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Riquelme.

Ligazón-madre, estrago y efecto madre: En torno a lo femenino y su articulación con lo materno

LIGAZÓN-MADRE, ESTRAGO Y EFECTO MADRE:


EN TORNO A LO FEMENINO Y SU ARTICULACIÓN CON
LO MATERNO

Mother-attachment, ravage and mother effect:


about the feminine and its linkage with the maternal

Vínculo-materno, devastação e efeito materno:


em torno do feminino e sua articulação com o materno

Paula Riquelme Portales – Universidad Católica Silva Henríquez

Endereço para contato


E-mail: pauriquelme@gmail.com

Paula Riquelme Portales


Psicóloga. Magíster en Psicología Clínica de Adultos. Académica Escuela de Psicología Universidad
Católica Silva Henríquez, Santiago de Chile. Investigadora Unidad de Psicoanálisis, Sexualidad y
Género del Programa de Estudios Psicoanalíticos: Clínica y Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad de Chile, Santiago de Chile

Este artículo está basado en la investigación de Tesis para optar al Grado de Magíster en Psicología
Clínica de Adultos de Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile: “El campo de lo materno
y los avatares del vínculo madre e hija: aproximaciones teórico-clínicas al padecer femenino”, cuyo
profesor patrocinante fue Roberto Aceituno Morales. Esta investigación comenzó en Julio de 2010 y
finalizó en Diciembre de 2012.

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Riquelme. Ligazón-madre, estrago y efecto madre: En torno a lo femenino y su articulación con lo materno

Resumen

Esta investigación teórica surge a partir de las interrogantes que tienen lugar en la
experiencia clínica con pacientes mujeres. A través de una revisión del concepto de lo
femenino en la teoría psicoanalítica y su articulación con lo materno, se trabajarán los
conceptos de ligazón madre, estrago y efecto madre, revisando los aportes teóricos de
Freud, Lacan y psicoanalistas contemporáneas como Marie-Magdeleine Chatel y
Dominique Guyomard.

Palabras Claves: psicoanálisis; clínica; feminidad; vínculo madre-hija.

Abstract

This theoretical research arises from the questions that have place in the clinical
experience with female patients. Through a review of the feminine concept in
psychoanalytic theory and its linkage with the maternal, the present study will work the
concepts of mother-attachment, ravage and mother-effect, reviewing the theoretical
contributions of Freud, Lacan and the contemporary psychoanalysts Marie-Magdeleine
Chatel and Dominique Guyomard.

Keywords: psychoanalysis; clinical psychology; women.

Resumo

Esta pesquisa teórica surge a partir das questões situadas na experiência clínica com
pacientes do sexo feminino. Através de uma revisão do conceito de feminilidade na
teoria psicanalítica e sua relação com o materno, os conceitos de vínculo materno,
devastação e efeito materno, revendo as contribuições teóricas de Freud, Lacan e
psicanalistas contemporâneos como Marie-Magdeleine Chatel e Dominique Guyomard.

Palavras chave: psicanálise, feminilidade; vínculo mãe-filha.

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Riquelme. Ligazón-madre, estrago y efecto madre: En torno a lo femenino y su articulación con lo materno

Introducción

La pregunta por la particularidad del padecer femenino y su referencia al campo

de lo materno surge a partir de la experiencia clínica con pacientes mujeres. En primer

lugar esta interrogante aparece producto de la escucha de las pacientes y la insistencia

en su discurso de la referencia a su madre, principalmente en forma de quejas y

reproches dirigidas ésta. También en la recurrencia de casos de pacientes en que la

maternidad es vivida de forma conflictiva y provoca malestar, por conflictos asociados

al embarazo, al nacimiento y al crecimiento de los hijos. Y por último en diversas

formas de padecer que presentan las pacientes y que implican su relación al propio

cuerpo, a su identidad y a sus lazos afectivos, en estos casos la referencia a la madre, no

es a la madre propiamente ni a la maternidad, se trata más bien de un padecer que remite

al vínculo originario entre madre e hija y a los efectos que dicho vínculo tendrá en la

vida de la futura mujer. Serán estas referencias a la madre, este malestar asociado a la

maternidad y estas formas de padecer las que conducen a interrogar desde la experiencia

clínica la articulación entre lo femenino y lo materno en la teoría psicoanalítica.

La revisión teórica que se efectuará a continuación es producto de la

investigación realizada en el marco del trabajo de tesis para optar al grado de Magíster

en Psicología Clínica de Adultos de la Universidad de Chile “El campo de lo materno y

los avatares del vínculo madre e hija: aproximaciones teórico-clínicas al padecer

femenino”. Esta investigación implicó el estudio de dos casos clínicos mediante la

metodología de estudio de casos, llevándose a cabo entre los años 2010 y 2012.

