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Sinopsis Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
3 Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Próximo Libro
Capítulo 15 Sobre la Autora
Capítulo 16 Créditos
Capítulo 17
Savio Falcone tiene algunas reglas innegociables cuando se trata de chicas.
Tienen que ser jodidamente ardientes.
Abrir sus piernas sin mucha ayuda.
Y largarse tan pronto como termine la diversión. Preferiblemente sin ninguna
queja o lágrimas.
Con su actitud relajada de chico malo, un apellido que gobierna sobre Las
Vegas y un cuerpo para morirse, las chicas siempre han estado a disposición de
Savio.
Desafortunadamente, la chica más sexy de Las Vegas viene con un precio que
Savio no está dispuesto a pagar. Para que Savio consiga a Gemma, tendría que cerrar
el trato y poner un anillo en su dedo. Sentar cabeza está fuera de discusión, sin
4 importar lo ardiente que sea el culo esperando en el altar.
Gemma Bazzoli se enamoró de Savio desde el primer momento en que se
encontró cara a cara con su sonrisa arrogante, pero para él siempre fue la molesta
hermanita de su mejor amigo… hasta que sus curvas duramente ganadas le llaman la
atención.
Pero a Savio le gusta lo sencillo, y Gemma es todo lo contrario. Cuando es
prometida a otro hombre, Gemma se resigna al hecho de que el hombre que ha
querido toda su vida, no la quiere lo suficiente.
Savio tiene que decidir cuánto trabajo está dispuesto a invertir, porque doblar
las reglas a su estilo habitual podría no ser suficiente para conseguir a la chica que
atormenta sus sueños húmedos.
A
lgunas personas no creen en el amor a primera vista.
Dicen que es solo lujuria.
La primera vez que vi a Savio Falcone, caí por él, literal y
figurativamente, y no con lujuria porque no sabía qué era la
5 lujuria. Me enamoré de un chico que no podría tener, no de una manera que mi
familia aprobara.
Estirada bocabajo sobre mi estómago en el sofá, los Jonas Brothers resonaban
en mis auriculares, preparándose para el coro. Moviendo mis piernas al ritmo de la
música, canté la primera línea del coro con todos mis pulmones. Una sombra cayó
sobre mi revista. La molestia estalló a través de mí. Odiaba cuando Diego me
espiaba. Mi cabeza se elevó y un pequeño grito escapó de mis labios. Un chico se
inclinaba sobre mí, con los codos apoyados en el respaldo del sofá y una sonrisita en
su rostro.
Intentando levantarme, caí del sofá y aterricé en el suelo indignamente.
El chico avanzó y se alzó sobre mí, la sonrisa tornándose más amplia.
Sus labios se movieron, pero Nick Jonas estaba gritando en mis oídos. El
chico se inclinó y me quitó los auriculares de mis orejas, empapando mis
alrededores en silencio.
—Así que, eres Gemma. Buena voz —dijo.
Me sonrojé, aún inmóvil y en silencio. Tenía una buena voz, pero no había
estado intentando cantar bien. Había gritado la canción, intentando desahogarme. No
me estaba adulando. El brillo burlón en sus ojos lo dejó muy claro.
A pesar de su grosería, no pude darle una respuesta inteligente. Porque este
chico era tan hermoso que dolía mirarlo. Era alto y musculoso, con ojos del color del
chocolate oscuro y cabello negro perfectamente peinado. Todo pómulos afilados,
mandíbula fuerte y sonrisa arrogante. Incluso su ropa parecía fuera de este mundo.
Chaqueta de cuero negra, jeans azul oscuro de corte bajo, camisa blanca ajustada
mostrando los contornos de unos abdominales increíbles, y zapatillas blancas. Solo
había visto a tipos como él en las revistas de chicas que leía en secreto.
La misma revista que él estaba recogiendo del sofá y leyendo.
La mortificación me inundó.
Una de sus cejas, e incluso eso era perfecto, se levantó.
—Si quieres averiguarlo en unos años, me avisas.
La sonrisa.
Mis labios cayeron abiertos a medida que una bandada de mariposas
revoloteaba salvajemente en mi vientre. Me estremecí involuntariamente ante la
sensación desconocida. Diego se acercó a nosotros, mirándome del suelo al chico y
la revista en sus manos.
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Los ojos color oliva de Diego, del mismo color que los míos, brillaron con
molestia mientras le arrebataba la revista al chico.
—Gemma, ¡no se supone que leas esta mierda! Nonna te lavará la boca con
jabón si se entera.
—Solo amenaza con lavarme la boca con jabón si digo malas palabras, no si
las leo.
—Es peor. Estarás castigada por semanas —murmuró Diego. Escaneó el
artículo que había estado leyendo, y su cara se puso roja. Luego rasgó la revista. Si
mamá no hubiera confiscado mi teléfono hace solo unos días, habría tomado fotos
de las páginas como lo había hecho en el pasado—. ¿Antonia te volvió a dar esta
mierda?
Por supuesto, Toni me la había dado. Se le permitía leer revistas de chicas. Su
padre era genial. Solo sobresalí mi barbilla. No era una soplona. Al notar los ojos del
chico sobre mí, lo miré, sintiendo mis mejillas palpitar de vergüenza.
—¿Cuál es el problema? —preguntó con curiosidad.
Diego pareció avergonzado. ¿Por qué estaba actuando de manera tan extraña?
Con Mick, nunca era tan torpe. ¿Quién era este chico?
—Se supone que mi hermana no debe leer esas revistas.
—Nonna tampoco quiere que tú las leas.
El chico frunció el ceño.
—¿Por qué no?
Diego de hecho se sonrojó. Ahora en serio quería saber quién era el niño
bonito.
—Porque se supone que Gemma no debe saber sobre estas cosas.
—Estas cosas —repitió el chico.
Diego bajó la voz.
—Sobre besos y esas cosas.
El chico se echó a reír.
—¿No me digas que no sabes sobre los pájaros y las abejitas?
A pesar de su burla, quise sonreír. ¿Cómo podría alguien ser tan bonito?
7 Me miró a los ojos antes de sonreír a Diego.
—¿Necesito hablar contigo de eso?
Diego pareció querer que el suelo se lo trague. Raramente lograba
avergonzarlo. Este chico tenía que enseñarme cómo lo hacía.
—Sé cómo funciona, pero se supone que mi hermana no debe hacerlo.
—Se supone que tú tampoco debes hacerlo.
Diego frunció el ceño.
—Soy un chico. Papá me contó.
—Oh, hombre —dijo el chico, riendo entre dientes.
De repente, la expresión de Diego se oscureció.
—Honramos nuestras tradiciones. Tú también deberías, incluso si no crees en
ellas.
—¿Eso era lo que estabas haciendo cuando metías la lengua por la garganta
de Dakota? ¿Honrando tus tradiciones?
—¿Besaste a una chica? —solté de golpe.
Diego me envió una mirada exigiendo que me calle.
—¡Nonna quiere que esperemos hasta el matrimonio!
Esa parecía ser la gota que colmó el vaso. El chico se desplomó, apoyando las
manos en los muslos y rio a carcajadas.
—¿No me digas que nunca has ido más allá de los besos, Diego?
Diego me miró, mortificado, y luego agarró el brazo del chico.
—Subamos a mi habitación. Gemma nos seguirá molestando si nos quedamos
aquí abajo.
El chico sacudió la cabeza con incredulidad.
—Como sea. —Siguió a Diego a las escaleras.
—Nuestra casa no es tan espléndida como tu mansión —dijo Diego. ¿Estaba
avergonzado de nuestra casa?
—¿Y qué? —preguntó el chico—. Antes de venir a Las Vegas, mis hermanos
y yo compartíamos una habitación.
8 Era perfecto. Las mariposas en mi estómago seguían bailando y me gustó la
sensación… mucho.
—¿Cómo te llamas? —solté antes de que subieran.
—Savio Falcone —respondió, dándome una sonrisa.
Aleteos. Y más aleteos. Un alboroto de mariposas.
—Y quise decir lo que dije. Si quieres averiguarlo en unos años, solo
avísame.
Me llevó un momento entender de qué estaba hablando: el artículo.
Diego miró entre su amigo y yo, frunciendo el ceño.
—Hombre, vamos. —Desaparecieron arriba.
Savio Falcone.
Diego me había dicho que era amigo de un Falcone, pero pensé que me
estaba tomando el pelo. Ni en un millón de años habría considerado a este niño
bonito un Falcone. Por la forma en que la gente susurraba con miedo sobre ellos,
esperaba a alguien que fuera aterrador y monstruoso en apariencia.
En realidad, había hablado con un Falcone… y me avergoncé a mí misma.
Todavía me ardían las mejillas al pensar en mi caída indigna y en el artículo
que Savio me había pillado leyendo.
¿Cómo saber si tu novio es bueno besando?
Nunca había besado a un chico y no lo haría. No hasta el día de mi boda y
nadie más que mi esposo.
Justo en ese momento, me prometí que Savio Falcone sería el indicado.
9
Gemma 13, Savio 17
19
S
abía que Savio pensaba que me acobardaría de nuestro trato, pero no lo
dejaría en paz tan fácilmente. Quería entrenar con él, quería mostrarle
que ya no era una niña pequeña, ni una niña cuyo cabello podía
despeinar.
Y aun así, mirar a Remo Falcone me hizo querer salir corriendo. Todas esas
cicatrices y músculos, y su reputación me aceleraron el pulso. Que lo cubriera con
una camisa no lo hacía menos imponente. Había visto algunas peleas en la
computadora portátil de Toni, y todos los Falcones daban miedo en la jaula, pero el
20 Capo, era brutal como nada en este mundo. Diego siempre hablaba de él como si ni
siquiera fuera humano.
—¿Cuánto tiempo has estado luchando? —preguntó, haciéndome saltar. Se
dio cuenta, su boca crispándose, y también Savio, quien parecía que estaba a punto
de comenzar a reír.
Me sonrojé.
—Tres años. —Mi mirada se demoró alrededor de su nariz porque sus ojos
me asustaban demasiado.
—No encontrar la mirada de tu oponente sugiere que te estás sometiendo. ¿Te
sometes antes de que la pelea incluso haya comenzado, Gemma? —preguntó en voz
baja.
Mis ojos se posaron en los suyos de golpe.
—No.
Fue una lucha sostener su mirada. Comprendí por qué papá, Diego y los otros
hombres siempre hablaban con tanto respeto de su Capo.
—Bien —dijo. Me señaló hacia adelante—. Ataca.
Di unos pasos hacia adelante, levantando los puños para protegerme la cara.
Era demasiado alto. Golpear a Diego ya había sido difícil, pero el Capo era aún más
alto. Él reflejó mis movimientos, levantando sus puños hacia su rostro. Mi estómago
estaba hecho un nudo a medida que intentaba reunir el coraje para golpearlo.
—Vamos, Kitty, muestra las garras —llamó Savio.
La boca de Remo se torció, y me abalancé, intentando darle un puñetazo en la
parte baja del estómago. Su mano me bloqueó y ese movimiento ya dolió un
montón. Su otra mano pasó mis defensas y empujó contra mi estómago. No fue un
golpe, un empujón que me hizo tropezar hacia atrás y casi perder el equilibrio.
¿Un empujón? Ese no era un movimiento permitido en una pelea de jaula. Lo
fulminé con la mirada, enojada, y me abalancé hacia él nuevamente. Tenía que usar
mi velocidad y mi pequeño cuerpo si quería alguna oportunidad. La sonrisa de Remo
se ensanchó. Intentó agarrarme, pero caí de rodillas e hice un giro hacia adelante.
Había planeado usar su postura amplia para moverme por sus piernas, pero él agarró
uno de mis tobillos y tiró. Aterricé sobre mi espalda con un jadeo, y entonces él se
sentó a horcajadas sobre mis piernas y presionó mis muñecas juntas sobre mi
cabeza.
21 —Ríndete —dijo.
Luché, intentando salir de su agarre.
—Ríndete —ordenó.
No quería hacerlo. Estaba enojada con Savio por hacerme pelear con su
hermano, sabiendo que me humillaría, pero estaba aún más enojada conmigo por
querer tanto la atención de Savio como para aceptar este trato. Remo ni siquiera
había peleado conmigo. Había jugado conmigo, al igual que Savio. Esto terminó tan
rápido que no podía considerarse una pelea. Intenté arquearme del suelo o liberar
mis brazos, pero su agarre era de acero. Sus dedos se apretaron, volviéndose
incómodos.
—Tienes que saber cuándo rendirte.
—Ríndete, Gemma —llamó Diego.
Podía sentir lágrimas de ira en mis ojos.
—¡No! ¡Ninguno de ustedes lo haría!
El agarre de Remo en mis muñecas se tornó doloroso.
—Eso es cierto, pero vivimos con las consecuencias. Puedes negarte a
rendirte porque sabes que estás a salvo del dolor. Estás jugando a la carta femenina.
—¡No es cierto! Todos deciden consentirme porque soy una niña. ¡No me
importa el dolor! ¡Quiero que me tomen en serio! —espeté, luchando más fuerte,
cansada de ser considerada como un lindo gatito.
—Remo —dijo Nino Falcone en advertencia.
Me estremecí bajo la fuerza del agarre de Remo.
—Si aprieto aún más mi agarre, romperé tus delgadas muñecas por la mitad.
El orgullo es una cosa honorable, pero no dejes que se interponga en el camino de
una elección sabia. Tus peleas nunca serán nuestras, así que no puedes pelear con
ellas de la misma manera que nosotros.
Miré hacia otro lado.
—Me rindo.
Me soltó y se puso de pie. Savio y Diego se unieron a nosotros en la jaula.
Diego me lanzó una mirada de reprimenda, pero Savio asintió como si estuviera
impresionado.
22
—Perdí. No tienes que fingir que lo hice bien. —Las lágrimas de vergüenza y
enojo amenazaban con estallar, pero hasta ahora, había logrado no llorar frente a
Savio y no tenía intención de cambiar eso.
Algunas chicas solo lloraban cuando estaban desconsoladas o tristes, no tenía
tanta suerte. También chillaba cuando estaba enojada o extremadamente feliz, lo que
me llevaba a muchas escenas embarazosas. La emocionalidad corría como una
maldición en nuestra familia; al menos en el lado femenino. Diego tenía el rango
emocional de un ladrillo.
Savio se echó a reír e intercambió una mirada con su hermano mayor. Diego
puso los ojos en blanco. Esto era demasiado. Me puse de pie de un salto y los
empujé para pasar, luego salí de la jaula y corrí hacia una de las puertas, esperando
que condujera a un baño. Tenía que echarme agua en el rostro antes de perder la
compostura… y los restos de mi dignidad.
Quería impresionar a Savio con mis habilidades para que así finalmente me
notara, pero ahora todos se reían de mí como muchos en la escuela gracias a mi ropa
y creencias.
—¡Gemma, contrólate! —llamó Diego.
Lo ignoré. Después de todo, él era la razón por la que lloraba la mitad del
tiempo. Me abrí paso por la puerta y entré en un vestuario donde me dirigí
directamente al lavabo. Me salpiqué agua, siseando por el frío. Aunque, ayudó con
la sensación de llanto inminente.
Me dejé caer en uno de los bancos y me quedé mirando mis andrajosas
zapatillas blancas. Diego las había usado cuando tenía once años. Ahora era mi
turno. La puerta crujió y sonaron unos pasos.
—Déjame en paz. Ya no pienso hablarte. Sigues avergonzándome delante de
Savio.
Unas nuevas y elegantes Nike negras con dorado aparecieron a la vista, una
edición limitada que costaba más que el guardarropa de Diego y el mío juntos.
Deseé que el suelo me trague.
—Para eso están los hermanos, Kitty.
Quería que se fuera, para evitarme la mortificación, pero incluso ahora
ansiaba su cercanía. Alcé la vista y sus labios se torcieron.
—¿Por qué estás aquí? —La sensiblería que buscaba se tornó en un susurro
23 esperanzador.
La boca de Savio se torció una vez más, haciéndome sentir cohibida.
—Luchaste contra Remo. Cielos, Kitty, la mayoría de los hombres se habrían
cagado los pantalones en una jaula con Remo, y tú te mostraste insolente.
Parpadeé, intentando averiguar si estaba burlándose de mí. Extendió su mano,
que tomé, y me puso de pie.
—Diego está armando un berrinche. Vamos, regresemos para que pueda
patearle el trasero.
—¿Cuándo vas a pelear conmigo?
—¿Qué tal mañana?
Mañana era domingo, lo que significaba la comida de la iglesia y la familia,
aunque tal vez podía ausentarme un rato. Pero Diego tenía que ayudar a papá a
reparar nuestra estufa en el restaurante.
—Diego no puede traerme. Tiene que ayudar a papá en el Capri.
Savio se encogió de hombros.
—Puedo recogerte de la iglesia y llevarte de regreso a casa. De todos modos,
mañana tengo que entrenar.
Sonreí.
—Excelente.
Su boca se torció nuevamente.
—Tal vez deberías arriesgarte a mirarte en el espejo antes de volver a salir.
—Con eso, se volvió y cruzó la puerta.
Mi estómago se apretó de aprehensión cuando me enfrenté al espejo sobre el
lavabo. Me puse una pizca de máscara y ahora estaba embarrada alrededor de mis
ojos. Parecía un mapache.
***
***
42
Gemma 15, Savio 19
57
Bostecé varias veces durante la cena hasta que papá se compadeció de mí y
me permitió ir a mi habitación para poder acostarme temprano.
No tenía cerradura en mi puerta, de modo que tenía que esperar que nadie
fuera a verme. Reconstruí la forma de un cuerpo con ropas en mi cama y luego lo
cubrí con una manta. Mi estómago estalló de nervios cuando revisé mi reflejo.
Llevaba la ropa que Toni me había sugerido, y mostraban todas mis curvas, incluso
mi estómago. Nunca había mostrado tanta piel y no estaba segura si me sentiría
cómoda usándola en público.
Me puse una chaqueta de mezclilla, abrí la ventana y luego usé el árbol que
tenía delante para bajar.
Diego había estado haciendo esto durante años, pero para mí, era la primera
vez. Nunca había tenido motivos para escabullirme por las noches porque, a
diferencia de Diego, no iba a fiestas. La bicicleta de Toni esperaba en el patio. La
agarré y pedaleé hacia la Arena, intentando no mirar a izquierda y derecha mientras
cruzaba calles menos atractivas.
Solté un suspiro de alivio cuando finalmente llegué a la Arena de Roger.
Algunos cuantos tipos que fumaban afuera soltaron silbidos cuando me vieron.
Ignorándolos, entré rápidamente por la entrada trasera como Toni me había
mostrado.
Eran casi las ocho y se hundió de alivio cuando entré en el área del bar. Sus
mejillas estaban sonrojadas.
—¡Ahí estás!
También estaba vestida con pantalones ajustados y una camisa ajustada.
—¿Puedes encargarte de la barra, así puedo servir esas mesas? —Asintió
hacia dos mesas donde los clientes le hacían señas con impaciencia.
—Por supuesto —respondí, y entonces ya se había ido. Toni me había dado
esta tarde una breve introducción al funcionamiento de una barra, pero tenía el
presentimiento que de todos modos me equivocaría. Pronto el bar estaba zumbando,
y no tenía tiempo ni para dudar mientras intentaba repartir cerveza tras cerveza.
Mi primer respiro ocurrió durante la tercera pelea, la primera con luchadores
conocidos. La mayoría de los invitados se concentraban en el espectáculo sangriento
en la jaula. Vi la pelea, apoyada contra la barra. Había visto muchas de ellas en
pantalla, pero nunca me habían permitido experimentar una en vivo. Era un
58 ambiente diferente. La sala zumbaba de emoción y sed de sangre. Las peleas más
brutales siempre atraían a una multitud más grande, por eso el padre de Toni ganaba
un montón de dólares cada vez que Remo Falcone tenía una pelea, especialmente
una pelea a muerte. Era inaudito que un Capo arriesgara su vida tan fácilmente
cuando no tenía razón para hacerlo. Todos los hermanos Falcone tenían cierta
inclinación por arriesgar sus vidas con frecuencia en la jaula. Me preguntaba cómo
me sentiría si alguna vez tuviera la oportunidad de ver a Savio en la jaula.
Los frenéticos movimientos de Toni me llamaron la atención. Servía una
mesa en el otro extremo de la habitación, pero obviamente necesitaba llamar mi
atención. Me enderecé y alcé las cejas. No entendía su loco lenguaje de señas. Pero
entonces, apuntó hacia la puerta. Miré en esa dirección y casi tuve un infarto.
Savio, Diego y Mick habían entrado en la Arena. Ninguno de ellos miró hacia
la barra… todavía. Y Diego probablemente no lo haría pronto porque estaba
ocupado buscando a Dakota entre todas las personas. Su hermana menor, Noemi, iba
a mi escuela y nos odiábamos con la ardiente pasión de mil soles.
Me puse de cuclillas, respiré hondo, mi corazón latiendo en mi garganta.
¿Qué estaban haciendo aquí? Uno de los hombres de la barra me miró como si
pensara que me había vuelto loca. Le di una sonrisa avergonzada.
—Me gustaría otra cerveza, señorita.
Asentí rápidamente y me dirigí hacia el refrigerador, todavía agachando la
cabeza. Tenía que salir de aquí muy rápido. Me incliné sobre el refrigerador como si
necesitara mirar más de cerca, esperando que Toni encontrara una manera de salvar
el día. Tal vez podría echarlos por romper alguna regla de la casa.
—Debo haber ido al cielo, porque este culo no es de esta Tierra —dijo una
voz muy familiar.
Estaba tan muerta, muy, muy muerta. Si Diego estaba con Savio, estaría
castigada por la eternidad. Ya podía escuchar la desaprobación de Nonna
chasqueando la lengua y ver la mirada de estoy muy decepcionado de ti de papá.
Mamá probablemente incluso derramaría algunas lágrimas muy tristes.
¿Tal vez simplemente podía permanecer inclinada así hasta que él pierda
interés y se vaya? Entonces otro pensamiento me golpeó como un puñetazo. Savio
estaba coqueteándome. Bueno, a mi trasero, pero eso era más de lo que había
esperado hasta ahora. Desde nuestro embarazoso primer entrenamiento de pelea,
había moderado mi enamoramiento, y en los últimos seis meses, no lo había visto.
Una sensación vertiginosa se extendió en mí como un incendio forestal.
Por el rabillo del ojo, pude verlo rodeando la barra.
59
—Solo pensar en todas las cosas sucias que podría hacer con ese trasero, hace
que mi…
Me enderecé y giré sobre él.
—¡No termines esa oración!
La expresión de Savio destelló con sorpresa. Sus ojos se arrastraron
lentamente por mi cuerpo, deteniéndose en mis caderas, mi estómago, mis senos
hasta que finalmente me miró una vez más, a mi rostro rojo indudablemente
brillante. Se sentía increíblemente caliente y eso no era por el cálido aire pegajoso
en el bar.
Su expresión se transformó en ira, lo que me sorprendió. Esperaba una broma
y burlas como tantas veces en el pasado.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Vestida así?
Fruncí el ceño ante su tono exigente. Sonaba como Diego, como si lo que
hiciera fuera asunto suyo.
Afortunadamente, mi hermano no estaba con él, ni Mick, incluso aunque este
último generalmente me defendía cuando Diego me trataba como a una niña
estúpida. Un escaneo rápido de la barra tampoco me dio ninguna pista sobre sus
paraderos.
—¿Qué tiene que hacer uno por aquí para conseguir una cerveza? —murmuró
un hombre mayor.
—Podría meterte una botella por tu puta garganta, ¿qué tal eso? —gruñó
Savio. Una mirada a la cara de Savio y el hombre huyó.
—Se supone que debo servir…
Savio agarró mi antebrazo y me arrastró lejos de la barra. Tomada por
sorpresa, me tambaleé con él.
—Savio, ¿qué estás haciendo?
Su agarre era de acero, imposible de escapar. No se detuvo hasta que
estuvimos en uno de los cuartos traseros y cerró la puerta. Entonces se detuvo justo
frente a mi cara.
—Explícate.
Parpadeé hacia él, completamente desconcertada por su comportamiento
60 dominante. Jamás lo había visto así: sus ojos oscuros de ira y algo más que no podía
descifrar, su mandíbula apretada tan fuerte que me sorprendía que no se rompiera, y
su cuerpo rebosando de violencia apenas contenida. Sin pensar, retrocedí un paso
solo para tropezar con la pared.
Volví el rostro, sonrojándome.
—Por favor, no se lo digas a mis padres.
—¿Por qué debería hacer eso, Kitty? —pregunté en voz baja, la ira todavía
pulsando en mi cuerpo. Ni siquiera estaba segura de dónde había salido. Diego era el
hipócrita protector cuando se trataba de su hermana. Yo era el que se burlaba de él
por proteger su virtud como un jodido caballero de brillante armadura.
—¿Porque somos amigos? —preguntó esperanzada, esos ojos verdes oscuros
encontrándose con los míos. Sus labios regordetes se separaron, sus pómulos altos
se sonrojaron. ¿Cuándo Kitty se había vuelto tan linda?
Mis sentimientos definitivamente no eran amigables. Mierda, había
coqueteado con Gemma. Si Diego lo supiera, tendría un infarto. Estreché mis ojos y
me incliné hasta que estuvimos a la altura de los ojos.
—Primero quiero que respondas mi pregunta. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No
se supone que eres una buena niña angelical y deberías estar durmiendo bien antes
de la iglesia mañana por la mañana? ¿O siempre pasas tus noches así?
Sus mejillas se pusieron aún más rojas.
—Es la primera vez que escapo, la primera vez que uso algo como esto. Y ni
siquiera fue idea mía. Odio exponerme así porque me hace sentir impura, pero
quería ayudar a Toni. —Se llevó un mechón detrás de su oreja y solo así, volvió a
parecer la chica angelical que era. Una chica angelical envuelta en el cuerpo de una
maldita bomba sexual. ¿Cómo carajo no había notado antes esas curvas? Pero era
fácil de explicar. Gemma por lo general usaba ropa muy modesta y no la había visto
exactamente a menudo en el último año. La Camorra me estaba tomando demasiado
61 tiempo con Adamo en Nueva York y mis hermanos ocupados con sus esposas e
hijos.
Solo entonces, registré sus palabras.
—¿Impura?
Ella asintió.
—Se supone que no debo mostrar tanta piel a nadie más que a mi esposo.
Solo pude quedarme mirándola.
—¿Te refieres a tu estómago?
—Sí.
—Mierda, Kitty, no seas ridícula. Si te gusta lucir tus curvas, ¿por qué no
hacerlo? Es tu cuerpo, de modo que es tu decisión la cantidad de piel que muestras.
Dios, estas curvas me atormentarían por un tiempo.
Ella frunció.
—Pero estabas enojado…
—Estoy jodidamente lívido, porque vestida así, mejor asegúrate que Diego o
yo estemos a tu lado, ¿entendido?
Evaluó mi rostro.
—¿Tú?
Yo, sí, ¿por qué yo? No era el protector de Gemma, esa era la tarea en la vida
de Diego.
—¿Diego está contigo?
Asentí, aún teniendo dificultades para no echarle un buen vistazo a Gemma.
Kitty tenía abdominales. No tan definidos como los míos, pero la prueba de su arduo
trabajo seguía siendo inconfundible. Y esa cintura estrecha y esas caderas
balanceadas.
Maldita sea.
—Pero está ocupado con Dakota en su auto.
—¿Dakota?
—No importa. Probablemente ella esté abriéndole su puerta trasera mientras
62
hablamos. No intentes distraerme.
Gemma inclinó la cabeza con esa maldita expresión curiosa.
—Toni cerró la puerta trasera cuando llegué. Se supone que nadie debe
usarla, excepto el personal.
Me reí oscuramente. Enrollando mis dedos alrededor de su muñeca e
intentando ignorar el pequeño escalofrío que pasó por su cuerpo, aparté su brazo de
su estómago, revelando esas curvas nuevamente.
—Luciendo así —gruñí, señalando su cuerpo—. No tienes por qué ser tan
ingenua, Kitty. Algunos hombres podrían aprovecharse de eso.
Sus ojos sostuvieron los míos y supe que estaba jodido porque deseaba a la
hermanita de mi mejor amigo. Quería hacer cosas muy traviesas, muy maduras, con
ella. Cosas de las que ella no tenía ni idea a juzgar por su expresión perpleja. Me
quedé mirando el techo. Tal vez había un Dios después de todo, y esta era su forma
de ponerme a prueba. Era un hecho que reprobaría su prueba, la pregunta solo era
cuándo.
Después de su admisión hace seis meses, mantuve mi distancia. De todos
modos, había estado al borde y no quería arriesgar mi amistad con Diego por el
tonto enamoramiento de una niña. Pero, maldita sea, Gemma ya no se veía como
una niña.
Gemma se acercó a la cama en la esquina de la habitación como si tuviera
toda la intención de sentarse.
—No haría eso si fuera tú.
Se congeló.
—¿Por qué?
Qué el cielo tenga piedad.
—¿Toni no mencionó lo que sucede en estos cuartos traseros y por qué hay
una cama aquí?
El rostro de Gemma se frunció y retrocedió un paso de la cama, pero siguió
escaneando las mantas como si le preocupara encontrar pruebas de las actividades
anteriores. Me dio tiempo para admirarla. No podía quitarle los ojos de encima. La
había conocido por años, había sido mi mejor amiga junto a Diego. Siempre había
sido cauteloso conmigo respecto a su hermana y siempre le había dicho que era un
estúpido imbécil por pensar que ligaría con su hermana. Hoy sabía que Diego había
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tenido todo el derecho a desconfiar de mí alrededor de Gemma porque al verla así,
en lo único que podía pensar era en tenerla en mi cama algún día.
Sacudiéndome de mis pensamientos cachondos, le envié un mensaje de texto
a Diego, diciéndole que había encontrado a una chica y la llevaba a un lugar para
follar. No respondió, lo que significaba que estaba demasiado inmerso en Dakota,
literalmente.
—Vamos, te llevaré a casa —dije.
La mirada de Gemma se volvió hacia mí de golpe. Levantó la barbilla de esa
manera obstinada suya.
—¿Qué? No. Le prometí a Toni que la ayudaría al menos hasta la una. Tienen
poco personal.
—¿Parece que me importa si Roger tiene suficientes camareras sacudiendo el
culo frente a los clientes? Todo lo que sé es que tu pequeño y lindo culo no va a
sacudirse frente a nadie…
… excepto yo.
Gemma se me quedó mirando como si me hubiera crecido una segunda
cabeza. Ni siquiera se sonrojó al oírme decir la palabra culo. Kitty había crecido, y
en serio quería dejar de notarlo. Diego probaría uno de esos mecheros Bunsen que
usaban en sus restaurantes para freírme las bolas si se enteraba. Eso de seguro sería
un giro inquietante en Arancini.
Gemma cuadró los hombros y caminó hacia mí, intentando parecer dura y
segura de sí misma.
—No eres ni mi hermano ni mi padre, Savio. —Gracias al jodido Señor por
eso—. No puedes decirme qué hacer. Le hice a Toni mi promesa y la cumpliré.
Intentó salir de la habitación, pero presioné mi palma contra la puerta,
sonriendo sombríamente.
—Acabo de decirte lo que va a pasar. Te llevaré a casa. Si vienes por tu
propia voluntad o si tengo que cargarte, eso depende de ti, Kitty.
Su boca se abrió, luego se encogió de hombros.
—No vas a hacer eso. Estás aquí para divertirte, no para jugar a la niñera. —
Bajé el brazo, permitiéndole abrir la puerta y salir.
Me dio una sonrisa triunfante. Recordé los ojitos de cachorritos del pasado y
decididamente me gustó más esta Gemma.
64
—No le digas a Diego, ¿de acuerdo? Te debo una.
Asentí. ¿En serio creía que había ganado? Se dio la vuelta como para regresar
al bar. La seguí de cerca, la agarré, haciéndola girar y la alcé sobre mi hombro. No
era la primera vez que lo hacía. Durante nuestro entrenamiento de lucha, a veces
había bromeado con ella de esa manera, pero en ese entonces, ella había sido una
niña con el cuerpo de una niña. Ahora su trasero perfectamente redondeado se
burlaba de mí por el rabillo del ojo y mi palma descansando sobre sus piernas
esbeltas no quería nada más que descubrir cada centímetro de su cuerpo en forma.
—¿Qué estás haciendo? —jadeó Gemma, su cuerpo volviéndose tan tenso
como la cuerda de un arco—. ¡Bájame! —Se retorció en mi agarre—. Savio, bájame
en este preciso momento. ¡Tengo que ayudar a Toni!
Apreté mi agarre sobre ella.
—En realidad, es sencillo. Puedo llevarte a casa, Kitty, o te llevaré con Diego
ahora mismo.
Se relajó enseguida.
—No le digas. Se enojará. —Después de un momento, agregó—: Puedes
bajarme. No voy a intentar huir.
—Das un movimiento en falso, y llamaré a Diego —advertí. No tenía
intención de llamarlo. Yo mismo podía lidiar con Gemma.
—Bien.
La bajé lentamente y me di cuenta que estaba reacio a soltarla. La llevé a mi
auto. Diego estaría cabreado si descubría que no le conté sobre esto.
—Debería decirle a Toni a dónde voy. Estará preocupada —susurró Gemma
con una mirada fugaz hacia la Arena—. Le prometí que ayudaría. ¿Qué clase de
amiga rompe su promesa?
Apoyé mi antebrazo en la puerta y miré la cara de Kitty.
—La amiga que no quiere ser castigada por el resto de su vida.
—¿Desde cuándo eres un fanático de las reglas? Nunca llevaste a Diego a
casa cuando se escabullía para salir de fiestas contigo.
Me reí.
—Vamos, Kitty. Conoces las reglas, las has vivido hasta ahora. No me digas
que tu padre reaccionaría de la misma manera si descubriera que Diego estaba de
65 fiesta toda la noche o en este caso tú, especialmente vestida así. —Hice un gesto a su
atuendo, haciendo que se muerda el labio y mire hacia otro lado.
Ahora entiendo por qué les decían los dulce dieciséis. Maldición. Desearía no
ser tan adicto a los dulces, porque Gemma, sin duda alguna, sería la cosa más dulce
que jamás haya probado. Y quería ese sabor.
Me enderecé, colocando más distancia entre nosotros.
—Sube al auto y envíale un mensaje de texto a Toni.
Se dejó caer en el asiento del pasajero.
—Todavía tengo mi chaqueta de mezclilla y mi bolso adentro.
—Los conseguiré, y tú te quedarás aquí. —Cerré la puerta y pasé el seguro al
auto. Gemma me dirigió una mirada exasperada.
Me di la vuelta y volví a entrar. Le conseguiría sus jodidas cosas, pero
primero hablaría con Roger y Toni. Mick se cruzó en mi camino hacia el bar donde
Toni estaba corriendo como un pollo sin cabeza.
—Oye, ¿a dónde se fueron todos? Diego desaparece con Dakota, y luego tú
también te has ido.
—No puedo quedarme. Encontré a alguien para follar, pero podría volver más
tarde.
Mick puso los ojos en blanco.
—¿En serio? Salir con ustedes dos es una broma.
—Ve a buscarte una chica para ti y deja de quejarte.
—¿Qué hay del lunático de Los Ángeles, no se supone que debes vigilarlo?
Mierda.
—Todavía hay otra pelea antes que la suya. Regresaré antes de eso. —La
próxima vez mis hermanos podrían jugar a la niñera de su lugarteniente demente.
Dejé a Mick y me dirigí a Toni, quien hizo una mueca cuando me vio
—¿Qué puedo traerte? —preguntó cuando llegué a la barra.
—Tu padre —respondí, rodeando la barra.
—Esta área está restringida al personal.
La fulminé con la mirada.
66
—Tráeme a tu padre ahora, Antonia.
Se giró y me condujo a través de la puerta hacia el área de atrás.
—¿Dónde está Gemma?
—En mi auto.
Toni me lanzó una mirada curiosa por encima de su hombro.
—Sabes que se supone que no debe estar sola con los chicos.
—Se supone que tampoco debe trabajar en un jodido bar con docenas de
cabrones cachondos, ¿o sí?
Toni se sonrojó y se dio la vuelta. Llamó a la puerta de la oficina de su padre.
Se me estaba agotando la paciencia, así que pasé junto a ella y abrí la puerta.
Adentro, Roger hablaba animadamente con Nestore Romano, el hombre al que debía
vigilar. Nestore me miró, luego simplemente dejó a Roger parado allí y pasó junto a
mí con una inclinación casi inexistente de su cabeza.
—Antonia, estaba en una conversación importante —dijo, con un toque de
desaprobación en su voz.
—No me pareció así —dije arrastrando las palabras—. Nestore parecía
jodidamente aburrido. —No es que fuera un hecho inusual con el Lunático de Los
Ángeles.
Roger me dio una sonrisa de labios tensos.
—Savio, ¿qué puedo hacer por ti?
—Para empezar, puedes prestar atención a quién está trabajando en tu jodido
bar.
Roger frunció el ceño.
—Antonia se encargó hoy del personal.
Me detuve justo frente a su rostro.
—No es asunto mío si dejas que tu hija adolescente se pasee frente a todos
esos cabrones pervertidos, pero es mejor que prestes atención a las hijas de otras
personas.
—¿De qué estás hablando? —Roger echó un vistazo a su hija que pareció
ocupada intentando mirar al suelo como si fuera la cosa más interesante del maldito
67 mundo.
—Estoy hablando de Gemma Bazzoli. Conoces a Daniele y Diego. Ninguno
de los dos estará contento si descubre que atendió la barra porque no le pagas
suficiente a las camareras.
El rostro de Roger se estaba volviendo cada vez más rojo. Todavía tenía
problemas para dejarme decirle qué hacer.
Me conocía desde que era una pequeña mierda. Pero ahora me encargaba de
nuestro negocio junto a mis hermanos, así que más le valía controlar su mierda.
—No quiero volver a ver a Gemma en este lugar a menos que esté conmigo o
con su familia, ¿entendido?
Roger entrecerró los ojos, en contemplación.
—Entonces, ¿qué relación tienes con ella? Pensé que serías el primero en
apreciar un culo nuevo en el bar.
Agarré su cuello y lo atraje hacia mi rostro.
—Cuidado con lo que dices, Roger. —Si Toni no hubiera estado mirando con
los ojos completamente abiertos y aterrorizados, podría haber sido un poco más duro
con él—. Ese pedazo de culo del que estás hablando está fuera de los límites, y
recuerda que tiene la edad de tu hija.
Roger asintió.
—Bien, bien. Ni siquiera sabía que estaba aquí. Me aseguraré que se
mantenga alejada.
Lo solté, luego me giré y me fui. Al salir, agarré las cosas de Gemma de
detrás de la barra. Estaba desplomada en el asiento, pero se enderezó al momento en
que subí al auto.
—¿Hablaste con Toni?
—Lo hice. —Encendí el motor, intentando concentrarme en la calle y no en
la chica demasiado tentadora a mi lado.
—Pero no le dijiste a Diego, ¿verdad?
Me reí.
—Si le hubiera dicho, él sería quien te llevara a casa, no yo.
—Sí —coincidió Gemma con una risa taciturna—. Me estaría sermoneando.
68
¿Qué está pasando por tu condenada cabeza? ¿Cómo te atreves a tener una
condenada vida? Bla, bla, bla.
Sacudí mi cabeza.
—Dudo seriamente que Diego use un lenguaje tan dulce para expresar su
disgusto. —Le dirigí una mirada. Estaba sonriendo de una manera muy Gemma.
Descuidada, honesta, no de una manera que estuviera destinada a hacerla ver bonita,
aunque lo hiciera.
—Intenta no usar palabrotas delante de mí, pero esa es mi versión de los
acontecimientos.
—Condenada, ¿en serio? —pregunté—. ¿Qué tiene de malo una buena jodida
saludable?
Gemma se sonrojó y me di cuenta que mi redacción también podría tomarse
de otra manera.
—No me gusta la palabra.
—Nunca lo has intentado, así que, ¿cómo puedes saberlo? —Al parecer, hoy
era el rey de los dobles sentidos.
Gemma bajó la mirada hacia su regazo, frunciendo el ceño, y comencé a
preocuparme por haberla molestado cuando levantó los ojos una vez más.
—¿Estabas flirteando conmigo en el bar?
Consideré mis opciones. Mentir y no ser pateado en las bolas por Diego, o
decir la verdad y ver el delicioso sonrojo de Gemma profundizándose.
—Sí.
Como era de esperar, su sonrojo pasó a un tono rosado más oscuro.
—¿Por qué?
Le di una mirada. ¿Tenía que preguntar?
—Entonces —dijo con curiosidad—. ¿Querías meterme en tu cama?
Me reí.
—Quería meter a la chica con ese cuerpo en mi cama, no a ti.
La indignación resplandeció en sus ojos.
—Soy esa chica. Ese es mi cuerpo.
69
Lo era, lamentablemente, lo que significaba que nunca llegaría a tenerlo.
—Lo es, pero jamás consideraría meterte en mi cama, Kitty. Primero, Diego
tendría un infarto, segundo, eres demasiado joven y tercero, tu familia me obligaría a
casarme contigo si tan solo te besara, así que… no, gracias.
Se dio la vuelta, mirando a la ventana lateral.
Estaba cabreada, y me pregunté cuál de mis palabras la había disgustado
exactamente.
Cuando llegué a su calle, sus ojos se abrieron de par en par.
—¡Para aquí! Escucharán tu motor si te acercas demasiado.
—Oh, ¿en serio? —pregunté y conduje directamente hasta la casa de su
familia, luego apagué el motor. Las luces se encendieron en una de las ventanas.
Esta era un área de clase media. No hay motores Ferrari por aquí.
Gemma se hizo lo más pequeña que pudo en su asiento, pero el rostro de su
Nonna se asomó por la ventana iluminada y luego desapareció. Se encendieron las
luces de otra habitación.
Gemma me frunció el ceño.
—¿Por qué hiciste eso?
—Porque creo que tu padre debería vigilarte más de cerca.
—¿Por qué?
Esa era la pregunta del millón de dólares.
Daniele apareció en la puerta de entrada, vestido con una bata de baño y
luciendo lívido.
—Feliz cumpleaños, Kitty —le dije antes de que saliera del auto. Ella me
lanzó una mirada mordaz y luego agachó la cabeza cuando su madre apareció frente
a ella. Daniele se alzó frente a mi ventana. La bajé y le di una sonrisa.
—¿Qué está pasando aquí? —gruñó.
Estreché mis ojos.
—Solo traje a Gemma a casa. Pensé que apreciarías que no pasara el rato con
Toni en la Arena de Roger. Tal vez deberías vigilarla más de cerca.
Su mirada se centró en Gemma, con su ropa sexy, y la siguió.
70 Ni siquiera era que estuviera intentando mantener a Gemma lejos de otros
tipos. No solo eso. Principalmente necesitaba asegurarme que Daniele la mantuviera
alejada de mí porque, de lo contrario, mi amistad con Diego sería cosa del pasado.
73
—P apá, por favor —dije cuando solo estuvimos él y yo en la
mesa del desayuno—. He estado castigada por dos
semanas. Solo quería ayudar a Toni.
Por supuesto, papá me había castigado indefinidamente después que Savio
me hubiera dejado. Mamá no había llorado, pero sus ojos habían resplandecido y eso
fue casi tan malo. Nonna todavía me enviaba miradas decepcionadas cada vez que
pensaba que estaba siendo demasiado alegre.
¿Por qué Savio había metido la nariz en mis asuntos? Siempre soñé con que
74 él mostrara interés por mí, pero no de esta manera. No necesitaba a otro protector
loco. Con Diego ya era suficiente.
Estaba enojada, no solo porque Savio me delató sino también por sus
palabras. Lo había hecho sonar como si la idea de casarse conmigo fuera demasiado
horrible para siquiera considerarlo.
Papá entrecerró los ojos.
—Trabajaste en la Arena de Roger, Gemma. Eso no es poca cosa. No
necesitamos ese tipo de rumores sobre ti, especialmente porque he empezado a
buscarte un marido.
Casi me ahogo con mi té.
—Prometiste esperar hasta que encuentre a alguien.
Papá sacudió la cabeza.
—Ha pasado un año, angelo mio, y el único que te interesa es Savio.
—Es un buen partido.
Papá suspiró.
—Es un Falcone. No comparte nuestros valores. Otros hombres ya han
preguntado por ti. Él no lo ha hecho.
—¿No se lo puedes mencionar? Casualmente, quiero decir. Tal vez no se ha
dado cuenta que puede preguntar por mí.
Eso era estúpido, por supuesto. Savio conocía las reglas de nuestro mundo,
incluso si prefería ignorarlas.
—Está bien. Lo mencionaré la próxima vez que lo vea, y le diré a Diego que
haga lo mismo, pero eso es todo lo que podemos hacer. El hombre tiene que pedir tu
mano. Eres demasiado preciosa para arrojarte a alguien.
—Lo sé, papá. —El problema era que la alternativa era pasar mi vida con un
hombre que no quería, y esa parecía una opción aún menos deseable.
Diego entró, poniéndose su chaqueta.
—Date prisa, o llegarás tarde.
Le di un beso a papá en la mejilla y luego seguí a Diego hacia su Ford. Me
llevaba a la escuela y me recogía de allí todos los días. Desde el incidente de la
Arena, estaba aún más vigilante de lo habitual. Ya ni siquiera me permitían viajar en
75
el auto de Toni. Los reclusos tenían más libertad que yo.
—Papá no reducirá tu sentencia.
Puse los ojos en blanco.
—No soy una prisionera.
Diego sacudió la cabeza.
—Si no dejas de cambiarte de ropa en la escuela, entonces tendremos que
empezar a encerrarte. —Le di una expresión inocente—. Ahórratelo. Sierra me dijo
que usas jeans en la escuela.
¡No podía creerle! Era una soplona. A mi prima le encantaba meter la nariz
en mis asuntos.
—Son solo jeans y un suéter. Estas prendas me hacen sentir fuera de lugar. —
Hice un gesto a mi vestido. No era un mal vestido, sin adornos, lazos o colores
extraños, pero la mayoría de las chicas no usaban vestidos modestos en la escuela.
Quería usar jeans y camisetas como todos los demás. Diego no dijo nada. Hoy
tendría una conversación seria con Sierra. Eché un vistazo a mi reflejo en la ventana
lateral, saqué mi banda para el cabello y me peiné, luego apliqué un toque de brillo
labial.
—¿Vas a parar con esa mierda? Eres tan jodidamente ciega e ingenua,
Gemma —gruñó Diego.
