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FACULTAD DE HUMANIDADES

Carrera de Psicología

DEPRESIÓN EN ADOLESCENTES DE UNA


INSTITUCION EDUCATIVA PÚBLICA DE LIMA
METROPOLITANA

Tesis para optar el Título Profesional de Licenciado en Psicología

ALESSANDRA MONASTERIO ONTANEDA

Asesor:
Mag. Jhonatan Steeven Baruch Navarro Loli

Lima - Perú
2019
DEDICATORIA

A mis padres que dedicaron su vida y su tiempo a buscar las mejores oportunidades para
vencer los desafíos que mi discapacidad demandó desde que nací y me acompañaron
incondicionalmente en este largo camino de esfuerzo, superación y lucha frente a la
adversidad,
que me enseñaron a amar a Dios, a no rendirme y a no permitir que nadie jamás me dijera
lo que no sería capaz de hacer en base a mis limitaciones,
que con su amor me sostuvieron frente a cada puerta que se cerraba y con entusiasmo
me impulsaron a mirar hacia adelante con la fe y la convicción de que la perseverancia
me llevaría hacia lograr la mejor versión de mí misma,
y que mi principal meta en la vida es cada día lograr ser un mejor ser humano lo que me
permitirá ser una mejor profesional.
AGRADECIMIENTO

A Dios porque sin Él en mi vida, nada hubiera logrado, nada sería posible.

A mi Universidad San Ignacio de Loyola por brindarme los recursos necesarios para que
mis limitaciones no fueran un impedimento para obtener este logro profesional.

A mi asesor Jhonatan Navarro por su dedicación, su valiosa asesoría, su motivación y


acompañamiento en la elaboración de este proyecto.

A mis profesores por ser capaces de mirar en mí más allá de mis limitaciones, mis
potenciales de aprendizaje y me motivaran a lograr mi mejor desempeño.

A Andares y a todos los profesionales que trabajan en favor de la inclusión educativa y


social de las personas con discapacidad, que nos acompañaron ayer, hoy y siempre en
este camino de esfuerzo y de búsqueda de oportunidades y que nunca pierden el aliento
en resaltar las habilidades y potenciales de niños y jóvenes ávidos de lograr nuestra tan
ansiada independencia.

A mis compañeros de estudios que a lo largo de mi vida fueron siempre una inspiración y
una motivación permanente de superación, que me hicieron descubrir en mí, potenciales
desconocidos dejándome huellas imborrables.

A mi hermano, que me acompaño a lo largo de mi vida enfrentando juntos los desafíos del
día a día, siempre con una sonrisa, llenando mi vida de felicidad y de ganas de ir por más,
cuando el cansancio quería ganarme la partida.
Resumen

La presente investigación fue realizada en una Institución Educativa Pública de Lima


Metropolitana con el propósito de determinar la prevalencia de depresión que existe en
adolescentes. Se efectuó un estudio de tipo no experimental de diseño descriptivo, basándose
en una muestra de estudio compuesta por 301 adolescentes, mujeres y varones cuyo rango
de edad se encuentra entre los 13 y 17 años. El instrumento utilizado fue el Patient Health
Questionnarie (PHQ-9). El resultado principal del estudio realizado es que el 72.1% de
adolescentes presentan sintomatología depresiva, confirmando que la depresión leve,
moderada, moderadamente grave y grave es un problema latente en la muestra estudiada, lo
que confirma que la depresión en adolescentes constituye un reto de abordaje para la salud
pública que requiere con sentido de urgencia de una intervención oportuna, ya que puede
representar un gran aporte a la tarea de prevención de la salud mental.

Palabras clave: depresión, factores de riesgo, adolescentes.


Abstract

This research was carried out in a Public Educational Institution of Metropolitan Lima with the
purpose of determining the prevalence of depression that exists in adolescents. A non-
experimental study of descriptive design was carried out, based on a study sample composed
of 301 adolescents, women and men whose ages range is between 13 and 17 years old. This
instrument used was the Patient Health Questionnarie (PHQ-9). The main result of this study
were that 72.1% of adolescents have depressive symptoms, confirming that mild, moderate,
moderately and severe depression is a latent problem in the sample studied, confirming that
depression in adolescents constitutes a challenge of public health is a public health approach
that urgently requires a timely intervention since it can represent a great contribution to the task
of a mental health prevention.

Keywords: depression, risk factors, adolescents.


Introducción

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) conceptualiza la adolescencia como una


etapa vital de formación en el desarrollo de todo ser humano que transcurre entre los 10 y 19 años,
donde se llevan a cabo cambios a nivel biológico, emocional y social que los lleva a colocarse en
una situación de vulnerabilidad psicológica y biológica que podría ocasionar el inicio de
determinados trastornos mentales como la depresión, con sintomatología que ocasionalmente no
logra ser visibilizada en su entorno más cercano y por lo tanto no es atendido de manera oportuna,
expandiéndose progresivamente hasta la etapa de la adultez, afectando sus capacidades físicas y
mentales impidiéndoles conquistar una vida plena. Por otro lado, el Fondo de las Naciones Unidas
(UNICEF, 2002), describe la adolescencia como una de las fases más fascinantes del desarrollo
humano donde se experimentan transformaciones complejas que determinan su vida futura. Es en
esta etapa donde están en la búsqueda de su identidad y de lograr su independencia emocional y
psicológica, poniendo en práctica los principios aprendidos durante la infancia, mientras enfrentan
fuerzas externas fuera de su manejo como la exigencia de los padres, sin contar en muchos casos
con el soporte de la familia y/o de la comunidad.

La adolescencia cuenta con una serie de características, como las citadas por Toro (2010),
quien identifica la manifiesta intensidad, la búsqueda de experiencias emocionales, la necesidad
de gratificaciones frecuentes e inmediatas, sin tener en muchas oportunidades total conciencia de
las consecuencias de sus acciones, malinterpretando los sentimientos y conductas de los otros, con
una distorsionada interpretación sobre el mundo que les rodea, mostrándose menos capaces de
interesarse por hechos o personas mientras ellos no perciban que podrían tener repercusión en su
vida inmediata.

Durante la etapa adolescente, hay diversos factores de riesgo a los que se está expuesto,
como un entorno familiar y escolar inadecuado, que podría afectar su desarrollo potencial, físico y
mental, pudiendo llevarlos a la búsqueda de comportamientos de riesgo o a percibir el desánimo,
el desinterés, el aislamiento y la desesperanza que podría conllevar a la aparición de ideas suicidas
(OMS, 2018). Es así que la Organización Panamericana de la Salud (OPS, 2018) y la OMS (2018)
mencionan que existen factores relacionados al aspecto social como la necesidad de ser más
independientes, del reconocimiento y aceptación de sus pares, la búsqueda de su identidad
sexual, tener dificultades socioeconómicas y el acceso a la tecnología; ya que este último factor

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junto con las normas sociales de género puede agravar la diferencia entre la realidad vivida por el
adolescente y lo que quiere lograr en un futuro.

Sobre el particular Hoyos, Lemos y Torres (2012) mencionan que también existen factores
de riesgo que involucran a la familia, aspectos sociales, académicos y personales como la baja
cohesión familiar, asociada a la mala relación de los padres y al estilo de autoridad, la deficiente
comunicación parental, el bajo rendimiento académico, la disminuida aceptación social, la
deficiente relación con los maestros, entre otros, que influirán en el bajo autoconcepto y
autoestima del adolescente, quedándose sin herramientas para hacer frente a eventos estresantes, lo
que puede originar depresión.

Rey, Bella-Awusah y Liu (2017) identifican como factores de riesgo biológicos los
precedentes familiares de trastornos depresivos, el consumo de sustancias o alcohol de parte de los
padres, antecedentes familiares de trastorno bipolar, enfermedades médicas crónicas, así como la
menarquía temprana. Así mismo, cita como factores de riesgo de índole psicológico la edad, el
temperamento neurótico o emocionalmente excesivo, los pensamientos negativos, pobre
autoestima, traumas, duelos y situaciones de pérdida. Por otro lado, existen factores de riesgo
familiares como situaciones de abuso y negligencia en la crianza, mostrando rechazo o falta de
atención al adolescente, trastornos mentales de los padres, conflictos de comunicación y estilos de
crianza autoritaria entre padres e hijos. También identifica factores de riesgo sociales que pueden
darse en el ámbito escolar como es el acoso escolar, adolescentes infractores de normas y leyes,
así como los adolescentes que han padecido algún tipo de abandono.

La OPS (2017) afirma que la depresión es el trastorno mental que en la actualidad impacta
y afecta más a las poblaciones del mundo, siendo considerada una de las principales causas de
discapacidad mundialmente. Al respecto, Gonzáles, Hermosillo, Vacio, Peralta y Wagner (2015)
mencionan que los trastornos depresivos impactan en el estado anímico y afectivo del adolescente,
dando la oportunidad de marcar su vida en varios aspectos, como cambios en el apetito, cansancio,
distorsiones del sueño, dificultades cognitivas, culpa excesiva e ideación suicida, entre otras. Por
otro lado, la OPS y la OMS (2017) han encontrado una fuerte relación entre la depresión y otros
trastornos mentales como por ejemplo trastornos por consumo de alcohol, drogas, trastornos de la
ansiedad y distintas enfermedades como diabetes o enfermedades del corazón. Se evidencia pues
que la baja autoestima y el pertenecer a una familia disfuncional aumenta el riesgo de tener
depresión (Larios, Laborde, Sánchez, Gaviria, & Lastre, 2017); así como el tener un bajo
rendimiento académico debido a la ansiedad (Ferrel, Vélez, & Ferrel, 2014) y eventos como el
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embarazo adolescente, incluyéndose en este factor dificultades obstétricas, estrato social y
embarazo no deseado (Meléndez et al., 2017).

Específicamente, sobre la prevalencia de la depresión, según datos registrados por la OMS


(2018), citado por Martina, Ara, Gutiérrez, Nolberto, y Piscoya (2017) refieren que es de 9.5% a
nivel mundial, pero estas cifras van en aumento cuando se trata de otras patologías asociadas.
Navarro, Moscoso y Calderón (2017) en su revisión, indican que el porcentaje de la población
adolescente que padece depresión es de 5% a nivel mundial manifestando que este trastorno suele
darse ya sea por condiciones genéticas, factores psicosociales, interacción con el ambiente o
condiciones biológicas.

