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La Normalización de la Facultad en la recuperación democrática.

Guillermo Bengoa, agosto 2012.


Texto leído en ocasión de los festejos por el 50 aniversario de la creación de la
Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Mar del
Plata, Argentina.

Cuando me ví en este programa, pensé que yo no era el más apropiado, que había
muchos mejores para hacerlo. ¿y quien otro puede ser? Pensé. Y eso me llevó a la
primera reflexión que quiero compartir con ustedes: no hay uno mejor o peor para
contar esa época, porque no había un líder esclarecido, fue una acción colectiva, cuya
fuerza radicaba precisamente en eso. Todos éramos parecidos, los que recién
empezábamos y los que estaban hace un rato. Se discutía todo el tiempo, la
construcción del hecho político y académico fue conjunta y por eso fue duradera y
trascendió a las personas y un cuarto de siglo después estamos aquí recordándolo.

El segundo aspecto que quiero recordar es que si bien el influjo estudiantil y


concretamente alfonsinista fue importante, la normalización fue una tarea de gente
proveniente de muchos ámbitos políticos, y no excluyente: fue muy valioso el esfuerzo
de las personas que habían estado forzosamente afuera de la Universidad para
reintegrarse, así como el esfuerzo de aquellos que estaban y aceptaron las reglas del
nuevo juego democrático, aun a sabiendas de que estaban en desventaja con respecto a
las convicciones de los estudiantes. Ahora a la distancia se observa que lo bueno de ese
momento fue que no se tiraron docentes por la ventana, sino que se pusieron reglas de
juego claras y los que demostraron su valía académica entraron o se quedaron para
normalizar la Facultad.

El tercer aspecto que quisiera recordar es lo que queríamos en ese momento. Decíamos
claramente en los documentos de esa época que queríamos una Universidad Nacional,
Democrática, Autónoma, Científica y abierta al Pueblo. Y cada una de estas palabras
tenía un significado profundo para nosotros. Era el programa más estricto de gobierno,
era de una sencillez tan extrema como ambiciosa. Me gustaría repasar que cosas se
lograron y cuales están pendientes. Tomás Maldonado solía hablar del “proyecto
inconcluso de la Modernidad” Tal vez podríamos hablar del “Proyecto inconcluso de la
normalización”

Pienso que se avanzó bastante en lo que refiere a Democrática y Autónoma. Con sus
más y sus menos, la democracia interna funciona, y en especial en esta Facultad es
notable el esfuerzo de docentes, alumnos y graduados para mantenerla y construirla a
diario. Y todos los gobiernos posteriores al 83 han mantenido la autonomía, en un raro
caso de política de Estado no muy frecuente en Argentina.

Lo de Nacional diría que tiene un carácter ambiguo, ya que en estos tiempos de


globalización hay que repensar el concepto en sí, tal vez sea una de las tareas más
fuertes y necesarias a futuro. ¿no será necesario cambiar el término por
Latinoamericana? En tiempos en que las fuerzas desenfrenadas del capitalismo
avasallan los Estados-Naciones, tal vez debamos abandonar el concepto de “nacional” y
recuperar el concepto internacionalista que no solamente es caro a los revolucionarios
de principio de siglo XX sino a las vanguardias artísticas, como la Bauhaus, de las
cuales seguimos siendo herederos

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Y me parece que estamos muy en deuda con los conceptos de “científica” y “abierta al
pueblo”.

Lo de científica lo fuimos perdiendo con el anquilosamiento al cual nos arrastró la mal


llamada “carrera docente”. No puede haber ciencia sin superación, sin confrontación de
teorías y sistemas y el retrógrado sistema adoptado con la consigna de “conquista
gremial” significó el estancamiento de camadas enteras de docentes. También dejamos
de apoyar a los docentes más jóvenes, que están a diario al pie del cañón, trabajando en
contacto directo con los alumnos, y que no poseen incentivos ni aumentos de dedicación
ni beneficios académicos a la hora de concursar.

Lo de “abierta al pueblo” es posiblemente la mayor de las deudas. El ingreso irrestricto


es una quimera nominal, no solamente porque entran solamente aquellos que pueden
costearse sus estudios y que han terminado un secundario al cual no todos acceden, sino
porque las altísimas tasas de deserción en los primeros años hablan de que existen
problemas que debemos atacar sin vacilar.

La dificultad en resolver este tema desde la Universidad me lleva un último punto: no


podremos cumplir el programa democrático abierto con los concursos sino hacemos
algo para cambiar la sociedad. Si bien en estos años la sociedad argentina avanzó en
algunos factores que fueron adoptados por todos, como la bandera de los derechos
humanos y el reconocimiento de las diferentes elecciones sexuales, en otros aspectos
hemos tenido graves retrocesos, como por ejemplo en la intolerancia hacia el que piensa
distinto o, la más grave, en el aumento de la inequidad social comenzada con la
hiperinflación de 1989 y sucesivamente mantenida por el neoliberalismo de los 90 y por
las actuales políticas de gobierno, a pesar de los discursos. Mientras no resolvamos ese
tema, externo a la Universidad, no podremos cumplir el programa político que se
plantearon tal vez con desmesurado optimismo docentes, graduados y alumnos de todas
las tendencias y partidos en 1983.

Este final parece pesimista, pero cambia el tono si recordamos una de las frases más
felices de aquel Manifiesto Liminar de la Reforma de 1918, inspiradora de gran parte de
estos temas: los dolores que quedan son las libertades que faltan.

No estamos para una tonta alegría, ni para una nostalgia ñoña: estamos para un
entusiasmo activo, que transforme esta deuda pendiente en esperanza y acciones
concretas.
……….
Guillermo Bengoa (Mar del Plata, 1964), arquitecto y Magister en Gestión Ambiental del Desarrollo
Urbano, es profesor de Historia de la Arquitectura y el Diseño Industrial –cátedra Fernández-,
investigador categoría 1 de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de Mar del Plata y profesor
de “Gestión Ambiental de la Empresa” en la Universidad del Centro de la Provincia. Ha dictado
postgrados en la Universidad Nacional de Buenos Aires y en la de San Juan, en la Universidad del
Salvador y en el exterior, en la Universidad del Azuay (Ecuador) y en la Universidad Autónoma
Metropolitana (México). Escribió tres libros: “Habitares, los croquis del pensamiento” (2014) en
colaboración con C. Martínez; “Gestión Ambiental Local” (2009) y "Evaluación de Impacto Ambiental:
entre el saber y la práctica" (2002) en colaboración con H. Echechuri y R. Ferraro y actualmente está
trabajando en otro sobre relación entre forma y teorías en Diseño. También escribió capítulos de libros,
diversas publicaciones sobre Historia Ambiental, Diseño y Ambiente y notas de divulgación sobre temas
arquitectónicos y ambientales. Fuera del ámbito académico, ha realizado trabajos de consultoría
urbanística y evaluación de impacto ambiental, tanto en el ámbito público como privado. Es miembro de
BIOS, una ONG ambientalista

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