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DANIEL GATTÁS

¿Cómo funciona la Economía?

Principios teóricos e instrumentos


prácticos

Colaboradores:
Carlos M. Ortiz
Alejandra Pérez Scalzi
Carlos D. Aguirre
PRÓLOGO

«En economía no hay nada misterioso ni inaccesible al


entendimiento del hombre de la calle. Si hay un misterio,
reside él en el oculto propósito que puede perseguir
el economista y que no es otro que la disimulación
del interés concreto a que se sirve».
Arturo Jauretche
escritor y político argentino (1901-1974)

Está frente a usted amigo lector, este nuevo libro. En él he intentado reflejar y analizar con
rigor científico y de la manera más objetiva posible, la problemática económica y su vinculación
con la política práctica.
Siempre he tenido la convicción de que la tarea no era sencilla, más aún pensando que el tema
sobre el que se trabaja está referido a una materia tan compleja y controvertida como la Economía,
nada fácil de explicar a través de un lenguaje coloquial y claro, que le permita a quien la lee y
estudia una interpretación integral y útil para su vida cotidiana.
De todas maneras, asumí concientemente este desafío y tomé la decisión de realizar el esfuerzo
en el cual mi propósito principal está dirigido a presentar un enfoque global que sistematice y
explique en forma amena pero convincente los temas más importantes que hacen a la economía y a
la política económica. Pero como esta obra no pretende formar economistas, sino servir de
instrumento práctico para quienes están interesados en la gestión pública y privada, y
fundamentalmente para aquellos que tienen la asignatura Economía en los planes de estudios que
presentan las carreras con orientación humanista, me he esmerado en utilizar un léxico accesible, de
fácil interpretación y una exposición en la cual los temas se vayan entrelazando unos con otros en
armonía, de modo que alcanzar una rápida esquematización mental.
También creo necesario advertir a los lectores que mi intención nunca fue ofrecer un texto
técnicamente más perfecto y completo que el de los manuales de autores europeos o
estadounidenses que tienen circulación masiva y que han sido traducidos al castellano,
fundamentalmente la obra de Paul Samuelson, cuyo nivel intelectual y académico considero
superlativo. El objetivo es desde la simpleza y la humildad, dar un paso más en la creación de
títulos argentinos que se adapten mejor a los programas de estudios propios de las carreras
vinculadas a las Ciencias Sociales vigentes en nuestro país, conteniendo estadísticas y comentarios
sobre la realidad económica nacional, y que se ubiquen en un punto medio entre la fría técnica
económica y la valoración del hombre desde un punto de vista ético-humanista.
En este último sentido quiero destacar la importancia que tienen para mí los aspectos sociales y
políticos vinculados a la Economía, ya que estoy persuadido de que el peor pecado que podrían
cometer quienes enseñan y estudian economía sería olvidarse que detrás de los números y de las
consideraciones técnicas se encuentran seres humanos, en algunos casos familias enteras, que sufren
en mayor o menor medida los resultados de las distintas políticas económicas.
De hecho todos sabemos que a pesar de los inconvenientes y las injusticias que suele provocar
una política económica equivocada, no se encuentra entre los objetivos de la Economía que los ricos
sean cada vez más ricos y que los pobres sean más pobres, sino que justamente la razón de ser de
esta ciencia es mejorar el nivel de vida de toda la población, intentando incrementar y otorgarle
eficiencia a los recursos que de por sí son escasos y que éstos estén mejor distribuidos a los efectos
de que quienes menos tienen puedan aspirar a un futuro más promisorio y con igualdad de
oportunidades. Pero con voluntarismo no alcanza y, para que esto sea una realidad, es muy
importante que las personas honestas, formadas y con buenas intenciones sean las que se ocupen de
la cosa pública, pues no se puede dejar en manos de inescrupulosos e inexpertos la difícil gestión de
administrar un Estado.
En este campo, cuando el brillante Juan Bautista Alberdi reflexionaba sobre la abstención de
algunos personajes prestigiosos de su época en participar de la política, decía: «se llama un hombre
sensato el que no se mezcla en política. A menudo se nos dice: si la minoría de hombres sin crédito
que tienen el gobierno no aplaude sus escritos, toda la gente sensata sabe hacer justicia de su
mérito. ¿Pueden ser llamados sensatos los que entregan sus destinos de ciudadanos y de padres de
familia a un puñado de pillos? ¿Pueden ser sensatos los que se dejan gobernar por locos y
truhanes? Entre locos que conducen a cuerdos y cuerdos que se dejan conducir por locos, todo el
mundo dirá que los locos son los cuerdos y los cuerdos los locos. ¿Queréis gobierno independiente
y libre? La independencia y la libertad consisten en el gobierno del país por el país. Pero la
porción del país que en vez de gobernar por sí se deja gobernar por la menos digna y capaz, abdica
su libertad en peores manos que si fuesen extranjeros. La porción del país, que por pereza o decoro
mal entendido, o moderación estúpida, abandona todo eso a los mismos hombres que ella mira
como los más despreciables e insensatos; da una prueba de ser ella misma más insensata que los
locos, menos digna de ser libre que los más viles esclavos». Huelga cualquier comentario adicional.
La lucha contra la pobreza y el deseo de lograr una distribución más equitativa de la renta
deberían constituirse en verdaderas obsesiones para economistas y políticos. El propio Adam Smith
(1723-1790), que es considerado el padre del liberalismo económico, sostenía en su extraordinario
libro Teoría sobre los Sentimientos Morales que la pobreza era el flagelo más agraviante que debía
soportar el ser humano, pues «el hombre pobre está avergonzado de su pobreza. Siente que o bien
lo excluye de la atención de la gente, o bien, si le prestan alguna atención, tienen escasa
conmiseración ante la miseria y el infortunio que padece. En ambos casos resulta ser humillado,
porque si bien el ser pasado por alto y el ser desaprobado son cosas completamente diferentes,
como la oscuridad nos cierra el paso de la luz del honor y la aprobación, el percibir que nadie
repara en nosotros necesariamente frustra la fuente más grata y abate el deseo más ardiente de la
naturaleza humana».
También es indispensable que aclare que quien escribe este libro es un hombre convencido de
que no existe una obra humana definitiva y perfecta, y ésta no es la excepción, ya que sólo
constituye un camino, una aproximación que requerirá muchas revisiones en el tiempo y un
constante esfuerzo para mejorarla en el futuro; pero su éxito también dependerá de quienes la lean,
ya que sólo a través de su visión crítica y constructiva podrán surgir las modificaciones o
adaptaciones necesarias que la optimice, pues como sostiene el escritor francés Antonio Rondelet
(1823-1893), «el verdadero escritor no lo pone todo en su libro, su obra esencial se completa en el
alma de sus lectores».
Para darle más riqueza y pluralismo al trabajo, en este libro hay temas desarrollados por
algunos de mis compañeros en la Cátedra de Economía en la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Efectivamente, Carlos Mariano Ortiz se ocupó
de los capítulos en los que se hace referencia al comercio internacional, la integración económica,
los organismos multilaterales y la balanza de pagos, haciendo una descripción muy completa,
detallada y prolija sobre temas tan complejos. Por su parte, tanto Alejandra Pérez Scalzi como
Carlos Dionisio Aguirre, desarrollaron temas que además de ser de su especialidad, son muy
novedosos; estoy convencido que el conocimiento de las temáticas tratadas por Pérez Scalzi y
Aguirre serán indispensables para tener éxito en la diagramación de las políticas públicas y en la
legislación del futuro. En el primero de los casos, Alejandra se ocupó de las «Tensiones y
evidencias en torno a la economía y el género», tema atrapante si los hay; en el caso de Carlos, deja
su mirada sobre la «Nueva economía de la Sociedad de la información», comentando los profundos
cambios producidos por la Revolución Tecnológica y su paradigma mayor: Internet. Desde estas
páginas les agradezco a ellos su generosidad y su talento, que seguramente los lectores sabrán
apreciar.
Un último comentario que me parece de suma importancia, y que está dirigido especialmente
hacia aquellos que tienen una predisposición innata en contra de los cuadros y gráficos, cosa
bastante común en alumnos que siguen carreras como Derecho y Ciencia Política. Los gráficos que
acompañan la exposición de algunos puntos tienen como objetivo facilitar el aprendizaje por medio
de la percepción visual de los fenómenos económicos, por lo que estimo como imprescindible un
análisis detenido de ellos a los fines de que actúen como un apoyo fundamental para la comprensión
de la materia. Es posible que algunos de ellos tengan cierto grado de complejidad, pero cuando se
los comprende, el análisis se hace más simple, y lo que es más importante aún, se hace difícil
olvidar el tema tratado.
Les deseo mucha suerte a través de este apasionante recorrido sobre los conceptos principales
que trata la economía y la política económica, y les aseguro que el mejor premio y la mayor
satisfacción que podrían obtener quienes han escrito en este libro, es que el contenido del mismo
pueda ser útil para el futuro de los estudiantes.

El autor
CAPÍTULO I

“El ministerio de economía debería llamarse


ministerio de la miseria, ya que al ministerio
de la guerra no se le llama nunca
ministerio de la paz”.
Jacques Prévert
poeta y guionista francés (1900-1977)
¿Qué es la economía y cuál es su utilidad?

Sin lugar a dudas que preguntándonos qué es la economía y para qué nos sirve el conocimiento
y el estudio de sus leyes principales es una buena manera para comenzar a descubrir las facetas más
importantes de una ciencia apasionante, aunque compleja, enigmática y polémica. La expresión
Economía proviene del griego oikonomos (oiko-casa, nemo-administrar), lo que nos hace suponer
dos cosas. En primer lugar, que los estudiosos de esta materia deberían ser especialistas en
administrar con eficiencia los recursos escasos y, en segundo término, que cuando los economistas
tienen la posibilidad de ejercer cargos de responsabilidad en la administración pública nacional,
provincial o municipal, deberían demostrar esa capacidad, esa pericia, para administrar la casa de
todos. A juzgar por la realidad que nos toca enfrentar en el mundo en que vivimos esto aparece
como un pensamiento un tanto utópico, pero en realidad no se trata de impericia, sino de
compromisos espurios con algunos sectores privilegiados que los condicionan a tomar determinadas
medidas que terminan afectando a los sectores más vulnerables.
Existe una gran cantidad de definiciones de Economía, y su contenido depende en gran medida
de las intenciones y el bagaje ideológico de quien emite el concepto. Algunos sostienen que es “el
estudio del dinero, la banca y la riqueza”. Otros afirman que es una “ciencia que estudia la
producción y el intercambio”. El economista y político francés Raymond Barre1 la define como “la
ciencia que tiene por objeto la administración de los recursos escasos de que dispone la sociedad”,
y para Stoner y Hague, la economía “es el estudio de la escasez y de los problemas que de ella
derivan”. Incluso, en la gran diversidad de conceptos, hay quienes sostienen que la economía es “lo
que hacen los economistas”, haciendo referencia al carácter netamente pragmático que le asiste, lo
que obliga en muchos casos a quienes toman decisiones de política económica en un determinado
contexto histórico, a realizar “lo que pueden” y “no lo que quisieran” en base a sus más íntimas
convicciones.
Lamentablemente, y al igual que en la vida, no todo es voluntarismo, ya que también son
indispensables el esfuerzo de una sociedad y la utilización de recursos que usualmente son muy
escasos.
El inglés Alfred Marshall (1842-1924) definió a la Economía como “el estudio de la
humanidad en las actividades ordinarias de la vida; examina esa parte de la acción individual y
social que está mas estrechamente conectada con la obtención y el uso de los requisitos materiales
del bienestar”. Lo que quería significar Marshall es que las decisiones económicas son tantas y tan
comunes que en muchas ocasiones las personas no se dan cuenta de que en realidad están tomando
una de ellas. De hecho, cuando se impone una decisión de política económica, se está optando por
una de las alternativas posibles, lo que implica en el mismo acto desechar otras, y como es lógico,
en la mayoría de los casos esta elección tendrá una trascendencia vital para el futuro, sea de manera
positiva o negativa. Para dar sólo un ejemplo sencillo de ello, pensemos que si una persona elige
dedicar gran cantidad de horas diarias a la diversión y a los paseos, estará sacrificando la
posibilidad de utilizar ese mismo tiempo en capacitarse a través del estudio, lo que redundará en un
perjuicio de consecuencias bastante previsibles en el mediano plazo. Lo mismo ocurre con cualquier
organización social, que decide a cada minuto sobre cuestiones que a simple vista no lo parecen,
pero tienen un trasfondo económico que incidirá en el futuro. Incluso una familia que tenga en claro
la importancia de la racionalidad en la toma de decisiones y realice una planificación seria sobre sus
ingresos y egresos, tiene grandes posibilidades de crecer patrimonialmente y evitar la zozobra y la
angustia que genera la falta de recursos.
De todas maneras y a los efectos de ir sintetizando, es importante dar una definición de
Economía lo más completa posible que pueda mensurar la incumbencia que tiene esta materia. Para
ello, y sin subestimar otras miradas, sostendremos desde estas páginas que la Economía “es una
ciencia que estudia cómo el hombre satisface sus necesidades (carencias) a través de bienes y
servicios que son escasos y de usos alternativos, y el modo en que se distribuye lo producido entre
los miembros de una sociedad”.
Lo que es necesario especificar es que la economía no es un conjunto de reglas exactas que
permiten resolver de manera mágica todos los problemas que se presentan, porque su causalidad no
se da como en la física o la química. Sólo trata de descubrir las tendencias globales que nos puedan
ayudar a resolver de mejor manera los problemas que se vayan presentando, aprehendiendo los
fenómenos económicos y facilitando ideas a los gobiernos, empresas y organizaciones para que
enfrenten los desafíos con mayores probabilidades de éxito.
Hechos estos comentarios, ahora podremos abordar en el correr de las páginas de este libro y
con más certezas la pregunta que nos formulamos al comienzo: ¿de qué sirve el conocimiento de la
economía? ¿Cuál es su utilidad? Antes de responder, será necesario hacer una aclaración
importante, y es que las ideas económicas son producto de tiempo y espacio. Es decir que si
logramos constatar que una hipótesis económica generada a través de un largo y profundo análisis
ha logrado predecir con bastante exactitud la realidad futura, no es garantía de que esto vaya a ser
una constante, ya que al cambiar las circunstancias y la escala de valores de la sociedad también
pueden cambiar los resultados. Parafraseando al famoso filósofo y ensayista español José Ortega y
Gasset (1883-1955), “yo soy yo y mis circunstancias”, y así como los seres humanos piensan como
piensan y actúan como actúan por estar inmersos en una realidad determinada, podríamos concluir
que la evolución de la Economía de un país también dependerá de las diversas circunstancias que le
dan marco a una época.
Ahora bien, ¿para qué les podrían interesar a los ciudadanos comunes las leyes de la
economía y las cosas que ocurren en otras partes del planeta? A título de ejemplo, ¿de qué nos
valdría conocer el nivel del déficit presupuestario de los Estados Unidos o las variaciones de las
cotizaciones del dólar en relación al euro dentro de Europa? Esto, que parece tan lejano y sin
influencia en nuestra economía doméstica, no lo es para nada, fundamentalmente debido al proceso
de globalización económica, financiera y tecnológica. Reflexionemos sobre los por qué. Cuando en
los Estados Unidos existe un elevado déficit presupuestario (los ingresos corrientes,
fundamentalmente prevenientes de los tributos, no alcanzan a cubrir los gastos totales del Estado),
implica que a través de la gestión que le corresponde realizar a la Reserva Federal (es el Banco
Central del país del norte, y fue creada el 23 de diciembre de 1913), que es quien maneja la política
monetaria de los Estados Unidos, se deben conseguir los fondos necesarios para cubrir ese bache en
el mercado internacional de capitales, y al entrar en escena un gran demandante de dinero que
absorbe y seca la plaza, se provoca una suba generalizada de las tasas de interés de referencia; al
subir la tasa, sube para todos, lo que termina perjudicando de manera directa a los países que tienen
una elevada deuda externa, que ahora deberán destinar una mayor parte de sus recursos para abonar
los intereses. Es decir que deberán cargar la diferencia sobre la ya sufrida espalda de sus habitantes.
En definitiva, los países que tienen una cuantiosa deuda externa subsidian en alguna medida la
irresponsabilidad del gasto excesivo de las grandes potencias, en este caso, de los Estados Unidos.
Por otra parte, si en Europa cae la cotización del dólar en relación al euro, ocurre que a los
países del viejo continente les será más económico comprar bienes que puedan pagar en la moneda
norteamericana, por lo cual los productores argentinos, que tienen en el dólar como precio de
referencia de sus mercancías, se verán beneficiados y tendrán mayor chance de penetrar en ese
importante mercado. Esto supondría un incremento del ingreso de divisas al país, lo que provocaría
un efecto multiplicador en la inversión, el empleo y el consumo.
Estos ejemplos, uno negativo y otro positivo para nuestra economía, muestran a las claras cómo
el proceso de globalización económica nos obliga a estar cada vez más atentos a los vaivenes de la
economía del resto del mundo, y a prepararnos de la mejor manera posible para enfrentar con éxito
la creciente complejidad que nos tiene reservado el futuro debido a la increíble transformación
tecnológica y científica producida en los últimos treinta años.
Método de la economía

La Economía, como toda ciencia, constituye un conjunto de conocimientos organizados de


manera sistemática, y que se refieren a un objeto particular. En este caso el objeto de estudio es la
realidad económica, que a su vez forma parte de una amplia realidad social que influye
decisivamente en las medidas de política económica. Ahora bien, la recopilación de datos, la
elaboración de las ideas, las conclusiones a las cuales se arriba, y la confrontación de ellas con la
realidad, no son actividades que se cumplen al azar, sino que existe un procedimiento estable
llamado “método científico”, que ha sido reelaborado a lo largo de la historia, y cuya finalidad
principal es asegurar la seriedad de los trabajos de investigación. En el caso de la Economía, la
metodología puesta en práctica por los investigadores, intenta establecer principios, teorías y
modelos con el fin de identificar las posibles causas y leyes que rigen los fenómenos económicos, y
a partir de allí, plantear alternativas para mejorar el nivel de vida de las personas.
Es decididamente cierto que no es simple experimentar en Economía, en principio porque no
podemos actuar sobre un conjunto de agentes económicos lo suficientemente amplio, dentro de
determinadas condiciones y durante un tiempo más o menos extenso para ver cómo se comportan
económicamente y, a continuación, volver a hacerlo una y otra vez para poder comprobar la validez
general del análisis. Para ser más claro, en la práctica podríamos volver a hacerlo, pero las personas
no serían las mismas, tendrían más o menos años que los de la muestra anterior y serían más ricas o
más pobres; tampoco podríamos reproducir con exactitud condiciones similares que se presentaban
en anteriores experimentos; básicamente, el experimento sería diferente.
De todos modos, y reconociendo las dificultades que tiene la Economía frente a otras ciencias
sociales, ésta ha conseguido un nivel satisfactorio de cientificidad, fundamentalmente porque ha
sistematizado un lenguaje que puede ser considerado “especial y propio”. Por esta razón, los
economistas no están discutiendo permanentemente los conceptos más importantes y básicos, como
podrían ser “precio”, “mercado” o “costo”, pues ya existe un consenso sobre su significado e
importancia. Además, como plantea Giovanni Sartori2 , “el economista no cambia de lógica, no
salta de la lógica de la identidad y de la no contradicción a la lógica dialéctica; sus estipulaciones
de sintaxis lógicas son firmes y precisas, y son las de la lógica formal y sus desarrollos
matemáticos”.
En contraste con otras ciencias como la Politología y la Sociología en las cuales la medición de
lo observado es en buena medida una atribución subjetiva del observador, la Economía acumula
conocimientos sobre cimientos fuertes y relativamente estables, y razona a través de números y
valores monetarios objetivos. Todo ello ha coadyuvado al enorme progreso de la Economía.

Los pasos del método científico que utiliza la Economía

A. La observación

La observación es la base de los sistemas metodológicos de investigación científica, y supone


situarse frente a los hechos y fenómenos de la realidad económica con una mirada atenta y
profunda. La observación debe ser producto de un esfuerzo de objetividad ya que se aprehende la
realidad tal como se presenta, es decir en su esfera óntica del “ser” y no en el campo metafísico del
“deber ser”. Esto tiene que ser así porque en el caso de que durante el proceso de observación el
sujeto cognoscente se confunda con el objeto a conocer (error muy común en los procesos de
investigación), perderá su independencia de criterio, y los resultados de la investigación serán
relativos.
En la Economía la observación se basa en el análisis de hechos actuales y de datos históricos,
para de allí en más intentar deducir y/o predecir las conductas futuras de los agentes económicos.
Por ejemplo, si nosotros analizamos objetivamente la política de controles de precios implementada
en la Argentina en las últimas cuatro décadas, que aspiraban a beneficiar a los consumidores de
menores recursos poniendo límite a los supuestos abusos de los sectores empresarios, y luego lo
cotejamos con los resultados alcanzados, llegaremos a la conclusión de que ese procedimiento no
hizo más que perjudicar a los más sectores más marginales; ¿por qué? porque se provocó una
desaparición artificial de muchos bienes cuyos precios tenían que respetar los máximos establecidos
por el gobierno de turno, aunque en la práctica se seguían comercializando los mismos en un
mercado negro a un precio muy superior. Este sistema termina obligando a que aquellos
consumidores que necesitan imperiosamente esos productos, a comprarlos en ese mercado
marginal, al cual no conocen, y del que sólo pueden salir más perjudicados aún.
En definitiva, comprender este tipo de hechos históricos, y asumir los errores del pasado, son
indispensables para una ciencia empírica como la Economía, principalmente porque necesita
acompañar la evolución de la civilización, la modernidad, los acontecimientos más trascendentes y
su influencia en la dinámica del cambio y el progreso.

B. Generalización inductiva y deducción lógica

En principio deberíamos aclarar que el método inductivo consiste en estudiar los casos
particulares y después formular un principio general, también llamado “ley”. Primero se analizan
los hechos particulares, luego se formula la hipótesis, y una vez comprobada, asume la categoría de
“ley”. Si observamos que al aumentar la masa monetaria sin que aumente en la misma proporción la
cantidad de bienes disponibles, los precios de los productos que una Economía ofrece a sus
habitantes crecen, podríamos decir que “hay una relación directamente proporcional entre el
crecimiento de la masa monetaria y el aumento de los precios de los bienes y servicios”. La
generalización inductiva se constituye sobre una hipótesis basada en fenómenos y hechos
previamente observados y aceptados. La inducción surge debido a que en las ciencias empíricas
suele ser muy dificultoso conseguir todas las premisas para extraer de ellas las ansiadas
proposiciones generales. Esta hipótesis teorética previa no es una formulación apriorística
antojadiza, sino que está basada en fenómenos aceptados previamente como verdaderos. De allí en
más se aplica la deducción, que supone la utilización de leyes lógicas, es decir, obtener nuevas
verdades a través de otras.
Por el contrario, el método deductivo consiste en partir de una “ley general” para llegar a
estudiar casos particulares. El proceso consiste en formular inicialmente el principio general,
posteriormente se lo compara con casos particulares, y por último se comprueba que siga teniendo
vigencia. Si decimos que “la demanda es inversamente proporcional al precio”, estamos afirmando
que cuando los precios suben la demanda cae; de allí en más habría que observar si, manteniendo el
resto de las variables constantes, la ley general se sigue cumpliendo, y si el resultado es positivo, se
la ratifica. En la deducción se construye la hipótesis sobre algunos fenómenos comprobados y otros
desconocidos; por lo tanto, si las conclusiones pueden ser comprobadas posteriormente a través de
la experiencia, se considerará a la hipótesis como verdadera, o al menos muy factible.
En definitiva, esto implica que es necesario conjugar inducción (de lo particular a lo general) y
deducción (de lo general a lo particular) para poder predecir hechos económicos como consecuencia
de conexiones causales. Si los pasos dados son firmes y ordenados, se podrá llegar a realizar
predicciones sobre el futuro de la Economía de manera bastante precisa. No se trata de una
predicción intuitiva de un iluminado o basada en la verdad revelada o en el oráculo de Delfos, sino
apoyada en una realidad fenoménica empíricamente elaborada.
También debemos precisar que a lo largo de todo el proceso existe la posibilidad de recusar, es
decir no admitir como ciertos aquellos datos que estamos teniendo en cuenta pero que la realidad
me ha demostrado que son falsos, por lo que se mantiene la duda metódica a lo largo de todo el
proceso.

C. La econometría y la estadística

La econometría es la investigación económica basada en el análisis matemático y en la


estadística, y tiene una gran importancia en la comparación y la evolución de las diferentes
variables. Permite dar apoyo empírico a los modelos construidos por la economía matemática. Por
su parte, la estadística tiene la virtud de reunir y clasificar numéricamente hechos y fenómenos
similares. Se refiere a la aprehensión del comportamiento de las variables económicas desde un
punto de vista numérico. Así, se utilizan métodos matemáticos de cálculo que permiten un análisis
comparativo a lo largo del tiempo a los efectos de poder cotejar la evolución de las magnitudes y su
influencia en el nivel de vida de los pueblos.
Siguiendo a Richard Lipsey en su clásico texto An introduction to Positive Economics3 ,
diremos que “los economistas recurren a la observación del mundo real cuantificándola en lo
posible para comprobar las teorías económicas elaboradas. En segundo lugar, procuran deducir
de los datos recopilados las correlaciones existentes entre las variables económicas relevantes,
recurriendo así a la estadística para desarrollar nuevos principios subyacentes a la realidad. Como
la economía no es una ciencia experimental de laboratorio, se vale de las técnicas del análisis
estadístico que hacen posible la comprobación de la falsedad o la veracidad de las hipótesis
teóricas formuladas a partir de un número suficiente de observaciones”.
Lo que se puede admitir como una gran ventaja de la Economía sobre otras ciencias sociales, es
que el concepto de “medida” está incorporado a los comportamientos observados del homo
economicus, es decir que el hombre puede razonar de manera simple con números, por ejemplo
cuánto gasta, cuánto pierde o cuánto cuesta
La estadística también nos permite confrontar datos distantes en el tiempo. aunque
correspondientes a un mismo fenómeno. Un claro ejemplo de ello es poder analizar la evolución del
Ingreso Nacional de un país en los últimos 20 años. De todas maneras estos análisis cuantitativos
deben complementarse con los aspectos cualitativos, ya que un eventual crecimiento del Ingreso
Nacional no significará necesariamente un mayor confort para todo el pueblo, ya que los beneficios
de ese aumento pueden haberse dirigido con exclusividad a sólo un sector concentrado de la
Economía, por ejemplo al de más altos ingresos. En este caso podremos hablar de crecimiento
económico con una mayor injusticia distributiva. Por ello se pueden encontrar países que a pesar de
tener un elevado promedio de ingreso por habitante, sufren en la práctica un severo contraste entre
las familias influyentes llenas de poder y de lujo, y los sectores populares que sufren las mismas
necesidades que sus pares de los países más pobres.

D. La experimentación

Las personas, en su gran mayoría, tienen la tendencia a pensar que los experimentos sólo son
llevados a cabo por científicos con guardapolvos blancos que mezclan extrañas sustancias, pero el
gran avance de los estudios sobre el comportamiento de los seres humanos nos obliga a terminar
con ese mito. En la Economía el análisis de las estadísticas y de los hechos actuales e históricos no
suelen ser suficientes para lograr una comprensión completa de los fenómenos. Por esta razón, en la
actualidad se utilizan en la economía frecuentemente los llamados “experimentos controlados”, en
los que se toma una muestra representativa de la sociedad y se estudia su respuesta a los diferentes
estímulos provocados por la manipulación de las variables económicas. En este sentido es
importante reconocer las limitaciones que tiene este tipo de experimentos, ya que es dificultoso
reproducir en un laboratorio la economía real debido al peculiar comportamiento que suelen adoptar
las personas al sentirse observadas. Imaginemos que nuestra intención es analizar el
comportamiento de un grupo de consumidores al aumentar su ingreso disponible; por el mismo
hecho de estar siendo examinados, los agentes económicos no reaccionarán de la manera que lo
harían naturalmente. Por ejemplo, si alguno de ellos quisiera consumir la totalidad de sus
disponibilidades quizás no lo haga, ya que pensará que quien lo examina lo tildará de despilfarrador
y, si su intención fuera ahorrar todo, podría ser percibido como un avaro. De todas maneras, y a
pesar de estas dificultades, la experimentación ha permitido a la economía importantes progresos, lo
que alienta a los investigadores a acentuar este aspecto que redundará en la mejora de la calidad de
vida de todos los habitantes del planeta.
Cuidado con los sofismas

Siguiendo a Paul Samuelson y William Nordhaus4 , debemos alertar sobre algunos sofismas o
trampas que se les irán presentando a quienes deciden emprender el camino del análisis económico;
pues en algunos casos, y a pesar de apoyar el razonamiento sobre premisas verdaderas, se puede
llegar a conclusiones falsas que hacen perder sustento a la hipótesis planteada. De allí que a estas
alertas las llamaremos sofismas5 .
El primer error sería “no mantener las demás variables constantes”. Esto significa que
cuando un investigador analiza un fenómeno económico no puede dejar de tener en cuenta la gran
cantidad de variables que el mismo implica, pero para poder estudiar el efecto que causa sólo una de
esas variables sobre el mercado, es imprescindible dejar a las otras constantes.
Para interpretar adecuadamente este concepto veamos el siguiente ejemplo. Supongamos que es
nuestra intención analizar qué ocurriría con el comportamiento de la demanda de pantalones de
corte italiano ante una caída de su precio en el mercado. Si se piensa en la ley de oferta y demanda,
una baja del precio supondría lógicamente una mayor demanda del producto, ya que la demanda es
inversamente proporcional al precio. Ahora bien, ¿qué ocurriría si en el mismo momento de la
reducción de su precio este tipo de corte de pantalón pasa de moda? seguramente, y a pesar de la
disminución de su precio en el mercado, la demanda también caerá. En este caso, el riesgo de llegar
a una conclusión equivocada está basado en el error de no haber mantenido las demás variables
constantes, porque el análisis, que sólo se debería haber circunscripto a dos variables, es decir
precio y cantidad, queda desvirtuado debido a la incorporación de una nueva variable, la moda, que
altera la propia ley de la demanda. Es decir que la validez de las leyes económicas, en este caso la
de la oferta y demanda, supone que se mantienen inalterados todos los demás factores que puedan
interferir en las magnitudes adoptadas por las variables sometidas a la observación.
Un segundo error sería confundir “después del hecho por a causa del hecho”6 . Pensemos que
un país pone en marcha un proceso de desregulación laboral por el cual se establece una legislación
del trabajo más flexible. Su objetivo principal podría estar dirigido a incentivar a los empresarios
para que tomen más trabajadores y de este modo disminuir la tasa de desempleo. Si posteriormente
a este cambio en la legislación laboral notamos que se produce un aumento en la tasa de empleo,
podríamos suponer en un principio que ambos hechos están vinculados; pero lo que nadie podría
asegurar con total certeza es que esta mejora del empleo sea a causa del hecho precedente, ya que
podría haberse incrementado la tasa de trabajo por una mejora en el nivel de la actividad
económica, por ejemplo como consecuencia de una mayor demanda de bienes del resto del mundo,
el posterior incremento en las exportaciones y su consecuente efecto multiplicador interno. En
definitiva, si un hecho es posterior en el tiempo a otro, no quiere decir necesariamente que sea a
causa del anterior, o lo que es lo mismo, si al hecho “A” le sigue el hecho “B”, no podemos
asegurar sin un análisis serio y profundo que “B” es a consecuencia de “A”.
La tercera trampa sería pensar que en economía “lo bueno para uno siempre es bueno para
todos”. Pensemos en un fabricante de baterías para automotores que ha decidido incrementar su
producción para satisfacer una demanda creciente del mercado. Seguramente conseguirá aprovechar
de manera más eficiente los recursos de que dispone, y de este modo aumentar su nivel de ventas e
ingresos. Pero imaginemos qué ocurriría si todos los fabricantes de baterías del país deciden tomar
la misma decisión económica. En este último caso la gran oferta del mercado hará descender el
precio final del producto y por ende la rentabilidad, con lo cual muchos productores se verán
obligados a reducir sus ganancias o a abandonar este trabajo para evitar la quiebra de su empresa.
Es lo que se conoce en Economía como “competencia ruinosa”. Conclusión: lo que puede ser bueno
para un agente económico, no siempre lo es para todos.
Otro ejemplo a este sofisma es el del ahorro individual, que si bien es de extrema importancia
en las economías modernas por su incidencia directa en el nivel de la inversión (para que alguien
invierta, alguien debe haber ahorrado previamente), deja de constituirse en una conducta virtuosa
cuando hay un exceso del mismo, ya que podría provocar una fuerte caída del consumo, con su
correspondiente reducción en la producción, las ventas y el nivel de empleo. Esto demuestra que lo
que es sinónimo de éxito y progreso para un agente económico individual, se transforma en relativo
cuando uno piensa al mercado productivo como un todo. Esto puede verse claramente en el proceso
económico iniciado en nuestro país a partir de 2003, que para emerger de una grave crisis como la
del 2001, utilizó como base el incremento del consumo interno, lo que permitió una rápida
reactivación de la economía y un incremento notable en la tasa de empleo.
Por último tenemos la cuarta trampa, que es la “subjetividad”. Como ya dijimos anteriormente,
el método de la economía supone un esfuerzo de objetividad, pues el investigador económico que se
confunda y se comprometa con su propio objeto de estudio (la realidad económica) impregnará su
análisis con juicios de valor, convirtiendo a la teoría científica en una mera doctrina económica, es
decir un conjunto de afirmaciones cerradas no recusables y comprometidas con determinada
orientación.
De todos modos, es de reconocer que el problema de la subjetividad en la investigación, así
como las creencias personales, la ética y los juicios de valor de quien lleva adelante el proceso, son
comunes a todas las ciencias, aunque en algunas, como es el caso de la Economía, se nota más que
en otras. Quizás sea esta realidad la que llevó a Kuhn a sostener que “las ciencias económicas
todavía se hallan divididas en una serie de modelos científicos inconciliables entre sí”7 .
Los temas o hechos que a un investigador puedan llamarle la atención e instarlo a estudiarlos,
analizarlos y tratar de encontrar una teoría que los explique, también tienen que ver con sus
creencias y valoraciones. Si a ello le sumamos que este inconveniente de la subjetividad es mucho
más palpable en las ciencias sociales, por sus implicancias inmediatas y directas que tiene sobre la
sociedad en su conjunto, es nuestra obligación intentar que ello no termine desvirtuando el esfuerzo
científico.
Todos estos aspectos expresados bajo el título de sofismas, deben poner en alerta a los
estudiosos de la Economía, pues caer inocentemente en las trampas del razonamiento antes
expuestas provocará resultados no deseados e impedirá el avance en el conocimiento.

Teoría económica y política económica

Para seguir avanzando en los conceptos que nos permitan manejar con solvencia la
terminología propia de la materia que nos compete, es indispensable distinguir entre teoría
económica y política económica. Lo haremos por una cuestión práctica, incluso a pesar de que a
algunos autores les disgusta separar los aspectos teóricos de aquellos vinculados a la política
práctica. Ya definimos a la Economía aseverando que su objetivo principal es estudiar el modo en
que el hombre satisface sus necesidades por medio de bienes y servicios que son escasos, generando
un marco teórico que permita acceder al conocimiento de las leyes del mercado. Es decir que la
Economía es la ciencia de la escasez, por lo cual si pudiéramos satisfacer todas nuestras necesidades
de manera sencilla y sin esfuerzo alguno, el estudio de la economía no tendría sentido y devendría
en abstracto.
En cambio, cuando hablamos de “política económica” surge de la misma expresión que su
interés principal es en materia de “políticas públicas” (estatal). Es decir que la política económica
forma parte de la política a secas, o lo que es lo mismo, de la acción. Constituye la actuación
política del hombre en el campo de la Economía, y se plasma a nivel de un país en las decisiones
que toma un gobierno para alcanzar metas prefijadas.
La política económica recurre a las ideas elaboradas en el campo de la teoría económica,
intentando que a través de sus leyes y modelos adquieran confiabilidad y certeza las acciones. Es el
conjunto de estrategia que llevan adelante los gobiernos para conducir la economía de un país.
Prescribe a través de los instrumentos que brinda la economía, y por ser un arte, admite una gran
cantidad de combinaciones posibles.
La teoría económica brinda una gran cantidad de instrumentos, muchos de ellos polémicos,
como los controles de precios y los aranceles prohibitivos a las importaciones, pero no emite juicios
de valor ni consideraciones éticas; lo que hace la teoría es intentar dar respuesta a las relaciones de
causa y efecto, y como los juicios éticos no entran en la teoría sino en los fines que se persiguen, es
la política económica la que se ocupa de ellos. De ahí que existan distintas políticas económicas
posibles ante una misma realidad. Y esto es así porque los economistas, que en su mayoría vienen
cargando un gran bagaje ideológico propio de su vivencia personal y de su formación, se sitúan
frente a la compleja realidad del mercado y optan por utilizar algunos instrumentos que a su juicio
son los más aptos.
Imaginemos qué ocurriría si ponemos frente a una misma realidad histórica y social a un
economista con formación liberal y a otro con ideas socialistas. El liberal sostendría quizás que el
modo más idóneo para resolver una coyuntura económica recesiva es liberar precios y salarios, abrir
la economía a la competencia externa para que ingresen más productos y bajen los precios,
desregular y flexibilizar la actividad y permitir la libre contratación del trabajo entre patrón y obrero
como modo de aumentar el empleo. Por su parte, el socialista con consideraciones ideológicas
absolutamente diferentes, le reservaría al Estado un rol protagónico para evitar los abusos de los
más poderosos, establecería aranceles a la importación para proteger la industria nacional, e
intervendría en el mercado de productos que componen la canasta familiar para garantizar su oferta
a un precio accesible.
Esto nos muestra que ante un mismo cuadro de situación, si bien hay consenso en cuanto a los
objetivos que se quieren alcanzar, hay importantes diferencias en los medios a utilizar, ya que se
podrán tomar distintas medidas, dependiendo del perfil ideológico de quien lleva adelante la política
económica.
Otro elemento que nos permite ver claramente las diferencias entre una política económica y
otra es el presupuesto nacional (corriente de ingresos y egresos del sector público), que año a año es
transformado en ley por el Congreso. Si nos detenemos a analizar detenidamente las distintas
partidas que éste prevé, podremos deducir el pensamiento económico y el ideario político y social
del gobierno que lo ha establecido. Hay gobiernos que hacen hincapié en una política económica
que le da preeminencia a los aspectos sociales; pero habrá otros que se inclinarán por invertir en
educación, o anticiparse a una hipótesis de conflicto aumentando los gastos de defensa.
De todas maneras, y a pesar de las barreras ideológicas, en la actualidad hay una tendencia en
la mayoría de los países del mundo a alcanzar el consenso entre las distintos sectores políticos y
sociales sobre los objetivos más sobresalientes de política económica, los que parecen haberse
acordado tácitamente, fundamentalmente cuando ellos se refieren al crecimiento y al desarrollo, a
saber:
a) Aumento de la producción y el empleo en el marco de una estructura económica eficiente.
b) Estabilidad macroeconómica, evitando procesos inflacionarios que afecten a los sectores
más desprotegidos.
c) Aplanamiento de los ciclos económicos, evitando cambios bruscos en los niveles de
producción y empleo.
d) Eficiencia y equidad tributaria (establecer un sistema impositivo más justo que permita una
distribución progresiva de la renta).
Este tipo de consenso de las fuerzas políticas y sociales se suele dar en algunos países a través
de la conformación de un Consejo Económico y Social, integrado por representantes de los partidos,
de los sindicatos, de las empresas, y su función esencial es actuar de un modo que impida las
decisiones unilaterales e inconsultas por parte del gobierno de turno, impidiendo de este modo las
reacciones negativas de los mercados.
Por último, es importante destacar que la política económica no es privativa del Estado, ya que
existe también a nivel micro y en magnitudes más reducidas en las fábricas, los clubes, los
comercios, los gremios, y hasta en una familia bien organizada. Todos ellos toman determinaciones
de carácter económico, buscando alcanzar objetivos predeterminados dentro de las posibilidades
que le permiten los medios disponibles. Claro está, que para que los agentes económicos
individuales tomen decisiones adecuadas de política económica, lo ideal sería conocer las reglas
básicas de la teoría económica.

Economía y política

Una definición clásica de política es aquella que sostiene que es “el arte de lo posible”, aunque
algunos, despojándola de altruismo y vinculándola al utilitarismo pragmático que intentan hacer
negocio con ella, piensan que es “el arte de disfrazar de interés general el interés particular”.
Siguiendo a Marcel Prelot8 diremos que la palabra política se origina en las palabras griegas
“polis”, “politeia”, “política”, y “politiké”. La primera, es decir “E polis”, hace referencia a la
Ciudad Estado, el recinto urbano y la reunión de ciudadanos que forman la ciudad. “É politeia” es el
Estado, la Constitución, el régimen político, la ciudadanía y los derechos del ciudadano. “Ta
política” es el plural neutro de “políticos”, y hace a las cosas políticas, las cosas cívicas. Por su
parte, “É politiké” es el arte de la política. Como se podrá apreciar, los cuatro conceptos tienen
mucho que ver con la realidad política como un todo, por lo cual podríamos admitir que sumados
constituyen “la política”.
Para los antiguos, la política era el estudio o el conocimiento de la vida común de los hombres,
que es un ser social por naturaleza, ya que le resulta imposible vivir aislado. Tal como lo definió
Aristóteles, el hombre es un animal cívico (zoon politikon). Este es un concepto valioso, ya que si
pensamos en los animales, en general podríamos llegar a la conclusión de que son “sociales” porque
viven en comunidad con sus congéneres, pero sólo el hombre es “político”, pues vive insertado en
el organismo social conocido como “polis”.
Para Aristóteles el hombre era un zoon politikon. El hombre vive en la polis, y la polis vive en
él. Es a través de la polis que el hombre se realiza completamente como tal. Al decir animal
político, “Aristóteles expresaba, pues, una concepción griega de la vida. Una concepción que hacía
de la polis la unidad constitutiva e indescomponible; la dimensión completa (suprema) de la
existencia. Por lo tanto, en el vivir político y en la politicidad, los griegos no veían una parte o un
aspecto de la vida; la veían en su totalidad y en su esencia. Por el contrario, el hombre no político,
era un ser defectuoso, un idion, un ser carente, cuya insuficiencia consistía precisamente en haber
perdido, o no haber adquirido, la dimensión y la plenitud de la simbiosis con la propia polis.
Brevemente, un hombre no político era simplemente un ser inferior, un menos que hombre”9 .
Actualmente, la política es “el arte de gobernar un Estado y de dirigir sus relaciones con otros
Estados”, por lo tanto la Ciencia Política puede definirse como “la ciencia del gobierno de los
Estados, o el estudio de los principios que constituyen el gobierno”.
La “política” es esencialmente la vida política, la lucha por alcanzar el poder. La Ciencia
Política hace al conocimiento científico del fenómeno, y cuando se habla del neologismo
“politología” (polis = ciudad, logos = razón), se está pensando en el conocimiento acabado y
sistemático de la cosa pública. La “política” no es más que un aspecto singular y predominante en la
compleja realidad social, ya que su fin esencial es llegar al poder.
Actualmente la enorme interdependencia entre la economía y la política puede considerarse
como secular, y la realidad hoy nos muestra que entre política y economía existe una frontera
difusa, ya que su interrelación ha traspasado el límite de lo razonable. La tentación de manejar
ambas con el objetivo de perpetuarse en el poder ha provocado la decadencia de países otrora muy
prósperos, y Argentina no fue la excepción; por el contrario, si revisamos nuestra historia con
honestidad, podríamos calificar en muchos aspectos a nuestro país como un caso paradigmático de
lo que no se debe hacer. Este llamado de atención no significa que haya que soslayar la
interdependencia entre ambas materias, pero sí es censurable el uso de la economía con fines
eminentemente políticos. La economía debe mantener su capacidad para proporcionar soluciones
que permitan una mejora en el nivel de vida de las personas y una mejor distribución del ingreso,
para lo cual debe independizarse de la servidumbre política, poniéndose al servicio de la sociedad.
Ya en el siglo IV antes de Cristo, en su obra “La Política”, Aristóteles hacía aparecer a la
economía junto a la ética y la política como las bases para el análisis de un Estado. Para este gran
pensador, la economía se encontraba dentro del grupo de las ciencias prácticas indispensables para
explicar al Estado y la relación entre sus habitantes.
También en Roma la economía, la ética y la ciencia política constituían una rama única y
coherente que comprendía estudios sobre comercio e industria. En la Edad Media, la organización
institucional y económica, analizada por los escolásticos, fue sometida a un conjunto de normas de
moral práctica cobijadas en la ética, la política y la economía. Recién a partir de las revoluciones
liberales del siglo XVIII la economía y la política se liberaron de los principios escolásticos y
prepararon el terreno para su autonomía científica, permaneciendo interdependientes como en la
actualidad. Esta relación secular que aparece entre ambas materias se exterioriza significativamente
a partir de la gran depresión de 1930, cuando se modificaron las características políticas de la
economía de libre empresa en función de la nueva orientación intervencionista que modificó el
sistema vigente. Por su parte, la aparición del comunismo acentuó esta tendencia, afirmando la
necesidad del estudio integrado entre economía y política, ya que los principios básicos de
organización económica que planteaba el marxismo sólo podían sostenerse a través del respaldo de
la estructura política del partido.
Con el paso del tiempo, la economía se fue convirtiendo en un símbolo que mide con una
drástica e implacable frialdad el éxito o el fracaso de un gobierno. Hoy podríamos afirmar que el
éxito económico implica un reconocimiento político, y que éste a su vez respalda un crecimiento
sostenido. Es la población, que sufre en carne propia las vicisitudes de los vaivenes económicos, la
que juzga a través del veredicto inapelable de las urnas, y en la mayoría de los casos lo hace sin una
conciencia plena y un análisis puntual y profundo de los hechos más trascendentes, por aquello que
afirma Maquiavelo en su obra cumbre El Príncipe: “si sale bien estará bien, si sale mal estará
mal”. Así de simple.
Hay importantes ejemplos para citar. Uno de ellos es el del ex presidente de los Estados Unidos
George Bush (p) (presidente entre 1988-1992), quien a pesar de haber llevado a su país a tener un
protagonismo mundial casi absoluto durante la Guerra del Golfo, y recibir la aprobación de más del
90 % de sus conciudadanos, perdió al poco tiempo las elecciones generales en manos del demócrata
Bill Clinton, producto de una profunda recesión económica que ya se vislumbraba en el país del
Norte. Por su parte Clinton, a pesar de sus escandalosos escarceos amorosos y su reconocida
relación con una becaria de la Casa Blanca, logró ser reelecto debido a la prosperidad económica de
los Estados Unidos. También existen un sinfín de ejemplos vernáculos, como es el caso del ex
presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), quien siendo la imagen viva de la recuperación de la
democracia luego de un largo y oscuro período dictatorial, debió abandonar de manera anticipada el
gobierno como producto de una crisis económica que amenazaba con desintegrar al país entero. En
cambio, Carlos Menem, luego de un comienzo turbulento en el ejercicio de la presidencia, puso en
marcha junto al equipo económico que encabezaba Domingo Cavallo una política económica
novedosa y acorde a las circunstancias que vivía el país y que se dio a llamar “Convertibilidad”, lo
que le permitió aparecer en ese momento como el único referente de la estabilidad y el progreso,
siendo reelecto para el cargo por un nuevo período, y disimulando con ello los errores cometidos en
otras áreas del gobierno nacional, y la ola de corrupción generalizada que caracterizó a su gobierno.
Cuando la Convertibilidad quedó perimida y dejó de dar soluciones a los problemas más acuciantes,
sobrevino el descrédito, las sospechas de corrupción y la pérdida del poder del tandem Menem-
Cavallo. El deseo de ambos de renacer políticamente, el ex ministro de Economía incorporándose al
débil gobierno de Fernando de la Rúa, y el ex presidente intentando llegar nuevamente a la más alta
magistratura en las elecciones nacionales de 2003, así lo demuestran, pues fueron experiencias que
terminaron con un fracaso rotundo.
Después de la devaluación de 2001 que afectó aún más la frágil estructura económica y social
argentina, provocando una redistribución de ingresos a favor de grandes grupos económicos que
tenían importantes pasivos, la sólida y prudente gestión del ministro de economía Roberto Lavagna
le permitió el sustento necesario al ex presidente Duhalde para comenzar a trazar el camino de la
recuperación, y abrió el camino para que su aliado político Néstor Kirchner llegara a la presidencia.
El hecho de que el ministro Lavagna haya continuado dos años en su cargo después del recambio
presidencial demuestra que en este caso la economía actuó como un puente de plata entre dos
procesos políticos. Ni hablar de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien logró una
abrumadora victoria que le permitió ser reelecta con el 54% de los votos en diciembre de 2011. El
elevado nivel de consumo, la reactivación de la economía, la baja en la tasa de desempleo, los
excelentes precios internacionales de los productos que Argentina exporta y la profunda división y
desorientación de la oposición, fueron los responsables del éxito político, y disimularon
escandalosos hechos de corrupción y una gran cantidad de errores en otros ámbitos de la política
nacional e internacional.
Ya en 2014 las cosas parecen haber cambiado drásticamente; el péndulo económico y político
de la Argentina sigue yendo de un extremo al otro sin puntos medios, y nuevamente parece hacer
estragos. La tozudez del gobierno de mantener un tipo de cambio atrasado durante tanto tiempo y el
engaño recurrente sobre los índices de inflación hicieron eclosión, y hoy por hoy las autoridades se
ven obligadas a tomar medidas que no son graduales y generan conflictos sociales y gremiales. La
devaluación más acelerada, que intenta acercar el tipo de cambio oficial al precio del dólar paralelo,
y los aumentos salariales que apuntan a compensar los efectos de la inflación, impactan sobre los
precios y sobre los presupuestos públicos, sea el nacional, los provinciales o municipales. La
necesidad de reducir la emisión monetaria para luchar contra la inflación, la eliminación de algunos
subsidios y el aumento de la tasa de interés, buscando mejorar los niveles de ahorro con su
consecuente caída del consumo, suponen un costo político y social importante, y alguien, el actual
gobierno o el que asumirá en 2015 tendrá que pagarlo. Cuanto más se demore una solución integral
a esta problemática, los buenos resultados serán más difíciles de lograr.
Estos son sólo algunos ejemplos que hablan a las claras sobre la estrecha vinculación entre el
nivel de vida de la población y el grado de estabilidad política e institucional de los diferentes
gobiernos, porque la conexión no es sólo estructural sino también coyuntural, dinámica y recíproca,
ya que el respeto por el valor de las instituciones políticas conduce a la estabilidad económica, y
esta última coadyuva a la consolidación del sistema democrático.
Cuando la economía no funciona como corresponde y no da las respuestas necesarias a la
población, aparece el accionar inmoral de algunos individuos inescrupulosos, que utilizando su
influencia en los estratos del poder ejercen una política asistencialista con fondos del Estado para
mantener su clientelismo político. En este campo, son muy pocos los que reconocen esta actitud
maquiavélica, aunque es un secreto a voces que El Príncipe, obra máxima del brillante pensador
florentino, es un libro que muchos de los que se dicen estadistas leen de noche, intentando descubrir
la manera de perpetuarse en el poder, aunque ninguno de ellos tienen el coraje de citarlo de día;
otros truhanes, más desprejuiciados aun, sólo le reprochan en la intimidad a Maquiavelo haber sido
demasiado franco, y el no haber logrado el disimulo necesario de quien se hace pasar como
defensor de los intereses del prójimo. Por ello los discursos verborrágicos, aunque vacíos de
contenido, de muchos dirigentes que utilizan estas prácticas deleznables son comunes, y sería muy
positivo para que nuestro país salga de sus crisis recurrentes que se economicen palabras y se ataque
con firmeza y de una buena vez los focos de corrupción institucionalizada que lamentablemente son
tan comunes. Es decir más hechos y menos palabras, para lo cual será necesario concientizar a la
población de que “cuanto más se politiza la economía, más se mercantiliza la política”.

Economía y Ciencia Política

Ahora haremos algunos comentarios sobre la relación entre la ciencia económica y la ciencia
política, para lo cual es importante distinguir entre la teoría política tradicional de base filosófica,
ética y jurídica por una parte, que tiene su origen en el pensamiento griego, y la teoría política
moderna por otra, que nace en el siglo XIX, sometida a la rigurosidad del método científico, y que
Georg Jellinek especifica como Teoría General del Estado. A partir de ésta última y hasta la
actualidad la Ciencia Política es estudiada con prescindencia de la moral, no porque rechace
conceptos éticos y valores, sino porque para ser exitosa en cuanto a alcanzar el bien común debe
constituir un saber objetivo y elaborado sobre la realidad observada. Es lo que Arnold Brecht llama
relativismo axiológico científico, y que se funda en un principio de lógica formal que separa el ser
del deber ser, por lo que cualquier sujeto cognoscente de la realidad política que no pueda
despojarse durante el análisis científico de sus propias valoraciones, debe tener la honestidad
intelectual de manifestarlas.
La economía como ciencia también debe mantener en lo posible la objetividad en el análisis, ya
que el único modo de lograr conocimientos generales que permitan mejorar el nivel de vida de la
gente es en primer lugar comprender la realidad tal como se presenta. Un juicio sólo puede ser
objetivo si es desapasionado, lo que presupone y requiere una distancia de los condicionamientos
propios de la vida práctica, que para el caso de la problemática económica no es fácil. Un ejemplo
de ello podría ser el caso de los jubilados y pensionados argentinos, que han sido postergados en sus
reclamos de manera permanente, y todo ello a pesar de que nadie podría discutir sobre la justicia del
planteo, ¿de qué valdría que los analistas económicos se pusieran a la cabeza de los reclamos y
compartieran marchas y manifestaciones de alto contenido político? de nada, simplemente porque
no es esa su función o su trabajo. Esto no implica desentenderse de la realidad o ser insensible, sino
comprender que lo importante y valioso para la comunidad es que los especialistas trabajen de lo
que saben para encontrar soluciones, haciendo un estudio exhaustivo de tamaña problemática y
logrando determinar de dónde provendrán los recursos que permitan oxigenar las arcas del Estado
para mejorar la situación de este sector tan vulnerable.
Con el paso del tiempo ha ido tomando fuerza la idea de que la teoría política y la teoría
económica “padecen” una interdependencia recíproca, por lo cual es necesario subrayar la vertiente
política en las decisiones económicas. A este novedoso modo de análisis se lo conoce como Public
Choice (teoría de la elección pública), que es “el estudio formal de los procedimientos mediante los
que una sociedad decide entre opciones alternativas en base a las preferencias de sus miembros”10 .
En este marco, “las preferencias políticas de los votantes, unidas a la de los políticos,
constituyen un modelo político que se puede enlazar con un modelo econométrico de tipo usual, de
tal modo que queda configurado un auténtico conjunto político económico”11 . En realidad, de lo
que se trata es de cuestionar la supuesta actitud desinteresada y benevolente de los gobiernos, ya
que sus integrantes forman parte del proceso político y económico, y por ende se comportan como
agentes que defienden su propio interés, por encima incluso, si ello es conveniente, del interés
colectivo. Como plantea Cuadrado Roura12, “ya no se adopta como punto de partida el que la
intervención de los gobiernos en el mundo económico se establezca única y exclusivamente para
conseguir el máximo bienestar de la sociedad, sino que suponen que dichas actuaciones pueden
tener algún tipo de interés, electoral o de partido, y que, cualquiera sea su motivación, tendrán muy
en cuenta la evolución de la situación política, básicamente en términos de apoyo electoral, a la
hora de diseñar sus actuaciones económicas”.
En definitiva, la ciencia económica y la ciencia política son parte de una amplia realidad social,
y están conformadas por una gran cantidad de hechos y fenómenos interrelacionados
funcionalmente, razón por la cual deben trabajar interdisciplinariamente, sin olvidar jamás que el
objetivo primordial de ambas materias es alcanzar el bienestar general.

Economía y moral

El primero que introdujo la idea de moral en la política y la economía es Jean-Jacques


Rousseau en El contrato social, al sostener que el paso del estado natural al estado civil “produce
en el hombre un cambio muy importante, sustituyendo en su conducta el instinto por la justicia y
dando a sus acciones la moralidad que le faltaba antes”13 . A su juicio, el hombre entra en el reino
de la moralidad cuando deja de ser hombre a secas y se convierte en ciudadano y participa de una
comunidad organizada. Obviamente que hoy por hoy este último concepto es muy discutible, ya que
la civilización y el progreso han contribuido a la anarquía axiológica, al individualismo y a la falta
de solidaridad entre los seres humanos.
La moral se entiende como un conjunto de normas que no conciernen al orden jurídico, sino al
fuero íntimo y al respeto mutuo entre las personas, por lo cual debe ser el marco global que oriente
el estudio de la economía y la política. Pero nuevamente es necesario aclarar que en los estudios
científicos se debe prescindir de los preconceptos morales de los investigadores como única
garantía para un análisis objetivo y serio. Esto implica que se deben tomar como tales los valores
que se encuentren en la realidad observada, pero con la misma firmeza se deben eliminar del
análisis aquellos que el investigador tenga en su fuero íntimo y no se verifiquen en esa realidad.
Otro problema ético que se presenta es que a partir de la desaparición del sistema comunista los
países aplican políticas económicas similares, con objetivos parecidos pero con matices propios de
la idiosincrasia de cada pueblo. Entonces se comienza a distinguir con mayor claridad qué tipo de
instrumentos utiliza cada Estado para alcanzar los objetivos, que en muchos casos implica resignar
los principios de independencia y de libre determinación de los pueblos, ya que con la excusa de la
globalización económica, financiera y tecnológica se suele permitir que los lineamientos de la
política económica de un país se trace en los grandes centros financieros internacionales.
Un último aspecto que quisiera resaltar es que existen algunos instrumentos de política
económica que si bien pueden tender a alcanzar un fin loable se rechazan en base a fundamentos
morales. Un ejemplo de ello es cuando el Estado accede a la regencia del juego a los efectos de
encauzar esta actividad en el marco legal y con su resultado financiar obras públicas o acción social.
La crítica es que la promoción publicitaria del juego por parte del sector público perjudica no sólo
el bolsillo, sino también la moral de los ciudadanos, creando en ellos hábitos inadecuados y pautas
culturales nocivas. De hecho, en muchos lugares en que se han permitido las famosas máquinas
tragamonedas la “ludopatía” ha crecido significativamente, afectando a la salud pública y a la
armonía familiar.
En conclusión, una política económica noble y que persiga el bien común, cualquiera sea su
signo ideológico, debe respaldarse en un sustento moral que garantice que los instrumentos
utilizados permitan igualdad de oportunidades para todos los miembros de la sociedad, y una actitud
solidaria y equilibrada por parte del Estado que tienda a una distribución más equitativa de los
beneficios de la actividad productiva.

