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LA ENSEÑANZA DEL CONFLICTO AGRARIO DESDE LA HISTORIA RECIENTE:

SISTEMATIZACIÓN DE LAS EXPERIENCIAS PEDAGÓGICAS EN LA IED


EDUARDO UMAÑA MENDOZA

TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR POR EL TITULO DE “LICENCIADO EN


EDUCACIÓN BÁSICA CON ÉNFASIS EN CIENCIAS SOCIALES”

FERNEY QUINTERO RAMÍREZ


2009160056
ALBERT FERNANDO CASALLAS ORJUELA
2008160013

Asesor
DOUGLAS GIOVANY RODRIGUEZ HEREDIA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL


FACULTAD DE HUMANIDADES
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA CON ÉNFASIS EN CIENCIAS SOCIALES
LEBECS
LÍNEA DE PROYECTO PEDAGÓGICO
FORMACIÓN POLÍTICA Y RECONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA SOCIAL
BOGOTÁ
2014

1
AGRADECIMIENTOS

A la profesora Sandra por orientarnos y acercarnos al problema social

Al profe Douglas por la disponibilidad, la comprensión, el interés y el acompañamiento en la


elaboración e implementación de la propuesta

Al profe Sebastián Diago por abrirnos el espacio de clase y posibilitarnos nuestra primera
experiencia de práctica pedagógica

A los estudiantes del curso 903 del EUM y demás profesores de área de ciencias sociales por el
cariño y la buena voluntad que mostraron con nosotros

A nuestras madres por el delicioso aroma y sabor del café que nos prepararon tantas
madrugadas mientras redactábamos el documento final

A nuestros hermanos por la comprensión

A los demás compañeros y compañeras de la universidad, por las tardes de tinto y noches de
jolgorio, entre bromas y discusiones defendimos con convicción nuestro proyecto

Finalmente, a todas las mujeres hermosas que nos han acompañado, ustedes saben o sospechan
las razones

2
RESUMEN ANALÍTICO EN EDUCACIÓN – RAE

1. Información General
Tipo de documento Monografía de grado

Acceso al documento Universidad Pedagógica Nacional. Biblioteca Central

“La enseñanza del conflicto agrario desde la historia reciente:


Titulo del documento sistematización de las experiencias pedagógicas en la IED Eduardo
Umaña Mendoza”

Autor(es)
QUINTERO RAMÍREZ, Ferney; CASALLAS ORJUELA, Albert
Director Douglas Giovany Rodríguez Heredia

Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, Febrero del 2014. 346


Publicación
páginas.

Unidad Patrocinante Universidad Pedagógica Nacional

Problema agrario, proyecto de Estado nacional, memoria social,


historia reciente, historia del tiempo presente, formación política,
Palabras Claves
neoliberalismo educativo, pedagogías críticas, sistematización y
práctica pedagógica.

2. Descripción
Este documento surge a partir la realización del proyecto pedagógico. Que constó de varias
etapas: 1. La formulación de un problema social, la construcción de un marco histórico amplio
para comprender el problema agrario en la actualidad; 2. La caracterización de la I.E.D Eduardo
Umaña Mendoza; 3. La formulación de la propuesta pedagógica que se centró en la enseñanza
de un caso especifico de restitución de tierras; 4. La sistematización de la experiencia de la
práctica pedagógica realizada en el 2013 en dicha institución educativa.

3. Fuentes
Se tomaron como principales sustentos teóricos y analíticos los diferentes aportes realizados por
autores como:

Acosta, W. A., & Camargo, F. M. (2006). El nuevo orden educativo global y la mercantilización
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3
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áncora editores.

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Estado. Bogotá: Cinep.

Brizuela, M. (2012). El abordaje de la historia reciente en el nivel primario: la efeméride del 24 de


Marzo. III Jornadas Internacionales y XIV Nacionales de Enseñanza de la Historia, Rio Cuarto,
Argentina , 1-15.

4
4. Contenidos
El proyecto pedagógico se desarrolló en tres capítulos. En el primero, se construye el problema
social haciendo una diferenciación en tres grandes apartados que corresponden a los momentos
de conformación del Estado Nacional: un primer momento desde antes del siglo XX donde los
proyectos de Estado Nacional bipartidista expresaron diferencias profundas. Un segundo
momento, cuando se redefinieron los proyectos de Estado Nacional, posteriores a la segunda
posguerra, orientados por los principios del desarrollo y, un tercer momento, a partir del
neoliberalismo de finales de la década del ochenta. El objetivo de este capítulo es comprender
el conflicto agrario colombiano en el marco de las iniciativas normativas del Estado que han
promovido procesos de transformación de las dinámicas agraria.

En el capítulo 2, se encuentra la caracterización y la propuesta pedagógica. En la primera, le


apuntamos a comprender el contexto internacional, nacional y local en el que aparece el colegio
como un ejercicio de memoria social, además tratamos de evidenciar como el territorio de Usme
ha estado configurado por las luchas agrarias, lo que influyó en su urbanización. Pero la mayor
riqueza con que nos encontramos es con el proyecto pedagógico del colegio enmarcado en la
formación en derechos humanos; En la segunda, planteamos la justificación de por qué enseñar
este problema hoy en la escuela, evidenciando las dificultades que trae hoy la restitución,
definimos los objetivos y estrategias para alcanzarlos, planteamos el marco teórico en los
aspectos más fundamentales (memoria social, historia reciente, formación política, historia del
tiempo presente) y nos detenemos en el debate pedagógico y didáctico que plantea la escuela
actual.

Finalmente, en el capítulo 3, se realiza la sistematización de la práctica pedagógica. Se plantea


la sistematización como una “teorización de la práctica”. En esa medida, se reconstruye las
experiencias para identificar algunas tensiones permanentes en el proceso y analizarla a luz de
los presupuestos teóricos que partimos y del lente de las ciencias sociales.

5. Metodología
El primer capítulo fue fruto de un análisis documental y de fuentes de segundo orden. Se
ubicaron unos ejes de análisis donde se puede comprender la conformación de los proyectos de
estado nación: contexto internacional, relación Iglesia- Estado, la relación entre los partidos y
sectores políticos y la relación del Estado con los sectores populares o movimientos sociales.
Bajo estas categorías pretendemos historizar las experiencias colectivas de la sociedad
colombiana comprendiendo y jugando con los ritmos temporales de duración de los fenómenos
sociales (continuidades y rupturas).

La caracterización se realizó por medio de análisis de fuentes, de entrevistas a profundidad, de


la búsqueda de documentos, toma de registros, la participación en eventos y celebraciones del
colegio y la realización de algunos talleres con los estudiantes. Por su parte, la propuesta
pedagógica se basó fundamentalmente en la realización de unidades didácticas y la
fundamentación teórica.

5
Los diarios de campo fueron la herramienta fundamental que nos permitió desarrollar el ejercicio
de sistematización.

6. Conclusiones
Desde la mirada tradicional en occidente, en nuestro caso, no tendríamos porque abordar los
últimos acontecimientos sobre el problema agrario, eso le correspondería a la prensa, a los
politólogos, economistas o sociólogos. Pero la historia del tiempo presente nació con el propósito
de romper con la división entre esa historia erudita, paciente y profunda sobre el pasado, y el
conocimiento cambiante de la inmediatez. Demostrando con creces las potencialidades
epistemológicas y políticas que surgen de lo reciente, inmediato, o más preciso lo presente,
como campo de la historia.

Podríamos afirmar que nuestro problema social se trata de una historia contemporánea,
¿Acaso no somos contemporáneos de Pedro Antonio Marín, campesino liberal de la década de
los 40, que terminó convertido en Manuel Marulanda, comandante máximo de las Farc por casi
60 años, muerto no hace mucho? ¿O contemporáneos de Laureano Gómez o Rojas Pinilla? Sin
embargo, la historia contemporánea pierde progresivamente su sentido original a medida que la
duración de esta historia se alarga y se separa por décadas y siglos. Entonces esa coexistencia
de fenómenos sociales a traves del tiempo lleva a cuestionar el entendimiento del presente, a
superar su mirada como un instante simple, por otra que lo extiende: la memoria de los
fenómenos pasados (espacios de experiencia) y la expectativa de las cosas por venir
(horizontes de expectativas).

En este sentido, el acontecimiento adquiere una importancia central para el historiador. El


asesinato de líderes que reclaman sus tierras, que luchan porque se las restituyan, es una
ventana que nos muestra el movimiento en niveles más profundos, de una estructura agraria
bimodal que se resiste a romperse. Podríamos decir lo mismo del fenómeno paramilitar, como la
última gran contra-reforma agraria de los últimos tiempos. Son demasiado importantes los
acontecimientos relacionados con el conflicto agrario y el conflicto armado interno, como para
dejar que sólo lo interpreten los medios de comunicación. Ahí está el deber del historiador en no
renunciar a este campo.

Elaborado por: Ferney Quintero Ramírez; Albert Casallas Orjuela

Revisado por: Douglas Giovany Rodríguez Heredia

Fecha de elaboración del


20 Enero 2014
Resumen:

6
Contenidos

INTRODUCCIÓN............................................................................................................................10
CAPÍTULO 1 ANÁLISIS HISTÓRICO DEL CONFLICTO AGRARIO COLOMBIANO .................14
1.1 Los proyectos de Estado Nacional bipartidista.................................................................19
1.1.1 La Regeneración............................................................................................................19
Contexto internacional ...........................................................................................................19
Relaciones Iglesia-Estado.......................................................................................................22
Relaciones del Partido Conservador con los otros partidos políticos ..........................................25
Relaciones del Estado con los sectores populares .....................................................................27
La Regeneración frente a los temas agrarios ............................................................................29
Conclusión ............................................................................................................................37
1.1.2 La República Liberal.....................................................................................................38
Contexto Internacional ...........................................................................................................39
Relación Iglesia – Estado .......................................................................................................41
Las relaciones del Partido Liberal con los otros partidos ...........................................................43
La relación del Estado con los sectores populares ....................................................................47
La República Liberal frente a los temas agrarios ......................................................................49
Conclusión ............................................................................................................................60
1.2 El proyecto de Estado Nacional después de la segunda posguerra: el desarrollo...................62
Contexto Internacional...............................................................................................................62
Relación Iglesia – Estado ...........................................................................................................79
Relación entre los partidos políticos ............................................................................................86
Relación del Estado con los sectores populares.......................................................................... 105
El Estado desarrollista frente a los temas agrarios ...................................................................... 116
Conclusión.............................................................................................................................. 130
1.3 El proyecto de estado desde el neoliberalismo: la desregularización del Estado ............. 136
Contexto Internacional............................................................................................................. 136
Relación Iglesia – Estado ......................................................................................................... 143
Relación entre los partidos y sectores políticos .......................................................................... 147

7
Relación del Estado con los sectores populares.......................................................................... 158
El Estado neoliberal frente a los temas agrarios ......................................................................... 171
Conclusión.............................................................................................................................. 188
CAPÍTULO 2 CARACTERIZACIÓN Y PROPUESTA PEDAGÓGICA ....................................... 193
2.1 Caracterización ................................................................................................................... 193
El problema de la memoria social ............................................................................................ 194
Dictaduras y memorias en el Cono Sur .................................................................................. 197
La violencia política en Colombia en las últimas décadas del siglo XX ................................... 203
Las luchas de la memoria en Colombia en las últimas décadas ................................................ 209
¿Se ha incorporado la historia reciente al espacio escolar? ...................................................... 213
El colegio Eduardo Umaña Mendoza ¿Un ejercicio de memoria social? Memoria y Derechos
humanos ............................................................................................................................. 215
En el marco de qué conflictos agrarios está el colegio ............................................................... 222
¿La escuela como trabaja la historia reciente? El problema de la tierra en el marco de las ciencias
sociales escolares................................................................................................................. 230
2.2 Propuesta pedagógica para la enseñanza del problema social............................................. 236
Justificación............................................................................................................................ 236
El conflicto agrario como un problema de nuestra historia reciente ......................................... 242
Propuesta ............................................................................................................................... 245
Objetivos e intencionalidad .................................................................................................. 245
Hipótesis ............................................................................................................................. 245
Metas de aprendizaje ........................................................................................................... 246
Estrategias........................................................................................................................... 247
Marco Conceptual................................................................................................................... 249
Memoria social.................................................................................................................... 250
Formación política ............................................................................................................... 252
Historia Reciente ................................................................................................................. 254
Historia del tiempo presente ................................................................................................. 257
Marco Pedagógico y didáctico ................................................................................................. 261
Educación y neoliberalismo en Latinoamérica ....................................................................... 262
Implicaciones pedagógicas del neoliberalismo ....................................................................... 268
Las pedagogías críticas y la historia ...................................................................................... 272
Didáctica y enseñanza de la historia reciente ......................................................................... 274

8
Metodología............................................................................................................................ 280
Encuesta ............................................................................................................................. 281
Estrategias de estudio de caso de la investigación cualitativa: juego de roles, árbol genealógico,
taller de historia oral con los padres de familia, entrevistas en profundidad ............................. 282
Estudios etnográficos o diarios de campo .............................................................................. 284
CAPÍTULO 3 SISTEMATIZACIÓN DE LA PRÁCTICA PEDAGÓGICA ................................... 287
¿Qué entenderemos por sistematización? .................................................................................. 287
Sistematización de la práctica pedagógica en el curso 903 de la I.E.D. EUM ............................. 291
Reconstrucción del Proyecto .................................................................................................... 291
Tensiones................................................................................................................................ 307
Conclusiones a la luz del marco conceptual, pedagógico y didáctico .......................................... 313
CONCLUSIONES.......................................................................................................................... 316
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................................ 323

9
INTRODUCCIÓN

¿Qué historia enseñada sobre el conflicto agrario circula en la escuela y por fuera de ella? ¿Será
que las concepciones que sobre la realidad social actual del país que tienen las comunidades
educativas (padres, madres, docentes y alumnos) son las versiones de los medios de
comunicación privada y las versiones oficiales? ¿Por qué persiste la imposibilidad de encontrar
una síntesis histórica liderada por el pueblo colombiano a un conflicto que le aqueja
profundamente?

El acercamiento a la escuela nos lleva a cuestionarnos también el por qué los jóvenes y los niños
desconocen aspectos trascendentales de la historia del país, ¿es significativo el conocimiento
histórico para ellos?; qué enseñan los maestros y maestras; por qué y para qué es importante la
historia; ¿están las comunidades educativas preparadas para afrontar el uso que hacen de la
historia los medios masivos de comunicación, los partidos e ideologías que están detrás de ella?
De este modo, un primer problema de la enseñanza de la historia sobresaliente es el de su
naturaleza ideológica y el de los servicios que ha prestado como instrumento de la política
(Funes, 2006, pág. 91).

Históricamente ha habido una tradición de divorcio con el pasado, es decir entre lo que
enseñamos y la realidad histórica, la realidad presente. “Al des-conocer lo reciente puede ser un
síntoma que nos revela la verdadera relación con el pasado –sin interesar que este sea lejano o
reciente- o también podría ser un síntoma que dé cuenta de cuál es el lugar de la historia en
nuestra sociedad” (Funes, 2006, pág. 94). ¿Esta incapacidad de posicionarnos políticamente
frente a la realidad presente acaso responde a nuestros conocimientos históricos?

Pero no se trata de cualquier historia, sino de privilegiar la mirada sobre el pasado reciente en la
escuela. La historia reciente es un saber que se ha ido institucionalizando, expandiendo y
consolidando en las últimas décadas. No es una simple discusión por la temporalidad que se
ocupa, va más allá: ha surgido, por un lado, de los traumas que del pasado se proyectan sobre el
futuro. Y, por otro lado, han constituido su especificidad no sólo consideraciones temporales,
epistemológicas o metodológicas sino, fundamentalmente, cuestiones políticas.

Marx ya planteaba la posibilidad de comprender la permanencia de otros modos de producción


en el seno del capitalismo, la Escuela de los Annales, primera y segunda generación, también

10
llamaron la atención sobre las posibilidades que surgen de leer la historia al revés (expresión de
Marc Bloch). En suma, el desarrollo de la historiografía ha terminado planteando, al detenerse en
la relación pasado-presente, la necesidad de la mirada histórica (el pensamiento histórico o la
consciencia histórica) como la “posibilidad de una crítica desmitificadora de la reificación (la
naturalización de los procesos sociales) y de la absolutización de los valores dominantes en el
presente y, por lo tanto, [la mirada histórica] proporciona eficaces herramientas intelect uales
para poner en cuestión el presente e imaginar el futuro” (Cuesta, 1998, pág. 7).

¿Sobre qué versará nuestro trabajo? Lo que pretendemos hacer y que desde la línea de
Formación Política y Re-construcción de la Memoria Social (FPRMS), se nos orienta y
fundamenta para que podamos alcanzar, es que sumiéndonos en el ejercicio de la docencia
construyamos un proyecto pedagógico y lo pongamos en práctica, en nuestro caso, en el
escenario escolar. Dicho proyecto está compuesto por varias fases: 1. La construcción del
problema social; 2. La caracterización; 3. El diseño e implementación de la propuesta; 4. La
sistematización de las experiencias pedagógicas.

Uno de los pilares de nuestro proyecto pedagógico es el problema soc ial. Tenemos la pretensión
que al abordar el problema agrario, desde la historia del tiempo presente, podamos contribuir a
transformar las ciencias sociales escolares hacia este horizonte, que brinda más potencialidades
epistemológicas y políticas.

Tan largo como la historia de este país es nuestro problema social. Decididos a comprender por
qué en Colombia no se ha podido alcanzar la reforma agraria, nos preguntamos por la
conformación del Estado nacional en tres momentos de nuestra historia, y al hacerlo
interrelacionamos el contexto económico, político y social con el problema de la tierra y las
soluciones que agencia el Estado. Ello nos permitió comprender porque en medio de políticas de
modernización del sector agrario, no se alcanza tal. O nos permite lanzar hipótesis sobre la
imposibilidad que en un contexto institucional e internacional de neoliberalismo se piense o se
logre una reforma agraria en el país e incluso dudamos de la fiabilidad de la “restitución” y el
“retorno” al campo, cuando aún perviven las estructuras que despojaron y desplazaron al
campesino de sus tierras y hay un desestimulo al desarrollo agrario del pequeño productor.

11
Sin embargo, a lo que le apunta el trabajo documental que hemos desarrollado es mostrar como
los distintos matices que ha expresado el problema agrario en la historia del país han llevado a
conservar la misma esencia: un sistema de apropiación de la tierra bimodal, latifundistas y
minifundistas. La legislación agraria ha contribuido con ello, en la medida que todo intento de
reforma ha sido respondido con una contra-reforma o con una falta de mecanismos para
garantizar efectivamente la distribución de la tierra y la actualización productiva y tecnológica al
campesino. Los intentos de modernización han beneficiado a la agricultura comercial. Y los
fenómenos de la violencia han producido un efecto de reconcentración de la propiedad de la
tierra, por vía del despojo y el desplazamiento. Hoy cuando sale a flote una ley que pretende
“restituir” las tierras usurpadas desde los noventa, nos encontramos con un modelo de desarrollo
que favorece la agricultura comercial y que exige proyectos agroindustriales.

Por otra parte, el objetivo de nuestro proyecto pedagógico se centra en llevar al contexto escolar
un caso de restitución de tierras, el despojo paramilitar en el municipio de San Onofre (Sucre).
Nuestra apuesta enfocada en la enseñanza de la historia reciente, es alimentada por las
discusiones que dan las pedagogías críticas al neoliberalismo educativo. A la escuela se le
imponen requerimientos evaluativos y estandarizados, el desarrollo de competencias y
habilidades para el trabajo que excluyen la historia reciente de su ámbito. Olvidando con ello, el
desarrollo de la capacidad de crítica de la sociedad colombiana sobre el conflicto interno puesto
que existe “una vinculación estrecha de los actores escolares con las dinámicas y los efectos de la
guerra interna”. El desarrollo conceptual del problema social constituye un elemento propicio
para la compresión de las dinámicas del despojo paramilitar y la restitución.

El colegio al que llegamos es una apuesta innovadora en la formación en derechos humanos. La


construcción de colegios públicos en Bogotá se contrapone a las políticas neoliberales pero
contrasta con el control curricular, por vía de las evaluaciones constantes a la escuela y al
maestro, promovido por esta ideología. Además, esta institución educativa se ha ido
configurando como un lugar de la memoria social. El territorio donde se erige constituyó el
escenario de las luchas por la tierra en la década de los treinta y se caracteriza por recibir cientos
de desplazados en la actualidad.

La concreción de las distintas fases se logró mediante el análisis documental, la entrevista a


profesores de la institución educativa, la búsqueda de documentos, el registro constante en los

12
diarios de campo y la planeación sistemática de la práctica pedagógica, por medio, de unidades
didácticas.

13
CAPÍTULO 1
ANÁLISIS HISTÓRICO DEL CONFLICTO AGRARIO
COLOMBIANO

Los proyectos nacionales deben comprenderse en el marco de los debates por la construcción y
orden del Estado en Colombia. Estos procesos se ubican en tres momentos: un primer momento
desde antes del siglo XX donde los proyectos de Estado Naciona l bipartidista expresaron
diferencias profundas. Un segundo momento, cuando se redefinieron los proyectos de Estado
Nacional, posteriores a la segunda posguerra, orientados por los principios del desarrollo y, un
tercer momento, a partir del neoliberalismo de finales de la década del ochenta.

Así pues, el análisis de estos proyectos de Estado, contribuye a la comprensión del conflicto
agrario colombiano en el marco de las iniciativas normativas del Estado que han promovido
procesos de transformación de las dinámicas agraria. Por ello, la pregunta fundamental, a la que
intentaremos dar respuesta en este capítulo será, ¿Qué proyectos nacionales sirvieron de guía
para las políticas agrarias?

Como ejes de análisis se ubican los ámbitos donde se expresa la confrontación de los distintos
proyectos nacionales: contexto internacional, relación Iglesia- Estado, la relación entre los
partidos y sectores políticos y la relación del Estado con los sectores populares o movimientos
sociales. Bajo estas categorías pretendemos historizar las experiencias colectivas de la sociedad
colombiana comprendiendo y jugando con los ritmos temporales de duración de los fenómenos
sociales (continuidades y rupturas).

Debemos considerar dos antecedentes históricos, herencias de la colonia, que condensan la


apropiación de la tierra, la apropiación de la producción y el control de la mano de obra, como
antecedentes que dan lugar al conflicto agrario durante el siglo XX y nuestra historia reciente.

Formación de las Haciendas

El nacimiento de las haciendas tiene sus raíces en el fenómeno de apropiación de tierras y del
control sobre la población campesina. Con la llegada de los españoles a América y a nuestro

14
país, las actividades económicas principales de los invasores fueron el acaparamiento de oro y el
sometimiento de las poblaciones indígenas para convertirlas en fuerza de trabajo. Pero la
reducción de la población indígena y el crecimiento del mestizaje como producto de las leyes
segregativas de la Corona, que diferenciaba cada grupo étnico favoreciendo más, por ejemplo, a
los mestizos que a los indios, llevaron a que la mezcla racial fuera una salida a la opresión del
invasor.

De suerte, que nacieron capas sociales intermedias como artesanos, pequeños comerciantes y
pequeños campesinos. La reducción de las comunidades indígenas agotó esa fuente de mano de
obra esclava que constituyó la población indígena. Por ello se hizo necesario el acaparamiento de
grandes territorios, especialmente, los circundantes a los centros de poblamiento urbano, como
forma de controlar la fuerza de trabajo que representaban los campesinos, estableciendo las
relaciones de dominación características de la hacienda, dando lugar a las clientelas
hacendatarias. “Este doble fenómeno de apropiación de tierras y control de la población
campesina –y aún de las haciendas- fue posible gracias a los estrechos vínculos –casi con
exclusividad familiares- de los encomenderos con los grandes terratenientes favorecidos por las
concesiones reales de tierras hechas por la Corona española y con la burocracia colonial”
(Fajardo, 1983, pág. 16).

En los años de la independencia, Colombia no contaba aún con espacios socio-económicos


articulados por todo el territorio nacional, la sociedad colo nial había definido nuevas regiones y
relaciones interregionales: la minería de oro se desarrollaba en las provincias de occidente (desde
Antioquia hasta Cauca) la cual requería el complemento de la producción agrícola y
manufacturera, obtenida en el oriente (Santanderes y Altiplano Cundiboyacense). Pero en estas
regiones orientales las haciendas se habían constituido en núcleos de poder político y económico,
que subordinaron a las economías comarcales de la región central. Mientras tanto en el
Occidente había surgido una estructura de poder político y económico similar entorno al núcleo
encomendero- hacendatario- minero del cauca.

Con las guerras de independencia se afianzaron estas estructuras de poder regional y señorial, si
bien propiciaron el triunfo sobre el centralismo borbónico, la derrota del ejército español
significó que las capas sociales, dominantes durante el periodo colonial, se impusieran en el

15
tránsito hacia la República y durante todo el siglo XIX. El nuevo orden político y económico se
justificó ideológicamente desde posiciones americanistas y nacionalistas.

La inestabilidad política recurrente durante el siglo XIX, producto de la conformación regional


de poderes políticos y económicos señoriales, se manifestó en consuetudinarias guerras civiles
que expresaban la lucha por la hegemonía en el nuevo Estado en formación 1 .

La vinculación del naciente Estado con la economía mundial tuvo diversas formas a nivel
regional. Aún persistía las relaciones interregionales dominantes en la época colonial, regiones
difícilmente comunicadas entre sí, con ventajas económicas dispares (en términos productivos y
de transporte) pero todas enmarcadas en un mismo orden político. Los grupos sociales
dominantes de cada región se vincularon al mercado internacional de acuerdo con las demandas
de aquellos y con las posibilidades productivas locales. De este modo, la región de la costa
Caribe se proyectó hacia plazas caribeñas y europeas con carnes, cueros, cortezas y maderas 2 ;
mientras que la región norte de Tolima y Santander con tabaco y algunas manufacturas, etc.

Estos primeros auges exportadores estaban ligados con el sector de los hacendados y
comerciantes. Los cuales formaban parte de estructuras económico-regionales que tenían el
monopolio de la tierra y de las restringidas operaciones comerciales. Las cuales se habían visto
fortalecidas con la “desamortización de bienes de manos muertas”, las reformas de medio siglo,
es decir, la reducción de los bienes territoriales de la Iglesia –considerada la mayor terrateniente
de entonces- para pasar a engrosar los latifundios privados. A lo que se sumó la feria de baldíos.
Esto terminó formando y reforzando los grandes latifundios.

Surgimiento y desarrollo del campesinado

Darío Fajardo (1983) señala que el campesinado es el resultado de la ocupación de determinados


espacios, ricos en recursos y limitados a ciertas actividades económicas, que conjugaron distintos
grupos étnicos y sociales:

La descomposición de las comunidades indígenas fue la principal base para el surgimiento del
campesinado. La concentración de la propiedad territorial fue el mecanismo fundamental en el

1
El gamonalismo como producto también de las guerras civiles, pues los enfrentamientos armados llegaron a
involucrar a las veredas .
2
Orlando Fals Borda, en Mompox y Loba. Historia doble de la costa. Citado por (Fajardo, 1983).

16
control de la fuerza de trabajo. En efecto, las relaciones comunitarias aborígenes pasaron a
relaciones serviles en las haciendas mediante la reducción de las poblaciones indígenas a
resguardos. Estas zonas reducidas de poblamiento indígena concentraban a los supervivientes de
las guerras de colonización, los cuales quedaban al alcance de los hacendados y estancieros que
los requerían como trabajadores “concertados” 3 en sus tierras.

El proceso de “reducción” incluía normas como el establecimiento de capillas o iglesias


doctrineras, la construcción de poblados en los alrededores de los resguardos y la destrucción de
viviendas dispersas. En consecuencia, aparecieron aldeas en los límites de las tierras apropiadas
por las haciendas, las cuales concentraban la mano de obra ocupándola en la producción agrícola
que servía de abastecimiento a los centros de mayor población y las minas. Otra consecuencia de
ello fue la consolidación paulatina de la pequeña producción parcelaria.

Con la independencia desapareció el aparato administrativo colonial pero se fortalecieron los


patrones de poder local. Los cuales se reforzaron por el dominio de las haciendas sobre las
poblaciones ubicadas en sus áreas de influencia. El campesinado se desarrolló en el marco de las
haciendas, generando vínculos fuertes que les permitió a los hacendados reclutar campesinos y
movilizar tropas en las guerras civiles.

La dominación de las haciendas sobre el campesinado solamente fue superado por las
colonizaciones de las vertientes, en éstas grupos de aldeanos avanzaron hacia las fronteras
agrícolas, sin embargo, los hacendados también se precipitaron sobre esas tierras y sobre la
fuerza de trabajo que representaban estos colonos libres. Este conflicto que se desarrolló a
mediados del siglo XIX alcanzó una expresión crítica en las primeras décadas de los 30’s.

La descomposición del sistema esclavista también contribuyó a la formación del campesinado.


La utilización de la mano de obra esclava se redujo a dos campos de la economía colonial: la
minería del oro y las plantaciones y trapiches. Debido al atraso tecnológico en la minería de oro
en la Nueva Granada el aumento de la producción se reducía a los nuevos hallazgos del metal. Y
los costos de la producción aumentaban por causa de la dificultad para la obtención de alimentos
y suministros. Por ello, la minería del oro no empleo mano de obra esclava de forma prolongada,

3
Según la RAE el concertaje era un contrato mediante el cual un indígena se obligaba a realizar trabajos agrícolas
de manera vitalicia y hereditaria, sin recibir salario o recibiéndolo mínimo.

17
ya que los elevados costos de esta mano de obra no podían ser sostenidos con las irregulares
retribuciones obtenidas por los empresarios. Algunos dueños de cuadrillas en Antioquia a finales
del siglo XVIII optaron por dar la libertad a sus esclavos, acosados por sus costos de
mantenimiento y en contra de las disposiciones legales al respecto.

De este modo, la decadencia minera ayudó a la formación de poblaciones negras libres dedicadas
a la colonización en regiones aledañas a las áreas mineras, en el occidente del país. Los esclavos
fugitivos que ya habían abierto frentes constituyendo los “palenques” 4 , convergieron con las
iniciativas de colonización de comunidades negras en el interior de las llanuras costeras y en la
zona andina: Mompós, Norosí, Cáceres, Guarne, Rione gro, Anolaima, Tocaima, Cartago, El
Cerrito, Cali, Puerto Tejada, Patía y en la costa pacífica: Yurumanguí y Guapi.

Las plantaciones caucanas hacia mediados del siglo XIX tuvieron transformaciones en sus
relaciones internas con la abolición de la esclavitud. En ellas, se liberaron esclavos, atándolos a
las haciendas mediante la instauración de relaciones de aparcería.

Los “vecindarios de blancos pobres” también contribuyeron a la formación del campesinado en


distintas regiones del país. Durante los siglos XVII y XVIII se definieron en torno a los centro de
dominio de los encomenderos y hacendados, asentamientos de “vecinos” de origen español, no
privilegiados por la corona. Esta población desarrollo actividades económicas centradas en el
comercio, en la industria artesanal y fundamentalmente en la producción agrícola a nivel de
pequeñas y medianas estancias.

Las áreas no absorbidas por los latifundios en la Nueva Granada favoreció la ubicación de este
sector social. Además de ubicarse en la costa Atlántica, estos núcleos ganaron gran importancia
en las regiones andinas oriental (Santander) y occidental (Antioquia) en las que cumplieron un
destacado papel político (Movimiento de los comuneros a finales del siglo XVIII) y económico
(Colonización Antioqueña).

4
Modalidad de poblamiento que se presentó particularmente en la costa atlántica: San Basilio, Ciénaga de
Guájaro, Berrugas.

18
1.1 Los proyectos de Estado Nacional bipartidista

El orden político que instauraron las constituciones durante el siglo XIX abrió campo para el
ordenamiento social bipartidista. Los conservadores se fundamentaron en el orden moral de
origen feudal, pre- moderno, impulsado por la Iglesia, mientras los liberales pretendieron
agenciar la modernización de las sociedades. La confrontación que se extiende hasta mediados
del siglo XX está orientada por la idea de progreso y la definición del principio de cohesión
social que cada grupo político buscó imponer.

1.1.1 La Regeneración

En las páginas siguientes procuraremos ubicar los elementos propios de la Regeneración: su


origen en torno a la relación que entabló el Estado con la Iglesia y el contexto político que
posibilita ejecutarlo como un proyecto de Estado. Se señala las relaciones del Partido
Conservador con los otros partidos, precisamente, como una contraposición contra los principios
y las políticas liberales. Por otro lado, se muestra como la exclusión política del período termina
abriéndole paso a nuevas fuerzas políticas, como los sectores populares, que junto a unas
condiciones coyunturales empiezan a definir sus reivindicaciones de forma organizada.

Contexto internacional

La integración de Colombia al mercado mundial5 como exportadora de productos agrícolas


provocó la ampliación de la economía agrícola hacia las regiones de baldíos y la ampliación de la
frontera agrícola. Entre 1850 y 1930 el crecimiento económico de los países latinoamericanos se
produjo gracias a la expansión de la agricultura y la ganadería comercial, lo cual afectó el
sistema de tenencia de la tierra, la utilización de los suelos y las relaciones de producción en el
campo. Entre 1850 y 1885 Colombia diversificó la producción agraria y tuvo breves bonanzas
exportadoras -tabaco (1854-1877), algodón (1862-1870), índigo o añil (1868-1876) y la
chinchona o corteza de quinina (1869- 1882)- que pueden caracterizarse como producto más del
fracaso en la consolidación de un sistema de exportación que de un momento de crecimiento
económico.

5
Varios estudiosos de la Historia Económica de América Latina coinciden en periodizar esta fase del desarrollo de
los países así: 1850-1880 edad económica y 1880-1930 crecimiento extravertido (Rouquié, 1989).

19
Sólo hasta 1870, se empezó a consolidar el monocultivo del café, como producto de exportación
nacional que promovió un crecimiento continuado de la economía. Se cultivó en la cordillera
oriental, Norte de Santander y Cundinamarca y de allí se expandió al Occidente, en las laderas
de la cordillera central, -Antioquia, Caldas, Norte del Tolima y Norte del Valle- (Machado,
2001). La variación internacional de los precios, combinada con la inestabilidad política del país
y las deudas contraídas por los hacendados llevó a que cayera la producción en la empresa
comercial, a principios del siglo XX, y se hiciera más atractiva la economía campesina
cafetalera.

De igual manera, se expandió la industria ganadera colombiana, como respuesta al aumento


interno del precio de la carne, de las mejoras técnicas y de la llegada de semillas para el cultivo
de pastos traídas de Brasil y de África por ganaderos ricos. La experiencia de éstos sirvió para
fomentar prácticas agropecuarias como la cría selectiva de especies de pura estirpe como el cebú
con el fin de mejorar las razas. Para el desarrollo de este tipo de ganadería se cercó con alambre
de púas, lo que facilitó la cría en potreros definidos y la crianza selectiva. De manera paralela a
la cría del ganado criollo que pastaba en potreros naturales dispersos por los vastos Llanos
Orientales y la Costa Atlántica, se conformaron haciendas especializadas en el engorde y se
amplió la industria ganadera a tierras altas y a llanuras, como las de Córdoba y del Magdalena
Medio.

Las políticas de baldíos durante el período estuvieron estrechamente relacionadas con la


inversión extranjera. Las inversiones estadounidenses se expandieron fuertemente después de la
primera post-guerra, Colombia se privilegió de ello: llegaron los empréstitos que impulsaron la
dotación de las infraestructuras viales y ferroviarias y la explotación de los recursos naturales
(petróleo, oro y banano).

En 1900 también se inició la exportación de banano, en cinco municipios cercanos al puerto de


Santa Marta, desde donde se embarcaron cargamentos hacia el mercado británico. Pero fue
durante el gobierno de Reyes (1904-1909) que se crearon estímulos para la inversión extranjera,
aprovechados por la United Fruit que inició en ese período la compra de tierras en la región y se
amplió el ferrocarril existente. Además, había una circunstancia que favorecía la producción de
banano en nuestro territorio, se trataba de los bajos salarios en comparación con América
Central, donde también operaba esta empresa, y los subsidios que le otorgó el gobierno de Reyes.

20
Este mismo gobierno declaró la exención de impuestos para la exportación de banano hasta 1929
y

“… usó el sistema de adjudicar tierras y parcelar baldíos con el compromiso de


desarrollar la industria del banano, usando el límite de las 100 hectáreas; tanto compañías
como particulares se beneficiaron de ello. La United poseía en Santa Marta 8.000 de los
30.000 acres en producción, en 1912, y para mediados del año 1920 tenía la propiedad de
la mitad de los 70.000 acres cultivados y mantenía en reserva otras extensiones (White,
1978: 25) 6 .

Además había construido la totalidad de la irrigación en la zona, tenía a su cargo el ferrocarril de


Santa Marta, financiaba los cultivos y controlaba la venta de productos a la población trabajadora
a través de comisariatos” (Machado, 2009). La mayoría de los cultivadores tenían extensiones de
menos de 40 hectáreas y vendían a la multinacional la producción, lo que ocasionó continuos
conflictos por la negociación de los precios y las calidades. La expansión de la empresa trajo
consigo la concentración de las tierras de los pequeños, medianos y grandes propietarios. Los
primeros terminaron como empleados en sus instalaciones.

Pero los privilegios otorgados por Reyes no se agotaron en la entrega de tierras y exención de
impuestos a la United Fruit, también se dirigieron a fortalecer la explotación de hidrocarburos
por compañías extranjeras. Tampoco fue un asunto alejado de la apropiación de tierras. Entre
1837 y 1908 se otorgaron a ocho extranjeros más de 70.000 hec táreas (Cortissoz, 30.000 has;
Lengerke, más de 20.000 y Robert Joy, 16.000 has) de la región del Magdalena Medio, alrededor
de Barrancabermeja, por bonos de deuda pública, por contratos y como parte de pago por la
construcción de obras públicas. La demanda por tierras de compañías extranjeras para
explotación petrolera y el otorgamiento de la Concesión De Mares dieron origen a fraudes con
los baldíos 7 .

La presencia de la Tropical Oil también fue motivo de arduos conflictos con colonos. En 1917,
cuando esta empresa inició sus exploraciones, se pro mulgó la Ley 71 en defensa de los derechos

6
En (Machado, Ensayos para la historia de las políticas de tierras en Colombia. De la colonia a la creación del
Frente Nacional, 2009).
7
Ejemplo de ellos es el caso denominado “El titulo falso del Carare”. Estafadores que convirtieron una adjudicación
original de 435 fanegadas en Carare, hecha en 1937, en 150.000 fanegadas (escrituras falsas) de las cuales
vendieron una parte a una compañía petrolera británica, la Lobitos OilfieldsLimited (Machado, 2009).

21
de los pequeños colonos quienes buscaban legalizar sus posesiones pero la petrolera desalojó a
los colonos que no accedieron a vender las mejoras. La política de adjudicación de baldíos y de
concesiones petroleras chocaron, pero los gobiernos privilegiaron (conservadores y liberales) la
legislación de las concesiones por el peso económico de las empresas y el interés estatal por
atraer la inversión extranjera. Sin embargo, el mismo desconocimiento del Estado lo llevó a
seguir dando en propiedad a los colonos tierras que tenía arrendadas a los petroleros, lo que
ocasionó múltiples polémicas y conflictos.

Entre 1920 y1925 aumentó la solicitud de adjudicación por la valorización de las tierras con
potencial de hidrocarburos. Los conflictos crecieron, la especulación fue notoria (se adquirieron
baldíos para luego venderlos a las petroleras), las arbitrariedades de la Troco también au-
mentaron. El conflicto entre el poder Estatal, las compañías extranjeras y los colonos siguió
latente.

Relaciones Iglesia-Estado

La independencia constituye para nosotros la adopción de las ideas del orden político moderno,
es decir, es donde nace la República y las instituciones democráticas. La iglesia católica
representada en su alta jerarquía eclesiástica, respondió a las manifestaciones del avance del
capitalismo, el cual estaba siendo representado en el nuevo Estado de derechos y en su
democracia liberal, por ello, fue particularmente fuerte la oposición a éste durante el siglo XIX y
en diversos niveles: en el terreno de la filosofía la Iglesia tuvo que reformular los conceptos,
progreso, orden, pueblo, pensadores y libertad, etc. Y más cuando el liberalismo había hecho
avances considerables en la laicización de estos conceptos, por ejemplo, se adoptó la noción de
orden, como una visión general del funcionamiento de la sociedad como una estructura sin
choques y sin violencia; en el terreno político las posiciones más tradicionales se fortalecieron
después de los sucesos de 1848, donde la Iglesia desató una profunda ofensiva contra las
posiciones liberales y socialistas, alcanzando su mayor radicalización con la publicación del
Syllabus 8 , acá la Iglesia enfrentó las bases filosóficas del liberalismo europeo y especialmente los
principios de la organización liberal de la sociedad.

8
Catálogo de los prin cipales errores de nuestra época censu rados en las alocuciones consistoriales, Encíclicas y
demás letras apostólicas de nuestro santísimo Papa Pío IX.

22
Al analizar la relación entre la Iglesia y el Estado desde las perspectivas del proyecto de la
Regeneración, se pueden rastrear dos debates que caracterizan la confrontación ideológica del
siglo XIX colombiano y expresan la relación de los conservadores con la Iglesia Católica para
dirigir los destinos de la nación. Se trata de la explicación de la noción de progreso y la
definición del elemento que permitía la cohesión de la sociedad.

Los ideólogos latinoamericanos colocaron el concepto de progreso entre los extremos de


civilización o barbarie y le otorgaron a la educación un papel fundamental en el acceso a la
civilización. Si rastreamos los distintos impulsos por organizar el Sistema Educativo colombiano
nos encontramos con una fuerte confrontación entre conservadores y liberales. Frente al
radicalismo de las reformas liberales, en cuanto al carácter laico de la educación, se opusó una
concepción confesional de la educación, es decir, las contrarreformas educativas. Al respecto se
puede citar el plan de Ospina Rodríguez (1840) que puso el énfasis en la instrucción moral y
religiosa, la gramática y la urbanidad y la reforma educativa de la regeneración instaurada por
mandato constitucional. De este modo, la educación fue organizada y dirigida en “concordancia
con la religión católica” lo cual “contempló la persecución a la educación liberal y a los
pensadores liberales” (Urrego Ardila, 2004, pág. 28). Además de las reformas educativas, los
grandes debates públicos que se divulgaron en la prensa, fueron expresión de esta idea de
progreso.

El liberalismo, por ejemplo, abrió el debate en torno a la forma de acceder al progreso material.
La incipiente burguesía sostenía que “era el hombre quien jalonaba el desarrollo de las
sociedades”, argumentos que sustentaban en los éxitos alcanzados por la ciencia y la tecnología.
Mientras que los sectores conservadores y clericales, no pudieron refutar los evidentes avances,
aceptaron el progreso pero como “un producto de la voluntad divina” o lo aceptaron afirmando
que “el progreso material no significa nada sin el progreso moral y sin un control sobre la
ciencia” (Urrego Ardila, 2004, pág. 27).

Carta encíclica Quanta cura y Syllabus complectenspraecipuosnostraeaetatis (1864) compuesta de 80


proposiciones: errores de la fe (1-18), relaciones Iglesia y Estado (19-55), ética (56-74), y vida moderna (75-80). Pio
IX planteaba que la razón, el Estado y la conciencia debían subordinarse a la iglesia.
http://www.filosofia.org/mfa/far864a.htm Tomado de Colección de las alocuciones cons istoriales, encíclicas y
demás letras apostólicas, citadas en la Encíclica y el Syllabus del 8 de diciembre de 1864, con la traducción
castellana hecha directamente del latín, Imprenta de Tejado, a cargo de R. Ludeña, Madrid 1865, páginas 3 -52

23
Paradójicamente la difusión de la idea de progreso tuvo un notable alcance en regiones apartadas
y marginales, como el Chocó, pero que eran núcleos importantes de actividad económica –
minería, industria, plantaciones-. En regiones como esta se plantearon reflexiones en torno a la
necesidad de impulsar todas las formas de desarrollo en periódicos locales (El Atratense).
Circunstancia que también se debe resaltar para la difusión del ideario de la izquierda
revolucionaria, que se difunde rápidamente en las regiones donde están acentuadas las dinámicas
de la explotación capitalista.

Mientras que para el partido conservador, la Iglesia se constituía en la matriz de ordenación


social, para el liberalismo era fundamental realizar los “conceptos liberales clásicos y la
formación de un sujeto alterno que encarnaba dichos cambios: el ciudadano (Urrego Ardila,
2004, pág. 30)”. La construcción del orden y legitimidad de todos los proyectos modernizantes y
contra- modernizantes no sólo se fundó, en mayor o menor grado, en un elemento básico de
cohesión de la sociedad (iglesia-ciudadano), sino que adicionalmente se configuró un modelo
político, el bipartidismo, que caracterizaría el país por lo menos hasta la constitución de 1991,
donde se da una apertura democrática y hasta el 2002 donde se presenta una ruptura en las
fuerzas políticas tradicionales.

Se intentó adoptar un modelo político de Occidente, pero el nuestro se diferenció al


institucionalizarse una noción partidaria, excluyente, de legitimidad por la fuerza y de orden. El
Estado no solo tuvo que padecer las limitadas condiciones para hacer parte de la modernidad
sino que sufrió la presencia de una fuerza política que imponía un orden tradicional, cuando no
buscaba consolidar los programas políticos a través de la violencia.

Se oficializó a la Iglesia como el elemento fundamental de la cohesión de la sociedad en el nuevo


marco constitucional (1886) y se le consideró el instrumento que garantizaba el orden en el país.
Para imponerse como principio de cohesión social, el clero colombiano y los sectores políticos
del conservatismo, señalaron que el abandono de la religiosidad y la moral era muestra de una
profunda crisis social y que el progreso religioso era el único camino posible de la identidad
nacional. En el marco de este principio articulador de la sociedad las autoridades civiles estaban
llamadas a “rodear a la religión de todas las garantías como condición de supervivencia de la
nación e, incluso, como parte del cumplimiento de la voluntad divina” (Urrego Ardila, 2004,
págs. 36).

24
La consolidación de este criterio estuvo acompañado de “una condena a los principios liberales
de la voluntad popular y al sistema democrático por considerarlos impíos”, de la creación de un
ciudadano alternativo al ciudadano burgués; para la época, un católico virtuoso y de la
restricción y satanización de la práctica política liberal. La Iglesia no era homogénea en sus
posturas. Y ante las posiciones blandas que manifestaron algunos miembros del clero como el
Arzobispo Arbeláez de Bogotá quien señaló que “no eran funciones del sagrado ministerio
dejarse arrastrar por el espíritu de algún partido político”. Los sectores más recalcitrantes de la
Iglesia y del Partido Conservador abogaron ante la Santa Sede, terminando con las posiciones
blandas en las altas jerarquías de la Iglesia (Urrego Ardila, 2004, págs. 36-37).

Relaciones del Partido Conservador con los otros partidos políticos

¿Cómo conquistan el poder los conservadores y cómo nace la regeneración? La Regeneración, el


proyecto más elaborado de construcción del Estado Nacional en Colombia según Urrego, nació
en un contexto político inestable. El movimiento conservador que permitió el ascenso de uno de
sus hombres a la dirección del Estado, en la década de 1880, fue una confluencia de fuerzas
políticas diversas, Conservadores y fracciones Liberales autodenomina das independientes,
aunque en su evolución y sentido fue netamente conservador.

Ni el liberalismo ni el conservatismo eran homogéneos. Así pues, la tradicional distinción de


“Olimpo Radical”9 no puede catalogarse en su conjunto como gobiernos estrictamente
radicales 10 , porque “no hubo una continuidad en la implantación de principios radicales desde el
gobierno, a pesar de imponerse algunas medidas que trastornaban los bastiones conservadores,
tales como la desamortización de bienes de manos muertas; el decreto de tuición; la expulsión de
la jerarquía eclesiástica; la reforma educativa denominada instruccionista; y el relativo
exclusivismo político Liberal”. (Urrego Ardila, 2004, pág. 37). Esto generó una doble dinámica
por cuenta de los radicales, de un lado, reformas políticas programáticas y, por otro lado,
desorganización de la estructura política del radicalismo que impidió la proyección estratégica y
la continuidad de las reformas.

9
“Se denomina Olimpo Radical a la serie de gobiernos liberales que se iniciaron a raíz de su triunfo en la guerra
civil de 1860-1861 y se extendieron hasta la guerra civil de 1876-1877. Es de anotar que algunos historiadores
prolongan dicho período hasta la primera administración de Rafael Núñez (1880-1882) y otros hasta la guerra civil
de 1885.” (Urrego Ardila, 2004, pág. 37)
10
Fracción liberal que aparece a mediados del siglo XIX y que se caracterizó por la defensa del ideario li beral
clásico.

25
El conservatismo evidenció tempranamente la disposición para la reconquista del poder, empleó
el juego de alianzas e incluso el uso de las armas. Las reformas emprendidas que habían
significado un relativo éxito para el liberalismo, aumentaron la oposición del clero, del
conservatismo y de amplios sectores de la población civil y generaron una crisis de
gobernabilidad, ante la cual los radicales tuvieron que formular una amnistía para que los
miembros del clero pudieran ejercer sus funciones.

La crisis del liberalismo se evidenció en la incapacidad de contrarrestar la táctica conservadora.


Como consecuencia de ello, un liberal católico, Núñez, jefe de la fracción liberal de los
independientes, entabló una alianza con Carlos Holguín, quien pudo establecer vínculos entre los
conservadores que propendían por irse a la guerra y los moderados. De esta forma, se configuró
la oposición política al radicalismo por un “movimiento liberal que provenía de la costa atlántica
y de un movimiento conservador del interior” (Urrego Ardila, 2004, pág. 40).

Los independientes no tenían proyecto político, por eso fueron absorbidos fácilmente, no
tuvieron un papel destacado en el Consejo Nacional Constituyente y luego de promulgada la
constitución desaparecieron. “El denominado Partido Nacional, fundado por independientes y
conservadores, no era otra cosa que un instrumento creado por el Partido Conservador para
imponer reformas a nombre de las necesidades de la nación” (Urrego Ardila, 2004, pág. 40).

Además de construir un nuevo orden constitucional y legal, el conservatismo incidió en los


ámbitos religioso y educativo, al generar “una producción conceptual encaminada a servir de
apoyo a una denominada reconstrucción moral y política de la sociedad” (Urrego Ardila, 2004,
pág. 41). Con estas elaboraciones intelectuales se conformaron “instituciones como las
sociedades católicas y las juventudes católicas” que permitieron la conformación de una
generación de conservadores formados en principios políticos dogmáticos y de este modo
“sacralizaron los términos del debate político impidiendo al liberalismo abogar por sus
principios, pues estos formaban parte del error” (Urrego Ardila, 2004, págs. 41-42). De esta
forma, se echó para atrás las reformas impulsadas por los liberales, quienes solamente volvieron
a tener escenario de acción política desde 1930.

Esto como consecuencia de que la base del orden conservador que nació en la década de 1880
fue la exclusión política y el control. También, la Iglesia favoreció la formación del orden

26
político a través de la censura y la represión del liberalismo. Por ello, se comprende la
combinación de leyes que cerraron los espacios políticos al liberalismo y otras postura s de
carácter socialista. Esta estrategia de eliminación de cualquier fuerza de oposición se puede
ejemplificar con medidas legales como la “ley de los caballos” que limitó los espacios
tradicionales del liberalismo (colegios, bancos, etc.); la “ley de prensa” que promovió la censura
y con el código electoral que restringió el derecho al sufragio, limitando los escenarios políticos
para la actividad radical como las asociaciones políticas, los espacios públicos y la prensa.

Con el nuevo marco constitucional de 1886 se instauró un nuevo sistema político basado en el
presidencialismo y una noción limitada de nación. Si bien, fue fuerte la construcción del orden
como fundamento de la nación, no fue lo mismo con la concepción del territorio (presencia
estatal en el territorio). La constitución descuido el territorio nacional pues “la noción de Nación
para la cual se concibió orden político no consideró el territorio como un elemento fundamental.
Por ello se dejo en manos del clero la cohesión de la sociedad y no se desarrollo una política de
fronteras ni una articulación por parte del Estado, de sus instituciones o sus funcionarios, del
territorio nacional”(Urrego Ardila, 2004, pág. 45).

Relaciones del Estado con los sectores populares

Las fuerzas políticas que consolidaron el proyecto de la Regeneración se ubicaron en las altas
esferas del Estado en momentos de coyuntura donde supieron cambiar la correlación de fuerzas a
su favor. Sin embargo, de manera paralela a la imposición de la hegemonía conservadora, se
configuraron fuerzas políticas de izquierda y se renovó la tradicional fuerza del liberalismo,
desde donde se formularon otros proyectos políticos y otras concepciones de nación.

¿Cómo se configuran otras fuerzas políticas después la crisis del Proyecto Regenerador? No
hubo un derrumbe total del proyecto Regenerador sino transformaciones al interior del mismo y
variación en la correlación de fuerzas políticas. La coyuntura económica (la crisis de 1929) y
política (la masacre de las bananeras, el movimiento campesino y la formación e ideologización
del Partido Socialista Revolucionario en el territorio nacional) de finales de la década de los
veinte, aparejado con la aparición de conservadores históricos y nuevas perspectivas políticas y
organizativas del liberalismo, contribuyeron al fraccionamiento de las fuerzas regeneradoras.

27
La resistencia a la Hegemonía Conservadora por parte de los sectores populares fue diversa y se
caracterizó por un grado distinto de profundidad y de organización. El cuestionamiento de los
artesanos al proyecto Regenerador, aunque fue parcial y no trascendió a una autonomía en sus
formas organizacionales y tampoco permitió la implementación de distintas alternativas de
moralización a las que impulsaba el gobierno, si evidencia la configuración de los sectores
populares para enfrentar el proyecto regenerador. “El motín de los artesanos” de 1893, una de las
máximas protestas de finales del siglo XIX, es consecuencia del ataque contra éstos por parte de
periódicos católicos, donde se les señala de sucios y peligrosos por frecuentar chicherías y
prostíbulos, lugares controlados por la policía; de la agitación liberal de sectores de base que
mantenía una acción propagandística en el artesanado y en el estudiantado; de la presencia de
conservadores históricos que comenzaron a hacer críticas a la forma como se manejaba el país; y
por las tendencias alcistas de los productos alimenticios que mantenían un ambiente de
inconformidad.

Los campesinos e indígenas dieron importantes luchas por el derecho a la propiedad de la tierra
durante la Hegemonía Conservadora. El conflicto en el campo era complejo y comprendía
situaciones diversas que dieron origen a disímiles problemas: los colonos contra terratenientes,
los jornaleros agrícolas por el derecho a cultivar café, los trabajadores asalariados de las
bananeras y petroleras y los campesinos e indígenas por el reconocimientos y el acceso a la
tierra. Al finalizar la hegemonía conservadora estos proble mas persistieron y terminaron
caracterizando según Urrego “tres formas de conflicto agrario: el de los colonizadores por el
reconocimiento de sus tierras, el de los campesinos contra las relaciones de producción pre-
capitalistas y el de los campesinos en busca de tierras” (Urrego Ardila, 2004, pág. 56).

Por su parte los indígenas se enfrentaron a dos tipos de situaciones: Las nuevas olas de
colonización que vinieron reforzadas por presión de los terratenientes y la acc ión de las
comunidades y misiones religiosas, a las cuales se les entregó el manejo de la educación y
evangelización de los indígenas con el amparo del concordato. Los enfrentamientos contra
colonos y comunidades religiosas, sumado a los terratenientes y a ventureros, “eran expresión de
la inexistencia de un lugar para los indígenas en el Estado y la nación, a pesar de la vigencia de
una legislación que protegía formalmente los resguardos” (Urrego Ardila, 2004, pág. 58).

28
La Regeneración frente a los temas agrarios

La implementación de la caficultura constituye otra de las actividades económicas que dio


ocasión al problema agrario en el siglo XX. Hacia 1870 la producción de café se desarrollo
inicialmente “en haciendas cercadas por parcelas campesinas, haciendas que operaban con
peones y jornaleros libres… pero el café también tomó vuelo con base en la agricultura
parcelaria familiar que florecía en las provincias santandereanas” 11 .

En Santander, Cundinamarca y Tolima las explotaciones más significativas y extensas las


desarrollaron comerciantes exportadores, quienes habían tenido experiencia en los mercados
internacionales con la producción de tabaco, es decir, estos hacendados-comerciantes
desarrollaron la caficultura sobre la base productiva previa.

Pero los altos costos de dinero necesario para la producción fueron un obstáculo inicial para las
haciendas debido a las prácticas de concentración especulativa de la tierra y la inestabilidad de la
economía nacional. Este obstáculo se superó parcialmente con la hipoteca de las propiedades,
pero se agravó con la inestabilidad política producto de las guerras y las fluctuaciones
internacionales de los precios del grano. Muchos hacendados de la región central no pudieron
pagar la hipoteca y, principios del siglo XX, la producción cafetera de esta región terminó en
manos de empresarios quienes además de concentrar la producción dirigieron sus activos hacia
otras operaciones.

La expansión cafetera en el occidente del país tuvo un horizonte distinto al de la región oriental.
Durante la administración colonial el occidente del país fue tradicionalmente destinado a la
explotación minera pero agotados los ciclos de la misma, dispuso una política de tierras
encaminada a estimular la actividad económica en la región, dando comienzo a un prolongado
movimiento hacía las fronteras agrícolas que concluyeron a inicios del siglo XX y se conoce en
la historia nacional como la Colonización Antioqueña. Muchos historiadores han tendido a
pensar que la colonización antioqueña fue un verdadero proceso democrático en la historia del
país, argumentando el acceso igualitario a la tierra y el aprovechamiento de la misma mediante el
trabajo familiar. Pero otros historiadores como Palacios (1981) y Absaló n Machado (1977)

11
Marco Palacios, El café en Colombia (1850-1970) citado por (Fajardo, 1983, pág. 23).

29
argumentan que en la fase más avanzada del proceso cuando se encuentra con la caficultura en
expansión estuvo muy lejos de ofrecer las características democráticas que le fueron asignadas.

Según Marcos Palacios la colonización antioqueña se dio en dos etapas. La primera etapa se
caracterizó por la exploración y aprovechamiento de recursos mediante la recolección. Pero en
una etapa más avanzada lo que predominó fue el acaparamiento de tierras por parte de haciendas
ganaderas. De hecho, al desarrollo de la producción cafetera en el occidente se vincularon tanto
fincas extensas como numerosas fincas familiares apegadas especialmente a las faldas de la
cordillera y características de la “colonización tardía” de Caldas, Risaralda y Quindío. La
participación de fincas medianas y pequeñas fue significativa pero al desarrollarse la
concentración del beneficio y comercialización del grano, las ganancias favorecieron a grandes
hacendados vinculados al comercio que tenían los medios para cumplir esta etapa.

En resumen, la característica fundamental de la caficultura en el occidente fue “una producción


distribuida entre explotaciones grandes, medianas y pequeñas, cuyo beneficio y comercialización
– con trabajo asalariado- fue concentrado por un núcleo monopólico que se proyectó en un
posterior desarrollo manufacturero” (Fajardo, 1983, pág. 25).

Las expropiaciones a campesinos, grandes acaparamientos de tierras que redujo la acción de los
colonos a porciones reducidas de tierras en el occidente del país llevó a que los campesinos
expropiados se ocuparan en los trapiches de caña, en los beneficiadores y trilladoras de café. Y
esas mismas expropiaciones de campesinos crearon un proletariado que se ocupó en las fábricas
que impulsaron el desarrollo industrial en esta región. Como así mismo se convirtieron en el
mercado al que fue dirigida las manufacturas de la industria.

Mientras tanto en Cundinamarca, Oriente y el sur tolimense la producción cafetera fue


controlada por las grandes haciendas, a traves de una organización centralizada de las
plantaciones. De suerte, que los campesinos fueron incorporados en las haciendas como
apareceros, arrendatarios, etc. Obligados a producir el pancoger en sus parcelas y atender co mo
parte de su contrato, la producción cafetera para la hacienda.

Esto permite comprender porque cuando volvieron a recuperarse los precios del café, los
arrendatarios y aparceros iniciaron una lucha por la libertad para sembrar cafetos, por la

30
propiedad de las tierras que estaban trabajando, cuestionando la legalidad de los títulos de las
haciendas y exigiendo la eliminación de las “obligaciones” con las haciendas.

Pero las haciendas tuvieron una débil articulación con la economía nacional, al depender de
fuentes de financiamiento como las hipotecas y tener limitado control en la comercialización del
grano. Lo que combinado con los conflictos internos y la escasez de mano de obra como
producto del nacimiento de otras fuentes de empleo, con la llegada mas iva de divisas al país, las
haciendas entraron en crisis y las economías campesinas resultaron más ventajosas para la
producción cafetera que la explotación en la empresa comercial.

De este modo, las luchas campesinas a partir de los veinte contra las hac iendas y los intereses de
los nuevos grupos empresariales, interesados en la liberación de las tierras y la fuerza de trabajo
para asumir las condiciones productivas que requería el desarrollo industrial y urbano llevaron a
plantear la necesidad de modernizar las haciendas. El estado aunque no definió una política
coherente con la solución del problema agrario si implementó una línea de desarrollo agrario que
podría denominarse “modernización de las haciendas”: articuló las economías campesinas
regionales a las que le correspondió la producción de los “bienes salario” (alimentos de consumo
directo) y el suministro la fuerza de trabajo temporal y las “haciendas modernizadas” se les
designó la producción de materias primas para la industria. Este es uno de los orígenes de la
división entre la agricultura comercial y la economía campesina.

En la década de los veinte el Estado empieza a ocuparse de las políticas agrarias. Antes de 1850
el territorio nacional se encontraba sin definir con claridad las propiedades públicas y las
propiedades privadas. Esto no constituía un problema de índole nacional para el Estado, pues la
tierra tenía bajo costo en tanto no era objeto generalizado de explotación capitalista. Las tierras
frías o altas (2000-3000m) y las tierras cercanas a los puertos eran las más exploradas y las más
tituladas. El Estado colombiano carecía de datos exactos (lo que hoy se conoce como catastro)
sobre extensión del dominio público y los límites solían establecerse con base en fenómenos no
permanentes como arboles, arroyos, piedras o linderos (LeGrand, 1988). En 1912 el Estado
mandaba a verificar a los solicitantes de tierras, mediante una cláusula a las concesiones, si el
terreno adjudicado era privado o público. En suma, no había una definición de los distintos tipos
de propiedad sobre la tierra lo que existía eran varios tipos de dominio: baldíos, propiedades

31
privadas, resguardos indígenas, tierras de la Iglesia y tierras comunales de propiedad de los
municipios.

Desde la independencia, la tierra ya estaba concentrada en manos de una reducida oligarquía,


aunque muchos de sus miembros carecían de títulos acordes con la ley pero ocupaban tierras
cultivables y aptas para la agricultura comercial. Esta fue una regularidad que se mantuvo
durante el siglo XIX.

También, abundaban las tierras indefinidas legalmente, sin ningún tipo de uso económico ni
trabajo material. Existían pues fronteras sin legalizar ni asignar. Algunos autores sostienen que
estas fueron objeto de una desaforada carrera por su apropiac ión durante el siglo XIX y
principios del siglo XX “una verdadera pesca donde se feriaron las mejores tierras disponibles”
(Machado, 2009). A manera de ilustración presentamos las modalidades de apropiación y de
concentración de la tierra, que se pueden ubicar haciendo un seguimiento a la legislación, a partir
de la independencia:

• La venta de baldíos para pagar deuda pública (venta de bonos a cambio de tierras),
• La venta directa,
• Otorgamiento de tierras a militares en compensación a sus contribuciones a la independencia,
o como botines de las guerras civiles,
• Tierras ofrecidas a inmigrantes extranjeros que poblaran algunas regiones,
• Colonización interior por empresarios y campesinos colonos,
• Apropiación ilegal de las tierras públicas (posesión sin títulos) ,
• Entrega de tierras a colonos en pequeñas cantidades a partir de 1848,
• Adjudicaciones para la explotación de quina, caucho, tagua y otras especies (bosques
nacionales) con destino a la exportación,
• Entrega de baldíos a cambio de la construcción de obras públicas y creación de poblados,
• Entrega de baldíos para la explotación petrolera y minera a compañías extranjeras,
• Ampliación de linderos y apropiaciones usando la fuerza y artimañas legales,
• Falsificación de títulos y uso de instrumentos jurídicos (papel sellado),
• Apropiación ilegal de tierras alrededor de ciénagas y lagunas para el pastoreo de ganado,
• Violencia contra comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinos (Machado, 2009).

De 1820 a 1870 la política de baldíos se basó en la necesidad de financiar un Estado en quiebra


(LeGrand, 1988). Los baldíos como fuente de ingresos para el Estado se vendían al mejor postor.

32
Por ello, el Estado emitía bonos territoriales con el fin de pagar la deuda nacional, pagar a los
veteranos de la independencia o subsidiar la construcción de carreteras y ferrocarriles, dando una
cantidad de tierra titulada por cada kilómetro construido 12 . Así, los que querían acceder a tierras
baldías compraban los bonos y pedían la concesión del territorio. Después de 1870 creció la
economía exportadora, se renegoció la deuda externa, se depreciaron los bonos territoriales y
creció el interés por la tierra, porque los gobiernos liberales consideraban que un amplio reparto
de la tenencia de la tierra contribuiría a conformar la base social requerida para el progreso
económico y para estabilizar el orden político republicano.

De este modo, la política de baldíos se encaminó a fomentar el desarrollo rural y la colonización,


mediante la distribución de tierras a precios mínimos a quienes tuvieran ánimo de cultivarla (ley
48 de 1882). Pero esto no significó que los colonos hubieran accedido a la tierra. El latifundio
como modelo dominante de tenencia de la tierra en Colombia se constituyó en un elemento de la
estructuración social. Los terratenientes usaron toda su influencia y poder, fundamentados en el
control de la propiedad rural, para moldear el Estado a sus necesidades y aspiraciones.

Durante el periodo regeneracionista se impidió a los colonos el acceso a la tierra porque el


enfoque de la política de baldíos se dispuso para financiar al Estado más que para permitir el
acceso y la productividad. De esta manera se favoreció un modelo de concentración de la tierra
mediante varias medidas: la expedición de bonos de deuda pública exigibles en tierras, las
bonificaciones otorgadas a los generales vencedores, las concesiones entregadas a las
multinacionales y los subsidios dados para la construcción de infraestructura. A esto se sumaron
las guerras civiles que aumentaron la expedición de bonos de deuda pública para financiar las
confrontaciones y terminaban pagándose en tierras.

Mientras tanto, los colonos desarrollaban una economía de subsistencia, mediante la ocupación
de zonas de frontera sin titulación debido a los costos ocultos (agrimens ura, pago de abogado
para redactar memorial, costos de papel sellado, estampilla de correo, registro de propiedad, etc.)
que imposibilitaban legitimar el derecho de propiedad. Esta situación llevó al despojo de la tierra
apropiada por los colonos, lo cual condujo a relaciones de producción pre-capitalistas como el
peonaje y la semi-servidumbre.

12
Esto se permitía para hechos de corrupción, muchos tramos no se construyeron pero los subsidiados se
quedaron con las tierras.

33
Además, varias condiciones impusieron las leyes de baldíos para dar títulos de posesión de la
tierra a los colonos cómo, por ejemplo, asentarse en las regiones adyacentes a los límites
territoriales para impedir que las fronteras se las llevaran los países vecinos o que se asentaran a
lo largo de los caminos con el fin de mantener viva la red vial. Pero ninguna de ellas resultó
fructífera en cuanto a la titulación ind ividual para los colonos independientes, quienes tampoco
se preocuparon por legalizar la posesión y se conformaron con tener una tierra para trabajar.

Predominó la posesión sin título y los colonos que lograron tener derechos de propiedad los
hicieron pero como miembros de colonias. Entre 1860-1890, la ley otorgó concesiones colectivas
de baldíos para estimular el establecimiento de pueblos consagrados a la agricultura en las
regiones de frontera. Esto sólo fue posible en la región antioqueña que fundó más de una
veintena de pueblos en la cordillera central gracias a la acción colectiva.

En cuanto a titulaciones de tierras públicas o privatización de las tierras (desconociendo las


estadísticas de las usurpaciones de tierras públicas, uno de los mayores factores en la
monopolización de la tierra), LeGrand (1984) llega a la conclusión que en los cien años entre
1830-1930 el gobierno aprobó unas 5.500 concesiones de tierras públicas por un total de
3.300.000 hectáreas. Y señala:

Si los títulos de tierras públicas se desglosan por tamaños, la concentración de la tierra,


característica de la segunda etapa del desarrollo de la frontera agrícola se hace evidente. De todos
los territorios concedidos por el gobierno colombiano a individuos privados o corporaciones des-
de 1830 hasta 1930, el ochenta por ciento estaba dividido en propiedades de mil o más hectáreas.
Menos del cinco por ciento de los títulos de tie rras fueron a propiedades menores de cien
hectáreas. Estas estadísticas indican que la privatización de las tierras públicas reforzó el
predominio de la gran propiedad. Las concesiones de las grandes propiedades se hicieron más
comunes en las tierras de engorde de ganado que en las regiones cafeteras; sin embargo, aún en
Caldas, tan estrechamente asociada con una frontera cafetera democrática, casi el treinta por
ciento de los títulos de tierra fueron a propiedades mayores de mil hectáreas en tamaño (LeGrand,
1984: 24-15).

El desarrollo rural de los primeros años del siglo XX no se distribuyó uniformemente por el
territorio nacional y la expansión de la frontera agrícola con base en la entrega de baldíos
continuo siendo el pilar del desarrollo en el campo. Las regiones altas, centro de la vida colonial,

34
se estancaron en la producción agrícola mientras que las tierras cálidas (0 a 1000 m) y templadas
(1000 a 2000 m) concentraron las nuevas actividades comerciales. En suma, se dio una
incorporación, asignación y legalización, de zonas de frontera a la economía nacional, tierras de
altura media y baja del occidente del país y de la Costa Atlántica, sectores constituidos en gran
parte por baldíos, lo que produjo un cambio importante en el campo colombiano. El Estado trazó
políticas de tierras para la distribución de baldíos, la titulación y la definición del acceso a la
tierra, pero en síntesis se podría afirmar que,

“el periodo radical y la época de la regeneración no puede establecerse una diferencia en cuanto
la tendencia a promover el latifundio, ello estaba inserto en la configuración del poder que se
había establecido desde la República de una clase dominante donde los latifundistas tenían una
gran capacidad política para imponer sus dinámicas especuladoras y acaparadoras de tierras,
usando todo tipo de procedimientos, desde el desalojo y la quema de viviendas de los colonos,
hasta el uso del papel sellado para vencer en juicio a los que pretendían acceder a la propiedad”
(Machado, 2009).

Otro de los problemas que ocupó las políticas agrarias y los debates de la época fue la
producción y oferta de alimentos para los centros urbanos. Los enclaves de las bananeras y del
petróleo, los núcleos manufactureros y las redes de transporte crearon un nuevo ordenamiento
económico del país, el cual impuso gradualmente cambios en la población, sus consumos,
distribución y en el conjunto de la producción.

La producción agrícola de las primeras décadas del siglo XX sólo se realizaba en mercados
locales, por lo tanto, ante la creciente demanda del mercado las estructuras productivas del
campo resultaron incapaces. Esta crisis productiva y el impacto de la política arancelaria, altos
impuestos a las importaciones, llevaron a una rápida elevación de los precios de los alimentos en
las ciudades. Este problema económico se convirtió en un gran debate de la política nacional a
mediados de la década de los 20.

Los sectores comprometidos con el desarrollo manufacturero y los servicios veían con
preocupación como el valor de los alimentos jalonaba salarios altos, en detrimento de la
plusvalía. Y los grandes terratenientes estaban resentidos por la fuga de mano de obra de sus
haciendas, por el impacto que esto causaba en los salarios y en las relaciones sociales de la

35
hacienda, propusieron “retenes” para impedir la movilización de los obreros, la realización de
proyectos de colonización y políticas de importación de mano de obra.

La propuesta que se abrió camino, no se acató las propuestas de los terratenientes agrupados en
la SAC (gremio de los terratenientes), fue la que provino de presiones del sector de industriales,
importadores y consumidores: la rebaja de los aranceles sobre alimentos. Varios actos
legislativos, referentes al fomento agrícola, fueron producidos en este sentido, pero fue la “ley de
emergencia”13 la qué otorgó facultades al presidente de la República para tomar medidas sobre
los aranceles de alimentos.

La SAC tuvo varias posturas durante el conflicto. En un principio manejo la postura que las
importaciones afectaban la producción nacional y el consumo de los bienes (trigo, arroz y la
industria porcina). Aunque las posiciones no fueron homogéneas, porque los cafeteros se
definieron hacia la reducción de los aranceles ya que ésta tuvo impacto sobre sus costos de
producción. Después la SAC intentó negociar con el gobierno los aranceles para cada uno de los
productos que serían importados. Y, finalmente, terminó aceptando la reducción arancelaria,
como medida provisional, por un lapso de 90 días. Sin embargo, ésta se aplicó hasta 1931.
Cuando los efectos de la crisis capitalista mundial favoreció políticas proteccionistas.

La imposición de políticas proteccionistas como consecuencia de la crisis capitalista mundial


tuvo efectos inmediatos en la producción nacional, registrándose incremento en la oferta de
productos agrícolas. Pero también ocasionó un aumento en los precios para el consumidor, lo
que contribuyó con la crisis social de los años treinta.

El conflicto agrario venía haciéndose presente en el campo desde años atrás. La apropiación de
baldíos por parte de las haciendas siempre estuvo asociada a fenómenos de violencia (desde el
siglo XIX), las “concesiones” cobraron la sangre de colonos enfrentados con los señores de la
tierra y también la confrontación entre ellos mismos, ya que las banderas partidistas ayudaron a
encubrir el conflicto agrario.

Las injusticias sociales frente al problema agrario eran latentes en la década de los veinte, la
lectura que hizo la clase dirigente liberal fue concebir la solución del problema tan sólo como la

13
Ley 3 de Agosto 1926

36
formación de un mercado o bajo medidas de fomento que favorecieron “la modernización de las
haciendas tradicionales”. Las cuales eran exigidas por el gremio terrateniente (apertura de vías,
rebaja de fletes, reducción de costos de crédito, apoyo técnico, medidas de sanidad vegetal,
mejoramiento de razas, etc.)

“La incorporación de estas acciones dentro de la política agraria tuvo mayor efecto con la
reimplantación de los aranceles proteccionistas, sin que ello significara que se habían producido
cambios trascendentales en la productividad agrícola”. Los cambios en las relaciones de
producción en el campo se desataron impulsados por las masas de desempleados, que regresaron
a las haciendas al paralizarse las obras públicas a raíz de la crisis de 1929.

Conclusión

Como se ha mostrado en este apartado, la legislación sobre baldíos que predominó durante el
Siglo XIX y los primeros años del siglo XX, contribuyó a configurar una estructura agraria
bimodal, pues por un lado, facilitó el dominio de los terratenientes y por el otro, buscó estimular
el establecimiento de colonos desde mediados del siglo XIX.

De este modo se sentaron las bases del sistema Latifundio- minifundio. Como se aprecia en el
análisis acerca de la Regeneración y de las dinámicas propias del siglo XIX, el Estado y los
diferentes gobiernos no pudieron consolidar un proyecto nacional que sirviera de guía para las
políticas de baldíos y/o agrarias por varias razones: la Iglesia se constituyó en el elemento
fundamental de la cohesión social durante el período y como el aparato que definió el progreso e
incidió fuertemente en el ordenamiento de lo social, lo cual limitó la modernidad capitalista al no
reconocer la ciudadanía liberal-burguesa y mantener la educación confesional (centrada en la
moralidad, urbanidad, gramática y valores hispanizantes); al promover un concepto limitado de
nación; al privilegiar la inversión extranjera y los intereses privados sobre los intereses
nacionales; y al reducir el desarrollo rural al fomento de la colonización de baldíos sin una
institucionalidad fuerte para apoyar al colono. Los terratenientes resultaron ser los beneficiados
al darles acceso a los baldíos, legalizarse el despojo y ejercer la usurpación violenta.

Otra de las razones por las cuales no se consolidó un proyecto nacional, fue la exclusión política
(control, censura y represión violenta) del régimen conservador que impidió integrar a la
sociedad en el sistema político y en los cambios modernizantes que pedían los sectores

37
populares. La legislación de baldíos representó una intencionalidad política caótica, incoherente
y cambiante que respondían a intereses de los grupos en el poder. Además sirvió de refugio fiscal
para cubrir la insolvencia del Estado pero nunca se les impregnó el carácter de un programa
modernizante.

1.1.2 La República Liberal

Aunque resaltamos la ausencia de suficientes elementos comunes que permitan llamar los
distintos gobiernos que componen el periodo estudiado de 1930 a 1946 bajo un mismo nombre,
“Republica Liberal”, señalamos, en esta perspectiva de conjunto, que cada gobierno buscó
interpretar el proyecto político de nación de la burguesía, a pesar de que cada uno tuvo una
lectura diferente del mismo.

Es por esta razón que nos ocuparemos inicialmente del período presidencial de Alfonso López
Pumarejo (1934-1938) denominado Revolución en Marcha. Pues este es el gobierno en el que se
agencian las principales trasformaciones y restructuraciones de orden político y social,
encaminadas a adecuar las instituciones a las nuevas exigencias del capitalismo internacional.
Posteriormente, nos ocuparemos de su segundo periodo presidencial (1942 -1945) caracterizado
por el abandono de las reformas, por los pactos políticos y la desmovilización de la fuerza de las
masas populares, movilizadas en la década anterior en función de las reformas iniciadas. Esto
marcó el panorama nacional y condicionó el desarrollo de la violencia en la década de los
cincuenta.

Sin embargo, estos intentos de ruptura con el pasado, durante el periodo denominado la
Republica Liberal, obedecieron no solo a la necesidad de consolidar una élite que favoreciera el
desarrollo y la consolidación del capitalismo, adecuando al país a las nuevas condiciones
internacionales de acumulación. Sino que además, hicieron parte de la estrategia económica,
adoptada en diferentes partes de la región, para la superación de la crisis de 1929 y el
apaciguamiento de la movilización social, que desde la década anterior venia fortaleciéndose
(Urrego Ardila, 2005).

38
De esta manera, iniciamos refiriéndonos a la crisis de 1929 como el elemento principal a nivel
internacional que permite identificar y ubicar cambios internos. Ésta conduce a comprender el
contexto económico que da posibilidades al cambio político que nace en los años treinta en el
país. Pero también volvemos a indagar en las categorías de relación Partido Liberal otros
partidos y relación Estado - Sectores Populares, para comprender en la dinámica interna como
construye la hegemonía el partido liberal que le permite agenciar ciertas reformas de corte
modernizador, entre ellas la ley 200 de 1936 o ley de tierras.

Contexto Internacional

La crisis de 1929 constituyó el principal acontecimiento de carácter global que afectó las
economías locales de aquello países anclados al comercio internacional con Estados Unidos. Esta
crisis de sobreproducción, marcó el declive de un período de auge en la economía de este país,
que durante la década de los 20 se había posicionado como la principal potencia económica e
industrial del mundo, condición estimulada por la situación de posguerra en Europa. Debido a
esto, Estados Unidos experimentó un gran aumento en la producción y en la inversión, lo que
estimuló la inmigración y los elementos para la posterior crisis. Europa, por su parte, tuvo una
recuperación lenta y sus gobiernos se vieron afectados por el surgimiento de tendencias de
ultraderecha las cuales se agudizaron en las décadas posteriores.

Durante este año la caída del mercado especulativo causó el desplome de 73 bancos en Estados
Unidos. La desconfianza del sector financiero generó iliquidez en el mercado, es decir, la
negativa de los bancos a conceder préstamos. Esta situación llevó a la caída en la compra de
mercancías y a la reducción de la producción. En consecuencia, el desplome de los precios de las
importaciones en un 30% durante este año, debido a la reducción de la producción, lo que
trasladó los efectos de la crisis a los países exportadores en la región, afectando mayormente a
los exportadores de minerales y otras materias primas, quienes al reducir sus importaciones
afectaron la balanza comercial, los términos de intercambio y provocaron la fuga de capitales.

Estados Unidos ajustó su economía para solucionar la crisis, mediante la aplicación de la teoría
económica de Keynes, caracterizada por la intervención del Estado en la economía, en el
mejoramiento de las condiciones de los trabajadores y en la apertura del gasto público en la
perspectiva de restablecer las condiciones económicas y reactivar los créditos.

39
Esta teoría fue materializada por Franklin D. Roosevelt a través de su política del “New Deal”
mediante la reactivación de las relaciones comerciales con los países de la región y la reducción
de las barreras comerciales. Promovió una política de no intervención al retirar su ejército de
países como Nicaragua y Haití. También, como estrategia, frente a la necesidad de mejorar su
posición y unificar el continente en el marco del ascenso del fascismo en Europa. Al establecer
alianzas con América Latina, Estados Unidos distribuyó propaganda relacionada con las
“Repúblicas Hermanas” y otras “Repúblicas Americanas” en Estados Unidos (en el período no
se referían a la región como Latinoamérica) con el propósito de instalar el panamericanismo
como ideal político continental.

Se intentó promulgar tanto en América Latina como en Estados Unidos un sentido de pertenencia
a un espacio geográfico, geoestratégico y político “natural” y separado, con una inherencia y
destino histórico común y ligado al liderazgo de los Estados Unidos. La incertidumbre la guerra
y la bipolaridad mundial que ya comenzaba a esbozarse, llevó al replanteamiento de las
relaciones internacionales de Estados Unidos con la región y ya no era prioridad presionar a los
países latinoamericanos para obtener resultados a corto plazo sino “inculcar y esforzar un sentido
de pertenencia a una comunidad imaginada a nivel panamericano” que permitiera “facilitar la
cooperación y aceptara sacrificios”14 .

El ascenso del fascismo también significó para la Unión Soviética un gran peligro, razón por la
cual se propagó a través de la VII internacional comunista la necesidad de hacer alia nzas con los
gobiernos y con los partidos más progresistas o democráticos a través de la creación de frentes
populares. En América latina, el impacto de dicha política, tuvo como consecuencia el
surgimiento de gobiernos populistas y nacionalistas, y la diferenciación entre partidos liberales y
comunistas, en la perspectiva de influir en la política de la región durante los años treinta.

Los primeros años de la gran depresión en Colombia estuvieron dominados por la caída del
mercado del café y por la brusca interrupción de los flujos de capital. El café había permitido un
crecimiento continuo de la economía nacional, presentando altos precios en 1925-1926 y
llegando a un mínimo histórico de 10.5 U$/lb en 1933. Dicha crisis se expresó en la caída del

14
Gisela Cramer, El panamericanismo de la II Guerra Mundial: Estados Unidos y el u so de la radio para la
construcción de una comunidad imaginada. Archivo Sonoro, En:
http://www.radionacionaldecolombia.gov.co/index.php?option=com_jumi&fileid=7&Itemid=36

40
precio del café de 22,5 a 15,5 centavos por libra. Este producto representó el 67,7% de las
exportaciones en el periodo de 1925-1929 y el efecto fue directo sobre el sector agrario del país
durante los años treinta. Pero no sólo fue el café, también las otras materias primas, como el oro,
el banano y el petróleo tuvieron descensos históricos.

Las décadas que antecedieron a la crisis, se caracterizaron por un desarrollo exportador exitoso
y un proceso lento de industrialización y de integración del mercado inter no. Como resultado de
la expansión de los recaudos de aduanas y de los ingresos recibidos como indemnización por la
venta obligada de Panamá y (Ocampo, 1996) el acceso al mercado internacional de capitales se
logró una incipiente integración en los años veinte. Las instituciones económicas también fueron
transformadas en 1923 mediante las reformas motivadas por la misión Kemmerer, que introdujo
la organización bancaria y fiscal moderna. Es decir, “las bases estaban sentadas para una
transformación profunda de la estructura económica y social del país. La crisis internacional
simplemente aceleraría procesos que ya estaban en marcha” (Ocampo, 1988).

La segunda Guerra Mundial creó las condiciones para una etapa “empírica” de industr ialización
dirigida por el Estado, las autoridades económicas siguieron por decisiones propias y las
condiciones externas crearon una estructura de precios relativos adecuada para estimular la
demanda interna en vez de la externa. “El colapso de los precio s de las materias primas y de las
corrientes de capital de los años treinta dio lugar a una ola de devaluaciones y proteccionismo
que resultó en precios favorables a la industria manufacturera y a las producciones agrarias
nacionales (Ocampo, 1996)”.

Relación Iglesia – Estado

Entre las políticas reformistas de López se incluyen las propuestas de modificar la relación entre
la Iglesia Católica y el Estado que contribuyó a mantener el orden económico y social
representado en la oligarquía terrateniente. La Constitución de 1886 proclamaba a Dios como
fuente de toda autoridad legítima, de manera que el principio de autoridad no aceptaba
controversias. Cuestionar el orden establecido era inmoral y era ponerse del lado de las fuerzas
del mal, del pecado.

La relación, Iglesia-Estado, durante el periodo estudiado es especialmente conflictiva debido a


los privilegios garantizados a la Iglesia a través de la Constitución de 1886. El Estado le asignó

41
un lugar privilegiado al permitirle incidir en el poder civil, la educación y los nacimientos,
matrimonios y defunciones.

La Iglesia católica se convirtió en una institución defensora del orden político y económico y de
la ideología oligárquica. “Intervino abiertamente en política y atacó con vehemencia al Partido
Liberal, en quien veía una amenaza para su posición privilegiada” (Giraldo, 1994). Antes de la
llegada de López no se cuestionó abiertamente la relación Iglesia-Estado. Incluso, con la llegada
del movimiento de Concentración Nacional liderada por Olaya Herrera, se convino no tocar el
esquema de relación con la Iglesia, para obtener la convergencia de algunos sectores
conservadores en las elecciones de 1930.

Contra el principio del origen divino de la soberanía, López opuso el origen popular; contra el
concepto de libertad de la Regeneración, la salvaguarda de los derechos naturales dentro de los
cuales el más importante era el derecho de propiedad de los terratenientes, se opuso el concepto
que la libertad era el cumplimiento de los deberes sociales del individuo. Así que, se introdujo
una nueva ideología: la independencia del poder civil respecto al eclesiástico y la función social
de la propiedad privada.

Los nuevos principios que se proponían para establecer la relación Iglesia-Estado se trataron de
incorporar en la reforma constitucional de 1936. Pese a todo, se hizo parcialmente porque la
resistencia de la Iglesia y de los conservadores contra la reforma fue intensa y López no contó
con el respaldo unánime del partido liberal: los sectores moderados argumentaron que en
Colombia el sentimiento católico representaba y recogía a la mayoría de la población y que la
Iglesia católica "tenía derecho al respeto del Estado" y que era en el concordato (y no en la
reforma constitucional) donde se formulaban cuestiones tra scendentales (Giraldo, 1994). Como
resultado de lo anterior se mantuvo la facultad del Estado de celebrar convenios con la Santa
Sede, lo que dejaba en pie el concordato, de tal manera que la Iglesia siguió controlando el
estado civil de las personas lo que incluía el régimen matrimonial y su indisolubilidad, a pesar de
la resistencia

“la reforma hizo avances importantes en las relaciones entre el poder civil y el eclesiástico: se
cambió el concepto de que la religión católica es la de la Nación por el de la libertad de cultos
que no sean contrarios a la moral cristiana; se eliminó la dirección de la Iglesia de la educación
pública y se pasó a la libertad de enseñanza tutelada por el Estado; se eliminó la exención de la

42
Iglesia de pagar gravámenes sobre sus bienes raíces; y se eliminó la autonomía de las
autoridades eclesiásticas para realizar sus actos interiores sin necesidad de autorización del
poder civil (Giraldo, 1994).”

La eliminación del monopolio de la Iglesia sobre la educación, permitiría empezar a superar uno
de los principales obstáculos para cambiar la estructura social y económica. El sistema educativo
legitimaba las diferencias sociales. Pues el saber era monopolio de "ilustres", de “civilizados”
frente a un populacho enfermo y salvaje. Legitimaba la concepción de que el hombre estaba
subordinado a un orden superior inamovible, razón por la cual el campesino, y en general los
pobres, debían aceptar con devoción la sumisión. “Esta concepción, impuesta por la Iglesia, se
dirigía a atar al campesino a las cadenas que representaba el régimen feudal (Giraldo, 1994).”

El cambio en el sistema educativo llegaría a impulsar otra visión del hombre, y a superar los
dogmas conservadores y eclesiásticos, sustentados en valores hispanizantes, por el de “buscar la
verdad en la realidad”. De lo que se trataba, era que las ideas de los intelectuales liberales
ocuparan el espacio que le estaban quitando a la Iglesia al ponerle freno a su dominio sobre la
educación. Por ejemplo, la reforma a la educación superior o a la educación básica. A esta última
se le reestructuró con una nueva pedagogía, Escuela Activa, lo que significó “poner patas arriba
el sistema empleado por la Iglesia donde no se empezaba por las cosas que rodeaban al niño, sino
por la autoridad suprema; donde el niño no era el centro del conocimiento sino el ser más
insignificante de un orden natural regido por Dios (Giraldo, 1994).”

Las relaciones del Partido Liberal con los otros partidos

Para entender el contexto político de la época es necesario empezar señalando la diferenciación


que existía al interior de los propios partidos. Los partidos estaban compuestos por diferentes
fracciones lo que generaba distintas posiciones al interior de cada uno que se evidenciaban en los
siguientes aspectos de la vida política: pugna por los cargos públicos y burocráticos, negativa de
las curules legislativas frente a las iniciativas presentadas por el ejecutivo del mismo partido y
selección de candidatos presidenciales al interior de cada partido. Estas divisiones respondían
tanto a divergencias ideológicas, que variaban de radicales a moderadas, como a intereses
regionales y sectoriales, factores que hicieron necesario la permanente renovación de las
alianzas. Las fisuras regionales, básicamente se daban por la representación política a falta de
directorios regionales, lo que impedía el seguimiento del direccionamiento nacional del Partido.

43
El entendimiento bipartidista fue trastocado por dos procesos que no posibilitaron la relación
interpartidaria, pues se trataba de un modelo político cerrado: por un lado, la movilización
parcial de obreros durante el gobierno de López en los años treinta alertaron a los sectores más
retardatarios de los partidos, quienes no comprendieron la necesidad de involucrar a los sectores
marginados y populares en el escenario político para alcanzar la modernización capitalista, justo
como venía ocurriendo en otros países del continente. Y, por otro lado, la violencia fue la
solución política para los sectores más intransigentes, bajo el argumento del miedo a las nuevas
ideas y el supuesto de que la oposición debía hacerse mediante el uso de la fuerza.

Esta situación justificó la movilización de la clase obrera y su alianza con el Partido Comunista,
desde donde se sostenía que el pueblo no podía seguir siendo marginado y un simple observador
de lo que hacía el gobierno. “El liberalismo de comienzos del siglo, especialmente Gaitán y
López Pumarejo, tiene el mérito de construir un sólido discurso del excluido político… Además
de reconocer la exclusión política y movilizar a los sectores populares, el discurso liberal
propuso: la necesidad de incorporar las ideas a los programas de los partidos (Urrego Ardila,
2005, p 134). Tirado Mejía señala que el discurso liberal institucionalizó la idea de que el pueblo
estaba al margen de la participación en la construcción de nación, por causa de una oligarquía
que se decía representarlo.

La movilización popular tampoco fue homogénea, en algún momento llegaron a coincidir la


corriente de Gaitán, de López y del Partido Comunista. Pero para el segundo gobierno de López,
la base que había permitido el ascenso de éste al poder se había disipado en el Lopismo, el
Unirismo y la corriente del Partido Comunista. También hubo un sector liberal que se abogó al
santismo pero éste fue muy diferente al de López. Pues mientras el primero persiguió y enfrentó
reciamente a las minorías comunistas, tras haber sido aliado de ellos, y tuvo recelos con la
participación política de los sectores sociales, aquél se apoyó en ellos.

La propuesta de López de reformar el país, convocó alianzas entre distintos sectores: con los
sectores populares, porque se identificó con los fuertes cuestionamientos que le lanzó a las
oligarquías gobernantes, y por su “lenguaje revolucionario” que llenaba de esperanzas a las
clases trabajadoras, ante el ambiente de zozobra e insurgencia que había socialmente; y con la
burguesía que lo apoyó porque veían en él la materialización del proyecto de industrialización y
modernización que necesitaba el país. Además tuvo el respaldo del sector de la izquierda

44
revolucionaria, el partido comunista. A pesar de expresar distintos proyectos políticos, la
dirección encontró en esta propuesta su punto de unidad.

