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Sobrecarga adicional sobre dintel de marco.

El efecto Marston.
20 junio, 2018   Cimentaciones, Geotecnia, Hormigón   No comments
Una sobrecarga que se suele obviar en los cálculos de marcos de hormigón enterrados es la
debida al rozamiento negativo del terreno de la zona de los hastiales sobre el terreno que
gravita sobre el dintel. Es lo que se llama el efecto Marston.

En el post de hoy vamos a explicar cómo valorar esta sobrecarga o efecto Marston que,
como veréis, puede no ser para nada despreciable.
A primeros del siglo pasado y ante el gran desarrollo de canalizaciones que estaba
experimentando Estados Unidos, surgió la necesidad de valorar correctamente las cargas
sobre estas a fin de conseguir un método de cálculo que optimizara la producción y recursos
con unos mínimos coeficientes de seguridad válidos.
Fue entonces, en 1913, cuando  A. Marston junto con O. A. Anderson publicaron su trabajo
“The theory of loads on pipes in ditch and tests of cement and clay drain and sewer pipe”. En
dicho trabajo, base desde entonces para el cálculo mecánico de tuberías enterradas, se
explica el fenómeno en el cual el terreno sobre la clave del tubo se puede colgar sobre el
terreno delos hastiales del mismo, o al revés, que se cuelgue el terreno lateral al que está
situado encima de la clave. Todo depende de la rigidez del tubo y si este se incorpora a una
zanja o un terraplén.
A. Marston junto con O. A. Anderson haciendo ensayos sobre tubos para su publicación en 1913.

Este fenómeno de rozamiento negativo también ocurre en los marcos de hormigón tan


comunes en las obras civiles. ¡Y siempre hay que considerarlo en los cálculos!
Debido a que suelen ser estructuras rígidas en comparación con el terreno y colocadas en
terraplén, el efecto Marston suele pronunciarse como un aumento de las cargas que gravitan
sobre el dintel. En este caso, el terreno en el trasdós de los hastiales del marco tienen un
asiento total mayor que el que experimenta el terreno sobre el dintel, y por eso el primero se
cuelga del segundo.

¿Cómo cuantificar esa sobrecarga


adicional?
El rozamiento negativo produce un aumento de presión vertical que comprime la columna de
suelo situada sobre el techo y provoca un asiento adicional en superficie, Δs1, que puede
estimarse mediante la expresión:

Donde:

Er = Módulo de deformación del relleno sobre el techo.

r = Valor medio de la compresión inducida al nivel del techo de la estructura (la sobrecarga
que queremos deducir).

La fórmula anterior supone un crecimiento lineal de la compresión inducida por el rozamiento


negativo con la profundidad.

Las columnas de suelo adyacentes a esta central experimentan una descarga semejante. El
aumento de asiento provocado por la compresión del relleno que se colocó en el trasdós de la
obra de fábrica puede estimarse mediante una expresión similar a la anterior:

Donde:

Et = Módulo de deformación del relleno de trasdós (cuña de transición).


Un valor aproximado de r, puede obtenerse haciendo compatibles ambos asientos:

Obteniendo:

Despejando, podemos obtener el valor de r:

Donde f es un valor adimensional:

Pero este valor de r tiene un límite superior que no puede superarse, el valor del rozamiento
negativo máximo que puede existir y que viene dado por el empuje máximo del terreno sobre
el hastial hacia el terreno sobre el dintel:
 

Donde:

Ko = Coeficiente de empuje al reposo.

δ = Desviación respecto a la normal a los mismos, del empuje en los planos verticales.

Por tanto el valor máximo de r que podemos tener es:

Y por tanto, la expresión de r la podemos escribir así:


Y en el caso de que queramos simpliciar un poco la fórmula para los casos más comunes, si
suponemos, como es habitual, Ko*tg δ=0.3, la expresión de la sobrecarga, r, queda:

Espero que os haya resultado interesante y podáis usarlo en vuestros cálculos.

Fuente: Guía de Cimentaciones en Obra de Carretera. MOP.

