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EL CASO DE LA HERMANA DEL SACERDOTE (El caso Biaggi)

Fecha: 15 de octubre de 1961

Indiciado: Luis Ramón Biaggi

Personaje en la novela: Padre Pedro Luis Cuzati

Víctima: Lesbia Margarita Biaggi

Personaje en la novela: Lídice Cuzati

Encargados de la investigación por Caracas: Comisario Carlos Olivares Bosque y Profesor Honorio
Aranguren

Personaje en la novela: comisario Martínez León

Familiares y amigos en la vida real: Carmen Tapia de Biaggi (madre) Rigoberto Franceschi (novio),
Nanzo Biaggi Tapia (hermano y abogado), Cipriano Perpetui (ex novio, de oficio mecánico) En la
novela el ex novio de Lesbia Biaggi se llama José Gregorio Álvarez y trabaja como administrador de
una firma constructora.

Personajes: Monseñor Juan José Bernal, Arzobispo de Ciudad Bolívar y el médico psiquiatra José
Luis Vetencourt, quien examino al sacerdote encontrándolo en pleno uso de sus facultades
mentales.

Responsable de la investigación en Ciudad Bolívar: Comisario Pedro Jesús Díaz Arvelo

Personaje en la novela: Pedro Díaz

Este funcionario falleció el 31 de octubre de 1961 en un lamentable accidente mientras efectuaba


investigaciones en torno a un caso que corría paralelo al del padre Biaggi, algunos personeros de la
iglesia quisieron hacer ver desde los púlpitos que se trataba de un castigo de Dios por haberse
atrevido a señalar a uno de sus sacerdotes. Fermín Mármol León asignó al personaje de ficción el
mismo nombre del real; suponemos que lo hizo como un homenaje al compañero caído en el
cumplimiento del deber.

Esa pequeña historia paralela que corre al lado del caso de la hermana del sacerdote en la novela,
es la de un minero de apellido Sánchez quien es reportado muerto por dos de sus compañeros de
nacionalidad brasilera. En la versión que dan los hombres a la PTJ, Sánchez muere de un sincope
mientras dragaba piedras del fondo del río Caroní embutido en uno de aquellos pesados trajes de
buzo con escafandra; la viuda del minero-buzo denuncia que los brasileros asesinaron a su esposo
para quedarse con la totalidad de las ganancias. Los detectives de la ficción logran establecer que
efectivamente Sánchez fue asesinado por sus compañeros.

En la vida real el minero se llamaba Rafael Antonio Núñez Villazana quien era natural de la ciudad
de Barcelona en el estado Anzoátegui y tenía 37 años cuando perdió la vida, la noche del 16 de
octubre de 1961, en las inmediaciones de la mina de El Merey. Núñez Villazana tenía poco tiempo
de estar residenciado en la zona. El comisario Pedro Díaz encontró la muerte investigando este
suceso.

En el film Cangrejo II, basado en esta historia, el director Román Chalbaud deja con vida al
personaje Pedro Díaz (caracterizado por el actor Ramón Hinojosa) hasta el final de la trama,
asignándole gran importancia en la misma. La muerte le llega cuando decide salir a pescar en un
pequeño bote peñero; Chalbaud va intercalando imágenes de la detención del cura, el discurso
televisado de Monseñor, la muerte del comisario Díaz y la celebración de una misa (filmada en la
capilla del Cementerio del Este en Caracas) en la que el sacerdote, con voz estentórea advierte a
sus feligreses que aquello no era más que un esperado castigo de Dios por la impiedad cometida
contra el padre Pedro Luis Cuzati (Luis Ramón Biaggi).

El 6 de febrero de 1962, altos personeros de la iglesia que desde el comienzo de las


investigaciones habían estado cuestionando los informes policiales, dejaron colar a la prensa la
información de que los detectives a cargo del caso Biaggi podrían ser excomulgados ipso-facto de
acuerdo al artículo 2343 del derecho canónico por “ofender gravemente a un sacerdote de la
iglesia católica”. La excomunión privaría a los funcionarios de recibir o participar en sacramento
alguno y de tener derecho a la sepultura eclesiástica.

Un cura polémico

Luis Ramón Biaggi Tapia nació el 12 de marzo de 1929 en la población de Pariaguán, al salir de la
escuela primaria ingresó en el seminario de Ciudad Bolívar donde pasó 5 años, luego fue al
seminario interdiocesano de Caracas en el que hizo 3 años de filosofía y 4 de teología. Fue
ordenado el 31 de julio de 1955 por monseñor Juan José Bernal, curiosamente fue el único
sacerdote que se ordenó ese año en Venezuela; al momento del asesinato de su hermana oficiaba
como párroco de la iglesia de Santa Ana en Ciudad Bolívar. En los 3 años que estuvo preso, Luis
Biaggi se graduó de abogado y escribió 2 folletos de autodefensa, al primero lo llamó “Mi Drama”
y al segundo “Encarcelamiento Político”. En ambos hacía una severa crítica del estado venezolano
y ponía en tela de juicio la confiabilidad del sistema judicial.

Este sacerdote recibió un inusitado apoyo por parte del grupo editorial Cadena Capriles que
publicó una fotonovela por entregas en la revista Venezuela Gráfica. El folletín llamado “Mi
hermano es inocente” fue escrito con la cooperación del abogado Nanzo Biaggi, hermano del
indiciado. La revista lamentablemente no se conserva en los archivos oficiales.

El homicidio de Lesbia Biaggi fue uno de los dos casos llevados a la pantalla por el cineasta
venezolano Román Chalbaud en la película llamada Cangrejo II. En el film la locación escogida para
el desarrollo de la historia es la litoralense ciudad de La Guaira y el momento, las fiestas del
Corpus Christi. Chalbaud pone su sello en la caracterización psicológica de los personajes, muy
típicos de su hechura como director. Introduce personajes que no están en la novela y construye
una historia con vida propia, respetando sin embargo los elementos principales de la obra literaria.
El caso Biaggi, pese al tiempo transcurrido, sigue suscitando el interés del público y es fuente de
numerosas especulaciones; hay quienes aseguran, por ejemplo, que el homicidio fue cometido
realmente por la madre del sacerdote quien en un ataque de ira al descubrir que sus hijos
sostenían relaciones incestuosas se abalanzó sobre ellos con un cuchillo, según unas versiones
para atacar al hijo y según otras para atacar a la hija.

El mismo padre Biaggi, en el momento de las investigaciones ofreció a la policía dos versiones
totalmente contradictorias; en la primera aseguró que en la mañana del 15 de octubre de 1961
salió de su casa sin saber que su hermana estaba muerta; que solo vio la puerta de su habitación
entreabierta y como encontró la puerta de la calle abierta pensó que Lesbia había salido
temprano. En la segunda declaración, luego de que los detectives encontraran inmensas lagunas
en su primera versión, Biaggi se contradijo y aseguró que si vio muerta a su hermana pero que no
quiso ser el portador de tan nefasta noticia para su madre así que optó por salir a dar la misa y
esperar a que le fueran a notificar.

A los 3 años de estar detenido, Luis Biaggi fue puesto en libertad y se radicó en el barrio El Suspiro
de Barquisimeto donde se dedicó a dar clases en la escuela Sagrado Corazón de Jesús.

En marzo de 1973, Luis Biaggi vivía en San Antonio de los Altos en el estado Miranda desde donde
introdujo ante la Corte Suprema de Justicia una demanda de nulidad parcial del artículo 12 de la
Ley para el Ejercicio del Derecho debido a que aquella impedía que los ministros de cultos
ejercieran la abogacía. En el escrito Biaggi alegaba, con toda razón, que el artículo 12 violaba lo
dispuesto en el artículo 61 de la Constitución Nacional que prohibía expresamente las
discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo o la condición social

A lo largo de su vida Luis Ramón Biaggi siguió expresando críticas al sistema político y judicial de
Venezuela, en una ocasión aseguró que la democracia puntofijista era demagógica porque
ninguno de los partidos que la lideraban se preocupaba por instruir a sus partidarios en el
conocimiento de las leyes.

