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YACIMIENTOS
YACIMIENTOS MINERALES
Los procesos que llevan a la diferenciación de un magma, o a la formación de una roca
sedimentaria o metamórfica implican en ocasiones transformaciones profundas químico-
mineralógicas. Es durante el curso de esos procesos que algunos elementos o minerales pueden
concentrarse selectivamente, muy por encima de sus valores "normales" para un tipo determinado
de roca, dando origen concentraciones "anómalas" que de aquí en adelante denominaremos
"yacimientos minerales
Conceptos básicos
Cuando hablamos de Yacimientos Minerales, hay una serie de conceptos que tienen una gran
importancia, ya sea en los aspectos geológicos-geoquímicos, o en los económicos. Los más
importantes son los siguientes:
Mena: Es el mineral cuya explotación presenta interés. En general, es un término que se refiere a
minerales metálicos y que designa al mineral del que se extrae el elemento químico de interés (Cu
de la calcopirita, Hg del cinabrio, Sn de la casiterita, entre muchos ejemplos posibles). En este caso
de los minerales metálicos, se requiere un tratamiento de la mena, que en general comprende dos
etapas: el tratamiento mineralúrgico y el metalúrgico (ver más abajo).
Ganga: Comprende a los minerales que acompañan a la mena, pero que no presentan interés
minero en el momento de la explotación. Ejemplos frecuentes en minería metálica son el cuarzo y
la calcita. Conviene resaltar que minerales considerados como ganga en determinados momentos
se han transformado en menas al conocerse alguna aplicación nueva para los mismos.
Ley de corte
Fc = --------------------
Clark
Así, por ejemplo, el oro se encuentra en las rocas de la corteza en una proporción media o clark de
0.004 ppm, mientras que en los yacimientos de la cuenca de Witwatersrand (RSA) su ley de corte
es de 7 g/t (1.750 veces mayor). La figura muestra los factores de concentración de una serie de
elementos, y se aprecia como para elementos escasos este valor es mucho más alto que para los
elementos más comunes, más abundantes en el conjunto de la corteza.
Todo uno: Mezcla de ganga y mena que extrae de la mina o cantera, con un contenido o ley
determinado, que hay que saber previamente (investigación de pre-explotación) y confirmar tras la
explotación.
Todo uno marginal: Aquel producto de la explotación que tiene contenidos ligeramente por
debajo de la ley de corte, y que no se suele acumular conjuntamente con el estéril, o bien para
procesar mediante tratamientos de bajo coste, o en previsión de que los precios del producto
suban y puedan aprovecharse como reservas.
Estéril: Corresponde a las rocas que no contienen mineral o lo contienen en cantidades muy por
debajo de la ley de corte. No suele corresponder con la ganga, que como se indica antes, son los
minerales acompañantes de la mena.
Subproductos (o by-products): Suelen ser minerales de interés económico, pero que no son el
objeto principal de la explotación, si bien aumentan el valor económico de la producción: por
ejemplo, el Cd o el Hg contenido en yacimientos de sulfuros con altos contenidos en esfalerita, o el
manganeso contenido en los pórfidos cupríferos.
Otros procesos post-mineros: El producto minero, tal como sale de cantera o de la planta de
mineralurgia, si no es de carácter metálico, a menudo necesita otros tratamientos antes de ser
aprovechable: por ejemplo el petróleo necesita el refino; las rocas industriales necesitan corte y
tratamientos superficiales de la superficie de corte; expansión térmica de perlita o vermiculita para
obtener áridos ligeros, calcinación de la caliza para obtener cal (CaCO3 + calor -> CaO + CO2),
entre muchos otros.
El origen de los yacimientos minerales puede ser tan variado como lo son los procesos geológicos,
y prácticamente cualquier proceso geológico puede dar origen a yacimientos minerales.
En un estudio más restrictivo, hay que considerar dos grandes grupos de yacimientos:
A grandes rasgos, los procesos geológicos que dan origen a yacimientos minerales serían los
siguientes:
Procesos ígneos:
La erosión es el proceso por el cual las rocas de la superficie de la Tierra, en contacto con
la atmósfera y la hidrosfera, se rompen en fragmentos y sufren transformaciones físicas y
químicas, que dan origen a fragmentos o clastos, y a sales, fundamentalmente. Las
trasformaciones que implica la erosión pueden dar lugar a yacimientos, que reciben el
nombre de yacimientos residuales.
El transporte de los clastos por las aguas y el viento, y de las sales por el agua, modifica la
composición química tanto del área que sufre la erosión como del área a la que van a parar
estos productos. Además, durante el propio transporte se producen procesos de cambio
físicos y químicos, nuevas erosiones, depósito de parte de la carga transportada, etc.
Procesos metamórficos:
Así pues, y a modo de conclusión, en cada caso han de darse unas determinadas condiciones que
permitan que se origine el yacimiento, como algo diferenciado del conjunto rocoso, en el que uno o
varios procesos geológicos han actuado de forma diferencial con respecto al resto del área, lo que
ha permitido que se produzcan esas condiciones especiales que suponen la génesis del
yacimiento.
2.- Métodos de estudio de los yacimientos minerales
Los yacimientos minerales presentan, como ya hemos visto en el tema anterior, dos aspectos
complementarios de gran relevancia: los geológicos y los económicos. Cada uno de estos aspectos
merece ser estudiado de forma autónoma, aunque coordinada, ya que se condicionan
mútuamente.
1. Conocer con el mayor detalle características del yacimiento que condicionan su explotación
minera
2. Determinar sus límites geográficos
3. Buscar yacimientos similares en áreas próximas o no
Estos estudios comprenden una serie de aspectos diferenciados, pero complementarios, que nos
deben llevar a conocer aquellos aspectos que en cada caso sean relevantes: en unos casos será la
naturaleza de las rocas asociadas, en otros, la tectónica que los afecta, etc. Estos aspectos serían
los siguientes:
En definitiva, todos estos estudios nos llevan a este conocimiento básico del yacimiento que nos
debe permitir establecer sus características mineras, pero que requieren un complemento: Su
valorización en términos económicos, lo que debe permitir establecer si la explotación es viable o
no desde el punto de vista económico.
Desde este punto de vista, son dos los estudios requeridos para obtener una idea clara de si una
concentración mineral se puede considerar o no un Yacimiento Mineral: la cubicación de sus
reservas, y el estudio de su viabilidad económica.
Esta cubicación, además de por lo datos puramente geológicos, está afectada por otros factores,
como el geométrico (mayor o menor continuidad de la mineralización el en yacimiento, que puede
hacer que determinadas zonas queden inaccesibles a la explotación), y por el tipo de minería que
se pretende llevar a cabo: no es lo mismo la explotación subterránea que la a cielo abierto, como
diferencias más acusadas. En cada caso, el planteamiento económico-minero puede ser diferente,
puesto que, por ejemplo, en la explotación a cielo abierto, a menudo el hecho de que la explotación
de una zona rica pueda obligar a desmontar una zona con mineralización pobre puede hacer
rentable la explotación de esta zona, que en otras condiciones sería subeconómica.
Una cuestión siempre importante es el análisis de las perspectivas de futuro del valor económico
de la producción. Es un dato siempre interpretativo, no podemos "conocer el futuro", saber qué
oscilaciones van a poder tener los precios de los minerales, metales o rocas a lo largo de la vida
prevista para nuestra explotación minera, ni de qué oscilaciones va a tener el dólar, principal divida
en que se produce su cotización. No obstante, es necesario tener alguna indicación en ese sentido:
conocer las perspectivas de mercado de nuestro producto, que no sean negativas de antemano,
pues ello afectará negativamente a este dato del valor económico de la producción.
El estudio de viabilidad tiene como dato de partida el valor económico de nuestra producción,
procedente la cubicación. Para que esta viabilidad sea cierta, ha de darse que:
Para este análisis, un dato primordial es el del plazo previsto para la explotación, que, en términos
generales, no debe ser inferior a 10 años, para obtener la amortización completa de las
inversiones. Para ello, normalmente se divide el tonelaje de las reservas entre 10, y se obtiene un
valor indicativo de la producción anual prevista, lo que a su vez nos da el valor anual de la
producción.
Otro dato importante corresponde a la técnica de explotación a emplear, dado que cada una
requiere unas inversiones determinadas, tanto en instalaciones como en maquinaria.
El tratamiento que requiera la mena implica también unas inversiones, que en general dependen
también del volumen de la producción anual, e implican un coste adicional fijo por tonelada.
Los condicionantes medioambientales son en la actualidad muy estrictos, y pueden llegar desde la
prohibición total de realizar determinadas explotaciones mineras, a la necesidad de llevar a cabo
una restauración ambiental, cuyo coste se añade al propio de la explotación en sí.
Por último, nos referiremos al coste de la explotación en sí, que incluye los costes del personal,
tanto implicado directamente en el proceso (los mineros), como los necesarios para el
funcionamiento administrativo de la empresa, y los costes de explotación (consumibles, como
energía eléctrica, combustible de maquinarias, repuestos...).
Otro capítulo a considerar como coste es el de la investigación minera que se llevó a cabo para
descubrir el yacimiento, que ha de ser cubierto también por la explotación. Incluso hay que incluir
los costes de otras prospecciones llevadas a cabo son éxito antes de encontrar este yacimiento,
así como de las que se sigan llevando a cabo para descubrir otros, mientras que no se produzca
otro descubrimiento que pueda asumir esos costes.
En definitiva, la viabilidad de un yacimiento depende de tantos factores, que además pueden variar
tanto a lo largo del periodo de actividad de la explotación, que a menudo se dice que el estudio de
su viabilidad solamente termina cuando el yacimiento ya se ha agotado. Por ello, la minería tiene la
justa consideración de actividad económica de alto riesgo.
Introducción
De esta forma, una clasificación que es poco adecuada para los minerales, como es la genética (el
cuarzo, por ejemplo, se clasificaría en todos los grupos que se establezcan, pues se forma en
todos los ambientes geológicos posibles) sí es adecuada para la clasificación de rocas y de
yacimientos minerales, pues éstos tienden a formarse por procesos concretos y únicos. No
obstante, el problema a menudo es identificar correctamente qué proceso es el que ha formado
una roca o un yacimiento mineral en concreto.
Una ventaja importante de la clasificación genética es que nos permite establecer un criterio
importante para la investigación de otros yacimientos similares: el conocimiento preciso del modo
de formación implica identificar las rocas con las que se asocia, las relaciones que presenta la
mena con la ganga, las relaciones espaciales entre roca y yacimiento y a su vez éstas con su
entorno estructural. Este cuadro nos va a servir de guía en la búsqueda de nuevos yacimientos en
áreas próximas, o en otras regiones similares desde el punto de vista geológico.
Por tanto, la clasificación que hemos adoptado aquí para el estudio de los yacimientos es en
general, una clasificación genética, basada en la identificación del proceso geológico que ha dado
origen a esa concentración de minerales. Estos procesos pueden ser englobados en dos grandes
grupos:
1. Procesos exógenos, esto es, todos aquellos que tienen lugar por encima de la superficie
terrestre, como consecuencia de la interacción entre las rocas y la atmósfera y la hidrosfera.
2. Procesos endógenos, o todos aquellos que tienen lugar por debajo de la superficie
terrestre, como consecuencia de los procesos de liberación del calor interno del planeta,
materializados en la Tectónica de Placas y procesos asociados, tales como el magmatismo
y el metamorfismo.
La exposición de las rocas a la acción de los agentes externos de nuestro planeta (atmósfera,
hidrosfera) produce una serie de efectos que en general conocemos bien: alteraciones (por
ejemplo, la oxidación de los metales, como el hierro), cambios bruscos de temperatura, disolución
de componentes. Fenómenos que se conocen con el nombre de meteorización (química y física).
Como resultado, los materiales duros y compactos se disgregan y disuelven en parte, y los
productos (fragmentos, sales), son transportados hídrica o mecánicamente. La migración y
posterior depósito de estos productos serán consecuencia de las condiciones físicas y químicas del
medio (barreras físicas y químicas).
Todas estas rocas o yacimientos de origen sedimentario presentan caracteres generales comunes:
suelen estar estructurados en capas, están afectados por la deformación tectónica, y suelen
presentar una gran extensión lateral, y en general, una potencia (espesor) limitado.
Los procesos que tienen lugar por debajo de la superficie de nuestro planeta tienen su origen en la
liberación de su calor interno, y se manifiestan en una serie de fenómenos, algunos de los cuales
pueden observarse directamente en la superficie, como es el caso del volcanismo.
Esta liberación del calor interno se produce de dos formas: por radiación (o conducción) y por
convección. La radiación es la liberación del calor transmitido desde zonas calientes a zonas frías,
de la misma forma que el extremo exterior de una cuchara sumergida en un líquido caliente termina
calentándose: no implica movimiento de materia, solo transmisión del calor. En la convección el
calor se transmite en forma de movimiento de lo caliente hacia zonas frías. Ejemplos son la
convección de aire caliente que se produce desde los radiadores de las habitaciones, y el
movimiento que se produce del agua al calentarla en un recipiente.
De la misma manera, nuestro planeta, cuyo interior se encuentra a altas temperaturas, libera su
calor de estas dos formas. Por un lado, emite calor hacia el espacio, con lo que la temperatura
superficial es un compromiso entre el calor que el propio planeta libera y el producido por la
irradiación solar, y esta temperatura aumenta con la profundidad (gradiente geotérmico). Por otra
parte, la convección produce un lentísimo movimiento de las rocas de zonas profundas hacia la
superficie, que fuerza el movimiento de las rígidas placas litosféricas, lo que conocemos con el
nombre de tectónica de placas.
La combinación de estos dos mecanismos (y las interacciones que se producen entre las placas)
es responsable de los fenómenos internos del planeta: fenómenos sísmicos (terremotos),
fenómenos magmáticos (volcanismo, como más conocido) y fenómenos de transformación de las
rocas al quedar sometidas a altas presiones y/o temperaturas (metamorfismo). Los fenómenos
sísmicos no dan origen a rocas ni a yacimientos, pero los otros dos si.
• El origen de los magmas. La formación del magma obedece a fenómenos complejos, que
tienen lugar en regiones profundas de la corteza, o el manto superior. Por tanto, su estudio
solo se puede abordar desde la experimentación en laboratorios muy especializados, que
permita reproducir las condiciones de alta presión y temperatura responsables de estos
procesos. Un aspecto muy importante a considerar es que se originan por fusión incompleta
de los materiales correspondientes: no es una fusión total de éstas, sino parcial,
comenzando por los minerales de punto de fusión más bajo, y finalizando con los más
reactivos. Esto hace que, en función de cual sea el porcentaje de fusión, se puedan obtener
a partir de un mismo material madre magmas muy diferentes.
• La evolución del magma: una vez formado, y hasta que se consolida completamente por
cristalización, el magma asciende a través de la corteza terrestre, sufriendo algunos cambios
mineralógicos y químicos. Entre estos cambios, los más importantes son la cristalización
fraccionada (posibilidad de que algunos de los cristales que pueda contener el magma se
separen de éste), la asimilación (digestión parcial de rocas de la corteza por el magma
durante su ascenso) y la mezcla de magmas. Estos cambios, por tanto, pueden modificar de
forma muy importante la composición de un magma.
• La cristalización del magma: Al ascender en la corteza el magma se pone en contacto con
rocas más frías, y él mismo se enfría. Al alcanzase las temperaturas de cristalización de
minerales determinados, éstos se forman, disminuyendo la capacidad del magma de
ascender: aumenta su viscosidad. Durante el proceso de enfriamiento se forman
determinados minerales, en función de la termodinámica del fundido, reteniendo
determinados elementos (los que pasan a formar parte de esos minerales) y produciendo un
enriquecimiento residual en los elementos que no tienen cabida en los minerales formados.
Así, esta etapa de cristalización principal da origen a las rocas plutónicas, cuya mineralogía
y textura estarán relacionadas con la historia global del magma.
• Con posterioridad a la cristalización principal del magma, los fluidos residuales se liberan y
evolucionan entre la zona de cristalización y la superficie. Cristalizan allí donde se
encuentran con condiciones favorables para ello: cuando el enfriamiento del fluido provoca
la cristalización de determinados minerales, o cuando cambian las condiciones de presión, o
de Eh-pH. En ocasiones, estos fluidos llegan a regiones superficiales, dando origen al
desarrollo de sistemas geotérmicos.
• Por otra parte, el magma puede alcanzar la superficie de la corteza, dando origen a los
procesos volcánicos. En estas condiciones se pueden dar dos situaciones diferentes: que
alcance la superficie continental, en un medio subaéreo, o que la salida del magma, o
erupción, se produzca bajo el agua del mar, o de lagos... Cuando el enfriamiento es muy
brusco, los componentes mayoritarios del magma cristalizarán o se enfriarán formando un
vidrio (obsidiana o perlita) o un material escoriáceo (pómez), mientras que los volátiles se
liberarán a la atmósfera, y se dispersarán. En el segundo caso, los volátiles podrán
interaccionar con el agua y sus sales, formando compuestos insolubles de esos elementos
(Pb, Zn, Cu, Fe, Hg....) lo que dará origen a yacimientos minerales.
De esta forma, los procesos magmáticos se pueden considerar como un conjunto de procesos muy
activos en la formación de yacimientos, tanto de rocas como de minerales de interés minero.
Todo ello nos lleva a una clasificación en que prima el criterio genético, la relación que se
establece entre el proceso geológico responsable de la formación de la roca o mineral
correspondiente y su producto final.
La erosión y el transporte
Sedimentación detrítica
Sedimentación orgánica
Volcanismo
Metasomatismo
Hidrotermalismo
El papel del metamorfismo
Introducción
Dentro del ambiente exógeno, uno de los procesos más importantes que tienen lugar, debido a la
dinámica superficial del planeta, es la erosión, es decir, el desgaste físico y químico que sufren las
rocas bajo la acción de los agentes atmosféricos. Asociado a este proceso está el de transporte de
los productos de la erosión (fragmentos de rocas, minerales, sales) por los mismos agentes que
producen los fenómenos de erosión: el agua, el viento.
Los procesos erosivos tienen lugar como consecuencia de tres grupos de fenómenos:
1. Los de carácter físico, ligados a cambios de temperatura, o de estado físico del agua
(cristalización de hielo en grietas),
2. Los de tipo químico (disolución de minerales, hidrólisis de éstos, cristalización de sales)
3. Los de tipo biológico (acción de determinados microorganismos, como las bacterias,
líquenes, o de las raíces de plantas).
Por su parte, el papel del transporte es también importante, ya que en algunos casos, si su acción
es mas lenta que la del proceso erosivo, se podrá producir la acumulación in situ de los productos
de la erosión. En otros casos el proceso erosivo puede suponer el desmantelamiento continuo de
estos productos. El transporte juega también un papel muy importante en la clasificación de los
productos de la erosión, ya que su mayor o menor capacidad de arrastre y reactividad química
condicionan el que los productos de la erosión sigan o no siendo transportados.
