Está en la página 1de 9

2 Jesús

DOI: 10.22199/S07198175.2010.0002.00002

Carlos HALLET S.J.

RESUMEN
Jesús es ciertamente uno de los hombres históricos más conocidos. Cada persona y cada épo-
ca cree conocerlo y lo presenta según sus propios criterios. El artículo hace un recorrido de las
apreciaciones sobre Jesús a través de autores cristianos, no cristianos y ateos, sobre todo de la
época moderna.
Palabras claves: Jesús – Cristo – religiones – historia de las religiones.

Jesus
ABSTRACT
Jesus is certainly one of the most known men in history. Everyone and every epoch believes
to know him and represents him according to their own criteria. This article trays to show the di-
fferent ideas about Jesus. In order to do so, the author takes Christians, non Christians and atheist
thinkers, especially from the modern times.
Key words: Jesus – Christ – religions – history of religions.
F igura “incontournable” (“imposible de evitar”) de la historia de la humanidad,
Jesús de Nazaret ha sido proclamado por sus fieles seguidores como el Ungido de
Dios, el Cristo, el Hijo del Padre Eterno. Esta afirmación ha adquirido más fuerza
con el tiempo, pero ha sido también muy a menudo edulcorada o negada.
Ofrecemos a continuación un panorama condensado de esas diversas opinio-
nes. Algunas coinciden con la afirmación de la divinidad de Jesús, otras se centran
más en su admirable y adorable humanidad.

A. Los primeros siglos


La fe de la Iglesia Católica afirmada desde los comienzos y reiterada a lo largo
de los siglos hasta hoy, es que Jesús de Nazaret es Dios encarnado, es hombre y
Dios a la vez. Desde su concepción, su humanidad estuvo totalmente ungida por
la Divinidad. Es el Ungido por excelencia, el Hijo del Padre, igual a Él en sabiduría
y poder.
Figura humana extraordinaria, la más excelsa que el mundo haya conocido,
Jesús se ha manifestado antes de su muerte como un hombre potente en palabras
(“Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre”, Juan 7, 46) y en obras (cf.
Juan 5, 19), y después de su resurrección gloriosa, como el Hijo de Dios (Romanos
1, 4), que existía antes de la fundación del mundo (Juan 17, 24).
La Iglesia ha rechazado las teorías gnósticas según las cuales la vida y la
muerte del Verbo de Dios no habrían sido más que apariencias o que Jesús fue un
hombre habitado por un ángel.
Jesús fue realmente y plenamente hombre, con su familia, su cultura, sus
trabajos, sus amistades, sus sufrimientos, sus alegrías, sus tristezas, su amor, su
muerte. Su alma era la de un auténtico hombre, con sus pensamientos propios, sus
sentimientos, sus deseos, su ira e incluso sus tentaciones. Su cuerpo era real con
sus necesidades y experiencias típicamente humanas como el hambre, la sed, el