—¿Qué te pasa? No hice nada.
—Esponjarte el cabello y aplicar lápiz labial no es nada.
¿Se había vuelto loco? Mi desconcierto debe haberse demostrado porque él
negó con la cabeza.
—En serio no lo entiendes. Supongo que debería estar contento.
—¿Puedes decirme lo que hice?
—Estás volviendo locos a los chicos, Gemma. Ni siquiera te das cuenta de
cuántas amenazas tengo que dar todos los días para evitar que los chicos te desnuden
con sus ojos.
Me reí, pensando que estaba bromeando pero su rostro estaba muy serio.
—¿En serio? —pregunté, emocionada y avergonzada a la vez. Savio me
había coqueteado ese día, pero pensé que era una casualidad—. Los chicos nunca
ligan conmigo.
76
—Porque saben lo que sucederá si lo hacen —dijo Diego con una voz que me
envió un pequeño escalofrío por la espalda.
—¿Por eso fue que tuviste la pelea? —Hace un par de días, había vuelto a
casa con el labio partido de una reunión con otros Camorrista de su edad. No había
sido muy comunicativo con los detalles.
—Sí, algunos muchachos te votaron como el mejor culo y aspirante a bomba
sexual.
—Oh.
—¡Y no, Savio no fue uno de ellos! —Diego golpeó el volante.
—No pregunté nada.
Diego detuvo el auto en el estacionamiento de la escuela.
—Estabas a punto de hacerlo.
No lo negué. Podía ver que Diego quería decir más, pero luego solo sacudió
la cabeza.
—Vas a llegar tarde.
Salí. Toni ya me estaba esperando. Me apresuré hacia ella, ansiosa por
alejarme de la locura de Diego. Nos abrazamos, y luego escaneó mi rostro.
—¿Qué pasa?
—Mi hermano ha estado intolerable toda la mañana.
—¿No es siempre así? —Miró fijamente hacia el Ford, que todavía estaba
estacionado en la acera a pesar de que otros autos tocaban la bocina detrás de él.
—Deberíamos entrar. No se irá hasta que nosotros lo hagamos.
Toni y yo enlazamos nuestros brazos antes de entrar al edificio.
—Si estás buscando la comuna Amish, este es el camino equivocado —dijo
Noemi, rodeada de su pequeña pandilla de amigos. La idea de que Diego estuviera
besándose con su hermana mayor me hizo querer vomitar.
La ignoré. Si no lo hacía, la golpearía, y le prometí a papá que eso no volvería
a suceder. Si quería llegar a tiempo a clase, no tenía tiempo para cambiarme.
Más tarde, en el recreo, Toni y yo nos sentamos en nuestra mesa habitual en
la esquina, finalmente ya no tenía puesto el vestido y vestía jeans y un suéter.
77
—Papá comenzó a buscarme marido.
Toni se atragantó con su té helado.
—¿Qué?
—Tengo dieciséis. Por lo general, las chicas ya están prometidas a esa edad.
—¿Qué hay de Savio? —Había bajado la voz otra muesca. Nadie sabía de mi
enamoramiento por él y prefería que siguiera así. No necesitaba más rumores sobre
mí.
Empujé mis verduras en el plato.
—Aún no ha preguntado.
—Tienes que cambiar de estrategia, Gemma. Coquetea con él. El cerebro de
Savio está conectado de manera diferente. Está acostumbrado a que las chicas se
arrojen sobre él.
—No quiero arrojarme sobre él. El tipo tiene que hacer el primer
movimiento.
Toni suspiró.
—Tal vez necesita un pequeño empujón para hacer el primer movimiento.
¿Quieres arriesgarte a que te prometan a alguien más?
—Por supuesto que no —jadeé—. Pero probablemente le tomará muchos
meses a papá encontrar un pretendiente viable. No es que tenga una larga lista de
admiradores.
Toni puso los ojos en blanco.
—Te has dado demasiados golpes contra tu cabeza durante el entrenamiento,
¿eh? —Apuntó con su tenedor a algo detrás de mí. Me giré, encontrando a un grupo
de deportistas mirándome. Volví a girarme, sonrojándome.
—Algunos de ellos no son italianos. Y los otros son demasiado jóvenes.
Necesitan ser un par de años mayores.
—No dije que deberías casarte con alguno de ellos. Solo estaba haciendo un
punto.
No entendí bien su punto. Incluso si estos tipos me estuvieran mirando, eso
no me ayudaba con Savio.
78
Diego respiraba con dificultad a mi lado mientras veía a Gemma subiendo las
escaleras a toda prisa. Mis ojos también siguieron su ascenso, incapaz de apartarlos
del contorno de su trasero en esos pantalones de chándal.
Gemma hacía que incluso eso se viera aún más sexy.
Era un maldito enigma.
En todo el tiempo que la conocía, nunca había dicho una mala palabra. Con
todos los demás, habría puesto en blancos mis malditos ojos al escuchar la palabra
como “condenado” para maldecir a alguien, pero en ella funcionaba. A esa chica le
encantaba pelear y podía lanzar un golpe despiadado, sin embargo, al mismo tiempo,
le encantaba ver esas asquerosas películas cursis con esos maricas que dicen ser
hombres y el color rosa. Ni siquiera había sabido que había guantes de boxeo en
rosa.
Gemma era la chica más sexy de la ciudad y ni siquiera se daba cuenta. Era la
chica que más quería y no podía tener.
Diego me entrecerró los ojos, todavía de pie sobre mí.
Me recosté una vez más, arqueando una ceja.
—Jamás la vuelvas a tocar.
Me levanté lentamente, acercándome a él.
—¿O qué?
Diego parecía que estaba considerando asesinarme.
81 —Si no respetas nuestros valores, si no respetas que nuestras mujeres están
fuera de los límites a menos que sean tu mujer, entonces no puedes seguir viniendo.
Tendré que proteger a Gemma a toda costa. Y si representas un riesgo para ella,
nuestra amistad tiene que terminar.
—¿Represento un riesgo para ella? —resoplé—. Ella se sentó en mi regazo.
No la empujé, y no la toqué inapropiadamente, Diego. Envolví un brazo alrededor
de su cintura.
—Eso ya es demasiado —murmuró—. Gemma no sabe lo que está haciendo.
No se da cuenta de cómo lo tomarás si se sienta en tu regazo.
—¿Y cómo lo tomo?
—Pensarás que podría estar ansiosa por más o que te está coqueteando.
—Me está coqueteando. Los dos lo sabemos. —Diego se tensó—. Cálmate,
imbécil. Sé que Gemma no quiere más. Pero sabes tan bien como yo que está
enamorada de mí.
—No importa. No puedes tenerla; a menos que te cases con ella.
Me reí y me recosté en el sofá. Levantando mi camisa, puse mi mano sobre
mi toro tatuado asomando.
—Este toro jamás estará encadenado a una mujer.
Diego puso los ojos en blanco, pero finalmente también se sentó.
—Créeme, lo sé. Ahora solo falta que Gemma se lo meta en su obstinada
cabeza. Tal vez lo entenderá una vez que papá encuentre un marido para ella.
—¿Está buscando? —pregunté, intentando determinar por qué sentía la
necesidad de aplastar algo.
—Sí. —Diego me contempló.
Me relajé contra el reposacabezas con un encogimiento de hombros.
—Será mejor que sepa cómo lanzar un golpe o ella lo aplastará.
No podía imaginar a Gemma con un chico, con otro chico. Tenerla en mi
regazo se había sentido jodidamente bien, y su reacción había sido linda, la forma en
que se tensó en estado de shock cuando la rodeé con mi brazo y como se relajó
después de un momento.
—A Gemma no se le permitirá seguir luchando una vez que esté prometida.
La mayoría de los hombres no permiten a sus mujeres algo así, especialmente los
82 tradicionalistas.
Diego se encogió de hombros, pero me estaba contemplando de una manera
que no me gustó ni un poco.
auto.
D iego ya estaba estacionado en la acera cuando Toni y yo salimos de
la escuela el último día antes de las vacaciones de verano. La abracé
antes de que ella se dirigiera a su bicicleta y yo me metiera en el
Dos horas más tarde, estaba vestida con mi vestido azul oscuro de cuello alto
y largo hasta la rodilla, que solo utilicé para ir a la iglesia, usé mi cabello suelto
porque de esa manera, cubrió las manchas rojas que aún me marcaban el cuello de
llorar.
Cuando sonó la campana, los nervios me apretaron el estómago. Conocía a
Mick incluso por más tiempo que a Savio, pero conocer a alguien después de que
descubrías que él sería tu esposo era otra cosa.
Papá y Diego fueron hasta la puerta mientras mamá, Nonna y yo esperábamos
en nuestro pequeño comedor.
Nonna tocó mi mejilla, sus patas de gallo profundizándose a medida que me
daba una sonrisa melancólica.
—Todavía recuerdo cuando conocí a tu abuelo por primera vez. Fue un día
tan especial.
Tomé su mano y la apreté, obligándome a sonreír. Nonna y el abuelo habían
encontrado el amor en su matrimonio arreglado. Tal vez también podría encontrarlo,
si tan solo dejara de pensar en Savio. Unas voces sonaron y luego entró Diego
seguido de Mick, quien vestía una camisa blanca y pantalones, y llevaba rosas rojas.
Me sonrojé. Se acercó a mí con una sonrisa vacilante, pero, en sus ojos, podía
97 ver orgullo. Saber que estaba tan contento de casarse conmigo se sintió bien, pero
cuando lo miré, no hubo mariposas ni olas de calor. Era agradable a la vista, muy
alto y ligeramente musculoso, y aun así no era quien yo quería.
Mick me entregó las flores y se inclinó hacia adelante como si fuera a
besarme la mejilla, pero Diego se aclaró la garganta. Poniéndole los ojos en blanco a
mi hermano, Mick se enderezó. Le di una sonrisa rápida para compensar la
odiosidad de mi hermano. Diego no se movió de mi lado.
—Oye Mick, esta es la primera vez que te encuentras con Gemma como tu
prometida. —Giró la barbilla hacia su amigo en una especie de saludo que salió
como una advertencia—. Solo recuerda que no será oficialmente tuya durante los
próximos dos años.
Dos años antes de casarme con Mick y ser su esposa… para siempre. Antes
de compartir una cama. Eché un vistazo discreto a Mick, intentando imaginarme
teniendo intimidad con él, besándolo. Pero cada vez que lo intentaba, la cara de
Savio aparecía. El calor subió por mis mejillas. Diego me lanzó una mirada
inquisitiva y aparté la mirada rápidamente. Tenía que dejar de pensar en Savio. La
fidelidad era la base de cualquier matrimonio e incluso pensar en otro hombre
cuando me prometieron a Mick estaba mal.
El padre de Mick vino hasta mí y extendió su mano. No estaba sonriendo y
por la forma en que estaba revisando sus alrededores con desdén apenas escondido,
supe por qué. Probablemente había esperado que su hijo tuviera una pareja mejor,
alguien que viniera, o más bien tuviera dinero.
—Es un placer conocerte, Gemma.
Era un buen mentiroso, tenía que concedérselo. Mick obviamente podía ver
más allá de la máscara de su padre porque su expresión brilló con vergüenza.
—Gracias, señor. También es un placer conocerlo —dije con mi mejor voz
angelical. Me soltó y se volvió hacia papá. Se acomodaron en la mesa. Mamá y
Nonna desaparecieron, probablemente hacia la cocina y estaba a punto de seguirlas
para ayudar cuando papá me indicó que me sentara.
Mick me dio otra sonrisa mientras nos dirigíamos a la mesa.
Terminé sentada entre Diego y Mick. Hablaron de carreras casi toda la noche,
lo que significó que tuve que reclinarme contra la silla de modo que no me
interpusiera, pero Mick no dejó de mirarme cuando pensaba que nadie estaba
prestando atención.
98 Después de la cena, Mick se acercó a mi padre.
—¿Puedo hablar con su hija?
Papá lo contempló y cruzó los brazos frente a su pecho, luciendo como un
gorila. Asegurándose que nadie tuviera acceso antes de que hubiera un anillo en mi
dedo.
Tuve que ocultar una risa sarcástica tosiendo.
Diego arqueó una ceja, y solo el gesto me recordó tanto a cierto Falcone que
tuve que tragar con fuerza.
—Diego se quedará en la habitación, pero mantendrá su distancia para que así
tengan algo de privacidad —dijo papá con severidad.
La expresión de Mick cayó, pero asintió. Mamá me envió una sonrisa
alentadora, su palma presionada contra su bulto aún oculto, antes de que todos
salieran, excepto Mick, Diego y yo.
Diego se paró justo a nuestro lado, prácticamente respirando en mi cuello.
Estaba tomando sus deberes de guardia demasiado en serio. Podría aguantar por mi
cuenta. Incluso si Mick intentara tocar a tientas, simplemente aplastaría mi puño en
su cara. Después de todo, el labio de Diego seguía bastante hinchado. Me pregunté
qué le habría dicho a Mick.
Mick se acercó a mi hermano, molesto.
—Escuchaste a tu padre. Hombre, se supone que debes darnos privacidad.
—Puedes tener privacidad en dos años, no antes de eso —murmuró Diego.
Toqué su brazo.
—Vamos. Danos un poco de espacio. No tienes que rondar de esta forma.
Intentó de aplacarme con su mirada, pero de nosotros dos, mi veta obstinada
era más fuerte. Caminó hacia una esquina, frunciendo el ceño. Su mirada de muerte
dirigida a Mick era de lo más ridícula.
—Gracias. Ha sido intolerable desde que descubrió que iba a pedir tu mano
—dijo Mick en voz baja. Y me pregunté cuánto tiempo lo habría sabido Diego. No
me había mencionado nada.
—Así es él —respondí, luego me quedé en silencio, sin saber qué más decir.
Mick me contemplaba con adoración como si no pudiera creer que en
99
realidad me hubiera ganado. La culpa me llenó, sabiendo que nunca sería capaz de
mirarlo de la misma manera. ¿O tal vez sí? ¿Habría alguna manera de enamorarme
por él como me había enamorado de Savio? Pero enamorarme de Savio había
sucedido sin intención o razón, simplemente al caer literalmente. Casi sonrío al
recordarlo. ¿Incluso podría forzarse algo así?
Mick me agradaba, pero el amor o la atracción parecían imposibles. La lujuria
totalmente fuera de cuestión. Me sonrojé.
Mick se dio cuenta y algo cambió en su postura.
—Sé que tu familia es tradicionalista. Nosotros también cumplimos con
reglas muy similares, así que no haré nada que te haga sentir incómoda, Gemma.
Pero ¿tal vez podemos ir a citas ocasionales hasta entonces? En lugares públicos, y
si tu padre insiste en ello, con Diego como acompañante.
—Seguro —solté. Definitivamente insistiría en que Diego esté allí, no porque
no pudiera defenderme contra Mick sino porque podría culpar a mi hermano de mi
incomodidad.
Mick asintió con una sonrisa satisfecha.
—Ahora que todo está arreglado, iré a buscarte un anillo de compromiso.
Los músculos de mi rostro temblaron por el esfuerzo de mantener la sonrisa.
Compromiso. Anillos. Todo está arreglado.
Una sensación de irreversibilidad me abrumó y con ella una extraña mezcla
de ira y tristeza.
100
M i sobrina Greta entró de puntillas en la sala de juegos, vestida con
su camisón blanco con volantes, arrastrando a su conejo de
peluche favorito, así que colgué mi teléfono, sabiendo que el
sexting tendría que esperar hasta que mi muñequita volviera a estar en su cama. De
todos modos, la chica, cuyo nombre era Sandra o Sarah, no podía recordar, se estaba
volviendo demasiado pegajosa, así que esta era solo la distracción que necesitaba.
—Es hora de dormir.
Greta se dirigió hacia mí, frotando esos grandes ojos suyos antes de detenerse
101 frente a mí.
—No puedo dormir.
Me incliné.
—Entonces, ¿viniste aquí? ¿Por qué no fuiste con tu mamá o tu papá?
A veces aún no podía creer que Remo en realidad tuviera hijos. Pasó la mayor
parte de su vida odiando a las mujeres y ahora su hija y su esposa lo tenían envuelto
alrededor de sus dedos.
—Duermen —susurró, mirándome antes de abrir sus pequeños brazos—.
Abracitos.
Abracitos. Sonreí con ironía y la alcé. Se acurrucó contra mi pecho como un
gato y la rodeé con mis brazos mientras se abrigaba en mi regazo. Era pequeña para
una niña de dos años, y tan sensible y silenciosa que sacaba a relucir mi lado
protector.
—¿Quieres ver tu serie favorita?
Asintió levemente y tomé mi laptop y busqué la serie. Cuando el video
comenzó a reproducirse, Greta apoyó su cabeza contra mi pecho y curvó su mano
alrededor de mi pulgar. Era algo que hacía a menudo, aferrándose a nuestros dedos
como si necesitara el toque adicional para sentirse protegida. Todavía no lo entendía,
no podía, pero era la niña más segura de Las Vegas, probablemente en los Estados
Unidos. Remo quemaría el mundo para proteger a Greta. Y por supuesto, Nino,
Adamo, Fabiano y yo estaríamos a su lado.
La contemplé a medida que quedaba cautivada por el conejo y el cerdo
animados en la pantalla.
Si alguien me viera así, sería el chiste del año. Savio Falcone abrazado con su
sobrina y viendo dibujos animados sobre conejos entrometidos y cerdos sabelotodo.
Greta no soltó mi dedo, apretándolo con fuerza en una mano mientras sostenía su
conejo de peluche en la otra. Siempre encontré a los niños molestos, y mi sobrino
Nevio definitivamente tenía un gran talento para volverme loco, pero mierda, de
alguna manera se abrieron paso hasta mi puto corazón. Y Greta, dudaba que no le
gustara a cualquiera que la conociera.
A veces, cuando miraba su linda carita, consideraba tener hijos en el futuro
distante, pero entonces Nevio por lo general hacía algo que me hacía querer hacerme
una vasectomía.
Mi teléfono sonó con un mensaje de texto de Mick.
102
Mick: Fiesta mañana en mi garaje. Tengo una buena razón para
celebrar.
Descolgué mi teléfono, escribiendo.
Savio: ¿Finalmente, le diste el gran O a una chica?
Mick: Mejor.
Savio: Si tú lo dices. Los dos sabemos que no encontrarías el clítoris de
una chica incluso si una flecha de neón apuntara directamente hacia él.
Mick: Cállate. Solo espera. Diego, ¿cuento contigo?
Diego: No estoy seguro.
Mick: Deja de ser un mal perdedor.
Diego: Bien.
Savio: ¿Qué pasa con ustedes dos, hijos de puta?
Mick: Mañana.
Diego se desconectó.
Fruncí el ceño. Nunca se desconectaba. El cuerpo de Greta se había vuelto
blando en mi abrazo. Estaba profundamente dormida, su conejito aferrado contra su
pecho. Suspirando, me puse de pie y la llevé arriba al ala de Remo, donde me topé
con él.
El alivio parpadeó en su rostro.
—Ahí está.
Le entregué a su hija y él la acunó protectoramente en sus brazos. Ya sentía
pena por el pobre idiota que alguna vez quisiera salir con Greta. Incluso yo lo
mataría, pero lo haría más rápido que Remo.
—Quería ver esa serie molesta y se quedó dormida.
—¿Por qué la mueca? —preguntó Remo.
—¿Sabes si algo está pasando con Mick o Diego?
—Nada relacionado con la Camorra —respondió Remo—. ¿Por qué?
—Están actuando de manera extraña.
Tal vez estaban cachondos por la misma chica. Diego había abandonado a
103
Dakota recientemente.
Tuve que reprimir una sonrisa ante la modestia de Gemma. Como si esto no
fuera por lo que ella había estado orando. Aun así, entendía. No quería herir los
sentimientos de Mick. Se veía absolutamente herido y cabreado. Tal vez de hecho
debería haber tenido reparos al hacer esto, pero era la única opción, y él debería
estar contento de haberse librado así de fácil. Porque definitivamente lo habría
matado antes de verlo llevar a Gemma a una habitación para su noche de bodas. Si
alguien la iba a desflorar, iba a ser yo.
119 —Entonces, ¿está arreglado? —preguntó Remo con su impaciencia habitual,
y una ceja oscura levantada hacia Mick. Todavía se veía como si quisiera rechazar
esta pelea. Sin embargo, con todos mirando y frente a su Capo, habría quedado mal.
Asintió, y entonces buscó la mirada de su padre como si esperara que el
hombre acudiera en su ayuda, pero parecía contento de dejar ir a Gemma. Eso en
realidad no era una sorpresa. Las mujeres Carlucci arrojaban más dinero por la
ventana por simples ropas que algunos monarcas europeos. Mick tenía que casarse
con alguien que viniera con un fajo de billetes para financiar el costoso gusto de su
hermana y su madre.
124
T oni vino esa misma noche. Teníamos demasiado por discutir cómo
para hacerlo por teléfono.
—Esto es tan de chico malo —susurró Toni, casi extasiada de
la emoción. Ni siquiera estaba segura de quién de las dos estaba más emocionada. A
Toni nunca le gustó luchar por sí misma, pero ver las peleas en la jaula en la Arena,
era lo suyo. Un día seguiría los pasos de su padre y administraría la Arena, eso
estaba claro.
—Eso es porque es un chico malo. —Solo había vislumbrado ocasionalmente
125 su lado más oscuro, pero estaba allí y probablemente era más aterrador de lo que
incluso podía comenzar a comprender. Aun así, no me hacía quererlo menos. Para
ser honesta, me emocionaba de la manera más inquietante.
Miré hacia la puerta abierta de mi habitación. Desde el incidente de la Arena,
no se me permitía cerrar la puerta cuando Toni venía. Era ridículo. Sin embargo,
mamá y papá no cambiarían de opinión.
—¿Sabes algo de su tatuaje? —Hice la pregunta que había querido hacer
desde hace tiempo.
Toni se mordió el labio, riendo.
—¿Te refieres al toro?
Parpadeé.
—¿Un toro?
Dos manchas rojas aparecieron en las mejillas de Toni.
—Escuché a algunas chicas hablar sobre las manías en la cama de Savio y
mencionaron su tatuaje de toro. Está justo encima de su pene.
La vergüenza se arrastró por mi cuello. Conocía a Toni de toda mi vida, pero
escucharla hablar tan fácilmente de las partes privadas de Savio seguía siendo
demasiado.
—¿Por qué un toro? —¿Y por qué allí?
Toni hizo una mueca.
—¿Qué crees? Savio es el tipo más presumido de este planeta. O para citar a
las chicas que escuché en la Arena: es como un maldito animal en la cama. ¡El
mejor revolcón de mi vida! —Toni incluso imitó la voz aguda de las chicas y agregó
un “Yeehaaw” para rematar.
Solté una risa incierta. La idea de una chica hablando sobre montar a Savio
me puso furiosa y, al mismo tiempo, me preocupó. Todos conocían el historial de
Savio con las chicas. ¿Cómo iba a compararme con ellas?
Toni empujó mi hombro.
—Deja de verte tan triste. Savio Falcone acordó luchar en la jaula por tu
mano. ¿No es eso lo que has estado esperando?
Lo era. Incluso si habría deseado que se hubiera decidido antes para librarnos
126
del drama a Mick y a mí, tenía que admitir que estaba entusiasmada con la pelea.
Era la primera vez que me permitían ver a un Falcone en una verdadera pelea en
jaula. Papá difícilmente podría negarse a dejarme ver la pelea que determinaba mi
futuro.
—¿Te comprometerás de inmediato?
Me encogí de hombros. No estaba segura de cómo se llevarían a cabo las
cosas con Savio. Mi compromiso con Mick habría tenido lugar en un par de meses,
probablemente en una gran fiesta.
—No lo sé. Antes de ayer, Savio nunca habló de casarse conmigo.
—No puedo imaginar a Savio como esposo. ¿En serio crees que puede ser
fiel? Cambia de chicas con tanta frecuencia como su ropa interior.
—Será mejor que lo sea. No toleraré la infidelidad.
Toni pareció dudosa.
—Estoy segura que una vez que estén casados, se comportará… pero no creo
que renuncie a sus costumbres de mujeriego antes de conseguirlo contigo.
—No conseguirá nada antes de que nos casemos —murmuré.
Toni me dio una mirada. Jamás había entendido nuestras tradiciones.
Tiré de mis rizos. ¿Por qué estaba tan nerviosa? No era yo quien tenía que
pelear, y tampoco estaba preocupada por el resultado de la pelea. Savio ganaría.
Mick no tenía absolutamente ninguna posibilidad contra él, incluso si tan solo ayer
Savio hubiera luchado en la jaula contra un oponente fuerte.
Sonó un golpe y mamá asomó la cabeza, observando mi atuendo. Había
insistido en elegir lo que llevaba hoy. Sabía que sería el centro de atención, incluso
si no era una pelea pública en la Arena. Solo otros Camorristas y las familias
involucradas podrían asistir.
Elegí un vestido porque incluso en un día como este, unos jeans no irían bien
para mamá o papá, pero era lo menos modesto que tenía, abrazando mi cintura y mi
pecho, pero terminando en una falda que llegaba hasta mis rodillas. Incluso había
peinado mis rizos naturales, solo para dejarlos en rizos más controlados y brillantes
127 con mi rizador.
—Te ves hermosa, mi amor —dijo mamá a medida que entraba y me
abrazaba—. Dos hombres peleando por ti, es increíble…
Me reí secamente.
—Sí.
Si se corría la voz, y los rumores correrían en algún momento, las miradas en
la escuela se multiplicarían por diez.
—Solo prométeme que mantendrás la mente abierta ante cualquier resultado.
Mamá no sabía nada de las peleas, o de Savio. Solo había un resultado
realista. De todos modos, asentí.
—Tenemos que irnos —llamó papá.
Mamá besó mi mejilla.
—Qué te diviertas.
—¿No vendrás?
Se tocó el vientre con una sonrisa de disculpa.
—Sabes lo mareada que me pongo con la sangre, y las hormonas solo
empeoran las cosas.
—¡Gemma! ¡Llegaremos tarde! —gritó Diego.
Besé la mejilla de mamá, agarré mi bolso y corrí escaleras abajo donde papá,
Diego y Nonna me estaban esperando. La sorpresa me atravesó.
—No te veas tan sorprendida, bambina —dijo Nonna con una risa áspera.
Había estado fumando en secreto desde la muerte del abuelo y era inconfundible.
—¿Estás segura que puedes manejarlo? —pregunté.
—Tu Nonna está hecha de acero —dijo papá, tocándole el hombro.
Diego y papá se sentaron al frente, mientras que Nonna y yo compartimos el
asiento trasero. Tomó mi mano durante el viaje. Sabía que probablemente favorecía
a Mick porque su familia era más tradicional, pero me alegraba su apoyo.
128
La Arena de Roger estaba más llena de lo que pensé que estaría. Docenas de
ojos me siguieron a medida que mi familia y yo nos dirigíamos a una de las cabinas
cerca de la jaula de combate.
Toni se apresuró hacia nosotros, sonriendo. Me abrazó con fuerza.
—Parece que quieres huir —susurró antes de soltarme.
Una parte de mí quería escapar, pero la otra parte más grande anhelaba ver la
pelea de Savio.
—¿Tienes que trabajar? —pregunté.
Sacudió su cabeza.
—Papá contrató a dos camareras nuevas, así que puedo ver la pelea contigo.
—Se volvió hacia mi familia—. Hola, señora Bazzoli, Daniele, Diego. —Sus ojos se
detuvieron en mi hermano y, por una vez, él no pareció mirarla como si fuera una
mosca que quisiera alejar. Toni era llamativa con su largo cabello castaño liso y esos
enormes ojos castaños, sin mencionar su cuerpo de modelo alta y sagaz.
Todos nos metimos en la cabina.
Remo salió del vestuario y el silencio cayó sobre el bar.
—La pelea comienza en cinco minutos. —No dijo más, no explicó, solo
asintió brevemente hacia mi padre y luego hacia la familia de Mick, que estaba
sentada al otro lado de la Arena.
Mick fue el primero en salir del vestuario. Nunca lo había visto en otra cosa
que no fuera ropa de calle. Ahora solo vestía pantalones cortos de lucha y chanclas.
Tal vez le preocupaba tocar el piso con los pies descalzos. No lucía muy bronceado,
su herencia italiana definitivamente era menos prominente que conmigo, y era alto y
larguirucho con solo una pizca de músculo magro. Una pequeña cicatriz estropeaba
su brazo izquierdo y el tatuaje de la Camorra resplandecía en el otro. Sus ojos me
encontraron.
No miré hacia otro lado. Era lo mínimo que le debía, pero no pude obligarme
a darle más que una sonrisa pequeña. Todos estaban mirando. Podía sentir la fuerza
de sus miradas sobre mi piel, haciendo que hormiguee.
Luego todo se desvaneció al fondo porque la puerta del vestuario se abrió
nuevamente.
Savio salió de ella. Exudaba confianza y determinación letal. Mis ojos lo
estudiaron, cada centímetro de su cuerpo. Un vistazo a él y todos sabían que solo
129 podría haber un ganador esta noche: Savio Falcone.
Estaba bronceado, era alto, pero no de forma larguirucha. Savio tenía una
perfección masculina muy bien proporcionada. Era músculo puro. No de una forma
voluminosa como algunos fisicoculturistas cuyos músculos los dejaba inmóviles. El
músculo de Savio era del tipo ágil y funcional, destinado a hacerlo fuerte y rápido,
letal y atractivo.
Las cicatrices cubrían su pecho y brazos, marcas de una lucha por el poder, y
la voluntad absoluta de defenderlo.
Adornaban su cuerpo como trofeos de batalla, lo que presentaba con orgullo
al mundo. Solo dos cicatrices estaban cubiertas por la obra de arte en tinta que su
hermano había creado: los cortes en sus muñecas.
Mi mirada se detuvo un poco en las puntas de los cuernos asomando de su
cinturilla, marcando el borde mismo de su deliciosa V. Sentí una necesidad
irracional de tirar de sus pantalones cortos hacia abajo para ver más de ese toro
infame.
Savio se metió en la jaula sin dignificarme con una sola mirada, pero antes de
enfrentar a Mick, sus ojos oscuros me golpearon.
Estaba seguro de su victoria, seguro de su premio: yo.
Estaba dispuesto a luchar por mí, a sangrar por mí. Y solo por ese hecho, ya
le pertenecía.
Tenía que admitir que ver a Savio pelear por mí era más emocionante de lo
que nunca admitiría en voz alta. Era primitivo y brutal, e increíblemente sexy. Había
visto a Savio pelear con Diego lo suficiente como para decir que podría haber
enviado a Mick al piso en los primeros diez segundos, pero no quería avergonzarlo
133 por completo.
Hasta que de repente la furia distorsionó la expresión de Savio y envió a
Mick al piso con una patada increíble contra el pecho. La multitud dejó escapar un
jadeo simultáneo al sonido del impacto del cuerpo. Me puse de pie como todos a mi
alrededor, mi pulso galopando salvajemente.
—Ouch —gruñó Toni—. Estás aplastando mi mano.
La solté. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba aferrando su mano con
fuerza.
—Lo siento —susurré, sin apartar ni un segundo los ojos de la jaula donde
Savio estaba a horcajadas sobre Mick y sujetándolo por el cuello. Vamos, ríndete,
Mick. Hazte el favor de terminar esto, y hazme el favor.
Al final, después de lo que pareció una eternidad, Mick estrelló su mano
contra el suelo, señalando su rendición. Solté un fuerte suspiro.
Toni besó mi mejilla.
—Conseguiste al chico de tus sueños.
Savio era mío. Después de todos los años de adularlo desde lejos, finalmente
era mío.
Al notar la mirada de Diego, me volví hacia él. No estaba sonriendo.
Su negatividad solo arruinaría el momento, así que me giré y me encontré con
la intensa mirada de Savio. Permaneció en la jaula mirándome, cubierto de sudor y
sangre de Mick, porque no había visto a Mick golpearlo directamente. Sin decir una
palabra, sin su anillo en mi dedo, sin un compromiso oficial que solo me reclamara
como suya.
Mi estómago se calentó y mi núcleo se tensó de una manera que nunca antes
lo había hecho, con una necesidad que me aturdió y aterrorizó.
Después de un momento, miró hacia otro lado y me liberó.
—Necesito tomar aire fresco —dije apresuradamente. A decir verdad, solo
necesitaba un momento para mí, de modo que pudiera de hecho asimilar la
situación. Todavía se sentía demasiado surrealista para ser verdad. Demasiado
bueno.
—Iré contigo —dijo Diego de inmediato.
Sacudí mi cabeza, buscando la mirada de Toni.
—Puedo ir sola. Solo iré a la parte de atrás, así que no va a pasar nada.
134
Diego intercambió una mirada con papá. Luego se puso de pie.
—Iré.
Papá también se puso de pie.
—Hablaré con Remo y después con Savio.
Asentí, solo escuchando a medias. Por alguna razón, de repente sentía que no
podía respirar. Diego me puso una mano en la espalda y me incitó suavemente hacia
adelante. Me incliné ligeramente contra él, sin saber por qué. La gente me estaba
mirando. No estaba segura de dónde estaba Savio y casi me sentí aliviada de no
haber quedado atrapada también en su mirada.
Con Diego a mi lado, nos abrimos paso rápidamente a través de los
Camorristas bebiendo y hablando hasta que llegamos a la puerta detrás del bar y
luego a través del corredor desierto. Una conmoción provenía de la cocina y caminé
más lejos a un lugar aún más tranquilo. Allí me apoyé contra la pared y respiré
hondo.
Mucho había sucedido estos últimos días. Era alucinante.
Diego se inclinó a mi lado, observándome con un escrutinio silencioso.
—Pensé que estarías feliz.
Estaba feliz, ridículamente feliz, y aun así, en realidad no podía sucumbir
ante esa sensación alegre.
Tal vez porque después de todos estos años y después de pensar que no
sucedería, finalmente conseguí lo que siempre quise. Me casaría con Savio.
Esa promesa que se había hecho una tonta Gemma de diez años, se haría
realidad.
—¿Y tú? —pregunté a Diego en lugar de responder a su pregunta.
Frunció el ceño.
—¿Feliz?
—Sí.
Incliné mi cabeza hacia un lado, mi sien contra la pared fría, y estudié a mi
hermano. Desde que tengo memoria, me había protegido, principalmente de peligros
inexistentes, pero aun así. Por extraño que parezca, quería su aprobación, quería que
fuera feliz por mí.
135
—No puedo decir que lo soy.
—¿Por qué? ¿Porque te preocupa que te quite a Savio? —No pensaba que
fuera eso.
Diego resopló.
—No estamos pegados a la cadera. Haces que parezca que estamos en una
especie de bromance retorcido.
Me reí.
—Pasaban mucho tiempo juntos. Solían hacerlo.
Una pizca de arrepentimiento pasó por el rostro de Diego.
—Me cabreó que persiguiera a una chica tras otra, especialmente porque
sabía que querías que te pidiera tu mano.
—Estabas enojado por mi culpa.
—Por supuesto, Gemma, ¿tú qué crees? —Sacudió la cabeza—. Y la razón
por la que no estoy feliz es porque no creo que Savio te merezca. No por la forma en
que ha estado actuando y ciertamente seguirá actuando hasta que estén casados y tal
vez incluso… —Se interrumpió.
—Tendrá que cambiar sus costumbres ahora que estamos comprometidos.
Diego suspiró y tocó la parte superior de mi cabeza.
—Dudo que eso vaya a suceder.
La puerta del bar se abrió y Savio salió al corredor, todavía solo con sus
pantalones cortos y descalzo. Avanzó hacia nosotros como un depredador, haciendo
que Diego se enderece y entrecierre sus ojos en modo protector.
Las mariposas en mi vientre revolotearon salvajemente cuando Savio se
detuvo a mi lado.
—Danos un momento —dijo Savio.
—No lo creo.
—Piérdete, Diego. Hablé con tu papá. Quiere hablar contigo y con Remo.
Diego se acercó mucho a Savio.
—Te lo advierto. Ganaste la pelea y la mano de mi hermana, pero eso no te
da derecho a nada más. Tiene dieciséis años y no es tu esposa.
136 —Me comportaré —dijo Savio.
Diego me lanzó una mirada inquisitiva. Tal vez debí haberle pedido que se
quede, pero quería un momento a solas con Savio, sin importar cómo me hiciera ver.
Antes de irse, Diego se inclinó hacia mi oído, susurrando.
—Savio es charlatán. No olvides nuestros valores.
Se enderezó y se alejó, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.
—Déjame adivinar, ¿te advirtió de mis costumbres depravadas?
Mis ojos se detuvieron en su sonrisa arrogante, y sea charlatán o no, podría
haber bailado de alegría por convertirme en su esposa.
Le di la espalda rápidamente, aclarándome la garganta.
—La gente podría estarse preguntando lo que estamos haciendo aquí solos.
Probablemente debería volver con mi familia. —Mi voz sonó vergonzosamente sin
aliento, un aleteo nervioso que mis cuerdas vocales solo producían cuando Savio
estaba cerca. No quería que supiera lo feliz que me dejó su victoria, pero mi cuerpo
estaba haciendo que ocultar mis emociones fuera casi imposible. Su ego ciertamente
no necesitaba otro incentivo.
—Ahora eres mía, Kitty. —El calor irradió de su cuerpo, cubrió mi espalda
en un delicioso capullo cuando su sombra cayó sobre mí. El aroma del sudor varonil
se mezclaba con la sangre y el tentador aroma de Savio. Su aliento caliente recorrió
mi omóplato desnudo cuando se inclinó—. Cada centímetro de esa hermosa piel. —
Presionó un ligero beso en mi hombro, tomándome desprevenida. Pero en lugar de
regañarlo, mi cuerpo se sonrojó con más calor y las mariposas familiares que solo
Savio podía crear revolotearon en mi vientre.
Tal vez este beso era la razón por la que mamá solía insistir en que usara
vestidos con mangas.
Savio agarró mis caderas y me giró hacia él.
—¿No me felicitas? Después de todo, te gané.
Me has ganado todo el tiempo.
Observé hacia su pecho desnudo tercamente, hacia el despliegue de músculos
allí, la sangre y el sudor haciéndolo parecer un guerrero sacado de mis fantasías más
oscuras.
Savio me alzó la barbilla. Me ardieron las mejillas porque, maldición, podría
137 haber saltado sobre él justo en ese momento. Nuestros ojos se encontraron y dejó
escapar un suspiro brusco. Se inclinó, su expresión tan llena de posesividad que me
estremecí nuevamente. Savio sacudió la cabeza.
—Si sigues mirándome así, esperar hasta el matrimonio no va a suceder,
Gem. —Lamí mis labios secos, y sus ojos se volvieron aún más oscuros. Acunó un
lado de mi cabeza—. Sé que quieres que tu primer beso suceda en la iglesia —dijo
con voz áspera, sus labios rozando mi mejilla y luego la esquina de mi boca antes de
bajar a mi garganta y presionar un firme beso en mi piel. Mi cuerpo se inclinó al
toque, incapaz de resistirse. Entonces registré sus palabras, pero pasé por alto su
importancia momentáneamente, sintiéndolo tan cerca, sus labios contra mi piel. No
fui yo quien se alejó.
Savio se enderezó, sacudiendo la cabeza como si estuviera intentando
deshacerse de un hechizo.
—Kitty, haces muy difícil resistirme a tus dulces dieciséis.
Debería haber dicho algo, cualquier cosa, pero estaba sin habla.
Gemma estaba congelada, con los labios entreabiertos. Diego siempre se
quejaba de que nunca dejaba de hablar hasta que conseguía lo quería, pero conmigo,
su veta obstinada rara vez salía a la luz. Su cabeza todavía estaba ligeramente
inclinada, su cuello suave expuesto como su hombro. Ambos puntos clamándome
que los bese. Sin embargo, ya había hecho ambas cosas, cuando en realidad debería
mantenerme alejado.
Como mis hermanos, no jugaba según las reglas. ¿Qué me importaban las
leyes o tradiciones? Aun así, el estado congelado de Gemma mostraba cuán
abrumada estaba, cuán joven e inexperta era. Cuando tenía dieciséis años, había
estado muy lejos de ser inocente. Me había acostado con mujeres mucho mayores, y
definitivamente no se habían aprovechado de mí.
Los escrúpulos me golpean raramente. No estaban realmente arraigados en el
138 ADN de mi familia, pero intentar algo con Gemma, sabiendo que podría dejarme ir
más lejos porque estaba demasiado abrumada, se habría sentido mal.
Ahora que sabía que sería mía, era mía, me sentía con derecho a protegerla.
—Vamos. Debería devolverte a tu padre. No quiero comenzar con el pie
equivocado con mi futuro suegro.
Una sonrisa floreció en su rostro.
—¿Cuándo será nuestro compromiso?
La conduje hacia el bar con mi mano en su espalda.
—Ya veremos. —No tenía intención de celebrar una gran fiesta de
compromiso a corto plazo. Ahora que había asegurado a Gemma, en realidad no
había prisa. No quería que se rumorara que estaba prometido. Conduciría a
discusiones más que desagradables con las chicas que me follaba, y a decir verdad,
no necesitaba eso.
La sonrisa de Gemma cayó y no dijo nada. Diego esperaba a un lado con su
padre y Nonna, con una expresión cabreada en el rostro. La conduje hacia allí y
sonreí.
Nonna no esbozó ni una sonrisa. Solo se me quedó mirando como si fuera
Lucifer personificado. Tuve que reprimir una carcajada.
Hasta ahora le había caído bien. Muy pronto la recuperaría con mi encanto.
Sin duda alguna, Diego y Daniele serían más difíciles de romper. Estaban
haciendo su acto de policía malo.
—Remo dijo que él y tú vendrían mañana para discutir los detalles de la
unión de nuestras familias —dijo Daniele.
—Así es. —A Remo no le gustaba invitar personas a la mansión, ni siquiera a
sus seguidores leales, ni siquiera a su futura familia.
Gemma miró entre su padre y yo.
Daniele asintió.
—Los esperamos para la cena a las seis. —Le indicó a Gemma que se
acerque—. Vamos, tenemos que irnos.
—Voy a quedarme. Necesito hablar con Savio —dijo Diego. Gemma le
dirigió una mirada de advertencia, pero él la ignoró. No tenía que preocuparse.
139 Diego no podía intimidarme.
Gemma siguió a su Nonna y su padre fuera de la Arena, frunciendo el ceño.
—Necesito ducharme y cambiarme —dije, girándome y dirigiéndome hacia
el vestuario.
Diego avanzó a mi lado.
—Papá mencionó que no quieres anunciar el compromiso con Gemma este
año. ¿Qué significa eso?
—¿Por qué tanta prisa? Es mía. Nos casaremos. Creo que es innecesario
comprometerse a los dieciséis años. Prefiero esperar hasta que sea un poco mayor.
—¿Y qué es un poco mayor para ti? —murmuró Diego.
No tenía intención de decirle que el compromiso tendría que esperar hasta
que Gemma fuera mayor de edad, y el matrimonio aún más. Esta noche era para
celebrar, no para discutir.
Me metí en el vestuario, con Diego pisándome los talones.
Mick todavía estaba adentro, hablando con su hermano y su padre. Diego
dejó escapar una maldición baja. Solo asentí en saludo. Mick probablemente todavía
necesitaba tiempo para calmarse, lo cual entendía. Si hubiera perdido a una chica
como Gemma, también estaría cabreado.
Estaba a punto de bajarme los pantalones cortos cuando el señor Cantucci se
me acercó, y me extendió una mano.
—Felicidades por tu victoria. Tus hermanos y tú son unos luchadores
admirables. De esto se trata la Camorra. Me enorgullece ser parte de eso.
Mick bajó la cabeza con una expresión abatida. Su hermano tomó su hombro
y me lanzó una mirada dura. Lo prefería mil veces a la adulación del señor Cantucci,
pero sonreí sombríamente.
—Gracias. La Camorra no sería nada sin los hombres que arriesgan sus vidas
todos los días como Mick y Diego.
Esos dos habían acabado con algunos idiotas de la Bratva conmigo. Mick
nunca luchaba al frente, pero tampoco evitaba el peligro.
Alzó sus ojos y se encontró con los míos. Estaba lejos de estar apaciguado
pero ya no parecía listo para matarme. Después de que él y su familia se fueron,
finalmente me metí en la ducha.
140
Diego se sentó en un banco, mirando al suelo.
—¿Qué tal si esta noche celebramos mi victoria en un club?
Levantó la cabeza de golpe.
—De acuerdo. —Una pizca de cautela apareció en su voz. Lo desestimé.
Había estado jodidamente malhumorado durante meses. Tal vez ahora que Gemma
era mía, finalmente volvería a sacar la cabeza del culo.
Una vez que llegamos a la pista de baile en uno de los clubes de la Camorra,
Diego se relajó. Con bebidas en manos, revisamos la oferta de esta noche. Pronto
vinieron algunas chicas que conocíamos de la escuela. Una de ellas, la hermana
menor de Dakota, Noemi. Diego gimió.
—Espero que su hermana no la haya enviado.
—Lo dudo. Tiene sus ojos puestos en mí, no en ti.
Noemi se detuvo justo frente a mí con una sonrisa tímida. Su familia tenía
afiliaciones con la Camorra, pero aunque era en parte italiana, no eran miembros, no
por falta de interés, sino porque Remo no los consideraba dignos de confianza.
—Hola, Savio —gritó, presionándose contra mi costado, sin siquiera mirar a
Diego. Igual estaba siendo manoseado por otra chica—. ¿Puedo pedir un deseo?
—¿Un deseo? —Tomé un sorbo de mi mojito, escaneándola de la cabeza a
los pies. No está mal.
—Es mi decimoctavo cumpleaños. Y me gustaría ver tu toro. —Soltó una
risita, sus palmas deslizándose por mi pecho.
Diego me dio un ceño fruncido. Dudaba que él pudiera escuchar lo que decía.
La música estaba muy alta.
—¿Mi toro? —pregunté con una sonrisa.
Asintió.
Por alguna razón, su coqueteo me molestó. Tenía el presentimiento de que su
interés y el de Dakota por los hombres de la Camorra era orquestado por su familia.
141 —Solo lo saco cuando va a pasear.
Soltó una risita una vez más y luego se puso de puntillas para llegar a mi
oído.
—Voy a montarlo como una vaquera.
Su intento de sonar seductor resultó casi cómico, pero estaba destruido luego
de dos peleas seguidas, de modo que perseguir a otra chica habría sido demasiado
agotador. Su oferta sonaba como la manera perfecta de terminar esta noche.