El padre Biaggi luego se mudó a Caracas y prestó sus servicios como abogado en la Marina
Mercante, Correos Aeronáuticos, el Instituto Nacional de Transito y el Ministerio de
Comunicaciones. En 1982 publicó el libro “Verdades y mentiras en el caso Vegas” en el que hace
un análisis de la forma como se investigaron y procesaron las evidencias en el caso del secuestro y
asesinato del niño Vegas Pérez; como siempre con un enfoque acido.

Luis Ramón Biaggi Tapia falleció en la ciudad de Caracas en el año 2005, cuarenta y cuatro años
después de ser acusado y procesado por la violación y el asesinato de su hermana Lesbia.
EL CRIMEN DEL ASCENSOR (El asesinato de la esposa del aviador)

Fecha: 30 de julio 1965

Indiciado: Capitán Roberto Rivero Pérez

Personaje en la novela: Capitán Daniel Rondón Plaz

Víctima: Decia Morelia Paradisi de Rivero

Personaje en la novela: Dalia Padilla de Rondón Plaz

La manzana de la discordia: Olga Guerrero, rubia que trabajaba como oficinista en las mismas
dependencias del capitán. Fue acusada por Decia de ser la amante de su esposo.

Personaje en la novela: No hay uno específico, se habla de varias amantes

Responsables de la investigación: Comisario Dr. Carlos Olivares Bosque y Carlos Alberto


Villavicencio

Personaje en la novela: comisario Martínez León

Para esta fecha el comisario Carlos Olivares Bosque ejercía ya el cargo de subdirector de la PTJ y se
encargó junto con Plaza Márquez de la dirección general del caso, la dirección operativa de las
investigaciones estuvo a cargo de Carlos Alberto Villavicencio, hombre de edad madura quien para
la fecha ejercía la jefatura del Buró contra Homicidios.

El triangulo amoroso

El asesinato de Decia Morelia Paradisi de Rivero, en el que la PTJ halló serios indicios contra su
esposo plantea los clásicos ingredientes de un teledrama: Un apuesto profesional en franco
ascenso, una linda pero mortificante esposa y una despampanante rubia que viene a fracturar el
matrimonio.

En la lluviosa mañana del 30 de julio de 1965, la señora Decia Morelia, esposa del capitán de la
aviación Roberto Rivero Pérez, es asesinada en la planta baja del edificio Riverside en Colinas de
Bello Monte cuando se dirigía a sus actividades cotidianas en compañía de su esposo. Según la
versión dada por el militar, el suceso ocurrió cuando ambos fueron víctimas de un asalto por parte
de dos antisociales.

El problema surge cuando los elementos existentes en la escena del crimen contradicen la versión
dada por el capitán. El estudio planimétrico levanta las primeras sospechas de los detectives. Estas
sospechas van aumentando a medida que recolectan información entre los vecinos del sector y el
personal medico y de enfermería que atendió a la señora Decia en el centro hospitalario donde
fue llevada.
Con preocupación, los funcionarios de la Policía Judicial encargados de la investigación ven como
el supuesto agraviado se va convirtiendo en el primer sospechoso, la preocupación derivaba del
hecho de que no trataban con cualquier persona. El Capitán Roberto Rivero Pérez era considerado
dentro del estamento militar como una especie de héroe por las acciones que llevara a cabo en la
lucha antiguerrillera.

Al día siguiente del suceso, el director de la PTJ deja entrever a la prensa que se tenían dudas de la
versión dada por Roberto Rivero Pérez.

- La Judicial – reveló Plaza Márquez- no esta en condiciones de afirmar si hubo o no asalto antes
del crimen por lo que haremos una reconstrucción.

A la pregunta de uno de los reporteros sobre si se esperaba encontrar alguna contradicción con la
versión dada por el esposo, Plaza Márquez respondió que prefería no estar entre la espada y la
pared.

En la novela, Fermín Mármol León decide transpolar los hechos y ubica el asesinato de Decia en la
misma línea temporal del levantamiento cívico militar de Puerto Cabello, que en realidad ocurrió
tres años antes. Esta licencia le sirve de excusa para presentar al personaje principal de la trama, al
que llamó Capitán Daniel Rondón Plaz y de paso el móvil del crimen.

Rondón Plaz es el encargado de dirigir el bombardeo contra los insurrectos de Puerto Cabello. Al
finalizar la sangrienta jornada, se presenta ante su superior para informarle que ha recibido
permiso del Estado Mayor para tomar unas cortas vacaciones en Miami. Alega que necesita salir
pues esta muy afectado por los últimos acontecimientos. A la pregunta del coronel sobre si viajaría
con su esposa, el capitán contesta que iría solo pues así era más saludable.

A continuación, Mármol León presenta a la víctima, llamada por él Dalia Padilla y a al mejor amigo
de ésta y compañero de la universidad, al que llama Carlos D´León. Este personaje movido por el
intenso afecto que sentía por Dalia decide acercarse hasta el comisario Martínez León y solicitarle
una entrevista personal. Le promete ponerle al tanto de algunos detalles reveladores sobre la
conducta del capitán, intrigado Martínez León lo cita para la medianoche. En la conversación
Carlos deja entrever la posibilidad de que fuera el capitán el verdadero responsable de la muerte
de Dalia, el investigador escucha con atención y toma nota de toda la información.

En la vida real no existió nadie paralelo a este personaje, Decia Morelia era muy apreciada por sus
compañeros de estudios de la UCV y por las personas que la conocían desde Maracay, pero no
mantenía una relación de amistad especial con alguien en específico. Tomemos en cuenta que en
esa época era muy mal visto que una mujer casada tuviese amigos masculinos. Quienes revelan a
la PTJ ciertos detalles inquietantes sobre la vida de la pareja Rivero-Paradisi son los tíos maternos
de la occisa, Oswaldo y José María Carabaño, el primero de ellos un conocido y prestigioso médico.

Pese a que en los primeros momentos la familia de Decia se mantuvo hermética y en cierto modo
al lado del capitán, deciden a mediados de agosto del 65 acudir a la policía para entregar algunos
elementos de convicción que terminarían incriminándolo. Entre las cosas que llevaron figuraban
una carta y un neceser; en la carta Decia le confesaba a su tío Oswaldo que temía ser asesinada
por su esposo, el motivo estaba en el neceser: unas fotos y un lote de correspondencia amorosa
entre el capitán y una compañera de trabajo llamada Olga Guerrero. En la misiva dirigida a su tío,
Decia denuncia que ante los reclamos que le hacía por la relación con Olga, el capitán amenazó
con asesinarla.

Con estos elementos, las pruebas de planimetría, las declaraciones de más de quince testigos y las
imprecisiones de Roberto Rivero Pérez en sus declaraciones los policías sustanciaron el expediente
que sirvió de base para que el juez tercero de primera instancia en lo Penal del estado Miranda
dictara auto de detención al oficial de la aviación.

La misteriosa declaración del cura

Un elemento clave en la trama que desarrolla Mármol León a partir de los hechos reales es la
declaración dada por el capellán del Hospital Clínico Universitario, que en la novela ostenta el
nombre de Padre Casieri. Esta declaración resulta incriminatoria para el oficial de aviación, pues
en ella el sacerdote revela al comisario Martínez León que luego de la muerte de Decia en la
emergencia del Clínico, el viudo se acercó a él muy compungido y dando muestras de
arrepentimiento. Solo con verle le dijo:

- Padre, maté a mi esposa. Ella me atormentaba con sus celos por eso le disparé.

El sacerdote de los hechos reales se llamaba Ernesto Scanagatta, la declaración no la dio a ningún
investigador policial sino al personal de enfermería y éste la difundió a la prensa. Días después al
tratar de ser entrevistado por los periodistas, el padre Scanagatta desmintió categóricamente
haber dicho eso. Tal vez no quería verse metido en problemas.

