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Capítulo 10.
LA SOCIEDAD Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Manuel González de Molina
El siglo XX ha sido el de los grandes movimientos sociales, el siglo de las “utopías racionales” que pretendían
un cambio radical de las estructuras sociales y de los regímenes políticos, el siglo en el que gran parte de las
sociedades han confiado ciegamente en el poder del hombre y en la necesidad del progreso; un progreso que sólo
podía ser posible mediante el crecimiento económico.
La realidad de estas “utopías racionales” es un enorme costo social y humano, la amplitud de los excluidos de
los beneficios del progreso, los problemas ambientales, los enfrentamientos bélicos y las violaciones constantes de
los derechos humanos → “crisis civilizatoria.
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Esclerotizar: Detener algo en su proceso de progresión.
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La creación de un marco institucional más favorable para la negociación atenuó no sólo la frecuencia de los
conflictos y su radicalidad sino que también cambió sus objetivos, reivindicaciones y formas de lucha. Los
objetivos prioritarios (al menos en Europa y América del Norte) se fueron centrando progresivamente en la mejora
de las condiciones de mercado. Perdió protagonismo la tierra. Sin embargo, a medida que la producción agraria se
fue vinculando cada vez más a la artificialización de los agroecosistemas con un uso más intensivo de nutrientes,
agua y energía provenientes del exterior, el conflicto se fue tornando cada vez más en un conflicto por la
distribución de los recursos naturales. Surgió entonces un movimiento de base rural y panclasista o comunitarista
que reivindica prácticamente por todo el mundo un modo de uso más racional de los rr naturales y un manejo más
sustentable de los agroecosistemas. Conforme se fue desactivando el sindicalismo, las asociaciones profesionales
de agricultores fueron ganando terreno. La protesta se orientó contra el Estado y los mercados, intentando
contrarrestar la caída de los precios de los productos agrarios o exigiendo compensaciones estatales a las pérdidas
continuadas de renta.
c) Las nuevas transformaciones en la sociedad
En la transición de la sociedad industrial a la posindustrial se han producido cambios de gran envergadura en
la composición y dinámica de las clases sociales y en especial de la clase obrera. La descomposición del capital se
veía acompañada también por una descomposición del trabajo en diversas categorías que comenzaban a manifestar
intereses contradictorios. Los efectivos de la clase obrera fueron progresivamente disminuyendo a la par que su
estructura interna se había fragmentado en un número creciente de categorías diferenciadas. La complejización de
las estructuras sociales ha hecho aparecer nuevas tareas y, por tanto, nuevos grupos sociales. Los índices de
movilidad social experimentaron un fuerte aumento, de forma que las fronteras de clase se fueron difuminando y la
tendencia a la individualización fue cobrando consistencia. La generación de riqueza en cantidades suficientes
permitió institucionalizar el conflicto, aumentando la capacidad patronal de asumir las reivindicaciones obreras y
encauzarlo por la vía de las reivindicaciones estrictamente económicas. El pacto constitucional de posguerra
otorgó a los sindicatos el papel de redistribuidores de parte de la riqueza pero también los convirtió en un
poderoso instrumento de consenso social, alejándolos al mismo tiempo de la esfera política.
Esta realidad fue dando lugar a una sociedad caracterizada por una aparente desmaterialización de la
economía. Los procesos de trabajo comenzaron a caracterizarse por una automatización, la base del desempleo
estructural. En cualquier caso, la economía se ha hecho más compleja y han surgido nuevas actividades
económicas, nuevas profesiones, sobre todo en el sector servicios que han acabado engrosando la clase media.
Aparecen nuevas divisiones no fundamentadas en las clases sociales; consecuencia de la expansión del sistema
educativo- poderoso factor de fragmentación de las solidaridades de clase.
d) La persistencia de las desigualdades sociales
Todos estos fenómenos han tenido lugar en una sociedad que no ha sido capaz de eliminar las desigualdades
sociales sino que las ha incrementado, aumentando el número de los excluidos del consumo de la riqueza.
Habermas argumenta que en las sociedades capitalistas avanzadas la privación de bienes no es exclusiva de la clase
obrera sino que afecta igualmente a segmentos muy amplios de la sociedad. La sensación de privación ha
aumentado con el aumento de la riqueza y con la generalización de la cultura del consumo de masas.
El proceso de industrialización de la agricultura significó un cambio radical en las formas de establecer el
metabolismo con la naturaleza a través de la actividad agraria. El nivel de artificialización de los agroecosistemas
se hizo tan intenso que los subsidios crecientes de energía humana o animal fueron ocupando un lugar cada vez
menor en el proceso de trabajo. La producción y las rentas agrarias comenzaron a depender cada vez más del
volumen de capital invertido, de manera que la tierra perdió protagonismo productivo y los agricultores se
volvieron dependientes del mercado para conseguir los inputs necesarios.
Disminución importante de peso del sector agrario en la renta y en el empleo general de los países ricos. La
sociedad de consumo terminó por llegar a los campos de Occidente promocionando comportamientos y formas de
acción y sociabilidad típicamente urbanas. Los agricultores se han convertido en una especie de asalariados
peculiares (con tierra) de complejo agroindustrial, con sueldos y beneficios por debajo de los percibidos en el sector
industrial o en los servicios → crisis de identidad. Los espacios rurales fueron desempeñando nuevas funciones no
agrícolas y acogiendo nuevas actividades típicamente urbanas (desagrarización de los campos cada vez más
dedicados a tareas recreativas que a la producción de alimentos).
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Impulso de individualización: fenómeno característico de las sociedades posindustriales pero expandido
gracias a la globalización. “Sobre el trasfondo de un estándar material de vida relativamente alto y de unas
seguridades sociales muy avanzadas, los seres humanos fueron desprendidos de las condiciones tradicionales de
clase y de las referencias de aprovisionamiento de la familia y remitidos a sí mismos y a su destino laboral
individual cont dos los riesgos, oportunidades y contradicciones” (Beck, 1998). Las desigualdades no han
desaparecido (han aumentado, surgen otras nuevas) pero ha habido una “mejora” aparente en las condiciones
generales de subsistencia, las desigualdades “han subido un piso más”. La consecuencia ha sido la reducción y en
muchos casos la disolución de las identidades y vinculaciones culturales de carácter clasista, cuestionando un poco
la estructuración clasista de la sociedad. Aparición de nuevos valores sociales que han dado lugar a nuevos
movimientos sociales y a nuevas opciones políticas.
El éxito del movimiento obrero ha conducido paradójicamente a su relativa desactivación. Baudrillard→ el
consumo de valores simbólicos en las sociedades del capitalismo tardío es más determinante de la identidad que la
posición del sujeto en las relaciones de producción. Uno no es tanto lo que produce como lo que consume.