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Ensayo para MAESTRÍA - Kuhn, Lakatos y El Estudio Del Lenguaje
Ensayo para MAESTRÍA - Kuhn, Lakatos y El Estudio Del Lenguaje
Introducción
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Sin embargo, pronto quedó claro que lo que Skinner había desarrollado no era sólo un
sistema de investigación o un conjunto de métodos y conceptos como el conductismo
watsoniano, sino algo más. De hecho, tanto él mismo como otros autores posteriores
definirían su posición como “la filosofía de la ciencia de la conducta” (Baum, 2017; Pérez-
Álvarez, 2004; Hurtado, 2006; Skinner, 1974). Adoptar esta posición implica que el
conductismo radical dicta los cánones acerca de qué tipo de preguntas son válidas y cómo
se han de contestar (Zuriff, 1985), lo que, además, está relacionado con supuestos sobre la
naturaleza humana, que implican una concepción del mundo y de la vida (Pérez-Álvarez,
2004), y, sobre todo, de “lo mental”, ante lo que adopta una postura abiertamente
antidualista (Burgos, 2015). Empezaré por este último punto.
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siglos la psicología fue una ciencia del espíritu, ya que su enseñanza no involucraba
experimentos o matemáticas, ni siquiera pizarrones (Bunge & Ardila, 2002). Mientras
tanto, la medicina y la fisiología progresaban enormemente. Sin embargo, el desarrollo de
esta última iba a abrir las puertas al inicio de la psicología científica, sobre todo de la mano
de la reflexología rusa (Pávlov, Sechenov) y de biólogos como Lloyd Morgan (Keller,
1990), quienes influyeron de forma notable en Watson. Sin embargo, la postura watsoniana
adolecía de: a) un excesivo reduccionismo, al considerar la conducta como una colección
de reacciones de los músculos esqueléticos y glándulas; b) un dogma negativo, al basar su
propuesta entera en la eliminación de la conciencia como objeto y la introspección como
método (Pérez-Álvarez, 1995); c) derivado del punto anterior, los motivos de Watson para
establecer a la psicología como ciencia natural fueron metodológicos más que
conceptuales o filosóficos (Watson rechazaba la utilidad de la filosofía en lo tocante a lo
humano), por lo que los fenómenos que no aprobaban su trámite fisicalista quedaban
ocultos bajo la superficie: presentes pero lejos del alcance de la ciencia, como siempre
habían estado. En otras palabras, el conductismo de Watson seguía siendo una psicología
implícitamente dualista.
“La idea de que la conducta puede ser tratada científicamente implica que,
justo como las otras ciencias se apartan de esencias, fuerzas y causas ocultas,
así el análisis de la conducta (o la psicología si son lo mismo) omitirá tales
factores misteriosos […] Mientras Darwin ofendió al abandonar la mano
oculta de Dios, los conductistas ofenden cuando dejan de lado otra fuerza
oculta: el poder de los individuos para dirigir su propia conducta. Justo como
la teoría de Darwin retó la querida idea de Dios como creador, así reta el
conductismo la querida idea del libre albedrío.” (Baum, 2017, pág. 10).
La postura del conductismo radical ante la doctrina del libre albedrío puede
considerarse como un reto en tanto se rechaza la capacidad de elección del individuo como
factor explicativo del comportamiento y pasa a ser parte de lo que hay que explicar; de lo
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Conducta verbal
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Sin embargo, Chomsky tenía razón en dos cosas: Conducta verbal no constituía una
teoría del lenguaje propiamente dicha, y la definición misma de “conducta verbal” era
demasiado ambigua y amplia. Con respecto al primer punto, a pesar de que los conceptos y
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métodos delineados en el libro son usados hoy por terapeutas conductuales para enseñar a
hablar a niños con autismo (con éxito; Primero, 2008) e incluso fueron retomados treinta y
cuatro años más tarde para ser aplicados en el contexto de la psicoterapia (una vez más,
con éxito; Kohlenberg & Tsai, 1991), no se hicieron predicciones ni muchas
investigaciones de laboratorio con ella. Algunos autores realizaron investigaciones sobre la
distinción entre tactos y mandos (Hayes, Blackledge & Barnes-Holmes, 2001), pero, en
general, la línea de investigación derivada de Conducta verbal careció de la vitalidad
requerida para un tema tan importante. Décadas más tarde se realizaron grandes avances en
el área de la conducta gobernada por reglas (Hayes, 1989b; Reese, 1989), descubriendo,
por ejemplo, que el seguimiento de reglas puede ocasionar insensibilidad a las
contingencias naturales (Gómez, Moreno & López, 2006; Hayes, Brownstein, Zettle,
Rosenfarb & Korn, 1989; Stewart & Roche, 2013), pero gran parte de esta línea de
investigación prescindió de los conceptos usados en Conducta verbal.
