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René Descartes

I) Contexto

René Descartes (1596-1650) fue hijo de una familia noble y estudió en la


mejor universidad de Francia, la Flêche, donde conoció la Escolástica. En
1637 escribe el Discurso del Método, un prólogo a tres tratados de
geometría, de dióptrica y de meteoros. Además tiene un carácter
autobiográfico.

Contexto político:

Estamos en una época de crisis, donde se estaba desmoronando el


sistema feudal e imponiendo la sociedad moderna, con una burguesía
bien afianzada y un papel social, anhelante de poder político. Para luchar
contra estos burgueses surgen las monarquías absolutistas. La más
importante, la francesa, con Luis XIV el rey sol.

También en esta época encontramos la Guerra de los 30 años, un conflicto


entre protestantes y católicos donde se enfrentaban todos los países
europeos (pues algunos reyes se habían convertido al protestantismo para
no rendir cuentas al Papa). Esto nos lleva a la Santa Inquisición, que tanto
intimidaba y condicionó a Descartes. La Inquisición buscaba aumentar el
poder de la Iglesia, que se había visto mermado por el antropocentrismo
(ahora el humano no se explicaba en función de Dios), por la revolución
científica y el pensamiento de Ockham (autonomía de la razón) y por el
desconcierto de la gente que ya no sabía en qué creer.

Contexto artístico:

Nos encontramos en el Barroco, donde la vida se entiende como un


posible sueño, fugaz y sin sentido ninguno, cobrando importancia el teatro
(por la creencia de que nuestra vida es una representación). En teatro
destacan Shakespeare, Calderón, Quevedo o Góngora; en escultura se
esculpen sobre todo santos, vírgenes, etc.; en arquitectura sobresale el
palacio de Versalles; en Música Haëndel o Bach; y en pintura Murillo y
Velázquez.
Contexto filosófico. Descartes se vio influenciado por:

*La Escolástica, que recogía el pensamiento filosófico de la época,


destacando las ideas de Tomás de Aquino, y de donde Descartes tomaría
cierta terminología (como la definición de sustancia).

*La Revolución científica, que sirvió para inspirarlo, intentando hacer algo
parecido con la filosofía.

*El escepticismo, que decía que el hombre no podía alcanzar la verdad.

*El racionalismo, que propone que la razón es el origen y fin del


conocimiento y que bien usada no falla y es perfecta. Asimismo nos dice
cómo actuar (ética). Sugieren que hay ideas innatas. Leibniz, Spinoza…

*El empirismo, que defiende que el origen de todo es la experiencia.


Locke, Hume, Berkeley…

*El intento de revitalizar el atomismo azaroso de la Antigüedad por


parte de Gassendi, siendo el azar justo lo opuesto a lo que defendía
Descartes, el mecanicismo.

II) El objetivo cartesiano

El objetivo de este autor era el de descubrir la verdad, y para ello propone


el desarrollo de un método que permita hacer uso de la razón de forma
certera y eficaz.

Así, su sistema ideal de filosofía es un sistema de proposiciones


verdaderas, evidentes de por sí, que permitan llegar a otras evidencias
implicadas por las primeras. Algo realmente parecido al método
matemático y el utilizado en informática.

Propone que la herramienta para el método ha de ser la razón porque


estaba convencido de que ésta es única y común a todos los hombres, que
es perfecta, y que usada, correctamente, no puede fallar.

Por tanto, si la razón es única, el método también lo será, al igual que la


ciencia (la cual Descartes entiende como un árbol, en el que las raíces son
la metafísica, el tronco las matemáticas, y las diversas ramas, las ciencias
experimentales). Así, se propone tres metas: formular las reglas del
método, fundamentar su validez absoluta y demostrar su fecundidad en
las diversas ramas.

III) El método y sus reglas

Tenía como modelo a las matemáticas, por lo que Descartes llegó a un


S.F.A.D.; es decir, un sistema formal axiomático deductivo, donde a partir
de un axioma (verdad evidente de la que no se puede dudar) o de unos
pocos junto a unas leyes, derivamos otras verdades. Estableció cuatro
reglas:

1.- Regla de la evidencia. No dar nada por supuesto si sobre eso cabe una
posibilidad de duda.

2.- Regla del análisis. Dividir el problema en tantas partes como sea
posible y necesario, pues la mente humana es afín a estructuras simples.

3.- Regla de la síntesis. Relacionar entre sí todas esas partes, y ver qué
podemos obtener de ellas.