Por otro lado, la OMS (2018) informa que a nivel mundial se estima que entre el 10% y el
20% de los adolescentes presentan deficiencias en lo que respecta a su salud mental y que la mitad
de los trastornos que afectan la salud mental de las personas se dan al inicio de los 14 años, no
siendo identificados oportunamente ni tratados con el sentido de urgencia que ameritan, quedando
expuestos al desarrollo de patologías como la ansiedad, excesiva irritabilidad, conductas de
frustración y enojo que pueden desencadenar en conductas agresivas y violentas que le impidan
relacionarse de una manera sana; además están los trastornos alimenticios, adicciones, psicosis, el
suicidio y las autolesiones, siendo mundialmente los trastornos depresivos la causa principal de
enfermedades mentales y discapacidad en la etapa de la adolescencia, con un alto índice de
comorbilidad con otros trastornos mentales; es por eso que la relevancia de una oportuna atención
inmediatamente se asoman las primeras señales de alerta de depresión en adolescentes, permitirá
que pueda evitarse la comorbilidad con la aparición de otros trastornos mentales así como
comportamientos de riesgo que hagan peligrar el sano desarrollo integral del adolescente en su
principal fase de formación.

En el Perú, las enfermedades causadas por trastornos mentales ocupan el primer lugar del
total de las cargas por enfermedades representando el 17.5% provocando la pérdida de 1,010,594
años de vida saludable (AVISAS), siendo la depresión unipolar la que ocasiona mayor carga de
discapacidad en la población peruana (MINSA, 2018). Estudios epidemiológicos realizados por
el INSM informan que a nivel nacional el 20.7 % de la población mayor de 12 años padece de
algún tipo de trastorno mental, siendo el trastorno mental más frecuente el trastorno depresivo con
un 7.6% (MINSA, 2018), siendo la prevalencia de depresión adolescente de Lima y Callao del
7%, con una marcada diferencia registrada para el sexo femenino con un 11%, mientras que el
sexo masculino registra un 3% (INSM, 2012). Según datos reportados por el INEI en el 2015, la
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población adolescente asciende a 5,086,122 jóvenes que representan el 18.6% del total de la
población (MINSA, 2017) y en la última encuesta de salud escolar efectuada en el año 2010 se
destaca la alta prevalencia de síntomas depresivos e ideación suicida en la población estudiantil,
informando que el 20% de los adolescentes consideró seriamente el intento de suicidio, el 15.3%
informó haber realizado un plan para poner fin a su vida y el 17.4% reportó haber llevado a cabo,
al menos en una oportunidad, el intento de suicidio, siendo las mujeres quienes reportaron un
mayor índice en la ideación suicida con un 27.9%, mientras los hombres lo hicieron en un 12.3%.
Esta misma encuesta también recoge información acerca de los factores de riesgo que conviven
con los adolescentes como el hecho de que el 10.5% casi siempre o siempre se sintieron solos en
el último año, el 9% no lograba dormir por la noche por las intensas preocupaciones y más del
60% de los adolescentes reporta no sentir que sus padres entienden sus preocupaciones, conozcan
de sus actividades y les demuestren afecto, todos factores asociados a problemas de
autorregulación, control de impulsos, susceptibilidad y el inicio de conductas de riesgo que
podrían derivar en síntomas depresivos (MINSA, 2011).

Bases teóricas

Depresión
La OMS (2018) clasifica la depresión como un trastorno mental de naturaleza frecuente
que está caracterizada por un estado de tristeza recurrente y un desinterés por comprometerse con
metas presentes y futuras. Este comportamiento no sólo puede llegar a constituir una limitación
en su aspecto formativo y en su desarrollo personal, sino que puede contribuir al desarrollo de
otros trastornos emocionales funcionales y físicos que se encuentran imposibilitados de superar
por su propia cuenta, teniendo como herramienta únicamente la fuerza de voluntad, por lo que es
necesario identificar la sintomatología depresiva, cuyo inicio podría estar dándose durante la etapa
de la adolescencia, siendo estas características en muchos casos muy diferentes a los identificados
en la etapa adulta. De acuerdo con el CIE 10 (2015) citado por Aquino y Argote (2016), los
episodios depresivos se caracterizan por un decaimiento del ánimo y una disminución de la energía
y de las actividades a realizar. Por otro lado, se ve deteriorada la capacidad de experimentar placer,
la capacidad para mostrar interés y disfrutar de distintos eventos de la vida diaria, disminuye la
energía que conlleva a una disminución en la ejecución de actividades de rutina y experimentan un
cansancio fuera de lo normal. Además, disminuye la atención y concentración, hay un deterioro de
la confianza en sí mismo, sensación de inferioridad, culpa e inutilidad, pensamiento desalentador
sobre el futuro, pensamientos o actos suicidas y autoagresiones, disminución de la concentración y

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de las habilidades para tomar decisiones, cambios en la actividad psicomotriz con agitación o
inhibición, trastornos del sueño y del apetito que derivan en un aumento o subida de peso. Los
criterios diagnósticos considerados están relacionados al tiempo de duración mínimo de dos
semanas y que los episodios no sean atribuibles al abuso de sustancias psicoactivas. La gravedad
de la sintomatología determinará si el cuadro depresivo es considerado leve, moderado,
moderadamente grave o grave.

Por otro lado, Vidal (1988) citado por Aquino et al., (2016) define la depresión como una
tristeza patológica, distinguiéndola de la tristeza no patológica porque esta última cuenta con un
corto periodo de duración y no influye de manera determinante en el comportamiento de la
persona, mientras que el trastorno depresivo pertenece a una categoría psicopatológica que puede
tomar la forma de síntoma, síndrome y enfermedad. La depresión se dice que es una enfermedad
o conjunto de síntomas porque tiene que ver con un componente genético y etiológico, una
patología física y, por lo tanto, implica una respuesta específica al tratamiento; también se
considera como un síndrome porque es un estado patológico de humor triste, donde están
relacionados una serie de síntomas que implican un criterio estadístico de normalidad (Pardo,
Sandoval, & Umbarila, 2004). Una de las características de la depresión es que está muy
relacionada con síntomas somáticos, síntomas físicos, trastorno de ansiedad generalizada, de
pánico, de bipolaridad, migraña, cefalea e hipotensión arterial; también la depresión se caracteriza
por experimentar sentimientos desfavorables tales como el sentirse apenado, melancólico,
decepcionado, desilusionado, cansado y sin ganas de nada; estos sentimientos van acompañados
de una manera de expresarse y actuar muy particular y una sintomatología física, psicológica,
cognitiva, asertiva y social (Rojas, 2006). Es por eso, que la depresión se considera como una
enfermedad que afecta a las personas a nivel biopsicosocial, mencionando que se debe prevenir
en adolescentes (Cerna, 2015).

Rey et al., (2017) indican que la depresión genera irritabilidad, frustración, arranques de
ira, maneras inapropiadas de relacionarse con los demás, sensibilidad extrema al fracaso y al
rechazo, teniendo frecuentemente una percepción de que es criticado u ofendido, derivándose en
dificultades para establecer y mantener relaciones saludables. Por otro lado, puede manifestarse
con un bajo rendimiento escolar, evidenciado por reprobar el año de estudios o desaprobar cursos,
lo cual provoca pensamientos negativos sobre sí mismo, hacia los padres, los compañeros de clase
y profesores (Verboom, Sijtsema, Verhulst, Penninx, & Ormel, 2014). Al respecto Bandura,
Barbaranelli, Caprara y Pastorelli (1996) citado por Galicia, Sánchez y Robles (2013) enfatiza que

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una baja percepción de autoeficacia llevará al adolescente a tener dudas sobre sus propias
capacidades, originándose sentimientos negativos, pérdida del autocontrol, sensación de
desamparo, estados que pueden conducir a la depresión. La desmotivación, la apatía, la pérdida
de interés en el cumplimiento de sus actividades diarias y de participar en actividades conjuntas,
así como la disminución de su interacción social, afectan de manera drástica su vida y su
percepción hacia el mundo exterior. Así mismo Silva, Marina y López (2005) citado por Aguilar
et al., (2015), mencionan que el estar en permanente lucha frente a varias limitaciones personales
y el tratar de evitar la represión de ser exigidos a realizar lo que deben y no lo que quieren, los
lleva a experimentar frustración al ver que sus proyectos o deseos no se llevarán a cabo,
desencadenándose la desmotivación, la apatía y la desesperanza que los va conduciendo al
aislamiento y a la depresión.

Rey et al., (2017) mencionan que los sentimientos depresivos en los adolescentes con
frecuencia no son identificados por su entorno más cercano como sus padres, profesores y hasta
por profesionales de la salud, ya que estos sentimientos suelen ser desestimados, mientras que
para ellos son sobreestimados, siendo abordados con poco sentido de urgencia y derivándose
ocasionalmente en trágicas consecuencias. Además, afirman que los adolescentes que sufren
depresión, tienden a manifestar problemas conductuales o físicos, como irritabilidad, mal humor,
pérdida de interés en actividades, retraimiento social, rechazo a asistir a clases, bajo rendimiento
académico, cambios en el sueño, frecuentes quejas somáticas y problemas conductuales como
desafiar a la autoridad y abuso de alcohol y/o sustancias, debiendo estar muy atentos los
profesionales de la salud a estos síntomas identificando si esta sintomatología se debe a un cambio
en cuanto al nivel de funcionamiento o carácter previo. Además, es imprescindible que los
adolescentes que padecen esta enfermedad deban presentar este tipo de sintomatología durante
dos semanas como mínimo llegándolos a afectar en su vida escolar (Montenegro & Yumiseva,
2016).