Las fracciones del liberalismo estaban compuestas por distintos marcos ideológicos, entre los
que se encuentra el liberalismo radical, que se inclinaban por adopción del proyecto
decimonónico acorde con la Constitución de Rionegro, los socialistas, quienes pretendieron
adelantar reformas profundas a través del marco legal constitucional y las facciones mas obtusas
del liberalismo, que consideraban la Constitución conservadora de 1886 como producto de un
acumulado político del país que había permitido la paz interna y el ascenso nuevamente al poder
del partido.

Durante las elecciones la división al interior de los partidos se hizo confusa, al formarse alianzas
entre fracciones en apoyo a los distintos candidatos. Para la candidatura de López se formaron
alianzas entre las fracciones más avanzadas del partido liberal, debido al objetivo primordial de
su programa de gobierno. Se llegaron a encontrar fracciones tan diversas como la UNIR de
Gaitán y la izquierda liberal, conformada por liberales autodenominados socialistas, quienes
conformaron en cierto momento el sector lopista. Pasando una vez, iniciado el proceso de
reforma constitucional hacia lados contrarios frente al ejecutivo.

A esto hay que sumarle, un gobierno que se inclinaba por trasformaciones parciales y sustantivas
de la constitución, que no llenaban las expectativas de una parte importante del parlamento y
que a su parecer violaban el programa histórico del partido y las aspiraciones de los electores.
Estas divergencias al interior del liberalismo explican, no solo, las pugnas al interior del
legislativo, sino a demás, entre este y el ejecutivo; frente a la disyuntiva de establecer como
objetivo, la elaboración de reformas puntuales o la trasformación sustantiva de la constitución.
Razón por la cual la labor del gobierno frente al parlamento, fue la de frenar más que la de
adelantar un proceso de profunda transformaciones constitucionales.

Por esta razón es válido afirmar que la principal causa de división al interior del partido liberal,
durante el gobierno de Alfonso López fue la decisión del ejecutivo de limitar su política, de
trasformación de la sociedad colombiana, a tímidas reformas en el marco del espíritu de la
Constitución del 86. Lo que explica porque a pesar del hecho de que el Partido Conservador se
abstuvo de participar en elecciones para los comicios de 1934, debido a que consideraba que el

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gobierno de Enrique Olaya no le otorgaba las suficientes garantías para su participación, el
tránsito de la reforma constitucional por el congreso, agenciada por el presidente electo Alfonso
López Pumarejo, encontró grandes obstáculos.

Por otra parte, La división liberal (entre Gaitán y Gabriel Turbay), finalmente facilitó el triunfo
de los conservadores en 1946.

A partir de la década de los 30 el conservatismo, al quedar al margen del poder, sufrió un periodo
de exclusión debido a su política abstencionista: al considerar que el gobierno de Enrique Olaya
Herrera no les otorgaba garantías electorales. El Partido Conservador se dividió en tres
fracciones: la de Alfredo Vázquez Cobo, la de Guillermo León valencia y la de Laureano
Gómez. Entre estos sectores del conservatismo existían diferencias en la interpretación de la
misión histórica del partido, de las reformas liberales y de la alianza de ciertos sectores con el
Franquismo.

En cuanto a su misión las fracciones más “radicales” del conservadurismo consideraron que esta
había sido concretada y expuesta en la Constitución de 1886 firmada por la Santa Sede, lo cual
aseguró su posición “natural” en la construcción de un proyecto político para la nación. Esta idea
se expresó como continuidad en el programa del partido durante la década de los treinta, donde
el único cambio significativo se vio a raíz de la reforma constitucional de 1936 a partir del cual
se estableció la necesidad de limitar la propiedad sobre la tierra, por su carácter de utilidad
social, siempre que se garantizara la correspondiente indemnización. Este giro se justificó a
nombre de un concepto social-cristiano sobre la propiedad y la necesidad de enfrentar la doctrina
comunista.

López se propuso ampliar la ciudadanía y la democracia, a través de catecismos políticos y el


control de los centros de enseñanza. La consecuencia de estas iniciativas fue la movilización de
la población ilustrada. Esta imposibilidad se juntó con la limitación de sus reformas en su
segundo periodo, sumado a las contradicciones entre las fracciones del liberalismo, lo que frustró
la oportunidad de constituir una ciudadanía moderna. Ratificándose la violencia como problema
estructural de la sociedad colombiana, al ser la única alternativa de participación de los excluidos
políticos frente al panorama restrictivo de la democracia nacional bipartidista y sus particulares
dinámicas de encuentros y desencuentros. En suma, se privilegió la permanencia de las elites

46
oligárquicas tradicionales en el ejercicio del poder anclándolo a un continuo ejercicio de la
violencia.

La relación del Estado con los sectores populares

Los levantamientos populares que desde la década de los 20’s ve nían siendo recurrentes entre
distintos sectores de la población, especialmente entre el campesinado y los nacientes sectores
obreros, fueron estimulados por las transformaciones económicas que sufrió el país, junto con las
variaciones del panorama político que enmarcaron la década.

El proceso de modernización de la estructura productiva fue potenciado por la gran cantidad de


capitales provenientes del exterior, producto del pago de la indemnización por la pérdida de
Panamá, la economía cafetera y la afluencia de crédito externo, entre otros. Lo cual arrebató del
campo, y sus dinámicas de explotación pre-capitalistas, parte del campesinado para integrarlos
al trabajo asalariado, donde se fueron permeando de aquellas nuevas corrientes ideológicas
afines al marxismo y a la izquierda revolucionaria, que a partir de esta década irrumpen en el
país. Con la Crisis de 1929 se genera un receso en la economía nacional desestimulando el
empleo en las ciudades; la población que había llegado a las ciudades abandonaron las áreas
urbanas para retomar nuevamente el rol de campesinos, pero ahora con la necesidad de tierras y
teniendo elementos ideológicos para cuestionar su propiedad.

En las áreas urbanas la influencia de fracciones radicales sobre la población obrera como el
liberalismo lopista y movimientos políticos, como el unirismo y el partido comunista, alentados
por reconocimiento del derecho a la sindicalización en el gobierno de Olaya Herrera, a través de
la Ley 83 de 1931, se configuró como un sector popular politizado, organizado y beligerante. De
este modo, el pueblo en sus estamentos, campesinos y obreros, fue incorporado a la vida política
a través de la manifestación popular y la organización del movimiento sindical.

El ascenso del liberalismo se logró gracias al respaldo de las masas de trabajadores y campesinos
que generaron acciones de presión contra el conservatismo de finales de la década de los años
20. Y las transformaciones que requería el proyecto modernizante de Alfonzo López Pumarejo
solo fueron posibles asegurando una base política que secundara sus reformas. Muestra de esto
son las escasas trasformaciones dadas en el gobierno de Enrique Olaya Herrera para la
consolidación de un estado capitalista moderno.

47
Para emprender las reformas, por vía de la movilización de los sectores populares, el liberalismo
institucionalizó la idea de la existencia de una oligarquía que no representa los intereses del
pueblo, López se refería en 1933: “la existencia de una oligarquía de casta conservadora que se
siente superior a su pueblo” (Urrego Ardila, 2005, p 135). Constituyéndose de esta forma el
liberalismo en oposición a ese sector del poder que marginaba al pueblo de sus posibilidades en
la construcción de nación. Este discurso justificaría la movilización de las clases populares y su
alianza con el PC y el unirismo. El pueblo no podía seguir siendo marginado o simplemente
observador de lo que hacia el gobierno, consolidando a la par de Gaitán, el discurso liberal del
excluido político. Es así, que el partido liberal durante el periodo obtuvo la imagen de ser un
partido del pueblo, mientras los conservadores promueven la consigna de los defensores de los
intereses de la nación.

Cuando López movilizó los sindicatos, el pueblo estaba constituyendo su propio proyecto a
través de la movilización impulsada por diferentes sectores, entre ellos el Gaitanismo y el PC.
Sin embargo, la organización de los obreros se concretó en el marco del proyecto modernizante
de la Revolución en marcha. Las reformas promovidas por López incorporaron el derecho a la
huelga en 1936 que en términos de legislación laboral pretendió anticipar los reclamos de la
clase obrera manteniendo a los obreros dentro de las lógicas de dominación y el bipartidismo y
obtener una base política que secundara las políticas liberales.

En 1936 se concretó el proyecto de López al conformar la Confederación de Trabajadores de


Colombia (CTC), primera central sindical de carácter nacional, la cual desde sus inicios se
identificó con el partido liberal y se expandió por todo el país. Los conservadores por su parte
concretaron su relación con los trabajadores mediante la conformación en junio de 1946 de la
Unión de Trabajadores de Colombia (UTC), que obtuvo su personería jurídica en 1949 bajo el
gobierno de Mariano Ospina debido a la prohibición al paralelismo sindical en los años
anteriores.

Es posible afirmar que la consecución de este derecho durante este periodo, no puede ser
considerado como conquista por parte de los trabajadores, sino como estrategia del liberalismo
para contener las tendencias más radicales de los sindicatos frente a las demandas opuestas su
modelo de Estado. De manera simultánea la movilización de los trabajadores se convirtió en un
mecanismo de presión para viabilizar las reformas. Esta tendencia que se hizo clara en el

48
segundo periodo de López, cuando fueron expulsados de las filas del CTC los dirigentes de
tendencia comunista desestructurando las alianzas que habían permitido el complimiento de sus
reformas, especialmente con el PC y el gaitanismo.

El programa político de López Pumarejo construyó una idea de ciudadanía proveniente de los
principios de la revolución francesa. Según esta postura el ciudadano es un agente social
“portador de derechos y obligaciones y fuente de legitimación de orden político” (Urrego
Ardila, 2005, pág. 129). Contrario al proyecto regenerador en el que el sujeto era el católico
virtuoso, el liberalismo buscaba una ciudadanía vinculada a la igualdad, la libertad y la
fraternidad y alejada de los principios del dogma católico: la caridad, la obediencia y la
moralidad.

Sin embargo, el deseo de Alfonso López de ampliar la ciudadanía, al reestructurar el régimen


electoral, estimular la movilización para ampliar la participación y sustituir el concepto de
pueblo por el de ciudadano no se concretó. Quedó limitado al aspecto electoral y mantuvo el
régimen político bajo las dinámicas y los vicios propios del sistema bipartidista, caracterizado
por la continua interacción de ciclos de exclusión política del adversario y el establecimiento de
acuerdos entre los dos partidos, que mantuvo la población y a otros partidos marginados de la
participación frente a la configuración de nación. De este modo, se prolongó el orden pre-
moderno de la regeneración, caracterizado por una noción restrictiva de la ciudadanía, vinculada
a la supervivencia de la República Conservadora.

La República Liberal frente a los temas agrarios

En la década de los treinta el problema agrario se tomó la escena política y se le dio el trato de
problema nacional, resaltándose la atención que merecía del Estado, pues era claro que constituía
un obstáculo que impedía la industrialización y no facilitaba la articulación del mercado interno.

En este periodo estallaron conflictos en el sector rural, el proceso colonizador antioqueño llegó a
su finalización y la hacienda cafetera tradicional entró en crisis (Machado, 2009).

El conflicto agrario de ese entonces se definió por la existencia de grandes propiedades rurales
que eran explotadas deficientemente. Una explotación basada en el trabajo campesino o de
colonos, aparceros y agregados (arrendatarios), régimen de trabajo que no sólo primaba sobre la

49
tierras habilitadas sino también sobre las nuevas tierras abiertas por la colonización, en las cuales
los terratenientes no perdían oportunidad de reivindicar la vigencia de sus títulos y en reclutar a
los colonos como mano de obra para esas tierras. También la organización de la hacienda se
constituyó en un impedimento para el desarrollo del capitalismo industrial, pues frenaba la
introducción de la técnica, imposibilitaba la movilidad de la mano de obra, restringía el
desarrollo del comercio, concentraba en su beneficio las mejoras en infraestructura y limitaba la
penetración del capitalismo en el campo (Bejarano, 1996).

Los líderes del partido liberal y la burguesía industrial, como Carlos Uribe Echeverry, Alfonso
López, Jorge Eliecer Gaitán, Alejandro López y Eduardo Santos, no dudaban que el problema no
se afrontaba solamente fomentando la colonización, en el interior del país o en las regiones
alejadas, sino que, con la Crisis de 1929, comprendieron la necesidad de desarrollar el mercado
interno para darle vía a la industria. Por ello “la consigna no era colonizar sino reformar”
(Machado, 2009). El problema de los baldíos y el ordenamiento de los derechos de propiedad,
pública y privada, aparecieron como asuntos centrales en la discusión de la cuestión agraria.

En un principio, López Pumarejo quería realizar una reforma de la propiedad agraria, en


detrimento del latifundio y en beneficio de la propiedad pequeña y mediana para fortalecer el
desarrollo de una burguesía rural que llegara a ser la columna vertebral de la República, pero
terminó eligiendo el camino de desarrollo junker o prusiano, fundamentado en la gran propiedad.
Desde luego, no se trataba de una nacionalización o colectivización de la agricultura, como lo
hizo ver un ala del partido conservador. Esta oposición ayudó a constituir el cambio entre el
modelo de estructura agraria que empezó concibiendo López y el que terminó consolidando.

Había problemas agrarios del siglo XIX que persistían en la década de los treinta, que los
gobiernos anteriores no habían logrado superar, o no había hecho mayor esfuerzo por superar.
Con el auge de la economía exportadora, desde finales del siglo XIX hasta la Crisis de los años
treinta, la gran expansión de la frontera agrícola estuvo centrada en la competencia entre
terratenientes, empresarios, colonos y campesinos, y por otro lado, las extensiones dedicadas a la
exploración petrolera y al monocultivo del banano. La hipótesis de Legrand (1988) es que la
privatización de baldíos reforzó el predominio de la gran hacienda y del latifundio en el campo
colombiano. Las concesiones fueron amplias pues en promedio no bajaban de las 1000 hectáreas

50
pero se calcula que “tan sólo el 5% de la tierra se concedió a la población antioqueña y sólo el
4% a parcelas inferiores a 100 hectáreas” (Legrand, 1988, pág. 79).

Pero esto apenas constituyó las concesiones legales de baldíos, no es desproporcionado pensar
que éstas superaban las cifras calculadas, más de un empresario debió recibir una concesión
grande. La otra forma de apropiación de los baldíos se dio por ocupaciones de facto, proceso
recurrente durante todo el siglo XX. En suma, se dio una usurpación generalizada que reforzó la
consolidación del latifundio y que se legalizó con la ley 200 de 1936 y otras disposiciones
normativas. Estas apropiaciones además de ser reconocidas legalmente, se llegaro n a cabo de
manera violenta. Catherine Legrand señala las siguientes modalidades de apropiación de los
baldíos durante las primeras décadas del siglo XX:

a) esconder grandes apropiaciones de las concesiones mismas y la colusión con los


agrimensores facilitaba que los límites indicados abarcaran en realidad mucho más tierra de la
que el gobierno se proponía adjudicar;
b) en muchas regiones los empresarios se apropiaban de baldíos y después los vendían sin el
menor respaldo legal;
c) empresarios ricos en la Costa Atlántica usaban el alambre de púas para cercar grandes lotes
de baldíos habitados a veces por pueblos enteros de colonos y alegaban que se trataba de
propiedades privadas;
d) presentar títulos mineros a cambio de baldíos, para reivindicar derechos mineros, al
interesado le bastaba con declarar que existía un yacimiento y pagar un impuesto anual de un
peso;
e) terratenientes que ensanchaban las viejas haciendas hasta abarcar baldíos adyacentes;
f) modificación de linderos en los testamentos y escrituras;
g) juicios de partición y deslinde que ante títulos nada claros permitían ensanchar las
propiedades. La evidencia indica que “el gobierno colombiano ignoraba o era indiferente a la
muy frecuente usurpación de baldíos” (Legrand, 1988, cáp. 3).

La protección del campesinado no se constituyó en una preocupación de la legislación


colombiana vigente desde el siglo XIX. Los conflictos escalaron a confrontaciones violentas y el
atropello se hizo recurrente como lo denota la prensa de la época:

“En este punto los terratenientes respondieron con fuerza. Arrojaron semillas de pasto en las
cosechas de los campesinos y echaron ganados a sus parcelas; destruyeron puentes para cortar el

51
acceso a los mercados y llevaron a prisión a los líderes de los colonos bajo cargos falseados.
Ocasionalmente hacendados con inclinación a expandir sus propiedades también formaron bandas
de vigilantes, las cuales intimidaban hasta a los más recalcitrantes colonos para hacerlos olvidar
sus reclamos. Tales tácticas eran exitosas, obligando a los colonos a firmar los contratos de
arriendo o a abandonar la región. En algunos lugares, sin embargo, los colonos rehusaron rendirse
a sus reclamos” (Legrand, 1984: 35).

Miles de colonos fueron convertidos en arrendatarios 15 y privados de la independencia, otros


fueron expulsados y perdieron las mejoras hechas durante años. En consecuencia, “se creó así
una abundante oferta de trabajo para las nuevas haciendas con una fuerte restricción de acceso a
baldíos para campesinos pobres”. En las haciendas se incorporaron peones asalariados, o
voluntarios, arrendatarios y aparceros. Había tres tipos de arrendatarios: los propiamente dichos
(agregados, terrazgueros o concertados), los aparceros y los colonos; y por otro lado, los
campesinos libres o economías familiares de subsistencia con títulos de propiedad (Machado,
2009, pág. 175).

Los campesinos respondieron y actuaron políticamente en busca del acceso a la tierra. La década
de los treinta marcó un ascenso claro en la organización, el movimiento socia l y la lucha
reivindicativa de los campesinos, gracias también a las leyes que permitieron la sindicalización y
organización en ligas campesinas y a la influencia de la izquierda revolucionaria. Entre los
motivos más sobresalientes de los conflictos se cuentan: la delimitación de la propiedad privada
y pública, y la legitimidad de la propiedad (el problema de los baldíos), la política de
parcelaciones, los problemas de los arrendatarios y colonos, la política de colonización y
condiciones de trabajo en las haciendas, la negación de los derechos de los colonos sobre las
parcelas que trabajaban.

En el seno de la hacienda las relaciones de producción eran de tipo feudal: no se le permitió


sembrar café en las parcelas a los colonos y arrendatarios, se les obligó a pagar obligaciones
gratuitas a los hacendados, se les castigaba en cárceles propias de la hacienda, los hacendados y
las autoridades locales estaban acompañados para ejercer su poder. La solución gubernamental
a las luchas agrarias fue la colonización, la parcelación, la represión (guardias departamentales) y
la expedición de normas, como la ley 200 de 1936.

15
En 1938 había en Cundinamarca 50.000 arrendatarios (Fajardo, 1983).

52
Los gobiernos liberales (Olaya Herrera entre 1930 y 1934 y López Pumarejo en sus dos periodos
de 1934 a 1938 y de 1942 a 1945) intentaron resolver el problema agrario fomentado la
colonización en el interior del país o en las regiones alejadas de los centros esenciales de la
economía. Esta medida no constituyó una solución porque de tener acogida respondía a la
presión por la tierra pero “no convertía la agricultura en un mercado para los productos
manufacturados y no estimulaba la provisión de productos para los centros de consumo urbano”
(Bejarano, 1996. Pág. 98).

Desde 1930 se pusieron en práctica leyes para promover la migración hacia el Putumayo,
Caquetá y en general hacia la Amazonia pero también hacia Urabá, Catatumbo y Bahía Solano.
Los Decretos no consiguieron estimular la colonización de áreas cercanas a los centros de
producción y consumo, sólo en la Costa Caribe y en Antioquia funcionó esta medida. El
propósito de modificar la estructura de la tenencia de la tierra era conformar una clase media
rural en calidad de productores y consumidores que permitiera emprender el proceso de
industrialización. Para ello se buscó la ocupación rápida de las regiones de frontera por familias
campesinas y se intentó recuperar para la colonización los territorios usurpados al dominio
público. Esto presentó dos dificultades: la imposibilidad de resolver la falta de títulos de los
colonos y el desconocimiento del Estado de la localización de los baldíos no generaba garantías
de que las tierras asignadas a los colonos no fueran reclamadas.

La parcelación de tierras fue una solución marginal. Se trató de generar pequeños propietarios y
darle cabida a los desempleados urbanos que regresaron al campo, la impulsó con fuerza la ley
de tierras. Los empresarios vendía tierras al gobierno para las parcelaciones, y la tierra se
repartió a los beneficiarios mediante créditos asignados por el Banco Agrícola Hipotecario y de
la Caja Agraria (creada en 1931). Estas medidas se llevaron a cabo en Tolima y Cundinamarca,
donde resultaron favorecidos los terratenientes (vendieron al Estado tierras no utilizadas y con
títulos dudosos) los colonos (se hicieron a la propiedad) y el Estado (terminación del conflicto).
Pero, en realidad, ocasionó altos costos fiscales al Estado y el campesinado terminó endeudado,
entre 10 y 30 años, obtuvieron el titulo solo hasta que terminaron de pagar la deuda. Los
campesinos y arrendatarios se opusieron por los precios tan exagerados que pagó el gobierno por
las tierras. En suma, la parcelación fue un negocio de tierras auspiciado por el Estado y solo
sirvió para soluciones puntuales (Machado, 2009).

53
El proyecto legislativo de Olaya Herrera de 1933 es el precedente directo de la ley 200 de 1936,
señaló el camino hacia una reforma radical de las estructuras agrarias, pero nunca fue Ley. La
propuesta de López Pumarejo retomó algunos aspectos de éste proyecto. Lo que distingue el
tratamiento que dio López al problema agrario es que incorporó ese problema al proyecto
político de la “revolución en marcha”. En efecto entre 1933 y 1934 empezó a cambiar el debate
desde una simple discusión jurídica hacia una visión política y de transformación social. El
gobierno consideró que las confrontaciones en el campo eran la expresión social del problema
agrario y no la labor de agitadores izquierdistas, como lo veían los terratenientes. Se hizo claro
que la solución al problema tenía dos vías: el desarrollo de la agricultura con base en la gran
propiedad y el desarrollo agrario fundamentado en parcelas familiares.

La ley 200 de 1936 buscó modernizar las normas y poner orden a la legislación existente, y fijar
con claridad la diferencia entre dominio público y dominio privado sobre las tierras. “Era la
discusión sobre el fundamento legal del derecho de propiedad y sobre la seguridad que tenían los
títulos para los ciudadanos (Machado, 2009, pág. 191).” Pero el Estado Colombiano no estaba
dotado de los instrumentos, la legitimidad, los recursos y la capacidad técnica para que la ley se
cumpliera a cabalidad.

Uno de los cambios que introdujo la Ley 200 estaba orientado a transformar la concepción de
propiedad de la tierra. Según las normas del Código Civil anteriores a la Ley, no constituía una
causal para perder el derecho de propiedad dejar las tierras sin cultivar por tiempo indefinido,
pero con la “ley de tierras” se introdujo el concepto de función social de la propiedad.
Anteriormente, la función social de la propiedad se reducía al pago de impuestos, a la forzosa
explotación (con la debida indemnización) de la tierra para la parcelación, para la construcción
de carreteras, ferrocarriles, asilos, etc.

Los propietarios, comerciantes e industriales se opusieron a la ocupación y a la apropiación de


tierras por parte de los colonos, campesinos y arrendatarios, desalojaron a los invasores
argumentando la titulación de las tierras, entablaron juicios contra los colonos aunque tuvieran
títulos falsos y recurrieron a la violencia y a acciones administrativas para el desalojo en los
municipios y departamentos (lideradas por la fuerza pública).

54
El gobierno liberal empezó rechazando las invasiones de tierra y las pretensiones de los colonos
que ocupaban tierras que se presumían baldías, en la medida que las ocupaciones se hicieron
masivas el conflicto con los propietarios se fue agudizando. Entonces el gobierno empezó a
intervenir directamente en el conflicto de tierras y presentó varias iniciativas para resolver el
problema de tierras. El gobierno liberal no reprimió directamente a los colonos, esto creó rechazo
de los terratenientes a los campesinos, al gobierno y al partido liberal, tildando de comunista al
Ministerio de Industria y de promover la destrucción de la propiedad privada.

Se conformó una oposición gremial y política por parte de los propietarios, capitalistas,
empresarios y sectores conservadores del país conformada por la Sociedad de Agricultores de
Colombia (SAC), la Liga Nacional para la Defensa de la Propiedad, el Sindicato Central de
Propietarios y Empresarios Agrícolas, la Asociación Patriótica Económica Nacional (APEN).
Este último movimiento defendió los intereses de los propietarios, quienes argumentaban que el
latifundio era una imagen retórica de los agitadores y estuvieron dispuestos hasta con el uso de la
violencia para defender a los capitalistas. Tuvieron apoyo, unos más que otros, en las distintas
regiones y ciudades. La Iglesia Católica también salió en defensa de los intereses de los
propietarios, la arquidiócesis de Medellín exhortó a las distintas parroquias en 1936 a defender
el derecho de propiedad:

“(…) Conviene mucho animara las gentes de los campos, que son propietarios en grande o en
pequeño, a fin de que tomen parte, o se alisten en el Sindicato Departamental de Propietarios de
Antioquia, fundado con el fin de defender el derecho de propiedad, amenazado por las doctrinas
subversivas que están en boga hoy. Esta insinuación a los fieles de su parroquia debe hacerla en
particular y con discreción, sin llevar, en manera alguna, el asunto al púlpito, ni hacerlo objeto de
predicación en el templo” (Martínez, 1939, p. 34) 16 .

Los comerciantes, industriales y propietarios también alegaron la defensa de la economía


nacional al oponerse a los impuestos progresivos que instaló la reforma tributaria de López. La
discusión del proyecto de ley (que fue la Ley 200 de 1936) contó con la participación activa de
las distintas sociedades, sindicatos, la federación de cafeteros y las cámaras de comercio de
diversas ciudades. “La SAC tenía criterios que indicaban una oposición cerrada al proyecto y

16
Citado por (Machado, Ensayos para la historia de las políticas de tierras en Colombia. De la colonia a la creación
del Frente Nacional, 2009).

55
unos temores infundados sobre el desconocimiento de los derechos de propiedad” (Machado,
2009. Pág. 205). Según ésta organización en Colombia no había latifundios y por lo tanto, no
existía un problema agrario.

Los propietarios salieron favorecidos con la Ley 200 de 1936. López Pumarejo no pudo
solucionar el problema de la tierra, no tuvo la capacidad de abrir caminos a la reforma agraria,
dado el gran poder de la clase terrateniente en la estructura del Estado. El poder corporativo, le
quitó respaldo entre los sectores altos de la sociedad. Según Antonio García “El presidente
López agitaba el problema de la tierra –en los parlamentos y en los campos- pero su política
agraria era ortodoxamente conservadora y burguesa” (Machado, 2009).

Los artículos más importantes de la Ley fueron los que distinguieron las propiedades privadas de
los baldíos, se pusieron a favor de los propietarios porque revalidaro n los títulos de propiedad
privada y facilitaron la demostración de títulos de propiedad de los terratenientes que carecían de
títulos originales: aceptó ventas, testamentos y documentos judiciales como pruebas de
propiedad. En suma, se admitió una cadena de títulos que demostrara posesión durante treinta
años,

Artículo 3. Acreditan propiedad privada sobre la respectiva extensión territorial, y en


consecuencia desvirtúan la presunción consagrada en el artículo anterior, fuera del título
originario expedido por el Estado que no haya perdido su eficacia legal, los títulos inscritos
otorgados con anterioridad a la presente Ley, en que consten tradiciones de dominio por un lapso
no menor del término que señalan las Leyes para la prescripción extraordinaria.

Lo dispuesto en el inciso anterior sobre prueba de la propiedad privada por medio de títulos
inscritos, otorgados entre particulares con anterioridad a la presente Ley, no es aplicable
respecto a terrenos que no sean adjudicables, estén reservados o destinados para cualquier
servicio o uso público 17 .

La ley estableció presunción de derechos a nivel individual y no de la Nación, de ahí que no


definió la desintegración de los latifundios como tierras que pasaban a dominio público por
carecer de títulos originarios. Se fueron al trasto los intereses explícitos del gobierno de
constituir parcelas familiares y se anularon avances como el proyecto de 1933, que establecía

17
Ley 200 de 1936. Diario oficial. No. 23388. Enero 21 de 1937.

56
presunción de derechos a la nación y la Sentencia de la Corte Suprema de Justicia de 1926 que
exigió títulos originarios a los propietarios. La ley no sólo fortaleció la propiedad privada sino
que legitimó las usurpaciones de baldíos efectuadas desde el siglo XIX aunque la historiografía
liberal sostenga lo contrario (Tirado, 1981).

A pesar de que la ley exigió la exhibición de los títulos, como prueba de propiedad a los
propietarios de los predios invadidos antes de 1935 (dos años antes de la vigencia de la Ley),
desconoció todas las reclamaciones de colonos que participaron en las invasiones después de
1935:

Articulo. 4. - Lo dispuesto en el Artículo 3 no perjudica a las personas que con dos años de
anterioridad a la vigencia de esta ley se hubiesen establecido, sin reconocer dominio distinto al
del Estado, y no a título precario, en terreno inculto en el momento de iniciarse la ocupación.

En este caso, el carácter de propiedad privada del respectivo globo de terreno solo podrá
acreditarse en una de estas formas:

a) Con la presentación del título originario, emanado del Estado, que no haya perdido su eficacia
legal;
b) Con cualquiera otra prueba, también plena, de haber salido el terreno legítimamente del
patrimonio del Estado; y
c) Con la exhibición de un título traslaticio de dominio otorgado con anterioridad al 11 de octubre
de 1821.

Los poseedores de que habla este Artículo, aunque fueren vencidos en juicio reivindicatorio,
tendrán derecho a hacer suyo el terreno poseído mediante el pago del justo precio del suelo, o
garantizando ese pago con hipoteca del terreno y las mejoras permanentes puestas en él, si el
propietario ha dejado transcurrir más de noventa días, contados desde la vigencia de esta Ley, sin
presentar la demanda del respectivo juicio reivindicatorio; o si, cuando el juicio fue iniciado antes
de dicho término y la sentencia está ejecutoriada, han transcurrido treinta días, contados desde la
fecha en que hayan quedado tasadas judicial o contractualmente las mejoras, sin que el
demandante vencedor en el juicio respectivo las haya pagado.

57
La hipoteca de que aquí se habla será por un término de cinco años, y en cuanto a intereses y
sistema de amortización, se pactarán los que estén en uso para las operaciones bancarias de esta
índole.18

En consecuencia, complació a los terratenientes y apaciguó el movimiento de ocupaciones, tuvo


una función apaciguadora de “las luchas campesinas contra las relaciones atrasadas impuestas
por el latifundismo señorial” (Fajardo, 1983). Dejó sin base jurídica el argumento de los colonos
de que las tierras donde trabajaban eran baldías, pues ya no era una exigencia demostrar los
títulos originales, como lo prescribía la Sentencia de la Corte. La única alternativa que le dieron
al colono fue la parcelación: podía acceder al baldío si el propietario no aparecía (la ley redujo de
30 a 5 años la prescripción adquisitiva de dominio) al solicitar una concesión gratuita. Si el
propietario demostraba la legitimidad de su título, debía pagar las mejoras al colono antes de
desalojarlo y si se negaba, el colono adquiría el derecho de comprar la tierra que estaba
laborando.

Aunque la ley mantuvo la misma estructura de tenencia de la tierra, fundamentada en grandes


propiedades, no descuido “el fomento de la producción y el uso económico adecuado de la
propiedad sobre el concepto de la función social de ella, con lo que los títulos se ratificaban si la
tierra se usaba en agricultura y ganadería” (Machado, 2009, p. 209). La ley estableció la
extinción de dominio a 10 años, si después de expedida la ley y transcurrían los años, y la
propiedad no estaba explotada revertiría al dominio público. Pero en 1944, con la ley 100, la
SAC y la federación de cafeteros lograron ampliar a 15 años la amnistía para iniciar la
producción, está clausula de utilización económica de la tierra terminó suspendida.

En suma, esta ley que se había propuesto buscar el progreso del país y mejorar las condiciones
del campesinado, produjo efectos contrarios:

1. “No se logró la explotación económica del suelo, ni se cambió el concepto de la posesión


inscrita en la aplicación de la Ley;
2. No se amparó al pequeño propietario, ocupante de buena fe, ni se le estableció en su parcela;
3. No se consiguió el aumento de la producción, ni se mejoró el estándar de vida del campesino
pobre;

18
EL subrayado es nuestro

58
4. No se realizó la reversión a favor del Estado de los predios no explotados económicamente”
(Aguilera, 1962).

Lo que logró, por el contrario, fue:

• Convertir a los hombres vinculados al campo como arrendatarios o aparceros en peones


asalariados, en tránsfugas de su hogar, como consecuencia de la acción defensiva adoptada por
los propietarios de la tierra para impedir que la Ley amparara en determinadas ocasiones a
quienes pretendieran alegar prescripción adquisitiva a su favor u otras ventajas, como pago de
mejoras,

• La aplicación de la Ley afianzó el principio de la posesión inscrita en vez del criterio de


posesión, explotación económica, consagrado en el artículo 1º, por la interpretación que la
jurisprudencia dio al artículo 3º, que saneó títulos viciados y vigorizó el principio tradicional de la
propiedad (Aguilera, 1962) 19 .

Por otro lado, lo que posibilitó la parcelación fue salvar a los hacendados de la quiebra mediante
la compra de sus tierras posibilitándoles la inversión en otras áreas. Pero dada la focalización de
esta política en las zonas del conflicto, de cerca de las 910.000 propiedades registradas sólo
“contribuyeron a la formación de propiedades rurales con cerca del 2%” (Fajardo, 1983). Esto,
vinculado con el poco impulso a las explotaciones productivas o po líticas de fomento (comercial
y campesina) y las “expulsiones preventivas” a los arrendatarios, como medida de los
terratenientes, profundizó la brecha entre la oferta de productos agropecuarios (alimentos) y su
importación, que se incrementó a pesar de las medidas arancelarias.

La política agraria se convirtió en la política de fomento agropecuario. Al igual que al modelo de


fomento a la industria, el gremio de los terratenientes exigió medidas proteccionistas y una
política de fomento para el desarrollo agrícola, como “única solución a los problemas de oferta”
(Fajardo, 1983). El gobierno de Eduardo Santos atendió estas necesidades de la producción
agropecuaria terrateniente. También contempló la adjudicación de baldíos y el establecimiento
de centros de colonización, elementos recurrentes en la política agraria comprometida con el
latifundio.

19
Citado por (Machado, Ensayos para la historia de las políticas de tierras en Colombia. De la colonia a la creación
del Frente Nacional, 2009).

59
Mientras a los terratenientes no les atendían las demandas de medidas proteccionistas para la
producción agropecuaria y dada la expulsió n masiva de arrendatarios se produjo una reducción
en la oferta de los productos provenientes de las economías campesinas. Estas condiciones en las
que se encontraba la producción agropecuaria combinada con el ambiente de relaciones
económicas creado por la segunda guerra mundial (poca disponibilidad de productos y
encarecimiento de los mismos) dejaba al país a portas de una crisis alimentaria. Ya que los
terratenientes tenían limitaciones y desinterés para suplir la producción campesina, además de
beneficiarse de los altos precios razón por la cual abogaron por la no regulación de precios como
“estímulo a la producción”. Por ello se hizo necesario recuperar la forma tradicional de
producción en las haciendas o “aparcerías”.

Con la ley 100 de 1944 se intento recuperar la producción de alimentos bajo las formas
atrasadas de trabajo en el interior de las haciendas con un régimen de contratos. Esta ley
permitió, por un lado, la ampliación de los plazos de extinción de dominio incultos con sólo
labrar una tercera parte de la hacienda. Por otro lado, mitigó los riesgos de tener aparceros o
arrendatarios en la hacienda instaurando un modelo de contrato donde se prohibía siembra de
cultivos permanentes (café), condiciones de lanzamiento o expulsión, pautas para e l avalúo de
mejoras. Esta ley constituye un claro ejemplo de contra-reforma agraria.

Conclusión

El liberalismo logró reformar parcialmente la constitución de 1886, abriendo un campo para


introducir un programa modernizante. Intentó solucionar el problema agrario para abrirle camino
al desarrollo social y económico, pero terminó impulsando el desarrollo capitalista del campo por
la vía de la gran propiedad y la incorporación de la mano de obra a la economía, dado el gran
poder de la clase terrateniente en la estructura del Estado. Un poder corporativo fortalecido por el
poder clerical, que aún no lograba frenar el Estado de derechos. O la Modernización del
latifundio, al decir de Absalón Machado (2009) con las siguientes características: protección
arancelaria, saneamiento de títulos, carencia de conflictos agrarios y movimientos campesinos,
un poder político terrateniente fundamentado en la posesión de tierras, alianzas e interrelaciones
con la burguesía agro-exportadora, industrial y comercial.

60
La Ley 200 no se acercó a la redistribución de la propiedad de la tierra, ni a contener las formas
de apropiaciones privada de baldíos y de concentración latifundista que habían primado en las
décadas anteriores. No afectó el poder terrateniente, ni posibilitó el ascenso social del
campesinado, ni permitió la inserción de la producción agrícola familiar en la modernización
capitalista. Fortaleció el derecho de propiedad privada, flexibilizando las pruebas (la no
exigencia de títulos originales y dando vía a los títulos inscritos) para demostrar la propiedad de
la tierra y purificando las imperfecciones de los títulos, la Ley legitimó y legalizó la usurpación
de baldíos efectuada desde el siglo anterior.

El crecimiento de la agitación campesina y la formulación de una nueva legislación agraria


tuvieron respuestas de los terratenientes, quienes evitaron a toda costa las concesiones
gubernamentales a los pequeños productores y a los trabajadores sindicalizados. Se la jugaron
por estrategias y acuerdos frente a la modernización por vía de la gran propiedad y la agricultura
comercial, que terminaría dándole forma con la Industrialización por Sustitución de
Importaciones, y promoviendo la expulsión de campesinos y las medidas represivas y violentas
en pro de la defensa de la propiedad privada. Los terratenientes fueron los principales
instigadores de la violencia contra los campesinos.

Al negársele la inserción al campesino, también se impidió la reestructuración del poder en la


sociedad colombiana. Por el contrario, la fuerza de los colonos perdió influencia y los
terratenientes obtuvieron un control más efectivo por parte de la política nacional. Con las
disposiciones legales que fomentaban la sindicalización se terminó coaptando y asimilando los
movimientos campesinos por los partidos tradicionales. Las políticas de parcelación ocasionaron
divisiones internas, al individualizar la lucha de los campesinos y colonos. Con el surgimiento de
una clase obrera industrial las ciudades se convirtieron en bases importantes de poder, no se
entablaron alianza entre las luchas campesinas y las luchas obreras y la izquierda como un
elemento catalizador de las lucha por la tierra se disipó y fragmentó 20 .

La represión de los conflictos y movimientos agrarios se configuró en la relación del Estado con
este sector social por cerca de los veinte años siguientes, la cual se encubrió bajo la lucha sectaria
bipartidista y aceleró la expropiación del campesinado de extensas regiones del país. Con la

20
El caso del UNIR duró poco tiempo, Gaitán regresó al Partido Liberal aun manteniendo diferenci as ideológicas
con sectores del partido (Machado, 2009).

61
finalización de la segunda guerra mundial y la dependencia de Estados Unidos adquirió el toque
de lucha contra el comunismo internacional.

1.2 El proyecto de Estado Nacional después de la segunda posguerra: el desarrollo

En este apartado caracterizaremos la construcción del Estado nacional e n un período amplio,


1945–1990, que no puede tomarse de forma homogénea. Debe diferenciarse varios periodos bien
marcados en lo político: a) 1945- 1951 Restauración Conservadora b) 1953 – 1957 Dictadura de
Rojas Pinilla c) 1958 -1975 Instauración del Frente Nacional d) 1975 -1990 Desmonte del Frente
Nacional.

Contexto Internacional

Para el análisis del contexto internacional que caracterizó la configuración de Estado en


Colombia en la perspectiva del desarrollo inicialmente se abordan las condiciones de la
economía nacional y la modernización del aparato productivo, que generó la configuración de
fuerzas políticas corporativas en el seno del estado y fortaleció la estructura agraria de tenencia y
apropiación de la tierra. Posteriormente, se expone la configuración de un esquema de
intervención estatal y la regulación de lo social por medio de la legislación y la conformación de
instituciones públicas que definen la ruta hacia un Estado de Bienestar. Finalmente, se muestran
las implicaciones del surgimiento de los movimientos guerrilleros producto de la violencia
oficial y como influencia de la revolución cubana y las luchas de liberación nacional,
enmarcados en el contexto de la guerra fría, la guerra contra- insurgente y la adopción de la
doctrina de Seguridad Nacional.

En la escena internacional, al término de la II Guerra Mundial, el dominio de los Estados Unidos


fue sobresaliente. Los países europeos sufrieron una destrucción terrible mientras la capacidad
productiva estadounidense se incrementó en un 50% durante la guerra y en 1945 produjo más de
la mitad del total de los productos fabricados en el mundo. Superó sin contratiempos el tránsito
de una estructura productiva de guerra a una producción en tiempos de paz. Además, los Estados
Unidos tenían la mitad de la capacidad de transporte del mundo (en 1939 tenía el 14%) y

62
llevaron a cabo 1/3 del total de las exportaciones mundiales mientras sus importaciones no
representaron 1/10 de las cifras mundiales.

Durante los años que transcurrieron entre las dos guerras mundiales los Estados Unidos
comprendieron la necesidad de una agenda para transformar el sistema internacional en vistas de
su eventual colapso con la guerra y para evitar de nuevo una confrontación de tal magnitud. Pero
también el problema del desarrollo comenzó a preocupar la escena de la economía internacional.
La Carta del Atlántico firmada por Inglaterra y Estados Unidos en 1941, y a la que se
subscribieron muchas naciones, entre ellas Colombia, se planteó: la autonomía de los pueblos, el
multilateralismo comercial, la colaboración económica entre las naciones para asegurar mejores
condiciones de trabajo, el adelanto económico y seguridad social como escenario que
desestimulaba la propagación de las ideas comunistas 21 .

Por otro lado, el programa económico que se acordó en las conversaciones previas a la
terminación del conflicto fue:

i) Desarrollo institucional para asegurar un comercio y corrientes de capital estables y en


expansión.

ii) el uso de esas instituciones para reducir los controles nacionales discriminatorios, y

iii) una recuperación suficientemente rápida de los principales socios comerciales para
complementar la renovación institucional del sistema internacional (Ocampo, 1997).

El programa tomó forma con el acuerdo de Bretton Woods (1944), con él nació el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BIRF), instituciones orientadas a lograr un
sistema estable de tipos de cambio y un suministro adecuado de capital de largo plazo, con la
liberación progresiva de la economías europeas. Estas medidas fueron insuficientes para
reactivar las economías europeas, y el plan Marshall (1947) concibió un papel más activo y
radical para los Estados Unidos.

21
Ministerio de la Economía Nacional. "Política económica de post-guerra", revista Comercio e Industrias, No. 14,
Bogotá, septiembre de 1946. En este documento se pr esentan la Carta del Atlántico, los acuerdos de Bretton
Woods: BIRF y FMI, la agenda sobre tratado multilateral sobre comercio y trabajo propuesta por Estados Unidos y
la declaración de Inglaterra y Estados Unidos sobre política comercial en diciembre de 1945, en la cual se incluye la
propuesta colombiana de tener en cuenta "las especiales condiciones que prevalecen en los países cuya industria
manufacturera está aún en las etapas iniciales de su desarrollo, y las cuestiones que surgen en conexión con las
mercancías que están sujetas a especiales problemas de ajuste en los mercados internacionales".

63
La posición que ocupó América Latina en la política de Estados Unidos fue secundaria en los
primeros años de la posguerra. La Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y
de la Paz realizada en Chapultepec (México) en1945, así como la IX Conferencia Panamericana
realizada en Bogotá (Colombia) en 1948 no abordaron los temas económicos que interesaban a
los países latinoamericanos. Las condiciones para la inversión extranjera directa, que preocupó a
los norteamericanos y que los gobiernos latinoamericanos estaban interesados en responder, se
juntaron con la postura de reconstructores de la paz y garantes de la seguridad mundial, asumida
por los estadounidenses, y con la importancia de la región latinoamericana en la lucha contra el
comunismo.

Por ello, antes de 1958 los Estados Unidos no apoyaron las primeras iniciativas de los países
latinos para crear un banco de desarrollo. Con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 se
hizo urgente y en 1960 ya se anunciaba la creación del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), y en su seno el Fondo Fiduciario de Progreso Social, creado de manera específica para
conceder préstamos a los sectores descuidados por las organizaciones financieras existentes
(educación, salud, agricultura, etc.) A esto le siguió la Alianza para el Progreso (1961).

Al finalizarse la II Guerra Mundial ocurrieron transformaciones significativas en el desarrollo


industrial de América Latina. La primera, fue el aislamiento de las economías nacionales, que las
forzó a explotar la capacidad productiva preexistente para suplir la gama de mercancías que no
se hallaron disponibles a raíz de la escasez propia de la guerra. Como consecuencia de ello
surgió el concepto de “industrias esenciales” o “estratégicas”. La segunda, fue la formulación de
las políticas económicas que se dirigieron hacia el proteccionismo, la discriminación arancelaria,
los controles directos al comercio, la sustitución de importaciones de manufacturas y productos
agropecuarios, y los planes para alentar las “industrias esenciales”. La tercera consecuencia
radica en el descubrimiento de América Latina como un mercado apropiado para los bienes
intermedios y de capital. En efecto, la industrialización de los países en vía de desarrollo
representó una oportunidad para la inversión y para la venta de maquinaria y equipo.

Comúnmente se entiende el período que va de 1945 a los años setenta como la etapa de la
Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), caracterizada por la adopción de un
modelo de desarrollo hacía adentro, estimulado por varios Estados latinoamericanos, que

64
consistió en el reemplazo del modelo exportador por el de industrialización basado en la
sustitución de las importaciones y la articulación del mercado interno.

Pero la “Industrialización por Sustitución de Importaciones” es un concepto impreciso por


diversas razones. Desde la posguerra, el sector exportador siguió desempeñando un papel
fundamental y creciente en las corrientes de divisas que llegaron a los países latinoamericanos y
que permitieron financiar las importaciones de bienes intermedios y de capital.

Es decir, nunca se sustituyó el modelo primario-exportador por otro modelo de crecimiento sino
que el desarrollo de la industria local en Latinoamérica abrió otra ruta de crecimiento económico.
Por lo tanto, o se puede hablar de un “modelo mixto”, que combinó la sustitución de
importaciones con la promoción de exportaciones. O es más apropiado el concepto de
“industrialización dirigida por el Estado” o “industrialización acelerada” para expresar la esencia
del periodo que va de 1930 a 1973 y que caracteriza una tendencia regional de la economía
(Ocampo, 2003).

La industrialización acelerada sólo fue posible mediante la integración de los mercados


nacionales y la participación activa del Estado, con apoyo por medio de paquetes de políticas
fiscales, comerciales y de tipo cambiario. Muchas de las iniciativas estatales aparecieron por
primera vez durante los años treinta como consecuencia de la gran depresión pero fue en el
periodo de la posguerra cuando se llevaron a cabo políticas para acelerar la industrialización. A
estos factores hay que sumarle la urbanización y la aparición de nuevos actores en escena, tales
como las organizaciones empresariales, los sindicatos, los movimientos campesinos y los
tecnócratas, así como la transformación de partidos políticos q ue acompañaron estos procesos.

Desde la crisis de 1929 hasta el choque petrolero de 1973 Colombia experimentó un crecimiento
continuo (en promedio 4.5% anual) 22 , acompañado de una transformación interna en su
estructura productiva, que descansaba en la integración del mercado interno y la permanente
intervención del Estado en la actividad económica. Ocampo (2003) establece varias fases que
caracterizan este período, denominado “desarrollo hacia adentro”: a) después de la crisis de 1929
se dio el gran auge de los años treinta; b) después de la crisis producida por la segunda Guerra

22
De 1929 a 1950 1,7 % anual frente a 1,3 % países industrializados y países Latinoamericanos; de 1950 -1973
2,2% anual frente a 3,5 países industrializados y 2,4 países latinoamericanos (Ocamp o, 2003, pág. 322).

65
Mundial se presentó un aceleramiento que favoreció la modernización industrial 1945-1955; c)
las políticas económicas se enfocaron a la sustitución de importaciones y se estimularo n las
exportaciones o el modelo mixto tras una desaceleración de la producción cafetera y un
estrangulamiento externo (1956-1967) y finalmente, ubica la época dorada (1967- 1974),
caracterizada por un crecimiento económico del 6.5% anual.

Durante la gran depresión el país padeció los efectos de menores ingresos, debido a la reducción
de las exportaciones, a la disminución de las corrientes de capital y a los mayores pagos de la
deuda adquirida en los años veinte. En consecuencia, el país sufrió una importante salida de
divisas que llevó a la moratoria de la deuda externa a comienzos de los años treinta, pero que
combinada con el repunte de la exportaciones de café permitió recuperar el nivel de crecimiento
económico y dio origen al auge de la producción industrial.

Esta expansión fue frenada durante la II Guerra Mundial; se profundizó la crisis cafetera por la
dificultad de exportar a causa del racionamiento impuesto por los Estados unidos durante los
años críticos del conflicto bélico 23 . Terminada la guerra, se operó un repunte en los precios del
café entre 1945 y 1955 que tuvo efectos en otros sectores de la economía. Ocampo denomina a
este periodo fase de modernización industrial del país.

Dicha fase fue interrumpida por la caída en los precios internacionales del café que comenzó a
mediados de los años cincuenta. A pesar del mayor acceso a recursos de crédito en los cincuenta,
en particular los que provinieron de los organismos multilaterales de crédito (BIRF y BID) y,
posteriormente, del gobierno estadounidense por medio de la “alianza para el progreso”, el país
fue obligado a escasez de divisas por más de un decenio como consecuencia de la caída
internacional de los precios del café (1956-1967). No se puede afirmar que la economía del país
se rezagó (el crecimiento en promedio se mantuvo en 4.4% por año en el período) sino que tuvo
efectos en la devaluación real del cambio y permitió modificar la estructura productiva del país,
lo cual permitió una nueva fase de crecimiento, la “época dorada” que d urante la cual la
exportación de café no constituía el único renglón de crecimiento económico.

23
El convenio de cuotas firmado en noviembre 28 de 1940, que obligó a los países productores a restringir los
embarques a Estados Unidos y a retener los excedentes en los sitios de producción, fue el mecanismo que dio
origen al Fondo Nacional del Café (FONAC), organismo que se constituyó en el mecanismo financiero que per mitió
fortalecer económicamente a FEDECAFE. Este mecanismo continúo después de la terminación de pacto de cuotas
para mantener unas existencias que le permitiera regula r los precios del café.

66
Las exportaciones que habían estado dominadas por el café (70% de las exportaciones en los
años cincuenta) comenzaron a decaer, el país experimentó una trans formación importante de la
estructura de las exportaciones, que se caracterizó por el surgimiento de renglones agropecuarios
y manufactureros no tradicionales, que llegaron a representar en los años setenta el 40% de las
exportaciones. Esto fue producto de políticas dirigidas de manera explícita a diversificar la
estructura exportadora del país (Plan Vallejo, 1957; Fondo de Promoción de Exportaciones
PROEXPO, 1967) pero también como causa de la crisis interna de la producción cafetera.

La política cambiaria tuvo un papel doble durante el proceso de industrialización hasta finales de
los años sesenta. Durante los períodos de bonanzas cafeteras (1931-1939 y 1945-1955) sirvió
como mecanismo para transferir recursos del sector cafetero hacia la industria, al abaratar la
inversión en maquinaria y equipos y los insumos importados que requerían los nuevos sectores
industriales. Pero durante los períodos de escasez de divisas (1940-1945 y 1956-1967), el tipo de
cambio sirvió para estimular la modificación estructural, por ejemplo, desplazar la demanda
interna hacia los nuevos sectores de sustitución de importaciones. Este incentivo fue
acompañado de estímulos dirigidos hacia los sectores exportadores no tradicionales. En el caso
del café mediante la adopción de un tipo de cambio discriminatorio y esquemas tributarios
complementarios (mientras los precios del café bajaban, se incrementaban los impuestos a las
exportaciones). Esto da muestras de las marcadas políticas proteccionistas en los años del
desarrollo hacia adentro.

Desde principios de los años cuarenta hasta la mitad de los setenta se dio una larga fase de
debilitamiento de la economía cafetera, perdió el dinamismo que la había caracterizado en los
primeros años del siglo XX 24 . La caída de los precios internacionales en el período desencadenó
esta fase de lento dinamismo pero fueron factores internos los que prolongaron la crisis de
productividad cafetera. Entre ellos: el agotamiento gradual de la frontera agrícola en el occidente
del país; el deterioro de la plantaciones como causa del lento dinamismo por hectárea, el
descuido de las mismas durante los años de “la violencia”, que afectó mayoritariamente las zonas
cafeteras durante los cuarenta y cincuenta, y el envejecimiento de las plantaciones como

24
En los setenta la producción alcanzó los 7.7 millones de sacos frente a los 5,3 millones de sacos de 1932. El
crecimiento anual fue de 1,3 % por año de 1940 a 1970 frente al 4,4% de los años treinta y al 7% de los años diez y
veinte. Cálculos de la FAO.

67
consecuencia de la tecnología tradicional que permitían alcanzar un rendimiento máximo de 12 a
15 años.

Para superar el atraso tecnológico, desde finales de los cincuenta, se buscaron herramientas y
estrategias para rejuvenecer la caficultura. FENACA puso en marcha por medio del servicio de
extensión rural, implantado en todos los departamentos cafeteros del país, una gran campaña
para difundir las nuevas técnicas de cultivo, producto de las investigaciones del Centro Nacional
de Investigaciones del Café (Cenicafé). Técnicas como: aumento de la densidad de siembra,
utilización de caturra (semilla mejorada), empleo sistemático de abonos químicos, etc. Sin
embargo, la modernización cafetera fue lenta pese a los bajos precios internacionales del café
que generaron poco incentivo en la producción del grano. Pero con la bonanza cafetera que se
inició en 1975 se fortaleció la renovación tecnológica. También desde este período sufrió un
fortalecimiento de las explotaciones comerciales en detrimento de la economía campesina del
café (Fajardo, 1983).

Una consecuencia del desarrollo industrial (ramas tradicionales de alimentos, bebidas, textiles,
etc.) de los cincuenta fue el apoyo decisivo al despegue de la agricultura comercial no cafetera.
En efecto, la gran innovación agropecuaria de la primera mitad del siglo XX fue el café, lo cual
permitió el uso permanente de los suelos, explotando estas tierras mediante técnicas nuevas,
superando la tradicional de roza y quema. Durante los decenios de los treinta y cuarenta la
agricultura experimentó un rezago en relación con el proceso de industrialización que comenzó a
experimentar el país. Este hecho se manifestó en los bajos índices de producción de los sectores
y en la importación creciente de insumos agrícolas para las industrias en expansión. Un ejemplo
de ello es la importación de las tres cuartas partes del algodón que consumía el sector textil.

El despegue del desarrollo moderno en el campo comenzó en los cincuenta como respuesta a la
demanda creciente de bienes agropecuarios destinados a atender las necesidades de materias
primas, de alimentos para una población urbana creciente y de nuevas exportaciones para generar
las divisas necesarias para suplir los obligaciones de bienes de capital e insumos intermedios de
los sectores más dinámicos de la economía.

La transformación del sector agropecuario respondió a varias causas: la disponibilidad de mano


de obra y tierras cultivables subutilizadas, la difusión de nuevas tecnologías, la influencia de una

68
clase empresarial dispuesta a mecanizar el campo, al crecimiento e integración del mercado
interno, a los mecanismos institucionales diseñados para proteger e incentivar la producción
agropecuaria y los mercados de exportación que se abrieron.

El área sembrada aumentó 25 y se centró en cultivos comerciales y de plantación, que


conformaron la agricultura empresarial. Fue producto de la modernización de viejos cultivos
cómo el algodón, arroz, caña de azúcar para refinación, plátano para exportación. Y también de
la introducción de nuevos productos comerciales como el sorgo, la soya y la palma africana. Los
productos de la economía campesina no contaron con tanto respaldo institucional, salvo por los
proyectos de Desarrollo Agrario Integrado de la década de los setenta.

La productividad fue posible gracias a la modernización de las técnicas de explotación, la


utilización de maquinaria (tractores y maquinaria agrícola), los insumos químicos y semillas
mejoradas (agroquímicos, fertilizantes) y la adecuació n de tierras; aunque esta adecuación fue
tardía y limitada, facilitó el riego, drenaje, arado y cultivo de los suelos con el apoyo del
INCORA. La adecuación fue posible en pocas regiones a cargo de inversiones privadas.

Otros factores determinantes fueron: la agricultura comercial se ubicó en zonas planas, en


unidades productivas medianas y grandes relativamente especializadas, adopción de “la
revolución verde”, el empleo de mano de obra asalariada y se asoció al mercado principalmente
como productor de materias primas. Mientras que la economía campesina siguió ubicándose en
las laderas, en unidades pequeñas, con tendencia al policultivo, que fue decisivo en la
participación de la oferta de alimentos pero con desventajas en términos de asegurar la
supervivencia familiar, inadecuados disponibilidad de suelos aptos, una capacidad empresarial
restringida y carencia de recursos de capital para modernizar la producción.

Desde los años cuarenta la ganadería experimentó un auge que dinamizó las industrias
relacionadas con la explotación ganadera: las curtiembres, la transformación de la sangre y los
huesos en materia orgánica reutilizable, la industria farmacéutica y de las grasas, el desarrollo de

25
A principios de los años cincuenta el área de cultivos diferentes al café era de 1,9 millones de hectáreas y a
mediados de los años setenta llegaba a los 2,6 millones de hectáreas. Igualmente, se calcula que la productividad
(rendimiento) en estos veinticinco años fue en promedio 2,4 anual. Cálculos Misión de Estudios del Sector
Agropecuario, 1990.

69
los transportes y la tecnología y sobretodo, y la influencia del gremio en el seno del Estado y
otros organismos corporativos.

Como la Ley 200 en su artículo 1° presumió que era propiedad privada los terrenos ocupados por
ganados o cultivados. Bastaba con la introducción de unas pocas cabezas de ganado para
establecer la propiedad privada y evitar la prescripción del dominio o la revisión de propiedad
del Estado. En efecto, las ocupaciones ganaderas fueron demasiado flexibles, llegaron hasta una
cabeza por hectárea en las mejores tierras, las más fáciles de mecanizar 26 .

El fomento de la ganadería fue consecuencia de la conformación de un gremio fuerte, respaldado


por la SAC 27 . Uno de sus primero logros fue exigirle al congreso el estable cimiento de un
impuesto a la industria de curtiembres y a la exportación de cueros para su sostenimiento, al
estilo del modelo gremial cafetero. Esta solicitud se materializó en el Decreto 1698 del 16 de
julio de 1942.

Esto le permitió a la asociación articularse prontamente en Antioquia, Atlántico, Bolívar,


Boyacá, Cauca, Huila, Magdalena, Nariño, Norte de Santander, Santander, Tolima y Valle. Otros
de los problemas que afrontó este gremio fue la provisión de sal desmineralizada para el ganado.
La confrontación fue con el Banco de la República que administraba las salinas terrestres
(Zipaquirá y Nemocón) y desde 1941, las salinas marinas de Manaure, es decir, mantenía el
monopolio estatal sobre la sal. Las praderas colombianas también vieron entonces prosperar
gramíneas como los pastos guinea, pará, gordura, micay o imperial, encargados de la formación
de grasa en los animales, y leguminosas forrajeras, como la alfalfa, el amorseco o la mermelada,
introducida esta última al país en 1932 desde Brasil.

Pero una de las grandes preocupaciones del gremio ganadero fue la de fortalecer y asegurar la
propiedad sobre la tierra. Una de las políticas que impulso el gremio fue desocupar sus
extensiones territoriales (arrasar sementeras de pequeños productores, desplazamientos violentos,
etc.) para convertirlas a la ganadería.

26
La Sociedad de Ingenieros Agrónomos calculaba que mientras en 1935 el total de vacunos en el país era de
8.500.000 cabezas, para 1944 éstas ascendía a 12.000.000 (Carvajalino, 1945) citado por (Ocampo, 2003).
27
La SAC impulsó en septiembre de 1941 la realización del Congreso Nacional Ganadero en el Teatro Colón de
Bogotá, y de allí nació la Asociación Colombiana de Ganaderos (Machado, 2009, p.268).

70
El gremio influyó de manera decisiva en las políticas nacionales. El auge de la ganadería no
puede comprenderse sin el conjunto de políticas que se dirigieron a fortalecer la cría y la
comercialización del ganado vacuno:

“En 1936, a través de la Ley 28, se creó el Fondo Rotatorio de los Almacenes de Provisión
Ganadera, mientras que con la Ley 224 de 1938 se organizó el Departamento de Ganadería en el
Ministerio de Economía Nacional y se establecieron políticas de fomento ganadero. Tales políticas se
orientaban hacia la fundación de granjas ganaderas, la importa ción de reproductores, el
establecimiento de puesto de monta, con exenciones y estímulos tributarios para el transporte de
ganado, la inversión de capital y la importación de hembras de raza, facilidades de crédito para el
fomento de la cría y levante de ganado. También se creó el Consejo Técnico Nacional de Ganadería
y se dio vía libre a la importación y venta a costo de alambre de púas, sal y grapas (Machado,
2009)”.

A partir de los cincuenta se puede hablar de la diversificación de la base exportadora del país
como una intención y una política estatal definida. Algunos de los productos exportados, como el
banano y tabaco, que tenían una tradición dentro del comercio exterior del país, se vieron
fortalecidos en el desarrollo de posguerra por nuevas condiciones como la implementación de
nuevas zonas de cultivo de banano (Urabá). La exportación de azúcar también se vio favorecida
por nuevas condiciones de índole internacional como la exportación a gran escala que se inició a
principios de los años sesenta, cuando la revolución cubana llevó a los Estados Unidos a
redistribuir la cuota azucarera asignada a la isla caribeña en el mercado estadounidense. El sector
algodonero, por su parte, al experimentar la fase de sustitució n de importaciones en los años
cincuenta, se lanzó a mercados externos, gracias a una política sectorial activa.

La modernización de la agricultura comercial requirió una intervención del Estado permanente.


Éste creó de forma gradual un esquema de intervención en el desarrollo agropecuario basado en
lo que había hecho con el café. Introdujo varios elementos:

1. Un sistema especial de financiación y de regulación financiera que daban a los bancos acceso
a recursos del Banco de la República con fines de fome nto agrícola. Con la creación de tres
bancos comerciales (Caja Agraria, Cafetero, Ganadero) y de Fondo Financiero Agrario (1966) y,
finalmente, consolidó el Fondo de Fomento Agropecuario (1973).

71
2. Investigación y accesoria tecnológica con el apoyo de la Fundación Rockefeller y la creación
del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA, en 1962).

3. El mercadeo con el Instituto Nacional de Abastecimientos (INA, 1944), más tarde se


transformó en Instituto de Mercadeo Agropecuario (IDEMA, 1968).

4. La política de adecuación de tierras desarrollada por el INCORA.

5. El fomento sectorial y la conformación de gremios privados (Asocaña, Fedearroz,


Fedealgodón, Fedegan, Fenalce, etc.), en torno de los cuales se organizó el suministro de
maquinaria, agroquímicos, semillas mejoradas y ayuda técnica; el procesamiento y mercadeo de
los productos y la investigación.

El decenio de los treinta fue rico en nuevas modalidades de intervención del Estado en la
actividad económica, que antes estuvo circunscrito a pocos fre ntes, como por ejemplo al
desarrollo de la infraestructura del transporte 28 . Dentro de la nueva concepción del Estado como
regulador de la vida económica y social se favorecieron respuestas pragmáticas a las sucesivas
crisis externas y a la presión de las nuevas fuerzas sociales que irrumpieron en el panorama
político. Con la aplicación de las teorías keynesianas y cepalinas se asociaron más tarde estas
repuestas. El intervencionismo colombiano se fue definiendo por la formulación de políticas
monetarias, cambiarias y fiscales, con el desarrollo de control de las importaciones, el fomento
crediticio a sectores esenciales del crecimiento y la activa intervención cafetera.

La nueva concepción del Estado quedó plasmada en las reformas constitucionales de 1936 y
1945. La primera estableció que “la propiedad es una función social que implica obligaciones”,
señaló que el Estado podía intervenir en la economía “con el fin de racionalizar la producción,
distribución y consumo de las riquezas, o de dar al trabajador la justa protección a la que tiene
derecho”. La segunda, introdujo el concepto de planeación, al decretar que el congreso fijaría
“los planes y programas a que deban someterse el fomento de la economía nacional y los planes
y programas de obras públicas”. Este concepto tardó en materializarse.

28
Superar el problema del transporte también se constituyó en uno de los principales problemas a afrontar pese la
configuración económica insular que aún persistía en el país. Esta configuración hizo que resultara más barato
traer mercancía del exterior que desde otras regiones del país. Por ello se fortaleció el transporte por carretera,
considerado más apropiado para la topografía Colombiana.

72
La intervención germinó pese a los giros políticos que experimentó el país. Los organismos
multilaterales y las misiones internacionales, como el Banco Mundial, la Comisión Económica
para América Latina y la Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos,
tuvieron influencias en la ampliación de los mecanismos de planeación y regulación económica.

La primera misión del Banco Mundial (BIRF, 1950), dirigida por Lauchlin Currie fue producto
de la exigencia de garantías para el adecuado uso de los recursos y el desembolso de un crédito
de U$ 78 millones que solicitó el gobierno colombiano en 1948. La misión tuvo que ver no sólo
con proyectos específicos, sino con un amplio rango de tópicos incluyendo aspectos de política
macroeconómica general y temas como salud, educación y administración. El principal objetivo
expresado por el Banco era el de “enunciar las bases para un programa coherente y global de
desarrollo, orientado a elevar el nivel de vida de la población” (Arévalo, 1997, pág. 19).

En vistas del bajo nivel de vida de la población reflejada en la falta de elementos básicos como
salud, educación, vivienda, bienes y servicios. Se concluyó que era consecuencia de la baja
productividad ocasionada, no por la carencia de recursos naturales, sino por la deficiente
asignación de recursos económicos. Más que prestamos internacionales el país necesitaba
distribuir los fondos internos para: reubicar las fuerza de trabajo y el capital (distribuir la
población, mayoritariamente urbana), sustituir importaciones para aumentar la inversión de
capital.

En el sector agrícola señaló una estrategia con varios componentes:

“a) fiscal, creado para estimular la utilización eficiente de la tierra, por medio del gravamen
a los terrenos improductivos29 ;
b) planeación, a la que además se debía sumar la coordinación de los diversos programas que
se adelantaran;
c) productivo, en donde se proponía el reacomodamiento de la producción para que la
explotación agrícola se desarrollara en terrenos planos susceptibles de ser mecanizados y se
abandonaran las explotaciones en zonas de ladera; y
d) crediticio, en donde se ampliara la capacidad, pero estableciendo créditos condicionales.
(Arévalo, 1997, pág. 14).”

29
Subrayado nuestro.

73
Para concluir este aparatado consideramos que sobresalen dos fenómenos: la configuración del
corporativismo y sus efectos en el problema agrario. Las instituciones estatales se fueron
conformando alrededor de actividades tradicionales como la caficultura, la ganadería y se fueron
moldeando para atender las necesidades de una estructura productiva en proceso de
modernización. Se agenciaron soluciones a los conflictos que generó la estructura agraria en
tanto no posibilitaban el desarrollo económico y productivo. Pero, antes de los sesenta, no se
constituyeron instituciones especializadas que atendieran la problemática social rural, cómo el
INCORA y la ANUC, la primera creada desde un nivel institucional, la segunda que tuvo
orígenes organizacionales se intentó institucionalizar.

Cuando el Estado empezó a establecer entidades para ejercer su función pública, el sector
privado se organizó para representar sus intereses ante el Estado y acceder a los servicios y las
políticas o para influir en su definición. Así se configuró el corporativismo que operó durante los
inicios de desarrollo de la agricultura y en toda la fase de industrialización por sustitución de
importaciones, permitiéndoles a los gremios prebendas para sus asociados. En resumen, debe
entenderse el desarrollo y la modernización agropecuaria como la gran influencia de los
principales gremios en la definición de la política macroeconómica y sectorial. En otras palabras,
esta inercia en la que se configuraron las instituciones públicas para el desarrollo y la
modernización agraria obedeció a los movimientos del mercado.

Además, el diseño de la institucionalidad pública durante la transición y las bases de lo que sería
el desarrollo institucional de la modernización tuvieron una gran influencia norteamericana y de
organismos internacionales multilaterales. Esto creó y fortaleció lazos de dependencia. El efecto
del desarrollo y la modernización agroindustrial que inició en los cuarenta consolidó una forma
de apropiación de la tierra y una estructura agraria concentrada. La Misión Currie anotaba el
singular uso de la tierra en Colombia:

“Por lo general, las extensiones pla nas situadas en fértiles valles se dedican a la ganadería,
mientras que para la agricultura se emplean las faldas de la montaña […] de todas maneras el
ganado engorda en las planicies mientras que la gente lucha en la montaña para lograr una
subsistencia apenas suficiente” 30 .

30
Citado en (López, 2011)

74
La excepción la constituían las tierras planas cultivadas con algodón, arroz o caña de azúcar,
donde se empezó a utilizar maquinaria, lo que predominaba era la ganadería extensiva con baja
utilización de mano de obra 31 .

Las ocupaciones ganaderas flexibilizadas legalmente mediante la Ley 200 de 1936, definieron la
posesión como la subutilización del suelo aunque fuera con una cabeza de ganado por hectárea y
en las áreas tractorizables. Abrió paso al latifundio de ganadería extensiva. Así pues, que la
explotación ganadera se mantuvo como una forma de garantizar la propiedad de la tierra y como
un mecanismo de afianzamiento de las clases regionales dominantes: se construyó, afirma Ingrid
Bolívar, “la representación del ganadero como un hombre de prestigio, respetabilidad y
confiabilidad, valores sobre los que se construye un estatus de dominación local” 32 . y al
aprovechar los ganaderos los mecanismos legales para el fomento de la actividad, se dio una
expansión del consumo de carne de res asociado al desarrollo de la economía cafetera y al
proceso de urbanización; así el consumo de carne y de leche se convirtieron en una práctica
cultural hegemónica.

Otro efecto bien marcado sobre el problema agrario fue el mercado de tierras. No se había
podido consolidar tal, como consecuencia del surgimiento de una estructura latifundista
antieconómica de la tierra. Es decir, una tendencia a comprar la tierra para esperar a su
valorización. Esto como se evidenciará más adelante permitió cobrar arrendamientos exagerados,
ocasionó una desproporción entre el impuesto predial y el valor comercial de la tierra. Lo que se
agravó con los recelos de los terratenientes por afrontar el problema que planteaba emplear a los
trabajadores, muchos prefirieron dejar la tierra inculta que contratar trabajadores que les podían
traer problemas.

Rodríguez (2001) llega a las siguientes conclusiones al analizar la consolidación del Estado de
Bienestar en Latinoamérica y particularmente en Colombia. Los Estados de Bienestar son una
construcción histórica que aparecieron a partir de la Segunda Guerra Mundial y estuvieron
relacionados a aquella etapa de intervención estatal en la economía que se insinuó a partir de la

31
En 1948 los cálculos oficiales mostraban que mientras la agricultura ocupaba cerca de 2,1 millones de hectáreas
la ganadería lo hacía con 43 millones de hectáreas (Currie, 1950).
32
Citada en (Machado, Ensayos para la historia de las políticas de tierras en Colombia. De la colonia a la creación
del Frente Nacional, 2009).

75
Gran Depresión de los años treinta y se consolidó luego de la segunda postguerra. Esta forma de
organización política es el producto de la combinación de dos lógicas, la del seguro q ue cobija a
toda la población y la universalización de los derechos sociales como promotores de un concepto
de la ciudadanía. El seguro social fue la institución central de los estados de bienestar y es a su
vez la forma como la sociedad luchaba contra la exclusión social.

Las instituciones típicas del Estado de Bienestar encuentran su racionalidad económica en el


modelo keynesiano. Este último se caracteriza por una fuerte regulación del Estado sobre el
mercado, por un activismo fiscal y una tributación progresiva que busca no sólo redistribuir el
ingreso sino darle una justificación política a los proyectos gubernamentales. A diferencia del
modelo clásico en donde el nacimiento del mercado autorregulado genera un proceso de
diferenciación social marcada, el mercado controla a la sociedad, Keynes puso de presente las
limitaciones del mercado y abogó por la regulación.

En América Latina el proceso de industrialización por sustitución de importaciones transformó


significativamente las estructuras económicas y sociales de los países de la región. Esta dinámica
se asocia al liderazgo que tuvo el Estado en proteger la economía y fijó la base sobre la cual se
extendió la relación salarial sin llegar a alcanzar las características del modo de regulación
fordista 33 que se implantó en los países del centro. Por otro lado, los sistemas de seguridad social
de la región siguieron el modelo bismarckiano, pero al no poderse extender la relación salarial se
restringió la cobertura y de manera adicional limitó el ejercicio de los derechos sociales.

En Colombia, a partir de la Revolución en Marcha se diseñaron los instrumentos de política


económica que recomendó el modelo keynesiano. Así en la reforma constitucional de 1936, la
resolución de la cuestión social pasó a ser una responsabilidad del Estado. La fiscalidad que se
instauró durante todo el período de economía cerrada se centró en políticas impositivas de

33
El modelo Fordista tiene las siguientes características: 1. Está fundado en una división técnica del trabajo
asociada a la fabricación en series de bienes estandarizados (trabajo en cadena). 2. Los incrementos en la
producción se pueden r eflejar en aumentos salariales. Extensión de la relación salarial para fomentar el consumo.
3. Conjunto de normas e instituciones asociadas al sistema de seguridad social. 4. Financiación de la demanda por
medio de créditos al consumo. El ejemplo clásico es Estados Unidos, apareció primero en el equipamiento de los
hogares, más tarde en la venta de máquinas de coser, posteriormente como mecanismo que permitió la
adquisición de viviendas y por último le facilitó a la clase obrera y a las capas medias la compra de los automóviles
elaborados en cadena por la industria automotriz. (Fuente?)

76
carácter progresivo 34 , las cuales reconocen la existencia de conflictos redistributivos originados
en las políticas económicas.

Por su parte, la Ley 5ª de 1945 y la Ley 90 de 1946 35 son consideradas como aquellas que
estructuraron el sistema de seguridad social en Colombia. Estas fueron promulgadas durante la
administración de Mariano Ospina Pérez (1946-1950) en una coyuntura marcada por la represión
sobre el movimiento obrero y de inicios de la violencia (Archila, 2003). En este sentido, con el
sistema de seguridad social se buscó legitimar un gobierno claramente represivo y una ley que
seguía de cerca el modelo Bismarkiano, terminó dejando por fuera a la población rural.

Sin embargo, el modelo nació descapitalizado por cuanto se comenzó por los seguros médicos, el
Estado incumplió su compromiso de cotización y solamente hasta el periodo comprend ido entre
1965 y 1967 se dio paso a los seguros económicos, es decir, capitalizar la institución haciendo
uso de las cesantías de los trabajadores privados.

Los años transcurridos entre 1945 y 1989 se caracterizaron por una peculiar situación
internacional: “el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas de la segunda
guerra mundial, la denominada guerra fría” (Hobsbawn, 2007, pág. 230). No se trató de un
enfrentamiento militar de gran envergadura, como los dos anteriores que le precedieron, sino que
el epíteto de fría hace alusión a que generaciones enteras crecieron con la incertidumbre de una
confrontación de carácter nuclear, que podía estallar en cualquier momento y arrasar con todo.

La geopolítica mundial se definió por las zonas de influencia y dominio de la URSS y de los
Estados Unidos. La primera incidió en la zona ocupada por el ejército rojo y otras fuerzas
armadas comunistas al final de la guerra. Mientras que los Estados Unidos controlaban y
dominaban el resto del mundo capitalista, incluyendo el hemisferio occidental y los océanos.
También mantuvo la hegemonía imperial sobre las antiguas colonias de occidente.

El fin de las colonias de occidente y las luchas de liberación nacional generaron confrontaciones
internas por la orientación futura de los nuevos estados poscoloniales y agudizaron la tensión
internacional y la competencia política de las dos potencias mundiales. Glauber Rocha (1965)
resume la particular circunstancia latinoamericana: “el problema internacional de América Latina

34
La ley 78 de 1935, Ley 81 de 1960 en el marco del Plan de Desarrollo Decenal asesorado por la CEPAL.
35
Dio lugar al Instituto Colombiano de Seguros Sociales (ICSS).

77
no es más que una cuestión: el cambio de colonizador; por consiguiente, nuestra liberación está
siempre en función de una nueva dominación”36 .

El nacimiento del Tercer Mundo (Conferencia de Bandung, 1955) dio origen a una postura de no
alineación en las relaciones internacionales de países periféricos, es decir no declararse a fin con
ningún bando, pero en la política interior predominaron las posturas anticomunistas, por escasa
que fueran las simpatías con los Estado Unidos. Así como en las repúblicas socialistas se
fomentaron claras posturas anti-capitalista. Ese fue caldo de la bipolaridad mundial. La URSS,
menos de lo que se supone, no presentó una expansión significativa.

La doctrina Truman (1947), claramente anticomunista, contribuyó al nacimiento de la


concepción del “enemigo interior” y del anticomunismo apocalíptico, la casería de brujas
comunistas: “la política de los Estados Unidos tiene que ser apoyar a los pueblos libres que se
resisten a ser subyugados por minorías armadas o por presiones exteriores” (Hobsbawn, 2007,
pág. 238). La URSS en realidad representó una ideología que fue modelo para el mundo. Pero
contrario a ella los Estados Unidos supieron contraponerse como una democracia.

En Estados Unidos se eligieron presidentes, como Jhon F. Kennedy, para que fuera en contra del
comunismo. Pero en los Estados Unidos fue insignificante la influencia comunista. Por lo tanto,
la preocupación no era la amenaza teórica de una dominación mundial comunista sino el
mantenimiento de la supremacía real de los Estados Unidos, esto fue la política de contención
según Hobsbawn.

En América latina el surgimiento del movimiento guerrillero estuvo determinado por la


Revolución Cubana, pero en Colombia la guerrilla comunista surgió con una década de
antelación. Éstas guerrillas nacieron articuladas a la resistencia campesina contra la violencia
oficial (Pizarro, 1989). A diferencia de las guerrillas con orientación cubana, con vocación

36
Rocha, Glauber. Eztética del Hambre. Tesis presentada duran te las discusiones en to rno al nuevo cine, en ocasión
de la retrospectiva realizada en la V Rassegna del Cine Latinoamericano, en Génova, enero de 1965, bajo el
patrocinio del Collumbianum. Publicado originalmente en la revista Civilizacao Brasileira, Río de Janeiro, julio de
1965. La que se reproduce aquí es una visión posterior que corrigió el mismo Rocha para el seminario “Terzo
Mondo e Comunitá Mondiale”, realizado en el marco de la “V Ressegna del Cinema Latinoaméricano” en Genova,
1965.

78
foquista y voluntarista (MOEC, ELN, PCML, FALN), cuyo origen fue principalmente urbano y
provino de sectores de clase media radicalizada.

La revolución cubana y el comunismo motivaron la política hemisférica de la seguridad


nacional, que nació entre los sesenta y setenta, como doctrina de los Estados Unidos y de las
fuerzas castrenses de América Latina. Al entender el conflicto armado como un problema de
seguridad, el Estado asumió una postura de desconfianza frente al peligro que representaban
otras ideologías que pudieran poner en riesgo los principios desde los cuales se configuró el
Estado en las democracias occidentales. Los Estados fueron demasiado autónomos frente a la
sociedad civil, ésta se subordinó a los supuestos peligros que amenazaban al Estado y redujo su
capacidad de fiscalización que debía ejercer sobre él. Por ello:

“La seguridad nacional en Colombia se ha orientado prioritariamente hacia los problemas


internos de la sociedad, en razón de la persistencia de la violencia guerrillera”, se ha dado mayor
prelación al “enemigo interno” que al de “soberanía externa”. “… el carácter crecientemente
doméstico que han adquirido las guerrillas, subiste en los círculos oficiales el tratamiento militar
del “enemigo”, es decir, objeto de aniquilación física. Esta concepción, de escaso contenido
político, se deriva del legado de la seguridad nacional producto de la guerra fría y su estrecha
definición del estado (Leal, 1994, pág. 246).”

Las tres décadas de práctica de la seguridad nacional en Colombia, los gobiernos consideraron
como problemas estratégicos principales los que tienen que ver con la insurgencia (las guerrillas)
se incluyó en ellas los movimientos sociales y las manifestaciones populares de protesta. A los
militares se les instruyó para que concibieran a estos últimos como una fase previa a la del
movimiento insurgente armado. Por ello, fueron preparados para “quitarle el agua al pez”. Nunca
se consideró estratégicamente la corrupción y la pobreza, ésta fue tratada punitivamente, nunca
se priorizaron y las fuerzas armadas oficiales las han relacionado con la subversión y la
delincuencia.

Relación Iglesia – Estado

Procuraremos esbozar cómo la falta de diversidad religiosa en Colombia ayudó al monopo lio
religioso e ideológico de la Iglesia Católica. También como ésta que había sido percibida, en
otras épocas, como la única institución capaz de mantener la integración y la unidad de la

79
República 37 tuvo implicaciones en la persecución religiosa, un fenómeno que alimentó la
violencia de los cincuenta. E igualmente, con la ampliación del campo religioso a los no
católicos en Colombia en la República Liberal y el auge que tuvieron las distintas iglesia
protestantes en las década posteriores se puede comprender las implicaciones políticas que tuvo
la diversidad religiosa para la consolidación de otros elementos de cohesión social y unidad, más
cercanos al Estado- nacional y a la idea de ciudadanía. Finalmente, nos referiremos a la respuesta
que la Iglesia Católica dio al ambiente social latinoamericano de la década de los sesenta y como
reacción al crecimiento del protestantismo.

En el transcurso de los gobiernos liberales (1930-1946) los no católicos gozaron de una amplia
libertad que les permitió avanzar en algunas zonas del país. Una de las razones porque las
agencias misioneras protestantes consideraron a Colombia como objetivo prioritario fue por ser
en la década de los treinta el país latinoamericano menos evangelizado de la región. Fue en este
período que ingresaron al país las primeras iglesias pentecostales procedentes en su mayoría de
los Estados Unidos, entre ellas: las Asambleas de Dios (la misión pentecostal más grande a nivel
mundial), los pentecostales independientes y la Iglesia Cuadrangular (Beltrán, 2004).

Según los cálculos de la Confederación Evangélica de Colombia (CEDEC) para 1937 la


comunidad evangélica, a nivel nacional, se calculaba en 15.455 personas y para 1948 se
calculaba en número de asistentes a las iglesias evangélicas en 61.232 personas 38 . Lo que denota
crecimiento en relación con el despegue demográfico colombiano de mediados del siglo XX.

En los aspectos de la vida colombiana que la iglesia católica seguía ejerciendo un poder casi
absoluto eran: la celebración de matrimonios, los entierros (control de los cementerios), el
registro de nacimiento y la educación. A pesar de la aparente libertad para la difusión y para la
labor proselitista de las iglesias protestantes, la libertad de cultos era imposible sin la separación
completa de la iglesia católica y el Estado. Pues ésta seguía gozando de amplios privilegios al ser
la institución de la religión oficial.

37
por lo que en la constitución de 1886 apareció como la religión oficial de la nación y se le encomendó la
educación de los colombianos y la evangeliza ción de las etnias indígenas.
38
Citado por William Mauricio Beltrán EN: Frag menta ción y reco mposición d el campo religioso en Bogotá: un
acercamiento a la descrip ción del pluralismo religioso en la ciudad. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.
2004. Pág.53.

80
La educación no había dejado de ser un campo en disputa. En muchos colegios y escuelas la
enseñanza de la fe católica y la participación de los alumnos en rituales religiosos eran
constantes. Así como el control de los textos escolares que no podían contener nada en contravía
de la religión o la moral católica. Y ante la fundación de escuelas laicas y colegios protestantes,
la iglesia católica respondió fundando también instituciones, escuelas y universidades, para la
socialización de sus doctrinas y dogmas.

Frente al avance del protestantismo la iglesia católica adoptó estrategias para mantener su
privilegio y monopolio del campo religioso en el país. Ésta emprendió una campaña anti-
protestante, es decir, se manifestó de diversas formas, hostigando a los no católicos. La campaña
tuvo forma bajo la Acción Católica Colombiana 39 . Entre las primeras tareas que empezó a
desarrollar este movimiento católico fueron: un trabajo pastoral intenso con el objeto de crear
cuadros laicos comprometidos, que en el papel de líderes comunitarios ayudaran a mantener la
sociedad basada en principios católicos; y, por otro lado, promovieron múltiples organizaciones
entre las que sobresalen sindicatos, cooperativas, revistas y emisoras.

Otro de los hechos que evidencian lo que fue la campaña anti-protestante lo constituyó la
oposición radical del clero católico a la libertad de prensa que llevo a cabo a mediados de los
cuarenta. Temerosos de que la difusión de nuevas ideas religiosas llegaran a persuadir al pueblo.
Otro elemento que ayudó al hostigamiento de los protestantes fue la publicación en 1943 del
libro El Protestantismo de Eduardo Ospina, promocionado en todos los hogares católicos,
aseguraba tener la verdad sobre la herejía protestante,

“el libro presenta al protestantismo como un monstruo de diversas cabezas, un conjunto de


errores cuyos efectos fatales serían el uso de los métodos anticonceptivos, el aborto, el ateísmo
y la inmoralidad. Por lo tanto todo católico debía estar dispuesto a combatir la amenaza
protestante por todos los medios legítimos posibles” (Beltrán, 2004. Pág. 59).

La conferencia Episcopal de 1944, por su parte, organizó el Comité Nacional Anti-protestante,


cuya misión consistió en “en desarrollar una campaña unificada, metódica y sistemática para
frenar el avance protestante en todo el territorio nacional” a través de:
39
Fundada en 1933 por Jesuitas de la Universidad Javeriana. Para 1943 los jesuitas eran fuertes difusores de las
ideas católicas en el país, a través de la revista Javeriana. Una de las ideas que defendieron fue “la homogen eidad
religiosa era un recurso de beneficios incalculables para la estabilidad social y moral d e la nación, por lo cual era
necesario salvaguardarla a cualquier precio .” (Beltrán, 2004. Pág.57)

81
 La fundación de escuelas católicas paralelas a las de los protestantes.
 Una propaganda escrita seria y abundante para repartir en los lugares "infectados" por el
protestantismo.
 La difusión de la Biblia católica.
 La promoción de conferencias en parroquias, colegios, emisoras, con el fin de prevenir a la
población de la amenaza protestante.
 La neutralización del avance protestante recogiendo en lo posible su propaganda que incluía
Biblias, revistas y volantes.
 La creación de juntas juveniles especializadas en la lucha contra el protestantismo.
 La promoción del día nacional de la campaña anti-protestante.
 La excomunión para quienes matricularan a sus hijos en colegios protestantes y para los que
leyeran o tuvieran libros que difundieran la herejía 40 .

Como consecuencias de estas campañas aumentó la hostilidad de los católicos en contra de los
practicantes de otras religiones que se denominaron en general como evangélicos y protestantes.
Por su parte, éstos también asumieron una actitud anti-católica.

A los protestantes también se les relacionó como los violentos, irracionales, irrespetuosos de los
templos y las imágenes que representaban la fe católica. La jerarquía eclesiástica creó un
imaginario de ellos como agresivos y peligrosos, una amenaza para la sociedad católica. En
1946, cuando llegó al poder de nuevo el conservatismo con Mariano Ospina Pérez, los
privilegios extralegales concedidos a los no católicos durante los gobiernos liberales, fueron
suprimidos.

Dentro de los componentes partidistas e ideologizados que tuvo la violencia se hizo evidente el
arraigo cultural intransigente producto de la hegemonía que sobre las mentalidades de los
colombianos tuvo la iglesia católica. En efecto, la percepción de los protestantes que tuvo la
población católica, en su mayoría, fue la de identificarlos como liberales y enemigos de la fe. En
esa medida fue que la violencia del período estuvo alimentada por la persecución religiosa.

Muchas de las acciones violentas de los conservadores se justificaron en las diferencias


religiosas. La participación activa del clero, desde los sermones en cada acto religioso, no solo

40
Restrepo Uribe, Eugenio. El Protestantismo en Colombia. Citado por (Beltrán, 2004).

82
ayudó a divulgar las ideas políticas conservadoras y a movilizar al pueblo sino que afianzaron la
postura de que defender las ideas conservadoras era defender la fe 41 .

Con la llegada al gobierno del ultra-conservador Laureano Gómez (1950-1953), cercano al


franquismo, sus enemigos no sólo lo constituyeron los liberales sino todos los que se oponían al
pensamiento conservador y católico como las corrientes comunistas y, por supuesto, el
protestantismo. Laureano incluyó en su proyecto político restablecer la Iglesia en su posición de
poder, “la nación sería una democracia cristiana, donde las sectas protestantes podrían celebrar
sus cultos pero no tendrían permiso para hacer demostraciones públicas de su fe ni proselitizar”
(Beltrán, 2004.Pág. 63).

Como consecuencia de la postura guerrerista, partidista y religiosa de Laureano Gómez se


recrudeció la violencia en regiones como los Llanos, el Valle, Tolima y Boyacá. “Muchos
campesinos estuvieron dispuestos a aceptar que los evangélicos eran aliados de los bandoleros
liberales, por lo cual muchos protestantes fueron asesinados en nombre de Dios, de la Iglesia
Católica o en medio de los gritos ¡Abajo los Protestantes! ¡Larga Vida a la Virgen María!” 42 .

Rojas Pinillas, por su parte, a pesar de haber reducido la violencia entre los partidos, los
hostigamientos y la persecución religiosa continúo pues una de las posturas que sostuvo fue la
asociación del protestantismo con el comunismo 43 . Afirmaba que los comunistas hacían un uso
pragmático del protestantismo para vencer las creencias religiosas católicas. Por ello, en 1954
cualquier culto público o proselitista distinto al católico fue prohibido en gran parte del territorio

41
Y, en efecto, hubo acciones violentas contra los protestantes. James E. Goff historiador protestante elaboró un
estudio sobre los hechos basado en 5.862 documentos de la época. Según Goff estos documentos contienen las
actas de 1.869 acciones violentas contra protestantes y 537 acciones contra s us propiedades. Las propiedades
destruidas incluyen 60 templos, 177 casas, 11 cementerios. Además, se analizan casos de persecución religiosa que
incluyen el cierre de escuelas y colegios protestantes, diversos actos de discriminación en las escuelas y colegios
católicos a los estudiantes no católicos y relatos de protestantes fueron forzados a realizar prácticas religiosas
católicas. El libro incluye datos de 126 protestantes asesinados, según Goff, por causas reli giosas. EN: GOFF, James
E. The Persecution of Protestant Christians in Colombia 1948 to 1958: with an Investigation of its Background and
causes. Citado por (Beltrán, 2004.Pág. 63)
42
Quintero, Margarita Y Borja, Miguel Antonio. La Persecución a los protestantes Durante la Violencia en
Colombia: Una Contribución a la Sociología de la Religión. Bogotá, 1987. Citados por (Beltrán, 2004).
43
El fundamentalismo protestante mantuvo durante la guerra fría claras posturas anti -comunistas, pues eran de
origen norteamericano la mayoría de misiones que arribaron al país y también por el carácter ateo del
materialismo histórico, base ideológica del socialismo soviético. Como producto de la polarización mundial los
círculos intelectuales de izquierda también vincularon el protestantismo con el imperialismo estadounidense.
Fueron denunciados como la vanguardia imperialista que tenía como objetivo prepara r la anexión de América
Latina a los Estados Unidos y destruir la identidad nacional y cultural de los pueblos latinoamer icanos.

83
nacional. Ya el convenio de misiones de 1953 entre Colombia y el Vaticano había estipulado
que 18 regiones nacionales, una tercera parte del territorio nacional, estaban reservadas para la
acción misional católica.

