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Ciclo vital de la familia

Existen muchas fases en la evolución natural de la familia que requieren la negociación


de nuevas formas de relación; aparecen nuevos subsistemas y deben negociarse límites
diferentes.
En este proceso se plantean inevitables conflictos; éstos deben resolverse mediante
negociaciones de transacción con los que la familia puede adaptarse de modo exitoso.
Estos conflictos ofrecen una oportunidad de crecimiento a todos los miembros de la
familia; sin embargo, si no se resuelven, estos problemas pueden ocasionar dificultades
aún mayores.
Minuchin y Fishman (1989) consideran que la familia se encuentra en un proceso
permanente de cambio junto con sus contextos sociales, por lo cual debe realizar
cambios y ajustes en el presente, incluso si algunos cobran relevancia sólo a largo plazo.
Las familias están sometidas de forma continua a las demandas de cambio interiores y
exteriores; tienden, al mismo tiempo, a la conservación y la evolución, al intercambiar
información y energía con el mundo exterior.
El desarrollo de la familia transcurre en etapas que siguen una progresión de
complejidad creciente; hay periodos de equilibrio y adaptación, caracterizados por el
dominio de las tareas y aptitudes pertinentes, y hay también periodos de desequilibrio,
originados en el individuo o el contexto. La consecuencia de éstos es el salto a un
estadio nuevo y más complejo, en el que se elaboran tareas y aptitudes nuevas.
Las etapas que marcan los autores son cuatro:
a) la formación de la pareja,
b) la familia con hijos pequeños,
c) la familia con hijos en edad escolar o adolescentes y
d) la familia con hijos adultos.
Al desarrollo evolutivo de la familia se lo conoce con el nombre de ciclo vital de la
familia. Este concepto se formuló por primera vez en la sociología de la familia. Casi
todos los terapeutas de la familia han prestado mucha atención a este concepto como
marco para el diagnóstico y la planificación del tratamiento.
Mientras transcurre el ciclo vital de la familia, las fases y crisis transicionales son
inevitables, con cambios, crecimiento de los miembros y entradas y salidas en la
familia. El ciclo de vida del individuo se puede entender como una rueda dentada que
encaja en el ciclo de vida familiar. Cuando no se considera la etapa del desarrollo (tanto
del individuo como su familia) se observa una enorme fluctuación (varianza) que no se
logra comprender.
Por ejemplo, el proceso de individuación y el desarrollo de la identidad personal
también pueden verse en función de la coevolución de toda la familia, es decir, cuando a
la familia le es difícil “crecer” o se encuentra “atorada” en alguna de las etapas le
resultará difícil a sus miembros su diferenciación (individuación) y su crecimiento;
quien no puede crecer, no puede fomentar el crecimiento, lo cual se conoce como
coevolución (un crecimiento mutuo, recíproco).
El curso vital de las familias evoluciona a través de una secuencia de etapas bastante
universal; en ésta existen además ciclos vitales “alternativos” como sucede con la
separación o divorcio, la muerte prematura y la incidencia de una enfermedad crónica
en el sistema familiar, situaciones en las cuales el ciclo “normal” puede verse
“truncado” y los miembros de una familia se deben adaptar a la nueva situación para
seguir viviendo.
Existe un considerable número de trabajos centrados en el ciclo vital de la familia
(Estrada Inda, 1991; Falicov, 1991; McGoldrick & Randy, 1993; Pittman III, 1990); en
lo general, todos parecen concordar: la única diferencia se encuentra en el tiempo o el
momento de la etapa en la cual iniciar el análisis, o en el número de etapas marcadas
para el ciclo vital de la familia. Algunos autores lo hacen desde la etapa del
desprendimiento de las familias de origen de la futura pareja en formación; en cambio,
otros la retoman desde el inicio de la formación. De cualquier manera, los criterios
parecen elegidos de forma arbitraria, ya que cuando una pareja joven decide formar
familia sus respectivos padres y abuelos enfrentan en realidad otras etapas del ciclo.
Cuando se toman en cuenta tres generaciones se advierte que los ciclos vitales se
yuxtaponen e implican mutuamente, lo cual delinea la idea de la verdadera complejidad
del desarrollo evolutivo familiar.