Por otra parte, existen aspectos socioculturales que pueden estar influyendo en la
distribución diferencial de la sintomatología depresiva entre mujeres y varones referidos a los
roles de género, los que tienen en consideración la evaluación de la personalidad y la autoestima,
que pueden impactar en el desarrollo de síntomas depresivos, ya que el desarrollo de una alta
autoestima, considerado como una señal importante de bienestar psicológico, puede constituir un
factor protector de la salud mental (Jiménez, Mondragón, & Gonzáles-Forteza, 2007, citado por
Lazarevich, Delgadillo, Mora, & Martínez, 2013). Ciertos estudios refieren que la autoestima en

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las mujeres esta disminuida con relación a los niveles de autoestima lograda por los hombres y
estos rasgos diferenciales se inician en la etapa de la adolescencia (Parra & Oliva, 2004 citado por
Lazarevich et al., 2013) y se debe a patrones de socialización de género que aún permanecen
arraigados y vigentes en la educación y formación del género femenino y masculino. Es así que
mientras a los varones se les refuerza el desarrollo de la independencia, la autoconfianza y la
autonomía, los patrones socioculturales que priman en la formación de las mujeres promueve la
expresividad emocional, la búsqueda de la intimidad, así como la dependencia, lo que determina
que ellas, en muchos casos, logren una mermada autoestima y una actitud subordinada que no les
proporcionan suficientes recursos psicológicos para enfrentar y atender la solución de problemas,
haciéndolas más vulnerables a los síntomas depresivos. (Diaz-Loving, Rocha, & Rivera, 2007;
Lara, 2008; Matud, 2008; Rocha, 2009, citados por Lazarevich et al., 2013). Al respecto González
et al., (2016) distinguen también las respuestas socialmente definidas del género masculino, como
el expresar enojo, antes que tristeza, mientras que, para el género femenino, es socialmente
aceptado expresar tristeza, pero no enojo. Surge entonces el cuestionamiento de si la diferencia
encontrada en el mayor número de mujeres con síntomas depresivos frente a los varones es real o
el género masculino esconde síntomas depresivos con respuestas socialmente aprendidas y
aceptadas, como negarse a mostrarse tristes, tendencia a negar sus dolores y a expresar sus
síntomas depresivos de distinta manera.

Los aspectos familiares tienen a su vez un importante impacto en el desarrollo del


adolescente. Al respecto Hoyos et al., (2012) hace referencia al aumento en la desestructuración
familiar que se viene dando en el mundo entero y de sus repercusiones en la formación de los
adolescentes, ya que, en el proceso de disolución familiar, el subsistema que es impactado de
manera contundente es el filial, golpeando los aspectos emocionales y psíquicos de los hijos en la
edad de la pubertad y la adolescencia. Los estudios realizados al respecto afirman que las
patologías más frecuentes en adolescentes que pertenecen a familias desestructuradas son los
trastornos depresivos. Sobre este particular, Vargas (2014) menciona el gran impacto que produce
en los hijos en edad escolar la separación de sus padres, calificándolo como el evento de vida más
estresante y por consecuencia impacta de manera significativa en la salud mental y física de los
hijos generándoles sensación de abandono y rechazo, culpabilidad por la ruptura de los padres,
temores sin resolver que los llena de inseguridad, deterioro de la autoestima, pérdida de la
adaptación personal, familiar, escolar y social, que los puede conducir a padecer sintomatología
depresiva, como lo analiza la investigación realizada por Moscoso, Rodríguez-Figueroa, Reyes-
Pulliza y Colón (2016). El factor familiar influye en la consolidación de autoestima y

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autoconcepto del adolescente, ya que en la autoestima hay un componente social que puede verse
afectado por la opinión de los pares, quienes pueden realizar comentarios u opiniones negativas
hacia la relación de sus padres o el mismo adolescente puede valorar como negativa la relación de
sus padres en comparación a la de sus compañeros (Kail & Cavanaugh, 2006); similar a lo
mencionado por Ramírez (2010), debe cuidarse el estilo de autoridad impuesto en la familia, ya
que todo lo que atente al desarrollo autónomo del adolescente como la intrusividad o la inducción
a culpa, influye en la presencia de conflictos internos y externos que destruyen su autoconfianza
y su autoestima.

Por otro lado, relacionado al aspecto biológico, uno de los neurotransmisores implicados
en la depresión es la serotonina, ya que este neurotransmisor es el encargado del estado de ánimo;
por lo tanto, el tener bajos niveles conlleva a que las personas tengan la necesidad de consumir
alimentos dulces tales como carbohidratos y azúcares; siendo estos factores de riesgo para padecer
esta enfermedad (Gil & Betancurt, 2019).También, se ha demostrado que la gravedad del estrés
provoca una pérdida total o parcial de reservas noradrenalinérgicas, neurotransmisores
relacionados con los patrones de conducta y funciones mentales, mientras que la dopamina se
relaciona con funciones motoras (Guadarrama, Escobar, & Zhang, 2006 citado por Montenegro et
al., 2016). Es así como la fisiopatología de la depresión está muy relacionada con alteraciones
moleculares, trastornos en los neurotransmisores, trastornos neuroendocrinos y neuroinmunes que
una vez relacionados, generan diversas manifestaciones afectivas, cognitivas y conductuales
relacionadas con la depresión (Zandio, Ferrín, & Cuesta, 2002 citado por Montenegro et al., 2016).

La US Preventive Services Task Force (USPSTF, 2009) recomienda la detección de los


trastornos depresivos en todos los adolescentes, aunque señala que existen factores que ayudan a
identificar a las personas con mayor riesgo y aunque las causas no se conocen por completo, es
probable que impliquen una composición de factores genéticos, biológicos y ambientales. Los
factores de riesgo para el trastorno de depresión mayor en adolescentes incluyen el género
femenino, antecedentes familiares especialmente maternos de depresión, episodios previos de
depresión, otros trastornos de salud mental y del comportamiento, enfermedades médicas crónicas,
sobrepeso y obesidad, abuso o negligencia infantil, exposición a eventos traumáticos, incluidos
desastres naturales, pérdida de un ser querido o relación romántica, conflicto familiar,
incertidumbre sobre la orientación sexual, bajo nivel socioeconómico y bajo rendimiento
académico.

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Para la evaluación de la depresión, existen muchas herramientas que pueden ser utilizadas
en la atención primaria; además se sabe que la detección positiva en una prueba inicial no indica
necesariamente la necesidad de tratamiento, ya que se recomienda realizar la evaluación en dos
fases, correspondiendo en la segunda fase evaluar los factores del contexto actual de la persona,
ya sea a través de un sondeo adicional o una entrevista de diagnóstico formal (USPSTF, 2009).

Dos de los instrumentos más estudiados y utilizados son el Cuestionario de Salud del
Paciente (PHQ) y la versión de atención primaria del Inventario de depresión de Beck. Por otro
lado, Rey et al., (2017) citan numerosas escalas de evaluación trabajadas con adolescentes con
éxito como son la Escala de Depresión para Niños (CDRS; Poznanski & Mokros, 1996), el
Treatment for Adolescents with Depression Study (TADS; Stein et al., 2010), mencionando que
las más usadas son aquellas que pueden auto administrarse y que suelen contar con versiones para
el adolescente, para padres y maestros, sin dejar de tomar en cuenta que no constituyen un
diagnóstico válido sino va acompañado de la entrevista realizada por el profesional de salud
idóneo.

La USPSTF (2009) sugiere que la detección de la depresión en un estadio primario es


importante porque contribuye a que pueda ser controlada en el entorno de atención primaria, por
un especialista en colaboración en ambos entornos, de lo contrario puede existir una evolución de
la depresión, ya que existe la probabilidad de que tenga episodios recurrentes dentro de los
siguientes dos años así como la probabilidad de presencia de cuadros depresivos posteriores en la
adultez que alcanza hasta un 60% (Birmaher et al. 1996 citado por Rey et al., 2017).

El trastorno depresivo frecuentemente coexiste con otros trastornos. Un estudio


epidemiológico de Costello (2003) citado por USPSTF (2009) identificó que en un lapso de tres
meses, los adolescentes diagnosticados con depresión mostraban adicionalmente otros trastornos,
un 28% tenían trastornos de ansiedad, 7% TDAH, 3% trastorno de conducta, 3% trastorno
negativista desafiante y 1% trastorno por consumo de sustancias, por lo que se debe considerar
que la detección de la depresión en adolescentes es tan sólo un primer paso que deberá
complementarse con la indagación de la presencia de otros síntomas que pueden corresponder a
otros trastornos.

Respecto a las diversas causas de la depresión, se sabe que están presentes los fallos en el
procesamiento de la información, ya que las personas que la padecen presentan distintas
distorsiones cognitivas; así como también sucesos de vida estresantes de índole social (Álvaro,
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Garrido & Schweiger, 2010). Así mismo, Rey et al., (2017) mencionan que la depresión en
adolescentes es causada por interacciones complejas entre vulnerabilidades biológicas e
influencias ambientales, considerando vulnerabilidades biológicas los factores prenatales,
mientras que entre las influencias ambientales podemos citar las relaciones familiares, el estilo
cognitivo tales como pensamientos negativos sobre sí mismo, sobre el futuro y sobre el mundo y
eventos de vida estresantes.

Una de las principales consecuencias de la depresión es el suicidio que se ha identificado


como una de las causas determinantes de fallecimiento en la etapa de la adolescencia en el mundo,
siendo que por cada acto consumado existen aproximadamente alrededor de 100 intentos de
suicidios reportados. Rey et al., (2017) informan que una de cada seis adolescentes femeninas
entre 12 y 16 años y uno de cada diez adolescentes varones han informado intentos de suicidio en
los últimos seis meses y aunque pueden ser atribuibles a varios factores individuales y
psicosociales, existe suficiente evidencia de que el trastorno depresivo es el factor de riesgo
individual más potente. Por otro lado, la OMS (2018) cita al suicidio como la tercera causa de
muerte en adolescentes entre 15 y 19 años, producto de la impulsividad, sentimientos de
desesperanza y soledad.