La intromisión milita

Desde la misma mañana que ocurren los hechos, la superioridad cierra filas en torno al aviador, es
acompañado a declarar en la PTJ, y se obstaculiza la actividad de los reporteros, no dejándoles
sacar fotografías. Antes de que Roberto Rivero se presentara a declarar, el propio Comandante
General de la Aviación, General de Brigada Francisco Miliani acude a una reunión con el director
de la PTJ, aunque no se puede hablar de intromisión directa, la labor de los militares se vio
coronada cuando logran a través del abogado defensor del capitán la revocatoria del auto de
detención y el pase del expediente a un tribunal que le fuera más proclive.

Aunque en 1965, las fuerzas insurrecciónales habían sido derrotadas militarmente, aún persistía
cierto ambiente de desestabilización y si bien el partido comunista y el MIR habían arriado las
banderas de la lucha armada; del seno de ambos partidos surgieron escisiones que tenían como
objetivo mantener la rebelión. Este (aparte de la aberrante solidaridad automática institucional)
pudo haber sido el motivo por el que se defendió a capa y espada la supuesta inocencia de
Roberto Rivero Pérez. Se trataba de mantener en filas a uno de los mejores y más capaces oficiales
que tenía la aviación formado en las academias de Estados Unidos; y que tenía como valor
agregado la coincidencia ideológica con el partido de gobierno. En un momento como aquel era
difícil prescindir de una ficha valiosa para el combate.

Muy poco se sabe del destino de este oficial después de su liberación, son datos muy sueltos que
no nos permiten reconstruir qué pasó con él. La hermética vida militar y los sucesos en los que se
vio envuelto lo convirtieron en polvo de estrellas.
La estatuilla mortal

Fecha: 5 de diciembre de 1965

Indiciado: Diputado Martín Antonio Rángel

Personaje en la novela: Diputado Pedro Rosales

Víctima: Hilda Margarita Hernández de Rángel

Personaje en la novela: Hilda de Rosales

Responsables de la investigación: Comisario Dr. Carlos Olivares Bosque

Personaje en la novela: Comisario Martínez León

El tercer caso en orden cronológico, es el segundo en la novela. Se trata de un crimen


verdaderamente espeluznante. Una joven mujer es brutalmente asesinada en su propia casa, a
pocos metros de sus pequeños hijos. El arma utilizada es un explosivo oculto en una pequeña
estatuilla en yeso de la virgen María Auxiliadora.

La estatuilla fue enviada por el asesino el día viernes 3 de diciembre de 1965, utilizando el servicio
de encomiendas de la compañía Avensa. En la guía, el remitente quedó registrado como José
Antonio Colmenares; esta persona existía realmente, su nombre fue usurpado para hacer el envío,
al ser investigado por la PTJ quedó finalmente descartado.

El peligroso paquete permaneció en los depósitos centrales de la agencia todo el fin de semana
hasta el día lunes 6 cuando uno de los empleados lo llevó hasta la oficina de comunicaciones del
extinto Congreso Nacional. En esa dependencia los empleados llegaron incluso a bromear con el
paquete lanzándolo de un sitio a otro. Un dato llamativo es que nadie recordaba que existiese en
el congreso un diputado con el nombre del destinatario: Martín Antonio Rángel, y es que a pesar
de estar en el foro por excelencia del debate político, el hombre se mantenía de muy bajo perfil.
Luego de averiguar quien era el destinatario el paquete le es entregado a eso de las seis de la
tarde por la señorita Rebeca Betancourt. El diputado acciondemocratista muestra extrañeza y
declara no conocer al remitente, rasga el paquete y al ver que contiene una virgen intercambia
bromas con la empleada de comunicaciones diciendo al final que se lo llevaría a su esposa a quien
seguramente si le agradaría el obsequio.

Martín Antonio Rángel entrega el paquete a Hilda a eso de las diez de la noche y sale al
estacionamiento con la excusa de buscar la guía de envío. Es en ese momento cuando ocurre la
explosión que termina con la vida de la joven.

La ficción

La primera escena de la novela es una sesión en la cámara baja que le sirve al autor para presentar
al personaje principal y establecer ante los lectores su perfil psicológico y su historial. Este capitulo
de 4 Crímenes 4 Poderes tiene al igual que los otros tres un desarrollo secuencial pero la acción se
resuelve con rapidez al estar montada en dos planos que se vinculan de manera directa: la muerte
de la esposa del diputado, a la que por cierto da el mismo nombre de la persona real y la
búsqueda y captura de un grupo de jovencitos vinculados al accionar subversivo.

Mármol León juega con los tiempos históricos al introducir hechos y personajes que en realidad
pertenecieron a épocas distintas a la de la acción que se narra – recurso perfectamente válido,
pues se trata de una novela -, está por ejemplo el hecho de que en la vida real, el comentario clave
sobre el contenido del paquete no lo hace a la empleada del Congreso sino a un grupos de
diputados en uno de los pasillos del Palacio Federal Legislativo, al final un parlamentario
comunista le dice irónicamente que el regalo debe ser lógicamente para Hilda pues “Tú, Rosales
no crees ni en tu partido”; recordemos que para ese momento todos los diputados y senadores
del PCV estaban presos en el cuartel San Carlos.

El autor introduce un personaje – el chofer del diputado – de nombre Ramón Sarmiento quien da
al comisario León las primeras razones para sospechar en firme del viudo al narrarle el trato
despótico que éste le daba a la malograda esposa y la afición del político por tener amantes. En el
plano real los esposos Rángel – Hernández no tenían chofer; el propio diputado manejaba el
Oldsmobile que les servía de transporte. El diputado Pedro Rosales termina despidiendo al chofer
unos días después del asesinato de la esposa. En la novela los hechos se van desencadenando con
velocidad al punto de que el comisario León enfrenta al diputado Pedro Rosales casi de inmediato
lo que le vale una regañina por parte de sus superiores.

La realidad

En el hecho real en el que se basa la historia, el diputado Martín Antonio Rángel es ciertamente
interrogado por la PTJ en presencia de un fiscal del Ministerio Público en fecha temprana (10 de
diciembre de 1965) pero se presenta todavía en calidad de testigo y agraviado, dos días después
se filtran a la prensa las sospechas que recaían sobre el viudo, éste en una entrevista que concedió
al vespertino El Mundo niega enfáticamente haber asesinado a su esposa y atribuye esas
acusaciones a mentes aviesas.

Este caso después se va enfriando en la prensa; como siempre ocurre en Venezuela un escándalo
tapa a otro y en aquella época ciertamente los escándalos estaban a la orden del día, sin embargo
las investigaciones prosiguen de manera lenta pero segura.

El viernes 4 de marzo de 1966 El Nacional publica una extensa entrevista al diputado Martín
Antonio Rángel firmada por el periodista Germán Carías en la que el político afirma que la muerte
de su esposa fue planificada con el objetivo de provocar un golpe de estado dando así un rubicón a
la tesis del atentado terrorista defendida por el gobierno.

El atentando se atribuye primero a las facciones de izquierda alzadas en armas, se dice que el
objetivo era hacer estallar aquella carga en el hemiciclo de la cámara de diputados. A medida que
pasa el tiempo van surgiendo nuevas hipótesis, se baraja la posibilidad de que se tratara de una
venganza personal dirigida contra el diputado por Acción Democrática (AD) Martín Antonio
Rángel. Éste, que había sido gobernador del Delta Amacuro tenía en la zona algunos enemigos. El
más conspicuo de ellos, un ex militante de AD, llamado José Ramón Zacarías fue detenido al
seguirse esta línea de investigación y posteriormente fue descartado; aquí como en el caso del
capitán Roberto Rivero Pérez, fueron surgiendo de manera casi inmediata elementos que le daban
un peligroso vuelco a la investigación.

