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Capítulo 10.
LA SOCIEDAD Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Manuel González de Molina

El siglo XX ha sido el de los grandes movimientos sociales, el siglo de las “utopías racionales” que pretendían
un cambio radical de las estructuras sociales y de los regímenes políticos, el siglo en el que gran parte de las
sociedades han confiado ciegamente en el poder del hombre y en la necesidad del progreso; un progreso que sólo
podía ser posible mediante el crecimiento económico.
La realidad de estas “utopías racionales” es un enorme costo social y humano, la amplitud de los excluidos de
los beneficios del progreso, los problemas ambientales, los enfrentamientos bélicos y las violaciones constantes de
los derechos humanos → “crisis civilizatoria.

1. El siglo de las masas


Se había derrumbado el mito del crecimiento económico; que acabaría con el hambre, la pobreza, las
desigualdades territoriales, etc. El abismo que dividía a ricos y pobres no hizo más que aumentar. Entraron en crisis
también sus tres soportes ideológicos: la ideología del progreso ilimitado, las teorías fundamentadoras del sistema
económico y la racionalidad científico-técnica. La crisis ecológica ha puesto en relieve la imposibilidad de crecer
ilimitadamente sin comprometer las bases físico-biológicas sobre las que se fundamenta la pervivencia de la
especie humana. La crisis es un problema de habitabilidad humana de factibilidad económica- los daños
ambientales comprometen la capacidad productiva del propio sistema económico.
Otro gran mito sucumbido fue el del Estado-nación. La internacionalización de la economía impuso un mundo
globalizado en donde las prerrogativas soberanas de los Estados quedaron disminuidas, las decisiones siendo
tomadas dentro de la esfera de las organizaciones y de los tratados transnacionales.
Los movimientos sociales no siempre responden a comportamientos de clase de sus integrantes. La historia
social ha debido ser redefinida para contemplar las transformaciones en las sociedades urbanas y en las rurales, y
para analizar la amplia conflictividad registrada por una pluralidad de sujetos y motivaciones.
Ulrich Beck→ fueron los rasgos específicos de la sociedad industrial las que crearon condiciones favorables al
agrupamiento de clases. Alentado por las “utopías industriales” -socialismo, anarquismo y comunismo- que
sirvieron para conformar el movimiento obrero, orientar su práctica y conformar una poderosa fuente de identidad
y de moral alternativas. Las especiales condiciones materiales e ideológicas dominantes en la sociedad industrial
favorecieron el hecho de que la protesta social se manifestara preferentemente de manera masiva organizada,
colectiva y de acuerdo con alineamientos de clase → una de sus manifestaciones más acabada fue el sindicalismo
clasista.
a. Las etapas de la protesta obrera y campesina
La protesta obrera a rasgos generales atravesó cuatro períodos diferentes durante los dos últimos siglos. (no
todas las protestas atravesaron cada uno de estos procesos) (pa khé categorizar entonces).
1. Periodo “populista”: Compartía el rechazo a las condiciones de vida y trabajo establecidas por el
capitalismo; sus integrantes mayoritariamente campesinos inmigrantes. Oposición frontal al sistema con
una situación marginal dentro de él y sus instituciones.
2. Periodo revolucionario: definido por la consolidación estructural de la clase obrera como grupo social
mayoritario y por la creación de condiciones favorables para la acción masiva de clase. Aparecen los
grandes sindicatos y tienen lugar las primeras insurrecciones revolucionarias que llevarían a los regímenes
del “socialismo real”.
3. Tercer periodo: acompañó el crecimiento económico post-1GM. Institucionalización del conflicto y del
“pacto constitucional” que hizo posible la hegemonía socialdemócrata o reformista.
4. Cuarto periodo: caracterizado por la fragmentación, la pérdida de peso político y una tendencia creciente
hacia el conservadurismo.
El movimiento campesino experimentó una evolución similar. Durante el transcurso del siglo XX, la
penetración del mercado y de la propiedad privada fue disolviendo las formas organizativas propias de la
comunidad campesina tradicional, especialmente a través de la privatización o estatización de los bienes
comunales. Estas dificultades reproductivas constituyeron durante todo un siglo un motivo claro para la acción. La
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protesta predominante revistió las características de un conflicto comunitario en defensa de un modo de uso de los
recursos y del tipo de relaciones sociales propias del campesinado.
La consolidación del orden mercantil en el campo provocó el inicio de la transición de las economías agrarias
de base energética orgánica a la agricultura industrializada, que requería la importación de cantidades crecientes de
energía y nutrientes. En los países periféricos esto se vio acompañado de una expansión de la agricultura comercial,
volcada hacia la exportación a las metrópolis. Los procesos de trabajo requirieron gran cantidad de trabajo humano,
dando lugar en ciertos países al fenómeno del trabajo a jornal. Este sector asalariado será finalmente identificado
con la clase obrera del campo y protagonizará las acciones de protesta más comúnmente citadas del movimiento
campesino.
En la mayoría de los países ricos y parcialmente en muchos de los atrasados, el proceso de transición culminó
con la completa industrialización de la agricultura. Esta transformación acabaría degradando casi completamente
los rasgos definitorios del campesinado hasta dar lugar a nuevas categorías sociales.