El Frente Nacional en 1957 añadió el siguiente preámbulo a la constitución:

"...en nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad, y con el fin de afianzar la unidad
nacional, una de cuyas bases es el reconocimiento hecho por los partidos políticos, de que la
religión católica, apostólica y romana es la de la nación, y que, como tal los poderes públicos la
protegerán y harán que sea respetada como esencial elemento de orden social" 44 .

Aunque la estructura de gobierno bipartidista no derogó las leyes que prohibían el proselitismo
religioso, tampoco las hizo regir estrictamente. Además el tratado de misiones, firmado en 1953,
fue suspendido. Lo que permitió que el protestantismo pudiera concentrar su misión en colegios
e iglesias.

Pero el avance del proceso seculizador a nivel mundial, el crecimiento de nuevos grupos
religiosos y la necesidad de mantener los fieles llevaron a una re-estructuración modernizante de
la iglesia católica en los años sesenta. De hecho, el concilio Vaticano II (1962-1965), bajo el
pontificado de Juan XXIII, fue un esfuerzo histórico de la Iglesia por adaptarse a la lógica del
mundo moderno. Fue la reacción católica contra la diversidad religiosa que se había expandido
por el mundo. En América Latina, potencia del catolicismo mundial, significó repensar también
las estrategias ante el contexto particular del sub-continente.

Desde el Concilio Vaticano II la iglesia católica miro de otra forma al protestantismo. La nueva
postura fue la apertura del diálogo interreligioso. Desde entonces los no católicos fueron los
“hermanos separados” a los que se invitaba al amor fraterno con los católicos.

La situación de marginalidad económica, exclusión, pobreza de pueblos y regiones fueron


reconocidas por un sector de la Iglesia Católica como un ambiente que favorecía la propagación
de nuevos grupos religiosos, desde esta perspectiva fue que surgió la teología de la liberación. El
consejo episcopal latinoamericano -CELAM- de Medellín (1968), en efecto, definió la opción
preferencial por los pobres. También,

44
Citado por (Beltrán, 2004.Pág. 67).

84
“ataca la dominación económica, política y social, y cree en la posibilidad de construir una
sociedad basada en la justicia, la libertad y la equidad, siendo estos valores centrales del
evangelio. Busca a través de comunidades de estudio bíblico (comunidades de base) crear
conciencia en los pobres para que éstos se apropien de su destino”. (…) se crea un nuevo tipo de
pastoral que, sin abandonar la dimensión teológica; enfatiza las causas socioeconómicas y
culturales de la situación de pobreza material y espiritual, catequesis complementada por
actividades socializadoras y organizativas en las que los laicos pueden participar. (Beltrán,
2004. Pág. 79).

Sus defensores argumentan que la teología de la liberación, gracias a su mutación teológica y su


praxis social, ha frenado la deserción masiva de católicos hacia una nueva forma de religiosidad
en los sectores populares.

Sin embargo, la acogida que tuvo la teología de la liberación en algunos sectores de la


izquierda 45 y durante el pontificado de Juan Pablo II, en el cual cobraron fuerza movimientos de
ultraderecha católica como el Opus Dei, la teología de la liberación fue desprestigiada y “ha sido
denunciada como forma de justificar el comunismo con argumentos teológicos” (Beltrán, 2004.
Pág.80).

En la década de los sesenta el protestantismo siguió creciendo de la mano de líderes nacionales,


mediante la formación de iglesias y la extensión (misiones a las diversas regiones del país). La
posibilidad de propagación de sus ideas y de aceptación del pueblo colombiano se extendió con
la apertura de emisoras en los 70’s. No obstante, el campo religioso siguió dominado por un
catolicismo que lograba imponerse décadas más tarde a la sociedad y al Estado.

En resumen, la Iglesia Católica vio debilitado en el trascurso de la segunda mitad del siglo XX su
monopolio sobre el campo religioso en Colombia, fenómeno que se agudizó a partir de la
constitución de 1991, con la declaración de libertad de cultos y la instauración nominal de un

45
En el surgimiento a la teología latinoamericana, además del Concilio Vaticano II, la II reunión del Consejo
Episcopal Latinoamericano y la irrupción en el escenario religiosos de nuevas manifestaciones espirituales se debe
señalar el impacto de la praxis político-pastoral del sacerdote y sociólogo Camilo Torres Restrepo. Lo que coincidió
con el ambiente de agitación social que había en Latinoamérica en el período producto de las contradicciones
sociales, de la revolución cubana y la influencia del marxismo. En nuestro país, la materialización del movimiento
pastoral se encuentra en organizaciones tales como Golconda, Sacerdotes para América Latina –SAL- (Aguirre y
Amaya, 2011).

85
Estado laico. Los efectos de la diversidad religiosa se manifestaron en la separación Iglesia-
Estado.

Relación entre los partidos políticos

La relación entre los partidos políticos no la limitaremos a identificar y relacionar los partidos
tradicionales entre sí o con los otros partidos que surgieron en el periodo. Es necesario, esbozar
la relación de los partidos políticos en el marco del complejo contexto colombiano. Por ello, el
objetivo del apartado se centra en relacionar el contexto económico, social y político con las
orientaciones, propuestas, ejecuciones y prácticas políticas de los partidos inscritos en el sistema
político.

Para su desarrollo se abordan tres periodos: el contexto político de 1945 hasta 1957, el cual se
comprende haciéndole seguimiento a la dinámica de la violencia; el Frente Nacional de 1958 a
1974 y su desmonte entre 1974 y 1990. Para la elaboración de la relación política entre los
partidos desde el Frente Nacional, hemos optado por describir cada período presidencial,
tratando de encontrar los elementos que caracterizaron la relación entre los partidos desde el
acuerdo formal del bipartidismo hasta la década de los noventa.

La violencia permite comprender la relación entre los partidos, pero sobretodo las formas de
sociabilidad política y vinculación social en tanto “las modalidades e incluso los contenidos
mismos de la violencia dependen en alto grado de las dinámicas de las políticas locales, de la
diferenciación territorial y de la manera como tales dinámicas pueden o no traducir o incluso
resistir a la política nacional (Bolívar, 2003. Pág. 52)”.

El inicio de la violencia se ha relacionado con el cambio de hegemonías partidistas tras la


elección del conservador Mariano Ospina Pérez (1946-1950) como presidente de la República,
tras 16 años de hegemonía liberal. Aunque la idea más frecuente sobre el inicio de la violencia es
el asesinato de Gaitán en abril de 1948, sin embargo, diversos autores han señalado que desde
1946 la violencia política ya estaba en marcha en algunas regiones del país.

En el marco de esta última interpretación, en este trabajo se considera que la violencia abarca el
período de 1946 a 1965 y su desarrollo comprende las fases definidas por Palacios (1996) 46 :

46
Clasificación realizada con base a la evolución de la política nacional. Citado por Ingrid Bolívar (2003).

86
“sectarismo tradicional” (1945-1949), transición del gobierno de Laureano al golpe de Rojas
Pinilla (1949-1953) y los “pájaros” (1954- 1958); y la fase residual (1958-1964).

La lucha política no sólo contrapuso a las clases dominantes contra los sectores populares
urbanos y rurales sino que en la primera fase de la violencia se confrontaron distintas facciones
partidistas, incluso del mismo partido. En efecto, la primera fase se caracterizó según Gonzalo
Sánchez por una ofensiva sistemática de las clases dominantes contra los sectores populares
urbanos (organizaciones y sindicatos) y Bejarano (1987) resalta que la violencia contra las zonas
rurales se concentró en aquellas regiones más afectadas por la violencia partidista de los treinta,
donde ocurrió el “revanchismo político”47 . Al analizar la relación entre los partidos resulta de
particular relevancia enfocarnos en la violencia burocrática 48 que enfrentó miembros de los
distintos partidos y amenazó las posiciones de algunas facciones dominantes en las regiones.

En el marco de la disputa por el control del Estado el Partido Liberal siguió manteniendo la
hegemonía en el parlamento, en las asambleas departamentales, en el Consejo de Estado, en la
rama judicial y en los concejos municipales, como se ratificó en las contiendas electorales de
1947 y 1949. Mientras tanto la hegemonía conservadora en el ejecutivo descansaba desde las
elecciones de 1946, con el conservatismo moderado del antioqueño Mariano Ospina Pérez. Por
su parte las facciones más radicales del partido conservador, las alzatistas y laurenistas,
mostraron intereses contrapuestos con Ospina al buscar ganar hegemonía en aquellas
instituciones del Estado que controlaban los liberales. Claro está que el partido conservador
reforzó su control sobre la policía, destituyendo a los profesores liberales de la escuela de tal
institución.

A Ospina en un principio no le interesó constituir una hegemonía conservadora, su interés se


centró en formar y fortalecer un gobierno de Unión Nacional que enfrentó la oposición de los
sectores radicales de cada uno de los partidos, Gaitán como director del Partido Liberal y como
líder social y Laureano Gómez como líder de la fracción conservadora.

47
Ibídem. Pág. 47.
48
Mary Roldán, citada por Ingrid Bolívar (2003). (esto va dentro de texto)

87
Laureano acusó a Ospina de tener una “mentalidad liberalizante”, de ser “demasiado flojo” por
no garantizar al partido conservador los suficientes puestos en el gobierno a los conservadores
en Antioquia.

Mientras tanto Gaitán autorizó a su partido para tomar parte del gobierno de Unión Nacional,
pero de manera indirecta apoyó protestas contra el gobierno 49 . El que los gaitanistas estuvieran
en el gobierno y al mismo tiempo participaran movilizando la oposición, facilitó que el sector
radical de los conservadores, representado por Laureano Gómez, interpretaran a manera de
complot, la vinculación de Gaitán y el partido liberal con el gobierno. Pero un mes antes del
asesinato de Gaitán, se dio la salida de los liberales del gobierno. En medio de las fuertes críticas
de Gaitán al presidente Ospina, al estar involucrado en una serie de escándalos de la época.

Con el asesinato de Gaitán la radicalización política siguió en aumento, los fuertes


levantamientos que siguieron a la muerte del caudillo fueron recibidos por las facciones
conservadoras con una defensa y una respuesta a los ataques liberales. Ospina llamó de nuevo a
la Unión Nacional al Partido Liberal, ahora representado por Eduardo Santos y Darío Echandía.
Gómez insistió en que el apoyo de Ospina a Echandía expresaba la incapacidad del gobierno
para garantizar los derechos del partido conservador. Por eso la postura que reinó en una reunión
presidida por el directorio nacional del partido conservador en Medellín, pocas semanas después
del 9 de abril, fue que el Partido Conservador se hallaba desprotegido y que debía pensar en
organizar sus propios métodos de defensa, conseguir dinero y armas. Se planteó que el gobierno
apoyado por los liberales había dejado huérfano al partido conservador sometido al odio y la
persecución de los “ejecutores del 9 de abril” que estaban a punto de hacerse al ejercicio poder.
Esta percepción se vio fortalecida por el triunfo liberal en las elecciones parlamentarias de Junio
de 1949.

El acuerdo de la Unión Nacional consistió en la repartición por parejas, entre el partido Liberal y
Conservador, de las gobernaciones y secretarias de gobierno. Pero los liberales se volvieron a
retirar del gobierno en Mayo de 1949 por falta de garantías para las elecciones. Y el presidente
Ospina no logró que se retomaran las direcciones regionales del ejecutivo. Sin embargo, los

49
El paro del 13 de Mayo de 1947.

88
liberales, con las elecciones, mantuvieron las mayorías en el Congreso y en importantes
instituciones políticas del Estado.

La ruptura de la Unión Nacional entre el gobierno de Ospina y los liberales se dio por la
oposición que desde el Congreso empezó a hacer la mayoría liberal, pasaron una reforma
electoral en la que se adelantaron las elecciones presidenciales de Junio de 1950 a Noviembre de
1949, al tiempo que retrasó la revisión del proceso de cedulación. Reforma que fue rechazada
por el presidente y los conservadores, pero aprobada por la Corte Suprema de Justicia.

De este modo, Ospina terminó recogiendo las demandas que le hacía el sector más radical del
conservatismo. La primera de ellas consistió en designar a políticos conservadores postulados
por Laureano Gómez en el Ministerio de Gobierno y en otros cargos de dirección en las regiones,
Luis Ignacio Andrade fue elegido como ministro y de este modo se frenaron las aspiraciones de
ambos partidos: la del partido liberal de alcanzar la presidencia y la del partido conservador de
elegir un presidente que sucediera a Ospina.

Dentro de las acciones que emprendieron las autoridades conservadoras enviadas a las regiones
fue impedir la inscripción de los liberales para las elecciones presidenciales en octubre de 1949 y
la persecución contra los nueveabrileños. Ante esta situación el partido liberal propuso hacerle
un juicio al presidente Ospina en el Congreso, para lo cual iba ser reemplazado por Eduardo
Santos, el primer designado que eligió la mayoría liberal del Congreso. La reacción de Ospina
fue declarar Estado de Sitio y suspendió el Congreso y las Asambleas Departamentales.

En este ambiente donde chocaron dos ramas del poder público, la ejecutiva y la legislativa,
tuvieron lugar las elecciones presidenciales en las que el Partido Liberal no participó y de ellas
resultó electo Laureano Gómez, así inició una nueva fase de la violencia.

La segunda fase de la violencia se extendió de 1949 a 1953. Se inició con la elección de


Laureano Gómez y se cerró con la instauración de la dictadura de Rojas Pinilla. La violencia se
amplió a las zonas rurales donde los partidos tenían mayor influencia. Lo particular de esta fase
es que se produjo un tránsito de resistencia campesina partidista hacia una configuración de
movimientos guerrilleros contra terratenientes, especialmente en los Llanos orientales y en el
Tolima. Mientras tanto el conservatismo homogenizó políticamente el aparato represivo para

89
enfrentarse a la oposición. También se destacó la contraposición entre las distintas facciones del
conservadurismo, como el enfrentamiento entre Ospina y Gómez.

La tercera fase de la violencia que Palacios definió como los “pájaros” se extendió de 1954 a
1958. El papel del ejército fue creciente y se desplazó la polarización política tradicional entre
los partidos Conservador y Liberal a la lucha contra el comunismo. La constitución de núcleos de
resistencia y el fortalecimiento de las cuadrillas liberales, afectó sustancialmente la vida política
regional en las zonas cafeteras desde 1955. Y la última fase o fase residual (1958-1964) presentó
la descomposición de las guerrillas liberales en gamona lismo armado, el intento de reinserción
de bandas y la entrega de algunos guerrilleros como colaboradores del ejército contra las
cuadrillas.

El crecimiento de la violencia durante el gobierno de Laureano Gómez (1950- 1953) junto a


otras situaciones críticas de orden económico, como las tenues medidas para combatir la
inflación, la limitación del crédito y la prohibición de las importaciones, que llenaron de temores
y desconfianzas a los gremios económicos y a los sectores políticos tradicionales precipitaron la
llegada de la dictadura cívico-militar, del general Rojas Pinilla. En efecto, Gómez

“no comprendió que los límites de su autoritarismo lindaban con los intereses del Estado y de
grupos privilegiados históricamente consolidados. Tampoco entendió que toda la estructura del
sistema peligraba si continuaba su política de represión y desafío contra los guerrilleros liberales.
Entonces, inspiradas por la oposición conservadora, respaldadas por Ospina Pérez cuya
candidatura presidencial había vetado Gómez, impulsadas por Alzate y con el beneplácito de la
elite liberal cuyos líderes se encontraban en el exilio, las Fuerzas Armadas en cabeza del general
Gustavo Rojas Pinilla consumaron el golpe de Estado que la dirigencia civil les pidió a gritos
(Atehortúa, 2010. Pág. 39).”

Señala Atehortúa (2010) que la legitimidad inicial del gobierno militar provino del “proyecto de
pacificación y reconciliación nacional”50 ; y la lucha contra el “comunismo internacional” que
estaba permeando las guerrillas del llano. Además tuvo bases partidistas del conservatismo
Ospina-alzatista y la complacencia de la élite liberal que lo catalogó como el “salvador de la
patria”. A pesar de que el poder lo tenían militares fueron civiles quienes decidieron e hicieron
parte del gabinete ministerial, compuesto en su mayoría por conservadores.

50
Marco Palacios citado por Adolfo Atehortúa, 2010. Revista Folios.

90
Varias fueron las causas de la caída del régimen de Rojas Pinilla. El primer choque entre el
partido liberal y el gobierno militar fue a causa de la re-elección de 1954. Rojas prometió asumir
el poder mientras se establecían la democracia y las instituciones pero terminó formulando un
proyecto político que amenazó la estructura del bipartidismo. Atehortúa afirma que cuando
ciertos rasgos peronistas aparecieron en su gobierno las facciones civiles que lo llevaron al poder
le declararon la oposición. Efectivamente, las decisiones económicas durante el gobierno de
Rojas, fuertes normas tributarias y el impuesto a las acciones de las sociedades anónimas, a los
productores, comerciante y cafeteros, para cubrir el déficit fiscal, impulsar las fuerzas armadas y
la construcción de viviendas, fueron catalogadas como demagógicas y similares a los dictados
por el gobierno peronista en Argentina.

El proyecto político de Rojas buscó ganarse el apoyo popular creando el Banco Hipotecario
Popular, el Secretariado de Acción Social (SENDAS), la policía femenina y la fundación del
Instituto Nacional de Abastecimientos (INA). Así mismo, le apuntó a organizar y dirigir el
sindicalismo con la creación de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y crear el
Movimiento de Acción Nacional (MAN) como su propio movimiento político. En este contexto,

“el reto fue inaceptable para los partidos, quienes giraron a la oposición. Para los liberales, el
régimen se acercaba al totalitarismo y para el conservatismo la decisión de un nuevo movimiento
con los socialistas era descalificable. Rojas se entronizaba en el poder e incumplía su promesa de
permanencia transitoria. La Iglesia, por otra parte, sentía amenazada su influencia en la Unión de
Trabajadores de Colombia –UTC–, y la elite económica se declaraba sorprendida por los anuncios
de un movimiento “conservador, liberal y socialista contra las oligarquías resentidas” que se
inspiraba en el binomio “pueblo-fuerzas armadas”(Atehortúa, 2010. Pág. 42)”.

De este modo, el carácter transitorio del gobierno de Rojas se convirtió en indefinido. Ya los
partidos no lo vislumbraron como el que iba a permitir el retorno de la democracia y las
instituciones sino como un gobierno duradero en busca del apoyo popular.

Las circunstancias se agravaron en 1955 para el régimen de Rojas,

“el precio del café cayó en el mercado internacional y la balanza de pagos se desequilibró, la
inflación se disparó, el peso se devaluó frente al dólar y la reserva de divisas cayó. Rojas gano la
enemistad de los bancos con su política fiscalista y las facilidades de crédito que impuso en los
bancos estatales, pero tuvo que ceder ante las ingentes presiones” (Atehortúa, 2010. Pág. 42)”.

91
A lo que se sumó la configuración de la oposición política. Las declaraciones de Rojas en Enero
de 1955 donde expresó que no levantaría el Estado de Sitio, como respuesta sectores liberales
hicieron el llamado a la creación de un “Frente Democrático”. Otra elemento que usó el
bipartidismo fue la pretensión de Rojas de prolongar su mandato otro período más. En efecto, en
1957 la misma ANAC (Asamblea Nacional Constituyente) que dio paso a la dictadura decretó su
disolución pero proponiendo a Rojas para continuar en el siguiente período presidencial entre
1958-1962 (Archila, 2003). Estos fueron los detonantes del acuerdo entre las élites políticas de
los dos partidos tradicionales.

Pero la oposición política se conformó no sólo por la confluencia de fuerzas po líticas


tradicionales en choque con la dictadura, sino también por el apoyo empresarial, el apoyo de las
directivas sindicales, de sectores eclesiales, las protestas urbanas y la resistencia campesina. En
fin, la confluencia en mayo de 1957 de diversos sectores: algunos de origen popular que habían
estado cercanos a Rojas y otros movilizados por la creciente represión. Rojas Pinillas se estrelló
contra el sistema bipartidista y la Iglesia, al intentar hacer una oposición política bajo el binomio
fuerzas militares-pueblo. Pese al fracaso, sobre la base del apoyo popular, de posturas
nacionalistas y de la oposición política al acuerdo entre la élite política tradicional fue que tuvo
su escenario de acción política en los sesenta, sobre esa base nació la ANAPO 51 .

El acuerdo del Frente Nacional (1957-1974) surgió como resultado del acercamiento de los
líderes políticos de ambas partes Laureano Gómez y Alberto Lleras, y a raíz de la formación del
denominado frente civil (empresarios, sectores eclesiales y directivas sindicales), que luego de
sumar a los militares que se distanciaron de la dictadura tomó el nombre de Frente Nacional.

51
César Ayala (1996) en su trabajo de historia política esboza como se fueron configurando las fuerzas políticas
que se r esistieron y opusieron al establecimiento del frente nacional y que finalmente fueron las bases para la
conformación de la ANAPO. El “Movimiento” de Acción Nacional fue el punto de llegada del Movimiento Socialista
Colombiano (socialismo no comunista liderado por Antonio García) y el Gaitanismo que sobrevivió desde 1948.
También señala el origen de la Tercera Fuerza, como la entrada de las fuerzas armadas en la política. EN: César
Ayala, Resistencias y Oposición al Establecimiento del Frente Nacional. Bogotá: Colciencias -Cindec, 1996, Cap. 1.
En cuanto a la oposición liberal que surgió a raíz de la paridad en el gobierno y la alternancia en el poder surgió el
Movimiento de Recuperación Liberal MRL, que se congregó en torno al semanario La Calle dirigido por Alfonso
López Michelsen (Archila, 2003).

92
Luego de la renuncia de Rojas Pinilla en Mayo de 1957 producto de la presión por la nueva
coalición, el mismo Rojas designó una junta militar que convocó a la figura del plebiscito con el
fin aprobar el pacto bipartidista. Éste estableció: para los dos partidos políticos tradicionales la
paridad durante 12 años en el gabinete ministerial y el Congreso, que luego de iniciado el pr imer
gobierno de la coalición se extendió por cuatro años más y estableció la alternancia en el poder
hasta las elecciones de 1970; que las decisiones en el congreso se tomaran por mayoría de dos
terceras partes; y qué para esto fuera compatible con la constitución se acordó un plebiscito para
modificar la constitución.

Sin embargo, la junta militar añadió al documento: la extensión de la paridad a toda la rama
ejecutiva y judicial; prescindió por dos años, inicialmente, de la exigencia de que las decisiones
parlamentarias debían ser aprobadas por las dos terceras partes del congreso, luego se aplicó sin
modificar hasta 1968.

El pacto bipartidista acordó también que el primer gobierno del Frente Nacional fuera
conservador. De hecho, las negociaciones previas a la elección presidencial habían destinado
como primer presidente al conservador Guillermo León Valencia. Pero éste, acusado de
colaborar con el régimen de Rojas, por parte del sector laureanista, fue cambiado a última hora
por el candidato liberal, Alberto Lleras Camargo.

Así el primer gobierno del Frente Nacional, Alberto Lleras Camargo (1958-1962), surgió del
apoyo del oficialismo del partido liberal y de la fracción laureanista del partido conservador, que
representaba la mayoría dentro de esa colectividad. De este modo, superó a la candidatura del
conservador Jorge Leyva. Lleras Camargo no sólo actuó en consecuencia con el pacto del que
fue fundador sino que mantuvo la costumbre política de buscar y lograr acuerdos por arriba.

Inicio su gobierno formulando y prometiendo un plan económico con orientaciones sociales. Un


mecanismo que concibió fue la reforma laboral (1959), en la que pretendió modernizar las
relaciones laborales acogiendo reivindicaciones de las clases asalariadas y fortaleciendo más aún
el sindicalismo en la industria. Pero fracasó, frenando el mismo la reforma antes de arrancar,
pues en el contexto de la revolución cubana y de guerra fría prevaleció la contención del
comunismo. Su pretensión fue separar las luchas sociales y sindica les de la orientación política
que ofertaba el comunismo.

93
Este gobierno no sólo se caracterizó por leer los conflictos sociales desde la óptica de la guerra
fría sino que también emprendió acciones en el plano de las relaciones internacionales
convergentes con esa lógica. Rompió las relaciones diplomáticas con Cuba y lideró su expulsión
de la OEA, lo cual conllevó al respaldo del gobierno estadounidense que se ratificó durante la
visita del presidente Kennedy en 1961.

La inestabilidad política del gobierno de Alberto Lleras Camargo estuvo marcada por los
sectores afectos al general Rojas Pinilla, siendo persistente la amenaza de golpe de Estado en los
primeros años de gobierno. Esta táctica cambió después del fracaso de los intentos de golpe en
1958. En vistas de que Rojas Pinilla, encontró espacios políticos donde recogió a sus seguidores
y tendió lazos con otros sectores que estaban por fuera de los partidos tradicionales y a su vez
excluidos del pacto bipartidista.

Otros factores de inestabilidad política en el período fueron los roces entre las fracciones de los
partidos tradicionales. Dentro del partido conservador resaltaron dos sectores opuestos al frente
nacional, el leyvismo y el alzatismo. Además, en las elecciones parlamentarias de 1960 el sector
ospinista obtuvo significativa presencia en el congreso, como también la obtuvo el Movimiento
Revolucionario Liberal (MRL). Y en vistas de las propias condiciones del pacto bipartidista
como la alternancia en el poder y la exigencia de las dos terceras partes para la toma de
decisiones en el congreso, los sectores que ganaron curules con las elecciones tuvieron poder y
causaron fraccionamiento en el pacto. Fue el caso del sector laureanista que paso de aliado a
opositor, pues al triunfo el sector ospinista exigió cambios de colaboradores en el gobierno.

El gobierno de Guillermo León Valencia (1962-1966) como se pactó fue el segundo del Frente
Nacional. Se caracterizó por el inmovilismo y la debilidad política fruto de la oposición política
al Frente Nacional. Las elecciones presidenciales tan sólo las ganó con el 62%, mientras que el
38% lo recogieron fuerzas políticas como la ANAPO, el sector de Rojas Pinilla 52 , el MRL de

52
Es necesario detenernos brevemente en el periodo de 1953-1957 conocido como la dictadura del General Rojas
Pinilla para comprender los cambios a los que se enfrentó el sistema bipartidista al aparecer una nueva fuerza
política. En efecto, según Ayala (1996), la Alianza Nacional Popular (ANAPO) no empezó con su fundación en Abril
de 1961, tiene raíces no sólo en el tránsito de la hegemonía conservadora a la liberal en los años treinta, donde
creció una generación de jóvenes formados en el dogma conservador y en contra del desarrollo histórico que
impregnó al país el partido liberal con la administración y su ejercicio político. Sino, fundamentalmente, en el paso
de Rojas Pinilla por el Poder. Así, “entre 1953 y 1957 el rojaspinillismo empezó a despuntar como amalgama de

94
Alfonso López Michelsen y sector del partido conservador cercano a Leyva. Esto afectó la
gobernabilidad de León Valencia, puesto que la oposición en el congreso le impidió sacar
adelante los proyectos legislativos que necesitaba ante la exigencia, circunscrita en el pacto, de
las dos terceras partes para tomar las decisiones en el co ngreso.

Valencia logró equilibrar la crisis política por medio de la “milimetría”, es decir, la repartición
de los distintos cargos en el gobierno de acuerdo con la correlación de fuerzas en el congreso
(Archila, 2003. Pág. 96).

La crisis económica también afectó el gobierno de Valencia. Dificultades en la balanza de pagos


que lo llevaron a devaluar la moneda. Esta solución junto con una fuerte expansión monetaria en
1962 condujo a una elevada inflación en 1963. A mediados de la década del sesenta aún no se
lograba superar la crisis lo que condujo a negociar un crédito con el banco mundial. El banco le
puso como condición una nueva devaluación, la cual no fue acatada por Valencia. Finalmente, en
1965 pudo llegar a un acuerdo parcial con el banco mundial.

La crisis económica produjo agitación social y sindical, la cual además coincidió con la
agitación estudiantil. Por ello, el 21 de Mayo de 1965 el gobierno de Valencia reimplantó el
Estado de Sitio, aduciendo las razones económicas y la agitación estudiantil.

Para 1965 ya se perfiló un amplio y complejo abanico de partidos de oposiciones al Frente


Nacional, entre los que se cuenta la ANAPO conformada por sectores rojistas, socialistas (no
comunistas) además de algunos disidentes liberales y el MRL compuesto por una línea dura,
liderada por el partido comunista, y línea blanda dirigida por Alfonso López Michelsen. Además
del surgimiento Movimiento Democrático Nacional –MDN- surgido en torno al general Alberto
Ruiz Novoa destituido del gabinete ministerial a principios de 1965 bajo la acusación de
pretensiones golpistas.

Lo que se hizo más preocupante para la estabilidad del Frente Nacional no fue solamente la
oposición política sino el surgimiento de guerrillas que encarnaban el proyecto revolucionario.
En Mayo de 1964, en la lógica del tratamiento militarista a la violencia en el campo, se lanzaron

nominaciones, hombres, agitación de ideas, programas, símbolos, mitos, mecanismos de cooptación política y
sujeción popular probados por el General durante su gobierno”(Ayala, 1996. Pág. 16).

95
operaciones militares contra Marquetalia, una de las zonas de autodefensa campesina. Lo que
produjo el reagrupamiento de las guerrillas comunistas en el sur del país, que más tarde dieron
origen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). En 1965 apareció en
Simacotá, Santander, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en medio de la crisis política del
gobierno de Valencia, que tambaleaba entre las amenazas de paro laboral y los rumores de golpe
de Estado.

En 1966 se llevaron las elecciones presidenciales de las que salió electo el tercer candidato del
pacto bipartidista, Carlos Lleras Restrepo (1966-1970). De las fuerzas políticas de oposición
unas salieron debilitadas para las contiendas parlamentarias mientras que otras se fortalecieron.
El MRL liderado por López, que en otra época había mirado hacia los sectores populares
olvidados por el bipartidismo y cuya fuerza le había permitido llegar al congreso, se debilitó y el
cambio de táctica fue regresar al oficialismo liberal. La línea dura del MRL liderada por el
partido comunista no participó en las elecciones. Mientras tanto por los lados del partido
conservador el ospinismo se debilitó, mientras que el sector de Álvaro Gómez, hijo de Laureano
Gómez, mantuvo la cuota electoral. La ANAPO por su parte se fortaleció, creció como resultado
de la división del MRL y el desgaste de los aliados conservadores del Frente Nacional.

Lo primero que enfrentó Lleras Restrepo fue la crisis económica que no se había podido
solucionar. El FMI le exigió urgentemente la devaluación de la moneda. Pero “en un astuto juego
político apareció en público para anunciar la ruptura de las conversaciones con la banca
multilateral, que secundaban la exigencias del FMI, mientras en privado aprobaba medidas que
conducirían, no a la devaluación abrupta sino a una paulatina. (Archila, 2003. Pág. 99).” Esta
maniobra le dio una imagen nacionalista que dejo sin argumentos a muchas quejas de la
oposición.

La devaluación repercutió en la economía nacional (véase el proyecto de Estado Nacional de la


segunda Posguerra: el desarrollo. El apartado de Contexto Internacional) en la configuración del
modelo mixto: por un lado, promoción de exportaciones y por otro, incentivo a la
industrialización.

Durante el gobierno de Valencia las fuerzas políticas reunidas en el Frente Nacional


comprendieron que la institucionalidad creada por el bipartidismo había conducido a inmovilizar

96
los regímenes que salieron del pacto, a despertar sectores políticos excluidos que llevaban a la
ingobernabilidad. Por ello, se plantearon la necesidad de modificar la institucionalidad del Frente
Nacional para prolongar la colaboración bipartidista más allá de 1974. Desde 1966 se inicio el
debate en torno a la reforma constitucional que se aprobó en Diciembre de 1968, después de la
negociación entre el gobierno de Lleras Restrepo y los partidos tradicionales y el acercamiento
de éste a la ANAPO 53 .

Los puntos centrales de esta reforma fueron: la eliminación de la paridad a partir de 1970 (en
concejos municipales y asambleas departamentales) con el objeto de que otras fuerzas políticas
distintas al bipartidismo se presentaran a las elecciones; limitación a la exigencia de las dos
terceras partes en el congreso para las reformas constitucionales o procedimientos electorales; se
estableció la paridad en el gabinete ministerial hasta 1978 y que desde este año en la
administración pública participarían, de forma “equitativa y adecuada”, el partido que siguiera en
votos al del presidente elegido; la supresión de la iniciativa del gasto público por el congreso; el
fortalecimiento del ejecutivo en sus funciones y capacidad administrativa (planificación
centralizada, racionalización del gasto público por medio del situado fiscal para atender lo social
en los municipios, introducción de la carrera administrativa para los funcionarios públicos).

Pero el espíritu del bipartidismo, expresado en la transformación institucio nal que recogió la
reforma constitucional, no era suficiente para superar la debilidad institucional. Los aspectos
sociales preocuparon al ejecutivo, en especial la reforma agraria. Para ello, no sólo se necesitaba
la voluntad y el cambio gubernamental sino la presión por abajo. En este contexto, el gobierno de
Lleras Restrepo apoyó la organización campesina entorno a la ANUC, previniendo a los
campesinos de la infiltración comunista.

El último gobierno del Frente Nacional fue el de Misael Pastrana Borrero (1970 -1974). Estas
elecciones se llevaron a cabo en medio de la agitación social y después de un conteo polémico
ganó el candidato de la coalición frente a su contendor Anapista Gustavo Rojas Pinilla, por un
margen diferencial del 1.6% en las elecciones del 19 de abril de 1970, lo que generalizó el
descontento social por supuesto fraude.

53
El acuerdo que dio viabilidad a la reforma constitucional además de incluir los puntos que se menciona n en la
reforma constitucional incluyó la creación de auxilios parlamentarios y un ventajoso régimen salarial para los
congresistas (Archila, 2003. Pág. 101).

97
Con la intención de contrarrestar la crisis de legitimidad en la que quedó el Frente Nacional
después de las elecciones se inauguró el denominado frente social. Adoptó medidas como
aumentar el gasto en educación, salud, empleo y vivienda especialmente en las ciudades donde la
ANAPO tenía su base social. Los resultados de dicha estrategia fueron visibles a partir de las
elecciones parlamentarias de 1972 donde la ANAPO, que se había posicionado como tercer
partido político, retrocedió significativamente al obtener tan solo el 19% de los votos.

La represión fue la respuesta oficial durante la administración de Pastrana Borrero. En algunos


sectores como el educativo tuvo un aire reformista, en otros como el sector agrario, hubo un
abandono y un freno a la reforma agraria. Mientras tanto, los grupos guerrilleros estaban a la
defensiva por la mano dura que le imprimió el gobierno de Pastrana a la insurgencia.

Con la legitimidad que ganó el gobierno de Pastrana en algunos sectores populares, tuvo un
escenario de gobernabilidad más cómodo para privilegiar otros aspectos de la política
económica. Mayor apertura a la lógica del mercado (introducción de algunos elementos del
neoliberalismo) mediante el estímulo a las exportaciones y la privatización de sectores de la
economía, en las que sobresalió el sector de la construcción.

Con la llegada de Alfonso López Michelsen (1974-1978) se inició el desmonte del Frente
Nacional 54 pero la llegada al poder de quien fuera otrora
dirigente del MRL no significó el desmonte total del pacto bipartidista. La reforma constitucional
eliminó la paridad en la rama legislativa pero en la ejecutiva aun continuaba como lo señalaba el
artículo 120 de la Constitución, el cual exigía un equilibrio en el gabinete y en los cargos
públicos.

La propuesta política de López Michelsen en sus inicios tuvo un tono reformista. Ello se explica
no sólo por el apoyo de amplios sectores populares y sindicales sino también por sus acciones
tendientes a atender lo social: gobernó casi un año sin estado de sitio, fomentó el sindicalismo de
industria otorgando personalidad jurídica a la CSTC y a la CGT, propuso una reforma tributaria
como justificación de la situación económica y, en el plano de las relaciones internacionales,
estableció las relaciones comerciales y diplomáticas con Cuba.

54
Mauricio Archila (2003) entiende el periodo que va de 1974 a 1990 como el desmonte del Frente Nacional.

98
A dos años de gobiernos de López se hicieron claras las verdaderas intenciones de su mandato,
en el plano económico, continuo con las tendencias aperturistas del anterior gobierno, abrir el
mercado a nuevas exportaciones, poco a poco, desmontar la estrategia de sustitución de
importaciones. En el plano político, sus esfuerzos se encaminaron a mantener el equilibrio
bipartidista, en la repartición cuidadosa de los gabinetes.

En el plano social: su gestión estancó la reforma agraria, a la vez que la remplazó por programas
asistencialistas hacia la población rural pobre, a través del programa de Desarrollo Rural
Integrado y de alimentación y nutrición PAN; la reforma tributaria fue refutada y modificada por
los gremios, hasta terminar siendo inoperante; y en el terreno educativo se caracterizó por la
expedición unilateral de un estatuto docente.

La crisis inflacionaria llegó a la cifra record del 35% en el 1977 lo que causó la disminución del
ingreso real de los trabajadores y agudizó el descontento social. El gobierno propuso manejar la
crisis mediante austeridad fiscal.

Durante este periodo surgió la economía clandestina proveniente del cultivo de la marihuana,
como producto de la corrupción (incluso de la familia presidencial), la inmoralidad política y la
permisividad del Estado y la sociedad (Archila, 2003.Pág.113)

El gobierno de Turbay (1978-1982) surgió de unas reñidas elecciones contra Belisario


Betancourt. El respaldo en el congreso lo obtuvo por medio de la repartición milimétrica de los
cargos públicos y el gabinete ministerial.

El gobierno de Turbay se conoce en la historia nacional por las políticas represivas que fueron la
continuación de lo que había iniciado López Michelsen. El gran paro cívico de 1977 no
solamente fue leído por la izquierda, al creer que se estaban dando las condiciones objetivas para
la revolución, sino también por la derecha. Producto de esta interpretación el alt o mando militar
“solicitó mayor libertad para castigar con mano dura lo que a su juicio eran delitos contra el
Estado” (Archila, 2003.Pág. 112).

De este modo, el gobierno de Turbay tempranamente promulgó el Estatuto de Seguridad en


medio del Estado de Sitio, que fue permanente hasta el último año de su gobierno. La coyuntura

99
que justificó la promulgación del Estatuto fue el asesinato de un ex- ministro 55 por la Autodefensa
Obrera (ADO). El estatuto instauró: nuevas infracciones punibles; aumento las penas y otorgó
más atribuciones judiciales a las fuerzas armadas y a los jueces locales; permitió la retención de
ciudadanos con la aprobación del Consejo de Ministros; y anunció el control del tráfico de los
estupefacientes.

En 1980 la economía entró en un nuevo receso económico, seguido de una caída en los precios
del café, después del breve auge del grano que tuvo desde 1975. El sector que sufrió las
principales consecuencias, en términos productivos, fue la industria. Turbay con el objeto de
ganarse el apoyo de la clase política rompió con la austeridad fiscal. Además, como medidas
contra la recesión recurrió a créditos externos para financiar megaproyectos, lo que produjo una
ola inflacionaria que no bajo del 30%.

A pesar de anunciarse el control hacia el tráfico de estupefacientes se fortaleció la economía


clandestina bajo el abrigo de la actividad especulativa y bancaria. Además continuó la dinámica
neoliberal iniciada en el gobierno de Misael pastrana, lo cual afectó el crecimiento productivo y
las políticas sociales.

En las relaciones internacionales, el gobierno nacional se alineó con Estados Unidos e Inglaterra
en la guerra de las Malvinas, rompió relaciones con cuba y se aisló de los demás países de la
región. Lo que favoreció el radicalismo de los grupos armados insurgentes alentados por el
nuevo triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua en el año de 1979.

En los últimos años del gobierno de Turbay sobresalieron las acciones de los grupos guerrilleros,
habían incursionado nuevas fuerzas como el M-19, que desplegó acciones en las principales
ciudades ganando legitimidad y apoyo popular. La desestabilidad que generaron las acciones
guerrilleras se combinaron con las denuncias de violaciones de derechos humanos y el
aislamiento internacional, que crearon un ambiente favorable y la salida política surgió como
alternativa al choque directo con los alzados en armas.

En efecto, una de las consignas políticas con las que llegó a la dirección del Estado Belisario
Betancourt (1982-1986) consistió en negociar la paz pero saliendo adelante a las demandas de la

55
El asesinato del Ex-ministro Pardo Buelvas.

100
guerrilla. La estrategia política que le permitió ascender fue lanzar un movimiento nacional en
medio de la división liberal causada por Luis Carlos Galán, con el nuevo liberalismo, a pesar de
llegar al máximo cargo no aseguró la mayoría en el parlamento.

La propuesta económica de Betancourt en un principio tuvo por objetivo “el crecimiento con
equidad”. A inicios de su gobierno se inclinó por aplicar políticas proteccionistas pero la crisis
industrial siguió en debacle 56 , se privilegió la promoción de exportaciones y la aplicación gradual
de políticas devaluadoras. El abandono del modelo mixto y de la inclinación hacia el estimulo de
la industria nacional fue evidente con la reestructuración neoliberal de 1984, la cual no fue más
que la materialización de los parámetros de los organismos financieros multilaterales.

De las consecuencias fundamentales que trajo la crisis industrial fueron el desempleo, al final del
gobierno de Betancourt llegó al 14,2%, y la austeridad fiscal. La caída del proyecto de reforma
tributaria en el congreso contribuyó con dicha austeridad. Otro punto grave de la administración
de Betancourt fue el aumento de la deuda externa que pasó de 6.300 millones de dólares a 13.400
al finalizar su gobierno.

Señala Archila (2003) que la aplicación de políticas reformistas y redistributivas no fue posible
durante el gobierno de Belisario Betancourt no sólo por la limitación del gasto público sino
porque se enfocó a la rehabilitación de zonas del conflicto armado pero enfatizando en la
infraestructura más que en gasto social. Lo que permite comprender por qué no pudo consolidar
una base popular que le apoyara.

Los sectores financiero y de la construcción siguieron creciendo como producto de la llegada del
dinero de la economía clandestina. Algunos bancos fueron nacionalizados pues entraron en crisis
por manejos fraudulentos. Pero la nacionalización fue producto de la necesidad de socializar las
pérdidas.

La legitimidad política del régimen, Betancourt no sólo busco alcanzarla por medio de los
diálogos de paz, re-politizando la guerra, sino también por vía de la apertura democrática y el
restablecimiento de las relaciones internacionales en el escenario latinoamericano y mundial,
adoptando un discurso tercermundista.

56
“Seis grandes empresas (Fabricato, Coltejer, Tejicondor, Paz del Río, Avianca, Colmotores, etc.) perdieron más
del 25% de su patrimonio en un año.” (Archila, 2003. Pág. 117).

101
La tercera estrategia fue la única que se llevo a plenitud. La apertura democrática sólo se logró a
medias con la elección popular de alcaldes y algunos avances descentralizadores pues fue
frenada por el resquemor que causó en los gremios y las élites políticas.

La propuesta de gobierno, que dio una base de confianza a los diálogos de paz, consistió en
ofrecer una amnistía amplia e incondicional como muestra de su voluntad de paz. Este gesto
político llevó a la firma de un acuerdo de paz en 1984 primero con las FARC, luego con el M-19,
el EPL y el ADO, no participó el ELN.

La tregua, que era necesaria para el desarrollo de los diálogos, fue inestable por tres factores: la
falta de institucionalidad del proceso, lo que le pronosticó un futuro incierto; la oposición cada
vez más abierta de los gremios, las clases políticas y los militares; la falta de voluntad política de
las guerrillas hacia la paz, aunque en una menor medida las FARC, quienes mantuvieron la
tregua por un año y se proyectaron políticamente en torno a la Unión Patriótica -UP- (Archila,
2003. Pág.119).

Los hechos del 6 y 7 de Noviembre de 1985, la toma del palacio de Justicia por el M-19 y la
contra-toma por las fuerzas armadas simbolizó el fracaso del proceso de paz y se puso de
manifiesto las verdaderas dinámicas de la violencia en la sociedad colombiana: la guerrilla aun
pretendía lograr la transformación social por vía de las armas y los militares evidenciaron que
eran autónomos en el manejo del orden público, incluso por encima del presidente.

El fracaso de las conversaciones de paz no sólo lleno de satisfacción a los gremios y la élite
política sino que profundizó y abrió la puerta a otra oleada de violencia política. Los grupos
paramilitares que habían nacido a principios de los ochenta, financiados por los narcotraficantes
y algunos ganaderos y terratenientes, atacaron los pocos logros que alcanzó el proceso de paz: la
elección de alcaldes y la existencia de la UP, un partido que representó un desafío político al
modelo de Estado hegemónico.

La estrategia de gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) empezó con la formulación de un


gobierno de partido diferenciado de la oposición, recalcando en las diferencias partidistas y
procurando romper con las prácticas bipartidistas. Sin embargo, debido a que el liberalismo no
estaba unido entorno al gobierno y que el conservadurismo no se constituyó como verdadera

102
oposición, mientras que la UP era exterminada a través de la táctica de la guerra sucia, no fue
posible lograr su objetivo.

Libardo Sarmiento 57 definió el programa económico de Barco como “una estrategia de


modernización del aparato productivo consistente en la apertura comercial para presionar a los
productores nacionales a introducir modernas tecnologías de equipo y procesos, y así elevar la
productividad”. Más allá de esta estrategia, usada retóricamente, la inclinación fue hacia el
modelo económico aperturista que venía promocionando y que terminó consolidando César
Gaviria, quien fue su ministro de gobierno. Un ejemplo de ello fue la transición del sector
cafetero de un modelo proteccionista y de cuotas internacionales hacia la regulación por el
mercado, con el rompimiento del sistema de cuotas en Julio de 1989 y con la caída de las
cotizaciones del grano el mismo año. Otras situaciones que caracterizaron el gobierno de Barco
fueron el desborde de la inflación que ascendió al 32% en 1990 y el crecimiento de la deuda
externa que alcanzó los 18.000 millones de dólares.

En materia de paz, la política del presidente Barco fue contradictoria. Por un lado,
institucionalizó los diálogos de paz, a través de la creación de la figura del alto comisionado
para la paz que entró a depender directamente del ejecutivo, pero que terminó excluyendo a la
población civil de los diálogos. También amplió el gasto social limitándolo casi exclusivamente
a las zonas de conflicto, recayendo en el énfasis de la recuperación de la infraestructura. Por otro
lado, no se descartó la salida represiva al conflicto por parte del gobierno con la aprobación del
estatuto antiterrorista y ante la incapacidad de contener la violencia.

El periodo presidencial de Barco presenció el aumento y la fragmentación de la violencia. A


medida que se abrió paso el aniquilamiento sistemático de dirigentes sociales y de las fuerzas de
izquierda, en especial de la UP, se hizo imposible el escenario político para la izquierda no
armada. En el periodo se presenció la agudización de los crímenes políticos que castigaron las
adhesiones partidistas y solidaridades ideológicas, llevando a la muerte a líderes de oposición
como Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo, dando paso a una época donde la violencia remplazó
la política.

57
Citado por Archila (2003) pág. 121.

103
La reacción tardía del gobierno consistió en intentar desarticular fallidamente a los grupos
paramilitares con la derogación de la ley 48 de 1968 58 . Sin embargo, estos ya se hallaban
diseminados por muchas regiones y mantenían fuertes vínculos con las fuerzas armadas, sectores
terratenientes y narcotraficantes.

Al final del gobierno, Barco concretó unos nuevos acuerdos de paz. Otros grupos armados
iniciaron el proceso de reinserción a la vida civil con la promesa de la participación política de
excombatientes, esto se llevó a cabo con el M-19, el EPL, el PRT y el Quintín Lame. El regreso
a la vida política sin las armas no fue fácil pues los acuerdos no significaron la desaparición de
la amenaza contra sus vidas.

Las elecciones de 1990 se llevaron en un escenario donde tres de los candidatos fueron
asesinados, dos de ellos de la oposición, en medio de una oleada de atentados del narcotráfico y
de múltiples crímenes. La lucha contra el narcotráfico que no había tenido una postura clara
desde el Estado, ni siquiera desde el asesinato de Lara Bonilla en 1985, reapareció ante la muerte
de Luis Carlos Galán Sarmiento, jefe político del nuevo liberalismo, asesinado en agosto de
1989.

En este clima de profunda crisis política y social con intervención de las organizaciones sociales
y la población civil 59 se abrió un amplio debate que concluyó con la necesidad de establecer un
nuevo pacto político y social a través de una Asamblea Constituyente y la posterior
promulgación de la Constitución de 1991. En las elecciones presidenciales de 1990 se efectuaron
las votaciones para aprobar plebiscito de la Asamblea Constituyente y en diciembre de este
mismo año se eligieron los delegados.

58
En el desarrollo de esta estrategia contrainsurgente, y sustentada en la doctrina de seguridad nacional, es
dictado el decreto 3398 de 1965, convertido en legislación permanente con la ley 48 de 1968, que sirvieron para
que la Fuerza Pública organizara la "defensa nacional", "defensa civil" y entrenara, dotara de armas y adoctrinara a
habitantes en zonas de Conflicto con la finalidad de involucrarlos directamente en la confrontación y los apoyara
en la lucha contrainsurgente , es decir estas normas fueron el fundamento para la promoción y organización de las
"’autodefensas", y/o paramilitares. (colectivo de abogados José Alvear Restrepo)
59
la llamada séptima papeleta, impulsada por el sector estudiantil, en realidad no fue contabilizada a unque estos
se declararon vencedores. (Archila Neira, 2003, pág. 124)

104
Relación del Estado con los sectores populares

La revolución en marcha de López Pumarejo dejó planteada una cuestión para las clases
dominantes ¿Cual debía ser el papel de las clases subalternas en los procesos socio-políticos del
país? Ospina Pérez con la “Unidad Nacional” reagrupó a las clases dominantes superando las
diferencias partidistas y la respuesta a la organización del movimiento popular y de la clase
obrera, por fuera de los partidos, fue el uso de medidas represivas (anulación de protesta urbana,
despidos masivos y destrucción de las organizaciones sindicales más activas). Mientras tanto,
Gaitán se acercó al pueblo, agitando la unidad de éste contra la oligarquía liberal y conservadora.
La agitación social y política liderada por Gaitán no tiene parangón en la historia nacional.

El movimiento gaitanista se esforzó en aglutinar las fuerzas populares bajo la conducción de una
capa predominantemente pequeño-burguesa con un programa democrático pero no anti-
capitalista. De cualquier forma, en el período representó la opción política más avanzada
mientras que los comunistas se hallaban aún atados al proyecto burgués-terrateniente de López
Pumarejo (Sánchez, 1983). La fuerza que tenía Gaitán para las elecciones de 1950 no sólo fue
producto de su labor de agitación sino de su trayectoria política (los debates parlamentarios
contra la United Fruit Company, su trabajo político en la UNIR contra los terratenientes y sus
cargos en los gobiernos liberales) lo dotaron de una legitimidad popular que lo puso en la
jefatura única del partido liberal y en la candidatura a la presidencia de 1948.

El asesinato de Gaitán, el 9 de Abril de 1948, asociado al inic io de la violencia, realmente está


relacionado con la primera oleada represiva contra los sectores populares iniciada en 1945 con la
caída de López Pumarejo. Su asesinato fue la respuesta de la oligarquía a los temores que
generaron las masas que seguían a Gaitán por su potencial revolucionario.

La respuesta popular al asesinato del líder liberal fue una “insurrección de vastas proporciones”
que tuvo más alta expresión en las provincias que en las ciudades (Sánchez, 1983. Pág. 33). La
creación de Juntas Revolucionarias, gobiernos populares y milicias campesinas. Aunque estos
brotes insurreccionales fueron militarmente aplastados con ayuda de la vieja capa dirigente
(liberal y conservadora) anti- gaitanista, los fugitivos de esta contra-ofensiva gubernamental
terminaron conformando y liderando los primeros núcleos de resistencia armada rural o
guerrillas campesinas.

105
Daniel Pécaut 60 señala claramente que el gobierno de Ospina Pérez, en el plano económico,
buscó la identidad de las clases dominantes y el entendimiento de éstas en el papel que debía
jugar el capital extranjero en el desarrollo nacional. Pero, en el plano político, fue evidente el
antagonismo y la contraposición de las estrategias que debían seguir frente a las clases
subalternas como actores políticos. De esta forma, los sectores burgueses y terratenientes
asociados al partido conservador asumieron la posición de intensificar la represión y la exclusión
(promoviendo el paralelismo sindical con la UTC y realineando al campesinado con el apo yo de
la iglesia) para estabilizar el sistema, llegando esta estrategia a su máxima profundización con el
gobierno de Laureano Gómez61 .

Por su parte, los sectores burgueses y terratenientes liberales, después de haber liquidado los
recovecos que quedaban del gaitanismo en el partido liberal se asumieron en la postura de la
revolución en marcha: la solución no estaba en la exclusión de las clases populares sino en la
incorporación de éstas al proyecto económico de las clases dominantes.

El Directorio Liberal Nacional impuso esta línea estratégica, tutelar a los sectores populares,
pero cuando el movimiento popular de resistencia adquirió cierta autonomía, es decir, se alzó en
armas, amenazando la estabilidad de las clases dominantes, el liberalismo buscó pactar con los
conservadores y sólo lo pudo hacer con la fracción ospinista del partido conservador en 1953.
Ese movimiento guerrillero que se abrió paso en medio de la confrontación bipartidista se
convirtió en el abanderado y en el símbolo de una alternativa democrática (Sánchez, 1983. Pág.
38).

El terrorismo oficial fue la respuesta predominante de los gobiernos conservadores durante los
primeros años de la violencia: en las ciudades se apagó la voz de los sectores obreros, lo que
permitió usufructuar sin contratiempos la bonanza económica de la postguerra. Pero en el campo,
se generalizó la represión y el terrorismo oficial con una cruzada antiliberal y anticomunista, que
termino acabando con las aspiraciones democráticas del campesinado y aniquilando el terreno
ganado por los campesinos frente al poder terrateniente. El terrorismo oficial se desplegó por
medio del aparato represivo del Estado: la policía política o “chulavitas” procedentes de Boyacá,

60
Citado por Sánchez (1983) pág. 37.
61
propugnó por abolir todas las libertades políticas y promovió un orden constitucional en las que las formas de
participación política del parlamentarismo burgués eran reemplazadas por el corporativismo, cuyas institucio nes
centrales debían ser la Iglesia, los gremios y las asociaciones profesionales.

106
complementada con la acción de organizaciones paramilitares cómo los “pájaros” en el Valle y
Caldas, los “aplanchadores” en Antioquia y los “Penca Ancha” en las sabanas de Sucre.

Los efectos del terror en el campo se vincularon directamente con el problema agrario: el
despojo de tierras y bienes a causa de los asesinatos de propietarios o las amenazas de muerte
para forzar la venta de las tierras; la apropiación de cosechas y ganado; el incendio de casas,
trapiches y destrucción de yacimientos de agua; y la intimidación contra los trabajadores rurales
descontentos.

Pero también se reflejaron en la migración masiva o desplazamiento de campesinos a zonas de su


misma afiliación partidista, que como consecuencia homogenizaron políticamente veredas y
regiones, en el enrolamiento de los campesinos en grupos armados y en el reordenamiento de las
clases sociales en el campo.

En este contexto apareció la resistencia como una respuesta al terrorismo oficial, una salida a la
persecución, y en suma, “la combinación a gran escala de diversas expresiones políticas y
diferentes niveles de consciencia de clase” (Sánchez, 1983). Los primeros núcleos guerrilleros
surgieron en regiones como los Llanos 62 que reunía ciertas características: homogeneidad
política; fronteras de colonización abiertas capaces de absorber productivamente a un número
ilimitado de fugitivos de regiones del interior; distancias considerables del poder central que
dificultaban la represión.

Otros frentes guerrilleros liberales fueron: el comando Pavón-Urrao en el Sureste antioqueño; el


de Carare-Opón en Santander; el de Yacopí-La palma en Cundinamarca; las guerrillas liberales
del sur del Tolima (manipuladas inicialmente por comerciantes y hacendados cafeteros); las de la
zona de Sumapaz, fortín de las luchas agrarias en el país durante los 30´s -contó con el líder
agrario Juan de la Cruz Varela-; y las autodefensas impulsadas por el partido comunista en el
Tequendama y Sur del Tolima.

62
A 1952 el número de combatientes en esta zona se calculaba en 20.000, era el movimiento con la más
significativa transformación ideológica y con más altas posibilidades de desarrollo nacional. C on dirigentes como
Eliseo Velásquez, Guadalupe Salcedo (campesino), Saúl Fajardo y Dumar Aljure (Estos últimos desertores d el
ejército).

107
En 1952 se logró un pacto entre los hacendados liberales de los Llanos y el ejército 63 , lo que
significaba la materialización de la ruptura entre guerrillas y hacendados liberales, en
consecuencia a los rebeldes liberales, alzados en armas, se les llamó “bandoleros” desde su
propio partido. Por otro lado, los frentes de resistencia armada intentaron coordinar un proyecto
nacional de liberación nacional (Conferencia de Boyacá, Agosto de 1952). A lo que se sumó la
ofensiva militar que empezaron las guerrillas de los llanos en 1953. Esto fue leído por las clases
hegemónicas como una amenaza para el orden político y social.

La formulación de un nuevo pacto entre las clases dominantes no dio espera. La dirección
nacional del liberalismo y la fracción ospinista del conservatismo formularon un acuerdo que
atendía aspectos básicos de la dirección económica del país pero también recogía las inquietudes
frente al direccionamiento del Estado, la profundización de la represión en manos de Laureano
Gómez era un campo de legitimación de lucha armada. Como no era posible el pacto directo y
formal entre los partidos, dada la violencia generalizada en las bases de apoyo de éstos, optaron
por una fórmula de transición: el arbitraje de las fuerzas armadas, las cuales en persona de Rojas
Pinilla asumieron el poder en Junio de 1953.

Aunque el papel concebido por las clases dominantes para el gob ierno de Rojas se alcanzó en los
primeros años con la amnistía a los grupos guerrilleros, terminó en choque de nuevo con la élite
política al emprender un proyecto político independiente (la tercera fuerza, binomio pueblo-
fuerzas armadas) al de las clases dominantes. De ésta forma, surgió un nuevo pacto formal entre
éstas que excluía a Rojas de la dirección del Estado y repartía el poder de nuevo entre el
monopolio bipartidista.

La nueva fase de la violencia (1958-1965) que inicia con el Frente Nacional se caracteriza por el
tratamiento que le dieron a la resistencia armada, se les trató como bandoleros políticos. Las dos
amnistías que hubo durante el periodo 1953-1958 tuvieron dos objetivos: la primera, impulsada
por Rojas Pinilla, buscó desarmar al movimiento guerrillero; y la segunda, la de 1958, tuvo un
doble objetivo: “legitimó la lucha armada bipartidista contra la ‘tiranía’ de Rojas, y condenó a
nombre del pacto del Frente Nacional, la continuidad de esa misma lucha” (Sánchez, 1983. Pág.
47).

63
Declaración de Sogamoso, 1952.

108
El gobierno de Alberto Lleras Camargo continúo con la política militarista para acabar con la
violencia. Aunque el pacto puso fin a la violencia entre liberales y conservadores se mantuvieron
los actores armados que no habían entrado al nuevo ordenamiento: algunos se negaron a acoger
la amnistía porque las consideraron insuficientes, sospechosas o engañosas, otros porque
habiéndolas acogido se encontraron con continuos hostigamientos y por la enseñanza que sobre
ellos dejó el asesinato de Guadalupe Salcedo. De cualquier modo, a todos se les trató como
bandoleros, manto tras el cual se les negó cualquier legitimidad política. El modelo de
reconciliación que propuso el gobierno de Lleras Camargo no funcionó. En este gobierno no sólo
algunas guerrillas liberales se habían transformaron en guerrillas con orientación comunista sino
que aparecieron los primeros focos de guerrillas inspiradas en la revolución cubana.

Fruto de la interpretación de los conflictos sociales desde la perspectiva de la guerra fría, e l


gobierno de Alberto Lleras Camargo buscó la formulación de planes económicos y sociales que
aliviaran tensiones en los sectores más propensos a identificarse con la ideología comunista. A
través de la implementación de políticas reformistas buscó el control de los aparatos
organizativos e intentó formar movimientos sociales funcionales al pacto bipartidista, buscando
limitarles el campo ideológico a los sectores subalternos, es decir, movimientos reivindicativos
pero por fuera del proyecto comunista.

Emprendió la modernización de las relaciones laborales con la fracasada reforma laboral de


1959. Entre los propósitos de dicha reforma se encontraban: consagrar una prima móvil de
acuerdo con el costo de vida, estabilidad laboral suprimiendo la cláusula de reserva, precisar el
concepto de servicios públicos para no impedir el derecho a huelga de los trabajadores de este
ramo y fortalecer el sindicalismo de industria. El fracaso de este impulso modernizador fue
producto no sólo de la oposición de sectores liberales que la señalaron como “caldo de cultivo
para la agitación social” sino también por el triunfo de la revolución cubana que lleno de temores
a las clases tradicionales, lo que llevo a desarrollar políticas de contención del comunismo.

Alberto Lleras Camargo por mantener posturas reformadoras, desde el primer gobierno de López
Pumarejo era reconocido por los sindicatos como juez irremplazable de los conflictos laborales.
Pero si por un lado defendió al sindicalismo, por otro lado llamó a “erradicar al comunismo de
sus filas” (Archila, 2003. Pág. 93). Por ello, el fortalecimiento del sindicalismo de industria se
tradujo en el terreno político en la división de Confederación de Trabajadores de Colombia en

109
1960, mediante la expulsión de los sindicatos comunistas de esa central obrera, los cuales se
reagruparon en 1964 en la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia -CSTC-.

Para atender las demandas de autonomía universitaria que reclamaba el sector estudiantil, el
gobierno de Lleras Camargo también inició a finales de 1960 el debate sobre una nueva ley
orgánica de la Universidad Nacional.

Archila (2003) sostiene que de hablarse de logros en materia social que tuvo el primer gobierno
del Frente Nacional debe mencionarse la aprobación de la ley 135 de Reforma Agraria en
Diciembre de 1961. Aunque ésta privilegió la colonización de baldíos sin afectar la
concentración de la tierra o la gran propiedad. Y, pese a esto, encontró resistencia entre los
sectores conservadores y terrateniente quienes vieron en ella una amenaza a sus intereses.

Las tensiones entre los sectores sindicales y el gobierno de Valencia fueron producto de la
incertidumbre económica producida por la estrategia de gobierno frente a la crisis, estas se
agudizaron a medida que la economía empeoró. La devaluación de la moneda afectó la
capacidad adquisitiva de los trabajadores y la derogación de la ley 1ª de 1963 por presión del
sector empresarial y algunas directivas sindicales, que otorgaba aumentos salariales conforme al
índice de inflación. En el mismo año se llevó a cabo la masacre de los trabajadores cementeros
de Santa Bárbara (Antioquia), estas acciones del gobierno demostraron al sector sindical la
postura oficial frente a la problemática social.

Con el fin de distensionar la situación frente al anuncio de paro hecho por las centrales obreras
en 1965 se expidió el decreto 2351, en el cual se garantizaba mayor estabilidad laboral con la
supresión de la “cláusula de reserva” y la prohibición de despidos sin justa causa, así como la
ampliación de la convocatoria de los tribunales de arbitramiento a solicitud de los trabajadores.

En el gobierno de Valencia también surgió un movimiento radical estudiantil que produjo fruto
de sus demandas y presiones, la expedición del estatuto orgánico de la universidad nacional, ley
65 de 1963, en la que se enmarcó la reforma académica adelantada por el Rector José Félix
Patiño. En Noviembre del 1964 fue retenido por varias horas el entonces candidato presidencial
por el Frente Nacional Carlos lleras Restrepo, lo que se constituyó en causal de las múltiples
tensiones entre los estudiantes y el futuro gobierno. Además surgió durante este mismo período,

110
en oposición al pacto bipartidista, el Frente Unido como movimiento social liderado por el
capellán de la Universidad Nacional, Camilo Torres.

Las guerrillas revolucionarias se empezaron a consolidar tras los ataque lanzados a Marquetalia,
Riochiquito, El Pato, Guayabero, Sumapaz y la región del Ariari, zonas donde se mantenían
grupos de autodefensas campesinas de origen liberal aislados de la intervención del Estado. Estos
territorios habían servido de refugio a grupos de campesinos desplazados por la violencia
partidista y se habían convertido en repúblicas independientes al interior de la nació n, lo cual
generó una serie de operaciones militares conocidas bajo el nombre del Plan Laso, el cual fue la
adaptación de la política represiva contra- insurgente estadounidense, anclado a las ayudas
económicas de la Alianza para el Progreso.

Fruto del reagrupamiento de las autodefensas campesinas en Mayo del 1964 nacieron las FARC,
con una base campesina definida desde una orientación comunista. A raíz de la revolución
cubana y de un origen urbano y voluntarista, de clases medias radicalizadas, surgieron guerrillas
con orientación castrista, guevarista e influenciadas también por la Teología de la Liberación
cómo el ELN o el EPL (1967) con una tendencia más próxima al maoísmo.

En 1969 el gobierno de Carlos Lleras Restrepo inició una campaña de organizació n campesina
en Sucre y en el Valle del Cauca con el fin de concretar la reforma agraria, propuesta en el
mandato liberal de Alberto Lleras Camargo 64 . Esta iniciativa concluyó en 1970 con la creación
de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC). Al igual que su predecesor liberal,
este buscó limitar las opciones ideológicas del movimiento, al excluir de la organización la
participación de sectores comunistas que pudieran distorsionar los objetivos o radicalizar las
reivindicaciones.

El mandato de Carlos Lleras estuvo acompañada de múltiples tensiones con las centrales obreras.
Aunque en un inicio se inclinó por escuchar sus demandas, las desavenencias vinieron después
de 1969 luego de que propusiera la generación de un fondo nacional donde se depositaran las
cesantías de los trabajadores del sector público y privado para iniciar proyectos de vivienda.
Lleras también es responsable de la limitación del derecho a la huelga, al estipular que luego de

64
con la firma de la Ley 1a. de 1968. se establecería la base jurídica para la conformación de la organización
campesina apoyada por el ejecutivo.

111
40 días se debía instaurar un tribunal de arbitramento y de consagrar jurídicamente el contra-
pliego, lo que limitó la capacidad de negociación los trabajadores ante sus patronos.

Frente al movimiento estudiantil se consagró la represión como respuesta del ejecutivo a sus
demandas. A partir de la detención por una hora que sufrió en el campus de la universidad
nacional en 1966 su disposición tuvo un tono personal, no se contentó con el allanamiento a las
instalaciones y la supresión de la Federación Universitaria Nacional (FUN) en el año que fue
retenido, sino que durante su presidencia buscó limitar aun más la autonomía universitaria
mediante el Decreto 3157 de 1968 en el que estipuló que los agentes directos del presidente
serian de libre nombramiento y remoción y la reforma universitaria que se propuso vincular la
actividad formativa de la universidad con el proyecto desarrollista, una de las razones que llevo a
la fuerte movilización estudiantil de 1971.

Los miembros del clero acompañaron la movilización social. A fines de 1968 surgió el grupo
Golconda, alrededor de sesenta sacerdotes apoyados por obispos progresistas. Este grupo de
sacerdotes preocupados por la situación social y como fruto de la renovación eclesial del
Concilio Vaticano II y de la CELAM, los llevó a un acercamiento con las organizaciones de
izquierda. Algunos optaron por la lucha armada, algunos extranjeros como Domingo Laín, José
A. Jiménez y Manuel Pérez, quienes antes de irse al ELN habían sido expulsados del país.

Debido a la tormentosa relación del Estado con los sectores sociales durante la presidencia de
Carlos Lleras hubo un continuo Estado de Sitio que se levantó esporádicamente. Pero la sucesión
presidencial para el último gobierno del Frente Nacional dejo dudas sobre la legitimidad de la
elección de Misael Pastrana, esto fue el detonante de una serie de levantamientos en diferentes
sectores sociales, lo cual constituyó el mayor desafío de los sectores subalternos al régimen
bipartidista y el Estado de sitio se reimplantó en todo el país (Archila, 2003).

En efecto, tan pronto fueron anunciados los resultados electorales se registraron protestas
sociales en diferentes ciudades, la respuesta recurrente por parte del Estado fue la represión,
bajo la figura de Estado de sitio se presentaron: amenazas, detenciones, asesinatos y limitación
de las libertades políticas.

Las centrales obreras y sectores independientes de los trabajadores, a excepción de la CTC,


iniciaron la agitación en marzo 1971 con un paro nacional en contra del alto costo de vida. El

112
gobierno respondió con un anuncio del ministro de trabajo en el que se amenazó con aplicar las
normas legales y castigar a los responsables. Sin embargo, después del paro de marzo el
gobierno de Pastrana avanzó en reformas laborales con el objetivo de ganar legitimidad popular.
Pero no pudo evitar otro choque con los sectores obreros, el cual fue causado por el interés del
gobierno de canalizar las cesantías de los trabajadores privados en 1973 a través de fondos
regionales, iniciativa que fue anulada por el Consejo de Estado después del fuerte rechazo de las
centrales obreras, con excepción de la UTC.

Por su parte, los campesinos agremiados en la ANUC, al perder el apoyo institucional, a


principios de 1971 se lanzaron a invadir tierras para presionar su efectiva distribución. Pero la
estrategia del nuevo gobierno fue acordada en el pacto de Chicoral en 1972, donde miembros de
los Partidos Liberal y Conservador, de los gremios ganaderos, arroceros, bananeros y demás
latifundistas concertaron los medios para frenar la reforma agraria y acabar la agitación
campesina.

La reorientación de la política agraria se enfatizó en la adjudicación de créditos, la asistencia


técnica y la implantación de precios internos de sustitución favoreciendo la agricultura
comercial. En cambio, la alta concentración de la tierra no se consideró un problema
fundamental.

El movimiento campesino, acusado de impulsar el malestar social de la época, el gobierno


intentó reorganizarlo, inicialmente, poniéndole un freno a la “campaña comunista” dentro de la
ANUC. Esto se tradujo en una purga al INCORA, donde se acusó a varios funcionarios de estar
implicados en la invasión de tierras; además a las asociaciones de usuarios campesinos
comprometidas en campañas electorales se les suprimió la personería jurídica por tres meses, con
ello se obligó a los campesinos a abstenerse de participar en las elecciones; finalmente, la
división de la ANUC se concretó después del segundo congreso en Sincelejo, el gobierno le
retiró todo apoyo político, logístico y financiero a los representantes legales de esta organización,
mientras que, por otro lado, se reunió con dirigentes de su confianza. Esto concluyó en dos
organizaciones de usuarios.

En marzo de 1971 también los estudiantes de la Universidad del Valle denunciaron la injerencia
de intereses extranjeros en la vida académica, en estas manifestaciones murieron algunos

113
estudiantes lo que fue el detonante de la agitación nacional del movimiento estudiantil, incluso
participaron universidades privadas. A pesar de la mano dura del gobierno, también tuvo un tono
reformista pues impulsó una reforma universitaria donde recogía parte de las demandas del
estudiantado consagrado en el programa mínimo. El denominado cogobierno, alcanzado con la
movilización, disminuyó la agitación estudiantil pero cuando se derogó un año más tarde volvió
a aumentarla. Nunca se solucionó el problema del estudiantado y desde 1972 la respuesta
siempre fue represiva a las demandas y a la protesta de las universidades públicas.

Además del reformismo con fines legitimadores, la represión fue la respuesta oficial durante el
gobierno de Misael Pastrana. El Estado de sitio que fue predominante en su mandato prohibió
desde iniciado su gobierno “manifestaciones, reuniones o desfiles políticos, estudiantiles,
laborales o actos cívicos que puedan perturbar la paz” e incluso habilitó la plaza de toros de
Bogotá para mantener a los detenidos (en su mayoría estudiantes) que no acataran el Estado de
excepción (Archila, 2003). A los terratenientes les permitió reprimir por la fuerza la invasión de
sus tierras. Por su parte, a los movimientos guerrilleros no les acató sus demandas políticas, al
contrario, las operaciones militares –el cerco al EPL y la operación Anorí contra el ELN- fueron
muestra de su mano dura, que sumadas a la divisiones internas, las mantuvieron a la defensiva.
Mientras tanto el M-19 apenas iniciaba sus acciones guerrilleras.

Al inicio del mandato de López Michelsen las centrales obreras, en especial las de tendencia
liberal y progresista, tenían grandes expectativas y apoyaron la candidatura del gobierno surgido
de la primera confrontación abierta entre los partidos tradicionales desde 1946. Sin embargo, la
relación entre sindicalismo-gobierno se tornó contradictoria y tensa con el paso del tiempo. El
apoyo dado por las centrales obreras en especial la CTC a López Michelsen, fue respondido, por
un lado: con apoyo al sindicalismo al otorgar personería jurídica a organizaciones sindicales de
tendencia liberal como la CSTC y la CGT; con el anuncio de una reforma laboral que unificara la
legislación laboral y reactualizara las disposiciones del salario mínimo. Pero, por otro lado, la
imposición del salario integral (promover aumentos según identidad, extender la categoría de
servicio público y hacer uso de los tribunales de arbitramiento) tenía efectos en la limitación del
derecho a la huelga a más sectores. Otro elemento que agravó las relaciones entre los sindicatos
y el gobierno de López Michelsen fue la crisis inflacionaria.

114
La confianza y esperanzas de cambio social depositadas en el otrora dirigente del MRL se
disiparon, como ejemplo palmario se puede mencionar el auge de movimientos laborales y
cívicos, en especial, desde 1975. La respuesta oficial fue reimplantar el Estado de sitio, que
durante el primer año de su mandato estuvo suspendido. “La creciente ola agitacional y de
protesta fue respondida con desdén y arrogancia”. Y con el gran paro cívico de 1977, la protesta
social fue entendida desde el Estado, la clase política y la izquierda, como una “acto
revolucionario” olvidando el carácter reivindicativo que en efecto tuvo (Archila, 2003. Pág. 111).

Durante este periodo los militares tuvieron un papel protagónico porque desde entonces
obtuvieron mayor autonomía en el manejo del orden público. Aunque desde los años sesenta los
militares manejaron con gran autonomía las situaciones de orden público, con o sin el Estado de
Sitio, fue a partir del gobierno de López que se empezaron a implementar los habituales consejos
verbales de guerra contra los civiles que participaron en protestas, los allanamientos y otras
limitaciones a las libertades individuales, junto con la desaparición de dirigentes políticos
(Archila, 2003. Pág.111).

Con los sectores sociales la relación del Estado durante el gobierno de Turbay fue represiva e
impositiva pero a la vez conciliadora. Se intentó implantar un estatuto indígena que fue
rechazado por violar la autonomía y desconocer las condiciones socio-culturales del pueblo
indígena. Con los sectores campesinos buscó la unificación de la organización campesina en
1981. Con el magisterio se logró el acuerdo de un estatuto docente que favoreció los intereses de
los profesores, la ley 80 de 1980.

En un juego político Turbay reactivo los mecanismos de concertación con los sectores sindicales
tradicionales buscando la división de las centrales. Y, en efecto, los sindicatos habían perdido la
fuerza para negociar: la UTC sufrió un fraccionamiento interno y los dos comités ejecutivos de la
CTC perdieron legitimidad de las bases después de la muerte de José Raquel Mercado.

La mano dura a los movimientos sociales que aplicó Turbay con el Estatuto de Seguridad no fue
garantía para la paz social. La ola represiva contrastó con la incapacidad de contener la
subversión, es decir, el auge de las acciones guerrilleras y la necesidad de negociar la paz. Se
fortalecieron durante este gobierno los grupos armados y adquirió especial protagonismo el M-
19, quienes se caracterizaron por sus actos espectaculares, como el robo de ar mamento en el

115
Cantón Norte en enero de 1979 y en 1980 la toma la embajada de Republica Dominicana para
presionar la negociación de la amnistía.

Debido al creciente protagonismo guerrillero y la creciente ilegitimidad del gobierno de Turbay,


se vio presionado a adelantar las negociaciones de paz, proponiendo una estrecha amnistía que
no tuvo aceptación pero que si sugirió una salida política al conflicto.

En 1981 se creó el MAS (Muerte a Secuestradores), este grupo financiado por narcotraficantes,
terratenientes y ganaderos, abrió una nueva ruta al paramilitarismo en el país.

Según Archila (2003) el gobierno de Belisario Betancourt significó un cambio en el trato con los
movimientos sociales. Se intentó restituir el poder de presión de los sindicatos no convocando a
los tribunales de arbitramiento a los 40 días de huelga y, así mismo, impulsó en el congreso la
Ley 39 de 1985 que redujo los términos legales de negociación y dio prevalencia a las decisiones
que tomaran los trabajadores implicados en el conflicto. Pero los sectores sindicales rechazaron
esta iniciativa porque temían que se ilegalizara una huelga que no contara con la mayoría para su
aprobación. Y los patronos también la rechazaron porque dejaba la decisión a los directamente
comprometidos en el conflicto.

Por otro lado, inauguró una verdadera política indígena, otorgándoles tierras -resguardos- y
reforzó el poder de los cabildos 65 . Al caracterizarse por atender las manifestaciones públicas de
los distintos sectores, entendidas desde el mandato de Belisario Betancourt como acciones
cívicas, ganó legitimidad y pudo impulsar una reforma política que avanzó en la
descentralización.

El Estado desarrollista frente a los temas agrarios

Según Darío Fajardo (1983) el desarrollo agrícola que experimento el país desde la segunda
mitad del siglo XX está estrechamente vinculado con las dinámicas de la violencia que azotaron
al país, no fueron fenómenos fortuitos sino profundamente entrelazados. Como se señaló arriba
el despegue de la industria nacional respondió a las restricciones del comercio internacional que
obligaron a la industria a aumentar su producción para el mercado interno, intensificando el

65
Christian Gros citado por (Archila, 2003. Pág.118)

116
mejoramiento de las capacidades técnicas de las fábricas e incrementando la utilización de las
materias primas locales. Esto permitió un desarrollo continuado por cerca de cuatro décadas.

Evidentemente que los pequeños y medianos empresarios terminaron cerrando sus instalaciones
por la imposibilidad de obtener materias primas o equipos importados. El auge industrial fue
para un sector monopólico de la industria nacional (gremios), que centralizaron el control
económico, y para la inversión externa norteamericana. Ésta se hizo fuerte en la industria y en el
comercio, la utilización de divisas para la importación de equipos permitió mecanizar la
producción agrícola y cualificar la producción industrial, que repercutió en el mejoramiento de
los precios del café y de los productos de exportación.

El desarrollo agrícola respondió a varias condiciones que lo hicieron posible. La primera fue el
status legal de la propiedad y su inviolabilidad que inicio con la ley 200 de 1936 y la ley 100 de
1944, que ofrecieron garantías a los terratenientes para sus inversiones y tenencias. Otra fue las
políticas proteccionistas que cobijaron la producción agrícola y en el contexto de la segunda
guerra mundial se vio totalmente privilegiada. Pero otra circunstancia fundamental, que explica
la relación entre la modernización y la violencia, fue la mano de obra “liberada” que creó una
amplia oferta de trabajo asalariado.

La violencia se intensificó en las regiones campesinas, se extendió rápidamente en aquellas


zonas que habían enfrentado con éxito el latifundio. Hubo una especie de revancha de los
terratenientes contra los campesinos que en años anteriores se habían levantado contra las
haciendas. Las regiones caracterizadas por esta violencia fueron el sur y oriente del Tolima
(Chaparral, Villarica, Cunday), el occidente cundinamarqués (Quipile, La palma).

En el Tolima, a 1957, se habían dejado 34.730 fincas por presión política o por acción militar.
Allí, el abandono de fincas generado por la violencia favoreció a una nueva clase media rural,
mientras en otras regiones los latifundios se revitalizaron por la contraofensiva terrateniente
frente al avance de la movilización campesina de los años anteriores. En el Valle del Cauca tomó
forma la modalidad de expulsión de colonos, bajo el señalamiento político de pertenecer a uno u
otro partido, resultando beneficiados los comerciantes de granos y los acaparadores de predios
agrícolas y ganado.

117
Porque el robo de ganado fue otra modalidad en la que se expresó la violencia y que trajo
muchas preocupaciones a los terratenientes, en cuanto esta circunstancias atentaba contra la
“producción agropecuaria nacional”, por ello, presionaron al Estado para que castigara
tenazmente a los que participaban de estos hechos “peligrosos y delictivos”.

Estas regiones, donde se combinó el fenómeno del sectarismo bipartidista con el problema
agrario, sufrieron algunas transformaciones en el uso de la tierra. En efecto, en las grandes
haciendas tradicionales del Tolima, por poner un ejemplo, se desplazó la explotación extensiva
(ganadería) por cultivos mecanizados de elevada productividad como caña de azúcar, algodón,
arroz, sorgo, oleaginosas (ajonjolí, soya y maní). Posterior a 1955, año en que ya había
trascurrido por lo menos una década de introducir notablemente maquinaria agrícola al país, el
mayor número de predios explotados oscilaban entre las 200 y 500 hectáreas mientras que la
pequeña propiedad se reducía considerablemente. Esto permite concluir que la transformación de
la agricultura benefició a las haciendas tradicionales ubicadas en zonas aptas para la
mecanización mientras que las zonas de ladera, correspondientes a la explotación campesina, no
se vieron afectadas por las políticas de fomento. Aunque si por la expulsión masiva de sus
cafetales y parcelas.

En una región como el Quindío, atenida a la caficultura, la propiedad rural siguió tres
trayectorias según Ortiz (1986) 66 : el aumento de la compra de tierras por parte de quienes habían
logrado grandes ganancias ligadas a la violencia; la venta de tierra a un precio muy por debajo
del promedio a través de diferentes mecanismos de presión y la desposesión de pequeños
propietarios o de colonizadores tardíos sin un título sobre la pro piedad. Acumulación que quedó
en manos de comerciantes de café que fueron convirtiéndose en una burguesía rural.

El desarraigo de los campesinos fue constante y acompañado por la transformación de la


estructura productiva del café. Los campesinos, cuando se enfrentaron a las haciendas, habían
logrado mantener niveles de producción superiores a los de las grandes propiedades, carentes de
mano de obra. Con la violencia se revirtió este proceso, “sangrientos conflictos que comprendían
masacres de veredas enteras, el saqueo y quema de viviendas, el robo de cosechas, la venta bajo
presión y a menosprecio de parcelas y, en últimas, el desplazamiento de numerosas familias,

66
Citado por (Machado, 2009).

118
algunos de cuyos miembros pasaron a conformar las huestes de jornaleros del café” (Fajardo,
1983, pág. 90).

Esto tuvo efectos en el incremento de las migraciones hacia las ciudades que favoreció el
desarrollo industrial y la acumulación. El aumento de la oferta de trabajo repercutió en la baja de
los salarios. Aunque la población desplazada no tenía la capacitación adecuada para incorporarse
a los niveles de producción ni contaban con organización y formación sindical para reivindicar
alza en los salarios, pues el sindicalismo urbano había sido duramente reprimido y se encontraba
desmantelado, esto facilitó una “súper-explotación” de la fuerza de trabajo que llegó a la ciudad,
pero también los reducidos salarios llevaron a una restricción del mercado.

Entonces la concentración de la tierra también se vio privilegiada por la Violencia. Se mantuvo


intacta en los primeros años de la violencia, como producto de la ella se conservó y privilegió la
estructura de la propiedad grande y mediana, que se obtuvo por todos los medios. Para 1960,

“la pequeña propiedad, de menos de 20 hectáreas, con el 86% de las explotaciones sólo poseía
el 14,5% del área, en tanto que la gran propiedad, de más de 500 hectáreas, que sólo
representaba el 0,58% de las explotaciones, poseía el 40,4% de la superficie; la mediana
propiedad, entre 50 y 500 hectáreas, era el 13,4% de las explotaciones y tenía el 45% de la
superficie, había mantenido su importancia en la estructura” (Machado, 2009, pág. 324).

En otras palabras, casi la mitad de las tierras cultivables en el país, para la fecha, no estaban
siendo utilizadas ni en cultivos ni en ganadería, era tierra ociosa en espera de valorización,
mientras que los pequeños propietarios tenían muy poca tierra sin utilizar. El uso de la tierra no
había cambiado drásticamente, los latifundistas extendieron algún ganado por sus dominios, los
pequeños y medianos productores se especializaban en la agricultura, ganadería y pastos.

En conclusión, a la década de 1960, la estructura agraria no cambió su esencia pero la


concentración de tierras fue mayor.

Frente al problema del acceso a la tierra, en los distintos conflictos que ha atravesado el país,
siempre ha aparecido como solución la adjudicación de baldíos y/o la colonización. Aunque en la
década de los sesenta, está adquirió un matiz distinto, se erigió como estrategia del gobierno de
adelantársele a las demandas de los grupos subversivos que tenían por bandera el acceso y la

119
democratización de la tierra. En la legislación agraria se constata que muchos gobiernos optaron
por esta salida durante el siglo XX.

El Meta, Antioquia, Cesar, Santander, Caquetá y Boyacá pueden considerarse, en el periodo


comprendido entre 1930 y 1970, como las regiones que co ncentraron la adjudicación de
baldíos 67 , de la forma como se distribuyeron estas tierras se concluye la predominancia de la
estructura agraria bimodal. Aunque la colonización tardía aun comprendía la región Andina y
Caribe, en la Orinoquía y la Amazonía también se dio la formación de la propiedad rural de una
forma aun más lenta, como consecuencia de las condiciones geográficas, falta de vías, la lejanía
de los mercados y el potencial productivo de los suelos.

Absalón Machado (2009) afirma que las adjudicaciones de baldíos se aceleraron en los periodos
previos a la aprobación de nuevas leyes de tierras (1931-1935 y 1956-1961). Este fenómeno
tiene que ver con la ambición por la apropiación de tierras de los terratenientes, ya que la nueva
legislación tendió a ponerle límites a los tamaños de las adjudicaciones.

El proceso de adjudicación de tierras baldías y, por ende, la colonización y la formación de la


propiedad agraria tuvo ritmos diferenciados en el periodo. Esto obedece a una política agraria de
baldíos desordenada, sin planificar, sin una visión estratégica sobre el territorio. También se
debió al desplazamiento de población desde el interior hacia territorios de la frontera, más allá de
la zona andina, por causa de la violencia política desatada a finales de los cuarenta. Otra razón es
la aprobación y ejecución de la ley de reforma agraria en 1961 y la acción del INCORA durante
los sesenta, así como los acuerdos gubernamentales para dotar de tierras a los afectados por la
violencia a través de la Caja Agraria, a partir de la creación del Frente Nacional, en 1957.

A inicios de la década de los 60’s la situación del país era halagadora en términos económicos, la
producción habría crecido, en una década se pasó de 2’600.000 a 3’480.000 hectáreas de área
sembrada, aunque la población lo había hecho más a prisa. Los precios de los productos
agropecuarios también habían crecido sustancialmente, lo que significó un crecimiento también
del costo de vida para el asalariado.

67
“En total se adjudicaron 214.476 predios, con una extensión total de 11.342.892 hectáreas . De estas
adjudicaciones, las mayores de 1.500 has representan el 23,59% del área total, para 525 predios, con un promedio
de adjudicación de 5.096 has/predio, frente a un promedio general de 40,51 has ” (Machado, 2009, pág. 286).

120
La violencia, por su parte, había dejado arrasado los campos: devastada la ganadería en algunas
regiones; abandono de cafetales, platanales y frutales en otras; millares de incendio de casas en
las zonas rurales; extinción de la industria porcina y avícola; saqueo de negocios; desapar ición
de caminos y mejoras; pérdida y depreciación de elementos de labranza; despojo por
desocupación forzada de fincas y personas. A lo que se sumó las migraciones campo-ciudad 68 y
hacia Venezuela y el desarrollo de otra modalidad de violencia activa durante los años sesenta, el
bandolerismo, el cual tuvo proclividad hacia cauces reivindicativos y revolucionarios.

Algunas áreas campesinas en la cordillera central atrajeron la atención de la clase política y las
fuerzas armadas “dada la independencia que habían ganado con respecto al manejo de ideas
revolucionarias entre estas comunidades, siendo objeto de despiadadas acciones represivas”
(Fajardo, 1983, pág. 98). Se configuró una forma de leer al campesinado, que pasó por el lente de
la guerra fría, la sobredimensión de la revolución cubana y la guerra contra- insurgente. Las
acciones represivas ayudaron al desarrollo de las guerrillas.

No obstante, además de la acostumbrada solución represiva, la élite gobernante tomó medidas


que se ajustaron a la tendencia continental frente a los posibles levantamientos. Estas fueron
acordadas en la Conferencia de Punta del Este, celebrada en 1961, donde se proyectó la
estrategia denominada Alianza Para El Progreso, liderada por Estados Unidos, como parte de su
política hemisférica contrainsurgente.

Allí se consideraron diferentes medidas de corte reformista y asistencialista con el fin de mitigar
la situación social de las clases subalternas. La cual, ante su mirada, se configuraba como caldo
de cultivo para levantamientos, que ponían en tela de juicio el status quo, la supremacía de las
élites gobernantes y su permanencia en el poder. En consecuencia, “los Estados Unidos
condicionaron sus programas de ayuda de la Alianza para el Progreso a la realización de una
reforma agraria” (Meertens, 2000). Bajo esta situación la tensión social, política y económica da
sentido a los debates sobre la cuestión agraria recobraron vigencia para el país y la región.

En Colombia, se abrió el debate a través de un proyecto de ley presentado por el ministro de


agricultura en 1959. Al año siguiente, el censo agrario hizo evidente el desequilibrio en la

68
Entre 1951-1964 más de 2 millones de personas migraron a las ciudades. Cifras del DANE citados por (Meertens,
2000).

121
propiedad de la tierra y sus consecuencias: mostraba como las pequeñas propiedades, con menos
de 5 hectáreas, representaban cerca del 4.5% de la tierra cultivable. En contraste, las haciendas
con más de 1000 hectáreas abarcaban el 30.5% del terreno cultivable. Al asociar, la baja
productividad del campo con la distribución de la tierra se concluyó la necesidad de la
transformación de la estructura agraria como contramedida ante tal situación (Fajardo, 1983).

El gobierno planteó, en concordancia con la conferencia de Punta del Este y los análisis de la
FAO sobre la estructura agraria en América Latina, una reforma redistributiva, como medio
para impulsar un modelo desarrollista basado en la consolidación del mercado interno e
integración de las economías campesinas al mercado nacional (o la vía farmer).

El primer gobierno del Frente Nacional contó con el apoyo decidido de la burguesía industrial
para adelantar dicha reforma (Fajardo, 1983). Este sector gremial vio con entusiasmo los
acuerdo de cooperación y la reforma agraria: se beneficiaría de la redistribución del suelo agrario
en cuanto a la consolidación de un mercado interno; además de la eliminación de barreras
arancelarias discriminatorias a las importaciones de bienes provenientes de Estados Unidos, que
preveía la alianza, vital en la época de escasez de divisas; y el acceso a créditos provenientes de
entidades internacionales.

Sectores gremiales como la SAC, apoyado por el partido conservador, minimizaron el


desequilibrio agrario y sus consecuencias argumentando que la baja producción en el campo,
más que un problema de distribución de la tierra, era consecuencia de la ausencia de estímulos
para la inversión, la falta de políticas de fomento y ausencia de seguridad. Además, anotaba que
la redistribución, lejos de ser una solución podría constituir un problema, debido a que se
generaría una sobresaturación del mercado deviniendo en la consecuente caída de los precios de
los productos agrícolas debido a la sobreconcurrencia de productores. Proponía como alternativa
la colonización de baldíos como medida que pusiera a salvo la propiedad privada.

Otra voz que se sumó a las posturas anti-distributivas la constituyó Lauchilin Currie, director de
la misión del Banco Mundial que en 1950 estudio el país, propuso el fortalecimiento de la gran
propiedad a través transformar los patrones de aprovechamiento de la tierra, con el fin de
desarrollar la agricultura moderna en las tierras más aptas y la ganadería en las tierras de menor
calidad. En este orden de ideas, la crítica condición del campesinado debía encontrar solución a

122
través de la generación de empleo en la ciudad. La propuesta del BM coincidía con el modelo
Junker de desarrollo agrario, consistente en la modernización de la gran propiedad y el
desplazamiento del campesinado producto de la degradación de sus condiciones materiales
migrando hacia el mercado urbano, como fuerza de trabajo.

