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[IJ 953
EL REGIMEN PENITENCIARIO ABIERTO.
CONSIDERACIONES SOBRE SU FUNDAMENTACION
Adela Asua
Profesora Titular de Derecho Penal
Universidad del País Vasco I Euskal Herriko Unibertsitatea
{I] 955
EL REGIMEN PENI I cNCIARIO A8JE:R1D. ADcl.A ASlJA
CONSIDERACIONES SOBRc SlJ F\JNDAMENTACJON
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ciedad posundustrial", nosotros nos encontramos todavía en un estadio de
"concienciación" sobre la necesidad de alternativas de "lege ferenda". Y
de ''lege lata' ', solo nos cabe insistir en la potenciación del régimen abierto
(aparte de las recientes medidas de suspensión y remisión de pena en rela-
ción a semi imputables -reforma de 1983 del art. 9,1 del c.p.- y toxicóma-
nos -reforma de marzo 1988-).
Mientras en otros países se percibe un cierto "desencanto" sobre las
alternativas a la prisión por no haber incidido de manera significativa en
la reducción de ésta, y por haber extendido a la vez un control penal "difu-
so" en el entramado social", aquí no hemos tenido todavía la oportunidad
del desencanto en relación a medidas alternativas, y ni siquiera sobre me-
dias atenuarorias del cumplimiento de la pena privativa de libertad, dado
el escaso desarrollo del régimen abierto. Cuando el Consejo de Europa acaba
de iniciar los trabajos para la elaboración de unas reglas europeas de ejecu-
ción de sanciones no privativas de libertad". nosotros estamos todavía in-
tentando asimilar el significado del principio de "socialización" en la pe-
na privativa de libertad.
La LOGP de 1979 configura el régimen abierto como una modalidad
de cumplimiento aplicable a todo condenado que reúna las ''condiciones
adecuadas" para someterse a él. El objetivo básico de la reinserción social
y las características personales del condenado, constituyen los criterios prio-
ritarios para decidir la colocación en semi libertad, por encima de la grave-
dad de la condena impuesta o el tipo de delito". Por ello, el colectivo de
posibles destinatarios debe ser en principio numeroso. El propio GARCIA
VALDES, impulsor y principal factor de esta Ley, preveía la aplicación de
8.· Discurso que pone relieve la extensión del control penal que, aunque suavizado, afecta
a creciente número de personas mientras que la prisión por otro lado sigue aquejándose
de sobrepoblación. El análisis sobre las peculiaridades de este fenómeno, y propuestas para
incremento de las garantías jurídicas de las sanciones alternativas y para su eficacia penal,
a la vez que para la integración social del condenado, puede examinarse en una vasta litera.
cura. Cfr. ANTILA, L "The 13enefits and Burden of Diversion" en UNSDRI, Crime and
Criminal Policy, Papers in Honour of M. Lopez Rey y Arrojo, Milano, 1985, 55 ss. Aus-
TIN, J.; KR1sr11::Rc;, B. "The Unmet Promise of Alternatives to Incarceration", Crime and
Delinquency, 28 (1982), 374 ss; COHEN. S. Visiones de Control Social, trad. Larrauri, E.,
Barcelona 1988, 69 ss.; LARRAURI, E. "Las paradojas del movimiento descarcclatorio en
Estados Unidos", ADP (1977), 771 ss. MATJ-IIESEN. T. "The Politics of Abolition", Con
temporary Crisis (1986), 85 ss; MoRRJs, N. El futuro de las prisiones, Madrid, 1978, 27
s.: Moscoxi, P. "Riferimenti per una alternativa reale al carcere" Dei detiui e delle pena
([986), 277ss; 0RTNER. H. "Ambulante Alternativen -Die Begleitmusik des Strafvollzugs-
systcm?:", en OR,NER. Freiheit statt Strafe, cit. 187 ss; PAVARINI, M. "Misure alternative
al carcere e decarccrizzazione: un rapporto problemático" en Inchiesta, gennaio-gíugno 1988
(monográfico sobre Opinione pubblica e criminalitá: quuli alternative al carcerey, 49 ss.:
SClJLL, T. R. "De-institurionalization and the rights of the deviant ", en BRuS1 EN/GRA·
HA\1/H l::RRIGERIMALJNOWSKY, Youth Crime, Social Control and Policy lmplications (Stu
dies from nine different countries). Barnberg, 1986. 15 ss.
9.- Por todos, Moscor« , G. A. "Le trasforrnazioni della pena nello spazio della cultu-
ra diffusa", en lnchiesta, gennaio-giugnio 1988, 1 ss.
10.- BUENO ARUS, F. "Las reglas penitenciarias europeas", REP (1987), pág. 12.
11.- Teniendo en cuenta lo dispuesto en el art , 72,3 de la LOOP, en relación al art. 63,
interpretados en clave de "rein~erción social", como propongo infra, apartado III.
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El, REGIMEN PENITENCIARIO AfllERTO. CONSIDERACIONES
ADELA ASUA SOBRE SU ~UNDAMENTACION
12.- GARCIA V ALDt::s, C., "Un año de reforma penitenciaria", CPC 7 (1979), 50. Pos-
teriormente el mismo autor en sus Comentarios a la tegisiacián penitenciaria, 2a ed. Ma-
drid, 1982, 43, cifra en 45Wo el porcentaje de beneficiarios; GARRIDOGUZMA ,, L. Manual
de ciencia penitenciaria, Madrid, 1983, 233, alude al 4001o.
13.- Dictamen reproducido en ÜARC:IA VAi.DES, "Un año de reforma ... " cit., 56. El
subrayado en el texto citado es mío.
14.- GARC!A VALDES, c. Teoría de la pena., Madrid. 1985. 181.
15.- DGTP. MemoriaCircular de las actividades de esta Dirección General en 1983Y
Proyectos de act uacion en 1984, Madrid, 1984, 50.
16.- FoNT 1 CATALA, J. "Ventajas y dificultades del tratamiento penitenciario en régi-
men abierto", Comunicación a las 11 Jornadas de Tratamiento penitenciario. Régimen Abierto.
Madrid, diciembre 1987 (texto original mecanografiado), pág. 6.
17.- Sobre las distintas experiencias de régimen abierto, NEu,1A.'i, E. Prisión abierta,
2a. ed. Buenos Aires, 1984, passim.
18.- CONSEJL De L'EUROPE. Mesures, cit. 56.
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Por ello son preferibles las Secciones ubicadas junto a un centro ordinario
de cumplimiento siempre que éste se encuentre próximo al centro urbano
donde la mayoría de los internos de régimen abierto desempeñen su traba-
jo u ocupación. Aunque lo deseable y más adecuado es la ubicación total-
mente separada de un centro ordinario de cumplimiento".
El éxito del régimen abierto depende en medida considerable de la or-
ganización adecuada encomendada a técnicos preparados para un trabajo
social y para un tratamiento de apoyo en condiciones de scmilibertacl. El
esfuerzo que la DGIP viene realizando para atender a las necesidades de
personal en los centros, sigue no obstante primando la incorporación de
funcionarios de "orden y custodia". La entrada de educadores y "técni-
cos" (sicólogos, criminólogos, trabajadores sociales) no ha sido aún su fi-
ciente en número como para que éstos puedan dedicarse a poco más que
a los trabajos burocráticos y a las propuestas de clasificación.
La impresión que desde fuera se percibe es la de que la propia Direc-
ción General Penitenciaria no se ha tomado en serio la significación del
"tercer grado" en scmilibertad. Ello puede deberse en parte a la inercia de
la tradición del anterior sistema progresivo cronificado en fases tempora-
les; y en gran parte a la novedad que supone organizar un servicio que re-
quiere una fuerte relación con instituciones externas, servicios regionales
y locales, asociaciones privadas", cuya colaboración se convierte en deci-
siva para la efectiva aplicación del régimen abierto a todo aquel que esté
en condiciones de adaptarse a él, y no solo a los que además tengan la suerte
de contar con recursos personales, familiares o amistades, que garanticen
la ocupación o trabajo en el exterior". Y mientras no se aborde decidida-
mente la creación de condiciones para que el régimen abierto se aplique
a un número creciente de condenados, próximo al 500Jo, continuará el cír-
culo vicioso de dotación preferente de centros ordinarios.
Debe asumirse sin ambivalencias que en la voluntad de la ley, el cum-
plimiento de la pena en semilibertad no constituye ningún premio o
beneficio", sino la situación que debe tender a ser la normal, a la que el
19.- F'ONl J CArAt.A, J. "Ventajas ..." CÍl. 8.; MIR, c. "La prisión abierta" cit. 773.
20.- llRtcOt.A, F. "Le rnisure altcrnative ... " cit. 406.
21.- Mientras no se potencien servicios de esta clase, la clientela del régimen abierto
seguirá nutriéndose mayoritariamente de reclusos que gozan de mejores relaciones familia-
res y económicas, y de edad normalmente cercana o superior a los 30 años. Con lo que
queda excluido el colectivo que representa el grupo mayoritario de reclusos: jóvenes con
problemas personales y sociales de marginación. Así lo muestran las estadísticas: Dirccció
General de Scrveis Penitenciaris i de Rchabilitació. Generalitat ele Catalunya. Memoria de
Trebaff de la Seccio Oberta del Centre Penitenciari d'hornes de Barcelona. 1986, pág. 47
ss. (Memoria facilitada amablemente por J. FONT, jefe del equipo de la sección abierta de
ese centro). Resultados similares en otros países: DüNKEL, F. "Die Offnung eles Strafvoll-
zuges, Anspruch und Wirklichkeit". ZSTW (1982), 707; KAISER, G. Strafvolizug im euro
pdischen Vergleich. Darrnstad, 1983, 31; THOMAS, K. "Erfahrungen mil c\em Strafvollzug in
Bremen", Zeitschri]t für Strafvollzug und Straffátlighilfe(1985) 221; PLAWSKJ, S. "La
semilíberté", Rev ScCrim et DrPenCom (1985), 27.
22.- MIR C. "La prisión abierta", cit. 768, DüNKEL, F. "Die Offnung ... cit. 675.
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bl REC.IM[N l'ENI rl·NCIARIO I\Blnno. CONSIDERACIONES S013RI:: su
ADEI .A ASU/\
l·UNDAMENTACIO's
23.- El interno tiene derecho a que se examinen con objetividad si presenta condiciones
para adaptarse a la sernilibertad , y que de concurrir éstas, se le coloque en régimen abierto.
24.- Cfr. NEUMAN, Prisión abierta, cit.
25.- Cfr. PAL.AZZO, "La nuova disciplina ... " cit. 230 ss; PLAWSKI, "La senúlibené .. .'·
cit.
19.
960 (6)
régimen26, estableciendo previsiones de una proporción de 2/1 de personas
en régimen abierto respecto al cerrado". El sistema español de la LOGP si-
gue la tónica alemana en este punto, admitiendo el cumplimiento en régi-
men abierto también desde el inicio, sin límites temporales y declarando
la obligación de la administración de no retener en un grado inferior al su-
jeto que se encuentre en condiciones de disfrutar el régimen más
beneficioso28•
En la misma línea ele apertura de la prisión, los sistemas penitencia-
rios modernos acogen amplias posibilidades de permisos ele salidas, fines
de semana, ciertos periodos 'vacacionales', ele los que puedan beneficiarse
tanto los internos en régimen abierto como aquellos que cumplen en régi-
men cerrado29•
Desenmascarados los mitos de la "rehabilitación" o "tratamiento re-
socializador" como finalidad de la ejecución penitenciaria, tras medio
si-
glo de programas y experimentos, sobre todo en el ámbito anglosajón, el
reconocimiento de la incompatibilidad de la privación de libertad con ob-
jetivos "terapéuticos" vuelve a poner de relieve con toda su crudeza la rea-
lidad de la vida en prisión con sus elementos degradantes para la dignidad
personal y su potencialidad desocializadora y fuertemente estigmatizante.
El presupuesto del hipotético carácter patológico del delincuente, y la es-
peranza de los benéficos efectos de un tratamiento, quedan desbancados
como criterios sobre los que pueda articularse la actividad penitenciaria,
por la falsedad del primero y la inviabilidad del segundo", Si bien no se
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H Rl::.GIM1'1' l'l·NI I tN( IAKI() ASll::.Rr() ADPl.l\/\SU/\IONf'.S
{ONSIOliRA< ',QUR(· '\l., 1-Ut-.l)AMEt-.TA<.ION
31.- PAt MPR, T. "Martinson revisited ", Journal of Research in Crime and Deiinquency,
July 1975, l33ss; Cui.r.are , F, and 011.nF.RT, K. Reuffirming Rehabiiitation, Cincinatti, 1982;
Entre nosotros, aunque nuestra experiencia en este campo es prácticamente inexistente,
ALARCON, J. "El tratamiento penitenciario" en Estudios Penales 11, Santiago de Compos-
tela, 1987, 41; Reinvindicando el "tratamiento" desde la perspectiva del funcionario que
"necesita o quiere creer" en el mismo, ALARCO>I, J. en MINISTERIO DE JUSTICIA, Tra
tamiento penitenciario. Su práctica, Madrid, 1985, 15.
32.- MUÑOZ CONDE, F. "La rcsocialización del delincuemc, análisis y critica de un mi-
to" CPC 7 (1979) 91 ss.
33.- CI\LLlt:Rs, R. P. Strafvollzugsrectu, cit. 7 .: G,'\RLl\:-SD, D. Punishrnent and Welfa
re. A His101y uf penal strategies. Aldershot/Vcrmon, 1985, 40 ss.
34.- Cfr. Asu«, A. "Pena indeterminada", en Enciclopedia Jurídica Seix, T. XX, Bar-
celona (en prensa).
35.- Cfr. GI\RCtA PABLOS, A. "La resocialización del de lincuentc. ¿Un mito?", en sus
Problemas actuales de la Criminotogia, Madrid, 1984, 207 ss.
