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Victor Margolin
Cesar González Ochoa
Oscar Salinas Flores
Luis Rodríguez Morales
Ernesto Morales
Ana María Losada Alfaro
Marina Garone Gravier
Dan Buchner
José Luis Giménez del Pueblo
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eBook : 2-227
© Victor Margolin
© César González Ochoa
© Oscar Salinas Flores
© Luis Rodríguez Morales
© Ernesto Morales
© Ana María Losada Alfaro
© Marina Garone Gravier
© Dan Buchner
© José Luis Giménez del Pueblo
© Márgara Averbach, por la traducción
..
La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, por
cualquier medio, sea este electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o
fotocopia no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier uti-
lización debe ser previamente solicitada.
Îndice
Presentación
Horacio Durán Navarro
La cuestión de la identidad
César González Ochoa
Ernesto Morales plantea una inducción a la metodología y tam-
bién a la investigación, con énfasis en el usuario, por lo cual propo-
ne un perfil de diseño compartido en donde se establezca una rela-
ción íntima entre el diseñador y el usuario.
Ana Maria Losada, como buena feminista, nos presenta un texto
sencillo acerca de la forma en que se han determinado patrones de
consumo de acuerdo con las características de género (masculino-
femenino) dentro de la historia y la cultura. Por lo tanto, es una lla-
mada de atención y una crítica para el diseñador que debe estar por
encima de estas diferencias. Marina Garone aborda también el tema
del feminismo, pero enfoca su atención en la teoría y la práctica del
diseño, y hace una revisión de los textos fundacionales sobre el
tema. Dos diseñadoras, dos feministas que nos ofrecen una visión
poco frecuente de un tema aún relegado en el medio del diseño
actual, y que cada día debería de tener más presencia (y con esto
aclaro que yo también soy feminista).
El canadiense Dan Buchner, director del área de diseño indus-
trial de la reconocida empresa de diseño Design Continuum, con
sede en Boston, San Francisco y Seúl, nos habla igualmente de su
experiencia como diseñador mostrándonos la importancia que exis-
te en la investigación del diseño y su relación con el significado que
el producto tiene para los consumidores, así como la intención del
productor para ser aplicada al desarrollo de productos.
Por último, el español José Luis Giménez del Pueblo, destacado
diseñador especializado en comunicación gráfica, analiza lo global y
lo local a partir de su experiencia profesional, enfatizando la forma
de trabajo del diseñador que transita desde requerimientos locales,
ligados a la tradición cultural, hasta conceptos universales buscados
por empresas transnacionales.
Estoy seguro de que estos trabajos serán a la vez placenteros en
su lectura y ricos en aportaciones a la teoría del diseño
La investigación sobre el diseño y sus desafíos
Victor Margolin
comunidades, hay reuniones regulares sobre historia del diseño, ges-
tión del diseño, ecodiseño, investigación sobre pensamiento acerca
del diseño, e incluso inteligencia artificial. Todos estos encuentros y
reuniones se completan con listas de correo electrónicio y reuniones
internacionales periódicas en las cuales se comparten los intereses
que articulan la investigación. Sin embargo, en los últimos tiempos,
ha habido movimientos interesados en crear foros más amplios en
los cuales se puedan cuestionar y discutir estos intereses, ponerlos a
prueba y debatirlos, siempre con la conciencia de que lo que está en
juego es la creación de una única comunidad de investigación rela-
cionada con el tema del diseño.
Por lo tanto, yo creo que éste es un momento apropiado para
examinar con mayor cuidado la comunidad de investigación sobre
el diseño y evaluar sus fortalezas y sus debilidades. ¿A qué proble-
mas se dedican los investigadores? ¿Con quién colaboran y cómo se
evalúan y difunden los resultados de esta colaboración? El rango de
prácticas que pueden incorporarse en una comunidad de investiga-
ción sobre diseño es bastante amplio: se pueden tocar temas de
arquitectura, ingeniería, informática, inteligencia artificial, diseño
de productos, ergonomía, diseño gráfico, diseño de la interacción,
interiores, gerencia del diseño, y otros. En este momento se está pro-
duciendo un proceso de convergencia en el campo del diseño que
está reuniendo a diseñadores de diferentes materias y dominios alre-
dedor de trabajos y proyectos comunes. Las áreas en las cuales está
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ocurriendo esta convergencia incluyen el diseño de la ayuda para
programas de computación, los prototipos digitales, la práctica de
colaboraciones vía internet, la simulación, la realidad virtual y otros
diseños de ese mismo campo. Y no es sólo la práctica la que está
experimentando conexiones entre diferentes áreas del diseño. La
historia está llena de ejemplos de diseñadores como Henry van de
Velde, Peter Behrens y Charles y Ray Eames, que se dedicaron a múl-
tiples actividades. Van De Velde empezó como pintor y trabajó
como arquitecto, como especialista en diseño gráfico, como diseña-
dor de productos y muebles, y como educador dentro del campo del
diseño. Behrens empezó como pintor y diseñó muebles antes de
convertirse en director de diseño del en Berlín y manejar la
identidad corporativa de la firma, el diseño de productos y la arqui-
tectura, además de tener uno de los estudios más importantes de
arquitectura en Berlín, estudio donde trabajaron Mies van der Rohe,
Walter Gropius, y Le Corbusier. Charles y Ray Eames combinaron
sus talentos en arquitectura, pintura y escultura y se convirtieron en
importantes diseñadores de muebles y luego en cineastas y diseña-
dores de exhibiciones.
La estructura de la comunidad
Una comunidad de investigadores madura se reconoce por la cali-
dad del trabajo que realiza y el valor que tiene para la sociedad en
general. Aunque la calidad de la investigación depende en realidad
de las habilidades de los investigadores individuales y los grupos de
investigación, esta calidad sólo puede lograrse cuando la comunidad
misma tiene una estructura que asegura el mantenimiento del nivel,
provee vehículos para la difusión y permite el discurso y la discusión
entre sus miembros. El nivel de la investigación depende de los prin-
cipios compartidos por la comunidad y esos principios, que varían
de una disciplina a otra, proveen la base para los juicios colectivos
sobre el valor de la investigación. Uno de los desafíos particulares
que enfrenta la comunidad de investigadores sobre diseño es acep-
tar e incluir investigaciones que se localicen dentro de distintas tra-
diciones disciplinarias. Mientras continúa el debate sobre preguntas
fundamentales como la relación del diseño con la ciencia o con las
humanidades o la necesidad de considerarlo un área en sí mismo, la
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Esto me lleva a otro aspecto de la investigación sobre la estructu-
ra de una comunidad de investigadores: el discurso. Por discurso, me
refiero a la conversación que se da dentro de la comunidad y que
lleva a una mayor comprensión del tema compartido. El propósito
del discurso entre los que investigan es profundizar en la compren-
sión del diseño. Contribuye a los niveles de la investigación de dos
maneras: por un lado, hace una crítica constructiva de la investiga-
ción y por otro, explota sus implicancias para las investigaciones
futuras. El discurso es el medio para realizar conexiones entre los
investigadores y a través del cual se hacen las preguntas. Se puede
decir que el discurso de una comunidad es débil o saludable según la
cantidad de actividad que exista entre sus miembros. Hay que hacer
un esfuerzo para que se abran conversaciones entre investigadores
con puntos de vista diferentes ya que las partes pueden desarrollarse
sólo a través de un mayor sentido del todo. Deberíamos empezar a
pensar en un modelo holístico de diseño, un modelo que nos pueda
ayudar a entender cómo encajan unas con otras las diferentes activi-
dades del diseño dentro del entorno humano. Sólo podremos
enfrentar un proyecto como ése a través de conversaciones e inter-
cambios intensivos entre los académicos y los que se dedican a acti-
vidades prácticas en distintas áreas del diseño. Sin estos intercam-
bios, nos veremos confinados a formas más reducidas y limitadas de
práctica que no nos ayudarán a adelantar en nuestros esfuerzos hacia
la comprensión holística. Por lo tanto, el desarrollo de un discurso
activo es el desafío primario al que se enfrenta una comunidad varia-
da de investigadores del diseño. Aunque tal vez sea tentador quedar-
se dentro de la órbita de los pares y dedicarse a un rango limitado de
preocupaciones, hay mucho que ganar en la interacción con colegas
que investigan en áreas distintas de la propia.
Otra función del discurso es articular un grupo de puntos de
investigación que sean capaces de ocupar los esfuerzos de un campo
en cualquier momento. Cuando esto sucede, el discurso asegura que
cierto número de investigadores van a interesarse por aspectos de
esas cuestiones y que, por lo tanto, habrá avances en ese campo. Aún
no lo hemos hecho de manera sistemática en el campo del diseño ya
que todavía no tenemos una idea exacta de lo que sería un modelo
holístico de la actividad del diseño ni de sus resultados.
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riesgo de perder estatus profesional. Los niveles de validación varí-
an significativamente de una disciplina profesional a otra, y muchas
veces los que se mueven por fuera de su propia esfera para colabo-
rar con colegas de otros departamentos u otras disciplinas pagan el
precio de ser juzgados como investigadores menos competentes en
su propio campo.
