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GUIA PARA LA VALORACIÓN DEL RIESGO DE VIOLENCIA

SEXUAL (SVR-20). SUS ANTECEDENTES y APLICACIONES. –


JUAN PIGLIACAMPO – MARIELA YESURON – ARGENTINA
02/11/2015

GUIA PARA LA VALORACIÓN DEL RIESGO DE VIOLENCIA SEXUAL (SVR-20). SUS ANTECEDENTES y
APLICACIONES.
JUAN PIGLIACAMPO
MARIELA YESURON
RESUMEN:
El comportamiento violento es uno de los elementos característicos y alarmantes de los delitos
graves. Nuevas técnicas de predicción, solventadas en la valoración del riesgo de violencia, se vienen
desarrollando desde hace más de veinte años demarcando que tratamiento y gestión de riesgo no
pueden ser equiparados.
Este trabajo tiene por objetivo ofrecer una revisión actualizada de la Guía de Evaluación de riesgo de
violencia sexual (SVR-20) y su utilización en investigación empírica en el contexto ibero-americano. La
metodología es exploratoria descriptiva, a través de una búsqueda en la principales bases de datos,
incluyendo SciELO y Redalyc junto a la búsqueda manual de la lista de referencias bibliográficas de los
autores más relevantes.
La violencia sexual resulta una problemática de especial consideración social, es foco de interés de los
medios de comunicación y debe ser objeto de intervención de los poderes públicos del Estado. Para
ello es que proponemos su debate académico desde una revisión actualiza de la SVR-20 y su aplicación
empírica en la investigación con población forense, penitenciaria y post-penitenciaria de sujetos que
han cometido, o presuntamente han cometido alguna agresión sexual; con la finalidad de contribuir a
la investigación psicológica y su articulación con la práctica profesional.
PALABRAS CLAVE: Valoración de riesgo, Predicción, Violencia sexual.
GUIDE FOR THE VALUATION OF THE RISK OF SEXUAL VIOLENCE. (SVR-20). ITS ANTECEDENTS and
APPLICATIONS
ABSTRACT
Violent behavior is one of the characteristic elements and alarming serious crimes. New forecasting
techniques out, solved in the assessment of risk of violence, are being developed for more than twenty
years ago that treatment and also demarcating risk management can not be matched.
This work aims to provide an updated review of the Risk Assessment Guidance for sexual violence
(SVR-20) and its use in empirical research in the Ibero-American context. The methodology is
descriptive exploratory, through a search of the major databases, including SciELO and Redalyc by
manually searching the reference list of the most relevant authors.
Sexual violence is an issue of special social status, is focus of the media and should be subject to
intervention by the public authorities of the State. To this end we propose academic debate from a
revision updates the SVR-20 and its empirical application in forensic research, prison and post-prison
subjects who have committed, or alleged to have committed a sexual assault population; in order to
contribute to psychological research and its links with professional practice.
KEYWORDS: Risk Assessment, Prediction, Sexual Violence.
DESARROLLO:
En la última década del siglo XX, la OMS consideró que el fenómeno de la
violencia, tanto por su extensión como por sus consecuencias en la salud y el bien-
estar de las personas, debe considerarse como un problema de salud pública.
El abordaje de la violencia se propone así como un fenómeno que va más allá de
un problema de naturaleza moral, ético o jurídico, por lo que debe ampliarse la
perspectiva para que su tratamiento sea exitoso. Por
ello debe producirse un cambio de paradigma, desde el enfoque
jurídico/penal a la consideración de la salud /bienestar, lo que a su vez implica pasar
de una política del castigo/corrección a la prevención/predicción.
En opinión de Andrés Pueyo y Santiago Redondo (2007) la violencia ha tenido un tratamiento científico
muy limitado y no ha sido hasta muy recientemente, 30 años, que se ha convertido en objeto de
análisis y estudio. Para este autor, una de las mayores dificultades para su estudio es la falta de
delimitación conceptual. La correcta definición del criterio a predecir, en este caso la violencia,
dependerá de poder hacer de la predicción una tarea rigurosa y no un subproducto de la intuición
profesional.
La violencia tiene una doble connotación, siendo definida como atributo psicológico o como una acción
o comportamiento. Se hace necesario distinguir entre cualidad de ser violento-que podría estar
relacionado a-priori con el concepto de peligrosidad- y el acto o acción de comportarse de manera
violenta, lo que corresponde no a la aptitud de un sujeto sino a su comportamiento. Al hablar de
acción, nos referimos mas a factores situacionales e individuales. Cuando nos referimos al atributo del
individuo, son los determinantes personales e históricos los que adquieren un papel más relevante.
