un


¡¡ estado de naturaleza, el de la ley natural, el amor extraconyugal
De amore de André le Chapelain, cuyo título mencionado al co-
mienzo de un párrafo donde la licencia amorosa abre retórica-
¡\ que es «ilegal» es un estado de gracia o, si se prefiere, un estado
1: gratuito: el de liberalidad, que está por encima de la naturaleza. ---
,,
1,

~_sla oposición entre l<:lcl.c=~cl9:jIª-_ª.;:\s1i.~a.La honestidad no 6. El texto de las condenas ha sido editado y comentado por R. Hissette, Ellquéte
i.
sur les 219 articles cOlldanmés a Paris le 7 l1lars 1277 (Philosophes médiévaux, XXII),
1 ; existe en el maíririlonio donde todo se calcula, se exige, se recla-
¡ i ma y se pesa, fuera del matrimonio -por el contrario-- hones-
Lovaina-Paris, Publications Universitaires-Vander-Oyez, 1977. Cf., además, L. Bianchi,
i
Il Vescovo e Filosofl. La cOlldalll1a parigil1a del 1277 e l'evoluziol1e dell'aristotelismo
ij $colastico (Quodlibet, 6), Bergamo, Lubrina, 1990, y L. Bianchi y E. Randi, Le verita
~ .4, Les llllellectuels ..., p. 46. dissonallli, Roma-Bari, Laterza, 1990. El libro de L. Bianchi contiene una bibliografía
casi exhaustiva, pp. 210-254, a la que remitimos. El reciente libro de K. Flasch, Aufkll1-
(5.)Sobre Elolsa y Maria de Champagne, cf. Mt. Beonio-Brocchieri FumagalJi, «TI rUl1gim Mittelalter? Die Verurteilul1g von 1277 (Excerpta classica, VI), Mayence, Diete-
\ gentlle uomo innamorato: note sul De al1lore», en La storia del/a filosofia come sapere rich, 1990, ofrece igualmente muchas perspectivas nuevas, las cuales hemos tenido
critico. Studi offáti a Mario Dal Pra, Milán, Franco AngeJi Editore, 1984, pp. 36.51, muy en cuenta.

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~ 121
~
mente el espacio de todos los peligros: necromancia, sortilegios, aventura, «rebeldes sin causa», a los cuales tan solo les falta lo
invocación de los demonios y otros «conjuros». perfecto.

Además, condenamos por la misma sentencia el libro Del amor, El hijo de un pobre campesino llegará a París para aprender: su
aún llamado Del dios de amor, que comienza así: Cogit me mul- padre, para que adquiera reputación y honor, empeñará el valor
tum, etc., y termina así: cave igitur Galtere, amoris exercere mal1- de una o dos medidas de tierra, y se arruinará. Llegado a París
data. Condenamos también el libro de geomancia que comienza para hacer lo debido y llevar una vida honesta, el hijo convierte
por Estimaverul1t Irzdi y termina por ratiocinare ergo super eum, en armas el producto del arado y la labranza. Recorre las calles
et il1venies, etc. Y condenamos aún los libros, rollos o cuadernos en búsqueda de bellas haraganas. Su dinero desaparece, su vesti-
neorrománticos y todo lo que contiene recetas de sortilegios, de menta se desgasta; y todo vuelve a empezar. En lugar de hábito,
invocaciones a los demonios, y todo lo que por medio de conju- lleva cota de malla, y bebe hasta embriagarse.
ros puede poner en peligro a las almas, y condenamos igualmen-
te todo lo que trata de materias que, con toda evidencia, atacan
de alguna u otra manera la pureza de las costumbres y la ortodo- Según ciertos documentos de la época, los aprendices de'¡
xia de la fe. filósofos no filosofaban jamás -el aficionado a las «historias» I
puede aquí solazarse, la Edad Media al menos habrá inventado \
La condena del De amore afecta un escrito muy difundido alguna cosa: el estudian.te fal1tasma. Acaso no están por todas j
entre el pÚblico parisino de los años 1270. Ese texto que mu- partes las terribles descripciones donde, como en cualquier
crfptica película del sábado por la noche, el Man.uel du carabill
chos historiadores han promovido, no sin exageración, al rango
de «manifiesto del libertinaje» no era la obra de un filósofo. reemplaza la Biblia, la pelea ocupa el lugar de la disputa y los
servicios sexuales el Arte de amar.
Hay que creer, sin embargo, que agitaba suficientemente los
espíritus de la esquina del Petit-Pont y de la calle de Fouarre
El estudiante de artes recon-e la noche, totalmente armado, en
como para que el obispo haya considerado necesario denun-
ciado nominalmente.7 las calles, rompe la puerta de las casas y llena los tribunales con
el alboroto de sus escándalos. Todo el día, prostitutas en venta
Cada uno conocía la «opinión de las familias sobre el mun- (meretriculCl2) plantean quejas contra él, quejándose de haber
do estudiantil»: se pasa más tiempo en los cafés que en las bi- sido golpeadas, rasgadas sus vestiduras o cortados sus cabellos.
bliotecas -un viejo tema de reproche, que la Edad Media ha «No se limitaban a brutales disipaciones, sino que habitualmente
ilustrado particularmente bien. No se puede abordar el discur- cometían verdaderos crímenes». Se asociaban a truhanes y mal-
so del censor, sin acabar de una vez por todas con la leyenda hechores, callejeaban armados durante la noche, violaban, asesi-
escolar. naban, robaban con fractura. Las fiestas celebradas por las Na-
Los estudiantes del siglo XIII no tuvieron buena reputación a ciones en honor de su patrón, en lugar de ser una ocasión edifi-
los ojos de sus contemporáneos. Son pel1del1cieros, amantes del cante, no fueron sino una provocación para la embriaguez y el
desenfreno. Los estudiantes recorrían las calles de París en ar-
vino y de las mujeres, que amlinan a su padre y provocan los
mas, turbaban con sus gritos el reposo de los pacíficos ciudada-
sollozos de su madre, callejeal1tes, siempre en bÚsqueda de una nos, maltrataban al inofensivo paseante. En 1276, incluso juga-
ron a los dados sobre los altares de las iglesias.

7. El De al1lore continuó circulando después de la condena de 1277. En 1290 inclu-


so fue u-aducido al fmncés por Drouart la Vache, quien -sin duda alguna, pam gamn-
Así de bajo es el perfil del estudiante parisino.8 Según parece
tizar su difusión- soslayó el illcipil y el explicil mencionados en el Syllabus, los cuales se está muy lejos de una «generación moral». Pero los maestros
habtian facilitado demasiado su identificación. No sucedió igual con el u-atado de
geomancia Eslimaverwzl illdi, que no ha llegado hasta nosotros; se puede, no obstante,
leer una parte en P. Tannery, Mél1loires scientifiques, IV: Sciel1ces exacles chez les 8. Sobre todo eso, cf. J. Verger, 1982, «Des écoles 11 l'université: la mutation institll-
ByzalZlills, Toulouse, 1920, pp. 403-409.
tionnelle», en La Fral1ce de Philippe Augusle. Le lel1lpS des l1IutatiollS, Pmis, Éd. dll

122 123
masa humana? ¿Acaso la vida no estaba encerrada entre los
no valen mucho más. Incluso se tern1ina -si se cree a Jacques
muros aprisionando el hedor de las calzadas? ¿Acaso no se ex-
de Vitry- por instalar la escuela encima del burdel:
perimentaba una mezcla de reverencia y de rechazo al ver pasar
las vestimentas negras con largos pliegues que vestían al mundo
En una misma casa hay,en el primer piso,las escuelas;en elpiso del saber?
bajo,loslupanares.En el piso superior,los maestrosdan sus cla-
ses;en el piso infetior,las putas ejercensu bochornosooficio.De No sabemos nada de ello. Tanto peor, o más bien: tanto me- I
un lado,están las prostitutasque se discutenentre ellaso con su joro Tratándose de moral sexual, los escuetos hechos no tienen \
chulo,delotro, estánlossabiosque glÍtan,discuteny disputan.9 interés. La cuestión que nos plantea hoy la condena del De
amore no es una cuestión de costumbres, es una cuestión de
La combinación del aprendizaje intelectual y del desenfreno discurso, de intención, de escenario; una cuestión de ideal y de
de las costumbres puede parecer curiosa; es no obstante una enunciación.
combinación ganadora, el Único verdadero estereotipo que or-
ganiza aÚn la visión comÚn del tiempo de los estudios, ese largo
intermedio entre los Últimos juegos de playa y la bÚsqueda del Cuando París condena
primer empleo. El estudiante de letras, equivalente moderno de
los artistae, continÚa siendo una figura peligrosa, o al menos El problema de una historia intelectual no es saber si la po-
ambigua, que -en tanto que «joven»- representa la insolencia blación escolar del Barrio latino seguía al pie de la letra las
y la irrespetuosidad indispensables para el discurso de la seguri- prescripciones de tal o de cual otro libro -sólo nos importa la
dad, y, en tanto que «literato», exalta los fantasmas de inutili- prohibición. Para nosotros, la censura es un operador histórico,
dad y de incompetencia previstos por los partidarios de las «trá- es ella la que transfonna un enunciado en tesis, quien.hace pa-
mites rentables».
§!:)os-d!s~ursos d~ntfo dé 16 real, que lleva la audacia de las
Tenemos aquí un código de larga duración que, como todo IJ~hibrasdentro de la de las cosas .. En suma, es la condena la
«lugar comÚn» tiene una vida tanto más penosa cuanto le basta que dayida a la e~critura. Un historiaQordeb"é'oes'criblr un'sis-
con satisfacer una función fijada. Por ello no es una adecuada /' "tef!1ª;!li:~a coÍecci6ñ'de hechos; atlnque fueran en' s{mismos
plantilla de lectura para abordar el fenómeno de los «intelectua- hi.c1zos,d~,ªespráiiir--'.-----_d_- . , ... --.. --------....----.--.. d

les» en la Edad Media. Ese tipo de continuidad es demasiado .- Tal «sistema;; existe, es lo que denuncia y enuncia Tempier;
vaga, demasiado intuitiva, demasiado superficial para intentar existe a partir del momento en que el censor desarticula y rear-
la evaluación de una semejanza o de una carencia. ticula un texto en una red de proposiciones prohibidas.
Por otra parte, basta con dar un vistazo sobre las descripcio- Es un error presentar la técnica de detracción que, en la
nes del Ban;o latino en el siglo XIII, para ver que allí, por movi- Edad Media, organiza la práctica de la censura, como una de-
da que fuera, la vida no era más excitante que en otra parte. fonnación ciega y, por tanto, injusta del «pensamiento» censu-
¿Qué podrían ofrecer las estrechas fachadas que albergaban rado. Un texto sigue al pensamiento que lo anima, el censor
a los maestros y a sus alumnos? ¿Qué había a su alrededor sino tiene sobre él la superioridad de «liberado» de la red que en
an'oyuelos de agua sucia pisoteada en medio de las calles por la secreto lo alimenta. El texto sospechoso muestra y esconde su
verdad, el dictamen del error -la sentencia- actualiza su lógica
latente enlazándola con otras quiebras.
CNRS, 1982, pp. 824-825; B. Nardi, S. T0l11111aso d'Aqllino. Trallato sul/'ullitd de/tinte- Consideremos pues el «sistema del sexo» condenado en 1277.
, e illtrodllzionc, Florencia, Sansoni,
//ello contra gli averroisti. Tradllzione, C0l11111ellto Contiene seis tesis, que, en el orden con que son mencionados
l~. 1938, p. 96; R. Hissette, .Etienne Tempier et les menaces contre I'éthique chrétienne.,
Bulletin de Philosophie Médiéva/e, 21 (1979), pp. 68·72. por el Cartulario de la Universidad de Parfs, ocupan respectiva-
9. Citado por J.B. Schneycr. Die Sillcnkririk in del! Predigten Philipps KnIllJcrs. mente los nÚmeros 166,168,169,172,181 y 183 delsyllabus:
Mllnster, Aschendorff, 1963, p. 59.

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pecado contra natura, también llamado: el mal uso del


coito, no es contrario
Por contrario que seaa la
a naturaleza del de
la naturaleza individuo.

La continencia no es esencialmente una virtud.


la especie, el

La completa abstinencia de todo acto camal destruye a


la vez la virtud y la especie.
Quod quisbusdam signis sciuntur hominum intentiones et
mutationes intentionum, et an ille intentiones perflciende sint, et
quod per tales figuras sciuntur eventus peregrinorum, captivatio
hominum, solutio captivorum, et an futuri sint scientes an latro-
nes: «Ciertos signos nos permiten conocer las intenciones de los
hombres y sus fluctuaciones, nos pern1iten saber si sus inten-
ciones deben ser realizadas. Tales figuras nos permiten conocer
·l_.'J'
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¡ - El placer obtenido en las actividades sexuales no impide


¡ la actividad o el uso del pensamiento. igualmente la suerte de los peregrinos, quién caerá prisionero,
¡ - La castidad no es un bien superior a la completa absti- quién será liberado, y quién de entre los hombres del futuro
nencia. será sabio o ladrón», Esta primera tesis -la número 167- afir-
La fornicación pura y simple, la de un soltero con una ma que los «signos» permiten conocer, más exactamente adivi-
soltera, no es un pecado. ña¡;, las iñ1:enCii5nesdelos hombres, sus cambios de iriterieióny
Tas cohsecuenciª§que resultarán en la realidad, brevemente, sil
¿En qué medida estas seis proposiciones repartidas, es decir destino: Se tr~ta de la posición de una semiología adivinatona
espaciadas, como están forman un sistema? Caben dos posibles -que eclaza el conjunto de la astrología «científica» o «supersti-
lecturas: ciosa» -los signa en cuestión no designan, en efecto, las meras
configuraciones celestes, sino todos los signos utilizados por los
una, a favor de la solidaridad de las tesis cuyo común adivinos, incluso los encontrados en los sueños y en las «visio-
denominador explfcito es la moral sexual considerada de nes» proféticas. Tal como está descrito en la proposición 167, el
manera abstracta, es decir en el marco doctrinal y auto- punto de aplicación de esas técnicas adivinatorias muestra ade-
ritario exclusivo de la ley paulina; cuadamente la situación social en donde se enraízan y la natu-
la otra, de intentar rellenar los vacíos dejados en el dis- raleza de la demanda que se vincula a ellas: en primer lugar, el
positivo de los enunciados, para desprender su verdade- fracaso de las Cruzadas, el fracaso.c:l~.Occiª.~gte, y la-a:iigtíStÍa-
ro marco de enunciación. Efectivamente, puede sorpren- qÚe se despreÍ1de'(¡<eoIioce'fhCsÚerteres~rv~da ~'losperegriños,
der que las seis tesis sobre el sexo no sean presentadas en quién caerá'priSiori'ero'-yquTénserá liber~laO;;");'ttéspúés;-más
continuo, sino al contrario entrecortadas de proposicio- radicalmente, la incertidumbre de vidas'constal1temente--ex-
nes (los nÚmeros 167,170,171,173,175,176,177,178, 'pÚestas;'la:luchi; la· «col11peteiida»-conocererft.it~;rodecaCla
179, 180 Y 182) que, aparentemente, no tienen ninguna uno y saberquléIl escogerá qué-, quién escogerá el vicio (aquí
relación directa con las cuestiones de ética sexual. el robo) y quién la virtud (aquí la ciencia), pero incluso se po-
dría decir también, deontol6gicamente: lo fácil o lo laborioso, el
Seguiremos el segundo método. éxito o el mérito.
170: Quod pauper bonis fortune non potest bene agere in mo-
ralibus. «Un hombre carente de bienes materiales no puede ac-
Alrededor del sexo: el fxlósofo rebelde tuar bien en el ámbito moral.» Esta tesis, donde se expresa todo
el rigor de un naciente «aristocraticismo filosófico», prolonga,
¿Qué dicen las trece tesis que cercan o interrumpen el enun- en un sentido opuesto, paradójico, «escandaloso», la denuncia
ciado de las seis proposiciones consagradas a la sexualidad? Po- paulina de las ocupaciones mundanas -el escrúpulo de Eloí-
nen, uno después del otro, los elementos de una rebelión filosó- sa-, pero, y ésta es la novedad, prolonga ta~bién -no sin pro-
fica de conjunto que sirve de fondo para una nueva figuración vocación-la teoría aristotélica de las condiciones sociales de la
del sexo. virtud. Ser virtuoso, es ser liberal; la práctica de la virtud es,

