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ROCK, David (1997): El radicalismo argentino. 1890-1916. Amorrortu editores, Bs. As.

pp. 13-52.
Elementos componentes de la sociedad Argentina, 1890-1914
Entre 1890 y 1914 la economía y la sociedad Argentina tuvieron como es el sector
exportador. Se exportaban productos como trigo, maíz, lino, cueros, lana y carne
vacuna. Exceptuando periodos ocasionales de sequía o de graves depresiones
económicas, la Argentina exportó todos los años a partir de 1890 hasta 10 millones de
toneladas de cereales. Ningún país en el mundo tuvo jamás en tan breve lapso un
progreso tan rápido con respecto a los productos del suelo.
Hacia 1914 la población del país se había cuadruplicado en poco más que una
generación. Entre 1880 y 1910 el valor de sus exportaciones se sextuplicó. Con
posterioridad a 1860 la producción total había crecido a un ritmo anual promedio del
5%, la población al 3,4%, la superficie cultivada al 8,3% y la extensión de vías férreas
al 15,4 %. Sin embargo más allá de estas cifras había surgido una sociedad de
características sociales y políticas peculiares. 
La élite
El auge de las exportaciones fue en buena medida resultado de la expansión del
mercado inglés de productos alimenticios y del desarrollo de la Industria británica.
La expansión de las exportaciones agropecuarias tuvo lugar en una época en que la
estructura básica de la propiedad de la tierra ya estaba configurada. En Argentina no
hubo una gran subdivisión de la tierra, la única zona importante de pequeños colonos
fue el centro de la provincia de Santa Fe. Uno de los efectos más señalados del auge
de las exportaciones fue el aumento del valor de la tierra y de su renta que junto con la
creciente importante de la carne lodo de 1900 garantizó la supervivencia de grandes
unidades productivas. La consecuencia fue la consolidación de la estructura
latifundista y el surgimiento de una élite poderosa como consecuencia de las
actividades mercantiles de Buenos Aires que se remontaban el siglo XVIII. La riqueza
adquirida a través del comercio exterior fue canalizada en la acumulación de tierras.
Como al principio estas tierras poseían muy escaso valor y pocos tenían los medios
para adquirir las se distribuyeron divididas en extensiones muy amplias.
Un segundo rasgo importante de esta situación era que las mejores tierras se hallaban
ubicadas en el litoral marítimo de la zona pampeana; allí quién poseyera la tierras era
poderoso. No sólo tenía la ventaja de que sus tierras serán más aptas y productivas
sino que contaba con medios de comunicación más baratos.
El origen del liderazgo político de la élite terrateniente argentina debe buscarse en la
forma en que un sector bien arraigado compuesto en gran medida de familias criollas
tradicionales aprovechó las favorables condiciones económicas externas posteriores a
1870 para convertirse en el local aliada los intereses británicos. El grupo más
poderoso era el de los criadores de ganado que atendían en mercado interno e
internacional el núcleo de la élite estaba formado por 400 familias entrelazadas a
través de ciertos clubes y asociaciones privadas.
La riqueza e influencia de los distintos integrantes de la élite estaba determinada
principalmente por la productividad de sus propiedades al río de la plata y por su grado
de asociación con el mercado externo. Gran parte de la tormentosa historia Argentina
del siglo 19 fue debida a la lucha por la supremacía en el acceso a los mercados
externos de los distintos subgrupos regionales de la élite. Sólo después de 1880 surgió
un sistema relativamente estable. Los sectores más poderosos lograron controlar el
aparato estatal y lo emplearon para crear sistemas crediticios, impositivos y
monetarios favorables a sus intereses. Las recaudaciones fiscales no proveían de
impuestos a la tierra o a los ingresos de ella derivados, sino de impuestos internos al
consumo de bienes importados sistema que grababa fundamentalmente al consumo
urbano. Los terratenientes impusieron un sistema de depreciación del papel moneda
que aseguró que sus precios internos y sus costos quedaran a la saga de los precios
de los bienes que ellos exportaban y que cobraban en oro.
