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Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras

“José Benito Vives De Andreis”


INVEMAR

Áreas Coralinas
de Colombia
Áreas
Coralinas
de Colombia
Á REAS C ORALINAS
DE C OLOMBIA

A la memoria de Henry von Prahl


(1949 - 1989)

Editado por
Juan Manuel Díaz M.
Dr.rer.nat, INVEMAR

Otros autores en orden alfabético:

Lina María Barrios, Cand. M.Sc., INVEMAR


María Helena Cendales, Bióloga, Universidad Nacional-INVEMAR
Jaime Garzón-Ferreira, M.Sc., INVEMAR
Jörn Geister, Dr.rer.nat, Universidad de Berna
Mateo López-Victoria, Biólogo Marino, INVEMAR
Gloria Helena Ospina, Bióloga Marina, INVEMAR
Fernando Parra-Velandia, Biólogo, INVEMAR
Jorge Pinzón, Biólogo Marino, INVEMAR
Bernardo Vargas-Angel, Cand. Ph.D., RSMAS, Universidad de Miami
Fernando Alberto Zapata, Ph.D, Universidad del Valle
Sven Zea S., Ph.D. Universidad Nacional-INVEMAR

Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras


“José Benito Vives De Andréis”
INVEMAR
Serie Publicaciones Especiales, No. 5
Santa Marta, noviembre de 2000
Esta publicación fue posible gracias al apoyo
financiero del
Instituto Colombiano para el Desarrollo
de la Ciencia y la Tecnología
“Francisco José de Caldas” - COLCIENCIAS
y del
Ministerio del Medio Ambiente

Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras


“José Benito Vives De Andréis”- INVEMAR
Apartado 1016, Santa Marta, Colombia
www.invemar.org.co

© Todos los derechos reservados,


ninguna parte de esta publicación puede ser
reproducida, almacenada en sistema recuperable o
transmitida en ninguna forma o por ningún medio
electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros
sin el previo consentimiento escrito de INVEMAR

ISBN: 958-95950-8-1

© Instituto de Investigaciones
Marinas y Costeras
“José Benito Vives De Andréis” - INVEMAR

© Juan M. Díaz, Lina M. Barrios,


María H. Cendales, Jaime Garzón-Ferreira,
Jörn Geister, Mateo López-Victoria,
Gloria H. Ospina, Fernando Parra- Velandia,
Jorge Pinzón, Bernardo Vargas-Angel,
Fernando Alberto Zapata y Sven Zea

Materias
1. Arrecifes coralinos
2. Mar Caribe
3. Océano Pacífico
4. Mapas temáticos
5. Ecología marina

Fotografías
Todas la fotografías tomadas por los autores excepto
Figuras 147 y 153 Archivo UAESPNN.
Fotografía de la morena
en la portada: Javier Reyes

Gráficos
Lina María Barrios, Maria Helena Cendales,
Mateo López-Victoria, Fernando Parra-Velandia

Cartografía Temática
Juan Manuel Díaz, Mateo López-Victoria,
Fernando Parra-Velandia, Jorge Pinzón,
María Helena Cendales, Juan Carlos Huertas

Diseño original
Germán Moreno Sánchez

Actualización y ajuste de archivos electrónicos


John Khatib / Carlos González (ediprint.com.co)
agosto de 2011

Esta publicación se terminó de imprimir


en el mes de septiembre de 2000

Citar como: Díaz, J. M. , L. M. Barrios,


M. H. Cendales, J. Garzón-Ferreira,
J. Geister, M. López-Victoria, G. H. Ospina,
F. Parra-Velandia, J. Pinzón, B. Vargas-Angel,
F. A. Zapata y S. Zea. 2000.
Áreas coralinas de Colombia. INVEMAR,
Serie Publicaciones Especiales No. 5,
Santa Marta, 176p.
Obra dedicada a la memoria de

Henry von Prahl


(1949-1989)

E
n sus 40 años de vida, Henry
von Prahl fue investigador y
docente universitario en Santafé
de Bogotá (Universidad de Los Andes), Cali
( Universidad del Valle) y Wizenhausen
(Alemania). Su obra científica, de la que
hacen parte 84 artículos científicos y siete
libros, abarca un amplio espectro temático
que incluye trabajos sobre acuicultura, crustá-
ceos, aves, manglares, equinodermos, molus-
cos, peces, corales y arrecifes coralinos, sobre
estos últimos casi 30 contribuciones. Henry
fue un enamorado de la costa del Pacífico, de
su naturaleza y de sus gentes. Fue el gestor de
la idea de convertir la Isla Gorgona en un
Parque Natural. Además de su prolífica obra
científica, se destacó por su don de gentes y
sus habilidades en la pintura y el dibujo.
Investigador, docente y amigo, en su corta
vida, con entusiasmo, dedicación y generosi-
dad, fue pionero de los estudios sobre corales
y arrecifes coralinos en Colombia y contribu-
yó en forma significativa a la consolidación
de las ciencias del mar en Colombia. Al cum-
plirse diez años de su trágica muerte.
P resentación

E
ntre los llamados ecosistemas marinos estratégicos, el arrecife de coral es quizás
el que mayor interés despierta entre el común de las gentes, tanto por lo atractivo
del paisaje costero como por la policromía y variedad de la fauna y flora. Desde
el punto de vista de su importancia ecológica, el arrecife coralino es un valiosísi-
mo reservorio de biodiversidad, que da soporte a una intrincada cadena alimenticia, es en
muchos casos un rompeolas natural que proteje de la erosión las costas adyacentes y juega un
papel indirecto, pero significativo, en la fijación de gas carbónico de la atmósfera mediante la
construcción de andamiajes de carbonato de calcio.
Colombia es un país privilegiado al poseer extensiones importantes de arrecifes de coral tanto
en el Mar Caribe como en la costa del Pacífico. De este ecosistema se benefician directa o indi-
rectamente numerosas personas que derivan su sustento de los servicios ambientales que presta
(recursos pesqueros, turismo, recreación, materiales de construcción, etc.), por lo cual se hace
imperativo implementar medidas de manejo que permitan su uso sustentable y garanticen su con-
servación. Tales acciones, sin embargo, deben estar soportadas por una sólida base de informa-
ción producto del trabajo científico serio y riguroso.
Al INVEMAR, como instituto vinculado al Ministerio del Medio Ambiente, y por lo tanto ele-
mento crucial del Sistema Nacional Ambiental en materia de investigación científica marina, le
cabe más que a ningún otro la responsabilidad de poner a disposición, no sólo de la comunidad
científica, sino también del público en general y de las instancias de toma de decisión, la informa-
ción sobre los mares colombianos y sus recursos generada a través de sus programas y proyectos
científicos. Así, el INVEMAR, presenta con orgullo a la comunidad científica nacional e interna-
cional y al país el libro “Áreas Coralinas de Colombia”, que representa el culmen de más de seis
años de esfuerzo investigativo por parte de uno de los grupos de investigación más destacado del
país en el ámbito de las ciencias del mar por su elevada productividad y reconocimiento interna-
cional, y del cual hacen parte investigadores no sólo del INVEMAR, sino también de otras insti-
tuciones nacionales y extranjeras, quienes solidariamente y con un loable espíritu de equipo auna-
ron sus esfuerzos para hacer posible esta obra, que de seguro está destinada a convertirse en refe-
rencia obligada sobre el tema para esta y las próximas generaciones. Para INVEMAR es también
un honor dedicar esta publicación a la memoria del insigne científico colombiano Henry von
Prahl, al cumplirse diez años de su temprana y trágica muerte.

Capitán de Navío Francisco A. Arias Isaza


Director General INVEMAR
C
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
I. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
ontenido

II. Unidades ecológicas de las áreas coralinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29


III. Áreas coralinas del Caribe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Áreas oceánicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
1 Cayos Albuquerque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
2 Cayos Courtown . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
3 Complejo arrecifal de San Andrés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
4 Complejo arrecifal de Providencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
5 Banco Roncador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
6 Banco Serrana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
7 Banco Quitasueño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

Áreas continentales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
8 Urabá chocoano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
9 Isla Tortuguilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
10 Complejo arrecifal de Isla Fuerte, Bajo Buhsnell y Bajo Burbujas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
11 Archipiélago de San Bernardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
12 Bajo Tortugas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
13 Península de Barú, Islas del Rosario y bajos aledaños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
14 Bajos de Salmedina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
15 Isla Arena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
16 Banco de Las Ánimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
17 Área de Santa Marta y del Parque Nacional Natural Tayrona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
18 Áreas coralinas de La Guajira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137

IV. Áreas coralinas del Pacífico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141


1 Isla de Malpelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
2 Isla Gorgona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
3 Chocó Norte: Ensenada de Utría y Punta Tebada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

V. Problemática de deterioro y conservación de los arrecifes coralinos en Colombia . . . . 153


1 Evidencias del deterioro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
2 Causas del deterioro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
2a. Causas naturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
2b. Causas antropogénicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
3 Perspectivas de manejo y conservación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175
P rólogo

L
os investigadores que se han dedicado en los últimos años a estudiar los arrecifes cora-
linos de Colombia son un ejemplo para el mundo. Hasta hace apenas unos cuantos
años era muy poco lo que se conocía acerca de este importantísimo ecosistema en
Colombia, eran contadas las publicaciones que existían al respecto, y éstas, en su mayo-
ría, eran de la autoría de científicos extranjeros. No fue sino hasta finales de la década de 1970 que
aparecieron las primeras contribuciones científicas sobre corales y arrecifes coralinos realizadas por
investigadores colombianos. Ahora, 20 años más tarde, al inicio del siglo XXI, los investigadores
en arrecifes coralinos en Colombia, independientemente o conformando reconocidos grupos de
investigación en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras-INVEMAR y en la Universidad
del Valle, han logrado ocupar un lugar destacado en el escenario internacional de las ciencias mari-
nas. En el VIII Simposio Internacional de Arrecifes Coralinos (Panamá-1996), el máximo evento
científico a nivel mundial en el tema, la participación de Colombia, con la presentación de varios
trabajos y nutrida asistencia, fue sólo superada por la de los Estados Unidos y Australia. Los traba-
jos publicados por estos investigadores, tanto por los resultados como por las metodologías aplica-
das en los estudios de línea base y monitoreo de arrecifes coralinos, han sido ampliamente recono-
cidos por la comunidad científica internacional y han servido de inspiración en la elaboración de
protocolos metodológicos para el estudio de comunidades coralinas en otras regiones.
Esta obra es un compendio de la información adquirida por los autores en los últimos años,
aunando esfuerzos y haciendo frente a dificultades logísticas y financieras, pero siempre con entu-
siasmo y espíritu de colaboración. Se desarrolló un plan sistemático de investigación acorde con las
necesidades de información para adelantar planes y estrategias de manejo del ecosistema, dentro de
los lineamientos del Programa Nacional de las Ciencias y Tecnologías del Mar.
En el transcurso de sus investigaciones, los autores ganaron amplia experiencia recorriendo y
estudiando las áreas coralinas de Colombia, lo cual se refleja en las numerosas publicaciones cientí-
ficas en reconocidas revistas de circulación internacional. La obra que aquí se presenta es el reflejo
de ese empeño y del sentido de compromiso de poner en conocimiento de todo público los diferen-
tes aspectos relacionados con los arrecifes de coral. Otros países del mundo deben imitar a
Colombia en esta noble labor. La contribución que han hecho los autores de este libro es importan-
te y debe ser motivo de orgullo e inspiración para los colombianos y para todos los latinoamerica-
nos. Esta es una muestra contundente de la capacidad científica de la región. No cabe duda de que
son obras como esta las que perduran en el tiempo y las que marcan el avance de un país. Quiero
agradecerles a mis colegas y amigos colombianos el honor que me han hecho al solicitarme elabo-
rar este prólogo. Estoy seguro que este magnifico libro motivará a presentes y futuras generaciones
a seguir adelante investigando el mundo que les rodea. Finalmente, no puedo dejar de sentirme
profundamente conmovido por el hecho de que este libro le sea dedicado al insigne científico, de
Colombia y del mundo, el Dr. Henry von Prahl, a los diez años de su trágica y prematura muerte.

Jorge Cortés, Ph.D.


CIMAR, Universidad de Costa Rica

15
I ntroducción

L
as áreas coralinas, entendidas flora. Cada uno de estos ambientes constitu-
éstas como aquellas porciones del ye una unidad discreta del paisaje propio de
pa isaje mar i no moldeadas y las áreas coralinas, cuya presencia y esquema
dominadas por la presencia y los de distribución dentro de dichas áreas es la
procesos geomorfológicos y ecológicos de respuesta a una serie de procesos geomorfo-
las formaciones coralinas, constituyen uno lógicos, hidrográficos y biológicos que ope-
de los escenarios más característicos de las ran en el corto, mediano y largo plazo (acre-
costas tropicales. La transparencia de las ción coralina, erosión, sedimentación, ener-
aguas, combinada con las diferentes textu- gía del oleaje, gradientes de profundidad,
ras y gradientes de profundidad del fondo tectonismo, oscilaciones en el nivel del mar,
marino, confieren al paisaje costero la clási- perturbaciones atmosféricas, etc.) y que mol-
ca belleza de multicolores tonalidades de la dean la identidad geomorfológica y ecológi-
que se han valido los clichés turísticos para ca de cada una de las áreas. La magnitud,
promocionar los paraísos del “relax” y el velocidad y periodicidad de varios de los
“leisure”. Aunque a primera vista parezca procesos puede ser común o similar en
extraño, la obra que aquí se presenta no algunas de las áreas, por lo que los esque-
dista mucho de ser un catálogo promocional mas geométricos, geomorfológicos y ecoló-
de las áreas coralinas de Colombia, pues lo gicos de algunas son similares. Pero tam-
que pretende efectivamente es mostrarlas y bién puede haber sustanciales diferencias en
darlas a conocer. Sin embargo, el lector que la magnitud y forma en que operan los pro-
persiga exclusivamente encontrar en este cesos y factores, de modo que ciertas áreas
libro descripciones acerca de las cualidades coralinas revelan rasgos muy particulares
y calidades de los servicios turísticos en los que no son comunes en las demás áreas. De
diferentes parajes que aquí se tratan, se lle- hecho, cada área coralina posee sus caracte-
vará una profunda decepción. El presente rísticas propias, aunque a grandes rasgos
libro está destinado al público interesado en muestre considerables semejanzas con otras.
conocer y entender las características natu- El nivel de resolución o detalle con que se
rales de las áreas coralinas de Colombia, capture la información primaria es el que
bien sea desde la perspectiva geográfica, fundamentalmente rige el grado de preci-
ambiental, geológica, ecológica o biológica, sión con que se evidencian las diferencias y
aunque no necesariamente para científicos, similitudes. Tanto la extensión (desde menos
valga la aclaración. de 1 km 2 hasta más de 1.000 km 2) como la
Las áreas coralinas comprenden por lo complejidad (mosaicos de hábitats, topogra-
general, además de las formaciones corali- fía del fondo, etc.) de las áreas coralinas es
nas que le dan su nombre, una serie de variable y, por ende, el nivel de resolución
biótopos y hábitats asociados, usualmente de la información obtenida en los estudios e
distribuidos en forma de mosaico, que se investigaciones y la forma en que se trata en
distinguen entre sí por la naturaleza física la presente obra, es variable. Sin embargo, el
del sustrato (sedimentos, escombros corali- nivel de resolución de la información pre-
nos, rocas), por componentes bióticos cons- sentada, tanto en mapas como en textos
picuos que cubren el fondo (algas, faneróga- descriptivos, cumple en cada caso las expec-
mas, esponjas, abanicos de mar, etc.) y por tativas necesarias para caracterizar en forma
poseer elementos característicos de fauna y general cada una de las áreas y comprender

17
los procesos básicos que determinan su de sedimentos. Dado que los corales herma-
identidad. típicos viven en simbiosis con algas micros-
El elemento común y el que en primera cópicas (zooxantelas), su distribución esta
instancia le otorga a las áreas coralinas la limitada a las aguas claras y a zonas poco
categoría de macrounidad de paisaje o, si se profundas, generalmente por encima de los
prefiere, de bioma marino, es la presencia y 50 m.
desarrollo de estructuras coralinas, que en Un arrecife que se levanta del fondo y
muchos casos alcanzan dimensiones signifi- alcanza hasta la superficie del mar actúa
cativas y se configuran en arrecifes o inclu- como rompeolas; por ello, su presencia pro-
so en complejos arrecifales. duce gradientes en la dinámica del agua,
Fueron seguramente los navegantes quie- desde zonas de gran turbulencia hasta otras
nes primeramente emplearon el vocablo de aguas calmas. Las estructuras tridimen-
“arrecife” para referirse a toda elevación del sionales de un arrecife crean diferentes con-
fondo marino que, aunque oculta por el diciones de luminosidad y modifican el
agua, pudiera obstaculizar el paso de embar- curso e intensidad de las corrientes. Se pro-
caciones. Sin embargo, geólogos y biólogos ducen también gradientes de temperatura y
emplean el término “arrecife” en un sentido en la concentración de nutrientes y oxígeno
más restringido: Un arrecife es una estructura entre las diferentes zonas del arrecife y entre
construida básicamente por organismos vivos, que éste y las aguas circundantes. De todo ello
modifica sustancialmente la topografía del lecho resultan multitud de microambientes y se
marino y cuya dimensión es tal que influencia las propicia la existencia de diversas asociacio-
propiedades físicas, y por ende ecológicas, del medio nes de organismos.
circundante; su consistencia es lo suficientemente El desarrollo de un arrecife coralino es un
compacta para resistir las fuerzas hidrodinámicas y, proceso que tarda de cientos a miles de
por lo tanto, está en capacidad de conformar un años, y es el resultado de la labor colectiva
hábitat duradero, estable y característicamente de numerosos organismos y de complejos
estructurado para albergar organismos especialmente procesos físicos y geológicos. Las larvas de
adaptados (Schuhmacher, 1982). los corales pétreos pueden establecerse con
Esta definición genérica se aplica a estruc- éxito únicamente sobre un fondo duro, bien
turas geomorfológicas, geológicas y ecológi- iluminado y en aguas relativamente cálidas y
cas fundamentadas en la capacidad de cier- bien oxigenadas. Con el tiempo se forma
tos invertebrados marinos para fabricar sobre el fondo un mosaico irregular de colo-
esqueletos duros, que llevan un tipo de vida nias coralinas aisladas que sirve de hábitat
sésil y gregaria, conocidos generalmente para otros corales y organismos sésiles
como organismos hermatípicos (= formadores (esponjas, octocorales, moluscos, gusanos,
de arrecifes). Ciertos grupos de algas rojas algas, etc.), formándose lo que se conoce
(rodofitas calcáreas o Corallinaceae), celen- como “tapete coralino”. El crecimiento
terados (corales pétreos o Scleractinia), hacia arriba y hacia los lados de los “núcleos
moluscos (gastrópodos sésiles de la familia de condensación” del arrecife, inicialmente
Vermetidae), anélidos (gusanos sésiles de las aislados unos de otros, hace que éstos se
familias Serpulidae y Sabellariidae) y crustá- fusionen entre sí y se compacten, levantán-
ceos (algunos balanos) son organismos que, dose paulatinamente el conjunto hacia la
cuando forman grandes colonias o agrega- superficie y dando origen a un verdadero
dos, están en capacidad de construir arreci- arrecife (Fig. 1).
fes. No obstante, dadas las dimensiones e Los arrecifes coralinos se distribuyen
importancia que tienen los arrecifes forma- mundialmente en la franja tropical. La
dos por los corales, son éstos los organis- región con mayor desarrollo de estructuras
mos hermatípicos por antonomasia. Los arrecifales y mayor diversidad de organis-
arrecifes de coral y las comunidades de coral mos arrecifales es el Indo-Pacífico, inclu-
se desarrollan mejor en aguas tropicales cla- yendo el Mar Rojo y la Polinesia. En el otro
ras y cálidas, con salinidades relativamente extremo, como las regiones con desarrollo
altas, entre 33 y 36, por lo que están gene- coralino más pobre, están el Atlántico
ralmente ausentes de las zonas de influencia or ienta l y el Pacíf ico a mer ica no. E l
de las descargas de aguas dulces y cargadas Atlántico occidental, en particular el Mar

18
Figura 1
Tipos básicos de formaciones
coralinas según su grado de
desarrollo hermatípico
(modificado de Geister, 1983)

Figura 2
Distribución de las áreas
coralinas en América Tropical

Caribe, ocupa una posición intermedia. En línea de costa por una laguna de poca pro-
esta última región, las formaciones coralinas fundidad (Fig. 3). Los arrecifes de barrera
se extienden desde las cercanías de Río de suelen desarrollarse en sentido paralelo a la
Janeiro (Brasil) en el sur hasta un poco al línea de costa y están separados de ésta por Figura 3
norte de Miami (Florida) y los Flower una laguna amplia de hasta 20 km de ancho Vista aérea de la costa
nororiental de la Isla Providencia;
Gardens (Golfo de México) en el norte, ade- (Fig. 4). Los atolones son arrecifes de se observa el arrecife franjeante
que bordea la costa de
más de algunos arrecifes de poco desarrollo forma aproximadamente circular que se Maracaibo Hill

en Bermuda. Sin embargo, la mayor concen-


tración de arrecifes en esta región ocurre en
las porciones centro-occidental y nororiental
del Mar Caribe (Fig. 2).
De acuerdo con su forma, origen y locali-
zación con respecto a la costa, los arrecifes
suelen clasificarse en cuatro grandes tipos
(Schuhmacher, 1982). Los arrecifes fran-
jeantes se desarrollan directamente a lo
largo del borde de la costa, y alcanzan un
ancho de hasta 1 km; el frente del arrecife
tiende a crecer hacia afuera de la costa; los
arrecifes más desarrollados de este tipo pue-
den estar separados decenas de metros de la

19
levantan desde aguas oceánicas profundas
hasta la superficie y encierran una laguna
relativamente profunda (Fig. 5).
El desarrollo de los atolones está por lo
general asociado a una isla volcánica que se
ha hundido paulatinamente (Fig. 6). Los
arrecifes de plataforma se desarrollan
como domos o bancos ovalados que se
levantan aisladamente sobre la plataforma
continental. Existe una serie de tipos meno-
res o subdivisiones de estos cuatro tipos
básicos de arrecifes, definidos principalmen-
te de acuerdo a su forma y localización (ver
Geister, 1982), entre los que se destacan:
Arrecifes de parche (Fig. 7): Son arreci-
fes de diversas formas, cuyo tamaño es del
Figura 4
Vista aérea del sector oriental del complejo arrecifal de la Isla de San Andrés; se observa la zona de rompiente del oleaje a lo largo
orden de decenas a unas pocas centenas de
de la cresta del arrecife de barrera metros; suelen desarrollarse aisladamente o
en grupos en aguas someras y calmas, como
en bahías abrigadas y lagunas de atolones y
complejos arrecifales. De acuerdo a su
forma, los arrecifes de parche pueden ser
“faros” (aprox imadamente circu lares),
“montículos” (de forma irregular o ameboi-
de), “de cinta” (muy alargados y estrechos) y
“anastomosados” o “reticulados” (cuando
varios arrecifes “de cinta” se fusionan entre
sí parcialmente).
Miniatolones (Fig. 8): Son arrecifes de
forma circular cuyo diámetro es del orden
de decenas a unas pocas centenas de metros,
con una cresta casi emergente en la periferia
y una depresión central generalmente
cubierta por sedimentos; suelen desarrollar-
Figura 5
se en aguas someras y calmas de las lagunas
Vista aérea del atolón de cayos
de Albuquerque, archipiélago de
de atolones y complejos arrecifales.
San Andrés y Providencia Pináculos (Fig. 9): Son arrecifes de esca-
sas dimensiones, elevados verticalmente, en
los que la altura es mayor que el diámetro;
los pináculos generalmente se presentan for-
mando grandes agrupaciones.
De otra parte, un complejo arrecifal con-
siste en una extensión determinada en la
que el desarrollo diversificado de estructu-
ras coralinas ha dado lugar a varios de los
tipos de arrecifes antes mencionados. Así,
por ejemplo, las estructuras coralinas que
rodean las islas de San Andrés y Providencia
constituyen complejos arrecifales en los que
se presentan arrecifes de barrera, franjean-
tes, de parche, pináculos, etc.
Se ha estimado que la suma global de los
Figura 6
Secuencia idealizada del origen bienes y servicios que aportan al hombre los
y formación de un atolón
(Tomado de Littler et al., 1989) arrecifes coralinos asciende a 375.000 millo-

20
nes de dólares de EE.UU. al año (Constanza
et al., 1997), una suma realmente enorme,
que está representada no sólo en recursos
alimenticios y mineros, sino que incluye
también servicios de gran valor y de los que
muy poca gente tiene conciencia, como el de
la recreación y turismo o el papel de los arre-
cifes en la regulación y amortiguación de los
impactos en la zona costera que causarían
ciertas perturbaciones meteorológicas (hura-
canes, ciclones) y geológicas (tsunamis), en
caso de no existir las barreras coralinas.
Los arrecifes coralinos se cuentan entre
los ecosistemas biológicamente más produc-
tivos del mundo, a pesar de que se desarro-
llan en aguas pobres en nutrientes. Su pro-
ductividad primaria varía entre 5 y 20 gC/ Figura. 7
Vista aérea de la laguna arrecifal del
m 2/día y su potencial pesquero en alrededor Figura 8 Banco Quitasueño. Nótese, en color
Fotografía aérea de los Cayos de Albuquerque (North Cay oscuro, la filigrana que forman los
de 9 m i l lones de toneladas por año. y South Cay se observan en la parte inferior derecha); las arrecifes reticulados desarrollados
manchas claras de la parte central corresponden a principalmente por corales masivos del
Numerosas especies de peces e invertebra- arrecifes lagunares de parche de tipo miniatolón género Montastraea

dos se capturan en las áreas coralinas para


ser usadas como alimento por el hombre,
por lo que se ha estimado que las capturas
anuales de recursos alimenticios en una hec-
tárea de arrecife coralino representa en pro-
med io u nos 22 0 dóla res de EE .U U.
(Constanza et al., 1997), sin contar la gran
cantidad de esqueletos calcáreos de diversos
invertebrados (corales, caracoles, abanicos
de mar) que se extraen como “souvenirs”
para turistas. El comercio de peces orna-
mentales provenientes de ambientes corali-
nos se ha incrementado considerablemente
en años recientes, generando varias decenas
de millones de dólares por año. Figura 9
Junto con los bosques húmedos tropicales, Pináculo coralino en forma de hongo
en el complejo arrecifal de la Isla de
los arrecifes de coral son considerados los Providencia; la parte superior de la
estructura está formada por el coral de
ecosistemas de mayor biodiversidad del pla- fuego Millepora complanata

neta. En apenas unos cuantos metros cua-


drados de arrecife es posible contabilizar
centenares de especies y miles de individuos
pertenecientes a diversos grupos taxonómi-
cos. El enorme potencial de esa biodiversi-
dad como fuente de sustancias naturales de
uso farmacéutico atrae cada vez más la aten-
ción de los países desarrollados. Las prosta-
glandinas de los octocorales gorgonáceos,
antibióticos de esponjas, antitumorales de
algas y antileucémicos de ascidiáceos, son
apenas unos ejemplos de ese potencial aún
por explorar.
Por las razones aducidas al comienzo de
este capítulo, la explotación del turismo es
uno de los mayores potenciales de las áreas

21
coralinas. La espectacularidad del paisaje efectivamente a la construcción del anda-
costero y submarino, consecuencia misma miaje arrecifal. En contraste, las áreas cora-
del desarrollo del ecosistema coralino, atrae linas del Caribe, en total 21, están más
a multitudes de turistas locales y de los paí- ampliamente distribuidas (Fig. 10), ocupan-
ses de latitudes frías todas las temporadas. do una extensión total de algo menos de
En tal sentido, en promedio, una sola hectá- 3.000 km 2 , de los cuales más de dos terceras
rea de arrecife coralino representa algo más partes se localizan en el archipiélago oceáni-
de 3.0 0 0 dóla res de EE .U U. a l a ño co de San Andrés y Providencia (Tabla 1).
(Constanza et al., 1997). Geomorfológica y estructuralmente, las
Colombia es el único país suramericano áreas coralinas del Caribe son también más
con costas en los océanos Pacíf ico y heterogéneas y albergan una mayor cantidad
Atlántico. Aunque muy importantes, puesto de especies de coral (Tabla 2).
que albergan una diversa y particular fauna, En este libro se presentan los mapas de las
que incluye algunos elementos faunísticos unidades geomorfológicas y ecológicas de
del Pacífico Central, las áreas coralinas de la todas las áreas con crecimiento arrecifal de
costa pacífica son en su mayoría poco exten- importancia del Caribe y del Pacífico colom-
sas y dispersas. Éstas se encuentran en cua- bianos. Inicialmente se hace una descripción
tro localidades discretas, en torno a la Isla general de los distintos tipos de unidades
Figura 10 Gorgona, en la Ensenada de Utría, en inme- ecológicas a través de todas las áreas, y
Localización de las áreas
coralinas en Colombia y diaciones de Punta Tebada y en la Isla luego se procede a presentar con mayor
distribución espacial de las
masas de agua marina de
Malpelo, no sumando en conjunto más de detalle las características de cada área y los
acuerdo al grado de turbidez o
influencia oceánica vs.
15 km 2 de extensión (Fig. 10, Tabla 1) y en mapas correspondientes. Al final se hace
continental; aguas oceánicas
(transparentes), aguas oceánicas
ellas no se encuentran en total más que 18 una evaluación general del estado actual de
costeras (ligeramente turbias) y especies de corales hermatípicos (Tabla 2), los arrecifes y de las perspectivas para su
aguas costeras
(predominantemente turbias) de las cuales sólo unas pocas contribuyen conservación.

22
Tabla 1

La Áreas coralinas de colombia, con el grado y tipo de desarrollo de las formaciones arrecifales
Nombre tipo de formaciÓn E.T.* E.C.**

Cayos Albuquerque Atolón anular con arrecife periférico


de rompiente, laguna y arrecifes de parche 63,8 30,2

Cayos Courtown Atolón semianular con arrecife periférico


de rompiente, laguna y arrecifes de parche 50,3 25,6

Isla San Andrés Complejo arrecifal con arrecifes de barrera,


franjeantes y de parche 97,5 44,7
oceÁnicas

Isla Providencia Complejo arrecifal con arrecifes de barrera


laguna, arrecifes franjeantes y de parche 285,2 124,9

Banco Roncador Atolón semianular con arrecife periférico


de rompiente, laguna y arrecifes de parche 50,1 29,8

Banco Serrana Atolón semianular con arrecife periférico


de rompiente, laguna y arrecifes de parche 321,4 74,4

Banco Quitasueño Banco coralino con arrecife de rompiente,


laguna y arrecifes de parche 1.320,2 496,0
caribe

Subtotal 2.188,5 825,6

Urabá chocoano Arrecifes franjeantes y de parche 3,5 1,0

Isla Tortuguilla Arrecife franjeante 1,5 0,7

Isla Fuerte - Arrecife franjeante, arrecifes de parche, montículos


bajos Bushnell y Burbujas coralinos y bancos coralinos sobre domos diapíricos 32,5 16,6

Islas San Bernardo Complejo arrecifal parcialmente emergido,


con parches, arrecifes franjeantes y bancos coralinos 213,3 134,5
continentales

Bajo Tortugas Banco coralino sobre domos diapíricos 21,4 17,4

Península de Barú - Complejo arrecifal parcialmente emergido, con rompiente


Isla del Rosario arrecifes franjeantes y de parche, bancos coralinos 145,3 67,6

Bajos Salmedina Bancos coralinos sobre domos diapíricos 7,5 7,5

Isla Arena Arrecife franjeante con rompiente 0,2 0,1

Banco de Las Ánimas Tapete coralino profundo 70,5 7,6

Santa Marta - Parque Tayrona Arrecifes y tapetes coralinos franjeantes y de parche 9,3 6,7

Áreas de La Guajira Tapetes coralinos, arrecifes franjeantes de desarrollo limitado 151,8 5,0 (?)

Subtotal 656,8 264,7

Isla Malpelo Tapetes coralinos franjeantes 0,4 0,01


PacÍfico

Isla Gorgona Arrecifes franjeantes de parche, tapetes coralinos 14,1 0,3

Chocó Norte (Utría, Cupica) Arrecifes franjeantes y de parche 0,2 (?) 0,2 (?)

Subtotal 14,7 0,5

TOTAL 2.860 1.090,8


* Extensión total (E.T., en km2) de cada una de ;las áreas coralinas.
** Extensión ocupada por fondos con cobertura coralina viva relevante (E.C., en km2) en cada una de las áreas coralinas.

Este volumen incorpora el ya publicado de nuevo junto con las restantes áreas, para
atlas de los arrecifes oceánicos del Caribe lograr en un solo volumen toda la informa-
c o l o m b i a n o ( D í a z e t a l . , 19 9 6 a) . ción general.
Inicialmente se había planteado presentar Adicionalmente, vimos la oportunidad de
las áreas arrecifales continentales del Caribe enaltecer la memoria de nuestro amigo y
y las del Pacífico en sendas entregas inde- colega, Henry von Prahl, fallecido trágica y
pendientes. Empero, al continuar con la prematuramente hace ya 10 años como con-
exploración de los arrecifes y con la clasifi- secuencia de un absurdo atentado al avión
cación de sus zonas geomorfológicas y eco- en el que viajaba. Este libro es, en cierto
lógicas, se vislumbró la necesidad de homo- modo, un complemento al trabajo pionero
genizar los criterios de clasificación y adap- publicado por Prahl y Erhardt (1985) en el
tarlos a las diferentes escalas espaciales de cual se describieron por primera vez, en un
los arrecifes mismos. Ello necesitó de solo esfuerzo y con relativamente poca
modificar ligeramente los mapas ya existen- información detallada de primera mano,
tes, y de allí la importancia de publicarlos todos los arrecifes colombianos.

23
especies de corales pÉtreos registradas en las distintas Áreas coralinas de colombia
Áreas Albuquerque Courtown Roncador Providencia Serrana San Andrés Quitasueño Urabá Ch. Tortuguilla I. Fuerte y B.
especies
HIDROZOA/MILLEPORIDAE
Millepora alcicornis X X X X,1, 2 X X, 1 X 1,3 5
Millepora complanata X X X X,1, 2 X X, 1 X 3 4 5
Millepora squarrosa 2 1 1 5
Millepora striata X ? 4
STYLASTERIDAE
Stylaster roseus X 2 1 X 1, 3 4 5
ANTHOZOA/ASTROCOENIIDAE
Stephanocoenia intersepta X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 5
THAMNASTERIIDAE
Psammocora brighami
Psammocora obtusangulata
Psammocora stellata
Psammocora superficialis
POCILLOPORIDAE
Madracis formosa X, 2
Madracis decactis X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 5
Madracis mirabilis X, 1, 2 X, 1 X 5
Madracis pharensis X, 2
Madracis myriaster
Pocillopora damicornis
Pocillopora danae
Pocillopora capitata
Pocillopora robusta
Pocillopora elegans
Pocillopora eydouxi
ACROPORIDAE
Acropora palmata X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 5
Acropora cervicornis X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 5
Acropora prolifera 2 1 X
Acropora valida
AGARICIIDAE
Agaricia agaricites X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 4 5
Agaricia tenuifolia X 1 1 X 1, 3 4 5
Agaricia lamarcki X X X, 1, 2 X X, 1 X 1 X
Agaricia fragilis 1, 2 1 X 3 4
Agaricia grahamae X X X
Agaricia humilis X 1 4 X
Agaricia undata X X X, 1, 2 1 X
Helioseris cucullata X X X X, 1, 2 X X, 1 X 3 4 5
Leptoseris papyracea
Pavona clavus
Pavona varians
Pavona sp. aff. frondifera
Pavona gigantea
Pavona maldivensis
Gardineroseris planulata
SIDERASTREIDAE
Siderastrea siderea X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 4 5
Siderastrea radians X X, 1, 2 X, 1 X 3 4 5
PORITIDAE
Porites astreoides X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1,3 4 5
Porites porites X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1,3 4 5
Porites colonensis 3
Porites branneri 2 1
Porites lobata
Porites panamensis
Porites californica
FAVIIDAE
Favia fagum X X X X, 1, 2 X, 1 X 3 4 5
Diploria clivosa X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 4 5
Diploria strigosa X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 4 5
Diploria labyrinthiformis X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 5
Manicina areolata 1, 2 1 X 1 X
Colpophyllia natans X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 5
Montastraea annularis X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1 X
Montastraea faveolata X X X X X X 3 4 5
Montastraea franksi X X X X X X 3 5
Montastraea cavernosa X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 4 5
Solenastrea hyades 3
Solenastrea bournoni X X
La Áreas coralinas de colombia, con el grado y tipo de desarrollo de las formaciones arrecifales
Áreas San Bernardo Tortugas Rosario y B. Salmedina Isla Arena S. Marta y T. Guajira Malpelo Gorgona Chocó Norte
especies
HYDROZOA/MILLEPORIDAE
Millepora alcicornis 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1, 10 X, 11
Millepora complanata 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1 X
Millepora squarrosa 1 1, 8 1 1
Millepora striata 9
STYLASTERIDAE
Stylaster roseus 6
ANTHOZOA/ASTROCOENIIDAE
Stephanocoenia intersepta 1, 6 X X, 1, 7 X, 1, 10 1
THAMNASTERIIDAE
Psammocora brighami X?
Psammocora obtusangulata 13
Psammocora stellata X, 1 X, 14
Psammocora superficialis 13
POCILLOPORIDAE
Madracis formosa 1, 7 X, 1
Madracis decactis 1, 6 X X, 1, 7 X X, 1, 10 X
Madracis mirabilis 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1
Madracis pharensis 1 1
Madracis myriaster 1
Pocillopora damicornis X, 1 X, 1, 14
Pocillopora danae 1
Pocillopora capitata X, 12 X, 1 1, 14
Pocillopora robusta 1 1
Pocillopora elegans 1 X, 1 1, 14
Pocillopora eydouxi X, 12 X, 1 14
ACROPORIDAE
Acropora palmata 1, 6 X, 1, 7 X 9 X, 1
Acropora cervicornis 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1 X, 11
Acropora prolifera 1 1 9 X, 1
Acropora valida 1
AGARICIIDAE
Agaricia agaricites 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1, 10 X, 11
Agaricia tenuifolia 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1
Agaricia lamarcki 1 X X, 1, 7, 8 X, 1, 10
Agaricia fragilis 6 X 1, 7 X, 1
Agaricia grahamae 6 X X X X
Agaricia humilis X X, 7 X X, 1
Agaricia undata 6 X X, 7 X X
Helioseris cucullata 1, 6 X X, 1, 7 X X, 1 X, 11
Leptoseris papyracea 1
Pavona clavus X, 1,12 X, 1 1, 14
Pavona varians X, 1,12 X, 1 X, 1, 14
Pavona sp. aff. frondifera X ?
Pavona gigantea 1,12 X, 1 X, 1, 14
Pavona maldivensis X X ?
Gardineroseris planulata X, 1, 12 1 14
SIDERASTREIDAE
Siderastrea siderea 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1, 10 X, 1, 11
Siderastrea radians 1, 6 X, 1, 7 9 X, 1, 10 X, 1, 11
PORITIDAE
Porites astreoides 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1, 10 X, 1, 11
Porites porites 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1 X, 1, 11
Porites colonensis
Porites branneri 1 1
Porites lobata X, 1, 12 X, 1 X, 14
Porites panamensis 1 1
Porites californica 1
FAVIIDAE
Favia fragum 1, 6 X X, 1, 7 X X, 1, 10 1, 11
Diploria clivosa 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1 X, 1, 11
Diploria strigosa 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1, 10 X, 1, 11
Diploria labyrinthiformis 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1
Manicina areolata 1, 6 X X,1 X,1
Colpophyllia natans 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1
Montastraea annularis 1, 6 X X, 1, 7, 8 X 9 X, 1 X, 11
Montastraea faveolata 6 X X, 7 X X
Montastraea franksi 6 X X, 7 X
Montastraea cavernosa 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1, 10 11
Solenastrea hyades 1 1 X, 1 X, 11
Solenastrea bournoni 6 X X X
La Áreas coralinas de colombia, con el grado y tipo de desarrollo de las formaciones arrecifales
Áreas Albuquerque Courtown Roncador Providencia Serrana San Andrés Quitasueño Urabá Ch. Tortuguilla I. Fuerte y B.
especies
RHIZANGIIDAE
Astrangia solitaria 2 1
OCULINIDAE
Oculina diffusa
Oculina robusta
MEANDRINIDAE
Meandrina meandrites X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 4 5
Dichocoenia stokesi X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1, 3 4 5
Dendrogyra cylindricus X X, 1, 2 X, 1 X
MUSSIDAE
Scolymia cubensis X X X, 2 X X
Scolymia lacera X X, 1, 2 1 X 1 5
Scolymia wellsii
Mussa angulosa X X, 1, 2 1 X 3 5
Isophyllia sinuosa 2 X 1 X 1, 3 5
Isophyllastrea rigida X X X X, 2 X X, 1 X 3 5
Mycetophyllia lamarckiana X X X X, 1, 2 X X, 1 X 3 5
Mycetophyllia ferox X X X X X 1, 3 5
Mycetophyllia aliciae X X 2 X 1 X
Mycetophyllia danaana X X, 2 X X 4 X
Mycetophyllia reesi X X
CARYOPHYLLIIDAE
Cladocora arbuscula
Eusmilia fastigiata X X X X, 1, 2 X X, 1 X 1 5
Phyllangia americana
DENDROPHYLLIIDAE
Tubastraea aurea 1, 2 X
TOTAL 32 33 30 49 26 41 44 41 20 42

El presente listado comprende las especies de X Observaciones de los autores, registro


corales pétreos de aguas someras (hasta 60 m de publicado por primera vez.
profundidad), resultado de una compilación de X? Identificación incierta
algunos trabajos, sumados a observaciones 1 Prahl y Erhardt (1985)
realizadas por los autores en los últimos ocho 2 Geister (1992)
años. Sigue los lineamientos taxonómicos 3 Díaz et al. (2000)
propuestos por Prahl y Erhardt (1985), con 4 López-Victoria et al. (en prensa)
algunas modificaciones basadas en trabajos más 5 Díaz et al. (1996c)
recientes en taxonomía y sistemática de corales 6 López-Victoria y Díaz (2000)
pétreos. Algunas especies que presentan diversas 7 Sánchez (1995)
formas de crecimiento e incluso son objeto de 8 Solano et al. (1995)
debate en cuanto a su clasificación (Porites porites, 9 Pinzón et al. (1998)
Agaricia agaricites, Colpophyllia natans, Dichocoenia 10 Zea (1993)
stokesi, Meandrina meandrites y las especies del 11 Solano (1994)
género Millepora), han sido presentadas de la 12 Prahl (1990)
manera en que son empleadas por la comunidad 13 Guzmán y Cortés (1993)
científica no especializada en el tema. Para 14 Vargas-Angel (1996)
conocer más detalles ver Budd et al. (1994) y
Cairns et al. (1999). Los números corresponden a
registros publicados en otros trabajos, los cuales
se listan a continuación:

26
La Áreas coralinas de colombia, con el grado y tipo de desarrollo de las formaciones arrecifales
Áreas San Bernardo Tortugas Rosario y B. Salmedina Isla Arena S. Marta y T. Guajira Malpelo Gorgona Chocó Norte
especies
RHIZANGIIDAE
Astrangia solitaria 1 1 1
OCULINIDAE
Oculina diffusa X,1 X ? 1 1 X, 1, 11
Oculina robusta X
MEANDRINIDAE
Meandrina meandrites 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1, 10
Dichocoenia stokesi 1,6 X X, 1, 7 X X, 1
Dendrogyra cylindricus
MUSSIDAE
Scolymia cubensis 6 X X, 1, 7 X X
Scolymia lacera 1, 6 X 1, 7 X, 1
Scolymia wellsii X ?
Mussa angulosa 1, 6 X X, 1 X, 1 11
Isophyllia sinuosa 1, 6 X X, 1, 7 X, 1 11
Isophyllastrea rigida 1, 6 X X, 1, 7 X
Mycetophyllia lamarckiana 1, 6 X X, 1, 7, 8 X, 1
Mycetophyllia ferox 1, 6 X X, 1, 7, 8 X, 1
Mycetophyllia aliciae 1, 6 X X, 1, 7 X X
Mycetophyllia danaana 6 X X, 1, 7 X X
Mycetophyllia reesi 1, 7
CARYOPHYLLIIDAE
Cladocora arbuscula X, 1 1 1
Eusmilia fastigiata 1, 6 X X, 1, 7, 8 X X, 1
Phyllangia americana 1 1
DENDROPHYLLIIDAE
Tubastraea aurea 1, 6 1 X, 1 1 1
TOTAL 49 41 53 29 13 53 26 10 21 13

27
Esponja
Geodia neptuni
II UNIDADES ECOLÓGICAS
DE LAS ÁREAS CORALINAS

E
n ecología se emplea el término hacer comparaciones entre las distintas
“paisaje” para referirse a una áreas. Entre las unidades constituyentes no
unidad de espacio con límites es siempre posible reconocer límites físicos
geográficos (cartografiable) y discretos, siendo preferible considerar las
una caracterización climática y geomorfo- líneas limítrofes entre las unidades como
lógica particular. Al interior de estas unida- zonas de transición, más o menos amplias,
des de paisaje se puede presentar cierta donde se comparten características de hábi-
heterogeneidad y estar presentes varias tats reconociblemente diferentes.
comunidades, como consecuencia de la Las unidades ecológicas son presentadas
intervención de factores ecológicos pun- en forma de “fichas”, cuya estructura cons-
tuales, además de los factores biogeográfi- ta de un nombre (con su código de identifi-
cos y de la historia evolutiva, los cuales se cación), una fotografía como ejemplo típi-
evidencian mejor a gran escala. De otra co, información relevante de las condicio-
parte, las acciones humanas (degradación, nes físicas y geomorfológicas del hábitat,
contaminación, sobreexplotación, etc.) tie- una descripción de las principales caracte-
nen consecuencias más dramáticas a nivel rísticas y una relación de los organismos
de paisaje, causando cambios mayores en más representativos. Igualmente, se relacio-
periodos de tiempo variables, escapando nan las áreas coralinas en las que la unidad
muchas veces al análisis ecológico puntual. se encuentra mejor representada, en térmi-
El sistema de clasificación de unidades nos de extensión o área total ocupada. En
ecológicas, o unidades de paisaje, adoptado algunos casos en los que no se pudo esti-
para describir e ilustrar en este trabajo las mar el área por falta de información o por
áreas coralinas de Colombia, se ha inspira- limitantes cartográficos, se colocaron las
do en los protocolos propuestos para defi- letras NE (= no estimada).
n ir las un idades ecológicas de paisaje El nombre de las distintas unidades se
terrest re (ver Etter, 1991; A ndrade y basa en el (los) organismo(s) dominante(s)
González, 1995) y algunos esfuerzos aisla- o más conspícuo(s) del paisaje. No obstan-
dos sobre zonación de hábitats marinos te, en algunas zonas resultan de mayor rele-
(ver Geister, 1975, 1983; Van Duyl, 1985). vancia las características fisionómicas del
En tal sentido, este sistema es una modifi- ambiente, en cuyo caso los nombres corres-
cación a partir de otros modelos de clasifi- ponden a aspectos relacionados con la geo-
cación, adaptándolos a los ambientes cora- forma del hábitat o el tipo de fondo. En
linos, en el cual sólo han sido considerados ninguno de los casos el nombre denota la
ciertos parámetros, por cuanto ha sido composición de la unidad ecológica, para lo
diseñado para cumplir objetivos específicos cual es necesario revisar su descripción. En
con base en datos puntuales. No obstante, este sentido, tanto los organismos como el
es un sistema compuesto por unidades tipo de fondo de las distintas unidades
reconocibles en el campo, que no son un constituyen las propiedades emergentes,
artilugio producto de análisis estadísticos. producto de las condiciones ambientales y
Es pues un sistema que resume en 25 uni- las relaciones ecológicas en el tiempo.
dades ecológicas el esquema general de Debido a la dinámica natural de las forma-
zonación de las formaciones coralinas de ciones coralinas, que incluye numerosos
Colombia, ajustado de manera que permita estadios o niveles de desarrollo, y a los

31
efectos que ejerce el ser humano en este encuentran las unidades geomorfológicas,
tipo de ambientes, no es posible asegurar las cuales han sido modificadas a partir de
que para todos los casos se encuentre una la nomenclatura empleada por Geister
unidad ecológica que describa totalmente (1975, 1983), y son presentadas aquí en un
un paisaje determinado, razón por la cual modelo bidireccional que permite recono-
el modelo propuesto es de tipo generalista. cer para un mismo complejo varias zonas
Algunas variables físicas y de geoforma coralinas, dependiendo de la escala o nivel
son valoradas por medio de términos basa- de detalle con que sean evaluados (Fig. 11).
dos en datos puntuales recogidos durante El objetivo que se persigue con este mode-
los muestreos en campo. De esta forma, lo es brindar una guía con un buen núme-
para el caso del grado de exposición al ro de posibilidades para escoger y caracte-
oleaje se consideró una escala comparativa rizar geomorfológicamente un sector dado
subjetiva de 0 a 5, en donde 0 corresponde dentro de un área coralina. El hecho de
al mar en calma total y el 5 al mar bastante que en el modelo se presenten varias posi-
“agitado”. Así, el término “bajo” corres- bilidades para caracterizar un área, no
ponde a valores entre 0-2, “medio” entre indica que en un área determinada se pre-
2-4 y “alto” entre 4-5. En el caso de la senten todas las posibilidades, siendo más
incl inación del sustrato, los térm inos bien una “combinación” de algunas de las
empleados corresponden a rangos de incli- unidades geomorfológicas lo que caracteri-
nación en grados con respecto a la horizon- za un área coralina. En este sentido, son
tal, así: “suave” = 0-30°, “media” = 30-60° los complejos del Caribe oceánico los que
y “fuerte” > 60°. Por último, para el caso presentan mayor número de unidades,
del relieve, se tienen en cuenta dos opcio- mientras que las formaciones de las costas
nes simples que son “plano” (_ _ _ _ _) y continentales del Caribe y el Pacífico reve-
“ondulado” (~~~~~). lan una menor complejidad morfológica.
Como un componente fundamental de Del nivel de detalle o la escala con la que
las unidades ecológicas, que resume las se mire el modelo dependerá el número de
características y condiciones físicas secto- unidades geomorfológicas que puedan ser
rizando las formaciones cora l i nas, se reconocidas.
Figura11

ESQUEMA DE CLASIFICACIÓN GEOMORFOLÓGICA DE LAS ÁREAS CORALINAS SEGÚN


EL NIVEL DE RESOLUCIÓN Y GRADO DE DESARROLLO ARRECIFAL

32
Unidades presentes
en las áreas coralinas
Algas pétreas-Millepora complanata-Zoantídeos (Algpe-Mcom-Z)
1
Grado de exposición al oleaje: alto
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 0-3 m
Relieve: plano a ondulado
Inclinación del sustrato: suave

Constituye una franja o cinturón somero que se presenta en las crestas de


los arrecifes expuestos a fuerte oleaje, especialmente en el flanco de bar-
lovento. Es la unidad típica de las rompientes de los arrecifes de barrera
de San Andrés y Providencia al igual que de los arrecifes periféricos de
los otros complejos oceánicos. Está constituida principalmente por las
algas Porolithon pachydermum y Titanoderma bermudense en las zonas
más turbulentas. Los corales Millepora complanata, Diploria strigosa y D.
clivosa y el zoantídeo Palythoa caribaeorum se presentan también en esta
unidad en zonas donde las olas rompen siempre en la misma dirección.
En algunas áreas, esta unidad se dispone a lo largo de las crestas de
espolones orientados en dirección perpendicular al oleaje predominante y
sobre las crestas de pináculos.
Comparte algunas características físicas con las rompientes de acantilados
rocosos, pero difiere sustancialmente en el tipo de crecimiento de las espe-
cies constitutivas y en el tipo de sustrato base (ver unidad Litoral Rocoso- ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)
Lr). Por otro lado, en las rompientes de los bajos de la bahía de Portete
(Guajira), la especie M. complanata es reemplazada por M. alcicornis, Banco Quitasueño 35,4
manteniendose las demás características de la unidad. Providencia 17,1

Litoral rocoso (Lr)


2
Grado de exposición al oleaje: alto
Sustrato: roca metamórfica,
basáltica o sedimentaria
Intervalo batimétrico: variable
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: fuerte

Está caracterizada por la presencia de diversos invertebrados sésiles que


habitan directamente sobre la roca en la zona intermareal, entre los que
se destacan el erizo Echinometra lucunter, el balano Megabalanus sp y los
zoantídeos coloniales Palythoa caribaeorum y Zoanthus sociatus. Las
algas se encuentran representadas por Acanthopora spp, Sargassum spp,
Laurencia spp, Hypnea musciformis y algas coralinaceas costrosas, las
cuales presentan variaciones en la proporción de cobertura a lo largo
del año. Este ambiente se distribuye de forma variable dependiendo de los
rangos mareales y la altura de las olas. El relieve ondulado característico
de esta unidad sirve de refugio para un gran número de organismos de
diversos grupos taxonómicos. Adicionalmente, es frecuente encontrar
corales pétreos creciendo de forma costrosa, que en ocasiones alcanzan
coberturas importantes. Se destacan principalmente Diploria clivosa y
Millepora complanata. Esta unidad forma una estrecha franja a lo largo ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)
del intermareal rocoso en el Parque Tayrona, la isla de Providencia y el
Urabá chocoano entre otros. Parque Tayrona NE
En el Pacífico, esta unidad se presenta en condiciones similares, con la Providencia NE
diferencia de que cambian las especies y el intervalo batimétrico aumenta Urabá chocoano NE
como consecuencia de los amplios rangos mareales (4-5 m). Se destacan Isla Malpelo NE
entre los invertebrados los balanos (Balanus peninsularis, Balanus sp), las
esponjas (Polyfibrospongia sp, entre otras), las algas costrosas coralinas,
el alga frondosa Lobophora variegata y el octocoral Pacifigorgia media,
mientras que algunos corales pétreos pueden estar presentes creciendo en
forma de costras. Esta unidad cubre una amplia zona intermareal en las
puntas rocosas de las islas Malpelo y Gorgona, estando presente de igual
forma en los cabos Corrientes y Marzo en el departamento del Chocó.