En este proceso lo que llamaba la atención de los investigadores sobre el diputado era la
tranquilidad pasmosa que exhibió ante la terrible muerte de su esposa, las contradicciones entre
las declaraciones del diputado y los principales testigos, el notable deterioro de las relaciones con
su esposa y el hecho de que el diputado llevara el paquete mortal a su casa en la maleta del carro
y no en la guantera.

Tanto la defensa como los compañeros de su partido, acusaban a la guerrilla y esgrimían que el
explosivo fue elaborado y montado en la fábrica de armas que los subversivos tenían en el cerro
de El Garabato y que había sido allanada y desmantelada el 29 de octubre de ese mismo año.
Sobre esto hubo una primera declaración del Ministro de la Defensa General Ramón Florencio
Gómez negando de plano que la bomba hubiese sido fabricada en ese sitio, para esto se basó en el
análisis de los componentes químicos de la bomba que hicieran los expertos en explosivos del
ejercito. Años después cuando el diputado estaba a punto de salir en libertad, su compañero de
partido, el Dr. Gonzalo Barrios, quien había sido Ministro de Relaciones Interiores cuando ocurrió
el asesinato, aseguró que en el allanamiento hecho a la fábrica clandestina de armas se
encontraron imágenes religiosas en yeso similares a la usada para albergar la bomba; esta
afirmación como podrán imaginar ustedes no contó con ningún tipo de prueba material que la
respaldara, fue solo el acostumbrado uso de los medios para establecer una verdad.

Los expertos en explosivos de la ficción y de la realidad

En 4 Crímenes 4 Poderes, el comisario León va recabando indicios contra el diputado interrogando


a la gente de su entorno y a personas que lo conocían desde épocas pasadas. Es así como se
entera de que Pedro Rosales fue un activo miembro de la resistencia contra la dictadura de
Marcos Pérez Jiménez y un destacado experto en explosivos. Esta información lo lleva a revisar los
archivos hemerográficos en los que encuentra que Rosales fue detenido en octubre de 1955 como
líder de un frustrado atentado con explosivos contra el dictador Pérez Jiménez, la información la
corrobora entrevistándose con ex miembros de la Seguridad Nacional que purgaban condenas en
la cárcel Modelo de Caracas. Este dato se convierte en un hecho clave dentro de la novela.

En la referida entrevista con Germán Carías, el parlamentario Martín Antonio Rángel niega de
plano que fuese experto en explosivos.

En los primeros días de la investigación, la PTJ trabaja sobre una pista muy vaga proporcionada por
el señor Efraín Salazar, quien fue la persona que recibió el paquete, (en la novela lo recibe una
señora de nervios muy frágiles). Según Efraín Salazar, el paquete fue llevado por un hombre al que
parecía faltarle el brazo derecho, en base a esto se detiene al mayor del ejército Arnaldo Montilla
quien casualmente era cliente del servicio de encomiendas, le faltaba el brazo derecho y era
experto en explosivos. Para colmo de males las características del retrato hablado hecho en base a
lo descrito por Salazar coincidían casi en un ciento por ciento con las del militar. Éste fue detenido
por averiguaciones pero tuvo que ser descartado pues se descubrieron muchas inconsistencias, la
policía judicial lo pasó al Servicio de Información de las Fuerzas Armadas (SIFA) que luego de
completar los necesarios trámites burocráticos lo puso en libertad.

Interviene el poder político

Luego de que aparece la entrevista al diputado en el diario El Nacional, los detectives encargados
del caso son amonestados y sacados del caso, a partir de ese momento las investigaciones quedan
“a nivel de dirección”. No sabemos si “a nivel de dirección” es un eufemismo para designar la
amnesia pues a partir de ese momento El Crimen del Cafetal cae en un letargo glacial del que solo
sale cuando el diputado contrae matrimonio nuevamente en agosto del 66 llamando la atención
de la prensa con ese acto. No había pasado un año de la muerte de Hilda y él se casa con una
menor de edad y la lleva a vivir a la misma casa en la que vivió con su difunta esposa.

Cuanto termina su periodo en el Congreso y cesa la inmunidad parlamentaria, Martín Antonio


Rángel es detenido y puesto a la orden del juzgado Segundo en lo Penal, la acusación de la fiscalía:
Homicidio calificado y la pena solicitada, 25 años de presidio.

El 10 de julio de 1972, el ex diputado fue puesto en libertad al considerarse que las pruebas
recabadas en su contra eran insuficientes.

Este suceso fue bautizado por la prensa de la época como El Crimen del Cafetal, Fermín Mármol
León lo tituló El Caso De La Estatuilla Mortal (el poder político). Para leer los detalles reales de éste
suceso ocurrido en diciembre de 1965 haga clic en la imagen de abajo.
El caso Vegas Pérez

Inglaterra, julio de 1972

En los meses estivales, la temperatura promedio de Londres alcanza los 180 centígrados,
agradable sin duda alguna. El niño Carlos Vicente Vegas Pérez aprovechaba el clima benigno para
jugar, corretear y charlar con sus amigos londinenses. Se conocían muy bien porque habían
estudiado juntos toda la escuela primaria.

Carlos Vicente haría el próximo año lectivo en Venezuela para luego regresar a Londres a proseguir
la secundaria. Junto a él estaba su padre, el arquitecto Martín Vegas quien a su vez daba los
toques finales a su tesis de post grado sobre purificación del medio ambiente.

Cuando llegó el día de regresar a Caracas, Carlos Vicente se despidió de sus amigos con la promesa
de un cercano reencuentro. Mientras tanto procurarían mantener el contacto por
correspondencia.

Maitana, viernes 23 de febrero de 1973 – 2:00 a.m.

Lucía Figuera, una de las 60 personas que habitaban el pequeño caserío de Maitana, despertó
sobresaltada por el ruido de un carro, no era normal que a esa hora alguien transitara por allí.
Desde el catre sintió que se estacionaban frente a su rancho; aún estando nerviosa levantó la
tranca y salió a ver que pasaba. Adelante, en la trocha que servía de camino entre su caserío y el
pueblo de Tacata estaba un pequeño auto europeo blanco que reemprendió la marcha muy
lentamente. Siguió por aquel camino pedregoso hasta situarse varios metros más abajo, justo al
borde de un profundo barranco. Lucía oyó voces y pasos que se perdían entre el follaje y unos muy
lejanos ladridos.

De pronto pareció escuchar el ruido de algo que caía, arrastrando consigo pequeños guijarros y al
final un golpe seco. Parada allí en medio de la oscuridad y el frío se sintió un poco ridícula y decidió
entrar de nuevo.

- Lo que sea que este pasando afuera no es problema mío – se reprochó.

Mientras se metía en el catre notó que el carro se alejaba y todo iba quedando en silencio.

Caracas, jueves 22 de febrero de 1973 – 4:30 p.m.

Carlos Vicente de 13 años, tercer hijo del matrimonio Vegas-Pérez, destacado estudiante del
colegio El Peñón de Baruta y amante de las actividades físicas decidió ir al centro comercial a
comprar un par de revistas deportivas de las que era asiduo lector; su madre Cristina, luego de
entregarle algunas monedas lo despidió amorosa sin sospechar que esa era la última vez que vería
a su pequeño con vida.

Caracas, viernes 2 de marzo de 1973 – La hora del LSD


En marzo de 1973 los acontecimientos mundiales llevaban un ritmo vertiginoso. En Chile, el
presidente Salvador Allende enfrentaba a una feroz oposición que lo llevaría a la muerte unos
meses después, los gobiernos europeos escandalizados por la decisión del presidente Nixon de
abandonar el patrón oro exigían garantías sobre el dólar, en la ciudad de Jartum militantes
palestinos daban muerte al embajador estadounidense, en Londres un auto bomba estallaba
frente a la Corte Central Criminal y en la América melómana se lloraba la muerte del grande
hombre de la música afrolatina Tito Rodríguez.

