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¡Quiero Chuches! Los 9 Hábitos Que Causan La Obesidad Infantil PDF
¡Quiero Chuches! Los 9 Hábitos Que Causan La Obesidad Infantil PDF
¡QUIERO CHUCHES!
Los 9 hábitos que causan la obesidad infantil
Dr. Isaac Amigo
Dr. José Errasti
¡QUIERO CHUCHES!
Los 9 hábitos que causan la obesidad infantil
Desclée De Brouwer
1ª edición: octubre 2006
2ª edición: febrero 2007
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, dis-
tribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autoriza-
ción de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados
puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. del Código
Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto
de los citados derechos.
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
1. LA OBESIDAD INFANTIL: LA EPIDEMIA DE NUESTRO SIGLO . . . . 13
1.1. El mito del peso ideal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
1.2. El Índice de Masa Corporal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
2. ¿POR QUÉ LA OBESIDAD SE PUEDE PREVENIR PERO ES
MUY DIFÍCIL DE CURAR? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
3. LAS NUEVE CAUSAS DE LA OBESIDAD INFANTIL . . . . . . . . . . . . 29
3.1. Comer viendo la televisión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
3.2. Ausencia de horarios y picoteos entre horas . . . . . . . . . . . . 36
3.3. Comer solo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
3.4. Saltarse sistemáticamente el desayuno . . . . . . . . . . . . . . . . 44
3.5. Comer únicamente lo que gusta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
3.6. Dormir poco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
3.7. Superar el aburrimiento comiendo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53
3.8. Calmar la ansiedad y la depresión comiendo . . . . . . . . . . . 56
3.9. Practicar un estilo de vida sedentario . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
4. YA, PERO ¿CÓMO SE PUEDEN ENSEÑAR BUENOS HÁBITOS? . . 63
4.1. La educación es una cuestión de dos . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
4.2. La educación es una cuestión de plazos . . . . . . . . . . . . . . . 67
4.3. La educación es una cuestión de dar ejemplo . . . . . . . . . . 69
¡Quiero chuches!
Hace falta algo más que información para obtener una buena alimentación.
Hace falta entender cómo se forman los hábitos alimenticios para poder corre-
gir sus posibles vicios y prevenir mil variadas conductas de mil variados ries-
gos para la salud.
En este libro trataremos de analizar con cierto detalle qué tipo
de comportamientos cotidianos tendríamos que enseñar a nuestros
hijos si pretendemos que se mantengan dentro de su peso natural.
Describiremos qué hay que enseñarles, pero, sobre todo, explicaremos de forma
muy práctica y concreta cómo se puede hacer esa enseñanza. Las costumbres
alimenticias adquiridas en la infancia influirán notablemente en el
estilo de alimentación que poseerá la persona durante el resto de su
vida. Tendremos siempre presente la importancia esencial y decisiva
de los nutrientes en la alimentación, –y nos detendremos suficiente-
mente en ese punto–. Pero éste es un libro escrito por psicólogos, de
forma que nos centraremos de forma especialmente protagonista en
algo tan importante como el aprendizaje de los hábitos que confor-
11
man el estilo de alimentación de nuestros hijos.
1.
La obesidad infantil:
la epidemia de nuestro siglo
Pues bien, este grave problema de nutrición está causado por unas
graves disfunciones en los hábitos comportamentales alimenticios.
Ante el problema del sobrepeso y la obesidad infantil hay cosas que no pode-
mos hacer y otras que, por el contrario, sí están en nuestra mano. No pode-
mos cambiar la predisposición genética que ciertas personas mues-
tran hacia la obesidad. Pero sí podemos educar en nuestros hijos unos há-
bitos comportamentales alimenticios saludables que actuarán como freno
ante la posibilidad de la obesidad exógena y como un importantísi-
mo moderador ante el problema de la obesidad con componentes
hereditarios. Al fin y al cabo, como se ha dicho, por encima de que
constitucionalmente todas las personas nos diferenciemos en nuestra
estructura física y en la anchura de partida de nuestros cuerpos, son
poquísimos los casos de trastornos de exceso de peso debidos exclu-
sivamente a causas metabólicas o biológicas en general. Un poco más
delgados o un poco más gorditos, la práctica totalidad de las perso-
nas, adultos y niños, tenemos un peso natural que oscila dentro de la
16 normalidad y está relacionado con factores que nos protegen ante
varios tipos de trastornos o enfermedades. Este libro se centrará en
aquellas acciones que sí está en nuestra mano emprender para atajar
el problema del sobrepeso y la obesidad infantiles, acciones que, por
cierto, son las principales determinantes del problema.
que las tablas de Índice de Masa Corporal (IMC) indican (véase tabla
1). Estas dificultades para reconocer el sobrepeso de los hijos están
además moduladas por el sexo del niño, de forma que tanto los
padres como las madres son más ciegos a la obesidad de sus hijos que
a la que presentan sus hijas.