36.- BUENO Aaus, F. "A propósito de la reinserción social del delincuente (art. 25, 2
de la Constitución española)", en UNSDRI, Crime and Criminal Policy, cit. 147 ss.; CON-
SEIL DE L'EUROPE, Régles penitentiaires ... cit. 34 s.; MAPELLI, B. Principios Fundamen
tales del Sistema Penitenciario español, Barcelona, 1983, 150 s.
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ción de que "las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad
estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social" debe ser in-
terpretado desde esta perspectiva como un criterio político criminal que exige
el desarrollo de moclalidaclcs ejecutivas que favorezcan la inserción social
del condenado, y "sensu contrario" la restricción de todo aquello que pue-
da redundar en el sentido opuesto a tales objetivos.
La dignidad de la persona humana y el libre desarrollo de la persona-
lidad, la exigencia de igualdad y la obligación de los poderes públicos de
remover los obstáculos que impidan la libertad e igualdad y la participa-
ción de los individuos en la vida social, conforman exigencias fundamen-
tales (arts. 10, y 9,2 CE) que con fluyen en la delimitación del contenido
sustancial del concepto de "reinserción social" y "reeducación" del citado
art. 25.
Por ello, así como la reinserción social constituye un objetivo a perse-
guir en todo caso, la "reeducación" como orientación general plantea se-
rios problemas sobre su legitimidad, por la ambigüedad del concepto y el
presupuesto ele "necesidad de reeducación del delincuente" del que parte.
Bien claro que en Lodo caso esa orientación deseable en algunos supuestos
sólo será legítimamente realizable sobre la base de una aceptación volunta-
ria del posible destinatario de una "reeducación", como se ha destacado
insistentemente".
La "reeducación" solo puede concebirse como un instrumento dirigi-
do a lograr la "reinscrción social" dentro de las premisas de voluntariedad
apuntadas. La Administración viene obligada a ofertar condiciones o pro-
gramas de "reeducación", en su cometido general de facilitar los apoyos
sociales, educativos, médicos, que todo ciudadano necesite", particular-
mente respecto a aquellos que se encuentran bajo su custodia en relación
especial. La obligación de ofertar condiciones para la reinserción tiene otra
vertiente aún más importante porque afecta a tocia la organización y régi-
men de cumplimiento de penas y medidas de seguridad: deben potenciarse
aquellas actividades que ayuden a desarrollar la capacidad de participa-
ción y de responsabilidad social dentro del centro, fomentar los contactos
con el exterior que permitan mantener las expectativas ele reinserción so-
cial, y evitar al máximo posible las circunstancias que incidan en una deso-
cialización del sujeto.
En consecuencia, si seguimos aludiendo a la "resocialización" como
objetivo del cumplimiento de la pena, debe formularse con claridad, como
fundadamentc ha mostrado MAPELLI, el alcance de este concepto en su
proyección general sobre la organización y régimen penitenciario, diferen-
37.- Por todos, ÜARC:IA VALDF!:,, Comentarios. cit. 194 ss.; Coso, M y Borx , J. "De-
rechos fundamentales del condenado" en Comentarios a la legislación penal. l. Derecho
Penal y Consutucíon, Madrid. 1982. 217 ss.; 81::R1SrA1N, A. Ciencia penal y criminología,
Madrid, 1985, 115.
38.- BAJO. M. en el Prólogo a ZIPF, Introducción a la Política Criminal, trad. Izquier-
do, M. Madrid, 1979, pág. XV; LüDFRSSEN, K. "La imputación individualizadora de le-
siones de bienes jurídicos: un limite infranqueable para las alternativas de la pena", en MI R.
S. (ed.) Derecho Penal y Ciencias Sociales, Bellaterra, 1982, 187 ss.
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(!l RI t,1\,lf!:S PPNI I LN(. IJ\RIO Aíll[RIO. ADcLA
C'ON!>ll)f·RASUA
J\<.IO'll·S SOBRL ',l l LJNO,\MENTJ\CION
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En base a ello, la comprensión del objetivo genéricamente denomina-
do "resocialización" debe partir de ese programa mínimo como única ba-
se segura y obligatoria. La doctrina penitenciaria agrupa los principios an-
tes aludidos en dos, como doble vertiente de la "resocialización": princi-
pio de atenuación o compensación, y principio de "nihil noccre":". El pri-
mero debe in formar toda la práctica penitenciaria evitando que los objeti-
vos de retención y custodia propios de la vida en prisión desemboquen en
mera organización de seguridad y disciplina. Por otro lado, al efecto de com-
pensar el aislamiento obligado de la vida normal en libertad, se insiste en
la necesidad de fomentar el ejercicio de los derechos no afectados por la
condena, y sobre todo los contactos con el exterior que, como señala el Con-
sejo de Europa, "son esenciales para los objetivos de los sistemas peniten-
ciarios modernos y progresistas preocupados por atenuar los efectos del in-
ternamiento y de optimizar las posibilidades de reinserción social"44•
El principio "nihil nocere" se dirige a contrarrestar los efectos noci-
vos del internamiento, a través de una organización regimenta) que reduz-
ca el peligro de desocialización. Lo que como señala MAPELLI, significa
incidir en tres aspectos concretos: en el momento de ingreso debe evitarse
el ritual de dcsidentificación que normalmente acompaña los ingresos en
las instituciones totales; en segundo lugar debe evitarse el proceso de depri-
vación propio de los regímenes penitenciarios que someten al interno a un
control riguroso hasta en las decisiones cotidianas más nimias; y en tercer
lugar, debe evitarse el proceso de prisonalización, desarrollado cuando las
condiciones de la prisión estimulan el comportamiento de "buen recluso"
más que el de "buen ciudadano", determinando el despliegue de los meca-
nismos sicológicos de adaptación -prisonización- que poco van a ayu-
dar a su reinserción social en libertad".
Es evidente que la optimización de los contactos externos y la mayor
equiparación a la vida en libertad se logra a través del régimen de semili-
bertad. El trabajo u ocupación en el exterior durante el día, evita las conse-
cuencias negativas del encierro prolongado y la inmersión en la dinámica
propia de una institución total. El mantenimiento de las obligaciones y re-
laciones familiares disminuye la penalidad que -como reflejo lateral de
la pena individual- se extiende al círculo de allegados; el sujeto puede man-
tener su identidad social, posibilitando una reinserción social menos trau-
mática. En definitiva, a través del régimen abierto es como la pena privati-
va de libertad puede evitar de manera más eficiente la "desocialización",
o el incremento de la desocialización del condenado":
Es lógico por tanto que los actuales sistemas penitenciarios concedan
al régimen de semi libertad el protagonismo que le corresponde si se preten-
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'\OH.A ASU,\
de ser consecuente con los fines que las propias leyes -incluso las normas
constitucionales- asignan al cumplimiento de la pena, aunque hay que re-
conocer que todavía las previsiones legales distan bastante de la realidad
en la mayoría de los países". Lo cual no debe ser un consuelo tranquili-
zante al contemplar la situación española, pues aquí la prisión sigue ocu-
pando un lugar preeminente como sanción penal, y por lo tanto el régimen
abierto es la única vía de aminoración de sus efectos nocivos.
El principio de "resocialiL.ación" se conforma como un principio po-
lítico criminal general más allá del mero ámbito penitenciario. Como ya
señaló CORDOBA, la orientación constitucional a la resocialización impli-
ca un mandato dirigido al legislador conectado con el principio de huma-
nidad de las penas: proscripción de penas inútiles y excepcionalidad de la
pena privativa de libertad". El régimen abierto se sitúa así como una ins-
titución a medio camino hacia las alternativas a la prisión, participando
en gran medida de sus mismos fundamentos, de parecidas necesidades y
dependencias para su implantación -coordinación con servicios comuni-
tarios, apoyos sociales- y de su relación ambivalente con la prisión tradi-
cional, que continúa siendo el referente subsidiario pero potente, anudado
al incumplimiento de las prescripciones estipuladas". No nos hagamos de-
masiadas ilusiones, la prisión puede atenuarse y sustituirse porque la pri-
sión sigue existiendo.
47.- En la RFA, donde cada Land tiene la competencia en la ejecución de penas, las
diferencias son significativas según regiones: ALTENHAIN, G. A. "Organization des Straf-
vollzuges", en SCHWIND, H. D. und KLAU, G. Strafvollzug in der praxis, 2. Berlin/New
York, 1988. 31 s.: DüNKEl, F. und ROSNER, A. Die Ent wicklung ... cit. 44 ss.: 0UTHEILLET-
LAMONHIE'71E, B. "Staristiques sur la semili-berté pour l'anné 1981" RevPenit et DrA!n
(1983) 22 ss; Di LAZZARO, A. "Le misure alternative alla detenzione, prima e dopo la Leg-
gc Gozzini ", Inchiesta, gennaio-giugno (1988), 32 ss, y 37.
48.- CoRDOBA, J. "La pena y sus fines en la Constitución" en MIR (ed.) La Reforma
del DerechoPenal. Bellaterra. 1980, 158.
49.- PAVARINI, M. "Misure alternative al carcere ... " cit. especialmente pág. 51.
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1·1 Rl'.OIMI N l'I NI 11·1'( 11\l<IO J\1311:RIO. lONSll)I RM.. IONt'S SOIIKI· SU íl,Nl)A('.IL'I IAC ION
50.- Según la DGIP, MemoriaCircular, cit. 51, en el año 1983 disfrutaron de algún
permiso de salida un total de 8.310 reclusos, (un 261t/o más que el año anterior), y se conce-
dieron en total 81.666 permisos (un 310Jo más sobre el año anterior); el índice de fracasos,
por no reincorporación se cifra en un 1,09%.
51.- Exigencia fundamental para la efectiva ampliación del régimen abierto. Cfr. las
recomendaciones de las recomendaciones de las Naciones Unidas en este punto, recogidas
en NcUMAN, Prisión abierta, cit. 214. s.
52.- MANZANARES. "La ejecución .. :· cit. 1.043 s.
53.- MANZANA RE!>, J. L. Individualización cienufica y Libertad Condicional, Madrid,
1984, 136 s.
54.- MA 'JZAl'ARES, "La ejecución ... " cit. 1.041.
55.- LOPI 7 BARJA, J. "Los establecimientos penitenciario," en Comentarios a la le
gislación penal. T. VI. Vol. 1, Madrid, 1986, 203.
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CONSIDERACIONES SORRE SU H,NOA"1FNTACION
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cumplirse en libertad condicional; que la concesión de ésta última pueda
adelantarse por los efectos de la redención de pena por el trabajo; que el
cumplimiento del tiempo asignado, antes ele llegar a la libertad condicio-
nal puede -y debe Lenderse a ello- cumplirse en régimen abierto. Las fi-
nalidades preventivo generales y los criterios de proporcionalidad en abs-
tracto, son tenidos en cuenta por el legislador en la fijación de la pena con
la que conmina la comisión de cada delito. Por el mismo procedimiento
parlamentario (ley orgánica) se establece el contenido de cada pena de cara
a su ejecución. El legislador soberano consideró en 1979 correctamente que
la prevención general no sufriría merma por la atenuación de la aflictivi-
dad del internamiento. Y mientras el Parlamento no cambie de postura mo-
dificando la ley, el régimen abierto debe aplicarse cal como se recogió en
la LOOP. Pese a .los intentos de recorte que se introdujeron vía administra-
tiva por Real Decreto a través del reglamento penitenciario, infringiendo
la jerarquía norrnativa'".
La antinomia de los fines de la pena, en su relación dialéctica, desplie-
gan su juego en el plano de la decisión judicial, enmarcada en los límites
señalados por el legislador". En este estadio entra también en juego la
eterna tensión entre el principio de pena proporcional prevista con carácter
general para los mismo delitos en iguales circunstancias, y el principio de
adecuación de la sanción a las particulares condiciones del sujeto. Aquí las
consideraciones ele prevención especial, o mejor de condiciones ele sociali-
zación o no dcsocialización del sujeto, quedan a la ponderación del juzga-
dor en la fundamentación de su decisión sobre la pena concreta individua-
lizada; la concesión de remisión condicional o figuras afines compete pues
al juez. Pero establecida una condena a prisión, el cumplimiento de ésta
en su fase ejecutiva, queda encomendada a la Administración quien, -
con mayor o menor control judicial, según distintos modelos lcgislativos-
debe fundamentar sus decisiones ateniéndose a las finalidades establecidas
con claridad en el art . 1 de la LOGP: rcinserción social, junto a el asegura-
miento y la custodia.
Los "objetivos generales del castigo" se obtienen con la propia sen-
tencia condenatoria cuyo cumplimiento se lleva a cabo en el centro peni-
tenciario. La Administración no tiene competencias para castigar por el delito
cometido, sino solamente para llevar a cabo las condiciones materiales y
organizativas de los centros donde se cumple el castigo impuesto, sometido
a los mandatos de la ley penitenciaria. En la decisión sobre régimen abier-
to, o sobre permisos o beneficios, mientras la ley no diga otra cosa, la du-
ración de la pena o del castigo no puede tomarse en cuenta para denegar
una situación menos gravosa, siempre que ésta no aparezca contraindicada
por temor a evasión o a la comisión de un nuevo delito. La finalidad reso-
60.- Incluso los autores que defienden la conveniencia del establecimiento de plazos
mínimo de cumplimiento para acceder al tercer grado, reconocen la ilegalidad del art. 251
del RP por introducciones restricciones a la concepción de la LOGP en este punto: MAN-
ZANARES, "La ejecución ... " cit. 1.045.
61. Cfr. por todos, GARCIA ARAN, M. "Los criterios de determinación de la pena",
201 ss; Luzoj, PEÑA, D. Medición de la pena y sustitutivos penales, Madrid, 1979.