Una comunidad de investigación multidisciplinaria puede
desafiar estas jerarquías si provee un entorno abierto para el discur-
so. Muchas de las revistas especializadas más importantes del diseño,
por ejemplo Design Studies, Design Issues y The Design Journal, publi-
can trabajos de investigadores que provienen de distintos campos y
hay reuniones académicas recientes sobre investigación en el diseño
que han alentado la presentación de trabajos en colaboración, reali-
zados por investigadores formados en disciplinas diferentes. Este
entorno abierto alienta la relación entre los investigadores, el intento
de publicar fuera del medio profesional propio y la presentación de
trabajos en reuniones de investigación en las que no se presentan
colegas inmediatos sino profesionales de campos diferentes.
Un segundo obstáculo para la colaboración fructífera dentro de
una comunidad de investigadores —y aquí hablamos de investiga-
ción en cualquier tema, no sólo en el tema del diseño— es la grieta
que suele existir entre la investigación y la práctica. El diseño de-
sarrollado a partir de actividades prácticas como el rediseño de pro-
ductos, la invención, la construcción y el dibujo han utilizado muy
poco la investigación organizada. Lo que contribuye a esta situación
es el hecho de que el diseño puede ocurrir sin necesidad de una
comunidad de investigación. Sin embargo, dado que el diseño es una
práctica contingente basada en la concepción y la planificación, no
basta con practicar el diseño para revelar sus múltiples posibilidades.
No sabemos lo que puede diseñarse a menos que desarrollemos una
base de investigación que nos permita reflexionar sobre lo que se
puede diseñar y sobre lo que se está haciendo en este momento.
Aunque yo no creo que la investigación tenga que responder
directa ni inmediatamente a objetivos prácticos, en cierto sentido
los problemas a los que se dedica deberían tener alguna relación con
la forma en que se lleva a cabo la práctica del diseño y con la forma
en que los productos diseñados afectan a la sociedad. Por lo tanto,
Tareas y desafíos
Si la comunidad de investigación sobre diseño quiere tener un espa-
cio entre otras comunidades de investigación y convertirse en un
lugar de producción de investigación respetado por los pares y váli-
do para la sociedad, necesita un fuerte sentido de tareas y objetivos.
Además de continuar con la investigación que busca explicar al dise-
ño mismo, los objetivos fundamentales son mostrar la forma en que
la investigación de diseño se relaciona con el trabajo en otros cam-
pos y demostrar la forma en que esa investigación puede ayudar a
conseguir una mejora del bienestar humano.
Esto significa cambiar el paradigma del diseño, hacer que deje de
ser una práctica incorporada a la economía de mercado y se con-
vierta en una cuyas implicancias van mucho más allá del mercado
mismo y tocan todos los aspectos de la vida humana. Para lograr
este cambio, necesitamos construir una cultura de investigación que
se dedique a tres tareas: ₎ la utilización de la historia del diseño para
analizar el papel del diseño en el pasado y explicar su valor en el pre-
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sente; ₎ la utilización de la crítica del diseño para examinar proce-
sos y productos de diseño en el presente; y ₎ la utilización de la teo-
ría del diseño para establecer nuevas metas futuras para el diseño.
Aunque los diseñadores producen toda nuestra cultura material
y visual, sigue sin comprenderse profundamente su papel en la
sociedad contemporánea. En cuanto al pasado, los críticos e histo-
riadores del diseño pueden dilucidar la forma en que ha funciona-
do el diseño históricamente en la sociedad y también explicar cómo
pueden ser útiles las prácticas y políticas anteriores en el presente y
el futuro. Por ejemplo, algunos de los libros de Lewis Mumford, a
pesar de su tono polémico, son un buen ejemplo de cómo puede
usarse la historia para argumentar a favor de ciertos cambios en la
práctica actual del diseño.
En cuanto al presente, en el campo del diseño carecemos de un
cuerpo de literatura que evalúe nuevos productos en todas sus
dimensiones, sobre todo en las que se relacionan con el bienestar físi-
co y emocional del público que las usa. Por lo tanto, el mercado con-
tinúa estando bajo el dominio de la ganancia económica y casi no
hay resistencia por parte de los investigadores del diseño que podrí-
an afirmar que un afirmar que un producto particular es malo para
el bien social y sostener esa afirmación con muy buenas razones.
Ninguna persona que se dedica a la práctica del diseño debería poder
hacer lo que quiera sin una respuesta de la sociedad a sus actos. Sin
ese derecho a la protesta, el público no tiene poder para afectar la
práctica. En los Estados Unidos, por ejemplo, tenemos cientos, tal vez
miles de estudios que se dedican a temas de salud, seguridad públi-
ca, medio ambiente y otros temas importantes del bienestar huma-
no, y que verifican esos temas a través de la investigación. En cambio,
no hay nada comparable a eso en la esfera del diseño.
Cuando nos dedicamos a estudios que se relacionan con lo que
se produce en la realidad, nos enfrentamos al problema del acceso
del investigador a la información sobre objetos patentados. Por lo
tanto, los que buscan evaluar la producción de una compañía desde
afuera, deben hacerlo sobre la base de lo que ya está en el mercado
y no de lo que se está planeando poner en él. Los investigadores pue-
den estudiar cómo se percibe el valor del producto desde el punto
de vista de los usuarios y cómo se mide según los estándares inter-
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Gropius). Los ejemplos que incluyó Pevsner en su narración están
unidos solamente por su propio juicio a priori, según el cual, repre-
sentan etapas en la búsqueda de una verdad. La agenda que está
presente en el libro de Pevsner no incluye la mayor parte de lo que
ahora aceptaríamos como materia apropiada para la historia del
diseño, ya que no solo estableció límites geográficos estrictos a su
investigación –se interesó sólo en Europa Occidental y Gran
Bretaña– sino que también excluyó todo tipo de objetos de uso dia-
rio que utiliza la gente común. Considerando la visión restringida
de Pevsner sobre los objetos que vale la pena investigar dentro de un
marco histórico, no es sorprendente que, desde que se publicó ese
libro, se hayan hecho muchos esfuerzos para ampliar la materia de
la historia del diseño. En Inglaterra, Reyner Banham fue uno de los
primeros en promover cierto enamoramiento con la cultura popu-
lar, sobre todo la estadounidense. Durante la década de ,
Banham fue crítico activo de arquitectura y diseño para
Architectural Review y otras publicaciones. Desde esa palestra,
Banham desplegó un entusiasmo infundido de inteligencia crítica
por los objetos que se producían en masa y también por los diver-
sos productos de la cultura popular.
Otro historiador británico, John Heskett, trajo un nuevo grupo
de preocupaciones a la historia del diseño cuando escribió sobre
aeroplanos militares, tanques y vehículos blindados en una historia
del diseño industrial publicada en .
Lo que vimos hasta el momento es una apertura progresiva de
una historia del diseño que empezó a incluir temas que iban mucho
más allá de lo que Pevsner hubiera reconocido como válido. El
nuevo material incluye también el diseño en Asia, África,
Latinoamérica y otras regiones del mundo fuera de la órbita de
Europa y Norteamérica. Todo esto no significa que no sigamos
teniendo el molesto problema de la forma en la cual establecer los
límites del campo. Ya hemos tenido una fragmentación en historias
de la artesanía, el diseño gráfico y el diseño industrial. Estas divisio-
nes sirven para propósitos de conveniencia dentro del campo edu-
cativo, es decir entre estudiantes que están preparando carreras en
una u otra de las profesiones del diseño, pero eso no significa que
tengan correspondencia legítima con categorías fundamentales de la
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grupos: las que han mantenido una definición estática del “diseño”
y de la relación que tiene la historia con él y las que están interesa-
das en utilizar la historia para explorar lo que podría ser una nueva
práctica feminista del diseño. Pero a pesar de estas diferencias, las
feministas han tenido que romper las distinciones entre historia,
teoría y crítica para establecer un punto de vista diferente desde el
cual estudiar el diseño y la historia del diseño.
Incluso cuando consideramos el diseño desde perspectivas nue-
vas, debemos preguntarnos si estamos estudiando una clase
específica de cosas que pueden fijarse y catalogarse en categorías
como artesanías u objetos producidos industrialmente o si la mate-
ria del diseño es en realidad mucho más amplia. Yo creo que la ver-
dad es la segunda opción. En el siglo la historia del diseño nos
demuestra que los diseñadores no se han sentido limitados por nin-
gún grupo de principios o reglas que pusieran límites al rango de su
trabajo. Al contrario, inventaron la materia de su profesión mientras
la ejercían.
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tituido previamente la historia del diseño. Ya que no podemos aislar
una clase fija de productos –sean estos materiales o inmateriales—
como sujeto de la historia del diseño, y ya que necesitamos pensar
en el diseño como acto de invención continua, no es realista creer
que vamos a poder demarcar un terreno estable que podamos recla-
mar para los historiadores del diseño. Lo que yo preveo es que el
diseño puede servir como un tema poderoso alrededor del cual es
posible organizar los tipos más diversos de investigaciones relacio-
nadas con la historia y la situación contemporánea.