33
Arena-Escombros coralinos (Aresc)
3
Grado de exposición al oleaje: alto a medio
Sustrato: escombros, arena
Intervalo batimétrico: 1-20 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Consiste en fondos cubiertos por arenas gruesas calcáreas y escombros coralinos,


generalmente en la zona de sotavento detrás de las crestas de arrecifes franjean-
tes, periféricos y de barrera, aunque también bordeando la base profunda de
otras estructuras arrecifales. Estos fondos son producto de la acumulación de
material calcáreo que es transportado por el oleaje y las corrientes, especialmente
durante las tormentas, desde las zonas frontales de los arrecifes. La cobertura
biótica es reducida debido a que se trata de ambientes por lo general abrasivos.
Es la unidad típica de las terrazas lagunares en los complejos arrecifales oceáni-
cos del Caribe y en las zonas de post-cresta de los arrecifes franjeantes con rom-
piente en algunas áreas de la costa continental tanto del Pacífico como del
Caribe.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Banco Serrana 217,9


Providencia 60,5
Albuquerque 23,9
Banco Quitasueño 23,4
Utría NE

Costras de coral sobre roca (Costroc)


4
Grado de exposición al oleaje: medio a alto
Sustrato: roca calcárea, metamórfica o
basáltica
Intervalo batimétrico: variable
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: variada

Es un ambiente característico de zonas someras expuestas al oleaje. El fondo


rocoso desnudo o con una cubierta delgada de algas costrosas, está parcialmente
recubierto por colonias incrustantes de corales pétreos, especialmente Diploria
strigosa, Montastraea cavernosa, Colpophyllia natans y Siderastrea spp, que en
algunas zonas alcanzan coberturas importantes configurando tapetes coralinos.
Estas costras coralinas, así como gorgonáceos flexibles, octocorales en general y
algunas algas frondosas como Stypopodium zonale, constituyen una asociación
característica en las terrazas costeras sometidas periódicamente al efecto abrasi-
vo del oleaje fuerte.
En el Pacífico esta unidad se encuentra conformada por algas coralináceas y
colonias de las especies Pocillopora spp, Porites spp y Pavona varians, creciendo
en forma de costras sobre roca basáltica en diversos lugares a lo largo de la
costa continental (cabos Corrientes y Marzo y bahía Cupica) y sobre las “pare-
ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2) des” y cantos rodados que rodean las islas Malpelo y Gorgona. Debido al amplio
rango mareal del Pacífico, esta unidad presenta allí un intervalo batimétrico
Banco Quitasueño 43,5 mayor al del Caribe.
Albuquerque 14,9
Providencia 16,8
San Andrés 9,6
Parque Tayrona 3,8

34
Acropora palmata-Diploria strigosa (Apalm-Dstri)
5
Grado de exposición al oleaje: medio
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 0-6 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Se trata de una unidad típica de ambientes de oleaje moderado, consti-


tuyendo la cresta de las formaciones al interior de las lagunas de los
complejos oceánicos y las bahías del Parque Tayrona. Junto con la uni-
dad Acropora cervicornis (Acerv) fue, hasta hace dos décadas, el prin-
cipal componente de las formaciones coralinas de las Islas del Rosario,
en donde dominaba la cresta del arrecife franjeante al N de Isla
Grande. Está compuesta básicamente por A. palmata y Diploria strigosa
acompañadas, dependiendo del lugar, por D. clivosa, Millepora compla-
nata y octocorales, además de otras especies de corales masivos en
menor proporción. Las algas se encuentran representadas aquí por
Porolithon pachydermum, Titanoderma bermudense, Turbinaria spp y
céspedes algales.
Al igual que para el caso de la unidad Acropora cervicornis (Acerv),
grandes extensiones deterioradas fueron incluidas dentro de la unidad
Algas sobre escombros (Algesc). Al interior de esta unidad es posible ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)
encontrar ligeras variaciones en la proporción de las especies dependien-
do del área en cuestión. Banco Quitasueño 16,1
Providencia 5,2
Banco Serrana 4,5
Albuquerque 1,1
San Andrés 0,5

Rodolitos (Rod)
6
Grado de exposición al oleaje: medio
Sustrato: sedimentos, escombros
Intervalo batimétrico: 1-10 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Se trata de una unidad muy característica, conformada por rodolitos o


nódulos redondeados de algas pétreas, principalmente Litothamnion sp,
cuyo tamaño es variable y le dan al fondo una coloración parda rosácea.
Algunos corales pétreos creciendo en forma costrosa pueden estar ocasio-
nalmente presentes, y los rodolitos están frecuentemente cubiertos por
macroalgas, entre ellas Padina jamaicensis, Hydroclathrus clathratus,
Cladophora sp, Enteromorpha sp, Liagora spp, Dictyota martensii,
Turbinaria spp y Sargassum spp. Esta unidad sólo alcanza grandes exten-
siones en el banco Quitasueño. En las áreas coralinas continentales está
presente principalmente en Isla Fuerte, La Guajira y en el área de Santa
Marta y el Parque Tayrona, en donde se mezcla con las praderas de fane-
rógamas.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Banco Quitasueño 1,2


Parque Tayrona 0,3

35
Acropora cervicornis (Acerv)
7
Grado de exposición al oleaje: medio
Sustrato: matriz calcárea, sedimentos
Intervalo batimétrico: 6-15 m
Relieve: plano a ondulado
Inclinación del sustrato: suave a media

Se ubica en las vertientes de las terrazas de arrecifes franjeantes, así como a


manera de parches en el interior de las lagunas de los complejos oceánicos. Está
compuesta principalmente por Acropora cervicornis, acompañada por una gran
variedad de especies accesorias, entre las cuales se destacan por su tamaño y
cobertura Montastraea spp, Porites porites, Siderastrea siderea, Millepora spp y
Diploria spp. Son frecuentes algunas algas como Amphiroa fragilissima,
Lobophora variegata y Dictyota spp, además de céspedes algales abundantes en
los territorios del pez damisela Stegastes planifrons. Se trata de una de las unida-
des más afectadas durante las últimas tres décadas, viendo relegado su antiguo
papel protagónico en el escenario arrecifal a un discreto papel secundario.
Es frecuente encontrar una combinación entre las especies de esta unidad y las de
Montastraea spp (Mon), dando como resultado una mezcla de las dos unidades.
En muchas áreas es posible reconocer extensiones del fondo cubiertas por escom-
bros de A. cervicornis que hacían parte de esta unidad en tiempos pasados, pero
ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2) que actualmente corresponden a la unidad Algas sobre escombros (Algesc).

Banco Serrana 0,3


Courtown 0,3
Roncador 0,1

Siderastrea siderea-Millepora complanata (Ssid-Mcom)


8
Grado de exposición al oleaje: medio
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 0-5 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: suave

Es una unidad característica de ambientes de aguas turbias, con elevadas tasas


de sedimentación. Compuesta por Siderastrea siderea, Millepora complanata,
Agaricia spp y Porites porites principalmente, aunque son frecuentes también
algunas especies de crecimiento masivo y varias algas. Pese a que su distribución
es reducida, cubre extensiones considerables en algunas áreas influenciadas en
mayor o menor grado por el aporte de sedimentos a través de las desembocadu-
ras de ríos y riachuelos, así como por la resuspensión de sedimentos por acción
del oleaje.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Urabá chocoano 0,1


Tortuguilla 0,1

36
Octocorales-Corales mixtos (Oct-Cmix)
9
Grado de exposición al oleaje: medio
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 8-20 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Unidad característica de la parte profunda de las terrazas prearrecifales


de los complejos oceánicos. También es la unidad dominante de las ver-
tientes de algunos bajos cercanos al continente. Se caracteriza por la gran
cantidad de octocorales que se encargan de darle a este hábitat su aspec-
to inconfundible de “jardín” submarino. Los octocorales dominantes de
estos ambientes pertenecen a los géneros Gorgonia, Plexaura y
Pseudoplexaura. La composición coralina es muy diversa, con represen-
tantes de casi todas las especies conocidas para el Caribe colombiano
(Montastraea spp, Diploria spp, Mycetophyllia spp, Madracis spp,
Agaricia spp, entre otras). De igual forma, las algas se encuentran muy
bien representadas, destacándose especies como Sargassum histrix,
Stypopodium zonale, Martensia pavonia y Lobophora variegata.
Su composición coralina es muy similar a aquella de la unidad Corales
Mixtos (Cmix), diferenciándose de ésta por la elevada cantidad de octo-
corales y por estar localizado en zonas donde la turbulencia y las corrien- ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)
tes son apreciables. Por la abundancia de octocorales, presenta también
similitud con la unidad Octocorales-esponjas (Oct-Esp). Providencia 54,6
Banco Serrana 18,2
San Andrés 13,4
Islas del Rosario 12,0

Octocorales-Esponjas (Oct-Esp)
10
Grado de exposición al oleaje: medio
Sustrato: sedimentos, escombros
Intervalo batimétrico: 5-15 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Consiste en un hábitat dominado principalmente por sedimentos y escom-


bros sobre los que se desarrollan profusamente octocorales y esponjas. Se
destacan algunas especies de Plexáuridos y Pseudoplexáuridos, así como
grandes esponjas barril, Xestospongia muta, y copas y masas del género
Ircinia. En algunos sectores se pueden encontrar conglomerados de cora-
les pétreos y algas.
Por su composición, tiene cierta similitud con la unidad Octocorales-
Corales mixtos (Oct-Cmix), diferenciándose por los porcentajes de cober-
tura de corales pétreos, que son más representativos en ésta última.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Providencia 4,1
Isla Fuerte 4,1
Parque Tayrona 0,8

37
Porites porites (Ppor)
11
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 1-8 m
Relieve: plano a ondulado
Inclinación del sustrato: suave

Hábitat constituido por parches someros que conforman montículos coralinos o


franjas que bordean la parte trasera de arrecifes franjeantes y de barrera. En
ambientes de baja energía pueden constituir la cresta o rompiente de las forma-
ciones coralinas. Está compuesta primordialmente por P. porites forma furcata,
acompañada por P. astreoides, Millepora spp, Agaricia tenuifolia y Montastraea
spp. Es común encontrar coberturas importantes de otros grupos de organismos,
en especial de algas frondosas (Dictyota spp y Halimeda spp) y esponjas ramifi-
cadas de varias especies.
El deterioro que presenta esta unidad en muchas formaciones del Caribe colom-
biano ha causado un cambio en la proporción de las especies que la constituyen,
incrementándose los porcentajes de cobertura de P. astreoides y Millepora spp
con respecto a P. porites.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Archipiélago de San Bernardo 18,1


Islas del Rosario 7,2
Courtown 0,9

Agaricia tenuifolia (Aten)


12
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 3-15 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: media a fuerte

Hábitat típico de las paredes de vertientes inclinadas y periferia de depresiones


kársticas, aunque también es frecuente encontrarla conformando montículos cora-
linos someros o franjas que bordean la parte trasera de arrecifes franjeantes y de
barrera. Comparte frecuentemente los mismos ambientes que la unidad Porites
porites, pero ligeramente por debajo de ésta. La unidad está compuesta principal-
mente por A. tenuifolia, acompañada por P. porites, Agaricia spp y Montastraea
spp. Es común encontrar coberturas importantes de otros grupos de organismos,
en especial de algas frondosas (Dictyota spp y Halimeda spp).

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Archipiélago de San Bernardo 19,8


Islas del Rosario 6,0
Isla Fuerte 5,2

38
Montastraea spp (Mon)
13
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 3-25 m
Relieve: plano a ondulado
Inclinación del sustrato: suave

Se trata de la unidad más ampliamente distribuida, no sólo en el Caribe


colombiano, sino en otras formaciones del Mar Caribe. Se localiza en
ambientes de aguas tranquilas al interior de los complejos oceánicos y en
la parte baja de los frentes arrecifales, tanto de las áreas oceánicas como
de la costa continental. Presenta una gran diversidad de corales pétreos y
de otros organismos, siendo las especies masivas Montastraea annularis,
M. faveolata, M. franksi, Colpophyllia natans y Siderastrea siderea las
principales representantes. Al interior de esta unidad se pueden reconocer
dos zonas, cuya composición específica varía con la profundidad. M.
annularis y M. faveolata son las especies dominantes en la franja somera
(hasta los 12 m aproximadamente), mientras que en la franja profunda
(hasta 25 m) domina M. franksi. Son frecuentes en esta unidad los valores
altos de cobertura de esponjas y octocorales, así como una alta diversi-
dad de algas frondosas.
Presenta alguna similitud con la unidad de Corales mixtos (Cmix) en ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)
cuanto a la composición específica, pero difieren en las proporciones de
las especies constituyentes. Archipiélago de San Bernardo 62,1
Islas del Rosario 35,2
Banco Serrana 24,6

Corales mixtos (Cmix)


14
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: matriz calcárea,
fondos blandos
Intervalo batimétrico: 5-30 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: suave

Se trata de una unidad ampliamente distribuida en todas las áreas corali-


nas del Caribe colombiano. Presenta una gran diversidad de organismos
y de geoformas, así como un ámplio intervalo batimétrico. Predominan las
especies de corales pétreos de crecimiento masivo como Montastraea spp,
Diploria spp, Colpophyllia natans y Siderastrea siderea, aunque también
son frecuentes especies ramificadas y foliares como Porites porites,
Acropora cervicornis y Agaricia spp. Pese a que se puede encontrar en
casi todos los ambientes, está mejor representada en zonas profundas y
de relieve ondulado, donde las colonias de escleractinios usualmente
adoptan formas de pagoda o de teja. La diversidad y cobertura de algas,
esponjas y octocorales es generalmente alta. Se destacan géneros como
Sargassum, Stypopodium y Lobophora entre las algas, Gorgonia y
Plexaura entre los octocorales y numerosas esponjas.
Debido al gran número de especies de coral, se puede comparar con las ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)
unidades Montastraea spp (Mon) y Octocorales-Corales mixtos (Oct-
Cmix), de las que se diferencia por los porcentajes de cobertura de cora- Archipiélago de San Bernardo 34,5
les y octocorales respectivamente. Banco Serrana 16,2
San Andrés 13,7
Roncador 8,0

39
Millepora alcicornis-Fanerógamas (Malc-F)
15
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: escombros-arena
Intervalo batimétrico: 0-2 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Es esta una de las unidades más peculiares entre las formaciones coralinas del
Caribe colombiano, por cuanto su presencia ha sido registrada solamente en las
áreas coralinas de Bahía Portete en la Guajira. Se caracteriza por estar compues-
ta en su gran mayoría por colonias ramificadas de Millepora alcicornis que se
desarrollan sobre escombros y sedimentos en medio de praderas de Thalassia tes-
tudinum.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Bahía Portete 0,8

Agaricia spp-Corales mixtos (Agar-Cmix)


16
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 10-60 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: fuerte

Compuesta por varias especies del género Agaricia (A. tenuifolia, A. agaricites,
A. grahamae, A. lamarcki, entre otras) y algunas especies masivas como
Montastraea franksi, M. cavernosa y Mycetophyllia spp, es una unidad típica de
vertientes muy inclinadas que incluyen los taludes externos de los complejos oceá-
nicos. El grado de iluminación solar en este ambiente es reducido, debido a que
la fuerte pendiente del fondo limita la incidencia de la luz y a que ésta ha perdi-
do parte de su espectro a causa de la profundidad. Por ello, las colonias de
muchas especies, cuya forma de crecimiento típica es hemisférica, crecen aquí en
forma de platos o pagodas. También se encuentran otros organismos característi-
cos como las esponjas y en especial los antipatarios (corales negros), que le dan
un aspecto peculiar a la unidad al “emerger” de las paredes a manera de látigos.
Entre las algas son frecuentes Halimeda spp, Dictyota spp y Lobophora variegata.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Providencia 20,5
San Andrés 6,0
Courtown 5,3

40
Praderas de fanerógamas (Pradf)
17
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: sedimentos
Intervalo batimétrico: 0-8 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Se trata de fondos vegetados por pastos marinos, principalmente por


Thalassia testudinum, seguida en su orden por Syringodium filiforme y
Halodule wrighti. Algunos corales pétreos, como Manicina areolata,
Oculina sp y Porites porites forma divaricata pueden hallarse dispersos.
Dependiendo de su ubicación y de la densidad de plantas, pueden encon-
trarse porcentajes de cobertura importantes de algunas macroalgas
(Halimeda incrassata, Penicillus spp y Rhipocephalus spp) y esponjas. Son
característicos de esta unidad algunos invertebrados como la estrella
Oreaster reticulatus y el erizo Lytechinus variegatus. En algunas áreas, las
praderas constituyen componentes dominantes del paisaje submarino de
las plataformas someras, sirviendo de refugio para un considerable núme-
ro de peces en estado larvario y juvenil.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Archipiélago de San Bernardo 64,8


Providencia 16,0
Bahía Portete 13,9
Puerto López 10,0

Praderas de macroalgas (Pradalg)


18
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: sedimentos
Intervalo batimétrico: 4-10 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Es una unidad característica del ambiente lagunar de los complejos oceá-


nicos, aunque también es posible encontrarla en el interior de algunas
bahías del continente. Se caracteriza por la gran exuberancia de las algas
frondosas, aunque es posible encontrar pequeñas colonias de corales
masivos muy dispersas sobre el fondo. Las principales especies son
Halimeda incrassata, Penicillus spp, Rhipocephalus spp, Lobophora varie-
gata y Dictyota spp. Al igual que en otras unidades dominadas por plan-
tas, presenta una fauna acompañante compuesta por organismos que no
se encuentran en otras unidades, como lo son ciertas especies de gastró-
podos, equinodermos y peces.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Serrana 23,3
Isla Fuerte 3,6
Urabá chocoano 0,1

41
Sedimentos bioturbados-Algas calcáreas (Sbiot)
19
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: sedimentos, escombros
Intervalo batimétrico: 4-20 m
Relieve: plano a ondulado
Inclinación del sustrato: suave

Son fondos cubiertos por arenas o limos calcáreos en ambientes de baja turbulen-
cia. La acción bioturbadora en el sedimento por gusanos poliquetos, gastrópodos,
crustáceos y peces se evidencia en la formación de hondonadas y montículos
cónicos. Ocasionalmente, estos fondos están cubiertos por algunas algas psamofí-
ticas que crecen dispersas en las zonas menos bioturbadas (Penicillus spp,
Rhipocephalus phoenix, Halimeda incrassata, Udotea spp y Avrainvillea spp). En
este ambiente se observan ocasionalmente agregaciones de anguilas de jardín
(Heteroconger sp).

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Quitasueño 127,9
Bahía Portete 115,4
Providencia 55,3

Algas sobre escombros (Algesc)


20
Grado de exposición al oleaje: variado
Sustrato: matriz calcárea
Intervalo batimétrico: 1-30 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave a media

Han sido agrupados en esta unidad numerosos hábitats cuyo componente princi-
pal en la actualidad lo constituyen las algas y que se presume en un pasado fue-
ron ambientes con activo crecimiento coralino. Los escombros corresponden prin-
cipalmente a Acropora palmata, A. cervicornis, Porites porites y Agaricia tenuifo-
lia, los cuales se encuentran cubiertos por una gran variedad de algas que varían
en su composición dependiendo del área y la profundidad. Se destacan Dictyota
spp, Lobophora variegata, Halimeda spp y las especies constituyentes de los cés-
pedes algales. Es un componente importante del paisaje de muchos arrecifes en
todo el Caribe colombiano, especialmente en lugares en donde la cobertura de
corales acropóridos fue importante en el pasado.
En el Pacífico se ha hecho particularmente evidente esta unidad en los arrecifes
de Utría y Gorgona, en zonas en donde a partir de los fenómenos de blanquea-
miento, las algas coralináceas y frondosas han colonizado el sustrato duro que
constituyen los corales muertos de especies como Pocillopora spp.
ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Islas del Rosario 9,0


Providencia 6,0
Serrana 4,8

42
Pocillopora capitata (Pcap)
21
Grado de exposición al oleaje: medio-alto
Sustrato: roca
Intervalo batimétrico: 5-12 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: suave a fuerte

Esta unidad se encuentra exclusivamente en la Isla Malpelo, formando un


denso tapete sobre la roca basáltica, por debajo de los 9 m de profundi-
dad. Allí, el efecto abrasivo del oleaje se hace más ténue y permite el
asentamiento de las colonias de coral. Pocillopora capitata es practica-
mente la única especie sésil, monopolizando en algunos sitios el sustrato
con coberturas superiores al 90%.
Tiene cierta similitud con la unidad Pocillopora spp (Poc), pero aquí la
dominancia de Pocillopora capitata es evidente y la hace inconfundible.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Isla Malpelo NE

Gardineroseris planulata (Gpla)


22
Grado de exposición al oleaje: bajo a medio
Sustrato: roca, escombros
Intervalo batimétrico: 15-27 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: suave a fuerte

Esta es la unidad coralina que ocupa las franjas más profundas de las for-
maciones coralinas del Pacífico colombiano, caracterizada por la presen-
cia de colonias masivas, relativamente dispersas, de Gardineroseris pla-
nulata, que en ocasiones ocupa hasta el 50% del sustrato duro disponible.
En la parte superior de esta unidad pueden estar entremezcladas algunas
colonias grandes de Porites lobata y Pavona gigantea.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Isla Malpelo NE

43
Pocillopora damicornis-Psammocora stellata (Pdam-Pste)
23
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: sedimentos, escombros
Intervalo batimétrico: 1-5 m
Relieve: plano
Inclinación del sustrato: suave

Constituye una zona característica de la parte trasera y más somera del plano
arrecifal en las formaciones coralinas franjeantes de la Isla Gorgona, en donde
sobre los fondos generalmente arenosos se desarrollan colonias poco o mal
cementadas de Pocillopora damicornis y de Psammocora stellata. La cobertura
coralina es mayor en las depresiones o concavidades del plano arrecifal, dado
que allí tienen menos probabilidades de quedar expuestas al aire y a los rayos
directos del sol durante las mareas bajas extremas. Esta unidad está bien repre-
sentada en los arrecifes de la Isla Gorgona y de la Ensenada de Utría. En Punta
Tebada, esta unidad forma un tapete relativamente homogéneo entre 3 y 5 m de
profundidad en el costado protegido del oleaje.
Comparte la presencia de P. damicornis con la unidad Pocillopora spp (Poc); la
transición entre ambas unidades es generalmente muy sutil.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Isla Gorgona NE
Ensenada de Utría NE
Punta Tebada NE

Pocillopora spp (Poc)


24
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: matriz calcárea, escombros
Intervalo batimétrico: 2-6 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: suave a media

Constituye la parte somera frontal del arrecife, formando en ocasiones una cresta.
La cobertura coralina es alta, dominada por Pocillopora damicornis y en menor
grado por P. robusta, P. eydouxi y P. capitata, formando un paisaje muy homogé-
neo con pocos contrastes.
Comparte la presencia de P. damicornis con las unidades Pocillopora damicornis-
Psammocora stellata (Pdam-Pste) y Pavona spp-Porites spp (Pav-Por), y la tran-
sición entre esta unidad, hacia la parte trasera y frontal del arrecife respectiva-
mente, es generalmente muy sutil.

ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Isla Gorgona NE
Ensenada de Utría NE

44
Pavona spp-Porites spp (Pav-Por)
25
Grado de exposición al oleaje: bajo
Sustrato: matriz calcárea,
escombros
Intervalo batimétrico: 6-25 m
Relieve: ondulado
Inclinación del sustrato: suave a fuerte

Esta unidad forma una franja más o menos conspícua en la


parte frontal del arrecife por debajo de los 6 m de profundi-
dad. Además de colonias dispersas de Pocillopora robusta,
P. eydouxi y P. capitata, la nota predominante son colonias
masivas de Pavona varians, P. gigantea, P. clavus, Porites
panamensis y P. lobata. Estas últimas adoptan formas de
pagoda o de entejado en las zonas más profundas y escar-
padas, como en la Isla Malpelo. Pequeñas colonias de
Gardineroseris planulata pueden estar entremezcladas en
las zonas más profundas. ÁREAS EN DONDE SE ENCUENTRA MEJOR REPRESENTADA (km2)

Isla Gorgona NE
Isla Malpelo NE
Ensenada de Utría NE

45
III ÁREAS CORALINAS
DEL CARIBE
Panorámica aérea del sector
central del archipiélago de
las Islas del Rosario (islotes
Pajarales y Pavitos)
III ÁREAS CORALINAS
DEL CARIBE

L
as áreas coralinas en el Caribe lizan faenas de pesca en esas áreas en busca
colombiano se distribuyen, de una de langostas, caracol y peces. Los atolones de
parte, en grupos discretos a lo Cayos Albuquerque y Cayos Courtown o
largo de la costa y sobre la plata- Bolívar son también visitados por turistas
forma continental y, por otro, como una desde la cercana San Andrés.
serie de atolones, bancos y complejos arreci- La historia geológica de las islas, atolones y
fales oceánicos que constituyen el archipiéla- bancos del archipiélago se remonta hasta
go de San Andrés y Providencia, a unos 700 finales del período Cretácico, hace unos 80
km de la costa continental de Colombia y a millones de años, y está aparentemente rela-
menos de 2 0 0 k m de las cost as de cionada con el origen y la formación de la
Centroamérica (Fig. 12). Elevación de Nicaragua y del Mar Caribe
En total, las áreas coralinas del Caribe (Geister, 1992). El esquema tectónico regio-
colombiano ocupan una extensión de 2.860 nal del fondo marino se caracteriza por
km2 , de los cuales el 76,5% corresponde a las zonas de fractura, siendo la más conspícua la
siete áreas oceánicas del archipiélago de San fractura de San Andrés. Todas las islas, ato-
Andrés y Providencia. Se trata, en este caso, lones y bancos coralinos del archipiélago se
de una serie de estructuras alineadas en originaron aparentemente a partir de volca-
dirección NNE a lo largo del flanco sur de nes dispuestos a lo largo de fracturas tectóni-
la Elevación de Nicaragua. A pesar de su cer- cas de la corteza submarina, orientadas pre-
canía a Centroamérica, el archipiélago perte- dominantemente hacia el NNE y el SW. Es
nece a la República de Colombia desde 1822. interesante anotar que el atolón de Cayos
Ún ica mente l as isl as Sa n A nd rés y Albuquerque, las islas de San Andrés y
Providencia (inclu ida su vecina Santa Providencia y el Banco Quitasueño se
Catalina) están permanente habitadas. San encuentran alineados en dirección NNE, lo
Andrés es la capital del departamento “oceá- que sugiere la posible presencia de una zona
nico de Colombia”, siendo a la vez centro de fractura submarina debajo de estas estruc- Figura 12
Aguas jurisdiccionales de
administrativo y comercial, con una pobla- turas (Geister, 1992; Geister y Díaz, 1997). Colombia en el Caribe

ción aproximada de 60.000 habitantes y una


alta concentración de infraestructura turísti-
ca, que la convierte, con sus escasos 25 km2 ,
en una de las islas caribeñas más densamente
pobladas. En contraste, la inmigración desde
el continente hacia Providencia ha sido esca-
sa, y sus 4.500 habitantes conservan aún
muchas de las costumbres tradicionales y son
en su mayoría angloparlantes que derivan su
sustento de la agricultura de subsistencia, la
pesca y el turismo a pequeña escala. En los
restantes cinco atolones y bancos del archi-
piélago, la presencia humana se limita a los
puestos militares de la Armada de Colombia
existentes en algunos de los cayos y a la visita
regular por parte de embarcaciones que rea-

49
Tabla 3

CRONOLOGÍA DE LOS EVENTOS MÁS RELEVANTES EN LA HISTORIA GEOLÓGICA


DE LAS FORMACIONES CORALINAS EN COLOMBIA
0,0005 - 0 Reciente Degradación arrecifal antropogénica

Apertura del Canal del Dique


holoceno 0,01

Estabilización del nivel del mar actual. Parte de los complejos arrecifales de la costa y la plataforma
continental quedan emergidos (p.ej. islas de San Bernardo, del Rosario, Isla Fuerte y Tortuguilla)

0,005 - 0,003 Transgresión Flandriana Elevación del nivel del mar hasta + 4 m

Desarrollo coralino en las áreas del Pacífico, Guajira, Parque Tayrona

Truncamiento de terrazas arrecifales someras en áreas coralinas ya existentes


cuaternario

Elevación paulatina del nivel del mar

Acreción arrecifal en todas las áreas coralinas de Colombia que antes estaban emergidas

0,1 Y Glaciación Würm (Wisconsin) Descenso del nivel del mar hasta - 100 m. Erosión de estructuras arrecifales emergidas (procesos
kársticos)
pleistoceno 1,8

Truncamiento de terrazas arrecifales a - 20 y - 40 m en áreas coralinas oceánicas del Caribe

0,15 Y Sangamoniano (interglacial) Elevación del nivel del mar hasta aprox. + 25 m. Acreción coralina. Posible formación de bancos
CENOZÓICO

coralinos sobre domos diapíricos en el Caribe

0,9 - 0,25 Y Glaciaciones de Riss, Variaciones en el nivel del mar y alternación de períodos cálidos (interglaciales) y templados
Mindel y Günz, interglaciales (glaciaciones)

Alternación de procesos de acreción y erosión arrecifal en los atolones y complejos coralinos


oceánicos del Caribe. Extinción de algunos corales en el Caribe (p.ej. Pocillopora spp.)

Plioceno 5 Se inicia diapirísmo de lodo en la plataforma continental del Caribe

Formación definitiva del istmo centroamericano. Aislamiento del Caribe y el Pacífico

Basculamiento del atolón de San Andrés

Formación de arrecifes en la zona central de la costa continental del Caribe (p.ej. Formación La Popa)

mioceno 23 Segundo período de actividad volcánica en Providencia


terciario

Formación de atolones oceánicos por subsidencia de las islas volcánicas del archipiélago de San Andrés y Providencia

Formación de la dorsal de Malpelo

oligoceno 36 Actividad volcánica en el arco centroamericano

Se originan islas volcánicas en el archipiélago oceánico y en torno a ellas se desarrollan arrecifes coralinos franjeantes

eoceno 55 Formación de arcos de islas en Centroamerica y las Antillas. Origen del Mar Caribe

paleoceno 65 Probable origen de la Isla Gorgona


Valores en millones de años

Posterior a la elevación desde el fondo del archipiélago. Así, por ejemplo, el margen
marino y elevación sobre el nivel del mar de externo de casi todas las áreas posee conspi-
los distintos volcanes, la subsidencia o hun- cuos rasgos geomorfológicos comunes, que
dimiento gradual de sus basamentos permi- pueden interpretarse en relación con los
tió con el tiempo el cubrimiento simultáneo cambios del nivel del mar. Dicho margen,
de éstos con carbonatos biogénicos forma- demarcado por una terraza prearrecifal que
dos a poca profundidad (sedimentos y suele terminar súbitamente a una profundi-
estructuras calcáreas originadas a partir de dad aproximada de 20 m, para dar paso a un
corales, algas, moluscos, etc.) durante el pronunciado talud, corresponde a un trunca-
Terciario y Cuaternario, lo cual condujo miento del antiguo margen del arrecife debi-
finalmente a la formación de los bancos do a la erosión producida por el oleaje
coralinos y atolones actuales. Las islas emer- durante un nivel marino más bajo que el
gieron por posterior tecton ismo (San actual, el Sangamoniano, ocurrido antes del
Andrés) o vulcanismo (Providencia). Huellas último período interglacial hace aproxima-
de las oscilaciones del nivel del mar ocurri- damente 80.000-125.000 años (Geister, 1975;
das durante el Cuaternario, son observables 1992; Díaz et al., 1996b; Geister y Díaz,
tanto en las islas mayores como en las por- 1997). Muescas labradas sobre las paredes
ciones sumergidas de todas las área coralinas verticales del talud a distintas profundidades

50
(25 y 40 m) corresponden también a marcas
dejadas por antiguos niveles marinos (Fig.
13). Los arrecifes actuales se formaron sobre
el relieve preexistente que se generó con la
erosión subaérea de las estructuras durante
la última glaciación, hace unos 20.000 años,
cuando el nivel del mar estuvo 100 m por
debajo del actual (Tabla 3).
La morfología y estructura ecológica de las
formaciones coralinas de todas las áreas del
Figura 13
archipiélago han sido moldeadas y están Perfil esquemático (w-e) a través de la isla y el complejo arrecifal de San Andrés

condicionadas principalmente por el régi-


men de oleaje y las perturbaciones climáticas
ocasionales. Los vientos Alisios, que soplan
del NE y ENE casi permanentemente,
impulsan sin barreras las olas a todo lo
ancho del mar Caribe (unos 2.000 km),
generando un oleaje oceánico que cuando
enfrenta la región del archipiélago ha adqui-
rido una energía considerable, buena parte
de la cual es descargada sobre las estructuras
arrecifales. Ello se traduce en la presencia
generalizada de barreras y arrecifes de rom-
piente en los costados de barlovento de
todas las áreas coralinas (Fig. 14). Tormentas
esporádicas, con vientos del W y NW de
hasta 20 m/s, son comunes durante la
segunda mitad del año. Por encontrarse en el
cinturón de huracanes del Caribe, las áreas
coralinas del archipiélago, especialmente las
más septentrionales, han sido “barridas” por
perturbaciones de ese tipo en varias ocasio-
nes [1818, 1876, 1877, 1906, 1940, 1961 Figura 14
Vista aérea (hacía el
(Hattie), 1971 (Irene), 1988 ( Joan), 1996 sur) del Banco
Quitasueño;
(César), 1998 (Mitch), 1999 (Lenny)]. Los se observa la zona de
rompiente del arrecife
fuertes oleajes producidos por los huracanes periférico de
barlovento, la terraza
y tormentas tienen usualmente drásticos lagunar y una porción
de la cuenca lagunar
efectos sobre las comunidades coralinas
(abrasión, fragmentación del coral), determi- terrestre se limita a las inmediaciones de las
nando en gran parte su composición, estabi- dos islas mayores del archipiélago durante la
lidad y estructura (formas de crecimiento, epoca de lluvias. Las temperaturas superfi-
diversidad de corales y otros organismos). ciales del agua oscilan entre 27 y 30°C, y su
La Corriente del Caribe, que fluye de E a salinidad entre 34 y 36,3 (Garay et al., 1988).
W, diverge al enfrentar la región del archi- Las mareas son mixtas, con una amplitud
piélago en dos ramales, uno que continúa máxima de 40-60 cm, y su efecto apenas es
hacía el oeste y otro hacia el suroeste y sur perceptible.
formando un giro en el sentido contrario a El esquema básico de zonación de la
las manecillas del reloj en el Caribe surocci- comunidad coralina en las áreas oceánicas
dental (Fig.15). Las descargas de aguas con- del Caribe (Fig. 16) está determinado princi-
tinentales con sedimentos provenientes de palmente por el régimen de turbulencia del
Centroamérica no alcanzan a afectar la sali- agua y la profundidad de la columna de agua
nidad ni la transparencia de las aguas oceá- (Geister, 1977, 1982). Así, los organismos
nicas del archipiélago (Roberts y Murray, hermatípicos que constituyen las crestas de
1983). El aporte de aguas de escorrentía los arrecifes en zonas donde el oleaje descar-

51
Figura 15
Dirección predominante de las
corrientes superficiales en el Caribe

ga su mayor energía, como es el caso de los linas de la costa continental del Caribe
arrecifes de barrera del costado de barloven- colombiano se hallan dispersas a todo lo
to de las áreas coralinas del archipiélago largo de la costa y de la plataforma continen-
(coral de fuego, algas pétreas, zonatídeos), tal, desde el golfo de Urabá, muy cerca de la
son diferentes a los que conforman las cres- frontera con Panamá, hasta la región septen-
tas en las zonas de aguas calmas en las lagu- trional de la península de La Guajira. Pese a
nas arrecifales (Montastraea spp o Acropora que las aguas marinas costeras reciben en
spp) y a los que se establecen en la parte pro- mayor o menor grado la influencia de las
funda de las terrazas y de los taludes (formas descargas de aguas dulces con sedimentos en
hemisféricas o laminares de diversas espe- suspensión, lo que implica una serie de limi-
cies de corales masivos). Aunque menos tantes para el asentamiento y desarrollo de la
conspicuas las diferencias, las asociaciones comunidad coralina, en algunos sectores
de otros grupos de organismos muestran particulares se ha posibilitado el desarrollo
una composición característica en las distin- de verdaderas estructuras arrecifales, y la
tas zonas de oleaje, como fue documentado diversidad de corales y de otros organismos
recientemente para los octocorales gorgoná- que habitan en ellas puede ser equiparable o
ceos (Sánchez et al., 1998). incluso superar a la de las áreas oceánicas.
Las óptimas condiciones ambientales han En otros sectores, donde la disponibilidad
permitido durante millones de años el desa- de sustrato adecuado es limitada y/o las con-
rrollo de grandes estructuras arrecifales en el diciones de salinidad, transparencia, sedi-
archipiélago. En la construcción y consolida- mentación y temperatura resultan menos
ción de los andamiajes calcáreos que confor- óptimas, las formaciones coralinas son poco
man las áreas coralinas de esta región parti- desarrolladas, su estructura es más simple y
cipan en la actualidad más de 50 especies de la diversidad de organismos que conforman
corales pétreos, unas 40 de octocorales, la comunidad es menor. Finalmente, en los
diversas algas calcáreas y más de 100 espe- sectores marcadamente influenciados por las
cies de esponjas. descargas de aguas continentales a través de
Con historias geológicas distintas y más los ríos más caudalosos (Magdalena, Atrato,
recientes, y por lo tanto con un menor desa- Sinú) y por el afloramiento casi permanente
rrollo del andamiaje arrecifal, las áreas cora- de aguas profundas frias (frente a la penín-

52
sula de La Guajira), las formaciones corali- fondo de la plataforma continental, a cierta
nas están practicamente ausentes. distancia de la costa, que se originaron
El carácter estacional del clima de la como resultado del plegamiento de las capas
región es impuesto por la migración a lo de sedimentos de la platforma debido a la
largo del año de la zona de convergencia presión a que son sometidas por el desplaza-
intertropical (ZCIT ), que determina la miento transversal y subducción de la placa
intensidad y persistencia de los vientos ali- tectónica del Caribe bajo el bloque conti-
sios del NE. Cuando la ZCIT se encuentra nental de Suramérica. En ese proceso, cono-
al sur de la región (diciembre a mayo), los cido como diapirísmo de lodo, las arcillas de
vientos del NE ejercen su mayor influencia las capas profundas de la plataforma son
y marcan el periodo de sequía. Cuando la empujadas hacia arriba por entre las capas
ZCIT se desplaza hacia el norte sobre la superficiales y son expulsadas a través de
región (julio a noviembre), sobreviene la “volcanes” de lodo, de los cuales existen
época de lluvias, con predominancia de cal- varios a lo largo de este sector costero
mas en la mitad septentrional y vientos del (Vernette, 1985, 1989a, b). Las formaciones
sur en la mitad meridional de la región. El coralinas se establecieron desde finales del
régimen de los vientos determina a su vez Terciario sobre algunos de los domos y alto-
la dirección e intensidad del oleaje, lo que relieves diapíricos de este sector, especial-
se traduce en que el oleaje sea más intenso y mente sobre aquellos que se elevaron más
provenga más frecuentemente del norte cerca de la superficie del mar posibilitando
cuanto más septentrional sea la localización el asentamiento de los organismos hermatí-
del área. La corriente predominante en esta picos. Con las oscilaciones del nivel del mar
región se dirige paralela a la costa en senti- ocurridas durante el Pleistoceno, algunas de
do SW - NE, y hace parte del giro Panamá las estructuras arrecifales quedaron emergi-
- Colombia de la corriente del Caribe (ver das temporalmente, otras permanentemente
Fig. 15). En la primera parte del año, los y otras no lograron crecer verticalmente lo
fuertes Alisios del NE logran frenar el efec- suficientemente rápido como para compen-
to de dicha corriente, al menos superficial- sar el ascenso del nivel del mar, “ahogándo-
mente, y limitan su desplazamiento y alcan- se” al quedar sumergidas a profundidades
ce hacia el NE. en donde la biota hermatípica no logró
La mayor concentración de áreas coralinas sobrevivir (ver Tabla 3). Tal es el caso del
en la costa y plataforma continental del bajo Nokomis, situado a más de 80 m de
Caribe colombiano se encuentra en el sector profundidad, cuyos fondos están tapizados
central, sobre una serie de altorrelieves del de restos coralinos fósiles (Vernette, 1985,

Figura 16
Esquema general de zonación de los
arrecifes coralinos oceánicos en el Mar
Caribe de acuerdo con los niveles de
energía del oleaje (Modificado de
Geister, 1977)

53
1989a , b). L os a rch ipiéla gos de Sa n
Bernardo y del Rosario, las islas Tortuguilla
y Fuerte y los bajos de Salmedina, Tortugas
y Bushnell, entre otros, son parte de las
estructuras de origen diapírico sobre las que
se desarrollan actualmente formaciones
coralinas.
Aquellas áreas coralinas que permanecie-
ron emergidas por algún tiempo durante las
glaciaciones pleistocénicas, quedaron así
expuestas a la acción erosiva del clima y la
escorrentía. Dentro del sustrato calcáreo se
formaron acuíferos y cursos de agua subte-
rraneos que dieron origen a una característi-
ca topografía kárstica. Las numerosas hon-
donadas que se observan actualmente en
muchas de las áreas coralinas de esta región,
algunas incluso formando lagunas en el
Figura 17
interior de las porciones que aún permane-
Vista aérea del Islote (centro) y de la isla Tintipán (arriba), archipiélago de San Bernardo. Las “pozas” o depresiones kársticas se
distinguen desde el aire por su coloración azul intenso
cen emergidas (islas de San Bernardo y del
Rosario, Fig. 17), son resultado del colapsa-
miento de los techos de un antiguo sistema
de cavernas y túneles subterraneos (López-
Victoria, 1999; López-Victoria y Díaz,
2000). La figura 18 ilustra en forma esque-
mática la secuencia histórica del posible
desarrollo de las formaciones coralinas en
esta región.
Otros sectores del Caribe en los que se
han desarrollado formaciones coralinas de
cierta relevancia y magnitud se encuentran a
lo largo de porciones de costa en las que se
alternan ensenadas o bahías con cabos de
acantilados rocosos. Tal es el caso de las
áreas del Urabá chocoano, cerca de la fron-
tera con Panamá, y de Santa Marta y Parque
Nacional Natural Tayrona, donde tapetes y
arrecifes coralinos franjeantes, fondos roco-
sos, praderas de pastos marinos y llanuras
de arena conforman mosaicos con caracte-
rísticas muy especiales que alojan en conjun-
to una inusitada diversidad de organismos.
En el extremo septentrional de Colombia
y de Suramérica, en las costas de la penínsu-
la de La Guajira, se encuentran algunas for-
maciones coralinas que, aunque de poca
extensión y sin alcanzar una gran compleji-
dad estructural, dadas las condiciones parti-
culares en que se desarrollan (aguas frias,
generalmente turbulentas, turbias, con alto
contenido de nutrientes), exhiben una serie
de atributos particulares en cuanto a su
Figura 18 composición y estructura que las hacen úni-
Secuencia esquemática hipotética del origen, formación y desarrollo de las estructuras coralinas sobre domos o altorelieves diapíricos
en la plataforma continental del Caribe colombiano. (Modificado de López-Victoria, 1999) cas entre las áreas coralinas de Colombia.