El comportamiento violento es uno de los elementos característicos y alarmantes de los delitos
graves. La atribución de peligrosidad a los responsables de delitos violentos, entre los cuales se
destacan los agresores sexuales, ha servido durante mucho tiempo como factor explicativo de la
conducta violenta y como constructo para su predicción. (Pueyo y Redondo Illescas, 2007). Nuevas
técnicas de predicción, solventadas en la valoración del riesgo de violencia, se vienen desarrollando
desde hace más de veinte años demarcando también que tratamiento y gestión de riesgo no pueden
ser equiparados.
El constructo peligrosidad responde más bien al paradigma biologisista, o de causa-efecto, apelando
en su tratamiento a la erradicación de la enfermedad, al confinamiento de lo extraño, ajeno, a-
normal, teniéndose por esto el éxito del objetivo. La valoración del riesgo de violencia propone un
cambio de paradigma. La valoración del riesgo es un proceso de identificación y estudio de factores
con el objetivo de reducir la probabilidad de su ocurrencia. (Bernstein, 1996; Menzies, Webster y Hart,
1995).
El riesgo de violencia debe ser considerado como una variable continua, cambiante y específica.
Permite tomar decisiones graduadas de pronóstico futuro de violencia de acuerdo a la magnitud del
riesgo. De esta manera la valoración del riesgo amplía las posibilidades de intervención, porque
permite ajustar los procedimientos de control y minimización del riesgo, a los niveles individuales y
contextuales del mismo.
En la valoración del riesgo de violencia, el estudio de las causas ha dejado paso al estudio científico de
los factores de riesgo. No se basa en la causalidad sino en una consistente relación con la
consecuencia. Esto es lo que permite la utilización de la valoración de los factores de riesgo como
predictores de riesgo futuro. Cabe recordar que la evaluación del riesgo no busca medir un constructo
psicológico o una disposición interna, sino estimar la probabilidad que una conducta violenta se repita.
Por evaluación de riesgo entendemos el proceso por el cual los agresores son evaluados considerando
las variables empíricamente validadas y reconocidas en la literatura por su importancia en el aumento
de la probabilidad de una conducta violenta. Estos factores se subdividen en estáticos y dinámicos,
según sean o no modificables en el curso de la vida del agresor. Algunos de estos factores pueden
resultar comunes a diversos tipos de violencia y otros específicos (Garrido, Stangeland y Redondo,
2006). Entre los estáticos se cuenta: la edad de inicio en el delito, historia de condenas anteriores,
género y tipo de víctima. Por otro lado, entre los factores dinámicos se encuentran; situación
económica, estado civil, actitud favorable al delito, distorsiones cognitivas, condición familiar, abuso
de drogas, empleo.
Tanto los científicos y los profesionales de la salud que se interesan por la problemática de la
violencia tienden a definir la valoración del riesgo como un proceso de evaluación cuyo fin se propone:
-caracterizar el riesgo de realizar actos violentos en el futuro y -elaborar intervenciones para
controlar o reducir dicho riesgo. (Monahan, 1981/1995; Monahan y Steadman, 1994). La toma de
decisiones, en la valoración del riesgo, se ha orientado según dos tradiciones (Menziel et al., 1995;
Monahan, 1981/1995):
 Juicio Clínico no estructurado -también llamado profesional- (Meehl, 1954/1996). No pone límites
ni restricciones a como los evaluadores realizan juicios valorativos a partir de la información que
disponen. Se lo describe como informal, subjetivo e intuitivo.
 Valoración actuarial del riesgo (Meehl, 1954/1996). En base a la información disponible, los
evaluadores realizan un juicio y toman una decisión última siguiendo unas reglas fijas y explícitas.
Recogida e inclusión de datos empíricamente verificados.
Desde el año 1997 se vienen diseñando metodológicamente escalas y protocolos actuariales que
valoran el riesgo de cometer delitos sexuales con el propósito de brindar información valiosa. La
adaptación y validación a nuestro medio local de estas escalas aún es una tarea pendiente. Respecto a
estas, mencionamos la STATIC-99 (Hanson y Thornton, 1999) creada en Canadá, lleva ese nombre
porque evalúa solamente factores históricos-estáticos que la literatura ha demostrado están
correlacionados con la reincidencia en delitos sexuales en varones adultos. Otra de las escalas
canadienses bastante difundida es la SONAR -Sex Offender Need Assessment Rating-. Está basada en la
teoría cognitiva social de Bandura e incluye cinco factores relativamente estáticos y cuatro dinámicos.
(Hanson y Harris, 2000).
Otras escalas que responden a la valoración actuarial resultan la Sex Offender Risk Appraisal Guide
o SORAG (Quinsey, Lalumiëre, Rice y Harris, 1995) y la Rapid Risk Assessment for Sexual Offense
Recidivism o RRASOR (Hanson, 1997).