Por lo tanto, quiero proponer dos localizaciones para la historia
del diseño: una en relación con el discurso y las preocupaciones par-
ticulares de las personas que lo practican y, la otra, con el campo
más amplio de discurso del diseño. En esta segunda postura se
puede contribuir a la investigación presente sobre el diseño y su
futuro. Dentro de este campo más amplio, la historia puede tener un
papel poderoso que actualmente no se está tomando en cuenta. Los
historiadores producen el conocimiento de la mejor práctica del
diseño del pasado y también el reconocimiento de políticas y activi-
dades que sería mejor no repetir. También pueden elaborar estánda-
res basados en la experiencia y extrapolar, a partir de actividades
anteriores, posibilidades que los teóricos pueden considerar para el
futuro. A medida que se intensifique la formación de la cultura de la
investigación sobre el diseño, será cada vez más importante que los
historiadores se involucren en estas cuestiones, y que sean capaces
de enfrentarse a los temas actuales de preocupación profesional y de
proveer una “visión amplia” que no existiría sin este campo.
Hasta ahora, hay pocos historiadores del diseño que hayan que-
rido cumplir con este papel. Aunque puede decirse que la historia
del diseño es un campo relativamente nuevo y que conviene que las
energías del historiador se concentren en el desarrollo de su comu-
nidad, también puede afirmarse que los historiadores del diseño son
necesarios (y con urgencia) para impedir que el discurso del diseño
dé un giro demasiado fuerte hacia la técnica como tema dominante
de investigación. Los historiadores tienen la capacidad necesaria
para ayudar a dar forma a la conciencia de la comunidad del diseño
y para contribuir a la articulación de sus ideales, principios y agen-
das de investigación. Si los historiadores tuvieran un compromiso
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ro es mejorar los esfuerzos anteriores que se han hecho para lograr
esta meta. Aunque hay muchas formas de crear un programa de este
tipo, me gustaría hablar específicamente sobre una posibilidad: la de
enfocar el estudio del diseño como cultura. Aunque supongo que
sólo un número limitado de programas se concentrarán en esta
área, creo que la idea de considerar al diseño como práctica cultural
debería tener un lugar en todos los programas de doctorado y licen-
ciatura, cualquiera sea su énfasis especial.
El estudio del diseño como cultura quiere comprender la prácti-
ca del diseño en el campo social más amplio en el que ocurre. Se
interesa por las preocupaciones e intereses de la comunidad entera
del diseño: los diseñadores, los usuarios, los gestores, los comercian-
tes, los curadores de museos, los historiadores, los críticos y los teó-
ricos, para dar sólo algunos ejemplos. Los aspectos culturales de los
estudios sobre diseño se apoyan firmemente en las técnicas de las
humanidades y las ciencias sociales, y no en las de las ciencias natu-
rales. Como sucede en el caso de la investigación orientada a proyec-
tos, este tipo de estudios reúne a investigadores de distintos campos
aunque su meta sea producir una comprensión más grande del
pasado y presente del diseño y no un conocimiento aplicado relacio-
nado con un proyecto particular. La historia del diseño es extrema-
damente importante para este nuevo dominio de los estudios de
diseño porque rastrea el desarrollo del diseño y traza un puente
entre la historia del pensamiento sobre el diseño y sus resultados en
el presente. Aunque no quiero ubicar a la investigación histórica
bajo la etiqueta de investigación para la práctica, creo que este
campo puede dar forma a la práctica y recibir forma de ella si se exa-
mina a la práctica e investigación histórica con algo más de cuida-
do. En general, cuando este cuidado está ausente, suele reducirse el
énfasis en la práctica y se lo reemplaza por un énfasis en el consumo
o en el uso.
La sociología es un lugar en el que puede encontrarse un buen
ejemplo de la forma en que la historia del diseño y la teoría pueden
influenciarse mutuamente y crear algo nuevo, fértil y productivo. En
la sociología, la historia del pensamiento sociológico es un estudio
en sí misma pero tiene mucha fuerza en la formación de los soció-
logos prácticos. La sociología se ha desarrollado de tal forma que
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lizando la teoría de la recepción o la retórica de la recepción.
Yo propongo cuatro temas centrales para el enfoque cultural de
los estudios sobre diseño: la práctica del diseño, los productos de
diseño, el discurso del diseño y uno que es diferente de los otros tres,
el metadiscurso, es decir la investigación reflexiva sobre los estudios
del diseño. Creo que esos cuatro temas abarcan la complejidad de la
cultura del diseño y los papeles que juegan sus diferentes actores: los
diseñadores, los gestores, los teóricos, los críticos, los curadores,
los usuarios y las personas que deciden las políticas del diseño. Los
temas provienen del reconocimiento del diseño como una actividad
dinámica cuyos métodos, productos y discursos son interactivos
y cambian constantemente.
El estudio de la práctica del diseño incluiría a todas las activida-
des relacionadas con la concepción, la planificación y la fabricación
de un producto y aquí defino producto en un sentido muy general.
La práctica del diseño se refiere a la gente, los procesos y las organi-
zaciones involucrados en la planificación y producción del produc-
to y también a aquellas organizaciones involucradas en las políticas
del diseño. La práctica del diseño pertenece al dominio de la acción
social, que tradicionalmente estudian sociólogos, antropólogos, psi-
cólogos y otros científicos dedicados a la sociedad. Aquí, yo inclui-
ría libros como: The Reflective Practitioner (El practicante reflexivo)
de Donald Schon; Plans and Situated Actions (Acciones esquematiza-
das y ubicadas) de Lucy Suchman, y The Psychology of Everyday
Things (La psicología de las cosas cotidianas) de Donald Norman.
El estudio de los productos de diseño enfatiza la identidad y la
interpretación de los productos mismos. Los métodos relacionados
con esta área provienen en primer lugar de teorías de la interpreta-
ción como la semiótica y la retórica, pero también de la estética y de
métodos relacionados con el estructuralismo, el post-estructuralis-
mo o el psicoanálisis. El estudio de los productos incluye un análisis
de las formas en las que la gente les da significado como objetos de
reflexión además de como objetos de función. En esta área, las rela-
ciones se harán con estudiosos del arte y la historia del diseño, la
filosofía, la antropología, los estudios culturales, la cultura material,
los estudios de tecnología y otros campos relacionados. Una lista de
libros representativos incluiría The Meaning of Things (El significado
Véase, por ejemplo, el número especial A Critical Condition: Design and Its
Criticism (Condición crítica: el diseño y su crítica), en Design Issues num. , verano
de , editado por Nigel Whiteley.
El número de libros y artículos que podría reconocerse como parte de este
campo es muy vasto. Sin embargo, debe hacerse notar que, a diferencia de lo que
sucede en el caso de la arquitectura, no hay ninguna historia de la reflexión sobre el
diseño, y eso sería muy necesario. Una lista de fuentes puede encontrarse en mi ensa-
yo bibliográfico Postwar Design Literature: A Preliminary Mapping (Literatura sobre el
diseño en la posguerra: un mapa preliminar) en Design Discourse: History Theory
Criticism, (Discurso sobre el diseño, historia, teoría y crítica) ed. Victor Margolin,
Chicago: University of Chicago Press, , pags. -.
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El último tema, el metadiscurso de los estudios del diseño, es el
lugar en el que se puede reflexionar sobre el campo en general y
sobre la forma en que operan sus distintos componentes en relación
unos con otros. La literatura metodológica del campo incluiría tex-
tos de la historiografía, la teoría crítica y la sociología del conoci-
miento.
Además de hacer un esquema con cierta cantidad de temas, es
importante también enfrentarse a las cuestiones relacionadas con la
forma en que encajaría la investigación sobre el discurso como prác-
tica cultural dentro de los programas existentes y futuros de estudios
sobre diseño. Por un lado, la investigación debería ser parte del entre-
namiento en diseño de todos los estudiantes, sin importar el nivel en
que se encuentren. Actualmente, ese papel lo cumplen los cursos de
historia del diseño y otros cursos inventados por profesores indivi-
duales: por ejemplo, cursos sobre ética del diseño, diseño sustentable
o diseño para el ciberespacio. Por otro lado, la investigación debería
ser tema de un programa particular de doctorado en estudios de
diseño que pusiera énfasis en la identidad cultural del diseño. Pero,
¿quién se sentiría atraído por ese doctorado? Y, ¿qué se haría en él?
Primero, un doctorado en estudios de diseño con énfasis cultural
contribuiría a la creación de un individuo dedicado a la práctica del
diseño, pero bien informado y muy crítico, y tal vez hasta podría
señalar el camino hacia nuevas formas de práctica, según la investi-
gación del estudiante. Segundo, un doctorado de ese tipo sería útil
para un educador del diseño que podría llevar al aula la relación
entre la reflexión y la práctica. Este modelo está bien desarrollado en
la arquitectura, en la que es común que los arquitectos quieran hacer
sus doctorados en historia, teoría y crítica. Tercero, hay individuos
como los gestores del diseño, los curadores de museos o las personas
que toman decisiones en cuanto a las políticas del diseño, que podrí-
an usar ese doctorado para explorar y refinar su comprensión sobre
el diseño y así profundizar en sus propias prácticas. Y cuarto, este
componente de los estudios de diseño podría atraer a historiadores,
antropólogos, sociólogos o personas dedicadas a las ciencias políti-
cas, que tal vez podrían estudiar los aspectos culturales del diseño
como parte de su propio entrenamiento para el doctorado.
