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¿Cómo actuar con un adolescente difícil? – Nasio (Pr. 2)

Nasio define a la adolescencia, como un pasaje obligado, delicado, atormentado pero también
creativo que se extiende desde el fin de la infancia hasta las puertas de la madurez.

La define desde 3 puntos de vista diferentes pero a la vez complementarios que son: biológico,
sociológico y psicoanalítico.

 Desde la perspectiva biológica, sabemos que el principio de la adolescencia corresponde a la


pubertad, a ese momento de la vida en el que el cuerpo de un niño de 11 años es abrasado por una
sorprendente llamarada hormonal. La pubertad designa justamente el periodo en el que se desarrollan
los órganos genitales, aparecen signos distintivos del cuerpo del hombre y de la mujer, y se produce
un impresionante crecimiento de altura así como una modificación sensible de las formas anatómicas.
Biológicamente hablando, la adolescencia es sinónimo del advenimiento de un cuerpo maduro,
sexuado, susceptible de procrear.

 En cuanto a lo sociológico, el vocablo “adolescencia” abarca el periodo de transición entre la


dependencia infantil y la emancipación del joven adulto. En nuestra sociedad los jóvenes conquistan
su autonomía muy tardíamente, dados la extensión de los estudios y el desempleo masivo, factores
que mantienen la dependencia material y afectiva del adolescente respecto de su familia. Un adulto
joven de cada dos sigue viviendo en el domicilio de los padres a los 23 años, gozando no sólo del
techo por tiempos cada vez más prolongados, sino también de su sostén económico que, muy a
menudo, se extiende incluso más allá. Puede afirmarse que la pubertad signa su entrada hacia los 11 o
12 años, mientras que la emancipación puntúa su salida alrededor de los 25 años

 Punto de vista psicoanalítico: el joven de hoy es un ser trastornado que, alternativamente, se


precipita alegre hacia delante en la vida, luego de pronto se detiene, agobiado, vacío de esperanza,
para volver a arrancar inmediatamente llevado por el fuego de la acción. Todo en él son contrastes y
contradicciones. Puede estar rebelde como conformista, intransigente y decepcionado; en un momento
entusiasta y de golpe inactivo y desmoralizado. A veces, es muy individualista y exhibe una vanidad
desmesurada o, por el contrario, no se quiere, se siente poca cosa y duda de todo. Los únicos ideales a
los que adhiere son los ideales de su grupo de amigos. A sus padres les manifiesta sentimientos que
son la inversa de lo que siente realmente por ellos: los desprecia y les grita su odio, mientras que el
niño que subsiste en el fondo los ama con ternura.

El impulso creador del adolescente:

El adolescente, sin ninguna duda, es un ser que sufre, exaspera a los suyos y se siente sofocado por
ellos, pero es, sobre todo, el que asiste a la eclosión de su propio pensamiento y al nacimiento de
una fuerza nueva; una fuerza viva sin la cual en la edad adulta ninguna obra podría llevarse a cabo.
Todo lo que construimos hoy está erigido con la energía y la inocencia del adolescente que
sobrevive en nosotros.

La adolescencia es una de las fases más fecundas de nuestra existencia. El cuerpo se acerca a la
morfología adulta y se vuelve capaz de procrear; por otro lado, la mente se inflama por grandes
causas, aprende a concentrarse en un problema abstracto, a discernir lo esencial de una situación, a
anticipar las dificultades eventuales y a expandirse ganando espacios desconocidos. El adolescente
conquista el espacio intelectual con el descubrimiento de nuevos intereses culturales; conquista el
espacio afectivo con el descubrimiento de nuevas maneras de vivir emociones que ya conocía, pero
que nunca antes había experimentado de esa manera; y por ultimo, conquista el espacio social al
descubrir, más allá del circulo familiar y del escolar, el universo de los seres humanos en toda su
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diversidad. Ante la creciente importancia que la sociedad reviste ahora en su vida, comprende muy
pronto que nada puede surgir de una acción solitaria. Nos damos cuenta de cuan vital es el otro
biológica, afectiva y socialmente para cada uno de nosotros, cuanta necesidad tenemos del otro
para ser nosotros mismos.

La mayor parte del tiempo, lo que se presenta ante nosotros es un adolescente en estado de
desasosiego; un joven al que le cuesta expresar su malestar con palabras. No sabe o no puede
verbalizar el sufrimiento difuso que lo invade y es a nosotros, adultos, a quienes nos compete
soplarle las palabras que le faltan, traducirle el mal-estar que siente y que habría expresado el
mismo si hubiera sabido reconocerlo.

El adolescente no siempre logra hablar de lo que siente porque tampoco consigue identificar
bien cómo se siente. Si el adolescente no habla no es porque no quiere comunicar, sino porque no
sabe identificar lo que siente, y mucho menos verbalizarlo. Se ve lanzado a actuar mas que a hablar
y que su mal-estar se traduce más por medio de los actos que de las palabras. Su sufrimiento,
inconsciente, está más expresado mediante comportamientos impulsivos que conscientemente
vivido y puesto en palabras.

El sufrimiento inconsciente del adolescente puede manifestarse de tres maneras diferentes:

- por medio de una neurosis de crecimiento (sufrimiento icc moderado): La adolescencia es una
neurosis sana, necesaria para volverse adulto.

- por medio de comportamientos peligrosos (sufrimiento icc intenso): Estos comportamientos


peligrosos son interpretados como la puesta en acto de un sufrimiento inconsciente. Por ejemplo:
comportamientos depresivos, aislamiento, intentos de suicidio y suicidio, adicciones, consumo de
drogas duras, alcoholismo, pornografía invasiva, anorexia y bulimia, distanciamiento escolar y
ausentismo, vandalismo, violencia contra los otros y contra sí mismo, ciberdependencia y uso
abusivo de chats.

- por medio de perturbaciones mentales (sufrimiento icc extremo): Perturbaciones mentales,


principalmente la esquizofrenia, los TOC, las fobias, la depresión, los desórdenes alimentarios
crónicos y las perversiones sexuales, que revelan un sufrimiento inconsciente.

Nasio dice que para crecer, nos hemos visto obligados a soportar dos neurosis: la primera entre los
tres y seis años, una neurosis infantil durante el Edipo; y más tarde, la segunda entre los once y
dieciocho años, una neurosis juvenil durante la adolescencia. Estas dos neurosis de crecimiento son
neurosis sanas porque son pasajeras y se resuelven por sí mismas.

La adolescencia es un duelo de la infancia: el joven debe perder a la vez su universo de niño,


conservar en sí mismo sus sensaciones y emociones infantiles, y conquistar la edad adulta.

El segundo aspecto del abordaje psicoanalítico entiende el periodo de la adolescencia como un lento
y doloroso proceso de duelo y renacimiento. Detrás de los comportamientos angustiados, tristes o
rebeldes del adolescente neurótico, se esconde en lo más profundo de él un lento, doloroso y sordo
trabajo interior de alejamiento progresivo del niño que ha sido, pero también de construcción
igualmente progresiva del adulto por venir.

El adolescente debe perder, conservar y conquistar a la vez: perder el cuerpo de niño universo
familiar en el cual creció; conservar todo lo que sintió, percibió, quiso desde su primer despertar,
en particular su inocencia de niño; y conquistar finalmente la edad adulta.
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El duelo es un tiempo, tiempo que hace falta para aceptar vivir con la ausencia definitiva de
aquel a quien amamos y que acabamos de perder. Aceptar vivir con la ausencia significa, de
hecho, aprender a amar de otro modo a aquel que ya nunca más volverá a estar, aprender a quererlo
de otra manera que cuando estaba vivo.

No es fácil para un adolescente amar al niño que hay en él, de hecho tiene horror a sentirse tratado
como un niño porque eso sería un signo de debilidad, por eso rechaza todo lo que de su infancia
vuelve en él. Pero sólo podrá crecer asumiendo, lo quiera o no, su infancia pasada. Para hacernos
adultos, felices de serlo, aún necesitamos amar al niño que hemos sido.

El pasado infantil resurge en la vida concreta del joven sin que el sea consciente de ello. Al amar a
una pareja de la misma edad, al descubrir un país desconocido, al crear una cuenta en Facebook o al
reírse con los amigos, el joven de hoy revive sin saberlo la ternura y la sensualidad del primer amor
que de pequeño sintió por su madre, la sorpresa de sus primeros descubrimientos, la pasión de sus
primeros juegos infantiles.

Para dejar atrás la infancia el adolescente debe volver a ella sin cesar y sin cesar revivirla en la
frescura de los nuevos encuentros. Cada retorno al pasado marca un paso hacia delante.

Sin ignorar que ser adulto es más un ideal inalcanzable que un estado bien definido, reconocemos,
empero, dos indicadores de madurez afectiva que muestran que el adolescente ha abandonado la
adolescencia, ya no vive bajo la presión del superyó asfixiante y, por consiguiente, se ha vuelto más
conciliador consigo mismo y con el mundo. Primero, el joven adulto ya no se avergüenza de jugar
como un niño; ha comprendido intuitivamente que ser un hombre o una mujer es permitirse regresar
a la infancia cuando se quiere y como se quiere, sin por ello sentirse rebajado. Y el segundo
indicador es que ya no le molesta mostrarse obediente frente a la autoridad. Puede responder a las
órdenes de un superior jerárquico o plegarse a una disciplina sin sentirse indigno. Creer que es
ridículo mostrarse niño o creer que es humillante obedecer son susceptibilidades que revelan que el
joven adulto no terminó de atravesar su pasaje adolescente; sigue habitado por el miedo histérico e
infantil a ser humillado. Entonces, dos principales indicadores de madurez afectiva: ser adulto es
vivir sin temor de jugar como un niño y sin vergüenza de mostrarse obediente. Seguramente hay
muchos indicadores más, además del indicador social de cuando ya no es dependiente
económicamente de sus padres.

