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LAS TRES FORMAS DE LA FALTA DE OBJETO

¿Qué es un obsesivo?
La tríada imaginaria.
El falicismo y lo imaginario.
Realidad y Wirklichkeit.
El objeto transicional del señor Winnicott.

Esta semana, por ustedes, he leído algunas cosas. He leído lo que


los psicoanalistas han escrito sobre el tema que este año será el nuestro,
es decir, el objeto, y más especialmente el objeto genital.
El objeto genital, por llamarlo por su nombre, es la mujer. Enton-
ces, ¿por qué no llamarlo por su nombre?
Así que me he regalado con cierto número de lecturas sobre la se-
xualidad femenina. Estas lecturas, lo importante sería que las hicieran
ustedes y no yo. Esto les haría más fácil de entender lo que me veré lleva-
do a decirles sobre esta cuestión. Además, estas lecturas son muy ins-
tructivas también desde otros puntos de vista, y principalmente desde
~ éste. La estupidez humana da una idea del infinito, decía Renan. Pues bien,
si viviera hoy día, añadiría - y las divagaciones teóricas de los psicoanalistas.
No crean ustedes que las equiparo con la estupidez. No, pero son
de tal clase que dan una idea del infinito. En efecto, resulta chocante ver
a qué extraordinarias dificultades se han visto sometidas las mentes de
los distintos analistas a consecuencia de los enunciados de Freud, tan
abruptos y sorprendentes.
¿Qué fue lo que aportó Freud, siempre tan solo, sobre este tema?
- lo que hoy voy a decirles probablemente no irá más allá. Es esto. La
idea de un objeto armónico, que por su naturaleza consuma la relación
sujeto-objeto, la experiencia la contradice perfectamente - no ya la ex-
periencia analítica, sino incluso la experiencia común de las relaciones
entre el hombre y la mujer. Si la armonía no fuese en este registro un
asunto problemático, no habría análisis en absoluto. No hay nada más
preciso que las formulaciones de Freud al respecto - hay, en este regis-
tro, una hiancia, algo que no va, lo cual no significa que eso baste para

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definirlo. La afirmación positiva de que la cosa no marcha está en Freud, la identificación con el yo del analista. Semejante parcialidad en el ma-
la encontrarán ustedes en El malestar en la cultura, así como en las Nue- nejo de la relación de objeto puede condicionar una desviación extrema.
vas conferencias sobre el psicoanálisis, lección 31. Esto lo ilustra más en particular la práctica de la neurosis obsesiva.
Esto nos lleva de nuevo a preguntarnos por el objeto. La neurosis obsesiva es, como piensan la mayoría de quienes aquí
están, una noción estructurante que puede expresarse aproximadamente
así. ¿Qué es un obsesivo? En suma es un actor que desempeña su papel
y cumple cierto número de actos como si estuviera muerto. El juego al
1 que se entrega es una forma de ponerse a resguardo de la muerte. Se trata
de un juego viviente que consiste en mostrarse invulnerable. Con este
fin, se consagra a una dominación que condiciona todos sus contactos
Les recuerdo que el olvido de la noción de objeto en el que, por lo con los demás. Se le ve en una especie de exhibición con la que trata
general, se incurre no queda tan acentuado en su relieve si se sigue la de mostrar hasta dónde puede llegar en ese ejercicio, que tiene todas las
forma en que la experiencia y la doctrina freudianas sitúan y definen características de un juego, incluyendo sus características ilusorias - es
este objeto. decir, hasta dónde puede llegar con los demás, el otro con minúscula,
El objeto se presenta de entrada en una búsqueda del objeto perdi- que es sólo su alter ego, su propio doble. Su juego se desarrolla delante
do. El objeto es siempre el objeto vuelto a encontrar, objeto implicado de un Otro que asiste al espectáculo. Él mismo es sólo un espectador,
de por sí en una búsqueda, opuesto de la forma más categórica a la no- y en ello estriba la posibilidad misma del juego y del placer que obtiene.
ción del sujeto autónomo, conclusión a la que lleva la idea del objeto Sin embargo, no sabe qué lugar ocupa, esto es lo inconsciente que hay
culminante. en él. Lo que hace, lo hace a tÍtulo de coartada. Esto sí lo puede entrever.
Ya destaqué igualmente la última vez la noción del objeto alucinado Se da perfecta cuenta de que el juego no se juega donde él está, y por
sobre un fondo de realidad angustiante. Este es el objeto tal como surge eso casi nada de lo que ocurre tiene para él verdadera importancia, lo
de la acción de aquello que Freud llama el sistema primario del placer. cual no significa que sepa desde dónde ve todo esto.