54
ÁREAS OCEÁNICAS
Parche coralino en la laguna
arrecifal del Banco Serrana
1 Cayos Albuquerque

Localización: 120 08’ - 120 12’ N, 810 49’ - 810 54’ W


Área total: 63,8 km2
Área emergida: 0,1 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 30,2 km2
Tipos: Atolón con arrecife periférico continuo a barlovento y discontínuo a
sotavento, arrecife de borde de plataforma insular, arrecifes de franja y parches
lagunares
Unidades mejor representadas: Mon, Oct-Cmix, Algpe-Mcom-Z, Cmix
Población: No hay habitantes permanentes, excepto los infantes de marina del
puesto militar en North Cay
Actividades humanas: pesca artesanal practicada por pescadores de San
Andrés, pesca deportiva, buceo deportivo, excursiones turísticas

E
l atolón de Cayos Albuquerque dancia de organismos sésiles aumenta pau-
(Cayos del SW) está situado a latinamente sobre la terraza prearrecifal
u nos 37 k m a l SW de San (Fig. 21). Particularmente conspicuos son
Andrés y a 190 km al E de la los jardines de gorgonáceos (de los géneros
costa de Nicaragua. Es el único de los ato- Pseudopterogorgia, Pterogorgia, Eunicea y
lones del archipiélago de forma aproxima- Pl e xa u r ell a) y a l g a s (Sa r ga ssu m sp p,
damente circular. Incluyendo la terraza pre- Stypopodium zonale, Halimeda opuntia), así
arrecifal hasta la isóbata de 50 m, su diáme- como algunos corales masivos (Diploria spp,
tro en sentido E-W es de 10,4 km y de 7,8 Porites porites, Siderastrea siderea, Montastraea
km en sentido N-S (Fig. 20). spp, Colpophyllia natans y otros). El relieve se
La primera descripción de las estructuras hace igualmente más rugoso, y aparecen en
arrecifales de este atolón fue publicada por mayor proporción zonas cubiertas exclusi-
Milliman (1969); la información que aquí se vamente por sedimentos gruesos y escom-
presenta se basa en ese y en los recientes bros coralinos. Hacia el borde externo de la
trabajos de Díaz et al. (1996a,b; 1997), terraza se presenta una comunidad muy
Díaz-Pulido y Díaz (1997), Geister y Díaz diversa, dominada por corales, esponjas y
(1997) y Sánchez et al. (1997). algas (Oct-Cmix, Fig. 22).
El margen de barlovento (lados N, E y El arrecife periférico de barlovento se
SE) está caracterizado por una terraza sua- extiende en los flancos N, E y SE por casi 6
vemente inclinada que súbitamente cambia km (Fig. 23); su cresta, formada por una Figura 19
su ángulo y da lugar a un cantil o talud exuberante asociación de t ipo A lg pe- Ambiente característico del fondo de
abrasión en la zona somera (-5 m) de
exterior muy pronunciado. El borde del Mcom-Z, es casi emergente en mareas bajas la terraza prearrecifal de barlovento.
Sobre el pavimento calcáreo se
talud se encuentra a 24-30 m de profundi- extremas. Un sistema de espolones y canales observan colonias dispersas de
Millepora complanata, Porites
dad. Un escalón casi horizontal, de 8-35 m se desarrolla preferencialmente en el sector astreoides y algunos octocorales

de ancho y cubierto en su mayoría por sedi-


mentos calcáreos, se presenta a unos 40 m
de profundidad y circunscribe casi toda la
periferia del atolón.
Entre la cresta espolonada del arrecife
periférico y una profundidad de 12-15 m, la
plataforma calcárea de la terraza pre-arreci-
fal es prácticamente desnuda, exceptuando
setos aislados de Acropora palmata, algunos
gorgonáceos (Pseudopterogorgia spp) y espon-
jas excavantes (complejo Cliona aprica - C.
langae - C. caribbaea) que forman amplias
manchas de tonalidad marrón oscuro sobre
el sustrato grisáceo (Fig. 19). A partir de los
15 m de profundidad, la diversidad y abun-

57
Figura 20

Mapa geomorfológico del atolón de Cayos Albuquerque


Figura 21

Mapa de unidades ecológicas del atolón de Cayos Albuquerque


North Cay, la mayor de ellas, sirve actual-
mente como puesto militar de la Armada de
Colombia y tiene un faro. Bordeando su
costa de sotavento existe una pradera de
fanerógamas marinas dominada amplia-
mente por Thalassia testudinum. South Cay
está separado del anterior por un canal
Figura 22 somero de unos 400 m de ancho y está den-
Ambiente característico de la zona
profunda (18-20 m de profundidad) samente vegetado por árboles de caucho.
de la terraza prearrecifal de
barlovento, con diversos corales En el flanco de barlovento de este cayo son
masivos y octocorales
conspicuas las franjas de arenisca de playa
(beach rock) que documentan la migración
del cayo hacia sotavento.
La cuenca lagunar de Albuquerque pre-
senta dos niveles batimétricos bien marca-
dos, uno a 9 m (localizado hacia la mitad
oriental) y otro a 15 m (en la mitad occi-
dental). Los contornos de estos dos niveles
son fácilmente distinguibles desde el aire
por el contraste de dos diferentes tonos de
azul (Fig. 25). Ambos niveles están separa-
dos por un arrecife de Montastraea spp en
forma de cinta que recorre erráticamente la
cuenca lagunar de norte a sur formando
meandros. Su longitud total es de unos 6
km, su ancho no sobrepasa los 30 m y se
eleva hasta unos 4-5 m por debajo de la
superficie del mar.
Cerca del 35% del fondo del nivel supe-
rior de la cuenca lagunar está ocupado por
Figura 23
Vista aérea (hacia el SW) del atolón
NE del arrecife a barlovento de la cresta; parches coralinos en forma de cinta, la
de Cayos Albuquerque; se observa en allí, algunos canales particularmente pro- mayoría de ellos de Montastraea spp, que se
primer plano el arrecife periférico de
barlovento fundos (4-6 m) disectan la cresta del arrecife fusionan frecuentemente entre sí y dan
dejando brechas de hasta 20 m de ancho, lugar a una intrincada red de arrecifes.
que permiten el paso de olas relativamente Solamente unos cuantos de ellos se elevan
grandes hacia la terraza lagunar. En este hasta la superficie, y entonces están corona-
sector, Millepora spp y Acropora palmata desa- dos por formaciones de Diploria strigosa, D.
rrollan localmente crestas secundarias dis- clivosa y Acropora palmata formando miniato-
continuas, dispuestas paralelamente a unos lones. En el nivel inferior de la laguna (15
100-200 m detrás de la principal. m de profundidad), la cobertura de arrecifes
La terraza lagunar es relativamente amplia es más baja (aprox. 5%), todos ellos poco
(500-1.000 m), casi plana y poco profunda elevados sobre el fondo y constituidos por
(1-3 m) (Fig. 24); está cubierta mayo-ritaria- Montastraea spp. El fondo está dominado
mente por arenas gruesas y cascajo coralino, por llanuras de arenas bioturbadas coloni-
pero localmente se encuentran grandes par- zadas por parches de algas psamofíticas
ches alargados en el sentido de la corriente, (géneros Penicillus, Rhipocephalus, Udotea).
compuestos por escombros recubiertos den- Hacia sotavento, el fondo de la laguna se
samente por algas (Halimeda spp, Padina spp, eleva paulatinamente hasta unos 5-6 m de
Dictyota spp, Turbinaria spp, Amphiroa spp) y profundidad y las arenas finas bioturbadas
colonias dispersas de corales en forma de dan paso a un fondo de cascajo con
costras (Porites astreoides, Siderastrea siderea). macroalgas pardas (Dictyota spp), dándose
Las dos islas existentes en el atolón son inicio a la zona de transición entre el mar-
acumulaciones de sedimentos arrastrados gen de la laguna y la terraza prearrecifal de
por tormentas sobre la terraza lagunar. sotavento.

60
Figura 24
Vista aérea de los Cayos Albuquerque
(South Cay a la izquierda y North Cay
a la derecha) sobre la terraza lagunar
del atolón

Figura 25
Vista aérea (hacia el SE) del atolón de Cayos de Albuquerque; nótese en primer
plano la amplia terraza prearrecifal de sotavento y en el centro la cuenca lagunar
con sus dos tonalidades de azul que evidencian los dos niveles batimétricos de la
laguna

Aunque dispersos y poco desarrollados,


los arrecifes periféricos de sotavento, casi
emergentes y dispuestos en un amplio
semicírculo, dejan entrever, mejor que en
los demás atolones del archipiélago, la con-
figuración anular original del atolón de trato calcáreo duro en forma de espolones Figura 26
Arrecife del tipo Acropora palmata-
Albuquerque. Estos arrecifes están consti- alargados de hasta 1,5 m de alto que están Diploria strigosa en la parte norte de
la terraza lagunar del atolón de Cayos
tuidos primordialmente por grandes setos colonizados por algas pardas (Stypopodium Albuquerque

de Acropora palmata y por cabezas aisladas sp y Dictyota sp), octocorales y algunos


de Diploria strigosa y Porites astreoides (Unidad corales masivos. Los corales pétreos son
Apalm-Dstri, Fig. 26). Algas coralináceas escasos hasta los 12-15 m de profundidad,
(Porolithon pachydermum) recubren amplias pero su abundancia y diversidad se incre-
porciones de las estructuras arrecifales vie- menta gradualmente a medida que el ángu-
jas y las zonas más elevadas de los arrecifes lo de inclinación de la plataforma aumenta.
más expuestos. Esponjas, gorgonáceos y antipatarios se
La terraza prearrecifal de sotavento se hacen también comunes y diversos en las
extiende por 1-1,6 km, descendiendo lenta- zonas profundas de la terraza.
mente hasta los 15 m de profundidad y
luego con mayor inclinación hasta casi 40
m, donde se inicia la caída subvertical del
cantil exterior. En las zonas superiores de
la terraza, el fondo está cubierto por sedi-
mentos gruesos. Localmente aflora el sus-

61
2 Cayos Courtown

Localización: 120 22’ - 120 28’ N, 810 25’ - 810 31’ W


Área total: 50,3 km2
Área emergida: 0,1 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 25,6 km2
Tipos: Atolón semianular con arrecife periférico a barlovento, arrecife de borde de
plataforma insular, arrecifes de franja y parches lagunares
Unidades mejor representadas: Cmix, Oct-Cmix, Mon, Sbiot
Población: No hay habitantes permanentes, excepto los infantes de marina del
puesto militar en Cayo Bolívar
Actividades humanas: pesca artesanal practicada por pescadores de San
Andrés, pesca deportiva, buceo deportivo, excursiones turísticas

E
ste pequeño atolón, conocido La mitad sur de la estructura del atolón
originalmente como Courtown está orientada en sentido SE-NW, mientras
Cays y actualmente como Cayo que la mitad norte lo está en dirección
Bolívar o Cayos del E.S.E, está NNW-SSE (Fig. 27). Ambas son direccio-
localizado a unos 25 km al SE de San nes tectónicas características de esta región
Andrés. Tiene forma de riñón, con una lon- del Caribe, por lo que estos rasgos pueden
gitud máxima (en dirección SE-NW ) de estar indicando la presencia de una impor-
11,7 km y un ancho de 5,1 km, hasta la isó- tante intersección de dos zonas de fractura
bata de 45 m (Fig. 28). con tendencias direccionales diferentes que
La primera descripción semi-detallada del subyacen el cono volcánico sumergido del
complejo arrecifal de Courtown Cays fue atolón. El arrecife periférico no circunscri-
publicada por Milliman (1969). Estudios be al atolón completamente. La laguna es
realizados más recientemente (Díaz et al., más bien abierta hacia el W y SW, ya que no
1996a,b, 1997; Díaz-Pulido y Díaz, 1997; está delimitada a sotavento por accidentes
Geister y Díaz, 1997 y Sánchez et al., 1998) topográficos conspicuos, excepto por seg-
han permitido conocer mejor y comple- mentos muy aislados del arrecife periférico.
Figura 27
mentar la información general preexistente Pese a que en este atolón existen actual-
Panorámica aérea (hacía el S) del sobre este atolón. En dichos trabajos se mente dos cayos vegetados (East Cay y
atolón de Cayos Courtown. Se observa
la rompiente del arrecife periférico, la basa la información presentada a continua- West Cay o Cayo Bol ívar propiamente
amplia terraza lagunar y el extremo
norte de la cuenca lagunar ción. dicho), un pequeño promontorio arenoso
emergido y otro formado por acumulación
de escombros coralinos, el tamaño, forma y
número de cayos ha variado considerable-
mente en las últimas décadas.
El margen externo del atolón se caracteri-
za por un pronunciado talud. Hacia barlo-
vento, éste se precipita con un ángulo de
inclinación de 40-50 o, mientras que hacia
sotavento lo hace en forma subvertical a
vertical. La plataforma en barlovento se
presenta inicialmente como una terraza
prearrecifal de hasta 1 km de ancho, que se
profundiza suavemente hasta los 20-25 m
(Fig. 29). Dicha terraza es un plano suave-
mente inclinado, cuyo sustrato calcáreo
hasta los 12-15 m de profundidad está recu-
bierto principalmente por algas costrosas,
esponjas recubrentes-excavantes y octocora-
les gorgonáceos ( Unidad Oct-Esp). Se

62
Figura 28

Mapa geomorfológico del atolón de Cayos Courtown


se interrumpe y da lugar a sistemas de
espolones y canales bien desarrollados (Fig.
33). Los lados de los espolones están colo-
nizados por cabezas y costras de Diploria
spp, Montastraea annularis y Porites astreoides.
P. porites, el hidrocoral Stylaster roseus y el
alga verde Halimeda opuntia son también
frecuentes en los flancos subverticales de
los espolones. Las crestas y bordes superio-
res de estos espolones están por lo general
formados por algas costrosas y coral de
fuego.
Figura 29 observan también setos aislados de Acropora Detrás de la cresta del arrecife periférico,
Perfil transversal (E-W) esquemático
del atolón de Cayos Courtown palmata y colonias costrosas de Diploria spp alcanzando un ancho de 200 a 500 m, se
mostrando la distribución de las
unidades geomorfológicas y y Porites astreoides (Fig. 32). A partir de los extiende la terraza lagunar, que no sobrepa-
ecológicas
15 m de profundidad, el paisaje está amplia- sa los 3 m de profundidad. En el margen
mente dominado por “jardines” de octoco- más interno de ella, la transición hacia la
rales gorgonáceos (Plexaura, Pseudopterogorgia cuenca de la laguna está marcada abrupta-
y otros géneros), incrementándose paulati- mente por una fuerte pendiente de arena,
namente la diversidad y cobertura de cora- cuya presencia se evidencia claramente por
les, esponjas y algas (Fig. 30). el brusco cambio de tonalidad en el agua
La terraza prearrecifal y los arrecifes de (Fig. 34). La terraza está cubierta en su
barlovento, están conspicuamente disecta- mayoría por escombros coralinos y arenas
dos por canales longitudinales en el sentido gruesas. El mayor de los cayos actualmente
del oleaje predominante (Fig. 31). El arreci- existentes en el atolón, East Cay, se encuen-
fe periférico está identado a barlovento en tra sobre la terraza lagunar. Varias bandas
dos sitios, en los que la cresta del arrecife de arenisca de playa (beach rock), dispues-
tas paralelamente a la costa de barlovento
Figura 30
Ambiente de este cayo, a escasos cm de profundidad,
característico de la
zona intermedia marcan la posición sucesiva de la playa y
(-15 m) de la terraza
prearrecifal de
evidencian la migración progresiva del cayo
barlovento, donde el
paisaje submarino
hacia sotavento. La única pradera de fane-
está dominado por
“jardines” de
r ó g a m a s m a r i n a s (c o mp u e st a p o r
octocorales Syringodium filiforme y Halodule wrighti ) se
halla localizada sobre la terraza lagunar en
las aguas someras y protegidas frente a la
costa de sotavento de este cayo.
La profundidad de la cuenca lagunar
varía entre 7 y 15 m, pero amplias zonas del
fondo se encuentran entre 9 y 10 m.
Aproximadamente el 30% del fondo de la
laguna está ocupado por arrecifes de par-
che; en la mitad norte, donde la profundi-
dad promedio del fondo de la laguna es de
10 m, una densa trama de arrecifes anasto-
mosados y de cinta, compuestos en su
mayoría por Montastraea spp, ocupa cerca
Figura 31 del 50% del fondo. La mayoría de estos
Sistema de espolones
y surcos del arrecife arrecifes son de poco relieve y no se elevan
periférico de
barlovento en el
más de 4 ó 5 m sobre el fondo, aunque
atolón de Cayos
Courtown. Los
algunos son casi emergentes y están coro-
espolones están
formados
nados en su cresta por colonias de Acropora
predominantemente cervicornis y A. palmata. Pese a que la mayor
por algas costrosas y
coral de fuego parte del fondo lagunar de las zonas central

64
Figura 32

Mapa de unidades ecológicas del atolón de Cayos Courtown


y sur está cubierto por sedimentos, núcleos
solitarios y grandes cabezas coralinas son
comunes; en algunos sectores de la zona
central, concentraciones de cabezas semies-
féricas de Montastraea spp y setos aislados
de A. cervicornis (actualmente muertos en
gran proporción) forman tapetes coralinos
difusos y poco cohesivos.
Algunos segmentos de arrecife periférico,
aislados y poco desarrollados, así como un
cayo (Cayo Bolívar o West Cay), un pro-
montorio arenoso y otro rocoso emergidos
Figura 33
Vista aérea oblícua del sector norte de la terraza lagunar del atolón de Cayos Courtown; el fondo de la terraza está cubierto por delinean la transición de la cuenca de la
sedimentos y escombros coralinos depositados especialmente durante las tormentas y huracanes; los fragmentos coralinos tienden a
depositarse formando bandas paralelas en el sentido de la corriente y suelen estar cubiertos por diversas algas, que les confieren la laguna hacia el margen de sotavento al NW
característica coloración parda que contrasta con la tonalidad clara de los sedimentos más finos
y SW de la plataforma del atolón. Estos
arrecifes están formados en sus partes
someras por algas coralináceas costrosas
Figura 34
Panorámica aérea (Porolithon pachydermum, Titanoderma bermuden-
(hacía el NW) del
atolón de Cayos
se), constituyéndose en pequeñas crestas
Courtown; se observa
en primer plano el
algales (Fig. 35). La turbulencia del agua,
arrecife periférico con
su porción discontínua
las corrientes cambiantes y un intrincado
surcada por
espolones
sistema de cavernas y laberintos crean en
transversales y East estos arrecifes un ambiente muy atractivo y
Cay sobre la terraza
lagunar; al fondo se a la vez extraño.
destaca Cayo Bolívar
como porción El margen de sotavento no presenta una
emergida de los
arrecifes de sotavento terraza prearrecifal bien definida. Esta es
extremadamente estrecha y pronunciada, y
se interrumpe súbitamente con un fuerte
talud arenoso (en el ángulo de caída natural
de reposo de los sedimentos) o por un
aca nt i l a do ver t ica l o ex t raplom a do.
Contrafuertes en forma de domo, formados
por Montastraea franksi, M. cavernosa y otras
especies, se elevan varios metros en algu-
nos sectores a lo largo del margen de sota-
vento del atolón.
Con excepción de algunas colonias en
forma de plato y de tejado de corales agarí-
cidos, como Agaricia undata, las paredes ver-
ticales del cantil están por lo general des-
provistas de coral, y los únicos organismos
Figura 35
sésiles conspicuos son grandes esponjas
Vista aérea de uno de los arrecifes someros de sotavento; se trata de una serie discontínua de estructuras formadas en gran parte por tubulares (Agelas conifera, Aplysina spp) y
algas costrosas que se asimilan a crestas algales en las que se encuentran sistemas complejos de cavernas submarinas
ramificadas (Iotrochota birotulata), octocora-
les, antipatarios y racimos colgantes de
Halimeda sp (Fig. 36). Un escalón casi hori-
zontal, entre 30 y 40 m de profundidad,
Figura 36 cubierto predominantemente por arena, cir-
Paisaje característico
del borde exterior de cunscribe prácticamente todo el atolón,
la terraza prearrecifal
de sotavento en
interrumpiendo brevemente la fuerte pen-
Courtown Cays;
predominan diversos
diente del talud exterior. Por debajo de este
octocorales y
esponjas (en este
escalón, la pendiente se hace muy pronun-
caso, de color ciada, casi vertical, hasta los 400 m de pro-
amarillo, Aplysina
fistularis) fundidad.

66
3 Complejo arrecifal de San Andrés

Localización: 120 28’ - 120 37’ N, 810 39’ - 810 45’ W


Área total: 97,5 km2
Área emergida: 26,6 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 44,7 km2
Tipos: Complejo arrecifal oceánico con barrera, arrecife de borde de plataforma insular,
arrecifes de franja y parches lagunares
Unidades mejor representadas: Algpe-Mcom-Z, Cmix, Oct-Cmix
Población: 60.000 habitantes permanentes más una población flotante de unos 5.000
turistas y comerciantes. La población se concentra especialmente en el norte y oriente de la
isla (Town, San Luís). Es una de las islas con mayor densidad poblacional en todo el Caribe
Actividades humanas: Comercio (puerto libre marítimo y aéreo), turismo masivo
(deportes naúticos, buceo deportivo), pesca artesanal, cultivo de coco

D
e forma alargada en sentido atolón, y está bordeada en las partes bajas
N-S, con una longitud de 12 de la isla por una amplia terraza coralina
km, una anchura máxima de pleistocénica. Durante el Pleistoceno, una
4 y un área de 26,6 km 2 , San serie de oscilaciones del nivel del mar pro-
Andrés es la isla mayor y el centro admi- dujeron sig n if icat ivas mod if icaciones
nistrativo y comercial del archipiélago. El geomor-fológicas, que se manifiestan en el
complejo arrecifal que la rodea, dispuesto truncamiento de las terrazas de abrasión y
en sent ido N NE , t iene u na long it ud de los cantiles a diferentes niveles.
aproximada de 19 km y una anchura máxi- En el lado expuesto a los vientos, al olea-
ma de 10 km (Fig. 38). je y a las corrientes predominantes, se ha
Los trabajos de Milliman y Supko (1968), desarrollado un cinturón de arrecifes que Figura 37
Secuencia que ilustra las etapas más
Geister (1973, 1975), Kokurko (1977), Díaz conforman una barrera, sobre la cual el representativas de la evolución
geológica del complejo arrecifal de
et al. (1995, 1996a), Geister y Díaz (1997) y oleaje oceánico descarga buena parte de su San Andrés desde la formación del
atolón en el Terciario (según Geister,
Zea et al. (1998), entre otros, describen y energía. La barrera separa dos ambientes 1975)

compilan gran parte de la información


existente sobre el complejo arrecifal de la
Isla de San Andrés, el más estudiado de
los que conforman el archipiélago y uno
de los mejor conocidos desde el punto de
vista del origen y desarrollo de las estruc-
turas arrecifales en todo el Caribe. La
información que a continuación se presen-
ta se basa casi exclusivamente en los traba-
jos mencionados.
San Andrés tuvo su origen a partir de un
cono volcánico hundido, cuyo basamento
se encuentra actualmente a más de 1.000 m
de profundidad, que fue recubierto por
ca l i zas ar recifa les for madas desde el
Oligoceno-Mioceno, configurando así un
atolón. Durante el Plioceno y parte del
Pleistoceno, el atolón sufrió un bascula-
mien-to progresivo hacia su margen orien-
tal (Fig. 37), quedando emergida una consi-
derable porción de las estructuras calcáreas
miocénicas de la parte occidental. La parte
central de la isla actual (La Loma) es preci-
samente una formación calcárea con depó-
sitos sedimentarios de la antigua laguna del

67
Figura38

Mapa geomorfológico del complejo arrecifal de San Andrés


contrastantes: uno abierto, expuesto, y otro
protegido, interno. Mientras que en el N,
NE y mitad norte del flanco E del comple-
jo la barrera es casi continua y está separa-
da de la isla por una amplia cuenca lagu-
nar, en la mitad sur del flanco oriental el
arrecife está separado de la costa apenas
por unas cuantas decenas de metros, a
manera de un arrecife franjeante.
La barrera se eleva rápidamente desde
unos 4 m en la terraza prearrecifal hasta
casi la superficie. La zona de la cresta en
algunos sectores es bien consolidada, pero
en otros está disectada por series de surcos
y espolones perpendiculares a la dirección
del oleaje. Los espolones están formados
por el crecimiento combinado de algas
coralináceas costrosas y de corales (parti-
cularmente Millepora complanata), aunque en
las partes más expuestas pueden estar recu- nes más bajos y angostos, disminuyendo Figura 39
La zona de cresta del arrecife de
biertos mayoritariamente por el zoantídeo rápidamente la cobertura coralina en la barrera de San Andrés, constituida
predominantemente por coral de fuego
Palythoa sp (Unidad Algpe-Mcom-Z). La transición hacia la terraza prearrecifal. En (Millepora complanata), algas
costrosas y zoantídeos
composición relativa de los elementos bió- su parte proximal, en la zona frontal de la
ticos que componen la cresta de la barrera barrera coralina, a partir de 4-5 m de pro-
varía de acuerdo al grado de exposición al fundidad, la terraza es un plano casi desnu-
oleaje. Así, en el sector más noroccidental, do, de inclinación suave, intercalado con
donde la barrera cambia de dirección hacia grandes espolones aislados de Acropora pal-
el SW y se interrumpe, apareciendo en su mata. La cobertura coralina es baja hasta
lugar una serie de arrecifes aislados (Bar, los 8 m de profundidad, consistente en cos-
Table Rocks, Top Blowing Rocks), la parte tras de Diploria strigosa y Millepora sp y setos
superior de estos arrecifes está casi comple- de A. palmata. Amplias costras marrón
tamente cubierta por algas coralináceas oscuro sobre la superficie calcárea grisácea
costrosas formando crestas algales, mien- denotan la presencia de esponjas excavan-
tras que en la zona de cresta de la barrera tes del complejo Cliona (Cliona aprica - C.
en sus sectores N, E y SE, donde la fuerza langae - C. caribbaea). A partir de 7-8 m de
del oleaje es aparentemente menor, predo- profundidad, el plano suavemente inclina-
minan el coral de fuego y el zoantídeo do de la terraza presenta un relieve homo-
Palythoa sp (Fig. 40). La cresta de la barrera géneo caracterizado por crestas bajas alter-
franjeante en la mitad SE de la isla (Sound nadas con surcos angostos orientados en
Bay, Smith Channel, Elsie Bar) carece de sentido perpendicular al oleaje. La cober-
surcos y espolones desarrollados, y muestra tura y diversidad de corales se mantiene
un relieve más homogéneo. En la parte tra- baja, pero la densidad de octocorales gor-
sera de la cresta de la barrera se encuentran gonáceos es relativamente alta ( Unidad
las partes terminales de los espolones y de Oct-Cmix). A partir de los 15 m de profun-
los canales de admisión. El coral dominan- didad, y hasta el comienzo del cantil del
te sigue siendo Millepora complanata (Fig. talud externo de la plataforma, a 30-35 m,
39), pero los espolones están frecuente- la diversidad y cobertura de coral, esponjas
mente rematados hacía atrás por grandes y octocorales se incrementa paulatinamente
setos de Acropora palmata, entre los que se (Unidad Cmix).
intercalan frecuentemente grandes colonias La plataforma insular es muy angosta en
de Diploria strigosa. la mitad sur del costado de barlovento de
El declive de la cresta de la barrera hacia la isla. El talud externo se precipita abrup-
la zona de barlovento es suave, los surcos tamente en forma vertical a partir de los
se hacen cada vez más anchos y los espolo- 9-15 m de profundidad, hasta un escalón

69
Figura 40

Mapa de unidades ecológicas del complejo arrecifal de San Andrés


horizontal a 45-50 m y luego cae nueva- Porites porites, A. cervicor-
mente a más de 500 m (Fig. 41). Las pare- nis (actualmente colapsa-
des calcáreas verticales del talud, como d a s) y D i pl o r i a s p p.
ocurre en el Bocatora Hole (Blue Hole), Detrás de la cresta hay
son prácticamente desnudas. Apenas unos un plano arrecifal muy
pocos octocorales antipatarios y esponjas some r o c on c ab e z a s
tubulares se observan adheridos a la pared. grandes de D. str igosa,
Grandes colonias en forma de tejado de colonias de P. porites y P.
Agaricia spp y Montastraea cavernosa bordean astreoides, y costras de
el escalón del talud externo a más de 50 m a l g as ca lcá reas. Este
de profundidad. plano se diluye paulati-
A sotavento de la cresta de la barrera se namente hacia el sur en
extiende la terraza lagunar. Se trata de una una pradera de faneró-
amplia llanura de sedimentos cuya profun- gamas (Thalassia,
didad no sobrepasa los 2 m. Los sedimen- Si r y n g o d i u m), q u e s e
tos que cubren el fondo son inicialmente ext iende casi hasta la
escombros y cascajo coralino, mientras que playa y alcanza una pro-
más hacia sotavento predominan las arenas fundidad de 3 m, for-
blancas gruesas a finas. Las pequeñas islas m a ndo a s í u n c a n a l
Johnny Cay y Heines Cay, así como una entre la costa y la barre-
duna arenosa activa conocida como El ra de Little Reef.
Acuario son porciones emergidas sobre la La cuenca lagunar del
terraza lagunar. costado oriental es más
Entre la terraza lagunar y la costa de la profunda, hasta 12 m, y
isla se extiende una amplia laguna, la cual buena parte de sus fondos, especialmente Figura 41
Cantil vertical de la plataforma insular
se subdivide en dos cuencas más o menos bordeando la costa, están vegetados por en el costado SE (sector de Bocatora o
Blue Hole) del complejo arrecifal de
bien definidas. Entre Big Reef y la parte fanerógamas y algas. La baja dinámica del San Andrés

norte de la isla, la laguna es relativamente oleaje ha permitido el desarrollo de arreci-


abierta hacia el W, el fondo es predomi- fes franjeantes y de parche con una estruc-
nantemente arenoso, con profundidades tura muy sui generis dentro de los complejos
hasta de 9 m. La dinámica del oleaje y la arrecifales del archipiélago. Bordeando el Figura 42
Panorámica aérea (hacía el sur) de la
intensidad de las corrientes en esta parte litoral del extremo NE de la isla y el islote cuenca lagunar de San Andrés; en
primer plano se observa el fondo de la
de la laguna son considerables. En la cuen- de Cotton Cay (Fig. 43), así como en las laguna con praderas de fanerógamas
y los arrecifes de Little Reef,
ca lagunar del norte, varios de los arrecifes elevaciones aisladas de Dry Shoal y Long antepuestos a la costa

de parche se elevan casi hasta la superficie


y corresponden a la unidad Apalm-Dstri,
mientras que los más profundos, menos
cohesivos, están dominados por la unidad
Mon.
Frente a las playas del norte de la isla, a
unos 100-200 m de éstas y en sentido para-
lelo, se extiende una barrera de arrecifes de
unos 1.300 m de longitud, que se conoce
localmente como Little Reef, sobre la cual
el oleaje generado por el viento dentro de
la laguna descarga su energía. Esta barrera
secundaria no es continua en toda su longi-
tud, sino que se desarrolla en cuatro seg-
mentos separados entre sí por brechas pro-
fundas que permiten el paso de embarca-
ciones menores (Fig. 42). Está conformada
por setos de Acropora palmata y en algunos
lugares por Millepora complanata. En la ver-
tiente norte se desarrollan colonias de

71
vieron ampliamente representados en los
ambientes lagunares de San Andrés hasta
hace dos décadas, pero actualmente se
e n c u e n t r a n mu e r t o s y c o l a p s a d o s .
Exceptuando algunas colonias pequeñas y
dispersas en los arrecifes de parche en la
cuenca lagunar del norte del complejo, A.
cervicornis es actualmente una especie rara
en los arrecifes de San Andrés (Fig. 44).
A todo lo largo del lado occidental de la
isla (sotavento), la plataforma está dividida
en tres terrazas disectadas, dos de ellas
sumergidas y otra elevada 2-3 m sobre el
nivel del mar (Fig. 13). Entre cada una de
ellas hay un escalón o acantilado de 4-6 m
que presenta una muesca o excavación
intermareal en su base. La terraza sumergi-
da superior tiene una anchura variable y se
caracteriza por presentar el pavimento cal-
cáreo desnudo o recubierto de algas fila-
Figura 43
Vista aérea de la cuenca lagunar
Shoal, en la zona central de la laguna, exis- mentosas, con alg unos octocorales de
oriental de San Andrés. Se observa el ten arrecifes someros (0,5-2 m) de escaso pequeña talla, esponjas y costras de corales
pequeño cayo de Cotton Cay rodeado
por un arrecife (de color pardo) relieve, conformados casi exclusivamente escleractíneos aisladas (Unidad Oct-Esp).
formado por Porites porites y praderas
de fanerógamas (tonalidad verde); la por Porites porites (forma furcata), de color La terraza sumergida inferior se inicia a
tonalidad clara de los fondos someros
(-2 m) de la terraza lagunar (parte amarillo limón. Estos bajos se diluyen unos 8-9 m, luego de un abrupto escalón
superior izquierda) contrastan con los
del fondo de la laguna (-12 m) hacia los bordes en praderas de faneróga- vertical de 3-6 m. Una llanura arenosa es el
mas y algas. ambiente predominante en la zona superior
En la zona profunda de la laguna ubicada de esta terraza, y a partir de los 12 m de
al E de la isla, que constituye a su vez el profundidad se desarrolla un denso tapete
canal de acceso de embarcaciones al puerto coralino con alta diversidad de especies de
de San Andrés, se desarrollan algunos par- corales, esponjas, octocorales y algas.
ches pequeños de Montastraea spp, que se Particularmente conspicuas son las colonias
levantan escasamente del fondo arenoso columnares de Dendrog yra cylindricus y las
Figura 44 circundante. grandes cabezas de Diploria labyrinthiformis,
Escombros de Acropora cervicornis en
la laguna de San Andrés que Arrecifes conformados casi exclusiva- Colpophyllia natans y Montastraea spp (Unidad
evidencian la mortandad extensiva de
esta especie en años recientes mente por setos de Acropora cervicornis estu- Cmix). Las formaciones coralinas de esta
zona albergan en conjunto la fauna de cora-
les y esponjas más diversa del complejo
arrecifal, con cerca de 30 y 22 especies res-
pectivamente. Sin embargo, el desarrollo
coralino no alcanza a modificar mayormen-
te la tendencia homogénea del relieve de la
terraza. La terraza termina súbitamente a
20-22 m de profundidad con un escarpe
subvertical que desciende hasta un estrecho
escalón o truncamiento a 35-40 m cubierto
por sedimentos. A continuación, el talud se
precipita en forma casi vertical hasta pro-
fundidades de más de 500 m.

72
4 Complejo arrecifal de Providencia

Localización: 130 17’ - 130 31’ N, 810 18’ - 810 22’ W


Área total: 285,2 km2
Área emergida: 21,8 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 124,9 km2
Tipos: Complejo arrecifal oceánico con barrera, pináculos, arrecife de borde de
plataforma insular, arrecifes de franja y parches lagunares
Unidades mejor representadas: Algpe-Mcom-Z, Apalm-Dstri, Mon, Oct-Cmix
Población: 4.500 habitantes distribuidos a lo largo de la carretera circunvalar,
con alguna concentración en los poblados de Santa Isabel, San Felipe y Santa
Catalina
Actividades humanas: Turismo de baja densidad, ganadería extensiva, pesca
artesanal, cultivos de pan-coger

L
a Isla de Providencia y su vecina nos y sobre el cual se yergue un faro, los islo-
Santa Catalina están rodeadas por tes que existen sobre la plataforma de
un extenso complejo arrecifal Providencia son todos de origen volcánico.
holocénico asentado sobre una La barrera arrecifal, con 32 km de longi-
plataforma calcárea submarina que corres- tud, es la segunda en extensión en el hemis-
ponde a un antiguo atolón de edad miocéni- ferio occidental después de la de Belice. La
ca. Los arrecifes y otros ambientes marinos barrera no circunscribe el complejo en su Figura 45
que hacen parte de este complejo arrecifal totalidad, sino que se extiende a lo largo del Imagen de satélite (Landsat) del
complejo arrecifal de Providencia; se
han sido objeto de varios estudios, entre los flanco de barlovento (SE, E, NE y N del observan los fondos de la terraza
prearrecifal, el arrecife de barrera de
que se destacan los de Prahl (1983a), Geister complejo). Morfológicamente, la barrera barlovento, la abundancia de arrecifes
de parche en la laguna y las praderas
(1983, 1992), Márquez (1987), Elhuyar puede dividirse en dos porciones característi- de fanerógamas en torno a la isla

(1988), Díaz et al. (1996a), Geister y Díaz cas: segmentos continuos


(1997) y Sánchez et al. (1998). La información y segmentos discontinuos
que aquí se presenta es una síntesis de esos (Fig. 48).
trabajos. Los segmentos conti-
El complejo tiene una forma alargada en nuos del arrecife son
sentido NNE-SSW, de unos 33 km de largo crestas coherentes que se
por 12 km de ancho, hasta la isóbata de 30m levantan desde el margen
(Figs. 45, 46 y 47). La diversidad geomorfo- superior de la terraza
lógica del complejo, sumada a la combina- prearrecifal hasta casi la
ción de la influencias oceánica con los apor- superficie. Hacia sotaven-
tes terrígenos de la isla, posibilitan la presen- to de la barrera, la cresta
cia de una alta variedad de ambientes subma- se desintegra en bajos
rinos y litorales. coralinos irregulares que
Erupciones volcánicas posteriores a la for- dan lugar a una amplia
mación del atolón, que tuvieron lugar en el terraza lagunar somera
Mioceno en la parte sur de la estructura del cubierta por sedimentos.
atolón, dieron origen a las dos islas y a los Un sistema de espolones
islotes vecinos. El desarrollo de arrecifes en y surcos se desarrolla en
el Pleistoceno, durante niveles del mar más algunas zonas a barloven-
altos que el actual, se evidencia únicamente to de la barrera. La uni-
en un arrecife franjeante del Sangamoniano dad característica de la
en el extremo sur de la isla. Sin embargo, zona superior de la cresta
grandes depósitos pleistocénicos forman es Algpe-Mcom-Z. Hacia
probablemente el basamento del complejo afuera, en aguas más pro-
arrecifal reciente. fundas, al igual que a
Con excepción de Low Cay, en el extremo sotavento, se presentan
NW de la barrera arrecifal, que es el resulta- aisladamente exuberantes
do de la acumulación de escombros corali- setos de Acropora palmata

73
Figura 46

Mapa geomorfológico del complejo arrecifal de Providencia


acompañados por grandes colonias semiesfé- Frente a la barrera, a partir de unos 6-8 m Figura 47
Modelo tridimensional (DTM) del
ricas de Diploria strigosa (Fig. 49). de profundidad, la terraza prearrecifal con- complejo arrecifal de Providencia con
perspectiva desde el costado NW,
En ciertas partes a lo largo de la barrera, siste en una plataforma rocosa suavemente exageración vertical 3X

pero particularmente en su porción central, inclinada que se extiende 1-3 km hacia mar
desde la zona donde se localiza el pequeño afuera y termina subitamente cuando alcanza
cayo basáltico Crab Cay hacia el norte y por una profundidad que oscila entre 25 y 40 m.
una distancia de unos 7 km, no existe una En su porción más somera, hasta los 10 m de
barrera arrecifal contínua, sino que ésta se profundidad, el fondo es irregular. Setos de
fragmenta en una miríada de pequeños arreci- Acropora palmata se observan comunmente en
fes que forman un intrincado laberinto que las depresiones, mientras que algunos con-
alcanza una anchura de hasta 1 km. En ausen- trafuertes y montículos aislados, que se ele-
cia de una barrera contínua, se presenta una van hasta casi la superficie, están coronados
transición gradual de la terraza prearrecifal en la parte superior por Millepora complanata.
hacia la terraza lagunar. La zona de transición Desde los 5-6 m hasta los 12-15 m de pro- Figura 48
Panorámica aérea (hacía el sur) del
está caracterizada por la presencia de innume- fundidad, la terraza prearrecifal presenta un sector SE del complejo arrecifal de
Providencia; de izquierda a derecha:
rables pináculos coralinos irregulares, que se fondo casi liso, desprovisto de sedimentos, porción discontínua del arrecife de
barrera (zona de pináculos), la amplia
elevan verticalmente 4-8 m hasta casi la con alguna cobertura de corales costrosos terraza lagunar con antiguos arrecifes
de cinta (hoy recubiertos por algas), la
superficie, formando un paisaje muy particu- (Diploria spp) y gorgonáceos (Unidad Oct- estrecha cuenca lagunar y la isla

lar. Los pináculos situados en la zona de bar-


lovento se distinguen de los de la zona poste-
rior o de sotavento de la franja de arrecife dis-
contínuo, en que los primeros muestran un
crecimiento coralino más profuso (Millepora
complanata), están cubiertos en sus cimas y
tienden a ser más altos, mientras que los
segundos son generalmente más bajos. Setos
de Acropora palmata se observan ocasionalmen-
te en torno a los pináculos, al igual que colo-
nias dispersas de Diploria strigosa y Montastraea
franksi y algunos octocorales. El fondo alrede-
dor de los pináculos, a 4-8 m de profundidad,
está cubierto por arena blanca que forma
características ondas paralelas (ripple marks),
indicadoras del efecto del fuerte oleaje.

75
Figura 49

Mapa de unidades ecológicas del complejo arrecifal de Providencia


Cmix). En las zonas más profundas, la
cobertura de corales, octocorales, esponjas y
algas se incrementa paulatinamente, a la vez
que aumenta la proporción de superficies
cubiertas por sedimentos (Fig. 50).
A sotavento de la barrera, la terraza lagu-
nar tiene un ancho variable, que oscila entre
0,4 y 1,2 km, con profundidades entre 1 y 6
m. Esta llanura arenosa termina hacia sota-
vento en un pronunciado cantil arenoso que
se precipita hacia el fondo de la laguna a 10
m o más de profundidad, el cual está cubier-
to en su mayoría por arenas blancas y local-
mente por escombros coralinos. Praderas de
fanerógamas marinas (Thalassia testudinum y
Syringodium filiforme) se desarrollan solamente como Lawrence Reef y Pearstick Bar, aun- Figura 50
Ambiente característico de la zona
en algunos lugares aledaños a la costa. que de dimensiones considerables, son difu- profunda de la terraza prearrecifal de

Innumerables arrecifes de parche de diferen- sos. Las zonas más someras están coronadas
sotavento

tes dimensiones salpican el fondo de la lagu- por setos grandes de Acropora palmata, con
na y de la terraza lagunar, pero sólo algunos algunos setos dispersos de A. cervicornis
de ellos se elevan casi hasta la superficie (actualmente muertos en su mayoría) y colo-
(coronados por Acropora palmata). En el nias de Porites astreoides y P. porites f. furcata
extremo NE de la cuenca lagunar, detrás del (Fig. 53).
área de la barrera conocida como el Elbow, Uno de los rasgos morfológicos más sobre-
se encuentra una densa red de arrecifes salientes de la plataforma occidental es
anastomosados profundos (8-12 m), del tipo Channel Mouth, un valle submarino profun-
Montastraea spp. damente excavado orientado en sentido
Varios montículos arrecifales de forma NW-SE, que coincide con el canal de acceso
irregular se levantan 4-5 m desde el fondo de de los barcos hacia Catalina Harbour. El
la laguna al SE de Providencia (Fig. 51). La margen de sotavento de la plataforma insular
zona basal de estos montículos está domina- está marcado por una fuerte pendiente, que
da ampliamente por Montastraea faveolata, se inicia a partir de 12-28 m de profundidad. Figura 51
pero en las zonas superiores Porites porites y En el sector conocido como Blue Hole, al Vista aérea de la terraza lagunar y la
laguna en el sector SE de Providencia;
Dendrog yra cylindricus son las formas más norte de Channel Mouth, la pared vertical al fondo la playa de Manzanillo y

conspícuas. presenta localmente una exuberante cobertu-


hacia la parte central montículos
arrecifales
Arrecifes franjeantes, conformados por
Montastraea annularis, Siderastrea sp, Porites pori-
tes y Diploria labyrinthiformis se desarrollan
localmente en algunas áreas de la costa
oriental de Providencia ( p.ej. frente a
Maracaibo Hill, Fig. 52) y bordeando el lito-
ral rocoso del SW de Santa Catalina, en el
sector aledaño a Morgan’s Head. Este último
se encuentra sin embargo prácticamente
muerto y cubierto por algas en la actualidad
(Halimeda sp, Lobophora variegata).
En el lado occidental del complejo, la pla-
taforma se caracteriza por planos rocosos y
arenosos cuya profundidad varía entre 2 y
20 m. Allí, el desarrollo coralino es más
bien modesto, aunque existen algunos par-
ches con colonias dispersas de corales
pétreos y profuso crecimiento de octocora-
les. Los arrecifes someros en este sector,

77
Figura 52
Panorámica aérea (hacía el sur) de la
ra de coral (Fig. 54), en la que predominan
Isla Providencia y de la laguna Montastraea franksi, M. cavernosa y Agaricia spp.
arrecifal. Nótese los arrecifes
franjeantes en la parte central de la La fuerte pendiente del cantil se interrumpe
fotografía
brevemente a 40-48 m de profundidad por
un escalón de sedimentos. A 50 m de pro-
fundidad aún se observan grandes colonias
Figura 53
de coral, especialmente Agaricia undata y
Setos de Acropora cervicornis Montastraea cavernosa, esponjas y abundantes
creciendo sobre el fondo arenoso de la
laguna arrecifal octocorales antipatarios.