La SORAG fue creada por Quinsey, Lumiêre, Rice y Harris (1995). Se desarrolló a partir de unos
estudios retrospectivos sobre violadores y agresores sexuales infantiles evaluados en un hospital
forense de máxima seguridad, en Ontario, Canadá. Estos autores identificaron un conjunto de
variables socio-demográficas, de historia criminal y clínicas que discriminaban entre los individuos
reincidentes y no-reincidentes, en una muestra de 178 delincuentes sexuales estudiados. Por su parte,
Hanson y Brussiêre (1996) como resultado de una investigación meta-analítica sobre los predictores de
la violencia sexual, elaboraron la RRASOR. Los autores identificaron una serie de variables socio-
demográficas y de historia criminal que distinguían entre los delincuentes sexuales reincidentes y los
no-reincidentes. Según lo plantea Pueyo (2005) no hay investigaciones publicadas que incluyan la
administración de estos tests a delincuentes sexuales que hayan sido puestos en libertad de alguna
institución penitenciaria o mental y que hayan determinado la precisión predictiva. Por lo que, la
SORAG Y RRASOR tienen limitaciones, entre las cuales se señala: la presencia de un pequeño número
de factores de riesgo -que predicen la violencia en general ignorando factores específicos de la
violencia sexual; -pone énfasis sobre variables individuales estáticas y estables en detrimento de las
variables dinámicas-.
Al considerar estas limitaciones, la falta en validación local y evitando el Juicio Profesional no
estructurado, cómo debemos entonces valorar el Riesgo de la Violencia. Una posibilidad es el Juicio
Profesional Estructurado; realizar evaluaciones de riesgo llevadas a cabo de acuerdo a ciertas
directrices explícitas descriptas en investigaciones científicas contrastadas y publicadas. Este tipo de
valoración se realiza con la ayuda de guías de valoración de riesgo basadas en la investigación clínica y
en los estudios epidemiológicos (Andres -Pueyo y Redondo 2007) La valoración del riesgo mediante el
juicio clínico estructurado supone algo más que predecir la violencia futura. Se pueden tomar
diferentes tipos de decisiones: a) proponer procedimientos de gestión de riesgo individualizados y
apropiados al momento de la evaluación, b) iniciar la prevención de la violencia futura, c) desarrollar
la protección de las victimas mediante la elaboración de un plan para el riesgo existente y d) diseñar
programas de tratamiento concretos en función de las características del agresor. Todo ello
constituye la gestión del riesgo.
Entre las guías de valoración de riesgo, existen algunas más genéricas, orientada a la valoración de
violencia física grave en pacientes psiquiátricos y presos, como la HCR-20 (Webster et al. 1997) y la
PCL-R (Hare, R 1991). Del HCR-20 su principal objetivo es identificar a pacientes en riesgo de violencia
y desde su adaptación al español se han realizado numerosa aplicaciones profesionales que avalan su
capacidad predictiva (Arbach y Andres Pueyo, 2007) Contiene tres sub-escalas que reúnen factores de
riesgo de tres tipos: pasados, presentes y futuros. (Douglas y Webster, 1997)
La PCL-R (Hare, 1991) es el instrumento de referencia en el contexto profesional y científico para la
valoración de la peligrosidad y del riesgo de violencia en delincuentes. Es una escala específicamente
diseñada para poder evaluar la presencia de psicopatía por medio de informaciones procedentes de
archivos penitenciarios y clínico-biográficos, de una entrevista semi-estructurada y de la aplicación de
los 20 ítems de la escala.
La especificación de estas guías nos va acercando al objetivo de este trabajo, la consideración de la
valoración del riego de violencia sexual mediante un instrumento cuya aplicación permita analizar los
factores que en su presencia podrían resultar conducentes al riesgo de emergencia de una agresión
sexual.
Se entiende por violencia sexual, el intento, la amenaza o el acto real de contacto sexual con una
persona que no ha dado su consentimiento o no es capaz de darlo. La valoración del riesgo de
violencia, y de la violencia sexual, difiere de otras formas de evaluación en varios aspectos. Primero,
no pertenece al dominio de ninguna disciplina o profesión en particular. Segundo, la valoración del
riesgo de violencia sexual requiere la familiarización de los evaluadores con factores asociados al
crimen y la violencia, tanto como los factores asociados específicamente a la violencia sexual.