171
JESÚS

cansancio. Fue un hombre como los demás con su inteligencia, su voluntad, su


sensibilidad, su imaginación, su memoria y su libertad. Inserto en la sociedad judía
de su tiempo, tuvo que aprender poco a poco como los niños de su edad y recibió
la educación y la formación de los adolescentes de su pueblo.
Jesús era totalmente hombre y era realmente Dios: “verdadero Dios y ver-
dadero hombre” (Concilio de Calcedonia, 451). Fue más que un profeta, más que
un hombre que habría recibido de Dios los más altos favores, más que un judío
tan cumplidor de la Ley que habría sido recompensado con la calidad de mesías,
más que un ser humano que Dios habría adoptado como hijo y en quien el Espíritu
Santo habría establecido su morada. “Verdaderamente era Hijo de Dios” (Mateo
27, 54).
Le fe de la Iglesia es que es el Hijo eterno, engendrado del Padre, quien está
encarnado en Jesús de Nazaret. Jesús es tan perfectamente Dios como el Padre
de quien es la revelación. Es el Salvador, capaz de rescatar a la humanidad del
pecado y de hacernos partícipes de su Filiación. Como Mediador tiene poder para
comunicarnos la vida divina.
Jesús fue engendrado en el tiempo en María, pero es engendrado desde toda
la eternidad por el Padre. Es más que un hombre que llevaría a Dios en su ser, es
más que un hombre que habría recibido al Verbo. Es el Hijo de Dios por naturaleza
desde siempre, filiación que ha sido manifestada más completamente en su resu-
rrección.
Jesucristo, Dios encarnado, Luz del mundo (Juan 8, 12), Buen Pastor (Juan
10, 11), Camino, Verdad y Vida (Juan 14, 6), esposo de las almas (II Corintios 11, 2)
puede ser también mirado como el hijo preferido del Padre, como el mayor santo
de Israel, como hombre ejemplar, como judío observante, como humilde carpin-
tero, como gran predicador, como filósofo, como moralista, como sabio, al mismo
tiempo que anunciador de la llegada del Reino de Dios. Se destaca por la nobleza
de sus sentimientos, su actitud decidida, su coraje extraordinario, su audacia y
al mismo tiempo su prudencia: supo exponerse, pero no en cualquier momento, y
supo retirarse a tiempo. Médico de las almas sereno, amable y amistoso, está muy
cerca de cada uno de los hombres que Él viene a redimir y que quiere reconciliar
con Dios. Lleno de benevolencia, es el puente entre la humanidad pecadora y el
Dios santísimo, es el sacerdote supremo. No solamente vivió conforme a la más
pura de las sabidurías, sino que se mantuvo firme en su testimonio hasta la muerte,
una muerte inmerecida e ignominiosa. Lo que Él vivió revela a los demás hombres
lo que ellos también pueden vivir, si se abren a la acción de Dios y se unen al Padre

172
CUADERNOS DE TEOLOGÍA - Vol. II, Nº2

como el mismo Jesús lo hizo, si aceptan la Buena Nueva: la cercanía de Dios que
actúa graciosamente en nosotros para salvarnos del mal y de la mediocridad.
Jesús era de un carácter tan noble y de una moralidad tan elevada que podría
pasar por un extraterrestre. Su plena pertenencia a la humanidad, sin embargo,
hace de Él un modelo accesible y muchos han logrado imitarlo de tal modo que
han sido reconocidos como santos, amigos íntimos del Santo por excelencia.

B. Después de la Revolución francesa


A través de los siglos y de los avatares de la Historia, la figura de Cristo ha to-
mado diversas facetas. Apareció el Cristo “pantocrátor” en majestad y con todos
los poderes y el Cristo rey absoluto, pero a fines del siglo XVIII, en un contexto pre-
revolucionario, Jesús fue visto como el héroe que nació y vivió pobre, se dedicó a
los pobres, a quienes anunció el Evangelio, y murió pobre después de haber prac-
ticado la igualdad y abogado por la libertad. Se destacó que fue un hombre capaz
de hacerles frente a todos los peligros, que se levantó contra los que abusaban
del poder, denunció la dureza de corazón de los ricos, la soberbia de los reyes y
de los tiranos; sabio, despreció la gloria humana y el dinero; ayudó a los indigen-
tes y a aquellos que sufren; fortaleció a los débiles; consoló a los desventurados;
lloró con aquellos que lloraban; enseñó a los hombres a dominar sus pasiones, a
pensar, a amarse los unos a los otros, a vivir felices. Molestó a los poderosos y fue
odiado por ellos hasta que procuraron su muerte.
Durante la Revolución Francesa, Jesús fue proclamado promotor de la liber-
tad, de la igualdad fraterna y de la caridad. Fue apreciado como autor de una dulce
moral que ordena la unión de todos en una sola familia. Se recordó que quiso ser
obrero, que escogió a sus discípulos entre los trabajadores, que enseñó y consa-
gró la ley del trabajo y que su mensaje es democrático.
Avanzando el siglo XIX, Jesucristo fue considerado como el Dios de los opri-
midos, de los pecadores y de la plebe tan mal tratada. Reformador revolucionario,
vino a eliminar los abusos y establecer un orden más justo. Hombre prodigioso, ex-
tremadamente sensible y humano, amó al pueblo y, como los pobres, llevó una vida
frugal. Fue el gran apóstol del socialismo. Auténtico comunista, se opuso a la ex-
plotación del hombre por el hombre y luchó contra la hipocresía y la intolerancia.
Para los filósofos e historiadores que negaban la divinidad del nazareno, Je-
sús siguió siendo una personalidad grandiosa, cuya alma serena era una sola