Procesos erosivos
Como ya se ha indicado, la erosión tiene lugar mediante tres grupos de mecanismos: físicos,
químicos y biológicos, que en general se combinan, con mayor o menor importancia de unos u
otros en función de un factor primordial: el clima, que condiciona a su vez la disponibilidad de agua,
de vegetación, las temperaturas medias, sus oscilaciones. Estos factores influyen en la
degradación a la intemperie de cualquier sólido. Por ello, hay climas que favorecen la preservación
de las rocas, y climas bajo los que se produce una muy intensa meteorización, así como la rápida
descomposición de cualquier resto orgánico.
Meteorización física
• La acción del cambio de temperatura nocturno/diurno, sobre todo en zonas con fuerte
insolación, provoca efectos de contracción/extensión térmica de los minerales que producen
su rotura. Esta oscilación térmica es especialmente activa en los vértices y aristas de
bloques de rocas, y es el principal responsable de las forma de "bolos" de los bloques
graníticos sometidos a la acción de la intemperie.
• La acción abrasiva de los materiales arrastrados por el agua, el viento o el hielo (glaciares),
que golpean o se frotan contra las rocas, favoreciendo su disgregación mecánica.
• La acción de helada/deshielo en climas húmedos hace que el agua que se introduce como
humedad en las grietas de las rocas (formadas por otros procesos, como la oscilación
térmica, p.ej.) al congelarse genere unas enormes presiones internas, que tienden a
acentuar esas fracturas.
• Del mismo modo, la introducción de aguas cargadas en sales en esas grietas suele ir
acompañada de la cristalización de las sales (sulfatos, carbonatos, cloruros) con el mismo
efecto de provocar un aumento de la presión en la grieta, que produce su ampliación.
• Al irse aproximarse a la superficie de la Tierra, las rocas que han estado sometidas a altas
presiones de confinamiento sufren una pérdida de carga o descompensación litostática, lo
que se traduce en la aparición en las mismas de fracturas por lo general paralelas a la
superficie topográfica.
• La fracturación tectónica de las rocas, previa a los procesos erosivos, favorece la
meteorización de éstas.
Cada uno de estos procesos se da con mayor o menor importancia en unas regiones u otras en
función de su climatología, y lo normal es que en cada región se den varios mecanismos, que
pueden ser más o menos activos en cada caso dependiendo de la época del año (variaciones
estacionales).
Meteorización biológica
Los organismos provocan también la meteorización de las rocas, en dos vertientes: una biofísica y
otra bioquímica.
En el apartado bioquímico, las propias raíces de árboles y plantas actúan químicamente con las
rocas, captando cationes y contribuyendo a la alteración de los minerales. Los líquenes, famosos
por su capacidad de colonizar las superficies de todo tipo de rocas, segregan ácidos que permiten
su fijación al sustrato rocoso. Por otra parte, los productos metabólicos de los organismos que
viven sobre las rocas incluyen productos muy agresivos para éstas, que favorecen su
descomposición.
Meteorización química
Las rocas, al estar formadas por minerales, son sensibles al ataque de los agentes químicos
existentes en la superficie de la Tierra. Por tanto, las posibilidades de la meteorización química son
tan variadas como puedan ser las relaciones que se establezcan entre las propiedades del mineral
y la naturaleza del medio ambiente en el que se encuentre. Hay minerales solubles en agua, otros
en ácidos débiles, otros en ácidos fuertes, otros tienen tendencia a incorporar agua a su estructura,
algunos se ven afectados por la luz o por el calor solar, etc. Sin embargo, en lo que se refiere a sus
efectos, son en su mayor parte de tres tipos: disolución, hidrólisis y oxidación, sin olvidar otros que
pueden ser localmente importantes, como la descomposición térmica.
La oxidación de minerales implica el cambio del estado de valencia de los metales que contiene
en presencia de oxígeno libre. El caso más conocido es el paso del hierro de 2+ a 3+, que afecta a
minerales como pirita, olivino, piroxeno, biotita. Esta oxidación produce además un aumento de la
carga positiva en el mineral, que tiende a compensarse con la entrada de iones hidroxilo (OH -)
Esto, unido al mayor tamaño iónico del Fe3+, desestabiliza la red cristalina del mineral. La oxidación
puede ir acompañada de los procesos que veremos a continuación.
Otro caso es el de algunos minerales de la arcilla (las denominadas arcillas expandibles, del grupo
de la bentonita), capaces de absorber grandes cantidades de agua, lo que puede traducirse en un
aumento de su volumen en hasta un 60%, mientras que al perder agua por desecación se vuelven
a contraer.
Un mineral frecuente en las rocas ígneas es la ortoclasa. Su hidrólisis produce la pérdida de parte
de su potasio y de su sílice:
Es decir, implica la formación de un filosilicato (illita), sílice (en forma de cuarzo o de gel, que
puede ser arrastrado por el agua), y iones potasio, que se lixivian con el agua. Ahora bien, cuando
el medio es muy rico en H+, se produce también la hidrólisis de la illita:
Es decir, la formación de caolinita y la liberación total del potasio contenido en el mineral original.
En medios aún más ácidos, y a temperaturas más altas, se llega a producir también la hidrólisis de
la caolinita, con formación de hidróxido de aluminio, gibbsita:
La disolución implica que determinados componentes químicos de la roca pasan de formar parte
de ésta, en forma de un compuesto mineral, a formar iones en disolución acuosa. Esto afecta sobre
todo a los minerales que constituyen compuestos solubles, como la halita (NaCl) o en menor
medida, el yeso (CaSO4 · 2H2O).
No hay que olvidar que este proceso implica la disolución de algunos de los componentes de la
roca, pero no de otros, es decir, arrastra (o lixivia) a unos componentes, los más lábiles, y
concentra relativamente a otros en el residuo. En cada caso, dependiendo de la concentración del
mineral que se disuelve, los cambios serán más o menos importantes.
Los procesos de disolución e hidrólisis se ven favorecidos por factores climáticos y ambientales, y
en especial por las altas temperaturas de los climas cálidos, que favorecen la dinámica de los
procesos, y por tanto, la presencia de aniones en el agua que la hacen más activa químicamente:
caso de los aniones Cl-, SO42-, HCO3-. La presencia en el área de compuestos "precursores" de
estos aniones, como los carbonatos o sulfuros, favorece aún más este hecho. Es el caso, p.ej., de
la existencia de yacimientos de sulfuros metálicos.
Es importante observar que frente a estos procesos de disolución y lixiviación hay elementos que
se movilizan con mayor facilidad que otros; hay elementos que entran en disolución con gran
facilidad, mientras que otros tienden a formar geles, menos solubles, o forman rápidamente
compuestos muy insolubles, quedando por tanto retenidos en el residuo de la roca. Así, los
elementos se lixivian por el siguiente orden de mayor a menos facilidad:
Na2O>CaO>FeO>MgO>K2O>SiO2>Al2O3
H2O>Fe2O3
Como hemos visto, son muchos los mecanismos que actúan de forma coordinada para producir la
meteorización. Cada uno precisa de unas condiciones más o menos importantes para actuar, en
forma de una serie de factores condicionantes: el clima, la litología, la topografía, la actividad
biológica, el tiempo de actuación y los procesos de transporte.
El clima tiene, como ya se ha indicado anteriormente, una influencia fundamental, ya que controla
la mayor o menos abundancia de agua (principal agente de la meteorización) y de vegetación. Otro
factor asociado es la temperatura y sus oscilaciones. Destaquemos, en lo que se refiere a la
meteorización química, que cada aumento de 10ºC de la temperatura duplica la velocidad a la que
se producen la mayoría de las reacciones químicas.
Así, el clima más favorable para los procesos de meteorización es el tropical, en el que la
abundancia de agua, unido a las altas temperaturas existentes, favorece la mayor parte de los
mecanismos erosivos analizados. En climas extremos siempre habrá un agente muy predominante:
en climas muy fríos serán los propios del arrastre por el hielo (acción de los glaciares), en los muy
secos y cálidos, la acción del sol, etc.
La litología tiene una influencia decisiva sobre determinados mecanismos. Hay rocas, como las
cuarcitas, que por su estabilidad química apenas son afectadas por los procesos de meteorización
química, y por su dureza, tampoco por los de tipo físico; por eso, normalmente aparecen formando
altos topográficos. Otras presentan distintas características en función del clima. Los granitos se
alteran con gran facilidad en climas cálidos por la hidrólisis de sus feldespatos, mientras que en
climas fríos y secos resisten bien los efectos de la meteorización. De igual manera, las calizas
necesitan climas cálidos y húmedos para que se produzca su disolución. Una observación
importante es que en las rocas ígneas la estabilidad de los minerales que las forman (Serie de
Goldich) es contraria al orden en que se forman, definido por la denominada Serie de Bowen.
Factores asociados al litológico son la porosidad y permeabilidad que pueda presentar la roca, y su
mayor o menos grado de fracturación tectónica, que favorecen la infiltración de aguas superficiales,
favoreciendo a su vez los procesos de meteorización química y/o biológica.
La topografía, o las formas locales del relieve, pueden afectar a algunos de los mecanismos
activos de erosión: por ejemplo, las laderas de solana sufren procesos distintos que los de las de
umbría. En las primeras los veranos serán favorecedores de los procesos que implican la
insolación, mientras que en las segundas durante los inviernos la acción del hielo podrá ser un
agente erosivo importante. También el hecho de que exista una pendiente favorece procesos
distintos a los propios de las planicies; en las primeras el agua discurre arrastrando los iones,
mientras que en las segundas se produce un contacto más continuado entre el agua cargada de
sales y las rocas. Así, por ejemplo la laterización requiere un relieve muy suave.
El tiempo favorece los procesos de meteorización, en general: todos estos procesos son de
carácter lento, con lo que cuanto más tiempo queden sometidas las rocas a la acción de la
intemperie, mayor facilidad tendrán los procesos erosivos para actuar. Así, si las rocas que
albergan un depósito mineral son rápidamente cubiertas por otras (p.ej., sedimentarias o
volcánicas), éste será preservado de los procesos erosivos. En este sentido, la tectónica regional
puede jugar un importante papel.
Procesos de transporte
Como hemos visto, la acción de los mecanismos erosivos, físicos y químicos, tiende a dar origen a
tres tipos de productos: fragmentos de minerales o rocas (que reciben el nombre de clastos), geles
e iones en disolución.
El transporte se lleva a cabo de tres formas: como iones en solución, como suspensiones
coloidales, o como carga en fondo.
Los iones viajan en solución, y para que se produzca su precipitación química han de quedar
sometidas a condiciones específicas producto de solubilidad (kps), o de sobresaturación, como las
que ocurren en las salinas. Otra posibilidad es que los aniones y cationes sean fijados por
organismos para construir sus caparazones, como es el caso de muchos moluscos, algunas algas
microscópicas (diatomeas), u otros microorganismos, que fijan el carbonato cálcico de las aguas.
También es posible que la mezcla con otros fluidos produzca la precipitación de determinados
compuestos. Por ejemplo, en relación con las emisiones volcánicas submarinas se produce la
salida de abundantes metales pesados y formas químicas del azufre, provocando la precipitación
de sulfuros de esos metales.
En suspensión se transportan las partículas más pequeñas, y los geles, mientras que como carga
en fondo se transportan los clastos de mayor tamaño. A su vez, dentro de esta última modalidad
existen tres posibilidades: saltación, rodadura o arrastre. El hecho de que las partículas físicas
sean transportadas de una u otra forma depende en primer lugar de la velocidad de la corriente
(cuanto mayor sea ésta, mayor será el tamaño medio de las partículas transportadas por cada
modalidad). Otros factores que influyen son el tamaño de las partículas, su densidad y su forma: a
igualdad de tamaño las más densas serán transportadas con mayor dificultad, mientras que la
forma influye sobre todo en el mecanismo de transporte activo: las más redondeadas tenderán a
rodar, y las menos, a ser arrastradas, o a saltar
El depósito de las partículas se produce cuando la corriente pierde energía, o lo que es lo mismo,
velocidad. Primero dejará de ser transportada la carga en fondo, y cuando la energía sea muy baja,
es decir, en aguas mansas o al cesar el viento, se depositará también la carga en suspensión.
5.- Productos de la meteorización
Hemos visto a lo largo del tema anterior como se produce la meteorización, y cuales son sus
principales productos: los clastos, geles e iones, que son transportados hacia los medios de
depósito. Pero hay minerales y rocas que son producto de estos procesos, produciéndose una
acumulación in situ característica. Los más extendidos son los regolitos y suelos, las lateritas y
bauxitas, y los gossans. También nos vamos a referir dentro de esta tema a los procesos de
degradación de la piedra natural, lo que recibe el nombre genérico de "mal de la piedra".
Regolitos y suelos
La acción de los agentes atmosféricos sobre las rocas existentes en la superficie del planeta
produce unos cambios en su naturaleza cuyo alcance hemos visto en el tema anterior. El resultado
es la formación de un manto más o menos continuo de materiales intensamente alterados, de
espesor variable y caracteres que dependen en el detalle de diversos factores, entre los que los
más importantes son la naturaleza de la roca original y el clima existente en la región.
Por su parte, recibe el nombre de suelo este mismo conjunto cuando aparece estructurado, es
decir, dividido en una serie de bandas u horizontes, que se originan durante la evolución geológica
y biológica del regolito.
Esta diferencia explica el que al "suelo" de otros planetas, como el de nuestro satélite, la Luna, no
se le denomine así, sino regolito: se trata de una acumulación no estructurada de polvo cósmico y
de materiales procedentes de la trituración de rocas de la superficie planetaria como resultado del
impacto de meteoritos.
Los regolitos y suelos están formados por componentes sólidos, líquidos y gaseosos, además de
un importante componente orgánico. Los componentes sólidos son los fragmentos de rocas y
minerales procedentes de la meteorización. Los líquidos, el agua de infiltración, más o menos
cargada de sales en disolución. Los gaseosos corresponden a aire atrapado en los poros del
componente sólido, más o menos oxigenado cuanto mejor sea la porosidad del material. La
materia orgánica corresponde a restos de la descomposición de organismos (vegetales y
animales), más o menos transformada en ácidos húmicos, pero también materia viva: raíces de
plantes, y microflora bacteriana saprofítica.
El suelo se utiliza con fines agrícolas, ganaderos y como reserva forestal; son muy importantes las
modificaciones debidas al uso urbano de éste. Las actividades industriales, urbanas, agrícolas y
ganaderas implican la existencia de residuos tóxicos o desechos peligrosos para los suelos y el
agua. Los responsables de las explotaciones industriales, ganaderas y agrarias deben asegurar un
tratamiento de desechos en los lugares adecuados a fin de degradar en el menor grado posible su
valor ecológico y permitir su utilización posterior.
Como ya hemos referido, cuando un regolito aparece estructurado recibe el nombre de suelo.
Salvo en situaciones muy concretas, o en regolitos muy recientes, normalmente esta estructuración
aparece desarrollada al menos en sus términos básicos. Es decir, que cuando observamos este
manto de alteración existente bajo la superficie de cualquier punto de nuestro planeta, podemos
ver que está formado por una serie de capas u horizontes, distribuidos de forma aproximadamente
paralela a la superficie topográfica. Se pueden diferenciar tres horizontes principales, que se
designan como A, B y C.
El proceso de formación del suelo recibe el nombre de edafogénesis. El proceso comienza con la
formación de un regolito, sobre el que se implanta la vegetación y se produce la vida y muerte de
animales y plantas. La acumulación de esta materia orgánica, y los procesos de lavado superficial
producen la diferenciación de un suelo AC. Con el tiempo se llegan a desarrollar los procesos de
transporte y meteorización avanzada que dan origen al horizonte de acumulación (B), formándose
el característico suelo completo ABC (ver figura).
Clasificación de los suelos
La naturaleza de un suelo depende de gran número de factores, que se conjugan para dar origen a
distintos tipos, que pueden clasificarse de maneras muy diversas. Una clasificación básica es la
que divide los suelos en dos grandes grupos: zonales y azonales.
Los suelos zonales son suelos maduros, en cuya evolución juega un papel primordial el clima,
con el que se encuentran en equilibrio. Es por ello que su distribución geográfica suele presentar
un carácter regional, en respuesta a la distribución de la vegetación y las regiones climáticas.
Pertenecen a esta categoría, entre otros:
• Suelos en zonas polares. Las bajas temperaturas reinantes en estas zonas hacen que la
meteorización química sea poco activa. La mayor parte del suelo se encuentra
permanentemente helado (permafrost) y sólo la parte superficial del mismo (mollisuelo) llega
a deshelarse durante el verano. En este último, los hielos y deshielos provocan
deslizamientos de partículas, que unido a la existencia del permafrost a partir de los dos o
tres metros de profundidad, impiden la formación de los diferentes horizontes edáficos.
Además, en determinadas zonas el permafrost presenta hidratos de gas (los denominados
clatratos), que constituyen un posible recurso geológico para la obtención de metano.
• Suelos de latitudes medias cálidas. Son propios de regiones de clima mediterráneo, y
pueden ser de varios subtipos: suelos pardos mediterráneos, con un horizonte A decolorado
y horizonte B rico en arcilla y de color pardo rojizo; suelos rojos mediterráneos, típicos de
condiciones más áridas, y con un horizonte B de color rojizo; costras calcáreas o caliches,
propios de regiones áridas o semiáridas, sin horizonte A y con un horizonte B formado por
una costra o escudo de carbonato cálcico.
• Suelos de latitudes medias frías. En estas regiones se forman los suelos de tipo podsol,
con un horizonte B que incluye un nivel oscuro de acumulación de humus y óxidos de hierro.
En regiones algo menos frías se forman las tierras pardas, con un característico horizonte B
de color pardo.
• Suelos de latitudes bajas. En climas tropicales muy húmedos, con gran intensidad y larga
duración de la meteorización química, se forman suelos con un horizonte B de gran espesor,
muy compactos y resistentes, y enriquecidos en óxidos de hierro y aluminio: las lateritas y
bauxitas que veremos a continuación.
Los suelos azonales son suelos cuya génesis está condicionada principalmente por un factor
particular distinto al climático, y que puede ser el litológico o el topográfico. Entre los condicionados
por la litología de la roca subyacente se encuentran la rendzina, un suelo oscuro que se desarrolla
sobre calizas; el ranker, similar al anterior pero formado sobre rocas silicatadas, como el granito o
la pizarra, o el chernozem, formado sobre el loess, y caracterizado por un horizonte A de gran
espesor.
Entre los condicionados por la topografía se encuentran los suelos hidromorfos o gleys, propios de
zonas encharcadas, o los suelos aluviales, que se forman sobre los sedimentos de las llanuras de
inundación de los ríos.
Paleosuelos
Son suelos formados en un pasado geológico, que se han preservado de la acción erosiva por
parte de los agentes externos y han quedado fosilizados dentro de una secuencia sedimentaria. Al
tratarse de la parte más superficial y alterada del sustrato rocoso, los suelos son susceptibles de
ser erosionados, lo que dificulta su presencia en el registro geológico. Los suelos que con más
facilidad pueden conservarse, son aquellos que presentan un perfil con niveles resistentes
(lateritas, costras calcáreas, etc.); aunque en ciertas condiciones suelos poco resistentes pueden
también llegar a conservarse.