126 127
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~':: ante todo, la práctica de las acciones nobles; o bien, no hay se la diversidad, de ver la incompatibilidad de los bienes, tiene
¡el grandeza de alma, «magnanimidad» -la consigna de los inte- también en el mismo momento el poder de elegir. La voluntád
lectuales según Le Goff-, 10 sin «magnificencia»; pues, la virtud no tiene el poder de elegir, no puede abstenerse o impedirse,
no se acomoda con la necesidad. Dicho de otro modo: la auto- querer lo que la razón le dicta. Tomada en sí misma la voluntad
nomía (sufficientia), la «independencia», es a la vez la condición es ciega: la libertad supone el conocimiento. Esta tesis es a la
material y el instrumento de la rectitud.
~e~' la expresión de un intelectualismo y de un determinismo
171: Quod humilitas, prout quis non ostentat ea que habet, -un reencuentro sobre el cual volveremos más tarde, al pre-
sed vilipendit et humiliat se, non es virtus. «La humildad no es sentar las opiniones medievales sobre el «poder de los astros».
una virtud.» La grandeza no va sin ostentación. Si se «tiene La voluntad es monomaníaca, siempre quiere lo mismo; la ra-
algo, más bien hay que mostrado que no menospreciarse y re- 'zón libera, pues sabe que hay otra cosa, conoce y por ello mis-
bajarse» sin razón. Es atentar en contra de la virtud, menospre- '1110 supera los «contrarios», tiene el poder de dirigir la voluntad
ciar la propia grandeza. La oposición cristiana del fariseo y del hacia lo que le parece bueno. Tan sólo la razón puede arrancar
publicano es substituida en la proposición nÚmero 171 por la el hombre al determinismo del querer.
filosófica de la grandeza y de la mediocridad. Que un mediocre 174: Quod fabule et falsa SU/it in lege christiana, sicut in aliis.
aspire a los honores no forma parte del orden de las cosas: para «Existen tantas fábulas y errores en el cristianismo como en
ser virtuosos los mediocres deben mantenerse modestos; pero cualquier otra religión.» 175: Quod lex christiana impedit addis-
que un «grande» rehuse los honores a los que su superioridad le cere. «La religión cristiana impide instmirse», es un obstá<;:ulo
da derecho tampoco forma parte del orden de las cosas: los al progreso del conocimiento.!l Estas dos tesis, que nos remiten
«grandes» deben tomar lo que les corresponde. Para el filósofo, directamente al clima de la Blasfemia de los Tres impostores,
la verdadera humildad es la modestia, es decir la virtud exigida aplican al cristianismo la afirmación aristotélica de la supe-
a la pobre gente; pero, por contra, no tiene razón de ser esperar rioridad de la filosofía sobre la creencia religiosa, así como la
que un «grande» sea humilde -la humildad de un «grande» no I!rítica averroísta de Avicena, culpable de haberse retirado de su
es una virtud, su verdadero nombre es «pusilanimidad». propia filosofía por incapacidad de resistir a la presión de los
173: Quod scientia contrariorum solum est causa, quare ani- teólogos musulmanes.
ma rationalis potest in opposita; et quod potentia simpliciter una 176: Quod felicitas habetur in ista vita, et non in alia. «Es en
non potest in opposita, nisi per accidens, et ratione alterius. «El esta vida donde se encuentra la felicidad y no en la otra.» ~s!ª
conocimiento de los contrarios es la causa exclusiva que hace tesis retorna, de nuevo, la opinión de Averroes sobre la imposi-
que el alma racional domine una alternativa. Una facultad por bilidad de una vida futura personal. No hay inmortalidad perso-
si sola no tiene el poder sobre las contrarias, si no es por acci- nal, pues el pensamiento (el intellectus) no es una potencia ,del
dente y en función de la otra facultad [la inteligencia].» «La alma 'humana. No hay nada después de la muerte: el Pensa-
voluntad no puede detern1inarse por sí sola a hacer una cosa 'miento que existía antes de mí continÚa después de mí, unido a
más que otra.» Sólo la razón, que tiene el poder de representar- otros hombres. La felicidad esta aquí abajo; pasa de un sujeto
a otro, de un receptáculo a otro, en una ronda que no tiene ni
10. Les [ntellectuels, .., p. 129. La noción de magnanimidad, analizada por ptimera comienzo ni fin. Mi muerte no es un acontecimiento para el
vez por R.-A. Gauthier, es, efectivamente, la consigna de los intelectuales lmiversita-
tios. Es también, con su contrmio, la humildad, ]a consigna de los intelectuales no
universitatios: el hotizonte conceptual de ]a predicación del Maestro Eckhart, magna- 11. La pareja fom1ada por las proposiciones 174 y 175 es semejante a la formada
nimitas y humilitas fom1an en él, bajo una nueva solidatidad, la substancia de las por los artículos 152 y 153: Quod sermolles theologi fimdati Sl/11tin fabulis (<<Losdiscur-
nociones de nobleza, de pobreza y de desapego que propone a los religiosos y a las sos de los teólogos se basan en fábulas»), Quod nichil plus scitur propter scire theolo-
beguinas de Teutollia a inicios del siglo XIV. La problemática de la magnanimidad y giam (<<Nose sabe nada nuevo cuanclo se conoce ]a teología»). La procedencia ave-
de la humildad es pues uno de los principales vectores de la extensión del ideal univer- rmísta de estos enunciados es innegable, en cambio no]o es]a insistencia puesta sobre
sitmio y de la desprofesionalización de]a vicia filosófica aquí estudiada. la «Ley cristiana».

128
129
Pensamiento, mi felicidad termina conmigo. El Pensamiento es naturales concedidos al fiel al mismo tiempo que la gracia san-
eternamente feliz: yo puedo ser también feliz --es lo que me tificante», son inÚtiles: el hombre llega a la perfección de la vir-
sucede cuando lo «reencuentro», cuando lo dejo ser en mí tud por la sola filosofía.
uniéndome a él-, pero tan sólo puedo ser feliz aquí abajo, 178: Quod finÍ5 terribilium est mors. «La muerte es el más
puesto que no hay yo en la otra vida, puesto que ningún yo terrible fin de las cosas.» Esta tesis puede entenderse de dos
sobrevive a su propia muerte. Esta perspectiva radicalmente maneras. En un primer sentido la muerte es e! final de todo, es
anticristiana supone una definición de la felicidad como unión e! «cesar de todos los males». No tiene ningÚn aspecto terrible,
entre un Pensamiento Único, anónimo, transcendente y una es e! liberarse de la vida, de los sufrimientos de aquí abajo a los
alma individualizada por sus «fantasmas» (las imágenes que re- que fija un final, y, puesto que no hay nada después de esta
I sultan de su presencia en un cuerpo), y por tanto incapaz de vida, la idea de la muerte aporta consigo la certeza de la imposi-
:pensar por ella misma. bilidad de futuros males, su mera evocación libera al hombre
Para el filósofo, el hombre es UI1 cuerpo_pro~uc:torde imá- de la angustia del castigo eterno, todo como, de hecho, la reali-
genes~ que siente, imagina y sufre. Que cono~e ..la.. f~li~i<:l~cr dad de la muerte excluye que se pueda jamás experimentar en
cuando se eleva al Pensamiento y participa de sll plenitud,.deJª-. otra vida lo que e! propio Tempier, en su interpretación de la
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felicidad que éste goza en sí mismo y por sí mismo. Al suprimir tesis, llama «e! peor de todos los terrores, e! que se experimenta
la facultad de imaginar que individualiza a cada sujeto, la en el infierno».
f .
I muerte le quita al mismo tiempo la posibilidad de unirse a lo En un segundo sentido, la frase significa que la muerte es la
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que sea. Si por lo tanto el pensamiento humano es una «recep- culminación más terrible de todas las cosas, es decir la más
\
ción» y la felicidad el estado que resulta de ella en el receptor, la horrible de las cosas, e! mal supremo, puesta que es e! cesar de
¡ desaparición de! receptor deja sin esperanza, pues no hay espe- todos los bienes, el final de toda actividad. Es la tesis de Aristó-
i ranza de retorno: el estado que ha sido conocido como yo no teJes en la Ética a Nic6maco. Cualquiera que sea la interpreta-
II
í
volverá nunca, nunca jamás no seré «yo». El mundo, la felici- ción, el resultado es el mismo: se afirn1a aquí que no hay super-
dad continuarán, pero ya no lo serán para nadie. No tengo pues vivencia personal. Ese rechazo subsidiario de los fundamentos
I nada que esperar ni que temer de la muerte, ni recompensa ni mismos del cristianismo puede determinar una actitud filosófi-
castigo. Es aquí abajo donde recibo lo que me corresponde: si la ca compleja articulando toda existencia sobre el doble juego de
acción virtuosa es ella misma su propia recompensa, es porque los males y de los bienes, a la vez una impaciencia de la muerte
la lleva o se la lleva consigo. y una nostalgia de la vida.
177: Quod non SU11.t possibiles alíe virtutes, nisi acquisite, veZ 179: Quod non est confttendum, nisi ad apparentiam. «Nadie
innate. «No hay otras virtudes que las virtudes adquiridas y las debe confesarse sino por la forn1a», 180: Quod non est orandum.
virtudes innatas.» Tal como las describe Aristóte!es, las virtudes «La plegaria es inÚtil.» La confesión no tiene sentido, pero so-
humanas se dividen en dos clases: las que derivan de mi natura- cialmente no se puede prescindir de ella. La plegaria es incom-
leza -naturaleza significa aquí <<llacimiento»- y aquellas que patible con la naturaleza de Dios, es una absurdidad teológica.
adquiero por la práctica y la repetición de los actos virtuosos en Para un filósofo, Dios es impasible e inmutable, no debería ser
función de mis aptitudes y de mis esfuerzos. Reducida a lo afectado ni cambiado por una solicitud. Por otra parte, esa mis-
j esencial, esta tesis niega a la vez la existencia, la posibilidad y la ma naturaleza divina hace que Dios se dé y prodigue como el
necesidad de las viliudes morales infilsas -dicho de otra ma- Bien supremo: no puede ni permanecer estéril ni repartir desi-
nera, de las tres virtudes teologal es cristianas: fe, esperanza y gualmente sus dones. Habiendo sido definido por su «magnani-
caridad. Una vida de hombre aspira a su verdad moral, por midad», no se debería rogar a Dios que diese más ni algo dife-
tanto simplemente a su verdad humana, en el sólo ejercicio de rente de lo que ha dado, sino simplemente alabado por ser lo
las virtudes filosóficas. Las virtudes infusas, esos «dones sobre- que es. En definitiva, puesto que no es la causa directa de la

130 131
r::':d algunos heréticos, algunos marginales, algunos intelectuales de
~~ lo que noopuede
de la dar.
infeHddaddé!
Insólitas enhombre, noduda
Pans, sin ,e puede
estasreclamade
dos estra- épocas, medios y condiciones diferentes, pero esta misma dis-
r tegias de ruptura con la vida religiosa no podían ser convenien- paridad impide considerar la articulación de las tesis como el
\1 tes para un maestro ni conformes a la piedad universitaria12 en- reflejo de un programa existente, concertado, convergente -por
otra parte algunas de estas tesis censuradas, han sido quizás
inventadas por las necesidades de la causa. Tal como se escribe

;
otra pme, no en el 'upue"o Mverrof,mopopular. de los goliar-
dos, sino en los feudos de las sectas alemanas -begardos
y be-
,- tonces unánimemente respetada. Debenan tener su origen en en el syllabus de Étienne Tempier la filosofía es y no puede sino
. guinas, hen11anosy hermanas del Libre Espíritu- a las que ha- ser globalmente insólita; este déficit empírico es, no obstante, se-
r bía predicado, en los años 1310-1320, el Maestro Eckhart. cundario. ¿Por qué era necesario que la filosofia se enunciara
} 182: Quod possibile est, quod flat rzaturaliter universale dilu- con todas sus letras en una obra o en una corriente concreta? El
I vium ignis. «No se puede descartar la posibilidad de una des- trabajo y el privilegio del censor estriba en descubrir el fantas-
i. trucciÓh natural del universo bajo un diluvio de fuego.» Esta ma de la libertad.
¡ tesis con mÚltiples facetas lo resume todo. La naturaleza sigue No hay pues que sorprenderse si los escritos de un Siger de
su propio curso y puede morir por sí misma, puede volver al Brabante o de un Boecio de Dacia, «averroístas institucionales»
f'uegoy, por sí misma, renacer un nÚmero indefinido de veces. '3 en historia comO hay' «inversores instltucionales» en la Bolsa, no
La posibilidad natural de la destrucción universal da su sentido cóntieiiéi todo lo que la historiografía, después de Renan, qui-
a la vida humana. Todo comienza y vuelve a comenzar natural- siera ver. Los filósofos de la Edad Media estaban en la misma
mente: desterrada de la conciencia, la acción providencial de ~ituacf6n que sus lectores modernos: buscaban la filosofía.
Dios no debería alimentar el drama interior, desterrada del uni- Nuestro prejuicio más nefasto es tomar los textos medievales
verso, no debena reglar su dramaturgia exterior. como la exposición de doctrinas ya completas, recitadas por
compiladores. Hay que admitir no obstante que un «artista» me-
di~arno-sabfa más que nosotros lo que era la filosofia medieval
Teología de la lujuria y moral del individuo =--ello por una razón simple: además del hecho que ignoraba
estar en la Edad Media (pensaba más bien, como nosotros, ser
Tomadas en conjunto, las trece proposiciones que acabamos «moderno»), ignoraba como nosotros lo que podna ser en reali-
de comentar brevemente fon11an un retrato del filósofo y de la dad una formulación integral de lo propiammte fllosóflco.
filosofía cuyo Oliginal, en principio, parece insólito. Está claro, Al componer su improbable lista, Étienne Tenipier'ha dado,
en efecto, que ningÚn grupo social constituido ni ningún corpus alrededor del sexo, golpes a lo impalpable: ha inventado el pro-
estructurado de la Edad Media ofrecen una tal abundancia de yecto filosófico del siglo XIII.
males. Se puede, ciertamente, evocar algunos filósofos árabes, Tal como lo constmye el obispo de París, el contexto del dis-
curso medieval sobre la sexualidad es el mundo: el mundo de la
naturaleza o, más bien, el del orden natural. Ese mundo abre
12. Sobre este tema cf.lP.s Inte/lectucls ..., pp. 90-92.
13. Es evidentemente la idea de un fjn natural del mundo la que pone en duda
paso a un Dios que las religiones instituidas defornlan en la
Tempier, no -propiamente- su destrucción por el fuego. Tódos los teólogos del siglo medida que lo desnaturalizan en la exuberancia de la fábula
XIII aceptaban, segÚIlsu propio pUllIo de vista, la idea de una conflagración universal, (prop. 174) y la contención del pensamiento (prop. 175), la va-
y por consiguiente las fórmulas de Atistóteles sobre el pode,- destructor del fuego
(Meteorológica IV, 379aI4-16). Un anónimo maestro en artes de los años 1245-1250 riedad de los cultos y de los sacramentos (prop. 179 y 180). Es
había 1legado a esclibir que al llegar «al fjn, todo devendría fuego, Atistóteles se había un mundo donde la muerte se ha laicizado (prop. 178), la felici-
mostrado como un buen cristiano (zmde ibi lidt bonllS Cristianus) ». Cfr. AllOlzymi, dad humana exaltado (prop. 176), la dignidad de las antiguas
Magistri artium lP.ctura in Librum De Anima a quodam discipulo reportata, ed. de R.-A.
Gauthier (Spicilegium Bonaventulianum, XXIV), Editiones Co1legii S. Bonaventurae virtudes humanas restablecida por encima de los falsos presti-
Ad Claras Aquas, Grottafenata, 1985, pp. 240, 63-65. gios de la servidumbre y del odio a sí mismo (prop. 170, 171,