Destacar la presencia en el escenario social del siglo XX la multitud de conflictos qu no tuvieron a las clases
sociales como protagonistas principales. Conflictos de género, conflictos provocados por las primeras actitudes en
defensa de la paz y en contra de la guerra, conflictos urbanos protagonizados por vecinos contra las instituciones
locales, etc. La protesta social de este siglo fue mucho más amplia de lo que recogen los manuales de historia.

2. La lucha por la existencia y la emancipación


Desde la segunda mitad del siglo XX los movimientos sociales progresivamente pasaron a protagonizar la vida
política y social de prácticamente todo el planeta, consecuencia del crecimiento económico experimentado en
Europa, Japón y EE.UU. Resultado de tres procesos coincidentes: 1) crecimiento industrial basado en las
tecnologías y ramas propias de la primera revolución industrial. Es decir, predominaban las tareas similares
realizadas por gran cantidad de mano de obra dentro de un mismo establecimiento. Este grado de homogeneidad en
los intereses y reivindicaciones favoreció las uniones de fábrica y la solidaridad. 2) el proceso de urbanización
generó los primeros barrios obreros donde los trabajadores compartieron lugares de sociabilidad y experiencias de
privación y reconocimiento de la pertenencia de clase. 3) aparición de teorías sociales que perseguían el cambio de
una sociedad injusta mediante la acción de clase.
Este grupo social no era incorporado al marco social y político de la sociedad capitalista; lo cual explica por
qué los primeros pasos del movimiento obrero fueron de carácter netamente revolucionario para poner en cuestión
los fundamentos del orden económico y políticamente constituido.
En la década de 1890 el marxismo comenzó a desarrollar un movimiento de carácter reformista, impulsado por
figuras como Jaurès y Bernstein. Estos “revisionistas” pensaban que el sistema capitalista podía transformarse de
manera gradual por el influjo de la mayoría social que constituían los trabajadores, a través del sufragio universal y
la conquista democrática del poder. Esta posición -alejada de las revoluciones- se hizo poco a poco hegemónica en
el seno de los partidos socialistas. La acción sindical protestaría para mejorar sus posiciones negociadoras, no para
subvertir el orden establecido. De esta manera, el movimiento obrero se dividió en un sector “reformista”
-partidario del sindicalismo de negociación y de la acción política parlamentaria- y un movimiento obrero de
orientación revolucionaria, existente en países periféricos de Europa donde la industrialización era más débil.
a. La desestructuración del mundo agrario
El siglo XX trajo consigo (en los países europeos) la eliminación de aquellos bs y ss comunales que habían
sido el soporte de la subsistencia campesina desde la Edad Media. La privatización de la tierra y la introducción de
la mayoría de los rr naturales en el mercado segmentó al campesinado entre quienes disfrutaban de una parcela
suficiente de tierra para vivir y quienes se vieron privados de ella y tuvieron que vivir a base de jornales y/o
emigrar a las ciudades o a otros países.
Todo esto sucedió en un contexto de profunda transformación de las estructuras agrarias y de las formas de
cultivar la tierra, con la introducción de los fertilizantes químicos y nuevos aperos e incluso la utilización de las
primeras máquinas. Los cultivadores se hicieron más vulnerables a las oscilaciones de los precios de los productos
agrarios y de los nuevos insumos agrícolas.- Creación de un potente sector agroindustrial. La protección del
mercado interior se convirtió en una medida imprescindible generando una contradicción entre productores y
consumidores que obligó a una intromisión permanente del Estado para resolver los frecuentes desequilibrios.
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La dependencia de los campesinos respecto del mercado y del Estado se hizo cada vez mayor, a la vez que
crecía su interés por las decisiones de política económica. Este interés determinó su irrupción en la arena política y
sindical con reivindicaciones específicas y organizaciones propias e independientes → profunda reorganización de
las estrategias de todos los grupos políticos que buscan atraerse este segmento mayoritario de la sociedad.
En países donde la propiedad estaba muy mal repartida y la debilidad de las actividades industriales no ofrecía
posibilidades de empleo alternativo, había condiciones favorables para la creación de un movimiento campesino de
envergadura y radicalidad. Esto ocurrió en las zonas más meridionales de Europa -por ejemplo, Italia y el sur de
España- y en otros territorios afectados por las nuevas formas de explotación colonial.
b) La repercusión de la Revolución rusa
Las tensiones existentes durante la 1GM alentaron los conflictos huelguísticos y políticos y la adopción de
medidas deflacionistas (que debilitaron más las economías y aumentaron el desempleo) PERO el punto de inflexión
posta vino de Rusia y el proceso revolucionario de 1917. Sus repercusiones fueron más profundas que las de la
Revolución francesa.
Su influencia se sintió en zonas tan alejadas como Cuba, Pekín y Córdoba. Pero fue la oleada revolucionaria
que sufrió Europa central a partir de enero de 1918 la consecuencia más evidente. Huelgas y manifestaciones desde
Viena hasta la frontera rusa, las principales ciudades se declararon en protesta contra la guerra y desencadenaron la
caída de los regímenes políticos establecidos. La participación decisiva del campesinado es una de las
características de este movimiento, resultando en reformas agrarias.