Debido al condicionamiento climático que presentan los suelos, el estudio de las características de
los paleosuelos permite conocer las condiciones climáticas que reinaron en el pasado, durante su
formación.
Lateritas y bauxitas
Como acabamos de ver, las lateritas y bauxitas corresponden en realidad a un tipo particular de
suelo, desarrollado en condiciones específicas: en climas tropicales, con temperaturas medias
altas, y con alta pluviosidad. Un carácter también necesario para el desarrollo de estos suelos
peculiares es la topografía plana, por favorecer la permanencia del agua en el suelo, y retardar los
procesos erosivos sobre el mismo. Por su interés minero, los estudiamos de forma específica.
Las lateritas se pueden definir como horizontes edáficos fuertemente enriquecidos en óxidos e
hidróxidos de hierro, como consecuencia de la acumulación de estos componentes en respuesta a
la meteorización química avanzada de una roca que ya previamente mostraba un cierto
enriquecimiento en este componente.
Se forman en zonas de relieve horizontal sobre rocas ricas en hierro, fundamentalmente sobre
rocas ígneas básicas o ultrabásicas, ricas en minerales ferromagnesianos como el olivino o el
piroxeno. La hidrólisis de estos minerales, a través de serpentina y clorita fundamentalmente,
produce como productos finales óxidos/hidróxidos de hierro, sílice, y sales solubles de Mg y Ca
(procedente de clinopiroxeno). Algunos de los componentes minoritarios de estos minerales (Ni, Cr,
Co) pueden también concentrarse en la laterita, aumentando sus posibilidades mineras.
Las bauxitas son muy similares a las lateritas, pero enriquecidas preferencialmente en hidróxidos
de aluminio, debido a que se forman sobre rocas previamente enriquecidas en este elemento.
Los minerales que forman las bauxitas son bohemita, diasporo y gibsita, a menudo acompañados
de hidróxidos de hierro, óxidos de hierro y titanio (hematites, rutilo), y minerales arcillosos,
fundamentalmente caolinita. Al igual que en las lateritas, estos minerales se asocian en agregados
terrosos y crustiformes, así como bandeados, brechoides, pisolíticos. Suelen presentar
coloraciones claras, a menudo con tonalidades rojizas, debidas a la presencia de hidróxidos de
hierro.
Se forman sobre rocas ricas en minerales alumínicos, y en concreto, sobre rocas ígneas ácidas,
ricas en feldespatos (granitos, sienitas), o sobre rocas sedimentarias arcillosas (lutitas) o sobre
rocas metamórficas ricas en moscovita (esquistos, micasquistos). También pueden formarse sobre
calizas, como consecuencia de la disolución de estas, que deja un residuo arcilloso (terra rossa)
cuya meteorización a su vez puede dar lugar a la bauxita.
Las bauxitas se explotan para la extracción metalúrgica del aluminio, del que son la única mena.
Los principales yacimientos de bauxitas se localizan en Australia, Brasil, Guayana, Surinam.
Gossans
Con este nombre de gossan se conocen también las monteras de alteración de algunos
yacimientos de sulfuros: cuando éstos quedan sometidos a la acción de la intemperie, sufren una
serie de procesos supergénicos con zonación vertical, de la forma indicada en la figura adjunta,
que muestra un esquema típico de un gossan, en el que se pueden diferenciar tres grandes zonas,
de abajo arriba:
La formación de un gossan implica la alteración de los sulfuros, lo que a su vez implica que el
azufre de éstos pasa a forma de sulfatos solubles, que se liberan en el medio ambiente
produciendo fenómenos de acidificación de aguas, similares a los que se producen cuando se
liberan en la superficie del terreno sulfuros, durante la minería. De hecho, algunas escombreras
romanas de la Faja Pirítica Ibérica son auténticos gossans, ya que en ellas se han producido los
mismos fenómenos que en los gossans naturales, incluyendo la liberación y concentración de oro.
Otra cuestión a considerar es que este proceso de alteración implica la liberación de aniones
sulfato al medio ambiente, que producen una importante acidificación de las aguas procedentes de
áreas en las que existen este tipo de yacimientos. Además, a menudo esta agua contienen
proporciones variables de metales pesados, que pueden quedar dispersos también en el medio,
produciendo algunos de ellos efectos tóxicos para los seres vivos. La minería favorece aún más
este proceso, exponiendo a la intemperie una mayor proporción de sulfuros inalterados.
Algunos ejemplos de este tipo son los yacimientos de granate de la zona del Hoyazo de Níjar, en
Almería, en la que la alteración generalizada de la roca que los contiene permite la explotación de
este mineral, o algunos yacimientos de feldespato sobre rocas ígneas fuertemente alteradas, en las
que el clima favorece la destrucción del resto de los minerales de éstas, pero no del feldespato, o
los yacimientos de caolín que se originan sobre este mismo tipo de rocas cuando la destrucción de
los feldespatos es el fenómeno predominante.
En general los yacimientos de este tipo suelen presentar morfologías planares y paralelas a la
superficie del terreno, similar a la de los suelos, debido precisamente a su similar proceso genético.
La mayor parte de los monumentos construidos por el hombre están construidos con piedra natural
o la incluyen como elemento auxiliar. Entre las rocas más utilizadas para ello se encuentran rocas
de alta resistencia a la meteorización, como el granito, pero también otras como la arenisca, o la
caliza, que son rápidamente afectadas por los fenómenos de intemperie. Además, otros productos
de origen natural también se emplean, más o menos transformados, para ello: es el caso de los
morteros, argamasas, o incluso los ladrillos, tejas, etc. La degradación que sufren estos
componentes de las edificaciones se conocen con el nombre genérico de mal de la piedra, y es un
problema que cada vez se hace mayor, sobre todo debido a que la atmósfera urbana cada vez está
más degradada por la presencia de mayores concentraciones de contaminantes, cuyo efecto sobre
estos materiales es devastador.
Al igual que en todos los casos que hemos visto hasta ahora, el grado de evolución del proceso
tiene un triple control: el litológico (el tipo de roca, que favorece o no la meteorización que la afecta)
el climático (los climas más templados y húmedos son los que más favorecen este tipo de
procesos), y el tiempo (los monumentos más antiguos están más degradados que los más
recientes, a igualdad de los demás factores). A este se une, como ya hemos referido, el factor
implicado en la contaminación urbana, que favorece especialmente los fenómenos químicos
(disolución, hidrólisis...).
Los principales procesos que se reconocen en relación con este fenómeno de la alteración de los
monumentos son:
• Formación de pátinas: son costras superficiales, que a su vez pueden ser de suciedad,
cromáticas o biogénicas.
• Formación de depósitos superficiales. También pueden tener diversos orígenes, desde
eflorescencias salinas, pasando por acumulaciones de suciedad, hasta origen biológico.
• Alveolización: Consiste en la formación de una red bastante continua de huecos u alveolos,
característico de ciertos materiales, sobre todo si son porosos.
• Excavaciones y cavernas. A diferencia del anterior, son de carácter individual,
desarrollándose puntualmente o bien por erosión local de la roca, o bien por la presencia
previa en la roca de huecos.
• Erosiones superficiales. Son consecuencia de una desagregación de los granos de rocas
como la arenisca o el granito.
• Disgregación. Similar al anterior, pero sobre rocas de tipo químico, en la que los granos no
se individualizan con facilidad (caso de las calizas).
• Fragmentación. Es la formación de fracturas, bien nuevas, porque la pieza esté sometida a
grandes tensiones en su colocación, bien porque presentaba fracturas previas que se
reabren o reactivan.
• Separación en placas. A menudo algunas rocas se descaman en placas, como
consecuencia de su naturaleza laminada y la desagregación de estas láminas.
• Humectación: acumulación de suciedad y humedad ligada a rocas muy porosas en climas
muy húmedos.
• Acción antrópica: es muy variada, desde las acciones físicas (colocación de letreros, etc.)
hasta la química (pintadas, y posterior uso de disolventes para eliminarlas).
• Pérdidas de material. A menudo, como consecuencia de la suma de procesos, llegan a
desaparecer completamente algunos elementos; ladrillos, morteros, bloques de piedra...
En definitiva, todos estos fenómenos hacen que la conservación de los monumentos sea un
campo en el que el conocimiento de la roca y de sus características, así como de los procesos de
meteorización activos en cada zona concreta tenga una gran importancia, suponiendo una
necesidad a cubrir por técnicos en mineralogía y petrografía.
Son la consecuencia directa de la sedimentación de las partículas físicas arrastradas por las
aguas, el viento o el hielo. A su vez, es posible diferenciar dos formas de depósito, en función del
tamaño y naturaleza de las partículas:
• Las de tamaño superior a 4 micras suelen ser granos minerales, entre los cuales los más
comunes son los de cuarzo, seguidos de los de feldespatos, así como fragmentos líticos. En
el detalle, en lo que se refiere a la naturaleza de los granos minerales, las posibilidades son
prácticamente ilimitadas: granos de otros silicatos (micas, piroxeno, anfíbol...), de óxidos
(magnetita, ilmenita, cromita...), incluso de metales nativos, como el oro; estos granos viajan
arrastrados por el agua o viento, en suspensión o como carga en fondo, y al disminuir la
energía del medio de transporte se depositan casi de inmediato (proceso físico:
decantación). A estas partículas las llamamos clastos.
• Las de tamaño inferior a 4 micras suelen corresponder a minerales de la arcilla, y en este
caso el transporte se produce en suspensión coloidal, lo que hace que puedan seguir siendo
transportados incluso mediante aguas no agitadas. El depósito en este caso se produce por
el proceso físico-químico de floculación, que puede tener lugar de forma conjunta y
simultánea al depósito físico de las partículas, o con posterioridad, en zonas tranquilas. En
el primer caso se origina la matriz de las rocas detríticas, es decir, la componente
intergranular fina, arcillosa, de los conglomerados y arenas o areniscas, mientras que en el
segundo se da origen a las rocas arcillosas (lutitas, pelitas).
Otro carácter importante es la naturaleza de los clastos, sobre todo en las de mayor tamaño:
cuando es variado hablamos de rocas polimícticas, mientras que si corresponden
mayoritariamente a un tipo litológico hablamos de roca oligomíctica. Como componentes
mayoritarios, en los conglomerados podemos tener fragmentos de rocas, en general cuarcíticos o
carbonatados, aunque pueden estar formados por rocas de naturaleza mucho mas variada; en las
arenas o areniscas el componente más común es el cuarzo, en general acompañado de
feldespatos. Son también relativamente frecuentes las denominadas arenas o areniscas
calcáreas bioclásticas, formadas por la acumulación de fragmentos de conchas de
lamelibranquios, gasterópodos, etc., en medios costeros (playas).
También suele ser objeto de interés el grado de evolución de los clastos, que se traduce en su
forma: los más inmaduros suelen ser angulosos y de baja esfericidad, mientras que los más
evolucionados, los que encontramos más lejanos al área fuente, suelen ser mucho más
redondeados y de mayor esfericidad, debido al efecto abrasivo del transporte.
El hecho de que se trate de sedimentos sueltos o de rocas ya consolidadas marca también una
diferencia considerable: las gravas y arenas son los materiales sueltos, mientras que los
conglomerados (o brechas) y areniscas son rocas compactas, en las que los granos o clastos
están más o menos sólidamente cementados. En las variedades más finas, los sedimentos no
consolidados reciben el nombre de limos, arcillas o lutitas, mientras que las rocas se denominan
limolitas o arcillitas, o, cuando desarrollan una cierta esquistosidad, por aplastamiento, pizarras.
Todas estas diferencias nos llevan a establecer las posibles aplicaciones de cada uno de estos
tipos litológicos:
Las gravas sueltas, sobre todo las de las riveras de ríos, o de canchales de
laderas, se utilizan como áridos de construcción, ya sean edificaciones u obras
públicas, en hormigones, morteros, o con aglomerantes asfálticos, etc.
El mismo uso reciben algunas arenas sueltas, fundamentalmente en
morteros con cemento o cal.
Otros usos de las arenas y areniscas más puras (arenas silíceas) están en
las industrias del vidrio y del silicio.
Determinados minerales de interés económico que componen las rocas son muy resistentes a la
meteorización física y química, pero a menudo en estas rocas no resulta rentable su explotación
minera. Esto es debido a dos factores: su baja ley en la misma, y la necesidad de realizar una
explotación completa de la roca, incluyendo además un proceso de concentración a menudo
problemático. En los yacimientos de tipo placer se produce de forma natural la separación y
concentración de estos minerales en sedimentos no consolidados, lo que abarata muy
considerablemente su aprovechamiento minero.
Por otra parte, como en el caso anterior tenemos por un lado los placeres en sedimentos recientes,
de sistemas fluviales o de playas, y por otro, los llamados paleoplaceres, rocas sedimentarias de
origen fluvial o costero que pueden contener concentraciones detríticas del mineral o minerales de
interés minero. Los primeros se explotarán en superficie, mediante arranque y carga directos,
mientras que los segundos necesitarán una minería de mayor coste, ya sea a cielo abierto o
subterránea.
En cuanto a los minerales que solemos encontrar formando este tipo de yacimientos, tenemos que
mencionar en primer lugar a los metales nobles nativos: oro, plata y platino son, sin duda, los más
conocidos. En este caso, además, el oro en particular se acreciona para dar origen a las pepitas,
aumentando su tamaño con el grado de evolución a lo largo del transporte. Otros minerales
comunes en estos yacimientos son: casiterita, ilmenita, rutilo, monacita, granate, entre otros.
También algunas gemas, como el diamante, el rubí o el zafiro, pueden aparecer en este tipo de
yacimientos.
En cualquier caso, los más conocidos e importantes son las denominadas "formaciones de cobre
en capas rojas", entre las que destacan, por su importancia económica, las de los distritos de
Kupferschiefer (Polonia), White Pine en Michigan (EEUU) y el cinturón cuprífero africano (Zambia-
Zaire). El origen de estas mineralizaciones es controvertido, aunque en ningún caso se consideran
como sedimentarios puros, sino diagenéticos, en relación con cuencas de tipo aulacógeno (rifts
abortados).
Los parámetros litológicos que definen la posibilidad de aprovechar el fluido son dos: la porosidad y
la permeabilidad.
Además de esta porosidad total, se define como porosidad útil la correspondiente a huecos
interconectados, es decir, el volumen de huecos susceptibles de ser ocupados por fluidos. Este
concepto de porosidad útil está directamente relacionado con el de permeabilidad. La diferencia
entre porosidad total y porosidad útil expresa el agua (o fluido en general) inmovilizado dentro de la
roca, y recibe la denominación de "agua irreductible" de la roca.
La porosidad útil es, en general, inferior en un 20-50% a la total, dependiendo, sobre todo, del
tamaño de grano de la roca: cuanto menor sea este tamaño de grano, más baja será la porosidad
útil respecto a la total. También influye la forma de los granos (ver figura).
La Permeabilidad representa la facilidad con la que una roca o formación permite a un fluido de
viscosidad dada atravesarla. Viene definida por la fórmula de D'Arcy:
Este parámetro depende, fundamentalmente, del tamaño medio y de la forma de los granos que
constituyen la roca
Se define así como permeabilidad efectiva de un fluido la expresión de la propiedad de una roca o
formación de ser atravesada por ese fluido en presencia de uno o varios otros fluidos. Depende por
un lado de las características de la roca, y por otro, de las proporciones o porcentajes respectivos
de los distintos fluidos presentes.
Como expresa la figura, la permeabilidad relativa del crudo decrece rápidamente con la
disminución de la saturación en éste, pero la del agua permanece muy baja o nula hasta saturación
en agua del orden del 45%. A partir de ese momento, crece muy rápidamente hasta alcanzar el
valor 1 para una saturación del 100%.
En términos de producción, esto se traduce en que en un yacimiento petrolífero con bajo contenido
inicial en agua, se podrá extraer petróleo sin agua; al ir aumentando el grado de extracción, al
alcanzar una saturación en crudo del orden del 50-55%, se extraerá una mezcla de crudo y agua,
en la que la proporción de la segunda irá aumentando progresivamente, hasta un valor de
saturación en agua del 80-90%, momento en que solamente se extraerá agua
En definitiva, la permeabilidad condiciona el ritmo de extracción, así como los límites reales de la
zona de la trampa que es posible explotar, lo que explica su importancia en el estudio de los
almacenes de hidrocarburos.
Las rocas carbonatadas son rocas formadas mayoritariamente por carbonatos, cálcico (calcita
en las calizas) o cálcico-magnésico (dolomita en las dolomías). De ellas, solo las calizas tienen un
auténtico origen sedimentario, pues las dolomías se forman por procesos posteriores al depósito.
Las rocas carbonatadas tienen un interés minero, que se sustenta en sus aplicaciones directas (por
ejemplo, en la fabricación de cemento). También son interesantes desde el punto de vista
geológico-minero por poder albergar concentraciones de minerales metálicos, e incluso agua y
otros fluidos (petróleo y gas).
Rocas carbonatadas
Calizas
Las calizas son rocas originadas por un proceso de sedimentación directa. Esta sedimentación
puede tener diversos orígenes, si bien la más común es la denominada precipitación bioquímica: el
carbonato cálcico se fija (en general, en forma de aragonito) en las conchas o esqueletos de
determinados organismos, ya sean macroscópicos (lamelibranquios, braquiópodos,
gasterópodos...) (ver) microscópicos (foraminíferos) (ver), o nanoscópicos (cocolitos) (ver) y a su
muerte, estas conchas o esqueletos se acumulan, originando un sedimento carbonatado. El
aragonito, inestable en condiciones atmosféricas, se va transformando en calcita, y la disolución
parcial y reprecipitación del carbonato cementa la roca, dando origen a las calizas. Otra forma de
depósito es la fijación del carbonato sobre elementos extraños, como granos de cuarzo, o
pequeños fragmentos de fósiles, dando origen a los oolitos (calizas oolíticas). También las algas
fijan este compuesto, dando origen a mallas de algas o estromatolitos, que si se fragmentan y
ruedan originan los pisolitos (calizas pisolíticas). Todas estas posibilidades dan origen a los
diversos tipos de calizas.
Junto con el carbonato cálcico se suele producir el depósito de otros componentes, ya sean
detríticos medio-finos (arena-limo), o finos (arcillas); el primer caso es propio de medio energéticos,
caracterizados por la sedimentación de fragmentos de fósiles, o resedimentación de fragmentos de
calizas ya más o menos consolidadas. Así se originan las denominadas calizas bioclásticas, o de
intraclastos, respectivamente. En el segundo caso, se produce la floculación de las arcillas
conjuntamente con el depósito de los carbonatos, ya que ambos son propios del depósito en aguas
tranquilas, y se originan las denominadas margas, margocalizas, y calizas margosas, formadas por
proporciones variables de caliza y arcilla.
Esta cal a su vez se utiliza para la limpieza y desinfección de fachadas (encalado), y como
producto-base de otras aplicaciones en la industria química.