La revisión teórica propuesta en este trabajo parte considerando la dificultad que

ha tenido la teoría psicoanalítica para asir lo femenino como concepto teórico. Para

Freud la feminidad aparece como un campo de difícil acceso, un “continente negro”. La

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preocupación por la especificidad de la sexualidad femenina aparece en forma bastante

tardía en su producción teórica de Freud; primero bajo la pregunta por la diferencia en

el desarrollo psicosexual de la niña respecto de niño (1925) y luego, reconociendo estas

diferencias, es que se interesa por investigar cómo es que una niña deviene mujer

(1931). Es justamente a partir de su trabajo sobre la sexualidad femenina que Freud

llegará a plantear que habría una la ligazón-madre preedípica que precede a la ligazón

padre propia del Complejo de Edipo y que en la mujer dicha ligazón-madre tiene un

lugar que es fundamental (Freud, 1931). Esta línea trazada por Freud al proponer la

ligazón-madre preedípica como una vía que permite bordear el enigma de lo femenino,

es retomada en el trabajo del psicoanalista francés Jacques Lacan al referirse a la

naturaleza estragante propia de la relación entre madre e hija (Lacan, 1972). En este

sentido es posible afirmar que a partir del desarrollo teórico freudiano y lacananiano una

vía para comprender teóricamente el padecer femenino es interrogar el lazo entre madre

e hija.

¿Qué conceptos permiten trabajar la articulación entre padecer femenino y lo

materno? ¿Qué señalan dichos conceptos en torno a la particularidad del lazo entre

madre e hija? Preguntas que implicarán abordar la particularidad de este lazo,

interrogando los constructos teóricos que han sido elaborados en la teoría psicoanalítica

para dar cuenta de este vínculo madre e hija.

A continuación se presenta una revisión de los conceptos ligazón-madre

trabajado por Freud. Continuando con la teorización que desarrolla Jacques Lacan,

psicoanalista francés, en torno a la posición femenina y el estrago propio de la relación

madre e hija. Luego se puntualizarán los desarrollos teóricos de psicoanalistas mujeres

contemporáneas: Marie-Magdeleine Chatel que desde su quehacer clínico y su trabajo

teórico revisita el concepto de estrago y Dominique Guyomard quién también desde su

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trabajo clínico con niños y mujeres adultas conceptualiza el efecto madre como un

modo de comprender el vínculo entre madre e hija. Para finalizar se presentará las

discusiones que surgen a partir de la revisión teórica y los alcances que tiene dicha

revisión para la comprensión de lo femenino como concepto y para la clínica

psicoanalítica.

La feminidad y la ligazón-madre preedípica

La pregunta por la sexualidad femenina (1931; 1933) llevará a Freud a retomar

el planteamiento respecto de que la madre será el primer objeto de amor en ambos

sexos. Ya en sus tres ensayos de Teoría Sexual Freud (1905) habría afirmado que las

primeras investiduras de objeto se producen por apuntalamiento en la satisfacción de las

grandes y simples necesidades vitales y que es la madre quien, por lo general, se dedica

a estos cuidados. Freud (1905) señala que la madre es el primer objeto de amor en

ambos sexos, sin detenerse en este trabajo en la particularidad de este lazo en la niña y

asumiendo una suerte de paralelismo en la sexualidad del niño y de la niña, afirmando

que la sexualidad de la niña pequeña será masculina.

En sus trabajos de 1924 “El sepultamiento del complejo de Edipo” y 1925

“Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” Freud

comienza a interrogar la sexualidad femenina, más allá del paralelismo del desarrollo

sexual del niño y de la niña. Reconoce entonces que si bien la mujer desarrollará un

complejo de Edipo, un superyó y un período de latencia, habría una cierta particularidad

de su organización fálica y del complejo de castración que la diferencia del varón. Son

justamente, las diferencias entre el niño y la niña en su organización fálica y en la

relación a la castración, las que conducen a Freud a interrogar el lugar que tendrá está

ligazón-madre para la niña.