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Estructurando

Tipos de empujes a considerar sobre una


estructura de contención
29 junio, 2015   Cimentaciones, CTE, Geotecnia, Pantallas   9 Comments
Vamos a dedicar este post a repasar un tema que, aunque muchos conocen, es posible que
ponga de relieve alguna consideración que en ocasiones se quede en el tintero.

Cuando se calcula una estructura de contención de tierras, existen distintos empujes a


considerar dependiendo de la movilidad relativa entre la estructura y las partículas del suelo.
Básicamente podemos hablar de tres tipos de empujes:

 Empuje activo
 Empuje al reposo
 Empuje pasivo
Estos empujes tienen un valor creciente según bajamos en la lista, es decir, el activo es el
menor de ellos, luego vendría el empuje al reposo y finalmente, el de mayor valor sería el
pasivo. Es fundamental, por lo tanto, aplicarlos correctamente.
La idea de aplicación de cada uno es muy sencilla. Si nos fijamos en la gráfica siguiente, solo
hay que tener en cuenta:
 El empuje activo, se produce cuando la estructura de contención se mueve una
magnitud “x”, de forma que el terreno se descomprime. Por tanto emplearemos este
empuje en el cálculo de muros de contención o muros en ménsula que son libres de
moverse en cabeza.
 El empuje al reposo, se produce cuando la estructura de contención prácticamente
no sufre desplazamientos. Esto se dará cuando la estructura esté convenientemente
arriostrada. Un caso típico es el de los muros de sótano en edificación, en los cuales el o
los forjados que arriostran al muro, impiden su desplazamiento en cabeza al hacer de
diafragma indeformable.
 El empuje pasivo, se produce cuando la estructura de contención es la que empuja
contra el terreno (en la gráfica se mueve una magnitud “x”, en sentido inverso al que lo
hacía el activo). Este empuje lo emplearemos, por ejemplo, para equilibrar estructuras
contra el deslizamiento que se encuentren empujando contra el terreno.
No entraremos en cómo se evalúan numéricamente estos empujes debido a la extensísima
profusión de fórmulas en normativa y bibliografía. El empleo de dichas fórmulas es muy
sencillo conociendo ciertos parámetros del terreno.

Después de este repaso básico, pero creo que bastante intuitivo, pondremos un ejemplo que
puede conllevar todos los empujes.
Imaginemos, por ejemplo, un depósito rectangular enterrado que se encuentra vacío en su
interior (sin fluido) y cuyo movimiento está libre en cabeza. Imaginemos, también, un estribo
de un puente con aleta en vuelta sobre el cual el tablero del puente apoye sobre un
neopreno y permita el movimiento en cabeza del estribo.
¿Qué tienen en común estas estructuras?
A priori, calcularíamos las dos estructuras con el empuje activo, ya que se pueden mover
libremente en cabeza, pero podríamos estar cometiendo un error.

Las dos estructuras tienen en común que poseen muros ortogonales que limitan los
desplazamientos en cabeza. En la siguiente figura podemos ver un ejemplo donde se grafican
los desplazamientos horizontales del muro (como se puede apreciar en la deformada, el
empuje actuaría “hacia fuera” del muro).

Podemos comprobar que, cuando el muro del fondo se encuentra con los ortogonales, el
movimiento es nulo, sin embargo, conforme nos alejamos del empotramiento, el muro
comienza a comportarse como un muro en ménsula.

Esto significa que en la zona cercana a los muros ortogonales al no producirse movimiento, el
terreno no se descomprime y por lo tanto no se movilizará el empuje activo.

El terreno empujará más que el previsto empuje activo, ya lo hará con el empuje al


reposo. Por tanto estaríamos del lado de la inseguridad.
¿Cómo podemos acotar la zona de actuación de uno u otro empuje? Precisamente con la
gráfica anterior que nos relaciona el movimiento x que sufre el muro en cabeza con su altura
H.
Finalmente, para equilibrar la cimentación del muro, si la zapata se encuentra suficientemente
enterrada en un terreno que tenga cierta compacidad (no sea un relleno suelto), se podría
considerar el empuje pasivo para equilibrar los anteriores.

Vemos por tanto en el ejemplo anterior que en ocasiones no se trata de seleccionar


únicamente un tipo de empuje, sino que los tres pueden actuar simultáneamente sobre
nuestra estructura de contención.

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