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EL REGIMEN Pl:NITENCIARIO ABIERIO. ADELA ASUA
CONSlDERAC:IONES SUl!Rl: SU Fl.,NPAI\IE~TAc-10~
62.- BVerfGE, 64, pág. 261 ss. Comenta esta resolución Van ZYL SMIT, D. "Leave of
absence for West Germán Prisoners ", BrJourCrim (1988) 8 ss.
63.- MEJER·BECK, P. "Schuld und Generalpravcnuon im Vollzug der Freiheitsstrafe",
Monatsschrift fúr deutsches Recht (1984), 447 ss; MüLLER-DIETZ. H. "Schuldschwere und
Urlaub aus der Haft ", Juristische Rundschau (1984), 353 ss.
64.- MAJER-BEcK, "Schuld ... " cit. 451.
970 (16)
nuación penitenciaria. La doctrina ha seguido insistiendo en la insconsti-
tucionalidad de tal proceder, resaltando la inseguridad jurídica consecuen-
te a la toma de decisiones desfavorables para el condenado en base a difíci-
les y equívocas apreciaciones sobre la necesidad de mantener "la confian-
za del público'' en el sistema penal. Máxime cuando es la administración
la que realiza tales valoraciones enmendando la plana al propio parlamen-
to que no quiso introducir restricciones en la ejecución por tales
conceptos65•
La ley española recoge la misma filosofía penitenciaria alemana en cuan-
to a la clasificación de los condenados. Sin embargo la corrección que vía
reglamentaria se ha introducido para que el régimen abierto se aplique co-
mo regla general solo después del cumplimiento de l/4 de condena (art.
251 RP), pese a infringir la jerarquía normativa, parece que está siendo acep-
tada gustosamente por la Administración penitenciaria. La fijación de pla-
zos, aunque sean solo orientativos, facilita la mecánica de la labor admi-
nistrativa, pero a costa de frustrar el alcance.de la finalidad resocializadora
concebida en la LOGP, con el consiguiente perjuicio para aquellos reclusos
que se encuentren desde el primer momento en condiciones de cumplir la
pena en régimen abierto.
La consignación de plazos legales en este campo supondría un retro-
ceso en la concepción de la pena privativa de libertad, aunque apone ma-
yor seguridad jurídica, que no necesariamente una mayor prevención gene-
ral (negativa o positiva) que es lo que parece reclamarse al denunciar el pe-
ligro del "vaciado" de la pena. La intensidad del castigo se reduce, -no
su duración-, desde el axioma de la "prohibición del exceso", desde el dic-
tado constitucional de acomodar el castigo a la continuidad del ejercicio
de ({)S derechos fundamentales, desde la experiencia constatada del sufri-
miento inútil y despersonaliador que la prisión genera. No se puede hablar
del vaciado de la pena cuando es el legislador quien decidió ese menor con-
tenido aflictivo como norma de aplicación lo más amplia posible. Estamos
simplemente ante un impulso que podría ser histórico de asumirse en to-
das su consecuencias, dirigido a la transformación de la pena privativa de
libertad.
Pero con la extensión del régimen abierto como modalidad normal co-
rrespondiente a la pena de prisión, resurge la cuestión del papel que la "pe-
ligrosidad" del sujeto juega en este sistema. Permanente dilema que ya quedó
desvelado en toda su crudeza a finales del siglo pasado cuando se inició
el camino hacia la remisión condicional y la probation para los delincuen-
tes primarios, o "no necesitados de corrección" como decía Von LISZT.
Momento en que a la vez como contraste se introdujeron las medidas inde-
terminadas de retención, anticipo de las "medidas de seguridad" del siste-
[17] 971
ADELA '-SUA
ma dualista. Problema que merecería un análisis más detenido del que per-
mite este breve cornentario'".
Sería lamentable que la incipiente y todavía tímida instauración del
tercer grado en la realidad penitenciaria española, cuando no se conocen
"excesos", sino por el contrario extremada prudencia en su concesión, que-
dará ya recortada por la inercia de la tradición anterior.
La evolución hacia niveles aflictivos menos intensos, comprobada la
eficacia preventiva de penas menos graves", permite avanzar lentamente
hacia el objetivo de relegar la pena privativa de libertad a posiciones de
"ultima ratio". Como señala KORN, según un principio bien conocido en
sicología experimental, todos los procedimientos o situaciones que admi-
ten una graduación a lo largo de una continuidad de percepción, tiene dos
límites, uno mínimo y otro máximo. La rebaja del tope máximo, tiene el
efecto de rebajar toda la escala, y viceversa". La reducción progresiva de
penas graves, permitirá la revisión de los standards de "proporcionalidad",
favoreciendo la aceptación de penas menos aflictivas como respuesta ade-
cuada a conductas delictivas conminadas anteriormente con sanciones más
intensas. La trasformación de las condiciones de cumplimiento de las pe-
nas de prisión, en el sentido de la normalización de las atenuaciones, con-
tactos con el exterior, ampliación del régimen abierto, deberá permitir la
suavización general del sistema, y consecuentemente el avance hacia la dis-
cusión sobre la extensión de sanciones no privativas de libertad y de res-
puestas más civilizadas que las que actualmente maneja el derecho penal".
66.- Como dice PALAZZO,"La nuova disciplina ..." cit. 253, la semilibertad está desri-
nada a los condenados de baja peligrosidad. El problema reside en la difícil apreciación
de la "peligrosidad", la equivocidad del concepto, la tendencia administrativa y política
de sobrevalorar la peligrosidad, y en consecuencia a presentar pronósticos exagerados (Mo-
RRtS, N. El futuro de las prisiones, Madrid, 1978, 108 ss). Lo cual va a afectar negativa-
mente a los jóvenes más ·'deprivados" -a lo que se añade hoy el problema de la
drogadición- que son precisamente el colectivo que más necesita de medidas que eviten
su "desocialización" carcelaria a fin de no promover desgraciadas trayectorias delictivas.
Sobre las características y peligros de la tendencia actual de bifurcación del control pe-
nal, -respuestas "blandas" para una mayoría y la prisión para el "núcleo duro" de la
delincuencia-COHEN, S. Visiones de control social, cit. 218 ss.
67.- Lo único que se puede asegurar en este difícil campo de evaluación de la preven-
ción general es que la extensión de alternativas y de medidas de "apenura" de la prisión
no ha rebajado los niveles preventivos del sistema penal. Así, en Italia, a los JO años de
la reforma que introdujo sustitutivos de prisión y medidas de apertura, se produce una irn-
portante ampliación de aquella primera reforma (L. n 633 de 10 octubre 1986). Lo mismo
podría decirse respecto a otros países.
68.- KORN, R. R. '·Prisoners rights litigation in rhe U.S. during an era of retrogression
and inhumanity", en International Conference on Prision Abolition, 24-27 June 1985, Arns-
terdarn 1985, Section VI, pág. 16 (ejemplar ciclostllado).
69.- BERtSTAl'I. A. Crisis del derecho represivo, Madrid, 1977, 245.
972 118]
CAMBIOS EN LA CONDUCTA DE LOS PRESOS
111 973
i\RI\IID/\ llERG/\M INI 'v1101 1U
974 [2)
CAMBIOS J"N LA (.'.ONDU<.: rA or L():S PRESOS
131 975
ramas jurídicas, y las Reglas Mínimas han tenido dificultades para intro-
ducirse en considerable número de legislaciones nacionales. Pero si no
fue la letra, el espíritu del Derecho Penitenciario y de las Reglas Mínimas
(des- de su primera redacción) penetró sin obstáculos en las prisiones.
Penetran- do en ellas, ese espíritu sufrió naturales deformaciones,
ajustándose a los deseos e intereses de los presos. Así, de aquella conciencia
de sus derechos circunscritos a los términos de la sentencia, Y los
beneficios legales, para cuyo reconocimiento se sometían (de modo
general) a las leyes y reglamen- tos, pasaron a la conciencia de "otros
derechos", no bien definidos, e in- cluyendo en la expresión también
intereses, sin indagar si eran legítimos
o no. Eso estimuló cierto cambio en la conducta de los presos, particular-
mente en lo que se refería a la actitud de sumisión o conformidad, pasando
ellos a hacer exigencias en cuanto a, por ejemplo, la previsión normativa
de las faltas y puniciones, la comida, la ropa de uso personal y de cama,
el trabajo y otras cosas de interés colectivo o individual; en algunas prisio-
nes los descontentamientos y respectivas exigencias llegaban a desórdenes
o motines, o eran pretexto para fuga (falta disciplinaria) o evasión (crimen).
La Declaración Universal de los Derechos Humanos precedió en algu-
nos años a las Reglas Mínimas, habiendo sido casi sus contemporáneas las
Declaraciones regionales.
Mirando retrospectivamente, parece que no hubo, por ocasión de di-
chas Declaraciones, un verdadero impacto en la opinión pública, lo que se
debió, probablemente, a que los medios de comunicación no eran, todavía,
en aquellos años, tan potentes ni estaban al alcance de toda la gente. Sin
embargo, todo indica que, así como los presos tuvieron conocimiento (o
intuición?) del espíritu del Derecho Penitenciario y de las Reglas Mínimas,
a pesar de no conocer su texto, así también la gente en general comenzó
a tener conciencia de derechos fuera y más allá de las leyes -de los dere-
chos que serían denominados humanos- a pesar de no conocer, quizás
no haber oído hablar de la Declaración Universal o de cualquiera de las
regionales. Por lo que se puede percibir de esa mirada retrospectiva, la con-
ciencia pública no incluía a los presos; los derechos de que los presos ya
habían empezado a tener conciencia, desde ames de la adopción de la for-
ma definitiva de las Reglas Mínimas, y desde antes de cualquiera de las De-
claraciones de derechos humanos, serían "otros". Los presos, a su vez, pa-
recían sentir ciertos derechos como "suyos", sin darse cuenta de que entre
ellos estarían derechos fundamentales de cualquier persona y, como tales,
reconocidos por las Declaraciones. Parece que no ocurría pensar que las
Reglas Mínimas cuidaban de derechos fundamentales, en una configura-
ción específica, impuesta por la situación vital de presos. Era como si hu-
biese dos fuentes distintas de los derechos fundamentales: una para los presos
Y otra para la gente fuera de las prisiones. Pero eso no impedía que la cre-
ciente conciencia de los derechos humanos penetrase en las prisiones y con-
tribuyese para que la conciencia que los presos tenían de sus propios dere-
chos fuese estimulada, con no pocas deformaciones añadidas a las que ya
existían, lo que les inducía a tener mayores exigencias, no siempre justas.
Todo eso concurría para crear nuevas dificultades y más serios problemas,
976 {4)
C/\MHIOS t'N LA CONDUCI/\ DE LOS PRtSOS
15) ~7¡
(.'AMl~IOS ENARMIDA
LA C'ONDUC'T'/\
BrRGAMINIl>l' 1 MIOTTD
OS PRl'SOS
978 (6)
la droga), tan apoyado por ciertos favorables comentarios o referencias,
y por alabanzas y enaltecimiento de personas homosexuales': el SI DA aun-
que su contaminación sea posible por formas y medios diversos, no se pue-
de negar su frecuente vinculación con las drogas, el homosexualismo y la
promiscuidad sexual.
8.- Débese tener en la mente que, añadiendo a todo eso, hay, en los
últimos años, personas, grupos o entidades que se ocupan (con intenciones
reprochables o de buena fe, no importa) de los derechos humanos de los
presos, con un enfoque y un método de trabajo que contribuyen para exa-
cerbar el espíritu de reivindicación y de insubordinación. Esas personas,
grupos o entidades hablan y proceden como si sólo los presos tuviesen de-
rechos humanos, como si las naturales restricciones del ejercicio de algu-
nos de ellos, oriundas de la sentencia o inherentes a la vit uación de presos,
fuesen injustas, crueles inhumanas agresiones contra dichos derechos. To-
man como verdad comprobada todo lo que los presos dicen (de viva voz
o por escrito), sin hacer mayores indagaciones y, a veces, sin hacer cual-
quier indagación. Fácilmente se habla de tortura y, sin la debida verifica-
ción, se admite que el personal de las prisiones la practica (suele practicar-
la). Ese enfoque y ese método de trabajo no sirven para eliminar de las pri-
siones los verdaderos casos de tortura, ni para eliminar tensiones; al con-
trario, porque generan confusión y alimentan hostilidades'.
980 (SI
Tratándose de prisión ele régimen cerrado, la situación es más seria,
porque la atmósfera del mundo exterior que en ella penetra y la respectiva
vivencia que los nuevos presos traen consigo, se encuentran con la atmós-
fera propia de una prisión con ese régimen, con sus emociones y sentimientos
negativos, y sus tensiones, siempre en interacción, con las más diversas con-
comitancias y consecuencias.
Ese es el cuadro actual de las prisiones (de régimen cerrado), donde,
si todavía hay presos que son "pobres diablos", probablemente autores de
crímenes "tradicionales", cometidos en forma "tradicional", hay los que
no lo son, y dominan la situación.
Entre los presos que no son "pobres diablos", se encuentran los que
cometieron alguno (o más de uno) de los "nuevos crímenes", o ciertas for-
mas nuevas de cometer crímenes "tradicionales". Esos crímenes -que, por
su crueldad, por el número de víctimas (muchas veces, inocentes que sólo
por coincidencia se encontraban en el camino del criminoso), por la exten-
sión y valor de los daños y por otras circunstancias, son terriblemente
graves- suelen ser cometidos por miembros de organizaciones para delin-
quir, dctcruoras de poder, quizás inmenso poder, conferido, junto con su
protección, a cada uno de sus miembros.
En el pasado, el "crimen organizado" existía en algunos países, con
o sin vinculaciones en otros. Cosas diversas eran las bandas, existentes de
modo general (según se puede saber) en todos los países.
Hoy, el crimen organizado -o mejor, las organizaciones para delin-
quir existen, de cierto modo, en todos los países del mundo. Las bandas,
a su vez, siguen existiendo.