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Será en sus trabajos “Sobre la sexualidad femenina” de 1931 y la 33 conferencia

“La feminidad” de 1933 que dará especial importancia al vínculo preedípico de la niña y

su madre, ligazón-madre que tendrá una lugar crucial en el devenir mujer de la niña y en

la génesis de su neurosis. De este modo Freud plantea que algo del orden de la

constitución psíquica y sexual de la mujer se llevará acabo en un terreno que llamó “lo

preedípico”. Freud afirma que la ligazón-madre tendría una intensidad y una duración

que había sido subestimada. Es a través de los testimonios de análisis de pacientes

mujeres en la que se haya una ligazón-padre particularmente intensa, que se llegará

reconducir esta ligazón-padre a la ligazón-madre que la precede. La ligazón con el padre

no aportará nuevos rasgos a la vía amorosa, más que “el cambio de vía [Wechsel] del

objeto” (Freud, 1931, p. 228). Señalando que “el vínculo-madre primario se había

edificado de manera muy rica y plurilateral.” (Freud, 1931, p. 228). Es decir que la

ligazón-madre no será desechada completamente y que su intensidad se entrama luego

con la ligazón-padre. El vínculo de la hija con su padre, y luego de la mujer con su

cónyuge, seguirán entonces el modo del vínculo de esta ligazón-madre (Freud, 1931).

Así, si bien el objeto cambia, la forma de este vínculo seguirá operando en la mujer, lo

que se pondrá en juego en los lazos futuros.

Respecto a la duración de la ligazón-madre Freud afirma que en la mayor parte

de los casos llegará hasta los cuatro e incluso los cinco años, abarcando gran parte la

vida sexual infantil, e incluso en algunos ocasiones “era preciso admitir la posibilidad

de que cierto número de personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la

ligazón-madre originaria y nunca produjeran una vuelta cabal hacia el varón.” (Freud,

1931, p. 228). El dar cuenta de esta intensidad y duración de la fase preedípica de la

mujer le otorga a la ligazón-madre una significación que no se le había dado hasta ese

momento a la fase preedípica de la mujer. Esta fase afirmará: “deja espacio para todas

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las fijaciones y represiones a que reconducimos la génesis de las neurosis” (Freud,

1931, p. 228), de modo que el complejo de Edipo es en la mujer una formación

secundaria, precedida por esta fase de ligazón-madre preedípica. Freud señala que esta

fase tiene que caer al fundamento, la niña tendrá que resignar a la madre como objeto de

amor, para dirigirse al padre e ingresar en el Complejo de Edipo (Freud, 1931). Este

extrañamiento respecto de la madre se producirá bajo una fuerte hostilidad, que hará que

la ligazón-madre tierna acabe en odio. Es este odio, esta hostilidad, la que posibilita que

la ligazón-madre quede bajo una represión particularmente despiadada, hostilidad a la

que se suma luego la causada por la rivalidad edípica (Freud, 1931).

Freud (1931) señala que el descubrimiento de la castración indicará un punto de

viraje en el desarrollo de mujer, en tanto marcará el vuelco de la ligazón-madre a la

ligazón de la niña con el padre. Este descubrimiento de la castración que es desestimado

en un comienzo, cuando la niña se da cuenta que el niño tiene algo que ella no tiene, se

confirmará cuando descubre que su madre también está castrada. Es en este punto que el

viraje se efectúa. La castración desatará la envidia del pene en la mujer y una demanda

de reconocimiento simbólico dirigida al padre, en tanto la niña demanda a éste aquello

que la madre no pudo entregarle.

Pero la caída al fundamento de esta ligazón y el extrañamiento respecto de la

madre no se tratará simplemente de un cambio de objeto, entonces si no es un cambio

de objeto ¿de qué orden será aquello que la hija resigna de esta ligazón-madre? En este

punto será importante retomar lo que Freud (1931) señala en tanto que algo del modo de

esta ligazón de la niña con la madre seguirá operando; así si bien el objeto cambia, la

forma de este vínculo continúa operando. El vínculo con la madre en tanto originario

marcará entonces los vínculos futuros de la niña, amará de la forma que fue amada y los

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avatares de sus lazos amorosos, como hija de su padre y luego en sus relaciones de

pareja, podrán ser reconducidos a su vínculo con la madre (Fliman, 2008).

La pocisión femenina y el estrago entre madre e hija

Jacques Lacan psicoanalista francés propone una comprensión de la feminidad,

distinta a la de Freud, a partir de lo que llama la posición femenina (1973). Esta

posición femenina no implica para Lacan una condición anatómica, si no que una

posición como ser hablante. Posición que por tanto no tiene que ver con una

predisposición anatómica, haber nacido mujer, si no con la relación que un sujeto

hombre o mujer tiene al lenguaje. En el Seminario Aún (1972-1973) Lacan trabaja las

fórmulas de la sexuación, que dan cuenta de la posición femenina y masculina,

constituyendo éstas un modo de ubicarse de todos ser hablante ante la funcion fálica.