Figura 54
Cantil subvertical en el margen occidental del complejo arrecifal de Providencia (sector
de Broken Ground)

78
5 Banco Roncador

Localización: 130 48’ - 130 58’ N, 800 02’ - 800 06’ W


Área total: 50,1 km2
Área emergida: 0,1 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 29,8 km2
Tipos: Atolón con arrecife periférico continuo a barlovento, arrecife de borde de
plataforma insular y arrecifes de parche lagunares
Unidades mejor representadas: Mon, Oct-Cmix, Cmix, Algpe-Mcom-Z,
Algesc
Población: No hay habitantes permanentes, excepto los infantes de marina del
puesto militar en Cayo Roncador
Actividades humanas: pesca semiindustrial (caracol, langosta) y pesca
artesanal practicada esporádicamente por pescadores de Providencia y San Andrés

E
l Banco Roncador, localizado a
u n o s 14 0 k m a l e s t e d e
Providencia, es un atolón alar-
gado, en forma de aguacate y
cuyo arrecife periférico describe la figura
de un anzuelo (Figs. 55 y 56). El atolón
mide unos 13 km en sentido NW-SE y 6,5
km en su porción más ancha, hasta la isó-
bata de 40 m. En el extremo norte del arre-
cife periférico, resultado de la acumulación
de escombros coralinos y sedimentos, se
encuentra el único cayo de dimensiones
considerables (Cayo Roncador), con escasa
vegetación, en el cual se erige un faro y hay
presencia militar (Fig. 57). Por ser un lugar
de anidamiento de varias especies de aves
marinas, en este cayo hubo explotación de
guano hasta comienzos del presente siglo
(Chiriví, 1988).
Aparte de una descripción muy general
del Banco Roncador realizada por Ortega
(1943), el primer trabajo que trató con
cierto detalle las características de los arre-
cifes de este banco fue el de Milliman
(1969), en el cual se basaron otras descrip-
ciones posteriores (p.ej. Prahl y Erhardt, vento, éste se extiende sin interrupción Figura 55
Imagen satelital (SPOT 1) del Banco
1985; Wells, 1988). Más recientemente, alguna en toda su longitud, unos 11 km, y Roncador. Se nota claramente la zona
de rompiente del arrecife periférico de
Díaz et al. (1996a,b), Díaz-Pulido y Díaz tramos considerables de su cresta emergen barlovento, la terraza lagunar en color
azul claro, la laguna en color azul
(1997) y Geister y Díaz (1997), han publica- sobre el nivel de la marea baja. En la mitad oscuro y el Cayo Roncador en el
extremo superior izquierdo; la escasa
do información más detallada que incluye norte del arrecife se observan grandes blo- vegetación en el cayo se representa por
el color rojo
aspectos geomorfológicos, ecológicos y flo- ques de roca arrojados sobre la cresta y
rísticos. La descripción que aquí se presen- detrás de ésta por el fuerte oleaje generado
ta se basa en dichos trabajos y está comple- durante tormentas. La difracción y refrac-
mentada con datos no publicados de la ción del oleaje oceánico en el extremo NW
expedición realizada por una parte de los del arrecife ha propiciado la acumulación
autores en 1995. de escombros coralinos y arenas en la parte
El arrecife periférico de Roncador es qui- posterior de la cresta, dando origen al Cayo
zás el mejor desarrollado de todo el archi- Roncador. Las fotografías aéreas del área
piélago (Fig. 58). En su trayecto de barlo- dejan entrever localmente el desarrollo de

79
Figura 56

Mapa geomorfológico del Banco Roncador


contrafuertes y de un sistema de espolones
y surcos a barlovento de la cresta. En su
extremo sur, el arrecife periférico se desin-
tegra súbitamente.
Una terraza prearrecifal bordea todo el
flanco de barlovento del atolón. Las carac-
terísticas geomorfológicas y bióticas son
similares a las de los demás atolones y
complejos arrecifales del archipiélago. Una
particularidad con respecto a las terrazas
prearrecifales de las otras áreas coralinas
del archipiélago consiste en que en las
zonas superiores, entre 5 y 12 m de profun-
didad, donde el fondo calcáreo de la plata-
forma es prácticamente liso, con costras
dispersas de Millepora sp, Acropora palmata,
Diploria spp y esponjas excavantes, los aba-
nicos de mar (Gorgonia ventalina) son un ele-
mento característico del paisaje (Fig. 59).
La mortalidad masiva de esta especie, ocu- Figura 57
Vista aérea del Cayo Roncador y del extremo noroccidental del arrecife de barlovento
rrida en años anteriores en diferentes luga-
res del sur del Caribe (Garzón-Ferreira y
Zea, 1992), incluyendo los atolones y com-
plejos arrecifales del sur del archipiélago,
no parece haber tenido mayores conse-
cuencias en las poblaciones de Roncador,
como tampoco del Banco Serrana.
La zona de sotavento de la cresta y la
terraza lagunar son extremadamente some-
ras, de apenas unos centímetros de profun-
didad hasta algo menos de 2 m. La post-
cresta se caracteriza por un plano somero,
a veces emergente, con escombros corali-
nos, costras de Diploria spp y Porites astreoi-
des y rodolitos de algas calcáreas dispuestos
por lo general en bandas orientadas en el
sentido de la corriente (Fig. 60). En las
zonas algo más profundas (1-2 m), el fondo
de cascajo está densamente vegetado con
macroalgas carnosas y frondosas (Padina
spp, Dictyota spp, Penicillus spp, Rhipocephalus Figura 58
Panorámica aérea del la zona de rompiente del arrecife contínuo de barlovento y de la terraza lagunar del Banco Roncador
spp, Halimeda spp). Sobre la terraza lagunar
existen actualmente dos minúsculos cayos
de arena sin vegetación, uno a unos 6 km
al SE del Cayo Roncador y el otro muy
cerca del extremo sur del arrecife periférico
(Fig. 61). Hacia sotavento, el fondo de la
terraza lagunar se hace más arenoso. La Figura 59
Paisaje característico
súbita transición entre la terraza y la cuen- del fondo en la zona

ca lagunar está marcada por un talud de media (12-25 m de


profundidad) de la
arena muy pendiente. terraza prearrecifal de
barlovento; además
El margen de barlovento de la cuenca de varios corales
masivos, predominan
lagunar de Roncador está muy bien defini- diversas formas de
octocorales
do; en contraste, hacia sotavento la laguna gorgonáceos

81
Figura 60

Mapa de unidades ecológicas del Banco Roncador


es completamente abierta. Solamente una grafía menos pronunciada que en la mitad Figura 61
Panorámica aérea (hacía el W) de la
pequeña parte del área lagunar, su porción sur. Los primeros son en su mayoría mon- parte noroccidental del Banco
Roncador. Se observa la rompiente en
más al sur, está relativamente confinada tículos arrecifales dominados ampliamente la bien desarrollada cresta del arrecife
de barlovento, la terraza lagunar con
entre la muy somera terraza lagunar y algu- por Montastraea spp. En las zonas centrales un pequeño cayo de arena y la cuenca
lagunar con arrecifes de parche
nos segmentos discontinuos del arrecife de estos arrecifes, que alcanzan hasta unos
periférico. 6-8 m por debajo de la superficie, se obser-
Debido a la peculiar forma del atolón, en van tambien abundantes setos de Acropora
el tercio NW del mismo no existe una cervicornis (Fig. 62), aunque sólo una peque-
laguna, sino que la terraza lagunar se trans- ña proporción de ellos está viva. Unos
forma sutilmente en terraza prearrecifal pocos arrecifes en esta parte de la laguna
hacia el W y ésta termina súbitamente en se elevan hasta la superficie, en cuyo caso
un cantil vertical a sotavento. La cuenca sus crestas están formadas por setos de Figura 62
Setos de Acropora cervicornis forman
lagunar se amplía gradualmente hacia el Acropora palmata, cabezas de Diploria strigosa densas coberturas en algunos arrecifes
de parche en la parte suroriental de la
SE, al tiempo que el desarrollo, compleji- y costras de algas coralináceas. laguna del Banco Roncador

dad y densidad de los arrecifes de parche


aumenta, pero no existe un límite geomor-
fológico definido entre la cuenca lagunar y
la plataforma de sotavento, excepto en el
extremo sur de la laguna. Igualmente, debi-
do a la geometría del atolón, se evidencia
un gradiente en el grado de turbulencia del
agua de la laguna de norte a sur.
La profundidad máxima de la laguna es
de unos 18 m, pero la densidad de arrecifes
de parche, muchos de ellos casi emergen-
tes, es muy alta. En términos generales,
puede decirse que más del 50% del fondo
de la laguna está ocupado por arrecifes. En
la mitad norte, los arrecifes lagunares son
amplios, de formas irregulares y de topo-

83
En la mitad sur de la laguna, caracterizada por montículos arrecifales irregulares del
por aguas muy tranquilas, se desarrolla una tipo Montastraea spp. En los arrecifes de la
densa red de arrecifes anastomosados, algu- zona superior de la terraza (6-12 m de pro-
nos de ellos con crestas emergentes, que for- fundidad) la especie predominante es M.
man un intrincado laberinto. Estos arrecifes faveolata, que es reemplazada paulatinamente
son del tipo Montastraea spp en sus zonas por M. franksi y otras especies masivas hasta
inferiores hasta los 4-5 m de profundidad. que en el margen externo de la terraza (18-
Aquellos que se elevan casi hasta la superfi- 22 m de profundidad), la comunidad del
cie presentan setos de Acropora cervicornis. fondo está compuesta por una alta diversi-
Los arrecifes someros de las zonas de míni- dad de especies de corales, octocorales,
ma turbulencia están coronados por cabezas esponjas y algas.
grandes de Montastraea annularis entremezcla- A sotavento, el margen de la terraza está
das con Diploria spp, A. cervicornis y densas marcado por la presencia de un súbito cam-
poblaciones de octocorales; hacia los flancos bio de la pendiente del fondo a una profun-
de estos arrecifes, ya a 2-3 m de profundi- didad que oscila entre 15 y 22 m. Al W del
dad, se produce una rápida sucesión de Cayo Roncador y cerca del extremo sur del
especies, en la que Montastraea faveolata y atolón, la pendiente del talud es casi vertical,
Diploria labyrinthiformis son las formas más con extraplomos en algunos sectores. Sobre
conspícuas. las paredes calcáreas del cantil se observan
Los segmentos del arrecife periférico de grandes colonias en forma de tejado y roseta
sotavento que encierran la parte más sur de de diversas especies de corales, entre las que
la laguna están compuestos por mosaicos de se destacan Agaricia undata, A. lamarcki,
Montastraea spp, Diploria spp, Acropora palma- Montastraea franksi, Mycethophyllia aliciae y M.
ta y A. cervicornis; adicionalmente se obser- reesi, además de octocorales antipatarios,
van densas agregaciones de gorgonáceos esponjas, algas incrustantes y mechones col-
plexaúridos y Gorgonia ventalina. gantes de Halimeda spp. El desarrollo corali-
La terraza de sotavento es un plano suave- no en el talud es notorio hasta profundida-
mente inclinado hacia el W, que se va ensan- des de más de 50 m, pero la proporción de
chando hacia el S. No hay límite ni transi- fondo cubierta por finos sedimentos preci-
ción definidos entre la cuenca de la laguna y pitados desde la terraza prearrecifal se incre-
la terraza; al igual que en la parte norte y menta considerablemente, restringiendo la
central de la laguna, la terraza está salpicada disponibilidad de sustrato duro.

84
6 Banco Serrana

Localización: 140 16’ - 140 29’ N, 800 06’ - 800 25’ W


Área total: 321,4 km2
Área emergida: 0,3 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 74,4 km2
Tipos: Atolón semianular con arrecife periférico a barlovento, arrecife de borde de
plataforma insular y arrecifes de parche lagunar
Unidades mejor representadas: Pradalg, Oct-Cmix, Algpe-Mcom-Z, Mon
Población: No hay habitantes permanentes, excepto los infantes de marina del
puesto militar en Cayo Serrana o Southwest Cay
Actividades humanas: pesca artesanal practicada por pescadores de
Providencia y San Andrés, pesca semiindustrial (caracol, langosta)

S
errana es un extenso banco de del extremo NW del arrecife periférico, está
forma triangular-ameboide, origina- formado principalmente por escombros
do a partir de un atolón anular, el coralinos sobre los que crece una vegetación
cual fue parcialmente disectado a rastrera poco densa y es sitio de anidamiento
sotavento por un nivel marino más bajo que de pájaros bobos (Sula spp) y fragatas (Fregata
el actual. El banco mide aproximadamente magnificens, Fig. 63).
15,5 km en dirección SW-NE y 33,4 km en Los tramos más largos del arrecife periféri-
sentido W-N, hasta la isóbata de 30 m. El co están orientados en sentido SW-NE y
nombre del banco hace memoria a Pedro SE-NW, pero el grado de desarrollo y la
Serrana, único sobrevieviente de un galeón anchura de la cresta es relativamente homo-
español que naufragó allí hacia 1520, quien génea en toda su extensión. Está interrumpi-
permaneció por espacio de siete años en el do en tres lugares por canales relativamente
cayo antes de ser rescatado por un navío anchos y profundos que permiten el ingreso
inglés (Parsons, 1964). a la laguna de embarcaciones de mediano
La descripción que se hace a continuación calado. Dos de estas escotaduras se localizan
de los principales rasgos geomorfológicos y en el tramo sur del arrecife (Fig. 64).
ecológicos se basa en la información publi- Pequeños cayos arenosos o de escombros
cada por M i l l iman (1969), Díaz et al. coralinos, desprovistos de vegetación, se Figura 63
(1996a,b), Díaz-Pulido y Díaz (1997) y localizan en las puntas terminales de los seg- Varias especies de aves marinas
forman colonias de anidación en los
Geister y Díaz (1997), complementada con mentos del arrecife o en sus inmediaciones. cayos del Banco Serrana, en este caso
en North Cay, algunos individuos del
datos no publicados de la expedición reali- A barlovento de la cresta parece no existir en género Sula

zada por una parte de los autores al Banco


Serrana en 1995.
Un arrecife periférico bien desarrollado de
más de 50 km de longitud encierra por el N,
E y S una enorme cuenca lagunar. La laguna
está comunicada por el W con el mar abier-
to. Aunque actualmente existen siete cayos,
el único que presenta vegetación arbustiva
(Tournefortia sp) y tiene dimensiones conside-
rables es Southwest Cay, localizado cerca del
extremo SW del arrecife periférico. Este
cayo está formado por dunas de arena que
alcanzan una altura de hasta 10 m y en él se
encuentran un faro y un puesto militar. En
otros tiempos, el cayo fue objeto de intensa
explotación de guano y de huevos de aves y
tortugas marinas. Los otros cayos presentes
en el banco son pequeños. North Cay, cerca

85
de algas coralináceas y los corales Porites
astreoides y Diploria spp. Agaricia agaricites
forma también colonias dispersas en los
flancos de los espolones. Un elemento muy
conspicuo del paisaje de esta zona, más que
en cualquiera de los otros complejos arreci-
fales del archipiélago, es la cantidad de aba-
nicos de mar (Gorgonia ventalina, Fig. 66). En
Figura 64
los relieves bajos de esta zona se observan
Panorámica aérea del extremo nororiental del Banco Serrana; de izquierda a derecha se observa: el fondo de la amplia terraza
prearrecifal, el arrecife periférico con porción contínua (arriba) y discontínua (centro) y parte de la laguna con arrecifes de parche
también setos achaparrados de Acropora pal-
mata y manchas oscuras de esponjas exca-
vantes (complejo Cliona aprica - C. langae - C.
caribbaea). La diversidad y cobertura de cora-
les y otros organismos se incrementa paula-
tinamente con la profundidad (Unidad Oct-
Cmix). A 12 m de profundidad la topografía
es uniforme, con estrechos canales arenosos
alternando con crestas calcáreas anchas y
Figura 65
Modelo tridimensional
poco elevadas, sobre las que, además de los
del Banco Serrana
(DTM) visto desde el
abanicos, crecen otras especies de gorgoná-
NE. Exageración ceos y mayor cantidad de especies masivas
vertical 10X
de coral (Agaricia agaricites, Porites porites,
Mycetophyllia ferox, Diploria strigosa y Siderastrea
siderea, entre otras). Como en ninguna otra
área arrecifal oceánica, Eusmilia fastigiata
forma en la zona entre 10 y 15 m de profun-
didad extensos parches monoes-pecíficos.
Figura 66
Algas de los géneros Dictyota, Halimeda y
Zona de espolones y
surcos (-4 m) en la
Penicillus forman localmente praderas mix-
terraza prearrecifal
del Banco Serrana,
tas. Hacia el borde de la terraza, a 20-28 m
donde los abanicos de profundidad, la comunidad coralina es
(Gorgonia ventalina)
son elementos muy diversa.
característicos
La terraza prearrecifal de sotavento, allí
ningún lugar un sistema bien desarrollado de donde no está antepuesta a ningún segmento
surcos y espolones como el que se encuentra representativo del arrecife periférico, es un
en la mayoría de los complejos arrecifales y plano fuertemente inclinado hacia el W, que
atolones del archipiélago. En contraste, la desciende uniformemente y cuyo límite exte-
parte trasera de la cresta está generalmente rior no está muy bien definido. La transición
surcada por canales de admisión. entre la terraza y el talud de sotavento es
Al igual que en los otros complejos arreci- muy ténue y se insinúa solamente con un
fales del archipiélago, la terraza prearrecifal leve cambio en la pendiente del fondo. Este
de barlovento en Serrana es un plano suave- sector está predominantemente cubierto por
mente inclinado que se extiende por 1-1,5 sedimentos con algunos corales masivos dis-
km entre el arrecife periférico y el margen persos (Montastraea franksi, Porites astreoides,
exterior de la plataforma del banco (Fig. 65). Agaricia lamarcki y Stephanocoenia intersepta) y
Las características geomorfológicas y bióti- abundantes algas (L obophora var iegata,
cas son básicamente las mismas a las descri- Halimeda opuntia, Sargassum spp, Udotea spp,
tas para los complejos arrecifales de San Penicillus spp, Fig. 68).
Andrés y Providencia (Fig. 67). La terraza lagunar de Serrana está muy
La zona superior de la terraza prearrecifal bien desarrollada en las áreas donde el arre-
de barlovento, frente al arrecife periférico, cife periférico recibe el oleaje más frontal-
está caracterizada por un fondo de topogra- mente. Sin embargo, en las áreas donde el
fía irregular, con espolones o contrafuertes oleaje difractado enfrenta al arrecife en
de mediano relieve recubiertos por costras forma oblícua, particularmente en la parte

86
Figura 67

Mapa de unidades ecológicas del Banco Serrana


más SW, cercana a Southwest Cay, la terraza cuencas menores se localizan hacia los extre-
lagunar es particularmente ancha, profunda mos NW y E de la parte interna del atolón y
y difusa. No existe allí un límite bien defini- están separadas del resto de la laguna por
do entre ésta y la cuenca lagunar. barras arrecifales internas transversales, que
La enorme laguna de Serrana está dividida se desprenden de la terraza lag u nar.
en dos cuencas relativamente pequeñas, Porciones emergentes de la cresta de estas
semicerradas, y en una gran cuenca casi barras consisten en grandes setos muertos de
completamente abierta hacia el W. Las dos Acropora palmata, mientras que sobre los flan-
cos de barlovento se observan setos aislados
y abundantes escombros de A. cervicornis
entremezclados con cabezas de Diploria spp y
Montastraea faveolata (Fig. 69). Una descrip-
ción anterior de la zonación de estos arreci-
fes, v isitados por M i l l i ma n en 1966
(Milliman, 1969), resalta la exuberancia de la
zona ocupada por A. cervicornis, de la cual en
1995 apenas si se observaban colonias vivas
muy dispersas. El fondo de la laguna alcanza
Figura 68
Zona profunda localmente profundidades de hasta 24 m,
(-18 m, unidad Cmix)
de la terraza pero por lo general no sobrepasa los 15 m.
prearrecifal del Banco
Serrana
En el interior de estas dos cuencas menores
la concentración de arrecifes de parche es
muy alta, formando una densa red de arreci-
fes de cinta y anastomosados que ocupan
cerca del 70% de su extensión (Fig. 70). Las
cintas delgadas de arrecifes se funden unas
con otras en un intrincado sistema reticular.
Estos arrecifes rara vez se levantan del fondo
más de 4-5 m y están constituidos predomi-
nantemente por Montastraea faveolata y M.
annularis, pero aisladamente se presentan
también arrecifes emergentes de tipo minia-
tolón, cuyas crestas están conformadas por
Acropora palmata y Diploria spp.
La mayor de las cuencas lagunares ocupa
casi dos terceras partes del área lagunar y es
Figura 69
Ambiente característico de la zona baja (-3 m) de uno de los arrecifes de cinta someros de la laguna oriental del Banco Serrana; en completamente abierta hacia el W. El fondo
primer plano colonias de Diploria strigosa
en esta área tiene una profundidad promedio
de 10 m y consiste predominantemente en
extensos planos arenosos localmente vegeta-
dos por praderas de algas pardas frondosas
(Lobophora variegata, Dictyota spp). Solamente
en el extremo N y a lo largo del flanco SW
de esta cuenca lagunar existen algunos mon-
tículos arrecifales difusos de escaso relieve,
compuestos por cabezas y setos de
Montastraea spp y Acropora cervicornis disper-
sos. Aunque la actividad extractiva de cara-
col de pala (Strombus gigas) es aparentemente
intensa en Serrana, aún se observan agrega-
ciones de esta especie en las extensas plani-
cies sedimentarias de la cuenca lagunar,
Figura 70 especialmente donde las algas hacen parte
Ambiente característico de los arrecifes de parche reticulados de la laguna oriental del Banco Serrana, formados predominantemente
por colonias de Montastraea annularis y M. faveolata importante de la cobertura del fondo.

88
7 Banco Quitasueño

Localización: 140 07’ - 140 30’ N, 810 07’ - 810 13’ W


Área total: 1.320,2 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 496,0 km2
Tipos: Banco coralino con arrecife de rompiente a barlovento, arrecifes
reticulados, arrecifes de cinta y parches lagunares
Unidades mejor representadas: Algpe-Mcom-Z, Apalm-Dstri, Cmix
Población: no tiene habitantes
Actividades humanas: Pesca industrial (caracol, langosta y peces)

L
ocalizado a 70 km al NNE de la Hacia el costado E se presentan las forma-
Isla de Providencia, el Banco ciones coralinas más someras, siendo evi-
Quitasueño es el primer complejo dente un extenso arrecife de rompiente de
coralino en extensión del archipié- 42 km de longitud, el segundo más largo
lago y de Colombia (Fig. 72). Tiene una longi- después del de Serrana (Fig. 71). Esta excep-
tud total de 64 km incluyendo la plataforma cional formación coralina exhibe el desarro-
somera que rodea el complejo coralino hasta la llo característico de los demás complejos del
isóbata de 100 m y 29 km en su porción más archipiélago a barlovento y en ella se distin-
ancha, hacia la parte central. A diferencia de guen los sistemas de surcos y espolones y la
los demás complejos del archipiélago, no cresta dominada por organismos adaptados
posee porciones emergidas. El banco tiene a ambientes de alta dinámica de oleaje.
forma alargada y se extiende en sentido Hacia la parte baja de la mitad N del arrecife
SW-NE, siguiendo la alineación que forman se encuentra un par de canales o escotaduras
conjuntamente Cayos Albuquerque, San de tamaño mediano, que permiten el paso
Andrés y Providencia. El banco tuvo su ori- de embarcaciones pequeñas. Un canal de
gen posiblemente en un atolón, el cual fue mayor tamaño se encuentra en la parte cen- Figura 71
Panorámica aérea (hacía el SW) de la
fuertemente truncado en su flanco de sotaven- tral de la mitad S del arrecife. La unidad parte central del Banco Quitasueño; se
aprecia parte de la terraza
to durante un nivel marino más bajo que el ecológica característica de esta formación es prearrecifal, el arrecife de barlovento,
la terraza lagunar y parte de la
actual en el Pleistoceno. Durante esa época, la Algpe-Mcom-Z, la cual se ve expuesta en cuenca lagunar

porción emergida de Quitasueño debió consti-


tuir una isla de grandes proporciones.
Salvo las anotaciones de Ortega (1943) y
algunas generalidades expuestas por Díaz et
al. (1996a) y Geister y Díaz (1997), no se dis-
pone de información sobre este banco hasta
la fecha. La síntesis que se presenta a conti-
nuación se basa en datos y observaciones sin
publicar, realizadas por algunos de los auto-
res durante un crucero realizado en agosto
de 1998.
El banco tiene una forma elíptica, alargado
en sentido N-S; a diferencia de los demás
complejos arrecifales del archipiélago, sus már-
genes externos, exceptuando quizás una parte
en el extremo sur, no están demarcados clara-
mente por un talud pronunciado. El banco se
profundiza paulatinamente hacia todos sus
flancos, particularmente hacia el W. No hay
ningún cayo que emerja sobre la superficie.

89
Figura 72

Mapa geomorfológico del Banco Quitasueño


algunos sectores durante las mareas bajas dominante de las formaciones coralinas de Figura 73
Vista aérea de un sector discontínuo
extremas. Detrás del arrecife se extiende la la laguna es Montastraea spp (Mon), mientras de la cresta del arrecife de barlovento
del Banco Quitasueño donde se
terraza lagunar, que en algunos sectores de que las zonas restantes se encuentran cubier- aprecia el casco de un barco
encallado; nótese a la izquierda y
la parte central esta cubierta por rodolitos de tas por sedimentos bioturbados y praderas abajo los espolones y surcos de la
zona frontal del arrecife
algas calcareas (Unidad Rod). A lo largo del de tamaño reducido de macroalgas y algunas
arrecife periférico es posible observar los fanerógamas que no alcanzan a constituir
restos de embarcaciones encalladas, dos de praderas. Los arrecifes de cinta alcanzan
las cuales eran particularmente conspicuas y hasta 6,9 km de longitud y son dominados
recientes en 1998 (Fig. 73). Hacia el extremo por la unidad Apalm-Dstri. Por su parte, los
N del arrecife periférico (detrás de la barre- arrecifes anastomosados se encuentran com-
ra) se encuentra ubicado un faro, que al igual puestos por las especies características de la
que los barcos encallados son utilizados por unidad Mon.
aves marinas como percha. El costado W del complejo corresponde a
La terraza prearrecifal de barlovento es un una extensa terraza que presenta una ligera
plano uniformemente inclinado (aproxima- inclinación, alcanzando en la parte lagunar
damente 30°), cubierto por numerosas espe- unos 4 m de profundidad, y constituye la
cies de corales pétreos y octocorales en su unidad geomorfológica más extensa de
parte media y baja, los cuales no alcanzan Quitasueño. Se encuentra cubierta principal- Figura 74
un desarrollo muy grande (Unidad Oct- mente por sedimentos y en menor medida Paisaje característico del fondo de la
terraza prearrecifal, con abundancia
Cmix) y se limitan a formar tapetes corali- por tapetes coralinos compuestos por las de octocorales y corales masivos

nos compactos que se extienden por debajo


de los 30 m (Figs. 74 y 75). La parte alta de
la terraza se encuentra dominada por algas
pétreas formando un pavimento calcáreo
compacto, con escasos setos de Acropora pal-
mata y algunos corales de crecimiento semi-
hemisférico y costroso como Diploria strigosa
y D. clivosa.
La laguna del complejo presenta un profu-
so desarrollo de arrecifes de parche de dife-
rentes tipos, entre los que se destacan los
arrecifes de cinta y los arrecifes anastomosa-
dos o reticulados (Figs. 76 y 77). La unidad

91
Figura 75

Mapa de unidades ecológicas del Banco Quitasueño


Figura 73

especies características de las unidades Mon Vista aérea de un sector discontínuo de la cresta del arrecife de barlovento del
Banco Quitasueño donde se aprecia el casco de un barco encallado; nótese a
y Cmix. La profundidad en este sector oscila la izquierda y abajo los espolones y surcos de la zona frontal del arrecife

entre 8 y 13 m, aumentando en dirección


NW, W y SW. No se destacan formaciones
arrecifales de importancia y, contrario a la
mayoría de formaciones del tipo atolón, el
arrecife periférico de sotavento no está pre-
sente. No obstante, una serie de estructuras
someras, algunas de ellas formando cintas
serpenteantes, constituidas actualmente por
escombros coralinos y algas, insinúan ser los
remanentes de un sistema arrecifal periférico
de sotavento. Al occidente de allí se extiende
la amplia terraza prearrecifal de sotavento,
que desciende suavemente pero que muestra
al menos un escarpe o escalón entre 9 y 15
m de profundidad en algunos sectores, simi-
lar al que existe en el costado occidental de
la Isla de San Andrés, evidenciando un posi-
ble truncamiento producido durante un
nivel marino más bajo que el actual. Este
sector del complejo soporta una fuerte pre-
sión pesquera de caracol de pala (Strombus
gigas), langostas (Palinuridae) y diversas
especies de peces arrecifales como pargos
(Lutjanidae), roncos (Haemulidae), barracu- Figura 77
Vista aérea de un sector de la laguna de Quitasueño; se destaca claramente un extenso arrecife de cinta somero
das (Sphyraenidae) y meros (Serranidae). (-1 m) y numerosos montículos coralinos y arrecifes reticulados más profundos (-5 a -8 m)

93
ÁREAS continentales
Colonias masivas (Montastraea
cavernosa y M. faveolata) en el sector
sur del archipiélago de San Bernardo
8 Urabá chocoano

Localización: 80 35’ - 80 41’ N, 77015’ - 770 22’ W


Área total: 3,5 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 1,0 km2
Tipos: Arrecifes franjeantes, parches coralinos, tapetes coralinos
Unidades mejor representadas: Ssid-Mcom, Aten, Cmix
Población: aprox. 3.000 habitantes concentrados en los poblados de Capurganá
y Zapsurro; indígenas Kuna en la serranía del Darién
Actividades humanas: cultivos de pan-coger, explotación forestal, pesca
artesanal, turismo ecológico, buceo deportivo

E
n la porción más meridional del
Mar Caribe, donde el istmo cen-
troamericano se encuentra con la
masa continental de Suramérica,
conocida como la región del Darién, se
encuentra el Golfo de Urabá, una identación
de la costa de aproximadamente 85 km de
longitud y 15-30 km de ancho. En el ámbito
terrestre, esta región representa el extremo
septentrional del Chocó biogeográfico, una
de las regiones de mayor biodiversidad del
planeta.
Aunque la mayor parte de la costa que rodea
el golfo está dominada por planos aluviales
con pantanos y manglares, una escarpada
serranía basáltica, la serranía del Darién, con
altitudes entre 100 y 300 m y cubierta por una
densa selva húmeda tropical, configura el pai-
saje costero de la parte noroccidental del
golfo, cerca de la frontera con la República de
Panamá. Allí, el litoral está formado por acan-
tilados rocosos que se prolongan en el mar
hasta 15-30 m de profundidad, dando paso nía del Darién y a la elevada pluviosidad del Figura 78
Panorámica aérea de la ensenada de
por lo general a fondos arenosos y lodosos de área (alrededor de 3.000 mm al año), las con- Zapsurro

suave inclinación, aunque en algunos sectores diciones del agua en la zona costera distan de
vuelven a aflorar en forma de islotes rocosos a ser óptimas para el asentamiento y crecimien-
corta distancia de la costa, como es el caso de to de corales. No obstante, a lo largo del lito-
Isla Narza y Terrón de Azúcar. La costa acan- ral del margen noroccidental del Golfo de
tilada está regularmente interrumpida por pla- Urabá, en cercanías de la frontera con
yas de bolsillo y ensenadas protegidas del olea- Panamá, se desarrollan formaciones coralinas
je, como las de Capurganá, Zapsurro y que alcanzan a formar arrecifes franjeantes y
Pinorroa (Fig. 78). El origen geológico del de parche. Estas estructuras fueron brevemen-
área está asociado con el levantamiento orogé- te descritas por Werding y Manjarrés (1978) en
nico causado por la tectónica de compresión un informe inédito. Posteriormente, Prahl y
que se ejerce entre el Arco de Panamá y el blo- Erhardt (1985) y Wells (1988) transcribieron
que de Suramérica (Coates y Obando, 1996). algunos apartes de dicho informe. En sep-
Debido a las copiosas descargas de agua tiembre de 1995, durante una expedición reali-
dulce y sedimentos por parte del Río Atrato y zada por algunos de los autores, se obtuvo la
de los numerosos arroyos que drenan la serra- mayor parte de la información aquí presentada

97
los islotes rocosos. Algunas de estas estructu-
ras se levantan varios metros sobre el sustrato
basal, generalmente arenoso. Oquedades y
pequeñas cuevas se observan a una profundi-
dad de 8 m donde las vertientes son subverti-
cales, revelando la existencia de un antiguo
nivel marino.
La unidad Algpe-Mcom-Z es característica
de sitios turbulentos, expuestos a oleaje fuerte
en una terraza calcárea somera sumergida que
bordea casi todo el litoral rocoso hasta los 8 m
y que es evidencia de antiguos arrecifes trun-
cados durante los cambios de nivel del mar.
Las condiciones abrasivas de esta zona decre-
cen gradualmente con la profundidad, dando
paso a unidades con mayor diversidad y cubri-
miento coralino. En sectores de poca inclina-
Figura 79
Ambiente característico de la zona
sobre las formaciones coralinas en esta área, ción del fondo, la transición hacia la unidad
profunda (-15 m) del arrecife que se encuentra publicada con mayor detalle Cmix es gradual, pasando por franjas irregula-
franjeante afuera de la ensenada de
Zapsurro en el trabajo de Díaz et al. (2000). Inventarios res de las unidades Apalm-Dstri o Ssid-
de algunos grupos de la biota marina de esta Mcom. De otra parte, la unidad Agar-Cmix
área, como crustáceos, han sido publicados monopoliza los lugares en donde una fuerte
por Werding (1978) y Campos y Manjarrés pendiente trunca el margen exterior de la
(1988), de peces por Acero y Garzón (1987) y terraza. Sobre fondos someros con poca tur-
de algas por Bula-Meyer y Schnetter (1988). bulencia, como en el interior de la ensenada
En términos generales, el desarrollo arreci- de Zapsurro, se desarrollan parches con enor-
fal, la diversidad y la cobertura viva de coral mes colonias de Siderastrea siderea (unidad Ssid-
sobre el fondo se incrementan en sentido Mcom, Fig. 80).
SW-NW, reflejando el mejoramiento de las En general, la cobertura de coral vivo es alta
condiciones para el asentamiento y crecimien- (42,5% con respecto al sustrato duro) en com-
to coralino en esa dirección. Aunque los tape- paración con otras áreas del Caribe colombia-
tes con costras de coral, algas calcáreas y octo- no. Mortandad coralina significativa (30% con
corales representan el hábitat somero más respecto al sustrato duro), sobrecrecimiento de
común (Fig. 79), estructuras arrecifales con los arrecifes por algas y blanqueamientos son
Figura 80
una biota arrecifal diversa se encuentran en evidentes en varios lugares (Fig. 81), particu-
Grandes colonias de Siderastrea inmediaciones de las ensenadas de Capurganá larmente en las zonas dominadas por especies
siderea en la ensenada de Zapsurro, 2
m de profundidad y Zapsurro (Figs. 82 y 83), así como rodeando de corales ramificados y foliares.

Figura 81
Invasión de macroalgas sobre colonias coralinas en el sector de Capurganá

98
Figura 82

Mapa de unidades ecológicas del sector de la ensenada de Capurganá

Figura 83

Mapa de unidades ecológicas del sector de la Bahía de Zapsurro


9 Isla Tortuguilla

Localización: 9° 01´ N, 76° 20´ W


Área total: 1,5 km2
Área emergida: 0,1 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 0,7 km2
Tipos: Parches y tapetes coralinos
Unidades mejor representadas: Ssid-Mcom y Oct-Esp
Población: 6 personas que conforman 1 familia
Actividades humanas: Pesca de subsistencia, cultivos de pan-coger

C
omo el último remanente emergi- lectada por algunos autores durante una
do del “cinturón diapírico” en su expedición real izada en abril de 1999
parte más meridional y a 9 km de (López-Victoria et. al., en prensa).
Puerto Escondido (departamento Pese a su escasa superficie, la isla se
de Córdoba), se encuentra ubicada Isla encuentra rodeada por una extensa plata-
Tortuguilla. Con diez hectáreas de superficie forma somera en la que, a pesar de las con-
(Fig. 84), la isla está constituida por arrecifes diciones sub-óptimas caracterizadas por
subfósiles cubiertos por una vegetación com- alta turbidez y sedimentación, se han desa-
puesta básicamente por palmas de coco y rrollado parches y tapetes coralinos. El sec-
algunos árboles frutales y pequeños rodales tor N de esta plataforma es bastante com-
de mangle “bobo” (Conocarpus erectus). Se pacto y abrasivo, mientras que los costados
encuentra habitada por los miembros de una W y S presentan un porcentaje mayor de
familia y, eventualmente, por pescadores que cobertura de sedimentos y condiciones
Figura 84 pernoctan allí. La descripción que se hace a menos turbulentas. En el costado E, por su
Panorámica del costado NW de la isla
Tortuguilla tomada desde el faro continuación, se basa en información reco- parte, se desarrollan las formaciones más

100
Figura 85

Mapa de unidades ecológicas de los fondos marinos alrededor de Tortuguilla

importantes, llegando a constituir arrecifes coralinos; no obstante, las formaciones se


de parche del tipo montículo, distribuidos encuentran en buen estado y no muestran
de manera irregular y separados por un sis- condiciones de deterioro de importancia,
tema de surcos en distintas direcciones. La salvo aquellas cuya incidencia es de carácter
profundidad máxima a la que se encuentran generalizado. Sin embargo, algunos parches Figura 86
Ambiente característico en las
estructuras coralinas de importancia es 10 aislados dominados por las especies Porites formaciones coralinas someras
alrededor de Tortuguilla, con grandes
m, que es a su vez la profundidad promedio porites y Agaricia tenuifolia se encuentran bas- colonias de Siderastrea siderea,
Millepora complanata y algas (unidad
de los fondos areno-fangosos aledaños a la tante deteriorados y cubiertos por algas. Ssid-Mcom), 3 m de profundidad

Isla (Fig. 85).


El paisaje submarino está dominado por
conglomerados coralinos compuestos por
especies típicas de ambientes turbios y alta
sedimentación (unidad Ssid-Mcom), los cua-
les se distribuyen por gran parte de los cos-
tados E y W de la isla (Fig. 86). Cierta rele-
vancia ocupa también el ambiente dominado
por octocorales y algas, que se extiende
hacia el sector S de la isla por más de 600 m,
donde es posible encontrar también algunas
cabezas aisladas de coral y praderas de fane-
rógamas marinas. La costa de la mitad norte
se encuentra dominada por organismos típi-
cos de ambientes turbios, como zoantídeos,
algas pétreas y corales en forma de costras.
Las condiciones imperantes en la zona no
son óptimas para el desarrollo de arrecifes

101
10 Complejo arrecifal de Isla Fuerte, Bajo Bushnell y Bajo Burbujas

Localización: 09° 20’ - 09° 25’ N, 76° 10’ - 76° 21’ W


Área total: 32,5 km2
Área emergida: 2,9 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 16,6 km2
Tipos: Complejo arrecifal con arrecife franjeante a barlovento, arrecife de borde
de plataforma insular, arrecifes de parche y bancos coralinos
Unidades mejor representadas: Cmix, Oct-Cmix, Aten, Oct-esp, Costroc
Población: 3.000 habitantes fijos, más la población flotante
Actividades humanas: Pesca artesanal, buceo deportivo y turismo

I
sla Fuerte, Bajo Bushnell y Bajo un sector menos inclinado y ligeramente
Burbujas son tres áreas coralinas plano que se eleva hasta los 18 m de pro-
localizadas aprox. a 11 km de la fundidad.
costa, sobre la parte sur-central de la La información existente hasta ahora
plataforma continental del Caribe colom- acerca de los arrecifes coralinos y ambien-
biano. Isla Fuerte es una pequeña platafor- tes asociados en Isla Fuerte, Bajo Bushnell
ma calcárea en forma de pera, que presenta y Bajo Burbujas es muy escasa y fragmenta-
una ligera inclinación en dirección N-S y ria. La primera información publ icada
una porción emergida en el sector NE, con sobre historia de la población, economía,
una elevación máxima de 12 m (Fig. 87). clima, geografía, geología, fauna y f lora
Tradicionalmente habitada por familias que terrest re f ue rea l izada por A nderson
vivían esencialmente de la pesca y agricul- (1975); sin embargo el autor se refiere sólo
tura de subsistencia (Anderson, 1975), está marginalmente a la existencia de arrecifes
siendo actualmente transformada en un coralinos y praderas de pastos marinos
lugar turístico, especialmente para buceo alrededor de la isla. Prahl y Erhardt (1985)
deportivo. Bushnell, por su parte, es un realizan por primera vez una breve descrip-
pequeño bajo en forma de meseta localiza- ción de los arrecifes y listan las especies de
do a 18 km al NW de Isla Fuerte, que se coral más comunes con base en informa-
eleva de la plataforma continental desde 70 ción suministrada por buzos.
hasta 12 m de profundidad, con una pen- Posteriormente, Sánchez y Ortiz (1992)
diente pronunciada hacia el norte y leve- registraron la presencia de algunas especies
mente inclinada hacia el sur. La parte supe- de corales negros en bajo Bushnell y Torres
rior del domo, entre 22 y 12 m de profun- (1993) hizo una descripción de la zonación
didad, presenta una terraza plana e irregu- ecológica de dicho bajo. La información
lar. El bajo debe su nombre al barco del que aquí se presenta corresponde a datos
servicio hidrográfico de Estados Unidos recolectados durante tres campañas de
Bushnell, el cual registró su existencia en muestreo en la zona, una en 1995 (Díaz et
1938. También es conocido localmente al., 1996c), la segunda en 1998 y la tercera
como Bajo de Afuera, y es visitado por en 1999 (Huertas, 2000).
buzos deportivos y pescadores artesanales En el sector occidental de Isla Fuerte
de la región. existe una terraza calcárea que se extiende
Bajo Burbujas, denominado así por los por unos 2 km hacia el W, con profundida-
buzos y pescadores de la zona debido a la des entre 5 y 7 m, denominada Bajo el
constante emisión de gas natural que pre- Bobito (Fig. 88). El bajo ocupa el 37,2%
senta en uno de sus costados, es un domo del área total que conforman la terraza y la
de origen diapírico de forma circular, ubi- isla y se caracteriza por presentar un patrón
cado a 9 km al NW de Isla Fuerte (rumbo reticulado de surcos cubiertos por algas
277°N). El bajo posee un talud pronuncia- calcáreas, octocorales y corales costrosos
do entre 60 y 20 m de profundidad, con (Costroc), siendo Diploria clivosa, D. strigosa

102
Figura 87

Mapa geomorfológico del área de Isla Fuerte


Figura 88
Panorámica (hacía el SE) de Isla Fuerte; en primer plano se aprecian los fondos someros (-2 a -4 m) del bajo El Bobito
natans y Diploria labyrinthiformis), seguido
por una zona de A. tenuifolia que llega hasta
el final de la vertiente (Fig. 90).
En el flanco norte de Isla Fuerte, adya-
cente a la costa, existe una pequeña zona
de a lgas ca lcáreas con profu nd idades
menores a 1 m, cubierta por Palythoa cari-
baeorum y Halimeda opuntia. A continuación
se presenta un escalón que llega a 2-3 m de
profundidad, formando una especie de
canal paralelo a la costa, que la separa de
un arrecife franjeante que forma una rom-
piente constituida por grandes setos de
Acropora palmata muerta cubierta por algas
filamentosas (Fig. 89). A barlovento de esta
cresta, la terraza continúa con una zona de
grandes cabezas de coral entre las que se
Figura 89
Setos de Acropora palmata muertos en
y Siderastrea siderea las especies más repre- destaca S. siderea (Ssid-Mcom); estas dos
gran proporción en el arrecife sentativas. En el sector más cercano a la zonas son bastante cortas y entremezcla-
franjeante del costado norte de Isla
Fuerte isla también se encuentran algas filamento- das. Finalmente, en el sector mas profundo
sas y macroalgas (Pradalg) de los géneros de la terraza, y a lo largo de toda la vertien-
Halimeda spp, Dictyota spp y Dictyiopteris te norte, se extiende una franja dominada
spp. La vertiente oeste, a continuación de por Agaricia tenuifolia (Aten), que llega hasta
la terraza, se extiende hasta los 30 m de los 27 m de profundidad y que actualmente
profundidad y presenta un notorio desarro- se encuentra bastante deteriorada.
llo coralino, dominado inicialmente por Al este de la isla la pendiente es muy
cor a les m i x tos (con dom i n a nc i a de suave y forma un plano inclinado que
Montastraea cavernosa, M. franksi, Colpophyllia alcanza los 22 m de profundidad. Entre 5 y

104
Figura 90

Mapa de unidades ecológicas de los fondos marinos alrededor de Isla Fuerte


ras o vertientes de estos parches están
recubiertas por un denso tapiz de Agaricia
tenuifolia, en tanto que el plano superior es
por lo general un pavimento calcáreo con
esporádicas colonias de Montastraea caverno-
sa, Diploria strigosa y Siderastrea siderea y
diversos octocorales (Oct-Cmix).
El plano superior de Bajo Bushnell pre-
senta un patrón de surcos y espolones,
algunos de mas de 2 m de alto, formados
por escombros de Agaricia tenuifolia en las
partes más altas y por algas, costras de
coral y octocorales en los surcos. En el sec-
tor norte, entre 25 y 18 m de profundidad,
se presenta una zona de corales mixtos con
predominio de Montastraea cavernosa, M.
faveolata, Diploria strigosa y D. labyrinthiformis.
En las vertientes se reduce la cobertura
coralina, las colonias toman una forma
Figura 91 20 m de profundidad, el fondo esta tapiza-
Colonias de Siderastrea siderea costrosa y aumenta la presencia de esponjas
predominan en las formaciones do por praderas de pastos marinos que
coralinas someras alrededor de Isla y octocorales. En esta zona predominan M.
Fuerte rodean parches de coral de dos tipos, el
cavernosa, Diploria clivosa y Agaricia agaricites
primero compuesto por grandes cabezas de
entre otros (Fig. 93). Una característica
S. siderea (Fig. 91) asociado con Agaricia
notable del bajo es la gran abundancia de
tenuifolia o con Millepora complanata (Ssid-
octocorales, principalmente Gorgonia ventali-
Mcom) y el segundo por A. tenuifolia for-
na, que crece formando enormes colonias
mando montículos cuya parte superior está
(Fig. 92).
cubierta por grandes extensiones de Porites
Bajo Burbujas, por su parte, se caracteri-
porites.
za por presentar poca cobertura coralina.
Al S y SE de la isla, donde la dinámica
Las escasas especies coralinas crecen sobre
del oleaje es mas reducida, se presenta una
escombros de coral poco consolidados. La
vertiente con pendiente más suave, con una
parte superior del domo presenta un fondo
mayor proporción de fondos sedimentarios
mixto con alta cobertura de octocorales,
que están vegetados por pastos marinos y
donde las especies coralinas dominantes
algas. En la vertiente al SE de Isla Fuerte,
son Agar icia humilis, Por ites astreoides y
entre 12 y 22 m de profundidad, existen
Meandrina meandrites. Las vertientes exhiben
Figura 92 varios domos dispersos denominados en
Ambiente característico en la zona profuso crecim iento de octocora les y
superior (-13 m) del Bajo Bushnell, conjunto Bajo del Medio, los cuales están
nótese la abundancia de grandes esponjas, destacándose grandes ejemplares
abanicos de Gorgonia ventalina recubiertos por Agaricia tenuifolia. Las lade-
de Xestospongia muta (Fig. 94).
En ésta área en general, las coberturas de
coral vivo han disminuido en un 25%
desde 1995. Aunque no se ha determinado
con exactitud la influencia de la pluma de
sedimentos del río Sinú sobre el área,
durante casi todo el año se presenta una
zona de aguas turbias en los costados este y
sur de Isla Fuerte. La ausencia de peces de
tallas comerciales y la ausencia de algunas
especies de cr ustáceos y moluscos de
importancia comercial indican una fuerte
presión extractiva en el área. La isla ha
experimentado durante la última década un
considerable aumento en la población resi-
dente (desplazados de otras regiones) y

106
Figura 93

Mapa de unidades ecológicas de los bajos Bushnell y Burbujas

temporal (turistas), lo que posiblemente ha coral vivo, con respecto al sustrato duro,
incrementado la presión sobre los recursos ha disminuido aparentemente de 41 a 31%
de las áreas coralinas. en los últimos 5 años.
Por su mayor distancia de la costa, Bajo Bajo Burbujas por sus características
Bushnell no se ve afectado particularmente especiales, ha tenido siempre escasa cober-
por los aportes terrígenos. Sin embargo, tura viva de coral, pero las pocas especies
son evidentes la disminución del caracol presentes se encuentran en buen estado de
pala (Strombus gigas), la ausencia de peces de salud, presentando uno de los porcentajes
talla comercial y cada vez mayor la afluen- de mortalidad más bajos (18%) entre las
cia de pescadores y buzos. El porcentaje de áreas coralinas del Caribe colombiano.

