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EL DERRUMBE DE LOS DIOSES (I)

Una Crítica a la Economía Política Socialista

Manuel A. Jiménez-Castillo
El Colegio de la Frontera Norte

El marco económico socialista o de planificación perfecta se asienta sobre


bases del todo ideológicas. Su relación desde la realidad “económica” se
encuentra mediada por un mecanismo de corte trascendental donde lo real
queda sometido a un proceso ideológico de “mala finitud”. Solo por medio de
esta trasgresión no-empírica se puede defender la empiricidad del modelo.

1 Introducción

Un viejo fantasma ideológico parece reinstalarse de nuevo en la academia.


Creída ya muerta la historia y con ella el fin del hombre político (Fukuyama
1992), la dilatada crisis económica y social que padece el viejo continente ha
despertado una lucha político-ideológica que se presentaba extinguida desde
“las fuerzas compulsivas de los hechos”. Unos hechos que mediados desde la
interpretación del sistema de libre-mercado se imponen a ciegas y cuyos
efectos “no-intencionados” resultan de esas mismas leyes que instauran la
facticidad de la “auto-regulación del sistema”. Simultáneamente, y desde la otra
cara del espectro ideológico, se ha identificado a esas mismas fuerzas como
génesis de un resurgimiento en el espacio civil de la que fue expresión
totalitaria en los asuntos propios del individuo (Bidet y Duménil, 2009). Una
expresión que encuentra en sus fundamentos el intento por enfrentar la
imposibilidad de alcanzar una organización social completa capaz de procesar
en términos de eficiencia la enorme complejidad que anida en todas y cada una
de las relaciones económicas. Tanto el modelo neoclásico como socialista
emergieron para presentarse como el único capaz de alcanzar un equilibrio
total de la economía que diera paso al deseado orden social. Ambos marcos
ideológicos fueron presentados desde una negación de lo real a partir de la
proyección idealizada de una serie de presupuestos teóricos. Desde tales
premisas se establece un mecanismo no intencionado por el cual ambos
enfoques quedan constituidos como fuerzas antagónicas –donde el uno es
negación del otro y el otro del uno- siendo solo en esa dependencia (acción-
negación) donde demuestran ser ideológicamente seguros. Tal dialéctica
dependencia se articula necesariamente a partir del “principio empírico de
imposibilidad” (Hinkelammert, 2002), por el cual, las categorías de pensamiento
teórico de tales disciplinas encuentran límites que no derivan de la construcción
lógica de sus estructuras sino de su ordenación fáctica. Así, el desarrollo
analítico de tales pensamientos se dispondría desde una estrecha relación
entre teoría y acción, de tal modo que los límites de posibilidad vendrían

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marcados por la acción humana y no por la estructura lógica del sistema. Ante
esta limitación solo cabe tomar un rasgo empírico central de la realidad para a
través de un proceso infinito –empíricamente no realizable– presentar un
proyecto definitivo y lograble consecuencia del propio discurso ideológico. De
esta manera se consigue “superar” la limitación empírica trasladándola
proyectivamente a un futuro no decible de realización definitiva.

A lo largo de las páginas siguientes analizaremos como el marco económico de


planificación central o socialista se desenvuelve en términos analíticos con el
fin de gestionar la imposibilidad empírica adherida a su estructura categorial.
Igual que realizaremos para con el sistema de pensamiento capitalista en la
segunda parte de este trabajo; El derrumbe de los dioses (II): Una crítica a la
economía capitalista, identificaremos el funcionamiento ideológico que más allá
de su repercusión normativa permite al sistema socialista superar en términos
lógicos lo que fácticamente es del todo inasumible. De tal hecho, sostendremos
como más allá de lo pretendido, el marco teórico socialista sufre de los mismos
límites y se instruye de simétrica estrategia ideológica que pesa sobre el marco
neoclásico (Jiménez-Castillo, 2016). De manera que su ferra y dilatada defensa
es solo plausible desde razones que se escapan al rigorismo científico. Todo
ello con el fin de sostener que más allá de la particular estructura formal que
acompaña a su realidad ideológica podemos vislumbrar como su ámbito
teleológico (equilibrio general) así como los medios que supuestamente lo
posibilitan (principio de planificación centralizada) descansa sobre una
imposibilidad empírica que solo acierta a encubrirla desde un proceso que
condena la realización del enfoque a un siempre aplazado “por-venir”. Prueba
evidente de tal hecho es constatable con una inmediata atención a lo concreto
donde más regulación se acompaña de mayor libertad como propiedades
inherentes a todo mecanismo complejo e imperfecto que en su fin profese
como realidad desarrollo económico y bienestar. Sin más dilación nos
introducimos en la cuestión acordada.

