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Manuel A. Jiménez-Castillo
El Colegio de la Frontera Norte
1 Introducción
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marcados por la acción humana y no por la estructura lógica del sistema. Ante
esta limitación solo cabe tomar un rasgo empírico central de la realidad para a
través de un proceso infinito –empíricamente no realizable– presentar un
proyecto definitivo y lograble consecuencia del propio discurso ideológico. De
esta manera se consigue “superar” la limitación empírica trasladándola
proyectivamente a un futuro no decible de realización definitiva.
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difficulties” acierta a sostener como ningún plan centralizado podría anticiparse
a las infinitas reacciones de los agentes cuya información se encuentra
dispersa y desordenada (Hayek, 1937). Aunque en sí no se revela
analíticamente incoherente como sí ocurre con el sistema de competencia
perfecta (Jiménez-Castillo, 2016), su impedida facticidad queda reafirmada
cuando sostiene “la imposibilidad de un cálculo económico racional en una
economía centralmente dirigida, en la cual necesariamente no puede haber
precios” (Hayek, 1937:188). Sin precios en una economía de no mercado la
imposibilidad del equilibrio general resulta en caos político y social (Von Mises,
1929; Hayek, 1937). Un desorden precedido a la ausencia de mecanismos que
puedan transferir información relevante a los plan-makers desde las bases de
una economía no monetaria. Exprimiendo la línea de la escuela austriaca, se
podría sostener el hecho paradójico por el cual, la planificación total exigiría la
ausencia de cualquier planificación, pues planificar implica necesariamente
aceptar que las cosas ocurren de un modo incierto. Si fuera posible la
planificación completa como expresión de una certidumbre absoluta, la
planificación quedaría revelada para sí misma como un fenómeno no empírico,
pues ordenar aquello que se encuentra ordenado en sí carece de relevancia.
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La relevancia de esta paradoja es ilustrativa para nuestras intenciones, pues
pone de relieve como la solución utópica (equilibrio general) no derivaría de un
progresivo mejoramiento de las posibilidades técnicas pues cualquier avance
queda disuelto ante tal imposibilidad. Ante este acontecimiento, ¿qué hace el
marco socialista de planificación perfecta? Proceder a la transposición
ideológica por medio del concepto inmanente (tendencia al equilibrio). Ante la
misma dificultad presentada en el marco neoclásico (Jiménez, 2016), se
constituye el espacio ideológico de aproximación que niega a lo implausible del
concepto trascendente manifestarse como contradicción desde una realización
condenada a un futuro indecible. Ahora bien, tal estrategia (de corte muy
hayekiana) implica errores de fondo pues si la planificación perfecta se muestra
inconsistente su concepto inmanente no puede ser más que aproximación a lo
inconsistente. Pues no es correcto sostener que aquello para lo que se dispone
un fin fuera ajeno a la naturaleza del fin hacia el que se predispone (De Aquino,
2010). No obstante, más allá del razonamiento al puro estilo del aquinate, el
concepto inmanente no se revela imposibilitado en exclusividad por su sola
tendencia a lo implausible en modo ad infinitum sino que y más allá de ello,
muestra para sí mismo incoherencias definitivas. Dedicaremos el siguiente
apartado a estudiar sus inconsistencias empíricas para demostrar como la
sombra de la “mala infinitud” se presenta con total arreglo.