Para explicar por qué es mucho más sencillo prevenir el exceso de
peso que eliminarlo una vez adquirido habría que referirse en primer
lugar a una serie de factores de carácter muy general que explican por
qué el organismo humano es especialmente avaricioso a la hora de
almacenar y retener las calorías que ingresan en él. Por más que viva-
mos en una época histórica particularmente opulenta y repleta de ali-
mentos calóricos a nuestra disposición, conviene recordar que el fun-
cionamiento nutritivo y energético de nuestro cuerpo se encuentra adaptado a
un contexto ya muy lejano en el tiempo caracterizado por la escasez de ali-
mentos y la dificultad para conseguir los recursos calóricos necesarios. Segui-
24 mos teniendo el mismo organismo que hace 35.000 años, por más
que las circunstancias que rodean a tales organismos sean muy dife-
rentes, y las características fisiológicas que optimizan la supervivencia en un
contexto de escasez alimenticia pueden acarrear serios problemas en un con-
texto de superabundancia. Nuestro organismo está especialmente dise-
ñado para retener los recursos calóricos que ingresan en él, y con fre-
cuencia una vez almacenados sólo se liberan con mucha dificultad
cuando la deprivación a la que se somete la persona es intensa o muy
constante en el tiempo. Es por eso que no se puede compensar un día
en el que hemos comido el doble de lo habitual manteniéndonos sin
comer durante el día siguiente.
Pero, además, el propio sobrepeso genera una serie de efectos que de forma
más o menos indirecta ayudan a perpetuar tal exceso de peso. En una publi-
cación de los doctores Swinburn y Egger del año 2004 podemos
encontrar una tabla referida a estos efectos indirectos. Por más que
estos autores no estaban centrados en el estudio de la obesidad infan-
¿Por qué la obesidad infantil se puede prevenir pero es muy difícil de curar?
34
No lo olvide
Se debe enseñar a los niños a comer en un lugar sin grandes dis-
tracciones y, obviamente, sin televisor. La comida ha de ser una
actividad regular y cotidiana en la que el niño se centre en lo que
está haciendo. Asociar la comida con la televisión puede hacer que,
por un lado, la comida evoque ver la televisión, –lo que favorece el
aumento de horas de televisión, la reducción del ejercicio y el esti-
lo de vida sedentario, y, por tanto, el sobrepeso–, y, por otro, que la
televisión evoque la conducta de comer, –lo que favorece la inges-
ta superflua de caprichos altamente calóricos, y, por tanto, el sobre-
peso.
36
3.2. Ausencia de horarios y picoteos entre horas
Más de la mitad del carro de la compra que empuja Elena por el super-
mercado está ocupado por alimentos pensados para ser comidos entre
horas. Cerca de una docena de bolsas de patatas fritas de sabores y pre-
paraciones diversas, aceitunas, barritas de cereales, frutos secos y dos
bolsas llenas de unos pequeños bollos suizos deliciosos que encantan a
toda la familia. Su hijo Carlos ha añadido otra bolsa de unos nuevos
snacks de queso que quiere probar. Su madre le mira y se encoge de hom-
bros. Sabe que Carlos está un poco gordito para su edad, pero piensa
que eso se arreglará cuando ella y su marido consigan unos horarios
laborales más estables que no obliguen al niño a comer cada día a una
hora diferente y con una compañía diferente. Esperando para pagar en
la caja, Carlos se fija en unos huevos de chocolate y pide uno. “Venga,
pero sólo uno”, contesta la madre y cree que así compensará lo mal que
comió hoy.
Las nueve causas de la obesidad infantil
No lo olvide
Es muy conveniente establecer un horario regular de comidas y
enseñar a los niños a no comer habitualmente fuera del mismo. Esto
fomenta muy intensamente su autocontrol de tal manera que apren-
derá a que sus sensaciones de apetito se encuentren convenientemen-
te reguladas por las horas de las comidas. Además, en las comidas 41
fuera de hora suelen ingerirse productos de gran valor calórico y
sabor intenso y artificial, lo que compite con la ingesta regular “a su
hora en la mesa” y dificulta que el niño adquiera gusto por los sabo-
res de los alimentos habituales y adecuados.
a nuestro estilo de vida puede provocar una serie de problemas que no van a
aparecer en tales películas. A pesar de que los actores que representan
estas escenas suelen tener un aspecto muy saludable, no se debe olvi-
dar que la realidad es una cosa y el cine otra. Compaginar el hecho
de comer con otra actividad que requiera nuestra atención, –trabajar,
ver la televisión, pero también pasear, o estudiar, o usar el ordenador
para jugar o para chatear–, es un hábito intensamente asociado con
la conducta de comer demasiado rápido, con la ingesta de alimentos
preparados que no son necesariamente muy saludables, y con una alta
probabilidad de que aparezca la sensación de hambre poco después.
Todo lo cual favorece la aparición del sobrepeso y la obesidad.