Economía, Externalidades y Análisis Económico del Derecho

Los mercados en general, correspondan a países desarrollados o subdesarrollados, sufren


constantes desviaciones que son propias de la competencia imperfecta, especialmente todas aquellas
derivadas de la serie de prácticas colusorias (acuerdos entre empresas) que tienden a establecer
monopolios, o a obtener ganancias excesivas aprovechando una situación coyuntural de la
economía.
Por otra parte, el funcionamiento de cualquier sistema económico supone un importante
número de externalidades, entendiendo a éstas como los costos o beneficios que imponen algunas
empresas a otras empresas o a agentes económicos individuales. Suponen intercambios
involuntarios de costos o beneficios. Como ejemplos de ello, podemos imaginar los perjuicios
auditivos que causa el persistente ruido de un aeropuerto a las personas que viven cerca de él, o los
beneficios que supondría para toda la sociedad que una empresa decida garantizar la salud y la
seguridad de sus empleados y sus familias por medio de un seguimiento constante a través de su
departamento sanitario. En ambos casos no sería ilógico pensar que el Estado, como regulador de
una economía que tiene como objetivo el bienestar comunitario, pueda establecer un sistema de
incentivos o desincentivos para las empresas de modo de tentarlas hacía un mejor control de sus
actividades.
Las externalidades negativas (alimentación insegura, manejo de residuos tóxicos y radiactivos,
eliminación de deshechos químicos, contaminación del ambiente, armamentos cada vez más
sofisticados y peligrosos, etc.), que hasta hace un tiempo eran problemas puntuales y menores, hoy
se han extendido peligrosamente, y se constituyen como grandes amenazas para el futuro de la
humanidad. Además, y gracias a organizaciones ambientalistas y algunos gobiernos y/o países
responsables, hay más conciencia en la población sobre la gravedad de esta problemática.
La explotación intensiva de los recursos naturales y el desarrollo de grandes concentraciones
industriales y urbanas en determinadas zonas son fenómenos que, por incontrolados, han dado lugar
a la saturación de la capacidad asimiladora y regeneradora de la naturaleza y pueden llevar a
perturbaciones irreversibles del equilibrio ecológico general, cuyas consecuencias a largo plazo no
son fáciles de prever.
Esta problemática tiene dos claras aristas de análisis. La primera de ellas está vinculada a las
dificultades que provocan en la salud pública, lo que obliga a los diferentes países a previsionar más
fondos del presupuesto público para contrarrestar sus efectos nocivos; en segundo lugar, supone
distintos grados de ineficiencia que provocan intercambios involuntarios de costos y beneficios
entre los diferentes agentes económicos. En ambos casos se percibe claramente la función
reguladora que debe tener un Estado.
Sin dudas que no es simple encontrar una perfecta reglamentación de estas actividades a través
de una legislación adecuada, sea por inexperiencia, impericia, desconocimiento de la problemática
o, lo que es más grave aún, por las presiones de los grandes grupos económicos. Lo importante es ir
marcando un camino y tratar de ajustar y mejorar la normativa a lo largo de él. Por ello es tan
importante el rol que tiene el Derecho para garantizar un adecuado funcionamiento de los mercados,
problemática esta que se estudia en la actualidad a través del “Análisis Económico del Derecho”.
El Análisis Económico del Derecho es una corriente que aplica métodos propios de la
Economía para el razonamiento jurídico, y está incluido casi en su totalidad en el ámbito de la
microeconomía.
El Análisis Económico del Derecho tiene dos enfoques, uno positivo y otro normativo; el
primero busca explicar el efecto de las normas jurídicas sobre los distintos mercados, y en
determinadas circunstancias puede llegar a generar teorías que intenten encontrar causas
económicas a la adopción de ciertas normas por parte de las distintas sociedades; por su parte, el
análisis normativo sirve para brindar prescripciones respecto de cuáles normas jurídicas serían las
más adecuadas en una situación o en otra, y según cuál sea el objetivo económico y político
buscado por los legisladores.
Según esta mirada, se puede predecir cuáles son las leyes que deberían promulgarse para lograr
una sociedad más eficiente, justa y sana. Por ejemplo, un Análisis Económico del Derecho llevado a
cabo con seriedad, podría llegar a establecer a través del mismísimo análisis económico clásico el
efecto que tienen y tendrán las normas jurídicas establecidas o por establecer.
Sin quitar valor a esta herramienta, también hay que decir que algunos autores entienden que el
Análisis Económico del Derecho puede ser útil para decidir sobre conflictos jurídicos particulares,
aunque entienden que los principios del antiguo derecho romano y del common law inglés (derecho
anglosajón) parecen ser más valiosos para determinar cuál de las partes es culpable en un conflicto
determinado. Según esta segunda mirada, el Análisis Económico del Derecho aparece como más
útil y objetivo para determinar el monto de las penalidades que para determinar cuál de las partes
tiene la razón en la disputa. Pero aun en estos casos, los costos también pueden llegar a ser
subjetivos, de manera que la utilidad para determinar los montos de las penas también se pueden ver
distorsionados por esta circunstancia, a no ser que la pena esté establecida previamente en un
contrato.
En definitiva, el Análisis Económico del Derecho quizá pueda en algunos casos ser una
convención razonable para determinar los montos de las penas sin caer en la subjetividad de la que
en muchos casos son presos los jueces.
Ahora bien, ¿el Estado debe intervenir en todos los casos? Sobre este tema han trabajado
mucho algunos economistas que han fundado una nueva corriente del pensamiento llamada el Neo
Institucionalismo. Dentro de él nos encontramos con dos brillantes aportes, los del inglés Ronald
Coase y del norteamericano Douglass North. Antes de entrar de lleno a un comentario sobre sus
revolucionarias ideas que dieron énfasis al Análisis Económico del Derecho, es interesante aclarar
algunos conceptos para no caer en confusiones semánticas.
En la mayoría de las teorías políticas y económicas, las instituciones en general, sean el
parlamento, la iglesia, los partidos políticos, los sindicatos, y hasta el propio Estado, han tenido un
rol preponderante, y por ende han sido objeto de análisis y de críticas. Ello aparece como lógico, ya
que es sobre las instituciones vigentes donde se asienta en general el sistema político y económico,
y particularmente las conductas, las reglas, los códigos y los procesos de socialización y
participación que son impuestos de diferentes maneras en cada sociedad organizada.
A través del neo institucionalismo se produce un relanzamiento del concepto de “instituciones”,
campo que no es exclusivo de la Ciencia Política, sino también de otras ramas del conocimiento, ya
que la trascendencia del tema amerita un estudio interdisciplinario en el cual la Economía también
tiene mucho para aportar. Sin dudas que poner nuevamente en escena a las instituciones como
generadoras de conductas, ha producido un renacimiento de todas las ciencias que desean encontrar
nuevas respuestas a los interrogantes actuales.
Según el pensamiento de Peter Berger, “las instituciones proporcionan maneras de actuar por
medio de las cuales es modelada y obligada a marchar la conducta humana, en canales que la
sociedad considera más conveniente”14 , es decir que parte de la premisa que las instituciones tienen
un papel central en la estabilidad y la certeza de la interacción social, y por ende se abre un espacio
analítico muy rico y capaz de vincular motivaciones y conductas individuales con macro estructuras
sociales, políticas y económicas.
Ahora bien, el neo institucionalismo económico, dentro de lo que más nos interesa destacar en
este libro, parte de la premisa de concebir a las instituciones “como un conjunto de reglas que son
obedecidas debido a la amenaza de una posible sanción. De manera que de esta posición
asumiríamos que los individuos se desempeñan como seres racionales capaces de calcular si el
beneficio de no obedecer las reglas es mayor o menor que la sanción, o, cuál es la probabilidad -en
caso de romper una regla- de ser descubiertos y sancionados”15 .
En esta misma línea, la estabilidad dependerá del apego a un conjunto de reglas que norman la
actividad económica, o sea que las instituciones no serían otra cosa que los grandes marcos y
referencias a través de los cuales se desarrollan la producción, las preferencias, los consumos, y por
medio de las cuales se alcanzan las satisfacciones en función a los intereses de las partes.
En resumen, todos los neo institucionalistas coinciden en el hecho de que tanto en la actividad
productiva como en la distribución, son determinantes los factores que le dan operatividad al
mercado. Es decir que en la realidad económica de los diferentes mercados, en donde participan
gobiernos, empresas, consumidores, etc., son tan importantes el desarrollo tecnológico como los
costes de transacción, y sólo a través de ambos es que se pueden explicar los resultados
económicos. Justamente sobre estos temas se explayaron Ronald Harry Coase y Douglass North.
El economista británico y profesor de la Universidad de Chicago, Ronald Coase16 , nació en
1910 y tuvo un origen muy humilde, pero su inteligencia y esfuerzo le permitieron destacarse
rápidamente y hoy es considerado como el fundador de este enfoque neo institucionalista,
particularmente del Análisis Económico del Derecho y de la Nueva Economía Institucional.
Coase, es famoso por el teorema que lleva su nombre, a través del cual logró clarificar
admirablemente los significados que tienen para la estructura institucional y el funcionamiento de la
economía, tanto los costes de transacción (los costes de transferir derechos de propiedad o los costes
de establecer y mantener los derechos de propiedad) como los costes que implican los derechos de
propiedad (libertad de elegir o capacidad de adoptar una decisión referente a un bien o servicio).
Para comprender el teorema elaborado por Coase, se hace indispensable repasar el concepto de
externalidad expuesto anteriormente, a lo que el autor llama efectos externos, es decir aquellos
beneficios o perjuicios que sufren los agentes económicos como consecuencia de la producción o
consumo de otro agentes económicos. Esto significa que las externalidades pueden ser negativas o
positivas. Por ejemplo, si hablamos de una fábrica que emana gases tóxicos la externalidad es
negativa, en cambio si nos referimos a la campaña de vacunación que lleva adelante una empresa
para garantizar la salud de los empleados y sus familias, la externalidad es positiva. Para mejorar
algunas tendencias negativas o para fortalecer las positivas propias de la actividad económica, en
principio podríamos decir que haría falta la intervención del Estado, por ejemplo a través de un
fuerte impuesto que desincentive las actividades negativas o por medio de un subsidio que
fortalezcan las externalidades positivas.
En realidad, Coase critica la idea del impuesto por dos razones; la primera es que el impuesto
no va directamente como una compensación al damnificado, sino a rentas generales donde se
mezcla con otros ingresos, y por ende se dispersa y diluye; la segunda, porque no siempre es
deseable eliminar toda externalidad negativa, ya que es posible que lo que se gane con la
eliminación de la misma sea mucho menor de lo que se pierda por la supresión de la actividad
productiva que genera la externalidad; es decir que la intervención usualmente puede llevar a altos
costes para una sociedad, incluso mayores que el beneficio buscado. Por ello, para Coase, la
intervención estatal no siempre es necesaria, y a veces se debe permitir la externalidad negativa,
intentando llegar al óptimo social mediante la negociación entre los involucrados, siempre y cuando
los costes de transacción sean menores de lo que se persigue con el intercambio. Sólo si el beneficio
que se pudiera obtener eliminando la externalidad fuera mayor que el daño que se produce al
eliminar la actividad generadora de la misma, tiene sentido la intervención, aunque en tal caso es
mejor llegar a ese óptimo también mediante la negociación. Pero para que ello sea efectivo, esa
negociación sólo será viable con costes de transacción o de negociación nulo, y con los derechos de
propiedad claramente establecidos de modo que puedan defenderse esos derechos en última
instancia en los tribunales.
Dada la complejidad del problema, podemos dar un ejemplo para intentar clarificar el
pensamiento de Coase; imaginemos dos agentes económicos, “A” y “B”, y uno de ellos le genera
daños al otro. Si “A” causa la externalidad negativa y dicha responsabilidad es establecida por los
tribunales, “A” puede compensar a “B” de tal modo que lo que pierda “B” por seguir llevándose a
cabo la actividad generadora de la externalidad o por los gastos que le ocasione protegerse de la
misma, sea menor que lo que gana como consecuencia de la compensación por parte de “A”; por
otro lado, el pago que realiza “A” debería ser inferior a la pérdida que podría tener si tuviera que
cesar su actividad o trasladarse a otro lugar para efectuarla. Aquí se ve la importancia que tiene para
Coase la negociación; de todas maneras reconoce que en determinadas circunstancias, cuando los
costes de transacción son extremadamente altos, puede tener sentido la implantación de estatutos o
normas por parte del Estado, protegiendo a través de ellos a la sociedad de actividades que para
algunas personas pueden llegar a ser muy molestas, y fundamentalmente porque se interpretan en
base a un beneficio público
También hay que destacar el valioso aporte que hace día a día el economista norteamericano
Douglass Cecil North17 a esta corriente del neo institucionalismo.
North trabajó seriamente en la construcción de un andamiaje analítico capaz de incrementar la
comprensión de la evolución histórica de la economía, resaltando el valor de las instituciones para
minimizar las fricciones propias de la interacción económica y social, expresando que la
problemática recurrente de los países pobres son los elevados costos de transacción, que son
producto de reglas de juego inadecuadas; además, puso en duda los postulados de la teoría
neoclásica, no para invalidarla, sino para complementarla y ampliarla.
A través de la Nueva Economía Institucional, lo que pretende North es dejar atrás uno de los
principales supuestos de la teoría neoclásica, conocido como la racionalidad instrumental, según el
cual la capacidad de asimilación de los responsables de tomar decisiones es ilimitado porque
perciben al mundo y a sus relaciones tal como son y, por ende, “las instituciones son innecesarias,
las ideas y la ideología no importan, y la existencia de mercados eficientes, tanto económicos como
políticos, caracteriza las economías”18 . Según los neoclásicos esto sería así porque la estructura
competitiva de los mercados eficientes conduciría a las diferentes partes de un conflicto a llegar, sin
costo alguno, a la solución que maximiza el ingreso nacional. De hecho North no coincide con este
postulado clásico y pretende reemplazarlo; piensa que los agentes económicos tienen información
incompleta y toman decisiones en base a modelos mentales que van cambiando a través de los
procesos de aprendizajes propios del ser humano, lo que deriva en que sus resultados en la mayoría
de los casos no se corresponden con las expectativas iniciales. Para decirlo de otra manera, North
pone sobre el tapete los límites que tiene la realidad maximizadora neo clásica, debido a que a su
juicio la pertenencia de los individuos a organizaciones hace que operen una serie de variables que
tienen una gran influencia en su comportamiento. Por eso aparecen los costos de transacción, que
son los que constituyen la base para la formación de las instituciones; estas últimas no son otra cosa
que “las reglas de juego de una sociedad”.
Las instituciones se componen de reglas formales, como las leyes y regulaciones, y de
restricciones informales, como las normas de comportamiento y los códigos de conducta auto
impuestos; las primeras se pueden cambiar de la noche a la mañana a través de modificaciones en la
legislación, mientras que las segundas requieren un proceso más gradual y que en muchos casos
requiere un gran esfuerzo que permita transformar pautas culturales muy arraigadas.
North toma como fundamento básico para analizar el desempeño y desarrollo de una economía,
la evolución de sus instituciones en el ámbito temporal, que en definitiva es lo que da sustento a la
toma de decisiones que generalmente los individuos realizan día a día bajo una tremenda
incertidumbre de mercado; esta dinámica de la economía repleta de costos de transacción, le resta
eficiencia al sistema en su conjunto. Pero para él, también la ideología tiene un rol central en el
análisis, ya que algunas de ellas permiten mayor certidumbre y, en ese campo, tratando de dilucidar
las razones, es que se ha ocupado durante los últimos diez años en desarrollar nuevos modelos de
análisis en los que la ideología tiene un rol central.
North también sostiene que nadie refutó el planteo realizado por el escocés Adam Smith
(1723-1790) en la Riqueza de las naciones, cuando expresó que el crecimiento era sólo
consecuencia de la especialización y la división del trabajo, lo que suponía que los costos de
transacción eran igual a cero, cosa que Douglass obviamente no comparte y, lo que según él, se
puede verificar fácilmente en la economía de los Estados Unidos, que a pesar de ser un país
desarrollado, su sector de las transacciones constituye más del 50% de su Producto Bruto. Pone
como ejemplo que cuando se venden naranjas se “lo hace por kilos o por cantidad; uno no vende
naranjas por la cantidad de jugo o por el gusto, o por la cantidad de vitamina C, o por lo que sea.
Y la naranja es una cosa muy sencilla; piensen en los distintos aspectos que están involucradas
cuando uno vende un automóvil o un equipo moderno. Tienen muchas dimensiones y no los
vendemos de acuerdo a ellas”; agrega que “si fuese fácil y barato medir todas esas dimensiones,
esto es lo que se aproximaría al modelo neoclásico de poner un precio; pero si tenemos que tomar
dimensiones múltiples, tenemos un dilema mucho más importante con respecto a cómo definir los
derechos de propiedad y su intercambio… si es difícil medir atributos de los bienes y servicios que
intercambiamos, es mucho más difícil medir el rendimiento de los agentes”19 ; con la expresión
agentes, imaginamos que se refiere a los trabajadores.
A juicio de North, cuando el intercambio es personal el costo de transacción es mínimo, porque
si alguien vende un cajón de naranjas en mal estado, quien recibe el producto no le compra más a
ese comerciante y allí termina el problema. Pero cuando se trata de intercambios no personales la
situación es muy distinta, porque los contratos tienen que estar definidos cuidadosamente, y el costo
de ponerlos en vigencia sube significativamente porque hay que vigilar conductas de las partes. Por
ello es tan importante el rol del Estado como institución, ya que si éste genera condiciones y
legislaciones adecuadas, actúa como un tercero imparcial, lo que reduce sustancialmente los costos
de transacción, y garantiza una mayor eficiencia.
Al analizar el papel del Estado desde el punto de vista del Institucionalismo, el objetivo será
determinar la eficiencia de las reglas de juego que ha creado; la consideración habitual es que las
reglas creadas por el Estado deben buscar la eficiencia productiva o eficiencia asignativa, que se
puede medir por la cantidad de producto que se obtiene según la asignación de recursos que se haya
afectado a esa actividad. Con este criterio, el Estado debe crear instituciones que fomenten,
impulsen y expandan la producción de la forma más eficaz; “las instituciones se crean para reducir
la incertidumbre en el intercambio humano. En conjunto con la tecnología empleada, éstas
determinan los costos de transacción y de producción”20 .
En definitiva, y sin ahondar más, lo económico y lo jurídico convergen permanentemente en
pos de evitar, o al menos minimizar las externalidades de la economía, intentando alcanzar el
desarrollo y mejorar la vida de los seres humanos. Por ello, la actividad económica, además de estar
vinculada a la política, mantiene una estrecha relación con la estructura jurídica de los Estados.
Economía y derecho

Los hechos económicos, políticos y jurídicos son producto de una misma realidad, pues nacen
y se desarrollan dentro del mismo ámbito social. Son estructuras fenomenológicas diferentes, pero
se complementan y operan en función de su interdependencia. Esta combinación surge debido a que
la ley jurídica sitúa al agente económico individual, a la empresa y el Estado, definiendo sus
derechos y obligaciones. La libertad de organización y de competencia de las empresas, así como la
libertad de opción de la actividad económica que desarrolla cada uno de los individuos partícipe de
una sociedad, deben estar permanentemente ajustadas a las normas jurídicas, en tal forman que se
concilien los intereses y las responsabilidades de cada uno; es imposible pensar en un orden
económico que no esté regulado por el derecho; su misión principal será regular las acciones de los
agentes económicos individuales y especificar las soluciones ante los potenciales conflictos de
interés. Un ejemplo de esta problemática es la disyuntiva permanente entre el empresario, que se
preocupa por el valor de cambio de los bienes y servicios que produce a los efectos de maximizar
sus ganancias, y el consumidor que está interesado por el valor de uso de los mismos para satisfacer
sus necesidades materiales y espirituales.
Con la aparición del liberalismo y las ideas de Adam Smith en el siglo XVIII se fue generando
una tendencia a desregular la actividad económica, pues se consideraba que había que generar las
condiciones más amplias posibles para que el hombre buscara su propio bienestar, ya que una mano
invisible transformaría esa actitud individualista en un beneficio para toda la comunidad. Con el
correr de los años y con la desaparición del pensamiento liberal ortodoxo, que sugería la mínima
regulación posible por parte del Estado, se comenzó a ampliar la producción legislativa referida a
las actividades económicas.
En las últimas décadas se ha podido observar cómo los fenómenos económicos han influido de
manera significativa en el campo social y político de los diferentes países, razón por la cual el
derecho no ha podido sustraerse de la problemática, debiendo receptar y canalizar las inquietudes.
El fenómeno económico se presenta como una fuerza disgregadora, ya que siendo la economía la
ciencia de la escasez surge la intención de los distintos agentes de apropiarse de los limitados
recursos, generando factores de choque, de desorden y de confrontación de intereses; la función del
derecho es establecer una legislación que privilegie los intereses comunitarios y que establezca un
marco de convivencia, pero sin acotar la creatividad del ser humano que es en definitiva lo que
permite que el mundo progrese. Así van apareciendo institutos jurídicos fuertemente impregnados
de aspectos económicos, como por ejemplo los contratos de locación y de cambio que requieren la
intervención de la autoridad constituida a fin de compatibilizar las libertades individuales.

Economía positiva y economía normativa

La economía tiene dos campos bien diferenciados, el positivo y el normativo. La economía


positiva se ocupa de la descripción de los hechos tal como se presentan, y analiza los posibles
efectos que tienen o tendrán en el futuro sobre los mercados. Podríamos definirla como un cuerpo
de conceptos sistematizados y preocupados por la economía tal como aparece en la realidad fáctica,
es decir lo que es. Se interesa en los acontecimientos económicos que se van produciendo, y
formula teorías para explicarlos. Sigue principios científicos y diseña pruebas objetivas para
comprobar las hipótesis. Algunos temas para la economía positiva serían analizar la repercusión de
un aumento en el IVA sobre las ventas y el nivel de empleo, estudiar la incidencia de una baja
arancelaria en el producto bruto, estimar los niveles de producción de soja ante la caída de precios
internacionales, etcétera.
Además, podríamos decir también que el campo positivo comprende dos elementos que tienen
una íntima relación, la economía descriptiva y la teoría económica; la descriptiva es la encargada de
la observación, de la recopilación de datos y de la descripción y clasificación de los hechos,
mientras que la teoría económica ordena en forma lógica los sistemas de datos proporcionados por
la economía descriptiva e identifica los grados de dependencia entre un determinado fenómeno y su
relación con otros. En cierta medida, la teoría económica consiste en la formulación de principios,
leyes y modelos que explican la naturaleza de un sistema económico determinado.
En cambio, la economía normativa se refiere al deber ser, por lo que incluye juicios de valor
imposibles de someter a la rigurosidad del análisis científico. Sus preocupaciones son cómo debería
estar distribuido el ingreso, cuál sería la carga impositiva más justa, a cuánto deberían acceder los
gastos en defensa, etcétera. Algunos economistas reconocidos como Lionel Robbins21 sugieren que
todas las cuestiones referidas al deber ser se reserven para la filosofía moral, limitando la economía
a los estudios positivos.
David Hume22 fue el primero que se destacó con la propuesta de separar el campo del “ser” y
el “deber ser”. Muy pronto, la “regla de Hume”, que suponía la prohibición de discurrir del “ser” al
“deber ser”, se convirtió en un punto de referencia sobre hasta que punto podía y debía llegar un
economista en sus afirmaciones. Lo cierto es que fue permanentemente transgredida por la gran
mayoría de los economistas, quienes incorporaron muchos de sus propios valores en sus teorías.
Parece algo difícil de evitar, ya que la cuestión más importante sobre la que se basa la discusión
entre lo normativo y lo positivo está muy vinculada a los fines y a los medios, con lo cual
podríamos asegurar que este debate no se cerrará jamás. La visión de Cuadrado Roura23 sobre este
tema, surge como una posición intermedia y razonable, y que en buena medida comparto, cuando
sostiene que “la economía aparece como una ciencia con una doble vertiente. Por una parte es
inevitable que el propio análisis se vea impregnado de juicios en alguna medida, y, por otra, es
necesario que la política cuente con una sólida base analítica construida seriamente. A partir de
esta última, pero adoptando un enfoque teleológico, el economista debe poder construir
recomendaciones operativas, explicitando los valores pero sin que ello signifique apartarse de la
economía en cuanto ciencia empírica”.
Quizás uno de los problemas más grave sea poder determinar ¿qué es lo justo?, y como la
respuesta a esta pregunta admite diferentes respuestas desde los distintos sectores ideológicos, los
economistas no se han puesto de acuerdo. Ni siquiera han logrado consensuar cuáles son las
prioridades de una sociedad, y en estas condiciones la investigación se ve limitada en cuanto a sus
efectos, y jamás podrá resolver por sí sola las discrepancias que plantea la economía normativa.

Microeconomía y macroeconomía

A la economía podemos dividirla en dos partes, que si bien pueden ser estudiadas de manera
independiente porque se ocupan de aspectos diferentes, están fuertemente interrelacionadas. Ellas
son la microeconomía y la macroeconomía. La microeconomía estudia la conducta de los agentes
económicos individuales, centrando su análisis en la manera en que se desenvuelve cada precio,
cada cantidad. Se ocupa particularmente de los tres roles básicos, el de las empresas, los
trabajadores y los consumidores, intentado interpretar cómo los agentes toman decisiones tratando
de maximizar su satisfacción con los recursos que disponen; la microeconomía es sumamente útil
para la interpretación de los comportamientos individuales e interindividuales, ya sea de personas
físicas o jurídicas. Temas para la microeconomía serían por ejemplo analizar la evolución histórica
del precio del sorgo, interpretar las razones del precio relativo de un producto en relación a otro
sustituto, o estudiar las particularidades del mercado de automotores de Córdoba capital.
Por su parte, la macroeconomía está interesada en el comportamiento de la economía como un
todo, y analiza los fenómenos desde un punto de vista global. Estudia el comportamiento de
variables económicas agregadas, es decir, aquellas variables que se forman con otras variables; a
través de la macroeconomía se examinan los comportamientos de manera colectiva y por lo tanto,
asociados a individuos agrupados sobre la base de características similares. Algunos de sus temas
son la renta nacional, el presupuesto del sector público, la tasa de empleo y el nivel de precios de
una nación.
El análisis macroeconómico se desarrolló fuertemente luego de la aparición de la obra de John
Maynard Keynes (1883-1946) The general theory of employment, interest and money (conocida
comúnmente como Teoría General), ya que nació como un modo de solucionar los problemas
macroeconómicos que no pudieron ser resueltos por la economía clásica.
Para estudiar la economía, tanto la micro como la macro, se utilizan modelos, que son sistemas
compuestos por un conjunto de conceptos y de relaciones que proporcionan resultados provisorios,
y que al ser comparados con la realidad, se reformulan de otra manera tratando de perfeccionarlos.
El poder de un modelo se deriva de la supresión de los detalles irrelevantes, lo que permite al
economista detenerse en los aspectos esenciales que le permitan entender de mejor manera la
realidad sujeta al análisis. En base a los modelos, se conforman las teorías económicas, que
constituyen un intento de generalizar una colección de datos reunidos por el investigador con el
propósito de explicar la realidad que estudia. Los modelos se clasifican de acuerdo a diferentes
criterios: a) según el “nivel de agregación” en agregados (PBI) o desagregados (sectoriales). b)
según el criterio de dimensión temporal, en estáticos y dinámicos (corto o largo plazo). c) según el
encuadre doctrinal en clásicos o keynesianos. d) según el criterio de alcance, en descriptivos,
predictivos y de decisión (este último puede ser coyuntural, de crecimiento o de desarrollo).
Todos los modelos requieren la utilización de “variables”, que constituyen medidas
representativas de alguna magnitud económica cuyos valores son cambiantes (PBI, salarios, tasa de
interés, exportaciones). Estas variables se presentan generalmente de a pares, ya que constituyen
duplas antitéticas. Por ejemplo nominales (precios vigentes al momento de la medición) o reales
(eliminada la influencia de la inflación), endógenas (quedan determinadas dentro del modelo, como
por ejemplo el punto de equilibrio en un modelo keynesiano) o exógenas (son determinadas fuera
del modelo, por caso la cuantía del gasto público), y flujo (fenómenos que se pueden representar a
través de una corriente y demandan el uso de una unidad temporal, como la cantidad de bienes que
fluyen del sector empresas al mercado durante el último trimestre de 2013) o stock (dato acopiado a
una fecha determinada, como por ejemplo la Circulación Monetaria al 31/12/2013).
Por una razón metodológica y de comprensión e interpretación de los grandes fenómenos de la
economía, primero nos dedicaremos a lo micro, para luego, con el manejo de los conceptos básicos,
adentrarnos en lo macro; de esta manera iremos construyendo nuestro pensamiento económico
sobre cimientos fuertes.
Tanto la microeconomía como la macroeconomía se pueden clasificar en estática y dinámica; la
estática compara dos o más posiciones de equilibrio sin interesarle las variaciones inter temporales
de las variables en juego; por su parte, la dinámica analiza los procesos de cambio y analiza las
modificaciones de las variables a lo largo del tiempo.
Por último, es de destacar que la división entre micro y macroeconomía se lleva a cabo por una
cuestión metodológica de interpretación de los fenómenos, ya que ambas convergen y forman parte
de la economía moderna. Si bien inicialmente se estudiaban por separado, hoy por hoy los
instrumentos de ambas trabajan en conjunto para una comprensión completa de los hechos
económicos.
Los problemas económicos de toda sociedad

La división del trabajo y el intercambio

Cuando uno se pregunta sobre la razón de ser de la economía, concluye en que el fundamento
de su existencia se apoya en las dificultades que tiene el ser humano para acceder de manera
suficiente a los bienes y servicios que le permitan satisfacer sus necesidades. De allí lo de “ciencia
de la escasez”, ya que si las personas pudiéramos producir y disponer de cantidades infinitas de
bienes y servicios se perdería la noción de precio, ya que no tendría sentido en tanto y en cuanto
todos serían libres y gratuitos.
Como esto constituye una utopía, la economía se hace tres preguntas básicas:
a) ¿Qué y cuánto producir? se refiere a la adopción de opciones lógicas que satisfagan
plenamente las necesidades y los deseos de la colectividad.
b) ¿Cómo producir? supone una eficiente combinación de los factores de la producción a los
efectos de alcanzar eficiencia productiva.
c) ¿Para quién producir? se da respuesta a cómo se distribuirá lo obtenido entre la
comunidad.
Es decir que no sólo se debe optar por cuáles son los bienes a producir, sino también la
tecnología a utilizar (eficiencia productiva) y la forma en que será repartida la producción total
obtenida (eficiencia distributiva). En la respuesta que cada Estado les da a estos interrogantes se
pueden determinar las características y los objetivos de su sistema económico, ya que con el solo
hecho de seleccionar la producción de algunos bienes y servicios determinados, se está relegando la
posibilidad de producir otros, por lo que cada sociedad va optando permanentemente por el menú
que estima más conveniente para ese tiempo y esa situación.
Ahora bien, la economía comienza a tener un gran auge y desarrollo cuando aparecen las ideas
de división del trabajo y de intercambio. En la economía primitiva de entidades productoras
autosuficientes, la retribución de los productores estaba constituida por el producto mismo, es decir
por el bien que el individuo elaboraba para su propia subsistencia y bienestar. En la antigüedad el
hombre pescaba y cazaba para alimentarse, construía su propia vivienda, sembraba y cosechaba,
recortaba pieles para cubrirse, cuidaba los rebaños de los cuales obtenía la leche y la carne para
sustento propio y de su familia. Por esto no existía problema alguno de distribución entre quienes
llevaban adelante la tarea productiva. Cuando el hombre percibe que dividiendo el trabajo entre los
miembros de una comunidad lograría una mayor productividad aparece un tema clave para la
economía moderna: el problema distributivo. Este aspecto referido a la justicia o injusticia en la
distribución de los beneficios obtenidos entre quienes participan del proceso productivo, se fue
agudizando a lo largo del tiempo, y fue el basamento ideológico de teorías reivindicativas, muchas
de ellas violentas, que generaron disputas políticas que costaron la vida de muchos seres humanos.
De todas maneras la división del trabajo permitió importantes progresos, ya que una persona o
una comunidad no necesitan producir todo lo que consume, puesto que los bienes pueden obtenerse
por medio del intercambio interno o internacional. Esta especialización no sólo incrementa la
cantidad de oferta por medio del aprovechamiento de los rendimientos crecientes de escala, sino
que permite una variedad de bienes disponibles como consecuencia de la competencia.
El escocés Adam Smith (1723-1790), considerado uno de los padres del liberalismo
económico, en su libro ”La riqueza de las naciones” (1776) reconoce la importancia de estos
aspectos cuando plantea su famoso ejemplo de los alfileres24 : “un obrero que no haya sido
adiestrado en esa clase de tareas y que no esté acostumbrado a manejar la maquinaria que en ella
se utilice, por más que trabaje apenas podría hacer un alfiler por vez, y desde luego no podría
hacer más de veinte. Pero dada la manera como se maneja hoy la fabricación de alfileres, no sólo
la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, la
mayoría de los cuales constituyen otros tantos oficios distintos. Un obrero estirará el alambre, otro
lo endereza, un tercero va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero
está ocupado en limar la punta donde se va a colocar la cabeza. A su vez, la confección de la
cabeza requiere dos o tres operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los
alfileres, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos en el papel”. En este análisis Smith termina
contabilizando 18 operaciones diferentes, estimando que en esas condiciones de división del trabajo
el producto por trabajador será de 4.800 alfileres diarios, mientras que trabajando solo no superaría
los 20; se ven claramente los beneficios.
Una segunda etapa será la del reparto del producto o su equivalente en dinero entre quienes
hayan contribuido a su concreción, y es aquí donde se dan los problemas más graves referidos a la
disputa entre los miembros de los sectores de la producción para obtener una mayor porción de la
torta de ingresos. A este tema le dedicaremos más adelante un análisis detallado.
También el inglés David Ricardo (1772-1823) será promotor de la División Internacional del
Trabajo a través de la “teoría de los costos comparados”, en la que concluye que cada país debe
dedicarse a producir aquellos bienes para los cuales es más apto y tiene ventajas comparativas. Esta
teoría pretende ser la génesis del comercio internacional, y nos ocuparemos de ella más adelante.

Necesidades, bienes y servicios

Todos los seres humanos experimentan carencias a lo largo de la vida vinculadas a su


conservación y desarrollo, y éstas son de distinta índole. Dentro de estas carencias, están las
económicas, y es justamente la existencia de estas necesidades lo que se constituye como el motor
de toda la actividad productiva, pues significa el deseo del hombre de satisfacer la mayor parte de
ellas y de la mejor manera posible.
Los observadores del profundo cambio tecnológico y científico de las últimas décadas podrían
llegar a pensar que la milenaria ley de la escasez ha sido superada por el asombroso aumento de la
productividad de las empresas. Pero esto no es tan así. En primer lugar porque la gran mayoría de
las necesidades son recurrentes, es decir que vuelven a aparecer después de un período, y su
satisfacción implica una tarea productiva permanente. Y en segundo lugar porque la población de
los países más pobres, que durante las tres cuartas partes del siglo XX se había conformado con
vivir en una economía de subsistencia, hoy requiere prestaciones en mayor cantidad y calidad. Por
otra parte, el enorme desarrollo de los medios de comunicación y el progreso en la calidad y
eficacia de las pautas publicitarias ha llevado a la aparición de nuevas necesidades que antes no
existían, ya que se va generando una insatisfacción material crónica que transforma a las personas
en virtuales esclavos de la sociedad de consumo. Esta epidemia moderna ha llevado a que algunos
bienes que antes eran superfluos hoy aparecen como imprescindibles y, si a este hecho le sumamos
la falta de voluntad del ser humano para renunciar al bienestar material ya alcanzado, empezaremos
a entender las dificultades que adicionalmente enfrenta hoy por hoy la economía.
Otra de las características de las necesidades es que son en cuanto a su número ilimitadas, y
resulta imposible satisfacerlas a todas, ya sea por falta de recursos o de tiempo. También son
sustituibles, porque al ser ilimitadas e imposible de satisfacerlas a todas se debe optar entre saciar
algunas y resignar otras, interdependientes, ya que al satisfacer unas se generan de manera
inmediata otras, y concurrentes, porque dos o más necesidades concurren simultáneamente para
satisfacer una misma carencia (la necesidad de manejar un automotor hace a la necesidad de tener
un vehículo y el combustible para ponerlo en marcha).
Ahora bien, las necesidades materiales y espirituales del hombre, que parecen interminables, se
van saciando a través de los bienes y servicios. Como ellos son escasos, su uso debe ser racional y
su administración lo más eficiente posible. De la relación entre el número de necesidades que tiene
una sociedad y la cantidad de bienes y servicios de que dispone para su satisfacción dependerá la
intensidad del problema económico. Por eso los países mejor dotados de recursos enfrentan
menores dificultades que aquellos que no han sido favorecidos por la naturaleza.
Los bienes se clasifican en:

A. Bienes libres y bienes económicos

Los bienes libres son aquellos cuya existencia es mayor que la cantidad demandada aun si su
precio es cero. Esta definición que parece compleja en cuanto a su expresión, implica que en la
práctica su oferta es infinita, no requiere un proceso productivo, no necesita racionarse y por todo
ello no tiene un precio. Ejemplo de bienes libres son el aire y la luz solar. La economía, al ser la
ciencia de la escasez, no se ocupa de este tipo de bienes, no porque sean menos importantes (al
contrario, son indispensables para la vida), sino porque hay oferta excedente. Como ya dijimos
anteriormente si todos los bienes fueran libres no tendría sentido el estudio de esta materia.
Por su parte, los bienes económicos presentan una existencia menor a la cantidad que
demandaría la sociedad en su conjunto si su precio fuera cero, es decir que son escasos y admiten
ser valuados en términos monetarios. Justamente por ello es que tienen un precio, cuya cuantía
dependerá de la cantidad disponible de cada uno de ellos y la relación con las necesidades de su
consumo; a menor oferta mayor precio, a mayor oferta menor precio; a mayor demanda mayor
precio, a menor demanda menor precio. Bienes económicos son los alimentos, los automóviles, los
diamantes, el trigo, la leche, la ropa, etc.

B. Bienes complementarios y bienes competitivos

Los bienes complementarios son aquellos que satisfacen en conjunto una misma necesidad (un
lápiz y un papel frente el deseo de escribir) o que se fusionan para lograr un nuevo bien (tela, hilo y
botones para producir una camisa; madera, fórmica y tornillos para construir una mesa); en este
último caso también se los denomina insumos. El aumento en la demanda de un bien determinado
estimula inmediatamente la demanda de sus bienes complementarios (la demanda de ladrillos
influye sobre la demanda de cal, cemento y arena); por el contrario, la caída en la demanda de un
bien, producido quizá por el aumento de su precio, genera también la reducción de la demanda de
sus bienes complementarios, ya que si aumenta el precio de los autos, cae su demanda y también
disminuye la demanda del combustible que utiliza. Se consideran bienes complementarios
“perfectos” cuando dos de ellos deben ser usados de manera simultánea, y el ejemplo más común es
el del zapato derecho y el zapato izquierdo que se demandan en proporciones fijas, es decir uno y
uno. De todos modos hay que decir que, salvo el ejemplo de los zapatos, prácticamente no existen
en la realidad cotidiana bienes complementarios perfectos.
Por su parte, los bienes competitivos o sustitutos satisfacen de manera independiente una
misma necesidad, es decir que compiten entre ellos para ganar un lugar en la preferencia de los
consumidores (una gaseosa o un jugo para saciar la sed). En este caso, si aumenta el precio de un
bien, por ejemplo el automóvil, se incrementa la demanda de motocicletas.
En relación con esta última clasificación, es importante destacar que hay una polémica histórica
en el sentido de cómo se debería componer la estructura importadora de un país, y trataré de
explicarlo de una manera sencilla. Cuando hablamos de la estructura importadora nos estamos
refiriendo a las características que tienen los bienes que provienen del resto del mundo. Imaginemos
que el 90 % de los productos importados por un Estado son complementarios (indispensables para
alcanzar el bien final), y por cualquier circunstancia, por ejemplo un conflicto bélico, dejaran de
entrar al país. Seguramente se vería comprometido seriamente todo el proceso productivo, ya que
faltarían los bienes indispensables para alcanzar el producto final. Esto implicaría, por ejemplo, que
no se disponga de latas para envasar bebidas o que no se consigan las anilinas indispensables para
poder darles color a las prendas de vestir, provocando un virtual paro de la actividad económica. Si,
por el contrario, la estructura importadora estuviera compuesta en su gran mayoría por bienes
competitivos, por ejemplo camisas, perfumes y autos de alta gama, ante un conflicto que impida que
éstos entren al país no se produciría un impacto significativo, ya que sólo implicaría que los
habitantes de ese Estado deban conformarse con aquellos de origen nacional. Por esta razón se suele
expresar que un país que importa de otros un elevado porcentaje de bienes complementarios es
dependiente del resto del mundo.
Para minimizar esta sumisión, los países que hoy son considerados subdesarrollados o
emergentes, iniciaron a partir de la mitad del siglo XX, más precisamente al finalizar la Segunda
Guerra Mundial, un proceso de sustitución de importaciones (reemplazar los bienes importados por
otros similares producidos fronteras adentro). Esto significó incentivar a las empresas locales para
que comiencen a producir en el país bienes que se traían del resto del mundo, y algunos de los
mecanismos más utilizados fueron el establecimiento de precios mínimos, es decir una especie de
“seguro de precio” que les garantizaba a quienes invertían en esa actividad una rentabilidad segura
(este tema será tratado extensamente más adelante), o la implantación de un subsidio de fomento.
Podría aseverar que a pesar de que Argentina hizo un excelente negocio económico durante la
Segunda Guerra Mundial frente a la necesidad de Europa de conseguir alimentos, la falta de visión
de sus gobernantes la llevaron al error de no aprovechar las circunstancias favorables producidas
por las desgracias ajenas y modificar a tiempo su estructura productiva subdesarrollada y obsoleta.
Mientras que los países comprometidos en el conflicto dedicaban todo su esfuerzo a producir
armamentos, Argentina les vendía sus excedentes de alimentos a un precio elevado. Una vez
terminado el conflicto, los países europeos, a la sazón los principales demandantes de bienes
argentinos, comenzaron a fabricar productos de alto valor agregado, fundamentalmente
manufacturas, bienes de capital, y todo aquello vinculado a la industria tecnológica, los cuales eran
vendidos a los países del resto del mundo, entre ellos el nuestro, a precios muy altos, provocando un
serio deterioro en los términos de intercambio (era necesario exportar cada vez más unidades de
productos nacionales para comprar la misma cantidad de bienes importados). No conformes con
ello, los países centrales iniciaron paralelamente un proceso de sustitución de importaciones,
incentivando la producción de materias primas a través de apoyos fiscales y subsidios estatales.
Esto provocó en países como Argentina serias dificultades para conseguir mercados en el exterior,
con caídas de los precios internacionales y su consecuente influencia en el nivel de vida de sus
habitantes.

C. Bienes de consumo, intermedios y de capital

Los bienes de consumo son aquellos que están disponibles de manera inmediata para la
satisfacción directa de las necesidades, como pueden ser el pan, la leche o la ropa. Dentro de los
bienes de consumo podemos distinguir a aquellos de uso único, que no admiten más de un uso,
fundamentalmente los alimentos, y los de uso durable, que pueden ser utilizados en más de una
ocasión, como podrían ser los automóviles, los pantalones o las heladeras. Los bienes de consumo
de uso único suelen tener una demanda estable, ya que en su gran mayoría son artículos de primera
necesidad. Por el contrario, la demanda de aquellos de uso durable dependen de los ciclos
económicos, y en épocas de crisis los consumidores alargan al máximo su vida útil provocando una
caída de la demanda que hace que las empresas productoras incrementen sus stocks y se vean
obligadas a reducir la demanda de factores de la producción, particularmente trabajo.
Por su parte, la expresión bienes de capital o de producción hace referencia a aquellos que se
utilizan para la fabricación de otros bienes, y están constituidos fundamentalmente por maquinarias,
edificios y herramientas. La demanda de los bienes de capital es derivada de la demanda de bienes
de consumo, ya que si cae la demanda de bienes de consumo también caerá la producción, y la
renovación de maquinarias y equipos se realizará a un ritmo más lento (esto se relaciona con el
efecto acelerador que veremos más adelante). En algunos casos, la diferencia entre bienes de capital
y bienes de consumo depende más de uso que se haga de ellos que de sus características
particulares; un automóvil utilizado como taxi es un bien de capital, mientras que disfrutado para
paseos de una familia es un bien de consumo.
D. Bienes públicos, privados y mixtos

Los bienes públicos son aquellos que benefician a toda la comunidad a pesar de estar
dispuestos en algún lugar determinado, como por ejemplo el asfalto y las farolas para el alumbrado
público. La manutención de este tipo de bienes se solventa a través de los impuestos y las tasas que
paga la sociedad en su conjunto; no son susceptibles de ser comprados o vendidos en ningún
mercado ya que son bienes de uso “colectivo”, y su disfrute no es sólo para aquellos que aportan
parte de su ingreso para mantenerlo, pues no se puede excluir de su goce a quienes no lo hagan. Los
privados son bienes cuya utilidad es aprovechada sólo por quien los ha adquirido (un calefón, una
heladera). Son excluyentes, porque no incluye su goce a quienes no han pagado por los mismos;
además, su consumo por parte de una persona priva del consumo del mismo bien a otras personas;
si compramos y consumimos una barra de pan, implícitamente estamos impidiendo ese consumo a
otros.
Algunos bienes son llamados mixtos, ya que si bien son solventados por el Estado a través del
erario público van dirigidos a una parte de la población en particular. Un plan de vacunación a
grupos de riesgo apunta a satisfacer una necesidad privada, pero el hecho también es de utilidad
pública, ya que beneficia al resto de la población de un posible contagio; en este caso es una
externalidad positiva de la economía.

E. Bienes muebles (transables) y bienes inmuebles (no transables)

Los bienes muebles son aquellos que se pueden comerciar a nivel local, provincial, nacional o
internacional, como por ejemplo la soja o los zapatos. Por su parte los bienes inmuebles sólo pueden
consumirse o utilizarse en la economía en la que se producen, sea por los costos de transporte o por
las barreras artificiales establecidas por un Estado para evitar la entrada y/o salida de éstos a través
de impuestos o aranceles aduaneros. Ejemplos de bienes no transables son las casas (imposible su
traslado) o un bien que tiene prohibido su ingreso al país por alguna circunstancia determinada.

Servicios

Por su parte, los servicios son las prestaciones de carácter inmaterial que tienen por objeto
satisfacer una necesidad humana. Su aspecto más saliente es que, a diferencia de los bienes, se
producen y se consumen en el mismo momento. Cuando una persona realiza una consulta médica
surge una relación espontánea entre quien presta el servicio profesional y el paciente, y mientras el
especialista hace conocer su diagnóstico, el enfermo va recibiendo el servicio de salud de manera
simultánea. Otra característica es que no es posible almacenarlos, lo que significa en la práctica que
son “perecederos”; una butaca libre en un vuelo es pérdida para la empresa y no se puede recuperar.
Servicio disponible no aprovechado es servicio desperdiciado.
Hasta hace algunos años se dividía a los servicios en públicos y privados, según los prestara el
Estado o un particular. Hoy por hoy la realidad es bastante más compleja, ya que la mayoría de los
países han ido delegando en empresas privadas la prestación de servicios esenciales (gas, teléfono,
agua potable). Es decir que en la actualidad la idea de servicio público ya no pasa por quien lo
provee sino por quien lo recibe, por lo cual podríamos sostener que un servicio público es aquel que
satisface una necesidad pública, y un servicio privado sirve para satisfacer necesidades particulares.
También existen los servicios financieros, que se corresponden a una actividad comercial
particular, generalmente llevada adelante por bancos y financieras, que realizan intermediación
relacionada al ámbito de la generación de valor a través del dinero; pagan servicios financieros a los
ahorristas (tasa pasiva) y cobran un servicio financiero a los tomadores de fondos (tasa activa).
También se incluye en este sector a compañías de seguros generales, de vida, a administradoras de
jubilaciones y pensiones y a bolsas de comercio.

¿Qué es la producción?

La producción es un concepto que abarca todo el proceso, desde la transformación de uno o


más bienes existentes en la naturaleza con el fin de hacerlos aptos para la satisfacción de una
necesidad humana, hasta que llegan a manos de los consumidores. Producir no es crear, pues el
hombre no tiene semejante facultad. Supone un proceso dinámico que transforma bienes
preexistentes adaptándolos a los requerimientos de una comunidad, e implica agregar utilidad a un
bien o un servicio, lo que significa que es una fuente generadora de riquezas en una sociedad. El
concepto de producción es eminentemente cuantitativo, ya que hace referencia a la cantidad de
unidades generadas por el trabajo del ser humano en las empresas, es decir que es perfectamente
mensurable.
La actividad productiva se clasifica:
A. En la forma, cuando se transforman o reagrupan bienes a los efectos de obtener otro bien
diferente. La madera de un árbol, la fórmica, los clavos, la chapa y el pegamento para construir un
escritorio. El precio de un bien final es mayor a la suma de los precios individuales de los insumos
utilizados, ya que en el proceso se ha generado valor agregado.
B. En el tiempo, cuando se almacenan y/o conservan bienes durante un tiempo determinado.
Esta es una actividad por demás importante, ya que permite que los productores no se vean
obligados a vender de manera inmediata su producción, realizando las operaciones cuando más les
convenga (el precio del trigo no es el mismo en el momento de la cosecha en el cual hay una
importante oferta, que después de un tiempo en que la misma se retrae por una cuestión estacional).
C. En el espacio, cuando el precio de los productos se ven incrementados por el costo adicional
que implica trasladarlos desde los lugares de producción hasta los centros de consumo. Las
manzanas provenientes de Río Negro y consumidas en Córdoba cargan sobre su precio de base en
origen el flete, los seguros, el trabajo de carga y descarga y la ganancia del mercado que las
comercializa.

En cuanto a los sectores productivos, podemos dividirlos en:


1) Primario: es aquel dedicado a la obtención de materias primas y alimentos. Incluye
actividades tales como la ganadería, la agricultura, la pesca y la minería. Constituye la primera
actividad de la humanidad, y ha declinado su participación en el Producto Bruto con el desarrollo
tecnológico. Es un sector que requiere de grandes superficies, y tiene la característica que su oferta
es ingobernable, ya que depende fundamentalmente de factores climáticos ajenos a la voluntad del
hombre.
2) Secundario: se dedica a la transformación de los bienes obtenidos por el sector primario,
adaptándolos a las necesidades del ser humano. Comprende a las industrias manufactureras y a la
construcción. No requiere grandes extensiones territoriales, y su producción no es estacional. Para
la evolución de este sector, no es indispensable disponer de las materias primas, tal el caso de
factorías como Hong Kong o Corea.
3) Terciario: es el sector dedicado a la prestación de servicios, dentro de los cuales se destacan
el transporte, el comercio, las comunicaciones y el turismo. Tiene gran importancia en la actualidad,
ya que los avances tecnológicos que expulsaron a los trabajadores de sus puestos tradicionales
obligaron al desarrollo de este sector, que hoy capta un porcentaje elevado de la población
económicamente activa del mundo. Hay que destacar que este tipo de actividad económica no
siempre ha sido bien destacada en los estudios y análisis económicos. Históricamente se pensaba
que las actividades económicas que no estuvieran vinculadas al sector agrícola (primario) o al sector
industrial (secundario), es decir aquellas que no dejaban restos materiales, no generaban riquezas a
los países. Sin embargo este pensamiento fue modificándose mientras progresaba la revolución
industrial, ya que fueron apareciendo nuevas actividades que sin ser agrícolas e industriales
generaban importantes beneficios. El cambio más notable se logró a partir de la crisis económica de
1929, cuando el sector terciario mostró que podía ser un gran amortiguador en las recesiones, ya
que muchos servicios, como el comercio, el transporte y el turismo, tienen capacidad para absorber
buena parte de la mano de obra afectada por el desempleo.

La productividad

La productividad es un concepto cualitativo que permite determinar las aptitudes y la eficiencia


de una empresa para llevar adelante la producción. Estima la calidad en el aprovechamiento de la
capacidad instalada y las características de la organización interna, hechos que le permiten a las
empresas optimizar los recursos utilizados en el proceso productivo. La productividad es de gran
importancia en la economía moderna y está estrechamente vinculada a la eficiencia, ya que mide la
cantidad de factores utilizados en los diferentes niveles de producción.
Para explicar la diferencia entre producción y productividad daremos un ejemplo muy simple.
Supongamos que en el mercado de pizarrones hay sólo dos empresas, que venden un producto muy
similar en calidad.

En este ejemplo se ve con claridad que la producción de ambas empresas es la misma (150
pizarrones), pero la cantidad de horas/hombre (a través del concepto horas/hombre se simplifica el
costo de cada pizarrón) utilizada por cada una de ellas en la producción es diferente. De aquí surge
el concepto de productividad, ya que la empresa “La Pizarra SA” alcanzó la misma producción que
“El Borrador SA” utilizando 2 horas/hombre menos de trabajo, por lo cual su productividad es
mayor y sus costos son menores. La ecuación es bastante simple, cuanto más rápido produzco,
menos recursos necesito. Dentro de este contexto, la función de un manager o un directivo es
gestionar costos y recursos; para ello tiene que crear estándares, procedimientos y objetivos de
actividad individual, etc., con la idea clara de que se está comandando y controlando la actividad de
los trabajadores que son vistos como unidades productivas valiosas e indispensables.
Volviendo al ejemplo, veamos cuáles pueden ser las razones por las cuales “La Pizarra SA”
alcanzó una mayor productividad. Existen dos posibilidades concretas. La más frecuente es que el
aumento en la productividad de una empresa depende de la adquisición de tecnología de avanzada.
Pero también es sumamente importante la organización interna que tenga la empresa, ya que es
imposible aumentar la productividad sin reestructurar el sistema de producción, comercialización y
distribución. Esto significa que una empresa puede tener incorporada tecnología de punta, pero si no
se organiza adecuadamente a los efectos de aprovechar al máximo sus recursos disponibles no
tendrá los réditos que busca. En este sentido, la expresión “organización” incluye planificar,
distribuir funciones, producir, gestionar, controlar y comercializar.
Por otra parte, y haciendo referencia al posible comportamiento que puede tener la empresa con
mayor productividad frente al mercado (La Pizarra SA), también encontramos dos alternativas. La
primera de ellas es que al tener un costo inferior de producción (menos salarios, menor utilización
de energía, depreciación del capital a un ritmo más lento) acceda al mercado con un precio de los
bienes más bajo que la competencia, lo que le permitirá conseguir para sí una mayor porción de la
demanda de ese bien; en este caso las otras empresas, con menor productividad, irán perdiendo
mercado y no tendrán más alternativa que adecuarse a su competidora, pues de lo contrario correrán
el riesgo de quebrar. Una segunda alternativa podría ser que la empresa de mayor productividad no
reduzca los precios, lo que le redundará en una ganancia mayor para reinvertirla en bienes de capital
más modernos y de este modo mejorar aún más su productividad para ir acaparando el mercado. Si
las cosas siguen en ese mismo tenor, “La Pizarra SA” puede quedar a corto plazo como una
empresa monopólica.
En una palabra, sea cual fuere la actitud de las empresas, para subsistir en la economía moderna
no hay más alternativas que ir mejorando la productividad, y este hecho en muchos casos, si va
ligado a la mejora tecnológica, pueden generar lamentables aumentos en la tasa de desempleo, ya
que las empresas van reemplazando seres humanos por máquinas, fenómeno que se produce en la
actualidad de manera más acelerada que en la propia Revolución Industrial, y que ha llevado a
algunos autores como Jeremy Rifkin a una postura casi apocalíptica llamada el fin del trabajo.
Es interesante destacar que dentro del amplio concepto de productividad se encuentra el de
“productividad laboral”, el cual mide los rendimientos de los trabajadores para alcanzar los
productos finales. Para decirlo de otro modo, busca establecer cuántas unidades de un bien pueden
ser producidas por un trabajador en determinado tiempo, lo que dependerá de un conjunto de
variables, por ejemplo la tecnología de que dispongan, la concentración y dedicación al trabajo, la
capacitación que promueva la empresa, las condiciones de salubridad del lugar de desempeño, el
incentivo salarial, etc.
Este concepto comenzó a tener una gran importancia en Argentina frente a los procesos
inflacionarios recurrentes, que terminaban desembocando en aumentos nominales de salarios que a
su vez ocasionaban nuevas subas en los precios, generando sólo una ilusión monetaria en los
agentes económicos de ingresos fijos, ya que lo importante no es cuánto se gana, sino lo que uno
puede comprar con lo que gana. Para intentar terminar con esa carrera de precios y salarios,
producida por un crecimiento de la masa monetaria que provoca que la demanda agregada de bienes
y servicios crezca de manera más que proporcional a la oferta agregada, surgió como un nuevo
modo de enfrentar el problema la idea de que era necesario un esfuerzo de productividad por parte
de los trabajadores, es decir llevar más bienes al mercado, y una vez que ocurra esto, incrementar
los salarios en la misma proporción para que esos bienes adicionales puedan ser comercializados. Si
este mecanismo que implica crecimiento económico fuera respetado por los sectores empresarios,
mejoraría el nivel de vida de la sociedad en su conjunto, ya que habría más bienes disponibles al
mismo precio.

