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LELO Erotic-Fiction-Compilation ES PDF
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y una noches
Diez y una historias para leer en la cama. Diez y una
historias para endulzar tus sueños.
“Una noche de amor es un libro menos leído.”
- Honoré de Balzac
Índice
3 LA PRIMERA NOCHE 47 LA SÉPTIMA NOCHE
Una procesión de Ríndete
pasión y frases de Brenda B. Lennox
amor
Cristina Cano 49 LA OCTAVA NOCHE
Sus fantasías swinger
7 LA SEGUNDA NOCHE o de cómo nos
Fiereza anal en el convertimos en una
“salón de té” de la pareja liberal
plaza Strinfork Cristina Cano
Valérie Tasso
61 LA NOVENA NOCHE
12 LA TERCERA NOCHE Historia de una
MIND FUCK: la historia ninfómana (parte I)
de sexo de Andrea María Esclapez
Karen Moan
68 LA DÉCIMA NOCHE
22 LA CUARTA NOCHE Porno para mujeres.
Una historia bondage Secuencia 1: cuerpos
(IV): tablas celestiales, gozo
Mimmi Kass
universal
Valérie Tasso
31 LA QUINTA NOCHE
La sexóloga y su editor: 73 UNA NOCHE DE MUJERES
una lección de sexo No va a cambiar
Lis Hernández
nada entre nosotras
Thais Duthie
38 LA SEXTA NOCHE
Fruto prohibido
Silvia C. Carpallo
LA PRIMERA NOCHE
Una
procesión
de pasión
y frases de
amor
Cristina Cano
Frases de amor
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–continuó con dulzura–. De cualquier modo, me llamo
Saúl.Enchanté –susurró extendiendo su mano.
Pasión
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que debía someter a su diosa; a mi diosa, que eres tú, dijo.
Y en mi cabeza, vestía como un centurión romano. Y,
después, como un gladiador echando la red a la bestia.
Y en el centro del Coliseo, y sus onduladas sábanas como
arena, estaba yo, desnuda, inerme y a la vez protegida por
su sexo, que me ahogaba en pasión…
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LA SEGUNDA NOCHE
Fiereza anal en el
“salón de té” de
la plaza Strinfork
Valérie Tasso
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Lars permite que Ellen avance unos centímetros para poder
observar su firme trasero compactado en los pantalones. Es,
indudablemente, el culo que envidiaría cualquier cachas
de esos que se crían en los gimnasios, piensa.
–No dudo que él haya pasado antes por aquí, su afición por
los encuentros eróticos fortuitos en lugares públicos es bien
conocida –continúa Lars–…Solo hay una cosa que no me
ha quedado clara: el término “tea-room” de los ambientes
gais americanos o el británico “cottages” para las prácticas
homosexuales entre desconocidos en lavabos públicos,
¿hacen alusión a que los lavabos públicos ingleses tienen
aspecto de salones de té? O ¿se debe a que el nombre de
“tea party” ya estaba cogido?
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el cuarto y el quinto retrete hay un glory hole toscamente
horadado en la mampara, a una altura aproximada de
unos setenta centímetros del suelo, y por el que podría
pasar un balón de rugby. Sin apenas dudarlo un segundo,
le indica a Ellen que pase al quinto, no sin antes recordarle
algo antes de entrar:
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que le exige su cuerpo, y percibe, por primera vez desde
que entró en la letrina, un pequeño agujero en la pared del
siguiente retrete, apenas a cuarenta centímetros de su rostro,
por el que una pupila la está observando atentamente. El
vaivén de la polla de Lars, su propio dedo acariciando el
clítoris y la excitación de este nuevo descubrimiento hacen
que Ellen tenga auténticas dificultades para contener el
orgasmo. Mientras nota un ligero temblor en sus piernas que
anuncia la inminencia del clímax, aprieta con fuerza sus
glúteos, lo que produce que Lars emita un sonoro gruñido,
junto a un exabrupto de placer, que Ellen escucha como si
proviniera de otro mundo. La voz de Lars se ha vuelto más
aguda, su timbre es distinto y la expresión empleada se le
hace incomprensible.
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LA TERCERA NOCHE
Mind Fuck:
la historia
de sexo de
Andrea
Karen Moan
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Al llegar está todo listo. Saco la máquina, analizo la luz y
el decorado. El silencio es extraño. Nadie dice nada, y las
breves instrucciones de la maquilladora y el maestro en
Shibari se producen entre susurros.
–Entendido.