Dichas organizaciones no rara vez son muy poderosas; riquísimas, pue-
den poseer los más modernos y perfeccionados medios de comunicación
e información (inclusive informática), y medios de transporte por tierra,
agua y aire, bien como armas similares a las de las Fuerzas Armadas de
los países más bien aparejados. Sus miembros no están acostumbrados a
someterse, sino a dar órdenes y exigir, de acuerdo con la posición jerárqui-
ca que ocupan en la misma organización.
Las bandas actuales pueden ser tan simples como las del pasado; pero
hay las que llegan a asemejarse a las organizaciones para delinquir, o con
ellas confundirse.
art. l 7 del Pacto Internacional ele Derechos Civiles y Políticos, notándose que en el texto
inglés se lee "unlawful attaks". que quiere decir ataques ilegales, pero también injustos,
siendo ese el sentido en ese artículo de Pacto. -Las alegaciones o quejas de tortura son
generalmente objeto de publicidad, sin indagar si hay o no indicios de veracidad. Después.
cuando se prueba que no son verdaderas, no hay mayor preocupación en deshacer el equí-
voco. No se piensa que la persona injustamente atacada, herida en su honra, vilipendiada,
ha perdido su reputación ante la opinión pública; en ciertos casos, por fuerza de presión
de interesados, habrá perdido su empleo, y su carrera habrá quedado destruida. sin olvidar
las consecuencias para su salud y su misma vida, provocadas por el vilipendio; el oprobio
habrá alcanzado, además, a su cónyuge, sus hijos, hermanos u otros familiares ... -En las
Convenciones (la Universal y las regionales) sobre tortura, hace falta algún dispositivo con-
cernieme a la denunciación calumniosa de tortura.
(91 981
Ci\l'vll3105 EN Li\ C'ONDUCli\ DI· 1 OS l'IU,SOS
ARMIIJA fll·R<...Ar-.llNI '1.1101
10
982 (10)
- El tráfico de drogas, el hurto o robo y contrabando de vehículos,
con todos los crímenes, los más diversos tipos de crímenes relacionados con
ellos, cometidos para garantizar su perpetración o sus ventajas, o para sal-
vaguardar a sus autores.
- La corrupción y el tráfico de influencia ... y su posible relación con
el tráfico de drogas, el contrabando y todo un lío de crímenes.
No pueden ser olvidados los verdaderos episodios de guerra o guerri-
lla que, con cierta frecuencia, ocurren entre los criminales y la policía.
Presos, esos criminales no dejan de sentirse poderosos; no están dis-
puestos a someterse, lo que se transmite como un ejemplo a ser seguido
por los demás presos, suscitando insatisfacciones que facilitan la eclosión
de desórdenes, motines, fugas, evasiones ...
Se diría que fugas y evasiones tentadas o consumadas siempre existie-
ron, y que, por lo menos en un pasado más reciente, las insatisfacciones,
los desórdenes, los motines ya no eran raridad. Sin duda, así era.
Lo que ha cambiado, profundamente, es el modus faciendi et operan
di, acompañando los cambios en la atmósfera psicosocial, con la mentali-
dad, la Wettanschauung, la conciencia de los (propios) derechos, a par de
nociones deformadas o con rusas, tales como: la de derecho (subjetivo}, que
no sería facultas agendi, sino potestas agendi, implícita en la convicción
de que uno tiene derecho ele hacer todo lo que, sirviendo a algún interés
o dando placer, tiene fuerza y poder para hacer; la de libertad, que, inspi-
rada en esa noción de derecho, es al mismo tiempo libertinaje y prepotencia.
10.- Antes, los actos y hechos de insatisfacción, los desórdenes, las re-
beliones, los motines, las fugas y evasiones no tenían la amplitud ni la gra-
vedad que hoy presentan, porque la atmósfera, con sus componentes, si
no era más tranquila, era menos turbulenta; los presos tenían, consciente
o inconscientemente, cierto temor que les hacía someterse a la ley y a la
sentencia, y respetaban a las autoridades. Hoy, los presos "importantes",
grandes criminales, miembros del crimen organizado o de desarrolladas ban-
das, son "dueños de la situación", desafían a las autoridades y la ley. Los
presos "pobres diablos" ya no son (por lo menos muchos de ellos) tan "po-
bres diablos", imbuidos, como son, de la tan exagerada y deformada no-
ción de sus propios derechos, fundamentales y adquiridos (entre ellos cua-
lesquiera intereses, inclusive reprochables).
- Antes, "sus armas" eran hechas por ellos mismos, "verdaderas ar-
mas", y a veces armas de verdad. Hoy, sin que hayan desaparecido las he-
chas por ellos mismos, poseen variados tipos de armas de verdad, hasta
propias de las Fuerzas Armadas; en algunos casos, la cantidad y variedad
de armas y municiones ha hecho pensar en arsenal. ¿Cómo semejante ma-
terial bélico habrá sido introducido en las prisiones? Se puede pensar en
los compañeros de crimen organizado o de banda de los criminales "im-
portantes", con sus secretos y astucias. Pero también hay que pensar en
cómplices, posiblemente miembros del personal de la prisión; en uno u otro
caso, se ha podido comprobar la participación de abogados.
[ll) 983
CAMBIOS ENARMIOA OER(;AMINI De
LA CONDUCTA 1.0S
MIUI PIU'SOS
10
984 (12)
y así, por evolución y por deformación, se ha llegado a extremos inconce-
bibles. Con todo, el homosexualismo con sus prácticas, no ha disminuido.
Hoy, el problema sexual en las prisiones, lejos de estar atenuado, está exa-
cerbado. Por un lado, los presos (y las presas también) exigen la "visita con-
yugal" o sustitutiva, como un derecho humano, y su exigencia no siendo
atendida, hacen toda suerte de presiones contra la administración, inclusi-
ve con los medios usuales en cuanto a cualquier otra exigencia:'. Por
otro lado, el homosexualismo parece incontrolable; ¿cómo podría ser
controla- do, con todo lo que, fuera de las prisiones, pasa con el
homosexualismo
y los homosexuales (y sus diversas especies, con las respectivas denomina-
ciones, según el lenguaje de la biología o de la medicina)?
- Antes, las enfermedades sexuales ya habiendo sido dominadas, los
casos concretos de enfermos que, no obstante, aparecían, tenían cura. En
los últimos años apareció el SIDA. Es verdad que su transmisión (o su con-
tagio) puede darse de modos diversos que nada tienen que ver con prácti-
cas sexuales. Pero en sus primeros tiempos era siempre relacionada con ho-
mosexuales y sus prácticas y con drogadictos. Hoy día, unos y otros son
considerados "grupos de riesgo", para contraer la enfermedad. En reali-
dad, el número de homosexuales y de drogadictos entre los enfermos de
SIDA no es pequeño, notándose que hay homosexuales que son, al mismo
tiempo, drogadictos. Si en el mundo fuera de las prisiones el contagio ocu-
rre en muchos casos por transfusión de sangre y otros medios que nada
tienen que ver con prácticas sexuales, en las prisiones lo más cierto es que
el contagio ocurra por medio de dichas prácticas. La hipótesis formulada
por la administración de las prisiones de un cierto país, de reunir a los en-
fermos de SIDA en un mismo y específico establecimiento, provocó una gra-
ve rebelión de todos los presos, con invocación de los derechos humanos,
prohibición de discriminaciones, amenazas, exigencias, imposiciones. Se tiene
noticia de casos, en unos u otros países, de presos así enfermos que han
pretendido usar su sangre contaminada como ''arma'' para obtener lo que
exigían. En un caso, el preso, no obteniendo lo que exigía e imponía, no
se limitó a amenazar, sino que echó en la cara de un alto funcionario, la
sangre contenida en un vaso, gritando que era su propia sangre, sangre con-
taminada. -Problemas, preocupaciones graves, y fundados temores para
la administración ... sin olvidar lo que esa enfermedad significa para los mis-
mos enfermos ...
[13) 985
(I\Ml310'> l:1'
ARMIUA BERüAM!Nlnr MIOI
1 \ C:ONDUC.11\ ro \0!>
LO~ l'Rl·
12.- Un factor a que debe ser dada atención cuando son examinados
los cambios en la conducta de los presos ~'antes Y hoy'?._ es el de la publi-
cidad de los hechos extraordinarios.
- Antes, los tumultos, desórdenes, motines, fugas y evasiones, y otros
hechos extraordinarios que sucediesen en una prisión, raramente ultrapa-
saban sus límites. No interesaban como objeto de divulgación. Raramente
y sólo por restrictos medios de comunicación eran noticiados o comenta-
dos. En los últimos tiempos, las noticias han sido inmediatas, amplias, mi-
nuciosas, llevadas a todos los rincones del mundo, por la radio y la televisión.
Ya en décadas pasadas había sido comprobado por especialistas que
la noticia de un hecho (crimen, autoagresión, suicidio) practicado de mo-
do excepcional o aprovechando circunstancias especiales, o que, por cual-
quier otro motivo, era diferente de sus congéneres, resultando una nove-
dad, no sólo despertaba la curiosidad y el interés, como estimulaba la imi-
tación. Los efectos eran semejantes si se trataba de un hecho de ficción ex-
hibido en un filme. La comprobación de lo que dichos especialistas afir-
maban, resultaba de la efectiva repetición, en corto plazo, de hechos (ten-
tados o consumados) con las características nuevas o extraordinarias del
hecho noticiado o aparecido en el filme exhibido.
Ese fenómeno, comprobado en el pasado, no pertenece al pasado; per-
siste todavía, pudiendo ser verificado en cuanto a lo que sucede en las pri-
siones. Véase, por ejemplo, una rebelión con toma de rehenes y amenaza
de matarlos para forzar la administración a atender a ciertas exigencias o
a conceder ciertas ventajas. La primera vez que una rebelión así ocurrió,
fue repetición, con las necesarias adaptaciones, de extorsiones mediance se-
cuestro, cometidas fuera de las prisiones y hartamentc noticiadas, habien-
do, a su vez, merecido harto noticiario. Sin mucha demora, semejantes re-
beliones empezaron a repetirse en los más diversos países. En un caso, se
añadió algo nuevo: la exigencia de vehículos para huir -lo que, siendo una
novedad, mereció noticiarios y comentarios. Pocos días habían transcurri-
do, y ya hechos semejantes se repetían en el mismo país y en otros.
A veces, las repeticiones dejan de ocurrir. Así, por ejemplo, fue exhi-
bido un filme en que había el episodio de un preso en establecimiento de
máxima seguridad, que huyó en un helicóptero bajado en el patio de la
prisión por compañeros suyos. Poco tiempo después, en el patio de una
penitenciaría de máxima seguridad, donde un cabecilJa de una banda nu-
merosa, rica y de cierta organización, estaba preso (condenado por varios
crímenes), un helicóptero bajó cerca de él y, todo muy rápidamente, lo re-
cogió, alzó vuelo y se fue ... Ese hecho fue, sin la menor duda, muy extraor-
dinario, y fue abundantemente noticiado. Sin embargo, no se tornó común
o casi, como se tornaron otros casos, entre ellos los mencionados en estas
páginas. El episodio del helicóptero fue una repetición de lo que un filme
había enseñado. Empero, fácilmente se comprende que, por sus mismas ca-
racterísticas, la repetición sería posible sólo en cuanto a pocos presos. Ade-
más, el elemento "sorpresa" (que posibilitó el éxito) dejó de existir, lo que,
junto con otros elementos (técnicos y normativos) propios del uso de heli-
cópteros y otras aeronaves, facilita a las autoridades tomar medidas efica-
ces para impedir la repetición. Sin embargo, ese episodio, aunque no haya
986 114)
podido repetirse, atestigua la descomedida audacia posible en la conducta
de los presos del tiempo presente.
13.- Han sido muchos, pues, los cambios en la conducta de los presos,
reflejando los profundos cambios en la mentalidad y la Weltanschauung
que hoy orientan la conducta de las personas, de los grupos, de la socie-
dad, de los pueblos. La ciencia y la técnica, en sus espantosos progresos,
y los potentes medios de comunicación (frutos suyos) están en interacción
con esa mentalidad y esa Weltanschauung, y con los cambios en la conducta.
Ese es el mundo actual; esa es la atmósfera psicosocial.
Cuando la atmósfera era diversa, los crímenes y los criminales eran
diversos y asimismo los presos, con su conducta en la vivencia de las pri-
siones. Hechos de conducta individuales o colectivos que, de acuerdo con
los conceptos de entonces, eran muy graves, no lo parecen y pueden ser
considerados casi irrisorios, si comparados con lo que sucede hoy. Hoy, los
presos pueden llegar a extremos como los atrás mencionados -sin hablar
de la subyugación y asesinato de miembros de la administración de las pri-
siones y otras autoridades, debidos a la "organización" o a la "banda"
a que pertenecen ciertos presos. ¿Podrá ser más grave?
Con la llegada del Derecho Penitenciario, el preso (condenado) ha de-
jado de ser mero individuo, paciente del tratamiento, para ser (no dejar de
ser) una persona, sujeto de derechos, de deberes y de responsabilidad, agente
de su propia enmienda. Eso es lo que debe ser cultivado, con el coraje de
enfrentar la deformada y mórbida conciencia de los propios derechos, ex-
cluyendo deberes y cualquier sentido de responsabilidad. No será fácil, mien-
tras no se hagan cambios en la atmósfera psicosicial de hoy día, sanándola
con el restablecimiento de los valores morales, espirituales y religiosos. Pe-
ro las dificultades, por enormes que sean, no pueden justificar la omisión;
algo es preciso hacer.
Desde algunos años, la ONU insiste en la necesidad de una revisión y
actualización de las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos.