Finalmente, el debate contempló las anteriores posiciones, en cierta medida polarizadas, teniendo
en cuenta el clima de exclusión política que significó el Frente Naciona l, resolvieron sus
discrepancias al plantear un punto medio: la ley de reforma agraria 135 de 1961. Cuyo objetivo
radicó en fomentar la colonización de baldíos, propiedad del estado, “considerando la
expropiación solo en casos que la conveniencia social así lo requiera” (Fajardo, 1983).

Esta ley creó y designó para la ejecución del programa al Instituto Colombiano para la
Reforman Agraria (INCORA) definiendo sus funciones en:

“- Otorgar títulos de propiedad a los colonos de tierras baldías;

- Acelerar los procesos de extinción de dominio, mediante los cuales las tierras privadas que
quedasen improductivas por un período mayor de diez años regresarían a las arcas del Estado;

- Expropiación de tierras, prioritariamente las no explotadas; la expropiación se podía realizar


mediante compra, y para el antiguo propietario regía un derecho de exclusión de 100 hectáreas
(50 hectáreas en tierras irrigadas);

- Otorgar parcelas a los campesinos sin tierra de la región, inicialmente con el objetivo de
formar Unidades Agrícolas Familiares, reemplazadas después de 1969 por una política de
Empresas Comunitarias;

- Realizar y administrar obras de irrigación y de adecuación de tierras” (Meertens, 2000).

En 1968 se completó esta legislación con la reglamentación de los arrendatarios y aparceros.


Éstos podrían acceder, al cabo de diez años de contrato de arrendamiento, a la propiedad de la
tierra. A excepción de aquellos sistemas de arrendamiento de cultivos permanentes (café) que
quedaba a entera disposición del propietario y de los contratos terminados legalmente con el
pago de mejoras. Con esta ley lo que se logró fue la expulsión masiva de arrendatarios y
aparceros en todo el país, como había sucedido con la ley 200 en 1936.

123
Salvo por algunas parcelaciones logradas en el Sumapaz, como resultado de la compra de unas
haciendas decaídas por la violencia, el INCORA, entre 1962 y 1970, se dedicó casi
exclusivamente al otorgamiento de títulos en los proyectos de colonización de tierras baldías,
mientras que sólo logró expropiar el 0.05% del área cultivable. La conclusión que se sacó en ese
entonces, al comparar los censos agrarios de 1960 y 1970, era que la concentración de la tierra
había aumentado. Esto como producto de la resistencia que presentaron los terratenientes
mediante la expulsión de arrendatarios, el boicoteo político y los pleitos jurídicos.

El gobierno de Carlos Lleras Restrepo dio un nuevo giro a su política reformista. Impulsó la
creación de una nueva organización campesina, independiente de los dos partidos tradicionales,
con el nombre de Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC 69 . Ésta no estuvo
alejada del paternalismo y de motivos de contención del descontento popular, sin embargo, el
hecho de estar vinculada a una política de presunta distribución de la tierra le dio una distinción
más radical.

Saltándose las redes clientelistas de cada partido y entablando un lazo directo entre el Estado y el
campesinado se impulsó por todo el territorio nacional la organización desde una campaña del
Ministerio de Agricultura. A 1970 la ANUC contaba con más de un millón de miembros, entre
minifundistas, arrendatarios y aparceros, con una muy fuerte acogida en la costa atlántica y en
las zonas de colonización (Caquetá y Meta) donde los latifundistas usurpaban las fincas recién
constituidas por colonos pioneros. De esta manera, se creó una base social que presionaba por la
redistribución de la tierra y la prometida reforma agraria.

Con el gobierno conservador de Misael Pastrana Borrego la ANUC se radicalizó. Este gobierno
no tuvo ningún interés en concretar la reforma agraria, mientras que corrientes de la izquierda se
acercaron y convergieron con la organización campesina, que empezó a coordinar la toma de
tierras a nivel nacional. En efecto, el año de 1971 fue el año de las reivindicaciones históricas del
campesinado, se presentaron más de 600 invasiones de tierras, o mejor dicho, recuperaciones de
tierra. La primera oleada, sacudió el campo con 300 tomas simultáneas en todo el país, fue el día

69
“No fue la primera vez que se creó en Colombia una organización campesina "desde arriba", aunque nunca antes
esa iniciativa había emanado del Estado. En efecto, desde 1946 existía la Federación Nacional Agraria, FANAL,
auspiciada por la Iglesia católica, en un intento por mantener su dominio político e ideológico en las zonas rurales,
ante las medidas de secularización del Estado y el avance de organizaciones campesinas comunistas y gaitanistas
en los años treinta” (Meertens, 2000, pág. 234).

124
del campesino. La ANUC entonces se erigió como una organización “autónoma y democrática
de campesinos pobres, pequeños y medianos propietarios y jornaleros agrícolas, cuyo objetivo de
lucha era una reforma agraria integral y democrática que acabara definitivamente con el
latifundio” (Meertens, 2000, pág. 238).

Por ello, la recuperación de tierras se dio en aquellas regiones que predominaba el latifundio: en
la costa atlántica donde predominaba el latifundio tradicional de la ganadería extensiva se dieron
el 51% de la invasiones de 1971; el latifundio en proceso de transición hacia el capitalismo
agrario de los valles interandinos cerca del 19% de las toma de tierras; y la hacienda andina de
montaña recibió el 21% de las acciones de los campesinos ese mismo año. Los 40.000
“campesinos” que emprendieron la tomas de tierras eran una base social diversa: arrendatarios,
aparceros de los hatos ganaderos y haciendas tradicionales, colonos, jornaleros e indígenas.
Mucha de esa tierra recuperada por los campesinos quedó en manos de ellos, pese a los
desalojos, las acciones represivas y el despojo de las décadas siguientes.

Aunque no haya mayor continuidad histórica entre las luchas agrarias de los treinta y la de los
setentas más allá de un vínculo ideológico y político, pues hubo una ruptura entre las ligas
campesinas y la ANUC, fueron dos procesos diferentes: uno contra las haciendas ligadas a la
explotación del café y el otro contra los latifundios . Por ello es compresible que las tomas de los
setenta no se correspondan necesariamente con los lugares donde se expresó la violencia de los
treinta y cuarentas, a excepción de las comunidades indígenas del sur del To lima que en 1971
recuperaron las tierras pérdidas en la época de la violencia. Se resalta como el problema agrario
es lo que permite ubicar en un mismo lugar ambos momentos históricos, sin esa luchas agrarias
de los treinta, no hubiera sido tan claro el lema de los setenta: la tierra pa’quien la trabaja.

Este movimiento campesino como tuvo un repunte rápido al mismo ritmo llegó a su fin. En 1972
los terratenientes, intimidados por el ascenso de la ANUC, celebraron el pacto de Chicoral con
el gobierno conservador. Consistió en establecer generosas condiciones para que la gran
empresa agrícola no fuera afectada por la Reforma Agraria y en crear empleo mejor remunerado,
en el área urbana- industrial, para movilizar fuerza de trabajo del campo a la ciudad (ley 4ª de
1973) y amplios créditos condicionados a la contratación de asistencia técnica (ley 5ª de 1973).
Este acuerdo significó la muerte del INCORA.

125
Mientras tanto, la ANUC se dividió en dos líneas. Una llamada la línea oficialista o línea
Armenia que contó con la aquiescencia del gobierno Pastrana y la otra, línea Sincelejo o la
radical. Con la llegada del gobierno de Alfonso López Michelsen, la contrarreforma siguió
andando y la represión contra el movimiento campesino radical también. Pero también apareció
en escena nuevamente el pájaro o asesino a sueldo contratado por los terratenientes para eliminar
líderes campesinos.

Los días 26 y 27 de Enero de 1976 se llevó a cabo en Vista Hermosa (Meta) el III Encuentro
Campesino del Alto y Bajo Ariari, con representantes de cerca de 10 municipios y delegados de
Cundinamarca y Casanare, en ese entonces denunciaban:

“El Inspector de Policía de San Pedro de Arimena, recibiendo órdenes del terrateniente Víctor
Machado, estaba desplazando colonos bajo amenazas de muerte.
En Puerto López, el alcalde y 70 policías destruyeron varias viviendas en las localidades de Las
Palmas y La Argentina y atropellaron a los campesinos.
Se daban asaltos a los campesinos por parte de bandas de "pájaros" al servicio del terrateniente
Clímaco Naranjo; éstos dispararon armas automática contra 6 campesinos con el fin de
asesinarlos, logrando aterrorizar a los pobladores, muchos de los cuales abandonaron las
parcelas y huyeron.
El campesino NN Morales fue detenido en julio de 1974 con desconocimiento de sus derechos
legales y sometido a torturas psíquicas por parte de miembros del Ejército, quienes lo llevaron al
puesto militar.
Anteriormente, el 6 de mayo de 1972 había sido asesinado el campesino Andrés Cuero, por
sicarios al servicio de terratenientes.
Después del referido encuentro continuó la represión. En efecto, el 12 de febrero de 1976, la
campesina Virgelina Franco, integrante de una organización gremial fue asesinada, por
terratenientes” (EquipoNizkor, 2001).

La organización campesina durante el gobierno del otro López se caracterizó por la


diversificación de las reivindicaciones gremiales, se incorporaron asuntos como la política
cafetera, los problemas de mercadeo del minifundista, los créditos, la tecnificación, etc. No
obstante, al interior de la línea radical se presentaron fuertes confrontaciones que llevaron a
divisiones políticas. Una de las rupturas más fuertes nacía en las necesidades regionales del
campesinado: mientras en unas regiones la lucha por el acceso a la tierra tenía bastante sentido y

126
era lo prioritario, en otros, como los minifundistas del altiplano o los campesinos cafeteros con
pequeñas y medianas propiedades, no veían sentido a esa luchas, no había una plataforma que los
recogiera a todos. Al parecer se presentaron divisiones entre los campesinos que habiendo
superado sus necesidades de tierra, requerían modernizar y que, por tanto, se encontraban en
mejor condición económica en contraste con aquellos campesinos que no habían podido acceder
a la tierra. En estas discusiones murió la ANUC.

El viejo Pastrana dirigió la mirada sobre el “subsector tradicional” o economía campesina como
un obstáculo para el despegue de la agricultura ya que retenía una fuerza de trabajo sub-
remunerada y de baja productividad, además de su incapacidad para absorber tecnología y
disparar la demanda de bienes industriales. De tal modo, que concibió unas estrategias para
superar estos obstáculos y crear los efectos contrarios, las cuales recogían también las
aspiraciones de los terratenientes, se trataba de las leyes 4ª y 5ª de 1973 que tenían su
antecedente en el pacto de Chicoral y el plan de desarrollo de Pastrana.

La forma como se manejaron los créditos, no sólo con la ley 5ª de 1973 sino, incluso, durante el
gobierno de Lleras Restrepo, da muestras de la tendencia de la agricultura y los beneficiarios de
la misma. En los reglones de la agricultura comercial hubo incrementos del 933% (palma
africana), 821% (soya), 607% (algodón) mientras que la agricultura tradicional tuvo los
siguientes crecimientos 66% (plátano), 69% (papa), 72% (hortalizas) y 96% (yuca). Los créditos
en su mayoría fueron asignados a propietarios y al gran arriendo (Fajardo, 1983).

A mediados de los setentas la política agraria tuvo un viraje hacia la economía campesina,
acogiendo las orientaciones del capital financiero internacional y buscando soluciones para la
implantación del modelo de desarrollo. Pastrana sintió el fracaso de su estrategia para s uperar los
problemas de productividad que afrontaban las economías campesinas: ni la capitalización del
sub-sector moderno de la agricultura, ni el incremento del empleo remunerado en las ciudades
funcionó. Como estrategia alterna de reforma agraria optó por los proyectos de Desarrollo Rural
Integrado (DRI). Fueron resultado también de proyectos pilotos para impulsar la revolución
verde.

Los proyectos de DRI concebían a la población campesina como “población objetivo” y partían
de entender el mejoramiento de las condiciones sociales, de infraestructura, la asistencia técnica

127
y la financiación como la forma de incidir en el aumento de la producción, el aumento del
ingreso de los productores, su integración al mercado, y la absorción de tecnología.

Como la “revolución verde” fracasó en los países del tercer mundo 70 y el escenario planetario
presentaba un balance desfavorable en cuanto a la alimentación mundial que podría tender a
crear una ambiente de inestabilidad política, tan temida en los Estados Unidos por la experiencia
de la gran crisis, el Banco Mundial le apuntó en este periodo de manera estratégica a un objetivo
mundial: la producción de alimentos. La mirada se dirigió de nuevo sobre el productor
campesino. Y las ciencias sociales también redescubrieron al campesino, la importancia de este
sector social en los procesos políticos que impactaban el mundo.

Pero fue sobre todo el capital financiero internacional que consideró la importancia del
campesinado para sus intereses. Su peso cuantitativo dentro de la población del tercer mundo y
también dentro de la producción de alimentos; la reproducción de la mano de obra se hacía
imposible con el encarecimiento de los insumos agrícolas y de los alimentos; las multinacionales
agroindustriales necesitaban ganar el mercado representado por los productores campesinos. En
esa medida, fue que las instituciones multilaterales apoyaron con créditos los proyectos de DRI.

Con el gobierno de Alfonso López Michelsen entró con fuerza la estrategia del Desarrollo Rural
Integrado como pieza clave del mejoramiento de la producción y de la atención social del Estado
para los sectores más económicamente débiles. Unos de sus programas articulados con los
proyectos fue el plan nacional de alimentación (PAN) que surgió de un diagnóst ico de los
sectores más pobres de la sociedad. Así, este plan se compuso de acciones para mejorar la
producción de alimentos y su distribución, la salud y saneamiento y la educación nutricional, se
consideró la realización de políticas para la importación de alimentos y producción industrial de
los mismos.

No obstante, la financiación que necesitaba el proyecto y los planes se buscó con empréstitos a
entidades internacionales (BIRF y BID). Según este gobierno esto no buscaba sustituir la reforma

70
Estaban sustentadas en desarrollos tecnológicos del que carecían los países del tercer mundo. A lo que se suma
las formas de apropiación de la tierra y el acceso a los recursos de la producción, características de los países. “Los
efectos productivos logrados fueron por la agricultura capitalista y con ello se profundizó la brecha de ésta frente a
la agricultura campesina, a la vez que se incrementó la subordinación del “sector moderno” a la agroindustria
multinacional” (Fajardo, 1983, pág. 124).

128
agraria sino transformar la estructura social del campo. Los objetivos definidos finalmente para
el proyecto fueron:

“- el ingreso real y el empleo de las familias campesinas mediante el aumento de la producción


y la productividad.
- Racionalizar la vinculación de la economía campesina al mercado.
- Disminuir el déficit de infraestructura básica y de otros servicios sociales que debe suministrar
el gobierno a la población rural” (Fajardo, 1983, pág. 129).”

El proyecto se contempló para ciertos “distritos socio-económicos”, unidades significativas


espaciales desde la perspectiva del problema agrario, fincas que no superaban las 20 hectáreas.
Los departamentos en su mayoría de la región andina y de la costa Caribe fueron selec cionados
por presentar fenómenos como la descomposición del campesinado, las migraciones a las
ciudades y por albergar la mayoría de cultivos de la agricultura comercial.

López Michelsen creía compatible la modernización de la agricultura campesina con el fomento


de la agricultura capitalista. Por eso junto con la priorización del DRI se impulsó la ley de
aparcerías (ley 6ª de 1975), el estímulo del Fondo Financiero Agropecuario, el apoyo a los
proyectos de ampliación de la frontera agrícola a través de la adecuación de tierras y la
colonización, la continuación de la reforma agraria en la costa atlántica donde se presentaban
bastantes presiones por la tierra. Pero el apoyo a la reforma agraria respondió también al interés
de detener las migraciones campo-ciudad.

La “ley de aparcerías” no se detuvo sólo en la reglamentación de la aparcería. Sirvió para


reglamentar también la distribución de utilidades en los asocios para cultivos mecanizados,
definió el carácter de tales asociaciones señalando que no solo es aporte de mano de obra sino
también de inversiones o “tecnologías apreciables”. Con esto se excluyó a los que sólo poseen su
fuerza de trabajo o tienen como único medio de producción la tierra. Ésta favoreció también el
gran arriendo, regulando la participación y distribución de utilidades, lo cual es un instrumento
que facilita el avance de la agricultura comercial. Benefició la figura del aparcero tradicional,
manteniendo el espíritu del acuerdo de Chicoral, mediante los contratos de aparcería se
protegieron a los propietarios rurales que los realizaran cualquier acción expropiadora del
INCORA sobre ese predio. Finalmente, dotó a los terratenientes de las condiciones para

129
“estabilizar” personal asalariado permanente, a través de “parcelas de pancoger ”, bajos salarios y
la “compensación” que ofrece estos cultivos.

El DRI tuvo dos fases, que corresponden a dos gobiernos distintos según Fajardo. La primera
enfocada hacia la estimulación de la producción, potenciando las economías campesinas para
ello, la segunda desde 1981 donde se engloba al campesino en los sectores de bajos ingresos para
ser objeto de una política social o acciones de beneficencia del Estado. La crisis económica de
los 80’s que afrontó el país produjo una reducción considerable en la financiación del DRI que
en combinación con medidas neoliberales colocaron al país en una situación crítica.

De otro lado, los alcances del programa. Se registró una tendencia hacia una mayor utilización de
insumos de producción industrial en los cultivo s de pequeña producción y se ejecutó el
componente de créditos. Pero lo más llamativo es la “combinación de la estructura productiva”
del campo colombiano. Mientras el “sector moderno”, que recibe las grandes inversiones de
capital, a su cada vez más consolidado capital orgánico, y la creciente utilización de insumos
industriales. En tanto, la economía campesina proporciona fuerza de trabajo temporal y “bienes-
salarios” para la agricultura comercial, constituyéndose también en un mercado para los insumos,
los créditos y la producción nacional.

El acceso de los campesinos al crédito significó una defensa del peligro de expropiación. La
obligación financiera ató el trabajo del campesino a la parcela, la hipoteca del banco garantizó el
no desconocimiento de las obligaciones por parte del campesino con el banco.

En cuanto la participación de la producción campesina en la oferta de productos agrícolas se


registró un incremento en algunos distritos que tenían algunas ventajas específicas, como los que
se encontraban en las mejores tierras, con la mejor disponibilidad de acceso al mercado y con la
mejor ubicación. A esto se suma, el tamaño de las parcelas, la disponibilidad de las tierras, ya
que no es lo mismo trabajar la tierra propia que en arriendo, y la posibilidad de seguir accediendo
a los créditos.

Conclusión

Las instituciones estatales se fueron conformando alrededor de actividades tradicionales como la


caficultura, la ganadería y se fueron moldeando para atender las necesidades de una estructura

130
productiva en proceso de modernización. Se agenciaron soluciones a los conflictos que generó la
estructura agraria en tanto no posibilitaban el desarrollo económico y productivo. Pero, antes de
los sesenta, no se constituyeron instituciones especializadas q ue atendieran la problemática social
rural, cómo el INCORA, la ANUC y los proyectos de Desarrollo Agrario Integrado.

Cuando el Estado empezó a establecer entidades para ejercer su función pública, el sector
privado se organizó para representar sus intereses ante el Estado y acceder a los servicios y las
políticas o para influir en su definición. Así se configuró el corporativismo que operó durante los
inicios de desarrollo de la agricultura y en toda la fase de industrialización por sustitución de
importaciones, permitiéndoles a los gremios prebendas para sus asociados. En resumen, debe
entenderse el desarrollo y la modernización agropecuaria como la gran influencia de los
principales gremios en la definición de la política macroeconómica y sectorial.

La explotación ganadera se mantuvo como una forma de garantizar la propiedad de la tierra y


como un mecanismo de afianzamiento de las clases regionales dominantes. Como la Ley 200 en
su artículo 1° presumió que era propiedad privada los terrenos ocupados por ganados o
cultivados. Bastaba con la introducción de unas pocas cabezas de ganado para establecer la
propiedad privada y evitar la prescripción del dominio o la revisión de propiedad del Estado. En
efecto, las ocupaciones ganaderas fueron demasiado flexible s, llegaron hasta una cabeza por
hectárea en las mejores tierras, las más fáciles de mecanizar. También el acaparamiento de tierra
llevo a la compra y usurpación de la tierra para esperar a su valoración.

Otro efecto bien marcado sobre el problema agrario fue el mercado de tierras. No se había
podido consolidar tal, como consecuencia del surgimiento de una estructura latifundista
antieconómica de la tierra. Es decir, una tendencia a comprar la tierra para esperar a su
valorización. Esto permitió cobrar arrendamientos exagerados, ocasionó una desproporción entre
el impuesto predial y el valor comercial de la tierra. Lo que se agravó con los recelos de los
terratenientes por afrontar el problema que planteaba emplear a los trabajadores, muchos
prefirieron dejar la tierra inculta que contratar trabajadores que les podían traer problemas.

El estado de bienestar, que tuvo lugar mientras se impulso la ISI, llegó al país de las múltiples
jornadas de protesta de los sindicatos y los trabajadores organizados. El Estado también
pretendió atender las demandas sociales del trabajador, no siempre se incluyó al campesino, para

131
calmar los ánimos revolucionarios o para legitimarse ante la clase trabajadora; intentó “sanear”
de la infiltración del comunismo a los sindicato expulsando e ilegalizando los miembros
abiertamente declarados en el espectro de esta ideología o creando sindicatos paralelos de
carácter patronal.

La influencia de la iglesia católica se siguió manifestando en dos campos bien marcados: el


ideológico y el político. En el primero, se evidencia en la monopolización de las creencias
religiosas, la poca posibilidad para que germinaran otras religiones e ideas no religiosas, las
prácticas, rituales y valores aún presentes en cada sector de la sociedad colomb iana durante el
periodo, ya lo decía Laureano Gómez con ironía “cuales liberales si aquí todos somos
conservadores”. Lo segundo, en la influencia que tuvo la iglesia en la defensa del latifundio, de
la propiedad privada, declarando la excomunión contra todo aquel que osará expropiar las
haciendas. Su accionar en la creación de organizaciones políticas patronales como los sindicatos
y la FANAL como un intento por mantener su dominio político e ideológico en las zonas rurales,
ante las medidas de secularización del Estado y el avance de organizaciones campesinas
comunistas.

En el contexto de la guerra fría, la bipolaridad mundial se expresó entre capitalismo y


comunismo, representados por las dos potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, a
pesar que los países del tercer mundo no se declararon afines a ningún bando, en la política
interior predominaron las posturas anticomunistas, por escasa que fueran las simpatías con los
Estados Unidos. Como producto de esta confrontación, Estados Unidos impulsó una política
hemisférica en el continente americano, mejor conocida como política de la seguridad nacional,
iniciada desde finales de los sesenta hasta inicios de los noventa, cuya característica principal era
hacerle frente a las guerrillas, habían proliferado en el continente tras la revolución cubana, se
trató de combatirlas, aniquilarlas, quitándole el contenido político a éstas.

Entonces el entendimiento del conflicto armado se redujo a un problema de seguridad, el Estado


asumió una postura de desconfianza frente al peligro que representaban otras ideologías que
pudieran poner en riesgo los principios desde los cuales se configuró el Estado en las
democracias occidentales. Se conformó una forma de entender la insurgencia y la izquierda
democrática considerados como problemas estratégicos principales, incluyendo en ello a los
movimientos sociales y las manifestaciones populares de protesta. A los militares se les instruyó

132
para que concibieran a estos últimos como una fase previa a la del movimiento insurge nte
armado.

Pero las guerrillas en Colombia no sólo tuvieron su origen después de la revolución cubana sino
a raíz de la violencia que inició en los cuarenta, pero que tenía sus antecedentes en la
confrontación entre campesinos y terratenientes en los treinta, mientras aquellos invadían
reclamando el acceso a la tierra, lo otros los expulsaban violentamente. La polarización del
conflicto entre el partido conservador y liberal, el primero en el ejecutivo y el segundo con
mayoría en el congreso, alcanzó a tener visos de guerra civil, llegando ambos partidos o tomar
como opción el ejercicio de la violencia. Los conservadores contando con las fuerzas armadas
impulsaron, la “policía política”, “los pájaros” y grupos armados que defendían los intereses de
los conservadores, mientras que los liberales, también el partido comunista, se vieron obligados a
crear grupos de autodefensa, cuadrillas y guerrillas.

Uno de los efectos de la violencia que se generalizó con la llegada de Laureano Gómez a la
presidencia fue la homogeneización política en las regiones, el reacomodamiento de la población
a lealtades partidarias, la expulsión y el despojo de bienes, cultivos y de tierras. La violencia
política contra los liberales, la persecución por sicarios a sueldo, impulsada por Gómez confluyó
con la autonomía y crecimiento que ganaron los grupos guerrilleros y las autodefensas del
partido liberal, lo que ocasionó que las clases políticas tradicionales apoyaran el golpe de Estado
en 1953 contra Gómez.

Aunque el papel concebido por las clases dominantes para el gobierno de Rojas se alcanzó en los
primeros años con la amnistía a los grupos guerrilleros, terminó en choque de nuevo con la élite
política al emprender un proyecto político independiente (la tercera fuerza, binomio pueblo-
fuerzas armadas) al de las clases dominantes. De ésta forma, surgió un nuevo pacto formal (un
movimiento o frente cívico que derrocó la dictadura), entre éstas que excluía a Rojas de la
dirección del Estado y repartía el poder de nuevo entre el monopolio bipartidista.

En Mayo de 1964, en la lógica del tratamiento militarista a la violencia en el campo, se lanzaron


operaciones militares contra Marquetalia, Riochiquito, El Pato, Guayabero, Sumapaz, etc. Zonas
de autodefensa campesina. Lo que produjo el reagrupamiento de las guerrillas comunistas en el
sur del país, que más tarde dieron origen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia

133
(Farc). En 1965 apareció en Simacotá, Santander, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en
medio de la crisis política del gobierno de Valencia, que tambaleaba entre las amenazas de paro
laboral y los rumores de golpe de Estado.

El frente nacional constituye el ejemplo más claro de exclusión política del bipartidismo, que
cómo una tradición política, siempre resultaba de la dinámica de guerra y acuerdos tan larga en
la historia de los dos partidos. Como resultado de este periodo se debilitó el sistema político
(con razón tras las elecciones presidenciales de 1970), crisis que se expresó en las relaciones
clientelistas como forma de relacionarse con los sectores subalternos; en la pérdida de
identidades partidistas; en la mayor autonomía que adquirieron los militares; en el aumento de la
brecha entre ricos y pobres, en la incapacidad de mediar de los partido s entre lo social y lo
político.

El gobierno de Turbay, por su parte, se conoce en la historia nacional por las políticas represivas
que fueron la continuación de lo que había iniciado López Michelsen. El gran paro cívico de
1977 no solamente fue leído por la izquierda, al creer que se estaban dando las condiciones
objetivas para la revolución, sino también por la derecha. Producto de esta interpretación el alto
mando militar “solicitó mayor libertad para castigar con mano dura lo que a su juicio eran delitos
contra el Estado” (Archila, 2003.Pág. 112).

En los últimos años del gobierno de Turbay sobresalieron las acciones de los grupos guerrilleros,
habían incursionado nuevas fuerzas como el M-19, que desplegó acciones en las principales
ciudades ganando legitimidad y apoyo popular. La desestabilidad que generaron las acciones
guerrilleras se combinaron con las denuncias de violaciones de derechos humanos y el
aislamiento internacional, que crearon un ambiente favorable y la salida política surgió como
alternativa al choque directo con los alzados en armas.

El Estado de sitio terminó consolidando, desde los sesenta hasta la constitución del 91, la
autonomía que ganaron las fuerzas armadas implementando los habituales consejos verbales de
guerra contra los civiles que participaron en protestas, los allanamientos y otras limitaciones a las
libertades individuales, junto con la desaparición de dirigentes políticos.

Desde el gobierno de Ospina Pérez, los sectores burgueses y terratenientes asociados al partido
conservador asumieron la posición de intensificar la represión y la exclusión (promoviendo el

134
paralelismo sindical con la UTC y realineando al campesinado con el apoyo de la iglesia) para
estabilizar el sistema. Mientras que los liberales seguían motivados por la inclusión de los
sectores populares para lograr la modernización capitalista. Pero con el surgimiento de grupos
de campesinos alzados en armas y su posterior desmovilización se promovió el trato como
bandoleros y criminales, manto tras el cual se le negó cualquier legitimidad al campesino como
actor político.

Durante “la violencia”, en el campo, se generalizó la represión y el terrorismo oficial con una
cruzada antiliberal y anticomunista, que terminó acabando con las aspiraciones democráticas del
campesinado y aniquilando el terreno ganado por los campesinos frente al poder terrateniente. Lo
mismo paso con el pequeño propietario conservador que también fue expulsado y expropiado.

El desarrollo agrícola respondió a varias condiciones que lo hic ieron posible. La primera fue el
status legal de la propiedad y su inviolabilidad que inicio con la ley 200 de 1936 y la ley 100 de
1944, que ofrecieron garantías a los terratenientes para sus inversiones y tenencias. Otra fue las
políticas proteccionistas que cobijaron la producción agrícola y en el contexto de la segunda
guerra mundial se vio totalmente privilegiada. Pero otra circunstancia fundamental, que explica
la relación entre la modernización y la violencia, fue la mano de obra “liberada” que creó una
amplia oferta de trabajo asalariado.

No obstante, el auge de movimientos revolucionarios llevó a los distintos gobiernos del


continente a tomar medidas para adelantarse a las demandas de tierra que reivindicaban los
subversivos. La alianza para el progreso reconocía la necesidad de distribuir la tierra para calmar
los ánimos revolucionarios y lograr el desarrollo capitalista. En esta medida en 1961 se expidió
una ley de reforma agraria, pero en ella se definió como mecanismo de acceso a la tierra la
adjudicación de baldíos en la frontera agrícola, medida de antaño. Fue Carlos Lleras el que
avanzó en esta reforma creando la ANUC, organización que recogió las demandas de los
campesinos, carentes de tierras. Fue con ella que se dio el paso hacia la expropiación de tierras y
las tomas, pero esta ola fue frenada rápidamente por el mismo gobierno que dividió la
organización quitándole fuerza. También fue el pacto de Chicoral, entre terratenientes y el
gobierno de Pastrana, el que revirtió los efectos de la ley 135 de de 1968, protegiendo las
grandes propiedades, prestándoles ayudas técnicas y favoreciéndolas con mano de obra barata al
revivir las aparcerías.

135
Los DRI que surgieron con López Michelsen a pesar que pretendieron ocuparse de la
problemática social rural, no lograron mayor cobertura, terminaron endeudando al campesino y
haciéndolo depender la tecnificación del campo del uso de agroquímicos.

1.3 El proyecto de estado desde el neoliberalis mo: la desregularización del Estado

El objetivo será mostrar como el proyecto de Estado neoliberal se consolida en el país. Con ello
le apuntamos a entender como lo agencian los sectores políticos y como lo contradicen los
sectores populares y el movimiento social, como se vincula con el problema agrario y que
relaciones tiene con la violencia y el conflicto social y armado. Limitaremos el contexto
internacional a dos cuestiones, a nuestro modo de ver las más importantes, la llegada del
neoliberalismo y la influencia de los Estados Unidos en Colombia, en una fusión de guerra
contrainsurgente y guerra antinarcóticos.

Contexto Internacional

Las transformaciones en el escenario global, en las últimas décadas, han significado la


intensificación del dominio económico y político de los Estados Unidos a toda la región
latinoamericana. La crisis económica y social, producida por el problema de la deuda externa,
llevo a que estas naciones perdieran la posibilidad de negociación con los países poderosos,
representados por instituciones financieras internacionales como el FMI.

En efecto, la banca internacional supo sacar ventaja de la crisis. A principios de los 80’s
Latinoamérica dedicaba “casi 224 mil millones de dólares al servicio de la deuda (una suma
equivalente al 67 % del monto de la deuda en 1982, que era de 332.4 mil millones). Sin embargo,
a fines de 1994 la deuda conjunta de la región ascendía a 534 mil millones de dólares”
(Ahumada, 1996). Y como no se le otorgaron nuevos préstamos a nuestros países para continuar
cubriendo el servicio de la deuda tuvieron que gestionar ingresos con las exportaciones, recortes
al gasto público, privatizaciones. En suma, la adopción de medidas neoliberales que no
permitieron superar el problema de la deuda, sino que reestructuraron las economías
obligándolas a privatizar como requisito para dar acceso a la reducción parcial de la deuda.

136
En la década de los noventa, los países del tercer mundo se convirtieron en un centro atractivo
para la especulación financiera en el mercado de valores, tipo de invers ión de mayor rentabilidad
para las grandes multinacionales, debido a las altas tasas de interés que ofrecían estos países. En
tan sólo los tres primeros años del periodo, los inversionistas estadounidenses compraron
acciones en diez países asiáticos y nueve latinoamericanos por un valor de 127.000 millones de
dólares. Para 1994 ya superaban los U$ 173 mil millones invertidos en los “mercados
emergentes”, donde se vieron enormemente favorecidos por un incremento del cien por ciento
del valor de las acciones. A ello contribuyeron la desregulación del comercio internacional (o
apertura económica) y la generalización de políticas de sesgo neoliberal.

El Plan Brady, cambio de parte de la deuda por acciones y bonos en las compañías estatales de
los países deudores, incrementó el flujo del capital especulativo hacia la región latinoamericana.
Los inversionistas norteamericanos se sintieron atraídos por la posibilidad de obtener enormes y
rápidas ganancias. La crisis de la deuda benefició directamente a los mons truos de las finanzas
internacionales.

Pero que la renegociación de la deuda haya llevado a condicionar la aplicación de medidas


neoliberales es lo más alarmante. Esto implicó para los países deudores la pérdida de toda
autonomía en cuanto a la formulación de políticas de desarrollo,

“la crisis de la deuda constituyó una oportunidad sin paralelo de alcanzar en los países deudores
las reformas estructurales apoyadas por la administración Reagan. El núcleo de estas reformas
fue el compromiso por parte de dichos países de reducir el papel del sector público como
vehículo para el desarrollo económico y social y confiar más en las fuerzas del mercado y en la
empresa privada, tanto nacional como extranjera” (Ahumada, 1996, pág. 54).

La participación de América Latina en el comercio internacional disminuyó en dos tercios en las


tres últimas décadas del siglo XX. Las exportaciones totales de la región en 1990 no superaron
los U$ 130 mil millones, que en comparación con los países desarrollados fueron muy bajas. En
este contexto, fue donde se impuso el “consenso de Washington”. O mejor, se impuso la idea que
el libre mercado es la clave del desarrollo económico.

El conjunto de reformas a la política económica que surgieron de esta conferencia definió diez
aspectos que los países deudores debían tener como objetivo: la disciplina fiscal, recortes al

137
gasto público, reforma tributaria, liberalización financiera, un tipo de cambio competitivo,
liberalización del comercio, inversión extranjera directa, privatización de las empresas estatales,
desregulación y protección a los derechos de propiedad.

En medio de estas diferencias entre economías desarrolladas y emergentes, modernas y


atrasadas, se empezó a dar los tratados de libre comercio. La Iniciativa de las Américas,
impulsada por el viejo Bush, se fundó en que “el comercio es la llave maestra de la prosperidad
hemisférica”. El primer TLC que se dio entre Norteamérica y México (1994), fue el impulso
inicial por lograr la integración económica desde Alaska hasta la Patagonia. Ya se han logrado
acuerdos similares con otros países (Centro América, República Dominicana y Chile en el 2004,
Colombia y Perú en el 2012). Pero estos tratados fueron negociados con el mismo paquete de
compromisos exigidos a México.

El resultado de las políticas neoliberales ha sido el crecimiento de las exportaciones y el


restablecimiento de mercados vitales para los productores norteamericanos. Este país promueve
una estrategia para incrementar sus exportaciones estimulando la inversión en los “mercados
emergentes” mientras recurre a sus viejas prácticas proteccionistas. En la Cumbre de las
Américas de 1994, gobiernos caribeños y latinoamericanos le pasaron una lista de 60 productos
de la región que presentaban restricciones para entrar en el mercado estadounidense.

No pocos se han preguntado por la relación entre regímenes autoritarios y la implantación del
modelo neoliberal. Mientras se implantó el capitalismo tuvo como trasfondo político la
democracia burguesa que permitió el entendimiento entre las clases poseedoras. Pero “cuando la
acumulación depende de la triple alianza entre las multinacionales, las empresas estatales y sus
aliados locales privados, los métodos parlamentarios para alcanzar el consenso resultan
inapropiados”71 . Un orden autoritario-tecnocrático fue la formula en el cono sur para introducir
el modelo, encargado de “salvar” a la nación, restaurar el orden político y social y promover el
desarrollo económico. Y en el país se ha registrado esta tendencia, “la implantación del modelo
neoliberal en Colombia ha requerido un régimen cada vez más autoritario, debido a que los
costos sociales y económicos de sus políticas recaen fundamentalmente sobre los trabajadores y

71
Peter Evans citado por (Ahumada, 1996).

138
demás sectores populares, que representan la mayoría de la población” (Ahumada, 1996, pág.
59).

Los tecnócratas se encuentran liderando los proyecto s neoliberales que se adelantan en


Latinoamérica. Constituyen el eje de la élite neoliberal. Argumentan ser políticamente neutros y
eso les permite dar consejos y orientaciones a los gobiernos. Cuentan además con la
favorabilidad de un contexto ideológico internacional tras el fin de la guerra fría, puesto que con
su fin se impuso la idea de la desaparición de alternativas políticas distintas al capitalismo.

En los experimentos neoliberales que se emprendieron en la década de los 80’s, en los países
andinos, se destacaron por los poderes autoritarios que adquirió el Ejecutivo, por medio de
reformas constitucionales, otorgándoles poderes de decisión altamente centralizados. Muchas de
las políticas económicas pasaron como decretos sin ni siquiera pasar por el congreso. En
Argentina a estos gobiernos se les denominó “democracias delegativas” o “plebiscitar ias”.

En Colombia, el modelo neoliberal se puso en práctica mediante diversas reformas estatales,


pero en especial con la adopción de la constitución de 1991. Desde la década de 1960 se dio
pasos en la “liberalización económica” del país. Pero la generalización de la apertura y la puesta
en práctica del modelo neoliberal como tal sólo arrancó con César Gaviria (1990-1994)72 . Con su
voz chillona argumentaba al principio de su mandato que la sobreprotección del sector industrial
colombiano, como consecuencia de los procesos de industrialización dirigidos por el Estado,
causaban la baja productividad y la falta de competitividad internacional. Desconociendo la
dependencia del país frente a los bienes de capital y la tecnología. Ante lo cual señaló que el
único remedio era la apertura, como única forma de modernizar la industria.

 Estados Unidos y la guerra en Colombia

El fin de la guerra fría implicó unas transformaciones en las prioridades de la agenda de


seguridad estadounidense, donde el narcotráfico adquirió un lugar predominante. Entre tanto, el
conflicto colombiano había sido inscrito, en medio de las dinámicas de la globalización, en las
llamadas nuevas guerras. La relación entre las transformaciones económicas del país y el
conflicto armado, no sólo se ubicaron en la desideologización del conflicto, después de la caída

72
Reforma laboral (1990), reforma al comercio exterior (1991), reformas arancelarias (1991), reforma
administrativa (1992), reforma a la salud y seguridad social (1993).

139
del comunismo, bajo la retórica de la lucha antiterrorista o la lucha contra la “narcoguerrilla”,
sino también en el problema de la seguridad en el campo, que había sido desestabilizada por las
acciones guerrilleras obstruyendo los flujos trasnacionales y la inversión extranjera, tan esencial
para el neoliberalismo.

Según Rojas (2005) Estados Unidos puede considerarse ya no como mera “influencia externa”
sino como un actor directo en el conflicto armado colombiano, al declarar que éste afecta su
“seguridad nacional”. Durante los años ochenta y hasta principio de los noventa, para el país
norteamericano, el conflicto armado colombiano estaba inscrito en lógica de la lucha contra el
comunismo. La guerrilla no representaba una amenaza ni para la seguridad de los EEUU, ni para
la solidez económica y política de la “democracia más estable de América Latina”. Pese a la
guerra interna y el incremento de la violencia gozaba el estado de un buen crecimiento
económico 73 , era confiable y atractivo el país para la inversión extranjera, la bonanza de finales
de los ochenta desdibujaba el país en guerra.

Desde finales de los setenta EEUU centró también sus relaciones bilaterales con Colombia en la
lucha contra las drogas ilícitas, pues había irrumpido en el mundo como uno de los países más
activos en este comercio ilícito. Pero para esta época el conflicto con los grupos guerrilleros era
un asunto distinto de la producción y tráfico de drogas. A mediados de los ochentas se planteó la
tesis de las “narcoguerrillas” que no germinó por la imposibilidad de establecer nexos entre la
guerrilla y el negocio ilícito. El vínculo se asumió como indirecto: cobro de gramaje, vigilancia
de los cultivos y laboratorios, impuesto al uso de pistas clandestinas en las zonas donde actuaba
la guerrilla. En suma, entrados los noventas se percibían como dos problemas distintos la guerra
contrainsurgente del Estado colombiano y la guerra contra las drogas, pero la intervención de los
Estados Unidos desde inicios del período llevó a crear una estrategia que unificó ambas
dinámicas, identificada como lucha antiterrorista (Rojas, 2005).

Bill Clinton (1993-2001) planteó una reducción en la asistencia antinarcóticos para los países
andinos a partir de la evaluación de los programas de prohibición y erradicación que mostraron
ser poco efectivos. Pero dada la oposición de los republicanos, que le acusaron de ser demasiado

73
Al respecto Medófilo Medina (1990) relaciona dos periodos de auge de la violencia 1945-1950 y 1985-1988 con
la economía, tratando de encontrar los puntos en los que la economía se beneficia de la violencia y explicar el
crecimiento económico en medio de un ambiente social conflictivo, de guerra.

140
“blando” en su política antinarcóticos, se le prestó en el congreso de los EEUU mayor atención y
apoyo a la lucha contra los narcóticos. La preocupación aumentó con el escándalo por la
financiación de la campaña presidencial de Samper con dineros provenientes de los carteles de
las drogas o “el proceso 8000”, como lo denominaron los medios de comunicación. La crisis que
tuvo lugar llevo a que Estados Unidos considerara al gobierno de Samper como corrupto e
ineficiente para atacar el narcotráfico. Como consecuencia el gobierno norteamericano
descertificó al país y le retiró la visa al presidente y otros políticos involucrados. Paralelo a esa
crisis que afrontó el país, entre 1994 y 1996, se presentó un aumento del 50% en los cultivos de
coca.

Estados Unidos presionó a Samper para que aplicara a fondo las políticas antinarcóticos y
demostrara su compromiso en la lucha contra el narcotráfico. La guerra al narcotráfico se volvió
prioritaria para los norteamericanos. La ayuda que le otorgó al país constó de tres objetivos:
destruir las principales organizaciones de narcotraficantes, reducir la disponibilidad de drogas a
través de la erradicación de cultivos y las medidas de prohibición (incautación, control de
precursores químicos, destrucción de laboratorios), fortalecer las instituciones colombianas,
como la policía nacional, que estuvieran comprometidas con la lucha antinarcóticos y que fueran
capaces de brindar apoyo a las otras medidas.

La política antinarcóticos se empezó a ver atravesada por el conflicto armado desde 1997. Las
acciones guerrilleras, que propinaron fuertes golpes al ejército, empezaron a ser leídas por los
funcionarios estadounidenses como más sofisticadas y más desafiantes de la fuerza pública. Ello
significaba una enorme dificultad para la efectividad de las políticas.

Con el ambiente de paz que reinó durante el gobierno de Andrés Pastrana y que tuvo un final
desafortunado, los Estados Unidos cambiaron su estrategia de la política antinarcóticos
radicalmente. Al inicio de las negociaciones el gobierno estadounidense adoptó la misma
posición frente al proceso en El Salvador, a finales de los ochenta: un enfoque estratégico donde
no había intervención militar directa sino un despliegue de inteligencia (mediante asistencia en
equipos, entrenamiento y tecnologías) con el objeto de debilitar los grupos guerrilleros y crear
las condiciones para una salida negociada. El apoyo de Estados Unidos al proceso se redujo con
el asesinato de tres norteamericanos a manos de las FARC, en marzo de 1999, y ante la crisis
política interna que tenía el proceso.

141
En diciembre de 1998, se hizo más concreto el apoyo militar de los Estados Unidos a Colombia
con la creación del primer batallón antinarcóticos del ejército conformado por más de 900
hombres. Pero es con el Plan Colombia que se configura esta política de ayuda militar directa. Se
pretendió mostrar inicialmente como un “plan Marshall” que ayudaría a reconstruir el país tras la
superación de la guerra, pero se terminó complementando las medidas antinarcóticos–
fumigación, control de insumos, incautación- con el plan para retomar el control de las zonas
donde se produce la droga. Empezaron con el Putumayo y Caquetá.

El despliegue militar por las regiones cocaleras y la creación de batallones para combatir el
narcotráfico se convirtió pues en una estrategia contrainsurgente. De esta manera, las fuerzas
armadas de Colombia también cambiaron su estrategia frente al conflicto armado. Las derrotas
sufridas a manos de las FARC en 1997 y 1998, mostraron la necesidad de fortalecer y
modernizar las fuerzas armadas. Lectura que también compartieron los norteamericanos. De ahí
surgió todo un programa que dotó a las fuerzas armadas de software especializado, equipos,
helicópteros reciclados de la guerra de Vietnam, lanchas equipadas para controlar los ríos,
ampliación de la bota militar con entrenamientos especializados.

El fracaso del proceso de paz determinó la salida militarista al conflicto. Ambos gobiernos
vieron en la zona de despeje el fortalecimiento del poder regional y operativo de la guerrilla.
Pastrana argumentó “combatir al narcotráfico implicaba derrotar a los grupos guerrilleros que se
alimentaban de éste y lo patrocinaban” (Rojas, 2005). Por tanto, cualquier forma de negociación
se descartaba, se enarboló la lucha abierta con los grupos armados y se solicitó ya, formalmente,
a los Estados Unidos que el Plan Colombia se usará en la lucha contrainsurgente. El pequeño
tiranuelo de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, hizo su campaña política del fracaso de los diálogos.

En el 2001, los atentados del 11 de Septiembre, ayudaron a soldar más la estrategia


estadounidense, despejó todas las dudas que existían en algunos sectores políticos de los Estados
Unidos sobre el Plan Colombia. En efecto, se inscribió el conflicto armado colombiano en la
lucha global contra el terrorismo. Después de esta fecha ya se hizo abiertamente la relación entre
drogas y guerrilla.

Para agosto del 2002, Bush autorizó el empleo de equipos y armas entregados a través del Plan
Colombia no sólo para combatir el tráfico ilícito sino también para adelantar operaciones

142
antiterroristas o contrainsurgentes. Entre tanto, las FARC, el ELN y las AUC fueron incluidas en
la lista de grupos terroristas del Departamento de Estado, los cuales fueron citado
permanentemente como ejemplo de que la campaña antiterrorista se concentraba en todo el
mundo y no sólo en aquellos países donde habían terroristas musulmanes.

Esta orientación que ganó los Estados Unidos, con respecto al conflicto armado colombiano,
parece reafirmarse en la preocupación por las acciones del ELN también. Los permanentes
atentados contra los oleoductos, y las pérdidas que le generan a la Occidental Petroleum, llevaron
a que en el 2002 invirtiera 100 millones de dólares para la seguridad del o leoducto Caño Limón-
Coveñas. Puesto que este sector representa el principal rubro de exportaciones del país, y lo
proyectan como reserva estratégica para la explotación petrolera.

La conformación de unidades especiales, que han permitido desarrolla r misiones para liberar
secuestrados, arrasar líderes guerrilleros y desmovilizar insurgentes, ha sido producto de esta
estrategia que colocó como objetivos prioritarios: la creación de fuerzas especiales, la captura de
los líderes guerrilleros, fortalecimiento de la fuerza pública en todo el país, incremento de
unidades antisecuestro, mejoramiento de servicio de inteligencia, tipo las chuzadas del DAS.

Con todo esto, podemos inferir como la Política de Seguridad Democrática del ex-presidente no
sólo está fundamentada en la guerra contra el terrorismo sino que combinó las medidas del Plan
Colombia (centrada en la fumigación de cultivos). También se dio a la tarea de modernizar la
fuerza pública e idealizarlas, convirtiéndolas en héroes y pasándolas como víc timas del conflicto
armado. Y peor aún: reinterpretó el conflicto armado en términos de una amenaza terrorista y no
de un enfrentamiento político.

Relación Iglesia – Estado

Los cambios experimentados por la iglesia en las décadas anteriores a raíz de la pérdida del
monopolio de las almas, de la expansión del cristianismo no católico en el país, de las corrientes
progresistas que surgieron en el seno de la iglesia católica a partir del Concilio Vaticano II y
finalmente de la definitiva laicidad del estado, a partir de la constitución de 1991, por lo menos
en términos nominales, contribuyeron a la modernización de la iglesia colombiana conforme a la
tendencia mundial.

143
Esto contribuyó a que las altas jerarquías eclesiales en el país integraran modificaciones
sustanciales a su discurso, alejándose de algunas de sus posiciones más intransigentes,
asumiendo una actitud más moderada frente a la realidad social del país, las élites y la
corrupción. Así mismo, corrientes eclesiales han liderado procesos como de fensores de derechos
humanos e incluso exigiendo reformas sustanciales a la estructura económica del país, como
parte de la solución a los males que aquejan al pueblo colombiano.

Sin embargo, esta preocupación reciente por los asuntos sociopolíticos de la nación no significa
en absoluto el abandono de los postulados tradicionales del catolicismo, ni quiere decir que se
hayan modificado íntegramente en toda la iglesia. Por el contrario, siguen ocupando un lugar
central dentro de la doctrina religiosa cuestiones como: el derecho natural, el orden moral
objetivo, la inmutabilidad de la naturaleza humana, la sana moral, la tradición cristiana del
pueblo colombiano, etc.

Tales cuestiones han venido socavando la unidad de la iglesia católica generando división al
interior de la misma, entre las posturas más renovadoras y las más tradicionalistas. Por tal
razón, la iglesia católica ha dejado de ser un bloque homogéneo en el que la totalidad de sus
miembros comporten una misma visión de lo que debe ser la sociedad. No obstante, la
conferencia episcopal ante la opinión pública se preocupa por mantener una imagen de consenso,
ya que mostrar la falta de unidad es considera una amenaza a la fortaleza y legitimidad de la
institución eclesial.

La sociedad colombiana ha atravesado un progresivo cambio hacia la secularización de sus


prácticas 74 , lo que la ha llevado a hacer mucho mas autónoma y separarse de las orientación
religiosas, especialmente en lo referente al campo de la moral, ésta ya no se encuentra
constituida íntegramente por los valores religiosos del catolicismo, sino que ha comenzado a
integrar valores cívicos y ciudadanos, lo que le ha permitido tolerar otros comportamientos
morales religiosos. Así se refleja, en la pérdida de significado de los símbolos y rituales
religiosos en las ciudades.

74
según Baubérot La secularización, es un “proceso cultural”, espontáneo y relativamente lento, a través del cual
la importancia de la religión tiende a debilitarse en una sociedad determinada citado en (Arias, 2001).

144
Afortunadamente, la religión católica ha dejado de ser nuestro único elemento de cohesión social
e identidad. La constitución de 1991, garantiza la libertad de cultos y la igualdad entre las
diferentes confesiones religiosas e iglesias (artículo 19). Y si bien es cierto que en su preámbulo
invoca la protección de Dios, esta referencia a una divinidad abstracta o general, que ya ni
siquiera es “fuente suprema” de soberanía y de autoridad, no establece ninguna primacía entre
los diferentes cultos. Por el contrario, todos estos se encuentran en un plano de igualdad,
gozando de los mismos derechos y sometidos a los mismos deberes.

En términos concretos, la iglesia católica, en nombre de la igualdad religiosa, se vio privada de


los numerosos privilegios de los que había gozado hasta entonces: dejó de ser la religión de la
nación, así como un elemento esencial del orden social, que merecía la protección especial de las
autoridades públicas. Y en nombre de las libertades re ligiosas, el ejercicio de los diferentes
cultos dejó de estar subordinado a la moral cristiana. En efecto, la sentencia de la corte
constitucional al respecto aclara:

“los poderes públicos no pueden hacer manifestaciones públicas en favor o en contra de alguna
confesión religiosa. El país no puede ser consagrado, de manera oficial, a una determinada
religión, incluso si ésta es la mayoritaria del pueblo, por cuanto los preceptos constitucionales
confieren a las congregaciones religiosas la garantía de que su fe tiene igual valor ante el Estado
sin importar sus orígenes, tradiciones y contenido.”. Sentencia No. C-350/94.

Sin embargo, debemos sopesar la separación entre el Estado y la religión para no llamarnos a
engaños. La promesa de “estado moderno”, consignada en la constitución de 1991, se evapora
en el escenario político. La participación y militancia activa de diferentes líderes políticos en
actos y ritos de carácter religiosos es muestra de la hegemonía que sigue teniendo la religión
católica en las esferas del poder político, igualmente, la consagración oficial de Colombia al
Sagrado Corazón de Jesús resulta incompatible con la laicidad y la pluralidad religiosa
establecidas por la Constitución y la interpretación de la corte constitucional,

“Un Estado que se define como ontológicamente pluralista en materia religiosa y que además
reconoce la igualdad entre todas las religiones no puede al mismo tiempo consagrar una religión
oficial o establecer la preeminencia jurídica de ciertos credos religiosos. Es por consiguiente un
Estado laico. Admitir otra interpretación sería incurrir en una contradicción lógica. Por ello no
era necesario que hubiese norma expresa sobre la laicidad del Estado” Sentencia No. C-350/94.

145
Otro ejemplo de la incompleta laicidad del estado colombiano es la férrea resistencia que opone
la iglesia a los proyectos estatales que buscan la “modernización ética” en temas como: el aborto,
el divorcio, el matrimonio gay, la procreación, el control de las enfermedades venéreas y la
natalidad, la eutanasia, el consumo de drogas, etc. Aún mantiene una fuerza significativamente
mayor e incide de forma mucho más evidente en la configuración de la política pública frente a
otros grupos. Para muchos colombianos, jóvenes y adultos, los únicos lentes que tienen para ver
el mundo son los de la religión. Es llamativo el surgimiento de grupos de jóvenes con tinte
fundamentalista como Lazos de amor mariano.

Parece preciso aludir a como funcionarios del Estado hacen gala de un catolicismo ortodoxo,
como el senador Roberto Gerlein y el procurador Alejandro Ordoñez, que han prendido más de
una hoguera.

Pero los nuevos grupos religiosos han buscado disputar la hegemonía a la iglesia católica en la
configuración del estado, a través de la creación de partidos confesionales que combinan el
proselitismo político con el religioso (v.gr. movimiento político mira). Sin embargo, estos grupos
suelen hacer frente común junto con la iglesia católica en cuanto a los temas, especialmente,
polémicos, lo que significa la continuación de la tradicionalmente intrusiva relación de la iglesia
con la sociedad regulando el fuero interior de los individuos, iluminada por una fe que todo lo
justifica. Aunque desde el punto de vista del liberalismo, nadie, incluyendo la Iglesia, puede ser
excluido del debate público, causa nerviosismo que lo hagan organizaciones jerárquicas que
influyen sobre sus fieles y que son orientadas por el dogma religioso.

Aun sigue siendo censurado todo aquel que se declara abiertamente “ateo” y mucho más si es un
político en ejercicio, cómo fue el caso de Carlos Gaviria, que al declarar francamente su
agnosticismo siendo candidato presidencial fue satanizado. Colombia es aún país tan católico
que declararse ateo es políticamente incorrecto. Falta compromiso o entendimiento sobre lo que
implica la laicidad del Estado, la cual debe ser entendida más que como una doctrina como una
metodología que facilita la discusión entre diferentes, sin exclusión. La incapacidad de asumir
posturas laicas en el manejo de los asuntos públicos es parte de la cultura política dominante.

146
Relación entre los partidos y sectores políticos

La constitución de 1991 tuvo como objeto subsanar la profunda crisis política que se cernía sobre
el país, producto de la descomposición del sistema político y sus instituciones. Esta
restructuración política y económica tuvo como fin fortalecer e incrementar la legitimidad del
Estado, al superar el carácter excluyente del régimen político y dar el paso definitivo a la
modernización de la economía nacional. Despuntando el modelo, basado en la industrialización
por sustitución de importaciones, con la articulación del país a la actual tendencia de la economía
global.

La crisis del sistema político se caracterizó por la falta de confianza de los ciudadanos en las
instituciones, la falta de efectividad de la administración pública, evidenciada en su incapacidad
de proveer satisfactoriamente a los ciudadanos del acceso a derechos y servicios; la ausencia de
una clase dirigente y de un proyecto de nación lo suficientemente amplios para articular los
diferentes sectores de la sociedad colombiana; el fracaso de los diversos intentos de
modernización de las relaciones sociedad-estado, con la continuación del clientelismo como
forma predominante de identidad e integración de amplios sectores de la sociedad; las inefectivas
políticas sociales y la falta de presencia estatal en grandes partes del territorio; la pérdida del
monopolio de la fuerza por parte de estado, caracterizado por el enorme poder regional de las
guerrillas, los paramilitares y narcotraficantes; y la coaptación política del estado por el
narcotráfico, lo que generalizó el clima de violencia durante el periodo junto con la opinión de
que el estado no podía o no quería hacer frente a tal situación.

Lo anterior fue entendido por diversos intelectuales y líderes políticos como la falta de capacidad
del estado para mediar los conflictos, la incapacidad de integrar y cohesionar la población y su
imposibilidad de un dominio territorial, lo que ocasionó que las tensiones sociales fueran
resueltas al margen de la institucionalidad, lo cual fue la base del surgimiento de diversas
expresiones de grupos paramilitares o de autodefensa, las mafias del narcotráfico y los
movimientos guerrilleros. Así lo entendían.

También la incapacidad del sistema para mediar los conflictos de los ciudadanos a través de la
administración de justicia, generó altas tasas de impunidad y saturación del sistema, sumado a la
falta de autonomía de la población frente a los diversos actores sociales y políticos, sobre todo a

147
nivel regional, caracterizaron la crisis de legitimidad del Estado que sirvió como justificación
para las reformas emprendidas a partir del gobierno de Barco.

Sin embargo, Ahumada (1996) advierte que la pérdida de legitimidad del estado no se puede
considerar la causa de dicha crisis sino uno más de sus efectos. Pues considerar ésta como causa
fundadora ignora o encubre otras causas de carácter global, como la dependencia económica y
política impuesta por la acentuación del control norteamericano durante las últimas décadas,
como factor determinante, lo que ha favoreció la persistencia de regímenes oligárquicos
excluyentes.

La crisis tocó fondo entre 1989 y 1990 cuando tres candidatos presidenciales fueron asesinados
como resultado de la guerra declarada contra el narcotráfico, la “guerra sucia” y la creciente
violencia política. Barco desde su posición defendió la reforma constitucional como panacea
para solucionar todos los males del país y para este propósito contó con el apoyo de los variados
sectores políticos, como con los medios de comunicación.

Para comprender la necesidad constitucional del momento debe identificarse la conformación de


una élite política que agenció el proyecto neoliberal. En efecto, el surgimiento del neoliberalismo
estuvo acompañado de la conformación de una nueva élite política en el seno de los partidos
tradicionales que agenciaron dicho proyecto. Tal élite neoliberal (Ahumada, 1996) nació con la
profundización de la crisis de los 80´s y la incapacidad y el desprestigio social de la clase política
tradicional debido a su larga carrera de corrupción y clientelismo. Lo que fue capitalizado por la
nueva élite con el fin de fortalecer su proyecto político y económico.

Aunque el proyecto neoliberal fue consolidado bajo el gobierno de Barco y Gaviria su


precedente más inmediato se halla en los ataque políticos a los sectores tradicionales que
empezaron con Luis Carlos Galán, quien a pasar de ser un protegido de uno de los sectores de la
política tradicional, basó sus campañas políticas en atacar la conducta inmoral de las antiguas
élites materializada en el clientelismo, la corrupción y la influencia y participación de
narcotraficantes en política.

Sin embargo, cuando el nuevo liberalismo se encontraba en la cima de popularidad obteniendo


una alta participación en el congreso y el consejo de Bogotá recurrieron a los mismos vicios
políticos de los políticos tradicionales que decían combatir, el mismo Galán abandonó el nuevo

148
liberalismo para volver al partido liberal, en vistas de su aspiración presidencial luego de la
derrota que sufrió su movimiento en las eleccio nes parlamentaria de 1986, se convirtió en
defensor del gobierno de Barco, éste le dio su apoyo como candidato para las elecciones de 1990.

La élite neoliberal se vio favorecida por la corriente de opinión que generó el movimiento de
Galán y su asesinato. Gaviria continúo como táctica su ataque a la clase política tradicional,
como en los tiempos de Gaitán, lo que generó gran expectativa hacia su gobierno, por parte de la
opinión pública, con el apoyo de los medios de comunicación y algunos de los intelectuales más
renombrados. Por tal razón sus reformas económicas y políticas fueron aceptadas sin el mayor
cuestionamiento, se ignoró el trasfondo y las motivaciones, ya que se aceptó que los problemas
del país eran derivados de la crisis de legitimidad del sistema bipartidista, que se había encubado
durante el frente nacional, lo que había derivado en la pérdida de credibilidad y legitimidad de
las instituciones políticas del estado. Las reformas emprendidas por el régimen de Gaviria fueron
vistas como medio de restauración de la legitimidad pérdida.

Otro argumento que se esgrimió en torno a la aceptación de las políticas neoliberales, consistió
en la modernización del país en el plano político y económico, su retórico clamor técnico, su
búsqueda de neutralidad y de eficiencia, hicieron pasar como única salida del país la adopción de
esas medidas.

Pero la élite neoliberal lejos de ser una verdadera ruptura con las tradicionales y sus vicios
políticos se convirtieron en la continuación exacerbada de los mismos, integrando la corrupción a
su forma hacer política, Gaviria se vio envuelto en un caso de corrupción. En América latina, ha
sido tradición que el poder político se sirva de los bienes del estado para alcanzar el
enriquecimiento, lo cual no ha dejado de estar vigente. A través de las subastas del sector público
forzada por las entidades multilaterales, para que los países de la región pudieran cumplir con
sus obligaciones de la deuda externa.

La privatización ha estado acompañada por la falta de claridad y transparencias en la forma


efectuar dicho proceso, unido a la red de subsidios a inversionistas privados relacionados con
funcionarios de gobierno. Lo que ha terminado por usufructuar la élite neoliberal, desmintiendo
la presunción de que el sector público es inherentemente corrupto, en contraposición al sector

149
privado, demostrando que la corrupción de alto nivel es un contubernio entre quienes detentan el
poder político y el poder económico.

La asamblea constituyente convocada por el gobierno Gaviria en julio de 1990 adoptó una nueva
carta magna después de revocar el mandato del congreso, proceso que fue conocido como el
revolcón. También fue interpretado por la élite neoliberal como el mayor proceso de
modernización institucional sufrido por el país. Este hecho controvertido, suscitó enormes
expectativas en la sociedad y fue recibido en términos generales como un avance positivo, sobre
todo por académicos, intelectuales y analistas extranjeros quienes lo consideraron un logro
democrático y revolucionario.

Desde la finalización del frente nacional se habían realizado varios intentos de reformar la
constitución, uno de ellos fue en 1976 por Alfonso López Michelsen, pero al no tener el
referendo como herramienta válida de participación, pues el plebiscito de 1957 abolió cualquier
tipo de consulta al pueblo, fue declarado impedido por la corte suprema de justicia ya que la
antigua constitución de 1886 establecía que una reforma constitucional solo podía hacerse con
actos legislativos, es decir, desde el congreso. En 1988, los ministros de gobierno y
comunicaciones, cesar Gaviria y Fernando Cepeda, entregaron al presidente un memorando
donde se consideraban diferentes estrategias para reformar la constitución sin el control por parte
de la corte suprema de justicia, sugiriendo el referendo sobre la convocatoria a una asamblea
constituyente como la vía más viable.

El 20 de febrero de 1988 Virgilio Barco trató de convocar a un referendo con el apoyo de


liberales, conservadores e independientes, el Acuerdo de la Casa de Nariño. Dicho acuerdo, que
preveía la creación de una comisión de reajuste institucional encargada del proyecto que sería
sometido al referendo, fue declarado inconstitucional por el consejo de estado y suspendido en
abril de 1988. En julio de ese año el gobierno Barco sometió al congreso un nuevo proyecto de
reforma constitucional, el cual más tarde decidió vincular a un referendo en el que se incluían
punto de concesión para un proceso de paz con el M-19, sin embargo el congreso decidió
anexarle a la consulta la aprobación de la extradición, la cual había sido re validada por decreto
en su gobierno, lo que provocó que el presidente decidiera retirar el proyecto de reforma por el
rechazo manifiesto en amplios sectores sociales a la extradición.

150
Posteriormente, el 3 de mayo de 1990, en virtud de los poderes conferidos al ejecutivo por el
estado de sitio, Barco promulgó el decreto 927 por el cual se sometía a las elecciones
presidenciales del 27 de mayo la propuesta de convocar una asamblea constitucional, dicha
propuesta se excusó en la voluntad popular emanada del movimiento estudiantil que emergió
después del asesinato de Galán, conformado especialmente por las universidades privadas como
los Andes, la Javeriana y en especial la del Rosario.

El 24 de mayo de 1990 la corte suprema sancionó el decreto como constitucional, aun cuando el
procurador general de la nación Alfonso Gómez Méndez se había pronunciado en contra, con el
argumento de que se refería a asuntos que no tenían que ver con el establecimiento de Estado de
sitio.

El 2 y 3 agosto en 1990, el presidente electo César Gaviria, con los principales líderes de las dos
vertientes del partido conservador, el partido social conservador y el movimiento de salvación
nacional, junto con el partido AD M-19 llegó a un acuerdo frente a la convocatoria de la
asamblea constituyente, quedando todos los demás partidos y movimientos políticos fuera de
dicho acuerdo. El 9 de diciembre de 1990 se estableció los asuntos que debían ser discutidos por
este organismo y algunas de las reglas de juego mediante el decreto 1926 del 24 de agosto, en el
que se excluyó de la discusión lo concerniente a la institució n presidencial. El 9 de octubre, la
corte constitucional aprobó el decreto presidencial, por 14 de sus 26 miembros bajo enorme
presión pública. Las opiniones de rechazo de diversos sectores políticos argüían estar en contra
de que se usaran procedimientos inconstitucionales para reformar la constitución.

Finalmente, la asamblea constituyente fue conformada en diciembre de 1990 mediante


elecciones, donde hubo abstención del 84% de los votantes, la más alta en la historia de
Colombia. Funcionó durante 5 meses, hasta el 5 de julio cuando se promulgó la nueva
constitución. El primer y segundo acto constitucional adoptaron como medidas que los asuntos
que fueran sancionados por la asamblea adquirirían poder constitucional y que no estarían
sujetos a ningún tipo de control judicial, lo que significó el paso de una asamblea convocada para
modificar la vieja constitución con poderes limitados a una asamblea constituyente con plena
soberanía, satisfaciendo las expectativas de algunos de sus promotores, quienes consideraban
que la nueva constitución debía fundar un nuevo estado y una nueva organización política.

151
El 8 de junio de 1991 el presidente Gaviria, junto con los presidentes de la asamblea
constituyente, se unieron para revocar el mandato del congreso elegido el año anterior y
convocar nuevas elecciones parlamentarias para el 27 de octubre del mismo año, con lo que el
presidente fue investido con poderes especiales por la asamblea para que delegara 36 miembros,
quienes asumieron algunas de las funciones del congreso en calidad de cuerpo asesor y
consultor del primer mandatario, que aunque no tenían poderes legislativos podían preparar
proyectos de ley para ser presentados al nuevo congreso y vetar los que preparara el ejecutivo en
ejercicio de sus facultades especiales, este fue conocido como el “congresito”.

Esta revocatoria del congreso produjo reacciones en los diferente sectores afectados, quienes la
calificaron como un golpe al poder legislativo por parte del presidente y los grupos mayoritarios
de la asamblea constituyente, en nombre de la institucionalización y la modernización del país en
el marco de la expectativas populares que despertaba la nueva constitució n, ya que fue
presentado como expresión concreta de la soberanía popular y del poder constituyente lo que en
realidad fue “una norma decretada bajo un estado de sitio”. Como lo expresaron los 12 jueces
que desistieron de la decisión mayoritaria sobre la constitucionalidad del decreto que convocó la
asamblea constituyente.

En cuanto a lo anterior, es posible afirmar que en el caso de la reforma de la constitución del 91


no se trató de una revolución popular en la que el pueblo se revelara en contra del estado por la
privación de sus derechos económicos y políticos, sino que partió del ejecutivo la idea de
reformar la constitución, en especifico desde el gobierno de Barco relevado por el gobierno de
Gaviria, quien fue su colaborador, a través de decretos. La invocación al poder constituyente y a
la soberanía popular fue una herramienta con la que se legitimó las decisiones extra-judiciales y
extra constitucionales que fueron acometidas mediante decretos ejecutivos bajo el Estado de
sitio, por lo que el presidente desempeño un papel decisivo en todas las etap as de la
constituyente, desde lo procedimental hasta en los contenidos de la reforma, además de haber
gozado de amplios poderes legislativos durante los 6 meses en que el congreso estuvo cerrado.

Otro argumento sobre el cual se justificó la aprobación de la asamblea constituyente y la


destitución del congreso, fue la diferenciación y el triunfo entre país político y el país nacional,
diferenciación utilizada por Gaitán para referirse a la oposición entre los elites oligárquicas que
concentraban el poder político y económico, especialmente a los partidos tradicionales, fre nte al

152
pueblo desprovisto de todo poder. Sin embargo, esto no se cumplió en los hechos y se puede
evidenciar con la composición de la asamblea constituyente, la cual estuvo conformada en su
mayoría por los partidos tradicionales, quienes de las 70 sillas que componían la asamblea
ostentaron 43, mientras el movimiento AD M-19 por su parte consiguió 19, entre los que había
varios conservadores y liberales y los otros grupos se quedaron con las 8 restantes, entre los que
se encontraban UP (2), la unión cristiana(2), los grupos indígenas (2), el movimiento estudiantil
(1) y el movimiento por un nuevo país para los niños (1).

Las decisiones importantes se adoptaron por acuerdo entre el presidente de la república y los
líderes de los tres grupos mayoritarios, por lo que los grupos minoritarios terminaron por
plegarse a sus intereses. De lo anterior, afirma Consuelo Ahumada, la constituyente más que un
enfrentamiento entre la clase política tradicional y el pueblo fue un enfrentamiento entre la vieja
élite y la élite neoliberal, que con el presidente en la cabeza crearon triunfalmente la estructura
legal para la implementación del nuevo modelo de estado.

En cuanto a los alcances de las reformas, la constitución del 91 significó el aumento de las
prerrogativas del presidente junto con el debilitamiento del congreso, en los diversos campos de
planeación y toma de decisiones en el terreno económico, las relaciones internacionales, en
temas relacionados con el desarrollo económico y social en especial la planeación económica, la
política fiscal, la elaboración del presupuesto nacional y el manejo de la deuda externa y del
comercio exterior ( ART 189 no 25, 341, 347, 351 ,76) junto con la reorganización de la
administración pública y de la rama judicial, asunto en que el congreso contaba con mayor
iniciativa, la creación del tres nuevas instituciones la corte constituciona l, el consejo superior de
la judicatura y la fiscalía general de la nación representaron el control político de la rama judicial
por parte del ejecutivo, al ser el presidente quien elige de forma directa o indirecta los principales
miembros de estas instituciones a través de un marco político clientelista.

El fortalecimiento del poder del ejecutivo sobre la administración pública se manifiesto en las
nuevas facultades que le otorga la constitución, el presidente fue facultado para eliminar,
reestructurar o fusionar entidades públicas, modificar la estructura de los ministerios,
departamentos administrativos, los establecimientos públicos, las empresas industriales y
comerciales y las sociedades de economía mixta.

153
La nueva constitución contempló además, nuevos derechos y mecanismos de participación, sin
embargo, fueron disposiciones generales que reflejan principios abstractos que no cuentan con
posibilidades de realización bajo modelo económico neoliberal que contempla la constitución,
con recorte del gasto público, la privatización de los servicios sociales y la eliminación de los
subsidios. Lo que se refleja en las reformas la salud, al código laboral y a la seguridad social
que se opone al mandato constitucional lo que es producto la relación contradictoria entre dos
proyectos de estado, el neoliberal y el social, los cuales propenden por la reducción y el
fortalecimiento del estado simultáneamente.

En el marco de la nueva constitución desde el gobierno de Gaviria se inició la transición de un


modelo de desarrollo orientado "hacia adentro" a un modelo de apertura e internacionalización
de la economía que promovió la inserción competitiva al mercado mundial y a la vez que
propendió por alcanzar la justicia social con el fin de subsanar la crisis de legitimidad, lo que
significó una clara contradicción al interior del ordenamiento político, jurídico y administrativo
que reclama la nueva constitución. Es imposible conciliar un modelo económico que propende
por la reducción del estado y el gasto público y la promoción de políticas sociales que requieren
la intervención del mismo.

Durante el gobierno Gaviria esta contradicción se hizo patente: el gasto público aumentó,
mientras que el ministerio de hacienda se encargaba de la privatización de empresas. La nueva
constitución obligaba a la creación de nuevas instituciones, anteponiéndose en ocasiones las
políticas sociales a las demandas del modelo económico, sin embargo el gasto social se redujo
en un 10%. Los intentos de reducir el gasto público fue imposible porque primaron los esfuerzos
de restituir al estado el monopolio de la fuerza, por ello se incrementó el gasto militar en un 50%
para el periodo 1990 -1994 con respecto al cuatrienio anterior.

Otro tensión estuvo entre política social y política fiscal. Los ajustes económicos que perseguían
la reducción de la inflación, el déficit fiscal, la introducción de una tributación regresiva y la
reducción del salario real afectó la función redistributiva del Estado. Las consecuencias sociales
de estas restructuraciones se evidencian en la flexibilización del mercado de trabajo a través de
ley 50 de 1990, lo que trajo consigo la reducción de las garantías laborales; la reducción de las
barreras arancelarias a las importaciones; el establecimiento de una tributación regresiva a través
de la ley 49 de 1990, remplazando el impuesto a la renta por el impuesto al consumo como

154
principal fuente de financiación de la actividad estatal; la privatización de las empresas públicas
en las áreas de transporte, telecomunicaciones y seguridad social a través de la ley 1 de 1990 y
los decretos presidenciales 2156 a 2171 de 1992, lo que causó el despido de cerca de 40.000
empleos públicos; la descentralización política, administrativa y fiscal a través de la Ley 60 de
1993, con lo que fueron trasferidos recursos y deudas del gobierno central a los municipios,
aumentando su carga fiscal sin tener en cuenta su capacidad administrativa, exacerbando el
clientelismo regional y reduciendo la posibilidad del mejoramiento de la calidad de los servicios.

Uno de los acontecimientos más significativos de nuestra historia reciente en el campo político
se hizo visible durante la primera década del siglo XXI, se trata del mayor proceso de
homogeneización política que vivió el país, mayor que la violencia de los cincuenta.
Determinado por la instauración de relaciones particulares entre la élite política regional y local
con grupos armados ilegales o lo que se conoce como parapolítica, que llevaron, al decir de
Ariel Ávila (2012), a un cambio en el régimen político colombiano.

El conflicto armado interno de baja intensidad que padecía el país desde hacía cuatro décadas
mostró, a mediados de los noventa, su punto más alto, con el aumento de las acciones
guerrilleras, que empezaba a mostrar visos de una guerra de posiciones y avanzada, ganándole la
guerra a la fuerza pública en las regiones del sur del país. A ello se sumó los resultados positivos
de la estrategia de “vacío de poder” (destrucción local del estado, saboteo electoral,
desplazamiento de mandatarios locales, prisioneros políticos, etc.). No obstante, si la guerrilla
ganaba poder local y regional en algunas zonas no lograba la misma influencia en la vida política
nacional, donde empezó a figurar como “el enemigo público de la sociedad colombiana”.

Las ofensivas de las Farc produjeron alianzas locales y regionales entre élites legales e ilegales y
de éstas con la nacional. “Aún cuando no se trató de una situación concertada, a medida que los
ataques de las Farc se intensificaban estas élites tendieron a ver al grupo guerrillero como su
principal amenaza; además, algunas vieron en esta situación la posibilidad de justificar su alianza
con los grupos paramilitares” (Ávila Martínez, 2012, pág. 3). Y legitimarse ante la opinión
pública.

155
Y en efecto, la respuesta fue la expansión violenta del paramilitarismo, en el periodo 1997-2004,
que dejó más de 150.000 homicidios y desapariciones forzadas y más de 3’500.000 desplazados.
Esto no debe entenderse como el origen del paramilitarismo, que en realidad tiene más raíces 75 .

El proceso de descentralización fiscal, administrativa y parcialmente política que vivió el país y


que comenzó en el gobierno del presidente Belisario Betancur (1986) y se consolidó con la
Constitución política de 1991, permitió: la multiplicación de los centros de poder local y regional
mediante la elección popular de alcaldes, gobernadores, diputados y concejales municipales; la
creación de cargos administrativos en instituciones estatales que intervenían en lo local, que
ejercieron funciones de Estado local, reforzando las élites locales, regionales y reconfigurando
las élites nacionales, así como articulando el control territorial de la fuerza pública; la entrada de
una cantidad ingente de recursos económicos a los municipios y departamentos, a través de la ley
de transferencias, que rápidamente llamaron la atención de élites locales y regionales y, sobre
todo, de los grupos armados ilegales.

Uno de los efectos inmediatos de la descentralización política iniciada en 1986 fue la apertura de
espacios políticos para terceras fuerzas, movimientos sociales y políticos y nuevos liderazgos
sociales, como la Unión Patriótica que obtuvo, en las elecciones de Marzo de 1988, 15
Alcaldías, 256 puestos en los concejos municipales, escaños en el congreso, en las asambleas
departamentales y se proyectaba con fuerza hacia la presidencia. Pero, a si mismo, “la
transferencia de poder que significó la descentralización convirtió el conflicto armado interno en
una disputa por el poder local” (Ávila Martínez, 2012, pág. 15). Es decir, la descentralización
fue utilizada por los paramilitares para acceder al Estado en el ámbito local, regional y nacional.

Según López y Sevillano (2008) se entiende como parapolítica, justamente, “las relaciones que
se establecieron entre la clase política, mayoritariamente local y regional, con grupos
paramilitares, cuyo objetivo fue y es capturar la representación política y las funciones públicas

75
1. En la década de 1960 se legalizó la conformación de grupos privados de seguridad, denominados de
autodefensa por el Ejército de Colombia, que los entrenó y los armó inicialmente en la región del Magdalena
medio, y en los departamentos de Antioquia y Cauca, al servicio de ganaderos y hacendados; 2. La creación de
ejércitos privados por los narcotraficantes y la alianza con grupos contrainsurgentes a mediados de la década de
1980. Apoyados por el ejército, comerciantes, hacendados y ganaderos afectados por la guerrilla; 3. Los grupos
armados que se crearon con el apoyo de sectores políticos de derecha radicalizados, de sectores radicales de las
fuerza militares y de algunas élites políti cas locales y regionales. A lo que se suma la relegaliza ción de los ejércitos
privados bajo la figura de las convivir, decreto 356 del 11 de Febrero de 1994, en plena crisis de legitimidad y
legalidad del gobierno de Samper.

156
por medio de la ubicación de agentes políticos y funcionarios públicos en instituciones
nacionales, locales y regionales”.

De este modo fue como se configuró la resistencia a la democratización local. Los sectores
políticos tradicionales pidieron ayuda a grupos paramilitares para eliminar la oposición. Los
resultados de estas alianzas fue la creación de “dictaduras regionales” y “dictaduras locales”,
donde el disenso era cobrado con la muerte y la homogeneización política se abrió paso,
devolviéndoles a las élites tradicionales el dominio local y regional, aunque también terminaron
desplazadas en algunas regiones por el mismo paramilitarismo.

Coincidieron los intereses entre élites locales, regionales y nacionales, con los paramilitares, en
destruir sectores políticos emergentes vinculados a la izquierda democrática, surgidos a finales
de los años 1980 y principios de la década de 1990, sobre todo aquellos ligados a las
negociaciones de paz que hubo con grupos guerrilleros en ese entonces. También asesinar líderes
sociales y políticos que no estuvieran ligados a la estructura tradicional de poder local y regional,
líderes que vieron en la descentralización uno de los mecanismos de ascenso político. El proceso
de homogeneización política trajo consigo el asesinato de cientos de líderes sociales y políticos
de diferentes movimientos comunitarios, sindicalistas, presidentes de juntas de acción comunal y
líderes de organizaciones de víctimas, que cayeron durante el proceso de expansión paramilitar.

Pero los pactos 76 instaurados entre las élites políticas y los grupos paramilitares tenían la
finalidad también de participar en la distribución de los recursos públicos. Las transferencias a
las regiones y municipios permitieron la llegada de ingresos a las instituciones que terminaron
canalizados por las estructuras paramilitares. Se desfalcaron las arcas públicas. Y se cobraban
impuestos a la contratación municipal y departamental cercanos al 10 por ciento.

Ávila (2012) sostiene que el cambio de régimen po lítico se dio por el ascenso de élites políticas
regionales a la política nacional. Pues el abandono territorial y la falta de interés en lo regional,
de la clase política tradicional, ocasionaron la mayor desconfianza de las élites emergentes,
muestra de ello fue la creación de sus propios ejércitos privados y el interés en el
aprovechamiento de los espacios políticos locales, regionales y nacionales. De hecho, “e n 1997,

76
Claudia López y Oscar Sevillano hacen el siguiente balance de los pactos de la parapolítica: El pacto de Ralito,
pacto de Chivolo, pacto de Pivijai, “Reunión de coordinación” en Casanare, pacto de Urabá, reunión del
magdalena medio, la reunión del eje cafetero, Caldas. En (López & Sevillano, 2008).

157
año de creación de las Autodefensas Unidas de Colombia, el control de las élites regionales era
ya casi hegemónico, de forma tal que solo les quedaba su ascenso nacional y su consolidación
como mayorías parlamentarias” (Ávila Martínez, 2012, pág. 16). También fue posible porque
sobrepasaron las redes clientelistas, instaurando nuevas.

¿Qué heredó el paramilitarismo al sistema político colombiano? Tres novedades introdujo según
el mencionado autor: 1. El proselitismo político armado, pues no se trato de la captura de las
instituciones por un grupo armado ilegal sino de la captura del estado por parte de actores
privados que utilizan la intimidación y las armas para el ascenso político y económico; 2. El
reacomodamiento de la población de distintas regiones a sus lealtades políticas y, por tanto, la
transformación del mapa político nacional, manejando las cuotas electorales; 3. La penetración a
las instituciones del estado se profundizó y consolidó y el paramilitarismo llegó a colocar en la
dirección de la central de inteligencia del país, el DAS, a una cuota burocrática suya, que puso
esta institución a su servicio.

Relación del Estado con los sectores populares

En un primer momento, observaremos como se configuró las movilizaciones agrarias por varios
sectores sociales productivos, después haremos un balance de cómo la implantación de políticas
neoliberales, combinado con estrategias de criminalización de la protesta social y la “justicia sin
rostro”, le cobraron la lucha a los trabajadores sindicalizados contra la privatización. Al final se
plantea, como desde la institucionalidad se intentó políticas sociales en medio de un modelo
económico que las repelía, y que llevo al aumento de la movilización de otros sectores sociales.
Pero no se deja de aludir a la particular forma en que el gobierno de Uribe se relacionó con los
sectores populares.

El proceso de globalización de la economía y las reformas neoliberales desarrolladas en el sector


agrario han afectado las condiciones de vida y de reproducción de los sectores productores
agrarios, en la medida en que avanzan los procesos de “modernización” del agro encaminado a la
integración comercial a través de la producción para la exportación. Desde los noventa la
protesta social se abrió paso en sectores ajenos tradicionalmente a ella, expresaron sus demandas,
defendieron sus intereses sectoriales.

158
Según Tobasura & Rincón (2007), en el periodo 1990-2005, cuatro sectores socio-económicos
participaron de la movilización agraria:

1) Los campesinos y los colonos, incluidos los de las zonas de frontera, los cuales, debido a la
desatención sistemática del estado y presionados por diversos actores armados, han centrado su
actividad productiva en el cultivo de la hoja de coca, denominándoseles como cocaleros, y que
en el periodo de análisis mantuvieron una activa participación en la movilización social;

2) Los medianos productores, sujetos productivos que, a través de su actividad agropecuaria,


tienen la capacidad de asegurar la reproducción material y social de su núcleo familiar, la
reposición de sus instrumentos de trabajo y realizar una eventual acumulación de capital
(productores de panela, los medianos caficultores y los productores de hortalizas);

3) Los empresarios agrícolas, formas de producción que se desarrollan bajo la forma del capital,
separación entre el productor o trabajadores directos y los medios de producción, en ésta se
agruparon los complejos agroindustriales y los arrendatarios, que orientaban la actividad
productiva hacia el mercado de exportación (gremios del arroz, la caña de azúcar, las flores, la
palma africana y las haciendas cafeteras);

4) Y las comunidades étnicas, en la que se ubican las comunidades indígenas y las


afrodescendientes, para las cuales la actividad productiva es una faceta de su realidad, sin que se
llegue a convertir en su principal objetivo.

Hasta la mitad de la década de los ochenta la protesta campesina y sus demandas se centraban en
la distribución y titulación de las tierras. Pero con la “apertura económica” otras exigencias se
hicieron prioritarias, puesto que “la eliminación de aranceles para las importaciones, la
eliminación de los subsidios a la producción y la liquidación de agencias estatales dedicadas al
apoyo, el fomento e investigación para la producción agropecuaria; tales medidas llevaron a los
productores nacionales a condiciones desventajosas al tener que competir en el mercado
internacional con productores subsidiados y de mayor tradición productiva de exportación”
(Tobasura & Rincón, 2007, pág. 46).

Las medidas neoliberales afectaron a los grandes, medianos y pequeños productores, ello explica
las alianzas desarrolladas en la movilización social agraria desde los distintos niveles productivos

159
y de las variadas regiones del país. En efecto, al lado de los campesinos que reivindicaban el
acceso a la tierra y la atención del Estado, se sumaron los grandes productores ligados a sistemas
agroindustriales (haciendas cafeteras, los ingenios azucareros y las plantaciones arroceras),
quienes en el marco de la globalización de los mercados veían afectados sus procesos de
acumulación de capital, reivindicando medidas de protección a la producción nacional. Y las
comunidades étnicas que viendo amenazadas las estructuras básicas que determinan su identidad,
su territorio, su autonomía y su cultura, fueron a la lucha contra el modelo.

Los motivos de la movilización social agraria en orden de importancia fueron: en primer orden,
las demandas por políticas agrarias como el rechazo a la apertura económica y a la firma de
tratados de libre comercio, exigencias de políticas cafeteras, condonación de las deudas,
reivindicaciones relacionadas con servicios y asistencia técnica de agencias estatales, que se han
perdido debido a su liquidación. Peticiones referidas a la atención del Estado en temas
relacionados con la educación, salud, servicios básicos, vías e infraestructura física.

En segundo orden, en vistas de las dinámicas violentas que vivía el país y la permanente
represión y persecusión de la que fueron víctimas militantes de base y los más destacados líderes
sociales, las exigencias se concentraron en las denuncias por violación a los derechos humanos,
asi mismo como el incumplimiento a los acuerdos logrados con el gobierno nacional y la falta de
garantías para la participación política y la protesta.

En tercer orden, apareció el rechazo a la fumigación de los cultivos de uso ilícito con glifosato, y
la demanda de programas integrales de sustitución de dichos cultivos, sobre todo en el sur del
país.

No obstante, las exigencias por la distribución y acceso a la tierra también estuvieron presentes.

Predominó la acción directa, en el periodo se calcula 950 acciones de este tipo, sólo en el marco
de la protesta agraria, en el territorio nacional. Los repertorios de acción fueron los distintas
estrategias de movilización y presión como el lobby o cabildeo, la demanda ante jueces y
tribunales y las acciones de hecho. Sin embargo, la movilización (bloqueo de vías, marchas,
manifestaciones, paros, tomas al Incora, a la Caja Agraria, etc.) fue el repertorio más legítimado
y efectivo para la acción política del movimiento agrario. El reciente paro agrario parece
confirmar esto.

160
En un estudio juicioso, Consuelo Ahumada (1996) se ha detenido en las implicaciones del
neoliberalismo en las condiciones laborales de los trabajadores colombianos. Señala como bajo
las premisas de la internacionalización de la economía y los preceptos de las “ventajas
competitivas” las políticas han estados dirigidas a abaratar la mano de obra y procurarla
abundante al capital nacional y extranjero. Expresa como desde la ley 50 de 1990, se cambian
radicalmente toda la legislación laboral disputada en las décadas anteriores y alcanzada por el
movimiento sindical. Resalta también como se empezaron a reconfigurar las clases sociales,
aumentando la brecha entre pobres y ricos.

Sin embargo, la autora advierte como en conjunto con el proceso de “modernización” del Estado
iniciado con Barco y Gaviria, éste fue fortaleciendo su aparato represivo. Se trató de reformas a l
sistema judicial, que bajo el supuesto de la lucha contra narcotráficantes y la guerrilla le sirvió al
Estado para juzgar a los trabajadores organizados que emprendieron acciones de hecho contra la
privatización de las empresas públicas. Se criminalizó la protesta social.

Entre 1987 y 1988 la administración de Virgilio Barco buscó consolidar, en reemplazo de la


justicia penal militar que había sido declarada inconstitucional por la corte suprema de Justicia,
una legislación para regular el orden público. El gobierno expidió varios decretos (1631 de 1987
y 474 de 1988) pero fue con el secuestro de un candidato a la alcaldía de bogotá, Andrés
Pastrana, y el secuestro y asesinato del procurador general de la nación, Carlos Mauro Hoyos,
que se introdujeron los decretos 180, 181 y 182 por los cuales regía el Estatuto para la Defensa
de la Democracia o Estatuto Antiterrorista. Se pretendía que fuera dirijido contra las acciones de
los narcotraficantes que habían incurrido en acciones terroristas.

El estatuto se caracterizó por ser una réplica del Estatuto de seguridad de Turbay. Aunque eran
más severas las medidas, por ejemplo, hizo inoperante el uso del habeas corpus y facultó a las
autoridades militares para allanar cualquier residencia sin orden judicial. Autorizó la detención
de los sospechosos de terrorismo y justificó mantenerlos presos durante diez días sin llevarlos a
juicio. Las noticias referidas a problemas de seguridad podían tomarse como incitación a actos
terroristas, por lo tanto, eran penalizadas.

Con el gobierno de Gaviria apareció el Estatuto para la Defensa de la Justicia, en éste se trató de
fusionar y especializar la legislación sobre orden público, reasignó funciones a la policía judicial,

161
ordenó la creación de cortes especiales (justicia regional o justicia de orden público) para
proteger a los jueces y enfrentar las actividades terroristas de las guerrillas y los narcotraficantes.
A lo que se sumó la aparición de la figura del Estado de conmoción interior, en reemplazo del
desacreditado Estado de sitio.

El origen de la Fiscalía General de la Nación, como policía judicial, se ubica en la introducción


del sistema acusatorio en el aparato judicial, es decir, la cada vez más influyente acción del
ejecutivo en la rama judicial. Fue con este estatuto que la investigación de los procesos penales
pasó de manos de los jueces a manos de los agentes del Estado pertenecientes a la policía,
judicial. Con este, los militares adquirieron grandes prerrogativas en el juzgamiento de civiles,
pudieron detener y procesar sin el control de la fiscalía.

Una de las grandes preocupaciones de los académicos y juristas de la época fue la marcada
tendencia del estatuto a catalogar como “terrorismo” a todo tipo de delitos políticos, al igual que
la protesta social no armada. A la lista de 55 formas de comportamiento terrorista creada por
Barco, se le sumó “conspiración para violar la ley”, “ataques contra la existencia y seguridad del
Estado”, “contra el orden constitucional”, etc.