2 El marco utópico del pensamiento socialista

¿Es posible un sistema central de planificación total que nos conduzca al


equilibrio general? Esta pregunta encierra el núcleo duro del pensamiento
económico socialista que como tal, será presentado desde sus inicios como un
concepto trascendente (no empirizable). Su posibilidad viene anulada
inmediatamente a ojos de Hayek. En su obra La pretensión del conocimiento el
economista austriaco afirma que sin precios el cálculo económico racional es
implausible. Sin mercados, la planificación se revela utópica. En otras de sus
obras, Economy and Knowledge, Hayek hace referencia explícita a la
imposibilidad para resolver las millones de ecuaciones de un modelo de
equilibrio general. Recalcando problemas de tipo computacional “computational

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difficulties” acierta a sostener como ningún plan centralizado podría anticiparse
a las infinitas reacciones de los agentes cuya información se encuentra
dispersa y desordenada (Hayek, 1937). Aunque en sí no se revela
analíticamente incoherente como sí ocurre con el sistema de competencia
perfecta (Jiménez-Castillo, 2016), su impedida facticidad queda reafirmada
cuando sostiene “la imposibilidad de un cálculo económico racional en una
economía centralmente dirigida, en la cual necesariamente no puede haber
precios” (Hayek, 1937:188). Sin precios en una economía de no mercado la
imposibilidad del equilibrio general resulta en caos político y social (Von Mises,
1929; Hayek, 1937). Un desorden precedido a la ausencia de mecanismos que
puedan transferir información relevante a los plan-makers desde las bases de
una economía no monetaria. Exprimiendo la línea de la escuela austriaca, se
podría sostener el hecho paradójico por el cual, la planificación total exigiría la
ausencia de cualquier planificación, pues planificar implica necesariamente
aceptar que las cosas ocurren de un modo incierto. Si fuera posible la
planificación completa como expresión de una certidumbre absoluta, la
planificación quedaría revelada para sí misma como un fenómeno no empírico,
pues ordenar aquello que se encuentra ordenado en sí carece de relevancia.

Empero, la imposibilidad de conocimiento perfecto por parte de un planificador


central es empíricamente implausible no solo por una razón de racionalidad
limitada (Hayek, 1937), sino por un principio de conflictividad entre los agentes.
Incluso asumiendo la posibilidad de un conocimiento/previsión perfecta entre
agentes, ello conllevaría inevitablemente a una paralización total de la acción
resultante, tal y como se deriva de la paradoja de Morgenstern (1970). Aunque
esta paradoja -que supone un regreso ad infinitum de reacciones entre sujetos
sin solución- está referida al supuesto de previsión perfecta bajo la tesis de
competencia perfecta, consideramos que su aplicación a nuestra cuestión
particular es del todo relevante, máxime cuando ambos enfoques presentan
idéntica arquitectura ideológica. De tal paradoja se deriva como cualquier
decisión conlleva siempre una abrupta violación de intenciones lógicas
mutuamente inter-dispuestas. Si se presume previsión perfecta a todos los
agentes del sistema, la planificación sería empíricamente inasumible pues su
realización siempre quedaría pendiente de intenciones presentes mutuamente
conocidas que impiden la realización de la acción. De acuerdo con
Morgenstern, solo en la ruptura de “reacciones mutuas” es posible la acción
planificada. En este sentido, si los agentes particulares rediseñan sus objetivos
de producción y consumo a la luz de las previsiones del planificador central y
viceversa, “el hecho es que se efectúa siempre un cálculo de los efectos del
comportamiento futuro propio sobre el comportamiento ajeno futuro y
viceversa, (…)” (1970:257). El resultado es que la empiricidad de la
planificación perfecta se resuelve claramente inconsistente.

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La relevancia de esta paradoja es ilustrativa para nuestras intenciones, pues
pone de relieve como la solución utópica (equilibrio general) no derivaría de un
progresivo mejoramiento de las posibilidades técnicas pues cualquier avance
queda disuelto ante tal imposibilidad. Ante este acontecimiento, ¿qué hace el
marco socialista de planificación perfecta? Proceder a la transposición
ideológica por medio del concepto inmanente (tendencia al equilibrio). Ante la
misma dificultad presentada en el marco neoclásico (Jiménez, 2016), se
constituye el espacio ideológico de aproximación que niega a lo implausible del
concepto trascendente manifestarse como contradicción desde una realización
condenada a un futuro indecible. Ahora bien, tal estrategia (de corte muy
hayekiana) implica errores de fondo pues si la planificación perfecta se muestra
inconsistente su concepto inmanente no puede ser más que aproximación a lo
inconsistente. Pues no es correcto sostener que aquello para lo que se dispone
un fin fuera ajeno a la naturaleza del fin hacia el que se predispone (De Aquino,
2010). No obstante, más allá del razonamiento al puro estilo del aquinate, el
concepto inmanente no se revela imposibilitado en exclusividad por su sola
tendencia a lo implausible en modo ad infinitum sino que y más allá de ello,
muestra para sí mismo incoherencias definitivas. Dedicaremos el siguiente
apartado a estudiar sus inconsistencias empíricas para demostrar como la
sombra de la “mala infinitud” se presenta con total arreglo.