Nasio piensa tres indicadores psíquicos elocuentes: ser apto para reconocer las propias
imperfecciones y aceptarse tal como se es; estar cómodo consigo mismo y, por ende, disponible con
los otros; y, haber aprendido a amar al prójimo y a amarse a sí mismo de otra manera que cuando se
era un niño.

Las crisis de la adolescencia tienen lugar las más de las veces entre los doce y dieciséis años,
durante los primeros años del secundario. El indicio más evidente del surgimiento de una crisis es
un cambio brutal de la conducta habitual en el adolescente. En general, el adolescente en crisis es
un adolescente desescolarizado desde hace más de dos meses, desocupado, a veces suicida, con
frecuencia encerrado en su cuarto, obnubilado por la computadora, o en el otro extremo, vagando
por la calle. No es lo mismo hablar de crisis de la adolescencia, que de un adolescente en crisis.

LA PRIMAVERA DEL SIGNIFICANTE – CORDOVA (Practico 2)

Nos interrogamos en este escrito sobre la relación significante/adolescencia.

Concluiremos con un análisis del lenguaje adolescente, que nos lleva a la formulación de la
adolescencia como "la primavera del significante".
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El significante adolescencia connota para el mundo adulto, además de su significación vital, el


amenazante sentido de anunciar el advenimiento inexorable del recambio generacional. Los
adolescentes al crecer, agitan los espectros de tres figuras de la alteridad en su versión más radical:
el extranjero, la muerte y la sexualidad.

La palabra adolescencia ha sido objeto de manipulaciones lingüísticas que dieron lugar a verdaderas
“sustracciones etimológicas”. Estas manipulaciones generaron una falsa relación del término
adolescencia con adolecer, muy extendida en ámbitos culturales y científicos. Adolecer ha venido a
significar carecer, faltar algo, doler, caer enfermo… Esta muy difundida y errónea definición
constituye una malversación lingüística que tiende a negativizar y desmentir el potencial
transformador y creativo del adolescente. El significado “adolecer” pone en juego una concepción
ideológica con consecuencias fácticas en los ámbitos legislativo, judicial, de la salud. La
interpretación de la adolescencia como derivada de adolecer es el fundamento de ciertas ideologías
de corte discriminatorio y teorías evolucionistas dogmáticas, que consideran a los niños y a los
adolescentes como seres inacabados, imperfectos, a medio camino respecto a un ideal de perfección
y completud, al cual se arribaría en la adultez, según un programa de desarrollo predeterminado,
seleccionado en rígidas etapas cronológicas.

Esta idea genera criterios pedagógicos adaptativos, que apuntarán a completar esas carencias,
vigilar y disciplinar para corregir cualquier desvío del desarrollo, que podría ser considerado
anormal, inmoral o patológico.

Es más tranquilizador calificar el desorden que la adolescencia promueve, como dolencia,


sufrimiento o carencia, que pensarlo como una condición necesaria, facilitadora de los procesos de
subjetivación de una generación aún vulnerable, intentando arribar y hacerse un lugar en el mundo
adulto.

La adolescencia es la novedad radical que arriba al contexto familiar y social en una oleada
generacional. Grassi sostiene que los procesos puberal y adolescente se ponen en juego en lo que
denomina el “entretiempo de la sexuación”. Afirma que la adolescencia es urgencia de transformar
y crear, es puesta en desorden del cuerpo, de la identidad infantil, del orden familiar y la posición
generacional.

En esta dirección aportaremos que la urgencia de transformar y crear, y el imprescindible empuje a


la puesta en desorden de sí y del contexto, se verifican también en el campo del lenguaje. Al
adolescente le urge poner en desorden el lenguaje. Desordenan el lenguaje. En respuesta al
silencioso embate de la pulsión y las vertiginosas transformaciones en lo real del cuerpo, necesitan
recurrir a significantes propios, a veces inéditos para apalabrar e inscribir ese íntimo acontecimiento
y subjetivarlo.

Con esta finalidad, trabajan para des-ordenar las convenciones del lenguaje adulto y des-alienarse
de los significantes parentales del tiempo de la infancia, que no dan respuesta ni les permiten
expresar sus intimas, inéditas e inexplicables vivencias. El adolescente debe recurrir a su
creatividad no exenta de hostilidad para transgredir los códigos preestablecidos y explorar nuevas
palabras y nuevos sentidos.

El adolescente no cuenta con un “discurso apropiado”, está en proceso de desasimiento y


desalineación del Otro parental, debe entonces crear recursos expresivos en la grupalidad, para
representar ciertos estados emocionales que devienen del encuentro cara a cara con lo real
inaccesible al lenguaje. Tampoco encuentra muy a menudo en el adulto la escucha que le otorgue
legitimidad y sentido a esos estados para poder figurarlos y ligarlos. Desordenan el lenguaje
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escandalizando a los adultos, al exhibir crudamente la arbitrariedad de la relación


significante/significado.

Una operación característica “en” la adolescencia es la manipulación de las sílabas y fonemas,


creando apócopes y acortamiento a veces originales, que configuran lo que se denomina
metaplasmos: alteraciones de la escritura o pronunciación de palabras sin modificación del
significado (“na, bolu”).

Juegan con las palabras y las frases, las desordenan y las vuelven a ordenar, generando nuevos
sentidos de características insondables para los adultos. Se trata de un momento del trabajo creativo
de puesta en desorden y apropiación de un lenguaje al que han permanecido sujetados y alienados.

EL DESAFIO DE LA COMPLEJIDAD – Najmanovich (Teórico) Pensamiento


de la complejidad
Los abordajes de la complejidad dan la oportunidad de expandir y transformar o reinventar el juego del
conocimiento. Pensar en “red” implica la posibilidad de tener en cuenta el grado de interconexión de los
fenómenos tomando en cuenta las diversas formas de experiencia humana. -Las redes dinámicas son
interactivas, multifuncionales (influencia del entorno) -No hay linealidad de tiempo/ acontecimiento y azar -Las
partes de un sistema complejo son solo “partes” -Son ensambles auto organizados, no hay “unidades
elementales” aisladas sino patrones de interacción en red. -Es una “unidad heterogénea”. El sistema emerge
a partir de la dinámica interactiva de las redes. -El sistema abierto en una configuración activa producto de su
intercambio con el medio

Nuevos paradigmas, sus nombres y escritura – GRASSI (Teo. 1)

Con la llegada del PSA, el sujeto queda del lado del pensamiento inconciente. Al introducir sujeto
del inconciente, el PSA se abre a la cuestión de las relaciones que el término guarda con el deseo. El
sujeto es sujeto de deseo inconciente. El ICC es más bien algo vivo, susceptible de desarrollo, y
mantiene con el PRCC toda una serie de relaciones. Esta idea de movilidad acompaña al concepto
de sujeto. Sujeto psíquico es actividad de intercambios entre los sistemas de la organización del
aparato psíquico, pero también, intercambio con el medio, con la cultura.

Sujeto e historización

- Lacan traza diferencias entre sujeto y yo. El yo forma parte del orden imaginario, el sujeto es parte
del orden simbólico.

- Aulagnier propone un modelo de aparato psíquico complejizado y otorga nuevas funciones al yo,
entre las cuales destaca la de historización. La función del yo como constructor de una historia
libidinal de la que extrae causas que le hacen parecer cohabitar el mundo exterior. Es una necesidad
de su funcionamiento anclar una historia que sustituye un tiempo vivido y perdido. Esta función de
historizador es propia del yo. Es una necesidad de su funcionamiento situarse y anclar en una
historia q sustituye un tiempo vivido y perdido por la versión q el sujeto se procura merced a su
reconstrucción de las causas q lo hicieron ser, q dan razón de su presente y hacen pensable e
investible un eventual futuro.

- Winnicott destaca, con relación a la inmadurez adolescente, que lo único que la cura es el paso del
tiempo. El yo requiere de inscribir y dar continuidad a su existencia a través del paso del tiempo.
Ahí la subjetividad trabaja, inscribiendo tiempo e hilando entre pasado, genealogía y proyecto
identificatorio. La inscripción psíquica de la temporalidad como “cura”. Nos referimos a la
inscripción de lo pasado, lo vivido como perdido, el paso del tiempo como limite. La inscripción del
presente como fugacidad, como algo q tiene fin, q no dura siempre y, a la vez, la necesidad de
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construir un porvenir, entonces es cuando la adolescencia se liga a la juventud. Inscripción subjetiva


del tiempo, subjetivación de la temporalidad. En ese periodo resuenan frases características q
aluden a no tolerar mas la perdida de tiempo.

El cuerpo respeta una cronología y depende del medio para que esto se posibilite y estimule. La
maduración neurológica y endocrinológica, de la motricidad, etc. requiere para su funcionamiento
normal, años de maduración. Además requieren de intercambios con el medio ambiente e
intervenciones de las funciones parentales. Así cuerpo erógeno y psiquismo se van constituyendo
entrelazados.

Cuando todo transcurre por los carriles de la salud (es decir, si no hay patología grave o fracasos
importantes en su organización), todo el aparato esta en intercambio en sus procesos de
constitución, organización y reorganización, desde los inicios de la vida pasando por la pubertad-
adolescencia y más allá de la misma.

El nexo entre la cronología del desarrollo y la función que esta cumple en el psiquismo está dado
por el trabajo de la subjetividad. La estructuración psíquica en el niño/adolescente depende
relativamente de su desarrollo corporal, como también de los sentidos diversos que provienen del
Otro familiar. El yo pendiente del crecimiento está tomado desde los inicios por la búsqueda
alienada y, mas tarde, por la transformación de las identificaciones que lo modelan.