En Venezuela al mismo tiempo, el ambiente era un pastel psicodélico; el primer gobierno


socialcristiano llegaba a su año postrero y el gobernador de Caracas, Guillermo Álvarez Bajares, se
daba el lujo de prohibir la película El último tango en París del director Bernardo Bertolucci,
protagonizada por Marlon Brando, ese mismo gobernante en un improvisado set de cartón piedra
ceñía una corona de oropel en la frente de la joven Migdalia Mota, vecina del humilde barrio de
Chapellín, para nombrarla Migdalia I Reina del Carnaval. La campaña electoral estaba en su
apogeo, el bachiller Carlos Andrés Pérez prometía democracia con energía mientras el candidato
oficialista Lorenzo Fernández ofrecía seguir con lo bueno de lo actual. Por las calles pululaban
jóvenes melenudos que copiaban una moda extinguida en otras latitudes y el acido lisérgico corría
como agua debajo del puente en discotecas y urbanizaciones. Los chicos de la clase media
caraqueña descubrían los efectos de una droga que diez años atrás diera tanto de que hablar en
los países nórdicos.

En un apartamento del este de la ciudad, uno de estos muchachos tenía un pésimo viaje; pese a
estar en un piso alto sentía que los sonidos de la calle se arremolinaban frente a sus ojos
hincándolos furiosamente mientras un fétido olor penetraba en su habitación llenándola de un
alucinante color púrpura. Sentía un frío tremendo alternado por sucesivas olas de calor. Los
objetos se encogían y estiraban frente a sus ojos y aquella maldita fetidez purpurina le taladraba
los oídos. Con la percepción espacio-temporal totalmente alterada, el joven de pronto se veía en
otro sitio; en un sitio que lo aterraba. Cuando sus manos que no parecían formar parte de su
cuerpo levantaban la colcha de la cama, veía una figura encadenada, una silueta humana en
posición prenatal. La cama ya no era una cama sino el maletero de un carro, y desde allí la silueta
distorsionada le gritaba desde el pútrido olor de la muerte. El muchacho con el cerebro pleno de
acido trataba de enfocarse en la figura pero los rayos de luz que salían de las cadenas le golpeaban
la vista hasta enceguecerlo.

Aterrado solo pensaba que ya no quería estar allí. Necesitaba salir de aquella habitación, solo
quería salir.

Caracas, jueves 22 de febrero de 1973 – 7:30 p.m.

En la quinta Algarrobo ubicada en la avenida principal del Mirador del Este, había inquietud,
después de tres horas Carlos Vicente no regresaba. El centro comercial Santa Marta, lugar a donde
había ido a comprar las revistas, solo distaba 800 metros de la vivienda. No se justificaba la
tardanza. Cuando llegó Martín Vegas, la señora Cristina le comunicó su angustia: el niño salió
temprano al centro comercial y no había vuelto. De inmediato salieron a buscarlo por las
inmediaciones, el chico no estaba en ningún sitio cercano. Decidieron llegar hasta el centro
comercial y allá le preguntaron al señor Julio Brillemburg si había visto a Carlos Vicente. – ¡No! –
fue la desconsoladora respuesta. Toda la familia regresó a la casa por si el niño aparecía. Al
arquitecto Martín Vegas y a su esposa Cristina Pérez, la oscuridad de la noche les generó una
angustia que se prolongaría durante seis dolorosos días para culminar en un trágico desenlace. De
nuevo en la quinta Algarrobo y con los corazones oprimidos se sentaron a esperar al niño. Los
trémulos labios de Cristina musitaron una oración.

Caracas, jueves 22 de febrero de 1973 – 10:30 p.m.

El timbre del teléfono rompió el silencio expectante en la quinta Algarrobo. La domestica fue a
atender la llamada y desde el otro lado de la línea una voz clara y fuerte le dijo:

- Deseo hablar con el señor de la casa para darle noticias de su hijo Carlos Vicente, quien se
encuentra en nuestro poder.

La empleada llena de nervios corrió hasta la habitación del arquitecto y tocó bruscamente la
puerta; al abrirle Martín Vegas escuchó angustiado:

- ¡Un señor que desea hablar con usted asegura tener en su poder a Carlitos!

Cuando Martín Vegas levantó el auricular escuchó las siguientes palabras:

- Tenemos en nuestro poder a su hijo desde la tarde de hoy, no deseamos hacerle daño alguno,
solo queremos que nos pague por su libertad la suma de 150.000 bolívares.

El hombre se sintió mareado, su esposa que había corrido hasta su lado lo miraba asustada, él no
sabía como darle aquella terrible noticia. La abrazó y ella supo que algo malo pasaba. Martín siguió
hablando con el plagiario.

- Por favor, no vayan a hacerle nada. Estoy en condiciones de hacerles llegar el dinero, en la forma
que ustedes crean conveniente.

- Perfecto. Primero que nada, cero comunicación con la policía, el dinero nos lo va entregar en
billetes de cien y cincuenta que no tengan seriales continuos. Esos billetes tampoco pueden ser
nuevos, solo dinero que demuestre estar ya usado. Nosotros volveremos a entrar en contacto para
comunicarles donde y a que hora será la entrega.

- Ustedes dirán la última palabra, estoy angustiado por la suerte de mi muchachito, por lo que les
pido que la entrega se haga pronto para poder tener de nuevo en casa a mi hijo.

- OK doctor y recuerde, nada de policías si de verdad quiere volver a ver a su hijo. Estaremos en
contacto.

Martín Vegas apenas tuvo tiempo de atajar a su esposa que se había desvanecido.
Caracas, viernes 23 de febrero de 1973 – 9:00 p.m.

Luego de 24 horas con su hijo secuestrado, la incertidumbre había hecho mella en el ánimo de los
esposos Vegas Pérez. Las ojeras se acentuaban por la palidez de sus rostros y un rictus de dolor se
había anidado en las comisuras de sus labios.

La noche anterior pese a la advertencia de los secuestradores, el arquitecto Vegas luego de


consultar con varios de sus hermanos decidió comunicarse con la policía judicial. La investigación
comenzó a ser procesada bajo las más estrictas reservas.

La señora Cristina sentada en la estancia que servía de recibo en la quinta, miraba con ansiedad el
aparato telefónico. Su esposo se paseaba de un lado a otro y su hijo Ricardo, mayor que Carlos
Vicente, tenía la cabeza hundida entre las manos. De a ratos miraba de soslayo a sus padres y un
relámpago de bochorno se asomaba en sus ojos.

Por fin sonó el teléfono, el arquitecto levantó la bocina y la voz que tanto esperaban preguntó con
cierto azoro:

- ¿Qué ha pasado?

Martín Vegas gritó desconcertado

-¿Cómo que qué ha pasado? Tenemos 24 horas esperando que nos llamen. Queremos resolver lo
de la entrega del rescate para que nos devuelvan a nuestro hijo…

Al advertir la intensidad del tono en que había hablado, el arquitecto bajó la voz y quedamente
suplicó:

- Señor por favor, estamos en sus manos, dígame el sitio donde debemos llevar el dinero.

La voz ya con más aplomó le dijo entonces

- Escuche bien, el día lunes a las 11 de la noche, su esposa debe llevar un maletín con el dinero a la
plaza La Castellana, dígale que se estacione frente a la discoteca que esta allí. Un carro color azul
va a pasar a esa hora encendiendo y apagando las luces tres veces, a esa señal que su esposa se
acerque para que nos entregue la plata. Háganlo así y le garantizamos que el martes a las 7 de la
mañana tendrán de nuevo a su hijo con ustedes.

Martín Vegas quiso saber si no podía ser antes y el hombre que le hablaba fue terminante antes
de colgar.

- ¡El lunes a las 11 de la noche y nada de policías!

En un edificio cercano a la quinta Algarrobo toda la conversación había sido captada y grabada por
un equipo de escucha de la Policía Técnica Judicial. Cada uno de los hombres que estaba en aquel
comando improvisado, oía con atención la voz y trataba de captar en ella los más mínimos
detalles: el acento, las inflexiones, el tono. Todos estuvieron de acuerdo en que era la voz de un
joven, alguien que rondaba los 20 años; aquel joven era además caraqueño y por la manera de
expresarse se podía deducir que se trataba de alguien educado. No era la típica voz de un
delincuente común.