El proceso tuvo un efecto ideológico fundamental: la escisión de las corrientes marxistas en dos tendencias. El
socialismo de matriz reformista y parlamentario, y el comunismo partidario de la insurrección revolucionaria para
instaurar una sociedad sin clases mediante la dictadura del proletariado. En cualquier caso, perdieron
preponderancia los viejos esquemas ideológico-políticos que sustentaban la organización política del liberalismo
clásico.
c) La influencia de los movimientos obreros en la vida política
Entre 1880 y la 1GM se dieron las transformaciones que convirtieron a los sistemas políticos liberales en
sistemas democráticos y se reconocieron la mayor parte de los derechos que caracterizarían a la ciudadanía durante
el siglo XX. Los derechos civiles se completaron con el derecho de asociación y la posibilidad de organizar
sindicatos y los políticos con la instauración del sufragio universal.
El empuje de las organizaciones obreras y campesinas y de otros movimientos sociales de la clase media
urbana logró un cambio espectacular en la configuración representativa de los viejos regímenes liberales. Los
comienzos del siglo XX conformaron esta tendencia democratizadora de los sistemas electorales. Puede decirse que
buena medida del proceso de democratización de los regímenes liberales fue impuesto por la presión social, en la
que la clase obrera y el campesinado tuvieron una participación decisiva. Los partidos y sindicatos obreros
vinculados a la II Internacional asumieron los cambios ideológicos y el convencimiento de que la revolución no era
factible, por lo que se desvincularon de experimentos revolucionarios y se instalaron en la vía de la hegemonía
electoral y de la transformación democrática del sistema político.
Los derechos sociales comenzaron a mitad del s. XIX con el reconocimiento del carácter obligatorio de la
educación primaria. La protección social contra accidentes, enfermedad, vejez o desempleo tardó un poco más de
tiempo en establecerse y consolidarse (recién en la posguerra).
d) Los orígenes sociales del fascismo
El nacionalismo -especialmente en su vertiente más profundamente esencialista e irracional- constituyó un
arma poderosa de movilización social entre las clases medias y el seno del movimiento obrero. Surgieron
movimientos y orientaciones ultranacionalistas que terminaron derivando hacia el fascismo. La capacidad de
movilización social de los movimientos fascistas obliga a considerarlos dentro de los movimientos sociales propios
del s. XX.
El fenómeno fascista no fue esencialmente urbano, sino que también fue un fenómeno rural y -en general-
implicó tanto a grupos sociales urbanos como al campesinado en su conjunto, que aún constituía la mayoría de la
sociedad. Luebbert y Mann siguen la pista a las alianzas de clase que constituyeron la solución a la crisis del
régimen liberal → donde el campesinado con tierras se alineó con las “viejas clases medias” urbanas, se instauraron
regímenes de corte fascista. Donde el campesinado se alineó con la clase obrera urbana, llegaron al poder los
partidos socialdemócratas instaurando regímenes democráticos.
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Los distintos partidos políticos intentaron atraerse las dos grandes fracciones del campesinado: los que tenían
tierra y los que no la tenían y solían asimilarse a la clase obrera. Sin embargo, en ningún lugar el fascismo se
convirtió en una fuerza significativa hasta que tanto el régimen liberal como el socialdemócrata hubieron fracasado
en su intento de atraerse al campesinado → el papel del campesinado fue clave en la evolución de los regímenes
políticos de entreguerras y en la aparición del fascismo.
e) Las transformaciones en la periferia
Los efectos de la Revolución Industrial no se repartieron de manera uniforme por el mundo. Las economías
más industrializadas necesitaron expandirse para no quedar a merced de la crisis y el estancamiento productivo →
el avance del imperialismo significó la consolidación en las zonas colonizadas y periféricas de una economía
extrovertida y estructurada para satisfacer las demandas metropolitanas. La mayoría de los países “colonizados”
adoptaron como base un modelo económico “primario-exportador” de productos agrícolas, minerales y energía.
Ya desde el principio este comercio entre países pobres y ricos comenzó a experimentar un deterioro constante
y progresivo en la relación real de intercambio (incremento continuado del $ de los productos manufacturados y la
caída del valor de los productos primarios). Se iniciaba así una transferencia no sólo de excedente económico sino
también de rr naturales.
Este modelo determinó la especialización productiva de los países periféricos en un número muy reducido de
mercancías para la exportación que se vio agravada con el nuevo impulso imperialista de finales del siglo XIX y la
expansión de las inversiones directas de K con la intención de asegurar el abastecimiento de materias primas que el
progreso industrial y tecnológico demandaba. → progresó por la periferia la propiedad privada sobre la comunal,
el intercambio mercantil sobre el trueque, la producción intensiva y esquilmante sobre el equilibrio tradicional de
los agroecosistemas precoloniales, etc. De forma drástica todo el sistema global de relaciones económicas, sociales,
ambientales y culturales de las colonias fue subordinado a los intereses dominantes, iniciándose así un proceso
imparable de dominación y dependencia.
Los costos sociales fueron enormes. Represión del campesinado y de los núcleos obreros; destrucción
sistémica de las comunidades indígenas y del campesinado en general- recluyéndolos en una marginalidad
económica. La protesta contra el expolio y la expropiación dio lugar a luchas campesinas durante todo el s. XX que
manifestaron motivaciones y formas de lucha aparentemente muy diferentes, en las que las reivindicaciones étnicas
se mezclaban con los reclamos en torno de la tierra o con el rechazo a los grandes propietarios.