Pues bien, este modo de hacer se ha trasladado en parte a la reali-
dad nutricional infantil, ya que debido a la ocupación laboral de sus
padres muchos niños y adolescentes tienen que realizar alguna de las
comidas solos. En España, según los datos más recientes, nada menos
que el 27% de las familias raramente come reunida. Como se ha
dicho, esta situación tiene consecuencias sobre lo que se come y cómo 43
se come. Respecto a lo primero, es muy probable que se recurra a
comidas preparadas que sólo necesiten calentarse, y este tipo de ali-
mentación no suele ser nutricionalmente muy adecuada. Y respecto
a lo segundo, sabemos que cuando un chico come sólo aumenta la
probabilidad de que coma rápido, busque distracciones de cualquier
tipo, o pueda deshacerse de cualquier alimento en el momento en el
que aparezca la menor sensación de desagrado hacia él.
No lo olvide
Debido a la ocupación laboral de sus padres muchos chicos tienen
que realizar alguna de las comidas solos, lo cual tiene consecuencias
tanto sobre la calidad de lo que se come como sobre el modo de
comer. Intentar comer en familia en la medida en que las posibilida-
des laborales, escolares o de cualquier otro tipo lo permitan, es la
mejor manera de paliar este problema.
¡Quiero chuches!
No lo olvide
Saltarse cualquier comida, lejos de ayudar a controlar el peso como
pudiera parecer, suele terminar provocando un incremento del mismo.
Las nueve causas de la obesidad infantil
48
No lo olvide
Aunque el gusto por determinados sabores puede estar influido
por ciertas diferencias individuales, la realidad es que en su mayor
parte el gusto por los alimentos se va aprendiendo a través de la expe-
riencia. Permitir que el niño coma únicamente sus alimentos preferi-
dos empobrece su dieta e impide que tenga ocasión de ampliar pro-
gresivamente el conjunto de platos que le resultan agradables. Esto,
una vez más, termina repercutiendo negativamente en la salud y el
peso de los chicos. Una forma sensata de conseguir que el niño dis-
frute de sabores nuevos es asociarlos con otros que ya sean de su gusto.
50
3.6. Dormir poco
No lo olvide
La falta de horas de sueño incrementa el hambre y el apetito por
alimentos ricos en calorías. Además, el insomnio está relacionado con
un aumento de la ingesta nocturna, en la cama o fuera de ella, de ali-
mentos de alto contenido en grasas y azúcares. Establecer el hábito
de meterse en la cama a una hora determinada de manera regular
puede ayudar a mantener un peso normal porque facilita la regulari-
zación del sueño. La presencia de televisores, ordenadores o consolas
de videojuegos en el dormitorio infantil dificulta tal regularización 53
del sueño.
No lo olvide
Es importante educar a los niños para que aprendan a superar los
momentos de aburrimiento de la vida sin recurrir de manera con-
tinuada a cualquier forma de consumo, especialmente, el consumo
de alimentos de gran contenido calórico. Presentarse como un
modelo que sabe aceptar el aburrimiento como algo natural de la
vida, pero sobre todo que sabe salir de él a través de un ocio acti-
vo, es una buena forma de facilitar que nuestros hijos adquieran ese
mismo autocontrol y eviten convertir el alimento en una fuente de
alivio del tedio.
No lo olvide
En nuestra vida cotidiana está tan enraizado controlar los estados
de ánimo mediante la comida que, por ejemplo, recurrir al chocola-
te resulta una estrategia bastante común para sobrellevar los momen-
tos de desánimo. Controlar las emociones con la comida favorece la
obesidad y, muy especialmente, no resuelve las causas de los proble-
mas que nos están provocando la ansiedad o la tristeza. Una escucha
atenta y comprensiva de las emociones de los chicos, y el aprendiza-
je de estrategias de solución de los problemas que afectan a nuestras
emociones, son algunas de las pautas educativas generales que pue- 59
den ayudar a evitar un consumo exagerado y desordenado de ali-
mentos altamente calóricos.
Desde que era pequeño, Julio estaba acostumbrado a ir con sus padres
en autobuses o taxis para cada desplazamiento que hubiera que hacer
por la ciudad. Es cierto que no vivían en el centro, pero su ciudad tam-
poco era muy grande, y en veinte minutos podías plantarte en casi cual-
quier sitio. Pero siempre había un motivo para no ir a pie. Que si el
frío, que si era tarde, que si era de noche. Incluso a veces, cuando iban
a salir a pasar la tarde dando un paseo por el centro, Ilde, el padre,
se paraba un momento en la puerta y preguntaba si llamaba a un taxi.
Todos decían que sí. Ya pasearían luego por el parque. Julio, Ilde y
Miri, la madre, tenían sobrepeso moderado.