3 El mecanismo ideológico: preliminares de un fracaso anunciado

Frente a lo que acontece en el marco neoclásico, los indicadores monetarios no


derivarán de las reacciones entre el libre juego de oferta y demanda
(Hinkelammert, 2002). El marco socialista considera que sometiendo las
interacciones sociales a la realidad del mercado monetario se generarían una
“secuencia de equilibrios económicos de las más variadas formas: desarrollo
desigual, desempleo, pauperización, destrucción ecológica, etcétera”
(Hinkelammert, 2002:231). Para evitar tales sucesos, se fijan los precios ex-
ante y se condicionan a las posibilidades técnicas de cálculo de cada uno de
los productos y servicios intermedios y finales dispensados. Empero, el marco
socialista encuentra desde un primer momento un impedimento fáctico pues se
estima implausible en términos espaciales y temporales una planificación que
contenga todos los productos posibles y que sea tan flexible como para
adaptarse instantáneamente a cada una de las reacciones posibles. “Cuanto
más productos se planifican, más tiempo toma el proceso de cálculo del plan, y
más lejos se encuentra el plan del momento en el cual son tomados los datos
para su elaboración” (Hinkelammert, 2002:230). Este doble hecho determina
los límites empíricos de la planificación perfecta. Una aproximación hipotecada
a unos precios “objetivamente condicionados” cuya determinación no responde
a ninguna función de bienestar donde las preferencias se antepongan como
expresión subjetivada de la acción resultante. A tal fin, los valores de cambio

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han de someterse a algo tan objetivo que permita fijarse sin arbitrariedad y
conflicto, esto es, cantidades materiales determinadas por el trabajo
incorporado a su realización. De este modo, se obtiene a partir de una medida
válida de los costes de producción, una planificación de equilibrio desde la
subordinación a una economía estacionaria (Von Mises, 1929; Nove, 1983;
Mandel, 1986)

The plan calls for production of some specific vector of final


consumer goods, and these goods are marked with their social
labour content. If planned supplies and consumers demands for the
individual goods happen to coincide when the goods are priced in
accordance with their labour values, the system is already in
equilibrium. In a dynamic economy, this is unlikely. If supplies and
demands are unequal, the “marketing authority” for consumer
goods is charge with adjusting prices, with the aim of achieving
short-run balance” (Mandel, 1986:34).

Ahora bien, el precio por obtener un modelo perfecto de planificación no es otro


que el del incompleto y desajustado mecanismo que lo posibilita. Tal hecho
supone un reduccionismo axiológico radical pues tiene que determinar el valor
a un asunto tan objetivo como estático y uniforme. En ella, las distintas formas
de trabajo quedan homogenizadas a un acto de pura conmensurabilidad
arrastrando todas las limitaciones inherentes de la teoría económica clásica
(Lange, 1970).

4 El mecanismo ideológico: identificación y desarrollo

¿De qué alternativas dispone el marco socialista para superar la imposibilidad


empírica? La primera de las posibilidades exige un alejamiento del modelo en
términos categoriales. Ya no sería un marco que pretende la planificación
perfecta con vistas a una planificación total, sino que consciente de los
impedimentos asume la necesidad de insertar las relaciones mercantiles en el
contexto de un marco de planificación perfecta. Este modelo desarrollado por
Lange en el que solo los precios de los recursos serían planificables por una
administración central se sometería a un sistema de ensayo y error “trial and
error” donde los precios de los bienes productivos se ajustan a un equilibrio
entre demanda y oferta de cada bien. Esta estrategia no podría superar la
razón que la originó pues, tal y como advierte Hayek, el tiempo requerido en el
sistema de ensayo-error es superior al requerido por el mercado (Hayek, 1974).
Lo que sí reporta estabilidad empírica al marco socialista es sumirse en un
mecanismo netamente ideológico donde la imposible realización fáctica del
sistema es aplazada en términos progresivos a un tiempo no decible. Este
proceso que Hegel denominó de “mala infinitud” consigue superar la