Al respecto Echávarri (2010) nos menciona que el pensamiento suicida surge cuando el
adolescente considera el suicidio como una alternativa de solución a sus conflictos, aunque en la
práctica no se haya producido el intento de dañarse a sí mismo y aún no conciba con claridad como
llevarlo a cabo, sin embargo, dentro de las premisas de solución a su infinita tristeza y su
desesperanza, ya contempla la muerte como alivio a su conflicto interior. Cuando este
pensamiento suicida se instala en la mente, este progresivamente va logrando un rol protagónico
como solución a los eventos adversos percibidos por la persona con sintomatología depresiva y lo
que al inicio era sólo un pensamiento, va adquiriendo fuerza y se va iniciando una activación
psíquica, un conjunto de impulsos de ponerle fin a la vida, que van conduciendo a la persona a
elaborar un plan suicida. Polginger (2009) citado por Echávarri (2010) identifica tres etapas del
pensamiento suicida: la primera es la fase de consideración, donde se visualiza que estar muerto
es una alternativa de solución para terminar con su sufrimiento; la segunda es la fase de
ambivalencia, etapa crucial a detectar, donde la persona se debate entre las tendencias destructivas
y las tendencias constructivas, donde es precisa la intervención para potenciar el valor de la vida
con nuevas alternativas que le permitan salir de la desesperanza; y la tercera fase es la fase de la
decisión, donde ya se genera un plan para lograr el propósito de ponerle fin a su vida.

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La promoción de la prevención de la salud mental, debe pues estar encaminada a la
búsqueda de la salud plena y el bienestar integral, que involucra mucho más allá del hecho de
detectar y atender enfermedades y/o trastornos mentales, su alcance debiera superar la
preocupación de mejorar el acceso a la atención en los centros de salud dispuestos para este fin y
así está previsto en los Lineamientos de Política Sectorial en Salud Mental del Ministerio de Salud
(MINSA, 2018), que destaca el deber de propiciar la promoción del cuidado de la salud mental
que involucra al entorno cercano del adolescente, que con una actitud más participativa y con la
debida orientación y conocimiento puede propiciar factores de protección poderosos, así como
identificar los diversos factores de riesgo a los que están expuestos, otorgándoles herramientas
que les permita desarrollar la resiliencia para hacer frente a las situaciones adversas estableciendo
una plataforma multidisciplinaria que tenga en cuenta intervenciones psicológicas individuales y
grupales guiadas, intervenciones centradas en la familia, en el entorno escolar con la enseñanza
de habilidades para la vida y la preparación de los educadores en la detección e identificación de
adolescentes en condiciones de vulnerabilidad que pueden afectar su salud mental, en la
comunidad desarrollando programas de liderazgo de pares o programas de tutoría, programas
multisectoriales que promuevan el deporte en oposición al abuso de sustancias psicoactivas y de
alcohol así como una educación sexual integral que pueda ayudar a prevenir conductas sexuales
riesgosas y programas de prevención contra la violencia.

Antecedentes nacionales
Cerna (2015) tuvo como objetivo hacer una comparación entre la prevalencia de depresión
en alumnos que cursan el grado de secundaria de dos Instituciones Educativas: una privada y otra
pública en Ate, Lima-Perú. La muestra fue de 227 alumnos de una Institución Escolar Estatal y
70 de una Institución Escolar Privada, usando como instrumento el Inventario de Depresión de
Beck (Beck, 1993). Se evidenció que la presencia de trastorno depresivo grave en los estudiantes
del centro educativo estatal era del 9% mientras que en el centro educativo particular fue de 11%,
identificando que el sexo femenino muestra mayor prevalencia en la Institución Escolar Estatal
con un 60% en comparación del 40% para el sexo masculino en lo que respecta a depresión
moderada y de 83% para el sexo femenino y 17% para el sexo masculino en depresión grave;
mientras que en la Institución Escolar Privada no se registra diferencia entre ambos sexos en lo
correspondiente a depresión grave, siendo mínima la diferencia en lo que respecta a depresión
moderada con 49% para el sexo masculino y 51% para el sexo femenino. Así mismo, se registra
mayor presencia de sintomatología depresiva en adolescentes de 15 y 16 años con un 50.7% y 47%
en adolescentes de 17 y 18 años. Se concluyó que existían diferencias significativas en cuanto a

16
factores somáticos y motivacionales en cuanto al sexo, pero en cuanto a las Instituciones
Educativas no se evidenciaron diferencias significativas.

Ramírez (2010) tuvo como objetivo poner de manifiesto la prevalencia e identificar los
factores de relación interpersonal relacionados con los síntomas depresivos en alumnos del quinto
grado de secundaria pertenecientes a una Institución Educativa Pública de Lima, Perú. La
evaluación se realizó a 176 adolescentes con edades que fluctúan entre los 15 y 19 años. En primer
lugar, se procedió a la recolección de datos demográficos y en un segundo momento se procedió a
la evaluación aplicando como instrumento la Escala de Depresión para Adolescentes de Reynolds
(Ugarriza & Escurra, 2002). Los resultados fueron que la prevalencia de depresión fue de 29.5%
y en cuanto al análisis socio demográfico, se mostró que la edad, las horas extras de estudio fuera
de clases, los antecedentes de violencia escolar y sexual estuvieron estadísticamente asociados.
Se concluyó que el antecedente de violencia escolar y sexual son factores de relación interpersonal
que están relacionados a que el estudiante sea más vulnerable a padecer síntomas depresivos que
persistan en la vida adulta.

Damas y Manrique (2018) en su investigación tuvieron el propósito de comparar los


niveles de trastorno depresivo en alumnos del tercer grado de secundaria de las Instituciones
Educativas ubicadas en Huancavelica, Satipo y Huancayo, Perú; siendo la muestra de 377 alumnos
de ambos géneros. El instrumento utilizado fue el Cuestionario de Depresión Infantil de Kovacs
(Kovacs, 1977). Los resultados fueron que el 35.8% pertenecían a una categoría diagnóstica alta
de sintomatología depresiva, el 35% pertenecían a una categoría baja y el 29.2% a una categoría
media. Finalmente, se concluyó que la diferencia entre los niveles de depresión de las Instituciones
Educativas de Huancayo y Huancavelica no era significativa.

Rivera, Arias y Cahuana (2018) tuvieron como objetivo realizar un análisis descriptivo de
depresión en adolescentes de la ciudad de Arequipa, Perú; siendo la muestra de 1225 adolescentes
que se encontraban entre las edades de 11 a 18 años provenientes de Colegios Públicos y Privados.
El instrumento utilizado fue el Cuestionario de Depresión de Beck (BDI-II; Beck, 1983). Como
resultado se obtuvo que existe una prevalencia de depresión del 41.4%. Se concluyó que el contar
con factores como disfuncionalidad familiar, conflicto familiar, consumo de alcohol y violencia
parental constituyen factores de riesgo para tener depresión.

Gonzáles, Macuyama, y Silva (2013) tuvieron como objetivo determinar los factores
familiares que influyen en las manifestaciones depresivas en los escolares del 1° al 5° de
17
secundaria de una Institución Educativa ubicada en Los Olivos, Lima, siendo la muestra de 163
alumnos, 74 correspondientes al sexo femenino y 89 alumnos del sexo masculino, utilizando como
instrumentos el APGAR familiar (Smilkstein, 1978), el Cuestionario de Identificación de Tipo de
Familia y el Cuestionario de Depresión a partir del modelo de Alonso Fernández (Fernández,
1990). Los resultados muestran que el 40.7% de los alumnos que conviven con familias
extendidas, presentan sintomatología depresiva definida y el 3.1% que convive con familia
monoparental presenta trastorno depresivo. En cuanto a la relación encontrada entre
sintomatología depresiva y funcionalidad familiar se registró que el 50% de estudiantes que
conviven con familias con disfuncionalidad severa y el 46.5% de alumnos que conviven con
familias con disfuncionalidad moderada, presentan manifestaciones definidas de depresión.
Finalmente se concluye que las manifestaciones depresivas tienen relación directa con la
funcionalidad familiar, no encontrando una relación definida con el tipo de familia al que
pertenece el adolescente.

Flores, Perales y Gómez (2014) en su investigación centró su propósito en determinar la


relación que existe entre el trastorno depresivo y la ideación suicida en adolescentes de un centro
educativo estatal de Chongos Bajo-Chupaca ubicada en Junín, Perú. La población estudiada estaba
conformada por 260 estudiantes, quedando la muestra constituida por 156 adolescentes, usando
como instrumento la Escala de valoración de Hamilton (Hamilton, 1960) y la Escala de Ideación
Suicida de Beck (ISB; Beck, 1979). Se evidenció que los diferentes niveles de depresión e ideación
suicida están relacionados, mostrando mayor fuerza de correlación la depresión muy severa con el nivel
de ideación suicida grave, concluyendo que la depresión en adolescentes y el pensamiento suicida están
relacionados en los estudiantes que participaron de la investigación.

Antecedentes internacionales

Ramírez, Álvarez, Valencia y Tirado (2012) tuvieron como propósito determinar la


prevalencia del trastorno depresivo, ansiedad y factores de riesgo de tipo familiar, medioambiental
y personal en una población de adolescentes que cuentan con las edades de 14 a 18 años de un
centro escolar privado de Medellín, Colombia; siendo la muestra de 152 adolescentes. Se
aplicaron el Inventario de Ansiedad de Beck (Sanz & Navarro, 2003) y el Inventario de Depresión
de Beck-II (adaptado por Penley et al., 1993). Los resultados fueron que la prevalencia de
depresión fue de 25.7% y de ansiedad fue de 25%. Se concluyó que la depresión y ansiedad están
asociadas estadísticamente y los factores de riesgo para estas dos variables fueron pertenecer al

18
sexo femenino y haber vivido tocamientos y maltrato, mientras que un factor protector fue el tener
amigos.

Ospina-Ospina, Hinestrosa-Upegui, Paredes, Guzmán y Granados (2011) tuvieron como


objetivo estimar la prevalencia de sintomatología ansiosa y depresiva en estudiantes que cuentan
con las edades de 10 a 17 años en Chía, Cundinamarca; cuya muestra fue de 538 estudiantes. En
cuanto a los instrumentos, se aplicaron las siguientes escalas: Children`s Depression Inventory
(CDI; Kovacs, 1977) y Screen for Child Anxiety Related Disorders (SCARED; Birmaher, 1999).
Los resultados fueron que existe una prevalencia de sintomatología ansiosa y depresiva de 40.5%;
de los cuales el 28.3% solo presentó una sintomatología ansiosa, 3.3% solo sintomatología
depresiva y 8.3% ambas sintomatologías. Además, se encontró que la sintomatología ansiosa se
da mayormente en el sexo femenino, mientras que la sintomatología depresiva y la combinación de
ambos síntomas se dan con mayor frecuencia en el sexo masculino. Finalmente, se concluyó que
estos tipos de síntomas se dan en la adolescencia, por lo que se deben identificar de manera
temprana aquellos factores de riesgo y de protección con la finalidad de poder darles a estos
adolescentes un tratamiento adecuado.