¡Quiero chuches!
educación física deberían velar para que todos los niños realicen jue-
gos y actividades físicas recreativas, con un sentido lúdico. Este tipo
de actividad hace que el ejercicio físico cobre sentido por sí mismo y
consigue que los niños tengan una ocasión idónea para cooperar en un
juego y practicar ciertas habilidades dentro de unas reglas predefini-
das. La actividad física no competitiva es fuente de una serie de sensa-
ciones positivas que no pueden quedar contrarrestadas por la frustra-
ción de perder contra los demás. Por ello, tiene mayores posibilidades
de consolidarse como un componente del ocio infantil, y es el estilo de
actividad no sedentario que debe ser promovido por los padres o pro-
fesores si pensamos en el conjunto total de la población infantil y no
solamente en la minoría con grandes aptitudes deportivas.
En esta misma línea, con vistas a mantener la motivación en los
programas de actividad física dentro de la escuela, sería muy impor-
tante que los niños no fuesen valorados en función de su posición en
la clase o por su marca respecto a otros. Esto, como se ha expuesto,
61
suele llevar a que aquellos chicos que están situados en las últimas
posiciones traten de evitar este tipo de actividad. Frente a esto, los niños
deberían ser valorados en función de su progresión individual, es decir, deberí-
an obtener aliento y reconocimiento cuando mejoran su rendimiento personal en
una u otra actividad al margen de cuál haya sido el rendimiento de los demás.
Si un niño ve que puede mejorar significativamente su marca en una
carrera de mil quinientos metros, y que se le va a ser reconocer un gran
mérito por ello, es posible que afronte el deporte con ánimo para
seguir corriendo. Si, por el contrario, esa marca, a pesar de mejorar,
sigue considerándose fundamentalmente mala por su comparación con
la de los otros compañeros, de forma que su esfuerzo no se ve recono-
cido, es posible que el chico adquiera cierta antipatía por la actividad
deportiva y no sienta interés por seguir practicándola.
Antes de terminar este apartado, habría que señalar que existe otra
vía por la cual el sedentarismo puede llevar a ganar peso de una forma
indirecta. Se ha observado que las personas que son físicamente inac-
¡Quiero chuches!
No lo olvide
El sedentarismo se asocia a un Índice de Masa Corporal más ele-
vado en los niños. La actividad física regular constituye un elemento
crucial para mantenerse dentro de un peso normal. Por ello, tanto en
casa como en la escuela se ha de estimular la práctica de tal tipo de
actividad, pero no desde un punto de vista competitivo, sino como
un medio a través del cual cada niño puede obtener una serie de sen-
saciones positivas placenteras y puede adquirir una seguridad en sus
propias capacidades observando sus propios progresos sin comparar-
62
se con los demás. Ello le permitirá beneficiarse de la relajación y
mejora del estado de ánimo que provoca el ejercicio físico moderado
y reducirá los impulsos para comer por razones tales como la ansie-
dad o el aburrimiento.
4.
Ya, pero ¿cómo se pueden
enseñar buenos hábitos?
En efecto, uno de los principales recursos educativos con los que contamos los
padres para realizar nuestra función es el de poder imponer consecuencias a la
conducta de nuestros hijos, que normalmente toman la forma de premios o de
castigos según queramos potenciar o eliminar el comportamiento con-
¡Quiero chuches!
proceso también mucha agua. Es por eso que una dieta que reduzca
el consumo de carbohidratos parece muy efectiva, ya que con ella se
pierde peso más rápidamente que con otro tipo de alimentación más
equilibrada. Ahora bien, perder peso rápidamente al comienzo de una dieta
no es garantía de que se habrá perdido peso a su término.
Además, la dieta de Atkins, –que hasta la fecha ha sido seguida por
miles y miles de personas–, pronto se revela ineficaz y perjudicial para
la salud. Por un lado, la restricción de los hidratos de carbono que
impone no hace más que incrementar el deseo que las personas sienten
hacia ellos y la voracidad con la que se consumen. Pero es que no con-
viene olvidar que los hidratos de carbono son la fuente primaria de
energía. Los deportistas los consumen en gran cantidad antes de la
competición para estar especialmente vigorosos durante la misma. Su
retirada de la alimentación provoca en el ser humano fatiga, desánimo
y depresión. En este estado, el propio organismo anhela los hidratos de
carbono, lo cual supone un importantísimo factor que contribuye al
83
fracaso que habitualmente suelen cosechar estas dietas.
Por otro lado, también se ha observado que una dieta rica en gra-
sas socava los sistemas de regulación del apetito. Lejos de lo que las
dietas ricas en grasas proclaman, se ha observado que no provocan
antes la saciedad sino que incrementan el deseo por este tipo de ali-
mentos y el incremento del consumo de los mismos. Además, es fre-
cuente que lleven a un estado en el que aumenta especialmente el
volumen de alimentos consumidos, conocido como “hiperfagia”, que
puede estar provocado, a su vez, por el reducido volumen y peso de
los alimentos ricos en estos nutrientes grasos en relación a alimentos
ricos en hidratos de carbono. Y en cuanto a su peligrosidad, hoy es
de sobra conocido que una dieta rica en grasas tiende a elevar el nivel
de colesterol además de contribuir sustancialmente a problemas de
estreñimiento. Por todo ello se puede afirmar que las dietas que redu-
cen los hidratos de carbono a costa de incrementar las grasas cuentan con pocos
argumentos a su favor.
