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Queridos niños de Dios, mi sermón de esta mañana será muy breve.

Solo deseo que ustedes reflexionen y mediten sobre al sentido profundo y el misterio de la Eucaristia. Cuando la Misa es
recitada, recreamos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor;. Es así que en el mismo momento nos alegramos en Su venida para
la salvación de los hombres, y ofrecemos nuevamente a Dios Su Cuerpo y Sangre en sacrifício, oblación y satisfacción por los
pecados del mundo entero.

Fue en esta misma noche de navidad, que una multitud de ejércitos celestiales se aparecieron ante los pastores en Belén
cantando: ‘¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!’ Es en este mismo tiempo, de
todo el año, que celebramos al mismo tiempo el Nacimiento de Nuestro Señor y Su Pasión y Muerte sobre la Cruz.

Queridos, como lo ve el Mundo, todo esto se comporta de una manera extraña ya que ¿Quien en el Mundo simultaneamente
lamentará y se alegrará, movido por la misma razón? La alegría será traspasada por el lamento, o el lamento será expulsado
por la alegría; es que solo en estos misterios Cristianos nuestros podemos sentir alegria y dolor por la misma razón y al mismo
tiempo.

‘Tan solo piensa por un tiempo sobre esa palabra, ’paz.’ ¿No le parece extraño que los ángeles anunciaran la Paz, cuando sin
cesar el mundo esta azotado con la Guerra y el temor de la Guerra? ¿Le parece que las voces angelicales estaban
equivocadas y que tal promesa fue una decepción y un engaño?

Ahora reflecciona como Nuestro mismo Señor habló sobre la Paz. Él les dijo a Sus discípulos ‘Mi Paz les dejo con ustedes. Les
entrego mi paz.’ ¿Acaso quiso decir sobre la paz tal como nosotros pensamos sobre ella: el reino de Inglaterra en paz con sus
vecinos, los barónes en paz con el Rey, el propietario contando sus ganancias pacíficas, su fogón barrido, su mejor vino para
un amigo a la mesa, su esposa cantándole a los niños?

Sus discípulos, esos hombres, no conocían tales cosas: salieron para viajar lejos, para sufrir sobre tierra y mar, para conocer la
tortura, el encarcelamiento, la desilusión, el sufrimineto de la muerte con el martírio. Entonces, ¿Que quizo Él decir? Si
preguntas eso, entonces recuerda que Él tambien nos dijo, ‘No como el mundo dá, Yo les doy.’ Por lo tanto, Él si les dió Paz a
sus discípulos, pero no la paz como el mundo la da.

Considera tambien una cosa la cual probablemente nunca se te ha ocurrido. No solo durante la fiesta de la Navidad
celebramos al mismo tiempo el Nacimiento y la Muerte de Nuestro Señor: al próximo día celebramos el martírio de Su primer
mártir, el beato Esteban. ¿Es por accidente, piensa, que el día del primer mártir es el día inmediatamente después el día del
Nacimiento de Cristo?

De ninguna manera. Tal como regocijamos y lamentamos al mismo tiempo, en el Nacimiento y la Pasión de Nuestro Señor;
tambien, en un encuadre mas pequeño, regogijamos y lamentamos la muerte de los mártires; regocijamos que otro alma más
se cuenta entre los Santos en el Cielo, para la gloria de Dios y la salvación de los hombres.

Queridos, no pensamos de un mártir simplemente como un buen Cristiano quien ha sido matado porque es un Cristiano; esto
sería para solo lamentar. No pensamos de él simplemente como un buen Cristiano quien ha sido elevado a la compañía de los
Santos; esto serviría solo para regocijar: y ni el lamento o nuestro regocijo es como el mundo los vive. Un martírio Cristiano no
es un accidente.
Los Santos no se hacen por accidente. Aún menos es un martirio Cristiano el efecto de la voluntad humana queriendo
convertirse en un Santo, como si fuera como en el caso de humbro ingeniandose para ser un gobermante. La ambición
fortalece la voluntad del hombre en convertirse soberano sobre otros hombres: opera con decepción, engatusamiento y
violencia. Es la acción de impureza sobre impureza.

No es así en el Cielo. Un mártir, un santo o santa, siempre es hecho por el diseño de Dios, por Su amor hacia los hombres,
para alertarlos y guiarlos, para traerlos de vuelta a Sus caminos. Un martírio jamás es el diseño del hombre, ya que el
verdadero mártir es aquel quien se ha hecho instrumento de Dios, quien ha perdido su voluntad propia en la Voluntad de Dios;
de verdad no la ha perdido sino que la encontró, como así también su libertad, en su sumisión a Dios.

El mártir ya no desea mas nada para si mismo, ni siquiera la gloria del martírio. Tal como sobre la tierra la Iglesia llora y rie al
mismo tiempo, de una manera que el mundo no puede comprender, en el Cielo los Santos son los más elevados, habiendose
hechos los más bajos, viendose a si mismos no como nosotros los vemos, sino en la luz de la Deidad de donde ellos basan
sus propios seres.

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