132 133
'r4~¡,¡;r.. -,~,,"=--
f 177); u~ mundo del devenir, a la vez frágil y constante, donde el claro, si considerados los hechos; pleno de sentido si prestamos
atención a la codificación que le impone el teólogo. Se puede
! se dIcta a sí mIsma su propia ley. Es en la estructura de éste
ti
.:
ho~bre encue~tra su lugar ~minente: allí donde la naturaleza
mundo eterno que hay que pensar el estatuto de la sexualidad.
disponer rápidamente de las dos plimeras órdenes: todos los
«filósofos», antes y después de la condena de 1277, de Siger de
1 Las seis tesis condenadas por Étienne Tempier forman parte Brabante a Boecio de Dacia, pasando por J acques de Douai,
! del modelo filosófico propuesto en el conjunto de las tesis 167 a Gilles d'Odéans y una larga teoría de anónimos, predican la
I 183. La moral sexual que esbozan tiene toda la evidencia anti- «huida y la mortificación de las pasiones», o, si se prefiere, el
cristiana, pero más específicamente aún antimonástica; no'-6os: «control de la razón». Nada los opone en este terreno a los teó-
tante se equivocaría quien redujera ese antagonismo~L~~!o logos, sino lo más importante: la definición de la naturaleza, de
Combate de dos ideales: la ciudad contra el monasterio, la razóñ la función y de la finalidad de este dominio. Aquí tiene su lugar
contra la fábula, la naturaleza contra la ley divina. IgUalmente- el silogismo de la templanza: S! el filósofo se retira de los place-
sería un error situar la moral filosófica naciente en el siglo XllI res de los sentidos, es para llegar a la contemplación filosófica;
bajo el signo del vagabundeo sexual y de la fornicación, de asi- suponiendo que un coitus temperatus no obstaculiza la vida del
milar -en suma-la figura del goliardo con la del filósofo, vin- pensamiento, suponiendo que una secreción -la eyección de
culando la resultante en un hipotético «averroísmo popular» algo' superfluo (eiecto superfluitatis) ya se trate de sudor o de
que, a través de los artistas, se había amparado de una parte de esperma- no sea un hecho moral ni, a fortiori, una falta moral
la sociedad. La novedad del paso del siglo XIII al XIV no estriba en (peccatwn in moralibus), corresponderá a cada cual definir por
la profesionalización después de la desprofesionalización de la sí mismo el partido que debe tomar respecto a esos obstáculos
licencia, sino en la propagación social de un mal filosófico ines- epistemológicos privados que son los impedimenta felicitatís,di-
perado: el ascetismo. Es por la moral que la filosofía ha resuci- cho de otro ii:16do, el sexo, la alimentación, la bebida: amoveré,
tado en la Edad Media, en primer lugar por la moral sexual, detruncare sive regulare -parar del todo, suprimirotegular: La
inmediatamente por la moral sin más. Los filósofos han remiti- verdad filosófica del ascetismo es la templanza, lo qÚehoy en
do a los teólogos, a la sociedad cristiana, al magisterio de la día .se llama «el equilibrio».
Iglesia, el argumento que Agustín había dirigido a los filósofos La perspectiva del censor es más compleja. Necesita vincular
de la antigtiedad tardía: han retornado el oro de los egipcios que dos tipos de presuposiciones, las que predica a los otros y las que
los Cristianos, antaño, les habían confiscado los primeros. En le llevan a actuar. Es él pues el intérprete total del siglo, él quien
una palabra, los filósofos han recuperado su patlimonio. hace oídos sordos a las declaraciones de intención, quien lee
Ciertamente, es difícil leer el renacimiento del ascetismo fi- entre líneas y se remonta a las fuentes, él quien imputa a las
losófico en la trampa tendida por Étienne Tempier, pues es ne- copias las consecuencias de los modelos, él quien -no viendo
cesario remontarse -a partir de la censura- hacia tres orde- sino su verdad- alumbra la de los otros, incluso cuando no la
nes distintos: el orden de los hechos, el orden del discurso filo- veían, no querian veda o preferían silenciada. La censura no es
sófico, el orden del discurso teológico, y hay que aprenªer a un catálogo de los hechos, es un método de captura de los erro-
distinguidos -en un plincipio--, a recortados -finalmente-, res futuros, un acelerador del desorden. Es por ello que la privi-
como se recortan las informaciones .. -.-.- legiamos aquí: no para ver lo que pasó en París, sino para com-
Lo que dice el censor, que la Facultad de Artes es el foco prender lo que pasó en todas partes; no para restituir la carne
desde donde irradia el mal -el «averroísmo popular» de los del libertinaje y las ficticias desviaciones del «averroísmo popu-
histoliadores-, es a la vez verdadero y falso. Falso, si el mal lar» y «parisino», sino para adivinar, encontrar, presentir los
irradiado se identifica con el natllralismo y la licencia; verdade- contornos de un «arabismo» si no popular al menos descleriza-
ro, si se identifica con un nuevo ascetismo. Lo que dice el filóso- do, de un movimiento de ensanchamiento de la existencia laica,
fo está claro si nos atenemos a los textos filosóficos; aún más de sus ideales, de su reglas de vida, sus renuncias y de sus exce-

134 135
r?~'"
u sos voluntarios -10 que llamamos la «desprofesionalización de
Es pues al decretar inocente el pecado contra la especie que el
~ la filosofía». Para compre~der Dante y Eckhart, tene~os qu.e filósofo peca él mismo a los ojos del censor.
¡; comprender antes la necesIdad que lleva a ellos, en que el test!-
:; monio de un «poeta» italiano y de un «predicador» alemán no La definición del peccatum contra naturam ha planteado
1: solamente es admisible sino indispensable para la plena com- más de un problema a los historiadores del pensamiento medie-
¡ prensión de esta laicización del ascetismo que -según noso- val. Ver en él un simple uso «desordenado» de las relaciones
tros- constituye la verdadera apuesta de la tardía Edad Media, sexuales, una laxitud de las costumbres, no es suficiente. El pe-
cado verdadero está en la mutación de la idea de naturaleza, en
la verdadera realización de su programa intelectual, la singular
maduración de sus contradicciones -ello no puede hacerse sino la reducción de la «naturaleza tal como se la representa el teólo-
analizando el discurso del censor. Es 10 que vamos a intentar. go» en una «naturaleza segÚn el filósofo», reducción que -to-
Quod peccatum contra naturam, utpote abusus in coitu, !icet mando la forma de un desencantamiento lógico del mundo-
sit contra naturam speciei, n011tamen est contra naturam indivi- permite inmediatamente organizar una libre circulación de in-
dui. «Si bien contrario a la naturaleza de la especie (humana), dividuos desatados de las sujeciones a la taxonomía. Es en este
el pecado contra natura, por ejemplo el mal uso del coito, no va sentido y por esta razón precisa que un Tomás de Aquino defi-
en contra de la naturaleza del individuo». Esta proposición, el ne el pecado contra natura como un anarquismo -no habla
pues de un anarquismo social a lo goliardo, sino de un anar-

i
leza: uno por lo que respecta a la especie, el otro al individuo, y quismo natural.
esta proposición consagra la posibilidad de su divergencia. Para el teólogo, el «mal uso del coito» no concierne única-
artículo
A los 166,
ojos afirma que hay el
de un teólogo, dosabusus
órdenes jurídicos
i11coitu es ladeforma
la natura-
radi- mente al hombre y a la mujer. Incluyendo también la mastur-
cal de la desviación: para él, un pecado «contra natura» es bación, la bestialidad, la homosexualidad y la sodomía, el vi-
siempre un pecado contra la naturaleza, un ataque contra la cium contra naturam es en primer lugar el no respeto de u
perennidad y la fijeza de las especies que, necesariamente, toma orden específico, el de la identidad y la diferencia. Tal como 10'
la forma de una transgresión de la clasificación natural. Una consideran los filósofos condenados por Tempier, el uso indivi-
especie natural tiene una definición, un lugar dentro del esque- dual del sexo es el lugar de resolución, de disolución, de una
ma del mundo. No puede dejar1o. Por su comportamiento se- forma natural de la sociabilidad, apremiante en tanto que fun-
xual, por el contrario, el individuo puede crear un desorden na- damental, y fundamental en tanto que f-undada sobre una dis-
tural, anarquismo bio-lógico. Es esta transgresión del orden
natural 10 que el filósofo pretende legalizar reconociendo un de- la sexualidad, todo pecado sexual es un pecado contra el sexo,
recho sexual del individuo. ¿Cuál es la fuerza subversiva de este es un error de sintaxis de la biología; un error cuyo simple ca-
enunciado? ¿Qué es 10 que realmente pone en juego? rácter
tinción deliberado
metafísica: hace que ypueda
lo mismo lo otro.serEncaracterizada tambiénde)
la visión teológica
La respuesta es paradójica, si, con Le Goff, se sitúa toda la como una falta moral.
filosofía bajo el signo del naturalismo vagabundo.!4 En efecto, Para comprender bien lo que significa aquí la reivindicación
lo que se proyecta en la tesis 166, no es la apología social del filosófica de la naturaleza del individuo contra el primado teo-
desorden sexual, sino -en contra de toda previsión- el!iberti- lógico de la naturaleza de la especie, hay que ver con más preci-
,;naje de la filosofía natural. Lo que Tempier reprocha a los filóso- sión 10 que podía ser la lujuria para un teólogo medieval, pues
fos, es que se mofan de la taxonomía, que reconocen en el hom- si el «pecado contra la naturaleza» es una forma de lujuria, no
. bre individual el poder de transgredir el orden de la naturaleza representa toda la lujuria, y, recíprocamente, no siendo sino
sin pecar, que cancelan inocentemente todas las definiciones. una forma de lujuria debe ser pensado teológicamente en ese
marco conceptual preciso.
14. Les 1I1lelIectue/s ...• pp. 118-120. La tradición cristiana distinguía cinco especies de lujuria: la"'!
fornicación simple, el adulterio, el incesto, el estupro y el rapto ..
136
137
Es en estas cinco variedades, ya mencionadas en el siglo XII por Primera especie de lujuria, la fornicación es la relación se-
los teólogos (Pedro Lombarda) y los juristas (Gratien), que los xual de dos personas que no están ligadas de ninguna manera
autores del siglo XIII, como Tomás de Aquino, han añadido un ya sea entre ellas o con otras: concubitus soluti cum soluta. La
vicium contra naturam. En qué condiciones? sexualidad del soltero es necesariamente disoluta, potencial-
El sistema tomista de la lujuria se articula sobre la noción mente infinita; sus protagonistas son las variables no fijadas.
t ; de familia natural, en la intersección exacta de la naturaleza Por ello, lógicamente, el modelo de la sexualidad libre es la rela-
i I (necesidad de la procreación para la propagación de la especie) ción con las prostitutas. 16
y de la cultura (necesidad de la educación para la constitución «L?: fornicación es la copulación con mujeres pÚblicas.» To-
de una estructura social nuclear estable). El imperativo que re- más de Aquino se basa en el propio lenguaje, la etimología ins-
gla la actividad sexual y organiza el pensamiento teológico es' cribiendo la significación privilegiada de la palabra en el desa-
por tanto doble: primeramente, procrear niños; segundo, edu- rrollo de su historia. Fomicatio (cuyo primer sentido es efecJiva-
carlos. La lujuria es un desorden con doble filo que amenaza a mente la acción de curvar) viene, recuerda, de fomix (<<o6veda,
la vez la reproducción biológica y la reproducción social. El arco, arcada, pasaje cubierto, arco de triunfo»), la curvatura o
primer tipo de desorden es, precisamente, el «pecado en contra vuelta que;eriHoracio y Suetonio, tenninan además por reci-
de la naturaleza» que impide que entre en juego la generación; bir el sentido de <<lupanar», a partir -por metonimia- del de
el segundo no peca en contra de la naturaleza pero si en contra «prostitución masculina».
' de las circunstancias, las condiciones de un futuro nacimiento,
más exactamente aÚn en contra de sus consecuencias previsi- La fornicación, es decir el acoplamiento de dos seres sin lazos, ob-
bles: ataca lo que seria el futuro del recién nacido. El niño de la tiene su nombre de los arcos de tdunfo, pues es en este tipo de si-
voluptuosidad, más exactamente el niño de la fornicación, no tios que se agrupaban las mujeres que se daban a la prostitución.!7
podria -por falta de una «familia natura!»- recibir una sana
.educación. !5
f

En el caso de la fornicación, la <<TIa-determinación» de la


Los cinco tipos de lujuria distinguidos por los teólogos co- mujer es 10 que constituye el pecado. A los ojos del teólogo, los
rresponden pues a las cinco maneras de provocar, según ellos, dos amantes son uno y otro libres (soluti cwn soluta), pero la
una frustración automática de los derechos de la infancia. Pues- mujer es más que libre: está «indetenninada», es decir no
to que se trata de familia, todo reposa aquí sobre el estado de la poseída legalmente. 1 8 La lección es clara: el comercio con la
mujer.
Para Tomás de Aquino las mujeres prácticamente no tienen
elección «existencia!»: deben ser «detenninadas o detennina- libre de los ataques del matrimonio, no está libre de la tutela (¡Jotestas) del padre. Por "
I
16. SUl1ll11a theologiae, l1"-ll"", q. 154, a. 6, ad pril1llll1/: ,Aunque una virgen esté

bles». Atistóteles había comparado la «hembra» con «la materia otra parte tiene el signo especial de la virginidad que plantea un obstáculo especial a la '
fornicación sexual, tal signo [el himen] no debe ser retirado más que por el matrimo-
que aspira al macho en tanto que forn1a», es decir en tanto que nio. El estupro no debe ser por tanto confundido con la fornicación simple. Al contra-
una deterrninación. Traspuesta al plano juridico, esta metáfora rio, la fornicación es un acto sexual realizado con prostitutas, es decir, con mujeres ya
encuentra su Última consecuencia. desflorndas (ial1l corruptisJ», Dicho de otra manera: sólo la virgen es plena, la prostitu-
ta es el ejemplo de la mujer no ple11a, de la mujer que no está íntegra, es decir que ya
Una mujer está detenninada cuando pertenece a un hombre
no está entera, puesto que le falta el signo natural que la mantenía fuera del comercio
en un marco legal, es decir matrimonial (secundum legem ma- sexual. El problema de la fornicación es abordado filosóficamente en una Quaestio de
trimonii); es detenninable cuando nada impide que pertenezca a Jacobo de Douai, ms. Paris, Nat. lat. 14.698, f. 154va-vb. En Santiago de VitlY la
algÚn hombre. fornicación es presentada como admitida a la vez por los ,clérigos» y por el pueblo.
Sobre este punto, cf. J.B. Schneyer, Die Sitte11kritik ... , p. 59, n. 65. Sobre la vida sexual
fuera del matrimonio, cf. J.F. Dedek, ,Premmital Sex: the Theological Argument from
PeterLombard to Durand», Theological Sllldies, 41 (1980), pp. 643-667.
15. Cf. Tomás de Aquino, SUl11l11a theologiae, 11"-11"",cuestión 154, artículo 1, res- 17. Quaestiol1es disputatae De malo, q. 15, a. 3.
[J01;'deo.
18. Hay que notar que la pareja ,detenninable>H<determinación» es después del

138 139
íc
~~r" •

it un bien.no deja de ser un mal mientras que ésta en sí misma es por tanto que, en la perspectiva tomista, el verdadero titular
't I muje~
-digamos el sujeto- del sexo es el hombre -la especie huma-
En los otros casos de lujuria, la mujer es tomada, es el objeto
de una actividad sexual (literalmente una «imposición de for- na-, no el individuo. Arrogarse el sexo para uno mismo, tal es
para él el pecado que se produce en todas las fon11as del vicium
ma») que se realiza no fuera del derecho, sino contra el derecho. contra naturam:
Para Tomás, hay utilización sexual de una mujer no deter-
minable, a saber: incesto cuando la no-determinabilidad proce-
Primeramente, obtener una polución sin recurrir a la cópula,
~ de de su «proximidad» de sangre o por matrimonio, es decir a
con el solo objetivo de experimentar un placer sexual, pecado de
un parentesco; stupro cuando procede de su «pureza» o de su impureza, llamado por algunos molicie. En segundo lugar, obte-
«santidad» -dicho de otra manera de su virginidad-, el stru- nerla acoplándose a una cosa de especie diferente, esto es, la
pum s.iendo definido esencialmente no como un libertinaje ver- bestialidad. En tercer lugar, obtenerla mediante cópula, pero no
gonzoso o un comercio criminal en general (sentido que remite con el sexo debido, por ejemplo «un hombre con un hombre,
al término «stupro» en Voltaire, quien lo introdujo en el fran- una mujer con una mujer», como dijo el Apóstol-es lo que se
cés), sino más exacta y exclusivamente como «la desfloración llama el vicio sodom{tico. En cuarto lugar, obtenerla sin acoplar-
ilícita de una virgen». se de manera natural, ya sea recUlTiendo a medios indebidos o a
Quedan por considerar los casos donde la mujer es detem1i- otras maneras de hacer aún más monstruosas y bestiales. 19
nable o ya detem1inada, pero por otro, a saber: el adulterio, que
es la utilización de una mujer ya poseída por un marido segÚn Para el teólogo la bestialidad tiene por tanto dos acepciones:
la ley del matrimonio, por tanto de una mujer ya determinada; por una parte, el comercio sexual entre especies, «cosas» (res), per-
el rapto, que es cuando una joven es arrancada de la casa de su tenecientes a clases diferentes; por otra, la utilización de instru-
padre, o cuando -sin estar detem1inada en sentido estricto- mentos y de téalicas no naturales. Una transgrede el orden de la
está a la espera de la determinación conyugal y sometida a los naturaleza, la otra se desvía de é1. Hay que subrayar que la vi-
cuidados patemos. sión del desvío sexual aquí propuesta no es la de Aristóteles.20
Es evidente que, en tal contexto, la reivindicación de un dere- Para el Estagirita, la bestialidad designa en primer lugar la an-
tropofagia, es decir:
cho de la natura individui no podía ser admitida por los teólogos.
Hay que ver no obstante cómo la transgresión del orden biológi-
co pudiera pasar también por filosóficamente inaceptable. La mujer que, se dice, desuipa de an.iba abajo a las mujeres
embarazadas y devora su fruto o también esos horrores en los
En su análisis del pecado contra natura, Tomás de Aquino
que se complacen -según se dice-- ciertas tribus salvajes de las
intenta explicar en que medida comporta una corrupción del orillas del Ponto, que comen carnes crudas o la carne humana, o
acto sexual: en lo que le opone al orden, es decir «al fin natural intercambian mutuamente sus hijos para saciarse en sus festines
de un acto que conviene a la especie humana». Se puede decir o también lo que se cuenta de Falaris.

siglo XII la consigna de la gramática especulativa, puesto que es lo que pe¡mite pensar Esta definición aristotélica de la desviación sexual originaria
el nÚcleo de las relaciones sin tácticas como relaciones de dependencia entre dos cons- servía para distinguir más o menos claramente los estados de
tlllibles, de los cuales uno, el depel1del1s, está a la espera de detClminación, y el otro, el bestialidad de los estados mórbidos «absolutos» -la locura del
termi11a1IS, es el que va a «tem1inado», es decir a determinado. Hay pues un régimen a
1111gabiemo sexual como hay un régime11 o 1111gobiemo gramatical. Sobre la detenlli11a-
hombre «que ofrece su madre en sacrificio a los dioses y la devo-
tia en gramática y la asimilación del régimen a una relación de detel111inación, cE. M.A.
Covington, SY11tactic theary i11 the lfigh Middle Ages. Modistic models at'se11tellCe struc-
ture, CambIidge, CambIidge University Press, 1984, con las consideraciones de 1. Ro- ¡
19. SUl11ma theolagiae, II"_IIa", q. 54, a. 11.
sier, «La syntaxe des modistes: A propos d'un ouvrage récent», Le Moyen Age, 3-4 20. La concepción a¡istotélica del desvío está expuesta en la Ética a Nicómaco VII,
(1987), pp. 461-468. ¡
6, 148b15 ss., que seguimos aquí a partir de la traducción Tricot, París, VIin,2 1967,
pp. 341-343.