Para eso, consideraciones como las hechas en estas páginas, podrían ser
útiles, en lo que concierne tanto a los presos corno a la administración y
al personal. Los cambios en la conducta de los presos demandan cambios
en el reclutamiento y en la formación del personal; sin disminuir el rigor,
sino al contrario, en cuanto al reclutamiento y a la formación moral, debe
ser ampliada la formación intelectual según los progresos de las ciencias
(naturalísticas y ético-jurídicas) y de las técnicas, mejorando, semejante-
mente el preparo físico. El nuevo enfoque de la formación de los miembros
de la administración y del personal, deberá ser tal que les capacite neutrali-
zar tanto cuanto posible los reflejos de lo que es reprochable en la atmósfe-
ra psicosocial, a fin de establecer condiciones para la vivencia del principio
"el preso es una persona, sujeto de derechos, de deberes y de respon-
sabilidad".
(151 987
LA MISE A EXECUTION DES PEINES:
UNE PHASE MECONNUE DU PROCESSUS PENAL
[I] 989
li\( QL t;I 1"-1 Ul:ll.~AI Dí e 1 1 IS
nio Beristain, dans ce livrc qui luí cst dédié et auqucl je suis tres honorée
d'avoir été appelée a participcr. Non pas cortes que l'on puissc se perrneure
la moindre extrapolation entre une juridiction et une autre. Mais l'idée devrait
désorrnais circuler que si l'on veut avoir une connaissance réalistc des pro-
duits du penal, il n'est pas cncore suffisant de s'Intéresser aux peines pro
11011cées. 11 faut aussi se demander si celles-ci ont été subies. Les résultats
de ce travail parisien sur la mise a exécution des peines privativos de liberté
témoignent en effet d 'une perle considérable de peines pendant le ternps
administran f de lcur passage du judiciaire au pénitentiaire. Apportés ici
a titre d'exemple, ces résultats encourageront pcut-étre d'autres
chercheurs,
et notamment mes amis basqucs, a se poser a leur tour des questions sur
ccuc étape du processus pénal jusquici largernent ignorée.
DU JUDICIAIRE AU PENITENTlAIRE
990 (1)
LA MIS!; A EXECIJTION DES Pl::.INF.S: UNE PHASE "1ECONNUE Dv PROCESSUS PE"'Al
1';.~h!,MIIA l;;t1•;
1.1111g1 L. rn11-.•, H;:t; cxc:r~rt<lfl {,($ l"l l"1!S ll'U"l111Ml',Lt' 11
¡\
').t.,HJ
.\ ru1:.
1
(l!C\U'.rl " l't;T~•.•iJVt::;
rt:CIIO<..~:
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>--- 1
"º -<
Ul•'('llf:r,i
,. .
1:
H:rn~..$ 11 tt1;1(Ht, A
f.CRQUCS.
t e fi.//o
~u1L 32\ oes pe1ne.,
u e- ,..,·1.s~n s ee ee ncé e s
[J] 991
DES DlSTINCTIONS A FAIRE
6.- Les condarnnés incarcérés a I'Issuc de l'audience rcstcnt en prison mérnc s'ils Iont
appel ou opposition ou élevent un rccours en gráce -dans I'artentc d'un nouveau juge-
ment, ou du résuttat du recours en grácc,
(41
992
IA \IIISf A EXECL1TIO'\I DES JA<.:()LELl~E
l'hlNES: UNf' PHASf
BERl"AT McCONNUI
DE C [LI', ou PRO<- r'-;',lJS PfNAI
[5]
993
non, sur le registre de l'cxécution des peines, déclaration formellc a cct égard.
En vérité, il conviene de rangcr ces peines amnistiables a posterior¡ dans
le rnérnc groupe que les peines prescrites non amnistiables, car il s'agit dans
tous les cas de peines pour lesquellcs le tcmps utilc de mise a cxécution s'est
trouvé dépassé, sans qu 'aucun acre ne soit venu l'lruerrornprc, par une vé-
ritable inertie du systerne.
Si on reprend maintenant la figure proposée, on voit ce qu'il est adve-
nu des 6~6 peines de l'échantillon pour ícsqucllcs la mise a exécurion sern-
blait inéluctable:
- pour 14 d'entrc clics, il n'y avait pas trace, sur le registre, de I'cxtrau
d'écrou: ou celui-ci n'cst jamais arrivé au parquet (le grcffc correctionncl
aurait alors omis de le lui transrnetre), ou le parquet, l'ayant recu, ne l'a
pas mis en circulation. On n'a pu que consrater l'omission. JI n'y a aucun
moyen ele savoir oú ccllc-ci s'cst produitc,
- Pour 424 de ces peines, les condamnés n'ont pas été retrouvés en
tcrnps ut ilc pour que leur incarcération soit légalemcnt possible. On remar-
quera que 45 de ces peines nétaient pas amnistiables: c'étaicnt des peines
de plus de 6 moís (en fait , des peines ele 8 a 36 mois). Les autres ont été,
soit formellement déclarées amnistiées (pour 184 d'entrc clics), soit Jaissées
sans indication sur le registre (195 peines), ce qui donne un total de 379
peines dont on peut constater, a posteriori, qu'elles ont éré aucintes par
la loi d'amnistie du 4 aoüt 1981 (survenue environ 4 ans apres la date des
condamnations concernées).
- 28 peines n'ont pas été mises a exécution bien que les condamnés
aient été retrouvés. A leur égard, le registre présenrait les indications sui-
vantes: 20 déces, 3 crreurs de procédure -qui ont logiquement bénéficié
aux condamnés-, et 5 "suspensions-parquer". 11 s'agit, dans ce dernier cas,
de condamnés auxquels le parquet, lors de l'interrogatoire avant incarcéra-
tion, a accordé une suspensión de I'exécution -pour des motifs probable-
mcnt hurnanitaires, mais le motif ne figure jamais sur le registre. Ensuitc,
ces condarnnés ne s 'étant pas représentés au jour convenu, la suspensión
s'est transformée, a leur égard, en une non-cxécution de fait.
Les peines non subies se sont done finalement élevécs a 466 (73,20Jo,
arrondis a 73!J/o sur la figure des peines a faire exécuier). Les condarnnés
retrouvés en temps utilc et écroués étaient au nombre de 170 (26, 7% arron-
di a 27%).
Nous rctrouvons signalée sur cette figure la proportion annoncée au
début: 744 peines subies sur un total de 2345 peines prononcées ( + ou -
32%). Mais la proportion de pres de 3 peines sur 5 non exécutées décou-
verte dans le groupe des peines prononcécs théoriquernent incontournables
devait nous intéresser tour particulierement. Aussi la recherche présente-t-
elle des données complémentaires relatives aux peines non subies dans ce
groupe. Spécialement en ce qui concerne les nombreuses condamnations
994 [61
LA 'vllSF. /\ EXECU l lON DESJ/\CQU.:1
PEINES: 1 UNE
NI:' 1312RN/\I
l'H/\Sl7 l>CeJol IS
MECONNUF DL' PROCESSUS PFNAI
non mises a exécution parce qu'atteintes tardivement par une loi el'amnis-
tie ou par la prescription de 5 ans.
On pouvait deviner la cause el'une tellc situation: la remise de l'extrait
d'écrou entre les mains ele la pollee ne devait étre suivie d'aucune procédu-
re systématique de mise en demeure des condamnés. L'étudc réalisée sur
ce point montre en effet que 80% des conelamnés n'avaieru pas été inquié-
tés. Ni recherchés ni mérne simplement convoques pour faire leur peine.
Un rel pourcentage s'cst confirmé dans tous les cas de figure, c'est-á-dire
quel qu 'ait été le typc de délit réprirné, la durée ele la peine ou la nature
du jugement (coruradictoire ou par défaut devenu cxécutoire). Et la partie
de l'enquéte réaliséc au service du parquet dit "des préscntations " (inter-
rogatoire avant incarcération des personnes arrétées) a permis de compren-
dre comment la pollee ret.rouve les personnes qu 'elle conduit a ce service:
en regle générale, la plupart des condamnés inscrits au fichier des pcrson-
nes recherchécs sont rctrouvés par hasard, le plus souvent parce qu'ils se
sont fait rcmarquer sur la voie publique (supris dans une activité illicite,
apercus elans un cornporternent estimé étrange, pris dans un controle de
pollee, repérés lors d'une démarche aelministrative, retrouvés incarcérés pour
une autre cause); quelques uns -parmi les personnes qui avaient donné
leur véritable adresse et n'avaient pas déménagé depuis le ternps du
jugement- avaient répondu a une évenruelle convocat.ion7•
Autrement dit, les condamnés a l'emprisonnemcnl Ierrne laissés en li-
berté a París ont toutes chances de ne jamais étre écroués s'ils ut ilisent au
maximum les recours légaux et si, entretemps, ils savent rester "invisibles".
Pour apprécier la portée réelle du phénornene mis a découvert, il suf-
fit de multiplicr par dix les résultats de l'échantillon. On constate alors que:
- sur 56.190 condamnations prononcées par le Tribunal de grande ins-
lance de París en 19778:
23.450 ont été des peines d'emprisonnement ferrne, ce chiffre compre-
nant les sursis révoqués (1.060).
- parrni ces 23.450 personnes condamnées a l'emprisonnement fer-
me, ont subi leur peine:
parce que détenus au jour du jugement .. 5.740
parce qu'ultérieurement écroués .. 1.700
au total . n'ont pas 7 .440 condamnés
subi leur peine:
par le jcu des recours légaux . 11.350
par suite ele la prescription . 4.240
7 .• Notre recherche ayaru été effeci uée au parquet, el non da ns les services de poli ce,
nous ne pouvons pas rcndre cornpte eles rnéi hodes suivies par la pollee en rnauere cl'exécu-
tion des peines, ni des crüeres selon lesquels elle convoque parfois ccrtains condamnés, alors
qu'cn regle générale, il apparait qu'cllc ne le fait pas.
8.- Nous reconsrituons ce chiffre a partir de notre échantillon. Le "Compre général "
pour !977 indique un chiffre inférieur: 45.992. La différence provient des deux modes de
comptage utilisés: nous avons tenu cornpte ici eles peines frappécs d'opposition, et eles itéra-
ti fs défauts, ce que ne fait pas la statistiquc officielle du Ministere de la justice.
171 995
en raison d'une írnpossibilité d'exécution (dé-
ces et erreurs de droit) . 230
parce que l'extrait d'écrou n'a pas été mis en
circulation . 140
parce que le parquet a suspcndu l'exécution 50
au total . 16.010 condamnés
Un tel phénornene méritait done d'etre souligné. Mais n'est-il pas pro-
pre ala France, et surtout a París?
996 (8]
L/\ MISE A l·.XbCLITlON DES l'blNES: l'NE PII/\Sf" ME!CONNlll} DU PROCESS\JS PF.NAL
191 QQ7
LOS BENEFICIOS PENITENCIARIOS DESPUES DE LA LEY
ORGANICA GENERAL PENITENCIARIA
111 999
LOS 13l'NEflCIOS l'ENJ I tNC IJ\RIOS DE!>l'LJES DI:.
FRA 'lCISCO 1A Ll:.Y
BUENO OROANICJ\
ARUS GtNFR1\I PENI I EN( IARIA
so las alusiones más generales (arts. 29.J de la LOGP y 105 c) y 205.2 del
RP) están refiriéndose, dado el contexto laboral en que se insertan, a la re-
dención de penas por el trabajo o sus sustitutivos. Así pues, sólo a ellos
se ceñirá el presente artículo, sin incluir la libertad condicional, que debe
ser objeto de una exposición independiente.
Anee todo, importa precisar la naturaleza jurídica de estas figuras lega-
les, en otro tiempo consideradas erróneamente como concesiones gracio
sas de la Administración Penitenciaria, interpretando, nadie ha podido ex-
plicar por qué procedimientos lógicos, que los beneficios no eran derechos
subjetivos. Como si el derecho hubiese de ser la potestad de hacer lo que
al sujeto no le produce un bien. Sin embargo, ya en el régimen jurídico an-
terior tanto la redención de penas por el trabajo como la libertad condicio-
nal constituían sin duda derechos subjetivos del penado que reuniese las
condiciones previstas por el Código penal y el Reglamento de los Servicios
de Prisiones. La cuestión resulta de meridiana claridad actualmente, en cuan-
to que el penado puede acudir, por vía de queja o recurso, ante el Juez de
Vigilancia o, en segunda instancia, ante la Audiencia Provincial, para exi-
gir que la autorización o denegación de los beneficios penitenciarios se ade-
cúe al ordenamiento jurídico (art. 76.2 de la LOOP y adic. 5ª de la LOPJ).
Se trata, por lo tanto y sin duda alguna, de auténticos derechos subjetivos,
si bien condicionados, porque su aplicación no procede automáticamente
por el hecho de estar cumpliendo condena de prisión, sino que se supedita
a la existencia de los presupuestos establecidos por las normas, que en oca-
siones ciertamente exigen un juicio de valor sobre circunstancias subjetivas
difícil y arriesgado, pero la actividad técnica que ello representa no es acti-
vidad arbitraria ni siquiera discrecional. Es una actividad reglada, aunque
su ejecución requiera de conocimientos especializados, y, en cuanto tal, es
controlable judicalrnente.
Desde otro punto de vista, y a efectos de lo establecido en la disposi-
ción adicional 5ª de la LOPJ, los beneficios penitenciarios son "materia
de ejecución de penas" y no "régimen penitenciario", porque afectan al
mismo quantum de la condena impuesta y su aplicación representa por lo
tanto una modificación de la sentencia judicial. No es una simple cuestión
de modo o forma de cumplir la condena, sino de fondo; constituyen una
especie de novación de la pena, que, al menos en lo que respecta a su dura-
ción (el tema de las accesorias no es afectado por ello), se convierte prácti-
camente en una pena distinta. Por lo tanto, los recursos contra las resolu-
ciones del Juez de Vigilancia en estas materias se interpondrán ame el Tri-
bunal sentenciador y no ame la Audiencia Provincial de la demarcación
que corresponda al lugar donde esté situado el establecimiento.