• Otra aplicación directa es como roca marmórea, para construcción: la mayor parte de lo que
los marmolistas llaman mármoles no son tales rocas metamórficas, sino calizas poco o nada
recristalizadas; tienen menor calidad que los mármoles auténticos, si bien mayor variabilidad
textural, y por tanto, mayor variedad y vistosidad (rojo alicante, negro marquina, etc.).
• Una aplicación a resaltar, por su importancia creciente, es su utilización como lecho de
procesos de combustión de carbón rico en azufre, ya que evita la movilización de éste
mediante la formación de CaSO4 (anhidrita).
• Otra aplicación común es como árido, sobre todo para la subbase de carreteras.
Es también interesante el comportamiento de estas rocas frente a los fluidos: las calizas suelen
presentar escasa porosidad primaria, es decir, debido a la disposición original de sus elementos
texturales, por lo que las calizas sanas y no fracturadas suelen tener escasa capacidad de
almacenamiento de fluidos. Sin embargo, en determinadas condiciones (a bajas presiones y
temperaturas) pueden responder a la deformación tectónica fracturándose, lo que les confiere una
cierta porosidad secundaria. Además, el carbonato cálcico es soluble en agua, sobre todo en
aguas cálidas, en las que existe ácido carbónico disuelto como consecuencia de las reacciones:
Ello hace que bajo la acción del agua, ya sea superficial o subterránea, las formaciones de calizas
desarrollen los denominados procesos kársticos, que implican la formación de cuevas y cavernas,
formas de disolución (lapiaces y cárcavas) o de hundimiento superficial (dolinas), etc., así como la
forma de relieve más característico, el torcal. Además, en estas formaciones kársticas se puede
acumular agua en grandes volúmenes: son excelentes acuíferos subterráneos, aunque también
son formaciones poco adecuadas para almacenar aguas superficiales, que suelen infiltrarse con
gran facilidad a través de sumideros, dolinas, etc.
Dolomías
Al ser la dolomita más densa y de estructura cristalina más compacta que la calcita, este proceso
implica un aumento del volumen de huecos de la roca, es decir, de su porosidad.
Las dolomías, a diferencia de las calizas, no son solubles en agua, lo que impide el desarrollo de
los procesos kársticos sobre ellas. Si tienen una cierta capacidad de almacenamiento de fluidos,
relacionada con la porosidad secundaria que desarrollan durante el proceso de dolomitización.
Además de las calizas y dolomías, hay otras rocas formadas mayoritariamente por carbonatos,
aunque son mucho menos frecuentes, y a menudo están originadas por otro tipo de procesos, no
sedimentarios (reemplazamientos). Entre ellas destacan las rocas de magnesita y de siderita, de
interés minero por ser importantes menas de magnesio e hierro, respectivamente.
Las rocas carbonatadas con cierta frecuencia contienen mineralizaciones metálicas, sobre cuyo
origen ha habido una larga y aún inconclusa polémica: se han defendido desde un origen
estrictamente sedimentario para los mismos, hasta un origen claramente postdeposicional,
pasando por la posibilidad de que tengan origen diagenético.
Además de las calizas, hay otra serie de rocas que son producto de la acumulación de minerales
que los organismos incorporan a sus conchas o piezas esqueletales. Entre ellos tenemos las
diatomitas y las fosforitas.
Diatomitas
Las diatomitas son rocas silíceas, formadas como consecuencia de la acumulación de
caparazones de diatomeas, que son algas microscópicas, propias de aguas tanto marinas como
dulces, cuyo caparazón (o frústula) está constituido por sílice amorfa. Esta acumulación se produce
en medio sedimentarios extensos y poco profundos, en los que el agua contenga abundantes
nutrientes y sílice. Además, debe tratarse de medios protegidos de los aportes terrígenos, para que
la acumulación sea suficientemente rica en los restos silíceos.
La mayor o menor pureza de la diatomita condiciona sus aplicaciones. Las de mayor calidad son
las más ricas en sílice (95% SiO2), mientras que las impurezas, normalmente de carbonatos,
minerales de la arcilla, óxidos de hierro, materia orgánica, disminuyen su aplicabilidad.
Sus aplicaciones están relacionadas con sus propiedades físicas: baja densidad, alta porosidad,
alta capacidad absorbente (que aumenta al calcinar la roca), baja conductividad térmica, alto punto
de fusión (entre 1.400 y 1.700ªC), y moderado poder abrasivo. Así, sus aplicaciones concretas son
las siguientes: Como filtros y clarificadores de grandes volúmenes de líquidos; en procesos
químicos y metalúrgicos; en la producción de alimentos, productos farmacéuticos, etc.; como carga,
aislante, absorbente, aditivo en cementos, fuente de sílice reactiva, entre otras.
Fosforitas
Las fosforitas son rocas que contienen al menos un 20% de P2O5, en forma de flourapatito
criptocristalino ("colofana"), que suelen aparecer como capas de espesor variable, de aspecto
semejante al de muchas capas de calizas fosilíferas o pisolíticas, aunque con colores más oscuros.
Su origen es aún objeto de debate, pero parece evidente que se forman bajo las siguientes
condiciones: 1) presencia de surgencias (upwellings) de aguas frías ricas en fósforo inorgánico
disuelto (DIP en inglés); y 2) presencia de una plataforma marina, somera y con aguas cálidas, en
la que se produce la acumulación del fosfato orgánico. El fósforo, un nutriente esencial, dispara la
formación del fitoplancton, el cual a su vez, al ser la base de la cadena trófica marina, multiplica la
vida de organismos superiores (p.ej., peces). Tanto el fitoplancton como los peces al morir van a
parar al fondo de la plataforma, sufriendo sus partes orgánicas una degradación que supone la
acumulación de sus esqueletos. El continuo reflujo de fósforo por las surgencias produce una
continua transformación de estos esqueletos en hidroxi- y flúor-apatito. También pueden formarse
como consecuencia de procesos diagenéticos de reemplazamiento de calizas por el apatito, por
sustitución del anión carbonato por el fosfato.
Se explotan para su tratamiento con ácido sulfúrico para la obtención de fertilizantes
(superfosfatos). Las principales áreas productoras, en el Sahara ex-español (Fos-Bucraa) y en
Estados Unidos (Florida y Wyoming-Idaho). En España, fosforitas atípicas, de origen turbidítico y
de edad precámbrica en la zona Norte de la Provincia de Ciudad Real y Sur de la de Toledo
(Fontanarejo-Horcajo de los Montes-Robledo del Mazo), que no han llegado a ponerse en
explotación hasta la fecha.
La precipitación química directa de los iones contenidos en las aguas que rellenan las cuencas
sedimentarias da origen a diversos tipos de yacimientos, entre los cuales los más característicos
son los de evaporitas. En el resto de los casos, y en especial en el caso de yacimientos metálicos,
la presencia de estos iones en el agua de la cuenca correspondiente a menudo está relacionada
con actividad volcánica, lo que hace que este tipo de yacimientos se agrupen como volcano-
sedimentarios, o exhalativo-sedimentarios. No obstante, algunos de ellos sí se describen como
relacionados con procesos sedimentarios sin participación volcánica, como es el caso de los
nódulos de manganeso de los fondos abisales.
Las rocas evaporíticas son las principales rocas químicas, es decir, formadas por precipitación
química directa de los componentes minerales. Suelen formarse a partir del agua de mar, si bien
también existen evaporitas continentales, formadas en lagos salados, o en regiones desérticas que
se inundan esporádicamente.
Evaporitas marinas
Los mares contienen la mayor proporción de sales. En concreto, el contenido medio en sales de
los mares es del siguiente orden:
Para que se pueda producir la concentración de las sales que lleve a la saturación, debe darse un
mecanismo que favorezca la evaporación del agua en volúmenes reducidos, y sin comunicación
con el mar que renueve el agua de concentración normal. Esto se produce en un tipo determinado
de medios sedimentarios: las albuferas, en las que existe un brazo de mar individualizado del
mismo por una barra de arena, que permite ocasionalmente el paso del agua, pero la aísla durante
largos periodos de tiempo. En estas condiciones, y bajo una fuerte insolación, el agua se evapora,
aumentando progresivamente la concentración en sales, hasta que durante una tormenta o una
pleamar especialmente intensa vuelve a introducir agua de mar en la cuenca, reiniciando el
proceso.
En cualquier caso, el contenido medio en sales de los mares y océanos permite establecer la
naturaleza de las sales que precipitan a partir del agua de mar: en primer lugar se alcanza la
saturación en sulfato cálcico, que es el menos soluble, así que serán yeso o anhidrita los primeros
minerales que precipiten. A continuación se produce la saturación en cloruro sódico, produciéndose
la precipitación de halita. Por último precipitan los cloruros de potasio y magnesio (silvina,
carnalita...), que son los más solubles. A menudo estos minerales aparecen constituyendo capas
dentro de las formaciones evaporíticas, con yeso en las capas basales, halita en las intermedias, y
sales potásicas y magnésicas en las más altas
Sobre este modelo general, en cada cuenca concreta suele darse un predominio de unos u otros
minerales: en algunos casos será el yeso (a menudo acompañado de anhidrita) el mineral
mayoritario, lo que permite su explotación, en otros, el cloruro sódico (halita), y en otros, los
cloruros de potasio y magnesio [silvina (KCl), carnalita (KMgCl3 · 6 H2O), polihalita (K2Ca2Mg(SO4)4 ·
2 H2O, como más importantes].
Este último tipo constituye los yacimientos de este grupo de mayor valor económico, los
denominados yacimientos potásicos, de los que se extraen las sales potásicas o "potasas", para su
uso como fertilizante. Para que se formen este tipo de yacimientos, se requieren condiciones
geológicas y climáticas muy extremas: cuencas relativamente profundas, de ambiente marino
confinado, y sometidas a condiciones climáticas de gran aridez.
En cuanto a las aplicaciones de este tipo de rocas, son tan variadas como su propia naturaleza: las
ricas en yeso se explotan para obtener material de construcción (la escayola, obtenida por
calcinación del yeso), las ricas en halita, para obtener cloruro sódico, para su empleo industrial en
la obtención de cloro y sus derivados, y sosa y sus derivados, así como para la industria
alimentaria, mientras que las sales potásicas se explotan para obtener fertilizantes, como ya se ha
expresado, y para fabricación de jabones, vidrios especiales, cerámicas.
Yacimientos importantes a nivel mundial son los de Rusia (Solikamsk en los Urales, Soligorsk en
Bielorrusia), Canadá (Saskatchewan y New Brunswick) Alemania (Hannover y Stassfurt). Es
España los yacimientos evaporíticos más importantes se localizan en las series Terciarias de la
zona externa del Pirineo – Valle del Ebro(Suria-Cardona), en la Cordillera Cantábrica (Cabezón de
la Sal), y en general, en las cuencas marinas terciarias, como la depresión del Guadalquivir.
Evaporitas lacustres
Los lagos contienen por lo general aguas dulces, pero en ocasiones pueden llegar a contener
aguas ricas en sales, que pueden ser distintas a las que encontramos en el mar, al menos
cuantitativamente. En concreto, tres son los tipos de yacimientos minerales que pueden formarse a
partir de las aguas de lagos salinos intracontinentales: depósitos de sales sulfatadas sódicas
(thenardita, glauberita) o magnésicas (epsomita), depósitos de carbonatos alcalinos (trona, natron),
y depósitos de arcillas especiales (sepiolita, palygorskita). De ellos tienen importancia sobre todo
los de sulfato sódico y arcillas especiales.
Se explotan para la extracción del sulfato sódico puro, que se emplea sobre todo en la fabricación
de detergente sólido, en sustitución de los fosfatos, que producen efectos medioambientales
indeseados (eutrofización). También, en la fabricación del papel kraft, y de vidrios especiales.
Las principales áreas de explotación de estos yacimientos son los lagos salinos del Norte-Centro
de EE.UU. y Sur-Centro de Canadá (el Gran Lago Salado, de Salt Lake City, Utah, como más
importante), el Lago Searles. En España existen también importantes yacimientos de este tipo,
intercalados en los sedimentos terciarios de las cuencas de Madrid (los más importantes:
Villaconejos, M. y Villarrubia de Santiago, Toledo) y del Ebro (Alcandrade-Arrúbal, La Rioja y San
Adrián, Navarra).
El otro tipo de yacimientos que pueden formarse en este tipo de cuencas son los de arcillas
especiales, fibrosas (sepiolita-palygorskita). En concreto, se señala que la palygorskita es
característica de ambientes marinos, mientras que la sepiolita lo es de ambientes continentales. El
origen estaría en la precipitación química directa de este mineral en medios evaporíticos atípicos
(fundamentalmente pantanos de regiones áridas) caracterizados por la escasez de aniones cloruro
y sulfato y la abundancia de cationes, especialmente Mg. Suelen constituir masas lentejonares, de
espesor y continuidad lateral variable, intercaladas entre materiales detrítico-carbonatados, a
menudo directamente relacionados con secuencias evaporíticas típicas.
En los grandes desiertos la meteorización química actúa generando sales solubles que quedan
durante largos periodos de tiempo sobre las rocas a partir de las cuales se forman. Pero cuando se
producen lluvias torrenciales, escasas pero no excesivamente infrecuentes en estos climas, se
produce el lavado de estas sales, que forman grandes charcas, que al cesar las lluvias se
evaporan rápidamente y producen la concentración de las sales arrastradas.
En estas condiciones se forman concentraciones salinas de composición muy variable, en función
de la naturaleza de las rocas existentes en la zona. Ejemplos conocidos son el Salar de Atacama,
en Chile, en el que se produce la concentración de halita enriquecida en elementos como Mg, K, Li
y B (ver la gama de productos), el Valle de la Muerte, en el Desierto de Mojave (SE de California,
EE.UU.), en el que el mineral concentrado es el bórax, o las zonas desérticas de alta montaña
(Himalaya) de Cachemira (India), en la que también se localizan lagos ricos en depósitos de bórax.
Yacimientos de azufre
El azufre nativo a menudo se encuentra asociado a los yacimientos de yeso evaporítico, como
consecuencia de la acción de bacterias sulforreductoras, que transforman el sulfato en sulfuro, que
se reduce a su vez para dar azufre nativo. Se forman así concentraciones masivas de azufre
sedimentario, que junto con las de origen volcánico constituyen los principales tipos de yacimientos
de este elemento. No se pueden considerar, por tanto, yacimientos químicos en sentido estricto,
sino bioquímico, aunque aparecen asociados a los yacimientos químicos de evaporitas.
Un carácter común en los yacimientos de evaporitas, que afecta a su morfología respecto a las
series sedimentarias que los albergan, es que pueden haber sufrido los efectos del proceso
denominado diapirismo o halocinesis, es decir, el movimiento de las masas salinas a lo largo de
series sedimentarias para dar origen a los denominados diapiros.
Este fenómeno está relacionado con dos características típicas de estos materiales: su baja
densidad y su comportamiento mecánico, de carácter viscoso. De esta forma, cuando una capa
potente, o toda una formación de estos materiales intercalados entre otros más densos sufre una
incipiente deformación tectónica que implica la formación de un bucle, se produce una cierta
migración de material hacia la zona del bucle que incrementa localmente el espesor de la capa o
formación en ese punto. Este aumento de potencia implica también un aumento de volumen, y a su
vez, un aumento del empuje de Arquímedes producido por la diferencia de densidad entre estas
rocas y las situadas por encima y debajo, que se traduce en el desencadenamiento de un proceso
de ascenso de los materiales, formado el diapiro propiamente dicho. La morfología final de estos
diapiros puede ser muy variada, en función de distintos factores, entre los que destacan la potencia
original de la capa o formación salina, y la naturaleza y comportamiento mecánico de las rocas
suprayacentes, afectadas por el proceso de halocinesis.
Este proceso es, por tanto, el responsable de que las evaporitas, a pesar de tratarse de rocas
sedimentarias, a menudo formando parte de series sedimentarias de regiones muy poco afectadas
por deformación tectónica, no se encuentren constituyendo capas horizontales, perfectamente
interestratificadas en las series originales, sino formando estas estructuras, de morfologías más o
menos complejas, y que incluso pueden mostrar actividad a escala de observación directa, como
es el caso, por ejemplo, del diapiro de Cardona (Barcelona), en el que se registran ascensos
anuales de 5 a 10 mm.
Yacimientos de hierro
El origen de estos yacimientos tipo BIF ha sido objeto de debate hasta fecha reciente, en que se
ha establecido su origen como probablemente relacionado con el cambio en el quimismo de la
atmósfera terrestre: originalmente ésta no contenía oxígeno, siendo por tanto de carácter reductor.
En estas condiciones, el hierro presente en las rocas era fácilmente puesto en disolución en forma
de Fe2+, altamente soluble. De esta forma, los océanos terrestres llegarían a contener grandes
cantidades de hierro en disolución. Con la aparición de la vida, las bacterias primitivas
comenzarían a generar oxígeno como consecuencia de su metabolismo fotosintético, consumiendo
CO2 y agua para producir oxígeno. La concentración de éste en el aire iría aumentando, y dio
origen a la posibilidad de oxidar al hierro disuelto en los océanos, dando origen a óxidos e
hidróxidos (hematites-goethita) que precipitarían para dar estas Formaciones.
Los Ironstones corresponden a capas de espesor métrico de óxidos e hidróxidos de hierro con
texturas oolíticas que aparecen intercalados en secuencias marinas someras, de calizas limos y
areniscas, de edades variadas. Su origen es aún discutido, y podrían haberse formado como
consecuencia de la erosión y redepósito de formaciones lateríticas.
Yacimientos de manganeso
Los óxidos de manganeso constituyen yacimientos de tipología muy variada, que van desde
tipologías epigenéticas, filonianas, a claramente sedimentarias, y dentro de esta categoría
podemos di ferenciar entre los estrictamente sedimentarios, no ligados a actividad volcánica, y los
claramente relacionados con ésta, que se estudian en el capítulo 11.
A su vez, los yacimientos puramente sedimentarios de manganeso pueden ser de dos tipos
claramente diferenciados:
Se incluyen aquí fundamentalmente el carbón y los hidrocarburos naturales (petróleo y gas), que
se forman no como consecuencia de la acumulación de los restos inorgánicos de organismos
(sedimentación bioquímica, que hemos visto en el Tema 7), sino de la acumulación, degradación y
evolución de los propios restos orgánicos de estos organismos. La principal diferencia entre los
tipos señalados es que el carbón se forma fundamentalmente a partir de restos de vegetales
superiores (hojas, tallos, troncos...), mientras que petróleo y gas se forman a partir de
microorganismos (plancton, algas, bacterias...).
Hidrocarburos naturales
El petróleo y el gas natural, los hidrocarburos fósiles, están constituidos casi exclusivamente por
hidrocarburos, es decir, compuestos orgánicos, más o menos complejos, de Carbono e Hidrógeno,
mezclados en proporciones diversas entre sí, y con otros compuestos químicos: su composición
elemental se muestra en la Tabla 1.