—Vamos a mi auto —dije con un movimiento de cabeza hacia la salida del
club. Ella me lanzó una sonrisa y después intercambió una mirada orgullosa con su
compañera, que por lo que parecía, estaba intentando masticarle la oreja a Diego.
—Voy a llevar a mi toro a dar un paseo —le grité.
En lugar de la habitual sonrisa conspirativa, su expresión se endureció. No
me demoré a pensar en su rabieta y conduje a Noemi afuera hasta mi Bugatti nuevo.
No era el auto más espacioso para follar. Empujando el asiento del pasajero
completamente hacia atrás, me hundí y Noemi se acomodó en mi regazo. Sus ojos
contemplaron el lujoso interior de mi auto. Pero no la había traído aquí para estudiar
diseño de automóviles.
Quince minutos después, Noemi estaba mostrándome sus movimientos de
vaquera, lo que me recordó a un borracho intentando bailar un Hula Hoop, cuando
alguien golpeó contra mi ventana bruscamente. Noemi casi me rompió el tímpano
con su chillido, luego procedió a casi romper mi jodida polla en su intento de
alejarse de mi regazo y presionar su ropa sobre su coño.
El rostro de Diego apareció por la ventana.
Frotando mi polla palpitante, bajé la ventana y levanté una ceja.
—Mierda, Diego. La próxima vez que sientas la necesidad de interrumpirme,
recuerda que todavía necesito esta polla para satisfacer a tu hermana.
Fue lo peor que pude decir. Estampó su puño contra mi boca. Si no hubiera
sido por mi agotamiento y la preocupación por mi polla afectada, jamás lo habría
logrado. Enfurecido, le pegué un puñetazo en su labio todavía hinchado antes de que
él pudiera echar la cabeza hacia atrás.
Maldiciendo, se apretó la boca. Presioné mi palma contra mi propio labio
sangrante.
—Esa mano tocó el coño de Noemi y mi polla antes de reventar tu labio,
142 imbécil.
Diego hizo una mueca, luego asintió hacia Noemi.
—Voy a girarme y te vestirás. Necesito hablar con Savio.
Como mi polla ya estaba fuera de servicio, no le di una patada en el culo por
echar a mi revolcón.
Noemi se puso los pantalones y después me entregó un trozo de papel con su
número antes de que desapareciera.
Lo metí en mi bolsillo. Sus habilidades no me habían impresionado lo
suficiente como para justificar una repetición.
Aun así, a veces incluso yo me desesperaba.
Me vestí y salí del auto, sin molestarme en evitar que mi labio goteara sangre
por toda mi camisa.
—¿Cuál es tu problema?
Diego sacudió la cabeza, ligeramente inclinado hacia adelante para mantener
limpia su camisa.
—¿En serio? ¿Tienes que preguntar?
Me metí las manos en los bolsillos.
—Aún no estoy casado con Gemma. Si no recuerdo mal, no tendré ningún
tipo de relación con ella antes de nuestra noche de bodas.
Diego se enderezó.
—Eso no es todo lo que hay en una relación.
—¿Y cómo sabrías?
—Salí con Dakota.
Le di una mirada. Si eso ya contaba como salir…
—Están prometidos el uno al otro.
Me costó un esfuerzo considerable no poner los ojos en blanco.
—Y voy a cumplir esa promesa, pero no voy a retirar mi jodida polla hasta
que me case con Gemma. Me importa una mierda si eso te cabrea.
—Tal vez deberías pensar en sus sentimientos —siseó enfurecido, luego se
dio la vuelta y se alejó.
143
—¿No me digas que vas a caminar a casa?
Solo me enseñó su dedo medio.
—Ese no fue Mick —dijo Remo a modo de saludo cuando subí a su auto para
que así pudiéramos conducir hasta lo de los Bazzoli.
—Fue Diego.
Mi labio inferior estaba hinchado, pero me he visto peor después de las
peleas. Las chicas generalmente se volvían locas si me veía así.
—¿Ya tienes problemas en el paraíso?
—Aún no me han permitido entrar al paraíso.
Remo dejó escapar una risa áspera.
Cuando llegamos a la casa de los Bazzoli, Daniele y su esposa nos esperaban.
Los ojos de Remo y los míos fueron a su mano, que descansaba sobre su vientre
ligeramente redondeado. Remo estrechó la mano de Daniele y luego le dijo a la
madre de Gemma:
—Felicidades por tu embarazo.
Ella bajó la mano lentamente y después dio un vistazo a Daniele. Su sonrisa
se ensanchó.
—Todavía no lo hemos anunciado.
—Nuestros labios están sellados —dije a medida que estrechaba su mano y
luego besaba la de Claudia. Remo no la tocó, lo que probablemente era lo mejor,
considerando cómo lo miraba.
Diego se cernía junto a la mesa puesta en el pequeño comedor, su labio aún
más hinchado que el mío. Me saludó con un breve asentimiento que le devolví.
—Tomen asiento —dijo Daniele—. Gemma y mi madre servirán la cena en
un par de minutos. —Daniele señaló la silla en la cabecera de la mesa: su lugar
como dueño de la casa—. ¿Si quieres el honor, Capo?
Remo ni siquiera se sentaba a la cabecera de nuestra mesa en casa. No
necesitaba el incentivo adicional para su ego. Gobernaba sobre todo lo que
144
importaba.
—Ese es tu lugar, Daniele. Soy un invitado en tu casa.
La expresión de Daniele parpadeó con admiración, luego asintió y se sentó en
su silla habitual. Mi hermano y yo nos sentamos a su derecha con Diego a mi lado.
Cuando emergió Gemma, casi resoplé de risa. Llevaba su vestido de iglesia
más conservador. Una atrocidad gris a cuadros con mangas largas a pesar de que era
verano y una falda que le llegaba a las pantorrillas. Sin embargo, lo peor era el lazo
y el cuello. El cabello de Gemma estaba recogido en uno de esos peinados Amish.
Cuando todos estaban ocupados acomodando las ollas en la mesa de madera, me
incliné hacia Remo.
—Si ese atuendo no grita “No Toques”, no sé qué lo hará.
—Entonces, escucha el maldito mensaje —dijo en un susurro áspero.
Gemma se detuvo a mi lado e hizo un gesto hacia la olla más grande.
—¿Quieres un poco de estofado de conejo?
—Claro, pero puedo servírmelo yo mismo.
Una pequeña sonrisa tiró de sus labios, pero su Nonna se aclaró la garganta y
Gemma alcanzó el cucharón para llenar mi plato, después procedió a hacer lo mismo
con Remo, Daniele y Diego antes de tomar asiento frente a mí.
De acuerdo, era un bastardo perezoso, pero este tipo de comportamiento tenía
que desaparecer tan pronto como fuera oficialmente mía. Ni siquiera Kiara, que era
jodidamente sumisa, lo hacía, solo ponía sus ojos en blanco cada vez que le pedía
que llene mi plato.
Gemma no me miró ni una vez durante la cena. Estaba empezando a
volverme completamente loco. Podía decir que la actitud recatada de las mujeres
Bazzoli estaban alterando los nervios de Remo, pero él no interferiría en los asuntos
familiares de otras personas. Empujé el pie de Gemma por debajo de la mesa, y
finalmente su mirada se encontró con la mía. Alcé una ceja. Hizo un gesto con los
ojos hacia su Nonna quien me observaba como un halcón.
Enviando a Nonna mi sonrisa más encantadora, solo conseguí que
entrecerrara sus ojos a su vez. Podía decir que Nonna iba a ser mi mayor adversario.
Después de la cena, las mujeres fueron a la cocina a lavar los platos antes de
que pudiera hablar con Gemma. Diego, Daniele, Remo y yo nos instalamos en el
145 pequeño porche con un vaso de whisky caro que Remo había traído como regalo.
Después de que Remo hubiera presentado los planes, principalmente
postergando el compromiso al menos hasta el próximo verano y con la boda hasta
que Gemma terminara la universidad, la atmósfera solo podía describirse como
helada.
Daniele sacudió la cabeza por lo que se sintió la centésima vez.
—No entiendo la necesidad de la universidad. Nadie de nuestra familia ha
asistido a la universidad, y no veo por qué Gemma lo necesitaría. Va a ser una
esposa y madre, y ya sabe todo lo que es bueno en ambos puestos de trabajo. Sabe
cocinar, limpiar, coser, planchar…
Sabía una cosa que definitivamente no sabía hacer todavía, pero me guardé
las palabras.
—Me doy cuenta que no compartimos las mismas creencias —dije porque
podía decir que Remo se estaba hartando de esto. Negociar matrimonios no era lo
suyo—. Pero podemos acordar una regla irrefutable. Como futuro esposo de
Gemma, mi palabra es ley. Si quiero que asista a la universidad, entonces lo hará.
Daniele aún no se veía feliz.
—Tu palabra será ley desde el momento en que el compromiso sea oficial, sí.
—Se volvió hacia mi hermano nuevamente—. Aun así, no es como si tu esposa fue
a la universidad, Remo, entonces, ¿por qué mi hija lo haría?
Eso fue lo peor que pudo decir. Remo no hablaba de su familia, nunca. Sus
hombres por lo general sabían que no debían mencionar a Serafina o los gemelos en
su presencia.
—Porque —dijo Remo con voz áspera—, nosotros lo decimos, Daniele.
Daniele se dio cuenta de su error, menos mal, y asintió.
—Muy bien. Pero debo insistir en que Gemma esté adecuadamente protegida
mientras asiste a la universidad antes de su boda. No quiero que le pase nada.
—No puedo asegurarte nada, pero definitivamente nada va a pasarle —dije—
. Todos sabrán a quién pertenece.
Poco antes de que nos tuviéramos que ir, finalmente se me permitió hablar
con Gemma. Se había aflojado el botón superior de su vestido y algunos mechones
enmarcaban su rostro, refugiados de ese horrible peinado.
—Un atuendo muy interesante para una primera cita —dije secamente.
146
—No elegí el vestido. Nonna y mamá lo hicieron. —Se sonrojó y luego
frunció el ceño—. Y esto no fue una cita. —Hubo un toque de incertidumbre en su
voz como si no estuviera segura de lo que constituía una cita real.
Definitivamente tenía que mostrarle mi versión de una cita una vez que fuera
un poco mayor.
—No entiendo cómo logras ser dos personas diferentes.
—¿Qué?
—En el ring de boxeo, eres segura y franca. Cuando tu familia está cerca,
eres toda una cosita recatada.
Sus labios se abrieron.
—Así es como me crie… es lo que mi familia espera de mí.
—¿Y nunca quieres librarte de eso?
Tragó con fuerza.
—No lo permitirían. No entenderían si comenzara a vestirme como otras
chicas o respondiera. Solo esperan que sea así.
—No espero que seas así. Quiero que seas quien quieres ser y decidir por ti
misma. Sabes lo que pienso de tus tradiciones opresoras.
—Hasta que nos comprometamos, mis padres deciden sobre mi vida. —
Inclinó la cabeza—. ¿Cuándo vamos a comprometernos y casarnos?
Me encogí de hombros, apartando la mirada de sus esperanzados ojos color
oliva.
—Una vez que hayas terminado la secundaria, nos comprometemos y
después de la universidad, nos casaremos.
—¿Universidad? —espetó—. ¿Se supone que debo ir a la universidad? Mi
padre jamás me enviaría allí.
—Yo voy a enviarte. Te dije que quiero que seas quien quieres ser.
La ira brilló en su rostro, tomándome por sorpresa.
—Es curioso cómo mi familia y tú piensan que saben lo que es mejor para mí
cuando ninguno pregunta lo que quiero. Decides sobre mi cabeza como ellos lo
hacen. Eso no es dejarme decidir por mí misma, Savio. Eso no es más que opresión
disfrazada. Tal vez solo quiero ser esposa y madre, tal vez no quiero ir a la
147
universidad. ¿No debería ser mi elección qué tipo de vida quiero?
Todavía estaba aturdido por el arrebato de Gemma cuando Diego abrió la
puerta.
—Es hora. Tu hermano tiene que irse.
Diego escaneó a su hermana de pies a cabeza, con los ojos fijos en el botón
superior abierto. Por supuesto, él pensaría que fue mi culpa. Gemma salió de la sala
de estar enfurecida, uniéndose al resto de su familia en el pequeño vestíbulo de
entrada.
Diego se acercó a mí.
—No la toqué, ahórratelo —gruñí.
—Eso no es lo que iba a decir —siseó—. Se trata de la mierda de la
universidad y de ti actuando como el salvador que le permite a mi hermana
conseguir una educación superior. Ambos sabemos que no se trata de que quieras
que Gemma consiga un título. Simplemente no quieres casarte pronto. Quieres ser
libre para follar como te plazca.
—¿Quién dice que no puedo hacer eso después de la boda? —pregunté.
Diego asintió sombríamente.
—Sabía que esto era un error.
Mick fue un mal perdedor como era de esperarse. Me mató con la mirada
durante días hasta que estuvo de acuerdo en entrenar con Diego y conmigo
nuevamente, por supuesto, solo para cabrearme.
—¿Y ya la tocaste? —preguntó Mick con rencor mientras bajaba la barra con
un gruñido.
—No tocará nada si sabe lo que es bueno para él. Papá y yo nos
aseguraremos que Gemma respete nuestras tradiciones, así que cállate la puta boca.
—Jódete. Ya sabes cómo es Savio. Probablemente ya le esté haciendo todo
tipo de mierdas depravadas. ¿En serio crees que esperará para seguir adelante hasta
que se casen?
148
Diego lo fulminó con la mirada, luego me lanzó una mirada dura. Me acerqué
a ellos y empujé a Mick.
—¿Qué tal si lames tus jodidas heridas y superas tu orgullo herido? Deja de
ser un maldito marica con eso. Y qué, perdiste a tu prometida, hay un millón más de
peces en el agua.
Un músculo en la garganta de Diego se crispó. Mick se movió al banco de
prensas, poniendo cierta distancia entre nosotros, lo que probablemente era lo mejor.
Diego se me acercó.
—Quiero que jures que no la tocarás antes de la boda.
—No te preocupes, Diego. Gemma la perderá después de que nos casemos,
pero no porque sientas que es tu puto derecho determinar cuándo se supone que debe
perderla, y ciertamente no porque algunos jodidos tradicionalistas la despreciarían si
no es virgen en su noche de bodas. Va a perderla en el vínculo del santo jodido
matrimonio porque eso es lo que ella quiere y esa es la única puta razón que me
importa. —Presioné el dedo contra su pecho—. Y si ella cambia de opinión y quiere
perderla antes, entonces estoy jodidamente seguro que no te pediré permiso, porque
esa es su maldita decisión, ¿entendido?
Pareció considerar golpearme la cabeza con la pesa rusa en su mano, pero
solo tendría que aprender a lidiar con ello.
149
U nas semanas más tarde, todavía estaba tan enojada con Savio que no
estaba segura de qué hacer conmigo. De vuelta en la escuela, apenas
había prestado atención en las clases y me alegré por el receso.
No es que nunca haya considerado ir a la universidad. Toni estaba decidida a
asistir, así que, por supuesto, se me había pasado por la cabeza unirme a ella. No
tenía el sueño de ser médica o abogada. Mi vida siempre había girado en torno a la
vida familiar, de modo que en realidad nunca había dado más que un pensamiento
fugaz al trabajo diario, y si lo hacía, sería ayudando en nuestros restaurantes. Lo que
150 realmente me afectaba era que Savio actuaba como si me estuviera haciendo un
favor. ¿En serio pensaba que era tan despistada?
Sabía de qué se trataba en realidad: él intentando posponer nuestra boda el
mayor tiempo posible. Quería mantener su vida como mujeriego empedernido
mientras esperaba a que él esté listo para casarse.
Toni me miró de reojo.
—Vas a romper ese tenedor por la mitad.
Solté mi agarre y respiré hondo.
—Bien podría anunciar su compromiso. De todos modos, probablemente ya
esté dando vueltas. Savio Falcone, dispuesto a casarse con una chica, es demasiada
noticia como para no rumorearse rápidamente.
Escaneé las mesas circundantes. La mayoría estaban ocupadas por niños de
familias de la Camorra, o familias que en algún grado estaban asociadas con la
mafia. Bien podría llamarse Camorra High.
Había captado las miradas curiosas ocasionales, así como susurros
conspiradores en los últimos días.
Tal vez las noticias sobre Savio y yo ya estaban circulando como decía Toni.
No sería una sorpresa. Algunos Camorristas habían visto la lucha de Savio contra
Mick. Incluso si Remo les hubiera pedido que guardaran la razón para sí mismo,
algunos probablemente habían dejado escapar algo a sus esposas, y la mayoría de
ellas eran chismosas. Capté los ojos de Noemi al otro lado del lugar y gemí por
dentro.
Había asumido la tarea de molestarme. Solo ayer había hecho un comentario
estúpido sobre montar el toro de Savio, lo que solo podía significar que había
escuchado algo sobre él y yo. Se dio la vuelta y le dijo algo a su amigote Will. Por
un tiempo, pensé que eran algo, pero ahora ya no estaba segura.
Él se levantó y vino hacia nuestra mesa.
—Oh, no —murmuró Toni—. No dejes que te moleste.
—No te preocupes. —Will pensaba que era una especie de estudiante VIP,
solo porque sus padres eran muy ricos y poseían la mitad de la Franja.
Se detuvo a mi lado y apoyó su trasero en el borde de la mesa, pasando su
mano por su cabello rojizo. Mi boca se curvó con asco.
151 —Aún no es Halloween, pero lindo disfraz de Muñeca de Trapo.
Ignoré la burla hacia mi vestido. Diego había demorado mucho esta mañana,
lo que significaba que ya era tarde para cambiarme de ropa en la escuela. Como
estaba demasiado inmersa en mi ira contra Savio, no lo había hecho antes del recreo.
Su sonrisa se tornó aún más desagradable y me preparé para lo que seguiría.
—Entonces, ¿son ciertos los rumores de que te convertirás en la próxima puta
de los Falcone?
¿Cómo demonios se había enterado? Incluso si las esposas hubieran
comenzado a hablar, no debería haber abandonado nuestros círculos y Will, por muy
rico que sea, no era parte de la mafia. Aunque, sus padres eran amigos de los padres
de Mick. Tal vez mi casi ex prometido había dejado escapar algo, probablemente
por su ego magullado. Mick era un chico bueno, pero también era un mafioso, y esos
no lidiaban bien con el rechazo de ninguna forma.
Apreté los dientes, intentando evitar arremeter.
Se sentó al borde de mi mesa como si fuera su trono y nosotros sus súbditos.
Para entonces, casi todos se habían vuelto hacia nosotros, escuchando. Al otro lado
de la habitación, podía ver a Noemi prácticamente resplandeciendo de diversión.
¿Así es cómo iba a ser? ¿Iba a castigarme con su perrito faldero? La muy vaca
estaba demasiado asustada para enfrentarme.
—Escuché que los hermanos comparten a sus mujeres. Pero Remo Falcone
siempre se la pide primero. Porque es Capo, te va a follar primero. ¿Crees que Savio
observará cuándo su hermano te desflore? Tal vez los dos te follen. ¿Has oído hablar
de un sándwich? Uno en tu coño, otro en tu culo.
Me puse de pie. Mi silla se volcó y cayó al suelo. Antes de que pudiera
considerar las consecuencias de mis acciones, balanceé mi brazo hacia atrás y
estrellé mi puño directamente en la cara de Will. Cayó hacia atrás de la mesa y se
acurrucó en el suelo, sosteniendo su rostro sangrando. Estaba bastante segura que le
había roto la nariz. Comenzó a sollozar, balanceándose de un lado a otro.
Toni me agarró del brazo como si pensara que lo atacaría nuevamente.
—Gemma, ¿qué has hecho?
Mis ojos siguieron su línea de visión hacía tres maestros dirigiéndose hacia
nosotros.
Di un paso atrás cuando dos profesores se agacharon junto a Will. Estaba
152 llorando como si alguien le hubiera cortado el brazo. Diego no había derramado ni
una sola lágrima cuando recibió heridas de bala y cuchillo. Los chicos normales eran
tan cobardes.
—Gemma, a la oficina del director, ahora mismo —dijo la señorita
Montgomery.
Noemi, quien finalmente se había atrevido a acercarse, ahora que había
suficientes maestros para protegerla, me dio una sonrisa triunfante.
Enviándole una última mirada de muerte, salí de la cafetería. Toni me pisó los
talones.
—Will es tan imbécil. Ese derecho de la primera noche es un mito urbano.
Los Falcones no hacen eso. —Hizo una pausa—. ¿Cierto?
Le envié una mirada incrédula. Pero no estaba en realidad de humor para
hablar. Me duelen los nudillos por el golpe. Por lo general, solo peleaba con las
manos vendadas o con guantes de boxeo.
Llegamos al escritorio de la secretaria. Ella me indicó que tome asiento en
una de las sillas.
—Antonia, tienes que esperar afuera —le dijo entonces. Toni me dio una
sonrisa alentadora antes de irse.
La puerta de la oficina del director se abrió y él me indicó que entre. Entré y
me hundí, sabiendo lo que venía. Probablemente me expulsarían de la escuela por
unos días.
—Sabes que tenemos una política de tolerancia cero cuando se trata de
violencia, y lo que mostraste hoy fue un acto intolerable de brutalidad hacia uno de
tus compañeros estudiantes. Te das cuenta que los padres de Will me pedirán que te
saque de esta escuela.
Mis ojos se abrieron por completo.
—¿Para siempre?
Él asintió severamente.
—Esta no es una transgresión pequeña.
Parpadeé, aturdida. Papá se enfurecería, y mamá lloraría lágrimas gordas y
feas como si la hubiera apuñalado en el corazón personalmente.
153 —Pero… cosas como estas han sucedido antes. —Esta era una escuela llena
de niños de mafiosos, o niños que estaban en proceso de convertirse en mafiosos. La
violencia sucedía.
Por supuesto, era una chica y mi familia no era una de las principales familias
de la Camorra. Solo meros soldados. Y los padres de Will eran dueños de varios
hoteles y tenían una gran cantidad de dinero e influencia. Patrocinaban muchos
eventos de la escuela.
—Ya llamé a casa. Dejé un mensaje a tus padres porque no pude contactarlos
y también un mensaje de voz en el teléfono de tu hermano.
Oh, genial. Diego estaría encantado.
—Will me insultó.
—¿Qué te dijo?
Fruncí el ceño. Mi compromiso aún no era público, así que no estaba segura
de cuánto decir.
—Me llamó por nombres. —Ni siquiera podía decir la palabra “puta”. Era el
peor insulto que alguien podría arrojar a una chica en mis círculos.
El director frunció el ceño.
—Si no puedes ser más concreta, no puedo ayudarte, e incluso si Will te
insultó, no es excusa para golpearlo. Por lo que escuché, le rompiste la nariz,
Gemma. Sus padres podrían presentar cargos contra ti.
Me hundí aún más en la silla. Un mafioso moriría antes de admitir que una
chica lo había golpeado. Pero Will probablemente se lo diría a cualquiera que
quisiera escucharlo.
—Ahora tengo que hablar con Will en la enfermería.
Will definitivamente no diría nada a mi favor. Salí y me senté en una de las
sillas frente al escritorio de la secretaria. Quería gritar de frustración.
No estaba segura de cuánto tiempo pasó, pero de repente Diego apareció a mi
lado, pareciendo que estaba a punto de explotar. La secretaria levantó la vista.
—Nombre.
Diego me fulminó con la mirada, luego a ella.
—Bazzoli. Estoy aquí para recoger a mi hermana.
La mujer frunció el ceño.
154
—¿Dónde están tus padres?
—Aquí no —respondió Diego bruscamente. Llevaba pantalones de chándal y
una camiseta, y estaba sudoroso como si lo hubieran sacado de su entrenamiento en
pelea. Su tatuaje de la Camorra estaba expuesto.
Con una mirada a él, la secretaria asintió.
—Tu hermana está suspendida de la escuela, al menos, hasta el viernes. Pero
es muy probable la expulsión.
—Ya veremos —murmuró Diego. Me agarró del antebrazo y me puso de pie,
luego me arrastró.
—Diego —siseé—. Detente, me estás haciendo daño. —Aflojó su agarre pero
no dejó de arrastrarme. Nos condujo hacia los baños de los chicos, asomó la cabeza
y después me arrastró dentro. Me soltó y se dirigió hacia la única puerta cerrada.
Golpeó su puño contra ella mientras yo contemplaba los urinarios a mi derecha con
desdén. Nunca antes había estado en el baño de los hombres.
—Vete de una puta vez de aquí y llévate tu mierda a otra parte o entraré a esa
maldita cabina y te sacaré arrastrando.
Después de un momento, la cabina se abrió y salió un chico de primer año
cuyo nombre no sabía.
Una mirada a la expresión de Diego y su tatuaje, y salió corriendo.
—¿Tenemos que estar aquí? —pregunté.
Diego avanzó hacia mí y me agarró por los hombros.
—¿Qué sucede contigo? ¿Qué carajo se te ha metido? Sabía que permitirte
pelear era un gran jodido error. —Nunca había dicho eso.
—Recibió lo que merecía.
Los ojos de Diego fulguraron con ira.
—¿Ah, sí? Pero serás tú quien termine castigada. Los padres de ese maldito
tipo van a hacer todo lo posible para que te expulsen.
—Pero… papá y tú pueden hacer algo, ¿verdad?
Diego rio sombríamente.
—Podría golpearlo, cortarlo un poco, estoy seguro que cambiaría de opinión,
155 pero sus padres son dueños de hoteles enormes que nos pagan por protección. No
son cualquiera. Tratan con Remo Falcone personalmente de lo importantes que son.
No puedo hacer nada sin conseguir el permiso de mi Capo. O podría pedirle a Savio
que hable con su hermano por mí, pero no estoy seguro de querer pedirle ese tipo de
favor porque no puedes controlar tu maldito temperamento. El compromiso aún no
es público y ya estás arruinando las cosas.
—Eres un idiota —siseé. Pensé que Diego estaría de mi lado, pensé que él me
facilitaría las cosas como siempre lo hacía. Tenerlo tan furioso conmigo, me hacía
sentir horrible.
Diego solo me fulminó con la mirada.
Tragué con fuerza. ¿Por qué mamá tuvo que heredarme su emocionalidad?
Quería ser dura como el acero. Dura como Diego y los otros chicos a los que
siempre solo podría ver pelear.
Diego soltó un suspiro.
—¿Vas a llorar? —Todavía había ira en su voz, pero también algo más suave.
Sacudí mi cabeza.
—Me llamó la puta de los Falcone —solté, y luego el resto de lo que Will
había dicho escapó de mis labios, y tuve que recuperar el aliento cuando terminé.
—Ese maldito cabrón. ¿Cómo se atreve siquiera a mirarte? ¿Cómo se atreve a
hablarte así? Voy a romperle los huesos.
—Ya empecé con su nariz —dije.
Diego sacudió la cabeza. La ira en su rostro ya no estando dirigida a mí.
—Deberías haberme dejado manejarlo.
—No pensé.
Diego suspiró.
—No voy a permitir que nadie te insulte de ninguna manera. Nos ocuparemos
de esto ahora. Haremos que todos retrocedan de una vez por todas. —Agarró mi
mano para llevarme y jadeé de dolor cuando tocó mis nudillos magullados. Diego
retrocedió, sus ojos disparándose hacia mi carne hinchada.
—Maldita sea, Gemma —dijo en voz baja, tomando mi mano con cuidado—.
¿Qué tan fuerte lo golpeaste? Tus nudillos no se ven bien. Necesitamos que los
156 revisen.
—Se ve peor.
Diego rio entre dientes, pero permaneció tenso mientras me atraía hacia él y
me sacaba de los baños y de la escuela. Llegamos a su auto y me abrió la puerta. Me
desplomé dentro, preguntándome qué tendría Diego en mente para salvar mi pellejo.
Se deslizó detrás del volante y aceleró el motor.
—¿A dónde vamos?
—De vuelta a donde he estado. Al gimnasio Falcone.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Por qué?
—Porque hablaré con Savio. No voy a soportar esta clase de rumores sobre ti.
Sonaba absolutamente furioso.
—No quiero que Savio sepa lo que pasó.
Diego me envió una mirada.
—Eso no depende de ti. Tengo que proteger tu honor y mantenerte en la
escuela.
Cerré mis ojos. Este día solo empeoraba.
Estacionamos frente al casino abandonado que albergaba el gimnasio privado
de los Falcone. Solo los Falcones usarían algo así de extra para entrenar.
—Vamos —instó Diego.
—¿Quieres que vaya contigo?
—Puedes apostar.
Me arrastré fuera del auto y luego seguí a Diego penosamente. No quería
volver a ver a Savio, especialmente no después de lo que había dicho Will.
—Gemma, muévete —dijo Diego, y aceleré, sin querer que me reprenda
nuevamente, sobre todo cerca de Savio. Entramos en la enorme área de juego del
casino donde se extendían un ring de boxeo, una jaula y otros equipos de
entrenamiento.
Savio estaba golpeando una bolsa de boxeo mientras Nino y Remo estaban
157 entrenando en el ring de boxeo. El Ejecutor de la Camorra, Fabiano, estaba haciendo
burpees. Nos dio a Diego y a mí un breve asentimiento antes de continuar con su
entrenamiento.
Intenté ocultar mis nervios. Esto sería vergonzoso.
Diego me llevó directamente hacia Savio, quien se detuvo y nos contempló
con las cejas arqueadas.
Solo verlo me llenó el estómago de mariposas. Intenté no mirar la exhibición
de músculos que resplandecían con un fino brillo de sudor, o el tatuaje que se
asomaba por su cinturilla baja, los cuernos del estúpido toro que todas las chicas
parecían haber visto, excepto yo.
Diego finalmente me soltó para acercarse a Savio, quien entrecerró los ojos
hacia mi hermano.
Remo y Nino dejaron de pelear y también nos miraron. Ya podía sentir la
vergüenza subiendo por mi cuello.
—Hazlo oficial —exigió Diego—. Un anuncio de compromiso que mostrará
a todos que mi hermana es tuya, que está bajo tu protección.
Mis ojos se abrieron por completo. Esa había sido una orden. Diego y Savio
eran amigos, pero Savio también era un Falcone.
Savio dio un paso hacia mi hermano.
—No recibo órdenes tuyas, Diego. —Luego sus ojos se deslizaron hacia mí y
mi mano magullada que todavía acunaba contra mi estómago. Algo en su rostro
cambió—. ¿Qué mierda pasó con tu mano?
Me encogí de hombros. No mencionaría a Will, mucho menos a Noemi, ni
ninguna de las cosas que me habían dicho.
—Will Reynolds llamó a mi hermana, una honorable mujer italiana, tu futura
esposa, la puta de los Falcone —gruñó Diego. Demasiado para guardarme las cosas.
Remo saltó las cuerdas del ring y Nino salió un momento después. Incluso
Fabiano detuvo lo que había estado haciendo para ver el espectáculo de fenómenos.
Savio solo me miró fijamente.
—Ese bastardo sugirió que tu hermano como Capo se la… foll… —Diego
me miró—… tomaría a mi hermana y tú solo verías. Que ustedes dos la
compartirían al mismo tiempo.
158
Oh, Dios. ¿Por qué no podía tragarme la tierra? La expulsión habría sido
menos horrible que esta mortificación.
—¿Eso es lo que dijo? —preguntó Remo con una sonrisa torcida que erizó
los vellos de mi cuello—. Recuérdame de nuevo, Nino, ¿cómo se llama? ¿Ius?
Nino sacudió la cabeza con el ceño fruncido.
—Ius primae nocti.
Había recibido suficiente latín para saber qué significaba eso, y mi expresión
vaciló un momento. El nombre de Remo Falcone despertaba temores en la mayoría
de las personas. Incluso una esposa y unos hermosos hijos no habían cambiado eso.
Diego perdió la jodida compostura.
—Esto no es una maldita broma. ¡Mi hermana es una mujer honorable, y
nadie debería sugerir que nadie más que su esposo la toque! —Mi corazón dio un
vuelco. Había gritado no solo a Savio sino también a Nino y Remo.
La sonrisa de Remo se desvaneció, y Diego se calló. Tomó una respiración
profunda.
—No quise faltarte el respeto, Capo, pero debo proteger el honor de mi
hermana sin importar el precio.
Savio pareció perforarme con sus ojos.
—Haremos oficial el compromiso, y dejaré en claro que Gemma es solo mía.
Nadie la tocará, ni un solo hijo de puta, y definitivamente ninguno de mis hermanos.
Se dirigió hacia mí y tomó mi mano, contemplando mis nudillos de cerca.
—Esto tendrá que sanar antes de que puedas usar mi anillo de compromiso.
—Su voz era posesión pura y absorbió el aire de mis pulmones, haciéndome sentir
mareada. Luego me miró y la travesura arrogante había vuelto—. Ya sé exactamente
qué tipo de anillo conseguirte.
Estreché mis ojos.
—Necesita tratamiento para sus nudillos —intervino Diego, acercándose a
nosotros y mirando la mano de Savio sobre la mía de manera crítica. Podía decir que
quería apartarla. Como si incluso sostenerse de las manos fuera demasiado antes de
casarnos. Casi pongo los ojos en blanco.
—Entonces, ¿cuándo será el compromiso? —pregunté.
159
Savio intercambió una mirada con sus hermanos.
—En dos meses. De esa manera tenemos algo de tiempo para preparar todo.
¿Qué tal suena eso?
Por una vez, logré mantener la calma. La ira todavía hervía bajo mi piel,
hacia Savio, hacia la situación, incluso conmigo misma.
—De acuerdo. ¿Será una gran fiesta?
Nunca me había importado mucho una gran celebración de compromiso, pero
ahora sentía la urgencia irrazonable de mostrarle al mundo que Savio sería mío,
especialmente a Noemi y todas las otras chicas que habían montado su toro.
Savio sonrió.
—Espera y verás. Será una sorpresa como tu anillo.
Si se suponía que eso me tranquilizaría, estaba equivocado.
—No voy a tener una jodida fiesta en mi mansión —dijo Remo.
—Nuestra mansión —corrigió Nino cuando entramos en la sala de estar de la
casa donde Serafina y Kiara estaban encaramadas en el sofá observando a los niños
jugar en el piso. Se volvieron hacia nosotros.
Kiara se levantó, su rostro reflejando preocupación.
—¿Qué pasa?
—Savio quiere celebrar su compromiso con Gemma en dos meses —dijo
Nino antes de presionar un beso en la boca de su esposa.
—¿En serio? —preguntó Serafina con los ojos abiertos de par en par.
—En realidad, no. Pero gracias a tu esposo, tengo que hacerlo.
160 —No me culpes de esto —dijo Remo.
—Comenzaste los jodidos rumores ius primae nocti —dije, molesto.
Remo sonrió.
—Como Capo, siempre es bueno ocultarse en el misterio.
Serafina entrecerró los ojos y le dio una fuerte palmada en el hombro.
—En serio, no puedo creer que estés permitiendo que este tipo de tonterías
circulen. Detenlos. —Mi hermano atrapó su mano y la empujó contra él, atrapándola
contra su cuerpo.
—No recibo órdenes de nadie, ángel —dijo en voz baja. Y mordisqueó su
garganta—. Pero quizás los detenga como un regalo para ti. Después de todo,
conseguí tu primera noche.
Serafina resopló, pero por la forma en que colgaba en las manos de mi
hermano no sugería molestia. Me di la vuelta, no estaba de humor para verlos
cachondos.
Me acerqué a la cocina, esperando conseguir algo dulce. Kiara se apresuró a
seguirme.
—¿Necesitas ayuda con la fiesta? ¿O el anillo?
Por supuesto, estaba entusiasmada con la perspectiva del compromiso
inminente. Prácticamente había organizado la boda de Leona y Fabiano, y el
segundo cumpleaños de los gemelos, por sí sola. La planificación de eventos era su
obsesión.
—Sé exactamente qué tipo de anillo quiero para Gemma —dije.
Kiara me miró con recelo.
—No vas a avergonzar a la chica, ¿verdad?
—Por supuesto que no. Solo hago lo que me pidió Diego. Reclamando lo que
es mío ante los ojos de todos.
161
E staba nerviosa. Esta era la primera vez que ponía un pie en la mansión
Falcone para conocer oficialmente a todos antes del compromiso en
dos días.
Este era el lugar en el que pasaría mi vida porque Savio y sus hermanos
nunca vivirían en hogares separados, lo había dejado claro. No es que me importara.
Me encantaba vivir en una gran unidad familiar, me encantaba la solidaridad y
siempre había alguien con quien hablar.
Hoy, cenaría con las personas que se convertirían en parte de mi familia en
162 dieciocho meses. Eso, por supuesto, requería que el clan Falcone me acepte.
Se me hizo un nudo en el estómago. ¿Y si no lo hacían? Para Savio, sus
hermanos lo eran todo. Si no les agradaba, ¿qué significaría eso para nuestro
matrimonio?
Conocía a Remo, Nino y Adamo tan bien como podías conocer a las personas
con las que solo intercambiabas un par de oraciones. Adamo me agradaba, incluso si
era demasiado volátil para mi gusto. Sin mencionar que siempre me había
mantenido alejado del grupo con el que había pasado el rato en la escuela. Nunca
había entendido por qué las personas se metían veneno en sus propios cuerpos solo
por diversión. Además, Adamo estaba actualmente en Nueva York y ni siquiera lo
vería hoy.
Temía a Nino y Remo. Algunas personas, muy pocas, muy ignorantes,
pensaban que se volvieron más accesibles, tal vez incluso más contenidos ya que
tenían esposas e hijos. Estas personas nunca habían prestado mucha atención a sus
peleas. Lo hice porque quería mejorar y la única forma de hacerlo es estudiar lo
mejor en tu profesión. Remo y Nino habían sido los mejores desde que tengo
memoria, y Savio se había unido a ellos en su lugar indiscutible hace unos años.
Cuando peleaban, veías lo que realmente había debajo, y no era nada manso o
menos peligroso. Estos hombres, todos ellos, disfrutaban infligiendo dolor, no solo
para ganar una pelea. No, les encantaba el verdadero acto de causarle agonía a
alguien más, e incluso más que eso: matar.
Nadie había luchado más peleas a muerte que Remo Falcone.
Poco se sabía de lo que sucedía detrás de las paredes de su mansión, cómo
trataban a sus esposas e hijos. En su mayoría permanecía entre ellos, de modo que
las especulaciones siempre corrían desenfrenadamente.
Diego me dejó en el camino de entrada de la mansión. Era obvio que no le
gustaba la idea de enviarme sola a la mansión Falcone, pero tenía que ayudar a papá
en el restaurante.
—Insistir en acompañarte sería como una bofetada en la cara de Remo.
También podría meter un cuchillo en mi garganta.
—En serio piensas que te mataría por insultarlo, y ni siquiera sería un insulto
real, solo sobreprotección, y seamos honestos, eres terriblemente sobreprotector.
Diego frunció el ceño.
—Soy tan protector como es necesario dada tu apariencia.
163 Puse los ojos en blanco pero luego volví a sentirme insegura.
—¿Me veo bien para mi primera reunión con ellos?
—Sí.
Mamá y papá habían insistido en que me pusiera uno de mis vestidos
modestos para dar la impresión correcta. Tenía el presentimiento de que ninguno de
los Falcone me juzgaría por mi ropa. Eran demasiado sagaces y atentos para tomar
el exterior de alguien como el reflejo de su naturaleza.
Diego me dio una sonrisa cansada.
—Estarás bien.
Asentí, luego salí del auto. Savio salió de la casa y se dirigió hacia mí.
—Parece que vas a vomitar en cualquier momento —dijo Savio riendo,
después se detuvo, me agarró de la muñeca y me acercó. Sus dedos se clavaron en
mi piel—. ¿Tienes miedo de conocer a mis hermanos? Ya has hablado con ellos
antes, y en realidad, habría pensado que tú de todas las personas serías más valiente.
—Otra vez esa profunda risa antes de besar mi sien, desestabilizándome por
completo—. No hay razón para que te preocupes.
Mi piel se calentó y mi pulso se aceleró aún más. El lugar donde sus labios
habían tocado mi piel hormigueó. ¿Cómo se sentiría tener sus labios sobre los míos?
Savio me contempló de cerca y sacudió la cabeza. Volvió la vista como si no
pudiera soportar mirarme un segundo más.
—Las chicas que saben de su efecto en los hombres son peligrosas, pero tú,
Kitty, me estás matando sin siquiera darte cuenta —comentó riendo entre dientes,
pero fue un sonido muy oscuro, muy sarcástico.
Sus ojos se dirigieron hacia mí rápidamente y se inclinó nuevamente,
acunando mi cabeza. Me quedé helada. En los pocos días desde que Savio se había
convertido en mi prometido, me había tocado con más frecuencia que en los años
que lo conocía antes.
Ninguno de estos toques había sido inapropiado, pero se sentían íntimos y
posesivos, y la reacción de mi cuerpo hacia ellos estaba lejos de ser inocente.
—Los dulces dieciséis son tan sexy y tan jodidamente tentadores cuando
vienen en un paquete como el tuyo. Me alegro jodidamente que seas tan buena
chica. Después de todo, tal vez pueda cumplir mi promesa a tu padre.
164 —¿Promesa? —pregunté con voz cruda. Su cercanía estaba causando
estragos en mi cuerpo y mente.
—De mantener mis manos lejos de ti hasta que seas mía oficialmente, ante
Dios y quien sea que necesite dar su aprobación.
—Me estás tocando. —¿Por qué mi voz sonaba tan baja, tan… sensual?
Savio respiró hondo, luego me dio esa sonrisa burlona.
—Créeme, Kitty, el tipo de toque del que estoy hablando te dejará caliente y
mojada, y aún más sin aliento de lo que estás ahora. —Ya me sentía caliente y
mojada por su simple beso y su cercanía—. Mierda —murmuró Savio y se alejó—.
Esa mirada nos meterá en problemas a los dos. —Tuve que reprimir una sonrisa,
aunque en realidad no necesitaba el tipo de problema al que se estaba refiriendo—.
Ven, vamos a conocer a los locos.
—¿Y si digo algo grosero o vergonzoso?
—La grosería es la lengua materna de Remo y si logras avergonzar a
cualquiera de mis hermanos, te compraré ese Porsche por el que estás tan loca. —
Entrelazó nuestros dedos y me arrastró a la casa.
—La cantidad de tiempo que te llevó traer a la chica desde nuestra puerta a la
mesa del comedor me hace preguntarme si Daniele me pedirá mañana mismo que te
sacrifique como a un perro cachondo.
—Nuestro encuentro fue perfectamente inocente —respondió Savio.
—No gracias a ti, estoy segura —murmuró Serafina.
Una risa muy poco femenina surgió de mi boca, lo que me hizo sonrojar
furiosamente.
Kiara me dio una sonrisa amable y se acercó a mí. Me abrazó.
—Bienvenida a nuestra casa.
Le di una sonrisa tímida y mis ojos se posaron en las personas reunidas detrás
de ella. Mi corazón se aceleró.
Savio permaneció cerca de mí y estaba eternamente agradecida por eso. Su
presencia me dio la confianza necesaria para enfrentar a sus hermanos y Fabiano
Scuderi.
El hombre rubio era el Ejecutor de la Camorra y su reputación y las peleas
165 que había presenciado me hacían desconfiar de él como del resto de los hombres.
Cada uno de ellos me estrechó la mano. Fueron reservados, amigables
distantemente. Serafina y Leona, por otro lado, fueron tan acogedoras como Kiara y
me abrazaron antes de presentarme a los niños.
Estaban los gemelos de Remo, dos niños pequeños dolorosamente hermosos
con ojos casi negros y cabello oscuro. La niña llevaba un tutú rosa y tenía rizos
gruesos. En el momento en que Kiara me condujo hacia ellos, ella se tambaleó hacia
Remo y levantó sus brazos. Él la alzó y la presionó contra su pecho. Su gemelo me
contempló osadamente, mientras que los niños de Kiara eran demasiado pequeños
para mostrar un gran interés en mí.
Estaba abrumada por tantas personas nuevas, pero mantuve la sonrisa.
—Comamos —dijo Kiara con una expresión de complicidad—. Estoy segura
que estás hambrienta.
Todos se dirigieron a la mesa y Savio me arrastró con ellos. Me senté a su
lado, observando con asombro cómo Nino y Kiara llevaron la comida juntos. Aparté
mis ojos y le di a Nevio una sonrisa. Me sacó la lengua con una sonrisa descarada.
Le devolví el gesto, haciéndolo sonreír aún más.
—Genial, otra mala influencia para los niños. Como si ya no hubiera
suficientes de esos alrededor —dijo Remo.
Hice una mueca, mis ojos abriéndose de par en par.
Savio resopló.
—Tú eres uno de ellos.
Me relajé, dándome cuenta que el Capo no estaba en serio enojado conmigo.
Era difícil decirlo con su expresión severa.
—La cena está servida —dijo Kiara con una sonrisa radiante.
Por costumbre, extendí mis manos para que las tomaran y pudiéramos rezar
antes de comer.
Todos miraron mis palmas extendidas como si estuviera sugiriendo un ritual
satánico, que, al pensar en ello, probablemente habría sido mejor recibido.
Especialmente Remo quien observó mis manos con gran desdén.
—¿Qué está haciendo? —preguntó Nevio.
Bajé las manos, avergonzada. Savio tomó mi mano y la apretó, enviándome
166
una sonrisa. Él, por supuesto, encontraba esto entretenido.
—Quería rezar antes de la cena, ¿verdad, Gemma? —dijo Kiara suavemente.
—¿Por qué? —soltó Nevio.
—Es tradición en mi familia dar gracias a Dios por la comida en la mesa.
Nevio señaló a Remo con un dedo.
—Papá está pagando por la comida, no Dios.
—No señales con los dedos a las personas —advirtió Serafina.
Nevio miró a su padre como si esperara que el hombre no estuviera de
acuerdo.
—Nevio —dijo él en advertencia. El niño dejó caer su mano.
—¿Quién es Dios?
Savio puso los ojos en blanco. No pude evitar sonreír. Ese niño era tremendo.
—¿Qué tal si solo comemos y guardamos los temas existenciales para las
acogedoras noches nevadas?
—No hay nieve en Las Vegas —dijo Nevio.
Savio le dio una sonrisa.
—Exactamente. Ahora, cállate.
Nevio abrió la boca, con una mirada enfurecida en su rostro. Cuando Greta
puso su pequeña mano sobre la suya, él cerró los labios.
Kiara se levantó y comenzó a llenar los platos con comida. Desenganché mi
mano de la de Savio y entrelacé mis dedos, luego cerré los ojos y apresuré mi
oración habitual. Cuando abrí los ojos, varios ojos estaban sobre mí. Kiara cargó
lasaña en mi plato.