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imposibilidad empírica del modelo a condición de que su realización sea
pospuesta imperpetuum. Un aplazamiento fundamentado en la expectativa
sustraída del progreso que supone lo tecnológico. La idea que reposa detrás de
tal mitificación tecnológica no es otra que la de abordar para un no presente un
sistema de “información, contabilidad, indicadores y estímulos económicos que
permitan a los órganos locales de toma de decisión evaluar la ventaja de sus
decisiones desde el punto de vista de toda la economía” (Kantorovich,
1959:98). Existe un impulso que proyecta el éxito de la planificación total a un
cálculo perfecto donde todas las incógnitas queden resueltas. Un hacer donde
“los problemas de cálculo que parecían intimidantes en el pasado hoy se
pueden manejar fácilmente mediante super-computadores” (Cottrely &
Cockshott, 2008). Ta progresivo optimismo tecnológico acaba suplantando a la
realidad, y como ocurría en el marco neoclásico, se convierte en el eslabón de
lo ideológico que conecta con lo empírico. De modo que lo real es presentado
de nuevo como una subversión de lo empírico reducido al cumplimiento no
decible de un desarrollo tecnológico infinito. Con todo esto; ¿hasta qué punto
es realista pensar que lo presentado como progresión tecnológica infinita
donde “métodos y algoritmos nuevos permitan el cálculo de todos los
componentes” no es una completa ilusión trascendental?

Para ello se vierte necesario distinguir entre dos elementos que nos clarificarán
la cuestión. Por un lado, se encuentra el progreso tecnológico y su auto-
reproducción inmanente; por el otro, encontramos un telos de planificación total
a partir de un cálculo perfecto de la sociedad mediado por un indecible
progreso tecnológico. Ambos elementos asociados al marco ideológico
socialista adquieren una naturaleza independiente. Que el progreso tecnológico
supone una ampliación de lo posible no implica necesariamente de ningún tipo
de proyección hacia lo indeterminado, pues ya desde el presente se revela
como cierto. No obstante, ello no alcanza para sostener que partiendo de
tendencias tecnológicas actuales se anuncien metas que supongan un
conocimiento perfecto de las posibilidades presentes y futuras de cada uno de
los fenómenos sociales. El progreso tecnológico no encierra ningún tipo de
causa en sí que nos permita pensar que en algún momento la voluntad
colectiva quede determinada a hechos previstos por el devenir tecnológico. De
hecho, no es en tal razón en la que la confianza de Kantarovich (1959) y otros
se sostiene. Su tendencia no nos muestra la posibilidad de lo imposible pues
para ello sería requisito necesario conocer lo imposible, y tal hecho se revela
del todo implausible. Su confianza en un progreso técnico no se alimenta de
que tal hecho haga realmente posible aspectos hoy no calculables, sino en la
imposibilidad de establecer límites al crecimiento tecnológico resultante. Ahora
bien, este crecimiento exponencial e imprevisible de la ciencia lo es para sí, en
tanto y en cuanto pueda hacer plausible aquellos fenómenos que no siendo

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actuales sean “tecnológicamente plausibles”. El mismo hecho de no poder
conocer los límites de lo plausible a nivel tecnológico no nos debe llevar a
aceptar que por ello cualquier resultado sea posible tecnológicamente. Una
cosa es aquello que puede ser y que todavía no es como por ejemplo, una cura
efectiva y definitiva contra el cáncer y otra muy diferente es aquello que todavía
no es porque no puede ser para ningún presente futurible, por ejemplo, un
perpetuum mobile. Lo que pretende la técnica no es un progreso indefinido de
lo tecnológico sino posibilitar todos los fines cuantitativamente necesarios en el
marco del producto socialista. Para ello deduce desde un plano de razón lógica
-el progreso indefinido de la tecnología- un hecho empírico general. Dice
Popper en la Miseria del Historicismo,

“Mi prueba consiste en mostrar que ningún predictor científico –ya


sea hombre o máquina- tiene la posibilidad de predecir por
métodos científicos sus propios resultados futuros. El intento de
hacerlo sólo puede conseguir sus resultados después de que el
hecho haya tenido lugar, cuando ya es demasiado tarde para una
predicción; puede conseguir sus resultados sólo después que la
predicción se haya convertido en una reproducción” (1999:134).