Carbono 85-95 85
Hidrógeno 5-15 13
Gas Natural
Los yacimientos de gas natural están compuestos fundamentalmente por metano, que llega a
constituir hasta el 100% de los mismos (gas seco). Además, puede incluir otros hidrocarburos
gaseosos, como etano, propano, butano, etc., en proporción decreciente con el número de
Carbonos. Otros constituyentes, minoritarios pero frecuentes, son: H2S, N2, He, Ar, etc.
Por otra parte, su principal característica desde el punto de vista económico es su poder
calorífico, que hace que sean utilizables como fuentes de energía. Este parámetro varía en
función de la densidad, y, por tanto, de la composición química concreta:
Como comparación, una hulla presenta un poder calorífico entre 5.600 y 8.000 cal/gr, con lo que, a
efectos de poder calorífico:
La principal aplicación del crudo es para obtención de energía, a través de sus productos
refinados: gasolina, gas-oil (diesel), fuel-oil, keroseno, etc. Otros usos: materia prima para la
industria petroquímica (polímeros, etc.); materia prima para lubrificantes (aceites y grasas para
motores); aglomerantes asfálticos (fracciones pesadas).
Se incluyen aquí los hidrocarburos naturales de carácter sólido. Pueden ser de dos tipos diferentes:
hidratos de metano, y bitúmenes y asfaltos.
Los hidratos de metano son poco abundantes, aunque actualmente se han localizado
acumulaciones importantes en el límite plataforma continental – talud, cuya importancia
económica y posibilidades de explotación aún están por determinar.
La familia de los bitúmenes es más importante, ya que aparece en dos tipos de yacimientos ya
bien conocidos: arenas asfálticas (tar sands), y pizarras bituminosas (oil shales). Los
bitúmenes se pueden definir, desde el punto de vista de explotación, como mezclas viscosas
naturales de hidrocarburos de molécula muy pesada, y productos sulfurosos minoritarios. Su
alta densidad y viscosidad impide su explotación convencional por bombeo.
Los hidrocarburos semirrefinados que se pueden extraer de los bitúmenes reciben el nombre
de crudos sintéticos. Las rocas que contienen proporciones importantes de estos bitúmenes
pueden ser de dos tipos: Arenas asfálticas y pizarras bituminosas.
Las Arenas asfálticas son rocas sedimentarias de tipo arenas gruesas, bien clasificadas, porosas
y permeables, consolidadas o no, que contienen productos petrolíferos pesados, en las que el
bitumen representa del orden del 18 al 20% en peso de la roca. Su viscosidad es muy elevada, por
lo que no pueden ser recuperados por medios tradicionales. Desde el punto de vista geoquímico,
están formadas fundamentalmente por asfaltenos y productos complejos ricos en nitrógeno, azufre,
oxígeno, frente a productos saturados y ligeros.
Las pizarras bituminosas son rocas sedimentarias pelíticas (arcillosas), menos a menudo
carbonatadas (margas), ricas en kerógeno y pobres en bitumen (0.5-5%), y capaces de producir
hidrocarburos por pirólisis, a unos 500ºC. Ocasionalmente reciben la denominación de "esquistos
bituminosos", lo que resulta equívoco con respecto a su naturaleza petrográfica, puesto que nunca
se trata de materiales metamórficos. La materia orgánica que contienen está formada por restos de
algas lacustres o marinas. Su composición química es muy variable y compleja, generalmente con
altas relaciones H/C (1.25-1.75), y con relaciones O/C entre 0.2 y 0.02.
El carbón
El carbón es una roca sedimentaria combustible con más del 50% en peso y más del 70% en
volumen de materia carbonosa, formada por compactación y maduración de restos vegetales
superiores, como consecuencia de la evolución de esta materia orgánica de origen vegetal que se
acumula en determinadas cuencas sedimentarias.
Composición y propiedades
Dentro de la composición química del carbón se debe diferenciar entre los datos correspondientes
a la estructura química del carbón, y los correspondientes a su composición elemental. Así mismo,
es necesario diferenciar aquellos datos relacionados con la medida de algunos parámetros de
importancia tecnológica. Otros parámetros de gran importancia en la actualidad son los referidos al
contenido en elementos menores que puedan liberarse durante el proceso de combustión, y que
pueden tener efectos nocivos para la salud humana o del medio ambiente.
Los parámetros tecnológicos que se utilizan para definir un carbón son: el contenido en
humedad, la proporción de volátiles, el contenido en cenizas, y el poder calorífico.
La proporción de volátiles viene dada por la pérdida de peso de una muestra seca por
calentamiento a temperaturas entre 875 y 1050ºC fuera del contacto con el aire.
El contenido en cenizas se determina por combustión en aire; el residuo, expresado como tanto por
ciento con respecto del peso original de la muestra, constituye la expresión de este
parámetro. Sería un fiel reflejo del contenido en materia mineral de un carbón, de no ser por
el hecho de que en la fracción inorgánica de éste pueden existir carbonatos y sulfuros que
se descomponen a esas temperaturas.
El poder calorífico es el calor que se libera durante la combustión de una muestra de carbón. Se
determina por combustión dentro de un calorímetro.
Otra propiedad importante del carbón es su densidad, que se relaciona de forma directa con su
contenido en cenizas. Todos los procesos de lavado y concentración de carbones se basan en el
aprovechamiento de esta propiedad.
Desde el punto de vista elemental, el carbón está constituido fundamentalmente por C, H y O, con
proporciones menores de N y S.
- Tipo: diferencias en el tipo y clase de material vegetal que contenga, traducida a los
denominados componentes macroscópicos del carbón: fusita, durita, clarita y vitrita.
- Grado: clasifica el carbón en función del nivel de impurezas (cenizas) que contenga.
Origen:
El origen del carbón está en relación evidente con la acumulación de materia vegetal superior
(troncos, ramas, hojas) en cuencas marinas o continentales. Los parámetros que definen la
posibilidad de acumulación de la materia vegetal que va a dar origen al carbón son similares a los
que permiten la acumulación de microorganismos para dar lugar al petróleo:
Esta acumulación se puede producir en el propio medio de vida de las plantas, o en medios
distintos al de formación, como deltas, estuarios o albuferas. Esto permite diferenciar carbones
autóctonos, formados en el propio medio de vida, y aloctónos, formados en un medio diferente al
de vida: la materia vegetal ha sufrido un transporte, más o menos largo.
Según el tipo de medio de formación, también se diferencian los carbones límnicos (formados en
medios lacustres), y parálicos (formados en medio marino).
En concreto, los medios en los que pueden darse procesos de acumulación de materia vegetal
son:
- Marismas, saladas o salobres. Son zonas con comunicación ocasional con el mar,
en que se puede producir una importante actividad biológica vegetal.
Uno de los medios sedimentarios más favorables para la acumulación de materia carbonífera que
da origen al carbón son los deltas, cuyas secuencias estratigráficas normales son muy semejantes
a las propias de los ciclotemas, constituidas por alternancias de capas de carbón con material
arcilloso o arenoso.
Otra cuestión importante en cuanto al origen del carbón es la edad de las series sedimentarias en
que aparece: las plantas vasculares aparecen en el Silúrico, y pueblan la superficie de La Tierra en
el Devónico. Ello implica que los yacimientos más antiguos de carbón conocidos sean de edad
Devónica. Posteriormente, se dan yacimientos de carbón de todas las edades, pero hay períodos
especialmente favorables:
Hace más de 100 años se enunciaba la llamada regla de Hill, según la cual a medida que se
profundiza en una explotación de carbón, el contenido en volátiles disminuye. Esta idea simple es
la base conceptual en la que se apoya la evolución de la materia orgánica durante el enterramiento
subsiguiente a la sedimentación. Es un proceso esencialmente físico-químico, con participación
biológica en las primeras etapas, que se conoce con el nombre de carbonización o coalificación.
Los factores que influyen en este proceso son: temperatura, presión y tiempo. Los dos primeros
están relacionados con el enterramiento y con el gradiente geotérmico: en condiciones normales un
enterramiento produce un aumento de presión debido al peso de los sedimentos suprayacentes, y
un aumento de temperatura del orden de 33ºC/Km (gradiente geotérmico medio), si bien en zonas
concretas este gradiente puede ser mucho más alto.
El factor tiempo tiene una importancia extraordinaria: la incorporación de la materia orgánica a los
sedimentos se realiza a través de geles (geopolímeros), que sufren procesos de envejecimiento
que les llevan primero a deshidratarse, luego a reordenarse y formar moléculas con mayor grado
de orden, hasta dar formas cristalinas incipientes. Este proceso puede tener lugar
independientemente de la temperatura y de la presión, siendo por tanto, solamente función del
tiempo. Esto explica la formación de carbones en cuencas antiguas que no han sufrido
enterramientos importantes, como es el caso de la de Puertollano.
El principal cambio que se produce en la coalificación (ver figura) es el incremento del contenido en
carbono frente a volátiles y humedad, acompañado de pérdida de oxígeno en forma de H 2O y CO2
(desde valores por encima del 20% hasta valores próximos a cero en las antracitas) y pérdida de
hidrógeno en forma de agua e hidrocarburos ligeros (desde valores del orden del 5,5% a
contenidos entre el 2,5 y el 4%) . El contenido en carbono pasa de valores del orden del 65% a por
encima del 95%.
En los primeros estadios del proceso (transformación de la materia vegetal en turba) juega un
papel importante la actividad biológica - bacteriana. En estadios sucesivos los cambios son ya de
tipo físico - químico.
En cuanto a las aplicaciones del carbón, actualmente se explota casi exclusivamente para obtener
energía eléctrica mediante combustión. No obstante, este proceso genera abundantes emisiones
de gases de efecto invernadero y otros de efectos tóxicos (SOx, NOx, etc.), por lo que los procesos
convencionales térmicos tienden a desaparecer. Una tecnología más limpia es la que se desarrolla
en pruebas en la Central Térmica de ELCOGAS en Puertollano, correspondiente a un proceso de
Gasificación Integral con Ciclo Combinado (GICC), que produce unos volúmenes de emisiones
muy inferiores a las de los procesos convencionales.
La cristalización de los magmas da origen a una gran variedad de minerales, que se asocian
para dar origen a las diversas rocas ígneas, que a su vez pueden contener una cierta variedad de
concentraciones de determinados minerales de interés económico. Esta variedad está en relación
con la variedad de procesos implicados en la génesis y evolución de los magmas desde su
formación en niveles más o menos profundos del planeta hasta su cristalización en proximidad de
la superficie.
El proceso magmático
Es un hecho de observación que existe una gran variedad de magmas, que dan origen a la gran
variedad de rocas ígneas que se pueden reconocer en el planeta. También es posible observar
cómo en términos generales los magmas (y por consiguiente, las rocas formadas a partir de éstos)
se asocian con situaciones geodinámicas concretas, es decir, que en situaciones geológicas
equivalentes solemos encontrar los mismos tipos de rocas ígneas. De ello se deriva la conclusión
de que la formación de los magmas está íntimamente relacionada con el marco geodinámico que
se produce en los diversos ambientes derivados de la tectónica de placas.
Ahora bien ¿qué es un magma, y cómo y porqué se forma? Como definición básica, un magma es
un fundido, que en general está formado por una fase líquida mayoritaria, a la que acompaña una
fase sólida (cristales o fragmentos de rocas) y otra gaseosa, y que se encuentra a temperaturas
entre 1.500 y 800ºC. La fase líquida suele estar formada por silicatos fundidos con proporciones
muy variables de cationes: Mg, Fe, Ca, Na, K... Magmas menos comunes son los formados por
carbonatos (magmas carbonatíticos), o los formados por sulfuros (magmas sulfurados).
El porqué se forman los magmas está relacionado con cambios puntuales en la termodinámica del
interior del planeta: en condiciones normales, las capas superficiales de la Tierra (litosfera) están
en estado sólido, debido a que a pesar de encontrarse a temperaturas lo bastante altas como para
estar fundidos, la presión es también bastante alta como para incrementar el punto de fusión de los
minerales lo suficiente como para evitar esta fusión. Por tanto, para que se produzca fusión ha de
producirse una pérdida de presión, o un cambio en la composición de la roca que rebaje el punto
de fusión de los minerales que la componen, o un incremento sustancial de la temperatura. El
primer caso es posible por una descompresión debida a la formación de fracturas profundas, que
liberen la presión interna de la roca, y además favorezcan el ascenso del magma. El segundo caso
también se da, y suele ser consecuencia de la adición de volátiles a la roca (agua, CO 2...) durante
procesos geológicos concretos (sobre todo, la deshidratación de corteza durante la subducción). El
tercer caso se produce como consecuencia de la formación de las denominadas plumas mantélicas
(puntos calientes), que son fenómenos que incrementan la temperatura de áreas profundas del
planeta de cierta extensión. Otra posibilidad en este mismo sentido es que el incremento de
temperatura que origina la fusión esté relacionado con los procesos tectónicos y magmáticos
asociados al metamorfismo regional, en bordes destructivos de placas.
El proceso de fusión raramente es una fusión completa de una porción de roca más o menos
voluminosa, sino que suele ser una fusión parcial, en la que se va produciendo de forma progresiva
la fusión de los componentes minerales menos refractarios de entre los que componen la roca.
Esto es especialmente cierto en los magmas máficos, procedentes de la fusión parcial del manto
superior, mientras que en los magmas félsicos, de afinidad granítica, lo que se suele producir es un
fundido de composición determinada a partir del conjunto de la roca, en función de su composición
concreta, y de las condiciones de presión y temperatura existentes durante el proceso de fusión.
Esto es debido a que estos magmas se suelen formar como consecuencia de procesos de
anatexia, es decir, de fusión local de rocas de la corteza, inducida por fenómenos asociados por lo
general a metamorfismo de alto grado.
Resulta evidente que durante esta variedad de procesos, y en función de las distintas variables que
hemos mencionado, se puede originar una gran variedad de magmas, de composiciones distintas
en el detalle. A estos magmas formados "in situ", y que aún no han sufrido los procesos de
diferenciación que veremos a continuación se les denomina magmas primarios.
Una vez formados, estos magmas tienden a ascender, como consecuencia de su densidad, menor
que la de las rocas que las rodean, y de la expansión volumétrica que sufren, a la que contribuye la
liberación en los mismos de una fase gaseosa más o menos abundantes. La ascensión puede ser
más o menos lenta, desde las velocidades supersónicas que son capaces de llevar hasta la
superficie magmas del manto superior cargadas de fragmentos de éste de diámetro decimétrico,
hasta velocidades lentas, combinadas con estancias en cámaras magmáticas intermedias que
incrementan el tiempo de residencia del magma en capas más o menos profundas.
A su vez, el ascenso puede implicar la llegada del magma hasta la superficie, dando origen a los
fenómenos volcánicos, o hasta su proximidad, originando las rocas subvolcánicas, o puede ser
que el magma quede emplazado en niveles relativamente profundos de la corteza, dando origen a
las rocas plutónicas. Estos factores implican diferencias en la velocidad a que se produce el
enfriamiento del magma: en los procesos volcánicos esta velocidad es máxima (debido al contraste
entre la temperatura del magma y la del ambiente atmosférico), lo que produce las texturas típicas
de estas rocas, porfídicas y parcialmente vítreas. En las rocas subvolcánicas el enfriamiento es
algo más lento, lo que hace que no suelan contener vidrio, aunque sí desarrollan texturas
porfídicas, y/o de grano fino. En las rocas plutónicas el enfriamiento es lento (el contraste con la
temperatura de las rocas en las que encajan es aún menor), lo que favorece la formación de
cristales regulares y de grano medio o grueso.
Por otra parte, durante el ascenso se producen una serie de procesos que cambian la composición
del magma, y que se conocen con el nombre genérico de diferenciación. Los principales
mecanismos de diferenciación son los siguientes:
• Cristalización fraccionada. El magma primario puede contener cristales, o puede ser que
éstos se formen durante el ascenso, si éste es lo suficientemente lento. Cuando estos
cristales tienen una densidad distinta a la del magma, y en condiciones favorables (sobre
todo, residencia en cámaras magmáticas intermedias), se puede producir la separación de
estos cristales, o bien por acumulación en la parte superior de la cámara (los de feldespatos,
que suelen ser los menos densos) o en su fondo (olivino, piroxeno, que suelen ser los más
densos). Esto origina la segregación de determinados componentes minerales, cambiando
la composición del magma residual.
• Asimilación. Durante el ascenso el magma puede fundir rocas con las que se pone en
contacto, incorporando los fundidos correspondientes a su composición, que variará de
acuerdo con la composición de las rocas asimiladas.
• Mezcla de magmas. Ocurre fundamentalmente durante la residencia en cámaras
magmáticas, como consecuencia del aporte de nuevas porciones de magmas primarios, que
cambian la composición del magma allí acumulado.
Como consecuencia de estos procesos de diferenciación se originan los denominados magmas
diferenciados o derivados, cuya composición puede ser muy diferente a la del correspondiente
magma primario. Todos estos factores (modo de formación, mayor o menor ascenso en la corteza,
grado de diferenciación) son los responsables de la gran variedad de rocas ígneas que
conocemos.
Otra cuestión importante en las rocas ígneas es el orden de cristalización de sus minerales,
identificable en muchos casos por las relaciones texturales que se establecen entre ello. Este
orden de cristalización está determinado por dos factores principales: la termodinámica del proceso
de cristalización, y la composición concreta del magma que cristaliza. El primer factor fue estudiado
por Bowen, que observó que la cristalización de los minerales durante el enfriamiento de un
magma sigue, en términos generales, una secuencia determinada, que se puede subdividir en dos
grandes ramas (Figura): la denominada rama discontinua (minerales ferromagnesianos), y la rama
continua (plagioclasas), que convergen en un tronco común, que corresponde a la cristalización de
feldespato potásico y finalmente cuarzo, siempre los últimos en cristalizar. Es lo que se conoce con
el nombre de Serie de Bowen. La mayor o menor evolución de la serie depende
fundamentalmente del contenido inicial en sílice, debido a que las reacciones (p.ej., olivino ->
piroxeno -> anfíbol) implican un consumo creciente de este componente (Mg 2SiO4 + SiO2 ->
2MgSiO3).
Por otra parte, la composición del magma impone restricciones a este secuencia, de forma que si
éste es pobre en sílice y rico en Mg, Fe, Ca (magmas máficos) solamente cristalizarán los primeros
términos de las dos series (olivino, piroxeno, plagioclasa cálcica), mientras que en los magmas más
ricos en sílice y pobres en Mg y Fe (magmas félsicos) se formarán esos minerales durante los
primeros estadios de la cristalización magmática, pero reaccionarán con el fundido sucesivamente
para dar términos más evolucionados de la serie, y la roca finalmente estará formada por cuarzo,
feldespato potásico, plagioclasa sódica y biotita. En las rocas formadas a partir de magmas de
composición intermedia encontraremos, por tanto, plagioclasa intermedia, anfíbol y piroxeno como
minerales característicos
Rocas plutónicas
A: Contenido en feldespato alcalino (Suma albita + feldespato potásico) recalculado a 100% con
los parámetros Q y P (si la roca contiene cuarzo) o F y P (si contiene feldespatoide)
Las rocas con parámetro M igual o mayor a 90% se clasifican como ultramáficas, y su clasificación
detallada se basa en los contenidos en olivino, ortopiroxeno y clinopiroxeno
Las texturas de las rocas plutónicas son granudas o granulares de grano medio a grueso, con
peculiaridades propias de cada tipo de roca, como vemos a continuación.
