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Uno de los primeros lugares donde se dejó sentir su necesidad fue en

el teatro griego, cuya complicada tramoya lo utilizó. Se trataba del


llamado zeós apó mejanés, o mecanismo para subir y bajar a un
actor a escena o desde la escena.

A lo largo de la historia se empleó a ese fin la fuerza humana, animal


o mecánica. El arquitecto romano Vitruvio describe en el 26 a.C.,
artilugios dos siglos anteriores a él utilizados en el Imperio Romano,
hecho que pone de relieve que elevar una carga
mecánicamente era frecuente en el siglo III a.C.

Pero sin el invento de la polea en la Antigüedad no hubiera sido


posible el ascensor. Se sabe que el palacio imperial que Nerón
construyó tras el incendio de Roma, la Domus aurea o Casa dorada,
tenía un ascensor de madera de sándalo que se deslizaba por
rodillos sobre cuatro carriles impulsado por una polea y un cable del
que tiraban los esclavos.

El concepto de ascensor es antiguo, aunque su aplicación práctica


sea relativamente moderna. De hecho, sin ciertas aplicaciones de la
energía hidráulica en la Edad Media acaso no hubiera sido posible
pensar en el ascensor actual.

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