Algunas de las protestas cubrían: rechazo al nuevo orden capitalista y neocolonial, potenciada por los efectos
de la crisis agraria finisecular; descontento campesino por la lenta o nula aplicación de una reforma agraria;
protesta contra los terratenientes usurpadores con el rechazo a la intervención del Estado a favor de los intereses
comerciales externos, en contra de la penetración capitalista y la dominación extranjera. Hubo una segmentación
entre el campesinado en lo referido al sector comercial de su agricultura -habían quienes buscaban una reforma
agraria como reparto entre campesinos de las grandes propiedades agrícolas. También fueron frecuentes las luchas
en las que el movimiento campesino y el obrero acabaron juntos.

3. La lucha por el consumo y la distribución de la riqueza


A partir de 1929 se fue imponiendo el modelo de crecimiento económico “fordista” que provocó los siguientes
cambios en la configuración de la sociedad occidental y en los países sometidos a los dictados del mercado
capitalista: se pasa de un modelo “intensivo en mano de obra” a la reducción de costos laborales, aumento de
salarios y el aumento de la capacidad de p(x) para vender a precios más competitivos + innovación tecnológica.
a) El modelo socioeconómico de la segunda posguerra
La producción masiva requería necesariamente de un consumo masivo, alcanzable sólo mediante un aumento
del poder adquisitivo de los trabajadores. La viabilidad del sistema dependía de la ampliación constante del
mercado, de la demanda efectiva. La época fue simbolizada por la electricidad y los electrodomésticos; el nivel de
desarrollo y bienestar de los ciudadanos llegó a confundirse con la cantidad de teléfonos, lavadoras, televisores, por
habitante. El símbolo más emblemático (y funesto para el medio ambiente) de la época fue el automóvil.
El nuevo modelo de crecimiento económico sólo fue posible mediante la puesta de la investigación al servicio
de la innovación tecnológica. Los procesos productivos tendieron a tener cada vez más máquinas y menos
trabajadores. Esta destrucción del empleo fue amortiguada durante décadas a través de la aparición de nuevas
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actividades económicas y un firme crecimiento económico. Lo que no fue amortiguado fueron los problemas
ambientales generados por esta producción y consumismo, acelerando la crisis ecológica existente.
El modelo de producción y consumo fordista no podía generalizarse so pena de provocar el agotamiento de los
rr naturales y ss ambientales. Era un modelo de vida “posicional” que solo podían disfrutar los países ricos y del
que los demás se veían obligados a prescindir para hacerlo posible en otras naciones.
Marco sociopolítico nuevo configurado sobre todo en 1945 → “pacto constitucional de posguerra” (Offe,
1988) materializaba en un consenso amplio sobre la distribución más conveniente de funciones y roles sociales en
una fase que se pretendía fuese de crecimiento económico sostenido. Las actividades económicas y productivas
debían quedar al buen criterio de los agentes económicos guiados por su interés individual y por las señales que
enviara el mercado; las políticas gubernamentales debían sólo crear las condiciones más favorables para que el
crecimiento no se detuviera y corregir algunos desequilibrios.
Las organizaciones de los trabajadores y en general de los asalariados debían constituir mecanismos
correctores de los desequilibrios que generara el desarrollo económico; tenían que convertirse en un instrumento de
redistribución de los beneficios del crecimiento. A cambio de una participación decisiva e institucionalizada en la
distribución de la riqueza, los sindicatos renunciaban a cualquier veleidad revolucionaria y a reivindicar cualquier
control sobre la actividad productiva. Esta institucionalización del conflicto de clases y el alejamiento de los
supuestos ideológicos revolucionarios iban a ser los resultados de una práctica sindical que en lo sucesivo iba a
priorizar las luchas económicas para olvidar las políticas.
Política → establecimiento de un marco de representación y participación política de carácter democrático
formal en el que los partidos competían por gestionar el poder y, al aceptar este esquema, renunciaban a cualquier
pretensión de cambio radical. El Estado gestionaba lo público y permanecía ajeno al juego negociador de los
agentes económicos y sociales. El aspecto político de la ciudadanía jugaría un rol marginal en sus vidas; la
preocupación central fue el crecimiento económico, el logro de mejoras salariales y materiales y la seguridad
imprescindible para la continuidad del sistema. Los mecanismos de resolución de conflictos quedaron reducidos
prácticamente a la negociación colectiva y a la competencia entre partidos. Los perfiles de clase comenzaron a
diluirse y, con ellos, las ideologías revolucionarias.
b) El clima social en el Tercer Mundo
Claramente, los beneficios del extraordinario crecimiento económico de posguerra no podía llegar a todos los
países del mundo por igual. La clave de estas altas tasas de crecimiento e incluso el sostén de las políticas
keynesianas fueron el bajo costo y la accesibilidad de las fuentes de energía, sobre todo el petróleo, y materias
primas situadas precisamente en los países dependientes. La enorme cantidad de energía y materiales exportados a
bajos precios a los países ricos para sostener su crecimiento nunca pudieron ser empleados en el desarrollo del país
productor- llegando al punto de generarle una pérdida neta de capacidad productiva con la cantidad de extracciones,
limitando su chance de salir del subdesarrollo.
Aunque el proceso de descolonización hizo posible que muchos países dependientes ejercieran su soberanía
sobre las fuentes de rr naturales, el control real siguió en muchos casos en manos de los países ricos mediante la
inversión extranjera.