El granito es la roca plutónica por excelencia, hasta el punto de que en el mundo industrial se
denominan granitos a todas las rocas plutónicas, independientemente de su composición real. En
sus términos más precisos, el granito es una roca relativamente escasa, aunque difícil de
diferenciar en el campo de sus términos más próximos, sobre todo de la granodiorita, por lo que a
menudo estas rocas plutónicas de tonalidades claras se describen con el nombre genérico de
granitoides.
La textura granítica, propia de estas rocas, es una de las más características de las que
presentan las rocas ígneas: es una textura holocristalina, hipidiomorfa, granular de grano medio, en
la que la plagioclasa y la biotita o anfíbol suelen ser idiomorfos, y el cuarzo y el feldespato
xenomorfos e intergranulares, debido a la secuencia de cristalización (serie de Bowen).
En el campo, el granito aparece formando macizos rocosos que pueden llegar a ser de miles de
kilómetros cuadrados, con contornos en general curvilíneos, a menudo festoneados por la
denominada aureola de metamorfismo de contacto. Es frecuente que a gran escala estos macizos
están afectados por una red de fracturas que puede no ser deformacional; de hecho, en ocasiones
se origina simplemente por la contracción ligada al enfriamiento del macizo (diaclasamiento). Este
proceso suele dar origen a una fracturación concéntrica (tipo capas de cebolla), que suele ser
paralela a los contactos externos del macizo (y a menudo también a la superficie topográfica) y a
una fracturación groseramente radial.
A este respecto de la aplicación, hay que resaltar que el objetivo primordial de la explotación del
granito es la obtención de grandes bloques comerciales, de varios metros cúbicos, para el posterior
serrado y pulido de las placas. Esto no siempre es posible, debido a diversos factores que veremos
a continuación, lo que hace que existan algunas (aunque escasas, sobre todo los tectonizados
para áridos) explotaciones de granito para otros fines. Los factores que definen la explotabilidad del
granito como roca de construcción son, fundamentalmente, los siguientes:
• El grado de fracturación que lo afecte. Es un factor decisivo, ya que si está afectado por una
fracturación muy intensa será aprovechable como árido, mientras que los afectados por
fracturación muy espaciada servirán para su explotación en bloques.
• El grado de alteración que afecta a los minerales que componen la roca. Es de importancia
primordial para poder utilizarla, puesto que si está muy alterada tenderá a sufrir procesos de
desgranado, o no admitirá un pulimento adecuado.
• La homogeneidad textural, ya que si el granito presenta variaciones bruscas en su textura
dificultará enormemente su aprovechamiento. Estas variaciones texturales son muy
variadas, incluyendo los gabarros (acumulaciones esferoidales de minerales oscuros), las
cintas (acumulaciones planares de minerales primarios o secundarios), los fenocristales, los
cambios de tamaño de grano, entre otros.
• La presencia de minerales oxidables (p. ej., sulfuros), que puedan producir efectos
indeseados sobre las placas o bloque en general una vez instalados.
• En general, determinadas características petrofísicas pueden afectan a la calidad del
material: la heladicidad o resistencia a las heladas, el coeficiente de absorción de agua, la
calidad del pulido, la resistencia al ataque químicos, etc.
• Por último, la mayor o menos vistosidad de la roca, en término de coloración (diferente a la
más común, gris), tamaño de grano grueso y homogéneo, presencia de irisaciones en los
feldespatos... condiciona el mayor o menor precio del producto en el marcado.
Sienita
La sienita es, desde el punto de vista geológico, un granitoide pobre en cuarzo y con un claro
predominio del feldespato alcalino frente al cálcico. Suela estar formada precisamente por
feldespato alcalino (ortoclasa) junto con plagioclasa de composición sódica (albita-oligoclasa) y
suele contener algún mineral ferromagnesiano como la biotita o el anfíbol. Además, puede
contener una cierta cantidad de cuarzo, o, alternativamente, de feldespatoide (sienitas nefelínicas).
Su textura está dominada por los cristales del feldespato alcalino, y es una textura granular
hipidiomorfa heterogranular (sin llegar a ser porfídica), en la que el feldespato constituye los granos
mayores y el resto (plagioclasa, cuarzo o feldespatoide, biotita, anfíbol) suelen ser de menor
tamaño.
Desde el punto de vista industrial, la sienita es un granito que suele presentar propiedades
interesantes: o bien un color rojo más o menos intenso, debido a la presencia de abundantes
exoluciones de hematites en el feldespato potásico, o bien irisaciones intensas, de color azulado,
en el feldespato. Esto confiere a estas rocas, a igualdad de otros parámetros (grado de
fracturación, de alteración, etc.) mayor interés que a otros granitoides.
Diorita y gabro
La diorita y el gabro son rocas con importantes semejanzas tanto desde el punto de vista geológico
como industrial. Desde el punto de vista geológico constituyen las rocas gabroídicas, y su
diferenciación mutua solamente se puede realizar mediante microscopía petrográfica, si bien con
frecuencia las dioritas son de tonalidades más claras que los gabros. Desde el punto de vista
industrial corresponde al grupo de los granitos oscuros, muy apreciados en el arte funerario.
En el campo, los gabros suelen aparecer, como los granitos, formando macizos intrusivos de cierta
importancia. No desarrollan las formas más típicas del berrocal, debido a que suelen presentar una
mayor densidad de fracturación, y su alteración superficial suele ser más rápida que la de los
granitoides. También es normal que presenten una aureola de metamorfismo de contacto.
Desde el punto de vista industrial ya se ha comentado que son los granitos de colores oscuros. A
menudo las dioritas presentan tonalidades grises oscuras o verdosas, a menudo jaspeadas (caso
del "negro ochavo", variedad comercial explotada en la zona de Barcarrota, Badajoz), mientras que
los gabros suelen ser de coloración homogénea. Estas tonalidades oscuras hacen que sean muy
apreciados tanto para construcción, combinado con otros colores, como en el arte funerario.
El principal problema que suelen presentar estas rocas es que sus afloramientos suelen estar
afectados por una fracturación relativamente densa, que dificulta su explotación industrial.
Peridotita
La peridotita es una roca ultramáfica, formada por más de un 90% de minerales ferromagnesianos,
oscuros, que suelen ser olivino y piroxeno (orto- y clino-). Además pueden contener algo de
plagioclasa, y minerales metálicos como cromita, que puede llegar a concentrarse en yacimientos
de interés económico.
Las texturas son variables, en función del tipo de peridotita: las hay formadas por acumulación de
cristales en cámaras magmáticas, que desarrollan las llamadas texturas cumulíticas, en las que
uno de los minerales (fundamentalmente el olivino) aparece formado el armazón general de la
roca, con otros minerales (clinopiroxeno) intergranulares. En otros casos la textura es holocristalina
equi- o ligeramente inequigranular, hipidiomorfa, con piroxeno subidiomorfo y olivino xenomorfo.
Las peridotitas aparecen constituyendo dos tipos diferentes de macizos rocosos, de origen muy
diferente: o bien forman parte de láminas ofiolíticas, formadas por obducción o acreción de litosfera
oceánicas en corteza continental (caso de los macizos máficos del NO peninsular, p. ej., Cabo
Ortegal, Bragança, Morais), o bien forman macizos de gran extensión, que representan diapiros del
manto, encajados tectónicamente en niveles muy superficiales de la corteza (Serranía de Ronda).
Una constante en este tipo de rocas es que suelen estar serpentinizadas: el olivino es un mineral
muy inestable en las condiciones de la superficie del planeta, tendiendo a transformarse en
serpentina. Esto transforma a estas rocas, en mayor o menor grado, en serpentinitas, que veremos
en el capítulo de rocas metamórficas.
Cuando no aparecen serpentinizadas, las peridotitas son rocas con posibilidades industriales,
derivadas de su característico color negro o verde oscuro. No obstante, la serpentinización parcial
que las afecta y la inestabilidad del olivino en ambiente atmosférico suelen dificultar su
aprovechamiento.
Rocas subvolcánicas
Las rocas subvolcánicas se pueden considerar como un caso particular dentro de las plutónicas, ya
que son rocas que también cristalizan bajo la superficie de la Tierra, aunque en condiciones de
menor presión y temperatura (a profundidades someras), lo que hace que su enfriamiento sea más
rápido, dando origen a texturas características, diferentes a las propias de las rocas plutónicas.
Desde el punto de vista composicional, son equivalentes a las plutónicas, por lo que pueden tener
la misma gama de composiciones mineralógicas que éstas. Se suelen nombrar con el nombre de la
roca plutónica (o volcánica) equivalente, con el prefijo pórfido (p. ej., pórfido granítico, o pórfido
andesítico), o con nombres que aluden a términos texturales (ver más abajo).
La textura de las rocas subvolcánicas puede ser muy variada. La más frecuente es la textura
porfídica de matriz microcristalina, que indica una presencia de fenocristales en el magma, y una
cristalización rápida pero no tanto como la de una roca volcánica, en la que la matriz suele ser
vítrea o criptocristalina. Otras texturas que pueden presentar son:
Su aplicación industrial suele ser limitada, debido sobre todo al escaso volumen que presentan.
Ocasionalmente pueden servir para la obtención de áridos, o, muy excepcionalmente (cuando
aparecen en grandes masas con escasa fracturación, circunstancias ambas poco comunes en este
tipo de roca), como roca ornamental.
Los minerales metálicos acompañan, como hemos visto, a las rocas intrusivas como minerales
minoritarios, en forma de óxidos o de sulfuros, fundamentalmente, que cristalizan a la vez que el
resto de componentes silicatados de la roca. En el detalle, pertenecen a varios subtipos (ver
figura):
• Yacimientos formados por inmiscibilidad líquida. Los magmas máficos a menudo contienen
altas proporciones de sulfuros metálicos, que pueden individualizarse debido a que son
inmiscibles con el magma silicatado. Se forman así yacimientos de sulfuros de Ni-Co-Cu-Fe,
formados por minerales como pirrotina, pentlandita, calcopirita..., a menudo enriquecidos en
elementos del grupo del platino.
• Yacimientos formados a partir del propio magma silicatado. Existen tres grandes subtipos:
o Formados por cristalización simple. En determinados casos, no es necesaria una
segregación que produzca la concentración del mineral en cuestión: es el caso de los
diamantes, cuyo alto valor económico hace que a pesar de encontrarse en muy bajas
concentraciones, sea explotable.
o Formados por cristalización más acumulación. En la mayor parte de los casos,
además de la cristalización del mineral hace falta un mecanismo que produzca un
aumento de su concentración que lo haga explotable. El principal mecanismo es la
cristalización fraccionada acompañada de acumulación preferencial por densidades
en la cámara magmática. El caso más extendido de este tipo corresponde a
yacimientos de cromita en rocas máficas y ultramáficas, en los que de nuevo suelen
darse concentraciones interesantes de elementos del grupo del platino.
o Formados por cristalización más acumulación y segregación. El caso más favorable
para la explotación es aquel en el que los minerales metálicos llegan a separarse
físicamente del resto del magma, por mecanismos diversos, fundamentalmente bajo
la acción de esfuerzos tectónicos. Algunos yacimientos de magnetita corresponden a
esta tipología.
Yacimientos de inmiscibilidad líquida. Son, como su denominación indica, producto de la
segregación a partir de un magma de dos líquidos: uno silicatado y otro sulfurando. Esto se debe a
que a altas temperaturas estos dos componentes son miscibles, pero al bajar la temperatura, y si la
cantidad de componente sulfurado es suficiente, puede producirse la desmezcla de los dos
líquidos. Cuando el volumen de líquido sulfurado es pequeño, la segregación se produce como
gotitas a partir de las cuales se produce la cristalización de los sulfuros, que quedan diseminados
dentro del conjunto de la roca ígnea. Pero si el volumen del líquido sulfurado es suficiente, puede
llegar a constituir una bolsada capaz de migrar independientemente del líquido sulfurado, y
cristalizar aparte, dando origen a un verdadero yacimiento.
Desde el punto de vista mineralógico están formados por sulfuros de hierro (pirita, pirrotina), níquel
(pentlandita), cobalto (cobaltina) y cobre (calcopirita, bornita), como minerales más abundantes, a
menudos acompañados también de magnetita. Como elementos en trazas a menudo presentan
contenidos interesantes en elementos del grupo del platino, lo que aumenta el interés económico
de estas mineralizaciones. A menudo la segregación son es perfecta, por lo que suelen presentar
ganga de los silicatos formadores de la roca magmática.
Aparecen siempre en relación con rocas intrusivas máficas o ultramáficas, de tipo gabro o
peridotita. En unos casos encajan en la propia roca máfica, y en otros encajan en las rocas del
entorno, o en el propio contacto entre la roca intrusita y el encajante. Suelen constituir bolsadas de
volumen variable, alcanzando tonelajes que raramente superan el millón de toneladas de todo uno.
Ejemplos de mineralizaciones de este tipo serían las de Sudbury en Ontario (Canadá), Norilsk en
Rusia, o las recientemente descubiertas entre Badajoz y Huelva (Aguas Blancas).
Los yacimientos de diamantes se encuentran albergados por unas rocas muy características,
llamada kimberlitas, que corresponden a rocas volcánicas explosivas de origen muy profundo, que
encajan en formaciones por lo general antiguas, propias de zonas de cratón (NO de Australia,
Sudáfrica, África Central, Siberia). En estas zonas las kimberlitas aparecen como chimeneas
profundas y estrechas (diatremas), agrupadas en conjuntos. Por otra parte, no todas las kimberlitas
contienen diamantes.
Yacimientos formados por cristalización más acumulación. En este caso, a la cristalización del
mineral sigue una acumulación preferencial del mismo, normalmente por diferencia de densidad: se
trataría de una cristalización fraccionada de estos minerales de interés minero, concretamente de
cromita en los yacimientos más característicos del grupo: la cromita cristaliza a partir del magma, y
por su mayor densidad tiende a hundirse en el fundido, acumulándose en la parte baja de la
cámara magmática.
Las acumulaciones de cromita que constituyen este tipo de yacimientos corresponden a bolsadas
(pods en su denominación en inglés) con dimensiones métricas o decamétricas, que aparecen más
o menos concentradas en localidades dentro de un macizo intrusivo por lo general máfico (gabros,
peridotitas). En estas bolsadas o pods la cromita es el mineral más abundante, y puede estar
acompañada por otras menas como la magnetita, o por los silicatos formadores del conjunto de la
roca (olivino, piroxenos). A menudo estas concentraciones de cromita contienen también
concentraciones de interés de elementos del grupo del platino.
Pertenecen a este tipo los yacimientos del Complejo de Bushveld (Sudáfrica), o el denominado
Gran Dique de Rodesia (Zimbabwe).
Algunos ejemplos de este tipo de yacimientos son los de magnetita de Kiruna (Suecia), o los de
apatito de la Península de Kola (Rusia), o los de ilmenita de Columbia Británica.
11.- Rocas y yacimientos ligados a volcanismo
Fenómenos volcánicos
Variabilidad composicional
La composición del magma que alcanza la superficie condiciona el proceso eruptivo de diferentes
formas:
• El mayor o menor contenido en sílice (es decir, que el magma sea de tendencia félsica o
máfica) condiciona su viscosidad: los magmas félsicos son siempre más viscosos que los
máficos, debido a que en ellos se originan minerales de estructura más compleja que en los
básicos. A su vez, los magmas menos viscosos suelen dar origen a erupciones tranquilas,
con flujo de lava continuo, no acompañado de emisiones violentas, mientras que los más
viscosos suelen dar lugar a erupciones mucho más violentas, debido a la dificultad del
magma para fluir produce interrupciones del flujo de la lava que se resuelven de forma
explosiva.
• El contenido en volátiles también condiciona la violencia de las erupciones. Los magmas
ricos en volátiles dan origen a procesos eruptivos violentos, debido a que su liberación
provoca este tipo de fenómenos. Las rocas resultantes de estos procesos suelen ser muy
vesiculares, tipo pómez.
En definitiva, estos dos factores controlan la mayor o menor explosividad del volcanismo, que se
traduce en la formación de distintos tipos texturales: rocas compactas, resultado de la cristalización
de lavas, y rocas fragmentarias (piroclásticas), resultado de la acumulación de material explosivo.
Por otra parte, la propia composición del magma da origen a distintas litologías, formadas por
asociaciones minerales diferentes, lo que permite una clasificación de las rocas volcánicas
equivalente a la de las rocas plutónicas.
En función de todos estos factores, el volcanismo tiene lugar de formas muy diferentes, que se
clasifican de acuerdo con su semejanza con erupciones históricas:
Estructuras volcánicas
En los edificios volcánicos podemos encontrar toda una gama de estructuras, que resultan
características de determinados ambientes o procesos. Entre ellas podemos destacar las
siguientes:
En función de todas estas características, los materiales que se acumulan como resultado de la
actividad volcánica pueden ser de los siguientes tipos:
• Rocas porfídicas: la solidificación de lavas suele dar lugar a rocas porfídicas, formadas por
fenocristales de naturaleza variada (cuarzo, feldespato potásico y biotita en las riolitas;
plagioclasa y anfíbol o piroxeno en las andesitas; olivino, piroxeno y plagioclasa en los
basaltos), en una matriz criptocristalina o vítrea.
• Obsidiana: es una roca fundamentalmente vítrea, aunque puede contener algunos
fenocristales.
• Perlita: es una roca volcánica vítrea en la cual se desarrollan fracturas curvas a
subcirculares, que aíslan núcleos de vidrio intacto.
• Pómez: roca extremadamente rica en vacuolas, como consecuencia de la liberación de
gases. Como estas rocas se forman como consecuencia de procesos explosivos, suelen
formar acumulaciones escoriáceas, caóticas.
• Bloques y bombas: son también productos de erupciones explosivas, de diámetro superior
a 64 mm. Se diferencian en que los bloques son de formas angulosas, debido a que son
expulsados por el volcán en estado sólido, mientras que las bombas suelen presentar
morfología fusiforme, que adoptan durante el vuelo. También pueden presentar una
morfología tipo "hogazas de pan".
• Lapilli: es otro piroclasto, de tamaño medio comprendido entre 64 y 2 mm. Suele estar
formado por fragmentos de la propia roca volcánica, porfídicos o vítreos.
• Cenizas volcánicas: son los piroclastos de grano más fino, de diámetro medio inferior a 2
mm.
A su vez, los materiales piroclásticos pueden originarse como consecuencia de dos mecanismos:
por evolución de nubes ardientes (coladas u oleadas piroclásticas), o por colapso de la columna
eruptiva (piroclastos de caída). Los primeros suelen ser masivos, a menudos soldados, finamente
laminados, y de depositan preferentemente en zonas de topografía deprimida, mientras que los
segundos suelen ser materiales suelos, caóticos, sin laminación clara, y se depositan en estratos
perfectamente paralelos a la topografía.
