La fe pública notarial podemos decir que es esa certeza, eficacia, veracidad, que
otorga el poder público a los notarios para que por medio de éstos otorguen a los
actos y contratos privados la verdadera autenticidad de los mismos. El notario es
el verdadero representante de la fe, y de la verdad al servicio de todos los que
recurren a su servicio.
El notario con su firma y sello garantiza con presunción de verdad todo hecho y
acto sometido a su amparo, y el documento valdrá por sí mismo sin necesidad de
probar si es verdad o no ese hecho. La prueba es tan sólo consecuencia de su
existencia. Desde ésta perspectiva, decimos que la función notarial constituye una
de las actividades más importantes que engrandecen la seguridad y garantía de
los negocios jurídicos, transformando algún hecho en derecho.
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Los requisitos2 para que se de esta fe pública son las siguientes:
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