En el presente trabajo se eligió el trabajo de Ochoa de Alda (1995) para explicar el ciclo
vital de la familia. Las etapas consideradas por la autora son las siguientes:
1. El contacto: comprende la primera etapa para la formación de una nueva familia y se
refiere cuando la pareja se conoce.
2. El establecimiento de la relación: se trata de la fase en que la pareja se consolida
como relación y en la cual se crean una serie de expectativas y una primera definición
de la relación. En esta fase, los miembros de la pareja negocian sus pautas de intimidad,
la manera de comunicarse el placer y el displacer, así como la forma de manejar sus
diferencias.
3. La formación de la relación: es la fase en que la relación adquiere un carácter formal
mediante el contrato matrimonial. Por lo regular, las familias de origen de la pareja
tienen aquí una gran influencia en su desarrollo posterior.
4. La luna de miel: inicia una etapa en la que se comparte su nueva vida a un nivel más
profundo, por lo que se requieren nuevas negociaciones de funciones y convivencia,
como el grado de intimidad emocional y sexual, la naturaleza de los límites que regulan
la relación entre ellos y sus familias de origen, sus amigos, sus mundos de trabajo, el
vecindario y otros contextos importantes.
Esto implica la actualización de los modelos de aprendizaje que los integrantes
de la pareja adquirieron de sus respectivas familias de origen.
5. Creación del grupo familiar. esta fase la manejan algunos autores con una serie de
fases por separado; aquí se proponen de forma condensada lo que otros autores llaman
las fases de la familia con hijos pequeños, hijos adolescentes o hijos en edad de casarse
o salir del hogar.
En esta fase se requieren diversos ajustes y aprendizajes, según sean los requerimientos
de cada subfase y el hecho de que cada vez es más difícil cumplir los roles que implican
los cambios ocurridos con el crecimiento de la familia y los hijos; tales roles son
diversos, desde el cuidado y la crianza de los hijos hasta el funcionamiento familiar en
conjunto, que incluye el desarrollo de los cónyuges de habilidades parentales, de
negociación, comunicación, fijación de reglas, así como conservación de un espacio de
intimidad y mantenimiento para la propia pareja.
6. Cuando los hijos dejan el hogar: también se lo conoce como el síndrome del nido
vacío. Cuando los hijos se emancipan, los padres deben retomar su relación como
pareja, la cual se ha encontrado mediatizada por los hijos durante todos esos años.
En este lapso aparecen varios problemas: la jubilación, las separaciones y muertes de
seres queridos y la suya propia; en caso de existir deterioros físicos o psíquicos, los
roles de cuidado se invierten, de tal modo que son los hijos los que se encargan de sus
padres enfermos, o alguno de los cónyuges, si tienen buenas condiciones para ello.

CICLO VITAL DE LA FAMILIA


Otro de los conceptos que nos facilitan la comprensión del funcionamiento de
una familia es el de ciclo vital, ya que brinda una idea de los cambios y las tareas que
debe enfrentar el grupo familiar a lo largo de su desarrollo.
Antes de abordar el estudio del concepto de ciclo vital de las familias, es
conveniente reconocer que el mismo se fundamenta en la idea de que ésta evoluciona a
través de una secuencia de etapas relativamente previsibles pese a las variaciones
culturales. Toma como punto de partida para su análisis el modelo idealizado de la
familia moderna, que es la familia nuclear y propone un esquema de etapas normativas
a partir del análisis del desarrollo de la misma.
Este predominio de un modelo “ideal” de familia es negado por la realidad
de la familia actual, que se caracteriza por la diversidad de formas y estructuras; de esta
manera se dejan fuera de análisis muchas estructuras diferentes a la de la familia
nuclear: familia con padres separados o divorciados, familias reconstituidas, familia
extensa, familias que adoptan niños en edades escolares o adolescentes, etc. Sin negar la
considerable utilidad del concepto de ciclo vital para entender la evolución y desarrollo
del sistema familiar, debemos también reconocer que se hace necesario ampliar los
estudios para poder describir las particularidades del ciclo vital en otras formas de
familia.