Las rocas volcánicas se clasifican en primer lugar en función de su tipología: rocas piroclásticas,
lávicas, pumíticas (pómez), obsidiana… A su vez, existe una clasificación granulométrica para las
rocas piroclásticas (explicitada básicamente en el punto anterior: diferencia entre bombas y
bloques, lapilli y cenizas volcánicas), y una clasificación de base mineralógica para las rocas
porfídicas.
La clasificación mineralógica de las rocas porfídicas es similar a la que ya hemos visto para las
rocas plutónicas: se basa en el cálculo de los parámetros QAPF (M no suele ser nunca superior a
90 en las rocas volcánicas) y con estos parámetros la clasificación es similar a las variedades
plutónicas, variando los nombres de las rocas que caen en cada campo: riolita en vez de granito,
basalto en vez de gabro, etc.
Toda la variedad de rocas descritas pueden tener aplicaciones industriales más o menos
importantes:
• Las rocas porfídicas, al tratarse de rocas compactas, aunque a menudo afectadas por
disyunciones más o menos regulares, no suelen tener otra aplicación que como árido de
machaqueo. En concreto, algunos basaltos son excelente materia prima para áridos
especiales, como el balasto de ferrocarril.
• Las rocas de tipo piedra pómez de naturaleza silícea son materia prima para la industria
cementera, ya que por su naturaleza vítrea y su composición reaccionan con la cal para dar
compuestos con propiedades hidráulicas: son los denominados cementos puzolánicos o
puzolanas. También tienen aplicaciones menores en la industria textil, para el lavado a la
piedra de prendas vaqueras, y en la higiene doméstica.
• La obsidiana es una piedra semipreciosa, apreciada para la elaboración de objetos
decorativos.
• La perlita es un vidrio volcánico parcialmente hidratado, rico en sílice, que es susceptible de
ser tratado por expansión. Este material ya tratado tiene varias aplicaciones en construcción:
árido ligero en hormigones, aislante acústico, aislante criogénico. También se utiliza en
procesos de filtrado y en suelos artificiales, para horticultura.
En todos los casos, cuando se habla de relaciones entre volcanismo y yacimientos minerales la
base empírica es que el proceso de volcanismo aporta elementos químicos, entre ellos metales
pesados, que por lo general se liberan al medio. Esto es un hecho de observación, y en ocasiones
vemos en la prensa noticias alarmantes sobre las emisiones de estos elementos de mayor o menor
toxicidad a la atmósfera (CO2, SO2). Incluso en alguna ocasión se han publicado en la prensa los
kilogramos de oro que un volcán está emitiendo, como si el volcán emitiese monedas de este
metal. Lo cierto es que estas emisiones se producen en forma gaseosa, y que es necesario algún
mecanismo geoquímico que fije los metales para que pueda formarse un yacimiento, evitando la
dispersión de los metales.
Los yacimientos de tipo Kuroko (o tipo Huelva, ya que la Faja Pirítica Ibérica es la mayor
concentración mundial de este tipo de mineralizaciones) son concentraciones sedimentarias (o
volcano-sedimentarias, como se denominan preferentemente) de sulfuros polimetálicos, por lo
general dominados por pirita, a la que suelen acompañar otros como calcopirita, esfalerita y
galena. Además es frecuente que contengan ciertos valores de metales preciosos (Au, Ag) que
añaden interés económico a su explotación minera.
En detalle la tipología de estas mineralizaciones puede ser muy variable, en función de diversos
caracteres, entre los que sobresale la mayor o menos lejanía (distalidad) o cercanía (proximalidad)
con respecto al área de descarga de las emisiones hidrotermales al medio marino. Otro carácter
interesante suele ser su recristalización metamórfica, que produce el aumento de su tamaño de
grano, favoreciendo la explotación minera y, fundamentalmente, la concentración de cada mineral.
La mineralogía habitual de estos yacimientos incluye siempre pirita como fase más abundante,
acompañada por calcopirita, esfalerita, galena y barita. Es relativamente frecuente la separación en
cuerpos mineralizados con mineralogías diferenciadas: las denominadas “black ores”, constituidas
mayoritariamente por galena y esfalerita, junto con barita subordinada, y las denominadas “yellow
ores”, con pirita y calcopirita como minerales fundamentales. A menudo el yeso y el azufre nativo
forman parte más o menos marginal de este complejo sistema. Como minerales minoritarios dentro
de las mineralizaciones principales podemos encontrar otros sulfuros afines, como pirrotina,
marcasita, arsenopirita, bornita, o metales nativos como oro y plata, siempre en contenidos
relativamente bajos (valores del orden de 10-20 gr/t). También son frecuentes en el sistema los
niveles de chert ferruginoso, que aparecen interestratificados en la secuencia volcánica
relacionada.
Como ya hemos mencionado, además de los de tipo Kuroko existe un cierto número de
yacimientos, de naturaleza diversa, que distintos autores consideran relacionados con volcanismo.
Desde yacimientos de arcillas especiales, producto de alteraciones específicas de rocas volcánicas
(caso de las bentonitas de Cabo de Gata, Almería), hasta yacimientos de sulfuros metálicos
atípicos, como es el caso de los de cinabrio de Almadén, o los de óxidos metálicos (Fe, Mn, entre
otros) que frecuentemente se encuentran intercalados en series con rocas volcánicas más o menos
abundantes. De entre estos tipos destacaremos los de mercurio de Almadén, las formaciones
bandeadas de hierro (BIF en la terminología anglosajona), y, por su singularidad, las coladas de
magnetita de la zona de El Laco (Chile), que constituyen un caso único de mineralizaciones de
origen volcánico directo.
Los yacimientos de mercurio de Almadén constituyen un caso único a nivel mundial, debido a
varios factores:
De entre los distintos tipos de mineralizaciones existentes en el distrito, las más importantes son
sin duda las estratoligadas, encajadas en la denominada Cuarcita de Criadero, de edad Silúrico
basal, que se han explotado en las minas de Almadén, El Entredicho y La Vieja Concepción. En
estos casos, la mineralización de cinabrio aparece diseminada en la ya mencionada Cuarcita de
Criadero, y esta siempre está en contacto con la denominada "roca frailesca", toba de lapilli de
naturaleza basáltica, sistemáticamente muy alterada, que constituye diatremas formadas por
mecanismos eruptivos explosivos. Los contenidos en mercurio en la cuarcita decrecen al alejarnos
del contacto con esta "roca frailesca", evidenciando la relación genética con esta roca peculiar.
El termino Banded Iron Formation (BIF; Formación Bandeada de Hierro) ha sido definido en su
forma más simple como rocas sedimentarias químicas conteniendo por lo menos un 15% de hierro,
o como unidades estratigráficas laminadas con al menos 15% de hierro, donde las rocas laminadas
son capas de mineral de hierro, de cuarzo, de chert, o de carbonato. Sin embargo es importante
distinguir entre dos tipos principales: 1) BIF tipo Lago Superior, de origen sedimentario químico; y
2) BIF tipo Algoma. Son estas últimas las que nos interesan en este capítulo, dada su asociación
con el vulcanismo. Las BIF tipo Algoma se relacionan con rocas volcánicas y sedimentarias (tipo
grauvacas), en secuencias principalmente del Arqueozoico. Se localizan estratigráficamente en
cinturones de rocas verdes (greenstone belts), y se caracterizan por una laminación fina de chert
ferruginoso, conteniendo hematites y/o magnetita. A estas facies ferruginosas se pueden asociar,
además, facies sulfuradas (con pirita y calcopirita y otros sulfuros de hierro y cobre), carbonatadas
(p.ej. siderita), y silicatadas (p.ej., stilpnomelana). Su origen puede relacionarse directamente con
el vulcanismo a través de fenómenos exhalativos en condiciones submarinas, donde las facies
sulfuradas serían ‘proximales’ con respecto al foco emisor, y las oxidadas ‘distales’. El que la
mayoría de estas BIF sean de edad arqueozoica no significa que se encuentren limitadas a esta
edad, ya que también existen ejemplos de formaciones tipo Algoma en el Paleozoico (p.ej.,
Cordillera de Nahuelbuta, Chile).
Óxidos de Manganeso
Los óxidos de manganeso constituyen yacimientos de tipología muy variada, que van desde
tipologías epigenéticas, filonianas, a claramente singenéticas, estratoligadas. En el caso de los
yacimientos singenéticos, en algunos la relación con actividad magmática no es evidente, por lo
que se pueden considerar como yacimientos sedimentarios de precipitación química (ver Tema 8).
Pero en otros casos, sí hay una relación genética clara entre yacimientos de esta naturaleza y
actividad volcánica. Dos casos que se pueden estudiar en España son los yacimientos de óxidos
de manganeso de la Faja Pirítica Ibérica (Huelva-Sevilla), y los de óxidos de Fe-Mn de la región
volcánica de Campos de Calatrava (Ciudad Real).
En el segundo, las mineralizaciones, constituidas por óxidos de hierro y manganeso, tienen una
entidad mucho menor, y solamente han sido explotadas durante la Segunda Guerra Mundial, por la
mayor demanda de este elemento, y porque contienen cierta proporción de metales como cromo y
níquel, que, al igual que el manganeso, se aplican como blindaje de carros de combate.
La mineralización está formada casi exclusivamente por magnetita, que acusa un proceso de
transformación parcial, a alta temperatura, por hematites, y un proceso supergénico de formación
de goethita y maghemita. Desde el punto de vista geoquímico, la magnetita muestra valores muy
bajos en los elementos traza que normalmente se encuentran asociados al hierro en las
mineralizaciones de este mineral de origen ortomagmático (V, Cr y Ti), lo que hace su origen
controvertido, entre los defensores de un origen puramente magmático, y los defensores de
procesos de removilización magmática de hierros sedimentarios a partir de la serie paleozoica.
Las pegmatitas presentan una gran variabilidad composicional, que está en función del tipo de roca
(normalmente plutónica) con la que están relacionadas genéticamente. Las mas frecuentes son de
composición granítica, asociadas a granitos y granitos alcalinos, y están constituidas
mayoritariamente por cuarzo, feldespato potásico (microclina u ortoclasa), plagioclasa sódica
(albita) y mica blanca (moscovita), junto a otros minerales que pueden ser mas o menos
abundantes: turmalina, apatito, fluorita, lepidolita, berilo, topacio, corindón, monacita, casiterita,
uraninita, torbernita, así hasta 300 especies mineralógicas descritas en un solo macizo pegmatítico.
Pueden tener interés económico, debido a sus posibles altos contenidos en minerales tipo gema
(esmeraldas, aguamarinas, topacios, rubíes...), y minerales con contenidos en elementos raros (Li,
U, Th, Tierras Raras) y otros (Sn, W, F). También los minerales comunes de estas rocas suelen
tener interés económico, ya que tanto sus grandes cristales de cuarzo pueden ser utilizados para el
tallado de lentes, como los de feldespato para la producción de cerámica, y los de mica para el
aislamiento eléctrico.
Desde el punto de vista textural son rocas granudas de grano muy grueso: se han descrito cristales
de moscovita de hasta 10 m de longitud en estas rocas, y de feldespato potásico de varios m3.
Las rocas (o yacimientos) neumatolíticas, son intermedias entre las pegmatitas y las rocas
hidrotermales. Son rocas de reemplazamiento metasomático, es decir, producto del
reemplazamiento a alta temperatura de una roca por otra, por disolución parcial de la original, y
depósito a partir de los fluidos mineralizantes. Las temperaturas características de formación se
sitúan entre 600 y 400ºC.
Yacimientos hidrotermales
Los yacimientos hidrotermales, comúnmente también conocidos como filonianos (vein deposits), se
clasifican según su temperatura de formación (que suele estar entre los 400 y los 100ºC), y en
función de la mayor o menor proximidad a la roca ígnea de la que derivan. No es una clasificación
rigurosa, ya que no siempre es posible determinar con exactitud la temperatura a la que se han
formado, ni la distancia a la roca ígnea de la que derivan, que puede no reconocerse, o puede ser
difícil de establecer con precisión entre varias próximas. Una clasificación más conveniente se
basaría en su mineralogía, pero ésta puede ser tan variada que invalida cualquier intento de
clasificación sistemática en este sentido.
Los yacimientos filonianos constituyen el relleno de fracturas abiertas en la roca, que suelen
presentar disposiciones planares de dimensiones muy variables (filones en sentido estricto). Otras
morfologías incluyen el entrecruzado de vetillas (stockwork) y las diseminaciones de mineral,
características ambas de los yacimientos de tipo pórfido cuprífero. También son relativamente
frecuentes los cuerpos irregulares, que pueden formarse tanto por fenómenos de reemplazamiento
como por relleno de cavidades. Las texturas son características de la cristalización en espacios
abiertos: geodas, drusas, crecimientos paralelos, concentraciones nodulares, etc.
De entre los distintos tipos de yacimientos hidrotermales, destacaremos dos tipos por su
importancia económica: los yacimientos de pórfidos cupríferos (+/- Mo) y los epitermales de
metales preciosos (Au , Ag). Tienen también su importancia, aunque menor en la actualidad, las
mineralizaciones filonianas de metales de base (Pb-Zn-Cu), y de estaño-wolframio . También
llegan a alcanzar considerable interés minero algunas mineralizaciones de hierro de carácter
hidrotermal asociadas a intrusiones, como pueden ser las de Kiruna (Suecia) o las existentes en la
denominada “Franja Ferrífera de Chile”.
Pórfidos cupríferos
Los pórfidos cupríferos son yacimientos de gran tonelaje (106-109 t) y bajas leyes de cobre (0.2-
c.2%Cu). Aparte del cobre estos yacimientos pueden presentar cantidades variables de molibdeno
y/o metales preciosos (Au+Ag), susceptibles de ser recuperados económicamente. Se asocian a
rocas intrusivas generalmente félsicas de composición granodiorítica, aunque los pórfidos del
Pacífico oriental (desarrollados en arcos de islas) suelen asociarse a facies intermedias (intrusivos
dioríticos). Presentan un modelo zonal (figura 1) de alteración hidrotermal con un núcleo de
alteración potásica (feldespato K, biotita, que grada hacia fuera hacia una alteración fílica (=
cuarzo-sericítica). En su zona periférica encontramos facies argílicas (intermedia o avanzada) y
propilítica (con clorita, epidota, calcita). La secuencia de alteración (figura 2) es la siguiente: 1)
formación de las zonas de alteración potásica y propilítica; 2) desarrollo de la alteración fílica (hacia
fuera y arriba); y 3) formación de facies de alteración argílica en la parte superior del sistema. Esta
última puede ser avanzada, implicando la presencia de minerales tales como caolinita y alunita. Se
reconoce un solape temporal y espacial en esta secuencia. De 1 a 3 la participación de aguas
meteóricas en el sistema hidrotermal es cada vez más importante. De hecho, la parte superior del
sistema hidrotermal entra de lleno en el campo epitermal (alteración argílica avanzada), y en la
misma pueden formarse mineralizaciones auríferas, en un ambiente más superficial (desde unos 2
Km. de profundidad hasta la superficie).
Existen grandes provincias metalogénicas de pórfidos cupríferos, entre las que resaltan las de la
cadena andina (Chile - Perú principalmente, destacando el yacimiento de Chuquicamata) y la del
SO de los Estados Unidos. Dado que los pórfidos son de emplazamiento somero (epizona), es raro
encontrar yacimientos más antiguos que mesozoicos, y de hecho, la mayoría de estos yacimientos
son de edad cenozoica. La razón es simple y radica en la efectividad de los procesos erosivos, que
habrían desmantelado los de mayor antigüedad.
Hasta ahora se han descrito los principales tipos de rocas y yacimientos que se originan como
consecuencia de la actividad tardimagmática. Además otros dos fenómenos que pueden tener este
mismo origen: las alteraciones de origen endógeno y las manifestaciones de actividad
tardimagmática más o menos reciente.
Al primer caso (alteraciones endógenas) pertenecen toda una gama de procesos o fenómenos
que afectan a la composición mineralógica (y a menudo también al quimismo) de las rocas: se trata
de procesos de tipología metasomática, pero de menor temperatura que los de tipo neumatolítico,
que a menudo guardan relación genética con procesos hidrotermales típicos. Algunos de estos
procesos son los de silicificación (introducción y/o neoformación de sílice a partir de los minerales
preexistentes en una roca), argilitización (formación de minerales de la arcilla), cloritización,
alunitización, adularización. Suelen ser consecuencia de la interacción de soluciones de tipo
hidrotermal con rocas de composición adecuada, que reaccionan con estos fluidos dando origen a
las asociaciones minerales características de cada caso. Una breve descripción de los distintos
tipos sería la siguiente:
Las manifestaciones superficiales pueden ser muy variadas: desde las más conocidas y
espectaculares, como los geysers, o las emanaciones de gases en el entorno de edificios
volcánicos recientes (fumarolas, solfataras), a las fuentes termales.
Como consecuencia de los procesos de metamorfismo regional se originan dos tipos de rocas que
se explotan en canteras: los mármoles y las serpentinitas. Menor interés presentan otras rocas
como los neises.
El mármol es la roca metamórfica con mayor interés minero. Se forma como consecuencia del
metamorfismo de calizas, bajo condiciones de metamorfismo tanto regional como de contacto, que
inducen la recristalización de la calcita a alta temperatura. Este proceso transforma las variadas
texturas originales de las calizas en texturas granoblásticas de tamaño de grano muy variable, que
puede llegar a ser de varios milímetros, lo que se traduce en una mayor resistencia mecánica y
homogeneidad de la roca.
El mármol está compuesto mayoritariamente por calcita granoblástica, pero pueden contener
además otros minerales, tales como micas (mármoles cipolínicos), dolomita, brucita, vesubianita,
wollastonita, diópsido, tremolita, grafito, pirita.
Las aplicaciones concretas del mármol son en general conocidas: chapado de exteriores e
interiores, elementos arquitectónicos auxiliares (p.ej., escalinatas), complementos decorativos
(estatuas), arte funerario. Hay que recordar que el granito está reemplazando en muchas de estas
aplicaciones al mármol, por su mayor resistencia y durabilidad, sobre todo en exteriores y suelos.
La serpentinita es otra roca metamórfica de interés ornamental, de color verde, y con tonalidades
variadas, claras y oscuras, que se forma por el metamorfismo regional de rocas magmáticas
ultramáficas (peridotitas).
Desde el punto de vista mineralógico, está constituida muy mayoritariamente por minerales del
grupo de la serpentina (antigorita), que suelen estar acompañados por otros filosilicatos afines,
como el talco, por minerales opacos, como magnetita o cromita, y por carbonatos ricos en Mg
(magnesita-dolomita).
Sus caracteres estructurales y texturales pueden ser muy variados, mostrando formas más o
menos irregulares, que en unos casos ofrecen caracteres estéticos positivos, mientras que en otros
impiden totalmente la explotación minera. En especial, la fracturación es el principal factor negativo
para este tipo de aprovechamiento.