En total oposición a esto, en la práctica analítica hay una noción del ob- A fin de cuentas, ¿qué dirige el juego? Sabemos que es él mismo, pero
jeto que se reduce a fin de cuentas a lo real. Se trata de volver a encon- podemos cometer mil errores si no sabemos a dónde se dirige este juego.
trar lo real. Este objeto sobresale, no ya de un fondo de angustia, sino De ahí la noción de objeto, del objeto significativo para este sujeto.
del fondo de realidad común, por así decirlo, y el término de la expe- Sería erróneo creer que se pueda designar este objeto en términos
riencia analítica es darse cuenta de que no hay razón para tenerle miedo. de relación dual, recurriendo a la noción de relación de objeto tal como
Miedo es un término a distinguir del de angustia. la elabora el autor en cuestión. Ya verán a qué conduce esto. Está claro
Finalmente, el tercer encabezamiento bajo el cual encontramos al ob- que, en esta situación tan compleja, la noción de objeto no está dada
jeto, si lo seguimos en Freud, es el de la reciprocidad imaginaria, o sea inmediatamente, porque el objeto participa de un juego ilusorio, un jue-
que, en toda relación del sujeto con el objeto, el lugar del término en go de retorsión, un juego tramposo, que consiste en aproximarse a la muer-
relación es ocupado simultáneamente por el sujeto. Así, la identificación te tanto como sea posible quedando a salvo de todos los golpes, porque
con el objeto está en el fondo de toda relación con él. el sujeto, de algún modo, ha matado su propio deseo por adelantado,
A este punto, evidentemente, se consagra más aún la práctica de la lo ha, por así decirlo, mortificado.
relación de objeto en la técnica analítica moderna, con el resultado de Aquí la noción de objeto es infinitamente compleja y merece ser des-
lo que llamaré un imperialismo de la identificación. Si tú puedes identi- tacada en todo momento si queremos saber al menos de qué objeto esta-
ficarte a mí, si yo puedo identificarme a ti, sin duda de los dos el yo mos hablando. Trataremos de darle a esta noción de objeto un empleo
es el que tiene la mejor adaptación a la realidad y es el mejor modelo. uniforme, que nos permita orientarnos en nuestro vocabulario.
A fin de cuentas, en un caso ideal, el progreso del análisis se reduce a De esta noción, yo no diría que es escurridiza, sino que se muestra

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absolutamente difícil de circunscribir. Para acentuar nuestra comparación, como conclusión del análisis del significante al cual nos había llevado
digamos que se trata de demostrar lo que él ha articulado para ese Otro la exploración de la psicosis, pero también como introducción a lo que
espectador que es él mismo sin saberlo y en cuyo lugar nos va poniendo pensaba proponerles este año sobre la relación de objeto. Éste es nuestro
a medida que avanza la transferencia. esquema inaugural:
Tomen por favor el caso del obsesivo del autor al que me refiero y
lean lo que, según él, representa el progreso del análisis. Verán que el LA TRÍADA IMAGINARIA
manejo de la relación de objeto consiste, en este caso, en hacer algo aná-
logo a lo que ocurriría si asistieran a una escena de circo con Auguste Falo
y Chocolat administrándose alternativamente una serie de pares de bo-
fetadas. Tú te vas de la pista por miedo a recibir alguna, mientras que
por el contrario el sujeto sigue repartiendo en virtud de su agresividad.
Entonces aparece el señor Loyal'~ y dice - Veamos, esto no es razonable,
que cada uno se coma el garrote del otro, así lo tendrán donde corresponde, Madre Niño
lo habrán interiorizado. En efecto, es una forma de resolver la situación
y encontrarle una salida.
Todo esto podría acompañarse con una tonadilla, verdaderamente La relación imaginaria, sea cual sea, está modelada en base a una de-
inolvidable, debida a un tal N*, una especie de genio. Quienes no le co- terminada relación que es efectivamente fundamental - la relación
nocieron cuando actuaba en un cabaret de París no pueden hacerse una madre-hijo, con todo lo que tiene de problemática. Sin duda, esta rela-
idea del carácter sagrado que le daba a aquella exhibición de clown a pro- ción es como para dar la idea de que se trata de una relación real, y en
pósito de un simple sombrero. Es posible que de no haber visto esa espe- efecto, ahí se dirige en la actualidad toda la teoría de la situación analíti-
cie de misa, que parecía negra, ese oficio, esa especie de ritual al que asis- ca. Tratan de reducirla en última instancia a no ser más que el desarrollo
timos en cierta oportunidad, resulte imposible entender qué es, hablando de las relaciones madre-hijo, y en toda la secuencia de la génesis encon-
con propiedad, la relación de objeto. Lo que trasluce, lo que surge en tramos las huellas de tal posición inicial.