Figura 94
Ambiente característico del fondo en la
vertiente sur del Bajo Bushnell; se
destacan grandes esponjas vasiformes
(Xestospongia muta) sobre el fondo de
cascajo calcáreo

107
11 Archipiélago de San Bernardo

L o ca l iza c i ó n Á r e a t o t a l Á r e a e m e r g i d a Á r e a o c u p a d a p o r
formaciones coralinas r e c i e n t e sT i p o s U n i d a d e s mejor
representadasPoblaciónActividades humanas

E
levándose por encima de un de pancoger, entre los cuales se destaca la
fondo sedimentario formado palma de coco y algunos árboles frutales
por un antiguo valle aluvial, (Fig. 98). La población residente se encuen-
frente a las costas del departa- tra conformada por descendientes directos
mento de Sucre, se encuentra el archipiéla- de los primeros colonos que llegaron al
go de San Bernardo. Compuesto en la archipiélago en busca de tortugas hacia
actualidad por nueve islas de origen corali- finales del siglo XVII. La principal activi-
no (Boquerón, Cabruna, Palma, Ceycén, dad económica de sus pobladores ha sido
Pa nda, Ma ngle, Múcu ra, Ma rav i l la y durante más de dos siglos la pesca, la cual
Tintipán) y un islote artificial (Fig. 95), al parecer ha sido desarrollada a niveles
construido por pescadores a base de con- tanto artesanales como semi-industriales.
chas de caracol y escombros coralinos, Hoy en día existen adicionalmente otras
constituye el sistema de bajos e islas más actividades económicas relacionadas con un
extenso sobre la plataforma continental turismo incipiente, mal organizado y que
colombiana (Figs. 96 y 97). El archipiélago promete aumentar vertiginosamente. El
Figura 95
presenta las condiciones climáticas caracte- a rch ipiél a go f ué ad her ido a l Pa rque
Panorámica aérea (hacia el N) del
sector del Islote (izquierda) y de la isla
rísticas de la zona central del Caribe colom- Nacional Natural Corales del Rosario en
Tintipán (arriba a la derecha); se
aprecian en tonalidad azul intenso las
biano, lo cual le confiere una vegetación de 1996.
“pozas” de origen kárstico, que bosque muy seco tropical dominada en su Sobre las formaciones coralinas del archi-
contrastan con los fondos someros
(-1 a -4 m) de tonalidad clara mayoría por manglares y algunos cultivos piélago se han adelantado algunos estudios
fragmentarios que corresponden a inven-
tarios de corales pétreos con descripciones
generales de algunos sectores coralinos
(Erhardt y Meinel, 1975; Prahl y Erhardt,
1985), estudios dirigidos a evaluar el posible
impacto de derrames de hidrocarburos aso-
ciados con los riesgos de operación de la
infraestructura petrolera existente en cove-
ñas y el golfo de Morrosquillo (Laverde, et
al., 1987; Ramírez y Viña, 1992; Ramírez et
al., 1994), así como descripciones generales
sobre algunas formaciones aledañas a las
islas (Patiño y Flórez, 1993). La informa-
ción que se presenta a continuación es la
síntesis de estos trabajos, complementada
en buena parte con los resultados de cam-
pañas de muestreo realizadas por varios de
los autores durante 1998 (López-Victoria,
1999; López-Victoria y Díaz, 2000).

108
Figura 96

Mapa del archipiélago de San Bernardo

Figura 97
Modelo tridimensional (visto hacia el
NE) del área del archipiélago de San
Bernardo, exageración vertical 10X

109
101). Se destacan los ambientes dominados
por las unidades Mon en la zona profunda,
Aten en la franja intermedia y Ppor en la
par te somera de los bajos ( Fig. 99).
También son notorias extensas zonas some-
ras dominadas por escombros de acropóri-
dos cubiertos por algas, lo que hace supo-
ner la existencia en décadas pasadas de
extensiones importantes dominadas por
esas especies.
El sector de sotavento (desde el S hasta el
E del archipielago) se caracteriza por un
desarrollo menor, limitado a un mosaico
discontinuo de parches, tapetes coralinos y
corales dispersos sobre un fondo arenoso.
No obstante, existen algunos montículos
Figura 98
Vista aérea de la Isla Ceycén; se
Las formaciones coralinas actuales se dis- coralinos monoespecíficos de Porites porites
aprecia la vegetación de mangle en la tribuyen por todo el complejo, presentando próximos a las islas Múcura, Maravilla y
isla; la tonalidad pardo rojiza de los
parches coralinos en la parte superior mayor desarrollo y cobertura en los flancos Ceycén, además de parches y tapetes corali-
derecha de la fotografía denota la
predominancia de colonias de Porites N y W, en donde se observan arrecifes fran- nos que bordean el costado S y E del com-
porites
jeantes y parches coralinos hasta los 30 m plejo. En estos sectores dominan las unida-
de profundidad. Las formaciones más des- des Mon y Cmix, esta última caracterizada
tacadas de este sector son aquellas ubicadas por su alta diversidad de especies coralinas.
al N y NW de Isla Mangle, al N de Isla La plataforma somera que rodea las islas y
Tintipán y a lo largo del costado N y W de que conforma extensos bajos está dominada
los bajos Las Nubes, Minalta y Julián (Fig. por praderas de fanerógamas (Fig. 100),
pr i ncipa l mente Thalassia testudinum y
Syringodium filiforme, alternadas con parches
coralinos y corales masivos dispersos. Es
evidente la cantidad de depresiones kársti-
cas diseminadas por todo el archipiélago,
las cuales modifican sustancialmente la
topografía del fondo y le dan al complejo
un aspecto característico desde el aire (Fig.
102). Se presume que estas formaciones se
originaron durante la última glaciación,
hace 120.000 años aproximadamente, como
resultado de la disolución de las estructuras
de carbonato de calcio existentes, que que-
daron expuestas a la acción de las aguas de
lluvia. En el interior de algunas islas se
encuentran también depresiones kársticas
que en la actualidad forman lagunas bor-
Figura 99 deadas por manglares, cuyas raíces constitu-
Paisaje submarino característico de la
llamada zona de transición; se yen el hábitat de gran diversidad de organis-
aprecian, entre otros, colonias de
Montastraea spp, Agaricia tenuifolia y mos y sirven de refugio para muchas larvas
Porites porites
de peces de arrecife (Fig. 103). Las figuras
104 y 105 muestran de forma esquemática la
distribución de las diferentes unidades eco-
lógicas en el área de San Bernardo.
En cuanto a la comunidad de corales
Figura 100
El pasto marino Thalassia testudinum
pétreos, se han registrado hasta el momento
forma densas praderas en los fondos alrededor de 50 especies según los trabajos
de arena que rodean las islas de San
Bernardo de Erhardt y Meinel (1975) y Prahl y

110
Figura 101

Mapa de unidades ecológicas de los fondos marinos del área del archipielago de San Bernardo
Figura 102
Panorámica aérea (hacia el SW) de la
Erhardt (1985). De ellas fueron registradas
Isla Ceycén y fondos aledaños. Las en 1998 tres especies de hidrocorales y 40
lagunas de agua salobre en el interior
de la isla corresponden a depresiones de escleractíneos (ver tabla 2). Se destacan
kársticas y están rodeadas por
vegetación de mangle por su frecuencia de aparición Porites astreoi-
des, P. porites y Colpophyllia natans, al igual que
las especies del género Montastraea (M. annu-
laris, M. faveolata y M. franksi) que, en con-
junto, se constituyen no sólo en el grupo
más frecuente sino también el de mayor
cobertura. Otros grupos importantes den-
tro de las formaciones coralinas son las
esponjas y octocorales, particularmente en
el Bajo Sotavento, las vertientes del costado
este y la zona del Canal Herrera, al sur del
complejo. Cabe destacar que las algas, como
competidores de los corales pétreos, alcan-
zan en el archipiélago valores de cobertura
Figura 103
Las raices sumergidas del mangle rojo,
importantes, llegando a ser casi el 100% del
Rhizophora mangle, en los canales
interiores de la Isla Tintipán están
sustrato duro en lugares en donde las
densamente colonizadas por una gran
variedad de organismos; se destacan
poblaciones de corales han desaparecido,
varias especies de ostras, gusanos como ocurre en las zonas antiguamente
sésiles, ascidias y algas
ocupadas por acropó-ridos al N y W del
con artes deletéreos como la dinamita, el complejo, a profundidades entre 4 y 10 m
calentamiento global y la descarga de aguas (Fig. 106).
continentales. Con respecto al último ten- Además de las condiciones de deterioro
sor, y a pesar de no haber sido determinada evaluadas en el área (ver capítulo 5), existen
con exactitud la influencia del río Sinú en el en el archipiélago otros tensores de inciden-
área, debe tenerse en cuenta que las descar- cia global y/o regional como lo son la
gas de sedimentos del río están presentes sobrepesca, la extracción de coral, la pesca

112
Figura 104
Perfil esquemático idealizado a lo largo de las formaciones coralinas en el sector de barlovento del complejo de las islas de San Bernardo, mostrando la zonación coralina característica (modificado de López-Victoria, 1999)

Figura 105
Perfil esquemático idealizado a lo largo de las formaciones coralinas en el sector de sotavento del complejo de las islas de San Bernardo, mostrando la zonación coralina característica (modificado de López-Victoria, 1999)

durante casi todo el año, incrementando


posiblemente la presión sobre los recursos
del archipiélago, al igual que en el área de
Isla Fuerte.
La situación actual de las formaciones en
cuanto a su estructura y cobertura coralina
viva y, considerando los factores que afec-
tan en forma negativa las condiciones de
desarrollo coralino en el área (enfermeda-
des del coral, eutroficación, sobrepesca,
etc.), sugieren que el paisaje submarino del
archipiélago, así como el de otras áreas ale-
dañas, se encuentra actualmente en un pro-
ceso de transición de predominantemente
coralino a vegetal, viéndose los corales
pétreos paulatinamente desplazados por las Figura 106
El alga verde Halimeda opuntia sobrecreciendo colonias del coral Porites porites en un arrecife de parche somero cerca de la Isla
algas. Múcura

113
12 Bajo Tortugas

Localización: 10° 2´- 10° 9´ N, 75° 50´- 75° 55´ W


Área total: 21,4 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 17,4 km2
Tipos: Banco coralino sobre la plataforma continental
Unidades mejor representadas: Cmix, Agar-Cmix
Actividades humanas: Pesca artesanal, buceo deportivo

E
l Bajo Tortugas es un alto-relieve tientes es regular y poco pronunciada, y por
o banco de la plataforma conti- encima de los 40 m se hace más pronunciada.
nental de forma alargada, orienta- Su parte superior muestra un relieve quebra-
do e n se nt ido N N E - S S W do y heterogéneo que combina crestas y pla-
(351°N), que se extiende como una prolonga- nos, de desarrollo arrecifal reciente, con hon-
ción submarina del complejo de islas y bajos donadas y depresiones circulares heredadas
del archipiélago de las islas del Rosario hacia de los procesos kársticos que tuvieron lugar
el SSW. Aparte de la información que puede sobre las estructuras arrecifales precedentes
extraerse de las cartas de navegación y de una (Fig. 107). La parte más meridional del bajo
descripción general (Torres, 1993), no existe se bifurca, y entre ambas ramificaciones se
hasta ahora ninguna caracterización publica- abre un profundo valle que conduce directa-
da acerca de la morfología ni de las formacio- mente a los fondos profundos de la platafor-
nes coralinas de este bajo. Una parte de los ma continental (Fig. 108).
autores visitaron el área en 1998 y realizaron Dada su profundidad, en el bajo Tortugas
las observaciones en las que se basa la presen- no se encuentran asociaciones coralinas que
te descripción. correspondan a oleaje de alta energía. Las
El bajo tiene unos 14 km de largo por 3,5 zonas más someras o cimas de las crestas
km en su porción más ancha y se eleva desde entre las depresiones kársticas se hallan a
Figura 107
el fondo de la plataforma, a unos 100 m de profundidades entre 5 y 12 m, pero la moda
Perfil batimétrico de un sector del Bajo profundidad, hasta 5 m debajo de la superfi- es de 9 m en toda el área. Dichas crestas
Tortugas mostrando las características
típicas del relieve del fondo (la cie en su parte más somera. Entre los 100 y están constituidas por una estructura corali-
localización de la sección ilustrada se
muestra en la figura 108) 40 m de profundidad la pendiente de sus ver- na construida casi exclusivamente por
Agaricia tenuifolia (Aten), que ahora se encuen-
tra casi completamente muerta y cubierta por
un tapete de algas rojas calcáreas (Fig. 109).
Únicamente hacia los márgenes de estas par-
tes planas, en los bordes superiores de las
vertientes de las hondonadas kársticas, se
observa aún algo de cobertura viva de esa
especie. En las partes someras del flanco
occidental, mayormente expuesto a la
influencia oceánica, el fondo está conforma-
do por colonias masivas y costrosas de varias
especies de coral, especialmente de los géne-
ros Siderastrea, Montastraea y Diploria acompa-
ñadas por diversos octocorales ramificados
propios de ambientes turbulentos. Esta aso-
ciación se asienta sobre amplios espolones
alargados que no tienen una orientación defi-

114
Figura 108

Mapa geomorfológico del Bajo Tortugas*

* La línea roja muestra la localización del perfil de la figura 107

nida, separados por canales o valles cubier-


tos por sedimentos y escombros coralinos
(Fig. 110). Esta unidad no se observa en el
flaco oriental del bajo, menos expuesto al
oleaje oceánico (Fig. 111).
Sobre las vertientes pronunciadas que con-
ducen hacia el fondo de las hondonadas kárs-
ticas, hasta 30 o más m de profundidad, hay
profuso crecimiento de corales masivos,
Figura 109
usualmente en colonias en forma de tejado y El coral Agaricia sp invadido
casi completamente por algas
de pagoda, entre los que dominan las espe-
cies del género Montastraea. El fondo de las
hondonadas está generalmente cubierto por
limos calcáreos que se resuspenden con faci-
lidad, creando un ambiente de aguas “lecho-
sas”. Sin embargo, ocasionalmente se obser-
van grandes colonias de Montastraea franksi
en forma de pagoda creciendo en estas zonas Figura 110
Ambiente característico del fondo
por debajo de los 30 m de profundidad. en la parte superior de
barlovento del Bajo Tortugas, con
La cobertura promedio de coral vivo esti- predominancia de diversos
octocorales y corales masivos
mada en 1999 en el bajo Tortugas fue de un (unidad Oct-Cmix)

115
Figura 111

Mapa de unidades ecológicas del Bajo Tortugas

poco más del 40%, algo superior al de las las con el suficiente detalle en un mapa a la
otras áreas cercanas. escala empleada para este trabajo. Como
Dada la heterogeneidad del relieve y la dis- alternativa, la figura 112 muestra un perfil
tribución de las unidades ecológicas en el típico con la distribución de las asociaciones
Bajo Tortugas, resulta imposible representar- coralinas.

Figura 112
Perfil esquemático idealizado de la
zonación coralina en el Bajo Tortugas

116
13 Península de Barú, Islas del Rosario y bajos aledaños

Localización: 10° 07’ - 10° 14’ N, 75° 37’ - 75° 57’ W


Área total: 145,3 km2
Área emergida: 51,8 km2, incluyendo la península de Barú
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 67,6 km2
Tipos: complejo arrecifal sobre plataforma continental con arrecife de barrera,
franjeantes y de parche, tapetes coralinos y bancos coralinos
Unidades mejor representadas: Algpe-Mcom-Z, Aten, Mon, Oct-Cmix,
Pradf
Población: 613 habitantes permanentes en las islas
Actividades humanas: Turismo recreativo, pesca artesanal, buceo deportivo,
actividades naúticas

A
l suroccidente de la bahía de Bomba existieron formaciones coralinas
Cartagena, en la zona central de vivas hasta hace algún tiempo, actualmente
la costa continental del Caribe han desaparecido o se encuentran en avan-
colombiano, se extiende un área zado estado de deterioro, proceso que se ini-
caracterizada por un profuso desarrollo de ció hace tres siglos con la apertura del Canal
formaciones coralinas. De hecho, aunque las del Dique, un canal navegable que comunica
formaciones calcáreas de Barú y de las Islas el r ío M a gda lena con las ba h ías de
del Rosario datan de distintas épocas, Plio- Cartagena y Barbacoas, vertiendo aguas dul-
Pleistoceno las primeras y Holoceno las ces con una alta carga de sedimentos
segundas, buena parte de ellas resultaron (Alvarado et al., 1986).
emergidas en el Holoceno, hace unos 5.000 Actualmente, las formaciones coralinas
años, y constituyen el sustrato actual del vivas se encuentran bordeando el flanco NE
litoral (Vernette, 1985; 1989a,b). Aunque hay de la península de Barú, en torno a las Islas
evidencia de que también en el interior de la del Rosario y formando varios bancos sobre
bahía de Cartagena y en torno a Tierra altorelieves de la plataforma continental a
Figura 113

Área de la península de Barú y el archipielago de las Isalas del Rosario


Figura 114
Panorámica aérea (hacia el NE) del
cierta distancia de la costa (Fig. 113). La ca se encuentran en Penereiro et al. (1990),
sector central del archipiélago del irregularidad del relieve y su localización Sánchez (1995), Schönwald (1998) y más
Rosario; se aprecian los fondos
someros aledaños a Isleta, Isla Naval e privilegiada con respecto al régimen de recientemente Cendales (1999). La informa-
Isla Grande
vientos y corrientes han dado lugar a varia- ción que se presenta a continuación se fun-
dos ambientes y asociaciones bióticas que damenta en esos trabajos, particularmente
hacen que se trate de una de las áreas corali- en los tres últimos citados.
nas más desarrolladas geomorfológica y Los rasgos geomorfológicos actuales del
estructuralmente del Caribe colombiano. área (Fig. 115) reflejan las oscilaciones en el
Los fondos submarinos de todo el área y la nivel del mar ocurridas desde el Pleistoceno
porción emergida de la Isla del Rosario y los procesos de acreción coralina reciente
están cobijados legalmente para su protec- sobre la topografía precedente, así como los
ción como parte del Parque Nacional procesos de erosión y modelación del relieve
Corales del Rosario y San Bernardo. submarino causado por procesos kársticos
En esta área se han adelantado gran canti- cuando el nivel del mar se encontraba por
dad de estudios geológicos, biológicos y eco- debajo del actual (Fig. 114). Al alcanzarse el
lógicos. Aspectos sobre el origen geológico nivel actual del mar, el sustrato arrecifal
y la sedimentología de este sector del Caribe antiguo fue recolonizado y se desarrollaron
colombiano han sido tratados por Burel y las estructuras de los arrecifes actuales
Vernette (1982), Vernette (1985, 1989a,b), según el régimen de oleaje, corrientes, sedi-
Leble y Cuignon (1987). La composición y mentación, etc. Las islas que forman parte
estructura de la comunidad coralina han del complejo corresponden a ant iguas
sido estudiados, entre otros, por Pfaff estructuras arrecifales que no fueron inun-
(1969), Werding y Sánchez (1979), Prahl y dadas por el nuevo nivel marino y actual-
Erhardt (1985), Ramírez et al.(1986) y mente sobresalen hasta 5 m por encima del
Alvarado et al. (1986). Descripciones de las nivel del mar. Las formaciones coralinas
estructuras coralinas, que incluyen además actuales están edificadas sobre terrazas
análisis de la zonación y cartografía ecológi- disectadas durante transgresiones marinas y

118
Figura 115

Mapa geomorfológico del área de Barú e Islas del Rosario


Figura 116
Modelo tridimensional (vista hacia el
N) que resalta la morfología del fondo
del área de Barú, las Islas del Rosario
y del Bajo Tortugas, exageración
vertical 10X

sus bordes se hacen a veces evidentes a pro- súbitamente por una vertiente con pendien-
fundidades entre 8-12 m y 21-25 m respecti- te pronunciada que generalmente exhibe un
vamente. En muchos lugares no es posible exuberante crecimiento coralino hasta más
reconocer estos niveles por estar cubiertos allá de 40 m de profundidad. Tal es el caso
por formaciones de coral recientes o acumu- de los f lancos N de las islas Tesoro y
laciones de sedimentos. Las terrazas que Pajarales (Fig. 117). También en Barú, frente
forman una especie de plataforma que rodea a Punta Gigante y Punta Barú, así como al
las islas son el resultado de la erosión y abra- NW de Isla Rosario, se observan estructuras
Figura 117
Ambiente característico del fondo en la
sión marina antigua (Fig. 116). arrecifales similares aunque de menor tama-
zona profunda (-12 m) de la terraza Las terrazas hacia barlovento se caracteri- ño. Isla Grande sin embargo, presenta una
de barlovento de las Islas del Rosario
(sector de Pajarales) zan por ser de poca amplitud y cortadas terraza extensa y densamente cubierta de

120
Figura 118

Mapa de unidades ecológicas del área de Barú y de las Islas del Rosario
Figura 119
Perfil esquemático idealizado de la
“pozas”, o depresiones de origen kárstico coral constituidos por una o unas cuantas
zonación coralina en el flanco norte que alcanzan en su zona central profundida- especies, algunos de los cuales se elevan
(barlovento) de Isla Rosario
(modificado de Cendales, 1999) des de hasta 20 m y son resultado del colap- hasta unos pocos centímetros por debajo de
samiento de los techos de antiguas cavernas la superficie. En Pajarales sin embargo, en el
formadas dentro de las antiguas estructuras sitio denominado Pavitos, se observan pen-
calcáreas por infiltración y circulación de dientes fuertes que presentan un desarrollo
aguas subterráneas en las épocas en que coralino apreciable y variedad de especies.
dichas estructuras permanecieron emergi- La composición y estructura de la comuni-
das. Las pozas son una característica rele- dad coralina en el área muestran una zona-
vante del macropaisaje del área, ya que tam- ción vertical que responde a los gradientes
bién se pueden encontrar formando parte de de profundidad y turbulencia. En las zonas
la mayoria de las islas. someras del costado de barlovento, hasta los
Sobre las terrazas se desarrollan en general 7 m de profundidad, predomina la unidad
arrecifes franjeantes o costeros, que son los compuesta por algas calcáreas, corales de
que mayor número y variedad de ambientes f ue g o y zoa nt ídeos (u n id a d A l g pe -
presentan (Fig. 118). Algunos de estos arre- Mcom-Z), con algunos corales masivos
cifes pueden desarrollarse formando barre- (Porites astreoides). Esta asociación está espar-
ras que protegen la costa de la erosión mari- cida por toda el área en zonas de rompiente,
na. Tras estas barreras, como en el canal por como en la cresta de los arrecifes franjeantes
el que circulan las embarcaciones del lado del costado de barlovento de las islas
norte de Isla Grande, el fondo está general- Tesoro, Grande y Pajarales, y generalmente
mente tapizado por praderas de pastos se desarrollan sobre escombros de Acropora
marinos. palmata. En sotavento, hasta 11 m de pro-
En sotavento las terrazas son más amplias fundiad, el paisaje se modifica y es domina-
(aprox. 1,5 km) y su margen externo puede do por restos de A. cervicornis, entre los que
alcanzar los 25 m de profundidad. Las pen- crecen colonias de Montastraea annularis prin-
dientes de las terrazas y vertientes de sota- cipalmente, siendo particularmente impor-
vento son, por lo general, menos pronuncia- tantes al sur de Isla Rosario. En barlovento
das, con desarrollo coralino menos variado se presenta también esta unidad pero forma
pero más profuso. Sobre las partes planas solamente una franja de transición. La figu-
predominan los parches y montículos de ra 119 muestra un perfil típico de la zona-

122
ción arrecifal del flanco de barlovento de las
Islas del Rosario. En zonas someras pero
con baja exposición al oleaje, la mayoría en
sotavento, se encuentran parches bastante
deteriorados de Porites porites (Unidad Ppor).
Esta especie puede estar acompañada de P.
astreoides y del alga frondosa Dictyota spp en
diferentes densidades (Fig. 120), siendo
observable hasta 10 m de profundidad alre-
dedor de algunas islas como Periquito.
En las vertientes de barlovento, entre 2 y
18 m de profundiad, predominan las forma-
ciones de Agaricia tenuifolia con abundante
material particulado proveniente de la parte
somera y producto de la erosión; en sotaven-
to, esta franja no es tan ancha ni definida y
puede estar acompañada por otras especies dad. Dependiendo de su profundidad, sus Figura 120
Parche coralino constituido casi
en diferentes densidades. En las zonas pro- partes superiores están constituidas por exclusivamente por Porites porites,
parcialmente invadido por algas
fundas de sotavento, por debajo de 15 m, diversas especies de corales masivos pero verdes

predominan las formaciones con diversas con predominancia de Montastraea faveolata,


especies de corales masivos y octocorales M. annular is, M. franksi, M. cavernosa,
(Unidad Oct-Cmix), que se dispersan más Colpophyllia natans y Diploria labyrinthiformis
allá de los 20 m de profundidad; se transfor- (Unidad Mon), y en los flancos y vertientes
man en planicies en las que se entremezclan por un mayor número de especies masivas y
sectores cubiertos por sedimentos y sectores planas (Unidad Cmix).
de sustrato duro, sobre los que dominan La sobrepesca y la sedimentación, esta
corales en forma plana como Agaricia agarici- última particularmente en la costa de Barú y
tes o Montastraea franksi (Unidad Agar-Cmix) la mitad oriental del archipiélago, parecen
en relativo buen estado de salud coralina. Es ser los principales tensores sobre las comu-
común que en los flancos más protegidos de nidades de coral del área.
sotavento abunden octocorales y esponjas. En otros organismos diferentes a los cora-
Los bajos de tipo banco en esta área son les hay evidencias de cambio. Como ejemplo
domos o altorelieves que se levantan desde se pueden citar algunas especies que son
profundidades cercanas a 35 m hasta 5 m importantes para el ecosistema y/o el susten-
por debajo de la superficie. Estos bajos to de pescadores, como el caso del erizo
(Rosario, Las Palmas y otros más pequeños) negro Diadema antillarum, el caracol pala, lan-
se localizan en la parte más occidental del gostas, cangrejos, pargos, meros y chernas,
área y están separados entre sí por fondos cuyas densidades han disminuido drástica-
sedimentarios de más de 30 m de profundi- mente en la zona.

123
14 Bajos de Salmedina

Localización: 10° 23’ N, 75° 38’ W


Área total: 7,5 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 7,5 km2
Tipos: Banco coralino sobre la plataforma continental con arrecifes de parche y
montículos coralinos
Unidades mejor representadas: Oct-Esp, Oct-Cmix
Actividades humanas: Pesca artesanal, buceo deportivo

L
os Bajos de Salmedina se locali- Sobre la vertiente del sector N, a 30 m de
zan aproximadamente a 6 km al profundidad, el paisaje del fondo está domi-
o cc ide nt e de l a c iu d a d de nado por colonias del género Montastraea
Cartagena. Las aguas del sector (Fig. 121) creciendo en forma de costras
alcanzan a recibir la influencia de las des- sobre un plano con pendiente mayor a 60°
cargas continentales del Río Magdalena (Unidad Cmix). En la parte somera del
durante la época de los vientos Alisios del mismo sector (5-10 m de profundidad), el
NE (diciembre-abril) y se ven afectadas casi sustrato está constituido por roca calcárea y
constantemente por los flujos de sedimentos escombros de Porites porites y Acropora cervicor-
y aguas servidas (industriales y domésticas) nis, sobre los que crecen colonias en forma
de la Bahía de Cartagena en la segunda de costras o hemisféricas y abundantes octo-
parte del año, cuando los Alisios se debili- corales y algas calcáreas ( Unidad Oct-
tan y predomina la Contracorriente del Cmix). La figura 122 muestra un perfil típi-
Darién hacia el NE. co de la zonación arrecifal del flanco N del
La información existente a la fecha sobre bajo.
el área es muy escasa y fragmentaria, limita- A pesar de que en la actualidad no posee
da a la que puede extraerse de las cartas de extensas formaciones coralinas o marcado
navegación del sector y la que puede hallarse desarrollo arrecifal, el área muestra una
en algunos folletos promocionales para cobertura promedio de coral vivo de 33,3%
buzos deportivos. La información que se sobre el sustrato duro, comparable a la de
presenta a continuación está basada en una otras áreas con mayor desarrollo arrecifal.
visita efectuada por una parte de los autores La evidencia de muerte coralina reciente
en junio de 1998. (10% en promedio) y la presencia de grandes
L os B ajos de S a l me d i n a (o B ajo cantidades de escombros de Porites porites y
Salmedina) son tres elevaciones de origen Acropora cervicornis, indican que hasta tiem-
diapírico (Vernette, 1985) sin porción emer- pos relativamente recientes en Salmedina
gida, que se elevan desde los fondos de la existieron exuberantes y diversas formacio-
plataforma continental a 60 m de profundi- nes coralinas. La sedimentación y posible-
dad hasta 5 m por debajo del nivel del mar. mente la pesca con dinamita han sido los
En el flanco N, entre 60 y 20 m de profun- factores de mayor impacto.
didad, la zona posee un talud especialmente
marcado. Entre 20 y 5 m, esa vertiente es
mucho menos pronunciada, formando una
plataforma que está surcada por una serie de
espolones ca lcá reos con or ient ación
NE-SW. Hacia el sur, los bajos se profundi-
zan suavemente formando un plano cubier-
to predominantemente por arenas bioclásti-
cas gruesas.

124
Figura 121

Mapa de unidades ecológicas de los Bajos Salmedina

Figura 122
Perfil esquemático idealizado de la
zonación coralina en el flanco norte
del bajo Salmedina

125
15 Isla Arena

Localización: 10° 44’ N, 75° 21’ W


Área total: 0,2 km2
Área emergida: 0,01 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 0,1 km2
Tipos: Arrecife franjeante, tapetes coralinos
Unidades mejor representadas: Apalm-Dstri, Costroc, Algpe-Mcom-Z
Población: No hay pobladores permanentes
Actividades humanas: Pesca artesanal

I
sla Arena es un pequeño islote locali- mitad del año, y se encuentra dentro del
zado a 8 km de la costa, resultado de área de influencia de la pluma de sedimen-
la acumu lación de sedimentos y tos del Río Magdalena, cuya desembocadura
escombros calcáreos sobre un peque- principal se encuentra a escasos 40 km hacia
ño promontorio sedimentario de la platafor- el NE (Andrade y Thomas, 1988; Pinzón et
ma continental en la parte externa de la al., 1998a). La información sobre las forma-
ensenada de Amansaguapos, frente a la ciones coralinas de esta área se basan en el
población de Galerazamba. La plataforma estudio de Perdomo y Pinzón (1997), resu-
continental en el sector tiene un ancho de mido y publicado por Pinzón et al. (1998a).
35 a 40 km, con pendiente muy suave y sus Las diferentes zonas o unidades ecológicas
fondos están constituidos fundamentalmen- en torno a la isla se ordenan primordialmen-
te por arenas y lodos litoclásticos, aunque en te en respuesta al esquema impuesto por los
los alrededores de la isla el sustrato base niveles de energía del oleaje (Fig. 123). Este
consiste en lodolitas, arenas finas y algunos proviene predominantemente del NNE,
restos calcáreos (Correa, 1990). Sobre la pla- descarga buena parte de su energía en el
taforma continental y en la costa adyacente, f lanco norte de la isla (barlovento), se
el diapirismo de lodo es un rasgo caracterís- refracta en los extremos oriental y occiden-
tico que ha causado la deformación de los tal de la misma y enfrenta el costado de
estratos sedimentarios de la plataforma for- sotavento con menor fuerza (Fig. 124). En la
mando ondulaciones y altorelieves del parte central del flanco de barlovento pre-
fondo, sobre uno de los cuales, particular- dominan fondos arenosos en constante
mente favorecido por las corrientes y condi- resuspensión, mientras que hacia los extre-
ciones del agua, se estableció la biota herma- mos, entre 2 y 5 m de profundidad, se desa-
típica que dio origen a Isla Arena y a las for- rrollan estructuras coralinas de escasa mag-
maciones coralinas que la rodean (Pinzón et nitud dominadas por setos erectos de
al., 1998a). El volcán de El Totumo, a unos Acropora palmata (Fig. 125) y colonias costro-
10 km al SE de Isla Arena, es una manifes- sas o hemisféricas de Diploria spp, detrás de
tación clara de la actividad diapírica en el las cuales aparece una franja irregular de
área. La isla está deshabitada pero es colonias masivas de Siderastrea siderea entre-
comúnmente utilizada por pescadores de la mezcladas con coral de fuego Millepora com-
costa adyacente para pernoctar. planata. La zona de rompiente está constitui-
Como se comprueba al comparar series de da por escombros coralinos recubiertos por
fotografías aéreas tomadas en diferentes algas calcáreas, coral de fuego y zoantídeos
años, el tamaño y forma de la isla cambian (unidad Algpe-Mcom-Z). A sotavento, en la
con el tiempo, probablemente debido a la zona central, se halla un rodal de faneróga-
dinámica del oleaje y las corrientes. Por su mas marinas que se desarrolla sobre una lla-
localización, Isla Arena está expuesta al nura de sedimentos finos, en tanto que
fuerte oleaje producido por los vientos hacia el extremo oriental crecen exuberante-
Alisios del NE, especialmente en la primera mente algunos setos de Acropora cervicornis

126
Figura 123

Mapa de unidades ecológicas de los fondos alrededor de Isla Arena

entremezclados con A. palmata, y en el occi-


dental el fondo duro está recubierto por cos-
tras de Diploria clivosa, algas costrosas y
zoantídeos.
En general, debido a la turbidez del agua y
a la poca disponibilidad de sustratos duros,
en esta área no se observa crecimiento cora-
lino por debajo de los 5 m de profundidad.
Por esta misma razón, el número de especies
coralinas que participan en la comunidad es
reducido (14 especies). Es de anotar la
ausencia absoluta de especies del género
Montastraea, que en otras áreas es uno de los
más frecuentes. Paradójicamente, la cober-
tura de coral vivo en relación con el sustrato Figura 124
Panorámica aérea (hacia el W) de Isla Arena; se aprecia la zona de rompiente del arrecife franjeante y la difracción que sufre el
duro es elevada y no se evidencian signos de oleaje, favoreciendo la existencia de una zona de baja turbulencia en el costado de sotavento de la isla

deterioro en las colonias coralinas causados


por afecciones patogénicas, sobrecrecimien-
to por otros organismos o actividades
humanas, incluso en las especies más sensi-
bles y frágiles como Acropora palmata y A.
cervicornis, que han resultado ser las más
impactadas en otras áreas.
Figura 125
Setos de Acropora palmata creciendo
en forma de “plato” en el arrecife de
Isla Arena. Esta forma de crecimiento
parece ser respuesta a la elevada
turbidez del agua en el área

127
16 Banco de Las Ánimas

Localización: 11° 16’ - 11° 19’ N, 74° 19’ - 74° 29’ W


Área total: 70,5 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 7,6 km2
Tipos: tapete coralino
Actividades humanas: pesca artesanal

E
l Banco de las Ánimas es una dos por aguas frías debidas a surgencia de
asociación calcárea con desarrollo masas de agua subsuperficiales en el área del
coralino incipiente que se localiza Parque Nacional Natural Tayrona, lo que
cerca del borde de la plataforma sugiere una similitud de las condiciones ocea-
continental, entre los 25 y 30 m de profundi- nográficas entre ambas áreas (Bula-Meyer y
dad, aproximadamente a 12 km de distancia Díaz-Pulido, 1994).
al norte de la costa de la Isla Salamanca, fren- Entre los 20 y 30 m de profundidad, el
te al complejo laguno-estuarino de la Ciénaga fondo está predominantemente cubierto por
Grande de Santa Marta. La plataforma conti- rodolitos de algas calcáreas pertenecientes a
nental de este sector consiste en un lóbulo los géneros Lithothamnion y Goniolithon (Fig.
sedimentario que corresponde a un remanen- 126), sobre los cuales crecen profusamente
te de un antiguo delta del Río Magdalena for- macroalgas frondosas, esponjas, algunos
mado cuando su desembocadura principal se octocorales y colonias pequeñas y muy dis-
hallaba más al oriente de la actual (Erffa, persas del coral pétreo Porites astreoides
1973). Contrario a lo que sugiere su nombre, (Unidad Oct-Esp). Luego de los 30 m de pro-
geomorfológicamente no corresponde real- fundidad, y hasta probablemente los 35, apa-
mente a una formación arrecifal de banco, recen paulatinamente otras especies masivas
puesto que no es un altorrelieve arrecifal en y foliosas de coral, tales como Agaricia tenuifo-
la plataforma continental; las estructuras her- lia y Siderastrea siderea, acompañadas por octo-
matípicas apenas han alterado en unos pocos corales (Unidad Oct-Cmix). Es muy poco lo
centímetros la topografía del fondo de la pla- que se conoce aún acerca de la composición y
taforma. estructura de las formaciones coralinas de
A pesar de que las aguas del golfo de esta área. En la figura 127 se muestra un per-
Salamanca son turbias la mayor parte del fil típico de la zonación ecológica del área.
tiempo debido a la influencia de la pluma del
R ío Magdalena y a las descargas de la
Ciénaga Grande de Santa Marta, en el área
en donde se encuentra esta formación se pre-
senta durante una buena parte del año una
cuña de aguas oceánicas relativamente claras
y de salinidad adecuada para el asentamiento
y desarrollo de organismos hermatípicos
(Blanco et al., 1994), los cuales han coloniza-
do y consolidado el sustrato arenoso compac-
tado a manera de lajas de arenisca por debajo
de los 20 m de profundidad. La composición
de la comunidad de macroalgas asociadas al
fondo de esta área es muy semejante a la que
se encuentra en ciertos ambientes caracteriza-

128
Figura 126

Mapa de unidades ecológicas en el área del Banco de Las Ánimas

Figura 127
Perfil esquemático idealizado de la
zonación ecológica en el Banco de
Las Ánimas (modificado de Blanco
et al., 1994)

129
17 Área de Santa Marta y del Parque Nacional Tayrona

Localización: 11° 15’ - 11° 22’ N, 73° 57’ - 74° 12’ W


Área total: 9,3 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 6,7 km2
Tipos: arrecifes franjeantes, tapetes coralinos, parches coralinos
Unidades mejor representadas: Lr, Costroc, Cmix
Población: La zona costera del municipio de Santa Marta tiene una población
aproximada de 200.000 habitantes. Además, se estima que el área es visitada
anualmente por unos 100.000 turistas
Actividades humanas: turismo recreativo y ecológico, actividades náuticas y
portuarias, buceo deportivo, pesca artesanal

L
os rasgos morfológicos y paisajís- meses de sequía (diciembre a abril), los fuer-
ticos del área de Santa Marta y tes alisios del NE generan una corriente en
del Parque Nacional Natural sentido paralelo a la costa en la parte orien-
Tayrona están determinados por tal del área y hacia mar afuera en la parte
el macizo montañoso de la Sierra Nevada de occidental, produciendo un fenómeno local
Santa Marta, cuyas estribaciones septentrio- de surgencia o afloramiento de aguas subsu-
nales se adentran hacia el mar formando una perficiales relativamente frías (20°-25°C), el
característica costa de tipo “rías”, en la que cual le imprime al área ciertas características
se alternan bahías con playas arenosas en su ecológicas especiales (Bula-Meyer, 1985;
interior y cabos rocosos con acantilados. La Ramírez, 1990). Durante el período de llu-
plataforma continental, en sentido estricto, vias, o menos seco, las aguas superficiales
es prácticamente ausente en esta área, y los tienden a ser más cálidas (27°-29°C) y trans-
fondos se precipitan rápidamente a profun- parentes debido a la ausencia de surgencia y
didades de más de 500 m a distancias relati- a la inf luencia de la contracorriente de
vamente cortas de la l ínea de costa. Panamá, que trae consigo cierta carga de
Geológicamente, el litoral está dividido en material orgánico e inorgánico proveniente
dos sectores, separados a la altura del cabo de las descargas cont inentales del rio
San Juan de Guía; al E de este sitio afloran Magdalena y de la Ciénaga Grande de Santa
las rocas cuarzo-dioríticas del batolito de Marta (Bula-Meyer, 1985; Ramírez, 1990).
Santa Marta alternadas con extensiones de En esta área se han realizado desde la
playa. Las rocas del batolito se disponen en década de 1970 numerosos estudios faunísti-
hileras paralelas a la línea de costa, forman- cos, florísticos y ecológicos, varios de ellos
do en algunos sectores un rompeolas natu- en relación con la composición ( p.ej.
ral. Al W del cabo, los acantilados están Antonius, 1972; Werding, 1976; Werding y
conformados por esquistos y filitas meta- Erhardt, 1976; Erhardt y Werding, 1975a,b;
mórficas (Doolan y McDonald, 1976). El sintetizadas por Prahl y Erhardt, 1985),
contorno de la costa en este sector está estructura (Solano, 1987; Acosta, 1992), dis-
caracterizado por una serie de ensenadas t r ibución ( Werd i ng y Sánchez, 1989;
relativamente cerradas (de W a E: Granate, Garzón-Ferreira y Cano, 1990), dinámica
Concha, Chengue, Gayraca, Nenguan-ge, temporal (Zea y Duque, 1990; Garzón-
Cinto, Guachaquita y Palmarito), cuyos cos- Ferreira y K ielman, 1993; CARICOMP,
tados occidentales están más expuestos al 1999) y biota asociada de las formaciones
viento y al oleaje, y algunos islotes rocosos coral inas ( p.ej. Botero, 1987; Acero y
(isla Aguja, El Morro, etc.) que representan Garzón, 1987; Díaz et al., 1991; Zea, 1993).
prolongaciones interrumpidas de las estri- La información que aquí se presenta es una
baciones montañosas. síntesis de algunos de los trabajos mencio-
La hidrodinámica en el área presenta cier- nados, complementada con las observacio-
tas particularidades y está determinada por nes realizadas por varios de los autores en
el régimen de los vientos alisios. Durante los 1998 y 1999.

130
Las formaciones coralinas que bordean embargo pueden alcanzar coberturas altas
buena parte de la costa rocosa del área, espe- (>80%) a profundidades mayores a los 10 m
cialmente a lo largo del litoral de acantila- en algunos sitios.
dos, se pueden organizar en dos grupos En las zonas más protegidas de las bahías
según el tipo de sustrato y el espesor del las formaciones coralinas son más complejas
andamiaje coralino. El primero corresponde y diversas en especies, con predominancia de
a bloques de roca metamórfica caidos y acu- grandes formas masivas. En algunas de las
mulados como producto de la erosión de los ba h í as, como en l as de Chen g ue y
acantilados, los cuales han sido parcialmente Nenguange donde el relieve poco escarpado
colonizados por biota hermatípica a partir de lo permite, se desarrollan arrecifes de parche
los 5-8 m de profundidad (Fig. 128). El a cierta distancia del litoral, que han logrado
segundo tipo son formaciones coralinas edi- incluso formar una cresta arrecifal constitui-
ficadas sobre un sustrato rocoso más estable, da por setos de Acropora palmata, A. cervicor-
generalmente en zonas menos expuestas a la nis, y en zonas algo más expuestas, por coral
acción del oleaje, que han alcanzado un cier- de fuego y zoantídeos, la cual actua como
to espesor y están constituidas generalmente rompeolas y brinda protección contra la ero-
por corales masivos hemisféricos de gran sión a la costa adyacente. Entre estas forma-
tamaño (Montastraea cavernosa, M. faveolata, ciones y la costa se extiende generalmente
Colpophyllia natans, entre otras). Estas forma- un ambiente típico de laguna arrecifal, con
ciones franjeantes son por lo general poco fondos someros de arena y/o limo orgánico
amplias y se profundizan relativamente rápi- cubiertos densamente con algas y faneróga-
do hasta los 25-30 m, donde se inicia un mas, estas últimas conformando rodales
plano inclinado arenoso con escombros mixtos. Dichas “lagunas arrecifales” están
coralinos. La diversidad y abundancia de en parte rematadas en el litoral por una fran-
octocorales en estas formaciones es mucho ja de mangle que aisla una laguna muy some-
mayor en las zonas expuestas al oleaje, espe- ra que contribuye significativamente con
cialmente en los cabos y en los costados aportes de agua salobre y materia orgánica al
occidentales de las bahías. Por el contrario, entorno de la bahía durante las épocas llu-
en esas zonas la cobertura de corales pétreos viosas. Este conjunto de ambientes en las
es baja y está dominada por formas con cre- zonas menos expuestas al oleaje dentro de
cimiento costroso (Fig. 129), las cuales sin las bahías configura un mosaico característi-

Figura 128
Perfil esquemático idealizado de la
zonación en las formaciones coralinas
franjeantes del área del Parque
Nacional Natural Tayrona (modificado
de Garzón-Ferreira y Cano, 1990)

131
Figura 129

El área de Santa Marta y del Parque Nacional Natural Tayrona

Figura 130
Panorámica aérea (hacia el S) del sector interno de la bahía de Chengue; se aprecia la laguna, separada del mar por una barra arenosa vegetada por mangle

132
co de ecosistemas (Figs. 130 y 131) entre los
que se producen interesantes flujos biológi-
cos, químicos y físicos. En las figuras 132 a
137 se aprecia la distribución de las unidades
ecológicas de paisaje submarino a lo largo de
la costa, las cuales se basan en buena parte
en los mapas elaborados por Garzón-
Ferreira y Cano (1990).
En algunos sectores la cobertura promedio
de coral vivo registrada en 1998-1999
(37.3%) es mayor a la estimada recientemente
en la mayoría de las demás áreas coralinas
del Caribe colombiano. No obstante, en cier-
tos sectores fuertemente impactados por las
desca rg a s de desechos u rba nos ( E l Figura 131
Perfil esquemático idealizado de la zonación ecológica en la parte interna de la bahía de Chengue,
Rodadero, Santa Marta, Taganga y zonas ale- Parque Nacional Natural Tayrona
Figura 132

Mapa de unidades ecológicas entre bahÍa de Gaira y Punta de Betín


dañas) y pesca ilegal con explosivos (algunos dad extensiva en las especies ramificadas
sectores en inmediaciones del Cabo de La (Acropora spp) y foliares (Agaricia spp).
Aguja y de las bahías de Concha, Gayraca y A pesar de que una porción considerable
Nen-guange), se observan coberturas muy del área está bajo la cobertura del sistema de
bajas y sobrecrecimiento del coral por algas y áreas protegidas (Parque Nacional Natural
esponjas. Aunque probablemente con menor Tayrona), las formaciones coralinas en algu-
severidad que en otras regiones, los corales nos sectores continuan siendo afectadas por
en esta área resultaron afectados por varios las actividades propias del desarrollo urbano
episodios de blanqueamiento ocurridos entre y portuario (vertimiento de aguas servidas y
1983 y 1998, los cuales, junto con enferme- basuras sólidas, dragados), además de las
dades como la banda blanca, posiblemente actividades naúticas y asociadas con el turis-
fueron los principales causantes de mortali- mo, así como por la pesca con explosivos.