La serpentinita, por sus caracteres mecánicos (sobre todo, por su baja dureza) se agrupa con los
mármoles ("mármol verde"). Sus aplicaciones son similares: revestimientos, elementos auxiliares
(columnas, zócalos), etc.
En España existen importantes macizos serpentiníticos, agrupados en tres áreas: los macizos
máficos-ultramáficos gallegos, la Serranía de Ronda (Málaga) y las pequeñas masas existentes
entre los materiales metamórficos de Sierra Nevada (Granada-Almería).
Los neises son rocas que pueden formarse por distintos mecanismos, que se pueden agrupar en
dos: el metamorfismo de alto grado de rocas pelíticas, que da origen a los denominados
paraneises, y la deformación tectónica (por lo general acompañada de metamorfismo) de rocas
graníticas, que origina los denominados ortoneises. Estos últimos son los que presentan mayores
posibilidades industriales, por ser rocas compactas y competentes, susceptibles incluso de
pulimento.
Están formados mayoritariamente, al igual que los granitos, por cuarzo, feldespato potásico,
plagioclasa, mica (biotita a menudo acompañada de moscovita), como minerales mayoritarios más
comunes, que pueden estar acompañados de muchos otros (granate, anfíbol, cordierierita), y de
los accesorios comunes en este tipo de rocas (apatito, esfena, circón, pirita).
Sus texturas y estructuras están dominadas por la presencia de una foliación o bandeado, marcado
por reorientación mecánica y/o recristalización de minerales laminares (micas), por la granulación
del cuarzo, y por la rotación de los granos de feldespato, que suelen dar origen, por su mayor
resistencia al aplastamiento, a formas ocelares (augen). El resultado es el bandeado neísico típico,
con alternancias claro-oscuras y nódulos claros, de feldespato.
Los neises se agrupan con los granitos en cuanto a su explotación minera y aplicaciones
industriales. Como carácter específico, hay que señalar que el hecho de que sea una roca
bandeada afecta a su instalación en obra y a su aprovechamiento, que estarán condicionados por
este factor.
El metamorfismo origina otras muchas rocas, aparte de las descritas, en general sin aplicación
industrial directa. Sin embargo, en algunos casos estas rocas pueden contener concentraciones de
minerales de interés económico, susceptibles de extracción minera y concentración. Algunos de los
más significativos son: granate, corindón, grafito, asbestos, nesosilicatos de aluminio (andalucita-
sillimanita - distena).
Las aplicaciones del granate están relacionadas con sus propiedades de: dureza y densidad
relativamente altas, resistencia química, y no toxicidad, que permiten que tenga cinco campos
principales de aplicación: abrasivo para eliminación de óxidos sobre superficies metálicas
(decapar), revestimientos abrasivos, filtrado de aguas, corte por chorro de agua, y pulido.
En España se explota en Níjar (Almería), pero no en rocas metamórficas, sino a partir de una roca
volcánica excepcionalmente rica en este mineral, y fuertemente alterada, lo que permite la
liberación natural del mineral. A nivel mundial, el mayor productor es EE.UU, a gran distancia de
otros como Australia, India y China.
El corindón se emplea fundamentalmente como abrasivo para pulido, en todo tipo de procesos
industriales. Esto se debe no solo a su gran dureza (9 en la escala de Mohs, el segundo mineral
más duro tras el diamante), sino también a su elevado punto de fusión (1.950ºC), y a la forma de
sus granos, controlada por la partición perfecta que suelen presentar, y que favorece esta
aplicación. También se emplea en la fabricación de ladrillos refractarios.
Por su parte, el esmeril es un abrasivo de menor calidad, que se utiliza fundamentalmente como
aditivo en revestimientos, como antideslizante.
Zimbabwe y la República de Sudáfrica son los principales productores a nivel mundial de corindón,
mientras que Turquía y Grecia lo son de esmeril. En España no existen explotaciones mineras de
ninguno de los dos. Por su parte, las variedades gema se obtienen de yacimientos
fundamentalmente de tipo pegmatítico, o concentrado en aluviones, de Sri Lanka, Birmania,
Tailandia, entre otros.
Sus aplicaciones más conocidas en la actualidad son las relacionadas con la fabricación de objetos
y elementos ligeros pero de alta resistencia, como material deportivo (esquís, raquetas), o piezas
de automoción (barras protectoras). También, como elemento moderador en reactores nucleares,
como aditivo lubricante, o en la fabricación de carbono activado, entre otros usos.
Los principales países productores de grafito son China, Corea del Sur e India. En España se
explota o se ha explotado hasta fecha reciente en Gadamur y Puente del Arzobispo (Toledo).
De esta forma, cada uno de estos "asbestos" presenta en el detalles propiedades diferentes, lo que
condiciona sus aplicaciones concretas, relacionadas fundamentalmente con el origen etimológico
de la palabra asbesto, que proviene del griego y significa "incombustible": se emplean como
aislantes térmicos, si bien la toxicidad de algunos de ellos (fundamentalmente de la crocidolita) ha
hecho decaer de forma muy severa estas aplicaciones. También se emplean como aditivo en
cementos (fibrocementos), entre los cuales el más conocido es la uralita.
Los principales países productores de asbestos son Rusia, Canadá, Brasil y Zimbawue. Como ya
se ha indicado, su consumo a nivel mundial ha descendido debido a las consideraciones sobre sus
efectos sobre la salud.
Los nesosilicatos de aluminio andalucita, sillimanita y distena son variedades polimorfas, que se
forman por metamorfismo de rocas alumínicas, pelíticas, bajo diferentes condiciones de presión y
temperatura (ver figura). Existe otra variedad sintética, que es la mullita, que se forma en
condiciones de alta temperatura y baja presión, que raramente se dan en la naturaleza (figura
típica: la 2.1 de Velho vale). Algunos, como la andalucita, pueden también formarse bajo otras
condiciones más propicias a la formación de yacimientos, como las condiciones hidrotermales. En
las rocas correspondientes están acompañados siempre de otros minerales como cuarzo y micas,
a lo que pueden acompañar otros como granate, estaurolita, etc., dependiendo de la composición
concreta de la roca y de las condiciones a las que haya estado sometida. No obstante, en los
casos en que son explotables suelen aparecer concentrados en bolsadas de cierto volumen.
Se emplean para la obtención de cerámicas especiales, refractarias, que se utilizan en la industria
metalúrgica (revestimientos de hornos, moldes). Algunos de estos minerales tienen variedades de
calidad gema, que no suelen tener origen metamórfico, sino hidrotermal.
Los principales países productores de estos minerales son la República de Sudáfrica, Francia y
España para andalucita, EE.UU. e India para distena, e India para sillimanita. En España son
relativamente abundantes, en los distintos terrenos metamórficos (Macizo Ibérico, Zona Bética,
Pirineos), pero no llegan a presentar interés minero.
Para ello dispone de una serie de herramientas y técnicas básicas, que son las que vamos a
sintetizar a continuación.
Metodología de la investigación minera
La base de cualquier trabajo bien hecho es la planificación de las actividades a realizar. Esto es
especialmente importante en la investigación minera, por las razones ya expuestas. Así, en
Investigación Minera se suele subdividir el trabajo en tres etapas claramente diferenciadas, de
forma que solamente se aborda la siguiente en caso de que la anterior haya cumplido
satisfactoriamente los objetivos previstos. Aunque pueden recibir distintos nombres, en términos
generales se trata de una fase de preexploración, una de exploración propiamente dicha y otra de
evaluación. Si incluso ésta última alcanza los resultados previstos se realiza un estudio de
viabilidad económica.
Como objetivos generales de cada una de estas etapas se pueden fijar los siguientes:
Evaluación: una vez que hemos detectado una mineralización de interés minero, es
decir, en la que observamos caracteres que permiten suponer que pueda llegar a ser
explotada, pasamos a llevar a cabo su evaluación o valoración económica. A pesar
de lo que pueda parecer, los datos de ésta no son aún concluyentes, y debe ir
seguida, en caso de que la valoración económica sea positiva, de un estudio de
viabilidad, que contemple todos los factores geológicos, mineros, sociales,
ambientales, etc., que pueden permitir (o no) que una explotación se lleve a cabo.
Para cumplir con cada uno de estos objetivos disponemos de una serie de herramientas, unas para
aplicar en campo y otras en gabinete.
La exploración minera se basa en una serie de técnicas, unas instrumentales y otras empíricas, de
coste muy diverso. Por ello, normalmente se aplican de forma sucesiva, solo en caso de que el
valor del producto sea suficiente para justificar su empleo, y solo si son necesarias para
complementar las técnicas que ya se hayan utilizado hasta el momento. Las técnicas serían las
siguientes:
Recopilación de información
Es una de las técnicas preliminares, de bajo coste, que puede llevarse a cabo en la propia oficina,
si bien en algunos casos supone ciertos desplazamientos, para localizar la información en fuentes
externas (bibliotecas, bases de datos…). Consiste básicamente en recopilar toda la información
disponible sobre el tipo de yacimiento prospectado (características geológicas, volúmenes de
reservas esperables, características geométricas…), así como sobre la geología de la zona de
estudio y de su historial minero (tipo de explotaciones mineras que han existido, volumen de
producciones, causas del cierre de las explotaciones…). Toda esta información nos debe permitir
establecer el modelo concreto de yacimiento a prospectar y las condiciones bajo las que debe
llevarse a cabo el proceso de prospección.
En esta fase resulta muy útil contar con el apoyo de mapas metalogenéticos que muestren no solo
la localización (y tipología) de yacimientos, sino también las relaciones entre ellos y su entorno. En
este sentido, resulta muy útil la representación gráfica en éstos de metalotectos o provincias
metalogenéticas.
Teledetección
La utilización de la información de los satélites artificiales que orbitan nuestro planeta puede ser de
gran interés en investigación minera. Sigue siendo una técnica de relativamente bajo coste
(condicionado por el precio de la información a recabar de los organismos que controlan este tipo
de información) y que se aplica desde gabinete, aunque también a menudo complementada con
salidas al campo.
La información que ofrecen los satélites que resulta de utilidad geológico-minera se refiere a la
reflectividad del terreno frente a la radiación solar: ésta incide sobre el terreno, en parte se
absorbe, y en parte se refleja, en función de las características del terreno. Determinadas
radiaciones producen las sensaciones apreciables por el ojo humano, pero hay otras zonas del
espectro electromagnético, inapreciables para el ojo, que pueden ser recogidas y analizadas
mediante sensores específicos. La Teledetección aprovecha precisamente estas bandas del
espectro para identificar características del terreno que pueden reflejar datos de interés minero,
como alteraciones, presencia de determinados minerales, variaciones de temperatura, humedad
Geología
El estudio en mayor o menor detalle de las características de una región siempre es necesario en
cualquier estudio de ámbito minero, ya que cada tipo de yacimiento suele presentar unos
condicionantes específicos que hay que conocer para poder llevar a cabo con mayores garantías
de éxito nuestra exploración, así como otras que puedan emprenderse en el futuro. Es un estudio
que se lleva a cabo durante las fases de preexploración y exploración, ya que su coste aún suele
ser bastante bajo. Tiene también un aspecto dual, en el sentido de que en parte puede hacerse en
gabinete, a partir de los datos de la recopilación de información y de la teledetección, pero cuando
necesita un cierto detalle, hay que complementarla con observaciones sobre el terreno.
Dentro del término genérico de geología se engloban muchos apartados distintos del trabajo de
reconocimiento geológico de un área. La cartografía geológica (o elaboración de un mapa
geológico de la misma) incluye el levantamiento estratigráfico (conocer la sucesión de materiales
estratigráficos presentes en la zona), el estudio tectónico (identificación de las estructuras
tectónicas, como fallas, pliegues, que afectan a los materiales de la zona), el estudio petrológico
(correcta identificación de los distintos tipos de rocas), hidrogeológico (identificación de acuíferos y
de sus caracteres más relevantes), etcétera. En cada caso tendrán mayor o menos importancia
unos u otros, en función del control concreto que presente la mineralización investigada.
Geoquímica
Así, las distintas variantes de esta técnica (geoquímica de suelos, de arroyos, biogeoquímica)
analizan muestras de cada uno de estos tipos, siguiendo patrones ordenados, de forma que se
consiga tener un análisis representativo de toda una región, con objeto de identificar la o las
poblaciones anómalas que puedan existir en la misma, y diferenciarlas de posibles poblaciones
anómalas que puedan ser una indicación de la existencia de mineralizaciones.
El coste de estas técnicas suele ser superior al de las de carácter geológico, ya que implican un
equipo de varias personas para la toma y preparación de las muestras, y el coste de los análisis
correspondientes. Por ello, se aplican cuando la geología ofrece ya información que permite
sospechar con fundamento la presencia de yacimientos.
Geofísica
Dentro de esta denominación genérica encontramos, como en el caso de la geología, toda una
gama de técnicas muy diversas, tanto en coste como en aplicabilidad a cada caso concreto. La
base es siempre la misma: intentar localizar rocas o minerales que presenten una propiedad física
que contraste con la de los minerales o rocas englobantes. Igual que para localizar una aguja en un
pajar un imán es una herramienta de gran utilidad, éste mismo imán no nos servirá de nada si lo
que hemos perdido entre la paja es una mina de lapicero de 0.5 mm.
Así, las diversas técnica aplicables y su campo de aplicación puede ser el siguiente:
Sísmica: La transmisión de las ondas sísmicas por el terreno está sujeta a una serie
de postulados en los que intervienen parámetros relacionados con la naturaleza de
las rocas que atraviesan. De esta forma, si causamos pequeños movimientos
sísmicos, mediante explosiones o caída de objetos pesados y analizamos la
distribución de las ondas sísmicas hasta puntos de medida estratégicamente
situados, al igual que se hace con las ondas sonoras en las ecografías, podemos
establecer conclusiones sobre la naturaleza de las rocas del subsuelo. Se diferencian
dos grandes técnicas diferentes: la sísmica de reflexión y la de refracción, que
analizan cada uno de estos aspectos de la transmisión de las ondas sísmicas. Es una
de las técnicas más caras, por lo que solo se utiliza para investigación de recursos de
alto coste, como el petróleo.
En definitiva, la geofísica dispone de toda una gama de herramientas distintas de gran utilidad,
pero que hay que saber aplicar a cada caso concreto en función de dos parámetros: su coste, que
debe ser proporcional al valor del objeto de la exploración, y la viabilidad técnica, que debe
considerarse a la luz del análisis preliminar de las características físicas de este mismo objeto.
Calicatas
A menudo, tras la aplicación de las técnicas anteriores seguimos teniendo dudas razonadas sobre
si lo que estamos investigando es o no algo con interés minero. Por ejemplo, podemos tener una
anomalía geoquímica de plomo y una anomalía de geofísica eléctrica, pero ¿será una
mineralización de galena o una tubería antigua enterrada? En estos casos, para verificar a bajo
coste nuestras interpretaciones sobre alineaciones de posible interés minero se pueden hacer
zanjas en el terreno mediante pala retroexcavadora, que permitan visualizar las rocas situadas
justo debajo del suelo analizado o reconocido. Además, estas calicatas permitirán obtener
muestras más representativas de lo que exista en el subsuelo, aunque no hay que olvidar que por
su pequeña profundidad de trabajo (1-3 metros, a lo sumo) siguen sin ser comparables a lo que
pueda existir por debajo del nivel de alteración meteórica, dado que, como vimos en el apartado
correspondiente, precisamente las mineralizaciones suelen favorecer la alteración supergénica.
Sondeos mecánicos
Los sondeos son una herramienta vital la investigación minera, que nos permite confirmar o
desmentir nuestras interpretaciones, ya que esta técnica permite obtener muestras del subsuelo a
profundidades variables. Su principal problema deriva de su representatividad, pues no hay que
olvidar que estas muestras constituyen, en el mejor de los casos (sondeos con recuperación de
testigo continuo) un cilindro de roca de algunos centímetros de diámetro, que puede no haberse
recuperado completamente (ha podido haber pérdidas durante la perforación o la extracción), y que
puede haber cortado la mineralización en un punto excepcionalmente pobre o excepcionalmente
rico. No obstante, son la información más valiosa de que se dispone sobre la mineralización
mientras no se llegue hasta ella mediante labores mineras.
Los sondeos mecánicos son un mundo muy complejo, en el que existe toda una gama de
posibilidades, tanto en cuanto al método de perforación (percusión, rotación, rotopercusión), como
en lo que se refiere al diámetro de trabajo (desde diámetros métricos a milimétricos), en cuanto al
rango de profundidades alcanzables (que puede llegar a ser de miles de metros en los sondeos
petrolíferos), en cuanto al sistema de extracción del material cortado (recuperación de testigo
continuo, arrastre por el agua de perforación, o por aire comprimido). Todo ello hace que la
realización de sondeos mecánicos sea una etapa especialmente importante dentro del proceso de
investigación minera, y requiera la toma de decisiones más detallada y problemática.
Interpretación de resultados
A la vista de los hasta ahora expuesto, el proceso de exploración minera consiste en una toma de
datos continua que hay que ir interpretando sobre la marcha, de forma que cada decisión que se
tome de seguir o no con las etapas siguientes esté fundamentada en unos datos que apoyan o no
a nuestra interpretación preliminar.
De esta forma, cada etapa de la investigación que desarrollamos debe ir encaminada precisamente
a apoyar o desmentir las interpretaciones preliminares, mediante nuevos datos que supongan una
mejora de la interpretación, pero sin buscar sistemáticamente la confirmación a toda costa de
nuestra idea: la cabezonería puede ser muy costosa para la compañía, aunque sin ella a menudo
no habría investigación minera.
En definitiva, la interpretación de los resultados debe ser muy detallada, y debe buscar las
coincidencias que supongan un apoyo a nuestras ideas, pero también las no
coincidencias, que debe analizarse de forma especialmente cuidadosa, buscando la o
las explicaciones alternativas que puedan suponer la confirmación o el desmentido de
nuestras interpretaciones, sin olvidar que al final los sondeos confirmarán o no éstas
de forma casi definitiva.
15.- Explotación Minera
Este factor, el coste, depende de muchos factores. Algunos de ellos no son modificables: si el
yacimiento se localiza a gran distancia de centros de transporte o de consumo, tendremos un coste
de transporte a asumir (y minimizar en lo posible). Otros dependen de decisiones a tomar: por
ejemplo, la decisión de abordar una explotación a cielo abierto o subterránea incide de forma
decisiva sobre este factor de coste. No obstante, rara vez tomamos este tipo de decisiones
libremente, ya que suelen estar condicionadas por factores propios de mineralización: profundidad
a la que se encuentra, geometría (horizontal o vertical, mayor o menor espesor). En cualquier caso,
en la toma de decisiones implicada en el diseño de una explotación minera siempre tenemos un
mayor o menor grado de libertad, que nos permite evaluar distintas alternativas, y elegir la más
adecuada para cada yacimiento, de forma que la ecuación se cumpla (lo cual no siempre ocurre,
naturalmente).