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Arte y Ciencia: Tres falsos opuestos /Guillermo Bengoa

Para Mesa Redonda “Sin Límites” / MAR, 5 de julio de 2016

Sin hacer una historia profunda de la evolución de los conceptos de arte y de ciencia, existe
bastante consenso1 que, como profesiones, ambas se instituyen con un formato parecido al actual
poco después del Renacimiento2. Tal vez el primer científico profesional conocido haya sido Galileo
(1564-1642), en el cual, unido a una inteligencia brillante y una enorme tenacidad para llevar a
cabo experimentos convivían un montón de “defectos” que tienen algunos científicos actuales,
como ocultar los datos que no cierran para su hipótesis, buscar el mejor postor para vender las
aplicaciones de sus ideas, ampararse en el poder para poder trabajar tranquilo, etc. El status del
artista moderno tarda un poco mas en definirse, en parte por la existencia de hombres que
brillaban en ambos campos (Leonardo, Miguel Angel) en parte por una discusión que excede esta
charla que es la relación arte-artesanía.

Lo cierto es que alrededor del 17003 ya están instituidas las primeras asociaciones científicas y
también las Academias de Artes. En algunos casos, además, esa separación incluye el alejamiento
de la arquitectura de la ciencia y por tanto de la ingeniería, yendo a parar a las escuelas de Bellas
Artes.

Toda división genera la necesidad de diferenciación, toda especialización genera disputas sobre las
fronteras y por lo tanto, agudiza la necesidad de confrontación. Hace entonces cerca de 300 años
que se plantea una oposición entre arte y ciencia que hoy me gustaría discutir a través de cuatro
duplas: La primera es emoción/comprensión, la segunda es interior/ exterior, la tercera
arte/industria, yla cuarta es inutilidad/rentabilidad

El primer eje tiene que ver con la oposición entre emocionarse al percibir el arte y comprender al
entender la ciencia.Parecería como si en la cultura cotidiana, no sólo en la “alta cultura” sino en
manifestaciones como la historieta o el rock, el arte fuera una cuestión de percepción que se
puede educar, y que está bien visto hacerlo. Y que si a uno lo instruyen en determinadas
percepciones y valoraciones, podemos emocionarnos con el arte. Así, intentamos que nuestros
hijos perciban la belleza de un cuadro de Van Gogh, de la Capilla Sixtina, de un concierto de
Beethoven o de un tema de Spinetta. Tratamos de que esas cosas les despierten emociones.
Lagrimear ante el final de una sinfonía, ante una frase de Janis Joplin o un solo de Charly Parker es
ser sensible, no es ser demente.

Pero rara, muy rara vez vi a alguien tratando de educar para que su hijo se emocione con la Teoría
de la Gravedad, con la Evolución según Darwin o con algo más sencillo pero igualmente grandioso
como el teorema de Pitágoras. ¿Es buena esa oposición? ¿Solamente el arte puede emocionar?
¿La ciencia solamente se puede comprender? Ambos campos pierden con esta división.

Al arte sin comprensión se le saca la posibilidad de análisis, que queda reservada para los críticos
de arte, que comprenden por nosotros y nos indican que nos tiene que emocionar y que no. El
arte pierde la riqueza que da la mayor comprensión del tema, ese clic maravilloso que se produce
después de un análisis detallado, que nos revela la construcción de la cual se valió el artista para
lograr la emoción.

1
Ver Kuhn, Feyerabend, Foucault, Latour
2
Aunque en el Renacimiento todavía vemos hombres que dominaban –y querían dominar, además- ambos campos,
como Leonardo da Vinci y Miguel Angel
3
La Royal Society (Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia) fue fundada en 1660
1
La ciencia sin emoción pierde su carácter de aventura para ser una metodología, un camino más
cercano a la producción fordista de conocimiento que a una cosmovisión racional del mundo. Al
separarse de la emoción, posiblemente el trabajo del científico se vuelva rutinario y aburrido y lo
que tal vez es peor, el común de la gente perderá la posibilidad de tomar a la ciencia como una
manera maravillosa, tan sin igual como puede ser una experiencia mística, de mirar al mundo, de
sentirse parte del mundo, de evitar la separación hombre-naturaleza.

Ojo, la emoción de la ciencia no debe confundirse con la emoción que despiertan los fenómenos
naturales: es fácil emocionarse ante un arcoíris y pensar que nos emocionamos sabiendo cómo se
produce, pero lo que yo digo es emocionarse redescubriendo cuales fueron los caminos de la
mente humana para llegar a ese descubrimiento, no ante la belleza de los cielos. 4 Emocionarse
porque Le Verrier en 1846 descubrió con lápiz y papel donde debía estar un nuevo planeta, que
poco después fue confirmado visualmente por Galle. No por la vista de una bella foto del planeta.

¿No podríamos avanzar en la educación sentimental de los chicos hacia la ciencia? ¿No podríamos
hacer que se emocionen tanto estudiando como Eratóstenes midió con increíble exactitud hace 25
siglos el tamaño de la tierra como con el final de la 9 de Beethoven?

El segundo eje en relación al Arte y la Ciencia es entre interior y exterior. No de los edificios, desde
luego, sino de las personas.

Parecería que el Arte sale del interior de las personas y solamente los mejores artistas logran
plasmarlo afuera, en el papel, en la arcilla, en las partituras (lo que Popper llama “el Mundo 3”) En
cambio, la Ciencia suele presentarse como una conquista sobre el mundo exterior, como si la
Realidad estuviera allí y la ciencia solamente tiene que correr el velo para descubrirla. Pero lo que
la ciencia moderna ha descubierto es que no es así, que la propia intervención del hombre
modifica la realidad que observa, y por otro lado, el arte se ha demostrado más poderoso muchas
veces para describir la realidad que la ciencia.