Moscoso et al., (2016) tuvieron como propósito examinar la prevalencia de


sintomatologías relacionadas con la salud mental y si se asocian con las relaciones interpersonales
de los adolescentes en el entorno familiar para lo cual se evaluó a 1235 estudiantes del séptimo al
duodécimo grado de centros escolares públicos y privados de Puerto Rico; utilizando como
instrumentos la Encuesta Nacional Consulta Juvenil VIII, teniendo como resultado que el 13.4 %
tiene síntomas de depresión, el 8.3% ideación suicida, el 15.7% síntomas de déficit de atención e
hiperactividad y el 6.9% trastornos conductuales, registrándose una mayor prevalencia de ideación
suicida con 11.4% y depresión mayor con 17.7% para el género femenino, concluyendo que es
determinante en el desarrollo emocional y social del adolescente un entorno familiar y escolar
saludable, que le permita contar con herramientas que le permitan alcanzar una sana interacción
con su entorno.

Veytia, Gonzáles, Andrade y Oudhof (2012) tuvieron como objetivo establecer la


correlación y el impacto de los eventos que provocan estrés, sobre la sintomatología depresiva en
adolescentes, distinguiendo si existen diferencias entre hombres y mujeres. Participaron 2,292
adolescentes de cinco escuelas públicas del Estado de México con edades que van de 15 a 19 años
de los cuales 46% eran del sexo masculino y 54% del sexo femenino. En cuanto a los instrumentos,
se aplicaron las siguientes escalas: Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos
19
(CES-D; Radloff en su versión en español revisada CES-D-R) y el Cuestionario de Sucesos
Vitales (SV de Sandín & Chorot, 2008). Los resultados reportan que 15.6% de estudiantes
registraron sintomatología depresiva y el 80.4% había sufrido algún suceso vital estresante
familiar, encontrando que las adolescentes reportaron mayores sucesos vitales estresantes
familiares, sociales, de salud y de pareja, así como una mayor cantidad de síntomas de depresión,
presentando 3.6 mayor puntaje de síntomas de depresión en comparación con el sexo masculino.
Finalmente se concluyó que el grado de estrés de los sucesos vitales se relaciona con la presencia
de síntomas de depresión en los adolescentes, enfatizando la asociación que las adolescentes del
sexo femenino muestran al vivir sucesos vitales estresantes con una mayor cantidad de síntomas
depresivos.

Galicia et al., (2013) en su investigación tuvieron el propósito de identificar si existía


relación entre depresión, autoeficacia, dinámica familiar y rendimiento académico en adolescentes
que cursan el nivel secundario y establecer las probables diferencias relacionadas al sexo femenino
y masculino. La muestra estuvo conformada por 80 estudiantes, 50 del sexo femenino y 30 del
sexo masculino, que se encuentran en el rango de edades de 12 a 15 años. El instrumento utilizado
fue el Inventario de Depresión de Kovacs (Kovacs, 1977), la Escala de Autoeficacia de Bandura
(Bandura, 1990) y la Escala de Clima Social en Familia (FES); elaborada por Moss y Trickett,
adaptada al español por Seisdedos, De la Cruz & Cordero, 1995). Los resultados revelan que las
mujeres evidencian un mayor puntaje de depresión con 17.16%, mientras que los varones registran el
11.31%; los alumnos depresivos severos lograron calificaciones bajas con respecto al grupo
considerado sin manifestaciones de depresión en lo que respecta a dinámica familiar; en la variable
relaciones confirma que el grupo de estudiantes con depresión muestra correlación con las dimensiones
de conflicto y falta de cohesión familiar. Se concluye que existe correlación inversa entre trastorno
depresivo y autoeficacia total. Con respecto a la cohesión familiar se relaciona de manera positiva con
la autoeficacia total y con la autoeficacia académica en los estudiantes sin trastorno depresivo, mientras
que, en los alumnos con depresión severa, se identifica que las relaciones familiares conflictivas muestran
una correlación negativa con la autoeficacia social y la autoeficacia académica.

Cubillas, Román, Abril y Galaviz (2012) realizaron una investigación con el objetivo de
establecer la asociación entre la depresión y los comportamientos suicidas. La muestra estuvo
constituida por 1358 adolescentes de educación media superior del Estado de Sonora, México,
58.1% del sexo femenino y 41.9% del sexo masculino, cuyas edades oscilan entre 15 y 19 años y
pertenecían 78.7% a escuelas públicas y el 21.3% a escuelas privadas. Se utilizó como instrumento

20
la Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos (CES-D; Radloff,1977) y la
Escala de Ideación Suicida (Roberts,1980). Como resultado se muestra que el trastorno depresivo
está presente en 67.3% de quienes han intentado suicidarse y en 81.1% de aquellos estudiantes que
evidenciaron ideas suicidas. El estudio concluyó en que los adolescentes con trastorno de depresión tienen
un riesgo 16 veces mayor a tener pensamientos suicidas y cinco veces mayor en los intentos de suicidio.

Considerando que a nivel nacional, las enfermedades causadas por trastornos mentales
ocupan el primer lugar del total de las cargas por enfermedades representando el 17.5%; que el
INSM informa que a nivel nacional el 20.7 % de la población mayor de 12 años padece de algún
tipo de trastorno mental, siendo el trastorno mental más frecuente el trastorno depresivo con un
7.6%; que sólo el 20% ha tenido acceso a atención especializada; que la brecha de atención para
trastornos depresivos es del 85%; que la relación de psicólogos asignados a establecimientos de
salud públicos es de 10 por 100,000 habitantes y el 48.9% de los profesionales en psicología se
ubican en centros de salud del primer nivel de atención y el 42.3% en hospitales. (MINSA, 2018),
queda claro nuestra debilidad en infraestructura y recursos profesionales para atender la salud
mental de nuestra población y la urgencia de trabajar en el cuidado de la salud mental del
adolescente, con la participación y el compromiso de la comunidad educativa, debidamente
fortalecida con el conocimiento impartido por los profesionales de la salud, orientado a propiciar
vínculos sólidos apoyados en el afecto, que estimulen la empatía, una comunicación respetuosa y
el buen trato, creando un ambiente favorable y saludable para el adolescente, interesándose en sus
emociones aunque pudieran parecer desbordadas, orientados y atentos a identificar de manera
oportuna las señales de alerta de la sintomatología depresiva para lograr intervenir con medidas
de prevención desde edades tempranas. Las cifras estadísticas reportadas nos dan cuenta de la
importancia de contribuir con investigaciones que generen mayor conocimiento sobre las señales
de falta de bienestar físico y psicológico que derivan con el tiempo en sintomatología depresiva,
conocimiento que pueda ser trasladado a alumnos, padres de familia y/o tutores, profesores,
directores y personal administrativo de las instituciones educativas como miembros de la
comunidad educativa, que abra un camino de toma de conciencia sobre la promoción y valoración
de la salud mental, como componente medular y trasversal del correcto funcionamiento de nuestra
salud integral, teniendo en cuenta la repercusión que tienen los pensamientos, los sentimientos,
las emociones y la cultura en la aparición de enfermedades físicas y mentales.

El conocimiento generado a través de esta investigación puede contribuir adicionalmente


a desestigmatizar la búsqueda de ayuda y de atención por profesionales de la salud mental, ya que

21
existen muchas personas que aun identificando que tiene deficiencias que atender con respecto a
su salud mental y que requieren atención inmediata, no la buscan, ni su entorno familiar más
cercano se la procura. Las estadísticas proporcionadas por el INSM informan que el 50% de las
personas que reconocen tener problemas de salud mental y por lo tanto necesitan atención
profesional, creen que serán capaces de resolverlos por sí mismos, perdiendo tiempo valioso en la
atención oportuna ante la aparición de las primeras señales de alerta de la sintomatología
depresiva. Asimismo, existe un porcentaje importante de personas que no saben dónde acudir, o
desconfían de los servicios otorgados por las instituciones de salud así como de los profesionales
de salud, sin tener en cuenta que la ayuda solicitada de manera tardía contribuye a que el trastorno
tienda a ser crónico, que les genere discapacidad, que provoque la marginación y la vulnerabilidad
del paciente y que los costos y el tiempo de atención para su recuperación sea significativamente
mayor (INSM, EESM 2002 - 2012).

Desde el campo psicológico, es nuestro deber contribuir a generar conocimiento acerca


de la prevalencia de trastornos depresivos en la población de adolescentes y en su entorno cercano,
debido a que en nuestro país no se ha investigado lo suficiente sobre esta problemática y las pocas
investigaciones que se han realizado presentan resultados muy variados, no pudiendo establecer
una definida prevalencia (Navarro et al., 2017). Fortalecer el rol de psicólogo educativo, cuya
presencia aun es escasa en las instituciones educativas, así como el ámbito de desarrollo que les
es asignado dentro de los centros escolares, que constituyen un lugar privilegiado para emprender
una ardua labor de promoción del cuidado de la salud mental de nuestros niños y adolescentes,
puede constituir un paso vital en la generación de factores de protección y en la identificación de
la sintomatología depresiva, para así contribuir a la toma de acciones preventivas en las escuelas,
enfocadas a fortalecer y a desarrollar competencias y habilidades que les permitan a los
adolescentes enfrentar eventos de la vida diaria. Esto puede tener un efecto multiplicador en la
comunidad educativa promoviendo que alumnos, padres de familia y/o tutores , maestros,
directores y autoridades de la Instituciones Educativas estén atentos a identificar en los
adolescentes las señales de alerta de falta de bienestar físico y psicológico que se presentan, así
como reconocer los distintos factores de riesgo que los rodean haciéndolos vulnerables a
experimentar depresión, que es altamente comórbido con otros trastornos, lo que podría implicar
una limitación en su etapa formativa, sumiéndolos en conductas de riesgo que colocan en situación
de peligro su integridad mental y física, aproximándolos a sufrir de discapacidad, a la pérdida de
los derechos humanos que les corresponden y a situaciones extremas que los pueden llevar a
autolesionarse y a atentar contra su vida.