A causa de esta concentración bastante estable del poder económico y político el
período de 1880 a 1912 se llamó de la oligarquía. Muchos de los grandes
hacendados desarrollarán diversos tipos de actividad comercial en Buenos Aires, se
dedicaban a la exportación o intervenían en los bancos en las compañías
inmobiliarias.
El capital extranjero
El segundo rasgo importante de la economía Argentina en estos años fue su
sustentación en el capital extranjero, en su mayor parte de Gran Bretaña. Las
inversiones se realizaban primordialmente en tres formas. Antes de 1880 la más
común eran los empréstitos oficiales.
De los ingleses pero vino una oleada masiva de inversiones en ferrocarriles. El
desarrollo de comunicaciones deficiente fue el principal factor que posibilitó el Boom
agropecuario. Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial los ingleses y otros
europeos comenzaron a invertir en servicios públicos. También hubo inversiones
extranjeras en bancos, compañías inmobiliarias y obras portuarias.
Asia 1914 Gran Bretaña y otros países europeos eran de primordial importancia para
la Argentina como mercados, fuentes de bienes importados, abastecedores de fondos
de inversión y propietarios de muchos de los principales bienes del país.
Mucho antes de 1914 ya se había establecido la práctica de nombrar a notarios
políticos argentinos en los consejos directivos locales de las empresas británicas. Esto
contribuía a ampliar el acceso de estas empresas al gobierno y que gestaba en la élite
poderosos intereses creados que quedaban comprometidos con la defensa de dichas
empresas.
Ocasionalmente Cent hablaban disputas sobre asuntos tales como las tarifas
ferroviarias o de las compañías de Electricidad y otros servicios públicos pero la élite
terrateniente no cuestionaba ni las propiedades extranjeras, ni el control extranjero de
importantes sectores de la economía o la transferencia de una parte de la riqueza del
país al exterior.
La industria y la distribución de la población
En 1900 la idea de abandonar el librecambio en favor del proteccionismo y el
desarrollo industrial Nacional gozaba de muy poco apoyo en la élite. Las únicas
grandes unidades productivas eran las ligadas al sector exportador como los
frigoríficos. Fuera de esas la industria sólo se desarrolló en los casos en que los
costos internos eran suficientemente bajos como para que los precios resultaren
inferiores a los de los artículos importados. En 1914 la empresa Industrial promedio de
Buenos Aires un empleado a más de 14 personas. La cantidad promedio de obreros
en la industria nacional era realmente muy baja.
El censo Nacional de 1914 contó una población de 7.885.237 habitantes. Tres cuartas
partes se concentraban en la zona pampeana y el principal núcleo de población era la
provincia de Buenos Aires.
Dentro de la población rural había marcados contrastes entre la región pampeana y el
interior; en el primer caso, predominaba un sistema de propiedades arrendadas a
inmigrantes cuya producción era exportada en su mayor parte; en el segundo, eran
más comunes las grandes plantaciones o formas de economía de subsistencia. La
región pampeana no sólo estaba más desarrollada que el interior sino que era el pivote
en torno del cual giraba el poder político. El interior era políticamente débil. La cantidad
de líneas ferroviarias en el interior era menor y casi todos los ferrocarriles de las
Pampas estaban en poder de los británicos. Fuera de estas zonas sobre todo en la
región azucarera eran propiedad del Estado: el volumen reducido de su actividad
comercial los hacía muy poco redituables como para atraer a los inversores
extranjeros.
La sociedad urbana de Buenos Aires
La simplicidad de la economía exportadora fue quebrada por la alta tasa de
urbanización en la zona pampeana. En 1895 casi una cuarta parte de la población del
país vivía en ciudades de más de 20.000 habitantes.
Este veloz crecimiento urbano fue más aguda todavía en la ciudad de Buenos Aires,
que había llegado a constituir la paradoja central de la economía primario-exportadora:
en tanto que el sistema productivo real del país era geográficamente amplio y
descentralizado, estaba dominado política y estructuralmente por la ciudad y zonas
circunvecinas de la provincia. El crecimiento de esta ciudad fue resultado de su
posición como puerto principal para el comercio mundial y como principal cabecera
ferroviaria. Era además un importante centro de consumo y un centro básico para el
capital financiero, la banca y el comercio. En ella estaban radicadas la mayoría de las
pequeñas industrias.