4.- Regla de la revisión y enumeración. Reconducir el procedimiento


entero hasta llegar a la verdad evidente, para asegurarnos de que no hay
errores.

IV) La duda

Uno de los propósitos de Descartes era la de fundamentar la validez


absoluta del método, por lo que para lograrlo ha de poner en tela de juicio
todos los conocimientos que se dan comúnmente por verdaderos,
invalidándolos hasta que queden demostrados. Y cuando decimos que
dudamos de todo, es de absolutamente todo: de los propios sentidos,
pues a veces nos engañan; del mundo exterior porque éste lo percibimos
a través de los sentidos, al mismo tiempo que es fácilmente confundible
con un sueño; e incluso, duda de la propia razón, pues por acción de algún
“Genio Maligno” podríamos ser engañados. Por todo esto, la duda se
caracteriza por ser provisional (busco justo lo contrario a lo dudoso, algo
evidente), universal (se duda de todo), y metódica (no se hace por ser una
actitud escéptica como Montaigne, sino porque forma parte del método).
Sin embargo, para que yo sea engañado, para que esté soñando, o para
que me equivoque al razonar, primero he de existir. En el mar de dudas
que establece Descartes como metódico encuentra el primer axioma en
que “Cogito, ergo sum”, o “Pienso, luego existo” (una idea que ya había
expresado Tomás de Aquino, aunque con otra finalidad distinta). Por
tanto, Descartes llega a que es una sustancia pensante, una Res Cogitans,
pero para seguir avanzando deberá eliminar la posibilidad de ese “Genio
Maligno”, a través de la demostración de un Dios perfecto, bueno y veraz
que evitaría que yo fuese engañado.

V) Las tres sustancias

Una sustancia es todo aquello que no necesita de otra cosa para existir.
Por esta definición, solamente habría una sustancia (Dios), pero por
analogía, establece dos más. Una vez que Descartes ve que somos una
sustancia pensante (su primer axioma) y tiene las reglas para derivar otras
verdades, ve que no tiene forma de relacionar su alma con el mundo
exterior, incluyendo su propio cuerpo (por lo que puede caer en el
solipsismo). Para ello, nuevamente intenta buscar a Dios, que aparte de
desmentir al Genio Maligno, podría solucionar tal inconveniente. Esto
implica reconocer tres sustancias: a Dios (sustancia infinita) que por
definición sería la única sustancia posible, la propia alma (sustancia
pensante) y el mundo exterior (sustancia extensa), establecidas estas dos
últimas por analogía de la primera y necesitando haber sido creadas por
Dios; aunque una vez hechas, pasan a ser independientes.

Cabe destacar que cada sustancia tiene atributos esenciales e intrínsecos


(Dios es perfecto, el alma va asociada al pensamiento, y el mundo físico a
la extensión), al igual que modos, propiedades abiertas a modificaciones
particulares (Dios no posee cualidades no esenciales, el Alma desea y ama,
y el mundo varía en función de las tres dimensiones).

VI) Demostraciones de la sustancia infinita

Para llegar a Dios, Descartes pasa a analizar la Res Cogitans que somos y
realiza tres demostraciones.
Primera demostración. De una parte, somos una sustancia, algo
independiente que no necesita de nada para existir (porque una vez nos
creó, Dios nos deja de lado); y de otra, somos pensantes, pero ¿qué
pensamos? Evidentemente, ideas (conceptos mentales, el contenido de la
conciencia, según el autor). ¿Y qué tipo de ideas tenemos? Propone tres
tipos.

 Adventicias: Las ideas formadas a partir de la observación del


exterior, procedente del medio que nos rodea (una mesa, por
ejemplo).
 Fácticas: Aquellas que construimos nosotros mismos a partir de las
adventicias, y que no ha de existir necesariamente (una sirena, por
ejemplo, al mezclar las ideas de pez y de mujer).
 Innatas: Ideas que tenemos sin ningún motivo aparente, pues nunca
las hemos podido ver ni sintetizar a partir de otras (infinito,
perfección…).

Nadie ha visto nada infinito ni nada perfecto, porque eso no existe y nada
ni nadie puede dar lo que no tiene, entonces, ¿de dónde proceden?
Alguien las puso en mí: Dios.

Segunda demostración. Nadie se ha hecho a sí mismo, porque si así fuese,


nos habríamos hecho perfectos. Aun así, sabemos que no somos ni
perfectos ni somos infinitos, pero ¿cómo? Para poder asegurar esto
necesitamos un punto de referencia, algo que sí sea perfecto e infinito
para compararnos con él. Como tenemos constancia de que nosotros no
cumplimos con eso, es porque hay algo que sí lo hace, nuevamente, Dios.