Esos detalles, asociados a otros que ya venían procesando, daban a los detectives un cuadro de lo
que enfrentaban. No era hampa común; pero tampoco delincuencia organizada ni guerrillas. El
ridículo monto que habían exigido lo decía. El niño objeto del plagio pertenecía a una familia
pudiente, personas que podían llegar a pagar sumas millonarias si así se lo exigían.

- ¿De qué se trataba entonces? ¿Por qué pedir tan poquito monto cuando se estaban metiendo en
un asunto tan gordo como aquel de un secuestro? – Se preguntó en voz alta Fermín Mármol León,
Comisario Jefe de la PTJ quien presidía el grupo allí acantonado.

- Esta gente no parece saber muy bien lo que esta haciendo, comisario – le apuntó uno de sus
hombres

- Así es, – le contestó Mármol León al tiempo que rebobinaba la cinta magnetofónica. -Vamos a
escuchar bien esto muchachos, agucen bien los oídos; presten atención a los ruidos de fondo.
Cuando el tipo habla hay un ruido como de algo que golpea. Parecen olas, tal vez hayan hecho la
llamada desde algún litoral o tal vez se trate de otra cosa. Hagamos una copia rápida de esta
grabación para que sea enviada al FBI, ellos tienen equipos más avanzados que los nuestros y tal
vez puedan ayudarnos.

Mientras escuchaba una y otra vez la grabación, Fermín Mármol León se preguntaba por qué
demonios aquellos extraños secuestradores pedían tan risible suma.

Caracas, lunes 26 de febrero de 1973 – 3:00 p.m.

Después de un terrible fin de semana sin recibir información de su hijo, los Vega-Pérez recibieron
una nueva llamada telefónica. Esta vez la atendió la señora Cristina. El hombre le indicó que
habían cambiado los planes, ahora ella debía dirigirse en horas de la noche de ese lunes al
restaurante Don Sancho de El Rosal y una vez allí tenía que estar atenta pues ellos la llamarían al
teléfono del negocio para darle instrucciones.

Esa noche, a la hora acordada la señora Cristina, acompañada de su hijo Ricardo Vegas llegó al
mencionado restaurante; muy nerviosa ordenó un pequeño refrigerio que nunca consumió. A
cuello alzado vigilaba la barra del restaurante, esperando la llamada. Cuando escuchó el timbre del
teléfono saltó de la silla y quedó expectante al lado de la mesa. La llamada era para ella. Corrió
hasta la barra y tomó el auricular que le alargaba el encargado. El raptor le preguntó que si había
llevado el dinero, ella respondió afirmativamente. El hombre le dijo que lamentablemente no
podía recibirlo porque ella no había ido sola al sitio. Ante las vanas protestas de la señora, el
hombre le indicó que regresara a su casa y esperara allí por nuevas instrucciones.
Desolada, la señora Cristina Pérez obedeció y volvió a la quinta Algarrobo. Estando allá con su
esposo y sus otros dos hijos la volvieron a llamar. Esta vez le ordenaron que a las 10:30 de esa
misma noche llevara el dinero hasta el estacionamiento sin techo de la fuente de soda El Mirador
en la plaza Altamira. El maletín tenía que depositarlo en uno de los pipotes de basura colocados a
la entrada de un negocio de instalación de aire acondicionado. Le dijeron que al dejar el maletín
debía regresar a su casa.

Una vez en su casa después de haber cumplido con lo que le ordenaron, la señora Cristina, con los
nervios completamente destrozados esperaba la llamada. Ya quería tener a su niño entre los
brazos y que acabara aquella pesadilla.

El teléfono sonó y la misma voz, esta vez alterada le dijo:

- ¡No cumplieron con el trato!

La mujer que ya no aguantaba más preguntó llena de pánico

- ¿Qué dice señor? Yo deje el dinero en el sitio donde me dijo. ¡No sea cruel, nosotros cumplimos,
por favor devuélvame a mi hijo!

- Lo siento señora pero cuando llegamos a buscar el dinero, allí estaba la policía

- Le aseguro que la policía no sabe absolutamente nada de esto, tal vez fue una casualidad que
estuviera alguna patrulla por allí cuando ustedes llegaron.

-Bien, – le dijo el plagiario – hagamos entonces lo siguiente: Regrese sola a buscar el maletín y
llévelo hasta La Castellana en su carro. Antes de llegar allá dígale a algún taxista que la siga, va a
dejarnos el carro con las llaves puestas y el maletín dentro. Aborde el taxi y regrese a su casa. En
dos horas más o menos puede pasar a buscar su carro por la avenida principal de Los Palos
Grandes. Mañana a las 7 tendrán a su hijo de vuelta.

En el edificio donde funcionaba el comando, los comisarios Fermín Mármol León y Manuel Molina
Gásperi habían estado siguiendo todo lo acontecido esa noche. La orden que tenían era la de no
intervenir de ningún modo hasta que el niño no fuera regresado a su familia. Una vez que el
muchacho estuviera a salvo comenzaría la cacería de aquella pandilla de malnacidos. Los billetes
que estaban en el maletín habían sido fotografiados uno a uno, solo sería cuestión de esperar que
los pusieron a circular para llegar hasta ellos.

Mármol León ordenó que se retirara todo el patrullaje de la zona donde iba a ser retirado el
maletín, se debía permitir que las cosas siguieran por buen cauce y sin nuevos tropiezos. Mientras
sus hombres tomaban café, desplegó un plano de la ciudad sobre una de las mesas. Trazó un
círculo en un punto del este para establecer el perímetro de acción de los delincuentes. Todo se
había desarrollado entre el Mirador, El Rosal, Altamira, La Castellana y Los Palos Grandes. León se
volvió a su compañero para decirle:
- Estos tipos no salen del este, Molina Gásperi. Parecen estar moviéndose solo en el terreno que
conocen.

- Así es, – observó el otro – sabemos que no es hampa común ni guerrilla, y por la forma
chambona en que han manejado el pago del rescate es indudable que tampoco es hampa
organizada. Estos tipos no son profesionales. A mi me parece que son más bien un grupo de
muchachos inexpertos que decidieron tirar el secuestro presionados por algo. La cantidad que
pidieron nos lo dice. Tal vez sea un grupo del muchachitos clase media que tienen alguna deuda
por drogas y desesperados decidieron secuestrar a ese niño.

- Yo lo creo así también, dijo otro de los hombres. Esto nos lleva a la conclusión de que tienen que
ser conocidos de esa familia, se ve que actúan sin orden ni concierto, no parecen tener nada
planificado. La desesperación los llevó a cometer el plagio en un medio que conocen, con una
familia que conocen.

Mármol León que concordaba con todo lo dicho ordenó que se activara a la brigada contra drogas
para comenzar a allanar y detener a los distribuidores y consumidores conocidos de la zona este.
Alguno debía saber quien debía esos 150.000 bolívares.

Maitana, jueves 1 de marzo de 1973 – 3:30 a.m.

Alumbrando el estrecho sendero con linternas, dos campesinos apuraban el paso para llegar a la
autopista Coche-Las Tejerías y desde allí llegar hasta la carretera que une a Paracotos con la
pequeña ciudad de Charallave. En un tramo de aquella línea vial, uno de ellos – José Flores – tenía
un puesto donde vendía frutas.

A Flores le llamaba la atención que durante esa semana y en ese punto por donde avanzaban,
había sentido un extraño y penetrante olor que salía de la maleza. Al principio no prestó atención
pues sabía que ese lugar era usado para arrojar basura; pero esa madrugada ante la insoportable
fetidez decidió averiguar de qué se trataba. Junto a su acompañante caminó con cuidado hasta
situarse a la orilla de un barranco. Desde arriba alumbraron con una de las linternas y lo que
vieron los dejó paralizados. Al fondo de aquella hondonada había un cadáver hinchado, con
cadenas en manos y piernas. De inmediato corrieron hasta una cercana alcabala de la Guardia
Nacional para notificar el hecho.