La estructura social de la urbe era muy compleja, con grandes sectores de clase
obrera y de clase media. Esta última compuesta por industriales y propietarios de
establecimientos comerciales, profesionales y empleados administrativos; la clase
obrera por ferroviarios, portuarios obreros de frigoríficos y trabajadores de la Industria.
La inmigración
El último de los rasgos que caracterizaron a la sociedad argentina de estos años fue la
inmigración. En los 20 años que precedieron a la Primera Guerra Mundial la
proporción de inmigrantes respecto de la población nativa excedía en la Argentina a la
de Estados Unidos en igual periodo. Más de un millón de inmigrantes vinieron de Italia
y algo menos de España. Su punto máximo fue en 1889 que arribaron al país casi
220.000 personas. El 60% del crecimiento demográfico habido en la Argentina entre
1869 y 1929 puede atribuirse a la inmigración. Ell origen de esta inmigración masiva
se debe la demanda de mano de obra para las cosechas y de arrendatarios rurales.
Argentina le ofrecía a los pobladores la posibilidad de Ingresar a una cabal economía
de mercado dejando atrás su pasado campesino. Hay motivos para suponer que a
causa de que en la Argentina la alimentación era muy barata los salarios que allí se
pagaban resultaban comparables a los de Alemania o Francia. Muchos inmigrantes
lograron una considerable movilidad social, en 1914 eran mayoría entre los
propietarios de viviendas de Buenos Aires y entre los dueños de empresas industriales
y comerciales.
Aunque la movilidad social estaba muy difundida un gran número de inmigrantes
seguían quedando entre las filas de la clase obrera. El rasgo sobresaliente de la
economía Argentina era su inestabilidad; estaba fuertemente condicionada por
factores estacionales y por los caprichos del ciclo económico, influencias ambas que
desestabilizaban la demanda de mano de obra y el nivel del salario real. A medida que
transcurre el tiempo se tornaba más difícil dejar de pertenecer a la clase obrera y
abandonar la miseria y la inseguridad que ella implicaba.
A la vez la inmigración fue alentada por el Estado en apoyo de la élite terrateniente. Se
organizaron campañas para el reclutamiento de inmigrantes en Europa y era corriente
que se subsidiaran pasajes de vapor para pasajeros de tercera clase. Estas medidas
tenían como fin mantener los salarios lo más bajo que fuera posible y contar con una
fuerza de trabajo abundante y de fácil desplazamiento. Gran parte de las tensiones
entre ellos y la élite ciudadana fue por las dificultades que encontraban para obtener
respaldo financiero con vistas a efectuar esa transición de asalariados urbanos
arrendatarios rurales. Y la única causa de esto es que el exceso de inmigrantes había
saturado el mercado de trabajo urbano. Por ello la élite tenía interés en que los
salarios se mantuvieran bajos en la ciudad y así poder controlar la mano de obra en
las zonas rurales ya que si aquellos aumentaban  disminuía la disponibilidad de mano
de obra barata en el campo.
Los intereses de los inmigrantes y de la élite exportadora ligada la tierra también
chocaban entre sí en la cuestión de la política monetaria.
La inflación incrementaba los precios internos pero los salarios iban a la zaga de
aquellos, con lo cual el papel moneda se convirtió en un instrumento de distribución
del ingreso en favor de la élite y en perjuicio de los asalariados de hecho sirvió para
disminuir el salario real.
Para las compañías extranjeras como para los terratenientes cuanto menor es el
salario promedio menor era el costo de la mano de obra y mayor la ganancia. Aunque
los salarios pagados en la zona pampeana por lo general eran comparativamente
buenos en términos internacionales, el crecimiento y la prosperidad de la economía
primario-exportadora descansaba en el hecho de privar a los inmigrantes de un real
poder de negociación en el mercado de trabajo. Por esto la inmigración fue en la
Argentina un proceso fluido e inestable. La mayoría de la población oriunda de Europa
trabajaba en las estancias como arrendatarios agrícolas, sobre todo después del gran
aumento de los precios de la Tierra. Con frecuencia las casas de arriendo eran muy
altas particularmente en las zonas de mayor rendimiento cercanas a la costa atlántica.
