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Barrios Santiago Jorge Hiram

Teóricos del S. XX en Lengua Española.

La deshumanización del arte, de José Ortega y Gasset

En La deshumanización del arte (1925), Ortega y Gasset expone su visión sobre el arte
que comenzaba a gestarse a principios del siglo pasado, un arte “joven” y “nuevo”, que
hoy solemos identificar como arte de vanguardia. A decir del filósofo español, existía
cierta “impopularidad” en las estéticas novedosas del “arte nuevo”, y la razón que
explicaría esa impopularidad residirían en la falta de comprensión o de entendimiento
de las formas deliberadamente innovadoras o alejadas de lo establecido.
Ortega y Gasset parte de una crítica a la interpretación extraliteraria de la
literatura pergeñada por el sociólogo Jean-Marie Guyau (1854-1888), crítica inconclusa
por el fallecimiento prematuro del pensador francés, y que servirá de pretexto para
exponer “La fecundidad de una sociología del arte” (12) que le fue “revelada” al
filósofo al escribir sobre la nueva música de Debussy. A juicio de Ortega y Gasset, la
característica principal del arte nuevo, “desde el punto de vista sociológico, es que
divide al público en estas dos clases de hombres: los que lo entienden y los que no lo
entienden” (14).
Para explicar la impopularidad del arte nuevo, Ortega y Gasset lo contrasta con
el arte romántico. Según el filósofo, el Romanticismo fue popular porque sus
manifestaciones eran comprensibles, y habrían sido rápidamente aceptadas por el
público debido a que transmitían “los destinos humanos”, es decir, “Los amores, odios,
penas y alegrías [que] conmueven” (16). El arte nuevo, en cambio, es impopular porque
sólo una minoría es capaz de encontrar goce estético en él; el arte nuevo requiere un tipo
de espectador capaz de mirar no sólo los aspectos anecdóticos o fácilmente vinculables
a la vida, sino también los artificios del creador.
Ortega y Gasset, siguiendo las inquietudes de la época, pugna por un arte
“deshumanizado”: un arte que no privilegie los sentimientos, las emociones, las
inquietudes o las dudas humanas, sino que exalte las suspicacias o los tejemanejes de la
forma. Si el arte nuevo no se limitaba a reproducir la realidad, necesitaba entonces un
nuevo espectador que pudiera estar a la altura de los retos de interpretación que
demandaba esta nueva forma de crear, y La deshumanización del arte vendría a ser,
entre otras cosas, una primera invitación a comprender la nueva sensibilidad artística.
El arte se vuelve popular, según las ideas de Ortega y Gasset, en la medida en la
que se asemeja a la realidad, en la medida en la que la calca el entorno. El pintor, desde
el Renacimiento y hasta la primera mitad del siglo XIX, buscaba “que los objetos en un
cuadro tuvieran el mismo aire y aspecto que tienen fuera de él” (26), su deseo ha sido
reproducir la realidad. En el arte nuevo —por ejemplo, en la pintura abstracta o no
figurativa— el pintor no imita la realidad, no la busca, sino que intencionalmente la
esquiva: “Lejos de ir el pintor más o menos torpemente hacia la realidad, se ve que ha
ido en contra de ella. Se ha propuesto denodadamente deformarla, romper su aspecto
humano, deshumanizarla” (27). Esta deshumanización de la obra de arte, sin embargo,
presenta dificultades para ser comprendida, ya que se aleja de lo que tradicionalmente se
entendía por arte, y de ahí que se vuelva no sólo impopular sino incluso “antipopular”.
En el terreno de las letras, Ortega y Gasset ensalza la metáfora como
instrumento para deformar, trasgredir y, en última instancia, deshumanizar el arte
poético: “La metáfora es probablemente la potencia más fértil que el hombre posee. Su
eficiencia llega a tocar los confines de la taumaturgia” (36). Ortega y Gasset, como
hicieran algunos movimientos de vanguardia como el ultraísmo o el surrealismo, coloca
a la metáfora como la única potencia creadora (o al menos la más eficiente) para
deformar la realidad.
Pero quizá el fenómeno sociológico más destacable de la época se encuentre al
final del ensayo. Ortega y Gasset identifica una situación “extrañísima de la nueva
sensibilidad estética que reclama alerta meditación”: cierto grupo de artistas considera
su labor como algo intrascendente. Tan sólo unas décadas atrás, recuerda el filósofo
español, la música y la poesía gozaban de cierto prestigio social y eran los creadores
mismo quienes alentaban ese deseo de sobresalir, de trascender. Sin embargo, entre los
nuevos creadores, jóvenes en su mayoría, se atestigua un cambio de paradigma: “el arte
ha cambiado su colocación en la jerarquía de las preocupaciones o intereses humanos”
(52).
La deshumanización del arte es un libro que se escribe al tiempo que surge una
nueva forma de entender el arte y ofrece una interpretación novedosa de dicho arte de
vanguardia. La obra de Ortega y Gasset ayuda a comprender las complejidades y las
implicaciones que encierra el arte que nace en los albores del siglo XX.

Referencia:
Ortega y Gasset, José (1985). La deshumanización del arte. México: Planeta.

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