Lacan señala:

“A la derecha tiene la inscripción de la parte mujer de los seres que


hablan. A todo ser que habla, sea cual fuere, esté o no provisto de
los atributos de la masculinidad – aún por determinar – le está
permitido, tal como lo formula expresamente la teoría freudiana,
inscribirse en esa parte. Si se inscribe en ella, vetará toda
universalidad, será el no-todo.” (Lacan, p. 97, 1973).

La posición sexual es entonces un modo de orientarse respecto de la función

fálica, aunque para la posición femenina está orientación respecto de la función fálica es

“no-toda” (Lacan, 1973). Así si bien la mujer, desde la posición femenina se puede

orientar hacia la función fálica, hay un más allá. Lacan señala entonces:

“La mujer tiene distintos modos de abordar ese falo, y allí reside
todo el asunto. El ser no-toda en la función fálica no quiere decir
que no lo esté del todo. No es verdad que no esté del todo. Está de
lleno allí. Pero hay algo más allá.” (1973, p. 90).

Este “más allá” alude al “no toda” de la posición femenina y es que no habría un

significante que represente a La Mujer, por eso es que Lacan tachará el “La” de La

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Mujer: “No hay La mujer, artículo definido para designar el universal (1973). No hay

La mujer puesto que –ya antes me permití el término, por qué tener reparos ahora– por

esencia ella no toda es.” (Lacan, 1973, p. 89). De este modo no existe un significante

que represente a la comunidad de las mujeres, a diferencia de los hombres que se agrupa

en torno a un significante fálico. Por tanto no es posible hablar de las mujeres, si no que

ante cada mujer nos encontramos con una singularidad irreductible, radical, imposible

de universalizar.

Es justamente en este “no toda”, en este “más allá” de la posición femenina, que

Lacan (1973) ubica el goce femenino, diferenciandolo del goce fálico. Este goce no está

en relación a la función fálica. Lacan señala que: “la mujer tiene un goce adicional,

suplementario respecto a lo que designa como goce la función fálica” (1973, p. 89). Y

de este goce ella nada sabe, señala: “Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella

misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No le

ocurre a todas.” (1973, p. 90). De todos modos Lacan señala que la mujer tiene varios

modos de abordar la referencia al falo: “El ser no-toda en la función fálica no quiere

decir que no lo esté del todo. No es verdad que no esté del todo. Está de lleno allí. Pero

hay algo más allá.” (Lacan, 1973, p. 90,). Este más allá será justamente el goce otro, el

goce femenino.

Cecilia Hopen (2002), psicoanalista argentina, ha trabajado el concepto de

sexuación de Lacan y señala que ésta es la forma en que los hombres y mujeres se

relacionan a su propio sexo, a la castración y a la diferencia sexual. La posición sexuada

será aquella que orienta, que establece una dirección ante la función fálica tanto para

hombres como para mujeres. Así será la dirección que la función fálica indica “la que

permite a una mujer alojarse en lo femenino” (Hopen, 2002, p. 29). Para la autora la

diferencia masculino-femenino no se distingue forzosamente por un objeto diferente

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para cada sexo, si no más bien distingue modalidades diferentes de abordar a este

objeto. Será en es esta dimensión propiamente femenina del no todo, en aquello que no

pertenece al campo de lo fálico que se puede ubicar el estrago entre madre e hija

(Lessana, 2000).

La noción de estrago es introducida por Lacan en “El Atolondradicho” (1972).

El autor afirma el lugar primario de la relación madre e hija y su naturaleza estragante

en la mujer, señalando:

“A ese paso de la elucubración freudiana del complejo de Edipo,


en la que la mujer es en el pez en el agua, por ser la castración en
ella inicial, contrasta dolorosamente con el estrago, que en la
mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la cual parece
esperar en tanto mujer más subsistencia que del padre, lo que no
pega con su ser segundo en este estrago.” (Lacan, 1972, p. 36).

De este modo el estrago entre madre e hija tendrá un lugar primario en la mujer,

quedando el complejo de Edipo y su relación al padre en un lugar secundario. Es en

virtud de lo que señala Lacan que se podría, entonces, interrogar la dimensión del

estrago entre madre e hija y qué consecuencias tendrá en la subjetivación y en el

padecer de las mujeres su relación a la madre.