Entre 1890 y 1914 fue común el sistema de reclutamiento de trabajadores
"golondrinas" para las cosechas. Sin embargo, gran cantidad de ellos se establecieron
en la ciudad de Buenos Aires. Casi la mitad de la población total de Buenos Aires en
1914 era extranjera. Fueron los inmigrantes los que dieron  gran impulso al
crecimiento de las grandes urbes. Se enfrentaban con dos situaciones básicas, por un
lado estaba el deseo de la élite terrateniente de promover la inmigración pero
impidiendo que los salarios alcanzaran su nivel real. Por otro lado estaban sometidos
al fuerte influjo de la sociedad urbana Donde había comparativamente más
oportunidades de movilidad social y descripción de propiedades y habilidades que en
las zonas Rurales en las que la tierra era controlada por la élite. Los consiguientes
resultados de la inmigración masiva fueron la saturación del mercado de trabajo y la
creciente concentración de la población en las urbes. Aunque los inmigrantes eran con
las inversiones extranjeras el motor principal del crecimiento económico, la élite les
tenía, en general desconfianza y hostilidad sentimientos con frecuencia
correspondidos por aquellos. Había una tendencia a verlos como factores de
producción deshumanizados e impersonales que podían ser manejados y enfrentados
entre sí cuando la situación lo demandaba.
Si bien la inmigración se convirtió cada vez más en un fenómeno urbano en la
Argentina, la élite terrateniente no controlaba la distribución de los empleos urbanos ni
podía recurrir a esto para imponer su liderazgo político a los inmigrantes. Dado que no
existía un nexo ocupacional entre la élite y los inmigrantes urbanos el sistema político
argentino se inclinó a la represión, la restricción y la oligarquía.
La relación entre la élite y los inmigrantes fue el rasgo conflictivo más marcado de la
sociedad argentina en la época en que su economía primario-exportadora alcanzó su
madurez. Aunque a menudo se lo percibía y articulaba en términos puramente
culturales, en muchos sentidos se trataba de una lucha de clases.
La clase media urbana de Buenos Aires Las relaciones entre la élite y la clase media
urbana eran más complejas.
Viste la existencia de un sector Industrial la estructura de clases urbana estaba
enraizada en los sectores del comercio internacional y de los servicios. El sector
Industrial estaba dominado por grandes unidades productivas como los frigoríficos.
Las actividades artesanales menores se desarrollaban allí donde la disponibilidad de
materias primas nacionales y la ventaja proveniente de los costos de transporte hacia
ante los precios fueran inferiores a los de los artículos importados similares.
En lugar de estar ligadas al desarrollo de una cabal economía industrial, las clases
medias prohijaban el mantenimiento de la economía primario-exportadora.
Su situación como consumidores apoyaba esta actitud. Aunque el hecho de confiar en
la importación de gran cantidad de bienes tenía sus desventajas en general aseguró
un fácil flujo de artículos industriales de bajo costo. Hasta 1930 hubo amplio consenso
entre los intereses terratenientes y urbanos lo cual robusteció considerablemente la
posición cuasi colonial de la Argentina y los principios tradicionales de la política
estatal, tales como el librecambio y la dependencia de los ingleses en materia de
intercambio comercial e inversión de capitales.
Lo que llevó a minar dicho consenso fue la tendencia intrínseca de la economía
primario exportadora a concentrar el Poder y la riqueza en manos de los terratenientes
y de los inversores extranjeros. Y esto no afectó sólo a la clase obrera; a comienzos
del siglo XX ya había indicios de que estaba afectando la estructura y composición de
la clase media urbana y, como consecuencia, sus vínculos políticos con la élite.
El principal mecanismo de distribución del ingreso era la demanda generada por los
ricos terratenientes rentiers del litoral. El perfil de demanda de este grupo sumado a la
estructura del librecambio presentaba ciertos rasgos notables. La demanda de bienes
de inversión y productos industriales por parte de la élite era satisfecha, en su mayor
parte, desde el exterior; en el plano interno, su mayor demanda era mano de obra y
servicios (jurídicos administrativos y educacionales). Estos eran roles propios de la
clase media y exigían cierto nivel intelectual y educativo. La demanda de tales
servicios fue una influencia decisiva en la formación de la clase media urbana. El
grupo de mayor nivel dentro de esta última se dedicaba en forma preferente a tales
actividades. Su relación cliente listica con la élite les permitía gozar de un nivel de
ingresos razonable y alto.