el fondo, es el carácter profundamente oral de la relación de objeto ima- Ahora bien, es imposible, incluso para los autores que hacen de ella
ginaria. Si toma la relación dual como real, una práctica no puede sus- la base de toda la génesis analítica, hacer intervenir este elemento imagi-
traerse a las leyes de lo imaginario, y a lo que conduce esta relación de nario sin que se manifieste como un punto clave, en el centro de la rela-
objeto es al fantasma de incorporación fálica. ción de objeto, lo que podemos llamar el falicismo de la experiencia ana-
¿Por qué? No sólo la experiencia no sigue la noción ideal que poda- lítica. Lo demuestran tanto la experiencia como la evolución de la teoría
mos tener de su realización, sino que esta noción se limita a dar todavía analítica, y trataré de hacerles ver, a lo largo de esta conferencia, a qué
más relieve a sus paradojas, y así, cuanto más nos aproximamos a la reali- callejones sin salida conduce toda tentativa de reducir este falicismo ima-
zación de la relación dual, más aparece en primer plano ese objeto ima- ginario a un dato real, cualquiera que sea. En efecto, cuando se busca
ginario llamado el falo. Ése es el paso que trato de hacerles dar hoy. el origen de toda la dialéctica analítica en ausencia de la trinidad de los
La noción de relación de objeto es imposible entenderla, incluso ejer- términos simbólico, imaginario y real, a fin de cuentas es inevitable refe-
cerla, si no se introduce el falo como uno de sus elementos, no digo me- rirse a lo real.
diador, porque eso sería dar un paso que todavía no hemos dado juntos, Para aportarles una última pincelada, un rasgo más en mi descrip-
sino tercero. Lo destaca el esquema que les di, al final del pasado año, ción de cómo se conduce la relación dual en determinada orientación
y teorización de la experiencia analítica, me referiré una vez más al enca-
* Se alude a personajes reales del circo. Chocolat era un payaso de tez oscura y el bezamiento de la obra colectiva que antes mencioné.
señor Loyal un regidor de pista. (T.) Cuando el analista, entrando en el juego imaginario del obsesivo, in-

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siste en hacerle reconocer su agresividad, es decir, que hace situar al ana- ver, porque es un punto verdaderamente llamativo de la experiencia ana-
lista en la relación dual que un momento antes designaba como recípro- lítica, que toda la dialéctica del desarrollo individual, así como toda la
ca, el texto aporta, como prueba del desconocimiento de la situación por dialéctica de un análisis, giran alrededor de un objeto principal, que es
parte del sujeto, el hecho de que nunca quiere expresar su agresividad el falo. Ya veremos más detenidamente que no se debe confundir falo
y sólo puede expresarla mostrando una ligera irritación, provocada por con pene. Cuando por los años 1920-1930 hubo una inmensa polémica
la rigidez técnica. El autor confiesa entonces que insiste en remitir siem- que se ordenó alrededor de la noción de falicismo y la cuestión del pe-
pre al sujeto al tema de la agresividad, como si se tratara del tema cen- riodo fálico, de lo que se trataba era de distinguir el pene, como órgano
tral. El autor añade de forma significativa que a fin de cuentas la irrita- real, con funciones definibles por determinadas coordenadas reales, del
ción y la ironía pertenecen a la clase de las manifestaciones agresivas. ¿Es falo en su función imaginaria. Sólo por esto, ya valdría la pena que nos
acaso evidente que la irritación sea característica de la relación agresiva? preguntáramos qué quiere decir la noción de objeto. '
Es bien sabido, sin embargo, que la agresión puede ser provocada por No puede decirse que el falo no sea en la dialéctica analítica un obje-
cualquier otro sentimiento y que en absoluto se excluye, por ejemplo, to predominante y que el sujeto no se haga una idea de él como tal obje-
que un sentimiento de amor esté en el origen de una reacción agresiva. to. Si bien nunca se llegó a formular que sólo es concebible aislar este
En cuanto a decir que una reacción como la ironía, por ejemplo, es agre- objeto en el plano de lo imaginario, no es menos cierto que eso mismo
siva por naturaleza, no me parece compatible con algo que todo el mun- se desprende línea a línea de lo que Freud aportó en determinada fecha,
do sabe, que lejos de ser una reacción agresiva la ironía es, ante todo, y de las respuestas que le dieron algunos otros, como Helene Deutsch,
una forma de interrogación, una modalidad de pregunta. Melanie Klein, en particular Ernest Jones. La noción de falicismo impli-
Esto les demuestra a qué reducción de perspectiva conduce semejan- ca de por sí aislar la categoría de lo imaginario.