Ha llegado el momento de llevar a los estudios de diseño a la uni-
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comprensión y sus reflexiones y esto es central para cualquier activi-
dad productiva de diseño.
De esta forma, podremos contribuir a la formación de una prác-
tica más consciente además de hacer que se comprenda que el dise-
ño es un componente de la cultura cuyo estudio debería preocupar
a todos. El desafío para aquellos de nosotros que estudiamos diseño
en el comienzo del siglo es establecer un lugar central para el
diseño en la vida contemporánea, pero se trata de una tarea impor-
tantísima que requiere del esfuerzo de todos nosotros y de los que
nos seguirán.
Para Borges, una prueba de que lo realmente propio puede pres-
cindir del color local está en que en el Corán, el libro árabe por exce-
lencia, no aparece ningún camello. Si hubiera alguna duda sobre la
autenticidad de este libro —dice— bastaría esta ausencia para pro-
bar que es árabe. Su autor era árabe; como árabe, no tenía por qué
saber que los camellos eran especialmente de ese lugar; sino que
para él eran parte de su realidad y no tenía por qué distinguirlos; en
cambio, un turista o un nacionalista lo primero que hubiera hecho
es prodigar camellos en cada página. Es la manera en que operan los
nacionalistas: simulan venerar la mente de lo nacional pero limitan
el ejercicio de esa mente a algunos pobres temas locales, como si los
locales sólo pudiéramos hablar de lo que nos rodea y no de otras
cosas, por ejemplo, del universo en su totalidad. Lo contrario es lo
cierto: nuestra tradición es la de la cultura humana y tenemos todo
el derecho a ella; nuestro patrimonio es el universo por entero;
podemos y debemos tocar todos los temas, podemos y debemos
usar todas las formas; no tenemos que limitarnos a ser nacionalistas
para ser nacionales. Sólo habría dos maneras de ser mexicanos: o es
una fatalidad y en este caso seremos mexicanos de cualquier modo,
o es una manera superficial de ser, una máscara.
No obstante, la cuestión de lo que da carácter de grupo a una
colectividad dada es un problema real. No podemos dejar de ver (o
más que ver, de sentir) ciertos rasgos comunes entre los miembros
de un grupo social; por tanto, es legítimo plantearse esta cuestión
como problema.
La comprensión de cualquier período histórico presupone com-
prender la cultura, la vida y el comportamiento de los hombres de
esa época; y esto significa, en primer lugar, reconstruir el sistema de
representaciones y de valores vigentes en esa época; significa tam-
bién poner al descubierto los ‘hábitos de conciencia’ de tales hom-
bres, su modo de ver, de entender y de valorar su realidad. En otras
palabras, entender una cultura equivale a reconstruir el modelo o la
imagen del mundo configurado por la sociedad en cuestión, mode-
lo que es a fin de cuentas el que guía los comportamientos de los
hombres y lo que está en la base de su noción misma de realidad. El
modelo del mundo de una sociedad está conformado por un con-
junto de nociones o de categorías con las cuales el hombre, en pri-
La cuestión de la identidad
tráfico de drogas colombiano, todo ello tienen un impacto casi ins-
tantáneo, diseminado y amplio, lejos de sus orígenes. introdu-
ce en todas las salas de todo el mundo las matanzas bosnias, el ham-
bre de Somalia y los campos de refugiados de Ruanda. Lugares nor-
malmente muy oscuros, provincianos y absortos en sus propias
cuestiones —como Grozny, Dili, San Cristóbal de las Casas o
Belfast— desafían momentáneamente a las grandes metrópolis del
mundo en busca de la atención mundial. El capital es móvil y tam-
bién lo es la fuerza de trabajo. Hay compañías japonesas en Estados
Unidos, alemanas en Indonesia, estadounidenses en Rusia, paquis-
taníes en Gran Bretaña y de Formosa en Filipinas. Turcos y curdos
envían dinero a sus casas desde Berlín, magrebinos y vietnamitas
desde París, zairenses lo hacen desde Bruselas, palestinos desde
Kuwait, somalíes desde Roma, marroquíes desde España, mexicanos
desde Los Ángeles, y personas de casi todo el mundo desde Nueva
York. Toda esa amplia conexión y esa compleja interdependencia es
a veces designada como ‘aldea global’ o, según el Banco Mundial,
como ‘capitalismo sin fronteras’. Pero no pasa de ser una aldea pre-
caria, pues no tiene unidad ni tradición, ni bordes ni foco, además
de que le falta unidad; tampoco podría decirse que no tiene fronte-
ras, pues está acompañada más por una reelaboración y multiplica-
ción de las demarcaciones culturales que por su relajamiento y
reducción.
Trazar los mapas de esas demarcaciones, localizar y caracterizar
las poblaciones que ellas aíslan es una tarea arbitraria y que sólo
puede realizarse de manera imprecisa. Discernir rupturas y conti-
nuidades culturales, trazar líneas en conjuntos de individuos con
formas de vida más o menos identificables, en contraste con otros
conjuntos de individuos con formas de vida más o menos diferen-
tes, es tal vez fácil en la teoría pero no lo es tanto en la práctica.
La antropología, que tiene como una de sus vocaciones localizar
y discernir las rupturas y describir las continuidades, tradicional-
mente ha manejado la cuestión sin mucho éxito y no ha alcanzado
a salir de la confusión. Pero el problema está allí; las propias perso-
nas establecen los contrastes y trazan esas líneas; no importa cómo
lo encaremos, la diversidad de culturas persiste y prolifera, incluso
en medio de las poderosas fuerzas de vinculación de la industria, de
La cuestión de la identidad
lazado, disperso; la búsqueda de la totalidad era una guía incierta, y
el sentimiento de una comprensión definitiva era inalcanzable.
Una imagen puntillista de un mundo lleno de culturas distintas,
de bloques discontinuos de pensamiento y de emoción, es tan enga-
ñosa como la de un mundo con estados nacionales perfectamente
delimitados, con elementos repetitivos y reiterados, como si forma-
ran una cuadrícula; los elementos en cuestión, sean los puntos o los
cuadros, no son compactos ni homogéneos, no son simples ni uni-
formes. Cuando se examinan de cerca, su solidez se deshace y lo que
queda no es un catálogo de entidades definidas que puedan
clasificarse en una tabla mendeleiefiana de especies naturales, sino
un enmarañado de diferencias y semejanzas sólo parcialmente dis-
cernidas. Lo que hace a los serbios ser serbios o a cualquier persona
ser de cualquier nacionalidad, es que ellos y el resto del mundo, en
un momento dado y hasta cierto punto, para ciertos fines y en cier-
tos contextos, pasaron a verse y ser vistos como contrastantes con lo
que los rodean.
Las características de los grupos con una identidad definida, por
ejemplo, el carácter compacto de su territorio o el tradicionalismo
localizado que se asignaba a islas, a reservas indígenas, selvas, valles
en zonas montañosas o cosas similares (hasta eso es un poco míti-
co), así como la idea de identidad cultural íntegra que ese carácter
compacto y localización estimulaban, parecen cada vez menos per-
tinentes a medida que volteamos hacia los fragmentos y fragmenta-
ciones del mundo contemporáneo. La visión de la cultura, de una
cultura como un consenso en torno de elementos fundamentales —
tales como concepciones comunes, sentimientos comunes, valores
comunes— parece muy poco viable ante la dispersión y desarticula-
ción que vemos cotidianamente; son las fallas y fisuras las que pare-
cen demarcar el paisaje de la identidad colectiva. Sea lo que sea lo
que define la identidad en el capitalismo sin fronteras, no se trata de
acuerdos profundos sobre cuestiones profundas, sino de algo más
arbitrario, como la recurrencia de divisiones conocidas, de argu-
mentos persistentes o de amenazas permanentes, y con la idea de
que, haya lo que haya, de algún modo es preciso mantener el orden
de la diferencia.
No sabemos realmente cómo tratar con un mundo que no es ni
La cuestión de la identidad
les, desde la familia, la aldea, el barrio o la región y más allá de ella,
no está muy lejana a la imagen general del mundo moderno; no hay
nada en ella de ‘subdesarrollado’, de ‘tercer mundo’ o de ‘tradicional’
(eufemismo utilizado para no decir atrasado); se aplica igualmente
a países desarrollados como Francia, atormentada por tensiones
entre el civismo laico y la invasión de inmigrantes de Magreb que
cocinan con comino y usan turbante en la escuela; o Alemania, que
lucha contra la presencia de los turcos; o Italia, regionalizada en
localismos rivales, que se refuerzan por la modernidad y por el de-
sarrollo desigual; o Estados Unidos, que intenta reencontrarse en un
remolino multiétnico, multirracial, multirreligioso, multilingüísti-
co, en una palabra, multicultural.