Si bien pendiente del cuerpo, de lo parental, del medio ambiente, no quiere esto decir determinado
por alguna de estas instancias. Falta aun el producto de un trabajo combinatorio, personal; trabajo q
es potencial despliegue de una capacidad q lleva al sujeto, sobre todo en la niñez/adolescencia “de
una dependencia absoluta a una dependencia relativa”, y luego hacia una “relativa independencia”.

Subjetividad y adolescencia:

La adolescencia implica una crisis de identidad. Lo propio del sujeto en la adolescencia es crear
sentidos que enriquezcan al yo, en un juego de identificaciones-desidentificaciones. La adolescencia
transcurre en lúdica adquisición de nuevas identificaciones y cancelaciones de otras caducadas,
obsoletas. Cuando este juego es obstaculizado, vemos el alto precio pagado por el niño/adolescente
por su alienación con el otro, con la fijeza de identificaciones reactivas y/o defensivas. La pregunta
¿quién soy?, signo de q existen procesos adolescentes en marcha, se refiere a las identificaciones
que habitan al yo y que comienzan a estar cuestionadas por el sujeto.

LAS METAMORFOSIS DE LA PUBERTAD – FREUD (Practico 3)

Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su
conformación normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces autoerótica; ahora halla al
objeto sexual. Hasta ese momento actuaba partiendo de pulsiones y zonas erógenas singulares que,
independientemente unas de otras, buscaban un cierto placer en calidad de única meta sexual.

Ahora hay una nueva meta sexual, y para alcanzarla todas las pulsiones parciales cooperan, a la par
que las zonas erógenas se subordinan al primado de la zona genital. La nueva meta sexual asigna a
los dos sexos funciones muy diferentes. El desarrollo sexual en el hombre es el más consecuente, en
cambio en la mujer, se presenta como una involución. La normalidad de la vida sexual es
garantizada únicamente por la exacta coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a las
meta sexual: la tierna y la sensual.
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La nueva meta sexual consiste para el varón en la descarga de los productos genésicos. La pulsión
sexual se pone ahora al servicio de la reproducción, se vuelve altruista. Todas las perturbaciones
patológicas de la vida sexual han de considerarse como inhibiciones del desarrollo.

El primado de las zonas genitales y el placer previo

Se ha escogido como lo esencial de los procesos de la pubertad, el crecimiento de los genitales


externos, que durante el período de latencia había mostrado una relativa inhibición. Al mismo
tiempo, el desarrollo de los genitales internos ha avanzado hasta el punto de poder ofrecer productos
genésicos, o bien recibirlos, para la gestación de un nuevo ser.

Este aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos, esto se logra por tres caminos: desde el
mundo exterior, por excitación de las zonas erógenas; desde el interior del organismo; y desde la
vida anímica. Por estos tres caminos, se provoca un estado que se define como “excitación sexual”
y se da a conocer por dos clases de signos anímicos y somáticos. El signo anímico consiste en un
particular sentimiento de tensión; los signos corporales son las alteraciones en los genitales, la
preparación.

Un sentimiento de tensión debe conllevar el carácter de displacer. Opera pulsionalmente, lo cual es


por completo extraño a la naturaleza del placer sentido. Pero, sin embargo, siempre la tensión
producida por los procesos sexuales va acompañada de placer; aún en las alteraciones preparatorias
de los genitales puede reconocerse una suerte de sentimiento de satisfacción.

Mecanismo del placer previo  las zonas erógenas se conjugan para brindar, mediante su adecuada
estimulación, un cierto monto de placer; de este arranca el incremento de la tensión, la cual a su vez
tiene que ofrecer la energía motriz necesaria. El placer provocado por la excitación de las zonas
erógenas se designa como placer previo; y el producido por el vaciamiento de las sustancias
sexuales, placer final. El placer previo es lo mismo que ya podía ofrecer (aunque en escala
reducida) la pulsión sexual infantil; el placer final es nuevo y depende de condiciones que se
instalan en la pubertad, es la expulsión de las sustancias genésicas. Es evocado enteramente por la
descarga, un placer de satisfacción y con él se elimina temporariamente la tensión de la libido.

Las exteriorizaciones infantiles de la sexualidad no marcan solamente el destino de las desviaciones


respecto de la vida sexual normal, sino el de su conformación normal.

Papel de las sustancias sexuales  hipótesis: la acumulación de los materiales sexuales crea y
sostiene a la tensión sexual. Los puntos débiles de esta doctrina, es q fue creada para explicar la
actividad genésica del hombre maduro, y no toma en cuenta tres situaciones cuyo esclarecimiento
debería brindar al mismo tiempo. Son las situaciones de los niños, de las mujeres y de los varones
castrados. En ninguno de estos tres casos puede hablarse de acumulación de productos genésicos.

Teoría Química:

Las glándulas de la pubertad tienen normalmente una disposición andrógina. Este descubrimiento
biológico viene a sumarse a lo que ya sabemos acerca del papel de la tiroides en la sexualidad.
Estamos autorizados a pensar que en el sector intersticial de las glándulas genésicas se producen
ciertas sustancias químicas que, recogidas por el flujo sanguíneo, cargan de tensión sexual a
determinados sectores del sistema nervioso central. Desde la teoría química empieza a haber algo
del metabolismo que da cuenta de lo sexual. Es lo que le permite pensar a Freud la teoría de la
libido.

La teoría de la libido
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Libido como una fuerza susceptible de variaciones cuantitativas, que podría medir procesos y
trasposiciones en el ámbito de la excitación sexual. Al separar la energía libidinosa de otras clases
de energía psíquica, damos expresión a la premisa de q los procesos sexuales del organismo se
diferencian de los procesos de la nutrición por un quimismo particular.

La libido yoica se vuelve cómodamente accesible al estudio analítico cuando ha encontrado empleo
psíquico en la investidura de objetos sexuales, vale decir, cuando se ha convertido en libido de
objeto. La vemos centrarse en objetos, fijarse a ellos o bien abandonarlos, pasar de unos a otros y, a
partir de estas posiciones, guiar el quehacer sexual del individuo, el cual lleva a la satisfacción, o
sea, a la extinción parcial y temporaria de la libido. En cuanto a los destinos de la libido de objeto:
es quitada de los objetos, se mantiene fluctuante entre los estados de tensión, y por ultimo es
recogida en el interior del yo, con lo cual se convierte de nuevo en libido yoica. A esta, por
oposición a la libido de objeto, se la llama también libido narcisista. La libido narcisista o libido
yoica aparece como el gran reservorio desde el cual son emitidas las investiduras de objeto y al cual
vuelven a replegarse; y la investidura libidinal narcisista del yo, como el estado originario realizado
en la primera infancia, q es solo ocultado por los envíos posteriores de la libido, pero se conserva en
el fondo tras ellos.

La libido tiene un fin particularmente sexual. Es una sola, con transformaciones en lo psíquico, la
sede de ésta se encuentra en el yo. Pero uno la identifica cuando es libido objetal. Mientras está en
el yo es libido yoica/narcisista.

Diferenciación entre el hombre y la mujer

Solo con la pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino y femenino, una
oposición que después influye de manera más decisiva que cualquier otra sobre la trama vital de los
seres humanos.

En la niñez, el desarrollo de las inhibiciones de la sexualidad (vergüenza, asco, compasión) se


cumple primero en la niña y con menores resistencias que en el varón. En general, parece mayor en
ella la inclinación a la represión sexual, adoptan de preferencia la forma pasiva. Pero la activación
autoerótica de las zonas erógenas es la misma en ambos sexos, y esta similitud suprime en la niñez
la posibilidad de una diferencia entre los sexos como la que se establece después de la pubertad.
Tesis: la sexualidad de la niña pequeña tiene un carácter enteramente masculino. La libido es
regularmente de naturaleza masculina, ya se presente en el hombre o en la mujer, y prescindiendo
de que su objeto sea el hombre o la mujer.

Los conceptos de masculino y femenino en la ciencia se cuentan entre los más confusos y tienen al
menos tres direcciones. Se los emplea en el sentido de actividad y pasividad, o en el sentido
biológico, o en el sociológico. La libido tiene siempre un comportamiento masculino, en términos
de que es siempre activa. Lo pulsional es siempre activo

Zonas rectoras en el hombre y la mujer  en la niña la zona erógena rectora es el clítoris y por lo
tanto, es homóloga a la zona genital masculina, el glande.

La pubertad, que en el varón trae aparentado aquel gran empuje de la libido, se caracteriza para la
muchacha por una nueva oleada de represión, que afecta justamente a la sexualidad del clítoris. Es
un sector de vida sexual masculina el que cae así bajo la represión.

La mujer desmiente su sexualidad. Toda vez que logra transferir la estimulabilidad erógena del
clítoris a la vagina, la mujer ha mudado la zona rectora para su práctica sexual posterior. En cambio,
el hombre la conserva desde la infancia. En este cambio de la zona erógena rectora, así como en la
oleada represiva de la pubertad, que por así decir, elimina la virilidad infantil, residen las
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principales condiciones de la proclividad de la mujer a la neurosis, en particular a la histeria. En la


mujer hay una mudanza con el advenimiento de la pubertad del clítoris a la vagina.

El hallazgo de objeto

En Freud, el hallazgo de objeto es siempre un reencuentro. En la pubertad el hallazgo de objeto


es un reencuentro, porque ya hubo un objeto previo que coincide con esa primera experiencia de
satisfacción. Las pulsiones se apuntalan sobre las necesidades en el acto de nutrición. Freud plantea
dos modalidades de hallazgo de objeto:

- Modelo por apuntalamiento: buscar el objeto según los modelos de la infancia. Se busca en el
objeto rasgos similares con los primeros. Se busca algo que tenga relación con esos primeros
objetos de amor. Madre nutricia y padre protector.