Figura 133

Mapa de unidades ecológicas entre Santa Marta y Punta Aguja

134
Figura 134

Mapa de unidades ecológicas entre Granate y Punta Vigía

Figura 135

Mapa de unidades ecológicas entre Punta Vigía y Punta de Negüange


Figura 136

Mapa de unidades ecológicas entre Negüange y Guachaquita

Figura 137

Mapa de unidades ecológicas entre Palmarito y Arrecifes


18 Áreas coralinas de La Guajira

Localización: 12° 28’ - 10° 23’ N, 73° 39’ - 71° 06’ W


Área total: 151,8 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 5,0 km2
Tipos: Tapetes coralinos, arrecifes de parche, montículos coralinos
Unidades mejor representadas: Malc-F, Pradf
Población: 459.329 habitantes (incluyendo la ciudad de Riohacha)
Actividades humanas: Explotación de sal, puerto de exportación de carbón,
contrabando, ganadería caprina, turismo ecológico, pesca artesanal

L
a península de La Guajira repre- rial calcáreo (restos de conchas de moluscos,
senta el extremo septentrional de equinodermos y de otros organismos) y
Colombia y del continente sura- algas costrosas. En éste se desarrolla un
mericano. Las costas de este exuberante “jardín” constituido por diver-
territorio semiárido se caracterizan por ser sos octoco-rales ramificados de los géneros
generalmente bajas, con planos arenosos y Pseudo-pterogorgia, Eunicea, Plexaura, Muricea,
salinos; la plataforma continental es amplia, Plexaurella y Pterogorgia. Muy dispersas se
con fondos predominantemente arenosos. observan colonias costrosas de los corales
Ello, de por sí, restringe a unos cuantos sec- pétreos Diploria strigosa, Porites astreoides y
tores de la parte más septentrional de la Millepora sp, además de algunas esponjas
península, donde algunas serranías y colinas vasiformes (Borrero et al., 1996). Con una
de material consolidado se extienden hacia composición similar a la de El Bajo, aunque
el mar para formar acantilados, la disponibi- a menor profundidad, existen algunos tape-
lidad de sustratos lo suficientemente firmes tes coralinos de poca extensión distribuidos
para propiciar el asentamiento y crecimiento discretamente en las inmediaciones del
de biota hermatípica. De otra parte, los Cabo de La Vela, como el que se halla
fuertes vientos del E y NE, que caracterizan rodeando la roca del Morro, localizada a
y condicionan el clima de la región, trans- unos 500 m al frente del cabo.
portan continuamente grandes cantidades Las formaciones coralinas más conocidas
de partículas del suelo arcilloso que se del área de La Guajira son las que se desa-
depositan sobre el mar y contribuyen a la rrollan en la parte interna de la bahía de
turbidez de las aguas; estos vientos generan Portete. Prahl y Erhardt (1985) hicieron una
también fuerte oleaje que mantiene los sedi- primera descripción general de estas forma-
mentos de los fondos poco profundos en ciones, la cual fue complementada poste-
continua resuspensión. La orientación de la riormente por los estudios de Díaz et al.
costa con respecto a los vientos propicia (1988), INVEMAR (1992) y Solano (1994);
además la ocurrencia de una surgencia con el área fue visitada nuevamente por algunos
aguas superficiales frias (21-25°C) y ricas en de los autores en 1999. Portete es una exten-
nutrientes. No obstante, en algunas áreas sa bahía comunicada al norte con el mar
existen formaciones coralinas que, aunque abierto por una estrecha boca. La costa está
de escaso desarrollo y reducida diversidad bordeada por una franja estrecha de mangla-
de especies, resultan peculiares y dignas de res de poco desarrollo y el fondo de la
mención. bahía, que alcanza una profundidad máxima
A unos 3 km al noroccidente de la costa de 18 m, es predominantemente lodoso.
frente a la población de Manaure, a profun- Las escasas formaciones coralinas se dis-
didades entre 9 y 12 m, se encuentra un área tribuyen en el sector suroccidental de la
conocida localmente como El Bajo. Se trata bahía formando mosaicos asociados con las
de un tapete coralino relativamente extenso, praderas de fanerógamas (Fig. 138). En estas
establecido sobre un sustrato duro de mate- formaciones se dejan reconocer dos tipos

137
Figura 138

Mapa de unidades ecológicas en la Bahía de Portete


Figura 139
Perfil esquemático idealizado de los
comunidades coralinas de aguas
someras asociadas a praderas de
fanerógamas en la Bahía de Portete
(unidad Malc-F)

Figura 140
Perfil esquemático idealizado de las
formaciones coralinas y unidades
ecológicas en la Bahía de Portete

básicos y característicos. La primera forma- López, se encuentra una formación coralina


ción está dominada por la unidad Malc-F, que revela vestigios de estructuras con
que ocupa las partes más someras (0,5 a 4 m algún desarrollo arrecifal en tiempos pasa-
de profundidad) y de relieve plano de los dos. Esta formación fue visitada brevemente
bajos, y consiste en tapetes más o menos en 1968 por uno de los autores ( J. Geister) y
densos de colonias ramificadas del coral de sus observaciones descritas por Prahl y
fuego Millepora alcicornis que crecen directa- Erhardt (1985). Más de 30 años después, en
mente sobre el sustrato arenoso y entre 1999, algunos de los autores tuvieron la
Thalassia testudinum. Ocasionalmente se oportunidad de hacer observaciones más
observan también colonias dispersas del detalladas y complementar la descripción.
coral digitiforme Porites porites (Fig. 139). En Partiendo de la ensenada de Puerto López
la segunda formación la unidad Cmix se dis- hacia el norte, bordeando el litoral por
tribuye a lo largo de algunas de las vertien- varios kilómetros sobre un sustrato predo-
tes inclinadas de los bajos someros entre los minantemente arenoso, se encuentra una
2 y 7 m de profundidad (Fig. 140), y se franja de anchura variable que se extiende
caracteriza por la presencia de grandes colo- hasta los 5-6 m de profundidad, en la que se
nias de corales masivos entre los que se des- observa una formación coralina peculiar
tacan Colpophyllia natans, Diploria strigosa y (Fig. 141). La característica más sobresalien-
Montastraea annularis. En esta unidad son te es la presencia de montículos coralinos
abundantes las esponjas ramificadas y vasi- aislados de hasta tres metros de altura, algu-
formes, anémonas y algas, de estas últimas nos de los cuales se elevan casi hasta la
particularmente Caulerpa spp y Halimeda superficie y que parecen pináculos (Fig.
opuntia. 142). La zona basal de estos montículos está
A pesar de que el área presenta varios ten- formada por colonias hemisféricas de
sores, considerados limitantes para el desa- Siderastrea siderea parcialmente cubiertas por
rrollo coralino, las formaciones coralinas de macroalgas, en tanto que la parte superior,
esta área se encuentran en buen estado de cercana a la superficie, está recubierta por el
salud y la frecuencia de signos de deterioro coral de fuego Millepora complanata y algas
es relativamente baja. pétreas costrosas (Unidad Algpe-Mcom-Z).
Finalmente, sobre la costa oriental de la La cobertura de coral vivo en estas estruc-
península que mira al golfo de Venezuela, turas es en promedio de 30%. Entre los
frente a las ruinas del poblado de Puerto montículos, el fondo está densamente vege-

139
Figura 141

Mapa de distribución de las formaciones coralinas en el área de Puerto López

Figura 142
Perfil esquemático idealizado de las
formaciones coralinas del área de
Puerto lópez

tado por fanerógamas (Thalassia testudinum) y dos en las décadas anteriores y que impacta-
algas (Halimeda spp, Caulerpa spp). El origen ron particularmente a esa especie, fueron
de estos montículos se desconoce, pero colonizadas y recubiertas por otras especies
podría tratarse probablemente de viejas de coral; A. palmata, que no fue registrada
estructuras formadas por setos de Acropora en las observaciones realizadas en el área en
palmata que, al morir por alguna de las epi- 1999, hizo parte de las especies observadas
demias o eventos de blanqueamiento ocurri- en 1968.

140
IV ÁREAS CORALINAS
DEL PACÍFICO
Paisaje submarino de Isla Malpelo
IV ÁREAS CORALINAS
DEL PACÍFICO

L
as áreas co­r a­l i­n as del Pa­c í­f i­c o tér­m i­nos ge­ne­r a­les, es­t as for­m a­c io­nes se
co­lom­bia­no, a di­fe­ren­cia de aque­ ca­rac­te­r i­zan por una ba­ja di­ver­si­dad y una
llas que se de­sa­r ro­llan en el mar mar­ca­da do­m i­nan­cia por par­te de una o dos
Ca­r i­be, son de ta­ma­ño y de­sa­r ro­ es­pe­cies de co­ral, sien­do el nú­me­ro má­x i­mo
llo re­du­c i­dos. Se en­c uen­t ran con­f i­n a­d as a de es­pe­cies en­con­t ra­das en la mis­ma lo­ca­li­
cua­t ro sec­to­res úni­ca­men­te, sien­do és­tos las dad de 19 y el mí­n i­mo de 7 (ver Ta­bla 2).
is­las de Mal­pe­lo y Gor­go­na, la en­se­na­da de Aun­que la in­for­ma­ción aquí pre­sen­ta­da es­tá
Utría y Pun­ta Te­ba­da, los dos úl­t i­mos en la ba­sa­da en los co­no­ci­m ien­tos ad­qui­r i­dos por
re­g ión sep­t en­t rio­n al del Cho­c ó (Fig.143). di­ver­sos in­ves­t i­g a­do­res has­t a la fe­cha, una
So­bre la com­po­si­c ión y zo­n a­c ión de es­t as re­v i­sión más de­ta­lla­da tan­to de las es­pe­cies
for­ma­cio­nes, así co­mo so­bre al­g u­nos as­pec­ co­mo de su ta­xo­no­m ía po­d ría arro­jar una
tos eco­ló­g i­cos se han ade­lan­t a­do al­g u­nos di­ver­si­dad li­ge­ra­men­te ma­yor.
es­t u­d ios, la ma­yo­r ía de los cua­les se en­cuen­ El cli­ma y las con­d i­cio­nes ocea­no­g rá­f i­cas
tran re­co­pi­la­dos en Prahl y Er­hardt (1985), pa­ra el de­sa­r ro­llo de los arre­ci­fes pró­x i­mos
Prahl (1986b) y Wells (1988). Otros tra­ba­jos al con­t i­nen­te en el Pa­cí­f i­co co­lom­bia­no dis­
re­la­cio­na­dos con el te­ma, co­mo ta­xo­no­m ía tan de ser op­t i­m as (Glynn et al., 1982).
de or­g a­n is­mos arre­c i­fa­les, cre­c i­m ien­to de Pe­r ió­d i­ca­men­te se pre­sen­tan re­duc­cio­nes en
co­ra­les pé­t reos, bio­g eo­g ra­f ía y efec­tos del los va­lo­res de sa­li­n i­dad y pe­ne­t ra­ción de la
fe­nó­me­no del Ni­ño, han si­do re­co­pi­la­dos luz, atri­bui­bles al ele­va­do apor­t e de agua
por Za­pa­ta y Var­gas-An­gel (en pren­sa). Es­te dul­ce por par­te de los nu­me­ro­sos ríos que
ca­pí­t u­lo to­ma co­mo ba­se al­g u­nos de es­tos de­sem­bo­can en el Pa­cí­f i­co y a la al­ta co­ber­
es­t u­d ios, así co­mo ob­ser­va­cio­nes y da­tos sin tu­ra de nu­bes pro­pia de una de las re­g io­nes
pu­bli­car de los au­to­res, brin­dan­do una sín­ más llu­v io­sas del mun­do, al­re­de­dor de 5.000
te­sis del co­no­ci­m ien­to ac­t ual so­bre la eco­lo­ mm anua­les, al­c an­zan­do va­lo­res de has­t a
gía de las co­mu­n i­da­des y arre­ci­fes co­ra­li­nos, 7.000 mm anua­l es en al­g u­n os sec­t o­r es
ha­c ien­do én­fa­sis en la dis­t ri­bu­c ión de las (West, 1957; Es­la­va, 1993). Por otra par­te,
for­ma­cio­nes y la es­t ruc­t u­ra de las co­mu­n i­ las in­t en­s as llu­v ias du­r an­t e la épo­c a de
da­des. in­v ier­no ele­van la con­cen­t ra­ción de par­t í­cu­
La dis­t ri­bu­ción de los co­ra­les y las for­ma­ las sus­pen­d i­d as en el agua de mar, in­c re­
cio­nes co­ra­l i­nas en el Pa­cí­f i­co co­lom­bia­no men­t a­das en al­g u­nas lo­ca­l i­da­des por se­d i­
es­tán di­rec­ta­men­te re­la­cio­na­das con la pre­ men­tos pro­ve­n ien­tes de aguas de es­co­r ren­
sen­c ia-dis­po­n i­bi­l i­d ad de sus­t ra­tos du­ros y tía e in­clu­so de­r rum­bes de tie­r ra, li­m i­tan­do
aguas cla­r as, ale­ja­dos de la in­f luen­c ia de el de­s a­r ro­l lo de los co­r a­les. Fi­n al­m en­t e,
des­car­gas de ríos y sis­te­mas es­t ua­r i­nos con otros fac­to­res de ca­rác­ter pe­r ió­d i­co co­mo
bos­ques de man­glar. De acuer­do con su ubi­ una in­ten­sa sur­gen­cia en el gol­fo de Pa­na­má
ca­ción geo­g rá­f i­ca y si­g uien­do un gra­d ien­te (Le­gec­k is, 1988) y el efec­to oca­sio­nal­men­te
de pro­x i­m i­d ad al con­t i­nen­te, es­t as for­ma­ muy fuer­te del fe­nó­me­no del Ni­ño, cau­san
cio­nes pue­den di­v i­d ir­se en tres gru­pos: 1. es­t rés tér­m i­c o, blan­q uea­m ien­t o y muer­t e
Arre­ci­fes fran­jean­tes de la cos­ta con­t i­nen­tal co­ra­li­na (Prahl, 1983b; Var­gas-An­gel, 1996).
del Cho­có nor­te (en­se­na­da de Utría y Pun­ta En tér­m i­n os ge­n e­r a­les, las prin­c i­p a­les
Te­ba­da); 2. Arre­ci­fes fran­jean­tes de is­la con­ es­pe­cies cons­t ruc­to­ras del an­da­m ia­je arre­ci­
ti­nen­tal (is­la Gor­go­na); y 3. Arre­ci­fes fran­ fal en las for­ma­cio­nes del Pa­c í­f i­co co­lom­
jean­tes de is­la oceá­n i­ca (is­la Mal­pe­lo). En bia­no per­t e­ne­cen al gé­ne­ro Po­c i­llo­po­ra, las

143
Figura 143

Localización de las áreas coralinas en el Pacífico colombiano

Localización de las áreas coralinas en el pacífico colombiano y distribución espacial de las masas de agua marina de acuerdo al grado de turbidez o influencia oceánica vs. continental; aguas oceánicas (transparentes),
aguas oceánicas costeras (ligeramente turbias) y aguas costeras (predominantemente turbias)

cua­les, acom­p a­ñ a­d as de otras es­p e­c ies de li­to­ra­les ro­co­sos (ca­bos Co­r rien­tes y Mar­zo)
los gé­ne­ros Pa­vo­na, Po­r i­tes, Psam­mo­co­ra y Gar­ se de­sa­r ro­l lan al­g u­nas co­lo­n ias ais­la­das de
di­n e­r o­se­r is pla­n u­la­t a, cons­t i­t u­yen el pai­sa­je co­ral en­t re­mez­cla­das con otros in­ver­te­bra­
sub­ma­r i­no de los am­bien­tes co­ra­l i­nos des­ dos sé­s i­les co­m o ba­l a­n os, oc­t o­c o­r a­les y
cri­tos en las uni­da­des eco­ló­g i­cas. En al­g u­ es­pon­jas, pe­ro no lle­gan a cons­t i­t uir­se real­
nos sec­t o­r es ais­l a­d os don­d e pre­d o­m i­n an men­te en áreas co­ra­li­nas.

144
1 Isla Malpelo

Localización: 3° 58’ - 3° 59’ N, 81° 35’ - 81 °36’ W


Área total: 0,4 km2
Área emergida: 0,4 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 0,01 km2
Tipos: arrecifes coralinos franjeantes
Unidades mejor representadas: Pcap, Pav-Por, Gpla
Población humana: no hay habitantes permanentes, excepto 7 infantes de
marina del puesto militar
Actividades humanas: turismo ecológico moderado (buceo deportivo y
pesca), pesca industrial y artesanal

M
al­p e­lo es una pe­q ue­ñ a is­l a li­nas. Los tem­po­ra­les y tor­men­t as ge­ne­ran
oceá­n i­ca de ori­gen vol­cá­n i­co olea­jes ex­t re­ma­da­men­te fuer­tes que pue­den
de 2,1 km de lon­g i­t ud por arran­car de su ba­se y vol­tear gran­des co­lo­nias
1 km de an­cho má­xi­mo, lo­ca­ de co­ra­les ma­si­vos y rom­per las ra­mas de
li­za­da apro­x i­ma­da­men­te 400 km al W de la co­ra­les ra­mi­f i­ca­dos. Ello ha­ce que las zo­nas
cos­ta pa­cí­f i­ca co­lom­bia­na. Es­ta is­la fue de­cla­ me­nos pro­f un­das del su­bli­to­ral ro­co­so apa­
ra­da San­t ua­r io de Fau­na y Flo­ra en 1995 y rez­can ca­si des­nu­das y que las po­cas for­ma­
ac­tual­men­te se es­tá tra­mi­tan­do an­te la Or­ga­ cio­nes co­ra­li­nas al­re­de­dor de la is­la se de­sa­
ni­za­c ión Ma­r í­t i­ma In­ter­n a­c io­n al (OMI) la rro­llen por de­ba­jo de los 5-6 m de pro­fun­di­
pe­t i­c ión pa­r a con­ver­t ir a Is­la Mal­p e­lo en dad, don­de la fuer­za y el efec­to abra­si­vo del
Zo­n a Ma­r í­t i­m a Es­p e­c ial­m en­t e Sen­s i­b le. olea­je se ha­cen me­nos in­ten­sos.
De­bi­do a su ais­la­m ien­to, Mal­pe­lo ha si­do Los co­r a­les her­m a­t í­pi­cos se en­c uen­t ran
muy po­co es­tu­dia­da. Al­g u­nos as­pec­tos bio­ló­ prin­c i­p al­m en­t e co­m o una del­g a­d a ca­p a,
gi­cos, geo­ló­g i­cos y ocea­no­grá­f i­cos de la is­la in­ter­d is­per­sos con otros in­ver­te­bra­dos sé­si­
se en­cuen­t ran des­cri­tos en Gra­ham (1975), les, es­p e­c ial­men­t e ba­la­nos, oc­t o­c o­r a­les y
Prahl (1990) y Bran­do et al. (1992). Las co­mu­ al­g as cos­t ro­sas (Fig. 144). En la zo­n a de
ni­da­des ma­r i­nas fue­ron des­cri­tas en ma­yor Pa­vo­na-Po­r i­tes (Pav-Por) los co­ra­les adop­t an
de­ta­lle por Bir­ke­land et al. (1975) y Gar­zón- for­mas de cre­ci­m ien­to a ma­ne­ra de te­ja­dos Figura 144
Fe­rrei­ra y Pin­zón (1999). so­bre las pa­re­des ver­t i­ca­les. En los po­cos Detalle de la comunidad sésil asociada
al sustrato rocoso subvertical de la isla
Mal­pe­lo es la úni­ca es­truc­tu­ra emer­gi­da de lu­g a­res en que la pen­d ien­te es me­nos pro­ Malpelo; se destacan en color lila las
algas rojas costrosas, en color pardo
la cor­di­lle­ra sub­ma­ri­na co­no­ci­da co­mo ele­va­ nun­c ia­d a o so­b re las te­r ra­z as, se ele­v an el coral Porites sp. y en color rojo
anaranjado el coral ahermatípico
ción de Mal­pe­lo, la cual es­t á se­pa­ra­da del al­g u­nas es­t ruc­t u­ras co­ra­li­nas que al­can­zan a Tubastrea coccinea

área con­t i­nen­tal de Cen­tro y Su­ra­mé­ri­ca por


pro­f un­d i­da­des ma­yo­res a 3.000 m. Mal­pe­lo
es­tá ro­dea­da por aguas oceá­n i­cas cla­ras que
per­mi­ten la pre­sen­cia de co­ra­les has­ta los 30
m de pro­fun­di­dad. La tem­pe­ra­tu­ra su­per­f i­cial
del mar al­re­de­dor de Mal­pe­lo va­ría en­tre 26 y
28°C, pe­ro las tem­pe­r a­t u­r as del agua por
de­ba­jo de los 30 m de pro­fun­d i­dad pue­den
es­tar a me­nu­do por de­ba­jo de 20°C. La sa­li­
ni­dad es re­la­t i­va­men­te cons­tan­te y va­ría en­tre
32 y 33, aun­que oca­sio­nal­men­te pue­de ba­jar
has­ta 30. El pe­rí­me­tro de Mal­pe­lo se ca­rac­te­
ri­za por sus acan­t i­la­dos es­car­pa­dos y pa­re­des
ver­t i­ca­les. Por su ca­rác­ter oceá­n i­co, la is­la
es­tá ex­pues­ta a la ac­ción del fuer­te olea­je, el
cual oca­sio­na fre­cuen­te­men­te de­rrum­bes que
pue­den cau­sar da­ños a las for­ma­cio­nes co­ra­

145
for­mar un an­da­m io, aun­que de es­pe­sor des­ Gpla) se ha­ce do­m i­nan­te y en oca­sio­nes es
co­no­ci­do. La for­ma­ción co­ra­li­na más de­sa­ la úni­ca es­pe­cie de co­ral en esa fran­ja, con
rro­lla­da se lo­ca­li­za en una pe­que­ña en­t ran­te una co­ber­t u­ra pro­me­d io de 53%.
del cos­t a­do orien­t al de la is­la y se co­no­ce Otra for­ma­ción co­ra­l i­na se en­cuen­t ra en
co­mo El Arre­ci­fe. En 1972 la co­ber­t u­ra de el cos­t a­do oc­c i­den­t al de la is­la, en el si­t io
co­ral vi­vo en es­ta for­ma­ción os­ci­ló en­t re 42 co­no­ci­do co­mo El Mi­ra­dor. Allí, en­t re los 5
y 89%, mien­t ras que en 1999 se ob­t u­v ie­ron y 10 m de pro­f un­d i­d ad, el sus­t ra­t o es­t á
va­lo­res en­t re 15 y 60%. Es­te arre­ci­fe ex­h i­be do­m i­na­do por co­lo­n ias apla­na­das de Po­c i­llo­
un cla­ro pa­t rón de zo­na­ción, a di­fe­ren­cia de po­ra ca­pi­ta­ta y Po­c i­llo­po­ra ey­dou­xi. La se­g un­da
otros arre­c i­fes en el Pa­c í­f i­co co­lom­bia­no. zo­na, en­t re los 10 y 20 m de pro­f un­d i­dad,
Las co­lo­n ias de Po­c i­llo­po­ra ca­pi­ta­ta de la zo­na es­tá den­sa­men­te cu­bier­ta (> 90%) por co­lo­
su­pe­r ior (Uni­dad Pcap, 9-12 m de pro­f un­d i­ nias en for­ma de te­ja de Po­r i­tes lo­ba­ta. Por
dad) pre­sen­tan una co­ber­t u­ra del 80 al 94%. de­b a­jo de los 20 m, gran­d es co­lo­n ias de
A par­t ir de 14 m son los co­ra­les ma­si­vos la Pa­vo­na cla­vus y Pa­vo­na va­r ians son abun­dan­tes
no­ta pre­do­m i­nan­te; Po­r i­tes lo­ba­ta y Pa­vo­na cla­ so­bre el fon­do po­co in­cli­na­do que se des­va­
vus (Uni­dad Pav-Por) son las es­pe­c ies más ne­ce en una pla­n i­cie are­no­sa. Otras for­ma­
abun­dan­tes has­ta 18 m, pre­sen­tan­do co­ber­ cio­n es co­r a­l i­n as me­n o­r es exis­t en en los
tu­ras co­ra­li­nas del 80 y 54% res­pec­t i­va­men­ si­t ios co­no­ci­dos co­mo El Náu­fra­go y el ba­jo
te. Por de­ba­jo de esa pro­f un­d i­dad, y has­t a de Ju­n ior. La fi­g u­ra 145 mues­t ra la dis­t ri­bu­
los 27 m, Gar­d i­n e­r o­se­r is pla­n u­la­t a (Uni­d ad ción ti­pi­ca de co­ra­les en Mal­pe­lo.

Figura 145
Perfil esquemático idealizado de la
zonación ecológica submarina en un
sector de la isla Malpelo

146
2 Isla Gorgona

Localización: 2° 56’ - 3° 01’ N, 78° 10’ - 78° 14’ W


Área total: 14,1 km2
Área emergida: 13,7 km2
Área ocupada por formaciones coralinas recientes: 0,3 km2
Tipos: arrecifes franjeantes, arrecifes de parche, tapetes coralinos
Unidades mejor representadas: Poc, Pdam-Pste, Pav-Por
Población: 30-50 habitantes permanentes (funcionarios de la Unidad de Parques
Nacionales y otros), población flotante de 70 turistas
Actividades humanas: turismo ecológico moderado, buceo deportivo y pesca
artesanal

G
or­g o­n a es una pe­q ue­ñ a is­l a Eo­ce­no su­pe­rior tar­d ío, Gor­go­na es apa­ren­
mon­ta­ño­sa de apro­xi­ma­da­men­ te­men­te una por­ción emer­gi­da de una ex­ten­
te 9,3 km de lar­go y una an­chu­ sión de la Se­r ra­n ía del Bau­dó. La is­la se
ra má­xi­ma de 2,6 km, lo­ca­li­za­ en­c uen­t ra lo­c a­l i­z a­d a den­t ro del área de
da apro­xi­ma­da­men­te 35 km fue­ra de la cos­ta, in­f luen­cia de la Zo­na de Con­ver­gen­cia In­ter­
cer­ca del mar­gen ex­te­r ior de la pla­t a­for­ma tro­pi­cal (ZCIT), cu­yo des­pla­za­mien­to pe­rió­
con­t i­nen­tal. La Is­la de Gor­go­na, el is­lo­te de Figura 146

Gor­go­n i­lla y 61.000 ha de sus aguas ad­ya­cen­ Arrecifes coralinos en Gorgona


tes fue­ron de­cla­ra­das Par­que Na­cio­nal Na­tu­
ral en 1983. Aun­que los arre­ci­fes co­ra­li­nos de
Gor­g o­n a cu­bren una pe­q ue­ñ a ex­t en­s ión,
pues pre­sen­tan una dis­tri­bu­ción dis­con­t i­nua
y un de­sa­r ro­llo mo­des­to (Fig. 146), son las
for­ma­cio­nes co­ra­li­nas más gran­des del Pa­cí­f i­
co co­lom­bia­no y es­tán en­tre las más de­sa­rro­
lla­das y di­ver­sas del Pa­cí­f i­co orien­tal tro­pi­cal.
Las for­ma­cio­nes co­ra­li­nas pre­sen­tan va­r ios
gra­dos de de­sa­rro­llo, in­clu­yen­do co­mu­n i­da­
des co­ra­li­nas, arre­ci­fes in­ci­pien­tes y arre­ci­fes
fran­jean­tes bien de­sa­rro­lla­dos. Es­tos úl­t i­mos
son los arre­c i­fes más “ma­du­r os” y me­jor
es­tu­dia­dos del Pa­cí­f i­co co­lom­bia­no.
La geo­lo­g ía de la is­la fue es­t u­d ia­d a por
Gan­ser (1950), Echa­va­rría (1978) y Lli­nas et
al. (1990), mien­t ras que su cli­m a­to­lo­g ía y
ocea­no­gra­fía han si­do re­su­mi­das por Prahl et
al. (1979), Glynn et al. (1982), Prahl (1986a) y
Ran­gel y Ru­das (1990). Va­rios tra­ba­jos des­cri­
ben en de­ta­lle la es­truc­tu­ra y dis­tri­bu­ción de
los arre­ci­fes co­ra­li­nos de Gor­go­na. Prahl et
al. (1979) hi­cie­ron las pri­me­ras des­crip­cio­nes,
las cua­les fue­ron lue­go com­ple­men­ta­das por
Glynn et al. (1982), Can­te­ra (1983), Prahl y
Er­hardt (1985), Prahl (1986b), Ló­pez-Gi­ral­do
(1992) y Za­pa­ta y Var­gas-An­gel (en pren­sa).
La in­for­ma­ción que se pre­sen­ta a con­t i­nua­
ción se ba­sa en es­tos tra­ba­jos.
For­m a­d a por ro­c as bá­s i­c as ex­t ru­s i­vas e
in­t ru­s i­v as que da­t an pro­b a­b le­m en­t e del

147
Pa­so de Tas­ca, que se­pa­ra las is­las Gor­go­na y
Gor­go­n i­lla (Fig. 147). La gran can­t i­dad de
cas­ca­jo y es­com­bros co­ra­li­nos pre­sen­tes en
esas áreas, par­t i­cu­lar­men­te en El Re­man­so y
Pla­ya Pi­za­rro, su­g ie­re que pue­de tra­tar­se de
res­tos de arre­ci­fes que fue­ron des­t rui­dos y
co­lap­sa­dos du­ran­te las úl­t i­mas dos dé­ca­das,
pro­ba­ble­men­te des­pués del in­ten­so even­to de
El Ni­ño de 1982-1983.
Al me­nos cua­tro áreas en Gor­go­na pre­sen­
tan for­ma­cio­nes arre­ci­fa­les in­ci­pien­tes. En La
Gó­mez exis­ten una se­rie de ele­va­cio­nes co­ra­
li­nas li­nea­les apa­ren­te­men­te for­ma­das en res­
pues­ta a la di­rec­ción pre­va­le­cien­te del olea­je.
Es­tas, al igual que va­r ios par­ches co­ra­li­nos
en el área de La Ven­ta­na, es­tán for­ma­das por
una den­sa co­ber­t u­ra de co­ra­les po­ci­llo­pó­ri­
Figura 147
Panorámica aérea (hacía el NW) del
di­co pro­du­ce un pa­trón de pre­ci­pi­ta­ción uni­ dos que se ele­van has­t a un me­t ro so­bre el
sector del Paso de Tasca, que separa mo­d al-bies­t a­c io­n al, con una es­t a­c ión más sus­t ra­to ba­sal (Uni­dad Poc). En el área del
las islas de Gorgonilla (izquierda) y
Gorgona (derecha); de coloración hú­me­da en­tre ma­yo y oc­tu­bre, y una pre­ci­pi­ Pa­so de Tas­ca exis­te un pe­que­ño arre­c i­fe
oscura, se aprecian en primer plano
las crestas de sustrato rocoso ta­ción pro­me­dio anual de 6.700 mm. Aun­que lo­ca­li­za­do en el ex­tre­mo nor­te de la Is­la de
parcialmente colonizadas por corales
la tem­pe­ra­t u­ra su­per­f i­cial del mar al­re­de­dor Gor­go­ni­lla, co­no­ci­do tam­bién co­mo el arre­
de la is­la, nor­mal­men­te en­tre 26 y 28°C, es­tá ci­fe de Los Fa­r a­l lo­nes; pre­sen­t a un cre­c i­
den­tro del ran­go en que ocu­rre un vi­go­ro­so mien­to ver­t i­cal de 1-2 m, una pla­ni­cie arre­ci­
cre­ci­mien­to co­ra­li­no y un nor­mal de­sa­rro­llo fal for­ma­da prin­ci­pal­men­te por po­ci­llo­pó­ri­
arre­c i­fal, la sa­l i­n i­d ad (en­t re 28 y 32) y la dos muer­tos den­sa­men­t e ce­men­t a­dos por
trans­pa­ren­cia del agua (en­tre < 5 y 25 m) son al­g as co­r a­l i­n á­c eas y una cres­t a arre­c i­f al
fre­cuen­te­men­te dis­mi­nui­das por la es­co­rren­ do­m i­na­da por po­ci­llo­pó­ri­dos vi­vos (Uni­dad
tía lo­cal y el arri­bo de aguas con­t i­nen­ta­les de Poc). La ba­se ex­ter­n a del arre­c i­fe, si­t ua­d a
sa­li­n i­dad re­du­ci­da y cier­ta car­ga de se­di­men­ más ha­cia el nor­te, es una am­plia pla­n i­cie
tos en sus­pen­sión. are­no­sa con res­tos bio­c lás­t i­cos y co­lo­n ias
Ex­cep­to por un arre­ci­fe, to­das las for­ma­ gran­des y dis­per­sas de co­ra­les ma­si­vos, prin­
cio­nes co­ra­li­nas de Gor­go­na es­tán lo­ca­li­za­ ci­pal­men­te Pa­vo­na gi­gan­tea (Uni­dad Pav-Por).
das en el la­do orien­tal (so­t a­ven­to). Ta­pe­tes Ca­be re­sal­tar la pre­sen­cia de un sec­tor, lla­ma­
co­ra­li­nos se dis­tri­bu­yen de for­ma in­ter­mi­ten­ do La Ca­ma­ro­ne­ra, el cual pre­sen­ta dos ti­pos
te a lo lar­go de to­do el la­do orien­tal de la is­la de for­m a­c io­nes: 1) una se­r ie de pe­que­ños
so­bre sus­t ra­tos ro­co­sos. Es­tas co­mu­n i­da­des arre­c i­fes su­p er­f i­c ia­les cu­ya pla­n i­c ie es un
se en­c uen­t ran en El Hor­no, El Re­m an­so, an­da­mio com­pac­to de Po­ci­llo­po­ra spp (Uni­dad
Yun­d i­g ua, Pla­ya Pi­za­r ro, La Gó­mez, y La Poc), de­sa­rro­lla­do so­bre el sus­tra­to ba­sál­t i­co
Ven­ta­na. Adi­cio­nal­men­te, otras for­ma­cio­nes y que se pro­fun­di­za rá­pi­da­men­te has­ta el fon­
co­ra­li­nas se lo­ca­li­zan en el sur, en el área del do are­no­so a 4 m; y 2) va­rios es­po­lo­nes li­nea­

Figura 148
Perfil esquemático idealizado de la
zonación coralina en el arrecife de La
Azufrada

148
les lo­ca­li­za­dos más ha­cia afue­ra de la cos­ta,
orien­ta­dos pa­ra­le­la­men­te a la di­rec­ción pre­
va­le­cien­te del olea­je, so­bre los que se de­sa­rro­
llan al­g u­nas co­lo­n ias de po­ci­llo­pó­ri­dos cu­yo
cre­ci­mien­to ver­t i­cal acu­mu­la­do es de 2-3 m.
La Ca­ma­ro­ne­ra ca­re­ce de al­g u­na zo­na­ción
evi­den­te.
En ge­ne­ral, los arre­ci­fes co­ra­li­nos del cos­ Figura 149
Paisaje característico de la zona de
ta­do orien­tal son los me­jor de­sa­r ro­lla­dos y cresta del arrecife de La Azufrada,
constituida casi exclusivamente por
pre­sen­tan un es­que­ma de zo­na­ción que, aun­ Pocillopora damicornis; la fotografía

que di­f u­s o, pue­de ser re­la­t i­v a­men­t e bien fue tomada durante una pleamar

iden­t i­f i­ca­do en to­dos ellos (Fig. 148). El arre­


ci­fe es­tá usual­men­te se­pa­ra­do de la pla­ya por
un ca­n al po­co pro­f un­do de 20-100 m de
an­cho, cu­yo fon­do es­t á cu­bier­to por se­d i­
men­tos fi­nos. El tra­sa­rre­ci­fe es­tá ca­rac­te­ri­za­
do por una ba­ja co­ber­tu­ra de co­ral vi­vo dis­
tri­bui­da en par­ches, pe­ro és­ta au­men­ta rá­pi­
da­men­te has­t a cer­ca de 50% a lo lar­go de
una fran­ja de 20 a 30 m. Las es­pe­cies do­m i­
nan­tes en el tra­sa­rre­ci­fe, en or­den de­cre­cien­
te, son Psam­mo­co­ra ste­lla­ta (más abun­dan­te en
La Azu­fra­da), Po­ci­llo­po­ra spp (prin­ci­pal­men­te
Figura 150
P. da­mi­cor­nis) y po­cas co­lo­n ias pe­que­ñas de Detalle del fondo tapizado por Pocillopora damicornis en la zona de cresta del arrecife de La Azufrada

Pa­vo­na va­r ians (Fig. 149). La pla­n i­cie arre­ci­fal


es­t á do­m i­n a­d a por co­ra­les po­c i­l lo­pó­r i­dos,
prin­ci­pal­men­te Po­ci­llo­po­ra da­mi­cor­nis, P. ca­pi­ta­ta
y P. ele­gans, aun­que al­g u­nas es­pe­cies ma­si­vas
(Po­r i­tes spp, Pa­vo­na va­r ians y Psam­mo­co­ra ste­lla­ta)
pue­den ha­llar­se dis­per­sas (Uni­dad Poc). La
co­ber­tu­ra co­ra­li­na vi­va to­tal en es­ta zo­na es
va­ria­ble, pe­ro pue­de al­can­zar un 70%, mien­
tras que el res­to del sus­tra­to es­tá com­pues­to
por al­g as cal­c á­r eas con­so­l i­d a­d as, are­n a y
es­com­bros co­ra­li­nos. Co­mo en la ma­yo­ría de
los arre­ci­fes fran­jean­tes, los arre­ci­fes de Gor­
go­na ca­re­cen de una ver­da­de­ra cres­ta, aun­
que la por­ción ex­te­rior de la pla­n i­cie arre­ci­fal
es al­go ele­va­da. La co­ber­tu­ra de po­ci­llo­pó­ri­
dos es con­s i­de­r a­ble, prin­c i­p al­men­t e de P.
da­m i­c or­n is, aun­q ue co­lo­n ias gran­des de P.
ey­dou­xi y P. ca­pi­ta­ta son más abun­dan­tes aquí ho­mo­g é­neas. En la par­te su­pe­r ior de es­t a Figura 151
Durante las mareas bajas extremas,
que en cual­quier otra zo­na del arre­ci­fe (Fig. ver­t ien­te, si­mul­t á­nea­men­te con un no­to­r io las porciones más elevadas del arrecife
de La Azufrada quedan expuestas al
150). La co­ber­tu­ra to­tal de co­ral vi­vo pue­de des­cen­so de la co­ber­tu­ra de po­ci­llo­pó­ri­dos a aire

al­can­zar un 90%. El tra­sa­rre­ci­fe, la pla­n i­cie y un 20% o me­nos, se ob­ser­va un au­men­to en


es­pe­cial­men­te la cres­ta son oca­sio­nal­men­te la can­t i­dad de es­com­bros co­ra­li­nos y en la
ex­pues­t as du­r an­t e ma­reas ba­jas ex­t re­m as. abun­dan­cia de co­lo­n ias de co­ra­les ma­si­vos de
Los efec­tos de las ex­po­si­cio­nes aé­reas crean has­ta 2-3 m de diá­me­tro (Po­r i­tes lo­ba­ta, Pa­vo­na
un mo­s ai­c o de par­c hes de co­r al muer­t o gi­gan­tea y P. cla­vus), las cua­les con­t ri­bu­yen a
cu­bier­to por al­gas fi­la­men­to­sas ro­dea­dos por dar­le más com­ple­ji­dad al re­lie­ve. Psam­mo­co­ra
co­ral vi­vo (Fig. 151). ste­lla­ta vuel­ve a ser un miem­bro do­m i­nan­te
En el fren­te arre­ci­fal el fon­do se ha­ce más de la co­mu­n i­dad en tér­m i­nos de co­ber­t u­ra,
in­c li­n a­do, pe­ro la co­b er­t u­r a co­r a­l i­n a y la mien­t ras que los po­ci­llo­pó­r i­dos se vuel­ven
com­po­si­c ión de es­pe­c ies con­t i­núan sien­do muy es­ca­sos (Fig. 152). Fi­nal­men­te, la ba­se

149
arre­ci­fal se trans­for­ma ya sea en una pla­n i­cie El más pe­que­ño de los arre­ci­fes del cos­ta­do
are­no­sa con res­tos bio­clás­t i­cos o en un pla­no orien­tal es el arre­ci­fe de El Mue­lle, con ape­
in­cli­na­do cu­bier­to por es­com­bros co­ra­li­nos y nas unos 69 m de lar­go y una ex­ten­sión de
se­di­men­tos fi­nos, so­bre los cua­les se de­sa­rro­ 0,16 ha. Aun­que en 1979 se re­g is­t ra­ron 10
llan par­ches po­co den­sos de Psam­mo­co­ra ste­lla­ es­pe­cies de co­ra­les en es­te arre­ci­fe, in­clu­yen­
ta y co­lo­nias ais­la­das de Pa­vo­na va­r ians. do es­pe­cies de los gé­ne­ros Psam­mo­co­ra, Po­r i­tes
y Pa­vo­na, ac­t ual­men­te son evi­den­tes uni­ca­
men­t e los po­c i­l lo­p ó­r i­dos, prin­c i­p al­men­t e
Po­ci­llo­po­ra da­mi­cor­nis (Uni­dad Poc). Es­te arre­
ci­fe pue­de te­ner un gro­sor acu­mu­la­do de has­
ta 6 m.
El arre­ci­fe de La Azu­fra­da es el más gran­de
del área y el me­jor es­tu­dia­do. Tie­ne al­re­de­dor
de 1.000 m de lar­go por 98-244 m de an­cho y
ocu­pa una ex­ten­sión apro­xi­ma­da de 14,4 ha.
Aun­que es­tá do­mi­na­do am­plia­men­te por Po­ci­
llo­po­ra da­m i­cor­n is, otras nue­ve es­pe­c ies han
si­do re­gis­tra­das allí, in­clu­yen­do otros po­ci­llo­
pó­ri­dos y re­pre­sen­tan­tes de los gé­ne­ros Psam­
mo­c o­ra, Pa­v o­na, Gar­d i­n e­r o­se­r is y Po­r i­tes (Fig.
154). El gro­sor del an­da­m io arre­ci­fal va­r ía
Figura 152
Ambiente característico de la zona
en­tre 2 y 8,3 m.
dominada por corales de los géneros El arre­ci­fe de Pla­ya Blan­ca (Fig. 153) es­tá
Pavona y Porites
cons­t i­tui­do por dos gran­des par­ches se­pa­ra­
dos por un ca­nal de unos 60 m de an­cho. El
más pe­que­ño, lo­ca­l i­za­do más al nor­te, de
unos 240 m de lar­go por 40 m de an­cho y
orien­ta­do pa­ra­le­la­men­te a la cos­ta, ex­hi­be un
den­so cre­ci­mien­to co­ra­li­no. El se­g un­do par­
che tie­ne una lon­gi­tud de 930 m y un an­cho
que va­r ía en­t re 60 y 230 m, cu­brien­do un
área de 9,9 ha. El an­d a­m io arre­c i­f al es­t á
cons­t rui­do prin­ci­pal­men­te por co­ra­les po­ci­
llo­pó­ri­dos, con gran­des co­lo­nias de Po­ci­llo­po­ra
ey­dou­x i en la cres­t a y zo­na fron­t al (Uni­dad
Poc, Fig. 155).
Figura 153
Vista aérea (hacía el
W) del sector de
Playa Blanca; se
aprecia la parte
somera del arrecife Figura 155
franjeante Colonias de Pocillopora eydouxi en el
arrecife de Playa Blanca

Figura 154
Ambiente característico de la zona basal del arrecife de la Azufrada

150
3 Chocó Norte: Ensenada de Utría y Punta Tebada

Localización: 5° 0´ - 5° 05´ N, 77° 20´ - 77° 25´ W (arrecifes Utría)


6° 26´ - 6° 30´ N, 77° 20´ - 77° 25´ W (arrecife Tebada)
Tipos: arrecifes franjeantes, arrecifes de parche
Unidades mejor representadas: Poc, Pdam-Pste
Población: 12.600 habitantes
Actividades humanas: turismo ecológico moderado, buceo deportivo y pesca
artesanal

L
os arre­ci­fes co­ra­li­nos en el Par­que con­tras­te, han ocu­rri­do cam­bios en la com­
Na­cio­nal Na­t u­ral de la en­se­na­da po­si­ción de la co­mu­n i­dad que se ma­n i­f ies­tan
de Utría se han de­sa­r ro­l la­do en en la re­d is­t ri­b u­c ión es­p a­c ial de blo­q ues
ba­h ías pro­te­g i­das so­bre sus­t ra­tos mo­noes­pe­cí­f i­cos de Po­ci­llo­po­ra da­mi­cor­nis des­
so­me­ros. Se des­ta­can prin­ci­pal­men­te dos for­ de el sec­tor pró­xi­mo a la cos­ta ha­cia la par­te
ma­cio­nes co­no­ci­das co­mo el arre­ci­fe de La me­d ia de la pla­n i­c ie arre­ci­fal. Tam­bién ha
Cho­la (Prahl y Er­hardt, 1985) y el arre­ci­fe Figura 156

Die­go (Fig. 156). El arre­ci­fe de La Cho­la es el Arrecifes coralinos en Gorgona


de ma­yor ta­ma­ño (10,5 ha) y se lo­ca­li­za en el
mar­gen SE de la en­se­na­da. De acuer­do con
Prahl (1986c), en 1981 es­te arre­ci­fe se ca­rac­te­
ri­za­ba por un exu­be­ran­te y di­ver­so en­sam­bla­
je co­ra­li­no cons­t i­tui­do por va­rias es­pe­cies de
Po­ci­llo­po­ra así co­mo Psam­mo­co­ra ste­lla­ta, Pa­vo­na
cla­vus, P. gi­gan­tea y Po­r i­tes spp. En la ac­tua­li­dad
(Var­g as-An­g el, 1996), po­co o na­d a de tal
exu­be­ran­cia y di­ver­si­dad ha per­ma­ne­ci­do.
Mues­treos rea­li­za­dos en 1988 y 1989 (Var­
gas-An­gel, 1996) mues­tran que el arre­ci­fe de
La Cho­la es­t a­ba com­pues­to pre­do­m i­nan­te­
men­te por Po­c i­llo­po­ra da­mi­cor­nis (80% de las
co­lo­n ias) y Psam­mo­co­ra ste­lla­ta (16%). Otras
es­pe­cies pre­sen­tes en me­nor can­t i­dad eran
Po­c i­llo­po­ra ca­pi­ta­ta, Pa­vo­na va­r ians y P. gi­gan­tea
(Uni­d ad Poc). El pro­me­d io de co­b er­t u­r a
co­ra­li­na vi­va en­con­tra­do en esa opor­tu­n i­dad
fue de 33%, co­rres­pon­dien­te a pe­que­ños par­
ches con una dis­tri­bu­ción bas­tan­te dis­per­sa.
Aque­llas áreas don­de la co­ber­t u­ra co­ra­li­na
vi­v a su­p e­r ó el 60% del sus­t ra­t o, es­t a­b an
do­mi­na­das por Po­ci­llo­po­ra da­mi­cor­nis. La co­ber­
tu­ra co­ra­li­na, en tér­mi­nos ge­ne­ra­les, mos­tró
ser ma­yor en la par­te del pla­no arre­ci­fal y el
sec­tor pró­xi­mo a la cos­ta (Fig. 157).
Mues­t reos rea­l i­za­dos re­cien­te­men­te en el
arre­ci­fe de La Cho­la mos­t ra­ron que el pro­
me­dio de co­ber­tu­ra co­ra­li­na vi­va y la abun­
dan­cia re­la­t i­va de las es­pe­cies de co­ral no han
cam­bia­do sus­t an­c ial­men­te des­de 1989. En

151
Figura 157
Mapa de unidades ecológicas del
arrecife de La Chola en la ensenada
de Utría (modificado de Vargas-Ángel,
1996)

ocu­rri­do un no­ta­ble in­cre­men­to en la co­ber­ que in­clu­yen el Fe­nó­me­no del Ni­ño, se­d i­
tu­ra de ma­croal­gas. men­t a­c ión te­r rí­g e­n a, pes­c a con di­n a­m i­t a,
La otra for­ma­ción co­ra­li­na de im­por­tan­cia ma­reas ba­jas re­cu­r ren­tes y bioe­ro­sión, han
en la en­se­na­da de Utría, el arre­ci­fe Die­go, es ju­ga­do un pa­pel im­por­tan­te en el de­te­r io­ro
de me­nor ta­ma­ño, con al­go me­nos de 1,5 ha. de la co­mu­n i­dad co­ra­li­na en es­ta área.
Su pla­ni­cie arre­ci­fal co­mien­za a unos 100 m La for­m a­c ión co­r a­l i­n a de Pun­t a Te­ba­d a
de la cos­ta y se ex­t ien­de unos 150 m ha­cia el es­tá lo­ca­li­za­da al sur del Gol­fo de Cu­pí­ca (ver
W, has­ta una pro­fun­di­dad de 2-2,5 m, don­de Fig. 156), se­pa­ra­da de la cos­ta por un ca­nal
se in­cli­na el sus­tra­to de ma­ne­ra gra­dual has­ta de apro­x i­m a­d a­men­te 500 m de an­cho. Se
al­can­zar la ba­se del arre­ci­fe a 6-8 m de pro­ en­c uen­t ra pro­te­g i­d a del efec­to di­rec­to del
fun­d i­d ad. Es­t a for­m a­c ión se en­c uen­t ra olea­je por una ca­de­n a de pe­que­ñ as is­las y
cu­bier­t a prin­c i­pal­men­te por es­com­bros de ro­cas emer­g i­das. La for­ma­ción es bas­t an­te
co­r al y al­g as co­r a­l i­n as in­c rus­t an­t es, y no so­me­ra sin lle­gar a que­dar ex­pues­ta du­ran­te
ex­h i­be una co­ber­t u­ra co­ra­li­na vi­va su­pe­rior las ma­reas ba­jas ex­t re­m as, y pre­sen­t a una
al 2% (Var­gas-An­gel, 1996). Las po­cas es­pe­ li­ge­ra in­cli­na­ción y una ex­ten­sión cer­ca­na a
cies co­ra­li­nas in­clu­yen a Psam­mo­co­ra ste­lla­ta y las 4,5 ha. A pe­sar de que va­rias es­pe­cies de
Po­c i­llo­p o­ra da­m i­c or­n is, es­t an­do au­sen­t es las co­r al es­t án pre­s en­t es, in­c lu­y en­d o Pa­v o­n a
es­pe­cies ma­si­vas. va­r ians, P. gi­gan­tea y Po­c i­llo­po­ra da­mi­cor­nis, la
Tra­tar de es­ta­ble­cer y ca­rac­te­ri­zar las cau­sas es­pe­cie do­mi­nan­te es Psam­mo­co­ra ste­lla­ta, que
del de­te­rio­ro de la co­mu­n i­dad arre­ci­fal en la al­can­za has­ta el 80% de la co­ber­tu­ra co­ra­li­na
en­se­na­da de Utría re­sul­ta di­fí­cil, de­bi­do a la vi­va (Uni­dad Pdam-Ps­te). Al­g u­nas prue­bas
fal­ta de da­tos cuan­t i­ta­t i­vos pre­vios a 1989. Se rea­li­za­das en 1996 in­d i­can que es­ta for­ma­
ha su­g e­r i­do por lo pron­to (Var­g as-An­g el, ción tie­ne un an­da­mia­je arre­ci­fal de al me­nos
1996) que cau­sas na­tu­ra­les y an­tro­po­gé­n i­cas, 4 m de es­pe­sor en la pla­n i­cie arre­ci­fal.