¡Quiero chuches!
aunque las personas que hacen ejercicio disfruten más comiendo, esto
no se traduce en que coman más. Este aspecto es muy importante,
porque muchas personas buscan en la comida una fuente de placer
experimentando con nuevos y variados sabores, lo cual suele tradu-
cirse en un ingreso extra de calorías. Pues bien, el ejercicio físico hace
que los sabores más cotidianos resulten más sabrosos y que, posible-
mente, no sea necesario recurrir a un consumo mayor de alimentos
para satisfacer el paladar.
Finalmente, el ejercicio es una estrategia ideal para el control del apeti-
to porque se trata de una actividad que resulta incompatible con el picoteo.
Ya hemos visto como el sedentarismo o el no tener nada que hacer
facilita mucho la conducta de picotear, tanto en las personas adultas
como en los niños. La actividad física bloquea temporalmente el con-
sumo de alimentos, no sólo durante su realización sino también
media hora o una hora después, ya que mientras dura la activación
94 muscular y emocional que provoca el ejercicio la sensación de apeti-
to suele estar ausente.
Efectos biológicos
• El ejercicio físico provoca una subida de la temperatura corporal que en sí
misma tiene un efecto tranquilizante
• El ejercicio físico favorece las reservas de hormonas que son necesarias para en-
frentarse a la situaciones de estrés y sin las cuales la persona se vería desbordada
• Al igual que hacen algunos fármacos antidepresivos, el ejercicio físico favore-
ce el funcionamiento cerebral de ciertas sustancias como la serotonina o dopa-
mina que provocan una mejora del estado de ánimo
• Después del ejercicio físico se produce una relajación muscular que suele aso-
ciarse a un estado de relajación mental
• Al igual que el enamoramiento o el consumo de chocolate, el ejercicio físico
favorece la liberación de opiáceos naturales en el cerebro que provocan un
estado de bienestar general
Efectos psíquicos
• El ejercicio físico es una forma de distracción y posiblemente de diversión que
suele permitir a las personas olvidarse, aunque sea temporalmente, de sus pre-
ocupaciones
• La práctica de ejercicio físico suele ser una ocasión para encontrarse con otros,
96 establecer vínculos y aprender a cooperar en forma de juego. La relación con
los otros es el mejor modo de mantener la salud emocional
• La mejora de la salud que se consigue a través del ejercicio físico proporciona
a la persona una sensación de control, capacidad y cierta autosuficiencia
• El ejercicio físico hace que las personas se expongan a los efectos ingratos del
estrés (palpitaciones, sudoración, dificultad para respirar, etc.) pero sin vivir-
los como una experiencia desagradable, por lo que, en cierta medida, se inmu-
niza contra la inquietud que provocan esas sensaciones
• El ejercicio físico incrementa el valor gratificante de otros comportamientos
fundamentales, ya que posibilita dormir mejor y por lo tanto una mayor sen-
sación de descanso después del sueño e incrementa la satisfacción que provo-
ca el consumo de alimentos sin que se incremente dicho consumo
• El ejercicio físico, en definitiva, bloquea o atenúa los estados de ansiedad y
depresión
con cierta facilidad. Pues bien, esta creencia requiere de ciertos mati-
ces importantes para ser precisa. Tal y como se puede observar en la
tabla 7, la actividad física no sirve para quemar tantas calorías como sole-
mos imaginar. Practicando los deportes más comunes, como el fútbol,
el baloncesto o el tenis, un niño no gastará más de 240 calorías si pesa
en torno a unos 30 kg y unas 400 calorías si se trata de un adoles-
cente que pesa unos 50 kg. Es evidente que para reponer esa energía
no se requiere una alimentación especial.
Sin embargo, aunque el ejercicio físico pueda contribuir tan sólo
moderadamente a perder peso, constituye una estrategia fundamen-
tal para prevenir el sobrepeso y la obesidad. En los apartados ante-
riores hemos visto los mecanismos que explican la moderación en el
consumo de alimentos asociada a esta actividad. A todo ello, habría
que añadir que a veces ese incremento en el gasto de energía que se
realiza a través del deporte puede ser suficiente para igualar el con-
sumo y el ingreso de calorías superfluas en el organismo y, de este
97
modo, prevenir una continua ganancia de peso. Baste pensar que un
pequeño exceso de sólo 50 calorías diarias por encima de las necesi-
dades energéticas del joven supone un aumento de 2 kg de peso al
año, añadidos al incremento de peso ya esperable por el crecimiento
natural del niño. La actividad física puede ser fundamental para
limar ese exceso sobrante.