Las cortes especiales creadas por el estatuto para la defensa de la justicia, también conocidas
como justicia regional o justicia de orden público, eran regidas por los “jueces sin rostro”. En
efecto, no se trata de un eufemismo, eran jueces que ejercían “su función detrás de un grueso
espejo de una sola cara y utilizan una maquina que distorsiona su voz” (Ahumada, 1996). La
creación de este mecanismo respondió a la necesidad de proteger a los jueces, dada la guerra
declarada del narcotráfico contra el Estado y el asesinato sistemático de jueces. No obstante, esta
justicia, como lo señalaron en su momento expertos constitucionalistas, políticos y líderes
sindicales, violaba y restringía varios derechos: la presunción de inocencia, el derecho a un j uicio
público, a confrontar los testigos del fiscal, a presentar testigos por parte de la defensa, el acceso
de la defensa al expediente y a la información sobre el desarrollo del proceso legal, juicio con
elementos probatorios, libertades provisionales, etc.

El código de procesamiento penal terminó de complementar el estatuto de Gaviria. El artículo 20


del decreto 0099 del 1991 aplazaba la muestra de pruebas hasta el juicio, lo que significó
presumir la culpabilidad de toda persona detenida; el artículo 58, ordenó la detención preventiva

162
cómo única medida de aseguramiento y autorizó a la policía judicial a reunir evidencias y
juntarlas al expediente sin orden judicial; el incumplimiento de los términos, la prolongación sin
justa causa, no fue reglamentada. Estas disposiciones aparentemente quedaban en contradicción
con la constitución, sin embargo la corte suprema de justicia determinó que el Estatuto era
constitucional.

A pesar de los cuestionamientos que tuvo el estatuto fue sancionado, algunas fueron: el
desconocimiento de las garantías judiciales reconocidas en instrumentos internacionales; la
pérdida de autonomía, con respecto al ejecutivo, de la justicia; el valor excesivo que se le
confirió a la denuncia y a los testimonios ocultos con lo cual se abrieron procesos penales sin
poner en discusión las pruebas; la utilización de los informes de inteligencia de los organismos
de seguridad del Estado como pruebas sumarias; la imposibilidad de desarrollar el ejercicio de la
defensa.

Fue muy cuestionada la efectividad de los “jueces sin rostro” en contra de las actividades
terroristas y criminales de grupos organizados y se trató de evidenciar como el estatuto iba en
contra de los movimientos sociales y políticos. De hecho, mientras a los jefes del narcot ráfico se
les impusieron sanciones moderadas, la mayor parte de ciudadanos sometidos a los tribunales de
orden público eran personas comunes. Para el primer semestre de 1992, hubo 584 personas
procesadas bajo el estatuto, el 94% eran individuos que se encontraban involucrados en algún
tipo de protesta social o en una organización cívica. Algunas organizaciones de derechos
humanos llamaron la atención, entre otras cosas, en como los dirigentes sindicales, campesinos y
políticos opuestos al régimen fueron acusados, con base al estatuto y con la sola evidencia de
testigos secretos o, como denunciaba Eduardo Umaña Mendoza, con “testigos clonados”, un
mismo testigo en varios casos.

En esta medida, la convergencia de la apertura económica con el aumento de medidas represivas


y autoritarias contra los sindicatos, los movimientos sociales, las organizaciones populares y
políticas llevan a plantear la necesidad de los gobiernos de apagar y criminalizar la protesta ante
la implementación de políticas neoliberales.

El Estado de conmoción interior fue una figura creada en la constitución de 1991, que vino a
reemplazar el Estado de sitio. No sólo ha servido de marco represivo para los distintos sectores,

163
sino que se ha pretendido convertir en legislación permanente las medidas adoptadas en su
amparo. Así mismo, esta figura contempla la posibilidad de que el presidente estipule nuevos
delitos mediante órdenes y decretos. Por otro lado, se abrió el debate por si bajo el estado de
excepción se pueden desconocer los acuerdos internacionales en materia de derechos humanos.
El ejecutivo también ha tomado medidas drásticas para controlar el orden público en momentos
de disturbio, limitar el derecho a la circulación, restringir la circulación de la información.

Desde los inicios de la implantación de las políticas neoliberales, por parte del gobierno de
Gaviria, el movimiento sindical le hizo una franca oposición. La reforma laboral de 1990 fue
descrita como “el regreso al capitalismo salvaje”. No obstante, la convocatoria a un paro
nacional no tuvo la respuesta esperada. En cambio, la privatización de las empresas si generó un
movimiento de protesta más grande en todo el país. La más importante de ellas fue la
movilización de los trabajadores de Telecom.

Después de su posesión el gobierno de Gaviria empezó a promover la venta de la Empresa


Nacional de Telecomunicaciones, promocionándola y ofreciéndola en los periódicos de los
Estados Unidos, incluso antes de que se decidiera su privatización en el congreso de la república.
Los trabajadores argumentaron que la defensa de la empresa, era la defensa de la soberanía
nacional, por tratarse de una empresa que era patrimonio de los colombianos; resaltaron la
necesidad de continuar el servicio de telefonía en diversas áreas rurales, que se vería afectado por
la privatización, ya que a las empresas no les interesaría prestar este servicio por no ser rentable;
sostuvieron que la empresa era eficiente y rentable, prueba de ello era los aportes obligatorios
que hacía a otras instituciones del Estado, su contribución al pago de la deuda, etc. En 1992 la
empresa reportaba un excedente de 34 mil millones de pesos, representaba un crecimiento del
275% con respecto a 1990. Además, la empresa tenía incorporada tecnología avanzada y una alta
capacitación de la fuerza laboral.

Sin embargo, el gobierno de Gaviria recorrió a todas las medidas legales e ilegales para contener
la protesta de los trabajadores, el caso ilustra cómo se entretejen los intereses de las empresas
multinacionales, en medio de políticas de privatización, con la criminalización de la protesta
social. Los trabajadores de Telecom iniciaron el paro el 22 de Abril de 1992, durante una semana
fue suspendido el servicio en todo el país, las represalias no dieron espera, los trabajadores

164
fueron sacados violentamente del edificio y llamaron a técnicos extranjeros para que sostuvieran
el servicio pero no pudieron.

En vistas de las consecuencias del paro a una semana, aislamiento completo del país, millones de
dólares en pérdidas económicas, la posibilidad de que se presentara una sucesión de huelgas en
apoyo al movimiento de Telecom, encabezado por los trabajadores petroleros y portuarios. Esto
obligó al gobierno a negociar con los huelguistas y comprometerse públicamente a la no venta de
la empresa, así mismo, le costó la renuncia del ministro de comunicaciones.

Pero las represalias fueron contundentes contra los trabajadores que habían sostenido el paro, se
iniciaron 192 procesos disciplinarios internos, la fiscalía abrió proceso investigativo a cuarenta
empleados por “obstrucción del derecho al trabajo”. A comienzos de 1993, el fiscal general
acusó de terrorismo a dieciséis técnicos y trabajadores de la empresa. El 23 de Febrero expidió
orden de captura contra trece de ellos, incluidos las directivas del sindicato, en un operativo
militar sin precedentes, y fueron sometidos a la justicia sin rostro. Aunque diez meses después el
fiscal se retrató, señalando que no se trataba de un caso de terrorismo, sin embargo, el proceso
judicial en su contra siguió.

La venta de la empresa en realidad se pospuso, ya que el movimiento huelguista perdió su


impulso. Como afirmó el presidente del sindicato de Telecom, Heberto López, “la justicia
regional está dirigida a contener la lucha de los sindicatos y de los trabajadores en contra de la
privatización y el neoliberalismo” (Ahumada, 1996, pág. 277). Esa fue la estrategia de Gaviria.

El gobierno de Samper planteó la superación de las consecuencias de la implementa ción del


modelo neoliberal en el gobierno anterior, a través de un ambicioso programa de de inversión
social el cual tenía como fin superar los retos del desarrollo económico y social del país conocido
como el salto social. Pero los escándalos de infiltración de dineros en su campaña electoral
provenientes del cartel de Cali, conocido como el proceso 8000, marcaron el fracaso de su
política social. Por lo que tuvo que gastar todo su esfuerzo en su defensa legal frente a la cámara
de representantes y el cumplimiento de las exigencias de Estados Unidos en la lucha contra las
drogas.

Uno de los principales problemas de su plan de gobierno consistió en que conllevaba el aumento
en el gasto social en un 3.5% lo cual sería destinado para la realización de obras públicas en la

165
salud y la educación, a través de las transferencias de recursos de la nación a entidades
territoriales. No advirtió la revaluación del peso, la inflación, junto con la evasión de tributaria
que obligaron a reducir sus metas, debido a la afectación de la política macroeconómica de la
nación con el aumento del déficit fiscal durante su gobierno al 4.8 del PIB en 1998. Lo que
devino en la declaración de emergencia económica obligando a través de la expedición de
decretos como las leyes 223 de 1995 sobre la reforma tributaria y la 344 de 1996 sobre la
racionalización del gasto público, así como el recorte a los presupuestos de cada año.

Finalmente, la corte constitucional tumbó el estado de emergencia económica por considerarlo


sin justificación ya que no se trataban de hechos sobrevinientes como exige la constitución, lo
que tumbó el paquete de decretos con los que se buscaba recaudar 800.000 millones de pesos
para tapar el déficit. Como consecuencia se implementaron medidas de recorte en el gasto
público, el cual terminó afectando la inversión social al terminar su gobierno, Samper sólo
alcanzó cerca del 60% de lo programado en su plan de gobierno.

Pastrana heredó el déficit económico, tuvo que enfrentase al crisis de UPAC que afectó
especialmente las clases más pobres al hacer los créditos de vivienda impagables causando el
remate de viviendas sin posibilidades de recuperar el dinero, a lo que el gobierno respondió con
el cambio de sistema financiación por la UVR. Sin embargo, esto no fue el cambio de fondo que
esperaba la población ya que seguía beneficiando a los dueños del sistema financiero y tampoco
significó un salvavidas para las personas ya afectadas por el anterior sistema. En 2001, dos años
después de la peor crisis en esta área y en plena vigencia de la UVR, el sistema hipotecario
recibió 6.116 viviendas en dación de pago por 327.000 millones de pesos.

El problema social más preocupante durante aquel periodo fue desempleo galopante debido al
incremento de la importación de bienes agrícolas y manufacturados. La situación de la industria
nacional con la quiebra aproximadamente 30 mil empresas en el curso de los doce años de
apertura económico creó la situación de desempleo que afrontó el país durante el periodo, era la
continuación de un proceso de degradación iniciado desde 1990. La ley 50 de 1990 de
flexibilización laboral que se había proclamado con el fin de aumentar el empleo fue desmentida
por los hechos, durante el gobierno de pastrana el desempleo llegó a tal punto que habían 10
millones de cesantes y subempleados, paso según el DANE del 12.7% en 7 de las principales
ciudades y el sub-empleo del 19.8% en las principales 4 ciudades para 1998 a 18.4% de

166
desempleo y 34% sub-empleo para el 2002, llegando a equipararse con la situación durante la
gran recesión en EE.UU después de la crisis del 29.

Las tasas de crecimiento de la economía y del PIB fueron insuficientes para evitar que siguiera
creciendo el número de desempleados por lo que las medidas contempladas por la administración
para contrarrestar su crecimiento como empleo en acción y Vías para la paz concebidos para
generar 200.000 desempleos se quedaron sobre el papel ya que suponían un mayor crecimiento
de la economía. Otras de las medidas consideradas para reducir el desempleo contemplaron
varias propuestas, que en general consistían en la disminución de la capacidad adquisitiva de
los trabajadores, sin tocar los fundamentos de la apertura económica causante de la crisis. La
intención del gobierno era adelantar una reforma laboral, implementando una nueva
flexibilización prolongando la jornada laboral hasta las 8 de la noche con el propósito de no
pagar festivos, extras, ni dominicales, bajar la tabla de indemnizaciones, permitir salarios
inferiores al mínimo, disminuir los aportes a las Cajas de Compensación, etc.

Las políticas neoliberales regidas por el banco mundial implantaron como política social la
atención estatal dirigida o focalizada, lo que consiste en que la acción del estado en lugar de
ofrecer asistencia al conjunto de la población debía ser dirigida junto con sus recursos hacia los
más pobres de los pobres, con el fin de mantener condiciones de miseria sostenible y así atenuar
las consecuencia del nuevo modelo pero sobretodo sin afectarlo.

El aumento de la población bajo la línea de pobreza que desp ués del gobierno pastrana paso del
51.5% en 1998 al 59.8% en el 2000 junto con el deterioro en la distribución del ingreso el cual
aumento en un 10% respecto al decenio anterior, sin embargo el gobierno nacional en marco del
plan nacional de desarrollo por medio de la Ley 617, de racionalización del gasto, determino la
salida de más de 100.000 trabajadores en las regiones a través de la fusión y eliminación de
entidades y con la ley 715 se redujo puestos públicos especialmente en el áreas de la salud por lo
que durante este periodo se vivo una verdadera africanización de la economía.

Uribe estructuró su programa de gobierno con base a tres ejes: seguridad democrática, la que
tuvo por objeto extender las garantías del estado de derecho a todo el territorio a través de la
recuperación del monopolio legitimo de la fuerza, específicamente se centro en la derrota militar
de las FARC y adelantar un proceso de negociación con los paramilitares expresada en la ley de

167
justicia y paz; la confianza inversionista, como estrategia para garantizar la inversión sobretodo
extranjera y abrir los mercados, para expandir la producción y generar empleos; y la cohesión
social con la cual pretendía ampliar la inclusión a través de siete herramientas; la revolución
educativa la promoción y expansión de la seguridad social, el impulso a la economía solidaria, el
manejo de social de los servicio públicos, el manejo social del campo, la calidad de vida urbana
y el país de propietarios.

El objetivo general de la Política de Defensa y Seguridad Democrática fue “reforzar y garantizar


el Estado de Derecho en todo el territorio, mediante el fortalecimiento de la autoridad
democrática: del libre ejercicio de la autoridad de las instituciones, del imperio de la ley y de la
participación activa de los ciudadanos en los asuntos de interés común” ( Política de Defensa y
Seguridad Democrática, 2002). Los principales elementos que sobresalen son:

Control territorial, esta estrategia buscó consolidar el control gradual del Estado en todo el
territorio nacional pero dicho control no significó, en el plano concreto, la presencia de
instituciones nacionales representativas del Estado sino que se tradujo en la presencia de fuerza
militar en cada rincón del país. Así,

“la Fuerza Pública iniciará el proceso de consolidación del control estatal sobre el territorio,
asegurando su presencia permanente y definitiva en todas las cabeceras municipales, con el
apoyo de brigadas móviles y demás unidades de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional.
Unidades compuestas por soldados regulares, soldados campesinos y carabineros de la Policía
Nacional asegurarán el mantenimiento del control territorial” ( Política de Defensa y Seguridad
Democrática, 2002).

Aludiendo a lectura que sobre efectos del conflicto armado se sienten en el crecimiento
económico y desarrollo capitalista del país, el gobierno de Uribe (2002- 2010) formuló la
estrategia de Seguridad y desarrollo, con la cual

“el desarrollo económico y las posibilidades de empleo están igualmente sujetos a que reine un
clima de seguridad que permita la inversión, el comercio y el gasto de los recursos municipales
en beneficio de la comunidad, que son todos objeto de la depredación permanente de las
organizaciones armadas ilegales” ( Política de Defensa y Seguridad Democrática, 2002).

La forma como se ejecutó la política de seguridad democrática fue med iante el fortalecimiento

168
de la fuerza pública. No sólo en términos militares sino que también concediendo cierta
inmunidad jurídica a sus acciones por fuera del “imperio de la ley”. Se fortaleció las fuerzas
militares, policía nacional y las labores de inteligencia. Así mismo, se abrió el debate sobre el
fuero militar para la fuerza pública.

Las clases medias y altas beneficiadas con la “guerra total” contra los grupos insurgentes no sólo
aceptaron los grados de militarización que alcanzó la sociedad colombiana sino también
defendieron sus acciones y se enorgullecieron de acabar con la “plaga del terrorismo” como lo
mostraron los medios de comunicación. La forma paternalista y mesiánica que adquirió la figura
de Uribe, junto a los bombardeos mediáticos, terminaron ganando la opinión pública de las
clases que, en lo concreto, se vieron beneficiados con el crecimiento neoliberal que representó su
modelo de Estado.

La política social del parodio se materializó en programas como familias en acción, el cual pago
subsidios a 2.600.000 personas durante los 8 años de su mandato. El programa Juntos, vinculó
1.123.000 familias pobres y cuyo objetivo era la “seguridad alimentaria”. Estos programas se han
basado en medidas asistencialistas que han coaptado la población volviéndola dependiente del
ejercicio clientelista del gobierno central, dejando de lado los problemas centrales de la pobreza
como la educación, el empleo, la alimentación y la vivienda, convirtiéndola en caudal electoral.

La salud y la educación superior son los mejores ejemplos del compromiso de Álvaro Uribe
Vélez con el neoliberalismo. Aumentó la cobertura en salud, la cual pasó a beneficiar al 89% de
la población entre el régimen contributivo y subsidiado durante los dos gobiernos, pero el
aumento de la cobertura en salud fue en detrimento de la calidad de los servicios, desde 1993 la
salud paso de ser un servicio público a ser controlada por el sector privado a través de empresas
promotoras de salud (EPS), lo que ha sumido al sistema en una profunda crisis que se manifiesta
en degradación continua de los servicios médicos y hospitalarios, debido a la alta tasa de
ganancia que capitalizan estas empresas y el no pago del dinero que el estado adeuda al sistema
de salud, el cual alcanza los 6 billones de pesos, lo que mantiene por fuera del sistema de salud al
15% de la población y obliga a los usuarios a recurrir a la acción de tutela para lograr los
tratamientos.

169
Otro de los mencionados logros sociales del gobierno en este periodo fue la expansión de la
educación superior, incrementó cerca de un millón de estudiantes a un millón 700 mil, de un
20.6% en el 2002 a un 33.3 % en el 2008, incluyendo formación titulada, técnica y tecnológica.
Aunque este aumento contrasta con altas cifras en la deserción, casi un 50 por ciento, sólo el
16% de los colombianos que inician un estudio después del bachillerato logran terminarlo. Esta
expansión del los servicios educativos, al igual que en el caso de la salud, se hizo a costa de la
calidad del mismo, ya que el aumento de la cobertura no estuvo acompañado de correspond iente
aumento proporcional del presupuesto para su funcionamiento y la respectiva ampliación de las
instalaciones, lo que ha contribuido a la degradación de los servicios universitarios, el
hacinamiento, la degradación de las instalaciones, etc. Entonces, la falta de presupuesto para
subsidiar la ampliación de los servicios se cubrió con estrategias de gestión gerencial a través de
restructuraciones, recortes, fusiones, austeridad fiscal, modifica ciones al modelo de
contratación, etc.

En cuanto al empleo la reforma laboral, ley 789 de 2002, fue ideada para crear 640.000 empleos
en cuatro años. No obstante, el cambio en el índice de desempleo con respecto al periodo anterior
no fue significativo, por el contrario esta ley sirvió para incrementar la ganancia de los
empresarios en 7 billones de pesos por efectos de la ley a través de la reducción de la carga en las
deducciones para las prestaciones sociales y la flexibilización laboral según denuncio la CUT en
el 2007.

La grave situación financiera de la educación superior, el grave estado del sistema de salud y la
degradación del empleo dan cuenta de la falta de soluciones estructurales a los problemas
sociales del país durante este gobierno. Lo que se materializó en el aumento de la movilización
social la cual llegó a cifras récord, entre ellas las movilizaciones del 2007 por el recorte a las
transferencias y el paro nacional universitario del 2011.

Al fracasar los diálogos del Caguán y acentuarse la confrontación de los actores armados, donde
ganó fuerza la idea que para lograr la paz era necesario acabar con la guerrilla, se configuró otra
forma particular de entender a los sectores populares organizados y opuestos a las políticas
oficiales. A esto debe sumársele los efectos de los acontecimientos del 11 de Septiembre del
2001. En medio del conflicto armado interno, se ha conducido a hacer una lectura de la protesta
social y de los movimientos políticos que surgen de la sociedad civil como una avanzada de las

170
luchas subversivas, lo que no sólo ha generado faltas de garantías para la participación política
sino prácticas sistemáticas de persecución y estigmatización del opositor político, creando un
miedo y desconfianza a la participación política en los sectores sociales. Recordemos como
Uribe llegó a afirmar que los defensores de las víctimas y denunciantes de la violación de
derechos humanos en Colombia “constituían el bloque intelectual de las Farc”. Con el gobierno
de Uribe se popularizó la idea que la protesta social está infiltrada por la guerrilla.

Aunque las ejecuciones extrajudiciales a manos de la Fuerza Pública no son nada novedoso en
Colombia, ya que históricamente se conocen casos de personas asesinadas y luego presentadas
como muertas en combate, no es de negar que esta práctica se aumento exponencialmente y se
volvió sistemática en el periodo del 2002-2008. A esta práctica se le ha denominado falsos
positivos, denominación que se da al asesinato a sangre fría de personas inocentes pertenecientes
a clases populares, con el fin de que miembros de la fuerza pública adquirieran incentivos.

En el marco de la política de Defensa y Seguridad Democrática, se gestó una conducta inmersa


en un contexto político, en el cual los resultados de la guerra se miden por la cantidad de sangre
que se derrame y por la cantidad de muertos que se presenten, de esta manera el gobierno
comenzó a brindar incentivos a los militares, con el fin de que demostraran resultados frente a la
lucha contra el terrorismo. Por lo tanto, la fuerza pública motivada por dichos incentivos
(reconocimientos, recompensas, ascenso, etc.) empieza a individualizar a personas pertenecientes
a las clases populares (de zonas rurales en su mayoría y de zonas urbanas periféricas) para
desaparecerlos y posteriormente ejecutarlos y así presentarlos como guerrilleros muertos en
combate.

Los casos de los jóvenes de Soacha y Ciudad Bolívar, la denuncia de sus madres, han permitido
que salgan a la luz pública el accionar de la “fuerza pública”, que especialmente durante el
periodo tuvo prácticas sistemáticas de violación de Derechos Humanos, y muestra cual fue el
entramado mediante el cual se desarrolló la lucha contra el terrorismo en el país. Algunos se
preguntan todavía porque recibieron a Uribe a tomatazos en Soacha.

El Estado neoliberal frente a los temas agrarios

La cuestión agraria desde la visión neoliberal será sopesada con los problemas históricos que ha
afrontado de atraso y concentración de la propiedad rural. En un segundo momento, en estrecha

171
relación con la llegada del neoliberalismo, debemos plantear la violencia dirigida hacia el
campesino, producto del paramilitarismo, que llevó a su expulsión masiva del campo y al
despojo y la concentración de tierras. Al finalizar, el fe nómeno del retorno al campo y la
restitución de sus tierras tras la precaria desmovilización de los ejércitos paramilitares.

Hacia la década de los noventa las políticas de apertura económica ya se habían hecho efectivas.
El problema que comenzó a hacerse visible, desde una visión neoliberal, fue la baja
“competitividad” de la agricultura colombiana en los mercados internacionales 77 . Ya se había
reducido la tasa de aranceles (del 34% en 1990 paso al 11% en 1994), esto empezó a quebrar la
producción nacional, combinado con la revaluación del peso. A lo que se sumó: la sequía de
1992 (fenómeno del niño); la integración del país al grupo andino; la caída de los créditos con
la crisis de la caja agraria y sus altas tasas de interés: y la violencia en el campo fue un factor
poco halagüeño. Estos problemas en la agricultura, denominados crisis semipermanente
(Jaramillo, 1998), se evidenciaron, según Fajardo (2001), en:

- La reducción de las áreas en producción, no concomitante con aumentos de la productividad.


En 1997 se sembraron 3,1 millones de hectáreas (de cultivos semestrales y permanentes), frente
a los 3,7 millones de 1990. Los cultivos semestrales pasaron de 2,5 millones de hectáreas en
1990, a 1,6 millones, en 1997.

- La disminución de la producción. Tuvo un descenso sin antecedentes: de las 130 mil toneladas
de algodón exportadas por Colombia en 1975, se descendió a 4.707, en 1996, y a 427, en 1997
[Misión Rural 1998, 43].

- El incremento de las importaciones de productos agrícolas. Las importaciones crecieron a un


ritmo anual del 26,8% : pasaron de ser el 5,5% del PIB, en 1990, a ser el 46,9%, en 1997. En
junio del año 2000, el país estaba importando seis millones de toneladas de alimentos, “ocho
veces más que hace una década” [CGR 2000].

77
El concepto de “competitividad” entraña la siguiente lógica: los productos que ofrecen precios más favorables,
calidades superiores y volúmenes adecuados son capaces de capturar los mercados. Este supuesto teórico, no es
más que retórica de los países desarrollados: las condiciones reales de la producción en estos países se resume en
una estrategia, aprendida en las experiencias de las guerras mundiales, la protección de su produ cción alimenta ria:
asignando subsidios directos a los productores; subsidios indirectos a la ciencia y tecnología; fijando aranceles
proteccionistas; e imponiendo condiciones, en sus relaciones comerciales con los países dependientes, para que
reduzcan las barreras arancelarias y dis minuyan las medidas de estimulo a la producción nacional, acusándolos de
“competencia desleal” o “dumping”.

172
- Pérdidas de empleo en agricultura. La reducción de las áreas sembradas en cultivos
semestrales condujo a la pérdida de 119.600 empleos.

- En tanto, las exportaciones solamente crecieron a un ritmo anual de 7,4% [Jaramillo, 1998,
17].

Uno de los factores que incidió con fuerza en tal falta de competitividad, fue la alta
concentración de la propiedad que se traduce en una renta del suelo también elevada, a lo que se
suma los impuestos a la propiedad. Los otros costos resultan de la tecnología agrícola
(agroquímicos, mecanización) que en el país está mediada por el desarrollo industrial y acuerdos
comerciales internacionales; los costos de los intereses como producto del peso económico y
político del capital financiero; los costos de la mano de obra agrícola que no solo padece la falta
de oferta sino una incapacidad política para negociar el valor.

Un ejemplo de estos problemas lo constituyó el cultivo de arroz. Uno de los principales


productos en la dieta de los colombianos (30 kilos consumo per capita anual). Después del maíz,
es el segundo cultivo semestral que más superficie cultivable posee. Logró reducir su brecha
tecnológica, lo que permitió aumentar su productividad y en la década de los ochenta alcanzó
niveles cercanos a los de Estados Unidos. Pero en 1990, las importaciones pasaron de 0,1
millones de dólares a 71,7 millones (Jaramillo, 1998). La baja competitividad, al inicio de la
apertura económica, se debió a que la renta de la tierra implicaba el 20% del costo de
producción, demasiado alto en comparación con otros países latinoamericanos, (los factores que
incidieron particularmente en este cultivo fueron la adecuación de tierras, el riego, la
infraestructura limitada y la alta concentración de las tierras en pocas manos). En cuanto al
capital, el gremio arrocero afirma que el 90% del área arrocera está sujeta a créditos y el 77% de
las unidades productoras de arroz a créditos de insumos.

Como consecuencia de esta crisis, producida por factores internos pero también por la exposición
ante los mercados internacionales, se evidenció la incapacidad de los demás sectores de la
economía (industria, comercio y servicios) para absorber la mano de obra expulsada de la
agricultura. El efecto fue el aumento del desempleo el 20,5% en el 2001 y la informalización del
empleo en la ciudad. De cualquier modo, los desplazamientos por la violencia, que son un
fenómeno de hace décadas, se expresaron salvajemente en la década de los noventa “cerca de 2

173
millones 600 mil personas expulsadas por causa de la violencia ejercida contra ellas durante los
últimos 17 años”78 . Tal fenómeno se relaciona directamente con el empobrecimiento de la
población, pérdidas en la producción, el despojo, la carencia de mano de obra agrícola, nulidad
de los esfuerzos sociales invertidos en la infraestructura y desarrollo institucional.

Mientras tanto, la tendencia de concentración de la tierra siguió persistiendo,

“…en 1984, las fincas menores de 5 hectáreas que correspondían al 65,7% de los propietarios,
controlaban el 5% de la superficie; en 1996, este rango representaba el 66,8% y controlaba el
4,3% de la superficie. Y en 2001, las fincas menores de 3 hectáreas, pertenecientes al 57,3% de
los propietarios, controlaban el 1,7% de la superficie. Entre tanto, en 1984, las fincas mayores
de 500 hectáreas correspondían al 0,5% de los propietarios y controlaban el 32,7% de la
superficie; en 1996, este rango correspondía al 0,4% de los propietarios y controlaba el 44,6%
de la superficie. En el 2001, las fincas de más de 500 hectáreas correspondían al 0,4% de los
propietarios que controlaban el 61,2% de la superficie” (Fajardo, 2001, pág. 4).

No obstante, el Estado desde antes de los noventa emprendió acciones para resolver la cuestión
agraria, que desde inicios del modelo había mostrado sus flaquezas en cuanto a la
competitividad. Como los DRI no tuvieron mayor impacto por la poca población atendida, el
bajo incremento en productividad y producción y, por ende, la no superación de la pobreza, ni de
las brechas tecnológicas. Antes tuvo un efecto contrario, favoreció a los terratenientes
mejorándoles la infraestructura y las vías de comunicación de sus propiedades. Pocos años más
tarde acudió a otros nuevos programas como el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR) y
Programas de Sustitución de Cultivos Ilícitos y Desarrollo Alternativo.

Pero estos programas contrastaron con una nueva ley que favoreció a los terratenientes. Se trató
de la ley 35 de 1982 que reactivó la compra de tierras del INCORA, en 1992 llegó a adquirir más
de 90 mil hectáreas. Pero este fenómeno se explica por la compra a funcionarios y terratenientes
necesitados, encartados con predios improductivos, que vendieron muy por encima del valor
productivo. Los campesinos que accedieron a ellos, se encontraron con suelos improductivos y
buscaron endeudarse para poder trabajarlos.

78
Observatorio Codhes citado en (Fajardo, 2001). Otras cifras de la misma institución sobrepasa los 4 millones de
desplazados (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010).

174
No sólo la ley 35 del 1992 y la ley 30 de 1988 ayudaron a introducir la figura de reforma agraria
por vía del mercado de tierras, sino que fue la ley 160 de 1994 la que mejor explicita esta
política. Que reflejaba totalmente la salida que querían los terratenientes y sectores políticos
afines a ellos. Resultaba apenas lógico que, en el marco del neoliberalismo, esta propuesta
tomara fuerza por cuanto se buscaba una redistribución de las tierras pero con la menor
intervención del Estado. Por eso la forma que tomó fue la entrega de subsidios a través de un
programa redistributivo que hacía énfasis en el acceso individual del campesino a la tierra (70%
del predio negociado financiado por el INCORA, el 30% en crédito). No era de esperarse
acciones estatales de reparto agrario, ello hubiera sido favorable para mejorar la competitividad,
ya que la concentración de la tierra era lo que presionaba los altos costos de la producción
agropecuaria.

En las negociaciones entre terratenientes y campesinos se impuso el precio propuesto por los
primeros, “los compradores han sido antiguos trabajadores de las fincas adquiridas y los dueños
acabaron imponiendo, a cambio de algunos favores, precios favorables a ellos, hasta el punto de
aceptar de hecho el pago del 70% del valor pactado y cubierto por el subsidio entregado por
INCORA”.

Pero los compradores, arrendatarios o campesinos pobres, chocaron con la imposibilidad de un


crédito y de una ayuda técnica, por la quiebra de la Caja Agraria, y por las exigencias
irracionales, para otorgar un crédito, que planteó al campesino la institución de reemplazo, el
Banco Agrario: les exigía un proyecto productivo, que implicaba un segundo crédito para el
campesino.

Esta reforma se había propuesto atender, en 16 años, 721 mil familias carentes de tierra con una
inversión inicial cercana a los 3 billones, para comprar 4,5 millones de hectáreas. Pero para
1996, el INCORA había adquirido un poco más de 1,3 millones de hectáreas, que correspondía al
4, 7% de las 28.300.000 hectáreas de tierras aptas para labores agropecuarias en ese momento.
De esa superficie, sólo 69 mil hectáreas fueron expropiadas, las restantes fueron compradas a los
terratenientes. Sin embargo, esta estimación del número de familias sin tierra no tuvo en cuenta
los miles de campesinos separados brutalmente, en el período, de la tierra.

175
Debe señalarse que la ley 160 de 1994 también entra ña otras figuras: las zonas de reserva
campesina. Según Darío Fajardo,

“…ellas se orientan a estabilizar los asentamientos de pequeños productores, con restricciones


para la venta de los predios para neutralizar la concentración de la propiedad y afianzar
modalidades productivas ambientalmente sostenibles. Esas zonas han generado discusión entre
distintos sectores: mientras para algunos solamente son aplicables en ‘áreas de colonización’
(baldíos objeto de programas estatales de titulación), para otros han de configurarse en espacios
dentro de la frontera agrícola, con acceso a los mercados y a potenciales desarrollos
agroindustriales” (Fajardo, 2001, pág. 51).

Otro resultado favorable de esta figura ha sido la organización política del campesinado. No sólo
porque las exigencias en cuanto a equipamiento e infraestructura se hacen de manera colectiva,
sino porque exige de ellos una mirada centrada más en la región y menos en la finca o en los
proyectos productivos particulares. El interrogante que, de todos modos, surge es como lograr el
control de la concentración de la propiedad, en ese sentido, sólo será posible la democratización
efectiva de la economía agraria en la medida que se faciliten proyectos productivos regionales
con articulación a los mercados.

El fenómeno de la expulsión violenta 79 de los campesinos y el despojo de sus tierras, desde la


década del ochenta hasta la primera década del siglo XXI, está relacionado con el surgimiento y
la propagación por todo el territorio nacional de los grupos paramilitares. Éstos existen, por lo
menos, desde 1982. Cinco años más tarde, el Ministro de Gobierno de ese entonces, César
Gaviria, denunció que existían 140 grupos paramilitares que operaban en los territorios do nde se
había detectado influencia guerrillera. Mientras duró la tregua, de los diálogos de paz que se
desarrollaban durante el gobierno de Belisario Betancourt (1982-1986), habían proliferado las

79
“La expulsión de población campesina tuvo como propósito romper vínculos de lealtad y cooperación con las
guerrillas y crear otros nuevos, afines a las autodefensas. Las masacres indiscriminadas sirvieron como catalizador
para espantar a la población que no se identifi caba con las autodefensas y con aquellas personas que no huían se
organizaban las nuevas bases de apoyo a su favor. La masacre fue entonces una técnica militar pa ra seleccionar
adversarios o amigos, en la cual los desplazados por el terror ejercido por los “liberadores” confesaban
implícitamente su adhesión a las guerrillas y, en consecuencia, justificaban a posteriori su victimización y despojo
de la tierra.” (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010, pág. 103).

176
autodefensas privadas, estimuladas por las fuerzas armadas 80 , como alternativa para combatir a la
guerrilla ya que no lo podían hacer abiertamente (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010).

En efecto, el surgimiento y crecimiento del paramilitarismo está relacionado con el fenómeno de


la seguridad rural y con el narcotráfico. De hecho,

“La demanda de servicios de seguridad rural surgió en la mayor parte de las regiones de
ganadería extensiva por el régimen de extorsiones y secuestros impuesto por las guerrillas a los
propietarios rurales. Ese régimen de facto representó una ruptura profunda del derecho de
propiedad territorial, que el Estado no pudo garantizar en las áreas donde había perdido el
control militar. La propiedad extensiva de la tierra sin seguridad estatal perdió valor y comenzó
a concentrarse en manos de quienes estaban dispuestos a invertir en la seguridad privada, fuera
de manera directa, al agenciar la organización de grupos armados, o indirecta, al pagar
colaboraciones por protección” (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010, pág. 6).

La participación de algunos grandes narcotraficantes en la financiación y liderazgo de los


principales grupos de autodefensas del Magdalena Medio, Nororiente antioqueño, Córdoba y
Meta significó en la práctica tender una red de alianzas de seguridad en beneficio del
narcotráfico (cultivo, procesamiento y exportación ilegal), pero también la necesidad de defender
sus intereses como nuevos terratenientes que eran. Puesto que la “compra de fincas en regiones
de ganadería extensiva afectadas por la presencia guerrillera fue una forma de transferir recursos
ilegales a la economía legal y a la vez una manera de insertarse socialmente como miembros
notorios de las capas propietarias de las regiones” (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010). Fue tan
masivo este fenómeno que en la región Caribe se podría afirmar, según Reyes, que los
paramilitares reemplazaron la clase terrateniente.

La expansión del fenómeno paramilitar se dio no solo con las convivir sino fundamentalmente
con la aparición de las Autodefensas Unidas de Colombia. En 1997, Carlos Castaño reunió a los
siete núcleos ya conformados en Antioquia, Córdoba, Magdalena, Santander, Boyacá, Casanare
y Meta, y crearon las AUC designando una dirección de diez miembros, bajo el liderazgo de
Carlos Castaño, para coordinar a nivel nacional la expulsión de las guerrillas de los territorios

80
Human Rights Watch en el 2001 denunció el paramilitarismo como una estrategia contrainsurgente de las
fuerzas armadas colombianas por más de dos décadas.

177
bajo su influencia y consolidar el “carácter político del movimiento de autodefensas”. Ellos ya
tenían la fórmula para expandirse y acrecentar sus fuerzas:

“El modelo operativo de la expansión de las AUC fue la celebración de acuerdos con grupos de
propietarios regionales, para que éstos financiaran la creación de nuevas autodefensas, con el
entrenamiento y la dirección inicial de combatientes experimentados de las AUC y el
reclutamiento de militantes locales, para conformar los bloques en las nuevas regiones. Este
modelo, con muy poca coordinación central, llevó implícito el surgimiento de nuevos jefes que
acumularon poder individual, en la medida que pudieron organizar la transferencia de rentas por
narcotráfico, extorsión y robo para la financiación de ejércitos privados” (Reyes, Amaya, &
Pedraza, 2010, pág. 16).

A tal punto llegó a crecer el monstruo paramilitar que para el 2002 logró extenderse por buena
parte del territorio nacional, en 38 estructuras o bloques, que recogían a cerca de 32.000
hombres. Cuando se concretó un principio de acuerdo de paz entre los paramilitares y el
gobierno, que tomó fuerza con la favorabilidad penal y ayuda económica para los
desmovilizados, se dio un súbito crecimiento de los frentes y una transformación de estructuras
armadas del narcotráfico en grupos paramilitares, hubo ventas de “licencias de operación” que
convirtieron a los jefes de la droga en líderes paramilitares ansiosos de paz, a cambio de no ser
extraditados a los Estados Unidos.

El periodo más activo de desplazamiento fue de 1996 al 2006. En todo el territorio nacional se
registró el abandono de tierras por causas relacionadas con el conflicto, pero las regiones donde
se presentó expulsión coinciden con los dominios paramilitares, a excepción de otras regiones
donde era fuerte la influencia guerrillera, aunque no se trataba de usurpación y despojo, la misma
dinámica de confrontaciones generaba un ambiente propicio para huir. Las zonas fumigadas,
como parte de la estrategia de la lucha contra los cultivos ilícitos, también generó
desplazamientos en el suroriente amazónico.

Según el CODHES, la población desplazada entre 1995 y 2003 abandonó 4.8 millones de
hectáreas. Pero cerca de los dos tercios tenían propiedad protegida por títulos y un tercio tenía
derechos más precarios y difíciles de probar (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010). En cuanto al
tamaño de los predios, el abandono de minifundios menores a 5 y a 20 hectáreas fueron las

178
tendencias más alarmantes, las extensiones superiores no fueron tocadas salvo las que se trataban
de propiedades colectivas. Así,

“El control de la tierra asumió varias formas, desde la transferencia forzada de títulos bajo
coacción a nombre del comandante o mando medio implicado, el corrimiento de cercas para
englobar predios de desplazados, el uso de testaferros o familiares para ocultar la titu laridad,
hasta la adjudicación de parcelas a combatientes campesinos, muchas veces desplazados de otra
región por las guerrillas. Todas estas formas de expropiación fueron posibles por la
intimidación, corrupción o subordinación de las autoridades nacionales y locales, encargados de
velar no solo por el cumplimiento de reglas formales sino también de la buena fe y la legalidad
de las transferencias de propiedad” (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010, pág. 5).

La apropiación de las tierras no sólo tuvo como objetivo la seguridad militar y la creación de
centros de negocio de la droga sino que también fueron utilizadas para el desarrollo de
actividades agrícolas de largo plazo (madera, palma, cemento, etc.), para la ganadería extens iva
como forma de invertir sus ganancias y crearon un mercado de tierras vendiéndoselas a
conocidos y a narcos necesitado de lavar su dinero. Pero los paramilitares comprendieron la
necesidad de tomar medidas para el control político, expulsando a la población hostil y
asegurando las lealtades de los que permanecieron.

No obstante, las empresas multinacionales y nacionales, dirigieron sus intereses hacia los
paramilitares, pagándoles por la seguridad y negociando tierras con ellos. Algunas agroindustrias
(palma africana, plantaciones forestales, cemento, banano, etc.) o hacia grandes proyectos viales
y energéticos afincados en el control de tierras y territorios, proyectos de mega- minería.

El efecto principal del paramilitarismo fue el despojo de miles ca mpesinos y la concentración de


tierras. Absalón Machado concluye así:

“la característica básica de la última década es el avance de la gran propiedad, el deterioro de la


mediana y la continua fragmentación de la pequeña, tres fenómenos acompañados de violencia,
desplazamiento de pobladores rurales y masacres continuas en las que fuerzas paraestatales han
ido conformando, a sangre y fuego, dominios territoriales en un proceso de acumulación de
rentas institucionales al estilo de una acumulación originaria” (Machado, 1998, pág. 56).

179
¿Qué pasó con la tierra para el campesino después de la desmovilización de los paramilitares?
¿Pudo el campesino volver a su tierra, pudo acceder a ella? La recuperación de la tierra perdida
por los campesinos implicaría grandes dificultades. Unas de ellas: la carencia de los derechos
territoriales perdidos por los poseedores iniciales para demostrar la posesión y el despojo de sus
tierras; la incapacidad de establecer la relación entre los dominios armados y el despojo de la
tierra, que oculta a los autores y beneficiarios que se enriquecieron con la violencia; problemas
probatorios para demostrar la coacción violenta en casos de transferencias que cumplen todas las
apariencias de legalidad y consentimiento entre las partes; y la permanencia de los grupos
paramilitares que siguen ocupando, intimidando y asesinando.

La masiva pérdida del derecho de propiedad territorial que sufrieron los desplazados por la
violencia creó “un estado de cosas inconstitucional”, como lo definió la corte constitucional, ello
implicaba tratarlo como un problema del Estado, sobre el cual debía emprender acciones. En esta
medida, se construyeron unas políticas públicas con el objeto de hacerle frente al problema del
desplazamiento. La ley 387 de 1997, fue el inicio, en ella se estableció la obligación de llevar un
registro de los bienes inmuebles abandonados por desplazamiento y un aviso a los registradores
para no realizar transacciones sobre ellos.

La Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional organizó en 2004


el Proyecto de protección de tierras y patrimonio de la población desplazada, para desarrollar
métodos y procedimientos para proteger los derechos patrimoniales en casos individuales y
colectivos de desplazamiento en seis departamentos. Para 2007, se había logrado amparar
legalmente los derechos sobre la tierra a 58.248 personas sobre una extensión de 1’439.571
hectáreas. Esta experiencia fue la que posibilitó que en Junio de ese año se sancionara la Ley de
Desarrollo Rural (Reyes, Amaya, & Pedraza, 2010).

El Gobierno de Álvaro Uribe Vélez presentó ante el Congreso de la República tres proyectos de
ley que permitían legalizar la usurpación de tierras por grupos paramilitares y destinar
presupuesto estatal para financiar proyectos productivos en tales tierras. Para comprender la
intención que entrañaban las políticas agrarias de Uribe debe señalarse que las tierras usurpadas
violentamente por los paramilitares se encontraban y se encuentran explotadas económicamente.

180
En efecto, lo que buscó la ley 1152 de 2007 o “Estatuto de Desarrollo Rural” fue otorgar
subsidio para la compra y adecuación de tierras, y para la formulación y ejecución de proyectos
agroindustriales a quienes presentaran proyectos de alta productividad. Con ese criterio de
asignación tuvieron notables privilegios los proyectos agroindustriales de las grandes empresas,
como Urapalma.

Se sembraron extensos cultivos de palma africana en territorios usurpados en el Bajo Atrato


(Chocó) a comunidades enteras que han sido previamente obligadas por tales grupos a
desplazarse, los paramilitares se encargaron de impulsar los cultivos de palma cobijados por la
ley, así

“despojo de tierras de comunidades desplazadas de Jiguamindó, Curbaradó. Uno de los más


importantes proyectos palmicultores en la zona fue desarrollado por la sociedad anónima Unión
de Cultivadores de Palma de Aceite en el Urabá (Urapalma) empresa que recibió millonarios
préstamos de las entidades estatales Finagro y el Banco Agrario, aunque su gestión ha sido
cuestionada por organismos de control en Colombia y la Corte Interamericana de Derechos
Humanos” (Gómez, 2011, pág. 71).

Esta ley admitía que así no hubiera “justo título” sobre el predio, se podía demostrar la propiedad
a través de cualquier otra prueba (artículo 112), esto facilitaba la legalización de cualquier tierra
expropiada, como lo hizo en su momento la ley 200 de 1936 con las grandes haciendas.

Ley permitía legalizar títulos de compraventa adulterados o ilegalmente fabricados hasta el año
1997. En sus artículo 137 y 138 señala que se permitiría legalizar títulos que acreditan propiedad
sobre un predio, además de los títulos originarios expedidos por el Estado, “los títulos
debidamente inscritos otorgados con anterioridad a la vigencia de esta ley, en que consten
tradiciones de dominio por un lapso no menor del término que señalen las leyes para la
prescripción extraordinaria” (Gómez, 2011, pág. 74). El término que señalaba la ley para la
prescripción extraordinaria era de 10 años, es decir, desde 1997, año en que se expandió
brutalmente el paramilitarismo.

Pero también se agregó que acreditará propiedad privada quien pudiera demostrar que el terreno
había salido del patrimonio del Estado, aunque la ley no especificaba los medios para probar

181
esto. Dadas las circunstancias de poder local que tenían los paramilitares, el control de las
notarias por ejemplo, fácilmente pudieron lavar títulos fabricados posteriormente.

Si bien la figura de legalización no aplicaba respecto de terrenos o predios de población


desplazada por la violencia o cuando la tenencia o posesión del demandante tenga origen en
conductas de intimidación o violencia, por la legislación que ya existía al respecto como se
mostró arriba, es claro que las personas desplazadas difícilmente podían asumir los costos para la
defensa de sus derechos. Pues era el desplazado el que tenía que demostrar que la tierra era de él,
que le había sido usurpada y/o despojada, se presumía la legitimidad y legalidad de propiedad del
usurpador.

Aunque la ley se pretendió mostrar como una protección a los derechos de los desplazados y a
sus tierras, los fuertes cuestionamientos porque reflejaba los intereses de quienes durante años,
aprovechando el uso de la violencia, concentraron la propiedad o posesión de las mejores tierras
del país, algunas de ellas ubicadas en lugares donde se realizarían megaproyectos y grandes
inversiones. Porque se demostró que esta ley facilitaba el despojo. Y además por la movilización
de los pueblos indígenas, por cuanto la ley afectaba su posibilidad de acceso a la tierra, quienes
reclamaron entonces que se incumplía el acuerdo de la OIT donde se estipulaba la debida
consulta a las comunidades indígenas.

Pero los propósitos de esta ley fueron complementados con la ley 1182 de 2008 o “proyecto de
saneamiento de bienes inmueble”. Ésta estableció un procedimiento breve para sanear títulos
viciados de propiedades inmuebles tanto en el sector urbano, no superiores a la media hectárea,
como del sector rural, no superiores a 10 hectáreas; precisamente el tamaño promedio de los
predios que poseían los hogares desplazados. Dicha ley creó un registro inmobiliario, que no
excluyó los predios adquiridos mediante violencia, usurpación o desplazamiento forzado.
Tampoco amparó los derechos de propiedad o tenencia del campesino desplazado, inscribiéndolo
en un registro inmobiliario como poseedores regulares, lo que les hubiera dado elementos
probatorios para que sus derechos fueran identificados y protegidos. Sólo les dio la posibilidad
de inscribirse habilitándolos para adquirir sus derechos de propietario sólo por prescripción o
triunfo en un proceso judicial.

182
La tercera política agraria impulsada por el gobierno de Uribe, más conocida, lleva el nombre de
“Agro Ingreso Seguro” o ley 1133 del 2007. La ley surgió en el contexto de los debates por la
aprobación del TLC con Estados Unidos y del reinado de políticas neoliberales. Por ello el
objetivo que se proponía era “salvaguardar los ingresos de los productores que se vean afectados
por las distorsiones derivadas de los mercados externos para asegurar la competitividad de todo
el sector agropecuario nacional” (Gómez, 2011, pág. 75). En efecto, como señalaban los
economistas, la agricultura colombiana estaría en desventaja, bajo la internalización de la
economía, puesto que a diferencia de EEUU y Europa no estaba subsidiada. Aunque algunos
políticos y académicos ya habían mostrado su falta de competitividad a raíz de sus problemas
estructurales.

Así entonces, en los artículos 1 y 2 se estipulaba del otorgamiento de créditos, condicionados a la


reconversión del uso de la tierra para desarrollar proyectos productivos a gran escala que
respondieran a las exigencias del mercado externo. De esta manera, lo prioritario del programa
era brindar beneficios económicos a algunos sectores de la producción agrícola, sin tan siquiera
establecer mecanismos para identificar los predios destinados a proyectos productivos que
hubieran sido objeto del despojo y la usurpación paramilitar, y que podrían beneficiarse del
programa.

Los requisitos para acceder a los subsidios no reembolsables, según el ex ministro Andrés Felipe
Arias eran: ser colombiano, ser empresario del campo, cumplir con los requisitos, sacar el
puntaje y aportar los recursos necesarios. Esto significó que el proponente, incluido el
campesino, debía demostrar que tenía el 20 por ciento de sus propios recursos para ejecutar el
proyecto, por su parte, el puntaje era el resultado de la cantidad de tierra que se tuviera y de los
mayores recursos que demostrara, en esta lógica, el mayor beneficiado con el subsidio terminó
siendo el “empresario agrario” más pudiente. A lo que se sumó, que era el ministerio de
agricultura el que determinaba a quien asignaba los subsidios.

En su gran mayoría, los préstamos (2007, 2008, 2009) hechos a pequeños productores oscilaban
entre los $200.000 y los $3.000.000 (hay montos irrisibles de $26.000, $50.000, $60.000,

183
$80.000)81 , mientras que las cifras de familias “prestantes” beneficiarias del Programa Agro
Ingreso Seguro iban desde los 30 millones hasta los 12 mil millones de pesos (Gómez, 2011).

Algunos medios de comunicación resaltaban, en la época que estalló el escándalo y que le costó
unos meses de prisión al ex- ministro de agricultura, la vinculación de los beneficiarios del AIS
con la financiación de las campañas electorales de Uribe y las aspiraciones presidenciales de
Andrés Felipe Arias.

Hay que mencionar también a ley 975 o “ley de Justicia y Paz” para comprender la imposibilidad
de lograr la restitución, entender los vínculos entre desplazamiento - despojo e incluso las
limitaciones de la actual ley de víctimas. La ley 975 del 2005 ordenó compensar a las víctimas
y restituir sus propiedades (artículo 8), separando a las víctimas de los paramilitares de otras
víctimas, y el gobierno dispuso que la Agencia Presidencial para la Acción Social y la
Cooperación Internacional como la entidad encargada de recibir y disponer de los bienes
entregados para la compensación (fondo de reparación). Pero la ley quedó dependiendo de las
confesiones de los líderes paramilitares, quienes ayudarían a develar los testaferros y demás
formas de ocultamiento de la propiedad o los actores de las transacciones para iniciar los
procesos de extinción de dominio y restituir las propiedades a sus dueños legítimos. Por los
efectos de esta medida, y como había acontecido con tantas otras leyes, facilitó más bien la
legalización de la posesiones de quienes las robaron.

Después de la desmovilización de los paramilitares el retorno de comunidades campesinas


empezó a darse en aquellas regiones donde no hubo despojo (CJL, 2010). Y en otras, donde
incluso se presentó el despojo pero se suponía ya no había presencia paramilitar (ILSA &
MOVICE, 2010). Pero fue con la ley 1448 del 2011 que se dio vía a los procesos de restitución.

A pesar que la ley contempla garantías de no repetición, medidas que permitan la restitución y el
retorno al campo, se sigue asesinando, desplazando, amenazando y desapareciendo a los líderes
campesinos, indígenas y de víctimas. Entre los hechos más dramáticos registrados por la prensa
se pueden contar: el asesinato de líderes campesinos que reclaman tierras (a Junio del 2012 el
Espectador había registrado el asesinato de 8 líderes reclamantes de tierras en el transcurso de
ese año -según el diario- ¿y los que no están registrados?); estructuras paramilitares que aun no

81
Información que se podía constatar en la misma página del Ministerio de Agricultura según (Gómez, 2011).

184
han sido desmontadas; la aparición del ejercito anti-restitución de tierras (El Espectador, 24 de
Febrero del 2012); la vinculación entre los hacendados y empresarios con los despojos de tierra
en varias regiones del país (El Espectador, 14 de Noviembre de 2012); y el desalojo de
campesinos y las acusaciones de falsas víctimas (el caso de la comunidad campesina de las pavas
y la masacre de Mapiripán).

La ley de víctimas y restitución de tierras, impulsada por el actual gobierno, planteó una serie de
problemáticas que han sido cuestionadas por las organizaciones de víctimas, de cualquier modo,
es la primera ley que pretende abordar y solucionar los estragos de 50 años de conflicto armado y
social.

Uno de los aspectos más polémicos de los que se ocupa la ley es la forma como entiende a la
víctima:

ARTÍCULO 3°. VÍCTIMAS. Se consideran víctimas, para los efectos de esta ley, aquellas
personas que individual o colectivamente hayan sufrido un daño por hechos ocurridos a partir
del 1º de enero de 1985, como consecuencia de infracciones al Derecho Internacional
Humanitario o de violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de Derechos
Humanos, ocurridas con ocasión del conflicto armado interno (…)

Parágrafo 2°. Los miembros de los grupos armados organizados al margen de la ley no serán
considerados víctimas, salvo en los casos en los que los niños, niñas o adolescentes hubieren
sido desvinculados del grupo armado organizado al margen de la ley siendo menores de edad.
Para los efectos de la presente ley, el o la cónyuge, compañero o compañera permanente, o los
parientes de los miembros de grupos armados organizados al margen de la ley serán
considerados como víctimas directas por el daño sufrido en sus derechos en los términos del
presente artículo, pero no como víctimas indirectas por el daño sufrido por los miembros de
dichos grupos.

Parágrafo 3°. Para los efectos de la definición contenida en el presente artículo, no serán
considerados como víctimas quienes hayan sufrido un daño en sus derechos como consecuencia
de actos de delincuencia común.

Parágrafo 4º. Las personas que hayan sido víctimas por hechos ocurridos antes del primero de
enero de 1985 tienen derecho a la verdad, medidas de reparación simbólica y a las garantías de

185
no repetición previstas en la presente ley, como parte del conglomerado social y sin necesidad
de que sean individualizadas…82

Lo primero es que esta ley excluye muchas víctimas. A las víctimas de los agentes del Estado, a
las víctimas de las llamadas BACRIM, a las víctimas que sufrieron el crimen antes del 1 de enero
de 1985, están excluidos también los familiares y las víctimas que pertenecieron a un grupo
armado, etc.

Frente al despojo se señala en la introducción a la ley, mencionado luego en el artículo 75, “las
víctimas del despojo y las que hubieren abandonado sus predios forzadamente, tendrán acceso a
medidas especiales de restitución de tierras, siempre y cuando dicho despojo o abandono hubiera
ocurrido con posterioridad al 1º de enero de 1991 ”. ¿Será que antes de esta fecha no hubo
despojo?

El nuevo nombre acuñado a los paramilitares, bandas criminales o BACRIM, propagado por los
medios de comunicación, cuadra con el sentido en que esta ley entiende a la víctima. En ninguna
parte de la ley se señala que los principales despojadores fueron los grupos paramilitares.

Otras de los graves problemas que dejó planteado la ley es el desconocimiento de la


responsabilidad del estado en estrategias jurídicas y políticas que permitieron la ocurrencia de los
crímenes (estados de sitio, zonas de consolidación, alcaldes militares, detenciones extra-
judiciales, leyes que dieron un origen legal al paramilitarismo, etc.); las leyes que fomentan la
impunidad (ley de justicia y paz, fuero militar); y los acuerdos entre ejército, policía, políticos y
empresarios con paramilitares.

La forma como se financiera la presente ley no ha sido para menos preocupaciones. En la medida
que haya disponibilidad presupuestal se ejecutaran los programas y mientras se incauten los
recursos de los victimarios. Tal como se expresaba en la ley 975 del 2005, quedó en el artículo
19 de la presente ley:

(…) el Gobierno Nacional dentro de los seis (6) meses siguientes a la expedición de la presente
Ley, creará un Plan Nacional de Financiación mediante un documento CONPES que propenda
por la sostenibilidad de la ley, y tomará las medidas necesarias para garantizar de manera

82
Ley 1448 del 2011, Diario Oficial No. 48. 096 de 10 de Junio del 2011. Subrayado nuestro.

186
preferente la persecución efectiva de los bienes de los victimarios con el fin de fortalecer el
Fondo de Reparaciones de que trata el artículo 54 de la Ley 975 de 2005.

Un asunto que no pareció preocupar mucho al gobierno de Santos fue el castigo a los
beneficiarios del despojo. La ley establece responsabilidad limitada a las empresas nacionales y
extranjeras que se han beneficiado del despojo, en otras palabras, no se les considerará
responsables directas del despojo. Al presumir la legalidad de la propiedad privada o la “buena fe
exenta de culpa”, se niega los nexos entre grupos paramilitares y empresas privadas, o dueños de
empresas con sus familiares políticos acusados de parapolítica, en el artículo 74 se manifiesta
así:

Parágrafo. La configuración del despojo es independiente de la responsabilidad penal,


administrativa, disciplinaria, o civil, tanto de la persona que priva del derecho de propiedad,
posesión, ocupación o tenencia del inmueble, como de quien realiza las amenazas o los actos de
violencia, según fuere el caso.

La restitución material de las tierras está condicionada a la obligación de desarrollar y culminar


proyectos agroindustriales productivos que estén en curso al momento de la reparación. Ante esta
circunstancia la propiedad campesina queda desprotegida y no se asegura la restitución de tierras
que fueron usurpadas por los grupos paramilitares y que están siendo utilizadas para grandes
proyectos agroindustriales. Se expresa claramente,

ARTÍCULO 99. CONTRATOS PARA EL USO DEL PREDIO RESTITUIDO. Cuando


existan proyectos agroindustriales productivos en el predio objeto de restitución y con el
propósito de desarrollar en forma completa el proyecto, el Magistrado que conozca del proceso
podrá autorizar, mediante el trámite incidental, la celebración de contratos entre los
beneficiarios de la restitución, y el opositor que estuviera desarrollando el proyecto productivo,
sobre la base del reconocimiento del derecho de dominio del restituido o restituidos, y que el
opositor haya probado su buena fe exenta de culpa en el proceso.

Cuando no se pruebe la buena fe exenta de culpa, el Magistrado entregará el proyecto


productivo a la Unidad Administrativa Especial de Gestión de Restitución de Tierras
Despojadas para que lo explote a través de terceros y se destine el producido del proyecto a
programas de reparación colectiva para víctimas en las vecindades del predio, incluyendo al
beneficiario de la restitución.

187
El Magistrado velará por la protección de los derechos de las partes y que estos obtengan una
retribución económica adecuada.

Multinacionales mineras y empresas agrícolas comerciales han solicitado en concesión el 59%


del territorio nacional. Los objetivos de la ley 1450 del 2011, por la cual se decreta el Plan
Nacional de Desarrollo 2011-2014, se orientan hacía el fortalecimiento económico del país. Uno
de sus pilares es el desarrollo agropecuario que se espera jalone el desarrollo económico y social
del país, dado su rezago en las últimas décadas. Dos de los artículos más importantes de la ley
1450 son muy dicientes al respecto, los cuales modifican el artículo 72 de la ley 160 de 1994,
que sentaba un fin y una medida para la adjudicación de terrenos baldíos, el artículo 60 señala:

“Adiciónese la ley 160 de 1994 con el siguiente artículo:

"Artículo72 A. Proyectos Especiales Agropecuarios o Forestales. A solicitud del interesado se


podrán autorizar actos o contratos en virtud de los cuales una persona natural o jurídica
adquiera o reciba el aporte de la propiedad de tierras que originalmente fueron adjudicadas
como baldíos o adquiridas a través de subsidio integral de tierras, aún cuando como resultado
de ello se consoliden propiedades de superficies que excedan a la fijada para las Unidades
Agrícolas Familiares UAF por el INCODER, siempre y cuando los predios objeto de la
solicitud estén vinculados a un proyecto de desarrollo agropecuario o forestal que justifique la
operación." (Ley 1450 del 2011).

Nótese la relación que tiene este artículo con el incentivo que hace la ley 1448 en su ar tículo 99,
arriba citado, ante las condiciones actuales del campo colombiano, poca rentabilidad, la oferta de
compra de sus tierras por multinacionales o grandes empresas agropecuarias se incrementará y,
por ende, la concentración de la tierra también.

Conclusión

La renegociación de la deuda implicó para el país la pérdida de toda autonomía en la formulación


de políticas de desarrollo. Ello explica el compromiso de los distintos gobiernos, desde Gaviria
hasta Santos, con el neoliberalismo y como son contradictorias las med idas sociales, por ejemplo
el pretendido “salto social” de Samper, en un contexto donde reina la desregularización del
Estado y se debe privilegiar el abandono de las políticas sociales.

188
El gran beneficiado con las políticas neoliberales ha sido los Estados Unidos, puesto que sus
exportaciones han crecido y ha restablecido sus mercados exigiendo apertura a los países
latinoamericanos pero cerrando sus mercados a éstos a través de prácticas proteccionistas.

La influencia e injerencia de los Estados Unidos terminó convirtiéndose en una clara lucha
contrainsurgente. El plan Colombia señaló la necesidad del control territorial para reducir el
cultivo de coca y con ello la fumigación de los cultivos. Después del 2001, la lucha contra el
terrorismo internacional, conjugado con el fracaso de los diálogos de paz y una estrategia militar
contraproducente permitió justificar la guerra total contra la guerrilla, su arrasamiento. El
gobierno de Uribe impulsó la imagen que la guerrilla era el enemigo público de la sociedad
colombiana, con la influencia de la moral religiosa aún persistente no fue difícil satanizarlos y
esto terminó quitándole el peso político a sus acciones en la opinión pública.

Aunque nominalmente el Estado colombiano es laico, en el ejercicio político aún predomina la


influencia de la ideología y moral religiosa, que se hace visible en los asuntos de género, aborto,
libertades sexuales y políticas. En efecto, la incapacidad de asumir posturas laicas en el manejo
de los asuntos públicos es parte de la cultura política dominante.

La crisis del sistema político que vivía el país en los ochenta fue la oportunidad para la entrada
de las políticas neoliberales en paquete, promovidas por una élite neoliberal. La constitución del
91 no se trató de una revolución popular en la que el pueblos se revelara en contra del estado
por la privación de sus derechos económicos y políticos, sino que partió del ejecutivo la idea de
reformar la constitución, en especifico desde el gobierno de Barco relevado por el gobierno de
Gaviria, quien fue su colaborador, a través de decretos. Por lo que la invocación al poder
constituyente y a la soberanía popular (movimiento estudiantil) fue una herramienta con la que se
legitimó las decisiones extra-judiciales y extra constitucionales que fueron acometidas mediante
decretos ejecutivos bajo el Estado de sitio.

La apertura política o descentralización que se profundizó con la constitución multiplicó los


centros de poder local y regional, las cargas administrativas y los recursos. Pero la transferencia
de poder que significó la descentralización convirtió el conflicto armado interno en una disputa
por el poder local. En esa medida, se consolidaron unas relaciones políticas particulares en el
territorio nacional denominadas como parapolítica, que tuvo las siguientes características:

189
proselitismo político armado, reacomodamiento de la población a lealtades políticas o la
homogeneización política (a través de la eliminación sistemática de la oposición, el
amedrentamiento, el desplazamiento forzado, etc.) y la penetración en las instituciones del
Estado.

La implantación del neoliberalismo requirió de medidas autoritarias, cuando no dictaduras:


aumento y especialización de los aparatos represivos, no es fortuito la aparición del ESMAD en
1999; reformas al sistema judicial, que bajo el supuesto de la lucha contra narcotráficantes y la
guerrilla le sirvió al Estado para juzgar a los trabajadores organizados, campesinos, estudiantes,
etc. que emprendieron acciones de hecho contra la privatización de las empresas públicas, la
educación, la salud o las políticas agrarias. La aparición del Estatuto antiterrorista y del Estatuto
para la Defensa de la Justicia, que dio vida a los “jueces sin rostro”, no sólo ayudaron a contener
la lucha de los sectores sociales contra las medidas neoliberales sino que configuraron una
mirada del estado sobre los sectores populares, a travesada por la criminalización de la protesta
social y la estigmatización, tratandolos como “terroristas” y “manipulados” o “infiltrados” por
los grupos subversivos. En general, se niega el carácter “político” a las movilizaciones sociales,
deslegitimandolas para no escuchar sus peticiones y reivindicaciones.

El gobierno de Uribe se caracterizó por favorecer politicas asistencialistas a los sectores


populares como forma de garantizar su caudal electoral, pero también mostró que en realidad la
lucha contra el terrorismo no fue más que una política perversa de eliminar jóvenes de los
sectores populares y campesinos y pasarlos como partes de guerra.

La nueva constitución contempló además, nuevos derechos y mecanismos de participación, sin


embargo, fueron disposiciones generales que reflejan principios abstractos que no cuentan con
posibilidades de realización bajo modelo económico neoliberal, con recorte del gasto público, la
privatización de los servicios sociales y la eliminación de los subsidios. Lo que se refleja en las
reformas a la salud, al código laboral, a la educación superior y a la seguridad social que se
opone al mandato constitucional. Esto muestra una relación contradictoria entre dos proyectos de
estado, el neoliberal y el social, los cuales propenden por la reducción y el fortalecimiento del
estado simultáneamente.

190
El efecto del neoliberalismo en el campo se evidencia en varios niveles: 1. La desprotección de
la agricultura, en desventaja por su precaria tecnificación; 2. La disminución de la producción
agropecuaria en contraste con el aumento de la importación de bienes agropecuarios; 3. La falta
de competitividad y de apoyo de la agricultura campesina favoreció la inclinación de los
campesinos por el cultivo de la coca que resultaba más rentable; 4. La pérdida de empleos en la
agricultura lo que hace poco atractivo el campo para el campesino y pre fiere irse a la ciudad; 5.
La alta concentración de la tierra se traduce en una alta renta del suelo, a lo que se suma los
impuestos, esto significó una clara desventaja competitiva.

Pero uno de los efectos fundamentales ha sido la introducción de la reforma agraria por la vía del
mercado de tierras con la ley 160 de 1994. El acceso a la tierra, bajo está ley, está mediado por
la compra y venta de tierras. El Estado ofreció subsidio a los campesinos hasta de un 70 por
ciento, el resto se financió en un crédito, mientras que el INCORA se encargaba de comprar las
tierras a latifundistas, y al predominar la alta concentración de la tierra mantenía precios
elevados que hacían atractiva la venta para el terrateniente. Así se favoreció la figura de un bien
especulativo que se acumula para obtener rentas sin ningún esfuerzo productivo.

Aunque está ley también entrañaba dos mecanismos aprovechados y reivindicados por los
campesinos: las Zonas de Reserva Campesina que favorecen la organización política de forma
colectiva y regional, sin que signifique apoyo estatal. Y la titulación de tierras en Unidades
Productivas Familiares pretendió ponerle un freno a la feria de baldíos.

No obstante, el problema de la tierra en la actualidad muestra la misma tendencia de inicios del


siglo: la concentración de la tierra a través de un modelo bimodal (grandes latifundios y
minifundios). El fenómeno de la violencia paramilitar significó una contra-reforma agraria, que
creció al amparo de los terratenientes, ganaderos, narcotraficantes y políticos supliendo la
necesidad de “seguridad rural” que requerían estas actividades ante las acciones
desestabilizadoras de las guerrillas. También aprovecharon la tierra como un recurso que
permitía el lavado de dinero del narcotráfico, que pod ía venderse en el mercado de tierras, en el
que se podía invertir en ganadería y con el que se podía contar con la ayuda del Estado por
medio de subsidios o saneamiento de títulos para los grandes proyectos agroindustriales.

191
En este sentido, los dos grandes efectos de la contrarreforma agraria del paramilitarismo fueron
el despojo de tierras y el desplazamiento de millones de campesinos que terminaron marginados
en la ciudad en el subempleo y en la pobreza. Ello explica las altas tasas de desempleo al 2001.
De hecho, no podríamos hablar de una acumulación originaria de capital dado que la “mano de
obra” liberada del campo violentamente no llegó a emplearse en el sector industrial, porque no
había tal.

Las iniciativas sobre tierras y política agraria en el Gobierno de Álvaro Uribe conducían a la
consolidación del despojo sistemático de predios rurales a la población campesina, utilizando
como herramienta la financiación estatal bajo el supuesto de fortalecer la explotación
agroindustrial, lo que impediría la restitución de los bienes a las víctimas de usurpación. Más
aún, la intención que animaba las políticas agrarias del anterior gobierno y de la actual “ley de
víctimas y restitución de tierras” converge con el marco diseñado por los Planes Nacionales de
Desarrollo (2002-2006/ 2007-2010/ 2011-1014), que privilegian a los que considera como los
productos agropecuarios “primordiales” o agroindustriales, que corresponden a cultivos que
exigen grandes capitales y son de tardío rendimiento.

192
CAPÍTULO 2
CARACTERIZACIÓN Y PROPUESTA PEDAGÓGICA

2.1 Caracterización

¿Cómo caracterizar? En el escenario escolar perfilamos nuestro modo de entender la


caracterización, así

“…queriéndonos alejar de una concepción del ejercicio de la caracterización como simplemente


una actividad de escritorio, de contrastación de fuentes o de descripción normativa de la
existencia del colegio, optamos por hacer un ejercicio que reconociera a los estudiantes como
actores de la historia reciente, del conflicto agrario y social del país. Cuando revisamos los
resultados del taller del árbol genealógico o comprendemos las historias que ellos cuentan, nos
encontramos con sus vidas atravesadas por las épocas de violencia” Diario de Campo 006, 28 de
Octubre del 2013.

Pero entendiendo también la caracterización no sólo como el buscar información,


documentación, que permita describir una realidad sino también como las posibilidades que
brinda la escuela de construir, por ejemplo, ejercicios de memoria social. En esta medida, la
I.E.D Eduardo Umaña Mendoza, sus profesores, tienen una disposición asombrosa y admirable
para recibir las propuestas y ayudar a materializarlas “ante una propuesta de trabajo que le
habíamos pasado el lunes, aunque clara no muy precisa en términos de tiempo (resultaba difícil
realizarla en una semana o en un día), él nos respondió: “los espero mañana a las 7am en el
colegio” Diario de Campo 008, 13 de Noviembre del 2013.

De esta manera, el ejercicio que nos proponemos realizar consta de tres momentos. En primer
lugar, abordaremos la aparición de la memoria social en el escenario público, desde el ámbito
mundial, pasando por la experiencia latinoamericana, hasta concluir con la configuración de las
luchas de la memoria en nuestro país y en el colegio EUM. En un segundo momento, nos
detendremos en el análisis de los conflictos relacionados con el territorio y la tierra en la
histórica localidad donde se ubica el colegio. Finalmente, nos ocuparemos de revisar el estado
actual de la enseñanza de la historia reciente y, específicamente, del problema agrario en la

193
escuela. Para ello, es imprescindible considerar el lugar que se le dan a los textos escolares, en
conjunto con algunas entrevistas en profundidad y otros ejercicios. A estas tareas nos abocamos
ahora.

El problema de la memoria social

En las sociedades tradicionales la memoria colectiva tenía su fin en la conmemoración de los


muertos y la reafirmación de las jerarquías sociales, en las sociedades modernas se generó un
nuevo tipo de memoria o un uso diferente y funcional a los Estados-nación modernos: las
conmemoraciones se transformaron para imponer una memoria a un territorio nacional. Permitió
dirigir un nuevo homenaje, en el que la conmemoración y sus monumentos dispuestos en el
espacio público servirían para fortalecer los sentimientos nacionalistas, patrióticos, la cohesión
de un grupo social o comunidad y los principios ético-políticos del mito fundación en los Estados
modernos, dándole legitimidad a ciertas instituciones e inculcando nuevos sistemas de valores 83 .

Cuando apareció la memoria en el escenario académico y político de las sociedades


contemporáneas se presentó de varias maneras 84 , los orígenes de tal fuerza del discurso
memorialista 85 se explican fundamentalmente por la crisis de transmisión inter- generacional y
por habérsele descubierto, a partir de las sensibilidades culturales y los dilemas éticos, productos
de las catástrofes contra la humanidad, como un escenario de lucha que se re-orienta según las
conveniencias y necesidades políticas del presente.

En cuanto a la crisis de transmisión aparece como consecuencia de “el declive de la experiencia


transmitida, en un mundo que ha perdido sus referentes, ha sido desfigurado por la violencia y
atomizado por un sistema social que borra las tradiciones y fragmenta la existencias” (Traverso,
2007, pág. 16). Según Walter Benjamin 86 la “experiencia transmitida”, propia de las sociedades
tradicionales, se extendía de manera casi natural de una generació n a otra, forjando las

83
A pesar de que la afirmación puede ser demasiado general, no intentamos desconocer otras aristas ni el carácter
plural de las memorias y sus diferentes maneras de coexistir, por ahora sólo nos interesa resaltar este aspecto.
84
En la relación memoria-historia, cuando invade el espacio público y se convier te en una obsesión
conmemorativa y cuando se vuelve un objeto de consumo que se convierte en un turismo de la memoria
(Traverso, 2007, pág. 14).
85
Alude, por un lado, al auge de la memoria en el espacio y vida pública, y por otro, al crecimiento que desde los
70’s empezó a tener la memoria en la Academia.
86
Citado por (Traverso, 2007)

194
identidades de grupo y la esencia de determinadas sociedades al largo plazo. Pero con la llegada
de la modernidad no sólo declinó aquella experiencia transmitida sino que tomó relevancia la
“experiencia vivida”: en medio de la vida urbana, de sociedades de masas, del imperio del libre
mercado y del individualismo posesivo, del advenimiento del tiempo mecánico, productivo y
disciplinario de la sociedad industrial.

Pero la configuración de una nueva experiencia vivida no quedó agotada en los cambios que
generó la instauración de otras relaciones sociales y productivas, propias del capitalismo, sino
que esa experiencia fue marcada por los grandes cataclismos del siglo XX, bajo la forma de
guerras, genocidios, depuraciones étnicas o represiones políticas y militares. La primera guerra
mundial, por ejemplo, ese gran trauma europeo, produjo que millones de jóvenes campesinos,
que habían aprendido a vivir según los ritmos de la naturaleza en el mundo rural, fueran
brutalmente arrancados de su universo social y mental, rompiendo con los mecanismos que
posibilitaban la experiencia heredada o transmitida.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, entre las circunstancias históricas que hicieron
central el estudio de la memoria se encuentra el Holocausto o shoah, “Auschwitz87 se ha
convertido en el pedestal de la memoria colectiva del mundo occidental” (Traverso, 2007). Las
políticas de la memoria surgidas a raíz del exterminio judío como las conmemoraciones ofic iales,
los museos, las películas, etc. Presentan a este acontecimiento del siglo XX como el símbolo de
las guerras, totalitarismos, genocidios y crímenes contra la humanidad.

En medio de ese siglo catastrófico surgió el testigo, el superviviente del holocausto. El relato de
la experiencia vivida, escuchada directamente desde la víctima tomó gran importancia, dejando
en segundo plano otros actores sobrevivientes, que también hicieron parte de los acontecimientos
históricos, por ejemplo, aquellos que formaron parte de la resistencia armada contra el fascismo.

La prevalencia de la memoria del testigo como víctima, asumiendo una postura que no siempre
ha coincidido con la necesidad de transmitir la experiencia vivida, responde a que la memoria se
conjuga siempre con el presente: la selección de acontecimientos, lo que debe y no debe ser
recordado, la interpretación, las lecciones, etc. Por ejemplo, esa memoria seleccionada del

87
Mayor campo Nazi de concentración y exterminio de judíos, se calcula que en él fueron asesinadas más de 2,5
millones de personas.

195
holocausto, el pueblo judío como víctima que justifica el genocidio del pueblo palestino 88 . En
suma, a la memoria le cabe un reto político y una obligación ética, que está en una fina línea
donde fácilmente se convierte en fuente de abusos.

Henry Rousso describe varias etapas por las que tiende a atravesar la memoria según se co nstata
en los distintos procesos históricos. Primero un acontecimiento impactante, un viraje o un
traumatismo; y después una fase de represión; inevitablemente seguida por un período de
“anamnesis” (‘retorno de lo reprimido’); y esto puede desencadenar una “obsesión memorial”
(Traverso, 2007, pág. 40).

Valga aclarar que el esquema de Rousso no se puede tomar como modelo para encajar todas las
memorias colectivas de los distintos procesos históricos, de hecho, ésta pre senta numerosas
variantes. En Turquía, por ejemplo, la memoria y la historia del genocidio armenio no pudieron
elaborarse ni escribirse en el espacio público. Tuvo lugar en el exterior, contra un régimen
político que no reconoció un crimen del presente y acosta de no entrar a archivos se han erigido
la memoria y la historia del genocidio armenio.

La represión no sólo se presenta bajo la forma mistificadora de “superar el pasado” o bajo el


sofisma de la “reconciliación”. Ésta conduce a pasar definitivamente la página e incluso, si fuera
posible, borrarla de la memoria. Y hablar de reconciliación significa, habilitar a los culpables,
convirtiendo al “deber de la memoria” en una fórmula retórica y conformista. La represión
también se ha expresado de otras maneras. La memoria del estalinismo es muestra de ello: fue
memoria de la revolución cuando se alzó como un matiz crítico, como una revuelta ético-política
contra el silencio cómplice de los gulag. Pero fue una memoria asfixiada: durante lo que duró la
URSS bajo la egida de la revolución o las instituciones burocráticas; después del proceso
Gorbachov, que dio vías a la memoria de las víctimas, bajo la mirada vergonzosa del pasado

88
Comienza a aparecer la memoria de shoah o de Auschwitz, con el proceso de Eichmann, en el transcurso de los
60’s ligada a la percepción del conflicto árabe-israelí, con todos los interruptores ideológicos y los usos políticos
que surgen de ello. La guerra de los Seis Días, un intento de los países árabes de defender y recuperar los
territorios usurpados y colonizados por los israelitas, terminó siendo una justificación ideológica para el sionismo,
como la amenaza de un nuevo aniquilamiento del pueblo judío. Mientras el Estado israelí consolidaba su poder
militar y territorial, la memoria de shoah se fue haciendo más fuerte y cuánto más estratégico se hizo la avanzada
militar de Israel en el medio oriente, más fuerza ganaba esta memoria sobre la nakbah (la catástrofe, memoria
construida a raíz de la construcción del Estado Israelí en territorio palestino el 15 de Mayo de 1948) de los
palestinos en la comunidad internacional .

196
revolucionario de Rusia; y se ha reemplazado o refundido a la memoria desde el orgullo del
pasado ruso, herencia de los Zares.

En Italia, la interpretación histórica del fascismo ha cambiado conforme han entrado en crisis las
instituciones y los partidos que encarnaban la memoria del antifascismo. El fascismo es ahora
reivindicado como un trozo de la historia nacional. Esta vuelta de lo antes reprimido tiene efectos
inesperados en el espacio público. Por un lado, se iguala a las víctimas –muertos del fascismo,
las víctimas del genocidio judío, las víctimas de la resistencia yugoslava e n el 43- y en igualdad
de causas por las que murieron, mezclando crímenes de naturaleza completamente diferente. Y
segundo, que este retorno de lo antes reprimido, echa al olvido las víctimas de la ocupación del
fascismo italiano en Yugoslavia y de los crímenes cometidos en las colonias.

En España, después de la dictadura tuvo que pasar otra generación para que la memoria de la
guerra civil saliera de la fase represiva y amnésica en la que se hallaba. Se inicia un trabajo de
duelo de las víctimas de la dictadura, ya el duelo no es clandestino sino público, lo que permite
suscitar un amplio debate sobre la relación de la España contemporánea con su pasado.

En Sudáfrica, a diferencia de España, gracias al trabajo de la comisión de verdad y justicia, la


transición pacífica a la democracia pos-apartheid pudo acompañarse de un reconocimiento de la
verdad y de una elaboración del duelo.

Detengámonos ahora con más cuidado en la experiencia latinoamericana:

Dictaduras y memorias en el Cono Sur

En la década de los 70’s se vivieron las más sangrientas dictaduras en la región


latinoamericana 89 . En el marco de la guerra fría, la lucha contra el comunismo internacional y el
auge de los movimientos sociales y políticos de izquierda revolucionaria en América Latina,
llegaron fuertes dictaduras o Estados militares con prácticas de exterminio masivo y terror
institucionalizado con la justificación de restablecer el orden social y político 90 .

89
Brasil (1964), Chile (1973), Uruguay (1973), Argentina (1976), Bolivia (1964-1982), El Salvador, Guatemala, etc.
90
Los procesos represivos de grandes proporciones incluyeron muertos, desaparecidos, campos de concentración,
cárceles, exilios. Además “la estrategia represiva incluyó la coordinación de acciones de las dictaduras del cono sur:
el Plan Cóndor, una operación de contrainsurgencia organizada por los gobiernos de Chile, Argentina, Bolivia,

197
Las dictaduras fueron también la respuesta a la crisis del capitalismo internacional, el nuevo
esquema de acumulación de capital encontró en los regímenes militares la vía para introducir en
paquete las políticas neoliberales, muchas de las cuales siguieron aplicándose en la década de
1980 en medio de la transición hacia la democracia. En efecto,

los regímenes democráticos que reemplazaron a las dictaduras no modificaron los rasgos
fundamentales del modelo económico vigente y fueron los encargados de aplicar con rigor la
ortodoxia neoliberal en un esfuerzo por recomponer unas economías jaqueadas por la crisis, las
altísimas tasas de inflación, el estancamiento y las protestas sociales. Hacia fines de los 80’s
todos los países latinoamericanos habían puesto en marcha planes de ajuste y programas de
sesgo neoliberal. Si bien sólo en unos pocos países del área estas políticas económicas
resultaron parcialmente exitosas, las consecuencias sociales fueron dramáticas en todos los
casos, afectando la credibilidad de los regímenes democráticos que se exhibían indiferentes o
impotentes frente a los reclamos sociales (Aguila & Luciani, 2008, pág. 182).

Pero los problemas que presentaron las democracias latinoamericanas en los años de la
transición91 no se quedaron en la reestructuración político- institucional o en las consecuencias
económicas y sociales derivadas de la aplicación del neoliberalismo, sino que hubo un profundo
debate y movilización entorno a los efectos que las prácticas represivas de las dictaduras dejaron
en las sociedades latinoamericanas.

El problema de la violación de los derechos humanos se configuró como una exigencia de los
sectores opositores, incluso desde los últimos años de los gobiernos dictatoriales como es el caso
argentino. Los gobiernos democráticos de las décadas posteriores (80’s y 90’s), por su parte,
tomaron cartas en el asunto, implementaron estrategias para dar respuestas y/o cerrar ese
tormentoso pasado para el Estado. La incapacidad de los Estados de resolver la herencia de

Brasil, Paraguay y Uruguay, con el objeto de intercambiar información, vigilar, secuestrar y asesinar opositor es de
cualquiera de los países y entregarlos a los respectivos gobiernos”. En: ROBIN, Marie-Monique: “La Operación
Cóndor y la Internacional Negra” citada por (Aguila & Luciani, 2008).
91
“Paso de regímenes autoritarios modernos, especialmente militares, a fórmulas democráticas en las que están
ausentes los modelos revolucionarios, pero donde hay algún tipo de ruptura, no de corte insurreccional, entre
ambos regímenes”. Es decir, fenómenos puramente políticos, que posteriormente repercutieron en otros ámbitos
(socioeconómico, cultural, internacional ), aunque manteniendo su propia autonomía. En: GARRETON, Manuel:
“Repensando las transiciones democráticas en América”. Citado por (Aguila & Luciani, 2008).

198
violaciones de derechos humanos de las dictaduras explica que siga siendo un asunto de nuestra
historia reciente y de las demandas políticas de la sociedad latinoamericana.

El fin de las dictaduras en Brasil, Chile y Uruguay fue muy diferente a la terminación de la
dictadura argentina. En aquellas, las fuerzas armadas tuvieron la capacidad de imponer un marco
jurídico- legal (leyes de amnistía), que les garantizaron la ausencia de investigaciones y
penalizaciones por los crímenes de lesa humanidad, e incluso mantener esferas de poder dentro
del Estado después de terminada la dictadura, como es el caso chileno. Los gobiernos
democráticos a pesar de reconocer la violación de derechos humanos de las dictaduras, no
suprimieron las leyes que garantizaban impunidad a los militares sino que las reforzaron.

Mientras que la dictadura argentina tuvo una trayectoria diferente. La derrota militar en la guerra
de las Malvinas (1982) de las fuerzas armadas argentinas, junto al desprestigio del gobierno
como consecuencia de la crisis económica y la creciente recepción de la sociedad de las
denuncias de violaciones de derechos humanos, se impusieron sobre la incapacidad de las
fuerzas armadas de mantenerse en el poder. Y con la llegada del gobierno de Raúl Alfonsín en
1983, se derogó en la primera semana de gobierno la “ley de pacificación”, que había sido
expedida por el gobierno militar para garantizar su impunidad frente a la violación sistemática de
los derechos humanos.

Pero las medidas del gobierno democrático que surgió en Argentina tras la caída de la dictad ura
tuvieron otros elementos: el juicio a las juntas militares 92 que habían gobernado al país durante el
período de 1976-1982 y a las organizaciones político- militares que habían actuado en el país
hasta mediados del mismo periodo (por ejemplo, los montoneros); la reforma al Código de
Justicia Militar, que planteaba que a los militares involucrados en violación de derechos
humanos los juzgarían tribunales civiles; la creación de la Comisión Nacional de Desaparición
de Personas (CONADEP), con el objeto de investigar los delitos cometidos entre 1976- 1983,
que elaboró el informe Nunca Más 93 .

92
El único precedente lo constituían los juicios de Nuremberg, la única diferencia es que el juicio contra los
militares nazis fue llevado por fuerzas aliadas no por el mismo Estado alemán.
93
La CONADEP y el informe Nunca Más se configuraron como ejemplos para las distintas comisiones de la verdad
que se establecieron en varios países latinoamericanos y en otras partes del mundo. Valga resaltar que la comisión
de Verdad creada por la corte suprema de Colombia para esclarecer los hechos del palacio d e justicia responde al
modelo argentino, como también la Comisión Ética Internacional por la verdad en Colombia.

199
El impacto de los juicios a las juntas militares y del informe del Nunca Más, que logró se
condenara a los culpables, se supiera la verdad y se mantuviera abierto el proceso para nuevas
condenas, incluso a oficiales de menor rango, generó una reacción de las fuerzas armadas que
amenazaron con golpe de Estado. Mientras que los familiares y organismos de derechos
humanos iniciaron acciones jurídicas contra los oficiales de menor rango en la justicia civil, el
gobierno de Alfonsín en Diciembre de 1986 planteó la ley de punto final que fue aprobada por el
congreso, la cual estableció un plazo límite (30 días) para la aceptación de demandas por
violación de derechos humanos y otro plazo límite (60 días) para el inicio de los juicios.

Los organismos de derechos humanos se movilizaron contra la impunidad contenida en la ley del
punto final, pero los militares tampoco se conformaron con ella, en 1987 se presentaron
levantamientos militares. La nueva negociación del gobierno democrático con las fuerzas
armadas concluyó con la ley de Obediencia Debida, la cual absolvió a los oficiales de cualquier
responsabilidad en los hechos de represión pasados.

Las políticas estatales implementadas durante 1983-1987, si bien fueron progresivas en cuanto el
Estado asumió las demandas de verdad y justicia sostenidas por los organismos de derechos
humanos y, además, sirvieron para que la sociedad argentina conociera los delitos cometidos por
las fuerzas represivas. También ayudaron a que se configurara un tipo de memoria asociada a la
condena de los crímenes de la dictadura.

Una memoria que se constituyó como dominante fue la que se reflejó en el informe del Nunca
Más. Si bien este recogió los datos sobre la desaparición, los centros clandestinos de detención y
represión, demostró la violación sistemática de los derechos humanos e hizo central el debate en
la agenda pública también ayudó a conformar una memoria dominante que se fortaleció co n las
leyes de impunidad del gobierno de Alfonsín: que la dictadura era consecuencia de la existencia
de grupos subversivos (formaciones guerrilleras) que por tanto, a ellos también le cabían los
excesos y los castigos. Mientras la sociedad era víctima en medio de estos dos bandos o dos
demonios. Esta visión impulsada por el gobierno de Alfonsín no sólo buscó legitimar las leyes
del punto final y de la obediencia debida sino propugnar la idea de perdón y olvido.

200
Pero esta memoria dominante fue puesta en cuestión por otras memorias. Los militares que
afirmaron “lo sucedido en la Argentina había sido una “guerra”, desencadenada por una
“agresión subversiva” y en la cual las Fuerzas Armadas habían intervenido victoriosamente”
(Aguila & Luciani, 2008) 94 . Mientras los organismos de derechos humanos, los familiares y los
sobrevivientes cuestionaron la interpretación propuesta en el informe del Nunca Más y
denunciaron la pretensión del Estado de cerrar el pasado y la deserción del mismo en la
penalización de los delitos de lesa humanidad.

Durante los gobiernos “democráticos” posteriores (Menem y De la Rúa) profundizaron la


política regresiva inaugurada por las leyes de impunidad. Por medio, de indultos a los
comandantes de las juntas militares que ya habían sido condenados y a los líderes de las
organizaciones armadas que habían actuado en los 70´s, ratificando la teoría de que tanto la
subversión como las juntas militares eran responsables y equiparándolos en culpas y perdones. El
discurso que dominó durante ambos gobiernos fue el de la pacificación y la reconciliación. Esto
igualaba a la Argentina, a la situación de impunidad que predominaba en los países del Cono
Sur.

Sin embargo, el rompimiento del pacto de silencio de las fuerzas a rmadas y la aparición de
nuevos actores en el movimiento de derechos humanos, con nuevas prácticas y discursos, que se
instalaron con fuerza en el espacio público y social configurando un relato nuevo sobre el pasado
reciente argentino 95 . Y en medio de la profunda crisis política, social y económica que vivió el
pueblo argentino en las últimas décadas del siglo XX, que “no se expresó en discursos
antidemocráticos, sino en una trama ideológica y política que recorrió la sociedad argentina y
que, junto con el descrédito y falta de representatividad de los partidos políticos tradicionales (el
slogan fue “que se vayan todos”), renovó la condena a la dictadura y sus herencias (Aguila &
Luciani, 2008, pág. 192)”.

A pesar de que el Estado argentino mantenía las leyes de impunidad, los organismos de derechos
humanos buscaron y aprovecharon herramientas jurídicas para reabrir los procesos penales a los

94
Ese ha sido el argumento de las fuerzas militares desde la dictadura hasta el presente. Incluso se ha utilizado
como argumento en los procesos judiciales.
95
la realización de conmemoraciones y homena jes, la colocación de placas en cementerios y otros espacios
públicos (facultades, escuelas, ex centros de detención clandestinos) o los intentos de recuperación de sitios
emblemáticos vinculados al ejercicio de la represión en diversas ciudades del país .

201
represores: 1. Por un lado, los juicios a represores argentinos en el exterior y el impacto que
generó la detención por 17 meses de Pinochet en Inglaterra, a causa de la orden de arresto
internacional del juez español Baltasar Garzón, tuvieron impacto en Argentina, obligando al
Estado a definir su política en cuanto a la extradición de los represores y renovando el debate
social y político frente al tema en el país. 2. La estrategia que emprendieron los organismos de
derechos humanos, abriendo procesos a los represores por la apropiación de bebés nacidos en
cautiverio de sus madres detenidas-desparecidas, que no había contemplado la ley y sobre lo que
había otorgado perdones a los militares.