te concepción de la relación de objeto, concepción que he decidido no Pero antes de entrar en ello, preguntémonos qué significa la posición
volver a mencionar de ahora en adelante. recíproca del objeto y lo real. Hay más de una forma de abordar esta
Llegamos pues por fin a la pregunta fundamental que deberá ser nues- cuestión, puesto que, en cuanto la abordamos, vemos que lo real tiene
tro punto de partida, porque a ella hemos de volver, y será también nuestra más de un sentido. Algunos de ustedes, creo, dejan escapar cierto suspiro
meta. Toda la ambigüedad de la cuestión suscitada en torno al objeto de alivio - Por fin va a hablarnos de ese famoso real que hasta ahora había
y su manejo en el análisis se reduce a esto - el objeto, ¿es o no lo real? quedado en la sombra. En efecto, no hay motivo de sorpresa, lo real se
encuentra en el límite de nuestra experiencia.
Esa posición con respecto a lo real se explica sobradamente por la
pantalla de nuestra experiencia, cuyas condiciones son muy artificiales,
2 contrariamente a lo que nos dicen cuando la presentan como una situa-
ción tan simple. Sin embargo, cuando teorizamos no tenemos más re-
medio que referirnos a lo real. Pero ¿qué queremos decir cuando nos re-
Llegamos a esta pregunta tanto por la vía del vocabulario elaborado ferimos a lo real? Es poco probable que todos partamos de la misma
que utilizamos aquí, simbólico, imaginario y real, como por la vía de noción, pero es verosímil que podamos acceder a ciertas distinciones o
la intuición más inmediata. disociaciones esenciales que se pueden aportar en cuanto al manejo del
Cuando les hablan de la relación de objeto en términos de acceso término de real, o de realidad, si examinamos cuidadosamente qué uso
a lo real, acceso que debe conseguirse al término del análisis, ¿qué repre- se hace de ellos.
senta esto para ustedes, espontáneamente? ¿Es real el objeto, o no lo es? Cuando se habla de lo real, puede tratarse de cosas diversas. De en-
Lo que se encuentra en lo real, ¿es el objeto? trada, se trata del conjunto de cosas que ocurren efectivamente. Esta es
Merece la pena que nos lo preguntemos. Incluso sin llegar al núcleo la noción implicada en el término alemán Wirklichkeit, cuya ventaja es
de la problemática del falicismo que hoy estoy introduciendo, podemos que distingue en la realidad una función que la lengua francesa no per-

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mite aislar correctamente. Se trata de lo que implica de por sí cualquier la corriente del río no adelantamos nada. Propiamente, no quiere decir
posibilidad de efecto, de Wirkung. Es el conjunto del mecanismo. nada, porque la energía, en este caso, sólo empieza a interesarnos en cuanto
Sólo voy a hacer aquí algunas reflexiones de paso, para mostrar hasta se acumula, y sólo se acumula a partir del momento en que las máqui-
qué punto los psicoanalistas permanecen prisioneros de categorías ver- nas entran en acción. Sin duda, lo que las anima es una propulsión que
daderamente ajenas a algo a lo que su práctica debería, sin embargo, in- proviene de la corriente del río, pero creer que la corriente del río es
troducirles cómodamente, diría yo, con respecto a la noción misma de el orden primitivo de la energía, confundir con una noción del orden
la realidad. Si bien es concebible que, para un espíritu de la tradición del mana eso tan distinto que es la energía, incluso la fuerza, querer a
mecano-dinamista, que se remonta al siglo XVIII con la tentativa de La toda costa encontrar en algo que estaría eternamente presente la perma-
Mettrie y Holbach de elaborar el hombre máquina, todo lo que sucede nencia de lo acumulado al final como elemento de Wirkung, de una po-
en el terreno de la vida mental exija ser referido a algo planteado como sible Wirklichkeit - esto sólo se le puede ocurrir a alguien que esté com-
material, ¿qué interés puede tener esto para un analista? - si el principio pletamente loco.