Tercero, la valoración del riesgo es por naturaleza una cuestión jurídico-forense. En base a estas
consideraciones los autores (Pueyo et al, 2005) sugieren 6 principios que deben tenerse en cuenta para
llevar adelante una valoración del riesgo de violencia sexual:
 Las valoraciones del riesgo de violencia sexual deben recoger información acerca del funcionamiento
del individuo en múltiples dominios. Este principio reconoce que los delincuentes sexuales violentos
son un grupo muy heterogéneo y que la violencia sexual es en sí un fenómeno complejo y
multifacético. (Coleman y Dwyer (1990), Colorado Sex Offender Traetment Board, (1996); Cooper
(1994) y Quinsey y Lalumière (1996).
 Las valoraciones del riesgo de violencia sexual deben utilizar múltiples métodos para la recogida de
información. (Abrams 1991; Association for the Treatment of Sexual Abusers, 1993; Coleman y Dwyer,
1990; Cooper, 1994; Day, Miner, Sturgeon y Murphy, 1998; Farrall, 1992; Freund y Watson, 1991;
Murphy, 1990).
 Las valoraciones del riesgo de violencia sexual deben recoger información de múltiples fuentes. Estas
fuentes deben incluir el delincuente, la (s) victima (s), la familia del delincuente, sus amigos,
compañeros de trabajo, policías, técnicos penitenciarios y de la salud mental que lo conozcan.
 Las valoraciones del riesgo de violencia sexual deben recoger información acerca de factores estáticos
como dinámicos. (Andrews y Bonta, 1994; Kropp et al., 1994, 1995; Quinsey y Walker, 1992; Webster
et al., 1994, 1997).
 Las valoraciones del riesgo de violencia sexual deben evaluar explícitamente la precisión de los datos
recogidos.
 Las valoraciones del riesgo de violencia sexual se deben repetir regularmente. Este último principio
reconoce que el status de los factores de riesgo fluctúa a lo largo del tiempo.
En consideración de estos principios se presenta un procedimiento específico para la valoración del
riesgo de violencia sexual, creado por Boer, Hart, Krop, y Webster (1997) y denominado Sexual
Violencia Risk-20 (SVR-20). Este instrumento es una sistematización de factores ampliamente
estudiados, fáciles de comprender, acordes a los derechos constitucionales, que resultan de utilidad
práctica y tienen validez, debido a que su diseño se basa en investigaciones empíricas y publicaciones
científicas sobre la población de agresores sexuales. Martinez, Hilterman y Pueyo (2005),
pertenecientes al Grupo de estudios avanzados en violencia-GEAV- fueron quienes tradujeron y
adaptaron la SvR-20 al contexto español y latino.
La SVR-20 se ha desarrollado para su aplicación en contextos forenses, tanto penales como civiles. Su
uso es apropiado en los casos en que un individuo ha cometido o presuntamente ha cometido un acto
sexual violento. No es un test ni es un cuestionario psicológico, se trata de un protocolo para la
evaluación del riesgo de violencia sexual de delincuentes adultos a partir de 20 ítems, relativos a
factores de riesgo tanto estáticos como dinámicos. Estos factores se identificaron a partir de una
revisión exhaustiva de la investigación publicada sobre delincuentes sexuales. Se revisaron numerosos
estudios empíricos sobre factores que distinguían entre delincuentes sexuales y delincuentes no-
sexuales, y sobre aquellos factores que se relacionaban con la reincidencia de la violencia en general o
de la violencia sexual en delincuentes sexuales. (Furby et al., 1989; Hanson y Bussière, 1996; Quinsey,
1984, 1986; Quinsey, Lalumière, Rice y Harris, 1995). Los factores de riesgo contemplados en la SVR-20
están relacionados con el riesgo de violencia futura en individuos que ya han cometido un delito o
agresión sexual. No se puede utilizar para valorar el riesgo de conductas criminales no-violentas,
violencia no-sexual, ni otras formas específicas de violencia como, por ejemplo, la violencia en la
pareja.
Se identificó una lista extensa de factores, para luego dar paso a la reducción sobre aquellos que se
repetían, conformándose en un único factor genérico distintos factores relacionados entre sí y que
eran bastante específicos. Se obtuvieron entonces tres grandes secciones para incluir estos factores: 1)
Funcionamiento Psicosocial, 2) Agresión Sexual y 3) Planes de Futuro.
1) FUNCIONAMIENTO PSICO-SOCIAL del individuo: la mayoría de estos factores son de naturaleza
biográfica, reflejando características fijas o relativamente estables, mientras que otros factores se
refieren al funcionamiento psicosocial actual y anterior del individuo.
Dentro de este factor, dos reflejan el funcionamiento psicosexual del individuo: la desviación
sexual y haber sido víctima de abuso en la infancia. La desviación sexual se refiere a la presencia de
algún tipo de parafilia, un patrón de excitación sexual anormal y disfuncional relativamente estable.