En el 2003 el Congreso Nacional de Argentina declaró la nulidad de las leyes de impunidad,


ratificado por la corte constitucional en el 2005, lo que contrastó con el hallazgo de restos óseos
de desaparecidos. Estas medidas reabrieron casos cerrados y permitieron iniciar nuevas acciones
legales, culminando en la imputación y en contados casos de condena a los perpetradores.

Esto se dio en el marco de un nuevo gobierno democrático, Néstor Kirchner (2003-2007), que al
igual que la gestión de su sucesora aparece una nueva fase de políticas de la memoria del Estado
argentino:

Esta etapa, que se acompasa con los recorridos judiciales y los cambios en los discursos sociales
en torno a la memoria de la dictadura, se delineó en un conjunto de medidas reparatorias que
incluyeron el sacar de exhibición los cuadros de los jerarcas de la dictadura de las paredes del
Colegio Militar, la expropiación y entrega del edificio de la Escuela de Mecánica de la Armada
(ESMA) a organismos de derechos humanos como espacio de memoria y las disculpas ofrecidas
en nombre del Estado nacional “por la vergüenza de haber callado durante veinte años de
democracia por tantas atrocidades” (Aguila & Luciani, 2008, pág. 193).

A pesar de que en Colombia nunca hemos tenido periodos prolongados de dictadura, similares a
los de las otras repúblicas latinoamericanas, la violencia política ha sido recurrente y el
terrorismo de Estado ha sido una práctica sistemática y cara a la sociedad colombiana. Así pues
intentaremos esbozar el contexto de los años 90 y la primera década del siglo XX en el que se
comprende estas dinámicas de la violencia.

202
La violencia política en Colombia en las últimas décadas del siglo XX

Mientras el Estado social se desmontaba con la llegada de las políticas neoliberales 96 , la década
de los 90’s fue inaugurada con diversas iniciativas de paz, y, hasta el 2002 los procesos de paz
tuvieron un lugar real, porque con el fracaso de los diálogos del Caguán, la culpa, el costo
político, recayó sobre la guerrilla, gracias a la ardua y masiva insistencia de los medios de
comunicación en culparles de la ruptura, omitiendo, por un lado, el papel de los paramilitares en
la ruptura de dicho proceso y contribuyendo a que el entonces candidato presidencial, Álvaro
Uribe Vélez, “capitalizara el desastre político para su campaña”. Con él llegó la “guerra total”.

Por otro lado, en la década de los 90, el fenómeno paramilitar se convirtió en un proyecto
nacional de la ultra-derecha, extendiéndose por todo el territorio nacional, trayendo aparejado el
desplazamiento y despojo de las mejores tierras a las comunidades campesinas, negras e
indígenas. Pero en la época, el paramilitarismo se implantó, fundamentalmente, “supliendo la
guerra sucia que hacía el ejército, para salvaguardar su responsabilidad con respecto a la
violación de los Derechos Humanos” y, de esta manera, actuaba “con una refinada simetría con
la imagen que se había hecho de la guerrilla” (Molano, 2000). Y, por último, el fenómeno del
narcotráfico también expresó sus particularidades: la relación entre narcotráfico y
paramilitarismo; la lucha abierta del Estado contra los distintos carteles y las primeras bases de
lo que sería el Plan Colombia.

Hubo diversas iniciativas de paz al principio de la década, entre las que se encuentran: la
reinserción del Ejército Popular de Liberación (EPL) en Febrero de 1991; la desmovilización del
Movimiento Armado Quintín Lame en Mayo de 1991; y el regreso a la legalidad del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Todas ellas durante el gobierno de César Gaviria
(1990-1994). En el gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) se inicia un proceso de
aproximación con las FARC, que se dio por el duro golpe de las FARC contra el ejército al
finalizar el cuatrienio, lo cual mostró un cambio en la estrategia militar por parte de este grupo
armado 97 . Con la llegada del gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) se entran a los procesos
de negociación que se conocería como los diálogos del Caguán. Donde se evidenciaría las reales

96
La constitución del 1991 es una constitución neoliberal, al decir, del profesor Renán Vega.
97
Las FARC acabaron con una base militar entera, abatieron cincuenta soldados y tomaron cien prision eros, éste
hecho elevó las peticiones de negociación de las FARC al despeje de cinco municipios, que se concretó
posteriormente en la zona de distensión (Molano, 2000).

203
dificultades para una salida negociada al conflicto, debido a la intransigencia de las partes y a la
falta de voluntad política: “mientras el gobierno tenía en mente concesiones que podían
inscribirse en un programa político tradicional, las FARC pensaba en reformas profundas del
régimen político y del sistema económico a mediano plazo, sin renunciar a largo p lazo, a la
construcción del socialismo”. Y, contrario, a la entera disposición para acabar el conflicto, la
zona de distensión (que se había creado para aumentar la confianza entre las partes y como
medida de acercamiento entre las mismas) se uso para fortalecerse militarmente –en el caso de
las FARC- y para afinar la inteligencia militar del Estado. Circunstancia que como ya
señalábamos permitió que recayera todo el coste político sobre las FARC, por obra y gracia de
los medios de comunicación.

La creación de "autodefensas" de derecha tiene sus antecedentes a partir del Estatuto de


Seguridad y Defensa de la Democracia, expedido en 1978 durante el gobierno de Julio César
Turbay98 . Éste sirvió de marco legal para la creación de los paramilitares, bajo la supuesta
"defensa nacional" de la “democracia” se hacía el llamado a combatir los grupos guerrilleros.
Con base en dichas norma, la fuerza pública colombiana adiestra, adoctrina y dota de armamento
a civiles en áreas de conflicto, que sentían perjudicado s sus intereses, la mayoría eran
terratenientes que estaban siendo “extorsionados” por las guerrillas 99 , algunos armaron a los
trabajadores de sus haciendas, especialmente en el Magdalena medio. Durante este periodo
fueron ya frecuentes las torturas, desapariciones forzadas y otras violaciones a los derechos
humanos, por parte de las fuerzas armadas y sus colaboradores.

Los grupos paramilitares empezaron a extenderse territorialmente sin un comando central, que lo
vendría a proporcionar Carlos Castaño. El precedente en la unificación de estos grupos sería las
Convivir (Cooperativas de Vigilancia) 100 . Éstas son creadas durante el gobierno de César

98
Aunque sus antecesores podrían rastrearse por lo menos desde 1946. Los chulavitas o la policía política en el
altiplano cundiboyacense, los pájaros en el Valle, etc. Téngase en cuenta el interesante análisis que plantea el
profesor Darío Betancourt, entre las conexiones que se pueden hallar entre los antiguos “pájaros” y los
paramilitares que empiezan a surgir a principios de los ochenta.
99
Las guerrillas llamaban a esto la financiación de la revolución, impuesto revolucionario, que era la causa del
pueblo. El anuncio del Plan Colombia al inicio de 1999, c ondujo a las guerrillas a tomar medidas ―tributarias‖,
(aquellos con fortunas mayores a 1 millón de dólares debían pagar un "impuesto revolucionario").
100
De acuerdo a su marco legal este mecanismo de autodefensa, debían funcionar en lugares donde fuera
insuficiente la fuerza pública, recibiendo nuevamente ayuda logística y militar directa del estado. Creándose así
más de 414 asociaciones de este tipo con más de 120.000 hombres extendidas por todo el territorio nacional.

204
Gaviria en 1994, siendo promovidas y defendidas por la administración departamental de Álvaro
Uribe Vélez en Antioquia (1995-1997). El paramilitarismo pasó de ser un ejército privado
regional, creado para ayudar a los terratenientes preocupados por los ataques de la guerrilla, a
convertirse en una estructura nacional con nexos muy estrechos con el ejército nacional. En
1997, surgen a partir de la desarticulación de las convivir, y en el marco de la negociaciones de
paz del gobierno nacional con las FARC, las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) como un
intento de coordinar a través de un comando central los diferentes grupos paramilitares que se
encuentran diseminados por diferentes regiones del país.

Este grupo, que inaugura una nueva fase de terror sobre la población civil en todo el territorio
nacional, concentran un gran poder militar, manteniendo fuertes alianzas con la fuerza pública;
económico, con el control que logra sobre el narcotráfico y la financiación directa de grandes
hacendados, empresarios y multinacionales; y político, con la participación de diferentes
personajes en todas las escalas y esferas del poder político (Verdadabierta, 2010). De este modo,
las AUC se configurarían durante este período, como el principal instigador de la violencia
(1997-2002): llegando al punto de cometer una masacre cada dos días entre los años 1999 y
2000, tiempo en el que perpetraron más de 200 masacres por año (Semana, 2008); Instigando al
desplazamiento forzado y al despojo de tierras en diferentes regiones del país, el cual aumentó un
20% en 1998 respecto al año previo, lo que ubicó, en 1999, a Colombia como el país con la
tercera mayor población desplazada en el mundo (Rodriguez Ávila, 2003, pág. 7), estrategia con
la que llegarían a acumular una cantidad alarmante de suelo agrario, superior al millón de
hectáreas (Semana, 2008); y controlando gran parte de la producción de la droga en el país.

Pero los paramilitares deben también su origen y expansión a los carteles de la droga y al
combate contra la guerrilla por el dominio de las regiones cocaleras. Desde 1996, este proceso se
intensificó, incrementando los niveles de violencia y desplazamiento en las zonas de
enfrentamiento. Para el año 2000, según informes del Ministerio de defensa, siete bloques de las
AUC operaban en regiones de cultivos de coca y amapola. La ONU, por su parte, calculó que la
presencia paramilitar llegó a 86 de los 162 municipios donde se cultiva coca, ubicando frentes en

Hasta 1997, Año en que fueron cons ideradas anticonstitucionales, por involucrar civiles en el conflicto armado,
ordenándose su desmovilización, por la corte constitucional. Luego de comprobarse su participación en alianza con
paramilitares y la violación continúa de derechos humanos contr a civiles, presuntos colaboradores de la guerrilla.
(OEA, 1999) .

205
el Magdalena medio, Santa Marta, la región sur de Bolívar, el Valle del Cauca, el norte de
Antioquia, la región de Urabá, Nariño, el noroccidente del Putumayo, el suroccidente de
Caquetá, Meta y Guaviare, regiones estas últimas, en disputa con los grupos guerrilleros
(Rodriguez, 2005).

Sin embargo, el paramilitarismo también creció supliendo las necesidades de “guerra sucia” que
tenían ciertos sectores dentro del Estado colombiano, una rama importante del congreso y otro
puñado de terratenientes, ávidos de tierras, etc. De esta manera, las violaciones a los derechos
humanos que debían recaer sobre el ejército, solamente se le indilgaban a los paramilitares,
salvaguardando la responsabilidad de las fuerzas militares ante la violación de los Derechos
Humanos. Desde el origen de los grupos paramilitares la violencia política tomó gran auge en el
país, configurándose a través de una serie de crímenes sistemáticos, manifestados en la
persecución contra una parte específica de la población.

 Algunos casos emblemáticos: genocidio político, desaparición forzada y asesinato de


periodistas y defensores de derechos humanos

El aniquilamiento de uno de los pocos logros que alcanzó el proceso de paz impulsado por el
gobierno de Belisario Betancourt, producto de los acuerdos de la Uribe en 1985: la existencia de
la Unión Patriótica -UP-, un movimiento que representó un desafío político al modelo de Estado
hegemónico, por su carácter independiente de la política tradicional y la rápida legitimidad que
alcanzó en los sectores sociales. El genocidio político de este movimiento político ocurrió entre
la década que va de 1985 a 1995, cerca de 3000 militantes asesinados, incluyendo candidatos
presidenciales, alcaldes y parlamentarios. Partido que culminó en el 2002, año en que le fue
retirada su personería jurídica (Rodriguez Ávila, 2003). El Tribunal Superior de Bogotá (Sala de
justicia y paz) en el proceso contra el paramilitar Helbert Veloza García, comandante del Bloque
Bananeros y Calima de las AUC, señaló la respo nsabilidad del Estado con respecto a los
crímenes contra la UP:

La sala precisa que para efectos del control de la legalidad hará un análisis del contexto sobre
los hechos criminales cometidos por el Bloque Bananero contra miembros, simpatizantes y
representantes políticos de la Unión Patriótica en la región de Urabá; sin embargo, la sala no
desconoce que los hechos criminales contra éste partido político se cometieron en todo el país y

206
que los perpetradores de los crímenes provienen de los distintos grupo s, entre los más
destacados los paramilitares o de autodefensa, teniendo en cuenta que también agentes
estatales estarían involucrados en estos, entre otros. El Departamento Administrativo Nacional
de Estadística -DANE- recopiló información que da cuenta de que agentes estatales,
principalmente miembros del ejército y la policía, son los perpetradores que ocupan el segundo
lugar entre los responsables de la violencia contra la Unión Patriótica 101 (Ponencia del
Magistrado Eduardo Castellano Rosso sobre Hebert Veloza Garcia, 2012) .

El Estado colombiano no sólo tuvo una cuota de responsabilidad en el genocidio político de los
miembros de la UP sino también en su incapacidad o falta de voluntad para detener el
aniquilamiento sistemático de los miembros de este movimiento político.

Pero otro hecho histórico, que ha configurado una de las luchas de la memoria en el país lo
constituye los acontecimientos del 6 y 7 de Noviembre de 1985: la toma del palacio de Justicia
por el M-19 y la contra-toma por las fuerzas armadas. Este acontecimiento no sólo simbolizó el
fracaso del proceso de paz (los diálogos del gobierno de Belisario Betancourt con la insurgencia)
sino que puso de manifiesto las verdaderas dinámicas de la violencia en la sociedad colombiana:
la guerrilla aun pretendía lograr la transformación social por vía de las armas y los militares
evidenciaron que eran autónomos en el manejo del orden público, incluso por encima del
presidente. La comisión de la verdad ha afirmado sobre los desaparecidos aquella tarde del 6 de
noviembre:

1. Para la Comisión de la Verdad no existe duda alguna de que, en el marco de los hechos del
Palacio de Justicia, empleados de la cafetería y algunos visitantes ocasionales fueron víctimas
de desaparición forzada. Todos ellos, indiscutiblemente, ingresaron con vida al Palacio de
Justicia el 6 de noviembre de 1985 y, hasta el momento, 24 años después, se desconoce su
paradero.
2. Se trata de la totalidad de los empleados de la cafetería del Palacio, Carlos Augusto
Rodríguez, Ana Rosa Castiblanco, Héctor Jaime Beltrán Fuentes, Cristina Guarín Cortés,
Bernardo Beltrán Hernández, Gloria Stella Lizarazo, David Suspes Celis y Luz Mary Portela
León; las visitantes ocasionales Gloria Anzola de Lanao, Lucy Amparo Oviedo de Arias y
Norma Constanza Esguerra Forero, y la guerrillera del M-19 Irma Franco Pineda.

101
Subrayado nuestro.

207
3. Tal como lo señaló en su “Informe preliminar”, la Comisión de la Verdad no considera, como
algunos lo han sugerido, que los empleados de la cafetería del Palacio pertenecieran al grupo
asaltante. Se trataba de jóvenes trabajadores sencillos, en la mayoría de los casos con hijos
pequeños, con expectativas y proyectos de vida familiar y laboral definidos.
4. A lo largo de los años, y particularmente gracias al esfuerzo permanente de los familiares y,
más recientemente, de la labor de las autoridades judiciales, se han recopilado testimonios y
grabaciones que han permitido reconocer a algunos de ellos saliendo con vida del Palacio de
Justicia hacia la Casa del Florero (Comisióndelaverdad, 2010, pág. 261).

En un conflicto inacabado donde asumir actitudes críticas frente a la vida pública nacional o
incluso luchar por el esclarecimiento y la justicia de los acontecimientos de violación de
derechos humanos cobra la vida de los que se asumen en tal posición. Entre otros casos
emblemáticos podemos referir el homicidio del periodista y humorista Jaime Garzón en agosto
de 1999 por la acción directa de grupos paramilitares y la fuerza púb lica 102 , crimen confeso por
Carlos Castaño, donde se evidencia su alianza con agentes estatales (Semana, El lado Oscuro,
2009; El Espectador, 2012). También el asesinato del abogado defensor de Derechos Humanos
Eduardo Umaña Mendoza:

Fiel a sus convicciones, Eduardo Umaña denunció atropellos del Estado y asumió la defensa
jurídica de sindicalistas, marginados y víctimas de violaciones de los Derechos Humanos. Era
considerado como uno de los mejores penalistas del país.
Entre sus casos más emblemáticos, Eduardo Umaña se encargó de las víctimas del genocidio
contra la Unión Patriótica (UP) y el Partido Comunista Colombiano.
Fue uno de los abogados que interpuso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
una demanda contra el Estado colombiano por su responsabilidad y participación en los
crímenes contra la UP.
Umaña Mendoza también asumió desde 1985 la defensa de las familias de los desaparecidos del
Palacio de Justicia. El abogado siempre sostuvo que el Ejército capturó civiles en el Palacio de
Justicia, los interrogó, los torturó y los desapareció, sin verificar si eran o no culpables. Hasta su
último día Umaña luchó por tipificar el delito de desaparición forzada, tesis que llevó
recientemente al juicio del ex coronel Alfonso P lazas Vegas, encargado del operativo y a
exhumaciones en fosas comunes en Bogotá.

102
Jaime Garzón: Diez años de Impunidad. EN: http://www.youtube.com/watch?v=xMRTzyzvdnU

208
El abogado defendió sindicalistas de Telecom, de la ETB y de la USO. En el caso de la USO, en
diciembre de 1996, 12 integrantes del sindicato de Ecopetrol fueron acusados de colaborar con
el ELN para colocar bombas en los oleoductos. Umaña demostró que la Fiscalía, aprovechando
la justicia “sin rostro”, “clonaba” los testigos. Estos declaraban, bajo diferentes identidades,
varias veces en los mismos casos. Así lo evidenciaba la misma huella dactilar en todos los
expedientes.
Poco antes de su muerte, Umaña Mendoza decidió revivir el caso del magnicidio del caudillo
Liberal Jorge Eliécer Gaitán, asesinado el 9 de abril de 1948. Según sus amigos, Umaña pensaba
que ningún crimen debía quedar impune (Verdadabierta, Eduardo Umaña. Abogado Defensor
de DDHH , 2009).

Estas acciones se enmarcan dentro de la categoría de crímenes políticos, ya que su objetivo es


desestimular toda actividad y acción que incluso defienda los mínimos de humanidad dentro del
conflicto. Pero frente a ellos, las organizaciones de sociales, políticas y de víctimas han tratado
de unificar sus luchas para lograr otras políticas de la memoria.

Las luchas de la memoria en Colombia en las últimas décadas

La estrategia político- militar, la doctrina anti-comunista, implementada por los Estados Unidos
en toda Latinoamérica, tuvo sus características particulares en Colombia. “Se trataba de la
implementación de la ‘guerra sucia’ como estrategia de terror del Estado cuyo asidero mayor fue
la doctrina de ‘seguridad nacional’ del presidente Julio César Turbay Ayala. Paradoja, pues se
trataba de una represión prolongada y efectiva” (MOVICE, 2012).

El conflicto armado, social y político prolongado hacía evidente las diferencias y semejanzas con
los países vecinos, por ejemplo, para la década del 90 el contexto del país imposibilitaba la
imaginación de ‘justicia transicional’. Esta incapacidad de hallar una salida al conflicto interno,
nos ha dejado en una constante crisis humanitaria.

El contexto de los 90 fue propicio para que los trabajos de la memoria social tomaran fuerza en
Colombia. La sistemática conducta del Estado a no hacer justicia, aún siendo el mayor
responsable de los crímenes de lesa humanidad, llevaron a las organizaciones de derechos
humanos no gubernamentales a reunirse en una campaña, “Colombia Derechos Humanos ya”.

209
Además, se estaba presentando algunas circunstancias (Diálogos de Paz) que hacían presumir la
posibilidad de convocatoria a una eventual Comisión de la Verdad.

No obstante, dado el acercamiento de las organizaciones defensoras de derechos humanos con


las distintas Comisiones de la Verdad implementadas en Sur y Centro América 103 , permitió llegar
a la conclusión que habían sido mecanismos ineficaces en la lucha contra la impunidad: “No
lograría los resultados de superación de impunidad y castigo a los culpables, pues los crímenes
seguían siendo perpetrados por el mismo Estado como táctica de socavamiento y represión de la
oposición política y, por consiguiente, no se presentaban las garantías suficientes para pensar en
instancia similar” (MOVICE, 2012). En ese sentido, surgió una propuesta (y tensiones) que
recogió a muchas organizaciones sociales preocupadas por la impunidad y las políticas de olvido
del Estado colombiano, ésta tuvo que ver con la necesidad de documentar exhaustivamente los
crímenes de lesa humanidad, denunciar las instancias creadas por el Estado para que no fuera
posible la realización de investigaciones sobre estos crímenes e invadir el espacio público
(acción, organización, denuncia, acompañamiento y formas de reparación).

Diversas organizaciones de derechos humanos, sociales, sindicales, campesinas, comunitarias,


eclesiales, culturales, etcétera, a mediados de la década de los 90’s en Colombia, “con la
perspectiva inicial de superación de la impunidad y la pretensión de castigo a los responsables de
los crímenes cometidos en la década inmediatamente anterior”. Y con la experiencia viva del
exterminio y genocidio de todo un partido político a cuestas, “se consolidó el trabajo por equipos
en las distintas regiones, con miras a documentar la crisis humanitaria del país; desde luego, con
el sigilo que demandaba un contexto adverso de replicación de los crímenes” (MOVICE, 2012)

En consecuencia, se inició el proyecto Colombia Nunca Más 104 en una de las décadas donde la
política de perpetración de crímenes de lesa humanidad fue más intensa que nunca, esto marcó

103
Seminario Internacional sobre Comisiones de Verdad, realizado en Bogotá el 8 y 9 de junio de 1994 .
104
Iniciativa de 17 organizaciones de derechos humanos y sociales no gubernamentales en la búsqueda de
recuperar la memoria de de las víctimas de la última etapa de violencia política en el país: Asociación de Familiares
de Detenidos Desaparecidos de Colombia –ASFADDES-,Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo", Comisión
Intercongregacional de Justicia y Paz, Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos –CSPP-, Comité
Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos –CPDH-, Comisión Interfranciscana de Justicia, Paz y
Reverencia con la Creación, Corporación Sembrar, Comité Regional de Derechos Humanos de Santander –
CREDHOS-, Fundación Reiniciar, Colectivo de Derechos Humanos Semillas de Libertad –CODEHSEL-, Corporación
Jurídica Libertad, Comunidades Eclesiales de Base y Grupos Cristianos de Colombia –CEBS-,Humanidad Vigente

210
una diferencia sustancial con respecto a otros países latinoamericanos, pues aquí surgió en un
contexto de ejecución de políticas de terrorismo de Estado, mientras que en otros países se dio en
contextos post-dictatoriales, de transición a regímenes democráticos o contextos de “post-guerra
civil”. Con ello, el proyecto ha tenido que afrontar muchas dificultades como

“la eliminación, el exilio o la inmovilización de personas y organizaciones que se había creído


que podrían hacer grandes aportes al proyecto; la persecución a los mismos centros de
almacenamiento de datos, como el allanamiento a la sede de la Comisión Intercongregacional de
Justicia y Paz, donde funcionaba el Proyecto, el 13 de mayo de 1998, agresión perpetrada por la
acción conjunta de la Fiscalía y de las Fuerzas Armadas; las dificultades de acceso a muchas
regiones dominadas por el terror; el miedo y la parálisis de muchos testigos potenciales, entre
otras dificultades” (ProyectoColombiaNuncaMás, 2008).

El proyecto Colombia Nunca Más no se quedó en la reconstrucción de los hechos -aunque esto
significó un avance considerable en la medida que dio consistencia, confiabilidad y análisis a la
documentación de los crímenes de lesa humanidad- sino que también mostró la necesidad de una
organización política de las víctimas. En efecto, el proyecto involucró a organizaciones sociales,
familiares de víctimas y organizaciones de derechos humanos. Esto llevó a comprender que la
superación de la impunidad y el castigo a los culpables implicaba entenderlo como un problema
estructural del Estado y, por tanto, se constataba en el carácter “masivo” y “sistemático” de estos
crímenes (MOVICE, 2012).

En Mayo del 2000, se realizó el Seminario Taller sobre Impunidad 105 cuyo énfasis era las
demandas de las victimas contra las prácticas organizadas y sistemáticas de los crímenes de

Corporación Jurídica, Fundación Manuel Cepeda, Asociación Nacional de Usuarios Campesinos Unidad y
Reconstrucción –ANUC UR-, Asociación Nacional de Ayuda Solidaria –ANDAS- y la Comunidad de los Misioneros
Claretianos de Colombia.
105
Tenía los siguientes objetivos: 1. Racionalizar la experiencia de lo que ha sido la participación en los procesos de
elaboración de los criterios de verdad, justicia, reparación y representación de las víctimas a nivel de las instancias
internacionales. 2. Determinar el grado de participación de las víctimas en procesos de retorno de las dictaduras
militares a las democracias formales, o en procesos de conflicto armado interno mediante la negociación. 3.
Establecer el grado de eficacia y la participación de las víctimas en los procesos adelantados por intervención del
Consejo de Seguridad de la ONU, en los casos de la Ex Yugoslavia y Ruanda. 4. Racionalizar lo que ha sido la
experiencia en los procesos adelantados en otros países en relación con quienes han cometido crímenes de lesa
humanidad como parte de la política de corresponsabilidad universal de los Estados en Derechos Humanos. 5.
Definir las propuestas de las víctimas en materia de verdad, justicia, reparación integral, representación y
reconciliación.

211
Estado. En Noviembre de ese mismo año, se realizó la Asamblea Nacional de Víctimas en las
que se definió como exigencia del proyecto Colombia Nunca Más: los crímenes de lesa
humanidad son crímenes de Estado.

Las luchas políticas en la sociedad colombiana han estado ligadas a la confrontación de


memorias fuertes y memorias débiles. La llegada al poder de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010)
significó la implementación de políticas de olvido e impunidad a las que las organizaciones de
víctimas hicieron oposición. Por lo menos hay tres hechos que constatan esto: 1. La negación,
desde su campaña política, de la existencia de un conflicto armado interno. 2. La ley de “Justicia
y Paz” (ley 975), que perdona a los paramilitares y pretendió darles status de beligerancia 106 . 3.
La idealización de las fuerzas armadas que ha llevado a crear un sentido común donde es
inadmisible que éstas tienen la mayor cuota de responsabilidad en los crímenes perpetrados
contra la población civil y que, por tanto, no se les puede juzgar.

En el contexto de la “ley de impunidad” o desmovilización del paramilitarismo surgió el


Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado cuyo primer antecedente fue el I
Encuentro Nacional de Víctimas de Crímenes de Lesa Humanidad y violaciones a los derechos
humanos, llevado a cabo los días 28 y 29 de mayo 2004. Allí participaron más de 1000
delegados, 230 organizaciones, 400 Delegados regionales de 28 departamentos. Hubo
acompañamiento internacional de delegados de 7 países. En el II Encuentro, al año siguiente,
surgió formalmente.

Es acá donde se definen las estrategias que son el epicentro político del MOVICE: 1.Estrategia
jurídica que persiga a los máximos autores de los crímenes y la responsabilidad de los agentes
estatales; 2. Estrategia para la verdad y la memoria histórica; 3. Estrategia para el
acompañamiento solidario con las víctimas: la Comisión de Ética; 4. Estrategia para la no
repetición: la prohibición legal del paramilitarismo; 5. Estrategia para la reparación: el catastro
alternativo; 6.Estrategia de lucha contra la desaparición forzada: la exhumación de las fosas
comunes y el derecho a enterrar; 7. Estrategia de lucha contra el genocidio político: verdad,

106
Fue el proyecto de ley 782, no sólo les daba status de beligerancia sino también probabilidades de concursar a
cargos públicos y amnistía a quienes se acogieran a la ley. Esto fue refinado después de las críticas de la corte
constitucional.

212
justicia y reparación para las víctimas y los sobrevivientes de la Unión Patriótica; 8. Estrategia de
organización: el fortalecimiento del Movimiento de Víctimas.

En el marco de estas estrategias las acciones de los movimientos de víctimas han adquirido
coordinación, consistencia y sentido. No podríamos olvidar el 6 de Marzo, que año tras año, es
conmemorado como el día internacional de las víctimas de crímenes de Estado, e n nuestro país.
Para completar la caracterización deberíamos detenernos en el trabajo que ha hecho el MOVICE
en cada capítulo regional. Pero dadas las limitaciones de esta empresa, puede rendirnos más
frutos el contraste de la violencia política y la violación de derechos humanos en la Colombia de
las últimas décadas, con las luchas de la memoria y la historia reciente en el escenario escolar,
para comprender los desafíos y posibilidades que tiene la educación en este campo.

¿Se ha incorporado la historia reciente al espacio escolar?

Algunas autoras señalan que la incorporación del pasado reciente en la enseñanza de los paises
del Cono Sur tiene que ver con dos factores que los diferencian profundamente de la enseñanza
del pasado reciente en Colombia: por un lado, los “efectos en las decisiones políticas y en la
opinión pública, del trabajo sobre la memoria, liderado por diversos movimientos y
organizaciones sociales que han reivindicado las víctimas de las dictaduras militares” y, por otro
lado, la transición hacia la democracia ocurrida en esos paises desde los años ochenta que
permitió consolidar “algunos mecanismos de justicia y responsabilidades políticas sobre los
efectos traumáticos de los gobiernos dictatoriales” (Rodríguez Ávila & Sánchez Moncada,
2009).

Pero en Colombia, señalan las autoras, la permanencia de la guerra en el devenir nacional nos
dejan en un presente perpetuo, donde no han funcionado mecanismos jurídicos ni políticos que
resuelvan el conflicto. Al contrario, esos procesos parecen alimentar y complejizar más el
conflicto interno (Por ejemplo, la ley de Víctimas).

En este sentido, llaman la atención, es fundamental preguntarnos por el estado de la enseñanza


de la historia reciente en la escuela. Este descuido, la carencia de una política educativa, que
involucre la historia reciente en el currículo escolar y más aún en la investigación y la formación
de profesores responde a la función social que el Estado y la sociedad le exigen a la escuela:

213
requerimientos evaluativos y estandarizados, el desarrollo de competencias y habilidades para el
trabajo o las escasas posibilidades de ascenso social que brinda el sistema educativo. Olvidando
la necesidad de comprensión y actuación crítica que sobre el conflicto interno tiene la sociedad
colombiana, donde “existe una vinculación estrecha de los actores escolares con las dinámicas y
los efectos de la guerra interna”.

La enseñanza de la historia reciente en la escuela no ha sido considerada como una necesidad


primordial, lo que explica que no haya sido objeto de un trabajo curricular, sino que ha sido
subordinada por una visión que se configuró sobre todos los conocimientos escolares, incluyendo
la historia, desde la psicología cognitiva: “la articulación curricular como mecanismo para el
reconocimiento integral de la sociedad en el ámbito escolar”. Desde entonces, la especificidad
didáctica y pedagógica de la historia se reemplazó por los desarrollos logrados en la psicología
cognitiva, que la empacó en el área de ciencias sociales con otras campos como la geografía,
luego se empezaron a formular los lineamientos curriculares para cada área del saber que
correspondian a año por año, edad por edad, como lo postulaba la psicología.

Los textos escolares, surgieron entonces, como la respuesta a un mercado que los demandaba.
Proliferaron las editoriales que produccian textos con los requerimientos de las políticas
gubernamentales. Los contenidos a pesar de que describen aspectos relacionados con el conflicto
armado, lo hacen en la perspectiva de desarrollar las competencias que se requieren para el éxito
evaluativo, más que para comprender su realidad social y actuar en ella.

Por otro lado, los programas de formación de docentes en las facultades de educación del país
entraron en el debate sobre las políticas educativas y la formación del docente logrando superar,
en parte, la instrumentalización de la pedagogía, antes aparecía como un saber agregado, era el
caso de la historia y la geografía, se pasó a proyectos curriculares de cinco años (pregrados o
licenciaturas) donde se amplió la intensidad horaria en formación pedagógica y se articuló la
práctica docente y la investigación como ejercicios inherentes a la formación. No obstante, ni
esta formación docente profesional ni el modelo de formación continuado que apareció en
1996107 introdujeron la enseñanza de la historia reciente como prioridad. Se terminó

107
“en 1996 el IDEP convocó a las universidades, para diseñar Programas de Formación Permanente de docentes
(PFPD), que superaran el modelo de acreditación heredado del estatuto docente aprobado en 1979, mediante la
aproximación de la universidad como proyecto cultural y núcleo de producción y difusión de conocimiento, a la

214
respondiendo a la normatividad vigente, más que a las necesidades que “demanda las dinámicas
del presente o de la historia reciente”.

El colegio Eduardo Umaña Mendoza ¿Un ejercicio de memoria social? Memoria y Derechos
humanos

El colegio Eduardo Umaña Mendoza hizo parte de los 38 nuevos colegios propuestos en el plan
de Desarrollo “Bogotá sin Indiferencia”. Fue el quinto colegio que entregó el Gobierno Distrital
de Luis Eduardo Garzón en el 2006. Otros colegios, algunos de los cuales le fueron asignados
nombres de líderes políticos asesinados, son: el colegio San José, Leonardo Posada Pedraza, la
IED Alfonso Reyes Echandía y la IED Carlos Pizarro, en Bosa; El Uval y Nueva Esperanza, en
Usme. “No es casual que el quinto colegio haya sido el Eduardo Umaña Mendoza, ya que en él
se proyectaba que estudiaran 3.600 estudiantes de los sectores deprimidos de la localidad, en
especial de la ciudadela de Sucre y de Villa Alemania, barrios que desde hace más de una década
reciben cientos de desplazados y marginados de la ciudad” 108 . La institución inició su labor
educativa en unas condiciones deplorables, con aulas prefabricadas y tres baterías sanitarias,
recibiendo a 681 estudiantes en doble jornada. Sin embargo, al parejo que fue tomando forma la
planta física fue definiendo su derrotero pedagógico.

En efecto, unas de las singularidades de este colegio y tal vez que lo dife rencia de otros colegios
en Bogotá y en el país, es su proyecto pedagógico enmarcado en los derechos humanos,

“…pues como es un colegio nuevo, también es nuevo todo lo que se hace en el colegio, a
nosotros, a mi me gusto muchísimo venir acá, porque estaba todo por hacerse, todo por
construirse, todo por organizarse, y sobre todo con el nombre del colegio, Eduardo Umaña
Mendoza, el Concejo de Bogotá le dio este nombre al colegio para que se honrara la memoria
de Eduardo Umaña Mendoza, no para que fuera pues un símbolo, digámoslo así, un símbolo de
un cementerio donde reposan los restos de Eduardo Umaña Mendoza, sino donde se genera todo
una cantidad de procesos, donde se pretende hacer vida, hacer realidad pues como la causa por
la que vivió Eduardo Umaña Mendoza, que fue los derechos humanos, entonces desde ahí

experiencia de los docentes. Se desplazó el concepto de “capacitación” asociado con adiestramiento, por el de
“formación”, como un proceso continuo, que fortalezca la fundamentación conceptual del maestro y cualifique su
práctica. Estos programas deben abordar tres campos para el desarrollo profesional del educador: la in vestigación,
la innovación y la actualización” (Rodríguez Ávila & Sánchez Moncada, 2009, pág. 5).
108
Manual de Convivencia del Colegio Eduardo Umaña Mendoza. 2011 -2012. Pág. 8.

215
nosotros no tuvimos que echarle cabeza a cuál debe ser la misión, visión, objetivos del colegio
porque nos vienen dados con el nombre de Eduardo Umaña Mendoza, los derechos humanos
que fue la causa por la cual fue asesinado y hasta ahora de una manera impune y entonces como
hacemos para que los derechos humanos sean el horizonte del colegio” (Garzón, 2013).

La comunidad educativa concibe el ejercicio de memoria no simple mente como el ritual


simbólico de recordar a Eduardo, sino como el agenciamiento de su proyecto político, que
costó su propia vida. Así lo expresan varios de sus actores,

“…el 18 de Abril es una fecha muy significativa para nosotros, no solamente porque Eduardo
Umaña Mendoza le da el nombre al colegio sino porque hemos querido que el colegio sea la
memoria viva de EUM, no sea la lápida gris, estéril, inerte sino que sea una memoria hecha
reciente, hecha movimiento, hecha proyecto, hecha alternativa.” Profesor Douglas Rodríguez en
(Creacción, 2011).

…yo no estuve en el proceso de constitución del primer PEI del colegio pero un poco lo que se
sabe es que el nombre, la memoria de EUM obligó al colegio, no sé si lo obligó, pero finalmente
la institución adoptó, hizo una relación directa entre el nombre de EUM y los derechos
humanos, entonces esa formación o esa perspectiva digamos de derechos humanos pues empezó
a permear pues lo que sería la institución en términos pedagógicos, con base en esa reflexión en
relación a los derechos humanos el colegio adopta un modelo pedagógico… claro digamos
también se hacen ejercicios simbólicos de, bueno no sé, siempre anualmente se conmemora la
muerte del hombre, se hace una serie de eso de ejercicios simbólicos que tienen un una
importancia digamos en el marco de la institución pero lo que digo es eso, que más allá de lo
simbólico digamos este asunto de la memoria de EUM ha logrado, permitido proyectar, el
funcionamiento de la institución educativa de manera totalmente alternativa, distinta
comprometida, finalmente con la gente, con los problemas dentro de esos ideales de país y yo
creo que eso es lo que más rescato de la influencia de la memoria de EUM” (Diago, 2013).

Los actos simbólicos no siempre han estado referidos a la memoria de EUM, como por ejemplo
la conmemoración realizada el pasado 20 de Noviembre a razón de Sharon Melissa Marmolejo,
estudiante desaparecida y asesinada atrozmente, la comunidad educativa le rindió un homenaje
con la elaboración de un lienzo y una placa de mármol en su memoria. Desde su desaparición la
comunidad organizó manifestaciones para visibilizar el caso y un comité de búsqueda.

216
Entonaban los niños en la marcha del 7 de Junio, “escribiremos tu nombre en las paredes de
nuestra ciudad… No te olvidaremos” (SED, 2013).

Lienzo elaborado en homenaje a Sharon Melissa por los estudiantes del EUM asesorados por un
artista, hoy se encuentra ubicado en la entrada al colegio junto al mármol, es muy rico en símbolos
que aluden al contexto bajo el que se circunscribe el colegio y en medio de ellos la imagen de la
estudiante.

El ejercicio de memoria como una apuesta por los derechos humanos, lleva a indagar por las
concepciones que tiene la comunidad educativa de los derechos humanos y la forma como se
asumen pedagógicamente. En ese sentido, los estudiantes expresan:

… en años anteriores, siglos anteriores, se consideraba que, por ejemplo, los negros no eran iguales
a las personas blancas, vemos el caso de Hitler y los nazis y que se creían una raza superior, todo
eso va fundamentado en que los estudiantes de este colegio sigan el énfasis en derechos humanos y
que podamos crear, lo que está haciendo el colegio, una comunidad, una sociedad basada en la
tolerancia, el respeto y la igualdad y no creernos más que los demás.” Johana Borda, 1102 Jornada
Tarde.

217
“Un derecho es algo que uno tiene que exigir, algo que es de uno” Fernando Orozco, 802 Jornada
Tarde.

“Pues a mí me han enseñado a valorarme más y a respetar más a las personas, a reconocer que
todos somos iguales” Paula Andrea, 902 Jornada Tarde.

“…los ideales del colegio van a la mano con mis principios, se puede decir, y pues me ayudan a
fortalecerlos… nos ponen frente a una posición crítica sobre la democracia que hay en nuestro país,
nos ayuda porque en un futuro ya sabemos a qué nos podemos enfrentar” Paola Millán, 1001
Jornada Tarde.

“…bueno, los Derechos Humanos son para que (ummm) nosotros pues nos guiemos por cierto
parámetro para no pasar por encima de los demás, pues todos somos personas y tenemos que estar
como en un mismo nivel, entonces los derechos humanos digamos que quitan ese poder a los
demás de tratar a las otras personas, ‘con menos poder’, como ellos quieran…” Paola Camacho,
1102 Jornada Tarde. (Creacción, 2011).

Los profesores también compartieron con nosotros su forma de entender los derechos humanos,
señala uno de ellos:

“…pues digamos nosotros hemos hecho un esfuerzo y bueno digamos no sé a quien te refieres con
ustedes porque no hay una concepción homogénea sobre lo que significan los derechos humanos
aquí en el colegio ¿sí? De hecho digamos como resultado de las reflexiones que hemos hecho sobre
justamente que entendemos por los derechos humanos y por la educación en ddhh nos hemos dado
cuenta que pues que eso es un discurso tremendamente heterogéneo y que se presta para muchas
cosas ¿sí? O sea si bien digamos se puede asumir un escenario de reivindicación puede ser también
tomado como una forma de reproducir ciertas prácticas y ciertos discursos digamos más en relación
con los poderes dominantes de la sociedad y este tipo de cosas, entonces no hay una versión
homogénea sobre cómo entender esto de los derechos humanos sin embargo desde el área de
ciencias sociales y desde el equipo de docentes ha estado comprometido con hacer este modelo
pedagógico, algo real y concreto en este colegio, hemos venido entendiendo los ddhh más en
relación con digamos con lo que podríamos extraer del modelo socio-crítico: es entender los ddhh
más como una herramienta de interpretación y de interpelación del mundo, que es una
interpretación y una interpelación digamos intencionada o sea con base en unos principios teóricos
y políticos…” (Diago, 2013).

218
Estas concepciones de los derechos humanos contrastan positivamente con una forma de
entenderlos propias de las organizaciones de víctimas en el país y que también abunda en las luchas
políticas de los nunca más del cono sur: los derechos humanos vinculados con la responsabilidad
del Estado en términos de la violación de los mismos, frente a las situaciones históricas,
traumáticas, que han atravesado los países. Al respecto afirman dos autoras que han t rabajado la
temática en Chile, los derechos humanos son “mostrados a los estudiantes desde su transgresión o
violación más extrema y no desde la perspectiva de la afirmación de los derechos fundamentales del
individuo - la que debería ser, en estricto rigor, contemplada también por el sistema educacional”
(Veneros & Toledo, 2009, pág. 12).

Así pues, los derechos humanos entendidos como las responsabilidades que le competen al Estado
colombiano frente a las violaciones de esos derechos, la deuda que le incumbe, por ejemplo, en la
conformación del paramilitarismo, la desaparición de personas, los asesinatos por razones políticos
y en la imposibilidad o posibilidad de encontrar una solución negociada al conflicto.

¿Qué ha significado tiene para el colegio asumir como parte central de su proyecto educativo los
derechos humanos? El problema de curricularizar los derechos humanos ha sido un fuerte debate
que han dado algunos miembros de la comunidad. Porque contrarias a las co ncepciones presentadas
de estudiantes y profesores sobre los derechos humanos predominan otras como aquella que “asocia
la degradación social y cultural con la concesión de derechos y garantías constitucionales a los
menores de edad: ‘la educación se vino a menos desde que les dijeron a los muchachos que tenían
derechos’ (Sastoque, Rodriguez, Bermúdez, Diago, & Garzón, 2011, pág. 138) ”. Pero peor aún:
algunos profesores del Colegio fervorosos defensores de las “buenas costumbres” han llegado a
limitar la idea de DDHH a la de “el cabal cumplimiento del manual de convivencia” apegados a la
defensa acérrima y ciega de la ley, en este entendido, los violadores de los derechos humanos son
los estudiantes indisciplinados, aquellos que mastican chicle, los que agreden física o verbalmente
(a los superiores sobretodo), los irresponsables que no cumplen con los deberes académicos, etc.

A algunos profesores también les cabe el peso de “violadores de los derechos humanos”. Se trat a de
aquellos docentes “politizados” y “sindicalizados” que salen a defender el derecho a la educación,

219
se les acusa de violar este derecho a los niños por abandonar las aulas para participar en
movilizaciones, marchas y jornadas de protesta.

Pese a las dificultades, un grupo de profesores del área de ciencias sociales y de otras áreas han sido
juiciosos al reflexionar pedagógicamente sobre los Derechos Humanos, ya que han “despertado en
nosotros una excitante preocupación por la construcción de senderos alternativos que nos permitan
encontrar formas distintas de asumir la escuela, la comunidad y en general nuestra sociedad”
(Sastoque, Rodriguez, Bermúdez, Diago, & Garzón, 2011, pág. 140).

En esta medida, uno de los puntos de partida fue la participación en la construcción del PEI que les
permitió postular varios elementos fundamentales, uno de ellos el modelo pedagógico socio-crítico
como punto de partida del trabajo. Junto a esto, la construcción de una malla curricular
fundamentada en las ciencias sociales como área integradora, lo que permitió incorporar los
derechos humanos más que al currículo al proceso educativo,

“…no tiene que ser una cátedra de derechos humanos, sino que tiene que ver como todo un tejido
pedagógico, un ambiente de aprendizaje, donde confluyan todas la áreas, que sea interdisciplinar y
donde los estudiantes miren, primero que todo, la esencia de los DDHH en los espacios donde se
están participando pero también la proyección hacia el entorno, a la realidad… para poder nosotros
educar en derechos humanos no lo podemos hacer si antes no hacemos todo un proceso de análisis,
de conocimiento critico de la realidad, no solamente del entorno sino de la realidad estructural del
país, eso en primer lugar. En segundo lugar, pues una vez conocida esa realidad, una vez que
nosotros conocemos algunas manifestaciones, algunas características de la realidad no podemos
quedarnos en una actitud contemplativa y expectante frente a lo que pasa sino que nosotros
tenemos que generar procesos o proyectos que nos vinculen de una manera activa, de una manera
participativa, de una manera proactiva frente a esa problemáticas, es decir, que nos permitan
generar proyectos que respondan de una manera constructiva frente a problemáticas de la realidad,
o que si no son proyectos autónomos por lo menos que nos permitan vincularnos a proyectos que
hay en la comunidad que buscan aportarle a lo bueno, hacerle frente a un problema. A esa segunda
fase nosotros la determinamos como la gestión comunitaria … y para eso se tienen que generar una
actitud en los estudiantes y es la actitud de liderazgo, que es el tercer componente, pues son como
tres pilares fundamentales sobre los que nosotros educamos en derechos humanos, bueno el
liderazgo pero no entendido como la persona que tiene el brazalete, o la persona que tiene aquí la

220
escarapela, sino un estudiante líder es aquel que primero que todo conoce la realidad, segundo es
sensible ante la misma y desde esa sensibilidad es capaz de participar en propuestas que desarrollan
dentro de la comunidad para afrontar o buscar el mejoramiento de las condiciones de vida de la
comunidad o por los menos generar algún proyecto que pueda servir para ello, en ese sentido la
parte vocacional, la parte de...donde se trabaje el horizonte vital, como el estudiante se plantea su
proyecto de vida personal o su proyecto de vida comunitario contempla como yo desde mi proyecto
de vida personal puedo o debo o me vinculo a proyectos de mejoramiento de las condiciones
sociales de mi comunidad (Garzón, 2013)”.

Queriendo concluir esta parte nos decimos: en los lugares de la memoria se recuerda, se activa y
trabaja la memoria, “a partir de una acción reiterada, depositar capas sucesivas de sedimentos
memoriales. Es a partir de esta acción humana específica, y reiterada a través de una práctica
ritualizada, que estos espacios se convierten en vehículos para la memoria, pues en ellos la memoria
adquiere materialidad” (Veneros & Toledo, 2009) ¿Tiene altas potencialidades el colegio EUM de
ser un lugar de la memoria? Nosotros pretendemos que sí, que el ejercicio pedagógico ha
proyectado el recuerdo de este hombre en un proyecto político que funde una identidad po lítica,

“…las celebraciones de la memoria, como por ejemplo el día de EUM, en Abril, pues año por año,
tratamos de que no sea solamente una izada de la bandera lo que se haga o una acción meramente
celebrativa y conmemorativa sino que se busca que sea un acto pedagógico pero que tenga unos
componentes políticos en el sentido de que cuestionen al estudiante sobre la misión que tiene al ser
un estudiante del EUM, que como parte de su proyecto, de su identidad como estudiante de este
colegio qué tarea le corresponde frente o como debe responder frente a los desafíos o retos que le
plantea la realidad…” (Garzón, 2013).

Hasta acá nos hemos detenido en la configuración de distintas memorias sociales y bajo los
acontecimientos históricos que han surgido, llegando finalmente a detenernos en el levantamiento
del Colegio Eduardo Umaña Mendoza como un ejercicio de memoria social, como un lugar de la
memoria en nuestro país. Quisiéramos ahora darle un lugar a los actores que habitan e ste territorio
donde reside el colegio, que lo han habitado históricamente. Queremos dar una pasada por el
trasegar que los ha traído acá. Con ello buscamos reconstruir las dinámicas históricas que lo han
hecho habitable, las distintas oleadas de la violencia, la persecución de un pedazo de tierra, de una

221
vivienda y de un bienestar. En el fondo lo que esconde esta historia maravillosa ha sido una lucha
por la tierra.

En el marco de qué conflictos agrarios está el colegio

Desde antes de la colonia los territorios que hoy comprende la región del Sumapaz, al igual que
el altiplano Cundiboyacense, se encontraban altamente poblados por comunidades indígenas que
conformaban la cultura Muisca, entre “el río Sumapaz y el río de Pasca en la región de ‘Useme’,
expresión chibcha que significa ‘tu nido’, habitaban los sutagaos, que se encontraban
emparentados con los doas, sumapaces y cundaís (Orjuela, 2004, pág. 9). Las actividades de
subsistencia de este pueblo se centraban especialmente en la pesca, la caza, la agricultura y la
minería. La organización política y social es considerada como “sociedad jerárquica señorial”109
donde el poder sobre la tribu lo ejercía una sola persona, y éste basado en símbolos religiosos,
respeto de las jerarquías y las normas milenarias establecidas.

Durante la conquista estos pueblos fueron sometidos por el poder español, para integrarlos al
modelo de producción colonial, a través de formas de sometimiento de la mano de obra como la
mita, la encomienda y la esclavitud. Lo que permitió el desarrollo económico y agrícola de la
región como su desarrollo urbano, y a la vez, condenó a la desaparición a sus habitantes
originarios, la sociedad y la cultura, debido a las enfermedades, el mestizaje, el trabajo forzado y
los genocidios (Orjuela, 2004).

Los sobrevivientes fueron integrados como mano de obra. Las tierras en las que habitaban se
consideraron tierras de la corona o terrenos baldíos y luego se dividieron en haciendas. Las
cuales surgen a partir de la descomposición de la estructura económica de la encomienda y se
mantienen durante la República como forma de dominio y sometimiento, de la tierra y la mano
de obra (Fajardo, 1983). (Zambrano, 2005).

En 1650 se fundó la población de San Pedro de Usme como poblado de carácter rural, el cual se
estableció primordialmente como centro de abastecimiento agrícola para la capital. En 1711 se

109
Concepto introducido por Reichel Dolmatoff en la Nueva Historia de Colo mbia. (Colombia indígena, período
prehispánico) citado por (Orjuela, 2004).

222
erigió como parroquia y hacia 1740 se estableció como lugar de descanso por el virrey Solís,
quien mandó construir la hacienda Las Manas 110 . Allí se desarrollaron grandes actividades
agrícolas y ganaderas hacia finales de la época colonial, después la hacienda fue parcelada en
varias fincas de ganadería y de recreo.

Ya durante la República, en el siglo XIX, con la aparición del liberalismo radical muchas
haciendas que estaban en manos de comunidades religiosas fueron expropiadas (“bienes de
manos muertas”) pasaron a manos de privados. Fue el caso de una hacienda de Usme
denominada El Hato, propiedad de “una prestigiosa familia bogotana” 111 , la cual se destacaba
por producir para la ciudad grandes cantidades de alimentos, llegó a “representar una despensa
dada su proximidad a Bogotá” (Fajardo, 1983, pág. 58). Al respecto un poblador histórico de
esta zona, el cual accedió a uno de sus lotes relata,

“esto era hermosísimo, porque ha sido una zona que ha dado muchos frutos en cuestión por
ejemplo, la riqueza que tiene el cultivo de papa, el cultivo de ganado…e…la crianza de ganado
digo. Cuando esta época existía la hacienda del Hato, que era la distribuidora, tenía mucha fama
porque se decía que era la distribuidora para Bogotá, distribuía la papa, la leche, la carne…”
Testimonio de don Emiliano, 2002, citado en (Zambrano, 2005, pág. 11).

Esta forma de apropiación de la tierra combinada con las olas migratorias hacia este territorio,
producto de la violencia en el campo y las guerras civiles, a principios del siglo XX, originó una
alta demanda por tierras de los pequeños productores (minifundistas), que en muchos casos
llegaron a emplearse en las haciendas a falta de mejores opciones laborales.

Paisaje típico de Usme, tomada de (Zambrano, 2005)

110
La cual abarcaba lo que hoy son los barrios de Santa Lucia, Tunjuelito, Brazuelos, Marichuela, Yomasa, Santa
Marta, La Fiscala, Barranquillita, El Recuerdo y El Pedregal .
111
Diario el Tiempo, 11 de Mayo de 1934. Sección de avisos limita dos. Darío Fajardo (1983) homologa esta
hacienda a la del Chocho y el Soche, en límites con ésta.

223
Entre 1925 y 1936 se presentó uno de los períodos más conflictivos de la lucha por la tierra en la
región de Sumapaz y de Usme (Marulanda, 1988). Los campesinos, en condición de
arrendatarios, afrontaron graves problemas, en situación de injusticia, con el régimen de
contratos establecidos en las haciendas. Gran cantidad de campesinos establecidos como
arrendatarios en las haciendas se informaron de las leyes sobre baldíos promulgadas hacia 1926 y
a sabiendas de que la apropiación de las haciendas por parte de los terratenientes, habían
ampliado los límites de éstas ilegalmente, además consideraron la sentencia de la corte
constitucional, en la que se exigía como único título válido para demostrar la propiedad el título
original 112 , de los que carecían los terratenientes, empezaron a ocupar las tierras de la hacienda y
a desconocer su obligación con los hacendados.

Las relaciones sociales, en el marco de la hacienda, eran ignominiosas. Iban desde el castigo
físico al arrendatario, la obligación de pago en especie, el pago por el uso de puentes, fuentes de
agua, sementeras, arreglos, al hacendado. Contra estas condiciones fue que se alzaron los
colonos y arrendatarios, conformando las ligas campesinas.

Otra forma en que se expresó el conflicto fue el litigio judicial. Los campesinos iniciaron
demandas judiciales contra los propietarios, tal vez en la creencia de que las leyes de tierras (la
ley de baldíos de los veinte y la ley 200 de 1936) protegían sus derechos como poseedores de los
terrenos que ocupaban. Los propietarios por su parte, presentaron demandas reivindicadoras de
propiedad, de lanzamiento por ocupación de hecho y solicitaron el envío de tropas, los retenes de
la guardia de Cundinamarca en la entrada de las haciendas y la quema de los ranchos de los
insurgentes.

Los campesinos, que habían sido arrendatarios de la hacienda del Hato, el 11 de Mayo de 1934
se declararon parcelarios de predios de estas tierras, escribieron al director del diario El Tiempo
una carta ese día, denunciando el auxilio que había pedido el Alcalde de Usme a la guardia de
Cundinamarca para lanzar a los campesinos de sus parcelas. También denunciaban que “las
autoridades son dóciles y de fácil manejo debido a las influencias de que gozan los interesados
en el lanzamiento”113 .

112
Sentencia de la Sala de Negocios de la Corte Suprema de Justicia, Abril 15 de 1926.
113
Diario el Tiempo, 12 de Mayo de 1934. Sección de avisos limitados.

224
La coyuntura política que entonces vivió el país, caracterizada por el auge de movimientos
contestatarios, se sumaron a las dificultades que tenían los terratenientes, con respecto a la
fuentes de créditos para hacer productivas las haciendas, inclinó la solución del problema hacia
la parcelación. El gobierno compraba la hacienda al terrateniente endeudado, y vendía cada
parcela a los campesinos que estaban en litigio. Los medios utilizados para obligar a colonos y
arrendatarios a entrar en la parcelación, consistía generalmente en quitarles la parcela y darla a
las entidades parceladoras como arras del negocio, para así obligar al campesino a comprar la
tierra, amenazándolos con el lanzamiento sin el pago de mejoras sino lo aceptaban y
exigiéndoles la entrega de mejoras y la salida de la región. Algunos hacendados ofrecían la
parcelación de terrenos en otros sitios distintos de la hacienda (improductivos) y obligaban a
comprar bajo la amenaza de expulsión.

La parcelación se hizo en las áreas montañosas de las haciendas y lejanas de las vías
comerciales. Además, muchos campesinos lo que obtuvieron fueron parcelas tan pequeñas, que
debían trabajar como peones en las haciendas para poder conseguir lo indispensable para el
sustento familiar; y quedaron empeñados durante años con los bancos y sin posibilidades de
lograr créditos, ayuda técnica, comercialización, etc.

Las luchas campesinas por la tierra en la región llevó a una paulatina desintegración de la
hacienda culminado a mediados de siglo y estableciendo, junto a la explotación agrícola, la
explotación artesanal de materias primas para la construcción (canteras, gravilleras, areneras,
ladrilleras), actividades económicas que han subsistido hasta la actualidad (Zambrano, 2005).

 Desarrollo Urbano de Bogotá

Bogotá sufrió una urbanización acelerada desde mediados del siglo XX. La descomposición de
la hacienda se había agudizado debido a la alta demanda de tierras de los nuevos inmigrantes que
llegaban expulsados de su lugar de origen, producto de la agudización de la violencia. Bogotá
ofrecía mejores condiciones por lo que atrajo con mayor fuerza la oleada migratoria.

El crecimiento demográfico sostenido que reportó la ciudad desde la década del 40, por el
aumento de la natalidad y la reducción de la mortalidad, produciendo el crecimiento de la
población ejerció presión sobre el latifundio en la región. La precaria urbanización de Bogotá

225
para la época, lo cual obligó a su expansión a través de desplazar su frontera agrícola y la
integración de nuevos municipios por su valor estratégico 114 . Se logró a partir del cambio de
estatus jurídico de municipio a Distrito Especial en 1954, en búsqueda de independencia
administrativa frente al departamento de Cundinamarca.

Sin embargo, la ausencia de planificación es una de las razones, que explican el desarrollo
urbano particular de la ciudad a partir de la oleada migratoria. La planificación de la ciudad a
partir de la dictadura militar de Rojas Pinilla, quien intervino de forma unilateral en la
construcción de la ciudad, a pesar de las recomendaciones del plan piloto de Le Corbusier que se
aplicaron a partir de 1950, expandiendo la ciudad con la construcción de la autopista norte y sur,
las obras del CAN y el inicio de la construcción del aeropuerto el Dorado, lo que comenzó a
cambiar de forma acelerada la idea de ciudad.

Bajo esta perspectiva la modernización de la ciudad consistió en su acondicionamiento al uso de


automóviles, por lo que en 1952 se suprime el tranvía y la ciudad debió adaptarse al uso y
construcción de avenidas. Este desarrollo con base en cánones norteamericanos, se evidenció en
la construcción de la avenida caracas y la decima, que se realizó sobre la mutilación del espacio
público y destrucción de monumentos.

Después de la dictadura, los intentos de las administraciones de la capital por planear el


crecimiento urbano a través de la intervención estatal fueron insuficientes debido al crecimiento
acelerado de la población, que pasó de medio millón en 1951 a un millón para 1956115 , lo que
causó la urbanización descontrolada al sobrepasar el crecimiento poblacional la capacidad de
manejo del crecimiento urbano, que incluso superó el índice de crecimiento en las demás
ciudades, generando la distancia poblacional existente. Por tal razón, al no poder la
administración satisfacer la demanda de vivienda con una adecuada oferta, se impuso la
autoconstrucción como contramedida.

114
En el caso de Usme, la Nueva visión que aporto la misión urbanística de Lauchlin Currie la definió como la 5
localidad por su reserva de agua para la población en crecimiento. Usme se había establecido como municipio del
departamento Cundinamarca a principios del siglo XX pero con la ordenanza 7 de la Asamblea de Cundinamarca, se
suprime como municipio de Cundinamarca y, a través de Ley 3640 de 1954, que establecía a Bogotá como distrito
especial, fue anexado a sus jurisdicción junto con Bosa, Usaquén, Engativa, Suba y Fontibón, como alcandía N° 5.
Lo que articulo a Usme al desarrollo económico y social de la capital.
115
2.700.000 para 1973.

226
Sin embargo, el acceso a la propiedad urbana, contrariamente de la que se cree, fue en menor
medida en términos de invasión de terrenos, solo en 14 barrios sus pobladores tuvieron acceso
por este medio aunque se dieron 32 intentos 116 . En la mayoría de los casos fue la urbanización
ilegal el medio por el cual se crearon y urbanizaron nuevos barrios en Bogotá, conocidos también
como barrios informales o piratas, por carecer de permisos legales. En este caso, el modo en que
se accedió a la propiedad se dio porque un “empresario de tierras” compraba una hacienda o
parcela y la dividía en lotes usualmente de 6 por 12m, que en ocasiones vendía a plazos a los
nuevos inmigrantes, que luego de haber vivido durante algún tiempo en piezas e inquilinatos y
haber acumulado algunos ahorros se disponían a la tarea de adquirirlos con el fin de
autoconstruirlos.

Se estima que cerca del 40% de la ciudad se urbanizó bajo esta modalidad, especialmente el sur
de Bogotá. Al darse la urbanización al margen de las normas legales para la construcción urbana,
esta solía no cumplir los requerimientos en cuanto a la cesión de espacio público, tamaño de las
calles, mobiliario urbano, servicios educativos, pero sobretodo, sin acceso a los servicios
públicos, ya que una de las condiciones para la que las empresas prestadoras de servicios
accediera a la conexión era que los barrios fuesen legales, además de que no contaban con las
redes de acueducto y alcantarillado esenciales para cualquier desarrollo urbano.

Este tipo de urbanización estableció el barrio como la unidad urbana por excelencia, mientras
que en otros sectores de la ciudad el barrio perdió importancia y se estableció las unidades
residenciales articuladas a ejes comerciales como chapinero y ciudad Kennedy, que se llamó
inicialmente ciudad techo. Este último proyecto de desarrollo urbano pretendió, con fondos
provenientes del programa alianza para el progreso, satisfacer la demanda de vivienda de los
inmigrantes llevándolos hacia el extremo occidente de la capital, lo que jalonó la urbanización de
los terrenos intermedios, gracias a la extensión de la red de servicios públicos hacia este sector
de la ciudad 117 .

116
La tierra que poseía el estado en la ciudad fue vendida en el siglo XIX.
117
El 17 de diciembre de 1961 se entrega el primer predio de esta ciudadela.

227
 Urbanización de Usme

La escasez de espacio para la construcción en localidades más cercanas a la capital, como Rafael
Uribe Uribe, Tunjuelito y San Cristóbal, obligó a los nuevos habitantes de la ciudad a desplazar
la urbanización hacia el extremo oriental de la ciudad a partir de la década del 50,
específicamente en la localidad de Usme, a través de periódicas invasiones y urbanizaciones
ilegales. No obstante, fueron los procesos de parcelación de la hacienda y la creación de
pequeños minifundios lo que permitió que se diera lugar a la venta y arrendamiento de lotes, que
se conformaran y poblaran de forma diseminada y simultánea diversos barrios, obedeciendo más
que a cualquier planeación, a las posibilidades económicas y geográficas de la población.

En Usme hubo poblamiento urbano ilegal de dos tipos. Uno producto de la fragmentación de la
hacienda, lo que aceleró el poblamiento y aumentó la valorización de los predios, a medida que
se extendía la frontera urbana por el aumento de la población, en este caso, la venta de lotes
significó una oportunidad de ganancia frente a la poca rentabilidad de la propiedad rural 118 . Y
segundo, en áreas de explotación económicas que ofrecen trabajo a sus pobladores,
específicamente minas y canteras, debido a la proximidad al lugar de trabajo, lo que estimuló el
loteo de los terrenos circundantes, esto se dio en barrios como el Danubio azul y la Fiscala. Sin
embargo, en algunos casos los asentamientos aparecieron de forma espontánea aislados de otros
lugares de poblamiento. Pero en todos los anteriores, la urbanización se dio acompañada de la
lucha por los servicios (Zambrano, 2005).

Los nuevos pobladores de los nacientes barrios de Usme tuvieron que enfrentar numerosas
dificultades debido al estatus de ilegalidad de sus barrios y la inexistente red de servicios
públicos en estos lugares apartados de la ciudad, situación que los obligó a establecer deferentes
formas de organización comunitaria con el fin de auto-gestionar la solución de sus dificultades a
través de la construcción de redes sociales, de agua y alcantarillado y posteriormente buscar, por
distintos medios la legalización de sus barrios 119 , de lo anterior el barrio la fiscala es un ejemplo
representativo.

118
Especialmente en la vía que de Bogotá se dirige a Usme, en barrios como Santa Librada y la gran Yomasa
119
Como la intervención de políticos a cambio de favores electorales.

228
El barrio la fiscala fue uno de los primeros en poblar las áreas rurales de Usme. Era una finca que
inicio su parcelación en 1952, empezó a atraer a sus nuevos pobladores, debido al loteo de sus
terrenos en 1959. La carencia de los servicios domiciliarios más fundamentales impulsó, desde la
fundación del barrio, diferentes tipos de organización, que permitieron a sus pobladores sortear
las dificultades a través de la construcción de redes sociales, de agua y alcantarillado, const ruidas
a través del trabajo comunitario. Después de dos décadas el barrio logró su inserción a la ciudad
a través de batallar desde distintos tipos de organización, como la Junta de Acción Comunal que
para 1965 ya se había constituido, lo que garantizó la intervención estatal a través de la
legalización del barrio y con ello el acceso a los servicios públicos, como el agua y la
electricidad en 1968. Para 1982, los habitantes organizados de la Fiscala lograron la primera ruta
de transporte, y más tarde, en 1990 el barrio logró un equipamiento urbano aceptable con el
acceso al servicio telefónico.

El origen del barrio Sucre, a diferencia del barrio la Fiscala contó con la influencia de un
movimiento político que impartió capacitación para la autoconstrucción del barrio. El acceso al
servicio del agua condicionó la elección del lugar para construir el barrio pues por allí se ubicaba
el tubo madre del acueducto, que fue perforado en una acción comunitaria, pero dadas las
dificultades técnicas para proveer el servicio a todos los habitantes optaron por recurrir a
medidas legales. El barrio Sucre III, cuenta uno de sus habitantes, también fue un tejido de
acciones comunitarias,

“…esto se debe a don Arcesio Quiroga, quien representaba a la cooperativa Covisucre, quien
junto a la firma Acodinco participaron en la parcelación y venta de los lotes, pensando en los
habitantes que llegaron en 1984 […] A través de la autoconstrucción y autogestión logramos
obtener los servicios públicos. Antes se lavaba en la quebrada El Piojo y de allí se traía el agua,
de los nacederos…” Testimonio de don Belisario en (Sastoque, Rodriguez, Bermúdez, Diago, &
Garzón, 2011, pág. 135).

Estas luchas sociales que permitieron el acceso a los servicios y la mejoramiento de la calidad de
vida de los habitantes de barrios como la Fiscala, fueron más o menos recurrente en la
urbanización de la localidad de Usme desde la década de los 50, e incluso, a un alto porcentaje
de los barrios del sur de Bogotá para el mismo periodo. Debido a que la construcción y
mantenimiento, de las que fueran redes sociales solidarias, paso a mano de las empresas

229
públicas, la organización comunitaria que permitió el acceso a los servicios piratas, una vez
legalizados, dejaron de tener sentido, y fueron perdiendo importancia y desaparecieron del
escenario barrial. Por tal razón, las ganancias obtenidas en términos de mejoramiento de la
calidad de vida de las comunidades barriales representaron la pérdida de capital social y la
fragmentación de las comunidades.

En el siguiente apartado trataremos de establecer las relaciones entre el conflicto agrario y social
con su enseñanza en la escuela, es decir, con se expresa la enseñanza de la historia reciente en el
ambiente escolar.

¿La escuela como trabaja la historia reciente? El problema de la tierra en el marco de las
ciencias sociales escolares.

Un taller que realizamos consistió en completar un árbol genealógico, no sólo con los nombres
de los padres, madres, abuelos y abuelas de los estudiantes sino con el objetivo de reconocer
espacial y temporalmente las vidas de ellos y ellas, buscando rastrear los lugares, la experiencia
y las razones que los han llevado de un lugar a otro, hasta llegar a Bogotá.

Árbol genealógico realizado por una Estudiante del 903. 230


Como producto de este ejercicio (anexos) sacamos varías conclusiones, de los 18 estudiantes
que elaboraron el ejercicio:

a. La mayoría de estudiantes del curso 903 nacieron en Bogotá y han vivido acá desde entonces,
la edad promedio de los estudiantes del curso es 15 años.

b. De los padres y madres de los estudiantes se concluye que la mayoría no es de Bogotá, que
llevan viviendo acá por lo menos desde inicios de los noventa, que provienen de la región andina
de departamentos como Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Santander, Caldas y el Valle, la mayor
regularidad en la fecha de llegada a Bogotá son los noventa, se registran casos de los 70´s y 80´s,
las fechas de nacimiento van desde 1953 hasta 1982, cabe aclarar que algunos datos están
ausentes ya que “muchos no podían llenar a cabalidad el árbol genealógico porque no tenían los
datos: algunos no sabían, otros no tenían abuelos, otros nunca habían hablado con sus papás de
eso, uno de ellos tenía madrastra, otros tenía sus abuelos fallecidos, en algunos casos los papas ni
siquiera conocían a los papas, en otros casos alguno de los padres estaba muerto o los habían
abandonado” Diario de Campo 006, 28 de Octubre del 2013.

c. Las abuelas y abuelos, tanto maternos como paternos, registran fechas de nacimiento desde
1931 hasta 1966, presentándose la mayor frecuencia en la década de 1940. Los lugares de origen
coinciden con los de sus hijos en la mayoría de los casos, es decir, con la de los padres y madres
de los estudiantes, salvo en algunos casos donde llegaron a Bogotá desde muy pequeños. Al
identificar los lugares de nacimiento cruzados con las fechas de llegada a Bogotá no dejamos de
pensar en la época de la violencia, que ocasionó que dos generaciones hayan crecido en la
ciudad.

Estas conclusiones nos permiten acercarnos a la relación tan estrecha de los estudiantes con los
distintos períodos de violencia que ha vivido el país, pero sería pretencioso conformarnos con
estos datos, por ello queremos rescatar algunos relatos de estudiantes, padres y profesores que
nos cuentan está relación de los miembros del colegio con distintas vertientes del conflicto
colombiano:

“…soy de Natagaima, Tolima, fui desplazada como a la edad de los 3 años y en ese proceso
tuve que dejar de estudiar… perdí dos años de estudio por eso es que a los 18 estoy en once

231
cuando debí haber salido hace dos años. Llegué a un colegio distrital en la localidad de
Engativá, estudié también en un colegio militar, en noveno decidí no seguir estudiando,
entonces entré a otro colegio, donde me enfoqué en la comunicación social, a informar a la
gente de lo que estaba pasando, la situación interna y externa del país y de la ciudad… e… me
enfoqué mucho en lo que ya me había pasado, en averiguar qué era lo que había pasado con los
demás vecinos y conocidos que teníamos en los alrededores, por eso es que mi proyecto de vida
hoy es ser comunicadora social” Estudiante Johana Borda 1102, en (Creacción, 2011).

“Soy oriundo del departamento del César, llevo 10 años de encontrarme en la capital de la
república, Bogotá, a consecuencia del desplazamiento forzado… porque ocurrió que tres de mis
hijos…e… presenciaron el homicidio de un muchacho que era amigo de ellos, ya que había
nacido en el barrio donde yo vivía y habían estudiado juntos, habían jugado juntos y en su
adolescencia compartían o departían en una caseta.... esto da lugar a que los familiares del
homicida se impugnen contra mi hijo ¿por qué razón? Porque en primer lugar lo ayudan a
capturar, en segundo lugar, es obligado por la justicia colombiana a declarar ¿sí? Entonces lo
ayuda a capturar y después declara contra él, la ley encuentra bases para hacer uso de la justicia
y lo condena a 38 años, ahí nace una persecución de ellos para contra mi hijo, yo en vistas de la
gravedad del asunto pues lo mando para acá, para Bogotá, y acá duró nueve meses pero
quedándome yo con unos niños muy pequeños, por querer pretender salvar la vida del
muchacho, le doy opción que él se venga con la mujer y yo me quedo con los nietecitos, que
hoy en día están estudiando aquí” Jaime Nieves, padre de familia en (Creacción, 2011).

“…relató lo que la mamá le había contado sobre porque salieron de Chaparral hacía Bogotá.
Dijo el muchacho que en la época que vivía la mamá allá, hacia los noventa, era muy marcada la
influencia de la guerrilla en el municipio, hizo énfasis en la extorsión y “atentados terroristas”
de la subversión, además de las pocas posibilidades de trabajo que había allí, se combinaron
con problemas entre el padre y la madre que llevaron a la separación. Hechos que terminaron
viendo a Bogotá como la oportunidad de darse una nueva vida. Por eso la mamá llegó a esta
ciudad” Diario de Campo 006, 28 de Octubre del 2013.

Un profesor de sociales también nos cuenta algunas características de los estudiantes que llegan
al colegio, afirma

“…acá los chicos viene de muchas procedencias…e…hay mucho estudiante victima de


desplazamiento, tenemos hijos de reinsertados también, sobre todo del paramilitarismo, por eso

232
digamos estas cosas hay que manejarlas con cierto tacto ¿no? digamos pues porque el conflicto
está acá precisamente… no solo las personas que vienen como victimas sino las personas que ya
ha tenido cierto vínculo con el Estado y cierto pacto con el Estado para estar acá, entonces si
hay de toda procedencia, está muy vinculado el conflicto armado en Colombia. Pero bueno ya
que me lo pregunta y yo me salgo un poco me parece particular hermano que estos chinos tienen
unas historias de vida muy complicadas pero yo me atrevería a decir que eso no tiene tanto
impacto dentro del colegio ¿sí? o sea el colegio ha logrado establecer un ambiente propio que…
genera un espacio diferente en relación con lo que se vive en el contexto ¿sí? yo diría que más
en el contexto se siente la presión de la sociedad colombiana y de las relaciones sociales en
Colombia, acá en el colegio se ha logrado mediar esa cuestión” (Diago, 2013).

En efecto, las redes de microtráfico y su relación con el paramilitarismo ha sido un fenómeno


fuerte en la localidad de Usme, en las cercanías del colegio, en Marzo del 2009 (El Espectador,
2009) (RadioSantaFé, 2009) asesinaron a tres jóvenes, días antes habían circulado panfletos por
debajo de las puertas, en el barrio Monte Blanco, amenazando a ellos y a otros miembros de la
comunidad. Situación que contrasta con lo que acaeció al año siguiente, “el 2010 uno de nuestros
estudiantes fue asesinado aquí en la localidad” (Garzón, 2013). La vulnerabilidad de los jóvenes,
vinculados o no con las drogas, relacionados indiscriminadamente con la delincuencia, los hace
el principal blanco de las redes narco-paramilitares; del reclutamiento y desaparición forzada de
la fuerza pública (“falsos positivos”); y de la legitimación que en muchos casos tiene la
“limpieza social” en las comunidades.

No obstante, la vinculación de los actores con las dinámicas de la violencia y del conflicto nos
lleva a preguntar por el papel que cumplen las ciencias sociales escolares en estos contextos.
¿Cómo se aborda en la escuela los temas de la historia reciente, estos acontecimientos que han
afectado la experiencia y trastocan la cotidianidad de los estudiantes?

Al indagar por el lugar de los textos escolares en las clases de ciencias sociales y al buscar en la
biblioteca del colegio, no dimos con ningún texto escolar, ya populares en el mercado, como los
de Santillana. Llama la atención que, en la biblioteca, predominan trabajos periodísticos y
crónicas de autores como Alfredo Molano, Daniel Coronel, William Ospina, etc. También obras
temáticas del conflicto agrario como textos de Absalón Machado o Marco Palacios, predominan
también algunos textos de la historia nueva y de la historia del conflicto ar mado y social,

233
donados por el CINEP y otras organizaciones. Al respecto, “...se intenta ser coherente con esto
que planteábamos inicialmente...e… esa perspectiva crítica de la sociedad, de la educación,
entonces en ese sentido pues eso, mirar autores de las pedagogías críticas…e…digamos lo que
podríamos también llamar una historia crítica más cercana pues a unas lecturas marxistas de la
sociedad (Diago, 2013)”.

Sin embargo, una de las mayores dificultades en las que parecen estar de acuerdo los profesores,
incluso lo constatamos en nuestra práctica, son las limitaciones legales (tiempo de permanencia,
intensidad horaria y control curricular) que tiene la escuela,

“... nosotros damos acá tres horas de ciencias sociales, tres horas de 55 minutos a la semana por
curso, en esas tres horas de sociales tenemos que trabajar ciencias sociales a partir del desarrollo
de las competencias ciudadanas que, digamos, más allá que uno esté de acuerdo con eso el
Estado está muy pendiente de eso, de evaluar ese tipo de cuestiones, entonces es muy poco
tiempo el que queda para trabajar cualquier tema, cualquiera, cualquiera, cualquiera…no
obstante pues digamos que uno intenta hacer lo que pueda” (Diago, 2013).

Lo que se conjuga con otras dinámicas propias del escenario escolar,

“La locha (pereza, falta de voluntad, relajo, despreocupación, desatención, etc.) es una forma
que encuentran los estudiantes de oponerse a sus obligaciones escolares, del tedio que en
muchos casos la escuela produce. Muchos estudiantes descubren este tipo de acción como la
salida más cómoda para aquellos compromisos que no están dispuestos asumir y que les obligan
a asumir. Esperar al profesor por fuera del salón, retrasarse en el cambio de salón, coger de
relajo la clase ante la menor oportunidad son tal vez las formas que los estudiantes encuentran
de darle un sentido y disfrute a la escuela, pues el conocimiento no parece proporcionarlo,
aparece como algo aburridor y cansón. ¿Acaso esto no son formas de la resistencia que hablan
las pedagogías críticas?” Diario de Campo 005, 11 de Junio del 2013.

Pese a toda suerte de dificultades, algunos profesores del área de ciencias sociales señalan con
claridad la apuesta y necesidad de abordar la historia reciente, aunque reconocen que en muchos
casos no han abordado algunos temas con especificidad, “…mirar básicamente lo que está al
alcance de lo que los chicos conocen, entonces uno mira por ejemplo…las masacres que ha
habido en Colombia, o cual es la responsabilidad que le compete al Estado o quiénes son los

234
actores, cuáles fueron los lugares en los que se dio, cuales son las consecuencias, entonces a
partir de un hecho como esos se empieza a desarrollar el proceso…” (Garzón, 2013). En ese
mismo sentido señala el profesor Sebastián: “esos procesos son relativamente recientes, no el
paramilitarismo pero digamos lo que sumercé habla del proceso de restitución de tierras y de la
ley de justicia y paz, son relativamente recientes, digamos, el paramilitarismo si se ha abordado
de manera general cuando hablamos del conflicto armado pero no, la pregunta es ¿si los he
abordado? No, no los he abordado y en ese sentido tampoco podría decirle como los he
abordado” (Diago, 2013).

Y frente a la pregunta de cómo se aborda el problema agrario en el escenario escolar, obtuvimos


esta respuesta:

“…yo específicamente pues intento establecer una perspectiva histórica, económica y política
de de ese fenómeno en Colombia…e… se trata de mirarlo en la medida de lo posible en el
marco de su complejidad… pues digamos que tiene unas expresiones o hace parte de unas
expresiones o tejidos culturales también muy complejos que también es necesario mirar,
entonces en la medida de lo posible abordarlo desde esa perspectiva pero no se da como uno
quisiera y sobre todo por lo que le comento porque es muy poco tiempo para trabajar entonces
eso, por lo general uno preferiría utilizar literatura, libros de, no sé, pero entonces dadas las
circunstancia uno tiende más a usar digamos los audiovisuales, por ejemplo, que de pronto es un
poco más inmediato digamos si y puede hacer que el proceso sea un poco más acelerado…el
colegio ha venido adelantando, con el observatorio de derechos humanos, una propuesta del
área de ciencias sociales, se hizo un trabajo con base en el territorio y la territorialidad acá en
el marco de la comunidad…entonces también hablar de conflicto armado significa hablar sobre
nuestro territorio…” (Diago, 2013).

Con el objeto de reconocer la comprensión de los estudiantes frente al conflicto social y armado,
y en especial las concepciones y posturas que manejan frente al conflicto agrario, realizamos una
actividad, un juego de roles, del que entonces concluíamos:

“1. Los estudiantes referencian los actores del conflicto pero no los diferencian, hay unos
imaginarios construidos sobre ellos por los medios de comunicación, que en cierta forma
generan desconfianza y enaltecimiento.
2. La falta de una lectura política del conflicto social y esencialmente del problema agrario.

235
3. El conflicto agrario ha sido reducido por los medios de comunicación a la confrontación de
los actores armados.
4. En una localidad urbana-rural como Usme hay un desconocimiento profundo del papel del
campesino en la sociedad y un desarraigo profundo de la tierra. Además, en una zona histórica
en cuanto al problema de la tierra y las luchas agrarias los estudiantes del curso parecen
desconocer ese pasado” Diario de Campo 003, 24 de Abril del 2013.

Finalmente, reconocemos los pasos importantes que el colegio ha dado en la construcción de su


proyecto educativo basado en los derechos humanos, sin embargo, vemos como una posibilidad
de fundamentar este proyecto una apuesta arriesgada por introducir decididamente la historia
reciente al escenario escolar.

2.2 Propuesta pedagógica para la enseñanza del problema social.

Justificación

Los intentos de restituir se realizan en un país que aun tiene un conflicto armado y agrario
latente. A pesar que la ley contempla garantías de no repetición, medidas que permitan la
restitución y el retorno al campo, se sigue asesinando, desplazando, amenazando y
desapareciendo a los líderes campesinos, indígenas y de víctimas. Entre los hechos más
dramáticos registrados por la prensa se pueden contar: el asesinato de líderes campesinos que
reclaman tierras (a Junio del 2012 el Espectador había registrado el asesinato de 8 líderes
reclamantes de tierras en el transcurso de ese año -según el diario- ¿y los que no están
registrados?); estructuras paramilitares que aun no han sido desmontadas; la aparición del
ejercito anti-restitución de tierras (El Espectador, 24 de Febrero del 2012); la vinculación entre
los hacendados y empresarios con los despojos de tierra en varias regiones del país (El
Espectador, 14 de Noviembre de 2012); y el desalojo de campesinos y las acusaciones de falsas
víctimas (el caso de la comunidad campesina de las pavas y la masacre de Mapiripán).

236
Gonzalo Sánchez 120 ha afirmado al respecto: “la permanencia de la guerra en el devenir nacional
nos dejan en un presente perpetuo”, donde no han funcionado mecanismos jurídicos ni políticos
que resuelvan el conflicto. Al contrario, esos procesos parecen alimentar y complejizar más el
conflicto interno ¿Acaso no es este el caso de la Ley de Víctimas?

En efecto, la ley de víctimas y restitución de tierras o Ley 1448 de 2011 plantea una serie de
problemas, según el MOVICE (Movimiento Nacional de Víctimas de Críme nes de Estado) a esta
ley habría que hacerle por lo menos 15 objeciones, estas son algunas:

Excluye a muchas víctimas. A las víctimas de los agentes del Estado, a las víctimas de las
llamadas BACRIM, a las víctimas que sufrieron el crimen antes del 1 de enero de 1985, a los que
fueron despojados de sus tierras antes del 1 de enero de 1991, están excluidos también los
familiares y las víctimas que pertenecieron a un grupo armado, etc. Como se puede contrastar en
la ley:
ARTÍCULO 3°. VÍCTIMAS. Se consideran víctimas, para los efectos de esta ley, aquellas
personas que individual o colectivamente hayan sufrido un daño por hechos ocurridos a partir
del 1º de enero de 1985, como consecuencia de infracciones al Derecho Internacional
Humanitario o de violaciones graves y manifiestas a las normas internacionales de Derechos
Humanos, ocurridas con ocasión del conflicto armado interno (…)

Parágrafo 2°. Los miembros de los grupos armados organizados al margen de la ley no serán
considerados víctimas, salvo en los casos en los que los niños, niñas o adolescentes hubieren
sido desvinculados del grupo armado organizado al margen de la ley siendo menores de edad.
Para los efectos de la presente ley, el o la cónyuge, compañero o compañera permanente, o los
parientes de los miembros de grupos armados organizados al margen de la ley serán
considerados como víctimas directas por el daño sufrido en sus derechos en los términos del
presente artículo, pero no como víctimas indirectas por el daño sufrido por los miembros de
dichos grupos.

Parágrafo 3°. Para los efectos de la definición contenida en el presente artículo, no serán
considerados como víctimas quienes hayan sufrido un daño en sus derechos como consecuencia
de actos de delincuencia común.

120
Citado en: (Rodriguez Ávila & Sanchez Moncada, Problemáticas de la enseñanza de la historia reciente en
Colombia:trabajar con la memoria en un país en guerra, 2007).

237
Parágrafo 4º. Las personas que hayan sido víctimas por hechos ocurridos antes del primero de
enero de 1985 tienen derecho a la verdad, medidas de reparación simbólica y a las garantías de
no repetición previstas en la presente ley, como parte del conglomerado social y sin necesidad
de que sean individualizadas 121 (…)

Frente al despojo se señala en la introducción a la ley, mencionado luego en el artículo 75, “las
víctimas del despojo y las que hubieren abandonado sus predios forzadamente, tendrán acceso a
medidas especiales de restitución de tierras, siempre y cuando dicho despojo o abandono hubiera
ocurrido con posterioridad al 1º de enero de 1991 ”. ¿Será que antes de esta fecha no hubo
despojo?

El nuevo nombre acuñado a los paramilitares, bandas criminales o BACRIM, propagado por los
medios de comunicación, cuadra con el sentido en que esta ley entiende a la víctima. En ninguna
parte de la ley se señala que los principales despojadores fueron los grupos paramilitares.

El Estado no reconoce la responsabilidad de los críme nes. La indemnización que hace el


Estado la realiza de forma “solidaria” no como responsable de crímenes del Estado que han sido
documentados y que se demuestran en las políticas de exterminio del Estado colombiano por
medio de: estrategias jurídicas y políticas que permiten la ocurrencia de los crímenes (estados de
sitio, zonas de consolidación, alcaldes militares, detenciones extra-judiciales, leyes que dieron un
origen legal al paramilitarismo, etc.); leyes que fomentan la impunidad (ley de justicia y paz,
fuero militar); y los acuerdos entre ejército, policía, políticos y empresarios con paramilitares. De
hecho, los miembros de las fuerzas armadas se equiparan a población civil, porque sólo se les
reconoce como víctimas y no como victimarios, al advertir que

Parágrafo 1°. Cuando los miembros de la Fuerza Pública sean víctimas en los términos del
presente artículo, su reparación económica corresponderá por todo concepto a la que tengan
derecho de acuerdo al régimen especial que les sea aplicable. De la misma forma, tendrán
derecho a las medidas de satisfacción y garantías de no repetición señaladas en la presente ley.

121
Ley 1448 del 2011, Diario Oficial No. 48. 096 de 10 de Junio del 2011. Subrayado nuestro.

238
Además, la ley no señala que los miembros de las fuerzas armadas que incurran en la violación
de los derechos humanos o del Derecho Internacional humanitario, serán sometidos a los
respectivos procesos judiciales y disciplinarios, por el contrario, afirma tendenciosamente que
“(…) El ejercicio de las competencias y funciones que le corresponden en virtud de la
constitución, la ley y los reglamentos a las Fuerzas Armadas de combatir otros actores
criminales, no se afectará en absoluto por las disposiciones contenidas en la presente ley”.

El Estado elude toda responsabilidad,

ARTÍCULO 10°. CONDENAS EN SUBSIDIARIEDAD. Las condenas judiciales que


ordenen al Estado reparar económicamente y de forma subsidiaria a una víctima debido a la
insolvencia, imposibilidad de pago o falta de recursos o bienes del victimario condenado o del
grupo armado organizado al margen de la ley al cual este perteneció, no implican
reconocimiento ni podrán presumirse o interpretarse como reconocimiento de la
responsabilidad del Estado o de sus agentes.

Se confunden medidas de asistencia con me didas de reparación. Las medidas de asistencia


social como salud, educación, vivienda y recreación como estrategias de reparación. Estos son
derechos que tiene que garantizar el Estado y el 67% de los recursos destinados a hacer la
reparación de las víctimas están destinados a estas medidas que no constituyen reparación sino
derechos fundamentales. Como, por ejemplo, el derecho a la educación en el artículo 51, los
programas de vivienda (Título IV, Capítulo IV) y el acceso a la salud:

Artículo 52. Medidas en materia de salud. El Sistema General de Seguridad Social en Salud
garantizará la cobertura de la asistencia en salud a las víctimas de la presente ley, de acuerdo
con las competencias y responsabilidades de los actores del Sistema General de Seguridad
Social en Salud.
Toda persona que sea incluida en el Registro Único de Víctimas de que trata la presente Ley,
accederá por ese hecho a la afiliación contemplada en el artículo 32.2 de la Ley 1438 de 2011, y
se considerará elegible para el subsidio en salud, salvo en los casos en que se demuestre
capacidad de pago de la víctima.

Se condicionan los derechos de las víctimas a los principios de sostenibilidad, gradualidad y


progresividad. Ésta tiene que ver con un proceso que lleve al gozo efectivo de los derechos

239
humanos, donde se reconocen unos contenidos mínimos de derechos que garantiza el Estado y
que deben ir aumentando paulatinamente; la gradualidad implica la responsabilidad del Estado
en el diseño de “herramientas operativas de alcance definido en tiempo, espacio y recursos
presupuestales que permitan la escalonada implementación de los programas, planes y proyectos
de atención, asistencia y reparación, sin desconocer la obligación de implementarlos en todo el
país en un lapso determinado, respetando el principio constitucional de igualdad”; Los
programas previstos se realizarán condicionados a la financiación de la ley, es decir, en la
medida que haya disponibilidad presupuestal se ejecutaran los programas y mientras se incauten
los recursos de los victimarios. Tal como se expresa en el artículo 19:

(…) el Gobierno Nacional dentro de los seis (6) meses siguientes a la expedición de la presente
Ley, creará un Plan Nacional de Financiación mediante un documento CONPES que propenda
por la sostenibilidad de la ley, y tomará las medidas necesarias para garantizar de manera
preferente la persecución efectiva de los bienes de los victimarios con el fin de fortalecer el
Fondo de Reparaciones de que trata el artículo 54 de la Ley 975 de 2005.

La ley perdona a los criminales. Los despojadores de tierras que confiesen la ilegalidad de los
títulos o el despojo de las tierras, se harán beneficiarios del principio de oportunidad, es decir, la
fiscalía archivará la investigación y no serán condenados. El principio de oportunidad no es
exclusivo de la ley de víctimas, es una facultad de la Fiscalía General de la Nación, otorgada por
la constitución de 1991, permitiendo “respecto de la persecución penal, suspenderla,
interrumpirla o renunciar a ella, por razones de política criminal o según las causales
taxativamente definidas en la ley”. Pero en este caso, la ley privilegia la versión del victimario y
lo premia por ello, como afirma el artículo 120: “(…) Quienes acudan al proceso y confiesen la
ilegalidad de los títulos o el despojo de las tierras o de los derechos reclamados en el proceso se
harán beneficiarios al principio de oportunidad previsto en el Código de Procedimiento Penal”.

No se castiga a los beneficiarios del despojo. La ley establece responsabilidad limitada a las
empresas nacionales y extranjeras que se han beneficiado del despojo, en otras palabras, no se les
considerará responsables directas del despojo. Al presumir la legalidad de la propiedad privada o
la “buena fe exenta de culpa”, se niega los nexos entre grupos paramilitares y empresas privadas,

240
o dueños de empresas con sus familiares políticos acusados de parapolítica, en el artículo 74 se
manifiesta así:

Parágrafo. La configuración del despojo es independiente de la responsabilidad penal,


administrativa, disciplinaria, o civil, tanto de la persona que priva del derecho de propiedad,
posesión, ocupación o tenencia del inmueble, como de quien realiza las amenazas o los actos de
violencia, según fuere el caso.