Ante este panorama, parece lógico que la noción de identidad se
haya vuelto mucho más compleja y que los teóricos se vean precisados
a echar mano de otras disciplinas, como la quería introducir aquí, la
antropología simbólica. Éste es un campo de estudio más o menos
nuevo, cuyo objetivo es el estudio de las maneras en las cuales las per-
sonas entienden e interpretan su entorno así como sus acciones y
expresiones como miembros de una sociedad. Estas interpretaciones
forman un sistema de significados culturales compartidos, o sea, com-
prensiones compartidas en grados variables por los miembros del
grupo social. Esta disciplina estudia los símbolos y procesos tales como
los mitos y los rituales por los cuales los humanos asignan significado
a esos símbolos de manera que puedan regir las cuestiones fundamen-
tales acerca de la vida social. Dice Geertz, uno de los sostenedores de
esta corriente antropológica, que el hombre necesita guías que lo
orienten con respecto a los sistemas de significados que conforman
cualquier cultura particular; por ello la antropología simbólica tiene
carácter interpretativo. Turner, otro antropólogo, establece que los
símbolos instigan la acción social, que son influencias determinables
que llevan a actuar a las personas y grupos. De allí el calificativo de
simbólico.
Desde esta perspectiva, la cultura se ve como un sistema de
significados que se descifra por medio de la interpretación de símbo-
los y rituales. Son dos las premisas mayores que la gobiernan: la prime-
ra es que las creencias, aunque no sean inteligibles, se hacen compren-
sibles cuando se entienden como parte de un sistema cultural de
La cuestión de la identidad
bución es el énfasis en los estudios de la cultura desde la perspectiva de
los actores, de los sujetos que actúan dentro de ella. Esto significa que
tenemos que ver a los individuos en sus intentos de interpretar las
situaciones con el propósito de actuar.
Ante este panorama tan difuso que nos ofrecen la antropología
y nuestro globalizado mundo cotidiano, la pregunta por lo mexica-
no, de cuál sería la esencia de lo mexicano, de en qué consiste lo
nacional, de cuáles son los rasgos de lo ‘nuestro’, se vuelve cada vez
más confusa, más difusa, más inasible, con límites cada vez más
imprecisos. Podría finalizar aquí y dejar la sensación negativa de una
imposibilidad, pero haber estado hablando para decir que algo no
existe es un desperdicio. Prefiero optar por lo positivo y plantear
una sugerencia. La modesta proposición con la quiero terminar es
que dejemos de preocuparnos tan profundamente por la identidad,
por lo nuestro, por lo mexicano; que apelemos y que utilicemos toda
la tradición occidental, incluso la oriental en la medida de lo posi-
ble; que nos apropiemos de todas las innovaciones. Si existe algo que
pueda ser identificado como lo ‘nuestro’, eso saldrá de cualquier
manera en la medida en que nos apropiemos de materiales, colores,
formas, texturas, pero sólo podrá salir con libertad cuando deje de
ser una obsesión para nosotros la cuestión de la identidad. Decía
Unamuno: “Hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local,
y en lo circunscrito y limitado lo eterno”; es decir, sólo teniendo el
universo como límite podemos hablar de nuestro pueblo.
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sarios para la preparación de un diseño, y que no participe en el pro-
ceso que lo lleva hasta su producción y comercialización, tendrá que
batallar tanto como el hombre que intenta perforar la roca con cla-
vos de madera, con el agravante de que está inserto en un sistema
social que impone ritmos y tiempos difíciles de evitar.
Las estrategias de producir más con menos han dado como resulta-
do que una enorme parafernalia objetual cada vez esté mas al alcance
de la mano del ciudadano y que éste, seducido por la entendible posi-
ción de querer ser mejor, cambie su esquema de vida. No obstante, esta
situación ha provocado lo que los antropólogos llaman el “impacto de
la cultura”, que no es otra cosa, como comenta Alvin Toffler, que el efec-
to de una cultura extraña sobre un individuo no preparado para ese
cambio; ese individuo se queda sin las claves psicológicas que lo ayudan
a comportarse en sociedad, y éstas son reemplazadas por otras.
Incluso los países mas alejados de estos cambios empiezan a ser
influidos poco a poco, y la angustia de los “globalifóbicos”, como ya han
sido llamados por algunos, no les permite emigrar con todo y país al
mejor de los mundos imposibles con que han soñado. Para como están
las cosas, “no hay vuelta al pasado: el exterior ya no está allá, esta den-
tro con nosotros. Hasta lo mas remoto nos influye. No hay opción con-
tra la mundialización. Pero hay opciones dentro de ella. Eso es lo que
está hoy a debate: el ámbito de la acción política ante una transforma-
ción radical del espacio económico y social” (Silva-Herzog, ).
Los países altamente industrializados y que se han caracterizado
por una innovación al servicio de la comercialización mundial, cada
vez producen más, con mejor calidad y mejor precio gracias a la
estrategia de la “marca sin fronteras”, con presencia mundial, pro-
ducción multinacional y un diseño adaptado aparentemente a cual-
quier país, pero no a cualquier cultura, como ya se ha comprobado
en estos últimos tiempos. Ante esto, algunas voces se han levantado
contra el llamado “crecimiento indefinido”. Existe un desencanto
ante ese desarrollismo y cada vez mas dudas sobre la idea de progre-
so. El mismo Alvin Toffler hace ya algunos años lo predijo y escribió
lo siguiente: “habría que ser estúpido e inmoral para no desear el
avance de la tecnología en un mundo en que cientos de millones
sufren de desnutrición y enfermedad. Pero hay que ser egoísta e
irresponsable para desear que la bola de nieve tecnológica siga
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te impera, o sea, la industrial. Por lo tanto es posible hablar, según algunos autores,
de un diseño postindustrial. Esta expresión no se refiere a la profesión que tiene por
centro de acción el diseño de productos.
2 Véase: Fernando Rovalo, Conformación y expresividad: la forma sigue a la expre-
figura 1. Configuración formal con base en los principios
vitruvianos.
3 Tan sólo basta recordar que este fue el punto de entrada del Deutscher
Werkbund a la industria. En los trabajos de Peter Behrens, encontramos la primera
síntesis de esta nueva visión.
• ergonomía
• aspectos perceptuales (gestálticos) de la forma
• aspectos simbólicos (semióticos) de la forma
• expectativas de los usuarios
• mecanismos
• materiales
• procesos de producción
• costos
• distribución y ventas
estudio. Una vez identificadas éstas, se podrá dar inicio al proceso de
recolección de la información más sobresaliente relacionada con nues-
tro sujeto. Para esto, el investigador debe conocer, además de fuentes
bibliográficas, publicaciones, todo lo relacionado con el fenómeno
estudiado. En otras palabras, debe reconocer las últimas tendencias
que analizan al sujeto y cuestionar la manera en la que actualmente se
percibe al fenómeno para poder proponer un enfoque novedoso en
torno al proyecto.
Además de lo anterior, el investigador debe conocer una serie de
elementos teóricos fundamentales, que le darán al proyecto cuerpo y
secuencia lógica. Es necesario entender que una investigación es un
documento que va a aportar “algo” al conocimiento general de las per-
sonas interesadas. Debemos saber sobre las corrientes de conocimien-
to y la posición epistemológica que ocupará nuestra investigación y
desde la que saldrán los lineamientos básicos para un desarrollo ade-
cuado de la investigación. Estructuralismo, postestructuralismo, pos-
modernismo, constructivismo y el estudio de la teoría crítica, son algu-
nos de las posturas epistemológicas más empleadas en investigaciones
en la actualidad. Autores como Norman K. Denzin e Yvonna S. Lincoln
en su libro Handbook of Qualitative Research, ayudan en gran medida
al investigador en el conocimiento general, no particular, de estas pos-
turas y su contribución al campo de la investigación. Una vez entendi-
do este proceso, conviene proseguir con el marco teórico.
El marco teórico viene a responder la pregunta de qué o cuál es
el sujeto que estamos investigando, quiénes son los autores que han
hablado al respecto del tema en cuestión y cuál es el enfoque adop-
tado. Además deben plantearse cuales son las teorías que vamos a
utilizar en la explicación del fenómeno estudiado. Una de las que se
ha venido utilizando en investigaciones del diseño en los últimos
años es la de estudios culturales (cultural studies). Esto se debe espe-
cialmente a su enfoque crítico, su perspectiva multidisciplinaria
para el análisis de los diferentes contextos que participan en el estu-
dio de un fenómeno en particular, y su estudio de prácticas cultura-
les en la vida cotidiana. Esta teoría funciona como un gran “para-
Ernesto Morales
guas” que envuelve diferentes disciplinas como la historia social,
sociología, antropología, teorías sobre diseño sustentable y avances
tecnológicos, según sea el caso, para responder adecuadamente a las
preguntas formuladas inicialmente sobre la investigación.
Una manera de abordar el problema, de las muchas que existen
actualmente, es comprender el significado que tiene el fenómeno en
cuestión en el público en general. Esto nos brindará algunos ele-
mentos teóricos para su aplicación en la investigación de campo.