Pero también se ha observado que la actividad física no supone, como
muchas personas creen, un incremento proporcional en la cantidad de alimen-
tos que se consumen. En general, los niños que realizan una actividad
física moderada no incrementan significativamente lo que comen, y
si se produce ese incremento es sólo de un modo bastante ligero. Es
decir, el incremento en el consumo de calorías que se observa cuan-
do se inicia la práctica de ejercicio no suele cubrir la energía consu-
mida, por lo que se puede afirmar que la compensación alimentaria
es parcial e incompleta y en muchos casos no supera el 30% de la
energía empleada en el ejercicio físico.
¡Quiero chuches!
No lo olvide
El ejercicio físico modifica la sensación de apetito y los hábitos ali-
menticios, e introduce a la persona en un círculo virtuoso nutricio-
nal. En primer lugar, la actividad física, sin incrementar la sensación
de hambre, fortalece la señales de saciedad que llegan a nuestro cere-
bro y facilitan que parar de comer sea algo natural y más fácil. Por
otra parte, el ejercicio propicia la preferencia por el tipo de nutrien-
tes que deben estar más presentes en una dieta adecuada, –los hidra-
tos de carbono, véanse los capítulos anteriores–, y que mejor facili-
tan el control del peso. Además, la actividad física también incre-
menta el disfrute de los alimentos más cotidianos y bloquea la sen-
sación de hambre durante su práctica y algún tiempo después, lo que
facilita el control alimentario. El ejercicio físico sirve también para
facilitar el control emocional, ayudando a que las relaciones persona-
les y el bienestar físico bloqueen los estados anímicos que llevan al
descontrol alimenticio. Por otra parte, el consumo calórico que se 99
consigue a través del ejercicio físico no tiene porqué ser excesivo. Es
por ello que resulta muy difícil perder peso recurriendo sólo a la
práctica de un deporte. Sin embargo, la actividad física permite
limar el exceso de calorías que se consumen a lo largo del día y, por
lo tanto, constituye una de las mejores estrategias posibles para evi-
tar la ganancia de peso con la edad y desde edades tan tempranas
como la infancia.
7.
meses desde el fin de esta dieta se observa que los niños sometidos a
este régimen han reducido su sobrepeso en la misma medida que los
niños que han seguido dietas menos restrictivas. Los datos dejan
claro que la pérdida de peso inicial que provoca el cumplimiento de una dieta
hipocalórica no está directamente relacionada con el mantenimiento de esa
pérdida de peso una vez que tal régimen de alimentación vuelve a la norma-
lidad. Esto es especialmente cierto en aquellas intervenciones sobre
la obesidad infantil que se limitan a privar al niño de ciertos ali-
mentos o a restringirle su comida. Existe un acuerdo generalizado
entre los especialistas relativo a que tales soluciones sólo consiguen
que el niño pase hambre, ya que una vez finalizada esa dieta su peso
acostumbra a volver al punto de partida.
como se afronta este problema. Así, hay varias formas mediante las que
los padres pueden ayudar emocionalmente a sus hijos: si no muestran una
preocupación excesiva o ansiosa por la obesidad de su hijo, si valoran
otros muchos aspectos de su comportamiento y modo de ser, si le
explican que la figura no es algo que se pueda controlar totalmente,
o si le transmiten el sentimiento de que podrán ayudarle, en parte, a
controlar su peso evitando los hábitos descritos en las páginas ante-
riores y adoptando un estilo de vida saludable que sirva para superar
dichos hábitos.
Hemos dedicado este libro a analizar con cierto detalle las princi-
pales relaciones que existen entre la obesidad infantil y los hábitos
alimenticios. Nos hemos centrado en los aspectos concretos de esta
relación, pero no quisiéramos terminar estas páginas sin hacer cier- 113
tos comentarios más generales que vinculan la creciente incidencia
de la obesidad infantil a dos de las características más identificativas
de la sociedad en la que vivimos: el consumismo y la obsesión por el logro
de la felicidad.
Las pautas de ocio de la población española se han modificado
notablemente durante las últimas décadas. El ocio tradicional, el que
practicaban nuestros padres en la sociedad de los años 60 y 70, gira-
ba alrededor de las relaciones sociales establecidas con la familia o los
amigos. Se trataba de un ocio al mismo tiempo activo y sereno: el
grupo construía las condiciones de su propio entretenimiento, como
el paseo, la charla, la comida o la excursión, si acaso levemente apo-
yados por el escenario del bar o una televisión mucho más limitada
en su horario y quizá menos atractiva que la actual. Durante ese tipo
de ocio se consumían ciertos productos, pero esa actividad comercial
era pequeña y secundaria al ocio. Por el contrario, en la actualidad se
¡Quiero chuches!