140
141
ra, la del esclavo que devora el hígado de su compañero»-, esta- En Tomás de Aquino, al contrario, el pecado de la carne no
dos a su vez diferenciados de las «propensiones mórbidas resul- tiene nada que ver con la vianda, sino con e! esperma. Pero no se
tantes de las costumbres», como por ejemplo: puede decir que 10 camal ha reemplazado para él a 10 cárnico.
La pollutio, es decir la emisión de esperma -10 que no es, ha-
[...] arrancarse los cabellos, comerse la uñas, comer carbón o tie- blando con propiedad, el goce ni incluso e! placer-, aparece
rra, sin olvidar la homosexualidad. aquí en e! primer plano.21 La figura tomista del homosexual ya
no se relaciona con la del hombre que come tierra o que se come
El pasaje aristotélico de la antropofagia a la homosexuali- las uñas, sino a la de un sujeto que derrama su simiente en el sue-
dad, límites extremos de la desviación separando la bestialidad lo. El pecado contra natura tiene así por paradigma e! pecado de
de 10 mórbido, no es retomado por Tomás de Aquino. Onan, no la paradójica cme!dad de Falaris, e! asador de Sicilia.
Para Aristóte!es, en quien el sexo no aparecía sino al final de
una larga cadena de transgresiones de la relación de lo mismo y
de 10 otro, hay un choque de la cultura y de la naturaleza donde La continencia y la abstinencia
la oposición de 10 cmdo y 10 cocido tiene más importancia que
la sexualidad. No es este ya el caso en Tomás. Inversamente, si Quod continentia n011 est essentialiter virtus: «La continencia
para e! teólogo la homosexualidad es una depravación, Aristóte- no es esencialmente una virtud». QLlod perfecta abstinentia ab
les -por su parte- no la inscribe en e! orden de la pollutio, tan actu camis corrumpit virtutem et speciem: «La completa absti- i
caro para Tomás: no es más que una mala costumbre que ca- nencia en materia sexual atenta a la vez en contra de la virtud y/
racteriza, por ejemplo, «aquellos de los que se ha abusado des- de la especie humanas». La crítica filosófica de la continencia y!
de su infancia». Dicho de otra manera, la homosexualidad no es de la abstinencia sexuales atestiguadas por las proposiciones: l
una señal de intemperancia: 168 Y 169 se lleva a cabo en dos frentes: e! de la ética individual,;
emanando del reconocimiento de un régimen jUlídico de la na-i
[...] no más que se considerasen intemperantes a las mujeres bajo tura individui (prop. 166); el de la ética sexual, donde el argu-' 1

el pretexto de que, en la copulación, su papel es pasivo y no activo. mento de la conservación de la especie utilizado primerament~
por Tomás en contra de los filósofos en su análisis del viciu111¡
Asimilada a una conducta alimentaria de substitución, la contra naturam va a ser proyectado, por esos mismos filósofos,!
en contra de los defensores de la moral sexual cristiana.
homosexualidad aristotélica se distingue de la bestialidad en la
medida que escapa a la tragedia monstmosa de 10 cm do y de lo
cocido que, desde e! toro de bronce donde Falaris -tirano de
21. Como volveremos a ver, la cuestión del espelma había ocupado mucho al maes-
Agrigento- hacía asar vivas a sus víctimas, al festín caníbal de tro de Tomás en Colonia, Albel10 Magno. En sus QlIaestiol1esde alli11laliblls,X, q. 1 Y 2,
los Bárbaros de! Ponto, conserva todos los trazos estmcturales Alberto había disputado sobre el hecho de saber «si la retención del espenna era más
de! mito. No obstante, la articulación misma de la antropofagia nociva para un hombre que la de la menstmación para la mujer» y «si la emisión del
espemla fatigaba más al hombre que a la mujer», tratando -de paso- un argumento
y de la homosexualidad es también un pasaje en e! límite de la sacado del CanDIl de Avicena que relacionaba la fatiga y el placel~ .Quien toma mayor
estmctura polar del placer corporal tal como 10 entiende Aristó- placer en el coito es quien se fatiga más [...]. Asfpues, es la mujer quien toma mayorpla-
cer, puesto que es ella quien se fatiga más». L'\ tesis personal de Alberto era la siguiente:
teles, para quien: «Hay que responder que el placer es cuantitativamente mayor en las mujeres, pero que
es cualitativamente mayor en el hombre, pues el placer del hombre es más ordenado
[...] las causas corporales del placer son aquellas que interesan a que el de la mujer •. Cf. Quaestiolles super De allimaliblls, en Alberti Ma[,~liOpera ollmia,
ed. E. Filthaut, Miinster, AschendOlff, 1955, pp. 214-215. Sobre las teOlias sexuales de
la nutrición y a las necesidades sexuales, en otros términos, las Alberto Magno, véanse los trabajos de D. Jacquart y C. Thomasset: «Albert le Gran et les
funciones corporales que constituyen la esfera del desenfreno y problemes de la sexualité», History alld Phi!osophy o{ the Lile Sciellces, 3 (1981), pp.
de la moderación. 73-93 Y Sexllalité et savoir médica! au Moyen Age, Pmís, PUF. 1985.

142 143
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~. Fundamentalmente la perfecta abstinencia de toda relación términos- no son sino «medias virtudes». Como, por otra par-
~ sexual es contraria al derecho natural en la medida en que pone te, la magnanimidad se opone a la humildad cristiana (es decir,
~ ' en peligro la propagación de la especie humana. Esta «eviden- en el lenguaje de Aristóteles, la «pusilanimidad», ¡.tIKpO\jmxía),
Ir cia» engendra una paradoja. Los teólogos, adversarios del peca- la virtud filosofal se sitÚa igualmente por debajo de la noción
11 do contra natura, no pueden invocar a favor de la abstinencia el cristiana de la continencia. La denuncia de la contincntia en la
I principio que han alegado contra la desviación sexual: el «orden proposición 168 y de la humilitas en las proposiciones 171 y
i de la naturaleza». Estando desarmado el adversario, el filósofo 170, forma pues un sistema que, en principio, no tiene nada
! tiene entonces una buena ocasión para denunciar la abstinen- que ver con el sexo.
cia como una practica contra natura y, con retorno al remiten- Tal como se articula en el syllabus de Tempier, la profunda
te, presentar la sodomía y la abstinencia como estmcturalmen- orientaci6n....de·la··crítica.
---------- . filosófica de la continencia no es la
te equivalentes, puesto que su propio resultado es idéntico. moral sexual, sino directamente la ética filosófica. Si el anstote-
¿La asimilación filosófica de la abstinencia sexual a un vicio lísmo-riOhacede la continencia una virtud de pleno derecho, no
contra natura es mistotélica? Para responder a ello, hay que es porque ésta haya traicionado esencialmente a la sexualidad
volver a los textos e intentar deshacer la complicada madeja de -lo que no es el caso-, sino porque, en su perspectiva, la do-
la doctrina filosófica de las virtudes -toda la cuestión estriba minación de los placeres excesivos no es sino una media medi-
en saber qué eventual lazo une en profundidad las problemáti- da comparada con el soberano dominio de la magnanimidad.
cas aparentemente distintas de la continencia y de la abstinen- Para un aristotélico, la «problemática» de la continencia se cie-
cia sexuales. rra con rapidez: la capacidad del continente en dominar en él
Decir --{:omo la tesis 168- que la «continencia no es esen- «el deseo violento de bebida agradable» es ciertamente aprecia-
cialmente una virtud» conduce a atribuida un carácter moral ble, no obstante tiene poco valor en relación con la autarquía
extrínseco puramente accidental. Esta desvalorización de la del magnánimo.
continencia se apoya incontestablemente en Aristóteles. Por razones evidentes, esta jerarquía de las virtudes no se
En el Estagirita, la continencia (8YKpa'tEta) y la incontinencia reencuentra sino parcialmente en los teólogos. Tomás de Aqui-
i (aKpacrta) son originalmente distinguidas de la rigurosidad y de no sigue Aristóteles cuando sostiene él mismo que la continen-
la molicie. El fundamento de esta distinción reside en una opo- cia «no alcanza la perfección del concepto de virtud moral»: el
sición más radical aÚn: dominar o ser dominado, resistir o no marco que esboza en relación con la imperfección de todo «do-
resistir. Si bien esta clasificación parece modelada sobre la opo- minio» es por otra parte perfectamente aristotélico, puesto que
sición de los placeres y las penas -la continencia tendría por muestra cómo los «apetitos sensibles» .Y.J.~~_«p~s!?nesque se
objeto los placeres, la rigurosidad o perseverancia tendría por ob-
jeto la pena-, el conjunto de la distinción tiende a fijarse final- no dejan nunca de volver a hostIgar
leva~t~~n~~!.lyiolenciaen-contra ~e la.raz~n»
a qme¡:¡lascontlene,:2pn
siendoc?i;¡¡eíj~as
mente en una ecuación más sutil: el continente es aquel que esté-sentido pues, si tomamos el texto al pie de la letra, Tomás
domina la apetencia de placeres excesivos; el «riguroso» o, más suscribe la tesis aristotélica de la continencia como punto me-
bien, el «paciente», aquel que resiste a la pena nacida de la in- dio de la virtud, por tanto -hay que subrayado- cae por ello
satisfacción de sus deseos naturales. mismo bajo el golpe de la censura episcopal. Todo cambia, al
Así definida, la continencia no goza en Aristóteles de un va- contrario, cuando aborda la cuestión del sexo. Aquí, en efecto,
lor ético absoluto. Se ha dicho ya, a los ojos clelEstagirita, la el teólogo retorna el paso y, situado en la necesidad de distin-
virtud filosófica, la virtud suprema es la magnanimidad. La de- guir continencia «aristotélica» y continencia sexual, su posición
es totalmente diferente.
finición aristotélica de la ~lE"(c:Ú"o\lf1)i{a .::....:::';set·digno
de grandes
cosas y de juzgase digno a sí mismo»-la sitÚa muy por encima
de la continencia y de la paciencia, que -segÚn sus propios 22. Cf. Summa theologiae. Il"-Il"", q. 155. a. l.

144 145
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f~ ;i..¡n,-'.....•••
~'" - ,

~ Abstinencia y temperancia: la anestesia general sexual -una voluptuosidad subalterna, puesto que es evidente
que un individuo puede abstenerse de toda sexualidad sin poner
Cuando trata la cuestión de las relaciones entre continencia en peligro su propia conservación. El inconveniente de esta dis-
y temperancia((J(j)~po(JVVT]) .-un lugar comÚn de la moral anti- tribución, aparentemente arnlOniosa, es que, por la propia de-
gua-, Tomás intenta 10 imposible: proceder a la vez como cris- claración del teólogo, el placer sexual es más fuerte que el de la
tiano y como filósofo aristotélico. Su propia formulación del nutrición, y que esta diferencia de intensidad es en sí misma
problema es no obstante más cristiana que aristotélica, puesto expresión del orden, dicho de otro modo, de la jerarquía natu-
que conduce a distinguir radicalmente continencia sexual y ral, constantemente invocados por Tomás -un orden donde la
continencia sin más.23 Esta disociación desemboca entonces en conservación de la especie ha sido siempre presentada como un
una nueva distinción, una redistribución de los valores: fin naturalmente superior al de la conservación del individuo.24
Es esta contradicción del discurso teológico lo que hace explo-
- . Si la continencia es interpretada como abstinencia se- tar a los paladines de la proposición 169, cuando afirman que la
xual -«abstención de todos los placeres de la came»-, remite perfecta abstinencia de las relaciones sexuales es no solamente
a la temperancia «como la virginidad remite a la castidad». contraria al interés de la especie, sino incluso dafzina para la vir-
- En el sentido aristotélico del término, al contrario, la tud de quien la practica. La inversión es total, el ataque general.
continencia vale menos que la temperancia: el temperante ha
subyugado sus apetitos sensibles; el continente pernlanece ob- totélica»
A los teólogos
y continencia
que querían
sexual,distinguir
se les responde
entre continencia
-más allá«aris~
de \
sesionado por la concupiscencia. Aristóteles- que la abstinencia sexual no es solamente, como !
toda fornla de continencia, una «media virtud», sino un obstá-
Singular desacuerdo que va resueltamente en contra de la culo puro y simple a la virtud. Querían desvalorizar lo sexual
intención expresa de Aristóteles, para quien la continencia con- subordinándolo a las necesidades de la autoconservación, se les
cierne indiferentemente a lo que él mismo llama los placeres de replica -no sin malicia- que el orden mismo de la naturaleza
la mesa (delectatio11es ciborum) y los de la carne (delectationes exige al contrario su preeminencia. El razonamiento es fácil e
venereorum), en una palabra, los placeres de los sentidos. Peli- imparable: si la intensidad del placer sexual está en proporción
groso desacuerdo también, que se expone a la inconsistencia, con la finalidad natural del acto sexual, la abstinencia de un
en su propia pretensión de definir las inclinaciones naturales y acto necesario para la conservación de la especie debe provocar
las propensiones como el reflejo de una jerarquía de objetos un estado de frustración superior a la fn¡stración de los deseos
constituyendo el orden natural de las pasiones.
De hecho, la paradoja es inmediata. Se puede formular así:
hay en cada individuo dos tipos de inclinaciones naturales, je- 24. El argumento había sido evocado cn té1111inospalmadas por Alberto Magno.
En sus QuaestiOlles super De animalibus, V. q. 3 (ed. cit., pp. 154-155), había respondi-
rarquizadas por sus funciones; arriba la nutrición, más abajo la do por esta distinción a una objeción que afirmaba quc «el placer siendo en propor-
sexualidad. El individuo como tal no tiene otra inclinación na- ción de los sentidos afectados, la nutrición aventaja necesariamente al coito, puesto
tural que la que tiende a su propia conservación. Para Tomás, la que ella hacía intervenir dos sentidos, el tacto y el gusto, mientras que el coito no hacía
voluptuosidad querida por la naturaleza para el individuo, en tan- intelvenir sino uno solo: el contacto del falo con la vulva». A lo cual replica: «La
naturaleza es doble: universal y particular. La intención de la naturalcza particular es
to que individuo, se asocia necesariamente a la sola timciól1 de la salvar al individuo, la de la naturaleza universal es salvar a la especie. Hay pues más
nutrición Pero, hay también en cada individuo una inclinación placer ellla operación por la que se salva a la especie que ellla que salva al illdividuo».
Para san Agustín, por lo contrado, el control alimentmio era más dificil de realizar que
que se dirige a la conservación de la especie. En ese caso, la e! ascetismo sexual, pues las solicitaciones de la mesa volvían con una regularidad que
voluptuosidad querida por la naturaleza se asocia a la función e! más extremo desan'eglo de la carne no podía en absoluto soñar en igualar. Cf.
C011fesio11es, X, XIII: «Lucho cada día contra la concupiscencia del beber y de! comer.

¡ 23. SU/11771alheologiae, !la_!la", q. 155, a. 4.