- Modelo narcisista: encontrar en el objeto de amor al si mismo. Un encuentro según lo que uno es,
lo que uno busca o querría ser (ideal del yo).

No es tajante la división entre los dos modelos. Puede haber una conjunción entre ambos modelos.
Siempre hay una búsqueda ilusoria de la completud. Puede haber un tercer modelo de hallazgo de
objeto, el modelo por alteridad. Hallar algo nuevo, diferente a lo ya inscripto. Estos dos modos de
hallazgo que son puro reencuentro dejan por fuera la alteridad.

Durante los procesos de la pubertad se afirma el primado de las zonas genitales, varón y mujer
tienen metas diferentes. Al mismo tiempo, desde el lado psíquico, se consuma el hallazgo de objeto,
preparado desde la más temprana infancia. Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba
todavía conectada con la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo propio: el
pecho materno. Lo perdió solo mas tarde, quizás justo en la época en que pudo formarse la
representación global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción.
Después la pulsión sexual pasa a ser, autoerótica, y sólo luego de superado el período de latencia se
restablece la relación originaria. No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de
su madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de
objeto es propiamente un reencuentro.

Objeto sexual del período de lactancia  de estos vínculos sexuales, los primeros y los más
importantes de todos, resta aún luego de que la actividad sexual se divorció de la nutrición, una
parte considerable, que ayuda a preparar la elección de objeto y, así, a restaurar dicha perdida. A lo
largo de todo el período de latencia, el niño aprende a amar a otras personas que remedian su
desvalimiento y satisfacen sus necesidades. Lo hace siguiendo en todo el modelo de sus vínculos de
lactante. El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de excitación y
de satisfacción a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa persona dirige
sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa, lo mece, y claramente
lo toma como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho.

Un exceso de ternura de parte de los padres resultará dañino, pues apresurará su maduración sexual;
y también “malcriará” al niño, lo hará incapaz de renunciar temporariamente al amor en su vida
posterior, o contentarse con un grado menor de este. Uno de los mejores preanuncios de la posterior
neurosis es que el niño se muestre insaciable en su demanda de ternura de los padres. Son casi
siempre padres neuropáticos los que se inclinan a brindar una ternura desmedida, y contribuyen en
grado notable con sus mimos a despertar la disposición del niño para contraer una neurosis.

El periodo de latencia se caracteriza por la prohibición del incesto, diques de la moral.


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Angustia Infantil  los propios niños se comportan desde temprano como si su apego por las
personas que los cuidan tuviera la naturaleza del amor sexual. La angustia no es originariamente
nada más que la expresión de su añoranza de la persona amada; por eso responden a todo extraño
con angustia, tienen miedo de la oscuridad porque en esta no se ve a la persona amada y se dejan
calmar si pueden tomarle la mano.

En esto el niño se porta como el adulto: tan pronto como no puede satisfacer la libido, la muda en
angustia; y a la inversa, el adulto, cuando se ha vuelto neurótico por una libido insatisfecha, se porta
en angustia como un niño: empezará a tener miedo apenas quede solo (es decir, sin una persona de
cuyo amor crea estar seguro) y a querer apaciguar su angustia con las medidas más pueriles.

La barrera del incesto  cuando la ternura que los padres vuelcan sobre el niño ha evitado
despertarle la pulsión sexual prematuramente y despertársela con fuerza tal que la excitación
anímica se abra paso de manera inequívoca hasta el sistema genital, aquella pulsión puede cumplir
su cometido: conducir a este niño llegado a la madurez, hasta la elección del objeto sexual. Lo más
inmediato para el niño sería escoger como objetos sexuales justamente a las personas a quienes
desde su infancia ama. Pero, en virtud del diferimiento de la maduración sexual, se ha ganado
tiempo para erigir, junto a otras inhibiciones sexuales, la barrera del incesto, y para implantar en él
los preceptos morales que excluyen expresadamente de la elección de objeto, por su calidad de
parientes consanguíneos, a las personas amadas de la niñez. El respeto de esta barrera es sobre todo
una exigencia cultural de la sociedad: tiene que impedir que la familia absorba unos intereses que le
hacen falta para establecer unidades sociales superiores, y por eso en todos los individuos, pero
especialmente en los muchachos adolescentes, echa mano a todos los recursos para aflojar los lazos
que mantienen con su familia, los únicos decisivos en la infancia.

Pero la elección de objeto se consuma primero en la representación; y es difícil que la vida sexual
del joven que madura pueda desplegarse en otro espacio de juego que el de las fantasías, o sea,
representaciones no destinadas a ejecutarse. A raíz de estas fantasías vuelven a emerger en todos los
hombres las inclinaciones infantiles, sólo que ahora con un refuerzo somático. Y entre estas, la
moción sexual del niño hacia sus progenitores, casi siempre ya diferenciada por la atracción del
sexo opuesto.

Contemporáneo al doblegamiento y la desestimación de estas fantasías claramente incestuosas, se


consuma uno de los logros psíquicos más importantes, pero también más dolorosos, del período de
la pubertad: el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, el único que crea la
oposición tan importante para el progreso de la cultura, entre la nueva generación y la antigua.

Un número de individuos se queda retrasado en cada una de las estaciones de esta vía de desarrollo
que todos deben recorrer. Así, hay personas que nunca superaron la autoridad de los padres y no les
retiraron su ternura o lo hicieron sólo de modo muy parcial. Son casi siempre muchachas: conservan
plenamente su amor infantil mucho más allá de la pubertad. Esto enseña que el amor a los padres,
no sexual en apariencia, y el amor sexual se alimentan de las mismas fuentes; vale decir, el primero
responde solamente a una fijación infantil de la libido. Estas personas están enamoradas en el
sentido corriente del término, de esos parientes.

Efectos posteriores de la elección infantil de objeto  el hecho de que el primer enamoramiento del
joven, se dirija a una mujer madura, y el de la muchacha a un hombre mayor, dotado de autoridad,
es un claro eco de esta fase del desarrollo: el varón persigue la imagen mnémica de la madre y
armoniza plenamente con ello que la madre se revuelva contra esta renovación suya y le demuestre
hostilidad. Dada esta importancia de los vínculos infantiles con los padres para la posterior elección
del objeto sexual, es fácil comprender que cualquier perturbación de ellos haga madurar las más
serias consecuencias para la vida sexual adulta.
11

Por otra parte, podemos ver en la adolescencia una inclinación hacia la inversión: se ven amistades
apasionadas entre personas del mismo sexo. La disposición a la perversión es originaria de la
pulsión sexual, y a partir de ella se desarrolla la conducta sexual normal. Así, a expensas de las
mociones sexuales perversas y con ayuda de la educación, se edifican en la infancia los poderes
destinados a mantener la pulsión sexual dentro de ciertas vías. Otra parte de estas mociones escapa
y puede exteriorizarse como práctica sexual.

TEÓRICO:

Primer objeto: pecho materno

Pérdida de objeto: el pecho no le pertenece a él.

Autoerotismo

Período de latencia: el autoerotismo no desaparece del todo; sublimación (nuevo fin de los impulsos
sexuales que la sociedad aprovecha para encauzarla hacia situaciones intelectuales) por prohibición
ligada al superyo.

Amigo íntimo: previo al hallazgo de objeto

Hallazgo de objeto: apuntalamiento y narcisismo. Los objetos van cambiando y se van alejando de
los objetos primarios (los padres). Unión de la corriente tierna y sensual con la genitalidad; nueva
meta sexual; unificación de las pulsiones parciales bajo el primado genital; encuentro con el otro.

Alteridad (lo agrega la cátedra)  encuentro con el deseo del otro que me hace ver mis propios
deseos. Me encuentro con la diferencia.

Procesos que se inician en la pubertad:

o Emergencia y primado de la pulsión genital

o Nueva meta

o Nueva zona erógena

o Unificación de las pulsiones tiernas y sensuales

o Reedición genital del complejo de Edipo

o Reorganización psíquica y de las instancias ideales

o Hallazgo de objeto. A partir de la ausencia y renovación de la elección infantil de objeto

o Masculino/femenino

o Placer final

o Desasimiento de la autoridad de los padres por caída y búsqueda personal del sujeto que no
coincide con los valores de los padres.
12

El fin de la pulsión siempre es la satisfacción, no la reproducción. La pulsión humana, a diferencia


del instinto animal se caracteriza por la búsqueda de la satisfacción. La pulsión sexual, su descarga,
puede esperar. Puede ser reemplazada con otro objeto. A diferencia del instinto de hambre que no
puede esperar.

Se diferencia la pulsión también del interés. Energía propia del yo que también tiene que ver con la
motivación, pero a nivel del yo.

- Primera teoría pulsional:

Pulsiones sexuales vs. Pulsiones de autoconservación (yoicas)

- Segunda teoría pulsional:

Pulsiones del yo (libido yoica) vs. Pulsiones de objeto (libido de objeto)

- Tercera teoría pulsional:

Pulsiones de vida (eros) vs. Pulsiones de muerte (tanatos)

El niño tiene una sexualidad perversa polimorfa. Perversa porque se aparta del fin reproductivo. Y
polimorfa porque tiene tres zonas erógenas (oral, anal y fálica), porque puede satisfacerse de
diversas formas. La pulsión sexual nace apuntalada en las funciones de nutrición. En el quehacer
biológico van naciendo, se van apuntalando. El apuntalamiento no es en una sola dirección sino que
es mutuo. Si a un niño no se le da más de comer muere, pero si no se le da mas amor también. Si no
se le da amor no quiere comer. Pictograma de fusión / pictograma de rechazo. Si no se da esa fusión
entre madre y bebe no hay apuntalamiento. No hay fusión y sexualidad sin las funciones de
nutrición y tampoco hay nutrición sin la fusión entre madre e hijo.