El costo de oportunidad

Cuando hacíamos referencia a las razones por las cuales existe y se estudia la economía,
sosteníamos que era la ciencia de la escasez, y por ende la producción de algún bien determinado
implicaba la no producción de otro, ya que los recursos eran limitados y había que optar en que
utilizarlos. Este recordatorio será la base sobre la que asentaremos el concepto de costo de
oportunidad, término acuñado por Friedrich von Wieser en su libro Teoría de la economía social
de 1914. Cuando una sociedad toma la decisión de producir determinados bienes y servicios, está
renunciando a la oportunidad de dedicarse a otros, es decir a la “oportunidad” de hacer una cosa
diferente. Esta opción a la que se renuncia es lo que se llama costo de oportunidad. Para dar un
ejemplo sencillo, supongamos que disponemos de $ 15.000, y tenemos como alternativas comprar
un equipo de computación o utilizarlo para nuestras vacaciones. Si optamos por adquirir el equipo,
es muy posible que logremos importantes beneficios en cuanto a su uso, pero no disfrutaremos de
unas vacaciones como quizás nos hubiera gustado hacerlo; si por el contrario, optamos por las
vacaciones, pasaremos unos quince días de tranquilidad y descanso, pero no lograremos reemplazar
con ello la utilidad de la compra del equipo. Es decir que el costo de oportunidad de la computadora
es no salir de vacaciones, y el de ir de vacaciones es no comprar la computadora, lo que demuestra
que la idea de costo de oportunidad está vinculada al sacrificio que implica elegir entre distintas
alternativas dejando otras en el camino.
Pero para que se dé el costo de oportunidad deben presentarse algunas condiciones; en primer
lugar deben existir al menos dos opciones (si existe una sola es imposible hablar de costo de
oportunidad); la segunda condición es que las opciones sean factibles (podríamos imaginar que una
buena alternativa de inversión es comprar piedras lunares para luego venderlas como souvenir, pero
esto es, al menos en la actualidad, una actividad económica inviable).
En el caso de operaciones financieras o inversiones también se puede usar el concepto de costo
de oportunidad, ya que si un agente económico invierte su dinero en una operación financiera, por
ejemplo la compra de títulos públicos emitidos por un país emergente, podrá estimar el riesgo de la
misma frente a la posibilidad de mantener inactivo su capital. La primera opción puede generarle
una importante ganancia si es que todo marcha según sus expectativas, pero también podría ocurrir
que producto de una crisis los títulos caigan y pierda mucho más dinero que si hubiera mantenido su
capital atesorado en una caja de seguridad. Veamos un ejemplo simple: se toma la decisión de
utilizar U$A 100.000 de ahorros para comprar 100 títulos de U$A 1.000 cada uno de ellos, con
vencimiento en 24 meses; si éstos últimos perdieran un 20% de su valor, cotizando “debajo de la
par” (menos que su valor nominal) en el momento del vencimiento, su costo de oportunidad por no
haber dejado su dinero inactivo sería de U$A 200 X 100, es decir U$A 20.000.

La frontera de la producción

También podremos a través de otro tema de gran importancia para la economía como lo es el
de la frontera de la producción, ilustrar sobre la rigurosidad del problema de la escasez y el costo de
oportunidad. El concepto de “frontera de la producción” hace referencia a la máxima producción
posible que puede llevar adelante una economía con los recursos productivos y tecnológicos que
dispone. Es un concepto dinámico, pues se va modificando en relación a la cantidad y calidad de los
recursos y la tecnología incorporados por cada economía con el paso del tiempo.
Si analizamos la producción correspondiente a la economía de una nación, veremos que está
compuesta por una gran cantidad y variedad de bienes y servicios, pero para poder interpretar mejor
la “frontera de la producción” haremos abstracción, y como se trata de un “modelo”, supondremos
que sólo se producen dos bienes claramente diferenciados: aviones y trigo.
Este país hipotético puede llegar a utilizar todos los recursos de que dispone para la producción
de aviones, con lo que llegaría a tener una producción máxima de 1.000 unidades al año. El costo de
oportunidad en este caso estará dado por la renuncia total a la producción de trigo. Supongamos
ahora que una decisión estratégica lleva a esta economía a la certeza que es necesario para el futuro
de su población la producción de 500 toneladas de trigo. Como los recursos que son fijos a corto
plazo están destinados en su totalidad para la producción de aviones, no tendrá más alternativa que
desviar algunos de ellos para la producción de este nuevo bien transformando aviones en trigo, no
desde un punto de vista físico, sino a través de la alquimia de desviar recursos de una actividad a la
otra. Esto significa que para poder alcanzar una producción de 500 toneladas de trigo, se deberá
reducir la producción de aviones a 900. Analicemos los gráficos que siguen a continuación:

En el gráfico Nº 1 se ve con claridad cómo al aumentar la cantidad producida de trigo va


cayendo la producción de aviones; al producir 1.500 toneladas de trigo la cantidad de aviones
desciende a 750, cuando el trigo aumenta a 2.000 toneladas los aviones producidos son 600, y así
sucesivamente. La Frontera de Posibilidades de Producción (FPP) se representa como una curva
cóncava hacia el origen (curvada hacia fuera), porque se considera que los recursos de un país son
variados, y que para producir más de un bien hace falta producir menos de otro bien, lo que implica
que la “relación marginal de transformación” es creciente; esto implica que para producir más
alimentos hay que renunciar a más armamentos y viceversa. Todos los puntos que se encuentran
sobre la curva de la frontera de la producción constituyen combinaciones posibles entre trigo y
aviones. Si esa economía se encuentra en cualquiera de estos puntos (A, B, C, D del gráfico Nº 2)
diremos que es eficiente, ya que al estar trabajando al máximo de sus posibilidades no existen
recursos desempleados. Ahora bien, todos los puntos que están dentro de la frontera de la
producción (X, Y, Z) implican que no existe un aprovechamiento total de los recursos, es decir que
la economía está trabajando por debajo de sus posibilidades de producción, por lo cual no hay
eficiencia. Por otra parte, todos los puntos que están fuera de la frontera de la producción (M, N, Ñ)
son imposibles, ya que no hay los suficientes recursos para alcanzarlos. Pero esta imposibilidad es
sólo a corto o mediano plazo, ya que las economías que inviertan una parte importante de su
producido irán modificando su frontera de producción hacia la derecha. En definitiva, los países
deben tender a trabajar sobre su frontera de producción y tratar de que ésta se vaya desplazando a la
derecha, lo que redundará en una mejor calidad de vida.

La frontera de la producción de los países ricos y pobres

Ahora analicemos las diferencias en la frontera de la producción que enfrentan los países ricos
y pobres. Para que ello sea más fácil de entender cambiaremos las variables, ubicando sobre el eje
de las ordenadas al consumo y sobre el eje de las abscisas la inversión.
Hay que recordar que para poder desplazar la frontera de la producción a la derecha será
indispensable dedicar buena parte de los recursos a la inversión, lo que supone inicialmente y a
corto plazo un sacrificio de consumo; de todos modos, si la planificación es correcta, en el mediano
plazo toda la población se verá beneficiada por el crecimiento de los recursos productivos y con un
aumento del consumo. En el gráfico Nº 3 se advierte claramente que el país más poderoso
económicamente enfrenta una frontera de la producción bastante más amplia que la del país pobre,
y dentro de ella se ubica en un punto de eficiencia donde el consumo y la inversión son similares.
Esto es así porque la población, al tener cubiertas sus necesidades básicas, puede dedicar una buena
parte de lo producido a la inversión; de todas maneras, y al ser una frontera importante, lo hace sin
sufrir un gran sacrificio de consumo. Por su parte, el país más pobre (gráfico Nº 4) no sólo tiene una
frontera de producción mucho más limitada, sino que además consume más de lo que invierte (por
las propias carencias y necesidades básicas insatisfechas que tiene su población). Esto conspira
contra su crecimiento, ya que los países para desplazar su frontera hacia la derecha deben
indefectiblemente invertir (al menos inicialmente) más de lo que consumen.
Veamos a través de los gráficos siguientes un ejemplo que nos permitirá aclarar estos
conceptos:
En el gráfico Nº 5 vemos tres países (A, B y C) que enfrentan una misma frontera de la
producción, aunque con una ubicación diferente en relación al consumo y la inversión; El país “A”
es el que más dedica a la inversión, “B” tiene una posición intermedia y “C” tiene un consumo muy
elevado y poca inversión. En el gráfico posterior (Nº 6) podemos observar la evolución de cada uno
de ellos luego de transcurridos 5 años. Efectivamente, vemos que el país “A”, que fue el que hizo el
mayor sacrificio inicial (consumió poco e invirtió mucho), ha desplazado sensiblemente su frontera
de la producción hacia la derecha, y a partir de ello, su población ha logrado aumentar su consumo
sin descuidar la inversión. Por su parte, el país “B”, cuyo esfuerzo inicial fue regular, alcanza una
frontera más amplia con mayor capacidad de consumo, pero inferior a la del país “A”. Por último, el
país “C”, que ha dilapidado en consumo buena parte de lo producido, no ha modificado su frontera
de la producción, y su población está condenada a vivir con carencias permanentes y a mantener
una inversión tan pequeña que le impedirá crecer en el futuro. Se podría decir que el crecimiento
económico implica expandir la Frontera de Posibilidades de Producción aumentando la capacidad
productiva, y para ello es necesario aumentar la producción de bienes de capital a costa de los de
bienes de consumo, y si bien supone un esfuerzo importante y en muchos casos doloroso para la
población, a mediano paso se notan y se disfrutan los resultados.
Una aclaración importante, el crecimiento económico no implica que el progreso tecnológico se
produzca en todos los sectores de la economía, ya que puede darse con la mejora de un solo sector.
En el siguiente gráfico (Nº 7) se advierte que el crecimiento se generó sólo en cuanto al bien X,
ocasionando una mayor producción del mismo sin afectar la producción del bien Y.
A título de conclusión diremos que la única alternativa que tienen las economías para crecer y
desplazar a la derecha su frontera de la producción es hacer un sacrificio inicial, consumiendo poco
e invirtiendo mucho. Esto demuestra que los gobiernos demagógicos, muy comunes en los países
subdesarrollados, que generalmente promueven un consumo elevado para obtener réditos
electorales tan rápidos como efímeros, están por ese mismo hecho hipotecando las aspiraciones
legítimas de las futuras generaciones de alcanzar un mejor nivel de vida.

La eficiencia en el sentido de Pareto

Ahora bien, desde un punto de vista microeconómico podemos analizar los conceptos de
frontera de la producción y eficiencia en el modo en que lo planteaba Pareto, para lo cual tenemos
que recordar lo que hemos visto con anterioridad en relación al modo en el que se asignan los
bienes y servicios, y los factores de la producción necesarios para alcanzarlos.
Es decir que nos estamos refiriendo al modo de asignar bienes, servicios y factores según el
óptimo de Pareto, llamado así en honor al economista y sociólogo del siglo XIX Vilfredo Pareto
(París 1848 – Ginebra 1923). Cuando en economía se hace referencia a la expresión eficiencia,
estamos pensando en el concepto conocido como la “eficiencia de Pareto”, es decir aquella
situación de máxima producción posible en que se encuentra la economía, que impide mejorar el
bienestar de algunas personas sin empeorar el de otras. Para lograr visualizarlo hay que encontrar
las asignaciones en el consumo y en la producción, de modo que a partir de ellas cualquier mejora
en la situación de un individuo consiste en desmejorar la situación de otro.
En la figura N° 8 se puede apreciar una mejora en el sentido de Pareto, ya que el
desplazamiento desde “E” a “P” en sentido noreste mejora la renta tanto del grupo “A” como del
“B”. Pero debe quedar claro que en este ejemplo se parte del punto “E”, el cual al ser un punto de
ineficiencia por estar alejado de la frontera de producción, permite que ello ocurra, es decir que se
pueda mejorar la situación de un grupo sin desmejorar la de otros. Muy distinta hubiera sido la
situación si el punto de partida del análisis sería alguno que se encuentre sobre la propia frontera,
porque en ese caso mejorar la situación de uno de los grupos significaría indefectiblemente
empeorar la del otro.
La eficiencia de Pareto está muy vinculada a la frontera de posibilidades de utilidad, que
significa que no es posible mejorar la satisfacción de una persona sin perjudicar a otra. El criterio
pone a la economía ante una disyuntiva entre los conceptos de eficiencia y equidad, por la sencilla
razón que apunta a resolver el óptimo individual pero no se ocupa del óptimo social, donde no sólo
hay que tener en cuenta a quienes se asignan los recursos escasos, sino también el modo y la justicia
en la distribución de la renta y de lo producido, que es uno de los objetivos principales de esta
ciencia.
Es decir que pueden darse, y de hecho son bastante comunes, situaciones de eficiencia que no
sean deseables para una sociedad. Veamos un ejemplo simple; si disponemos de 1000 litros de
leche, los cuales fueron producidos utilizando todos los recursos disponibles, para que sean
distribuidos entre 100 familias carenciadas y con un número similar de integrantes, podríamos
entregarle 10 litros a cada una de ellas, lo que aparece a todas luces como justo. Pero también
podría darse la situación que 50 de esas familias, por alguna circunstancia, se hacen acreedoras a 15
litros cada una (750 en total); esto obligaría a que las otras 50 reciban sólo 5 litros (los 250
restantes). En ambos casos estaríamos frente a un óptimo de Pareto, porque la leche se habría
distribuido en su totalidad y ninguna familia podría mejorar su situación sin empeorar la de otra. Y
si bien la segunda alternativa es mucho más injusta, terminará siendo más eficiente que si el sistema
económico no hubiera podido generar la distribución de la totalidad de la leche entre las familias, lo
que implicaría no sólo el despilfarro de recursos escasos, sino también el deterioro de un producto
perecedero.

En el gráfico Nº 9 podemos observar que si se desplaza el punto de “A” a “C”, implica que
mejora la situación de Juan en la misma medida en que empeora la de Pedro. Por esta razón tanto el
punto “A” como el “B” son eficientes en el sentido de Pareto, ya que el único modo de mejorar la
situación de Juan sin perjudicar a Pedro, sería desplazando la frontera de la producción hacia la
derecha a los efectos de que aparezcan nuevos puntos posibles en los cuales se puedan ver
beneficiados ambos. En cambio el punto “B”, que se encuentra por debajo de la frontera de
posibilidades de utilidad, es ineficiente, y en este caso es posible aumentar el bienestar de uno, otro,
o los dos a la vez sin perjudicar a nadie, ya que hay recursos disponibles no utilizados.
En este último caso se produce una paradoja, ya que a pesar de partir de un punto ineficiente,
cualquier desplazamiento a favor de uno u otro supone una mejora en el bienestar social, que no es
otra cosa que la suma de los bienestares individuales.
Para cerrar el óptimo de Pareto, es importante destacar que aún hay un debate abierto que tiene
que ver con la eficiencia, la utilidad, y los principios éticos que lo animan. La gran discusión de los
últimos años ha girado en torno de la relación entre el criterio de Pareto y la posibilidad de construir
principios de justicia sobre criterios racionales, ya que se considera como muy limitado valorar el
óptimo social en la medida en que el mismo se centre completamente sobre la valoración en la
utilidad sin prestar atención a las consideraciones distributivas. Esto es un reconocimiento a que el
criterio de eficiencia sólo puede constituirse en una condición necesaria para una economía, pero no
debería entenderse en un principio de justicia en si mismo.

La frontera de la producción de los estudiantes

Estos hechos que afectan a los países y que hemos analizado detalladamente podemos
trasladarlos a la vida personal de los jóvenes estudiantes. En efecto, si tenemos en cuenta que al
empezar los estudios universitarios todos los alumnos de un mismo nivel socio-económico tienen
las mismas posibilidades de formarse, llegaremos a la conclusión que de acuerdo al rendimiento
individual y el esfuerzo ellos mismos se irán forjando sus distintas fronteras de la producción.
Si reemplazamos en el eje de las ordenadas la variable consumo por la de diversión, y en el eje
de las abscisas la de inversión por la de estudio, podemos construir el gráfico siguiente:
De acuerdo al gráfico precedente podremos predecir con bastante exactitud que el grupo de E,
V, N y L, por su constancia, dedicación y esfuerzo tendrán grandes posibilidades en su futuro
laboral. Pero P y M estarán destinados a ser mediocres profesionales, mientras que C y V.
Este análisis no pretende sostener la tesis de que los jóvenes deban dedicar toda su vida a
estudiar, ya que es absolutamente natural y legítimo que tengan el suficiente tiempo para la
recreación y el esparcimiento. Lo que sí quiero que quede claro es que la combinación elegida debe
guardar un equilibrio razonable, no olvidando jamás que la adolescencia y la juventud son las
mejores épocas para formarse e ir incorporando conocimientos, por la sencilla razón de que cuando
se alcanza una edad determinada se van adosando otro tipo de obligaciones, por ejemplo trabajar
para mantenerse a sí mismo y a una eventual familia, que requieren una utilización del recurso
tiempo, que sin dudas es muy escaso.

Utilidad y utilidad marginal

Los seres humanos pasamos toda la vida eligiendo entre los distintos bienes y servicios que nos
ofrece el mercado. Las razones por las cuales optamos por un bien y no por otro están vinculadas a
una noción muy importante en la economía: la de utilidad.
Es importante destacar que la teoría de la utilidad tiene su nacimiento en el pensamiento de
Jeremy Bentham (1748-1831), llamado “utilitarismo”; este filósofo inglés proponía que la
sociedad se organizara en función del “principio de utilidad”, que consistía en las propiedades que
tenían los objetos para producir placeres y felicidad o para impedir el mal, el dolor y la infelicidad.
Por ende, toda la legislación debía apuntar a fomentar “la mayor felicidad al mayor número de
personas”. Posteriormente sería William Jevons (1835-1882) quien ampliaría la mirada de
Bentham, explicando que los seres humanos tomaban decisiones de consumo en base a la utilidad
marginal o adicional que le provocaban las dosis marginales o adicionales de cada bien.
La utilidad es la satisfacción que representa para una persona el consumo de un bien o un
servicio, y por lo tanto tiene un alto componente subjetivo. Por otra parte, la utilidad marginal
(adicional) disminuye a medida que aumenta la cantidad consumida de un mismo bien, lo que
implica que los consumidores “disfrutamos” menos de las dosis adicionales. Ante esta certeza, cada
consumidor tratará, conciente o inconcientemente, de maximizar su utilidad total eligiendo un
conjunto de bienes por los que sienta mayor preferencia. Claro que, debido a la diversidad de bienes
y precios, no es sencillo calcular la cesta de bienes que genera mayor satisfacción; lo lógico sería
que el consumidor distribuya su ingreso disponible en la compra de bienes que le generen la misma
utilidad marginal por cada peso gastado; esto supone que si un bien cuesta el triple de otro, debería
seguir consumiendo el mismo en tanto y en cuanto le genere el triple de utilidad marginal que el
otro. En definitiva, si un bien le provocara al consumidor una mayor utilidad marginal por peso
gastado que otros, desviaría el dinero que estaría usando en esos otros bienes hacia aquel que le
genera esa mayor utilidad marginal; ¿hasta cuando? hasta que la lógica de la utilidad marginal
decreciente igualara la utilidad marginal por peso gastado de ese bien con respecto al resto de los
bienes.
Ahora bien, lo que le da valor a un producto no es la satisfacción total proporcionada por su
consumo, sino el goce que proviene de la última dosis. En efecto, el alimento de una familia tiene
un valor muy importante, ya que hace a la subsistencia, y puede adquirir un precio elevado; pero
cuando hay abundancia, pierde su valor y se tira a la basura.
Demos un ejemplo; imaginemos que somos muy golosos y nos gusta comer chocolate trozado
en barras. El consumo de la primera barra nos dará una satisfacción importante; si comemos una
segunda barra la satisfacción total (sumadas la primera y la segunda) aumentará, pero la satisfacción
individual de esa unidad adicional será inferior a la de la primera; si accedemos a una tercera y
cuarta barra, la satisfacción total seguirá aumentando, pera cada vez más lentamente, porque al estar
relajados, la satisfacción adicional de cada una de ellas será cada vez menor. ¿Por qué ocurre esto?
Por la sencilla razón de que al disponer de una gran cantidad de dosis de un mismo bien y al tener
facilidad para conseguirlas, su utilidad marginal o adicional va disminuyendo al aumentar su
consumo. No hay que olvidar que en economía la expresión “marginal” siempre significa adicional.
Si hemos comprendido el ejemplo anterior estamos en condiciones de explicar la ley de la
utilidad marginal decreciente, según la cual al ir consumiendo una mayor cantidad de un mismo
bien la utilidad marginal o adicional va disminuyendo.
En el gráfico N° 10 se ve con claridad que la primera barra de chocolate nos provoca una
satisfacción que hemos valuado en “5”; la segunda unidad tiene una utilidad marginal (adicional) de
“4”, la tercera de “3” y la cuarta de “2”. Esto nos demuestra que mientras la utilidad total va
aumentando cuando se consumen más dosis (5 + 4 + 3 + 2), la utilidad marginal de las dosis
adicionales va disminuyendo (5, 4, 3, 2). La línea que une todos los puntos de intersección entre la
utilidad y las dosis tiene una pendiente negativa.
Ahora bien, cuando hacíamos referencia a que los seres humanos iban eligiendo a lo largo de
toda su vida entre distintos bienes, comentamos que en ello había un alto componente de cuestiones
subjetivas, por lo cual trabajaremos sobre el concepto de utilidad ordinal, reelaborado por Vilfredo
Pareto, y no sobre la utilidad cardinal. ¿Qué es lo que queremos decir con esto? Que preferimos
manejarnos afirmando que se prefiere el bien “A” sobre el bien “B”, y el bien “B” sobre el “C”, es
decir ordenando por nivel de preferencias cualitativas (utilidad ordinal), y no nos preocuparemos
por saber cuánto se prefiere el bien “A” por sobre el “B”, porque para esto tendríamos que tener un
elemento que mida de manera objetiva y exacta ese cuánto, lo que parece casi imposible en el
proceso de selección que hacen los consumidores. No es posible medir con una misma escala la
utilidad que individuos diferentes atribuyen a diversas opciones. Distinto sería si se tratara de una
carrera de autos, en la cual podríamos medir los resultados de manera ordinal (1º, 2º, 3º) y cardinal
(a 20 segundos, a 1 minuto, a 1 vuelta).

Curvas de indiferencia y Ley de Sustitución

Dentro de las teorías vinculadas a la elección que realizan los consumidores existe una
herramienta de gran utilidad para facilitar el análisis sobre las consecuencias de las variaciones de
los precios en la conducta de los agentes económicos. Esta herramienta se conoce como “Curvas de
Indiferencia”.
Para comprender de manera sencilla las curvas de indiferencia debemos imaginar a un agente
económico consumiendo dos bienes diferentes, como por ejemplo ropa y alimento. El mismo tendrá
diferentes alternativas de combinación de consumo, y podrá ir reemplazando dosis de alimentos por
dosis de ropa, o a la inversa, lo que le significaría un costo de oportunidad ya que sus recursos son
escasos. Esto se define como “restricción presupuestaria”, ya que nos muestra el conjunto de
combinaciones que pueden ser consumidas por una persona partiendo de un ingreso determinado y
de precios establecidos. Seguramente el agente económico intentará elegir la alternativa que le
provoque la mayor satisfacción, pero también será posible que dos a más combinaciones le genere
la misma utilidad, es decir que diferentes canastas de consumo de ropa y alimentos les pueden
resultar igualmente deseables. En este caso se habla de “combinaciones indiferentes”, por lo cual
tomando una u otra sentiría la misma satisfacción.
La forma en que el lector puede visualizar las combinaciones de dos bienes a adquirir que le
generan el mismo nivel de satisfacción o utilidad al consumidor son las “tablas de preferencias”.
Veamos un ejemplo:

Combinaciones ropa alimentos


“a” 2 3
“b” 3 2
“c” 2 1

Si entendemos que para el consumidor en cuestión las tres combinaciones (dos dosis de ropa y
tres de alimentos, tres de ropa y dos de alimentos o cuatro de ropa y uno de alimento) le generan la
misma satisfacción, podemos construir en base a ellas lo que se conoce como una “curva de
indiferencia”.

La curva de indiferencia demuestra que esas tres combinaciones posibles le resultan atractivas,
y al consumidor le implicaría lo mismo ubicarse en cualquiera de los tres puntos. Hay que aclarar
que todas las curvas de indiferencia regulares tienen pendiente negativa, son convexas al origen
(una curva es convexa al origen cuando cualquier línea que conecta dos puntos de la curva pasa por
encima de la curva de indiferencia) y muestran una curvatura más saliente en el centro que en los
bordes, en armonía con la ley de utilidad marginal decreciente; generalmente se prefieren las cestas
medias a las cestas con combinaciones extremas (nada de un bien y todo del otro bien), apreciación
que se infiere del principio de la diversidad en el consumo. A medida que se va descendiendo por
ellas y nos vamos desplazando hacia la derecha reemplazando un bien por otro, las curvas de
indiferencia se hacen casi horizontales; esto nos ilustra claramente la Ley de Sustitución, que
sostiene que “cuanto más escaso es un bien, mayor es su valor relativo de sustitución; su utilidad
marginal aumenta en relación con la del bien que se ha vuelto abundante”. ¿Qué significa esto?
que al aumentar el consumo de ropa y disminuir el de alimentos, la ropa debería bajar su precio
cada vez más para que nuestro consumidor decida aumentar el consumo de dicho bien a cambio de
disminuir su consumo de alimentos. En el gráfico se puede apreciar este fenómeno, ya que para
desplazarse del punto “a” al punto “b” estaría dispuesto a sacrificar tres dosis de alimentos para
conseguir una dosis más de ropa, pero cuando decide marcharse del punto “b” al punto “c”, sólo
estará dispuesto a entregar una dosis de alimento para conseguir una más de ropa. Estas alternativas
se conocen como “Relaciones Marginales de Sustitución” (RMS) que miden la relación a la que el
consumidor está dispuesto a intercambiar o sustituir el consumo de un bien por el otro.
También podríamos graficar un conjunto de curvas de indiferencia, cada una vinculada a un
nivel diferente de utilidad
Mientras más alejadas estén del origen, representan mayor utilidad o satisfacción, ya que
incorporan un número mayor de bienes. Esto tiene que ver con el supuesto de insaciabilidad, que
estima como lógico que el consumidor siempre busca una mayor utilidad y que siempre va a desear
mejores combinaciones en curvas de indiferencia tan altas como sea posible.

La paradoja del valor y el excedente del consumidor

Con los conceptos que hemos visto anteriormente podemos entrar de lleno a analizar un tema
que le ha quitado el sueño a más de uno de los estudiosos de la Economía: ¿cómo puede ser que
bienes que tienen tanto valor para la vida humana, como el agua, tengan un precio tan bajo, y bienes
que son inútiles para la supervivencia de la raza, como el oro, tengan un precio tan alto? Uno de los
que más se preocupó por esta “paradoja” fue Adam Smith, cuando sostuvo en su famosa obra
“Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” (1776) que “nada es más
útil que el agua; pero ésta no comprará nada; nada de valor puede ser intercambiado por ella. Un
diamante, por el contrario, tiene escaso valor de uso; pero una gran cantidad de otros bienes
pueden ser frecuentemente intercambiados por éste”; se podría decir que este interrogante dio
nacimiento a la escuela clásica, que estima que más allá de los niveles de demanda de un bien, lo
que determina su precio es la utilidad marginal de la última dosis consumida. Trataré de explicarlo
de una manera sencilla, para lo cual requeriremos hacer algunas aclaraciones semánticas.
Para analizar esta paradoja es necesario en primer lugar distinguir entre el concepto de “valor”
y el de “precio”. El valor es un concepto cualitativo que está vinculado a la conformación individual
de cada ser humano; de allí que cada persona tiene su propia escala de valores, en la cual algunos
bienes son más importantes que otros. En cambio el precio es una noción cuantitativa que en las
economías descentralizadas no depende de una persona en particular, sino de las diferentes fuerzas
que actúan en ese mercado. Por esta razón podemos asegurar que el agua tiene un valor incalculable
para cualquier persona (los seres humanos tenemos un 75% de agua al nacer y un 65% en la edad
adulta), pero a pesar de ello su precio es muy bajo. Y aquí podemos hacernos otra pregunta: ¿por
qué su precio es tan bajo? La respuesta es que, en países como el nuestro, hay una gran cantidad
ofrecida y por ende las curvas de oferta y demanda se cortan en un precio muy reducido. Por el
contrario, en el caso del oro, su cantidad disponible es mucho menor por lo que su precio es
elevado, y el costo por adquirir una unidad adicional es muy alto.
Recordando lo que planteamos en el tema anterior, la utilidad total (la suma de utilidades
individuales) va aumentando cuando adquirimos más dosis de un mismo bien, pero la utilidad
marginal o adicional de las nuevas dosis consumidas va siendo cada vez menor. Es decir que en el
caso del agua la utilidad total será mayor que la utilidad total del oro, producto de que se puede
acceder a muchas más dosis, pero la teoría de la utilidad marginal decreciente nos indica que la
utilidad marginal de la última dosis de agua es mucho más pequeña que la utilidad marginal de la
última dosis de oro. Entonces, ¿qué es lo que determina el precio?: la utilidad marginal de la última
dosis. Al tener acceso a muchas dosis de agua su precio es bajo.

Si analizamos detenidamente los gráficos N° 11 y 12 y el cuadro anterior veremos con claridad


cómo la utilidad total del agua (8 + 7 + 6 + 5 + 4 + 3) supera a la del oro (8 + 7), pero la utilidad
marginal de la última dosis de agua (3) es menor a la del oro (7), por lo que su precio será
sensiblemente más bajo.
En este sentido, Paul Samuelson comenta que en una de sus clases un alumno avezado le
definió de manera muy sencilla la problemática de la utilidad marginal y el precio al sostener que
“en economía la cola mueve al perro” y no al revés. Lo que quería decir este aventajado estudiante
es que lo que determina el precio no es la utilidad total en su conjunto (lo que para él sería el perro),
sino la utilidad marginal de la última dosis (la cola).
Hay que aclarar que el prusiano Karl Marx (1818-1883) a través de su “teoría del valor-
trabajo” cuestionó duramente a los clásicos por la respuesta que los mismos le daban a esta
paradoja; sostenía que el precio de una mercancía estaba directamente vinculado al trabajo
necesario para su producción, y no por el valor de uso o por la necesidad concreta que satisfaga ese
bien. Por lo tanto, su respuesta a la paradoja sería que el precio del agua es menor que el del oro
porque el trabajo necesario para conseguir oro es mucho mayor que el necesario para proveerse de
agua, independientemente de que el agua sea usada para satisfacer una función que hace a la vida
misma y el oro no. Según Marx, en situaciones de escasez, es lógico que el precio sea mayor porque
implica un aumento del trabajo necesario para producir ese bien; particularmente la escasez del oro
supone mucho más trabajo para conseguirlo, y por eso es tan valioso; usando el mismo argumento,
en zonas desérticas donde se requiere más trabajo para conseguir agua, este bien vital tiene un
precio mucho más elevado que en zonas no desérticas. En definitiva, desde el punto de vista de
Marx, la paradoja del valor es un ejemplo más de los errores teóricos de los economistas clásicos
que confundían valor (en este caso usado como sinónimo de precio) con valor de uso.
Es importante destacar que luego de los grandes avances que ha tenido la teoría económica, no
parece razonable tomar como único motivo para comprender el precio de un producto al trabajo
acumulado que guarda en sí como lo planteaba Marx, ya que no sólo estaríamos obviando los
niveles de oferta y demanda de ese bien en el mercado, sino también la ganancia del empresario por
correr los riesgos técnicos y económicos de la producción, la amortización de los bienes de capital
utilizados y el costo de oportunidad. De todos modos, en el contexto histórico en que Marx esbozó
sus ideas, el planteo le era muy funcional para construir su “teoría de la explotación”, que se
sintetizaría en el concepto de la plusvalía, tema que desarrollaremos más adelante cuando hablemos
del factor trabajo.
Luego de esta aclaración y retomando el camino, según los clásicos la paradoja del valor
demuestra que hay una diferencia entre la utilidad total de un bien y su precio total de mercado, y en
base a este concepto podemos definir el excedente del consumidor, ya que éste hace referencia a la
diferencia entre lo que estamos dispuestos a pagar por un bien o un servicio y lo que efectivamente
pagamos. Para ser más claros, volvamos al ejemplo del agua, y recordemos que pagamos todas las
dosis según la utilidad marginal de la última unidad producida a pesar de que las primeras dosis
tienen una utilidad marginal mayor.

En el gráfico N° 13 se ve que la utilidad marginal (que es en realidad lo que estaríamos


dispuestos a pagar) se va reduciendo al aumentar la cantidad de dosis posibles, pero al pagar sólo $
3 por cada una de todas las dosis consumidas, somos acreedores a un excedente que está constituido
por la diferencia entre lo que deberíamos pagar y lo que efectivamente pagamos. En este ejemplo el
excedente del consumidor sería 15, según se desprende del cuadro que se detalla a continuación:
El excedente del consumidor es de una gran importancia para el análisis económico, y si los
encargados de tomar las decisiones de inversión lo utilizaran adecuadamente, existiría una mayor
eficiencia en el uso de los recursos.
Imaginemos que el intendente de un pueblo tiene que decidir si conviene o no asfaltar las calles
secundarias, que son de tránsito obligado por los agricultores y trabajadores rurales para llegar a la
zona agrícola. ¿Sobre qué debe reflexionar este funcionario? Si piensa en la eficiencia de la tarea
productiva no habrá por qué dudar, ya que permitirá una circulación más fluida y segura, incluso en
épocas de lluvia. Ahora bien, como los fondos a utilizar corresponden al erario público, es necesario
complementar el análisis con el punto de vista financiero. Pensemos en que cada uno de 150 dueños
de los campos linderos estarían dispuestos a pagar (aunque no lo paguen efectivamente porque la
obra prevista está a cargo de la Municipalidad) $ 1.000 para que se realice este trabajo. Esto
significa que los interesados en que se realice la obra votan monetariamente por el asfaltado a razón
de 150 x 1.000 = $ 150.000. En segundo lugar mensuremos el costo de la mejora, que imaginemos
ronda los $ 90.000. El resultado indica que la tarea debe ponerse en marcha ya que el análisis costo-
beneficio muestra un excedente de los consumidores de $ 60.000, que surge de lo que estarían
dispuestos a pagar los productores ($ 150.000) y lo que efectivamente cuesta la obra ($ 90.000).
Es interesante destacar que el excedente del consumidor indica las ventajas que tiene el ser
humano en los países desarrollados, ya que debido a la gran cantidad de dosis disponibles en el
mercado de bienes y servicios, podrá acceder a una gran variedad de éstos para sostener una vida
placentera a un precio muy accesible.
No se debe confundir excedente del consumidor con el excedente del productor, que es un
concepto diferente. Para comprenderlo diremos que cuando se fija un “precio de mercado” a través
de la oferta y de la demanda, los productores ofrecen sus stocks a ese precio, pero siempre habrá
una cantidad de productores que estaría dispuesta a vender sus bienes a un precio inferior.

El excedente del productor es la diferencia entre lo que recibe monetariamente el


productor por cada unidad comercializada al precio de mercado y lo que efectivamente
estaría dispuesto a recibir si el establecimiento del precio dependiera sólo de él. Es decir
que hace referencia a la diferencia entre el precio mínimo al cual estaría dispuesto a
vender y el mayor precio que están dispuestos a pagar los consumidores. Se podría decir
que es una ganancia adicional que reciben, y que en muchos casos se basa en la eficiencia
productiva de algunas empresas con tecnología de avanzada y una óptima organización.

NOTA

1 Primer ministro bajo la presidencia de Valéry Giscard D’Estaing.


2
SARTORI, Giovanni, La política, lógica y método en las ciencias sociales, Fondo de Cultura Económica, México,
1992, p. 61.
3 LIPSEY, R. G., Introducción a la economía positiva, Vicens Universidad, Barcelona, 1983.
4 SAMUELSON, Paul y NORDHAUS, William, Economía, 15ª ed., McGraw-Hill, España, 1996.
5 Un sofisma apunta a generar argumentos para defender o persuadir sobre aquello que es falso.
6 Esta trampa en el razonamiento económico es conocida como “falacia post hoc, ergo propter hoc” o “después de
esto”.
7 KLIMOVSKY, Gregorio, Las desventuras del conocimiento científico, AZ Editora, Bs. As., 1994, p. 343.
8 PRELOT, Marcel, La ciencia política, Universitaria, Bs. As., 1994, p. 5.
9 PRELOT, Marcel, op. cit., p. 203.
10 BARBERÁ, S., “Desarrollos recientes en la teoría de la elección social”, Hacienda Pública Española, N° 44, 1977, p.
247.
11 “Un análisis económico de las elecciones y de la democracia”, Revista Española de Economía, N° 2, 1979, p. 25.
12 CUADRADO ROURA, Juan, Política económica, Mac Graw Hill, 2001, p. 117.
13 ROUSSEAU, Jean-Jacques, El contrato social, Lib. I, Cap. VIII.
14 BERGER (2001).
15
MARCH, J. y OLSEN J., “El redescubrimiento de las instituciones”, FCE (1997), p. 23.
16 Premio Nobel de Economía 1991.
17
Premio Nobel de Economía en 1993. Nació en Massachusetts, Estados Unidos, en 1920. Es considerado un pionero
del neo institucionalismo.
18 NORTH, D., La nueva economía institucional y el desarrollo, Serie Divulgación, Fundación del Tucumán (1994), p.
6.
19 NORTH, D. (1985), p. 7.
20
NORTH, D. (1985), p. 8.
21 ROBBINS, Lionel, An essay on the nature significance of Economic Science, ps. 147-151.
22 HUME, David (1711-1780).
23 CUADRADO ROURA, Juan, Política económica, 2ª ed., Mc Graw Hill, 2001, p. 13.
24 SMITH, Adam, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones, Fondo de Cultura Económica, Serie Económica, 1997, p. 8.
CAPÍTULO II
“Marx se ilusionaba al creer que al igualarnos en el plano
de la propiedad de los medios de producción nos iba a
igualar en todo. No nos podía igualar, porque lo que
distingue a los hombres no es el ingreso o el capital,
sino la función que cumplen en la sociedad”.
Lorenz von Stein
Sociólogo y economista alemán (1815-1890)
Los sistemas económicos

La expresión sistema económico se utiliza para determinar el modo en que una sociedad
desarrolla toda su actividad productiva. Generalmente, la idea de sistema económico hace referencia
al conjunto de instituciones jurídicas y sociales que a través de medios técnicos organizados
intentan asegurar el equilibrio y el crecimiento económico; un ejemplo de ello es el sistema
económico capitalista. Supone un conjunto de relaciones básicas, técnicas e institucionales que
caracterizan la organización económica de una sociedad. Según Marx, el sistema económico
depende de cada sociedad, y está vinculado al desarrollo de sus fuerzas productivas, al progreso de
los conocimientos técnicos, al capital acumulado y las cualificaciones de su población; todo ello
define una dinámica interna propia.
Por su parte, cuando hablamos de régimen económico nos estamos refiriendo al conjunto de
normas jurídicas que enmarcan la actividad económica del hombre en materia de producción y de
cambio, por ejemplo el régimen de propiedad de la tierra. Tiene que ver con el “Contrato Social”
que legitima los límites dentro de los cuales se darán las relaciones económicas internas. Es el
Estado el que elabora e impone ese ordenamiento jurídico y se reserva para sí ciertos ámbitos y
formas de actuación. Esto significa que el régimen es un concepto reducido y siempre se encuentra
incorporado a un sistema, que es más amplio y complejo.
Desde ya hace varios siglos, ideólogos y reformadores sociales han conformado un conjunto de
teorías sobre los sistemas y los regímenes económicos, que en la práctica están encarnadas en
fuerzas e ideologías políticas que han pugnado por alcanzar el predominio nacional, regional y
mundial.
Todos los valores que inspiraban en la antigüedad el dominio de un pueblo sobre otro, como lo
eran la conquista militar y la inserción cultural, han sido reemplazados lenta pero inexorablemente
por el dominio económico; así se fueron generando diferentes modelos de organización económica
y social (sistemas económicos), y cada uno de ellos con las contradicciones propias vinculadas a la
falsificación deliberada que intentan encubrir el interés real de algún grupo en particular.
De estas teorías, dos fueron defendidas como verdaderos dogmas, y provocaron en definitiva el
enfrentamiento y la división de los habitantes de este planeta a lo largo de muchos años; ellas son el
capitalismo, también conocido como economía liberal o descentralizada (el término kapitalism fue
acuñado a mediados del siglo XIX por el economista prusiano Karl Marx), y el colectivismo
(llamado así porque proponía reemplazar la propiedad privada por la propiedad colectiva), llamado
marxismo o economía centralizada.
Estas teorías, que se desarrollaron como verdaderos sistemas económicos encontrados,
visualizan de un modo diferente la respuesta que una sociedad debería darle a la problemática
económica; es decir que respondían de distinto modo a las tres preguntas básicas de la economía: el
qué (implica definir los bienes y servicios que se producirán en una economía afrontando el costo
de oportunidad de no producir otros diferentes), el cómo (definir la función de la producción, es
decir qué factores productivos se utilizarán durante el proceso) y el para quién producir (quiénes
serán los destinatarios finales de los bienes y servicios).
A finales de la década del 80 del siglo XX, y debido a la crisis de los países socialistas y el
derrumbe de los postulados marxistas, que los obligó a reformular su proyecto político y económico
en base a la apertura y a la transparencia de los mercados, daba la impresión de un triunfo aplastante
de las ideas liberales; pero para los fanáticos del capitalismo fue un grave error confiar en que la
buena estrella se mantendría a lo largo de los años, ya que si bien el sistema descentralizado y
liberal ha demostrado su capacidad para generar mayor productividad y crecimiento, no es menos
cierto que en la mayoría de los países subdesarrollados ha coadyuvado a un proceso regresivo en la
distribución de la renta, lo que ha provocado reclamos y actitudes reivindicativas, que en caso de no
tenerse en cuenta llevan a una espiral de violencia con inusitadas consecuencias. Además, estas
crisis ya no son exclusivas de los países emergentes, sino que se han extendido a todo el globo; así
la sufrieron de manera muy significativa en estos años países como Estados Unidos, España, Grecia
y Francia.
De todas maneras, es importante destacar las características de cada uno de los sistemas
económicos, y no citaré sus fuentes y las ideas donde abrevaron por la sencilla razón de que ya han
sido expuestas detalladamente en otra obra1 .

El sistema económico capitalista, descentralizado o liberal: sus características principales

a) Los medios de producción (máquinas, herramientas, edificios) son de propiedad privada, y


la actividad productiva es puesta en marcha por agentes económicos (empresarios y
emprendedores) que corren con los riesgos técnicos y económicos de sus iniciativas.
b) La renta se recibe en forma de dinero, y se obtiene tanto como contraprestación por la
puesta a disposición de un proceso productivo de los factores de la producción (trabajo,
capital, tecnología, recursos naturales) como por los beneficios que obtiene el empresario.
c) El objetivo de la actividad económica es obtener el máximo beneficio posible, y así aparece
el empresario emprendedor como figura central de la producción. Por esta razón, los
productores ofrecerán aquellos bienes y servicios cuya venta le es rentable y para los que
hay una demanda en el mercado. Lo bienes que sean de importancia vital para una
sociedad, y que al no generar ganancias no son producidos por el sector privado, deben ser
producidos por el Estado (son denominados generalmente como bienes públicos)
d) Los distintos miembros del sistema económico tienen la libertad para elegir su consumo de
acuerdo a sus valoraciones y posibilidades personales. Además, con su ingreso disponible
pueden optar entre consumir o ahorrar. Tanto consumo como ahorro son mecanismos
virtuosos para una economía; el primero porque genera la demanda necesaria para poner en
marcha un efecto multiplicador de ingresos, y el segundo porque permite a las entidades
financieras que lo reciben la liquidez necesaria para prestar dinero para la inversión.
e) El trabajo es libre, ya que el obrero se encuentra vinculado al empresario a través de un
contrato, el cual regula no sólo el salario, sino también las características del tipo de
empleo, las vacaciones, las medidas de seguridad, la protección de su salud, etc.
f) El proceso de formación de precios surge a través de las relaciones recíprocas entre la
oferta y la demanda, las que tienden al equilibrio de los mercados. Este mecanismo se
conoce como “racionamiento natural” a través de los precios. De todos modos, y por
circunstancias excepcionales, en algunas ocasiones el Estado se ve obligado a implementar
“precios máximos” y “precios mínimos”, cuyas características son explicadas más adelante.
g) La técnica productiva (el cómo) y la distribución de la riqueza (el para quién) resultan
determinados por el proceso de producción; las personas que por su tesón, la suerte o la
herencia disponen de mayores recursos tendrán mayor capacidad de demanda de bienes y
servicios, mientras que aquellos que parten con menos recursos o prefieren trabajar poco
verán disminuidas sus posibilidades.
h) El ciclo productivo se lleva adelante a través de un proceso de asignación de recursos de
acuerdo a las necesidades propias del mercado (se suelen usar los estudios de mercado para
determinar si un bien o un servicio tendrá aceptación).
i) Presupone un marco competitivo en el cual las células del circuito económico tienen
libertad para ofrecer y demandar en condiciones análogas. Esto no implica que no se
conformen mercados imperfectos como son los monopolios y los oligopolios.
j) Hay una valoración social del trabajo, el ahorro, la solidaridad, la iniciativa y el espíritu
empresarial.
k) Se desvalorizan las formas de vida parasitarias, es decir de aquellas personas que pudiendo
hacerlo no se preocupan por trabajar y confían en las dádivas estatales.
l) Hay una renuncia al Estado paternalista, simplificación de la burocracia estatal y
descentralización administrativa.
m) No supone un Estado débil, sino más bien pequeño y ocupado y preocupado por las
cuestiones para las cuales ha sido creado, administrar, legislar y juzgar.
Este sistema también se conoce como economía “de mercado”, porque es justamente dentro del
propio mercado, y con la menor intervención estatal posible, donde se resuelven la problemática
económica.
Cuando uno piensa en un mercado libre, nos solemos preguntar cuál es la razón por la que se
producen bienes y servicios en una cantidad adecuada a la demanda del sistema; la respuesta es que
a pesar de los prejuicios, el mercado libre no significa anarquía y caos, sino por el contrario, se basa
en una lógica interna que en términos generales funciona correctamente. Si bien una economía
descentralizada supone un mecanismo complejo, existe una coordinación inconsciente entre los
agentes económicos; y esto es así porque a nadie se le ocurriría producir algún bien o servicio si no
tiene, o al menos supone, que tendrá demanda, y menos aún si no consigue un beneficio por su
actividad. En definitiva, los agentes económicos creen que “el libre juego del sistema de precios,
conducido providencialmente por el interés individual y por la libre y perfecta competencia
empresarial capitalista, sustituiría ventajosamente la coordinación impuesta por mecanismos
artificiales; las fuerzas inmanentes del mercado tenderían siempre a corregir los desequilibrios
económicos resultantes de eventuales desajustes entre las decisiones individuales y empresariales de
consumo y producción, o de ahorro e inversión”.

¿Cuáles serían las limitaciones más importantes del modelo capitalista?

En primer lugar, la libre elección de los bienes y servicios que se van a consumir es relativa, ya
que la mayoría de la población tiene una cantidad de dinero determinada para gastar; además, la
libre elección está enmarcada dentro de las posibilidades que ofrece el mercado, es decir que si se
quiere consumir un bien que no se produce en ese ámbito, por más libertad que exista, no se podrá
acceder a él. Otro aspecto a tener en cuenta es el referido a la libre elección del trabajo; está claro
que son muy pocas las personas que pueden elegir el empleo que más les gusta o el más cómodo, ya
que depende de las capacidades individuales y de las condiciones existentes en el mercado; además
hay una gran diferencia salarial entre el trabajo calificado (sobre el cual suele haber mucha
demanda) y el no calificado (que tiene mucha oferta), lo que ha acentuado la inequidad en la
distribución del ingreso, y como este modelo no admite la intervención del Estado, al menos de
manera significativa, quedan serias dudas sobre la igualdad de oportunidades, pues a mayor salario
mayor posibilidad de recibir educación, y a mayor educación mayor salario.
Por esta razón, el capitalismo moderno no admite ni respeta un dogmatismo extremo, y le ha
reservado al Estado un rol cada vez más importante, cual es el de regular el funcionamiento de los
agentes económicos individuales, limitar y sancionar las prácticas monopolistas, establecer políticas
monetarias, crediticias y fiscales sanas que aplanen los ciclos macroeconómicos, actuar como
redistribuidor de la renta, alentar el crecimiento económico y limitar los abusos de quienes tienen
mayor poder económico.

El sistema centralizado, colectivista o marxista

“Los gobiernos socialistas y totalitarios están


condenados a respaldar el pasado. Como la
creatividad es impredecible, también es incontrolable.
Si se quiere tener planificación y dominio central,
no se puede aspirar a tener dinamismo y creatividad”.
George Gilder
futurólogo norteamericano,1939.

Este sistema, también llamado colectivista, surge con las doctrinas socialistas y el pensamiento
de Karl Marx, que sistematizaron las críticas al capitalismo, proponiendo una sociedad ideal en la
que reinase la justicia social, para lo cual era indispensable la eliminación de las desigualdades
existentes a través del manejo de la economía por parte del Estado, y la supresión de la propiedad
privada de los medios de producción.
A juicio de Marx, el capitalismo institucionaliza la explotación del hombre por el hombre, y
explica su teoría por medio de la plusvalía, que a su vez tiene su fundamento en la teoría del valor
de Ricardo.
David Ricardo (1772-1823) había esbozado la teoría del valor, sosteniendo que “poseyendo
utilidad, las mercancías derivan su valor de cambio de dos elementos: su escasez y la cantidad de
trabajo requerido para obtenerlas”; si bien reconoce que el valor de algunos bienes está
determinado sólo por la escasez (porque el trabajo no puede hacer aumentar la cantidad), señala que
ellos son sólo una pequeña parte de la masa total que se intercambia en el mercado; por lo tanto, la
gran mayoría “son producidos por el trabajo y pueden multiplicarse... casi sin límites”. En una
palabra, Ricardo explica el valor de cambio de las mercancías, fundamentalmente a través de la
cantidad de trabajo acumulado que tienen.
Por su parte, Marx tomó la teoría de Ricardo, pero prescindiendo del valor de uso de los bienes,
por lo que a su juicio sólo queda una propiedad común: la de ser producto del trabajo.
Este planteo es bastante endeble desde el punto de vista del análisis económico, ya que es muy
sencillo darse cuenta de que el valor de cambio de una mercancía no sólo tiene en cuenta el valor
del trabajo para obtenerla sino también su nivel de oferta y demanda, los costos de producción, la
escasez (en cuanto a precio, no es lo mismo una copa de acero inoxidable que una de oro) y el
ingreso disponible de los consumidores; la realidad es que para Marx era indispensable este planteo
para apoyar allí una de sus teorías fundamentales: la de la plusvalía. Como ya se ha dicho, para él,
el valor de la fuerza de trabajo estaba determinado, como cualquier otra mercancía, por el trabajo
necesario para su producción, y por lo tanto también para su reproducción; en otras palabras, el
valor de la fuerza de trabajo es igual al valor de los medios de subsistencia que permitan al obrero
mantenerse a sí y a su familia. Para Marx, el obrero se encontraba obligado a trabajar más horas de
las que realmente necesitaba para la reproducción de su propia fuerza laboral, y divide la jornada de
trabajo en dos, el tiempo de trabajo necesario, durante el cual el obrero reproduce el valor de su
salario, y el tiempo de trabajo excedente, que resulta de deducir del tiempo total trabajado el tiempo
correspondiente al trabajo necesario.
En una palabra, la plusvalía es el valor del trabajo que crea el obrero después de cubrir el valor
de su fuerza de trabajo y que el capitalista se apropia de manera gratuita e indebida; esta plusvalía le
permite al dueño de los medios de producción acumular más capital, y de esta manera crear una
plusvalía aún mayor (para poder entender con claridad esta teoría, es necesario recordar los
conceptos de utilidad, utilidad marginal y productividad marginal explicados anteriormente).
Lo que Marx trataba de explicar es que la explotación no era una cuestión ocasional y
momentánea, sino que estaba en la propia esencia del capitalismo, era inmanente a él, razón por la
cual no tenía sentido intentar mejorarlo; definitivamente había que terminar con dicho “esquema
perverso”.

Las características más importantes de este sistema son:

a) Propiedad colectiva (pública) de los medios de producción (de allí lo de colectivismo).


b) Planificación imperativa por parte del Estado, que concentra todo el poder de decisión
económica y política.
c) El qué, el cómo y el para quién, no son definidos por el mercado, sino por los burócratas de
turno.
d) Los precios de los bienes y servicios no transparentan la realidad del mercado, y son sólo
instrumentos de cálculo.
e) Generalmente hay un racionamiento por parte del Estado en cuanto a la distribución de
bienes y servicios.
f) Suele estar acompañado de una fuerte restricción en el ejercicio de los derechos
individuales, económicos o no; la desaparición de la libertad económica acarrea el
aniquilamiento de otras libertades no económicas; esto es así porque el Estado, para tener el
control total de la actividad que desarrollan los integrantes del sistema económico, necesita
utilizar medios de coacción que disciplinen los comportamientos en nombre del interés
común.

¿Cuál es la crítica más importante que se le puede hacer a este sistema?

Que un mecanismo tan complejo como el económico no puede ser gobernado eficientemente
por un organismo anónimo (el Estado) que desconoce los recursos disponibles, las técnicas de
producción y las necesidades de la población. Esta supuesta economía con sentido social se
convierte en un enorme aparato burocrático y bucólico, que se asienta sobre la presunción heroica
de que todos los que toman decisiones obran pensando en el bienestar de sus semejantes y de que
están dotados de las capacidades inherentes a sus cargos. Otra crítica es que el plan de gobierno no
emana de representantes del pueblo elegidos democráticamente, sino de autoridades establecidas
por sí mismas o por un partido único, hecho que no puede someterse a la discusión pública.
En el caso puntual de la ex Unión Soviética que se constituyó en el paradigma del sistema
colectivista a finales de la segunda década del siglo XX, sufrió antes de su desmembramiento un
gran estancamiento económico; a partir de 1970 se produjo un freno del crecimiento, que repercutió
en el descenso de los niveles de vida, con rendimientos decrecientes en la agricultura, lo que le
obligó a importar trigo de Estados Unidos y Canadá; atraso tecnológico (a pesar de sus éxitos en la
carrera espacial, la URSS había terminado rezagada en sectores de alta tecnología, como la robótica
y las telecomunicaciones), y esta inferioridad técnica soviética tuvo una inmediata repercusión
militar. El atraso derivaba en gran medida de su aislamiento de la comunidad científica
internacional, y un profundo deterioro de la calidad de vida (entre 1960 y 1985 del siglo pasado la
mortalidad en la URSS subió de manera preocupante mientras que se produjo un reflujo indicador
de que los bienes sociales no se destinaban al bienestar de la población, sino que se orientaban hacia
el rearme. La esperanza de vida descendió de los 70 a los 67,7 años, y la mortalidad infantil se
encontraba en la tasa sorprendente). Según los datos de 1989, la Unión Soviética, segunda potencia
militar del mundo, se situaba en el puesto 51 del ranking de la renta per cápita.
Esta realidad de la ex Unión Soviética permite darle la razón a George Gilder, que en su libro
Riqueza y pobreza2 , sostiene que una economía controlada es por definición estéril, ya que “al
crear un sistema de regulaciones y controles agota toda iniciativa fecunda, frustra toda
espontaneidad social y asfixia las fuentes morales de la voluntad de enfrentar el peligro y de
prosperar en base al propio esfuerzo”, pero para evitar la euforia de los defensores acérrimos del
sistema descentralizado, aclara y les advierte que “la salud de un sistema capitalista depende del
equilibrio entre la seguridad y el riesgo, entre la solidaridad y la competencia, entre el ahorro y la
inversión”.
A esta altura el lector está en condiciones de sacar sus propias conclusiones, sopesando en la
balanza de la historia los beneficios y perjuicios que suponen cada sistema.

