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En los ‘80 aparece el VIH/SIDA que hace estrasgos en la comunidad homosexual del mundo, lo
cual permitió asimilar la enfermedad como parte del cuerpo homosexual que conllevó a un mayor
estigma de la homosexualidad, como dice Ricardo Llamas se “homosexualizó el sida”, dotando al
cuerpo homosexual dos enfermedades: la homosexualidad y el VIH/SIDA. Dicho esto la homofobia se
respaldo a través de la enfermedad, dándole más argumentos valóricos en medida que la enfermedad se
transmite de forma sexual: homosexualidad como amoral.
En 1990, en una marcha por el orgullo gay (conmemoración de la revuelta de Stonewall del
28 de Junio de 1969) en NYC. Queer Nation (primera vez que se usaba ese término) entrega un
panfleto titulado “I hate straights”.
La crisis del sida puse en el tape problemáticas como: raza, colonialismo, sistema sexo/género,
homo/lesbo/transfobio, heterocentrismo y por ende, al entrecruzar estas aristas, es necesario, que
existan salidad complejas, de ahí, nacen las multitudes queer.
En los ‘80, también, entra en crisis el feminismo, ya que la pregunta por la raza, clase social,
orientación sexual no había sido tratada hasta ahora. La exclusión de las negras, árabes, latinas,
lesbianas y transexuales, mujeres de clases bajas se hacía presente en el feminismo de la época. A lo
cual, las primeras feministas de los ‘80 (la segunda ola) comienza a discutir y entrecruzar al feminismo
y estas luchas. Unas de las grandes exponentes de estas corrientes fueron Audrie Lorde y Barbara
Smith. Para delimitarse al feminismo tradicional, nacen organizaciones como Lesbian Avenger y
Radical Fairies las cuales empiezan a teorizarse como sujetos abyectos en escritoras como: Monique
Wittig, Adrienne Rich, Audrie Lorde, entre otras denunciando el heterocentrismo del discurso
feminista de la época.
Al alero de estas luchas, también se dio la lucha por la intersexualidad. La gran lucha se
presentó en términos poscoloniales, ya que estadounidense criticaban la abliación del clítoris en otros
países -categorizándolos de incivilizados-, pero desde los años ‘40, ellos indiscriminadamente
realizaban el proceso de reasignación de sexo al hacer a pequeños intersexuales. La denuncia la realizó
Cheryl Chase en 1988.
La crisis del Movimiento Gay
Las luchas por los derechos y visibilización homosexual, lésbica, trans data a lo largo del siglo
XX con algunos casos, pero no es hasta la revuelta del 28 de junio de 1969, que se pone de manifiesto
la comunidad LGTBI+. Las luchas por los derechos en un momento se volcó al mercado de la cultura
gay, tratando de conseguir los mismo derechos de los heterosexuales, per al mismo tiempo, ser visto
como ellos, es decir, una normalidad, por lo tanto se homogeneiza el discurso LGTBI+ de un ala del
conjunto, en donde, prepondera un discurso homonormado, blanco, conservador. Este grupo rechazaba
todo aquel que no cumpliera ocn el canon heterocentrista: la loka, travesti, sadomasoquismo,
voyerismo, cruising, entre otras, tachándoles de anormales, es ahí, donde quienes no se representaban
con lo gay, que se denominan así mismo lo queer, para diferenciarse de este canon homonormado, que
lo único que velaba por era el matrimonio, la cercanía más grande con la heterosexualidad.
En los ‘90, autoras como Teresa de Lauretis, Butler, Eve Kosofsky Sedgiwick comienzan a
articular la teoría queer, para diferenciarse de eso “lo gay”, para así producir una teoría sobre políticas
identitarias de las mujeres y de las diversidad.
“Si algo han aprendido de Foucault las políticas queer es que el poder no es solamente algo
negativo, que niega, suprime o limita, sino que es algo productivo: produce posibilidades de acción, de
elección y de resistencia. Y siempre hay algo que escapa a las relaciones de poder, siempre hay fisuras,
lugares inesperados, líneas de fuga, nuevos territorios, espacios raros, Por ello, y dado que no hay un
<< afuera del poder>>, las políticas queer no se basa en un discurso de liberación, sino de resistencia.”
(2005: 76)