152
V ProblemÁtica de deterioro y
conservaciÓn de los arrecifes
coralinos en colombia
Fotografía aérea del sector norte de la
isla de San Andrés, en la parte inferior
se observan parches coralinos
V ProblemÁtica de deterioro y
conservaciÓn de los arrecifes
coralinos en colombia

S
e ha ob­ser­va­do en los úl­t i­mos años Pa­cí­f i­co cen­t ro-oc­ci­den­t al y el Ín­d i­co. Por
un de­te­rio­ro pau­la­t i­no y ge­ne­ra­li­za­ otro la­do, se han re­gis­tra­do de­te­rio­ros im­por­
do de los am­bien­tes co­ra­li­nos en el tan­tes tan­to en arre­ci­fes lo­ca­li­za­dos cer­ca de
mun­do, es­pe­cial­men­te des­de la dé­ca­ ma­sas con­t i­nen­ta­les y cen­tros ur­ba­nos, co­mo
da de los años ochen­t a (Bak y Nieuw­land, en áreas co­ra­li­nas re­mo­tas y oceá­ni­cas (Gar­
1993). Ello ha ge­ne­ra­do preo­cu­pa­ción en los zón-Fe­rrei­ra, 1997).
cien­t í­f i­cos a ni­vel mun­dial, ra­zón por la cual Re­sul­ta­dos de tra­ba­jos rea­li­za­dos an­te­rior­
se han in­ten­si­f i­ca­do las ac­cio­nes ten­dien­tes a men­te en Co­lom­bia mues­tran que el pro­ce­so
de­ter­mi­nar las cau­sas y la gra­ve­dad del pro­ de de­te­r io­ro co­ra­l i­no ha al­can­za­do ni­ve­les
ble­ma. Pa­ra ha­cer­se una idea de la mag­ni­tud preo­cu­pan­tes tam­bién en nues­tro país (Prahl,
del pro­ce­so, bas­ta­ría con re­vi­sar los re­sul­ta­ 1985; Díaz et al., 1988, 1995, 1996a; Zea,
dos de dos im­por­t an­tes even­tos cien­t í­f i­cos 1993; Gar­zón-Fe­rrei­ra et al., 1996; Pin­zón et
lle­va­dos a ca­bo re­cien­te­men­te: un co­lo­quio al., 1998b y Zea et al., 1998). Adi­cio­nal­men-
mun­d ial or­g a­n i­za­do por la Uni­ver­si­dad de te, las ob­ser­va­cio­nes lle­va­das a ca­bo des­de
Mia­mi en 1993 so­bre sa­lud, ame­na­zas e his­ 1988 en los arre­c i­fes co­ra­l i­nos del Ca­r i­be
to­r ia de los arre­ci­fes (Gins­burg, 1994) y el co­lom­bia­no in­di­can que el de­te­rio­ro en es­tos
oc­t a­vo con­g re­so in­ter­na­c io­nal de arre­c i­fes am­bien­tes es tam­bién ge­ne­ra­li­za­do, de for­ma
co­ra­li­nos rea­li­za­do en Pa­na­má en 1996 (Les­ si­mi­lar al que es­ta ocu­rrien­do en otras áreas
sios y Ma­c Inty­r e, 1997). Aun­q ue se han del mun­do, y se ha ma­n i­fes­ta­do no so­lo en
de­t ec­t a­d o sín­t o­m as de al­t e­r a­c ión en ca­s i si­t ios so­me­t i­dos a in­ten­sa ac­t i­vi­dad hu­ma­na
to­das las re­g io­nes co­ra­l i­nas del mun­do, el (ya sea por tu­r is­mo o pes­ca co­mo en San
de­te­rio­ro ac­tual tien­de a acen­tuar­se en cier­tos An­drés, Is­las del Ro­sa­rio, Is­las de San Ber­
sec­to­res geo­g rá­f i­cos; por ejem­plo, las re­g io­ nar­do o Is­la Fuer­te), si­no tam­bién en si­t ios
nes del gran Ca­r i­b e y el Pa­c í­f i­co tro­pi­c al ais­la­dos co­mo Qui­ta­sue­ño, Se­rra­na, Ron­ca­
ame­ri­ca­no han re­sul­ta­do más afec­ta­das que el dor o Ba­jo Tor­tu­gas.

1. EVI­DEN­CIAS DEL DE­TE­RIO­RO

U no de los prin­c i­p a­les in­d i­c a­do­res


del de­te­r io­ro co­ra­li­no en el mun­do
ha si­do la re­duc­ción sig­n i­f i­ca­t i­va de
la co­ber­t u­ra de co­ral vi­vo (Gins­burg, 1994;
Bir­ke­land, 1997), de­f i­n i­da és­ta co­mo la can­
por la pre­sen­cia de abun­dan­tes es­que­le­tos de
co­ra­les, aun en po­si­ción de vi­da.
En Co­lom­bia son po­cos los es­t u­d ios que
han do­cu­men­ta­do los des­cen­sos re­cien­tes de
la co­ber­t u­ra co­ra­l i­na, de­bi­do a la ca­ren­c ia
ti­dad re­la­t i­va de su­per­f i­cie arre­ci­fal cu­bier­ta has­ta ha­ce re­la­t i­va­men­te po­co de pro­g ra­mas
por te­ji­do co­ra­l i­no vi­vo. Uno de los ca­sos de eva­lua­ción y mo­n i­to­reo. En la cos­ta Ca­r i­
me­jor do­cu­men­ta­dos es el de Ja­mai­ca, don­ be, Gar­zón-Fe­rrei­ra y Kiel­man (1993) re­v i­
de se ha mo­n i­t o­r ea­d o es­t a va­r ia­b le por sa­ron la po­ca in­for­ma­ción dis­po­n i­ble has­ta
va­rios años y se han re­g is­t ra­do des­cen­sos en ese mo­men­to pa­ra las Is­las del Ro­sa­r io, de
la co­ber­t u­ra ab­so­lu­ta de co­ral vi­vo del 70% San Ber­nar­do y de San An­drés, con­clu­yen­do
(a co­m ien­zos de los años ochen­ta) a va­lo­res que los arre­ci­fes ha­bían su­fri­do una mor­ta­li­
me­no­res al 10% en 1993 (Hug­hes, 1994a). dad co­ra­li­na con­si­de­ra­ble du­ran­te los años
En los lu­g a­res don­de no se han rea­l i­za­do ochen­ta prin­ci­pal­men­te, con la con­se­cuen­te
mo­n i­to­reos, el pro­ble­ma se ha iden­t i­f i­ca­do re­duc­ción de la co­ber­t u­ra co­ra­li­na vi­va has­ta

155
ni­ve­les de 20-30% con res­pec­to al to­tal de li­na lue­go de los even­tos de mor­ta­li­dad de
sus­t ra­to du­ro. En eva­lua­cio­nes más re­cien­tes los años ochen­ta.
(1996-1999) lle­va­das a ca­bo en la ma­yo­r ía de De­bi­do a que no exis­ten da­tos so­bre los
las áreas co­ra­l i­n as del Ca­r i­be co­lom­bia­no, ni­ve­les de co­ber­t u­ra de co­ral en los arre­ci­fes
los va­lo­res es­t i­ma­dos de co­ber­t u­ra co­ra­li­na co­ra­li­nos de Co­lom­bia an­tes de ini­ciar­se la
vi­va re­la­t i­va al to­t al del sus­t ra­to du­ro han dé­ca­da de los ochen­ta, no es po­si­ble cal­cu­lar
fluc­t ua­do tam­bién al­re­de­dor del 30%, sien­ cuál ha si­do la pér­d i­da real de te­ji­do co­ra­li­
do el pro­me­d io más al­to el de las Is­las de no vi­vo de los úl­t i­mos tiem­pos con ba­se en
San Ber­n ar­do (46,1%) y el más ba­jo el de es­t a va­r ia­ble. Gra­c ias a que los es­que­le­tos
San An­d rés (21,5%). En las áreas co­ra­li­nas co­ra­l i­nos per­du­ran en ge­ne­ral lue­g o de la
de po­ca ex­ten­sión, co­mo las de la Gua­ji­ra, el muer­te de las co­lo­n ias o par­tes de las mis­
va­lor más al­to de co­b er­t u­r a co­r a­l i­n a vi­va mas, ha si­do po­si­ble en­ton­ces eva­luar es­t a
re­la­t i­va al sus­t ra­to du­ro fue el de Ba­h ía Por­ pér­d i­d a cal­c u­l an­d o la can­t i­d ad de co­r al
te­t e (48,6%) y el más ba­jo el de Puer­t o re­cién muer­to en los arre­ci­fes (MR), que se
Ló­pez (16,7%). Re­duc­cio­nes apre­cia­bles en es­t i­ma ha ocu­r ri­do en los úl­t i­mos 30 años
la co­ber­t u­ra co­ra­l i­n a han si­do re­g is­t ra­d as (Fig. 158). Así, por ejem­plo, pa­ra la Is­la de
re­cien­te­men­te en dos si­t ios que fue­ron eva­ San An­drés se es­t i­mó en 1992 una mor­ta­li­
lua­dos en 1995 y pos­te­r ior­men­te en 1998: en dad re­cien­te de apro­x i­ma­da­men­te la mi­t ad
Is­la Fuer­te es­te va­lor pa­só de 50,5 a 38,3% y del te­ji­do co­ra­li­no (Díaz et al., 1995). Eva­lua­
en Ba­jo Bush­nell de 41,7 a 31,3%. En al­g u­ cio­nes pos­t e­r io­res (1996-1999), lle­va­d as a
nos ca­sos, co­mo el de las Is­las de San Ber­ ca­bo en la ma­yo­r ía de las áreas co­ra­li­nas del
nar­d o, el va­lor pro­m e­d io de co­r al vi­v o Ca­r i­be co­lom­bia­no por los au­to­res, mues­
po­dría es­tar so­bres­t i­ma­do, ya que la ma­yo­r ía tran que los va­lo­res de MR pro­me­d io pa­ra
de las ob­s er ­v a­c io­n es se rea­l i­z a­r on en ca­da una de las áreas se en­cuen­t ran al­re­de­
am­bien­tes con co­ber­t u­ra co­ra­li­na ma­yor al dor del 38%, sien­do el pro­me­d io más al­to el
10%; por es­ta ra­zón, y da­das las con­d i­cio­nes de Ban­co Ron­ca­dor (51%) y el me­nor el de
ac­t ua­les de de­te­r io­ro, es­t as co­b er­t u­r as de Ba­jo Bur­bu­jas (18%).
co­ral po­d rían re­sul­tar me­no­res si se to­man En la cos­t a Pa­c í­f i­c a se han de­t ec­t a­d o
en cuen­ta si­t ios co­mo las ba­rre­ras de Acro­po­ re­duc­cio­nes dra­má­t i­cas pe­ro tem­po­ra­les de
ra que han su­fri­do fuer­tes mor­tan­da­des en la co­ber­t u­ra de co­ral vi­vo aso­cia­das al fe­nó­
la ma­yo­r ía de las áreas co­ra­li­nas co­lom­bia­ me­no de El Ni­ño, que ele­vó la tem­pe­ra­t u­ra
nas. En cier­tos lu­g a­res co­mo la Ba­h ía de del agua 1-2°C du­ran­te un pe­r io­do cer­ca­no
Figura 158
Chen­g ue (Par­que Na­t u­ral Tay­ro­na), don­de a 11 me­ses (Prahl, 1985; Glynn, 1990), con
Colonia de Montastraea annularis
parcialmente afectada por muerte
se ha rea­l i­z a­d o un se­g ui­m ien­t o anual al in­t er­va­los má­x i­mos (al­re­de­dor de 3,5 °C)
actual; la porción blanca de la arre­c i­f e des­d e 1992 (Gar­z ón-Fe­r rei­r a, du­ran­te el mes de mar­zo de 1983. Al igual
colonia ha perdido el tejido en unos
pocos días (MA). La porción 1999a), se ha ob­ser­va­do por el con­t ra­r io, que en otros si­t ios afec­ta­dos por di­cho fe­nó­
cubierta por algas corresponde a
muerte reciente (MR) es­ta­bi­li­dad en los ni­ve­les de co­ber­t u­ra co­ra­ me­no, el pri­mer sig­no de es­t res ter­mal fue el
blan­quea­m ien­to co­ra­li­no. El blan­quea­m ien­
to (Fig. 159), o pér­d i­da ma­si­va de las al­gas
sim­b ion­t es (zoo­x an­t e­las) de los co­r a­les y
otros or­g a­n is­mos arre­ci­fa­les, es una de las
afec­cio­nes más do­cu­men­ta­das y que ha ori­
gi­na­do ma­yor mor­ta­li­dad en las po­bla­cio­nes
de co­ra­les en los úl­t i­mos años, par­t i­cu­lar­
men­te des­de los años ochen­ta (Glynn, 1993).
Es­te fe­nó­me­no afec­ta la vi­ta­li­dad y el cre­ci­
mien­t o del arre­c i­f e (Rea­k a-Kud­l a et al.,
1993), pues­to que re­du­ce la ca­pa­ci­dad de los
co­ra­les pa­ra el cre­ci­m ien­to es­que­lé­t i­co, de­sa­
rro­llo go­na­dal, re­pro­duc­ción y ha­bi­li­dad de
re­ge­ne­ra­ción, in­cre­men­tan­do así la mor­ta­li­
dad (CA­R I­COMP, 1997). Even­tos de blan­
quea­m ien­to co­mo con­se­c uen­c ia de va­r ios
fac­to­res de es­t res am­bien­t al (en­t re ellos el

156
au­men­to de la tem­pe­ra­t u­ra), se han do­c u­
men­ta­do en el Ca­r i­be co­lom­bia­no en 1987,
1990, 1995 (Zea & Du­que, 1990; So­la­no et
al., 1993; So­la­no, 1994; CA­R I­COMP, 1997)
y 1998-1999.
En la Is­la Gor­g o­n a, el blan­q uea­m ien­t o
co­ra­li­no al­can­zó pro­por­cio­nes ca­tas­t ró­f i­cas
pa­r a ju­n io de 1983, cuan­do Prahl (1983b)
do­cu­men­tó va­lo­res de es­te sig­no de de­te­r io­
ro cer­ca­nos al 85% en to­dos los arre­ci­fes de
la is­la lue­g o del fe­nó­me­no de El Ni­ño de
1982-1983. El blan­quea­m ien­to fue acom­pa­
ña­do de una re­duc­ción en la pro­duc­ción de
mu­c us, prin­c i­pal­men­te en co­ra­les po­c i­l lo-
pó­r i­dos, y re­duc­c ión de otros or­g a­n is­mos
sim­bion­tes (Prahl, 1985). Pa­ra ju­lio de 1983,
la ma­yo­r ía de las co­lo­n ias en el arre­ci­fe de
La Azu­f ra­d a ha­b ían muer­t o y es­t a­b an de la co­ber­t u­ra co­ra­li­na, de va­lo­res cer­ca­nos Figura 159
Colonia de Montastraea annularis
cu­bier­tas por al­gas. La re­cu­pe­ra­ción de los al 65% (res­p ec­t o al to­t al del sus­t ra­t o), a afectada por blanqueamiento,
resultado de la expulsión de las
arre­ci­fes co­ra­li­nos en Gor­go­na des­de 1983 co­m ien­z os de los años se­t en­t a, a ni­ve­les zooxantelas

ha si­do len­ta, de­bi­do a las ba­jas ta­sas de cre­ ac­t ua­les de 45% (Gar­zón-Fe­rrei­ra y Pin­zón,
ci­m ien­to y re­c lu­t a­m ien­to co­ra­l i­no, y a las 1999).
per­t ur­ba­cio­nes am­bien­t a­les (Za­pa­t a y Var­ En­t re ma­yo de 1997 y ju­n io de 1998 se
gas-An­g el, en pren­s a). En no­v iem­b re de pre­sen­tó el se­g un­do even­to fuer­te re­la­cio­na­
1984, se re­g is­t ró una re­c u­p e­r a­c ión en la do con el fe­nó­me­no de El Ni­ño, con au­men­
co­ber­t u­ra cer­ca­na al 15%, de­bi­da prin­ci­pal­ tos de tem­pe­ra­t u­ra de 3-4°C en­t re agos­to de
men­te a la re­ge­ne­ra­ción de las co­lo­n ias de 1997 y sep­t iem­bre de 1998. Du­r an­t e es­t e
po­ci­llo­pó­r i­dos. En oc­t u­bre de 1985 aún se se­g un­do even­to y, al igual que en mu­chos
ob­s er­v a­b an gran­d es ex­t en­s io­nes de co­r al arre­ci­fes tro­pi­ca­les al­re­de­dor del mun­do, en
muer­to, y pa­ra di­ciem­bre de 1987, es­pe­cies el Pa­ci­f i­co co­lom­bia­no se ob­ser­vó blan­quea­
co­mo Psa­moc­co­ra ste­lla­ta y Po­ci­llo­po­ra da­mi­cor­nis mien­to mo­de­ra­do a se­ve­ro y mor­t a­l i­d a­des
ha­bían re­co­lo­n i­za­do la ma­yo­r ía de los co­ra­ en Utría, Gor­go­na y Mal­pe­lo (Za­pa­ta y Var­
les muer­tos (Prahl et al., 1989; Za­pa­ta y Var­ gas-An­g el, en pren­sa). En es­t a oca­sión, el
gas-An­gel, en pren­sa). Pa­ra 1995, la co­ber­t u­ blan­quea­m ien­to so­bre las es­pe­cies ma­si­vas
ra co­r a­l i­n a se ha­bía re­c u­pe­r a­do allí to­t al­ fue ma­yor que so­bre las es­pe­cies ra­m i­f i­ca­
men­te, al­can­zan­do co­ber­t u­ras de 78% (Bár­ das. Evi­den­te­men­te, la ex­ten­sión del blan­
ce­nas et al., 1996); sin em­bar­go, es­ta re­cu­pe­ quea­m ien­t o y mor­t a­l i­d ad du­r an­t e es­t e
ra­c ión ca­s i to­t al no ocu­r rió en to­dos los se­g un­do even­to no al­can­zó las gran­des pro­
arre­ci­fes de Is­la Gor­go­na. Ac­t ual­men­te, se por­cio­nes del even­to de 1982-1983. Ob­ser­
en­cuen­t ran to­dos los co­ra­les ma­si­vos, in­clu­ va­c io­nes he­chas en agos­to de 1998 en los
yen­do es­pe­cies de los gé­ne­ros Pa­vo­na, Po­r i­tes prin­ci­pa­les arre­ci­fes de Is­la Gor­go­na, mos­
y Gar­d i­n e­r o­s e­r is, pe­r o en ba­ja abun­d an­c ia tra­ron que a pe­sar de ha­ber ocu­rri­do mor­ta­
(Za­pa­t a y Var­g as-An­gel, en pren­sa), y las li­dad, la ma­yo­r ía de los co­ra­les que ha­bían
ta­sas de cre­ci­m ien­to son ba­jas com­pa­ra­das su­f ri­do blan­q uea­m ien­to pre­sen­t a­b an pa­r a
con las re­g is­t ra­das an­tes del even­to de ca­len­ es­ta épo­ca una co­lo­ra­ción nor­mal. La di­fe­
ta­m ien­to de 1982-1983 (Glynn y Ste­wart, ren­cia en la mor­ta­li­dad de las es­pe­cies, de­bi­
1973; Prahl, 1985). Sin em­bar­go, la ba­ja ta­sa da bá­s i­c a­m en­t e a la me­n or ca­p a­c i­d ad de
de cre­ci­m ien­to co­ra­li­no que se ha re­g is­t ra­do re­cu­pe­ra­ción de los co­ra­les ma­si­vos, ex­pli­ca
en los úl­t i­mos años pue­de ser el efec­to de la al­t a do­m i­nan­cia de po­ci­llo­po­r i­dos so­bre
otros fac­to­res ta­les co­mo la fuer­te sur­gen­cia los arre­ci­fes co­ra­li­nos ac­t ua­les.
de aguas frías ocu­rri­da en el Gol­fo de Pa­na­ Ot ro i n­d i­c a­d or de de­g ra­d a­c ión del
má en 1985 (Le­gec­k is, 1988; Guz­mán et al., am­bien­te co­ra­li­no es la ocu­rren­cia de mor­
1990). En la Is­la de Mal­pe­lo se ha do­cu­men­ ta­li­da­des ma­si­vas de otros or­ga­n is­mos aso­
ta­do re­cien­te­men­te tam­bién una re­duc­ción cia­dos, que ha ve­n i­do do­cu­men­t an­do­se en

157
los úl­t i­mos 20 años. Uno de los ca­sos fue el ca­so más co­no­ci­do y me­jor do­cu­men­ta­do de
ob­ser­va­do en los años ochen­t a en to­do el mor­tan­dad ma­si­va de un or­ga­n is­mo arre­ci­
Ca­r i­b e en los co­r a­les del gé­ne­ro Acro­p o­ra fal es el del eri­zo ne­g ro Dia­de­ma an­ti­lla­r um,
co­m o con­s e­c uen­c ia prin­c i­p al­m en­t e de la uno de los her­bí­vo­ros ma­r i­nos más abun­
en­fer­me­d ad de ban­d a blan­c a (Glad­fel­t er, dan­tes y sig­n i­f i­ca­t i­vos eco­ló­g i-ca­men­te en
1982; Fig. 160). Es­tos co­r a­les, de los más los arre­ci­fes de la re­g ión. Es­ta es­pe­cie de­sa­
ca­rac­te­r ís­t i­cos y más im­por­tan­tes co­mo for­ pa­re­ció ca­si por com­ple­to en 1983 a cau­sa de
ma­do­res de arre­ci­fes en la re­g ión, se vie­ron un agen­te pa­tó­ge­no des­co­no­ci­do (Les­sios et
a tal pun­to afec­t a­dos que de­sa­p a­r e­c ie­r on al., 1984). Aun­que en Co­lom­bia no se do­cu­
ca­si por com­ple­to y en po­co tiem­po de la men­tó ade­cua­da­men­te su mor­t an­dad, sí se
ma­yo­r ía de las áreas co­ra­li­nas (So­la­no et al., de­tec­tó des­de en­ton­ces su au­sen­cia o pre­sen­
1993; Gar­z ón-Fe­r rei­r a y Kiel­m an, 1993; cia mí­n i­ma en to­das las áreas co­ra­li­nas eva­
Díaz et al., 1995). Tam­bién, se han ob­ser­va­ lua­d as. En la ac­t ua­l i­d ad se apre­c ia ya una
Figura 160 do mor­t a­l i­d a­des ma­s i­vas en otros gru­p os re­cu­pe­ra­ción con­si­de­ra­ble de sus po­bla­cio­
Setos de Acropora palmata afectados
parcialmente por la enfermedad de la co­mo los aba­n i­cos de mar (gor­g o­n á­ceos), nes en mu­chos si­t ios (Fig. 162).
banda blanca. El área que está siendo
afectada se aprecia de color blanco,
que lle­va­ron a re­duc­cio­nes cer­ca­nas al 100% La re­duc­c ión drás­t i­ca de las po­bla­c io­nes
en tanto que la zona que ya fue
afectada ha dejado sin tejido el
de es­pe­cies co­mo Gor­go­nia ven­ta­li­na y G. fla­be­ de or­ga­n is­mos co­mer­cia­les es, por su par­te,
esqueleto coralino, el cual ha sido ya
colonizado por algas filamentosas que
llum en al­g u­nas áreas del sur del Ca­r i­be (Fig. otro fac­tor que se pue­de con­si­de­rar co­mo
confieren la coloración amarillo 161), in­c lu­y en­d o las cos­t as co­lom­b ia­n as evi­den­cia del de­te­r io­ro ac­t ual en los arre­ci­
verdoso. Al fondo se observan setos de
esta especie completamente muertos (Gar­z ón-Fe­r rei­r a y Zea, 1992). Qui­z ás el fes del mun­do (Bir­ke­land, 1997). En Co­lom­
bia no exis­ten es­ta­d ís­t i­cas pes­que­ras con­f ia­
bles pa­r a do­c u­men­t ar es­t e pro­ble­m a. Sin
em­bar­go, es evi­den­te en to­dos los arre­ci­fes
del Ca­r i­b e co­lom­bia­no el ago­t a­m ien­to de
or­g a­n is­mos de gran va­lor pes­que­ro, co­mo
par­gos (Lut­ja­n i­dae), me­ros y cher­nas (Se­rra­
ni­dae), ron­cos (Hae­mu­li­dae), lan­gos­tas (Pa­li­
nu­r i­dae), can­g re­jos y ca­ra­co­les. En su lu­gar,
aho­ra son cap­t u­ra­das es­pe­cies con­si­de­ra­das
an­te­r ior­men­te de ba­ja ca­li­dad pa­ra el con­su­
mo hu­ma­no, co­mo son los pe­ces lo­ro (Sca­r i­
dae), ci­r u­ja­n os (Acant­hu­r i­d ae), isa­b e­l i­t as
( Po­m a­c ant­h i­d ae) y ca­c húas o ba­l les­t as
(Ba­lis­t i­dae). La ma­yo­r ía de los pes­ca­do­res en
las di­f e­r en­t es áreas co­r a­l i­n as del Ca­r i­b e
ha­cen afir­ma­cio­nes co­mo: “ha­ce 20 años se
en­con­t ra­ban tan­tos par­gos, me­ros, ba­rra­cu­
das y ti­bu­ro­nes, que al co­mún de la gen­te le
da­b a mie­do na­d ar en es­t as aguas; ac­t ual­
men­te pue­de con­si­de­rar­se pri­v i­le­g ia­do aquel
que lo­g re ver un ti­bu­rón o al­g u­n as de las
otras es­pe­cies de va­lor co­mer­cial”.
Ca­si si­mul­tá­nea­men­te, con la re­duc­ción de
la co­ber­t u­ra co­ra­li­na y la ca­si de­sa­pa­r i­ción
de or­g a­n is­mos arre­c i­fa­les im­p or­t an­t es, se
han de­tec­t a­do otros cam­bios con­si­de­ra­bles
en la es­t ruc­t u­r a y fun­c ión del eco­sis­t e­m a
co­ra­li­no (Gar­zón-Fe­rrei­ra, 1997). Uno de los
ca­sos más no­ta­bles ha si­do la re­duc­ción del
her­b i­v o­r is­m o (co­m o con­s e­c uen­c ia de la
muer­te ma­si­va del eri­zo Dia­de­ma y la dis­m i­
nu­ción, en nú­me­ro, de otros her­bí­vo­ros por
so­bre­pes­ca) y la pro­l i­fe­r a­c ión de las al­g as
Figura 161
Detalle de una porción de abanico (Gorgonia ventalina) afectada por el hongo Aspergillus sp (Gins­burg, 1994; Hug­hes, 1994a,b). Co­mo

158
en mu­chas re­g io­nes del Ca­ri­be, las al­gas se
han vuel­to el com­po­nen­te do­m i­nan­te de la
bio­ta ben­tó­n i­ca en la ma­yo­r ía de los arre­ci­
fes co­lom­bia­nos (Fig. 163). Por ejem­plo, la
co­ber­t u­ra al­gal en San An­drés fue es­t i­ma­da
Figura 162
en un 70% en pro­me­d io en 1992 (Díaz et al., Agregación de
individuos de erizo
1995), mien­t ras que en el área de San­ta Mar­ negro Diadema
antillarum, cuyas
ta ha fluc­t ua­do en­t re 50 y 60% du­ran­te la poblaciones se han
recuperado
úl­t i­ma dé­ca­da (Zea, 1993; Gar­zón-Fe­rrei­ra, ostensiblemente en

1999a,b). Las al­gas fron­do­sas (en es­pe­cial las algunas áreas luego
de la mortandad
par­d as del or­den Dict­yo­t a­les y las ver­des masiva ocurrida entre
1982 y 1984 que
cal­cá­reas del gé­ne­ro Ha­li­me­da) se han ob­ser­ hizo casi desaparecer
a esta especie del mar
va­d o pro­l i­f e­r an­d o en to­d os los arre­c i­f es Caribe (Islas San
Bernardo, 1999)
co­lom­bia­nos del Ca­ri­be, par­t i­cu­lar­men­te en
áreas pro­t e­g i­d as de la ener­g ía di­rec­t a del
olea­je, don­de lle­g an a cu­brir las co­lo­n ias
co­ra­li­nas y ge­ne­rar blan­quea­m ien­to y mor­ta­
li­dad del te­ji­do co­ra­li­no (Díaz et al., 1996a;
Zea et al., 1998). Otras al­t e­r a­c io­nes en la
es­t ruc­t u­r a del eco­s is­t e­m a co­r a­l i­no tie­nen
que ver con el reem­pla­zo en la do­m i­nan­cia
de las es­pe­cies de co­ra­les co­mo con­se­cuen­
cia de las mor­tan­da­des re­cien­tes de es­pe­cies
im­por­t an­tes y la nu­la o len­t a re­cu­pe­ra­ción
de las mis­mas. Un ejem­plo de es­te cam­bio
de es­pe­cies es la ac­t ual do­m i­nan­cia del co­ral
Po­r i­tes as­t reoi­d es en am­bien­t es don­de an­t es
pre­do­m i­na­ba Acro­po­ra pal­ma­ta, al­g o que es
evi­d en­t e par­t i­c u­l ar­men­t e en las Is­l as del
Ro­sa­rio y las Is­las de San Ber­nar­do (Ló­pez-
Vic­to­r ia, 1999; Cen­da­les, 1999). De­bi­do a la
com­ple­ji­dad de in­te­rac­cio­nes bio­ló­g i­cas del
eco­sis­te­ma arre­ci­fal, se sos­pe­cha que pue­den Figura 163

ocu­rrir mu­chos otros cam­bios co­mo con­se­ Proliferación de algas del género Dictyota en un arrecife de parche de la laguna arrecifal del complejo de la Isla Providencia

cuen­cia de las re­cien­tes al­te­ra­cio­nes, los cua­


les no han si­do aún iden­t i­f i­ca­dos o do­c u­
men­t a­d os apro­p ia­d a­m en­t e. Uno de es­t os
ca­sos pa­re­ce ser la apa­ren­te pro­li­fe­ra­ción del
pez po­m a­cén­t ri­do Ste­gas­t es pla­n i­frons. Es­t e
pez mor­d is­q uea la su­p er­f i­c ie vi­v a de las
co­lo­n ias co­ra­l i­n as pa­r a fa­vo­re­cer el cre­c i­
mien­to de cier­tas al­gas de las cua­les se ali­
men­ta. An­te­rior­men­te (co­mo ha si­do ob­ser­
va­do en mu­chos arre­ci­fes del Ca­r i­be co­lom­
bia­no), las par­ce­las o te­rri­to­rios pa­ra el cul­t i­
vo de sus al­g as las rea­l i­za­ban es­tos pe­ces
en­t re las ra­mas del co­ral Acro­po­ra cer­vi­cor­nis, y
las cui­d a­b an de la de­p re­d a­c ión de otros
or­ga­n is­mos. A raíz de la re­duc­ción drás­t i­ca
de las po­bla­cio­nes del gé­ne­ro Acro­po­ra en los
años ochen­ta, el pez es aho­ra muy abun­dan­
te y po­s i­ble­men­t e es­t á cau­san­do ma­yo­r es
da­ños en el arre­ci­fe al ata­car co­ra­les de cre­ Figura 164
Territorio del pez damisela Stegastes planifrons (parte inferior de la foto), sobre colonias de Siderastrea siderea. El pez remueve
ci­m ien­to más len­to (Fig. 164). pólipos del coral para permitir el crecimiento de las algas de las cuales se alimenta

159
2. CAU­SAS DEL DE­TE­RIO­RO

A pe­sar de las am­plias con­t ro­ver­sias


so­bre el te­ma en los úl­t i­mos años,
la iden­t i­f i­ca­ción de las cau­sas prin­
ci­pa­les del de­te­r io­ro del eco­sis­te­ma co­ra­li­no
ha re­sul­ta­do in­cier­ta o im­po­si­ble en mu­chos
San An­d rés y Pro­v i­den­cia; sin em­bar­go, su
im­pac­to so­bre los arre­ci­fes de és­ta área ha
si­d o po­c o do­c u­m en­t a­d o. Geis­t er (1975)
ob­ser­vó en 1973 una am­plia des­t ruc­ción de
Acro­po­ra cer­vi­cor­nis en la Is­la de San An­d rés y
ca­sos, de­bi­do a la es­ca­sez de bue­nas ba­ses la atri­bu­yó al pa­so del hu­ra­cán Ire­ne por las
de da­tos. En ge­ne­ral, se acep­ta que el pro­ cos­t as de la is­la en 1971. Otros hu­ra­ca­nes
ble­ma es muy com­ple­jo y que con fre­cuen­cia que han gol­pea­do el ar­chi­pié­la­go han si­do el
han ac­t ua­do si­mul­tá­nea­men­te di­ver­sos fac­ Hat­t ie en 1961 y el Joan en 1988. Díaz et al.
to­res, tan­to de ori­gen na­t u­ral co­mo an­t ro­ (1995) ob­ser­va­ron du­r an­t e 1992 acu­mu­la­
po­gé­n i­co, de mo­do que efec­tos adi­t i­vos y/o cio­nes de es­que­le­tos des­pren­d i­dos de oc­to­
si­nér­g i­cos pue­den ha­ber acen­t ua­do los pro­ co­ra­les, nu­me­ro­sas ca­be­zas de co­ral vol­tea­
ce­sos de de­g ra­da­ción (Bir­ke­land, 1996). De das y una com­ple­ta des­t ruc­ción de los arre­
es­ta for­ma, no es po­si­ble en es­tos mo­men­tos ci­fes de A. cer­v i­c or­n is en fon­d os so­me­r os
sa­ber con cer­te­za si la pro­ble­má­t i­ca del de­te­ al­re­de­dor de San An­d rés. Díaz et al., (1996b)
rio­ro re­cien­te ha si­do ge­ne­ra­da ma­yor­men­te atri­bu­yen tam­bién el vol­ca­m ien­to de se­tos
por el hom­bre o por agen­tes na­t u­ra­les, pe­ro de A. pal­ma­ta en los ca­yos de Al­bu­quer­que
sí se re­co­no­ce al me­nos que bue­na par­te de al pa­so del hu­ra­cán Joan en 1988 (Fig. 165).
los da­ñ os su­f ri­d os por los arre­c i­f es en En 1996 uno de los au­to­res (M. Ló­pez-Vic­
mu­chas par­tes del mun­do es con­se­cuen­cia to­r ia) pre­sen­c ió los efec­tos co­la­te­r a­les del
de agen­tes an­t ro­po­gé­n i­cos. Se man­t ie­ne aún hu­ra­cán Cé­sar so­bre nu­me­ro­sas co­lo­n ias de
la du­d a acer­ca de si al­g u­n as de las cau­sas co­ra­les pé­t reos en la is­la de Pro­v i­den­cia.
ca­li­f i­ca­das co­mo na­t u­ra­les, en­t re ellas, blan­ La ex­po­si­ción al ai­re y a la ra­d ia­ción so­lar
quea­m ien­tos ma­si­vos y epi­de­m ias, lo son en di­rec­ta de los co­ra­les du­ran­te ma­reas ex­t re­
rea­li­dad o si han si­do de­sa­ta­das por el de­te­ mas ba­jas, es otro fac­tor na­t u­ral po­ten­cial­
rio­r o de la ca­l i­d ad del am­b ien­t e ma­r i­n o men­te im­por­t an­te pa­ra la re­g u­la­c ión de la
ge­ne­ra­do por el de­sa­rro­llo de la ci­v i­li­za­ción po­bla­ción y la or­g a­n i­za­ción de la co­mu­n i­
hu­ma­na (Gar­zón-Fe­rrei­ra, 1997). dad arre­ci­fal en el Pa­cí­f i­co co­lom­bia­no. Con
ba­s e en el co­n o­c i­m ien­t o del ré­g i­m en de
2a. Cau­sas na­tu­ra­les ma­reas y la ob­ser­va­ción de gran­des sec­to­res
En ge­n e­r al, los co­r a­les pre­s en­t an unos de co­ral muer­to en las par­tes so­me­ras de los
in­t er­v a­los de to­le­r an­c ia a la tem­p e­r a­t u­r a arre­c i­fes, Glynn et al. (1982) su­g i­r ie­ron la
en­t re 17 y 34°C, pe­ro la ma­yo­r ía vi­ve cer­ca re­la­ción en­t re las ma­reas y la mor­ta­li­dad de
de su lí­m i­te má­x i­mo. Por tal ra­zón, cam­bios co­r a­les en la Is­la Gor­g o­n a. De he­c ho, se
brus­cos en es­tos ni­ve­les afec­tan se­ve­ra­men­te han re­co­no­c i­do va­r ios even­tos de ex­po­si­
los arre­ci­fes co­ra­li­nos. Así, en­t re los fac­to­res ción que han ocu­r ri­do al me­nos des­de 1993
glo­ba­les que más in­ci­den di­rec­ta o in­d i­rec­ta­ (Za­pa­ta y Var­gas-An­gel, en pren­sa). Aná­li­sis
men­te en el de­te­r io­ro co­ra­l i­no, se en­cuen­ rea­l i­z a­d os mos­t ra­r on que los even­t os de
tran el ca­len­t a­m ien­to de la at­mós­fe­ra y el ex­po­si­ción pue­den ocu­r rir ca­da 90 días. Sin
fe­nó­me­no de El Ni­ño, que, co­mo se men­ em­bar­g o, los in­ter­va­los en­t re dos even­tos
cio­nó an­t e­r ior­men­t e han afec­t a­do se­ve­r a­ con­se­cu­t i­vos pue­den va­r iar en­t re 25 y 441
men­te mu­chos arre­ci­fes de co­ral en el Pa­ci­f i­ días. En ge­ne­ral, los arre­ci­fes pue­den es­tar
co ame­r i­ca­no y en el Ca­r i­be, dan­do co­mo ex­pues­t os más de dos ve­c es du­r an­t e una
re­sul­ta­do el blan­quea­m ien­to de los co­ra­les, mis­m a épo­ca de ma­reas y oca­sio­n al­men­te
cau­san­do mor­ta­li­da­des ma­si­vas o ha­cien­do­ has­t a 5 ve­ces. Es­tos even­tos ocu­r ren so­la­
los más sus­cep­t i­bles a otros ten­so­res. men­te en­t re ene­ro-abril y agos­to-di­ciem­bre.
Los hu­ra­ca­nes son otra cau­sa na­t u­ral de De­bi­do a que es­tos aná­li­sis es­tán ba­sa­dos en
de­te­r io­ro que pue­de con­t ri­buir lo­cal­men­te a pre­d ic­c io­nes de ma­reas, és­tos son só­lo un
la dis­m i­nu­ción de es­pe­cies (Hug­hes, 1994b), in­d i­ca­t i­vo de la im­por­t an­c ia de la ex­po­si­
tan­to de co­ra­les co­mo de or­g a­n is­mos aso­ ción aé­r ea co­m o un agen­t e per­t ur­b a­d or
cia­d os. En Co­lom­b ia, los hu­r a­c a­n es han (Za­p a­t a y Var­g as-An­g el, en pren­s a). No
afec­t a­do prin­c i­pal­men­te el ar­chi­pié­la­g o de to­dos los even­tos de ex­po­si­ción aé­rea afec­