Saber cuál es el significado de un objeto o espacio en el conocimien-
to de la gente nos llevará a entender de una manera más profunda
la relación del objeto o espacio a investigar, con el usuario. Esta
comprensión va a determinar en gran medida las soluciones plan-
teadas en el proyecto de diseño. Para abordar el significado de los
objetos cotidianos en la gente es necesario conocer estudios en
semiótica, culturales, cognitivos e históricos. El marco teórico-his-
tórico nos va a determinar el simbolismo del fenómeno estudiado a
lo largo de los últimos años, como referencia para explicar el
significado actual. Autores como Mika Pantzar en su artículo
Domestication of Everyday Life Technology: Dynamic Values on the
Social Histories of Artifacts nos ayudan a entender el proceso diná-
mico de significación de los objetos en nuestra sociedad de consu-
mo.2 Ella califica este proceso como “metamórfico”, para describir la
manera en que cambia el significado de un mismo objeto a través
del tiempo. Pantzer explica cómo los objetos pasan de ser “juguetes”
a ser “instrumentos”, de “artículos de lujo” a “necesidades”, de “pla-
cer” a “confort” o bien de “novedad” a “rutina”. El ejemplo más evi-
dente de este proceso, es el fenómeno del teléfono celular, el cual ha
pasado de ser juguete a instrumento, y últimamente a ser juguete de
nuevo, ya que con los modelos recientes puede jugarse, tomar foto-
grafías, mandar e-mails, e incluso organizar citas y reuniones a tra-
vés de una agenda electrónica. También ha pasado de ser un artícu-
lo de lujo, a una necesidad (esto puede observarse sobre todo en paí-
ses desarrollados, donde las facilidades para obtener un teléfono
celular con atractivos planes de contratación, son muy frecuentes).
Ernesto Morales
acerca de un objeto o un espacio tiene una relación directa con la
forma en que percibimos las cosas. La percepción tiene una función
clave en el estudio semiológico de un objeto, y una gran influencia
en el establecimiento de lazos comunicativos y, en su caso, afectivos,
con el objeto o espacio en una situación dada. Este aspecto cogniti-
vo aplicado al diseño tiene gran relevancia en la manera en la que
los diseñadores suponemos que los usuarios piensan al enfrentar un
proceso de interacción con un objeto o espacio. Un ejemplo claro de
esto son los cajeros automáticos. La primera vez que un usuario
tiene contacto con uno de éstos, no le resultan del todo claras las
indicaciones y el proceso para llevar a cabo las transacciones banca-
rias. Aunque retiros, depósitos y obtención de estados de cuenta
pueden hacerse mediante estas máquinas de manera eficiente y
confiable, existen todavía muchas personas que prefieren el sistema
“tradicional” a través de personas en cajas o ejecutivos de cuenta. A
este respecto, Donald Norman en The Design of Everyday Things
hace una crítica muy severa a los diseñadores que no colocan al
usuario como la prioridad en el proceso creativo de diseño de un
producto. Norman explica que un producto debe tener las cualida-
des suficientes para que sea fácil de determinar la operación del
mismo. Su operación debe ser evidente y la tecnología debe ser la
herramienta para lograrlo y no lo contrario.
Todas estas consideraciones teóricas deben consultarse en la ela-
boración del marco teórico de nuestra investigación. Este marco es
la plataforma teórica del planteamiento metodológico. A partir de
las teorías expuestas y la exploración de los conceptos fundamenta-
les, será posible vislumbrar la metodología a seguir.
La metodología a utilizar es crucial en el desarrollo de la investi-
gación, pues indicará los pasos a seguir y las diferentes etapas del
proceso de trabajo, así como el dominio y el manejo de las teorías
más importantes, o de los conceptos más relevantes relacionados
con la investigación, que van a ser el sustento de nuestro proyecto.
En la metodología se plantea cómo van a responderse nuestras pre-
guntas iniciales, cómo abordar el problema y obtener respuestas. La
metodología puede estar basada en varios enfoques a la vez, o sea
Ernesto Morales
audio-casetes para su transcripción, es decir pasar lo hablado a
texto, lo cual facilita en gran medida el análisis de la información.
Esta es sin duda la fase más creativa de la investigación, ya que
implica un análisis detallado de toda la información recopilada en
campo, donde impera la asociación de ideas y conceptos, la formu-
lación de los diferentes temas tratados en relación con el fenómeno
analizado, así como el descubrimiento de los primeros esbozos de
los resultados que serán desarrollados en las conclusiones y que a su
vez serán traducidos en la propuesta de diseño.
Hasta ahora hemos hablado de manera muy general sobre la
metodología que podemos seguir para la investigación de una pro-
puesta de diseño. Sin embargo, en la elección de métodos de inves-
tigación puede incluirse al diseño mismo como otro método, el cual
contribuirá enormemente en la creación de una propuesta que res-
ponda más acertadamente a las necesidades del usuario.
Ya hemos mencionado la postura de Norman acerca de que el
usuario sea el centro de atención en la elaboración de una propues-
ta. Existen asimismo otros autores que van más allá de esto.
Elizabeth Sanders, explica que desde la década de los ochenta algu-
nas firmas de diseño incorporaron a su equipo de trabajo a investi-
gadores en algunas ramas de las ciencias sociales. Estos investigado-
res tenían la tarea de entrevistarse con usuarios para recabar sus
experiencias y determinar sus necesidades con respecto a algún pro-
ducto en particular. La información proporcionada por el usuario se
sometía a un proceso interpretativo por el investigador social y esta
interpretación se presentaba en un reporte para que el diseñador la
interpretara una vez más y así llegara a una solución concreta. Este
método de trabajo fue sin duda un logro significativo en la adopción
de ciertos parámetros de diseño para responder de mejor manera a
las necesidades del usuario. Sin embargo, Sanders afirma que en este
esfuerzo interpretativo por parte del investigador social y del dise-
ñador se pierden muchas de las necesidades reales del usuario.
• fase de inmersión
• fase de activación de sentimientos y memorias
• fase de sueño o búsqueda de lo “ideal”
• fase de bisociación y expresión
Ernesto Morales
cios en la búsqueda de sentimientos, experiencias y memorias rela-
cionados con la investigación. Estas herramientas deberían ser pre-
dominantemente visuales.
El último paso consiste en la disociación y expresión de ideas
relacionadas con la investigación en la búsqueda de una solución
concreta. En esta etapa inicia el trabajo de diseño donde el investi-
gador social, el usuario y el diseñador trabajan en equipo para llegar
a un resultado formal. Esta fase puede llevar varias sesiones de tra-
bajo ya que el proceso de diseño no es sencillo.
Sanders afirma que de esta forma pueden explorarse las expe-
riencias, sueños y sentimientos de la gente para llegar a soluciones
que contribuyan de manera más significativa a mejorar la vida de
los usuarios. En la búsqueda de las experiencias de la gente en el
proceso creativo de diseño radica la diferencia de este método. En
los últimos años se ha hablado de un diseño de la experiencia o
“experiencial” (experience design). El término se refiere a la reflexión
sobre la vivencia del usuario con la propuesta de diseño. Esto se ha
venido manejando especialmente en las experiencias simuladas con
juegos de video, sitios de internet, publicidad y deportes extremos.
Sin embargo Nathan Shedroff y Eric Davis9 explican la aplicación de
esta noción en el uso de objetos en la vida cotidiana, donde el dise-
ño juega un papel importante en lo experimentado por los usuarios
a partir de los objetos o espacios. Cabe aclarar que esta tendencia no
trata de que se “diseñen experiencias”, sino objetos o espacios que
influyan en la experiencia vivida por el usuario a partir de las carac-
terísticas particulares de las propuestas. Sanders afirma que puede
diseñarse para una experiencia, mas no la experiencia como tal.
Shedroff explica que la mejor manera de definir una experiencia
es a partir de sus límites. A pesar de que hay algunas que pueden
durar “toda la vida”, la mayoría de las experiencias tiene un lugar y
tiempo definidos: un inicio, un desarrollo y una conclusión. La
experiencia debe tener un móvil o atracción, un engranaje o desen-
volvimiento y una terminación. La atracción puede ser cognitiva,
visual, auditiva o cualquier otra que estimule a nuestros sentidos.
9 Véase Nathan Shedroff. Experience Design , y Erik Davis, Experience Design and
the Design Experience.
Ernesto Morales
• Tiempo, ya que las entrevistas con los usuarios resultan bastante
más largas e incluyen un mayor número de sesiones que las entre-
vistas habitualmente utilizadas a partir de métodos etnográficos.
Este aspecto en particular no es del agrado de muchos clientes, ya
que no siempre están dispuestos a esperar.
Sin embargo, como ocurre con muchas otras cosas, las empresas
que tienen los medios económicos suficientes no van a dudar en
invertir su dinero en un proceso más costoso pero que aumente
significativamente las probabilidades de éxito de su producto. De
cualquier manera, considero que las virtudes de este método son
mayores que sus desventajas, tanto desde el punto de vista del usua-
rio como desde el punto de vista del diseñador, ya que el reto de
diseño es mayor. La subjetividad que implica este método hace del
proceso de diseño un desafío bastante más elevado, ya que se mane-
jan conceptos más abstractos como son los sentimientos y los
deseos. Con este método el diseño deja de ser el fin únicamente,
para convertirse en la herramienta, el proceso y la solución de un
problema determinado.
Con este breve texto sobre la metodología en la investigación de
diseño y la utilización de novedosos métodos de investigación,
puede vislumbrarse la complejidad que implica la elaboración de
una propuesta de diseño en la actualidad, las diferentes disciplinas
que intervienen en el proceso y, finalmente, la enorme responsabili-
dad que como diseñadores cargamos sobre los hombros en nuestro
quehacer profesional. Somos partícipes de las experiencias vividas
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Consumo y género
Desde el punto de vista del consumo, el género se debe observar
como un proceso material tanto como un proceso cultural. Bajo esta
óptica la producción y el consumo se vuelven inseparables y equiva-
lentes: uno no puede pesar más que el otro, “ser” más que el otro.