mismo del ejercicio de su función pone en juego efectos que por hipóte- Esta necesidad nuestra de confundir la Stujf, o la materia primitiva,
sis, tratándose de un analista, admite que tienen su orden propio. Si si- o el impulso, o el flujo, o la tendencia, con lo que está realmente en jue-
gue a Freud, si concibe lo que rige todo el espíritu del sistema, la pers- go en el ejercicio de la realidad analítica, representa un desconocimiento
pectiva que debe captar es una perspectiva energética. de la Wirklichkeit simbólica. El conflicto, la dialéctica, la organización,
La materia, la Stujf primitiva, ejerce tal fascinación sobre el espíritu la estructuración de elementos que se combinan y se construyen, dan
médico que, cuando afirman de forma totalmente gratuita que nosotros, a la cuestión un alcance energético muy distinto. Mantener la necesidad
como los demás médicos, ponemos una realidad orgánica en el funda- de hablar de la realidad última, como si estuviera en algún lugar más
mento de lo que se produce en el análisis, creen estar diciendo algo im- que en el propio ejercicio de hablar de ella, es desconocer la realidad donde
portante. Freud también lo dijo, sólo que hay que ver dónde lo dijo y nos movemos. Puedo calificar esta referencia, hoy, de supersticiosa. Es
qué función cumple. Él da a esta realidad un alcance muy distinto. En una especie de secuela del postulado llamado organicista, que no puede
los analistas, la referencia al fundamento orgánico responde tan sólo a tener literalmente ningún sentido en la perspectiva analítica. Les mostra-
una especie de necesidad de seguridad que les lleva a entonar una y otra ré que allí donde aparentemente Freud se sirve de ella, no tiene ya nin-
vez esa cantinela en sus textos, como quien toca madera - Al fin y al gún sentido de este orden.
cabo, sólo hacemos intervenir mecanismos superficiales, todo debe remitir- En el análisis se hace un uso distinto de la noción de realidad, mu-
se, en última instancia, a cosas que tal vez sabremos algún día, a la mate- cho más importante, y que no tiene nada que ver con el anterior. La
ria principal que está en el origen de todo lo que ocurre. Esto es una espe- realidad, en efecto, participa del doble principio, principio de placer y
cie de absurdo para un analista, si admite el orden de efectividad en el principio de realidad. Se trata de algo muy distinto, porque el principio
que suele moverse. de placer no se ejerce de una forma menos real que el principio de reali-
Déjenme hacerles una simple comparación para mostrárselo. Es más dad, el análisis precisamente lo demuestra. El uso del término de rea-
o menos como si alguien encargado de una central eléctrica hidráulica lidad es aquí muy diferente.
en plena corriente de un gran río, por ejemplo el Rin, se pusiera a fanta- Hay aquí un contraste bastante chocante. Este uso que al comienzo
sear sobre la época en que el paisaje era aún virgen y las ondas del Rin se había mostrado tan fecundo, que había permitido introducir los tér-
fluían en abundancia, cuando ha de hablar de lo que sucede en esa má- minos de sistema primario y sistema secundario en el orden psíquico,
quina. Ahora bien, es la máquina lo que se halla en el principio de la se reveló, cuando el análisis fue progresando, como más problemático,
acumulación de una energía cualquiera, en este caso la fuerza eléctrica :-ero de forma muy inaprehensible. Para darse cuenta de la distancia re-
que luego puede distribuirse y ponerse a disposición de los usuarios. Lo corrida desde el primer uso que se hizo de la oposición entre los dos
que se acumula en la máquina tiene, ante todo, la relación más estrecha principios y el punto donde nos encontramos en la actualidad, tras al-
con la máquina. Diciendo que la energía estaba ya ahí virtualmente en gún deslizamiento, casi resulta necesario referirse, como de vez en cuan-

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do sucede, al niño que dice que el rey está desnudo. Este niño, ¿será un vez en cuando, la realidad no coincide con la alucinación surgida del deseo.