—Está bien —dijo en voz baja—. No te preocupes por ellos.
Le di una sonrisa agradecida, ignorando la mirada que Savio intercambió con
los otros hombres. Sabía que no eran religiosos, pero no tenía intención de ocultar
mis creencias solo porque las encontraran ridículas.
Kiara y Serafina me preguntaron sobre el coro y el kickboxing. Podía decir
que la conversación entre los hombres en la mesa fue… moderada. Aún no me veían
como familia, por supuesto que no. Era una intrusa en su unidad muy unida, y me
167
tomaría tiempo encontrar mi camino en su familia, pero esperaba tener la
oportunidad en el tiempo hasta la boda, de modo que ya me sintiera como en casa
cuando me mudara.
Cuando Diego me recogió más tarde, sentí que Savio y yo estábamos en el
camino correcto.
Por supuesto, había sido completamente ridícula al pensar eso.
174
—Crees que eres el más divertido del mundo —murmuró Diego más tarde
esa noche—. ¿Podrías haber elegido un anillo más repulsivo para mi hermana?
—Insististe en que todos supieran que era mía.
Diego resopló y tomó un trago del caro whisky que servía el hotel. Hizo un
gesto a todo alrededor.
—Es un buen espectáculo, pero al final, todo se reduce a una cosa: tú y mi
hermana prometiéndose el uno al otro. No es un juego o una broma. Y un día te
darás cuenta.
—No te preocupes, sé lo que es.
Mis ojos siguieron a Gemma, quien se estaba dirigiendo al baño. Tenía
problemas para quitarle los ojos de encima. Cuando Will y Noemi la siguieron hasta
afuera, fui tras ellos.
—Yo me encargo —le dije a Diego, quien estaba a punto de seguirlos.
Los encontré a los tres frente a la puerta del baño. Los puños de Gemma
estaban cerrados. Parecía una princesa feroz a punto de lanzarse al enemigo. Estaba
medio tentado a dejar que esto se desarrolle. Ver a Gemma patear traseros con este
vestido sería lo más destacado de mi año.
—¿Te acuestas con todos hasta llegar a la cima? —preguntó Will—. Jamás
pensé que Savio estaría a favor de lo vainilla en la cama. —Noemi dejó escapar una
risa desagradable, y el cuerpo de Gemma se tensó. Conocía esa mirada en su rostro.
Me interpuse entre ellos, agarré a Will por el cuello y lo empujé contra la
pared. Su nariz se había curado. Pero al parecer no había aprendido la lección.
Asentí a Noemi quien intentaba escabullirse.
—¡Quédate donde estás! —Me incliné cerca de Will, susurrando—: Tu
madre se atragantó profundamente conmigo hace una semana. ¿Sabías que le gusta
que le halen el cabello mientras come polla? Pensé que deberías saber que me follé a
tu querida mami para vengarme de ti por decirle mierdas a mi prometida en la
escuela.
Will soltó un pequeño ruido de horror.
175 —Bastardo…
Apreté mi agarre.
—¿Crees que el dinero te va a proteger en esta ciudad? —gruñí, hundiendo
mis dedos en su piel—. Mis hermanos y yo nos deshicimos de muchos hijos de puta
ricos cuando reclamamos el poder en el Occidente. Si no tienes cuidado, serás el
siguiente. —Saqué mi cuchillo y apoyé la punta contra la piel sensible bajo el pulgar
de Will. Se retorció con un gemido—. ¿Un puñetazo te hizo llorar?
Comenzó a temblar bajo mi agarre. Mis labios se curvaron. No estaba
acostumbrado a este tipo de cobardía. En la Camorra, honrábamos la valentía y la
fuerza, pero en el mundo exterior estos valores se habían perdido.
—Savio —dijo Gemma en voz baja.
Le atravesé la piel con la hoja antes de bajar el cuchillo. Los ojos de Will
prácticamente se salieron de sus cuencas. Lo liberé y cayó de rodillas, mirándome
petrificado. Gemma todavía se cernía detrás de mí, su expresión congelada en estado
de shock.
—Piérdete de una puta vez —le dije a Will. Se puso de pie y desapareció.
Me volví hacia Noemi, quien se estremeció. No tenía que preocuparse de que
fuera a lastimarla físicamente. Ese no era mi estilo con las mujeres. Había mejores
formas de hacerle pagar.
—Dadas tus miserables habilidades, ¿supongo que Will te enseñó a chupar la
polla? —Sus mejillas se pusieron rojas, sus ojos dirigiéndose a Gemma—. Fuiste el
peor revolcón de mi vida, así que corre tras Will. Sus estándares son más bajos. —
Se alejó corriendo, como si estuviera a punto de gritar.
Gemma sostenía su bolso con un apretón mortal, sus mejillas de un rojo
brillante.
—¿Te acostaste con Noemí?
¿Por eso se veía tan triste? Envainé mi cuchillo.
—Me acosté con muchas chicas. Es por eso que la querida señora Reynolds
estuvo a favor de organizar esta fiesta. No quería que se supiera nada de nuestro
intermezzo.
Sin mencionar que el señor Reynolds no quería que la gente supiera que
prefería las pollas de transexuales al coño de su esposa cualquier día.
176
El rostro de Gemma destelló con horror.
—¿Te acostaste con la madre de Will?
Vacilé un momento, reconsiderando lo mucho que podría compartir. Había
hecho muchas cosas con la señora Reynolds. Sus gustos eran del tipo más
depravado.
—Créeme, no volverá a suceder. Solo fue una follada de venganza. Prefiero a
las mujeres más jóvenes.
La expresión de Gemma se transformó en ira. Alzó su mano con mi anillo.
—¿Qué hay de esto? ¿No significa nada para ti?
—Significa que eres mía, y que voy a aplastar a todos los hijos de puta que no
reciban el mensaje.
Me arrojó su bolso, golpeándome directamente en el pecho. Me reí
sorprendido. Después se quitó los tacones y también me los arrojó, pero me las
arreglé para esquivar las cosas puntiagudas.
—Quédate con el bolso y los zapatos estúpidos. ¡No quiero tus regalos!
—Ese vestido también fue un regalo —dije en broma.
Por un momento, pareció considerar quitárselo, pero luego Gemma se dio la
vuelta y se alejó enfurecida. ¿Qué pensaba? ¿Qué iba a convertirme en monje por
nuestro compromiso? Recogí el bolso y los tacones del piso, y la seguí a un ritmo
relajado.
177
Dieciocho meses después…
O
bservé el repulsivo anillo, cómo lo expresó Diego. La S y F cursiva
sostenían el diamante entre ellos. Diego tenía toda la razón. Este no
era un anillo de compromiso sincero. Para Savio, había sido una
broma, un juego. No había cambiado nada para él. Me había reclamado, y todos
retrocedieron.
178
Cuando en el pasado, todos en la escuela habían susurrado a mis espaldas por
mis vestidos modestos, ahora lo hacían por quién era mi dueño. En realidad, no era
más que eso. No para Savio. Me quería para sí mismo y por eso me había reclamado
públicamente.
Después siguió adelante. No llevaba anillo. Nada en su vida demostraba que
era mío como yo era suya.
Sintiendo unos ojos en mí, miré hacia donde Diego se apoyaba en la puerta de
mi habitación.
—Te dije que era mala idea —dijo.
—Gracias.
Entró y se dejó caer en la cama a mi lado.
—Savio es mujeriego, Gemma.
—En algún momento tendrá que detenerse. Cumpliré dieciocho en dos días y
ni siquiera ha hablado con papá sobre una posible fecha para nuestra boda.
—Porque no quiere renunciar pronto a sus costumbres prostitutas. Disfruta de
sus días de soltero.
Me tragué el dolor, abrazando mi ira.
—¿Se ha acostado con la mitad de Reno?
Poco después de nuestro compromiso, Remo Falcone había enviado a Savio y
Adamo a Reno. Por un lado, el lugarteniente designado todavía era un adolescente,
de modo que fue trabajo de Savio mantener a todos en fila allí porque todavía no
tenía una familia que cuidar. Desde ese día casi nunca lo había visto. No se me
permitió ir a Reno, a diferencia de Diego, que había pasado un par de semanas a la
vez durante los últimos dieciséis meses.
Diego evitó mis ojos.
—Hay una razón por la cual Remo envió a su hermano, y no fue solo por el
lugarteniente adolescente. Quería a Savio lejos de ti porque incluso Remo no
confiaba en que su hermano mantuviera sus manos para sí mismo.
Resoplé.
—No es como si fuera solo su elección. Créeme, no habría dejado que me
toque después de todas las chicas que ha estado manoseando.
Diego me echó un vistazo.
179
—Quizás ahora no lo harías. En aquel entonces estabas aún más
encaprichada. Ahora lo ves por quién es: un mujeriego.
Eso era cierto. Todavía estaba encaprichada. Sin embargo, estar
comprometida con el hombre de mis sueños estaba lejos del cuento de hadas que
esperaba. Savio siguió acostándose con otras. Tal vez debería haberlo visto venir.
Aún no estábamos en una relación. Un compromiso en nuestros círculos solo era una
declaración formal, nada emocional, especialmente para los hombres.
—Mañana regresará a Las Vegas —dijo Diego de repente.
Mi corazón se aceleró.
—¿Qué?
Diego contempló mi rostro con evidente preocupación.
—Como dijiste, tienes casi dieciocho años.
—¿Qué quieres decir? ¿Va a aceptar una boda pronto?
Diego gimió.
—Gemma, no es por eso. Savio cree que ya estás lista para ser desplumada.
Remo no quería que eso sucediera siempre y cuando fueras demasiado joven, pero
ahora ya no detendrá a su hermano. Savio aumentará su encanto para meterse en tus
pantalones.
—Buena suerte con eso —murmuré—. ¿Con cuántas chicas ha estado
mientras estabas cerca?
Diego se levantó.
—No hagas preguntas para las que no quieras la respuesta.
—Créeme, quiero una respuesta. —Necesitaba una respuesta porque
necesitaba mi furia como una armadura contra Savio y mi enamoramiento todavía
hirviendo.
—Demasiadas para contar, y dudo que se detenga ahora que ha vuelto. No a
menos que lo consiga contigo, pero incluso entonces…
Me puse de pie de un salto, demasiado agitada para quedarme quieta.
—No conseguirá nada antes de que nos casemos. Si cree que este estúpido
anillo le da derecho a algo, lo patearé en las bolas.
180
—Oh, no tendrá la oportunidad de intentar nada. Me aseguraré de eso.
—No tienes que estar merodeando todo el tiempo, Diego —murmuré—.
Puedo arreglármelas sola incluso contra Savio.
Diego vaciló.
—Los Falcone son poderosos. Remo es mi Capo y Savio también es mi jefe.
Quizás piensa que puede romper las reglas de nuestro mundo y hacer cosas antes de
que estén casados. Savio sabe cómo convencer a las chicas para que hagan lo que él
quiere.
—Escuché que tampoco eres tan malo convenciendo a las chicas para
meterlas en tu cama —bromeé para aligerar su estado de ánimo. Su preocupación
constante por mí y nuestra situación financiera lo había vuelto demasiado serio.
Diego dejó escapar un gemido.
—No escuches historias sobre mí. No están hechas para tus oídos. —Se puso
serio otra vez, inclinándose para mirarme a los ojos—. Hablo en serio, Gemma.
Papá y yo te dimos mucho margen cuando te permitimos pelear, pero también
necesito asegurarme que no cruces otras fronteras.
Puse los ojos en blanco, pero la preocupación en sus ojos me impidió seguir
provocándolo.
—Diego, no tienes que preocuparte. Creo en esperar hasta el matrimonio —
dije en voz baja. Esta charla sexual seria me hizo sonrojar—. Tal vez me gusta
pelear y usar palabras que se supone que no debo, pero sigo siendo una chica. Una
chica criada con los valores de mamá y ningún poder de convencimiento me hará
ceder nada antes de casarme.
Especialmente no después de cómo Savio ha estado actuando. Tenía mucho
que compensar. Tal vez ahora que estaba de vuelta en Las Vegas, finalmente
intentaría construir nuestra relación y preparar todo para nuestra boda.
Los ojos de Diego se suavizaron y tomó mi pierna, luciendo orgulloso.
Me retorcí.
—No te veas tan orgulloso. No gané el premio Nobel.
***
181
Toni y yo pasamos la tarde de mi cumpleaños en un hermoso spa, recibiendo
masajes y masajes: regalo del clan Falcone, a quien solo había conocido en la fiesta
de compromiso hasta ahora. Kiara me había invitado a cenar un par de veces, pero
sin Savio, había sido demasiado tímida para seguir adelante con la invitación. Aún
no había visto a Savio, de modo que no estaba segura si también recibiría un regalo
de él.
—Tienes que tratarlo con frialdad —dijo Toni nuevamente—. Por lo que
escuché, Savio ha estado tonteando con Dakota.
Me quedé helada.
—Estás bromeando.
Sacudió la cabeza con una mueca de disculpa. No tenía motivos para
lamentarlo. Savio Falcone sí.
—Ya sabes cómo es él. Dudo que sea la única.
—¡Es la ex de Diego! ¿No hay algún tipo de código contra eso? —No podía
creerlo. Estaba tan enojada que, tuve que resistir el impulso de aplastar algo. Doblé
mis manos en puños, intentando no perder la compostura.
Los labios de Toni se adelgazaron ante la mención de Diego. No estaba
segura de lo que estaba pasando entre ellos, ella insistía en que no era nada, pero
siempre tenía esa expresión dolida cuando lo mencionaba.
—No creo que le importe. Han pasado años desde que Diego y Dakota
bailaron el limbo horizontal.
Me eché a reír a pesar de mi ira. Alguien en el área de relajación nos hizo
callar y me tapé la boca con la mano para sofocar el sonido.
Toni se encogió de hombros.
—Es solo sexo para él. Usa a esas perras, Gemma. No tienes que preocuparte.
Eres la única que será su esposa, no algún juguete depravado. Aparentemente,
Dakota está siendo muy presumida por llevar a Savio a la cama.
—No sé de qué tiene que presumir. Como si fuera un gran logro hacer que
Savio se acueste con ella. Duerme con casi cualquier cosa que tenga vagina —
murmuré.
Toni puso los ojos en blanco.
—Solo tiene un cuarto de italiano y ya piensa que podría ser parte de nuestro
182
mundo, estúpida perra.
Mis ojos se abrieron por completo. Toni casi nunca decía groserías. Tampoco
mencioné que Toni no era completamente italiana. Su abuela paterna había sido
Corsa, por lo que a su padre no se le había permitido convertirse en un hombre de la
mafia cuando Benedetto Falcone todavía era Capo, aunque tuvo que jurar lealtad a la
Camorra. Las cosas habían cambiado desde entonces, y él ya había hecho el voto
oficial.
Se encogió de hombros con una sonrisa.
—Saca lo peor de mí.
—¿Y si sigue acostándose con todas una vez que nos casemos? —pregunté
en voz baja, odiando lo insegura que sonaba. No era así, pero por alguna razón,
Savio me hacía sentir así todo el tiempo.
Toni tomó mi brazo.
—Todavía falta para tu boda. Tal vez ahora esté intentando acostarse con
tantas como sea posible de modo que no sienta la urgencia una vez que estén
casados.
Le di una mirada.
—No creo que funcione de esa manera. Es todo un mujeriego. —No podía
creer que estaba repitiendo lo que Diego me había estado diciendo durante años,
pero era una verdad indiscutible.
—Muchos hombres lo son. No estoy segura si hay algo que puedas hacer.
—Siempre hay algo que puedo hacer. Hablaré con él.
Toni sacudió la cabeza.
—No seas loca. No puedes simplemente decirle qué hacer antes de incluso
casarse. Por Dios, es un Falcone.
—Como si alguna vez pudiera olvidarlo. Todos me lo recuerdan. Y luego está
esto —dije con los labios crispados mientras levantaba la atrocidad que Savio
llamaba anillo de compromiso. La vista de sus iniciales como una maldita marca
todavía me hacía hervir la sangre.
Toni ahogó una sonrisa.
—Estoy segura que tu anillo de bodas será mejor.
—En serio lo espero.
183
***
193 —La oferta sigue en pie —dije a modo de saludo. Él sabía a qué me refería.
—No —dijo de inmediato—. Me ocuparé de mi familia. Puede que no tenga
mucho, pero tengo mi orgullo.
Incliné mi cabeza, incluso si pensaba que su orgullo estaba poniendo a su
familia en peligro. Lo seguí al interior de la casa, con tres ramos de flores en mis
manos. Diego asintió hacia mí mientras llevaba un gran plato con lasaña a la mesa
del comedor. Nonna y Gemma estaban detrás de él, llevando una ensaladera y
antipasti. Gemma me envió una sonrisa pequeña. Parecía haberse librado de sus
vestidos modestos de una vez por todas. La falda y la blusa que llevaba puesta no
eran exactamente sensuales, pero ella hacía que se vieran así. Su cabello oscuro caía
en rizos por sus brazos desnudos.
Nonna chasqueó la lengua, atrayendo mi atención hacia ella, solo para
encontrarme con una mirada helada. Le sonreí, pero ella no me devolvió el gesto.
Me acerqué a ella y le tendí las flores. Ella los tomó con los ojos entrecerrados.
Luego le entregué el siguiente ramo a la madre de Gemma quien había
entrado en la habitación con una pálida Carlotta en sus brazos. Acaricié suavemente
la cabeza de la niña antes de finalmente acercarme a Gemma y darle el ramo con
rosas rojas. Después me incliné y besé su mejilla, una señal clara para que Diego y
Daniele retrocedan. Gemma, como mi prometida, era mi responsabilidad.
—Sabes cómo envolver a la gente alrededor de tus dedos —dijo con una risa
pequeña—. Pero estás jugando con fuego.
—Puedo manejar a tu papá y a Diego.
—No me estoy refiriendo a ellos. Si yo fuera tú, hoy no le daría la espalda a
Nonna.
Gemma se echó hacia atrás y presionó su nariz contra las rosas, con un brillo
burlón en los ojos.
Su Nonna me estaba dando una mirada de muerte que incluso podría
impresionar a Remo. Nos acomodamos alrededor de la mesa. Y por supuesto, no se
me permitió sentarme junto a Gemma. Diego y Daniele se sentaron a mi lado.
—Entonces, ¿cómo están las cosas en Reno? —preguntó Daniele a mitad de
la cena cuando la insistencia de Nonna con la boda se tornó demasiado contundente.
—Tambaleantes. Cristiano ya es mayor de edad, pero a los soldados no les
gusta que un adolescente los ordene. Solo la protección de Remo lo mantiene en el
poder, pero conoces a mi hermano. Piensa que un verdadero líder puede controlar a
sus hombres, así que no sé por cuánto tiempo más puede esperar Cristiano nuestro
194 apoyo.
—Remo es el mejor Capo —dijo Daniele.
—Lo es —coincidí.
—Escuché que estás buscando otro Ejecutor para apoyar a Fabiano —dijo
Diego de repente.
—Así es. Ha estado asumiendo más trabajos administrativos recientemente.
Probablemente se convertirá en Capitán del Departamento de Apuestas. —Remo ya
lo habría convertido en lugarteniente si Fabiano no quisiera estar cerca de nosotros.
Contemplé a Diego de cerca, sabiendo a dónde iba esto. Los Ejecutores ganaban un
porcentaje del dinero que recaudaban. Si eras bueno, eso significaba un montón de
efectivo.
—¿Crees que Remo me consideraría para el trabajo?
Los ojos de Gemma se abrieron por completo.
—Diego —susurró Claudia, sorprendida.
Diego los ignoró a todos. La reacción moderada de Daniele demostraba que
había estado involucrado en la decisión de Diego. Diego me había ayudado a lidiar
con algunos miembros de la Bratva. No disfrutaba la tortura como mis hermanos o
yo. Solo hacía lo que era necesario. No estaba seguro si sería un buen Ejecutor, pero
su familia necesitaba el dinero.
—Si pruebas suerte, estoy seguro que te elegirá.
Nonna sacudió la cabeza y comenzó a recoger los platos. Gemma pronto se
unió a ella, pero ambas estaban escuchando. Mis ojos se posaron en el atractivo
hombro de Gemma, recordando cómo había besado el lugar hace mucho tiempo,
luego me concentré en su boca, una boca que quería reclamar desesperadamente.
—No quiero el trabajo solo porque vas a casarte con mi hermana —dijo
Diego bruscamente.
Aparté mis ojos de Gemma.
—Remo jamás te favorecería por ninguna razón más que tus aptitudes. —Eso
no era exactamente cierto, pero no necesitaba saber eso. Hablaría con Remo para
que le diera el trabajo a Diego y tendría que esperar que pudiera ocuparse de los
deberes de un Ejecutor.
Daniele se puso de pie y ayudó a la madre de Gemma a llevar a Carlotta a la
cama mientras Gemma y su Nonna limpiaban los platos en la cocina.
195
—Si sigues desnudando a mi hermana con los ojos, te patearé el culo —
murmuró Diego cuando estuvimos solos.
Sonreí.
—Ella está haciendo lo mismo. No me digas que no puedes ver cómo mira.
Gemma quiere ver a mi toro.
—Mantén tu polla en tus pantalones alrededor de mi hermana.
—Si quiere mi polla, puede tenerla, sin importar lo que digas.
De repente, Nonna se acercó a nosotros y nos pegó a ambos en la cabeza.
Gemma estaba justo detrás de ella, sus ojos abiertos en estado de shock, y
Diego también me miraba atónito. ¿Pensaban que golpearía a su abuela solo porque
me había pegado? Incluso Remo, que era tan retorcido como podía ser, al menos
dudaría antes de matar a una abuelita. Y de hecho, Nonna me agradaba. Incluso si
sus creencias pertenecieran a la edad media y quería llevar un pelador de papas a
mis bolas.
—No quiero volver a escuchar esa palabra.
—Nonna —dijo Diego con fiereza—. No puedes golpear a Savio. Sabes
quién es.
—Por supuesto que sí —dijo, contemplándome como a un niño de escuela
que necesita una reprimenda—. Es un jovencito sin modales.
—Ahh, señora Bazzoli, no quise faltarle al respeto. —Le di mi sonrisa más
encantadora a medida que reunía sus manos en las mías antes de besar el dorso de
una—. Me disculpo.
Levantó una mano en señal de advertencia, pero estaba sonriendo.
—Oh, eres peligroso, ¿no? Mi Gemma tendrá que tener cuidado con ese
encanto tuyo. —Nonna echó un vistazo a Gemma—. Ese chico puede encantar hasta
el hábito de una monja, Gemma. Mantente alerta.
Gemma se mordió el labio.
—No te preocupes, Nonna. —Sus mejillas estaban sonrojadas por la
mortificación—. ¿Quieres algo dulce? Hicimos tiramisú.
—Siempre estoy dispuesto a algo dulce —respondí.
196 Nonna entrecerró los ojos, obviamente insegura si había hecho una
insinuación. Le di una mirada inocente. Murmuró algo ininteligible en italiano y
desapareció en la cocina. Gemma la miró rápidamente y luego se volvió hacia mí. El
teléfono de Diego sonó en ese momento y se levantó para buscarlo.
Me puse de pie y atraje a Gemma hacia mí. Sus ojos se abrieron por completo
a medida que se disparaban a la puerta de la cocina. Usé nuestro momento de
privacidad para abrazar a Gemma.
—Savio —siseó—. Nonna podría volver en cualquier momento.
Nonna seguía merodeando en la cocina.
—Vamos, Gem. ¿No me darás algo por el dolor que sufrí bajo la mano de tu
abuela?
—Puedes soportar el dolor.
—Eso es cierto —dije en voz baja, acercándonos. Echó un vistazo a mis
labios y luego apartó la vista rápidamente.
—Tú también puedes, pero tienes miedo al placer.
Su expresión se endureció y se apartó.
—Voy a conseguirte un trozo de tiramisú.
Parecía que había dado en el clavo. Kitty tenía miedo al placer, lo que
significaba que me quería como yo la quería a ella. Solo necesitaba un pequeño
empujón en la dirección correcta.
Savio había ampliado su encanto desde su regreso a Las Vegas hace dos
semanas. Había venido varias veces para pasar tiempo con mi familia y conmigo, y
sabía que era porque pensaba que podía impresionarme de esa manera, y estaba
funcionando.
Especialmente cuando Savio hablaba con Carlotta, no podía evitar que mi
corazón se hinche.
197 Él lo sabía.
Hoy fue la primera vez que se nos permitiría luchar juntos en años. Apenas
podía contener mi emoción, pero al mismo tiempo, tenía que admitir que estaba
nerviosa. Por supuesto, Diego estaría allí como acompañante, pero aun así.
Cuando me enfrenté a Savio en la jaula y vi el brillo burlón en sus ojos, supe
que tenía algo planeado. Mantuve mis ojos firmemente sobre su cintura, intentando
ignorar los cuernos.
Diego fingió estar golpeando la bolsa de boxeo cuando, en verdad, nos
vigilaba a Savio y a mí. Resultó que, por una buena razón, porque Savio utilizó la
lucha para acercarnos lo más posible, con la mayor frecuencia posible.
Ninguno de los toques fue inapropiado y, sin embargo, se sintieron como si lo
fueran. Cuando aterricé de espaldas después de otra inútil patada alta, Savio se
agachó sobre mí, mis brazos presionados contra el suelo sobre mi cabeza. Su otra
mano se cerró sobre mi cadera y por alguna razón pude sentir el contacto entre mis
piernas.
Nos miramos el uno al otro fijamente, respirando con dificultad.
—Creo que esto fue suficiente entrenamiento por un día —murmuró Diego.
Savio se enderezó con evidente reticencia y me llevó con él. Retrocedí
rápidamente.
El teléfono de Diego volvió a sonar. Maldijo y contestó, asintiendo
sombríamente.
—Estaré allí en cinco minutos. —Colgó—. Mierda.
—¿Qué pasa? —pregunté mientras salía de la jaula.
—La estúpida estufa otra vez. Esa cosa solo nos está dando problemas.
Deberíamos haber comprado una nueva hace mucho tiempo. Tengo que ir allí de
inmediato.
—Necesito ducharme y estirarme —dije.
—Puedo llevar a Gemma a casa —ofreció Savio de inmediato.
Diego miró entre él y yo, obviamente sospechosos de los motivos de mi
prometido, y probablemente por una buena razón.
—Está bien. Pero probablemente no tardaré mucho. Tal vez pueda recogerte.
Asentí.
198
—Ayuda a papá. Puedo con esto.
Savio arqueó una ceja.
Con una última mirada de advertencia a Savio, Diego se fue. Me dejé caer al
suelo y estiré las piernas, luego toqué mis pies con las yemas de mis dedos,
sintiendo el ligero tirón de mis isquiotibiales.
Savio se instaló a mi lado.
—No pensé que Diego estaría de acuerdo. Ha estado aflojando con sus
deberes de guardia recientemente.
—Eres mi prometido. Es por eso. Solo es cuestión de tiempo que nos
casemos y ya no sea su responsabilidad.
Savio asintió, pero como siempre, no hizo comentarios cuando se trataba de
nuestra boda. También se llevó las manos a los pies. Como kickboxer, necesitabas
ser flexible, y Savio lo era. Por eso podía hacer unas patadas altas increíbles.
Mis ojos siguieron evaluando a Savio mientras pasábamos por la rutina de
estiramiento, y lo sorprendí haciendo lo mismo con mi cuerpo. Estaba sonrojada
cuando finalmente terminamos.
Agarrando una toalla, me dirigí al vestuario pero me detuve cuando Savio me
siguió.
—Necesito ducharme y vestirme.
Él sonrió.
—Lo sé. Yo también. Hay suficiente espacio para los dos, ¿no te parece?
—No voy a cambiarme frente a ti, mucho menos ducharme —empecé.
—¿Asustada? —murmuró Savio, inclinándose. El desafío en sus ojos era una
trampa, y aun así, entré en ella.
—Por supuesto que no. —Savio abrió la puerta y me indicó que entre.
Sacudí mi cabeza.
—No voy a desnudarme frente a ti.
—Entonces ve adelante y cámbiate. Una vez que estés en la última ducha, no
podré verte si me quedo en la primera.
—No te atrevas a echar un vistazo. Lo digo en serio, Savio.
199
—Ve, Kitty. No echaré un vistazo, no te preocupes.
Entré en el vestuario. Mi estómago estaba zumbando con mil millones de
mariposas solo por sentirlo ahí.
¿Qué estaba haciendo? Permanecía despierta todas las noches, tocándome en
la oscuridad mientras imaginaba el toque de Savio.
Savio cerró la puerta, esperando afuera.
—Apúrate. Necesito una ducha fría.
Me quité la ropa de gimnasia rápidamente, vigilando la puerta, luego agarré
una toalla y ropas limpias. Para el momento en que estaba en la última ducha, llamé
a Savio para que entre. Mi voz sonando ronca.
Abrí el grifo pero lo lamenté cuando ya no pude escuchar a Savio. ¿Y si no
cumplía su promesa y se acercaba al último puesto? Estaba orgullosa de mi cuerpo.
Sabía que él estaría complacido, así que no era eso, pero estaba asustada como Savio
había dicho. No de él haciendo algo que no quisiera. Savio no era del tipo que
obligaba a una mujer. Nunca había escuchado ese tipo de rumores sobre él. Era
demasiado vanidoso para eso. Quería que la chica anhele su toque, no que lo tema.
Y lo anhelaba, a pesar de mi educación tradicional, a pesar de las palabras de
advertencia de Nonna, mamá, papá y Diego.
Me lavé el cabello más rápido que nunca y luego cerré el agua. Savio todavía
se estaba duchando por el sonido. Me sequé y me vestí. Me estaba poniendo las
zapatillas cuando el agua en el puesto del otro extremo se detuvo. Savio extendió la
mano y agarró la toalla.
Podría haber salido de la habitación sin atarme los cordones. Podría haber
girado. Podría haber…
Savio salió del puesto de ducha, con la toalla colgando flojamente de su
cintura, solo sostenida por la mano aferrándola contra su cuerpo.
Solté mis cordones y me enderecé.
Savio se quedó inmóvil, permitiéndome valorarlo. La toalla colgaba mucho
más bajo que sus pantalones cortos de boxeo y la mitad de los cuernos y la parte
superior de la cabeza del toro se burlaron de mí. Mi boca se secó, pero al mismo
tiempo el calor se acumuló entre mis piernas. Tenía que alejarme, tenía que dar la
vuelta, pero estaba congelada.
200 Savio dio un paso más y me puse rígida, temiendo su efecto sobre mí, la
reacción de mi cuerpo, mi falta de moderación.
Savio se detuvo, evaluando mi rostro. No estaba segura de lo que vio, pero
sacudió la cabeza con un suspiro fuerte.
—Kitty, solo tienes que decirlo, y te daré lo que quieras.
Lo quería, solo que no en la forma en que pensaba. No solo de esa manera.
Quería que primero fuera mío, solo mío. Savio había estado haciendo esto con
demasiadas chicas. Para él, no era nada especial. Y ni siquiera el anillo en mi dedo
cambió eso.
Tiró de su toalla ligeramente, una esquina de su boca levantándose.
—¿Qué tal si te doy un poquito de ayuda para decidirte? Has estado
observando mi tatuaje en secreto durante mucho tiempo. ¿Qué piensas?
Lo miré, incapaz de formar una palabra coherente. Negué con la cabeza,
porque necesitaba controlarme todo lo que pudiera, pero era demasiado tarde. Savio
ya había soltado la toalla. Cayó a sus pies.
No pude respirar. Mis ojos fijándose en el tatuaje de la cabeza del toro,
magnífico e imponente, justo encima de su… Oh, ayuda.
Savio rio entre dientes. La dosis de realidad que necesitaba. La ira reemplazó
mi sorpresa y deseo. Sin molestarme en agarrar mi bolso de gimnasia, salí del
vestuario enfurecida.
—¡Kitty, vamos! ¡No va a morderte!
Su diversión obvia solo alimentó mi furia hacia él. Pensaba que era su
juguete, otra de sus chicas. Condenado bastardo. No dejé de correr hasta que estuve
afuera. Tenía el cabello mojado, así que me estremecí cuando el frío aire de febrero
me golpeó, pero no me importó. Tenía que alejarme de Savio, su arrogancia y, sobre
todo, su cuerpo… que no era más que pecado convertido en carne.
Había dejado mi teléfono y todo lo demás en el gimnasio, así que ni siquiera
podía llamar a Toni; llamar a Diego estaba absolutamente fuera de cuestión.
Estaba empezando a oscurecer, y a pesar de mis habilidades de lucha, no me
sentía cómoda caminando en esta área sola. Mi casa estaba demasiado lejos. Eso me
dejaba con una sola opción: ir a la Arena. Era lo más cercano al gimnasio.
Seguí trotando, incluso si eso significaba que mi ducha hubiera sido para
nada. Después de quince minutos, llegué al bar. Solo podía esperar que Toni
estuviera allí por algún golpe de suerte.
201
Me congelé en seco cuando vi el auto de Diego en el estacionamiento. ¿No
había dicho que tenía que ayudar a papá en el restaurante?
Frunciendo el ceño, entré en la Arena por la puerta principal. El bar todavía
estaba desierto, ya que no abriría hasta dentro de una hora más. Pasé junto al bar y
entré en el área de atrás. El corredor estaba tan silencioso como el frente del lugar,
pero había ruido proviniendo de la cocina. Aunque, eso no fue lo que me llamó la
atención. La puerta de la oficina de Roger estaba abierta. Me dirigí en esa dirección
y me asomé.
La segunda conmoción del día me golpeó directamente en la cara. Toni
estaba sentada en el escritorio de su padre y Diego estaba parado entre sus piernas,
besándola, sus manos en su cintura.
Jadeé. Ambos se volvieron hacia mí. El rostro de Toni brilló con horror,
luego culpa. Diego hizo una mueca. ¿Podría empeorar este día?
Retrocedí, completamente aturdida. ¿Cómo no había notado nada? ¿Cuánto
tiempo había estado pasando esto? Me giré y me alejé.
—¡Gemma! —llamó Toni—. ¡Espera!
Diego me alcanzó y me agarró del codo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Se fijó en mi cabello mojado y su apariencia
despeinada—. ¿Qué pasó? ¿Savio hizo algo?
Lo miré fijamente, y luego a Toni. Se estaba mordiendo el labio, pareciendo
estar a punto de llorar. ¿Acaso pensaba que estaba enojada con ella por salir con mi
hermano? Era algo asqueroso de considerar, pero nada por lo que me enojaría. Que
ella no me lo hubiera dicho me molestaba.
Diego me sacudió un poco.
—Gemma, dime en este maldito segundo lo que pasó. ¿Te tocó?
Toni se nos acercó lentamente.
Sacudí mi cabeza.
Diego me obligó a mirarlo a los ojos.
—¿Qué carajo hizo?
—Nada —respondí.
—¡No parece nada! —gruñó—. A la mierda. Iré hasta allá y hablaré con él.
Juro que si te ha tocado, voy a arrancarle la polla. —Se fue furioso—. ¡Quédate con
202
Antonia! Te recogeré más tarde.
Solo me quedé ahí aturdida. Cuando se fue, miré a mi mejor amiga.
—Lo siento —susurró—. Lo siento mucho, Gemma. Por favor, no te enojes
conmigo.
—No lo estoy.
—Te ves enojada.
Estaba enojada. No con ella. Estaba enojada conmigo misma, con Savio y con
Diego.
—¿Cuánto tiempo ha estado pasando esto?
Toni se encogió de hombros.
—Unas pocas semanas.
—¿Por qué no me lo dijiste? Pensé que podríamos contarnos todo.
Se sonrojó.
—Me preocupaba cómo reaccionarías.
Enlacé nuestros dedos.
—Sabes que te apoyaría con cualquier cosa. Incluso si verte besar a mi
hermano me da ganas de lavarme el cerebro. —Sonreí y finalmente me devolvió la
sonrisa.
—Vamos —dijo, empujándome hacia la oficina, incluso si el escritorio ahora
tenía imágenes perturbadoras para mí. Nos hundimos en el sofá—. ¿Qué pasó con
Savio?
—Nada. Quiero decir… —Me sonrojé—. Lo vi desnudo. No fue a propósito.
Solo se quitó la toalla para mostrarme su tatuaje.
Los ojos de Toni se abrieron por completo.
—¿Lo viste todo?
Asentí, mordiéndome el labio, dividida entre la vergüenza, la ira y el vértigo.
—¿Y?
—¡No me digas que quieres que te describa su ya-sabes-qué! —Ni siquiera
sabría por dónde empezar. Incluso esa parte de Savio había sido magnífica y un
203 poco intimidante si era honesta.
—¿Estaba excitado?
Me cubrí la cara con las manos.
—Toni…
—Vamos, dime.
—No, no lo estaba. En realidad, no. —No se había visto exactamente blando,
pero tampoco duro. ¿Pero qué sabía yo? La miré fijamente—. Ahora es tu turno de
responder mis preguntas. ¿Qué está pasando entre Diego y tú? Pensé que ya no
estabas enamorada de él.
Toni se encogió de hombros.
—No estoy enamorada de él. Hace unas semanas, tuvo algunos negocios
aquí. Papá no estaba, así que hablamos. Nos llevamos bien, así que conectamos
nuevamente y luego pasó.
—¿Se besaron? —Apartó la vista, y mi boca se abrió—. ¿No me digas que te
acostaste con mi hermano?
Toni se miró las manos.
—Solo pasó.
—¿Tuviste tu primera vez con Diego y no me lo dijiste?
Las imágenes formándose en mi cabeza fueron demasiado inquietantes para
soportar. Toni se había acostado con Diego. El temor me llenó al recordar las
palabras de Diego. Se casaría con fines tácticos. La familia de Toni tenía algo de
dinero gracias a la Arena, pero no eran muy respetados en la Camorra. Un
matrimonio con ella no mejoraría la posición de mi hermano.
Asintió lentamente.
—Lo siento.
—¿Por qué te disculpas conmigo? Tuviste que acostarte con él.
—Quería. —Suspiró—. Sé que piensas que el sexo solo pertenece al
matrimonio, que tu familia es tradicional, de modo que, estaba avergonzada de
decírtelo. Me preocupaba lo que pensarías de mí, y no quería que Diego se metiera
en problemas.
Diego no se metería en problemas por acostarse con una chica. Había estado
durmiendo con chicas antes y a papá en realidad no le importaba. Entonces, registré
204
parte de lo que Toni había dicho. La abracé fuertemente.
—Eres una tonta, ¿lo sabes? Jamás te juzgaría por acostarte con un chico,
incluso si ese chico es el idiota de mi hermano. Puedes hacer lo que quieras, Toni.
Te quiero. Si quieres tener sexo, entonces esa simplemente es tu decisión.
No le daría puntos de bonificación en nuestra sociedad todavía muy
tradicional. La mafia no jugaba según las reglas del mundo exterior, ni siquiera la
Camorra.
Soltó un suspiro tembloroso y me di cuenta de lo mucho que esto debe
haberla estaba perturbando.
—Estoy tan contenta de que lo sepas. Era horrible no poder hablar con nadie
sobre Diego y yo.
Diego y Toni. Simplemente no podía comprenderlo.
Me alejé.
—¿Están saliendo?
—En realidad, no pusimos una etiqueta a lo que tenemos, pero creo que sí. —
No parecía segura.
—Entonces, ¿qué tal fue? —Después hice una mueca, dándome cuenta que
Toni tendría que contarme cómo lo hizo con mi hermano. En realidad, no estaba
lista para esa conversación. Aunque al menos me distrajo del comportamiento
imposible de Savio.
Toni también hizo una mueca.
—¿En serio quieres saber?
No, pero Toni era mi amiga y podía decir que quería compartirlo.
—Sí, pero por favor, sé muy vaga.
Toni soltó una risita y me uní. Su expresión se volvió tierna, enamorada, y de
repente me preocupé por ella. Tendría que hablar con Diego en el momento en que
me recoja.
—Fue muy cuidadoso. No pensé que pudiera ser así. Me preguntó si estaba
bien todo el tiempo.
Intenté mantener una expresión neutral, lo cual era difícil, considerando que
estaba imaginando a Diego con Toni.
205 Ella me contempló con una mirada de complicidad.
—Estás espantada, ¿verdad?
—Lleva tiempo acostumbrarse.
—Lo sé —dijo—. ¿Pero no sería sorprendente si nos convertimos en
cuñadas? —Las campanas de alarma sonaron en mi cabeza. No quería nada más que
eso, pero no estaba segura de Diego.
Mis pensamientos volvieron a Savio. Toni había tomado lo que quería, sin
importarle ni preocuparse. Era libre de hacerlo. Su familia no era tradicional.
Sin mencionar que Diego, a diferencia de Savio, no estaba persiguiendo cada
falda que veía.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Toni suavemente.
—Savio. Me está volviendo loca.
—¿Quieres acostarte con él?
—Sí —admití—. Pero no así. Simplemente no puedo permitir la cercanía
fuera de una relación comprometida.
Toni sonrió.
—Entonces no lo hagas. Si él te quiere, tendrá que trabajar por ello. Sabía en
que se metió cuando aceptó casarse contigo.
A veces no estaba segura si realmente lo sabía.
206
M e dirigía a mi auto para buscar a Gemma. Había reaccionado
exageradamente, pero de todos modos mi preocupación me obligó
a buscarla.
Diego entró disparado al estacionamiento y se detuvo con un chirrido de
neumáticos. La mirada cabreada en su rostro solo podía significar que la había
encontrado primero.
Saltó del auto, sin molestarse en cerrar la puerta antes de irrumpir hacia mí.
207 Me preparé. No estaba de humor para que me partan el labio otra vez.
Diego me empujó con fuerza, haciéndome tropezar un paso atrás.
—¿Qué carajo le hiciste a mi hermana?
—No hice nada. —Fruncí el ceño—. ¿Qué carajo crees que hice?
—¿Qué sé yo? Nunca puedes mantener tus manos para ti mismo. Gemma
estaba hecha un desastre. Tal vez pensaste que podías robar una probada antes de la
boda. Ambos sabemos lo malo que eres con la paciencia.
Cerré miradas con él.
—En serio espero que no estés sugiriendo que obligué a Gemma.
Resopló.
—Si ese hubiera sido el caso, estarías muerto. —Sacudió la cabeza y respiró
hondo—. ¿Qué pasó, Savio?
Me encogí de hombros.
—Solo siguió mirándome, así que le mostré mi tatuaje de toro. Deberías
haber visto su cara. —Me reí, no pude evitarlo.
La furia contorsionó la expresión de Diego.
—Maldita sea, ¡no puedes hacer esto! ¿Lo entiendes? —gruñó Diego en mi
rostro—. Mi hermana nunca ha visto a un hombre desnudo y se suponía que no
debía hacerlo hasta su maldita noche de bodas. No tenías ningún jodido derecho a
mostrarle tu polla.
Tuve que resistir el impulso de darle una paliza. Su tono en realidad me
estaba cabreando. En cambio, sonreí.
—Le mostré mi tatuaje. Además, ya soy dueño de tu hermana, Diego. El
anillo lo dice y todos lo saben. Me verá desnudo por el resto de su vida. Así que…
¿qué importa?
Se estremeció de rabia.
—Importa. Es honorable, y debes tratarla con respeto. Diré esto una vez más,
no te atrevas a tocarla antes de que sea tuya oficialmente.
—¿O qué?
—Te mataré.
Le di una sonrisa oscura.
208 —No tendrás éxito, Diego. Sabes que soy mejor luchador. He matado y
torturado a muchos más que tú.
—Entonces moriré en el intento. No me importa —dijo ferozmente, y me di
cuenta que lo decía en serio. Diego era mi amigo, y aunque no confiaba en él como
lo hacía con mis hermanos, sí confiaba en él hasta cierto punto.
—Mierda, cálmate, ¿de acuerdo? ¿Por qué no permites que Gemma decida
qué quiere hacer antes de nuestra boda?
—Quiere esperar hasta su boda. ¡Es en lo que creemos!
—¿Ah, entonces es así? ¿Vas a volver a re-virginizarte mágicamente antes de
tu noche de bodas?
Como de costumbre, Diego evitó mis ojos cuando mencioné su maldita
hipocresía.
—Eso ni siquiera es una palabra.
—Buena respuesta —dije sin expresión.
Me fulminó con la mirada.
—Tú ya eres bastante bueno con la hipocresía. —Alcé las cejas—. Vamos,
sigues durmiendo con todo el mundo como si no hubiera un mañana, pero marcas a
mi hermana como tuya para que nadie la mire.
—Es tu tradición la que me obliga a esperarla. Si fuera por mí, ya me la
habría follado. Tal vez no quieras verlo, pero ella también lo quiere.
Diego regresó a su auto y se fue sin decir una palabra más.
***
Fui al gimnasio a las cuatro al día siguiente. La hora en que Gemma entrena
habitualmente.
Gemma estaba golpeando la bolsa de boxeo cuando entré. Estaba sola, pero
Diego no podía estar lejos.
Sus ojos se dirigieron hacia mí y entonces apartó la vista rápidamente. Estaba
sonrojada, y me pregunté si todavía era porque había visto mi polla o por el
209 esfuerzo. Me ignoró cuando me acerqué a ella. Al final, agarró los lados de la bolsa,
respirando con dificultad.
—Tu hermano quiere matarme.
No dijo nada, solo miró hacia delante. Me acerqué y finalmente, sus ojos se
encontraron con los míos.
—Cree que puede decirme qué hacer. —Di otro paso hacia ella, de modo que
casi nos tocamos.
Levantó la cabeza para encontrarse con mi mirada.
—Creo que depende de nosotros lo que hacemos antes y después de nuestra
boda.
Gemma rio amargamente.
—No lo entiendes.
—Oh, entiendo que has estado caliente por mí durante años y no veo por qué
no podemos divertirnos antes de casarnos.
Gemma apartó la bolsa, giró sobre sus talones y se fue furiosa. Corrí tras ella
y finalmente la alcancé en la habitación contigua. La apoyé contra la pared, echando
un vistazo a su escote en el sujetador deportivo. Ella me miró.
—No soy una de tus otras chicas, Savio. He sido criada tradicionalmente por
mi familia. Mi madre me crio con valores estrictos. Creo en el vínculo sagrado del
matrimonio. Creo en entregarme a mi esposo y a nadie más. Nada va a cambiar eso.
Ni siquiera un Falcone.