Normalmente el consumo se ha visto como una “caja negra”, en
donde “los objetos son producidos para ser consumidos”; —y en
efecto, se consumen unos más que otros, sin saber exactamente el
porqué—. Ha habido intentos de diversa índole enfocados a enten-
der este fenómeno y por tanto miles de explicaciones, casi una para
cada forma de pensar. Y conforme el tiempo ha pasado y ha evolu-
cionado el consumidor, han ido también surgiendo diversas explica-
ciones.
Si revisamos rápidamente la evolución del consumo, recordare-
mos que en la economía preindustrial, el núcleo familiar rural gene-
raba a través de sus miembros todos los insumos necesarios para su
supervivencia; había casi cero consumo; pero con la urbanización y
la industrialización, la tendencia ha sido adquirir cada vez con más
frecuencia y en mayor número los insumos y productos terminados
que se ofrecen en el mercado.
Un ejemplo interesante sería la entrada de la estufa a los hoga-
res, inicialmente se utilizaba un hogar para preparar la comida, el
hombre se encargaba de salir a buscar leña y prepararla para secar-
la y posteriormente utilizarla como combustible; con la oportuni-
dad de comprar leña ya seca, el hombre dispuso de un poco mas de
tiempo libre utilizable en otro tipo de actividades productivas,
incluso remuneradas; conforme existió la posibilidad de tener dine-
ro para adquirir carbón, el asunto estaba más que resuelto, no fue
más un problema masculino, y el hombre dispuso de mucho más
tiempo libre para trabajo remunerado apoyando la industrializa-
ción mediante su mano de obra; para la mujer la diferencia solo
consistió en contar con un combustible diferente y una nueva estu-
fa; el trabajo, la responsabilidad de la alimentación de la familia y el
proceso de cocinar los alimentos no tuvo alteración.
Así, los consumidores se han transformado a través de dos revo-
luciones del consumo, consecuencia directa de las revoluciones
industriales. La primera a fines del siglo y principio del ,
en la que inició la comercialización de bienes para uso doméstico y
algunos artículos suntuarios, y la segunda a fines del siglo y
siglo ( en adelante) en la que ya los bienes que se podían
adquirir se habían multiplicado y diversificado, yendo en su varie-
dad desde mobiliario a objetos decorativos, de ropa a productos ali-
menticios, o de maquinaria a equipo doméstico.
Observamos que lo que marcó la diferencia es a fin de cuentas la
comercialización de la tecnología, representada por el desarrollo
tecnológico, la producción y la disponibilidad en el mercado de cada
vez más productos y equipos domésticos de todo tipo.
Como quiera que sea, al consumo se le ha considerado tradicio-
nalmente como una actividad femenina, y esto se debe, por una
parte, a que el consumo masculino se encuentra disfrazado de colec-
Tecnología y género
Respecto a la tecnología y el género, tradicionalmente las máquinas,
los aparatos y todo lo relacionado con ellos se considera masculino,
y se les dota de adjetivos como fuerte, resistente, firme. Mientras
que, del lado femenino, las cosas se consideran como suaves, ama-
bles, sensibles, delicadas, frágiles. Estos estereotipos se infiltraron
hacia la tecnología y su aplicación.
Muchos de los desarrollos tecnológicos inicialmente destinados
a ser utilizados por los hombres, poco a poco fueron pasando al
momento de ser comercializados a manos femeninas.
Cultura y género
Aquí los papeles tradicionales y estereotipados de lo masculino y lo
femenino influyen de manera definitiva en los asuntos que fluctúan
entre el poder y la dominación. Estos asuntos son delicados, ya que
su equilibrio siempre precario tiende a ocasionar alteraciones socia-
les. En este punto el género cobra una de las cuentas más caras.
La revolución industrial ayudó a redefinir la masculinidad, enfa-
tizando su relación con las máquinas, una dupla ideal, perfectamen-
te adaptada, compartiendo atributos. Anteriormente, el artesano
también usó la tecnología para definir su masculinidad, el artesano
es hombre porque domina los materiales, el fuego, la fuerza.
Domina la naturaleza —como dicen los anuncios de camionetas de
carga—. Los hombres están destinados a trabajos fuertes, de respon-
sabilidad, de compromiso...
Y la revolución del consumo determinó que lo femenino se que-
daba en casa, enfatizando su relación con la familia, los niños, las
actividades domésticas —lavar, planchar, cocinar, limpiar, que no
son al final actividades ni tan delicadas ni tan ajenas a la fuerza físi-
ca—. El consumo femenino se ve fuertemente determinado por
aspectos y situaciones sociales y económicas de tipo doméstico; una
mujer en esta situación no es remunerada, por lo tanto su acceso al
consumo es limitado y dedicado básicamente al bienestar familiar.
Queramos o no, esto impulsó a las mujeres a trabajar fuera de
casa, desempeñando en un principio trabajos equivalentes al
doméstico, como personal de limpieza u obreras; que al fin y al cabo
alguien decidió que necesitaban protección y supervisión, y que no
Introducción
Para nadie es ajeno el sesgo androcéntrico que tanto la enseñanza
como el ejercicio de las diferentes manifestaciones del diseño, sobre
todo las industriales, han tenido desde su formalización como discipli-
na. Esta orientación ha dejado de lado o retrasado el análisis de algunos
temas de investigación y el desarrollo de ciertas áreas específicas, así
como modos de ver y hacer el diseño, por no corresponder con los
modelos de producción y reproducción ideológica y comercial. ¿Quién
diseña para niños y ancianos?, ¿quién para discapacitados? El tipo de
productos y las áreas de comercialización tienen que ver con que ésos
no son los grupos que normalmente ostentan el poder adquisitivo
mayoritario, o éste está muy limitado.
Dado que el diseño innegablemente forma parte de la cultura,
creo necesario discutir y reflexionar sobre una mirada específica, no
excluyente ni radical, de las formas de hacer y entender nuestra pro-
fesión: el enfoque de género. Con el enfoque de género se podría
establecer un polo complementario a las tradicionales orientaciones
de la historia y del ejercicio presente del diseño, aquellas que, de
manera consciente o inconscientemente, han marcado sexistamente
a nuestra disciplina.
El enfoque de género es una alternativa que implica abordar pri-
mero el análisis de las relaciones de género para basar en éste la
toma de decisiones y acciones para el desarrollo. Es una forma de
observar la realidad con base en las variables sexo y género y sus
manifestaciones en un contexto geográfico, cultural, étnico e histó-
rico determinado, que son susceptibles de ser transformadas. Toma
en cuenta, además, las diferencias por clase, raza, edad y religión. Si
consideramos esta matriz de variables, podremos hacernos un rápi-
do esquema de los nichos de mercado que son comercialmente
explotados, o sea aquellas areas con las que el diseño colabora de
manera directa y veloz.
El enfoque de género permite visualizar y reconocer la existencia
de relaciones de jerarquía y desigualdad entre hombres y mujeres,
expresadas en opresión, injusticia, subordinación y discriminación
hacia las mujeres en la organización genérica de las sociedades. Esto
se concreta en condiciones de vida inferiores de las mujeres en rela-
ción con las de los hombres. Hablar de género significa dejar de
creer que los roles sociales y culturales asignados a hombres y muje-
res son naturales. El enfoque de género trata de humanizar la visión
del desarrollo humano, valga la redundancia, que debe basarse en la
equidad.
En los últimos años la presencia y participación de la mujer en
las distintas áreas sociales y productivas se ha hecho más evidente.
Este cambio se puede explicar desde diversas esferas del conoci-
miento, como por ejemplo la historia, la antropología, la sociología
y más recientemente los estudios de género, pero ¿cómo lo podría-
mos relacionar con el diseño? Para abordar el tema propongo hacer
un análisis general del marco conceptual implicado en esta relación,
enfocado predominantemente a la definición del área que descono-
cemos. Posteriormente mencionaré algunos de los posibles cuestio-
namientos que se podrían derivar de la inclusión del tema de géne-
ro a los estudios de diseño, y finalizaré con una breve reseña de la
literatura existente sobre diseño y género, que nos permite conocer
algunas de las líneas de investigación que se han desarrollado
hasta ahora.
2 A este aspecto recomiendo la lectura de Clara Porset. Una vida inquieta, una
obra sin igual, de Oscar Salinas Flores, México, ,
3 Los estudiosos del feminismo lo dividen en fases a las que denominan “olas”;
la primera transcurrió a lo largo de las últimas décadas del siglo pasado y primeras
del presente; la segunda comenzó en los sesenta, tuvo su momento cumbre a finales
de los setenta y comienzos de los ochenta y se extiende hasta la actualidad, en que se
anuncia el comienzo de una “tercera ola” feminista.