cándido? ¿Será un genio? ¿Un descarado? ¿Un bestia? Nunca se sabrá. Winnicott señala simplemente en primer lugar que, en el interi<:>r
Seguramente alguien bastante liberador. de tal dialéctica, es inconcebible la posibilidad de elaborar algo que vaya
Pues bien, a veces ocurre. Vemos analistas que vuelven a una especie más allá de la noción de un objeto estrictamente correspondiente al de-
de intuición primitiva y perciben que todo lo que se había dicho hasta seo primario. La extrema diversidad de los objetos, tanto instrumentales
entonces no explicaba nada. Esto es lo que le pasó al señor Winnicott como fantasmáticos, que intervienen en el desarrollo del campo del de-
en un pequeño artÍculo donde habla de lo que llama transitional object seo humano, es impensable en una dialéctica así, si se encarna en dos
- pensemos en transición de objeto o fenómeno transicional. actores reales, la madre y el niño. En segundo lugar, como la experiencia
El señor Winnicott llama la atención simplemente sobre el hecho lo demuestra, incluso en el niño más pequeño vemos aparecer esos obje-
de que cada vez nos interesamos más en la función de la madre y la tene- tos que Winnicott llama objetos transicionales porque no podemos de-
mos por absolutamente decisiva en la captación de la realidad por parte cir de qué lado se sitúan en la dialéctica reducida, y encarnada, de la alu-
del niño. Es decir, la oposición dialéctica e impersonal de los dos princi- cinación y el objeto real.
pios, el principio de realidad y el principio de placer, la hemos sustitui- Todos los objetos del juego del niño son objetos transicionales. Ju-
do por actores. Sin duda estos sujetos son completamente ideales, sin duda guetes, estrictamente hablando, el niño no necesita que se los demos, por-
se trata más bien de una especie de figuración, o de guiñol imaginario, que se los hace él mismo con todo lo que cae en sus manos. Se trata de
pero en eso estamos. El principio del placer lo hemos identificado con objetos transicionales. No cabe preguntarse si son más subjetivos o más
una determinada relación de objeto, es decir, la relación con el seno ma- objetivos, son de una naturaleza distinta. Aunque Winnicott no fran-
terno, mientras que el principio de realidad lo hemos identificado con quea el límite de nombrarlos así, nosotros los llamaremos simplemente
el hecho de que el niño debe aprender a prescindir de él. . . .
imagmanos.
El señor Winnicott, de forma muy pertinente, señala en qué condi- En sus trabajos, sin duda dubitativos, llenos de rodeos y confusio-
ciones todo va bien - porque es importante que todo vaya bien, y lo nes, vemos sin embargo que los autores que buscan explicarse el origen
que va mal lo hacemos derivar de una anomalía primordial, de la frus- de un hecho como la existencia del fetiche sexual acaban refiriéndose a
tración, término que se convierte en clave en nuestra dialéctica. Winni- estos objetos. Se ven llevados a buscar, tanto como sea posible, puntos
cott observa que en suma, para que las cosas vayan bien, o sea para que en común entre el objeto en el niño y el fetiche que ocupará el primer
el niño no quede traumatizado, la madre debe operar estando presente plano de las exigencias objetales para la mayor satisfaoción alcanzable
siempre que es necesario, es decir, precisamente introduciendo, en el mo- por parte de un sujeto, es decir, la satisfacción sexual. Espían en el niño
mento de la alucinación delirante del niño, el objeto real que lo colma. la manipulación por poco privilegiada que sea de un pequeño objeto,
Al principio pues, en la relación madre-hijo, no hay ninguna distinción de un pañuelo que le quita a su madre, una punta de la sábana de una
entre la alucinación del seno materno, por principio surgida del sistema cama, alguna parte de la realidad que accidentalmente se pone a su alcan-
primario de acuerdo con la noción que de él tenemos, y el encuentro ce, lo cual surge durante un periodo que, aunque se llame aquí transicio-
con el objeto real en cuestión. nal, no constituye sin embargo un periodo intermedio, sino permanen-
Por lo tanto, si todo va bien, el niño no tiene forma de distinguir te en el desarrollo del niño. Esos autores se ven llevados a confundir casi
lo que corresponde a la satisfacción basada en la alucinación a priori vin- estos dos tipos de objeto, sin preguntarse por la distancia que pueda ha-
culada con el funcionamiento del sistema primario, y la aprehensión de ber entre la erotización del objeto fetiche y la primera aparición de un
lo real que lo colma y le satisface efectivamente. Por lo tanto, se trata objeto como imaginario.
de que la madre enseñe progresivamente al niño a experimentar las Lo que se olvida en esta dialéctica - olvido que obliga a esa especie
frustraciones y, al mismo tiempo, a percibir, en forma de cierta tensión de añadidos, de suplementos, que subrayo a propósito del artículo de Win-
inaugural, la diferencia que hay entre la realidad y la ilusión. Esta di- nicott -, es que uno de los mecanismos más esenciales de la experiencia
ferencia sólo puede instalarse por la vía de una desilusión, cuando, de analítica es, desde el principio, la noción de la falta del objeto.