Todos los sistemas económicos son mixtos

En realidad, ni el liberalismo en un sentido ortodoxo ni el colectivismo marxista se han


presentado en algún país con toda la pureza que plantean sus sustentos ideológicos; ambas son
concepciones teóricas que intentaron verse realizadas, aun mediante concesiones o atenuando el
rigor de sus principios.
Desde un punto de vista estrictamente económico, es difícil desmentir los logros del sistema
capitalista, que consiguió eficiencia productiva y exaltó la libertad del hombre como un valor
primordial; pero también es cierto que no ha podido terminar con las grandes injusticias en la
distribución de la renta, ni con las crisis que periódicamente se desatan y generan desocupación y
pobreza. Incluso sus principales mentores reconocieron algunas debilidades del sistema, por lo cual
reservaban para el Estado algunos roles fundamentales; el propio Smith sostenía que el Estado tiene
“deberes que cumplir, como proteger a la sociedad de la agresión y la invasión de otras sociedades
independientes, proteger en la medida de lo posible a cada miembro de la sociedad de la injusticia
y la opresión, y erigir y mantener ciertas obras públicas, cuya construcción jamás sería de interés
de alguna empresa privada”. También Jean Baptiste Say (1767-1832) y John Stuart Mill (1806-
1873), que si bien pretendían el máximo de libertad económica, nunca hablaron de la ausencia total
del Estado.
En esta problemática es interesante citar al economista y político brasileño Delfim Netto,
considerado uno de los responsables del milagro económico de ese país; en su libro “Planeamiento
para el desarrollo económico” resalta que las economías contemporáneas tienen tres grandes
desafíos: maximizar la tasa de desarrollo, extender sus beneficios a todos los ciudadanos y
descentralizar el poder político para que todos los ciudadanos puedan disfrutar libremente de los
beneficios del progreso; y añade que ni el capitalismo liberal ni la planificación inflexible favorecen
tales realizaciones, porque “en el primero tenemos la sujeción de la colectividad a la minoría
detentadora del poder económico, y en el segundo, esa misma sujeción a la minoría detentadora
del poder político”.
Por ello, de uno y otro lado, precisamente para superar los problemas generados por los dos
extremos, liberalismo sin planeamiento y planeamiento sin libertad, las economías han
evolucionado hacia la construcción de sistemas mixtos, en el cual conviven algunos elementos del
mercado libre con otros de la economía planificada.
En este sentido, la irrupción de John Maynard Keynes (1883-1946) y el éxito de sus ideas
comenzaron a dejar al descubierto las dificultades y limitaciones del pensamiento clásico, pero a la
vez, y aunque parezca contradictorio, constituyó un dique de contención para que las ideas de Marx
no siguieran expandiéndose a los países más industrializados; a partir de su pensamiento, era
posible mejorar los niveles de actividad económica a través de la intervención decidida del Estado
en momentos de crisis, pero muy lejos estuvo Keynes de pensar en una planificación imperativa y
en la restricción de los derechos individuales.
Es decir que a través de la aparición del pensamiento keynesiano y de su teoría, lo más
importante fue que se logró plasmar una realidad que ya se podía observar palmariamente, y que no
era reconocida por los apologistas de los planteos extremos; esta circunstancia era que la gran
mayoría de los sistemas económicos debían ser (y de hecho lo eran) mixtos. Entonces deberíamos
hacernos otra gran pregunta: si todos son mixtos, ¿qué era lo que diferenciaba un sistema
económico de otro? simplemente la gran cantidad de matices que los acercaban o alejaban de los
extremos opuestos; así, uno puede encontrarse con economías en las cuales el Estado interviene
bajo el principio de subsidiariedad (intervención mínima y excepcional), y otras en las cuales el
Estado controla la mayor parte de las decisiones económicas, pasando entremedio por el capitalismo
moderado, la economía social de mercado, el socialismo democrático, etcétera.
En realidad, no existe en la actualidad ningún Estado que lo maneje todo, ni uno que no influya
al menos en las variables más importantes; en general, en la mayoría de los países desarrollados el
Estado se abstiene de sustituir a la actividad privada, pero se admite como indispensable la
necesidad de establecer algunos controles, que si bien no eliminan todas las imperfecciones del
mercado, las atenúan considerablemente.

El mecanismo de mercado

Hemos dicho que en la economía descentralizada funciona el mecanismo de mercado, por el


cual oferentes y demandantes determinan de manera conjunta y a través de un juego de presiones
conscientes e inconscientes el precio y la cantidad en que se van a comercializar los bienes y
servicios disponibles.
Pensemos qué ocurriría si en el mercado de automotores de Córdoba hubiese una oferta
disponible que superase ampliamente a la demanda; en este caso las concesionarias, al ver
restringida su venta, intentarían atraer nuevos compradores a través del otorgamiento de beneficios
especiales, sea reduciendo sus márgenes de ganancias u otorgando plazos de financiación más
extensos. A su vez, los fabricantes de automóviles, al acumular un gran stock, producirían menos
unidades liberando factores, lo que provocaría una caída de la oferta, estableciéndose un nuevo
equilibrio a un precio más bajo y/o a una menor cantidad de unidades vendidas. Cuando se reduce la
oferta disponible y se reactiva el mercado, los precios vuelven a subir. En definitiva, cuando los
precios son muy altos se produce un exceso de oferta, ya que existe mucho para vender y hay pocos
que quieren comprar; en cambio, cuando el precio es demasiado bajo los demandantes reclaman
grandes cantidades, pero los que venden no están dispuestos a ofrecerlas a ese precio. De esta
dinámica surge el equilibrio, que se da en un precio al cual oferentes y demandantes quieren vender
y comprar las mismas cantidades, por lo que el precio de mercado actúa como un mecanismo de
racionamiento natural. Es decir que a través de este esquema de precios libres se supera la posible
asignación gubernamental de los bienes y servicios, lo que en la práctica constituye un
racionamiento artificial.
Este mecanismo de mercado se puede apreciar claramente en el gráfico de un circuito
económico simple, que es un modelo que representa a una economía real que tiene como objetivo
mostrar las interrelaciones que suceden en la vida cotidiana entre los distintos sectores y la forma en
que se determinan los precios de los bienes, de los servicios y de los factores de la producción; es
un complejo tejido de relaciones directas e indirectas, por las cuales el hombre dispone de bienes
para satisfacer sus múltiples necesidades, dividiendo socialmente el trabajo y actuando de manera
integrada mediante una corriente de intercambio de productos y de prestación de servicios mutuos.

En el cuadro anterior que muestra un circuito económico simple (ya que no hemos incorporado
aún a los sectores gobierno, financiero y externo), se puede observar que entre los sectores de la
economía hay dos tipos de corrientes, las monetarias o nominales (línea recta) y las reales (línea
punteada); las corrientes reales están constituidas por materias primas, bienes y servicios finales, y
la prestación de los servicios por parte de los factores de la producción; las corrientes monetarias se
forman por la remuneración (pago) a los factores de la producción y el pago por parte de los
compradores de los bienes y servicios que ofrecen las empresas; es decir que a medida que se
desarrollan los flujos reales se generan de manera inmediata los flujos nominales, y viceversa.
El sector familia es el que monopoliza la oferta del factor de la producción trabajo y está
conformado por todos los habitantes de un Estado que directa o indirectamente participan en la
actividad productiva y consumen los bienes y servicios elaborados; hay que decir que todos los
habitantes de un país son consumidores, más allá de que algunos de ellos por alguna circunstancia
no tengan ingresos. Esto es obvio, ya que cuanto menos deben alimentarse para sobrevivir, y si por
ejemplo están desempleados, lo harán a través de un subsidio estatal, por medio de la caridad
privada o endeudándose.
Los integrantes del sector familia ejercen simultáneamente el rol de consumidores y de
propietarios de los factores de la producción trabajo, tierra y capital, y en base a ello logran los
ingresos necesarios para adquirir bienes y servicios, por lo que su capacidad de consumo depende
de la posesión de dichos factores. Con sus ingresos pagan sus impuestos, tasas y contribuciones, con
el saldo restante (ingreso disponible), consumen, y si aún les sobra pueden ahorran; en el caso de
tener un consumo mayor a su ingreso disponible generan un endeudamiento, que generalmente es
resuelto a través de la incursión en el sistema financiero, el cual otorga préstamos que serán
devueltos en un plazo a convenir más los intereses correspondientes por el uso de un capital que no
es propio. Por el contrario, si el ingreso disponible supera al consumo aparece el ahorro, el cual se
puede canalizar de diversas maneras, por ejemplo constituyendo un plazo fijo, comprando acciones
de una sociedad anónima en la bolsa, suscribiendo títulos públicos, o simplemente atesorando.
Por su parte, el sector empresas está constituido por todas las unidades productoras de bienes o
servicios, sean sociedades irregulares o regulares, de propiedad individual, colectiva, anónimas o de
responsabilidad limitada, públicas o privadas, nacionales o de capital extranjero.
Las empresas se alimentan de insumos, que son indispensables para alcanzar los bienes finales,
y van reponiendo los bienes de capital (máquinas, equipos, herramientas) que van quedando
obsoletos en el proceso, para lo cual estiman una asignación en la composición de sus costos para
amortizar los mismos.
La mayoría de las empresas son pequeñas y sólo un grupo de ellas, los holdings (empresas que
manejan a otras por medio del control del paquete accionario) y las multinacionales, ocupan una
posición dominante e influyen sustantivamente en el diagrama de la política económica nacional; no
se puede soslayar que estas empresas, de gran poderío económico y con mucho personal ocupado,
presionan para obtener beneficios fiscales y crediticios por parte de los Estados; de lo contrario
suelen amenazar con trasladarse a otros países donde los beneficios y las ventajas son mayores.
Entre estos dos sectores básicos encontraremos dos mercados claramente diferenciados, el de
factores de la producción, y el de bienes y servicios; en el primero, las unidades familiares ejercen
funciones típicas de oferta, mientras las empresas actúan como demandantes; en el mercado de
bienes y servicios los roles se invierten.
Los gráficos nos mostrarán más adelante que ambos mercados, en una economía
descentralizada, dependen de la ley de oferta y demanda, y el punto de equilibrio se obtiene cuando
oferentes y demandantes se ponen de acuerdo sobre precio y cantidad.
Cuando hablamos de precio nos estamos refiriendo a la cantidad de dinero que se requiere para
poder comprar un bien o un servicio; o lo que es lo mismo, la cantidad de dinero que recibe un
vendedor al deshacerse de un bien. Este precio recibe el nombre de precio absoluto, y si se refiere al
precio del bien “a” se simboliza “Pa”, si corresponde al bien “b” se simboliza como “Pb”, y así
sucesivamente.
Cuando relacionamos el precio de un bien con otros bienes, sean sustitutos o complementarios,
se está haciendo un análisis de “precios relativos”, concepto que es muy importante para analizar
comparativamente la evolución en el comportamiento de los precios de varios bienes, y se formula
del siguiente modo:
Esto significa que el precio relativo del bien “a” con respecto al bien “b”, es la razón del precio
de “a” sobre el precio “b”, lo que nos indica el número de unidades del bien “b” que debemos dejar
de comprar para adquirir una unidad del bien “a” o a la inversa.
Por ejemplo, si el precio de la carne vacuna es de $ 4,50.- el kilo, y la de pollo es de $ 1,50.- el
kilo, el precio relativo de la carne vacuna con relación a la de pollo es el siguiente:

Pv 4,50

Por esta razón, en esta economía hipotética se deben dejar de consumir tres kilos de pollo para
poder consumir un kilo de carne de vaca.
El análisis de los precios relativos es muy valioso, ya que se constituye como uno de los
núcleos principales de la teoría microeconómica, y por ello es necesario hacer algunas precisiones.
Los cambios de los diferentes precios de una economía son la suma de dos componentes, uno
común y otro específico. El componente común afecta a la totalidad de los precios, y generalmente
está asociado a las contracciones o expansiones monetarias y/o a los cambios en las expectativas de
los agentes económicos. Por su parte, el componente específico está vinculado a perturbaciones
puntuales en el sector donde se forma el precio de un bien en particular, sean perturbaciones
transitorias como las implicancias climáticas en los productos agropecuarios, o perturbaciones
definitivas como podría ser un cambio tecnológico. Por esta razón no se podría hablar de la
aparición de un proceso inflacionario cuando se producen perturbaciones transitorias, como por
ejemplo un movimiento ascendente de los precios de algunas frutas y hortalizas por cuestiones
estacionales, ya que ese incremento que está vinculado a la caída de su oferta, se encuentra
compensado en una economía que funciona adecuadamente por la reducción de otros precios de
productos de temporada que actúan como sustitutos, y cuya disponibilidad es mayor.
A pesar de ello, la inflación medida a través del tradicional Índice de Precios al Consumidor
(IPC) se ve afectada por numerosos shocks transitorios de precios relativos, lo que suele confundir a
los agentes económicos, empujándolos a tomar decisiones equivocadas. Por esta razón algunos
estudiosos de las estadísticas suelen hablar de la necesidad de establecer un IPC
“desestacionalizado”, que elimine de la “canasta familiar” a aquellos precios que aparecen como
más volátiles, o lo que es lo mismo, que omita toda fluctuación de precios que no tenga su origen en
incrementos en la demanda agregada o en expansiones monetarias.
Claro está, que si bien la posición parece razonable, sería bastante complejo llevarla a cabo, ya
que pondría al arbitrio de algunos burócratas cuáles precios se deben incorporar y cuáles no. Por
último, hay economías en las cuales se producen profundas distorsiones en los precios relativos,
fundamentalmente cuando un factor externo al mercado (ya sea una medida del gobierno o bajo
ciertas condiciones de oferta de las empresas) impide que el precio tenga el valor que alcanzaría de
acuerdo a las condiciones vigentes en el mercado (lo que los economistas llaman el precio de
equilibrio). Es decir que cuando se habla de “distorsión de precios relativos”, se entiende que ese
factor externo afecta una determinada relación de precios entre un par de productos o entre un par
de grupos de productos, lo que suele provocar graves problemas en la economía porque causa una
asignación antieconómica de recursos. Un ejemplo de ellos sería si un gobierno decide subsidiar el
precio del GNC (gas natural comprimido) con el objetivo que no aumente el transporte público; esto
significaría que la relación de ese precio en cuanto al de los autos como bien complementario
cambiaría; para decirlo de otra manera, harían falta más cantidad de metros cúbicos de GNC para
comprar un vehículo.

La oferta y la demanda

Ya hemos dicho que en las economías descentralizadas las decisiones referidas a la producción
de bienes y servicios, así como el modo en que utilizan las economías domésticas su ingreso
disponible, dependen de la voluntad de los agentes económicos; pero esas actitudes voluntarias no
se constituyen como comportamientos irracionales, sino que son resultado de un proceso en el cual
juegan un rol preponderante la oferta y la demanda. De todas maneras hay que reconocer que si bien
el principio de racionalidad, como supuesto que subyace en la mayoría de las teorías económicas, es
un aspecto central en el análisis, buena parte de los estudios señalan que no se mantiene siempre. Lo
que sí aparece como más estable, frente a los permanentes cambios tecnológicos que alteran los
patrones de conducta, es la maximización de los costos y beneficios que implican tomar una
decisión, sea de consumo o de ahorro.
Desde hace muchos años, distintas disciplinas, entre ellas el marketing, la sociología, la
psicología y la economía, han tratado de diseñar modelos precisos sobre el comportamiento del
consumidor, lo que sería posible si dichos consumidores se encontraran perfectamente informados;
pero los agentes económicos presentan una racionalidad muy limitada y manejan información
incompleta. Si agregamos que el uso de esa información imperfecta depende de otros factores,
como por ejemplo el ambiente o los incentivos o desincentivos del mercado, se hace muy difícil
homogeneizar el comportamiento de las personas. Por otra parte, debe distinguirse entre el
consumidor que compra para sí y el que compra para terceros (empresas, instituciones), ya que en
los segundos adquieren gran trascendencia los costos, las características de los productos y el
mayoreo (compras en cantidad).
Cuando se habla de oferta, se está haciendo referencia a la conducta de los vendedores,
mientras que la demanda describe la actitud de los compradores, y aunque no lo parezca, tanto la
oferta como la demanda son parte de nuestras experiencias cotidianas; por ejemplo, cuando el
precio de la manzana aumenta individualmente, los consumidores saben, sin ser economistas, que es
producto de la escasez de oferta por una cuestión estacional, pero también saben que otra fruta de
temporada, quizás la uva, bajará su precio; éste es un claro ejemplo de modificación de precios
relativos. Ante ello, los consumidores, de manera automática, reducirán la cantidad de manzanas
compradas y aumentarán la demanda de uva.
En este juego de la oferta y la demanda, o lo que es lo mismo, la conducta de vendedores y
compradores, se va conformando el sistema de precios, y como éstos se van dando de manera
natural en el mercado, se los llama precios de mercado.

Teoría de la demanda

Llamaremos demanda a la cantidad de bienes o servicios que se están dispuestos a comprar en


un momento dado a un precio determinado.
La demanda depende de una gran cantidad de variables, entre las cuales se destacan el precio
del bien que se está analizando, el ingreso de los consumidores, el precio de los bienes sustitutos y
complementarios, los gustos y la moda, la publicidad y el tamaño del mercado.
La lógica indica que existe una ley de demanda decreciente, lo que significa que los
compradores demandan más unidades cuanto menor es el precio, y menos unidades cuando el
precio es mayor; es decir que la demanda es inversamente proporcional al precio, siempre y cuando
las otras variables se mantengan constantes. Para que podamos asegurar esta relación debemos
ponernos bajo el paraguas de la condición coeteris paribus, que significa con condiciones fijas o
con variables constantes; la expresión coeteris paribus se remonta a Petrus Olive, quien la empleó
alrededor del año 1280, y se encuentra en los catorce sermones sobre contratos y usureros de San
Bernardino de Siena. Un ejemplo de esta condición es el siguiente: imaginemos que un pantalón de
moda se vende a $ 500; si el resto de las variables se mantienen constantes, una caída de su precio
provocará una demanda mayor, ya que se incorporarán al mercado nuevos compradores. Pero si ese
producto pasa de moda, por más que el precio se reduzca, la cantidad demandada no aumentará;
más aún, quizás caiga sustancialmente porque los consumidores ya no lo quieren, conformándose
una curva atípica de demanda; en este caso no se cumple la ley de la demanda decreciente, porque
otra variable (la moda), que no es el precio, se ha modificado.
Cada bien tiene su propia tabla de demanda, que indica la cantidad que se está dispuesto a
comprar a cada precio:

Tabla de demanda de automóviles en la provincia de Córdoba

Si unimos todos los puntos de intersección entre los diferentes precios y cantidades,
obtendremos la curva de la demanda de automóviles en la provincia de Córdoba, que tiene una
pendiente negativa (va de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha), lo que indica que la relación
entre precio y cantidad es inversamente proporcional.
Es muy importante aclarar que cada curva de demanda supone una situación de mercado
particular, en la cual las demás variables se mantienen constantes; por esta razón debemos
especificar que si se produce un cambio de la cantidad demandada producto de un cambio en el
precio, debemos hablar de un desplazamiento sobre la propia curva; pero si se altera otra variable
distinta al precio, por ejemplo la moda o los ingresos del consumidor, se conforma una nueva
función de demanda que refleja la nueva situación del mercado. En este último caso la nueva curva
podrá estar a la izquierda o a la derecha de la anterior, dependiendo de la influencia que hayan
ocasionado en ese mercado las variables que se hayan modificado.
Por ejemplo, si el ingreso nacional por habitante cae, los agentes económicos dispondrán de
menos dinero para el consumo, por lo cual disminuirá la cantidad demandada a cada precio,
apareciendo una nueva curva de demanda a la izquierda de la anterior
En el primer gráfico se ve cómo, antes de la caída del ingreso nacional, el punto de equilibrio
(E) estaba constituido por la intersección de las curvas de oferta y demanda; cuando cae la renta por
habitante, y al modificarse una variable que no es el precio, aparece una nueva función de demanda
que se ubica a la izquierda de la anterior, pues se está dispuesto a comprar una menor cantidad a
cada uno de los precios; esto provoca la aparición de un nuevo punto de equilibrio (E1), en el cual
los oferentes están dispuestos a disminuir el precio recibido por unidad de P a P1, pero también
ofrecen una menor cantidad (de Q a Q1), ya que al recibir un precio inferior no están dispuestos a
mantener la oferta anterior.
En el segundo gráfico se muestra la situación del mercado en el caso de que el ingreso nacional
por habitante hubiera aumentado; la nueva función de demanda se ubicaría a la derecha de la
anterior, ya que a cada uno de los precios, los consumidores estarían dispuestos a comprar más
unidades, pero los oferentes sólo ofrecerán mayor cantidad si el precio es más tentador, por lo cual
aparece un nuevo punto de equilibrio, en el cual oferentes y demandantes se comprometen a
comprar y vender más unidades, pero a un precio superior.

La demanda individual y la demanda de mercado

La demanda individual corresponde a la cantidad de bienes que está dispuesto a comprar un


consumidor a un precio determinado, mientras que la demanda de mercado es la suma de las
demandas individuales. También se conoce a la demanda de mercado como demanda agregada.
La reacción que tienen los consumidores ante un aumento de los precios puede explicarse
también por lo que se ha dado en llamar el efecto sustitución; cuando el precio de un bien aumenta,
manteniéndose invariable el precio de los bienes sustitutos, se produce un traslado de la demanda de
un bien a otro.
Otra de las explicaciones se basa en las leyes enunciadas por Hermann Gosen (utilitarista
alemán, 1810 - 1854) en el año de su fallecimiento, y que se reconocen como la base de la
revolución marginal. La primera de ella es la ley de prolongación, que sostiene que “cuando un
deseo se persigue sin interrupción, su intensidad, después de haberse en un principio atenuada,
decrece y acaba por convertirse en nada”; la segunda, conocida como la ley de repetición, enuncia
que “cuando una sensación agradable se repite, el grado de intensidad del placer y su duración
disminuye a cada repetición. Intensidad y duración decrecen tanto más rápido cuanto más rápido
se suceden las repeticiones”. Esto quiere significar que cuanto mayores fueran las cantidades
disponibles de un producto, menores serían los grados de utilidad marginal que le reportará al
consumidor, lo que provoca que los mismos sólo estén dispuestos a comprar más unidades de un
mismo bien si su precio es más bajo (recordemos el ejemplo del agua en la paradoja del valor).
Estas teorías de Hermann Gosen consideran que la utilidad que le proporcionan a cada
individuo las distintas dosis consumidas de un bien se puede medir cardinalmente; el sistema
consiste en asignarle un valor numérico a cada dosis, respetando los números naturales, es decir que
a mayor utilidad le corresponde mayor número, y viceversa.
Por su parte, y como ya sostuvimos anteriormente, quienes defienden el enfoque ordinal
consideran que es innecesario, además de muy complejo, darle un valor numérico a cada dosis, y
que lo realmente importante es que los consumidores puedan otorgar un orden de preferencia en el
consumo de cada bien a través de un ordenamiento más sencillo: primero, segundo, tercero, cuarto,
etcétera; en una palabra, analizar si el consumidor prefiere a A sobre B o C, independientemente de
“cuánto” se prefiere a A sobre B o C.
De todas maneras, lo importante es que ambas teorías tienen por objeto determinar la demanda
individual, y sumando a éstas, poder estimar la demanda total del mercado. Ahora bien, al graficar
una función de demanda se debe comprender que en ella se están suponiendo una serie de variables
que determinan una situación de mercado particular, claro está, bajo el paraguas de la condición
coeteris paribus.

Las variables más importantes que inciden sobre la demanda son:

a) El precio del producto: cualquier modificación del precio altera la cantidad demandada.
b) El ingreso de la población: si el ingreso por habitantes aumenta o disminuye, las cantidades
demandadas a cada uno de los precios se modificarán, apareciendo una nueva función de
demanda.
c) El tamaño del mercado: la gráfica tiene en cuenta un mercado de una dimensión
determinada, por lo cual si se modifica su tamaño también se conformará una nueva curva
de demanda. Desde un punto de vista macroeconómico, los procesos de Integración
Económica (Comunidad Económica Europea, Mercosur, Alca) alteran las funciones de la
oferta agregada y la demanda agregada de todos aquellos bienes que no tienen protección
arancelaria (impuestos a la importación) o para arancelaria (trabas sanitarias, cupos,
cuotas).
d) Las preferencias y los gustos: ambas variables se deben mantener constantes durante el
análisis; de lo contrario no se cumplirá la condición coeteris paribus.
e) Los precios de los demás bienes, especialmente de los sustitutos y complementarios: se
debe considerar que ambos permanecen iguales (si pensamos en el mercado del automotor,
damos por supuesto que el precio del combustible, los repuestos y las motos permanecen
constantes).
f) Las expectativas: los consumidores no deben esperar modificaciones en los precios de los
productos, ya que de lo contrario cambiarán su comportamiento
Existe una relación funcional entre la cantidad demandada y sus determinantes, la que
puede expresarse del siguiente modo:

Xd = f (Pp, Ip, Tm, Gc, Ps, Ec)

donde:
Xd es cantidad demandada
f es función
Pp es precio del producto
Ip es ingreso de la población
Tm es tamaño del mercado
Gc es gustos del consumidor
Ps es precio de bienes sustitutos y complementarios
Ec es expectativas de los consumidores

Es decir que la cantidad demandada es una variable dependiente, y es función de una


importante cantidad de variables independientes, que son el precio del producto, el ingreso de la
población, el tamaño del mercado, los gustos del consumidor, el precio de los bienes sustitutos y
complementarios, y las expectativas de los consumidores.

La elasticidad precio de la demanda

El universo económico está constituido por una cantidad infinita de bienes de características
dispares. La demanda de cada uno de ellos no responde del mismo modo ante un cambio en su
precio, ya que hay algunos que son más sensibles que otros, razón por la cual las curvas de demanda
de los distintos bienes se diferencian por su inclinación. Para algunos bienes, una pequeña variación
ascendente en su precio puede retraer la demanda de manera muy significativa, mientras que en
otros bienes una variación ascendente muy brusca de sus precios no provoca una importante caída
de su demanda.
Todos estos grados de sensibilidad pueden cuantificarse a través de un concepto diseñado por
Alfred Marshall (economista británico, Londres 1842- Cambridge 1924, fundador de la escuela
neoclásica), llamado elasticidad precio de la demanda, que consiste en “la respuesta relativa o
porcentual de la cantidad demandada ante un cambio relativo o porcentual del precio”; se podrá
observar que el análisis se realiza a través de porcentajes, ya que es la única manera de obtener
resultados objetivos y fáciles de leer.

Ahora bien, para calcular el aumento o la caída porcentual de precio y cantidad, debemos sacar
el cociente entre el aumento del precio sobre el precio original, y la variación de la cantidad sobre la
cantidad original; por ejemplo, si un producto que vale $ 100.- aumenta a $ 130.-, y la cantidad
demandada, que era originalmente de 200, cae a 160, el cálculo de elasticidad sería el siguiente:

En este ejemplo, podemos observar que ante un aumento del 30 % en el precio, la cantidad
demandada cae sólo un 20 %, es decir de manera menos que proporcional al aumento. Si dividimos
20 en 30 nos dará un resultado de 0,66; en este caso se dice que la demanda es inelástica, porque su
resultado final es menor a 1 en valor absoluto (se considera el valor absoluto porque muchas de las
elasticidad-precio son negativas, razón por la cual los analistas ignoran el signo y se preocupan sólo
por el resultado numérico). La demanda es inelástica cuando se trata de bienes indispensables, como
podrían ser los alimentos, los antibióticos, los combustibles o para aquellos que están vinculados a
algún vicio, como el alcohol y los cigarrillos. Esta es una de las razones principales por las cuales se
aplican impuestos muy elevados a productos como las naftas o tabaco; si bien inicialmente pueden
bajar su consumo frente a un aumento importante en sus precios, los mismos tienen inelasticidad a
corto plazo, ya que al poco tiempo se van asumiendo los nuevos costos, los cuales quedan
incorporados con naturalidad a la estructura de consumo personal.
Otro aspecto a destacar es que, si el gasto en un bien supone un porcentaje muy pequeño de la
renta de los individuos, su demanda será generalmente inelástica, ya que el impacto negativo en su
ingreso de una suba en su precio es insignificante. Es el caso de un tornillo, un clavo o botones, ya
que las variaciones en sus precios, que suelen ser muy marcadas en cuanto a porcentajes, influyen
muy poco en las decisiones de los consumidores que desean adquirirlos; imaginemos un botón que
pasa de $ 0.20 a $ 0.30, lo que en porcentaje es un 50%; es difícil pensar que las personas van a
retraer su consumo por este aumento; y en esto, además del bajo precio, también influye que los
agentes económicos no tienen una información muy precisa sobre el precio absoluto de este tipo de
bienes.
Ahora bien, si ante un aumento de precio del 10 % la caída de la cantidad demandada fuera de
un 20 %, implicaría que es más que proporcional y su resultado sería 2 (20/10); estaríamos ante una
demanda elástica, ya que su resultado es mayor a 1 en valor absoluto. En este caso se trataría de
bienes no necesarios o innecesarios, los que sólo se demandan por su precio accesible; al aumentar
su costo, los individuos dejan de comprarlos en una proporción bastante mayor en porcentaje a lo
que ha aumentado su precio.

Por último, si el aumento del precio es proporcional a la caída de la demanda (aumenta el


precio un 20 % y se vende un 20 % menos), nos encontramos ante una demanda unitaria, y su
resultado es igual a 1. Se suele poner como ejemplo de demanda unitaria a los inmuebles, es decir
que si un departamento aumenta en su precio un 10%, la demanda cae en una proporción similar.

Observemos ahora los gráficos correspondientes a las tres situaciones descriptas, y notaremos
algunas diferencias.
En los tres ejemplos se verá que, si bien la pendiente es la misma, la inclinación es diferente, ya
que a mayor elasticidad mayor inclinación.
Es importante aclarar que una misma curva de demanda puede tener distintos tipos de
elasticidad a lo largo de todo su recorrido; y si la demanda es una línea recta, tendrá elasticidad
unitaria en su punto medio; si el precio comienza a subir la demanda se transforma en elástica, y si
el precio cae más allá del punto medio, la demanda se torna inelástica.

Ahora bien ¿cuál es la razón por la cual la elasticidad es mucho menor a precios bajos? La
respuesta es que frente a un aumento de un precio que ya de por sí es elevado, el cambio porcentual
es pequeño; por ejemplo, si un auto de alta gama que cuesta $ 500.000 sube su precio en $ 15.000
(su precio pasa a $ 515.000), el porcentaje del aumento será sólo del 3%, y podría llegar a ocasionar
una caída de la demanda de 20 a 19 autos, es decir un 5% menos (demanda elástica: 1.66, que surge
de dividir 5 en 3); pero si un auto más modesto que tiene un costo de $ 25.000, aumenta su precio
en $ 5.000 (pasa a costar $30.000), implicaría un 20% más, y su demanda que era de 10.000
unidades se puede reducir a 9.000, es decir un 10% menos (demanda inelástica: 0.50, a partir del
cociente entre 20 y 10). En definitiva, si bien es mayor el porcentaje de aumento del precio de los
autos económicos (20%), como los niveles de ventas de esos vehículos son muy grandes, su
demanda cae menos que proporcionalmente a ese aumento (10%). En cambio en los de alta gama, al
venderse un solo auto menos debido al aumento (de 20 a 19), significaría una caída de la demanda
del 5% frente a un aumento del precio de un 3%. En definitiva, para un cambio dado en la cantidad
demandada, el cambio porcentual es pequeño para una cantidad grande y grande para una cantidad
pequeña. Por esto, para un cambio en el precio, cuanto más bajo sea el precio inicial, mayor será el
cambio de ese precio en términos de porcentaje, pero menor será el cambio porcentual de la
cantidad demandada y menor la elasticidad.

Elasticidad e ingreso total

Todo este análisis de la elasticidad de la demanda genera una información de gran interés para
las empresas, ya que les pone a la luz como se verá afectado su ingreso total como consecuencia de
la modificación del precio de venta de sus productos:
Observemos el siguiente ejemplo: la demanda del bien “x” a un precio de $100 es de 200
unidades, lo que le permite a la empresa un ingreso de $20.000 ($100 x 200); ¿cómo responderán
los demandantes ante un aumento del precio del producto? Podría ocurrir que ante un nuevo precio
de $110, la cantidad demandada de “x” caiga a 160 unidades, lo que le daría un ingreso total de
$17.600 ($110 x 160), con lo cual la empresa sufrirá su decisión inicial como algo desagradable, ya
que su ingreso total se verá disminuido. Pero también podría ocurrir alternativamente que el
producto sea necesario para los consumidores, y la demanda caiga a sólo 190 unidades,
transformando al ingreso total en $20.900 ($110 x 190), es decir un 4,5% más que $20.000
originales. En el primer caso la demanda es elástica, lo que demuestra que la empresa no tiene un
control importante sobre ese mercado, quizá porque vende un producto fácilmente sustituible, pero
en la segunda alternativa, el incremento del precio por unidad del bien “x” provoca un aumento en
el ingreso total, por lo que puede admitirse en principio como una decisión acertada.
A esta problemática de la elasticidad podemos verla también para el caso de que la empresa
esté pensando en reducir el precio de sus productos para ganar una mayor proporción del mercado,
ya que para evitar sufrir una merma en su ingreso total, deberá previamente hacer un estudio sobre
las características de la demanda que enfrenta. Para que el aumento de la cantidad demandada
compense el efecto de la reducción del precio sobre el ingreso total, la cantidad demandada debe ser
lo suficientemente sensible al precio, es decir, la elasticidad de la demanda debe ser mayor que 1;
por ejemplo, que frente a la reducción de un 10% del precio la cantidad demandada se incremente
en un 20%. En caso contrario, cuando la elasticidad de la demanda es menor a la unidad (1), el
aumento de la cantidad demandada no compensará la reducción del precio y el ingreso total se
reducirá, transformándose en un muy mal negocio para la empresa. Para que se comprenda
correctamente esta situación veamos un ejemplo utilizando los datos anteriores. Supongamos que la
empresa que vendía 200 unidades a $100, ha decidido reducir el precio a $90 (un 10% menos) para
ganar mercado. Si posteriormente la demanda crece en un 20% (240 unidades), el ingreso total de la
empresa se incrementará de $20.000 a $21.600 ($90 x 240), con lo cual podríamos decir que la
política de expansión en el mercado ha sido exitosa. Por el contrario, si la reducción del 10% en el
precio impacta sólo en un crecimiento del 5% de la demanda, la empresa se verá en dificultades, ya
que su ingreso total disminuirá sensiblemente (cae de $ 20.000 a $ 18.900).
De todas maneras es necesario advertir que tampoco en este caso se puede hacer una
apreciación positiva o negativa definitiva. Para hacer un análisis más completo, en el primero de los
casos (demanda creciente de 200 a 240 unidades) deberíamos analizar el costo marginal que le
ocasiona a la empresa producir las 40 unidades adicionales, y luego compararlo con el ingreso
marginal que le genera el nuevo nivel de venta. Es decir que antes de tomar una medida de este tipo,
la empresa debe asegurarse que el costo marginal de producir más unidades sea inferior al ingreso
marginal que recibirá por su venta. Hay que destacar que cuando una empresa decide llevar una
mayor cantidad de unidades al mercado el precio de venta cae debido a la ley de oferta, y la
reducción del precio no es sólo para las unidades adicionales, sino para todas ellas. De allí que el
impacto debe ser analizado con rigurosidad.

Elasticidad renta de la demanda

Hay que decir que la cantidad demandada de un bien no sólo depende de su precio sino también
del ingreso disponible que tengan los consumidores; una medida de esta dependencia la proporciona
la elasticidad renta de la demanda, que muestra el cambio en los niveles de demanda de un bien ante
una modificación del ingreso disponible de los consumidores, considerando que el resto de las
variables se mantienen constantes; se obtiene dividiendo la variación porcentual de la cantidad
demandada en la variación porcentual de la renta.
Supongamos que el ingreso disponible aumenta de $ 5.000 a $ 6.000, y por esta razón los
calefactores incrementan su demanda de 600 a 780 unidades.
En este caso, el calefactor puede ser considerado un bien superior (un bien de confort, cuya
demanda aumenta más que proporcionalmente a un aumento del ingreso) ya que el resultado de la
elasticidad renta es mayor a 1; si el mismo análisis se hubiera hecho para una salamandra (estufa a
leña, de hierro fundido, que sirve para calefaccionar ambientes), al aumentar el ingreso de $5.000 a
$6.000, la cantidad demandada posiblemente habría bajado de 900 a 450 unidades, simplemente
porque los consumidores al mejorar su ingreso disponible dejan de comprar bienes inferiores,
reemplazándolos por bienes superiores

La salamandra debe ser caratulada como un bien inferior, ya que su resultado es un número
negativo; por último, si el resultado de la elasticidad renta se encuentra entre 0 y 1, se dice que es un
bien normal o neutro.
Observemos los siguientes ejemplos que nos muestran gráficamente las relaciones existentes
entre el ingreso disponible y los bienes superiores e inferiores:

En el gráfico anterior se puede observar que al aumentar el ingreso disponible de Ing1 a Ing2,
la cantidad demandada del bien en cuestión cae de Q1 a Q2, lo que demuestra que estamos frente a
un bien inferior. El punto de contacto entre ingreso y cantidad se desplaza de A hacia B.
Por su parte, en este nuevo gráfico se puede apreciar que al aumentar el ingreso disponible de
Ing1 a Ing2, la cantidad demandada crece sustantivamente desde Q1 a Q2, quedando claro que se
trata de un bien superior. La intersección entre ingreso y cantidad demandada se mueve desde A
hacia B.

Elasticidad cruzada de la demanda

La cantidad demandada de los bienes también depende de los precios de aquellos otros bienes
que son sustitutos o complementarios; a título de ejemplo, esto implica que si aumenta el precio del
kilo de tomate se demandará más cantidad de lechuga (bien sustituto), y si sube el precio de los
combustibles se demandarán menos automóviles (bien complementario).
En el caso de los bienes sustitutos se da esta situación porque ambos bienes se sustituyen en el
consumo y compiten por el precio. Por su parte, en el caso de los bienes complementarios, el
incremento en el precio de un bien impactará negativamente en la demanda de los otros bienes.
Esta relación entre bienes sustitutos y complementarios se mide a través de la elasticidad
cruzada de la demanda, que analiza la respuesta porcentual de la cantidad demandada de un bien
ante un cambio porcentual del precio de otro bien sustituto o complementario.

donde AX es la variación de la cantidad demandada del bien “x” (lechuga), X es la cantidad


demandada del bien “x” antes de la modificación del precio del bien sustituto (tomate), APY es el
aumento en el precio del bien sustituto “y” (tomate) y PY es el precio del bien “y” antes de su
modificación.
Hagamos un análisis de los dos gráficos que siguen a continuación:
En este caso se ve claramente que “los bienes “x” e “y” son complementarios, ya que al
aumentar el precio de “y” de Py1 a Py2, la cantidad demandada del bien “x” cae de Qx1 a Qx2; es
decir que el punto de contacto entre el precio de “y” y la cantidad de “x” pasa del punto B al punto
A.

En este segundo gráfico se puede apreciar que los bienes “x” e “y” son sustitutos, ya que al
aumentar el precio de “y” de Py1 a Py2, la cantidad demandada del bien “x” pasa de Qx1 a Qx2; el
punto de contacto entre el precio del bien “y” y la cantidad demandada del bien “x” pasa del punto
B al punto A.
Ahora cambiemos el enfoque y veamos el siguiente ejemplo numérico: imaginemos que el
precio del kilo de pollo sufre un aumento de $ 15 a $ 18, y como producto de esta situación la
demanda de carne vacuna crece de 1.500 a 1.950 toneladas.

En el caso analizado, ante un aumento en el precio del pollo de un 20% (de $ 15 a $ 18), una
buena parte de los consumidores de ese bien se traslada al mercado de la carne de vaca, y de manera
más que proporcional, ya que su demanda crece en un 30%(de 1500 a 1950 toneladas); por esa
razón el resultado es mayor a 1.
Ahora bien, siguiendo el ejemplo, si el precio del kilogramo de pollo sube un 20% (de $15 a
$18), aumenta la cantidad de demandantes de carne vacuna, y ante esa nueva realidad éstos desean
adquirir más kilogramos a cada uno de los precios de equilibrio.
A un precio de $ 45 se demandaban 1.000 toneladas de carne de vaca; al trasladarse un número
importante de consumidores de pollo a este mercado, se querrá comprar 1.300 toneladas a ese
precio, apareciendo una nueva función de demanda a la derecha de la anterior; pero los oferentes,
preocupados por mantener el stock ganadero, no estarán dispuestos a ofrecer esa cantidad adicional
si su precio no aumenta, por lo cual a ese precio hay una demanda insatisfecha de 300 toneladas (el
segmento que va de 1000 a 1300 toneladas); a través del mecanismo regulador natural que tienen
los mercados libres, se terminará conformando un nuevo punto de equilibrio (E1), en el cual se
venden 1.150 toneladas a un precio de $ 55.
Por último, debemos decir que si los bienes comparados son sustitutos (carne y pollo), la
relación es positiva, lo que implica que al aumentar el precio de uno de ellos aumenta la demanda
del otro, y si los bienes son complementarios (combustible y automóviles) la relación es negativa,
ya que al aumentar el precio de uno, cae la demanda del otro. Por esta razón es que las empresas
productoras de bienes no sólo deben tener en cuenta la evolución de los precios de su propio
mercado, sino que también deben prestarle suma atención a la evolución de los mercados de bienes
sustitutos y complementarios.

Teoría de la oferta

La oferta es la cantidad de bienes o servicios que se están dispuestos a ofrecer al mercado en un


momento dado, dentro de condiciones determinadas, y en la que juega un rol preponderante la
variable precio; esto implica que la curva de oferta hace referencia a una serie de alternativas
posibles, las cuales reflejan diferentes cantidades según sea el nivel de los precios.
La oferta describe la conducta de los vendedores reales y potenciales de los diferentes bienes y
servicios, y es directamente proporcional al precio, es decir que a mayor precio, mayor será la
cantidad ofrecida; al igual que en el caso de la demanda, esta relación directa entre precio y
cantidad se debe entender bajo la condición coeteris paribus (las demás variables se mantienen
constantes), pues de lo contrario puede no cumplirse en los hechos. Un ejemplo de ello puede ser el
siguiente: imaginemos que un distribuidor de azúcar vende el kilo a $ 6.-; si el precio sube a $ 7,80
es de suponer que este oferente desea vender una mayor cantidad de kilogramos en el mercado, ya
que el producto ha sufrido un aumento del 30 %. Pero ¿qué pasaría si ese aumento se hubiera dado
por una inflación creciente que podría llegar a superar esos guarismos? seguramente que el oferente
no destinará más cantidad al mercado, y más aún, posiblemente venda menos, ya que tendrá temor
de no poder reponer su stock; en este caso, y al modificarse la situación general del mercado, no se
cumplirá la relación directa entre precio y cantidad, y la curva de oferta de ese producto será
momentáneamente “atípica”.
También es necesario aclarar que cuando la empresa aumenta sus niveles de producción el
precio unitario se va reduciendo, lo que implica que comienza a trabajar en mejores niveles
aprovechando “rendimientos de escala crecientes”; esto se puede deber a razones tecnológicas, a un
mejor aprovechamiento de los recursos disponibles o a una caída en el costo de los factores al
incrementar su uso; pero cuando sigue produciendo un mayor número de unidades, que van más allá
de las posibilidades óptimas de producción de una planta que tiene un tamaño predeterminado
(recurso fijo), comienza a operar a “rendimientos de escala decrecientes”, lo que nos indica en este
caso que el costo de contratación de los factores de producción incorporados en este esfuerzo
productivo (costo marginal), son mayores al ingreso marginal recibido por la empresa al vender
esas unidades adicionales. De allí que las empresas deben tener un nivel de producción que sea el
más óptimo en relación a su capacidad máxima de producción, y que de allí en más, si quieren
fabricar una mayor cantidad de unidades para ganar mercado sin que el costo medio comience a
subir, deberán modificar el tamaño de su planta.
En el caso de la oferta, también podemos hablar de una tabla de oferta, que es una construcción
teórica referida a determinado producto, representada numéricamente.

Tabla de oferta de automóviles en la provincia de Córdoba


Si unimos todos los puntos de intersección entre precio y cantidad, y los trasladamos a un
sistema cartesiano, obtendremos la curva de oferta, cuya pendiente es positiva o creciente (va de
abajo hacia arriba y de izquierda a derecha). Hay que aclarar que hay excepciones en el
comportamiento de la oferta de algunos bienes y servicios. Como por ejemplo el mercado del
trabajo. Cuando el salario aumenta los trabajadores están dispuestos a ofrecer mayor cantidad de
horas de esfuerzo, ya que se ha incrementado el costo de oportunidad de no trabajar. Pero cuando la
remuneración se hace muy elevada, el trabajador podrá experimentar por sí mismo la ley de
rendimientos decrecientes en su salario, lo que significaría en la práctica que los aumentos
adicionales tengan cada vez menor valor para él. A partir de un punto querrá trabajar menos, ya que
necesita más tiempo de ocio para gastar su dinero. Otro tanto ocurrió en el mercado del petróleo
después de la crisis de 1973, donde muchos países integrantes de la OPEP (Organización de Países
Exportadores de Petróleo), a pesar del sustancial incremento en el precio del crudo, disminuyeron
su producción con el objetivo de mantener infra abastecido al mercado y mantener un valor de
mercado muy alto.

En la oferta también debemos decir que cualquier modificación de la variable precio implicaría
un desplazamiento sobre la propia curva; pero si la modificación es de cualquier otra variable
independiente que altere la situación general del mercado, aparecerá una nueva función de oferta,
que se encontrará a la izquierda o a la derecha de la curva anterior.
En el primer gráfico (N° 31) vemos que la nueva función de oferta aparece a la izquierda de la
anterior, y esto puede haberse producido por una caída de la producción de algún bien o servicio
producto de una carga impositiva adicional impuesta a esa industria, de manera que se está
dispuesto a ofrecer menos cantidad. Este hecho provoca un nuevo equilibrio (E1), en el que se
comercializan menos unidades a un precio más elevado.
En el segundo gráfico (N° 32) la situación se invierte, ya que por un aumento de la
productividad debido a la incorporación de tecnología de avanzada la oferta se desplaza hacia la
derecha, es decir que los productores están dispuestos a ofrecer a cada precio mayor cantidad de
unidades; pero los demandantes no tendrían razones para comprar más unidades, y sólo
incorporarían más dosis si el precio disminuye; por esta razón es que aparece un nuevo punto de
equilibrio (E1), en el cual se venden más unidades a un precio inferior.

La función de la oferta

Del mismo modo que la demanda, la oferta también tiene sus determinantes, que son un
conjunto de factores que se asocian para conformar una función determinada; dentro de ellos
podríamos citar a los más importantes:
a) El precio del bien o servicio: ya hemos dicho anteriormente que el precio del producto o
servicio es de sustancial importancia para la oferta; a mayor precio mayor cantidad ofrecida
(coeteris paribus), y a menor precio menor cantidad.
b) El capital físico y la tecnología de las empresas: hay que tener en cuenta que cada función
de oferta supone un capital físico (máquinas, herramientas, edificios) determinado; si se
incorporara una tecnología de punta, las empresas podrían ofrecer una mayor cantidad de
un bien o un servicio a cada uno de los precios de mercado.
c) El precio de los bienes relacionados: el precio de los bienes relacionados con los que se
ofrecen son muy importantes para evaluar sus niveles de oferta. Imaginemos que estamos
por ofrecer baterías para automóviles; su oferta deberá tener en cuenta el precio del
vehículo, del agua destilada, etcétera. Si el precio de los autos crece, disminuirá la demanda
de los mismos, y también se reducirá la demanda de baterías.
d) La evolución en los precios de los insumos: no se puede olvidar que los insumos son los
elementos principales con los que se alcanza el bien final, y por lo tanto, la evolución de su
precio determinará la curva de oferta; si el precio de los insumos cae, las empresas se verán
tentadas a producir una mayor cantidad, lo que provocará una mayor oferta a cada uno de
los precios de mercado; si el precio de los insumos aumenta, las empresas demandarán
menos cantidad, y la producción disminuirá.
e) La expectativa respecto de la demanda: la oferta será mayor en tanto y en cuanto se prevea
una demanda creciente.
f) Los impuestos establecidos por el Estado, y que pueden incentivar o no a determinados
sectores empresarios que tienen voluntad de producir.
Por lo tanto, podríamos concluir en que entre la oferta y sus determinantes existe una relación
funcional, que puede ser expresada del siguiente modo:

donde:
Xo es cantidad ofrecida
Pb es precio del bien
Ke es capital de las empresas
Pbr es el precio de los bienes relacionados
Pi es precio de los insumos
Ed es expectativa de demanda

En esta relación funcional, Xo es la variable dependiente, y el resto son variables


independientes.
La oferta de la empresa está constituida por toda la producción de una unidad económica, pero
al hablar de oferta de mercado o de la industria nos estamos refiriendo a la suma de las ofertas
individuales de todas las empresas que producen un determinado bien.

Elasticidad precio de la oferta

La elasticidad precio de la oferta mide la respuesta porcentual que experimenta la cantidad


ofrecida ante un cambio porcentual en su precio. En este caso, y a diferencia de la elasticidad precio
de la demanda, lo que se analiza es la conducta de los vendedores. Dado que la elasticidad de la
oferta mide cómo responden los mercados a los cambios en los precios de la economía, cuánto más
elástica sea la oferta más fácil les resultará a los vendedores incrementar la producción ante el
aumento del precio.
La elasticidad de la oferta es cero cuando la curva de la oferta es vertical, ya que por más que el
precio suba hay una incapacidad de esa economía para llevar más productos al mercado. Esta
situación podría darse porque la economía está trabajando en el máximo de la frontera de la
producción, lo que generaría que un crecimiento circunstancial de la demanda agregada, lo único
que podría lograr es un aumento de los precios. Por otro lado, la elasticidad de la oferta es infinita
cuando la curva de la oferta es horizontal. La elasticidad de la oferta depende de la capacidad de
reacción de los productores ante alteraciones en el nivel de los precios. Esta capacidad vendrá muy
condicionada por las características del proceso productivo que se esté analizando, por la necesidad
o no de emplear factores específicos adicionales para la producción del bien y del plazo de tiempo
que estemos considerando, ya que en el mediano plazo (cinco años) se podrían generar las
condiciones para alcanzar una mayor oferta
La elasticidad precio de la oferta se mide dividiendo la variación porcentual de la cantidad
ofrecida en la variación porcentual del precio:

Existen algunos bienes, por ejemplo los ladrillos, cuya producción es bastante fácil de elevar,
por lo cual si el precio aumenta un 20 %, los productores verán como muy conveniente vender una
mayor cantidad de unidades, por lo cual la oferta aumentará más que proporcionalmente al precio,
quizás un 50 %.

En este gráfico (N° 33) se advierte que ante un aumento del precio de un 20 % (de $1 a $1,20),
la cantidad ofrecida se incrementa en un 50% (de 100.000 a 150.000); se puede observar que la
curva de oferta tiene una mayor inclinación.

Esta es una oferta elástica, ya que su resultado es mayor a 1 (50/20 = 2,50), y su curva tiene una
inclinación bastante pronunciada.
Pero hay otros bienes, como los “granos” o la “carne” que requieren un ciclo de producción, es
decir que a corto plazo su oferta agregada es vertical o fija; por esta razón, la cantidad no puede
aumentar en forma inmediata, y aunque crezca su precio considerablemente, su oferta suele
aumentar de manera mucho menos que proporcional.

Supongamos que por la sequía el precio del trigo aumenta en el mercado internacional un 30%,
y la oferta de éste se incrementa en sólo un 10%.
En el caso del trigo, debemos hablar de una oferta inelástica, porque su resultado es menor a 1
(10/30= 0.33), y vemos que su curva presenta una leve inclinación.
Por último, hay una tercera variedad de bienes cuya oferta responde de manera exactamente
proporcional al aumento del precio, como por ejemplo los inmuebles; si el precio de venta de un
departamento aumenta un 10%, la oferta crecerá de manera proporcional, es decir un 10% (10/10=
1).

A este comportamiento se lo denomina oferta unitaria, y su resultado es igual a 1.

El precio de equilibrio natural

Se denomina precio de equilibrio natural a aquel en el cual se da la intersección oferta y


demanda, lo que implica que tanto la cantidad ofrecida como la cantidad demandada
voluntariamente son coincidentes; este punto no se logra fácilmente ni de manera inmediata, sino
que se obtiene luego de una serie de presiones entre vendedores, que intentan maximizar sus
beneficios, y compradores, que quieren minimizar sus erogaciones.
Si analizamos los cuadros y gráficos de oferta y demanda de automóviles en la provincia de
Córdoba citados precedentemente, podemos ver claramente cuál es el punto de equilibrio.

En el cuadro, podemos apreciar que el precio de equilibrio está determinado por la libre
manifestación de las fuerzas de oferta y demanda en el mercado, es decir la armonización del
conflicto de intereses entre productores y compradores; y ese equilibrio se da a un precio de $
80.000, en el cual los oferentes y demandantes están dispuestos a vender y comprar 41.000
automóviles. A un precio menor, y al ser inversamente proporcional al precio, la demanda aumenta,
mientras que la oferta, al ser directamente proporcional al precio, se reduce; en el caso que el precio
aumente, la situación se invierte, es decir que aumenta la oferta y caen los niveles de la demanda. El
punto de equilibrio se ve también en el gráfico N° 35, donde se intersectan las curvas de oferta y
demanda.
Este punto de equilibrio se logra a través del “teorema de la telaraña”, que fue desarrollado en
1938 por el norteamericano Joseph Ezekiel Mordecai3 , y el cual se constituyó en la base teórica de
los modelos econométricos; este teorema nos muestra la dinámica de los mercados, y que tanto la
oferta como la demanda se van ajustando a través de varios intentos alrededor del precio de
equilibrio

En el gráfico N° 29 se ve que a un precio de Pa, la cantidad demandada es sólo Da, mientras


que la oferta es de Oa; ante esta situación, habrá una oferta excedente (segmento que va desde Da a
Oa), lo que significará una decepción para los productores, quienes ahora ofrecerán Ob unidades a
un precio de Pb; al bajar el precio a Pb por cada unidad, los demandantes quieren incrementar sus
compras a Db unidades, pero al no existir esa oferta en el mercado, se produce una demanda
insatisfecha (segmento que va desde Ob a Db), y al ser tan escaso el bien, el precio se incrementará
a Pc; al mejorar el nivel del precio, los productores ahora están dispuestos a ofrecer Oc unidades;
los demandantes, al nuevo precio quisieran comprar Dc unidades, pero en el mercado sólo hay Oc,
por lo cual vuelve a darse una demanda insatisfecha, que hace que el precio nuevamente aumente, y
que los oferentes se decidan a vender más unidades. Las distintas secuencias van tejiendo una
verdadera telaraña, cuyo centro coincidirá con el precio de equilibrio, que en el caso del ejemplo se
dará cuando se compren y vendan Qd unidades a un precio de Pd. En este punto se compran y
venden las mismas cantidades, por lo cual se suele decir que el “precio de equilibrio” vacía el
mercado, ya que no quedan excedentes.
Todo punto de equilibrio generado por las fuerza de oferta y demanda en un mercado libre,
lleva implícito un mecanismo de racionamiento natural, ya que el precio se ubicará en el punto
exacto en el cual la demanda pueda ser satisfecha con la oferta existente; este punto de equilibrio es
sumamente dinámico y se modifica permanentemente, ya que depende de una gran cantidad de
variables que afectan a la oferta y a la demanda, por lo cual sólo se puede hablar de un “punto de
equilibrio a corto plazo”.

El análisis del equilibrio general

Hasta ahora lo que hemos tratado de explicar son los desplazamientos de las curvas de oferta y
demanda cuando hay modificación del precio del producto o de cualquier otra variable (ingreso
nacional, métodos de producción, modificación en los precios de los factores, etcétera). Pero
cuando se analiza el mercado como un conjunto, como un todo, llegamos a la conclusión de que hay
una gran interrelación entre el comportamiento de la oferta y la demanda de los distintos bienes.
Veamos un ejemplo en el cual tenemos el mercado del maíz, del pollo y de la carne vacuna, e
imaginemos que se ha producido una sequía.
En este conjunto de gráficos se puede apreciar que al producirse una situación de sequía la
oferta de maíz será menor, pasando de X a X’, y por lo tanto aparece una nueva función de oferta
que se ubicará a la izquierda de la anterior (de Sc a Sc1), generando un nuevo punto de equilibrio en
la intersección con la demanda a un precio superior (Pc1) (gráfico 37).
Si fuera un análisis de equilibrio parcial, hasta aquí habríamos llegado. Pero lo que nos interesa
es hacer un análisis de equilibrio general, por lo cual debemos analizar los vínculos con otros
mercados. Por esta razón incluimos al pollo y a la carne vacuna.
Con respecto al mercado del pollo, no podemos olvidar que el maíz es un insumo fundamental
en la producción avícola; por lo tanto al subir su precio la oferta de pollo se desplaza a la izquierda
de Sh a Sh’, y el precio aumenta de Ph a Ph1 (gráfico 38).
Ahora bien, siguiendo con el análisis del ejemplo, supondremos que la oferta de carne vacuna
es mayor porque los productores han decidido volcar más al mercado debido al incremento en el
precio de los forrajes (pasto o alimento que consume el ganado), desplazándose su curva de Sb a
Sb1, reduciéndose el precio de pb a Pb1 (gráfico 39).
Hasta aquí podríamos concluir que después de la sequía los nuevos puntos de equilibrio se dan
a los precios Pc1 (maíz), Ph1 (pollo) y Pb1 (carne vacuna). Pero esto no es tan así, simplemente
porque el mercado y el precio del pollo estaban analizados bajo la condición coeteris paribus (todas
las demás variables se mantienen constantes), por lo cual no se había tenido en cuenta en el planteo
la reducción del precio de la carne vacuna.
Por esta razón, y al ser menor el precio de la carne de vaca, la cantidades demandadas de pollo
se reducirán, pasando de Sh a Sh1 y a un precio de Ph2. Siguiendo un proceso lógico, se supone que
la caída en la demanda de pollo generará un incremento en la demanda de carne vacuna,
desplazándola de Db a Db1, lo que se produce a un precio de Pb2.
Pero el cambio ascendente en el precio de la carne de vaca producido por una mayor demanda,
termina provocando ahora una nueva modificación en la demanda de pollo, y por ende en su precio,
y así sucesivamente. Pero lo que es destacable en ese análisis general es que en cada ronda de ajuste
entre ambos mercados, los efectos de retroalimentación son cada vez más pequeños; esto es así
debido a que los movimientos de entrada y salida de oferentes y demandantes a los mercados no
funcionan de manera alocada, sino que siguen criterios racionales, por lo cual es difícil pensar que
un agente económico salta de un mercado a otro ante la más mínima modificación de un precio.

¿Cómo concluye esto?