Marie-Magdeleine Chatel1 psicoanalista francesa trabaja el concepto de estrago,

a partir de su trabajo clínico (1993) y de la revisión de casuística en torno a la relación

madre e hija en la literatura, la historia y el arte (2000). La autora señalará que el

estrago “no debe considerarse como una desdicha, ni como un síntoma resultante de una

mala madre, sino como una catástrofe que existe en el corazón mismo de la relación

entre una madre y su hija.” (Chatel, 1993, p. 48). El estrago será entonces propio de la

relación madre hija, y no efecto de uno u otro devenir de esta relación. La relación


1
Marie-Magdeleine Chatel es la misma autora que más adelante será citada como Marie-
Magdaleine Lessana, dado que los trabajos citados de esta autora están firmados con su nombre de soltera
y de casada respectivamente.

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madre e hija será siempre ha de ser estragante. ¿Qué quiere decir que esta relación sea

estragante? Estrago será la traducción al castellano de la palabra “ravage” en francés.

Según Marie-Magdaleine Chatel:

“La palabra “ravage” [“estrago”] encuentra su etimología en el


verbo “ravir” [“arrebatar”], que califica bien lo que se experimenta
como peligro de devastación corrido en la femineidad. El estrago
será la experiencia dolorosa debida al inexpugnable reproche que
una hija dirige a su madre y que ésta no puede calmar. Propongo
considerarlo como la prueba misma de la inevitable confrontación
con esta imposibilidad entre ellas.” (Chatel, 1993, p. 47).

Así en la relación madre e hija se vivenciará - pese a la semejanza corporal entre

ambas- la imposibilidad de compartir algo en torno a lo femenino, tal como señalaba

Lacan no es posible una comunidad de las mujeres, no existe un universal para las

mujeres. Será justamente en este imposible que el estrago se ubica. No será posible

entonces compartir ni transmitir entre madre e hija una experiencia en torno a lo sexual,

ni habrá la posibilidad de una identificación femenina entre madre e hija. De este modo

entre madre e hija se constata la imposibilidad de transmisión de lo femenino (Chatel,

1993).

Marie-Magdaleine Lessana en su libro "Entre mère et fille: un ravage" (2000)

señala que los avatares de esta relación estarán marcados por el hecho de que ambas

habitan un cuerpo femenino, ubicando como punto medular de los vicisitudes de este

lazo la imagen de un cuerpo de mujer que deslumbra y que se hace deseable en tanto

esta imagen entraña la promesa de un gozo inalcanzable. Esta imagen del cuerpo de la

madre es la de un cuerpo erótico que maravilla, desgarra y deslumbra; imagen que

aparece como un flash que encandila y que hace desaparecer y desvanecerse a quien

mira. Esta imagen del cuerpo de la madre se edifica en un lugar donde no hay nada del

orden de la identidad sexual ni de la transmisión de rasgos femeninos entre una madre y

una hija. Y se volverá persecutoria y mortificante para la hija (Lessana, 2000).

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El estrago se da entre estas dos mujeres cuando ambas posean un cuerpo de

mujer que podría ser deseado por un hombre, de modo que tendrá lugar cuando la niña

llega a la pubertad y su cuerpo adquiere los rasgos femeninos que anuncian a la futura

mujer. Será en este momento que la madre debe entregar a su hija, entrega que para la

madre se volverá un desgarro, que hace evidente la imposibilidad de consumar el amor

entre ellas en una actividad sexual (Lessana, 2000). Así el estrago es tal para la hija pero

también para la madre, quien de algún modo entregará o no a su hija para que está

advenga una mujer.

Será entonces el inicio de la vida sexual o el embarazo de la hija el que

despertará este tormento de amor-odio propio del estrago. Tal como señala Chatel: “Los

sucesos del cuerpo femenino, “hembra”, tales como las reglas, el acto sexual, el

embarazo, el parto, el aborto, son momentos de apertura a fenómenos extraños, tal vez

porque convocan la relación de una mujer con su madre.” (1993, p. 45). Sucesos que se

jugarán en lo real del cuerpo de la hija y que pondrán en juego su sexualidad, la

posibilidad de la hija de ser madre, es decir, un cambio de posición respecto a sí misma

y a su propia madre.

El estrago será para Lessana (2000) un “pasaje”, una experiencia que da cuerpo

al odio torturante, sordo, presente en el amor exclusivo entre madre e hija. El estrago

será la prueba de la imposibilidad de una transmisión del sexo y de una identificación

femenina. Si bien el estrago se da en torno a la imagen del cuerpo de la madre, está

imagen no es del orden de lo especular, sino que será la imagen de un cuerpo erotizado.