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Esta vez su suspiro se transforma en gemido, en un hilo
de voz que sugiere una atadura más. Noto un leve sudor
en las manos. Solo se oyen los clics de la cámara, el casi
imperceptible ruido de los correajes sobre la seda y sus
respiraciones… Respiraciones, entrecortadas y profundas.
Entrecortada la de él, profunda la de ella. Tira del pelo de
la modelo, primero suave, luego con fuerza hasta que sus
caras están pegadas. Ella abre un poco los labios, él se
acerca hasta que la distancia no se aprecia. Hago zoom,
me tiembla un poco el pulso. Aún no la ha rozado, y tras
varios segundos, la suelta. Su gemido ahora es decepción.
Las cuerdas continúan su trabajo, la inmovilización, la
presión en puntos energéticos vitales, la sumisión y el delirio.
Intento alejarme de la excitación, tengo que serenarme
para acabar bien el trabajo. Me concentro en los preciosos
nudos, sin mirar la piel, desenfocándola. Como en todas
mis sesiones, cierro los ojos, y lanzo el disparador, las tomas
del inconsciente, las llamo. Consigo terminar la sesión un
poco más calmada. Me dirijo a la maquilladora y en un
susurro le digo que me voy, y que le comente al maestro
que en un par de días tendrá el trabajo.
–¡Qué voz!
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–Gracias por la imagen del conejo, llevo todo el día
riéndome.
–Joder, sí.
Está al fondo del bar, tiene dos entradas con cortinas para
acceder a él. Si no conoces el sitio, entiendes que es un
área privada, aunque si eres observador, dependiendo de
tu situación en el bar, puedes adivinar que hay algo más.
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y provocadora, como una alumna imposible ante una
profesora impaciente. Sabía que Morna había tocado
límite cuando me agarró fuerte el muslo y me dijo que
íbamos adentro. Debía estar tan caliente y enfadada que
ni siquiera iba a esperar al sábado, que era cuando nos
tocaba la clase siguiente. También supuse que el hecho
de haber elegido una falda de tablas a cuadros había
accionado el clic.
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hombros. Sostuvimos la mirada hasta que yo la bajé.
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sofá. Siguieron dos, tres, cuatro, alternados con caricias
en el clítoris, las que menos. Morna desplegó un repertorio
que pronto hizo que me moviera alrededor de sus piernas
buscando alguna zona intacta. Ella me inmovilizó con la
presión de su cuerpo y su único brazo libre, y gracias a
dios, entré en el viaje. Me vi desde fuera, desde los ojos de
aquel desconocido; me lo imaginé erecto, con su mano,
inconsciente, cerca de su entrepierna. Se habría apartado
de sus amigos con la excusa de ir al baño, y colocado
en un lugar donde tener plena visión de mi castigo, del
color rosa fuerte de mi culo, la falda arrugada, mi mirada
perdida y la brutalidad aparente del monstruo de Morna.
Su instinto le acercaba de manera sutil a nosotras, como si
quisiera protegerme, y entonces yo lo hice. Rugí, de placer,
de rabia, de placer, de rabia, de placer. Morna apretó las
nalgas y metió varios dedos en mi coño, me retorcí, volví a
mi cuerpo de manera inmediata, en cuestión de segundos
me corrí en sus salvajes y hábiles manos…
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cuando le pregunté su opinión sobre lo ocurrido en el Volta
y, cuando le conté cómo me relacionaba sexualmente,
hubo momentos de incómodo silencio. Estaba frente a
un hombre heterosexual, que oía por primera vez a una
mujer hablar de relaciones abiertas, juegos sexuales sin
penetración, cambio de roles, exploración de límites… Al
final, un condescendiente «Probemos» me sonó mal.
Cojo el móvil:
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«Hoy es martes, dijiste una vez a la semana.»
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LA CUARTA NOCHE
Una historia
bondage
(IV): tablas
Mimmi Kass
–Estoy en el salón.
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–Tengo una propuesta para ti: quiero atarte de nuevo.
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Estaban colocadas en hatillos ordenados y el calor de
las llamas les daba un sutil color dorado. Todo su cuerpo
se tensó.
–Para Shibari.
–Desnúdate.
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mano apoyada entre sus pechos.
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–Futomomo –respondió Miguel, lacónico.
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antebrazos, de manera que cada una de sus manos
sostenía un codo. Sus pechos saltaron hacia adelante en
una postura forzada. Carolina se derretía con cada roce
de los dedos de Miguel sobre la piel, cada caricia de las
cuerdas bailando al compás de la desgarradora canción.