Por esto mismo, no debe extrañar que las ideologías emancipatorias gozaran de un contexto favorable en los
países pobres que ya no existía en las metrópolis. Muchos proyectos de emancipación nacional terminaron
combinándose con proyectos de emancipación social. La crisis que afectó a las economías centrales duramente,
tuvo inmediatas repercusiones en los países periféricos al reducirse la demanda y el precio de las materias primas y
de la energía; el modelo primario-exportador entró también en crisis. Muchos países de la periferia intentaron
implementar un nuevo modelo de desarrollo basado en la industrialización autóctona por sustitución de
importaciones. Pretendían abastecer ellos mismos los requerimientos del mercado interior de productos de
consumo utilizando rr propios. Sin embargo, el modelo no pudo reducir el papel fundamental que el sector
exportador tenía en sus economías ya que este proporcionaba las divisas necesarias para hacer frente al incremento
neto de las importaciones, necesarias para posibilitar la industrialización autóctona. Es más, los países fueron
obligados a ampliar el tamaño del sector agrario exportador y procurar mayores rendimientos mediante una política
de “modernización” de las explotaciones tradicionales para financiar las crecientes importaciones → revolución
verde.
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Los resultados de la revolución no fueron buenos y la dependencia tecnológica y el endeudamiento crecieron
de manera inusitada. Paralelamente, se operó una importante destrucción del sector agrario de subsistencia. Tuvo
lugar una corriente migratoria entre el campo y la ciudad que convirtió los asentamientos urbanos del Tercer
Mundo en ecológicamente inmanejables: hacinamiento, desempleo endémico, pésimas condiciones sanitarias,
hambre. Los que permanecieron en el campo no disfrutaron de mejores condiciones: desequilibrada distribución de
la propiedad, desestructuración de las comunidades rurales, roturación de tierras boscosas y marginales, pastoreo
abusivo, cultivo en laderas de monte que aceleraron en algunas zonas la erosión y la desertificación.
Las luchas campesinas siguieron aunque el movimiento campesino sufrió una pérdida de autonomía
considerable en beneficio de una dependencia ideológica y política de las opciones revolucionarias, comunistas o
anti imperialistas. El modelo de sustitución de importaciones había creado un sector de trabajadores asalariados y
otro de pequeños cultivadores involucrados en el mercado, pero la mayoría del campesinado seguía reaccionando
ante la destrucción de la comunidad campesina, las expropiaciones, la penetración extranjera y las políticas de
modernización agraria llevadas a cabo por el gobierno. La adhesión a estos movimientos implicaba la pretensión de
detener el progreso del capitalismo neocolonial y restaurar en lo posible el orden campesino.
El “tercermundismo”, la creencia de que el mundo podía emanciparse por medio de la liberación de su
periferia empobrecida y agraria, explotada y abocada a la dependencia de los países centrales, atrajo a muchos de
los teóricos de la izquierda del Primer Mundo. Estos discursos emancipatorios fueron asumidos por los
experimentos revolucionarios que pretendían tomar la ciudad desde el campo. Fue la época de las luchas
guerrilleras y del foquismo, simbolizados en el Che Guevara, con el que se sintieron identificadas muchas
generaciones -especialmente los jóvenes-.

4. La sociedad posindustrial y la decadencia de los “viejos” movimientos sociales


El movimiento obrero, protagonista de casi todo el siglo XX, comenzó a mostrar hace ya varias décadas
síntomas evidentes de desmovilización, de una creciente gremialización de sus reivindicaciones y de una tendencia
al conservadurismo. Desde la década de los 70 se produce (por lo menos en los países occidentales) una
disminución de los conflictos de clase, consecuencia a su vez de una institucionalización aun mayor de las
relaciones entre patrones y obreros. A esto se le suma una creciente desidentificación entre la protesta laboral y la
clase obrera. Los conflictos laborales fueron perdiendo protagonismo y tomaron su lugar los conflictos sin base
clasista.
a) La crisis del movimiento obrero
El protagonismo de las organizaciones sindicales, en términos de influencia directa (afiliación) e indirecta
(simpatía) sobre los asalariados con empleo fue poco a poco circunscribiéndose al sector público de la economía y
a la gran empresa, reduciendo su ámbito de actuación y disminuyendo su capacidad de incidencia social.
Por otro lado, las formas y contenidos de la protesta obrera fueron cambiando progresivamente. Una tendencia
hacia una mayor agremiación a lo que se le sumó un cierto grado de esclerotización1 de las estructuras sindicales
-evidenciado en la tendencia a la centralización respecto a la toma de decisiones, la profesionalización de los
cargos, la hipertrofia burocrática, es decir, la pérdida de democracia y de agilidad y capacidad de respuesta-.
Básicamente, los vicios ya presentes en las organizaciones desde finales del s XIX se hicieron más evidentes.
Consecuencias: el movimiento dejó de estar a la vanguardia del cambio social y dejó de percibirse como tal, se
comienza a dudar del carácter “progresista” de muchas de sus causas. La tendencia al conservadurismo se refleja en
la separación cada vez mayor entre las luchas puramente económicas -las más frecuentes- y aquellas que
reivindicaban el control o la participación obrera en las decisiones de la empresa -cada vez más raras-. También
disminuyeron las luchas por solidaridad con otra rama o localidad, hubo una pérdida de referentes revolucionarios
y simbología, incluso hubo una aparición de actitudes racistas y xenófobas frente a los inmigrantes.
Resultado: separación cada vez mayor entre sindicatos de clase y partidos políticos de izquierda. A ello
contribuyó también el corrimiento de los partidos de izquierda hacia el centro político producto de la competencia
por el poder y la necesidad de ganar votos.
b) La evolución de la protesta campesina

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Esclerotizar: Detener algo en su proceso de progresión.