No fue sino hasta las diez y media de la mañana cuando una comisión del Cuerpo de Bomberos de
Los Teques procedió a rescatar el cadáver del fondo del barranco. A orillas de la carretera el
médico forense practicó un examen preliminar. Se trataba de un individuo masculino de edad
imprecisa pues la hinchazón no permitía averiguar mayores detalles. Vestía pantalón blue jean,
camisa blanca mangas cortas y zapatos marrones ortopédicos. Había un detalle revelador, la
dentadura de la víctima tenía un costoso trabajo de ortodoncia, con esto se descartaba que se
tratara de algún lugareño o un individuo de los bajos fondos.

El cuerpo fue remitido a la morgue de Los Teques. El Comisario Jefe de la delegación de la Policía
Técnica Judicial en aquella ciudad, Gustavo López se comunicó telefónicamente con la sede central
en Caracas para informar del hallazgo y suministrar algunas características del occiso. En Caracas
todos aquellos datos comenzaron a ser procesados por la División de Personas Desaparecidas y la
Brigada contra el Secuestro.

Caracas, jueves 1 de marzo de 1973 – 11:30 a.m.

Al ver que habían pasado más de 24 horas sin tener noticias de su hijo luego de pagar el rescate, la
familia Vegas Pérez decidió consignar la denuncia oficial en la sede central de la PTJ. Los detectives
del cuerpo policial que ya manejaban la información de manera confidencial procedieron a tomar
la denuncia. Para la tarde habían organizado una conferencia de prensa en la oficina del doctor
Juan Andrés Vegas Pacheco, tío del niño quien iba a hacer el anuncio a los medios de
comunicación social en torno al caso.

A esa misma hora llegaban a Caracas datos más exactos del cadáver encontrado en Maitana, se le
había hecho un examen más detallado y se sabía que se trataba de un adolescente, que la data de
muerte pasaba de 6 días y que los zapatos que calzaba eran de fabricación estadounidense. Los
pesquisas de Caracas comenzaron a cotejar aquellos datos con los de las personas desaparecidas o
secuestradas que estaban en sus archivos.

Caracas, jueves 1 de marzo de 1973 – 3:00 p.m.

La oficina del doctor Juan Andrés Vegas Pacheco estaba ubicada en el octavo piso del edificio Alfa
en la urbanización Santa Sofía; la antesala del despacho estaba llena de periodistas de todos los
medios. Los comunicadores no sabían gran cosa, solo que se iba a hacer el anuncio público de una
persona secuestrada, presumían que por el nivel social del convocante, debía de tratarse de algo
gordo.

Cuando el doctor Juan Andrés Vegas se disponía a recibir a los representantes de los medios,
recibió una llamada de su hermano, el arquitecto Martín Vegas, lo que escuchó lo dejó helado:
habían encontrado a su sobrino, pero estaba muerto. Cuando se compararon los datos del niño
con los del cuerpo hallado en Maitana, no hubo dudas. Salió de su oficina para manifestar a los
periodistas que suspendía la rueda de prensa y que todos la información del caso sería
suministrada en lo adelante por la PTJ. En ese momento llegó el comisario Fermín Mármol León,
con él se encerró en su oficina para sostener una entrevista en privado.

Los periodistas fueron reconvocados para las 6 de la tarde a la sala de prensa de la PTJ donde
serían recibidos por los doctores Fulvio Parodi Arias y Guillermo Rosquette, subdirector y
secretario general de ese cuerpo policial. El motivo era anunciar el secuestro y asesinato del niño
Carlos Vicente Vegas Pérez…

Caracas, viernes 2 de marzo de 1973 – La prensa

El primer fin de semana de marzo los periódicos reseñaban a 8 columnas la terrible noticia del
secuestro y asesinato de un niño. La tarde anterior periodistas de todos los medios estuvieron
presentes en la conferencia ofrecida por la directiva de la Policía Técnica Judicial. Reproducimos a
continuación parte de la nota ofrecida por el diario El Nacional a sus lectores:

“Honda conmoción causó en la familia Vegas Pérez, así como en la colectividad venezolana el
anuncio de que el cadáver hallado cerca de la autopista Coche-Las Tejerías es del niño secuestrado
el pasado 22 de febrero en la urbanización Santa Marta.

Los esposos Vegas Pérez, sus otros hijos y demás familiares no creían las noticias que recibían
sobre la horrible tragedia. A la quinta Algarrobo comenzaron a llegar numerosas personas amigas
para manifestar sus condolencias. Varios miembros de la familia viajaron ayer mismo a la ciudad
de Los Teques a fin de reconocer en la morgue del hospital policlínico el cadáver del pequeño
Carlos Vicente.

El lugar donde estaba el cuerpo del menor de 13 años fue exhaustivamente pesquisado por los
detectives de la PTJ. Se informó que en el mismo barranco hallaron entre hojas secas cierta
cantidad de marihuana envuelta en papel de periódico, lo que hace presumir a los investigadores
que entre el grupo de secuestradores había individuos adictos a las drogas”.

En la rueda de prensa del día anterior no estuvo presente el director de la policía científica Dr.
Juan Martín Echeverría pues se abocó a dirigir personalmente las investigaciones desde el primer
momento.

En la autopsia practicada por los doctores Armando Domínguez y Jack Castro Rodríguez se
determinó que el muchacho había muerto el mismo día del secuestro asfixiado por monóxido de
carbono, el cuerpo no presentaba heridas ni por armas de fuego ni cortantes y se descubrió la
presencia en el organismo de un tranquilizante, seguramente usado por los secuestradores para
sedar al niño; lo peculiar era que los componentes de aquel sedante habían sido sacados del
mercado varios años atrás.

Estos nuevos elementos reforzaron la opinión que desde un primer momento se habían formado
los investigadores: Aquel crimen había sido cometido por gente inexperta, probablemente jóvenes
que necesitaban una cantidad precisa de dinero para pagar alguna deuda de drogas.

En base a toda la información que manejaban, los investigadores reconstruyeron mentalmente


todo lo acaecido el día del rapto. Al ser secuestrado el niño en las inmediaciones del centro
comercial Santa Marta fue introducido a la fuerza en el interior de un vehículo y sacado fuera de
Caracas. Los secuestradores se detuvieron en algún lugar solitario para atar sus manos con una
cadena y como no tenían un lugar preparado para retenerlo mientras hacían las negociaciones
decidieron meterlo en el maletero. Mas tarde al percatarse de que el niño había muerto asfixiado
decidieron abandonar el cuerpo en la zona de Maitana. Sin embargo no desistieron de su plan de
cobrar los 150.000 bolívares.

Fue por eso que al llamar a la familia el viernes 23 de febrero a las 9 de la noche, el secuestrador
se mostraba nervioso y lo primero que preguntó fue: “¿Qué ha pasado? Temían que el cuerpo del
pequeño hubiera sido localizado, al ver que no era así continuaron con su macabro plan de cobrar
el rescate.

En los días posteriores se realizó el descarte entre los enemigos, amigos, conocidos, empleados, ex
empleados y relacionados de los Vegas Pérez. Se estableció que unos días antes del secuestro la
familia ofreció una fiesta y surgió un incidente con un grupo de muchachos que no habían sido
invitados y quisieron entrar a la residencia. Estos jóvenes eran amigos de Federico Vegas, hermano
mayor de la víctima. Cuando se profundizó la investigación en este sentido se descubrió además
que todos estos muchachos tenían o habían tenido problemas por consumo de drogas, incluido el
hermano de Carlos Vicente.