El estrago entre madre e hija no tiene que ver con la rivalidad especular, sino con algo

del orden de lo real y del goce del cuerpo, esto dado que “el goce sexual femenino no

ofrece ningún rasgo visible en el espejo del semejante.” (Lessana, 2000, p. 167). En el

estrago lo que se pone en juego es la violencia que movilizará un odio, muchas veces

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ignorado y sentido a partir de la imposible respuesta de la demanda de un amor

imposible de consumarse en acto (Lessana, 2000).

Si el estrago se piensa como un pasaje, este ha de atravesarse, para Lessana

(2000) este atravesamiento dependerá de la posibilidad de que el odio entre madre e hija

tenga lugar y sea confrontado por ambas. El estrago la convoca, se trata de que “madre e

hija experimentan realmente el “transformarse mujer” de la hija.” (Lessana, 2000, p.

166). Proceso que presentará dificultades para ambas. Tanto a la madre que ha de

renunciar a la hija, como la hija que ha de renunciar a la madre y a la demanda

imposible que le dirige, demanda que guarda relación con la transmisión de un saber y

una experiencia acerca de lo femenino. Lessana afirmará que en la conclusión del

estrago:

“Se trata de un hacer que opere una separación sin sustitución, sin residuos, sin

compatibilidad, sin transmisión, sin negociación, sin intercambio, sin condición:

es una deserción. Es hacer inscribir una cicatriz que valdrá como una huella de la

hija sobre el cuerpo de la madre, aún si ésta no está forzosamente herida en la

realidad.” (Lessana, 2000, p. 168).

Una cicatriz que evoca así una inscripción en el cuerpo que no está atravesada

por la palabra, no es un significante, ni una metáfora, ni una representación.

Efecto madre y transmisión entre madre e hija

Dominique Guyomard, psicoanalista francesa contemporánea, desarrolló un

trabajo teórico y clínico en torno a la posibilidad de comprensión de lo femenino por la

vía del campo de lo materno (2013). La propuesta de esta psicoanalista es que el vínculo

originario con la madre permite cierta comprensión de lo femenino que no se rige por su

referencia y diferencia con lo fálico. Lo femenino entonces no requiere ser abordado

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como una modificación de los trayectos pulsionales masculinos, si no que portará una

problemática específica que está ligada a la relación madre e hija (David-Menárd,

2012).

El efecto madre será el concepto que Dominique Guyomard (2012) trabajará

para dar cuenta de las condiciones mediante las cuales el vínculo primario entre madre e

hija ha de ser estructurante para una mujer. Concepto que juega con la homofonía en

francés de l’effet-mére (efecto madre) y l'éphémère (lo efímero), en tanto este efecto

madre ha de ser efímero para tener un efecto subjetivante. La autora señala que este

vínculo primario es un vínculo narcisisante e implica el reconocimiento de lo femenino

de la hija por parte de la madre: “Es en este placer vivido donde una hija enraíza su

propio placer de ser mujer: lo femenino de ella debe ser amado por su madre para

convertirse en feminidad como declinación de un femenino narcisizado.” (Guyomard,

2013, p. 27). Será necesario entonces que este vínculo narcisizante sea un encuentro

entre madre e hija, que implicará por parte de la madre reconocer y amar lo femenino

que ve en su hija: “El placer del vínculo narcisizante de la díada madre-hijo – placer de

la seducción compartida, entregada y recibida – debe ser efímero para cumplir su

función estructurante.” (Guyomard, 2013, p. 27). Este placer que es seducción

compartida, entregada y recibida implica un encuentro entre la mujer que es madre y la

hija que llegará a ser mujer. La hija ha de causar el deseo en su madre y experimenta el

placer que la madre causa en su cuerpo a partir de sus cuidados, se da un intercambio

entre madre e hija, que para devenir estructurante del narcisismo de una mujer ha de ser

efímero.

Para Guyomard (2013) las dificultades que encuentra la inscripción de

narcisismo femenino implicaran obstáculos que ponen en riesgo la identidad y el futuro

de la niña que deviene mujer. De modo que el paso del vínculo a la relación, al estar

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obstaculizado, pone en peligro el proceso de identificación en la mujer. La constitución

del narcisismo en la mujer atravesará entonces ciertas dificultades que tiene que ver con

este vínculo narcisisante con lo materno y la dificultad de elaboración de

identificaciones propia de la transmisión entre madre e hija (Guyomard, 2013). La

autora señala: “La elaboración de un proceso identificatorio supondría que se constituya

la identidad de lo mismo durante esta primera narcisización “transitiva” del vínculo

madre-hija: de lo idéntico, en tanto subyace a la necesaria ruptura del vínculo.”