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3 pero se desea sin referencia alguna a la posibilidad de satisfacción o de


adquisición. La frustración es en sí misma el dominio de las exigencias
desenfrenadas y sin ley. El núcleo de la noción de frustración como una
Nunca, en nuestro ejercicio concreto de la teoría analítica, podemos de las categorías de la falta es un daño imaginario. Es en lo imaginario
prescindir de una noción de la falta del objeto con carácter central. No donde se sitúa.
es negativa, sino el propio motor de la relación del sujeto con el mundo. A partir de estas dos observaciones nos resulta tal vez más fácil ver
Desde sus inicios, el análisis, el análisis de la neurosis, empieza con de qué se trata en el caso de la castración, cuya naturaleza esencial, su
la noción de castración, tan paradójica, que puede decirse que todavía Wesen, ha sido mucho más dejada de lado que estudiada en profundidad.
no ha sido completamente elaborada. Freud introdujo la castración de forma totalmente coordinada con
Creemos que seguimos hablando de ella igual como se hada en tiem- la noción de la ley primordial, lo que la prohibición del incesto y la es-
pos de Freud. Es un gran error. Cada vez hablamos menos de castración, tructura del Edipo tienen de ley fundamental. Éste es, si lo pensamos
y hacemos mal. De lo que hablamos cada vez más es de la frustración. ahora, el sentido de lo que Freud enunció de entrada. Cuando Freud
Y todavía hay un tercer término del que se empieza a hablar o, más exac- situó una noción tan paradójica como la de la castración en el centro
tamente, cuya noción ha sido necesario introducir, ya veremos por qué de la crisis decisiva, formadora, principal, que es el Edipo, lo hizo en-
vía y frente a qué exigencia. trando en la experiencia con una especie de salto mortal. Retrospectiva-
No son en absoluto tres cosas equivalentes. Hay que distinguirlas. mente este hecho no puede sino maravillarnos, porque sin duda es mara-
Haré algunas observaciones tan solo para tratar de hacerles entender de villoso que todo lo que se nos ocurra sea no hablar de ello. La castración
qué se trata. sólo puede clasificarse en la categoría de la deuda simbólica.
Empecemos por la que resulta más familiar por su uso, la noción Deuda simbólica, daño imaginario y agujero o ausencia real, he aquí
de frustración. cómo podemos situar esos tres elementos que llamaremos los tres térmi-
¿Qué diferencia hay entre una frustración y una privación? Partire- nos de referencia de la falta del objeto.
mos de esto, porque Jones se pone a introducir la noción de privación, Sin duda a algunos les parecerá que esto no está tan claro. Y con ra-
y a decir que estas dos nociones se experimentan en el psiquismo de la zón, porque para que sea válido hay que ajustarse mucho a la noción
misma forma. Esto es muy atrevido. Está claro que si hay que referirse central de que se trata de categorías de la falta del objeto. He dicho falta
a la privación es porque el falicismo, o sea la exigencia de falo, es, como del objeto y no objeto, porque si nos situamos con respecto al objeto, en-
plantea Freu,d, el punto fundamental de todo el juego imaginario en la tonces podremos plantearnos la pregunta - ¿cuál es el objeto que falta
progresión del conflicto descrita en el análisis del sujeto. Ahora bien, si en cada uno de estos tres casos?
puede hablarse de privación es a propósito de lo real como algo muy Donde más claro está es en la castración. Lo que falta, en la castra-
distinto de lo imaginario. La exigencia fálica no se ejerce por ese medio. ción, constituida como está por la deuda simbólica, ese algo que sancio-
Parece en efecto muy problemático que un ser que se presenta como una na la ley y le da su soporte, y su inverso, el castigo, evidentemente no
totalidad pueda sentirse privado de algo que, por definición, no tiene. es en nuestra experiencia analÍtica un objeto real. Que aquél que se acueste
Diremos pues que la privación, en su naturaleza de falta, es esencialmen- con su madre habrá de cortarse los genitales y, con ellos en la mano, di-
te una falta real. Es un agujero. rigirse hacia el oeste en línea recta hasta morir, eso sólo se dice en la
La noción que tenemos de la frustración, si nos referimos simple- ley de Manu. Hasta nueva orden, nosotros sólo hemos observado cosas
mente al uso que hacemos del término cuando hablamos, es la de un así en casos excesivamente raros, que no tienen nada que ver con nuestra
daño. Es una lesión, un perjuicio que, tal como solemos verlo, de acuer- experiencia, y por otra parte, en nuestra opinión, merecen explicacione!'