Esto nos trae a colación la cuestión sobre los conceptos históricos y meta-
históricos ya tratados para el marco neoclásico y que en su pretendida
dependencia muestran ser fundamentales para el supuesto ideológico de “mala
infinitud”. Si la tecnología tiene la capacidad de hacer plausible lo implausible,
¿cómo podemos establecer una nítida diferenciación entre los conceptos
históricos y meta-históricos? ¿Cómo saber que aquello que referimos como
meta-histórico (perpetuum mobile) no es un histórico aun no acaecido? O en
otras palabras, ¿cómo sostener que frente a la idea laplaniana según la cual la
predictibilidad del universo se encuentra castigada por un conocimiento finito,
su naturaleza universal es realmente para sí no determinable? Y finalmente,
¿cómo sostener que su indeterminación no sería producto de nuestra razón
limitada y sí de su propia condición esencial? Preguntas que requerirían un
análisis que se escapa de los límites de este trabajo pero que su enunciación
nos permite identificar las raíces del desarrollo ideológico socialista. Con
respecto a la última de ellas Bolzman responde haciendo hincapié sobre la
naturaleza de unos fenómenos colectivos cuyo resultado no intencionados
compone una estructura “generada por mecanismos de ruptura, dando lugar a
evoluciones regidas por comportamientos caóticos” (Nieto de Alba, 1997). Tal
caoticidad niega cualquier principio desde el que se dirima una razón autónoma
que consiga discernir todas las posibilidades reales y potenciales de cualquier
estado social. Es ella misma quien se presenta como acción sustancial del
hecho acontecible por lo que no tendría sentido para sí si el progreso
tecnológico fuera deslumbrando una salida a tal desorden. Por tanto, sabiendo

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que su plausibilidad deriva de un hecho que se superpone a la auto-
reproducción tecnológica, conectar planificación total con reproducción
tecnológica termina por explosionar en términos ideológicos. Utilizar los
márgenes de lo posible es lo que convierte al marco socialista en un encuadre
netamente ideológico, que a su vez se muestra necesario para evitar así el
insensible juicio que le aguarda lo sintético.

5 Para concluir

La historia nos ha revelado narrativamente lo que en términos lógicos parece


una evidencia clara e inconfundible: el pensamiento económico socialista
reposa sobre premisas netamente ideológicas cuya empírica realización se
hace del todo implausible. Su desarrollo analítico no es más que una lucha
donde lo sintético de su realización queda domesticado y por consiguiente
aplazado a un futuro no decible. Para ello utiliza los márgenes de lo
indeterminado como instrumento con el que “superar” lo que de implausible
anida en aquello que “todavía no es porque no puede ser”. Negando su
realización, consigue el efecto “ideológico” deseado. Un hacer “como sí” cuyo
fundamentarse ya no es desde aquello que se manifiesta como lo que es en sí
y para sí real sino el puro aplazamiento asentado en las conciencias como
simple por-venir.

6 Bibliografía

Bidet, J y Duménil, G. 2009. Altermarxismo: Otro marxismo para otro mundo, Editorial
el Viejo Topo.
Cottrell, A. y Cockshott, P. 2008. “Computadores y democracia económica”, Revista
de Economía Institucional 10(19):161-205.
De Aquino, T. 2010. Suma contra los gentiles, Porrúa.
Fukuyama, F. 1992. El fin de la historia y el último hombre, Planeta.
Hayek, F. 1937. “Economics and Knowledge”, Economica 4(13):33-54.
Hayek, F. 1974. La pretensión del conocimiento, Conferencia en homenaje a Alfred
Nobel, pronunciada el 11 de diciembre de 1974.
Hinkelammert, F. 2002. Crítica de la razón utópica, Descleé.
Jiménez-Castillo, Manuel A. 2016. “Ideología y pensamiento neoclásico. La
competencia perfecta como mito fundacional”, Cinta de Moebio. Revista de
Epistemología de Ciencias Sociales, 55.
Kantoróvich, L. 1959. La asignación óptima de recursos, Ariel.

8
Lange, O. 1970. Ensayos sobre planificación económica, Ariel.
Mandel, E. 1988. “The myth of market socialism”, New Left Review, 69.
Morgenstern, O. 1970. Predictability of Stock Market Prices, Health Lexington Books.
Nove, A. 1983. The Economics of Feasible Socialism, Routledge.
Nieto de Alba, U. 1997. Historia del tiempo en economía: Predicción, caos y
complejidad, McGraw-Hill.
Popper, K. 1999. La miseria del historicismo, Alianza Editorial.
Von Mises, L. 1929. Crítica del intervencionismo, Unión Editorial.

Manuel A Jiménez-Castillo
Doctor en Ciencias Económicas
El Colegio de la Frontera Norte
Email: antoniojcastillo@colef.mx
Fecha y lugar de nacimiento: 18/10/1983, Marchena (Sevilla)

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