La sorpresa se apoderó de mí por la vehemencia en su voz y la ferocidad en
sus ojos. Lo decía en serio. No había ni un indicio de duda en su expresión. Su
enamoramiento me había llevado a creer que podría estar abierta a jugar un poco
más allá de las reglas. Ahora me daba cuenta que podría haberla juzgado mal.
—Pronto seré tu esposo, y entonces todo será mío.
—Pero todavía no lo eres —dijo con firmeza—. Y hasta entonces no te daré
nada. Mi familia buscará represalias si tomas algo. No les importará que seas un
Falcone. Protegerán mi honor.
Las palabras de Diego de la noche anterior pasaron por mi cabeza, y mi ira se
disparó una vez más.
210
—Morirían.
Tragó con fuerza.
—Tal vez.
Me incliné, contemplando sus ojos color oliva, resueltos y ansiosos.
—No tendrán que buscar represalias, Gem. Si quieres esperar hasta el
matrimonio, no te presionaré.
Su rostro se llenó de recelo.
—¿No lo harás? Ese no es tu estilo habitual.
Mi sonrisa se ensanchó. Tenía razón. Me encantaba presionar sus botones, y
sería difícil no seguir haciéndolo, pero esto era diferente. Si bien mis hermanos y yo
no éramos tradicionalistas, respetábamos a nuestros hombres y sus familias, y eso
incluía sus valores anticuados. Remo seguía recordándome ese hecho repetidamente.
Además, me emocionaba saber que Gemma solo sería mía únicamente,
incluso si la espera hasta nuestro matrimonio fuera difícil. Pero bueno, tenía a otras
chicas para follar y chupar hasta entonces. Tal vez la espera agregaría aún más
emoción a nuestra noche de bodas. Incliné mi cabeza, acercando nuestros rostros.
Gemma era el paquete completo. Chica del coro y bomba sexual, una
combinación letal del cielo y el infierno. Al estar cerca de ella, no podías evitar
querer ser pecador y santo, solo para poder estar más cerca de ella.
—Savio… —dijo Gemma a modo de advertencia, levantando sus palmas
contra mi pecho.
Comprendía que no quería tener sexo antes de nuestra noche de bodas, pero
¿por qué privarse de todas las otras cosas divertidas que podía mostrarle?
—¿Es en serio tan malo un beso? Tu boca es tan jodidamente besable.
—Bueno, tu boca está dando demasiadas vueltas por ahí para mi gusto.
Probablemente hayas besado más partes femeninas que la mayoría de los asientos de
inodoro.
Mis brazos cedieron por la fuerza de mi risa. Mierda, Gemma era única.
Descansando mi frente contra la pared, mi cuerpo se presionó contra Gemma.
—¿Partes femeninas? —repetí entre risas a medida que inclinaba mi cabeza
hacia abajo.
Gemma levantó la cabeza. Estábamos tan jodidamente cerca que sus labios
211
me rogaban que cerrara los pocos centímetros entre nosotros.
—¿Qué tal si los llamas como lo hacen todos? Coños.
Sus mejillas se pusieron rojas.
—No voy a poner esa palabra en mi boca. —Empujó más fuerte contra mi
pecho, pero no me moví.
—Me encantaría tener tu coño en mi boca —gruñí, y haciendo mi rutina
habitual sin siquiera pensarlo, me froté contra la mujer frente a mí para mostrarle lo
que me estaba haciendo.
Gemma se tensó, sus ojos abriéndose por completo en estado de shock.
Levantó la rodilla y golpeó mis bolas. El dolor atravesó mi cuerpo y gemí. Se
deslizó bajo mi brazo rápidamente y se alejó furiosa.
—¡Eso se llama ojo del toro!
Maldición. La ira rugió a través de mí. La perseguí a pesar del jodido latido
en mis bolas, y agarré su muñeca. Se giró hacia mí.
—No vuelvas a hacer eso nunca más —gruñí.
Entrecerró los ojos.
—Entonces, ¿qué tal esto? —preguntó, girando su puño hacia mí, apuntando
directamente a mi nariz. Mi brazo se disparó, bloqueando su asalto. Llevaba años
luchando en la jaula contra tipos que pesaban el doble que Gemma. Era una buena
luchadora para una chica pequeña, pero eso era todo. Agarré su otra muñeca y la
empujé contra mí, sosteniéndola rápido. Su cabello se había soltado de su coleta y
enmarcaba su rostro en rizos salvajes—. Discúlpate —siseó furiosa.
Mis cejas se alzaron.
—Yo no fui quien le estampó la rodilla a tus partes femeninas.
—Discúlpate por haberme faltado el respeto. —La contemplé. Hablaba muy
en serio—. Si alguien más me tratara como lo acabas de hacer…
—Le cortaría la polla y lo dejaría desangrarse —terminé.
—¿Quieres que la gente piense que soy alguien a quien se puede faltar el
respeto? ¿Quieres que la gente me llame tu puta como lo hacen con tus otras chicas?
—Nadie se atrevería porque eres mi jodida prometida, porque serás una
Falcone. Esa es una maldita gran diferencia.
—Entonces trátame diferente a tus putas.
212
Suspiré.
—Está bien, Kitty. Honraré tus límites a partir de hoy si eso es lo que quieres.
—Sí, eso quiero.
Sería la que tendría que masturbarse con su propia mano mientras yo solo
haría lo que siempre había hecho. La idea de Gemma masturbándose se metió en mi
cerebro.
—¿Por qué me miras así? —preguntó con suspicacia.
Retrocedí con una sonrisa.
—¿No tienes que regresar a casa para prepararte para tu confesión este
domingo?
—Deberías considerar confesarte.
—No quiero darle al pastor un infarto.
Diego vino a recogerme. Solo me dejó en el gimnasio, alegando que tenía
algo que hacer. Sospechaba que ese algo era Toni. Le preguntaría más tarde. Me
había evitado desde que lo había pillado con Toni ayer, había pasado todo el camino
hablando con papá por teléfono como si su conversación sobre el nuevo horario de
atención del Capri no pudiera esperar hasta que estuviéramos en casa.
Diego saludó con la cabeza a Savio, quien le devolvió el saludo de igual
forma. Aproveché la oportunidad para alejarme de él y agarré mi bolsa de gimnasia
antes de seguir a mi hermano hasta afuera sin mirar a Savio.
—¿Algo que necesite saber? —preguntó Diego cuando estuvimos en el auto.
—No. ¿Algo que necesite saber sobre Toni y tú?
Su boca se apretó a medida que encendía el auto y salía a la calle.
213 —No hay un Antonia y yo.
—¿En serio? No sonó así cuando me habló de ustedes dos.
Me digirió una mirada cautelosa.
—¿Hablaron de mí?
—Es mi mejor amiga, Diego. Entonces, ¿están saliendo?
Diego hizo un pequeño ruido que podría haber sido confirmación o negación,
no podía decirlo. Cuando no dejé de mirarlo, suspiró.
—No, no estamos saliendo, Gemma, y no lo haremos.
—¡Pero tomaste la virginidad de Toni!
Diego pareció considerar saltar del auto que estaba conduciendo. No podía
tener en cuenta su comodidad cuando el corazón de Toni estaba en juego.
—¿Te habló de eso? —gruñó.
—Por supuesto que sí.
—Solo nos estamos divirtiendo, Gemma. Antonia no ha sido educada con
nuestros valores. Su virginidad no tiene la misma importancia en su vida.
—¿Hablas en serio? —siseé—. Eso no significa que no signifique nada. Dios
mío, Diego, ¿puedes ser más imbécil?
—No te metas en mis asuntos, especialmente en mi vida sexual.
—¡No podría importarme menos tu vida sexual si no involucrara a mi mejor
amiga! —Hice una pausa—. Y por cierto, digo lo mismo con respecto a mi vida
sexual con Savio.
Diego se estremeció. Después de mirarme de reojo, se relajó.
—No tienes vida sexual.
—Aún —dije, disfrutando la mirada torturada en la cara de mi hermano.
214
S
avio no intentó iniciar nada en los meses siguientes. Tampoco dijo una
palabra sobre el matrimonio. Siguió visitando a Diego como lo había
hecho en el pasado, pero había vuelto a tratarme con un respeto lejano
y algunas bromas ocasionales. En realidad, no era lo que esperaba. Pensé que se
esforzaría, no que retrocedería por completo.
Era principios de abril, el vigésimo segundo cumpleaños de Savio, y le
preparé un pastel. Incluso si las cosas entre nosotros estuvieran actualmente más
distantes, quería sorprenderlo con eso. Al menos uno de los dos tendría que hacer un
215 esfuerzo.
Mi teléfono sonó cuando estaba a punto de sacar el pastel del horno. Nonna
frunció el ceño, aun no estando contenta de que tuviera mi propio teléfono celular,
pero me quitó el pastel de las manos. Le envié una sonrisa antes de contestar.
—Hola Toni, ¿qué pasa?
—Nada.
No sonaba como nada.
—¿Toni?
Nonna me observó de cerca. Sus sentimientos hacia Toni no habían
cambiado, y ni siquiera sabía de Diego y ella. Nadie lo hacía, excepto yo.
Me dirigí a la sala, lejos de los ojos vigilantes de Nonna. Mamá estaba
jugando en el piso con Carlotta, quien había empeorado. Necesitaría un trasplante de
corazón pronto, si encontramos un corazón para ella y si papá conseguía el dinero
que necesitábamos para su tratamiento.
Toqué la cabeza de Carlotta al pasar.
Toni se sorbió la nariz y mis entrañas se tensaron. Ella, a diferencia de mí, no
era una persona que llorara.
—Diego rompió las cosas hoy.
Me quedé helada. Diego se había negado a hablarme de Toni, y ella había
seguido viéndolo a pesar de mi velada advertencia de que podría no ir en serio con
ella.
—¿Qué pasó?
—No lo sé. No dijo mucho. No tenía mucho tiempo. Aparentemente, está
ayudando a Savio con su fiesta de cumpleaños.
—¿Fiesta? —repetí. No me habían invitado a una fiesta. Una sospecha se
abrió paso en mi cabeza.
—Sí —respondió Toni, ya sonando más como ella. Desearía poder dejar de
llorar tan rápido.
—Pregunté un poco por ahí. Parece que Savio está organizando una gran
fiesta para amigos y compañeros Camorristas en una mansión que compró para ese
propósito. La fiesta en casa del año.
Mamá me contempló preocupada, probablemente porque mi rostro mostraba
mi enojo. Me di la vuelta.
216
—Voy a patearle el trasero.
Toni resopló.
—Apuesto a que Diego rompió conmigo para así poder divertirse en la fiesta
y follarse a todas las chicas que pueda.
—¿Cuándo comienza la cosa?
—Alrededor de las ocho, creo. ¿Por qué?
—Porque esta noche vamos a colarnos en una fiesta.
Silencio.
—¿Eres una impostora?
Me ahogué con una risa.
—Lo digo en serio, Toni. Diego ha sido un verdadero idiota contigo, y Savio
no ha sido exactamente un prometido modelo. Estoy harta de eso.
—Pero, ¿cómo vas a hacer que tus padres accedan?
Miré a mamá, que estaba ocupada distrayendo a Carlotta de sus problemas
respiratorios. Papá estaba en el restaurante trabajando toda la noche. Diego, mi
sombra constante, estaba ocupado con los preparativos de la fiesta. Nonna pronto
vería su telenovela favorita.
—No te preocupes. ¿Puedes recogerme para que podamos alistarnos juntas?
—Claro, estaré allí en diez minutos. ¿Tienes ropa para ponerte?
—En realidad, no. Nada para una fiesta.
—No te preocupes. Pensaremos en algo.
Colgué y recogí el pastel.
—Mamá, llevaré este pastel a los Falcone como una sorpresa para Savio.
Toni va a llevarme. —A todos menos a mí se le permitía conducir, Toni entre ellos.
Yo ni siquiera tenía licencia.
Mamá asintió distraídamente.
Agarré una chaqueta de jean, y luego salí. Como prometió, Toni se detuvo
unos minutos más tarde en el Mustang de su padre. Me deslicé en él. Su nariz estaba
217 ligeramente roja y sus ojos todavía estaban un poco hinchados. Echó un vistazo a mi
pastel.
—No me digas que quieres dárselo a Savio. ¡Ni siquiera te invitó a su fiesta!
—Mañana estoy invitada a tomar café —murmuré—. Hoy obviamente solo
estorbaría. Probablemente va a follarse a la mitad de Las Vegas.
Toni se rio.
—¿Follarse? Ni siquiera sabía que podías pronunciar esa palabra.
Le saqué la lengua. La casa de Toni, un apartamento no muy lejos de la
Arena, estaba en silencio cuando entramos, pero ese era generalmente el caso. Su
padre trabajaba incluso más que el mío.
Treinta minutos después, las dos estábamos vestidas para la fiesta. Toni
llevaba pantalones cortos, Doc Martens y un bodysuit negro. Me había puesto el
único par de jeans que me quedaban. Toni no era tan curvilínea como yo, de modo
que la tela negra abrazaba mi cuerpo como una segunda piel. Por encima, llevaba
una blusa corta con mangas sueltas y un escote bajo que caía hasta mi esternón. Toni
me ayudó a fijar la tela con cinta adhesiva doble cara para evitar una vergonzosa
demostración de pezón.
—Mataría por tus abdominales —dijo Toni.
—Y yo mataría por tus piernas.
Nos sonreímos entre sí. Toni suspiró.
—Gracias por estar allí y distraerme.
—Siempre. Pero no estoy segura si esta es la mejor opción en lo que respecta
a las distracciones. Verás a Diego.
Se encogió de hombros.
—Si lo veo con otra chica, puedo seguir adelante.
¿En serio era así de fácil? No estaba segura de cómo me sentiría si veía hoy a
Savio con otra mujer. Una vez que terminamos de peinarnos y maquillarnos,
llevamos el auto de Toni a la dirección que una de las chicas de la Arena le había
mencionado.
Era una mansión no muy lejos de la mansión Falcone. Para el momento en
que salimos del auto, nos llegó el ruido de la fiesta. Vimos luces de diferentes
colores.
218
—Tiene un gorila para su fiesta. Es tan jodidamente cuidadoso —susurró
Toni cuando nos acercamos a la puerta donde, de hecho, un hombre enorme estaba
de guardia.
Reconocía al hombre distantemente, probablemente un Camorrista.
—¿Cómo vamos a entrar? —preguntó cuando casi lo habíamos alcanzado.
—Tengo el boleto de entrada alrededor de mi dedo. —Le sonreí al portero
cuyo rostro destelló con reconocimiento. Levanté mi anillo de compromiso. Y
retrocedió de inmediato. Toni se aferró a mi brazo ferozmente a medida que
avanzábamos por el camino de entrada. Algunas chicas medio desnudas se
perseguían entre sí con botellas de champán.
El interior de la casa estaba lleno de gente y el irresistible latido de la música.
Reconocí muchos rostros de la escuela y del gimnasio. La mayoría de los hombres
eran Camorristas, mientras que la mayoría de las chicas no eran de familias italianas.
Lo normal.
Examiné la multitud en busca de dos rostros particulares. Pronto noté la
mirada apreciativa de los hombres que nos rodeaban. Usualmente no usaba tanto
maquillaje y bajo la tenue luz probablemente no me reconocieron. Unos cuantos
tipos se dirigieron hacia nosotras, empujándose en nuestra dirección hasta que el
más alto se detuvo frente a mí y su amigo frente a Toni. Él sonrió y estaba a punto
de decir algo cuando su amigo le dijo algo al oído. Sus ojos se movieron hacia el
anillo en mi dedo y su expresión se transformó en shock. Miró a su alrededor y
luego desapareció sin despedirse. Toni sacudió la cabeza.
—Contigo a mi lado, probablemente no voy a encontrar a un chico lindo.
Todos tienen miedo de Savio.
Mi humor cayó.
Nos abrimos paso más profundamente en la casa. Solo podía esperar que las
noticias de mi aparición no llegaran a Savio o Diego. En la sala de estar, se alzaban
varias plataformas, en las que las chicas bailaban en diferentes estados de desnudez.
Toni me agarró del brazo con fuerza. Seguí su mirada hacia Diego, quien
estaba bailando con una chica rubia, con las manos en su culo y la lengua en su
boca.
Toni frunció el ceño.
—Lo sabía.
—¿Quieres que vaya y le rompa la nariz?
219
—No —respondió con firmeza—. Es libre de hacer lo que quiera, pero yo
también. —Buscó entre la multitud hasta que vio a un chico que parecía ser de su
tipo. Sonrió. Y eso fue todo lo que hizo falta. Se nos acercó en seguida. Mi atención
quedó atrapada por un rostro familiar que acababa de entrar desde la parte de atrás.
Savio. Tenía sus brazos alrededor de dos chicas, una a cada lado. Las condujo a un
sofá y luego se dejó caer.
Una chica se sentó en su regazo inmediatamente, la otra comenzó a besarlo.
La bilis viajó por mi garganta, seguida de una ira diferente a todo lo que
hubiera sentido antes. ¿Cómo se atreve? Apenas podía respirar. La chica en su
regazo se agachó entre ellos. Sabía lo que estaba buscando. A nadie parecía
importarle que Savio lo haga en público. Otros estaban haciendo lo mismo. Este era
el mismo asunto de siempre. Savio ni siquiera intentaba ocultar sus hábitos.
Toni me lanzó una mirada preocupada, ignorando al chico frente a ella. Le di
una sonrisa temblorosa.
—Tomaré un trago.
—¿Qué quieres que vaya contigo?
—No, volveré pronto. —Me abrí paso entre la multitud, sin apartar los ojos
de Savio. Cuando estaba casi en la mesa con las bebidas, pude verlo desde un lado.
La mano de la chica lo estaba masajeando a través de sus pantalones.
Agarré una cerveza, aferrándola con fuerza. Aparté mis ojos de Savio y miré
por la ventana delantera. Una piscina iluminada estaba afuera. Invitados desnudos se
salpicaban entre sí.
—Hola, bella dama —dijo una voz profunda.
Me volví hacia la voz. El rostro también me era lejanamente familiar. Él
sonrió, y yo escondí mi anillo detrás de mi cerveza.
—¿Nos hemos visto antes? —preguntó.
Eché un vistazo a su tatuaje de la Camorra.
—Probablemente —respondí con una sonrisa burlona. No me reconocía sin el
anillo porque nadie esperaba que esté aquí. A nuestras chicas no se les permitía
asistir.
Se acercó un poco más y se inclinó hacia mi oído cuando la música subió otra
muesca.
220
—¿Cuál es tu nombre?
Se paró cerca, demasiado cerca para mi gusto, así que di un pequeño paso a
un lado. No había venido a coquetear con otros hombres. No era así como se la
devolvería a Savio. No quería hundirme a su nivel. Sonó un chillido femenino. Miré
hacia el sonido y vi a Savio. La chica que lo había estado acariciando se sentaba en
el suelo y él estaba de pie. ¿La había arrojado al suelo?
La expresión de su rostro clamó a una parte primitiva en mí, despertando un
extraño miedo animal del que no sabía que era capaz.
Empujó a la gente fuera del camino a medida que avanzó hacia mí. El chico a
mi lado miró de mí a él y dio un paso atrás como si estuviera contaminada. Savio
nos alcanzó, como si estuviera a punto de matar a alguien.
El chico levantó las manos.
—No la toqué. Solo hablábamos. No sabía quién era.
Savio lo agarró por el cuello y lo empujó a través de las puertas francesas
detrás de nosotros. El vidrio se astilló, el ruido estalló a través de la música como
una llamada de atención. Todos se quedaron mirando. Primero a mí y a Savio, luego
al tipo que yacía sangrando entre vidrios rotos. No tuve la oportunidad de ver si
estaba gravemente herido porque Savio me agarró por la muñeca y me arrastró hacia
la escalera, luego al segundo piso. Intentar escapar de su agarre fue inútil porque no
podía ni encontrar mi equilibrio.
Se metió en una de las habitaciones y cerró la puerta de golpe. Se veía
absolutamente lívido. Nunca lo había visto así.
—¿Qué carajo estás haciendo aquí?
—¿Disculpa? ¡Yo no era la que se estaba metiendo con dos chicas!
—Coqueteaste con uno de mis soldados.
Mis ojos se abrieron por completo.
—No coqueteé. ¡Y empujaste a un chico a través de una ventana por hablar
conmigo!
—Te dije lo que pasaría si un chico te tocaba.
—¡No me tocó! ¡Hablábamos!
—Quería tocarte, créeme —dijo en voz baja, haciéndome retroceder contra la
puerta—. ¿Cómo podría no hacerlo? —Sus ojos se arrastraron sobre mi estómago y
221
luego extendió la mano para tocar mis abdominales.
Aparté su mano bruscamente.
—No vas a tocarme.
Sus ojos se dispararon a los míos.
—Siempre la Kitty Feroz protegiendo su virtud hasta el día de nuestra boda,
qué preciosa. —Se acercó aún más y pude oler el alcohol en su aliento.
—Te mantienes entretenido —gruñí—. Probablemente te habrías acostado
con una de esas zorras si no hubiera aparecido.
—Ya me follé a la puta rubia, Kitty, y me follaré a la otra puta una vez que
me haya asegurado que estás a salvo en casa.
Intenté alejarlo, pero él se afianzó a ambos lados de mí.
—Si no retrocedes, voy a patearte en las bolas.
Ladeó la cabeza y sonrió, luego dio un paso atrás. Se pasó una mano por el
cabello.
—Llamaré a uno de mis hermanos. Pueden llevarte a casa.
Todavía no estábamos saliendo, así que lo que hizo ni siquiera podría
considerarse como engaño, pero era tan irrespetuoso que de todos modos dolió.
—Entonces, ¿estás enviándome a casa de modo que puedas acostarte con la
otra chica?
Sacó su teléfono, ignorándome por completo.
Le saqué el teléfono de la mano, incapaz de sofocar mi ira.
—¿Cuándo piensas que dejarás de dormir con todas? Estoy harta de esto.
—¿Quién dice que me detendré?
¿En serio estaba sugiriendo lo que pensaba? ¿Que seguiría durmiendo con
todo el mundo una vez que nos casáramos? Entrecerré los ojos y clavé mi dedo en su
pecho.
—No me importa si eres un Falcone, si tú y tus hermanos gobiernan esta
ciudad, no toleraré los engaños. En el momento en que estemos casados, eres mío y
si tan solo besas a otra chica, me voy. Me iré y nadie, ni mi familia, ni mi hermano,
ni siquiera tu hermano Remo podrán hacer que me quede. Empacaré mis cosas y
encontraré a alguien que sepa cómo tratar bien a una mujer.
222
El rostro de Savio se retorció de ira. Me hizo retroceder contra la pared.
—¿Qué carajo te hace pensar que puedes hacer demandas así? Creo que
olvidas la naturaleza de nuestro acuerdo. El matrimonio me convertirá en tu jodido
dueño, no al revés. Maldita sea, puedo hacer cualquier mierda que quiera, puedo
follarme a quien carajo sea que quiera, y follarte cuando sea que quiera.
Mis labios se abrieron en estado de shock.
Savio asintió, sus ojos duros.
—Soy tu dueño. Soy dueño de tus labios, tus tetas y tu coño. Soy dueño de
cada maldito centímetro de ti, Gemma. —Presionó su palma contra mi estómago—.
Y si quiero tocarte, lo hago.
Le di una fuerte bofetada en la cara. Agarró mis muñecas y presionó su
cuerpo contra el mío de modo que no pudiera levantar mi rodilla. Luché pero no
tenía ninguna posibilidad. Una batalla se libró en sus ojos.
—No vuelvas a abofetear jamás. —Solo lo fulminé con la mirada, sin confiar
en mi voz—. Sé que crees que sabes cómo pelear, pero nunca has luchado ni una
pelea real en tu vida, Gem. Vives en un mundo de cuentos de hadas y príncipes de
Disney, pero así no es cómo funciona el mundo. Es un lugar feo. Un lugar donde los
hombres no quieren llevarte en sus manos, quieren verte de rodillas, chupando su
polla. Quieren follarte duro hasta sacarte esos tontos sueños directamente de ti. Sé
que yo lo hago.
Podía sentir el primer cosquilleo traicionero en mis ojos.
Savio respiró con dificultad y luego se apartó de la pared, y de mí, y se
dirigió hacia su teléfono.
Tuve muchas ganas de correr tras él y patearlo en las bolas, pero estaba
tomando toda mi energía para evitar llorar. Odiaba que tuviera el poder de hacerme
llorar. Odiaba ser tan emocional. Sin importar cuánto luche, no cambiaba el hecho
de que era emocional. Había perdido la cuenta de las películas que me habían hecho
llorar.
Tecleó un mensaje en su teléfono y después lo volvió a meter en sus
pantalones.
—Vamos. —Me alcanzó, pero me alejé y salí de la habitación. Me condujo
escaleras abajo.
—Toni está aquí.
223
—Me importa una mierda.
—No me iré sin ella.
Me agarró por la muñeca y me arrastró por el camino de entrada y no se
detuvo hasta que llegamos a las puertas.
—Probablemente se está follando a Diego otra vez. Si no, le llamaré un taxi.
Un Porsche se detuvo y Remo Falcone salió. Solo vestía pantalones cortos de
boxeo.
—¿Puedes asegurarte de que llegue a salvo a casa?
Remo me contempló y después a su hermano con los ojos entrecerrados. Me
indicó que suba al auto.
—No mencionaste que debía jugar al taxi para tu prometida.
—Puedo caminar —dije.
—Entra —ordenó Savio.
Remo me abrió la puerta, de modo que no tuve más remedio que hundirme en
el asiento del pasajero. Me abroché el cinturón mientras Remo habló con Savio por
un momento, y luego se deslizó detrás del volante.
Me apoyé contra la ventana, lo más lejos posible del aterrador Capo.
Encendió el motor y se alejó. Por la ventana lateral, vi a Savio regresar a la fiesta.
Respiré temblorosamente y parpadeé con fuerza a medida que envolvía mis brazos
alrededor de mi estómago desnudo.
—¿Qué pasó?
Salté. Me arriesgué a mirar al hombre a mi lado. Cuando sus ojos oscuros se
encontraron con los míos, tragué con fuerza.
—Contéstame —ordenó.
—Nada.
Disminuyó la velocidad y entonces se detuvo, a pocas cuadras de mi casa.
Entrecerró los ojos.
—Si quieres hacer de la mentira un hábito, deberías practicar para ser más
convincente.
224
Estaba demasiado exhausta para negarlo.
—Atrapé a Savio con dos chicas. Perdió la cordura y me dijo cosas horribles.
Remo consideró lo que había dicho.
—Savio está acostumbrado a que las mujeres hagan lo que él quiere y que no
respondan. Si actúas como ellas, te tratará como a ellas.
No dejaría que nadie me trate así, ni siquiera Savio Falcone.
—Le respondí, pero no llegué a él.
Remo puso el auto en movimiento nuevamente.
—Pensé que renunciar no era tu estilo.
Me encogí de hombros.
—Ya me cansé. Lo he intentado por mucho tiempo. —Estacionamos delante
de mi casa. Me enfrenté a Remo por completo—. ¿Puedes cancelar mi compromiso
con Savio? Ya no quiero casarme con él, y tampoco creo que él en realidad quiera
casarse conmigo.
Se quedó inmóvil.
—¿Me estás pidiendo que cancele tu compromiso con mi hermano?
Apenas asentí.
—Entonces será libre de hacer lo que quiera, y yo puedo encontrar a alguien
que realmente quiera casarse conmigo.
225
M e dolía la cabeza y cuando abrí los ojos, un dolor agudo me
atravesó el cerebro. Gruñí, después me di la vuelta, solo para
encontrarme con un cuerpo cálido.
Cubriendo mis ojos con la palma de mi mano, intenté moverme al otro lado
de la cama, solo para tocar otro cuerpo. Parpadeando contra el brillo, me senté y
revisé mi entorno. Estaba en una cama con dos chicas. Me deslicé al pie de la cama
y me puse de pie, presionando una palma contra mi sien.
Los acontecimientos de la noche anterior se filtraron lentamente a través de la
226 niebla, camuflando mis recuerdos.
—Mierda.
Me vestí despacio, y luego bajé las escaleras. Las personas dormidas estaban
esparcidas por toda la casa como una maldita carrera de obstáculos. Diego roncaba
en el sofá, solo en bóxer. Tal vez no había visto a Gemma la noche anterior.
Eso probablemente era lo único bueno de la puta mierda que fue mi
cumpleaños. Me dirigí por el camino de entrada a mi auto y me congelé. Estaba
embarrado con algo marrón. Por un momento, estaba seguro que era mierda, pero
cuando me acerqué, vi los restos de un pastel de chocolate en el capó.
Alguien, y ese alguien solo podía haber sido Toni, había restregado el maldito
pastel por todo mi auto.
Aunque sabía quién había horneado el pastel. Una pizca de culpa estalló
inesperadamente dentro de mí.
Caminé hacia nuestra mansión, cosa que probablemente era lo mejor,
considerando que todavía me sentía un poco ebrio.
Ya era mediodía, por lo tanto, se suponía que Gemma vendría en dos horas.
Tenía que ponerme las pilas para entonces.
La familia entera se sentaba a la mesa, teniendo una especie de consejo de
guerra por lo que parecía, incluso Fabiano y Leona estaban allí con su hija Aurora.
Estaba gateando por el suelo, intentando ponerse al día con el resto de los niños, que
eran todos mayores y más móviles.
Las mujeres de la familia me miraron como si fuera una cucaracha que
querían aplastar, incluso Kiara sacudió la cabeza con una mirada decepcionada.
Recordando que había llamado a Remo para recoger a Gemma, solo podía
suponer que ella le había contado algo y él le había recontado todo a Serafina como
un maldito chismoso.
Me acerqué a la mesa, sorprendido de ver el pastel, mi pastel allí.
—¿No van a esperar con el pastel hasta que Gemma y su familia vengan?
—No van a venir. Gemma me pidió que anule tu compromiso —dijo Remo
como si estuviera hablando del maldito clima.
Lo miré, sintiendo como si me hubieran dado un puñetazo.
Serafina se levantó para evitar que Nevio intentara subir la barra.
227 —Eres el idiota más grande del planeta.
Ignorándola, avancé hacia Remo.
—No me digas que aceptaste estas tonterías.
Remo se puso de pie, luciendo enojado.
—Te dije que te aseguraras que querías casarte. Te dije que esto no era un
puto juego. Te dije que no toleraría que volvieras a ofender a una familia leal
después de lo que pasó con los Carlucci. ¿Y qué haces? No solo lo jodes, lo haces en
público.
—No voy a renunciar a Gemma, Remo. Me importa una mierda lo que digas
o decidas. Voy a casarme con ella. Y no te hagas el listo, secuestraste a una maldita
novia y la mantuviste cautiva hasta que sucumbió a tu locura.
Remo agarró mi cuello y me empujó contra él, sus ojos ardiendo de ira.
Todos guardaron silencio, e incluso los niños nos observaron con la boca abierta.
Remo se estremecía con el esfuerzo de no hacerme pedazos, o al menos intentarlo.
—Nunca más lo vuelvas a mencionar alrededor de los gemelos, ¿entendido?
—dijo con voz mortal—. Tienes suerte de que no quiera que Greta me vea
rompiéndote tu puta mandíbula.
Mis ojos se dirigieron hacia su pequeña niña, una vez más en su tutú rosado
favorito, observándonos con enormes ojos aterrorizados. Nevio, por otro lado,
parecía que estaba recibiendo un gran regalo. Massimo y Alessio observaban con
curiosidad mientras Aurora seguía gateando alrededor.
—No volverá a suceder —dije en voz baja, mi versión de una disculpa. La
única de la que era capaz y Remo lo sabía, porque él era igual. Me soltó y dio un
paso atrás.
—No anulé nada. Hablé con Daniele esta mañana. Estaba cabreado, pero no
quiere cancelar el compromiso ahora mismo porque dejaría mal a Gemma y su
familia.
—¿Qué hay de Gemma?
—Fue cuidadoso con sus palabras, pero es seguro decir que en este momento,
preferiría ir a un convento de monjas que convertirse en tu esposa.
Apretando los dientes, aparté la vista de su expresión retorcida. La culpa no
era un sentimiento que mantuviera en mi repertorio estándar. No me importaban las
suficientes personas como para invertir ese nivel de emoción a menudo. Solo mi
familia… y Gemma, me daba cuenta ahora, porque me sentía como un imbécil por
228
cómo la había tratado. Estas últimas semanas me habían estado pateando el trasero
con la Bratva intentando recuperar terreno nuevamente en Las Vegas.
La ciudad era demasiado importante para abandonarla fácilmente. Durante un
tiempo, nuestro entendimiento inestable con el Pakhan de Chicago había ayudado,
pero eso también era cosa del pasado. Diego y yo habíamos estado liderando
algunos ataques en los puestos de avanzada de la Bratva, el último solo hace dos
días, que casi terminó con los dos muertos.
Pensé que esa fiesta y las dos chicas serían la distracción perfecta, me
equivoqué.
Maldita sea.
Nunca quise lastimar a Gemma.
—Tal vez deberías llevar tu culo hasta allí y disculparte con tu prometida —
sugirió Fabiano.
—¿Tú crees? —murmuré.
Me giré y avancé hacia mi Bugatti, solo para recordar que todavía estaba
frente a la mansión de la fiesta, cubierto de pastel. Agarrando la llave del Tesla de
Nino, me dirigí a la casa de los Bazzoli.
***
Cuando sonó la campana, supe que era Savio, y con la misma certeza, supe
que no quería verlo. Hoy no, y no en el futuro previsible. Me casaría con él porque
eso era lo que mi familia quería, pero había terminado de intentar que funcione. Ya
había terminado, punto.
Mis lágrimas se habían secado y mis ojos no se llenaron de lágrimas cuando
230 su voz llegó al pasillo donde escuché la conversación entre mi padre y él.
Mamá subió las escaleras, sus ojos posándose en mí y suavizándose. Nonna
estaba cerca detrás de ella. Después de darme un sermón por ir a una fiesta,
permanecieron despiertas toda la noche consolándome.
Toni ya me había llamado esta mañana. Se había llevado su auto a casa
después de discutir con Diego y cubrir el auto de Savio con los restos de mi pastel.
Me di la vuelta y volví a mi habitación, hundiéndome en mi cama. Nonna
entró, echándome un vistazo, y luego caminando hacia la ventana. Chasqueó la
lengua desaprobadoramente.
Y mi teléfono sonó. Leí el mensaje de Savio por encima, después metí el
teléfono debajo de la almohada. ¿Esa era su versión de una disculpa? ¿En serio
pensaba que eso era todo lo que se necesitaría para compensar sus acciones y
palabras?
Nonna se sentó a mi lado y tomó mi mano.
—Los hombres no son como nosotras.
Solté una risa burlona.
—Sí.
—Elegiste a Savio, sabiendo quién era. Aceptar los errores de su esposo, es
una carga que toda mujer tiene que cargar. Las mujeres hacen que los matrimonios
funcionen. Es lo que hacemos.
—Aún no estamos casados y si depende de Savio, eso no cambiará hasta que
esté vieja y arrugada.
Además, no tenía ninguna intención de ser la única que hiciera que este
matrimonio funcione. No era un espectáculo de un solo hombre… o más bien de una
mujer.
Nonna chasqueó la lengua nuevamente.
—Se casará contigo. Tu padre va a presionarlo.
Las dos sabíamos que las manos de papá estaban atadas. Si Savio no fuera un
Falcone, entonces podría haber hecho algo, pero como era, no podríamos hacer nada
más que esperar.
***
231
Era el verano después de terminar la secundaria. Toni y yo habíamos sido
aceptadas en la Universidad de Nevada, aunque solo fuera porque Savio había
intervenido. Aún no había dado ninguna indicación de que quisiera casarse conmigo
a corto plazo, pero había dejado de lamentarme. No lo había visto desde su
cumpleaños, había hecho todo lo posible para evitar cualquier lugar donde pudiera
cruzarse en mi camino. Diego había dejado de traerlo a nuestra casa, después de
hablar con mamá.
Había pasado las dos semanas desde el final de la escuela con Toni, haciendo
planes para la universidad o trabajando en el Amalfi, ayudando a papá con su
increíble carga de trabajo. Era extraño pensar en ir a la universidad, porque nunca
había sido parte de mi plan de vida.
Había elegido las lenguas románicas como especialidad con una
subespecialización en Estudios de Género y Sexualidad como una forma sutil de
protesta… idea increíble de Toni. Ella se iba a especializar en Administración de
Empresas como preparación para hacerse cargo de la Arena en un futuro lejano.
Aunque la universidad nunca había sido mi sueño, ahora se convirtió en la
distracción que necesitaba. Tenía algo a lo que aspirar.
—Gemma, presta atención. La salsa de tomate se va a quemar —dijo Nonna,
chasqueando la lengua.
Removí la salsa roja rápidamente en la cacerola descomunal. Era el único
entrenamiento que había estado haciendo, a excepción de la ronda ocasional de
abdominales o flexiones en las mañanas. Aun así, después de un día llevando platos
y revolviendo salsas, de todos modos me dolían los brazos. Nonna y yo
trabajábamos en el restaurante desde las diez de la mañana hasta las once de la
noche todos los días, excepto los lunes. Papá se quedaba aún más tiempo, repasando
las facturas. Mamá también ayudaba a veces, pero Carlotta había pasado más tiempo
en el hospital estos últimos meses con chequeos y pruebas para determinar si era lo
suficientemente fuerte para un trasplante.
Sonaron unas voces masculinas. El restaurante aún estaba cerrado. Abriría
para el almuerzo en treinta minutos. Sonó una explosión.
—¡La Bratva! ¡Cierren atrás! —gritó papá antes de que sonaran los primeros
disparos.
Dejé caer la cuchara, completamente congelada.
Nonna corrió hacia la puerta trasera y la cerró rápidamente. Segundos
232
después, alguien pateó la enorme puerta. Mi corazón martillaba en mi pecho.
En el restaurante sonaron más disparos y gritos. Papá estaba allí con dos
camareros. Nonna me agarró por la muñeca con fuerza y abrió la puerta del armario
de la cocina.
—Entra allí.
Sacudí mi cabeza.
—Nonna, no. Déjame pelear.
—¡Esos hombres tienen armas! Ahora sube allí, Gemma. —Besó mi frente y
prácticamente me empujó de rodillas.
—Nonna —susurré.
Me dio una mirada severa.
—Ahora.
Me metí en el armario y presioné mis piernas contra mi pecho.
—Jura no salir, no hacer ni un solo sonido, pase lo que pase.
Entonces Nonna cerró la puerta. Y ni un segundo demasiado pronto. Sonó un
golpe cuando la puerta de la cocina se abrió por completo y entraron dos hombres. A
través de una pequeña rendija, pude ver a Nonna moverse hacia ellos.
Uno de los hombres gritó algo en ruso y luego apuntó con el arma a Nonna
y… apretó el gatillo. Me sacudí. Todo pareció moverse de repente lentamente.
Nonna se dejó caer al suelo detrás de la isla de la cocina, fuera de mi línea de
visión.
No podía respirar.
Los rusos dijeron algo más, y entonces uno de ellos se fue. El otro se dirigió
hacia donde Nonna había estado y lo que sea que él le hizo, hizo que su mano se
mueva de modo que la vi. Inmóvil. Sin vida. ¿Estaba… estaba muerta?
Se me escapó un sollozo. El hombre se enderezó y me miró directamente. Me
tensé cuando se acercó a mí y abrió la puerta. Se burló maliciosamente.
—Ahhh, ¿qué tenemos aquí? —dijo con un fuerte acento ruso.
Arrodillándose ante mí, agarró mi tobillo e intentó sacarme. Pateé hacia él,
empujando mi talón contra su pecho. Tropezó hacia atrás con una cadena de lo que
233
sonó como maldiciones.
Me apresuré a ponerme en una mejor posición de lucha rápidamente, pero
antes de que pudiera prepararme, me agarró del cabello y tiró con fuerza. Me mordí
el labio, sofocando un grito. Si hacía un sonido, los otros hombres vendrían
corriendo, y mi oponente obviamente no quería pedir ayuda contra una chica. Me
arrastró hacia la puerta y pasó junto a Nonna, quien me miraba con los ojos muy
abiertos y sin vida.
Me retorcí en su agarre y empujé mi puño hacia arriba, estrellando la palma
de mi mano en su nariz. Con un gemido ahogado, me soltó, tambaleándose hacia
atrás. Parecía cabreado. Con la nariz chorreando sangre, se abalanzó sobre mí al
mismo tiempo que apuntaba una patada alta a su cabeza. Mi pie chocó con su
barbilla, arrojándolo hacia atrás. Se estrelló contra el borde de un armario de pared y
sus ojos se desenfocaron. Cayó hacia adelante.
Mis ojos se abrieron por completo cuando chocó conmigo, derribándome con
su cuerpo mucho más pesado.
Mi cabeza se estrelló contra el suelo. Las estrellas estallaron en mi visión y
luego todo se volvió negro.
—D eberíamos hablar con algunos de los lugartenientes de
los destacamentos más fuertes contra la Bratva y planear
un ataque simultáneo. Se están volviendo demasiado
audaces. Tenemos que matar a tantos como sea posible en un solo esfuerzo —dije.
Diego asintió, escaneando el mapa de nuestro territorio donde Nino había
marcado las fortalezas más grandes de la Bratva. Diego había comenzado a trabajar
como Ejecutor junto a Fabiano, pero como confiaba más en él que en el resto de los
soldados, aún me acompañaba a las misiones peligrosas. A pesar del lío con su
234 hermana, él y yo habíamos llegado a un acuerdo silencioso: pretender que no estaba
comprometido con su hermana. Era una cosa cobarde y sabía que tenía que
controlarlo, armarme de valor y finalmente pedirle a Gemma que ponga una fecha
para la boda, pero estaba indeciso.
Diego señaló a LA y San Diego.
—¿Qué hay de ellos?
—Todavía no hay señales de la Bratva —dije—. Primero están intentando
llegar a Las Vegas. Es una cuestión de prestigio. Remo ha matado y torturado a
tantos cabrones de la Bratva estas últimas semanas, pero siguen apareciendo como
malas hierbas.
Sonó mi teléfono. Remo.
—¿Qué pasa?
—La Bratva atacó el Amalfi.
Me tomó un momento registrar sus palabras. Gemma trabajaba en el Amalfi
todos los días. Aunque no la hubiera contactado en los últimos dos meses, la había
vigilado.
—Nino y yo estamos en camino.
—¿Qué hay de Gemma?
Diego se levantó de su silla, palideciendo.
—No sabemos nada —respondió Remo.
Me puse de pie, mirando a Diego.
—La Bratva. —No necesité decir más. El Amalfi había sido atacado antes.
En los años cincuenta y sesenta, había sido un restaurante ruso, dirigido por la
Bratva, antes de que la Camorra se los quitara. Corrimos hacia mi auto, saltamos y
pisé el acelerador, mi corazón palpitando en mi jodida garganta.
Diego se aferró el teléfono a la oreja, pero nadie contestaba en el restaurante.
—Llama a Gemma. ¡Siempre tiene su teléfono con ella para hablar con Toni!
Lo intentó… nada.
Diego se agarró el cabello.
—Si… si… maldición.
—No va a pasarle nada a nadie.
235
No le pasaría nada a Gemma.
Diego llamó a su casa, contactando con su madre que estaba cuidando a
Carlotta.
Presioné los frenos frente al restaurante y salí disparado del auto. El SUV de
Remo ya estaba estacionado al frente. Sacando nuestras armas, Diego y yo
irrumpimos en el restaurante.
Remo se giró, apuntándonos con sus armas y luego apuntándolas de vuelta a
las puertas de la cocina, acercándonos lentamente. Nino se arrodillaba junto a un
cuerpo. Diego corrió hacia ellos.
Su padre yacía en un charco de su sangre. Heridas de bala cubrían su cuerpo.
Sus ojos miraban sin ver el techo. Diego hizo un pequeño sonido ahogado. Dos
pendejos desconocidos yacían cerca del bar, muertos.
Rusos, sin duda. Los camareros junto al bar también estaban muertos.
—¿Dónde está Gemma?
—Llegamos poco antes que ustedes —respondió Nino—. Todavía no hemos
tenido tiempo de revisar la cocina. Aunque no ha habido ningún sonido.
Lo que significaba que todos los que estaban alrededor estaban muertos.
Quienquiera que haya hecho esto ya se habría ido.
—Se suponía que Gemma y Nonna estarían aquí —dijo Diego sin voz.
Remo nos indicó que lo siguiéramos y juntos fuimos hacia la cocina.
Levantando nuestras armas, Remo abrió las puertas batientes y todos nos
apresuramos a entrar. Como había dicho Nino, nadie dentro de la cocina era capaz
de emitir un sonido.
La Nonna de Diego yacía en el suelo, con un agujero de bala en la frente. El
miedo se instaló en mis huesos y mi corazón se estrelló contra mi caja torácica.
Diego nos empujó a Remo y a mí, e irrumpió hacia su abuela, luego miró algo a su
derecha.
Soltó un grito ronco, su rostro frunciéndose con desesperación y dejó caer su
arma.
—¡No!
Se apresuró hacia adelante y lo seguí. Entonces vi a Gemma en el suelo en un
charco de sangre.
236
Un hombre alto yacía medio encima de ella. Me congelé y todo pareció
detenerse.
Mi aliento se alojó en mi garganta. Mis dedos alrededor de mi arma se
aflojaron.
Remo me agarró del hombro, mirándome.
—¡Contrólate!
Agarré el mango de mi arma nuevamente con firmeza, incluso si apenas
sentía mis dedos o cualquier otra parte de mi cuerpo.
Diego cayó de rodillas junto a Gemma.
—No —rugió y luego más suave—. No, Dios, por favor. —Me tambaleé
hacia él y lo ayudé a empujar al cabrón de la Bratva fuera de Gemma. Al menos,
todavía estaba vestida. No fue violada antes de que la mataran. Ese era el único
consuelo. No tuvo que sufrir.
Mis ojos escocieron y tragué con fuerza. La sensación era extraña, una que no
había sentido desde que era un niño: una fuerte opresión en la parte posterior de mi
garganta y en mi pecho. Diego presionó su frente contra el estómago de Gemma y
comenzó a llorar.
Con una mano temblorosa, toqué su espalda. Remo apareció a nuestro lado.