A modo de final
Considero necesario comenzar a incluir los temas anteriormente
expuestos en los planes y programas de las escuelas de diseño. Una
reflexión sobre las formas de nuestro trabajo, sus condiciones inicia-
les y las de la producción podrían enriquecerse si incorporamos el
enfoque de género, que someramente he descrito en este trabajo. Se
enriquecería nuestro vocabulario, nuestro marco conceptual y sobre
todo nuestro conocimiento del diseño como una manifestación de
la cultura.
El breve panorama sobre la literatura precursora relacionado
con el tema de diseño y género que presenté no pretendió ser
exhaustivo sino exploratorio. Procuré exponer los cuestionamientos
que algunas autoras extranjeras han desarrollado, ya que tal vez sus
pasos pudieran servir de referentes metodológicos y temáticos para
nuestra propia exploración disciplinaria. Una de las cosas que más
me llamaron la atención es no haber encontrado investigadores
Bibliografía
Anscombe, Isabelle, A Woman’s Touch. Women in Design from 1860 to the present day,
Londres, Penguin Books, 1985.
Attfield, Judy, Form/female follows function/male: feminist critiques of design, en
John Walker, Design History and the History of Design, Londres, Pluto Press,
Buckley, Cheryl, History, theory and gender: researching women’s relationship to
the history of design, en Design + Research, Milán, Politecnico di Milano, .
Casey, Susan, Women Invent. Two Centuries of Discoveries That Have Shaped Our
World, Chicago, Chicago Review Press, .
Díez Mintegui, Carmen, Las reivindicaciones de un movimiento social, en Gara,
, http://www.basque-red.net/cas/patri/alarde4.htm
Duby, Georges y Michelle Perrot, Historia de las mujeres, Madrid, Taurus, ,
tomos.
Fiel, Charlotte y Peter Field, Design of 20th Century, Colonia, Taschen, .
Julier, Guy, Dictionary of 20th Century Design and Designers, Londres, Thames
and Hudson, .
McQuiston, Liz, Women in Design. A Contemporary View, Nueva York, Rizzoli, .
Ramos Escandón, Carmen, Género e Historia. La historiografía sobre la mujer,
México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora-Universidad Autónoma
Metropolitana, .
Rothschild, Joan, (comp.), Design and feminism. Re-visioning Spaces, Laces and
Everyday Things, Piscataway, Rutgers University Press, .
Salinas Flores, Oscar, Clara Porset. Una vida inquieta, una obra sin igual, México,
, .
Sparke, Penny, As long as it’s pink. The Sexual Politics of Taste, San Francisco,
Harper Collins, .
Vocabulario referido a género, Proyecto Ruta Unidad Regional de Asistencia
Técnica, Plan de Acción Forestal para Guatemala/Proyecto Fao, Gcp/Gua//Net
Guatemala, , http://www.fao.org/docrep/x0220s/x0220s02.htm
¿Qué se necesita para crear productos de diseño exitoso en el
mundo de hoy? ¿Cuáles son las implicaiones de la respuesta a esta
pregunta para los diseñadores de hoy?
Hay dos ideas poderosas que llevan a diseños exitosos de pro-
ductos: la idea de significado y la idea de intención.
1The American Heritage®, Dictionary of the English Language, 4a. ed., Boston,
Houghton Mifflin, 2000.
2 James Elkins, The Object Stares Back, Orlando, Harcourt, 1997, p.11.
3 Rolf Jensen, The Dream Society, Nueva York, McGraw-Hill, 1999, p.3.
La importancia de la intención
El diccionario American Heritage define intención como “un curso
de acción que uno piensa seguir, una meta que guía la acción, un
objetivo”. A continuación se presenta una lista de intenciones del
productor, basada en numerosos objetos diseñados y desarrollados
para sus clientes por Design Continuum, una compañía internacio-
nal de diseño y desarrollo con base en Boston.
Intenciones del productor
• Llegar al mercado con rapidez.
• Pensar en lo que podría ser el próximo producto.
conceptos como la globalización dan paso a todo un nuevo panora-
ma y maneras de entender lo local.
El titulo que me fue propuesto, el de “Semiótica e Identidad
Visual: lo global y lo local”, me sirven de guión base a un plantea-
miento general que también podría resumirse como “en la teoría y
práctica del diseño, lo global o local, es sólo una cuestión de actitud”.
También, a lo largo de esta presentación, la relación entre lo per-
sonal y lo profesional se considera que van íntimamente unidos.
Los años comprendidos entre y han significado una
etapa muy difícil en la que me he convertido en un nómada entre las
dos orillas del charco atlántico o, como un amigo en México me des-
cribe “como diseñador errante... o traficante”. He procurado que
esta etapa de gran confusión tenga, al menos, un carácter sabático.
De esta etapa reciente me permito lanzar al aire dos considera-
ciones generalmente obviadas y que son recurrentes tanto en mis
reflexiones como en esta presentación.
) el diseño es fundamentalmente un proceso de expresión per-
sonal del diseñador como individuo;
) la necesidad de ejercitar de manera constante en la práctica
del diseño, una actitud crítica respecto al entorno, entendiendo ésta
como un proceso de análisis y síntesis, con la idea de cuestionar para
aprender y crecer, con la capacidad de cuestionar para mirar y res-
petar, con el objetivo de cuestionar para mejorar e innovar.
Hace más de años que me gradué del Master of Arts en Diseño
Industrial en la Universidad Estatal de Ohio, Estados Unidos de
América, la misma universidad donde también había realizado con
anterioridad los estudios en comunicación visual durante la licen-
ciatura. En mi tesis de maestría, “Identidad Visual Corporativa, un
análisis en diseño gráfico”, planteaba una serie de puntos teórico-
prácticos para la investigación y una metodología de trabajo que
habrían de formar las bases y el fundamento para el resto de mi tra-
yectoria profesional.
Creo que fue entonces cuando empecé a ganar un poquito de
confianza en mis ideas, incluso con cierto tono de arrogancia juve-
nil, para cuestionar mi entorno, lo que con el tiempo se ha ido
transformando en una actitud de curiosidad y receptividad hacia el
exterior, pero con el aderezo de un guiño de marcado escepticismo.
. el cliente
. el diseñador
. el producto-obra
. la audiencia-usuario.
En esencia, para nuestro trabajo nos planteábamos las bases del dise-
ño como un modelo flexible de comunicación mediada. El esquema
anterior muestra una propuesta del proceso, según la cual un cliente
se relaciona con su audiencia a través del diseño. El diseñador,
mediante su expresión personal, aporta la metodología, los conoci-
mientos y la creatividad para la realización de un producto-obra con
el objetivo de que el cliente se comunique con su audiencia (publico-
usuario-consumidor), con una intención concreta y establecida.
¿Qué hacer con este panorama? Por suerte no tengo la respueta, sólo
algunas reflexiones que compartir. Entre ellas, intentar mantenerme
informado cultivando la curiosidad por las cosas que me interesan,
es decir por casi todo. Continuar estudiando los temas que me ayu-
dan a entender y mejorar los conceptos que nutren el diseño, con la
ilusión de permanecer abierto a las corrientes de los cambios, reali-
zando un esfuerzo especial en conseguir un punto de honestidad en
el trabajo, reconociendo la situación, conociendo al patrón, obser-
vando en dos idiomas, conservando como siempre habíamos hecho
un código de conducta en la calle, coherente con una manera de
entender la vida en nuestra casa.
Pero ante todo, manteniendo una actitud crítica hacia casi todo,
siempre con un guiño de escepticismo respecto a cada una las pro-
puestas de cambios de aires, casi anticipando lo triste que sería reco-
nocer, dentro de no mucho tiempo, que hemos estado cambiando
oro por abalorios. Creo que después de muchas experiencias voy a
continuar mi búsqueda y regresar en la dirección del método que
puedan ofrecer las ciencias sociales, con la perspectiva de ganar un
conocimiento personal mayor sobre el diseño y su entorno.
¿Son acaso gigantes contra los que nos enfrentamos o sólo moli-
nos de viento?
Oscar Salinas Flores es licenciado en Diseño Industrial, maestro en
Diseño Industrial y doctor en Arquitectura, por la . Ha traba-
jado como consultor, proyectista y socio en empresas, instituciones
públicas y grupos sociales en múltiples proyectos. En fundó
Corporación Milenio , de la que es director y con la que ha reali-
zado proyectos de diseño industrial, gráfico, de interiores y museo-
gráficos. Desde ha sido profesor de carrera en diseño industrial.
Fue coordinador del Centro de Investigaciones en Diseño Industrial
y actualmente es coordinador del Posgrado en Diseño Industrial en
la . Fue presidente del Colegio de Diseñadores Industriales y
Gráficos de México, secretario de la Asociación Latinoamericana de
diseño Industrial y vicepresidente de la Academia Mexicana de
Diseño; es miembro fundador de las tres asociaciones antedichas. Es
cofundador de Designio Libros de Diseño.
Victor Margolin
Alejandro Tapia
Ergonomía para el diseño
Cecilia Flores
Colección: Temas
Las rutas del diseño. Estudios sobre teoría y práctica
VVAA
Diseño, tipografía y lenguaje
VVAA
VVAA
Diseño y usuario. Aplicaciones de la ergonomía
VVAA
La presente obra fue impresa bajo demanda por vez primera en los talleres de
Publidisa Mexicana SA de CV en el mes de julio de 2009.
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