¿Cómo será el peso de los niños del siglo XXI? ¿A lo largo de los
próximos años seguirá aumentando el número de niños con exceso de
peso tal y como marcan las tendencias presentes en la actualidad,
hasta el punto de llegar a presentarse una generación caracterizada
por el sobrepeso y la obesidad? ¿O, por el contrario, sabremos tomar
las medidas adecuadas para frenar el crecimiento progresivo de los
problemas de peso infantil? Si atendemos a los hábitos nutricionales
¡Quiero chuches!
Aspectos como aquéllos sobre los que pretenden influir estas ini-
ciativas son importantes. No se debería olvidar una de las ideas fun-
damentales en el que se apoya nuestro programa para el control del
sobrepeso de los niños que hemos expuesto a lo largo de estas pági-
nas: el exceso de peso se adquiere porque ingresan en el organismo
más calorías de las que se gastan posteriormente. El peso depende prin-
cipalmente del balance entre la ingesta y el ejercicio físico, y el principal deter-
minante de la ingesta son los hábitos comportamentales alimenticios del joven.
En una amplísima parte de los casos de problemas de exceso de peso juveniles
nos encontramos con que el principal determinante de ese trastorno se encuen-
tran en los hábitos alimenticios inadecuados, –por ejemplo, comer a todas
horas y paradójicamente saltarse alguna comida principal, comer
haciendo otras actividades como ver la televisión, o haber desarrolla-
do el gusto por alimentos tan calóricos como la bollería industrial–.
Por todo ello educar el peso infantil pasa por un estrategia global basa-
da en que los niños aprendan aquellos comportamientos incompatibles con un
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consumo calórico excesivo a través del cual lleguen a consumir aproxi-
madamente las mismas calorías que las que gastan. Aun cuando
pueda parecer sorprendente, muchos de esos hábitos no tienen tanto
que ver con lo qué se come, –lo que habitualmente se conoce como
el “estilo nutricional”–, cuanto con cómo se come y cómo se invier-
te el tiempo de ocio.
En particular, hemos visto cómo tener un lugar adecuado para
comer sin distracciones, un horario regular de comidas donde no
quepa saltarse ninguna de ellas, dejar para excepciones el picoteo
entre horas, y saber afrontar los estados emocionales negativos como
la ansiedad y el aburrimiento sin recurrir a los alimentos es algo fun-
damental. También lo es, en relación con el otro lado de la balanza,
utilizar el tiempo de ocio en una actividad física que incluya el juego
con otros niños.
Evidentemente esto choca con el propio estilo de vida que hemos
creado, que dificulta de forma prácticamente irresoluble que los padres,
Epílogo: Obesidad, consumismo y felicidad
–que a su vez carecen en muchos casos del tiempo libre necesario y par-
ticipan de una vida estresante en sus aspectos laborales o familiares–,
puedan emplearse a fondo en una tarea que en último término supone
hacer que los niños hagan lo que no quieren hacer. Porque los niños
preferirán comer viendo la televisión, donde además no molestan, que
comer en la cocina en la que seguramente reclamarán la atención de sus
padres; porque los niños aprenderán pronto que no hay por qué vencer
la inapetencia propia del sueño con el que inevitablemente se madru-
ga para ir al cole, pudiendo disfrutar a media mañana de un bocado más
sabroso aunque mucho más calórico que el desayuno que no han toma-
do; porque las chucherías son muy asequibles para los padres y com-
prándoselas se quedan los chicos muy contentos, aunque esto suponga
que después no van a comer otros alimentos más necesarios; y porque
para los padres puede resultar menos dificultoso entretener a sus hijos
dándoles algo de comer que buscando un ocio más activo para el que
las ciudades no están siempre preparadas.
121
Y sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, existe una solu-
ción a este problema que pasa necesariamente por que los padres entiendan la
naturaleza y la gravedad de las cuestiones implicadas en el exceso de peso
infantil. Está en nuestra mano conseguir que el cuerpo de los niños del siglo
XXI se caracterice por el sobrepeso y la obesidad, o lograr que su crecimiento
se ajuste a pautas saludables altamente relacionadas con factores de protec-
ción ante múltiples problemas de salud en la edad adulta. Está en nuestra
mano enseñar a nuestros hijos hábitos alimenticios saludables de incalculable
valor positivo a corto, medio y largo plazo. Este libro ha pretendido ser
una guía orientativa para comenzar a caminar en esta dirección, y una
propuesta de métodos, ideas y ayudas para todos aquellos padres que
quieran, puedan y tengan ocasión de comprometerse en la tarea de
educar un peso natural en sus hijos.
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¡Quiero chuches!