Lo miré y, por alguna razón, estaba borroso. No podía soportar la expresión
de su rostro, de modo que volví a mirar a Gemma. Mierda. Las últimas palabras que
le dije pasaron por mi cabeza, las cosas horribles que le había dicho, lo mal que la
había tratado. Como si no fuera más que un juguete sexual para mí, nada importante
cuando era la única chica que había sido mi amiga, la única que había deseado por
más que simple sexo. Y aun así, no se lo había demostrado. Me había aferrado a mi
libertad, porque el subidón que sentía de esas aventuras sin sentido y las noches de
fiestas habían iluminado la oscuridad que tan a menudo llenaba mis entrañas. No
había funcionado, no por mucho tiempo. Como un destello que atravesaba la noche
solo por un instante, la adrenalina de mis aventuras no había desterrado esa
oscuridad por mucho tiempo.
Me incliné sobre la cabeza de Gemma, acunando su mejilla ensangrentada y
besé la punta de su nariz. Aún estaba cálida. No podría haber estado muerta por
mucho tiempo y esa comprensión lo hizo aún más difícil. Si hubiéramos sido más
rápidos, tal vez podríamos haberla salvado. Lamentar el pasado es una pérdida de
tiempo; ese era el credo de Nino. Pero ¿qué carajo sabía?
***
***
Los labios de Gemma estaban separados. Mis labios todavía ardían por
nuestro beso. Ojalá supiera lo que estaba pensando.
Su mirada cayó sobre mi cicatriz en mi muñeca, la cual había comenzado a
trazar. Resistí el impulso de alejarla, permitiéndole esto. Sus cejas se tensaron.
—¿Cómo sigues adelante?
Cubrí su mano con la mía, deteniendo sus dedos errantes.
—Por un lado, despreciando a las personas que intentaron matarme.
Dejó escapar una pequeña risa triste.
—Después de perder a alguien, quiero decir…
Nunca había perdido a alguien que amara. Cuando descubrí que nuestro padre
había sido asesinado, sentí ira en nombre de Remo porque había querido matar al
hombre por sí mismo, pero ni una pizca de tristeza. Y mi madre… la odié con cada
célula de mi cuerpo.
—Solo lo haces. No te enfocas en lo que perdiste sino en lo que tienes.
Miró hacia otro lado.
—Perdí a la mitad de mi familia. Siento como si hubiera perdido parte de mí.
¿Qué podría ocupar su lugar?
255
—Pronto tendrás una familia más grande, Gem. Mi familia. No reemplazarán
lo que perdiste, pero aun así, llenarán el vacío.
Gemma se volvió hacia mí.
—Esta es la primera vez que dices que voy a ser parte de tu familia.
Había sido un maldito bastardo con ella.
—Por supuesto, serás parte de mi familia. Serás mi esposa.
Tragó con fuerza y comenzó a alejarse. Me puse de pie y la ayudé a
levantarse.
—Deberíamos dirigirnos al cementerio. Mi familia me necesita.
Asentí y volvimos juntos a la iglesia ahora vacía. Condujimos al cementerio
en mi auto. Estaban bajando los ataúdes al suelo cuando llegamos.
Diego me dio un asentimiento breve. Gemma deslizó su mano en la mía y la
apreté brevemente. No me soltó incluso cuando nos paramos junto a su familia. Las
lágrimas corrían por su rostro, e incluso entonces, incluso sin un toque de
maquillaje, era hermosa. Cuando el ataúd tocó el suelo, la madre de Diego se soltó
de su agarre y cayó de rodillas al borde del agujero. Dejó escapar un gemido que se
extendió por el cementerio, un lamento que incluso yo pude sentir en mi corazón
negro. Gemma tembló contra mí, luego ella también se tambaleó hasta la tumba y
cayó de rodillas junto a su madre, apretándola con fuerza. Diego estaba congelado.
Nunca me había enfrentado a un dolor tan crudo. Mis ojos se dirigieron hacia
mis hermanos. Nino tenía su brazo alrededor de Kiara, quien estaba llorando. La
expresión de Remo era la más feroz que le hubiera visto, mientras aferraba la mano
de Serafina. Ella también estaba llorando, pero a su manera orgullosa y digna. En el
pasado, solo habíamos sido mis hermanos y yo. Teníamos poco que perder, excepto
el uno por el otro, pero ahora la cantidad de personas que nos importaban y que
habíamos jurado proteger crecía cada año, y seguiría creciendo. Miré a Gemma.
Mis hermanos habían aceptado sus responsabilidades nuevas, y yo también lo
haría.
***
***
261
265
A maba a Gemma con ropa ajustada que mostrara sus curvas
impresionantes, pero había esperado que optara por un vestido de
novia modesto. Después de todo, el espectáculo tenía lugar en la
iglesia y su familia asistía. Así que, verla con su vestido de cuello alto y manga larga
con el velo cubriendo todo su rostro no fue una sorpresa, lo que sí fue una sorpresa
es que me dejó sin aliento. Un silencio cayó sobre la multitud.
Una aparición en blanco.
Diego la condujo hacia mí. Cuanto más se acercaban, más se veía el rostro de
266 Gemma a través del fino material de su velo. Se detuvieron a mi lado y Diego retiró
el velo. La mirada tierna que pasó entre ellos me hizo perdonar a Diego por las
amenazas veladas de las últimas semanas. Esta era su hermanita. Nunca tuve una
hermana que proteger, pero tenía a Greta.
Le tendí la mano, sorprendentemente firme, y él me entregó a Gemma con un
asentimiento breve. Tenía la mandíbula apretada mientras giraba y se dirigía a la
primera fila donde estaban sentadas nuestras familias.
La mano de Gemma estaba temblando contra la mía, invocando mi lado
protector. Deslicé mi pulgar sobre su piel suave y fui recompensado con una sonrisa
pequeña. Inclinándome, susurré:
—Te ves como una princesa, Gem.
La sonrisa se ensanchó un poco, luego el sacerdote comenzó su sermón y la
expresión de Gemma se centró. Yo desconecté. Este espectáculo era por Gem, nada
más. Aún no creía en nada de este hocus pocus.
Capté los ojos de Remo que estaba a mi lado con los brazos cruzados y una
expresión ligeramente cabreada.
Nino lucía una leve mirada de exasperación. Para él, era completamente
irracional creer en Dios.
Era bueno que no hubiera involucrado a la conservadora familia de Gemma
en una discusión sobre la existencia de un poder superior. Conociendo a mis
hermanos y a mi pequeño sobrino diabólico, sería un milagro si esta boda terminaba
sin un escándalo y la mitad de los Bazzoli nunca más volviendo a dirigirnos la
palabra. Solo Adamo logró mantener una expresión que sugería que de hecho
escuchaba una palabra del sacerdote, aunque probablemente estaba soñando
despierto con la próxima carrera callejera en dos semanas.
El “sí, acepto” de Gemma cortó mis pensamientos y volví a enfocarme al
frente rápidamente. La mirada que me envió dejó en claro que sabía que no había
prestado atención.
—Sí, acepto —dije con firmeza, y entonces, una realización helada me
golpeó. Justo a partir de este segundo, era un hombre casado.
Por el rabillo del ojo, atrapé a Fabiano y Remo intercambiando miradas de
sorpresa. ¿Habían pensado que diría que no? No me extrañaría que hubieran
apostado por el resultado de este día. Si ese era el caso, desearía que me lo hubieran
dicho para poder haber hecho mi propia apuesta.
Greta se dirigió de puntillas hacia nosotros con su vestido rosa claro como
267 niña de las flores, dirigida por Nevio en su esmoquin. Sin él, ella nunca habría
caminado por el pasillo con tanta gente mirando. Le di a Nevio una mirada de
advertencia. Si el pequeño monstruo hacía algo para arruinar este día, patearía su
astuto trasero. A pesar de todo, Nevio no hizo nada más que una mueca. Parecía
centrado en Greta. Esos dos eran como el yin y el yang.
Él y Greta se detuvieron frente a nosotros. Greta levantó el cojín del anillo,
dándome una minúscula sonrisa. No miró ni una vez al sacerdote, a Gemma ni a
nadie más.
Gemma se inclinó y susurró algo que hizo que mi sobrina sonriera un poco
más, sorprendiéndome brevemente, pero luego mis ojos se centraron en la espalda
de Gemma, que estaba expuesta. Su espalda definida y sus omóplatos elegantes, su
deliciosa columna vertebral por la que quería pasar la lengua. Mi pulso se aceleró.
Gemma se enderezó con el anillo en la mano y me miró.
No sé cómo era mi expresión, pero debe haber reflejado mi hambre porque
las mejillas de Gemma se pusieron rojas.
—Tu mano —susurró, y le tendí la mano.
Deslizó el anillo. Me incliné hacia Greta y tomé el anillo restante. Esta vez
había optado por un anillo menos repulsivo, una simple banda de oro con algunos
diamantes.
—Gracias, muñequita.
Nevio hizo un puchero.
—Y gracias a ti.
Juntos se dieron la vuelta cuando me enderecé. Agarré la mano de Gemma y
deslicé el anillo en su dedo. Una ola familiar de posesividad se apoderó de mí, al ver
mi anillo en la mano de Gemma.
Echando un vistazo a mi propia mano, me di cuenta que ahora yo también
llevaría un letrero que me hacía de alguien más.
Era un sentimiento extraño, saber que Gemma sería la mujer con la que
pasaría el resto de mi vida, la única mujer con la que tendría sexo…
—Puede besar a la novia —dijo el sacerdote, apartándome de mis
pensamientos.
268 Sonreí.
Envolviendo mi brazo alrededor de la cintura de Gemma, presionando mi
palma contra la suave piel caliente de su espalda, la atraje contra mí.
—Compórtate —dijo casi desesperadamente un segundo antes de que mi
boca se estrellara contra la de ella. El sacerdote había dado su bendición oficial para
un beso, de modo que la engreída familia de Gemma podía aguantarse. Deslizando
mis labios sobre los suaves de Gemma, la insté a abrirla con mi lengua. Gemma se
tensó, pero no le di la oportunidad de reaccionar, acercándola aún más, mi meñique
deslizándose debajo de la tela de su vestido para provocar su cóccix mientras mi
lengua la probaba. Los aplausos resonaron en la iglesia, al principio solo por unas
pocas personas, probablemente orquestadas por Remo, hasta que todos se unieron.
Al final me aparté, respirando pesadamente. Habría seguido besando a
Gemma si la sangre no hubiera comenzado a acumularse en mi polla. Una erección
en la iglesia definitivamente era algo que Gemma sostendría en mi contra. La piel de
Gemma estaba enrojecida, sus labios hinchados, sus ojos pesados. Por un momento
antes de recordarse a sí misma donde estaba, el deseo inundó su mirada y maldita
sea, quise arrojarla sobre mi hombro justo en ese momento y llevarla al auto para así
poder llevarla a un lugar apartado donde pudiera salirme con la mía con ella.
Luego, los ojos de Gemma se entrecerraron y la comprensión se fijó en sus
rasgos, sus ojos dirigiéndose a nuestra audiencia.
***
277
T oni y Diego salieron de detrás de un arbusto, con aspecto despeinado.
Una de las tiras delgadas de Toni le colgaba del hombro, su lápiz
labial había desaparecido y su peinado estaba arruinado. Diego no se
veía mejor con su camisa mal abotonada, su cremallera abierta y su cabello
alborotado.
Hice una mueca.
Savio no compartió mi vergüenza.
Diego intentó alisarse el cabello, lo cual fue inútil. Toni debe haberlo tirado
con tanta fuerza que estaba congelado para siempre en su estado desordenado.
—Vamos a caminar —dijo Diego.
—Esa es la frase para ligar más aburrida que hayas usado alguna vez, y las he
281 escuchado todas.
Diego no esbozó ni una sonrisa.
Entonces, ¿así iba a ser? Lo seguí, intentando sofocar mi diversión. ¿En serio
pensaba que podía intimidarme? Porque no tenía dudas de que ese era su plan.
Una mirada al rostro de Diego y supe que había preparado un discurso. Tal
vez había olvidado que había crecido con Nino y Remo. No era exactamente fácil
asustarme, especialmente luciendo como se veía.
—Tal vez deberías subirte la cremallera y abotonar la camisa correctamente,
de ese modo puedo tomarte en serio.
Intentó arreglar su ropa con una mueca.
Cuando detuvo nuestro paseo, estábamos tan lejos de la fiesta que los sonidos
de la celebración eran solo un eco distante y el lugar estaba en las sombras.
Diego metió las manos en los bolsillos.
—Eres mi mejor amigo —comenzó. Eso no era lo que esperaba—. Siempre
he intentado proteger a Gemma.
—No necesitas protegerla de mí. No la lastimaré. Estará más segura que
nunca antes. El nombre Falcone la protegerá y yo también lo haré con cada retorcida
célula Falcone en mi puto cuerpo.
—No me preocupa que nadie más sea un peligro para ella. Lo que me
preocupa es cómo la tratas.
—Mierda, me he convertido en un monje estos últimos dos meses. Si eso no
demuestra que voy en serio con Gemma, no sé qué lo hará.
Diego soltó una carcajada.
—No pensé que alguna vez estarías sin sexo. Y en realidad, no pensé que
esperarías con ella. Pensé que encontrarías una manera de convencerla para que se
acueste contigo antes de la boda.
—Maldición, Gracias a Dios que la espera habrá terminado esta noche.
Los labios de Diego se curvaron.
—Sí… prefiero no pensar en eso.
—Quizás tengas algunos consejos de última hora. Remo no fue de mucha
282 ayuda.
—Dudo que necesites algún consejo —murmuró Diego, luciendo cada vez
más incómodo, lo que solo me incitó.
—Hay una cosa que nunca he hecho, pero tú sí. Si no recuerdo mal,
desfloraste a Toni.
—Cállate —dijo—. No voy a hablar contigo de eso. Y no quiero saber
jodidamente nada sobre tu noche con mi hermana. Solo guárdatelo para ti. —
Comenzó a alejarse, y lo seguí. No tenía ninguna intención de compartir
información sobre mi vida sexual con Gemma con nadie.
Cuando volvimos a la fiesta, acababa de dar la medianoche.
—¡A la cama, a la cama! —gritó el primer miembro de la familia de Gemma.
Solo los tradicionalistas tienen un horario fijo para follarse a sus esposas. Aunque
por una vez, me alegré por sus tradiciones. Ni siquiera tuve que obligar a mis
hermanos a comenzar el coro.
Incliné mi cabeza hacia el hombre, y pronto más personas gritaron las
palabras, incluyendo a mis hermanos. Solo Adamo estaba de pie con los brazos
cruzados y puso los ojos en blanco. Vi a Gemma junto a Toni en nuestra mesa. Su
rostro se estaba volviendo cada vez más rojo.
Me dirigí hacia ella, intentando no parecer demasiado ansioso. Era un hombre
adulto y no un adolescente antes de su primera follada. Cuando pasé junto a Remo,
murmuró:
—Puse una botella de whisky en tu habitación.
Me reí entre dientes, especialmente al ver la mirada helada que Serafina le
envió a su esposo.
Entonces llegué a Gemma. Parecía que estaba a punto de darse a la fuga. Su
madre y Toni la abrazaron rápidamente como si estuviera a punto de emprender una
aventura peligrosa.
Tal vez los rumores sobre yo siendo un animal en la cama habían llegado a
sus oídos. Reprimí mi diversión. Siempre supe que mi tatuaje de toro solo agregaría
más combustible al fuego. Pero aunque tenía toda la intención de follarme duro a
Gemma en la cama muy pronto, esta noche no sería así.
Todas las chicas con las que había estado me habían buscado, y si tenía que
convencer a Gemma toda la noche para que eso suceda, entonces lo haría con mucho
gusto.
283 Tomé su mano y comencé a llevarla hacia la casa. Una multitud nos siguió,
gritando todo tipo de sugerencias. Las mejillas de Gemma prácticamente brillaban
cuando llegamos a las puertas francesas.
Me volví hacia la multitud de hombres borrachos.
—Hasta aquí es lo más lejos que pueden venir.
—¡Mientras hagas venir a tu esposa esta noche! —gritó alguien en la parte de
atrás.
—¡Oh, tengo la intención de hacerlo! —respondí.
Gemma emitió un pequeño sonido de horror, y decidí evitarle aún más la
mortificación. Le abrí las puertas y después de que ella entró, la seguí y las cerré
nuevamente.
Los gritos de la multitud ahora sonaban amortiguados.
Gemma se retorció las manos, mirando alrededor. Esta era la sala de estar en
mi ala, pero no era hora de darle un recorrido por la casa. La alcé en mis brazos,
ganándome un grito de sorpresa. Sus ojos volaron para encontrarse con los míos.
Su vestido era hermoso pero hacía que cargar a Gemma fuera una tarea
difícil, especialmente subiendo las escaleras, pero finalmente llegamos a mi, ahora
nuestra, habitación. Ya podía sentir la sangre disparándose en mi polla, solo de
pensar en esta noche.
284
S
avio entró en la habitación conmigo en sus brazos, luego me dejó con
cuidado. Antes de que pudiera decir algo, me besó ferozmente,
sorprendiéndome.
Empujé contra su pecho, queriendo dejar algo claro, y él retrocedió con una
sonrisa.
—Esta noche, eres mía.
—Si crees que dormiré contigo solo porque ahora estamos casados, has
285 perdido la cabeza.
—Es tu deber y mi privilegio —dijo Savio con una sonrisa burlona, pensando
que esto era un juego.
No podía creerle. Sabía que era mi deber. Sabía lo que mi familia esperaba de
mí, y lo avergonzados que estarían si descubrían que le había negado mi cuerpo a
Savio Falcone. Pero Savio había sido un bastardo conmigo y no tenía ninguna
intención de hacerle las cosas fáciles.
—No me importa. Si me quieres, tendrás que obligarme porque no te daré
nada.
Savio inclinó la cabeza.
—No creo que pelees conmigo.
—Lo haría —dije.
—Y ambos sabemos que no tendrías ninguna oportunidad, Kitty. Tus
pequeños movimientos de lucha no son un desafío para mí.
Su tono seguro de sí mismo me condujo hacia adelante, pero mi vestido de
novia hacía que moverse fuera difícil.
Savio bloqueó cada uno de mis golpes e incluso una patada a medias, su
sonrisa ensanchándose. Me atrajo hacia él y me robó un beso. Estrellé mi puño
contra su estómago, haciéndolo gemir. Antes de que tuviera tiempo de considerar
otro movimiento, Savio me empujó hacia adelante y caí en la cama. Con el pesado
material de mi vestido, no tuve ninguna posibilidad de encontrar mi equilibrio.
Savio alzó mi falda, se subió encima de mí y se arrodilló entre mis piernas.
Intenté quitármelo de encima, pero era demasiado fuerte para mí. Me agarró las
muñecas y las empujó sobre mi cabeza. Intenté girar debajo de él para quitarlo con
mis caderas. Savio anticipó el movimiento y usó mi impulso para poner sus muslos
debajo de los míos, separando mis piernas de modo que pudiera acomodarse entre
ellas.
Sonrió, pero debajo de la diversión, había algo más oscuro, algo dominante
en su expresión que nunca antes había estado allí. Era un hombre que sabía que tenía
todo el derecho de reclamar lo que era suyo, y estaba ansioso por hacerlo.
Lo peor fue cómo reaccionó mi cuerpo a la pelea con Savio. Me estaba
excitando cada vez más.
La sonrisa de Savio se tornó audaz a medida que se estiraba entre nosotros, su
286 mano deslizándose por mi costado hasta mi estómago.
Luché contra su agarre.
—No te atrevas —susurré con dureza. Había una pizca de vulnerabilidad en
mi voz que me molestó.
Los ojos castaños de Savio sostuvieron los míos mientras acariciaba el
interior de mi muslo ligeramente. No se acercó a mi entrepierna.
—Gemma, sé que estás jodidamente mojada. Sé que quieres que toque tu
coño. Solo dilo y te mostraré cómo se siente tener un orgasmo.
—Ya he tenido orgasmos antes —murmuré a pesar del estallido de calor en
mis mejillas.
La expresión de Savio se volvió salvaje.
—¿Cuándo te tocaste?
Pensé en inventar una historia acerca de algún tipo manoseándome en
secreto, pero no era suicida, ni quería que un hombre inocente muriera solo para
poder burlarme de Savio. Era un Falcone, sin importar lo mucho que disfrutara de
nuestras bromas, había un límite a lo que toleraría.
—Tengo manos capaces —dije.
Savio sonrió de lado.
—No lo dudo, pero es algo completamente diferente si un hombre te lame o
te folla con los dedos, Gemma, créeme.
—¿Siquiera sabes cómo complacer a una mujer? Las putas siempre fingen
que lo disfrutan. —Él y sus hermanos, como tantos hombres en nuestro mundo,
habían usado los servicios de las prostitutas de sus clubes en el pasado, incluso yo
sabía eso.
—He tenido suficientes chicas gritando mi nombre.
Los celos ardieron a través de mí, y traté de aplastarlo. Por supuesto, Savio lo
vio. Se rio entre dientes, y una nueva ola de furia estalló en mí.
—Ahora soy todo tuyo, Kitty.
¿En serio lo era?
Besó mi garganta y luego se dirigió a mis labios. Su lengua los abrió, empujó,
mimó, acarició el interior de mi boca hasta que todo estaba girando y mis bragas se
287 pegaban a mi centro. Ni siquiera sabía que podía ser así. Mi cuerpo nunca antes
había reaccionado de esta manera. Pronto sentí la prueba de la excitación de Savio, y
mis sentidos volvieron. Me aparté del beso, sin aliento y caliente.
—No voy a acostarme contigo —dije nuevamente, esta vez más firme.
Debe haberlo comprendido finalmente, porque frunció el ceño.
—Entonces, quieres hacerme esperar.
—Tendrás que esperar, o tendrás que tomar lo que quieres en contra de mi
voluntad.
Besó mi mejilla.
—Ah, Kitty, sabes que ese no es mi estilo. Quiero que tu coño grite por mi
polla, y sucederá. Este juego que estás jugando, soy un maestro en él. La espera será
tan tortuosa para ti como lo será para mí, créeme.
Por la forma en que podía sentir el bajo vibrato de su voz entre mis piernas,
temía que tuviera razón, pero no dejaría que él tome la delantera, no esta vez.
—Quítate. Estoy cansada y quiero prepararme.
—Por supuesto —dijo a medida que estiraba su rodilla, rozando mi
entrepierna ligeramente. Me estremecí ante la ráfaga de placer, mis ojos se abrieron
de par en par, mi respiración se detuvo.
Savio sonrió a sabiendas mientras se enderezaba. Y con las mejillas
sonrojadas, me fijé en el bulto en sus pantalones, luego aparté la mirada
rápidamente.
Intenté sentarme, pero el vestido me lo impidió. Extendí mis manos,
suspirando.
—¿Puedes ayudarme a levantarme?
—Solo si puedes ayudarme a bajar esto —dijo con un movimiento de cabeza
hacia su entrepierna.
—Podría patearte entre las piernas…
Savio sacudió la cabeza con una carcajada. Al final tomó mis manos y tiró.
Me puse de pie, acercándonos una vez más. Los ojos de Savio me hicieron tragar
con fuerza.
—Pensé que querías prepararte —murmuró, haciendo que las palabras suenen
288
mucho más sucias de lo que eran. No estaba segura de cómo tendría una oportunidad
contra él en esta batalla de voluntades, porque estaba completamente fuera de mi
zona de confort. No tenía experiencia en el juego de la seducción.
Me alejé de él. Savio era demasiado para mí, pero no era alguien que se rinda
fácilmente.
—¿Al menos me permitirás sacarte este vestido o también me negarás esto?
—preguntó bromeando. Aunque no pasé por alto la nota más oscura en su voz.
De todos modos, necesitaría su ayuda para salir del vestido. La pesada tela
estaba cerrada con ganchos y botones en mi cintura y sobre mi trasero. Asentí.
—¿Eso significa que tengo permitido desnudarte?
—Sí —respondí en voz baja, incluso aunque mi corazón latía en mi garganta.
Lo máximo que le había mostrado a un hombre era mi estómago. Nadie me había
visto nunca sin ropa.
Savio acarició mi espalda desnuda, haciendo que se me corte la respiración.
Después aflojó los ganchos y me ayudó a bajar la parte superior. Incluso mirando
hacia el otro lado, me sentí expuesta. Alcé mis palmas para cubrir mis senos cuando
Savio arrastró mi falda hacia abajo lentamente hasta que pude salir de ella. No
estaba segura de dónde estaba, pero era consciente de su mirada a medida que me
veía con mis bragas de encaje blanco.
Estaba dividida entre la necesidad de correr al baño y darme la vuelta para ver
su expresión.
De repente, lo sentí detrás de mí y presionó el beso más suave posible en mi
nuca.
—Dios mío, Gem, me estás matando.
Una sonrisa tiró de mi boca ante el anhelo en su voz.
—¿Eso te hace feliz?
Me apresuré al baño, mordiéndome el labio, y cerré la puerta. Mi corazón
estaba martillando contra mi caja torácica. Obligándome a calmarme, observé mis
alrededores. Nunca había tenido un baño para mí, siempre tuve que compartirlo con
cada miembro de mi familia. La mansión Falcone probablemente albergaba una
docena de baños, todos ellos tan espléndido como este con granito en los pisos y
paredes, duchas del piso al techo y tocadores sin fin.
Me di una ducha larga antes de quitarme el maquillaje y soltarme el cabello.
289
Entonces comencé a cepillarme los dientes.
—No puede tomar tanto tiempo prepararse, Gem. Voy a entrar.
Con el cepillo entre los dientes, agarré una bata de un gancho y me la puse.
Mi ropa todavía estaba afuera.
Mis dedos alrededor del cepillo se apretaron cuando Savio entró
completamente desnudo y con una erección que me provocó un rubor en mis
mejillas. Dejé de cepillarme y me congelé.
Savio no mostraba ni el menor indicio de vergüenza. Por supuesto que no,
había estado desnudo frente a tantas mujeres, no era nada especial.
Sus ojos resplandecieron con diversión cuando notó mi expresión. Lo había
visto desnudo antes, esa única vez, pero esto no se podía comparar. Era más grande
de lo que creía posible. El toro definitivamente se sumaba al factor intimidante.
Entró en la ducha riéndose, y curvó su mano alrededor de su erección.
—¿Qué estás haciendo? —susurré.
—Masturbándote ya que te niegas a encargarte por mí.
—Estoy segura que tienes a una chica en marcado rápido que con gusto te
ayudaría.
La mirada de Savio fue de fuego puro.
—No hay otras chicas, Gem.
Escupí la pasta de dientes, me limpié la boca y hui a la habitación.
Ignorando el camisón que se suponía que debía usar esta noche, agarré un
pantalón de chándal de Savio de uno de los tocadores y me puse una de mis
camisetas sin mangas. De esa manera me sentiría más como yo. Estar en una cama
con Savio ya era bastante malo.
Unos minutos más tarde, Savio salió del baño con pantalones de chándal no
muy diferentes a los que me había puesto, sus ojos me escanearon de la cabeza a los
pies. Se acercó a la banca frente a la cama, tomó la ridícula pieza de seda y levantó
la endeble bata con una ceja arqueada.
—¿Qué? ¿No hay camisón sexy para mí?
Me encogí de hombros.
290 —Si quieres atuendos sexys, puedes ir al Sugar Trap y mirar a las prostitutas
de allí.
La sonrisa de Savio se volvió más oscura cuando dejó caer el camisón al
suelo y se acercó a mí con esa arrogancia segura de sí misma que me enfurecía.
—Nunca dije que no fueras sexy. —Se detuvo a mi lado, su mano
deslizándose por mi cadera y espalda baja, a medida que se inclinaba, cerca de mi
oreja—. Para ser honesto, verte en mis pantalones de chándal es la cosa más
jodidamente sexy que puedo imaginar, así que gracias por eso.
Me estremecí pero me encogí de hombros.
—No intentaba ser sexy para ti.
—Y aun así lo eres —murmuró—. Nunca me he masturbado tan rápido como
lo hice con la idea de ser el primero dentro de ti.
¿Había algo que hiciera sonrojar a este hombre? ¿O al menos sentirse un poco
avergonzado? Di un paso al costado.
—Bueno, no será esta noche.
—No esta noche, pero eventualmente, Gem. Seré el único hombre que alguna
vez estará dentro de ti. Seré el primero en todo.
Tenía razón. Incluso si no me acostara con él esta noche, eventualmente lo
haría, y no solo porque Savio era mi esposo y, por lo tanto, el único hombre al que
se suponía que debía entregarme, sino también porque, desde que podía recordar,
siempre había sido al que quería.
***
Como de costumbre, desperté antes del amanecer. Tenía mi brazo envuelto
alrededor de Gemma desde atrás, mi erección matutina empujando contra su firme
trasero. Me giré, gimiendo, echando un vistazo hacia la tienda en las sábanas. Me
senté y salí de la cama.
Gemma se movió y luego se dio la vuelta. Su cabello rizado salvajemente
alrededor de su cabeza y sus ojos aún medio cerrados.
—¿Qué estás haciendo?
Su voz sonó una octava más profunda después de despertarse, el jodido
sonido más sexy del mundo.
—Levantándome. Son casi las seis.
Ella parpadeó.
—Casi las seis. —Se sentó, confundida—. ¿Pasa algo a las seis?
Me reí entre dientes.
—No, siempre que es posible me levanto a las seis, para hacer ejercicio.
298
Me miró fijamente.
—¿En serio?
Agarré unos pantalones cortos de gimnasia y me bajé los pantalones para
cambiarlos.
Una almohada aterrizó en mi rostro.
—Savio, ¿cuándo dejarás de mostrarme tu cosa?
Sus mejillas estaban rojas y parecía completamente despierta.
—Diría que un gran y gordo nunca, Kitty. Eres mi esposa. Ver mi polla es un
privilegio más que merecido que ganaste, así que deberías apreciarlo.
Subir los pantalones cortos sobre mi polla dura resultó ser complicado y
requirió algunos empujones y giros.
Gemma dejó escapar una risa ahogada y también salió de la cama. De
repente, parecía tímida.
—¿Puedo ir contigo?
—Seguro.
Esperaba que no quisiera usar el entrenamiento para hablar. No estaba lo
suficientemente despierto para eso. Ella sonrió y se dirigió al vestidor. Cuando salió,
estaba vestida con un sujetador deportivo y mallas ajustadas.
Reorganicé mi polla otra vez, ganándome unos ojos en blanco.
—Vamos —dije. Se acercó hacia mí y luego dudó como si no estuviera
segura de cómo actuar. Agarré su mano, uniendo nuestros dedos. No tenía
problemas con la cercanía física, así que al menos podía darle eso. Bajamos al
primer piso en silencio y luego al gimnasio de mi casa. Habíamos quitado una pared
para tener más espacio para todo el equipo. Banca de pesas, mancuernas, barra de
ejercicio y todo lo que necesitaba para mi rutina de levantamiento de pesas.
—Guau —susurró Gemma, observando la habitación. Luego su mirada se
posó en la pared de espejos—. Por supuesto que querrías verte, Señor Vanidad.
Sonreí.
—No se trata de vanidad, se trata de forma. Necesito verificar mi postura.
Se escabulló de mi lado y revisó las pesas y pesas rusas. Luego sus ojos se
dirigieron a la barra de ejercicio.
299
—¿Cuántos puedes hacer en una fila?
Me encogí de hombros, uniéndome a ella.
—Cincuenta en un minuto.
Gemma sacudió la cabeza, sus ojos deslizándose por la parte superior de mi
cuerpo. Tomé su mano y la presioné contra mis abdominales. Mordiéndose el labio,
deslizó las yemas de sus dedos sobre las crestas de mi paquete de ocho.
—Un paquete de seis simplemente no era suficiente, ¿verdad? —dijo, su voz
adorablemente nerviosa.
Intenté mantener mi polla bajo control de modo que Gemma se sintiera más
cómoda al tocarme. Pasitos de bebé.
—No apunté a uno, sucedió. —Las palabras de Remo sobre la confianza
pasaron por mi cerebro nuevamente. Me incliné y besé a Gemma, un beso rápido
solo porque sí.
Pareció sorprendida, después una pequeña sonrisa de satisfacción tiró de su
boca. Sus dedos permanecieron por encima de mi tatuaje antes de retraer su mano.
Me estiré para tocar sus abdominales. Gemma tenía los indicios de un magnífico
paquete de seis, suavizado por su cintura estrecha y sus caderas balanceadas,
simplemente hermosa. Agarró mi muñeca antes de que pudiera tocarla.
—La última vez que me tocaste allí, estabas borracho y fuiste grosero.
Asentí, recordando a medias.
—Fui un imbécil, Gem.
—Sí, lo fuiste.
—Ya estamos de acuerdo en una cosa importante. Eso es un comienzo,
¿verdad?
Se rio, luego aflojó su agarre en mi muñeca y asintió levemente. Las yemas
de mis dedos rozaron su piel lisa, después descubrieron las suaves crestas de su
estómago definido. El aliento de Gemma se aceleró cuando acaricié la piel sensible
debajo de su ombligo. Dio un paso atrás y se concentró en la barra.
—¿Puedes ayudarme a alcanzarla?
Agarré sus caderas y la levanté para que así pudiera agarrar la barra, luego la
solté. Su trasero ahora estaba a la altura de mis ojos y no pude evitar imaginar cómo
300 sería comérmela así. Sería un desafío divertido ver cuánto tiempo podría colgar de la
barra mientras lo hacía.
Retrocedí cuando comenzó a hacer flexiones. La fuerza de la parte superior
de su cuerpo no era tan buena como la fuerza de sus piernas, pero logró ocho
flexiones estrictas que no estaba nada mal para una mujer. Se dejó caer al suelo,
jadeando. Con una sonrisa, salté y agarré la barra, luego comencé a hacer
levantamientos. Eran más efectivos que las flexiones pero también mucho más
avanzados.
—Me gustaría poder hacer eso —dijo Gemma.
Aterricé a su lado.
—Trabajaremos en eso. Puedes hacerlo si te mantienes enfocada.
—Me encanta que podamos entrenar juntos —admitió.
Después de eso cambiamos a piernas, ejercitándonos en un silencio cómodo,
disfrutando de la vista de Gemma levantando pesas. Era una vista magnífica.
La vi levantar una pesa nuevamente, mi mente divagando sobre cómo sería
hacerla inclinarse así y enterrar mi rostro en su coño, realmente comiéndomela hasta
que mi rostro se cubriera con sus jugos, haciéndola correrse bien duro antes de
follármela.
Gemma me entrecerró los ojos en el espejo, luego bajó la mirada y dejó caer
la barra con un sonido metálico. Mi pensamiento errante había tenido un efecto
visible en mi área de la ingle. Ni siquiera mis pantalones cortos podían ocultar mi
polla.
La cara de Gemma se puso roja y luego se enderezó con un resoplido. Me
encogí de hombros y me acerqué a ella.
—Vamos, Gem —dije en voz baja—. ¿En serio es tan malo que tenga una
erección solo por verte inclinada así?
Frunció los labios, demasiado terca para decir la verdad.
301
Nunca admitiría que me emocionaba saber que excitaba a Savio de esa forma.
Por supuesto, su sonrisa indicaba que sabía exactamente lo que estaba pensando.
Acunó mi rostro y me besó posesivamente. Me puse de puntillas, mis palmas
presionando contra su pecho musculoso y sudoroso.
Los besos de Savio eran adictivos y era como una drogadicta que no podía
resistir su droga favorita. Sus labios viajaron hacia el sur lentamente, lamiendo y
mordisqueando mi garganta de una manera tentadora que envió punzadas de deseo
por todo mi cuerpo.
Chupó mi piel hasta que las punzadas burlonas se convirtieron en un dolor
sordo. Jadeé por la mezcla de dolor y placer. Se echó hacia atrás con una sonrisa
satisfecha y mi mano voló para tocar el punto palpitante.
—¿Me dejaste un chupetón? —susurré con una voz que apenas reconocí.
—Eres mía, y me gusta ver las pruebas de ello en tu cuerpo.
Estaba dividida entre empujarlo y atraerlo para otro beso. La decisión quedó
tomada cuando entró Nino, seguido de Fabiano. Me aparté de Savio rápidamente, el
calor disparándose en mi cabeza por lo que podrían haber visto u oído.
Los fríos ojos grises de Nino se movieron de su hermano hacia mí e inclinó la
cabeza en señal de saludo:
—Si interrumpimos algo, podemos entrenar en otro lugar.
—No —espeté.
Los ojos de Fabiano se clavaron en mi garganta y presioné mis dedos en el
lugar.
—Buenos días, Gemma. —Su voz sonó contenida y cortés. Era como un
hermano para Savio, pero sabía aún menos de él que de Nino, Remo y Adamo,
excepto por el hecho de que era Ejecutor como mi hermano y le había dado una
paliza al padre de Toni.
Le di una sonrisa tensa. Intercambió una mirada con Savio antes de dirigirse
al banco de pesas mientras Nino comenzaba a hacer levantamientos. Ninguno de
ellos llevaba camisas, descarados con sus cuerpos como Savio.
Savio levantó su barra e hizo una ronda de pesas, luego me indicó que
terminara mi última ronda.
Ni Fabiano ni Nino me estaban prestando atención, al menos no
302
externamente, centrados en su entrenamiento, pero aun así me sentí bajo escrutinio.
Era una intrusa en su familia tan unida. Me llevaría tiempo demostrar mi valía, no
solo a ellos, sino también a Savio.
Después de nuestro entrenamiento, los cuatro nos dirigimos a la cocina.
Savio, Fabiano y Nino hablaban sobre algunos clubes y su rentabilidad. Pero estaba
demasiado nerviosa por mi primer día en la mansión Falcone para concentrarme en
ello. A pesar de la mano tranquilizadora de Savio en mi espalda cuando entramos en
la cocina, me sentí expuesta. Toda la familia ya se había sentado alrededor de la
gran mesa de la cocina, excepto Adamo.
Savio me empujó hacia ellos. Kiara me dio una sonrisa brillante, sus ojos
amables.
—Espero que tengas hambre.
—Muero de hambre —admití.
—Entonces siéntate.
Savio se dejó caer y sacó la silla a su lado. La conversación comenzó alzarse
a mi alrededor, por lo que estuve increíblemente agradecida. Kiara llenó mi plato y
comí mis huevos revueltos en silencio, intentando fingir que no notaba la curiosa
mirada ocasional.
—¿Por qué está aquí? —soltó Nevio después de mirarme fijamente unos
minutos.
Serafina le hizo un ruido de silencio y me dio una sonrisa de disculpa.
Reprimí una risa.
—Soy la esposa de Savio.
Nevio me dio una mirada incomprensiva.
—Así es como nos sentimos cuando descubrimos que Savio estaba
considerando casarse —dijo Remo secamente.
Le eché un vistazo, intentando decidir si había estado en contra de la unión,
pero su expresión era la máscara dura que conocía.
Savio extendió los brazos.
—Oigan, soy un buen esposo.
Resoplé, no pude evitarlo, luego me sonrojé cuando todos miraron en mi
303
dirección.
Serafina se echó a reír, y pronto Kiara y Leona se unieron.
—No dejaste la impresión que querías, ¿hmm? —preguntó Serafina a Savio.
Al darme cuenta de a qué se refería, me estremecí. Nunca hablamos de sexo en casa.
—Tal vez está perdiendo su toque —sugirió Fabiano.
Savio levantó las cejas.
—No te preocupes por mi toque. Es satisfactorio.
—Déjenlo en paz. Sus bolas azules lo dejan irritable —dijo Remo.
Mis ojos se abrieron de par en par.
Serafina le dio un codazo a su esposo.
—Detente.
Savio se inclinó, apretando mi muslo.
—No dejes que mis hermanos te saquen de quicio, Gem. Tienes que
acostumbrarte a su humor inapropiado.
Podía ver eso. Definitivamente tomaría un tiempo acostumbrarse.
Adamo entró tambaleante en la cocina, luciendo somnoliento y
completamente desaliñado. La atención se centró en él y me relajé. Savio me apretó
la pierna otra vez.
—Te daré un recorrido por la casa después del desayuno para que así
conozcas tu hogar.
Podría haberlo besado justo en ese momento. A veces me molestaba, y era
fácil aferrarse a mi ira por lo que había hecho en el pasado, pero luego hacía algo así
y me preguntaba si no sería más fácil perdonar y olvidar.
***
307
P ara el momento en que Savio se fue, tomé mi teléfono y llamé a casa.
Diego respondió después de un timbre.
—Estoy bien.
—Hola Gemma —dijo, su preocupación palpable.
—¿Lo estás?
—Sí. Puedes dejar de preocuparte.
314
Por el rabillo del ojo, vi a Gemma huir como si el diablo estuviera detrás de
ella. Nevio me salpicó una vez más. Serafina corrió hacia nosotros.
—Escapó.
Logré agarrar a Nevio y lo sostuve rápido a pesar de su retorcimiento.
—No finjas que no usaste al pequeño DEC a propósito como un bloquea
pollas.
Serafina puso los ojos en blanco y me quitó a su hijo que todavía estaba
luchando en mis brazos.
—Nevio, suficiente —dijo bruscamente, y él se detuvo finalmente.
Estreché mis ojos hacia él. Solo sonrió. No podía esperar a que fuera un
adolescente para así poder arruinar su vida sexual.
Ella se giró y me dejó en la piscina, sin molestarse en ocultar su sonrisa
petulante. Me empujé fuera del agua.
—Mierda. —Casi había tenido a Gemma, pero ahora su terquedad se
interpondría nuevamente. Corrí tras ella, suspirando.
Ya estaba en jeans y camisa cuando la encontré, se había quitado el delicioso
bikini que había privado de sangre a mi cerebro.
—¿Crees que podría comenzar a trabajar como instructora de defensa
personal para niñas y niños?
Me detuve, confundido por el tema.
—Pensé que ibas a la universidad para estudiar esos cursos de feminismo.
—Sabes que solo me inscribí para molestarte. —Se mordió el labio—. Pero
no es algo que me guste. Prefiero ayudar a las personas a sentirse cómodas en sus
cuerpos y aprender a defenderse.
—Entonces, hazlo. ¿Qué te detiene?
—Pensé…
Alcé las cejas, acercándome.
—¿Pensaste?
315
—Que debería tener primero tu permiso. Eres mi esposo y…
La atraje contra mí a pesar de sus protestas.
—Si eso es lo que quieres hacer, entonces hazlo. No necesitas mi permiso
para eso. —Sonreí—. ¿Qué tal si continuamos donde lo dejamos en la piscina?
Ella salió de mi abrazo, poniendo una expresión inocente.
—No sé a qué te refieres. —Y antes de que pudiera agarrarla una vez más,
salió de la habitación. ¿Otra vez corriendo, Kitty?
¿Acaso ceder ante mí la asustaba tanto?
Esa noche pude ver la veta terca de Gemma en pleno efecto. No me permitió
más que un beso rápido una vez que estuvimos en la cama.
Me reí en la oscuridad.
—Gem, pronto te rendirás. Lo sabes tan bien como yo.
El silencio fue la única respuesta.
***
320
S
avio y yo disfrutamos las mismas cosas, nos reímos juntos. Todo
podría ser bueno si no mantuviera ese muro invisible en alto. Cada vez
que intentaba tener una conversación seria, una sonrisa o una broma
era su respuesta. Podía decir que intentaba, en su manera idiota, hacerme sentir
como en casa, llevándome a peleas y entrenando juntos.
No era una mala base para un matrimonio arreglado, pero no era algo con lo
que quisiera conformarme.
Podía decir que se estaba volviendo cada vez más iracundo debido a nuestra
321 falta de intimidad, y si era sincera, se hacía más difícil resistirlo todos los días. Mi
cuerpo, a diferencia de mi mente, no estaba a favor de hacerle pagar.
Definitivamente también me estaba castigando a mí misma, como Toni seguía
señalando.
Su consejo de tomar el asunto, y a él, en mis propias manos para mejorar mi
posición sonaba como algo que podría funcionar en general, solo que no estaba
segura de poder hacerlo.
Una noche, casi dos semanas después de nuestra boda, decidí intentar
inquietar a Savio. Había mostrado más moderación de lo que esperaba de él, y
quería ver si podía cambiar eso.
Era un mal plan, por supuesto.
Savio acababa de terminar de cepillarse los dientes cuando entré al baño con
mi bata, ignorando el nerviosismo en mi vientre. Sus ojos me siguieron mientras me
dirigía hacia la ducha y me quitaba el albornoz.
Era la primera vez que estaba desnuda frente a él y mis mejillas palpitaban de
vergüenza cuando me metí en la ducha y abrí el grifo.
La sonrisa triunfante que apareció en mi rostro al ver la expresión de Savio
duró exactamente hasta que él alcanzó su bóxer y los empujó hacia abajo. Desnudo,
con todos los músculos ondulando, y con esa sonrisa insufrible, se acercó, abrió la
cabina y entró.
Me quedé mirándolo. Ya se estaba poniendo duro, y tuve que resistir el
impulso de sentirlo, de descubrir si era tan sedoso como parecía.
—Soy un niño grande, Kitty. —Se apoyó a ambos lados de mí y su punta casi
tocó mi vientre—. ¿Crees que puedes inquietarme al ducharte frente a mí?
Tragué con fuerza, dividida entre el deseo y los nervios. Definitivamente lo
había inquietado, solo que no de la manera que había anticipado.
Savio me alcanzó y me congelé. Sus ojos se posaron en mi rostro a medida
que apoyaba su palma en mi cintura. La piel de gallina erizó mi piel a pesar del agua
caliente.
Savio inclinó la cabeza con una mirada intensa mientras deslizaba muy
lentamente sus dedos hacia arriba, acariciando mis costillas ligeramente.
Mi lengua se sintió pesada, como un bulto inútil en mi boca. Quería mantener
la ventaja en esto, pero podía sentir mi compostura deslizándose. ¿Por qué siquiera
pensé que era una buena idea estar desnuda cerca de Savio?
322
—¿No me alejarás y me dirás que pare, Kitty?
—No —respondí ahogadamente, y sus dedos en la parte inferior de mi seno
se detuvieron y entonces lo arruiné todo—. No me llames Kitty. Me hace sentir
como una niña estúpida.
—Oh, Gem, no eres una jodida niña —gruñó a medida que sus ojos oscuros
recorrían mi longitud y luego inclinó la cabeza y agarró mi pezón entre sus labios.
Jadeé, mi mano volando para aferrarse a la parte posterior de su cabeza. Apreté los
ojos, y me recosté contra la ducha. ¿Qué estaba pasando?
Cada tirón de sus labios envió una punzada de placer a través de mi centro.