(Guyomard, 2013, p. 29). Es necesario entonces que este vínculo establezca una cierta

alteridad entre madre e hija, que permita una diferencia. Lo complejo será justamente

como entre madre e hija se juega algo de lo mismo, en torno al sexo, y a la manera en

que este vínculo se erotiza.

De este modo para Guyormard (2013) la dificultad para que la diferenciación

entre madre e hija se produzca, radicará en la imposibilidad de que esta diferencia sea

metaforizada, en tanto no es posible una metaforización de lo mismo: “No hay proceso

identificatorio entonces, proceso de elaboración de lo mismo en una separación (…) En

la relación de una hija a su madre, el riego de desaparecer es del orden de la confusión

cuando la mismidad no produce identificación. Pero coexiste, paradojalmente, con la

necesidad vital de esta primera narcisización.” (Guyomard, 2013, p. 48). Así el proceso

de identificación requiere que se produzca una primera separación: “La identificación,

para una mujer y, por lo tanto, para la pequeña hija, pasa por una primera identificación

a lo mismo de su madre, a condición de que esta identificación sea también una

diferenciación.” (Guyomard, 2013, p. 40). Será entonces este proceso de identificación

y a la vez de diferenciación, lo que posibilita la alteridad de lo mismo, que es previa a la

del otro sexo en la mujer (Guyomard, 2013). .

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El proceso de identificación implicará la constitución del objeto madre como

huella de este narcisismo del vínculo: “La madre es -como objeto- garante de lo materno

que constituye narcisíscamente el vínculo madre-hijo.” (Guyomard, 2013, p. 42). De

este modo: “Lo materno es fundador de un narcisismo bajo ciertas condiciones. Una

primera condición es que haya tenido lugar; otra, es transformarse y dejar un resto que

se inscriba como huella.” (Guyomard, 2013, p. 50). Lo materno funda el narcisismo

femenino, y para esto será condición que el narcisismo del vínculo haya tenido lugar,

pero en una temporalidad acotada y efímera que permita que el placer del vínculo

narcisisante sea estructurante y subjetivante (Guyomard, 2013).

El concepto de efecto madre entrama dos aspectos fundamentales de la

constitución del narcisismo en la mujer. Por un lado muestra la importancia de que la

hija ocupe un lugar en el psiquismo y fantasma de la madre, que implicará que la madre

pueda entrar en el campo de lo materno a partir de su propia actividad pulsional y que a

través de sus cuidados dibuje en los bordes del cuerpo de su hija las zonas erógenas,

implantando la vida pulsional en el cuerpo de la niña. Parece ser que a esto a lo que se

refiere Guyomard (2013) cuando señala la importancia de que el narcisismo del vínculo

haya tenido lugar. El segundo aspecto fundamental será que este efecto-madre sea

efímero, en tanto es esa precisamente su condición para devenir estructurante.

Para Guyomard (2013) será la erotización del vínculo entre madre e hija lo que

garantiza su transmisión, señala: “En efecto, es necesario que este placer del vínculo

tenga lugar para constituirse como vínculo narcisizante, y su destete debe ser la garantía

de una transmisión posible, pues su ausencia produce un goce que lo anula.”

(Guyomard, 2013, p. 19). Así lo femenino referido a lo materno sostiene, en parte, la

identidad de la mujer, siendo fundamental para que esta transmisión de lo femenino

entre madre e hija se realice la erotización del vínculo. Será necesario entonces que este

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Riquelme. Ligazón-madre, estrago y efecto madre: En torno a lo femenino y su articulación con lo materno

vínculo narcisisante sea un encuentro entre madre e hija. Encuentro que implicará por

parte de la madre reconocer y amar lo femenino que ve en su hija, así: “Ese primer

vínculo, a condición de que sea también encuentro, inscribe para una hija la memoria de

un femenino reconocido y narcisizante.” (Guyomard, 2013, p. 73). Será entonces

necesario que la madre ame a su hija en tanto mujer, para posibilitar una transmisión de

lo femenino: “La ausencia de este vínculo, así como la dificultad para crearlo para una

madre con su hija pequeña, implica otros obstáculos que ponen en riesgo para esta su

identidad y su futuro de mujer” (Guyomard, 2013, p. 73).

Discusión final

Mediante la revisión teórica realizada es posible abordar diversos modos de

comprender el padecer femenino a través del estudio de constructos teóricos

psicoanalíticos que refieren al lazo entre madre e hija. Esta forma de acceder al estudio

de lo femenino posibilitaría comprender este registro, no únicamente desde la diferencia

o referencia a lo masculino, si no desde un rasgo que al parecer le es propio y que

conformaría la particularidad del vínculo con la madre y los efectos que éste tiene en la

mujer.