do con nuestra forma de hacerlo intervenir en nuestra dialéctica, no es al fin y al cabo de un orden muy distinto que los mecanismos estructu-
más que un daño imaginario. La frustración es por su esencia el domi- rantes y normalizantes habitualmente en juego en nuestra experiencia.
nio de la reivindicación. Concierne a algo que se desea y no se tiene, El objeto es imaginario. La castración en cuestión lo es siempre de

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un objeto imaginario. Esta comunidad entre el carácter imaginario de Pero tal vez hay ya de entrada algo que permite concebir de forma muy
la falta en la frustración y el carácter imaginario del objeto de la castra- simple y clara por qué es tan distinta la evolución en los dos sexos.
ción; el hecho de que la castración sea una falta imaginaria del objeto, Sólo quiero añadir una noción que luego irá adquiriendo toda su im-
ha favorecido que creyéramos que la frustración nos permitiría llegar con portancia, la de un agente. Aquí doy un salto que exigiría volver a la
más facilidad al núcleo de los problemas. Pero la falta y el objeto, e in- tríada imaginaria de la madre, el niño y el falo, pero no tengo tiempo
cluso un tercer término que llamaremos el agente, no son forzosamente de hacerlo. Sólo quiero completar la tabla. El agente también juega su
del mismo nivel en estas categorías. De hecho, el objeto de la castración papel en la falta del objeto.
es un objeto imaginario, y por eso hemos de preguntarnos qué es el falo, Tratándose de la frustración, se impone la noción de que es la madre
eso que tanto tiempo ha costado identificar. quien juega el papel de agente. Pero este agente, ¿es simbólico, imagina-
El objeto de la frustración, a la inversa, es claramente, por su natura- rio o real? ¿Y qué es el agente de la castración? ¿Es simbólico, imaginario
leza, un objeto real, por muy imaginaria que sea la frustración. Eso por o real? ¿Y el agente de la privación? ¿No habría en verdad ninguna espe-
lo que padece, por ejemplo, el niño, sujeto por excelencia de nuestra dia- cie de existencia real, como he subrayado hace un momento? He aquí
léctica de la frustración, es siempre un objeto real. Esto nos ayudará a preguntas que al menos merecen ser planteadas.
percibir una evidencia que requiere un dominio metafísico de los térmi- Las dejaré, al final de esta sesión, abiertas. Si pudiera esbozarse la
nos, superior al habitual entre quienes se refieren a esos criterios de rea- respuesta, o deducirse de manera completamente formal, no podría ser
lidad que antes mencionábamos - el objeto de la privación, por su par- en ningún caso satisfactoria en el punto donde nos encontramos, por-
te, es siempre un objeto simbólico. que la noción del agente excede el marco al que hoy nos hemos limita-
Está muy claro - ¿cómo algo podría no estar en su lugar, no estar do, el de una primera pregunta sobre las relaciones del objeto con lo real,
en un lugar donde precisamente no está? Desde el punto de vista de lo mientras que el agente es aquí, manifiestamente, de otro orden.
real, esto no quiere decir absolutamente nada. Todo lo que es real está Ya ven, sin embargo, que la calificación del agente en estos tres nive-
siempre obligatoriamente en su lugar, aun cuando lo desordenemos. Lo les es una cuestión que nos es manifiestamente sugerida por el inicio de
real tiene la propiedad de llevar su lugar pegado a la suela de sus zapatos. la construcción del falo.
Por mucho que revuelvas lo real, no es menos cierto que nuestros cuer-
pos estarán en el mismo lugar tras la explosión de una bomba atómica,
en su lugar de pedazos. La ausencia de algo en lo real es puramente sim- 28 de noviembre de 1956
bólica. Si un objeto falta de su lugar, es porque mediante una ley defini-
mos que debería estar ahí. No hay mejor referencia que ésta - piensen
en lo que ocurre cuando pides un libro en un biblioteca. Te dicen que
falta de su lugar, aunque pueda estar justo al lado, y no es menos cierto
que en principio falta de su lugar, que por principio es invisible. Eso
significa que el bibliotecario vive enteramente en un mundo simbólico.
Cuando hablamos de privación, se trata de un objeto simbólico y de nin-
guna otra cosa.
Esto puede parecer un poco abstracto, pero ya verán lo útil que nos
resultará luego para detectar los malabarismos con los que consiguen dar
soluciones que no lo son a falsos problemas. Como verán, se hacen es-
fuerzos desesperados contra algo que parece intolerable, a saber, la evolu-
ción completamente distinta de lo que se llama la sexualidad en el hom-
bre y en la mujer - y para reducir los dos términos a un solo principio.

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