Pues no es en absoluto una cosa que se decida de una vez pOI' todas suprimir y de no
volverla a tocar en el futuro, como he podido hacer con la mujer».
h
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~ «individuales». El coste moral de la frustración sexual es por real: es el acto de un personaje de comedia, inadaptado al vivir
~. tanto siempre el más elevado. La fn1stración persistente del de- en sociedad, lo propio de un monstruo, de un «vicioso» totap8
li seo de nutrición no tiene consecuencias éticas, en el peor de los
\: casos, entraña la muerte del individuo, no la pérdida de su vir- puede ser sino una anestesia general: el perfecto continente es
r tud; al contrario, la constante fn¡stración del deseo sexual tiene el perfecto fn1strado, a la vez rÚstico y rudo. Es a este insensible
I el máximo alcance ético, engendra incluso la forma arquetípica que AAristóteles
los ojos delopone
filósofo, la «renuncia eldehombre
el temperante. todo placer sexual»
del justo no
medio 1
i del conflicto moral, puesto que deja vivir el individuo, pero per- y del equilibrio, que es todo menos «mediocre». )
i petuamente desgarrado por la insatisfacción. El ideal del justo medio. de la «mesura» tiene hoy algo de
El fi16sofo hace caer aquí el te610go dentro de la trampa del irritante --especialmente cuando la publicidad lo transforma en
aristotelismo, haciendo recaer sobre él la acusación de un natu- norma mediática y ordena «consumir, pero con moderación».
ralismo y de una moral del justo medio que. lejos de oponerse, Sin embargo. esta definición farmacológica de la templanza,
van i~trínsecamente ligadas. El verdadero <<naturalista» no es preocupaba mucho a los teólogos medievales. La afirmaci6n
el goliardo, es el hombre de equilibrio, el temperante, en quien puede sorprender siguiendo a Le Goff cuando hace de la adop-
J. Le Goff -sin raz6n- tan sólo ve un héroe «aburguesado» ción de la aurea mediocritas el primer signo de la traición de lo
-como si de seguir la naturaleza se impusiera el vagabundeo y clérigos, una «cerrazón de horizontes», «la muerte de justas am-
el buscar el equilibrio condenase a la «mezquina renuncia- biciones»;29 por el contrario, ésta se justifica plenamente cuando
ción».25 Para el filósofo aristotélico, la primera regla de la ética se entiende que el «justo medio» no es un simple signo de dis-
no es la elección de la «mediocridad», por muy «dorada» que persión ni una conducta de adhesión o de resignación social.
fuera, sino la de la mesura. El virtuoso debe «producir en todo Para ello, sin embargo, hay que tener cuenta que en la segunda
acciones mesuradas». Éste es el papel de la temperancia. mitad del siglo XIII, el contenido de la noción es esencialmente
Tal como la concibe Aristóteles. la temperancia tiene dos ofensivo o, más exactamente, amenazador. En resumen, hay que
enemigos: el exceso y el defecto. admitir que hay también tisanas envenenadas.
Por sorprendente que esto pueda parecer, la teoría aristotéli:'
Quien se deja disfrutar de toclo placer sin abstenerse de ninguno ca de la mesura hacía gravar una amenaza precisa y real sobre
cae en la intemperancia. la teoría cristiana de las virtudes. ¿En qué? En la medida que,
más allá de la abstinencia sexual. parecía atentar contra la no-I
Recíprocamente. quien se abstiene de todo placer, quien ción misma de virginidad. J
huye de ellos, sin ninguna excepción, cae en el embotamiento, Pocos autores de la Edad Media han expresamente denuncia-
«tal como un rÚstico».26 «De tales gentes se encuentran muy do la virginidad como un vicio. La doctrina sexual de Aristóteles
raramente». Aristóteles explica que no han recibido ningún -si se puede llamar así algunas consideraciones sobre el comer-
nombre. Propone pues uno: «Llamémosles, dice, insensibles»,27 cio con las prostitutas o la masturbación (Xe¡povpy(a que ador-
La insensibilidad, literalmente la anestesia (&'V¡cr8TlCHa), es nan la Política-, no abordaba la cuesti6n.3o En todo caso, su
, decir también la estupidez (tal es el sentido de la palabra en
Teofrasto), es pues, para Aristóteles, el peor de los vicios. Tama-
28. Ética a Nieómaeo III, 14, 1119a6, con los comentalÍos de R.-A. Gauthier y J.-Y.
ña insensibilidad es propiamente «innominable». puesto que Jolif, en Arislote. L'Éthiqlle 11 Nieol11aque, 1I, COl11l11el1laire. Prel11iere partie. Livres I-V,
«no tiene nada de humano». Incluso no se la imagina en la vida Lovaina-Paris, Nauwelaerts et BéatlÍce-Nauwelaerts, 1970. pp. 245-246.
29. Les Intel/ectuels ...• p. 118.
30. Cf. Aristóteles, Po/a/ea, VII, 16. Sobre este texto véase Gauthier y Jolif. Com-
menta/re (sobre Ét/. N/c., 1119aI6-18), pp. 246-247: .A1istóteles, por razones de salud,
25. Les 1I1Ielleetlle/s ... , p. 116. parece prohibir a los jóvenes toda relación sexual antes del matrimonio: sin embargo,
26. Cf. AlÍstóteles, Éliea a Nieól11aeo 11,2, 1104a20-25. como fija para ellos la edad del matrimonio en los 37 años. quizáS no hay que forzar
27. Ética a Nie611/aeo 11,7, 1107b9. demasiado el texto; se sabe que la opinión comÚn era muy indulgente con las loclacio-

148 149
r~~
,
t
11

f
.{",ninguna
condena alusión directa
del «vicio a la virginidad.
de insensibilidad» en En los años
la Ética bisagra del
no comportaba
siglo XIII, la mayor parte de los comentaristas de las Sentencias
I ;de Pedro Lombardo han discutido, no obstante, la «crítica filosó-
.ifica de la virginidad» como si se tratara de un tema auténtica-
}mente aristotélico. El hecho es notable y enigmático.
cristiano, este argumento militar admisible -la vida cristiana
era asimilada a un combate-, ¿era inaceptable para un filóso-
fo? Nada menos seguro. De hecho la tesis tomista resultaría
tener consecuencias imprevistas -sobre las cuales volveremos.
Digamos, para anticipadas, que al comprometerse con la vía del
l
¡ ascetismo racional, Tomás de Aquino se reincorporaba en parte
·0·- ¿Por qué empei1arse en combatir una doctrina que no exis- al ideal del justo medio. Se exponía así al peligro de ver al filóso-
tía? ¿Por qué atribuir al aristotelismo una aversión casi metafí- fo confiscar la gama de los valores tradicionalmente asociados a
sica para con las vírgenes, cuando los textos del Estagirita no lo la idea cristiana de virginidad. Lejos de oponerse por lo que res-
mostraban? La respuesta es simple: porque era 71ecesario inven- pecta a este preciso ámbito, la vida filosófica y la vida cristiana
tarlo; ya que los teólogos tenían su propia problemática, vigilan- entonces amenazaban de vincularse permanentemente.
do su territorio y lo poblaban a su interés; puesto que los filó- Es sin duda porque era consciente del peligro que Jean de'
sofos aristotélicos de la Edad Media no seguían ciegamente a Fidanza -san Buenaventura-, imaginó una soberbia escapa-
Aristóteles y se preparaban, en los años 1260, a fOffi1L1lar un toria: absolver a Aristóteles y atacar al Staufer. SegÚn él, en
nuevo ascetismo, un ascetismo filosófico parcialmente separa- efecto, fue un médico de Federico II quien inventó, o al menos
do del Estagirita pero potencialmente susceptible de entrar en popularizó, la tesis <<aristotélica»segÚn la cual la virginidad no
! ,competencia con el ascetismo cristiano. sería sino una forma de insensibilidad. Es pues en contra de los
-'-. Tomás de Aquino admitía la denuncia de la anestesia sen- aristotélicos protegidos por el Emperador y no contra Aristóte-
sual, pero rechazaba aplicada a la virginidad -punto de parti- les mismo que hay que entablar el combate. Por tanto, la inge-
da de un sistema de defensa cuya fortuna se habría de mostrar nuidad del filólogo tiene sus límites y el teólogo sus presuposi-
infinitamente paradójica, y que claramente remitía a una cierta ciones. Si salva Aristóteles, es para mejor derrotarlo, digamos
positividad de los placeres no sexuales. Para Tomás, en efecto, para ridiculizar/o. A la asimilación «napolitana» de la virginida
la virginidad se legitimaba parcialmente por no ser incompatible y de la anestesia, pone pues un argumento dirigido en contra de
con otros placeres sino con los «placeres de Venus»; por otra par- la noción misma de mesura: si es pecar por exceso yacer con
te, podía ser escogida de manera racional, segú71 las prescripcio- todas las mujeres y pecar por defecto no hacerla con ninguna,
nes de la «recta razón». Para hacerse entender, ensayaba esta entonces el «justo medio» no puede consistir sino en yacer con
comparación: no agobiaría a un caballero que, para mejor dedi- la mitad de ellas -tarea difícil y ciertamente temible.31
carse a las cosas de la guerra, se abstuviera de todo comercio Al transformar la actividad sexual en razonamiento o, me-
sexual, en consecuencia, ¿por qué hacer de la virginidad un vi- jor, en actividad por el absurdo, ridiculizando sobre la marcha la
cio cuando permite ocuparse de los asuntos de Dios? Para un noción de mesura, Buenaventura descubría con algunos años
de adelanto la verdad de don Juan. Ahora bien ¿cuál era su
verdadera intención? Se podría decir que quería desacreditar
nes de los jóvenes con las cortesanas; Atistóteles no ha considerado necesario tomar
una posición neta sobre este punto, aún menos que con el problema de la masturba-
los «artistas» parisinos al imputar al médico de un emperador
ción, vicio entonces muy expandido en Atenas si se juzga por la frecuencia de las odiado, un error del que Aristóteles -el maestro de todos- no
alusiones hechas por AJistófanes [oo.] PJatón lo había reprobado, pero Diógenes el Cíni-
co habIia hecho la apología de él y hablia sido aprobado por Zenón y por Clisipo •. Se
sabe, por otra parte, que Alistóteles consideraba limitar la duración de la procreación 31. CfoBuenaventura, Collatiol1es ill Hexael11erol1, V, 5; Quaracchi, p. 355: -Quod
a un período de 18 Míos (<<de37 a 55 años para el hombre, de 18 a 36 para la mujer. autem dicunt, quod nimis pauperes non tenent medium, simile est iIIi quod dicebat
-¡singular complementariedad!), que aconsejaba el «abandono de los niños mal naci- quidam medicus Fedelici, qui dicebat, quod iIIe qui abstinebat ab omni muliere, non
dos., que «presclibía el abol10 por razones demográficas» y parecía «considerar como erat virtuosus nec tenebat medium. Et ad hoc sequitur, quod si omnem mulierem
legítimo, sí la salud /0 exigfa, un uso del lI1atlimonio excluyendo al niiio» o Para las cognoscere et nullam mulierem cognoscere extrema sunt: ergo mdietatem omnium
referencias, ver Gauthier-Jolif, p. 247.
mulierum cognoscere medium est».

150
151

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era culpable. Esta «rehabilitación» de la filosofía, v{a Nápoles, siglo XIII se deja definir exactamente por su puesta en marcha,
no consigue sin embargo satisfacer ni calmar una sospecha que el historiador de la filosofía debe preguntar de qué se alimentan
aÚn nos falta fonllular. los escenarios imaginarios edificados por los teólogos, sus ad-
¿Qué es 10 que, a fin de cuentas, nos prueba que -a falta de versarios. Incluso si la tarea parece poco relevante, hay que
que hubiese sido sostenida por Aristóteles- la denuncia de la aceptar aquí los métodos policíacos y seguir el ejemplo de Ber-
virginidad fuera realmente profesada al menos por filósofos pa- nardo de Claraval en su libro Tratado en contra de algunos erro-
risinos, por universitarios, por <<intelectuales», condenados con res de Abelardo: considerar en relación con el filósofo «lo que
conocimiento de causa por Étienne Tempier? ¿En qué nos ba- piensa, 10 que enseña y 10 que escribe».
samos para seguir su testimonio? ¿Hay la menor apariencia en Volvamos pues a la moral sexual y veamos lo que nuestros
que los filósofos y los teólogos del siglo XIII hubieran tenido «filósofos» han dicho de ello. Dos cuestiones se imponen: una vie-
verdaderamente dos visiones opuestas con respecto a la virgini- ne de Siger, es e! estatuto filosófico de la virginidad; la otra viene
dad? El obispo de París así nos 10 quiere hacer creer. Buenaven- de Abelardo y se fommla así: «¿el placer sexual es un pecado?».
tura nos indica una pista sospechosa. ¿Hay aquí alguna razón Siger de Brabante nos ha dejado un cierto nÚmero de cues-
para dejamos llevar? tiones sobre la moral probablemente disputadas en 1274, tres
Nuestra respuesta es no. años antes del syllabus de Étienne Tempier. La Cuestión IV
apunta a la virginidad, pero, de una manera implícita o «decep-
cionante» para quien, siguiendo la propensión «natural» de la
El filósofo virgen o el miedo a Jantipa problemática, quisiera simplemente identificar filosofia y liber-
tinaje.32 Se trata de definir cual es el estado que mejor conviene;
En la historiografia tradicional, Siger de Brabante es el ar- al filósofo: ¿el estado virginal o el estado conyugal?
quetipo del filosofo medieval; Abelardo, el del filósofo amante; Es arts, Siger no podía -dos ailos antes de! estatuto del)
Federico II, el del filósofo rey. Uno muere asesinado, el segundo 1.0 de abril de 1272- pronunciarse es qualités sobre materias 1,

es castrado -no sin haber escapado en diversas ocasiones al teológicas. Desplazando hacia la filosofia el peso de la cuestión:¡
veneno o al puñal; el tercero es golpeado en su linaje- en algu- puesta por la ética de la 1.0 Epístola a los Corintios, el maestro I
nos años, su numerosa descendencia es borrada de la faz de la de Brabante permanecía, sin embargo, dentro de los límites de \
tierra: el Reino de Sicilia pasa a los angevinos, después a los su disciplina, segÚn la consigna que -en la época- regulaba el )
aragoneses. trabajo de todos los artistae. Obligación profesional que podía I
Si bien se puede considerar el lugar comÚn literario de! convertir una estrategia muy hábil si se proponía favorecer el
«castigo de Federico» como la tipificación de un exceso que libertinaje filosófico. Si el filósofo degeneraba al abstenerse de '
reclamaba irresistiblemente una segunda muerte, una extinción todo comercio con la mujer, es fácil transferir tal efecto a un
continuada -la sanción póstuma le correspondía solamente a cristiano cumplido. Hay pues que rebatirlo. Siger permanece
un monarca que había planteado a la vez demasiadas preguntas realmente en su ámbito: su compañero de discusión es Aristóte-
y «determinado» a demasiadas mujeres-, e! infortunio de Abe- les; es con él que disputa, no con san Pablo.
lardo y de Si gel' es retóricamente menos argumentable. Se pue- El resultado de ese inesperado duelo es sorprendente para él :
de no obstante comprender esa doble desgracia si se ve en ella mismo, pues contra lo esperado, contra toda verosimilitud «his-,'
una mera historia de parejas.
I Abelardo y Siger no van solos, cada uno nos llega de la 32. CE. Siger de Brabante. Quaestiol1cs morales, q. 4, en Sigcr de Brabanl. Écrils de

mano de un compañero: para el primero, san Bernardo; para el logique. de lIlorale el de physique, ed. de B. Bazán (Philosophes médiévaux. XIV). Lovai-
na-Parfs. 1974. pp. 102-103. Sobre la interpretación de este texto, eL L. Bianehi. 11
segundo, santo Tomás. Dentro de la estmctura de la historia i
Vescovo e filosofL. p. 154. Sobre la posteridad de la respuesta de Siger (Jean B1ll1-
,edificante, e! filósofo es siempre un antisujeto. Si el «artista» de! dan. Nieole de Oresme), cf. ibfd .• p. 181. n. 32.

152 153
t ;

tórica», no encontramos al maestro de Brabante militando en es el status virginalis, ciertamente no en sí ni absolutamente,


las huestes de Aristóteles o de Federico a favor de no se sabe pero sí en la mayoría de los casos (ut in pluribus). Para justifi-
qué fonna de amor libre, de no se sabe cuál «naturalismo» car esta medida estadística, Siger no puede recurrir directa-
i mezclado de «vagabundeo sexual»: Siger está en el bando de mente a Aristóteles. Por tanto, busca en un pasado más recien-
te, es decir -como quien no quiere la cosa- fuera de la filoso-
IpU/1tOde
sugiere la censura, el filósofo y el censor tienen
Étienne Tempier.
vista. En otras palabras, y a pesar
aqu{ el mismo
de lo que nos
él que no las conocía, a él a quien nada le apremiaba, la amarga
La cuestión disputada por Siger era una simple discusión satisfacción, el pobre regocijo de la
fía. Es así como encuentra la voz de vida
Eloísacasera. ¡Suerte a terrible
y denuncia su vez, \
procediendo a través de los pros y los contra; dos argumentos la del hombre casado! Las «preocupaciones mundanas» abm- i
«alistot~licos» son avanzados a favor del matrimonio de los fi- man e! pensamiento, hay que ocuparse de los hijos y de la espo-
lósofos. Conocemos ya el primero: el estado virginal es «vicio- sa. Insipidez, enojo, preocupación, angustia: aquí no es e! pla-
so», puesto que se aparta del justo medio -reenvío directo a la cer la cuestión. ¿Puede serIo la virginidad? Se trata más bien del
teoría «aristotélica de la insensibilidad», citando literalmente: celibato. Como intelectual, como filósofo, Siger tiene miedo de
Jantipa. Sin embargo, no prescribe nada: e! celibato no es so-
Quien rehuye todos los placeres de los sentidos y se abstiene de portable para todo el mundo, la imperfección del hombre hace
toda forma de delectación, no es más que un labriego frustrado CjÚ:e el ··simple bien no pueda resultar siempre el propio -bien.
[rusticus agricola] totalmente insensible [penitus insensibilis].
Todavía se creía en Grecia: pero se había pasado -subrepticia-
mente:- á san Pablo.
El segundo nos es igualmente familiar: el estado virginal es Quedan por refutar los argumentos de Aristóteles sobre la
contra natura. En el derecho natural, siguiendo lo que nos ense- virginidad. ¿Lucha en contra del aristotelismo? No, si recorda-
í1a la propia naturaleza, la virginidad es una transgresión del mos que Aristóteles nunca atacó a los vírgenes. Así, al entrar en
derecho, puesto que segÚn el derecho natural: «El hombre está la lid, la intención de Siger es simplemente encontrar, a expen-
inclinado a la conservación de su especie». sas de su maestro, el medio mejor para llegar a la realización
Por extraí10 que esto pueda parecer, la respuesta de Si gel' a
del ideal aristotélico. Su solución es suculenta. El celibato nO··1
la cuestión teológica del sexo es U/1alegato filosófiCO a favor de tiene nada de rechazable filosóficamente hablando, pues el sta- \
la virgi11idad: el objetivo de la vida filosófica es la sabiduría, el
«conocimiento de la verdad», es decir, a título supremo, el co- parte, es «conforme a las exigencias de la recta razón», por otra,
nocimiento de Dios, la teolog{a natural. Estando las virtudes no es
tus una renuncia
virginalis no se aparta
total -ladel abstinencia
justo medio.sexual
En efecto,
no significaba
por una (
morales subordinadas a las virtudes intelectuales, toda vida fi- el abandono de todo placer sensual. ¡Sorprendente desenlace! ¡-

losófica debe estar reglada en función de su finalidad Última: He aquí que Siger desplaza sobre el filósofo lo que Tomás de :
la contemplación teológica del cosmos. Bajo estas condicio- Aquino había tácitamente atribuido al religioso y a la «virgen i
nes, el filósofo debe elegir imperativamente un modo de exis- piadosa» (pia virgo), incluso, ¡le vemos copiar palabra por pala- \
tencia que lo aleje lo menos posible de la perfección intelectual bra la Suma teológicaP3 ¿Esta desfiguración de! texto es el «ave-
a la que aspira. rroísmo»? Es posible. Se admitirá que el resultado de la opera- f

Para Siger -como para Boecio de Dacia- el filósofo es ver- ción es cualquier cosa menos «libertino», se admitirá también'
daderamente un intelectual, es decir un hombre del intelecto, que puede inquietar a un teólogo que ve en él una competencia:
un hombre de pensamiento cuya vida se cumple en la «sabidu- desleal, la temible afirmación de otra vía, filosófica y -¿por qué
ría teorética»: la «teoría» celebrada por Aristóteles como fin de
la existencia humana en su libro X de la Ética. A sus ojos, el
33. Toda la tesis de Siger no es más que retomar las palabras de Tomás sobre la
estado que mejor concuerda con esta investigación de la verdad virginidad, Summa theologiae, Il"_II"C,q. 152, a. 2.