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La creación de un marco institucional más favorable para la negociación atenuó no sólo la frecuencia de los
conflictos y su radicalidad sino que también cambió sus objetivos, reivindicaciones y formas de lucha. Los
objetivos prioritarios (al menos en Europa y América del Norte) se fueron centrando progresivamente en la mejora
de las condiciones de mercado. Perdió protagonismo la tierra. Sin embargo, a medida que la producción agraria se
fue vinculando cada vez más a la artificialización de los agroecosistemas con un uso más intensivo de nutrientes,
agua y energía provenientes del exterior, el conflicto se fue tornando cada vez más en un conflicto por la
distribución de los recursos naturales. Surgió entonces un movimiento de base rural y panclasista o comunitarista
que reivindica prácticamente por todo el mundo un modo de uso más racional de los rr naturales y un manejo más
sustentable de los agroecosistemas. Conforme se fue desactivando el sindicalismo, las asociaciones profesionales
de agricultores fueron ganando terreno. La protesta se orientó contra el Estado y los mercados, intentando
contrarrestar la caída de los precios de los productos agrarios o exigiendo compensaciones estatales a las pérdidas
continuadas de renta.
c) Las nuevas transformaciones en la sociedad
En la transición de la sociedad industrial a la posindustrial se han producido cambios de gran envergadura en
la composición y dinámica de las clases sociales y en especial de la clase obrera. La descomposición del capital se
veía acompañada también por una descomposición del trabajo en diversas categorías que comenzaban a manifestar
intereses contradictorios. Los efectivos de la clase obrera fueron progresivamente disminuyendo a la par que su
estructura interna se había fragmentado en un número creciente de categorías diferenciadas. La complejización de
las estructuras sociales ha hecho aparecer nuevas tareas y, por tanto, nuevos grupos sociales. Los índices de
movilidad social experimentaron un fuerte aumento, de forma que las fronteras de clase se fueron difuminando y la
tendencia a la individualización fue cobrando consistencia. La generación de riqueza en cantidades suficientes
permitió institucionalizar el conflicto, aumentando la capacidad patronal de asumir las reivindicaciones obreras y
encauzarlo por la vía de las reivindicaciones estrictamente económicas. El pacto constitucional de posguerra
otorgó a los sindicatos el papel de redistribuidores de parte de la riqueza pero también los convirtió en un
poderoso instrumento de consenso social, alejándolos al mismo tiempo de la esfera política.
Esta realidad fue dando lugar a una sociedad caracterizada por una aparente desmaterialización de la
economía. Los procesos de trabajo comenzaron a caracterizarse por una automatización, la base del desempleo
estructural. En cualquier caso, la economía se ha hecho más compleja y han surgido nuevas actividades
económicas, nuevas profesiones, sobre todo en el sector servicios que han acabado engrosando la clase media.
Aparecen nuevas divisiones no fundamentadas en las clases sociales; consecuencia de la expansión del sistema
educativo- poderoso factor de fragmentación de las solidaridades de clase.
d) La persistencia de las desigualdades sociales
Todos estos fenómenos han tenido lugar en una sociedad que no ha sido capaz de eliminar las desigualdades
sociales sino que las ha incrementado, aumentando el número de los excluidos del consumo de la riqueza.
Habermas argumenta que en las sociedades capitalistas avanzadas la privación de bienes no es exclusiva de la clase
obrera sino que afecta igualmente a segmentos muy amplios de la sociedad. La sensación de privación ha
aumentado con el aumento de la riqueza y con la generalización de la cultura del consumo de masas.
El proceso de industrialización de la agricultura significó un cambio radical en las formas de establecer el
metabolismo con la naturaleza a través de la actividad agraria. El nivel de artificialización de los agroecosistemas
se hizo tan intenso que los subsidios crecientes de energía humana o animal fueron ocupando un lugar cada vez
menor en el proceso de trabajo. La producción y las rentas agrarias comenzaron a depender cada vez más del
volumen de capital invertido, de manera que la tierra perdió protagonismo productivo y los agricultores se
volvieron dependientes del mercado para conseguir los inputs necesarios.
Disminución importante de peso del sector agrario en la renta y en el empleo general de los países ricos. La
sociedad de consumo terminó por llegar a los campos de Occidente promocionando comportamientos y formas de
acción y sociabilidad típicamente urbanas. Los agricultores se han convertido en una especie de asalariados
peculiares (con tierra) de complejo agroindustrial, con sueldos y beneficios por debajo de los percibidos en el sector
industrial o en los servicios → crisis de identidad. Los espacios rurales fueron desempeñando nuevas funciones no
agrícolas y acogiendo nuevas actividades típicamente urbanas (desagrarización de los campos cada vez más
dedicados a tareas recreativas que a la producción de alimentos).
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Impulso de individualización: fenómeno característico de las sociedades posindustriales pero expandido
gracias a la globalización. “Sobre el trasfondo de un estándar material de vida relativamente alto y de unas
seguridades sociales muy avanzadas, los seres humanos fueron desprendidos de las condiciones tradicionales de
clase y de las referencias de aprovisionamiento de la familia y remitidos a sí mismos y a su destino laboral
individual cont dos los riesgos, oportunidades y contradicciones” (Beck, 1998). Las desigualdades no han
desaparecido (han aumentado, surgen otras nuevas) pero ha habido una “mejora” aparente en las condiciones
generales de subsistencia, las desigualdades “han subido un piso más”. La consecuencia ha sido la reducción y en
muchos casos la disolución de las identidades y vinculaciones culturales de carácter clasista, cuestionando un poco
la estructuración clasista de la sociedad. Aparición de nuevos valores sociales que han dado lugar a nuevos
movimientos sociales y a nuevas opciones políticas.