Con respecto al segundo punto, existen dos problemas: el primero es que, a pesar de
que el tratamiento de Conducta verbal es funcional, la definición del fenómeno no lo es: en
lugar de considerar la historia previa del organismo de interés, sólo considera la historia de
otro organismo, el “escucha”, que debe provenir de una comunidad socio-verbal (Skinner,
1957). De esto se derivaría que, para conocer la conducta verbal emitida por un organismo,
en lugar de mirar en la historia de dicho organismo, el experimentador debe buscar en la
historia del “escucha” (Hayes, Blackledge & Barnes-Holmes, 2001). El segundo problema
–derivado del primero– es que la definición de conducta verbal resulta demasiado amplia.
En este sentido, incluso la conducta de una rata que es reforzada dentro de una cámara de
condicionamiento sería clasificada como verbal, ya que el científico, el “escucha”, tiene
una historia de condicionamiento dentro de una comunidad socio-verbal (Hayes,
Blackledge & Barnes-Holmes, 2001; Hughes & Barnes-Holmes, 2016).
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Una línea de investigación traería una posible respuesta. A principios de los 70,
Murray Sidman se encontraba trabajando en mejorar la comprensión lectora de un
individuo con retardo en el desarrollo, usando un procedimiento llamado discriminación
condicional, en el que el sujeto es enseñado a escoger un estímulo de entre cierto número
de estímulos de comparación, sólo en presencia de uno de entre cierto número de estímulos
de muestra (Sidman, 1971). El paciente ya sabía seleccionar las imágenes correctas (B) en
presencia de palabras habladas (A), por lo que Sidman le enseñó a seleccionar palabras
impresas (C) en presencia de palabras habladas (A). Sin embargo, en pruebas
subsecuentes, el paciente no sólo supo realizar las relaciones entrenadas, sino también otras
que no lo habían sido; es decir, mostró las relaciones A-B, A-C, B-C y C-B. Una anomalía
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para el análisis conductual de aquella época, el fenómeno fue explicado por Sidman como
que el sujeto se comportaba como si los tres estímulos fueran mutuamente intercambiables
o sustituibles, por lo que lo denominó equivalencia de estímulos (Sidman, 1994; Stewart &
Roche, 2013). Conforme las investigaciones avanzaban, aparecía evidencia de que la
equivalencia de estímulos y el lenguaje estaban íntimamente relacionados (por ejemplo:
Barnes, McCullagh & Keenan, 1990; Ogawa, Yamazaki, Ueno, Cheng & Iriki, 2010). Las
relaciones de equivalencia atrajeron la imaginación de los analistas conductuales a este
respecto en tanto permitían realizar un análisis operante de las propiedades simbólicas del
lenguaje y la cognición humanas (Sidman, 1971, 1994), y hacia finales de la década de los
80, esta línea se encontró con la investigación en conducta gobernada por reglas al surgir la
teoría de los marcos relacionales (Hayes, Barnes-Holmes & Roche, 2001).