La relación entre desviación sexual y violencia sexual es intensa (fuerte) y probablemente causal,
aunque indirecta, no todos los agresores sexuales tienen parafilias y no todas las personas con
parafilias son agresores sexuales; sin embargo las personas con para-filias tienen riesgo de actuar en
consonancia con sus impulsos y fantasías sexuales. La evidencia acerca de la desviación sexual
proviene de diversas fuentes: Entrevistas clínicas o poligráficas, cuestionarios de auto-registros,
comportamiento anterior, información de fuentes colaterales y evaluación pletismográfica.
Por otra parte hay evidencia en cuanto a que el haber sido víctima de abuso en la infancia es un factor
de riesgo tanto para la criminalidad en general, la violencia no sexual y para la violencia sexual
específicamente. (Dutton y Hart, 1992; Kauufman y Zigler, 1989; Widom, 1989) Según Hanson y
Bussière, (1996) y Romans, Martin y Mullen (1997), no son muchas las evidencias que apoyen la
especificidad de la relación entre abuso sexual en la infancia y la posterior violencia sexual en la edad
adulta. No obstante este factor señala la importancia que el individuo haya sido víctima tanto de
abuso físico grave como de negligencia en su infancia- y no necesariamente victima de abuso sexual-
es un predictor de conductas violentas, sexuales y no sexuales, en la edad adulta.
Cuatro factores se han identificado con el funcionamiento psicológico del individuo: Psicopatía-
evaluada mediante la PCL-R (Hare 1991), el trastorno mental grave, los problemas relacionados con el
abuso de sustancias tóxicas y la presencia de ideación suicida/homicida. Respecto a la relación entre
ciertas formas o síntomas de trastorno mental y la conducta violenta se cuenta con un amplio cuerpo
de conocimientos científico que la justifica. (Monahan y Steadman, 1994). Los trastornos mentales
graves – indicado por la presencia de psicosis, manía, el retraso mental o discapacidad
neuropsicológica grave- están relacionados con el incremento tanto de la criminalidad como de la
violencia; incluso podría haber una relación particularmente intensa entre violencia y Psicosis o la
manía (Douglas y Hart, 1996; McNeil y Binder, 1994).
Hanson y Brussière, (1996) señalan que la psicosis y los déficits intelectuales también son factores de
riesgo de la violencia sexual.
Respecto al funcionamiento en importantes actividades sociales, dos factores reflejan el fracaso del
mismo: Las relaciones inestables de pareja se refieren al fracaso por parte del individuo en mantener
relaciones intimas estables y a largo plazo. Los problemas en el empleo se refieren al fracaso por
lograr y mantener un trabajo estable.
Por último, tres son los factores que reflejan la predisposición del individuo hacia comportamientos
antisociales en general – y que también son predictores de la violencia sexual-: antecedentes de
delitos violentos no-sexuales, según revisiones científicas existentes, la violencia no sexual previa es
un factor predictor importante a tener en cuenta en las valoraciones clínicas de riesgo. Este factor
podría ser un marcador de riesgo que refleje la presencia de un trastorno de personalidad o actitudes
antisociales. Antecedentes de delitos no-violentos se refiere a los antecedentes criminales generales,
no sexuales y no-violentos; y el incumplimiento de medidas de supervisión previas, tales como
quebrantamiento de Libertad Anticipada y limitaciones en el sostenimiento de beneficios
penitenciarios.
2) AGRESIONES SEXUALES:
Esta sección está formada por siete ítems relacionados con la violencia sexual previa. Hacen
referencia a los antecedentes sexuales de los sujetos. Los ítems son principalmente de tipo biográfico
y de naturaleza histórica, aunque algunos incluyen aspectos dinámicos. El ítem delitos sexuales
graves, se refiere a la frecuencia de los delitos previos, el número de delitos sexuales cometidos en el
pasado es uno de los factores relacionados de manera más fiable con la reincidencia de violencia
sexual tanto en los internos penitenciarios como en los pacientes forenses. (Hanson, 1997; Hanson y
Brussière, 1996; Quinsey, Lalumière, Rice y Harris, 1995). Este factor es probablemente un marcador
de riesgo que refleja la presencia de desviación sexual y de actitudes que apoyan o consienten la
violencia sexual. Posiblemente esté relacionado con la probabilidad, frecuencia e inminencia de la
violencia sexual futura.
El factor tipología múltiple de delitos sexuales refleja el grado en que un agresor ha atacado a
diferentes categorías de víctimas (hombre vs mujer, pre-post púberes, miembros de la familia vs
desconocidos) y ha cometido agresiones sexuales variadas (coerción física vs manipulación psicológica,
contacto físico vs exhibicionismo). Este factor está relacionado presumiblemente con la gravedad de la
desviación sexual.