Luego de este juego de presiones entre los diferentes mercados, finalmente se alcanza un nuevo
conjunto de precios de los tres bienes, de tal forma que la cantidad ofrecida y demandada en cada
uno de ellos se encuentre en equilibrio. Claro está, ese nuevo equilibrio es a corto plazo y hasta que
el movimiento de alguna nueva variable “desequilibre el equilibrio” y ponga nuevamente en marcha
el proceso.
De todas maneras cabe precisar que para simplificar el análisis del equilibrio general, hemos
hecho caso omiso a otra gran cantidad de vínculos posibles con otros mercados (un aumento en el
precio del maíz podría provocar una mayor demanda de maquinaria agrícola, con lo cual podría
subir su precio); otro tanto ocurriría con la demanda y el precio del acero y de los demás
componentes de la maquinaria agrícola, lo que seguramente afectará a los salarios de los empleados
siderúrgicos, etcétera.
Lo que debe quedar claro y a título de conclusión son dos ideas centrales en el análisis del
equilibrio general:
a) Dos o más mercados están “vinculados” si uno de ellos es un factor en la producción del o
de los otros, o si los bienes producidos están relacionados por ser sustitutos o
complementarios. En una palabra, el desplazamiento de la curva de demanda o de oferta de
un mercado, puede influir sustancialmente sobre el precio y la cantidad ofrecida y
demandada de otro mercado
b) Los análisis de equilibrio parcial suelen ser erróneos debido a que no se tienen en cuenta los
efectos de retroalimentación que van modificando el precio hasta alcanzar el equilibrio. Por
ende, se podría decir que los modelos de equilibrios parciales son simplificaciones que
permiten ir comprendiendo el funcionamiento de cada mercado, pero no son útiles para
comprender la interrelación entre ellos.
Para que el lector pueda hacer una práctica sobre el equilibrio general, sería interesante que
realizara el siguiente ejercicio:
a) Imagine dos bienes que son complementarios, por ejemplo los automóviles y el
combustible.
b) Se produce un aumento en la demanda de autos y una mayor oferta de motos.
c) Explique de qué forma los efectos de retroalimentación de ambos mercados influirán sobre
el precio de los automotores.

Intervención del Estado en el sistema de precios

En el análisis del “equilibrio general” hemos imaginado un mercado en el cual el Estado no


interviene para nada, es decir que los movimientos dependen con exclusividad del comportamiento
de la oferta y la demanda; si bien esto es bastante usual en las economías descentralizadas, no
podemos obviar que existen algunos casos en los cuales el sector gobierno tiene una influencia
determinante en algunos mercados, fundamentalmente a través de la implementación de “precios
máximos” y “precios mínimos”. En este caso, el Estado apunta a suplantar la actividad propia de
cada mercado en la asignación de bienes y servicios.
Los “precios máximos” son topes que fija el gobierno para la venta de determinados bienes o
servicios, y tienen el carácter de obligatorios para oferentes y demandantes, lo que torna ilegal
cualquier transacción que se realice por encima de ellos; claro está que para que exista una sanción
por la violación de los precios máximos, debe probarse el hecho, cosa que no es tan fácil en una
economía en la que se comercializan miles y miles de bienes y servicios.
El argumento más utilizado para justificar su aplicación es la “protección a los consumidores”
ante los precios excesivos de algunos artículos de primera necesidad, por lo cual el control va
dirigido fundamentalmente a beneficiar a los sectores de menores ingresos.
Las primeras reacciones de cualquier mercado ante la fijación de un precio máximo es el
aumento de la demanda por una parte, debido a que a un menor precio hay más interesados en
adquirir el bien o servicio, y una caída de la oferta por la otra, ya que los productores no están
dispuestos a llevar al mercado la misma cantidad que antes por la disminución o eventual
desaparición de su beneficio.
Esto provoca una escasez del producto, generándose una “demanda insatisfecha”.
En el gráfico N° 40 vemos lo que ocurre cuando en un mercado que tiene su punto de equilibrio
(“A”) como resultado de la intersección de las curvas de oferta y demanda, se le impone un precio
máximo.
Observamos que a un precio de $ 4 se está dispuesto a demandar 20 unidades. Si el Estado
decide unilateralmente que el precio de ese bien o servicio no debe superar los $ 2, al ser más
económico, habrá un desplazamiento sobre la curva de la demanda hacia el punto “B”, en el cual se
está dispuesto a comprar 30 unidades. Como es lógico, la instauración de un precio máximo
también influye sobre la curva de oferta, la cual se desplaza al punto “C”, en el que se está
dispuesto a ofrecer a ese precio sólo 10 unidades. La línea de puntos que une “B” con “C”
constituye la “demanda insatisfecha”; o lo que es lo mismo, productos que se requieren en el
mercado, pero que éste no los ofrece.
La escasez del producto se debe a que el mecanismo natural de racionamiento que lleva
implícito un sistema de precios a través de la oferta y la demanda de una economía descentralizada
no funciona. Por esta razón, y para evitar los perjuicios de esta distorsión artificial del mercado,
debe el propio Estado poner en marcha algunas medidas que eviten las largas colas de los
demandantes para tratar de comprar un bien o un servicio escaso.
Una de las formas para resolver esta situación creada por el Estado en un determinado
mercado, podría ser abrir la importación de ese bien, de modo de incrementar la oferta interna y
equipararla con la demanda; pero para que esto ocurra, el precio de ese bien en el exterior debe estar
dentro del precio máximo establecido, pues si es mayor será el propio Estado el que deberá
subsidiar la diferencia (pagar la diferencia). No hay que olvidar que en el caso de los subsidios
siempre significan una redistribución de la renta, ya que implica utilizar parte de los recursos
fiscales aportados por toda la sociedad para favorecer a algún sector en particular, que en este caso
es el de los consumidores de ese bien “controlado”.
Otra manera sería hacer descender de manera compulsiva la demanda por medio del
racionamiento o las cuotas alimenticias (cosa bastante común en aquellos países que transitaron por
etapas socialistas, como el caso de la ex URSS y Cuba), lo que también provoca problemas, porque
los consumidores ven limitado su consumo, apareciendo prácticas discriminatorias en las que
algunos reciben mucho y otros poco o nada según la mayor o menor cercanía con el burócrata que
toma las decisiones en lugar del propio mercado. También se podría intentar incrementar
compulsivamente la oferta, obligando a los productores a llevar al mercado el stock que tienen en su
estantería (implicaría aplicar la “ley de abastecimiento”4 ), pero esto más que un hecho económico
sería un hecho policial y tendría un efecto muy fugaz, porque al desaparecer los stocks existentes,
no se podrá obligar a los productores a que continúen con esa actividad.
Si ninguna de estas alternativas funciona adecuadamente o el Estado se desentiende de la
situación, se conforman “mercados marginales” (mercados negros), totalmente desconocidos para
los demandantes, en los cuales se sigue vendiendo la misma cantidad de productos que se
comercializaban antes de la intervención, pero a un precio muy superior al “máximo” (incluso por
encima del precio de equilibrio que existiría si el estado no hubiera intervenido), con lo cual se
termina perjudicando a quienes se quería beneficiar.
En la actualidad está comprobada la incapacidad de este mecanismo para resolver de manera
concreta las distorsiones producidas en los mercados; generalmente se los ha usado como una
“política antiinflacionaria” (atacando el “efecto” y no las “causas”), obteniéndose resultados que
distan mucho de los efectivamente buscados. Un ejemplo de ello es que se podrían establecer
precios máximos para frenar una escalada de precios provocada por emisión de moneda espuria (sin
su contrapartida en el crecimiento de la oferta de bienes y servicios), lo cual sería ponerle un corset
a la economía hasta que el mismo estalle por la presión de la demanda.
Además, a mediano plazo y sin soluciones de fondo, todo sistema de “precios máximos”
termina en una explosión inflacionaria, proceso en el cual los precios absolutos se van adecuando a
su propia realidad, comenzando una carrera interminable entre precios y salarios que arremete
contra los sectores de menores ingresos. Argentina es un vivo ejemplo de los fracasos recurrentes en
la instalación de precios máximos.
Por lo tanto, y a título de conclusión, podríamos decir que los “precios máximos” sólo deben
ser utilizados en casos muy puntuales y por espacios de tiempo reducido; además, deberán ser
aplicados sólo a los bienes de subsistencia o a algún servicio público indispensable, que por
cualquier circunstancia presenten una distorsión muy notoria. Una vez superada la situación, una
economía moderna deja que los precios busquen su propio equilibrio a través del mecanismo de
mercado.
En cuanto a los “precios mínimos”, son determinados por el Estado con dos propósitos,
promocionar alguna actividad económica estratégica o inusual, pero de vital importancia para el
futuro del país, o para garantizar la continuidad de la producción de un bien necesario, y que por su
bajo precio, es descartado por los productores. También puede ser utilizado en el mercado laboral, a
los efectos de asegurarle a los trabajadores un nivel mínimo de ingresos, llamándose en este caso
“salario mínimo, vital y móvil” (derecho consagrado por el artículo 14 bis de la Constitución
Nacional).
Cuando el Estado fija un precio mínimo aparece una mayor predisposición de los productores a
comercializar una importante cantidad de bienes, ya que a los oferentes les conviene porque el
precio que obtienen por cada unidad vendida se encuentra por encima del “precio de equilibrio”.
Pero así como aumenta los niveles de oferta, al subir el precio cae la demanda, generando una
situación atípica que se denomina “oferta insatisfecha”, es decir un gran número de bienes que se
encuentran en el mercado pero que no se demandan por parte de los agentes económicos debido a
su elevado precio.
En este gráfico (N° 41) se puede apreciar un mercado de equilibrio, en el cual oferentes y
demandantes se han puesto de acuerdo, y están dispuestos a comprar y vender 40 unidades a un
precio de $ 4.
Al fijar el Estado un precio mínimo de $ 6, la oferta se desplaza sobre su propia curva hasta el
punto “B”, lo que demuestra que se está dispuesto a vender a ese precio una cantidad de 60
unidades. Por su parte, la demanda tiene un comportamiento inverso, porque al ser más elevado el
precio del producto se desplaza al punto “C”, en la que se está dispuesto a comprar sólo 20
unidades.
La línea de puntos que une “B” con “C” constituye la “oferta insatisfecha”, es decir una
cantidad de bienes que están disponibles en el mercado pero que no tienen compradores.
En este caso el Estado que ha generado esta situación deberá encontrar alternativas de solución;
una de ellas podría ser que el propio Estado compre toda la producción sobrante para luego
comercializarla a un precio inferior o para donarla, lo que implicaría un subsidio a un sector, que tal
como ocurría con los “precios máximos”, provocaría una redistribución de ingresos de toda la
sociedad hacia un sector en particular.
Otra alternativa sería que el Estado, luego de haber impuesto irresponsablemente un precio
mínimo, se desentienda del tema, ante lo cual aparecerá un mercado marginal en el que se
comprarán todas las unidades producidas, pero a un precio igual o menor al del equilibrio anterior.
Además, los productores de ese bien se sentirán estafados, ya que no verán respetadas las pautas
establecidas por el Estado en el momento de tomar la decisión de producir.
Es bueno destacar que a lo largo de la historia podemos encontrar muchos casos en los cuales el
Estado argentino compró bienes a un precio superior al de equilibrio (respetando el precio mínimo
establecido), y que luego por diferentes razones, como por ejemplo no tener un lugar físico y
adecuado para almacenarlos o porque el precio internacional era más bajo que el que efectivamente
le pagó a los productores internos, se debieron vender a un precio muy inferior, o lo que es más
grave aún, quedaron inutilizados, provocando un despilfarro de recursos inconcebible.
Por estas razones, es necesario ser muy prudente en el manejo de los precios mínimos, que
suelen tener efectos positivos si son utilizados con mesura y con un análisis prospectivo de los
mercados futuros; además debe ser aplicado a casos muy particulares, no olvidando jamás que
cuando se subsidia a una actividad, su costo lo afronta toda la sociedad.
Por último, y para cerrar el tema vinculado a precios máximos y precios mínimos, es
importante comentar que en algunos casos la autoridad estatal establece algunos rangos entre los
que debe oscilar el precio. Este mecanismo se suele utilizar mucho para el control del tipo de
cambio (la moneda de un país expresada en la moneda de otro país; en nuestro país relación peso-
dólar), estableciendo “bandas de flotación”. Si el precio de la moneda extranjera sube por encima de
la banda máxima establecida por el Estado, el Banco Central vendería los dólares necesarios para
aumentar su oferta y reducir su precio. Por el contrario, si el tipo de cambio cae por debajo de la
banda mínima, se podrían perjudicar la competitividad externa del país y los niveles de exportación,
por lo cual el Banco Central participaría en el mercado como un gran comprador de dólares para
que su precio suba. Todo esto es sólo una parte de la política monetaria y cambiaria llevada adelante
por el Banco Central.

Intervención del Estado a través de los impuestos

El Estado también modifica la situación de un mercado cuando grava a un bien o un servicio


con un impuesto, ya que a través del mismo altera el precio y las cantidades de equilibrio.
Un impuesto, establecido por el Estado en base a su “poder de imperium”, puede estar dirigido
a compradores, a vendedores o a ambos, y su forma de aplicación los distingue en “específicos”
(una suma fija por cada unidad vendida o comprada sin tener en cuenta el precio del producto) o
“ad valorem” (un porcentaje sobre el precio del producto); pero más allá de quiénes sean sus
destinatarios no es simple precisar cuáles serán los agentes económicos que terminarán pagando en
realidad el impuesto, y menos aún en qué proporciones. Es decir que su impacto final podría distar
mucho del pretendido originalmente.
Imaginemos un ejemplo práctico para el caso en que el Estado decida aplicar un impuesto al
comprador de automóviles:
Si partimos de una posición de equilibrio, este impuesto provoca en primera instancia
un desplazamiento de la función de demanda hacia la izquierda, en la misma cuantía que el monto
del impuesto; mientras tanto la curva de oferta no tendría por qué alterarse, ya que el impuesto
apunta al comprador, no al vendedor.
Si en una situación de equilibrio los compradores de autos estaban dispuestos a adquirir 10.000
unidades a un precio de $ 75.000, y si se estableciera un impuesto especial que se carga sobre cada
auto vendido con $ 10.000, los compradores estarán dispuestos a comprar la misma cantidad que
antes (10.000 unidades) siempre y cuando el precio del auto se reduzca a $ 65.000, ya que a este
precio habrá que sumarle otros $ 10.000 del impuesto, lo que dará un total de $ 75.000, costo final
que seguiría teniendo el vehículo para el comprador.
El desplazamiento de la función de demanda hacia la izquierda modifica el punto de equilibrio,
el cual pasa de A a B.
Se ve claramente que este nuevo punto de equilibrio se da con una cantidad comercializada
bastante inferior que la inicial, lo que muestra a las claras que el impuesto afecta negativamente la
actividad del mercado.
En este ejemplo correspondiente a los automóviles, es posible que en la puja del mercado, con
oferentes que tratarán de vender una cantidad similar a la inicial y demandantes que intentarán
pagar un precio semejante al anterior, es posible que se alcance un nuevo punto de equilibrio,
situado en una venta de 9.000 unidades a un precio de $71.000. Esto nos muestra que el comprador
que antes pagaba $ 75.000 tendrá ahora que abonar $ 81.000 ($71.000 + $ 10.000 del impuesto, con
lo que su costo inicial habrá aumentado $ 6.000.
Por su parte, los vendedores de autos, que antes recibían $ 75.000 por cada unidad, ahora
recibirán sólo $ 71.000, es decir $ 4.000 menos, lo cual implicaría en principio que sacrifican
ganancias; ¿por qué los vendedores estarían dispuestos a pagar una parte del impuesto que debería
recaer en los demandantes? porque de lo contrario las ventas caerían en mayor magnitud y les
costará enfrentar su estructura de costos fijos.
En conclusión, si el mercado reaccionara de esa manera, el impuesto se ha repartido entre
comprador y vendedor. En nuestro ejemplo, el 60% del impuesto ($ 6.000) ha recaído finalmente
sobre los compradores y el 40% restante ($ 4.000) sobre los vendedores.

La gran pregunta que podemos hacernos es ¿quién soportará la mayor carga impositiva?

La respuesta es contundente: dependerá de las elasticidades de las curvas de demanda que


enfrente cada mercado. Cuanto más inelástica sea una curva de demanda la mayor parte del
impuesto deberá ser soportado por los compradores (generalmente cuando se trata de bienes
necesarios), y mientras más elástica sea la curva de demanda, la mayor parte del impuesto deberá
ser absorbida por el vendedor (bienes no tan necesarios).
Ahora imaginemos que el impuesto de $ 10.000 por auto vendido es aplicado a los vendedores.
Su efecto será muy similar a lo explicado anteriormente. Si partimos de una posición de equilibrio
este impuesto provoca inicialmente un desplazamiento de la función de la oferta hacia la izquierda,
en la misma cuantía que la del impuesto; la curva de demanda no tendría por qué alterarse.
Si en una situación de equilibrio los vendedores de autos estaban dispuestos a vender 10.000
unidades a un precio de $ 75.000, con este nuevo impuesto aplicado a las unidades vendidas, cada
automóvil deberá pagar $10.000; ahora los vendedores estarán dispuestos a vender la misma
cantidad que antes (10.000 unidades) pero a un precio de $ 85.000, ya que de este importe tendrán
que pagar a la AFIP $ 10.000, monto que no querrán, al menos en principio, tomar de sus
ganancias.
Pero en la realidad, el desplazamiento de la función de oferta hacia la izquierda llevará a que
el punto de equilibrio se desplace de A a B.
Al igual que ocurría cuando el impuesto afectaba a los compradores, en este nuevo punto de
equilibrio la cantidad vendida será menor, y el precio más elevado. El nuevo punto de equilibrio
implicará una venta de 9.000 automóviles a un precio de $ 81.000. El comprador, que antes pagaba
$ 75.000, tendrá que pagar ahora $ 81.000, mientras que el vendedor, que antes percibía $ 75.000,
recibirá sólo $ 71.000 (los $ 81.000 menos los $ 10.000 del impuesto).
Al igual que en el caso anterior, la carga del impuesto se ha repartido entre el comprador (60%)
y el vendedor (40%). Pero este es sólo un ejemplo de un bien determinado, ya que en otros
productos no tan necesarios, el mayor esfuerzo para asumir el impuesto lo debe hacer el vendedor,
ya que de lo contrario su venta caerá de manera muy significativa y posiblemente deba cerrar su
empresa.
Dos conclusiones importantes:
a) Con independencia de quién tendría que pagar directamente el impuesto al Estado, el
impacto del mismo se verá repartido entre compradores y vendedores, dependiendo la
mayor o menor carga fiscal según el tipo de elasticidad que enfrente ese mercado.
b) El establecimiento de un impuesto produce una disminución de la cantidad de transacciones
en el mercado.

La oferta y demanda individual y la oferta y demanda de mercado

Hasta ahora hemos realizado un análisis muy sencillo sobre la oferta y la demanda de alguna
empresa o de algún agente económico en particular, pero es indispensable hablar sobre la oferta y
demanda del mercado, que no es otra cosa que la suma de las ofertas y demandas individuales a
cada uno de los niveles de precios. Como veremos más abajo, cuando se habla de la demanda
agregada se deben adicionar el consumo privado, el gasto público (las erogaciones del sector
público constituyen un componente destacado de la demanda agregada), la inversión (que redunda
en la incorporación de factores de la producción, los que a su vez consumen generando un efecto
multiplicador de ingresos en la economía), y las exportaciones (si bien su destino final es el
exterior, son bienes producidos en el país).
La Demanda Agregada tiene en cuenta la relación existente entre el nivel general de precios de
una economía y el nivel de gasto agregado o demanda de todos los bienes y servicios de dicha
economía. Cuando aumenta el índice general de precios por alguna circunstancia, la cantidad de
unidades demandadas, que a su vez constituyen el consumo agregado, será menor, simplemente
porque al incrementarse el nivel de los precios absolutos, la cantidad de bienes y servicios que
pueden comprarse con el stock de dinero disponible disminuye; esto será así siempre y cuando la
cantidad de moneda circulante no crezca en los mismos niveles en que crecen los precios; si así
fuera, inflación más aumento del circulante, podría transformarse en una carrera alocada de precios-
salarios, cuyo resultado estaría en la frontera de la hiperinflación (Argentina tiene una vasta y
dolorosa experiencia en este campo). Por otra parte, un nivel de precios en constante aumento
impedirá que los bienes y servicios sean competitivos en los mercados internacionales, razón por la
cual la demanda del exterior disminuiría generando un efecto recesivo por la falta de ingreso de
divisas, a no ser que la moneda nacional se vaya devaluando en la misma proporción en que
aumentan los precios.
En el caso de la “demanda de mercado” de un bien, la curva se obtiene a través de la suma de
las curvas de demandas individuales, lo que significa que si todos los compradores tienen una
demanda similar, no habría más que multiplicar la cantidad demandada por el número de
consumidores; pero no todos los compradores tienen la misma renta, ni tampoco los mismos gustos,
por lo cual para obtener la demanda total del mercado es necesario sumar lo que estarían dispuestos
a consumir cada uno en el mercado a cada nivel de los precios.
En los gráficos N° 44 y 45 se advierte que el consumidor “A” está dispuesto a comprar 4
unidades a un precio de $ 10, y si sumamos las demandas individuales de “A” (4 unidades), “B” (5
unidades), “C” (2 unidades) y “D” (8 unidades), podremos determinar y graficar la “demanda del
mercado”, es decir que al precio de $ 10 se demandan en total 19 unidades.

La oferta agregada y la demanda agregada


Se llama demanda agregada a la cantidad total de producción que los demandantes comprarán
a un determinado precio, manteniendo todas las demás variables constantes. Dicha demanda
agregada tiene cuatro componentes:
a) El consumo: es la parte del ingreso disponible (ingreso total menos impuestos directos) que
no se destina al ahorro.
b) La inversión: hace referencia a la demanda de equipos y estructuras para el sector
empresas, más la acumulación de existencias.
c) El gasto público: hace referencia a la totalidad de bienes y servicios que está dispuesto a
demandar el Estado (aviones, zapatillas, servicios de los maestros y de los jueces, etcétera).
d) Las exportaciones netas: son la diferencia entre las exportaciones y las importaciones, lo
que significa que pueden ser positivas o negativas.
Tanto en el consumo como en la inversión puede tener una influencia decisiva el Estado, tal
como lo planteaba Keynes, ya sea a través de una mayor demanda de trabajo o por medio de una
política monetaria expansiva que incite a un mayor consumo. Por su parte, el gasto público es
determinado directamente por el Estado, mientras que las exportaciones netas dependen de una gran
cantidad de factores, como por ejemplo la renta y los niveles de producción tanto nacional como del
resto del mundo, los tipos de cambio y los precios relativos.
Al igual que la demanda individual, la curva de demanda agregada tiene pendiente negativa, lo
que significa que cuando suben los precios y se mantiene fija la cantidad de dinero, disminuye en
términos reales la demanda de bienes y servicios.
Ya hemos dicho que la demanda agregada cae cuando aumenta el nivel general de precios,
siempre y cuando se mantenga constante el resto de las variables; es decir que en este caso nos
estamos refiriendo a movimientos sobre la curva. Pero cuando alguna de las otras variables cambia,
se altera la demanda agregada, y se genera una nueva función de la misma, la cual podrá estar a la
derecha o la izquierda de la anterior.
En el caso de la oferta agregada, la misma describe los niveles de producción de una economía,
y muestra la conducta de las empresas en su conjunto, es decir, cuánto están dispuestas a producir y
vender a un precio determinado. En relación a la oferta agregada, es necesario distinguir entre el
corto y el largo plazo, y entre las diferentes teorías que se conocen al respecto. Si pensamos en la
visión keynesiana, diríamos que en el muy corto plazo la pendiente de la curva de oferta es
horizontal; ¿por qué? La razón sería que a corto plazo los salarios son rígidos, es decir que no se
modifican, y siendo el salario un componente principal de los precios de los productos, estos
últimos tampoco tendrían que modificarse (se estima que las empresas productoras establecen sus
precios cargando un margen a sus costos de producción, donde la mano de obra tiene un peso
decisivo). En definitiva, las empresas estarán dispuestas a ofrecer todo aquello que se les solicite al
nivel de precios vigente.

Claro está que esta situación ideal sería a cortísimo plazo, ya que si las empresas desean vender
más, deben producir una cantidad mayor, lo que las obliga a tomar nuevos empleados y esta mayor
demanda de trabajadores empuja los salarios hacia arriba. Esto supone que la oferta agregada deja
de ser vertical y pasa a tener una pendiente positiva, a partir de lo cual las empresas están dispuestas
a ofrecer más unidades pero a un precio cada vez mayor.

En el caso de la escuela clásica, ésta apunta su enfoque al largo plazo y se apoya en la “ley de
Say” (Jean Baptiste Say, economista francés nacido en Lyon en 1767), que sostiene que “toda
oferta crea su propia demanda”, es decir que todo lo que se lleve al mercado será adquirido, porque
la economía genera los ingresos necesarios para llevar adelante todas las transacciones; tal como se
explica más adelante, para que esto pueda suceder, los precios y los salarios deben ser “flexibles”,
es decir que deben adaptarse a los efectos de que no queden bienes sin vender en el mercado. Si, tal
como lo expresa Say, la producción es la máxima posible, se supone que se están utilizando todos
los factores de la producción; es decir que la oferta agregada se transforma en vertical, porque a
pesar de que los precios puedan seguir subiendo y alentando una mayor producción, la oferta
seguirá siendo la misma, ya que la economía se encontrará en el máximo potencial posible.

De allí que los clásicos sugieren no intervenir en el mercado porque lo único que lograrían sería
que los precios aumenten.
Los determinantes principales de la oferta agregada son, en primer lugar, la producción
potencial, que es la capacidad máxima que una economía puede llevar adelante. Si la economía
pretende producir por encima de su capacidad potencial, deberá utilizar con mayor intensidad sus
recursos disponibles, y éstos, ante una mayor demanda, aumentarán su precio y por ende se
incrementarán también los precios de los bienes y servicios disponibles. Por el contrario, si la
economía produce por debajo de sus posibilidades potenciales, esto redundará en desempleo y falta
de consumo; lo que se conoce usualmente como un proceso de recesión. Otro determinante es el
costo de los factores (trabajo, recursos naturales, capital y tecnología), ya que constituyen los
principales costos de producción, y cuando éstos suben las empresas sólo están dispuestas a seguir
ofreciendo la misma cantidad a un precio más elevado.
En el caso de la oferta agregada, también podemos hablar de desplazamientos sobre la curva
(cuando se modifica el precio y las demás variables se mantienen constantes), o de la aparición de
una nueva función a la derecha o a la izquierda (cuando se modifica otra variable que no sea el
precio).

La teoría clásica y la teoría keynesiana

Cuando se habla de clásicos y keynesianos, se está haciendo referencia a una de las


controversias macroeconómicas más importantes que ha tenido la economía a partir de la irrupción
del inglés John Maynard Keynes en 1936 con la publicación de su famosa “Teoría General sobre la
ocupación, el interés y el dinero”, donde refuta los postulados clásicos, y particularmente la “ley de
Say”; de la posición que tome cada economista en esta disputa, dependerá en gran medida la
política económica que llevará a cabo en caso de ser convocado por algún gobierno.
Cuando se habla de la “teoría clásica” nos estamos refiriendo al enfoque que tienen aquellos
que ponen énfasis en las fuerzas autocorrectoras de la economía, es decir que se basan en el
pensamiento de Adam Smith, David Ricardo, Jean Baptiste Say y John Suart Mill. Por su parte,
el “enfoque keynesiano” se esbozó a través de John Maynard Keynes durante el primer tercio del
siglo XX.
Como ya adelantamos anteriormente, la gran diferencia entre el enfoque clásico y el
keynesiano es la visión que tienen sobre la oferta agregada. En efecto, los clásicos, tal como lo
hemos sostenido anteriormente, basan su análisis en la “ley de Say” que resumió con precisión toda
la argumentación clásica; la misma sostenía que la superproducción era imposible, ya que “toda
oferta crea su propia demanda”; esto implica que la generación simultánea de la producción y el
ingreso ponen en manos de la sociedad un potencial de compra suficiente para que todos los bienes
y servicios sean efectivamente consumidos; por ende, si las empresas producían grandes cantidades,
allí estarían los consumidores para comprarla. El complemento indispensable para comprender esta
teoría es que los clásicos sostenían que los precios y los salarios eran flexibles. En el caso de los
precios, éstos se iban a ir adaptando para que no hubiera oferta excedente, de modo que si se
redujera el nivel de la actividad económica, los precios iban a bajar lo suficiente para garantizar la
venta de todo lo producido. La caída de los precios de los bienes obligaría a reestructurar los costos
de las empresas, por lo cual los salarios se reducirían en una proporción similar, de modo que el
recurso humano siga siendo utilizado en su totalidad. Esto tampoco tendría que acarrear
consecuencias indeseables para los trabajadores, porque si bien el salario nominal cae, debido a la
paralela reducción de los precios de los bienes, el salario real, es decir el poder adquisitivo, sigue
siendo el mismo, y la ganancia de los empresarios se mantiene también en los mismos porcentajes.
Por esta razón, los mercados retornan al equilibrio muy rápidamente, por lo que sería
innecesario analizar el corto plazo. Ante esta teoría, habría que preguntarse ¿entonces, qué cantidad
de bienes llevarán los productores al mercado? La respuesta es simple: todos aquellos que puedan
producir con su capacidad instalada, ya que podrán vender el stock completo sin resignar ganancia
alguna. En una palabra, como la economía se encuentra en su producción potencial (máxima
producción con los recursos de que dispone), los clásicos ven a la “oferta agregada” de manera
vertical, lo que indica que cualquier intervención del Estado en la economía para modificar la
demanda agregada, lo único que lograría sería aumentar los precios.
En este gráfico, que resume la teoría clásica, se puede apreciar la característica que asume la
oferta agregada, que es vertical; esto es así, ya que al no existir factores ociosos en el mercado
(trabajo, tierra y capital), por más que se quisiera no se podrán incrementar los niveles de
producción; en conclusión, si se modifica la demanda agregada de DA a DA1 aparecerá un nuevo
punto de contacto con la oferta agregada en el cual se demandarán la misma cantidad de unidades,
pero a un precio superior.
Por su parte, los keynesianos sostenían que lo normal no era el “pleno empleo” como decían
los clásicos, sino el “paro económico”, y que los precios y los salarios eran inflexibles a la baja, por
lo cual no había ningún mecanismo económico automático que restablezca el equilibrio. Esto
significa que la economía al estar lejos de su producción potencial, donde sí la oferta agregada se
transforma en vertical, enfrenta una oferta agregada con pendiente positiva; de allí en más,
cualquier modificación de la demanda agregada hacia la derecha, permitirá incrementar la cantidad
producida, con su consecuente influencia en el consumo y el empleo. El propio Keynes llamó a su
visión “teoría de la demanda insuficiente”.
El planteo keynesiano, reflejado en el gráfico N° 55, demuestra que la oferta agregada tiene
pendiente positiva, por lo cual cualquier modificación de la demanda agregada permitirá aumentar
los niveles de producción, y por ende la tasa de empleo. Pero observe el lector, que los productores
están tentados a ofrecer una mayor oferta agregada sólo si el precio unitario es superior. Esto nos
permite inferir que si hay más dinero en la economía a raíz de la intervención del Estado (política
monetaria expansiva), la externalidad negativa será la escalada inflacionaria que acompañará el
proceso, a no ser que la economía esté tan deprimida que los empresarios prefieran más liquidar sus
stocks acumulados que subir el precio. La otra alternativa positiva es que en paralelo al
desplazamiento de la función de demanda agregada hacia la derecha, también se logre también un
desplazamiento de la oferta agregada en el mismo sentido, lo cual sería un hecho auspicioso, ya que
las nuevas funciones de oferta y demanda agregada se contarían al mismo precio anterior, pero con
cantidades comercializadas muy superiores. Esto sí implicaría una mejora en el nivel de vida de la
población.
En honor a la verdad, ambas teorías tienen algo de cierto, ya que es lógico pensar que si la
economía se encuentra lejos de su producción potencial la curva de oferta agregada debería tener
pendiente positiva, y por lo tanto los empresarios responderán frente a un incremento de la demanda
y de los precios con un aumento de su producción, simplemente porque les conviene. Pero cuando
la economía está trabajando al máximo de su potencial, la oferta agregada toma forma vertical, y
cualquier gestión a los efectos de incrementar la demanda agregada por parte del Estado sólo
logrará un aumento generalizado de los precios; la única manera de salir de este problema sería a
través de un desplazamiento de la función de la producción a la derecha, ya que en ese caso habrá
más recursos disponibles en la economía.

.NOTAS
1 GATTÁS, Héctor Daniel y BLANCO, Alfredo, Evolución del pensamiento y el análisis económico, Edicom, Bs. As.,
2013.
2
GILDER, George, Riqueza y pobreza, Sudamericana, Bs. As., 1981.
3 MORDECAI, Joseph Ezekiel, 1938, The cobweb theorem; Quarterly Journal of Economics 52: 255-280, Cambridge.
Traducción al castellano: El teorema de la telaraña; Gottfried Haberler (ed.) 1944, Ensayos sobre el ciclo
económico: 437-457, Fondo de Cultura Económica, México.
4
Sancionada por el Congreso Nacional el 20 de junio de 1974, y regula la compraventa, permuta y locación de
cosas muebles, obras y servicios que satisfaga -directamente o indirectamente- necesidades comunes o corrientes de la
población, así como las “penalidades para los infractores.
CAPÍTULO III

“La riqueza no es la que existe, es la que va a venir.


¿y quién la va a crear? El que quiera competir. El que está
arriba con frecuencia quiere frenar la competencia; el que
ganó y ya no tiene otra cosa que perder, y el perdedor que
se siente perdedor y que no va a ganar, son los
enemigos de la competencia”.
Ludwig von Mises
economista austríaco (1881-1973
Las empresas

Se denomina “empresa” a la unidad técnica de producción y/o comercialización de bienes y


servicios. Las empresas privadas son organizaciones especializadas, que tienen como objetivos
principales la producción en serie, la eficiencia, y el lucro, para lo cual requieren capacidad de
gestión y supervisión de las actividades cotidianas. En muchos casos se diseñan a través de
acuerdos que permitan llevar adelante macro emprendimientos, los cuales serían imposibles de
llevar a cabo por la gran cantidad de recursos necesarios (por ejemplo una Unión Transitoria de
Empresas – UTE).
Hay una gran variedad de empresas, desde las muy pequeñas, de propiedad individual, hasta las
grandes multinacionales, y si bien las primeras son mucho más en su número, son las segundas las
que dominan la estructura principal de la economía, sea por sus ventas, sus activos, su número de
empleados, o por el poder político que adquieren a través del permanente lobby que llevan a cabo
sobre los diferentes gobiernos.
Es diferente el concepto de “empresa” con el de “industria”, ya que la segunda es la suma de
las empresas que venden productos homogéneos o fácilmente sustituibles (empresa Renault, Ford;
industria automotriz). Cuanto mayor número de empresas integren una industria, menor será el
control que cada una de ellas tendrá sobre el mercado y mayor será la competencia en precio y
calidad.
Las empresas también difieren mucho por su conformación jurídica y por su responsabilidad
frente a terceros, conformándose un amplio espectro que se enmarca en nuestro país a través de la
ley de “Sociedades Comerciales”. Efectivamente, en Argentina es la ley 19.550 la que regula las
diferentes formas de asociarse.
Se dice que hay sociedad comercial cuando dos o más personas en forma organizada,
conforme a uno de los tipos previstos en esta Ley, se obliguen a realizar aportes para aplicarlos a la
producción o intercambio de bienes o servicios participando de los beneficios y soportando las
pérdidas (art. 1º, ley 19550). Existen sociedades no constituidas regularmente, que se conocen como
“sociedades de hecho”. Este tipo de organizaciones tienen el inconveniente que los socios y quienes
contratan en nombre de la sociedad quedan solidariamente obligados por las operaciones sociales;
“los socios y quienes contrataron en nombre de la sociedad quedarán solidariamente obligados por
las operaciones sociales, sin poder invocar el beneficio del artículo 56 ni las limitaciones que se
funden en el contrato social” (art. 23). Además, “en las relaciones con los terceros, cualquiera de
los socios representa a la sociedad” (art. 24), y “la existencia de la sociedad puede acreditarse por
cualquier medio de prueba” (art. 25); incluso “las relaciones entre los acreedores sociales y los
acreedores particulares de los socios, inclusive en caso de quiebra, se juzgarán como si se tratare
de una sociedad regular, excepto respecto de los bienes cuyo dominio requiere registración”; todo
ello muestra a las claras los riesgos de este tipo de sociedad, particularmente para quienes se
asocian con personas sin respaldo patrimonial.
Como no es mi propósito hacer un análisis pormenorizado de este tema que en realidad
corresponde a otra materia, sólo citaré y haré algunos comentarios sobre aquellas formas de
sociedades constituidas regularmente que son más comunes de encontrar y que tienen relevancia
para nuestra materia, es decir las Sociedades Anónimas (S.A.), las Sociedades de Responsabilidad
Limitada (S.R.L.), y las Sociedades Colectivas.
Cada uno de estos tipos societarios tiene características especiales que lo diferencian de los
demás. La Sociedad Anónima, es un tipo de sociedad donde la relación social está establecida por la
posesión de acciones. Sus socios tienen una responsabilidad limitada a la cantidad de acciones que
posean, y la administración está en manos de un Directorio designado por la asamblea de
accionistas. Otra característica distintiva de esta sociedad es que posee un fuerte control por parte
del Estado, y “el contrato constitutivo será presentado a la autoridad de contralor para verificar el
cumplimiento de los requisitos legales y fiscales” (art. 167). Existen dos clases de Sociedad
Anónima, la cerrada, es decir aquella que no cotiza en la bolsa de valores, y la abierta que si lo hace
previa autorización de la Comisión Nacional de Valores (“el aumento del capital podrá realizarse
por oferta pública de acciones” art. 198).
Por su parte, en la Sociedad de Responsabilidad Limitada “el capital se divide en cuotas; los
socios limitan su responsabilidad de la integración de las que suscriban, adquieran, sin perjuicio
de la garantía a que se refiere el artículo 150” (art. 146); a diferencia de la Sociedades Anónimas,
este tipo societario no puede estar formado por más de 50 socios, y cada cuota da derecho a un voto
(art.161). Las Sociedades de Responsabilidad Limitada, al igual que las Sociedades Anónimas,
también se ven obligadas a llevar ciertos “libros societarios” que deben estar conformes a los
requerimientos establecidos por el Estado. En las S.R.L. “la administración y representación de la
sociedad corresponde a uno o más gerentes, socios o no, designados por tiempo determinado o
indeterminado en el contrato constitutivo o posteriormente” (art. 157), y “las cuotas son libremente
transmisibles, salvo disposición contraria del contrato” (art. 152).
Finalmente podemos decir que la Sociedad Colectiva se distingue porque sus socios son
responsables ilimitada, subsidiaria y solidariamente por las obligaciones de la sociedad, razón por la
cual pueden ver comprometidos sus patrimonios personales (“los socios contraen responsabilidad
subsidiaria, ilimitada y solidaria, por las obligaciones sociales. El pacto en contrario no es
oponible a terceros” art. 125). Otro de sus elementos distintivos es el carácter personal de esta
sociedad (afecctio societatis), vale decir que en ella tiene particular relevancia quiénes son sus
socios, ya que lo destacado es la voluntad de formar sociedad en virtud de la confianza reciproca
entre los socios que la integran.
Veamos el siguiente cuadro que nos puede servir de ayuda.
¿Cómo financian las empresas su crecimiento?

Es lógico pensar que las empresas buscan un permanente crecimiento, pero en muchos casos
eso requiere una cantidad de dinero de la que no disponen los socios. Por eso aparecen algunos
mecanismos disponibles en el mercado que les permite a las empresas poner en marcha sus
proyectos; debemos consignar los siguientes, que si bien no son los únicos, son los más utilizados:
a) Endeudamiento con el sector financiero: uno de los mecanismos más comunes que tienen
las empresas para incrementar el tamaño de sus plantas o poner en marcha nuevos
proyectos de inversión es la toma de un crédito a través de la banca, ya sea nacional o
extranjera, privada o estatal. En este sentido es importante destacar cuáles son las dos
precauciones principales que tienen que tener en cuenta las empresas al acceder a un
crédito; en primer lugar se requiere analizar el nivel de tasa de interés que pagan, ya que
debe ser en términos reales bastante inferior a la rentabilidad del capital invertido, de forma
que estén dadas las condiciones para asumir el riesgo que toda inversión supone (a nadie se
le ocurriría invertir para perder dinero; ni siquiera para salir equilibrado); en segundo lugar,
hay que tener en cuenta el plazo para la devolución del capital, el cual debe ser posterior en
el tiempo a los frutos obtenidos por dicha inversión; de lo contrario, imaginemos qué
ocurriría si una empresa dedicada a la producción de soja, que puede tener un período
natural de un año entre la siembra y la cosecha, toma un crédito a devolver en 60 días;
seguramente se verá en serios aprietos.
b) Beneficios no distribuidos: otro mecanismo muy utilizado es que los socios o accionistas, a
la sazón los más interesados en que la empresa crezca y les genere más ganancias, decidan
de manera conjunta no retirar las utilidades por un determinado período de tiempo,
reinvirtiéndolos en la empresa, lo que le permitirá a la organización tener mayor liquidez y
más disponibilidad para poner en marcha nuevos proyectos.
c) Venta de acciones de las Sociedades Anónimas: algunas empresas organizadas bajo esta
forma jurídica, previa autorización de la Comisión Nacional de Valores (C.N.V.), pueden
cotizar en bolsa colocando en oferta pública a los interesados parte de sus acciones; con el
dinero ingresado a la empresa se pueden realizar otras inversiones.
Ahora bien, cuando la inversión ya está decidida en base a cualquiera de los mecanismos
detallados anteriormente, será el momento de llevar adelante un análisis de la “función de
producción”, que es la relación entre la máxima producción posible de una empresa y los factores
necesarios para obtenerla. Esto implica que pueden existir varias combinaciones posibles, pero para
alcanzar el máximo nivel de producción se debe optar por la más razonable y efectiva.

Los costos de las empresas

Se llaman “costos” a las erogaciones que debe enfrentar una empresa para la producción de
bienes y servicios. Constituyen el sacrificio necesario para obtener un resultado productivo. Los
costos juegan un rol preponderante en las empresas, ya que de ellos depende buena parte del éxito o
el fracaso de las organizaciones económicas, razón por lo cual muchas de ellas tienen un
departamento especializado que se ocupa de su análisis. La “contabilidad” brinda los instrumentos
necesarios para medir los costos con precisión y así poder estimar los beneficios.
En términos generales podríamos decir que hay “costos de producción” -necesarios para
obtener un bien a partir de la elaboración de la materia prima mediante un proceso de
transformación-, “costos de comercialización” -erogaciones necesarias para poner en marcha la
venta de bienes o servicios producidos, realizar su entrega y procurar su cobro, por ejemplo
publicidad y promoción, marketing, investigación de mercado-, “costos de administración” -
necesarios para llevar adelante tareas de planificación, coordinación, control y servicios operativos
de soporte al funcionamiento de la organización-, “costos financieros” -intereses que se deben
pagar como consecuencia de la necesidad de contar con financiamiento que permita el
funcionamiento operativo de la compañía-, y “costos de investigación y desarrollo” -creación,
diseño, formulación y puesta a punto a nivel operativo de nuevos productos o servicios que la
empresa desea lanzar al mercado-.
La “ganancia bruta” es la diferencia entre el ingreso por la venta de los bienes y el costo
necesario para su fabricación. La “ganancia neta” surgirá de descontarle a la ganancia bruta los
impuestos que gravan esa actividad, los costos de comercialización, de administración, de
investigación y desarrollo, los financieros y la amortización del capital.
Antes de entrar de lleno al análisis teórico y gráfico de los costos de producción es
indispensable volver sobre el concepto de “rendimientos de escala”, ya que es la única manera de
poder interpretar el comportamiento de cada uno de ellos.

¿Qué es el corto plazo y el largo plazo en economía?

Cuando en economía se habla de corto plazo, nos estamos refiriendo al tiempo suficiente para
poder incorporar factores variables, como pueden ser el trabajo y las materias primas; pero por otra
parte, en ese mismo tiempo, los bienes de producción, como por ejemplo los equipos y la planta, no
tienen facilidad para ajustarse a igual ritmo que los primeros; esto significa que el equilibrio a corto
plazo en los niveles de producción se alcanza aumentado o disminuyendo la utilización de la
cantidad fija de equipos y de planta. Por su parte, el largo plazo es el tiempo en que todos los
factores pueden adecuarse, lo que permite que el equilibrio se genere con un aumento o disminución
de todos ellos, por ejemplo creando una nueva planta con mayor capacidad instalada; esta es la
razón por la cual se dice que a largo plazo todos los factores son variables.

Los rendimientos de escala

Es muy importante para la economía en su conjunto y para las empresas en particular, analizar
la respuesta de la producción ante un aumento de todos los factores, para lo cual debemos hablar de
los “rendimientos de escala”, que reflejan la sensibilidad del “producto total” (cantidad de
unidades producidas) ante un incremento de todos los factores. En este tema debemos distinguir tres
resultados distintos, que son los “rendimientos constantes”, los “rendimientos decrecientes de
escala” y los “rendimientos crecientes de escala”. Es importante no confundir los rendimientos de
escala con el “producto marginal” de un factor. Para que quede claro, el producto marginal
(unidades adicionales producidas) se obtiene modificando un solo factor de la producción, mientras
que los rendimientos a escala se obtienen modificando todos los factores de producción.
a) Rendimientos constantes: se dan cuando la variación de la producción es exactamente
proporcional al incremento de los factores (si se triplica la cantidad de factores, la
producción también se triplica);
b) rendimientos decrecientes de escala: en este caso, el aumento de la producción es menos
que proporcional al incremento de los factores (se triplican los factores y sólo se duplica la
producción);
c) rendimientos crecientes de escala: cuando el aumento de la producción es más que
proporcional al incremento de los factores (se triplican los factores y se quintuplica la
producción).
Otro aspecto a tener en cuenta es que los rendimientos de escala sólo son aplicables a largo
plazo, ya que para su análisis todos los factores de la producción deben ser variables (ya dijimos
que en el corto plazo algunos factores de la producción son fijos), razón por la cual no se puede
confundir con la “ley de rendimientos decrecientes” a corto plazo donde existen factores fijos.
La función de la producción generalmente no muestra los mismos tipos de rendimientos de
escala en todos niveles de producción de una empresa, y la experiencia indica que en niveles bajos
de producción se generan rendimientos de escala creciente, seguido posteriormente por
rendimientos constantes, y por último decrecientes en los niveles más elevados de producción.
Justamente, a lo que apuntan las técnicas modernas es a la producción en serie y a lograr
rendimientos crecientes de escala, ya que es un excelente modo de alcanzar un crecimiento
económico sostenido y por ende mejorar el nivel de vida de los pueblos. No debemos olvidar que
aumentar las cantidades producidas de manera más que proporcional a la incorporación de factores
(mayor productividad), permite incrementar la oferta de bienes y servicios, lo que redundará en que
éstos tengan un costo más accesible en el mercado.

Los costos fijos

Se denominan “costos fijos” a aquellos que no dependen de la cantidad producida, y aun si la


producción fuese igual a cero, lo mismo deberán ser desembolsados. También se los suele
denominar “costos periódicos”, puesto que el hecho generador de su existencia es el simple
transcurso del tiempo (varían más con el tiempo que con la actividad). Los costos fijos son fijos
(valga la redundancia) a corto plazo, ya que a largo plazo todos los costos son variables, pues al
crecer la producción significativamente, también será necesario que se incrementen los mismos.
Para aclarar esto hay que decir nuevamente que el “corto plazo” es un tiempo demasiado escaso
para ajustar todos los factores de la producción, aunque sí es un plazo razonable para ajustar los
factores variables; para decirlo en términos de un ejemplo, es relativamente sencillo incorporar más
materia prima, pero bastante más difícil modificar el tamaño de la planta o incorporar equipos.
Algunos de los costos fijos son los seguros, los alquileres, los sueldos del personal de vigilancia, la
depreciación del capital físico de la empresa, etcétera.
La función de “costos fijos totales” es una recta paralela al eje de las abscisas, ya que
cualquiera que sea la cantidad producida, el costo fijo será siempre el mismo.

Por su parte, la curva de “costos fijos por unidad” nos demuestra que a mayor cantidad de
unidades producidas, su incidencia en cada una de ellas es menor, ya que una mayor producción
permite prorratear los costos fijos en más unidades. Es un cociente entre un número constante (costo
fijo total) y el nivel de producción. Por ejemplo el costo de un sereno, actividad que no tiene que
ver con los niveles de producción, se podrá ir cargando en una menor proporción cuando crece la
cantidad producida.

Como se ve en el cuadro, cuanto mayor es la cantidad producida, menor es el costo fijo por
unidad.

Si lo vemos gráficamente (N° 47), podremos apreciar que los costos fijos por unidad van
cayendo cuando aumentan las cantidades producidas, y la curva se va acercando al eje de las
abscisas hasta transformarse en asintótica (se acerca indefinidamente sin llegar a tocarla) a la
misma.

Los costos variables


Se denomina “costo variable” a todo aquel que depende de las cantidades producidas, es decir
que surge de la utilización de la estructura productiva, y que sólo podría evitarse dejando la planta
ociosa. Los costos variables por excelencia son la materia prima y los salarios de los trabajadores
que tienen a su cargo la tarea productiva, ya que en algunos casos los empleados administrativos o
los supervisores podrían constituir costos fijos si siguen ejerciendo su labor a pesar de que la planta
no trabaje. Podemos encontrar tres categorías de costos variables: los progresivos, que aumentan o
disminuyen más que proporcionalmente a los cambios en el nivel de actividad, los regresivos, que
crecen o decrecen en forma menos que proporcional a los cambios en el cantidad producida, y los
proporcionales que crecen o decrecen en la misma proporción a los cambios registrados en la
cantidad producida.
El costo variable comienza cuando se produce la primera unidad, y de allí en más se transforma
en una función creciente de las cantidades producidas. De todas maneras, la progresión de estos
costos no es constante; inicialmente la progresión es “decreciente”: son menos que proporcionales a
los aumentos obtenidos en las cantidades producidas; luego pasan por un corto intervalo de
aumentos “constantes”, para luego volverse “crecientes”, es decir que son más que proporcionales a
los aumentos en la producción.

Costo variable total

En el gráfico anterior se ve claramente que cuando va creciendo inicialmente la producción se


dan condiciones muy favorables para aprovechar “economías de escala”, lo que supone que la
combinación de los recursos fijos y variables permite mejores rendimientos generales, reduciéndose
la tasa de expansión de los costos variables en proporción a las unidades adicionales obtenidas.
Posteriormente viene una zona de estabilidad de la función, y por último, ante una mayor cantidad
de unidades producidas, los recursos fijos existentes no soportan más las cantidades adicionales de
recursos variables con la misma eficiencia, incrementándose el costo unitario.
El costo variable por unidad supone la división del costo variable total en la cantidad de
unidades producidas, y si bien no tiene la caída o los incrementos tan acentuados como el costo fijo
por unidad, su figura tiene una forma de “u”.

El costo variable por unidad va decreciendo al aumentar la producción, luego se mantiene


relativamente constante durante un intervalo, para posteriormente registrar una tendencia al
crecimiento. La razón es que inicialmente la empresa incurre en “economías crecientes de escala”,
luego en “economías constantes” y, finalmente, en “economías decrecientes de escala”. Pero
aclaremos un poco más esta cuestión tan importante de las curvas con forma de “u”.

¿Por qué las curvas en forma de “U”?


Ya dijimos que los “costos fijos”, valga la redundancia, son fijos a corto plazo, y que a largo
plazo todos los costos son variables. Para entender las razones de las curvas en forma de “u”, tanto
para los costos variables por unidad, como para el costo medio y para el costo marginal, debemos
partir de las siguientes dos consignas:
a) Las maquinarias, los equipos y el tamaño de la planta de producción (bienes de capital) son
costos fijos a corto plazo, porque no es posible incrementarlos rápidamente. Que haya una
mayor disponibilidad de ellos depende de un proceso que lleva un tiempo más o menos
extenso.
b) El trabajo y las materias primas son un costo variable, y es posible incrementarlos de un día
para otro incorporando más personal y comprando más insumos.
En esta situación descripta, y a pesar de que en el corto plazo algunos factores son fijos,
inicialmente una mayor producción debido a la incorporación de factores variables como el trabajo
provoca rendimientos crecientes, o lo que es lo mismo, costos marginales decrecientes; esto es así
fundamentalmente por un aprovechamiento más adecuado de la planta; pero luego de un punto se
mostrarán rendimientos decrecientes (o costos crecientes), ya que cada empleado adicional tendrá
menos capital con el cual trabajar. Es decir que si hay 10 trabajadores para 10 equipos, el cociente
es igual a 1 (10/10); pero si la cantidad de trabajadores crece a 15 y los equipos se mantienen
constantes, el nuevo cociente será de 0,66 (10/15). Debido a esta situación, el costo adicional de
producir nuevas unidades irá creciendo en relación al costo medio anterior, ya que al disminuir la
producción marginal de cada unidad adicional de trabajo incorporada, el nuevo costo medio será
cada vez mayor.

Veamos el siguiente ejemplo:


En el cuadro anterior se puede apreciar cómo al ir creciendo la cantidad de unidades producidas
con la incorporación del factor “trabajo”, en un principio el costo marginal de producir unidades
adicionales permite que el costo medio o costo por unidad disminuya, pero después de una
determinada producción, la situación se invierte, porque el costo marginal crece más rápidamente lo
que eleva el costo medio.
Se podría concluir en que el punto ideal de la empresa en cuestión es una producción de 130
unidades, lo que supone un aprovechamiento óptimo de la planta, de los trabajadores y de los
equipos de producción, lo que se ve reflejado en el menor costo medio de toda la secuencia ($ 19).

El costo total

El costo total es el gasto monetario necesario para alcanzar una producción determinada; no es
otra cosa más que la suma del costo fijo total y el costo variable total. Cuando la producción es
cero, al no haber costo variable, el costo total es igual al costo fijo.
Gráficamente es una recta ascendente con pendiente positiva, pues al aumentar la producción
se va incrementando el costo variable (el costo fijo permanece constante), y por ende el costo total.
El costo total puede analizarse y graficarse a través de la “ordenada en el origen”; en el primer
gráfico la recta de costos totales parte donde “Y” y “X” son “0”, por lo cual la ordenada al origen es
igual a “0”; en este caso estaríamos pensando que no existen costos fijos, o por lo menos que los
obviamos en el análisis. Lo que parece más lógico, es que la ordenada al origen del costo total, que
es una recta con pendiente positiva que se desplaza sobre el plano cartesiano hacia la derecha, nazca
sobre la línea de los costos fijos, tal como se puede observar en el segundo gráfico; en este caso la
ordenada al origen tendrá el valor que tenga “Y” en el punto de corte de la recta de costo total. Para
aclarar esto, diremos que la ordenada al origen no es otra cosa que el punto de corte de la recta con
el eje vertical (ordenada), es decir que no tiene en cuenta a “X” (término independiente).
Los costos medios

El costo medio se obtiene dividiendo el costo total (suma de los costos fijos totales y los costos
variables totales) en la cantidad producida.

La curva de costos medios enfrenta también una parábola en forma de “u”, aunque en este caso
es un poco más pronunciada que la de costos variables por unidad. La curva de costos medios es
una síntesis de otras funciones, ya que no podemos olvidar que sufre la influencia de los costos fijos
unitarios y de los costos variables unitarios; primero, y ante un aumento de las cantidades
producidas, se nota un fuerte descenso de los costos medios; esto es a raíz de la influencia que tiene
la reducción de los costos fijos unitarios (hay que recordar que el costo fijo unitario va reduciéndose
al aumentar la producción, ya que se va prorrateando el costo fijo total en una mayor cantidad de
unidades); luego atraviesa una zona de estabilización por la baja menos acentuada del costo fijo
medio y porque la empresa comienza a trabajar en economía de escala constante; por último
comienza a subir, tanto por la influencia de la parte ascendente de los costos variables medios como
por la economía de escala decreciente.

El costo marginal

Se denomina “costo marginal” (adicional) al incremento en el costo total como resultado de


producir una unidad más. Se calcula por la diferencia entre el costo total anterior y el costo total
posterior al haber producido una unidad adicional. La curva de costos marginales también tiene
forma de “u” (por las razones explicadas anteriormente).
No debemos olvidar que el costo marginal tiene un componente de costo fijo y otro de costo
variable. Debido al comportamiento típico de los costos fijos y los variables, el costo marginal
decrece cuando se incrementa la producción, para luego comenzar a crecer, alcanzando elevadas
tasas de expansión cuando la empresa ingresa en la fase de “economía de escala decreciente”.
La curva de costo marginal corta a la curva de costos medios en su punto más bajo. Para
interpretar este comportamiento hay que aclarar que la producción de unidades adicionales implica
erogar un costo marginal que va incrementando los costos variables totales, pues los costos fijos se
mantienen inalterables; esto explica que primeramente la curva de costo marginal sea menor a la
curva de costos medios (porque aprovecha la parte descendente de la curva de costos fijos por
unidad), para luego comenzar a subir por encima de la curva de costos medios por influencia de la
parte ascendente de los costos variables por unidad.
Inicialmente, cuando la curva de costo marginal está por debajo de la curva de costos medios,
empuja los valores medios hacia abajo; posteriormente, cuando la curva de costo marginal se ubica
por encima de la de costos medios, empuja los valores medios hacia arriba. Por esta razón es obvio
pensar que a la empresa le conviene seguir produciendo hasta el punto de intersección entre costo
marginal y costo medio, ya que después de esa cantidad el costo por unidad irá creciendo, no sólo
para las unidades adicionales producidas, sino para todas aquellas que se vuelquen al mercado.

El ingreso marginal

La gran pregunta que se hacen los empresarios es ¿cuánta cantidad de un bien hay que llevar al
mercado? ya que de dicha cantidad dependerá el precio que recibirán por unidad vendida. Su idea es
que el beneficio (diferencia entre ingreso total y costo total) sea el mayor posible. El ingreso
marginal es el incremento en el “ingreso total” (precio del producto x cantidad vendida) cuando se
produce y vende una unidad adicional. Se obtiene por la diferencia entre el ingreso total que obtiene
una empresa por vender una determinada cantidad, y el ingreso total que consigue por vender esa
cantidad más una unidad adicional.