Para el lunes 6 de marzo la PTJ anuncia las primeras detenciones, el día anterior a las dos de la
tarde, un juez, un fiscal y varios detectives practicaron una inspección ocular en una quinta en
Bello Monte, en aquel inmueble un joven, empleado bancario para más señas tenía alquilada una
habitación. Esta persona apodada “El Chamaco” había sido detenida el domingo 4 a la salida de un
cine. Igualmente se detuvo al hijo de un conocido jurista. El fiscal primero del Ministerio Público,
doctor Iván Martínez Zerpa se presentó en horas del mediodía en la central de la Policía Técnica
Judicial y al salir de allí fue abordado por los reporteros. A la pregunta de cual era el nivel social de
los sospechosos, Martínez Zerpa contestó que estaban entre la llamada clase media y alta,
aprovechó para anunciar igualmente que ya había una identificación casi definitiva de los autores
y que era posible que los participantes en el secuestro fueran tres personas.

En aquella oportunidad se conoció también que en la inspección hecha al vehículo que la señora
Cristina utilizó para pagar el rescate se localizó una huella digital, trascendió de manera
extraoficial que pertenecía a un joven de 20 años de edad, con antecedentes en el archivo
criminal.

Lo que siguió luego fue una persecución de jóvenes melenudos en el este de Caracas, la División
contra Drogas trabajaba a la par con la División contra Homicidios en allanamientos, detenciones e
interrogatorios. En un momento se llegaron a detener hasta 50 jóvenes por día. Muchas
discotecas fueron allanadas y los informantes y fichados por tráfico de drogas al detal entraban y
salían de la central detectivesca.

El 8 de marzo el jefe de la División de Operaciones de la PTJ, doctor Manuel Molina Gásperi


anunció que contaban con buenos elementos para dar por cerrado el caso. Sin embargo los días
fueron pasando y no se sabía nada con certeza. En un momento, una fuente informante de la
policía especuló que el secuestro había sido planificado como parte de una película que aspiraba a
tener una buena dosis de realismo, este dato llevó a la detención del cineasta Diego Rísquez quien
fue interrogado junto a su equipo de producción y tuvo que ir a dar con sus huesos a la cárcel
modelo de Caracas.

Caracas, domingo 1 de abril de 1973 – Juego trancado


Al llegar el cuarto mes del año la ciudadanía no tenía nada en claro. A pesar de los constantes
ofrecimientos de las autoridades en torno a la pronta solución del caso, las informaciones eran
muy vagas; lo único que se sabía era que presuntamente estaban involucrados los hijos de algunas
familias pudientes. Algunos apellidos de alcurnia se filtraban a la calle y esto no hacía más que
aumentar la molestia de la gente que se preguntaba si era que aquel crimen también quedaría
impune. Este día se publicó en un diario de circulación nacional la declaración de un alto
funcionario de la PTJ que pidió no ser identificado, según el declarante “Algo grave entorpecía las
investigaciones para resolver el caso”. Ese algo tenía que ver con los apellidos notables que
salieron a relucir en las pesquisas, para la policía el juego se había trancado. No resultaba nada
fácil tener que lidiar con los padres indignados de los niños bien del este.

Caracas, lunes 16 de abril de 1973 – Apellidos

Ya a estas alturas era muy difícil tratar de ocultar lo que en las calles era vox populi. Las
autoridades comenzaron a dar los primeros datos de las personas que hasta los momentos habían
sido detenidas e interrogadas: José Luis “Caramelo” Branger, Diego Baptista Zuloaga, Javier
Paredes, Gonzalo “Fafa” Capecci, Federico Vegas Pérez (hermano de la víctima) y un muchacho
que precisaba de muletas pues le habían amputado una pierna, este joven se llamaba Omar Cano
y lo conocían como “El Chino”. Era él el que llevaba la mayor parte de la acusación ya que la PTJ
había encontrado indicios que lo inculpaban como autor material del homicidio.

A “Caramelo” Branger lo detuvieron por ser presunto encubridor del secuestro y su detención se
basó en unas declaraciones dadas por él al periodista Samuel Robinsón de la revista Bohemia. En
aquella declaración Branger había dicho que los secuestradores habían sido tres, al ser detenido e
interrogado negó haber dicho eso, pero con la comparecencia del periodista quien confirmó que si
le había declarado aquello, el joven quedó detenido.

En los días siguientes seguían saliendo nombres, otros presuntos implicados eran: Diego Molinari,
Nicomedes Zuloaga, Julio Morales, Alfredo Luis Parilli Pietri (pariente de la primera dama Alicia
Pietri de Caldera) y la joven Orietta Cabrices. Esta muchacha aportó información clave para el
esclarecimiento del caso y que involucraban de manera directa a Parilli Pietri.

Caracas, viernes 11 de mayo de 1973 – Los autos de detención

Este día fue de intenso movimiento en el edificio sede de los tribunales, una multitud de
periodistas y curiosos se arremolinaban en las afueras para presenciar la comparecencia de los
principales implicados. Era tal el movimiento, que se encomendó a la brigada anti motines de la
Policía Metropolitana que acordonara el sector en previsión de que la gente intentara agredir a los
acusados.

Dentro de la sala, el juez instructor especial del caso Vegas Pérez, doctor José Francisco Cumare
Nava decretó auto de detención a Omar José Cano Lugo (a) “El Chino” como presunto autor
material del homicidio calificado perpetrado en la persona del niño Carlos Vicente Vegas, y de
Alfredo Luis Parilli Pietri, como presunto autor intelectual. Igualmente dictó una medida
prohibiendo la salida del país de la ciudadana Orietta Cabrices para asegurar su comparecencia a
declarar. Ese mismo día el juez Cumare Nava procedió a interrogar a dos importantes testigos:
María Alejandra Delfino La Cruz y Alexia Josefina Felizola, la primera de ellas oyó decir al chino
Cano que había inyectado al niño Vegas Pérez y que cuando vio que este había muerto decidió
abandonar el cadáver en un barranco.

Mientras tanto los detectives de PTJ habían establecido por medio de un informante, un joven que
se dedicaba al menudeo de cocaína en las urbanizaciones del este, que efectivamente había una
deuda por drogas y el monto ascendía a 150.000 bolívares. Con todos estos datos se pudiera
pensar que los culpables del monstruoso crimen pagarían su culpa pero ocurrió un hecho que
permitió que los abogados defensores encontraran una posible salida para sus clientes.

Luego de conocido la medida del juez, un grupo de reporteros abordó al comisario Fermín Mármol
León, hombre clave en las investigaciones, para requerir su opinión en torno a la decisión de
Cumare Nava. Mármol León declaró que compartía las decisiones y en particular la que afectaba al
“Chino” Cano. De inmediato los padres de los jóvenes detenidos interpusieron una demanda al
comisario, a través de sus abogados, por violación del secreto sumarial. Mármol León fue citado
por el juez y se le ordenó presentarse al termino de la distancia, de lo contrario sería arrestado por
desacato. Luego de recriminarle duramente, el juez le ordenó que no se pesquisara nada sin su
expreso conocimiento y consentimiento. El equipo de detectives liderado por Mármol León fue así
marginado de las investigaciones.

Pasó el tiempo, llegó el mes de diciembre y con este las elecciones que ganaría el candidato de
Acción Democrática Carlos Andrés Pérez. La opinión pública seguía esperando respuesta y castigo
por el secuestro y asesinato del niño Vegas Pérez. Al fin luego de la modorra posnavideña, se supo
algo; pero no precisamente en la dirección esperada.

El miércoles 9 de enero de 1974, la corte superior segunda en lo penal del Distrito Federal y Estado
Miranda revocó los autos de detención a los 7 indiciados por el secuestro y muerte de Carlos
Vicente por detectar “fallas sustanciales en la instrucción y sustanciación del proceso”. Solo se
confirmaron dos autos de detención por tenencia y trafico de estupefacientes, esta medida
afectaba a Omar “Chino” Cano Lugo y a Gonzalo “Fafa” Capecci. El resto de los detenidos
quedaban en libertad, entre ellos Alfredo Luis Parilli Pietri quien había sido señalado como el autor
intelectual.

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