173
JESÚS

cosa con Dios. Era fraternal para con todos los hombres. Es uno de los hombres
que ha mostrado a la humanidad una imagen pura y clara de lo que ella debe ser
(D.-F. Strauss). Para E. Renan, Jesús fue un dulce doctor galileo en quien la ternura
del corazón se transformó en una dulzura infinita. Un encanto extraordinario salía
de su persona. Su carácter amable fascinaba. Fue el individuo que hizo hacer a
la humanidad el más grande de los pasos hacia lo divino. En él se condensó todo
lo bueno y lo elevado que había en la naturaleza humana. Nunca será superado y
todos los siglos proclamarán que entre los hijos de hombres no ha nacido ninguno
tan grande como él.
Más cerca de nosotros en el tiempo, aquellos que niegan que Jesús es Dios,
reconocen que es un genio religioso, un moralista que sabe muchísimo de Dios, de
la virtud, de la inmortalidad y que fue un campeón de las ideas sociales.
Los estudios más críticos de exégetas y teólogos modernos como R. Bultmann
han suscitado reacciones que han llevado a ver en el nazareno al majestuoso Se-
ñor de la Comunidad y a reafirmar que el Señor resucitado y el Señor terrestre es
la misma persona: el anunciador del Reino de Dios es el Anunciado.
A pesar de los resultados de los estudios críticos, la figura de Jesucristo sigue
siendo fascinante. Se admira la afirmación en sus labios de su filiación divina, su
audacia para corregir la Ley de Moisés, el atreverse a perdonar los pecados, su
pretensión de ser más que Salomón, más que Jonás y más que un simple hombre
(B. Sesboüé). Es el Redentor y el Maestro. Amigo de los hombres, en particular
de los pobres (A. Chevrier) y de los pecadores (F. Roustang), es fiel y tierno (E.
Bonnard). Es el Hijo de Dios y nuestro hermano (K. Adam), nuestro acompañan-
te (J. Guillet), nuestro radiante compañero (L. de Funes). Rey del universo (Litur-
gia católica) y Señor de la Historia es el justo juez (M. Rastoin), pero también el
Siervo humillado (F. Mies). Seguro de sí mismo (R. Schwager) y sin resentimiento
(M.Léna), es el hombre verdadero (J. Guillet). Es nuestro pedagogo (F. Roustang).
Fuente de vida y de libertad, Él es nuestro camino (E. Garin). Para P.-P. Pasolini,
la humanidad de Cristo, que fue un contestatario del orden establecido con sus
violentos sermones, es tan grande, tan rigurosa, tan perfecta que trasciende los
límites ordinarios de lo humano.
Con el desarrollo de la psicología de las profundidades surgen autores como
E. Drewermann que enfoca a la persona y acciones de Jesús como las de un mé-
dico dedicado a liberar a la humanidad de su angustia y de sus temores. Para él,
Cristo es, antes que nada, un médico cuya palabra sana la conciencia procurán-
dole paz, reconciliación consigo mismo y la posibilidad de salir de las limitaciones

174
CUADERNOS DE TEOLOGÍA - Vol. II, Nº2

de la vida cotidiana para abrirse a la esperanza de un mundo mejor. Cristo es el


Hijo de Dios cuya persona y palabra son en sí mismos camino y verdad. Jesús es
el Mesías, que denuncia el temor escondido detrás del éxito, del poder, de la virtud
y vuelve al hombre cruel, mentiroso y sin piedad. Cristo mismo conoció la angustia
en Getsemaní para mostrarnos que ningún temor puede separarnos de Dios, de
nosotros mismos y de los demás. Su muerte a manos de Judas, Caifás y Poncio
Pilato nos revela el carácter totalmente insensato y asesino de nuestra sumisión
a la angustia. El comportamiento de Jesús era de dulzura y paz, lo que provocó la
exacerbación de todas las violencias.