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han de someterse a algo tan objetivo que permita fijarse sin arbitrariedad y
conflicto, esto es, cantidades materiales determinadas por el trabajo
incorporado a su realización. De este modo, se obtiene a partir de una medida
válida de los costes de producción, una planificación de equilibrio desde la
subordinación a una economía estacionaria (Von Mises, 1929; Nove, 1983;
Mandel, 1986)
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imposibilidad empírica del modelo a condición de que su realización sea
pospuesta imperpetuum. Un aplazamiento fundamentado en la expectativa
sustraída del progreso que supone lo tecnológico. La idea que reposa detrás de
tal mitificación tecnológica no es otra que la de abordar para un no presente un
sistema de “información, contabilidad, indicadores y estímulos económicos que
permitan a los órganos locales de toma de decisión evaluar la ventaja de sus
decisiones desde el punto de vista de toda la economía” (Kantorovich,
1959:98). Existe un impulso que proyecta el éxito de la planificación total a un
cálculo perfecto donde todas las incógnitas queden resueltas. Un hacer donde
“los problemas de cálculo que parecían intimidantes en el pasado hoy se
pueden manejar fácilmente mediante super-computadores” (Cottrely &
Cockshott, 2008). Ta progresivo optimismo tecnológico acaba suplantando a la
realidad, y como ocurría en el marco neoclásico, se convierte en el eslabón de
lo ideológico que conecta con lo empírico. De modo que lo real es presentado
de nuevo como una subversión de lo empírico reducido al cumplimiento no
decible de un desarrollo tecnológico infinito. Con todo esto; ¿hasta qué punto
es realista pensar que lo presentado como progresión tecnológica infinita
donde “métodos y algoritmos nuevos permitan el cálculo de todos los
componentes” no es una completa ilusión trascendental?
Para ello se vierte necesario distinguir entre dos elementos que nos clarificarán
la cuestión. Por un lado, se encuentra el progreso tecnológico y su auto-
reproducción inmanente; por el otro, encontramos un telos de planificación total
a partir de un cálculo perfecto de la sociedad mediado por un indecible
progreso tecnológico. Ambos elementos asociados al marco ideológico
socialista adquieren una naturaleza independiente. Que el progreso tecnológico
supone una ampliación de lo posible no implica necesariamente de ningún tipo
de proyección hacia lo indeterminado, pues ya desde el presente se revela
como cierto. No obstante, ello no alcanza para sostener que partiendo de
tendencias tecnológicas actuales se anuncien metas que supongan un
conocimiento perfecto de las posibilidades presentes y futuras de cada uno de
los fenómenos sociales. El progreso tecnológico no encierra ningún tipo de
causa en sí que nos permita pensar que en algún momento la voluntad
colectiva quede determinada a hechos previstos por el devenir tecnológico. De
hecho, no es en tal razón en la que la confianza de Kantarovich (1959) y otros
se sostiene. Su tendencia no nos muestra la posibilidad de lo imposible pues
para ello sería requisito necesario conocer lo imposible, y tal hecho se revela
del todo implausible. Su confianza en un progreso técnico no se alimenta de
que tal hecho haga realmente posible aspectos hoy no calculables, sino en la
imposibilidad de establecer límites al crecimiento tecnológico resultante. Ahora
bien, este crecimiento exponencial e imprevisible de la ciencia lo es para sí, en
tanto y en cuanto pueda hacer plausible aquellos fenómenos que no siendo
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actuales sean “tecnológicamente plausibles”. El mismo hecho de no poder
conocer los límites de lo plausible a nivel tecnológico no nos debe llevar a
aceptar que por ello cualquier resultado sea posible tecnológicamente. Una
cosa es aquello que puede ser y que todavía no es como por ejemplo, una cura
efectiva y definitiva contra el cáncer y otra muy diferente es aquello que todavía
no es porque no puede ser para ningún presente futurible, por ejemplo, un
perpetuum mobile. Lo que pretende la técnica no es un progreso indefinido de