154 155
t misma forma, el mismo discurso aparente. Pero por eso mismo
no?- laica, hacia el ascetismo. Tal es la perspectiva verdadera
1 de la condena de 1277 en materia de ética sexual, no son en menor grado competidores.
Ahora bien, ¿qué hay que responder al «argumento de Aris- Si la descripción del filósofo segÚn Siger parecía idéntica a
tóte1es»?Siger va, esta vez, directamente al grano. Abandona el los ideales profesados por el teólogo, es decir por el obispo, hay
ámbito de los vírgenes para adoptar el de los patricios. que tener en cuenta que la intención que lo anima es diferente y
que es ella, precisamente, lo que le hace competencia.
El egoísta y el aristócrata
manece aristotélica. Nosotros diremos que es una apolog(a del
ego(smo virtuoso, que supone una concepción puramente filo-
El tono del mensaje cambia: biológicamente, el filósofo tie- sófica de la humanidad del hombre.
ne un impresCriptible derecho al egoísmo; puede sin inconve_ Si se sus
Bajo prefiere: la verdadera
diferentes estrategia
adaptaciones, de de
la tesis Siger consiste
Siger en
es y per_-1
niente dispensarse del amor -la naturaleza no tiene necesidad transponer al plano sexual la teorfa aristotélica del ego(smo, no en !
de todo, "" hijo,. El d"~eho naturo] no exige que cada uno transponer al plano de la moral sexual cristiana el ideal aristotéli- i
. contribuya pernonalmente a la eon"rvación de la especie. La co de la teorfa. I

tenga
masa que ocuparse
humana es taldeque
ella.puede perpetuarse sin que el filósofo Siger no hace de la penuria sexual la condición necesaria de
la vida del espíritu, l;af~_del celibato la condición. másp¡:opicia
para la independencia del pensan11e11io.1'aí;aArist6ieIes, el filó-
Cuando el derechonatural obligaa un fin que puede realizarse sOfO-aeDeevitarder;(éxiasiS})(EK0-t<x¿i.~), es decir, el desorden, el
sin el concursode todos y cada uno, no se puede considerar que exceso, que obstaculiza la vida moral. El verdadero filósofo es
-según ese mismo derecha-, cada uno esté obligado a Contri- philote (<\>tAÓ'tT1C;), tiene el derecho a quererse a sí mismo: Venls
buir a él. Pues es evidenteque puede haber conservaciónde la
philosophus est amatar sui. Ahora bien, hay dos tipos de egoís-
especiea sin
mente que cadasexuales.
los placeres hombre en particular se consagrepersonal_
tas:-eregofsta-\i1.11gar, qÚedesea «lo que toma por su interés»; el
egoísta viliuoso, que «pone sus complacencias en la parte de él
¿Este ascetismo es una forma filosófÍca de encratismo? Se mismo que tiene la autoridad suprema y a la cual obedece todo
lo restante». 35
podría estar tentado de Veraquí el signo de la existencia de una
/ilosof'ía cristiana en la Edad Media, puesto que todo parece in-
El verdadero egoísta es aquél que se identifica con la más
dicar que --para Siger la vida filosófica es una transposición noble parte de sí mismo: el intelecto, el pensamiento. Cada
de la moral sexual cristiana. De hecho acabamos de ver que sus hombre es su propio intelecto. El egoísta virtuoso es el Único

-
argumentos a favor de la virginidad habían sido sacados de To- que se ama realmente a sí mismo, puesto que ama su pensa-
más, quien -por otra parte admitía la idea de un «servicio miento, que «es él mismo»; mientras que el vicioso, el egoísta
teológico» casi militar, prestado por un pequeño número de vulgar, tan sólo quiere la parte inferior de su alma, que no es él,
contemplativos a la humanidad entera.34 Sin embargo, sería y por tanto, sin saberlo, «se odia a sí mismo». La deflnición del
egofsta verdadero y la del fllósof'o son sinónimos.

I
precipitarse asimilar integralmente ambos discursos. Tienen la

34. Cf. SUl11l11atheologiae. Ha_H"". q. 152. a. 2, ad prin¡lIIn: «Están sufidentemente


hombre
Comoauténticamente
egoísta virtuoso, el filósofo
libre, de un hombre
es así noble
el prototipo
que, nodeobe-
un \
cumplidos los intereses de la masa humana, si algunos contJibuyen a la obra de la deciendo sino a las órdenes de su intelecto, no obedece sino a sí I
generación camal, mientras que otros -absteniéndose de el1a_ se consagran a la mismo. Es aquí donde se sitÚa el sentido filosófico de la verda- !
contemplación de las cosas divinas para la bel1eza y sall,d del Conjunto del género
humano. Sucede cama en el ejército: algunos vigilan el campo, otros l1evan las bande-
hombre
ras, otrosnocombaten
Puede desempeñallo todo».
con la espada. Todo ello es necesmio para el Conjunto y un solo 35. La temía mistotélica del egoísmo está expuesta en la Ética a Nicól1laco, IX, 8,
que resumimos aquí.
156

157
ti
~=~~"' ,,~""".
~
sión: el filósofo es aquel que no ha sido trabajado por «la dis-
cordia del intelecto y del deseo»; está unido consigo mismo,
pues «¿con quién puede estar más unido el hombre, sino consi-
Ir!';
:,: que, como sino
pasiones, todoaquel
hombre,
dera ~ontinencia. Elcuyo
nointelecto
tiene otro
continente
sí que las
nodomina
es aquel
el intelecto,
pasiones,
que
pero,
puesto
domina
a
sus go mismo?». Si «el amor es una especie de unión», es en la vida
¡; diferencia del vulgar, 10 sabe.
!' En Siger, pues, la ~tACOna es 10 que da su sentido verdadero intelectual, dicho de otra manera en la vida del intelecto que el
, a la apología filosófica de la continencia, fundamentando el ce- hombre encuentra su bien verdadero, puesto que se encuentra
¡ libato de los filósofos. Escogiéndose a sí mismo, el filósofo esco- a sí mismo:
ge el mejor partido, es decir la mejor parte de sí mismo. En la
práctica, esto equivale a decir que actúa «por la belleza moral Amarse a sí mismo persiguiendo los bienes exteriores es malo y
de la acción» allí donde los otros hombres se contentan con «el digno de oprobio. Amarse a sí mimo buscando los bienes del
dinero o los pequeños honores». Si se sacrifica en 10 que sea pensamiento es bueno y digno de alabanza.
-pudiendo llegar hasta la muerte voluntaria-, será por emula-
ción, para superar al prójimo en virtud, para alcanzar «ese bre- La emergencia del intelectual como figura social es insepa-
ve momento de intensa alegría» que Aristóteles sitúa infinita- rable de la invención de una nueva fonna de nobleza, la de una
mente por debajo de los «largos períodos de satisfacción tran- nobleza del intelecto, superior a la nobleza de la sangre. Tal es
quila», puesto que, como dice la Ética a Nic6maco: el resultado de una lectura filosófica de los textos de Siger.
Virgen, egoísta, noble -o más bien ennoblecido por la elec-
El hombre virtuoso prefiere necesariamente un año de vida exal- ción de esa parte de 10 divino que hay en él: el pensamiento- el
tante a numerosos años de existencia arrastrada, una sola acción, <<intelectual» sigeriano es, en el pleno sentido del ténnino, un
pero grande y bella, a una multitud de acciones mezquinas.36 intel6crata. No hay ningún paradójico triunfo del encratismo,
ningún pesimismo sexual, ningún clericalismo, sino una re-
No es pues un azar si la quinta de las Questio11.s morales de asunción, un manifiesto de esa tendencia il1telectualista de la
Siger está consagrada al egoísmo (Utrum aliquis posset magis filosofía griega que lleva el nombre de «aristotelismo». Es este
amare aliwn quam seipsum, «¿Se puede amar a los otros más programa de vida el que exaltará Dante en El Bal1quete. Es la
que a uno mismo?»). Las Questio11.s morales IV y V enuncian un carta del aristotelismo radical.
programa de conjunto.
Enteramente articulada sobre la Ética, libro IX, la cuestión
V, descuidada por los histOliadores, contiene la doctrina que El placer sexual
f'unda la teoría filosófica de la continencia.37 Se trata de la expo-
sición de la moral filosófica del egoísmo, sin la cual no sería Escritor del siglo XIII, Siger de Brabante estaba tan alejado
posible la dimensión filosófica de la continencia. de Abelardo como pueden estado dos épocas geológicas. Igno-
«El vicioso no se ama a sí mismo», el hombre de bien es el
rante de la práctica totalidad de Aristóteles, el siglo XII no tenía
único en poder gozar de su propia compañía, el único que pue- con que responder de la filosofía en totalidad. La imagen del
de querer «vivir consigo mismo» (sibi c011.vivere). Hay una con- filósofo era tomada de la patrística -retrato de segunda mano
vivencialidad egoísta que se evidencia por la ausencia de esci- donde el adversario estaba si no perfectamente neutralizado, al
menos ya derribado. L'École du Cloftre de Pierre de Celle, los
36, Cf. Ética a Nic6l11aco, IX, 8, 1169a22-24, con los comentarios de R.-A. Gauthier SemlOnes sobre el Cal1tar de los cantares, de san Bernardo, nos
y J,-Y, Jolif, en Arislole, L'Élhique ¿¡ Nicol11aque, !I, C0l71l11el1laire. Deuxiel1le parlie, dan aquí 10 esencial: los filósofos son «tej~dores de telas de ara-
Livres VI-X, Lovaina-París, Nauwelaerts et Béatrice-Nauwelnerts, 1970, pp. 750-751.
37, Cf. Siger de Brabantc, Quesliones morales, q, 5, en Siger de Brabal1l. Écrits de
ña», «su jefe es Béhémoth». Ya se ha dicho anterionnente, en
logique, de l110rale el de physiqlle, eeJ,cit., pp, 103-105. su gran invectiva contra Abelardo, Bernardo de Claraval no le

158 159

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r-
(
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i.' reprochaba el haber elogiad; la vida filosófica, sino simplemen- Guillaume, dis.cípulo de Bernardo. ceda h3.~r anotado una
r te haber aplicado los métodos de la dialéctica a las materias de tras otra las distintas aserciones exnaÚas de Abelardo, y e."\.hor-
f fe. Es el momento de volver a ello. taba a su maestro a escribir en contra de él (<<Tetiene miedo,
I! El de Dijon lo dice claramente. Abelardo es el mal. Orgullo- ese hombre, y te teme mucho»). Sin embargo, reconocía no
¡ so, blasfemador, loco y visionario, ese «segundo Aristóteles» ha haber leído toda la obra del execrado filósofo:
!I querido hacer una teología y no ha producido sino una stultolo-
: gía. Ha reducido la fe a una opinión, ignorante de que, «si nues- Todavía hay, por lo que oigo decir, otras obras del mismo autor.
tra fe es dudosa, nuestra esperanza es vana»; ha «querido hacer una titulada Sic et 11071. y otra SÓlO teipswn, cuya doctrina podría
un cristiano de Platón», con lo cual «se muestra a sí mismo ser, creo, tan monstruosa como el título. Pero, seglm se dice,
como pagano»; ha creído aportar una nueva revelación, que temen la luz, y se tienen que buscar mucho para que se las en-
«no era de hecho sino agua de bOlTajas y buñuelos de viento»; cuentre.
ha «querido hablar por su cuenta y riesgo, cuando lo propio del
falsario es no hablar sino con arreglo a sí mismo», y que «la Que el título mismo del libro que Abelardo consagró a la
Iglesia no quiere en absoluto un quinto Evangelio»; ha «conver- ética -el muy socrático Scito teipswn, «Conócete a ti mis-
tido en ridículo y ha tratado como locura lo que hay de más mo»- haya podido pasar por monstmoso dice mucho del cli-
santo y espiritual en la fe». Podemos dejar aquí este inventario y ma de la época. ¿Las opiniones de Abelardo eran tan extraordi-
atenemos al veredicto: narias como temía Guillaume? Eso es otro asunto. Como una
especie de test, examinaremos lo que Abelardo dice del placer
¿Qué es lo más insoportable de sus palabras? ¿Es la blasfemia? sexual.
¿Es el orgullo? ¿Es su descaro o su impiedad lo que calificamos
de más criminal? ¿Una boca que se permite de hablar así no
grandes líneas en el siglo XII: los modelos de Tomás de Aquino,

SUSl
merecería ser cen-ada a golpes de estaca más que reducida al
silencio por una refutación en regla? ¿No debeIÍa todo el mundo Pedro Lombarda y Gratien, eran los contemporáneos exactos
La teoría Definido
de Abelardo. teológica como
de la lIna
lujuria habíade sido
especie astuciafijada
de laennatu-
levantar la mano contm él, puesto que ha osado levantada con-
tra todo el mundo ? raleza, lIna añagaza, es decir un tributo a pagar a las necesida-
des de la supervivencia de la especie, el placer sexual no era en
Sabemos que la Iglesia ha seguido si no la letra, al menos el sí mismo el objeto de ninguna evaluación positiva. Simple no-
espíritu de esta vigorosa requisitoria. Condenado en 1141, des- ción de homeopatía conyugal, se convertía por contra en peca-
pués de distintas intervenciones -la de san Bernardo, pero do mortal cuando era gozado f-uerza de los lazos del matrimo-
también la de Jocelyn arzobispo de Reims-, Abelardo muere nio. Simbolizada en la relación sexual con las prostitutas, la
un año más tarde en la abadía de Cluny, donde Pedro el Vene- fornicación simple no daba lugar al pecado venial -la palabra
, rabIe lo había caritativamente acogido. La historia es conocida, «venal» estaría aquí más adecuada- sino mortal, puesto que la
es inútil de insistir. Por el contrario, hay que destacar un deta- característica del pecado mortal era perjudicar a la vida huma-
lle: el panfleto de Bernardo (contenido en una carta dirigida al na: para Tomás, como hemos dicho, la existencia miserable del
soberano pontífice Inocencia n, donde, en su inimitable estilo, hijo nace de un acoplamiento tal.
el abad de Claraval enviaba a su «muy estimado Padre y Se- Al leer el Scito teipswn, se ve que Abelardo no tiene nada de
ñor el homenaje de [su] nulo [selvidor]38»), respondía a una de- libertino. No solamente distingue el pecado venial (por ejemplo,
manda de Guillaume de Saint-Thieny. Teólogo de envergadura, «la absorción de bebida superflua») y pecado mortal (por ejem-
plo, el perjurio y el adulterio), sino que incluso denuncia como
un evidente y absoluto «disparate» la doctrina filosófica de la
38. N. de los T. igualdad de los pecados -doctrina estoica que leyó en Cicerón

160 161
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~ .