El abrazo de las hebras doradas frunció sus pezones hasta
el dolor, su sexo expuesto destilaba la miel que delataba
su excitación y su deseo. Miguel trabajaba infatigable,
concentrado en tensar, anudar y rodear su cuerpo, con
la boca muy cerca del cuello de Carolina, haciéndola
estremecer con cada exhalación de su aliento cálido.
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ambos emitían un gemido agónico de alivio.
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–Has ganado –susurró Carolina, con la falsa certeza de
que su derrota era mucho más que algo físico, sin entender
aún la dulce victoria de su alma.
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LA QUINTA NOCHE
La sexóloga y
su editor: una
lección de sexo
Lis Hernández
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con fuerza y sin compasión dentro de mi vagina. Oigo una
voz en mi mente:
–¡No hablarás!
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excitado o cabreado, por un momento me lo pregunto, al
siguiente, solo pienso en el infierno celestial que noto en mi
vientre.
–¡Levántate!
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un latigazo en mis nalgas.
–Yo solo deseo estar aquí para ti, yo solo quiero ser la
protagonista de mi fantasía. No pido más de ti, no me
interesa nada más de ti.
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–continúa, tras un breve suspiro– y quiero poseerte de tal
forma que nunca olvides que hoy solo corrijo tu forma de
tener sexo. Así, cuando cualquier hombre te toque, te hará
recordar que tienes un acento español tatuado en la piel.
El mío.
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me va a hacer explotar de gozo. Lo intento contener, pero
no aguanto, mi vagina arde, todo mi interior se contrae
intermitentemente, los fluidos, abrasadores, ya recorren mis
muslos abajo. Giro mi cuello para intentar mirarle a la cara.
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LA SEXTA NOCHE
Fruto
prohibido
Silvia C. Carpallo
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Vuelvo a la terraza con un nuevo par de cervezas y, cuando
le tiendo la suya, me roza con los dedos. No sé muy bien si
sin querer o queriendo pero, de repente, siento escalofríos.
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haces con todas Dani. –No sé por qué soy tan borde, pero
es la única arma de defensa que encuentro ahora mismo.
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tanto sexo como al principio; pero es algo que pasa en
todas las parejas… Eso no me da derecho a ser infiel y,
menos aún, ¡con su amigo! Yo no soy así, no soy ese tipo de
persona. Pienso que soy una estúpida por pensar siquiera
en esa idea pero, cuando abro la puerta, Daniel está justo
enfrente de mí.
–No creo, dijo que tardaría un buen rato. Aún nos queda
tiempo… –asevera sin compasión.
–¿Para qué?
–¿Qué haces?
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saber cómo será tu piel de suave, de saber cómo será tu
cuerpo desnudo bajo ese vestido.
–Lo sé. Pensarás en ello cada vez que nos volvamos a ver;
pensarás en ello incluso cuando estés con él; y no sabes
cómo me excita eso.
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–Sólo pídemelo. Pídemelo, y te hago mía aquí y ahora. Sólo
tú y yo, sin que nadie nunca lo sepa.
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hecho, ya tiene un condón en su firme erección. No lo
pienso más, sin más preámbulos, me siento sobre él y me
meto su pene en la vagina con mis propias manos. El primer
orgasmo me ha dejado tan húmeda que se desliza con
facilidad hasta lo más hondo de mí. Creo morir de placer
al sentir como su sexo duro acaricia mi interior en cada una
de sus embestidas. Me coge de las caderas y, a diferencia
de ese mete saca que tantas veces he sufrido, se mueve
para presionar todos mis puntos sensibles, sin dejar de
penetrarme con fuerza. Quiero más, necesito más. Esto es
una auténtica locura, una perdición, un viaje sin retorno.
Nunca había sentido el sexo así, con tanto deseo, y creo
que el orgasmo va a volver a encontrarme sin remedio.
Daniel clava sus ojos en mi mirada.
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Asiento con la cabeza y cruzo las piernas, como si así
disimulara la humedad que hay entre ellas. Vuelvo a
beber de mi cerveza, acallando las perversas ideas que
bombardean mi mente.
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LA SÉPTIMA NOCHE
Ríndete
Brenda B. Lennox
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LA OCTAVA NOCHE
Sus fantasías
swinger o de
cómo nos
convertimos
en una pareja
liberal
Cristina Cano
–les decía–.
Todos desnudos formando un corro, masturbándonos
alrededor del show. Y esos dos extraños te penetraban a
la vez, mientras asías otra enorme y dura verga. Casi no
podías continuar del placer que estabas recibiendo y, en
ese momento, aparté a todos y terminé penetrándote y
masturbándome sobre tu espalda –confesó mi marido al
despertarse con una erección–.