Fomenta un modelo de desarrollo rural agro-industrial. La restitución material de las tierras


está condicionada a la obligación de desarrollar y culminar proyectos agroindustriales
productivos que estén en curso al momento de la reparación. Se expresa claramente,

ARTÍCULO 99. CONTRATOS PARA EL USO DEL PREDIO RESTITUIDO. Cuando


existan proyectos agroindustriales productivos en el predio objeto de restitución y con el
propósito de desarrollar en forma completa el proyecto, el Magistrado que conozca del proceso
podrá autorizar, mediante el trámite incidental, la celebración de contratos entre los
beneficiarios de la restitución, y el opositor que estuviera desarrollando el proyecto productivo,
sobre la base del reconocimiento del derecho de dominio del restituido o restituidos, y que el
opositor haya probado su buena fe exenta de culpa en el proceso.

Cuando no se pruebe la buena fe exenta de culpa, el Magistrado entregará el proyecto


productivo a la Unidad Administrativa Especial de Gestión de Restitución de Tierras
Despojadas para que lo explote a través de terceros y se destine el producido del proyecto a
programas de reparación colectiva para víctimas en las vecindades del predio, incluyendo al
beneficiario de la restitución.

El Magistrado velará por la protección de los derechos de las partes y que estos obtengan una
retribución económica adecuada.

No hay tierra para tanta gente. Multinacionales mineras y empresas agrícolas comerciales han
solicitado en concesión el 59% del territorio nacional. Los objetivos de la ley 1450 del 2011, por
la cual se decreta el Plan Nacional de Desarrollo 2011-2014, se orientan hacía el fortalecimiento
económico del país. Uno de sus pilares es el desarrollo agropecuario que se espera jalone el
desarrollo económico y social del país, dado su rezago en las últimas décadas. Dos de los

241
artículos más importantes de la ley 1450 son muy dicientes al respecto, los cuales modifican el
artículo 72 de la ley 160 de 1994, que sentaba un fin y una medida para la adjudicación de
terrenos baldíos, el artículo 60 señala:

“Adiciónese la ley 160 de 1994 con el siguiente artículo:

"Artículo 72 A. Proyectos Especiales Agropecuarios o Forestales. A solicitud del


interesado se podrán autorizar actos o contratos en virtud de los cuales una persona
natural o jurídica adquiera o reciba el aporte de la propiedad de tierras que
originalmente fueron adjudicadas como baldíos o adquiridas a través de subsidio
integral de tierras, aún cuando como resultado de ello se consoliden propiedades de
superficies que excedan a la fijada para las Unidades Agrícolas Familiares UAF por el
INCODER, siempre y cuando los predios objeto de la solicitud estén vinculados a un
proyecto de desarrollo agropecuario o forestal que justifique la operación." (Ley 1450
del 2011).

Nótese la relación que tiene este artículo con el incentivo que hace la ley 1448 en su artículo 99,
arriba citado, ante las condiciones actuales del campo colombiano, poca rentabilidad, la oferta de
compra de sus tierras por multinacionales o grandes empresas agropecuarias se incrementará y,
por ende, la concentración de la tierra también.

En suma, la ley de víctimas y restitución de tierras prometía ser la solución del conflicto agrario,
agravado por la violencia, pero tiene altas potencialidades de convertirse en una causa y un punto
de agudización más de éste. Resulta impostergable e ineludible entonces que la escuela sea un
escenario donde el problema agrario sea un tema a la orden del día, generaciones que pasan por
los salones tal vez estén en los ejércitos de despojados del campo o sus padres lo sean. Si a la
escuela se le priva de la historia del conflicto agrario, del debate y de la propuesta ¿Cómo
podremos construir la paz? Llevemos el problema a la escuela.

El conflicto agrario como un problema de nuestra historia reciente

¿Qué historia enseñada sobre el conflicto agrario circula en la escuela y por fuera de ella? ¿Será
que las concepciones que sobre la realidad social actual del país que tienen las comunidades

242
educativas (padres, madres, docentes y alumnos) son las versiones de los medios de
comunicación privada y las versiones oficiales? ¿Por q ué persiste la imposibilidad de encontrar
una síntesis histórica liderada por el pueblo colombiano a un conflicto que le aqueja
profundamente?

El acercamiento a la escuela nos lleva a cuestionarnos también el por qué los jóvenes y los niños
desconocen aspectos trascendentales de la historia del país, ¿es significativo el conocimiento
histórico para ellos?; qué enseñan los maestros y maestras; por qué y para qué es importante la
historia; ¿están las comunidades educativas preparadas para afrontar el uso q ue hacen de la
historia los medios masivos de comunicación, los partidos e ideologías que están detrás de ella?
De este modo, un primer problema de la enseñanza de la historia sobresaliente es el de su
naturaleza ideológica y el de los servicios que ha prestado como instrumento de la política
(Funes, 2006, pág. 91).

Históricamente ha habido una tradición de divorcio con el pasado, es decir entre lo que
enseñamos y la realidad histórica, la realidad presente. “Al des-conocer lo reciente puede ser un
síntoma 122 que nos revela la verdadera relación con el pasado –sin interesar que este sea lejano o
reciente- o también podría ser un síntoma que dé cuenta de cuál es el lugar de la historia en
nuestra sociedad” (Funes, 2006, pág. 94). ¿Esta incapacidad de posicionarnos políticamente
frente a la realidad presente acaso responde a nuestros conocimientos históricos?

Pero no se trata de cualquier historia, sino de privilegiar la mirada sobre el pasado reciente en la
escuela 123 . La historia reciente es un saber que se ha ido institucionalizando, expandiendo y
consolidando en las últimas décadas. No es una simple discusión por la temporalidad que se
ocupa, va más allá: ha surgido, por un lado, de los traumas que del pasado se proyectan sobre el
futuro 124 . Y, por otro lado, han constituido su especificidad no sólo consideraciones temporales,
epistemológicas o metodológicas sino, fundamentalmente, cuestiones políticas.

122
Subrayado de la autora
123
Más adelante se aborda ampliamente. Ver marco teórico apartado de historia reciente.
124
Henry Rousso citado por (Amézola, Dicroce, & Garriga, 2009). No es nueva la pretensión de relacionar el
presente con el pasado sino que esta tendencia historiográfica ha surgido después de los traumas del siglo XX : las
sucesivas guerras, masacres, holocaustos, genocidios, dictaduras, crisis sociales y Juicios. Con estos hechos los
debates de los historiadores cobraron mucha importancia.

243
Marx ya planteaba la posibilidad de comprender la permanencia de otros modos de producción
en el seno del capitalismo, la Escuela de los Annales, primera y segunda generación, también
llamaron la atención sobre las posibilidades que surgen de leer la historia al revés (expresión de
Marc Bloch). En suma, el desarrollo de la historiografía ha terminado planteando, al detenerse en
la relación pasado-presente, la necesidad de la mirada histórica (el pensamiento histórico o la
consciencia histórica) como la “posibilidad de una crítica desmitificadora de la reificación (la
naturalización de los procesos sociales) y de la absolutización de los valores dominantes en el
presente y, por lo tanto, [la mirada histórica] proporciona eficaces herramientas intelectuales
para poner en cuestión el presente e imaginar el futuro” (Cuesta, 1998, pág. 7).

Ahora detengámonos en nuestra historia reciente ¿Qué relaciones hay entre nuestro presente y
pasado? ¿Por qué detenernos con exclusividad en el conflicto agrario colombiano? La legislación
predominante desde el siglo XIX sobre la distribución de las tierras baldías tendió a favorecer un
sistema de latifundio- minifundio, por un lado, facilitó las grandes apropiaciones de tierras y, por
otro lado, intentó estimular las colonizaciones de pequeños propietarios productores de alimentos
o colonizadores. De otro lado, en algunas regiones del país, se había configurado la gran
hacienda como la forma de apropiación de la tierra y el mecanismo para controlar la mano de
obra campesina (LeGrand, 1988).

Cuando el país entra, por medio del cultivo del café, en un crecimiento sostenido de la economía,
se volvió rentable su cultivo y la demanda de tierra aumento en sectores campesinos. Y en la
década de 1930 el Estado pretendió darle, por primera vez, una solución formal al problema de la
tierra con la ley 200 de 1936 125 , los altos grados que alcanzó la movilización campesina en
algunas regiones del país lo convirtieron en uno de los más agitados problemas políticos de
nuestra historia. No lográndose democratizar la tierra, se impuso la modernización del campo por
la vía de la gran propiedad. La exclusión política de otras fuerzas alternativas al bipartidismo
condujo al país a una confrontación sectaria entre liberales y conservadores, que tuvo en el fondo
como problema el despojo y acaparamiento de tierra, por medio de la intimidación, el asesinato y
el destierro. De esa primera fase de la violencia surgieron movimientos campesinos de

125
Contrasta esta ley con las leyes de reforma agraria de la década de los sesenta, del noventa y con la 1448 del
2011. Y con las contrarreformas, iniciando con la ley 100 de 1944 y el pacto de Chicoral.

244
autodefensa, alzados en armas, que reclamaban su derecho a la tierra. Terminaron convirtiéndose
en un proyecto revolucionario armado hasta el día de hoy.

En nuestro presente aún predomina la gran propiedad y el pequeño propietario se ve enfrentado a


problemas cruciales: las generaciones despojadas en la violencia de los cincuentas no regresaron
a sus tierras, como tampoco se ha logrado “restituir” los millones de hectáreas de tierras
despojadas con la violencia paramilitar que surgió desde los 80´s y que ha tenido su expresión
más cruda en la última década del siglo XX y en la que va de este siglo. Esa es la historia que
estamos viviendo; por otro lado, la imposibilidad de producir y comercializar sus alimentos por
la competencia de las cantidades ingentes de alimentos, que entran por la vigencia de tratados de
libre comercio, ante la falta de tecnificación y de vías de comunicación, de transportes eficaces y
accesibles; la concesión de territorio para la explotación de la mega-minería y grandes cultivos
comerciales como la palma africana.

En fin, un panorama que aunque estrecho en su elaboración, permite dilucidar relaciones de


nuestra historia reciente con nuestro pasado, aparentemente lejano. La permanencia del conflicto
agrario es el encuentro de nuestro presente y pasado.

Propuesta

Objetivos e intencionalidad

 Integrar a la enseñanza de las ciencias sociales escolares la indagación histórica sobre el


conflicto agrario colombiano como medio para la comprensión de las problemáticas
actuales del país.
 Problematizar la ley de víctimas y restitución de tierras con un ejercicio de análisis
histórico del conflicto agrario y la enseñanza del problema agrario en la escuela.

Hipótesis

 La enseñanza del conflicto agrario no ha sido integrado a las ciencias sociales escolares.
La producción del conocimiento histórico sobre el problema ha sido un decantado de
conocimiento teóricos llevados al escenario escolar. No hay una preocupación por acercar
los conocimientos históricos a los contextos socio- históricos de los estudiantes.

245
A pesar de su relevancia para la comprensión del país, no se difunden trabajos de tipo
pedagógico, que puedan involucrar explícitamente la historia reciente en el currículo, y
particularmente el conflicto agrario, ni se orientan los trabajos de inves tigación y
reflexión, hacia el diseño de espacios de reelaboración de la memoria social, desde las
prácticas de enseñanza de la historia y de las ciencias sociales. Aunque existe una
vinculación estrecha de los actores escolares con las dinámicas y los efectos del conflicto
interno, las exigencias sociales y estatales que se le hacen a la escuela, se orientan a
cumplir los requerimientos evaluativos del sistema educativo, que busca desarrollar
habilidades y competencias en el marco de un esquema estandarizado de educación, y no
se encuentra en la agenda educativa, una política de incorporación de la historia reciente
o de la memoria del conflicto social, y en particular del conflicto agrario, ni como tópico
curricular, ni como objeto de trabajo pedagógico.
 Los problemas actuales del país, como la restitución de tierras, no es un asunto que
preocupa a la comunidad educativa. Abunda el desconocimiento de los efectos que
ocasiona la aplicación de la ley 1448 de 2011.

Metas de aprendizaje

 Identificaran, diferenciaran y comprenderán las posiciones de los actores que intervienen


en el conflicto agrario.
 Construirán posicionamientos políticos sobre el problema agrario.
 Reflexionaran y reconocerán el problema de las víctimas en el país.
 Problematizaran la concepción y conceptualización de las víctimas.
 Analizaran el problema de “la restitución de tierras”, en ocasión de la ley de víctimas y
restitución, retomando el caso de San Onofre, en los montes de María.
 Analizaran el papel que cumplen los medios de comunicación en el conflicto social y
armado.
 Comprenderán las intencionalidades e intereses (políticos, ideológicos y económicos)
inherentes a la producción de la información por los medios de comunicación.

246
Estrategias

Todas nuestras intervenciones procuraremos sistematizarlas en unidades didácticas (ver anexos)


que nos permitan darle un orden, sentido y valoración a la práctica pedagógica. Las actividades
con las que llegamos al escenario escolar tendrán dos objetivos, caracterizar y cumplir las metas
de aprendizaje.

 Actividades de caracterización

Juego de Roles. Consiste en asignar unos roles a los estudiantes relacionados con los
actores del conflicto armado y social (campesino, terrateniente, soldado, paramilitar,
guerrillero, desplazado, empresario, político, indígena, medios de comunicación, etc.) En
un primer momento los estudiantes escogen el rol, de forma que queden todos
distribuidos en los roles propuestos. Seguidamente se procede a brindarles una ayuda
(noticia, canción o esclarecimiento de un concepto) para que tengan mayor claridad y
recursos para desempeñarse en su rol. Se inicia el juego con una pregunta orientadora o
situación hipotética que los llevará a tomar posición desde su rol. Esto permitirá
evidenciar las claridades y limitaciones en la comprensión y diferenciación de los actores
del conflicto.

Árbol Genealógico. El taller se realizara con el objetivo que los estudiantes ubiquen a su
familia y a ellos mismos en la vorágine del conflicto colombiano. En la medida que
puedan indagar y rastrear los lugares de origen de sus abuelos y padres, encontrándose
con las razones que los han llevado de un lugar a otro, hasta llegar a Bogotá.

El Colegio EUM un lugar de la me moria:

¿Por qué? “Los espacios físicos ("lugares de memoria"), así co mo el testimonio oral de
quienes experimentaron directamente los rigores de los atentados a la vida y a la dignidad
personal pueden jugar en este ámbito un papel crucial. Desde un punto de vista teórico,
un lugar de memoria corresponde a una "unidad significativa de orden material o ideal en
la cual la voluntad del hombre o el trabajo del tiempo hacen un elemento simbólico de un
grupo determinado" (Nora 1992: 1004). Se trata de lugares donde la memoria colectiva
cristaliza y se refugia, guardando un momento particular de la historia como si esta no

247
hubiera sido modificada por el paso del tiempo (Nora 1992: xxiv). En ellos no sólo se
recuerda, sino también se activa y trabaja la memoria para, a partir de una acción
reiterada, depositar capas sucesivas de sedimentos memoriales. Es a partir de esta acción
humana específica, y reiterada a través de una práctica ritualizada, que estos espacios se
convierten en vehículos para la memoria, pues en ellos la memoria adquiere materialidad
(Jelin 2002: 54). Y es esta misma materialidad la que hace de soporte del trabajo
subjetivo y de acción colectiva, política y simbólica (Jelin y Langland 2003: 4)” (Veneros
& Toledo, 2009).

¿Qué memorar? Las luchas por el te rritorio: Luchas agrarias de la década de los 30’s,
las invasiones de terreno que terminaron en la fundación de barrios, las luchas por los
servicios públicos, las luchas actuales contra metro-vivienda; El te rritorio: La riqueza
natural del ecosistema de páramo, las fuentes hídricas, la riqueza de los suelos,
actividades económicas del territorio, el poblamiento histórico; Eduardo Umaña
Mendoza: Lo más grande por memorar, su labor como defensor de derechos humanos.

¿Cómo? Galería construida por los estudiantes; buscar en los periódicos la forma como
se han registrado estos sucesos; entrevistas a la comunidad; retomar algunas lecturas
académicas que pueden servir de orientación (v. gr. Elsy Marulanda).

 Actividades pensadas en el logro de la metas de aprendizaje

Un caso de restitución de tierras: desplazamiento forzado y legalización del despojo


en San Onofre. Se realizará en tres secciones así: 1ra. Ubicación geográfica, histórica,
social y económica del territorio donde se encuentra San Onofre. 2da. Narración de los
hechos dramáticos como fueron intimidados, desplazados y despojados los campesinos.
3ra. Actualidad del problema con la ley 1448 del 2011, la restitución y el retorno.
Evidentemente con este ejercicio no está agotada la enseñanza del conflicto agrario como
problema de nuestra historia reciente en la escuela.

248
Construcción de una noticia. En un primer momento, distribuiremos a los estudiantes
en dos grupos y luego les daremos la opción que escojan un medio de comunicación
(prensa, radio o televisión). El objeto de esto es encaminarlos en la construcción de un
relato o un discurso que circularía por ese medio, ellos lo producirán. En un segundo
momento, se hará preciso interrogarlos por lo que van a contar por ese medio.
Ejemplificando algunas noticias o versiones de hecho s que pasan por estos medios e
igualmente exponiéndoles grupo por grupo las estrategias de manipulación mediática
frecuentes, les daremos algunos elementos para que ellos avancen en las construcciones
de sus relatos. En un tercer momento, después de produc idas las noticias esperamos
socializarlos con todo el grupo y hacer una auto-evaluación de la actividad.

Análisis de un programa de televisión. Propondremos analizar desde el tratamiento


dado a las víctimas en una telenovela (aquellas que privilegian la versión de los
victimarios sobre las víctimas por ejemplo “los tres caínes”, “el patrón del mal” y “el
mexicano” ), mostrando apartes de ella, en comparación con las posturas de las propias
organizaciones de víctimas. Luego, entraremos a abordar con detenimiento varias
definiciones de víctimas, en especial, la forma como se entienden desde la ley 1448 del
2011.

Marco Conceptual

En el orden conceptual hay dos líneas teóricas, una que tiene que ver con los conceptos
decantados del problema social (cómo conflicto agrario, minifundio, latifundio, baldíos,
colonización, titulación, parcelación, hacienda, reforma, contra-reforma, movilización campesina
y organización, agricultura comercial, seguridad alimentaria, restitución, despojo, etc.) y otra
relacionada con los ejes formativos desde los que se hace la propuesta, es decir, los conceptos
de memoria social, formación política, historia del tiempo presente e historia reciente y su
enseñanza.

Los primeros, son fundamentales para la propuesta pedagógica en la medida que constituyen los
contenidos a enseñar en el espacio escolar, es decir, se convertirán en la historia enseñada
(Cuesta, 1998). No nos detendremos con exclusividad en la definición de cada concepto pues los
hemos intentado abordar a cabalidad en el desarrollo del problema social, pero entablaremos la

249
discusión epistemológica y metodológica en el marco de la historia del tiempo presente.
Detengámonos en la segunda línea conceptual.

Memoria social

La memoria social, entendida como un campo en disputa por los sentidos y significados que
damos a nuestro pasado, está compuesta por representaciones, discursos o recuerdos que, de
alguna manera, edifican o modifican las comprensiones que los grupos elaboran sobre el
presente. Ésta debe ser comprendida como un proceso activo de construcción simbólica y
elaboración de sentido que atañe tanto lo privado, es decir las formas de producción individual
y subjetiva de nuestra realidad, como la dimensión de lo público, intersubjetiva y colectiva.
Ambas están íntimamente relacionadas, determinando el cómo los individuos constituyen
memoria social y elaboran identidad (Jelín, 2002).

Sin embargo, estas luchas por darle un uso político y público al pasado no son tan abstractas
como parecen sino que están definidas por las memorias en confrontación. Por un lado, se
encuentran las memorias fuertes como aquellas versiones del pasado producidas por instituciones
y estados que configuran regímenes de verdad y referentes de identidad, a través del uso público,
en virtud de legitimar el statu quo. Los que protagonizan y agencian estas memorias tienen
mayor visibilidad y reconocimiento en la historia oficial de los estados, las cuales son
explotadas, manipuladas, sacralizadas e impartidas a través de los museos, escuelas,
conmemoraciones, monumentos, etc.

Las memorias fuertes llegan a límites exacerbados de interacción en el escenario público,


producto del poder que las agencia. Traverso (2007) ejemplifica este tipo de memorias en la
trascendencia que se le ha dado al holocausto o Shoah en Estados Unidos, llegando a constituirse
en un rasgo de identidad del pueblo norteamericano, sirviendo como una política de la memoria
de evasión, frente a su responsabilidad con las víctimas del gobierno en las guerras e
intervenciones militares en el extranjero. En síntesis, estas memorias fuertes son configuradas
por un entendimiento del pasado conveniente a ciertos grupos en situación de poder, frente a
otros en condición de subalternidad.

Por otra parte, se encuentran las memorias débiles o subalternas, son memorias invisibilizadas
por las memorias fuerte, relegadas al olvido, substraídas del espacio público, incluso censuradas

250
de ciertas fuentes de emisión. Su ocultamiento es causado por el uso político que se le puede dar
a su olvido o como evasión de las responsabilidades que éstas pueden llegar a significar y exigir.
Estas jerarquías de las memorias no son inmutables, tienden a modificarse, afirmándose o
debilitándose, lo que contribuye a redefinir permanentemente la memoria social generando
nuevos regímenes de verdad y reconfigurando su función en el escenario público y político 126 .

La memoria social cobra una especial importancia en su relación con las luchas políticas
presentes en el espacio social, produciendo políticas de olvidos, conmemoraciones y/o recuerdos.
Especialmente, cuando se trata de profundas catástrofes sociales y situaciones de sufrimiento
colectivo (Nunca más, Movimiento de las madres de la plaza de Mayo, Comunidades de Paz,
Coordinadora contra la Impunidad del Franquismo, etc.) los procesos de expresar y hacer
públicas las interpretaciones y sentidos de esos pasados conflictivos causan confrontaciones
dinámicas 127 . Las memorias y olvidos, de los hechos traumáticos, recogen también una
significación especial en términos de los dilemas de la pertenencia a la comunidad política, dice
Jelin (2001), “las exclusiones, los silencios y las inclusiones a las que se refieren hacen a la re-
construcción de comunidades que fueron fuertemente fracturadas y fragmentadas en las
dictaduras y los terrorismos de estado”.

Los debates acerca de la memoria de períodos represivos y de violencia política se plantean en


términos de la necesidad de construir “democracias” en las cuales lo s derechos de ciudadanía
estén garantizados para toda la población, independientemente de su clase, “raza”, género o
etnicidad. Las luchas para definir y nombrar lo que tuvo lugar durante períodos de guerra,
violencia política o terrorismo de estado, así como los intentos de honrar y recordar a las
víctimas e identificar a los responsables, son vistas por diversos actores sociales (incluyendo
intelectuales y analistas del tema) como pasos necesarios para asegurar que los horrores del
pasado no se puedan repetir (Jelin, 2001, pág. 98).

La relación entre la memoria y la historia ha transitado por dos caminos, por aquel que las opone
completamente o por otro donde se les equipara como la misma cosa. En el primer caso, la
126
Esto lo ejemplifica Traverso (2007) en el caso del conflicto Palestino-israelí a través de las memorias de la
Nakbah (La Catástrofe) y el Shoah (holocausto).
127
Es decir, van cambiando a lo largo del tiempo, según una lógica compleja que combina la temporalidad de la
manifestación y elaboración del trauma, las estrategias políticas explícitas de diversos actores, y las cuestiones,
preguntas y diálogos que son introducidos en el espacio social por las nuevas generaciones, además de los “climas
de época”.

251
historiografía positivista, bajo preceptos de verdad y objetividad, presenta la memoria como
fetichizada y acrítica. En el segundo, se asume que la memoria es la esencia de la historia, por
tanto, se reduce la historia a un conocimiento “ficcionalizado y mitif icado” (Franco & Levín,
2007).

No obstante, la relación entre memoria e historia ha sido un punto de preocupación de varios


académicos, por ende, hay posturas más ricas. Ricoeur (2000) plantea que la memoria y la
historia son representaciones del pasado gobernadas por regímenes diferentes, pero que
conservan una preocupación mutua: “mientras que la historia se sostiene sobre una pretensión de
veracidad, la memoria lo hace sobre una pretensión de fidelidad -dimensión ética-”128 . En esta
lógica, la memoria tiene una función elemental con respecto a la historia: permite negociar en el
terreno de la ética y la política aquello que debe ser preservado y transmitido por la historia.

Jelin (2002) plantea que la historia puede cumplir un papel primordial en la construcción de las
memorias ya que su saber erudito y controlado permite “corregir” aquellos datos del pasado que
la investigación encuentra alterados y sobre los que se construyen las memorias. Esto no debe
entenderse en el sentido que la historia tiene la verdad y las memorias siempre requieren ser
corregidas, esto implicaría caer en una lectura positivista donde la historia es independiente y no
requiere del mundo subjetivo presente en las memorias. Este vínculo entre historia y memoria,
advertido por la autora, desafía a los historiadores a confrontar las visiones diferentes y opuestas
de otros actores que brindan sus testimonios y que han vivido ese pasado que éstos estudian.

De cualquier forma, es indiscutible el aporte que hacen las memorias como fuentes orales,
subjetivas, experienciales, muchas veces sin ningún registro, a la reconstrucción de los hechos
del pasado. Aunque sin omitir la advertencia de Traverso (2007) “el historiador debe ‘servirse’
de la memoria sin necesariamente rendirse ante ella, debe guardar respeto por esa singularidad
intransferible de la experiencia vivida, pero no puede, sin embargo entregarse a ella
completamente”.

Formación política

Entendemos la formación política como “un conjunto de acciones colectivas de reflexión,


análisis y discusión permanente, orientado a la construcción y reelaboración de posturas que

128
Citado por (Franco & Levín, 2007). Cursiva mía.

252
asumen los sujetos frente a las condiciones históricas, en las cuales se produce su experiencia
social e individual (Rodriguez Ávila, 2012, pág. 168)”. Cómo criterios para la formación política
definimos tres: la colocación del sujeto ante las circunstancias de su condición histórica
(Zemelman, 2002); la construcción de un posicionamiento frente al conflicto agrario y,
específicamente, la restitución de tierras; y el reconocimiento del colegio EUM (y las acciones
colectivas en el marco de éste) como un ejercicio de memoria social.

El primer criterio alude a la potencialidad del sujeto en la construcción de la realidad y no sólo


en el ámbito epistémico. Aparece la noción de consciencia histórica como un imperativo ético,
un modo de pensar y actuar en el mundo, que impide el encerramiento “en espacios de la
realidad definidos por las determinaciones de discursos del poder” (Zemelman, 2002, pág. 5). El
despliegue del sujeto emana del devenir humano, la construcción permanente de lo real como
una conjunción entre sujeto y mundo, cómo una búsqueda. Por tanto, “la potencia del sujeto se
configura desde su articulación existencial e histórica para colocarse ante el contexto evitando de
ese modo la gravitación de las lógicas dominantes que lo conforman (vgr.: las tecnologías)
(Zemelman, 2002, pág. 4)”.

La realidad objetiva exige unas potencialidades de los sujetos educandos. En aquellos y aquellas
jóvenes que llegan al colegio desplazados de la costa pacífica y Sucre, cuyos padres fueron
despojados, perseguidos por los paramilitares o las bandas criminales, esperamos germine, no el
odio ni el resentimiento sectario, sino la necesidad de “accionarse políticamente”, frente a esa
realidad, la comprensión (y reflexiones éticas) de ésta convergerá con la apuesta por los
Derechos Humanos tan grata a la institución.

El posicionamiento político no entendido como formar filas de militantes a proyectos políticos o


revolucionarios constituidos o “echar línea”, creencia tan afincada en algunos compañeros de la
universidad. Al contrario, desarrollar la capacidad de diferenciar y dimensionar los proyectos
políticos de los distintos sectores, de tomar distancias, de valorarlos – la olvidada ética- y
problematizarlos en espacios de discusión y reflexión para converger finalmente en la acción
política con otros actores.

La apuesta del colegio no sólo está en llevar el nombre de un lider asesinado o hacer
conmemoraciones con cierta regularidad, sino construir un proyecto colectivo, arriesgando sus

253
esfuerzos pedagógicos por la defensa y promoción de los derechos humanos, memorando en la
práctica la lucha del histórico lider.

Historia Reciente

Parece preciso hacer un recuento del contexto en el que emerge la historia reciente y se consolida
como una actividad académica institucionalizada, de suerte que nos permita ubicar una
definición de ésta y de otros elementos epistemológicos y metodológicos.

La historia reciente tiene una tradición larga dentro de la historiografía occidental


contemporánea, su origen se remonta a las experiencias inéditas y críticas ocurridas en el periodo
1914- 1945. A partir de la segunda posguerra, inicio un proceso de institucionalización y de
legitimación del pasado reciente como objeto historiográfico 129 . Pero fue con el Juicio a
Eichmann130 (1961) y la guerra de los Seis Días (1967) que los debates de los historiadores
cobraron mucha importancia, el Holocausto o Shoah 131 se convirtió en un tema central del debate
público (Traverso, 2007).

¿Por qué el estudio del pasado reciente logró tanta relevancia? Las sucesivas guerras, masacres,
aniquilamientos, genocidios y graves violaciones a los derechos humanos a lo largo del siglo XX
han puesto en cuestionamiento el supuesto progreso humano acuñado tan fervorosamente en el
siglo XIX. A lo que se suma la caída de la URSS y la crisis sostenida del capitalismo, que ha
llevado a reinventar un nuevo enemigo para Occidente, impactando fuertemente en las
modalidades a partir de las cuales la sociedad occidental se relaciona con el pasado y e n la
confianza (diferentes perspectivas ideológicas y políticas que crearon identidades y culturas
políticas) que llevaron a fiarse de un futuro sin contradicciones (Hobsbawn, 2007). Esta toma de
consciencia de la humanidad ha llevado a descubrir como necesidad fundamental, la
comprensión del pasado cercano.

129
Entre los más conocidos: Institut für Zeitgeschichte (Munich), el Institut d’Histoire du Temps Présent (París), el
Institut of Comntemporary British History (Londres), el Institut della Resistenza (Italia). EN: (Franco & Levín, 2007).
130
Juicio realizado Karl Adolf Eichmann, en Diciembre de 1961 en Jerusalén, condenado a pena de muerte por sus
crímenes cometidos como Teniente Coronel de la SS nazi. Fue el responsable direc to de la solución final,
principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a los Campos de Concentración alemanes durante
la Segunda Guerra Mundial.
131
“El holocausto se ha convertido en un tema de relevancia y centralidad que, al tiempo que es utilizado como
modelo del cual interpretar las más diversas experiencias históricas, también se ha constituido en un caso
paradigmático a partir del cual se articula una gran cantidad de discusiones historiográficas relacionadas con los
dilemas de la representación de la escritura de la historia en general (Franco & Levín, 2007, pág. 36)”.

254
Por otro lado, nuestras representaciones sociales sobre el mundo también han variado. El
cuestionamiento al positivismo y al estructuralismo, la crisis de los “grandes relatos” y el “giro
lingüístico”, han llevado a poner en duda “la posibilidad de construir un conocimiento
‘verdadero’ sobre el mundo ‘real’ y sobre el ‘pasado’” (Franco & Levín, 2007, pág. 37). La
verdad científica es construida más no relativa. Como consecuencia de esto, el sujeto ha
adquirido centralidad en la construcción científica del conocimiento. No es gratuito entonces el
surgimiento del testigo.

¿Cuál es la especificidad de la historia reciente? ¿Cuáles son sus límites? El conjunto de


investigaciones sobre el pasado reciente coinciden en un aspecto: están atravesadas por
problemas o procesos sociales considerados traumáticos (guerras, masacres, genocidios,
dictaduras, crisis sociales o rupturas fuertes tanto a nivel individual como colectivo). De este
modo, el carácter traumático del pasado ha sido uno de los criterios para delimitar el campo de
estudio de la historia reciente.

Uno de los grandes debates ha girado en torno a definir la especificidad de la historia reciente
como un acuerdo en la cronología, lo que ha traído otra serie de debates. Tal acuerdo no existe,
ello parece confirmarlo la gran variedad denominaciones que abundan (historia muy
contemporánea, historia del presente, historia de nuestros tiempos, historia inmediata, historia
vivida, historia reciente, historia actual, etc.), la temporalidad más tentativa ha sido los 30 años,
sin embargo al establecer esta frontera cronológica tan precisa, al cabo de ciertas décadas, este
pasado deja de ser considerado como “cercano”. Entonces el objeto de la historia reciente tendría
una existencia corta. Otro criterio propuesto para intentar lograr un acuerdo cronológico ha sido
los actores vivos de ese pasado, tal criterio pierde relevancia al considerar la desvinculación del
presente, como una posibilidad de los actores sociales.

Franco & Levín (2007) afirman que la cronología no es el mejor camino para definir las
particularidades de la historia reciente. Que, en efecto, muchos historiadores coinciden en señalar
que su especificidad se sutentan en un “régimen de historicidad particular”. Él cual se basa en la
coetaniedad entre pasado y presente de varios elementos: la supervivencia de actores y
protagonistas del pasado en condición de brindar el testimonio al historiador; la existencia de una
memoria social activa sobre ese pasado; la contemporaneidad de la experiencia del historiador y

255
el pasado del que se ocupa. No obstante, advierten que este camino tiene una dificultad, ciñe la
historia reciente solamente a aspectos metodológicos (historia oral, por ejemplo).

Pero no se trata sólo de una delimitación temporal o cronológica. Ahora bien, la delimitación del
campo de la historia reciente a acontecimientos traumáticos le otorga una legitimidad que no es
solamente disciplinar sino que es, sobre todo, política:

“… la especificidad de esta historia no se define exclusivamente según reglas o consideraciones


temporales, epistemológicas o metodológicas sino, fundamentalmente, a partir de cuestiones
siempre subjetivas y siempre cambiantes que interpelan a las sociedades contemporáneas y que
transforman los hechos y procesos del pasado cercano en problemas del presente… los
acontecimientos considerado “traumáticos” o de fuerte presencia social en el presente son
objetos privilegiados de esta historia, aunque no por ello únicos (Franco & Levín, 2007, pág.
35)”.

Señalábamos arriba que el cuestionamiento a los grandes paradigmas epistemológicos de la


ciencia ha influido a la historiografía. En efecto, la microhistoria, la historia política y la historia
oral son campos que se han desarrollado y emergido con fuerza contribuyendo, de paso, con la
consolidación de la historia reciente y también, evidenciando su pertinencia y necesidad. La
primera, se ha concentrado en el estudio de la experiencia de los sujetos mediante herramientas
de análisis en pequeña escala y observación minuciosa, las cuales son invaluables para el estudio
de períodos cercanos y la ineludible presencia de los actores sociales. La segunda, la historia
política, que le ha dado una nueva importancia al “acontecimiento”, la contingencia y la
dimensión individual como elementos de análisis histórico 132 ; el interés por el estudio de las
representaciones y los imaginarios sociales. Y la tercera, el enfoque de la historia oral ligado con
el surgimiento del testigo, ha contribuido a reconocer el valor epistémico y ético del testimonio
para la reconstrucción de los procesos pasados, siempre que se le someta a la c rítica y al
entrecruzamiento con otras fuentes.

132
Henry Rousso (2000), citado por (Franco & Levín, 2007, pág. 39).

256
Historia del tiempo presente

Entendiendo que bajo esta perspectiva teórica hemos construido nuestro problema social es justo
y necesario aclarar sus presupuestos epistemológicos y metodológicos. Para también entablar sus
límites con la historia reciente y aclarar su pertinencia teórica.

La historia del tiempo presente “…constituye una propuesta que se propone historizar las
experiencias colectivas de acuerdo con el entendimiento de la cadencia tempo ral de los
fenómenos sociales que se acontecen durante el intervalo de tiempo que se ha definido como el
presente histórico contemporáneo” (Fazio, 2010, pág. 144). Es decir, bajo una temporalidad, el
presente histórico (el nuestro se extiende desde 1930 hasta la actualidad), es posible encontrar
unas lógicas en los fenómenos sociales -“problema agrario”- que aunque han mutado no se han
transformado y han tenido pervivencia hasta la actualidad, “la restitución”.

Pensar la historización del presente histórico implica detenerse en el debate epistemológico que
ocasiona la historia del tiempo presente, éste ronda sobre varios problemas y definiciones:

A) En un primer momento debe identificarse y delimitarse el componente conceptual de esta


tendencia que encierra tres categorías: historia, tiempo y presente. Aunque son separadas llevan
implícitos una correlación entre ellas y desempeñan un papel en la explicación global del
concepto. Delimitar cada una de ellas, es un proce so indispensable para comprender el sentido
que entraña esta historia.

Por historia se puede entender aquel campo del conocimiento que estudia lo social a través de la
interacción entre disímiles registros espaciotemporales y que se forja en la permanente
interpenetración entre el observador y lo observado. Es un conocimiento de tipo reflexivo puesto
que el presente interviene de manera dinámica de dos maneras: como principio y como finalidad
de la historia. Es origen en cuanto la temporalidad del observador interviene en la construcción,
la valoración y la narración del pasado. La historia, de esta manera, representa una fuente
inagotable de producción del conocimiento porque la multiplicidad de lecturas del pasado
responde a la variabilidad de momentos presentes que realizan las correspondientes
investigaciones. Es finalidad, de sí misma, en la medida en que se produce conocimiento
histórico para esclarecer aquellas situaciones que explican y que interesan a la respectiva
contemporaneidad y que, a su manera, conducen a la historización del presente. Como se

257
constata, la centralidad del presente lleva a que esta condición de tiempo se constituya en
principio y final de toda historia.

Pero ello no significa un desconocimiento y una distancia con el pasado, ni mucho menos
pretende caer en el relativismo de que todo es susceptible de ser estudiado. De hecho, la
disciplina ha construido varios dispositivos, como sus métodos y la historiografía, que han
permitido construir un ‘acumulado’ de conocimientos sobre el cual tienen que realizarse los
nuevos cometidos históricos. Esta interpretación abierta de la disciplina, en cuyo núcleo no se
encuentra un objeto especifico de estudio, sino que se representa en el entendimiento
espaciotemporal de las sociedades, lleva también a reconocer que otra de sus características
consiste en ser un conocimiento con facultades para integrar elementos provenientes de distintos
saberes dentro de una misma narración.

La historia no se puede concebir separada del tiempo, son indisociables. Ahora bien, la
especificidad del tiempo histórico –dice Fazio- debe entenderse como un asunto distinto del
régimen que prima en la naturaleza, ello no debe dar lugar al supuesto de que el tiempo histórico
sea un fenómeno relativo y que se encuentre co mpletamente disociado de lo físico. Aun cuando
comporte elementos que lo particularicen, ritmos o cadencias que le son inherentes, su
movimiento transcurre dentro del tiempo natural, “la flecha del tiempo”, porque se desenvuelve
dentro de un escenario donde prima la irreversibilidad. ¿Pero qué es el tiempo histórico? Es una
cualidad intrínseca de los fenómenos sociales, y de esta premisa se desprende una gran
variabilidad en términos de ritmos, velocidades, densidades y extensiones. Consiste en un
entrelazamiento de diferentes dimensiones, estratos y dinámicas que entran en resonancia.

¿Cómo se entiende el presente en la historia? Las reflexiones que se han dado sobre este
interrogante, según Fazio (2010), han conducido a identificar tres grupos. Un primer grupo ha
asumido el presente en un doble sentido: por una parte, como una sucesión de eventos locales
singulares y como una simultaneidad de múltiples acontecimientos cercanos y lejanos, por otra.
Para el segundo grupo, la principal característica del prese nte radica en que representa una
porción de tiempo entre el pasado y el futuro, es decir, el presente como un punto de confluencia
entre pasado y futuro. El tercer grupo interpreta esta condición temporal como duración y, en
este sentido, es valorado fundamentalmente como un intervalo de tiempo de una mayor extensión

258
que la instantaneidad. De estos tres grupos –señala el autor- se rescatan algunos elementos que
permiten formular una comprensión del presente.

Un primer elemento del presente, cuando es pensado en el contexto actual, lo constituye su


dilatado régimen temporal y representa, al mismo tiempo, un tipo de espacialidad donde
coexisten y se sobreponen variados estratos de tiempo que convergen en la simultaneidad. Otra
cualidad, que se desprende de la condición espacial del presente, consiste en que invita a pensar
en la sincronía como una categoría histórica de primer orden. Historizar la sincronía exige
propender por un ensanchamiento de la mirada histórica y prestar la debida atención a otro tipo
de regularidades posibles, a las conexiones y a los cruces entre historias singulares.

Un segundo elemento que permite avanzar en la comprensión del presente es sostener que el
presente representa un registro temporal abierto en los extremos a ciertos eleme ntos del pasado
(espacios de experiencia) y a otro tipo de conexiones que pueden establecerse con el futuro
inmediato (horizonte de expectativa). Se infiere, entonces, que el presente comporta
esencialmente una dimensión diacrónica, es decir, se puede distinguir una pléyade de pasados y
futuros que orbitan entorno al punto fijo de presente. En pocas palabras, comprende y, de hecho,
es ineludible una secuencia temporal. Por ende, los distintos registros temporales deben ser
comprendidos en su propia cadencia.

Y el tercer elemento, nos lleva a señalar la concepción global del presente, debido a que se
entiende como duración, sustantivo, cuyo significado intrínseco alude a subsistir, permanecer,
continuar siendo. El presente como duración designa un movimiento de transformación,
constituye el ritmo de las cosas, representa un devenir, que arranca en un pasado presente,
prosigue en un presente pasado, transita por el presente sin más, hasta que se sumerge en un
futuro presente. Durante todo este transcurrir se van sintetizando elementos diacrónicos y
sincrónicos.

B) Otro elemento es la manera como se debe emprender el análisis de situaciones que se


desarrollan en presencia o coetaneidad con el observador. En alusión a las categorías meta-
históricas de Reinhart Koselleck –el espacio de experiencia y horizonte de expectativas-. Se
adopta una reflexión práctica en la operación histórica. Basada en tres modelos ideales de
escritura: la historia que registra, la historia que desarrolla y la historia que reescribe. La primera

259
es una “biografía del presente”, enfatizada en la sincronía y fundamentada en fuentes,
observaciones directas y experiencias vividas. La segunda, por su parte, se representa como una
operación histórica que acumula duraciones, compara, sobrepone experiencias individuales y
colectivas para esbozar una mirada de conjunto. Y la última, se confecciona necesariamente a
partir de las dos anteriores, incluye valoraciones y explicaciones en términos de variadas
duraciones y “corrige las anteriores para retrospectivamente extraer una nueva historia”.

C) La historia del tiempo presente es un enfoque global transdisciplinario. Es global porque su


mismo objeto de estudio lo es y porque se propone ir más allá de las fragmentaciones
historiográficas e históricas. Es transdiciplinaria porque dialoga e interactúa con el conjunto de
ciencias sociales y porque reconecta los distintos ámbitos sociales a partir de la centralidad
acordada al espacio, al tiempo y los conceptos meta-históricos.

D) Pensar en el acontecimiento desde un punto de vista histórico. Éste debe ser entendido como
una ventana y no como un espejo, que permite la observación de los movimientos que ocurren en
los niveles más profundos y la comprensión de las distintas cadencias que comportan los
procesos participantes en la construcción de la contemporaneidad. “La historia del tiempo
presente representa, por tanto, una involución del marco metodológico que acariciaba Braudel,
pues arranca de los ‘destellos de luz’ (los acontecimientos) para captar las vibraciones
subterráneas (coyunturas y proceso) y, de esa manera, ‘horadar’ en la oscuridad” (Fazio, 2010,
pág. 146).

E) Una historia que promueve el desarrollo de enfoques comparativos. “No sólo los métodos de
comparación, sino las perspectivas cruzadas porque el objetivo no consiste tanto en confrontar
universos vecinos del espacio, sino en explicar las especificidades y las resonancias de los
itinerarios históricos” (Fazio, 2010, pág. 148).

Finalmente, debemos detenernos en la categoría de presente histórico. Primero, se afirma que el


presente histórico constituye la manera en la que durante nuestra contemporaneidad se modula la
duración, debe reconocerse igualmente que este periodo constituye asimismo una condición
espaciotemporal, que abraza todo elemento de significación mundial (sincronicidad), que puede
ser local, global o la conjunción de ambas, o sea, glocal. En pocas palabras, el presente histórico
representa el primer intervalo temporal donde puede practicarse la historia del tiempo presente.

260
Pero este intervalo del tiempo no es homogéneo o no es una figura plana, por el contrario,
constituye una imagen topológica, dado que su representación es entendida como una
composición conformada por varios relieves de disímiles extensiones espaciales y de desiguales
protuberancias temporales, con distintas densidades históricas y de destino. El valor histórico de
los eventos y de las dinámicas no viene dado por su mayor relieve o por su cercanía a algún
centro, sino por la resonancia y el encadenamiento que dichas situaciones son capaces de
producir.

¿Cuál es su frontera temporal? El presente histórico dispone de una variabilidad de origen y,


desde luego, no posee ninguna frontera de finalización, pues se sigue construyendo en el día a
día de la actualidad más inmediata. Para entender la manera como se establece el nacimiento de
esta frontera temporal inicial, se debe considerar que el presente emerge cuando los procesos que
caracterizan aquella coyuntura desde la cual se observa, asumen por primera vez una fisionomía
más o menos clara. Identificada la singularidad histórica de la coyuntura en la que está situado el
observador, se rastrea de manera retrospectiva las continuidades de las dinámicas hasta llegar a
su fuente original.

Así pues, puede concluirse que el presente histórico tiene tres elementos consustanciales a la
historia del tiempo presente: 1) entenderlo como duración; 2) es una perspectiva que se centra en
la comprensión retrospectiva de la cadencia y los ritmos temporales propios de los fenómenos
estudiados; y 3) en la medida que es un enfoque muy distinto a la secuencia cronológica, supone
una inversión de la causalidad, es decir, este procedimiento es cercano al método arqueológico
sugerido por Michel Foucault.

Marco Pedagógico y didáctico

En un primer momento, es necesario mostrar los efectos que sobre la educación y los sistemas
educativos nacionales ha tenido el neoliberalismo en Latinoamérica para comprender como éste
se ha constituido en un proyecto de nación que busca un modelo específico de ciudadano,
congruente con un orden mundial, y también como la retórica neoliberal ha pretendido entrar en
el terreno pedagógico. Las discusiones pedagógicas giran en torno a la relación escuela-sociedad.
Luego nos ocuparemos del debate didáctico.

261
Educación y neoliberalismo en Latinoamérica

Desde la ilustración la escuela ha adquirido su valoración como lugar para la formación de


ciudadanos, en función de la construcción de determinados proyectos de nación formulados
desde las élites dirigentes en el marco de los estados modernos. Estos siempre han sido
movilizados hacia el paradigma de moda, sin renunciar y en el marco del mito de progreso,
marcando el devenir de la escuela (Álvarez Gallego, 2004). Desde entonces la instrucción ha
mantenido como objeto el ligar la formación escolarizada a la utilidad pública, manteniendo
como ejes centrales de la formación la búsqueda de la civilidad, la moralidad y la eficiencia, con
divergencias más que en la pertinencia de estos valores, en el orden y la prioridad que se le debe
asignar a cada uno de ellos de acuerdo al paradigma de nación vigente (Zuluaga Garcés, 2005).
En Colombia, desde los orígenes de la republica hasta nuestros días dicha dinámica se ha
mantenido y a cada modelo de estado le ha correspondido un modelo de ciudadano determinado,
del cual la escuela ha debido ocuparse (Álvarez Gallego, 2004). De dicha dinámica da cuenta la
historia de la pedagogía y el modelo neoliberal no es la excepción, por el contrario confirma esta
regla (Quinceno, Saenz Obregón, & Vahos, 2004).

La educación siempre fue considerada un botín de guerra. Siempre se asumió,


independientemente de la postura ideológica de cada partido, la articulación de la enseñanza
escolarizada y la instrucción pública a su proyecto político. Dependiendo del partido en el poder
y los intereses de clase de la élite representada por éste la educación pública asumió su papel
como bastión ideológico, de tal manera, que si estaban los conservadores en el poder, la
educación tomaba un carácter confesional y centralista, y si era el partido liberal quien lo asumía,
la educación pública se tornaba más renovadora y laica.

Sin embargo, a partir de la década de los 50’s, el contexto internacional de la guerra fría mostró
un mundo polarizado y definió un enemigo común para las viejas oligarquías: los movimientos
revolucionarios o de Liberación Nacional. La alianza para el progreso, otros programas y
estrategias para la contención del comunismo en América Latina, a partir de la revolución
cubana, marcaron el interés de Estados Unidos de intervenir de forma directa la política interna
de los estados latinoamericanos a través de pactos con las élites locales dominantes en cada país
de la región. Desde entonces, la intervención a través de programas educativos por organismos

262
internacionales aflojó la pugna por el control ideológico de la educación en Colombia, ya que la
intervención extranjera daba la impresión de neutralidad.

Sobre la década de los 70’s, a raíz de la crisis del petróleo y en medio de dictaduras militares o
“democracias en transición”, se empezó a cuestionar el papel de los estados como reguladores de
la economía. Se planteó como medio para sortear la crisis la reducción del papel de los estados,
en cuanto a su función social, y el fortalecimiento de la iniciativa privada. La regulación del
mercado relevó al estado tanto en su papel productivo como distributivo de la riqueza, los re-
manufacturados postulados del liberalismo clásico retornaron a la escena política lo que marcó la
crisis del Estado de Bienestar y su paulatino desmonte a fuerza de reformas políticas,
permitiendo el ascenso del proyecto neoliberal.

La hegemonía que ganó el neoliberalismo en la región tomó vuelo en la década de los 80’s “a
partir de la aplicación de un conjunto de reformas orientadas a garantizar un riguroso programa
de ajuste económico como producto de la llamada crisis de la deuda” (Gentili, 1998, pág. 103) o,
en pocas palabras, la imposición del consenso de Washington.

Bajo esta lógica, las instituciones multilaterales dejaron de ser simples agencias de crédito y
empezaron a ejercer gran influencia en las políticas económicas y sociales de los países
latinoamericanos, consolidándose como la puerta de entrada del modelo neoliberal, tendientes a
garantizar, además del pago de la deuda, la hegemonía de EE.UU y la supremacía del mercado
en la configuración del nuevo escenario mundial133 .

133
Algunos autores (Acosta & Camargo, 2006) plantean la tesis del nuevo orden mundial educativo señalando que
a partir de la caída del muro de Berlín y la desintegración de la unión soviética se consolida el triunfo del
capitalismo y se establecen los mecanismos necesarios para integrar al mundo bajo el nuevo orden globalizado.
Imprimiendo un nuevo sentido a la educación y moldeando a los sujetos bajo una nueva mirada de civilidad,
moralidad y eficiencia, acorde a las demandas del mercado en la configuración del escenario mundial globalizado.
Pretenden producir sujetos bajo un sistema de valores específicos con unas competencias necesarias (la
alfabetización mínima en el mundo de la globalización y la informática ). Con el fin de responder a las condiciones
actuales para la acumulación de capital, produciendo nuevos niveles de estandarización o integración al mercado
mundial, con el fin de enfrentar los nuevos desafíos impuestos por la transformación vertiginosa que requiere la
globalización. Esta lógica instrumental configura el fin misional de la escuela hoy, a fin de construir la sociedad
normalizada que necesita el mundo globalizado, ampliando la brecha económica y social entre los diferentes
grupos sociales. La escuela se concibe principalmente como un aparato productivo y reproductivo de este
paradigma, cuyo fin es alentar a los sujetos para integrarse efectivamente a la sociedad de mercado a través de la
inversión en educación.

263
Las élites locales y económicas de la región adoptaron la “ortodoxia neoliberal” como la única
receta válida para superar el déficit público y lograr la estabilización macro-económica. La
fórmula, “Consenso de Washington”, que tiene su origen en las Políticas de Ajuste Económico,
se ha pretendido mostrar cómo un acuerdo global al que se fue sumando “los gobiernos
democráticos” de Latinoamérica. Al comparar las políticas públicas de las últimas décadas del
siglo XX en todos los países de la región se constata la adopción de esta fórmula y la ampliación
deliberada de la misma, de ahí que sea posible hablar de un Consenso de Washington en
educación (Gentili, 1998). Por lo tanto, el neoliberalismo no sólo ha emprendido una cruzada en
el campo de las reformas institucionales sino que también se ha afanado en desplegar una
retórica con la pretensión de impulsarlas y legitimarlas.

No es singular que en las propuestas de reforma educativa en los países latinoamericanos,


llevadas a cabo por lo menos desde los 90’s 134 , predomine cierta homogeneidad: se ubica la crisis
educativa en un mismo núcleo de diagnósticos, propuesta y argumentos “ofic iales”; las supuestas
salidas a la crisis se caracteriza por la adopción de las “recomendaciones” del Banco Mundial y
del FMI en la definición de las políticas públicas educativas; y por responsabilizar al Estado
interventor y a los agentes sociales del campo educativo, cuando no a los que reivindican los
derechos sociales.

Ahora bien, esta misma homogeneidad en la aplicación de la ortodoxia neoliberal permite ubicar
más fácilmente el discurso que intenta legitimar el proyecto neoliberal. Gentili (1998) avanza en
este propósito:

La crisis. Los neoliberales sostienen que los sistemas educativos nacionales enfrentan una crisis
de eficiencia, eficacia y productividad. El problema tiene su origen en la acelerada expansión de
la oferta educativa desde mediados del siglo XX, pues –según los neoliberales- no estuvo
acompañada de una distribución eficiente de los recursos y sin un control eficaz de la
productividad de las instituciones educativas. Por tanto, una de las causas de la crisis es el
crecimiento cuantitativo (se argumenta además que ya se ha logrado la universalización de los

134
La conferencia mundial de la educación para todos, realizada en Tailandia en 1990, que llevo por título
satisfacción de las necesidades básicas del aprendizaje, y en el documento presentado a la UNESCO, por la
Comisión Internacional sobre la Educación de 1996, desprenden importantes reestructuraciones a las políticas y
estrategias en este ámbito para el tercer mundo.

264
sistemas) en detrimento del crecimiento cualitativo, es decir, de la calidad de los sistemas, en
esta lógica, hay también una carencia de administración de la política educativa.

Desde el punto de vista neoliberal el Estado no es capaz de administrar las políticas sociales. Lo
único que produce son políticas asistencialistas, alto centralismo y burocratización. “Los
gobiernos no sólo han sido incapaces para asegurar la calidad y cantidad, sino que son
estructuralmente ineptos para combinar ambas dinámicas”. A lo que agregan la imposibilidad de
combinar calidad y cantidad con criterios de igualdad y universalidad, pues señalan esta vía
como una falsa promesa de los Estados interventores y populistas.

La crisis de calidad de la escuela, según las posturas neoliberales, es consecuencia, por un lado,
del funcionamiento de la escuela como un ámbito fundamentalmente público y estatal. El
monopolio estatal de la educación ha eliminado la competencia y la eficacia del espacio escolar.
También ha impedido consolidar un mercado escolar en los que el Estado sólo le correspondería
regular y promover la meritocracia. Las ventajas de este sistema –según sus defensores- es que al
institucionalizarse los criterios competitivos se garantizarán una distribución diferencial del
servicio educativo, donde el mérito y los esfuerzos individuales irán promoviendo a los mejores
y seleccionando a los que fracasan. Por otro lado, la crisis de ca lidad se debe a la “incapacidad
gerencial del Estado” para administrar los inmensos sistemas educativos nacionales. Por lo tanto,
el problema no es el aumento de los recursos sino una asignación más eficaz de ellos. Ya no se
trata de más presupuestos para las escuelas sino de “gastar mejor”; no hacen falta más
educadores sino formarlos y capacitarlos mejor; no hacen falta más escuelas sino distribuir mejor
el espacio escolar.

Los culpables. Desde la perspectiva del neoliberalismo son tres los respo nsables que han
profundizado la dinámica improductiva de la escuela. El principal implicado es el Estado
interventor, por su centralidad en la planificación y el diseño de las políticas educativas,
impidiendo que los sistemas escolares se transformen en un conjunto de mercados competitivos
y flexibles. Además ha creado falsas ilusiones o prácticas populistas prometiendo escuelas
públicas, gratuitas y de calidad para todos. Y se ha convertido en una especie de Estado
paternalista, donde soluciona los principales problemas que aquejan la vida diaria de los
individuos.

265
A los que les toca asumir el segundo grado de responsabilidad, según los neoliberales, es a los
grandes sindicatos (los trabajadores de la educación) por oponerse y resistirse a las políticas
gubernamentales, por exigirle al Estado más intervención, aumento de los recursos, criterios
igualitarios, expansión de las escuelas públicas. En suma, exigir más de aquello que ha generado
la crisis. Y obstaculizar la “modernización de la escuela” oponiéndose a que se constituyan como
verdaderos mercados escolares.

Hay un tercer gran responsable en la crisis de productividad de la escuela: la sociedad. El estado


interventor o de Bienestar creó una profunda indisciplina social, toda la comunidad se creyó las
falsas promesas que los propios Estados han formulado y los sindicatos han exigido (gratuidad,
universalidad, accesibilidad y calidad) perdiéndose “el componente cultural que da sustento a la
competencia y al éxito o al fracaso fundados en criterios meritocráticos”. La ética individualista,
que reconoce el esfuerzo individual, el trabajo duro y constante, el amor al dinero, el progreso
material, la admiración a los triunfadores, la satisfacción de ser un ganador en la vida. En las
sociedades latinoamericanas –argumentan los neoliberales- se han reemplazado estos valores
ideales por un perezoso colectivismo que no reconoce el valor de la cultura de trabajo.

El triunfo escolar, según la óptica neoliberal, al desconfiar de la capacidad “milagrosa” del


Estado interventor para mejorar la calidad de la escuela, se alcanzará mucho mejor con el
empeño individual de las personas y las familias. Pero el problema productivo de la escuela no se
solucionará solo con la capacidad, la inventiva, el esfuerzo y el mérito incesante de cada
individuo (maestros, alumnos, personal no docente, padres, etc.) se necesita también de la
capacidad de control y de regulación del Estado, de su capacidad de “modernizar” la escuela
convirtiéndola en un mercado escolar.

Las estrategias. Salir de la crisis desde esta perspectiva supone un conjunto de propuestas que
permitan hacerle frente a las causas de la crisis y a los culpables, y que permitan
“institucionalizar el principio de competencia que debe regular el sistema escolar en tanto
mercado educativo”. En suma, se pueden resumir en dos objetivos:

1. La necesidad de establecer mecanismos de control de calidad (tanto en los sistemas educativos


nacionales como en interior de las instituciones escolares). La evaluación de las institucio nes
educativas y el establecimiento de criterios de calidad, permitirá dinamizar el sistema mediante

266
una lógica de premios y castigos que estimulan la productividad y la eficiencia en el marco de la
competencia propia del mercado escolar.

2. La necesidad de articular y subordinar la producción del sistema educativo a las demandas que
formula el mercado de trabajo. Es éste quien emite las señales en materia de políticas educativas.

El conjunto de estrategias del neoliberalismo abogan, por un lado, por la descentralización de los
mecanismos de financiamiento y de la gestión del sistema 135 pero, por otro lado, exigen una
mayor centralización del control pedagógico a nivel curricular, de evaluación del sistema y de la
formación de docentes 136 .

Los expertos. En la lógica neoliberal los que deben ser consultados para superar la crisis
productiva de la escuela son los empresarios, pues estos han sabido desenvolverse con éxito en el
mercado, ellos saben competir. Los empresarios con sus recursos pueden hacer de las escuelas
verdaderos mercados competitivos y rentables. Pero la solución de la crisis requiere,
fundamentalmente, superar los problemas técnicos de la escuela eficientemente. Por ello, es
necesario consultar a especialistas y técnicos competentes que dispo nen de saber instrumental
necesario para llevar a cabo las reformas: expertos en currículo, en evaluación, en formación de
profesores, especialistas en administración educativa que busquen formas de autofinanciación,
que hagan mucho con escasos recursos, etc. Especialistas como los que proporciona los
organismos multilaterales.

La noción de ciudadano también cambia. Ahora se considera que un individuo accede a su


ciudadanía a través del consumo y ya no como sujeto de derechos y de deberes. Desde esta
perspectiva, los derechos se mercantilizan. Al pasar la educación a ser una mercancía, “un
capital”, el ciudadano invierte en ella con el fin de mejorar su posición en el mercado del trabajo
y sus posibilidades de éxito. Y al asumir los derechos como servicios, no sólo se reduce el

135
en tér minos de recortar la transferencia de financiación a las regiones e instituciones, promoviendo la
autofinanciación; también dejándole la responsabilidad a las instituciones educativas regionales y locales;
desarticulando los espacios de negociación colectiva con los trabajadores de la educación, flexibilizando las formas
de contratación y las retribuciones salariales de los colectivos docentes, etc .
136
“a) el desarrollo de programas nacionales de evaluación de los sistemas educativos altamente centralizados en
su diseño e implementación (pruebas de rendimiento aplicadas a la población estudiantil); b) el diseño híper -
centralizado de reformas curriculares a partir de las cuales establec er los contenidos básicos del currículum
nacional; y, c) la implementación de programas nacionales de formación de profesores que permitan la
actualización de los docentes según el plan curricular establecido en la citada reforma.” (Gentili, 1998, pág. 114).

267
ejercicio de la ciudadanía al consumo, sino que se niega la pertenecía de lo público, al
contraponerla a la eficacia de lo privado. En este sentido “la educación compete a las decisiones
individuales y su retribución es principalmente individual” (Gentili, 1998).

Implicaciones pedagógicas del neoliberalismo

Los teóricos de la pedagogía crítica han entrado a debatir las posturas neoliberales que justifican
el mercado escolar y el control pedagógico (Apple, 2002) (Giroux, 1992) (McLaren, 1999). Una
de las razones del parcial éxito que ha tenido el neoliberalismo ha sido por el empleo de
estrategias discursivas que le ha permitido colonizar el sentido común (Apple, 2002). Un
discurso fácil y sencillo que le suena al ciudadano despolitizado. Un argumento de tantos parece
ser aquel por el cual la competencia en el mercado escolar lleva inevitablemente a mejorar la
calidad educativa, porque premia a los mejores, por esfuerzo y por mérito, y selecciona a los
peores, obligándolos a mejorar para ascender.

Las reformas neoliberales producen un efecto diferencial, es decir, pasan a un primer plano los
problemas de clase. En América Latina se ha registrado esta te ndencia

“una intensificación de los mecanismos históricos de segmentación y dualización de los


sistemas educativos que se verifica: en un aumento que los sectores populares, urbanos y rurales
poseen para acceder al sistema; en la ausencia de mejoría o en un empeoramiento de los índices
de transición entre el subsistema primario y secundario (para los niños y niñas de sectores
populares cada vez es más difícil superar la barrera del nivel al que consiguen acceder); en el
mantenimiento brutal de las tasas de desgranamiento y retención del sistema; y en la
persistencia del analfabetismo estructural en el que se encuentran sumergidos grandes sectores
sociales” (Gentili, 1998, pág. 124).

Apple (2002) señala que las clases medias son las que resultan más aventajadas en los sistemas
educativos reformados por los neoliberales. Pues ellas poseen una gran habilidad para explotar
los mecanismos del mercado en la educación y para invertir en ellos su capital social, económico
y cultural. Los padres más acomodados pueden escoger y pagar las mejores escuelas, que ha
contratado a los profesores más prestigiosos, no tienen dificultad en transportar a sus hijos al otro
extremo de la ciudad tampoco. Y por supuesto, puede proporcionarles a sus hijos recursos
culturales, como una pasantía a un país anglosajón a aprender inglés o tal vez a Grecia a conocer

268
la cuna de la civilización occidental. Y su capital social, les puede garantizar una carrera
brillante a sus hijos, los contactos sociales le pueden garantizar un buen empleo.

El autor llama la atención también sobre las posibilidades de inserción social y educativa de las
clases trabajadoras. No niega la posibilidad de que estas clases también emplean su capital
social, cultural y económico para explotar el sistema de forma que les sea favorable. Pero resalta
una diferencia fundamental entre las distintas clases: los recursos materiales. En últimas, lo que
genera una inserción exitosa en el mundo social y en el sistema educativo, es la combinación de
recursos con el capital social y cultural. “... se da poca importancia a quienes tienen acceso a los
recursos, riqueza, poder, que hacen que la gama de posibilidades sea más viable para algunos
colectivos y no para otros. (Giroux, 1999, pág. 54)”.

El neoliberalismo no sólo es un proceso que promete la reducción de las desigualdades


educativas, en cuanto al acceso y los resultados, sino que termina responsabilizando a la escuela
y a la sociedad para que asuman éstas. Pero el estado neoliberal es profundamente racista, sexista
y excluyente. Se ha introducido una suerte de re-estratificación dentro de la escuela. En los
países anglosajones (Estados Unidos, Inglaterra y Nueva Zelanda) donde se ha implementado
este modelo de manera exacerbada, se constata que las escuelas que desean mantener o mejorar
su posición en el mercado procuran admitir “únicamente a unos tipos concretos de estudiantes
con unas características particulares”. Las necesidades del estudiante ya no son importantes, se
han reemplazado por su rendimiento: se asignan menores recursos a los estudiantes con
dificultades en el aprendizaje o con necesidades especiales; son más “rentables” los niños
japoneses que los afro-caribeños; el modelo del profesional de mañana es el empresario
“masculino” exitoso.

A pesar de que los neoliberales reprochan el intervencionismo de Estado están a favor de un tipo
de intervención que asegure el funcionamiento de un mercado libre y el avance no restringido del
capital. Por un lado, promueve el individualismo de mercado pero, por otro, promueve el control
por medio de una constante evaluación pública con fines de comparación. Los currículos y los
exámenes nacionales son un paso necesario hacia el aumento de la mercantilización porque
ofrecen los mecanismos de comparación que necesitan los “consumidores” para hacer que los
mercados funcionen.

269
¿Pero por qué está insistencia de los neoliberales en el control pedagógico de la escuela? Las
visiones neoliberales de los mercados escolares “han estado acompañadas de presiones
neoconservadoras para regular los contenidos y las conductas mediante mecanismos como los
currículos, los niveles y los sistemas de evaluación del ámbito nacional” (Apple, 2002, pág. 99).
A esto, es lo que se le ha conocido como el giro hacia la derecha de la educación.

Los currículos nacionales se implantan con firmeza y además son prescriptivos. La interpretación
y adaptación de las leyes termina siendo inevitable, y el currículo más que implementarse o
reproducirse en los parámetros que lo define la legislación son recreados y producidos por las
escuelas. Pero este aparente juego de maniobra que queda para los que en la práctica construyen
el currículo no desencadena en una oposición a la política neoliberal o al proceso regulador. La
sanción moral que puede surgir de la aplicación de las reformas neoliberales puede poner en
cuestión “la estimulación al mercado educativo selectivo favorable a las escuelas y los
estudiantes de la élite que disponen de recursos”, pero esto no reúne las condiciones para la
transformación de las políticas educativas neoliberales.

Ahora bien, ¿Qué termina siendo la pedagogía en el marco del neoliberalismo? La pedagogía
según Giroux (1999) “se reduce a un formalismo técnico y a la tarea hermética, simplemente, de
enseñar el contenido (evaluación, método, etc.)”. Pero la discusión no se agota en develar
críticamente como se instrumentaliza la pedagogía sino también en reconocer que tareas debe
asumir. Y acá el debate es rico en varias posturas: abundan posturas que niegan el clasismo que
promueve el neoliberalismo y que se detienen con exclusividad en las luchas multiculturales, de
raza, sexo y género, “las teorías posmodernas, al pasar con dificultad el abismo entre las políticas
de la identidad y el análisis de las clases, han relegado la categoría de clase a un epifenómeno de
raza, etnicidad y género” (McLaren, 1999, pág. 111); existen otras, el extremo contrario, que se
centran en el concepto de clase, desigualdad y trabajo, considerando las políticas de identidad
como intentos de sustituir la “política real”.

Los pedagogos críticos asumen la postura desde dos perspectivas diferentes pero no contrarias.
McLaren (1999) reconoce la necesidad de rescatar las concepciones de clase (los análisis de la
economía política y el método del materialismo histórico) en tiempos de neoliberalismo, donde
la educación se ha insertado en la lógica de acumulación capita lista: “mi argumento no es que la
clase debiera incluir todos los procesos sociales y culturales, o que un análisis de clase debería

270
superar un análisis de género o raza o sexualidad, sino que debería ser tenido en cuenta en
relación a los esfuerzos de la reforma educativa de contar con los efectos profundos de las
relaciones sociales capitalistas”. Y señala más adelante: “la crítica cultural no se ha dirigido
principalmente a liberar la humanidad de la alienación económica unida a una lógica económica
capitalista que sirve como fuerza motora para los oligopolios transnacionales y la reproducción
de las relaciones sociales establecidas” (McLaren, 1999, pág. 112).

Giroux (1999) también ha entrado en el debate, le rec lama a aquellas posturas la incapacidad de
reconocer como están entretejidos los asuntos de raza, género, edad, orientación sexual y clase.
Además reconoce “la función pedagógica de la cultura como sitio donde se construyen
identidades, se movilizan deseos y se forman los valores morales”. En consecuencia, la cultura
es un campo de lucha, que da forma a nuestro sentido de sujetos políticos y que relaciona las
estructuras y protestas de clase con los contextos de las luchas cotidianas. Concluye, “las luchas
por la cultura son el corazón de las luchas por el significado, agencia y resistencia, y representan
un sitio diferente pero no menos importante donde las luchas políticas tienen lugar”. En esta
medida,

“la pedagogía llega a ser una forma de práctica social que surge de ciertas condiciones
históricas, contextos sociales y relaciones culturales. Arraigada a una visión ética y política que
procura llevar los estudiantes más allá del mundo que ya conocen, la pedagogía crítica se
preocupa de la producción de conocimientos, valores y relaciones sociales que les ayuden a
adoptar las tareas necesarias para conseguir una ciudadanía crítica [y justicia social] y ser
capaces de negociar y participar en las estructuras más amplias de poder que conforman la vida
pública” (Giroux, 1999, pág. 57).

¿Qué relaciones hay entre la pedagogía crítica como política cultural y las luchas de la memoria?
La pedagogía entendida como política cultural intenta rehacer las relaciones entre cultura y
política. Se parte del reconocimiento de que la cultura está compuesta por sujetos, qué esta
provee los recursos a través de los cuales las personas aprenden a pensar acerca de sí mismas y a
relacionarse con los demás y con el mundo que los rodea, por tanto, también está compuesta por
política. Los “trabajadores culturales” deben profundizar en el significado de lo político en las
prácticas pedagógicas, para sacarlo de la determinación en la que las lógicas dominantes lo
mantienen (representatividad, tecnologías de poder, etc.) y transformarla en una visión más

271
viable en relación “a cómo los sujetos se sitúan en las relaciones históricas, sociales, económicas
y culturales” (Giroux, 1999).

Justamente, allí donde la cultura se convierte en la lucha por el significado y la identidad,


aparece la necesidad de emprender esa lucha para formar la memoria pública que invada el
espacio político y que confronte los significados y la identidad que imponen los poderes
hegemónicos.

Las pedagogías críticas y la historia

La racionalidad de la ilustración prometió rescatar al mundo de las cadenas de la superstición, la


ignorancia y el sufrimiento. Durante los siglos XVII y XVIII aparece la racionalidad científica
como un “vasto frente intelectual para dominar el mundo a través de la apelación a reclamos del
pensamiento racional” (Giroux, 1992, pág. 31), iniciado tempranamente en la Grecia clásica. Es
decir, con la aparición de la sociedad industrializada la racionalidad se convierte en un
instrumento particular al servicio de esa sociedad naciente.

El positivismo jugó un papel determinante en la instrumentalización de la razón. La escuela de


Frankfurt se detuvo en los efectos de esta “ideología final de la ilustración” en la negación de la
facultad crítica de la razón. Algunos elementos característicos del positivismo dan cuenta de
ello: 1. La rectificación del pensamiento positivo mediante la experiencia de los hechos; 2. La
orientación del pensamiento cognoscitivo hacia las ciencias naturales como un modelo de
certidumbre y exactitud; 3. La fe de que el progreso del conocimiento depende de esta
orientación137 . La concepción predominante fue entonces que la realidad sólo era posible de
conocerse científicamente, y la actividad científica quedo reducida a una metodología: la
descripción, clasificación y generalización de los fenómenos y de los hechos sociales. El objeto
de la ciencia era producir leyes generales.

La pretendida objetividad de la ciencia al tomar la realidad como hechos o cosas anuló al sujeto
del proceso del conocimiento. “El sujeto actúa como una instancia pasiva, contemplativa y
receptiva, únicamente recoge las características de la realidad, de manera pura, no influye en el
objeto y tampoco es influido por el mismo” (Mejía, 2002, pág. 202). Pero aún más: la certeza de
objetividad de la racionalidad positivista llevó a separar los hechos (objetos, cosas o fenómenos)
137
Marcuse, El hombre unidimensional, citado por (Giroux, , 1992, pág. 34)

272
de los valores asignados a ellos socialmente. En esta medida, por poner un ejemplo, la ciencia
estaría llamada a combatir los juicios de valor y no respondería a ningún interés político o
económico. La ciencia positivista redujo la crítica a “la estigmatización de las nociones no
positivas como meras especulaciones, sueños y fantasías”. Y autoproclamó su neutralidad.

Por su parte, la escuela de Frankfurt tratando de despejar la razón de su dimensión positivista


rescató el elemento crítico que tiene ésta. En efecto, la razón como potencialidad del hombre y
su existencia promete construir una sociedad más justa y emancipada. Pero esta pretensión es
legítima entre tanto de posibilidad a la autocrítica y a la negatividad. Es decir, la posibilidad de
cuestionar su propia estructura normativa, en esa medida también re-aparece para la ciencia la
ética y la acción-política.

La neutralidad del conocimiento científico también ha sido uno de las tesis combatidas por la
teoría crítica:

“Para Adorno, Marcuse y Horkheimer, el fetichismo de los hechos y la creencia del valor de la
neutralidad representaban más que un error epistemológico. Más importante aún es que dicha
postura servía como una forma de hegemonía ideológica que infundió la racionalidad positivista
con un conservadurismo político que lo hizo un sostén ideológico del statu quo. Sin embargo,
esto no sugiere un soporte intencional para el statu quo por parte de todos los individuos que
trabajaron dentro de la racionalidad positivista. En vez de eso, implica una relación particular
con el statu quo; en algunas situaciones esta relación es conscientemente política, en otras no lo
es. Dicho de otro modo, en última instancia la relación con el statu quo es conservadora, pero no
es autoconscientemente reconocida por aquellos que ayudan a reproducirla.” (Giroux, 1992,
pág. 37).

En suma, la racionalidad instrumental, se convierte en una estructura de dominación existente


que promueve modos de analfabetismo histórico, político y conceptual. Al reducir la actividad
científica, incluido el ámbito de las ciencias sociales, a un principio metodológico dogmático; al
excluir el sujeto de la actividad científica y, por tanto, suprimir las relaciones entre poder,
conocimiento e ideología; y al proclamar la neutralidad, el supuesto distanciamiento objetivo del
acontecer social, llevando a ocultar las relaciones sociales en un mundo de apariencias objetivas
y a subordinar la consciencia y acción humanas a los imperativos de leyes universales.

273
Surge la teoría crítica, reclamando el valor de la consciencia histórica, esa “habilidad de juzgar la
complicada interacción de poder, conocimiento y valores y reflexionar críticamente sobre la
génesis y la naturaleza de las propias presuposiciones ideológicas” (Giroux, 1992, pág. 36). Por
otro lado, resulta invaluable al posibilitar la meta-teoría: el reconocimiento de los intereses que
representa la teoría y la capacidad de reflexionar críticamente tanto en el desarrollo histórico y
génesis de tales intereses como las limitaciones que estos pueden representar dentro de ciertos
contextos históricos y sociales. Pero aun más: el análisis histórico en la crítica a la lógica
conformista delinea la “historia interna” de las categorías y la forma en que éstas se medían en el
contexto histórico específico. Es una consciencia presente en la realidad social y en la actividad
científica, que abre campo a la acción política del sujeto cognoscente.

Las teorías educativas tradicionales están ligadas a paradigmas funcionalistas basados en


supuestos extraídos de la racionalidad positivista. Por lo tanto, una pedagogía crítica parte de los
principios de la teoría crítica. Entre ellos la consciencia histórica, como un ámbito
epistemológico de valor sobre el que se desarrollan modos de crítica que iluminan la interacción
de lo social con la historia y la experiencia.

La noción de historia, reducida por los positivistas a un patrón continúo y lineal que se extiende
bajo los preceptos de leyes naturales, es rescatada por la teoría crítica como “un fenómeno
emergente que tiene un final abierto”, es decir, no hay leyes de la historia que predeterminen el
progreso humano, ni mucho menos independientes de la acción humana. En consecuencia, la
concepción de la historia desde una perspectiva crítica

“dirige a los educadores hacia un modo de análisis que hace énfasis en la ruptura,
discontinuidad y tensiones de la historia, que llegan a tener un valor al subrayar a la
intervención humana y a la lucha como aspectos centrales, mientras que simultáneamente revela
la brecha entre la sociedad como de hecho existe y la sociedad como podría ser (Giroux, 1992,
pág. 61)”.

Didáctica y enseñanza de la historia reciente

Ya hemos esbozado dos elementos en los que la historia reciente es considerada, de forma tácita,
por las pedagogías críticas como un campo de acción: al primero hemos llegado preguntándonos
por la relación de la pedagogía crítica como política cultural y las luchas de la memoria; al

274
segundo arribamos entablando la relación entre las pedagogías críticas y el concepto de historia.
Y, sin duda, que abundan más puntos de encuentro, cómo, por ejemplo, la noción de ciudadanía
(Ortega & Peñuela, 2009).

Por ahora, nos arriesgamos a proponer la historia reciente como una didáctica de las pedagogías
críticas. Con ello queremos decir que la historia reciente es una opción temática o curricular138
para ellas, que tiene unas profundas implicaciones políticas y culturales en las que, como hemos
demostrado, termina encontrándose oportunamente, desde su propio desarrollo, con el
planteamiento de éstas. Para el desarrollo de los siguientes apartados, se debe comprender que la
historia reciente representa también un problema social relevante.

Según Gutiérrez (2005) privilegiar la enseñanza de la historia reciente u otros problemas sociales
supone varios interrogantes: 1. Qué se va a enseñar y para qué, es decir, la perspectiva desde la
cual se construye la historia enseñada; 2. Cómo se va a enseñar, con qué instrumentos y en qué
condiciones institucionales se realiza el acto educativo; 3. Qué papel debe desempeñar la escue la
en la enseñanza de la historia reciente. De una forma poco esquemática, trataremos de
introducirnos en el debate que nos plantea la autora.

 La historia enseñada: entre conocimiento científico y conocimiento escolar

La necesidad de tener como punto de partida el presente o los problemas sociales actuales,
encuentra sus raíces en nuevas corrientes historiográficas. En este sentido, la preferencia por
determinada historia enseñada en el contexto escolar abre el debate por las relaciones entre el
conocimiento científico y el conocimiento escolar. Con el objeto de indagar por la configuración
de la historia enseñada en el espacio escolar nos detendremos en estas relaciones.

No queremos afirmar, peregrinamente, que la historia enseñada en las instituciones escolares


debería consistir en una duplicación o destilado, en versión reducida, de la historiografía.
Coincidimos en afirmar mejor, con Raimundo Cuesta (1998), que el conocimiento histórico
138
En este sentido , es llamativo un ejemplo histórico, es el caso de la reforma educativa en Argentina de 1993 y
2006 que incorpora la enseñanza del pasado reciente en la escuela: “El ejercicio y construcción de la memoria
colectiva sobre los procesos histó ricos y políticos que quebraron el orden constitu cional y terminaron instalando el
terrorismo de Estado, con el objeto de genera r en los / las alu mnos / las reflexiones y sentimiento s democráticos y
de defensa del Estado de Derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos...” Ley de Educación Nacional (Ley
N° 26.206). Ar t. 92. Citado por (Amézola, Dicroce, & Garriga, 2009, pág. 2).

275
escolar es el resultado de una “delicada operación de construcción y reconstrucción, dentro de un
contexto idiosincrásico, de fragmentos discursivos y prácticas ritualizadas”. A este proceso se le
han asignado otros nombres: transmutación, asignaturización, re-contextualización, transposición
o, al decir de Popkewitz, una alquimia en la conversión del saber normalizado en asignatura
escolar 139 .

De hecho, la relación entre la historia académica y la historia enseñada es nueva en comparación


con la presencia del conocimiento histórico en la escuela. “La etapa fundacio nal de la historia
como materia escolar recoge una extensa y fragmentaria tradición anterior, sostenida e inspirada
en tres fuentes: un saber (la retórica), un estilo (la elocuencia) y una técnica (el arte de la
memoria)” (Cuesta, 1998, pág. 62). De estas fuentes se nutren los primeros centros escolares
reglamentados (jesuitas y escolapios) y los primeros edificios educativos nacionales. Con ello, se
institucionalizan unos primeros componentes (prácticas, rituales y discursos) de la enseñanza de
la historia como las cronologías, el moralismo, la periodización, el memorismo, el nacionalismo,
etc. Cuando la historia como materia de enseñanza nació estas tradiciones discursivas y prácticas
institucionalizadas fueron retomadas, en el siglo XIX.

La presencia de la historia en la escuela, por lo tanto, no responde solamente a la transmutación


de la historia científica en conocimiento escolar, textos historiográficos convertidos a libros de
textos o rutinas docentes. Esto apenas constituye una variable de la historia enseñada, por lo
menos hay otras dos variables que considerar, la historia regulada y la historia soñada. La
primera alude a “los textos visibles (programas y libros de texto) de historia, creados,
controlados y difundidos por el Estado y los mecanismos económicos del mercado” (1998:74).

La historia soñada, por su parte, se refiere a los movimientos de renovación de la enseñanza de


la historia, a prácticas discursivas, a los paradigmas imperantes o tradiciones que promueven un
modo de enseñar la historia y le asignan un valor y una función social 140 .

139
Citado por (Cuesta, 1998, pág. 11).
140
Al respecto, (Cuesta, 1998) se detiene en dos perspectivas de la enseñanza de la historia predominantes en
España desde los 70’s, se trata de la conceptualización de lo epistemológico y lo psicológico como base de la
historia escolar. La historia como “forma de conocimiento” constituye uno de los intentos de reformulación del
código disciplinar, promueve la idea que la historia es valiosa en virtud de su gramática interna, que “enseñar
historia es enseñar lo que la historia es”, en esta lógica, la ciencia es un depósito de conocimientos que hay que
trasladar a la realidad escolar. La versión tradicional más conservadora de es te paradigma promueve un

276
La historia enseñada (práctica a secas) cobra sentido no sólo al relacionarla con la historia
soñada y la historia regulada sino fundamentalmente al asociarla con el campo profesional del
docente (regido por normas, ideologías, prácticas particulares, etc.) y a la institución en la que la
transmisión del conocimiento obedece a unas reglas particulares no necesariamente escritas. En
este punto es preciso introducir que, por tanto, el conocimiento escolar es históricamente
construido. En efecto, no se trata de un saber ya hecho, exterior a la escuela, sino que se
constituye también por los “automatismos propios del campo profesional y de la cultura
institucional a la que pertenecen y en la que viven los profesores” (1998:168).

El conocimiento histórico que circula en las aulas no es pues un precipitado del conocimiento
científico de referencia, acomodado a las edades de los alumnos, presupone la relación dialéctica
entre el saber y el poder, entre la escuela como aparato de control y como instrumento de
difusión social del saber. Es el resultado de la relación entre las disposiciones administrativas
(los programas), las estrategias de las empresas privadas (textos escolares) y la programación y
voluntad de los profesores en medio de sus prácticas ritualizadas en “rígidos e inesquivables
marcos crono-espaciales institucionalizados” (1998:169).

Por tanto, la propuesta que surge al pensar una nueva didáctica de la historia (o de las ciencias
sociales) desde una perspectiva crítica, no sólo supera la transposición de la historiografía a la
escuela, sino que plantea otra modo de enseñar la historia, que abandera una lectura socio-
histórica de la escuela, de esta manera

“nuestra propuesta de modificación de los contenidos históricos escolares significa, en


cierto modo, que la didáctica de la crítica orientada al estudio de problemas sociales
relevantes es, en cierto modo, una “didáctica genealógica”. En ella la historia encuentra

inmovilismo de los contenidos escolares que aparecen como una réplica de los científicos de referencia e ignora las
claves de cómo se genera el conocimiento en los contextos escolares (historia social o sociología del currículo) ya
que reduce los procesos educativos a la transposición de la historiografía a la escuela.
Por otro lado, la propuestas psicologistas señalan que individuos no igualmente dotados por la naturaleza son los
destinatarios de un saber ya objetivado. Postula una normativización de la enseñanza de la historia al ajustarla a
una metodología, acoplada a los rasgos esenciales de las operaciones mentales del sujeto. El constructivismo se
erige como la explicación de cómo acontec e el aprendizaje humano y cómo puede tr asladarse al contexto escolar.
En este sentido, “las aproximaciones basadas en la ‘perspectiva constructiva del aprendizaje’ requiere unas
propuestas de intervención didáctica que configuran un método de enseñanza, en el que no importan tanto los
contenidos históricos como los instrumentos conceptuales y metódicos” (1998:164). Ambas perspectivas de
enseñanza de la historia, de la cual se han nutrido experiencias y teorías de la historia regulada, ignoran la función
social y política del conocimiento histórico y la producción del conocimiento dentro del marco escolar.

277
siempre un lugar como genealogía de los problemas sociales estriba esencialmente en la
compresión y explicación sociohistórica de la realidad, lo que significa…según Fontana,
parafraseando un interesante artículo de Vilar (1988), “pensar históricamente”…
(1998:224)”.

Defender la enseñanza de la historia orientada hacia los problemas sociales implica una relación
nueva (dialéctica) entre el presente y pasado, que conduce inevitablemente a preguntarse por el
futuro, representa itinerarios diferentes en el escenario escolar y una nueva consciencia de los
protagonistas del proceso educativo.

 Enseñanza de la historia reciente

La enseñanza de la historia intenta alcanzar el desarrollo de la consciencia histórica, una visión


racional y crítica del pasado que explique el presente. Puesto que la lectura del pasado y la
influencia que él tiene sobre cada persona configura sus actitudes y las acciones presentes,
entonces “los hechos recientes –subrayado nuestro- deberían pasar a ocupar un primer plano en
la enseñanza de la historia, desde que toda interpretación de los hechos actuales depende de
alguna representación de lo que ocurrió en el pasado” (Gutiérrez, 2005, pág. 18).

La hegemonía de una historia positivista en la escuela (historia oficial, memorizada, repetida


insistentemente en los medios de comunicación y en los manuales escolares) ha negado la
historia reciente y la comprensión de los problemas sociales relevantes. A pesar de que en ella se
juegan diferentes conflictos que ponen en cuestión los “sentidos del pasado” 141 ; “que su
enseñanza permite el análisis de consideraciones éticas, políticas y sociales que son
problemáticas y se constituye como un lugar controvertido, de disputas, ya que las luchas por el
pasado son en realidad luchas por el presente” (Funes, 2006, pág. 98). No obstante, también
existen experiencias de la historia reciente llevadas a la escuela.

Y a la hora de llevar la historia a la escuela la “selección de los contenidos o conceptos es uno de


los puntos más complejos, ya que estos estarán relacionados con los dispositivos didácticos a
emplear (Parra, 2012, pág. 3)”. Responden a una intencionalidad, en función de un propósito

141
Hobsbawn, Citado por (Funes, 2006).

278
educativo; permiten la construcción de interpretaciones sobre los periodos analizados; y facilitan
la definición de rupturas y continuidades.

La dictadura Argentina, la democracia y el terrorismo de Estado se han convertido en temas


privilegiados de la enseñanza de la historia reciente en aquel país. Abundan las apuestas
didácticas para la enseñanza de ésta temática: se trabaja con testimonios, documentales,
películas, realización de afiches, lectura de escritos de diversa índole (Parra, 2012); las noticias
y medios de comunicación142 ; la historia de vida 143 ; y el abordaje de las efemérides del 24 de
Marzo de 1976 (fecha de instauración de la dictadura) 144 .

Consideremos una experiencia profesoral en enseñanza de la historia, una construcción amplia


pero con el objetivo de acercarse a la historia reciente, nos interesa resaltar como se construye la
hilaridad conceptual. Se trata de la enseñanza de la historia del siglo XX en Argentina donde se
destacan recortes temporales claros y precisos: 1880-1929; 1930-1955; 1955- 1983. Durante el
desarrollo de estas secuencias, se reconocen dos nudos conceptuales que se consideran centrales:
por un lado la economía y por otro lado el Estado. Desde la experiencia y el relato profesoral,
estos dos nudos

“son conceptos o conceptualizaciones tan grandes, que permiten irse en el buen sentido y
tomar aspectos particulares. Cuando vemos Economía, por ejemplo, los chicos tienen que saber
que vamos a estudiar, o vamos a tratar de ver, o analizar o reflexionar desde el modelo
agrario-exportador, el modelo de sustitución de importaciones y el modelo del neoliberalismo,
entonces tenés una línea de tiempo ahí de tres grandes momentos económicos, por así decirlo,
que son hasta el 30, hasta el 75 aproximadamente y desde 1975 en adelante. Por un lado el
Estado, a mí me permite como categoría política que es, introducir diferentes categorías, como
puede ser en Estado de bienestar y todo lo que es programas después de los 50, pero a la vez,

142
“utilizar los medios masivos de comunicación como fuente histórica nos invita a pensar una vez más que la
ciencia que enseñamos es fruto de una construcción y que al pasado lo conocemos únicamente por sus rastros”
(Funes & Iozzia, 2012).
143
“parte del análisis de la vida de un hombre significativo de la historia y a partir de ella intenta recons truir y
conocer el contexto y la época histórica en su conjunto… Tiene cuatro etapas de aplicación a saber: 1°Selección y
análisis de la biografía, 2° Indagación y cuestionamiento al proceso histórico, 3° clasificación y ordenamiento de la
información y 4° Integración de grupos y trabajo conjunto (Verstraete, 2012, pág. 5).
144
Brizuela (2012) se interroga por la necesidad de replantear el significado que debe atribuírsele a las efemérides
en especial a aquellas que hacen referencia al pasado reciente, ya que las celebraciones del 24 de Marzo se han
convertido en “la simple reproducción de matrices ininteligibles y desvinculadas del trasfondo histórico ”.

279
también me permite entrar en la problemática de derechos humanos que se toma con la
problemática del golpe del 76; entonces esa categoría de Estado me permite que los chicos
vayan viendo a partir de esos dos ejes, cómo se va estructurando la materia. Y cuando vemos
Historia universal o europea, para decirlo de manera más real, vamos a ser realistas en eso,
desde el Estado, se me permite ver el fascismo, el nazismo, los totalitarismos y también me
permite ver la cuestión de la democracia. Entonces, para mí esos dos grandes ejes, son los que
me estructuran la materia.” (Salto, 2012, pág. 5)

Finalmente, al entrar la historia reciente a la escuela ésta se convierte en la transmisora de ciertos


valores éticos vinculados a la democracia o a lo político. Los historiadores, educadores y la
escuela ayudarán a construir un relato legítimo de nuestra historia reciente y a difundirlo,
liderarán los deberes de la memoria.

Metodología

La realidad social es compleja en tanto es un objeto de estudio reflexivo, conformado por sujetos
que son observadores, sujetos que elaboran constructos, visiones de la sociedad y con las cuales
actúan en la misma. El sujeto es a la vez constructor y producto de la sociedad. La misma que se
complejiza más cuando el objeto de estudio es, al mismo tiempo, el sujeto de la investigación. Lo
que define a la investigación como una forma de autorreflexión de la sociedad.