Si el arte sale solamente del interior, disminuye la posibilidad de un arte social. Si sale de la
individualidad del artista, la construcción colectiva –esa tarea que la ciencia tiene asumida- se
hace difícil. La propia idea de autor restringe las posibilidades de abrirse al otro, de emocionarse
conjuntamente, excepto en formas un tanto alienantes como el pogo de un recital.

Si la ciencia sale solamente del mundo exterior y las teorías se deben contrastar inmediatamente
con ese mundo, se pierde la capacidad de apertura mental que abre el camino a conocimientos
que parecen, en la simple observación del mundo exterior, descabellados. De la observación
sencilla del mundo exterior no podríamos haber descubierto que es la Tierra la que gira alrededor
del sol y no al revés, que la sangre que bombea el corazón va hacia arterias cada vez más chiquitas
hasta ser casi invisibles y vuelve por esas venitas invisibles, que la materia sólida es casi todo vacío,
que una cosa pesada cae a la misma velocidad que una cosa liviana… Una ciencia que solamente
capte los aspectos obvios y visibles del mundo exterior no hubiera progresado casi nada. La ciencia
necesita también ese mundo interior del científico, ese mundo interior que busca paridad por
simple belleza, que busca simetría por simple armonía, que intenta todo el tiempo escuchar la
“música de las esferas”.

4
Eso me hace acordar a Kant cuando escribe “Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y
crecientes, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellos la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley
moral en mí”
2
El tercer eje es la separación en las disciplinas proyectuales, al menos en algunas. En Arquitectura,
en el siglo XIX se separa la ciencia y el arte.En 1794 Napoleón Bonaparte crea la Escuela Politécnica
de Paris, fusionando varias escuelas de ingeniería (Escuela de Puentes y Caminos, Escuela de
Minas, Escuela de Artillería) En 1806 funda la Escuela de Bellas Artes, adonde la Arquitectura
queda confinada junto a la pintura y la escultura

En Diseño Industrial, como es una disciplina que surge recién en el siglo XIX, parecería que es al
revés, se unifican la ciencia y el arte, a través de un artefacto cultural previo que es la artesanía. La
artesanía une técnica –no ciencia- con cierta búsqueda estética que es una de las características
del arte. La llegada de la ciencia a la técnica con la Revolución Industrial genera la tecnología, y allí,
en ese cruce preciso, es que nace el Diseño Industrial. Se genera una discusión, primero en
Inglaterra y rápidamente trasladada a Alemania, sobre el rol de las máquinas en la creación de
formas, un debate sobre la estética que puede generar la máquina que es el antecedente directo
de casi todas las vanguardias artísticas del siglo XX.

El cuarto eje es pensar en que más que una oposición entre Arte vs Ciencia, hoy día la pelea de
fondo es Arte y Ciencia Vs. Capitalismo. Ambos han sido cooptados por el dinero, y de esa manera,
en vez de buscar un falso enfrentamiento entre el arte y la ciencia, deberíamos investigar como
ambos pueden aliarse para buscar espacios de libertad que no dependan de la plata. Ciencia que
no sea negocio, que no gaste más plata en experimentos para la cosmética que en buscar vacunas
contra el dengue o el mal de Chagas. Arte que no sea negocio, que la noticia no sea que un cuadro
argentino rompió el record de caro en la feria de arte de Miami o de Londres sino que los chicos
de escuelas rurales están pintando todos y exponiendo en un museo o escribiendo poesías que se
transcriben en las paredes.

Si dejamos que la ciencia siga atrapada por el capital, solamente investigaremos las enfermedades
más frecuentes cuyo remedio será un enorme negocio y dejaremos de lado las enfermedades
raras. Solamente construiremos vivienda para la demanda solvente y no para todos lo que la
necesiten. Solamente mejoraremos los gadgets tecnológicos como celulares impermeables,
fosforescentes, voladores o flexibles y no inventaremos bombas de agua a energía solar o
computadoras a cuerda para nuestras regiones rurales. Perfeccionaremos redes sociales para subir
fotos de la pizza que estamos deglutiendo o conseguir pareja en vez de redes para encontrar tanta
gente perdida o secuestrada o encontrar donantes de órganos o intercambiar las cosas que ya no
usamos.

Si dejamos que el arte siga cooptado por la plata, seguiremos de un cuadro mirando primero el
precio que el título, pagando entradas de cine para ver superhéroes diseñados por encuestas y
grupos focales o repitiendo gestos dadaístas que hace un siglo eran revulsivos y hoy son
cómicamente tristes.Si dejamos que se siga hablando impunemente de “mercado de arte” los
chicos en la escuela seguirán creyendo que el arte no es para ellos y odiarán la materia plástica o
música, los adolescentes preferirán regalar a su amada una adocenada canción comercial que un
tal vez malo poema propio y los adultos creeremos que la salida ante una crisis espiritual o
personal es el psicólogo o el ansiolítico en vez de cantar fuerte o pintar.

En suma, si no dejamos de lado las diferencias entre arte y ciencia para construir un arte y una
ciencia cuyo valor no sea monetario, nuestra era, si queda una humanidad para legar algo, será
recordada como la Época de las Maravillosas Obras de Arte Intrascendentes.

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