A partir de la pubertad emerge la pulsión sexual genital que va a primar sobre las otras. Comanda el
quehacer sexual. La pulsión sexual genital es altruista (a diferencia de la infantil autoerótica). No
le alcanza la satisfacción en el propio cuerpo como al bebe, sino que busca al objeto de satisfacción.
Es altruista porque busca al objeto por fuera del cuerpo, va a buscar al altero, al otro. Todo este
recorrido no es tan lineal, sino que hay avances, retrocesos, detenciones, etc. El desorden de la
adolescencia implica la posibilidad de un cambio en la cadena generacional. Porque ese adolescente
puede ser padre, ergo su padre puede ser abuelo…

Acometida sexual bifásica:

Vida sex infantil Conformación normal definitiva

Pulsiones parciales Primado genital

Complejo de Edipo, represión y latencia Reedición, elaboración y disolución del


Complejo de Edipo

Polimorfismo pre-genital Organización sexual genital


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Autoerótica Hallazgo de objeto

Placer previo Placer final propio

La finalización o el sepultamiento del complejo de Edipo no existe en realidad en la clínica.

A partir de la pubertad recién se establece la diferencia entre lo masculino y lo femenino. No es lo


mismo la identidad sexuada que la identidad de género.

- lo biológico (macho/hembra)

- lo social: lo que tienen que querer los nenes y lo que tienen que querer las nenas según la cultura,
la sociedad. Por ejemplo, los nenes deben jugar a una cosa y las nenas a otra.

- lo que es activo y lo que es pasivo: lo masculino esta más ligado a lo activo y lo femenino a lo
pasivo. Eso esta ligado a las sustancias genésicas.

El entretiempo de la sexuación tiene que ver con esa no confluencia de la sexualidad infantil y la
adulta. Entretiempo donde hay algo de la sex infantil y algo de la sex adulta.

El avance de la civilización esta relacionado con el desafío de la autoridad de los padres. Es muy
difícil que el adolescente se integre con sus propias ideas y ponga algo de lo nuevo si esto no pasa.
El desasimiento a la autoridad de los padres es diferente a un chico maleducado. Todo sujeto tiene
que realizar esto. Es necesario para la formación de su alteridad. Para lograr la identidad es
condición oponerse a alguien, desprenderse, soltar, con todo el dolor que eso conlleva. Hay
diferencia entre el desasimiento totalmente necesario y la pura oposición a los padres. Oponerse
distinto de oposicionismo.

ADOL. REORGANIZACION Y NUEVOS MODELOS DE SUBJETIVIDAD: Grassi –


(Practico 4)

El des-orden:

El título del trabajo anticipa la adolescencia como momento de transformaciones y cambios.


Reorganización implica que un orden o “estado de la cosa” es cambiado, transformado por
reacomodamientos, reordenamientos, por des-orden de lo existente. El caos es una posibilidad de
organización. El desorden en los procesos de la adolescencia forma parte de un proceso de
subjetivación, de algo a alcanzar.

Para el pensamiento de los sistemas complejos, un orden organizacional puede nacer a partir de un
proceso q produce desorden. La complejidad de la relación orden/desorden/organización surge
cuando se constata empíricamente q fenómenos desordenados son necesarios en ciertas
condiciones para la producción de fenómenos organizados.

Desorden no es mera oposición al orden. Diferenciamos desorden de desorganización. Desorden no


es producto de una carencia del sujeto. Desorden es meta a alcanzar mediante un esfuerzo de trabajo
psíquico y su realización comporta un rédito positivo en la producción de subjetividad.

Lo puberal-lo adolescente:

La vida psíquica encuentra distintos momentos en los cuales se trata de inscribir, incorporar,
metabolizar lo heterogéneo y así re-organizar, des-ordenar lo previo. En su devenir, la
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subjetividad trabaja la adolescencia produciendo transformaciones. Estos trabajos denominados


lo puberal-lo adolescente implican un potencial saludable de cambio. Lo puberal-adolescente, al
encontrar condiciones de desarrollo, es una puesta en des-orden del status quo promotor de
neoorganizaciones.

Desorden, reorganización y neoorganizaciones aparecen ante la incorporación de lo nuevo, de lo


distinto, de lo hetero; lo puberal-adolescente entonces trabaja para su incorporación y
homogenización, lo proveniente de distintas fuentes:

a) Un campo intrasubjetivo o intrapsiquico: Como son los campos corporales y las vicisitudes de la
historia personal. Desorden del cuerpo. Trabajo de integración psicosomática, como integrar un
nuevo cuerpo al sistema de representaciones.

b) Un campo intersubjetivo: Que abarca las relaciones familiares, el vínculo con los otros, los pares,
y un círculo más amplio, con quienes comparte un periodo histórico-político-social

c) Un campo transgeneracional: Vía transmisión generacional de la vida psíquica, toma una


dimensión trans-subjetiva q conecta con las generaciones precedentes. Potencialidad del
adolescente de ser padre/madre (progenitor/a). Hay algo a desordenarse y ser elaborado. Como
reorganizar los sistemas de filiación.

Crecimiento y desarrollo q jaquean la identidad:

Los cambios corporales relativos al desarrollo y nuevo funcionamiento endocrino y hormonal, q


producen el crecimiento del cuerpo y la aparición de los caracteres sexuales secundarios, imponen
al psiquismo un trabajo de simbolización. La maduración biológica q irrumpe en ambos sexos entre
los 12 y 16 continuando durante varios años, replantea en simultaneo las identidades enraizadas a lo
somático. A su vez, el crecimiento del aparato genital, la maduración de sus órganos sexuales
internos y externos son elementos q anuncian al psiquismo un trabajo de metabolización de las
diferencias de genero sobre el desarrollo de la identidad sexual. La maduración biológica con
todo este nuevo funcionamiento endocrino y hormonal, el crecimiento corporal con sus
transformaciones y metamorfosis son la materia prima a metabolizar.

Los cambios corporales piden una revisita de la imagen especular. Un nuevo pasaje por el
estadio del espejo como formador de la función del yo, el cual no es sin su imagen corporal,
anuncia la importancia q toma la mirada, el tacto y el tiempo dedicado a decorar sus cambios.
Se registran nuevas vivencias, experiencias y sensaciones q requieren de inscripciones
psíquicas para su significación.

La subjetividad demanda encontrar nuevos ordenamientos, re-ordenar, des-ordenar las relaciones


del cuerpo infantil con la propia historia, con los padres de la infancia, con la infancia de los padres,
con su lugar en el circuito de deseo familiar. Demanda replantear las identificaciones infantiles
enraizadas en lo somático y en la familia. Se requieren nuevas organizaciones q signifiquen, q den
sentido al crecimiento y la genitalidad. La simbolización del crecimiento del cuerpo con su naciente
genitalidad implica trabajos psíquicos en relación con el estadio del espejo y sus categorías, y del
Complejo de Edipo q comprometen toda la estructura del aparato psíquico.

Los trabajos de duelo en la infancia son paradojales. El fin de la infancia requiere de una caída,
una muerte, pero a la vez de una conservación superadora, transformación de lo infantil. Algo
se pierde pero los referentes simbólicos de la identidad son resignificados (nombre, apellido,
filiación, pertenencia a un sexo, a un grupo de origen, a una generación).
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Dada esta peculiaridad de la sexualidad humana de constituirse en dos tiempos o fases, cabe
preguntarse por la relación entre la sexualidad infantil y la sexualidad adulta con su hallazgo de
objeto y procreación como nuevo fin.

Lo puberal-adolescente es el entretiempo de la sexuación, en la medida en q la culminación de


la sexualidad infantil no se produce automáticamente y deviene en su conformación normal
definitiva. Requiere de estaciones de recambio de su identidad infantil, de des-orden del
cuerpo, del objeto familiar, de reposicionamiento generacional. Entre re-edición y repetición,
lo puberal adolescente tiene urgencia de transformar y crear. Urgencia por la inscripción de un
cuerpo q conlleve una identidad diferenciada de lo infantil, de lo conocido y de lo parental,
con rasgos originarios y q contenga el deseo genital ligado a un objeto no-familiar. Entre
repetición de lo viejo e inscripción de lo nuevo, lo puberal adolescente demanda un proceso
identificatorio que se debate entre principio de permanencia y principio de cambio.

En la adolescencia no habría necesariamente una mera transferencia o desplazamiento automático


de libido desde los objetos incestuosos de lo familiar hacia el afuera de lo familiar. Con la aparición
del deseo genital, se requiere de nuevas inscripciones, de nuevas organizaciones psíquicas. Dicha
operatoria, sepultamiento del complejo de Edipo mediante, no se produce sin conflicto, no sin las
marcas de la historia familiar libidinal infantil y no sin la consideración por lo nuevo y no familiar
del objeto. El conflicto se expresa en términos de un cuerpo pre-genital q conlleva las marcas del
deseo del otro familiar, la sexualidad del adulto inscripta en el cuerpo del niño y q ahora, con el
devenir puberal adolescente, el cuerpo constituye deseo genital en un vinculo no-familiar. Lo
puberal-adolescente es ese entretiempo de trabajos específicos, lugar de transformación e
inscripción del cuerpo pre-genital en cuerpo genital y de objeto familiar en objeto de deseo
no-familiar.