22
En base a lo abordado anteriormente, es evidente el sentido de urgencia de incrementar las
investigaciones en la población adolescente que permita poner en evidencia los signos de
presencia de sintomatología depresiva, cuyo abordaje temprano puede significar un gran aporte a
la tarea de prevención en la salud mental. Por ello, la presente investigación tiene por objetivo:

Objetivo general

 Identificar la prevalencia de depresión en adolescentes de una Institución Educativa


Pública de Lima Metropolitana.

Objetivos específicos
 Determinar la prevalencia de depresión en adolescentes de una Institución Educativa
Pública de Lima Metropolitana, de acuerdo con el sexo.

 Determinar la prevalencia de depresión en adolescentes de una Institución Educativa


Pública de Lima Metropolitana, de acuerdo con el grado de instrucción secundaria.

 Determinar la prevalencia de depresión en adolescentes de una Institución Educativa


Pública de Lima Metropolitana, de acuerdo con la percepción de rendimiento académico

 Determinar la prevalencia de depresión en adolescentes de una Institución Educativa


Pública de Lima Metropolitana, de acuerdo con quienes convive.

 Determinar la prevalencia de depresión en adolescentes de una Institución Educativa


Pública de Lima Metropolitana, de acuerdo con el nivel de dificultad para realizar
actividades.

 Determinar la prevalencia de depresión en adolescentes de una Institución Educativa


Pública de Lima Metropolitana, que evidencian ideación suicida

23
Método

Tipo y diseño de Investigación

La presente investigación es de tipo no experimental debido a que no manipula variables ni


existe control mediante asignación aleatoria y de diseño descriptivo ya que la finalidad es generar
conocimiento mediante la descripción de indicadores asociados al trastorno depresivo en
adolescentes. En cuanto a la recolección de datos, esta investigación es observacional debido a
que contribuye a evidenciar conductas de los adolescentes que tienen síntomas de depresión (Ato,
López, & Banavente, 2013).

Participantes

La población considerada para esta investigación estuvo constituida por la totalidad de alumnos de
secundaria de una Institución Educativa Pública del distrito de San Luis, mientras que la muestra fue
seleccionada a través de un procedimiento no probabilístico por conveniencia donde el 52.8% (n = 159)
fueron mujeres y el 47.2% (n = 142) varones, todos comprendidos entre los 13 y 17 años (M = 15.07; DE
= 0.862) pertenecientes al tercer año (n = 96; 31.9%), cuarto año (n = 121; 40.2%) y quinto año (n = 84;
27.9%) de secundaria. Respecto al lugar de nacimiento, el 92% nació en Lima y el 59.2% (n = 178) viven
con ambos padres, el 18.9% (n = 57) solo con la mamá y el 21.9% (n = 66) con otros miembros de la
familia.

Sobre los criterios de inclusión, se consideró que los alumnos no tengan ninguna limitación
física que les impida realizar la evaluación y que pertenezcan a los años académicos de tercero,
cuarto y quinto de secundaria. Como criterio de exclusión, se consideró a los alumnos pertenecientes a
los años académicos de primero y segundo de secundaria y a quienes no deseaban completar el instrumento.

Instrumentos de Investigación

Patient Health Questionnarie-9 (PHQ-9) es un instrumento cuyo objetivo es medir depresión y la


gravedad de este trastorno y en vista que la versión oficial para Perú aún no ha sido validada, la Dirección
de Salud Mental del Ministerio de Salud del Perú (MINSA), en concordancia con el Instituto Nacional de
Salud (INS), dentro del marco de desarrollo de Algoritmos de Diagnóstico y Tratamiento de Depresión ha
efectuado una validación por juicio de expertos, conformada por especialistas de la salud mental, que
incluyeron a 23 psiquiatras, 3 psicólogos y una enfermera. Este instrumento autoaplicable está conformado
24
por nueve ítems, cuyo formato de respuesta es tipo Likert, con valores que van desde 0 = ningún día a 3 =
casi todos los días y con algunas modificaciones ha sido validada en el Perú por juicio de expertos. Se
caracteriza porque puede ser aplicado en el ámbito de la atención primaria y que además de permitir el
despistaje de pacientes con trastorno depresivo, está en capacidad de mostrar la severidad del cuadro
depresivo con la finalidad de optar por el tratamiento y seguimiento que corresponde de acuerdo con la fase
depresiva identificada. Una de las ventajas que presenta este instrumento es que su aplicación no requiere
de ser realizada por médicos especialistas, ya que se encuentra diseñado para su aplicación por médicos,
psicólogos o especialistas sin formación específica en el campo de la salud mental (Calderón et al.,
2012).

La confiabilidad del instrumento fue obtenida a través del coeficiente alfa de cronbach y
para la presente investigación se obtuvo un valor de α = .820.

Procedimientos de recolección de datos

Se realizó las coordinaciones con la dirección de la Institución Educativa (IE) Pública de


Lima Metropolitana con la finalidad de lograr la autorización e iniciar el proceso de evaluación.
Durante las coordinaciones, se entregó a la dirección el protocolo de evaluación con la finalidad
de que pueda ser evaluada la pertinencia de este. Con la debida autorización de los directivos de
la IE, se procedió a la coordinación con la psicóloga de la IE y los profesores de aula, con el
propósito de establecer el cronograma que permitiera iniciar el proceso de recolección de datos.
De la misma manera, una vez obtenido el consentimiento informado de la directora de la IE, se
solicitó un asentimiento informado a los estudiantes. La evaluación se llevó a cabo en las aulas y
durante el proceso se brindó información sobre el contenido de los instrumentos, la cantidad de
preguntas que la conforman, las opciones disponibles para marcar, la confidencialidad de la
evaluación, especificándoles que permanecería en el aula para cualquier consulta que pudiera
presentarse mientras resolvían el instrumento.

Consideraciones éticas

Se informó a los alumnos de tercero, cuarto y quinto de secundaria las características que
podrían influir en su decisión de participar como la confidencialidad de la información obtenida,
con la intención de ver por el bienestar y dignidad de los participantes. Así mismo, se le entregó
un consentimiento informado a la directora del colegio con el propósito de poder recibir la debida
autorización para que dichos grados del nivel secundaria puedan ser evaluados y un asentimiento
25
informado a los adolescentes con la finalidad de dejar a su libre albedrío la decisión de participar o
no de la evaluación. Al culminar la evaluación, se coordinó con la Dirección de la IE la entrega
de resultados.

Plan de análisis de datos

Para efectuar los análisis estadísticos se empleó el software IBM SPSS, versión 24 para
Windows. Se analizaron los estadísticos de tendencia central y dispersión segmentando la base de
datos de acuerdo con las variables sociodemográficas.

26
Resultados

En la tabla 1, se muestran las frecuencias y porcentajes de depresión, donde se aprecia que,


del total de los estudiantes evaluados, el 27.9% presenta un nivel mínimo o ausente de depresión
mientras que el 72.1% muestra señales de alerta de depresión que van desde el nivel leve,
moderado, moderadamente grave y grave.

Respecto a la variable sexo, los resultados indican que las mujeres son quienes presentan
mayor frecuencia de depresión moderada, moderadamente grave y grave; mientras que, respecto
al año académico, los alumnos de cuarto año de secundaria son quienes presentan mayor
sintomatología depresiva, con una marcada frecuencia de depresión moderadamente grave.

Tabla 1
Análisis descriptivo de los niveles de depresión según el total, el sexo y el grado académico

Depresión Total Sexo Grado


V M 3º 4º 5º
Mínima o
84 (27.9%) 43 (30.3%) 41 (25.8%) 32 (33.3%) 27 (22.3%) 25 (29.8%)
Ausente
Leve 116 (38.5%) 58 (40.8%) 58 (36.5%) 45 (46.9%) 46 (38%) 25 (29.8%)
Moderada 64 (21.3%) 28 (19.7%) 36 (22.6%) 11 (11.5%) 28 (23.1%) 25 (29.8%)
Moderadamente
27 (8.6%) 10 (0. 7%) 17 (10.7%) 4 (4.2%) 16 (13.2%) 7 (8.3%)
Grave
Grave 10 (3.3%) 3 (2.1%) 7 (4.4%) 4 (4.2%) 4 (3.3%) 2 (2.4%)
N 301 142 159 96 121 84
Nota: V = varones; M = mujeres

Para efectos de este estudio, se encontró que entre los alumnos que habían desaprobado un
curso, el 77.8% presenta síntomas de depresión en diferentes niveles, mientras que los que fueron
reprobados el año académico, muestran señales de depresión en un 92.3%, cifras mayores a las
presentadas en adolescentes que no han reprobado cursos o el año académico (ver tabla 2).

27
Tabla 2
Análisis descriptivo de los niveles de depresión según el rendimiento académico

Depresión Rendimiento
Curso Año Ambos Ninguno
Mínima o ausente 24 (22.2%) 1 (7.7%) 3 (60%) 56 (32%)
Leve 43 (39.8%) 8 (61.5%) 1 (20%) 64 (36.6%)
Moderada 27 (25.0%) 2 (15.4%) 1 (20%) 34 (19.4%)
Moderadamente grave 9 (8.3%) 1 (7.7%) 17 (9.7%)
Grave 5 (4.6%) 1 (7.7%) 4 (2.3%)
N 108 13 2 175

En lo que respecta a la variable convivencia se evidencia que los estudiantes que solo viven
con mamá presentan sintomatología depresiva en un 80.7%, perteneciendo a la categoría de
depresión leve un 33.3%, seguido por los estudiantes que se encuentran en la categoría de
depresión moderada en un 29.8% y un 17.5% en la categoría moderadamente grave y grave. Cabe
resaltar que los adolescentes que viven con ambos padres muestran síntomas depresivos en un
71.9%, reflejando en la categoría leve el 43.8%, moderado el 16.3% y 11.8 para las categorías
moderadamente grave y grave (ver Tabla 3).