128
Aprender a ser
Directora de la colección: Mª Rosa Buxarrais
La formación del profesorado en educación en valores. Propuesta y materiales, por Mª Rosa
Buxarrais
Educación en valores para una sociedad abierta y plural: Aproximación conceptual, por
Montserrat Payá Sánchez
Programas de educación intercultural, por Mª Auxiliadora Sales Ciges y Rafaela García
López
Jugando con videojuegos: Educación y entretenimiento, por Begoña Gros (Coordinación)
Educar para el futuro: Temas Transversales del currículum, por José Palos Rodríguez
Individuo, cultura y crisis, por Héctor Salinas
Ciudadanía sin fronteras, por Santiago Sánchez Torrado
El contrato moral del profesorado. Condiciones para una nueva escuela, por Miquel
Martínez
Crecimiento moral y filosofía para niños, por Félix García Moriyón (Ed.)
Educación en derechos humanos: Hacia una perspectiva global, por José Tuvilla Rayo
Educación para la construcción personal. Un enfoque de autorregulación en la formación de
profesores y alumnos, por Jesús de la Fuente
Diálogos sobre educación moral, por John Wilson y Barbara Cowell
Modelos y medios de comunicación de masas. Propuestas educativas en educación en valores,
por Agustí Corominas i Casals
Educación infantil y valores, por Ester Casals y Otília Defis (Coordinación)
El educador como gestor de conflictos, por Marta Burguet Arfelis
Educando en valores a través de “ciencia, tecnología y sociedad”, por Roberto Méndez
Stingl y Àlbar Álvarez Revilla
La escuela de la ciudadanía. Educación, ética y política, por Fernando Bárcena, Fernando
Gil y Gonzalo Jover
El diálogo. Procedimiento para la educación en valores, por Ginés Navarro
Inteligencia moral, por Vicent Gozálvez
Historia de la educación en valores. Volumen I, por Conrad Vilanou, Eulàlia Collell-
demont (Coords.)
La herencia de Aristóteles y Kant en la educación moral, por Ana María Salmerón Castro
La educación cívico-social en el segundo ciclo de la educación infantil. (Análisis comparado de
las propuestas administrativas y formación del profesorado), por Fernando Gil Cantero
Aprender a ser personas y a convivir: un programa para secundaria, por Mª Victoria Trianes
Torres y Carmen Fernández-Figarés Morales
Educación integral. Una educación holística para el siglo XXI. Tomo I, por Rafael Yus Ramos
Educación integral. Una educación holística para el siglo XXI. Tomo II, por Rafael Yus
Ramos
Racismo en tiempos de globalización: una propuesta desde la educación moral, por Enric
Prats
Historia de la educación en valores. Volumen II, por Conrad Vilanou, Eulàlia Collell-
demont (Coords.)
Educar en la sociedad de la información, por Manuel Area Moreira (Coord.)
Educarción para la tolerancia. Programa de prevención de conductas agresivas y violentas en
el aula, por Ángel Latorre Latorre y Encarnación Muñoz Grau
El niño y sus valores. Algunas orientaciones para padres, maestros y educadores, por
Carme Travé i Ferrer
El libro de las virtudes de siempre. Ética para profesores, por Ramiro Marques
Construir los valores. Currículum con aprendizaje cooperativo, por Mª Pilar Vinuesa
Formación ética básica para docentes de secundaria. Propuestas didácticas, por Gustavo
Schujman
La educación intercultural ante los retos del siglo XXI, por Marta Sabariego Puig
La mediación: un reto para el futuro. Actualización y prospectiva, por Juan José Sarrado
Soldevila y Marta Ferrer Ventura
La convivencia en los centros de secundaria. Estrategias para abordar el conflicto, por
Miquel Martínez Martín y Amèlia Tey Teijón (Coords.)
Mi querida educación en valores. Cartas entre docentes e investigadores, por Francisco
Esteban Bara (Coord.)
Cómo orientar hacia la costrucción del proyecto profesional. Autonomía individual, sistema
de valores e identidad laboral de los jóvenes, por María Luisa Rodríguez Moreno
Jóvenes entre culturas. La construcción de la identidad en contextos multiculturales, por Mª.
Inés Massot Lafon
Estrategias para filosofar en el aula. Relatos breves para la reflexión, por Isabel Agüera
Espejo-Saavedra
La dimensión moral en la educación, por Larry P. Nucci
Excelentes profesionales y comprometidos ciudadanos. Un cambio de mirada desde la uni-
versidad, por Francisco Esteban Bara
La familia, un valor cultural. Tradiciones y educación en valores democráticos, por María del
Pilar Zeledón Ruiz y María Rosa Buxarrais Estrada (Coords.)
Cultura de paz. Fundamentos y claves educativas, por José Tuvilla Rayo
Pantallas, juegos y educación. La alfabetización digital en la escuela, por Begoña Gros (Coord.)
Conflictos, tutoría y construcción democrática de las normas, por Mª Luz Lorenzo
Mensajes a padres. Los hijos como valor, por Isabel Agüera
Educar con “co-razón”, por José María Toro
¡Quiero chuches! Los 9 hábitos que causan la obesidad infantil, por Isaac Amigo y José
Errasti
Este libro se terminó
de imprimir
en los talleres de
Publidisa, S.A., en Sevilla,
el 27 de febrero de 2007.