11
La historia de la redención de penas por el trabajo en nuestro ordena-
miento es una historia de vacilaciones. Recordemos brevemente que, aun
no carente de precedentes en el Derecho histórico español y en el compara-
do, dicho beneficio se introduce en 1938 como una forma vergonzante de
1000 [21
liquidar el pavoroso problema penitenciar io derivado de la Guerra Civil sin
querer conceder, como habría sido lo más correcto política y humanamen-
te, una amnistía general. Pero después, superando ese origen circunstan-
cial, la redención de penas por el trabajo se incorpora al Código penal de
1944 como un mecanismo normal en el cumplimiento de las penas de pri-
sión, que pretende compensar las demasiado largas sanciones de nuestra
legislación criminal, estimulando al propio tiempo la buena conducta y el
trabajo del penado, y, con ello, su posible reinscrción social. Otros autores,
desde su propia óptica, lo han considerado como un instrumento más de
manipulación del penado para obtener una fuerza laboral sumisa al poder.
Mas lo cierto es que los reclusos se han acostumbrado a convivir con el
beneficio y que la práctica, en la que se han aunado la falta de sentido de
los fines de la pena (prevención especial) con la aglomeración de internos
y la carencia de trabajo, ha convenido su aplicación en automática, siem-
pre que no haya habido intento de evasión ni faltas disciplinarias graves
no canceladas.
La promulgación de la LOGP parece haber supuesto un cambio de rum-
bo, pues el nuevo régimen democrático no veía con buenos ojos una inno-
vaciónfranquista y mostró su decisión de prescindir de la misma. A su jui-
cio, la justicia exige que las penas establecidas en el Código sean de menor
duración que las vigentes, pero que, en aras a la prevención general, se cum-
plan efectivamente. Sin embargo, la LOGP no cerró totalmente las puertas
y, teniendo en cuenta lo que ocurre en otros países, ha previsto que en lo
sucesivo continúen existiendo "beneficios penitenciarios que puedan su-
poner acortamiento de la condena" (art. 76.2, c). Son los proyectos de nuevo
Código penal de 1980 y de 1983 los que decididamente han optado por la
desaparición de la redención ele penas por el trabajo en nuestro ordena-
miento, unida a una rebaja generalizada de las sanciones, así como una re-
ducción drástica de sus modalidades, en la parte general y especial del
Código.
Ahora bien, como se esperaba la inmediata promulgación del nuevo
Código penal y con ella la mencionada desaparición de la redención de pe-
nas por el trabajo, mas por otra parte la LOGP preveía "beneficios peni-
tenciarios que puedan suponer acortamiento de la condena", los redacto-
res del Reglamento Penitenciario de 1981 consideraron que era su deber,
al desarrollar los preceptos legales, regular unos nuevos beneficios peniten-
ciarios, distintos de la redención de penas por el trabajo, que pudieran sus-
tituir a ésta con un carácter análogo de prevención especial, y en conse-
cuencia, utilizando la imaginación, dieron origen al adelantamiento de la
libertad condicional y a la tramitación de indultos particulares, en los tér-
minos expuestos en los artículos 256 y 257 de dicho Reglamento. Natural-
mente, la disposición transitoria 2ª del mismo hubo de mantener la vigen-
cia de los preceptos del RSP de 1956 relativos a la redención de penas por
el trabajo en tanto que la ley positiva no suprimiera expresamente dicho
beneficio.
La redacción de los artículos 256 y 257 del RP no resultó especialmen-
te dificultosa. El primero ele ellos ofrece ya en el primer borrador de Regla-
mento el texto con que aparecerá en la versión definitiva. El segundo artí-
(3)
1001
IOS l)t'NEfl(.'JOS l'FNIT1 Ne 11\RIOS uusr-ur-s Ot-: l./\
FRi\NCISCO 1 H OR(,i\NICI\
BUENO ARUS UlNLR/\1 l'I :-.JJTrNt li\Rli\
1002 141
que un Juez al menos entendió que dicha norma reglamentaria, no sola-
mente modificaba el régimen jurídico de la Ley de Indulto de 1870, sino
que confería a los Jueces de Vigilancia el poder de otorgar directamente
la gracia, ignorando el carácter soberano de tal potestad (art. 62 i) de la
Conslilución Española). No obstante lo cual, el mencionado Juez no ha
sido sancionado por el delito de usurpación de funciones.
Volviendo a la redención de penas por el trabajo, la LO 8/1983 de 25
de junio vino a añadir el caos a la confusión. Pues, anticipándose parcial-
mente al nuevo Código penal proyectado en el mismo año (y que finalmen-
te ha venido a dormir el sueño de los Justos junto a su políticamente anta-
gónico de 1980), redujo drásticamente las penas en los delitos contra la pro-
piedad (el sector con mucho más numeroso de toda la criminalidad espa-
ñola y universal), pero mantuvo la redención de penas por el trabajo, y,
además, amplió su ámbito de aplicación con el reconocimiento del carác-
ter redentor del trabajo de los preventivos. De este modo, ciertamente, el
pretendido carácter disuasor de las penas en los delitos contra la propiedad
sin agravantes desaparecía casi de modo absoluto y, en los delitos con agra-
vantes, dependería de la importancia del botín (que, como se sabe, nunca
es recuperado). Una pena corta más la redención de penas por el trabajo
y otros beneficios penitenciarios equivale a un buen negocio en muchos ca-
sos. Otro estudio más ponderado que estas apresuradas páginas podría po-
ner ele relieve en qué medida despenalización y sentido humanitario de la
ejecución de la pena han contribuido en este punto al efecto criminógeno
de la ley penal.
Finalmente, el R.D. 787/1984 de 28 de marzo, que modificó diversos
preceptos del RP de 1981 con "carácter progresivo", no debió considerar
progresiva la supresión de un beneficio ilegal y no derogó el artículo 256
de aquél, limitándose a añadir a la disposición transitoria 2ª del mismo
la cláusula de que el beneficio regulado en aquel precepto era incompatible
con la redención de penas por el trabajo, mas sin dignarse concretar por qué.
IJT
(5) 1003
Redención o r dr n a r i a
\umcrll de redu-o- !\umero de lJia, red1m,do,
mirMdo1 en k" \UIOIIIJCIOOC- redu-o- Jl\ll !01 Pm a,1onc, del R,'llen,woc,
\SOS 1:'IIJb!c,; llnl(OIO\ ldem. de pcnado1 pJra red1m1r ;rabJ.1adorc1 cor rcda101 bc3Cll(K1 c,traordin;uu,
pen11cnmr1111 derecho a redumr 1ra~aJadorc, ~IOí113CÍOnc,
IV
1004 [61
LOS BCNEFICJOS Pr.:--ITENCI'\RIOS DESPUFS DE l \ 1IIUtNO
FRANCISCO FY OR<.,,\'11CA
ARUS GE:--ER \I PF.1':ITF~CIARI,\
PI 1005
Es clara la vinculación de los beneficios penitenciarios de los artículos
256 y 257 del RP con el tratamiento penitenciario (constituido precisamen-
te por las "actividades directamente dirigidas a la consecución de la reedu-
cación y reinserción social de los penados": art. 59 de la LOGP), no así
la redención de penas por el trabajo, pese a que el artículo 26 de la LOOP
califique al trabajo de "elemento fundamental del tratamiento", redacción
excesiva y además incoherente con el artículo 27 de la misma disposición,
donde queda claro que el trabajo como tratamiento es sólo una modalidad
del trabajo penitenciario y no la más importante. Cabría discutir, por lo
tanto, si tales beneficios penitenciarios deben subsistir en tanto subsista el
tratamiento, o si, en la hipótesis de que el llamado rechazo contemporáneo
de la ideología del tratamiento llegara a afectar a nuestro ordenamiento,
provocando la desaparición del título TIT de la LOOP, los beneficios ha-
brían de desaparecer igualmente.
Siempre en el terreno de la hipótesis, no creo que el tratamiento vaya
a desaparecer por ahora de la configuración de nuestro sistema penitencia-·
rio, como no desaparece de la de otros países, pese a las declaraciones teó-
ricas de algunas escuelas criminológicas y algunos congresos internaciona-
les. Personalmente, no pienso que el tratamiento haya fracasado, sino que
realmente nunca ha sido puesto en práctica con la suficiente amplitud e
intensidad, y que es la única orientación que permite combinar la utilidad
del condenado con la utilidad social sin desdoro de los derechos fundamen-
tales de la persona humana. Aparte de que, si la criminalidad es un defecto
de socialización, nada más lógico que la reacción penal trate de resociali-
zar al sujeto. Pero, aun en el supuesto de que el tratamiento desapareciese
de nuestra legislación penitenciaria, los beneficios que permiten el acorta-
miento con base en criterios individualizadores, que no son sino una con-
secuencia de la concepción del Derecho penal como ultima ratio, deben
continuar.
Hablando en puridad, los beneficios penitenciarios de los artículos 256
y 257 del RP no representan ninguna novedad, puesto que la libertad con-
dicional y el indulto particular son dos instituciones antiquísimas en cual-
quier sistema penal contemporáneo, respecto de las cuales el artículo 256
no constituye sino una flexibilización de la libertad condicional, que ha-
bría de incorporarse al Código penal, y el artículo 257, una modalización
en la tramitación del indulto que lleva consigo la garantía de incorporar
a la misma al Juez de Vigilancia Penitenciaria. Mas siempre ha existido la
posibilidad de conceder un indulto en cualquier momento en que hayan
surgido razones de equidad que lo fundamentasen y, de otra parte, la lógi-
ca de ta figura de la libertad condicional ha de llevar también a su aplica-
ción en cualquier momento en que el interesado permitiese tener confianza
en su comportamiento futuro, sin necesidad de atenerse a un momento cro-
no lógico determinado. Por lo tanto, la supresión teórica del tratamiento no
podría llevar consigo la de unos beneficios basados en la individualización
y la evolución positiva de la conducta del delincuente, cuya aplicación pue-
de tener igualmente lugar sin un tratamiento propiamente dicho (como re-
conoce expresamente el art. 239.3 del RP).
1006 [8]
LOS t!ENEFl<.:10', PE:-JITl'N< 11\RIOS DESf'UES DE LA LEY ORGANICA GENERAL PENTT[N(IARLA
BlBUOGR/\FlA
[9) 1007
FRANCISCOHUENO ARUS
1008 [IOI
ALTERNATIVAS A LA PENA PRIVATIVA DE LIBERTAD
Y PRINCIPIO DE OPORTUNlDAD REGLADA
EN EL PROCESO PENAL
1.- Las penas privativas de libertad están hoy en crisis y hasta se pide
su abolición desde los bastiones de la "Nueva Criminología" o "Crimino-
logía Crítica"'. Frente a ello se intenta su potenciación por los "movi-
mientos de Ley y Orden", que pretenden resucitar el viejo principio ele la
retribución como base del Derecho penal y confían para la prevención del
delito más en la severidad del castigo y la privación de libertad, que en las
restantes medidas penales".
Lo cierto es que esa crisis proviene del propio fracaso del mito de la
"rcsocialización" del penado, que se había convertido en el centro de la
justificación y finalidad de las penas privativas de libertad. Las estadísti-
cas muestran que el tratamiento reeducativo no ha alcanzado los resulta-
dos deseados, toda vez que los índices de reincidencia se mantienen', hasta
el punto de que en el país pionero de la rehabilitación, Suecia, se está vol-
l.- Cfr. Hu1.s"v1AN, l ouk y De CELtS, J. B. Peines perdues. Le systéme nénal en ques
tion, Ccruurion. París, 1982.-Vid. esp. pag. I04 y ss.
2.- Cfr. CoND1:.-PuMa>1uo. ''Data for ereating a sociological struciurc of juvenil droge
use". Cairo Conference of the Law of the World, Sep. 1983, Work paper. Ahí se encontrará
iarnbíén un posicionamiento del autor sobre la "Criminología Crítica" (Vid. espec, pág.
2). Véase también FRAGOSO, H. C. "A reforma da legislacao penal", en Rev. de Dereito
Penal e Criminología. Río de .Janeiro, 1983, nº 35, pág. 35; y MARCl:.LO de ARAUJO JL
NlOR, J. "Los grandes movimientos actuales de política criminal (aspectos)" en Boletin de
información del Ministerio de Justicia. Madrid. Año X[, nº 1439, 5-Xll-1986, pág. 7 Y ss.
3.- F1out1R1•00 Dr-vs, J. "As tendencias recentes de Política Criminal e o Novo Códi-
go Penal Portugués de 1982" en Revista de Dereito Penal e Criminología. Río de Janeiro,
1983, nº 34, pág. 16 y ss.
IJJ 1009
C.'1.SDIDO CONDE PU"IPIDO FERREIRO
1010 121
ALTERNATIVAS A Li\ PCr--A PRIVATIVA DEI IBCRT,\ü \ PRINCIPIO Oí' OPORT\1!'-IOAO REGL"\D\
7.- Br-uNc,, F. Derecho procesal penal. Traducción y nota, de Fenech. Edit. Labor. Bar-
celona 1943, pág. 25.
131 1011
e: \Nt)ll)() ('ONDI l'UMl'IOO l l RRí·IRO
que se permite la aplicación de aquél, esto es, aquellos en que el Fiscal está
legalmente autorizado para dejar de ejercitar la acción. Pero no todos los
sistemas procesales en que impera el principio de oportunidad hacen una
aplicación tan pura del principio". Cuando la oportunidad, en lugar de so-
meterse a criterios reglados, se conjuga con la admisión de la discrecionalí.
dad dejando que sea el libre criterio del Fiscal, y no el del legislador, quien
determine los casos en que es o no conveniente ejercitar la acción penal,
se convierte a la voluntad de aquél en la dueña del proceso penal y de la
posibilidad del castigo de los delitos, dominio que precisa de algún meca-
nismo correctivo, pues es susceptible, de otro modo, de producir un ele-
mento corruptor del proceso no sólo por contagiar al mismo de los errores
de valoración del Fiscal, sino por poder ser utilizado en función de espú-
reas motivaciones de oportunidad no jurídica sino política".