Resultado de esto fue la aparición de un importante estrato de la clase media dotado
de un carácter piente listico y dependiente.
En Argentina la movilidad social atendió a producirse no en virtud de la capacidad para
experimentar o innovar si no merced a la búsqueda de "amigos" y "patrones" mejor
ubicados en la escala social.
La clase media se dividía en un sector de oficinistas y empresarios privados por un
lado y por otro, de profesionales y funcionarios públicos. Este segundo grupo abarcaba
casi la sexta parte de la población ocupada de sexo masculino de la ciudad. Un rasgo
significativo es que la mayoría de los profesionales urbanos y funcionarios eran
argentinos nativos no inmigrantes.
Las aspiraciones de movilidad social de la clase media no se canalizaban en oposición
directa a la clase terrateniente y en apoyo del desarrollo de un sector Industrial sino
que estaban regidas por el deseo de acceder a carreras profesionales y ocupaciones
que nada tenían que ver con este sector. En la medida en que la élite terrateniente se
opuso al acceso de la clase media dichas posiciones ambas clases entraron en
colisión.
Cuándo surgió la nueva generación de hijos de inmigrantes está tendió apartarse de
los roles de sus padres y a competir vigorosamente por ocupar un lugar entre las
profesiones liberales. La clase media centró sus aspiraciones en hacer carrera dentro
de la administración pública, considerada una ruta hacia el prestigio, la riqueza y la
influencia y que se convirtió en una forma sustitutiva inconscientemente aceptada del
inexistente sector industrial desarrollado. El estado tenía gran control sobre las
universidades: podría crearlas, expandir las antiguas o imponer criterios para el
ingreso. Así controlaba todos los mecanismos de movilidad social de la clase media
urbana. Sus políticas y medidas concretas, determinaban en última instancia la
cantidad de roles dependientes disponibles: podía ,incrementando el gasto público,
ampliar el acceso de los grupos de clase media a cargos de alto estatus o bien
restringir dicho acceso.
La élite, según el modelo liberal ortodoxo, trataba de minimizar el gasto público, en
tanto que la clase media trataba de incrementarlo. Dos eran las esferas de mayor
conflicto: la élite podía tratar de frenar la tasa de gasto público y limitar el número de
servidores del Estado, o bien p
odía tratar de detener el crecimiento de las clases profesionales restringiendo la
matrícula universitaria de modos de reservar tanto las universidades como los cargos
públicos para sus propios miembros.
No se trataba de que los grupos de clase media hasta casa en forma directa la base
de la fortuna de la élite terrateniente.  les interesaban los aspectos cuantitativos y
cualitativos del gasto público y esto sólo podía llegar a ser un peligro para la élite si
dichos grupos tenían el control total del Estado. Podrían obstaculizar el acceso de la
delete al crédito agrícola o Modificar el sistema tributario del país reemplazando el
tradicional sistema de impuestos internos al consumo de bienes importados por un
impuesto a la tierra.
La élite errateniente tenía poco que objetar a un sistema de repartición del poder con
los grupos de clase media que les dejará el control del gasto público y del sistema
impositivo y permitiera al Estado satisfacer las aspiraciones profesionales de la clase
media. Aquí podía alcanzarse algún tipo de solución de compromiso. Muy distinto era
el caso de la clase Obrera cualquier concesión a la cual habría afectado de inmediato
los intereses económicos de la élite.
El rasgo más definitorio de la sociedad Argentina era que Cuanto más alentaba la
economía primario exportadora el desarrollo de una compleja sociedad urbana más
probable era que la ausencia de un sólido sector industrial promoviera ulterior
crecimiento de los grupos dependiente de clase media. La cuestión residía en saber
hasta qué punto podía el Estado seguir sirviendo a la vez, a los intereses agrarios y
urbanos, y hasta qué punto se romperían los lazos entre ellos.

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