La curva de ingreso marginal nace junto a la curva de la demanda, que muestra los diferentes
precios según las cantidades comercializadas, pero se va separando de ella cada vez más, ya que al
ir produciendo la empresa una mayor cantidad de unidades, y por la ley de oferta y demanda, el
ingreso marginal percibido será cada vez menor (a mayor oferta menor precio); pero cuando se
producen y venden más unidades, y por ende baja el precio, éste no sólo cae para las nuevas
unidades producidas, sino para todas aquellas existentes en el mercado.

El equilibrio de máximo beneficio

Toda empresa intenta maximizar su ganancia, y ese punto en aquel en el cual no es posible
obtener ningún beneficio adicional incrementando la producción; ¿cuándo se da esta situación?
cuando la última unidad producida incrementa en una misma magnitud el ingreso total y el costo
total; es decir que el ingreso marginal de esa última unidad elaborada es exactamente igual a su
costo de producción.
En el gráfico se puede ver claramente hasta dónde le conviene producir a la empresa. Antes del
punto de intersección entre ingreso marginal y costo marginal, la empresa va incrementando el
beneficio total, ya que el ingreso marginal generado por las unidades adicionales producidas y
vendidas es mayor que el costo adicional de producirlas (Ima > Cma); después del punto de
contacto entre ingreso marginal y costo marginal la situación se invierte, y de seguir incorporando
unidades adicionales, el ingreso marginal que generarían sería inferior al costo marginal que
implicaría su producción (Ima < Cma); es decir que sería un mal negocio seguir produciendo, ya
que el beneficio total comenzará a ser cada vez menor. En conclusión, el nivel de producción
óptimo (algunos lo llaman de equilibrio) es aquel en el que la empresa no desea seguir
incrementando su cantidad producida para evitar una merma en su beneficio total. En síntesis, el
nivel de producción óptimo se ubica en el punto en que el ingreso marginal es igual al costo
marginal.
Quien reflexiona sobre este tema podría llegar a preguntarse ¿por qué la empresa debe producir
hasta que ingreso marginal y costo marginal sean iguales, ya que en ese punto no hay ganancias ni
pérdidas? La respuesta a este interrogante es la siguiente: el punto de intersección sirve sólo para
mostrarnos la cantidad óptima a producir, pero el precio que la empresa recibirá para esa cantidad
hay que buscarlo sobre la curva de la demanda. En el ejemplo del gráfico, el número ideal a
producir es 1500 unidades, y el precio unitario a recibir por la empresa es $ 70.

Costos explícitos e implícitos, costo contable y costo económico

Se denomina “costo explícito” a todo aquel que debe erogarse de manera efectiva a través de
un desembolso de dinero (materia prima, alquileres, sueldos), mientras que los “costos implícitos”
no significan pagos monetarios (utilización de un local propio que podría estar alquilado a un
tercero, amortización de las maquinarias); estos últimos, a pesar de que no implican una erogación,
deben tenerse en cuenta en el análisis de la estructura de costos y en la toma de decisiones, ya que el
hecho de que una persona esté atendiendo él mismo su propia empresa, o que haya dispuesto su
propio local comercial para una actividad económica familiar, no significa que esos costos no
existan; de hecho, esta persona podría estar utilizando ese tiempo para obtener un salario en otro
trabajo, y también podría conseguir una renta mensual a través del alquiler del inmueble a un
tercero.
En cuanto al “costo contable”, son todos los gastos que enfrenta una empresa para la
elaboración y venta de un bien o un servicio; en cambio, para los economistas el “costo” no es
sinónimo de “gasto”, sino que tienen en cuenta el beneficio que se hubiese obtenido si los recursos
productivos dedicados a esa actividad se los hubiera dedicado a otra más rentable; por ejemplo, si
una empresa de colectivos usa un predio propio para estacionar los colectivos que están
momentáneamente fuera de servicio, para un contador ese sería un costo inexistente, mientras que
para un economista este es un “alquiler perdido”, ya que se podría haber obtenido una renta
alquilándolo, razón suficiente para tenerlo en cuenta en el análisis de costos. Es decir que el “costo
económico” tiene en cuenta a los costos implícitos y al costo de oportunidad (valor o utilidad que se
sacrifica por elegir una alternativa determinada dejando de lado otra alternativa diferente)
Mercado, concepto y clasificación

Se llama mercado al lugar imaginario en el que concurren oferentes y demandantes de un bien


o un servicio. Se lo suele definir de este modo ya que en su gran mayoría los mercados son
“imaginarios”; a nadie se le podría ocurrir que el “mercado del automotor de Córdoba” se encuentra
en la intersección de la General Paz y Colón; esto es así porque cuando pensamos en el mercado de
automóviles de Córdoba en realidad nos estamos imaginando a todos aquellos que quieren comprar
o vender un automóvil en un momento determinado; es difícil encontrar un mercado en un lugar
“físico” puntual; quizá podríamos poner como ejemplo al “mercado de valores”, en cuyo recinto se
realizan todas las compras de acciones y títulos públicos; pero la limitación del concepto sigue
existiendo, ya que hay una gran cantidad de oferentes y demandantes “virtuales”, no sólo en
Córdoba, sino en el país y en el mundo entero que participan del mismo.
El origen del “mercado” se remonta a mucho tiempo atrás, cuando el hombre primitivo
comprendió que podía llegar a poseer bienes que él no había fabricado. Así, y antes de la existencia
de la moneda, aparece el trueque, pero para que se viera que es lo que cada uno deseaba
intercambiar se debían reunir en algún lugar determinado. Los mercados son dinámicos, y se
pueden ir modificando en función de las fuerzas interiores que los animan; hoy, la gran mayoría de
ellos son ambientes virtuales donde se propicia el intercambio.
Cuando nosotros hablemos del funcionamiento de un mercado, nos estaremos refiriendo
siempre a los mercados que funcionan en una economía descentralizada; esto no tiene nada que ver
con una cuestión discriminatoria o ideológica, sino que debemos analizar los mercados en los cuales
la oferta y la demanda juegan un rol preponderante; de hecho en las economías que llamamos
“centralizadas”, y tal como ya lo desarrollamos anteriormente, todas las decisiones están en manos
del Estado, lo que no permite el libre juego de la oferta y la demanda a los efectos de establecer el
equilibrio de los mercados, por lo cual no tendría sentido analizarlos, pues los precios y las
cantidades que se compran y venden dependen de la visión de un burócrata representando al Estado
y no de un mecanismo natural.
Los mercados son muy diversos en cuanto a la variedad de bienes o servicios, y también se
suelen diferenciar por tamaño; por ejemplo, no es lo mismo hacer un análisis del mercado del trigo
de Córdoba que el de Argentina o el mundial, y es bueno ubicarlo geográficamente antes de hacer
un análisis detallado del mismo; de lo contrario, las conclusiones a las que podemos arribar serán
relativas, porque cambia el número de oferentes y demandantes. Incluso existen algunos que por su
alto costo de transporte o por ser perecederos tienen mercados locales. También podemos hablar de
un mercado “mayorista”, donde se comercializan grandes cantidades por parte de intermediarios y
distribuidores, y de un mercado “minorista”, donde se vende directamente a los consumidores.
Si a los consumidores les dieran a elegir, seguramente “votarían” por mercados de
competencia perfecta, pero la realidad nos indica que esta modalidad, a pesar de ser el ideal de un
consumidor, es difícil de encontrar, ya que en la gran mayoría de los mercados las empresas tienen
alguna o mucha influencia sobre precio y/o cantidades, lo que significa que su funcionamiento
corresponde a una “competencia imperfecta”.
Decimos que es bastante difícil encontrar mercados de “competencia perfecta”, porque para
que ello ocurra se debe presentar un conjunto de circunstancias:
a) Gran cantidad de oferentes y demandantes, de manera que ninguno de ellos tenga influencia
determinante en el mercado.
b) Libre entrada y salida al mercado; no existen restricciones de ningún tipo, ni legales ni
económicas.
c) El producto que se comercializa es homogéneo.
d) La entrada y salida al mercado de oferentes y demandantes no altera el precio ni las
cantidades comercializadas.
e) Todos los oferentes y demandantes se comportan como “precio aceptantes”, es decir que
son “tomadores de precio” (aceptan el precio que fija el propio mercado).
f) Los agentes económicos tienen una información completa y sin ningún costo sobre el
funcionamiento del mercado.
Analizando estas características, se puede deducir rápidamente que no es muy sencillo
encontrar mercados con estas condiciones, ya que las “reglas de juego” son establecidas libremente
por oferentes y demandantes y por el sistema de precios. En este sentido, Norbert Reich1 sostiene
que “el modelo de competencia perfecta dista de verificarse en la realidad, y que el altisonante
principio de soberanía del consumidor, no es más que una simple decisión, en el mejor de los
casos”. Dentro de los escasos ejemplos de “competencia perfecta” podríamos citar al mercado
mundial del trigo, ya que existe una gran cantidad de oferentes y demandantes, el producto es
homogéneo (más allá de las regiones en donde se produce), hay libertad para entrar y salir del
mercado, y todos aceptan el precio que imponen las leyes de oferta y demanda; es cierto también
que si se quisiera ser muy estricto en el análisis se debería notar que algunos países suelen
intervenir en este mercado subsidiando a sus productores internos para que tengan un precio que les
permita comercializar sus productos, lo que altera la libre competencia a nivel mundial. Además,
los grandes oferentes y demandantes presionan para obtener más beneficios, por lo cual el mercado
no es estrictamente ajeno a los vaivenes de las cantidades comercializadas; pero dentro de todo este
panorama es lo más parecido que podemos encontrar a la “competencia perfecta”.
Es importante aclarar que en el mercado de competencia perfecta las empresas que participan
individualmente enfrentan una curva de demanda clásica, es decir con pendiente negativa, pero la
curva de “demanda del mercado”, es decir de la totalidad de las empresas que producen y venden un
bien homogéneo, es perfectamente elástica (una línea horizontal paralela al eje de las abscisas).

Esto es así debido a que las economías domésticas pueden comprar todo lo que deseen y los
oferentes pueden vender la cantidad que deseen sin alterar en ninguno de los casos el precio de
mercado, ya que siempre será el mismo.

En otras palabras, y tal como se ve en el gráfico anterior, el ingreso marginal (ingreso adicional
por producir y vender una unidad adicional) es siempre igual al precio, y su comportamiento gráfico
es idéntico a la curva de demanda de la empresa (una línea paralela a la abscisa).
Con respecto al ingreso total de la empresa en la competencia perfecta está dado por la
multiplicación del precio de mercado por la cantidad producida
El gráfico de ingreso total será una función lineal, y la ordenada al origen será igual a “0”, ya
que si no se venden unidades de un bien el ingreso total es “0”.
De todas maneras, y a pesar de que estas empresas encuentran un campo muy reducido de
maniobra, tratarán de “maximizar sus beneficios”, intentando que la cantidad producida y vendida
sea aquella que les asegure una mayor diferencia entre el costo y el ingreso total. No hay que
olvidar que si bien el precio de venta es siempre el mismo, lo que cambia son los costos totales
(suma de costos fijos y costos variables), por lo cual la empresa deberá ubicarse en un punto de
producción en el cual su costo medio sea el menor posible. Para alcanzar este objetivo, deberá
producir una cantidad que no sea tan pequeña que implique un costo fijo por unidad muy elevado,
ni tan grande que entre en la fase de economía de escala decreciente. En definitiva, y para utilizar
terminología ya conocida, lo ideal para estas empresas es que se ubiquen en el punto en el cual el
costo marginal sea igual al ingreso marginal, ya que si los niveles de producción están antes de este
punto, se estaría desperdiciando la posibilidad de recibir por las nuevas unidades un ingreso
marginal que estará por encima del costo marginal, mientras que después de ese punto no convendrá
seguir produciendo, porque el costo marginal de unidades adicionales será superior al ingreso
marginal obtenido por ellas.

En el gráfico anterior (N° 72) se ve claramente cuál es el punto donde la empresa maximiza sus
utilidades, que es precisamente donde la curva de costo marginal, luego de cortar a la curva de
costos medios en su punto más bajo, corta a la curva de ingreso marginal (punto “D”); no se debe
olvidar, como ya lo dijimos anteriormente, que en la competencia perfecta es el único caso en el
cual un mercado tiene un ingreso marginal que es una línea paralela a la abscisa, porque el mismo
es siempre igual al precio (todas las empresas se comportan como “precio aceptantes” y el ingreso
marginal no se crece ni decrece con el aumento de la producción de unidades marginales).
Pero lo normal es encontrarnos con mercados de competencia imperfecta, en los cuales las
condiciones de comercialización son muy diferentes a los de competencia perfecta, ya que en ese
caso una o algunas empresas influyen de manera decisiva sobre el precio de mercado. Cuando
decimos “influye”, aclaramos que es sólo eso, una influencia, ya que nunca controlan absolutamente
el precio; además, si se propusieran poner un precio muy elevado, la demanda caería de manera
significativa, lo que les hará repensar su estrategia.

Las características de la competencia imperfecta son:

a) El número de empresas que forman estos mercados es reducido, lo que les permite tener
una influencia relativa en la formación del precio.
b) Los vendedores influyen sobre las cantidades ofrecidas de manera significativa.
c) Los productos que ofrecen las empresas de este tipo de mercado no son homogéneos, como
en el caso de la competencia perfecta.
d) Compradores y vendedores no poseen toda la información necesaria sobre el producto y los
precios. La información entre vendedores y compradores es asimétrica.
e) Los precios suelen ser altos y los niveles de producción bajos. El hecho de que los
productores lleven una cantidad pequeña al mercado es lo que les permite mantener precios
elevados (esto se aprecia muy bien en los monopolios).
f) Existen importantes barreras para entrar al mercado. Dentro de esas barreras que dificultan
la entrada de nuevas empresas al mercado tenemos las ventajas en los costos que tienen las
empresas que ya están participando y las grandes inversiones de capital necesarias para
acceder al mercado (¿cuánto hay que invertir para instalar una cementera o una acería?).
El caso extremo de competencia imperfecta es el del monopolio (mono-uno, polio-vendedor),
que se da cuando en una industria hay un solo oferente de un bien o servicio que no tiene sustitutos
próximos. Esto significa que si hay en el mercado del automotor un solo productor de un auto chico
y un solo productor de un auto grande, no podemos hablar de un mercado monopólico, ya que
existe un sustituto para cada uno de ellos; en este caso estaremos frente a un duopolio (dos
vendedores), aunque es justo reconocer que en una situación como la descripta las empresas tienen
un control sobre el mercado muy parecido al del monopolio. En una situación de monopolio es
imposible distinguir entre la “empresa” y la “industria” (suma de empresas de un mismo rubro), ya
que son la misma cosa.

Características del monopolio:

a) Hay una sola empresa que vende un bien o un servicio y no existen sustitutos, por lo cual el
consumidor se ve obligado a comprar un bien o un servicio a dicha empresa.
b) La empresa dispone de una tecnología específica y moderna que le permite producir
grandes cantidades para satisfacer a todo el mercado.
c) La empresa puede ir modificando la cantidad de productos que ofrece en el mercado con la
finalidad de tener mayor control sobre el precio; lo que usualmente hace es disminuir su
producción para aumentar sus ganancias a través de un mayor precio (ley de oferta y
demanda).
d) No hay competencia porque el productor monopolista controla todo el mercado.
e) Si el monopolista impone el precio será el mercado el que defina la cantidad a comprar; si
por el contrario, el monopolista decide cuanto vender, será el mercado el que fijará el
precio. En definitiva, por más monopolista que sea no puede fijar precio y cantidad.
Según Adam Smith, la clave de los monopolios es mantener “infra-abastecido siempre al
mercado, y vender a un precio muy superior al natural”, ya que de ese modo, al existir una oferta
reducida, el precio será lo suficientemente elevado para alcanzar grandes beneficios. Generalmente
los monopolios se producen por una concesión estatal, es decir que en la mayoría de los casos es el
propio Estado el que permite su existencia otorgando derechos legales para la prestación de un
servicio público; a este mercado se lo conoce como “monopolio natural”; suele ser el caso de las
empresas de energía eléctrica, de gas, de teléfonos, etcétera, las cuales tienen esa ventaja debido a
que “la función de costos de una sola empresa en el mercado es inferior a cualquier combinación
posible de costos de dos o más empresas”; esto es lo mismo que decir que conviene, al menos
inicialmente, que haya una sola empresa prestando el servicio, ya que la inversión inicial es tan
importante en dinero que si se desregulara el mercado desde un comienzo y los usuarios pudieran
elegir entre tres o cuatro empresas, debería prorratearse la gran inversión que llevaran a cabo cada
una de ellas entre un menor número de usuarios, lo que encarecería sustancialmente la tarifa del
servicio (no es lo mismo amortizar una gran inversión entre 15 millones de usuarios que entre 4
millones). Si el Estado entrega a una empresa el monopolio en la concesión de un servicio público,
deberá regular la tarifa a través de los pliegos de licitación (para que no haya excesos) y controlar la
calidad del servicio a través de un Ente Regulador.
Los Entes Reguladores son una forma de control estatal, y su función principal es velar por la
aplicación de las normas que regulan la relación usuario-empresa y evitar abusos de la única
empresa que presta el servicio. Frente a cualquier caso de incumplimiento por parte de la empresa,
es el Ente Regulador quien debe hacer valer los derechos del usuario, y tiene amplias facultades de
poder sancionar a las empresas.

En líneas generales podríamos decir que las funciones de los Entes Reguladores son:

1) Mediar en el caso de conflictos entre la empresa prestadora de un servicio y sus clientes;


hay que aclarar que el usuario debe recurrir a ellos una vez que haya agotado la instancia
administrativa del reclamo ante la empresa prestadora del servicio.
2) Supervisar el cumplimiento de los cuadros tarifarios vigentes según lo establece el pliego
de licitación por el cual fue concedido ese servicio.
3) Controlar que las normas de calidad de las prestaciones de la empresa se ajusten a los
pliegos de licitación vigentes.
4) Controlar que se cumpla el cronograma de las inversiones obligatorias asumidas por la
empresa y que se respete el contrato de concesión en todos sus términos.
Otro aspecto importante de los monopolios es que a pesar de que tienen un control absoluto del
mercado no pueden fijar “cantidad” y “precio”, ya que si desean fijar un precio muy elevado será el
mercado el que determine el nivel de la demanda, y si fijan la cantidad que quieren vender, el
mercado pondrá el precio. Veamos un ejemplo: si una empresa de electricidad que tiene el
monopolio para prestar ese servicio para usuarios residenciales (como es el caso de EPEC en
Córdoba), le pone un precio exorbitante al vatio-hora, muchos de los potenciales consumidores se
retirarán del mercado porque no podrán pagar ese servicio, aún siendo éste indispensable para la
vida moderna. Usarán velas o un sol de noche, pero no podrán ver TV, usar una PC, planchar, etc.
Es decir que el nivel de la demanda del servicio eléctrico caerá drásticamente. Si por el contrario, la
empresa tuviera energía “sobrante” por la puesta en funcionamiento de una nueva usina con mayor
potencia, podrá ofrecerla al mercado, pero en este caso serán los potenciales usuarios de esos
excedentes los que dirán cuánto están dispuestos a pagar para acceder a esa energía adicional.
Un último punto en relación al monopolio es que, a pesar de que en su gran mayoría es
generado por la intervención del Estado, también se suele dar por la gran eficiencia de una empresa,
que le permite dominar una industria, como así también puede darse por el uso de patentes (derecho
exclusivo para producir un bien o explotar un servicio durante algún tiempo. Generalmente tiene
que ver con los inventos o la investigación y el desarrollo).
La empresa monopolista, al no tener que ajustarse a un determinado precio del mercado, puede
maniobrar a lo largo de una escala de precios, intentando alcanzar la máxima diferencia posible
entre el ingreso total y el costo total, pero a diferencia de la curva de demanda del mercado de la
competencia perfecta, la curva de demanda que enfrenta el monopolio tiene pendiente negativa, por
lo cual sólo logrará incrementar sus precios si reduce la cantidad llevada al mercado. Esto significa
que si toma la decisión de vender un mayor número de unidades se irá incrementando el ingreso
total de la empresa monopolista, pero si sigue por ese camino, llegará un momento en que el precio
por unidad será tan bajo que a pesar de vender más unidades el ingreso total comenzará a caer.

En este cuadro se ve cómo al aumentar las cantidades producidas y vendidas va creciendo el


ingreso total y la ganancia de la empresa monopolista, pero llega un punto en el cual, a pesar de
vender más unidades, el ingreso total comienza a caer, e incluso cuando se llega a las 140 unidades
el precio es tan bajo ($ 40) que la ganancia anterior se transforma en pérdida. Es decir que la
empresa, por más monopólica que sea, debe controlar sus costos, que si son decrecientes le
permitirán generar una cadena de demandas adicionales con sólo bajar el precio en un porcentaje
pequeño; en cambio, sin los costos comienzan a ser crecientes, le convendrá limitar el nivel de
oferta para que el precio sea más elevado.
En el gráfico siguiente se puede apreciar claramente cuál es el punto en el cual se maximiza la
ganancia de la empresa, que es cuando se venden 100 unidades al precio de $ 65, obteniendo una
ganancia de $ 2.200.

En este gráfico (N° 73) hemos puesto juntas a las curvas de demanda, de ingreso marginal, de
costos medios y de costo marginal; el punto “E”, que surge de la intersección entre costo marginal e
ingreso marginal puede ser considerado como el de “máximo beneficio” de la empresa monopólica.
En conclusión, para obtener la máxima ganancia la cantidad producida debe ser de 100
unidades; el precio ($ 65) se ubicará sobre la curva de la demanda, y la ganancia será la diferencia
entre el costo total medio y el ingreso total, que se obtiene multiplicando el precio por la cantidad
($65 x 100). Esta ganancia queda claramente establecida por la zona sombreada.
Un último aspecto referido a este punto. Un monopolio puede ser “discriminante” cuando
establece precios diferenciados teniendo en cuenta que algunos segmentos de los demandantes tiene
una elasticidad precio distinta. Por ejemplo en el caso de la empresa de energía a la que hacíamos
referencia, podrá cobrar un mayor precio a los usuarios residenciales que no tienen otra alternativa
que contratar el servicio con la empresa, pero en el caso de los grandes consumidores, que pueden
acceder al mercado mayorista de electricidad, deberán tener un precio competitivo. Lo mismo
ocurriría con una aerolínea, que enfrenta los mismos costos fijos si el avión va lleno o por la mitad;
por ende, en algunos nichos de consumidores que están optando entre viajar en bus o en avión,
podrán establecer precios diferenciados (más bajos en este caso) para captar más demanda.
Otro tipo de mercado, bastante más fácil de encontrar, es el oligopolio (oligo=pocos,
polio=vendedor) que se da cuando en una industria existe sólo un grupo de empresas (generalmente
no más de diez) que venden un producto homogéneo y fácilmente sustituible. En este mercado, las
decisiones que toma una empresa afectan significativamente a las otras, lo que hace que intenten
“colaborar” entre ellas. Una de las razones fundamentales por las cuales se da este tipo de mercado
con bastante asiduidad es porque la producción de algunos bienes requiere de una gran tecnología y
de una inversión de capital muy importante (automóviles, acero, cemento, telefonía móvil), lo que
no permite que haya muchos oferentes; al existir una competencia reducida, cada empresa tiene el
control sobre una parte del mercado.

Características de un oligopolio:

a) Un reducido número de empresas que venden un producto homogéneo o fácilmente


sustituible.
b) La existencia de un número pequeño de empresas se debe a que para ingresar en ese
mercado se necesita un aporte de capital muy importante y tecnología de última generación.
c) Las luchas comerciales no suelen ser cruentas, ya que cada empresa tiene una porción
importante de la demanda.
d) Tanto la publicidad como el embalaje permiten diferenciar artificialmente a los productos
ofrecidos, volviendo cada vez más complicada la elección de los consumidores.
e) Es muy común en este mercado las prácticas colusorias que buscan acuerdos entre las
empresas participantes.
En este tipo de mercado la estrategia y el conocimiento son muy importantes, y se podría
aplicar muy bien la “teoría de los juegos” (matemática aplicada que usa “modelos” para estudiar
procesos de decisión); esto se puede percibir rápidamente a través de la cadena de reacciones frente
a la toma de decisiones por parte de una de las empresas que participan en el mercado. Si todas las
empresas hacen lo mejor para sí mismas conociendo y teniendo en cuenta lo que hacen las otras
empresas, se podría hablar de un “equilibrio del juego”; para que esto ocurra tendrían que tener una
información completa, a diferencia del famoso “dilema del prisionero” en el cual los dos implicados
se ven obligados a tomar una decisión sin conocer la conducta del otro2 .
La clave de la “teoría de los juegos” en economía es poder descubrir la conducta de nuestros
competidores y actuar en consecuencia; el único detalle es que el adversario también “juega”, e
intentará analizar nuestra estrategia. Lo que debe quedar en claro es que en la economía siempre se
producen situaciones de interdependencia entre las empresas, por lo cual la teoría de los juegos es
de gran utilidad para determinar el camino a seguir, poniendo en la balanza no sólo el objetivo
propio, sino el que se supone podría ser el de los adversarios.
Lo que sí podría ocurrir en un mercado oligopólico, y de hecho es muy frecuente, es que haya
un acuerdo entre las empresas que lo conforman, lo que provoca dos efectos negativos para el
consumidor a raíz de la eliminación de la competencia, se eleva el precio y se resiente la calidad del
producto. Este tipo de acuerdo es conocido como “colusión monopólica”, que técnicamente se da
cuando algunas empresas que trabajan en un mercado oligopólico hacen un pacto, tácito o escrito,
para comportarse como si fueran un monopolio, y de este modo controlar las cantidades de bienes
que llevan al mercado, dividiendo el mismo, asignando cuotas a cada empresa y consiguiendo
merced a ello un precio que está por encima del que se conseguiría en un mercado de competencia.
La regla básica para que esta conducta colusoria les traiga beneficio a las empresas es que las
mismas respeten a rajatabla la cantidad de producción asignada a cada una de ellas, ya que de lo
contrario, si alguna de ellas tentada por un buen precio y una mayor ganancia produce más
unidades, aumentará la oferta del mercado, caerá el precio y se romperá el acuerdo; de todas
maneras suelen ser muy cuidadosos en este sentido, ya que salir de la colusión y entrar a la
competencia no le conviene a ninguna de ellas. Los casos más comunes de colusión son el caso del
cártel y el trust.
El cártel es una organización formada por empresas que trabajan en un mercado oligopólico, y
que acuerdan la participación de cada una de ellas en el mercado. Un cártel coordina los precios y
determina las cuotas correspondientes a cada empresa, y suele tener el poder suficiente para
racionalizar la industria cerrando fábricas ineficientes y redistribuyendo sus pedidos entre las
restantes. Un cártel altamente centralizado tiene costos y beneficios muy similares a los de un
monopolio. Existen dos tipos distintos: uno es aquel en el cual las empresas participantes no pierden
su identidad ni el control de sus pedidos, y otro en el cual las firmas delegan esas funciones en un
organismo central. Por su parte, el trust (voz inglesa que significa “confianza”) es una formación
económica parecidas al cártel, pero no están compuestos por varias empresas que participan en
cuotas, sino que forman una nueva compañía distinta a las anteriores, aunque las que le dieron
origen pueden conservar su autonomía económica y de decisión en aquellos sectores que no estén
incluidos en el convenio. Hay dos tipos de trust: el horizontal, que nuclea a empresas de distintas
actividades (constructoras, financieras, comerciales), y el vertical, en el cual concurren todas las
industrias necesarias para alcanzar el bien final (autopartistas, terminal automotriz, vendedora de
repuestos). Generalmente el trust aparece como una deformación de un holding, que se da cuando
una empresa controla a otras a través de la compra del paquete accionario mayoritario. La razón
principal que esgrimen los defensores de los holdings es la “eficiencia fiscal”, ya que la carga
impositiva sobre la cuenta de resultados consolidada suele ser bastante menor que la suma de las
cargas de cada una de las empresas del grupo consideradas individualmente; este beneficio
impositivo se nota aún más cuando el holding tiene su casa matriz o filial principal en algún paraíso
fiscal.
Al igual que el mercado de competencia perfecta y el del monopolio, las empresas que
funcionan dentro de un oligopolio desean obtener la máxima ganancia posible, y sólo la podrán
lograr cuando mayor sea la diferencia entre el costo total y el ingreso total. Ahora bien, si existen
acuerdos colusorios, la maximización de sus beneficios se alcanzará con el mismo mecanismo que
en la empresa monopolista; en caso contrario, si la empresa actúa con independencia del resto, su
conducta no será muy diferente de la de una empresa perfectamente competitiva, y puede llegar a
aparecer una “guerra de precios” de consecuencias imprevisibles para las empresas, con caída del
ingreso total y la desaparición de las más débiles; es lo que se conoce vulgarmente en economía
como “competencia ruinosa”.
Ahora bien, no todos los oligopolios tienen las mismas características, ya que se dan algunos en
los cuales las empresas que los conforman tienen igual rango (terminales automotrices), y otras en
los cuales hay una “empresa dominante”, adecuando el resto su comportamiento a la conducta de
la “líder” (gaseosas). En este último caso, en vez de suponerse que se va alcanzar un equilibrio en el
que todas las empresas más o menos llegan simultáneamente a esa situación, la ventaja de la
empresa líder, que podría basarse en una ventaja tecnológica y financiera aplastante sobre las otras
empresas, la lleva a tomar primero una decisión ante la cual responden después las seguidoras. Esto
es lo que lleva a la empresa líder a tener en cuenta ante cada decisión, que las seguidoras van a
responder de una determinada manera, y trata de adelantarse en conocer esas respuestas; por eso va
reajustando sus decisiones teniendo en cuenta cuales serán las decisiones de las demás; es una
manera de poder controlar el comportamiento de las otras empresas, poniéndolas al servicio de su
propio beneficio.
Dada la multiplicidad de características que pueden tener los oligopolios, no hay una regla
definitiva para este mercado; las reglas de juego variarán según la estructura interna que tenga el
oligopolio, la relación existente entre las empresas y el poder de dominio e influencia de la “líder”.
Otro tipo de mercado es el de la “competencia monopolística”, concepto que aparece a
primera vista como una expresión contradictoria, ya que utilizamos dos vocablos claramente
opuestos: “competencia” y “monopolística; la explicación es que coexisten ambas cosas. Para poder
entender esto, diremos que la característica de este mercado es que hay una gran cantidad de
demandantes y un gran número de oferentes (de allí lo de “competencia”), pero, a diferencia de la
competencia perfecta, el producto tiene alguna diferenciación (real o imaginaria) que hace que cada
empresa, a pesar de tener muchos sustitutos, tiene un control importante sobre una parte del
mercado, y generalmente la política de precios de una determinada empresa no afecta las
condiciones de equilibrio de las demás.
Lo que intentan las empresas de este tipo de formación económica es hacer de los “valores
positivos” de su producto una de las principales armas para la conquista del mercado. Un ejemplo
de ello son las cremas dentales, que si bien tienden a satisfacer la misma necesidad, incorporan
algunas características que hacen que un sector de consumidores prefiera una y no otra, lo que
implica que están dispuestos a enfrentar alguna diferencia de precios importante mientras puedan
acceder al bien que les interesa.

Características de la Competencia Monopolística

a) Hay una gran cantidad de empresas vendedoras.


b) Hay una gran cantidad de demandantes.
c) El producto que venden las empresas en este mercado no es idéntico, aunque permite
satisfacer una misma necesidad .
d) Hay libertad para entrar y salir del mercado.
e) El precio es establecido por cada empresa en base al “valor agregado” que le adosan al
producto que llevan al mercado.
Las políticas de diferenciación del producto, el aumento de la reputación, la mejora de la
imagen y la consecuente conquista de las preferencias de los consumidores podrán provocar un
desplazamiento de la demanda de la empresa hacia la derecha; pero también podrá disminuir la
demanda y desplazarse a la izquierda si la política de sus competidoras supera el esfuerzo de la
empresa considerada.
Al igual que en los modelos analizados anteriormente, las empresas que participan de un
mercado de competencia monopolística tratarán de obtener la mayor ganancia posible, para lo cual
deben fijar su nivel de producción en el punto en el cual el costo marginal corta a la curva del
ingreso marginal. Una vez determinada la cantidad a producir, el precio viene determinado sobre la
curva de la demanda.
Tal como se puede apreciar en el gráfico, a la empresa le conviene producir la cantidad Q1, y el
precio recibido por cada unidad será P1.
En el caso del gráfico anterior vemos que el precio por unidad está por encima del costo total
medio, por lo cual la empresa tiene importantes beneficios.

Pero si el costo total medio se encuentra por encima del precio, tal como se aprecia en el último
gráfico, la empresa tendrá pérdidas, con lo cual, de no revertirse la situación, deberá cerrar sus
puertas en un tiempo relativamente corto.

El monopsonio

El monopsonio (mono=uno, psonio=comprador) se da cuando existe un solo comprador de un


bien o un servicio; el monopsonio es para la demanda lo que el monopolio es para la oferta; o, para
decirlo en otro término más curioso, el monopsonio es un monopolio de demanda. Este único
demandante podrá determinar el precio máximo a pagar o la cantidad que desee comprar, nunca las
dos cosas a la vez. Si opta por lo primero (el precio a pagar), el mercado determinará cuál es la
cantidad ofrecida a ese precio; en cambio, si lo que decide es la cantidad que desea comprar, el
mercado le fijará el precio al que está dispuesto a satisfacer esa demanda.
Un ejemplo bastante común de monopsonio es el de las empresas que tienen su actividad en zonas
alejadas, y que demandan la totalidad de la mano de obra de la región. Generalmente, esta situación
suele ser explotada al máximo, ya que no existen otras alternativas de empleo. Sin embargo, con la
aparición de los sindicatos, los interesados en trabajar delegan la capacidad de negociación en el
mismo, lo que permite contrarrestar el poder de la empresa, ya que se negocia en bloque; los
sindicatos serían una especie de “colusión antimonopsónica”. De todas maneras hay que reconocer
que en la actualidad ha disminuido bastante el poder sindical en el mundo desarrollado, ya que a
través de los procesos de “flexibilización laboral” se ha desregulado buena parte del mercado y las
empresas pueden negociar directamente con sus empleados las condiciones de contratación. Otro
ejemplo bastante común está vinculado a los fabricantes legales de armamento, que están obligados
a vender toda su producción al Estado; este último puede deprimir los precios con sólo disminuir la
demanda.

NOTAS
1
REICH, Norbert, Mercado y derecho, Ariel, Barcelona, 1985, ps. 159-162.
2 El dilema del prisionero, elaborado originalmente por Merrill Flood y Melvin Dresher en 1950, plantea lo
siguiente: dos sospechosos son arrestados por la policía y ubicados en calabozos diferentes. A ambos, por separado se les
ofrece el mismo trato; si uno confiesa y otro no, el primero sale libre y el segundo es condenado a 10 años. Sin ambos
confiesan, los dos prisioneros son condenados a 6 años. Por último, si ninguno de los dos confiesa, son condenados a sólo
6 meses por un cargo menor. ¿Qué hará cada uno de ellos sin tener acceso a la decisión del otro? No confesar ambos
parece la mejor decisión, pero ¿cómo estar seguro de hacerlo sin saber lo que hará el otro?
CAPÍTULO IV

“El mercado puede permanecer irracional más


tiempo del que usted puede permanecer solvente”.
John Maynard Keynes
economista británico (1883-1946)
Los factores de la producción

Ya hemos dicho al comienzo que la producción de bienes y servicios requiere de distintos


elementos, los cuales deben concurrir para que exista la actividad productiva. Estos elementos se
denominan “factores de la producción”, y si bien los economistas suelen citar sólo tres categorías,
trabajo, recursos naturales y capital (incluye a la tecnología y el conocimiento), nosotros
agregaremos para nuestro análisis una cuarta categoría, que es el “empresario”, cuya función
principal es combinar de la manera más adecuada posible a los otros tres. Cada uno de los factores
de la producción recibe un precio por su “servicio”; el trabajo recibe un “salario”, los recursos
naturales la “renta”, el capital el “interés”, y el empresario el “beneficio”; es justamente entre estos
cuatro factores en que se divide la renta o ingreso nacional.
Los factores de la producción tienen una demanda “derivada” e “interdependiente”. Cuando
se habla de “demanda derivada” hacemos referencia a que se demandan más factores de la
producción en tanto y en cuanto se demandan en el mercado más bienes y servicios (si se demandan
más zapatos, las fábricas contratarán nuevo personal y renovarán o mejorarán sus equipos de
producción). Por su parte, la interdependencia implica que la demanda de un factor obliga a la
demanda de los otros factores (si se compra más maquinaria, será necesario conseguir el capital
adicional y los trabajadores que las manipularán).

a. Los recursos naturales

Son aquellos bienes que nos brinda la naturaleza, y que el hombre utiliza para satisfacer sus
necesidades materiales y espirituales. Comprende la atmósfera, el suelo, los minerales, el agua, la
flora, la fauna, las bellezas panorámicas, etcétera, es decir todo aquello que no es obra del hombre,
ya que debe su existencia a procesos autónomos independientes de la voluntad humana. Uno de los
múltiples problemas que los recursos naturales plantean a la economía es el de la explotación de los
recursos llamados fijos, es decir aquellos que no crecen a una determinada tasa sino que tienen una
disponibilidad inicial constante, señalando una cantidad máxima de ese recurso utilizable por el
hombre a lo largo de toda la vida útil del planeta. Es el problema de la asignación intertemporal o
intergeneracional de los recursos, que lleva a adoptar decisiones de cómo se asignará una
determinada cantidad de recursos fijos a lo largo de muchos años, definiendo cuánto utilizar en el
presente, lo que significa determinar cuánto se deja para el futuro.
Los problemas de escasez y de agotamiento de los recursos naturales no son nuevos en la
economía, y nos podemos remitir a hechos históricos, como por ejemplo en Inglaterra, durante la
época de Isabel I (siglo XVI), cuando se resiente significativamente el abastecimiento de madera y
se reduce la construcción de embarcaciones debido al incremento desmedido en la tala de árboles;
además, los bosques se iban reduciendo para dedicar más tierras a la agricultura y al pastoreo. Otro
ejemplo es el agotamiento de las reservas de petróleo en Pennsylvania en 1870, que actuó como
incentivo para la búsqueda de otros yacimientos en Texas.
En los recursos renovables, si bien el problema no reviste la gravedad e importancia señalada
en el párrafo anterior, también se debe encontrar una tasa de aprovechamiento que no disminuya o
atente contra la capacidad de regeneración que tiene el propio sistema. Algunos de estos recursos
naturales renovables los son porque su utilización no modifica el stock, como es el caso de la
energía solar o eólica. Pero hay otros que necesitan una tasa de regeneración para que puedan seguir
siendo utilizados sin que se agoten, y que pueden transformarse en no renovables si no hay un uso
racional de ellos.
En este sentido, y desde finales del siglo XIX, en un conjunto de países, especialmente en
Estados Unidos, se han producido importantes movimientos conocidos como “conservacionistas”,
con el propósito de preservar, desarrollar y conservar recursos naturales. Estos movimientos
incidieron para que se produjera una profusa legislación, en la que se establecieron parques
nacionales, reservas de bosques naturales, control de áreas de pastoreo, autorización para la
extracción racional y controlada de madera, cuidado de los ríos y de la pesca. De todos modos, la
lucha contra la contaminación del aire, de las aguas continentales y marítimas, del suelo, así como
la defensa del paisaje, la restauración y mejora de las zonas de interés natural y artístico, la
protección de la fauna y de la flora, el tratamiento y eliminación de los residuos, la defensa de las
zonas verdes y espacios libres, la reinstalación de industrias fuera de las zonas urbanas, la
congestión del tráfico urbano, la lucha contra el ruido y tantas otras cuestiones, no son sino aspectos
parciales e interrelacionados que han de tenerse en cuenta al abordar acciones o programas de
actuación para la defensa del medio ambiente.
En relación a uno de los recursos naturales más importante, que es la “tierra”, depende de un
largo y complejo proceso de descomposición de las rocas, en el cual intervienen factores físicos,
químicos y biológicos. La interacción de éstos, como factores ecológicos, provoca la desintegración
de los minerales que, unidos a los restos de animales y plantas en forma de materia orgánica,
originan el suelo. Su formación es un proceso de miles de años, razón por demás valedera para
insistir en un uso racional del mismo.
Debemos marcar una característica fundamental de la tierra que la diferencia notablemente de
otros factores, cual es que su oferta total es determinada por fuerzas no económicas; esto implica
que una vez que está siendo utilizada en su totalidad, su cantidad no puede aumentar ante un precio
más elevado (tierra es la que hay), ni tampoco puede caer como reacción frente a un precio más
bajo (no se puede retirar del mercado). Esto significa que su oferta total es fija o inelástica, y por
esta razón el humorista y actor norteamericano Will Rogers (1879-1935) expresó que “la tierra es
una buena inversión, pero han dejado de fabricarla”.

En este gráfico (N° 77) se puede observar claramente cómo se determina la renta de la tierra, ya
que ascendemos por la curva SS de oferta fija (vertical y paralela al eje de las ordenadas), hasta la
intersección con la demanda (DD); es allí precisamente donde se determina el precio (renta) al cual
se está dispuesto a demandar toda la tierra disponible en el mercado (E).
En este sentido podemos hacer un rápido análisis del movimiento generado por el economista
norteamericano Henry George (1839-1897) a favor del “impuesto sobre el excedente de la tierra”
(single tax), que intentaba recortar los grandes beneficios de los terratenientes, que fueron
afortunados por ser los primeros en comprar tierras. Su teoría, conocida como el “georgismo”,
indicaba que “la renta pura de la tierra tiene el carácter de un excedente que puede gravarse
cuantiosamente sin distorsionar los incentivos a la producción ni deteriorar la eficiencia
productiva”. ¿En qué consiste su planteo teórico?; en principio hay que decir que George tenía un
gran desprecio por los terratenientes, y consideraba una gran injusticia que el beneficio privado
estuviera generado en base a la restricción en el acceso a los recursos naturales de las personas más
pobres, mientras que por otro lado, la actividad productiva en general que implicaba un gran
esfuerzo estaba gravada con pesados impuestos; para él este sistema era equivalente a la esclavitud.
Ante esta situación fáctica sugería que se debía aplicar un impuesto con una elevada alícuota
(porcentaje) a la renta de la tierra, el que debía recaer sobre los terratenientes (no sobre los
arrendatarios que eran quienes efectivamente explotaban la tierra y entregaban buena parte de su
esfuerzo a los terratenientes), lo cual no sería distorsivo porque la demanda global de tierra no
variaría, ya que no tendría por qué afectar a quien “compra”, es decir el arrendatario; si el
propietario quisiera trasladar ese impuesto que le corresponde pagar a él a los arrendatarios, debería
aumentar el precio de la tierra lo que ocasionaría una caída de la demanda (ya que a muchos les
dejará de convenir ese trabajo), y al ser su oferta fija (vertical), quedará tierra ociosa que no se
puede retirar del mercado.

Observemos atentamente en gráfico anterior; allí veremos un punto de equilibrio (E), donde a
un precio determinado (P) se está dispuesto a utilizar toda la tierra disponible (C); si se aplicara un
impuesto a la tierra, y el productor quisiera que lo pagara en su totalidad el arrendatario, deberá
modificar su precio hacia arriba, de P a P1, con lo cual la demanda caerá de C a C1; en este caso
quedará una oferta de tierra en el mercado que no es utilizada (la diferencia entre C y C1), la cual
no puede ser retirada por la sencilla razón de que “existe”; por esta razón, y para lograr una
demanda total de la tierra, deberá volver su precio al punto P inicial y afrontar el monto del
impuesto con su ganancia bruta. Para decirlo en otros términos, al terrateniente le convendrá recibir
una ganancia neta menor (ganancia bruta menos el impuesto) antes de no recibir nada por tenerla
ociosa. En definitiva, con este impuesto simple (se hablaba de un gravamen de hasta el 50%) el
Estado podría financiar sus gastos sin tener que gravar a otras actividades generadoras de riqueza.
En este mismo sentido se pronuncia el economista y filósofo inglés Frank Ramsey (1903-
1930), quien en su “regla de impuestos”, también llamada de “imposición óptima”, buscaba
minimizar el impacto sobre el “efecto de bienestar” de los consumidores cuando se aplican
impuestos por parte del Estado; sostiene que deben gravarse más los factores y productos cuya
oferta o demanda sea más inelástica respecto al precio; así, si la tierra tiene una oferta inelástica o el
tabaco una demanda inelástica, deben gravarse cuantiosamente ambos productos, ya que la cantidad
ofrecida en el caso de la tierra o la cantidad demandada en el caso del tabaco no variará, y los
ingresos fiscales serán muy importantes (esta es la razón “filosófica” por la cual el precio de los
cigarrillos, los combustibles y las bebidas alcohólicas tiene un alto componente impositivo en la
actualidad).
La crítica más importante al pensamiento de George y Ramsey surge a partir de que, si bien un
impuesto elevado a la tierra puede ser muy eficiente, también podría llegar a ser muy injusto. Esto
sería así porque los alimentos tienen como factor de producción principal a la tierra, y una mayor
carga tributaria sobre ella podría terminar ocasionando un perjuicio de manera indirecta sobre los
sectores de menores ingresos; imaginemos que si por cualquier circunstancia parte de este impuesto
se trasladara al precio, toda la población debería pagar más por los alimentos, pero no es lo mismo
pagar un 15% más sobre el precio del trigo o el pan para una persona que tiene un salario mínimo o
está desocupada, que para otra que gana mucho dinero. Para decirlo en términos económicos y
tributarios, este impuesto podría llegar a carecer de “progresividad” (los impuestos progresivos son
aquellos que son más elevados cuando mayor es el ingreso, por ejemplo el impuesto a las
ganancias).
La renta no tiene en todos los casos un contenido idéntico; así, cuando se habla de la renta de la
tierra se está haciendo referencia a la diferencia entre el valor de los productos obtenidos en ella y
los costos de producción de los mismos; en este caso es el producto lo que determina el nivel de la
renta. El economista inglés David Ricardo (1772-1823) sostenía que “el precio del trigo no es alto
porque se pague una renta, sino que se paga una renta porque es alto el precio del trigo”. De esta
manera le daba fin con gran solvencia a una vieja polémica de la economía, si era el precio de la
tierra lo que determinaba el precio del producto obtenido en ella, o si por el contrario (tal como lo
sostenía Ricardo), el precio de la tierra estaba determinado por el precio de mercado que iban
adquiriendo los bienes que se producían a través de ella.
Por el contrario, cuando hablamos de recursos no renovables, como el gas y el petróleo, la renta
toma un cariz distinto, porque no sólo surge de los costos de producción sino fundamentalmente del
costo de agotamiento, pues su explotación significa una disminución de un activo para toda la
sociedad.
Mucho se ha discutido sobre la remuneración de la tierra; la polémica sobre su “apropiación” y
“rendimiento” tuvo su expresión más álgida a partir del renacimiento y hasta el siglo XIX, en el que
la revolución industrial alcanza su esplendor. Durante ese período el crecimiento de la población
había sido muy considerable, y el monopolio de la tierra aseguraba al terrateniente un poderío social
y económico casi ilimitado; comienzan a aparecer teorías como la de la fisiocracia (gobierno de la
naturaleza), de la mano del economista francés François Quesnay (1694-1774), médico personal
de Madame Pompadour y protegido de Luis XV, quien sostenía que la tierra era la única fuente de
riqueza, o la predicción del pastor protestante Thomas Malthus (1776-1834), quien en su obra
Ensayo sobre el principio de la población de 1798 (An essay on the principle of population),
mostraba un panorama sombrío en cuanto al futuro del planeta debido a la disponibilidad limitada
de tierras (elemento fundamental para la producción de alimentos), en relación a una perspectiva de
crecimiento ilimitado de la población. El planteo principal de Malthus consistía en que cuando los
medios lo permiten, la población aumenta en sentido geométrico (1, 2, 4, 8, 16, 32), mientras que
los alimentos lo hacen de manera aritmética (1, 2, 3, 4, 5, 6); esto producirá una dificultad
insalvable para el futuro, por lo cual la única alternativa será limitar la población, y por ende la
procreación; pero para lograrlo habrá que acentuar la escasez de medios de subsistencia para
desalentar un crecimiento vegetativo desmedido. Por esta razón insiste en que los salarios deben
estar en un nivel mínimo, lo que se conoció como la “ley de hierro de los salarios”, y argumenta
contra la caridad, especialmente la del Estado, ya que si mejora la situación económica de los
sectores más populares, la procreación seguirá de manera desenfrenada.
Por su parte David Ricardo, personalidad polémica y enigmática, también hizo una serie de
aportes valiosos, ya que como buen terrateniente se preocupaba bastante por los ingresos de los
poseedores de la tierra; define a la renta como la “porción del producto de la tierra que se paga al
terrateniente por el uso de los poderes originales e indestructibles de la tierra”. A su juicio, las
tierras de primera calidad se ocupaban rápidamente, y posteriormente ocurría lo mismo con las de
segunda calidad, las de tercera, y así sucesivamente, hasta que el suelo más árido proveía lo mínimo
para la subsistencia de quien lo cultiva. Ese mínimo era lo que determinaba el salario de los
trabajadores en general (ver teoría de la productividad marginal desarrollada en el factor de la
producción “trabajo”), por lo que los propietarios de las tierras en zonas más fértiles no sólo se
beneficiarán por una mayor productividad de sus posesiones, sino también por la pobreza creciente
del resto de los productores. Esta idea, que se conoce como “teoría de la renta diferencial”,
constituye una apreciación objetiva de la realidad y es fácilmente demostrable.
Veamos el siguiente ejemplo, que nos servirá para poder comprender la teoría de David
Ricardo:

Si observamos detenidamente, veremos que el precio de venta del quintal de trigo es siempre el
mismo ($ 100) ya que es un producto homogéneo, pero lo que varía es su costo de producción, que
va creciendo cuando la calidad de la tierra es menor. Esto es así porque las tierras más áridas
requieren un esfuerzo adicional, no sólo de mano de obra sino también de productos químicos,
abono, riesgo por aspersión, etcétera; ¿de dónde surge la renta diferencial? de la diferencia entre el
beneficio de la tierra de primera calidad comparada con las restantes (60 – 40= 20 ó 60 – 20= 40).

b. El trabajo

El trabajo es toda actividad física o mental integrada a un proceso productivo. La meta del que
trabaja es recibir una remuneración que no sólo le permita subsistir, sino también crecer económica,
social y culturalmente. En la antigüedad era muy común la existencia de esclavos, los que
desarrollaban trabajos forzosos; éstos intercambiaban su esfuerzo por casa y comida; eran
considerados objetos, a tal punto que podían ser vendidos o comprados sin otorgárseles ningún tipo
de derecho. Actualmente, esta práctica es considerada ilegal y está penada por la ley.
El trabajo es uno de los “derechos humanos” más importantes, porque expresa y acrecienta la
dignidad humana. La Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Asamblea
de Naciones Unidas, en su artículo 23 sostiene que “toda persona tiene derecho al trabajo, a la
libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección
contra el desempleo; toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por
trabajo igual; toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y
satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana
y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social; toda
persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses”.
Los problemas vinculados a la falta de trabajo (desocupación) obligan a los Estados modernos
a hacerse cargo de determinadas responsabilidades vinculadas a promover políticas que generen
empleo y favorezcan la creación de oportunidades de trabajo en el ámbito de su territorio nacional;
para ello deben incentivar el mercado productivo. Obviamente que el deber del Estado no consiste
en asegurar un trabajo para cada ciudadano; sería imposible y terminaría erosionando la propia
estructura económica y socavando la libre iniciativa de las empresas y de los nuevos
emprendedores; lo que sí es importante, es que el Estado acompañe y promueva la actividad en las
empresas, creando condiciones que aseguren oportunidades de trabajo genuino y duradero, y que a
partir de allí apunte a remuneraciones dignas y a condiciones laborales óptimas.
Existe una gran diversidad de trabajos, y el tipo de esfuerzo que realiza una persona en una
sociedad guarda estrecha vinculación con su grado de instrucción. Por esta razón se distingue entre
el trabajo “calificado”, que es aquel que sólo puede ser desarrollado por un “idóneo” (médico,
tornero), y el “no calificado”, que puede desarrollar cualquier persona con algún mínimo proceso
de instrucción previa (barrendero, ordenanza). Esto nos demuestra en la mayoría de los casos que
cuanto más complejo es el trabajo menor será su oferta, por lo cual en principio su precio será
sustancialmente más elevado; la razón es que al talento innato de una persona se le ha adosado un
proceso de educación y especialización.
El trabajo tiene dos realidades inescindibles y que deben complementarse: una extrínseca y
objetiva, que se refiere a la producción de bienes y servicios necesarios para la sociedad, y otra
intrínseca y subjetiva, por la cual hombres y mujeres se sienten útiles e integrados a la sociedad;
este segundo concepto está cada vez más presente en los responsables de las políticas públicas, ya
que el desempleo no es sólo un hecho económico, sino que afecta a la persona en su totalidad, lo
que suele generar angustia y depresión. En el fondo es también un problema atinente a la salud
pública.
En la actualidad se está revirtiendo la concepción que introdujo el capitalismo ortodoxo de que
al hombre sólo le interesa la remuneración, y aparece cada vez con más fuerza una nueva idea de
“empresa”, definida como una continuidad de hombres que persiguen un mismo fin y participan
activamente para alcanzarlo. Ya no se habla simplemente de una suma de contratos individuales,
sino de que el trabajador debe sentirse consustanciado con los objetivos de la empresa e incentivado
económicamente para mejorar su productividad; el mayor beneficio de la empresa debe incrementar
el ingreso de los trabajadores, y la mayor productividad de los trabajadores deben mejorar el
beneficio de la empresa. Los empleados deben sentirse motivados, y para lograr este objetivo será
indispensable establecer un sistema de escalafón laboral, es decir, que los trabajadores vayan
logrando antigüedad dentro de la empresa, sintiéndose parte de ella; deben tener conciencia de que
si su trabajo es satisfactorio lograran ascender en la estructura de la empresa, lo que les garantizará
una importante expansión monetaria y profesional. Los empresarios por su parte, deben fomentar
para sus empleados una constante actualización y capacitación, que promueva el desarrollo del
capital humano a través de cursos; la falta de un proceso de capacitación permanente va mermando
los rendimientos de cualquier empresa.
Por las implicancias que tiene el trabajo en los seres humanos, se ha transformado en un tema
de gran relevancia para la doctrina social de la Iglesia; la encíclica Laborem excercens (“Trabajo
Laboral”, de 1981) del Papa Juan Pablo II está dedicada en su totalidad al tema del trabajo; tampoco
son excepciones la Mater et magistra (“Madre y Maestra”, de 1961) de Juan XXIII, en la que se
hace referencia a la remuneración del trabajo, las bases para la justicia y la equidad y la
participación de los obreros en las empresas; incluso en la encíclica Centesimus Annus de Juan
Pablo II (1991), promulgada en ocasión del centenario de la Rerum Novarum (1891, primera
encíclica de la Iglesia Católica, promulgada por el Papa León XIII), se reitera el papel “positivo”
del “conflicto laboral”, siempre y cuando sea una lucha por la justicia social, absteniéndose de
perpetrar actos de violencia y generar odios recíprocos.
Cuando hablamos de un “mercado del trabajo” perfectamente competitivo, cosa que no es
común encontrar, lo definiremos como aquel en el cual hay un número lo suficientemente grande de
trabajadores y de empresarios, de tal manera que ninguno de ellos pueda influir significativamente
en la fijación de los salarios, por lo cual en este análisis estamos excluyendo a los sindicatos y a los
mercados dominados por una gran empresa. En esta situación “ideal”, la competencia hace que los
salarios sean exactamente iguales para cada tipo de trabajo.
Este gráfico (N° 79) demuestra claramente como por medio de la oferta y la demanda se
determina el monto de los salarios en un mercado competitivo; cuando nos referimos al “monto” de
los salarios nos estamos refiriendo a los salarios “reales”, es decir al poder adquisitivo de éstos. Esta
aclaración es muy importante, ya que la mejora en los niveles de consumo sólo aparece cuando hay
un incremento en los salarios reales, y no cuando se producen aumentos nominales que son
neutralizados por el proceso inflacionario; es decir que no importa “cuánto se gana”, sino “lo que se
puede comprar con lo que se gana”. Esto implica que si los precios de una economía tienden a la
baja se estaría mejorando el salario real, más allá de que el monto nominal sea el mismo.
En cuanto a la forma en que se determinan los salarios, debemos referirnos a la “Teoría de la
productividad marginal”, que es la base para explicar las razones por las cuales el salario de todos
los trabajadores de una industria es determinado por la “productividad marginal” del último
trabajador contratado.

En el gráfico N° 80 se percibe que el producto marginal aportado por cada nuevo trabajador va
reduciéndose; en tanto y en cuanto se van incorporando nuevas unidades de trabajo, la
productividad marginal es cada vez menor, llevando el nivel general de los salarios a un precio de $
3000 cuando la cantidad de unidades de trabajo es igual a 20. Pero la productividad marginal del
primer trabajador es mayor que la del segundo, la de éste que la del tercero, y así sucesivamente;
esto demuestra que a pesar de que la productividad marginal de los primeros es mayor que la del
salario que efectivamente reciben, todos ganan lo mismo, generándose una “plusvalía” a favor del
capitalista. Es justo aclarar que esta situación no es creada artificialmente por el empleador, sino
que es una ley casi “física” de la economía, ya que al incorporarse más empleados a la empresa el
trabajo a desarrollar se divide en más personas, con lo cual la productividad marginal que aporta
cada uno de ellos es menor cuando más trabajadores se van sumando a la empresa; como Marx se
daba cuenta de esta situación, y de que era prácticamente imposible que el mercado le otorgara a
cada trabajo un salario exactamente igual a su productividad, llegó a la conclusión de que la
explotación era un “vicio” propio de las economías capitalistas, y como no era posible remediarlo
dentro del propio capitalismo, había que reemplazar ese sistema por otro más justo en donde la
“propiedad privada de los medios de producción” (fábricas, equipos, herramientas), que en esencia
es la generadora de la plusvalía, pase a ser “propiedad colectiva”.
Ahora bien, ya hemos dicho que la demanda de trabajo es en gran medida derivada de una
mayor actividad económica y de una inversión creciente, pero ¿de qué dependerá la oferta de
trabajo?
Inicialmente y por pura lógica, podemos decir que uno de sus determinantes principales es la
cantidad de población, la cual depende del crecimiento vegetativo (índice de nacimiento menos
índice de fallecimiento, más o menos movimientos migratorios). Este índice es en definitiva lo que
determinará la fuerza laboral para el futuro.
Pero también hay que tener muy en cuenta el “efecto sustitución” y el “efecto renta”.
Observemos detenidamente el gráfico siguiente, y podremos entender estos efectos, que en algunos
casos son cuanto menos curiosos.
Aquí se puede observar claramente que al ir aumentando el salario se van incrementando las
horas trabajadas, lo que es a todas luces razonable, ya que un constante aumento salarial incentiva a
los trabajadores a ocupar más horas del día en esa función; por esta razón inicialmente, al ir
creciendo el salario, la curva de cantidad de trabajo se va desplazando hacia la derecha, y se lo
llama efecto sustitución porque se “sustituyen” horas de ocio por horas de trabajo; pero llega un
punto de inflexión (C) en el cual la curva se vuelve a la izquierda, ya que si el salario sigue
creciendo los trabajadores irán reemplazando horas de trabajo por horas de ocio, ya que necesitarán
más tiempo para gastar el dinero ganado; este último se denomina “efecto renta”.