El éxito del movimiento obrero ha conducido paradójicamente a su relativa desactivación. Baudrillard→ el
consumo de valores simbólicos en las sociedades del capitalismo tardío es más determinante de la identidad que la
posición del sujeto en las relaciones de producción. Uno no es tanto lo que produce como lo que consume.

5. Crisis civilizatoria y “nuevos movimientos sociales”


Nuevos agentes sociales y nuevas reivindicaciones que surgieron en EE.UU durante la década de los 60 y un
poco más tarde, a partir de la “revolución” de mayo de 1968 en Europa. El término “nuevos movimientos” se
refiere a la emergencia a partir de esos años de movimientos estudiantiles, pacifistas, feministas, ciudadanos,
ecologistas, de consumidores y usuarios, de minorías étnicas y lingüísticas, comunitaristas y contraculturales, etc.
cuya principal característica residía en que rompían con las maneras institucionalizadas de concebir y practicar la
política. Inglehart (1991) considera que estas preocupaciones (por el medioambiente, por la diferencia entre sexo,
por la paz) eran valores “posmaterialistas” que ocurrían en sociedades donde los actores sociales tenían sus
necesidades materiales cubiertas. Riechmann y Fernández (1999) rechazan el concepto de “valores
posmaterialistas” porque son reivindicaciones que afectan a cuestiones tan vitales como la democracia, el medio
ambiente o la diferencia entre sexos. Martínez Alier (1992) añade que movimientos de esta talante también se
encuentran en contextos en los que las necesidades materiales distan mucho de estar cubiertas.
a) Rasgos principales de los nuevos movimientos sociales
Características más sobresalientes de los nuevos movimientos sociales sistematizadas por Offe (1988).
● Politizan cuestiones que rompen la división entre lo público y lo privado (derecho al aborto, al divorcio, a
la seguridad alimentaria, etc.).
● A pesar de centrarse en una reivindicación muy concreta, su alcance suele ser mucho mayor. Han
instaurado un espacio de acción y reivindicación que es “transpolítico” con relación al espacio tradicional.
Es decir, la acción política transcurre donde hay relaciones sociales de dominación, sin limitarse al ámbito
de las instituciones públicas o al terreno de la política convencional.
● A pesar de enfocarse mucho en la microfísica del poder, sus objetivos apuntan a cuestiones que afectan a la
sociedad en su conjunto más que a sus integrantes. Los contenidos de su discurso han sido generalistas.
● Autorreferencialidad: rechazan las identificaciones tradicionales de clase (obrera/burguesa) o políticas
(izquierda/derecha). Introducen nuevos valores además de los tradicionales de la política (autonomía e
identidad).
● Formas organizativas, caracterizadas por un alto grado de descentralización, autogobierno y búsqueda de la
democracia interna. Estructuras autónomas y confederativas, con objeción de conciencia y democracia
participativa, rotación de cargos, etc.; sustituyendo la organización piramidal y centralizada propia de los
partidos políticos y las organización sindicales.
● Formas de acción: informales, ad hoc, discontinuas, que no han solido hacer distinción entre miembros y
no miembros. Son acciones que llaman la atención, poco convencionales y que buscan ante todo movilizar
la opinión pública. Abanderados de las formas de acción no violentas. Negociación y protesta pacífica
como método de resolución de conflictos.
● Ya que las movilizaciones se realizan para el logro de un fin concreto, existe un amplio margen para una
gran diversidad de legitimaciones y creencias entre sus miembros. Composición social reclutada de la
“nueva clase media” pero que no excluye la participación de otros agentes sociales.
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PACIFISMO
Si bien se relaciona con la oposición a la guerra y la mantención de la paz, en términos generales puede
considerarse una respuesta a la violencia creciente, tanto física como estructural, que ha generado la sociedad
durante el siglo XX. A pesar de que la violencia es un comportamiento intrínsecamente humano, existe consenso
entre estudiosos en que la violencia ha tenido y tiene causas estructurales: desigualdades sociales, privación de bs
de consumo y subsistencia, luchas por el territorio, conflictos étnicos, religiosos y de clases, etc. Las condiciones
sociales, económicas y culturales del siglo XX han sido favorables al desarrollo de comportamientos violentos y a
la resolución de los conflictos de manera poco pacifista.
Siendo rigurosos, debería hablarse de “nuevo pacifismo”, “nuevo feminismo” y “nuevo ecologismo”.
Los orígenes del “nuevo pacifismo” se encuentran en las campañas realizadas en Europa contra la carrera de
armamentos, la experimentación y el uso potencial de armas nucleares y contra la guerra como resolución de los
conflictos en un mundo cada vez más bipolar. A comienzos de la década de 1950 comenzaron las primeras
protestas contra lo bélico y la militarización en Europa, científicos contra las armas nucleares y el uso militar de la
energía nuclear pero nos sería hasta finales de la década cuando el movimiento comenzará a adquirir el carácter
masivo que luego tendría. Esto comenzó en enero de 1958 con la fundación de la Campaña para el Desarme
Nuclear en Gran Bretaña y adquirió una dimensión masiva en EE.UU gracias al movimiento hippie y su oposición
a la participación estadounidense en el conflicto de Vietnam.