La gravedad del daño físico o psicológico infligido a la víctima de las agresiones sexuales anteriores se
ve reflejado por los ítems daño físico hacia la(s) victima(s) de la agresión sexual, el uso de armas o
amenazas en el curso de la agresión sexual y la progresión en la frecuencia o gravedad de las
agresiones sexuales.
Dos aspectos psicológicos de la violencia sexual son abarcados por los últimos dos factores, por un
lado la minimización extrema o negación de los delitos sexuales; la cual puede ocurrir como patrón
general de desviación de la responsabilidad personal del comportamiento criminal, o puede ser
específico de la violencia sexual previa. Por otro lado, las actitudes que apoyan o consienten los
delitos sexuales incluyen creencias o valores que apoyan el patriarcado, la misoginia, o el contacto
sexual entre adultos y menores (Andrews y Bonta, 1994). En la medida en que las creencias o actitudes
se utilicen para minimizar o negar los delitos cometidos en el pasado, este factor se solapa
conceptualmente con el anterior.
3) PLANES A FUTURO:
Dos ítems de esta sección y se valoran en base a los proyectos de futuro del individuo. El primero, La
ausencia de planes a futuro viables, se refiere a la tendencia a hacer planes poco realistas o evitar
hacer planes de futuro; las personas que fracasan en elaborar planes adecuados y realistas para el alta
de una institución, tienen un riesgo incrementado de criminalidad y violencia posterior a su puesta en
libertad. El segundo, La actitud negativa hacia la intervención concierne el grado en que el individuo
se resiste, es pesimista o no coopera con los programas de la evaluación, intervención y supervisión.
De acuerdo a Pueyo y colaboradores (2005), no se debe completar el SVR-20 hasta haber llevado una
valoración detallada, entendiendo que debe considerarse la recopilación de datos de las diferentes
fuentes disponibles. Al respecto, esta evaluación debe incluir entre las fuentes: a) entrevistas con el
individuo y con su(s) víctima(s); b) administración de instrumentos de medición estandarizados del
comportamiento sexual, desviación sexual, educación y actitudes sexuales, uso/abuso de sustancias y
psicopatología; c) evaluaciones fisiológicas, las médicas, poligráficas y pletismográficas, y d) revisiones
de registros colaterales (informes policiales, declaración de las víctimas o testigos, registros criminales
y los informes médicos o de salud mental.
En la codificación de los datos y en primer lugar se debe comprobar la presencia o ausencia de cada
uno de los 20 factores de riesgo individuales. Esto debe establecerse mediante el grado de certeza en
su presentación, es decir, con cuanta solvencia ese ítem se encuentra en el sujeto evaluado. Así
tendremos:
N: indica que no hay información que sugiera que el factor de riesgo está presente.
La ? indica que el factor de riesgo esta posiblemente o parcialmente presente (la evidencia no es del
todo contundente)
La S indica que el factor de riego está claramente presente y de manera indiscutible.
Si no hay ninguna información disponible sobre un ítem o si se considera que la información disponible
no es fiable, se debe codificar con una O; estableciendo que se ha omitido la decisión respecto a este
ítem. Destacan los autores, que no será conveniente la presencia de más de cinco omisiones.
Una vez analizada la información obtenida de cada factor en el procedimiento citado, la valoración
final incluirá una codificación del nivel del riesgo de violencia sexual general para ese sujeto,
estipulado en BAJO, MODERADO y ALTO. Bajo, indica que el evaluador considera que o bien el
individuo no presenta riesgo o el riesgo de cometer actos de violencia sexual es muy bajo. Moderado,
indica que se considera que el individuo tiene un riesgo moderado o cierto riesgo de cometer actos de
violencia sexual. Alto, indica que el individuo muestra un riesgo elevado o muy elevado de cometer
este tipo de actos.
Al respecto de las decisiones a tomar desprendidas de estas codificaciones, dependerán del contexto
en el que se aplique la valoración y de la disponibilidad de los recursos. En general, un juicio de riesgo
bajo sugiere que el individuo no necesita ninguna intervención en especial ni acciones de supervisión
diseñadas para reducir el riesgo de violencia y que no hay necesidad de supervisar al individuo.
Con un juicio Moderado se propone la elaboración de un programa de reducción del riesgo para el
sujeto, allí se debe incluir un mecanismo para re-valoración sistemática del riesgo.
Un juicio alto de riesgo sugiere la necesidad urgente de elaborar un programa de reducción del riesgo
para el individuo que implicaría, por ejemplo, niveles de supervisión progresiva y la planificación
regular de re-valoraciones.