Pronto la excitación se acumuló entre mis piernas mientras se tornaba más y más
pesada. Una fuerte succión hizo que mis ojos se abran. Savio levantó la vista,
mirándome a la cara mientras chupaba mi pezón. Incluso en mis fantasías más sucias
con él, e incluso sabiendo los rumores sobre sus habilidades, no podría haber
imaginado lo increíble que se sentiría su boca en mi seno. Arrastrando su boca con
una sonrisa perezosa, lamió un rastro hacia mi otro pezón antes de que ese, también,
desapareciera entre sus labios. Levantó su mano y comenzó a frotar mi seno.
Estaba jadeando, no podía hacer nada más que concentrarme en respirar y
estar de pie. Savio se apartó, y casi gimoteé. Su expresión indicando que sabía del
efecto que tenía sobre mí.
—¿Alguna vez te has tocado las tetas?
Asentí.
Besó mi pezón, luego sonrió sombríamente.
—¿Y?
¿Por qué estaba hablando? Quería que su boca vuelva a mi pezón. Mi núcleo
palpitaba como loco.
—No funcionó para mí —gruñí.
—Qué pena —dijo arrastrando las palabras y entonces, volvió a succionar mi
pezón suavemente, manteniendo sus ojos en mí. Dejó que mi pezón se deslizara de
su boca—. ¿Supongo que esto tampoco está funcionando para ti y debería parar?
Un día iba a asesinarlo, pero hoy no, ciertamente no antes de que esta tensión
en mi núcleo desapareciera.
323
Sacudí mi cabeza.
—Me temo que necesito que lo digas.
—No te detengas.
—¿No me detenga con qué? —Sus labios estaban tan cerca de mi pezón que
me estaba volviendo completamente loca.
—¿Lo que hiciste antes?
Sacudió la cabeza.
—No es suficiente. Di lo que quieres.
—Sigue chupando mi pezón —gruñí a medida que el calor se disparaba en mi
cara.
—Tu deseo es mi orden. —Comenzó a chupar tranquilamente una vez más y
cerré los ojos, ahogándome en la sensación. Perdí la noción del tiempo hasta que sus
dedos se deslizaron fugazmente por mi vientre y rozaron la piel sensible justo
encima de mi hueso púbico. Mis ojos se abrieron de golpe—. ¿Sientes que estoy
chupándote aquí? —preguntó roncamente cerca de mi pezón.
Su pulgar rozó ligeramente el triángulo de vello recortado y me estremecí. Lo
sentía allí y en todas partes. Me prendía en llamas de una manera que no había
considerado una posibilidad.
Sus dedos se movieron más abajo, y finalmente salí de mi trance.
—No —dije, sonando menos segura de lo que quería mientras agarraba su
muñeca. Ya había dejado que esto fuera demasiado lejos. Cuando se trataba de
Savio, me costaba mucho resistirme.
—¿Por qué sigues con esto, Gem? Podría hacerte sentir bien, mejor de lo que
nunca antes te has sentido. ¿Qué quieres de mí?
No estaba segura, no ahora mismo. No con su cuerpo desnudo tan cerca, con
su mirada hambrienta chamuscando mi piel, con sus dedos tan cerca de donde me
dolía.
—No quiero que esto sea un juego para ti. Quiero que tomes este matrimonio
tan en serio como yo. Yo… —Quería que confíe en mí lo suficiente como para
compartir sus pensamientos y miedos más oscuros conmigo, quería que me ame
como lo había amado desde hace tanto tiempo, que apenas podía recordar cómo era
antes.
324
Sus ojos se suavizaron.
—Me casé contigo, Gem. Eso no es un juego, maldita sea lo sé, ¿de acuerdo?
Me haces reír. Eres la única chica que me ha dejado boquiabierto en el gimnasio.
Eres la única chica con la que puedo ver peleas en jaula. No gritas ni vomitas
cuando ves sangre. Eres dura y suave, el cielo y el infierno. Eres el paquete entero.
Por eso te quería.
Mis labios se separaron en sorpresa.
—Solo porque me gusta bromear y jugar no significa que no sé qué clase de
responsabilidad tengo ahora. Lo sé y es nuevo para mí. Tan nuevo como todo esto lo
es para ti. Nunca he tenido una relación. Mierda, estoy improvisando, y me
equivocaré una y otra vez, probablemente hasta que estemos viejos y arrugados, o
con Botox y cirugías en nuestro caso.
Le permití esa broma porque sus palabras antes habían sido más de lo que
esperaba de él en este momento. Lo besé, poniéndome de puntillas.
Tal vez era para meterse en mis bragas, probablemente, pero sus palabras
fueron honestas, podía verlo en sus ojos. Durante mucho tiempo, solo nos besamos
bajo el chorro del agua, después me aparté y susurré tímidamente.
—¿Podemos meternos en la cama? —Savio no necesitó que se lo dijeran dos
veces. Empujó la puerta y agarró toallas para nosotros, ayudándome a secarme.
Su entusiasmo era casi divertido, si no hubiera estado tan nerviosa. Enlazó
nuestros dedos y me condujo a la habitación. Me acosté en la cama, sintiendo mi
corazón martillar contra mi caja torácica. Savio se estiró a mi lado.
Sus ojos se dilataron con un hambre que envió una descarga a través de mí
cuando acunó mi mejilla. Su aroma almizclado inundó mi nariz y envió otra ola de
humedad por mi centro.
—Este es tu show, Gem. Cuando digas que pare, pararé. Soy un niño grande,
puedo lidiar si decides paras en cualquier momento.
¿Por qué tenía que decir cosas como esta en momentos como este y hacer que
quiera besarlo hasta quedar sin sentido? Rodeé su cuello con mis dedos y lo besé
con tanto entusiasmo que nuestros dientes rechinaron. Me estremecí, avergonzada
por mi falta de habilidad.
Savio no lo hizo. Solo sonrió.
—¿Ya estás jugando duro?
325
Me reí. Después lo intenté nuevamente, y esta vez nuestras bocas se
moldearon perfectamente. Savio se incorporó, cerniéndose sobre mí, sin parar el
beso.
Sus dedos acariciaron su camino desde mi caja torácica hasta mi seno
nuevamente y pronto me sentí como una marioneta, balanceando mis caderas casi
desesperadamente. No podía controlarme. Savio se retiró del beso mientras sus
dedos trazaban mis abdominales hasta mi triángulo una vez más.
Contuve el aliento y agarré el bíceps de Savio, tensándome tanto que estaba
segura que mañana estaría dolorida como si hubiera entrenado.
—¿Quieres que pare?
Sacudí mi cabeza bruscamente.
Savio rozó más abajo, todavía no donde me dolía. Sus ojos sostuvieron los
míos y luego fue más abajo, separándome, sintiendo lo desesperadamente que mi
cuerpo anhelaba su toque.
Gimió profundamente en su garganta.
—Estás tan jodidamente mojada, Gem. Sabía que te sentirías perfecta… —La
punta de su dedo se deslizó hacia abajo y rozó el interior sensible de mis pliegues—.
Y maldita sea, lo eres. ¿Qué me estás haciendo? —Acarició mi carne caliente, gentil
pero con movimientos practicados que me dejaron sin aliento. Mi mano en su brazo
se aflojó a medida que dejaba que Savio tome el control de mi cuerpo, olvidando mi
resolución de no darle esto… todavía no. Pero no podía alejarlo, no podía privarme
de la magia que su pulgar realizaba entre mis piernas con suaves toques y golpes.
Sus labios encontraron los míos para un beso lánguido que robó el resto de
mis sentidos. Era todo un desastre jadeante y tembloroso debajo de sus manos
capaces mientras me acariciaba. Ni siquiera estaba tocando mi clítoris, un lugar en el
que siempre había centrado toda mi atención cada vez que intentaba darme placer.
No había sido así, ni siquiera cerca.
La mirada de Savio me estaba consumiendo, su aroma y calor envolviéndome
en un maravilloso capullo del que nunca quería escapar.
—¿Qué tal esto, Gem? —gruñó cuando su pulgar separó mis pliegues una vez
más, pero esta vez, lo pasó sobre mi pequeño nudo, su uña rozándome de una
manera que me hizo mecer las caderas. Por un momento, estaba segura que mis ojos
iban a salirse de sus cuencas e iba a desmayarme de la corriente de placer irradiando
a través de mí.
326 ¿En serio necesitaba una respuesta a esa pregunta? Sabía exactamente lo que
me estaba haciendo.
La astuta curvatura de su boca lo dejaba claro.
Entrecerré mis ojos, pero su pulgar rozó mi clítoris nuevamente y contuve el
aliento. Sus labios se cerraron alrededor de mi pezón. Los sonidos escapando de mis
labios eran algo que nunca antes había escuchado. Jadeos y gemidos ahogados a
medida que intentaba refrenarme. ¿Y si alguien nos escuchaba?
—No te contengas —exigió Savio—. Nadie puede escucharnos.
¿Ahora también podía leer mi mente? No estaba segura si le creía. Aun así,
estaba demasiado ida para preocuparme.
Savio reanudó su asalto a mi pezón mientras su dedo se deslizaba más y más
rápido, extendiendo mi humedad por todas partes. Uno de sus dedos se deslizó más
abajo, rozando mi abertura. Mi mano se disparó, aferrando su antebrazo para
detenerlo porque mi boca no estaba funcionando para de hecho decir las palabras.
Savio me miró y por un momento, estaba segura que ignoraría mi orden
silenciosa o fingiría que no la entendía, pero no lo hizo.
Pronto no pude contenerme más, demasiado abrumada por su toque entre mis
piernas y la succión de su boca sobre mi pezón. Me arqueé de la cama y grité mi
liberación.
—Savio, Dios.
Ni siquiera me importó que me mirara como si fuera el nuevo éxito de
taquilla. Sus dedos me guiaron expertamente durante mi liberación hasta que se
quedaron inmóviles y yo también. Me quedé mirando hacia el techo, aturdida por la
fuerza de mi orgasmo.
—Te dije que algún día gritarías mi nombre. Y como ventaja adicional,
incluso me llamaste Dios —dijo con una risita mientras besaba mis labios antes de
colocarse sobre mí. Sus dedos aún estaban entre mis piernas y la expresión de su
rostro era una mezcla entre una presunción insufrible y una posesividad
impresionante.
El calor en mis mejillas se intensificó.
—No te llamé Dios. —Pero estaba mortificada de haber dicho la palabra en
medio de la pasión. Ese era un abuso de la palabra si alguna vez hubo uno.
327 —Dijiste mi nombre y Dios sin pausa, eso es lo más cercano que puede llegar
a ser si me preguntas. —Hubo un sutil gruñido en su voz, una corriente subterránea
de posesividad, que fue casi suficiente para hacerme pedir otra ronda. No sabía que
esta cosa desenfrenada podía estar dentro de mí.
Su mano se deslizó de entre mis piernas, haciéndome temblar. Luego tomó
mi mano y la empujó entre mis piernas. Me tensé, insegura de su motivo y muy
consciente del hecho de que estaba goteando. Nunca había estado tan mojada. Savio
guio mis dedos a lo largo de mis pliegues, y estaba segura que me desmayaría de
vergüenza en cualquier momento, pero aun así no pude apartar mis ojos de los
suyos. Levantó mi mano de entre mis piernas y la llevó hacia su rostro. Mi piel
estaba cubierta con mis jugos. Intenté alejarme, sin poder creer lo que iba a hacer,
que quisiera probarme.
—Relájate, Gem —murmuró.
Me obligué a hacer lo que dijo. Era un niño grande, él sabría si quería hacer
esto.
Luego procedió a agarrar cada uno de mis dedos y los lamió para limpiarlos,
sin apartar ni una vez sus ojos de mí y soltando un murmullo bajo. Mi núcleo palpitó
con cada golpe de su lengua, completamente hipnotizada, mortificada y excitada.
Solo imaginar cómo se sentiría esa lengua y boca entre mis piernas casi me envió al
borde otra vez. Empujó mi mano entre mis piernas nuevamente.
—Reúne tus jugos —ordenó.
Mis ojos se abrieron por completo ante la orden en su voz, pero le permití que
guiara mis dedos. Después volvió a levantar mi mano. Esta vez la sostuvo ante mi
rostro. Le di una mirada inquisitiva.
—Pruébate, créeme, eres jodidamente deliciosa.
Separé mis labios y dejé que Savio empuje mi dedo índice en mi boca. Era la
primera vez que me probaba a mí misma. Era un sabor embriagador, ligeramente
dulce.
Los ojos de Savio parecieron oscurecerse a medida que me miraba. Mi piel
ardía ferozmente. Esto no era algo que hubiera considerado hacer alguna vez,
definitivamente nada que mi estricta educación católica condonaría.
—Iremos al infierno por esto —susurré en voz alta cuando Savio volvió a
sacar mi dedo.
—Créeme, si esto ya te da un boleto al infierno, el cielo no es un lugar en el
328
que quieras pasar la eternidad.
Me reí. Solo Savio podía decir algo sacrílego y hacerme sentir bien con eso.
Su boca se convirtió en una sonrisa, por una vez ni arrogante ni burlona antes
de presionar un beso en mi boca, acercándose aún más hasta que su frente se moldeó
a mi costado y pude sentir la prueba muy aparente de su deseo por mí contra mi
cadera. Su punta se deslizó sobre mi piel, esparciendo una pizca de humedad que me
sorprendió.
Mis cejas se fruncieron. ¿Se había corrido viéndome?
—¿Qué? —preguntó en voz baja.
Bajé mis ojos, a pesar de mi timidez, y de hecho su punta estaba reluciente.
—¿Te…?
Sus propias cejas se fruncieron, obviamente sin seguir mi línea de
pensamientos.
Un pulso sutil palpitó en mi sien cuando las palabras salieron de mí.
—Estás mojado. ¿Te… —bajé la voz—… corriste?
Savio parpadeó y luego su cabeza cayó hacia adelante, su nariz enterrándose
en mi garganta.
—Oh, Gem. Me estás matando. —Y se echó a reír.
Se estaba riendo de mí.
La mortificación desvaneció el brumoso resplandor post orgasmo y me aparté
de él, intentando salir de la cama. Savio no lo permitiría.
Su brazo se coló alrededor de mi cintura, atrayéndome contra él una vez más
y sosteniéndome fuerte. No lo miré a la cara, sino que me concentré en la forma en
que se flexionaban los músculos de sus hombros. Nuestra piel desnuda se tocaba en
varios lugares: su fuerte muslo contra el mío, su erección contra mi cintura, su
musculoso brazo contra mi vientre, y era increíblemente maravilloso. Incluso en mi
mortificación, ese hecho no pasó desapercibido.
Su dedo empujó mi cabeza hacia arriba para que así lo mirara. Lo fulminé con
la mirada.
—Sigo olvidando lo poco que sabes.
¿Se suponía que eso me haría sentir mejor? No lo hacía. Toni me había
329
hablado sobre la mayoría de las cosas importantes, pero obviamente había omitido
información igualmente importante.
—Deja de burlarte de mí. Ya sabes cómo crecí.
Lágrimas de enojo escocían en la parte posterior de mis globos oculares.
Algún día controlaría mis emociones, pero ese día no era hoy.
—Sí —murmuró, bajo y oscuro, a medida que sus ojos recorrían mi rostro.
Sus dedos rozaron mi mejilla y capté mi aroma todavía impreso en su piel—. ¿Sabes
cuándo me di cuenta que en realidad tenía que tenerte? —No podía ver por qué
importaba ahora. Sacudí mi cabeza—. Cuando te vi con tu uniforme del coro
después de la iglesia hace dos años.
Resoplé.
—Creo que te refieres a cuando me viste en la Arena con esos pantalones
ajustados.
Una sonrisa lenta, aún con ese borde dominante, curvó una esquina de su
boca hacia arriba.
—Fue entonces cuando realmente te noté, pero fue más tarde con esa falda
plisada, esa blusa modesta y el peinado Amish que supe que tenías que ser mía. —
Hizo una pausa—. Tenía que corromper a mi buena e inocente corista en todas las
formas que pudiera.
Parpadeé y tragué con fuerza. Savio pasó la nariz por mi mandíbula y luego
besó la comisura de mi boca antes de que su mirada posesiva me golpeara como un
tsunami y sacara el aire de mis pulmones.
—No sabía que tenías un fetiche con las colegialas —dije, sorprendida de que
saliera alguna palabra por mi garganta apretada.
La risa retumbó en su pecho.
—No lo tengo. No hasta que te vi. Pero, maldita sea, Kitty, me haces gotear
como un jodido colegial. —Hizo hincapié en las palabras al empujar su punta contra
mi cintura una vez más, extendiendo más de esa humedad y recordándome la razón
de nuestra extraña conversación—. Y no, no me corrí —susurró contra mi oreja—.
Todavía. Pero sé mi invitada si quieres cambiar eso. Mi polla es toda tuya para hacer
lo que quieras.
Tragué con fuerza, mis ojos deslizándose por su cuerpo nuevamente. Savio
era hermoso con ropa y sin ellas. No había cómo negarlo. La mitad de la población
femenina de Las Vegas podía dar fe de ello. Se necesitaba mucho trabajo y sudor
330
para conseguir esa definición, incluso más sudor y disciplina para reunir el indicio
de un paquete de seis. Savio tenía un paquete de ocho que no solo se insinuaba.
Estaba grabado en su estómago, ganado por horas en el gimnasio y tantas más en la
jaula, que conducía a esa V que millones de mujeres soñaban, pero nunca llegaron a
ver de primera mano.
Mis ojos finalmente se posaron en ese infame tatuaje de toro. Todavía
recordaba la conmoción inicial y la vergüenza que había sentido al verlo. Ahora,
tenía que admitir que me gustaba un poco. Mi mirada bajó aún más, y mi boca se
secó. Toni me había contado brevemente cómo enloqueció cuando vio a Diego
desnudo por primera vez hasta que yo enloquecí porque me dijera algo así. Ahora lo
entendía.
—Gem, respira. No va a morderte.
Intenté reír, pero sonó un poco como un gorgoteo muy vergonzoso.
Savio no me presionó, rodando tranquilamente sobre su espalda. Comencé a
trazar sus abdominales, un lugar seguro, disfrutando de los planos duros, luego
bajando lentamente. Seguí el contorno de los cuernos del toro, hasta que tuvo sus
ojos entrecerrados y su boca provocativamente torcida. Envolví mi mano alrededor
de su longitud. Se sentía bien, duro pero suave e increíblemente cálido.
Los abdominales de Savio se flexionaron, pero no emitió ningún sonido.
El entrenamiento en pelea me había enseñado a pedir consejo si no sabía qué
hacer, así que lo hice.
—¿Puedes mostrarme cómo tocarte de la manera que te gusta?
Cubrí la mano de Gemma con la mía y le mostré cómo acariciarme. Tenía las
mejillas sonrosadas, pero una expresión de intenso enfoque estaba en su rostro. Solo
Gemma podía querer ser la mejor incluso en esto.
Mis bolas ya estaban palpitando. Mierda, habían estado palpitando desde el
momento en que había visto a Gemma desnuda y cuando finalmente toqué su coño,
estaba seguro que dispararía mi carga. Ni siquiera recordaba mi último orgasmo
331 prematuro.
Viendo su hermoso cuerpo, viendo sus dedos en mi polla, pronto comencé a
bombear mis caderas para encontrar sus manos. Una maldita paja me estaba
deshaciendo, era una jodida desgracia, pero Gemma me estaba volviendo
completamente loco, sin mucho esfuerzo, sin pensarlo demasiado.
Sus ojos se abrieron por completo cuando mi polla se puso aún más dura y
me corrí con un gruñido, haciendo un desastre en mis muslos y estómago porque
ella siguió bombeando con demasiado entusiasmo. Riendo, dejé caer mi cabeza
hacia atrás.
Alcancé los pañuelos que había escondido junto a la cama para estar seguros
y le entregué algunos a Gemma antes de comenzar a limpiar mi semen. Gemma se
estaba mordiendo el labio, perdida en sus pensamientos. Nunca me había molestado
en preguntarme en qué estarían pensando las chicas. Parecía una pérdida de tiempo y
energía, pero con Gemma, habría dado cualquier cosa por echar un vistazo a esa
bonita cabeza.
Envolviendo mi brazo alrededor de su cintura, la atraje contra mi costado.
Parecía insegura, casi culpable. Esa mierda tradicional probablemente estaba
jugando con su cabeza otra vez. ¿Cómo el placer podía ser pecado? Pasé la punta del
dedo por su sien.
—Un dólar por tus pensamientos. —Gemma se presionó contra mí,
privándome de la oportunidad de ver su expresión—. Gem, vamos. Di algo. Este
tratamiento silencioso me hace sentir que te obligué a hacer algo que no querías. —
No muy a menudo me sentía culpable, y sobre todo en relación con Gemma, y mis
noches de insomnio definitivamente no fueron debido a mi conciencia, pero la idea
de haber presionado a Gemma me molestaba más de lo que creía posible. Quería que
ella lo quisiera, me quisiera a mí.
—No me obligaste a hacer nada. Quería hacerlo.
Mierda, gracias.
—Entonces, ¿qué? ¿Tengo que tatuarme “el sexo no es un pecado” en mi
trasero para hacerte entender el mensaje?
Gemma soltó una carcajada, dándome una palmada en el pecho antes de
volver a comenzar a trazar mi paquete de ocho distraídamente.
—No desfigures tu trasero.
—Mi trasero… —Sacudí mi cabeza con una sonrisa antes de mirar hacia
abajo—. ¿Eso significa que disfrutas verlo?
332
Se encontró con mi mirada.
—¿En serio estás buscando cumplidos? Eres la única persona a la que podría
imaginarme haciéndose un tatuaje con su propio nombre.
Sonreí.
—No cambies el tema.
Se encogió de hombros.
—Es agradable de ver.
—También me gusta tu trasero, Gem.
Frunció esa boca tan besable. Pasé mis dedos a lo largo de su cintura y
cadera, disfrutando de cómo sus ojos revolotearon hasta cerrarse bajo la sensación.
—Siempre imaginé que las cosas serían diferentes…
—¿Cómo diferentes?
—Tener intimidad con un hombre. Mamá nunca me habló de eso, pero mi tía
me vio con mis jeans y camiseta una vez, y me dijo que estaba pidiendo que los
hombres me toquen si me vestía así, y que los hombres se sienten guiados por sus
impulsos y no serían capaces de contenerse si no me cubría.
Resoplé.
—Qué montón de mierdas —gruñí. Incliné la cara de Gem hacia arriba—. No
importa cómo te vistas, solo un imbécil pensaría que lo estás pidiendo. Y que los
hombres no pueden contenerse después de cierto punto es una total y completa
mierda, Gemma. No hay un punto sin retorno. Ese es un mito urbano que los
malditos enfermos usan para justificar la violación. Incluso si estuvieras acostada
desnuda debajo de mí, con mi polla ya estando presionada contra tu lindo coño,
podría parar si me lo dijeras.
Gemma sonrió.
—Quiero decir, lloraría grandes lágrimas y mis bolas explotarían, pero me
detendría sin dudarlo. Puedes confiar en mí en cualquier momento.
Gemma me rodeó con un brazo, y su cuerpo se suavizó contra el mío.
—Gracias.
No estaba exactamente seguro de por qué, pero disfruté la sensación de su
333
relajación.
—Dime una cosa personal de ti que nadie más sabe.
Me tensé. Mi primera reacción fue recurrir al sarcasmo. No esperaba que se
hablara tanto, especialmente de emociones, pero quería que las cosas entre Gemma y
yo funcionen. Realmente lo quería, y no porque quisiera desflorarla, no solo por eso.
No quería sumergirme en el agujero negro que era mi infancia temprana y a
decir verdad, no habría sido algo de lo que nadie sabía.
Pensé en los primeros días de mi vida en Las Vegas después de reclamar el
poder. De repente, después de años de pelear y correr, tenía un hogar y la
oportunidad de vivir una vida tan cercana a la normalidad como lo permitía ser un
Falcone, cosa que todavía estaba muy lejos de lo normal de todos los demás.
—Cuando me hice amigo de Diego por primera vez, fue porque me encantaba
pasar tiempo en tu casa. Era la primera vez que atestiguaba lo que era tener una
familia normal, una que no estuviera alimentada por el odio, el dolor y el miedo. No
me malinterpretes, Remo y Nino hicieron todo lo posible para criarnos a Adamo y a
mí. Hicieron todo lo que estuvo a su alcance para protegernos, para cuidarnos,
pero… ya conoces a Remo y Nino.
Remo se había ocupado de mis hermanos y de mí desde que tenía catorce
años y nuestro padre nos había enviado a un internado en Inglaterra para sacarnos
del camino. Lidiar con la lunática de nuestra madre, los sádicos pasatiempos de
nuestro padre y nosotros, simplemente había sido demasiado.
—Por un tiempo, realmente quise una familia así, una vida así…
—¿Y ahora no?
Dudé.
—Me gusta la locura de mi familia y las cosas han cambiado desde que Kiara
y Serafina están aquí. Al principio, estaba cabreado porque no podía actuar como
solía hacerlo, pero ahora en realidad lo disfruto, incluso de los pequeños monstruos.
Supongo que me gusta nuestra versión de una familia normal.
—¿Quieres niños?
Rocé su oreja con mis labios.
—¿No crees que deberíamos dominar el primer paso al tener relaciones
sexuales antes de usarlo de la manera que Dios pretendía?
334 —No me refiero ahora. Me refiero algún día.
Ese era probablemente un tema que deberíamos haber abordado antes de
casarnos.
—Sí, pero no en los próximos diez años. Quiero que los hijos de Remo y
Nino superen la edad de las locuras.
Gemma rio.
—¿La edad de las locuras termina alguna vez?
—Con Nevio probablemente no —murmuré—. ¿Qué hay de ti?
—Quiero hijos, pero como tú, no tengo prisa, aunque eso rompa el corazón
de mamá. Ya está soñando con tener su primer nieto el año que viene.
El alivio me inundó. Con la crianza tradicional de Gemma, habría tenido
sentido para ella tener un bebé pronto.
—Entonces será mejor que Toni y Diego se pongan en marcha porque es
jodidamente seguro que nosotros no vamos a fabricar pequeñas Gemma a corto
plazo.
Ella levantó la cabeza.
—¿Qué tal con pequeños Savio?
—Demasiado trabajo.
Gemma sonrió y me besó.
335
E l día después de nuestra primera intimidad compartida y nuestra
conversación, estaba casi delirando de felicidad. Savio en realidad nos
permitió acercarnos, y no solo a nivel físico. Era difícil para él
permitirse emociones honestas; ahora podía ver eso. Todo estaba teñido de humor,
sarcasmo o arrogancia. Era su armadura, su manera de hacer frente a un pasado cruel
y un presente brutal.
Mientras sus hermanos y él llevaron a Adamo al aeropuerto de modo que
pudiera regresar al centro de la escena de las carreras, probé hornear algo. Hasta
336 ahora me había mantenido alejada de la cocina porque no quería entrometerme en el
territorio de Kiara, pero ella me había animado a verlo como propio. Tal vez quería
ayuda para cocinar para tanta gente. Nadie más parecía ser capaz de preparar una
comida decente, excepto ella. Era una de las cosas que Nonna me había enseñado
cuando era niña. Aprecié los recuerdos de nuestras aventuras horneando y
cocinando.
La melancolía me abrumó a medida que preparaba su famoso cannoli de
pistacho. Tomaron tiempo, pero al final valieron la pena. Cuando la masa estaba en
el horno y la crema de pistacho en la nevera, agarré mi teléfono.
Cuando mamá contestó, sonó ronca.
—¿Qué pasa?
—La gripe, nada de qué preocuparse.
Fácil de decir, pero ya no tenía a Nonna como apoyo. Tosió.
—¿Debería ir a ayudarte? ¿Tal vez llevarte un poco de sopa?
—Tu tía vendrá por la tarde con caldo de pollo, pero si pudieras llevarte a
Carlotta, sería maravilloso. De todos modos, tu hermana te extraña.
—Pasaré a recogerla.
Esperé a que los cannoli estuvieran listos antes de ir a buscar a Kiara y
Serafina. De todos modos, la masa necesitaba enfriarse antes de que pudiera
rellenarla con la crema.
Kiara estaba sentaba en el sofá con sus dos hijos, mirando un libro ilustrado.
—¿Sabes cuándo volverán Savio y sus hermanos?
Kiara sacudió la cabeza.
—Creo que querían ir a un casino para hablar con el gerente después de dejar
a Adamo, así que podría pasar un rato. ¿Por qué?
—Le prometí a mi madre que recogería a Carlotta, y esperaba que Savio
pudiera llevarme.
—No soy muy buena conductora, o me ofrecería a llevarte. Me da ansiedad.
—Tengo licencia, pero no tengo mucha experiencia conduciendo. —Sin
mencionar que dicha licencia no era exactamente legal y mi experiencia consistía en
tratar de conducir dos veces mientras Diego me gritaba que no chocara su auto.
—Serafina está en el ballet con Greta. Podrías llevarte uno de los autos y
337 conducir tú misma.
—¿Cuál de los autos son de Savio?
—El Bugatti y el Ferrari, y el único Audi.
Todos eran autos deportivos, por supuesto. Tomé las llaves del Bugatti
porque las encontré de primero en el montón de llaves pertenecientes al
estacionamiento Falcone.
Una vez dentro del auto, mi estómago se desplomó. Había olvidado por
completo que la mayoría de los autos europeos eran con palanca de cambios.
Después de algunas maldiciones y tanteos, el Bugatti cobró vida, haciéndome
sobresaltar. Me tomó algunos intentos más antes de descubrir como acelerar sin
apagar el motor. El siguiente problema surgió frente a las puertas. Había estacionado
demasiado cerca para que no se pudiera abrir. Ese fue el momento en que renuncié a
todo. Si ni siquiera podía sacar el auto de las instalaciones, conducir por Las Vegas
sonaba como una idea extraordinariamente mala. Tanteando la palanca una vez más,
apreté el acelerador. Y un segundo demasiado tarde, me di cuenta que el auto no
estaba en reversa. Empujé el pie en los frenos. Demasiado tarde. Con un salto
brusco, me estrellé contra las puertas.
Con el corazón latiendo violentamente, salí del auto con los ojos
completamente abiertos para inspeccionar el daño. El capó del automóvil estaba
comprimido, el humo se elevaba y algún tipo de líquido estaba goteando,
probablemente líquido refrigerante. Las puertas no estaban en mejor estado que el
auto. Savio estaba obsesionado con su auto. Y Remo probablemente tampoco estaría
muy feliz de que esté destruyendo sus puertas. Qué maravillosa manera de comenzar
con mi familia nueva.
Kiara vino corriendo por el camino de entrada, luciendo alarmada.
—¿Estás bien?
—Sí, pero el auto no.
—¿A quién le importa un auto? —Me miró a los ojos—. ¿Cómo están tu
cuello y cabeza?
Dolían un poco. Aunque no era nada serio. Había luchado lo suficiente como
para saber que era como un golpe en la cara.
—¿Supongo que no hay ninguna manera de ocultarle esto a Savio? —
Acabábamos de progresar, en realidad no quería arruinarlo.
338
Kiara sonrió comprensivamente.
—En el momento en que tocaste las puertas, se activó una alarma que aparece
en sus teléfonos. Ya están en camino. Nino me llamó.
Con el estómago apretado, revisé mi teléfono que estaba en modo silencioso.
Dos llamadas perdidas de Savio. Mierda.
Diez minutos después, un auto se detuvo. Savio, Remo y Nino salieron.
Savio llegó a la puerta, inspeccionando su auto con las cejas arqueadas antes
de mirarme. Esperé el estallido inevitable. Los hombres y sus autos eran una
relación que nunca entendería.
—Con el auto en esa posición, no podemos abrir las puertas —dijo Nino
acercándose a Savio—. Tendré que deshabilitar la electricidad para que así no nos
electrocutemos cuando trepemos.
—Pensé que ahora que Adamo no puede robar nuestros autos para
estrellarlos, mi Bugatti estaba a salvo. Pero tú, Kitty, me mantendrás alerta. —Savio
alcanzó la valla y comenzó a trepar antes de aterrizar con un ruido sordo al otro
lado. Tocó mi cuello, sacudiendo su cabeza—. ¿Estás bien?
Asentí.
—Lo siento. Quería recoger a Carlotta y no había nadie en casa para
llevarme, así que pensé…
—Pensaste que era un buen día para estrellar un automóvil de trescientos mil
dólares.
Mi corazón estaba martillando.
—¿Es tan caro?
Savio rio entre dientes.
—No te preocupes. De todas formas, quería un auto nuevo.
—¿No compraste esa maldita cosa hace solo seis meses? —preguntó Remo a
medida que inspeccionaba la cerca.
—¿No estás enojado? —pregunté.
—No. Pero tendremos que hacer algo con respecto a tus habilidades de
conducción. Creo que necesito enseñarte más de lo que pensaba.
Mis mejillas se calentaron.
339 Remo le dirigió una mirada oscura.
—Dado que sabemos cuáles son tus prioridades, sería bueno que tu próximo
automóvil sea automático.
***
Les llevó sesenta minutos arrastrar el automóvil lejos de las puertas y abrirlas
a pesar de su estado comprimido.
Después de eso, Savio me llevó a mi madre en el Tesla de Nino, porque ese
ya tenía asientos para niños en la parte de atrás.
—Horneé cannoli para ti —dije, sintiéndome culpable por mi desastre.
—¿Intentas compensar lo que has hecho? Eso solo me hace pensar que
podrías haber planeado todo el asunto.
—¡No lo hice! —jadeé—. ¿Y en serio no estás enojado?
—La vida es demasiado corta para enojarse por cada pequeña cosa.
¿Chocar su Bugatti era algo pequeño? Toqué su muñeca con el tatuaje del
reloj atravesado. Cuando rocé las cicatrices allí, se tensó pero no retrocedió.
—Gracias. ¿Crees que Remo comparte tu mantra?
—No te preocupes por él. No le importan las cosas materiales ni el dinero.
Reparará la cosa y no volverá a mencionarla a menos que quiera provocarte… así
que probablemente lo hará en la cena de esta noche.
Compramos flores de camino, idea de Savio, y me dieron muchas ganas de
besarlo.
Mamá se veía pálida, con la nariz roja y las mejillas hundidas. La muerte de
papá había dejado sus huellas, y el cuidado de Carlotta también requería mucha
energía, pero ella compartía mi veta terca y rara vez aceptaba nuestra ayuda.
Su rostro se iluminó cuando Savio le entregó las flores y me dio una sonrisa
satisfecha.
—Después de todo es caballero.
Por alguna razón, el comentario me hizo sonrojar, algo que mamá decidió
ignorar y que Savio respondió con una media sonrisa arrogante.
340
Carlotta se sentaba en una manta en el suelo y jugaba con un tren de madera
que había sido de Diego antes de que fuera mío. Levantó la cabeza y una gran
sonrisa apareció en su rostro. Un poco de color finalmente inundaba sus mejillas,
pero todavía era una niña pequeña y delgada. Mucho más pequeña que otros niños a
los dieciocho meses. Se levantó, apresurándose hacia mí. La alcé y la apreté contra
mi pecho.
—Parece una pequeña versión tuya —dijo Savio con una sonrisa, cosa que
me llenó el estómago de mariposas familiares.
—Saluda a Savio —le dije.
—Hola Savio —dijo Carlotta, sonriendo tímidamente.
—¿Estás segura que estarás bien cuidando de ella? Necesita tomar su
medicamento y si se pone azul, debes llevarla a la sala de emergencias de inmediato
y su cicatriz…
Savio tocó el brazo de mi madre.
—Cuidaremos de ella. Nino se dará cuenta si algo anda mal y tendrá a mis
sobrinos y sobrina como compañía.
Mamá asintió lentamente y al final nos llevó a la puerta. Después de un beso
en la mejilla, seguí a Savio a su auto con Carlotta en mis brazos.
Savio me ayudó a ponerla en el asiento y luego nos dirigimos a casa.
—¿Estás seguro que a nadie le importará? —susurré.
Me dio una mirada severa.
—Gem, eres de la familia, de modo que tu hermana también lo es. Está bien.
Dios, lo amaba. Mi corazón latía violentamente mientras consideraba
decírselo. Sin embargo, conociendo la renuencia de Savio a hablar de sus
emociones, ahogué la idea.
Una vez de vuelta en el camino de entrada de la mansión Falcone, Savio
levantó a Carlotta del asiento y ella se aferró a él, así que dejé que la llevara adentro.
La manejó con tanto cuidado y gentileza que la ira que había sentido en el pasado se
sintió como un peso innecesario que quería perder.
La sala común estaba desierta pero las puertas francesas estaban abiertas, de
modo que probablemente todos estaban en la piscina.
341 —¿Qué tal si comprobamos los dulces que me prometió tu hermana? —
sugirió Savio.
—Nonna siempre dijo que los dulces son el camino al corazón de un hombre
—comenté, recordando su sonrisa secreta cada vez que me lo decía.
—Tu Nonna era una mujer muy sabia.
En la cocina, llené los cannoli con la crema rápidamente, pero Savio y
Carlotta ya estaban robando la mitad antes de poner mi mano sobre ellos. Aparté su
mano, pero sus reflejos rápidos resultaron difíciles de burlar incluso en la cocina.
Con Carlotta en su regazo, finalmente se sentó en la mesa y engulló mis
cannolis.
Carlotta también lo hizo, lo que me hizo sonreír aún más teniendo en cuenta
lo mal que había comido siempre en el pasado.
—Delicioso, Gem. Como todo en ti.
Mis ojos se abrieron de par en par y le di una mirada de advertencia. Incluso
si Carlotta no tuviera idea de lo que quería decir, patearía su trasero si decía algo así
de nuevo.
Tomó otro bocado.
—Definitivamente voy a quedarme contigo. Una mujer que puede hornear así
tiene que ser mi esposa.
—Soy tu esposa.
—Ves, tomé la decisión correcta.
Sacudí mi cabeza. La puerta se abrió y Kiara entró con Massimo y Alessio.
Eran un año y dos años mayores que mi hermana, pero mucho más altos de lo que
sugería su diferencia de edad. Savio bajó a Carlotta, pero ella era demasiado tímida
para acercarse a los otros niños. Savio se inclinó, tomó su mano y la presentó.
Mi corazón se derritió.
Kiara se acercó hasta mí y apretó mi brazo.
—¿Las cosas van bien entre ustedes dos?
Asentí.
—Estoy tan feliz. Siempre esperé que Savio encontrara a una buena chica que
lo cuidara después de todo lo que él y sus hermanos han pasado.
No sabía qué decir, así que solo sonreí. Cuidaría de él si me dejaba. Carlotta
342
pasó la noche en la mansión de modo que mamá pudiera dormir toda la noche. Los
Falcone tenían una cama libre que pusimos en nuestra habitación. Sin embargo,
Carlotta estaba acostumbrada a compartir una cama con mamá, así que lloró hasta
que le permitimos que se uniera a nosotros. Se quedó dormida en cuestión de
minutos y se acurrucó entre Savio y yo.
Él me dio una mirada de complicidad sobre su pequeña figura.
—Estás jugando sucio. ¿En serio te asusto tanto?
No me asustaba, ni su toque, pero la reacción de mi cuerpo a eso,
definitivamente. Era como si estuviera perdiendo el control de mi cuerpo.
Carlotta era una niña adorable y se llevó bien con los otros niños. Gemma
estuvo radiante todo el día, increíblemente feliz de que su hermana pequeña
estuviera mejor. Tenía que admitir que me sentí aliviado cuando devolvimos a la
niña a la madre de Gemma al día siguiente. Dormir con un niño pequeño en tu cama
era un desafío y, al final, me di por vencido y dormí en el sofá.
—Todavía me siento muy mal de que tuvieses que dormir en el sofá —dijo
después de llevar a Carlotta a casa. Su culpa por algo así era demasiado adorable.
—Puedes compensarme teniendo una noche de cine conmigo. Con palomitas
de maíz y todo lo demás.
—¿En serio? ¿Como una cita?
—Como una cita. Quiero ver algunas peleas que tuvieron lugar anoche en
Los Ángeles. —Con Carlotta cerca, no habíamos podido verlas en vivo. Podría
haberme unido a mis hermanos en el área común, pero no quería dejar a Gemma
sola con su hermana.
—¿Con el Lunático de Los Ángeles? —preguntó Gemma con curiosidad.
—Mierda, me encanta que sepas este tipo de cosas y disfrutes más que las
cosas de chicas.
Esa noche nos acomodamos en el sofá juntos y entré en la parte de la Darknet
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donde siempre transmitíamos nuestras peleas y carreras, para que la gente pudiera
verlas y hacer apuestas.
Gemma entró con un tazón de palomitas de maíz que olía divinamente. Tomé
un puñado y lo metí en mi boca, gimiendo ante el matiz de caramelo salado.
—Hice el caramelo y agregué un poco de sal marina.
Llevé más granos a mi boca.
—Es perfecto. Quiero hacer esto todas las noches.
—¿No te aburrirás rápido? —preguntó con una voz extraña, expresándolo de
una manera que sugería que no se refería a las palomitas de maíz.
—Si algo es así de bueno, ¿cómo puedo resistirme?
Activando la transmisión, envolví un brazo alrededor del hombro de Gemma
y la atraje contra mi cuerpo. Estaba vestida con pantalones de chándal y una
camiseta ajustada, su cabello recogido en un moño desordenado.
—En realidad te vestiste en grande para nuestra cita. —También llevaba
pantalones de chándal y una camiseta, pero no pude resistirme a molestarla.
Era demasiado divertido.
Frunció el ceño.
—¿De qué sirve vestirse elegante para una noche de cine?
—De todos modos, eres tan jodidamente sexy tal como estás. No necesitas
ninguna ropa elegante o maquillaje.
Obviamente complacida, se acurrucó contra mí, las palomitas de maíz
apretujadas entre nosotros.
—Siempre soñé que fuera así. Nosotros estando juntos.
Nunca había pensado mucho en cómo pasaríamos nuestro tiempo fuera de la
habitación. Había estado tan obsesionado que el resto simplemente había
permanecido en el fondo. Pero esto, pasar tiempo juntos ya que disfrutábamos de las
mismas cosas era increíble. Apreté mi agarre sobre ella y me concentré en la
pantalla donde comenzó la primera pelea.
—Esa patada alta quedó muy mal ejecutada. No es el ángulo correcto y no
hay tensión —dijo—. Es como si fuera un novato. Si tú hubieras hecho esa patada,
el otro chico habría volado de espaldas.
Parecía casi orgullosa, lo que me dio una inesperada sensación de
344
satisfacción. Seguí mirando a Gemma furtivamente durante las peleas, disfrutando
de su expresión intensa y fascinación por el brutal deporte. Pensar que casi la había
perdido, perder esto, que otro hombre lo tuviese, me puso tan jodidamente furioso
conmigo mismo. Había sido un gran imbécil.
Cuando terminó la última pelea, no estaba seguro de cómo había pasado
viendo una pelea sin sus comentarios.
—¿Qué estás pensando? —preguntó Gemma.
Por alguna razón, no podía decirle la verdad.
—Que necesito enseñarte a conducir con marchas.
Suspiró.
—¿En serio no estás enojado?
Besé su garganta.
—En serio. Pero si quieres compensarme, no diré que no.
Gemma inclinó la cabeza para darme un mejor acceso mientras le acariciaba
el cuello.
—Podría hornearte algo.
—Prefiero algo más.
—Savio…
Me reí.
—Valía la pena intentarlo. —Me tendí en el sofá, llevándome a Gemma
conmigo. Nos besamos, nuestros cuerpos presionados el uno contra el otro. Mi mano
apretó su trasero firme antes de enganchar su pierna sobre mi cadera.
—¿Estás seguro que tus hermanos no entrarán?
—Confía en mí, no lo harán. Pueden suponer lo que estamos haciendo.
Un rubor se extendió en las mejillas de Gemma.
—¿Creen que estamos teniendo sexo?
—Probablemente. Vamos, Gem. ¿Acaso es realmente tan malo?
En lugar de una respuesta, solo me besó. No iba a quejarme. A pesar de mis
palabras, no pude convencer a Gemma de hacer más que besarnos en el sofá. Sin
345 embargo, no pudo resistirse a mi encanto y mis dedos una vez que estuvimos en la
cama. Masturbar a Gemma con mi mano era jodidamente adictivo, incluso si mi
cuerpo gritara por más, pero esta vez no la presionaría. Por una vez, mantendría mi
polla bajo control.
***
Un par de días después, nos volvimos a sentar en el sofá después de ver una
película de terror ridículamente mala.
Esas citas en el sofá se habían convertido en mis favoritas.
Gemma acariciaba la parte posterior de mi cuello de una manera muy
distractora. Deslicé mi mano hacia su cintura y luego al muslo. Alzó los ojos y casi
gemí por el deseo en su expresión. Agarrándola por la cintura, la levanté en mi
regazo. Me agarró por los hombros y me besó, un beso vacilante e inquisitivo al
principio y luego casi desesperado después. La acerqué aún más, mi necesidad por
ella tomando el centro del escenario.
—¿Qué quieres, Gem? —pregunté entre besos.
—Subamos —susurró.
Agarré los firmes globos de su trasero para estabilizarla mientras me
349 levantaba del sofá. Gemma me rodeó con las piernas de inmediato, sus brazos
aferrándose a mi cuello. La llevé arriba y a nuestra habitación.
Cuando mis piernas tocaron la cama, me aparté del beso y bajé a Gemma al
colchón cuidadosamente. La seguí de inmediato, moldeando nuestros cuerpos. El
calor de su coño parecía chamuscar mi polla incluso a través de la tela de nuestra
ropa.
Me tomé mi tiempo para descubrir cada centímetro de su hermosa boca, mis
manos deslizándose por debajo de su suéter, acariciando desde su estómago hasta
sus senos. Gemma se arqueó contra mi toque con un suave gemido.
Besándola y tocándola, desnudé a Gemma hasta que se acostó desnuda
delante de mí, robándome el aliento como la primera vez. Besé un sendero por su
estómago, sumergiendo mi lengua en su ombligo hasta que ella levantó las caderas y
trató de alejarme. Con una sonrisa, arrastré mis labios más abajo, dejando un beso
ligero a través del triángulo recortado.
Gemma se tensó, su palma posándose sobre mi cabeza. El aroma tentador de
su excitación inundó mi nariz, llamando a mi polla como la canción de una sirena.
Se tensó cuando mi rostro se acercó a su adorable coño.
—Relájate, Gemma. Esto será asombroso.
Permaneció tensa, y entonces supe el problema. La mitad de las cosas que
quería hacerle probablemente eran consideradas pecado por los tradicionalistas, pero
estaría condenado si no las hiciera todas de todos modos.
—Soy tu esposo, Gem. Nada de lo que hacemos está mal, ¿lo entiendes?