El carácter masivo de las protestas se mantuvo a lo largo de las dos décadas siguientes, sobre todo en Europa.
Las reivindicaciones fueron prácticamente las mismas: contra la carrera de armamentos, en pro del desarme nuclear
y contra la guerra como método de resolución de conflictos. El movimiento se reactivó en los 80, confluyendo con
el movimiento ecologista contra las centrales nucleares y dando lugar a la aparición de un potente movimiento de
signo ecopacifista con proyección incluso electoral. It doesn’t pan out.
ECOLOGISMO
No constituye un movimiento radicalmente nuevo, sino que sería un “nuevo ecologismo”. Es posible rastrear
estas protestas al movimiento obrero decimonónico, pero los antecedentes del actual movimiento ecologista pueden
encontrarse en los movimientos higienistas y naturistas de finales del siglo XIX o en los movimientos “burgueses”
contra la destrucción del medio.
Para ser rigurosos, el “nuevo ecologismo” surgió de la conciencia de la amenaza global que el modo de uso
industrial de los rr naturales estaba significando. Esto ocurrió a partir de los años 70, tomando conciencia la
comunidad internacional tras la I Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo (1972)
que llevó al surgimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Las primeras manifestaciones masivas surgieron de la protesta contra el programa de construcción de centrales
nucleares que muchos países emprendieron después de la crisis del petróleo. Las movilizaciones desconcertaban a
los movimientos sociales y partidos políticos establecidos porque ponían en crisis al pacto constitucional de
posguerra. Países como Bélgica, Austria y RFAlemania contaron por primera vez con representación ecologista en
sus parlamentos → el sistema político democrático tuvo que adaptar sus esquemas para dar cabida a los partidos
“verdes”. Las medidas de conservación del medio ambiente comenzaron a ocupar un lugar preferente en los
programas de los partidos tradicionales.
El movimiento ecologista ha luchado por evitar los daños que las formas de producir y distribuir provocan en
el medio ambiente y por el logro de una sociedad más sostenible. Sus protagonistas han sido muy heterogéneos, e
incluso con frecuencia han afectado el interior de determinados grupos sociales o determinados territorios. El
agravamiento de las crisis ambiental experimentada durante el siglo XX y la proximidad al agotamiento y
sobreexplotación de muchos recursos han provocado la conversión de nuestra sociedad en una “sociedad de riesgo”
(Beck, 1998). Conflictos de carácter distributivo también aplicado a rr naturales tan fundamentales como el agua,
sobre el aprovechamiento de los bosques, la explotación de las pesquerías o respecto de los límites de la
contaminación.
FEMINISMO
La lucha feminista tiene raíces muy profundas en el tiempo pero el autor considera el movimiento surgido en
EEUU en torno a la Organización Nacional de Mujeres (1966) como punto de partida de un nuevo feminismo de
masas que reunía reivindicaciones públicas y privadas en un nuevo plantemianto de liberación integral de la mujer
e igualdad de derechos.
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Lo esencial de las reivindicaciones feministas tanto al Estado como a la sociedad puede resumirse en: a igual
trabajo igual salario, igualdad en el acceso al trabajo y a la educación, libre utilización de anticonceptivos y derecho
al aborto. El derecho al aborto se convirtió en el centro de las movilizaciones. El movimiento se desactivaría en
cierta medida debido al logro de una parte nada despreciable de sus reivindicaciones.
NUEVOS NACIONALISMOS
Surgieron hace ya unas décadas sobre todo en países industrializados occidentales y no responden a los
esquemas clásicos del Estado-nación decimonónico, es más, su vitalidad se encuentra en la crisis misma del
Estado-nación.
Las funciones tradicionales del Estado han sido cada vez más cuestionadas, lo que generó auténticas crisis de
legitimidad. La primera de ellas referida al grado de integración de las aspiraciones de los diversos grupos sociales
-la participación política reduciéndose a una mera competencia por la gestión del poder con escasa innovación
social- y la segunda respecto al diseño y el control de la política económica -criticándose su creciente incapacidad
para redistribuir la riqueza y promover un desarrollo armónico-. Súmese la crisis fiscal, el debilitamiento de otras
funciones tradicionales del Estado (preservar culturas autóctonas frente a la globalización, generar un sentimiento
de unidad entre las distintas etnias).
Los nuevos nacionalismos plantean un discurso político sobre la base de nuevos derechos y reivindicaciones:
el derecho a la diferencia, a la autodeterminación, etc. Los movimientos han encontrado su credibilidad social
debido a dos hechos: la progresiva pérdida de soberanía de los Estados-nación y el cuestionamiento de su propia
razón de ser: el monopolio de los medios de violencia interna y externa.
La “economía-mundo” de Wallerstein implica que las economías nacionales ya no le pertenecen a los propios
Estados y esto ha generado una afirmación de lo local, especialmente en el ámbito de las culturas autóctonas. Los
nuevos nacionalismos se han fundamentado en esta “recuperación” cultural.
Se ha producido una separación cada vez más nítida entre nacionalismo y Estado-nación. El discurso
nacionalista se ha convertido en un mecanismo de respuesta frente a agresiones culturales, agravios económicos o
deficiencias políticas generadas por el avance de la “modernidad” y del “globalismo”.

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