160
tan los co­ra­les, pe­ro des­pués de re­pe­t i­das y
pro­lo­ga­das ex­po­si­cio­nes, los te­ji­dos ex­pues­
tos (ge­ne­ral­men­te por­cio­nes dis­t a­les de las
ra­m as) pre­sen­t an blan­quea­m ien­to y fi­n al­
men­te mor­ta­li­dad. Pos­te­r ior a la mor­ta­li­dad
apa­re­cen fi­la­men­tos al­ga­les que con el tiem­
po cre­cen y even­t ual­men­te lle­g an a cu­brir
to­da la co­lo­n ia. Co­mo re­sul­ta­do, los sec­to­
res so­me­ros o por­c io­nes emer­g i­d as de las
cres­tas pre­sen­tan al­gas co­mo un com­po­nen­
te im­por­tan­te del pai­sa­je.
Exis­t en otros dos agen­t es na­t u­r a­les de
de­t e­r io­r o co­r a­l i­no que afec­t an prin­c i­p al­
men­te las cos­tas del Pa­cí­f i­co co­lom­bia­no, la
sur­gen­cia y el tec­to­n is­mo de pla­cas. La sur­
gen­c ia a lo lar­g o de la cos­t a pa­c í­f i­c a de
re­g is­t ró im­pac­to ne­ga­t i­vo so­bre las co­mu­n i­ Figura 165
Amé­r i­c a Cen­t ral es más apre­c ia­b le de Setos de Acropora palmata volcados
da­des co­ra­li­nas, even­tos de es­t a na­t u­ra­le­za en el banco Quitasueño, posible
di­ciem­bre a mar­zo. Ba­jo es­tas con­d i­cio­nes, consecuencia de una tormenta o de un
pue­den no so­la­men­te afec­t ar se­ve­r a­men­te huracán
las aguas su­per­f i­cia­les cos­te­ras pue­den ser
los arre­c i­f es co­r a­l i­n os, si­n o que pue­d en
ale­ja­das rá­pi­da­men­te de la cos­t a, dis­m i­nu­
au­men­t ar el efec­to de otras per­t ur­ba­cio­nes
yen­do el ni­vel del mar y re­du­cien­do la tem­
na­t u­ra­les (Cor­tés et al., 1992).
pe­ra­t u­ra su­per­f i­cial cer­ca de 10°C en me­nos
Co­mo en la ma­yor par­te del Mar Ca­r i­be,
de un día (Le­gec­k is, 1988). Du­ran­te mar­zo
di­ver­sas en­fer­me­d a­des han si­do re­la­c io­n a­
de 1985, se pre­sen­tó una sur­gen­cia bas­tan­te
das con mor­t an­d a­d es ma­s i­v as de va­r ios
pro­lon­ga­da en el gol­fo de Pa­na­má y Pa­pa­ga­
in­v er­t e­b ra­d os im­p or­t an­t es en arre­c i­f es
yo, cau­s an­d o ma­r eas ro­jas que afec­t a­r on
co­lom­bia­nos du­ran­te las dos úl­t i­mas dé­ca­
va­r ios arre­ci­fes co­ra­li­nos en Amé­r i­ca Cen­
das, in­clu­yen­do las del eri­zo Dia­de­ma y de
tral (Guz­mán et al., 1990). Se­g ún Le­gec­k is
los aba­n i­cos de mar Gor­go­nia spp, men­cio­na­
(1988), es­te fe­nó­me­no dis­m i­nu­yó la tem­pe­
das an­te­r ior­men­te. En el ca­so de los aba­n i­
ra­t u­ra del agua al­re­de­dor del sec­tor afec­ta­
cos, se ha iden­t i­f i­ca­do re­c ien­te­men­te a un
do, al­c an­z an­d o las Is­l as Ga­l á­p a­g os. Sin
hon­g o de ori­gen te­r res­t re (gé­ne­ro As­per­gi­
em­bar­go, no hay re­g is­t ros de los efec­tos de
llus) co­m o res­p on­s a­ble de la en­fer­me­d ad
es­t e even­t o en los arre­c i­f es del Pa­c í­f i­c o
(Smith et al., 1996).
co­lom­bia­no. No obs­tan­te, los co­ra­les de Is­la
En cuan­to a las afec­cio­nes de ori­gen pa­tó­
Gor­go­na y Utría de­ben ha­ber si­do afec­ta­dos
ge­n o en co­r a­les, se han di­f e­r en­c ia­d o en
por las ba­jas tem­pe­ra­t u­ras, la to­x i­ci­dad, la
Co­lom­bia seis ti­pos de en­fer­me­d a­des que
dis­m i­nu­ción del oxí­ge­no di­suel­to y la re­duc­ Figura 166
los afec­tan y les pro­du­cen mor­ta­li­dad (Gar­ Enfermedad de la banda negra
ción en la pe­ne­t ra­c ión de la luz cau­sa­d as afectando la parte superior de una
zón-Fe­r rei­ra et al., en pren­sa). La en­fer­me­ colonia de Diploria strigosa
por el boom de di­no­f la­ge­la­dos (Guz­mán et
al., 1990). En fe­bre­ro de 1989, se ob­ser­vó un
am­plio blan­quea­m ien­to co­r a­l i­no aso­c ia­do
con ba­jas tem­pe­ra­t u­ras y ma­reas ro­jas en la
en­se­na­da de Utría (Var­gas-An­gel, 1996).
La ac­t i­v i­dad tec­tó­n i­ca por su par­te, es un
even­t o bas­t an­t e co­m ún en el Pa­c í­f i­c o
co­lom­bia­no, sien­do la sub­si­den­cia tec­tó­n i­ca
el prin­ci­pal pro­ce­so a lo lar­go de es­tas cos­
tas (Herd et al., 1981). Du­ran­te el te­r re­mo­to
re­g is­t ra­do en Tu­ma­co el 12 de di­ciem­bre de
1979, cu­yo epi­cen­t ro se si­t uó a 200 km al
SW de la is­la Gor­go­na, el fon­do ma­r i­no del
es­t re­cho de Tas­ca (que se­pa­ra a Gor­go­na de
Gor­g o­n i­l la), pre­sen­t ó una sub­s i­den­c ia de
0,8 m (Herd et al., 1981). Aun­q ue no se

161
dad de la ban­d a ne­gra (BBD) (Fig. 166) ha ti­p os de WBD que se di­fe­ren­c ian bá­s i­c a­
si­do de­tec­ta­da en nu­me­ro­sas lo­ca­li­da­des del men­te por la ubi­ca­ción de la afec­ción so­bre
Ca­r i­be, in­clu­yen­do a Co­lom­bia y el In­do­pa­ la co­lo­n ia. Se ob­ser­va en ge­ne­ral co­mo una
cí­f i­co (Gar­zón-Fe­r rei­ra, 1997). Afec­ta co­ra­ ban­d a sin te­ji­do co­r a­l i­no, que mues­t ra el
les ma­si­vos y se ob­ser­va co­mo una ban­da de co­lor blan­co del es­que­le­to (Díaz et al., 1995;
fi­la­men­tos so­bre la co­lo­n ia, que pue­de ser Pe­ters, 1997; San­tavy Pe­ters, 1997). Am­bas,
de co­lor ne­g ro o ma­r rón os­cu­ro. La en­fer­ BBD y WBD, fue­ron de­tec­ta­das en Co­lom­
me­dad de la ban­da blan­ca (WBD) (Fig. 167) bia por pri­me­ra vez en 1992 en las áreas del
ha si­d o ob­s er­v a­d a en co­r a­les de for­m as Par­que Na­cio­nal Na­t u­ral Tay­ro­na (PNNT)
ra­m i­f i­c a­d as y ha si­d o se­ñ a­l a­d a co­m o la y en la Is­la de San An­d rés res­pec­t i­va­men­te,
Figura 167
prin­ci­pal cau­sa de las re­cien­tes mor­tan­da­des y pos­te­r ior­men­te han evi­den­cia­do una dis­
Enfermedad de la banda blanca ma­si­vas de Acro­po­ra pal­ma­ta y A. cer­v i­cor­nis tri­bu­ción más am­plia (Gar­zón-Fe­r rei­ra et al.,
afectando setos de Acropora
cervicornis (San­t avy y Pe­t ers, 1997). Se co­no­cen dos en pren­s a). La en­fer­m e­d ad de los lu­n a­r es
os­cu­ros (DSD) (Fig. 168) es la más co­mún en
Co­lom­bia y afec­ta prin­ci­pal­men­te a co­ra­les
de for­m a ma­s i­v a co­m o Si­d e­ras­t rea si­d e­r ea,
Step­ha­no­coe­nia in­ter­sep­ta y Mon­tas­traea an­nu­la­r is.
Se ca­rac­te­r i­za por la pre­sen­cia de de­pre­sio­
nes cir­cu­la­res con una to­na­li­dad más os­cu­ra
en el te­ji­do co­ra­li­no vi­vo (Díaz et al., 1995).
La en­fer­me­dad de la ban­da ama­r i­lla (YBD),
fue des­cu­bier­ta re­cien­te­men­te en Co­lom­bia
a par­t ir de una epi­de­m ia ocu­r ri­d a en las
Is­las de San Ber­n ar­do (Gar­zón-Fe­r rei­ra et
al., en pren­sa). Se apre­cia co­mo una ban­da
mar­c a­d a de co­lor ama­r i­l lo in­t en­s o (Fig.
169). La ban­da ro­ja (RBD) se ca­rac­te­r i­za por
la pro­l i­f e­r a­c ión de un te­ji­d o ex­t ra­ñ o de
co­lor ro­jo la­d ri­l lo y has­t a aho­r a ha si­d o
ob­ser­va­da so­la­men­te en el Ban­co Qui­ta­sue­
ño en 1998. La pla­ga blan­ca (WPD), des­cu­
bier­ta en la Flo­r i­da a prin­ci­pios de los años
no­ven­t a (Fig. 170), es una en­fer­me­dad que
afec­ta a nu­me­ro­sas es­pe­cies de co­ra­les ma­si­
vos. Se ob­ser­va usual­men­te co­mo una man­
cha blan­ca irre­g u­lar sin te­ji­do co­ra­li­no blan­
do, ubi­ca­da en los már­ge­nes de la co­lo­n ia.
Exis­ten dos ti­pos de WPD iden­t i­f i­ca­dos en
Figura 168
Enfermedad de los la ac­t ua­li­dad (Ri­chard­son et al., 1998), pe­ro
lunares oscuros
afectando a una sus di­f e­r en­c ias ma­c ros­c ó­p i­c as son muy
colonia de
Stephanocoenia té­nues. Fue de­tec­t a­d a por pri­me­ra vez en
intercepta
Co­lom­bia en 1994 en el área del Par­que Tay­
ro­n a, afec­t an­do co­lo­n ias del co­ral Mon­tas­
traea ca­ver­no­sa. En los años si­g uien­tes ha si­do
ob­s er­v a­d a más fre­c uen­t e­m en­t e en otras
áreas y afec­tan­do a otras es­pe­cies.
Ob­ser­va­c io­nes re­c ien­tes rea­l i­za­d as en el
Ca­r i­be co­lom­bia­no su­g ie­ren que en los arre­
ci­f es exis­t e una al­t a in­c i­d en­c ia de otros
agen­t es na­t u­r a­les de mor­t a­l i­d ad co­r a­l i­n a,
cu­y a ac­c ión pue­d e ha­b er­s e in­c re­men­t a­do
Figura 169 co­mo con­se­cuen­cia de los cam­bios oca­sio­
Enfermedad de banda
amarilla afectando a na­d os por otros fac­t o­r es ta­les co­m o la
una colonia de
Montastraea faveolata so­bre­p es­c a y las mor­t an­d a­des ma­s i­vas de

162
otros or­ga­n is­mos. Es­tos agen­tes son bá­si­ca­
men­t e el re­s ul­t a­d o de las in­t e­r ac­c io­n es
(de­p re­d a­c ión, com­p e­t en­c ia) de ot ros
ma­croor­ga­n is­mos del arre­ci­fe con los co­ra­
les. Uno de los más co­mu­nes es la de­pre­da­
ción de te­ji­d o co­r a­l i­n o por par­t e de los
Figura 170
pe­ces lo­ro (Sca­r i­dae), los cua­les ade­más pue­ Enfermedad de la

den re­mo­ver en su ac­ción por­cio­nes con­si­ plaga blanca


afectando a una
de­ra­bles del es­que­le­to (Fig. 171). En ob­ser­ colonia de
Montastraea
va­cio­nes rea­l i­za­das por uno de los au­to­res annularis. La
enfermedad progresa
du­r an­t e 1994-1995 en cua­t ro ato­lo­nes del desde el borde hacia
el centro de la colonia
ar­chi­pié­la­go de San An­d rés y Pro­v i­den­cia,
se en­con­t ró que el 9% de las co­lo­n ias exa­
mi­n a­d as pre­s en­t a­b an da­ñ os oca­s io­n a­d os
por pe­ces lo­ro. El te­r ri­to­r ia­l is­mo del pez
da­m i­se­la Ste­gas­tes pla­ni­frons, al cual ya se hi­zo
alu­s ión an­t e­r ior­m en­t e, es otro agen­t e de
de­te­r io­ro co­ra­l i­no. El 12% de las co­lo­n ias
co­ra­l i­n as exa­m i­n a­d as en 1995 en los mis­
mos ato­lo­nes pre­sen­t a­ban te­r ri­to­r ios de la
da­m i­se­la, pre­sen­t án­do­se en mu­chos ca­sos
da­ños ex­ten­si­vos en el te­ji­do co­ra­li­no.
Co­mo re­sul­ta­do de la com­pe­ten­cia por el
sus­t ra­to du­ro del arre­ci­fe, otros or­ga­n is­mos
sé­si­les (al­gas, es­pon­jas, oc­to­co­ra­les, as­ci­d ias
co­lo­n ia­les, etc.) pue­den ge­ne­rar de­te­rio­ro en Figura 171
las co­lo­n ias co­ra­l i­n as por in­va­sión (cu­bri­ Huellas o marcas causadas por el mordisqueo de peces loro (Scaridae) sobre una colonia de Siderastrea siderea

mien­to, Fig. 172) o agre­sión (fí­si­ca o quí­mi­ca,


sin con­tac­to di­rec­to, Fig. 173). Las al­gas son
ac­t ual­men­te los or­g a­n is­mos que en ma­yor
me­d i­da tien­den a des­pla­zar a los co­ra­les por
com­pe­ten­cia por el sus­tra­to. Más de la mi­tad
de los co­ra­les ob­ser­va­dos du­ran­te 1994-1995
pre­sen­t a­ban te­ji­do vi­vo in­va­d i­do por al­g as
fron­d o­s as ve­c i­n as y en mu­c hos ca­s os se
ob­ser­vó blan­quea­mien­to y muer­te del te­ji­do
co­ra­li­no en el si­t io del re­cu­bri­mien­to.

2b. Cau­sas an­tro­po­gé­ni­cas


La se­d i­men­ta­ción, oca­sio­na­da por la de­fo­
res­ta­ción y la con­se­cuen­te ero­sión por es­co­
rren­t ía, re­pre­sen­ta uno de los agen­tes prin­ Figura 172
La esponja Ectyoplasia ferox recubriendo una colonia de Montastraea cavernosa
ci­pa­les de es­t rés pa­ra los co­ra­les en la cos­ta
con­t i­nen­tal del Ca­r i­be co­lom­bia­no, en es­pe­
cial de­bi­do a que las des­car­g as de gran­des
ríos co­mo el Mag­da­le­na, el Si­nú y el Atra­to
in­f luen­cian la ma­yor par­te de la cos­t a. En Figura 173
Agresión de una
ge­ne­ral, es­tas des­car­gas de se­d i­men­tos pue­ esponja del complejo
Cliona aprica-C.
den oca­s io­n ar blan­q uea­m ien­t o, así co­m o langae-C. caribbaea

ne­cro­sis de cier­t as par­tes del te­ji­do vi­vo y (de color oscuro)


sobre una colonia de
muer­te de las co­lo­n ias (Cor­tés y Risk, 1985; Siderastrea siderea.
En la zona de
Hub­bard, 1986; Cor­tés, 1990). De­sa­for­t u­na­ contacto se evidencia
una banda blanca
da­men­t e no exis­t en da­tos his­tó­r i­cos pa­r a que indica que el
tejido coralino ha
eva­luar po­si­bles in­cre­men­tos en los ni­ve­les muerto recientemente

163
de tur­b i­d ez y se­d i­men­t a­c ión cos­t e­r a. No me­nos en el Ca­r i­be, de­bi­do a que ca­si to­das
obs­t an­te, la pre­sen­cia de se­d i­men­tos fi­nos las po­bla­cio­nes cos­te­ras (va­r ias de las cua­les
so­bre de­pó­si­tos de are­nas grue­sas en al­g u­ cuen­t an con más de 200.000 ha­b i­t an­t es)
nos arre­ci­fes co­mo los del Par­que Na­t u­ral des­car­g an sus aguas ser­v i­das di­rec­t a­men­te
Tay­ro­na (Gar­zón-Fe­r rei­ra y Ca­no, 1990), los en la cos­t a sin nin­g ún tra­t a­m ien­to (COR­
al­tos ni­ve­les de de­fo­res­ta­ción en el país y la PES, 1992). Se han en­con­t ra­do evi­den­c ias
fuer­te de­g ra­da­ción y al­tas ta­sas de se­d i­men­ cla­ras de de­g ra­d a­c ión co­ra­l i­n a en re­la­c ión
ta­ción de al­g u­nos arre­ci­fes lo­ca­li­za­dos cer­ca con des­c ar­g as de aguas ne­g ras en San
de las de­sem­bo­ca­du­ras de ríos (Wer­d ing y An­d rés, una de las is­las más den­sa­men­t e
Sán­c hez, 1988; Acos­t a, 1994; Zea, 1993), po­bla­d as del Ca­r i­b e (Díaz et al., 1995), y
su­g ie­ren que el in­cre­men­to en la se­d i­men­ta­ al­g u­n a in­d i­c a­c ión de ello en la Ba­h ía de
ción cos­te­ra de­be ser con­si­de­ra­do co­mo una San­ta Mar­ta (Wer­d ing y Sán­chez, 1988; Zea,
fuen­te de im­pac­to pa­ra los arre­ci­fes con­t i­ 1993). La po­lu­ción quí­m i­ca ha si­do iden­t i­f i­
nen­ta­les del Ca­r i­be. ca­da co­mo otro agen­te po­ten­cial de de­g ra­
Pa­ra la cos­t a con­t i­nen­t al del Pa­cí­f i­co no da­ción arre­ci­fal de­bi­do a la pre­sen­cia de ciu­
exis­t e ma­yor in­for­m a­c ión pe­r o se asu­m e da­des in­dus-tria­l i­za­d as en la zo­n a cos­te­ra
que el im­pac­to oca­sio­na­do por la car­g a de (co­mo Ba­r ran-qui­l la y Car­t a­g e­n a) y de las
se­d i­men­tos apor­t a­d a por los nu­me­ro­sos y de­sem­bo­ca­du­ras de gran­des ríos que trans­
cau­da­lo­sos ríos no só­lo es uno de los prin­ci­ por­tan los de­se­chos con­ta­m i­nan­tes de otras
pa­les li­m i­t an­t es de la dis­t ri­bu­c ión de los ciu­da­des gran­des del in­te­r ior del país.
co­ra­les en es­t a re­g ión, si­no que re­pre­sen­t a Al­te­ra­cio­nes en la mor­fo­lo­g ía del cau­ce y
un fac­tor im­por­tan­te de es­t rés pa­ra las es­ca­ en la ubi­ca­ción de de­sem­bo­ca­du­ras de ríos
sas for­m a­c io­nes co­r a­l i­n as exis­t en­t es. Las pa­ra fa­ci­li­tar el de­sa­r ro­llo cos­te­ro han ge­ne­
con­d i­cio­nes am­bien­ta­les su­bóp­t i­mas aso­cia­ ra­d o de­t e­r io­r o con­s i­d e­r a­b le de arre­c i­f es
das con al­t as ta­sas de se­d i­men­t a­c ión son co­ra­li­nos en Co­lom­bia des­de épo­cas his­pá­
fac­to­res cau­sa­les de la re­duc­ción en las ta­sas ni­cas. Du­ran­te el si­glo XVII, los es­pa­ño­les
de cre­ci­m ien­to de Po­c i­llo­po­ra da­mi­cor­nis en la cons­t ru­y e­r on un bra­z o ar­t i­f i­c ial del Río
en­se­n a­d a de Utría (Prahl y Var­g as-An­g el, Mag­da­le­na (el Ca­nal del Di­que) pa­ra de­sem­
1989). Imá­ge­nes de sa­té­li­te su­g ie­ren que los bo­car en la Ba­h ía de Car­ta­ge­na. Ello al­te­ró
se­d i­men­tos en sus­pen­sión des­car­g a­dos por las con­d i­c io­n es am­b ien­t a­les de la ba­h ía
los ríos que de­sem­bo­can en la cos­ta con­t i­ ge­ne­ran­do un sis­te­ma es­t ua­r i­no y eli­m i­nó
nen­tal ad­ya­cen­te al­can­zan a afec­tar las con­ for­m a­c io­n es ex­t en­s as de co­r a­les que allí
di­c io­nes del agua en in­me­d ia­c io­nes de la exis­t ían (IN­V E­M AR, 1997). Du­r an­t e las
Is­la Gor­g o­n a, y que esa in­f luen­c ia se ha dos úl­t i­mas dé­ca­das se han abier­to de­sem­
in­cre­men­ta­do en los úl­t i­mos 20 años. bo­ca­du­ras adi­c io­n a­les del ca­n al del Di­que
Figura 174
Otra fuen­te im­por­tan­te de es­t rés pa­ra los en la Ba­h ía de Bar­ba­coas, ubi­ca­da al sur de
Vertimiento al mar de aguas negras sin eco­sis­te­mas cos­te­ros en Co­lom­bia es la con­ la ba­h ía de Car­ta­ge­na y fren­te a Ba­r ú y las
tratamiento previo en la Isla de San
Andrés ta­m i­na­c ión por aguas ne­g ras (Fig. 174), al Is­las del Ro­sa­r io, con lo cual se pro­du­cen
co­r rien­t es tur­b ias y eu­t ro­f i­c a­c ión de las
aguas afec­tan­do con­si­de­ra­ble­men­te los arre­
ci­fes co­ra­li­nos del com­ple­jo de las Is­las del
Ro­sa­r io (Al­va­ra­do y Cor­chue­lo, 1992).
Co­mo se men­cio­nó an­te­r ior­men­te, es evi­
den­te el ago­ta­m ien­to de re­cur­sos pes­que­ros
en la ma­yo­r ía de los arre­ci­fes co­lom­bia­nos,
pe­ro par­t i­c u­lar­men­te en los del Ca­r i­be, lo
que de­mues­t ra que la pes­ca ha si­do ex­ce­si­va
y ha con­t ri­bui­do a los cam­bios en el eco­sis­
te­ma (Fig. 175 ). Ade­más de la so­bre­pes­ca,
la pes­c a ilí­c i­t a con ex­plo­s i­vos ha si­do un
fac­tor de de­te­r io­ro que ha es­t a­do pre­sen­te
tra­d i­cio­nal­men­te en va­r ias áreas co­ra­l i­nas,
co­mo el Par­que Na­t u­ral Tay­ro­na y las is­las
del Ro­sa­r io y de San Ber­nar­do.

164
La uti­li­za­ción in­ten­si­va y sin con­t rol ade­
cua­do de las áreas co­ra­l i­nas pa­ra ac­t i­v i­da­
des náu­t i­cas o de re­crea­ción en ge­ne­ral, que
se ha ve­n i­d o acen­t uan­d o en los úl­t i­m os
años, tam­bién ha con­t ri­bui­do al pro­ce­so de
de­te­r io­ro co­ra­li­no (Fig. 176). Vol­ca­m ien­tos,
ra­y o­n es y frag­m en­t a­c ión de las co­lo­n ias
de­b i­d a a las an­c las y las hé­l i­c es de las
em­b ar­c a­c io­n es y los en­c a­l la­m ien­t os de
gran­des bar­cos, co­mu­nes en los arre­ci­fes de
ba­r re­ra y pe­r i­fé­r i­cos del ar­chi­pié­la­go de San
An­d rés (Zea et al., 1998) y Pro­v i­den­cia, son
fre­cuen­te­men­te el re­sul­ta­do de ta­les ac­t i­v i­
da­des.
A con­t i­n ua­c ión se pre­s en­t a una ta­b la Figura 175
re­su­men del efec­to de al­g u­nas de las prin­ci­ Dos pequeñas langostas son presa de un pescador en los arrecifes del área de San Bernardo

pa­l es cau­s as de de­t e­r io­r o co­r a­l i­n o en


Co­lom­bia. Los va­lo­res pre­sen­t a­dos son es­t i­
ma­cio­nes ob­te­n i­das a par­t ir de ob­ser­va­cio­
nes rea­li­za­das por los au­to­res y de in­for­ma­
ción ex­t rac­t a­da de tra­ba­jos re­cien­tes (en­t re
otros Al­va­ra­do y Cor­chue­lo, 1992; Díaz et
al., 1995; Gar­zón-Fe­r rei­ra, 1997; Zea et al.,
1998; Ta­bla 4)

Figura 176
Huellas inconfundibles ocasionada por
el casco de una embarcación
encallada (Isla San Andrés)

Resumen de las principales causas de deterioro en las áreas coralinas colombianas


I. SAN BERNARDO

I. DEL ROSARIO

B. SALMEDINA*

Áreas
PROVIDENCIA*

B. TORTUGAS
B. BURBUJAS
QUITASUEÑO
SAN ANDRÉS

B. BUSHNELL

I. GORGONA
PTO. LÓPEZ

I. MALPELO
I. FUERTE
URABÁ*
CAYOS*

tensores
PNNT

Huracanes 2 3 3 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 2 0 0
Calentamiento 2 2 2 2 2 1 1 2 3 1 3 1 1 2 3 2
Enfermedades** 3 2 3 2 1 0 0 1 2 1 2 ? 3 1 ? 1
Sobrepesca*** 3 2 2 2 3 2 2 3 2 2 3 2 2 1 ? ?
Descargas aguas continentales
(sedimentación 7 alteración cuencas) 0 1 0 0 2 1 1 2 2 2 3 2 2 3 1? ?
Aguas negras 2 1 0 0 1? 0 0 1? 1 0 2 1 1 0 0 0
Pesca con dinamita 0 0 0 0 ? 1 0 2 2 0 2 1 3 0 0 0
Actividades náuticas 3 2 1 1 2 1* 1* 2 2 0 3 1 3 1 2 1
Extracción coral 1 1 0 0 1 0 0 2 3 0 2 0 1 0 1 0

GRADO DE AFECCIÓN DE LOS TENSORES: suma de incidencia y permanencia en el tiempo. Categoría de 0 a 3


0 = AUSENCIA 1 = MÍNIMA 2 = MEDIA 3 = ALTA
* Áreas muestreadas entre 1994-1996
1* Actividad mínima (únicamente buceo)
** Determinado a partir de Garzón-Ferreira et al., en prensa
*** Incluye actividades de pesca en la zona y reducción de herbívoros

165
perspectivas de manejo y conservación

F ren­te al fuer­te rit­mo de cre­ci­m ien­to


de la po­bla­ción hu­ma­na, que se es­t i­
ma pa­sa­rá de 5.400 a 8.500 mi­llo­nes
de per­so­n as en el año 2025, el fu­t u­ro del
eco­sis­te­ma co­ra­li­no se ve se­ria­men­te ame­na­
Mo­n i­t o­r eo Glo­b al de Arre­c i­fes de Co­r al
(GCRMN), la Ini­c ia­t i­va In­t er­n a­c io­n al de
Arre­ci­fes de Co­ral (ICRI), la So­cie­dad In­ter­
na­cio­nal de Arre­ci­fes Co­ra­li­nos (ISRS) y el
Año In­ter­na­cio­nal de los Arre­ci­fes Co­ra­li­nos
za­do (Wil­k in­son y Bud­de­meier, 1994; Bir­ke­ (IYOR), que se ce­le­bró en 1997. En­t re las
land, 1997). El pro­ce­so de de­te­rio­ro co­ra­li­no re­des re­g io­na­les me­re­ce es­pe­cial men­ción el
pue­de se­g uir avan­zan­do, te­n ien­do en cuen­ta pro­g ra­ma CA­R I­COMP (Ca­r ib­bean Coas­tal
que la ma­yor par­t e del cre­c i­m ien­t o de la Ma­ri­ne Pro­duc­t i­v ity), uno de los po­cos pro­
po­bla­ción ocu­rri­rá en las zo­nas cos­te­ras de gra­mas in­ter­na­cio­na­les de mo­n i­to­reo efec­t i­
los paí­ses en de­sa­rro­llo, don­de es­tán pre­ci­sa­ va­men­te fun­cio­na­les, que in­vo­lu­cra 25 ins­t i­
men­te con­cen­t ra­das las for­ma­cio­nes co­ra­li­ tu­cio­nes de 16 paí­ses del Gran Ca­ri­be (in­clu­
nas. Por lo tan­to, la pre­sión so­bre los re­cur­ yen­do a Co­lom­bia), que ha es­ta­do to­man­do
sos pes­q ue­r os au­men­t a­r á, al igual que el in­for­ma­ción es­tan­da­ri-za­da sin in­te­rrup­ción
apor­t e de se­d i­m en­t os, nu­t rien­t es y otros des­de 1992. Otro pro­g ra­ma efec­t i­vo que se
con­ta­m i­nan­tes a tra­vés de los ríos y las des­ ha ini­cia­do más re­cien­te­men­te (1997) es Reef
car­gas de aguas ne­g ras. A su vez, se es­pe­ra Check, una red de mo­n i­to­reo glo­bal que pro­
un au­men­to de la tem­pe­ra­t u­ra glo­bal pro­me­ mue­ve la par­t i­ci­pa­ción co­mu­n i­t a­r ia pa­ra la
dio de 2 a 4ºC pa­ra el año 2100 co­mo re­sul­ to­ma de in­for­ma­ción y la di­fu­sión del va­lor y
ta­do del cam­bio cli­má­t i­co glo­bal, in­cre­men- la pro­ble­má­t i­ca de los arre­ci­fes de co­ral.
tan­do po­si­ble­men­te la fre­cuen­cia e in­ten­si­ De­bi­do a las re­duc­cio­nes de áreas co­ra­li­nas
dad de los even­tos de blan­quea­m ien­to. Sin en el mun­do, al au­men­to del de­te­rio­ro co­ra­
em­bar­g o, el in­cre­men­to de la tem­pe­ra­t u­ra li­no y a la apa­ri­ción ca­da vez más fre­cuen­te
po­d ría per­m i­t ir a su vez la co­lo­n i­z a­c ión de en­fer­me­da­des epi­dé­m i­cas en los co­ra­les,
co­r a­l i­n a en nue­v as áreas mar­g i­n a­les (ver to­das las es­pe­cies de co­ral han si­do ca­ta­lo­ga­
Gar­zón-Fe­rrei­ra, 1997). das co­mo “ame­na­za­das” den­tro de la lis­ta de
Afor­t u­na­da­men­te, pa­ra­le­lo al in­cre­men­to CI­T ES (Co­m i­s ión In­t er­n a­c io­n al So­bre el
en el de­te­rio­ro co­ra­li­no, ha ha­bi­do tam­bién Trá­f i­co de Es­pe­c ies Ame­na­za­das). Adi­c io­
un cre­ci­m ien­to con­si­de­ra­ble en el in­te­rés por nal­men­te, y se­g ún las ca­te­go­rías de la Unión
el co­no­c i­m ien­to y la con­ser­va­c ión de los In­t er­n a­c io­n al pa­r a la Con­s er­v a­c ión de la
arre­ci­fes de co­ral en­tre mu­chos sec­to­res de la Na­t u­ra­le­za (IUCN, si­gla en in­gles), la ma­yo­
so­cie­dad, in­clu­yen­do los re­la­cio­na­dos con el ría de las es­p e­c ies se con­s i­de­r a­r ían co­mo
eco­t u­r is­mo y los me­d ios de co­mu­n i­ca­c ión “vul­ne­ra­bles”. En Co­lom­bia tam­bién ha cre­
(Gar­zón-Fe­r rei­ra, 1997). Es ca­d a vez más ci­do el in­te­rés por los arre­ci­fes de co­ral. Es­to
fre­cuen­te ob­ser­var pá­g i­nas edi­to­ria­les y sec­ es evi­den­te al ana­li­zar el nú­me­ro de in­ves­t i­
cio­nes en re­v is­tas y pe­rió­d i­cos des­t i­na­das al ga­c io­nes rea­l i­z a­d as en las úl­t i­m as cua­t ro
te­ma de la edu­ca­c ión am­bien­t al rea­l i­za­d as dé­ca­das: sie­te tra­ba­jos en los años se­sen­ta, 70
por pe­rio­d is­tas, so­ció­lo­gos, abo­ga­dos, po­lí­t i­ en los se­ten­ta, 114 en los ochen­ta y cer­ca de
cos y fi­ló­s o­fos que se han per­c a­t a­do del 140 en los no­ven­ta (Gar­zón-Fe­rrei­ra, 1997).
de­sas­t re que se ave­ci­na si no se to­man me­d i­ Igual­men­te, en 1997 se cons­t i­t u­yó la So­cie­
das al res­pec­to, que bus­can crear con­cien­cia dad Co­lom­bia­na pa­ra el Es­t u­d io y Con­ser­va­
en el lec­tor so­bre los da­ños que la ac­t i­v i­dad ción de los Arre­ci­fes Co­ra­li­nos (SC­CAR), y
hu­ma­na ha pro­du­ci­do y so­bre “la ne­ce­si­dad COL­CIEN­CIAS or­ga­n i­zó la for­mu­la­ción de
que tie­ne la na­t u­r a­le­z a de te­ner quien la un Plan Es­t ra­té­g i­co Cua­t rie­nal (1997-2000)
de­f ien­da” (El Tiem­po, 11-10-1999). Por su de in­ves­t i­ga­ción en arre­ci­fes co­ra­li­nos. Des­
par­te, los cien­t í­f i­cos y las en­t i­da­des en to­do de 1998 se es­t a tra­ba­jan­do en el di­se­ño y
el mun­do (gu­ber­na­men­ta­les y pri­va­das), han mon­ta­je del Sis­te­ma Na­cio­nal de Mo­n i­to­reo
in­ten­si­f i­ca­do el es­t u­d io del am­bien­te co­ra­li­ de Arre­c i­fes Co­r a­l i­nos en Co­lom­b ia (SI­
no; ca­da año se crean nue­vos pro­g ra­mas de MAC), que cuen­ta ya con el apo­yo de va­rias
mo­n i­to­reo, re­des de in­ves­t i­ga­ción y so­cie­da­ ins­t i­t u­cio­nes na­cio­na­les pa­ra su con­t i­nui­dad
des e ini­c ia­t i­v as en tor­no al te­m a. En­t re en el lar­go pla­zo y ha es­ta­ble­ci­do es­ta­cio­nes
es­t os va­le la pe­n a men­c io­n ar la Red de per­m a­nen­tes en va­r ias áreas co­r a­l i­n as del

166
país (Gar­zón-Fe­r rei­r a, 1999b). El ma­ne­jo En es­tas áreas, en ge­ne­ral, son pro­h i­bi­das
pa­ra la con­ser­va­ción de los arre­ci­fes co­ra­li­ to­das las ac­t i­vi­da­des di­fe­ren­tes a las de con­
nos en Co­lom­bia fue im­pul­sa­do a tra­vés de ser­va­ción, in­ves­t i­g a­ción, edu­ca­ción, re­crea­
la Ley 99 de 1993 que creó el Sis­te­ma Na­cio­ ción, cul­tu­ra, re­cu­pe­ra­ción y con­trol.
nal Am­bien­t al (SI­NA) y el Mi­n is­te­r io del Adi­cio­nal­men­te, des­de di­ciem­bre de 1996
Me­d io Am­bien­te. El SI­NA es­t á in­te­g ra­do exis­te el Area de Ma­ne­jo Es­pe­cial los Co­ra­les
por el Mi­n is­te­rio, 34 cor­po­ra­cio­nes re­g io­na­ del Ar­chi­pié­la­go de San An­drés, Pro­vi­den­cia,
les, 5 ins­t i­t u­cio­nes de in­ves­t i­ga­ción y la Uni­ San­ta Ca­ta­li­na y Ca­yos, que in­clu­ye to­das las
dad Ad­m i­n is­t ra­t i­va Es­pe­cial del Sis­te­ma de áreas co­ra­li­nas, ca­yos y for­ma­cio­nes si­mi­la­res
Par­ques Na­cio­na­les Na­t u­ra­les (UAESPNN), den­tro del Ar­chi­pié­la­go de San An­drés y Pro­
que tra­ba­jan en coor­d i­n a­c ión pa­r a im­ple­ vi­den­cia.
men­tar ac­cio­nes de ma­ne­jo (fun­da­men­ta­das A pe­sar de ha­ber si­do pro­te­g i­das, las for­
en in­for­ma­ción cien­t í­f i­ca) que per­m i­tan pro­ ma­c io­nes co­r a­l i­n as del Pa­c í­f i­c o y Ca­r i­b e
te­ger los re­cur­sos na­t u­ra­les. co­lom­bia­nos no es­tán to­tal­men­te exen­tas de
En Co­lom­bia exis­ten ac­t ual­men­te 6 par­ per­t ur­b a­c io­nes in­du­c i­d as por ac­t i­v i­d a­d es
ques na­c io­n a­les que in­vo­lu­c ran arre­c i­fes hu­ma­nas. Ac­t ual­men­te, la pes­ca es to­da­v ía
co­ra­li­nos den­tro de sus áreas de pro­tec­ción, una prác­t i­ca co­mún en mu­chas de es­tas áreas
tan­to en el Ca­ri­be co­mo en el Pa­cí­f i­co: y una de las ma­yo­res fuen­tes de con­f lic­to
en­tre los pes­ca­do­res lo­ca­les y las au­to­ri­da­des.
1. Par­que Na­cio­nal Na­tu­ral Tay­ro­na: crea­do en Por su par­te, la re­co­lec­ción de co­ra­les pa­ra la
agos­to de 1969, que abar­ca la ma­yo­ría de fa­bri­ca­ción de ar­te­sa­n ías es una prác­t i­ca que
las for­ma­cio­nes co­ra­li­nas del área de San­ pa­re­ce man­te­ner­se en mu­chas áreas co­ra­li­nas
ta Mar­ta. co­lom­bia­nas.
Es cier­to que fre­nar la de­fo­res­ta­ción mun­
2. Par­que Na­cio­nal Na­tu­ral Co­ra­les del Ro­sa­rio dial o evi­tar el cam­bio cli­má­t i­co glo­bal re­sul­
y San Ber­nar­do: crea­do en ju­n io de 1979 y ta prác­t i­ca­men­te im­po­si­ble; sin em­bar­go, es
que am­plió su co­ber­tu­ra a las Is­las de San ne­ce­sa­rio de­sa­rro­llar ac­cio­nes que con­t ri­bu­
Ber­nar­do y Ba­jo Tor­tu­gas en 1996, in­clu­ yan a co­no­cer, pro­mo­ver, va­lo­rar, pro­te­ger,
ye ca­si to­dos los arre­ci­fes de co­ral de Is­la con­ser­var y apro­ve­char de for­ma sus­ten­ta­ble
Ba­rú, Is­las del Ro­sa­rio, Is­las de San Ber­ los dis­t in­tos eco­sis­te­mas. Fren­te a la fal­ta de
nar­do y ba­jos cer­ca­nos. in­for­ma­ción que aún per­sis­te so­bre los fac­to­
res que de­ter­m i­nan la es­t ruc­t u­ra, fun­ción y
3. Par­que Na­cio­nal Na­tu­ral Old Pro­vi­den­ce and sa­lud de los arre­ci­fes co­ra­li­nos, es ne­ce­sa­rio
Mc Bean La­goon: crea­do en ene­ro de 1996, se­g uir man­te­n ien­do una po­si­ción con­ser­va­
cuen­ta con al­g u­nos arre­ci­fes co­ra­li­nos al do­ra al to­mar de­ci­sio­nes re­la­cio­na­das con la
fren­te de la cos­ta NE de la Is­la de Pro­vi­ ex­plo­ta­ción de sus re­cur­sos. Pa­ra­le­la­men­te,
den­cia. es fun­da­men­t al con­t i­nuar con la in­ves­t i­g a­
ción bá­si­ca y apli­ca­da, no só­lo de los co­ra­les
4. Par­que Na­cio­nal Na­tu­ral Is­la Gor­go­na: crea­ si­no tam­bién de la bio­t a aso­c ia­d a a es­tos
do en no­viem­bre de 1983, po­see las for­ am­bien­tes, am­plian­do a su vez los pro­gra­mas
ma­cio­nes co­ra­li­nas me­jor de­sa­rro­lla­das en de mo­n i­to­reo, pa­ra con­tar con me­jo­res ele­
el Pa­cí­f i­co co­lom­bia­no. men­tos de jui­cio y po­der to­mar me­d i­das de
ma­ne­jo acer­t a­d as. En­t re es­t as úl­t i­m as, es
5. Par­que Na­cio­nal Na­tu­ral En­se­na­da de Utría: ur­g en­te ha­cer ver­d a­de­ra­men­te efec­t i­vos el
crea­do en di­ciem­bre de 1986. con­trol y la pro­tec­ción de los par­ques na­tu­ra­
les y otras áreas de re­ser­va y es­ta­ble­cer sis­te­
6. Par­que Na­cio­nal Na­tu­ral Mal­pe­lo: crea­do en mas de tra­ta­mien­to ade­cua­dos pa­ra las aguas
oc­t u­b re de 1995, cla­s i­f i­c a­d o tam­b ién ser­vi­das, tan­to de las ciu­da­des cos­te­ras co­mo
co­mo san­t ua­rio de fau­na y flo­ra, abar­ca de las ciu­da­des tie­rra aden­tro que las vier­ten
las áreas co­ra­li­nas al­re­de­dor de la is­la. a los ríos.

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174
A gradecimientos

E
s­ta pu­bli­ca­ción es el pro­duc­to de una se­rie de in­ves­t i­ga­cio­nes y es­tu­d ios de va­rios
años du­ran­te los cua­les, ade­más de los au­to­res, mu­chas per­so­nas e ins­t i­tu­cio­nes es­tu­
vie­ron in­vo­lu­cra­das di­rec­ta e in­di­rec­ta­men­te, bien co­mo par­t i­ci­pan­tes en las ex­pe­di­
cio­nes al cam­po, en la or­ga­ni­za­ción y lo­gís­t i­ca, en el aná­li­sis y dis­cu­sión de los re­sul­
ta­dos y/o en la fi­nan­cia­ción, o co­mo co­la­bo­ra­do­res de­sin­te­re­sa­dos en las múl­t i­ples ac­t i­vi­da­des
que im­pli­ca el he­cho de co­lec­tar, al­ma­ce­nar, ana­li­zar, com­pa­rar y mos­trar in­for­ma­ción cien­t í­f i­ca.
Es­te tra­ba­jo no hu­bie­ra si­do po­si­ble sin el con­cur­so de to­dos ellos, por lo que nos sen­t i­mos en el
de­ber de ex­pre­sar­les nues­tros más sin­ce­ros agra­de­ci­mien­tos. Luz S. Me­jía, Gui­ller­mo Díaz-Pu­li­
do y Juan A. Sán­chez hi­cie­ron par­te del Gru­po Arre­ci­fes Co­ra­li­nos de IN­V E­M AR en­tre 1995 y
1997, y con­tri­bu­ye­ron en for­ma sig­n i­f i­ca­t i­va al for­ta­le­ci­mien­to y con­so­li­da­ción del mis­mo. Los
es­tu­dian­tes de te­sis y prac­t i­can­tes Dia­na P. Báez, So­nia Be­ja­ra­no, Juan C. Már­quez, Juan M. Sa­ra­
súa, Ame­lia Vi­lla y Step­han Win­ter fue­ron de gran ayu­da en las la­bo­res de cam­po y/o en la di­gi­
ta­li­za­ción de da­tos. Agra­de­ce­mos muy es­pe­cial­men­te a Ju­ne Ma­rie Mow (CO­R A­LI­NA), Juan
Car­los Huer­tas (Cen­tro de Bu­ceo de Is­la Fuer­te) y Ra­fael Viei­ra (Ocea­na­rio de las Is­las del Ro­sa­
rio) por su ama­ble hos­pi­ta­li­dad y fa­ci­li­da­des pa­ra el de­sa­rro­llo del tra­ba­jo de cam­po. A la tri­pu­la­
ción del B/I An­cón, es­pe­cial­men­te a su ca­pi­tán, Jo­sé E. Po­lo, agra­de­ce­mos su co­la­bo­ra­ción y
ayu­da du­ran­te los cru­ce­ros de in­ves­t i­ga­ción. Es­pe­cial re­co­no­ci­mien­to de­be­mos al C.N. Fran­cis­co
A. Arias I., Di­rec­tor Ge­ne­ral del IN­V E­M AR y a Leo­nor Bo­te­ro A. (COL­CIEN­CIAS) por su
de­ci­di­do apo­yo a nues­tras ideas y pro­yec­tos. Nues­tros sin­ce­ros agra­de­ci­mien­tos a El­vi­ra Al­va­ra­
do, Jor­ge Cor­tés, Ro­bert N. Gins­burg, Héc­tor M. Guz­mán y Da­vid R. Stod­dart por su in­te­rés,
crí­t i­cas, con­se­jos y re­co­no­ci­m ien­to a nues­tro tra­ba­jo. Las in­ves­t i­ga­cio­nes en el Ca­ri­be fue­ron
po­si­bles gra­cias al apo­yo fi­nan­cie­ro de IN­V E­M AR, del Ins­t i­tu­to Co­lom­bia­no pa­ra el De­sa­rro­llo
de la Cien­cia y la Tec­no­lo­gía (COL­CIEN­CIAS), de la Cor­po­ra­ción pa­ra el De­sa­rro­llo Sus­ten­ta­ble
del Ar­chi­pié­la­go de San An­drés y Pro­v i­den­cia (CO­R A­L I­NA), de la Uni­ver­si­dad Na­cio­nal de
Co­lom­bia, del Ins­t i­tu­to de Geo­lo­gía de la Uni­ver­si­dad de Ber­na y del De­par­ta­men­to de Asun­tos
Ex­te­rio­res de Sui­za. El tra­ba­jo en las áreas co­bi­ja­das ba­jo el sis­te­ma de Par­ques Na­cio­na­les fue
fa­ci­l i­t a­do por Je­sús He­nao y Re­be­ca Fran­ke (Par­que Tay­ro­na), Efraín Ro­d rí­g uez y Ca­m i­lo
Gó­mez (Par­que Na­cio­nal Co­ra­les del Ro­sa­rio y San Ber­nar­do) y por Mar­ce­la Ca­no (Uni­dad
Ad­mi­nis­tra­t i­va Es­pe­cial del Sis­te­ma de Par­ques Na­cio­na­les Na­tu­ra­les, UAESPNN).
Las in­ves­t i­ga­cio­nes en el Pa­cí­f i­co fue­ron po­si­bles gra­cias a la ayu­da de Jai­me R. Can­te­ra,
Raúl Nei­ra, Ya­neth A. Mo­ra­les, Car­los E. Bár­ce­nas, Juan M. Ji­mé­nez, Pi­lar A. He­rrón, Va­le­r ia
Fran­cis­co, Sa­cha Lo­za­no, Ca­m i­lo Mo­ra, Liz A. Se­rra­no, An­d rés F. Os­pi­na, Krups­ka­ya Nar­
váez, Ge­rar­do To­ro, Ed­gar­do Lon­do­ño, Car­los A. Oroz­co y otros miem­bros del Gru­po de
In­ves­t i­ga­ción en Eco­lo­g ía de Es­t ua­r ios y Arre­ci­fes Co­ra­li­nos del Pa­cí­f i­co de la Uni­ver­si­dad del
Va­lle. Franklyn Es­t u­pi­ñán, Adol­fo Sa­li­nas, C. Mo­ren y F. Or­te­ga tam­bién ayu­da­ron a rea­li­zar
el tra­ba­jo de cam­po. Clau­d ia Ace­ve­do, Gus­ta­vo Ma­yor, Ha­rold Mo­re­no, San­d ra Bes­su­do y la
UAESPNN otor­ga­ron per­m i­sos y su­m i­n is­t ra­ron apo­yo lo­g ís­t i­co pa­ra el tra­ba­jo de cam­po en
los Par­ques Na­cio­na­les Gor­go­na, En­se­na­da de Utría y Mal­pe­lo. Agra­de­ce­mos tam­bién a Jor­ge
Cor­tés, Héc­tor M. Guz­mán, Juan L. Ma­té, Dou­glas Fen­ner y D. Ross Ro­bert­son por com­par­t ir
su co­no­ci­m ien­to so­bre los co­ra­les y arre­ci­fes del Pa­cí­f i­co y por su ayu­da en múl­t i­ples for­mas.
Las in­ves­t i­ga­cio­nes en el Pa­cí­f i­co han con­ta­do con el apo­yo fi­nan­cie­ro de la Uni­ver­si­dad del
Va­lle, COL­CIEN­CIAS, la Fun­da­ción pa­ra la Pro­mo­ción de la In­ves­t i­ga­ción y la Tec­no­lo­g ía del
Ban­co de la Re­pú­bli­ca y la Uni­ver­si­dad de Mia­m i.

175
Un ti­bu­rón ga­to (Gingly­mos­to­ma
ci­rra­tum) me­ro­dean­do en los
arre­ci­fes del Ban­co Qui­ta­sue­ño
Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras
“José Benito Vives De Andreis”
INVEMAR

9 789589 595084 Serie Publicaciones Especiales No. 5

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