Tercera demostración. La misma idea de perfección implica existir (es más


perfecto existir que no existir). Si Dios es perfecto, debemos reconocer
entonces que existe. Esto se conoce como Argumento Ontológico.

Una vez demostrado Dios cabe preguntarse, ¿cuál es su naturaleza? Es


perfecto, bueno y veraz, por lo que desmiente al Genio Maligno. Por esto,
su función es la de ser un garante de que la razón no nos engaña nunca, y
que bien usada permite llegar a la verdad absoluta.

VII) Sustancia extensa


A partir del Yo hemos llegado a Dios, y ahora éste servirá para justificar la
existencia del mundo físico (YoDiosMundo). Dado que yo tengo ideas
acerca de identidades corpóreas externas que yo no he creado, y dado
que Dios no engaña, hemos de admitir que tales entidades existen,
creadas por Dios.

En esta sustancia extensa Descartes deducirá una física mecanicista, cuyas


leyes son el principio de conservación del movimiento, el principio de
inercia, y el movimiento rectilíneo como original.

Y puesto que el alma es una Sustancia Pensante y el cuerpo una Sustancia


Extensa, ¿cómo se relacionan? El alma está unida al cuerpo pero está
exenta del mecanicismo del mundo corpóreo, por lo que quedan salvadas
la libertad y la diferencia animal-hombre. Según Descartes, la unión
cuerpo-alma se da en la única parte del cerebro que no es doble, la
glándula pineal.

VIII) Actualidad

Descartes es siempre un autor actual. Desde su época y gracias a sus


ideas, las ciencias empíricas (física, química, biología…) que tanto auge
tienen hoy día e incluso las ciencias sociales y humanas (psicología,
economía, antropología…) no se basan en otra cosa que en las
matemáticas que Descartes tanto admiraba. Creemos que si algo no
puede cuantificarse no puede ser estudiado, y además, que a través de su
cantidad también podemos determinar su cualidad (una idea que ya se
remontaba a la escuela pitagórica).

En relación con la ciencia, tanto Descartes como la Revolución Científica


intentaron desligar totalmente la razón de cualquier elemento externo,
pero ¿lo lograron realmente? Para nada. Hoy día si algo no puede
venderse o tiene una utilidad práctica inmediata, los grandes laboratorios
no tienen interés alguno en estudiarlo. Pero es más, la razón aún no se ha
desentendido totalmente de la fe. Si esto fuese así, la ciencia podría
descubrir leyes que no necesitasen la aprobación de ninguna autoridad
distinta a la experiencia, y como bien es sabido, la religión sigue
presionando para mantenerse como criterio de verdad, como vemos en el
intento del creacionismo estadounidense por remplazar el evolucionismo
de las escuelas o las críticas del Vaticano a investigaciones genéticas.

En el discurso cartesiano el individualismo es un factor importante (pues


del Yo llegamos a Dios, y de éste al Mundo), pero hoy día se lleva a niveles
extremos; algo contradictorio pues cada vez vivimos en un mundo más
global, y aun así, tendemos a customizarlo todo. En este aspecto
encontramos sentimientos opuestos, pues algunas veces necesitamos
sentirnos dentro de un grupo y otras sentirnos solos.

Al igual que Descartes, todos deberíamos pararnos al menos una vez en


nuestra vida a dudar, a pensar en quiénes somos realmente, en qué
queremos, y a no dar nada por sentado. Y hoy día más que nunca, para no
ser pasto fácil de todos aquellos que de una forma u otra pretenden
manipularnos y decirnos cómo debemos pensar. Como decían los
romanos “para quien no sabe adónde va, ningún viento es bueno”: hemos
de plantearnos adónde queremos llegar y por qué, no ir sin rumbo.

Nuevamente, Descartes pone de moda el problema mente-cerebro, ¿qué


relación existe entre lo que llamamos alma y el propio cerebro? Hoy día
hay varias teorías, como los dualistas (Putuam o Searle por ejemplo, que
proponen que el cerebro tiene “funciones mentales” aun no siendo lo
mismo que la mente), la teoría emergente (el cerebro crea la mente), los
reduccionistas, etc.

También merecen especial mención libros como “El error de Descartes” de


Antonio Damasio que explica el problema de dejar de lado las pasiones
(como proponía Descartes) pues el conocimiento y el afecto se desarrollan
paralelamente; o a películas como Ex-Machina, La vida de Pi, Origen, o
series como WestWorld.

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