Para llegar al conocimiento científico de la realidad debe haber una ruptura y un desprendimiento
con los saberes inmediatos o cotidianos, constituidos por los sentidos. Pierre Bourdieu señala que
el conocimiento sociológico recorre una dinámica de conquista-construcción-comprobación
teórica de la realidad social: “la conquista científica es el proceso de ruptura con los saberes y
nociones cotidianos. La construcción científica implica un proceso racional, de elaboración de
los conocimientos sociológicos. La comprobación científica es un momento empírico, las teorías
tienen existencia en su relación con los datos de la realidad social” 145 . Por su parte, Marx plantea

145
En El oficio del Sociólogo citado por (Mejía, 2002).

280
la destrucción del conocimiento seudo-concreto 146 y, en un segundo momento, la construcción
del conocimiento científico como la totalidad social históricamente pensada.

En esa búsqueda de comprobar el conocimiento científico en la práctica o con la realidad social


ha surgido el debate por cómo y qué investigar de lo social. Algunos autores han propuesto que
el conocimiento científico social es un proceso continuo de dos momentos epistemoló gicos:
estadístico y lingüístico, que corresponden a las perspectivas metodológicas de investigación
cuantitativa e investigación cualitativa (Ibañez, 1994). En algún momento, predominó una sobre
otra, hoy es mayoritario el ejercicio de la triangulación (combinación de varias estrategias de
investigación). A la luz de las diferencias entre ambas metodologías, cualitativa y cuantitativa 147 ,
expondremos las herramientas o técnicas investigativas que utilizaremos, considerando sus
potencialidades e implicaciones:

Encuesta

La encuesta estadística considera a cada individuo como independiente de los demás (Ibañez,
1994). “El individuo es la unidad social, establece respuestas en la encuesta sin tomar en cuenta
la influencia del medio social, del sistema de relaciones del que forma parte, y se le hace
aparecer como una sociedad constituida por una sola persona que debe ser comparada con otra
sociedad, también, de un solo individuo” (Mejía, 2002, pág. 212). El resultado es, por lo tanto, la
agregación del conjunto de las respuestas de los sujetos que desarrollan acciones aisladas.

Pero esta técnica cuantitativa tiene posibilidades de acercarse a un nivel de la realidad social que
corresponde al de los hechos fácticos. Es decir, a aquellos fenómenos que corresponden a la
exterioridad material de los actos humanos, que tienen una existencia independiente de los
sujetos, por ejemplo: condiciones socio-demográficas (edad, sexo, estado civil, nivel de
instrucción, etc.); condiciones físicas y organizativas de los espacios donde se desarrolla la
existencia social (condiciones de vivienda, urbanismo, equipamiento, servicios urbanos, etc.);
objetos que poseen los individuos (recursos, económicos, propiedades); acciones y

146
Aquella primera visión global del objeto de estudio que tiene el investigador, aún carente de contenido real,
basada en la intuición y representación, delimitado por presupuestos formados principalmente por valores
ideológicos.
147
En los anexos presentamos un cuadro comparativo que resume los planteamientos y expone las diferencias
entre ambos momentos.

281
comportamientos externos de la vida cotidiana (consumo de alcohol, ver tv, aficiones, etc.);
opiniones y actitudes referenciales; declaraciones inmediatas, perceptibles y externas de los
sujetos sin entrar en los porqué o en las motivaciones más profundas.

No obstante, ello implica una reducción analítica de la realidad social. Se comprime


analíticamente el hecho social a enunciado de observación, la realidad se fragmenta, se sustituye
por un conjunto de categorías concretas y medibles. Y, por otro lado, la realidad social se reduce
a dato, a una matriz que cruza unidades de análisis (individuos), variables (preguntas) y valores
(respuestas).

Mejía (2002) resalta algunas implicaciones que se derivan de la metodología cuantitativa:

 Reduce la realidad a individuos análogos, no toma en cuenta sus diferencias y


particularidades como sujetos reales.
 Analiza la realidad social como hechos atómicos aislados de sus relaciones sociales, la
realidad se simplifica y conceptúa expulsando el sentido de la acción, su dinámica
histórica y sus múltiples interrelaciones.
 Busca acercarse a la realidad social desde la adición de las propiedades de los sujetos
atomizados. La realidad social es resultante de los atributos individuales que componen la
sociedad.
 La cuantificación no excluye el lenguaje (juego de preguntas y respuestas), más bien lo
reduce a una sola dimensión denotativa o referencial, aquello que puede ser observable,
medido y registrable, dejando de lado toda la información que no puede cuantificarse.
 Los hechos sociales se explican de manera objetiva, lineal y en regularidades. La
explicación es objetiva porque se basa en hechos que existen fuera de la voluntad de los
individuos, la sociedad tiene una realidad por encima de la conciencia del sujeto.

Estrategias de estudio de caso de la investigación cualitativa: juego de roles, árbol genealógico,


taller de historia oral con los padres de familia, entrevistas en profundidad

En la perspectiva metodológica cualitativa la variedad de recursos técnicos para la producción de


datos –entrevistas en profundidad, historias de vida, grupos de discusión, observación
participante, diarios de campo, análisis de contenido cualitativo, y demás que puedan

282
concebirse– se lleva en una interacción estrecha entre investigador y sujetos. Esta metodología se
interesa por la vivencia concreta de los sujetos, su experiencia acumulada, sus sentimientos,
creencias, propósitos, significados y otras características importantes del mundo subjetivo.

Tal vez esto explica su carácter flexible, abierto y simétrico. Flexible porque las decisiones o
fases se modifican conforme se vaya avanzando en el estudio, se utilizan mientras son efectivos,
y se modifican según las circunstancias y el proceso de investigación lo requiera. Abierto porque
las decisiones o planes surgen y se desarrollan de manera continua en el mismo proceso de
investigación, la investigación puede generar información y resultados no establecidos en el
diseño.

Estas son algunas potencialidades de la metodología cualitativa expuestas por Mejía (2002):
 La perspectiva de la investigación cualitativa se inscribe en la tradición que asume como
fundamento de los hechos sociales la mediación del significado (Dilthey) o del sentido
(Weber). Separados del orden de la naturaleza, los hechos sociales son sistemas que
generan intersubjetividad y la esencia de su conocimiento exige la especificidad de una
perspectiva comprensiva.
 La realidad social se analiza como hechos en su contexto, situación donde se producen,
tienen sentido si son integrantes de una totalidad histórica, si son parte de un mundo
simbólico, resultados de una red de relaciones y de una historicidad determinada.
 Rompe el principio epistémico individuo y desarrolla el principio epistémico relación
para construir conocimientos de la realidad social. La sociedad se entiende como una
realidad emergente que no se deduce de sus elementos, la organización del todo genera
cualidades nuevas que no se encuentran en las partes.
 Permite descifrar la acción mediante el discurso, puesto que las acciones son siempre
reflexivas, es decir, incluyen el mundo de las representaciones simbólicas de los sujetos
con que dan sentido a sus acciones. El mundo simbólico articula creencias, valoraciones,
motivaciones y deseos de las personas. Se puede distinguir dos dimensiones en las
representaciones simbólicas: contenidos cognitivos del discurso y el contenido del
sentido del discurso.
 El lenguaje recupera las propiedades expresivas, operaciones del emisor sobre el
mensaje, las emociones, deseos y creencias del entrevistado; conativa, operación del

283
mensaje sobre el destinatario, las influencias que el contexto ejerce; estética, actuación
del mensaje sobre sí mismo, connotaciones y variaciones del habla; fáctica, operación de
verificar el medio o la entrevista, según los silencios, pausas, precipitaciones o gestos que
intervienen; metalingüística, operación de verificar el código para establecer si el
entrevistado y entrevistador hablan el mismo discurso.

Nosotros planteamos algunas herramientas de orden cualitativo (el árbol genealógico para
rastrear los lugares de orígenes de los estudiantes y su vinculación con el problema agrario y
Juegos de Roles para indagar por la comprensión que ellos tiene n del conflicto y de los actores).
En este sentido estamos operando “con datos que son discursos y se expresan en informes,
palabras, textos, gráficos e imágenes realizados en lenguaje natural, producido desde los sujetos
en situación de comunicación e interrelación sociales sobre las propiedades y naturaleza del
objeto de estudio. Permite reconstruir la trama que sostiene la lógica de la acción social” (Mejía,
2002, pág. 221).

Por otro lado, las entrevistas en profundidad con algunos profesores y estudiantes nos llevan a
afirmar que el lenguaje es un objeto e instrumento de estudio. Las entrevistas e historias orales
son técnicas que llevan a producir datos diseñados mediante el lenguaje, se analiza lo que dicen
las personas en sus declaraciones, se develan los sentimientos, intenciones, valores, motivaciones
y creencias que definen la acción social.

Estudios etnográficos o diarios de campo

La confusión en las características de la etnografía han llevado a reduc irla a un método. Su


origen en los estudios antropológicos culturales la posicionaron como la teoría de la descripción,
pero en la actualidad la tradición que se instauró con este campo “define y delimita todo aquello
que abarca la denominación de enfoques cualitativos” (De Tezanos, 2004, pág. 21).

De hecho, la etnografía es un campo de conocimiento particular que fórmula sus propias reglas y
conceptos claves para su compresión. Hablar de un método etnográfico es contrario a la tradición
antropológica de la que surgió, puesto que no existen respuestas normativas sobre el empleo de
técnicas de recolección de información o procedimientos para realizar estudios etnográficos.

284
Enunciaremos algunas características de la etnografía, retomando la tradición francesa, y las
diferencias con las investigaciones de terreno (field work research) de origen inglés y su
desarrollo estadounidense. Un primer aspecto sobresaliente es que la etnografía estudia “hechos
sociales totales…es decir, que ponen en movimiento en algunos casos la totalidad de las
sociedades y de sus instituciones 148 ”, por ello demanda del etnógrafo ser “al mismo tiempo
archivero, historiador, técnico, estadístico y hasta novelista, capaz de evocar la vida de una
sociedad entera”149 .

Los trabajos de campo son una característica fundamental y una condición imposible de evadir
en los estudios etnográficos. Y en ellos la herramienta fundamental del etnógrafo es la
observación, es imprescindible para aprehender “la totalidad de lo social que se manifiesta en la
experiencia”150 .

Otra característica de la etnografía, de carácter fundamental, es la permanencia de los


investigadores en el lugar, en el espacio físico, en el territorio donde surge el fenómeno que le
interesa estudiar. Es decir, “se reclama la inserción del investigador en la cotidianidad del otro,
durante el tiempo que fuere necesario para compenetrarse con la esencia del movimiento del todo
social” (De Tezanos, 2004, pág. 22).

La investigación en terreno a diferencia de los estudios etnográficos, más propicia


metodológicamente para esta propuesta, no sólo se sale de las culturas aborígenes y llega a
estudiar las costumbres, creencias, prácticas sociales y visiones del mundo de los barrios
populares de las grandes ciudades, sino que plantea el uso de múltiples herramientas en la
investigación con trabajo de campo. Tales como: datos estadísticos, evidencia documental,
observación y entrevista no estructurada.

La etnografía transformada en investigación con trabajo de campo (field work research) postula
como espacio de indagación propia el campo de lo cotidiano-cercano. Esta afirmación generó
cuestionamientos por la objetividad del conocimiento científico, a lo que respondieron va rios
teóricos proponiendo el desarrollo de las investigaciones en grupos (hombres y mujeres), de
suerte que permitiera contrastar la información. Otro de sus postulados, que marca una diferencia

148
Marcel Mauss (1971) citado por (De Tezanos, 2004, págs. 21-22).
149
Ibídem.
150
Lévi-Strauss (1977) citado por (De Tezanos, 2004, pág. 22).

285
sustancial con la etnografía, es que ponen en discusión la necesidad de una permanencia larga y
completa del investigador para realizar una investigación acabada del fenómeno social. Esto en
ocasión, de la cercanía del investigador del objeto investigado.

Nosotros, basados en los planteamientos que hace Araceli de Tezanos (2004), planteamos una
forma –matriz (ver anexos) de realizar los estudios etnográficos. Basados en los componentes
que estructuran los estudios etnográficos (la descripción), la conceptualización que la autora
propone sobre el concepto de prejuicios y opiniones (comentarios personales) 151 , las
orientaciones que brinda sobre el análisis y finalmente el ejercicio nos lleva a decantar en unas
categorías que permiten explicar y objetivar la observación.

151
“quiere decir un juicio que se forma antes de la convalidación definitiva de todos los momentos que son
objetivamente determinantes (Gadamer 1993: 337)… Es decir, un modo de pensar sobre lo inmediato y cercano ,
construido colectivamente y de manera natural, tanto por el investigador como por los sujetos a los cuales
observará y/o entrevista durante el trabajo de campo” (De Tezanos, 2004, pág. 70).

286
CAPÍTULO 3
SISTEMATIZACIÓN DE LA PRÁCTICA PEDAGÓGICA

En un principio delimitaremos un campo conceptual sobre el cual nos basaremos para realizar el
ejercicio de sistematización. En esa medida, sopesaremos las posibilidades de sistematizar la
práctica pedagógica en el escenario escolar en contraste con su espacio propio, la educación
popular. Luego, indagaremos por lo metodológico. Finalizaremos este capítulo con la
sistematización de la práctica pedagógica en el curso 903 de la I. E. D. Eduardo Umaña
Mendoza. Comencemos.

¿Qué entenderemos por sistematización?

La sistematización ha de diferenciarse de la investigación social (Palma, 2009). Ésta se ha


conformado y ejercido siguiendo los principios y desarrollos del positivismo, donde la
experiencia particular no ha tenido importancia; aquella, en cambio, ha sido un ejercicio
“anhelado y buscado por los profesionales de la práctica” vinculado estrechamente con la
educación popular 152 .

Sin embargo, esta forma de entender la sistematización, como opuesta a la inves tigación social,
implica reducir esta última a la corriente positivista, lo que también lleva a rechazar los métodos
(técnicas) cuantitativos y la pretensión de objetividad (verdad) del conocimiento. Sin embargo,
existen otras posturas que rescatando la diferencia entre investigación y sistematización, no
nublan la posibilidad de hacerlos “complementables”. En suma, la diferencia subyace en que

“La ciencia procede desde los principios y los confronta con hechos singulares (experimentos),
la sabiduría brota desde experiencias singulares que se transmiten hacia ciertos grados de
generalización (saber popular)…ambos procesos se refieren a la realidad y se proponen como
procesos abiertos a la crítica desde esa realidad…” (Palma, 2009, pág. 82).

La relación de complementariedad alude a que el “saber popular” sería una guía, una orientación,
para el conocimiento científico toda vez que las preguntas y tareas que surgen de la experiencia

152
“La educación popular y otras prácticas afines son actividades que se comprometen e interactúan
constantemente con los grupos y organizaciones a los que se refieren, coincidiendo con ellos en una intención
política (aunque no necesariamente partidaria) y que buscan conocer y actuar en lo singular, valorado en sí
mismo.” (Palma, 2009, pág. 80).

287
permitirían conducir los esfuerzos y técnicas de la ciencia para fortalecer aquel. Con ello se
lograrían varias efectos positivos: la mediación entre conocimiento científico y saber popular
(sentido común); la superación de la “neutralidad valórica”, que exige el positivismo, en la
medida que el conocimiento responde a intereses que nacen en la experiencia, que en muchos
casos van en contra del status quo.

Otro concepto con el que a menudo, en el contexto latinoamericano, se ha tendido a confundir la


sistematización es con la evaluación, entablando una diferenciación con ésta podemos acercarnos
a la definición del primero. Un contraste palpable entres ambos es la reducción de la evaluación
a procesos cuantitativos, en la lógica de costo-beneficio y procedimientos estandarizados, en las
que hay un profundo desconocimiento de la dinámica de la práctica, que siempre crea situaciones
nuevas en la medida que se realiza. Oscar Jara señala que la “evaluación es un hecho educativo”,
que no es sólo responsabilidad de los educadores, que al involucrar a comunidades o
participantes de un proceso en ella permite apropiarse colectivamente de los resultados. El autor
va más allá:

“La sistematización es un nivel de reflexión superior a la evaluación aunque se apoya en ésta.


Es de más largo plazo que la evaluación. La sistematización no es sólo la recolección de datos,
sino una primera teorización sobre las experiencias, en la que se las cuestiona, se las ubica, se
las relaciona entre sí, permitiendo un análisis más profundo en términos de continuidad” (Jara,
1989) subrayado nuestro.

Encontramos un punto de partida: la sistematización como una teorización de la experiencia.


Con esto, podemos entrar a preguntarnos por los objetivos de la sistematización. Muchos le
apuntan a “favorecer el intercambio de experiencias entre distintos equipos”; otros a la
“comprensión y reflexión de un equipo sobre su propio trabajo”; pero hay otro, encaminado
hacia “adquirir conocimientos (o teoría) a partir de la práctica”. Con lo cual no se excluye la
posibilidad de que un ejercicio de sistematización pueda lograr los tres objetivos, aunque en
Latinoamérica ha predominado la inclinación a enfatizar en uno de ellos (Palma, 2009).

La necesidad de traducir la diversidad de experiencias, como necesidad también comunicativa e


interpretativa, requieren instaurar un “código” o “lenguaje” para tales fines. Los objetivos

288
citados, en el trasfondo, encierran la preocupación por producir un lenguaje que permita dar
sentido, valorar y comunicar la experiencia.

Llegados a este punto, nuestro ejercicio de sistematización le apuntará a lograr la teorización de


la práctica pedagógica en el escenario escolar. Pero siendo como está la sistematización ligada a
la educación popular ¿Qué particularidades o retos le cabe a un ejercicio de sistematización en el
escenario escolar? Diego Palma advierte al respecto “podemos pensar que la práctica de los
educadores pierde mucho de su sentido si no se define en función de la posibilidad y neces idades
que le señala la práctica del grupo popular concreto al que se refiere” (2009:92). Con ello se
refiere a que el ejercicio de sistematización carecería de sentido al encerrarse sólo en el “grupo
de expertos” o en nuestro caso “practicantes” de una licenciatura, representantes de la academia,
que al fin y cabo el objetivo de sistematizar la práctica en la escuela no es tanto la generación de
“procesos populares” cuando más bien la producción de conocimiento.

A pesar del carácter transitorio de la práctica pedagógica, los objetivos sobre los que se trabajó
partían de una necesidad y una apuesta por formar políticamente a los estudiantes (“sector
popular”), aunque ellos no fueran conscientes, ni hubieran definido en conjunto con nosotros,
“los educadores”, el programa desarrollado en la práctica.

Más que un debate metodológico por el qué sistematizar: la dicotomía entre la práctica de los
profesionales o la práctica de los grupos populares, como si se pudiera separar la experiencia,
nos interesa aclarar los vínculos entre educación escolar y educación popular, para entender las
implicaciones políticas y definir la apuesta metodológica de la sistematización en el ámbito
escolar.

Marco Raúl Mejía (1991) haciendo un recorrido por el devenir histórico de la escuela formal, en
contraste con el proceso que concluyó en la conformación de la educación popular, afirma que
para lograr integrar la educación popular a la escuela formal, hay que superar varias
prevenciones: aquellas que entienden la escuela como el lugar donde se reproduce la ideología
dominante, donde no cabe la posibilidad de la contradicción ni la resistencia; y otras que
entienden la educación popular como “específica del mundo adulto”, la asimilan a un proyecto
político partidario, no la reconocen como una posibilidad de “descolarizar la educación” y, por

289
ende, no aprovechan sus potencialidades pedagógicas (procedimientos, didácticas, enseñanza,
orientaciones, políticas, etc.).

En cuanto a las implicaciones políticas de incorporar la educación popular en la escuela,

“…la educación popular le recuerda a la escuela que su proyecto histórico de constitución está
ligado a intereses sociales específicos: el de la homogenización cultural. Y que éste corresponde
a una nueva clase en el poder, que hace que su práctica corresponda a los intereses de aquellos.
Sin embargo, le muestra desde su práctica que el proceso escolar tiene espacios de relativa
autonomía que van a permitir generar procesos nuevos de búsqueda, en donde el sentido social
es diferente.

…pone alerta a la escuela y sus prácticas para que hagan el ejercicio de descubrirlos procesos de
dominación escritos en su interior, en forma de lenguaje no discursivo. Es ese poder que circula
bajo las formas de los procesos didácticos, la instrumentalización técnica, las interacciones
maestro-alumno, los procesos de traspaso de información, el lenguaje del saber y en últimas, el
poder que circula en la escuela (Mejía, 1991, pág. 94)”.

En ese sentido, realizar un ejercicio de sistematización en el escenario escolar no sólo es una


oportunidad para el conocimiento científico, sino también para la transformación social.

Ahora bien, se hace preciso detenernos en los aspectos metodológicos de la sistematización.


Palma (2009) resalta que algunos autores no toman con demasiado rigor el asunto metodológico,
bajo ideas “cándidas”, la reducen a un problema de “creatividad de pensamiento”; otros que caen
tentados por la siguiente propuesta: invitan a delimitar el objeto de sistematización mediante la
construcción de preguntas y, por otro lado, recoger la información que la práctica nos entrega,
esto conduce a un banco de preguntas que tal vez no se corresponderá con la práctica, de lo que
no sería claro la utilidad, es decir, ¿que se haría con eso?

Una metodología apropiada para la sistematización, entendida como teorizar la práctica, es la


propuesta por Sergio Martinic y Horacio Walker (1987). Parten ellos de aclarar tres conceptos:

- Experiencia se alude “no sólo a la práctica, sino también a los conocimientos y


reflexiones que orientan las interacciones [acción] que realiza el equipo de trabajo”.

290
- Proyecto, a diferencia de la experiencia, se refiere a la dimensión de “conocimientos y
reflexiones” es la lógica que “organiza la intervención en referencia a un situación
relevante de la realidad”.
- Discursos, distinto a su vez al proyecto, es la “explicitación de esa lógica, pero con fines
particulares que son distintos de ‘guiar la acción’". Es decir, cada discurso es la particular
expresión del proyecto, cambia dependiendo a quien se dirija (Palma, 2009).

Esta distinción conceptual lleva a aclarar que la práctica está vinculada con un proyecto (lógica
general), que en últimas es una apuesta intencionada por actuar sobre la realidad. Así pues, serían
tres momentos metodológicos:

“-Se reconstruye el proyecto a partir de los variados discursos (documentos propuesta, diarios
de campo, evaluación, informes...), ninguno de los cuales refleja al proyecto de manera directa y
transparente.

-En esa lógica se identifican las hipótesis centrales que, en distintos momentos de la misma,
articulan racionalmente las actividades que se proponen con los efectos que se esperan.

- La tensión (esperable y normal) entre el proyecto y la práctica, indica hacia ciertos puntos
hipotéticos que no están suficientemente poseídos, en toda su complejidad y riqueza, por los
sujetos de la experiencia” (Palma, 2009, pág. 98).”

Este método no proporciona la teoría, sino que, al final, pasa por el trato teórico de las
situaciones prácticas. Lo que significaría que el resultado obtenido de la aplicación de este
método se contrastaría con el discurso de las ciencias sociales frente a esa realidad.

Sistematización de la práctica pedagógica en el curso 903 de la I.E.D. Eduardo Umaña


Mendoza

Reconstrucción del Proyecto

Desde que iniciamos el proyecto pedagógico, en el 2012, siempre tuvimos claro que la práctica
la haríamos en la escuela, durante todo este año, pensamos muy poco en la propuesta que
llevaríamos al escenario escolar, nos dedicamos por completo a trabajar en el problema social,
cuyo título: “ley de víctimas y restitución de tierras: análisis histórico del conflicto agrario”, en
cierta forma, nos dio luces sobre el trabajo pedagógico que desarrollaríamos en la escuela. Nos

291
decíamos en ese entonces nuestra propuesta será llevar una experiencia de restitución de tierras
(un caso específico) al escenario escolar.

En la primera propuesta pusimos énfasis en tres aspectos: 1. Justificar el porqué llevar la


enseñanza de la restitución y, por ende, el conflicto agrario a la escuela. La idea de la
justificación nos surgió en la marcha del 6 de Marzo, día internacional de las víctimas de
crímenes de Estado, donde accedimos a un documento que repartió el MOVICE en el cual
manifestaba 15 objeciones a la ley de víctimas y restitución, también por la charla que
sostuvimos con un campesino durante aquel día, nos contó que la “famosa restitució n” lo había
mandado para otras tierras infértiles y muy distantes de donde vivía antes, esto nos inquietó. 2.
Los objetivos de la propuesta, los cuales eran:

“Objetivo General: Proponemos integrar a la enseñanza de las ciencias sociales escolares la


indagación histórica sobre el conflicto agrario colombiano como medio para la comprensión de
las problemáticas actuales del país. A través de la reflexión acerca de los diferentes tratamiento
dados por el Estado colombiano, en diferentes periodos de nuestra historia, a dicha
problemática. Los cuales hemos llamado en nuestro estudio proyectos de Nación.

Objetivos específicos:

- Problematizar la ley de víctimas y restitución de tierras con un ejercicio de análisis histórico


del conflicto agrario y la enseñanza del problema agrario en la escuela actual por medio de un
caso de restitución de tierras en el municipio de San Onofre, Sucre.

- Construir la enseñanza de la historia reciente como un marco pedagógico de las pedagogías


críticas. Poniendo en discusión las pedagogías críticas con el marco pedagógico y didáctico que
nos brinda la línea de Formación Política y Reconstrucción de la Memoria Social.

- Elaborar unidades didácticas que permitan darle un sustento ordenado y problemático al


desarrollo histórico del conflicto agrario en el caso específico de restitución de tierras.

- Proponer la enseñanza de la historia reciente como estrategia de formación política al curso de


9° en la Institución Educativa Distrital Eduardo Umaña Mendoza”. Primera redacción de la
propuesta pedagógica en Anexos.

292
Presentada esta primera iniciativa recibimos algunas recomendaciones, que removieron el temor
que teníamos, que no habíamos considerado lo pedagógico ni lo didáctico, brillaban por su
ausencia en la propuesta. Sobre los objetivos tampoco estábamos muy seguros, algunos ya
estaban implícitos y otros distorsionaban nuestra intención inicial.

Como a finales de Marzo habíamos ido al colegio, para conocer sus instalaciones con más
detalle, habíamos anotado:

“La infraestructura es adecuada para recibir educación en condiciones dignas, a pesar de ser
numerosa la población estudiantil, las instalaciones son adecuadas, están bien dotadas,
dignifican la labor del docente y al estudiante. La aplicación de esta política pública de construir
mega-colegios contrasta con la tendencia neoliberal de crear un mercado escolar, donde no sería
responsabilidad del estado garantizar la educación de los colombianos sino de cada familia
según su capacidad de pago”. Diario de Campo 001, 03 de Abril del 2013.

Entonces esta primera percepción del colegio nos sirvió para entrar en el debate pedagógico, al
encontrarnos con los mega-colegios nos pareció interesante contrastarlos con el neoliberalismo
en la educación, en Latinoamérica. Posteriormente, con la inclinación por las pedagogías críticas
producto del conocimiento de los debates que a las posturas neoliberales le han planteado,
optamos por acercarnos a su marco interpretativo. En esa medida, apareció otra preocupación y
era como entender el asunto didáctico. Luego, la orientación más clara al respecto era la
enseñanza de la historia reciente, entonces nos encaminamos en la búsqueda de este horizonte,
tratando de vincular ambas perspectivas.

Al tiempo que fuimos dándole forma a la propuesta también empezamos a hacer la


implementación. El primer contacto con un grupo fue a principios de Abril que estuvimos con un
séptimo realizando un juego de roles, de esta actividad concluimos la necesidad de trabajar con
un grupo más avanzado para poder introducir el tema del conflicto agrario y de la restitución, en
vistas que el núcleo temático que deseábamos abordar tenía poca fundamentación con los
muchachos a diferencia de los novenos. Además, porque el plan curricular de ciclo IV (octavos y
novenos) señala que corresponde tratar la historia del siglo XX en Colombia, la violencia y el
conflicto social y armado.

293
Comprendiendo la necesidad de darle orden a nuestra práctica y tener la claridad de los
objetivos, metodologías y recursos para cada clase optamos por desarrollar unidades didácticas
antes de cada intervención, nos pareció un trabajo tedioso e inoficioso porque nunca resultaba
como lo planeábamos. Además, en algún momento, nos llevó a desviarnos del objetivo de la
práctica.

El miércoles 24 de abril desarrollamos la primera unidad didáctica, así transcurrió:

“Llegamos sobre el tiempo pero a la expectativa de este nuevo curso (903) con quien
tendríamos la oportunidad de iniciar nuestras primeras experiencias pedagógicas. Contábamos
con un tiempo de una 1 hora y 40 minutos. Cuando llegamos el profe Sebastián, egresado de
Sociales de la UPN, ya les había comentado que nosotros estaríamos con ellos, así que, al
retrasarnos un poco, se había creado una especie de expectativa por nosotros.
La actividad fue pensada para integrarnos con ellos y conocerlos. Llegamos, había un poco de
indisciplina en el salón, gritos y recochas en grupos, al advertir nuestra presenc ia el profesor
procedió a llamar la atención y se vio obligado a subir el tono para que lo escucharan y se
dispusieran a escucharnos.
Nos presentamos, confieso que estaba un poco nervioso, pero supe llevar los nervios al iniciar
de inmediato planteándoles el juego de roles, todos se mostraron inquietos por saber de qué se
trataba, pues al parecer ninguno había hecho algo similar.
Hubo dificultades en que ellos comprendieran que significaba asumir un rol, se los explicamos
antes de conformar los grupos y después grupo por grupo.
Los grupos se conformaron de acuerdo al rol: les escribimos los roles en el tablero, pero de
ellos, los 35 estudiantes se agruparon en los siguientes: paramilitares, guerrilleros, medios de
comunicación, campesinos, terratenientes y soldados.
Distribuidos los roles en los grupos comenzamos a darles recursos y asesorarlos planteándoles
características propias de esos roles y refiriéndoles, de una vez, sobre que versaría el debate. A
los medios de comunicación les adjudicamos la responsabilidad de iniciar los debates, dando
una noticia, la cual se las facilitamos nosotros, la idea era que ellos la sintetizaran y causaran el
debate. Esto no ocurrió. Fui yo el que terminó poniendo el asunto en público sobre los que los
actores hablaron, incluidos los medios de comunicación.
Varios problemas comenzamos a vislumbrar antes de iniciar el debate:
1. La incapacidad de los estudiantes para asumir el rol debido al desconocimiento de lo que
políticamente eso significa. En ese sentido, los actores armados son más fáciles de representar

294
porque sus acciones son reiteradamente presentadas por televisión. Pero no hay una lectura
política del conflicto.
2. La mirada sobresaliente sobre el conflicto agrario se reduce a la confrontación de los actores
armados, versión que manejan los medios de comunicación.
3. En una localidad urbana-rural como Usme hay un desconocimiento profundo del papel del
campesino en la sociedad y un desarraigo profundo con la tierra. Además, en una zona histórica
en cuanto al problema de la tierra los estudiantes del curso parecen desconocer ese pasado.

Iniciado el debate se postularon varios asuntos sobre los que esperábamos los estudiantes
sentaran posiciones desde su rol. Las noticias que habíamos concebido como recursos
terminaron ayudándonos a abrir los debates entre los distintos roles. Temas como el proceso de
paz, el paramilitarismo, los falsos positivos, las masacres de campesinos, la concentración de la
tierra, etc. Fueron algunos en los que se les vio a los estudiantes responder, en la medida que los
interpelábamos con preguntas para que lo hicieran. Preguntas como: ¿si se encontraran un
guerrillero, un soldado y/o un paramilitar sin armas, para negociar, que se dirían? ¿Qué tiene
que decir el ejército sobre los falsos positivos? Una pregunta a los guerrilleros ¿La guerrilla es
terrorista? En fin. Algunas intervenciones de los estudiantes fueron de denuncia, otras de
improperios e insultos, otros asuntos personales de guerrilleros contra paramilitares y soldados.
Las respuestas de los estudiantes se dieron, pero en algún momento, también se dio una
confrontación real con bolas de papel, lanzadas de un lado a otro, el conflicto se tomó el aula.
Nos tocó llamar la atención sobre este asunto y parar la actividad. El profe que estaba
participando en uno de los grupos, vino en nuestra ayuda y llamó la atención, de nuevo, fue
alzando la voz y en un tono serio.
Finalmente, concluimos sobre el tiempo preguntándoles a los estudiantes sobre si era
conveniente la paz. A pesar de que todos asentaron ninguno se atrevió a decir por qué”. Diario
de Campo 003, 24 de Abril del 2013.

En efecto, este espacio que nos abrieron constituía el primer ejercicio sistemático de práctica que
haríamos, pero cuando regresamos a los 15 días, nos encontramos con qué el espacio de una hora
y cuarenta minutos había cambiado. Sin duda, esto cambió bastante nuestras expectativas de
trabajo, esos cuarenta minutos nos hicieron replantear las unidades didácticas y hasta los
objetivos de la práctica. A la escasez de tiempo se sumó la metodología del ciclo: “nuestra
apuesta se enmarca en la dinámica de ciclo IV (8° y 9°). Estos cursos integrados bajo el tema de
“El modelo de desarrollo para el país” tenían cuatro fases: 1. Conceptual (4 semanas: 22 de Abril

295
a 17 de Mayo); 2. Tutoría (20 al 24 de Mayo); 3. Énfasis (27 al 31 de Mayo); 4. Socialización (3
al 7 de Junio). Luego se modificó este cronograma y la semana de énfasis se postergó y la
socialización al parecer no tendría lugar.”Diario de campo 003, 8 de Mayo del 2013.

Dada esta dinámica interna del colegio nuestra propuesta la enmarcamos en esta metodología.
Por ello, la puesta en práctica de nuestra propuesta pasó por esta consideración. Así en la
implementación de las primeras unidades didácticas optamos por poner el acento en lo
conceptual. De esta manera, el 8 de mayo llegamos con el objetivo de profundizar en los
conceptos claves del conflicto agrario, tal y como la habíamos expuesto en el núcleo temático de
la unidad didáctica (véase anexos unidad didáctica 001).

Lo que pasó en esta segunda sesión fue que intentamos explicar magistralmente, en una especie
de seminario alemán, tal como estábamos acostumbrados en el ambiente universitario, los
conceptos que consideramos fundamentales sobre el problema agrario, tomados de nuestro
problema social, el panorama fue desalentador,

“Llegamos ese día tarde, por las dificultades con el transporte de Bogotá y por no tener en
cuenta el tiempo de los trancones y movilizarnos sobre la hora. El otro inconveniente fue que
nos encontramos con el salón abierto y con algunos estudiantes esperando al profesor adentro y
afuera, en fin necesitaban de la presencia del profesor para iniciar la clase, la presencia mía no
fue suficiente, tampoco hice esfuerzo en llamarles opte por esperar que llegara el profe que se
encontraba en una reunión de ciclo. En fin, tuvimos cerca de 25 minutos apenas de clase.

La dinámica fue tratar de acercar por medio de una exposición magistral los conceptos
planteados, la escases de tiempo, la necesidad de abarcar en profundidad los conceptos para
hacerlos entendibles y la dispersión de los estudiantes dificultaron la tarea. Fue muy arriesgado
y pretensioso intentar abarcar todo ese núcleo conceptual tan aprisa y de esa forma.” Diario de
Campo 003, 08 de Mayo del 2013.

En las otras sesiones que hubo, el 15 y 22 de Mayo, reproducimos la misma dinámica:


formulamos una unidad didáctica 153 e intentamos abordarla en el espacio de cuarenta minutos.
En esta ocasión nos ocupamos del problema de las víctimas, tratamos de presentarles varias
noticias y algunos apartados de programas de televisión (novelas) para que los estudiantes

153
Anexos unidad didáctica 002

296
comprendieran la forma como entendían a la víctima desde un discurso oficial, comparado con la
forma como lo asumían las organizaciones. También pretendimos caracterizar la región de los
montes de María, donde queda San Onofre 154 , lo cual no resultó. No habíamos dimensionado lo
que significaba hacer una clase de 40 minutos, que combinada con los problemas técnicos que se
nos presentaron para las proyecciones, se esfumaron. Así acontecieron las cosas ese día,

“Nosotros por nuestra parte empezamos la emisión de los videos con un retardo adicional
debido a que el computador conectado al Video Beam, no tenia los drivers o códec necesarios
para reproducir el formato de uno de los videos que traíamos, por tal razón solo pudimos emitir
uno de los videos de los que teníamos dispuestos para la actividad, en especifico el
correspondiente a Noticias UNO sobre los falsos positivos. Frente a tal eventualidad debimos
improvisar una explicación del video faltante, que consistía en la versión de Noticias RCN, de
la misma noticia.

Luego procedimos a interpelar con algunas preguntas a los estudiantes, buscando identificaran
las diferencias entre las dos versiones emitidas de la misma noticia, sin embargo las
intervenciones fueron limitadas y no llenaron nuestras expectativas, salvo por una en la que un
estudiante hizo referencia a los medios alternativos de información, en la que él los consideraba
mas objetivo, sin embargo no fue posible profundizar en esta afirmación.

Procedimos con la actividad complementaria la cual consistía organizarlos por grupos a los
estudiantes, lo que fue bastante fácil, y cuestionarles acerca de algunas noticias impresas sobre
el tratamiento de las victimas por los medios de comunicación. Debido a que el tiempo se nos
agotó no fue posible concluir esta actividad y dejamos de tarea para la siguiente clase la
consultar una de su interés, excluyendo temas como farándula, deporte, ciencia y tecnología,
con el fin de que identifiquen las victimas y argumenten la razón de por qué lo son”. Diario de
Campo 004, 15 de Mayo del 2013.

A los ocho días siguientes, o sea el 22 de Mayo, nos encontramos con la esperanza que los
estudiantes hubieran hecho la tarea, lo cual no sucedió, entonces el escenario nos obligó a pedir
la conformación de los grupos de trabajo de la semana pasada y a que trataran de recordar una
noticia que hubieran visto, ninguno recordaba nada, no sabemos si porque no veían noticias o si
porque resultaban efímeras para ellos las informaciones que pasaban los canales de

154
La idea de tomar a San Onofre como caso especifico fue gracias a la sugerencia del profesor Sebastián que nos
facilitó un documento para que conociéramos el caso.

297
comunicación, les dijimos que tal vez una noticia que hubieran leído en el periódico, nos
respondieron que tampoco los leían. Algunos hicieron chistes, con relación a una noticia de
farándula muy sonada, el nacimiento del hijo de Shakira. Nos tocó de nuevo asesorarlos y
prestarles algunas noticias recortadas que llevamos, para que tuvieran una idea de lo que
queríamos, nuestro propósito era que se pusieran e n el papel de un medio de comunicación e
informaran sobre un asunto importante, todo el curso sería los oyentes. Sólo pudimos hacer la
socialización de una noticia, “la muerte de tiro fijo”, por unas estudiantes que no se lo tomaron
muy en serio. El tiempo no dio para más.

Del 10 al 14 de Junio se realizó la semana de énfasis,

“…La dificultad del poco tiempo que teníamos para intervenir de una u otra forma se superó en
estos días pues estaríamos con el grupo cerca de 11 horas. Claro está, que todo el grupo no se
mantenía intacto, la ventaja de los ciclos es que permite agrupar a los estudiantes de los distintos
cursos, para este caso, octavos y novenos, en torno a una temática específica y un énfasis. El
énfasis que trabaja el profesor Sebastián, quien nos abrió el espacio en el aula, es medios de
comunicación en la escuela. Nosotros propusimos esta unidad didáctica para agrupar por un
lado el énfasis y, por el otro, nuestra apuesta en la práctica pedagógica”. Diario de Campo 005,
Junio 11 del 2013.

Así fue como nos pensamos la tercera unidad didáctica (anexos) para realizar durante esta
semana. Pusimos todo el esfuerzo en las actividades, estuvimos tres días con los estudiantes 11,
12 y 13 de Junio. En la unidad didáctica contemplamos la siguiente metodología para aquellos
días:

“En un primer momento, distribuiremos a los estudiantes en grupos y luego les daremos la
opción de que escojan un medio de comunicación (prensa, radio o televisión). El objeto de
estos encaminarlos en la construcción de un relato o un discurso que va a circular por este
medio, ellos tendrán que producirlo. En un segundo momento, se hace preciso interrogarlos por
lo que van a contar por ese medio. Ejemplificando algunas noticias o versiones de hechos que
pasan por estos medios e igualmente exponiéndoles grupo por grupo las estrategias de
manipulación mediática frecuentes, esperamos darles algunos elementos para que ellos avances
las construcciones de sus relatos. En un tercer momento, después de producidas las noticias
esperamos poder socializarlas con todo el grupo, en torno a ellas, hacer una auto-evaluación de
la actividad”. Unidad didáctica 003.

298
Recopilamos toda la información que necesitábamos (noticias de periódico recortadas,
seleccionadas, que fueran estrictamente sobre el conflicto social y armado y sobre el conflicto
agrario, también noticias televisivas y radiales) y gestionamos los recursos (grabadora, cámara
de video y algunos implementos para hacer las noticias de prensa). También nos fuimos a
trabajar a un lugar apropiado, la biblioteca del colegio, que les servía a los estudiantes para
buscar información, como en algún momento lo hicieron.

Una de las situaciones no prevista fue que el grupo de énfasis de ciclo IV se conformó con 20
estudiantes de grado octavo y 15 estudiantes de los tres novenos, es decir, del grupo que venía
trabajando con nosotros apenas habían cinco estudiantes. Lo que hicimos fue dividir al grupo,
octavos por un lado, novenos por el otro. En este sentido, la actividad de esos días no la hicimos
como si fuera una continuidad de las intervenciones anteriores, a pesar que comprendíamos la
necesidad de abordar con estos chicos algunos conceptos fundamentales tratados en las sesiones
anteriores:

“…Conformados los dos grupos, con la intención de volverlos a agrupar, nos dispusimos a
trabajar con ellos por separado, intentando introducirlo en la temática, indispensable para la
realización del taller. Les expusimos pues las estrategias de manipulación mediática de Noam
Chomsky, intentando cuestionarlos por la forma como los medios de comunicación realizan el
proceso informativo. Y esto en permanente relación con el conflicto social y armado que vive el
país.

En el caso de los estudiantes de octavo fue necesario retomar aspectos temáticos tratados con
anterioridad con el grupo de noveno, en especial se les explicó brevemente en qué consiste el
proceso de la comunicación antes de introducir la explicación acerca de las estrategias de
manipulación mediática” Diario de Campo 005, 11 de junio del 2013.

Luego de terminada ésta explicación les pedimos a todos que formaran grupos de trabajo
entonces “…fue llamativo que los grupos estuvieran pre-establecidos, es decir, se conformaron
cinco grupos, los de noveno por su lado, los de octavo con los suyos, además de ser del mismo
curso, también era amigos, es decir, aquellos grupos que se van consolidando en el escenario
escolar entre los estudiantes con los cuales se recocha, se forjan alianzas, pactos, sentimientos y
siempre se buscan para todo tipo de actividad o trabajo” Diario de campo 005, 11 de junio del
2013.

299
Cuando los grupos estuvieron conformados les pusimos como primera tarea que escogieran un
medio de comunicación (prensa, radio o televisión). Uno escogió la radio, otros dos la televisión
y otros dos la prensa. ¿Qué aconteció en cada grupo?

“El gran problema que se afrontó después se resume en intentar responder a ¿qué decir por este
medio? Les condicionamos la respuesta a temas relacionados con el conflicto armado y social.

El grupo, integrado por 5 chicas del 903, con quienes ya habíamos trabajado, estaban muy
dispersas y dieron dificultades para definir un tema para elaborar la noticia. El ejercicio que hice
fue mostrarles algunas noticias de prensa recortadas que había llevado para identificar los
elementos que tienen este tipo de noticias, en cuanto a la forma como son elaboradas y
presentadas. Este ejercicio comparativo sirvió para que ellas tuvieran en cuenta algunos
elementos que podrían aparecer en su noticia. En cuanto al contenido de la noticia, les costó
concretar sobre que abordarlo. Fueron muchas las interpelaciones que yo les hice frente a los
temas o asuntos que ellas querían tratar. Les dije que empezaron por formularse una pregunta,
lo hicieron preguntándose ¿Cuál es el origen del conflicto?

Una de ellas, la más activa y la que más se empeño en realizar el taller durante la jornada,
respondió animada que por “la corrupción del gobierno”. Mientras tanto, las otras chicas se
encontraban dispersas: una de ellas tenía una facilidad extraordinaria para dispersar y distraer a
todos, incluso a mí, contando anécdotas, chistes o bromeando ante la menor cosa que se
mencionara o sucediera alrededor; otra de ellas, con sus audífonos pegados todo el tiempo a sus
oídos, de vez en cuando hablaba para participar de las bromas, no dejaba de escuchar música;
otras dos, más tímidas, permanecían calladas, a veces hablaban y otras tantas se reían
discretamente de lo que pasaba a su alrededor.

…cuando se pusieron de acuerdo en la respuesta, que ya tenían por escrito, al interrogante del
que partieron me llamaron para que les confirmara si estaba bien. Yo les respondí
preguntándoles ¿será que el problema de la permanencia del conflicto es un problema de mal
gobierno solamente? Ellas no comprendieron muy bien y les expliqué. Mientras me remontaba
a la violencia de los cincuenta y al origen de las Farc, tratando de tomar el problema agrario
como el hilo conductor del conflicto armado y social del país, se seguía presentando la
dispersión del grupo de trabajo.

Continúe explicándoles sobre el origen y el desarrollo del conflicto social y armado. Al final,
llegaron a la conclusión de que era demasiado largo y requería mucho trabajo responder al

300
interrogante planteado al inicio. Volviendo entonces a ver las noticias recortadas que les había
llevado, se detuvieron en una donde se entrevistaba a un personaje. Al ver que resultaba más
sencillo pensar en entrevistar a alguien, porque sería sino transcribir preguntas y respuestas, a
una de ellas se les ocurrió hacer una entrevista a un guerrillero, de inmediato otra chica dijo que
al “mono Jojoy”, en el caso hipotético de que este todavía estuviera vivo. Ahora el problema
era que preguntarle. Sintieron la necesidad de conocer quien fue ese sujeto. Se vieron en otro
problema que no sabían dónde buscar, lo primero que pensaron fue en internet. Terminaron
viendo grabaciones de él, subidas a you tube.

Otro grupo, conformado por 3 chicas y 2 chicos del 901…optaron por la radio. Cuando les
plante que formularan una pregunta, también rondó sobre el origen del conflicto. La pregunta
que se formularon fue “¿qué es el conflicto armado en Colombia y el desplazamiento de la
población campesina, indígena, afro-descendiente?” Les propuse que construyeran las
respuestas por escrito para posteriormente grabarla, ellos y ellas lo hicieron como un relato. Lo
que me pareció interesante de la pregunta de estos muchachos fue que al preguntarse por el
desplazamiento y su relación con el conflicto social y armado que vive el país, se remitieron al
origen del conflicto armado e intentaron hacer una relación entre el pasado y la historia reciente.

…Con los grupos de octavo…se prosiguió con aclararles los objetivos del trabajo que
llevaríamos a cabo con ellos, con el fin de que le dieran la seriedad correspondiente, hasta fue
necesario aclararles de que este seria evaluado, ya que al parecer algunos parecían creer que tal
vez no lo seria para posteriormente proseguir con la siguiente actividad, la cual consistió en
que cada grupo se hiciera un pregunta sobre el conflicto social y armado del país para luego
tratar de responderla documentándose desde distintas fuentes y echando manos de distintas
herramientas, en especifico de la internet, la prensa escrita, los libros de la biblioteca y la
entrevista a sus profesores y familiares, con el fin de que construyeran un relato documentado
desde distintas versiones que los llevara a asumir un posicionamiento al responder la pregunta
que previamente ellos mismos se habían formulado, para posteriormente elegir un formato de
difusión de la información, el que ellos consideraran más adecuado. Sin embargo, la primera
dificultad consistió en el hecho de que no sabían cómo formular una pregunta, primero porque
en lugar de preguntar afirmaban, es decir no usaban palabras interrogativas, o porque al
formular la pregunta introducían en ella la respuesta que ellos consideraban, por lo que fue
necesario ayudarlos con la formulación tratando de mantener el mayor grado de autonomía en la
formulación.

301
El primer grupo de octavo, resulto ser el más aplicado, y al a vez el más diverso, estaba
compuesto por alumnos de distintos salones, tanto hombres como mujeres. Estos se
preguntaron ¿por qué se enfrenta la guerrilla con el estado? y decidieron que la presentarían
como una notica de noticiero de televisión, el segundo grupo por su parte estaba compuesto por
estudiantes de un mismo salón y todos hombres, ninguno tenía intención de trabajar, todos
pretendían delegar su trabajo a otro, lo que les impedía avanzar. Estos se preguntaron ¿Cuál es
el origen del conflicto armado? y decidieron, al igual que el primer grupo, hacer una noticia de
televisión. Luego de convenir con cada grupo la pregunta y el formato en que lo iban a
presentar, se dispusieron a investigar el resto de la jornada en el colegio, se les sugirió que
hicieran comisiones que adelantaran trabajo por cada fuente a investigar, el primer grupo tomó
en cuenta la sugerencia y se dividieron en cuatro grupos de máximo tres personas, para hacer su
respectivas consultas a las fuentes, el segundo grupo de octavo por el contrario tomaron la
cámara de video y se fueron en grupo hacer las entrevistas hasta que se quedaron sin batería, y
luego igualmente en grupo tomaron el computador para consultar en la internet. Al terminar la
jornada el primer grupo había adelantado gran parte del trabajo propuesto para este día y por el
contrario el segundo grupo habían adelantado muy poco y no tenían ningún material escrito.”
Diario de Campo 005, 11 de Junio del 2013.

Imagen 2.Guión de la noticia radial

Imagen 3.Caricatura realizada para


ilustrar la noticia sobre el
desplazamiento
Imagen 1.Noticia elaborada por estudiantes
del 903

302
Al día siguiente los estudiantes se ocuparon de producir la noticia, organizando la información y
creando el producto final. En algunos casos hubo un trabajo honesto, en otros, como el caso de
las chicas del curso de 903 (imagen 1), copiaron literalmente una entrevista que le habían hecho
al “mono Jojoy” de you tube. Le dedicaron más a la presentación que al contenido. Otros se
dedicaron a relajarse andaregueando por el colegio. Al otro día asistiríamos para hacer la
socialización.

Tuvimos que definir unos criterios para evaluar este trabajo, que nos exigió el profesor pues
buena parte de la semana de énfasis estuvimos con los estudiantes y “había que sacar notas”. La
evaluación fue un desastre, según nuestros criterios y también por la “calidad” del proceso:

“…Comenzamos la socialización con el relato radial, al igual que en la presentación de los


videos no hubo ningún tipo de comentario, ni de opinión frente a ellos. Tras de cada
presentación de las respectivas noticias intentamos preguntarles frente a la elaboración, frente a
los conceptos que ellos mismos enunciaron, pero fue infructuoso.

Cuando el último grupo presentó la noticia, el grupo de 903, las 5 chicas que hicieron la
entrevista sobre el “Mono Jojoy” se formó un debate. Ellas hicieron alusión a las 3 preguntas
hechas y a las respuestas. Una de ellas era sobre la extradición, el profesor Sebastián, que había
estado presente en casi toda la socialización, les preguntó ¿qué es la extradición? A lo que
dieron una respuesta aceptada por el profesor, después les preguntó ¿de qué guerrilla era el
Mono Jojoy? Todas las muchachas tambalearon y dudaron en responder. Ni siquiera se
tomaron el trabajo de leer en la noticia, pues ahí decía claramente que él pertenecía a las FARC.
Eso lo que evidenció es que solo una había estaba enterada de que trataba la entrevista, la que
había escrito la noticia. De hecho, ella fue la que respondió.

Después preguntó el profesor por la diferencia entre un guerrillero y un paramilitar, hubo una
respuesta vaga. En vistas de estas claros vacíos conceptuales, el ambiente se tornó tenso, el
profesor llamó la atención por lo que había pasado, pues una diferencia que debería ser
elemental y no lo estaba, daba mucho que decir de esos dos días de trabajo, donde prácticamente
no se había aprendido mayor cosa.

Hubo algunas intervenciones de estudiantes donde, en un tono auto-reflexivo, hablaron del


relajo que habían tenido para con la actividad, donde reconocían que no nos habían
comprendido muy bien por no prestarnos la suficiente atención y por no preguntar” Diario de
Campo 005, 13 de junio del 2013.

303
Ese día nos fuimos muy desanimados pues sentimos que todo el esfuerzo había sido en vano, ni
siquiera habíamos logrado que diferenciaran los actores armados. También debemos confesar
que nosotros nos convencimos que la práctica ya estaría abordada con estas intervenciones y, por
ende, al acabarse la semana de énfasis terminábamos la implementación. Pero la forma como
concluyó este ejercicio nos dejó con un sinsabor. Luego, en los meses siguie ntes, que nos
dedicamos a concretar la propuesta pedagógica nos dimos cuenta la desviación que habíamos
tenido por cuenta de mediar entre los intereses de nuestra propuesta y los del ciclo y del profesor
que nos abrió el espacio. En esta medida nos tocó re considerar nuestros objetivos con la
clarividencia que no estaban bien planteados, que no recogían la intención con la que íbamos a
la escuela, así que los reformulamos:

 Integrar a la enseñanza de las ciencias sociales escolares la indagación histórica sobre el


conflicto agrario colombiano como medio para la comprensión de las problemáticas actuales del
país.
 Problematizar la ley de víctimas y restitución de tierras con un ejercicio de análisis
histórico del conflicto agrario y la enseñanza del problema agrario en la escuela .

De esta manera, empezamos a contemplar la necesidad de volver al colegio en la persecución de


éstos que representaban con más acierto nuestros intereses pedagógicos. Además porque
necesitábamos realizar algunos ejercicios de caracterización y algunas entrevistas a los
profesores. Solicitamos de nuevo el espacio en el curso 903, pasamos una propuesta escrita, con
un cronograma de actividades que nos permitieran conseguir el segundo objetivo. Lo haríamos
en tres sesiones.

La primera actividad, el 30 de Octubre, fue la ubicación y caracterización de San Onofre (sucre),


con ayuda del croquis de Colombia (Imagen 4) y del mapa de las subregiones del municipio
(Imagen 5) no solo diferenciamos geográficamente el territorio sino que permitió describir y
justificar por qué son tan ricas estas tierras. En un mapa cada estudiante Ubicó las respectivas
actividades económicas (sus riquezas naturales, mineras y la de sus suelos) de cada una de las
cuatro subregiones. También las características históricas y sociales de sus pobladores.

304
Imagen 4. Taller de caracterización Imagen 5. Taller de caracterización.
¿dónde está San Onofre? Subregiones de San Onofre

El miércoles 6 de noviembre se continuó con la propuesta para la finalización de la


implementación, la consecución del otro objetivo “Problematizar la ley de víctimas y restitución
de tierras con un ejercicio de análisis histórico del conflicto agrario en un caso de restitución
(San Onofre, Sucre)”. Cómo se tenía pensado para este día la actividad ocuparía la “narración de
los hechos dramáticos como fueron intimidados, desplazados y despojados los campesinos”. Les
mostramos un documental, “la tierra prometida” realizado por Hollman Morris en su programa
Contravía, que consistía en el relato de los campesinos de Sucre, entre ellos los de San Onofre,
de cómo los sacaron de sus tierras en 1997 y co mo les impedían regresar al 2010. Y finalmente,
abordamos la contextualización histórica del fenómeno del paramilitarismo:

“…hicimos una exposición enfatizando en dos aspectos: las leyes que legalizaron el
paramilitarismo, aludimos directamente al “estatuto de seguridad y defensa de la democracia”
expedido en 1978, el cual permitió que las fuerzas armadas dotaran de armamento a la
población civil.

Y también nos detuvimos en las convivir, dado que dos de los jefes paramilitares que
acapararon tierras en San Onofre, alías Cadena y alías Pelufo, eran miembros de las convivir
instauradas bajo el gobierno departamental de Álvaro Uribe Vélez en Antioquia. Nos centramos

305
en señalar como la existencia de las convivir facilitó la expansión y la centralización del
paramilitarismo.

El otro objetivo era pormenorizar las relaciones del fenómeno paramilitar al nivel político,
económico y social. Lamentablemente, cuando empezábamos con este análisis se nos acabó la
clase” Diario de Campo 007, 6 de Noviembre del 2013.

A los ocho días siguientes re realizó la última actividad programada, en el marco de la semana de
énfasis, de nuevo tocó lidiar con un grupo nuevo, los estudiantes con que habíamos hecho las
actividades anteriores estaban en otro énfasis,

“Me lleve una sorpresa al encontrarme con el grupo de énfasis, sólo habían alrededor de cinco
estudiantes del grupo 903, me cuestione por el sentido que tendría hacer la exposición sobre la
ley de víctimas y restitución si no estaba el grupo que ya tenía algunas bases o con los que
habíamos trabajado desde hace veinte días en la consecución de nuestro objetivo de
implementación.

Pero como ya estaba involucrado y me encontraba en medio del escenario escolar opte por
contextualizar a los nuevos. El ejercicio de improvisación siempre tuvo sus dificultades, tenía
que hacerme entender de estudiantes de octavo y noveno, que conforman el ciclo IV, traté de
introducirlos, como ya lo había hecho en ocasiones anteriores, en la historia del conflicto agrario
y en las dinámicas de la violencia. Lo hice cuestionándolos de nuevo por las dinámicas de
poblamiento de Bogotá y las ciudades capitales. Haciendo el llamado a que contaran como ellos,
sus padres o sus abuelos habían llegado a la ciudad. Dos tuvieron la disposición de contar su
historia. Como no se animaba nadie más, yo les conté mi historia de cómo mi familia llegó a
Bogotá. Se mostraron interesados por escucharme.” Diario de Campo 008, 13 de Noviembre del
2013.

Después de tratar de contextualizar el ejercicio que habíamos venido haciendo (afortunadamente


tuve todo el día para hacer el ejercicio y pudimos repetir varios ejercicios ya hechos, volver a
pasar los videos), saltamos a una exposición magistral y pormenorizada de los aspectos
problemáticos de la ley 1448, buscamos dilucidar las relaciones entre esta ley y el fomento de un
modelo agrario. Ocupándonos de las concepciones del territorio confrontadas: el territorio para
los campesinos y el territorio para las clases dirigentes y pudientes. El objetivo de hacer este
ejercicio se centró en que los estudiantes reconocieran la importancia de los escenarios

306
académicos para abordar los asuntos cruciales para el país. E igualmente la responsabilidad de
nosotros de convertir el escenario escolar en un espacio académico. La metodología definida
para alcanzar el objetivo fue realizar una exposición magistral de algunos artículos problemáticos
de la “ley de víctimas y restitución de tierras”.

La implementación terminó con la actividad, “al final, deje intencionalmente en blanco el


espacio para las conclusiones, invitándolos a que ellos las hicieran, ¿qué podemos concluir de
todo este trabajo que hemos venido haciendo hoy y la semana pasada? -pregunté-. Hubo un
silencio incómodo, no sé si fue un problema de la exposición o del expositor, de lo s objetivos de
la práctica o el afán de salir para su casa, que no produjo ninguna respuesta en los estudiantes.
Sin embargo, cuando les dije que así terminábamos todo, recibí un fuerte aplauso” Diario de
campo 008, 13 de Noviembre del 2013.

Tensiones

Algunas tensiones constantes entre la implementación y el proyecto son:

El problema social y las ciencias sociales escolares. Significa una tensión permanente en el
sentido que son don intereses contrapuestos: por un lado, nuestro interés de introducir un tema
poco considerado por los lineamientos curriculares del área, mientras que las ciencias sociales
escolares deben afanarse en la consecución de competencias establecidas, que terminan
limitando la especificidad en temas como el conflicto agrario o el p aramilitarismo. Salvo por la
oportunidad que brinda cada semana de énfasis.

Encontramos el problema agrario como necesario e importante al darnos cuenta de las limitadas
concepciones que los estudiantes tienen del conflicto agrario, sus conocimientos vagos. La
incapacidad de diferenciar los actores armados, de comprender las circunstancias históricas de
conformación, surgimiento y expansión; el desconocimiento y desinterés por su pasado que ha
estado atravesado por el conflicto y la violencia.

El ciclo y los objetivos de la práctica. La desviación que habíamos tenido por cuenta de mediar
entre los intereses de nuestra propuesta y los del ciclo. En la primera experiencia pedagógica, tal
como se constata en las unidades didácticas, terminamos inclinándono s hacia la comprensión del
papel de los medios de comunicación en el conflicto, asunto que no está desvinculado del

307
problema social, pero ameritaría otro abordaje más específico y detenido, otra propuesta
pedagógica acorde con lo que son, otro problema social. Esto desdibujó, en las primeras
jornadas, nuestro objetivo de llevar un caso específico de restitución. La mediación con los
intereses del ciclo y el programa del profesor debe hacerse de otra manera, de tal forma que no se
afecten los objetivos de la práctica, en ese sentido es mejor llevar la propuesta y acordar tiempos,
espacios y recursos.

Otro problema permanente fue la carencia de tiempo y la poca continuidad del grupo con el que
trabajamos, esto imposibilitaba generar un proceso más detallado, un tejido afiligranado, de
enseñanza del problema social. La continuidad no sólo se rompió en las semanas de énfasis sino
también en la finalización de la implementación, cuando separaron a los estudiantes que “iban
bien”, de “los que necesitaba refuerzo”.

Formación política y medios de comunicación. En el escenario escolar se comprueba una tesis,


no sabemos qué tanto ha sido abordada por los especialistas en pedagogía y formación política,
se trata del papel arrasador que desempeñan los medios de co municación creando imaginarios y
posturas de los estudiantes frente al conflicto armado y social:

“Algunas madres que se conocen de antes intercambian palabras sobre los boletines de sus
hijos, sobre los problemas del barrio, el aumento de la delincuencia, la apuñaleada a un
muchacho el pasado fin de semana, e incluso sobre noticias y me llamó la atención que se
conversara sobre la serie de los tres caines. La ponían en un plano de lo bueno y lo malo: por un
lado decían que mostraban la verdad de lo que pasaba en el campo y por otro que promovían la
violencia de sus hijos, que justamente uno de ellos había dicho “que quería ser como uno de los
tres caines” Diario de Campo 002, 18 de Abril del 2013.

En ese sentido, un lugar permanente de tensiones es contrarr estar las ideas, imaginarios y
posturas que tienen los estudiantes frente a los actores armados. En algunos casos choca la idea
de tratar a la guerrilla como insurgencia, en vez de terroristas; a los paramilitares como
criminales y agentes ilegales del Estado, puesto que algunos estudiantes son hijos de reinsertados
de estos grupos o como lo expresó un estudiante “los paramilitares existen por culpa de la
guerrilla”. En otros casos, nos sucedió con una estudiante, que al tratar al ejército nacional como
una “institución criminal”, por los falsos positivos, se enojó pues su novio estaba en el ejército y
él “no es un criminal”.

308
Tensión permanente con nuestra apuesta:

“Tiene más impacto en los estudiantes el relato que pasan los medios de comunicación sobre el
conflicto armado, que las otras versiones que intentamos rescatar, y la comprensión del
problema agrario como trasfondo importante del conflicto armado y social del país. Resulta
difícil contradecir las versiones de los medios de comunicación o los imaginarios que le quedan
al estudiante, pues éstas son incuestionables para los estudiantes. Los estudiantes les cuestan
aceptar y comprender las estrategias de manipulación que utilizan los medios de comunicación.

Muchos no tienen claro, ni se preguntan cuál es la función de los medios de comunicación. Ni


les preocupa la relación de los medios de comunicación con el conflicto social y armado.

Esto deja en claro la gran dificultad que conlleva la formación en el pensamiento crítico; a los
estudiantes les cuesta entender que existe una gran cantidad de intereses en la información que
circula y la existencia de los relaciones de poder que la determinan, configurando los
imaginarios y representaciones que los individuos se hacen de su realidad contrayendo
determinada opinión pública a fin a determinados intereses. No solo podemos culpar a los
medios de comunicación sino a todo el sistema cultural en el que se han formado, este les ha
brindado un esquema simplista de comprensión de la realidad basado en el maniqueísmo, la
lucha del bien contra el mal. Por tal razón, herramientas conceptuales como las que pretendimos
brindarles les resultan especialmente complejas y difíciles de manejar, ya que están diseñadas
para comprender una realidad compleja, que es precisamente como esperábamos que la
entendieran” Diario de Campo 005, 13 de Junio del 2013.

Esto permite concluir, que los medios de comunicación promueven unas subjetividades en los
actores sociales, relacionadas con el consumo y el sensacionalismo. El interés en mostrar
programas relacionados con el conflicto armado y social más que una preocupación social y una
mirada analítica es un asunto de ranking, de mercado.

La subjetividad del docente en formación. Al asumirnos como profesores en el escenario esco lar
empezamos a ser invadidos por los temores y prácticas que inundan a los docentes en ejercicio
(pereza, desgana, desespero, autoritarismo, actitudes disciplinantes, moralismos, etc.):

“Hemos notado reiteradamente un comportamiento de algunos profesores del EUM, que tratan
de llevarles el ritmo a los estudiantes, de no presionarlos, ni afanarlos, de tenerles paciencia, por
ejemplo, en sus llegadas a clase. Nos preguntamos por las repercusiones de esta disposición para

309
con los estudiantes en términos académicos, la flexibilidad con los horarios, la pérdida de clase
también, es una forma que desobliga al profesor de sus responsabilidades académicas, de
preparar clases, de pensarse la práctica pedagógica, de sistematizarla y arriesgarse a nuevos
retos. A veces la necesidad de pensar en los objetivos de la formación, es sinónimo de ausencia
de clases, ausencia de la práctica pedagógica.” Diario de Campo 008, 13 de Noviembre del
2013.

“… la disciplina dentro del aula de clase sigue siendo uno de los aspectos má s problemáticos
en nuestra práctica, que nos sigue cuestionando acerca de la forma en que la hemos venido
desempeñando:

1. Es posible que al no querernos configurar como una figura de autoridad ante los estudiantes
estemos dándoles la idea errada, nuestro temor por no reproducir practicas docentes con base
a jerarquías y divisiones entre el que enseña y el que aprende, ha llevado a los estudiantes a
considerar poco importante y significativa nuestra actividad con ellos.

2. Otra posible razón es la poca cultura del trabajo autónomo en la que se han educado; no se
esfuerzan comprender la importancia de las temáticas y menos en reflexionar acerca de la
potencial importancia que pueden tener estas para su vida”. Diario de campo 004, 22 de Mayo
del 2013.

“Un cuestionamiento que nos ha asaltado en las visitas al colegio ha sido él como captar la
atención de los estudiantes, como lograr que nos escuchen y se motiven a trabajar. Hablar en
tono alto y haciendo un llamado de atención parece ser el modelo más funcional ante los
estándares elevados de dispersión de los estudiantes y su desatención. Esto combinado con el
terrorismo de la nota, la amenaza de que si no trabajan habrá notas malas, parece ser las únicas
vías viables. La preocupación que sale a flote es como superar ese autoritarismo que encierran
estas medidas. ¿Cómo en-carretearlos en el trabajo propuesto? La actividad como el juego de
roles captó su interés pero no nos dio mayor espacio para profundizar” Diario de Campo 003, 8
de Mayo del 2013.

“La metodología de los ciclos aunque permite romper con el tiempo escolar por una semana
creando un escenario donde tiene posibilidad construir otros apuestas pedagógicas, en este
caso para las ciencias sociales escolares, sin embargo la cultura escolar, las prác ticas
pedagógicas de los maestros, no permiten superar ni aprovechar las potencialidades de la

310
semana de énfasis, dándosele prioridad a procedimientos evaluativos y a las exigencias que se
le hacen al maestro” Diario de Campo 008, 13 de Mayo del 2013.

En la medida que fuimos acercándonos a la escuela, no sólo tuvimos que dejar atrás prácticas
que traíamos de la universidad, sino descubrir otras maneras de ser, de inquietar a los
estudiantes, de cuestionarlos para que descubrieran las utilidades, atractivos y goces que residen
en el conocimiento:

“El documental fue una muestra fehaciente de cómo es posible generar nuevos intereses y crear
escenarios propicios sin necesidad de medidas autoritarias y de presión. La forma como nos
damos a entender juega un pape l importante en el resultado de la labor pedagógica. Si fuéramos
aburridos, con una voz arrulladora, desmotivados, sin encantar a los muchachos por conocer la
realidad del país, por comprenderla con aptitud crítica, de duda, o si tan solo nos quedamos en
clases magistrales, sería muy difícil avanzar en la consecución de los objetivos pedagógicos de
nuestra propuesta”. Diario de Campo 007, 6 de Noviembre del 2013.

“Una forma que fui descubriendo para captar la atención de los muchachos, fue irles haciendo
preguntas a los que estaban más distraídos e invitándolos a todos para que escucháramos la
respuesta.” Diario de Campo 006, 28 de Octubre del 2013.

Por otro lado, el trabajo pedagógico y político que desarrollan el grupo de profesores del Colegio
Eduardo Umaña Mendoza, en términos de apostarle a su proyecto: educar en Derechos
Humanos, no sólo nos ha llenado de inquietudes, ánimos y esperanzas sino que constituye un
claro ejemplo de posibilidad de transformación del escenario escolar como sujetos históricos.

Conocimiento científico, ciencias sociales escolares e historia reciente. Alguna producción


académica de las ciencias sociales colombianas sobre la historia del conflicto agrario, la
violencia o el conflicto armado y social choca, en el escenario esco lar, con algunas versiones
reducidas y simplistas apropiadas por los estudiantes y con la apuesta por introducir temas
específicos de la historia reciente, los cuales aparecen desvinculados con el pasado:

“Hay una versión generalizada en los estudiantes de noveno de que el origen del conflicto es por
la confrontación de los dos partidos y por el asesinato de Gaitán. Se desconoce el problema
agrario como un elemento esencial para comprender el origen y desarrollo del conflicto en sus
distintas etapas.

311
…El hecho de que los estudiantes presenten serios vacios conceptuales, que no reconozcan y
diferencien los distintos actores del conflicto nos lleva a cuestionarnos por el tipo de
conocimientos o contenidos apropiados para llevar a la escuela. Si un estudiante no reconoce la
diferencia entre un guerrillero y un paramilitar como va a posicionarse políticamente frente a
este fenómeno. La vasta producción historiográfica sobre el conflicto agrario al parecer no ha
sido llevada a la escuela. Las nociones sobre el conflicto agrario no son ni demasiado básicas”.
Diario de Campo 005, 13 de Junio del 2013.

“Acostumbrados como estamos al abordaje teórico de estos temas en la universidad desde clases
magistrales o seminarios alemanes. Caímos en la idea ingenua de que era posible hacerlo con
los estudiantes. Pasando por las dificultades que incluso tiene hoy dar debates teóricos en la
universidad” Diario de Campo 008, 3 de Mayo del 2013.

Ahora bien, estas circunstancias contrastan con los temas introducidos por nosotros, que
tendieron a crear las siguientes necesidades y efectos:

“Los avances que se han dado en la comprensión del fenómeno paramilitar desde la academia,
nos permite tener un punto de partida para construir el conocimiento histórico escolar. Sin los
avances desde el ámbito historiográfico sería un desafío mayor llevar a la escuela el problema
social. Claro está que no se trata de una simple reproducción del conocimiento científico en la
escuela, sino de una posibilidad que hay para valorar y llenar de sentido en ella” Diario de
Campo 007, 6 de Noviembre del 2013.

“Los contenidos enseñados (restitución, despojo, paramilitarismo, problema agrario, territorio,


etc.) adquirieron sentido para los estudiantes en la medida que pude conectarlos con su realidad
y con la historia de sus vidas y sus familias. De igual manera, escuchar al campesino significó
romper con las versiones oficiales sobre la problemática.

Fue notorio que mis intervenciones les causaron interés, aunque reconozco los vacios en
algunos temas, al ponerle emoción y el cuestionamiento ser transversal a todas mis
intervenciones los estudiantes se sentían aludidos o eran inquietados y, en el mejor de los casos,
se arriesgaron a preguntar y cuestionar las propias actividades” Diario de Campo 008, 13 de
Noviembre del 2013.

Neoliberalismo en la práctica educativa. El sistema de competencias instaladas, los primeros


puestos, becas, etc. Promueven la ideología neoliberal: los mejores progresan, los perdedores

312
deben mejorar para avanzar. La preocupación por la nota hace pensar también en la pérdida del
valor educativo, reduciéndose todo el proceso educativo a un número. La preocupación por los
aspectos técnicos, la toma de notas en el cuaderno, la caligrafía, la estética de los carteles hechos
para las exposiciones, sin contemplarse el desarrollo de las capacidades intelectuales y críticas,
hay si como un criterio de calidad de la educación, hacen pensar en la tecnología educativa y la
educación para el trabajo tan benévolas para una sociedad neoliberal.

Conclusiones a la luz del marco conceptual, pedagógico y didáctico

¿Qué pasó al llevar una experiencia de restitución a la escuela? Posibilitó romper con
imaginarios construidos por los medios de comunicación sobre el fenómeno del desplazamiento,
los cuales reducen sus causas, unilateralmente, a la confrontación entre los grupos armados, sin
profundizar en el desarraigo, el despojo, la amenaza contra la vida del campesino como
principales causas del desplazamiento en Colombia, en las tres últimas décadas. Además, nos
llevo a reconocer a los paramilitares como los principales despojadores mancomunados con
terratenientes, ganaderos, políticos y narcotraficantes.

La voz del campesino, que generalmente es excluida, se rescató. A través del material
audiovisual, escuchar los testimonios de los propios campesinos, llevó a los estudiantes a
sensibilizarse más frente a la problemática agraria y cuestionar la “restitución”. El caso de
Rogelio Martínez, líder campesino asesinado en una vereda de San Onofre en el 2010, mientras
intentaba luchar por las tierras colectivas que le habían arrebatado los paramilitares en 1997. En
fin, la exposición de casos de los campesinos de Sucre que denunciaban la imposibilidad de
regresar a sus tierras. Esto creo interrogantes en los estudiantes y más al enfatizarles que “el
paramilitarismo era legal”, es decir, había leyes que lo legalizaban. Algunos expresaron su
indignación, al parecer nunca habían entendido la problemática desde esta perspectiva, y se
mostraron deseosos de aprender más sobre la situación. Sería pretensioso afirmar que se logró la
formación política en los términos planteados en el marco conceptual, sin embargo, si estamos
seguros que sembramos la duda, como punto de partida de las capacidades críticas.

Recuperar el carácter político del conflicto armado colombiano. El gobierno de Uribe redujo el
enfrentamiento con la guerrilla como una lucha contra la “amenaza narcoterrorista”, lo que
permitió, entre otras cosas, quitarle el contenido político a sus acciones y jus tificar el

313
arrasamiento. Sin embargo, el ejercicio indiscriminado de la violencia, en conjunto, con la
veneración de las fuerzas armadas produjo en la sociedad colombiana unos niveles de fascismo
social donde se aceptaba serenamente la muerte de todo guerrillero como una ganancia. Sin
llegar a cuestionar la lógica endemoniada que encerraba, el afán de presentar resultados con
ejecuciones extra-judiciales para obtener prebendas, reconocimientos y ascensos, pasando a los
campesinos y jóvenes marginales de la ciudad como guerrilleros.

Reconocemos que la formación política nunca es un proceso acabado. En algunas clases


salíamos decepcionados porque a los estudiantes les costaba trabajo diferenciar a los actores
sociales del conflicto, algo que puede parecer elemental, no obstante, cuando emprendimos
ejercicios más detallados, como la caracterización del territorio, de sus riquezas, el conocimiento
se volvió más significativo para ellos. Cuando empezaron a indagar por la historia de cómo su
familia había llegado a Bogotá, no sólo descubrieron como sus vidas han estado atravesadas por
el conflicto agrario, sino que también empezaron a estimar la utilidad del conocimiento social.

¿Nos acercamos a las pedagogías críticas? Entendiendo que las pedagogías críticas no son un
cuerpo normativo que definen el que hacer del docente sino más bien unos constructos teóricos
que cuestionan el sentido de la educación y los valores que ésta promueve. En efecto,
consideramos su influencia en nuestra implementación y en el pro yecto educativo del colegio.
Basta considerar esa lucha para formar la memoria pública que invada el espacio político y que
confronte los significados y la identidad que imponen los poderes hegemónicos.

Llevar el problema social a la escuela no fue accidental, es el resultado de entender la enseñanza


de la historia desde diversas perspectivas. En primer lugar, acercamos la pedagogía crítica a los
contenidos, mostrando una preocupación que ha movido a esta corriente del pensamiento, la
forma como se entiende y se enseña la historia, que ha llevado a creer que ésta no la hacen los
hombres y que, por ende, no la pueden transformar. En segundo lugar, las didácticas críticas
también le han apuntado a señalar como la enseñanza de la historia ha sido un dechado de
prácticas, rituales, discursos y, no sólo, una trasposición de contenidos. Por lo tanto, se hace
preciso realizar una lectura socio-histórica de la escuela, lo que implicaría partir de problemas
sociales relevantes o problemas del presente para desarrollar la apuesta educativa. Y en tercer
lugar, finalmente, la institucionalización que ha venido teniendo la enseñanza de la historia
reciente, erigiéndose como un lugar donde se cuestionan “los sentidos del pasado”, que su

314
enseñanza permite el análisis de consideraciones éticas, políticas y sociales que son
problemáticas y se constituye como un lugar controvertido, de disputas, ya que las luchas por el
pasado son en realidad luchas por el presente.

315
CONCLUSIONES

 El problema social a la luz de la historia del tiempo presente

Desde la mirada tradicional en occidente, en nuestro caso, no tendríamos porque abordar los
últimos acontecimientos sobre el problema agrario, eso le correspondería a la prensa, a los
politólogos, economistas o sociólogos. Pero la historia del tiempo presente nació con el propósito
de romper con la división entre esa historia erudita, paciente y profunda sobre el pasado, y el
conocimiento cambiante de la inmediatez. Demostrando con creces las potencialidades
epistemológicas y políticas que surgen de lo reciente, inmediato, o más preciso lo presente, como
campo de la historia.

Podríamos afirmar que nuestro problema social se trata de una historia contemporánea, ¿Acaso
no somos contemporáneos de Pedro Antonio Marín, campesino liberal de la década de los 40,
que terminó convertido en Manuel Marulanda, comandante máximo de las Farc por casi 60 años,
muerto no hace mucho? ¿O contemporáneos de Laureano Gómez o Rojas Pinilla? Sin embargo,
la historia contemporánea pierde progresivamente su sentido original a medida que la duración
de esta historia se alarga y se separa por décadas y siglos. Entonces esa coexistencia de
fenómenos sociales a traves del tiempo lleva a cuestionar el entendimiento del presente, a
superar su mirada como un instante simple, por otra que lo extiende: la memoria de los
fenómenos pasados (espacios de experiencia) y la expectativa de las cosas por venir (horizontes
de expectativas).

En este sentido, el acontecimiento adquiere una importancia central para el historiador. El


asesinato de líderes que reclaman sus tierras, que luchan porque se las restituyan, es una ventana
que nos muestra el movimiento en niveles más profundos, de una estructura agraria bimodal que
se resiste a romperse. Podríamos decir lo mismo del fenómeno paramilitar, como la última gran
contra-reforma agraria de los últimos tiempos. Son demasiado importantes los acontecimientos
relacionados con el conflicto agrario y el conflicto armado interno, como para dejar que sólo lo
interpreten los medios de comunicación. Ahí está el deber del historiador en no renunciar a este
campo.

Espacios de experiencias

316
Modelo Es tado
Naci onal Regeneración República Li beral Desarrollo Neoli beralismo
Desarrollo 1886-1929 1930-1945 1946-1979 1980-2014
Histórico de :
Problema Agrario Feria de Ley 200 de 1936: Contra-reforma agraria. Leyes Antinarcóticos y

baldíos - Legalización de Ley 100 de 1944 cultivos proscritos:


baldíos - Fu migación
- Co mpra de tierras a Ganadería extensiva - Conversión de cultivos
Colonización
las haciendas o - Control territorial
Parcelación Ley 135 de 1961 y 1968.
Haciendas
-Formación de Exp ropiación de tierras Desprotección y desestimu lo
minifundios por la ANUC de la agricultura
Ocupación de
tierras por Expu lsión de Pacto de Chicoral. Ley 160 de 1994:
campesinos, campesinos Contra-reforma agraria - Reforma agraria por v ía de
arrendatarios y mercado de tierras

colonos Colonización en las Desarrollo Rural - Zonas de Reserva


fronteras como forma Integrado Campesina
de acceso a la tierra
Concentración
Paramilitaris mo o Contra-
de la tierra:
reforma agraria
Latifundios y
- Usurpación de tierras
minifundios - Despojo
- Desplazamiento forzado

Últ imos planes de desarrollo :


- Legalización del despojo
- Producción agroindustrial

Relaciones políticas Guerra civil Bipartidis mo Vio lencia política Procesos de paz

Exclusión Frente popular Ho mogeneización Descentralización


política política administrativa
Emergencia de la
Juego de izquierda Frente nacional o Democratización local y
alian zas democrática repartición del poder regional

317
Emergencia de la Parapolít ica: v iolencia y
guerrilla: homogeneización polít ica
- Guerra contra-
insurgente Conflicto armado interno
- Contención del
comunis mo internacional Élite neoliberal
- Política hemisférica de
seguridad nacional

Corporativ ismo
Relación Es tado con Paternalis mo Inclusión en la Políticas sociales Criminalización de la protesta
Sectores Popul ares modernización social:
Represión capitalista Sindicalis mo patronal y - Estatuto antiterrorista
violenta paralelis mo sindical - Estatuto para la defensa de
Coaptación por el la justicia: jueces sin rostro
Clientelis mo partido liberal de las Bandolerismo social y - Lucha antiterrorista
ligas campesinas y político
los sindicatos
Estado de sitio:
-Autonomía de las
fuerzas armadas
-consejos verbales de
guerra
- Detención preventiva
- Desaparición forzada

En esta matriz se pueden observar distintos fenómenos sociales que aparecieron en nuestro
problema social al entrecruzar los ejes conceptuales (problema agrario, relaciones políticas,
relaciones del Estado con los sectores populares, etc.) con los distintos modelos de estado
nacional. La pretensión de nosotros, tanto como de la historia del tiempo presente, no es
delimitar la temporalidad en la que un fenómeno existe y desaparece sino más bien en mostrar
cómo van cambiando los fenómenos sociales, como brota n acciones, instituciones, grupos y
como se reacomodan, se configuran nexos que responden a los intereses económicos y políticos
de los actores sociales.

318
Horizonte de Expectativas

Sólo dos mecanismos en cuanto a reforma agraria parecieron ser efectivos e n la sociedad
colombiana: La parcelación que no es otra figura que la compra de las grandes haciendas
coloniales quebradas a los terratenientes para vendérselas por medio de créditos e hipotecas a los
arrendatarios y colonos. Esta figura contemplada desde la ley 200 de 1936 fue impulsada por
varios gobiernos durante el siglo XX, posteriormente comenzó a convertirse en la “reforma
agraria por vía del mercado de tierras”, instaurada finalmente con la ley 160 de 1994, una
solución con la que siempre han estado de acuerdo los terratenientes, con que el Estado les
compre sus tierras y se las venda al campesino por medio de créditos, imponiéndoles proyectos
agropecuarios, según las necesidades productivas del aparato industrial o relegándolos a una
“agricultura campesina” abandonada.

El otro mecanismo que mostró efectividad pero que fue frenado inmediatamente por los
terratenientes fue las vías de hecho del campesino o tomas de tierra. Cuando se dio en los treinta,
no sólo permitió el acceso a la tierra al pequeño productor, al colono y al arrendatario sino que
redistribuyó las redes de poder en las regiones, sacando la acción política del campesino del
espectro del bipartidismo hacia otras corrientes más revolucionarias e igualitaristas. Y mucho
más, cuando hubo un apoyo institucional a la expropiación a los terratenientes con la ANUC, en
la década de los setenta.

¿Qué elementos nuevos aparecen hoy? Siendo imposible aún una reforma agraria, con un
proceso de restitución que no afloja la tierra sino que está costando la vida de los campesinos,
donde prima un modelo de desarrollo que no favorece la producción del campesino, sino la
agroindustrial. Y en medio de un proceso de paz con la insurgencia. Están tomando fuerza las
Zonas de Reserva Campesina, como una figura que puede permitir democratizar la tierra en
algunas regiones del país y combatir la expropiación por terratenientes y grupos armados, en
cuanto la titulación es colectiva, además fortalece las comunidades campesinas de una
organización campesina y una visión regional del problema agrario.

Es llamativo, novedoso, que la guerrilla llegue al congreso sin duda configurara de otras
dinámicas políticas al país, quizás con ello lleve a que cambie la visión de guerra fría que aún
tiene el Estado de la protesta social.

319
Aportes a la línea

 Integración del problema agrario a la enseñanza de las ciencias sociales escolares

El problema agrario puede estructurar el currículo de las ciencias sociales escolares, en tanto ha
atravesado todos los intentos de construir un Estado Nacional. Es tan importante el problema
agrario para el país que podría ser el trasfondo de su historia en el siglo XX. Tiene una capacidad
explicativa de los problemas más relevantes de la realidad nacional que configuran nuestro
presente.

La historia escolar siempre se ha mantenido entre la propaganda conmemorativa y el


alejamiento de las cuestiones de la actualidad. Desde su origen la enseñanza de la historia se le
ha dado una función nacionalizadora y patriótica, con la que se han forjado identidades e
impuesto determinadas interpretaciones del pasado. Esto ha sido inherente a su código
disciplinar privilegiando una visión lineal y diacrónica del desarrollo de la sociedad occidental
de la mano del desarrollo nacional como apología del prese nte. De este modo, se ha forjado una
memoria social conmemorativa y apologética que obvia la dimensión conflictiva de nuestra
historia reciente. Contrario a este canon de enseñanza de la historia proponemos pensar y aplicar
una didáctica enfocada hacia los problemas sociales más relevantes de nuestro tiempo
condenando la contemplación complaciente del pasado y rompiendo con el dogma de la
linealidad histórica, lo que a implica para nosotros la introducción de conocimientos históricos y
prácticas que cuestionen la lógica reproductora de la institución escolar.

La historia puede trascender el horizonte de los debates académicos y tener una incidencia real
en los distintos escenarios públicos y en especial en la escuela. Ya que al intervenir en la esfera
pública y al confrontarse con lecturas e imaginarios construidos, la historia puede llegar a servir
de instrumento para la formación de una nueva memoria social y de nuevos ciudada nos que
actúen en consecuencia al horizonte de expectativa que representa la reforma agraria, la
democracia y la paz.

Consideramos que la historia debe intervenir en el espacio público al cuestionar y probar los
contenidos que configuran la memoria social. Esto ayuda en la tarea de narrar y transmitir
memorias establecidas, configurando nuevas memorias sociales sobre el campesino y las luchas

320
agrarias. La labor del maestro- investigador como ciudadano es la de contribuir en la producción
de conocimientos que tengan utilidad pública.

En el marco del presente proceso de paz, la ley de víctimas y restitución de tierras, el reclamo de
las víctimas del despojo, los intereses de los beneficiados y los levantamientos de los sectores
campesinos e indígenas frente a las consecuencias del modelo económico y la pérdida de sus
territorio y autonomía. Se ha generado un clima de controversia alimentado por los medios de
comunicación quienes se han encargado moldear la opinión pública conforme a determinados
intereses, dotando de sentido el presente a través de silenciar el pasado.

Debido a esta serie de acontecimientos podemos decir que se ha hecho central el conflicto
agrario para la realidad nacional en la coyuntura actual y que esa realidad requiere ser tratada con
explicaciones que develen su raíces estructurales, reconfigurando la memoria social del conflicto
y la protesta social, con el fin de ayudar a los sujetos a posicionarse y actuar frente a las
tensiones y demandas del presente.

 Pertinencia del proyecto pedagógico en la formación de maestros

Desde el inicio del proyecto hasta el final lo que estuvo en juego fue la subjetividad del maestro
en formación. Nos movimos no sólo en el rol de investigadores (historiadores) sino también en
el de pedagogos y didácticas que intentábamos proponer como elemento central de las ciencias
sociales escolares la enseñanza de la historia reciente. No estuvimos exentos de dificultades, de
dudas y temores, nunca deja uno de cuestionarse el ser docente, por la ingratitud con la que es
pagada una labor subvalorada socialmente. Pero en la medida que la práctica avanzó, que
conocimos los estudiantes pudimos constatar y aprovechar las oportunidades que ofrece la
escuela para cuestionar valores y sentidos sobre la vida, sobre los actores sociales y sobre el
conocimiento.

Una niña nos preguntó que si no nos aburrían las ciencias sociales, que a ella le causaban ganas
de dormir, en un tono jocoso le respondimos que porque habría de aburrirnos si ellas eran la
principal herramienta para movernos en el mundo, que no se podía andar por la vida sin ellas.

 La memoria social y los derechos humanos

321
Un campo inexplorado en la línea de FPRMS es la relación entre la memoria social y los
derechos humanos. La relación más evidente que hay es una forma de entenderlos propias de
las organizaciones de víctimas en el país y que también abunda en las luchas políticas de los
nunca más del cono sur: los derechos humanos vinculados con la responsabilidad del Estado
en términos de la violación de los mismos, frente a las situaciones históricas, traumáticas,
que han atravesado los países. Nosotros preguntamos si a línea y al departamento también le
cabría valorar la utilidad de los derechos humanos y, por ende, formar a los licenciados en
ciencias sociales también en su promoción y defensa, aunque no sólo desde la perspectiva
mostrada arriba.

 Ejercicio de memoria social del colegio EUM

Caracterizar el colegio Eduardo Umaña Mendoza como un lugar de la memoria es reconocer


que su nombre no cumple únicamente un papel nominativo para su comunidad, como suele
ocurrir por lo general en estas instituciones, sino que este cobra sentido en cuanto en el
confluyen compromisos y afectos de la comunidad educativa por hacer viva la memoria de
Eduardo, al celebrar su vida como defensor de derecho humanos y al conmemorar su
muerte como víctima de la violencia y la intolerancia de nuestro país. Los ejercicios de
memoria aquí no se agotan en lo conmemorativo, sino que se materializa en la convivencia
diaria a través proyecto pedagógico enmarcado en los derechos humanos, como
agenciamiento del proyecto político de Eduardo, lo que se evidencia en su integración
curricular como eje transversal, en la resolución de conflictos a través de la mediación y el
dialogo, en las relaciones interpersonales entre los miembros de la comunidad y en su
enfoque y proyección comunitaria. Lo que muestra el interés de la institución y sus
miembros por convertir los derechos humanos en una vivencia desde su afirmación y no
limitarlos a la denuncia de su transgresión.

 El territorio donde está el colegio atravesado por el conflicto agrario

El territorio de Usme históricamente ha sido a travesado por la lucha por la tierra, tanto desde
la colonia hasta nuestros días, lo que ha producido el desarrollo rural y urbano que
configura actualmente este territorio. Desd e el despojo de sus habitantes originarios para
conformar haciendas, integrándolos al modo de producción colonial a través diversas formas
de trabajo no libre, pasando por la parcelación de las haciendas fruto de la lucha campesina a

322
inicios del siglo XX, hasta los más recientes procesos de urbanización y la lucha por los
servicios y la legalización de los barrios. Incluso actualmente esta lucha se manifiesta en la
constante pugna entre expansión y desarrollo urbano de la capital, con la construcción de
minúsculas viviendas de interés social en las periferias de la ciudad y la preservación
ambiental y cultural de los cerros y humedales de Usme y Sumpaz, junto con los
yacimientos arqueológicos de los desaparecidos asentamientos indígenas, y el modo de vida
de sus habitantes agrarios.

 El problema de la tierra en las ciencias sociales escolares

Una de las mayores dificultades en las que parecen estar de acuerdo los profesores, incluso lo
constatamos en nuestra práctica, son las limitaciones legales (tiempo de permanencia,
intensidad horaria y control curricular) que tiene la escuela. Pero la necesidad de abordar la
historia reciente, aunque admiten que en muchos casos no han abordado algunos temas con
especificidad. Aunque existen experiencias donde se ha trabajado con base al territorio y a la
territorialidad, esto ha dado lugar a que los estudiantes vinculen su realidad a los problemas
relevantes de la sociedad colombiana. No obstante, son bastante precarias las nociones sobre
el conflicto agrario, hay una necesidad profunda de apropiar los conocimientos de las
ciencias sociales, los conceptos para entender los fenómenos sociales y transformarlos. No
nos parece admisible que en una localidad urbana-rural como Usme haya un
desconocimiento profundo del papel del campesino en la sociedad y un desarraigo profundo
de la tierra. Además, en una zona histórica en cuanto al problema de la tierra y las luchas
agrarias por parte de los estudiantes, e incluso profesores.

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