Resulta innegable que las familias cambian de estructura y funciones a lo
largo de su ciclo vital, y lo hacen en una secuencia orientada de etapas evolutivas. Para
Jaes (1991) cuando dividimos el ciclo vital podemos aplicar tres criterios:
1. los cambios en el tamaño de la familia, dividen la vida familiar en etapas
de expansión, estabilidad y contracción (etapa estable: matrimonio sin hijos; de
expansión: procreación; estable: crianza de los hijos; de contracción: emancipación de
los hijos; estable: nido vacío); 2. los cambios en la composición por edades, basados en
la edad cronológica del hijo mayor desde su infancia hasta su juventud adulta, y 3. los
cambios en la posición laboral de la persona o personas que integran la familia.
Aunque existen muchas clasificaciones de las etapas del ciclo vital, a continuación
describimos una que a nuestro juicio ilustra claramente el desarrollo del grupo familiar:
1. Encuentro: se caracteriza por el investimiento del otro de una carga afectiva
y erótica importante. El otro se constituye como objeto de deseo y
empiezan a producirse acuerdos conscientes e inconscientes entre los
miembros de la pareja que les permiten a ambos ir tomando distancia de
la familia de origen. Se produce además la creación de una identidad propia
de la pareja, que comienza incluso a formar parte de la identidad del
individuo: “Es el novio de”.
2. Constitución de la familia: aquí la pareja toma la decisión de constituir
una familia propia. Ambos integrantes tienen que realizar los ajustes
necesarios para diferenciarse y reestructurar sus relaciones con sus familias
de origen y sus amigos, lograr una independencia económica y emocional,
manejar un grado adecuado de intimidad/separación con su pareja, negociar roles y
elaborar un proyecto de vida compartido.
3. Familias con hijos pequeños: en esta etapa se debe reajustar el sistema
marital para permitir la entrada del hijo a la familia. Se tiene que negociar
la manera en que van a cumplir las demandas económicas y las originadas
de las tareas de crianza; se reestructura las relaciones con la familia extensa para definir
y delimitar los roles de ellos como padres y
los de los abuelos.
4. Familias con hijos adolescentes: durante esta etapa vuelve a replantearse
la relación de pareja, ya que los hijos comienzan a incrementar las actividades
que realizan fuera del hogar, dejando un mayor tiempo para los padres como pareja. Los
padres tienen que prepararse para desarrollar con los hijos relaciones mucho más
simétricas y permitir una mayor autonomía en su toma de decisiones. También se inicia
un replanteamiento de las relaciones de la pareja con sus familias de origen, que
comienzan a necesitar cuidados.
5. La etapa del nido vacío: los cambios necesarios en esta fase son la renegociación del
sistema marital, el desarrollo de relaciones de adulto a
adulto con los hijos mayores, la reestructuración de las relaciones para
incluir a la familia política y nietos. Por útltimo, la relación con la enfermedad
y muerte de los propios padres.
6. Familias al final de la vida: Estas deben generar cambios para adaptarse
a sus nuevos roles dentro de la familia y la sociedad; mantener el máximo
de autonomía posible y enfrentar de manera efectiva la pérdida del cónyuge, de los
hermanos y de los amigos, así como prepararse para la propia muerte. Aunque estamos
conscientes de las críticas que pueda tener esta división en
etapas y la dificultad que se presenta cada vez con mayor frecuencia en la actualidad
para ubicar a la familia en una etapa específica, este modelo resulta útil para entender el
funcionamiento familiar, al darnos una idea de las tareas y las demandas que tienen que
enfrentar sus miembros para lograr un funcionamiento adecuado en la etapa que están
viviendo y una preparación sólida para su tránsito por otras etapas.
En cada etapa del ciclo vital se producen cambios en los roles a consecuencia
de varios factores, como pueden ser los cambios de edad, las adiciones o pérdidas de
miembros y las modificaciones en el estatus laboral de los mismos. Estos cambios
marcan el inicio de una nueva etapa evolutiva y los cambios de roles necesarios se
convierten en las tareas evolutivas de la familia.