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Cullinan, 2001; Rehfeldt & Barnes-Holmes, 2009), procesos sociales como el prejuicio o
la pertenencia al grupo (Kohlenberg, Hayes & Hayes, 1991; Roche, Barnes-Holmes,
Barnes-Holmes & Hayes, 2001), creencias implícitas (Barnes-Holmes, Barnes-Holmes,
Power, Hayden, Milne & Stewart, 2006), funciones ejecutivas (Hayes, Gifford &
Ruckstuhl Jr., 1996), o la formación de la identidad y el Yo (Barnes-Holmes, Hayes &
Dymond, 2001; Luciano, 2017), abriendo la puerta, además, a estudiar constructos
provenientes de otras corrientes teóricas de una manera experimental, monista y
materialista.
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paradigma, a las que se unen científicos, no siempre por la razón, sino por la presión de sus
pares. Este es el período de ciencia revolucionaria.
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Dado lo revisado en las dos secciones anteriores, debe quedar claro por qué esta
visión de la historia de la psicología es errónea. Aun así, a continuación, expondré las
supuestas anomalías encontradas por los revisores kuhnianos de la historia de la psicología.
1. Autores como Chomsky (1957), De Vega (1990) o Segal y Lachman (1972) suelen
hacer referencia al conductismo como “psicología E-R”. Como se abordó en la primera
sección, el tipo de conductismo que usaba el modelo E-R fue el conductismo de Watson,
pronto desfasado y de mero interés histórico (Pérez-Álvarez, 1995). Es más, hablar de
conductismo englobando en la misma categoría a Skinner, Watson, Hull y Tolman es, en sí
mismo, un error, ya que se ignora la diversidad de las propuestas metateóricas y filosóficas
etiquetadas como “conductismo”. O’Donohue y Kitchener (1999) clasificaron hasta
catorce variedades de conductismo; algunas de ellas, como los programas de Watson, Hull
y Tolman, sí están muertos, mientras que otras tantas, como los programas de Bijou,
Rachlin, Timberlake o Staddon tienen poca presencia en la academia y pronto
desaparecerán. El conductismo radical de Skinner, el interconductismo de Kantor y el
contextualismo funcional de Hayes (siendo el último una extensión del primero) son los
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2. Una de las supuestas causas del período de crisis del paradigma conductual fue la
caída del positivismo lógico (De Vega, 1990), la filosofía de la ciencia que, según muchos
autores, estaba íntimamente relacionada con el movimiento conductista. La realidad es que
no todas las variedades de conductismo estuvieron ligadas a o pueden ser categorizadas
como positivistas. Por ejemplo, si bien el conductismo radical de Skinner pudo verse
influenciado en sus etapas iniciales por el positivismo, posteriormente adoptó posturas
opuestas a dicha filosofía:
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reglas puede eliminar la sensibilidad a las contingencias naturales, siendo así un base para
las expectativas, las metas y otros aspectos relevantes de la experiencia humana: no se
pueden modificar cambiando directamente el ambiente y son resistentes al castigo y a la
extinción (Catania, 1998; Gómez, Moreno & López, 2006; Hayes, Barnes-Holmes &
Roche, 2001; Hayes, Brownstein, Zettle, Rosenfarb & Korn, 1989).
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constructos o entidades mediadoras mentalistas –lo cual sería una violación a la heurística
negativa del programa. Pero cuando Murray Sidman (1971) descubrió las relaciones de
equivalencia –conductas que emergen o se derivan sin necesidad de entrenamiento
directo–, el cinturón protector hubo de ser modificado para poder proteger el núcleo: las
relaciones de equivalencia surgen a partir de procedimientos de igualación a la muestra o
de discriminación condicional en las que se entrenan directamente algunas relaciones entre
estímulos. En el artículo original (1971), Sidman reforzó los ensayos correctos de igualar
palabras impresas con palabras habladas, y con base en este entrenamiento, el sujeto derivó
la relación inversa, además de otras dos, sin previo entrenamiento para hacer tal cosa.
Asimismo, la teoría de los marcos relacionales es otro factor del cinturón protector.