Tabla 3

Análisis descriptivo de los niveles de depresión según las personas con quienes vive

Depresión Convivencia
Sólo mamá Con otros Ambos
Mínima o ausente 11 (19.3%) 23 (34.8%) 50 (28.1%)
Leve 19 (33.3%) 19 (28.8%) 78 (43.8%)
Moderada 17 (29.8%) 19 (28.8%) 29 (16.3%)
Moderadamente grave 8 (14%) 3 ( 4.6 % ) 15 (8.4%)
Grave 2 (3.5%) 2 ( 3.0%) 6 (3.4%)
N 57 66 178

De acuerdo con el nivel de dificultad de los alumnos para realizar sus actividades, se
encontró que el 55% de estudiantes ya evidencia cierto grado de dificultad en el desempeño de
sus actividades diarias, registrando en el presente análisis que el 48.2% se encuentra en la
categoría “un poco difícil”, seguido de un 6.6% que se encuentra en la categoría “muy difícil” y
el 0.7% en la categoría “extremadamente difícil”. Cabe resaltar que, de los estudiantes
identificados con sintomatología depresiva, el 77% ha expresado algún nivel de dificultad en
llevar a cabo sus actividades (ver tabla 4).
28
Tabla 4

Nivel de dificultad asociado a la realización de actividades

Frecuencia %

No ha sido difícil 134 44.5

Un poco difícil 145 48.2

Muy difícil 20 6.6

Extremadamente difícil 2 0.7

Con respecto al ítem 9 del instrumento PHQ-9 que hace referencia a los pensamientos de
que estaría mejor muerto(a) o de lastimarse de alguna manera, se observa que el 27.2% de los
adolescentes ya ha experimentado la ideación suicida con una frecuencia de varios días el 15.9%,
más de la mitad de los días el 6.3% y casi todos los días el 5%. Estos valores evidencian que, de los
217 alumnos identificados con sintomatología depresiva, el 38% contempla la idea suicida como
una opción de solución a su estado de desesperanza. Esta tabla nos muestra a su vez que la ideación
suicida se encuentra presente en el 14.7% de adolescentes con depresión leve, en el 50.8% de los
alumnos con depresión moderada y en el 80% de estudiantes con depresión moderadamente grave
y grave (ver tabla 5).

Tabla 5

Análisis descriptivo del ítem 9 de acuerdo con la categoría diagnóstica

Mínima o Leve Moderada Moderada Grave Total


Ausente Grave

Para nada 81 (96.4%) 99 (85.3%) 32 (49.2%) 5 (19.2%) 2 (20.0%) 219 (72.8%)


Varios días 3 (3.6%) 14 (12.1%) 25 (38.5%) 6 (23.1%) 48 (15.9%)
Más de la 2 (1.7%) 6 (9.2%) 8 (30.8%) 3 (30.0%) 19 (6.3%)
mitad de los
Días
Casi todos 1 (0.9%) 2 (3.1%) 7 (26.9%) 5 (50.0%) 15 (5.0%)
los días
Total 84 (27.9%) 116 (38.5%) 65 (21.6%) 26 (8.6%) 10 (3%) 301(100%)

29
Discusión

En el presente estudio se plantea conocer la prevalencia del trastorno depresivo en alumnos


del nivel secundario de una Institución Educativa Pública de Lima-Perú, utilizando como
instrumento de evaluación el PHQ-9. Para este estudio, se tomó en cuenta los criterios éticos como
la confidencialidad de la información y la correspondiente autorización de la dirección de la
Institución Educativa.

Los resultados indicaron que para el total de la muestra, la sintomatología depresiva en


diferentes niveles fueron identificadas en el 72.1% de los adolescentes evaluados, lo que sugiere
aplicar lo recomendado por la USPSTF (2009), que bien advierte que la detección positiva en una
prueba inicial no indica necesariamente la necesidad de tratamiento, debiendo proceder a realizar
evaluaciones adicionales por profesionales de la salud mental que deberá tomar en cuenta el
contexto actual del adolescente a través de una entrevista de diagnóstico formal, que dará la
oportunidad de una detección de depresión en un estadío primario que puede ser controlada en un
entorno primario, evitando el desarrollo de comorbilidades y discapacidad cuyo tratamiento es
más costoso y de mayor duración (OMS, 2019).

En lo referido a la variable sexo, si bien se muestra una diferencia moderada en los


estudiantes hombres y mujeres identificados con depresión leve y moderada, en los niveles de
depresión moderadamente grave y grave, si se ha encontrado que las mujeres cuentan con mayores
niveles de depresión que los varones, resultados que concuerdan con lo reportado por Ramírez et
al., (2012); Veytia et al., (2012); Galicia et al., (2013) y Moscoso et al., (2016), mientras que
Cerna (2015), si bien muestra en sus hallazgos mayor presencia de sintomatología depresiva en la
Institución Educativa Estatal, en lo que respecta a la Institución Escolar Privada no registra
diferencia entre ambos sexos en los correspondiente a depresión grave, siendo mínima la
diferencia en lo que respecta a depresión moderada con 49% para el sexo masculino y 51% para
el sexo femenino; Así mismo la investigación de Ospina-Ospina et al.,(2011) señala que la
sintomatología depresiva y la combinación de ambos síntomas, ansiedad y depresión, se dan con
mayor frecuencia en el sexo masculino. Al respecto Lazarevich et al., (2013) considera que estos
hallazgos pueden deberse a que en la etapa de la adolescencia existen diversos factores que
influyen en el desarrollo, como son los estilos parentales y bases culturales de la familia, que
podrían estar generando patrones de socialización femenina diferentes a las respuestas de
socialización enseñadas a los varones, ya que mientras a las mujeres se les permite diferentes
30
formas de enfrentamiento a los eventos estresantes, que pueden ser menos eficaces y originar
vulnerabilidad ya que están asociadas a la expresión de emociones y podrían reforzar su
dependencia, a los hombres, se les estimula a lograr una respuesta racional enfocada a la solución
del problema, propiciando mayor autocontrol emocional y mayor autonomía. Por otro lado,
estudios realizados por Gonzales et al., (2015) revelan que los varones, con tal de no ser
estigmatizados socialmente como débiles, como perciben que podría ser interpretado al tener un
diagnóstico depresivo, pueden llegar a ocultar o disfrazar los síntomas de desesperanza,
desesperación, y tristeza, transformándolos en conductas de riesgo, agresivas, osadas,
mostrándose más arriesgados, sobrepasando los límites, con la finalidad de afirmar ante los demás
su virilidad, quedando en cuestionamiento si el género masculino, debido a su formación cultural,
tiende a negar sus dolores y se les hace difícil reconocer ante los demás sus estados de tristeza.

En lo que respecta a la variable rendimiento académico, se observa que los alumnos que
han desaprobado un curso presentan mayores niveles de depresión, resultados que concuerdan con
lo mencionado por Galicia et al., (2013). Esto puede ser analizado desde la perspectiva de causa-
efecto, ya que podría estar asociado a la falta de atención y la concentración propia de los criterios
diagnósticos de la depresión (CIE 10 (2013) citado por Aquino et al., (2016), como también la
depresión puede resultar siendo una consecuencia del bajo rendimiento académico que se
evidencia al haber desaprobado cursos, provocando pensamientos negativos hacia uno mismo,
hacia los padres, los compañeros de clase y profesores. (Verboom et al. 2014). Según Bandura et
al., (1996) citado por Galicia et al., (2013) una baja percepción de autoeficacia llevará al
adolescente a tener dudas sobre sus propias capacidades y originándose sentimientos negativos,
pérdida del autocontrol, sensación de desamparo, estados que pueden conducir a la depresión.

En lo que respecta a la variable convivencia, se muestra que de los estudiantes que solo
viven con mamá presentan una alta sintomatología depresiva. Al respecto Maldonado y
Lecannelier (2008) resaltan que crecer sin la figura paterna constituye un factor de riesgo,
existiendo estudios que manifiestan que en el caso de las adolescentes mujeres se evidencia una
temprana iniciación de la actividad sexual con implicancia de embarazo, así como el inicio de
actividades juveniles ilícitas y en el caso de los adolescentes varones un mayor estrés psico- social
y mayor predisposición a contraer enfermedades. El factor familiar influirá en el desarrollo de la
autoestima y autoconcepto del adolescente, considerando que en la autoestima hay un componente
social que se ve afectado por la opinión de los pares acerca de sus relaciones familiares o el mismo
adolescente puede valorar como negativa la relación de sus padres en comparación a la de sus

31
compañeros (Kail et al., 2006) ya que la separación de los padres es considerado uno de los sucesos
más estresante en la vida de los hijos de padres separados, pudiendo generar en los adolescentes
sentimientos de abandono y rechazo, sensación de culpa, marcada inseguridad, bajo sentido de
valía personal, ansiedad que puede derivar en depresión (Vargas, 2014). Por otro lado, se evidencia
que los adolescentes que viven con ambos padres presentan una alta prevalencia de síntomas
depresivos, resultados que concuerdan con lo expresado por Galicia et al., (2013) y Gonzáles et
al., (2013). Al respecto Hoyos et al., (2012) mencionan que existen factores ligados a la familia,
como la baja cohesión familiar, asociada a la mala relación de los padres y al estilo de autoridad,
así como a la deficiente comunicación parental, que influirán en el bajo autoconcepto y autoestima
del adolescente, quedándose sin herramientas para hacer frente a eventos estresantes, lo que puede
originar depresión.