Pero, rechazando la utilización del principio de oportunidad como ex-
presión de un mecanismo de influjo del Ejecutivo sobre la justicia penal,
que es totalmente incompatible con nuestro sistema constitucional y el prin-
cipio de independencia judicial -y que aquí rechazamos ya de plano-,
sí cabe una articulación de tal principio que sirva como instrumento para
el logro del valor constitucional de la justicia proclamado en el art. 1 C. E.
Hasta qué punto la oportunidad reglada no rompe con el principio de
legalidad, lo prueba que algunos sectores han mantenido que tales casos
no constituyen una aplicación del principio de oportunidad sino que son
manifestaciones singulares del principio de legalidad. Así RUIZ VADlLLO
entiende que cuando la ley concede arbitrio al Fiscal o al Juez, no se está,
al hacer uso de ese arbitrio, en el terreno de la oportunidad sino haciendo
uso de lo que la ley dispone, o en otras palabras, cuando la oportunidad
viene establecida por la ley y está sometida a determinadas reglas o pautas
de comportamiento "la oportunidad reglada se hace legalidad y su aplica-
ción es correcta y ortodoxa"'º. Otros sectores han mantenido que en tales
8.- Posición peculiar adoptan los países del llamado ",ociali\mo real" que manejan
un concepto de delito fundado en la ant ijuricidad material, esto ev, en la necesidad de que
el hecho sea dañoso para la sociedad marxista-leninista, daño que constituye un elemento
integrante de su carácter delictivo. La abstención de la acusación de un hecho formalmente
típico, pero que se entiende no ha causado aquel daño social, justificase en base a que tal
hecho sustancialmente no es delictivo. Evidentemente. en nuestra cultura jurídico-penal, fuer-
temente imbuida del principio de legalidad, una decisión de tal clase sería una aplicación
del principio de oportunidad.
9.- Es de notar sin embargo que en los visternas regidos por el principio de oportunidad
libre, en lo, que impera el "pica bargaining" o "acusación negociada", como el norteame-
ricano. los tratadistas aducen argumentos que se pretenden basar en su mayor ortodoxia
democrática. en cuanto se dice que si en el proceso el Estado y el acusado deben ser partes
con iguales derechos, sólo satisface esa igualdad el que el primero ofrezca al segundo más
de una alternativa para el establecimiento del juego judicial y no que le imponga una regla
procesal absoluta. A través de la acusación negociada se permite al acusado participar en
su propio destino. Cfr. más ampliamente Cc)Nnc:-PUMl'JDO. ''Legalidad versus oportuni-
dad como criterios de actuación de los Ministerios públicos" en Primeras Jornadas de De
recho judicial. Presidencia del T. S. Secretaria Técnica. Madrid, 1982. págs. 722 ) 723 Y
notas 7 v 9.
IO.- 'en. Ru17 VADll to. E. "La actuación del Ministerio Fiscal en el proceso penal"
en Jornadas sobre la Just icta penal en Espolia. Madrid, 24-27 de marzo 1987. 3' ponencia.
Pub. por Poder judicial. número especial 11. pág. 68.
l012 HI
ALTEKN/\flV/\S A 1./\ l'ENA PRIVA! IVA LJI::CONO(:·
CJ\NDIOO 1 IRERT/\ü
PUMYl'lPRINCIPIO l)lc OPORTU"JIOAO
00 FERRl:IRO REGI ADA ..
casos, más que una quiebra del principio de legalidad, que no se rompe,
pues se actúa en el terreno delimitado por la ley y respetado por ésta, lo
que hay es una atenuación del "principio de obligatoriedad de la acusa-
ción"11, principio que en ningún país es absoluto, pues todos admiten ex-
cepciones, ya reconociendo delitos privados o semi-públicos cuya persecu-
ción queda a la libre decisión del ofendido, ya limitando la acusación en
ciertos delitos públicos a que se den condiciones procesales previas que es-
capan a la decisión del Fiscal (autorizaciones para proceder).
Lo cierto es que, cada día más, el principio de oportunidad reglada
o de arbitrio legal, como quiera llamárselc, se está imponiendo en los paí-
ses ele nuestro entorno como un sistema más ele "diversión" o tratamiento
de los pequeños delitos y delincuentes ocasionales.
Así vemos como algunos países -Escocia, Holanda- utilizan la opor-
tunidad unida a la imposición ele ciertas medidas sustitutivas de la pena
y favorecedoras de la reinserción social del reo, sin que aparezcan especial-
mente reguladas en la Ley. Ello no quiere decir que la aplicación de la opor-
tunidad sea libre para los Fiscales o "prosecutors", sino que existen direc
tivas que uniforman los criterios, evitan arbitrariedades y dan apoyo axio-
lógico a la actuación de los Ministerios públicos de esos países. Lo que ocurre
es que, como toda regla genérica, las directivas adoptan cierta flexibilidad
para permitir su adaptación a la complejidad de la realidad, con lo que en
definitiva la decisión descansa en el sentido de responsabilidad del Fiscal
que ha de actuar en el caso concreto.
Igualmente existen legislaciones, como la alemana, italiana, belga, no-
ruega, portuguesa, irlandesa, danesa, luxemburguesa, polaca, la de ciertos
cantones suizos y en menor medida la francesa, que preven expresamente,
ya en catálogo cerrado, ya para concretos delitos, ya para los delitos meno-
res "in genere", la aplicación del principio de oportunidad por el Ministe-
rio público, sea absteniéndose sin más de la acusación, sea suspendiendo
ésta bajo ciertas condiciones o medidas, cuyo cumplimiento se impone al
acusado por el Ministerio público, en una anticipación de lo que sería la
condena condicional o el régimen de "probation", y siempre que se den
determinadas condiciones fijadas en la ley procesal. Se trata, como se ve,
no de una oportunidad libre, sino legalmente reglada, por lo que la cone-
xión entre el principio de legalidad y el de oportunidad no se rompe, ya
que el uso de ésta se apoya precisamente en una previa decisión legal.
Este tipo de oportunidad reglada está siendo impulsada en los Con-
gresos y Seminarios internacionales y aparece, cada día más, incorporada
a las legislaciones continentales. En la Reunión de Helsinki de 198612 se
han formulado ciertas recomendaciones al respecto, de las que parece de
interés recordar aquí las correspondientes al punto 3°:
(51 1013
3.a.- El Ministerio público o "prosecutor" debe tener posibili-
dades de abstenerse en base a ciertas condiciones que vinculen al
imputado de una infracción.
3.b.- Deben desarrollarse normas legislativas o administrativas
en orden a la fijación de las condiciones que puedan ser impuestas
en la decisión de abstención.
3.c.- El objetivo principal de esas condiciones debe ser la me-
joría del comportamiento del infractor y la compensación a la víc-
tima de la infracción.
3.d.- Las condiciones impuestas no deben restringir los dere-
chos políticos del imputado ni deben tener naturaleza punitiva.
3.e.- Las condiciones que pueden ir asociadas a una abstención
deben ser similares a las que pueden ser impuestas en el cuadro de
una condena condicional o una suspensión de condena.
3.f.- Particularmente, en el caso de infracciones relacionadas
con el uso de drogas o de alcohol, debe ser considerada como una
posible condición la posibilidad de sujección a tratamiento médico
o sumisión a vigilancia.
1014 (6]
ALTERNATIVAS A LA PENA PRIVATIVA
CA1'DIDO DE<..ONDF-PUMPIDO
LIBERTAD Y PRINCIPI()
rFRRFIRODE OPORTUNIDAD REGLADA ...
[7) 1015
"estrategia dualista" con soluciones de "diversión" basadas en una actua-
ción de "oportunidad reglada" por parte del Fiscal:
En Francia, la Ley de 31 de diciembre de 1970 sobre "la lucha contra
la toxicomanía" autorizó al Ministerio público a no instar la instrucción
si el culpable se sometía voluntariamente a un procedimiento de desintoxi-
cación o aceptaba una vigilancia médica. Para ello se utilizó la dicción del
art. 40.1 del C.P.P. que dispone que "el Ministerio público recibe las de
nuncias y quejas y aprecia el procedimiento a darles", entendiendo que en
esa decisión sobre el "procedimiento a darles" cabía, si el caso lo justifica-
ba y la ley lo autorizaba, el abstenerse de promover la intrucción.
En Austria, en 1971, se promulga una ley bajo la estrategia dualista
de diferenciar el consumidor y el traficante, propugnando soluciones tera-
péuticas para el primero, de forma que en caso de adquisición o posesión
de pequeñas cantidades el Ministerio público podrá "retirar condicional-
mente la participación y el Tribunal proceder al "archivo condicional del
proceso". Las condiciones se refieren al diagnóstico y tratamiento médico,
acompañado, si es necesario, de asistencia social y de la obligación de pre-
sentarse en determinados lugares. La suspensión dura dos años y el incum-
plimiento ele las obligaciones determina la reanudación del proceso. De cum-
plirse aquéllas durante el plazo, el archivo se torna definitivo. Como se ve,
es una manifestación del instituto de la "probation", en la que entran con-
juntamente el Fiscal y el Tribunal.
En Portugal el Decreto-Ley nº 430/83, de 13 de diciembre, relativo al
"tráfico y consumo ilícito de estupefacientes", establece en su art. 38 un
sistema de diversión, cuya aplicación queda a la decisión del Ministerio
público.
En España la tímida reforma del Código penal en esta materia por la
Ley Orgánica 1/1988 de 24 de marzo, se ha limitado a una extensión de
la facultad de aplicar la suspensión de condena de las penas impuestas por
delitos cometidos bajo la dependencia de drogas tóxicas, estupefacientes
o psicotrópicos hasta el límite de dos años (art. 93 bis), condicionado a
que se certifique por centro debidamente acreditado u homologado que el
reo se encuentra deshabituado o sometido a tratamiento para tal fin. Cier-
tamente, en la mayor parte de los casos, apreciada una semi-eximente, se
llegaría a igual solución, pero sin la exigencia de aquellos condicionantes,
por la simple aplicación del art. 94. l.º, que impone la concesión de la sus-
pensión de condena en tales casos por ministerio de la Ley. Los únicos su-
puestos en que el 93 bis tiene carácter más extenso que el 94. 1 ° es cuando
se trate de delincuentes no primarios, pero no reincidentes por ser de dis-
tinta naturaleza el delito anterior, o que se estime que la drogodependencia
constituye una atenuante analógica y no una eximente incompleta.
4.- Los argumentos que suelen darse en apoyo ele esa introducción de
la oportunidad reglada en el proceso penal pertenecen tanto al área de los
principios, como a la de la "praxis".
1016 [81
ALTHRNATIVAS A LA PENA l'RIVATIVA l)l:: 1 IBERJAI) Y l'RINC"IPIO Dl: ()PORTUNIDAO IU,C,I ADA ...
(9) 1017
CA,0100 CONDl:.-PU:'>IPIDO FERREIRO
1018 [10]
J\LfERNAflVAS A I.A PENA PRIVAl'IVA l)E LlllERTAD
CANDIDO Y PRINCIPIO
CONDE-PUMPIDO DE OPORTUNIDAD
FERREIRO REGLAOA ...
(11) 1019
1 º.- Prescindiendo de los supuestos en los que la persecución del delito
se deja a criterio de oportunidad del ofendido (delitos semi-públicos y pri-
vados); y de aquellos otros en que la oportunidad descansa en el Juez (pe-
ro, recordemos, en gran parte de los casos con audiencia previa del Fiscal,
que para basar su informe ha de acudir ya a criterios de oportunidad) co-
mo es la aplicación de la suspensión de condena o las medidas de seguri-
dad sustitutivas de la pena o a cumplir en lugar de ésta (Cfr. art. 9, nº I O
1020 (12]
ALTERNA1 l VAS A l./\ PENA PRIVATI VI\ DE CO:-<DE
CANDIDO L1 Bf',RTAD Y PRINCIPIO
PUMPIOO DE Ol'ORI
1-ERRl:.IRO U'll DAD REGLADA .••
25.- En Alemania el Fiscal está obligado a intervenir ejercitando la acción penal "en
tamo legalmente no esté prevista otra cosa". Pues bien, en base a ese "legalmente previsto",
se instauró el principio de oportunidad en muy amplios términos, (Cfr.§§ 153 y 154 StPO),
entendiendo que era la propia Ley la que autorizaba al Fiscal a abstenerse en tales casos.
Y en Francia, a través del art. 40.1 ° del c. P. P. que dispone que "el M. P. recibe las denun-
cias y quejas y aprecia el procedimiento a darles", se dictó la Ley de 1970 sobre la "lucha
contra la toxicomanía", antes citada en el texto. esto es, se le facultó a decidir sobre "el
procedimiento a dar" en tales casos a la acción derivada del hecho punible.
113] 1021
y el interés social. Ello Je obliga a considerar cuál es el medio de lograr
el cumplimiento del interés público de celeridad en el proceso y recupera-
ción social del delincuente y a estimar como válidas soluciones que son so-
cialmente aceptadas, en cuanto reflejan el interés de la comunidad.
Por eso parece llegado el momento de afrontar la cuestión, haciendo
legal lo que es usual; de aceptar como jurídico lo que está ya socialmente
aceptado y la propia sociedad admite y hasta promueve.
Para ello es preciso recordar cual es la posición del Derecho penal en
orden a la selección de los hechos que deben ser reprimidos como delito.