lo tecnológico sino posibilitar todos los fines cuantitativamente necesarios en el
marco del producto socialista. Para ello deduce desde un plano de razón lógica
-el progreso indefinido de la tecnología- un hecho empírico general. Dice
Popper en la Miseria del Historicismo,
Esto nos trae a colación la cuestión sobre los conceptos históricos y meta-
históricos ya tratados para el marco neoclásico y que en su pretendida
dependencia muestran ser fundamentales para el supuesto ideológico de “mala
infinitud”. Si la tecnología tiene la capacidad de hacer plausible lo implausible,
¿cómo podemos establecer una nítida diferenciación entre los conceptos
históricos y meta-históricos? ¿Cómo saber que aquello que referimos como
meta-histórico (perpetuum mobile) no es un histórico aun no acaecido? O en
otras palabras, ¿cómo sostener que frente a la idea laplaniana según la cual la
predictibilidad del universo se encuentra castigada por un conocimiento finito,
su naturaleza universal es realmente para sí no determinable? Y finalmente,
¿cómo sostener que su indeterminación no sería producto de nuestra razón
limitada y sí de su propia condición esencial? Preguntas que requerirían un
análisis que se escapa de los límites de este trabajo pero que su enunciación
nos permite identificar las raíces del desarrollo ideológico socialista. Con
respecto a la última de ellas Bolzman responde haciendo hincapié sobre la
naturaleza de unos fenómenos colectivos cuyo resultado no intencionados
compone una estructura “generada por mecanismos de ruptura, dando lugar a
evoluciones regidas por comportamientos caóticos” (Nieto de Alba, 1997). Tal
caoticidad niega cualquier principio desde el que se dirima una razón autónoma
que consiga discernir todas las posibilidades reales y potenciales de cualquier
estado social. Es ella misma quien se presenta como acción sustancial del
hecho acontecible por lo que no tendría sentido para sí si el progreso
tecnológico fuera deslumbrando una salida a tal desorden. Por tanto, sabiendo
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que su plausibilidad deriva de un hecho que se superpone a la auto-
reproducción tecnológica, conectar planificación total con reproducción
tecnológica termina por explosionar en términos ideológicos. Utilizar los
márgenes de lo posible es lo que convierte al marco socialista en un encuadre
netamente ideológico, que a su vez se muestra necesario para evitar así el
insensible juicio que le aguarda lo sintético.
5 Para concluir
6 Bibliografía
Bidet, J y Duménil, G. 2009. Altermarxismo: Otro marxismo para otro mundo, Editorial
el Viejo Topo.
Cottrell, A. y Cockshott, P. 2008. “Computadores y democracia económica”, Revista
de Economía Institucional 10(19):161-205.
De Aquino, T. 2010. Suma contra los gentiles, Porrúa.
Fukuyama, F. 1992. El fin de la historia y el último hombre, Planeta.
Hayek, F. 1937. “Economics and Knowledge”, Economica 4(13):33-54.
Hayek, F. 1974. La pretensión del conocimiento, Conferencia en homenaje a Alfred
Nobel, pronunciada el 11 de diciembre de 1974.
Hinkelammert, F. 2002. Crítica de la razón utópica, Descleé.
Jiménez-Castillo, Manuel A. 2016. “Ideología y pensamiento neoclásico. La
competencia perfecta como mito fundacional”, Cinta de Moebio. Revista de
Epistemología de Ciencias Sociales, 55.
Kantoróvich, L. 1959. La asignación óptima de recursos, Ariel.
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Lange, O. 1970. Ensayos sobre planificación económica, Ariel.
Mandel, E. 1988. “The myth of market socialism”, New Left Review, 69.
Morgenstern, O. 1970. Predictability of Stock Market Prices, Health Lexington Books.
Nove, A. 1983. The Economics of Feasible Socialism, Routledge.
Nieto de Alba, U. 1997. Historia del tiempo en economía: Predicción, caos y
complejidad, McGraw-Hill.
Popper, K. 1999. La miseria del historicismo, Alianza Editorial.
Von Mises, L. 1929. Crítica del intervencionismo, Unión Editorial.
Manuel A Jiménez-Castillo
Doctor en Ciencias Económicas
El Colegio de la Frontera Norte
Email: antoniojcastillo@colef.mx
Fecha y lugar de nacimiento: 18/10/1983, Marchena (Sevilla)