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De los hechos de la demanda de casación se desprende que, para el día de las elecciones de

personero municipal de El Cocuy, Boyacá, el alcalde de dicha localidad citó a un concejal para
solicitarle que votará por quien terminaría siendo la personera electa en el año 2012. Por lo cual la
Fiscalía adecúo la conducta al tipo penal de tráfico de influencias a cargo del procesado
ALEJANDRO MUÑOZ SANDOVAL. Llevado a cabo el procedimiento penal por dicha acusación, en
primera instancia el fallo fue absolutorio a lo que la Fiscalía y la Defensoría de Víctimas apelaron la
decisión, en segunda instancia el Tribunal de Santa Rosa de Viterbo resolvió revocar el fallo de
primera instancia y en su lugar condenó al procesado a 48 meses de prisión y multa de 100
SMLMV e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por el lapso de 60
meses. Le negó la suspensión condicional de la ejecución de la pena y dispuso librar orden de
captura en su contra.

El censor formuló cuatro cargos en su demanda, el primero fue por violación directa de la ley
sustancial por interpretación errónea, con fundamento en que según la fuente doctrinal que le
sirvió de apoyo el Tribunal para fallar, esto es la del tráfico de influencias reprimida en el Código
Penal Italiano en la década de los 30, a su vez sustentada en una opinión del autor Giuseppe
Maggiore y no en la sancionada por el legislador nacional, ya que, según el demandante los
elementos del tipo penal son diferentes en ambas legislaciones, y afirmando que la colombiana
tiene la exigencia que la conducta reprochable parta de la influencia indebida, y a su vez entraña la
capacidad de influir en el sujeto pasivo, mientras que en la italiana basta con la actuación
desprovista de influencia.

Trae para el sustento de la exigencia que esgrime en el primer cargo un pronunciamiento de la


Corte, resaltando que: “la influencia del agente debe estar dirigida ante quien pueda influenciar
con su poder, su jerarquía, su superioridad o, inclusive, con la solidaridad familiar”, y según éste, si
defendido no incurrió en ninguna de estas situaciones en tanto que el concejal le manifestó
considerar su propuesta. Además, trajo a colación una consideración de la Corte en el sentido que
carece de lesividad el simple hecho de recomendar a una persona para un cargo público cuando
cumple con los requisitos mínimos, al considerar que ambos cumplían con los requerimientos,
pero el alcalde abogó por quien estima que es bueno y puede ser útil a la colectividad y por ende
prestaría una mejor colaboración al municipio. Terminando por resaltar que, de no acogerse la
interpretación adecuada, añadió el demandante, “nos quedaríamos en el campo de una simple
antinormatividad o, más precisamente, en el ámbito de la antijuridicidad formal y nunca material,
como lo es exigible respecto a la violación al bien jurídico para que una de esas conductas sea
delictiva en punto del artículo 411 del Código Penal”.

El censor hace hincapir en el análisis de la acción, por tanto, comporta determinar si cuenta con
desaprobación jurídica o social y si estando dirigida a la afectación de un bien jurídico crea o
aumenta un riesgo para el mismo, para ello se apoya en lo señalado por la Corte al expresar la
exigencia de “la potencialidad suficiente para llegar a influir en otros” y que “trascienda en un
verdadero abuso de poder”. Concluyendo que sólo importan al derecho penal aquellas conductas
que generan riesgo al bien jurídico tutelado, dentro de las cuales no caben las simples
recomendaciones generalmente utilizadas para la obtención de cargos, ni tampoco las sugerencias
para que sea tenido en cuenta un nombre cuando cumple los requisitos legales que se exigen para
desempeñarlo, por lo que dichas conductas no podrían catalogarse como “indebidas”.

Añade el demandante que dicho tipo penal exige, además, que el beneficio perseguido el autor
con la influencia ejercida lo sea “en provecho propio o de un tercero” y defiende que su prohijado
lo que buscaba era un bien colectivo. Máxime lo anterior, señala que para que la conducta sea
reprochable debe manifestarse como un verdadero abuso de poder, y no por el ejercicio, sin más,
de la simple influencia, más aún cuando 8 días antes a la insinuación en su discurso de instalación
del Concejo Municipal, el alcalde insistió ante sus miembros que debía tenerse mucho cuidado en
el nombramiento del personero.