En la consideración final debe tenerse presente que la valoración del riesgo de violencia no
necesariamente es lineal, esto es, no responde a la sumatoria de factores, a la serialidad de los
mismos; el riesgo depende probablemente, no sólo del número de factores de riesgo presentes sino
también de la combinación específica de los factores de riesgo presentes, por lo cual no parece
posible ni deseable realizar puntos de corte para las decisiones finales en la determinación del riesgo
de violencia.
APLICACIONES IBERO-AMERICANAS:
En varias de las investigaciones y publicaciones revisadas encontramos que la SVR-20 aún no se
encuentra muy difundida y aplicada en el contexto, sobre todo, latinoamericano. Este ha sido uno de
los objetivos, mojones, que hemos teniendo en cuenta para el acercamiento, revisión y profundización
en el estudio de esta Guía. Se intenta su mayor conocimiento mediante los aportes de investigadores
que han llevado adelante su aplicación.
Así con Pérez Ramirez, M, Martínez García, M y Redondo, Santiago (2007) encontramos una
investigación que ha tenido relevancia práctica para ayudar a validar este instrumento.
El estudio se aplico de manera retrospectiva a una muestra de agresores sexuales para evaluar su
capacidad predictiva y anticipar la posible re-incidencia sexual.
El procedimiento fue ciego (sin conocimiento previo de la eventual reincidencia). Fue aplicado a la
muestra de los agresores sexuales que cumplieron condena en la prisión de Brians (Barcelona, España)
desde 1991 a 2002. La selección de la muestra contó con 163, de 424 internos, por contener la
máxima información necesaria para completar la guía, 95 agresores sexuales de mujeres adultas y 58
abusadores de menores.
El SVR-20 predijo correctamente un 79.9% de las No-Reincidencias (verdaderos negativos) y a un 70.8 %
de los reincidentes (Verdaderos Positivos), con un total de aciertos del 78.5% para la predicción de la
reincidencia sexual.
Adhiriendo luego de los resultados obtenidos un posible corte en 12 pts. para determinar un Bajo o
Elevado Riesgo de Reincidencia. El estudio avaló entonces una buena validez predictiva.
El segundo de los objetivos de tal investigación consistió en determinar si el SVR-20 resulta un
instrumento sensible al cambio terapéutico –sobre los factores dinámicos del sujeto-
A pesar de la escasa muestra lograda (9 internos) y considerándola también como una limitación, el
estudio indicó una posible disminución del nivel de riesgo evaluado, sobre la modificación de los
factores dinámicos del sujeto.
El grupo de Estudios Avanzados en Violencia, de la Universidad de Barcelona, España, ha traducido
esta Guía al contexto español y latino. En el año 2007 mediante una investigación y valoración sobre el
riesgo de reincidencia en agresores sexuales, dan a conocer este instrumento, en un trabajo que revisa
también teorías y conocimientos existentes sobre la etiología y factores de riesgo de agresión sexual,
concluyendo que el SVR-20 es un buen instrumento para predecir el riesgo de reincidencia sexual.
Con Defez Torán y Cuquerella Fuentes (2012) encontramos un estudio para la evaluación del riesgo de
reincidencia en un caso de violencia sexual mediante esta Guía (SVR-20). Trabajo publicado en la
Revista Española de Medicina Legal, trata de un varón de 49 años de edad condenado a pena de
prisión por agresión sexual, con quebrantamiento en los permisos condenado en dos ocasiones por
agresiones sexuales. Padeciendo enfermedad mental grave (perfil esquizoide y bajas habilidades
interpersonales y sociales). Ha contado con una condena anterior de 13 años y la siguiente, durante la
cual se realiza esta investigación, de 9 años.
Los autores concluyen, tras la valoración de los factores, en la ponderación de un Riesgo Moderado-
Alto de reincidencia en Violencia sexual futura.
Con Tapias-Saldaña (2011) encontramos que en Centro y Sur América son pocos conocidos y utilizados
estos instrumentos para la valoración del riesgo, siendo imperioso iniciar su difusión y promover
estudios para su adaptación y validación. Teniendo esto en consideración, se realizó un estudio en
Colombia para conocer cómo se comportan algunos de estos instrumentos de evaluación de riesgo de
reincidencia (HCR-20 y SVR-20) aplicados a dos grupos de delincuentes colombianos concluyendo que
la mayoría de los ítems consignado en ambos instrumentos se presentaron en la muestra colombiana,
resultando por tanto viable su utilización en ese contexto.