En el mundo de nuestro entorno el principio de descriminalización de las
bagatelas se ha impuesto, reconociendo que la represión penal, para ser eficaz
y cumplir sus fines de prevención general, ha de ser, primero rápida y, se-
gundo justificada. El principio de intervención mínima que debe regir un
Derecho penal democrático, obliga a reservar la acción penal para la tutela
de aquellos bienes que no sólo son dignos de protección, sino que además
están necesitados de esa tutela penal, por ser insuficiente para salvaguar-
darlos los otros mecanismos del Ordenamiento jurídico; así como la exi-
gencia democrática de que sea posible la participación de todos los ciuda-
danos en la vida social conduce a procurar evitar su marginación innecesa-
ria, lo que debe llevarnos a preferir aquellas soluciones que no representen
16,
una separación del sujeto de la sociedad en que está integrado de for-
ma que si de la pequeña entidad de su delito y de su actitud cooperadora
con la Justicia se infiere que aquél no ha roto con los valores sociales ni
se ha marginado de la sociedad, deben buscarse soluciones para que ni la
sanción de la infracción ni La sumisión al proceso representen un mecanis-
mo de segregación.
Estos mismos principios deben trascender al proceso penal, permitiendo
la inhibición de la justicia penal frente a hechos que la sociedad no reprue-
ba o ante sujetos cuya integración social no se considera alterada por la
ocasional comisión de un pequeño delito, esto es, siempre que se estime
que el coste material y jurídico del proceso no compensa en absoluto las
mínimas ventajas de La represión o ésta se revela o prevé como perniciosa
para la reinserción social del acusado.
Para el Fiscal los instrumentos para hacer trascender al proceso penal
los principios de intervención mínima y de reinserción social de delincuen-
te pueden radicar en la utilización de la oportunidad reglada, que podría
articularse a través de una reforma legislativa, inspirada en los sistemas de
Derecho comparado antes expuestos, que establezca una regulación:
A) De los supuestos en que por razones de intrascendencia social y efi-
cacia práctica puede suspender la acusación, siempre que el acusado se so-
meta voluntariamente a ciertas condiciones, supuestos y condiciones que
habrán de estar objetivados, seleccionados por el legislador y fundamenta-
dos en el principio superior de una justicia rápida.
26.- En idéntico sentido vid. MIR Pu10, S. Derecho penal. Parre general. PPU./1984.
Barcelona, pág. 85.
1022 [14]
Al 11::RNATIVA':, A I.A Pl''JA PRIVATIVA L)l I lllf'RIAO Y PRINC..IPIO or Ol'ORI lJNll)A[) RFCil Al)A
27.- Varias son las vías elegibles para el ejercicio de tal control. de tus que las más serias
están representadas por la legislación alemana. pionera del sistema; y por la portuguesa,
que ha sido la última en adoptarlas. En Alemania, en cuyo sistema además el Fiscal tiene
el monopolio de la acción penal y domina el proceso, está obligado a notificar al denun-
cianie o perjudicado (''solicitante;') su decisión de no tomar en cuenta la instancia o cerrar
la investigación a la vez que le da noticia "de la posibilidad ele impugnar esa decisión y
del plazo establecido para ello"(§ 171). El solicitante desatendido puede acudir al superior
del Fiscal y si tampoco es acogida su pretensión, iniciar el llamado "procedimiento para
compeler a la promoción de la acción pública" (§ 172), esto es. un proceso cuyo objeto
es obligar al Fiscal a interponer la querella. En Portugal hay un triple tipo de control: uno
interno, por el superior jerárquico o el Procurador General de la República que pueden re-
vocar el acuerdo y ordenar la acusación; y los otros dos externos, representados por la exi-
gencia del asen, irnieruo del Juez y por la facultad del acusador de instar la apertura de la
instrucción judicial facultativa (art. 287, 1 B) en la que se revisa si existen o no fundamen-
tos para formular una acusación.
1151 1023
LEY PENITENCIARIA Y PARLAMENm
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1026
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1028 14)
LEY f'hNITFNCIARIA Y PARL/\MéNTO
CARLOS GARCIA VALDES
dad extrema o inadaptación exigida para ello fuera acordada por el Juez
de Vigilancia, o por el Juez instructor para los preventivos, a propuesta de
la Administración penitenciaria, oído el interno. Confundía esta enmienda
criterios penitenciarios básicos, y así quedó de manifiesto en el análisis
de la misma, en la medida en que la calificación de peligrosidad extrema
o inadaptación son tareas científico-criminológicas o de valoración
adminis- trativa penitenciaria que podían y debían encomendarse a los
Equipos de Observación y de Tratamiento, o a la propia Dirección del
Centro con los Educadores, pero no a los Jueces directamente. La garantía
de los derechos de los internos no quedaba vulnerada por ello, ya que
seguía vigente el ré- gimen de recursos ante la autoridad judicial.
'Iambién con referencia a los establecimientos, el PSOE y el Grupo "So-
cialistas de Cataluña" mantuvieron enmiendas al texto del artículo 11, que
clasifica los establecimientos especiales en hospitalarios, psiquiátricos y de
rehabilitación social. Pretendían con ellas, por un lado, incluir en esa clasi-
ficación los centros geriátriacos y los de jóvenes y, por otro, sustituir el con-
cepto de "centros de rehabilitación social" por el de "centros de preven-
ción social". Mi in forme mantuvo la redacción del Proyecto, por conside-
rar, primero, que los centros geriátricos, en todo caso, quedaban compren-
didos dentro de los Centros Hospitalarios; segundo, que los de jóvenes se
recogían en el artículo 9,2 de ese Proyecto como establecimientos de cum-
plimiento, distintos de los de adultos. Finalmente, el mantenimiento de la
denominación "rehabilitación social" para distinguir a los centros desti-
nados a la ejecución de medidas penales o de seguridad se basaba en la
necesidad de ser coherentes con el Nuevo Código Penal, por cuanto la re-
habilitación social sería el objetivo de las medidas post-dclictuales, trascen-
diendo ya del campo de la prevención.
Los Socialistas de Cataluña sostuvieron una enmienda referente a que
en los establecimientos no se pudiera acoger a más de 150 internos por uni-
dad. Su carácter resultaba utópico. Sostuve entonces, en este sentido, que
en Cataluña sería necesario, sólo para hombres, unos 11 Centros de Deten-
ción; de ellos, unos 7, serían para Barcelona, más un Establecimiento ce-
rrado de Cumplimiento; otros 3 de régimen ordinario, más 3 para jóvenes,
así como otros varios asistenciales y un Hospital. La cifra actual de 350
internos por unidad (art. 12) fue fruto de un pacto en Comisión.
El Titulo Il de la Ley se dedicó, como es conocido, al régimen peniten-
ciario, distinguiendo en sus diferentes capítulos las distintas actividades
re- gimentales, que quedaban separadas con claridad de lo que
constituye el tratamiento penitenciario. La participación de los distintos
grupos políti- cos en la elaboración de este Titulo de la Ley fue realmente
destacable, apor- tando numerosas enmiendas. De todas ellas, y ciñéndome
al estricto espa-
cio destinado a esta aportación, puedo destacar algunas de las que revistie-
ron mayor trascendencia. Así, por ejemplo, la presentada por Minoría Ca-
talana al artículo 16, que solicitaba incluir dos criterios ele clasificación no
previstos en el Proyecto: la separación entre detenidos y presos por delitos
dolosos de quienes lo estén por delitos de imprudencia; y la de los deteni-
dos o presos por motivos políticos o ideológicos, de todos los demás. Acep-
tada la primera parte, -lo que nunca me gustó pues se legalizó así una
151
1029
clasificación penal y penitenciaria sin base criminológica alguna- no ocu-
rrió igual con la segunda ya que, como se sostuvo en el informe de la Di-
rección General, se entendió que un régimen democrático no tiene presos
por motivos políticos, y menos aún ideológicos. En todo caso, si el grupo
enmendante quería referirse a los procesados o condenados por delitos de
terrorismo, tampoco resultaba procedente la redacción propuesta, ya que
su separación del resto de los demás reclusos se lograba a través de Jo dis-
puesto en el artículo 10 de la Ley.
Igualmente interesantes resultaron otras enmiendas presentadas a la
regulación del régimen penitenciario: el grupo "Socialistas de Cataluña"
pretendió incluir en el artículo 19, relativo al internamiento en celdas indi-
viduales, una referencia a que los presos pudieran decorar a su gusto, y sin
más límites que los fijados por la seguridad e higiene, sus dependencias.
Esta enmienda fue rechazada, compartiendo el contenido del informe de
la Dirección General, por estimar que la libertad de acondicionamiento de
la celda no podía incluirse con carácter general en el texto de la Ley, ya
que debía depender del régimen del establecimiento y del grado de trata-
miento del interno, por lo que el lugar indicado para incluirlo sería el desti-
nado por el Reglamento para describir cada tipo de régimen.
También fue rechazada una enmienda del Grupo Parlamentario Co-
munista al artículo 24, a través de la que quería introducirse el derecho de
asociación de los internos para la defensa de sus derechos, derecho desco-
nocido en las legislaciones penitenciarias democráticas e incompatible con
la situación del sistema penitenciario en el que en aquel momento se traba-
jaba. Los fines pretendidos por la enmienda, no obstante, no quedaban aje-
nos al texto legal, ya que estaban presentes en la regulación del régimen
de cogestión previsto en ese mismo artículo 24.
De igual manera defendí el texto del art. 32, por cuanto la regulación
potestativa indica la supresión de las Cooperativas en el régimen cerrado
o en situaciones conflictivas del establecimiento. La referencia a la Admi-
nistración penitenciaria que exigía el Partido Comunista, como socio de
aquéllas, era superflua, por cuanto la Administración pública posee perso-
nalidad jurídica única.
La deficiente técnica del art. 26 de la Ley General Penitenciaria (el tra-
bajo como tratamiento) se debe a la actitud inflexible del grupo Socialistas
de Cataluña.
Sostuve que el Proyecto estaba de acuerdo con la redacción del art.
35 del Proyecto Constitucional y que en cuanto a considerar el trabajo en
general como elemento fundamental del tratamiento, era una generaliza-
ción que no corresponde a la realidad. El trabajo o la formación profesio-
nal como tratamiento se debia encontrar recogido en el art. 66, párrafo 3°,
en su lugar sistemático adecuado.
No fue, en cambio, dificultoso convencer a los mismos enmendantes
acerca del carácter obligatorio del trabajo del penado en el art. 29. La re-
dacción del Proyecto estaba de acuerdo con lo dispuesto en las Reglas Mí-
nimas de las Naciones y Consejo de Europa. La obligatoriedad no supone
aceptar el trabajo forzoso, puesto que ninguna norma del Proyecto lo im-
pone coactivarnente.
1030 [61
i.uv 1'1·.NIT6NCI/\RI/\
CARLOS V i'/\Rl
GARCIA /\Ml;N
VALDES ro
171 1031
largo de la discusión el rechazo a la reiterada desconfianza hacia el criterio
de los Directores de los establecimientos y continua intervención judicial
en otros temas regimentales, como el uso de medios coercitivos, pues la sin-
gularidad de los conflictos penitenciarios lograría que el Juez de Vigilancia
prestara casi dedicación exclusiva a la autorización o denegación de tales
materiales, contemplados en el precepto 45. La vía de recurso y la de corre-
gir abusos y desviaciones ya figuraba en el texto de la Ley, (art. 76).
De acuerdo, completamente, con la enmienda del Partido Comunista
de expresamente mencionar la prohibición del empleo de armas de fuego
a los funcionarios de 11.PP., si bien su aceptación conllevó el que en el caso
de que se trate de establecimientos destinados a bandas y grupos armados,
la vigilancia interior de los mismos pueda corresponder a las Fuerzas de
seguridad del Estado, supuesto contemplado en la disposición final de la
Ley. En este tema, una enmienda del PSOE planteaba el problema de la crea-
ción de un Cuerpo Auxiliar Penitenciario de Vigilancia, que tendría carác-
ter de armado, y que no era nuevo en la historia penitenciaria española.
En efecto, en el año 1934 la República crea un Cuerpo semejante, los vul-
garmente denominados "porrisras", que en los momentos actuales -sostuve
entonces- plantearía, al menos, los siguientes problemas:
"Organización, infraestructura, entrenamiento y renovación periódi-
ca de los mismos, ingresando aquellos que rebasaran ya la edad aceptable
en funciones de vigilancia o de oficinas en los establecimientos penitencia-
rios, con los consiguientes graves enfrentamientos que esta situación po-
dría producir. En segundo lugar, la misión posiblemente atribuida a estos
Cuerpos se satisface ampliamente con la que pueden prestar a Institucio-
nes Penitenciarias las secciones especiales de Seguridad del Estado, reno-
vables, jóvenes, con perfecto entrenamiento y medios para el desplazamiento
inmediato; intendencia, cuarteles e, incluso, entrenamiento muy superior
al que pueda obtener en algunos años el pretendido Cuerpo de Vigilancia.
En tercer lugar, en aquellos países donde se ha recurrido a la vigilan-
cia interior armada (Alemania, Italia), es el Ministerio del Interior quien
se ha responsabilizado de la misma y determinados Cuerpos Especiales los
que la realizan, no dependientes del Ministerio de Justicia.
En cuarto y último lugar, si la enmienda pretende que este Cuerpo de
Vigilancia no sea armado, no se advierte ninguna diferencia con la situa-
ción actual, como no fuera la de incrementar el número de las plantillas".
En cuanto a los permisos de salida, fue el grupo parlamentario comu-
nista el que defendió la extensión de la duración temporal de los permisos
contemplada hoy en el texto definitivo (36 6 48 días por año). Se rechazó,
en cambio, la enmienda de los Socialistas de Cataluña que ampliaba las
licencias a los condenados de primer grado, porque el primer grado, talco-
mo es concebido en el art. 10, se contradice esencialmente con la posibili-
dad de los permisos de salida del 47, párrafo 2º; cosa distinta son los des-
critos en el párrafo 1 ° de dicho artículo.
Por lo que hace a las comunicaciones, el PSOE, en un primer momen-
to, no quería ver reflejado en el texto de la Ley la intervención de las mis-
mas en los supuestos de terrorismo, pero se rechazó la enmienda por cuan-
to la referencia a una legislación antiterrorista (o sobre bandas y grupos
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l.EY PENITENCJAR[A Y PARLAMENTO
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