Se relajó un poco. Todavía siendo una buena chica, mi Gem. ¿Cuánto tiempo
me tomaría lamerla y follarla para hacerla cambiar de opinión?
Besé los labios de su coño. Contuvo el aliento. Los músculos de sus muslos
temblaron de anticipación y ese pequeño botón ya estaba reluciente. Me incliné más
cerca hasta que mi boca casi la tocaba y ella dejó de respirar. El primer golpe de mi
lengua a lo largo de su carne caliente me hizo gemir y a ella jadear. Me tomé mi
tiempo, llevando a Gemma hasta la cima, solo para retroceder y mordisquearle el
muslo.
Sus gemidos se tornaron cada vez más fuertes a medida que olvidaba todo a
su alrededor.
La separé aún más con mis hombros y hundí mi lengua en su coño. Mi polla
palpitaba contra mis pantalones, imaginando cómo sería finalmente estar dentro de
ella. Pronto Gemma comenzó a temblar sin control. Esta vez no retrocedí. En
350
cambio, chupé su clítoris en mi boca y ella explotó debajo de mí.
Seguí chupando suavemente hasta que se calmó. Presionando otro beso en su
coño, besé mi camino de regreso a su boca, instalándome encima de ella con una
sonrisa arrogante.
Gemma se sonrojó. Sus ojos registraron mi sonrisa, pero no puso los ojos en
blanco como lo habría hecho normalmente con mi arrogancia. Me acarició la
espalda por encima de la ropa. Esto había sido para ella, así que no me había
molestado en desnudarme. Sus dedos se curvaron alrededor de mi cuello y el anhelo
en su expresión se intensificó.
Mierda. Sabía lo que quería. Y de repente me sentí jodidamente nervioso.
Nunca había estado nervioso antes del sexo, ni siquiera en mi primera vez. Sin
embargo, al ver la expresión de Gemma y darme cuenta de lo mucho que significaba
este momento para ella, mi propio pulso se aceleró. Gemma había esperado por este
momento, por mí, durante tantos años, quería que esto fuera perfecto para ella.
—¿Qué es lo que quieres, Gem? —pregunté, aunque podía verlo en su
expresión. Quería que ella lo diga. Esta era su elección. No porque finalmente se le
permitía tener relaciones sexuales estando casada o porque alguien hubiera dado su
aprobación. Se suponía que esto era lo que ella deseaba—. Está bien decir lo que
quieres, Gem.
Ignorando mi propia necesidad y el latido en mis bolas, esperé a que Gemma,
mi esposa, dijera lo que quería, incluso aunque sus mejillas se volvieran de un tono
más oscuro de rojo.
351
G
emma tragó con fuerza, sus ojos rogándome que tome la decisión por
ella. Besé su mejilla, e incluso aunque eso me mató, comencé a
apartarme de ella.
Sus dedos se clavaron en mi espalda, aferrándose a mí.
—Hazme tuya.
Mis latidos se aceleraron de inmediato. Besé su boca, intentando controlarme.
—¿Tomas la píldora?
352
Asintió levemente.
Me levanté y me quité la camiseta antes de acostarme nuevamente sobre
Gemma. Besándola, deslicé una mano entre nosotros y separé suavemente sus
pliegues con un dedo. Estaba mojada e hinchada por su orgasmo. Tenté su apertura
con los dedos, unos ligeros golpes imitando lo que mi lengua hacía en su boca antes
de hundir un dedo. Gruñí en su boca al sentir sus paredes apretándose contra mí.
Pronto Gemma comenzó a mover sus caderas, encontrando cada empuje de
mi dedo, a medida que la palma de mi mano presionaba su clítoris. Sus ojos estaban
medio cerrados, llenos de lujuria, y la presión de su muslo contra mi polla casi me
volvió loco, pero seguí bombeándola suavemente hasta que estuvo cerca. Y antes de
que pudiera correrse, saqué mi dedo.
La confusión cruzó por su rostro.
Me bajé de ella y comencé a abrir mis pantalones, luego tomé sus manos de
modo que ella me ayudase. Si solo se quedaba allí acostada, se pondría más
nerviosa. Pronto nos libramos de mi ropa restante. Los nervios inundaron los ojos de
Gemma. Sin embargo, no le di mucho tiempo para preocuparse.
Me instalé entre sus piernas, pero no fui de inmediato por el objetivo final.
Gemma estaba preparada para el dolor, tensa y ansiosa debajo de mí a pesar del
orgasmo que le había dado, y quería que se relaje una vez más.
La besé sin prisa, mi polla presionada contra el interior de su muslo. Como
había hecho antes, extendí la mano entre nosotros y comencé a follarla con mi dedo
hasta que de nuevo estuvo cerca. Manteniendo mis ojos en su hermoso rostro,
agregué un segundo dedo. Era un ajuste mucho más apretado. Contuvo el aliento,
intentando acostumbrarse al estiramiento. Deslicé mis dedos dentro y fuera
lentamente, embriagado por la sensación. Estaba tan jodidamente mojada que me
estaba volviendo completamente loco. Comencé a frotar su clítoris con mi pulgar
mientras la bombeaba.
Mi lengua imitó lo que mi polla pronto le haría a su lindo coño, haciendo que
Gemma gima en mi boca. Me aparté un poco y retiré mis dedos de su coño antes de
alcanzar mi polla. Hundí dos dedos en ella una vez más antes de incitarla con mi
punta.
Gemma sostuvo mi mirada, sus labios separados. Ninguna duda o vacilación
permanecía en su expresión. Comencé a hundirme en ella lo más despacio que pude.
353 Gemma se aferró a mi espalda. Besé sus labios nuevamente y luego me moví aún
más profundo. Pronto se puso imposiblemente tensa. Cambié el ángulo y con un
empujón más fuerte, me instalé completamente dentro de ella. Gemma hizo una
mueca, su aliento exprimiéndose en una exhalación brusca.
Mierda, se sentía perfecta a mi alrededor. Debo haber muerto y haber ido
directamente al cielo. Dejé besos en sus párpados y boca tensa.
—Maldición, he esperado tanto tiempo por esto, por ti, Gem, pero vale la
pena. Eres perfecta. —Se aferró a mí, respirando rápidamente. Cuando levantó los
ojos, estaban reluciendo, y me tensé—. ¿Gem?
Me dio una sonrisa temblorosa y la presión alrededor de mi corazón aflojó.
—Solo estoy feliz.
Esta era la primera vez que hacía llorar a una chica durante el sexo. Después
del mismo, bueno, eso era un hecho. Sin estar seguro de qué decir, y menos aún de
algo que no arruinaría el momento, acuné su cabeza y comencé a empujar,
suavemente, insoportablemente lento.
—¿Cómo estás?
—Bien.
Estreché mis ojos. No sonaba bien.
—La verdad, Gem.
—Duele —dijo, y al mirarme al rostro, agregó—: Pero no me importa. He
esperado tanto tiempo por esto, para que finalmente seas mío.
—Oh, Gem, siempre he sido solo tuyo, y este momento es jodidamente
especial, ¿entendido? —La besé, descubriendo esa boca peligrosa, chupando esos
labios regordetes. Todas las chicas antes que ella no había significado nada. Gemma
era la auténtica. Las últimas dos semanas casado y disfrutando de mi tiempo con ella
lo habían demostrado. Por un momento, quise pronunciar dos palabras que nunca
antes había dicho, y entonces me contuve. Sonreí burlonamente—. Tenemos que
hacer algo con respecto a esa parte jodidamente dolorosa.
Me retiré, ganándome una fuerte inhalación de su parte. Luego comencé a
arrastrar besos por el hermoso cuerpo de Gemma a medida que me movía más abajo
hasta que me acomodé entre sus muslos. Rastros de sangre recubrían los labios de su
coño. Eso no era algo que hubiera tenido en cuenta, pero que me condenen si eso me
impediría devorarla. Recordando las palabras de Remo sobre el whisky y la sangre,
casi pierdo el control, pero luego me repongo. Estallar en carcajadas en un momento
354 como este habría enviado un mensaje equivocado. Para el momento en que mi
lengua se sumergió en Gemma, se relajó y dejó escapar un gemido prolongado.
—¿Mejor? —pregunté entre mordiscos y lamidas.
—Dios, sí. Mucho mejor. No te detengas —dijo.
—No lo haré —murmuré y después alcé su pierna de modo que pudiera
follarla con mi lengua—. Pronto estarás rogando por mi polla en tu coño, Gem. —
Deslicé mi lengua dentro y fuera—. Voy a hacer que te corras hasta perder la razón.
Antes de Savio, ni siquiera sabía que era posible ser follada por una lengua, y
tal vez era el talento especial de Savio.
—Vas a correrte… —chupó mi clítoris—… tan duro alrededor de mi polla.
Sus dientes rozaron mi piel, y exploté a pesar de la punzada en mi cuerpo,
mis piernas apretándose alrededor de él, mis caderas balanceándose
desesperadamente a medida que me corría en su boca. Se echó hacia atrás cuando mi
cuerpo aún palpitaba con los últimos destellos de pasión y se instaló encima de mí.
Al igual que antes, sostuvo mi mirada mientras se deslizaba dentro de mí, y al
igual que antes, fue gentil y lento.
A diferencia de la última vez, no hubo solo dolor. En lo profundo de mí, un
fuego comenzó a crecer y con cada empuje, Savio pareció encenderlo. Lo sentía
mucho más profundo que el placer cuando me lamió o tocó, profundamente en mi
núcleo y pareció extenderse a cada centímetro de mí.
Hundí mis talones en la cama, alzando mis caderas para encontrar sus
empujes.
Savio agarró la parte posterior de mi muslo, guiando mis movimientos.
—¿Qué tal ahora, Gem? —Acentuó su pregunta con una profunda estocada
que golpeó un lugar especial dentro de mí. Me encantaba cómo me cuidaba.
Mis labios se abrieron en un gemido.
355
—Bien —respondí. Tan bien y mejorando con cada empuje.
Una esquina de su boca se inclinó en esa infame sonrisita. Puse los ojos en
blanco y Savio se estiró entre nosotros rápidamente, presionando contra mi clítoris
mientras su punta tocaba el mismo lugar nuevamente, y entonces, grité mi
liberación. Las estrellas estallaron en mi visión a medida que me corría alrededor de
Savio.
Empujó aún más fuerte dentro de mí hasta que el dolor batalló con el placer,
y solo pude aferrarme a su espalda.
Luego, con un gruñido salvaje, se liberó profundamente dentro de mí. Podía
sentirlo y eso de alguna manera, me hizo estremecer de placer otra vez.
La boca de Savio se deslizó sobre la mía, sus besos descoordinados y nuestras
respiraciones desiguales. Se quedó inmóvil por encima de mí y besó la punta de mi
nariz.
No dije nada, demasiado abrumada por lo que habíamos hecho. Había sido
maravilloso. Durante tanto tiempo, perder mi virginidad había colgado sobre mi
cabeza como una Espada de Damocles, ahora finalmente había sucedido.
—Te dije que ibas a correrte duro con mi polla dentro de ti. Aunque la
próxima vez apuntaré a otra exclamación de Dios.
Puse los ojos en blanco.
—Eres un idiota.
Savio sacudió la cabeza.
—¿No aprendiste a respetar a tu esposo?
—¿Qué vas a hacer? ¿Darme otro orgasmo? —pregunté con una risita.
—¿Qué le pasó a mi corista sonrojada? —gruñó.
—La corrompiste.
—Lo hice, ¿no? —Acarició mi garganta con su nariz, y luego rozó mi pezón
ligeramente. Jadeé cuando mis músculos internos se apretaron alrededor de la polla
de Savio.
Él exhaló bruscamente.
—¿La extrañas?
356
Savio rio entre dientes.
—Estoy trabajando muy duro para sacarla a folladas. No, no la extraño, Gem.
Salió de mi interior e hice una mueca ante la sensación de dolor que causó.
Savio escaneó mi rostro y luego miró su cuerpo. Un fino brillo de sangre recubría su
polla.
El calor subió a mis mejillas. Sin embargo, al mismo tiempo, se sintió como
un paso monumental en mi vida. Savio me atrajo contra él. Me preguntaba si esto
cambiaría las cosas entre nosotros, preocupada de que Savio perdiera el interés
ahora que había conseguido lo que había deseado durante tanto tiempo, pero no me
permití demorarme en la idea. El agotamiento reclamó mi cuerpo rápidamente y me
quedé dormida.
***
El sexo debe haberme noqueado porque cuando desperté, eran casi las nueve.
Estaba sola en la cama, pero la ducha corría en el baño. Savio ya debe haber
entrenado. Me deslicé de la cama, sonrojándome por la mancha en las sábanas. Me
apresuré al baño, todavía desnuda. No me había molestado en vestirme anoche.
Savio sonrió cuando abrió la ducha.
—¿Quieres bañarte conmigo?
Me deslicé en ella, dejando escapar un suspiro cuando el agua tibia se llevó
parte del dolor. Savio tomó mi cintura a medida que me presionaba contra la pared
de azulejos, su expresión aún más posesiva de lo habitual.
Su beso me prendió en llamas en cuestión de segundos. Los dedos de Savio
se deslizaron entre mis piernas, acariciándome hasta que jadeé contra él una vez
más. Cada caricia hablaba de su lujuria por mí, así que no protesté cuando me alzó.
Encajada entre la pared y su fuerte cuerpo, se presionó contra mí. Ahogando una
mueca ante la presión dolorosa, me aferré a él. Mi cuerpo definitivamente no estaba
a favor de esta posición. Cambió el ángulo y mi peso condujo mi cuerpo hacia abajo
sobre su erección hasta que clavé mis uñas en su hombro, intentando frenar el
descenso.
Savio se apartó y escaneó mi rostro. Su expresión se endureció. Sacudiendo
su cabeza, deslizó sus manos debajo de mi trasero y me empujó hacia arriba
357
lentamente de modo que pudiera salir de mí. Besó mi oreja.
—Aún no, ¿eh? —La vergüenza calentó mi rostro.
—Puedes continuar…
—Puedo, pero no lo haré. Si no te gusta algo, tienes que decirme. No soy
lector de mentes, Kitty. Simplemente di que no y entonces pospondremos cualquier
cosa que hemos estado haciendo. Hay un buen tipo de dolor y un mal tipo de dolor,
y esto es lo último. —Me dejó en el suelo y me apartó el cabello mojado de la
cara—. Quiero que disfrutes de todo.
—Está bien. —En nuestros círculos, las mujeres aprendían a complacer a sus
maridos. Se suponía que los hombres debían disfrutarlo primero, y si la mujer
también lo disfrutaba ocasionalmente, era una ventaja adicional pero no un requisito.
Savio se arrodilló, sorprendiéndome.
—Déjame ver si te lastimé. —Levantó una de mis piernas y me separó.
—No lo hiciste… —gemí cuando deslizó su lengua a lo largo de mi carne
dolorida.
—¿Esto duele? —Sacudí mi cabeza. Él chupó ligeramente—. ¿Y esto?
—No.
Besó, chupó y mordisqueó hasta que no pude responder más y solo la pared
en mi espalda y mi muslo en el hombro de Savio me mantuvieron en pie. Me corrí
con un escalofrío violento. Savio se puso de pie para un beso feroz, dándome una
probada de mí misma.
—Me gustaría intentarlo de nuevo —susurré.
Savio cerró el grifo y me sacó. Me envolvió con una toalla y luego sonrió
ante mi confusión.
—Volveremos a intentarlo, Gem. Te quiero demasiado como para dejar pasar
la oportunidad de hundirme en tu coño otra vez, pero no contra la ducha. —Me
agarró por las caderas y me subió al tocador—. Así. De esta forma no tendrás que
soportar tu peso y podremos ir más despacio.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello, uniendo nuestros cuerpos
desnudos. Esta vez, cuando Savio empujó en mi interior, el dolor fue solo una
sensación sorda de estiramiento. Y pronto sacudía mis caderas contra él,
perdiéndome en las sensaciones.
358
***
Savio fue a la cocina mientras yo me daba otra ducha rápida después de que
él volviera a correrse dentro de mí. Cuando entré a la cocina diez minutos después,
la mayoría del clan Falcone estaba allí. Solo faltaban Nino y Alessio. Savio estaba
junto a Kiara quien estaba haciendo panqueques, probablemente robando la mitad de
las rondas dulces antes de que llegaran al plato.
Me sonrojé de inmediato cuando todos me miraron, seguras de que podían
ver lo que Savio y yo habíamos hecho. Remo levantó una ceja hacia Savio, quien
solo sonrió de esa manera arrogante. Mis mejillas palpitaban ferozmente mientras
murmuraba un rápido “buenos días” y me apresuraba junto a Savio. Envolvió un
brazo alrededor de mi cintura y luego presionó un beso en mi garganta.
—Eres tan linda cuando estás avergonzada.
Me estremecí.
—¿Qué les dijiste?
—Nada.
Le lancé una mirada fulminante.
—¿Y por eso me miran así?
—Sacaron sus propias conclusiones. No confirmé ni negué sus suposiciones,
pero tu reacción y sonrojo cuando entraste a la cocina fueron todas las pruebas que
necesitaban.
—Oh, no —dije miserablemente—. No puedo volver a enfrentarlos nunca
más.
La diversión brilló en los ojos de Savio. No estaba programado para sentir
vergüenza y deseé ser de la misma manera.
—Vamos, Gem. Sabían que íbamos a follar en algún momento.
—No uses esa palabra —gruñí, disparando una mirada preocupada a Kiara
quien pretendía estar ocupada con los panqueques.
—Entonces que hicimos la cochinada.
La boca de Kiara tembló.
Quise que el suelo me trague. Empujando a Savio, murmuré:
359
—Eres imposible.
Se rio entre dientes, besando mi oreja.
—Eso es lo que amas de mí, admítelo.
Hecho. La palabra era solo un pensamiento, pero bien podría haberlo dicho.
Me tensé y Savio también. Se echó hacia atrás, de repente ya no siendo juguetón.
—Si bien su incómodo intento de amor juvenil es una vista espantosamente
entretenida de ver, están distrayendo a Kiara de que me haga el jodido desayuno, así
que, ¿qué tal si se controlan de una puta vez? —dijo Remo desde su lugar en la mesa
de la cocina. Nevio rio. Serafina le dirigió a sus dos hombres una mirada severa, que
no tuvo ningún efecto.
Savio se apartó de mí y le enseñó su dedo medio a su hermano.
—He tenido que ver tu demostración de afecto retorcido con Fina durante
años, así que, ¿qué tal si tú te controlas de una puta vez?
Me paré junto a Kiara, contenta de estar de espaldas al espectáculo. Ella me
dio una sonrisa suave.
—No les hagas caso. Es su manera de mostrarse amor mutuo.
Asentí. Aunque, no fueron las palabras de Remo lo que me puso nerviosa,
sino mi casi declaración de amor, lo que le dio a Savio una mirada casi de pánico.
—¿Necesitas ayuda?
Como si pudiera sentir mi necesidad de hacer algo para distraerme, Kiara me
entregó la espátula.
—Tal vez podrías encargarte un momento mientras me aseguro que Massimo
no se coma sus crayones.
Con una sonrisa agradecida, tomé su lugar en la estufa a medida que ella se
acercaba a su hijo menor en su silla para bebé.
Al final, Savio envolvió su brazo alrededor de mi cintura desde atrás. Miré
hacia su rostro. La sonrisa juguetona había regresado, pero recordaba su seriedad
anterior. ¿Por qué había reaccionado así?
¿Le preocupaba que esperara que respondiese lo mismo si le decía que lo
amaba? Por supuesto que sí, pero solo si él realmente me amaba.
Robó otro panqueque de la sartén, sin quemarse los dedos milagrosamente.
Intenté golpearlo con la espátula, pero solo golpeé el mostrador cuando retiró la
360
mano.
—Siempre estoy un paso por delante de ti, Kitty.
Solo cuando se trataba del lado físico. Cuando se trataba de la parte
emocional de nuestra relación, definitivamente estaba un paso adelante, y siempre lo
había estado.
N o estaba seguro de por qué me había asustado en la cocina. Las dos
palabras ya habían cruzado antes por mi mente, pero una declaración
frente a mi familia definitivamente no iba a suceder.
Gemma todavía no había pronunciado las palabras, ni había intentado
sacármelas, por lo que estaba completamente agradecido. Simplemente aún no lo
sentía bien… o tal vez era un jodido cobarde.
Al menos, nuestra vida sexual estaba acelerando lentamente. Todavía tenía
que ir despacio, pero no me importaba. Lo único que me molestaba era que la boca
361 de Gemma se mantuviera alejada de mi polla. No había intentado nada en las cuatro
veces que habíamos tenido relaciones sexuales.
Decidiendo presionarla solo un poco, la rodeé con mis brazos por detrás
durante nuestro entrenamiento de pelea.
—¿Qué tal una pequeña apuesta? Si ganas, yo te lo hago y si gano, ¿tú me lo
haces?
—Eso suena a que ganarás de cualquier manera —murmuró.
Me reí, atónito por sus palabras.
—¿Crees que si yo te lo hago me hace ganar?
Sus mejillas se calentaron y volvió a concentrarse en envolverse la mano. Me
reí entre dientes y apreté mi agarre alrededor de su cintura.
—Tienes razón. Tu coño es el manjar más delicioso que he probado en mi
vida.
Un pequeño escalofrío se apoderó de su cuerpo.
—Sabes tan bien como yo que no puedo ganar contra ti.
—Entonces, ¿qué tal si ganas si logras golpearme directamente en el rostro y
yo gano si logro derribarte? —Frunció los labios—. Vamos, Kitty, sé valiente. ¿No
me digas que tienes miedo de tomar mi polla en tu boca?
Se soltó de mi abrazo con un resoplido.
—Claro que no.
Oh, tenía miedo. La pregunta era si su crianza tradicional era la raíz del
problema o su inexperiencia. Probablemente ambos.
Gemma levantó los puños.
—No tengo miedo —insistió nuevamente.
Me encogí de hombros con una sonrisa.
—Entonces comencemos.
Atacó de inmediato. Gemma era rápida y casi pasó mis defensas. Después de
algunos golpes rápidos contra mis antebrazos y costados, intentó patearme en las
rodillas. Jugué con ella por un rato, irritándola. Pronto el cabello de Gemma se
enroscaba salvajemente alrededor de su cara sudorosa y la frustración fulguraba en
362 sus ojos.
—Te dije que no puedo ganar contra ti —siseó.
No podía. Pateé sus piernas. Aterrizó sobre su espalda con un jadeo.
—Yo gano —gruñí, mientras me inclinaba sobre ella. Me fulminó con la
mirada, lo que me hizo sonreír aún más. Retrocedí y me apoyé contra la jaula,
señalando mi ingle—. Adelante.
Gemma se arrodilló y luego se acercó más, como si estuviera frente a un
tribunal y no a mi polla. Sus ojos albergaron tanta vacilación mientras parpadeaban
sobre mi jodida ingle que mi lujuria salió disparada por la ventana. No quería nada
más que correrme en su boca, pero no si no estaba lista para eso. Nunca había estado
con chicas que no estuvieran al cien por cien dispuestas.
Con un gruñido, la levanté y reclamé su boca con un beso antes de empujarla
contra la jaula.
—Agárrate a la maldita jaula, Gem. —Entrelazó sus dedos en los agujeros de
la malla, frunciendo el ceño. Enganché mis dedos en la cinturilla de sus pantalones
cortos. Abrió mucho los ojos y lanzó un vistazo hacia la puerta del dojo—. Créeme,
ninguno de mis hermanos entrará sabiendo que estoy aquí contigo. —Le bajé los
pantalones cortos y las bragas.
—Ganaste. —La confusión sonó en su voz a medida que se alzaba medio
desnuda delante de mí. Mi boca se hizo agua como siempre al ver su coño.
Me puse de rodillas delante de ella.
—Lo sé y, como ganador, puedo decidir qué premio prefiero tener y quiero tu
coño. —Agarré sus nalgas con fuerza, haciéndola jadear de sorpresa—. Sostente
firme. Tus piernas cederán pronto.
—Ni siquiera tú tienes razón para ser tan presumido —dijo.
Alcé la vista, encontrándola observándome, sus dedos enredados en la malla,
sus dientes clavándose en su labio inferior.
Una esquina de mi boca se levantó y rápidamente cerró los ojos e inclinó la
cabeza hacia atrás. Todavía demasiado tímida para mirarme.
—No, no vas a hacer eso, Kitty. Vas a verme lamer ese coño como una buena
chica.
—Savio —gruñó, con los ojos aún cerrados con fuerza.
Apreté mis dedos alrededor de sus muslos, gruñendo.
363
—Jugamos esto según mis reglas. Gané y vas a verme comer tu coño o
después de todo tendré que follarte la boca. —Era una amenaza vacía.
Quería que Gemma salivara por mi polla, y eso obviamente no iba a suceder
hoy.
Sus ojos se abrieron de golpe. Obviamente pensando que estaba hablando en
serio. Realmente teníamos que trabajar en eso.
Mi idiotez del pasado obviamente todavía eclipsaba el presente.
—Bien —dije en voz baja y luego volví a centrar mi atención en ese pequeño
botón reluciente gritando por un poco de amor.
Tomé una respiración profunda.
—¿Qué estás haciendo?
Me reí.
—No suenes tan sorprendida, Kitty. Voy a hacerte cosas tan obscenas que
hará que desaparezca lo que queda de la corista en ti. —Estaba a punto de decir algo,
pero pasé mi lengua sobre su clítoris, silenciándola—. Tan jodidamente dulce.
Comencé a lamerla, largas y perezosas lamidas con toda la longitud de mi
lengua mientras sostenía su mirada. Su rostro estaba rojo, pero no miró hacia otro
lado ni una vez, y no solo por mis palabras anteriores. Incluso si la Gem buena
nunca lo admitiría, le encantaba verme lamer su coño. Podía verlo en su mirada llena
de lujuria.
Chupé su clítoris a medida que la follaba con dos dedos, y al final, las piernas
de Gemma se aflojaron. Me alejé.
—Te lo dije. —Me fulminó con la mirada, pero no dijo nada—. Sostente —
ordené, después levanté sus muslos sobre mis hombros, abriéndola aún más para mí
antes de volver a adentrarme en ella. Gimió, meciendo las caderas. Me encantaba
cómo no intentara silenciar sus gemidos. Solo me dejó escuchar lo mucho que le
encantaba que la devore. La lamí más fuerte y más rápido, sumergiéndome
profundamente con cada estocada. Comenzó a temblar y jadear, su cuerpo
tensándose como una cuerda un momento antes de gritar. Sus caderas se mecieron
desesperadamente en mi abrazo y sonreí contra su carne caliente.
Intentó bajar las piernas cuando dejó de temblar, pero la sostuve.
—Oh no, Gem. Quédate quieta, ahora déjame tener mi recompensa. Esta es la
364 mejor parte —gruñí, y como era de esperar, se estremeció y liberó más de su lujuria.
La lamí ligeramente, alejándome de su botón demasiado sensible. Pronto la tensión
dejó sus extremidades y comenzó a sacudir sus caderas nuevamente, sus labios
separados.
La observé de cerca, sin querer llevarla demasiado al borde. Aunque todavía
no tenía experiencia, podía correrse antes de que yo pudiera retroceder.
Con un último beso prolongado, me retiré y le di mi sonrisa más arrogante.
Ella ni siquiera reaccionó, demasiado aturdida por lo que acababa de suceder. Podía
ver las preguntas en sus ojos, tal vez por qué me había detenido.
Me limpié la barbilla mientras me enderezaba. Gemma bajó los brazos pero
se apoyó contra la jaula.
—Entonces, ¿tengo razones para ser presumido?
—Las tienes —admitió sin aliento. La besé. Gemma siempre era honesta, eso
era algo que siempre había apreciado de ella.
—¿Quieres más?
Asintió, con los ojos pesados. Bajé mis pantalones cortos y levanté a Gemma
más alto, su espalda contra la jaula. Luego la bajé lentamente sobre mi polla dura,
sin apartar los ojos de su rostro para ver si esta posición estaba bien para ella ahora.
Todavía estaba muy apretada y tuve que ir despacio, pero no hubo signos de dolor
en su rostro.
—Dios, Savio —siseó cuando me enterré completamente dentro de ella.
Sonreí de manera arrogante, y sus labios se apretaron—. No te llamé Dios.
La silencié con mi primer empujón profundo, estrellándola contra la jaula. La
cabeza de Gemma cayó hacia atrás.
—No —gruñí—. Vas a mirar mientras te follo.
Se encontró con mi mirada. Nunca lo admitiría, pero mi lado dominante la
excitaba. Pronto establecí un ritmo más rápido. Moví mis piernas para ponerme en
una mejor posición, mis dedos clavándose en las nalgas de Gemma a medida que
golpeaba en ella con profundos y duros empujes que llenaron el gimnasio con el
ruido de la jaula.
Cuando los dos nos corrimos, me dejé caer al suelo con Gemma en mi
regazo. Colgó sin fuerzas en mi abrazo.
—Esto es lo que yo llamo un buen entrenamiento —dije.
365
Gemma rio.
—Me alegra que no haya entrado nadie.
—Incluso si mis hermanos hubieran venido, sabrían que ese no era el sonido
de una pelea.
Gemma gimió, presionando su rostro contra mi garganta. Le acaricié la
espalda.
—¿Qué tal el ardor post jaula?
—Mañana voy a tener moretones.
—Ese es el resultado deseado de un entrenamiento de pelea.
***
De vuelta a casa, nos acomodamos en el sofá para otra noche de cine. Esta
vez la carrera de clasificación de Adamo para la carrera más grande del año. Mi
hermano estaba conduciendo como un lunático como siempre.
Pero podía decir que Gemma estaba reflexionando sobre algo.
—¿Por qué tienes tantos problemas para mostrar emociones reales? Como lo
que sientes por mí.
Mierda. Mantuve mis ojos en la pantalla. Las emociones eran una
responsabilidad. Mi pasado lo había demostrado una y otra vez.
—Te muestro lo que siento por ti. Hoy dos veces.
Gemma tomó el control remoto y bajó el volumen.
—Eso no es lo que quiero decir.
—Vamos, Gem, no arruines esta noche con estupideces emocionales. Me
casé contigo, ¿qué más quieres? —Le quité el control remoto de la mano y volví a
subir el volumen.
Gem se giró a la televisión con una expresión estoica.
—Lo haces parecer como si me hubieras dado un gran regalo al casarte
conmigo, como si debería estar agradecida que te dignaras a terminar con tus
costumbres de mujeriego por mí. Nunca pones ningún tipo de esfuerzo en esto. —
366 Levantó el dedo con el anillo de compromiso—. Si esta es tu forma de mostrar lo
mucho que te preocupas por mí, entonces eres un idiota.
Se puso de pie y se alejó. Gimiendo, me recosté contra los cojines. Por eso
nunca me había molestado con las relaciones. Aunque al ver a Gemma desaparecer
escaleras arriba, no pude quedarme en el sofá. Cuando otras chicas huyeron
lastimadas, no me importó ni mierda, pero con Gem, las cosas eran diferentes, no
solo porque estábamos casados.
Me levanté y la seguí arriba, donde la encontré en su lado de la cama. El
temblor de sus hombros fue un buen indicador de lo que estaba haciendo.
Sintiéndome como el mayor imbécil del mundo, entré y me metí en la cama detrás
de ella. Gemma podía ser una luchadora ruda, pero su núcleo era blando y delicado.
Envolviendo mis brazos alrededor de ella desde atrás, besé su cuello.
—No llores, Gem. Odio ver tus lágrimas. Se sienten como un puñetazo en el
corazón. —No dijo nada, solo miró al frente tercamente—. Nuestro padre no
mostraba sus emociones. Probablemente no las tenía, al igual que Nino. Solo que mi
hermano no es un psicópata sádico… bueno, al menos con las personas que le
importan. —Hice una pausa. Hacer un viaje por el carril de los recuerdos era algo
que evitaba a toda costa—. Remo y Nino nunca fueron unos niños sensibleros, pero
yo era un tonto mimado y demasiado sensible para el tipo de entorno en el que nací.
Un poco similar a Adamo, solo que me libré de ese rasgo molesto muy rápidamente.
—Gemma había dejado de llorar y ahora era todo oídos—. El problema era que mi
padre habría preferido matarme antes que mostrar ningún tipo de afecto, y mi madre
de hecho intentó matarme… Remo y Nino tenían sus propios demonios con que
luchar y una vez que estuvimos en un internado rodeado de extraños y enemigos
potenciales, aprendí rápidamente a ocultarles mis emociones. Les informaban a
nuestro padre y probablemente a otras partes de nuestra traidora familia. Más tarde,
cuando mis hermanos y yo estábamos huyendo, ocultar mis emociones detrás del
sarcasmo y el humor fue una buena manera de ayudar a Remo. Se suponía que no
debía preocuparse por mí. Ya tenía suficiente en su plato, así que usé mi sarcasmo
como armadura. De esa manera, podría concentrarse en lo que era realmente
importante: recuperar nuestro territorio. Se ha convertido en una segunda naturaleza
para mí, Gem, usar el sarcasmo y las bromas para escapar de las situaciones
emocionales. No significa que no tenga emociones. Simplemente significa que soy
un asco mostrándolas.
—Sí, lo eres. —Se giró en mi abrazo, mirándome con su rostro hinchado.
Besé la punta roja de su nariz como lo había hecho antes de que en realidad fuera
mía—. Entonces, ¿tienes emociones por mí?
367 La arrastré más cerca.
—Sí, tengo emociones por ti. Muchísimas.
—También tengo emociones por ti —dijo bromeando.
La besé.
—Algún día, trataré de cambiar, lo prometo.
—Todos tienen miedo de algo.
—Como tú de mi polla.
Entrecerró los ojos, luego sacudió la cabeza con una carcajada.
—De acuerdo.
Acaricié su mejilla.
—No lo tomes a mal y sé que no es el momento perfecto para cerrar el tema,
pero ¿por qué evitas darme una mamada?
—No tengo miedo —respondió obstinadamente.
Alcé una ceja.
—¿Ahora quién está mintiendo sobre sus emociones?
—¡No lo hago! —Se sentó con un gruñido lindo, frunciéndome el ceño—.
Me estás provocando para que lo haga, ¿verdad?
—Nunca —respondí.
Alcanzó mis pantalones y la ayudé a bajarlos. Mi polla se liberó, ya
esperando su tratamiento especial. Gemma se acercó un poco, y casi me eché a reír
al ver la concentración en su rostro.
—Cállate —murmuró.
—No dije nada.
Gemma miró mi tatuaje a medida que bajaba la cabeza.
—No estoy segura si me gusta. Que ese toro me mire me saca de quicio.
—Él y yo amamos verte tan cerca de mi polla.
Gemma puso los ojos en blanco.
—Si tienes miedo, no… —Sus labios se cerraron alrededor de mi punta y mis
368 palabras murieron en un gemido. Ver los labios carnosos de Gemma alrededor de mi
polla fue casi suficiente para hacerme venir. La inexperiencia de Gemma se mostró
rápidamente cuando sus dientes se interpusieron a medida que intentaba chuparme.
Me contuve, sin querer hacerla sentirse insegura al darle instrucciones, pero pronto
las cosas se pusieron demasiado complicadas.
Siseé cuando los dientes de Gemma me volvieron a arañar y presioné su
cuello suavemente para colocarla en un ángulo diferente.
—No lo mastiques. No soy reacio a un poco de juego brusco, pero mi polla
no es un hueso.
Gemma echó la cabeza hacia atrás, su rostro enrojecido. Y antes de que
pudiera agarrarla, saltó de la cama.
Casi me reí hasta que vi las lágrimas en sus ojos. Salté de la cama y envolví
mi brazo alrededor de su cintura desde atrás. Ella se retorció en mi agarre y trató de
alejarme. Solo apreté mi agarre.
—¿Estás llorando porque apestas chupando? —bromeé. Y fue lo jodidamente
incorrecto a decir.
Me dio una patada en la espinilla, pero no la solté.
—Odio que las chicas con las que has estado supieran cómo darte una
mamada, cómo complacerte y que yo sea una perdedora que no puede hacerlo bien.
Mierda, ¿hablaba en serio? Casi me reí otra vez, pero sofoqué el sonido.
—Gemma —dije—. Nunca antes has tenido una polla en la boca, gracias a
los malditos dioses. ¿Puedo contarte un secreto?
Se encogió de hombros.
—Eras jodidamente horrible besando. —En realidad no lo había sido. No me
había vuelto loco, pero justo en este momento necesitaba evitar que enloquezca
porque tenía el presentimiento de que determinaría la cantidad de mamadas futuras.
Sus ojos se abrieron de par en par—. Porque mi lengua fue la primera en tu boca y
mírate ahora. Tus besos hacen girar mi maldita cabeza. —Un tic de su labio—. ¿Y
sabes qué? No me importa ni mierda si besas mal o eres terrible dando mamadas,
porque eso significa que no tuviste la oportunidad de practicar antes que yo. Porque
significa que soy tu primero en todo.
Puso los ojos en blanco y se relajó en mi abrazo.
—Está bien —dijo—. Pero aun así no me gusta la idea de ser comparada con
369 todas tus amantes anteriores y no estar en la cima.
—No sabía que eras tan competitiva fuera de la jaula —comenté—. Y
créeme, desde que estoy contigo, no he pensado en ninguna de las mujeres de mi
pasado. —Era la jodida verdad. Incluso antes de que Gemma fuera mía, fantaseaba
con ella la mitad del tiempo que estaba con otra chica.
—En realidad no lo soy, pero odio que tantas chicas hayan hecho esto
contigo.
Saber que ella había querido que todas sus primeras veces pertenecieran a mí
desde el principio hizo que mi pecho se hinchara con una especie de posesividad que
no había sido capaz de sentir antes que ella. Besé sus labios carnosos, jodidamente
intoxicando por su sabor y casi vertiginoso sabiendo que nadie sabía lo deliciosa que
era, excepto yo.
Deslicé mis labios hasta su oreja.
—¿Qué tal si practicamos todos los días?
Una risa ahogada estalló en ella.
—Eso es lo que te gustaría…
—Maldición, eso es lo que me encantaría —murmuré, besando su oreja.
Regresamos a la cama, y envolví mi palma alrededor de mi pene, apretándolo varias
veces hasta que se filtró el líquido preseminal. Después sonreí desafiante.
—¿Cómo sabe? —preguntó con curiosidad, señalando las gotas en mi punta.
—¿Cómo puedo saber?
—¿Nunca sentiste curiosidad?
Sabía que algunos tipos saboreaban su propio semen; nunca había visto el
atractivo en eso.
—Mis gustos siempre se desviaron más hacia lo dulce —dije mientras
deslizaba mi mano dentro de sus pantalones y luego dos dedos entre los labios del
coño de Gemma antes de llevarlos a mi boca y saborearla—. ¿Por qué no lo
intentas? —Asentí hacia mi polla reluciendo con mi lujuria por ella.
Con un rubor tiñendo sus mejillas, se inclinó y lamió mi semen
experimentalmente. Gemí profundamente en mi pecho, mis bolas vibrando.
Gemma se lamió los labios y luego se encogió de hombros.
370 —No sabe mucho.
Deslicé mi mano en su cabello, cada vez más impaciente, con sus labios tan
cerca de mi polla.
—¿Alguna vez has chupado una piruleta?
Sus cejas se alzaron, pero captó mi indirecta. Comenzó a lamer mi punta
como si fuera una paleta de cereza. Mi respiración se tornó más profunda a medida
que veía su lengua rosa emergiendo y dando vueltas, saboreando, descubriendo, y
finalmente cerró la boca alrededor de la cabeza y chupó.
Mis bolas pulsaban al ritmo de las succiones de sus mejillas.
De vez en cuando sus dientes todavía arañaron mi polla, pero solo
brevemente, lo que aumentó mi placer. Me costó un esfuerzo considerable no
follarme su boca como quería. Tuvo problemas para mantenerse sincronizada con
mis pequeños empujes hacia arriba, pero mierda, nada de eso importaba, porque ver
la hermosa boca de Gemma chupando mi polla era lo más caliente que podía
imaginar.
Pronto estaba en mi punto de inflexión.
—Traga por mí, Kitty —gruñí.
Aflojé mi agarre en su cuello para darle la oportunidad de retirarse si quería,
aunque fuera lo último que yo quería. Gemma siguió chupando, sus dedos
apretándose alrededor de mi base.
—Mierda.
Mis caderas se movieron más rápido, buscando su boca caliente, mi punta
rozando la parte posterior de su garganta y entonces mis bolas se apretaron y el
semen salió disparado de mi polla. No podía dejar de mirar los labios de Gemma
alrededor de mi polla. Me aferré a su cuello mientras me deslizaba casi por completo
solo para empujar nuevamente hacia adentro. Gemma tragó a mi alrededor, sin
mirarme a los ojos. Salí de ella lentamente y ella tragó una vez más, sus mejillas
sonrojadas.
—Gem —gruñí cuando recuperé la voz.
Me estiré, la agarré por las caderas y la alcé sobre mi estómago para que así
me montara a horcajadas.
Levantando su barbilla, buscando sus ojos.
—¿Qué pasa? ¿No te gusta el sabor? —A muchas chicas no les gustaba, por
371 eso algunas de ellas se negaban a tragar en general o solo cuando usaba un condón.
Pero su expresión no reflejaba asco. Parecía culpable y avergonzada.
Sentándome, acuné su mejilla.
—No me digas que es acerca de alguna mierda tradicionalista, Gem.
Gemma podía ser dura como el acero, pero por dentro era suave como la
mantequilla tibia. Dejé un beso sobre su oreja, que criticar su crianza y con eso, a su
Nonna y su padre no la harían sentir mejor.
—Me como tu coño todo el tiempo, y me encanta. Me deleito con los jugos.
Mierda, prácticamente te devoro, y no siento ni una maldita pizca de culpa o
vergüenza, así que si crees que chupar mi polla es pecado o algún otro tipo de
mierda, entonces detente. Si me preguntas, darnos placer el uno al otro no puede ser
pecado. —Entonces hice una pausa—. Y si se trata de que no te gusta chuparme la
polla, entonces lo resolveremos. ¿Es lo del pecado?
—Sí —admitió.
—Gracias al jodido Señor —gruñí.
Puso los ojos en blanco con una pequeña risa y luego volvió a ponerse seria.
—Solo me preocupaba que te hiciera respetarme menos.
Resoplé.
—Que me chupes hasta secarme no hará que te respete menos, créeme. ¿O
me respetas menos cuando te lamo el coño?
—Eso es diferente, eres hombre.
Acerqué su rostro.
—Te respeto más que a cualquier otra mujer, y eso no cambiará, Gem.
Puedes patear traseros, hornear como una gran chef y ahora todo lo que falta es que
me des una mamada como una maldita diosa y te construiré un altar y te adoraré.
—¡Eres tan idiota! —jadeó, pero se inclinó hacia mí y se relajó—. ¿Cómo
estuvo?
Me alejé.
—Bueno, ¿quieres elogios o críticas honestas?
—La honestidad.
—Te daría un sólido B menos.
372 Sus ojos se abrieron con indignación.
—¿B menos?
—Practicaremos hasta que sea todo un A sobresaliente, no te preocupes.
Golpeó mi brazo.
—Eres demasiado engreído.
Me recosté, llevándola conmigo.
—Tendrás que montarme para ponerme en línea. —Levantando mis caderas,
hundí mi polla aún dura entre sus nalgas.
Ayudé a Gemma a quitarse la ropa y luego le mostré lo mucho que la
respetaba al comerla antes de que finalmente se acomodara sobre mí. Se veía
magnífica a horcajadas sobre mis caderas. Pasé mis manos por sus abdominales
antes de tomar sus pechos. Por un momento, solo miró al toro que tenía una vista
privilegiada de su hermoso coño, y luego comenzó a mover sus caderas, al principio
lentamente, descubriendo la mejor manera de darse placer a medida que me quedaba
inmóvil y disfrutaba de la vista.
Al final, se instaló a un ritmo lento y sensual que se sintió como un paraíso.
Se encontró con mis ojos, mordiéndose el labio bajo mi atención inquebrantable.
Comencé a empujar hacia ella y la agarré por el culo para mantenerla estable.
Gemma no tuvo problemas para seguir el ritmo más rápido. Su estómago se
flexionó con cada giro de sus caderas y la vista sola fue suficiente para ponerme de
rodillas. Esa mujer era perfecta, y le demostraría que sabía exactamente lo
jodidamente afortunado que era por tenerla como mi chica.
373
N o pude encontrar mi anillo de compromiso en ningún lado. Por lo
general, lo dejaba en la mesita de noche junto con mi anillo de bodas
porque no podía dormir con joyas encima, pero ahora había
desaparecido. No era como si me encantara por su belleza. Su diseño había sido una
afrenta para mis ojos desde el primer momento en que lo vi, pero tenía un valor
emocional.
Principalmente, todavía me enojaba cuando lo veía porque en realidad no
reflejaba una declaración de amor de Savio, pero me había acostumbrado. Habíamos
374 estado casados por casi dos meses, así que me sentía desnuda sin eso en mi dedo.
Estaba gateando a cuatro patas, revisando debajo de la cama cuando escuché
un silbido.
—Ese trasero es el dueño de mi corazón.
Lancé una mirada por encima de mi hombro.
—A ese trasero podría venirle bien tu ayuda… —Savio no esperó a que
terminara. Estaba detrás de mí, frotándose contra mí, en un abrir y cerrar de ojos.
Me mordisqueó el cuello mientras yo reía—. Savio, eso no es lo que quise decir.
Necesito encontrar mi anillo de compromiso. Debe haber rodado de la mesita de
noche. ¡Ayúdame a encontrarlo!
—Eso no es divertido —gruñó, y me rendí. Después de un rapidito en el
suelo, escaneé el piso nuevamente.
—¿Y si lo perdí?
—Eso me rompería el corazón —respondió Savio con falsa severidad.
Suspiré, sintiéndome mal.
—Anoche lo dejé en la mesita, estoy segura.
—No te preocupes. Aparecerá cuando menos lo esperes.
—O terminará en la aspiradora y se perderá para siempre.
—Admítelo, no te entristecería ver que desaparece.
—Es mi anillo de compromiso.
Savio se encogió de hombros, con la cabeza apoyada en los brazos cruzados
como si fuera el dueño del mundo.
***
378
La primera vez que Cassio conoció a
su prometida, ella lo llamó “Señor”.
Después de perder a su esposa, Cassio
se quedó a cargo de dos niños pequeños
mientras intenta establecer su gobierno sobre
Filadelfia. Ahora necesita una madre para sus
hijos y alguien que pueda calentar su cama
por las noches.
Traducción
LizC
Diseño
JanLove
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