Tanto en la inscripción del cuerpo genital como en este pasaje a la elección de objeto
heterofamiliar, “el vinculo al otro” compañero sexual, sujeto de deseo, es marca q inaugura. La
iniciación sexual marca un antes y un despues, un hito en los procesos de subjetivación, el cual
no es sin “el otro”. El otro, a la vez par y extraño, en su función de compañero sexual, en presencia
y diferencia, con su participación coopera en la inscripción del cuerpo genital. Esto no es sin una
profunda angustia, en la inscripción de la categoría misma de la alteridad de objeto (objeto
heterofamiliar).

El reacomodamiento q la adolescencia implica por sus posibilidades de fecundación y


procreación impone al psiquismo un trabajo de simbolización de un nuevo emplazamiento
generacional. El corrimiento y reubicación generacional deviene des-orden no por el inexorable
paso del tiempo. El potencial pasaje de hijo/a y su proyección como padre/madre, y
consecuentemente el pasaje de padres a abuelos, es un corrimiento generacional cuya
metabolización implica un deseo de muerte y asesinato de los padres como operaciones
simbólicas. La elección de la formulación “deseo de muerte de los padres” guarda la suficiente
ambigüedad como para dar lugar a la consideración de que los procesos de crisis y duelos son EN la
adolescencia, a la vez que DEL adolescente; es decir, que se producen en un campo que es de
intersubjetividad. Si los padres tienen que sobrevivir al asesinato (simbólico), deseo de muerte del
cual son objeto por parte del hijo/a, los hijos también han de sobrevivir a los deseos destructivos e
incestuosos en las distintas formas que puedan tomar de los padres respecto de su progenie. Lo
puberal de los padres es un desarrollo conceptual que sitúa las crisis en la adolescencia, y no sólo en
la doble vertiente de los trabajos psíquicos de hijos y padres, sino sobre todo en su mutua, relativa o
absoluta dependencia.

La creación del cuerpo adolescente – CORDOVA (Práctico 4)


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Con la pubertad se producen vertiginosas transformaciones, que serán tramitadas e integradas en el


entretiempo de la sexuación. El encuentro de la psique con el nuevo cuerpo y la genitalidad
produce un trabajo de inscripción. En cierto modo, el cuerpo infantil deviene parcialmente soma.
Para adueñarse activamente de este cuerpo ahora genital, el adolescente deberá crearlo como tal, en
un trabajo de apropiación subjetiva, propiciado por el encuentro intersubjetivo con el otro no
familiar.

La constitución del cuerpo como integración psicosomática, como cuerpo psíquico/erógeno, que
denominaremos “corpsi”. El cuerpo en sus inicios es un soma. Y lo seguiría siendo de no mediar su
encuentro con el Otro, de no ser tocado. Al soma del infante se lo designa con un nombre, se lo
sueña, se lo dota de atributos imaginarios. Luego la madre va activando libidinalmente la superficie,
sexualiza. En estos “albores de lo originario” el corpsi se va constituyendo en un doble encuentro:
con el propio cuerpo y con los procesos psicosomáticos maternos. Las representaciones de lo
originario se materializan por medio de pictogramas, que van a inscribir la zona con el objeto
complementario, ambos fusionados, unidos.

El cuerpo es inicialmente vivenciado por el infante como fragmentado. La representación narcisista


unificada del cuerpo y del yo se construirá a partir de la identificación a la imagen especular del
otro en el estadio del espejo. Por ese encuentro, donde era el soma, un cuerpo ha de advenir.

El viviente advendrá la condición de infante a partir de ese encuentro humanizante que configura lo
que Laplanche denomina “situación antropológica fundamental”, caracterizada por una simetría
madre-hijo que deviene estructurante.

Lenguaje del Otro materno, quien con sus sonidos, olores, imágenes y texturas corporales, su voz,
etc. va trazando en ese cuerpo naciente una geografía erógena y activando libidinalmente el cuerpo.
La pulsión es convocada por la sexualidad icc de la madre. Bleichmar sostiene que la madre
sexualiza y da indicio al proceso de suaxuación del infans.

En este tiempo fundante que situaremos como los albores de lo originario, el corpsi, se va
constituyendo en el doble encuentro originante con el propio cuerpo y los procesos
psicosomáticos maternos. Las representaciones de lo originario van a materializarse por medio de
pictogramas, que van a inscribir la zona con el objeto complementario, ambos fusionados, unidos.
Por eso el infans va constituyendo su boca fusionada con el pecho.

La estabilidad de la constitución imaginaria del cuerpo estará dada por una sutura simbólica, que
proviene de la mirada y asentimiento del otro. En esa operación estructurante devienen las
identificaciones originantes del yo ideal (identificación imaginaria) y del ideal del yo (identificación
simbólica). No se trata aquí de la construcción del cuerpo erógeno, ya iniciada, sino de un nuevo
acto psíquico: la estructuración narcisista que funda la imagen cohesionada del cuerpo y del yo
como instancia corpórea.

Con la llegada de la pubertad, el cuerpo infantil se transforma abruptamente en un territorio


invadido y gobernado por la sexualidad genital. El cuerpo, otrora infantil y familiar, se
transforma en un extraño heterogéneo para la psique. El resultado de esta mutación es un cuerpo-
soma de bordes sinuosos y cambiantes, que impone un trabajo de familiarización. En este proceso
crítico existe el riesgo de ruptura del sentimiento de continuidad existencial al yo. El espejo, en
tanto función del otro, permitirá una nueva asunción del yo en el orden imaginario de las
transformaciones operadas en lo real del cuerpo. Entrelazar ese real corporal con las
dimensiones imaginaria y simbólica permitirá la asunción de una imagen del cuerpo unificada
y estable. El espejo, inicialmente corporizado por la mirada significante materna, es ampliado luego
por el juego de miradas familiares. Llegada la pubertad, el grupo familiar debe ceder su
17

supremacía y dar lugar a la creación de otros grupos y otros espejos. La función del espejo
generacional va configurando una imagen reunificada del cuerpo por medio de contactos
corporales, miradas, gestos, y adquiere entonces una importancia decisiva. Este apuntala al
adolescente en su proceso de desasimiento y des-identificación de lo familiar, infantil y favorece
la creación de ideales y modelos identificatorios de relevo.

El cuerpo propio genital, se ira creando en la adolescencia mediante las inscripciones e


identificaciones resultantes de los encuentros con el otro cuerpo y con el cuerpo genital de los otros,
en una dialéctica constitutiva del si mismo y la alteridad.

La apropiación del cuerpo se da a partir del encuentro con nuevos cuerpos, también en
proceso de escritura de lo propio en el otro y por el otro; dado que lo propio no es sin la
otredad.

La vestimenta adolescente con sus marcas significantes generacionales tiene una dimensión de
envoltura corporal. El adolescente utiliza ropas viejas y gastadas, zapatillas sucias y olorosas que
representarían partes de su antiguo cuerpo niño yaciente en el cuerpo adolescente.

El acopio de ropas en descomposición que caerán cuando finalice el proceso de creación del nuevo
cuerpo, podría ser el equivalente del acto de retener y de figurar el duelo por las partes del
cuerpo infantil perdido.

Lenguajes y escrituras del cuerpo

Durante el entretiempo de la sexuación, el arduo trabajo de creación/apropiación del cuerpo se


expresa de diversos modos:

1) Conversiones
- Transformaciones corporales propias de la adolescencia.

- Proceso de histerización, que crea síntomas conversivos transitorios, escenas de seducción


ofrecidas a la mirada del otro.

2) Somatizaciones

- El soma es un espacio no inscripto y por lo tanto, no representado por el psiquismo.

- El cuerpo es sede de trastornos corporales transitorios, sensaciones dolorosas, temores


hipocondríacos, etc.

- Desencadenamiento de graves trastornos corporales que dan cuenta de un proceso patológico.

Creación del “cuerpo propio”, alteraciones y alteridad

Experimentar la alteridad no siempre es posible y tolerable, porque en ciertos adolescentes no se ha


constituido adecuadamente tal categoría y los cambios del cuerpo genital no llegan a ser
metabolizados. En consecuencia, el yo no los incorpora. Cuando fracasan se producen importantes
alteraciones, el cuerpo genital o sectores del mismo son rechazados y mudan a la condición de
cuerpo extraño. Entonces lo familiar se torna siniestro.

La estrategia del sujeto adolescente frente a estas perturbaciones se verificara en intentos de atacar,
suprimir o controlar el cuerpo vivido como perseguidor, mediante ciertas mutilaciones, accidentes,
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conductas anoréxicas, y finalmente la tragedia del suicidio, como intento extremo de


desembarazarse del objeto incorporado (soma) que anida, sin representación metabolizante, como
una bestia informe cuya alteridad es inasimilable, en el interior exterior de la psique.

La construcción de la categoría subjetiva y ética de la alteridad es una adquisición compleja


que implica poder sostener la condición de sujeto deseante ante otro sujeto deseante, sin que
este encuentro suponga destrucción. Convivir como otro y con el otro equivale a convivir con
el “propio cuerpo” como alteridad y convivir con la alteridad de los “otros cuerpos”. Hacer
propio el cuerpo no significa avasallar su alteridad, ni borrar su resto de amenidad. El cuerpo propio
no nos exime de responsabilidades, consideraciones, de encuentros y placeres compartidos, de
rechazos mutuos, etc.
PIERA AULAGNIER:

El proceso de historización sirve para armar la temporalidad, para organizar una continuidad entre pasado
presente y futuro. La historia se va construyendo a lo largo de toda la vida, siempre está abierta. Va tomando
materiales desde la infancia, en principio se construye con la contribución de los padres. El sujeto va a tener
que apropiarse de los materiales de su historia para hacerla propia, va a tener que resignificar los sucesos
significantes. El sujeto arma su autobiografía, formando un cofre de recuerdos de representaciones
significantes (fondo de memoria).