C. Más allá de las fronteras de Europa.


En el contexto latinoamericano de la Teología de la Liberación, en que Cristo
es el liberador de la pobreza material, de la explotación económica y de la opre-
sión política, Él no es siempre percibido como persona divina (Wikipedia). Es un
hombre en el cual Dios manifiesta su amor por los pobres y por los oprimidos. Es
el símbolo de la humanidad que lucha por la liberación de sus opresores y que
muere en defensa de los pobres. Es un líder político, un revolucionario e incluso
un subversivo. Según Hugo Chávez, “el Señor también era socialista”. Jesucristo,
que se identificó con el hombre que sufre, no se anda con teorías, es un hombre
de acción, que nos libera de los males del mundo. Fernando Lugo nos recuerda
que predicó un reino de paz, justicia, equidad, solidaridad y verdad. Otro escritor
recalca que Jesucristo nos enseña en forma clara y determinante acerca de la
libertad, el perdón, la no-violencia, el amor entre los hermanos, la misericordia, la
paz, la bondad, la mansedumbre (Joaquín Arenas).
Al lado de las Iglesias establecidas, surgió en los años 70, el movimiento lla-
mado “Revolución de Jesús” cuyos integrantes, provenientes de diversos estratos
sociales y culturales, buscaban una relación personal con Jesús, un Jesús con-
cebido a veces como una especie de Buda occidental o como un hermoso varón,
simpático, pero alejado de la acción.
Apareció también el Jesús difundido por los medios de comunicación social:
un profeta revolucionario, pero al mismo tiempo pacifista, una suerte de Hermano
Mayor cuyo compañerismo atraía y fascinaba (B. Sesboué).
Para ciertos grupos, Jesús era un leader carismático, pobre y vagabundo, que
hablaba del amor, de la libertad y cuya llegada era la señal del comienzo de la fies-
ta. En algunas sectas, Jesús es considerado como el Gran Iniciado conocedor de

175
JESÚS

la sabiduría original, capaz de despertar una secreta verdad cósmica simbólica.


Para el New Age, Jesús era un profeta, sabio espiritual y curandero, un Maestro
entre otros. No era el Hijo único del Padre, ni el Salvador, ni el Mesías anunciado
en el Antiguo testamento. En cuanto Cristo es una partícula de energía divina, es
un Cristo cósmico ubicado en el espacio sideral.
La gnosis actual distingue y separa Jesús y Cristo. Jesucristo es un habitante
del Absoluto que renunció a la felicidad de lo no-manifestado para llegar a este
mundo, es el mayor Iniciado. Fue un terrible revolucionario, un Maestro muy se-
vero y, al mismo tiempo, soberanamente suave, como son los santos. Pero Cristo
es anterior a Jesús de Nazaret, es un principio cósmico el que está contenido
en todos los principios substanciales de todas las religiones. Es impersonal, no
tiene ego, está más allá de toda individualidad, es el Espíritu universal de Vida, el
Maestro de los Maestros, que se encarnó en Jesús de Nazaret. Éste no es el úni-
co Cristo, que puede manifestarse en cualquier hombre que está preparado para
recibirlo (Samuel Aun Weor).
Jesucristo aparece en los diversos continentes con rasgos a veces tradicio-
nales otras veces nuevos por expresar otras percepciones de la realidad.
Para los musulmanes, Jesús, el hijo de María, no es Hijo de Dios, pero es su
servidor, es un profeta y un mensajero. No fue matado, no fue crucificado, sino que
fue reemplazado por un sosia.
Los teólogos africanos subrayan que el descenso de Dios en Jesucristo se
hizo entre las “no-personas”, en la gente que no significa nada a los ojos del mun-
do, y que Cristo está casado con la condición de las personas sin importancia y sin
valor. Hoy día, Cristo sería el africano oprimido, Él que aceptó el empobrecimiento
radical de una muerte degradante en la cual todo le fue arrancado, incluso esa
“riqueza” que constituye la perfecta comunión con el Padre (J.M. Ela). Para M.
P. Hebga, Jesucristo es la referencia suprema única. Para otros, Jesucristo es el
ancestro, el iniciado, el curandero, el jefe, el hermano mayor, que viene a liberar al
africano de la negación y del desprecio. Es el mediador entre Dios y los hombres.
Es el gran iniciador, el maestro de la vida y de la muerte. Libera de las estructuras
de dominación, de opresión y de explotación. Libera de la enfermedad y de las
potencias demoníacas. Fermento anti-fatalidad opuesto al afro-pesimismo, viene
a proporcionar al africano su plena realización, su “accomplissement” (M.R. Afan;
E.K. Sumaïdi).