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sabemos buscar lo que queremos y compartirlo con quienes
queremos. Y porque cuando alcanzamos una edad,
perdemos esa maldita vergüenza que nos ha perseguido
toda la vida, enganchándose al alma durante años vacíos
de nuevas sensaciones íntimas… y repletos en tierna
dedicación con nuestras familias. Es la válvula de escape
de la olla exprés de los sentimientos de madres que quieren
follar como adolescentes, con nuestros sensualmente
ausentes maridos.
51
–Bien, vale –respondió lacónico e indolente mientras
jugaba una partida de ajedrez online–.
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portazo, continuó: –pero, Sara y Angelito vienen con nosotros.
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cuando quiero poseer tu cuerpo…
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sábana, cuando me noté mojada. Mi cuerpo me estaba
pidiendo algo para lo que mi mente quizás no estuviera
preparada, pero tampoco tenía muchas fuerzas para
pensarlo. Analizarme requería un esfuerzo titánico. No iba
a pensar.
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–Ups, parece que sí es lo que crees… –dijo mientras
comprobaba que había eyaculado–.
–¡Eres un voyeur!
–¿Qué pienso?
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–¡Vale, hagámoslo! –dije sin ni siquiera tener tiempo para
liarme la manta a la cabeza–.
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de todos los colores, y hasta un par de corsés rojo burdeos.
¡Y yo vistiendo unas braguitas blancas estampadas a juego
con el sujetador!
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vino, ¿no crees Guille?
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a la vez, mientras Sara se masturbaba a nuestro lado. Era
lo que mi marido siempre quiso hacer. Lo que nunca pude
imaginar es que yo me deleitaría más que él.
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LA NOVENA NOCHE
Historia de una
ninfómana
(parte I)
María Esclapez
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se combaba como espejos cóncavos y convexos. Y me
miraban.
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puerta de su apartamento, hasta que me percaté de que
todo el pasillo olía a tortitas.
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Un leve atisbo de consciencia hizo que me percatara de
que mi cuerpo ardía de un extremo a otro. Toda mi piel
quemaba, salvo mi mano derecha, que estaba congelada.
¿Se trataba de nuevas sensaciones ninfomaníacas? La
posé sobre mi cuello y mejillas para atenuar el sofoco, pero
no hubo manera.
–No –mascullé.
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sus pantalones. Yo ya era aquellos manantiales de deseo
que tanto había extrañado.
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–Víctor, tengo miedo. Eres mi novio y tienes que protegerme
–supliqué.
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LA DÉCIMA NOCHE
Porno para
mujeres.
Secuencia
1: cuerpos
celestiales,
gozo universal
Valérie Tasso
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la mejilla.
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de hielo que dejé con delicadeza en el suelo. Con mis
labios carnosos, aprisioné su glande con fuerza, mientras
colocaba sus pies sobre los cubitos de hielo. Al notar el frío,
mi amante desconocido arqueó la espalda al compás de
un ruido gutural seco, espasmódico.
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a la vez que se unieron otras lenguas que jugueteaban con
mis pezones. Algo se introdujo con fuerza en mi vagina, y mi
cuerpo se contrajo; mi piel se erizó, a la vez que mi garganta
emitía un sonido seco. Perdí de vista las molduras del techo.
Oí gemidos que yo no producía. Mi cuerpo se achicó, se
fue encogiendo, se contrajo sobre él mismo y comprimió
toda mi energía justo antes de la gran expansión, que el
universo, la nada, se repartieran hacia el infinito. Mi cuerpo
ya no era mío, no se distinguía de los cuerpos de los demás
y el gozo no me pertenecía, no era mío ni era de nadie…
era de todos.
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UNA NOCHE DE MUJERES
No va a
cambiar
nada entre
nosotras
Thais Duthie
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si pudiera leerle la mente.
–Mírame.
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el rostro de la joven entre sus manos y acarició los labios
suaves de Alma con los propios. Le regaló un mordisco en
el inferior, así como un pequeño calambre que viajaba por
todo su cuerpo.
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–¿Para qué iba a ponérmelos bien si tú me los vas a quitar
enseguida?
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Cuando se libró de aquel pedazo de tela brillante y dejó
los senos de Edith al desnudo fue como si estuviera en un
espectáculo de Music hall y el telón acabara de abrirse.
Alma los besó con ganas, mientras se quitaba el vestido y
alguna prenda más de ropa que su madre le obligaba a
llevar.
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–¿Sigues sin querer que cambie nada entre nosotras,
señorita De Valois?
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