r y que refuta en detalle en su Diálogo de un jllósojo, un judío y Ni el acto exterior, ni la voluntad de tal acto, ni la concupiscencia
P
,1 un cristiano. En definitiva, no deja de distinguir en ténninos o el placer que ésta excita constituyen el pecado, y no estamos
¡: . perfectamente ortodoxos -es decir por la sanción que le es aso- obligados a querer reprimir ese placer.
\: ciada- la diferencia que haya los ojos de Dios entre el exceso
¡ de alimentación y el adulterio: En su Profesión de fe, Abelardo ha negado expresamente ha-
ber profesado esta doctrina:
Si se nos pide sobre qué nos basamos para decir que el adulterio
es más repulsivo para Dios que el exceso de alimentación, res- En lo concemiente al Último artículo donde se me acusa de ha-
pondemos que la ley divina misma manifiestamente nos lo ense- ber escrito que ni el acto, ni la voluntad, ni la concupiscencia, ni
fía, puesto que no establece ningÚn castigo particular para esta el placer que ésta excita no constituyen el pecado y que no se está
Última falta, mientras que destina para el ad(lltero no una pena obligado a querer apagar esta concupiscencia, yo no he sosteni-
cllalquiera, sino la condenación a la muerte más cmel. Pues el
do jamás nada parecido, ni en mi enseñanza ni en mis escritos.
adÚltero daña más ese amor al prójimo que el Apóstol llama «la
plenitud de la Ley» y, puesto que es más contrario a esta caridad,
constituye consiguientemente un pecado mucho más grave. Se piense lo que se piense de su sincelidad, se pueden iden-
tificar sin dificultad las líneas del Scito teipswn de donde se
! La ética de Abelardo no es una meditación sobre la ética de extrajo la sentencia incriminada. La paradoja es que ello ya re-
i Atistóteles, que no conocía, es una reflexión sobre el pecado. sulta ser una defensa:
Esta reflexión no es la de un filósofo, en el sentido en que el siglo
XlII distingue filósofos y teólogos. Es la de .lln teólog(). arn1ado. de Ciertas personas experimentan una gran emoción al oímos sos-
dialéctica aristotélica. La filosofía -la lógica- no es más que un tener que el acto mismo del pecado no añade nada a la culpabili-
instmmento: la éticade Abelardo es de caboarélQo cristiana. ¿A dad del pecador, ni a su condena por la justicia divina. Respon-
qué viene entonces el escándalo? Conocemos la respuesta: a que den que el acto del pecado viene seguido de una cierta delecta-
hace recaer el valor moral sobre la interlción, no sobre el acto. ción que aumenta el pecado, como es el caso de los camales o
del goloso que come frutos robados. La objeción tan sólo tendría
Es inÚtil discutir aquí el buen [1.mdamento de la doctrina ni
valor si se nos demostrase que ese placer carnal es en sí un peca-
el de la acusación. Basta con sentar la tesis y examinar las con- do y que no se puede gozar sin pecado. En tal caso, habría que
secuencias. La tesis es simple: el pecado es el consentimiento al prohibido de manera absoluta, y los esposos mismos pecarían
mal, no su realización efectiva, a saber «el acto por el que lleva- cuando gozan de ¡'osplaceres de la carne, los cuales no obstante
mos a cabo aquello a lo que nuestro espíritu había consentido». les son permitidos.
¿Cuáles son las consecuencias?
El capítulo III del Scito teipsul1l es, en gran medida, una La tesis es inequívoca: ni el acto sexual ni el placer con que
meditación sobre el estatuto del placer sexual.39 Es por ella que es gozado no deberían ser considerados como pecado, en caso
se concluye la lista de las proposiciones condenadas en el conci- contrario, se debería prohibir rigurosamente toda relación se-
lio de Sens, puesto que la decimonovena y Última tesis reproba- xual en el matrimonio. La argumentación ulterior no es menos
da afirma:
clara ni rigurosa.
Retomando la comparación con el sabroso alimento que,
39. Citamos aquí la trad. francesa de M. de Gandi1lac: Élhiqlle 011 C01l11ais-loi loi desde Alistóteles, satura el campo del placer corporal: nutrición
meme en Oellvres choisies d'Abelard (BibJiotheque philosophique), París, Aubier-Mon- y sexualidad -algo que, al mismo tiempo, proyecta una nueva
taigne, 1945, pp. 131-209. El capitulo m, EIZ quoi c011sisle le vice el de l'espril el ce qu'oll
appelle propel11elll péché ocupa las páginas 133-153. El texto latino de la Ética está
luz sobre la doble significación del «j'ruto prohibido»-, Abelar-
editado en Elhica or ScilO le ipsl/l1l, D.E. Luscombe (ed.), Abelard's Elhics (Oxford do afirn1a que si todos los que gozan de los exquisitos sabores
Medieval Texts), Oxford, 1971. de ciertos alimentos son pecadores, sin quererlo, entonces la

162 163
placer; lo mismo sirve para todo hombre: «La naturaleza le im-
falta incumbe tan sólo a Dios, «creador de los alimentos y de los
pone el placer de manera necesaria». Tal es la conclusión de la
A
.
J cuerpos». En efecto:
sana razón. Queda el testimonio de la autoridad .
'~
- ¿Por qué Dios habría creado para nuestro uso lo que no
'W
ti podríamos consumir sin pecado? afinna
A los
queojos
el placer
de Abelardo,
camal constituya
la l.a Epístola
un pecado
a los incluso
Corintios no' "7\7
en las
l' - ¿Cómo -recíprocamente- cometeríamos un pecado relaciones conyugales. Contrariamente a lo que creen demasia-
l'
¡
r cuando no haríamos nada que estuviera prohibido? dos teólogos, al «conceder» el uso de la canle a los casados el
ff
i. - Por otra parte, si las religiones instituidas prohiben cier- Apóstol no quiere indicar que les perdona su conducta que, en
'1.

tas cosas, un pecado desaparecería cuando la prohibición fuera sí misma, sería un pecado; quiere simplemente subrayar que no
levantada; pues bien, los judíos no pueden «comer la carne del se propone forzar a nadie a consumar el matrimonio. La alter-
cerdo»; pero los cristianos la comen libremente. Si un judío nativa paulina no está entre cometer el pecado de la carne en el
pues se convielie al cristianismo, ¿se dirá que peca al comer matrimonio o abstenerse de él incluso casados. Para Abelardo,
cerdo o que Dios se lo pennite ahora? La respuesta es evidente. su sentido es únicamente el siguiente: nadie puede obligar a los
Por tanto, si la eliminación de una prohibición permite consu- esposos a yacer juntos, si tal no es su decisión; pero, si esa es su
mir sin pecado lo que en otro caso estaría prohibido, ¿cómo decisión, nada se les puede retraer. Más exactamente, les está
concebir que pueda jamás pecar aquel que no hace sino lo que permitido renunciar a la vida más perfecta -la abstinencia-
la permisión divina ha «autorizado a hacer desde el primer día para «llevar una vida más liberal» que los mantendrá al abrigo
de la Creación»? Pues bien, este es el caso no solamente de los de la fornicación. Por lo que respecta a evocar la mácula del
alimentos, incluso los sabrosos, sino también de la «relaciones alma por el acto sexual, es una completa absurdidad filosófica y
carnales entre esposos». teológica. El espíritu puede estar contaminado al cOl1serztir a un
acto vergonzoso; no podría ser maculado «por una operación l
Pero hay una objeción. Si Dios ha permitido las relaciones que le es exterion>. ~
conyugales, «es a condición que todo placer haya sido excluido Igualmente y finalmente, no se podría tachar de pecado la
de ellas», Abelardo se presta a refutar esta argucia: si Dios ha simple sugestión del sentido. El pecado es el consentimiento al
autorizado la relación sexual bajo la condición expresa de que mal, la sugestión -dicho de otro modo «el deseo que nace de la
se le excluya todo placer, ha autorizado algo imposible e irreali- vista de una mujen>- es del mismo orden que el placer. El
zable -algo que no es pensable. Por otra parte, ¿por qué los placer y el deseo son inevitables, pertenecen al orden de la nece-
judíos estarían obligados por la Ley al matrimonio? ¿Por qué sidad natural, nacen y mueren sin que nosotros intervengamos.
Pablo habría concedido a los esposos cumplir su deber conyu- El deseo provocado por la imagen de la mujer es lo que el Após-
gal si no podían obedecer a sus prescripciones sin pecar? Un tolllama una «tentación humana», es decir, para Abelardo, una
deber tal no tendría sentido. Conclusión: tentación a la que la debilidad humana no puede, para decido
así, escapar jamás. No es pecar experimentar deseo «por una
mujer casada cuya belleza nos seduce», ni querer yacer con ella.
Es evidente,pienso, que el placer de la carne, conforme a la na-
turaleza,no es en ningÚncaso un pecado, y que no es ninguna Por una parte, la naturaleza, y ella sola, <<110S fuerza a querer lo
falta experimentarun placer que este ligado necesariamentea que no quisiéramos queren>; por otra parte, rigurosamente ha-
este acto. blando, lo que quisiéramos -nosotros- es que no estuviese

No se anatemizará el «pecado» de un religioso encadenado casada.


el adulterio,
En loquiere
que concierne
la fornicación.
a la voluntad,
Aún más,elese
adúltero
deseo no
como
quieré\
esa)
sobre una cama en medio de mujeres lascivas, ni el placer que
experimentará con su contacto, puesto que estaría obligado al voluntad le son que
de otra manera impuestos por la incluso
como quiere, naturaleza:
si nonoquisiera
puede de
querer
nin- f

164 165
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gÚn m~do querer lo que quiere. El hombre por ello no perma-
una idea, para mí, moral.
André Breton.- ¿Por qué?
Paul Éluard.- Para mí es recomendable hacer el amor. Pero es I
~ - nece
al deseo
menos
que libre
la Ley
dellama
juzgar"deseo»
y de asentir.
cuandoEsdice:
este "No
consentimiento
desearás la Paul Éluard.- Considero la castidad como inmoral y nociva. I
.; mujer del prójimo». Ninguna ley, en efecto, podría impedir de- André Breton.- ¿Por qué? I
II sear -siendo el deseo, como hemos visto, inevitable- ni casti- Paul Éluard.- Porque para mí la preocupación sexual es la:,
I! gar la tentación -no se puede no sucumbir a la «tentación hu- base de toda la actividad del espíritu. !
.' mana». Se puede por el contrario sucumbir o no a la tentación André Breton.- Tengo el amor fisico por algo cuya conse-i.
de consentir al deseo. cuencia es vaciar el espíritu de casi todas las ideas.
SegÚn las evidencias, la teoría de Abelardo no tiene nada de
encrática: ni el placer sexual ni el consentimiento que le damos
son en..síun mal. El mal comienza en tanto doy mi asentimien- Era la Edad Media. En casi todos sus detalles.
to al deseo que experimento por la mujer de otro. Desde la pers- Quod delectatio in actibus veneris non impedit actum seu
pectiva de la ética, la satisfacción del deseo no aumenta la falta. usum intellectus. Al dejar el placer sexual en un estado de neu-
Esta doctrina que ha pasado por laxista es de un tremendo tralidad moral. Abelardo había dado un primer paso fuera de la
rigor, pues es fácil pecar en el marco de una moral donde al- esfera de la moral monástica. La proposición 172 condenada
guien puede hundirse en el pecado sin haber jamás perpetrado un siglo más tarde por Étienne Tempier debía ir mucho más
un solo pecado, pecar sin jamás "pasar al acto». ¿Cómo resistir lejos que él. Al afirn1ar que «el placer sexual no impedía ni la
a la tentación inducida naturalmente por e! pensamiento del actividad ni el uso del intelecto», va también más lejos que la
placer? ¿Sería ello pecar por fracasar en dominar los pensa- apología de! egoísmo virtuoso de un Siger de Brabante. Esta
mientos que asaltan el alma? ¿Es consentir, no saber dominar- tesis, que Breton habría censurado si hubiera sido obispo en
se? Abelardo levanta aquí e! listón más arriba que el abad de lugar de «papa de! surrealismo», ¿era filos6flca?
Claraval. Se puede sostener evidentemente que, al profesar la compa-
San Bernardo tan sólo veía en todas partes la "inclinación tibilidad de la actividad amorosa con el ejercicio del pensa-
de un arbitrio corrompido»; Abelardo exalta al contrario la li- miento, los defensores de la proposición 172 ponían en cuestión
':¡ bertad del hombre. La _. moral ..de
_ la intención es m(ts dt1ra, más
h." •. -.-----.-- indirectamente el celibato de los religiosos -pero ¿este sesgado
exigente, más pesadaae'l1evar que-Ié1de la obediencia. Sin ataque no daba un beneficio demasiado pequeño en relación
embargo, si el hombre puede vivir<<Ilhi:eii.1ente}~;'poresia--ir1is- con los daños que amenazaba con provocar, esta vez directa-
ma razón, no tiene ya ninguna excusa. Queda la inocencia del mente, a la apología filosófica del status virginalis? Ciertamente,
placer y del deseo. No es laxismo, lo que Le Goff llama <<llatu- nada en la teoría aristotélica del egoísmo implicaba que se de-
ralismo», es decir, en el fondo, un optimismo teológico. La na- biera postular la incompatibilidad radical del placer sexual y del
turaleza es la obra de Dios, no se puede odiarla sin odiar a su pensamiento. Sin embargo, ningÚn filósofo medieval no parece
arquitecto. haber sostenido expresamente que la actividad sexual no consti-
tuyera ningún obstáculo a la vida teorética. ¿Contra qué se diri-
gía entonces la condena? ¿Contra e! libertinaje de! De amore?,
La vida sexual y la amistad ¿contra las costumbres de sectas religiosas más o menos margi-
nales? Nosparece preferible retomarJél,J:Iip-<S.!.esis que fTeS:~~~,nte-
EI26 de noviembre de 1930, e! estudio surrealista de Investi- m~II,j~jiº:s h-a'gi:iiadoydófar una vez más a la'cel1slÍra de una
gaciones sobre la sexualidad era el escenario de este intercambio funciónc~eadora.- ." ... -.-,- .. "'------.
verbal: E.lcensor-'pl1ede adivinar el f-uturo, adivinar el derrotero que
nadie osaría nombrar ni quizás incluso concebir. Hay una di-

166 167

- .._-_._~ _._-----~--_.-
.. ----------------------------~--
mensión lúdica y experimental de la censura como hay un con- de la proposición 181 (Quod castitas non est maius bonwl1,
formismo en la transgresión. Quien condena lo puede decir quarn perFecta abstinentia) pueden, en tal contexto, ser conside-
todo, quien debe responder ante la justicia debe saber compor- radas como un complemento indispensable, una verdadera ne-
tarse. Correspondía sin duda al obispo de París y a la comisión cesidad argumentativa. De hecho, ¿cuál es el sentido de una
episcopal el inventar un peligro que no solamente no existía, proposición que afirma que «la castidad no es un bien superior
sino que no podría existir sino al precio de una ruptura del a la perfecta abstinencia»?
orden filosófico, de una desviación de su ideal. ¿Cuál era en Tomás de Aquino había casi anexado)ªyidªJi.lQsófica a la
efecto el mayor peligro que amenazaba al poder del teólogo? ética ae-las' ordenes nliIitáres·.·Sigerh~bía subvertido'--elloeaL
No era, como creían ciertos historiadores, la pujanza de un li-
bertinaje intelectual, fn¡to del reencuentro entre averro{stas y Ii1OñasfiCOen-'una'exaftación del egoísmo virtuoso. La idea de
tma corporaCión'deeg6ísías -los l1wgistri artium.....:·riOpodía··
goliarrjos,40 sino al contrario -esperamos haberlo sugerido ya,
sIi1o'i-nolesfaralá jerarqufaeclesiástica. Se tratabáde uriaco~~
una tendencia creciente a la asimilación filosóflca del discurso
cristiarlO. "fradicción en los térrríinos, pero una contradicción operati"a
qÚe minaba concretamente a la Universidad ¿6i-i1o'ínsÚtución
Si un Siger de Brabante y un Tomás de Aquino podían dar 'cristiana. Al difuminar la distancia que separaba a losMeria.í~'
la impresión de decir la misma cosa a pesar de hablar de reali- 'cantes, los seculares y los laicos, la reivindicación de los «filóso-
dades distintas, interesaba al teólogo recuperar sus distancias fos» planteaba un nuevo problema al cristianismo: el del inte-
con la pretensión de los maestros en artes de hacer revivir la
antigua vida filosófica en el seno mismo de la corporación uni- lectual_~l1_!-m.medi()cristiano. Pues, es precisamente esa'd'¡Ki=
versitaria. Al lastrar la «nobleza» filosófica de una tolerancia mli:1aciónJoque profesaban los defehsores"'de)a'proposición
f81 estªbleciendo la paridad de la castidad y deJaá:6.~tfnen:da
sexual que no profesaba, los teólogos podían recuperar el mo- perf~cta, ent~ndida como status virginalis filosófico.
nopolio ideológico del celibato. La distinción entre la castidad y la abs1:ln'enda era un pro--¡
Naturalmente, tal gesto tenía un fundamento en los textos. blema clásico afrontado como tal por los teólogos. Las dos vir- ;
En un cierto sentido, ¿la proposición 172 no estaba presupuesta tudes se repartían armoniosamente sobre el eje del placer cor-
por la proposición 169 (Quod perfecta abstinentia ab actu carnis poral: la abstinencia designando la 'moderación de los placeres
corrumpit vi11utem et speciem)? Si la «total abstinencia sexual
de la mesa; la castidad, la abstención de los placeres de la car-
era ruinosa para la virtud», es que el placer sexual no compor- ne. Si ciertos autores rechazaban la distinción de ambas, dedu-
taba un obstáculo a su condición más fundamental: el ejercicio ciendo de la proximidad espacial del vientre y de las partes ge-
de la contemplación. nitales una «confederación de vicios» que correspondía al ejer-
Al trabajar sobre el presupuesto de una tesis, el censor iba
cicio mismo de su función, la mayor parte de los teólogos coin-
entre tanto mucho más lejos que el filósofo y le hacía decir más cidían en subrayar la desigualdad de los daños que esos vicios
de lo que pensaba decir.
causaban a la razón. Finalmente, la castidad superaba siempre .
Resulta, ni más ni menos, que la pretensión de los filósofos
a la abstinencia, en la medida que el sexo reclamaba «mayor:
contemplativos a una dignidad de vida igual a las más altas
grado de purificación y de represión que el beber o el comer».
virtudes de la vida monástica planteaba un problema corporati-
¿Cuál podría ser, en estas condiciones, el sentido de la rei-"
vo a los teólogos. Es en este sentido que la mención y la censura
vindicación estigmatizada en la censura de la proposición 181?
La respuesta es doble, y se la puede buscar en principio en dos
40. Sobre la inadecuación del esquema del .averroísmo popular» evocado por direcciones distintas: el De Arnore cleA!1cb::éJ~.~hétpelain,la pe-
P. Mandonnet, Siger de Brabal1t et I'AverroisJ1Ie fati/! all XIlle sii!cle (Les philosophes claratio .de_nuestro viejo conocido, el «fi16sofo barhúdo»: Rá-
bclges, VI-VII), Lovaina, Publications de I'Institut supérieul' de philosophie, 1908-I 911, l110nLlull.
tomo 1,p. 104, cL R. l'Ussette, «Étienne Tempier ...», pp. 71-72.
En la Declaratio Raymu11.di, el texto censurado por Tempier