176
CUADERNOS DE TEOLOGÍA - Vol. II, Nº2

En Japón, Jesús es un Dios que sana las heridas humanas con sus propias lla-
gas (Kitamori). Es también el colérico que echa a los mercaderes del Templo, el co-
munista que debe poner fin al orden establecido (Siku). Para los chinos, Jesús es
el Extranjero (B. Vermander) o un proletario revolucionario o un “hombre nuevo”
maoísta. Para los cristianos chinos es Sabiduría, Docente, Curandero, Liberador,
Guía espiritual, el Iluminado, el Amigo que se compadece de los pobres, el Buen
Samaritano, el Buen Pastor y el Obediente (Betty Ann Maheu).
Para los hindúes, Jesucristo es un avatar de Visnú, divinidad que bajó a la
tierra para luchar contra las fuerzas del mal, organizar el espacio y mantener el
orden (J.-L-Machuron). Es un ser humano ejemplar, un maestro moral que nos ha
enseñado a vivir, por su palabra y su ejemplo. Nos ha abierto el camino del descu-
brimiento de sí mismo y el comportamiento ético. A través de Él vemos claramente
a Dios por trasparencia (Bhakti de Sen). Es el gurú que anuncia el Misterio (H.
Le Saux) y que es el Misterio mismo (R. Panikkar). Para Vivekananda, Jesús era
un avatar o una reencarnación de Dios, pero no la única. Había hecho la expe-
riencia de su profunda unidad con lo divino y en esto es nuestro modelo. Cristo
era un yogui que había realizado su liberación última en esta vida. Es un modelo
de renunciación. Para Gandhi, Jesús es un mártir, una encarnación del sacrificio,
que por su ejemplo pertenece al mundo entero, con su dulce figura, tan paciente,
tan bondadoso, tan lleno de amor y de perdón. Es un modelo marcado por la no-
violencia y el sufrimiento aceptado por amor del otro. Para Nikhil Biswas, Jesu-
cristo simboliza el dolor y la agonía de un hombre que sufre. Nadie ha sufrido tanto
como él, opina Arup Das. Por otra parte, nos ha ofrecido su alegría, su coraje y su
amistad (John Biswas). Para otros, es el ejemplo del hombre que ha llegado a ser
Dios (S. Radhakrishnan).
Para los indios cristianos, Jesús –que era asiático- tiene algo que ver con
nuestra historia: nos ayuda a transformarla. Él es nuestro modelo y nuestro jefe
(M. Amaladoss). Meditativo como Buda o bailando en una alegría creadora como
Siva Nataraja, es nuestro Señor y Salvador. Señor resucitado, es el autor de toda
belleza y de todo bien; por su resurrección levanta a la persona caída (Saju Geor-
ge).
Para ciertos budistas y confucianistas de diversos países, Jesús es el sabio
que ayuda a descubrir el camino de la vida y enseña una moral. En Filipinas, país
de mayoría católica, Jesús es visto en su relación fundamental con el Padre, a
nombre de quien se hizo cercano a los pobres y al mundo marcado por el pecado.
Su misión consiste en una liberación total del hombre y del cosmos (C. Abesamis).

177
JESÚS

Corea nos da a conocer un Jesús feminista, activamente presente al lado de las


mujeres en su largo y duro itinerario hacia la liberación y la plenitud (Chung Hyun
Kyung). En Sri Lanka, Aloysus Pieris contempla a Cristo en el esplendor de la luz
de la resurrección. Él llama del polvo a la vida, sana, alimenta a la muchedumbre,
borra los estigmas sociales e integra a los excluidos en la sociedad. Restaurador
de todas las cosas, conoció el sufrimiento, pero luchó en la esperanza.

***
Este rápido recorrido nos muestra la riqueza de la personalidad, de la vida y
de la obra de Jesucristo. Como Hijo, nos dijo de Dios todo lo que podía decirnos
(Y. Raguin), pero estamos sólo en los comienzos de la evangelización de las na-
ciones. El futuro nos promete una esplendorosa explicitación de su mensaje y un
mayor conocimiento de su persona y de su condición de Hijo de Dios a partir de
las diversas culturas, las que florecen continuamente a lo largo de los siglos y de
los continentes.

BIBLIOGRAFÍA.
– H. DENZINGER-P.HÜNERMANN, El Magisterio de la Iglesia, Ed. Herder, Barce-
lona, 2000.
– B. SESBOÜÉ, Jésus Christ à l’image des hommes, Desclée De Brouwer, Paris,
1997.
– WIKIPEDIA, Muchos artículos.

Carlos HALLET SJ
Profesor emérito.
Universidad Católica del Norte – ANTOFAGASTA.
Challet4@gmail.com

178

También podría gustarte