La teoría, formulada con base en los estudios experimentales en clases de equivalencia y
conducta gobernada por reglas de finales de los 80, no es una modificación per se, sino un
añadido al cinturón que ha hecho que la investigación conductual en lenguaje y
pensamiento se haga más progresiva. La mayoría de las predicciones hechas por la teoría
de los marcos relacionales se han cumplido –por ejemplo, que el establecimiento de reglas
tipo pliance (reglas que son reforzadas simplemente por seguirlas) ayuda a establecer
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reglas tipo tracking (reglas que son reforzadas debido a que llevan a consecuencias
naturales reforzantes), y éstas, a su vez, ayudan a establecer reglas de tipo augmenting
(claves contextuales que aumentan el valor reforzante o aversivo de una regla) (Para más
ejemplos, ver: Hayes & Quiñones, 2005; Hayes, Gifford & Ruckstuhl, 1996; O’Hora,
Roche & Barnes-Holmes, 2002; Rehfeldt & Barnes-Holmes, 2009; Wilson & Hayes,
2018). Asimismo, la heurística positiva del programa de investigación conductual en
lenguaje y pensamiento incluye modelizaciones de la realidad, cosa alcanzada con el
Modelo de Coherencia Relacional y el Procedimiento de Evaluación Relacional Implícita
(IRAP; ver: Barnes-Holmes, Barnes-Holmes, Luciano & McEnteggart, 2017; Barnes-
Holmes, Barnes-Holmes, Power, Hayden, Milne & Stewart, 2006; Hussey, Barnes-Holmes
& Barnes-Holmes, 2015), mientras que la heurística negativa es bastante clara: evitar las
conceptualizaciones y la incorporación de variables mediadoras hipotéticas y/o mentalistas,
ya sea para explicar datos o para generar nuevas hipótesis.
Conclusión
El propósito del presente trabajo era revisar los avances realizados en el área del
lenguaje y el pensamiento desde el enfoque materialista y monista del conductismo, con la
intención de aplicarles la metodología de los programas de investigación de Lakatos para
mostrar que, lejos de la visión kuhniana que ha predominado las últimas décadas la historia
de la psicología, no se ha dejado de hacer investigación conductual; más bien al contrario,
este enfoque de la conducta humana se ha nutrido y ha crecido exponencialmente. Tal
como afirman Hayes, Blackledge y Barnes-Holmes (2001) y Skinner (1966), la intención
desde el inicio era comenzar desde los casos más simples e ir progresando y acumulando
información para aplicarla a contextos y comportamientos más complejos, en lugar de
hacer que los hechos encajen dentro de las teorías. Por ello, a pesar de las diferencias
dentro de la misma comunidad analítico-conductual en el área del lenguaje, puede hablarse
de un mismo programa de investigación lakatosiano en tanto su núcleo firme sigue siendo
el mismo.
Parece innecesario resaltar que el programa rival del aquí revisado sería la
aproximación cognitiva al lenguaje; este programa de investigación tiene como núcleo
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firme la hipótesis de que el lenguaje es una facultad mental innata en los seres humanos y
que la mente, modular, es un rasgo evolutivo (Bunge & Ardila, 2002; Casey & Moran,
1989; Chomsky, 1959; De Vega, 1990; Miller, 2003). Es la perspectiva más adoptada por
la comunidad científica, pero, tal como Lakatos dejó en claro, en cuanto al éxito de un
programa de investigación el consenso no es un asunto de importancia: sólo importa qué
tan progresivo sea (Lakatos, 1970, 1978; Nickles, 2000). El cinturón protector de un
programa de investigación puede sufrir refutaciones y anomalías constantes, pero si es
reformulado de manera más astuta que sus rivales puede resurgir como un programa más
progresivo y triunfar, incluso décadas después de su aparente derrota. No hay razón para
pensar que en psicología esto pueda ser distinto; lo sensato sería decir que la conclusión
sobre cuál programa de investigación en lenguaje y pensamiento resulta vencedor, sólo
puede ser revelada por la historia.
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