Entre las tareas reorganizadoras propias a ese tiempo de transición que es la adolescencia, Piera considera
que tiene un rol determinante ese trabajo de poner en memoria y de poner en historia gracias al cual, un
tiempo pasado, y como tal perdido, puede continuar existiendo psíquicamente en y por esta autobiografía,
obra de un Yo historiador. Autobiografía que jamás es terminada, en la cual pueden hacerse modificaciones y
también desapariciones.

En el curso del tiempo de la infancia el sujeto deberá seleccionar y apropiarse de los elementos constituyentes
de ese fondo de memoria gracias al cual podrá componer su autobiografía.

Piera separa el recorrido que sigue el adolescente en dos etapas:

a) Una primera durante la cual deberán seleccionarse, ser puestos al amparo del olvido, los materiales
necesarios para la constitución de ese “fondo de memoria” garante de la permanencia identificatoria de lo que
uno deviene y de lo que continuará deviniendo, y por allí de la singularidad de su historia y su deseo

b) Una segunda que prepara la entrada a lo que se califica de edad adulta. La puesta en lugar, a partir de ese
pasado singular del panorama de sus elecciones y de los límites.

Tanto una como otra son dependientes, son el corolario de este otro trabajo psíquico que las acompaña: la
constitución de lo reprimido. Lo recordado y lo recordable de la infancia son función del éxito o el fracaso del
trabajo que incumbe a la instancia represora.

Según Piera, el aparato psíquico se constituye a partir del intercambio que el niño establece con el
adulto que lo asiste. La madre (o quien cumpla esa función), a través de un vínculo de amor y
dependencia, fija las normas de acceso al placer alrededor del cual el andamiaje psíquico comienza a
desarrollarse. En la niñez, y también en la adolescencia, el aparato psíquico está en vías de constitución.

La actividad psíquica según Piera está conformada por el conjunto de tres procesos: originario, primario y
secundario. Estos tres modos de funcionamiento psíquico no están presentes desde un primer momento,
sino que se suceden temporalmente y cada uno de ellos incide en los posteriores. Están vigentes durante
toda la vida.

 Proceso originario: Es el primer proceso que comienza a funcionar en el recién nacido a partir de la
necesidad psíquica de reconocer la cualidad placentera o displacentera de los estímulos que le llegan. El tipo de
información que le llega a partir de los sentidos es una información libidinal: presencia o ausencia de placer.
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Este proceso se rige por el postulado del autoengendramiento, es decir, que la vivencia del bebé, es que él es
quien crea el estado de placer y el objeto causante del mismo: el pecho materno.

La actividad que representa al proceso originario es el pictograma: pintura, sello de este encuentro inaugural
del recién nacido con la madre, y el encuentro de este naciente aparato psíquico con su propia corporeidad. El
concepto de pictograma conlleva una equivalencia entre representante y representado, en donde no hay
diferenciación entre zona y objeto. El pictograma es una representación zona-objeto complementaria, ej:
boca-pecho. Es la representación de la experiencia inaugural de placer que deja marcas de procesamiento
psíquico. Si las marcas se instauran bajo el signo de placer, zona y objeto se fusionan, (boca-pecho) y se
inscribe un pictograma de fusión, pictograma de signo positivo que promueve un efecto de ligadura e
integración psicosomática, bajo la representación de Eros. Por el contrario si prevalece el displacer, originado
en la ausencia del objeto, o en su inadecuación por exceso o por defecto, lleva a la inscripción de un
pictograma de rechazo. Pictograma de signo negativo que conlleva un desinvestimento de la representación
zona-objeto complementaria. Desligadura. Tánatos.

 Proceso primario: En este segundo momento de organización del psiquismo, la actividad representativa
preponderante es la fantasía. Es una actividad psíquica que se caracteriza por la realización imaginaria de
deseos para evitar el sufrimiento producido por la ausencia del vínculo inicial constituyente (juego del carretel
Fort-Da). La separación y el reconocimiento del mundo externo se concreta cuando la mirada y el placer de la
madre se depositan en otro lugar, distinto al lugar que se le otorgó al niño. Así, le impone al niño la existencia
de otros espacios. Mediante la fantasía el niño se apropia de dichos espacios, los reproduce, y considera que los
posee. Este proceso comienza a funcionar a partir de la necesidad de reconocer la existencia de un espacio
separado del propio. Durante el proceso primario, las funciones parentales son las únicas referencias certeras.
Sin embargo, para que el yo pueda advenir y acceda a un mayor nivel de autonomía se requiere un quiebre de
éstas.

 Proceso secundario: Este tercer momento de constitución del psiquismo del niño se caracteriza por la
aproximación del mismo a una diversidad de acontecimientos sociales, como el contacto con pares, los
conocimientos escolares, etc. La representación que caracteriza este periodo es la representación ideica o
enunciado. Aquí se instalan el desarrollo del lenguaje y del pensamiento. El pensar, como actividad
representativa compleja, es comprendido como un proceso que tiende a la reedición de situaciones placenteras.
El movimiento libidinal inaugural es el que marca el sentido que adquieren los sucesivos movimientos de
investimento que se concretan en el campo socio-cultural.

Se reconocen tres dimensiones de la subjetividad:

- intrapsíquica conjunto de representaciones inconscientes que conforman el mundo interno del sujeto

- intersubjetiva-intergeneracional intercambio vincular que se establece entre padres e hijos y pares, el


mundo relacional del sujeto

- transgeneracional lazo de unión con la cadena generacional, abuelos.

La pertenencia a una familia, la inscripción a una genealogía, implica la puesta en marcha de ciertos trabajos
psíquicos que tienden a promover la investigación histórica familiar, entre ellos se mencionan:

o La construcción de la escena originaria: Conjunto de operaciones psíquicas que realiza el niño para poder
historizarse ligado a los padres, ubicándose como causa y consecuencia, une a los padres entre sí y con él
mismo. La escena originaria se constituye como una alianza simbólica que une dos líneas genealógicas distintas.
Es una construcción imaginaria que realiza el niño de modo anticipatorio, respecto de la unión entre ambos
padres y de la relación de ambos con él.
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o Trabajo de filiación - afiliación: Un trabajo elaborativo de aquello recibido, heredado, y entonces también
un desasimiento. El niño debe metabolizar que los padres forman parte de un grupo que los antecede, y que ese
grupo tiene una historia a la cual debe articular la suya.

o Contrato narcisista: Provee referentes a partir de los cuales el proceso identificatorio se define. Es una
operación simbólica cuya función está vinculada al encadenamiento generacional. Cada sujeto es eslabón de una
cadena generacional. Se definen dos funciones, que hacen referencia a la temporalidad, las figuras del Ancestro
y el Sucesor.

Dos dimensiones de la historización: por un lado, la figura del Ancestro, categoría simbólica que agrupa los
mitos de origen, que se transmiten desde una generación a otra, por ejemplo valores, ideologías, emblemas.
Por otro lado, el Sucesor, representado en la figura del porvenir (el hijo que advendrá). Estos mitos de origen,
se constituyen como anclajes, le permiten al grupo tener una referencia compartida al pasado, un lugar de
memoria en común. Se signa un contrato que garantiza que los nuevos integrantes reproduzcan los mitos en
común, promoviendo la continuidad del grupo al cual pertenecen; a cambio, el grupo le otorgará al sucesor un
lugar en el entramado familiar que lo anuda a las generaciones precedentes. Al inscribirse esta categoría, el
niño obtiene una certeza sobre el origen y accede a la historicidad.

El hijo es el soporte narcisista del grupo: el concepto de contrato narcisista ubica claramente que la función
de la familia es dar un lugar al nuevo integrante filiándolo a la cadena generacional, proyectándole ideales,
valores que porta el grupo. Contrato que implica para el hijo la función de continuar la trascendencia del
grupo en una nueva generación.

PORTAVOZ:

Piera sitúa la figura de la madre como vocera de la genealogía, vocera de los enunciados identificatorios. La
madre es la portavoz de las representaciones ligadas al padre, es portavoz del discurso sociocultural al
que pertenece la pareja parental y sus propias familias de origen. Los enunciados emitidos por la voz
materna son tomados por el niño y constituyen el yo parental.

Cuerpo imaginado o sombra hablada:

Para Piera, la dimensión de la historia se inicia antes del nacimiento del niño. Antes de nacer un niño, el grupo
familiar imagina y simboliza anticipando el cuadro posible de esa subjetividad por venir. Piera Aulagnier ha
conceptualizado categorías como cuerpo imaginado o sombra hablada, que dan cuenta de este trabajo
anticipado de las funciones parentales sobre el niño. Son conceptos que toma la autora para dar cuenta del
conjunto de enunciados que son testimonio del anhelo maternal concerniente al niño. La madre inviste
al niño representándolo; arma una envoltura psíquica indispensable y necesaria para ubicarse como
tal. No hay cuerpo psíquico sin esa historia, que es su sombra hablada.

Esto nos lleva a otro concepto que Piera denomina VIOLENCIA PRIMARIA, que es constitutiva del
aparato psíquico del bebé. Las palabras y los actos maternos se anticipan siempre a lo que el niño puede
conocer de ellos. La madre siempre anticipa lo que necesita su bebé. Piera conceptualiza como violencia
esta acción anticipatoria y necesaria dado el grado de dependencia, que presenta el recién nacido y su
imposibilidad de autonomía subjetiva. Este acto materno es estructurante para el devenir subjetivo del niño.
La violencia primaria es la que rige el contrato narcisista: el grupo transmite al niño la potencialidad
vinculante inherente a todo vínculo. Potencialidad vincular implica una capacidad con que cuenta el grupo de
no definir el vínculo por lo preestablecido, y dejar en suspenso la posibilidad de que el niño sea diferente,
altero, imposible de definirse ya que está “por venir”.