En lo que respecta al nivel de dificultad para afrontar sus tareas diarias, podemos precisar que
alumnos identificados con depresión en sus distintas fases, desde leve a grave, irán gradualmente
mostrando indicios de dificultad para ejecutar sus actividades escolares. De allí la importancia de
un oportuno abordaje que impida que los niveles de dificultad alcanzados vayan mermando su
desempeño, acercándolos paso a paso al aislamiento y abandono de sus actividades sociales y
académicas, lo que contribuirá a que la depresión pueda ir escalando y este cada vez más lejos de
su manejo primario CIE 10 (2013) citado por Aquino et al., (2015). En el estudio actual se
evidencia que un 77% de los estudiantes con sintomatología depresiva experimenta dificultad para
cumplir con sus actividades. Al respecto Silva, et al., (2005) citada por Aguilar et al., (2014)
señalan que los adolescentes muestran rechazo al cumplimiento de sus actividades porque se
encuentran en una lucha constante con sus limitaciones personales y la represión familiar, ya que
se les exige hacer lo que deben y no lo que quieren, generándoles un nivel de frustración que
aparece cuando el estudiante toma conciencia de que sus deseos y proyectos no se están
cumpliendo o no llegarán a cumplirse, iniciándose el proceso de frustración-apatía que luego
conduce a la desesperanza debido a que sienten que no consiguen controlar las causas de los
acontecimientos vitales negativos, que no logran ser considerados mejor que otros, decayendo la
percepción que tienen de ellos mismos lo que deriva en el abandono de las actividades que realizan
debido a que ya no le encuentran sentido suficiente para continuar realizándolas.

Finalmente, con respecto al ítem 9 del instrumento PHQ-9 que hace referencia a los
pensamientos de que estaría mejor muerto(a) o de lastimarse de alguna manera se observa que el
27% de los adolescentes que participaron en el presente estudio ya ha experimentado la ideación

32
suicida, lo que representa un 38% de los estudiantes que evidenciaron sintomatología depresiva,
mostrando que conforme avanza el nivel del trastorno depresivo detectado, el pensamiento suicida
se va manifestando en mayor proporción, como se muestra en el presente estudio donde los
alumnos con depresión leve, manifiestan ideación suicida en el 14.7% de alumnos, en los
estudiantes con depresión moderada, el pensamiento suicida está presente en el 50.8% y en los
casos de depresión moderadamente grave y grave, la ideación suicida se encontró en el 80% de
los adolescentes, tendencias que concuerdan con las investigaciones realizadas por Flores et al.,
(2014) y Cubillas et al., (2012) que encuentran una alta correlación entre depresión e ideación
suicida. Al respecto Echávarri (2010) menciona que cuando este pensamiento suicida se instala
en la mente, va avanzando progresivamente hasta tomar un rol protagónico como alivio a los
eventos de tristeza patológica y lo que inicialmente es sólo un pensamiento, va cobrando especial
relevancia y empieza activarse a nivel psíquico una variedad de impulsos de muerte que van
conduciendo a la persona con sintomatología depresiva a preparar un plan suicida. De allí el
sentido de urgencia de tomar en cuenta la sintomatología depresiva que los adolescentes
evidencian, más aún cuando van acompañadas de expresiones de poner fin a su vida, con la
finalidad de procurarles una intervención profesional oportuna en la fase de ambivalencia, donde
puede potenciarse el valor de la vida generando nuevas alternativas de solución que le permita
visualizar otras oportunidades de solución al conflicto que vive.

De este estudio, se puede concluir que los alumnos que cursan el tercero, cuarto y quinto
de secundaria, evidencian sintomatología depresiva en diferentes grados, pasando por los niveles
de depresión leve, moderada, moderadamente grave y grave, que requieren ser evaluados en una
segunda fase por un especialista de salud mental, que a través de la entrevista personal e
instrumentos específicos podrán descartar o confirmar el diagnóstico de depresión con la finalidad
de que contando con un diagnóstico oportuno, los adolescentes puedan ser atendidos en un entorno
primario.

Así mismo, se evidencia la necesidad de que los padres sean informados e instruidos sobre
las señales de alerta reflejadas en la conducta adolescente que podrían estar enmascarando una
sintomatología depresiva, dando a conocer los factores de riesgo que podrían estar influyendo de
manera directa, como pueden ser entre otros el bajo rendimiento escolar así como la baja cohesión
familiar, asociada a la mala relación de los padres, el estilo de autoridad y la deficiente
comunicación parental que se acentúa cuando los adolescentes viven con uno de sus padres.

33
En lo que respecta al hallazgo de mayor incidencia de depresión moderadamente grave y
grave en mujeres que en varones, se sugiere profundizar en la evaluación para descartar factores
culturales que puedan estar determinando que los varones estén reprimiendo y escondiendo el
dolor o sentimientos de tristeza por temor a ser estigmatizados, ya que el enmascarar los síntomas
depresivos puede conllevar a la aparición de conductas violentas y temerarias.

Por otro lado, se ha identificado que los distintos niveles de depresión identificados en los
adolescentes desde leve hasta grave ya evidencian correspondencia con un nivel de dificultad en
realizar y cumplir con sus actividades diarias, demostrando la necesidad del abordaje oportuno,
teniendo en cuenta que los síntomas depresivos son escalables y podrían representar en algún
momento motivo de discapacidad severa limitando su desarrollo integral y comprometiendo su
vida futura.

En lo que respecta a la sintomatología depresiva y la presencia de ideación suicida, el


presente estudio ha identificado que conforme los niveles de depresión van en aumento la
presencia del pensamiento suicida es mayor en los adolescentes, lo que nos hace ver el sentido de
urgencia de una inmediata intervención en adolescentes que transitan diariamente a la vista de
padres de familia, maestros y autoridades escolares con el gran riesgo de ponerle fin a sus vidas,
sin que su entorno más cercano lo detecte y le procure el cuidado y la atención oportuna que su
salud mental demanda.

Implicancias prácticas

Las instituciones educativas constituyen un lugar privilegiado de atención a los


estudiantes, donde debiera promocionarse la prevención de la salud mental para la detección
temprana de sintomatología depresiva que, abordadas de manera oportuna, puede darle al
adolescente la oportunidad de vivir su formación a plenitud y preservar su desarrollo futuro. Por
esta razón se recomiendan los siguientes pasos:

Se propone realizar charlas a los padres de familia y/o tutores sobre el trastorno depresivo
y sus factores de riesgo, orientándolos a fomentar vínculos sólidos de afecto y relaciones basadas
en el respeto mutuo que fortalezca en el adolescente su autoconcepto y su autoestima. Así mismo
es necesario orientarlos sobre la importancia del cuidado de la salud mental desde edades
tempranas, haciéndoles tomar conciencia que son los primeros responsables de identificar las
señales de sintomatología depresiva y procurarles a sus hijos la debida atención profesional de
manera oportuna con la finalidad de garantizarles una vida futura plena
34
Con respecto a los adolescentes debieran ser orientados también sobre la importancia del
cuidado de la salud mental, haciéndoles ver que parte de su desarrollo, autonomía y su ansiada
independencia está el ser capaces de pedir ayuda profesional oportuna para atender cualquier
desorden que se instale en su mente impidiéndoles experimentar el placer de un nuevo día,
procurándose una oportunidad de un presente y un futuro saludable, con la finalidad de
desestigmatizar la búsqueda de atención de un profesional de la salud. Adicionalmente el
psicólogo educativo puede proponer complementar la formación de los adolescentes durante el
horario escolar con talleres y/o programas para la vida, con el objetivo de que aprendan a identificar
sus emociones para luego poder regularlas practicando la asertividad, la resiliencia, la toma de
decisiones, de tal manera que cuando surjan eventos estresantes, cuenten con mayores recursos
para afrontarlos con éxito y así proteger su desarrollo saludable.

Por otro lado, las instituciones educativas deben realizar una capacitación
multidisciplinaria liderada por el psicólogo educativo orientada a instruir a la plana docente y
autoridades del centro educativo sobre la oportuna identificación de conductas depresivas en los
estudiantes que constituyen señales de alerta; esto permitirá un abordaje primario oportuno que
luego podrá ser complementado con la atención de un especialista de la salud mental.

Siendo que los estudiantes no suelen buscar ayuda de salud por iniciativa propia y que
legalmente los menores de edad requieren de autorización de sus padres para ser evaluados por el
profesional de la salud a cargo en cada centro educativo, se recomienda contar con una
autorización firmada por los padres al inicio del año escolar para que se pueda realizar un
seguimiento temprano de las necesidades sobre el cuidado de la salud mental, ya que para los padres
en muchos casos pasan desapercibidas las conductas depresivas o subestiman sus implicancias
presentes y futuras.

En lo que respecta, a aquellos alumnos que tienen un nivel de depresión leve y moderada
se recomienda profundizar en la evaluación con un especialista de la salud mental a través de una
entrevista formal que tome en cuenta el contexto actual que vive el adolescente de tal manera que
pueda descartar o confirmar el diagnóstico de depresión. En los casos de depresión
moderadamente grave y grave se les recomienda contar con un abordaje psicológico urgente, con
la finalidad que la sintomatología detectada no siga en avance y repercuta en su desarrollo actual
y en su vida futura con consecuencias más graves.

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Limitaciones

La limitación del presente estudio es que no se contaba con información sobre variables
tales como violencia familiar, bullying escolar, calidad de relación con los padres, entre otros, lo
cual podría ayudar a profundizar en la explicación del origen de la sintomatología depresiva.
También se considera que los ambientes donde fue aplicado el instrumento no admitían mayor
privacidad por el nivel de proximidad que había entre los alumnos. Adicionalmente, algunos
alumnos mostraron rechazo a la cercanía de personal de la institución educativa mientras eran
evaluados por el temor a que se vulnerara la confidencialidad que ellos exigían sobre la
información consignada en el instrumento.

Recomendaciones

Es recomendable realizar un estudio comparativo de la presencia del trastorno depresivo


en estudiantes tanto de una Institución Educativa Pública como Privada con la finalidad de poder
identificar si existe mayor prevalencia influida por el nivel socioeconómico de la población en
estudio. Por otra parte, se recomienda realizar otros estudios con más variables como violencia
familiar, bullying escolar y calidad de relación con los padres para poder identificar los factores de
riesgo a los que están expuestos los adolescentes pudiendo originar sintomatología depresiva con
la finalidad de estudiar esta variable con mayor profundidad. Adicionalmente es recomendable
considerar la evaluación de otros trastornos que pudieran estar agravando el estado de salud mental
de los adolescentes teniendo en cuenta que existe una alta comorbilidad que acompaña a los
trastornos depresivos.

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ANEXOS: CONSENTIMIENTO INFORMADO

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ASENTIMIENTO INFORMADO

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HOJA DE DATOS SOCIODEMOGRÁFICOS

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