El concepto de ligazón-madre trabajado por Freud se constituye como un

antecedente a la hora de pensar el vínculo madre e hija y sus efectos, en tanto este autor

señala que dicha ligazón tendría un lugar fundamental en la génesis de la neurosis y que

incluso seguiría operando en los lazos futuros de una mujer. Lo que permanecería de

esta ligazón, que cae bajo una represión particularmente despiadada, es la modalidad del

vínculo, es decir, que si bien el objeto madre es resignado y la niña se dirige al padre

como objeto de amor, el modo de establecer la ligazón con el padre seguirá una

modalidad de lazo en base a la que se tuvo con el primer objeto de amor.

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Posteriormente en el cuerpo teórico de Jacques Lacan, éste se alejará de una

concepción de lo femenino a partir de la anatomía, conceptualizando la posición

femenina como una manera de sortear el problema de la feminidad. Justamente la

dificultad de definición conceptual de lo femenino, y de la identificación singular de

una mujer con las mujeres, radica para el autor en que no es posible hablar de un

universal para la posición femenina. Es a partir de esta imposibilidad de establecer un

universal respecto a “qué es una mujer”, que Marie-Magdeleine Chatel ubica el

concepto de estrago propio de la relación madre e hija, señalado que no habría

posibilidad de encuentro entre ambas, pese a compartir un cuerpo femenino. La

confrontación con dicha imposibilidad es la que genera precisamente aquellos efectos

estragantes que implican la relación de la mujer con su propio cuerpo, con su identidad

y con sus vínculos.

La introducción del concepto de estrago aportará justamente a la comprensión de

esa modalidad particular del vínculo entre madre e hija que Freud señala. Se podría

pensar que esta modalidad del vínculo es justamente es estragante, en tanto implica

confrontarse al dolor de la imposibilidad de transmisión entre madre e hija, la renuncia

que hace la hija a su madre, pero también – y esto es lo nuevo que introduce Chatel- a la

madre respecto de su hija cuando esta se transforma en mujer.

El trabajo de Dominique Guyomard a propósito de su concepto de efecto madre

permite establecer una salida distinta al problema de lo estragante, en tanto el concepto

de efecto madre permite comprender cómo es que este vínculo, que puede devenir

estragante, es fundamental para la subjetivación y para lo que esta psicoanalista llama la

constitución del narcisismo femenino. Este vínculo pulsional entre madre e hija es

condición de posibilidad para que la niña devenga mujer, pero tiene que operar por la

vía de este efímero efecto de madre. Los avatares de este vínculo, muestran la

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Riquelme. Ligazón-madre, estrago y efecto madre: En torno a lo femenino y su articulación con lo materno

dificultades que se presentan cuando el efecto no ha tenido lugar o cuando no ha sido

efímero y sigue operando bajo una modalidad estragante. De modo que si el estrago es

la confrontación con la imposibilidad de un encuentro entre madre e hija, el efecto

madre supondrá lo efímero de este encuentro. Para Guyomard la transmisión entre

madre e hija de lo femenino sostiene la identidad y el narcisismo de una mujer y serán

los avatares de esta transmisión los que ponen en riego su identidad, en tanto ponen en

peligro el narcisismo femenino. Que el efecto madre tenga lugar, es condición para la

subjetivación en una mujer, y su huella seguirá teniendo efectos en su trayecto edípico,

tal como ya planteaba Freud.

Resulta relevante continuar trabajando otras vías hacia el concepto de lo

femenino, dado que el estudio de dicho concepto no se agota en una teorización

centrada unicamente en el padecer de pacientes mujeres. Tal como señala Lacan lo

femenino es una posición respecto del lenguaje (particularmente de la función fálica) y

no una condición anatómica. Un estudio de lo femenino como concepto implica también

el modo en que éste concepto ha sido teorizado, como lugar fronterizo y enigmático,

que permite preguntarse por la constitución de lo psíquico y los modos de padecimiento

que no son posibles de comprender bajo la lógica edípica freudina y la lógica estructural

lacaniana, y que aquejan a niños, niñas, mujeres y a hombres.

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Lessana, MM. (2000). Entré mère et fille: un ravage. Paris: Hachette Litteratures.

Traducción inédita.

Submissão: 15/07/15
Última revisão: 12/11/15
Aceite final: 10/12/15

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