Se propone además como otro resultado de este estudio, la incorporación de nuevos factores de riesgo
surgidos de las entrevistas semi-estructuradas, elementos que fueron mencionados con elevada
frecuencia por los examinados, entre estos se mencionan: Padecimiento de maltrato o negligencia en
la infancia, trabajo en la infancia, antecedentes de padres alcohólicos, de delincuencia en la familia y
de progenitores no convivientes y falta de convivencia con ambos progenitores en la infancia y
adolescencia.
Nos interesa de esto tomar que no necesariamente antecedentes de vivencias de abuso sexual en la
infancia pueden ser determinantes de una futura conducta sexual violenta. Por ello pensar que algunas
de estas variables pueden ser predictoras del riesgo de aparición de una conducta violenta y violenta
sexual, no pudiendo determinarse la representación definitiva por una u otra conducta.
Con Pizarro, A (2.006) encontramos que su investigación, en Chile, tuvo por objetivo dar a conocer
procedimientos e instrumentos de evaluación utilizados con agresores sexuales y disponibles para su
aplicación. Destacando la necesidad de diseñar y/o adaptar protocolos extranjeros en ese país con el
propósito de estandarizar rigurosamente los procedimientos de evaluación.
DISCUSIÓN:
Como hemos visto, la posibilidad de trocar el paradigma de la intervención sobre la violencia en
general, y la violencia sexual particularmente, nos permite pensar en procedimientos internacionales
validados por investigaciones y aplicaciones científicas, poniendo el foco más en lo que se denomina
promoción de los factores protectores del sujeto en el marco de una Gestión de Riesgo.
La noción de tratamiento queda adherida al paradigma positivista, de la clínica biologisista-
psicologista-causalista de erradicación de los factores que ocasionan y hacen que persista la
enfermedad, resultando muchas veces un objetivo trunco en su cumplimiento.
La gestión de riesgo tiene por objetivo la identificación de una serie de factores, avalados en múltiples
investigaciones, publicaciones y trabajos científicos de los cuales se desprenden para su
sistematización en ítems para el abordaje empírico-clínico.
De la existencia de los tres juicios para la toma de decisiones, hemos visto que al Juicio Profesional
estructurado -aquel que combina el subjetivo-intuitivo y el algorítmico- le corresponde la presencia de
Guías para la valoración del riesgo de violencia, general y sexual, las cuales estandarizan los factores.
Desde esta perspectiva, es que se proponen los programas de respuesta científica al abordaje de una
temática que para la sociedad resulta acuciante, proviniendo de ella la demanda al Estado de
respuestas eficaces y eficientes.
De tal manera, y como lo destaca la bibliografía explorada y las investigaciones consultadas,
un representante de esta Gestión de Riesgo es la SVR-20 (Sexual Violence Risk-20), guía para la
valoración del riesgo de violencia sexual.
Con Yesurón (2011), la consideración de la violencia sexual es un problema que excede el marco
jurídico- legal y penitenciario, en tanto que se ha transformado en un problema social, no solo debido
a la protección que deben recibir las víctimas y los ciudadanos, sino y fundamentalmente, para evitar
la reincidencia de la agresión sexual. De manera tal que, el tratamiento del tema de la violencia
sexual, se ha transformado en un problema a abordar, no solo desde la perspectiva jurídico penal, sino
también desde la perspectiva psicológica, médica, social y político-sanitaria.
Los instrumentos de evaluación de riesgo han proliferado en las últimas décadas en países
desarrollados, incluso es común que cada Establecimiento Penitenciario pueda contar con un
instrumento de evaluación específico respecto a sus focos de intervención o a sus necesidades
específicas resolutivas.
Hemos visto que su difusión, conocimiento y aplicación en latino-américa aún es materia de auge, de
acercamiento a su estudio para el uso y correcta aplicación, de su validez en nuestro contexto.
El Grupo de estudios avanzado en violencia (GEAV), en Barcelona –España- ha sido el encargado de su
traducción y de su aplicación en el contexto ibérico, tomando de ellos el conocimiento sobre tal
instrumento.
La violencia sexual resulta una problemática de especial consideración social, es foco de interés de los
medios de comunicación y debe ser objeto de intervención de los poderes públicos del Estado. Para
ello nos hemos propuesto este debate académico desde la revisión actualiza de la SVR-20 y su
aplicación empírica en la investigación con población forense, penitenciaria y post-penitenciaria de
sujetos que han cometido, o presuntamente han cometido alguna agresión sexual; con la finalidad de
contribuir a la investigación psicológica y su articulación con la práctica profesional.
Por lo expuesto, el presente trabajo ha tenido como objetivo contribuir al conocimiento de uno de los
instrumentos probados en eficacia y eficiencia para el abordaje de la violencia sexual, para intentar
no quedar sólo en el confinamiento del agresor sexual y aportar al debate científico sobre su
tratamiento más allá de la respuesta punitiva.
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