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VIOLENCIA Y DE SU REINCIDENCIA
(Contexto penitenciario).
Autores:
Fernando Jiménez Gómez (Universidad de Salamanca. USAL)
Guadalupe Sánchez Crespo (Universidad de Salamanca. USAL)
Vicente Merino Barragán (Universidad de Salamanca)
Amada Ampudia Rueda (Universidad Nacional Autónoma de México. UNAM)
Jiménez, F., Sánchez, G.,Merino, V. y Ampudia, A.
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Valoración del riego de violencia y de su reincidencia
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ÍNDICE
I.- LA VALORACIÓN DEL RIESGO DE VIOLENCIA Y DE SU REINCIDENCIA............................................. 15
REFERENCIAS .................................................................................................................................... 70
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Jiménez, F., Sánchez, G.,Merino, V. y Ampudia, A.
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Valoración del riego de violencia y de su reincidencia
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Prólogo
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Valoración del riego de violencia y de su reincidencia
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Jiménez, F., Sánchez, G.,Merino, V. y Ampudia, A.
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Cada uno de estos 20 ítems va a ser valorados entre 0 y 2 (0= no existencia; 1= probabilidad
de existencia; 2= existencia) disponiendo un máximo de 40 puntos en su totalidad.
El objetivo de este trabajo que presentamos es la elaboración de una técnica que fuera
fácilmente manejable por los profesionales y que estuviera estrechamente relacionada con el
conocimiento científico, y con la posibilidad de dotar de eficacia al ser implementada en el
contexto penitenciario, jurídico y forense. Para su elaboración se han tenido en cuenta además
de los criterios propuestos anteriormente (psicopatológico, delictual, motivacional,
psicosocial y de reincidencia), las aportaciones de diversas técnicas utilizadas dentro del
contexto penitenciario las Tablas de Variables de Riesgo,(TVR) de López y Vela, (2001), las
investigaciones de Webster, Harris, Rice, Cornier y Quinsey (1994), Webster, Douglas, Eaves
y Hart (1997b) con el HCR-20, y las investigaciones de Hare (1991, 2003) con la
“Psychopatic Cheklist-Revised” (PCL-R y PCL-SV).
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Esta investigación fu subvencionada por la Junta de Castilla y León (SA084/04).
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Valoración del riego de violencia y de su reincidencia
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Introducción
La violencia es un tema preocupante para todos que, sin ser exclusiva de una sociedad
determinada en la que puede predominar un mayor bienestar social o respeto a los derechos
humanos, afecta a jóvenes, familias, educadores, políticos, y a profesionales de la salud y del
Derecho. Siempre ha habido en la sociedad diversos métodos para identificar a los sujetos que
pueden presentar un riesgo para la comunidad. Proteger las libertades civiles de los individuos
o proteger a la sociedad de un daño potencial es uno de los conflictos más frecuentes que el
sistema judicial debe resolver (Conroy y Murrie, 2007). Por ello, durante décadas jueces y
abogados han estado interesados en la labor de los profesionales de la salud mental y de las
ciencias forenses para determinar y valorar el riesgo potencial de reincidencia de una
conducta violenta, ya sea para dictaminar una sentencia, otorgar un permiso de salida,
determinar el internamiento involuntario en un hospital psiquiátrico o para autorizar la
libertad condicional de un interno. Psiquiatras y psicólogos han colaborado sistemáticamente
con la justicia al elaborar instrumentos que puedan determinar, con la probabilidad adecuada,
la peligrosidad potencial de la violencia de un individuo. En los recientes años la evaluación
forense de la salud mental ha recobrado un inusitado auge e interés.
Cada vez son más frecuentes en nuestra sociedad los casos de mujeres víctimas de
agresión por parte de sus maridos o pareja, la violencia “silenciada” en el seno de la familia,
donde todos saben y nadie habla porque les conviene mejor callar, la violencia acosadora de
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Jiménez, F., Sánchez, G.,Merino, V. y Ampudia, A.
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la empresa (“mobbing”), donde muchos saben y todos dicen “allá ellos”, la violencia y la
educación en la escuela (“bulling”, la agresión del niño, o de los mismos padres, hacia el
maestro), niños maltratados por sus padres y niños maltratadores de sus padres, o la violencia
ejercida con un grado de ensañamiento inusitado en la comisión de robos a particulares o
asaltos a establecimientos públicos. La violencia hoy, ha dejado de ser exclusivamente, un
problema ético o jurídico, y se ha convertido en un problema semejante al sanitario, como las
epidemias de carácter infeccioso, con la necesidad imperiosa de ejercer un control en sus
diversos grados de prevención utilizando la diversidad de medios disponibles en nuestra
sociedad.
Para la OMS la violencia consiste en “el uso deliberado de la fuerza física o el poder,
ya sea en el grado de amenaza, o efectivo, contra uno mismo, otra persona, grupo o
comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños
psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (Krug, 2002). Estamos muy habituados
a identificar “violencia” con violencia física, y quizás porque la Jurisdicción está demasiado
acostumbrada y necesita de las “pruebas” físicas (informes médicos de lesiones) para
fundamentar su dictamen. Pero también, dentro de esta violencia interpersonal, existe otra
violencia, la “psíquica”, no menos perniciosa o dañina, oculta, soterrada y que “no se ve”,
pero que se oye en el silencio, recordándola las heridas ocasionadas (recuerdos, insomnios,
depresión, angustia), y que los Psicólogos sí saben al escucharlas, evaluando y atestiguando
su presencia. Intentar “lavar” el cerebro a su hijo/a con el objetivo de predisponerle contra su
progenitor/a (Síndrome de Alienación Parental) en una situación de disputa por la guarda y
custodia, o la del esposo a su mujer (¿”Síndrome de Alienación Conyugal”?) con el claro
objetivo de inducir al terror (mujeres que temen a sus maridos, que no soportan pero que
aguantan y siguen sometidas de por vida) o la manipulación de sus propios pensamientos y
sentimientos (“eres una inútil, no sirves para nada, ni siquiera para la cama”, “tú a cuidar de
los niños, a tu cocina, a lavar la ropa y a plancharme las camisas”, “déjamelo a mí, que tú no
sabes hacer nada”)… suelen ser expresiones nítidas, irrespetuosas, altisonantes la mayoría de
las veces, y relativamente frecuentes donde la violencia se manifiesta de múltiples formas y
maneras, tantas como la misma sociedad se la admita y las habilidades del agresor posea. Y
los jueces deben conocer, interpretar y fundamentar en sus sentencias que existe una violencia
psíquica que genera tanto o más daño, pero nunca menos, que la física. De ello tendremos, los
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