Razones de las diferencias salariales entre los distintos tipos de trabajo

Ya hemos explicado que el nivel general de salarios de un mercado competitivo se determina


por la ley de oferta y demanda; además, hemos señalado la teoría de la productividad marginal para
demostrar que el salario de una industria es determinado por la productividad marginal (adicional)
del último trabajador contratado. Ahora bien, ¿cuál es la razón por la cual hay tanta diferencia
salarial entre distintos tipos de trabajo?
Adam Smith ya había sugerido la idea de salarios diferenciales, separándolos por “tareas
agradables”, “seguridad del empleo”, “probabilidades de éxito según calificaciones”, “grado de
responsabilidad” y “costo del aprendizaje”, pero para dar una respuesta sólida a este tema
seguiremos la clasificación de Paul Samuelson y William Nordhaus1 , quienes hacen referencia a
cuatro factores: “diferencias salariales compensatorias”, “diferencias en la calidad del trabajo”,
“elementos únicos” y “segmentación del trabajo”.
En relación al primer factor, es decir a las diferencias salariales compensatorias, sostienen
que hay grandes diferencias salariales debido a que hay algunos tipos de trabajo que no son
atractivos, y por lo tanto es necesario elevar los salarios para tentar a los posibles candidatos a
ocupar esos puestos; en nuestro país, uno de esos ejemplos podría estar referido a las personas que
deciden radicarse en el Sur por cuestiones laborales, lo que implica modificar sus condiciones de
vida, ya sea por el horario de trabajo, el clima muy duro o el desarraigo que implica el traslado. Por
esta razón se establecen diferencias salariales compensatorias que alienten este tipo de trabajos, ya
que de lo contrario la oferta desaparecería.
Con respecto a las diferencias en la calidad del trabajo, se lo debe vincular a las cualificaciones
que han ido adquiriendo los trabajadores a lo largo de su vida. Hay diferencias de capacidades
innatas, pero fundamentalmente de capacidades adquiridas (estudios de grado, maestrías,
doctorados), que suponen una mayor preparación para enfrentar la complejidad de los desafíos
modernos. En la actualidad se estima que una preparación integral para ser un profesional exitoso
en los Estados Unidos requiere una “inversión” de más de U$S 120.000, no sólo en el costo en
educación a lo largo de la vida, sino además en el dinero que se deja de ganar por estudiar en lugar
de trabajar (costo de oportunidad).
Por su parte, los salarios de individuos únicos hacen referencia a aquellos “elegidos” que
están extraordinariamente dotados para una actividad determinada (fútbol, básquet, etcétera), que
les permite ganar un salario muy elevado. La razón principal es que la oferta es tan escasa que les
permite encontrar un “comprador” a un precio elevado.
Por último, la segmentación del trabajo intenta explicar que en el mercado de trabajo hay una
gran cantidad de grupos no competitivos. Esto significa que las tareas desempeñadas son tan
distintas que es casi imposible que los trabajadores puedan cambiar de ocupación de un mercado a
otro. Si comparamos a los torneros con los médicos, o a los abogados con los ingenieros, veremos
que son profesiones tan dispares que van segmentando el mercado, y van apareciendo sub-mercados
con sus propias reglas y sus propios salarios.
La ley de hierros de los salarios

Marx sostenía que en el mercado había un “ejército de reserva de los desempleados”, y que los
empresarios mostraban a los trabajadores desde las zonas más altas de las fábricas las largas colas
que existían para conseguir un trabajo como el que ellos estaban desempeñando; según Marx, era un
modo de presión para conseguir rebajar los niveles salariales. De este modo, el salario se reduciría a
niveles de subsistencia (nivel mínimo para sobrevivir), y la “curva” de oferta de trabajo sería
horizontal al eje de las abscisas; esto significa que habría una gran oferta laboral a pesar de que el
salario se encuentra por debajo del precio de equilibrio. Veamos el siguiente gráfico:

Supongamos que el nivel del salario real por hora se encuentra en $ 35; en este caso, el mismo
estará por encima del nivel de equilibrio (E), lo que provocará que una gran cantidad de personas se
vuelquen al mercado del trabajo; pero a ese precio la demanda de trabajo se reducirá, ya que las
empresas no estarán dispuestas a pagar un salario que altera su estructura de costos, apareciendo
una oferta insatisfecha de trabajo (el segmento que va de “A” a “B”) que generará desempleo. Pero
por otra parte, y utilizando los mismos elementos de análisis, podríamos refutar la “ley de hierro de
los salarios”, ya que si los mismos se reducen a $ 10 la hora, que es un nivel inferior al precio de
equilibrio ($ 20), la oferta de trabajo se verá reducida sensiblemente, mientras que la demanda se
incrementará, provocándose una demanda insatisfecha. En definitiva, lo que se quiere afirmar a
través de este ejemplo es que en ambos casos, y como producto de la ley de oferta y demanda, el
salario vuelve al punto de equilibrio, que es el único en el cual los oferentes y demandantes están de
acuerdo en el precio y la cantidad.

Equilibrio general del salario mínimo

Del mismo modo que analizamos el equilibrio general en el mercado de bienes, también
podemos intentarlo en el mercado del trabajo, sea informal o formal, tratando de interpretar lo que
ocurre cuando se establece un salario mínimo, que lógicamente está por encima del precio de
equilibrio natural establecido por la oferta y la demanda.
Para ello tendremos en cuenta los siguientes supuestos:
a) Hay un sector cubierto, que es legal y efectivamente declarado (empleados en blanco).
b) Hay un sector no cubierto, que responde a actividades de la economía sumergida (no
declarada, con empleados sin obra social, sin aportes jubilatorios, sin cobertura legal).
c) El salario mínimo es establecido sólo para el sector cubierto, lo que es lógico, ya que el otro
(negro) virtualmente “no existe”.
d) La cantidad de trabajo ofrecida por los dos sectores es fija a corto plazo
e) En ambos sectores los trabajadores tienen las mismas capacidades.
f) Las personas quieren trabajar en el sector que ofrece mejores condiciones laborales.
Veamos las siguientes figuras:

En el gráfico N° 83 se observa que antes de la fijación del salario mínimo el valor del salario
por hora es Wo, y la cantidad ofrecida a ese precio es de siete millones de trabajadores en el sector
cubierto y de cuatro millones en el sector no cubierto.
Al establecerse un salario mínimo para el sector cubierto por presión sindical, el monto del
mismo sube a Wm, con lo cual la demanda de trabajo en ese sector cae a seis millones porque las
empresas ya no ven conveniente contratar a tantos empleados.
Ahora bien, ¿qué ocurre con el millón de personas que han quedado sin trabajo? tratan de
conseguir empleo en el sector no cubierto, con lo cual la oferta de trabajo en éste aumenta de cuatro
a cinco millones, cayendo el salario de Wo a Wu (gráfico 84).
Entonces ¿qué nos muestra el modelo de equilibrio general del salario mínimo?, que al
imponerse un salario mínimo hay trabajadores de una misma industria que ganan y otros que
pierden. Los que ganan son aquellos que han tenido la fortuna de conseguir y mantener un trabajo
en el sector cubierto, mientras que los perdedores son los trabajadores que han debido abandonar
compulsivamente su trabajo en el sector cubierto y deben recurrir al sector no cubierto. En este
último sector se ofrece un salario menor y peores condiciones laborales, pero se prefiere éste antes
que ninguno.
Pero existe otra enseñanza muy importante, y es que a pesar de que se establece un salario
mínimo que pretende beneficiar a todos los trabajadores de una actividad en particular, los
ganadores son sólo aquellos que logran mantenerse en el sector cubierto, mientras que los
trabajadores más afectados son del sector no cubierto, ya que deben soportar una baja de sus
salarios como producto de esa medida. En otras palabras, los salarios más altos del sector cubierto
están en buena medida subsidiados por la baja en los salarios del sector no cubierto, lo que implica
en la práctica una redistribución de ingreso entre trabajadores de una misma industria.

Los sindicatos, su origen e influencia

Si bien las relaciones laborales ya existían, las primeras asociaciones obreras se constituyen en
Inglaterra durante el siglo XVIII, hecho que estuvo muy vinculado con la “revolución industrial”; es
a partir de ese momento en que se profundizan las cuestiones políticas y económicas en toda la
comunidad, y comienzan a tener un papel más activo los grupos vinculados a la defensa de los
derechos de los trabajadores.
Los nuevos procesos industriales originaron modelos diferentes, llamados “relaciones de
producción”; por un lado se encontraban los dueños de los medios de producción (patrón, empresa),
y por el otro las personas que se hallaban afectadas al proceso de producción y ofrecían su trabajo a
cambio de un salario. Los intereses disímiles entre las partes fueron minando la relación, y
comenzaron a aparecer los conflictos; cuando los trabajadores percibieron que en forma individual
no tenía peso su negociación, comenzaron a emplear tácticas y estrategias colectivas que les dieron
mejores resultados, lo que dio lugar con el paso del tiempo a las organizaciones sindicales, que
luego se pasaron a llamar, en términos generales, sindicatos.
Los sindicatos son agrupaciones de personas con profesiones afines que buscan proteger sus
intereses a través de aunar esfuerzos; este concepto en un sentido amplio incluiría a obreros y
patrones, siempre y cuando pensáramos en términos generosos de quienes buscan progresar dentro
de una actividad determinada; pero los conflictos llevaron a restringir el concepto, e incluir en la
expresión Sindicato sólo a los trabajadores.
El origen más significativo del término se remonta a 1824, cuando las dos Cámaras del
Parlamento británico aprobaron una ley sobre “libre asociación”, y mediante ella se legalizaron las
primeras agrupaciones de las industrias más desarrolladas en ese entonces. Los primeros reclamos y
objetivos de los sindicatos fueron mejorar las condiciones de trabajo y conseguir aumentos de
salarios, pero con el correr del tiempo se buscaron objetivos más trascendentes, como reformar
estructuras sociales, políticas y económicas.
En Argentina se registra al 25 de mayo de 1857 como la fecha en que se constituyó la primera
entidad obrera en Buenos Aires, y en agosto de 1878 el gremio de los tipógrafos convocó por
primera vez a una huelga general de la cual se tenga memoria. De allí en más corrió gran cantidad
de sangre en el camino de la búsqueda de reivindicaciones laborales, que en muchos casos no
llegaron jamás. Un ejemplo de estos acontecimientos trágicos vinculados a la lucha gremial son los
hechos producidos el 23 de julio de 1907 en Ingeniero White, donde la Subprefectura Marítima
atacó un local de la Casa del Pueblo, con un saldo de 7 obrero muertos. En otro hecho, el 1º de
mayo de 1909, un grupo de trabajadores anarquistas festejaban el día del trabajo en la plaza Lorea,
y como esta actividad no había sido autorizada, el jefe de policía Ramón Falcón, ordenó su
disolución, provocando ocho muertos. En solidaridad con los caídos, se declaró una huelga general,
y la respuesta no se iba a hacer esperar, ya que el 14 de noviembre de 1909 el coronel Falcón y su
secretario fueron asesinados por el anarquista Simón Radowitzki, quien arrojó una bomba sobre el
carruaje que los conducía.
Durante la primera presidencia de Yrigoyen se abrió el diálogo con los dirigentes obreros,
intentando mostrar una actitud más paternalista por parte del Estado. Se fijaron salarios mínimos, se
reglamentó el trabajo a domicilio, se prohibió el pago con vales y se promovió el arbitraje del
Estado en los conflictos laborales. Si bien se atendió las aspiraciones políticas y sociales de los
sectores obreros, no se puede decir que el partido Radical haya puesto en marcha un programa
sólido tendiente a mejorar la pésima distribución del ingreso que existía en esa época. Eran sólo
parches para una situación angustiante, y el pueblo lo percibía. Se multiplicaron las huelgas, que
tenían como objetivo una jornada de ocho horas, el pago de horas extras, aumentos paulatinos de
salarios y el reconocimiento del 1° de mayo como día no laborable. Sin embargo el gobierno de
Yrigoyen, presionado por los frigoríficos y la Sociedad Rural, dejó las manos libres al aparato
represivo y a las bandas paramilitares de extrema derecha, y a partir de ello sobrevinieron la
tristemente celebre “Semana Trágica” de enero de 1919, las luchas de “La Forestal”2 entre 1918 y
1921, y las huelgas de Santa Cruz y Chubut en 1921 y 1922 respectivamente, acontecimientos en
los que murieron cientos de trabajadores. A pesar de la fragmentación del gremialismo obrero, la
FORA (Federación Obrera de la República Argentina), que era conducida por anarquistas y
comunistas, mostraba una fuerza creciente en las movilizaciones convocadas, y las huelgas
superaron el número de 350. La incidencia de las revoluciones que se producían en otras latitudes,
fundamentalmente en Rusia y México, sumadas a la Reforma Universitaria de 1918 que había
tenido su epicentro en Córdoba, obligaron a Yrigoyen a plantear nuevas ideas y superar la simple
retórica. De todas maneras era poco lo que podía hacer, ya que su partido malgastaba sus escasas
energías enfrascándose en la discusión entre personalistas y anti personalistas.
Durante la segunda mitad de este siglo, especialmente a partir del primer gobierno de Perón
(1946-1952), los sindicatos pasaron a tener un poder muy importante, y empezaron ampliar su
participación a través de la co-gestión y los consejos de contratación colectiva; la participación de
empresarios y obreros en los consejos económicos y sociales permitió abrir canales de diálogo, que
en muchos casos terminaron por evitar conflictos.
Después de la caída de Perón en 1955, el gobierno de la Revolución Libertadora intentó por
todos los medios de disminuir el poder sindical, y una de las principales medidas que tomó fue la
intervención de la Confederación General del Trabajo (CGT). En el gobierno de Illia, la debilidad
de la gestión se hacía notar en la permanente hostilidad a la que se veía sometido por parte de los
sindicatos, que no estaban dispuestos ser indulgentes con un gobierno elegido gracias a la
proscripción del peronismo, e iniciaron en mayo de 1964 un vasto plan de lucha que incluía la
ocupación de los lugares de trabajo, lo que se agravó aún más con la creciente inflación, 40% en
1964 y 29% en 1965. De todos modos es de reconocer que el gobierno de Illia no recurrió a la
represión directa ni a la implantación del estado de sitio, sólo rompió relaciones con la CGT, y
reglamentó la ley de Asociaciones Profesionales que prohibía totalmente a las organizaciones
gremiales hacer política partidaria, facilitando la formación de sindicatos por fábrica con el objetivo
de fragmentar la base de la estructura gremial.
A mediados de 1969 se produjeron nuevos hechos de violencia que mostraban al mundo las
ansias de libertad, particularmente el “cordobazo”, lo que puso en duda la estabilidad del régimen
encabezado por Juan Carlos Onganía. La resistencia sindical se producía porque se había generado
una redistribución de ingresos nuevamente contraria a los intereses de los trabajadores. La posterior
crisis de balanza de pagos, la aparición de presiones inflacionarias y la “ruptura” en la política de
ingresos hizo el resto, lo que derivó en que a finales de junio de 1970 las fuerzas armadas
resolvieran reemplazar a Onganía por Roberto Marcelo Levingston. Durante el gobierno del general
Agustín Lanusse los sindicatos siguieron incapacitados para plantear reivindicaciones laborales, y
sólo posteriormente al regreso de Perón, en el comienzo de su tercera presidencia, es que aparece
nuevamente con fuerza el poder sindical. A pesar de ello y de la sensación de autoridad que
generaba el general Perón sobre sus seguidores, los conflictos gremiales no disminuyeron, la
violencia creció y las mejoras salariales desbordaron el pacto social firmado por el ministro de
Economía, José Ber Gelbard, en junio de 1973, a través del cual se había intentado la convergencia
de los intereses sectoriales. Este pacto que tenía como objetivo restablecer la alianza que dio origen
al peronismo: pequeña y mediana empresa, mercado interno y movimiento obrero, terminó en el
“rodrigazo”.
A partir de allí hubo muchos vaivenes en la vida de los sindicatos. Durante los gobiernos
militares de 1976 a 1983 no cumplieron ningún rol, salvo el de alguna resistencia aislada, ya que
estaban prohibidos, pero a partir del retorno de la democracia en 1983 vuelven a tener una tarea
esencial en la defensa de los intereses de los trabajadores, aunque planteando una relación más
madura y de menor confrontación con los sectores empresariales.
El nuevo rol del sindicalismo moderno en la actualidad se podría resumir en tres conceptos: a)
comunitario, es decir vinculado a todas las relaciones vitales de la sociedad y líder natural de los
sectores de mayor riesgo social, capacitado y concertante con el gremialismo empresarial
productivo en los términos del bien común; b) educativo, para formar a los trabajadores; c)
competente, ocupado en la elaboración de estrategias de desarrollo general y local, de modo de
crear las condiciones adecuadas de trabajo, ciudad por ciudad y lugar por lugar.
A medida que las organizaciones fueron creciendo, las relaciones laborales pasaron a tener un
espacio específico en los departamentos de “recursos humanos”, y el objetivo de quienes están a
cargo de esta tarea ya no se reduce a neutralizar las demandas y evitar los avances sindicales dentro
de la empresa, sino que el desafío es inculcar a los empleados la importancia de mantener actitudes
creativas, en las que cada uno asuma la responsabilidad de una sana administración del capital de
trabajo, cuidando la fuente de empleo.
En cuanto a los convenios colectivos de trabajo (CCT), constituyen un mecanismo de
negociación que fija condiciones laborales y de empleo por consenso de las partes, permitiendo a
los representantes de los trabajadores y de los empleadores resolver conflictos sin llegar a la huelga.
Para participar en la mesa de negociación colectiva un sindicato debe tener personería gremial,
la que es otorgada por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social a aquellas instituciones que
reúnen los siguientes requisitos3 :
a) Estar inscriptos en el registro respectivo.
b) Poseer una actuación no menor a los seis meses dentro de la actividad.
c) Tener como afiliados un mínimo del 20% de la rama que representa.
Además de ello, los convenios colectivos de trabajo se aplican a todos los trabajadores de una
actividad determinada, más allá de si están o no afiliados; pueden ser “particulares”, cuando se
refieren a una sola empresa o a una rama de la actividad, o “generales”, cuando alcanzan a todo el
país o a una región determinada. En el marco de la ley 25.877 los ámbitos de negociación colectiva
quedan claramente establecidos, indicando que puede ser convenio nacional, regional o de otro
ámbito territorial, convenio intersectorial o marco, convenio de actividad, convenio de profesión,
oficio o categoría, o convenio de empresa o grupo de empresas4 .
Por su parte, las “comisiones paritarias” tienen la misión de interpretar el contenido y alcance
de los convenios colectivos, ya que suelen ser extensos y complejos; las discrepancias son moneda
corriente, por lo cual la comisión tiene, además de los representantes de los empleados y
empleadores, la intervención de un funcionario del Ministerio de Trabajo.
Uno de los problemas más serios que tienen que afrontar las empresas y le economía en general
es la “huelga”, que se produce cuando un grupo de trabajadores interrumpe sus tareas habituales
porque no encuentran respuestas a sus reclamos afectando deliberadamente la tarea productiva.
Nuestra Constitución Nacional prevé esta situación en el artículo 14 bis, cuando sostiene que
“queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo, recurrir a la
conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las
garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la
estabilidad de su empleo”.
Este tipo de conflictos suelen tener distintas características, ya que puede producirse la
“huelga” propiamente dicha cuando no se concurre al lugar de trabajo habitual (suele ser general y
por consenso de todas las organizaciones de trabajadores), el “quite de colaboración”, que
disminuye el esfuerzo en la tarea productiva, o el “paro parcial”, con el cual se alerta a los
empleadores de la existencia de un conflicto y el riesgo de que éste se agrave. De todas maneras, y
para evitar los graves perjuicios que suele sufrir la sociedad cuando se toman medidas de acción
directa, la legislación vigente establece que “cuando por un conflicto de trabajo alguna de las
partes decidiera la adopción de medidas legítimas de acción directa que involucren actividades que
puedan ser consideradas servicios esenciales, deberá garantizar la prestación de servicios mínimos
para evitar su interrupción”5 . Se consideran esenciales los servicios sanitarios y hospitalarios, la
producción y distribución de agua potable, energía eléctrica y gas y el control del tráfico aéreo.
En casos graves, una de las figuras más utilizadas es la de la “conciliación obligatoria”, que se
utiliza para intentar un acuerdo y superar el conflicto. Esta acción es llevada adelante por la
Dirección Nacional de Relaciones de Trabajo, y obliga a las partes a retrotraer sus posiciones al
estado previo a la iniciación del conflicto; la idea es que las partes se tomen un tiempo para intentar
llegar a un acuerdo suspendiendo cualquier medida de fuerza.
Ahora bien, ¿han conseguido los sindicatos mejorar los salarios? En este sentido existen varios
análisis empíricos, y se ha llegado a la conclusión de que en la mayoría de los países del mundo los
sectores sindicados ganan en promedio entre un 10% y un 15% más que los no sindicados; estos
resultados permitirían llegar a la conclusión de que la clave está en los sindicatos que pueden
monopolizar la oferta de trabajo; pero a través de estudios también se ha llegado a la confirmación
de que los sindicatos no coadyuvan a redistribuir la renta de manera más justa para todos los
trabajadores; si bien luchan por trasladar recursos del “capital” o del “empresario” hacia los
trabajadores, redistribuyen la renta desde los sectores no sindicados a los sindicados (como se
explicó más arriba en el equilibrio general del salario mínimo), con lo cual el ingreso total de los
trabajadores suele ser el mismo. Quizás ésta, junto a la burocratización, sea una de las razones
principales del desprestigio creciente de los líderes sindicales.
De todos modos, por más que los sindicatos logren incrementar artificialmente los salarios
reales en los países subdesarrollados, lo único que conseguirán es incrementar la tasa de desempleo,
ya que habrá un buen salario, muchos aspirantes, pero poca demanda de trabajo. Esto suele terminar
cuando los aspirantes a trabajar deciden disminuir por propia voluntad sus pretensiones, y aceptan
incorporarse a la actividad productiva recibiendo un salario inferior al del Convenio.
Sea como fuere, en los últimos años el sindicalismo en la Argentina ha ido perdiendo el
protagonismo de otras épocas; una de las razones principales es la pésima imagen de la burocracia
sindical, que ha hecho mucho más en beneficio propio que en el de los trabajadores, convirtiéndose
en una verdadera casta llena de privilegios.
Si a esto le sumamos la corriente de flexibilización laboral que recorre el mundo entero,
podremos ir interpretando esta nueva realidad que enfrentan los trabajadores. Argentina no está
ajena a este proceso; por el contrario, desde 1999 se vienen sucediendo importantes discusiones en
este campo de la flexibilización laboral, y el 11 de mayo de 2000, se sancionó la ley 25.250 de
“reforma laboral”, en la cual se establecían estímulos al empleo estable, se modificaban los períodos
de prueba, se conformaba una comisión bicameral de seguimiento de la negociación colectiva y se
establecía un sistema integrado de inspección de trabajo y la seguridad social. De todas maneras, y
como producto del rechazo de los gremios y las graves sospechas que generó la sanción de esta
norma en el Senado de la Nación, la misma fue derogada el 18 de marzo de 2004, siendo
reemplazada por la ley 25877, la cual “endureció” nuevamente la legislación laboral argentina,
abriendo nuevas expectativas sobre cual será el comportamiento que tendrá en el futuro la demanda
laboral de allí en adelante.

El capital

El “capital productivo” en un sentido estricto hace referencia a todos aquellos bienes duraderos
que sirven para la producción de nuevos bienes y servicios; la gran mayoría de los bienes de capital
(máquinas, herramientas, edificios asignados como plantas de producción) tienen una larga vida
útil. De todas maneras, y en un sentido más amplio, podemos incorporar a la idea inicial los
conceptos de “capital financiero”, dinero necesario para llevar adelante el proceso productivo, y
“capital intelectual”, concepto moderno que se refiere a los activos intangibles.
a) Capital productivo: construcciones utilizadas en toda la actividad productiva,
maquinarias, herramientas y bienes almacenados.
b) Capital financiero: dinero, divisas extranjeras, créditos a cobrar, etcétera; todo aquello que
sea de disponibilidad inmediata para hacer frente a los costos de producción. Mientras no
sea utilizado, el capital financiero líquido disponible es depositado en una entidad
financiera con el objetivo de ganar un interés.
c) Capital intelectual: el valor de un negocio se mueve cada vez más de los activos fijos a los
intangibles, como marcas, patentes, franquicias, software, programas de investigación,
ideas, experiencia, etc. En la actualidad se ha expandido de manera notable el interés de las
compañías en medir este tipo de activo tan importante, y tal como afirma el economista
Jeremy Rifkin, la riqueza “no reside ya en el capital físico sino en la imaginación y la
creatividad humana”.
Es necesario hacer una aclaración con respecto al capital financiero. El dinero corporiza
inmejorablemente el poder adquisitivo que cualquier integrante del circuito económico necesita
para realizar sus transacciones; de allí que el dinero se haya convertido en un sinónimo de capital, y
quien acumula capital “líquido” (dinero) o capital “ilíquido” (instalaciones, maquinarias) aspira a
obtener una retribución producida por el sacrificio que implica postergar un consumo presente en
vista a un consumo mayor en el futuro.
Con respecto al capital intelectual, según la óptica de Leif Edvinson6 , el mismo se puede
clasificar en capital humano, que corresponde al conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes,
y destrezas de las personas que componen las organizaciones, y en capital estructural, que son los
conocimientos desarrollados y explicitados por las empresas; este último se divide a la vez en
activos relacionados con los clientes (marcas registradas, fidelidad del cliente, listas de clientes,
etc.), en procesos referidos a la forma en como la organización añade valor a través de las diferentes
actividades productivas que desarrolla, y en la capacidad de innovación entendida como la
capacidad de mantener el éxito de la organización a través del desarrollo de nuevos productos o
servicios.
El interés, que constituye la retribución que obtiene el factor de la producción “capital”, intenta
conjugar las aspiraciones del titular del mismo que desea obtener una remuneración por su esfuerzo
(abstención de un consumo actual) con la del “tomador” de esos fondos que emprende una actividad
productiva; John Maynard Keynes, en su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero,
publicada en 1936, sostiene que la tasa de interés es “el factor que equilibra las demanda de capital
para inversiones y la voluntad de ahorrar que suministra tales recursos”, queriendo significar que
si no existiera el interés, las personas no ahorrarían, y quienes necesitaren fondos para poner en
marcha una empresa no lo podrían realizar. En definitiva, sólo la abstinencia de consumo de
quienes prestan el dinero permite el incremento de la oferta agregada de bienes y servicios a través
de quienes toman ese capital con el objetivo de poner en marcha emprendimientos productivos.
Para comprender mejor la importancia del ahorro y de la inversión, explicaremos de manera
sencilla el famoso ejemplo de las dos islas.

El gráfico N° 85 nos muestra dos islas simétricas que parten de la misma dotación de tierra y
trabajo; mientras la isla “A” (derrochadora) muestra un modesto crecimiento del ingreso por
habitante a lo largo del tiempo, la isla “B” (progresista y esforzada) dedica un período inicial para la
inversión, lo que supone un sacrificio de consumo de su población; por esta misma razón es que
quienes viven en ella gozarán de un mayor consumo en el futuro; simplemente porque mientras
consumía una pequeña cantidad, estaba utilizando una gran parte de los recursos para producir
bienes de capital, que son en definitiva los que permiten incrementar los niveles de producción y
por ende el ingreso nacional. En un país desprovisto de capital le sería imposible al hombre cultivar
la tierra por la falta de herramientas y semillas; tampoco podría trabajar el hierro por la carencia de
hornos ni producir en serie por la falta de maquinarias; no tendría la posibilidad de incursionar por
ríos y océanos debido a la falta de mapas y barcos, y menos aún indagar sobre los misterios de
universo; tampoco podría trabajar el hilo sin un telar ni el adobe para fabricar ladrillos para la
construcción de viviendas. En definitiva, los seres humanos sólo podríamos aprovechar los pocos
productos espontáneos suministrados por la naturaleza.
Todo progreso económico esta ligado a la acumulación y al empleo eficiente del capital, de
modo que se pueda elevar el rendimiento del trabajo humano y la productividad real de un país.
Planteado en estos términos, debemos admitir que el proceso de acumulación de capital se
realiza a través de la canalización de una buena parte del proceso productivo a la obtención de
nuevos bienes de producción. De hecho, las economías que son más prósperas en la actualidad
realizaron un gran esfuerzo de ahorro, sacrificando parte del consumo de dos o más generaciones
para que otras pudieran gozar de los beneficios del crecimiento. Esto implica una mirada
prospectiva y una solidaridad intergeneracional.
En cuanto a las fuentes de acumulación de capital, la más importante suele ser el “ahorro
privado interno” (ahorro de las empresas, de las organizaciones sin fines de lucro y de las familias),
aunque también tienen importancia el “ahorro público” (ahorro de los Estados, sea municipal,
provincial o nacional), el “ahorro externo” (cuando las exportaciones son superiores a las
importaciones más el pago de intereses y servicios financieros por deudas con el sector externo) las
“inversiones extranjeras” (dinero ahorrado por agentes económicos externos quienes deciden
invertirlo en un país distinto a aquel en donde se ha generado) y el “auxilio financiero de
organizaciones internacionales” (dinero aportado por organismos multilaterales de pago con un
objetivo específico).
Ahora bien, ¿en qué debe invertir una empresa? O, lo que es lo mismo, ¿cuáles son los
emprendimientos que vale la pena llevar adelante?
Para responder a este interrogante, debemos referirnos a un tema de vital importancia en el
análisis de proyectos de inversión, que es la “tasa de rendimiento de los bienes de capital”, que
indica el rendimiento monetario anual por cada peso de capital invertido. La tasa de rendimiento
(TDR) está muy vinculada a la tasa interna de retorno (TIR), que es un promedio de los
rendimientos futuros esperados para una inversión, y que tiene en cuenta por cierto el supuesto de
una oportunidad para “reinvertir” parte de los ingresos en el propio proyecto.
Veamos un ejemplo. Imaginemos que estamos analizando si es “buen negocio” adquirir una
chapa de taxi; para ello, lo primero que debemos analizar es el costo del vehículo, que podría rondar
los $ 100.000, para luego estimar el ingreso bruto que lograremos a lo largo de un año, que
hipotéticamente puede ser de $ 150.000; pero ésta es sólo la ganancia bruta, a la cual habrá que
descontarle:
a) Costo del combustible $ 32.000.
b) Seguros $ 6.000.
c) Mantenimiento y taller $ 17.000.
d) Costo del chofer $ 30,000.
e) Desgaste del vehículo $ 20.000 (se dividen los $100.000 del costo del auto en cada uno de
los 5 años en que hay que reemplazarlo por otro vehículo nuevo).
Si sumamos todos los gastos nos dará una cifra de $ 105.000, lo que significa una ganancia neta
de $ 45.000, que asciende al 45% del capital invertido inicialmente ($100.000); si este fuera un
estudio correcto de costos, debemos comparar esta tasa de rendimiento del capital (45%, que se
obtiene comparando $ 45.000 con $ 100.000) con la tasa de interés vigente (20%), y si la diferencia
(en este ejemplo sería del 25%) es importante, podremos concluir que la inversión vale la pena.
¿Qué sería una diferencia importante? Aquella que justifique correr el riesgo técnico y económico
de la inversión.
Otro aspecto importante es que, dada la complejidad de las relaciones económicas actuales y
los problemas de tasación, es indispensable encontrar fórmulas sencillas que nos permitan estimar el
“valor actual de un capital”, teniendo como datos únicos la rentabilidad del mismo y la tasa de
interés vigente en el mercado.
Supongamos que somos propietarios de un campo, el cual nos reditúa anualmente $ 100.000, y
el interés vigente para colocaciones a plazo fijo es del 10%; si queremos desprendernos de él, ¿a
cuánto deberíamos venderlo? existe un modo de cálculo que nos permite saber el precio al cual
debemos venderlo para mantener nuestro ingreso:

donde “V.A.” es valor actualizado, “R.A.” es rendimiento anual, e “i” es la tasa de interés
vigente (expresada en decimales).
Esto significa que si queremos mantener la rentabilidad existente hasta ese momento, debemos
vender el campo a un precio de $ 1.000.000, simplemente porque si logramos ese capital monetario
podremos seguir manteniendo el ingreso anual (esto supone una economía sin inflación, lo que
permitiría al propietario del millón de pesos que su dinero no pierda valor).
Ahora bien, el ejemplo del campo suponía que su propietario tendría una renta perpetua a lo
largo de toda la vida, pero no debemos dejar de marcar que gran cantidad de bienes de capital se
van deteriorando año a año, y que van decayendo en su productividad y rendimiento. Un muy buen
ejemplo sería el de un yacimiento de oro, que durante el transcurso del año nos está generando una
rentabilidad de $ 100.000, pero tiene una vida útil de 3 años más, y su productividad se reduce a una
tasa del 10% anual. En este caso no podemos hablar de una renta perpetua, y para calcular el valor
actual de ese activo deberemos descontarle los intereses desde el momento del pago del capital
hasta la fecha en que el comprador del mismo se junta con el dinero correspondiente a ese año; esto
debe ser así porque los pagos futuros valen menos que los actuales, ya que si hoy se dispusiera de
ese capital lo podría colocar al interés del mercado, logrando que crezca en términos nominales en
el futuro. No hay que olvidar que el supuesto comprador adquirirá el yacimiento para explotarlo a
partir del segundo año, con lo cual la rentabilidad ya será bastante menor.
En este caso, la fórmula para saber el precio a pagar es la siguiente:
donde “V.A.” es valor actualizado, “R.A.” es el rendimiento anual, “i” es la tasa de interés
vigente, y “n” significa “elevado a la potencia del número correspondiente a cada año de vida útil
del capital” (el primer año 1, el segundo 2, el tercero 3, etc.). Posteriormente, debemos sumar todos
los resultados correspondientes a cada uno de los 3 años que le quedan de vida útil al yacimiento, y
el total obtenido será el costo actual que el dueño de ese capital debería recibir para mantener el
ingreso anual que le generaba el mismo hasta su agotamiento.

y así sucesivamente hasta llegar al tercer año. Obsérvese que al ir transcurriendo los años el
resultado es cada vez menor, ya que se va descontado el interés vigente (10%). Si quisiéramos
vender ese yacimiento de oro y mantener la rentabilidad que nos estaba dando habría que sumar los
tres resultados: $90.909,10, $82.644, 60 y $75.131.5; entonces el valor actual de ese activo sería de
$ 248.685,20. Para comprobar que el resultado es el correcto debemos realizar la operación inversa,
es decir sumarles a los resultados anuales el interés descontado, y el resultado siempre será $
100.000.

Determinación del stock de capital, de la tasa de interés y de la tasa de rendimiento a corto


plazo y a largo plazo

Ya hemos dicho que una parte de las economías domésticas que tienen excedentes (más
ingresos que egresos) ahorran, sacrificando la posibilidad de consumir en ese momento con el
objetivo de poder consumir más en el futuro; por ejemplo, muchos de los que ahorran quieren
asegurar su tranquilidad futura por el riesgo de que las jubilaciones no le permitan vivir dignamente.
Por otra parte, las empresas demandan ese dinero a los efectos de adquirir máquinas,
herramientas, tecnología, edificios, etc., para poner en marcha emprendimientos productivos.
Si imaginamos el modelo clásico del capital, con una economía “ideal” sin inflación y sin
riesgos, antes de realizar una inversión, las empresas compararán el costo financiero de tomar un
crédito con la tasa de retorno de la misma; si esta última está por encima de la tasa de interés del
mercado, pondrán en marcha el proceso; de lo contrario, no tendría sentido invertir para perder
dinero.
Supongamos que una economía ha “heredado” un stock de capital determinado, y que éste a
corto plazo (menos de 6 meses) no puede crecer; la primera conclusión a la que llegaremos es que
gráficamente su oferta es vertical, lo que significa que más allá de la tasa de interés vigente, su
disponibilidad siempre será la misma; al menos hasta que se logre incrementar el capital en el
mediano y largo plazo. La segunda conclusión es que la demanda de capital deriva de la producción
marginal o adicional generada por la utilización de ese capital adicional, y cuando esa producción
marginal genera muchas ganancias, las cosas parecen ir muy bien para los empresarios.
Pero al incrementarse el ahorro también aumenta cada vez más el capital disponible, por lo cual
se irán poniendo en marcha proyectos de inversión menos rentables, y como la cantidad de tierra y
trabajo son fijos en el modelo que nos hemos planteado, los rendimientos serán decrecientes; ¿cuál
será el punto de equilibrio a corto plazo? La respuesta es simple, el equilibrio se alcanza cuando se
produce la intersección entre la oferta y demanda de dinero, que coincide con el punto en que se
igualan la tasa de rendimiento de capital con la tasa de interés vigente.

En el gráfico N° 86 se puede apreciar que la curva de oferta SS es vertical (perfectamente


inelástica), mientras que la curva de demanda DD tiene pendiente negativa por la ley de
rendimientos decrecientes, lo cual nos indica que si el stock de capital disponible va creciendo, los
rendimientos de los proyectos de inversión serán menores, ya que aquellos que suponen una mayor
rentabilidad ya se han explotado con las primeras dotaciones de capital. Para decirlo en otros
términos, cuando hay una gran cantidad de capital disponible es necesario utilizarlo, y por ende
comienzan a realizarse inversiones que tienen un rendimiento menor. En el ejemplo podemos
apreciar que estamos frente a una oferta fija de capital, por lo cual la intersección con la curva de la
demanda se da a una tasa del 15%, porcentaje que determina tanto el rendimiento a corto plazo
como el tipo de interés a corto plazo; ¿por qué? Porque si la tasa de interés fuera mayor a la tasa de
rendimientos, a las empresas no les convendría invertir, y si por el contrario, la tasa de interés sería
menor a la tasa de rendimiento, las empresas disputarían entre ellas el poco capital que hay en el
mercado haciendo subir la tasa hasta el punto de equilibrio. A título de hipótesis podríamos
arriesgar que, en una economía estable, un 15% de rentabilidad para los inversores y un 15% de
interés para los ahorristas parece ser un gran negocio para ambos.
Ahora bien, como en nuestro modelo imaginario no hay inflación, una tasa de interés del 15%
es muy atractiva para los ahorristas, por lo cual a largo plazo los agentes económicos individuales
querrán ahorrar más, y la curva de oferta de dinero deja de ser vertical para ir transformándose en
otra con pendiente positiva, lo que muestra que a mayor tasa de interés mayor cantidad de pesos
ahorrados; pero también indica que al aumentar la cantidad de dinero disponible (mayor stock)
comienza a caer la tasa de interés. Por otra parte, y visto desde el punto de vista de las empresas, de
mantenerse el resto de las variables constantes (trabajo, tierra y conocimientos), la tasa de
rendimiento generada a partir de un mayor stock de capital es decreciente (mayor cantidad de
capital para los mismos factores de producción), por lo cual a largo plazo, en una economía sin
riesgos y sin inflación el punto de equilibrio se dará en la intersección de la curva de demanda y la
curva de oferta, a una tasa de interés y a una tasa de rendimientos mucho más baja
Como se puede apreciar en el gráfico anterior, el punto de equilibrio a largo plazo se da cuando
se produce la unión entre la oferta y la demanda de dinero, lo que ocurre a un nivel de stock de
capital mucho más grande que en el corto plazo (pasó de $ 1.000.000 a $ 6.000.000), y a una tasa de
interés y una tasa de rendimiento mucho menor (cayó del 15% al 6%).
Hay que aclarar que la teoría clásica del capital es una simplificación de la realidad, y tiene
como único propósito explicar las razones por las cuales se acumula con el tiempo más stock de
capital, y como este hecho impacta sobre la tasa de rendimiento de las inversiones y sobre la tasa de
interés. Pero para ser más realistas, no hay que olvidarse que en las economías se producen procesos
inflacionarios que impactan significativamente sobre los ahorristas, lo que va erosionando la
capacidad de consumo futura. Por ende quien ahorra, sacrificando un consumo actual en búsqueda
de un consumo mayor en el mediano plazo, tendrá que tener en cuenta la tasa de interés “real”, es
decir la tasa de interés “nominal” (numérica) que va a recibir menos la inflación del período; es la
única manera de poder apreciar con claridad si el esfuerzo por ahorrar le genera beneficios o
pérdidas; para que haya más ahorro y más capital en las entidades financieras que permitan
financiar proyectos de inversión, la tasa de interés pasiva (la que reciben los ahorristas) debe ser
“positiva”, es decir mayor a la inflación; esto nos indica que el stock de capital disponible a largo
plazo dependerá de que ahorrar sea buen negocio, o que al menos cubra el deterioro producido por
la inflación.
Por otra parte, también hay que decir que los empresarios inversores tienen que tener en cuenta
los impuestos que gravan a la actividad que van a desarrollar; ya conocemos que el Estado necesita
de recursos para mantener el aparato burocrático y realizar obras. Es decir que aquellos que
invierten deben tener precisiones sobre su rentabilidad “neta”, porcentaje que se obtiene restando a
su rentabilidad bruta los impuestos que deben pagar. Esta rentabilidad neta será en definitiva lo que
determinará si un proyecto de inversión se lleva a cabo o no.

El empresario

El empresario es quien tiene la importante función de combinar de la mejor manera posible a


los otros factores de la producción, y de acuerdo a la calidad en la combinación dependerá el grado
de éxito del proyecto. Un buen empresario es un impulso hacia el desarrollo económico; suele ser
un visionario, asume riesgos, innova, delega tareas, toma decisiones en última instancia, se
preocupa por la salud física y psíquica de sus empleados, promueve la capacitación y controla la
tarea productiva.
El economista austríaco-estadounidense Joseph Schumpeter, profesor de la Universidad de
Harvard, llevó a cabo en su obra Capitalismo, socialismo y democracia, publicada en 1942, una
investigación exhaustiva sobre las causas del progreso económico, y llegó a la conclusión que
dentro de las más importantes están el dinamismo personal, la iniciativa y la capacidad de innovar
de los hombres de empresa. Schumpeter, quien popularizó el concepto de “destrucción creativa”
como forma de describir el proceso de transformación que acompaña a las innovaciones, sostenía
que el empresario más que un hombre de una institución o beneficiario de cierto ingreso (el
beneficio), es un hombre de una función básica: innovar; de eso depende el aumento o la
disminución de la prosperidad.
Por su tarea el empresario recibe un beneficio (diferencia entre los costos totales y los ingresos
totales de su empresa), y es quien corre con los riesgos técnicos y económicos de su función;
técnicos porque el producto puede tener defectos que impidan su comercialización en el mercado, y
económicos porque el bien o servicio puede no tener demanda debido a su precio elevado, o
simplemente porque no es de interés de los consumidores.
En las economías descentralizadas el empresario tiene un papel principal en la actividad
económica, y los niveles de inversión que lleve a cabo se verán reflejados en el crecimiento de
producto bruto y del empleo.
En cambio en las economías centralizadas su función es secundaria, ya que se encuentra
subordinado al poder político y a la burocracia estatal, con lo cual pierde el incentivo creativo y
reduce su esfuerzo personal, pues no encuentra reconocimiento en su trabajo.
Un dato interesante en relación a la innovación; se estima que el 80% del gasto en
investigación y desarrollo lo llevan adelante sólo diez países, Estados Unidos, Japón, China,
Alemania, Francia, Corea, Inglaterra, Rusia, Canadá e Italia. Si bien la investigación y desarrollo no
son la única manera de innovar, son actividades que se aplican a construir nuevos conocimientos; y
quizá el dato relevante sea que entre esas diez naciones, hay dos que hace treinta años atrás hubiera
sido impensado que estén en ese reducido grupo, como los son China y Corea. Esto muestra a las
claras que cuando hay voluntad, trabajo, políticas a largo plazo y vocación, no hay determinismos
que impidan el crecimiento y el desarrollo.
En la actualidad, en todas las economías y en todos los sectores, se le ha dado un papel central
a la “responsabilidad social del empresario”, concepto que parte de que el mismo, quien en
términos generales goza de un buen pasar económico, debe destinar una parte de su tiempo, de su
energías y de sus ingresos a contribuir a resolver los problemas generales de la sociedad; en especial
de los sectores más vulnerables de la misma. Es un problema moral y de solidaridad que cada vez
toma más forma; en estos tiempos es difícil encontrar una gran empresa que no dedique una buena
parte de su esfuerzo a este tipo de actividades.

La teoría de la producción

Cuando hablábamos de los proyectos de inversión sosteníamos que el empresario producto de


su propia función corría con los riesgos técnicos y económicos de la tarea productiva. El riesgo
económico hacía referencia a la posibilidad de que el precio del bien o servicio producido no esté al
alcance de los consumidores. Por su parte, el riesgo técnico estaba vinculado a los defectos de
fabricación de dichos bienes o servicios. Por esta razón es que en la actualidad se intentan
minimizar los riesgos económicos a través de estudios de “marketing”, y los riesgos técnicos por
medio de los procesos de “control de calidad”.
Dentro de este esquema juega un rol preponderante la capacidad del empresario para combinar
de la mejor manera posible los factores de la producción de que dispone, y para entrar de lleno en
este análisis debemos referirnos a la “función de la producción”, que es la “relación entre la
cantidad máxima de producción que puede obtenerse y los factores productivos necesarios para
alcanzarla”.
Función de la producción: F (capital, tecnología, trabajo, recursos naturales, iniciativa
empresarial)

Imaginemos un ejemplo, y supongamos que la tarea productiva es la explotación de un


yacimientos de mica; en este caso podríamos suponer que para alcanzar la máxima producción
hacen falta 2 excavadoras, 18 hombres y 12 palas; pero seguramente ésta sólo será una de las
combinaciones posibles, ya que otra alternativa podría pasar por usar 3 excavadoras, disminuir la
dotación de personal a 14 personas y la de palas a 8; pero estas dos no son las únicas, sino que habrá
muchas más, y quizás más eficientes; además, con el paso del tiempo y al ir mejorando las
condiciones tecnológicas, van apareciendo nuevos métodos de explotación que mejoran la
productividad y disminuyen los riesgos de los operarios, lo que también altera la función de la
producción.
Además es necesario distinguir entre la función de producción a corto y a largo plazo.
Recordemos que el corto plazo es aquel en el que se hace imposible modificar la disponibilidad de
algunos factores, aquellos que llamamos fijos, como por ejemplo el tamaño de la planta, la
tecnología, etc. Sí será posible incorporar en ese lapso un factor variable, como lo es el trabajo. En
el largo plazo todos los factores son variables. Precisamente, en economía, la distinción entre corto
y largo plazo se establece únicamente atendiendo a la existencia o no de factores fijos.
Partiendo de la función de la producción de las empresas podemos analizar tres conceptos de
gran importancia: el “producto total”, el “producto medio” y el “producto marginal”.

Producto total: es la cantidad de unidades físicas producidas por una empresa.

En el gráfico anterior (N° 88) se puede apreciar con claridad el comportamiento del “producto
total”, que es igual a “cero” cuando la cantidad de trabajo es “cero”, pero al incorporarse unidades
de trabajo comienza a crecer hasta alcanzar una cantidad de 3.900 unidades con 5 (cinco) dosis de
trabajo. La pendiente de la curva es positiva pero decreciente, lo que demuestra que a mayor
volumen de trabajo incorporado irá aumentando la producción pero en un porcentaje cada vez
menor (ley de rendimientos decrecientes).
Producto medio: es el cociente entre el nivel total de producción y la cantidad de un factor
utilizado para alcanzarlo; es el que indica el nivel de producción que obtiene la empresa por unidad
de factor empleado. Si este factor al cual hacemos referencia fuera sólo el trabajo, el producto
medio será el promedio producido por cada trabajador. Para obtener el producto medio debemos
dividir el producto total por la cantidad utilizada del factor en cuestión. El producto medio o
productividad se utiliza frecuentemente como una medida de la eficiencia con la que se lleva a cabo
la producción; o lo que es lo mismo, un factor es más eficiente cuando produce una mayor cantidad
de bienes en el mismo tiempo y con iguales recursos.
Producto marginal: ya hemos dicho con anterioridad que en economía, “marginal” significa
adicional, por lo cual el producto marginal es igual al “producto adicional que se obtiene cuando se
incorpora una dosis adicional de un factor de la producción manteniendo al resto constante”. Este
producto marginal es cada vez menor cuando se van incorporando nuevas dosis de trabajo.

Esto es así por la famosa ley de los “rendimientos decrecientes”, tan repetida a lo largo de este
trabajo, que sostiene que “cuando se van incorporando cantidades adicionales de un factor y
mantenemos fijos los demás, se obtiene una cantidad adicional de producto cada vez más
pequeña”.
Esta ley muestra un hecho básico de la economía, que se puede demostrar fácilmente con un
ejemplo. Si un agricultor tiene una cantidad fija de tierra (100 hectáreas) y de máquinas (2 tractores
y 1 arado), al ir incorporando más personal (peones), el producto marginal que genera cada uno de
ellos es cada vez menor; el primer obrero tiene una gran productividad por realizar un gran esfuerzo
(esta todo por hacer), el segundo peón genera un producto marginal un poco menor porque divide la
tarea con el primero, y así sucesivamente, hasta que un sexto obrero significará un costo marginal
que comienza a estar por encima del ingreso marginal que él mismo ocasiona (generaría menos
ingreso de lo que recibe como salario), y llega un momento en el cual la tierra (que es fija) se usa de
manera tan excesiva que a pesar del aumento del factor “trabajo” la producción crece a un ritmo
cada vez menor y mucho menos que proporcional al incremento del factor, es decir en economía de
escala decreciente.

En este cuadro se puede ver de manera bastante simplificada cómo el producto total va
creciendo, pero cada vez a un ritmo más lento; este hecho se vincula directamente con el producto
marginal, que tiene el mismo comportamiento que el producto medio, es decir que va disminuyendo
cuando se van incorporando nuevas unidades de trabajo.
La ley de rendimientos decrecientes es la que explica por qué hay tantos pobres en los países que
tienen una elevada población que trabaja en tareas vinculadas al campo, ya que al haber una gran
cantidad de trabajadores por hectárea de tierra el producto marginal es cada vez menor y, por ende,
el salario es también más bajo.

NOTAS
1 SAMUELSON, Paul y NORDHAUS, William, Economía, 14ª ed., Mc. Graw Hill, Madrid, 1993.
2 La Compañía Forestal llegó a controlar el 57% de la producción de tanino mundial, fijaba los precios internacionales
y los niveles de producción.
3 La representación de los trabajadores en la negociación del convenio colectivo de empresa, estará a cargo del
sindicato cuya personería gremial los comprenda y se integrará también con delegados del personal (art. 22 ley
25.877).
4
Artículo 21.
5 Artículo 24 ley 25.877.
6 EDVINSSON, Leif, y MALONE, Michael S., El capital intelectual, Norma, 1998.)
CAPÍTULO V
“Un país cuyos ricos dilapidan el dinero en lujos
ostentosos tal vez tiene un problema: una
plutocracia autocomplaciente, la úlcera del miedo
al futuro, un clima hostil para el empresariado,
una falta de oportunidades para invertir en los bienes
de producción que rendirán una ganancia
en los años del porvenir”.
George Gilder
empresario y futurólogo norteamericano (1939)
La contabilidad nacional

La contabilidad nacional es un registro numérico sistematizado y completo sobre la actividad


económica y el rendimiento de un país a lo largo de un año. Allí se registran todos los flujos entre
las distintas unidades del circuito económico nacional, y de las mismas con el sector externo.
Trabaja con “valores agregados”, razón por la cual es un concepto clave para la macroeconomía;
los datos obtenidos constituyen un material de análisis indispensable para todos aquellos que se
interesan por la performance económica de un país, y con el tiempo sus resultados se ha
transformado en una referencia ineludible para los estudios y previsiones necesarias que apuntan su
mirada a tomar determinadas decisiones económicas. Gracias a la contabilidad nacional los
economistas pueden introducir la “cuantificación”, tanto para un análisis sobre la realidad como
para plantear modelos alternativos.
Es una herramienta de gran utilidad para los países, y su uso comienza a generalizarse una vez
finalizada la segunda guerra mundial; a partir de allí hubo muchos retoques al intento de
homogeneizar las cuentas nacionales, ya que de lo contrario sería imposible hacer comparaciones
del propio país a lo largo de los años, y menos aún entre distintos Estados. Para lograr este objetivo,
los sistemas de contabilidad nacional de la gran mayoría de los países se rigen por el patrón del
Sistema de Cuentas Nacionales establecido por Naciones Unidas (SCN) en su versión 1993, que
vino a sustituir a otra más antigua promovida en 1968. En cambio, todos los países miembros de la
Unión Económica Europea, que con esfuerzo han construido un importante grado de integración
económica, siguen las directrices, aún más precisas, marcadas por el Sistema Europeo de Cuentas
(SEC), cuya versión de 1995 substituyó a la más antigua de 1979.
La actividad de un país supone algo bastante complejo, en lo que aparece una gran cantidad de
fenómenos interrelacionados. Del normal funcionamiento de una actividad dependen las otras; de lo
contrario, imaginemos qué sucedería con la fabricación de pan si no se produjera trigo, o qué
ocurriría con la industria zapatera si no se obtuviera el cuero. Por esta razón adquieren vital
importancia las maneras de medir la actividad de los distintos sectores e interpretar su
interdependencia.
Si recordamos el circuito económico, nos vendrán a la mente en forma sintética las múltiples
actividades e interrelaciones que se producen entre los distintos sectores de la economía. Dentro de
ese circuito económico suceden muchas cosas, entre ellas el reparto del ingreso de los agentes
económicos entre ahorro y consumo, el equilibrio de los diferentes mercados y la articulación entre
flujos de dinero y stocks de bienes y servicio. Ahora bien, ¿cómo medimos esa corriente real de
bienes y servicios y su contrapartida en precios e impuestos? Es justamente la Contabilidad
Nacional, a través del Producto, el Ingreso y el Gasto, la que intenta describir de la manera más
acertada posible la producción, distribución y uso de los bienes y servicios dentro de una economía.
Es claro que no todas las actividades tienen las mismas características, ya que existen
actividades productivas, que contribuyen a la formación de la corriente de bienes y servicios, e
improductivas o de transferencia, que se refieren a la redistribución de bienes o a cambio en su
titularidad entre los miembros de una sociedad (compra de un automóvil usado que se trasfiere de
“x” a “”y”). Estas últimas actividades se excluyen de las grandes variables macroeconómicas, ya
que no constituyen pagos por algo efectivamente producido. También se excluyen las actividades
por las cuales las personas trabajan para sí mismas, como por ejemplo hacer una pared en su casa o
reparar algún electrodoméstico propio, ya que no existen informaciones estadísticas al respecto.
El “producto”, el “ingreso” y el “gasto” son tres maneras de medir la actividad económica de
un país, y deben dar un mismo resultado, ya que conforman caminos diferentes para medir lo
mismo; lo que ocurre es que cada una de estas formas de medir permite hacer un análisis distinto y
desagregado, lo que nos da un panorama formidable sobre cómo funciona la actividad económica
de un país.
Decir que estas magnitudes tiene que dar indefectiblemente un mismo resultado implica que
hay un conjunto de identidades contables en las tres medidas citadas, simplemente porque
necesariamente hay identidad entre los montos de créditos y de débitos de una cuenta de flujo
(ingreso de dinero cobrado por la venta de bienes y servicios y dinero en manos de los propietarios
de los factores de la producción para comprar esos bienes y servicios), y lo mismo ocurre con las
cuentas de stock (resultado entre el stock inicial y el stock final de bienes y servicios), ya que los
flujos de dinero que registran explican la evolución que presenta el stock involucrado entre el
comienzo y el final del período durante el cual se mide.
Para aclarar estos conceptos, los explicaremos con un ejemplo muy sencillo. Hagamos
abstracción y supongamos que en un país todos los sectores económicos concurren a las distintas
etapas de producción de un solo bien final: el pan.

Si se quisiera calcular la actividad económica de este país imaginario, podría intentarse


inicialmente a través de la suma de la producción de los distintos sectores, es decir el trigo, la harina
y el pan. Pero debe observarse que el trigo producido por el sector agropecuario constituye el
principal insumo del sector industrial, y la harina obtenida por el sector industrial pasa a ser la
materia prima elemental para la fabricación del pan. De esto se deduce que si sumáramos la
producción de los tres sectores, estaríamos duplicando y triplicando cantidades, pues la harina lleva
en sí el trigo, y el pan está compuesto por harina que a su vez deriva del trigo. Por lo tanto, los
bienes intermedios (trigo y harina) son parte de la “producción nacional”, pero al haber sido
utilizados en la elaboración de un bien final (el pan) no forman parte del “producto”.
Aquí ya podríamos redondear un primer concepto, el de que la “producción” no es lo mismo
que el “producto”, ya que la “producción” suma todo lo obtenido por los distintos sectores de la
economía, mientras que el “producto” hace referencia solamente a los bienes finales.
Intentando aclarar aún más estas ideas, explicaremos individualmente el producto, el ingreso y
el gasto, utilizando los datos del cuadro anterior.

