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RESUMEN COHEN

Chrétien de Troyes y la creación del “Roman”:

Roman= francés

Chrétien propone la aventura instalada en el marco de la unión conyugal; una licencia de aventuras
concedida por la esposa, que acepta y comprende. Chrétien se cansó de esa tesis de que “quien ama
obedece”, impuesta por la condesa María de la Champaña, su protectora, cuya corte literaria propaga el
amor cortes, deja caer la pluma, y se la pasa a Geoffoy de Lagny, quién terminó el Caballero de la carreta.
Pero la obra Magna de él fue el Perceval, la cual quedó inconclusa.

Chrétien fue antes que nada el pintor de una sociedad mundana, por entonces en gestación, el autor de una
Comedia humana, la de la segunda mitad del siglo XII; el analista de las almas juveniles, desbrozador de los
caminos del amor, que se cruzan con los de la vida activa; es el que mejor supo hablar del corazón y de los
ojos, de los suspiros y de las miradas, saetas misteriosas e invisibles, por medio de las cuales penetrase en
las almas y los seres se entregan para siempre. Chrétien comprendió el secreto de la belleza femenina, de la
perfección de los rasgos, etc.

Su aprendizaje inicial de amor lo había hecho en la Eneida, en el libro IV. Por lo tanto, sabía latín, y se había
amamantado de la lona romana, pero no sería de sus maestros de quienes aprendería.

Las primeras visiones de la sociedad cortes en que ha de moverse y que ha de pintar las transcribe en su Erec
y Enida, pero sus demás modelos los toma en la corte de Champaña, donde pudo dar con la figura de su
Laudina.

Conviviendo con los poderosos en la corte de los grandes, Chrétien se aproximó a esos magníficos ociosos
cuya única tarea consiste en ocuparse de sus amores y de los combates que los favorecen, ya que la hazaña
no se dedica ahora a Dios, ni al emperador, sino a la mujer-diosa. Cuando trata de los mercaderes es para
mirarse de su avaricia.

Chrétien trabaja para la sociedad refinada, que provee a su subsistencia y constituye su ambiente cotidiano,
el marco cuyas costumbres describe y cuyos sentimientos comparte, y su inspiración es por sobre todo
aristocrática. Y, más que nada, individual. Chrétien se regocija al ver de tal guisa difundirse su obra. Pero lo
que no sabe es que toda Europa está al acecho de su producción, y que está será traducida en Germania,
donde se falseará la noción del Grial.

Este autor tiene un contemporáneo, un rival, llamado Gautier de Arras.

La novela de Tristán e Isolda: es una novela que encierra toda la esencia del amor humano, su fatalidad y su
abismo de delicias y sufrimientos. Cohen cree que Chrétien fue el introductor de la inmortal pareja, que
resume en si todas las angustias y delicias del amor humano, sus remordimientos y sus embelescos.

La primera escritora: María de Francia

Es nuestra primera escritora, de origen incierto, pero su contacto permanece con sus leyendas y sus bardos
en casi todos sus lays. Lo cierto es que era culta, incluso sabia, conocía el latín, aprendido sin duda con algún
clérigo. Pero era demasiado fina y sencilla para no sentir los aires de las llanuras celtas. Así, pues, compondrá
lays, análogos a los que componen y cantan, acompañándose con el arpa portátil. Se complace en poner
títulos en bretón y en inglés, lo cual parece comprobar que sabía ambos idiomas. De su propia vida e historia
solo sabemos su nombre: “María es i nombre, y soy de Francia”, lo cual quiere decir que vive en otra parte,
seguramente en Inglaterra.
Lo que si podemos afirmar es que sus lays están inspirados en elementos sucedidos en la realidad de su
época. Sea algo anterior o posterior al documento oficial, el lay no deja de ser una transposición de una
leyenda local recogida por María.

Goethe amaba a María de Francia y pensaba que sus sucesores dirían que sus invenciones encuentran mayor
crédito que las verdades evangélicas y morales.

El ingenio galo y las fábulas

El francés siempre ha gustado de mofarse de si mismo y de los demás. La literatura francesa de la Edad media
oscila entre contradicciones: entre los refinamientos del espíritu cortes y las groserías del ingenio galo.

Así es que el mismo periodo recortado en la materia cronológica del siglo XII y del XIII, que vio florecer el
romance y la poesía cortes, vio también nacer, prosperar y desarrollarse la “fábula” o “trova”, el fabliau. Los
dos primero pertenecientes al medio señorial y real, y el tercero al medio burgués. Los romances corteses
se deben a escritores que vivían en el ambiente de las cortes nobles, mientras que la grosera trova era obra
de villanos cuya vulgaridad y malicia subrayaban los romanceros, o del burgués de la comuna, o del juglar
errabundo.

Se inicia en 1159 con la fabula de Richeut, la más atrevida sátira del ingenio cortés en vísperas de su
advenimiento y su triunfo. El flabiau, en manos de diestro artífices de las letras, de los que pocos nombres
nos han llegado, florece en direcciones harto diferentes.

La epopeya animal: el “Roman de Renard”

Aparece en el ultimo cuarto del siglo XII. Este genero no existe sino cuando unos escritores de talento se
apoderan de él, y desarrollan las “ramas” de una novela imaginaria, de innúmeros episodios, semejante al
ciclo de una canción de gesta.

Los animales, desde Noble, el león, hasta Tibert, el gato, son barones de distinta grandeza y distinto poderío,
siempre a caballo, con cota de mallas y armas, pero dejando translucir, en la testa, la “semejanza” animal.
Un amplio carnaval de caballería, en que la verdad se refleja como en espejo deformante y caricaturesco, y
reconoce no solo su atuendo sino también sus costumbres, flaquezas, usos y pasiones. Un rey la domina.

No se trata de una epopeya sino de una comedia animal, en la que la astucia puede más que la necedad y
que la fuerza bruta.

Los “Fabliaux”

Servían para distraer una reunión turbulenta que ya no estaba en condiciones de prestar atención bastante,
ni de tener suficiente energía para escuchar una novela grande, muchas veces de comprensión dificultada
por la prosa. También había fabliaux morales, edificantes y conmovedores, de los cuales pueden las doncellas
sacar provecho y emoción.

Muchos de estos fabliaux han inspirado a los imagineros para sus esculturas accesorias, en particular para
los medallones que decoran el exterior de la catedral, o los relieves satíricos de las sillerías de coro.

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