168 169
mar en aquel entonces la «vida de artista»? Es lo que descubre
~~d"aITOlladO de la man.;,." ,1""lente: la caridad no " un bkn
con espanto la medida episcopal de 1277, y lo que confirma
~ : superior a la perfecta amistad; la castidad no es un bien superior Ramon Llull en su Declaratio.
1: a la perfecta abstinencia. La contraposición de la caridad y de la
-?llevantamiento de toda distinción ética entre vida filosófica
,~ castidad, en relación con el bloque formado por la amistad y la
y vida religiosa es el peligro te6rico que afi'onta el téÓlogo"deTa-
abstinencia perfectas, especifica la naturaleza misma de la opo-
sición: se trata de una confyontación entre el orden de las virtu- segunda mitad del siglo XIlI. Si se puede libremente bÚscar' y
Obtener en la sociedad lo que se encontraba <<l1onnalmente» en
des cristianas y la de la realización de una vida puramente filo- la vida monástica, hay que pensar y dar un estatuto a la coexis-
sófica. Lo que niega la proposición, es la superioridad de las tencia de dos formas de celibato, uno consagrado, el otro no. La
virtudes teologal es sobre las virtudes filosofales, la preeminen- ausencia de fyontera visible entre el filósofo y el monje transfor-
cia del ascetismo religioso sobre el ascetismo filosófico. ma la universidad misma en utopía, es la aparición de un moti-
En la Ética a Nicómaco, la doctrina de la amistad sigue inme- vo del cual la abadía de Théleme será la figuración literaria.
diatamente a la del egoísmo. La articulación del egoísmo virtuo-
Hay un orig~!!,e.sc,olástico a ese mito fundador del humanismo:
so y de la amistad virtuosa define una manera de vivir realizan- es la prop[~ escuela. - p' -

do socialmente la filosofía. Esta realización es la KotVúJV{cx, comu-


--'A propósito' de ello, no es indiferente señalar que elliberti-
nión de los espíritus, más exactamente, su comunicación (Ro- naje irónico del De amore dice lo mismo, y más radicalmente,
bert Grosseteste traduce: communicatio enim amicitia, «1a amis- extendiendo el modelo universitario de la KotvúJVta filosófica al
tad es una comunicación»), la cual es la realización de la vida de
conjunto de lo laico. Si se atiende a los deberes, nada distingue
intimidad (O'ut;1iv).Para llegar a la perfección de la «autarquía», al laico del religioso. La Única diferencia es que el término me-
es decir al cumplimiento filosófico de la vida individual, el hom- dio lo ofyece aquí el cristianismo, mientras que el filósofo no
bre debe ser absolutamente él mismo, es decir -como hemos
tenía que referirse al ser cristiano para pensar la equivalencia
visto- «vivir segÚn lo que hay de mejor en él»: el pensamiento. de las hipótesis filosóficas y religiosas. Destinado a c:lérigosfiló-
Este compromiso intelectual es la decisión filosófica por exce- sofos, la fórmula de vida del egoísmo virtuoso obtenía de sí
lencia, el acto supremo de virtud. Ahora bien el hombre no pue- misma su propia legitimidad. Por el contrario, la carga del De
de vivir el pensamiento sin comunicación, pues sin comunica- amore en contra de la preeminencia de los religiosos pasa retó-
ción no puede tener vida íntima. La amistad es una «relación ricamente por la reivindicación de los valores cristianos:
íntima». Teniendo consciencia de su propia bondad, el egoísta
virtuoso tiene necesidad de «participar también en la conscien-
cia que su amigo tiene de su propia existencia». Necesita pues ¿Por qué es necesario que un religioso esté más obligado que un
laico a preservar la castidad del cuerpo? ¿Cómo creer que tan
«vivir con él», «poner en comÚn discusiones y pensamientos». sólo el religioso debe rechazar todo placer corporal, cuando no
Es esta actividad común la que da su sentido a la vida huma- importa qué cristiano se ve ordenar por DiQSde preservar su
na: sin la participación en el pensamiento, la vida social del cuerpo de toda mancha y de rehuir absolutamente todos los de-
hombre se reduciría a la de las bestias que «consiste solamente seos de la carne? La reprobación de la vida licenciosa debe pues
en apacentar en un mismo lugar». La KotVúJV{CX es la culmina- poderse dirigir igualmente bien a los laicos que a los religiosos.
ción del O'ut;"v. Hay pues, en Aristóteles, con que organizar una
altemativa filosófica a la socialidad cristiana y con que enrique-
Tal como lo presenta la censura, y sea cual sea su estado, el
cer al principio mismo de su realización: la caridad.
filósofo se siente responsable de los valores supremos del cris-
¿Se puede tratar la descripción aristotélica de la vida de tianismo, sin que sin embargo participe en su liturgia del deseo.
amistad como el ideal programático, regulador, de un gmpo La amistad filosófica es un fermento de disolución, pues une
social determinado: los philosophi o los magistri artium? ¿Se seres «disolutos» -soluti CWIl sohtta-, es decir libres.
puede asimilar la vida filosófica con la que se tendría que lla-
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El otium de los intelectuales tarias: la preeminencia de la vida contemplativa. <::.onsiderada
con los ojos de un «aristotélico» la Universidad medieval es en
Haciendo de la camaradelia de estudio el prototipo de la principio un lugar y un vínculo de contemplación. Unainsthi.t-
amistad filosófica, los filósofos medievales inauguran una dura- aón puede realizar, algunas veces a distancia, los deseos de un
dera reconciliación donde la vida universitaria tiende a confun- ·iñdividt.iO""C;de
una época anteriores sin por ello dejar dé" teJer
dirse con el ocio, el otiwn, de Aristóteles. I,..eGoff tiene razón, la~rredes de una historia aÚn más antigua. Hemos visto a Elofsa
pues, en apuntar la solidaridad de las diferentes éticas del ocio, expre-s~~s~ preferencia por los términos amiga o concubina,
del justo medio, del sexo y del oficio que fom1al-ihitraiTiá"CIer
nuevo discurso intelectual. Es, sin embargo, unerro'rvei~'lína ción de lo conyugal se nos presenta ahora más claramente: la
simple serie de ejemplos de «contradicciones del espíritu esco- amante de Abelardo quiere ser una hétaihl, dicho de otro modo /
lástico», y de situar el conjunto -para tenninar- bajo el signo rechazando el de esposa.
vivir una amistad El sentido
intelectual. de estaessingular
Precisamente deValUa-¡
eso lo que reali-.,
i
j

I, equívoco del «aburguesamiento» y del <<llaturalismo».La vida za, un siglo más tarde y entre hombres. la universidad. )
natural predicada parIas nuevos filósofos del siglo XIII es uña Que la amistad de Eloísa puede llegar hasta hacer de ella
I verdadera forma de vida filosófica, que confiere'lm-nuevo-esta- una simple «piel» -scortwl1, la piel, es el nombre medieval de
tuto a la oposición del ocio y del trabajo. '- ...._.---~ las cortesanas- no cambia nada de la estntctura de la relación
El.~~~udiono es un trabajo, un negQtiH!!l, ~~_~.~n.-_.t¿.e.f.11P?J2~a que aquí se establece: relación de intercambio, de comunica-
la virtud egoísta y la ari-iistadque exige. En los cerca de veínticin- ción liberal y paritaria, prohibida a la esposa poseída como un
ea años de un <<itinerarió'de fOn11ádÓn»,los estudiantes y los bien. La camaradería estudiantil es el sueño de Eloísa continua-
maestros, en una palabra la Universidad, viven en la discusión y do en la «perfecta abstinencia», pero es también, y en primer
la lectura, en suma en el ritual académico, esa relación que la lugar, la prolongación de Wl ideal griego. La filosofia se testimo-
Antigi.iedad celebraba bajo el título de amistad hetaírica (e1at- nia en la manera de vivir y de desear. A pesar de insistir sobre
ptKT¡qnAía).De hecho, es literalmente una amistad de infancia: el los rigores de su condición, los «pobres maestros y estudiantes
homo escolasticus es un É'taípos,un adolescente prolongado.41 de la Universidad de París» viven como antiguos aristócratas y
Al denunciar hoy los estudios como un tiempo diferido que cantan incluso a los placeres de la abstinencia -o, mejor dicho,
retrasa la entrada en la vida activa, el economista descubre sin de la abstención- egoísta. La universidad es una institución de
saberlo las raíces medievales del afecto y de la [unción universi- pobreza donde la gente se gana costosamente su vida, pero es
en este lugar de miseria donde se goza la alegría de la emula-
41. Sobre la f.tcY.ípo<;
y la et!)(tpl1(~<!>¡¡Út véanse las fundamentales consideraciones ción y del reconocimiento, el encanto de la virtud.
de Gauthier y Jolif, Commelllaire (sobre Ética Nic., 1 1 57b23), pp. 687-688: «Los hélaiC En una estnlctura social donde el estudio es ocio, la vida
roi son aquellos que nos son queridos sin ser nuestros parientes, por tanto y muy
exactamente aquellos que llamamos hoy nuestros ami¡;os, muy habitualmente incluso
pueaecoilsagrarse por entero al placer de la aijlcu1iaiTsíTiiemer-
con el matiz de amigos de la ill!tlllcia. La palabra camarada es seguramente muy insu- gen-Ciadel <<intelectual.».es medieval'y"seconKinae-~~-'eIdesa-
ficiente para traducir hétairoi: la camaradería es para nosotros bastante menos que íic>~o~delas'Úñiversida~es, es porque la universidadda"un.esta~~".\ ~ ~
]a amistad, mientras que para AIistóteles l'hélairiki! philia no está muy lejos de ser la
amistad tipo. No carece de interés notar que es por ese nombre de amiga, hétaira, que tuto corporativo a las heteras. Una libertad de vida definida por
los gIiegos designan a la cortesana; y es que no era necesaIiamente {\sus ojos una piel, unpnvaegio.\lerdaaera~eñte· extraordinario: la posil?mcl_~c.l.c1.~.
scorltlm, como dirán los latinos; la amante de un hombre podía ser Su amiga, como lo abolir iristiiiícionalmente la distancia que separa efotiwl1 del
fue Aspasia para PeIicles, mientras que su mujer no podía sino ser apenas suya o serie
cara, phili!. En otros tétminos, alguien podía considerar a su amante como una igual y i1egotiwÚ:' .. " -- -
tener por ella una amistad de igual a igual (incluso si lo que se intercambiaba en . E,ssÓ15réese fondo de de~alienación del trabajo que hay que
relación de igualdad no era sino cl placer), mientras que no se podía considerar' as!
cuando se trataba de su legítima esposa; la amistad no podía"ef'ltol}ce~...s!':t:..§itI~u!_na
juzgar la reiVlndiéación de unaiii:6cericia en la fornicaCIÓñ':"El
amistad ent.re desiguales, donde el uno asegÚra la protección y la otra cOlTesponde con pla~er sexll.~nI1T~rcaiilbiadQ'~nla relaCión soliÚTail!i.~9..T~ta-,p.o
respeto y obediencia» .. --- --""'" -.------. es sino una de las posibilidades' de coñ:¡Úriicad6n regladas por

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¡.
r¡:fi'-~;rr-,-
:
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. l~ - ',' S' 1 ól' . de· .Ó «claridad del alba griega») es la continuación de una luz que
titución tiene a su favor la etimología romana, el filósofo puede, tampoco hoy día tiene demasiado que iluminar. Lo que queda

le
por su palie, invocar la sintaxis -digamos la gramática- grie- de la Edad Media intelectual no es toda la Edad Media, pero es
ga Eta.tpIKTj
de la amistad.$l/\,W. I e te ogo aprOXIman O 10mlcacI n y pros- lo esencial de la modernidad: ese mundo de los media donde
I El status virginalis se le impone como el medio más seguro los astrólogos y los meteorologistas han avanzado a los filóso-
para llegar a sus fines -la vida contemplativa-, nada, por tan- fos es, en el peor de los casos, una promoción decisiva de los
to, le obliga a considerar la vida sexual como un pecado. Si se apócrifos de Aristóteles, en el mejor, un Último avatar de los Li-
I abstiene del placer cama!, es para realizar mejor un «rito de bri 111eteorOnl1n.No es la integralidad del mundo de los artis-
;,disolución social», inventando una nueva estnlCtura nuclear, tae donde la ética, la fisica, la metafisica tenían derecho de ciu-
c) :distinta de la familia 11atural: la familiaridad entre solteros, so~ dadanía.
luti cwn soluta. Lejos de estar liberado del «oscurantismo medieval», el
La abstinencia egoísta se elige egoístamente, no es infligida mundo moderno mmia la desaparición de su filosofia. Las ins-
por obligación o repugnancia. El filósofo tiene algo mejor que tituciones penl1anecen: la universidad está siempre allí -ya no
hacer que ceder a los placeres de Venus: sus modelos son Aqui- es una comunidad de hombres, sino un edificio; los problemas
les y Patrocolo, Orestes y Pílades, Teseo y Piritoo, que, como subsisten-, se disputa todavía sobre el celibato de los sacerdo-
dice Jenofonte, «Los poetas no los han celebrado por haber ya- tes; pero no hay ninguna alternativa subversiva a esos ejercicios
cido juntos, sino por haber basado uno y otro su alegría en de estilo: el filósofo desaparece ante el yuppie. En resumen, ya
hacer juntos las acciones más grandes y más bellas», cuyos ecos no hay exterior laico en el encaramiento del deseo y la ley.
encuentra hasta la saciedad en Cicerón. Ahora bien, no es por Convertida en exótica, la sabiduría no puede ser más que del
ello que debe precipitar en el oprobio a Pericles y Aspasia. extremo-oriente: faltos de poder mostrar que la filosofía es en
El amor no es un pecado, incluso venial, incluso venal, es primer lugar una manera de vivir, los «maestros pensadores»
una posibilidad de vida que el filósofo supera en la vida segÚn el abandonan la juventud a la gestión de los gurÚs. La tarea de la
intelecto. historia intelectual sería pensar históricamente esta deriva. Ello
Durante mucho tiempo se ha visto en la Edad Media la era no podrá llevarse a cabo revisando las periodizaciones. No se
del «sacrificio del intelecto», sin embargo los magistri artiwll puede denunciar constantemente un retorno a la Edad Media
del siglo XIII no han sacrificado nada de las exigencias éticas del cuando, sin saberlo, se toma lo más superficial de ella; ni cele-
pensamiento, puesto que, al contrario, han transformado en brar los fastos de la racionalidad moderna allí donde --con ple-
moral la necesidad de su ejercicio. Quien quiere tomar la Histo- no conocimiento-- no hace sino prolongar inexplicablemente
tia en su curso total debe evitar pues las cesuras de la moder- su agonía.
nidad. Lo que define al intelectual medieva!, es el intelectualis-
mo de los religiosos y de los laicos -dicho de otro modo, la
larga persistencia del aristotelismo-, no el antiintelectualismo
eclesiástico. La reviviscencia de la ética aristotélica es lo que da
su configuración propia a la filosofía de la Edad Media tardía
-una reviviscencia de la cual la censura de 1277 es paradójica-
mente el testimonio supremo y el mejor propagandista.
La historia intelectual no puede prescindir de una historia
del intelecto. Las condenaciones son revelaciones que más que
marcar las mpturas, desvelan las continuidades. La Edad Me-
dia no es el tenebroso intermedio que exilia lejos de nosotros la

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