El producto

Se llama “producto” al valor monetario correspondiente a la suma total de bienes producidos


por un país, menos las existencias iniciales y menos los insumos totales utilizados por los diferentes
sectores de la economía, o lo que es lo mismo, a la producción total de bienes finales, que en el caso
del ejemplo sería solamente el pan, ya que el trigo y la harina constituyen bienes intermedios.
Obsérvese que la producción está constituida de múltiples bienes y servicios sin relación entre sí, y
sumar productos heterogéneos asociándolos con la cantidad producida de cada uno de ellos no
tendría sentido; la única manera de hacer que la agregación sea homogénea es encontrar un
equivalente general, y es por eso que se utiliza los precios de mercado para medirlos; de allí lo del
“valor monetario” en que se mide el Producto.
Hay que insistir en este punto en la diferencia conceptual entre lo que es “producción” y lo que
es “producto”; si nos preguntamos cuál es la producción de un país, podemos contestar con certeza
que es la suma del trigo, la harina y el pan. Pero en el caso del “producto” hay que descontarle a la
producción total los insumos utilizados, porque de lo contrario, y como ya hemos dicho
anteriormente, estaríamos duplicando y triplicando cantidades, ya que en la harina está incluido el
trigo, y en el pan están incorporados el trigo y la harina. Por esta razón, el “producto” se puede
calcular a través de la suma de la producción de los distintos bienes para luego restarle los insumos
utilizados y las existencia iniciales, o directamente calcularlo por medio de la suma de los “bienes
finales”; en este último caso sólo habría que descontarle las existencias iniciales, ya que pertenecen
a la producción de otro período.

Otro aspecto que hay que destacar en el cálculo del producto, es que al restarle a la producción
total los insumos utilizados por los distintos sectores, lo que nos queda es el “valor agregado por
las empresas”, es decir todo aquello que las empresas van incorporando a través del proceso
productivo al ir transformando cada bien, y que analizaremos detalladamente cuando hagamos
referencia al ingreso.
Por lo tanto, otra forma de definir al “producto” es por medio del “valor agregado”.

El ingreso

Al definir el segundo concepto, es decir el “ingreso”, diremos que a través de él se obtiene el


mismo resultado que en el “producto”, pero la metodología de cálculo es diferente, ya que se suma
el “valor agregado” por las distintas empresas a lo largo de todo el proceso de producción. El
Ingreso se plantea como un principio la identidad con el Producto, porque del valor de todos los
bienes y servicios creados (excepto los destinados para el consumo intermedio), se generan los
ingresos que reciben aquellos que participan en el proceso productivo.
El valor agregado está constituido por la remuneración de los factores de la producción (salario,
rentas, intereses y beneficios), las amortizaciones de capital (dinero que se reserva para reemplazar
los bienes de capital que van quedando obsoletos) y los impuestos indirectos (aquellos que gravan
un hecho o un consumo, como por ejemplo el IVA); el valor agregado determina la cantidad de
dinero de que dispone la economía para distribuir entre los titulares de los factores de la producción,
como así también los ingresos tributarios que recibirá el Estado para hacer frente a sus gastos.

Cuanto mayor sea el valor agregado, mayores serán las posibilidades de mejorar el nivel de
vida de los habitantes; esto se ve claramente con el siguiente ejemplo: si un país produjera y
exportara cuero, constituiría la producción de una materia prima importante para muchas industrias,
pero su valor agregado será tan exiguo que dará trabajo sólo a un sector: el pecuario y a quienes
preparan el cuero para que esté en condiciones de ser enviado al exterior. Si en lugar de cuero se
produjeran zapatos, la cosa sería distinta, ya que estaría implícito que además de la materia prima,
surgirá un proceso de industrialización completo, que incluirá a todas las personas que participan en
su fabricación y empaque, amén de la reactivación de todas las industrias afines, como la de la fana,
la goma para suelas, los clavos, las cajas de cartón, etcétera.
Por esta razón es de suma importancia que un país elabore productos con un alto valor
agregado, pues de lo contrario sufrirá un crónico deterioro de los términos de intercambio con el
exterior, proceso por el cual se necesita exportar cada vez más materias primas para importar la
misma cantidad de bienes industrializados; si bien entre las décadas del 50 del siglo pasado y los
primeros años de este siglo los precios de los productos industrializados y de la tecnología han
aumentado de manera mucho más que proporcional al precio de las materias primas, es justo
reconocer que en los últimos años la situación se ha revertido bastante, particularmente en los
últimos 10 años, donde los precios de los commodities (materias primas vendidas a granel) han
crecido significativamente; nuestro país es uno de los grandes beneficiarios de este nuevo escenario.
Por último, hay que aclarar que no se incluyen los impuestos directos en el cálculo del
“ingreso”, porque son parte integrante de la “remuneración de los factores de la producción”, los
que luego deben ser calculados en base a la legislación tributaria vigente y abonados por sus
titulares al fisco. Por ejemplo, el impuesto a las ganancias debe ser pagado por una persona física o
jurídica que tenga un ingreso que esté alcanzado por ese tributo.

El gasto

En cuanto al tercer concepto, el del “gasto”, debe dar el mismo resultado que el “producto” y el
“ingreso”, y se obtiene a través de la suma de los bienes finales, es decir igual que el producto, pero
agrupando a esos bienes según su destino final. Si pensamos hacia dónde van los bienes producidos,
llegaremos a la conclusión de que algunos se dirigen al consumo privado (bienes consumidos por
los agentes económicos internos de un país), otros a la inversión pública y privada (algunos bienes
de invierten, por ejemplo el cemento para hacer un puente), otros son consumidos por el Estado, es
decir el gasto público, y por último hay algunos bienes que se venden al exterior (exportaciones);
para que la medición sea correcta, es necesario restarle al resultado obtenido el importe
correspondiente a las importaciones, ya que son bienes que se producen en el exterior, y por lo tanto
no son parte de la producción nacional. Cuando se toman exportaciones menos importaciones se
habla de “exportaciones netas”.

Lo que debe quedar bien claro es que la equivalencia entre las tres magnitudes a las cuales
hemos hecho referencia es inexcusable, y sólo podemos admitir alguna pequeña diferencia que surja
de una metodología dispar en la recolección de datos.

Por último, y para completar el tema de la “renta nacional”, debemos referirnos al porqué de
los adjetivos que acompañan al “producto”, al “ingreso” y al “gasto”, es decir a las distintas
variantes con las cuales se pueden presentar estas magnitudes.
Ellas pueden ser:
a. Bruto o neto

Bruto: contabiliza la inversión bruta realizada en nuevas plantas y equipos; esto significa que
no se han restado los bienes de producción o de capital que han quedado obsoletos en el proceso
productivo.
Neto: tiene en cuenta la inversión neta, es decir que se toma la inversión bruta y se le
descuentan los bienes de producción que han quedado obsoletos a lo largo del período analizado;
implica una expresión más realista, ya que tiene en cuenta que parte de los bienes de capital
incorporados van destinados a reemplazar a aquellos que se han desgastado en la actividad
productiva.

b. A costo de factores y a precio de mercado

A costo de factores: no tiene en cuenta a los impuestos con que se gravan a los bienes (IVA,
impuestos internos), ni los subsidios que reciben algunos productores. Es preferible el análisis con
esta variante para poder hacer comparaciones internacionales, ya que todos los países tienen
distintas estructuras tributarias.
A precio de mercado: incluye a los impuestos indirectos (los suma) y a los subsidios (los
resta) como parte del precio final del producto, es decir que se trabaja sobre precios de venta en el
mercado.

c. Interno o nacional

Interno: tiene en cuenta todo lo que produce un país dentro de sus fronteras, sin importar si
esta producción fue realizada por personas o empresas nacionales o extranjeras; es decir la actividad
realizada independientemente de la residencia del factor productivo que la genera.
Nacional: incluye el saldo de remesas “de” o “con” el exterior (la entrada de dinero
proveniente de personas y empresas nacionales que residen en el exterior, y que giran parte de sus
beneficios o dividendos al país de origen, menos la salida de dinero al exterior por parte de personas
y empresas extranjeras que residen en el país).

d. A valor nominal o a valor real

A valor nominal: es el valor monetario total de todos los bienes o servicios que produce un
país en un determinado periodo; no tiene en cuenta las modificaciones en los precios absolutos de la
economía durante el período analizado, lo que puede llevarnos a conclusiones erróneas, ya que
podría haber aumentado “nominalmente” (en números) el ingreso nacional, y a la vez haber caído
en “términos reales” (si es que la inflación del período ha sido mayor al incremento verificado en el
ingreso nacional).
A valor real: en este caso se produce una neutralización del proceso inflacionario, es decir que
las variables son “deflactadas” (se les quita la inflación del período analizado) para poder
compararlas con periodos anteriores. El “deflactor del producto” es un procedimiento por el cual se
divide al ingreso nacional nominal en un “índice de precio” vinculado a la inflación del período
analizado a los efectos de hallar el ingreso nacional real. Dicho de otra manera, el deflactor es un
elemento numérico que permite convertir a precios constantes una serie que se encuentra a precios
corrientes.
Supongamos que un país ha producido en el año 2012 una cantidad de 10.000 kilogramos de
pan, y que éste se ha vendido a un precio de $ 8 el kilo; si multiplicamos la cantidad por el precio
(10.000 x 8) obtendremos el ingreso nacional nominal ($ 80.000). Si en el año 2013 el nivel de
producción creció a 11.000 toneladas y el precio a $ 9,60 ¿cuál será el incremento real en el
producto?
En este último ejemplo la producción ha crecido en un 10% (de 10.000 a 11.000), mientras que
el precio lo hizo en un 20% (de 8 a 9,60), siendo el nuevo ingreso nacional nominal de $ 105.600
(11.000 x 9,60). Si lo vemos exclusivamente desde el punto de vista numérico, podríamos pensar
que el ingreso nacional ha crecido en un 32 % (de $ 80.000 a $ 105.600), pero la realidad es que,
para obtener el “ingreso nacional real”, hay que “deflactar” el nuevo precio correspondiente a 2013
al del año base (2012), es decir dividiendo 9.60 en 1.20 (el uno corresponde a la unidad y el 0.20 a
la inflación anual), con lo cual da nuevamente el precio de $ 8. Por último, se multiplica la nueva
cantidad (11.000 kilogramos) por el precio “histórico” ($ 8), con lo cual el ingreso real es igual a $
88.000, con lo que queda demostrado que el Ingreso Nacional Real sólo ha aumentado en un 10%.
En este ejemplo la situación es muy simple, ya que sabemos cual ha sido el precio histórico, por lo
cual el proceso consistente en “deflactar” sería innecesario. Pero el lector debe comprender que la
medición se hace sobre valores agregados correspondientes a una gran cantidad de productos, por lo
cual la inflación del período se toma como una media del incrementos general de los precios.
Podríamos decir que el Ingreso Neto Nacional Real por habitante (conocido usualmente como
ingreso per cápita) es la forma más objetiva de medir el bienestar general y nivel de vida de las
personas que habitan un país, y de hecho es a través de él que se establece el ranking de los Estados;
pero hay que hacer una serie de aclaraciones. La primera de ellas es que tener un ingreso per cápita
alto no implica que la distribución del ingreso sea adecuada, ya que podría estar acompañado por
una fuerte concentración de la riqueza, cosa que ocurre en muchos países. La segunda es que tener
un ingreso per cápita elevado no garantiza un alto nivel de consumo, ya que los precios de los
bienes y servicios del país analizado podrían ser muy caros.
Por último se podrían dar determinados hechos que mejoren el ingreso nacional y que a la vez
atenten contra el bienestar general; imaginemos que abogados y escribanos hacen valer su
influencia en el Congreso para que se sancione una ley que obliga a su intervención para cualquier
acto vinculado a la justicia y a la administración; sin dudas que esto incrementará el “valor
agregado”, con lo cual crecerá el ingreso per cápita; pero también afectará al resto de los habitantes
que no son beneficiarios de ese nuevo ingreso.

Bienestar Económico Neto y Felicidad Interna Bruta

Los defensores del sistema capitalista sostienen enfáticamente que la economía de libre
empresa ha permitido un crecimiento sostenido del producto bruto, lo que ha redundado en una
mejora sustancial en el nivel de vida de los pueblos. Pero por otra parte, los críticos argumentan que
la eficiencia a cualquier costo ha ocasionado peligrosas “externalidades” que ponen en riesgo el
futuro de la humanidad, como por ejemplo la polución, la contaminación, el deterioro del medio
ambiente y el exceso de trabajo. No hay que olvidar que para la economía las “externalidades” son
“actividades que afectan a otros, para mejorar la calidad de vida sin ser compensadas
monetariamente, como la vacunación gratuita a los empleados de una explotación industrial, o para
empeorar la calidad de vida sin que se paguen penalidades, como podría ser el derrame de líquidos
tóxicos a un río”. Como se podrá apreciar, la gran mayoría de las “externalidades” provocadas por
la actividad económica son negativas, y por ende son motivo de preocupación para muchas
organizaciones, sean gubernamentales o privadas, ya que pone en serio riesgo el futuro de la
humanidad.
Por esta razón, los economistas modernos han tratado de darle un enfoque más integral al
concepto del producto bruto, para que reflejara no sólo los aspectos negativos sino también aquellos
que son positivos, y han elaborado un nuevo concepto, el de “bienestar económico neto” (BEN.),
que si bien se basa en el producto bruto, excluye muchos componentes que no contribuyen al
bienestar del individuo e incluye a otros que sí. Así, el BEN tiene en cuenta como sustraendos a los
inconvenientes de la urbanización, la contaminación, los costes ecológicos y, como sumandos, a la
disminución de horas de trabajo, el aumento del ocio, etc.
Para dar un ejemplo de ello, podemos decir que si una persona que trabajaba 12 horas por día
decidiera reducir su jornada a ocho para dedicarle más tiempo al ocio o a la vida familiar, afectaría
al producto bruto en términos de eficiencia, pero sería una corrección positiva para el BEN, porque
mejorará la calidad de vida de los seres humanos en general. Lo contrario, un incremento en la
cantidad de horas trabajadas, sería exactamente el caso inverso, porque podrá aumentar la eficiencia
de la economía, pero a costa de un deterioro de las condiciones generales de vida de los
trabajadores.
El BEN también pretende obtener una estimación más ajustada del bienestar al contabilizar las
rentas no declaradas, el valor de actividades fuera de los mercados y deducir el costo social de
actividades nocivas, como la contaminación y el delito, que empeoran la vida de los seres humanos.
En definitiva, utilizar índices de bienestar en lugar de índices de riqueza es un primer paso para
introducir la dimensión ambiental y humana en el desarrollo.
Organizaciones internacionales como la ONU, ya están empezando a evaluar el impacto que
tendrían nuevas mediciones vinculadas al bienestar percibido por los ciudadanos de los diferentes
países. Incluso, Francia, Inglaterra y Chile ya han incorporado algunas mediciones sobre
“felicidad” en sus censos, intentando obtener datos que le permitan reflexionar sobre las
necesidades de sus habitantes, y que tienen que ver con un balance razonable entre lo espiritual y lo
material. Si bien el mundo está más preocupado por el progreso material, cada vez hay más
conciencia sobre el derecho de los ciudadanos a gozar de un bienestar más amplio y sobre el rol que
le cabe al Estado para velar por eso.
Bután, es un ejemplo de ello; este pequeño reino del Himalaya es pionero en tal sentido, ya que
desde hace más de 35 años mide la “felicidad interna bruta” a través de un cuestionario de 180
preguntas que incluyen, entre otras, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, bienestar
psicológico, salud, cultura, nivel de vida y relación con el gobierno. Según estas mediciones, Bután
es el país más feliz de Asia, y el octavo en el mundo. En base a los resultados de las encuestas se
van tomando decisiones para mejorar la calidad de vida. Así, por ejemplo, se decidió conservar uno
de los ecosistemas más intactos del mundo, formado por siglos de aislamiento, escasa población y
geografía inaccesible; el mismo podría ser una fuente inagotable de recursos, pero el país se decantó
hacia otros caminos: la actividad agrícola, la generación de energía hidroeléctrica (aprovechando
sus ríos caudalosos) y el turismo. Este último es el segundo ingreso para la economía nacional de
Bután. No hay cupo para el ingreso de turistas, pero se hace un control indirecto a través de una
tarifa mínima que se impone a las personas que llegan; esto llevó a un bajo volumen de ingreso de
turistas, pero también a un alto valor en cuanto al nivel del gasto per cápita, ya que estar en el país
cuesta entre 200 y 250 dólares por día, incluyendo alojamiento, comidas, guías y paseos. La TV e
Internet recién llegaron a Bután en 1999, y la consigna era aprovechar la innovación tecnológica,
pero siempre tratando de discernir sobre los contenidos. El impacto fue revolucionario, y los
funcionarios que tienen a cargo esta política aseguran que la Felicidad Interna Bruta es la mejor
inversión nacional.
Pero también existen otros índices que intentan morigerar la frialdad del Producto Bruto, como
el IDH (índice de desarrollo humano) que considera la expectativa de vida y el alfabetismo,
utilizando para el análisis el producto nacional bruto real, el ISH (índice de sufrimiento humano)
que considera diez parámetros (PNB per cápita, inflación, aumento de empleos, aumento de
población, acceso a agua potable, mortandad infantil, alfabetismo en adultos, suficiencia
alimentaria, suficiencia energética, libertad personal), el PNN (Producto Nacional Neto) que agrega
al PNB los valores negativos de agotamiento de bosques, suelo y petróleo, y el IBES (índice de
bienestar económico sustentable) que ajusta al PNB per cápita con las desigualdades que se
perciben en la distribución de ingresos; considera también la disminución de recursos naturales por
erosión y urbanización, el costo de la contaminación del agua y aire, y estimaciones del daño
ambiental por cambios globales.

El Producto Bruto Interno en Argentina

No es sencillo hacer una evaluación correcta sobre el nivel del Producto Bruto de nuestro país;
más aún con los cuestionamientos que se le hacen al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos
(INDEC) en cuanto a la medición de la inflación. Queda claro que si cambian los índices
inflacionarios, que según los institutos privados de estudios económicos cuanto menos duplican a
los índices oficiales, también se podrá hacer una serie de valoraciones diferentes medida a valores
constantes. Para explicarlo con más claridad, ya habíamos aclarado que para llegar al Producto
Bruto Real había que deflactar la variable llevándola a un año base; es la única manera de poder
comparar año a año su evolución. Veamos un ejemplo. Si imaginamos que hemos medido el PBI, el
cual asciende aproximadamente a los $ 5 billones de pesos, con una inflación del 10% a lo largo del
período analizado, al deflactarlo, el PBI real se reduciría a 4,54 billones de pesos (5/1.10); pero si la
inflación medida fuera del 25%, el PBI real alcanzaría sólo a 4 billones de pesos (5/1.25). Por eso es
tan importante que las estadísticas oficiales sean confiables.
Si se lo midiera en una moneda diferente, como podría ser el dólar (cosa que ha ocurrido de
manera sistemática en el país, las cosas parecen aclararse un poco más, pero se vuelven a complicar
si existe más de un tipo de cambio (oficial y paralelo). Si se calculara a un dólar oficial de $ 7,50, el
PBI real sería de 666.666 millones de dólares ($ 5 billones dividido 7.50); por el contrario, si se
tomara un dólar paralelo de $ 10.50, el PBI real estaría en los 466.200 millones de dólares ($ 5
billones de pesos dividido en 10.50). Como si esto fuera poco, medir estas magnitudes en una
“moneda fuerte” no es da una garantía absoluta, ya que la misma también podría apreciarse o
depreciarse en el mercado internacional, lo que alteraría una medición objetiva.
Como se verá, las dificultades son muchas. De todas maneras, y como para dar una pauta,
tomaremos algunas pautas oficiales graficadas y publicadas por el INDEC y la Presidencia de la
Nación.

En este primer gráfico se puede ver claramente el crecimiento del PBI entre los años 2003 y
2010. Más allá de las diferencias que puedan existir con algunas consultoras privadas, desde todos
los ámbitos económicos se admite que el crecimiento ha sido sostenido y a tasas muy importantes;
si se repasara la historia económica argentina nos costaría bastante encontrar un período similar.

Fuente: INDEC (www.indec.gov.ar)

En este segundo gráfico, las estadísticas va desde 1993 hasta finales de 2012; si se observa
cuidadosamente, hubo un crecimiento del PBI entre 1993 y 1998 (la mejor época de la
convertibilidad), luego un estancamiento y una disminución hasta el primer trimestre del 2002, y a
partir de allí la recuperación y un crecimiento más que significativo.
Un último comentario sobre este tema; hay que recordar que una cosa es que crezca el PBI real,
y otra muy distinta es que ese hecho sea acompañado por una mejor distribución del ingreso. En
relación a este punto hay que decir que es muy controvertido, ya que mientras el gobierno actual
sostiene que el crecimiento ha venido acompañado por una distribución más equitativa de la renta,
la oposición y la Iglesia Católica insisten en que los niveles de pobreza e indigencia no han
retrocedido, con lo cual están diciendo implícitamente que aumentó la “concentración de la
riqueza”. A este tema lo trataremos más adelante, intentando sacar conclusiones lo más objetivas
posibles.

Las grandes variables macroeconómicas

El consumo “agregado”

Se denomina “consumo” (del latín “consumere” que significa gastar, destruir) al gasto que
realiza una economía en su conjunto en bienes y servicios finales; se da en el proceso final del ciclo
productivo, cuando un bien o un servicio es de utilidad para el agente económico que lo adquiere.
Es un proceso circular, porque el hombre genera bienes para consumirlos, y el consumo de ellos
ocasiona una nueva etapa productiva. En los primeros años de su vida las personas consumen más
de lo que les ingresa (niños, jóvenes), mientras que al ingresar a la vida laboral los trabajadores
intentan consumir menos de su ingreso disponible para ahorrar pensando en su futuro.
El consumo es un componente sustancial de la demanda agregada, ya que constituye la parte
del ingreso disponible (ingreso total menos impuestos directos) que no se destina al ahorro. Tiene
importancia como hecho real, por la absorción de bienes y servicios por parte de la comunidad, y
como hecho monetario, por la corriente de dinero que circula en el circuito económico para el pago
de los mismos.
Sin dudas que una de las preguntas más importantes de la economía es ¿cuánto y cómo van a
consumir los individuos? Esto es así debido al importante peso relativo que tiene el consumo en el
PBI, que en la mayoría de los países más avanzados del mundo supera el 60%. La sola respuesta a
este interrogante terminará definiendo también el nivel de ahorro esperado, ya que el mismo surge
de la diferencia entre el ingreso disponible y el consumo.
Muchas fueron las construcciones teóricas sobre el comportamiento del consumo, pero quizás
algunas de las más importantes fueron desarrolladas en la década de 1950 por dos conocidos
economistas, el profesor de la Universidad de Chicago Milton Friedman1 , y por el profesor del
Massachusetts Institute of Technology (MIT) Franco Modigliani2 . Mientras Friedman la llamó
“teoría del consumo basada en la renta permanente”, Modigliani la denominó “teoría del consumo
basada en el ciclo vital”. Como sostienen Oliver Blanchard y Daniel Pérez Enrri3 , “al elegir la
expresión renta permanente, Friedman puso énfasis en que los consumidores no tienen únicamente
en cuenta su renta actual. Al elegir el término ciclo vital, Modigliani hizo hincapié en que el
horizonte natural de planificación de los consumidores es toda su vida”.
Como se podrá percibir, en ambos casos se ha pensado en “consumidores responsables”, es
decir en aquellos que planifican sus gastos teniendo en cuenta las expectativas y las posibilidades
futuras. Para ello hacen un análisis, que no tiene porque ser complejo, de su “riqueza total”, que está
constituida por la suma de su “patrimonio neto” (inmuebles, automóviles, títulos, a los que hay que
descontarle las deudas), que constituye un resguardo para cualquier imprevisto, y de su “renta
actual” (ingresos mensuales corrientes menos impuestos directos). Pero como también el
consumidor tiene el derecho a pensar que su “renta actual” se irá incrementando a lo largo de toda
su vida laboral, suele consumir pensando en su “renta futura” (ingresos esperados a mediano y largo
plazo menos los impuestos directos). Como el consumo es directamente proporcional a la “riqueza
total” y a las expectativas sobre la “renta futura”, el consumidor responsable gastará en relación a
ambos parámetros. Lo que aparece como poco probable, es poder distinguir con exactitud los
efectos que individualmente tienen la “riqueza total” y la “renta futura” sobre el consumo. De todos
modos hay muchos avances en este campo gracias a la utilización de “experimentos naturales”, que
permiten contrastar una teoría o predecir un comportamiento.
En cuanto al consumo de las economías domésticas, no es sencillo establecer su consumo
individual, ya que dependerá de los gustos, de las expectativas y del ingreso, pero para estimar la
variable macroeconómica “consumo” se utiliza la “ley de medias”, que establece que el
comportamiento medio de los grupos es mucho más predecible que el comportamiento medio de
cada individuo, es decir que las diferencias individuales van desapareciendo cuando se va
analizando el comportamiento global de una población.
Sin proponérselo las familias, en su rol de consumidoras, van moderando las fluctuaciones
propias que tiene la economía; dicho en otros términos, coadyuvan a aplanar los ciclos económicos
(lapsos de tiempo en que la actividad económica crece significativamente, luego entra en una
meseta, y por último se deprime), ya que si el ingreso nacional enfrenta una tendencia a la baja
tratan de mantener su nivel de vida acostumbrado, para lo cual deberán contraer créditos o utilizar
ahorros.
Es decir que el consumo es un verdadero estimulante de la economía, ya que el ser humano
tiene una insatisfacción permanente, y cuantos más bienes tiene más quiere, e incluso mucho más
sofisticados (es lo que se conoce como la “sociedad de consumo”); por esta razón tienen tanta
importancia en la actualidad los medios masivos de comunicación, ya que a través de ellos se
“venden” imágenes de felicidad vinculadas a la cantidad de bienes que se posee.

Determinantes del consumo

a) los precios: el consumo es inversamente proporcional al precio, es decir que a mayor precio
menor será el consumo (siempre bajo la condición coeteris paribus)
b) el ingreso disponible: cuando aumenta el ingreso disponible de la población crece el nivel
de consumo. En este caso, el ingreso es directamente proporcional al consumo
c) la tasa de interés: la tasa de interés muy positiva (varios puntos por encima de la inflación)
retrae el consumo, porque las economías domésticas prefieren ahorrar por el beneficio que
ello implica, sacrificando un consumo actual en búsqueda de un consumo mayor en el
futuro. Si la tasa de interés es negativa, el consumo aumenta, ya que los agentes
económicos bien informados no querrán ahorran en las entidades financieras, por la sencilla
razón que su capital se irá erosionando con el simple paso del tiempo.
d) la publicidad: con la gran expansión de los medios de comunicación, la publicidad ha
pasado a tener un rol esencial en los niveles de consumo; es de vital importancia para la
comercialización, generando nuevas necesidades en la población
e) la financiación: buenas condiciones de financiamiento, en cuanto a tasa de interés y plazo,
contribuyen al incremento en el consumo
f) las expectativas y la confianza en el sistema: cuando existe confianza en el sistema, las
economías consumen y se endeudan; pero si las expectativas son negativas, se suele esperar
para consumir en un momento más adecuado.
Hay que valorar que en la actualidad muchas organizaciones, públicas y privadas,
particularmente defensoras del medio ambiente y de la mejora en la calidad de vida de los
trabajadores, hablan de “consumo responsable”, en el que se introduzcan determinados valores
como una variante importante a la hora de optar por uno u otro producto. Hacen especial énfasis en
la “austeridad” como un valor indispensable para que el consumo sea ecológico, pero también para
detener el crecimiento económico desenfrenado que afecta al medio ambiente; por otra parte,
critican el “consumismo” que cree alcanzar el bienestar y la felicidad a través de la acumulación de
bienes.
El consumo ecológico se apoya fundamentalmente en las famosas tres consignas, “reducir”,
“reutilizar” y “reciclar”; pero también hablan de un consumo solidario en el que cual tiene un rol
central el “comercio justo”, y en el cual se analiza las relaciones sociales y condiciones laborales en
las que se han elaborado los productos o se han producido los servicios. Se trata de pagar lo justo
por una tarea realizada, tanto a trabajadores nacionales como extranjeros, eliminando la
discriminación de cualquier tipo, y potenciando alternativas de integración que procuren un nuevo
orden económico internacional.

La función del consumo

Se llama “función del consumo” a aquella gráfica que muestra la relación entre el nivel de
gasto de consumo y el nivel de renta disponible. Veamos un ejemplo:

De este cuadro podemos obtener algunas conclusiones interesantes. La primera de ellas es que
los sectores de rentas menores consumen el total de su ingreso disponible, y en muchos casos el
nivel de gastos supera al del ingreso por lo cual se endeudan (ahorro negativo o desahorro, como en
el caso del primer tramo, en el cual el ingreso es de $ 5000). La segunda es que a mayor ingreso
disponible hay mayor consumo en términos absolutos (en dinero), no en porcentajes (como es
mayor el ingreso, el porcentaje de ingreso que se destina a consumo es cada vez menor); esto parece
bastante lógico, ya que al mejorar el nivel de renta de los agentes económicos, los mismos podrán
acceder a la satisfacción de otro tipo de necesidades mejorando su estándar de vida, cosa que antes
se le hacía imposible; es decir que el consumo agregado es una función derivada del ingreso
disponible.
En base a estos datos se puede representar la función del consumo.

La función del consumo está constituida por todos los puntos de intersección entre ingreso
disponible y consumo (A, B, C, D y E). La recta de 45 grados nos ayuda a localizar el punto de
nivelación, donde consumo e ingreso disponible son iguales (punto B); una curva típica de consumo
sólo en un punto coincide con la recta que nos sirve de referencia. Antes de ese punto, el consumo
es mayor que el ingreso disponible, por lo que existe un desahorro (el punto A), mientras que todos
los puntos posteriores muestran un ingreso disponible superior al consumo, lo que genera ahorro (C,
D y E). Cada punto de la función del consumo indica el consumo deseado a cada nivel de ingreso
disponible.
La conclusión es que si la función del consumo se encuentra por encima de la recta de 45
grados, ese tramo de ingreso de la economía está endeudándose, mientras que los tramos de
ingresos que se encuentran por debajo de la recta, están ahorrando.

La propensión al consumo

Todos los agentes económicos consumen, y aquellos que pueden porque su ingreso disponible
lo permite, ahorran una parte del mismo. A la relación media entre “ingreso disponible” y
“consumo” se la denomina “propensión al consumo”, y hace referencia al porcentaje del ingreso
disponible (ingreso total menos impuestos directos) que los agentes económicos dedican al
consumo; ¿por qué se descuentan los impuestos directos? Porque no son parte del dinero disponible
que tiene un agente económico para el consumo; si una persona tiene un ingreso elevado o un gran
patrimonio, parte del mismo tendrá que aportarlo al Estado como impuesto a las ganancias o a los
bienes personales, razón por la cual disminuirá su capacidad de consumo. Claro está, que mientras
disminuye el consumo privado por la tributación a favor del Estado, aumenta en la misma
proporción el consumo público.
La expresión “propensión al consumo” fue acuñada por Keynes en su “Teoría general del
empleo, el interés y el dinero” publicada en 1936.

Vemos en este ejemplo que del total del ingreso disponible ($ 12.000) se utiliza en consumo $
9.600, lo que significa una propensión al consumo del 80% (tomando al ingreso disponible como la
unidad, la propensión al consumo sería de 0.80), y el porcentaje se obtiene por medio del cociente
entre consumo e ingreso disponible, multiplicado por 100.

Si volvemos al cuadro anterior y calculamos la propensión al consumo en todos los niveles


podremos hacer algunas consideraciones.

Al ir aumentando el ingreso disponible aumenta el consumo en términos absolutos (en pesos),


pero a su vez va disminuyendo la “propensión al consumo” en la misma medida en que aumenta la
“propensión al ahorro”, porque a mayor ingreso existe más posibilidad de que haya excedentes para
ahorrar. Esto es así porque la propensión al consumo se mide en términos de porcentaje, y cuanto
mayor es el ingreso menor será el porcentaje destinado al consumo.

Esto se puede sintetizar del siguiente modo:


a) El consumo es directamente proporcional al ingreso disponible (al aumentar el ingreso
disponible aumenta el consumo).
b) La propensión al consumo es inversamente proporcional al ingreso disponible (al aumentar
el ingreso disminuye la propensión al consumo en términos porcentuales).
c) Se cumple la “ley de Engel” (planteada por el alemán Ernst Engel en 1857), que sostiene
que “las partes reservadas para gastos de consumo crecen en valor absoluto a medida que
aumenta el ingreso disponible, pero su porcentaje con relación a este último decrece
constantemente”.

Propensión marginal al consumo

Se llama propensión “marginal” al consumo, al porcentaje de un ingreso “adicional” que se


destina al consumo.
Supongamos que el Estado, de manera excepcional, decide otorgar una retribución especial a
todos sus agentes del orden de los $ 1.000 como suma fija, más allá de lo que ganen por el escalafón
en el cual se encuentren o el trabajo que realicen. El comportamiento respecto al consumo que
tendrán los individuos con este ingreso adicional variará según el nivel de renta anterior de cada uno
de ellos.

Si analizamos el escalón de ingresos más bajo ($ 5.000), veremos que la “propensión marginal
al consumo” es del 100%, porque antes de la retribución especial, la “propensión al consumo” era
del 120% (se estaba endeudando porque el consumo superaba al ingreso disponible); por esta razón,
el adicional será utilizado para cancelar deudas o para nivelar el ingreso con el egreso. Pero en los
niveles de renta más elevados, donde la propensión al consumo ya era inferior al 100%, no se
consume el total de la renta adicional, ya que sus necesidades más elementales estaban cubiertas de
antemano, por lo que comienzan a satisfacer otras, propias de un mayor status económico, y el
sobrante lo agregan a sus ahorros.
Por esta razón, cuando el Estado decide establecer subsidios o transferencias a las familias
como modo de alentar el consumo privado, y por ende alcanzar la tan mentada reactivación
económica, los suele dirigir hacia los sectores de menores ingresos, ya que tienen una “alta
propensión marginal al consumo”; con ello permitirá incrementar la demanda agregada de bienes y
servicios, y los productores también se verán obligados a demandar más factores de la producción
(trabajo, recursos naturales y capital), generándose un efecto multiplicador de ingresos en la
economía, que si no es neutralizado por el proceso inflacionario, terminará incrementando el
ingreso nacional.
En conclusión, la propensión marginal al consumo es igual o mayor al 100% (1 si tomamos al
ingreso como la unidad) en los estratos económicos más bajos, y va disminuyendo mientras mayor
es el ingreso disponible.

El ahorro

Se llama ahorro a la parte del ingreso disponible que no se dedica al consumo. Es directamente
proporcional al ingreso, lo que significa que a mayor ingreso mayor ahorro, tanto en términos
absolutos como porcentuales.
El ahorro del sector familias más el ahorro del sector empresas constituye el ahorro privado, y
si a éste le sumamos el ahorro del gobierno nos encontramos frente al ahorro nacional.

El hecho de que el ahorro sea igual al ingreso disponible menos el consumo (ID-C) nos permite
derivar una nueva relación: la función del ahorro.
Como utilizaremos el ejemplo dado anteriormente, es decir el mismo cuadro y los mismos
números, la función del ahorro será una imagen simétrica de la función del consumo, porque ambas
terminan midiendo el ahorro de una economía:
Si unimos todos los puntos de intersección entre ingreso disponible y ahorro obtendremos la
“función del ahorro”. Obsérvese que inicialmente ante un ingreso de $ 5.000 se produce un
desahorro de $ 1.000 (punto A), pero posteriormente ante un ingreso de $ 8.000 se nivelan la renta y
el consumo (punto B), y a partir de allí se va produciendo un ahorro que se irá incrementando en
tanto y en cuanto aumente el ingreso.
Esto implica que todo punto que se encuentre por debajo del eje paralelo a la abscisa indica que
esos tramos de ingreso de la economía están desahorrando, mientras que los que se encuentren por
encima denotan un ahorro que va creciendo en la misma medida en que crece el ingreso. En una
palabra, cada punto de la función indica el ahorro deseado por la economía a ese nivel de ingreso
disponible.
Aclarando lo expresado previamente de que las funciones son simétricas, lo que quiero decir es
que ambas funciones, la del consumo y la del ahorro, son gemelas, ya que lo que nos muestran en
definitiva son los niveles de ahorro y desahorro a cada uno de los ingresos disponibles.

Determinantes del ahorro

a) El nivel de ingreso: a mayor ingreso disponible, mayor ahorro; cuanto mayor es el ingreso,
se van satisfaciendo más necesidades, y comienzan a quedar excedentes que van dirigidos al ahorro.
b) Los rendimientos financieros: cuando la tasa de interés es muy positiva (por encima de la
inflación) se incrementa el ahorro, ya que las economías domésticas prefieren diferir el consumo
tentados por los elevados rendimientos financieros. La influencia de este determinante se ve
claramente en el análisis de los países con elevada inflación, ya que las economías domésticas no
tienen seguridad de recuperar sus ahorros actualizados, por lo cual consumen más adelantándose a
los futuros aumentos de precios, o ahorran en moneda extranjera. La economía argentina de los
últimos 50 años es un claro ejemplo de ello.
c) La confianza en el sistema: cuando hay estabilidad económica y seguridad jurídica, los
habitantes de un país confían sus ahorros al sistema financiero, ya que saben que su dinero no
pierde poder adquisitivo y que lo tendrán disponible cuando lo necesiten; esta es una de las claves
para alcanzar un sistema financiero sólido, confiable y partícipe del crecimiento.

La propensión al ahorro

La “propensión al ahorro” indica el porcentaje del ingreso disponible que se destinará al ahorro.
Es una función creciente del ingreso, ya que al aumentar la renta disponible se incrementará el nivel
de ahorro, tanto en términos absolutos como en términos de porcentaje.

Si miramos atentamente el cuadro anterior, podremos apreciar que al ir aumentando el ingreso


disponible comienza a caer la “propensión al consumo”, y por lógica a aumentar la “propensión al
ahorro”.

Propensión marginal al ahorro

Es el porcentaje de un ingreso “adicional” que se destina al ahorro. Cuanto menor es el ingreso


disponible, menor es la propensión marginal al ahorro, ya que al tener necesidades insatisfechas la
totalidad del ingreso “adicional” se va a dirigir a incrementar el consumo.

El cuadro nos muestra que la “propensión marginal al ahorro” va creciendo a medida que
aumenta el ingreso disponible, teniendo un comportamiento inverso a la “propensión marginal al
consumo” que se va reduciendo; esto es así porque las familias que disponen de un elevado ingreso
disponible, al tener cubiertas sus necesidades más importantes, dedican la mayor parte de un
“ingreso adicional” para el ahorro.
La inversión

La “inversión” es un concepto muy amplio y que admite distintas acepciones. Puede referirse a
la utilización de un capital financiero con el objetivo de incrementarlo; también podemos referirnos
a una inversión financiera que apunta a comprar títulos públicos, acciones de sociedades anónimas
o constituir un plazo fijo con la idea de obtener dividendos o intereses que incrementen el monto del
capital original. Cuando un agente económico decide realizar una inversión debe tener en cuenta el
rendimiento que le generará, el riesgo que implica, la incertidumbre sobre el futuro y el tiempo en
que la mantendrá.
Es importante aclarar que para que sea considerada como tal, en una “inversión” debe existir
una diferencia de tiempo entre el momento en el cual un agente económico realiza la erogación y el
momento en el cual recibe el beneficio; si ambos hechos fueran simultáneos se estaría hablando de
una compra en el cual una de las partes recibe un beneficio inmediato (una empresa compra a un
muy buen precio un inmueble para agrandar la planta de producción sacrificando su liquidez). Esta
circunstancia de tiempo, supone que el agente económico que tomó la decisión de invertir está
resignando un beneficio presente con el objetivo de obtener un beneficio mayor en el futuro.
Ahora bien, cuando hablamos de un país, la economía se ve como un todo, y por ello
denominaremos “inversión” a la diferencia existente entre el capital productivo en un momento y
otro. Desde el punto de vista macroeconómico hace referencia al aumento de la cantidad de bienes
de capital tangibles de la sociedad. Esto es importante aclararlo, ya que para las “economías
domésticas” o “familiares” hablar de inversión podría implicar la compra de una casa o un terreno,
pero desde el punto de vista de la economía en su conjunto este tipo de transacciones sólo
constituye una “transferencia” de titularidad entre quien compra y quien vende; es decir que visto
desde la macroeconomía sólo se habla de “inversión” cuando se crea un capital real.
La diferencia entre el capital social de un país entre un año y otro puede ser positiva o negativa;
en el primer caso se ha producido una “inversión” y en el segundo una “desinversión”. Por otra
parte, se dice que la inversión “constituye” cuando incrementa el capital y “reconstituye” cuando
sirve sólo para reponerlo. Cuando tomamos la “inversión bruta” realizada y le restamos las
amortizaciones destinadas a reponer el capital consumido en el período, nos encontramos frente al
concepto de la “inversión neta”. Esto significa que la inversión bruta siempre es positiva, en
cambio la inversión neta puede llegar a ser negativa (la reposición de los bienes de capital no
alcanzan a cubrir a aquellos que han quedado obsoletos en el proceso productivo).
Para partir de un análisis lógico, quienes más invierten son las empresas del sector privado, y
cualquiera de ellas que tome esa decisión tendrá como objetivo obtener un beneficio, por lo cual
sólo realizará la inversión en bienes de capital cuando los beneficios esperados de su vida útil sean
superiores a los costos de adquisición e instalación.
Tan importante es el volumen total de la inversión de un país que su efecto multiplicador
permite mantener o incrementar la demanda de bienes de consumo, y por ende el nivel de actividad
y empleo. Como planteaba Keynes, si disminuye la inversión se origina un paro económico, y para
que haya inversión genuina previamente debe generarse un proceso de ahorro, ya que las empresas
suelen acudir al sector financiero a solicitar préstamos, lo que sólo será posible si previamente los
bancos, que actúan como intermediarios, han recibido ahorros. Por eso se dice que siempre ahorro
es igual a inversión. Cuando la tasa de ahorro de un país es muy baja se produce una caída de la
inversión, con las consecuencias negativas que este proceso implica. En muchos casos, cuando la
tasa de ahorro interna es muy baja, se suele recurrir al “ahorro externo”, que supone una deuda con
el sector externo que hay que honrar.
Ahora bien, hay que reconocer que los guarismos correspondientes a la inversión son
fluctuantes en cualquier economía del mundo, pues cada uno de los niveles en que se ubique
suponen una expectativa diferente de producción de bienes, y como no se puede predecir la
demanda futura, la inversión dependerá fundamentalmente de las condiciones económicas que le
dan marco no sólo al mercado, sino también a las relaciones económicas en general (política
crediticia, política impositiva, confiabilidad del sistema, seguridad jurídica, beneficios fiscales).
Las variaciones de la inversión, al constituir un gran componente del “gasto” (recuérdese el
concepto de “gasto” tratado en la contabilidad nacional), pueden afectar considerablemente a la
demanda agregada, lo que a su vez influye en la producción y el empleo. De este modo cumple un
doble papel, afectando a la producción a corto plazo por su influencia en la demanda agregada, e
incidiendo en los niveles de producción potencial y en la oferta agregada a largo plazo a través de
su impacto en la formación de capital.
Hay que reconocer que en el mundo hay países más previsibles que otros, y en este punto
Argentina tiene una materia pendiente; debe hacer una profunda autocrítica, ya que si desea
combatir con éxito la reducida tasa de inversión que la afecta desde hace muchos años, sólo podrá
hacerlo mostrándose frente a los posibles inversores, sean nacionales o extranjeros, como un Estado
con una economía confiable. En definitiva, debe transformarse de una vez por todas en un país
serio, previsible, estable política y socialmente, respetuoso de los contratos y de los derechos
adquiridos. Sólo de esta manera se podrá seguir creciendo y mejorando el bienestar de su gente.

Determinantes de la inversión

Existen una gran cantidad de variables que influyen sobre la inversión; destacaremos sólo las
más importantes:
a) La demanda de bienes y servicios: cuando aumenta la “demanda agregada” existe un gran
incentivo para invertir por parte de las empresas, ya que las mismas pueden obtener
mayores beneficios haciendo un esfuerzo productivo adicional; por el contrario, cuando las
fábricas permanecen ociosas, las empresas no tienen necesidad de adquirir más bienes de
capital, de construir una nueva planta o de tomar más personal, por lo que la inversión no
mejora.
b) La tasa de interés en relación al rendimiento del capital: si la tasa de interés es muy positiva
(varios puntos por encima de la inflación) la inversión se verá desalentada, ya que será
bastante difícil encontrar proyectos rentables. Este análisis se realiza comparando el costo
del dinero (tasa de interés) con los beneficios que pueden generarse a través de la inversión;
si la diferencia no es sustancial, será muy difícil que las empresas pongan en marcha algún
proyecto, ya que preferirán no correr con los riesgos económicos y técnicos que supone una
actividad productiva.
c) La política fiscal: la ingeniería impositiva de un país puede afectar la estructura de costos
de las inversiones, por lo cual si los impuestos son de una magnitud considerable se
desalentarán proyectos; hoy por hoy, y como producto de la globalización económica, las
empresas buscan los menores costos fiscales y abren sus plantas en aquellos países en los
cuales se les ofrecen mejores condiciones para invertir; la política de eximir de algunos
impuestos a las nuevas inversiones ha provocado una serie de controversias, ya que
diferentes Estados “compiten” ofreciendo mayores beneficios a las empresas que quieren
radicarse dentro de su territorio, y éstas, al tomar conciencia de su importancia como
demandantes de “trabajo” en zonas donde hay altos índices de desocupación o una reducida
actividad económica, presionan significativamente para obtener condiciones más
ventajosas, ocasionando un “sacrificio fiscal” difícil de mensurar para los países. De todas
maneras, en estos casos habrá que hacer una evaluación entre el sacrificio fiscal inicial en
que incurre el estado y los beneficios que podría obtener en el futuro cuando la inversión ya
sea un hecho.
d) La aparición de nuevos productos: el surgimiento de bienes novedosos, inéditos o de
mayor tecnología, favorece la inversión, ya que aparecerán nuevos interesados en
producirlos y comprarlos. En cuanto a este punto, aquellas personas y/o empresas con
capacidad de inventar cuentan con una ventaja comparativa, lo que las posiciona muchos
mejor que sus competidores. Esto es de una importancia tal, que es cada vez más frecuente
hablar de “capital intelectual”; incluso las grandes empresas ya contabilizan en su haber los
denominados “activos intelectuales”, dentro de los cuales se cuentan el personal con
capacidad para producir innovaciones técnicas y las patentes obtenidas por la firma.
e) Las expectativas: invertir es apostar al futuro, por lo cual la expectativa de un futuro
promisorio para la economía de un país favorece el proceso. Si las empresas estiman que se
agravarán las condiciones de un determinado mercado, serán reacias a invertir.
f) La seguridad jurídica: es un aspecto de suma importancia, ya que hoy por hoy las empresas
transnacionales sólo invierten en aquellos países que les garantizan estabilidad jurídica y la
posibilidad de girar dividendos a sus casas matrices.
g) El ahorro: como ya hemos dicho anteriormente para que haya inversión previamente debe
haber ahorro.

Así, la inversión se puede plantear a través de la siguiente función:


I = F (demanda agregada, tasa de interes, política fiscal, nuevos productos, expectativas,
seguridad jurídica, tasa de ahorro).

La curva de demanda de la inversión

Ya hemos sostenido que hay un conjunto de variables que influyen sobre la inversión, pero la
relación más estrecha es con la “tasa de interés”; la tasa de interés vigente depende de las
expectativas inflacionarias y de la seguridad del sistema financiero, pero fundamentalmente de la
política monetaria llevada adelante por la autoridad monetaria de un país (en Argentina es el Banco
Central, fundado en 1935), que es en definitiva la que determina la cantidad de dinero circulante de
que dispondrá la economía. Cuando la actividad se encuentra deprimida, el gobierno busca darle
“liquidez” a la plaza, generalmente a través de la reducción del encaje bancario o por medio de la
recompra de títulos públicos (en ambos casos aumenta la oferta monetaria y cae la tasa de interés), y
cuando hay riesgos de un desborde inflacionario aumenta el encaje o coloca títulos públicos a los
efectos de “secar” la plaza; lo que no se debe olvidar es que la política monetaria dependerá en gran
medida de la política económica que se esté implementando.
Para explicar cómo se comporta la curva de demanda de la inversión a lo largo de un período,
plantearemos un ejemplo en el cual hay cuatro proyectos que se desean poner en marcha, y
supondremos que la tasa de interés que deben enfrentar es del 10% anual; con respecto a las otras
variables supondremos que se mantienen constantes.
Teniendo en cuenta los valores de este cuadro, los proyectos “A” y “B” son muy rentables, ya
que por cada $ 1.000 invertidos se obtiene un beneficio anual de $ 700 y $ 300 respectivamente.
En el caso de “C” la decisión se hace mucho más compleja, pues si bien existe un beneficio
anual de $ 50 por cada $ 1.000 invertidos (5%), cualquier alteración en los costos que pudiera
surgir, pondría en peligro la exigua ganancia, mientras que el proyecto “D” es irrealizable a esa tasa
de interés.
Veamos qué ocurriría con los mismos proyectos si la tasa de interés fuese del 20%. Ante esta
nueva situación, el proyecto “C” quedará desechado, ya que ponerlo en marcha ocasionaría una
pérdida anual de $ 50 por cada $ 1.000 invertidos.

La diferencia entre el ingreso anual y el costo anual es el beneficio neto, que si es positivo
alienta nuevas inversiones, y si es negativo implica una descapitalización que terminará afectando al
proyecto.
Si trasladamos estos datos correspondientes a los proyectos de inversión a un gráfico, veremos
que la inversión es inversamente proporcional a la tasa de interés, es decir que a mayor tasa menor
inversión.
Si la tasa de interés fuera del orden del 10%, el nivel de inversión planeado rondará los 12
millones de pesos (proyectos “A”, “B” y “C”), pero si la tasa aumentara al 20% la inversión caerá a
6 millones, pues el proyecto “C” (6 millones) no se concretará. En definitiva, mientras mayor sea la
tasa de interés real menor serán los incentivos para invertir.
La curva de demanda de la inversión está conformada por todos los puntos de intersección
entre la tasa de interés y la cantidad de dinero invertido; si aumenta la demanda de bienes y
servicios también aumentarán los deseos de invertir de los productores, por lo cual la función de la
inversión se desplazará a la derecha de la anterior aumentando los niveles de oferta agregada
(mayor disponibilidad de bienes y servicios), mientras que si aumentan los impuestos a la
producción o hay pesimismo sobre el futuro de la economía la curva se desplazará a la izquierda,
con la consecuente disminución de la oferta agregada.
Por último, podemos hacer una división entre la inversión inducida y la inversión autónoma.
Se llama inversión inducida a aquella que es una función directa de la demanda de bienes y
servicios, lo que significa que si aumenta la demanda de un bien inmediatamente existirán más
incentivos para aumentar su producción. Este tipo de inversión, que tiene relación directa con el
ingreso nacional, supone un menor riesgo, ya que se basa en un hecho que está comprobado en el
mercado; de todas maneras las conclusiones no son definitivas, ya que podrían reducirse la
demanda en el futuro por alguna circunstancia excepcional, lo que provocaría acumulación de stock
y una menor demanda de factores de la producción. Por otra parte, la inversión autónoma hace
referencia a los proyectos de inversión que dependen de la creatividad de quienes los llevan a cabo,
y supone un riesgo técnico y económico; “técnico”, porque pueden producirse fallas en el proceso
de fabricación que haga fracasar el proyecto, y “económico”, porque el producto puede no tener la
aceptación que se presumía en el mercado.

Determinación de la producción a través del ahorro y la inversión

Ya hemos visto que el ahorro y la inversión dependen de algunos factores comunes y de otros
diferentes; por esta razón, y para simplificar el análisis de este tema que a veces se hace difícil de
comprender, consideraremos un modelo en el que la inversión es una variable “autónoma” (no
inducida por la demanda), y que siempre será del mismo orden, independientemente de los niveles
del producto bruto que se registren.
Imaginemos que la inversión prevista para un país para el año siguiente sea en $ 500 millones
de pesos, cualquiera sea el producto bruto y/o las circunstancias económicas; en este caso, la
inversión tendrá que ser una recta horizontal y siempre a la misma distancia del eje de las abscisas.
En este gráfico vemos que la curva de la inversión (I-I) corta a la curva del ahorro (A-A) en el
punto “E”, que es el que representa el nivel del “producto” de equilibrio. ¿Por qué será esto así?
porque “E” es el único punto en que el ahorro deseado (el segmento M-E) es igual a la inversión
deseada; esto se nota claramente en el gráfico porque el segmento correspondiente al ahorro en ese
punto es igual al de la inversión. En este caso se satisfacen los planes de todos, las empresas no
acumulan stock ni se ven en la necesidad de producir más; pueden colocar toda su producción y no
se ven en la necesidad de reducir su personal.
Veamos ahora qué ocurriría si el nivel del producto bruto fuera otro. Si el producto bruto
estuviera por debajo del nivel de “M”, es decir en cualquier punto de la línea que va desde “B” a
“M”, como es el caso del segmento DD, los niveles de ahorro estarán por debajo de las necesidades
de inversión (véase que en esta zona el segmento del ahorro, que es en definitiva el grado en que se
va abriendo la curva, es más pequeño que el de la inversión, que sigue siendo siempre el mismo), lo
cual indica que las familias están ahorrando poco; por esta misma razón hay un exceso de consumo
que genera un aumento de la producción por parte de las empresas que hace que los niveles de
producto bruto se vayan desplazando hacia la derecha hasta llegar a “M”, es decir al equilibrio.
Ahora bien, si la cosa fuera al revés, y el nivel del producto bruto estuviera a la derecha de “M”,
como es el caso del segmento GG, los niveles de ahorro de las economías domésticas estarán por
encima de los deseos de inversión de las empresas (véase que a la derecha de “M” el segmento de
ahorro es mayor a de la inversión), por lo cual, al existir un ahorro exagerado (bajo consumo) las
empresas verán cómo se acumulan sus existencias, por lo que ya no necesitan producir tantas
unidades; van dejando libres a algunos factores de la producción, fundamentalmente trabajadores.
De allí en más, y al caer los niveles de producción, el producto bruto se va desplazando a la
izquierda hasta buscar su equilibrio en el punto “M”.
En definitiva, la igualdad entre la oferta y la demanda global depende del ajuste entre al ahorro
agregado y la inversión autónoma, pero nada garantiza que este equilibrio se produzca automática y
continuamente; en el caso del ahorro, sus variaciones dependen del “ingreso agregado”, del modo
en que está distribuida la renta, de la política fiscal del gobierno y de las expectativas que tiene la
economía sobre la evolución de los precios; por su parte, la inversión tiene un carácter multiforme,
que le confiere un elevado grado de inestabilidad, y su dinámica está muy vinculada a la
confiabilidad macroeconómica y a las expectativas de crecimiento.
Sin embargo, cuando el sector empresas decide invertir exactamente el mismo monto que la
sociedad ha ahorrado, se alcanza el equilibrio general de la actividad económica.
Por estas razones, “M” es considerado el “nivel de equilibrio del producto”.
Determinación de la producción a través del consumo y la inversión

A través del consumo y la inversión también se puede mostrar cómo se determina la cantidad
producida y el nivel de equilibrio del producto.

El gráfico muestra una función de consumo como la que ya hemos visto anteriormente, que
muestra los deseos de consumo agregado a cada nivel de renta disponible (C-C). Además de la
función del consumo, hemos trazado la función de la inversión, que como dijimos en el ítem
anterior, la tomaremos como una variable autónoma del modelo, y que por esta razón se conformará
en una línea paralela a la función del consumo, con lo cual crecerá significativamente la demanda
agregada (“C” + “I”). Por su parte, la línea de 45 grados (línea de referencia), que es indispensable
para trazar la función del consumo, nos ayudará a ubicar el nivel de equilibrio del producto.
En esta situación podemos apreciar que hay solo un punto en el cual la función del “gasto total”
(consumo más inversión “C” + “I”) corta a la recta de 45 grados. Éste, que hemos denominado con
la letra “M”, es el punto de equilibrio, en el cual el nivel de consumo e inversión (medido
verticalmente) es igual al nivel total de producción de bienes finales (medido horizontalmente), es
decir que la demanda agregada es igual a la oferta agregada. En una palabra, existe equilibrio
cuando el “gasto planeado” por la economía es igual a la producción planeada. Si, por ejemplo, el
nivel del producto bruto fuera menor y se ubicara en el punto de donde parte la línea “DD”, el
segmento del ahorro (AA) es menor al segmento de la inversión (PP), por lo que el gasto planeado
es mayor a la producción planeada, lo que implica un exceso del consumo; ante esto, los oferentes
deciden producir más unidades, llevando el nivel del producto hacia la derecha hasta encontrar el
punto “M”. Por otra parte, si los niveles de producto se encuentran a la derecha de “M”, como por
ejemplo donde se ubica la línea “GG”, el segmento correspondiente al ahorro (AA) será mayor al
segmento de inversión (PP), lo que significa que el gasto planeado es menor a la producción
planeada. En este último caso hay un exceso de ahorro, lo que hace que los vendedores vean
disminuidas sus ventas, produzcan menos unidades, liberen factores y lleven lentamente el nivel del
producto hacia la izquierda hasta llegar a “M”.
De esta manera, y a través de la determinación de la renta nacional a través del “ahorro y la
inversión” y el “consumo y la inversión”, hemos visto como la propia economía va encontrando su
equilibrio, lo que se da cuando el “gasto planeado” es igual a la “producción planeada”, y que es el
mismo punto en el cual “ahorro” e “inversión” son idénticos.

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