Según Hansen y Johnson (Jaes, 1991) las transiciones tienen mayor probabilidad de ser
fluidas cuando la familia empieza a experimentar, poco a poco con las nuevas pautas de
relación entre sus integrantes, sin necesidad de abandonar abruptamente las antiguas.
Las transiciones suelen ser más complicadas cuando le es imposible a la familia pasar
gradualmente a la etapa siguiente, ya sea por poseer un repertorio limitado de conductas
que le hace atascarse en las viejas pautas, o porque la aparición de un estrés inesperado
requiere del desarrollo inmediato de nuevas pautas de relación para las cuales la familia
no ha tenido tiempo de prepararse. La disfunción familiar ocurre cuando una familia no
puede realizar los cambios necesarios para una transición originada por el propio ciclo
vital o por un estrés vital grave, como puede ser la pérdida del empleo, la muerte de un
progenitor,
un problema grave de salud, etc.
El análisis del ciclo vital permite visualizar a la familia como un grupo que
necesariamente tiene que cambiar para hacer frente a las crisis derivadas de
sucesos predecibles e impredecibles que ocurren tanto fuera como dentro de la
misma.
Las crisis son situaciones en las que el sistema familiar no puede responder
con sus recursos a las exigencias internas o externas; en esas circunstancias la situación
puede definirse como amenaza o como oportunidad (Slaikeu, 1996). En el primer caso,
la familia trata de mantener su status quo, precisamente por eso es que la situación es
percibida como amenaza para el orden de cosas ya establecido. En el segundo, caso la
situación se percibe como oportunidad para cambiar porque la familia está dispuesta a
generar modificaciones en su dinámica y estructura para ajustarse a las circunstancias.
La familia madura y crece al cambiar y lo mismo sucede con sus miembros.
Podemos afirmar por lo tanto que la funcionalidad de una familia no
depende del hecho de que tenga crisis o no, sino de la efectividad de las estrategias que
utiliza para enfrentar las mismas. Para Jaes (1991) existen varios tipos de crisis que
puede enfrentar una familia, entre ellos menciona:
1. Crisis por un suceso inesperado. En este tipo de crisis el estrés precipitante
es real, único, manifiesto e imprevisible y surge de fuerzas ajenas
al individuo y el sistema familiar. En esta categoría entran, por ejemplo,
acontecimientos tales como la pérdida de un miembro o el desempleo
repentino. Cuando las crisis no afectan el sistema de creencias básico de
la familia, se logra un ajuste satisfactorio por parte de la misma.
2. Crisis de desarrollo. Son aquellas que ocurren en respuesta a las transiciones
normales del desarrollo. Aunque teóricamente la familia tendría
que estar preparada para las mismas, en ocasiones no consigue afrontar
los cambios. Tomemos el ejemplo de unos padres que se quejan de que
la hija que se acaba de casar no los visita con mucha frecuencia y no les
comenta casi nada de los planes que tiene.
3. Crisis estructurales. Se producen debido a pautas de funcionamiento
repetitivas que adopta una familia que no permiten el desarrollo de sus
miembros y favorecen la aparición de conductas sintomáticas. Un esposo
de quien dependía el aporte económico a su casa pierde su empleo, sin
embargo al poco tiempo consigue otro pero no tan bien pagado; en ese
mismo lapso de tiempo a la esposa la ascienden en su trabajo y pasa a ser
el principal sustento económico de la casa. Aparentemente esta crisis
familiar debería estar resuelta, ya que entre los dos compensaron las pérdidas
económicas. Sin embargo, esta pareja en la realidad vivió una crisis
profunda ya que su problema real no era el económico, sino que se
había cuestionado la estructura de poder de la misma.
Los distintos cambios que experimenta la familia a lo largo de su ciclo vital
están íntimamente relacionados con el desarrollo de los hijos. Los cambios que
experimentan los hijos presionan a la familia a realizar modificaciones en las
relaciones que mantienen los distintos miembros entre sí, en las prácticas de
crianza utilizadas, en el nivel de independencia que se les otorga a los hijos, en
el poder que tiene cada miembro, así como en el tipo y contenido de la comunicación.

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