La VIOLENCIA SECUNDARIA representa un exceso perjudicial y nunca necesario para el


funcionamiento del yo. Se le impone al niño una elección, un pensamiento, motivados por el deseo materno.
Este exceso si se consuma, anula la capacidad de pensamiento autónomo del niño. Este acto materno
implica una imposibilidad de reconocer al otro en su dimensión de alteridad. El psiquismo del niño es
colonizado por un imperativo materno arrasante. Conlleva a la instalación de ciertas condiciones para el
desarrollo de la enfermedad. En este caso, el niño es candidato a ser tomado como objeto de proyección de los
otros y el espacio intersubjetivo deviene relación de objeto. La violencia secundaria no es necesaria. La madre
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se apropia del psiquismo de su hijo, y quiere que haga lo que ella desea. Ejemplo: pq estudiaste medicina si
yo quería que estudiaras… No reconoce que el hijo es algo diferente de sí. La subjetividad por-venir quedaría
reducida a repetir un cuadro ya pincelado por las generaciones anteriores, sin que hubiera permiso para la
transformación.

El espacio intersubjetivo entre un hijo y quienes sostienen las funciones parentales puede advenir relación de
objeto o vínculo. El primero ocupa un lugar de objeto de proyecciones de los otros; mientras que el vínculo
deviene cuando aún cumpliendo el grupo con la función de transmisión, aloja a la subjetividad naciente como
un sistema abierto.

Al transmitir el grupo la función de la potencialidad vinculante, también transmite algo de la esencialidad


del sujeto: su falta, la falta inherente a todo sujeto, que habilita el movimiento deseante de búsqueda y
construcción. La falta del sujeto, es el motor de toda producción subjetiva.

Para apropiarse de la potencialidad vinculante transmitida por los padres, el hijo tiene que realizar muchos
trabajos psíquicos durante la infancia y la adolescencia, para construir y conquistar las categorías de vínculo y
de alteridad. Que un sujeto construya la categoría de alteridad implica que pueda considerar al otro en su
diferencia: con un cuerpo separado y deseo diferente. Implica asumir la diferencia del otro y la propia.

La primer experiencia que tiene el infante del otro se juega en un registro pictogramático, de sensaciones
corporales. Es función del otro sostener la presencia, y tmb la diferencia, condición necesaria para la
búsqueda del placer en la vida. La distancia del cuerpo del otro posibilita la creación de la fantasía y el deseo.
Allí reside el primer registro de la alteridad, al modo de una diferencia sensorial.

La categoría del tiempo en la adolescencia:

Para crear un proyecto futuro es necesario anclar en el pasado infantil. El devenir del sujeto no es sin historia.
Investir el pasado para enfrentar el futuro es una tarea del yo en la adolescencia. La creación de la propia
historia implica un trabajo psíquico de pasaje de firma, de desasimiento del discurso de los progenitores.
Un pasaje de firma, de la escritura de los padres, a la construcción de la propia biografía. En la infancia la
identidad se construye con los padres como coautores de la biografía, en la adolescencia, el yo es el único
autor de su historia. Si hubiera dificultades, podría explotar una patología.

Piera conceptualiza la existencia de tareas de reorganización, trabajos de poner en memoria y en historia el


tiempo pasado. Hay un permanente trabajo de construcción y reconstrucción de un pasado vivido, a cargo de
un “yo historiador”. El adolescente descubrirá que, al igual que su padre, es un eslabón más de la cadena
genealógica. El adolescente sólo podrá construir un futuro si ha podido investir su pasado. Las
identificaciones que cobran importancia en la adolescencia dependen de encuentros extrafamiliares: tiempo
de apertura hacia lo exogámico.

Piera postula la creación de un FONDO DE MEMORIA como un conjunto de representaciones psíquicas


que remite a aquello conservado en la memoria del sujeto de la historia infantil. El fondo de memoria, se
presenta como un cofre que guarda aquellas experiencias valiosas, por la intensidad afectiva que
conllevan, para evitar el desinvestimiento, el olvido de las mismas.

El fondo de memoria:

- Es el garante del registro identificatorio: le garantiza al yo certezas que le asignan un lugar en el sistema
de parentesco y el orden genealógico al cual pertenece, dándole mismidad y continuidad al yo a pesar del
cambio permanente.

- También le garantiza un capital fantasmático: el cual está conformado por un caudal de representaciones
que Piera denomina conclusivas. Las mismas se fijan y depositan en la memoria bajo la forma de recuerdo.
Los recuerdos son las inscripciones psíquicas que se construyen a partir del encuentro con el otro.
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Se define a este capital fantasmático, como el conjunto de improntas afectivas, producto de las primeras
experiencias a las cuales el sujeto va a recurrir para investir lo nuevo. Es un anclaje afectivo, que posibilita la
conformación del espacio relacional; donde se ubican las elecciones de objeto por fuera del mundo familiar.
El capital fantasmático decidirá lo que formará parte de su deseo y lo que quedará rechazado.

La subjetividad se constituye a partir del encuentro con otros. El registro identificatorio y el espacio relacional
se acompañan interactuando en una dialéctica permanente. Ambos constituyen lo reprimido.

La constitución de lo reprimido, es el trabajo psíquico que define lo recordable de lo no recordable. El fondo


de memoria por otra parte, marcará lo modificable y lo no modificable en el psiquismo, a través de dos
principios: PRINCIPIO DE PERMANENCIA y PRINCIPIO DE CAMBIO. Ambos funcionan en
alianza, están entrelazados y rigen el registro identificatorio y el espacio relacional.

En el armado del proyecto identificatorio hay pilares fijos, sobre los cuales el yo edifica su historia,
sirviéndose de las identificaciones simbólicas, que funcionan como certezas inamovibles que remiten a los
orígenes familiares, y vinculan al sujeto con su historia familiar e infantil (principio de permanencia). Pero
otra parte de la biografía es móvil, está abierta a descubrir y explorar lo nuevo. Los nuevos espejos en los
cuales poder mirarse están representados por el mundo relacional del sujeto adolescente, son identificaciones
cambiantes, móviles, acordes a un entretiempo puberal-adolescente volcánico e inquieto (principio de
cambio).

El proceso identificatorio, regido por los principios de permanencia y cambio, comienza antes del nacimiento,
con la anticipación de la familia; los enunciados identificatorios (que provienen del portavoz: madre).

De la genealogía al proyecto identificatorio:

El adolescente realizará un trabajo de investigación histórica familiar. Se requiere hacer base en la cadena
generacional. Este trabajo de historización se funda en una creación-interpretación del pasado para dirigirse
hacia el trazado del porvenir. El grupo familiar deberá ser contextuado en lo socio-cultural.

Piera define el proyecto identificatorio como los enunciados por los cuales el sujeto define su anhelo
identificatorio, su ideal, lo que se propone de sí mismo. El proyecto identificatorio remite al armado del ideal
del yo; el cual se ha constituido por identificación a los progenitores. El adolescente interiorizará propuestas
identificatorias modeladas desde los padres y desde lo epocal. Del grupo de pares extraerá nuevas propuestas
identificatorias.

La transmisión de la vida psíquica entre las generaciones posibilita la conservación del capital cultural y de la
historia (vertiente saludable que refiere a una herencia positiva), pero también en algunos casos, impone al
psiquismo el trabajo de tener que elaborar lo no tramitado por generaciones anteriores (vertiente patológica,
herencia negativa vinculada a la incorporación de contenidos encriptadas).

DEL ADOLESCENTE DERECHO A DETENERSE – Aduriz (P) (texto puente)


La pulverización de las fronteras de las edades de la vida nos confronta con los eternos adolescentes. La
detención del adolescente es un tiempo lógico, al que se tiene derecho cuando se está en la búsqueda
subjetiva de la mejor salida para el futuro. Durante esa detención los adolescentes pasan ocultos en lugares
que hacen suyos, rodeados de otros iguales. Tiempo de mentiras, engaños, manejo de ironía y el sarcasmo.
El adolescente derecho a detenerse encuentra así una pareja: la sociedad.

Dice Freud: no negar el derecho de detenerse.

CONCEPTOS CONTEMPORANEOS SOBRE EL DESARROLLO ADOLESCENTE –


Winnicot
El autor plantea que se necesita de un ambiente facilitador para el pasaje de la infancia a la adolescencia. En
la infancia es la madres suficientemente buena o adecuada a las necesidades del bebe. En la adolescencia
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debe tolerar su agresividad y salir a confrontar, los padres no deben renunciar a ese lugar, así los hijos tienen
esa posibilidad de asesinarlos simbólicamente. Los padres no deben abdicar.

El adolescente es inmaduro. La inmadurez es un elemento esencial de la salud en la adolescencia. Una


característica de los adolescentes es la Creatividad, la inmadurez como elemento necesario, si no se da una
personalidad de “falso-self” o de “falsa madurez”

Permite la posibilidad de sentirse reales (Rassial también lo plantea). El adulto no tiene que comprender, tiene
que discutir y aportar ideas.

El adolescente reemplaza figuras parentales por sus maestros, pares u otros adultos. Este debe incorporar
ese cuerpo nuevo. Y por otro lado debe asesinar simbólicamente a los padres (fantasía icc) en la infancia era
un contenido de muerte.

Infancia: Muerte de los padres

Pubertad: posibilidad física de un cuerpo (parricidio/incesto)

Adolescencia: Asesinato de los padres

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