El segundo cargo que formula el censor es el de violación indirecta de la ley sustancial derivada de
error de derecho por falso juicio de legalidad, sustentando su teoría bajo el argumento de la
aducción de una prueba ilícita, por producirse con desconocimiento del derecho a la intimidad de
ALEJANDRO MUÑOZ SANDOVAL, la misma es nula de pleno derecho, haciendo referencia a la
copia del disco contentivo de la grabación que con su celular realizó el concejal Carlos Julio López
Correa de la conversación que sostuvo el 10 de enero de 2012 con el procesado, considerando que
el sustento del tribunal para efectos de legalidad de la prueba son incorrectos por no habérsele
dado aplicación a las normas del Código de Procedimiento Civil que refirió, por virtud del Acuerdo
No. PSAA 13-10073 del 27 de diciembre de 2013, expedido por la Sala Administrativa del Consejo
Superior de la Judicatura, a través del cual se reglamentó la gradualidad para la implementación
del Código General del Proceso, determinándose que para el Distrito Judicial de Santa Rosa de
Viterbo empezó a regir el 1° de octubre de 2014, mientras que para el de Bogotá ello ocurrió el 18
de marzo de 2015.

Afirma el demandante que, en esa medida el Tribunal no podía aplicar las normas del Código de
Procedimiento Civil, sino las de la segunda codificación y, concretamente, su artículo 244, según el
cual: “Es auténtico un documento cuando existe certeza sobre la persona que lo ha elaborado,
manuscrito, firmado, o cuando exista certeza respecto de la persona a quien se atribuya el
documento”.

Con respecto de la legalidad de la prueba antes mencionada, hace hincapié el casacionista además
en el grado de certeza que refiere dicha normativa entrada en vigencia para el Tribunal,
manifestando que carece del mismo dicho documento tanto sobre los interlocutores de la
grabación, como de su contenido, puesto que los peritos de acústica del CTI estimaron que el disco
compacto no era apto para su estudio, ya que no se contaba con el archivo original, alejando la
posibilidad de descartar la alteración de éste, pues aduce además que no basta con que las partes
sostengan que reconocen sus voces, más aún cuando se trata de una regrabación y al ser
desconocido el celular con el cual se llevó a cabo la grabación y el paradero del mismo, no permite
tener claridad si dicha grabación corresponde a esa fecha pues al no contarse con el dispositivo no
puede accederse a los registros de las llamadas y demás.

Recordó en ese sentido, que su defendido durante un interrogatorio que rindió no reconoció la
grabación y que quien se desempeñaba como su defensor desde la audiencia preparatoria se
opuso a reconocer su autenticidad en la de juicio oral. (…) De acuerdo con lo expuesto, el censor
concluyó que la grabación no podía ser allegada al juicio y menos tenerse como medio de
convicción, ni siquiera bajo el argumento jurisprudencial de que la víctima de un delito puede
grabar para preconstituir la prueba, puesto que quien aquí la realizó no tenía esa calidad.

El tercer cargo que se formula en la demanda es la violación indirecta de la ley sustancial derivada
de error de hecho por falso raciocinio, por considerar que el yerro valorativo recayó en la
declaración de Carlos Julio López Correa, por tratarse de un testimonio que aparenta ingenuidad
campesina y visos de verdad, pero que en realidad desconoce reglas básicas de la lógica y de la
experiencia, porque según el censor no es comprensible que por dos o tres llamadas que le hizo el
alcalde haya sabido del tema que se iba a hablar. Además de la incoherencia que denota la
prevención del concejal para grabar la conversación, estableciendo la falta a la verdad del testigo,
corroborada además con la falta de congruencia del concejal al manifestar en la entrevista rendida
ante Policía Judicial que el archivo era un video y luego adujo que era un audio, así mismo sobre el
hecho de que se le hubiera borrado de su celular y en jucio afirmar que él mismo lo había borrado.

En criterio del demandante, las incoherencias advertidas tanto individuales como en conjunto de
este testimonio riñen con la lógica de causa a efecto, pues se rompe con la secuencia real de los
hechos. Todo indica que existió un acuerdo entre el concejal y el aspirante a la personería Orlando
Castañeda “para crear la prueba de lo que fuera” con el fin de perjudicar al alcalde y evitar que a
través del celular con el que se efectuó la grabación inicial se estableciera cuándo se hizo o si fue
editada.

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